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CAURIENSIA, Vol. VII (2012) 385-395, ISSN: 1886-4945 la HuMildad y el acceso a la VeRdad en el pensaMiento de aGustín de Hipona iGnaCio v erdú berGanza Universidad Pontificia Comillas de Madrid resumen En el presente artículo pretendo mostrar como la virtud de la humildad es entendida por San Agustín como radicalmente necesaria cuando le mueve a uno el deseo de al- canzar y gozar la verdad. Sin ella no son posibles ni la fe, ni la esperanza , ni la caridad, como tampoco una auténtica filosofía. Palabras clave: Verdad, Razón, Humildad, Fe, Esperanza, Caridad, Filosofía, Cristo abstraCt In this article I intend to show how St Augustine understood the virtue of humility as essentially necessary in order to reach and enjoy the truth. Without the virtue of hu- mility neither faith, nor hope, charity, nor real philosophy are possible. Key words: Truth, Reason, Humility, Faith, Hope, Charity, Philosophy, Christ. “ …porque las voces de mi error me arrebataban hacia fuera y con el peso de mi soberbia caía de nuevo en el abismo. Porque todavía no dabas gozo y alegría a mis oídos, ni se alegraban mis huesos [¡oh, dulce verdad!], que no habían sido aún humillados” 1 . 1 “…quia vocibus erroris mei rapiebar foras et pondere superbiae meae in ima decidebam. Non enim dabas auditui meo gaudium et laetitiam, aut exultabant ossa, quae humiliata non erant”, Agustín de Hipona, Confesiones, Madrid, B.A.C., (Obras completas de San Agustín, II),1998, l.IV, c.15, 27, 183.

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CAURIENSIA, Vol. VII (2012) 385-395, ISSN: 1886-4945

la HuMildad y el acceso a la VeRdad en el pensaMiento de aGustín de Hipona

iGnaCioverdúberGanzaUniversidad Pontificia Comillas de Madrid

resumen

En el presente artículo pretendo mostrar como la virtud de la humildad es entendida por San Agustín como radicalmente necesaria cuando le mueve a uno el deseo de al-canzar y gozar la verdad. Sin ella no son posibles ni la fe, ni la esperanza , ni la caridad, como tampoco una auténtica filosofía.

Palabras clave: Verdad, Razón, Humildad, Fe, Esperanza, Caridad, Filosofía, Cristo

abstraCt

In this article I intend to show how St Augustine understood the virtue of humility as essentially necessary in order to reach and enjoy the truth. Without the virtue of hu-mility neither faith, nor hope, charity, nor real philosophy are possible.

Key words: Truth, Reason, Humility, Faith, Hope, Charity, Philosophy, Christ.

“ …porque las voces de mi error me arrebataban hacia fuera y con el peso de mi soberbia caía de nuevo en el abismo. Porque todavía no dabas gozo y alegría a mis oídos, ni se alegraban mis huesos [¡oh, dulce verdad!], que no habían sido aún humillados” 1.

1 “…quia vocibus erroris mei rapiebar foras et pondere superbiae meae in ima decidebam. Non enim dabas auditui meo gaudium et laetitiam, aut exultabant ossa, quae humiliata non erant”, Agustín de Hipona, Confesiones, Madrid, B.A.C., (Obras completas de San Agustín, II),1998, l.IV, c.15, 27, 183.

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“Todo el debate de la filosofía y de la vida se retrotrae a esta opción: el secreto del ser, la palabra del enigma ¿Es acaso verdad impersonal e impasible, o es una intimidad, una ternura, una caridad?2.

“Verdad es lo que no dominamos, lo que no conocemos sino de lejos, lo que no podemos anticipar. Verdad es el deber mismo, la bondad.La verdad y el bien son lo infinito trascendente, el Otro que nos requiere y nos desarma y significa el fin de nuestro poder, presuntamente ingenuo e inocente”3.

Sin lugar a dudas, la relación que establece Agustín entre humildad y verdad es una de las claves fundamentales para comprender en profundidad su pensamiento. Pero, además, es una privilegiada puerta de acceso al pensa-miento medieval. Esta cuestión, pendiente y vigente desde la modernidad, es, quizá, la cuestión en torno a la cual gira toda discusión de filosofía primera. Es la filosofía misma, entendida como amor a la sabiduría, lo que está en juego. “¡Miserable de mí! [decía Agustín] ¿Por qué se me priva de su vista, prolon-gándose el tormento de mi deseo? Ya he demostrado que ningún otro amor me domina, porque lo que no se ama por si mismo no se ama. Yo amo sólo la sabiduría por sí misma …”4, “Ay, ay de mí, por qué grados fui descendiendo hasta las profundidades del abismo, lleno de fatiga y devorado por la falta de verdad”5, “¡Oh verdad, verdad!, cuán íntimamente suspiraba entonces por ti desde los meollos de mi alma”.6

Hay preguntas que no debemos eludir. ¿Qué debemos entender por sabi-duría?, ¿Qué por verdad?, ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor a la sabiduría o de búsqueda de la verdad? ¿Qué papel juega aquí la humildad? No son preguntas ociosas. El modo en que se formulan las cuestiones, la respuesta a las mismas, suponen un modelo de filosofía: el de Epicteto, Plotino o Agus-tín, el de Averroes o Tomás de Aquino, o Eckhart, el de Descartes o Pascal, el de Hegel o Kierkegaard. No pretendo por tanto presentar algo por completo novedoso, ni tratar cada cuestión de un modo exhaustivo, algo imposible en una vida, más aún en un artículo, pero sí reflexionar sobre algunos aspectos esencia-les y profundizar en ellos.

2 m.blondel, Léon Ollé-Laprune (1839-1898), París, Bloud et gay, 44.3 m.GarCía-baró, Del dolor, la verdad y el bien, Salamanca, Sígueme, 2006, 126.4 “Quid ergo adhuc suspendor infelix et cruciatu miserabili differor? Iam certe ostendi nihil

aliud me amare, siquidem quod non propter se amatur, non amatur. Ego autem solam propter se amo sapientiam…”, aGustíndeHiPona, Soliloquios, (Obras completas, o. c., I ), Madrid, BAC,1994, l. I, c.13, 22, 463.

5 “Vae, vae! Quibus gradibus deductus in profunda inferi, quippe laborans et aestuans inopia veri”, aGustíndeHiPona, Confesiones, o. c., l. III, c.6, 11, 141.

6 “O veritas, veritas, quam intime etiam tum medullae animi mei suspirabant tibi”, (Ib., 139).

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A lo largo de la obra de Agustín encontramos, profundamente presente, la convicción socrático-platónica de que la vida humana es cuidado de sí (“Conó-cete a ti mismo”); de que una vida sin examen, sin búsqueda de la Verdad, el Bien, sin compromiso, es invivible; de que estamos a medio camino entre la felicidad (gozo de la verdad7) y la desgracia, entre la luz y las tinieblas, entre la verdad y el abismo del error; en y de camino (Homo viator). Y es que, con palabras de Miguel García-Baró, “sólo hay los que filosofan y los que están en las redes de la ignorancia más censurable”8; los que aman a la verdad por encima de todas las cosas y de sí mismos y los que tan sólo aman el mundo y a sí mismos. Es esto algo sumamente importante. Para Agustín no es una mera convicción teórica, es la historia de su vida, de su inquietud, su desesperación , su sufrimiento, su confesión , su agradecimiento: “Porque nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”.9

Filosofar es amar. Sí, pero no cualquier cosa, ni de cualquier modo. Es amar lo realmente amable del único modo en que puede ser amado. Y Agustín desea, anhela, ser filósofo, amar la verdad (Dios mismo) por encima de todas las cosas. Lo interesante, y terrible a su vez, es que no es tarea fácil pues, como el mismo confiesa, “había amado la vanidad y buscado la mentira”10, “ …en los fantasmas que yo había tomado por la verdad se hallaba la vanidad y la mentira”11. ¿Cómo es posible esta formidable ignorancia? ¿Cómo es posible confundir la verdad con la vanidad y la mentira? Éste es un punto crucial. Aquí hemos de detenernos.

Cuando hablamos de esa formidable confusión, no hablamos de un caso extraordinario, de un hombre especialmente confundido, hablamos de la con-dición propia del ser humano, tal como, bellamente, nos lo representó Platón: apelado por la luz de la Verdad y el Bien, habitando en las sombras. ¿No había mostrado ya Sócrates la necesidad de saber que no sabemos, docta ignorancia, para poder iniciar el camino de ascenso hacia la Verdad y la felicidad?, ¿acaso no tenían razón los estoicos, empeñados en librar al hombre de su cotidiana infelicidad, del miedo y la esperanza, cuando señalaban como su origen la asombrosa ignorancia de lo que somos?, y ¿no era Plotino el que pedía de noso-

7 “Beata quippe vita est gaudium de veritate”, Agustín de Hipona, Confesiones, o. c.,l. X, c.23, 33, 421.

8 m.GarCía-baró, Filosofía socrática, Salamanca, Ediciones Sígueme, 2005, 120.9 “quia fecisti nos ad te et inquietumest cor nostrum, donec requiescat in te”, aGustíndeHiPo-

na, Confesiones, o. c., l.I, c.1, 1, 73.10 “Dilexeram enim vanitatem et quaesieram mendacium”, aGustíndeHiPona, Confesiones,

o. c., l.IX, c.4, 9, 356.11 “In phantasmatis enim, quae pro veritate tenueram, vanitas erat et mendacium”, Ib, 357.

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tros un portentoso esfuerzo, comparable al de Ulises, para no dejarnos enredar en las mentiras, del mundo, de Circe y de Calipso, y volver a la patria?

Sin lugar a dudas, Agustín conoce todas estas posiciones filosóficas y, con todo, parece haber comprendido que no son suficientemente radicales, no lle-gan a la raíz del problema.

Este asunto es la clave y merecerá un análisis más detenido, pero lo que Agustín parece haber visto es que si no llegan a la raíz es porque, en el fondo, se ven abocadas a tener que considerar, necesariamente, aunque tal vez no sean plenamente conscientes de ello, que la Verdad es del orden de lo verdadero, que la luz es del orden de lo iluminado, y que, por tanto, podemos arribar a la Verdad del mismo modo que podemos alcanzar conocimientos verdaderos y ver la luz así como vemos aquello que ella ilumina. Pero las cosas no son así. Una cosa es conocer verdades y otra conocer la Verdad por la que es verdadero lo verdadero, por la que soy capaz de conocer verdad “A ti invoco, Dios Verdad, en quien, de quien y por quien son verdaderas todas las cosas verdaderas. Dios, Sabiduría, en ti, de ti y por ti saben todos los que saben”12; una cosa es ver cosas y otra ver la luz gracias a la cual veo; “Dios, luz espiritual [inteligi-ble], en ti, de ti y por ti se hacen comprensibles las cosas que echan rayos de claridad”13.

Para nuestro hombre, y éste es el punto capital, los filósofos griegos ponen su esperanza en sí mismos, en su poder, confían en sí, creen en su capacidad para ver la luz, alcanzar la verdad y gozar de ella; ser felices. “Por lo que al hombre se refiere, si la vida feliz le ha de venir de sí mismo, no hay que contar más que con el cuerpo o el alma. Causa de la vida feliz no es otra que el cuerpo o el alma; si buscas otra cosa, te apartas del hombre. Quienes pusieron la vida feliz en el hombre, en ninguna otra cosa pudieron ponerla a no ser en el cuerpo o en el alma”14.

Utilizando las palabras de Agustín, poner la vida feliz en el hombre es considerar que es el esfuerzo humano, el acierto a la hora de utilizar nuestras capacidades, lo que nos proporciona el logro de la realización plena, la felici-

12 “Te invoco, deus Veritas, in quo et a quo et per quem vera sunt quae vera sunt omnia. Deus vera Sapientia, in quo et a quo et per quem sapiunt quae sapiunt omnia”, aGustíndeHiPona, Confe-siones, o. c., l.I, c.1, 3, 437.

13 “Deus, intelligibilis Lux, in quo et a quo et per quem intelligibiliter lucent quae intelligibili-ter lucent omnia”, aGustíndeHiPona, Ib.

14 “Quantum ad hominem pertinet, si ab illo sibi est vita beata, nihil restat praeter corpus et animam. Aut corpus est causa beatae vitae, aut anima est causa beatae vitae: si plus quaeris, ab homi-ne recedis. Hi ergo qui beatam vitam hominis in homine posuerunt, alibi ponere omnino non potuerunt, principatum Epicurei tenuerunt: horum qui in anima posuerunt, principatum Stoici tenuerunt”, aGus-tíndeHiPona, Sermón 150, (Obras completas, o. c., XXIII), Madrid, BAC, 1983, 369.

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dad. Y así, según el análisis de Agustín, si se afirma que es el placer corporal el que procura la vida feliz, como hace el epicúreo, ponemos nuestras esperanzas en el cuerpo; y si afirmamos que es la virtud del alma, como hacen los estoicos, y no menos los platónicos, es en el alma en quien confiamos y esperamos. Y esto, a fin de cuentas, no es sino creer que somos el camino a la felicidad y la verdad ocultas; así se entendería, entre los griegos, la enigmática exhortación: conócete a ti mismo.

Para Agustín la posición defendida por lo epicúreos es francamente detes-table. Renuncian a la Verdad, buscan la felicidad en el disfrute de lo vano y pasajero, ligan su vida a la muerte, a lo que no es, mera sombra (imagen holo-gráfica) y pretenden encontrar ahí felicidad. Sin embargo, las actitudes tanto de estoicos como de platónicos (tan influyentes en su pensamiento), también le parecen equivocadas.

La razón es de una importancia definitiva. Pretenden llegar con su alma y su esfuerzo racional a alcanzar aquello que sólo puede ser Luz de nuestro ser porque está más elevado que lo más sumo nuestro y, por tanto, no es algo mera-mente inteligible sino aquello “que resplandece, que ilumina …que es inteligi-ble, y por otra parte hace inteligir”15; que está, por tanto, sobre nuestra alma, sobre nuestra razón. Citando de nuevo las confesiones: “ven adónde se debe ir y no ven por dónde se va”16.

Cierto es que los platónicos insistían en la necesidad de purificación, dando a entender la necesidad de un esfuerzo radical y un compromiso, de excepcional seriedad, con el Bien. Agustín también considera necesaria la puri-ficación. Pero la clave reside en lo que se entienda por tal.

Resulta sumamente útil fijar nuestra atención en el modo en que se plantea la cuestión en los Soliloquios17, en donde afirma Agustín que para ver a Dios, la Verdad, Sol que baña con su luz los axiomas de las ciencias, es necesario, como para cualquier cosa, tener ojos, mirar y ver. La cuestión es ¿Qué ojos son esos?, ¿Cómo hay que mirar?, ¿Bastará con mirar para ver?

En este texto, profundamente platónico, se afirma que el ojo del alma capaz de ver a Dios es la mente pura de toda mancha corporal, alejada y limpia del apetito de todas las cosas corruptibles. Pero, y es aquí en donde los platónicos se le quedan cortos, esto se consigue por la fe. En efecto, nadie se esforzaría por conseguir la sanidad de los ojos si no la creyese indispensable para ver lo que

15 “quod fulget, quod iluminat;… quod intelligitur, et quod cetera facit intelligi”, aGustíndeHiPona, Confesiones, o. c., l.I, c.8, 15, 454 (En este caso no sigo la traducción de la B.A.C.).

16 “distinguerem inter videntes, quo eundum sit, nec videntes qua…”, aGustíndeHiPona, Confesiones, o. c., l.VII, c.20, 26, 297.

17 Agustín de Hipona, Soliloquios, l.I, c.6, 12-13, 450-452.

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no puede mostrársele por hallarse inquinada y débil. Ahora bien, quien tiene puesta su esperanza en sí mismo, cree en sí mismo, confía en sí, en verdad se cree sano y no reconoce su mal. Y esto, lo vean o no los grandísimos filósofos griegos, sólo es posible o porque considera a Dios, a la Verdad, algo corruptible y sometido al tiempo, como lo es él, convertido en la medida de todas la cosas; o porque él se considera en sí puro, Dios, la Verdad. ¿Quién dejará lo que ve y domina, el producto de su poder, por lo que ni ve, ni domina si no es porque cree que lo que ni ve, ni domina, ni podrá nunca dominar, es mejor que todos sus dominios, e incluso que el dominio mismo?

Ahora bien, junto a esta asombrosa fe es indispensable tener una no menos extraordinaria esperanza, y es que “una esperanza de lo que se ve ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya ve?”18. Esperar en lo que veo no es esperar, es confiar en mi poder para ver, en mi, en lo que soy y lo que tengo. Sólo hay fe en lo que no se ve cuando la esperanza no está puesta en nosotros mismos.

Sin estas fe y esperanza, de sobrecogedora radicalidad, no es posible acceder a la Verdad y gozar de ella; y no es posible porque en realidad no se la amaría por encima de todas las cosas: del yo y su mundo. Quien cree en sí … espera de sí y, aún en tinieblas, se aferra a lo que ve, mundo, y lo prefiere a lo que no puede ver.

Es por esto por lo que, dice Agustín,“Dios debe ser amado de forma tal que, si tal cosa fuera posible, nos olvidáramos de nosotros mismos”19; “El amor mismo es nuestra muerte al mundo, y nuestra vida con Dios”20 , “No se entra en la verdad si no es por la caridad”21. Es la caridad quien conoce, quien accede a la Luz y a la Verdad22; una forma nueva de amor, que no es mero ape-tito, deseo (cupiditas), y por tanto no tiene su origen en nosotros23. Como decía Pablo, es: “El amor que ha sido derramado en nuestros corazones”24. Sólo por este amor, un amor que supone e implica una fe y una esperanza más allá de

18 “Spes autem quae videtur, non est spes”, aGustíndeHiPona, La ciudad de Dios, (Obras completas, o.c. , XVII ), Madrid, BAC, 2004, l.XIX, c.4, 5, 566.

19 “Ergo amandus est Deus: ita ut pro amore eius, si fieri potest, nos ipsos obliviscamur”, Agustín de Hipona, Sermón 142, (Obras completas, o. c., XXIII ), Madrid, BAC, 1983, 3, 288.

20 “imo ipsa dilectio est mors nostra saeculo, et vita cum Deo”, aGustíndeHiPona, Tratados sobre el Evangelio de San Juan, (Obras completas, o. c., XIV), Madrid, BAC, 1968, 65, 1, 298.

21 “quia non intratur in veritatem nisi per caritatem”, Agustín de Hipona, Réplica a Fausto, el maniqueo, (Obras completas, o. c., XXXI), Madrid, BAC, 1993, c.XXXII, 18, 743.

22 “Quia novit veritatem, novit eam, et qui novit eam, novit aeternitatem. Caritas nivit eam”, aGustíndeHiPona, Confesiones, o. c., l.VII, c.10, 16, 286.

23 H.arendt, El concepto de amor en San Agustín, Madrid, Ediciones Encuentro, 2001, 40. 24 Rom, 5, 5.

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sí mismo, el hombre puede renunciar a sí, a su voluntad de poder, al mundo entero. Y es que “mi amor es mi peso, él me lleva a dondequiera que voy”25.

Fe, Esperanza y Caridad, “sin las tres …ningún alma puede sanarse y habilitarse para ver”26 dice Agustín. Una Fe que se asienta en algo más radical que la ignorancia socrático-platónica: la humildad. Humildad sin la que carece-rían de sentido la Esperanza y la Caridad.

No se trata de saber que no sabemos, se trata de, en el sumum de la para-doja, saber que nuestro saber no es la clave, no nos sana. Se trata de, de modo asombroso, imposible, reconocernos fuera del camino, tan profundamente extra-viados , que no podemos ni encontrar, ni hacer solos el camino. Así es como entiende Agustín la exhortación “conócete a ti mismo”, “toda tu humil-dad consiste en saber que eres hombre”27.

La gravedad del asunto no se nos debe escapar. La esperanza sin esta humildad sería mera presunción, confianza28 en nuestro poder que, supone-mos, será suficiente para, aunque tal vez más despacio y con más fatiga de lo deseado, conseguir conquistar lo que anhelamos. ¿Y no es acaso esto lo que han propuesto los grandes filósofos del mundo griego?

Pero son “dichosos los pobres de espíritu”29. Como acertadamente escribe Jean-Louis Chrétien: “ la humildad tiene los ojos del amor, pues sólo el amor (caridad) es en verdad humilde”30, entrega sin reservas, renuncia al mundo, a uno mismo.

Esta desorbitante humildad nos lanza más allá de nosotros mismos, nues-tro mundo, nuestro tiempo, en los que acampamos, liberándonos de los ídolos a los que hemos entregado nuestro corazón, nuestra vida. No se trata, tan sólo, de saber que no sabemos. No es nuestro saber lo que nos urge; ya no somos nosotros nuestra preocupación; no es nuestro yo, enfrentado consigo mismo y afanoso de claridad, el centro, el origen y el fin de nuestro esfuerzo. La humil-dad es encuentro, con lo que no soy yo y nunca va a serlo, con lo que no puedo controlar, dominar, predecir; con lo que no puedo hacer mío; con la Verdad; con el amor (Caridad) mismo. “¡Oh eterna verdad y verdadera caridad y amada

25 “Pondum meum, amor meus; eo feror, quocumque feror”, aGustíndeHiPona, Confesiones, o. c., l.XIII, c.9, 10, 561.

26 “Sine tribus istis igitur anima nulla sanatur, tu possit Deum suum videre, id est, intelligere”, aGustíndeHiPona, Confesiones, o. c., l.I, c.6, 12, 451.

27 “tu homo cognosce quia es homo: tota humilitas tua, ut cognoscas te”, aGustíndeHiPona, Tratados sobre el Evangelio de San Juan, (Obras completas, o. c., XIII ), Madrid, BAC, 2005, 25, 16, 567.

28 J.l.CHrétien, La mirada del amor, Salamanca, Sígueme, 2005, 12.29 Mt. 5, 3.30 J.l.CHrétien, La mirada…, o. c., 25 y 34.

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eternidad! Tú (lo) eres, Dios mío, por ti suspiro día y noche. … Y descubrí que me hallaba lejos de ti en la región de la desemejanza, como si oyera tu voz desde lo alto: Soy manjar de grandes: crece y me comerás. Pero tú no me con-vertirás en ti, como al alimento en carne tuya, sino que tú te mutarás en mí”31.

Podemos leer en la Ciudad de Dios: “…si la voluntad permaneciera estable en el amor del bien superior inmutable, que la ilustraba para ver y la encendía para amar, no se apartaría para agradarse a sí misma, ni por su causa se entenebrecería y languidecería. …Levanta así la humildad de un modo maravilloso el corazón, y la soberbia lo abate. Puede parecer un contra-sentido que la elevación rebaje y la humildad ensalce. … el mismo levantarse es ya ser derribados”32 . Es por esto que nadie accede a la Verdad si no es por la humildad, o en los términos de Juan: “no hay quien nazca del Espíritu si no es humilde”33. Y así lo entenderá Bernardo de Claraval siglos después, quien dirá: “La belleza del alma es la humildad”34.

Frente a la humildad sin medida, único camino a la Verdad, condición de la Fe, la Esperanza y el Amor, está el habitual, mortífero pero lustroso, apetito de la propia excelencia: la soberbia. El amor a sí mismo que se profesa todo hom-bre que pone su fe y su esperanza en él, en lo que ve, en su mundo. Amor equi-vocado, cupiditas, por el que confiamos en obtener de nosotros y del mundo, bajo nuestro control, la felicidad. Amor desordenado, invertido, generador de codicia y envidia, por el que el hombre se gloría en sí mismo, vana gloria, encu-briendo a Dios, la Verdad, el Bien, sustituidos por el mundo bajo sus pies. Y es que, en definitiva, como dice Agustín comentando a Juan: “El orgullo-soberbia extingue el amor (Caridad) y la humildad lo robustece”35. Cupiditas y Caritas o, si se prefiere, Soberbia y humildad, serán los cimientos de las dos únicas ciu-dades que puede habitar el hombre a lo largo de su vida.

31 “O aeterna veritas et vera caritas et cara aeternitas! Tu es, Deus meus, tibi suspiro die ac nocte.…et inveni longe esse a te in regione dissimilitudinis, tamquiam audirem vocem tuam de excelso: Cibus sum gaudium: cresce et manducabis me. Nec tu me in te mutabis sicut cibum carnis tuae, sed tu mutaberis in me”, aGustíndeHiPona, Confesiones, o. c., l.VII, c.10, 16, 286.

32 “si voluntas in amore superioris inmutabilis boni, a quo illustrabatur tu videret, et accende-batur tu amaret, estabilis permeneret, non inde ad sibi placendum averteretur, et ex hoc tenebresceret et frigesceret…Est igitur aliquid humilitatis miro modo quod sursum faciat cor, et est aliquid aleationis quod deorsum faciat cor. Hoc quidem quasi contrarium videtur, tu elatio sit deorsum, et humilitas sur-sum.… Ipsum quippe extolli, iam deici est”, aGustíndeHiPona, La Ciudad de Dios, o. c., l.XIV, c.13, 1 102 y 103.

33 “Nemo est Spiritu nascitur, nisi humilis fuerit”, aGustíndeHiPona, Tratados sobre el Evan-gelio, o. c., 12, 6, 306.

34 Citado por J. L. Chrétien en La mirada, o. c., 46.35 aGustíndeHiPona, Comentario a la primera carta de San Juan, 1, 6, Salamanca, Ediciones

Sígueme, 2002, 33-34.

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Ahora bien, éste es un punto de enorme importancia, nadie es la fuente, el foco, de su propia humildad; una paradoja plena de sentido y coherencia. La humildad no es el gran logro, la gran victoria, del humilde. No es el merecido premio al duro esfuerzo del humilde.

El humilde no es el que triunfa y conquista la humildad; es el que, humi-llado, da gracias. Y este es el gran canto de las confesiones: “Porque todavía no dabas gozo y alegría a mis oídos, ni se alegraban mis huesos [¡Oh dulce Verdad!], que no habían sido aún humillados”36, “me humillaste como a un soberbio herido, y me hallaba separado de ti por mi hinchazón (soberbia), y mi rostro, hinchado en extremo, no dejaba a mis ojos ver”37. Ésta es la clave. Pero ¿Quién puede enseñarnos humildad?, ¿A quién agradeceremos que nos humi-lle?, ¿Quién puede humillarnos amándonos humildemente?

Decía Étienne Gilson en su estudio sobre S. Agustín: “Plotino ve la verdad y la desea; Porfirio sabe que la tarea del filósofo es la liberación del alma y hacia ella tiende con todas sus fuerzas; ni uno ni otro han conocido el único camino que conduce a la meta: Cristo, modelo y fuente de humildad”38

En efecto, Agustín lo confiesa: es Cristo, el verbo de Dios hecho hombre, el único maestro; y lo es porque en sentido estricto Cristo es la Humildad que nos ama y nos humilla; sólo Dios puede ser humilde hasta este extremo. “Leí-dos aquellos libros de los platónicos … Cierto estaba de todas estas verdades [las que considera propias de los platónicos], pero también de que me encon-traba debilísimo para gozar de ti. Parloteaba mucho sobre ellas, como si fuera instruido, cuando si no buscara el camino de la Verdad en Cristo, Salvador nuestro, no sería instruido, sino destruido. Porque ya había empezado a que-rer parecer sabio, lleno de mi castigo, y no lloraba, antes me hinchaba con la ciencia. Mas ¿dónde estaba aquella caridad que edifica sobre el fundamento de la humildad, que es Cristo Jesús? O ¿cuándo aquellos libros me la hubieran enseñado, con los cuales creo que quisiste que tropezase para que … discer-niese y percibiese, después de haberme amansado con tus libros y restañado las heridas con sus suaves dedos, la diferencia que hay entre la presunción y la confesión, entre los que ven a dónde se debe ir y no ven por dónde se va y el camino que conduce a la patria bienaventurada, no sólo para contemplarla, sino también para habitarla?”39.

36 Ver nota 1.37 “humiliasti tamquam vulneratum superbum, et tumore meo separabar abs te et nimis inflata

facies claudebat oculos meos”, aGustíndeHiPona, Confesiones, o. c., l.VII, c.7, 11, 282.38 e.Gilson, Introductión à la philosophie de Saint Augustin, Paris, Vrin, 1938, 302-303.39 “Sed tunc lectis platonicorum illi libris,… certus quidem in istis eram, nimis tamen infir-

mus ad fruendum te. Garriebanm plane quasi peritus et, nisi in Christo, Salvatore nostro, viam tuam quaererem, non peritus, sed periturus essem. Iam enim coeperam velle videri sapiens plenus poena

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Caminar en la humildad es pues avanzar por un camino en el que Dios nos ha precedido; que Él nos ha abierto para siempre40. El camino a la verdad y la felicidad. “Quisiera mi Dióscoro [escribe Agustín], que te sometieras con toda tu piedad a este Dios y no buscases para perseguir y alcanzar la verdad otro camino que el que ha sido garantizado por aquel que era Dios, y por eso vio la debilidad de nuestros pasos: ese camino es 1º la humildad; 2º la humildad; 3º la humildad; y cuantas veces me preguntes, otras tantas te diré lo mismo”41.

Para Agustín, tras la encarnación, el acontecimiento con el que cobra sentido la historia, la filosofía o es cristiana o no es verdadera filosofía. La fe cristiana lejos de oponerse o entrar en conflicto con el filosofar mismo, sería su culminación y su renacer. De ahí que en su tratado De la verdadera religión manifieste su firme convicción de que si los filósofos de antaño, tan leídos e incluso respetados, pudiesen volver a la vida con él … se harían cristianos; como lo han hecho ya, afirma, muchos platónicos contemporáneos. Soberbia y envidia son los grandes obstáculos. No hay otro modo de arribar a lo que con tanto empeño señalaban como lo único apetecible: la verdad, el bien, la felici-dad, la virtud42.

El escándalo y la locura, Cristo, Dios crucificado, humillado hasta el extremo, radicaliza y renueva la filosofía. “Los pueblos apetecían con perni-cioso afán las riquezas, como satélites de los deleites: Él quiso ser pobre. Se perecían por los honores y mandos: Él no permitió que le hicieran rey. Apre-ciaban como un tesoro la descendencia carnal: Él no buscó matrimonio ni prole. Con grandísima soberbia esquivaban los ultrajes: Él soportó toda clase

mea et non flebam, insuper autem inflabar scientia. Ubi enim erat illa edificans caritas a fundamento humilitatis, quod est Christus Iesus? Aut quando illi libri me docerent eam? In quos me propterea, priusquam Scripturas tuas considerarem, credo voluisti incurrere, tu imprimeretur memoriae meae, quomodo ex eis affectus essem et, cum postea in libris tuis mansuefactus essem et curantibus digitis tuis contractarentur vulnera mea, discernerem atque distiguerem, quid interesset inter presumptionem et confessionem, inter videntes, quo eundum sit, inter videntes qua, et viam ducentem ad beatificam patriam non tantum cernendam, sed et habitandam”, aGustíndeHiPona, Confesiones, o. c., l.VII, c.20, 26, 296-297.

40 J.l.CHrétien, La mirada, o. c., 17.41 “Huic te, mi Dioscore, ut tota pietate subdas velim nec aliam tibi ad capessendam et op-

tinendam veritatem viam munias, quam quae munita est ab illo,qui gressuum nostrorum tamquam deus vidit infirmitatem. Ea est autem prima humilitas, secunda humilitas, tertia humilitas et, quotiens interrogares, hoc dicerem”, aGustíndeHiPona, Epístola 118 (Obras completas, o. c., VIII ), Madrid, BAC, 1967, III, 22, 866-867.

42 “Itaque si hanc vitam illi viri nobiscum rursum agüere potuisset, videret profecto cuius auctoritate facilius cosuleretur hominibus, et paucis mutatis verbis atque sententiis christiani fierent, sicut plerique recentiorum nostrorumque temporum platonici fecerunt. Aut si hoc non faterentur neque facerent, in supervía et invidia remanentes, necio utrum poste ad ea ipsa que appetenda et desideranda esse dixerant…”, aGustíndeHiPona, De la verdadera religión, (Obras completas, o. c., IV), Madrid, BAC, 1948, IV, 7, 79.

La humildad y el acceso a la verdad en el pensamiento de Agustín de Hipona 395

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de ellos. Tenían por insufribles las injurias; pues ¿qué mayor injusticia que ser condenado el justo y el inocente? Execraban los dolores corporales: el fue fla-gelado y atormentado. Temían morir: Él fue condenado a muerte. Considera-ban la crucifixión como ignominiosísimo género de muerte: Él fue crucificado. Con su desprendimiento abatió el valor de las cosas, cuya avidez fue causa de nuestra mala vida. Alejó con su pasión todo lo que a nosotros, con el deseo de evitarlo, nos desviaba del estudio de la verdad”43. Y es que, como dice Michel Henry: “ …es decisivo subrayar que la verdad del cristianismo difiere esencial-mente de la verdad del mundo”44.

¿Es acaso la verdad del mundo el objetivo de la filosofía?, ¿acaso su obje-tivo no era la luz que ilumina y no lo iluminado? Para Agustín cuando nos comprometemos con la verdad del mundo no es filosofía lo que define nuestra vida, sino, como dice en Contra académicos, filocalía45. Nuestro compromiso ha de ser con la Verdad que hace verdad toda verdad, con el Bien que hace bueno todo lo bueno, que es más interior que lo más íntimo nuestro y más ele-vado que lo más sumo nuestro. “Pero ¿por dónde se va a tan gran posesión, a tan gran felicidad? Los filósofos se inventaron las vías del error. Unos dijeron: por aquí; otros: No por aquí, sino por aquí. Les quedó oculto el camino porque Dios resiste a los soberbios. Nos estaría oculto también si no hubiera venido a nosotros. Por esto dijo el señor: Yo soy el camino. ¡Viandante perezoso!, puesto que no querías venir al camino, vino el camino a ti. Yo soy el camino. Buscabas a dónde ir: Yo soy la verdad y la vida. No te extraviarás si vas a Él por Él. Ésta es la doctrina de los cristianos, que en ningún modo ha de compararse, sino que incomparablemente ha de preferirse a las doctrinas de los filósofos; a la inmundicia de los epicúreos y a la soberbia de los estoicos”46.

43 “Satellites voluptatumdivinitas perniciose populi appetebant: pauper esse voluit.honoribus et imperiis inhiabat: rex fieri noluit. Carnales filios magnum bonum putabant: tale coniugium polem-que contempsit. Contumelias superbissime horebant: omne genus contumeliarum sustinuit. Iniurias intolerabiles esse arbitrarantur: quae maior iniuria quam iustum inocentemque damnari? Dolores corporis execrabantur: flagellatus atque cruciatus est. Mori metuebant: morte multatus est. Ignomi-niosissimum mortis genus crucem putabant: Crucifixus est. Omnia quae habere cupientes non recte vivebandus, carendo vilefecit. Omnia quae vitare cupientes a estudio deviabamus veritatis, perpe-tiendo deiecit”, aGustíndeHiPona, De la verdadera, o. c., XVI, 31, 105.

44 m.Henry, Yo soy la verdad, Salamanca, Sígueme, 2001, 33.45 aGustíndeHiPona, Contra académicos, (Obras completas, o. c., III), Madrid, BAC, 1982,

l.II, c.2, 6 – l.II, c.3,7, 106-108.46 “ sed ad tam magnam posesionem, ad tam grandem felicitatem qua itur? Instruxerunt sibi

vias erroris philosophi; alii dixerunt: hac; alii: Non hac, sed hac. Latuit eso via, quia Deus superbis resistit. Lateret et nos, nisi venisset ad nos. Ideo Dominus: Ego, inquit, sum via. Piger viator, venire no-lebas ad viam; ad te venit via:. Quaerebas qua ires: Ego sum via. Quaerebas quo ires: Ego sum veritas et vita. Non errabis quando is ad illum. Haec est doctrina Christianorum, non plane conferenda, sed incomparabiliter praeferenda doctrinis philosophorum, inmunditiae Epicureorum, superbiae Stoico-rum”, aGustíndeHiPona, Sermón 150, o. c., 10, 376.