la historia de la salvacion en el antiguo testamento

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LA HISTORIA DE LA SALVACION EN EL ANTIGUO TESTAMENTO Si pudiéramos imaginar una figura para expresar qué es la historia en el pensamiento cristiano no trazaríamos ni una línea, ni un círculo, sino una espiral de espirales. En el pensamiento judío y cristiano la historia no es un retorno eterno, permanente, puramente circular, que se repite cada generación. Tampoco concebimos el tiempo como una línea que comenzó y no terminará, indefinidamente. Estaríamos, si pudiéramos representar la cosmovisión cristiana sobre el tiempo en una hipotética espiral de círculos y círculos que partiendo del Padre en el tiempo Creador lleva a la plenitud de los tiempos donde todo converge en Cristo, ya presente en la creación; desde la Nueva Creación de la Pascua parten de él también en múltiples círculos que forman un espiral en expansión que prepara su vuelta gloriosa. Esa espiral de espirales que viene de Dios y a Dios nos lleva, tiene su columna axial en Cristo preexistente, encarnado, muerto y resucitado que ha de volver glorioso para reinar por siempre. Podemos, por tanto, delimitar los tiempos de la Historia de Salvación del siguiente modo: Tiempo de creación, Tiempo de gracia y espacio de libertad, Tiempo de pecado y desorientación, Tiempo de llamada y de promesas, Tiempo de opresión y liberación, Tiempo de desierto y de Alianza, Una tierra para un pueblo, Tiempo de exilios y profecía, Plenitud de los tiempos en Cristo, Tiempo para la Iglesia peregrina al servicio del Reino que espera la Parusía del Señor. El tiempo de la historia de la salvación se articula en tres grandes "momentos": al inicio, la creación; en el centro, la encarnación-redención; y al final, la "parusía", la venida final, que comprende también el juicio universal. Pero estos tres momentos no deben entenderse simplemente en sucesión cronológica. Ciertamente, la creación está en el origen de todo, pero también es continua y se realiza a lo largo de todo el arco del devenir cósmico, hasta el final de los tiempos. Del mismo modo, la encarnación- redención, aunque tuvo lugar en un momento histórico determinado —el período del paso de Jesús por la tierra—, extiende su radio de acción a todo el tiempo precedente y a todo el siguiente. A su vez, la última venida y el juicio final, que precisamente tuvieron una anticipación decisiva en la cruz de Cristo, influyen en la conducta de los hombres de todas las épocas. TIEMPO DE CREACIÓN En los dos primeros capítulos del Génesis se resalta el diseño de Dios que parece estar ordenando el caos. Su PALABRA ordena la realidad, la crea y así lo vivifica todo. Se esquematiza la creación en siete días, y en el sexto, antesala del descanso divino, crea Dios al hombre a su imagen:

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Page 1: La Historia de La Salvacion en El Antiguo Testamento

LA HISTORIA DE LA SALVACION EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

Si pudiéramos imaginar una figura para expresar qué es la historia en el pensamiento cristiano no trazaríamos ni una línea, ni un círculo, sino una espiral de espirales. En el pensamiento judío y cristiano la historia no es un retorno eterno, permanente, puramente circular, que se repite cada generación. Tampoco concebimos el tiempo como una línea que comenzó y no terminará, indefinidamente. Estaríamos, si pudiéramos representar la cosmovisión cristiana sobre el tiempo en una hipotética espiral de círculos y círculos que partiendo del Padre en el tiempo Creador lleva a la plenitud de los tiempos donde todo converge en Cristo, ya presente en la creación; desde la Nueva Creación de la Pascua parten de él también en múltiples círculos que forman un espiral en expansión que prepara su vuelta gloriosa. Esa espiral de espirales que viene de Dios y a Dios nos lleva, tiene su columna axial en Cristo preexistente, encarnado, muerto y resucitado que ha de volver glorioso para reinar por siempre.Podemos, por tanto, delimitar los tiempos de la Historia de Salvación del siguiente modo: Tiempo de creación, Tiempo de gracia y espacio de libertad, Tiempo de pecado y desorientación, Tiempo de llamada y de promesas, Tiempo de opresión y liberación, Tiempo de desierto y de Alianza, Una tierra para un pueblo, Tiempo de exilios y profecía, Plenitud de los tiempos en Cristo, Tiempo para la Iglesia peregrina al servicio del Reino que espera la Parusía del Señor. El tiempo de la historia de la salvación se articula en tres grandes "momentos": al inicio, la creación; en el centro, la encarnación-redención; y al final, la "parusía", la venida final, que comprende también el juicio universal. Pero estos tres momentos no deben entenderse simplemente en sucesión cronológica. Ciertamente, la creación está en el origen de todo, pero también es continua y se realiza a lo largo de todo el arco del devenir cósmico, hasta el final de los tiempos. Del mismo modo, la encarnación-redención, aunque tuvo lugar en un momento histórico determinado —el período del paso de Jesús por la tierra—, extiende su radio de acción a todo el tiempo precedente y a todo el siguiente. A su vez, la última venida y el juicio final, que precisamente tuvieron una anticipación decisiva en la cruz de Cristo, influyen en la conducta de los hombres de todas las épocas.

TIEMPO DE CREACIÓNEn los dos primeros capítulos del Génesis se resalta el diseño de Dios que parece estar ordenando el caos. Su PALABRA ordena la realidad, la crea y así lo vivifica todo. Se esquematiza la creación en siete días, y en el sexto, antesala del descanso divino, crea Dios al hombre a su imagen:“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó” ( Génesis 1,26). Los personajes claves de este tiempo originario son Adán y Eva: la humanidad irreductiblemente masculina y femenina, creada para el amor y la armonía.

TIEMPO DE GRACIA Y ESPACIO DE LIBERTAD Es el tiempo primero de gracia y armonía. El varón armónicamente unido a la mujer, la criatura humana en comunión plena con la creación y con el Creador-Padre goza en el diálogo y la relación con Dios. Es el tiempo de la libertad, porque sin ella la humanidad no estaría todavía humanizada. Es el tiempo donde la seducción es posible y el pecado es una posibilidad. Es el tiempo donde se van a quebrar la armonía y la solidaridad. Se abre -por la seducción- el tiempo de la vergüenza y la culpa. Ya no se atreven a mostrarse cara a cara con Dios… “que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa” (Génesis 3,8).

TIEMPO DE PECADO Y DESORIENTACIÓNA partir del capítulo 4, el libro del Génesis ofrece un panorama de desorientación. Es la corrupción que permite afirmar al autor del libro que

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“Al ver el Señor que la maldad del hombre crecía sobre la tierra y que todos los pensamientos de su corazón tienden siempre y únicamente al mal, el Señor se arrepintió de haber creado al hombre en la tierra y le pesó de corazón” (Génesis 6,5). La decisión de Dios, si pudiéramos hablar así, no hizo caso al peso de su corazón y por eso estableció un pacto con Noé: “Yo estableceré mi alianza contigo” (Génesis 6,17) y “Noé hizo todo lo que le mandó el Señor” (Génesis 6,22). Podríamos pensar en una interpretación alegórica del diluvio universal como tiempo para una primera purificación que renovara y ofreciera una oportunidad. Noé evoca a Adán, el diluvio devuelve a la tierra al caos inicial, pero la bondad de Dios es más fuerte que el pecado de los hombres y se restablece la historia aunque nunca volverá el Edén perdido.

TIEMPO DE LLAMADAS Y DE PROMESAS La preocupación que Dios ha mostrado por la humanidad, se centró más tarde en la atención por una persona concreta: Abrán. A un hombre sin descendencia y nómada, de la tierra de Ur, en Caldea, Dios le hizo la promesa de la tierra y de un hijo, y en él la promesa de un pueblo numeroso. “Sal de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré. Haré de ti una gran nación, te bendeciré, haré famoso tu nombre y serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan, y en ti serán benditas todas las familias de la tierra” (Génesis 12,1-3). Las promesas, reiteradas una y otra vez, son el contenido de la Alianza (Génesis 17,1-14) y poco a poco se fue abriendo paso la salvación de Dios para un pueblo con una historia y en una tierra, siempre cifrada en tiempo real y en espacio concreto. Habrá “intervenciones” divinas para el nacimiento de Ismael, en la teofanía de Mambré, para el nacimiento de Isaac y la prueba de Abraham, en la muerte de Sara y durante los ciclos de Isaac y de Jacob, hasta constituir a Israel (Génesis 32,23-32). Dios ha decidido intervenir ofreciendo una presencia que no está vinculada a un santuario, sino a un pueblo y a una promesa.

TIEMPO DE OPRESIÓN Y LIBERACIÓN Vale la pena detenerse en el ciclo de José (Génesis 37-50). El final del libro del Génesis, muestra a José rodeado de una prole muy numerosa y ofrece un nexo entre la memoria de los patriarcas y la esperanza del Éxodo hacia la tierra prometida: “Yo voy a morir, pero Dios cuidará de vosotros y os llevará de esta tierra que juró dar a Abrahán, Isaac y Jacob” (Génesis 50,24).“Surgió en Egipto un faraón nuevo que no había conocido a José” (Exodo 1,8).Aparece el ciclo de Moisés, con un nacimiento y una infancia que le preanuncian como salvado “de las aguas” y como libertador “de un pueblo”. De nuevo el agua, de nuevo un linaje. El ciclo de Moisés es extraordinario y le servirá al evangelista Mateo para ofrecerlo como tipo de Cristo. La vocación de Moisés y el episodio de la zarza comprometen a Dios con el sufrimiento de su pueblo y por eso afirma: “He bajado a librarlo de los egipcios, a sacarlo de esta tierra, para llevarlo a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel” (Exodo 3,8). El episodio inicia un tiempo de pugna y confrontación del Señor con el faraón hasta que sucede la Pascua y la salida de los israelitas. El paso por el Mar Rojo evoca la creación y el diluvio y ahora es signo y tiempo en la liberación de Israel.

TIEMPO DE DESIERTO Y DE ALIANZA Tras el paso del mar llegaron al Sinaí y Moisés “subió hacia Dios” (Exodo 19,3). En el desierto la teofanía, la Alianza, la entrega de la Ley, el becerro de oro y la alianza renovada:“Yo voy a concertar una alianza: en presencia de tu pueblo haré maravillas como no se han hecho en ningún país o nación” (Exodo 34, 10).El final del Deuteronomio nos sitúa ante la tierra prometida, prepara la ocupación y la conquista. El discurso segundo de Moisés se ocupa del lugar y del tiempo, del nosotros y del aquí y ahora:

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“No concertó el Señor esta alianza con nuestros padres, sino con nosotros, con todos los que estamos vivos hoy, aquí” (Exodo 5,3).

UNA TIERRA PARA UN PUEBLO

Los libros históricos comienzan con el ciclo de Josué y las estrategias de la conquista: Jericó, el paso del Jordán, la conquista del Sur y la conquista del Norte de la tierra. El reparto del territorio hasta la Asamblea de Siquén, que ofrece una verdadera síntesis de la historia de salvación (Josué 24,1-13). La memoria, ya estereotipada, testifica siempre el protagonismo de Dios y sus acciones salvíficas y la palabra de Josué ahora ejerce de notario ante el pueblo que ha de venir en el futuro.

TIEMPO DE EXILIOS Y PROFECÍASTiempo de Jueces, Tiempo de Reyes. La historia de la monarquía es una constante ida y vuelta a la alianza sellada por Dios con Israel. Los ciclos de Saúl, David y Salomón marcan una época fuerte y dorada para la memoria de Israel, pero no siempre es suficiente. Aunque poseen una tierra y son un pueblo, se olvidan de Dios (Idolatría), dejan de ser fieles (Infidelidad) y olvidan el código del desierto (Injusticia). Los profetas permanentemente denuncian su comportamiento y llaman a la conversión recordando la alianza, pero entretanto va surgiendo el anhelo de una justicia y una fidelidad nuevas y mayores. Se abre paso la esperanza mesiánica y los profetas cantan anuncios que se irán comprendiendo progresivamente.