la iglesia apoya y bendice al generalísimo franco: mensajes y discursos (1936-1971)

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LA IGLESIA APOYA Y BENDICE A FRANCO Y SU RÉGIMEN --- 138 mensajes y discursos 1936 – 1971 1

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Page 1: La Iglesia apoya y bendice al Generalísimo Franco: Mensajes y Discursos (1936-1971)

LA IGLESIA APOYA Y BENDICE

A FRANCO Y SU RÉGIMEN

---138 mensajes y discursos

1936 – 1971

1

Page 2: La Iglesia apoya y bendice al Generalísimo Franco: Mensajes y Discursos (1936-1971)

ÍNDICE1. TEXTOS FUNDAMENTALES pág. 7

AÑOS 1936 – 1939 :2. ALOCUCIÓN DE PÍO XI A QUINIENTOS REFUGIADOS ESPAÑOLES (14 de septiembre de 1936)

pág 8

3. DE LA PASTORAL DE MONS. PLA Y DENIEL, OBISPO DE SALAMANCA SOBRE ‘LAS DOS CIUDADES’ (30 de septiembre de 1936)

pág 9

4. DE LA PASTORAL DEL CARDENAL GOMÁ, PRIMADO DE ESPAÑA Y ARZOBISPO DE TOLEDO, SOBRE ‘EL CASO DE ESPAÑA’ (24 de noviembre de 1936)

pág 10

5. DE LA PASTORAL DEL CARDENAL GOMÁ SOBRE “EL SENTIDO CRISTIANO ESPAÑOL DE LA GUERRA” (30 de enero de 1937)

pág 11

6. DE LA CARTA COLECTIVA DE LOS OBISPOS ESPAÑOLES A LOS DE TODO EL MUNDO CON MOTIVO DE LA GUERRA DE ESPAÑA (1 de julio de 1937)

pág 13

7. DEL DISCURSO DEL CARDENAL GOMÁ AL CONGRESO EUCARÍSTICO DE BUDAPEST (25 de mayo de 1938)

pág 15

8. DEL DISCURSO DEL CARDENAL CICOGNANI, NUNCIO DE S.S. PÍO XI, EN SU PRESENTACIÓN DE CREDENCIALES (24 de junio de 1938)

pág 15

9. CONTESTACIÓN DE FRANCISCO FRANCO, JEFE DEL ESTADO, AL NUNCIO DE S. S. PIO XI EN LA PRESENTACION DE CARTAS CREDENCIALES (24 de junio de 1938)

pág 16

10. DE LA PASTORAL DEL CARDENAL GOMÁ SOBRE ‘CATOLICISMO Y PATRIA’ (5 de febrero de 1939)

pág 17

11. MENSAJE DE PÍO XII A ESPAÑA CON MOTIVO DE LA VICTORIA (16 de abril de1939) pág 1812. EN LAS FIESTAS DE LA VICTORIA (20 de mayo de 1939) pág 1813. ALOCUCIÓN DE PÍO XII A TRES MIL LEGIONARIOS ESPAÑOLES (11 de junio de 1939) pág 2014. DISCURSO DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, A LOS PUEBLOS DE AMÉRICA (Zaragoza, 12 de octubre de 1939)

pág 22

AÑOS 1940 - 1945 :15. EL PAPA Y ESPAÑA (editorial de Ecclesia nº 2, 1 de marzo de 1941) pág 2316. DE LA CARTA DE PÍO XII A LOS OBISPOS ESPAÑOLES SOBRE LOS SEMINARIOS (29 de junio de 1941)

pág 24

17. LA REDENCIÓN DE PENAS, CAMPO DE APOSTOLADO (Ecclesia, 21 de marzo de 1942) pág 2418. MONS. EIJO GARAY, OBISPO DE MADRID-ALCALÁ, SOBRE SETECIENTOS JÓVENES MÁRTIRES DE LA ACCIÓN CATÓLICA DE MADRID (julio de 1942)

pág 25

19. EL DÍA DEL CAUDILLO (editorial de Ecclesia número 64, 3 de octubre de 1942) pág 2520. S.S. PÍO XII, EN LA PRESENTACIÓN DE CREDENCIALES DEL EMBAJADOR DE ESPAÑA D. DOMINGO DE LAS BÁRCENAS (enero de 1943)

pág 26

21. S.S. PÍO XII AL MINISTRO DE EDUCACIÓN NACIONAL D. JOSÉ IBÁÑEZ MARTÍN (20 de mayo de 1943)

pág 27

22. DISCURSO DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, EN LA INAUGURACIÓN DE LA CIUDAD UNIVERSITARIA DE MADRID (12 de octubre de 1943)

pág 28

23. LA IGLESIA EN EL CONSEJO DE ESTADO (Ecclesia, 10 de febrero de 1945) pág 2824. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO A LOS ASESORES ECLESIÁSTICOS DE SINDICATOS (junio de 1945)

pág 29

25. PASTORAL DE MONS. ENRIQUE PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO, A LA FINALIZACIÓN DE LA GUERRA MUNDIAL (28 de agosto de 1945)

pág 29

26. S.S. PÍO XII, EN EL PRIMER CENTENARIO DEL APOSTOLADO DE LA ORACIÓN (18 de septiembre de 1945)

pág 30

AÑOS 1946 - 1950 :27. MONS. RAFAEL GARCÍA, OBISPO DE JAÉN, SOBRE LEGISLACIÓN SOCIAL (6 de enero de 1946)

pág 31

28. DISCURSO DE S. S. PÍO XII AL EMBAJADOR DE ESPAÑA D. PABLO DE CHURRUCA (17 pág 31

2

Page 3: La Iglesia apoya y bendice al Generalísimo Franco: Mensajes y Discursos (1936-1971)

de febrero de 1946)29. CARDENAL ANTONIO CAGGIANO, A LOS DIRIGENTES NACIONALES DE LA ACCIÓN CATÓLICA ESPAÑOLA (abril de 1946)

pág 32

30. LA CATOLICIDAD DEL NUEVO ESTADO ESPAÑOL EN EL DISCURSO A LAS CORTES DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO (14 de mayo de 1946)

pág 33

31. MONS. ANTONIUTTI, DELEGADO APOSTÓLICO DEL CANADÁ, SOBRE LA PERSECUCIÓN RELIGIOSA EN ESPAÑA. (junio de 1947)

pág 34

32. HACIA LA NORMALIDAD CONSTITUCIONAL (Ecclesia, 12 de julio de 1947) pág 3433. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO, EN LA OFRENDA DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, AL APÓSTOL SANTIAGO (25 de julio de 1948)

pág 35

34. DISCURSO DE MONS. LUIS ALMARCHA, OBISPO DE LEÓN, SOBRE LA ASESORÍA ECLESIÁSTICA NACIONAL DE SINDICATOS (octubre de 1948)

pág 36

35. DISCURSO DE S.S. PÍO XII AL EMBAJADOR DE ESPAÑA EN EL VATICANO, D. JOAQUÍN RUIZ GIMÉNEZ (12 de diciembre de 1948)

pág 36

36. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO, SOBRE LA IGLESIA Y EL ESTADO (abril de 1949)

pág 37

37. DE LA PASTORAL DE MONS. JESÚS MÉRIDA, OBISPO DE ASTORGA, SOBRE “LA RESTAURACIÓN CRISTIANA DEL ORDEN POLÍTICO” (mayo de 1949)

pág 37

38. MONS. JESÚS MÉRIDA, OBISPO DE ASTORGA, SOBRE EL DEBER DE CONSERVAR LA UNIDAD RELIGIOSA DE ESPAÑA (mayo de 1949)

pág 38

39. DISCURSO DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, CON MOTIVO DEL CENTENARIO DE BALMES (Vich, 6 de junio de 1949)

pág 39

40. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, ENCOMIA LA RESTAURACIÓN RELIGIOSA DE ESPAÑA DEBIDA A SU GOBIERNO (junio de 1949)

pág 40

41. MONS HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, SOBRE ‘EL MISTERIO DE ESPAÑA’ EN EL ACTO DE HOMENAJE AL CARDENAL TEDESCHINI (8 de junio de 1949)

pág 41

42. MONS. EIJO GARAY, OBISPO DE MADRID-ALCALÁ, SOBRE EL DECRETO DEL SANTO OFICIO CONTRA EL COMUNISMO (agosto de 1949)

pág 41

43. CARDENAL TEDESCHINI: “ESPAÑA ENSEÑA A GOBERNAR EN CATÓLICO” (noviembre de 1949)

pág 42

44. “SIN UNA APOSTASÍA” (Ecclesia, 18 de febrero de 1950) pág 4245. “HOMENAJE A NUESTROS MÁRTIRES” (Ecclesia, 15 de abril de 1950) pág 4246. “CONCUERDAN LAS LEYES ECLESIÁSTICA Y CIVIL” (Ecclesia, 28 de octubre de 1950) pág 4347. MONS. FRANCISCO BARBADO, OBISPO DE SALAMANCA, SOBRE LA PRESENCIA DE ESPAÑA EN LA DEFINICIÓN DOGMÁTICA DE LA ASUNCIÓN (noviembre de 1950)

pág 43

AÑOS 1951 - 1955 :48. S.S. PÍO XII A LA ORGANIZACIÓN SINDICAL ESPAÑOLA (11 de marzo de 1951) pág 4449. MONS, ARRIBA Y CASTRO, ARZOBISPO DE TARRAGONA, SOBRE LA DEUDA DE ESPAÑA CON EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS (mayo de 1951)

pág 44

50. AGRADECIMIENTO DE LA SECRETARIA DE ESTADO DE VATICANO AL DELEGADO NACIONAL DE SINDICATOS (Mons Montini, 21 de agosto de 1951)

pág 44

51. ÉXITO DE LA ACCIÓN SOCIAL EN ESPAÑA (Ecclesia, 6 de octubre de 1951) pág 4552. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, SOBRE AUTORIDAD Y LIBERTAD (febrero de 1952)

pág 45

53. EL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, CONSAGRA ESPAÑA A LA EUCARISTÍA (Congreso Eucarístico Internacional de Barcelona, 1 de junio de 1952)

pág 46

54. FELICITACIÓN DEL CARDENAL TEDESCHINI AL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, POR EL CONGRESO EUCARÍSTICO DE BARCELONA (junio de 1952)

pág 46

55. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, ENSALZA LA FAMILIA Y LA MORALIDAD PÚBLICA ESPAÑOLAS (octubre de 1952)

pág 47

56. MENSAJE DE FIN DE AÑO DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO (31 de diciembre de 1952)

pág 47

57. EL NUNCIO APOSTÓLICO, CARDENAL CICOGNANI, ENCOMIA LA OBRA DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, A FAVOR DE LA IGLESIA (19 de enero de 1953)

pág 48

58. DE UNA CONFERENCIA DEL CARDENAL OTTAVIANI SOBRE “DEBERES DEL ESTADO CATÓLICO CON LA RELIGIÓN” (Pontificio Ateneo Lateranense, 20 de marzo de 1953)

pág 49

59. CARDENAL OTTAVIANI SOBRE ‘ESPAÑA COMO MODELO DE ESTADO CATÓLICO’ pág 503

Page 4: La Iglesia apoya y bendice al Generalísimo Franco: Mensajes y Discursos (1936-1971)

(20 de marzo de 1953)60. MONS. CANTERO CUADRADO, OBISPO DE BARBASTRO, DEFIENDE LA UNIDAD CATÓLICA DE ESPAÑA (junio de 1953)

pág 51

61. DISCURSO DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, JUSTIFICANDO EL CONCORDATO (Seminario de Orense, 23 de septiembre de 1953)

pág 51

62. MENSAJE DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, A LAS CORTES SOBRE EL CONCORDATO (26 de octubre de 1953)

pág 52

63. MONS PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO, DEFIENDE LA UNIDAD CATÓLICA DE ESPAÑA (31 de octubre de 1953)

pág 55

64. MONS. JUAN HERVÁS, OBISPO DE MALLORCA, DEFIENDE LA CATOLICIDAD DE LA ENSEÑANZA BAJO EL CONCORDATO (31 de octubre de 1953)

pág 55

65. MONS. GARCÍA GOLDARAZ, ARZOBISPO DE VALLADOLID, SOBRE COLABORACIÓN ENTRE IGLESIA Y ESTADO (31 de octubre de 1953)

pág 56

66. MONS. ANTONIUTTI, NUNCIO APOSTÓLICO, NOTIFICA LA IMPOSICIÓN DE LA MÁS ALTA CONDECORACIÓN VATICANA AL JEFE DE ESTADO (diciembre de 1953)

pág 56

67. BREVE PONTIFICIO DE S. S. PIO XII CONCEDIENDO LA ORDEN SUPREMA DE CRISTO AL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO (21 de diciembre de 1953)

pág 57

68. MONS. ARRIBA Y CASTRO, CARDENAL ARZOBISPO DE TARRAGONA, SOBRE LA ACTUALIDAD DEL MENSAJE DE SANTIAGO A ESPAÑA (marzo de 1954)

pág 57

69. ELOGIO AL ‘MES DE MAYO’ EN LAS ESCUELAS (Ecclesia, 8 de mayo de 1954) pág 5870. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO, DEFIENDE LA COOPERACIÓN ENTRE LA IGLESIA Y EL ESTADO (8 de mayo de 1954)

pág 58

71. MONS. PLA Y DENIEL, EN LA CONCESIÓN AL JEFE DEL ESTADO DEL DOCTORADO ‘HONORIS CAUSA’ DE LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA (mayo de 1954)

pág 59

72. MONS. PLA Y DENIEL ANTE LA INCOMPRENSIÓN DEL CATOLICISMO ESPAÑOL POR LA NUEVA TEOLOGÍA (29 de junio de 1954)

pág 60

73. OFRENDA DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, AL APÓSTOL SANTIAGO (Santiago de Compostela, 25 de julio de 1954)

pág 61

74. MONS. QUIROGA PALACIOS, CARDENAL ARZOBISPO DE SANTIAGO, CONTESTA A LA INVOCACIÓN DEL JEFE DEL ESTADO (25 de julio de 1954)

pág 62

75. EL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, CONSAGRA ESPAÑA AL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA (Año Santo Mariano, Zaragoza, 12 de octubre de 1954)

pág 63

76. S. S. PÍO XII AL CONGRESO NACIONAL MARIANO EN LA CONSAGRACIÓN DE ESPAÑA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA (12 de octubre de 1954)

pág 64

77. MONS. BARBADO VIEJO, OBISPO DE SALAMANCA, SOBRE LA DEFENSA DE LA MORAL POR LA AUTORIDAD POLÍTICA (diciembre de 1954)

pág 65

78. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, APOYA AL MINISTRO DE INFORMACIÓN (enero de 1955)

pág 65

79. MONS. TABERA ARAOZ, OBISPO DE ALBACETE, DEFIENDE EL PAPEL DEL SACERDOTE EN LA ESCUELA (enero de 1955)

pág 66

80. PASTORAL DE LOS METROPOLITANOS ESPAÑOLES SOBRE LOS LOGROS DEL CATOLICISMO ESPAÑOL ANTE LAS CRÍTICAS DE LA NUEVA TEOLOGÍA (marzo de 1955)

pág 66

81. MONS. GARCÍA DE SIERRA, OBISPO DE BARBASTRO, ENCOMIA A LOS SACERDOTES MÁRTIRES DE LA DIÓCESIS (mayo de 1955)

pág 67

82. MONS. ENRIQUE Y TARANCÓN, OBISPO DE SOLSONA, CONCEDE LEGITIMIDAD AL RÉGIMEN DE UNIDAD SINDICAL ESPAÑOL (octubre de 1955)

pág 67

AÑOS 1956 - 1960 :83. LOS ARZOBISPOS ESPAÑOLES ALERTAN SOBRE RECIENTES DESVIACIONES DOCTRINALES EN LA INTELECTUALIDAD CATÓLICA ESPAÑOLA (1 de abril de 1956)

pág. 67

84. MONS. MORCILLO, OBISPO CONSILIARIO DE ACCIÓN CATÓLICA, ANTE ATAQUES SECTARIOS A NUESTRA UNIDAD CATÓLICA DESDE EL EXTRANJERO (5 de mayo de 1956)

pág. 68

85. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, AFIRMA QUE MENÉNDEZ PELAYO VERÍA CON JÚBILO EL AUGE RELIGIOSO ESPAÑOL BAJO FRANCO (28 de agosto de 1956)

pág. 69

86. MONS. MORCILLO, OBISPO CONSILIARIO DE ACCIÓN CATÓLICA, AUGURA LA DISGREGACIÓN DE ESPAÑA SI FALTARE SU UNIDAD CATÓLICA (12 de mayo de 1956)

pág. 70

87. MONS. MORCILLO, ARZOBISPO DE ZARAGOZA, DEFIENDE LA COLABORACIÓN DEL SACERDOTE EN LAS ORGANIZACIONES POLÍTICAS DEL ESTADO (octubre de 1956)

pág. 71

4

Page 5: La Iglesia apoya y bendice al Generalísimo Franco: Mensajes y Discursos (1936-1971)

88. MONS. ARRIBA Y CASTRO, CARDENAL ARZOBISPO DE TARRAGONA, AGRADECE AL GENERALÍSIMO EL RESURGIR RELIGIOSO DE ESPAÑA (Roma, 12 de octubre de 1956)

pág. 72

89. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO, TACHA DE INJUSTO EL PASADO BLOQUEO DIPLOMÁTICO CONTRA ESPAÑA (28 de octubre de 1956)

pág. 72

90. LA FORMACIÓN RELIGIOSA, EN EL PRIMER PLANO DE LAS UNIVERSIDADES LABORALES (Ecclesia, 17 de noviembre de 1956)

pág. 73

91. MONS. FÉLIX ROMERO, OBISPO DE JAÉN, AGRADECE EL APOYO DE LA AUTORIDAD CIVIL PARA OBSERVAR EL DESCANSO DOMINICAL (marzo de 1957)

pág. 73

92. ENSEÑANZA RELIGIOSA Y LABORAL (Ecclesia, 6 de julio de 1957) pág. 7393. APRECIO DE S. S. PÍO XII A SACERDOTES Y ASESORES ECLESIÁSTICOS DE LA ORGANIZACIÓN SINDICAL ESPAÑOLA (Mons. Dell’Acqua, 27 de julio de 1957)

pág. 74

94. FUNDACIÓN DE LA SANTA CRUZ DEL VALLE DE LOS CAÍDOS (Decreto-Ley de 23 de agosto de 1957)

pág. 75

95. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO, ACEPTA QUE ASOCIACIONES CATÓLICAS PARTICIPEN EN LA ORGANIZACIÓN SINDICAL (27 de abril de 1958)

pág. 76

96. MONS. ALCARAZ, OBISPO DE BADAJOZ, AGRADECE A LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN DEPENDIENTES DEL ESTADO SU APOYO A LA IGLESIA (junio de 1958)

pág. 76

97. ALOCUCIÓN DE MONS. MUÑOYERRO, ARZOBISPO DE SIÓN Y VICARIO GENERAL CASTRENSE, A LOS CAPELLANES CASTRENSES (junio de 1958)

pág. 77

98. MONS. ANTONIUTTI, NUNCIO APOSTÓLICO, AGRADECE AL GENERALÍSIMO FRANCO SU ASISTENCIA A LA SEDE DE LA NUNCIATURA (2 de junio de 1958)

pág. 77

99. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO, REAFIRMA EL CARÁCTER DE “CRUZADA” QUE TUVO LA PASADA GUERRA DE LIBERACIÓN (30 de junio de 1958)

pág. 78

100. MONS. BEITIA ALDAZÁBAL, OBISPO COADJUTOR DE BADAJOZ, SE FELICITA POR LA UNIDAD CATÓLICA DE ESPAÑA (27 de septiembre de 1958)

pág. 79

101. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO, RECUERDA EL GOZO DE S. S. PÍO XII POR LA VICTORIA DE FRANCO EN LA CRUZADA DE LIBERACIÓN (9 de octubre de 1958)

pág. 80

102. MONS. BUENO MONREAL, CARDENAL ARZOBISPO DE SEVILLA, AGRADECE LA BIRRETA CARDENALICIA QUE LE IMPONE EL GENERALÍSIMO (23 de diciembre de 1958)

pág. 80

103. EL ABAD FRAY JUSTO PÉREZ DE ÚRBEL, SOBRE LA SANTA CRUZ DEL VALLE DE LOS CAÍDOS (1 de abril de 1959)

pág. 81

104. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, NO HALLA EN MATERIA MORAL CONDUCTA TAN EJEMPLAR COMO LA DEL GENERALÍSIMO (junio de 1959)

pág. 82

105. DIFUSIÓN DEL APOSTOLADO EN LOS CUARTELES (Ecclesia, 23 de enero de 1960) pág. 82106. MONS. CANTERO CUADRADO, OBISPO DE HUELVA, RECONOCE LA JUSTA LIBERTAD DE PRENSA DEFENDIDA POR EL FUERO DE LOS ESPAÑOLES (marzo de 1960)

pág. 83

107. DE LA CARTA DE S. S. JUAN XXIII QUE ELEVA A LA DIGNIDAD DE BASÍLICA MENOR LA IGLESIA DE SANTA CRUZ DEL VALLE DE LOS CAÍDOS (7 de abril de 1960)

pág. 83

108. S. S. JUAN XXIII, COMPLACIDO POR LA BASÍLICA DEL VALLE DE LOS CAÍDOS, DA SU BENDICIÓN AL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO (4 de junio de 1960)

pág. 84

109. MONS. ANTONIUTTI, NUNCIO APOSTÓLICO, ENSALZA EL BRILLO DE LA IGLESIA ESPAÑOLA BAJO EL GENERALÍSIMO (Congreso Mundial de Prensa Católica, 8 de junio de 1960)

pág. 85

110. NOTA CONJUNTA EPISCOPAL CONTRA UN ESCRITO FIRMADO POR UN GRUPO DE SACERDOTES VASCOS (julio de 1960)

pág. 86

111. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, AFIRMA DEBERSE EL AVANCE DE LA IGLESIA ESPAÑOLA A SU PROTECCIÓN POR EL ESTADO (6 de noviembre de 1960)

pág. 87

AÑOS 1961 - 1964 :112. MONS. CASTÁN, OBISPO AUXILIAR DE TARRAGONA, DEFIENDE LA VIGENCIA DEL ‘SYLLABUS’ EN LA ACTUACIÓN PÚBLICA DE LOS CATÓLICOS (enero de 1961)

pág. 88

113. MONS. CASTÁN, OBISPO AUXILIAR DE TARRAGONA, AFIRMA QUE EN ESPAÑA SE DA LA RELACIÓN IDEAL ENTRE IGLESIA Y ESTADO (enero de 1961)

pág. 89

114. MONS. HERVÁS, OBISPO DE CIUDAD REAL, CONTRA LA TERGIVERSACIÓN EXTRANJERA SOBRE LA IGLESIA ESPAÑOLA (a ‘Il Popolo’ de Roma, febrero de 1961)

pág. 91

115. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, AFIRMA LA GRATITUD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA AL GENERALÍSIMO FRANCO (abril de 1961)

pág. 91

116. MONS. HERVÁS, OBISPO DE CIUDAD REAL, SBRE EL ASESORAMIENTO DE OBISPOS EN LA LEY DE PRENSA COMO SERVICIO A LA PATRIA (abril de 1961)

pág. 92

5

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117. MONS. BUENO MONREAL, CARDENAL ARZOBISPO DE SEVILLA, JUSTIFICA LA BENDICIÓN AL GENERALÍSIMO FRANCO, GOBERNANTE EJEMPLAR (3 de mayo de 1961)

pág. 92

118. S. E. EL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, RESPONDE A MONS. BUENO MONREAL, CARDENAL ARZOBISPO DE SEVILLA (3 de mayo de 1961)

pág. 93

119. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, ENSALZA LOS PROGRESOS DEL CATOLICISMO ESPAÑOL (L’Osservatore Romano, 4 de julio de 1961)

pág. 94

120. ALABANZA A LOS PODERES PÚBLICOS POR SUS NORMAS SOBRE MORALIDAD PÚBLICA (Ecclesia, 29 de julio de 1961)

pág. 95

121. S. S. JUAN XXIII FELICITA AL GENERALÍSIMO FRANCO EN EL XXV ANIVERSARIO DE SU EXALTACIÓN A LA JEFATURA DEL ESTADO (1 de octubre de 1961)

pág. 95

122. ‘XXV ANIVERSARIO’ (Ecclesia, 7 de octubre de 1961) pág. 96123. EL CARDENAL OTTAVIANI ALABA EL RÉGIMEN CATÓLICO DEL GENERALÍSIMO FRANCO (Inauguración de la ‘Escuela de Ciudadanía Cristiana’, octubre 1961)

pág. 96

124. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, SOBRE LA FELIZ UNIÓN DE IGLESIA Y ESTADO EN ESPAÑA (Inauguración de la Escuela de Ciudadanía Cristiana, octubre 1961)

pág. 97

125. MONS ANTONIUTTI, NUNCIO APOSTÓLICO, PONE A ESPAÑA COMO EJEMPLO DE COMUNIÓN CON ROMA (imposición de la birreta cardenalicia por F. Franco, 24 de marzo de 1962)

pág. 97

126. MONS. ANTONIUTTI, NUNCIO APOSTÓLICO, ENSALZA LOS LOGROS DE ESPAÑA BAJO EL GENERALÍSIMO FRANCO (Discurso de despedida, 16 de mayo de 1962)

pág. 98

127. MONS. OLAECHEA, ARZOBISPO DE VALENCIA, RECONOCE LA GRATITUD DE LA IGLESIA AL CAUDILLO FRANCISCO FRANCO (Carta Pastoral, 24 de junio de 1962)

pág. 99

128. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO, RECONOCE LA PERTENENCIA DE GOBERNANTES A LA ‘ACCIÓN CATÓLICA’ (1 de julio de 1962)

pág. 99

129. MONS. QUIROGA PALACIOS, CARDENAL ARZOBISPO DE COMPOSTELA, DEFIENDE LA VIGENTE UNIDAD CATÓLICA DE ESPAÑA (25 de julio de 1962)

pág.100

130. MONS. CANTERO, OBISPO DE HUELVA, JUSTIFICA LOS LÍMITES A LA LIBERTAD SINDICAL EN ESPAÑA (a la Conf. Internacional de Sindicatos Cristianos, 28 de julio de 1962)

pág.101

131. MONS. RIBERI, NUNCIO APOSTÓLICO, AGRADECE AL GENERALÍSIMO FRANCO EL SERVICIO QUE PRESTA A ESPAÑA (Tarragona, Año Jubilar Paulino, 25 de enero de 1963)

pág.101

132. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, ALABA LA COLABORACIÓN CIVIL Y RELIGIOSA EN ESPAÑA (Palabras al Nuncio, mons. Riberi, 1 de mayo de 1963)

pág.102

133. MONS. PEDRO CANTERO, OBISPO DE HUELVA, DESACONSEJA, POR SUS INMENSOS RIESGOS, LA LIBERTAD RELIGIOSA PARA ESPAÑA (16 de mayo de 1963)

pág.103

134. MONS AURELIO DEL PINO, OBISPO DE LÉRIDA, ENSALZA A FRANCISCO FRANCO COMO GOBERNANTE EJEMPLAR (30 de junio de 1963)

pág.104

135. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, DESMIENTE FALSEDADES SOBRE EL RÉGIMEN ESPAÑOL (Carta al director del ‘New York Times’, octubre de 1963)

pág.105

136. MONS. GARCÍA LAHIGUERA, OBISPO AUXILIAR DE MADRID, AGRADECE AL GENERALÍSIMO FRANCO LOS XXV AÑOS DE PAZ DE ESPAÑA (15 de marzo de 1964)

pág.105

137. MONS. FRANCISCO PERALTA, OBISPO DE VITORIA, IMPLORA AL CIELO LA PROTECCIÓN AL GENERALÍSIMO FRANCO (29 de julio de 1964)

pág.106

AÑO 1971:138. TELEGRAMA DE ADHESIÓN AL JEFE DEL ESTADO REMITIDO POR UN NUMEROSO GRUPO DE ASAMBLEÍSTAS —OBISPOS Y SACERDOTES— AL CONCLUIR LA ‘ASAMBLEA CONJUNTA DE OBISPOS Y SACERDOTES’ (septiembre de 1971)

pág.107

6

Page 7: La Iglesia apoya y bendice al Generalísimo Franco: Mensajes y Discursos (1936-1971)

1. TEXTOS FUNDAMENTALES

FUERO DEL TRABAJO (Preámbulo, 9 de marzo de 1938) “Renovando la Tradición Católica, de justicia social y alto sentido humano que informó nuestra legislación del Imperio, el Estado, Nacional en cuanto es instrumento totalitario al servicio de la integridad patria, y Sindicalista en cuanto representa una reacción contra el capitalismo liberal y el materialismo marxista, emprende la tarea de realizar —con aire militar, constructivo y gravemente religioso— la Revolución que España tiene pendiente y que ha de devolver a los españoles, de una vez para siempre, la Patria, el pan y la justicia.”

FUERO DE LOS ESPAÑOLES (17 de julio de 1945) “I. El Estado español proclama como principio rector de sus actos el respeto a la dignidad, la integridad y la libertad de la persona humana, reconociendo al hombre, en cuanto portador de valores eternos y miembro de una comunidad nacional, titular de deberes y derechos, cuyo ejercicio garantiza en orden al bien común. 6. La profesión y práctica de la Religión Católica, que es la del Estado español, gozará de la protección oficial.”

CONCORDATO ENTRE LA SANTA SEDE Y ESPAÑA (27 de agosto de 1953) “EN EL NOMBRE DE LA SANTÍSIMA TRINIDADLa Santa Sede Apostólica y el Estado español, animados del deseo de asegurar una fecunda colaboración para el mayor bien de la vida religiosa y civil de la nación española, han determinado estipular un Concordato que, reasumiendo los convenios anteriores y completándolos, constituya la norma que ha de regular las recíprocas relaciones de las altas partes contratantes, en conformidad con la Ley de Dios y la tradición católica de la nación española. Artículo I. - La Religión Católica, Apostólica, Romana sigue siendo la única de la Nación española y gozará de los derechos y de las prerrogativas que le corresponden en conformidad con la Ley divina y el Derecho Canónico. Artículo II. - El Estado español reconoce a la Iglesia Católica el carácter de sociedad perfecta y le garantiza el libre y pleno ejercicio de su poder espiritual y de su jurisdicción, así como el libre y público ejercicio del culto.”

PRINCIPIOS DEL MOVIMIENTO NACIONAL (17 de mayo de 1958) “II. La Nación española considera como timbre de honor el acatamiento a la Ley de Dios, según la doctrina de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, única verdadera, y fe inseparable de la conciencia nacional, que inspirará su legislación. VII. El pueblo español, unido en un orden de Derecho, informado por los postulados de autoridad, libertad y servicio, constituye el Estado Nacional. Su forma política es, dentro de los principios inmutables del Movimiento Nacional y de cuanto determinan la Ley de Sucesión y demás Leyes fundamentales, la Monarquía tradicional, católica, social y representativa.”

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2. ALOCUCIÓN DE PÍO XI A QUINIENTOS REFUGIADOS ESPAÑOLES (14 de septiembre de 1936)

“Vosotros que habéis sido desposeídos y despojados de todo, cazados y buscados para daros muerte en ciudades y en aldeas, en habitaciones privadas y en las soledades de los montes, tenéis el júbilo de haber sido juzgados dignos, como el Apóstol de sufrir por el nombre de Jesús; de haber sido cubiertos de injurias y de haberlas soportado en nombre de Cristo, y por ser cristianos.

¿Qué podremos decir en alabanza a nuestros venerables obispos y sacerdotes españoles, perseguidos y maltratados por ser ministros de Cristo y dispensadores de la gracia de Dios? Es todo un alarde de virtudes cristianas y sacerdotales, de heroísmo en el martirio; martirio real en todo el sagrado y glorioso sentido de la palabra; martirio hasta el sacrificio de la vida más inocente, de venerables ancianos, de juventudes primaverales, martirio hasta la heroica generosidad de pedir un lugar en la carreta entre las víctimas que el verdugo conduce a la muerte...

Todo ha sido arruinado y destruido. Pero todos estos resplandores y reflejos de heroísmo y de gloria que vosotros, queridísimos hijos míos, presentáis y recordáis, por fatal necesidad, nos hacen ver más claramente como en una apocalíptica visión, las matanzas y profanaciones, las carnicerías de las que vosotros, queridísimos hijos, habéis sido testigos y víctimas.

Todo lo que hay de más humanamente humano y de más divinamente divino: personas instituciones y cosas sagradas, así como muestras de la civilización y del arte, objetos preciosísimos de arte antiguo, reliquias santísimas, vidas enteramente consagradas a la piedad, a la ciencia y a la caridad; todo ha sido asaltado, arruinado, destruido con los modos más villanos y bárbaros, con el desenfreno más libertino, jamás visto, de fuerzas salvajes y crueles que pueden creerse imposibles, no digamos a la dignidad humana, sino hasta a la misma naturaleza humana, aun la más miserable y la caída en lo más bajo...

Diríase que una preparación satánica ha vuelto a encender en España la llama de odio y de las persecuciones reservadas por sus enemigos a la Iglesia Católica, porque es el único y verdadero obstáculo para la irrupción de aquellas fuerzas que han provocado la subversión en todos los órdenes, desde Rusia hasta China, desde Méjico hasta Suramérica. Preparación precedente y acompañada incesantemente de una universal y rápida propaganda para la conquista del mundo entero. Estos son los frutos de estas absurdas y desastrosas ideologías, que después de haber seducido a las masas tienen como finalidad armarlas y lanzarlas contra toda institución humana y divina.

El hecho de vuestra presencia aquí prueba no sólo un imponente desenfreno en las matanzas, sino también una escuela de la que emanan para Europa y para el mundo entero enseñanzas gravísimas. No sólo es conveniente sino hasta necesario, sino que para Nos es hasta un deber poner en guardia contra los lazos que las fuerzas subversivas tratan de crear a los católicos para obtener en algunos sitios su colaboración: lazos peligrosísimos, inventados y destinados únicamente a engañar y desarmar Europa y al mundo en provecho exclusivo de los programas de odio, de subversión y destrucción que les guían...

A este pueblo bueno y fidelísimo, a toda esta querida y nobilísima España que ha sufrido tanto, se dirige y quiere llegar nuestra bendición, como alcanza nuestra cotidiana oración, hasta el retorno de la plena y definitiva serenidad y de la paz. Por encima de toda consideración política terrena, nuestra bendición se dirige de modo especial a todos aquellos que han asumido la espinosa y difícil tarea de defender los derechos y el honor de Dios y de la religión.”

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3. DE LA PASTORAL DE MONS. PLA Y DENIEL, OBISPO DE SALAMANCA SOBRE ‘LAS DOS CIUDADES’ (30 de septiembre de 1936)

“¡Cómo han florecido las flores rojas del martirio en nuestra España en los dos meses que llevamos del desencadenamiento del odio comunista en tantas provincias de nuestra Patria! El mismo Vicario, en su solemnísima alocución del día 14 de este mes, lo ha proclamado a la faz del mundo. El ya largo y glorioso martirologio español se ha alargado y enriquecido con obispos, sacerdotes y seglares, con ancianos, con vírgenes y aun con niños. Todos son hermanos nuestros de fe y de Patria...

Con la misma sinceridad hemos de declarar que no sospechábamos que el número de mártires de la España contemporánea fuese tan crecido, de tantos centenares como ciertamente han ya sido, y aun tal vez de tantos millares cuando los conozcamos todos. Si la sangre de mártires ha si do siempre semilla de cristianos, ¡qué reflorecimiento de vida cristiana no es de esperar en la España regada por tanta sangre de mártires, de obispos y sacerdotes, de religiosos y seglares que han muerto por confesar a Cristo...

Podría alguien que no desconociese el Código de Derecho Canónico, decirnos: Enhorabuena que los ciudadanos españoles, haciendo uso de un derecho natural, se hayan alzado para derrocar un gobierno que llevaba la nación a la anarquía. Pero ¿no pregona siempre la Iglesia su apartamiento de las luchas partidistas? ¿No ha dicho muchas veces Su Santidad Pío XI que la acción de la Iglesia se desarrolla fuera y por encima de todos los partidos políticos? ¿No prescribe el canon 141 a los clérigos que no presten apoyo de modo alguno a las guerras intestinas y a las perturbaciones de orden público: neve intestinis bellis et ordinis publici perturbationibus opem quoquo modo ferant? ¿Cómo se explica, pues, que hayan apoyado el actual alzamiento los Prelados españoles, y el mismo Romano Pontífice haya bendecido a los que luchan en uno de los dos campos?» ...

La explicación plenísima nos la da el carácter de la actual lucha que convierte a España en espectáculo para el mundo entero. Reviste, sí, la forma externa de una guerra civil, pero en realidad es una Cruzada. Fue una sublevación, pero no para perturbar, sino para restablecer el orden... La Iglesia no interviene en lo que Dios ha dejado a la disputa de los hombres. Si desde el primer instante los Prelados hubiesen oficialmente excitado a la lucha, los que han asesinado obispos y sacerdotes, incendiado y saqueado templos, habrían dicho que era la Iglesia la que había excitado la guerra, y que sus horribles y sacrílegos atentados no eran más que represalias...

Por el contrario, cuando los sacrílegos asesinatos e incendios se han verificado antes de todo apoyo oficial de la Iglesia; cuando el Gobierno no contestó siquiera a las razonadas protestas del Romano Pontífice; cuando el mismo Gobierno ha ido desapareciendo de hecho, no ya sólo en la parte del territorio nacional que perdió desde los primeros momentos, sino que aun en el territorio a él todavía sujeto no ha podido contener los desmanes y se ha visto desbordado por turbas anarquizantes y aun declaradamente anarquistas…¡ah!, entonces ya nadie ha podido recriminar a la Iglesia porque se haya abierta y oficialmente pronunciado a favor del orden contra la anarquía, a favor de la implantación de un gobierno jerárquico contra el disolvente comunismo, a favor de la defensa de la civilización cristiana y de sus fundamentos religión, patria y familia contra los sin Dios y contra Dios, sin patria y hospicianos del mundo, en frase feliz de un poeta cristiano. Ya no se ha tratado de una guerra civil, sino de una Cruzada por la Religión y por la Patria y por la Civilización. Ya nadie podía tachar a la Iglesia de perturbadora del orden, que ni siquiera precariamente existía...

El comunismo, que en Rusia y en España ha consentido millares de asesinatos de personas inocentes, que quiere exterminar la religión, que destruye la familia, que pervierte a la niñez y a la mujer, que suprime a clases enteras de la sociedad, que esclaviza dictatorialmente a los mismos obreros, es bárbaro e inhumano, y esta barbarie e inhumanidad es un justísimo título de guerra, según los principios del maestro Vitoria, no sólo para una guerra nacional, sino internacional.”

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4. DE LA PASTORAL DEL CARDENAL GOMÁ, PRIMADO DE ESPAÑA Y ARZOBISPO DE TOLEDO, SOBRE ‘EL CASO DE ESPAÑA’ (24 de noviembre de 1936)

“Esta cruentísima guerra es, en el fondo, una guerra de principios, de doctrinas, de un concepto de la vida y del hecho social contra otro, de una civilización contra otra. Es la guerra que sostiene el espíritu cristiano y español contra este otro espíritu, si espíritu puede llamarse, que quisiera fundir todo lo humano, desde las cumbres del pensamiento a la pequeñez del vivir cotidiano, en el molde del materialismo marxista...

Podemos afirmar, porque somos testigos de ello, es que, al pronunciarse una parte del Ejército contra el viejo estado de cosas, el alma nacional se sintió profundamente percutida y se incorporó, en corriente profunda y vasta, al movimiento militar; primero, con la simpatía y el anhelo con que se ve surgir una esperanza de salvación, y luego, con la aportación de entusiastas milicias nacionales, de toda tendencia política, que ofrecieron, sin tasa ni pactos, su concurso al Ejército, dando generosamente vidas y haciendas, para que el movimiento inicial no fracasara. Y no fracasó –lo hemos oído de militares prestigiosos– precisamente por el concurso armado de las milicias nacionales.

Es preciso haber vivido aquellos días de la primera quincena de agosto en esta Navarra, que, con una población de 320.000 habitantes, puso en pie de guerra más de 40.000, casi la totalidad de los hombres útiles para las armas, que dejando las parvas en sus eras y que mujeres y niños levantaran las cosechas, partieron para los frentes de batalla sin más ideas que la defensa de su religión y de la patria. Fueron, primero, a guerrear por Dios.Al compás de Navarra se ha levantado potente el espíritu español en las demás regiones no sometidas de primer golpe a los ejércitos gubernamentales. Aragón, Castilla la Vieja, León y Andalucía han aportado grandes contingentes... Y en todos los frentes se ha visto alzarse la Hostia divina en el santo sacrificio y se han purificado las conciencias por la confesión de millares de jóvenes soldados, y mientras callaban las armas resonaba en los campamentos la plegaria colectiva del santo rosario. En ciudades y aldeas se ha podido observar una profunda reacción religiosa de la que no hemos visto ejemplo igual.

Es que la Religión y la Patria –arae et foci– estaban en gravísimo peligro, llevadas al borde del abismo por una política totalmente en pugna con el sentir nacional y con nuestra historia. Por esto la reacción fue más viva donde mejor se conservaba el espíritu de religión y de patria. Y por esto logró este movimiento el matiz religioso que se ha manifestado en los campamentos de nuestras milicias, en las insignias sagradas que ostentan los combatientes y en la explosión del entusiasmo religioso de las multitudes de retaguardia.

Quítese, si no, la fuerza del sentido religioso, y la guerra actual queda enervada. Cierto que el espíritu de patria ha sido el gran resorte que ha movilizado las masas de combatientes; pero nadie ignora que el resorte de la religión, actuando en las regiones donde está más enraizada, ha dado el mayor contingente inicial y la máxima bravura a nuestros soldados. Más: estamos convencidos de que la guerra se hubiese perdido para los insurgentes sin el estímulo divino que ha hecho vibrara el alma del pueblo cristiano que se alistó en la guerra o que sostuvo con su aliento, fuera de los frentes, a los que guerreaban.

Quede, pues, por esta parte como cosa inconclusa que en el fondo debe reconocerse en esta guerra un espíritu de verdadera cruzada en pro de la religión católica, cuya savia ha vivificado durante siglos la historia de España y ha constituido como la médula de su organización y de su vida... Cuanto cabe en la intención de Moscú, el pabellón comunista se ha plantado en España frente a su cristianísima bandera. Aquí se han enfrentado las dos civilizaciones, las dos formas antitéticas de la vida social. Cristo y el Anticristo se dan la batalla en nuestro suelo”.

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5. DE LA PASTORAL DEL CARDENAL GOMÁ SOBRE “EL SENTIDO CRISTIANO ESPAÑOL DE LA GUERRA” (30 de enero de 1937)

“¡Manes de nuestros antepasados si hubiesen visto a su Dios lanzado de España! El Dios de nuestros sabios y guerreros, de nuestros sabios y artistas; de nuestras leyes e instituciones incomparables; de nuestras catedrales y bibliotecas; de aquel pueblo teólogo que acudía ávido a los autos de Calderón; el de nuestros grandes historiadores y poetas; en cuyo santo nombre fueron lanzados de nuestro suelo los hijos de Mahoma, y se inauguraba y se consumaba la conquista de un Nuevo Mundo; el de Dios, cuya doctrina dulce y lúcida fue guía de nuestra historia, y cuyas santas influencias embalsamaron la familia, la escuela, la vida ciudadana; por cuyo nombre se juró siempre en nuestra tierra y cuya cruz besó todo español a la hora de la muerte, y señaló, en el suelo de nuestras iglesias, a la vera de nuestros caminos, en los campos de batalla y en los camposantos, el sitio donde cayera el cuerpo exánime de un español!...

¡El dolor de España! Dolor de la sangre de nuestros hermanos, que han caído por millares... Dolor de las piedras calcinadas de nuestros templos, en que había cristalizado la fe y la piedad de nuestros mayores... Dolor del ultraje hecho a lo que deba amar más el hombre, a Dios, perpetrado en las formas más antidivinas, y, por lo mismo, más repugnantes... cometido en las personas de sus sacerdotes, en la profanación de sus templos, en robos horrendos de vasos, reliquias, ornamentos. Porque esta guerra, por parte de los enemigos de nuestro Dios, ha sido un sistema vastísimo de sacrilegios, perpetrados a sangre fría, y que culminaron en este sacrilegio sintético que, si no fue el mayor en su aberración teológica, sí que fue el más simbólico y clamoroso: el fusilamiento del Sagrado Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles... Dolor de millares de sacerdotes asesinados, con saña inhumana, por el simple hecho de ser representantes de Dios... Nunca en la historia se vio una matanza de sacerdotes como la hemos visto en la España que se gloría de llamarse católica... Dolor de haber visto a España envuelta en una ola de barbarie como no se da en las tribus de África... Dolor por la pérdida de nuestra riqueza y de un caudal de arte que nos habían legado el pensamiento y la labor de siglos cristianos, que no tenían igual en el mundo, y que ya no nos volverá más...

Dolor de haber visto el territorio nacional mancillado por la presencia de una raza forastera, víctima e instrumento a la vez de esa otra raza que lleva en sus entrañas el odio inmortal a Nuestro Señor Jesucristo. Dolor acerbo... de que fuera de España corra con vilipendio el nombre y la gesta de quienes luchan para salvarnos, y de que fuera de casa se ignore lo que queda aún acá de sentido de Dios, de civilización cristiana, de esfuerzo generoso de rehabilitarnos ante el mundo. Es el dolor de lo que con razón se ha llamado la soledad de España. Cuando la conquista de Abisinia, obra de la civilización, la Sociedad de Naciones se alzaba contra el conquistador; y se inhibe en una pasividad suicida cuando la barbarie se lanza en España a la destrucción de la civilización más gloriosa de la historia. Y cuando el mundo se conmovió por haberse mutilado la catedral de Reims en la guerra europea, no oímos más que la voz autorizadísima de Roma, que lamenta la desolación de casi media España sin templos...

Nosotros, los que pretendemos encarnar el espíritu cristiano y español y la continuidad de nuestra tradición y de nuestra historia... vejados en todo orden, lanzados por leyes injustas fuera de nuestra ley, porque la ley de la vida es la conciencia fundada en Dios, hemos sido sus víctimas... Y nuestro espíritu nacional es estar injertado en Dios... Poner a Dios en su sitio debe ser el primer propósito y la ley máxima de la anti-revolución...

A la intención y a la acción de los sin Dios debemos responder metiendo a Dios y sus cosas en todo, como nuestros mayores lo hicieron, en las leyes, en la casa, en las instituciones, en la inteligencia, en el corazón, en la vida privada y pública. En todo y en todos, sin que haya nadie que pueda esconderse del calor y de la luz de Dios. Y por todos, sacerdotes, legisladores, maestros, padres, por la comunicación mutua de un ciudadano a otro. Y por todo procedimiento, de palabra y por escrito, por la hoja y el libro, por el espectáculo y el gráfico, por todo procedimiento de efusión y difusión del pensamiento humano, tocando todos los resortes del alma humana. ¿No lo han hecho así los sin Dios para eliminarle?...

Por esto aplaudimos, de corazón de sacerdote, la palabra recientemente dicha por el Jefe del Estado español: “Nosotros queremos una España católica”. España católica de hecho, hasta su entraña viva: en la conciencia, en las instituciones y leyes, en la familia y en la escuela, en la ciencia y el trabajo, con la

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imagen de nuestro buen Dios, Jesucristo en el templo, en el hogar y en la tumba...

Por esto, por el bien de España, hay que decir a los que la rigen: ¡Gobernantes! Haced catolicismo a velas desplegadas si queréis hacer la Patria grande. Fuimos el primer pueblo del orbe cuando nuestro catolicismo vibró en su diapasón más alto; nuestra decadencia coincide con la destrucción de los templos y la matanza de los sacerdotes de nuestro Dios. Ni una ley, ni una cátedra, ni una institución, ni un periódico fuera o contra Dios y su Iglesia en España...

Corrosivos de la autoridad son la indisciplina y el sovietismo. La primera podrá curarse con la selección de jerarquías y las debidas sanciones. Para el segundo no pude haber en España sino guerra hasta el exterminio, de ideas y procedimientos. “Defensa contra la anarquía y el terrorismo bolchevique”, ha dicho el Generalísimo...

Todo ello –espíritu, autoridad y justicia- sostenido y reforzado por el sentido y la realización de la unidad. Que acabe la atomización de nuestros hombres y de nuestras fuerzas, por sobra de egoísmo y falta de grandes ideales. Un ideal: la España una y grande en Dios y por Dios; y un esfuerzo unánime de pensamiento, de corazón y de vida para lograrlo. Lo demás, que sale del terreno de la religión y moral, no cabe en una carta cuaresmal de un obispo. Política y economía tienen sus maestros, a ellos toca lo que solo toca a la tierra. La Iglesia tendrá siempre luz y bendiciones para darles luz y fuerza; porque hasta las cosas de la tierra tienen todas un lado por donde miran al cielo.”

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6. DE LA CARTA COLECTIVA DE LOS OBISPOS ESPAÑOLES A LOS DE TODO EL MUNDO CON MOTIVO DE LA GUERRA DE ESPAÑA (1 de julio de 1937)

“Con nuestra gratitud, Venerables Hermanos, debemos manifestaros nuestro dolor por el desconocimiento de la verdad de lo que en España ocurre. Es un hecho, que nos consta por documentación copiosa, que el pensamiento de un gran sector de opinión extranjera está disociado de la realidad de los hechos ocurridos en nuestro país. Causas de este extravió podrían ser: el espíritu anticristiano, que ha visto en la contienda de España una partida decisiva en pro o contra de la religión de Jesucristo y la civilización cristiana; la corriente opuesta de doctrinas políticas que aspiran a la hegemonía del mundo; la antipatria, que se ha valido de españoles ilusos que, amparándose en el nombre de católicos, han causado enorme daño a la verdadera España. Y lo que más nos duele es que una buena parte de la prensa católica extranjera haya contribuido a esta desviación mental, que podría ser funesta para los sacratísimos intereses que se ventilan en nuestra patria...

Conste antes que todo, ya que la guerra pudo preverse desde que se atacó ruda e inconsideradamente al espíritu nacional, que el Episcopado español ha dado, desde el año 1931, altísimos ejemplos de prudencia apostólica y ciudadana. Ajustándose a la tradición de la Iglesia y siguiendo las normas de la Santa Sede, se puso resueltamente al lado de los poderes constituidos, con quienes se esforzó en colaborar para el bien común. Y a pesar de los repetidos agravios a personas, cosas y derechos de la Iglesia, no rompió su propósito de no alterar el régimen de concordia de tiempo atrás establecido. A los vejámenes respondimos siempre con el ejemplo de la sumisión leal en lo que podíamos; con la protesta grave, razonada y apostólica cuando debíamos; con la exhortación sincera que hicimos reiteradamente a nuestro pueblo católico a la sumisión legitima, a la oración, a la paciencia y a la paz. Y el pueblo católico nos secundó, siendo nuestra intervención valioso factor de concordancia nacional en momentos de honda conmoción social y política...

Si hoy, colectivamente, formulamos nuestro veredicto en la cuestión complejísima de la guerra de España, es, primero, porque, aun cuando la guerra fuese de carácter político o social, ha sido tan grave su represión de orden religioso, y ha aparecido tan claro, desde sus comienzos, que una de las partes beligerantes iba a la eliminación de la religión católica en España, que nosotros, obispos católicos no podíamos inhibirnos sin dejar abandonados los intereses de nuestro Señor Jesucristo y sin incurrir el tremendo apelativo de "canes muti", con que el Profeta censura a quienes, debiendo hablar, callan ante la injusticia; y luego, porque la posición de la Iglesia española ante la lucha, es decir, del Episcopado español, ha sido torcidamente interpretada en el extranjero...

El 18 de julio del año pasado se realizó el alzamiento militar y estalló la guerra que aún dura. Pero nótese, primero, que la sublevación militar no se produjo, ya desde sus comienzos, sin colaboración con el pueblo sano, que se incorporó en grandes masas al Movimiento que, por ello, debe calificarse de cívico-militar; y segundo, que este movimiento y la revolución comunista son dos hechos que no pueden separarse, si se quiere enjuiciar debidamente la naturaleza de la guerra. Coincidentes en el mismo momento inicial del choque, marcan desde el principio la división profunda de las dos Españas que se batirán en los campos de batalla.

Aún hay más: el Movimiento no se produjo sin que los que lo iniciaron intimaran previamente a los poderes públicos a oponerse por los recursos legales a la revolución marxista inminente. La tentativa fue ineficaz y estalló el conflicto...

Afirmamos que el levantamiento cívico-militar ha tenido en el fondo de la conciencia popular de un doble arraigo: el del sentido patriótico, que ha visto en él la única manera de levantar a España y evitar su ruina definitiva; y el sentido religioso, que lo consideró como la fuerza que debía reducir a la impotencia a los enemigos de Dios, y como la garantía de la continuidad de su fe y de la práctica de su religión...

Demos ahora un esbozo del carácter del Movimiento llamado "nacional". Creemos justa esta denominación, primero, por su espíritu; porque la nación española estaba disociada, en su inmensa mayoría, de una situación estatal que no supo encarnar sus profundas necesidades y aspiraciones; y el Movimiento fue aceptado como una esperanza en toda la nación; en las regiones no liberadas sólo espera romper la

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coraza de las fuerzas comunistas que le oprimen. Es también nacional por su objetivo, por cuanto tiende a salvar y sostener para lo futuro las esencias de un pueblo organizado en un Estado que sepa continuar dignamente su Historia. Expresamos una realidad y un anhelo general de los ciudadanos españoles; no indicamos los medios para realizarlo.

El Movimiento ha fortalecido el sentido de la Patria, contra el exotismo de las fuerzas que le son contrarias. La Patria implica una paternidad; es el ambiente moral, como de una familia dilatada, en que logra el ciudadano su desarrollo total, y el Movimiento nacional ha determinado una corriente de amor que se ha concentrado alrededor del nombre y de la sustancia histórica de España, con aversión de los elementos forasteros que nos acarrearon la ruina. Y como el amor patrio, cuando se ha sobrenaturalizado por el amor de Jesucristo, nuestro Dios y Señor, toca las cumbres de la caridad cristiana, hemos visto una explosión de verdadera caridad que ha tenido su expresión máxima en la sangre de millares de españoles que le han dado al grito de "¡Viva España!" "¡Viva Cristo Rey!".

Dentro del movimiento nacional se ha producido el fenómeno, maravilloso, del martirio -verdadero martirio, como ha dicho el Papa - de millares de españoles, sacerdotes, religiosos y seglares; y este testimonio de sangre deberá condicionar en lo futuro, so pena de inmensa responsabilidad política, la actuación de quienes, depuestas las armas, hayan de construir el nuevo estado en el sosiego de la paz.

El Movimiento ha garantizado el orden en el territorio por él dominado. Contraponemos la situación de las regiones en que ha prevalecido el Movimiento nacional a las denominadas aún por los comunistas. De estas puede decirse la palabra del Sabio: "Ubi non est gubernator, dissipabitur populus"; sin sacerdotes, sin templos, sin culto, sin justicia, sin autoridad, son presa de terrible anarquía, del hambre y la miseria. En cambio, en medio del esfuerzo y del dolor terrible de la guerra, las otras regiones viven en la tranquilidad del orden interno, bajo la tutela de una verdadera autoridad, que es el principio de la justicia, de la paz y del progreso que prometen la fecundidad de la vida social. Mientras en la España marxista se vive sin Dios, en las regiones indemnes o reconquistadas se celebra profusamente el culto divino y pululan y florecen nuevas manifestaciones de la vida cristiana”.

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7. DEL DISCURSO DEL CARDENAL GOMÁ AL CONGRESO EUCARÍSTICO DE BUDAPEST (25 de mayo de 1938)

“España, que a todos los Congresos Eucarísticos ha mandado nutrida representación, no podía estar ausente del Congreso de Budapest, a pesar de las horas difíciles por que atraviesa nuestra nación y a pesar de que sobre la inmensa mayoría de los católicos españoles pesa, en mil formas, la terrible tragedia que nos agobia. Y estamos presentes, porque el Gobierno nacional, que sabe lo que en el mundo de la fe y de la piedad representa un Congreso Eucarístico Internacional, ha querido que nuestra patria, aunque sangrando, viniese acá a decirle a Hungría, y en ella a todo el mundo católico, que todavía conservamos intacta la herencia de nuestros antepasados; y porque un puñado de devotos del Sacramento, venciendo dificultades casi insuperables, han querido rendir sus homenajes al Dios-Eucaristía, junto al Danubio, en la bella Budapest...

No es sólo la ideología la que ha partido en dos a nuestra España, sino todo un sistema de hechos que de ella derivan. Por parte de la España que no quiere morir, un esfuerzo de reconstrucción espiritual y material, adentrándose en nuestra tradición y en nuestra historia para hallar en ella el nervio vivo que nos hizo ser lo que somos y que se manifiesta en la reviviscencia de leyes, instituciones, costumbres, que da la impresión de un rejuvenecimiento nacional. Por la parte opuesta, la de la España contrahecha y extranjera, un afán de destrucción que ha convertido sus dominios en región de desolación y barbarie.

Fijaos en otro hecho. Yo no diré que sea todo oro puro de religión y españolismo lo que aparece en el campo nacional; pero sí que en él se cree en Dios, y se reza, y se levanta la Hostia Santa en todos los campamentos, y se confiesan los pecados, y el honor tiene su culto y el heroísmo su premio, y se muere besando la Cruz y la bandera, y muchas veces aclamando a Cristo Rey. Mientras que en el otro campo queda arrasado o vilmente profanado todo tipo de religión y se ha hecho tabla rasa de todo lo que era un valor de espíritu en la estimación nacional.

Es decir, que en España luchan la unidad contra la anarquía, la fuerza cohesiva, que busca en el alma nacional todo elemento que la haga perdurable, y la turbulencia del pensamiento, que se traduce en la fuerza explosiva que dispersa todos los factores de unidad de un pueblo o nación.”

8. DEL DISCURSO DEL CARDENAL CICOGNANI, NUNCIO DE S.S. PÍO XI, EN SU PRESENTACIÓN

DE CREDENCIALES (24 de junio de 1938)

“España no ha rehusado esta hora, la más trágica y penosa de su Historia, sino que la ha afrontado resueltamente, con heroísmo sin par, bajo la voluntad decidida de su glorioso Caudillo, para retornar a la senda gloriosa de su tradición y continuar la misión sublime que la Providencia le reserva en el camino ascendente de la humanidad...

Pido a Dios que el sacrificio del pueblo español sea la base de un resurgimiento general del que brote una España más bella y gloriosa, con todas sus esencias espirituales y tradicionales.”

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9. CONTESTACIÓN DE FRANCISCO FRANCO, JEFE DEL ESTADO AL NUNCIO DE S. S. PIO XI EN LA PRESENTACION DE CARTAS CREDENCIALES (24 de junio de 1938)

“Nada más grato para mí y para la España nacional entera que recibir de vuestras manos las cartas que os acreditan, en esta nación tan sincera y profundamente católica, como Nuncio de la Augusta Santidad de Pío XI, Vicario de Cristo en la tierra y Padre común de los fieles.

Una vez más la voluntad de Dios ha querido poner a prueba la fortaleza de nuestra fe y el vigor de nuestro sacrificio. Los soldados que hoy luchan no sólo por la independencia y unidad de su Patria, sino por todo lo que representa la cultura cristiana occidental, tan seriamente amenazada, mueren con los nombres de Dios y de España en los labios y confirman así una vez más, con su sangre de mártires y de héroes, ese carácter esencial que en el transcurso de toda la vida de España, desde sus comienzos en la historia del mundo, ha tenido el sentimiento católico.

La religión católica ha sido crisol de nuestra propia nacionalidad; en sus misterios y sus dogmas se inspiraron en los siglos más gloriosos de nuestra historia el talento especulativo de nuestros filósofos, el genio lírico y dramático de nuestros poetas, la emoción artística de nuestros grandes pintores y esas obras simbólicas incorporadas ya al pensamiento universal que coronan las más altas serranías del genio español: todas ellas son esencialmente cristianas y católicas.

Pero España también ha sido misionera, y como muy oportuna y elocuentemente lo ha señalado vuestra excelencia reverendísima, hay veinte naciones independientes, pero vinculadas por lazos de orígenes que llenan todo un continente, que son la más firme esperanza de la continuidad de nuestra cultura y que confiesan y alaban a Dios en nuestro idioma.

Excelencia reverendísima, podéis decir al Santo Padre que no es España ni verdaderos españoles los que, obedeciendo consignas extranjeras, quemaron los templos del Señor, martirizaron a sus ministros y destruyeron implacablemente, con saña sin ejemplo, todo lo que en nuestra Patria significaba, al mismo tiempo que manifestación de cultura, expresión de fe católica.

El gobierno nacional, interpretando el auténtico sentir de su pueblo, sin necesidad de estímulos ni requerimientos, ha sabido contrarrestar esa obra, que por ser anticatólica es antiespañola, y al propio tiempo desvirtuar en gran parte la legislación que encontró vigente, incubando en el seno de un sistema imbuido de doctrinas disolventes. Buena prueba de ello constituye la devolución del crucifijo a las escuelas, la derogación de la ley de Divorcio, la restauración de la Compañía de Jesús y el espíritu profundamente cristiano y, por lo tanto, humano que informa el Fuero del Trabajo.

Al propio tiempo le ofrezcáis los votos que formulo por la gloria de la Iglesia Católica y por la preciosísima vida del Pontífice que felizmente reina, suplicándoos, en cambio, le pidáis la gracia de su bendición apostólica para toda la nación española, tanto para los que de este lado luchan por los más nobles ideales y como premio a su meritísimo esfuerzo, como para los que sufren cautiverio en poder del enemigo, y también para los muchos españoles que, bárbaramente coaccionados por un régimen de terror, tiene que luchar contra nosotros, para que Dios les ayude a una rápida liberación”.

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10. DE LA PASTORAL DEL CARDENAL GOMÁ SOBRE ‘CATOLICISMO Y PATRIA’ (5 de febrero de 1939)

“Cuando la revolución de 1931 conmovió los fundamentos de la nación española por la sustitución brusca de sus instituciones políticas y la inesperada acometida del ateísmo legal puso en peligro el pensamiento y la vida religiosa del país, los católicos, obedientes a la voz del Papa, nos replegamos a las posiciones inconmovibles de nuestros principios doctrinales, dispuestos a trabajar con el denuedo de siempre por Dios y por España en el nuevo orden de cosas establecido. Fue entonces cuando escribíamos a nuestros diocesanos de Tarazona las pastorales “Los deberes cristianos de patria” y “Los deberes de la hora presente”, y a vosotros, al tomar posesión de nuestra gloriosa Sede toledana, “Horas graves”, en las que exponíamos las exigencias del pensamiento y de la vida cristiana ante las grandes cuestiones que se rozan con las instituciones civiles y políticas y que se planteaban en toda su gravedad por aquellos días: Religión, Estado, autoridad y libertad, patria, democracia, familia, propiedad y trabajo, deberes ciudadanos, etc.

Desde entonces hemos pasado unos años de angustia mortal: la de la lucha a brazo partido, en el orden de principios, con las fuerzas de orden político que se empeñaron en dejar nuestra sociedad huérfana de Dios; y luego, la de esta lucha cruentísima, que ensangrienta aún el suelo patrio y que sería una catástrofe sin igual en nuestra historia si no presagiara el resurgimiento de los valores del espíritu que la revolución impía trató de aniquilar.

* * *

Sería fácil, amadísimos diocesanos, un recorrido sobre la historia política de España para demostrar que las crisis de su crecimiento y expansión coinciden con los grandes momentos del catolicismo patrio. Los Concilios Toledanos y la unidad nacional; la reconquista y la vida cristiana de nuestro pueblo; los grandes nombres de Cisneros, Isabel la católica y Felipe II; la conquista y colonización de América, con este gran monumento de pensamiento católico de nuestros juristas que se llama “Leyes de Indias”; la Guerra de la Independencia y esta otra guerra contra el bolchevismo, opuesto por diámetro al catolicismo; todos estos hechos son como la columna vertebral que sostiene la historia patria: su medula es el catolicismo. Catolicismo y patria se han dado un abrazo secular en tierras de España.

* * *

Esperemos el resurgimiento del catolicismo en nuestra patria. Lo presagia la decidida voluntad del Jefe del Estado, que reiteradamente ha dicho que, por exigencia de nuestra historia y por convicción personal, el catolicismo ha de ser el nervio de la España futura. Hoy mismo, al derogar la ley de Confesiones y Congregaciones, dice el Jefe del Estado español: “Es notorio que en nuestra Patria no hay más que una confesión religiosa, que marcaron los siglos con singular relieve, que es la religión católica, inspiradora de su genio y tradición”. No podía en menos palabras comentarse la verdad que hemos querido demostrar en esta pastoral: el catolicismo y su valor de patria. La nuestra, España, es lo que es por el catolicismo. “Los poderes de los Estados –nos decía, poco ha, nuestro Santísimo Padre- hacen hoy de los pueblos lo que quieren”. Demos gracias a Dios de que se quiera hacer de España un pueblo católico desde las alturas del poder.

Lo anuncia, además, la nueva legislación del Estado, que en su trayectoria general está informada del espíritu católico. Y confirma nuestra esperanza, amados diocesanos, el innegable resurgir religioso que hemos observado en la parte liberada de nuestra querida Archidiócesis.”

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11. MENSAJE DE PÍO XII A ESPAÑA CON MOTIVO DE LA VICTORIA (16 de abril de1939)

“Con inmenso gozo Nos dirigimos a vosotros, hijos queridísimos de la católica España, para expresaros nuestra paterna congratulación por el don de la paz y de la victoria, con que Dios se ha dignado coronar el heroísmo cristiano de vuestra fe y caridad, probado en tantos y tan generosos sufrimientos.

Anhelante y confiado esperaba nuestro predecesor, de santa memoria, esta paz providencial, fruto sin duda de aquella fecunda bendición, que en los albores mismos de la contienda enviaba «a cuantos se habían propuesto la difícil y peligrosa tarea de defender y restaurar los derechos y el honor de Dios y de la religión». Y Nos no dudamos de que esta paz ha de ser la que Él mismo desde entonces auguraba, “anuncio de un porvenir de tranquilidad en el orden y de honor en la prosperidad”.

Los designios de la Providencia, amadísimos hijos, se han vuelto a manifestar una vez más sobre la heroica España. La nación elegida por Dios como principal instrumento de evangelización del Nuevo Mundo y como baluarte inexpugnable de la fe católica, acaba de dar a los prosélitos del ateísmo materialista de nuestro siglo la prueba más excelsa de que por encima de todo están los valores eternos de la religión y del espíritu.

La propaganda tenaz y los esfuerzos constantes de los enemigos de Jesucristo parece que han querido hacer en España un experimento supremo de las fuerzas disolventes que tienen a su disposición repartidas por todo el mundo; y aunque es verdad que el Omnipotente no ha permitido por ahora que lograran su intento, pero ha tolerado al menos algunos de sus terribles efectos, para que el mundo viera, cómo la persecución religiosa, minando las bases mismas de la justicia y de la caridad, que son el amor de Dios y el respeto a su santa ley, puede arrastrar a la sociedad moderna a los abismos no sospechados de inicua destrucción y apasionada discordia.

Persuadido de esta verdad el sano pueblo español, con las dos notas características de su nobilísimo espíritu, que son la generosidad y la franqueza, se alzó decidido en defensa de los ideales de fe y civilización cristianas, profundamente arraigados en el suelo de España; y ayudado de Dios, «que no abandona a los que esperan en Él”, supo resistir al empuje de los que, engañados con lo que creían un ideal humanitario de exaltación del humilde, en realidad no luchaban sino en provecho del ateísmo.

Este primordial significado de vuestra victoria Nos hace concebir las más halagüeñas esperanzas de que Dios, en su misericordia, se dignará conducir a España por el seguro camino de su tradicional y católica grandeza; la cual ha de ser el norte que oriente a todos los españoles, amantes de su Religión y de su Patria, en el esfuerzo de organizar la vida de la nación en perfecta consonancia con su nobilísima historia de fe, piedad y civilización católica.

Por esto exhortamos a los gobernantes y a los pastores de la católica España, que iluminen la mente de los engañados, mostrándoles con amor las raíces del materialismo y del laicismo, de donde han procedido sus errores y desdichas y de donde podrían retoñar nuevamente. Proponedles los principios de justicia individual y social, sin los cuales la paz y prosperidad de las naciones, por poderosas que sean, no pueden subsistir, y son los que se contienen en el Santo Evangelio y en la doctrina de la Iglesia.

No dudamos que así habrá de ser, y la garantía de Nuestra firme esperanza son los nobilísimos y cristianos sentimientos, de que han dado pruebas inequívocas el Jefe del Estado y tantos caballeros, sus fieles colaboradores, con la legal protección que han dispensado a los supremos intereses religiosos y sociales, conforme a las enseñanzas de la Sede Apostólica. La misma esperanza se funda, además, en el celo iluminado y abnegación de vuestros obispos y sacerdotes, acrisolados por el dolor, y también en la fe, piedad y espíritu de sacrificio, de que en horas terribles han dado heroica prueba las clases todas de la sociedad española.

Y ahora, ante al recuerdo de las ruinas acumuladas en la guerra civil más sangrienta que recuerda la historia de los tiempos modernos, Nos, con piadoso impulso, inclinamos, ante todo, nuestra frente a la santa memoria de los obispos, sacerdotes, religiosos de ambos sexos y fieles de todas edades y condiciones que, en tan elevado número, han sellado con sangre su fe en Jesucristo y su amor a la

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religión católica. “Maiorem hac dilectionem nemo habet”.

Reconocemos también nuestro deber de gratitud hacia todos aquellos que han sabido sacrificarse hasta el heroísmo en defensa de los derechos inalienables de Dios y de la religión, ya sea en los campos de batalla, ya también consagrados a los sublimes oficios de caridad cristiana en cárceles y hospitales.

No podemos ocultar la amarga pena que nos causa el recuerdo de tantos inocentes niños que, alejados de sus hogares han sido llevados a extrañas tierras, con peligro a veces de apostasía y perversión. Nada anhelamos más ardientemente que verlos restituidos al seno de sus familias, donde volverán a encontrar ferviente y cristiano, el cariño de los suyos. Y aquellos otros que, como hijos pródigos, tratan de volver a la casa del padre, no dudamos que serán acogidos con benevolencia y amor.

A vosotros toca, venerables hermanos en el episcopado, aconsejar a los unos y a los otros que, en su política de pacificación, todos sigan los principios inculcados por la Iglesia y proclamados con tanta nobleza por el Generalísimo: de justicia para el crimen y de benévola generosidad para los equivocados.

Nuestra solicitud, también de Padre, no puede olvidar a tantos engañados a quienes logró seducir con halagos y promesas una propaganda mentirosa y perversa. A ellos, particularmente, se ha de encaminar con paciencia y mansedumbre vuestra solicitud pastoral. Orad por ellos, buscadlos, conducidlos de nuevo al seno regenerador de la Iglesia y al tierno regazo de la patria, y llevadlos al Padre Misericordioso, que los espera con los brazos abiertos.

¡Ea pues, queridísimos hijos! Ya que el arco iris de la paz ha vuelto a resplandecer en el cielo de España, unámonos todos de corazón en un himno ferviente de acción de gracias al Dios de la paz y en una plegaria de perdón y de misericordia para todos los que murieron, y a fin de que esta paz sea fecunda y duradera, con todo el fervor de nuestro corazón os exhortamos a “mantener la unión del espíritu en el vínculo de la paz”. Así, unidos y obedientes a vuestro venerable Episcopado, dedicaos con gozo y sin demora a la obra urgente de reconstrucción, que Dios y la Patria esperan de vosotros.

En prenda de las copiosas gracias, que os obtendrán la Virgen Inmaculada y el Apóstol Santiago, Patronos de España, y de todas las que os merecieron los grandes santos españoles, hacemos descender sobre vosotros, nuestros queridos hijos de la católica España, sobre el Jefe del Estado y su ilustre Gobierno, sobre el celante Episcopado y su abnegado clero, sobre los heroicos combatientes y sobre todos los fieles, nuestra bendición apostólica.”

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12. EN LAS FIESTAS DE LA VICTORIA (20 de mayo de 1939)

Tuvieron lugar en la iglesia de Santa Bárbara, de Madrid. En el altar mayor había sido colocado el histórico Cristo de Lepanto, traído expresamente de Barcelona, milagrosamente liberado de la profanación de la s hordas rojas. A la derecha del lado del Evangelio se veía el Arca Santa, de Oviedo. Más abajo, en la parte exterior del presbiterio, las cadenas de Navarra enmarcaban el altar mayor. El obispo de Madrid entonó el Te Deum. De la literatura litúrgica antigua se entresacaron antífonas, oraciones y bendiciones para la recepción y vuelta del Caudillo después de la guerra.

Terminado el canto de las antífonas, el Generalísimo Franco se adelantó y, después de rendir su espada ante el Cristo de Lepanto, pronunció la siguiente oración: “Señor: Acepta complacido el esfuerzo de este pueblo, siempre tuyo, que, conmigo, y por tu nombre, ha vencido con heroísmo a los enemigos de la Verdad en este siglo. “Señor Dios, en cuyas manos está todo derecho y todo poder, préstame tu asistencia para conducir este pueblo a la plena libertad del imperio, para gloria tuya y de tu Iglesia. “Señor: que todos los hombres conozcan a Jesús que es el Cristo, el Hijo de Dios vivo.” En este instante, Franco depositó su espada ante la máxima jerarquía de la Iglesia en España.

El Cardenal Gomá, Primado y Arzobispo de Toledo le dio la bendición, diciendo: “El señor sea siempre contigo, y El, de quien procede todo derecho y todo poder, y bajo cuyo imperio están todas las cosas, te bendiga y con amorosa providencia siga protegiéndote, así como al pueblo cuyo régimen te ha sido confiado. Prenda de ello sea la bendición que te doy en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

El Cardenal abrazó al Caudillo, terminando así la augusta e histórica ceremonia.

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13. ALOCUCIÓN DE PÍO XII A TRES MIL LEGIONARIOS ESPAÑOLES (11 de junio de 1939) “Bienvenidos seáis, Jefes, Oficiales y soldados de la Católica España, hijos nuestros muy amados, que habéis venido a proporcionar a Vuestro Padre un inmenso consuelo. Nos consuela ver en vosotros a los defensores sufridos, esforzados y leales de la fe y de la cultura de vuestra patria, que, como os decíamos en Nuestro mensaje-radio, “habéis sabido sacrificaros hasta el heroísmo en defensa de los derechos inalienables de Dios y de la religión».

Al veros ante Nos cubiertos de gloria por vuestro valor cristiano, nuestro pensamiento se dirige, sobre todo, a vuestros compañeros que murieron en campaña, y nuestro corazón de Padre se conmueve ante le generosidad de tantas madres y ante las lágrimas de tantos huérfanos, a quienes la muerte ha privado de sus seres queridos. Decidles de nuestra parte que unan sus penas a las de la Virgen de los Dolores y las ofrezcan a Dios con cristiana resignación por la paz del mundo.

Recordamos aquellos días de amargura en que “la sombra de la patria vacilante” —patriae trepidantis imago en frase del poeta cordobés Lucano— os hizo comprender que España, sin hogares cristianos y sin templos coronados por la cruz de Jesucristo, no sería España, aquella España grande, siempre valerosa, y más que valerosa caballeresca, y más que caballeresca, cristiana. Y al resplandor de ese pensamiento quiso Dios que brotaran en vuestro corazón generoso dos grandes amores: el amor a la religión que os garantiza la eterna felicidad, y el amor a la patria que os brinda el bienestar honesto de la presente vida.

Estos dos amores han sido los que encendieron en vosotros el fuego del entusiasmo, lo mantuvieron vigoroso en las horas del sacrificio y lo llevaron, finalmente, con valor al triunfo del ideal cristiano y a la victoria.

Recordamos aquel pensamiento de San Juan de la Cruz: “El alma que anda en amor ni cansa ni se cansa”. Nuestro más vivo anhelo es que esos mismos dos amores os alienten en la tarea de reconstruir la patria, emulando y, a ser posible, superando las tradiciones católicas de su glorioso pasado.

Con la firme esperanza del Apóstol San Pablo de que “el Dios de la paz y del amor estará con vosotros» (2 Cor., XIII, 11), y en prenda de abundantes gracias, hacemos que descienda sobre vosotros y sobre las personas y cosas que tenéis en el pensamiento o lleváis en el corazón, sobre el Generalísimo y sus fieles colaboradores, sobre estas damas enfermeras que os han asistido, sobre vuestras familias y sobre todos los fieles de la Católica España, nuestra Bendición Apostólica.”

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14. DISCURSO DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, A LOS PUEBLOS DE AMÉRICA

(Zaragoza, 12 de octubre de 1939)

“Otra vez como en los grandes días de unidad cristiana, que creó la conciencia y la potencia civilizadora

de Europa, los peregrinos vendrán al Pilar santo desde todos los rincones del orbe católico para rendir

homenaje a la que fue primera y divina mediadora de nuestra comunión con las gentes cristianas y se

erigió sobre la variedad de los pueblos que componen la unidad de la raza esparcida en dos hemisferios

como excelsa Patrona de las Españas...

Ella preside siempre nuestros mayores fastos. Capitana invencible de nuestra independencia, firme sobre

la línea del río, cara a la línea de los montes, lo mismo en la hora memorable de los Sitios que en la hora

decisiva de nuestra batalla del Ebro, siempre la vemos en la misma pugna espiritual, en la defensa de la

misma idea, con la misma razón española y católica, humillando una y otra vez la misma luna de la

variación malsana de los tiempos y aplastando, por fin, la misma serpiente... Y ahora mismo, después de

la cruenta lucha que hemos mantenido en extrema defensa de la cristiandad y de la civilización

heredadas.

Entre los millares y millares de peregrinos que vendrán a postrarse a los pies de esta Madre de Dios de

las Españas, muchos españoles, que en el alma y en la carne sufrieron los dolores purificadores de la

persecución y del combate, llegarán a rendir aquí su fervorosa acción de gracias no sólo en nombre suyo,

sino en nombre de toda la Patria, otra vez Una, Grande y Libre por el favor de Dios, conductor supremo

de la historia.

Bien sabéis que de este divino favor Ella es la universal mediadora y que sin Ella no hubiéramos logrado

los laureles del triunfo ni hubiéramos liberado a la Patria de la indigna prisión y de la baja mediocridad a

que en todos sus órdenes nacionales e internacionales se hallaba sometida. Si ella, la gran Señora de los

cielos, no hubiera velado desde su Pilar inconmovible de Aragón por la suerte de España entera; si Ella,

desde aquí no nos hubiera dado, a todos, energía, aliento, espíritu de sacrificio, conciencia viva del

pasado y ciega fe en nuestro futuro, en vano hubieran velado todas nuestras guardias armadas.

La que tanto nos sostuvo en la guerra no podía menos de prevenir consecuencias felices en la

reconstrucción de la paz, empezando por las que más alegran su corazón de Madre del Verbo, que son

las del espíritu. Nadie como Ella sabe que sólo el amor edifica. La unión de los católicos españoles, que

divididos durante más de un siglo por las banderías políticas pareció ser un crónico mal de resolución

imposible, a pesar de ser esta unión la aspiración religiosa y patriótica de los mejores españoles, como

Balmes y Donoso Cortés, hoy se ha hecho posible, por fin, con la supresión de los partidos y la derrota de

los separatismos, bajo la gran consigna de unidad para los hombres y las tierras de España, que no

admite capillas ni demarcaciones diferenciales, sino una sola Patria en una sola Iglesia universal.

Así devolveremos a la gloriosa institución del Primado de España, que se asienta en la imperial Toledo,

las razones y el ámbito limpio y unido de su tradicional dignidad, creyendo que por nuestra parte hemos

así cumplido hasta los límites naturales de nuestro deber y poder, pues hemos allanado hasta donde

estuvo en nuestras manos los inveterados obstáculos que se oponían a la libertad y unidad de la Iglesia

dentro de nuestro territorio”.

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15. EL PAPA Y ESPAÑA (editorial de Ecclesia número 2, 1 de marzo de 1941)

“No nos debemos contar nosotros, puesto que nos preciamos de católicos, en el número de aquellos que

consideran la religión a través de la patria y constituyen una especie de religiosidad patriótica en la que la

verdadera religión viene a reducirse a un instrumento de gobierno. Plenamente conscientes de nuestra

suprema ciudadanía sobrenatural y de los entrañables vínculos sobrenaturales que nos unen con nuestra

patria de la tierra, ni hemos de valorar la religión como una forma de la patria española, siquiera sea la más

excelsa en su historia, ni podemos caer en el error opuesto de considerar a nuestra Patria como una simple

obra de la religión. Gracias a Dios, España y la Iglesia han hecho siempre grandes obras juntas, y si nuestra

nacionalidad debe a la Iglesia los gérmenes mejores de su nacimiento y de su grandeza, la Iglesia debe, en

cambio, a nuestra Patria servicios difícilmente superables en toda la historia de la humanidad.

El último servicio de España a la Iglesia ha sido la Cruzada contra el comunismo, valorada en todo su mérito

por su Su Santidad Pío XII desde el primer instante de su Pontificado. “De España ha salido la salvación del

mundo”, dijo Su Santidad en el Congreso Internacional de las Juventudes Católicas Femeninas, al mes

siguiente de nuestra victoria. Días antes había proclamado por radio el Pontífice, en su paternal mensaje al

pueblo español, que España había asumido la tarea de restaurar los derechos de Dios y la religión, de

mantener los valores eternos del espíritu y los ideales de la civilización cristiana. Este era el significado

primordial de nuestra victoria y en tal sentido nos incitaba el Papa a la emulación de nuestros gloriosos

antepasados.

El amor del Papa a España, solamente comparable con la fidelísima adhesión que los españoles han

demostrado siempre hacia la Santa Sede, se ha revelado en todas las ocasiones pasadas y se manifestará

esplendorosamente en su porvenir inmediato, cuando el acuerdo entre nuestro Gobierno y la Silla Apostólica

llegue a la conclusión de un Concordato y la restauración completa de la Iglesia española.”

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16. DE LA CARTA DE PÍO XII A LOS OBISPOS ESPAÑOLES SOBRE LOS SEMINARIOS (29 de junio de 1941)

“Plácenos también recordar entre los alumnos de los seminarios a aquellos que, ya en nuestros días, llegados luego al Episcopado y al sacerdocio, han sido gloria insigne de la Iglesia y de la patria, y que formaron tan reciamente en la fe a los católicos españoles, que han sabido superar la más horrible avalancha de nuestro tiempo contra el nombre santísimo de Cristo, dando al mundo ejemplo admirable de fortaleza y mansedumbre y llegando a dar su vida por la confesión de la fe, a los impulsos de la caridad hacia sus hermanos.

Su sacrificio, ofrecido por amor de Dios, trae ya copiosísimos frutos, pues su sangre, como la sangre de los primeros mártires, al atraer innumerables almas a Dios, ha sido semilla de santas vocaciones para recibir las órdenes sagradas. Vocaciones que atestiguan que la fe, en vano vejada y sometida a prueba por la revolución horrenda, se convierte en fermento con el que, restaurado en vuestra nación el nombre cristiano, la vida de todos se conformará y dirigirá a la misión que con el beneplácito de la Divina Providencia se proponga llenar España en lo futuro, poniendo a contribución sus fuerzas en paz y concordia con las restantes naciones...

Réstanos, en fin, expresar nuestra esperanza y hacer públicos nuestros votos porque el Jefe supremo de la Nación española y sus consejeros y ministros, que, solícitos por la prosperidad y progreso de su nación, alargaron ya espontánea y generosamente su mano en ayuda de la educación del clero, prosigan también en adelante su laudable obra, sabiendo que cede siempre en bien del pueblo, para aumento de su cultura, recta conformación de sus costumbres y elevación y progreso de sus instituciones, cuanto ellos, con la máxima autoridad de que gozan y para obtener aquellos bienes, concedan benévolamente a la Iglesia.”

17. LA REDENCIÓN DE PENAS, CAMPO DE APOSTOLADO (Ecclesia, 21 de marzo de 1942)

“La redención de cautivos es una de las obras de misericordia más excelsas del cristianismo, en todo

tiempo practicada por los discípulos del Señor, ya ella se consagró muy especialmente la españolísima

Orden de Nuestra Señora de la Merced. La labor del Patronato Central de Redención de Penas,

establecido en el Ministerio de Justicia, bien puede decirse que responde a la tradición española de los

buenos siglos y a los preceptos de la caridad cristiana. He aquí una buena obra, nacida y crecida entre

nosotros por la voluntad del Caudillo y el esfuerzo de varios de sus mejores colaboradores. Quienes

trabajan en ella o de alguna manera le prestan su ayuda, rinden un gran servicio a la Patria y hacen una

obra acepta a Dios.

Miles de penados han cumplido ya sus condenas, redimidos por su trabajo material en condiciones justas

y cristianas...”

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18. MONS. EIJO GARAY, OBISPO DE MADRID-ALCALÁ, SOBRE SETECIENTOS JÓVENES MÁRTIRES

DE LA ACCIÓN CATÓLICA DE MADRID (julio de 1942)

“¡Bendita diócesis de Madrid-Alcalá que tienes setecientos claveles de gloria circundando tus sienes!

¡Bendita juventud católica masculina que tienes ya en el cielo setecientos ángeles!

Nadie, mirando mal, con criterio mezquino, piense que la Juventud de Acción Católica, al encumbrar a sus

héroes trata de formar rancho aparte. No. Su sangre se ha mezclado con la sangre de todos los españoles y

ha de permanecer siempre mezclada como en la realidad, en el recuerdo y en la historia. Que la Juventud de

Acción Católica, que puede levantar con noble orgullo su frente, dando ejemplo a todos los españoles de

abnegación por Dios y por la Patria, sea también la que levante la bandera de la exaltación de todos los

mártires de España. Una corona de gloria circundará siempre las sienes de esta juventud. Día llegará en que

la palabra de Dios, que suena con acento humano, es decir, la voz del Padre común, consagre esta

exaltación, elevando al honor de los altares a nuestros setecientos mártires. Cuando Dios quiera. Pero ya

desde ahora nosotros nos esforzaremos en seguir sus pasos.”

19. EL DÍA DEL CAUDILLO (editorial de Ecclesia número 64, 3 de octubre de 1942)

“El pueblo español ha festejado con entusiasmo el día establecido para recordar la fausta fecha en que el Generalísimo Franco fue proclamado Caudillo de España. Ante la inmensa obra de Gobierno realizada bajo su égida, obra penetrada de un profundo sentido cristiano, nos corresponde a nosotros hacer resaltar la benévola atención que ha merecido en todo momento al Jefe del Estado la tarea de recristianización encomendada por la jerarquía a la Acción Católica Española.

Atención favorable en promesas y en hechos. Palabra de libertad y de apoyo que fue dada desde la primera audiencia que concedió a la Junta Técnica Nacional, hará ahora dos años, y que ha sido cariñosamente repetida hace bien pocos días a los jóvenes peregrinos de Acción Católica que acudieron a la consagración de la Cámara Santa en Oviedo. Palabra solícita y generosamente cumplida a lo largo de este tiempo, en el que todo han sido facilidades por parte de las autoridades públicas para esta peculiar obra de apostolado.

“Ecclesia” y lo que ella representa, a la vez que agradece como el don mayor y más venturoso esta cristiana independencia de que Acción Católica Española goza para practicar el bien, expandiendo fecundamente su obra de religiosa restauración de nuestro pueblo, ofrece hoy al egregio General, que en tal día hace seis años fuera exaltado a la Jefatura del Estado nacional, pagarle en fervorosas oraciones –tributo el mejor de lealtad entre cristianos- la deuda de gratitud contraída con su magnánimo proceder, a fin de que Dios Nuestro Señor siga colmándole de bendiciones.”

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20. S.S. PÍO XII, EN LA PRESENTACIÓN DE CREDENCIALES DEL EMBAJADOR DE ESPAÑA D.

DOMINGO DE LAS BÁRCENAS (enero de 1943)

“Católica es España y tan profundo arraigo consiguió este árbol en su suelo fuerte y en los fuertes pechos

de sus hijos, que ni siquiera el formidable turbión, cuyas consecuencias todavía lamentamos, fue capaz

de desarraigarlo. Antes bien, como reverdece el prado después de la tormenta, hoy le vemos de nuevo

retoñar, a pesar del momento tan poco propicio para una convalecencia, y resurgir potente, consciente

de su pasado, lleno de su propio espíritu, con plena confianza en el porvenir. Nos hemos admirado de sus

continuas manifestaciones de piedad y de fe pública y privada, entre las que no podemos olvidar el

carácter nacional que quisisteis filialmente dar a la conmemoración del XXV Aniversario de nuestra

consagración episcopal.

Y con gran consuelo de nuestra alma hemos sido informados de los progresos de la Acción Católica, de la

abundancia de buenas y sólidas vocaciones para ministros del santuario. Hemos visto a Cristo triunfar en

la escuela, resurgir la Iglesia de las ruinas abrasadas y penetrar el espíritu cristiano en las leyes, en las

instituciones y en todas las manifestaciones de la vida oficial. Nos, finalmente, hemos contemplado a Dios

presente otra vez en vuestra Historia...

España, en este momento culminante de la Historia del mundo, tiene, sin duda alguna, una misión

altísima que cumplir; pero solamente será digna de ella si logra totalmente de nuevo encontrarse a sí

misma en su espíritu tradicional y cristiano y en aquella humildad que sólo sobre tal espíritu puede

edificarse. Nos, señor embajador, alimentamos por lo que se refiere a España un solo deseo: verla una y

gloriosa, alzando con sus manos poderosas una cruz rodeada por todo ese mundo que, gracias

principalmente a ella, piensa y reza en castellano y proponerla después como ejemplo del poder

restaurador, vivificador y educador de una fe en la que, después de todo, hemos de venir siempre a

encontrar la solución de todos los problemas. Vuecencia, señor embajador, nos ha recordado un nombre,

el de vuestro docto e ilustre antecesor; nos ha presentado los testimonios de filial veneración de su

Excelencia el Generalísimo y nos ha asegurado que él y toda la nación oran por Nos y por la Iglesia

Santa.

Vuecencia ha reafirmado los propósitos de que las relaciones entre España y esta Sede de San Pedro

sean siempre cordiales. Estas palabras de vuecencia han descendido como bálsamo suave hasta nuestro

corazón dolorido, que tan sinceramente corresponde al nobilísimo afecto del Jefe del Estado español y de

su pueblo y tan ardientemente ansía la cordialidad de estas relaciones para las que siempre encontraréis

todo nuestro paternal apoyo.”

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21. S.S. PÍO XII AL MINISTRO DE EDUCACIÓN NACIONAL D. JOSÉ IBÁÑEZ MARTÍN (20 de mayo de

1943)

“Con singular benevolencia hemos acogido tu homenaje al enviarnos una hermosa selección de los notables

trabajos publicados por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, prueba palmaria no solamente del

ingenio español, sino también de los abundantes frutos recogidos en la vida, todavía no larga, de tan

benemérita institución llamada a contrarrestar el pernicioso influjo desgraciadamente producido en el campo

del saber español por los sembradores de la mala semilla, y a sentar firmemente los cimientos de una

restauración científica que restituya al pensamiento español su profundo y glorioso sentido tradicional y

católico.

Para tal restauración has querido fundar, como elemento principal, este Consejo, a fin de que la ciencia

española, siendo una aspiración hacia Dios, tienda a la verdad y al bien con la unidad de la filosofía cristiana

y como medio de realización de progreso. Por eso en él habéis reconocido a la Sagrada Teología la primacía

sobre las disciplinas del espíritu; por eso habéis resuelto dedicar un templo al Espíritu Santo, a fin de que en

vuestros sesudos trabajos no os falten las luces.

De todo ello damos gracias al Dador de todo bien, pidiéndole fervorosamente que este renacimiento cultural

católico, de acuerdo con sus deseos y con los justos anhelos del ilustre Jefe del Estado, que te ha

encomendado tan fundamental labor, acabe de penetrar completamente toda la vida y el pensamiento

nacional hasta eliminar definitivamente los restos de un pasado cuya lejanía habéis de procurar que sea cada

día más efectiva, con la solícita vigilancia y la prudente energía que tan grave negocio requiere, pues, como

tú bien sabes, serían insuficientes todas las medidas de orden exterior si la renovación no penetrase

profunda y sinceramente hasta el fondo de las conciencias.

Al darte gracias cordialmente por tan valioso presente pedimos al Señor, por intercesión del gran Isidoro de

Sevilla, Patrono del Consejo, que derrame sobre él sus gracias más escogidas, para el mayor bien espiritual

y material de la católica y queridísima España.”

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22. DISCURSO DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, EN LA INAUGURACIÓN DE LA CIUDAD UNIVERSITARIA DE MADRID (12 de octubre de 1943)

“A la Universidad cumple forjar al hombre equilibrado en la vida, dotado de un sentido cristiano, capaz de comportarse como tal entre sus semejantes, sin que la soberbia científica le coloque por encima del bien y del mal y le aparte de sus inexorables deberes para con Dios y para con la Patria. España reafirmó su fe en el prestigio histórico de su tradición científica, incontaminada del europeísmo de importación. Y, apoyada en esa fe, ha acometido la empresa de suscitar un renacimiento en el que nuestra ciencia aparece en la plenitud de sus cualidades universales, esto es, como ciencia para la Verdad y para el Bien, concebida como unidad filosófica, tesoro inmutable de nuestra tradición científica.

Se sitúan hoy dos grandes anhelos de la política nacional. De una parte, la ardiente inquietud por la creación de una ciencia verdadera sometida inexorablemente al servicio de los intereses materiales y espirituales de la Patria; de otra, la preocupación porque una densa y auténtica cultura cristiana penetre en todos los ámbitos de la Nación y nos dé la promesa de una juventud fuerte y unida para cumplir sin vacilación nuestro destino ante la Historia. Característica de nuestra Revolución, en consonancia con la más pura tradición española, es cimentar nuestro progreso en la raíz profunda de una vida del espíritu. España representa, sobre todo, la postura espiritual de un pueblo ante los problemas de la vida y de la historia. Por esto el Estado se ha sentido hoy más que nunca colaborador de la Iglesia en la restauración del orden cristiano y se ha propuesto a la vez apoyar su existencia presente y futura en la unidad espiritual de los españoles.

Funesto y suicida es levantar el nivel de la vida si ésta no se hace cristiana y digna, si no se le imprime una huella de reforma interior. Es ley de la historia el predominio y supremacía del espíritu. Trabajar con inigualado entusiasmo en la tarea de la propia educación cristiana y española: he aquí la suprema consigna para la juventud en la hora presente. Porque ese trabajo, enmarcado en un espíritu de unidad, es la clave de una España grande y triunfadora, donde por el imperio de la cultura vayamos hacia Dios y seamos todos mejores para su servicio y homenaje.”

23. LA IGLESIA EN EL CONSEJO DE ESTADO (Ecclesia, 10 de febrero de 1945)

“Desde este año 1945, la Iglesia está representada en el Consejo de Estado, el organismo asesor

supremo de la Administración española. Será consejero nato el arzobispo de Toledo, primado de las

Españas; entre los consejeros electivos figura otra dignidad de la Iglesia. Como explicó el arzobispo de

Toledo, el Caudillo ha querido que no faltase en la alta misión de consulta y de asesoramiento la voz de la

Iglesia, que en la Historia de España ha estado siempre asociada al bien nacional y ha contribuido más

que ninguna otra institución a la unidad española, a la ciencia, al estudio, a la creación de todos los

valores que han modelado el espíritu de nuestra raza.”

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24. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO A LOS ASESORES ECLESIÁSTICOS DE

SINDICATOS (junio de 1945)

“Cuando un Gobierno católico pide asesores eclesiásticos para una Organización Sindical que quiere ser

católica, pero que tiene, además, determinados matices que escapan a la esfera religiosa, la Iglesia los

concede, pero para que en ella prediquen las doctrinas de la Iglesia y enseñen la moralidad, la religión y la

práctica de la misma...

Sólo para eso habéis sido nombrados, para que llevéis la sal del Evangelio, de las doctrinas religiosas, de la

moralidad, a instituciones que hacen profesión de católicas, defensoras de la doctrina de la Iglesia. De no ser

así, no se os hubiera nombrado. Vais, pues, a ella no como miembros de un partido, ni como funcionarios del

Estado, sino como sacerdotes, enviados por vuestros respectivos prelados, ara ejercer funciones de

enseñanza y adoctrinamiento”.

25. PASTORAL DE MONS. ENRIQUE PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO, A LA FINALIZACIÓN DE LA GUERRA MUNDIAL (28 de agosto de 1945)

“Sería una injusticia juzgar a la jerarquía eclesiástica como más belicosa, menos evangélica que la del resto del mundo, por haber enseñado, con los grandes doctores, el Aquinatense, Suárez y Belarmino, que, en circunstancias extremas, para que no perezca del todo el orden y el bien común de una nación, es lícito usar de la fuerza aun contra los detentadores del poder público. Antes que la jerarquía española, en su carta colectiva de los obispos españoles a los de todo el mundo, con motivo de la guerra en España, había proclamado este derecho de la jerarquía mejicana, y Su Santidad Pío XI, en su encíclica al Episcopado mejicano, en 1937, lo recuerda con las siguientes aprobatorias palabras: “Es muy natural que cuando se atacan aun las mas elementales libertades religiosas y cívicas, los ciudadanos católicos no se resignen pasivamente a renunciar tales libertades...

El Episcopado y Clero español no traspasaron los límites señalados por el Romano Pontífice; ni un solo sacerdote hizo servicio de armas en la guerra civil, y la jerarquía eclesiástica sólo bendijo a un grupo beligerante después que el carácter de la guerra civil del primer momento se transformó en Cruzada...

En los ataques a España y a su actual Gobierno se envuelve, por algunos extranjeros, a la misma jerarquía eclesiástica española, acusándola de servidumbre a un régimen «estatista» y «totalitario». Ni ha habido ni hay servidumbre a nadie por parte de la jerarquía eclesiástica española, ni menos ha defendido ni defiende una concepción estatista ni totalitaria. Siempre hemos sostenido la no infeudación de la Iglesia en ningún régimen político. En nuestra carta pastoral «La realeza de Cristo y los errores del laicismo», publicada en 1926, con un régimen monárquico y de dictadura, decíamos: «Si el Poder público reconoce la realeza de Cristo, ha de reconocer las prerrogativas de su reino en la tierra, que es la Iglesia. Ha de reconocer, ante todo, su libertad e independencia, esenciales a su constitución divina.

Hemos de reconocer que, en general, desde muchos siglos no se había reconocido tanto teórica y prácticamente la independencia de la Iglesia como por el actual Gobierno. Afortunadamente, el «Fuero de los Españoles» aprobado recientemente por las Cortes (de carácter consultivo hasta ahora), y promulgado por el Jefe del

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Estado, marca una orientación de cristiana libertad opuesta a un totalitarismo estatista...

Creemos que la terminación de la guerra mundial y las circunstancias internacionales aconsejan con urgencia la total y definitiva estructuración del Estado español, que forzosamente debía estar en estado constituyente durante la guerra y Cruzada y aun por algún tiempo más, que ha venido a prolongar la guerra mundial con sus peligros y complicaciones. Las campañas de propaganda contra España y su Gobierno en el extranjero, lo que ellas han ya desgraciadamente logrado y los peligros que representan, aconsejan a todas luces una estructuración total y definitiva del Estado español... que pueda servir de modelo por tantas leyes de inspiración cristiana ya dictadas en materia de enseñanza, por tantas leyes avanzadas de justicia social ya puestas en práctica y que pueden todavía verse perfeccionadas, y de armoniosa conjugación de autoridad firme con continuidad histórica y de participación de los ciudadanos en el gobierno de la nación.

Que la hora de también la hora de la paz mundial sea la consolidación de la paz interna de España. La pasada guerra civil y Cruzada, vino a ser un plebiscito armado, que puso fin a la persecución religiosa. No se quiera por nadie una innecesaria revisión que pudiera llevarnos a una nueva guerra civil... Bien está que se elimine del Estado español cuánto pueda dar siquiera pretexto de suspicacias por formas externas, aun cuando el espíritu fuese muy distinto; pero respétese a su vez a España, el derecho innegable de resolver sus problemas internos y organizar su Régimen.

Procúrese por nuestra parte el cierre del período constituyente, asentando firmes e inconmovibles las bases institucionales conformes a la tradición histórica española y al grado de educación política del pueblo español. No se exponga a la nación a nuevos bandazos que podrían conducirla al caos; pero ábranse sólidos cauces a la manifestación de las opiniones legitimas, por órganos naturales de expresión. Váyase también a una patriótica convivencia de todos los españoles.”

26. S.S. PÍO XII, EN EL PRIMER CENTENARIO DEL APOSTOLADO DE LA ORACIÓN (18 de

septiembre de 1945)

“En algunas horas tenebrosas de la Historia, Dios alza su mano omnipotente y deja pasar la bíblica

cabalgata de los cuatro caballos que, con sus pezuñas airadas, lo trituran todo: podadera y azote de

Dios, que así corta lo que sobra y castiga a quien ha prevaricado. Pero a las puertas del solar ibérico,

donde aún humeaban los restos de una hoguera no menos terrible, la algarada no pasó adelante y fue

grande la señal de la misericordia divina. Por esto nuestra asamblea de hoy ha de ser, ante todo, la

asamblea de la gratitud.

España se presenta hoy ante el Corazón Divino evocando aquella luminosa mañana del 30 de mayo de

1919, cuando toda la nación, por boca del soberano, quedó consagrada al Corazón de aquel Señor que

estaba expuesto sobre el altar de un magnífico monumento, en el centro mismo de la Península. Hoy en

el lugar santo queda solamente un montón de ruinas; pero queda siempre también allí algo que no puede

ser destruido con ningún explosivo, y es la fuerza del espíritu, la fuerza que salvó vuestra fe al sonar para

vosotros la hora dolorosa; la fuerza que hoy –con grande placer lo reconocemos- se muestra en la

potente vitalidad de vuestra Patria.”

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27. MONS. RAFAEL GARCÍA, OBISPO DE JAÉN, SOBRE LEGISLACIÓN SOCIAL (6 de enero de 1946)

“Justo es dedicar aquí un elogio al Jefe del Estado español y a su Gobierno, que han llegado con sus leyes, de profundo sabor cristiano, a los puestos más avanzados de las reivindicaciones sociales. Ya en marzo de 1938, en plena Cruzada de Liberación, se promulgó el Fuero del Trabajo, inspirado en su totalidad claramente en los grandes principios de la doctrina social católica. Posteriormente, como es sabido de todos, se han dictado numerosísimos decretos, leyes y reglamentos, principalmente desde el Ministerio de Trabajo, los cuales forman una colección legislativa de positivos adelantos sociales, de importantes mejoras en todos los órdenes del trabajo o relacionados con él. Citemos, por vía de ejemplo, las disposiciones hoy vigentes acerca de subsidios a los trabajadores (Familiar, de Maternidad, Vejez, Viudedad, Orfandad); préstamos de nupcialidad; protección y premios a las familias numerosas; seguros de enfermedad; pluses por cargas familiares y por carestía de vida, etc.”

28. DISCURSO DE S. S. PÍO XII AL EMBAJADOR DE ESPAÑA D. PABLO DE CHURRUCA (17 de febrero de 1946)

“El pueblo español ha sabido comprender y apreciar dignamente el simbólico significado de este primer Consistorio de la postguerra. Y ahora este pueblo, cuya fidelidad a Jesucristo, cuya valerosa confesión de la fe no menos que sus preclaros méritos en la conservación y en la propagación de la religión católica quedan para siempre escritos con caracteres indelebles en el libro de la Historia de la Iglesia; este pueblo, que en su viva unión con la Sede de Pedro ha reconocido siempre una de las claves de su tradición nacional, tiene el gozo de contemplar que también a sus hijos, en este momento histórico, se les concede un merecido puesto de honor.

Por una amorosa disposición de la Divina Providencia, a la nación española se le han ahorrado los horrores de la guerra mundial. Que el Omnipotente vele también sobre ella en el porvenir y le haga encontrar y seguir el recto sendero, que la lleve al progresivo desarrollo de su bienestar interior y a una eficaz colaboración en las urgentes necesidades comunes de esta humanidad, hambrienta de paz y de justicia.

Con este deseo, que estrecha en un abrazo de amor a todos los estados y a todas las clases de la nación, acogemos gustosos el ruego que se Nos ha manifestado y damos de todo corazón al Jefe del Estado, al Gobierno, a todo el pueblo español, para Nos amadísimo, y de manera especial a Vuestra Excelencia, con afecto paternal la Bendición Apostólica.”

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29. CARDENAL ANTONIO CAGGIANO, A LOS DIRIGENTES NACIONALES DE LA ACCIÓN CATÓLICA ESPAÑOLA (abril de 1946)

“Yo no estoy en situación de considerar toda esta terrible tormenta que ha afligido tanto a España, como un síntoma de enfermedad o como un síntoma de castigo, como miran los superficiales. Miremos bien. A mí me parece que es una señal de predilección. Yo os miro con grande emoción a vosotros, sacerdotes y laicos, que después de pasada la tormenta estáis trabajando juntamente con la Iglesia como si no hubiera pasado nada. Sois hermanos de mártires, y estáis viviendo ahora del sacrificio de vuestros mártires, en una floración de virtudes y de vocaciones, como me dicen muchos prelados, que nunca ha tenido España. ¿No será que el Señor ha tenido predilección por vosotros, y sabiendo que aquí había pasta de mártires, ha completado lo que faltaba a la Pasión de Jesucristo para la salvación del mundo, para la salvación de muchos de Europa y de muchos de todo el mundo?

La verdad es que duele el no poder recoger de todas las naciones cristianas un tributo de admiración grande para vuestra nación cristiana: pero no juzguéis a los demás pueblos cristianos por la prensa. La prensa no os dará ni siquiera un reflejo pálido. Lo que no dice la prensa lo digo yo, en representación de todos los católicos de mi país argentino que piensan como yo, y os admiran como yo, y esperan de vosotros todavía un gran ejemplo de fortaleza, que posiblemente la necesitamos todos en tiempos aciagos, que pueden hacer repetir lo que pasó aquí en nuestras naciones, o posiblemente hagan que el mundo se cuadre, como os habéis cuadrado aquí, para decir al mal: ¡¡basta!!”

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30. LA CATOLICIDAD DEL NUEVO ESTADO ESPAÑOL EN EL DISCURSO A LAS CORTES DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO (14 de mayo de 1946)

“El abismo o diferencia mayor entre nuestro sistema y el nacifascista, es la característica de católico del Régimen que hoy presida los destinos de España. Ni racismo, ni persecuciones religiosas, ni violencias sobre las conciencias, ni imperialismo sobre sus vecinos, ni la menor sombra de crueldad, tienen cabida bajo el sentido espiritual y católico que preside toda nuestra vida... Para nosotros tiene más importancia lo que acentúa la personalidad humana, la plena valoración del individuo que la democracia formalista y gárrula que lo explota. A esa democracia constitucional, nosotros oponemos una democracia católica y organizada que dignifica y eleva al hombre, garantizándole sus derechos individuales y colectivos, que no admite su explotación por medio del cacicazgo y de los partidos políticos profesionales, sino que les abre cauce libre a través de las hermandades, sindicatos, corporaciones u organismos provinciales y locales...

Es paradójico que se intente negar el título de democrática a una nación que vive y discurre bajo los principios de la fe católica, que impregna sus leyes de un hondo espíritu cristiano y organiza la vida a través de las actividades en que tradicionalmente ha discurrido la vida de nuestra nación, que tiene sus Cortes representativas, elegidas por sus municipios, sus sindicatos y sus hermandades, que ha establecido el referéndum directo de los españoles para decidir sobre los problemas de honda trascendencia y, en cambio, se proclamen como democracias los países que suplantan la voluntad de sus electores, los que están gobernados por pandillas de expatriados indeseables impuestos por la voluntad del invasor, los que persiguen a los apóstoles de la fe de Cristo, encarcelan, deportan y eliminan en la más grande de las impunidades y sin el menor sentido moral que presida sus actos... La práctica por un pueblo de los principios católicos en su gobierno, lo conduce indefectiblemente a la dignificación y a la elevación moral de hombre, que constituye la base más firme de la democracia...

Los principios de la moral católica están universalmente aceptados. Lo que es injusto en el orden de lo católico lo es bajo todos los principios de una sana moral. Aquella doctrina liberal que quiso reducir a la Iglesia a la práctica exclusiva de su culto en el interior de los templos, negándole su intervención y trascendencia a la vida general de los humanos, está en abierta pugna con el concepto de una nación católica y con la misión trascendente que a la Iglesia de Cristo corresponde. Poco tiene que hacer la Iglesia fuera de su misión evangelizadora y moralizadora cuando la vida entera de un Estado discurre bajo los principios de la moral católica; pero cuando es precisamente el materialismo el que preside y la inmoralidad de las leyes o de las costumbres trasciende a la vida pública, constituyendo la sociedad un foco de corrupción y de desvío, es un imperativo para la Iglesia el llevar los principios de la moralidad y de la fe a todos los órdenes en que haya presidido el desvarío...

Si se trata de un pueblo en su totalidad o casi totalidad católico, el bien general residirá en lo que es norte y fin de la vida católica. Mirará al hombre como portador de valores eternos, ya que su destino sobrenatural es toda la razón de su existencia, sin que de ello pudieran lesionarse los no católicos, ya que los principios de una moral católica son yugo suave y llevadero para todos los mortales... El Estado perfecto, para nosotros, es el Estado católico. No nos basta que un pueblo sea cristiano para que se cumplan los preceptos de una moral de este orden; son necesarias las leyes que mantengan el principio y que corrijan el abuso, que exista una moral indispensable en las alturas para que la ley se interprete y fielmente se cumpla. De todos son conocidos esos hombres que se tienen por buenos católicos, pero que, habituados a un siglo de liberalismo, de dejar hacer, de libertad para la explotación del hombre por el hombre, necesitan de la acción coactiva del Poder para cumplimiento de sus deberes católico-sociales. De nada o de poco valdría el mero enunciado de esos deberes si no los acuciase la ley con el imperativo de su cumplimiento... España ha dado un ejemplo de lo que puede la práctica de la doctrina católica. Con ella ha salvado la crisis más grande de su historia y logrado, sin la menor ayuda, su reconstrucción."

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31. MONS. ANTONIUTTI, DELEGADO APOSTÓLICO DEL CANADÁ, SOBRE LA PERSECUCIÓN RELIGIOSA EN ESPAÑA (junio de 1947)

“No puedo olvidar cuanto intentaron hacer los enemigos de la civilización cristiana para introducir en vuestra España un régimen de trabajo sin Dios y contra Dios. La tentativa no alcanzó éxito en aquella grande, noble y fuerte nación, porque los adversarios de la Iglesia hubieron de estrellarse contra las intrépidas energías cristianas de un pueblo en que el catolicismo ha madurado su existencia y con el catolicismo ha tenido periodos de grandeza y de esplendor incomparables.

El ejemplo reciente de la crisis social y de la persecución religiosa que ha devastado España queda ahí como prueba de este hecho... Séame lícito añadir que la tragedia cruenta por la que pasó la España católica bajo la dominación de fuerzas sociales anticatólicas debe abrir los ojos a cuantos se engañan todavía creyendo que la religión puede quedar a salvo, aunque elementos sociales anticatólicos se adueñen del Poder. Las masas obreras, que fueron instrumento de los enemigos de la Iglesia de España para la ejecución de sus programas anticatólicos y antihumanos, demuestran que cuando el trabajo está organizado en antítesis con las enseñanzas de la Iglesia, termina siempre para orientarse decididamente contra ella.

La sangre derramada por doce obispos bárbaramente asesinados, por los millares de sacerdotes martirizados de maneras horribles y por innumerables fieles entre los cuales se encuentran puros y luminosos campeones obreros de la juventud católica, sigue humeando aún sobre el suelo de España para probar que no se quería simplemente dar una nueva orientación a tal o cual régimen social, sino que se intentaba destruir la Iglesia, cuya doctrina es opuesta a la lucha de clases, a las violaciones de la propiedad privada y a todos los desórdenes creados por los elementos anárquicos.

He recordado estos hechos porque sirven para conocer cuan injustos e injustificados son los juicios de cuantos critican y echan la culpa a la iglesia de todo lo que ocurrió en la reciente y atroz persecución religiosa y social que ha oprimido a España, siendo así que la iglesia fue la primera y la mayor víctima del cruel conflicto, preparado y organizado por las fuerzas adversas a ella.”

32. HACIA LA NORMALIDAD CONSTITUCIONAL (Ecclesia, 12 de julio de 1947)

“La convocatoria de los gobernantes a la colaboración de los españoles para el establecimiento de una ley constitucional ha llevado a los comicios poco menos que a España entera. El espectáculo ofrecido el pasado día 6 ha sido de un civismo realmente notable. Todas las clases sociales de la nación hicieron acto de presencia ante las urnas para decir allí, según su conciencia, la palabra que pudiera contribuir al bienestar común.

Las urnas han hablado con elocuencia clara aprobando el proyecto gubernamental de Ley de Sucesión, ratificando los poderes del actual Jefe del Estado, Caudillo de la Cruzada, y señalando la reinstauración de las instituciones tradicionales de España. El pueblo español, aleccionado por dolorosas experiencias, ha demostrado que quiere recobrarse sin necesidad de sacudidas trágicas, y que lo que desea es la reconstrucción de la Patria a base de orden y de paz.”

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33. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO, EN LA OFRENDA DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, AL APÓSTOL SANTIAGO (25 de julio de 1948)

“Excelencia: Acabáis de recordar que en el Año Santo de Santiago de 1937 os habíais propuesto presentar personalmente a nuestro Apóstol y Patrono Santiago la ofrenda nacional y os lo impidió la peligrosa batalla de Brunete; pero el glorioso Patrono de España, en el día de su festividad, os hizo a vos y a España la ofrenda de la victoria en aquella dura batalla. Hoy, once años después, en otro Año Santo, venís aquí como Jefe del Estado español a presentar personalmente con toda devoción la ofrenda nacional a Santiago...

Lo ha proclamado Su Excelencia en su ofrenda y la Historia lo evidencia; la gloria y la pujanza de España asciende o desciende al ritmo de la fidelidad a la fe católica y a su destino del brazo de la Iglesia romana... ¡Grandes responsabilidades para todos los españoles las de 1936! Se preparaba el asalto del comunismo a España; en cada ciudad, las “listas negras” concretaban las futuras víctimas, que en media España fueron, ciertamente inmoladas... Fueron incendiados millares de templos y fusilada la misma imagen del Sagrado Corazón de Jesús en el cerro de los Ángeles. Se quería aniquilar la religión en España; algunos se gloriaban de haberlo conseguido. Era la hora de ofrecerse al martirio, y es una gloria del clero español que ni un solo sacerdote apostatase para evitar el martirio.

¿No debíamos ser también defensores civitatis, no empuñando precisamente armas, pero sí ejerciendo nuestro magisterio doctrinal en horas difíciles y procurando con el peso moral de nuestra autoridad la salvación de la religión y de la Patria? Esto es lo que hicimos los prelados españoles con nuestra carta colectiva de 1937, que mereció una respuesta favorable de los obispos de todo el mundo.

A Vuestra Excelencia cupo llevar a la España nacional a la victoria, y como siempre habéis reconocido que la victoria no se consigue sin el auxilio divino, en el cual siempre tuvisteis fe y confianza, ofrendasteis vuestra espada victoriosa en 1939 ante la imagen del Santísimo Cristo de Lepanto, transportada para este acto de Barcelona a Madrid, guardando hoy esta espada en su tesoro la catedral primada de Toledo.

Vino el desencadenamiento de la horrible tragedia de seis años de guerra mundial. La Providencia divina, el patronato de Santiago, sostuvo la posición de neutralidad tomada por Vuestra Excelencia en nombre de España... En la hora de participación del comunismo en la victoria mundial desencadenó una ofensiva diplomática, que se concretó en el mayor bloqueo moral que han sufrido jamás pueblo o régimen alguno. Pero gracias también a la protección por vos invocada de nuestro Patrón, el glorioso Santiago, esta campaña, con sucesivas rectificaciones, está tocando a su fin.”

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34. DISCURSO DE MONS. LUIS ALMARCHA, OBISPO DE LEÓN, SOBRE LA ASESORÍA ECLESIÁSTICA NACIONAL DE SINDICATOS (octubre de 1948)

“Mi misión entre vosotros, dirigentes sindicales, está expresada en la orden constitutiva de la Asesoría Eclesiástica: “Recibir, incorporar y devolver la colaboración de la iglesia en orden a la orientación social cristiana”; éste es –se dice allí mismo- un instrumento de apostolado que se proporciona a la jerarquía eclesiástica en su misión divina. La misión divina de la Iglesia es llevar al reino de Dios a las almas y a la sociedad. Y a eso me envía aquí la jerarquía eclesiástica y a eso venimos todos los asesores y consiliarios eclesiásticos: a predicar el reino de Dios, a montar la guardia para custodiar, defender y propagar los valores eternos de que el hombre es portador.

El día en que entre vosotros no se hablara y no se defendieran los valores morales del hombre y no se custodiara diligentemente ese tesoro de los valores eternos, se habrían disipado las esencias espirituales del Movimiento. Con vosotros y con nuestro Caudillo eso no llegará, y para que no llegue habéis llamado a la Iglesia, que es la guardadora y custodia de esos valores espirituales, y la iglesia nos envía a nosotros, sacerdotes, a quienes dijo el Divino Maestro: “Id y enseñad...”

Este amplísimo campo sindical, con todas sus obras, es un mundo pleno de vida; sus horizontes son dilatados; la Iglesia pasa por ese horizonte con la antorcha de su luz encendida, iluminándolo todo, soleando las conciencias, tocando como una brisa suave los corazones; excitando como la gracia, sugiriendo como el ángel bueno, pero sin mezclarse en lo terreno ni rozar con sus alas en lo político ni coartar vuestra libertad. Es un rocío fecundo para que vuestras obras y vuestras instituciones den frutos de bendición, de los cuales vosotros sois los propietarios y usufructuarios.”

35. DISCURSO DE S.S. PÍO XII AL EMBAJADOR DE ESPAÑA EN EL VATICANO, D. JOAQUÍN RUIZ GIMÉNEZ (12 de diciembre de 1948)

“Con cuanta satisfacción hemos oído aludir a una juventud española y a un pueblo español que quieren tener siempre ante los ojos la verdad católica, penetrando la vida pública y social de todos y cada uno, informando las decisiones de sus más altos Consejos y animando las manifestaciones todas de la Nación, que se precia de ser y de aparecer fiel hija de la Iglesia y de esta Sede Apostólica.

Pero Nos, si vuestra excelencia lo consiente, añadiríamos que debía ser así, porque a esta verdad, como justamente se ha observado, le debe esa nación la trabazón misma de su temprana nacionalidad, la inspiración de sus grandes artistas, las elucubraciones de sus profundos pensadores, los vuelos altísimos de sus místicos incomparables y hasta una buena parte de aquel impulso, que la llevó a romper con los límites de lo conocido para poder llevar aquella doctrina y aquella salvación a un nuevo mundo... donde la más preciosa herencia que la Madre Patria ha legado a sus hijas es la incondicional fidelidad a Cristo y a su Iglesia.

Ojalá que las grandes verdades de nuestra sacrosanta religión ahonden cada vez más en el alma del pueblo español, contribuyendo a la constante elevación moral y material de sus clases más humildes, como es nuestra perenne preocupación; manteniendo en la vida familiar la preciosa herencia de las viejas tradiciones; cerrando el paso a la codicia de las riquezas —tentación fácil en los tiempos difíciles—; extinguiendo los odios y llevando en todo a plena madurez su pujante primavera espiritual. Así la Iglesia, sirviéndose también del generoso apoyo que entre vosotros reciben sus obras, libre de preocupaciones y de trabas, hará patente una vez más la eficacia de su doctrina al servicio de la felicidad terrena y ultraterrena, de la prosperidad y de la paz.”

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36. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO, SOBRE LA IGLESIA Y EL ESTADO (abril de 1949)

“La Iglesia tiene el derecho, el deber de enseñar; no pretende, en cambio, gobernar ningún Estado. No queremos nosotros un Estado teocrático; queremos un estado de armonía y cordialidad entre la Iglesia y un Estado confesional católico, sin confusión de las responsabilidades de cada uno, con las ventajas, para cada uno, de la mutua cooperación.

No hay confusión, ¿pero puede sostenerse, como sostienen algunos escritos allende los Pirineos y del Atlántico, puede sostenerse que el ideal es la separación completa del Estado y que el Estado no debe ser confesional? ¡Esto es un error! Un error teológico. No soy yo quien lo condena, sino León XIII, en sus elevadísimas encíclicas ‘Immortale Dei’ y ‘Libertas’, en las cuales se concede una justa tolerancia cuando la sumisión confesional en un pueblo la exige.”

37. DE LA PASTORAL DE MONS. JESÚS MÉRIDA, OBISPO DE ASTORGA, SOBRE “LA RESTAURACIÓN CRISTIANA DEL ORDEN POLÍTICO” (mayo de 1949)

“Por lo que a España se refiere tampoco es inoportuno proclamar aquellos principios político-cristianos y procurar su efectiva y total implantación en nuestra vida pública, precisamente ahora cuando, restaurada su personalidad histórica y recobrado su puesto de vanguardia en la defensa de la Cristiandad, se está estructurando un nuevo orden político nacido de una Cruzada en que, por la espada victoriosa del Caudillo y el sacrificio de legiones de mártires y de héroes, fue detenido el asalto del comunismo al castillo roqueño de nuestra espiritualidad católica, salvando así una vez más la unidad espiritual de Europa...

No se opone al espíritu cristiano de obediencia la crítica discreta, noble y constructiva de las disposiciones civiles cuando, aun sin llegar a ser pecaminosas, son cierta o probablemente menos acertadas y menos eficaces para el fin saludable pretendido. Más todavía; la crítica, entendida en su sentido más amplio, en cuanto significa disconformidad en unos casos y aprobación en otros, constituye una colaboración de los ciudadanos en las funciones del poder del Estado, y, según algunos, es atributo esencial de la obediencia racional que se debe prestar a los mandatos de la autoridad civil...

Es indiscutible que el sufragio universal igualitario e inorgánico, así como supone a la sociedad convertida en masa atomizada, amorfa, así constituye un parlamento amorfo, muy de ordinario sin más unión ni clasificación entre los diputados que la determinada por los egoísmos partidistas de los elegidos, y en modo alguno por los intereses nacionales, ni siquiera de las diversas clases sociales. La masa, cosa muy distinta del pueblo es, como el Papa insinúa, “fácil juguete en manos de cualquiera que explote sus instintos o impresiones”, y la historia del sufragio universal igualitario e inorgánico lo ha probado hasta la saciedad...

Aunque en la determinación precisa de cuál será el mejor sufragio concreto queda libertad de opiniones, parece a prudentes autores que sería un sufragio, entre otras cualidades, orgánico o emitido dentro de cada una de las profesiones y organizaciones reconocidas legalmente para el caso, en orden a elegir miembros pertenecientes a cada una de ellas como representantes de sus intereses en la elaboración de las leyes y en otros actos de gobierno. El peor de todos es el sufragio universal directo e igualitario e inorgánico. Y es ciertamente falso que sin él no pueda haber régimen político justo y aun justa democracia.”

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38. MONS. JESÚS MÉRIDA, OBISPO DE ASTORGA, SOBRE EL DEBER DE CONSERVAR LA UNIDAD RELIGIOSA DE ESPAÑA (mayo de 1949)

“España posee la unidad religiosa y ha de conservarla. Los protestantes nacionales son entre nosotros una insignificancia en número y en calidad. No constituyen, ni de lejos, una minoría que acuse su presencia en la vida nacional. Debe, por tanto, realizarse el ideal del régimen político católico en materia de libertad religiosa, y se resume en que las leyes civiles:

Primero. Deben prohibir todo lo que dañe a la religión católica y a la unidad religiosa de los españoles y, por consiguiente, la propaganda de toda falsa religión.Segundo. Deben eliminar en lo posible los obstáculos que fuerzas adversas pudieran suscitar al ejercicio del apostolado eclesiástico.Tercero. Deben crear las condiciones favorables a la educación católica de todos los españoles, que prácticamente son todos.Cuarto. Pueden y aun deben establecer el estudio obligatorio de la religión católica en su contenido ideológico y en su historia para cuantos cursan en centros españoles, lo cual no es imponer la fe ni la práctica de la religión católica.Quinto. En una nación católica se le puede y se le debe prohibir al acatólico que haga públicas manifestaciones dañosas a la fe católica y, por lo mismo, molestas y perjudiciales a la totalidad de la nación.Sexto. A los acatólicos extranjeros o nacionales, salvos los intereses de la fe católica, se les puede permitir, y, de ordinario, se les debe permitir, que eduquen a sus hijos menores en centros exclusivos para ellos.

Se ha defendido que la conciencia católica debe rechazar en todas partes la ventaja legal en favor del catolicismo; que el ideal es la convivencia entre hombres de todas las religiones y aun sin religión; y no sólo convivencia de caridad para con las personas, sino de absoluta igualdad jurídica en la vida nacional. Más aún; se ha sostenido que una sociedad es cristiana cuando en ella se mira a todos los hombres con conciencia fraternal, aunque no sean cristianos, aunque no se profese un credo común religioso, y un régimen político también es cristiano cuando el Estado traduce en las leyes esa conciencia fraternal, ofreciendo a todas las religiones las mismas seguridades de existencia y actividad; que, en fin, “una diferencia social y política a favor de la Iglesia” sería en realidad más a propósito para comprometer que para favorecer su misión espiritual. Doctrina en su totalidad contraria a las enseñanzas de la Iglesia.”

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39. DISCURSO DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, CON MOTIVO DEL CENTENARIO DE BALMES (Vich, 6 de junio de 1949)

“España se encontró a sí misma por el camino de las verdades de Dios, de las verdades que eran sustancia de su espíritu y de su vida. El mundo también, si quiere encontrarse a sí mismo y hallar de nuevo la luz perdida, habrá de volver hacia aquellas verdades imperecederas. Nos cabe el legítimo orgullo de poder afirmar que nunca en los tiempos contemporáneos ha sido más protegida y vigilada la moralidad que en nuestros días. Los que saben morir por Dios, centro y fin de toda religión, son los que mejor prueban que lo religioso entraña una verdad para creer y una norma para vivir y morir en ella.

Se mueve el mundo en una órbita de intereses materiales, pero no hallará su paz y su destino auténticos hasta que no vuelva los ojos, con una pureza y sinceridad absolutas, a las fuentes eternas del espíritu cristiano. Para nosotros lo religioso es cuestión de verdades y principios de razón y de fe y no producto de sentimientos ni adulteraciones pietistas, sino aportación dogmática y valor moral. Para nosotros, lo religioso empieza con la profesión de fe, continúa con la práctica moral y termina siempre en Dios y en el prójimo. Hemos entendido que lo religioso es básico y fundamental en la vida de los individuos y de las naciones, en el triple orden de verdad, vida y culto, de fe, moral y liturgia, y hemos procedido así en nuestras leyes y en nuestra actuación política. Por ser religiosos nos sentimos profundamente sociales. Y haríamos un triste servicio a la religión si nos despreocupáramos del interés prevalente que los problemas sociales imponen al hombre moderno.

Sabemos que la unidad española va ligada estrechamente a la unidad católica. Y las palabras de Jaime Balmes están, hoy como ayer, vigentes en la conciencia nacional. Los tres órdenes básicos de la vida nacional: el religioso, el social y el político. España siente profundamente, y toda ella está llena de una emoción católica que salta más allá del templo y de la celda para envolver, caudalosa, la vida entera del pueblo. No sólo no es la religión un impedimento de elevación y restauración social, sino que se nos presenta como el imperativo categórico que nos la demanda.

El Movimiento Nacional español reivindica para el trabajador, al lado de los valores morales, como criatura hecha a imagen y semejanza del Creador, el máximo valor económico en el concierto de intereses de la moderna empresa mercantil. La filosofía católica nutre el moderno Derecho social que España está alumbrando. Siempre que España se afana en buscar nuevos derroteros por los que florezcan los frutos de su inteligencia, acaba volviendo al auténtico, al único e inconmovible camino de la verdad católica. Esta es, señores, la más noble característica del pensamiento español. Separad lo católico de lo español y lo español quedará herido de muerte en su más verdadera sustancia.”

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40. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, ENCOMIA LA RESTAURACIÓN RELIGIOSA DE ESPAÑA DEBIDA A SU GOBIERNO (junio de 1949)

“Después de la guerra, la actividad de España ha sido inmensa. El catolicismo español ha escrito otra página gloriosa. Como los israelitas contemporáneos de Nehemías, toda la España católica se dedicó, pasada la hora de la tribulación, a reconstruir los muros de la ciudad santa. Y si allí, según nos dice el libro sagrado, unos acudieron a levantar los muros derruidos, otros a restaurar las puertas quemadas, también aquí cada cual supo ocupar su lugar y cumplió con esfuerzo y sacrificio su propio deber.

Los prelados, a la cabeza, reconstruyeron material y moralmente sus seminarios, hoy florecientes; reedificaron y organizaron parroquias; multiplicaron la predicación y las misiones. Muchos párrocos, en las grandes ciudades o en los pueblos, lograron borrar con su caridad y con su prudencia la línea que separaba a los españoles, volviendo a ganar todas las almas para Cristo, unidas en la fe común que existía en el fondo de todos los corazones. Las órdenes y congregaciones religiosas han realizado una labor inmensa en sus noviciados, en sus casas de formación, en sus colegios, en sus escuelas profesionales, en sus ministerios, en sus misiones. La Acción Católica, sabiamente dirigida y cada vez más extendida por todo el país, ha prestado un concurso inestimable al plan restaurador. Concurso en las grandes capitales y concurso preciosísimo, aunque menos conocido, en las pequeñas villas y aldeas. En España, la restauración religiosa ha sido tan intensa, que hoy el país goza, en el orden espiritual, de un nivel superior al que ofrecía al advenimiento de la República. Ha aumentado la fe, la piedad y la cultura religiosa.

Mas, al llegar a este punto, yo debo hacer la justicia que se debe a todos. Debo consignar públicamente que es inapreciable el concurso y favor que el Estado y el Gobierno español han prestado a la iglesia en todos los órdenes. Y aún más: sería por mi parte una ingratitud y hasta una cobardía si yo, con santa libertad apostólica y obedeciendo al mandato de mi conciencia no recordara aquí que, en la cumbre del Estado, el primer magistrado de la nación da a diario un alto ejemplo al pueblo por el honrado cumplimiento de su deber. Deber que él concibe no como una orden impuesta por la disciplina militar, ni como un mandamiento político, ni como un sacrificio patriótico, sino como algo más alto, que recoge y eleva estos tres nobles aspectos del mismo; lo concibe como un deber religioso, convencido de que de su conducta, tan llena de gravísimas responsabilidades, tendrá que dar cuenta un día a Dios Nuestro Señor.”

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41. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, SOBRE ‘EL MISTERIO DE ESPAÑA’ EN EL HOMENAJE AL CARDENAL TEDESCHINI (8 de junio de 1949)

“Vuestra perspicacia, señor cardenal, os permitió penetrar el misterio de España. De esta España, pueblo singular, tal vez único por sus típicas características, que le han dado una tan marcada y preponderante personalidad en el concierto de las naciones...

El señor cardenal no vio con plena tranquilidad el porvenir de España; sus temores se fueron aumentando a medida que fueron pasando los años de su nunciatura. En España, como colectividad política, faltaba algo que era esencial para dar estabilidad a la vida pública. Faltaba una sabia conciencia social definida y bien orientada. La gran prueba no sorprendió a vuestra eminencia. El señor nuncio apostólico estaba perfectamente informado de la realidad de España, y por el señor nuncio estaba informada Roma. Nunca se dejó ganar de un optimismo infundado, como asimismo nunca aun después de estallar la guerra... dejó el cardenal Tedeschini de tener plena fe en la reacción victoriosa y salvadora de España.

El gran pecado colectivo de mi patria fue el no haber formado su conciencia nacional sobre los fundamentos que entonces le ofrecían los grandes Pontífices que gobernaban la Iglesia. Digamos, si no en descargo, sí como explicación de nuestro pecado, que no fue España sola la que desoyó las lecciones, los ruegos, las imprecaciones y hasta las tremendas y reiteradísimas conminaciones de León XIII y sus sucesores.

Sufrimos el castigo. Pero la prueba durísima puso de manifiesto la inmensa vitalidad de nuestro pueblo rejuvenecido y la profunda realidad de nuestra fe heredada. A torrentes corrió la sangre generosa de nuestra juventud, alegremente derramada en los campos de batalla por defender los derechos de Dios. Las propias madres, cuando fue preciso, impulsaron a sus hijos a cumplir con la entrega de la vida, el sagrado deber. Y por otra parte, millares y millares de almas sufrieron con invicta fortaleza un durísimo cautiverio o entregaron decididos y constantes su vida al grito triunfal de ‘Viva Cristo Rey’.

Decid, señor cardenal, desechada toda exageración retórica, si ha habido en el curso de la Historia de la Iglesia una página tan gloriosa como la que entonces escribió esta gran nación, porque se contaron por millares y millares los mártires, pero no sabrá dar la Historia el nombre de un solo apóstata.”

42. MONS. EIJO GARAY, OBISPO DE MADRID-ALCALÁ, SOBRE EL DECRETO DEL SANTO OFICIO CONTRA EL COMUNISMO (agosto de 1949)

“El español ha padecido el comunismo en su propia carne y sólo mediante la dolorosa y sangrienta operación quirúrgica de nuestra Cruzada ha logrado verse libre de él: pero llora todavía sobre las ruinas amontonadas, sobre las tumbas de tantos mártires y el luto de tantos hogares.

La solera católica de los españoles y su acendrado criterio en materia de fe no permitieron la duda. Así como, hace medio siglo, el modernismo religioso, última forma adoptada por el racionalismo anticristiano, no pudo arraigar en nuestra Patria y fue unánimemente repudiado, así también al comunismo todos en ella lo tuvieron por radicalmente contrario a nuestras creencias cristianas, y cuando, enmascarado bajo el Frente Popular, llegaba ya a la cumbre del Poder público, un estremecimiento de horror sacudió a España, y el Ejército y las milicias empuñaron las armas para ahogar en sangre la maléfica semilla y derrocar la tiranía comunista, por enemiga de la religión y de la Patria. El lema de nuestra Cruzada, que brotaba de todos los labios –nadie ha podido olvidarlo aún- era: “¡Por Dios y por España!”.

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43. CARDENAL TEDESCHINI: “ESPAÑA ENSEÑA A GOBERNAR EN CATÓLICO” (noviembre de 1949)

“Dios es quien concede las gracias. Cuando le llevaba en mis manos, yo he pedido por el Colegio Español y por España. Vuestros himnos de alabanza al Señor me han conmovido. Alabada sea España, nación católica, cuya situación material y moral conozco ahora y de antes. Con pocas naciones como ella el mundo estaría a salvo. Ella nos enseña a gobernar en católico. Si Roma es una promesa, España y su Gobierno católico son una realidad. ¡Alabada sea España!”

44. “SIN UNA APOSTASÍA” (Ecclesia, 18 de febrero de 1950)

“El más hermoso espectáculo que España puede ofrecer al mundo cuando –a lo largo de nuestra guerra civil- el cielo se poblaba de mártires es el de los siete mil sacerdotes y religiosos que aceptaron la muerte por la fe, sin que entre ellos quede el ejemplo de una sola apostasía. Es tradicional entre nosotros el profundo nivel de los estudios de teología en el seminario: ninguna lección de teología más acabada que la del ejemplo. Los fieles martirizados en los descampados, en las checas, en los barcos, en los patios de las cárceles, podían pisar con firme alegría el camino del cielo al ver que sus pastores se les anticipaban en el valor sin un solo titubeo: bien podían seguir a guías que no miraban atrás ni en el momento final del sacrificio.

El Arzobispo de Valladolid ha tenido la idea de dedicar a su memoria un altar de Cristo, primer sacerdote mártir, en el santuario nacional de la Gran Promesa. Siete mil sacerdotes y religiosos mártires en tres años son una página única en toda la historia del catolicismo. Demos gracias a Dios de que la honra de escribirla con su sangre le haya correspondido a España.”

45. “HOMENAJE A NUESTROS MÁRTIRES” (Ecclesia, 15 de abril de 1950)

“Pese a todas las oscuridades que una propaganda internacional gigantesca –explicablemente en unos casos, inexplicablemente cuando se trata de católicos- ha sabido lanzar y mantener sobre la guerra civil española, difícilmente podrá ahogarse el resplandor de los doce obispos, 4.266 sacerdotes, 2.489 religiosos, 283 religiosas y 249 seminaristas mártires asesinados por el odio anticristiano del comunismo. Valladolid ha reunido estos días a una buena porción del episcopado y del clero español en el homenaje rendido a aquellos héroes que explican el renacer católico de España por razones más hondas que las contingencias políticas: por la fecundidad de su sangre.

La conjura antiespañola es muy compleja, y aún sufriremos largamente sus consecuencias. Pero el bien es más fecundo que el mal. Y también ha tenido su cosecha de consecuencias esplendidas para la Iglesia y las tendrá para la Patria la sangre de los siete mil sacerdotes y religiosos a quienes España acaba de honrar en Valladolid, vanguardia de otro ejército de seglares católicos que murieron por la misma causa y en circunstancias parecidas: sufriendo por la cruz y perdonando.”

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46. “CONCUERDAN LAS LEYES ECLESIÁSTICA Y CIVIL” (Ecclesia, 28 de octubre de 1950)

“No es posible el gobierno de un pueblo sometido a legislaciones contradictorias. Así lo han entendido todos los juristas católicos, que defienden la inteligencia entre la Iglesia y el Estado y combaten esa sofística doctrina de la “separación”, que pretenden hoy universalizar ciertas corrientes jurídicas contra las que es preciso luchar, apoyados en la apreciación justa de las circunstancias de cada momento, a través de los documentos pontificios.

El sistema más eficaz de persecución –ensayado sañudamente en España por la República atea- fue dictar disposiciones incompatibles o desconocedoras de la legislación eclesiástica. Tomaron como centro de su diabólico plan la legislación referente a la familia. La Iglesia no admite el divorcio y la legislación civil la sanciona; el matrimonio canónico carece de valor y se impone el civil, de espaldas a todos los requisitos de habilidad canónica, ausencia de impedimentos y forma legítima, señalados por la Iglesia.

Esta legislación ha desaparecido, derogada por el Estado, que reconoce al catolicismo como religión propia. Y una serie de disposiciones complementarias van ajustando hasta las últimas consecuencias el imperio de la ley, disipando todo peligro de “antinomia” no solamente en los principios, sino hasta en las “aplicaciones” más detalladas.”

47. MONS. FRANCISCO BARBADO, OBISPO DE SALAMANCA, SOBRE LA PRESENCIA DE ESPAÑA EN LA DEFINICIÓN DOGMÁTICA DE LA ASUNCIÓN (noviembre de 1950)

“Nota gratísima para todo español: la presencia de España en Roma, la audiencia particular, fuera ya de todo programa, concedida por el Papa a los españoles que llenaban la basílica de San Pedro; el emocionante discurso del Papa en castellano; su conversación detenida con los obispos españoles; la explosión de amor al Papa, expresado continuamente con el entusiasta “España por el Papa”, al que a veces correspondía el Pontífice con “Y el Papa por España”. La nutrida representación del Ejército español, saludado en Roma como vencedor del comunismo y restaurador del orden cristiano de la Patria. Y la misión oficial de España, portadora de preciosísimo obsequio al Vicario de Jesucristo, expresivo de la veneración del Caudillo y de su Gobierno en nombre de la nación.”

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48. S.S. PÍO XII A LA ORGANIZACIÓN SINDICAL ESPAÑOLA (11 de marzo de 1951)

“Con esta ocasión no podemos de dirigir algunas palabras de elogio paternal a esas instituciones que habéis creado y continuáis creando en gran número, con el fin de educar a los jóvenes trabajadores, haciendo de ellos excelentes obreros especializados y, al mismo tiempo, cristianos convencidos. No podríais hacer cosa mejor. En el auge y florecimiento de esa obra vemos un signo prometedor para el porvenir. Se suele acusar a la fe cristiana de consolar al mortal que lucha por la vida con la esperanza del más allá. La Iglesia, se dice, no sabe ayudar al hombre en su vida terrena. Nada más falso. Os basta mirar el gran pasado de vuestra querida España. ¿Quién ha hecho más que la Iglesia para que la vida familiar y social fuera ahí feliz y tranquila?

Durante todo el jubileo que acaba de terminar hemos visto con nuestros propios ojos, hemos tocado con nuestras propias manos, el fervor entusiasta del pueblo español por el Papa... Que Dios os bendiga, hijos queridísimos, y bendiga igualmente a vuestra Patria y a vuestros dirigentes, como Nos, con plena efusión y afecto paternal, a todos os bendecimos.”

49. MONS, ARRIBA Y CASTRO, ARZOBISPO DE TARRAGONA, SOBRE LA DEUDA DE ESPAÑA CON EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS (mayo de 1951)

“El monumento al Sagrado Corazón en el Cerro de los Ángeles, como los de otras muchas partes, ha sido durante años faro de luz para centenares y millares de peregrinos que de toda España acudían allí a templar sus almas, para pelear valientemente las batallas de la fe que les esperaban, seguramente, sin sospecharlo. En algo está el misterio de nuestra Cruzada y el hecho de los miles de mártires que sucumbieron por la causa de Cristo, bien sea en lugares de tormento, bien sea en los campos de batalla. Es, por tanto, digno y laudabilísimo el propósito de restaurar aquel monumento. Es una deuda que España tiene contraída con el Corazón de Jesús.”

50. AGRADECIMIENTO DE LA SECRETARIA DE ESTADO DE VATICANO AL DELEGADO NACIONAL DE SINDICATOS (Mons Montini, 21 de agosto de 1951)

“Excelentísimo señor: Tengo el honor de dirigirme a V.E. con el objeto de significarle la satisfacción con que el Augusto Pontífice ha recibido el homenaje de la Organización Sindical española en el LX aniversario de la ‘Rerum Novarum’.

En los dos álbumes –tan hermosamente presentados- que le han ofrecido se encierra la manifestación de los filiales sentimientos con que las autoridades sindicales y trabajadores, en sus diversos ramos y grupos, han querido venerar al Vicario de Cristo, constante asertor de la paz social fundada en la justicia, deseosos de traducir estas enseñanzas en el armónico plan de trabajo en que se reúnen empresarios y obreros.

Su Santidad, cuyas palabras a la Organización, en memorable fecha, fueron un testimonio de paternal benevolencia y la indicación del camino seguro en los problemas sociales, quiera ahora, al expresarles su viva gratitud por este acto, recordarles que sólo con espíritu de sacrificio, de sana justicia y caridad cristiana se puede fundar la paz en el mundo del trabajo. Para que puedan ir adelante en la realización de estos principios el Santo Padre les otorga de corazón la bendición apostólica.”

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51. ÉXITO DE LA ACCIÓN SOCIAL EN ESPAÑA (Ecclesia, 6 de octubre de 1951)

“Nos complace recoger el ambiente social que llena el trabajo apostólico en España. Lo social ocupa un lugar destacado en todos los programas de formación y de acción: Instituto Social ‘León XIII’; círculos de estudios en todas las ramas de Acción Católica. Las realizaciones más notables han cristalizado en los Patronatos para la construcción de viviendas, en feliz colaboración con el Instituto Nacional de la Vivienda.

Las instituciones de apostolado seglar han popularizado sus “seminarios sociales”. Las Semanas Sociales han reemprendido con éxito su gloriosa serie. Dentro de la Acción Católica los movimientos especializados han articulado un programa de cursos. Escuelas sociales sacerdotales funcionan en varias diócesis. En los seminarios se tienen cátedras de Economía Social Cristiana y academias sociales.”

52. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, SOBRE AUTORIDAD Y LIBERTAD (febrero de 1952)

“Difícil es situarse en ese termino medio que concilie autoridad con libertad. Y mucho más difícil es en pueblos de temperamento ardiente, como el italiano o el español.

Por mi parte, no dudo en afirmar, refiriéndome a nuestra Patria, que en nuestros días, cuando son tan fuertes las fuerzas revolucionarias y tan débiles las instituciones, un ciudadano honrado no debe dudar, en la lucha entre autoridad y libertad, de ponerse al lado de la autoridad. Pero reclamando al mismo tiempo que no se ahoguen las libertades públicas, como el Papa con tanta frecuencia dice, a fin de que la sociedad, cada vez más sabiamente educada, pueda colaborar con los gobiernos. Y también por otra razón de mucho peso: porque la Historia dice, y la experiencia confirma estos mismos días, que cuando el autoritarismo es excesivo, fácilmente, por la ley pendular política, pasan los pueblos de la represión exagerada a la desatada licencia.

Que Dios conceda a España el situarse en la zona templada de la libertad cristiana, lo cual no se ha de conseguir sólo por la letra de la ley, si no va a acompañada por el espíritu de moderación, de colaboración y de sacrificio de las clases más altas, y todo sin mengua de mantener un gobierno fuerte, sin el cual estamos en peligro de recorrer, y acaso más rápidamente que ella, los caminos de Italia.”

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53. EL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, CONSAGRA ESPAÑA A LA EUCARISTÍA (Congreso Eucarístico Internacional de Barcelona, 1 de junio de 1952)

“Señor y Dios mío: Con la humildad que corresponde a todo buen cristiano, me acerco a las gradas de la Sagrada Eucaristía a proclamar la fe católica, apostólica, romana de la nación española: su amor a Jesús Sacramentado y al insigne Pastor, Su Santidad Pío XII, cuya vida prolongue Dios para bien de la Iglesia Católica. Sus glorias son nuestras glorias y sus enemigos nuestros enemigos.

Antes de que, en Trento, con la unidad moral del género humano, se proclamase a la cristiandad el decreto definitorio sobre la transustanciación eucarística su misterio vivía en el corazón de los españoles, y hechos portentosos, frutos de la predilección divina, estimulaban la devoción al divino misterio, al Sacramento del Amor. Que ha sido así lo acusa esa maravillosa exposición de arte eucarístico que España ofrece a la contemplación del mundo en este Congreso, en la que no se sabe qué admirar más: si la riqueza y el arte desplegados para el servicio y la honra de Dios o la devoción de un pueblo que hizo posible tanto prodigio. El espíritu de servicio a la causa de la fe católica que venimos a proclamar no es un mero enunciado: le precede una innumerable legión de mártires y de soldados caídos por esta fe en reciente Cruzada.

No somos belicosos, Señor, por amaros. Los españoles aman la paz y unen sus preces a las de nuestro Santo Pontífice y de toda la catolicidad en esta hora; mas si llegase el día de la prueba, España, sin ninguna duda, volvería a estar en la vanguardia de vuestros servicios.

Recibid, Señor, esta humilde reiteración de fe y gratitud que, desde lo más profundo de sus corazones, conmigo los españoles os ofrecen, y derramad sobre los pueblos que sufren tribulación la protección y bienes que en hora similar derramasteis sobre nuestra Patria; y para nos, Señor, iluminad nuestra inteligencia para mejor servicio.

Decid, Eminentísimo Señor, a Nuestro Padre Santo, cuál es el fervor de estos hijos de la Iglesia y su voluntad de servicio y sacrificio bajo le égida de la nueva España.”

54. FELICITACIÓN DEL CARDENAL TEDESCHINI AL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, POR EL CONGRESO EUCARÍSTICO DE BARCELONA (junio de 1952)

“Lleno de admiración y estupor por el insuperable plebiscito de fe y de amor, con el cual el Congreso Eucarístico Internacional ha exaltado la Santísima Eucaristía, doy gracias a las autoridades y al pueblo de Barcelona y de España por los reiterados homenajes de devoción y afecto dirigidos al Augusto Pontífice, y me complazco en expresar a Vuecencia mi satisfacción sacerdotal por el ejemplo de piedad dado por Vuecencia, máxime consagrando públicamente esta tan querida y católica nación al Corazón Eucarístico de Nuestro Señor Jesucristo.”

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55. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, ENSALZA LA FAMILIA Y LA MORALIDAD PÚBLICA ESPAÑOLAS (octubre de 1952)

“La moral familiar de España es elevada; tal vez única en el mundo. Ese debe ser nuestro mayor orgullo y ése es el fundamento de la esperanza de una sólida constitución social futura.

Todos debemos cooperar a mantener este tesoro inapreciable. Un aplauso al Gobierno por su buena orientación y sanos principios. Un elogio en especial a su política de educación cristiana de la niñez. Pero le rogaríamos una vez más que en la política de espectáculos, en la de moralidad en las playas y piscinas, en la de revistas y novelas, en todos los capítulos de una amplia policía de costumbres, sea riguroso; que desprecie la necesidad del mundo y que defienda el tesoro de la familia, protegiendo a los niños y jóvenes fuera del hogar.”

56. MENSAJE DE FIN DE AÑO DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO (31 de diciembre de 1952)

“...Mas con ser tanto lo que en el orden constructivo al servicio del bien público podemos presentar, son infinitamente mayores los avances registrados en el campo espiritual: Barcelona, Granada y Navarra fueron en este año escenarios inigualables del acontecer español. El Congreso Eucarístico de la Ciudad Condal dio ocasión al más grande de los triunfos de la Eucaristía. El fervor y devoción del pueblo español brilló allí sin sombra ni mácula; los cientos de miles de comuniones recibidas, el acto grandioso de la consagración de sacerdotes, en floración y número jamás igualado, y la unidad de todas las clases sociales en su devoción a la Eucaristía, que admite parangón con los mejores tiempos de nuestra Historia, son exponente claro del resurgir espiritual de nuestra nación.

El grandioso homenaje de los pueblos hispánicos a los Reyes Católicos en Granada, unión en comunión espiritual a las de un día Españas de ultramar con la Vieja Madre evangelizadora en actos plenos de vigor espiritual. Y la clausura en Javier de las fiestas del centenario del Santo Apóstol de las Indias constituye la exaltación más grande de la España misionera que hoy renace con renovado impulso y que en la Navarra de Javier encuentra el más cálido de los viveros.”

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57. EL NUNCIO APOSTÓLICO, CARDENAL CICOGNANI, ENCOMIA LA OBRA DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, A FAVOR DE LA IGLESIA (19 de enero de 1953)

“Gratitud y reconocimiento también hacia Vuestra Excelencia, por cuya mediación recibimos la investidura de la sagrada púrpura. En vuestra persona, Excmo. Señor, se ha dignado nuestro Santísimo Padre delegar una función que le compete con exclusividad, y ello, lejos de ser un acto de pura cortesía, no sólo constituye un testimonio de benevolencia y paternal afecto, ni es sólo una demostración de que el Santo Padre quiere apretar más y más los vínculos siempre cordiales entre la Santa Sede y España, sino que es también un claro reconocimiento de que, en la España eterna y en la persona de V. E., que tan dignamente la representa, se dan, de manera destacada y eminente, aquellos títulos que movieron siempre a los Sumos Pontífices a la delegación de tan alta prerrogativa, a saber, la noble y generosa colaboración, el servicio abnegado y heroico a los altos ideales de la Iglesia, el cordial entendimiento entre quienes buscan ante todo el reino de Dios y su justicia, sobre el que se han de fundar el florecimiento y la prosperidad de las naciones.

Como la gratitud, Excmo. Señor, fue siempre corta en palabras y larga en obras, no he de hacer aquí la enumeración precisa de todos los beneficios y protecciones que el Gobierno de V. E. ha venido dispensando a las instituciones religiosas y a las actividades de la Iglesia, no sólo en lo que se refiere al apoyo y protección material de las mismas, muy considerables y continuadas, sino, sobre todo, en lo que concierne a la orientación católica, al espíritu religioso y moral que ha tratado V. E. de infundir a la nación española, tan en conformidad con sus auténticas e intransferibles tradiciones, dando además a las instituciones civiles y sociales un carácter fundado en la verdad católica y en las exigencias de la caridad y de la justicia, procurando con santo afán, evitar la infiltración de doctrinas disolventes que desviaran a la nación de su trayectoria histórica, de su sentido católico, bajo las designios de la Providencia.

Todo ese noble afán para el triunfo y florecimiento de la verdad católica, que se refleja claramente en las leyes, en las determinaciones y en los organismos de vuestro Gobierno, ha ido creando lógicamente ese clima de altura, propicio a la vida cristiana, y a las manifestaciones de piedad de vuestro pueblo. En un reciente discurso, digno de ponderación, que V. E. pronunciaba con motivo del IV centenario de la muerte del gran Apóstol de las Indias, señalaba con legítima complacencia el entusiasmo y el fervor unánime con que los españoles responden inequívocamente a estas demostraciones religiosas, que son el exponente de su fe, de su catolicidad, de su devoción profunda...

Bastaría recordar, como un testimonio brillante y de universal resonancia, evidente para cuantos quieran ver la realidad de España, el magnifico espectáculo del Congreso Eucarístico Internacional de Barcelona, donde toda España, en unidad de creencia y de amor, ganada por la emoción de Cristo, se hincó de rodillas ante la Eucaristía, y en el gran templo abierto que fue Barcelona se congregaron para rendir homenaje a Jesucristo sacramentado las más altas representaciones eclesiásticas y civiles, unidas a las caravanas de fieles de todo el mundo, que llegaban a dar testimonio de su fe y a recibir el cálido aliento del fervor de España. Todavía quedan como temblando en los aires las palabras emocionadas con que V. E. consagró a España al Sacramento de amor de la Eucaristía... Es lógico, pues, Excelentísimo Señor, que esta imposición de las birretas cardenalicias, debamos considerarla como un símbolo, ciertamente, pero también como una recompensa inestimable por la colaboración y la fidelidad que V. E. presta a la Santa Madre Iglesia.

Antes de poner término a mis palabras, permitidme, Excelentísimo Señor, que reafirme y renueve mis sentimientos de gratitud y adhesión sinceros, que son también los de mis hermanos en el cardenalato. Gratitud y adhesión de por vida al Papa Pío XII... Y gratitud a Vos, Excmo. Señor, que no sólo habéis procurado con tesón y celo que España no se aparte de sus tradiciones católicas y de su historia al servicio de su fe, sino que las habéis reforzado e intensificado siguiendo fielmente las enseñanzas del Romano Pontífice y contribuyendo con nobleza de alma y visión de gobernante al afianzamiento de la paz, para bien de vuestro pueblo y para concordia y seguridad del mundo entero, que sólo por los caminos de Dios volverá a encontrar la paz deseada.”

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58. DE UNA CONFERENCIA DEL CARDENAL OTTAVIANI SOBRE “DEBERES DEL ESTADO CATÓLICO CON LA RELIGIÓN” (Pontificio Ateneo Lateranense, 20 de marzo de 1953)

“Es notorio que algunos países con población de mayoría católica absoluta proclaman en sus Constituciones que la religión católica es la religión del Estado. Citaremos, a modo de ejemplo, el caso más típico, que es España. En el ‘Fuero de los Españoles’, que es la carta fundamental de los derechos y deberes del ciudadano español, el artículo 4º dispone lo siguiente: ‘La profesión y práctica de la Religión Católica, que es la del Estado español, gozará de la protección oficial. Nadie será molestado por sus creencias religiosas ni el ejercicio privado de su culto. No se permitirán otras ceremonias ni manifestaciones externas que las de la Religión del Estado.’

Esto ha levantado las protestas de muchos anticatólicos y de incrédulos y también, lo que es muy desagradable, ha sido considerado como anacrónico por parte de algunos católicos, que piensan que la Iglesia puede convivir pacíficamente, en plena posesión de sus propios derechos, en un Estado laico, aunque el pueblo esté compuesto por católicos....

Ahora bien, si hay una verdad cierta e indiscutible entre los principios generales del Derecho público eclesiástico es aquella que afirma el deber de los gobernantes de un Estado compuesto en su casi totalidad por católicos y, consecuente y coherentemente, gobernado por católicos, de informar la legislación en sentido católico. Lo que implica tres inmediatas consecuencias: Primera. La profesión pública, y no sólo privada, de la religión del pueblo. Segunda. La inspiración cristiana de la religión. Tercera. La defensa del patrimonio religioso del pueblo contra cualquier asalto de quien quisiera arrancarle el tesoro de su fe y de su paz religiosa.

Tratada ya la cuestión bajo los aspectos doctrinales y jurídicos, se nos permitirá hacer un pequeño examen de su aspecto práctico. Queremos hablar de la diferencia y de la desproporción entre el clamor levantado contra los principios que hemos expuesto, aceptados por la Constitución española, y el escaso sentimiento que todo el mundo laicista ha demostrado ante el sistema legislativo soviético, opresivo de todas las religiones...

Por lo tanto, antes de arrojar la primera piedra contra los gobernantes católicos, que cumplen su deber respecto a la religión de los ciudadanos de su país, los tutores de los ‘derechos del hombre’ deberían preocuparse de esa situación tan ultrajante a la dignidad del hombre, sea cualquiera la religión a que pertenezca, creada por un poder tiránico.”

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59. CARDENAL OTTAVIANI SOBRE ‘ESPAÑA COMO MODELO DE ESTADO CATÓLICO’ (20 de marzo de 1953)

“Es notorio que algunos países, con población de mayoría católica absoluta, proclaman en sus Constituciones que la religión católica es la religión del Estado. Citaremos, a modo de ejemplo, el caso más típico, que es el de España.

En el Fuero de los Españoles que es la Carta fundamental de los derechos y deberes del ciudadano español, el artículo 6º dispone lo siguiente: “La profesión y práctica de la Religión Católica, que es la del Estado español, gozará de la protección oficial. Nadie será molestado por sus creencias religiosas ni por el ejercicio privado de su culto. No se permitirán otras ceremonias ni manifestaciones externas que las de la Religión Católica.”

Esto ha levantado la protesta de muchos anticatólicos y de incrédulos, y también, lo que es muy desagradable, ha sido considerado como anacrónico por parte de algunos católicos que piensan que la Iglesia puede convivir pacíficamente, en plena posesión de sus propios derechos, en un Estado laico, aunque el pueblo esté compuesto por católicos.

Es verdad cierta e indiscutible entre los principios del Derecho público eclesiástico aquella que afirma el deber de los gobernantes de un Estado compuesto en su casi totalidad por católicos, y consecuente y coherentemente, gobernado por católicos, de orientar la legislación en sentido católico. Lo cual envuelve tres inmediatas consecuencias:

Primero. La profesión pública, y no sólo privada, de la religión del pueblo.

Segundo. La inspiración cristiana de la legislación.

Tercero. La defensa del patrimonio religioso del pueblo contra cualquier asalto de quien quisiera arrancarle el tesoro de su fe y de su paz religiosa.

El Sumo Pontífice ha tributado siempre la alabanza debida a la sabiduría de aquellos gobernantes que favorecieron siempre o quisieron y supieron tratar con honor y con beneficio para el pueblo los valores de la civilización cristiana y las felices relaciones entre iglesia y Estado, en la tutela de la santidad del matrimonio y en la educación religiosa de la juventud. Son dignos de reprensión esos católicos que, pretendiendo justificarse, afirman que en el conjunto de las enseñanzas promulgadas por la iglesia hay que distinguir una parte permanente y otra pasajera... y hasta llegan a extender esta equivocación a los documentos pontificios, principios sobre los cuales se ha mantenido constante el magisterio de los Papas...

Queremos hablar de la diferencia y de la desproporción entre el clamor levantado contra los principios que hemos expuesto, aceptados por la Constitución española, y el escaso sentimiento que todo el mundo laicista ha demostrado ante el sistema soviético, opresivo para todas las religiones. Por lo tanto, antes de arrojar la primera piedra contra los gobernantes católicos que cumplen su deber respecto a la religión de los ciudadanos de su país, los tutores de los derechos del hombre deberían preocuparse de esa situación tan ultrajante a la dignidad del hombre, sea cualquiera la religión a que pertenezca, creada por un poder tiránico que pesa sobre más de un tercio de la población del mundo...

Es la pretensión de todos aquellos que quisieran encerrar a la iglesia entre las cuatro paredes del templo y separar a la religión de la vida y a la Iglesia del mundo... La separación entre la religión y la vida, entre la Iglesia y el mundo, es contraria a la idea cristiana y católica.”

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60. MONS. CANTERO CUADRADO, OBISPO DE BARBASTRO, DEFIENDE LA UNIDAD CATÓLICA DE ESPAÑA (junio de 1953)

“Al adoptar esta actitud, España no hace otra cosa que formular jurídicamente las realidades actuales del pueblo español, y las tradiciones históricas multiseculares de la nación española. El 99,50 por 100 de la sociedad española es católica, y permanece fiel, en su pensamiento al menos, a la religión milenaria de sus padres. Como afirma Menéndez Pelayo: ‘Algunos, muy pocos, españoles pudieron extraviarse; la raza española nunca apostató’. Si la nación es católica, si el Estado no puede, ni debe, estar divorciado de la nación, es lógico que el Estado español se proclame católico, inspire su legislación en sentido católico y proteja la fe, la paz y la unidad religiosa de los ciudadanos españoles contra los asaltos que nos vengan de fuera.

La unidad católica ha sido, y es, la cuna, el cemento, el nervio y la gloria de la misma nacionalidad española. Ahí está nuestra Historia, maestra de nuestra vida nacional. Toda propaganda proselitista protestante resulta en España antinacional, porque bate nuestra unidad como nación, y nuestra paz interna como pueblo, de corazón ardiente e indómito, de principios claros y consecuentes. ¡Cuánto más, si esa propaganda se realiza, pagada con fondos de procedencia extranjera, en el suelo de nuestra propia soberanía y en una coyuntura histórica tan hostil, hasta hace poco al menos, a España! De hecho, la propaganda protestante en España siempre ha manifestado un carácter anticatólico e hiriente para los sentimientos y tradiciones religiosas más entrañables del pueblo español, como su devoción a la Sagrada Eucaristía, a la Santísima Virgen, al Papa.

La defensa de la unidad católica en España responde a principios y aspiraciones religiosas mucho más hondas y permanentes que las razones y conveniencias de política nacional, temporal, al fin y al cabo.”

61. DISCURSO DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, JUSTIFICANDO EL CONCORDATO (Seminario de Orense, 23 de septiembre de 1953)

“No necesitábamos acuerdos ni conciertos para ser fieles al servicio de Dios. Así, desde el primer momento, nos enfrentamos con la restauración de los bienes religiosos destruidos, de las iglesias quemadas, de los establecimientos saqueados, de la mejora de nuestros seminarios. Y cuando tras los trámites de rigor llegamos al remate de una obra de catorce años, a la solemnidad de un Concordato con la Santa Sede, podemos decir que antes que nosotros firmáramos estos acuerdos, ya era la voluntad de España, interpretada por sus Gobiernos, el servir a Dios y a nuestra Madre la Iglesia con una lealtad y en una medida como pregonan los establecimientos y templos levantadas en España para responder al renacimiento de la fe y que hoy resultan chicos para recoger los miles de vocaciones que vienen a la Iglesia de Cristo.

Hemos recogido las duras enseñanzas de la Historia y buscamos las causas del siglo y medio en que España se fue descristianizando, lo que nos llevó irremisiblemente a enfrentarnos con todo lo que aquel mundo liberal representó con sus actos vandálicos de expulsión de órdenes religiosas, de saqueo y despojo de la Iglesia, para construir una España mejor, una España libre de aquellos errores, extirpando para siempre una política que dejaba en libertad la explotación del hombre por el hombre, que enfrentaba a los españoles entre sí, y dividiendo a España en derechas e izquierdas, acababa encasillando a la Iglesia en una de estas facciones, como si la Iglesia pudiera estar al servicio de una clase privilegiada y no fuese, como es, justicia y caridad, la única que durante siglos viene luchando por la hermandad entre los hombres.

Nuestra Cruzada de Liberación para la Patria fue Cruzada de Liberación de nuestra Santa Iglesia. Una vez más se demostró ser comunes nuestros enemigos. Así, los que durante un siglo trabajaban contra Dios, destruían, con nuestra fe, la unidad de los hombres y los cimientos sobre los que se levantaba la grandeza de nuestra nación. Libertad de la Iglesia como sociedad perfecta, no en un confusionismo de Iglesia y de Estado, sino en una razonable coordinación de la Iglesia y el Estado en servicio de la fe y en beneficio de la Patria, es el espíritu del Concordato que firmamos con Roma, que antes de firmarlo estaba presente en nuestros corazones y en los de todos los españoles.”

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62. MENSAJE DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, A LAS CORTES SOBRE EL CONCORDATO (26 de octubre de 1953)

“Al enviar a las Cortes del Reino, que deben ser oídas a este respecto, a su ratificación, el texto del Concordato concertado entre nuestra nación y la Santa Sede se adueña de mi espíritu la íntima satisfacción que espero compartáis de haber podido prestar a la nación y a Nuestra Santa madre la Iglesia el servicio más importante de nuestros tiempos, que por la trascendencia que tiene para la vida nacional, el amor que profesamos a la Sede Apostólica y a la persona del Vicario de Cristo, Su Santidad el Papa Pío XII, felizmente reinante, a cuyo nombre y por su plenipotenciario ha sido suscrito este Convenio, he considerado conveniente su texto a un mensaje personal que refleje el espíritu, principios e incluso pormenores que presidieron su concierto.

Lo justifica también la vasta y profunda resonancia que el Concordato ha tenido en todo el mundo católico, tanto por ser el primero de la nueva etapa que la segunda guerra mundial abre en la historia como por ser la obra de una nación que en toda la Cristiandad es tenida con justicia como nación católica por excelencia. No en vano es la religión católica la gran fuerza moral que ha formado el alma colectiva de nuestra nación, la que ha modelado nuestro modo de ser como pueblo y ha formado nuestra peculiar fisonomía espiritual...

La persecución de nuestra conciencia en lo religioso fue la que impregnando de espiritualidad nuestra Cruzada, dio al Alzamiento Nacional su sello restaurador en lo religioso, que acompañó a nuestro Movimiento desde su iniciación y que, sin duda, atrajo hacia nuestro bando la protección y benevolencia divinas tan trascendentes para la victoria.

Así lo interpretó la jerarquía eclesiástica que, profundamente convencida desde los primeros momentos, de la autenticidad católica de nuestro Alzamiento nacional, publicó aquella memorable pastoral colectiva que, si bien no consiguió modificar en lo exterior ciertas actitudes hostiles, adoptadas de mala fe, sí logró esclarecer los hechos y mostrar los fundamentos, las razones y la finalidad verdadera de la Cruzada, aclarando dudas y sosegando conciencias que, por falta de la debida información, creían de buena fe se trataba de un nuevo y discutible pronunciamiento militar al estilo de lose del siglo pasado. Aquella carta pastoral, obra del insigne cardenal Gomá, fue espontáneamente firmada por todos los obispos a la sazón en España, entre ellos el de Teruel, aquel insigne Padre Polanco, que, hecho después prisionero por los rojos, había de pagar con su preciosa vida la entereza en negarse a declarar, como se le proponía, que la había suscrito por coacción, y que con su martirio hizo el número doce de los obispos españoles asesinados por confesar su fe.

Campearon desde los primeros momentos en nuestro ideario como objetivos esenciales de la nueva política española, la derogación de la legislación sectaria de la República y la restauración en nuestras leyes del sentido católico tradicional español. Jalones de esta legislación fueron la derogación de las leyes del divorcio y del matrimonio civil, la anulación de la llamada ley de confesiones y congregaciones religiosas, máximos atentados perpetrados contra la Iglesia, y, a la vez. contra los derechos de la persona, la restauración de la Compañía de Jesús, primera y escogida víctima del sectarismo republicano, y el restablecimiento de la doctrina y la moral cristiana en todo el campo de la cultura, reintegrando la enseñanza de la religión en las escuelas primarias, colegios e institutos de segunda enseñanza, estableciéndola en las Universidades, al tiempo que se devolvía a las órdenes y congregaciones religiosas el legítimo margen de personalidad y de autonomía pedagógica. Los Gobiernos nacidos de la Cruzada no podían frustrar ese anhelo clamoroso del pueblo español; por esto dedicaron sus afanes, al par de la reconstrucción material de nuestro maltrecho solar, a la restauración de la unidad católica de la nación, base secular firme e insustituible de la unidad política de las tierras y de los hombres de España. Terminada la Cruzada, se restablece en su totalidad, y aun mejorando, en lo posible, el presupuesto de obligaciones eclesiásticas para dotaciones del clero y sostenimiento del culto, y se destinan, además, importantes cantidades para la reconstrucción de iglesias, monasterios, seminarios, catedrales, etc., atendiendo con la mayor solicitud y con la generosidad posible, las llamadas angustiosas de los prelados, especialmente en las diócesis más pobres y más dañadas por la guerra.

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En esta materia no caben reservas, mixtificaciones ni engaños. Si somos católicos, lo somos con todas sus obligaciones. Para las naciones católicas, las cuestiones de la fe pasan al primer plano de las obligaciones del Estado. La salvación o la perdición de las almas, el renacimiento o la decadencia de la fe, la expansión o reducción de la fe verdadera, son problemas capitales ante los que no puede ser indiferente. Por eso, el Concordato no podemos juzgarlo haciendo abstracción de nuestra fe con la mentalidad errónea de los estados laicos, o aquellos viejos conceptos liberales, de regateos entre potestades extrañas con aspectos de tregua o transacción entre enemigos. Si en el Concordato que hemos concertado servimos a los fines trascendentes de la Iglesia de Cristo, con él nos servimos a nosotros mismos y al bien espiritual de nuestras almas. Cuando de verdad existe un Estado católico, se comprende, señores procuradores, que pueda existir un régimen de perfectas relaciones de armonía entre Iglesia y Estado, sin pactos escritos que lo salvaguarden. Ese ha sido y no otro el régimen de colaboración casi ideal durante largos siglos de nuestra historia más gloriosa...

Justo es que sepa el país que, durante el quinquenio de la torpe conjura internacional contra nuestra Patria, la demora en comenzar la negociación de un Concordato, lejos de deberse a ningún género de supuestas resistencias por parte de la Santa Sede, debiose a nuestra propia decisión de no envolver a la Iglesia, a ningún precio, en nuestras propias dificultades exteriores. Por eso, sólo cuando, a fines de 1950, terminó en la Asamblea de las Naciones Unidas la farsa montada contra España, sólo entonces propusimos formalmente a la Santa Sede la elaboración de un acuerdo general que, coronando y afirmando la obra realizada, diera sistema y complemento a la legislación ya concordada, abriéndose seguidamente las negociaciones ahora tan felizmente rematadas.

En la forma como se ha desarrollado la génesis de este Concordato, veo la garantía de su larga y venturosa vida. Porque en él no se legisla abstractamente, ni tampoco según éste o el otro modelo de problemática adaptación a nuestro caso, se emplean, en concreto, fórmulas españolas y actuales. No se aventura ni ensaya nada del todo nuevo, se recoge y se da forma y sistema a lo que se está viviendo y cuyos buenos resultados ya se conocen. De tal manera los principios del derecho público cristiano están recogidos en los postulados del Movimiento Nacional y están encarnados en el pueblo español, que, como tuve ocasión de decir, hace pocas semanas, a los seminaristas de Orense, antes de que nosotros firmáramos este Concordato, ya tenia vida en el deseo y en la voluntad de los españoles...

Preparado, en ambiente de sosiego, durante un largo período de armonía, y con espíritu de plena sinceridad, estamos ante uno de los singulares casos de la Historia en que un Concordato no presenta el carácter de un armisticio, ni una competencia transaccional, ni de un estatuto de garantías mínimas. Nos hallamos ante un pacto que consagra una amistad firme y probada y que asegura una colaboración cordial en marcha. En esto radica la confianza que ponemos en su duración y en su eficacia...

La Iglesia y el Estado son dos sociedades completas y perfectas, cuyo elemento material, población y territorio, es el mismo, si bien difieran en razón del fin y de la autoridad; son como dos pirámides de idéntica base, de vértice y aristas distintos. No cabe, pues, en buena lógica, en una nación eminentemente católica, como la nuestra: un régimen de separación entre la Iglesia y el Estado, como propugnan los sistemas liberales. El que conviene a España es justamente aquella «unión sin confusión», que proclama la auténtica tesis católica.

En la Historia de España es imposible dividir a los dos poderes, eclesiástico y civil, porque ambos concurren siempre a cumplir el destino asignado por la Providencia a nuestro pueblo. He aquí una afirmación que se encuentra en todos los grandes pensadores españoles. Aunque no sea del caso citar sus textos, está en Nocedal, en Aparisi Guijarro y en Donoso Cortés; está en Balmes y en Menéndez Pelayo; en Vázquez de Mella y en Pradera; en Minguijón, en Maeztu. Está, en fin, en Onésimo Redondo y en José Antonio, quien consideraba—bien lo recordáis—el espíritu religioso, así entendido, «clave de los mejores arcos de nuestra Historia». Nuestro Concordato responde, pues, a convicciones profundas y tradicionales, como responde a. realidades históricas.

Por otra parte, no hemos firmado para obtener nada distinto al bien espiritual de la nación; los honores y prerrogativas que la Santa Sede nos dispensa son como un premio que proclama los singulares servicios realizados por el pueblo español en defensa de la Iglesia; son una ratificación expresa y solemne a la constante

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fidelidad y seculares esfuerzos llevados a cabo por los españoles, egregiamente superados con ocasión de nuestra Cruzada de Liberación. Favores y privilegios tan deferentes que hacen de España una de las naciones predilectas de la Iglesia, los agradecemos en cuanto valen como muestra de cariño y reconocimiento de buen servicio; pero huelga decir que aún sin ellos, lo mismo seguiríamos sirviendo a la causa de la Religión, porque los españoles de hoy, libres por fortuna, de cualesquiera concupiscencias regalistas, nos movemos por estímulos más elevados.

Si el Concordato puede ser calificado de «íntegro» por su fidelidad a los principios del Derecho Público Cristiano y a la tradición nacional calificado por el propio Padre Santo Pío XII, en la memorable ocasión del Congreso Eucarístico de Barcelona, «intenso, recio, profundo y apostólico», se le debe tener también como «completo», puesto que abarca todas las materias en que pudiera haber interferencias entre las potestades civil y eclesiástica y las aborda y resuelve con precisión y claridad. Presidiendo su articulado, se afirma, una vez más, la Religión Católica Apostólica Romana, como la única de la nación española y se la reconocen los derechos y prerrogativas que le corresponden de conformidad con la Ley divina y el Derecho canónico...

Estábamos obligados a ello por nuestra condición de católicos, ya que es deber de los gobernantes de un Estado compuesto por católicos mantener la religión en su pueblo y defenderla y profesarla públicamente; pero también nos llevaba a lo mismo los postulados de nuestro Movimiento, formulados en el artículo sexto del Fuero de los Españoles, texto legal que ha recibido el alto honor de ser incorporado al protocolo final del Concordato...

Recoge y sanciona el Concordato el acuerdo firmado por la Santa Sede y mi Gobierno, en 7 de junio de 1941, para presentación de arzobispos, obispos residenciales y coadjutores «con derecho de sucesión», derecho de presentación que descansa en concesiones hechas otrora por la Santa Sede a los monarcas, por su probada fe y en premio a los grandes servicios prestados a la Iglesia y que estimamos en todo su valor espiritual, como preciada joya de la fe de España que debemos conservar para nuestra nación...

El Estado recibe de la Iglesia una inmensa cooperación moral, y, a su vez, el Estado presta a la Iglesia el auxilio de los medios precisos para que, en el orden moral, se cumpla y se realice su misión sobre la tierra, sin que quepa hablar de exceso de largueza cuando se trata de satisfacer el deber primordial del hombre y de la sociedad de dar a Dios la gloria que le es debida, tanto más cuanto que el beneficio de esa acción religiosa, moralizante y educadora que realiza la Iglesia, así asistida, refluirá directamente en bien de la propia Patria española. Por otra parte, la vinculación orgánica que el Concordato establece entre la Iglesia y el Estado, se hace sin merma de la libertad e independencia de cada potestad para actuar en la esfera respectiva que les es propia.

Al terminar, señores procuradores, esta exposición de los puntos fundamentales del Concordato de cuya ratificación se trata, debemos recordar juntos que la felicidad y el bienestar de los pueblos no se asienta sólo en las riquezas materiales, ni aún en el progreso de las ciencias y de las artes, sino, muy principalmente, en la práctica de la virtud, pues la historia nos enseña, y ejemplos de ello tenernos ante los ojos que, cuando al progreso material no va acompañado del progreso moral, las sociedades caen desde la cima de la civilización a la sima de la barbarie...

En la histórica etapa que hoy se inicia con la solemne ratificación de este Convenio, la Iglesia va a. disfrutar en España, no sólo de toda la libertad que necesita para sus sagrados fines, sino también de la ayuda necesaria para su pleno desarrollo.”

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63. MONS PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO, DEFIENDE LA UNIDAD CATÓLICA DE ESPAÑA (31 de octubre de 1953)

“Creemos que el articulo primero del reciente concordato español (‘La Religión Católica, Apostólica, Romana sigue siendo la única de la Nación española y gozará de los derechos y de las prerrogativas que le corresponden en conformidad con la Ley Divina y el Derecho Canónico’) tiene no sólo un valor práctico para fijar la posición del Estado en España respecto de la religión, sino también un alto valor doctrinal para iluminar las controversias que, desgraciadamente, aun entre católicos y aun entre eclesiásticos, se han suscitado recientemente respecto de la unidad católica y la libertad de cultos. Están todavía en la memoria de todos, los reproches que en el año último dos revistas católicas norteamericanas lanzaron contra los prelados y teólogos españoles que para España defendían la tesis de la unidad católica.

Conservándose en España, por la misericordia divina, de hecho la unidad católica social, porque ella quedó indemne del protestantismo cuando éste dominó en tantos países de Europa, y siendo la totalidad moral de los ciudadanos españoles católicos que han recibido el bautismo, constituyen sus hogares por el matrimonio canónico y quieren recibir sepultura sagrada o eclesiástica después de la muerte, si la constitución política ha de responder al hecho social, en España el Estado debe ser y proclamarse católico, como lo hace en la ley de Sucesión a la Jefatura del Estado.”

64. MONS. JUAN HERVÁS, OBISPO DE MALLORCA, DEFIENDE LA CATOLICIDAD DE LA ENSEÑANZA BAJO EL CONCORDATO (31 de octubre de 1953)

“En el reciente Concordato entre la Santa Sede y España se recoge y perfecciona el espíritu netamente católico de decenas de disposiciones legales anteriores, particularmente de las últimas leyes docentes fundamentales que compendian la tradición auténtica de toda nuestra Historia.

Un Gobierno formado por hombres católicos, que representa a una nación católica en casi su totalidad, acepta y profesa el programa católico en el campo de la educación, ligándose por medio de un compromiso solemne con el Vicario de Jesucristo. Al hacer esto no tiene la conciencia de conceder graciosamente un favor que coloque a la Iglesia en una situación de privilegio, sino que seguro de la posesión de la verdad y reconociendo que Jesucristo fundó la Iglesia para salvación de los hombres y que la sociedad civil y el Estado están sujetos a Dios y a su ley natural y divina, admite con decisión la doctrina católica y la disciplina de la Iglesia compilada en el Código de Derecho Canónico, “en conformidad –dice el Concordato- con la Ley de Dios y la tradición católica de la nación española.

Comparando esta doctrina con las leyes vigentes de enseñanza primaria, secundaria y universitaria y todas las principales disposiciones docentes de tiempos pasados, quedaría probado, por una parte, que se acepta íntegramente la tesis católica, y, por otra, que lo concordado no viene a ser otra cosa que la línea religiosa vital de España en toda su Historia.”

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65. MONS. GARCÍA GOLDARAZ, ARZOBISPO DE VALLADOLID, SOBRE COLABORACIÓN ENTRE IGLESIA Y ESTADO (31 de octubre de 1953)

“Aceptado por el Estado español desde las primeras líneas del nuevo Concordato el principio-clave de las relaciones entre Iglesia y Estado, es decir, el carácter de sociedad perfecta de la Iglesia, todo el resto de las normas concordadas ha tenido que ser y ha sido una alta lección dada al mundo de armonía y de colaboración entre ambas potestades para el bien común de la Iglesia y el Estado. Y que este reconocimiento lo ha hecho España con absoluta sinceridad y espontaneidad lo demuestra el hecho de que ya el año 1938, cuando aún resonaba el estruendo de las armas de nuestra guerra de liberación, en el decreto por el que se restablecía la Compañía de Jesús, entre otros motivos se alegaba el siguiente: “Porque el Estado español reconoce y afirma la existencia de la Iglesia como sociedad perfecta en la plenitud de sus derechos.”

66. MONS. ANTONIUTTI, NUNCIO APOSTÓLICO, ELOGIA EL CONCORDATO Y NOTIFICA LA IMPOSICIÓN DE LA MÁS ALTA CONDECORACIÓN AL JEFE DE ESTADO (diciembre de 1953)

“Queridos hijos de España: Enviado por el Sumo Pontífice, gloriosamente reinante, como nuncio apostólico en esta noble nación, un doble panorama se abre ante mi espíritu: la visión de una España que en hora reciente de su historia milenaria sufrió y sangró por la dura prueba y por las angustias que afligieron a sus hijos, y la visión de una España que, madre de un continente a ella deudor de civilización, afirma con digna valentía e indómito coraje su postura tradicional ante el mundo.

Cuando, en nombre y por encargo del Padre Santo, me correspondió hace quince años, el insigne privilegio de cumplir en España una misión de paz y caridad, fui partícipe de las aflicciones del pueblo español en los momentos dolorosos de la prueba cruenta y testigo del martirio de esta Iglesia venerable, que sufrió penas indecibles. Al mismo tiempo pude comprobar el magnífico heroísmo que hizo víctimas inocentes de una de las más atroces persecuciones a obispos, sacerdotes, religiosos, incontables fieles, con una fidelidad digna de las épocas más gloriosas del cristianismo: ellos sacrificaron la vida antes que faltar a sus deberes para con Dios y la Patria. Tantos sacrificios no han quedado estériles. Ahora podemos admirar esta Iglesia espléndidamente consolidada en su catolicismo, “intenso, recio, profundo y apostólico”, según la expresión del mismo Papa.

Manifestación última y elocuente de este catolicismo es el Concordato que, como respuesta a convicciones profundas y reales tradiciones, el Excmo. Jefe del Estado, con iluminada visión, ha estipulado con la Santa Sede, para regular felizmente las relaciones entre la Iglesia y el Estado y favorecer las actividades religiosas, culturales y sociales de las diócesis con el fin de alcanzar los mayores frutos para el pueblo español, tradicionalmente unido a la cátedra de Pedro. Este histórico documento vino a coronar los esplendores del Congreso Eucarístico Internacional de Barcelona, en el cual España, con su insigne Jefe a la cabeza, demostró solemnemente ante los representantes de todos los pueblos su fe profunda y su religiosidad vibrante...

Como primer acto oficial de mi misión en España he tenido el honor de comunicar a S. E. el Jefe del Estado que, con ocasión de la reciente ratificación del Concordato, S. S. el Papa se ha complacido en concederle la más alta condecoración de la Santa Sede: la Suprema Orden de Cristo...

Con toda mi alma pido al Cielo que proteja y colme de beneficios divinos a la persona del Jefe del Estado, al Gobierno nacional, al Excmo. Episcopado, con el clero secular y regular y todo el amado pueblo español. ¡Dios bendiga a España!”

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67. BREVE PONTIFICIO DE S.S. PIO XII CONCEDIENDO LA ORDEN SUPREMA DE CRISTO AL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO (21 de diciembre de 1953)

“Papa Pío XII. A nuestro amado hijo Francisco Franco Bahamonde, Jefe del Estado Español. Salud y Bendición apostólica.

Recordamos con cuánta solemnidad y concurrencia de fieles celebrábase el año pasado en Barcelona el Congreso Eucarístico Internacional, al que nos consta que las autoridades civiles prestaron entusiasmo y colaboración. Además, con motivo del reciente Concordato entre esta Sede Apostólica y la nación española, nos hemos congratulado por la feliz terminación del mismo y por vuestra adhesión a la Cátedra de Pedro, puesta muy de manifiesto en la colaboración de tan importante acuerdo. De este modo, las necesarias relaciones que siempre existieron entre los Romanos Pontífices y la nación española han sido confirmadas para fruto y utilidad comunes.

Sabemos que éste es también vuestro sentir y el del católico pueblo español, a través de las cartas oficiosas que nos habéis remitido, y por las cuales os damos las más expresivas gracias. Por estas y otras razones, queriendo daros una muestra de nuestra benevolencia, por estas nuestras letras os elegimos, constituimos y nombramos caballero de la Milicia de Jesucristo y os admitimos en esta nuestra Orden Suprema de los citados caballeros.”

68. MONS. ARRIBA Y CASTRO, CARDENAL ARZOBISPO DE TARRAGONA, SOBRE LA ACTUALIDAD DEL MENSAJE DE SANTIAGO A ESPAÑA (marzo de 1954)

“Este es el mensaje que Santiago trajo a España hace veinte siglos. Y, más tarde, en plena Edad Media, fue su sepulcro el faro que iluminó a toda la cristiandad. Y las naciones todas peregrinaron entonces a Compostela. Guiadas ya no por la estrella de Jacob, como los Reyes Magos, sino por miríadas de estrellas que se llamaron el camino de Santiago.

El nos trajo además a la Reina del Cielo cuando aún vivía en carne mortal. Y si levanta por ahí la voz algún hipercrítico, preguntémosle si puede alguien negar, ni aún dudar, que Santiago y el Pilar fueron las dos columnas de la fe de España, ante cuyo infranqueable “non plus ultra”, en el sentido que hace al caso, tuvieron que detenerse todas las herejías. Por ello sigue siendo hoy España una nación católica. De ahí que en el reciente Concordato, rúbrica de nuestra Cruzada, se haya sentado como principio básico y fundamental el hecho indiscutible de nuestra unidad católica.

Mas no olvidemos que la retirada del enemigo no supone desistimiento, sino, en todo caso, cambio de táctica. Debemos, por tanto, estar alerta, no sea que sin darnos cuenta se vaya infiltrando en nuestras filas. Esforcémonos, pues, en mantener incólume la fe de nuestros mayores, el tesoro que nos legó Santiago.”

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69. ELOGIO AL ‘MES DE MAYO’ EN LAS ESCUELAS (Ecclesia, 8 de mayo de 1954)

“Un decreto del Ministerio de Educación Nacional versa sobre el mes de mayo escolar durante el presente Año Mariano. Los motivos que lo inspiran y el bien que podrá producir son acreedores a un elogioso comentario.

La restauración del clásico saludo “Ave María Purísima”, tan bello, tan español y tan castizo; el rezo infantil del santo rosario en las tardes de primavera ante la imagen escolar de la Virgen; la adopción espiritual de los niños españoles de sus pequeños hermanos de países dominados por el comunismo; la inclusión en los programas docentes de un temario especialmente mariano, y el fomento de actos literarios y recreativos en honor de Nuestra Señora, todo contribuirá a dar a nuestras escuelas un ambiente de exquisita devoción y ejemplaridad durante el más bello de los meses.

Bien venidas sean cuantas disposiciones tiendan a conservar y renovar el carácter cristiano de nuestro pueblo.”

70. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO, DEFIENDE LA COOPERACIÓN ENTRE LA IGLESIA Y EL ESTADO (8 de mayo de 1954)

“Algunos no entienden esta cooperación entre la Iglesia y el Estado, como no entienden que un Estado civil, en el cual se da la unidad social de la religión católica, proclame la unidad católica. Esta es, sin embargo, la doctrina de la Iglesia, que debe aplicarse donde la unidad social católica la hace posible y aun la exige. La raíz de esta incomprensión está en el laicismo, que en los tiempos modernos se infiltra aún en la mente de algunos católicos.

La cooperación entre un Estado civil católico y la Iglesia, la unidad católica proclamada por el primero, no equivalen nunca, no han de equivaler, a confusión. La doctrina católica reconoce a ambos como sociedades perfectas independientes dentro de su respectiva órbita. Reconoce la Iglesia siempre al Estado civil su independencia y su autoridad en lo meramente temporal: no se infeuda con ningún régimen, aunque trate cordialmente con él, así como a él deja la gloria por sus aciertos y sus triunfos, tampoco se hace solidaria de sus desaciertos si alguna vez en ellos incurriera en lo meramente político y temporal”

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71. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO, EN LA CONCESIÓN AL JEFE DEL ESTADO, DEL DOCTORADO ‘HONORIS CAUSA’ DE LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA (mayo de 1954)

“Excelencia: En nombre del Consejo de Obispos de esta Universidad Eclesiástica Salmanticense no puedo menos de dirigiros unas palabras de congratulación por haberla honrado aceptando el título de doctor ‘honoris causa’ en Derecho canónico, que previo el ‘nihil obstat’ de la Santa Sede, acaba de conferírseos. El gran canciller de la misma, Excmo. Señor obispo de Salamanca, ha expuesto las razones de esta concesión. A mí me toca insistir tan sólo en la que más os liga a la restauración de las facultades eclesiásticas de la gloriosísima Universidad de Salamanca.

Esta mañana recordabais en la Universidad literaria cuán funesto había sido el siglo XIX para España. Han olvidado, en efecto, demasiado las generaciones presentes que el siglo XIX fue el siglo de la destrucción de los grandes valores hispánicos. En la Historia de España van juntas siempre las glorias de la Iglesia y las glorias de la Patria. Siglo de oro se ha llamado al siglo XVI. Recobrada la unidad por los Reyes Católicos, fue el siglo de mayor esplendor, de paz interna, de ensanchamiento de los límites de España, bajo cuyos dominios no se ponía el sol, de llevar la fe y la civilización a todo un continente, con veinte naciones, de las cuales tenemos aquí ilustres representantes; las armas españolas triunfaban en Europa y en memoria de una de estas grandes victorias se erigía el monasterio de El Escorial; los teólogos españoles descollaban en Trento, la Universidad de Salamanca brillaba por su universalidad al lado de las de París y Bolonia, pero sin las desviaciones doctrinales de la primera, que a veces hacían sufrir a los Papas, mientras era tal la pureza de doctrina de la Universidad de Salamanca, que en ella, por no reputarse necesario, no se exigía la profesión de fe a sus profesores.

Mas la Universidad de Salamanca fue una de las víctimas del furor destructor del siglo XIX... En 1931, cuando España estaba sujeta al régimen de una República laicista y perseguidora de la iglesia, carecía de medios para ajustarse a las nuevas orientaciones de las Universidades Pontificias. Fue imposible mientras duró aquel nefasto régimen, que aun al seminario había despojado de su principal base económica. Mas el año de la victoria de nuestra Cruzada y guerra de liberación, en 1940, vos y el entonces vuestro ministro de Educación Nacional contribuisteis con vuestro apoyo a hacer posible la restauración de las antiguas facultades de Teología y Derecho canónico, y tomando como ideal y modelo no los seminarios centrales y superiores metropolitanos de los últimos decenios, sino la antigua gloriosa Universidad de Estudios Salmanticenses, como la calificó ya Alfonso X el Sabio en su carta escrita desde Toledo el 8 de mayo de 1254, séptimo centenario que hoy celebramos.

Es en el decimocuarto año de la restauración de estas gloriosas facultades, cuando ya están consolidadas y florecientes, cuando acaban de celebrar una Semana Internacional de Estudios Eclesiásticos, cuando resulta de justicia y gratitud declararos a vos por vuestro apoyo Doctor ‘honoris causa’ de la Pontificia Universidad de Salamanca.”

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72. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO, ANTE LA INCOMPRENSIÓN DEL CATOLICISMO ESPAÑOL POR LA NUEVA TEOLOGÍA (29 de junio de 1954)

“Cierto que España es un país excepcional. No hace un año que España firmó con la Santa Sede un Concordato también excepcional. Aún más: podemos decir que España es incomprendida. Algunas voces de católicos, de quienes lo más suave que podemos decir es que están desorientados, manifiestan que han caducado ya las condenaciones del Syllabus, las encíclicas de León XIII y las condenaciones del santo Pío X en su encíclica ‘Pascendi’. Son estos mismos que nos motejan de intransigencia porque pretenden que con nuestra bandera de unidad católica causamos daño a los católicos de otros países que han de luchar bajo otra bandera.

España fue la primera nación que venció al comunismo con la sangre de muchos millares de españoles. También con la sangre de muchos militantes de la Acción Católica. Sólo los jóvenes dieron siete mil mártires, y dieron también muchos todas las ramas de Acción Católica; los maestros tuvieron sus mártires; los tuvieron los obreros. Por eso en patriotismo, que es también un mandamiento de la Ley de Dios, porque es el amor a la Patria como a madre, la Acción Católica no cede a nadie.

Pero mirad: tal vez lo que para muchos en el extranjero es a veces motivo de escándalo, para muchos tampoco en España es suficientemente comprendido. Me refiero a la teoría de las relaciones entre la Iglesia y el Estado.

No puede exigirse a la jerarquía ni al episcopado en ninguna nación la responsabilidad de las leyes civiles, como tampoco al Estado la responsabilidad en las leyes eclesiásticas. En cambio, sí debe haber cooperación mutua y debe haber también el reconocimiento de la Iglesia por parte de la autoridad civil si se trata de un Estado católico, como por dicha lo es el nuestro, porque el Estado católico debe también culto y reverencia a Dios, y de ahí la tesis de la unidad católica donde pueda y deba practicarse, donde haya verdadera unidad social religiosa.”

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73. OFRENDA DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, AL APÓSTOL SANTIAGO (Santiago de Compostela, 25 de julio de 1954)

“Glorioso Apóstol Santiago: Una vez más vengo a postrarme ante vuestro sepulcro para renovar la promesa de fe de nuestra Patria y proclamar vuestro patronazgo...

Nuestra Cruzada ha sido pródiga en hechos que pudiéramos calificar de portentosos: aquel dominio del mar mantenido durante tres años sin barcos ni medios materiales, sólo por la fe, la decisión y la ayuda de Dios.Aquella importantísima captura en una amanecida de los primeros meses de la guerra, cuando en los frentes escaseaban las armas y la diferencia de medios se hacia sentir más, de un barco de 8.000 toneladas cargado de material de guerra destinado a nuestros adversarios y que contenía todo cuanto nuestros ejércitos necesitaban para completar su armamento, que en forma lindante con lo milagroso llegara a nuestras manos y se privaba de él a nuestros adversarios. Y el detenerse las invasiones rojas y las explosiones de sus bombas en los dos grandes templos marianos del Pilar y Guadalupe, que como proa inexpugnable de nuestro frente resistieron durante más de dos años el ataque de nuestros adversarios.

Coincidencia singular ha sido también el que la mayoría de las grandes batallas se resolviesen, sin cálculo ni previsión posible, después de varios días de combate, en las fiestas de las grandes solemnidades de la Iglesia, y ante las que ocupa especial lugar el de la enconada batalla de Brunete que, después de prolongados días de durísima lucha, se resolvió en una luminosa mañana cuando las campanas de nuestros templos pregonaban la festividad del Apóstol Santiago, uniendo una vez más su intervención a nuestra victoria.

No debe extrañarnos, por otra parte, que así sucediese, pues nuestra guerra tuvo caracteres de Cruzada. Así la calificó nuestro Pontífice y así lo proclaman la pléyade de millares de mártires muertos por la Fe, sin una sola apostasía. Nos habéis ayudado en la guerra, nos seguís protegiendo en la paz y, sin duda, habréis de ampararnos hasta el fin de los siglos, mientras España persevere en la fe y en la ley de Jesucristo.

Mas el mundo es camino y la vida lucha. Por ello no podemos dormirnos en los laureles y descuidar la tarea de nuestra perfección. Cuando dirigimos nuestra mirada al mundo, tenemos que preguntarnos: ¿Qué fue de aquel espíritu de la Europa católica, cuando las peregrinaciones de fieles venían desde lejanas tierras, pasando privaciones sin cuenta y penalidades infinitas, para postrarse ante vuestro sepulcro e implorar vuestra protección? ¿Dónde están aquellas riadas humanas que llenaban nuestros caminos y desafiaban a la muerte en el servicio de la fe? Al contemplar en su verdadera dimensión la ola materialista que al mundo sumerge, la propagación sistemática del error y observamos el vicio y la corrupción invadiendo de arriba abajo todos los escalones de la sociedad moderna, cuando la soberbia desafía la ley divina y la crueldad caracterizan las relaciones entre los hombres, la apostasía se extiende a tantas naciones ayer católicas y comprobamos el espíritu demoníaco que caracteriza de Oriente al Occidente las persecuciones religiosas, presentimos que se aproximan días de prueba y de castigo y sentimos al temor de la justicia de Dios por grande e infinita que sea su misericordia.

La proximidad de la tormenta la acusan el dolor renovado de nuestras Vírgenes, los portentosos milagros de sus lágrimas, los avisos providenciales. Por ello acudimos a Vos, nuestro Patrón y protector, para que, llegado ese trance, luchéis de nuevo a nuestro lado y descarguéis el fuego de vuestro ímpetu contra nuestros comunes enemigos. Que una vez más amparéis a España y seáis nuestro valedor para el fortalecimiento de nuestra fe, para que seamos dignos de la benevolencia divina. Y que esta protección alcance a los hijos de nuestra hermana peninsular, la noble nación portuguesa, que con nosotros escuchó vuestra palabra, y a la fe en vuestro patronazgo, en los que a Dios pedimos siga floreciendo la flor del Evangelio. Y una protección especial os pedimos para nuestro providencial Pontífice, para los príncipes y prelados y para los pastores todos de nuestra Santa Iglesia. En tus manos. Santísimo Patrón, confío la protección y el destino de nuestra Patria.”

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74. MONS. QUIROGA PALACIOS, CARDENAL ARZOBISPO DE SANTIAGO, CONTESTA A LA INVOCACIÓN DEL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO (25 de julio de 1954)

“Excelencia: En vuestra invocación, el Apóstol Santiago no ha podido menos de reconocer la voz y el espíritu de España. La España que él recorrió un día con amor, anunciando la buena nueva de la Redención de Cristo, y a la que quiso legar como testimonio de su predicación y garantía de su perpetua ayuda, el tesoro de sus sagrados restos...

Cuando en una nación, como sucede afortunadamente en España, se da unanimidad moral en la profesión de la religión verdadera, es lógica y obligada no solamente la confesionalidad del Estado, sino que debe conservarse como un tesoro preciadísimo la unidad católica y fomentarse con el mayor interés una justa y santa colaboración entre ambas potestades.

Esto ha hecho el Estado español, que, conservando su natural y justísima autonomía en las cosas meramente temporales y políticas, deja libre a la Iglesia en las que son de su competencia, procurando en las materias mixtas una cordial inteligencia y acuerdo, que venturosamente se concretó en los diversos convenios que precedieron al Concordato recientemente firmado, que ha merecido las más grandes alabanzas y ha sido propuesto como modelo de esta clase de convenciones.

Como prelado de la Santa Iglesia yo os felicito, Excelencia, por haber sido elegido por Dios para reafirmar nuestra unidad católica y para asentar en España este sistema de relaciones entre la Iglesia y el Estado, en las cuales, y pese a las erróneas interpretaciones de los deficientemente informados y de los hombres de mala voluntad y de intención torcida, se está tan lejos de una supeditación del Estado con relación a la Iglesia –que ella no quiere ni podrá aceptar en asuntos que no le competen y que el Estado no consentiría jamás- como de una servidumbre o enfeudamiento de la iglesia con relación al Estado, que éste no pretende en manera alguna y que aquélla rechazaría en todo caso hasta el martirio y hasta la muerte.

Bien decíais, Excelencia, que, sin embargo, no está todo hecho en España, y que es necesario que tratemos de perfeccionarnos cada día.

Y para vos, Excelencia, hago yo una súplica especial para que el Apóstol Santiago, en cuyas manos habéis confiado la protección y el destino de la Patria, os asista en todo momento y os ayude a forjar la España grande y justa a cuyo servicio habéis ofrendado vuestra vida.”

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75. EL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, CONSAGRA ESPAÑA AL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA (Año Santo Mariano, Zaragoza, 12 de octubre de 1954)

“Augusta Madre de Dios y Madre compasiva de los hombres: en este solar de Zaragoza, regado con sangre de mártires y junto al sagrado Pilar, prenda de vuestra predilección y símbolo de la fe inquebrantable de vuestro pueblo, venimos a cumplir un deber de amor y gratitud.

¡Oh, Señora! nos enseña la divina revelación que vuestro Hijo y Señor Nuestro, porque nos amó, se entregó a la muerte por salvamos, y pues el corazón es el símbolo y cifra del amor, adoramos el Divino Corazón de Jesús, y a Él ha sido solemne y oficialmente consagrada nuestra Nación.

Y vuestro Corazón Inmaculado es también la cifra de vuestro amor a Dios Redentor, de quien sois Madre, y a todos los hombres, de quienes lo sois en espíritu, como Corredentora y Abogada nuestra.

El Romano Pontífice, Vicario de Cristo en la tierra, nuestro supremo Padre y Maestro, secundando inspiraciones y llamadas del Cielo, ha consagrado a vuestro Corazón el mundo entero. Los obispos de España, siguiendo, como siempre, al de Roma, han consagrado igualmente sus diócesis, y porque la vida oficial de una nación católica debe reflejar la vida religiosa de sus ciudadanos y dar culto a Dios según las enseñanzas de la Iglesia, el Estado español acude hoy ante vuestro altar para consagrar oficialmente toda la Patria a vuestro Corazón purísimo, poniéndola al abrigo de vuestro maternal amor.

Ninguna ocasión mejor que la celebración de este Año Mariano que nos recuerda la gloriosa gesta de nuestro pueblo, paladín inigualado del dogma de vuestra Concepción Inmaculada.

Nos impulsa, Señora, un deber de gratitud: vuestras sonrisas iluminaron los caminos gloriosos de nuestra historia y nos protegieron vuestras bendiciones. Aquí vinisteis a dar alientos a nuestro Padre en la fe, Santiago; disteis después temple heroico a nuestros mayores para luchar durante siglos contra los infieles hasta lograr la unidad religiosa y política de nuestra Patria; vuestra intercesión nos obtuvo la victoria cuantas veces hubimos de enfrentarnos con injustas invasiones, y últimamente ante el mortal peligro de los sin Dios. Regalo de predilección de vuestro divino Hijo, y Vuestra, fue la elección de España para llevar la fe y la civilización a veinte naciones de América, y así Vos ayudasteis incluso con milagrosas apariciones a nuestros misioneros y soldados para que los indígenas fraternizaran con nosotros. ¿Quién podrá enumerar los incontables beneficios que a vuestra protección debemos?

Así, pues, Madre y Señora nuestra, henchidos de gratitud y amor, con humildad por nuestras deficiencias y conscientes de los derechos que como Madre de Dios y Corredentora y Abogada nuestra tenéis sobre nosotros: reafirmando nuestra fe católica, apostólica y romana y la adhesión filial al Vicario de Cristo; renovando los propósitos de vida íntegramente cristiana como individuos y como nación, y recomendándoos con especial ahínco las veinte naciones del mundo hispánico que llevamos todos en el pensamiento y en lo más intimo del pecho, en nombre de los 29 millones de españoles que se asocian a este acto, de manera solemne, oficial e irrevocable consagramos España a Vuestro Corazón Inmaculado. Miradla como cosa y posesión vuestra, amparadla y defendedla, sed nuestro seguro camino hacia Dios; sed nuestra Mediadora y Abogada, obtenednos de Dios el perdón de nuestros pecados, la fidelidad a la ley cristiana y la perseverancia en el bien. Bendecid nuestros campos y nuestras empresas para que nuestro pueblo sirva con corazón dilatado y libre de angustias, pues sois Madre de todos; dadnos la fraternidad de los unos para con los otros y amor cristiano para con todas las naciones y todos los humanos.

Haced que con el maternal reinado de vuestro Corazón venga a nosotros el reino de Jesucristo, vuestro Hijo, que es reino de justicia y santidad, reino de paz, de amor y de gracia. Así sea.”

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76. S. S. PÍO XII AL CONGRESO NACIONAL MARIANO EN LA CONSAGRACIÓN DE ESPAÑA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA (12 de octubre de 1954)

“Nos creemos que hoy más que nunca, precisamente porque las nubes cargan sobre el horizonte, precisamente porque en algunos momentos se diría que las tinieblas van borrando aún más los caminos, precisamente porque la audacia de los ministros del averno parece que aumenta más y más; precisamente por eso, creemos que la humanidad entera debe correr a este puerto de salvación, que Nos le hemos indicado como finalidad principal de este Año Mariano, debe refugiarse en esta fortaleza, debe confiar en este Corazón dulcísimo que, para salvarnos, pide solamente oración y penitencia, pide solamente correspondencia.

Prometédsela vosotros, hijos amadísimos de toda España; prometedle vivir una vida de piedad cada día más intensa; más profunda y más sincera; prometedle velar por la pureza de las costumbres, que fueron siempre honor de vuestra gente; prometedle no abrir jamás vuestras puertas a ideas y a principios que, por triste experiencia, bien sabéis a dónde conducen; prometedle no permitir que se resquebraje la solidez de vuestro alcázar familiar, puntal fundamental de toda sociedad; prometedle reprimir el deseo de gozos inmoderados, la codicia de los bienes de este mundo, ponzoña capaz de destruir el organismo más robusto y mejor constituido; prometedle amar a vuestros hermanos, a todos vuestros hermanos, pero principalmente al humilde y al menesteroso, tantas veces ofendido por la ostentación del lujo y del placer! Y Ella entonces seguirá siempre siendo vuestra especial protectora.

Ante vuestro trono, pues, oh María Santísima del Pilar -diremos, parafraseando las palabras por Nos mismo pronunciadas en ocasión solemnísima- Nos, como Padre común de la familia cristiana, como vicario de Aquel a quien fue dado todo poder en el cielo y en la tierra, a Vos, a vuestro Corazón Inmaculado confiamos, entregamos y consagramos no sólo toda esa inmensa multitud ahí presente, sino también toda la nación española, para que vuestro amor y patrocinio acelere la hora del triunfo de todo el mundo del Reino de Dios y todas las generaciones humanas, pacificadas entre sí y con Dios, os proclamen bienaventurada, entonando con Vos, de un polo al otro de la tierra, el eterno Magnificat de gloria, amor y gratitud al Corazón de Jesús, único refugio donde pueden hallarse la Verdad, la Vida y la Paz.

Que la bendición del cielo, de la que quiere ser prenda la bendición apostólica, descienda sobre todos vosotros: sobre nuestro dignísimo cardenal legado; sobre el jefe del Estado; sobre todos nuestros hermanos en el Episcopado ahí presentes; sobre todas las autoridades; sobre el clero, religiosos y fieles que están en estos momentos oyéndonos y sobre toda la nación española, a la que continuamente deseamos toda clase de bienes y de prosperidades.”

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77. MONS. BARBADO VIEJO, OBISPO DE SALAMANCA, SOBRE LA DEFENSA DE LA MORAL POR LA AUTORIDAD POLÍTICA (diciembre de 1954)

“El Papa hace alusión a las consecuencias que en el orden social tiene esta disolución moral que hoy impera. Por lo cual atañe también su remedio, dice el Papa a los gobernantes y autoridades civiles, una de cuyas preocupaciones debe ser velar por que no se debiliten las fuerzas corporales ni los fundamentos de la virtud. Y el Generalísimo Franco, en discurso a las Cortes Españolas (17 de marzo de 1943), afirmaba: Queremos libertad, pero con orden, y consideramos delictuoso cuanto vaya contra Dios o la moral cristiana.

Unidas las autoridades de la Iglesia: el Papa, los obispos, los párrocos y las organizaciones de Acción Católica, con las del Estado: Gobierno de la nación, de las provincias, de los municipios y el Frente de Juventudes, podremos formar el frente o muralla de contención de esta avalancha de inmoralidad que todo lo invade. Son sanos, en general, los principios de régimen de las autoridades superiores de España. ¡Ojala pudiéramos decir lo mismo siempre de su ejecución en todos los pueblos de la diócesis!

El Caudillo Franco dijo en la concentración del Frente de Juventudes de Barcelona: Somos católicos y queremos serlo con todas las consecuencias. No de otra manera podrá llenarse de contenido la bella expresión de que el hombre es portador de valores eternos. La unidad de España debe empezar por la espiritual y de ideales. Sólo entonces, acabadas las divisiones, se podrá esperar su grandeza y libertad.”

78. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, APOYA AL MINISTRO DE INFORMACIÓN (enero de 1955)

“Con el título Doctrina española de la información ha pronunciado en Barcelona el señor ministro del ramo un importante discurso sobre la naturaleza, derechos y obligaciones de la prensa diaria.

La Iglesia no puede callar en este punto. Por la materia en sí. Se discute uno de los derechos individuales, anteriores al Estado, concedidos por la naturaleza. La prensa es instrumento de difusión de la doctrina de la Iglesia, de educación popular y de defensa de sus derechos ante la opinión pública y los Gobiernos. No puede, en fin, callar la Iglesia, porque en el discurso, muy pensado, del señor ministro, no lego en doctrinas fundamentales, se consigna que el régimen actual de Prensa y las ideas por él vertidas se ajustan con fidelidad al pensamiento pontificio...

Y no es este el caso. Ni todas las ideas del discurso, ni el régimen actual de prensa se acomodan al ideal ofrecido, defendido y querido por la iglesia en esta materia... No se vea en estas palabras censura a la realidad existente en España... No es poco mantener limpia y recta la intención de acercarse al dechado propuesto, aunque no se logre alcanzarlo. Y este sincero propósito nadie se lo negará al señor ministro. Al cual con valor aplaudimos...

Porque en punto a Prensa, España tiene una tradición incivil y bochornosa. Al amparo de una licencia sin límites un sector de la Prensa nacional, durante más de un siglo realizó día por día una tarea demoledora y perversa. Engañó a mansalva a nuestro sencillo pueblo y envenenó diabólicamente su corazón después de haber debilitado su conciencia cristiana.

Y sin llegar a esos extremos, y aun condenando tales crímenes, un sector grande de la opinión conservadora, sostenida por católicos mal formados, amparó y defendió un concepto liberal de la Prensa reprobado solemne y enérgicamente por los Romanos Pontífices. Y esa opinión perdura en zonas de excelentes ciudadanos, no curados por completo de errores liberales. Dificilísima es la tarea que con tanta decisión acomete el señor ministro de Información. Todos debemos sentirnos colaboradores suyos, más prontos a la crítica benévola que a la censura amarga y desleal.”

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79. MONS. TABERA ARAOZ, OBISPO DE ALBACETE, DEFIENDE EL PAPEL DEL SACERDOTE EN LA ESCUELA (enero de 1955)

“Nuestra responsabilidad sube de punto si consideramos la libertad y facilidad con que cuenta hoy la Iglesia en nuestra Patria para realizar esta labor no sólo dentro del ámbito de la Iglesia, sino en las mismas escuelas donde los abnegados, ejemplares y cristianísimos maestros se esfuerzan, sin descanso, por que su enseñanza del catecismo sea cada día más racional y más eficaz en la vida de sus alumnos. En esas escuelas nacionales, el párroco tiene entrada libre para coadyuvar con su presencia la labor del profesor. Creemos gravísima obligación la de que los párrocos visiten las escuelas todas las semanas, para realizar en ellas esa función tan sagrada de partir a los pequeñuelos el pan de la verdad evangélica”.

80. PASTORAL DE LOS METROPOLITANOS ESPAÑOLES SOBRE LOGROS DE LA IGLESIA ESPAÑOLA CONTRA LAS CRÍTICAS DE LA NUEVA TEOLOGÍA (19 de marzo de 1955)

“Escritores extranjeros, y los españoles que repiten el eco, han buscado un refugio a la doctrina pontificia, renovando los gastados epitafios de la época liberal. Nos apellidan intransigentes, desorientados, herméticos al progreso... Admitirán quizá lo de obispos, no lo que tenemos de españoles; se avendrían con el catolicismo, pero les da en rostro lo que llaman el catolicismo español. Se ha difundido bastante este sofisma, y nos creemos en la obligación de examinarlo y de mostrar su inconsistencia, no por lo que atañe a nuestras modestas personas, sino por defender el Magisterio de la Iglesia.

Cuando la Iglesia de España envía miles de misioneros, que llevan la luz de la fe y el nombre mil veces amado de la Patria a las regiones más lejanas, ¿cómo se la puede juzgar por trasnochada y estéril? Cuando tantas instituciones religiosas o simplemente católicas sostienen con sus medios y con su consagración personal un número tan grande de casas para enfermos, ancianos y niños, ¿quién explicará esta caridad ardiente por la cerrazón y el hermetismo?

Nuestras universidades y facultades sostienen muy alta la bandera de la ciencia sagrada, según lo han reconocido eminentes pensadores europeos. Cuentan con modestas subvenciones y escasos recursos; y, a pesar de esto, sus bibliotecas aumentan, reciben centenares de revistas científicas; una de ellas, por poner algún ejemplo, 630; otra, 422; publican colecciones de alta investigación científica y revistas muy acreditadas en España y en el extranjero; envían delegados a congresos internacionales... Añadamos a esto la reunión anual de Semanas de Investigación y Estudio de Ciencias Eclesiásticas; la magna colección de la Biblioteca de Autores Cristianos; los tomos de Estudios Marianos, no inferiores en ciencia mariológica a los más celebrados de otros países. Todo esto ¿merecerá olvidarse o catalogarse entre la cultura vulgar y anacrónica? ¿Le cuadra a este movimiento cultural el calificativo de intransigente? ... en el orden intelectual, la abdicación de los principios se llama apostasía.”

81. MONS. GARCÍA DE SIERRA, OBISPO DE BARBASTRO, ENCOMIA A LOS SACERDOTES MÁRTIRES DE LA DIÓCESIS (mayo de 1955)

“El 85 por 100 de los sacerdotes de la diócesis (vosotros, amados hijos, sois testigos) han dado su vida, entre crueles martirios, por su fe, por la salvación de vuestras almas y por la de vuestros hijos. Ni uno siquiera ha dado un paso atrás cuando le han pedido la vida. Su sacrificio cruento, como el de Jesús, es aún hoy el perfume de vuestros templos y la rúbrica de su amor por vosotros. Los párrocos de esta amada diócesis han añadido, a la austeridad emocionante, al espíritu de abnegación y de entrega, que deja, al parecer, de ser heroico, porque es universal y cotidiano, la oblación de su vida.”

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82. MONS. ENRIQUE Y TARANCÓN, OBISPO DE SOLSONA, CONCEDE LEGITIMIDAD AL RÉGIMEN DE UNIDAD SINDICAL ESPAÑOL (octubre de 1955)

“En un régimen de sindicación única –de unidad sindical, tal como la tenemos ahora en España- conviene también precisar las obligaciones que tiene el obrero con respecto al único sindicato.

La licitud moral del régimen de unidad sindical no creo que pueda ponerse en duda en el terreno de los principios siempre, claro está, que el sindicato único acepte la doctrina cristiana y se rija por normas de su moral.

De hecho, tenemos en España régimen de unidad sindical. Lo que interesa es estudiar ese régimen a la luz de la moral para que con él se pueda conseguir el fin que se pretende con las organizaciones profesionales y puede contribuir al bien común de la sociedad.

El Estado tiene la obligación de demostrar prácticamente la buena voluntad que le ha guiado al establecer la unidad sindical, procurando dar al sindicato un margen de autonomía y de autoridad suficientes para que los intereses de los que están en él representados se vean defendidos eficazmente.

El obrero, por su parte, tiene el deber de incorporarse activa y lealmente al sindicato. El obrero tiene el deber de aceptar las leyes del Estado que establecen la unidad sindical. Es el Estado el que lleva las riendas de la sociedad civil y el que debe juzgar las circunstancias para apreciar qué régimen de organización sindical es más apto en unos momentos determinados para conseguir el bien común.”

83. LOS ARZOBISPOS ESPAÑOLES ALERTAN SOBRE RECIENTES DESVIACIONES DOCTRINALES EN LA INTELECTUALIDAD CATÓLICA ESPAÑOLA (1 de abril de 1956) “La Conferencia de los Metropolitanos españoles en sus reuniones se ocupa de los problemas religioso-morales que en cada momento presenta la actualidad en nuestra Patria. Por ello, en su última reunión hubo de fijar su atención en las peligrosas desviaciones del criterio ortodoxo católico que, en el orden intelectual, se han manifestado en estos últimos tiempos en España.

Los Metropolitanos españoles nos creemos en el deber de dirigir un cálido llamamiento a los intelectuales españoles, para que sean fieles a su última misión de conductores espirituales de un pueblo de tan alta espiritualidad como el hispánico... Que la cultura hispánica.... acepte la verdad y aun las partículas de verdad donde quiera se hallen, pero no se deje fascinar por irenismos, como los que condena S. S. Pío XII en su encíclica ‘Humani generis’ de querer conciliar doctrinas antagónicas y contradictorias...

Es un honor de nuestra España que en ella no hayan florecido escuelas heterodoxas, como lo demostró el gran historiador de la cultura española Menéndez Pelayo, cuyo centenario estamos este año celebrando. En él tienen un gran maestro y modelo los intelectuales españoles.”

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84. MONS. MORCILLO, OBISPO CONSILIARIO DE ACCIÓN CATÓLICA, ANTE ATAQUES SECTARIOS A NUESTRA UNIDAD CATÓLICA DESDE EL EXTRANJERO (5 de mayo de 1956) “Parece oportuno en estos momentos orientar el criterio de los socios de la Acción Católica, acerca de la errónea propaganda con que algunos católicos suizos combaten la actitud defensiva de nuestra nación, ante las tenaces ofensivas que desatan periódicamente las sectas internacionales contra la unidad católica de España. Con ocasión de uno de los más recientes ataques de los protestantes contra la llamada intolerancia religiosa de los españoles, hemos visto con dolor a correligionarios nuestros de Suiza apoyando esa injusta campaña, habiéndose unido en ella católicos con protestantes. Hemos visto también más tarde que un respetable diario católico suizo dice que ha elevado por su parte, en el mismo sentido, “una nueva y enérgica protesta católica”. Ignoran, por de pronto, esos católicos suizos, que no tenemos en España para los protestantes las leyes de excepción que ellos padecen en Suiza, de parte de sus aliados los protestantes, cuyas exigencias para con los protestantes de España tanto les preocupan.

España, gracias a Dios, ha sabido mantener, desde el siglo I hasta el siglo XX, la unidad de la Iglesia fundada aquí por Santiago el Mayor, regada luego por San Pablo y confirmada por San Pedro, que envió a ella a sus siete primeros obispos conocidos. Esperamos en Dios que nos dará fortaleza para resistir los embates actuales de las sectas contra ese baluarte católico.

España ha sabido resistir, hace poco, como nadie, al comunismo agresor. España ha sabido hacer frente con valor a la conjura de casi todas las naciones que le impusieron un inicuo bloqueo mundial, para complacer al resentido déspota Stalin, cuyos satélites y paniaguados fueron derrotados en nuestra Patria. La que ha hecho lo más, contra la acción conjunta de tantas naciones, hará lo menos contra el griterío de sectarios parapetados en trincheras de papel.

Es verdad que los disidentes que merodean en torno a la fortaleza de nuestra unidad son audaces y cuentan con mucho dinero. Según los informes y estadísticas de la oficina especializada ‘Fe Católica’, los disidentes de España están respaldados económicamente por veinticinco sociedades extranjeras...”

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85. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, AFIRMA QUE MENÉNDEZ PELAYO VERÍA CON JÚBILO EL AUGE RELIGIOSO DE LA ESPAÑA DE FRANCO (28 de agosto de 1956)

“En los días de Menéndez Pelayo se registraba la tristísima decadencia de la teología y la casi total ausencia de seria iniciación de los eclesiásticos en las ciencias sociales y económicas.

En España el panorama ha cambiado. El rumbo es distinto. En general, debido a la paz que disfrutamos y a la protección oficial, han crecido la ciencia y la cultura religiosa y es cada vez más fácil y fecundo el contacto entre el mundo eclesiástico y el civil... Con cuanta alegría no contemplaría Menéndez Pelayo el espectáculo de hoy. Las órdenes religiosas de más rancia solera han continuado en progresión creciente la restauración de sus estudios iniciada a principios de siglo. Otras congregaciones e institutos han entrado con vigor juvenil, preparados con las mejores armas modernas, en el campo especulativo, en el de la exégesis o en el de la Historia.

Pero el fenómeno singular de los últimos veinte años es la renovación espiritual, científica y pastoral del clero secular. No dudo en afirmar que este hecho es uno de los que mejor denotan la radical restauración del espíritu nacional. Y, desde luego, afirmo rotundamente que en él pongo la mejor esperanza de la futura grandeza de mi Patria.

Un clero sólidamente formado en ciencias eclesiásticas y a la par seriamente impuesto en economía, sociología y Derecho. He ahí el puente de enlace, en el orden práctico, de la teología con las ciencias del Estado. Estamos, a mi juicio, iniciando muy seriamente la realización del programa fundamental del sabio polígrafo.

El hecho mismo de que en estos días se levante en el ámbito de la Ciudad Universitaria de Madrid un edificio destinado a las ciencias sociales, dirigido por el episcopado, que se ampara bajo el nombre augusto de León XIII, y en el cual enseñan doctos maestros de la Universidad oficial junto a ilustres profesores de ambos cleros, es un síntoma revelador de que ha desaparecido el divorcio entre las ciencias sagradas y las profanas.

Y avalora la realidad la consideración de que de la cumbre del Estado viene el impulso, nacido de una clara visión intuitiva del alma de la Patria, hija del amor y de una profunda convicción religiosa, que se traduce en el decidido propósito de que la doctrina social de la Iglesia tome cuerpo en las instituciones nacionales.

Por otra parte, secundando las orientaciones de lo alto, los doctos titulares de la cartera de Educación han sido y son, en esta como en otras materias, tan fieles al pensamiento capital del ilustre polígrafo que bien merecen el honroso título de albaceas dativos, legales o nacionales, de Menéndez Pelayo.

Si hoy viviera, exultaría éste de júbilo ante el claro progreso científico, ante la elevación de la cultura religiosa de los españoles y ante el maridaje fecundo de la teología y de las ciencias del Estado.”

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86. MONS. MORCILLO, OBISPO CONSILIARIO DE ACCIÓN CATÓLICA, AUGURA LA DISGREGACIÓN DE ESPAÑA SI DESAPARECIERE SU UNIDAD CATÓLICA (12 de mayo de 1956) “Conviene recordar ante todo que le ha tocado a España, desde muy antiguo, reñir gloriosas batallas en pro de la unidad católica...

Imposible indicar, siquiera brevísimamente, la gigantesca labor desarrollada por España, paralelamente con la del Nuevo Mundo, para salvar del protestantismo en Europa a la mayor porción posible de regiones católicas. En nuestros días, una abigarrada minoría de liberales, socialistas, comunistas, masones, incrédulos y heterodoxos de diversas especies, se apoderó de los instrumentos de publicidad y de las riendas del Gobierno, hasta el punto de que el presidente masón de la República española se atrevió a proclamar que España había dejado de ser católica. Pero el auténtico pueblo español se levantó virilmente contra esa ficción y esa tiranía, al grito de ‘Por Dios y por España’, y derrocó a la funesta minoría dominante y a las masas nacionales e internacionales seducidas por ella, promoviendo y sosteniendo una dura y arriesgada Cruzada popular, con armas desiguales, coronadas por Dios con la victoria más completa. Esto no se lo quieren perdonar las sectas a la España auténtica, y suscitan toda clase de dificultades y asechanzas contra ella.

Aun prescindiendo de la importancia suprema que tiene la unidad católica en el orden religioso, la más peligrosa de las campañas que se pueden hacer contra España en el orden patriótico, es también la que atenta contra nuestra unidad católica. Este es el vínculo más fuerte que, a través de los siglos, ha unido a España en su estructura nacional. Roto este vínculo no tenemos otro que pueda impedir la disgregación de nuestra Patria, integrada como está por regiones de orígenes raciales desemejantes, lenguas diversas, caracteres diferentes e intereses locales distintos.

En España, la pérdida de la unidad religiosa es, a breve plazo, la pérdida de la unidad nacional, con la siembra de ideales contradictorios, con la reaparición de separatismos regionales, guerras intestinas y retorno al individualismo celtibérico, que terminaría en una directa o indirecta dominación extranjera. Por eso, todos los enemigos de España se han coaligado para destruir esta unidad básica de nuestra Patria.”

87. MONS. MORCILLO, ARZOBISPO DE ZARAGOZA, DEFIENDE LA COLABORACIÓN DEL

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SACERDOTE EN LAS ORGANIZACIONES POLÍTICAS DEL ESTADO (octubre de 1956)

“Es innegable que algunos sacerdotes sienten y manifiestan escrúpulos para colaborar apostólicamente en las organizaciones políticas y sindicales del Estado. Las razones con que justifican su actitud son principalmente tres: Primera: la actuación apostólica del sacerdote en esas organizaciones es una forma de colaboracionismo político que a toda costa hay que evitar. Segunda: que debe el sacerdote apartarse de todo trabajo apostólico en estas organizaciones, porque a muchos católicos en toda España disgusta e inquieta. Tercera: la actuación apostólica de algunos sacerdotes en esas organizaciones paraestatales se ha teñido algunas veces de demasiado color político...

No podemos, sin embargo, admitir ni aprobar ninguna de las razones. No es, no puede ser colaboracionismo político lo que es pura colaboración espiritual en la formación cristiana de los jóvenes o en la orientación o enderezamiento cristiano de las organizaciones y de las estructuras. Pero si, a pesar de todo, insisten en llamar colaboracionismo político a la labor espiritual de la Iglesia en el seno de esas organizaciones, tendrán que decir que en ese sentido la Iglesia ha sido en su historia, es en la actualidad y será, sin duda, mañana, colaboradora y colaboracionista de todo Estado y de toda sociedad que no niegue sistemáticamente los derechos de Dios y de la Iglesia y el derecho natural.

No es, ni puede ser, el disgusto y desagrado de algunos y aun de muchos católicos de ideologías y sentimientos políticos diversos, razón bastante ni criterio seguro para que la Iglesia deje de prestar su asistencia espiritual a los hombres integrados en las organizaciones políticas existentes hoy en España. Muy probablemente hablarían de otra manera esos católicos si las organizaciones a que nos estamos refiriendo estuvieran inscritas y encuadradas en el partido político con que ellos sueñan.

Olvidan, sin duda, los que así piensan y hablan, aquel quinquenio oprobioso de 1931 a 1936, en que no ya en las organizaciones políticas y sindicales, sino ni en las escuelas del Estado, de las Diputaciones o de los municipios, y en algunas épocas del quinquenio ni tan siquiera en las escuelas y colegios de la Iglesia, porque los cerraron, ni en la prensa católica porque la suprimieron, ni en la radio porque la amordazaron, ni en los mismos templos porque quemaron muchos de ellos, se podía enseñar catecismo ni hacer ninguna clase de apostolado. Habíamos entonces de reunirnos con pequeños grupos de jóvenes, donde podíamos, para releer la Historia de España y sacar jugo de fortaleza al Evangelio. Si quieren esos católicos y esos sacerdotes que aquellos tiempos vuelvan no tienen más que propugnar, hasta que lo logren, que la Iglesia se desentienda e inhiba de toda acción apostólica sobre unos jóvenes y unos trabajadores que han cometido el pecado de querer ser buenos españoles y buenos cristianos.

Pero nos hallamos ante un hecho cierto que algunos están interpretando mal, y yo debo, como obispo, dar las razones, bien poderosas, por cierto, del hecho en cuestión. El hecho histórico es que la Iglesia ha aprobado y aceptado la invitación del Estado y de sus organizaciones juveniles y sindicales a trabajar apostólicamente en su seno. Ni tengo reparo en añadir que, en algún caso, la iniciativa ha partido de la jerarquía eclesiástica.

¿Necesitará la Iglesia justificarse y excusarse de esa conducta? ¿Tendrá que arrepentirse de haber traicionado con esa actitud al Evangelio y a España? Yo os ruego que levantéis vuestra mirada sobre las pasiones políticas de los hombres a quienes domina más el espíritu de partido que el espíritu cristiano:

1. La Iglesia fue fundada para llevar a todos los hombres el mensaje de la Redención y salvarlos. De la Redención no han sido excluidos los muchachos del Frente de Juventudes porque lleven camisa azul ni los trabajadores de la Organización Sindical porque no hayan inscrito en su programa la lucha de clases como dogma. Tampoco consta en ningún sitio que estos hombres y aquellos jóvenes hayan sido privados del derecho a la salvación. ¿Puede entonces la Iglesia negarles lo que no niega a los mismos ladrones y asesinos? 2. La Iglesia no puede dejar yermo y sin cultivo ningún campo donde haya posibilidad de hacer alguna manera de apostolado. Trabajó en las legiones romanas y en el palacio de los emperadores y trabaja en los países infieles y en el Parlamento inglés. No hay razón para considerar inferior la condición humana de los demás hombres blancos o negros.

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3. Muchos de los jóvenes y de los obreros españoles de hoy han llegado al conocimiento de Cristo a través de las organizaciones a que pertenecen. Otros muchos, solamente en el seno de sus organizaciones pueden oír el Evangelio. Si en ellas no estuviera el sacerdote nunca podrían ser evangelizados.

4. Háblase con frecuencia del cambio de las estructuras del Estado. No entro ni salgo en la cuestión; pero lo que sí afirmo es que la Iglesia como tal, el sacerdote como tal, no ha recibido misión para cambiar las estructuras políticas de ningún país. Ha recibido, eso sí, la misión de transformar a transformar a los hombres con la gracia que Cristo mereció para ellos. Si algunas estructuras políticas deben ser mejoradas, la Iglesia, mejorando a los hombres, hará que éstos mejoren aquéllas.

5. En las organizaciones de que estamos hablando, el sacerdote no debe actuar más que como sacerdote. Ni la Iglesia quiere ni las organizaciones le han exigido que actúe como hombre de partido.

Esos escrúpulos y ese exceso de celo con que se sienten aguijoneados no pocos seglares y algunos sacerdotes no nacen de una sana teología. Son, más bien, el resultado de la campaña tenacísima que se viene haciendo, dentro y fuera de España, por razones políticas que simulan ser religiosas. A veces, hasta se reviste de un ropaje filosófico y de un estilo que están denunciando su origen ultra-pirenaico.

Pero a poco que se conozca la realidad político-religiosa de otros países se verá a los sacerdotes y a los católicos seglares más conspicuos trabajar con el Estado protestante, laico o socialista en todos los organismos donde la entrada no les ha sido prohibida. ¿Sólo el Estado español, por ser católico, y las organizaciones políticas que le sustentan, por querer inspirarse en la doctrina cristiana, deben estar proscritos y excluidos de la acción apostólica del sacerdote?

Me parece, queridos sacerdotes, que podemos continuar nuestro camino porque pisamos terreno muy firme”.

88. MONS. ARRIBA Y CASTRO, CARDENAL ARZOBISPO DE TARRAGONA, AGRADECE AL GENERALÍSIMO FRANCO EL RESURGIR RELIGIOSO DE ESPAÑA (Roma, 12 de octubre de 1956)

“Tenemos que sentir un vivo agradecimiento para con el Generalísimo Franco que, con su religiosidad y su generosidad, ha hecho posible el resurgir religioso de España y tanto ha contribuido a que la construcción del nuevo Colegio de Roma sea ya una realidad en marcha.”

89. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO, TACHA DE INJUSTO EL PASADO BLOQUEO DIPLOMÁTICO CONTRA ESPAÑA (28 de octubre de 1956)

“En los últimos cuatro lustros de nuestro largo episcopado, ante las circunstancias gravísimas, primero de nuestra España en el año 1936 y después en 1945, cuando el fin de la guerra mundial, a pesar de haber sido neutral y no haber intervenido en ella España, se la quiso hacer una de las víctimas de la misma no por actos realizados durante la guerra mundial del 1939 al 1945, sino por lo realizado anteriormente, del 1936 al 1939, llegando a establecer un bloqueo diplomático contra ella y amenazándola con injustas intervenciones, creímos un deber de nuestro ministerio pastoral alzar nuestra voz en defensa de la verdadera doctrina sobre el derecho de las naciones, de la sociedad, no de promover perturbadoras revoluciones contra las autoridades legítimas en su origen y en el ejercicio del poder, pero sí de alzarse contra la cruel tiranía opresora de la religión y de los derechos de la persona humana.”

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90. LA FORMACIÓN RELIGIOSA, EN EL PRIMER PLANO DE LAS UNIVERSIDADES LABORALES (Ecclesia, 17 de noviembre de 1956)

“Acaban de iniciar sus tareas en Sevilla, en Córdoba y en Tarragona las Universidades Laborales que, como la de Gijón, inaugurada el pasado curso, y la de Zamora, en funcionamiento hace ya varios años, quieren ser eficaces instrumentos de transformación del mundo obrero, y aun de nuestra Patria, porque aspiran a forjar al hombre en todas sus dimensiones, entero y completo. Se proponen estas Universidades, ante todo, formar a los jóvenes en lo humano, en lo profesional y en lo técnico, en íntima trabazón con la encarnadura religiosa del alma española y sobre la base de las virtudes religiosas, morales, sociales y políticas, dando a la formación religiosa el primer plano de toda labor educativa.

Fácil es comprender la importancia de esta labor, tan conforme con el pensamiento pontificio y con las exigencias de la justicia social, en orden a la auténtica elevación de los trabajadores, por el camino de la cultura y de la competencia profesional.

Hacemos los mejores votos por el éxito de estos centros, sostenidos por las Mutualidades y Montepíos Laborales especialmente. Y llamamos la atención de los organismos de Acción Católica sobre ese nuevo campo de apostolado, al cual los respectivos prelados distinguen con especial solicitud.”

91. MONS. FÉLIX ROMERO, OBISPO DE JAÉN, AGRADECE EL APOYO DE LA AUTORIDAD CIVIL A LA IGLESIA PARA LA OBSERVANCIA DEL DESCANSO DOMINICAL (marzo de 1957)

“Reconocemos, y públicamente lo manifestamos con sinceridad, gozo y gratitud, el interés de ciertos organismos y autoridades en lograr una perfecta observancia de las disposiciones eclesiásticas y civiles obre el descanso dominical. Mucho han urgido a este propósito ante numerosas reclamaciones de la jerarquía española por las frecuentísimas infracciones, los Ministerios de la Gobernación y de Trabajo, dictando atinadas normas para exponer un claro criterio –inspirado siempre en los principios de la moral católica- sobre la compleja materia del descanso en los días festivos.”

92. ENSEÑANZA RELIGIOSA Y LABORAL (Ecclesia, 6 de julio de 1957)

“Una orden del Ministerio de Educación Nacional, publicada el día 1 de los corrientes, aprueba las normas metodológicas y cuestionarios para la enseñanza y formación religiosa en los Institutos Laborales, previo informe favorable de la jerarquía eclesiástica.

Tanto las “observaciones generales” como las “normas metodológicas” que preceden en el texto legal a los cuestionarios, suponen y plasman una orientación de la docencia religiosa para esta clase de alumnos que, llevada celosa y fielmente a la práctica, dejará la apetecida huella e imprimirá carácter en la formación de los bachilleres laborales a lo largo de los cinco cursos.

A la vez se recomienda expresamente al profesorado que, atendidas las circunstancias y el ambiente de cada centro, procure intensificar la vida religiosa de los alumnos, poniendo a su alcance los medios más idóneos y oportunos: parroquia, Acción Católica, ejercicios espirituales...”

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93. APRECIO DE S. S. PÍO XII A SACERDOTES Y ASESORES ECLESIÁSTICOS DE LA ORGANIZACIÓN SINDICAL ESPAÑOLA (Mons. Dell’Acqua, 27 de julio de 1957)

“Tengo el honor de dirigirme a vuestra excelencia con el fin de significarle que he puesto en las manos del Augusto Pontífice la colección del Boletín de Información de la Asesoría Eclesiástica de Sindicatos y la Memoria extraordinaria 1950-1957, que le ha ofrecido el Grupo de Asesores Eclesiásticos Provinciales venido a Roma en estos días.

Su Santidad ha acogido este homenaje con viva complacencia, no sólo por los filiales y devotos sentimientos de adhesión con que se lo han presentado, sino también porque estas publicaciones son índice elocuente de la constante actividad que los asesores realizan en lo religioso, moral y social.

El Padre Santo ha visto con satisfacción la meritoria obra que realizan y gustoso les alienta a continuar, llenos de celo, el desempeño de su importante y delicada misión, procurando difundir con acierto y competencia la Doctrina Social de la Iglesia para llevar al mundo del trabajo la perenne actualidad del mensaje de Cristo y los consuelos de fe en los momentos difíciles de la vida con la idea de servicio a los demás, propia de su ministerio sacerdotal. El Augusto Pontífice pide al Señor derrame sus luces y la divina asistencia sobre los asesores y sobre los sacerdotes que trabajan en la Organización Sindical para que su labor, con su elevado espíritu, pueda producir siempre nuevos y ricos frutos. Con ánimo grato por el generoso donativo que le han dado, otorga de todo corazón a vuestra excelencia y a los asesores provinciales la bendición apostólica.”

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94. FUNDACIÓN DE LA SANTA CRUZ DEL VALLE DE LOS CAÍDOS (Decreto-Ley de 23 de agosto de 1957) “El mismo día de la Victoria, primero de abril de 1939, en el que el último parte oficial del Cuartel General del Generalísimo de los Ejércitos Nacionales anunciaba que la guerra había terminado, se dictó un Decreto disponiendo la erección de un magno monumento destinado a perpetuar la memoria de los Caídos de la Cruzada de Liberación, para honra de los que dieron su vida por Dios y por la Patria, y para ejemplo de las generaciones venideras.

La fe religiosa de nuestro pueblo, el sentido profundamente católico de la Cruzada y el signo social del nuevo Estado nacido de la Victoria, exige que el Monumento Nacional a los Caídos no sea una simple construcción material, sino también un lugar de oración y de estudio donde, a la vez que se ofrecen sufragios por las almas de los que dieron sus vidas por su Fe y por su Patria, se estudie y se difunda la doctrina social católica, inspiradora de las realizaciones sociales del régimen.

La Cruz grandiosa que inspira el Monumento imprime a esta realización un carácter profundamente cristiano. Por ello, el sagrado deber de honrar a nuestros héroes y nuestros mártires ha de ir siempre acompañado del sentimiento de perdón que impone el mensaje evangélico. Además, los lustros de paz que han seguido a la victoria han visto el desarrollo de una política guiada por el más elevado sentido de la unidad y hermandad entre los españoles. Esta ha de ser, en consecuencia, el Monumento a todos los Caídos, sobre cuyo sacrificio triunfan los brazos pacificadores de la Cruz.

A fin de que la erección de tan magno monumento no representara un cargo para la Hacienda Pública, sus obras han sido costeadas con una parte del importe de la suscripción nacional abierta durante la guerra y, por lo tanto, con la aportación voluntaria de todos los españoles que contribuyeron a aquélla. Para el logro de la doble finalidad asignada al Monumento resultaba indispensable la colaboración de una orden religiosa que se obligase a mantener el culto litúrgico y los sufragios en el Valle de los Caídos, así como a sostener un Centro de Estudios Sociales. Al efecto, se han celebrado las oportunas conversaciones con la Abadía de Silos, de la gloriosa Orden de San Benito, cuyo lema, «Ora et labora», avalado por su rica y multisecular tradición litúrgica y cultural, ofrece la más plena garantía de que serán dignamente cumplidos los fines que se persiguen.

Próximas a su terminación las obras de construcción del Monumento, y fieles al espíritu fundador de los mejores tiempos españoles, es llegado el momento de crear una Fundación que, colocada bajo el Alto Patronato del Jefe del Estado, ejerza la titularidad del Monumento, con todos sus bienes y pertenencias, asegure su conservación, vele por el cumplimiento de los fines religiosos y sociales a que está destinado, y celebre el oportuno convenio con la Abadía Benedictina de Silos, según las normas del Derecho Canónico y con arreglo a las bases establecidas por el presente Decreto-Ley.

Art. 1. Se crea la Fundación de la Santa Cruz del Valle de los Caídos. Sus fines serán rogar a Dios por las almas de los muertos en la Cruzada Nacional, impetrar las bendiciones del Altísimo para España, y laborar por el conocimiento e implantación de la paz entre los hombres, sobre la base de la justicia social cristiana.

Art. 5. El Patronato de la Fundación concertará con la Abadía de Silos el establecimiento en el Valle de los Caídos –Cuelgamuros-, previos los oportunos requisitos canónicos, de una abadía benedictina de la «Santa Cruz del Valle de los Caídos», partiendo de la base de que había de tener el carácter de abadía independiente y contar con un número de veinte monjes profesos con el correspondiente noviciado.

La nueva abadía habrá de asumir las siguientes obligacionesa) Mantener el culto con todo el esplendor que la Iglesia recomienda, con cargas especiales para ciertos días.b) Dirigir y adiestrar una escolanía que contribuya a la mayor solemnidad de las funciones litúrgicas.c) Dirigir el Centro de Estudios Sociales, con su biblioteca, publicaciones, becarios y pensionados.d) Seguir al día la evolución del pensamiento social en el mundo, su legislación y realizaciones.e) Recopilar la doctrina de los Pontífices y pensadores católicos sobre la materia.f) Mantener al día una biblioteca especializada en materia religiosa y católico-social y llevar a cabo la redacción y, en su caso, la divulgación de aquellos trabajos que sobre materias sociales realice el propio Centro.f) Celebrar en sus locales tandas de ejercicios espirituales, especialmente dedicados a fomentar el cumplimiento de los deberes sociales por los patronos, técnicos de empresas y obreros.

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g) Preparar aquellos trabajos e informes que, en orden a los problemas sociales, le encargue el Patronato.h) Cuidar de la Hospedería y atender a sus huéspedes.

Para el régimen del Centro de Estudios Sociales se constituirá una Junta, integrada por los ministros subsecretario de la Presidencia, Justicia, Educación Nacional y de Trabajo, obispo de Madrid-Alcalá, dos prelados designados por la conferencia de metropolitanos, el abad del monasterio y aquellas otras personas que pueda designar el Patronato. Esta Junta, cuyo presidente será designado por el Patronato, acordará anualmente el plan de estudios y trabajos del Centro...”

95. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO, ACEPTA LA PARTICIPACIÓN DE ASOCIACIONES CATÓLICAS OBRERAS EN LA ORGANIZACIÓN SINDICAL (27 de abril de 1958)

“Muchas veces, desde la fundación en España de la H.O.A.C. y de la J.O.C., hemos establecido la diferente finalidad de los sindicatos y las asociaciones apostólicas obreras. Los sindicatos españoles han sido establecidos en España como mixtos de patronos y obreros y como únicos y obligatorios... Han pedido a la Iglesia asesores religiosos y ésta se los ha concedido, como los concede generalmente a toda entidad que los solicita... pero al conceder la Iglesia estos asesores para que trabajen en el orden religioso lo que puedan dentro de los sindicatos oficiales ni se han convertido los sindicatos en asociaciones apostólicas ni tiene en ellos la Iglesia directa jurisdicción. Y lejos de perjudicar ni la Acción Católica Patronal ni la Acción Católica Obrera a la Acción Sindical, si ésta se quiere que sea lo que debe ser, debe felicitarse de una recta formación de patronos y obreros, a falta de la cual podría resultar en gran parte estéril o ineficaz una acción sindical sin espíritu en los que integran por imperativo de la ley sus organismos.

A estas asociaciones apostólicas se les puede exigir el apostolado directo religioso. También el apostolado indirecto, con la divulgación y defensa de los principios de la doctrina social de la Iglesia, tan desconocida por muchos obreros.”

96. MONS. ALCARAZ, OBISPO DE BADAJOZ, AGRADECE A LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN DEPENDIENTES DEL ESTADO SU APOYO A LA IGLESIA (junio de 1958)

“La Iglesia necesita disponer de los medios adecuados para llevar su pensamiento y su doctrina a todas partes. En esta empresa son muchos los que, conscientes de sus deberes de católicos, la ayudan. ¿Y quién no se sentirá conmovido y agradecerá al ver cómo en España se hacen eco de los documentos pontificios y episcopales no solamente la Prensa diaria, sino las emisoras de radio y la televisión?

Por lo que a Nos hace, aprovechamos la ocasión de tocar este tema para agradecer, una vez más, la buena acogida que se dispensa en nuestra diócesis a cuanto se refiere al movimiento católico y a nuestras enseñanzas en la Prensa diaria y en las emisoras que funcionan en nuestra ciudad. Los periodistas y locutores de radio se convierten en eficaces colaboradores con la difusión de las noticias, los comentarios doctrinales y el eco constante de nuestras alocuciones pastorales.”

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97. ALOCUCIÓN DE MONS. MUÑOYERRO, ARZOBISPO DE SIÓN Y VICARIO GENERAL CASTRENSE, A LOS CAPELLANES CASTRENSES (junio de 1958)

“Tenéis en vuestras manos la formación de toda la juventud española que pasa por los tres Ejércitos. Tenéis, además, a la Guardia Civil y Policía Armada. Tenéis a los niños. El capellán-profesor, en su academia o escuela; el de los hospitales, los que en los campamentos de universitarios tienen a su cargo esa porción selecta de la juventud no están menos obligados a emplear los procedimientos que sean más aptos para su misión pastoral. La oración, el celo, el ingenio os dirán cuáles son los mejores...”

98. MONS. ANTONIUTTI, NUNCIO APOSTÓLICO, AGRADECE AL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, SU ASISTENCIA A LA SEDE DE LA NUNCIATURA (2 de junio de 1958)

“Vuestra presencia, Excelentísimo Señor, y la de vuestra dignísima esposa, en el acto inaugural de la nueva sede de la Nunciatura, es para todos nosotros un honor y un símbolo. En vuestra persona veo representado a todo el pueblo español que ahora toma posesión de esta su casa. Es en efecto, la casa del Padre común, abierta a todos, donde todos sus hijos podrán entrar, ligados por vínculos de una verdadera fraternidad... Aceptad, pues, Excelentísimo Señor, las más rendidas gracias por vuestra presencia en este acto, que refuerza las relaciones seculares de España con la Santa Sede y que tiene una significación especial por vuestra asistencia, juntamente con los excelentísimos señores ministros de vuestro Gobierno, expresión elocuente de la adhesión de España a los altos valores espirituales, de los cuales es depositaria la representación pontificia.”

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99. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO, REAFIRMA EL CARÁCTER DE CRUZADA DE LA PASADA GUERRA DE LIBERACIÓN (30 de junio de 1958)

“Habéis hecho bien en venir a Toledo que, si ha dejado de ser la capital civil de España, continúa siendo su corazón, porque aquí los concilios toledanos forjaron la unidad católica de España, y en nuestros días el Alcázar de Toledo no sólo es el mejor recuerdo y símbolo de la Cruzada, sino que el gesto de un nuevo Guzmán el Bueno y el patético diálogo de él con su hijo se ha incorporado ya a los hechos heroicos de la historia universal.

También vosotros, los alféreces provisionales, me parece que sois los que mejor demostráis el genuino carácter de la Cruzada. No fue ésta un mero pronunciamiento militar; si hubiese sido esto simplemente, habría fracasado al no triunfar en los primeros momentos en Madrid, Barcelona y Valencia. Fue el sano pueblo español el que se incorporó al Ejército, dándole el carácter de Cruzada al luchar por Dios y por España. Fuisteis vosotros, sobre todo, los que entonces en plena juventud, aceptasteis la carga de adquirir en pocos días los conocimientos militares imprescindibles para tener el honor de mandar a los soldados que obtuvieron la victoria. La imperfección de vuestra técnica militar fue suplida con creces por vuestro entusiasmo, por vuestro arrojo, que tuvo que ser moderado por la superioridad, por vuestro heroísmo ofreciendo sus vidas veinte mil de vuestros compañeros.

Creo muy oportuna la constitución de vuestra Hermandad porque hoy, a los cuatro lustros de terminada la Cruzada, algunos quieren empequeñecer a la misma y aún disputarle su carácter de tal. Vosotros sabéis bien que si dejasteis vuestros estudios, vuestros trabajos y ocupaciones, fue por luchar por Dios y por España. En las esquelas funerarias de vuestros hermanos se les llamaba siempre gloriosamente caídos por Dios y por España.

La Iglesia no hubiera bendecido un mero pronunciamiento militar ni a un bando de una guerra civil. Bendijo, sí, una Cruzada. El Pontífice San Pío X, hoy elevado a los altares, no quiso bendecir a Austria cuando se desencadenó la primera guerra mundial; Pío XI, por encima e independientemente de toda consideración política, bendijo a los que emprendieron la difícil empresa de defender los derechos de Dios y de la religión en España. Después de esta bendición pontificia, pudimos los obispos españoles no empuñar las armas, que esto a nosotros no nos correspondía, pero sí declarar el derecho que se tenía a un justo alzamiento contra el terror y la anarquía por el bien común y por la salvación de España. La guerra, que siempre causa muchos males, sólo es justa cuando es necesaria, y aun entonces está sujeta también a normas de derecho, y si se violan en algún caso determinado, deben ser tales hechos condenados.

La Iglesia enseña a dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios; y, en su consecuencia, proclama la sumisión y obediencia a los poderes legítimamente constituidos, pero a la vez enseña que no son los pueblos para las autoridades, sino la autoridad para el pueblo, para el bien común, para la sociedad. Cuando el poder se convierte en tiranía, o lo abandona dejando que los crímenes produzcan la anarquía en la nación, o él o sus agentes organizan estos mismos crímenes, entonces la sociedad, que es la que designa las formas de gobierno y aun las personas que encarnan la autoridad que, en último término viene de Dios, tiene el derecho no de producir subversiones, que agravan los males, pero sí de restaurar el orden y una verdadera autoridad, si es posible por medios legales, pero en último término por la fuerza, cuando ésta se tiene y hay probabilidades de éxito. Esta es la doctrina de grandes doctores de la Iglesia, y a la cabeza de ellos Santo Tomás de Aquino, quien, proponiéndose la dificultad de cómo se compagina esta doctrina con la obediencia debida a los poderes constituidos, contesta que en este caso no hay subversión del orden, sino restablecimiento del mismo. Esta doctrina, durante nuestra misma Cruzada, la enseñó ya claramente Pío XI en su encíclica dirigida a Méjico.

¿Quién puede dudar que, en 1936, se había llegado en España a este estado de subversión y de anarquía, cuando se habían cometido desmanes, incendiado iglesias y cuando los mismos agentes armados del Gobierno habían allanado moradas para cometer asesinatos nocturnos? A esto se había llegado antes del 18 de Julio. Más

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después de esta fecha, en vez de contener los crímenes y desmanes, dejaron que se multiplicasen. Funcionaron las checas como en Rusia, sin proceso alguno fueron millares las víctimas; la Iglesia Española tuvo doce obispos mártires y unos siete mil sacerdotes y religiosos por lo menos. La sola diócesis de Toledo tuvo unos cuatrocientos y sólo a uno se le formó proceso...

Así es de notar que la carta colectiva del Episcopado español de 1937 recibió contestación de las jerarquías eclesiásticas de todos los países de cualquier régimen político, de Francia, de Bélgica, de Alemania, de los Estados Unidos, solidarizándose con el Episcopado español. Lo cual no es de extrañar, porque, como dijo muy acertadamente el insigne presidente del Gobierno portugués, “la guerra de España no era una guerra civil, sino una verdadera guerra internacional en un territorio nacional. Fue una guerra ideológica, porque a un bando y a otro afluyeron combatientes de muchas naciones, y por ello fue una verdadera Cruzada por los que combatían por Dios y por España”. Eso es lo que hoy algunos olvidan y otros quieren tergiversar. Por ello creo yo muy útil la creación de vuestra Hermandad.

La Iglesia ha predicado y predica la paz y pide el perdón, el olvido, la verdadera fraternidad. Sabe bien que no basta vencer, sino que es necesario convencer; que ahora no es tiempo de luchar con las urnas, sino de trabajar juntos para remediar injusticias sociales que había en nuestra España, para promover su progreso espiritual y material, el adelanto de su agricultura atrasada, de una mayor industrialización, de una estructuración definitiva del Estado con representaciones sociales auténticas.

La Iglesia bendice, pues, vuestra Hermandad para que, como ayer en la Cruzada, hoy en puestos tan distantes como os halláis colocados, en tan diversas profesiones, trabajéis unidos con el mismo lema de la paz, por Dios y por España.”

100. MONS. BEITIA ALDAZÁBAL, OBISPO COADJUTOR DE BADAJOZ, SE FELICITA POR LA UNIDAD CATÓLICA DE ESPAÑA (27 de septiembre de 1958)

“... (si la laicidad) afirma la independencia del orden temporal de una moral superior, si es una concepción filosófica materialista y atea, si es un sistema de gobierno inspirado en esta concepción y obligatoriamente impuesto... a la nación entera, es evidente que tal laicidad habría de ser combatida con todas las fuerzas que se hallen a disposición del ciudadano.

Solamente son distintas las circunstancias a las que la referida doctrina se aplica. La unidad católica en la sociedad sigue siendo un ideal que es preciso pretender sin descanso, con el debido respeto a la persona humana. Ha de combatirse la pluralidad de religiones y procurar que en las mismas leyes fundamentales se haga profesión religiosa, invocando siempre el nombre de Dios, y en los casos de unidad católica reflejando esta unidad en la misma Constitución. Ni la jerarquía española ni la jerarquía francesa admiten que la laicidad, es decir, “la abstención de toda influencia de lo religioso en la vida oficial del Estado” represente la realización de un postulado cristiano. “Las circunstancias de España –decía en 1948 del documento de los Metropolitanos españoles- lo mismo según las estadísticas oficiales que según la realidad de su hecho social, son las de unidad católica”. Felicitémonos de ello y tratemos de conservar este tesoro. La confesionalidad se impone entre nosotros por la aplicación de aquellos principios que se encuentran en los documentos inmortales de todos los últimos Pontífices cuando señalan que los deberes que urgen al individuo respecto de la verdadera Religión, urgen también a la sociedad y deben reflejarse, por tanto, en sus leyes y en sus procedimientos.

Pero ello ha de ser con la delicadeza cristiana que sabe emplear la unidad religiosa y la confesionalidad del Estado no precisamente como un arma arrojadiza para destruir y matar, sino como un instrumento de vida para construir, que debe ser manejado con cautela y decisión. Es la consigna paulina que nos manda defender a la verdad sin mengua de la caridad.”

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101. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO, RECUERDA EL GOZO DE PÍO XII POR LA VICTORIA CRISTIANA EN LA CRUZADA DE LIBERACIÓN (9 de octubre de 1958)

“Y nosotros los españoles no olvidemos sus mensajes especiales para España: desde el que recién elevado al Supremo Pontificado en 1939, al fin de nuestra guerra de liberación y Cruzada, dirigió a todos los españoles, en el cual así se expresaba: Con inmenso gozo nos dirigimos a vosotros, hijos queridísimos de la católica España, para expresaros nuestra paternal congratulación por la paz y la victoria con que Dios se ha dignado coronar el heroísmo cristiano de vuestra fe y vuestra caridad, probada en tantos y tan generosos sufrimientos...”

102. MONS. BUENO MONREAL, CARDENAL ARZOBISPO DE SEVILLA, AGRADECE LA BIRRETA CARDENALICIA QUE LE IMPONE EL GENERALÍSIMO (23 de diciembre de 1958)

“Después de este honor, ninguno puede ser para mí más estimable que recibir la birreta, atributo de. la dignidad cardenalicia, de las augustas manos de Vuestra Excelencia, suprema encarnación de mi Patria por designio de Dios.

Ejercéis, señor, en estos momentos el altísimo y singular privilegio que los Romanos Pontífices otorgan al Jefe del Estado español de participar en esta exclusiva y suprema atribución suya, que es dar la investidura cardenalicia a un sacerdote español llamado a formar parte del supremo Senado de la Iglesia.

La historia de nuestra Patria, esmaltada de mil nobilísimas empresas al servicio de Dios, de la Iglesia y de laSanta Sede, movieron sin duda la benignidad de los Pontífices a conceder a nuestros antiguos monarcas, y hoy a Vuestra Excelencia, fiel custodio de la gloriosa tradición católica española, esta prerrogativa llena de simbolismo, expresión magnífica del lugar que en el corazón de nuestro Padre común ocupa la católica España...

El honor que recibo de Vuestra Excelencia en este momento, al dignarse imponer sobre mi cabeza esta birreta cardenalicia, inunda mi alma de emoción y agradecimiento profundo hacia Vuestra Excelencia y hacia vuestro Gobierno y me obliga aún más si cabe, con los más fuertes y entrañables vínculos al servicio de España, de la manera más cumplida de la que España es porción escogida y a la augusta persona de nuestro amadísimo padre y pastor, Su Santidad el Papa.”

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103. EL ABAD FRAY JUSTO PÉREZ DE ÚRBEL, SOBRE LA SANTA CRUZ DEL VALLE DE LOS CAÍDOS (1 de abril de 1959)

“Turistas y peregrinos se llenan de asombro ante estas imponentes construcciones y se alejan con la convicción de que no hay cosa parecida en el mundo. “Es único”, era la exclamación que no se le caía de los labios al primado de la Orden benedictina. “Es inimaginable”, repetía un prelado francés. Un norteamericano ilustre resumía su impresión con estas palabras: “Es lo más maravilloso que jamás he visto”. Un miembro de la curia romana se resistía a salir de la basílica sin haber escuchado en el órgano el preludio de “Parsifal”. He visto a varias personas llorar delante del Cristo del altar mayor, y a un protestante caer de rodillas como abrumado por tanta grandeza...

Tal es el gran monumento que el siglo XX ha puesto al lado del que el siglo XVI dejó en El escorial, una creación sorprendente, de la cual se ha podido decir que será proclamada una de las maravillas de la civilización europea...

Y ahí está la cruz, enviando desde la altura su mensaje de paz y reconciliación a todas las regiones de España, y delante, esa explanada inmensa, donde se darán cita los españoles en las grandes conmemoraciones patrias y debajo, esa basílica sin igual por su grandiosidad y belleza; esa cúpula, síntesis admirable de nuestra historia religiosa; ese Cristo del altar mayor, ante el cual el alma más fría se siente inclinada a orar y adorar...

“El que aquí llegue, llegue con fe y con amor; sólo así podrá comprendernos cuando le digamos: Este monumento ha sido levantado para dar gloria a Dios, que se apareció también a nosotros”. Esta es la contestación de la fe. Y fue construido, además, para proclamar el heroísmo, ensalzar los nombres, recoger los restos y rezar por las almas de aquellos hermanos nuestros que dieron su vida por dejarnos una España. He aquí la contestación del amor.

Se olvidan estas gentes que, hace poco más de veinte años, dos ideologías se enfrentaron en nuestro suelo con saña feroz, llenando de duelo todos los hogares españoles. Cientos de miles de muertos quedaron tendidos en las calles, en los caminos, en los campos, entre los árboles y las peñas. A muchos nadie les rezó ni les lloró; nadie les dio las últimas honras; nadie les dio el abrigo de una tierra sagrada y bendita. Al fin triunfó la España que sabe unir todos los anhelos del progreso con todos los amores del pasado: la que trabaja y reza, la que olvida y perdona. Para todas esas vidas ella ideó el más sublime de los recuerdos. Ella vencida, habría surgido un calabozo inmenso coronado por una torre descomunal, y en lo más alto la hoz y el martillo, con una palabra indicadora de la esclavitud y el caos: “Lenin”. Pero es ella la que venció. Y por eso el monumento de la victoria pudo ser el signo de la paz y de la reconciliación.”

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104. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, NO HALLA EN MATERIA MORAL CONDUCTA TAN EJEMPLAR COMO LA DEL GOBIERNO DEL GENERALÍSIMO (junio de 1959)

“Justo es ponderar, elogiar y agradecer lo que en estos veinte años ha hecho el Gobierno por defender la pública moralidad. Nuestros gobernantes son, en esta materia, consecuentes con su fe. Sería difícil hallar en la Historia ejemplo semejante al de su conducta ejemplar.

En prensa, en cine, en teatros, en exhibiciones, en quioscos y en escaparates, en prohibir la prostitución, en previa censura moral, la legislación española es sabiamente rigurosa. Sólo Dios sabe el mal que con ella se ha evitado. Contrata más esta honrada política a los ojos de quienes conocimos la desenfrenada licencia de los pasados lustros...

Merecen plena alabanza las normas dictadas el año pasado por el Ministerio de la Gobernación. No sabemos, empero, si las normas han sido suficientemente divulgadas o si siempre se han cumplido.

Mucho ha logrado en este campo la autoridad provincial de Málaga. Su prudente y enérgico proceder ha purificado el ambiente. Málaga le aplaude. Nos complacemos en elogiar su conducta, a la par que, en cuanto que de Nos dependa, robusteceremos su autoridad para que siga aplicando con energía la legislación gubernativa sobre la materia.

Dura será la batalla en la costa de Málaga; pero todos unidos –Iglesia, Gobierno y sociedad- en mutua coordinación de esfuerzos, con tanta prudencia como energía, lograremos imponer un orden en la Costa del Sol que fomente todo legítimo y conveniente solaz y salve, a la par, los supremos valores del espíritu.”

105. DIFUSIÓN DEL APOSTOLADO EN LOS CUARTELES (Ecclesia, 23 de enero de 1960)

“El vicario general castrense convoca, para los primeros días del próximo mes, un cursillo de pastoral especializada al que está asegurada la asistencia al mismo del mayor número de capellanes que la marcha normal de los servicios permitan.

Entresacamos del programa publicado... los temas siguientes: la participación activa de los soldados en la liturgia de la misa celebrada en el cuartel, la aplicación del nuevo Estatuto de la Acción Católica, el Apostolado castrense, métodos eficaces para la creación y desarrollo de centros internos y externos, cursillos de cristiandad, etc. Temática que evidencia un acertado empeño por actualizar, de acuerdo con las más vivas y autorizadas corrientes de espiritualidad, el ministerio sacerdotal de los capellanes para hacerlo cada vez más eficiente en la elevación del nivel religioso de los medios militares al alcance de su influencia, con inmediata y benéfica repercusión en el mejor servicio de la Patria.”

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106. MONS. CANTERO CUADRADO, OBISPO DE HUELVA, RECONOCE LA JUSTA LIBERTAD DE PRENSA DEFENDIDA POR EL FUERO DE LOS ESPAÑOLES (marzo de 1960)

“La Iglesia en España nunca ha dejado de reconocer al Estado actual español, surgido de una Cruzada victoriosa en defensa de los ideales de fe y de civilización cristianas, profundamente arraigadas en el suelo fecundo de España, en frase de S. S. Pío XII, el bien inmenso que ha causado a la religión y a la Patria el suprimir el libertinaje de un sector de la Prensa española incivil y bochornosa que, a lo largo de todo un siglo venía minando y corrompiendo los cimientos espirituales más firmes de la nación española; pero también es verdad –y el propio Fuero de los Españoles lo reconoce- que toda persona humana tiene un derecho natural a su propio juicio y a expresar libremente sus ideas mientras no atenten a los principios fundamentales del Estado; y como afirmó nuestro cardenal primado en 1950, es sumamente reprobable que no se quiera reconocer que entre las libertades de perdición, el desenfrenado libertinaje de la prensa para el engaño y la corrupción del pueblo, condenado siempre por la Iglesia, y el estatal totalitarismo de la Prensa, existe el justo medio de una responsable libertad de Prensa, propia de una sociedad cristiana y civilizada, que es el que defiende el cristiano Fuero de los Españoles...

La virtualidad intrínseca de los principios, deberes y derechos proclamados por el Fuero de los Españoles permite y facilita la orientación y desarrollo de una cristiana y española ley de Información, con un enfoque realista de este problema.”

107. DE LA CARTA DE S. S. JUAN XXIII QUE ELEVA A LA DIGNIDAD DE BASÍLICA MENOR LA IGLESIA DE SANTA CRUZ DEL VALLE DE LOS CAÍDOS (7 de abril de 1960)

“Yérguese airoso en una de las cumbres de la sierra de Guadarrama, no lejos de la Villa de Madrid, el signo de la Cruz Redentora, como hito hacia el cielo, meta preclarísima del caminar de la vida terrena, y a la vez extiende sus brazos piadosos a modo de alas protectoras, bajo las cuales los muertos gozan el eterno descanso. Este monte sobre el que se eleva el signo de la Redención humana ha sido excavado en inmensa cripta, de modo que en sus entrañas se abre amplísimo templo, donde se ofrecen sacrificios expiatorios y continuos sufragios por los Caídos en la guerra civil de España, y allí, acabados los padecimientos, terminados los trabajos y aplacadas las luchas, duermen juntos el sueño de la paz, a la vez que se ruega sin cesar por toda la nación española. Esta obra, única y monumental, cuyo nombre es Santa Cruz del Valle de los Caídos, la ha hecho construir Francisco Franco Bahamonde, Caudillo de España, agregándole una abadía de monjes benedictinos de la Congregación de Solesmes, quienes diariamente celebran los Santos Misterios y aplacan al Señor con sus preces litúrgicas. Es un monumento que llena de no pequeña admiración a los visitantes.”

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108. S. S. JUAN XXIII, COMPLACIDO POR LA BASÍLICA DEL VALLE DE LOS CAÍDOS, DA SU BENDICIÓN AL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO (4 de junio de 1960)

“Un vivo y particular consuelo experimenta nuestro corazón al sentirnos presente en espíritu entre los numerosos fieles congregados para las ceremonias de estos días en la grandiosa Iglesia de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, que acaba de ser solemnemente consagrada y a la que, por el esplendor de su arte, por la dignidad de su culto y por la piedad de los numerosos peregrinos que con ritmo creciente la frecuentan, hemos querido honrar con el título de Basílica. A cuantos en ella están reunidos y a todo el noble pueblo español deseamos llegue en estos momentos nuestra palabra de bendición.

Los anales gloriosos de España, los encantos de su paisaje, lo que de grande y elevado se ha forjado con su dolor en los años duros del pasado, se han dado cita en ese hermoso valle, bajo el signo de la paz y de concordia fraternas, a la sombra de esa cruz monumental que dirige al cielo las oraciones de la fervorosa comunidad benedictina y de los devotos visitadores por la cristiana prosperidad de la nación, y que quedará como en alerta permanente para transmitir la antorcha de la fe y de las virtudes patrias a las generaciones venideras.

¡Cuánto nos complace en esta solemne circunstancia alentar a los católicos españoles en su empeño de conservar íntegro y puro su fecundo patrimonio espiritual! Testigo es la historia de que los altos ideales cristianos dieron cohesión e impulso a sus antepasados para las grandes empresas y de que, cuando decayeron tales ideales, se mermaron y debilitaron igualmente sus lazos de unión, poniéndose en peligro su límpida y heroica trayectoria secular.

Amamos a España, cuya pureza de costumbres, lo mismo que sus bellezas y tesoros de arte, hemos podido admirar en los gratos viajes con que hemos recorrido sus tierras. Por eso nos alegramos de que la España que llevó la fe a tantas naciones quiera hoy seguir trabajando para que el Evangelio ilumine los derroteros que marcan el rumbo actual de la vida, y para que el solar hispánico, que se ufana justamente de ser cuna de civilización cristiana y faro de expansión misionera, continúe y aun supere tales glorias, siendo fiel a las exigencias de la hora presente en la difusión y realización del mensaje social del cristianismo, sin cuyos principios y doctrina fácilmente se resquebraja el edificio de la convivencia humana...

Nuestra súplica confiada va en estos momentos a la Virgen Santísima, venerada con tanta devoción en España, la que en sus más significativas advocaciones tiene puesto de honor en ese santuario y a la que pedimos cobije bajo su manto las almas de cuantos en él duermen fraternamente unidos su último sueño. Que Ella proteja a esa grande nación y a los que rigen su suerte. Con estos sentimientos y estos votos gustosamente te damos a ti, querido hijo, con el venerable episcopado de ese católico país, a su Jefe de Estado y Gobierno, con todo el amadísimo pueblo español, una particular bendición apostólica.”

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109. MONS. ANTONIUTTI, NUNCIO APOSTÓLICO, ENSALZA EL BRILLO DE LA IGLESIA ESPAÑOLA BAJO EL GENERALÍSIMO (Congreso Mundial de Prensa Católica, 8 de junio de 1960)

“Quiero solamente introduciros en el conocimiento de esta Iglesia de España, que es el campo de mi misión, porque sé que vosotros, periodistas católicos, deseáis recibir alguna indicación sobre las realidades presentes de la misma, sobre sus dolorosas heridas, sobre sus pruebas y sus progresos. No ignoráis que, a lo largo de los siglos, la Iglesia de España ha sido un poderoso baluarte de la defensa de la civilización cristiana y una fuerza admirable para la expansión del catolicismo en el mundo.

Pero en una hora trágica de su reciente historia, esta Iglesia ha sufrido cruelmente y ha sido la principal víctima de una agresión atea, que, para emplear las severas palabras del Papa Pío XI, minaba los cimientos de toda creencia religiosa, de todo orden civil, de toda cultura y de toda civilización (Discurso a los refugiados españoles, 14 -XI -36). En el curso de esta gran tragedia, doce obispos y más de siete mil sacerdotes y religiosos fueron bárbaramente asesinados, sin proceso alguno, solamente por odio a la religión; y al mismo tiempo, cosas e instituciones sagradas, inestimables tesoros de piedad y de fe, preciosos objetos de arte, reliquias muy veneradas, desaparecieron bajo la violencia de las fuerzas tenebrosas del anticristo moderno. Con su resistencia heroica, con sus sufrimientos y sus martirios, los católicos españoles salvaron su patria y preservaron su inapreciable herencia religiosa y cultural.

El Santo Padre Pío XI, en su, encíclica «Divini Redemptoris», de 19 de marzo de 1937, hablando de la conjuración del silencio de la Prensa mundial no católica sobre la penetración y la difusión del comunismo en el mundo deploraba el silencio que le guardaba, entonces, a propósito de los horrores perpetrados en diversos lugares, particularmente en España, por los enemigos de la civilización cristiana y, con acento conmovedor, ponía en guardia a los católicos frente a toda cooperación, directa o indirectamente, con los comunistas, poniendo de relieve los graves peligros que de ella se derivan para las personas, para la familia y para la sociedad...

Hoy, en el mundo occidental, se mira al menos con cierta conmiseración o simpatía a las víctimas del comunismo ateo pertenecientes a las iglesias situadas más allá del telón de acero; pero parece que se ha olvidado el martirio de la Iglesia en España...

Y es mi deber hacer notar que, desgraciadamente, hay todavía personas que hablan de esta iglesia como si ella hubiera sido la causa de los terribles sucesos que trastornaron y arruinaron a España en el período sangriento provocado por sus enemigos, que buscaban su destrucción total siendo así que esta iglesia ha trabajado siempre para asegurar, a todos, el tesoro de la verdadera libertad de los hijos de Dios. En algunos ambientes, se encuentran incluso, personas ansiosas de dar a conocer las dificultades de la iglesia en España, personas que dan la mayor publicidad a los ataques hechos a esta iglesia por algunos de sus hijos extraviados, mientras que no siempre se ocupan de dar a conocer sus iniciativas, sus esfuerzos, sus decisiones, sus trabajos, sus progresos, sus conquistas, sus victorias y sus triunfos.

En más de una ocasión, hasta recientemente, he recibido periódicos extranjeros en los que varios asuntos relativos a la Iglesia de España se presentaban de una forma inexacta y aun a veces —permitidme que lo diga—tendenciosa, con noticias tomadas de fuentes de información bastante dudosas. Un presidente del Gobierno de este país se atrevió a decir en 1936 que España había dejado de ser católica, pero cuando en 1952 los católicos del mundo entero asistieron al Congreso Eucarístico Internacional de Barcelona, pudieron comprobar que la Iglesia de España estaba viva y pujante, y que sobre las ruinas de la guerra se había levantado una iglesia más fuerte, más robusta, más sólida. En 1937, esta universidad pontificia que ahora os acoge, mostraba al descubierto las heridas de una invasión nefasta; su biblioteca quemada, su patrimonio destruido, sus alumnos dispares y algunos martirizados. Hoy está floreciente, frecuentada por alumnos de todas las provincias españolas e incluso del extranjero.

Los que conocieron los destrozos de la Iglesia de España en 1937-38 y vuelven a verla ahora, deben reconocer los progresos indiscutibles que ha realizado en todos los terrenos. Los seminarios diocesanos, la mayor parte de ellos reconstruidos, están llenos; las vocaciones aumentan por doquier; las comunidades religiosas envían refuerzos a todos los países, y muchos sacerdotes salen con destino a las diócesis de América latina. Esta Iglesia está regida por prelados admirables que se ocupan de su diócesis con celo, competencia y dedicación.

Con ayuda del Gobierno, de la nación y la cooperación generosa de los fieles, han reconstruido millares

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de iglesias que fueron destruidas o saqueadas por la persecución y la guerra. Han publicado importantes documentos sobre los problemas de la hora actual; han organizado espléndidas obras de asistencia social y de caridad; han abierto magníficos centros de enseñanza y de orientación social; han rehecho todos los cuadros de la Acción Católica; y han velado por la defensa espiritual de su grey. Y todas estas obras se ven ilustradas por una Prensa católica, moderna y variada, que presta valiosísimos servicios a la defensa de la religión y del pensamiento cristiano.

Que vuestra estancia —aunque sea tan corta— en este país os permita documentaros suficientemente para dar a los lectores de vuestros periódicos una idea clara, objetiva y serena de la situación real de la Iglesia en España.”

110. NOTA CONJUNTA EPISCOPAL CONTRA UN ESCRITO FIRMADO POR UN GRUPO DE SACERDOTES VASCOS (julio de 1960)

“Ha llegado a nuestro poder, de manera harto incorrecta, un documento que se dice firmado por un grupo de sacerdotes de nuestras cuatro diócesis de Pamplona, Bilbao, San Sebastián y Vitoria. Incorrecta, afirmamos, su presentación por no emplear otros calificativos que, sin duda pueden aplicarse a un documento mecanografiado, con una serie de nombres igualmente mecanografiados al final de sus folios, sin garantía alguna de autenticidad, y que ha llegado a nosotros en forma no menos extraña e irresponsable, a la vez que se hacía público, con simultaneidad lamentable y más que sospechosa, en la prensa y radio de distintos países de Europa y América. Por las razones apuntadas, por las falsedades evidentes y por su carácter político no podemos aceptar tal escrito. Ni podemos comprender cómo la pasión política haya podido cegar a algunos sacerdotes –siquiera sean una pequeña minoría, mucho más reducida de cuanto se airea en el exterior- hasta prestarse a colaborar en un gran escándalo propagandístico de turbio origen y con fines no menos turbios, con graves repercusiones contra la propia Iglesia.

Pedimos a las publicaciones católicas del extranjero quieran acudir a fuentes de información más responsables cuando se trata de enjuiciar o simplemente informar sobre la vida de la iglesia en España.

Con todo el amor de nuestro corazón invitamos a todos nuestros sacerdotes a una sincera reflexión ante el Señor. Podéis y debéis acudir a nosotros con filial confianza para presentar a nuestra consideración las observaciones que os inspire vuestro contacto diario con las almas, a fin de que nuestro gobierno de la grey cristiana sea más y más fecundo; pero igualmente os pedimos que nunca queráis mezclaros en ningún empeño extraño a vuestro ministerio sacerdotal, y os exigimos por ello a todos que despertéis el sentido de vuestra responsabilidad sacerdotal para no convertiros, como tristemente ha sucedido en el caso presente, en objeto de una maniobra cuyos turbios fines políticos muchos habéis lamentado ante nosotros mismos, sorprendidos en una ingenuidad que también nosotros lamentamos y de la que nos dolemos muy hondamente.”

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111. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, AFIRMA DEBERSE EL AVANCE DE LA IGLESIA ESPAÑOLA A SU PROTECCIÓN POR EL ESTADO (6 de noviembre de 1960)

“Contemplemos con inmensa alegría y optimismo esperanzador el enorme avance que se ha dado en España... que, afortunadamente en esto es un ejemplo para el mundo, la perfecta unión entre ambas potestades, la eclesiástica y la civil, para laborar por el bien común...

En vuestro país, dijo el Papa León XIII, el deber de acatamiento y obediencia a la pública autoridad se refuerza con la consideración de que al frente de vuestro país hay una dama ilustre, cuya piedad y cuya adhesión a la Santa Sede nos son bien conocidas.” Justísima alusión a la madre de Alfonso XIII.

Tales palabras podrían repetirse hoy. Y si con el mismo fundamento en lo que respecta a las virtudes personales y a la personal adhesión a la Santa Sede, con mayor rigor lógico por ser otras las circunstancias y la duración del Gobierno en lo referente a la eficacia de tan ejemplar disposición espiritual. Porque en estos veinticinco años ha sido, de una parte, constante y sólido el progreso de España, tanto en el nivel de vida, en la cultura popular, en el orden científico y, en general, en todas las manifestaciones vitales. Pero no ha sido menor el avance de la Iglesia española, debido en gran parte a la paz material que el país ha vivido y a la protección del Estado de que la Iglesia ha gozado.”

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112. MONS. CASTÁN, OBISPO AUXILIAR DE TARRAGONA, DEFIENDE LA VIGENCIA DEL ‘SYLLABUS’ EN LA ACTUACIÓN PÚBLICA DE LOS CATÓLICOS (enero de 1961)

“Nos toca hablar, más brevemente, de esa vigencia que hemos llamado moral y que equivale a la actualidad. ¿Hay quienes profesan hoy en día los errores reprobados por el gran Papa de la Inmaculada? Si miramos al Este, están en apogeo comunismo y socialismo, desde el Oriente próximo hasta el extremo Oriente; y el comunismo y el socialismo son errores condenados por Pío IX en la cuarta Sección del Syllabus. Si miramos al Oeste nos encontramos que, después de su última guerra, como reacción contra las exageraciones, contra los totalitarismos nazis y fascistas, el Occidente se ha inclinado con demasiada fuerza a un liberalismo a ultranza, que recuerda bastante el liberalismo de fines del siglo XIX y principios del XX… Es evidente, pues, por desgracia, la actualidad del documento que condena ambos errores…

En España, son muchos los que se esfuerzan por conseguir un justo medio, equidistante entre ambos extremos; pero indiscutiblemente no faltan quienes sueñan con el paraíso rojo del comunismo ni quienes aspiran al verde edén de un liberalismo a ultranza. Nosotros orientemos nuestros pasos hacia Roma por la clara y luminosa ruta del ‘Syllabus’…

Índice de este liberalismo inconsciente o semiinconsciente son muchas posturas que adoptan hoy católicos españoles. Algunos, al reclamar contra la actual situación de España en materia de prensa, propugnan una libertad de prensa omnímoda, condenada por el ‘Syllabus’. Otros, en materia de enseñanza, sobre todo universitaria, parecen ignorar totalmente la doctrina formulada por Pío IX…

Otro indicio de desorientación por ignorancia del ‘Syllabus’: el hecho de la existencia de católicos progresistas, inclinados al comunismo y prestos a colaborar con él. ‘L’Osservatore Romano’ del 9 de noviembre denunciaba este peligro y las asechanzas comunistas en él fundadas con relación a España y Portugal.

Consecuencia: la doctrina del ‘Syllabus’ tiene, desgraciadamente, plena vigencia o actualidad en España. Atacar al liberalismo o al comunismo no es dar palos de ciego. Esos no son errores inexistentes en la actualidad, como el priscilianismo. No son gigantes fantasmagóricos, como los que la imaginación calenturienta de Don Quijote forjaba, sino monstruos tangibles y reales.

Dentro de unos tres años se cumplirán cien años de la publicación del ‘Syllabus’. Aprovechemos la oportunidad para refrescar su enseñanza y disipar los errores…

Disipemos las tinieblas y los errores que reinan en el espíritu de numerosos católicos; aprovechemos a este fin la oportunidad de ese centenario, levantando bien en alto la bandera del ‘Syllabus’ para que, disipados tantos confusionismos, podamos afirmar que en nuestra Patria Christus vincit, Christus regnat, Christus imperat.”

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113. MONS. CASTÁN, OBISPO AUXILIAR DE TARRAGONA, AFIRMA QUE EN ESPAÑA SE DA RELACIÓN IDEAL ENTRE IGLESIA Y ESTADO (enero de 1961)

“El Estado confesional católico. - Punto de partida fundamental en esta cuestión es que en España se realiza el ideal de las relaciones entre Iglesia y Estado. Estas relaciones ideales podrían sintetizarse así: mutuo reconocimiento, mutuo respeto y esfuerzo mutuo por la armonía.

Mutuo reconocimiento de ambas potestades como sociedades perfectas y con sus fines específicos; mutuo respeto de ambas en sus prerrogativas, sin intentos de injerencia en lo que es privativo de cada una, y esfuerzo por la armonía en las materias mixtas que bajo diferente aspecto afectan a cada sociedad.

No es España la única nación en que se afirma legalmente la unidad católica, aunque es el blanco principal de los gritos enemigos por este motivo. De manera semejante al Concordato español habla el Pacto de Letrán con relación a Italia. Y por lo que se refiere a la América Hispana, establecen la unidad católica el art. 38 de la Constitución de Colombia, el 51 de la de Costa Rica, el 3 de la del Paraguay y el 5 de la del Perú. Índice y expresión de esta unidad católica en nuestra Patria es el Concordato, técnicamente considerado como el más completo de toda la historia de los acuerdos de este género (Ecclesia, 31 de octubre de 1953).

El nombramiento de obispos. - Es ciertamente el punto menos brillante de nuestro Concordato. El ‘Syllabus’, prop. 50, atribuye al Estado como propio el derecho de presentar los candidatos a obispos. Nuestro Concordato no cae en este error. El derecho de presentación no es sino una concesión histórica que hizo la Iglesia en otros siglos y que en el presente respeta… y restringe lo más que puede…

La diplomacia vaticana consiguió, no obstante, dejar dos puertas abiertas al Concordato: el poder el Papa hacer una terna diferente de la presentada por el Jefe del Estado… y los obispos auxiliares, cuyo nombramiento se hace sin intervención del Gobierno. En definitiva, el Concordato no obliga a la Iglesia más que a dialogar con el Estado para hallar una solución satisfactoria…

Juramento de fidelidad al Jefe del Estado. - Algunos, ante este hecho, se rasgan las vestiduras al ver en ello una prueba de vergonzosa sumisión de la Iglesia española al Estado. Téngase presente que esto se concede en el Concordato con Italia, en el que, además, hay la fórmula del juramento; en el art. 12 del Concordato con Polonia; en el art. 5 del modus vivendi con Checoslovaquia; en el art. 6 del Concordato con Rumanía; en el art. 16 del Concordato con la Alemania de Hitler, todavía vigente.

El que se escandalice de que la Santa Sede conceda al gobierno católico de España lo que concedió al de la Italia fascista, al de la Rumanía cismática, al de la República laica de Benes, en Checoslovaquia, al de la Alemania nazi, que se inscriba en la cofradía de los fariseos… Pero se da el caso curioso de que ni en el Concordato de 1953 ni en el convenio de 1941 sobre el nombramiento de obispos se habla del particular. Es, pues, una concesión ‘de hecho’ solamente, que demuestra que, a la Iglesia, como a todo buen pagador, no le duelen prendas.

La ayuda económica del Estado a la Iglesia. - Empecemos diciendo que la separación meramente económica de la Iglesia y del Estado no es ningún error condenado. Sigamos diciendo que a la Iglesia le gustaría más este régimen. Afirmemos, además, que un Estado católico puede lícitamente retribuir el culto y ayudar económicamente a la Iglesia, y que ésta puede pedirlo a aquel.

Actualmente, en muchas naciones se parte, en esta cuestión, de un hecho concreto: la usurpación del patrimonio católico o eclesiástico perpetrada por el Estado bajo el nombre de desamortización -en España-, ya bajo el de incameramento -en Italia-, ya bajo otros eufemismos que encubren un latrocinio real… El régimen económico de la Iglesia española, además de tener como fundamento la desamortización, tiene multitud de precedentes en las más admiradas naciones europeas.

¿Identificación de hecho entre Iglesia y Estado, injerencias mutuas abusivas? – … Por una parte -dicen unos-, la Iglesia gobierna hoy en España; por otra parte -acusan otros-, la Iglesia calla ante las demasías del Estado.

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Lo cierto es que no gobierna en lo temporal, porque ni quiere, ni puede, ni debe; ni calla cuando debe hablar. Habla y habla reiteradamente cuando el caso lo requiere; pero sin hacer de cualquier cosa un “casus belli” y sin lanzarlo a los cuatro vientos para no dar armas a los enemigos de fuera.

La Iglesia y los obispos no son ni lacayos ni detentadores del gobierno. La Jerarquía española no es un puntal del régimen para sostenerlo, pero tampoco un ariete para derribarlo. No tolera injerencias civiles en el seno de la Iglesia ni aspira a suplantar a los gobernantes para adueñarse de las riendas del Estado. No se siente solidaria con ningún sistema político, aunque esté representado por católicos, ni quiere compartir con ningún gobierno las responsabilidades de orden temporal.

- Pero se ven con frecuencia mitras y sables juntos, prelados y gobernantes… Cuando es indispensable y lo exige la buena armonía. Lo mismo sucede en otras naciones, incluso laicas. Pocos años ha, en un viaje del cardenal de Tarragona a la laica Francia, el alcalde de Burdeos dio una comida al purpurado español. ¿se puede deducir de eso que el gobierno de Francia está en manos de la jerarquía de España?... Con esa lógica arguyen los impugnadores de la jerarquía española.

- Para terminar, voy a pasar a la ofensiva… Y lo hago afirmando que la Iglesia española, lejos de merecer reproches por excesiva condescendencia con el Estado o excesiva implicación con asuntos temporales, es más delicada y guarda mejor las distancias en esta materia que en muchas otras naciones.

Un ejemplo. Hace poco, algunos de los sacerdotes que fueron a misionar en Buenos Aires me decían que les había causado extrañeza ver en todas las iglesias, junto al altar, la bandera de aquella nación. Una alta jerarquía de la Iglesia española me decía que él había visto con admiración que en Estados Unidos no solamente estaban la bandera nacional a la derecha y la pontificia a la izquierda, sino que, además, se cantaba dentro del templo el himno nacional por los fieles, que nada tiene de religioso. La Jerarquía española es más delicada en este punto y nada de ello se permite.

Otro botón de muestra. En Italia, la Acción Católica, según los estatutos aprobados por Pío XII, tiene como bandera la misma de la nación, con el escudo de la propia Acción Católica. En nuestra Patria, la Jerarquía ha querido guardar mejor las distancias y ha dado a la Acción Católica una bandera diferente de la nacional.

En la misma Italia de la posguerra, ante la gravedad de las circunstancias, muchos sacerdotes y religiosos se lanzaron a la propaganda electoral, fuera de los templos, naturalmente. No lo repruebo; lo constato solamente. Nada de eso ha permitido la Jerarquía española a los sacerdotes en defensa del actual régimen.

De todo lo cual se deduce que la Iglesia de España no ha olvidado aquella regla del Divino Redentor: ‘Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios’. Hace lo primero reconociendo al Estado los derechos que tiene, y hace los segundo velando celosamente por los intereses de las almas y las prerrogativas de la Iglesia de Cristo.

Ojalá todos los españoles siguieran siempre esa línea de conducta: ni servirse del César- Estado para aherrojar a la Iglesia, como lo intentaron hacer el liberalismo y el totalitarismo marxista, ni pretender servirse de la Iglesia como de ariete para combatir a un Estado que tendrá sus defectos, como todo lo humano, pero al que no es lícito querer atacar impunemente desde el campo religioso.”

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114. MONS. HERVÁS, OBISPO DE CIUDAD REAL, CONTRA LA TERGIVERSACIÓN EXTRANJERA SOBRE LA IGLESIA ESPAÑOLA (Carta a ‘Il Popolo’ de Roma, febrero de 1961)

“Acogiéndome al derecho fundamental del hombre a la verdad, al honor y a la buena fama, le ruego tenga la cortesía de insertar en su periódico esta nota rectificatoria de la que en el mismo se publicó el 5 de febrero del corriente año, con el título de ‘Protesta antifranquista di vescovi spagnuoli’:

1. Nuestra reciente moción al anteproyecto de Ley de Bases para la Información -como lo hicimos notar en otra ocasión- no ha sido una ‘protesta antifranquista’, sino una enmienda al anteproyecto, el cual sólo tiene elcarácter de borrador, abierto al diálogo y a todas las correcciones que los miembros… del mismo juzgaren conveniente hacer. Tales enmiendas son presentadas por cada uno de los miembros de la comisión y discutidas con libertad y respeto en el seno de la misma. Fuimos invitados cortésmente por el señor ministro de Información a tomar parte de esta comisión. Y juzgamos un deber cívico dar nuestro asesoramiento, dentro del ámbito de nuestro cargo episcopal.

2. Las enmiendas que en conciencia creemos un deber presentar no pueden tener un carácter de ‘antifranquistas’ ni ‘profranquistas’, sino de asesoramiento libre, sincero y leal de unos obispos que, sin representar al episcopado español, presiden sus respectivas diócesis; diócesis de una nación en la que las relaciones entre la Iglesia y el Estado están regidas por un Concordato animado del ‘deseo de asegurar una fecunda colaboración para el mayor bien de la vida religiosa y civil de la nación española’ (preámbulo del Concordato).

Fuimos invitados cortésmente por el señor Ministro de Información a formar parte de esta comisión, y juzgamos un deber cívico dar nuestro asesoramiento, dentro del ámbito de nuestro cargo episcopal, en la confección de esta difícil ley que nos ocupa, ‘en conformidad con la ley de Dios y la tradición católica de la Nación española’ (Concordato).

3. Lamento sinceramente que ciertas agencias de información tergiversen tan a menudo lo asuntos de España, sobre todo los de carácter religioso.”

115. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, AFIRMA LA GRATITUD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA AL GENERALÍSIMO FRANCO (abril de 1961)

“Me ha parecido que, cuando Vuestra Excelencia avanzaba por la nave os ha acogido benévola desde su trono la imagen de Santa María de la Victoria, patrona de Málaga. Ha sido sin duda una muestra de gratitud, una muestra de especial asistencia.

Inmensos son los servicios prestados por vuestra excelencia a la Iglesia y a España. Pocos podrán estimarlos en su conjunto como el prelado que os habla... La ingente obra de reconstrucción nacional a la vista está de quien con serenos ojos quiera contemplarla. Mas no voy a hablar de los beneficios generales de la paz material ni de la libertad y protección generosa que en España goza la Iglesia…

Excelencia, al llegar a la ciudad habéis querido, como leal soldado, rendir vuestra espada victoriosa a los pies de esta Reina excelsa. Como hijo amante, reservad vuestro primer saludo para esta dulce Madre.

Ella, por mi boca, os manifiesta su gratitud y os promete que serán otras tantas victorias en los nobles anhelos que en bien de vuestro gran pueblo abrigan en vuestro corazón de creyente soldado español.”

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116. MONS. HERVÁS, OBISPO DE CIUDAD REAL, SOBRE EL ASESORAMIENTO DE OBISPOS PARA REDACTAR LA LEY DE PRENSA COMO SERVICIO A LA PATRIA (abril de 1961)

“Se está preparando en España una ley de Prensa… Algunos señores obispos, después de consultado el eminentísimo y reverendísimo señor cardenal de Toledo, fueron invitados a tomar parte de una comisión especial para el estudio y corrección de un anteproyecto de ley. Su misión habría de consistir en dar su asesoramiento en lo tocante a la religión, a la moral y a los derechos de la santa Iglesia, actuando, como es lógico, con carácter puramente personal y particular, sin que su presencia en la referida comisión signifique representación alguna oficial ni oficiosa del episcopado español.

Por tratarse de un deber cívico y de fundamentales deberes religiosos y morales cada uno de los obispos designados, por su propia cuenta, juzgó una obligación el aceptar esta difícil tarea como un servicio ineludible a la religión y a la Patria.

Se tratan en esta ley principios, derechos y deberes de los que, por lo general, los mismos fieles católicos no tiene, en muchos casos, un concepto exacto, y a veces ni siquiera cristiano”.

117. MONS. BUENO MONREAL, CARDENAL ARZOBISPO DE SEVILLA, JUSTIFICA LA BENDICIÓN AL GENERALÍSIMO FRANCO, GOBERNANTE EJEMPLAR (3 de mayo de 1961)

“Su Excelencia se ha dignado benignamente a aceptar nuestra invitación y nos concede el alto honor de su presidencia en este acto tan grato para Nos y para toda la archidiócesis. Su presencia entre nosotros, que profundamente agradecemos, no está exenta de interesante significación. Con conciencia de gobernante católico, Vuestra Excelencia sabe colocar a la cabeza de la jerarquía de valores los valores espirituales...

En vuestras excursiones por las anchas tierras de España vais recogiendo los frutos de veinticinco años de paz y de trabajo afanoso y concertado en constantes inauguraciones de realizaciones y mejoras en la vida española... Bendiga el Señor todo este magnífico esfuerzo para mejorar la vida de los españoles. Pero estimo que sentís un particular gozo cuando, como hoy y en otras tantas ocasiones, inauguráis un centro de vida espiritual. También esto ha sido posible solamente por el clima de paz, por vuestro favor de buen hijo de la Iglesia, por habernos guardado la Patria libre de esas luchas encarnizadas que en tantos lugares del mundo ahogan la vida de la Iglesia.

No puedo ocultar otra significación de vuestra presencia en este acto: es la concordia ejemplar que se proclama ante el mundo de la concordia entre la Iglesia y el poder civil. Concordia propugnada siempre por los grandes autores del Derecho público eclesiástico y las encíclicas de los Pontífices...

Decíais muy bien, señor, en otra ocasión, que a la Iglesia no le es indiferente una situación política ordenada con sentido cristiano, y respetuosa y favorable para los valores espirituales a una situación que desconociera, o menospreciara, o aun persiguiera su labor y la función espiritual. La Iglesia respeta y ha respetado siempre la legítima potestad civil, como San Pablo nos manda respetar incluso a los emperadores paganos.

Pero cuando la Iglesia encuentra un gobernante de profundo sentido cristiano, de honestidad acrisolada en su vida individual, familiar y pública, que con justa y eficaz rectitud favorece su misión espiritual al tiempo que con total entrega, prudencia y fortaleza, trata de conducir la Patria por los caminos de la justicia, del orden, de la paz y de su grandeza histórica, que nadie se sorprenda de que la Iglesia bendiga no solamente en el plano de la concordia, sino con afectuosidad de Madre, a ese hijo que, elevado a la suprema jerarquía, trata honesta y dignamente de servir a Dios y a la Patria. Ese es precisamente nuestro caso. Gracias sean dadas al Señor.”

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118. S. E. EL JEFE DEL ESTADO, FRANCISCO FRANCO, RESPONDE A MONS. BUENO MONREAL, CARDENAL ARZOBISPO DE SEVILLA (3 de mayo de 1961)

“Perdonad que, rompiendo este silencio, me una, dando continuidad a las palabras que Su Eminencia ha pronunciado en la celebración de este acto solemne al inaugurar el nuevo Seminario. No voy a pronunciar palabras de orden religioso, en lo que tengo tanto que aprender; pero consentidme que un soldado hecho político os hable un momento de la política de la Nación.

No es indiferente a la Iglesia la política de los pueblos. Una cosa es que la Iglesia esté por encima de la política y otra, muy distinta, el que se desinterese de la política. No tenemos más que extender la vista por el universo y ver los tristes resultados para la Iglesia de la política en los diversos países. Pero predominando sobre estos movimientos políticos, con sus altos y sus bajos, se acusa una acción mucho más peligrosa que las demás, que es la más grande amenaza que ha sufrido Occidente y que intenta destruir la paz, la espiritualidad y la civilización cristiana de las naciones, esto es, el comunismo. El comunismo en sus propósitos no descansa, pero el comunismo tampoco está solo; tiene, como solemos decir, sus «compañeros de viaje», los que le han abierto camino y se lo siguen facilitando al convertirse en cajas de resonancia, de las consignas comunistas, los que inconscientes, apasionados por sus políticas ateas, acaban haciendo la política que el comunismo necesita. Este es el peligro de esta hora y en el que tenemos que estar apercibidos para defendernos.

Hoy mismo, los periódicos nos traen la noticia de graves persecuciones de la Iglesia, con atentados contra las órdenes religiosas, incautaciones, encarcelamientos de ministros del Señor, con todo ese odio sistemático y satánico que las fuerzas del mal tienen trazado y proyectado sobre el universo. Las fuerzas del mal están organizadas, tienen sus Estados Mayores y trabajan persiguiendo sus objetivos, buscando los puntos sensibles, apoderándose de los órganos de Prensa y difusión, comprando conciencias, enrolando a su servicio y a su política a muchas otras fuerzas del universo. Y, por ello, parece natural que las fuerzas espirituales, las del orden, y no digamos la Iglesia, se organicen igualmente para defenderse. (Grandes aplausos.)

Nos hablaba el cardenal de los bienes temporales y de los bienes espirituales, y si tuviéramos que optar no tendríamos duda; pero no tenemos por qué elegir porque precisamente los bienes espirituales llevan en sí la multiplicación de los bienes temporales. No están reñidos, como fuera se quiere hacer creer. Precisamente, gracias a los bienes espirituales se puede disfrutar de los materiales. ¿Quién liberó al mundo de la esclavitud? ¿Quiénes han promulgado las doctrinas sociales más justas y avanzadas de todos los tiempos?

Pues si esto es así, ¿por qué pretender encasillar a la Iglesia entre las fuerzas de la reacción y no reconocerle sus esfuerzos para redimir a los hombres de la esclavitud, de la ignorancia y de la delincuencia? Y, pese a estas realidades incontrovertibles, en los tiempos modernos se pretende poner en pugna los bienes espirituales que la Iglesia propugna con la justa aspiración de las mejoras materiales. Por eso os he querido hablar de política.

La política que los hombres maduros y los que peinamos canas hemos vivido, era aquella política de derechas y de izquierdas que todavía algunos retrasados vienen arrastrando. Hay quienes, sintiéndose católicos, acuden a aquella vieja clasificación, diciendo: «es que yo soy de derechas, o somos de derechas», porque una vez en la Historia, la Iglesia se viese presente en el lado donde le negaban sus derechos, cuando debíamos decir: somos Hijos de Dios, somos espirituales, tenemos como norma la Ley de Dios, y la Ley de Dios es la justicia social, es la fraternidad humana, es considerar a nuestros semejantes como hermanos, por ser los hombres portadores de valores eternos hechos a imagen y semejanza de Dios. (Grandes aplausos.)

Y, por lo tanto, no tienen nada que enseñarnos por avanzados que sean y por justos que pretendan ser, ninguna clase de elementos ni de organizaciones, partidos o facciones políticas. El Movimiento Nacional ha venido a unir lo nacional en peligro con lo social, pero bajo el imperio de lo espiritual, de la ley de Dios. Por eso uno de nuestros primeros pasos, hace veintitrés años, fue la restauración de la Compañía de Jesús. Era un acto de justicia. Y, sin embargo, los que nos antecedieron, aquellos hombres que predicaban que iban a elevar el nivel de vida, que iban a lograr el paraíso en una España republicana, ¿qué hicieron con el pueblo? Destruir todos los bienes, paralizar la vida de la nación, perseguir a la Iglesia, intentar la destrucción de todo lo espiritual que tenía España, que podía haber

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producido, como ocurre hoy, los bienes temporales de que disfrutamos. Que el camino elegido es bueno, nos lo acusa esa floración de vocaciones, triunfo de los valores del espíritu en un mundo amenazado.

Para defendernos de la batalla que el mundo plantea, tenemos dos armas: las espirituales y las de la política; porque lo que se está dando hoy en el mundo es una batalla política decisiva para nuestro futuro, y a la batalla no se pueden oponer ejércitos organizados, hay que oponer la acción política. A una política que capta hay que oponer otra doctrina plena de mayor ilusión. En esta lucha que hace veinticinco años hemos emprendido, a la realidad de nuestra doctrina hemos unido la fuerza de la razón y el gran poder de los valores espirituales. Combatir en el campo de Dios, es combatir con ventaja, pues evidentemente es contar por adelantado con el triunfo. (Grandes aplausos.)

Quiero hacer solamente estas consideraciones para refrendar las palabras del cardenal y deciros que dela unión de la Iglesia y del Estado, de la colaboración en sus respectivas funciones, solamente bienes pueden depararse para la sociedad, para la Iglesia y para el mundo. (Grandes aplausos.) Queda inaugurado en el día de hoy el Seminario Menor de Pilas.”

119. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, ENSALZA LOS PROGRESOS DEL CATOLICISMO ESPAÑOL (L’Osservatore Romano, 4 de julio de 1961)

“Fácil me sería fundamentar un cumplido elogio del catolicismo español contemporáneo. El progreso ha sido extraordinario –en éste como en otros aspectos de la vida nacional- durante los últimos cuatro lustros. Dos hechos me servirán de exponente para medir el avance: el número de vocaciones y la madurez de la conciencia colectiva. Las vocaciones alcanzaron la cifra de 10.000 en 1959. La cultura religiosa se ha extendido a campos antes menos cultivados. Y es más perfecta en los tradicionales. Tradicional es, por ejemplo, la ferviente adhesión de España al Papa. Mas nunca como hoy se ha seguido al día el pensamiento pontificio... La adhesión a los prelados y la influencia de éstos sobre los fieles es incomparablemente más viva y eficiente que lo fue a principios de siglo. Florece un nuevo espíritu misional. Los estudios y la práctica litúrgicos progresan rápidamente. La cultura religiosa general del católico es más sólida. Prueba manifiesta es el éxito creciente de la Biblioteca de Autores Cristianos...

Las inevitables y legítimas diferencias políticas no afectan a la Acción Católica. Unidos seglares de diferentes tendencias, actúan gustosos a las órdenes de los obispos...

El clero secular, muy al día, extiende su creciente celo apostólico a todos los campos. ¿Cómo no citar el de América hispana, actividad sabiamente dirigida por la O.C.S.H.A.? En 1960, salieron para América 79 sacerdotes seculares. Gloria del clero secular que los dirige son los Cursillos de Cristiandad, que han alumbrado en el alma masculina una corriente de la más pura espiritualidad evangélica.

La cooperación de los religiosos es inmensa; en predicación, en misiones, en ejercicios... Y, acaso principalmente, en la enseñanza en todos los grados, sin excluir la profesional. Más de 200.000 alumnos cursan los estudios medios en colegios dirigidos por religiosos, con brillantísimo resultado en los exámenes oficiales.

A la Acción Católica se ha de atribuir principalmente la nueva conciencia jerárquica, apostólica, litúrgica, caritativa y misional de la España actual.

Equitativo es reconocer que el sereno ambiente espiritual de que España goza, gracias a la supresión de la prensa sectaria y disolvente, facilita la labor. Y no debe olvidarse la aportación modesta, callada, sacrificada de un magisterio nacional, tesoro y orgullo de España. No son raros entre los maestros quienes edifican a los niños con su palabra y vida de perfección evangélica.”

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120. ALABANZA A LOS PODERES PÚBLICOS POR SUS NORMAS SOBRE MORALIDAD PÚBLICA (Ecclesia, 29 de julio de 1961)

“En casi todas las provincias de España se han publicado estos días unas normas de orden público en playas, piscinas, lugares de camping... No regateamos nuestra alabanza para esta preocupación de los Poderes públicos por la moralidad social. Son normas no dictadas por el capricho y la arbitrariedad, sino fundados en la misma naturaleza de las cosas. Llegan a la ley civil desde la ley natural, que es un reflejo de aquella ley eterna que, con sus preceptos positivos y negativos, protege todo el orden universal.

La Comisión Episcopal de Ortodoxia y Moralidad... publicó, hace ya algún tiempo, las ‘Normas de Decencia Cristiana’, sobre cuyo texto puede articularse un amplio programa de formación moral, que llegue a padres y educadores, a simples ciudadanos y a sus autoridades nacionales, provinciales y locales, que han de aplicar las disposiciones oficiales, como conviene a un país católico.

La defensa de la moralidad pública, en todos los órdenes, compete fundamentalmente a la sociedad y en su nombre a la autoridad pública. Y téngase presente siempre que una ley promulgada y no cumplida, antes es perjudicial que simplemente inútil, porque disuelve los resortes íntimos del respeto al derecho público y privado, y quien se acostumbra a vivir en ese ambiente, fácilmente quebrantará otras normas de justicia y convivencia social.”

121. S. S. JUAN XXIII FELICITA AL GENERALÍSIMO FRANCO EN EL XXV ANIVERSARIO DE SU EXALTACIÓN A LA JEFATURA DEL ESTADO (1 de octubre de 1961)

“Ruego vuecencia reverendísima (nuncio) presentar Excelentísimo General Francisco Franco los fervientes votos que al celebrarse el XXV aniversario de su elevación a la Jefatura del Estado formula Santo Padre por prosperidad amada nación española y suya personal. Con especial bendición apostólica extensiva su familia, toda España. - Cardenal Amleto Cicognani, Secretario de Estado de Su Santidad.”

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122. ‘XXV ANIVERSARIO’ (Ecclesia, 7 de octubre de 1961)

“La significativa efemérides del vigesimoquinto aniversario de la elevación a la Jefatura del Estado de Su Excelencia D. Francisco Franco Bahamonde ha sido conmemorada en toda España con multitud de actos oficiales y populares, teniendo los más resonantes por escenario la ciudad de Burgos, Caput Castellae y capital de España que fue durante la guerra.

El propio Jefe del Estado presidió, en jornadas humanamente agotadoras, las grandes solemnidades y pronunció extensos e importantes discursos, en cuyos acentos se transparentaba, incluso materialmente, la emoción del hombre que, en la coyuntura patria más difícil de los últimos tiempos, asumió la ingente tarea de ganar la guerra y rehacer la paz, reconstruir media España maltrecha, alzarse sin compromisos ante la horrible segunda guerra mundial y poner al país en vía de abierta prosperidad.

La Santa Sede le hizo presente su felicitación, así como las representaciones diplomáticas de todos los países acreditados. Por nuestra parte, nos asociamos gustosos al homenaje debido a la persona que ostenta la más alta dignidad del país como expresión y reconocimiento de su servicio a la paz y a la religión.”

123. EL CARDENAL OTTAVIANI ALABA EL RÉGIMEN CATÓLICO DEL GENERALÍSIMO FRANCO (Inauguración de la Escuela de Ciudadanía Cristiana, octubre 1961)

“Venir de Roma, centro de la Cristiandad, a España para inaugurar en esta magnífica capital una obra de tan elevado valor social como es esta Escuela de Ciudadanía Cristiana, obra ejemplar aun para las otras naciones católicas, es lo mismo que sentir vivísimo el deseo del corazón de enviar a España, a sus ciudadanos, a sus gobernantes, un saludo de admiración, un himno de gloria por tantas y tan maravillosas obras que, a lo largo de los siglos, han hecho de España una nación tan benemérita de la civilización cristiana...

En una ocasión como ésta no puedo menos de tributar ya desde ahora un aplauso a la cordura y al valor del Jefe del Estado español y a sus directos colaboradores, que, en un tiempo de laicismo general, han reconocido y sancionado en el Fuero de los Españoles un principio que es fundamental en una constitución cristiana de la sociedad y de la cual se derivan tan saludables realizaciones para una ciudadanía perfecta y ejemplar. Me refiero al reconocimiento que un Estado verdaderamente católico debe otorgar a la religión católica de sus propios ciudadanos. Es esto justamente lo que sanciona el Fuero de los Españoles con aquellas lapidarias palabras: La profesión y la práctica de la religión católica, que es la del Estado español, gozará de la protección oficial.

He aludido a la cordura y valor del Jefe del Estado y de sus colaboradores; estamos siempre en la misma línea del valor con el que España arrojó de su propio suelo las hordas devastadoras del nombre cristiano y de toda libertad y dignidad humana. Diré más: el Occidente cristiano, no solo España, se benefició de aquella gesta heroica, salvándose de la amenaza de esclavitud que venía del Oriente... Fue, por tanto, la vuestra una santa Cruzada que frenó en Occidente el ímpetu arrollador del marxismo, enemigo de la Cruz de Cristo...

Relacionando estas palabras con lo anteriormente dicho sobre la Cruzada, cuyo veinticinco aniversario celebramos, asumen un significado especial de impulso para la noble empresa de esta Escuela que quiere preparar buenos soldados de Cristo, dignos y animosos promotores del bien religioso y civil de la Patria.”

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124. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, SOBRE LA FELIZ UNIÓN DE IGLESIA Y ESTADO EN ESPAÑA (Inauguración de la Escuela de Ciudadanía Cristiana, octubre 1961)

“Es prueba de garantía la feliz unión de Iglesia y Estado que existe en nuestra Patria para las grandes empresas, de las que es un ejemplar vivo esa Junta rectora del Valle de los Caídos, donde junto a los ministros se sientan los obispos sin otro fin, en sustancia, que hacer llegar al pueblo español la palabra y el pensamiento del Papa.

Mucho se puede esperar de un país al que la Providencia permite realizar plenamente el pensamiento pontificio, expresado con palabras explícitas en la carta magna de la Escuela de Ciudadanía, que es la Sapientiae Christianae de León XIII: La Iglesia no puede patrocinar a quienes se empañan en separar dos cosas que por su naturaleza son inseparables: la Iglesia y el Estado. La Iglesia es protectora de aquellos que, sintiendo rectamente de la Iglesia y del Estado, trabajan para que ambos, aunados, procuren el bien común...

No se puede, por consiguiente, separar la perfección natural de la sobrenatural. Y es lógica y deseable la unión en la acción de aquellas dos sociedades, cada una de las cuales tiene un fin y una naturaleza distinta, pero que coinciden en la acción para procurar el bien común. Diríamos, en fin, que esta unión de fuerzas que, afortunadamente, existe en España y la magnitud de la empresa que acometemos responde perfectamente al pensamiento del santo predecesor de Juan XXIII.”

125. MONS ANTONIUTTI, NUNCIO APOSTÓLICO, PONE A ESPAÑA COMO EJEMPLO DE COMUNIÓN CON ROMA (24 de marzo de 1962)

“Deseo expresar mi sentido agradecimiento a Vuestra Excelencia por haberse dignado disponer que esta ceremonia se celebrara con tanto esplendor en el día de San Gabriel, patrono de los nuncios y de los embajadores, demostrando una vez más la profunda religiosidad de España, tan visiblemente reflejada en vuestra persona, y dando una nueva prueba de adhesión y respeto a la Sede Apostólica.

En este periodo ecuménico, cuando el mundo, agitado y confuso, vuelve sus ojos a la Iglesia Católica, que ofrece el espectáculo grandioso de su sólida unidad en torno al Papa, es muy consolador el ejemplo de la Iglesia de España que, a lo largo de los siglos, aun en los momentos más agitados de su Historia, ha defendido con intrépido coraje su patrimonio espiritual, en la más estrecha comunión con Roma…

La Iglesia Católica, solícita en preservar los valores de los que es depositaria y en mantener sin fisuras la unidad religiosa del país, está segura de colaborar con ello a la conservación de la unidad nacional, que es la mejor garantía de la seguridad civil y de la elevación moral de los ciudadanos,

Señor: quiero aprovechar esta solemne ocasión para daros las gracias por las atenciones que me habéis dispensado durante mi misión, y ruego a Dios que os asista en vuestra ingente tarea para asegurar a España el puesto que le corresponde en la familia de las naciones.”

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126. MONS. ANTONIUTTI, NUNCIO EN ESPAÑA, ENSALZA LOS LOGROS DE ESPAÑA BAJO EL GENERALÍSIMO FRNCO (Discurso de despedida, 16 de mayo de 1962)

"Hace ahora veinticinco años que entraba en España, al final de julio, cuando se apagaba el fuego de la batalla de Brunete. Llegué a Navarra, enardecida por sentimientos de religión y patriotismo, y la impresión que tuve fue la de un pueblo lleno de virilidad que luchaba por Dios y por su patria. Venía con una misión de caridad, y traía una bendición del Papa para los que se habían propuesto la difícil y delicada tarea de restablecer el orden, la justicia y la paz.

Al comenzar mis viajes por tierras de España, tuve mi primera y trágica visión de la guerra, que todo lo destruye, en Ochandiano, el primer pueblo de Vizcaya en el que saltaban a la vista las dolorosas e impresionantes señales de la profanación del templo y la mutilación de las imágenes sagradas.

Dolorosos también los recuerdos de espectáculos semejantes que tuve ocasión de presenciar por tierras de Asturias, Aragón y, posteriormente, de Levante. En Gijón llevé el Cristo del Perdón por encima de las ruinas de iglesias destruidas. Junto a los muros de Teruel, en el frío comienzo de 1938, busqué en vano al obispo, padre Polanco, que, después de larga prisión e inenarrables sufrimientos, debía seguir la suerte de otros once obispos torturados y muertos de las formas más inhumanas. Llevé en Vinaroz, en nombre del Papa, el Santo Cristo de la Paz, para conmemorar la liberación de aquella ciudad, en un Viernes Santo, que fue un viernes de gloria. Visité con dolor los cementerios profanados, entre los que recuerdo el de Barbastro y el de Huesca; recé sobre las ruinas de las iglesias destruidas, y lloré ante las tumbas de millares de sacerdotes que fueron martirizados con la violencia del anticristo.

Pero también he tenido la alegría de reunir a los seminaristas dispersos, devolver muchos niños arrancados a sus familias y ayudar a millares de refugiados. Y en todas partes he admirado el resurgir de un pueblo empeñado en hacer revivir sus mejores tradiciones. Después, todo esto me ha servido para hablar, modesta pero sinceramente, en favor de esta nación, no por razones políticas, sino para rendir testimonio a la verdad, porque una hábil propaganda había despojado a España hasta del aprecio y cariño de algunos hijos de la Iglesia.

Testigo auténtico de la tragedia de este país, he podido comprobar después, a mi vuelta, las grandes realizaciones logradas a pesar de las dificultades que España tuvo que afrontar soportar y superar con la tenacidad propia de sus gentes y las reconocidas virtudes de su genio.

Señor Ministro: Si he evocado algunos de mis recuerdos personales en la víspera de mi partida de esta queridísima tierra ha sido con el ánimo de dar gloria a Dios, que ha protegido a España, y para rendir justo homenaje al pueblo español, que ha sabido mantenerse fiel a su vocación histórica.

Así lo reconoció varias veces el Pontífice Pío XI, que tuvo para España palabras de vigoroso aliento y acendrado cariño. Lo ha proclamado Pío XII, que cantó las glorias de esta Iglesia victoriosa, y lo repite el actual Pontífice, Juan XXIII, con recuerdos de afecto paterno y fe serena.

Os agradezco todas las atenciones que tanto V. E. como los señores ministros del Gobierno me habéis dispensado siempre, como expresión de respeto a la Santa Sede y de filial devoción a la persona del Augusto Pontífice.

A la vez que recibo reconocido los sinceros deseos que habéis formulado por Su Santidad y por el éxito feliz del próximo Concilio Ecuménico, que constituye un acontecimiento lleno de radiantes esperanzas, elevo mis votos más fervientes por Su Excelencia el Jefe del Estado, al que he seguido siempre con admiración en la dura tarea que se ha impuesto por el bien de su Patria, y pido a Dios que le asista en su empeño y conceda a España la protección que necesita, la prosperidad que se merece, la comprensión a que tiene derecho y el progreso que le asegurará alcanzar metas aún más altas y nuevos triunfos.”

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127. MONS. OLAECHEA, ARZOBISPO DE VALENCIA, RECONOCE LA GRATITUD DE LA IGLESIA AL CAUDILLO FRANCISCO FRANCO (Carta Pastoral, 24 de junio de 1962)

“Gratitud de la Iglesia en España a los regímenes y Gobiernos, que no se han opuesto a su divina misión, y más aún a los que le ayudaron y ayudan a llevarla a cabo.

Dando un vistazo atrás vemos que cuando terminó la Monarquía la Iglesia, no enfeudada, como decimos, en ningún régimen, acató lealmente el de la República para seguir en la misión que Jesucristo le encomendara, pero en la carta pastoral del más eminente representante de la jerarquía eclesiástica en España no dejó de elevarse en aquellos días un canto de reconocimiento a aquel régimen multisecular, que a través del tiempo había hecho tanto en pro de la misma, le había ayudado tanto a cumplir su divina misión y a alumbrar un nuevo mundo al amor del Evangelio. La Iglesia, maestra y ejemplar de todas las virtudes, guarda imperecedera gratitud a la Monarquía española. No nos extendemos en detalles por no hacernos harto prolijos, y porque estos detalles viven aún en el recuerdo de todos. Acató lealmente la Iglesia, como decimos, a la República y siguió su misión santificadora en ella, tanto como la tristeza de los tiempos le permitieron.

No fue la República la realidad de orden y de progreso que esperaban los que preferían tal. Fue ella lo que fue. Tal vez nadie la juzgó con más justicia y energía que los que, perdida la ilusión, esperaban "otra cosa," otra cosa". No queremos poner de relieve la negrura de las citas. Dio la ola de la persecución una corona gloriosísima de mártires a la Iglesia de España. La Iglesia mártir agradeció con las palabras del supremo jerarca de la misma "a los restauradores del orden" la ardua, la heroica misión que se habían impuesto, y tanto en la guerra como después de la victoria no sólo no encontró en el caudillaje oposición a su misión divina, sino que encontró aliento y apoyo de toda suerte para llevarla a cabo.

No sería la Iglesia en España justa y noble, aun siendo ajena del todo a enfeudarse en regímenes en gobierno, si no elevara a diario una fervorosa ovación a Dios por el Jefe del Estado y Generalísimo de los Ejércitos, Su Excelencia don Francisco Franco Bahamonde, pues en él y en sus Gobiernos ha encontrado y encuentra cordial cooperación para la mejor formación espiritual de los españoles. La religión católica, enseñada en todas las escuelas y grados de la educación nacional, desde la elemental a la universitaria; la legislación sobre el matrimonio; los viejos seminarios remozados y los otros levantados de planta con decoro, y sin lujo; la reconstrucción de las parroquias derruidas por la ceguera de la persecución y el levantamiento de tantas otras que urgían; la restauración de célebres monasterios, ¡éstas y otras son las benemerencias con la Iglesia en España, por parte del Régimen!...

La Iglesia, en España guarda, imperecedera, gratitud a los regímenes que, como la Monarquía, no se han opuesto a su divina misión y la han apoyado y apoyan, como el presente. Sólo nos queda, para terminar esta carta, repetir las palabras que cada día decimos los sacerdotes, en España: "A tu siervo, Señor, el Caudillo Francisco, con el Ejército y el pueblo, que le has encomendado, líbrale de toda adversidad, da paz y bienestar a nuestros tiempos."

128. MONS. PLA Y DENIEL, CARDENAL PRIMADO DE TOLEDO, RECONOCE LA PERTENENCIA DE GOBERNANTES A LA ‘ACCIÓN CATÓLICA’ (1 de julio de 1962)

“Debe distinguirse entre la asociación como tal y la acción personal de sus militantes. La Acción Católica no ha de meterse en política, pero ha de ser formadora de buenos políticos; ha de ser formadora de buenos ciudadanos. Y la Acción Católica, de hecho, ¿cuántos mártires tiene en nuestra Cruzada nacional? Y en el orden mismo actual, la Acción Católica tiene ex ministros, ex gobernadores, ex directores generales. Digo ex -puede haberlos también sin el ex actualmente-, pero entonces se debe procurar, como lo procuran las mismas normas de Acción Católica, para evitar confusión en las responsabilidades, que no tengan cargos dirigentes en la Acción Católica. En cuanto a la libertad personal, la Acción Católica deja la actuación completamente libre a la persona.”

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129. MONS. QUIROGA PALACIOS, CARDENAL ARZOBISPO DE COMPOSTELA, DEFIENDE LA VIGENTE UNIDAD CATÓLICA DE ESPAÑA (25 de julio de 1962)

“Juzgo oportuno repetir hoy, para aclarar conceptos y disipar malentendidos, unas palabras pronunciadas por mí en ocasión análoga a la de hora, al presentar personalmente S. E. el Jefe del Estado la ofrenda nacional en el Año Santo de 1954:

Cuando en una nación, como sucede afortunadamente en España, se da unanimidad moral en la profesión de la religión verdadera, es lógica y obligada no solamente la confesionalidad del Estado, sino que debe conservarse como un tesoro preciadísimo la unidad católica y fomentarse con el mayor interés una justa y santa colaboración entre ambas potestades.

Esto ha hecho el Estado español, que, conservando su natural y justísima autonomía en las cosas meramente temporales y políticas, deja libre a la Iglesia en las que son de su competencia, procurando en las materias mixtas una cordial inteligencia y acuerdo, que venturosamente se concretó en los diversos convenios que precedieron al Concordato recientemente firmado, que ha merecido las más grandes alabanzas y ha sido propuesto como modelo de esta clase de convenciones.

Esto ha hecho el Estado español que, conservando su natural y justísima autonomía en las cosas meramente temporales y políticas, deja libre a la Iglesia en las que son de su competencia, procurando en las materias mixtas una cordial inteligencia y acuerdo, que venturosamente se concretó en el Concordato recientemente firmado, que ha merecido las más grande alabanzas y ha sido propuesto como modelo de esta clase de convenciones.

Queda así reafirmada nuestra unidad católica y asentado en España este sistema de relaciones entre la Iglesia y el Estado, en las cuales -y pese a las erróneas interpretaciones de los deficientemente informados y de los hombres de mala voluntad y de intención torcida-, se está tan lejos de una supeditación del Estado en relación a la Iglesia -que ella no quiere ni podría aceptar en asuntos que no le competen y que el Estado no consentiría jamás-, como de una servidumbre o enfeudamiento de la Iglesia con relación al Estado, que éste no pretende en manera alguna y que aquélla rechazaría en todo caso hasta el martirio y hasta la muerte.

No se trata de viejas teorías que hayan perdido su vigencia para los tiempos actuales. No es sólo -y ya sería mucho- la doctrina tradicional de la Iglesia constante y clarísimamente expuesta y defendida por todos los Papas del pasado siglo, desde Pío VIII a León XIII. Ni es sólo lo enseñado por San Pío X, Benedicto XV y Pío XI. Su Santidad Pío XII, en 1955, dos años después de su famosa alocución al V Congreso Nacional Italiano de la Unión de Jurisconsultos Católicos, dijo estas palabras, que él quiso que figurasen en Acta Apostolicae Sedis: La Iglesia en principio considera esta colaboración (entre la Iglesia y el Estado) como normal y mira como un ideal la unidad del pueblo en la verdadera religión y la unanimidad de acción entre Ella y el Estado.

Esta es la tesis. Es verdad que, en hipótesis, o sea, cuando se dan especiales circunstancias, puede admitirse la separación entre los dos poderes como un mal menor o, si se quiere, como un bien relativo. Pero no es éste nuestro caso y hemos de agradecer al Altísimo que en España pueda aplicarse íntegramente la tesis. Para continuar disfrutando de este gran don, hemos de esforzarnos con todo interés en vivir sinceramente nuestra fe y en hacerla fructificar en obras, para merecer que sobre nosotros continúe proyectándose la gracia del Cielo. Será esto fuente de inmensos bienes para España y para el mundo.”

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130. MONS. CANTERO, OBISPO DE HUELVA, JUSTIFICA LA LIMITACIÓN DE LA LIBERTAD SINDICAL EN ESPAÑA (a la Conf. Internacional de Sindicatos Cristianos, 28 de julio de 1962)

“El derecho a la libertad sindical no es un derecho absoluto e incondicional, sino relativo y condicional, como todo derecho humano; por tanto, debe acoplarse con los demás derechos de las personas e instituciones, incluso subordinarse a los derechos superiores que les pudieran corresponder en la escala jurídica de los valores humanos. En caso de conflicto de los diversos derechos corresponde jurídicamente al Gobierno legítimo de la nación limitar y suspender el ejercicio de los que pongan en peligro la paz y el bien común de la sociedad.

Concretamente, en las circunstancias actuales de la sociedad y nación españolas, y teniendo en cuenta la propaganda del comunismo internacional, que dedica anualmente muchos millones de dólares a la subversión interna de los pueblos del mundo libre, la libertad sindical que propugna la C.I.S.C. para los trabajadores españoles sería prácticamente el caballo de Troya para la introducción del comunismo en la sociedad y en la nación españolas. Ante este riesgo nacional e internacional, es natural y lógico que el Estado español emplee las garantías necesarias para evitar tan gravísimos riesgos, no sólo para España, sino también para todo el mundo occidental, dada la situación geográfica de nuestra nación.

Tenga seguridad la C.I.S.C. de que el Gobierno que actualmente rige los destinos de España está constituido por hombres temerosos de Dios que sienten la responsabilidad de la conciencia social cristiana, que vienen haciendo cuanto pueden en favor de la promoción social, cultural y económica de los trabajadores, dentro de las posibilidades del realismo económico de la nación. Y el hecho es que en estos veinticinco años se ha elevado el nivel social, cultural y económico de los trabajadores, gracias, en gran parte, a la legislación laboral y a la estabilidad política y la paz social de la nación.”

131. MONS. RIBERI, NUNCIO APOSTÓLICO AGRADECE AL GENERALÍSIMO FRANCO EL GRAN SERVICIO QUE PRESTA A ESPAÑA (Tarragona, Año Jubilar Paulino, 25 de enero de 1963)

“Séame permitido presentar un especial y cordialísimo saludo al Excmo. Ministro de Justicia, y en su persona, a Su Excelencia el Jefe del Estado, a quien dignamente representa en este solemne acto, y quien con clarividente visión y pulso firme sabe mantener a España en el puesto de honor que le corresponde por su labor evangelizadora del pasado y su actual defensa de todos los valores morales, que son el fundamento del verdadero progreso y de la verdadera paz de los pueblos.

Pese a las injustas maquinaciones e insidiosas campañas promovidas por los que alardean de negar a Dios contra esta católica nación, el Caudillo de España la mantiene con su palabra, con sus sabias disposiciones y con su personal y edificante ejemplo, siempre fiel a la doctrina que aquí han venido atraer y predicar los apóstoles Santiago y Pablo.

Como siempre, la verdad se va abriendo paso y triunfando del error, y la verdad de España católica se abre paso y triunfa también de día en día. Es justo pues, que todos agradezcamos al Caudillo de España el gran servicio que presta a la Patria, y la presencia y adhesión a esta celebración, cuyo fin es afirmar más y más la catolicidad de la Nación.”

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132. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, ALABA LA COLABORACIÓN CIVIL Y RELIGIOSA EN ESPAÑA (Palabras al Nuncio mons. Riberi, 1 de mayo de 1963)

“Cumplo el gratísimo y alto honor de daros la bienvenida en nombre de Málaga. De Málaga, ¿cómo la calificaremos? Por España y fuera de España, vuestra excelencia lo sabe, se la denominaba treinta años ha, Málaga la roja: Otro es el título que hoy merece. Os saludo en nombre de Málaga la cívica, la culta, la piadosa. La piadosa, sí. El crecimiento de la piedad malagueña ha ido vertical y aceleradamente en aumento…

Hay otro motivo singular que explica el nuevo ambiente que se ha creado en Málaga: la perfecta colaboración que existe ya entre ambas potestades: la eclesiástica y la civil. A la caída de la tarde del 12 de octubre de 1947 subí por primera vez al púlpito de la iglesia catedral. En mi discurso de entrada anuncié que era mi propósito ser fiel a la tesis católica de la relación entre ambas potestades, formulada perfectamente en nuestros días en la ‘Immortale Dei’.

Como allí se dice, la unión del sacerdocio y del imperio es la causa de la civilización cristiana de la Edad Media. Es necesario -escribió León XIII- que haya entre ambas potestades trabazón ordenada, trabazón íntima. Añora aquel gran Pontífice los tiempos en que el sacerdocio y el imperio, concordes entre sí, departían con toda felicidad en amigable consorcio de voluntades e intereses. Organizada de este modo, la sociedad civil produjo bienes muy superiores a toda esperanza.

Por fortuna para España, nos es dado mantener esta posición, que respeta la autonomía de ambas potestades y que facilita la colaboración de ambas en beneficio del pueblo. El pueblo de Málaga lo ha visto con alegría y gratitud, y como consecuencia de ello se ha difundido por la ciudad un buen espíritu, expresión de la satisfacción de los ánimos que alienta y facilita toda empresa generosa.”

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133. MONS. PEDRO CANTERO, OBISPO DE HUELVA, DESACONSEJA, POR SUS INMENSOS RIESGOS, LA LIBERTAD RELIGIOSA PARA ESPAÑA (16 de mayo de 1963)

“La unidad católica de España (es) un factor que caracteriza el espíritu y la historia de España como nación y como pueblo… informa nuestra mentalidad, psicología colectiva, nuestras instituciones, artes, tradiciones, costumbres… Así es, guste o no guste, el rostro y alma de España…

Cuando la Iglesia y el Estado en un país determinado se encuentran en posesión milenaria de un valor espiritual de las calidades que atesora la unidad católica de España; …cuando comprueban que esa unidad católica… además, los propios españoles quieren mantenerla y en su defensa mueren centenares de miles de españoles, en estas circunstancias la Iglesia y el Estado tienen no sólo el derecho sino el deber de defender jurídicamente esa unidad religiosa para su nación y para su pueblo, respetando al mismo tiempo los derechos naturales y la libertad legítima de la minoría no católica…

Y ante la desigualdad y situación concreta y objetiva de las distintas confesiones y de sus miembros en España, el trato de preferencia y favor a la religión católica no es una negación de un derecho a las otras confesiones sino el reconocimiento de una situación histórica y sociológica desigual que, de no tenerse en cuenta… se pondría en peligro el orden y la paz sociales, que son los primeros valores que ha de salvar y defender el derecho y el Estado en aras del bien común de la nación por él gobernada…

Ciertamente, este problema es esencialmente un problema interno de España y de la Iglesia en España que nosotros, españoles, de acuerdo con la Santa Sede, hemos de resolver, teniendo en cuenta su proyección internacional… España sabe también por la Historia, por las heridas sufridas en su propia carne, por el comportamiento personal de no pocos pastores y miembros de confesión no católica y por el volumen, procedencia y aplicación de los resortes financieros que reciben del extranjero- y que en mayor escala recibirían el día de mañana- que de abrir las compuertas en el campo de la libertad religiosa en la forma que postula la propaganda internacional, España correría hoy el riesgo de que se creara dentro del pueblo español una gravísima perturbación, al socaire de una libertad religiosa, cuyas consecuencias, dolorosísimas, pagaríamos los propios españoles, no los extranjeros.

Por una parte, la España de hoy no está mentalmente, ni psicológicamente preparada para el ejercicio de una libertad religiosa en el ámbito que en otros países resulta normal y hasta indispensable. Por otra parte, la historia pasada y la experiencia actual nos meten por los ojos esta realidad objetiva: que la libertad de propaganda y de proselitismo religioso realizada en España, salvo excepciones, por representantes más o menos autorizados de confesiones no católicas resulta, de hecho, no sólo indiscreta, sino también agresiva e hiriente a los sentimientos más entrañables del pueblo español; se aprovecha de la ingenuidad, ignorancia y pobreza de algunos sectores de nuestro pueblo; crea la confusión y la duda en los espíritus, fomenta la cizaña de la división y el resentimiento en los ciudadanos españoles, consintiendo a los menos que hoy, como en los tiempos de Balmes, sus templos o centros sean, o se presten a ser, puntos de reunión para los descontentos y resentidos políticos. Tal libertad no es libertad religiosa ni espíritu ecuménico ni evangelización cristiana en un país como el nuestro, que llevó por vez primera la fe de Cristo a la Florida, a California, Tejas, Filipinas, a toda la América Central y del Sur…

Piensen los Gobiernos, los diplomáticos y los católicos en esta situación y en estos riesgos inmensos. Pónganse ellos en nuestra piel y en nuestro espíritu y podrán comprender que el genio ecuménico de España tiene el deber de adoptar las garantías necesarias e indispensables.”

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134. MONS AURELIO DEL PINO, OBISPO DE LÉRIDA, ENSALZA A FRANCISCO FRANCO COMO GOBERNANTE EJEMPLAR (30 de junio de 1963)

“En presencia de Dios me considero en el sagrado deber de expresaros en nombre de la Diócesis y en el mío propio, nuestro profundo y sincero sentimiento de admiración y de gratitud reverente, afecto y adhesión inquebrantable, por los innumerables beneficios que venimos recibiendo de vos.

Es imposible enumerarlos, como he dicho, pero no es necesaria la enumeración porque saltan a la vista con luz más que meridiana. En la esfera religiosa están esas incontables iglesias, esas casas rectorales, con edificaciones decorosas y espléndidas, que hay por doquier. Y aquí tenemos esta bella Catedral, el monumento artístico de más prestancia de Cataluña y uno de los más admirables de España. Su reconstrucción constituyó una de las efemérides más trascendentales de nuestros fastos católicos. Pero lo que dentro de esta órbita espiritual y religiosa eleva a Franco a alturas alcanzadas por pocos en la historia universal, es su maravillosa labor en la transfiguración cristiana de los individuos, de los fieles, de los pueblos y de las naciones.

Dirijamos una mirada a España cuando Franco se encargó de su Gobierno: iglesias incendiadas, obispos, sacerdotes, religiosos, fieles, cruelísimamente martirizados, persecuciones infernales eran el patrimonio de la Iglesia en nuestra nación con el inminente riesgo de que nuestra fe proverbial, las Virtudes heroicas de los españoles, admiradas en todo el mundo, nuestras inigualables epopeyas católicas y militares, cayesen sumergidas en el fango y hediondez de aquella época apocalíptica.

La transfiguración realizada no es creíble más que de aquellos que la hemos vivido y palpado. Merced a la genial y heroica actuación de Franco, a sus elevadas miras religiosas, que bien puede decirse que destacan entre todas las naciones, todas las personas de buena voluntad han de reconocer que España es la nación donde se vive con más paz, con más acendrado espíritu de verdad y rectitud, de amor fraternal y de libertad, entendida ésta en el verdadero sentido que tiene.

Y es natural que una situación tan maravillosa en la esfera espiritual influya vigorosamente en todos los ámbitos de la vida nacional. Concretándonos a Lérida, hemos de decir que es continuo el milagro que aquí vivimos. Durante mi estancia en esta ciudad amadísima, se ha duplicado su población, sus empresas se han centuplicado, su cultura y la técnica han crecido en proporciones imponente s y la riqueza ha subido a niveles increíbles, siendo la huerta de Lérida una de las mejores del mundo, y sus centrales eléctricas, productivísimas, hasta el punto de que suministran fluido a alguna nación extranjera con espíritu verdaderamente amistoso.

Pero en la labor titánica de Franco hay algo que está por encima de todo esto: es su influencia eficacísima en el mundo entero, el que con su conducta ejemplar, con su certero celo religioso, político y social, con su gigantesca labor de todos los días, orienta por los salvadores caminos de la grandeza auténtica, temporal y eterna. ¿Quién podría explicar como es debido los efectos de sus mensajes dirigidos a la nación antes de terminar el año y en otras ocasiones solemnes, que producen en los estadistas, en todos los gobernantes del mundo y en los pensadores?, a quien podría medir la influencia de su vida de hijo sumiso de la Iglesia y de los Papas, cuyas encíclicas son realizaciones espléndidas, su comportamiento con motivo de la muerte de Juan XXIII y la elección de Paulo VI, que ha sido una emotividad verdaderamente imponente, ¿y qué sería de España, mejor dicho, qué sería de Europa y del mundo si España no se hubiera sostenido en esta situación maravillosa y hubiere caído en las garras de sus crueles enemigos?

Creo que no es improcedente ni desencaminado el invitar a los obispos, a los sacerdotes, a los religiosos, a los fieles y a todos los hombres de buena voluntad a que consideren cuanto hemos dicho para que valoren, para que aprecien los inmensos servicios prestados por Franco a la Iglesia y a la humanidad, queden prevenidos contra las perversas calumnias que en perjuicio suyo y de todos puedan difundirse por ahí.

Y termino suplicando a todos que dediquemos nuestras oraciones y nuestros sacrificios a nuestro amadísimo Caudillo, a nuestro católico Gobierno y a nuestro gloriosísimo Ejército.”

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135. MONS. HERRERA ORIA, OBISPO DE MÁLAGA, DESMIENTE FALSEDADES SOBRE EL RÉGIMEN ESPAÑOL (Carta al director del ‘New York Times’, octubre de 1963)

“En el número del ‘New York Times’, correspondiente al 28 de octubre. se publica un despacho fechado en Madrid el 27, en el cual se me alude. Ni el título del texto del despacho son fieles a la realidad. Mis ideas fueron vertidas en unas cuartillas para un libro de carácter científico destinado a comentar la encíclica ‘Pacem in terris’. Tienen mis palabras valor doctrinal teórico, no valor político práctico aplicado a ningún Gobierno.

Me aparto en mi comentario expresamente de los publicistas que dan a la encíclica un valor político concreto y de actualidad. Menos hay en mi escrito intención de juzgar la política del Gobierno español.

Mas puesto que el ‘New York Times’ lo lleva a este terreno, creo un deber mío el rectificar una afirmación injusta que en el mismo se me atribuye. No se puede decir que el Gobierno español se muestra indiferente ante las necesidades del pueblo. Es de justicia afirmar todo lo contrario. La política del Gobierno tiende a elevar la posición del pueblo en todos los órdenes.

En el mes de septiembre afirmé en la catedral de Málaga que es ejemplar la organización de la Protección Escolar. Gracias a ella todos los niños que lo merezcan disfrutarán de medios económicos para llegar a obtener los grados académicos superiores. La política de seguros, la de viviendas, la de trabajo, etc. se inspiran en un sano criterio de justicia social.

Agradeciéndole la atención de publicar estas líneas quedo de usted afectísimo.”

136. MONS. GARCÍA LAHIGUERA, OBISPO AUXILIAR DE MADRID, AGRADECE AL GENERALÍSIMO FRANCO LOS ‘XXV AÑOS DE PAZ’ DE ESPAÑA (15 de marzo de 1964)

“Hemos recibido del eminentísimo cardenal primado una amable invitación para que exhortemos al pueblo fiel a unirse en acción de gracias al Todopoderoso con ocasión de celebrarse el XXV aniversario de la paz en España. nada más grato a nuestro corazón que, accediendo a este alto ruego, dirigiros estas sencillas reflexiones y rogaros una fervorosa acción de gracias al Señor, dador de todo bien, por el inestimable beneficio de la paz que nos ha dado disfrutar durante estos veinticinco años.

Cuando el 1º de abril de 1939 el ansiado último parte oficial declaraba que la guerra había terminado, no solamente ponía punto final a tres años de lucha fratricida y devastación del territorio nacional, sino que inauguraba una venturosa era de paz… Pero el mundo entonces empezaba lo que nosotros habíamos acabado. La guerra estallaba en todos los continentes. En la pavorosa conflagración mundial millones de hombres perdían la vida y varios siglos de civilización quedaban reducidos a escombros y cenizas. Nuestra firme voluntad de paz y la protección constante de la Providencia nos salvaron…

¿No creéis, amadísimos hijos, que debemos agradecer fervorosamente a Dios Nuestro Señor esta evidente protección, esta cuidadosa tutela sobre nuestros Poderes públicos para que no cayeran en las redes diabólicas de la política belicista que también durante veinticinco años viene aprisionando a casi todas las naciones del mundo? Pero esta venturosa paz española no ha significado solamente el silencio de los cañones, sino que viene siendo el calor que alienta a un pueblo que renace. Todos somos brazos y testigos a la vez de la ingente tarea de nuestra reconstrucción nacional…

También la Iglesia española le debe al clima dulce de nuestra paz incontables beneficios… La paz ha dejado también sentir sobre la Iglesia su benéfica influencia. Su cálida y fecunda brisa reavivó los sentimientos cristianos de España. Un esfuerzo conjuntado de los Poderes públicos y de la generosidad

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privada de los católicos puso nuevamente en pie los templos, reconstruyó o levantó de planta los seminarios, abrió los claustros y se llenaron las iglesias, corriendo el reguero fecundante de los sacramentos, que sembraban la vida de la fe en los niños, legalizaban situaciones, reconstruían vidas rotas, devolvían la perdida vida de la gracia, vigorizaban las almas con el pan de la Eucaristía. Ya se volvía a rezar en España. El sosiego de la paz dejó oír la llamada de Dios y se llenaron los seminarios y brotaron nuevas azucenas en los jardines de las clausuras.

Nuestra diócesis, víctima de las garras lacerantes de la guerra hasta el último día, y que por ello tenía su carne destrozada ha resurgido al calor de la paz con impresionante pujanza. No podríamos en breves líneas presentaros un índice de su progresiva regeneración. Nuestro Seminario Mayor, por ejemplo, abierto nada más terminar la guerra, y donde los abnegados seminaristas… vivían entre escombros y compartiendo su vida de recogimiento y estudio con el fragor de los albañiles, logró recaudar de los fieles y de nuestro Gobierno lo necesario para su elemental restauración… para dar entrada a tantos jóvenes como Dios llamaba para cubrir las bajas de los sacerdotes que la guerra y el odio habían arrebatado a la Iglesia.

Todos los años llaman a sus puertas unos 130 alumnos y, desde 1940 hasta esta Pascua florida han recibido el sacerdocio 524. En Alcalá de Henares, donde la diócesis tiene un Seminario Menor, hicieron falta no pocas ayudas para albergar en el antiguo palacio de Cisneros los 150 aspirantes al sacerdocio que empiezan su carrera.

Y ¿qué decir de nuestras parroquias, muchas de ellas destruidas y todas insuficientes para cuidar de tantos feligreses como se agrupaban en torno a ellas?... 30 había en 1936 en Madrid; 111 hay en esta primavera de nuestras bodas de plata con la paz…

El suburbio, amadísimos hijos… Los poderes públicos han barrido la impresionante masa de los tabucos, llenando el amplio perímetro de la ciudad de alegres barrios llenos de luz, decoro, limpieza y elemental bienestar. La Iglesia ha tenido que librar la gran batalla de la recristianización. Ha creado parroquias, subido el índice de siete que había en 1936 a 61 en este momento; ha enviado allí a lo más selecto y abnegado de su clero, y hoy en el suburbio se oye misa y se comulga en proporciones consoladoras…

Tenemos que detener la pluma, venerables hermanos y amadísimos hijos de esta diócesis. No son, por otra parte, necesarias ni más razones, ni hace falta ampliar el muestrario. La paz española ha beneficiado a sus hijos. La vida ciudadana y la vida religiosa se han renovado esplendorosamente.

Nuestro Caudillo es acreedor a la gratitud de todos como el principal artífice humano de esta paz, y así es justo reconocerlo y proclamarlo, rogando al Señor nos lo conserve muchos años. Empero, nuestra acción de gracias ha de ser dirigida a nuestro buen Dios y Padre, dador de todo bien, a Jesucristo, Príncipe de la paz, y a nuestra Madre celestial, la Reina de la paz.

Sentimos como responsabilidad pastoral del momento la de canalizar y dar forma a vuestros deseos y la de ofrecer al mundo cristiano ejemplo de un pueblo que sabe agradecer a Dios y a sus instrumentos el exquisito regalo de la paz…

El martes, 7 de abril, primer día litúrgicamente hábil, todos los sacerdotes de la diócesis añadirán en la santa misa la oración del día señalada en los misales Pro gratiarum actione.”

137. MONS. FRANCISCO PERALTA, OBISPO DE VITORIA, IMPLORA AL CIELO LA PROTECCIÓN AL GENERALÍSIMO FRANCO (29 de julio de 1964)

“Todos los días, en la solemne liturgia que aquí se celebra, resonará la oración ferviente de los sacerdotes al Señor, para que se digne guardar de todo peligro a nuestro Caudillo Franco, junto con su pueblo y el Ejército.”

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138. TELEGRAMA DE ADHESIÓN AL JEFE DEL ESTADO REMITIDO POR UN NUMEROSO GRUPO DE ASAMBLEÍSTAS —OBISPOS Y SACERDOTES— AL CONCLUIR LA ‘ASAMBLEA CONJUNTA DE OBISPOS Y SACERDOTES’ (septiembre de 1971)

“Grupo numeroso miembros asamblea conjunta obispos sacerdotes queremos expresar Jefe Estado, Francisco Franco, gratitud que le debe clero español por beneficios inmensos dispensados a la Iglesia a la que ha devuelto su libertad, al tiempo que devolvía la paz a España, desde que dirigió gesta heroica para detener disolución de sociedad civil y defender y restaurar los derechos y honor de Dios y religión según afirmó PíoXI y confirmó Pío XII. STOP.

Nos asociamos al debido respeto que le ha manifestado Papa Pablo VI por su interés eficaz en resurgimiento instituciones católicas desde sus ruinas. STOP.

Proclamamos alabanza y alegría por ejemplar fidelidad con que, hijo fiel Iglesia y expresión fe pueblo español, da culto a Dios, reconoce presencia Cristo en vida humana, favorece desarrollo vida religiosa. STOP.

Seguimos solidarizados con pastores que, en horas difíciles, pudieron decir estas palabras: con vuestros votos de paz juntamos nuestro perdón generoso para nuestros perseguidores y nuestros sentimientos de caridad paratodos y, sobre los campos de batalla, decimos a nuestros hijos de uno y otro bando: el Señor sabe cuánto osamamos a todos en las entrañas de Jesucristo. STOP.

La digna estimación de estos pastores hacia Vuecencia sigue siendo la nuestra. STOP.

Dios bendiga a Vuecencia y ayude en su propósito de hacer a España cada vez más justa, fraterna y cristiana. STOP.”

(‘Agencia Cifra’)

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