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Actas XIV Congreso AIH (Vol. III). Juana TOLEDANO MOLINA. La guerra de Marruecos (1920-192... - La Guerra de Marruecos ( 1920-1921): crónicas y novelas Juana Toledano Molina IES MARQUÉS DE COMARES, LUCENA DIVERSOS EPISODIOS DE LA Guerra de Marruecos (1920-1921), como el desastre de Annual o la matanza del Monte Arruit, causaron honda impresión entre los españoles de la época. Los periódicos y las revistas dieron noticias puntuales sobre los sucesos que se desarrollaban en el protectorado español y, de manera casi inmediata, empezaron a surgir relatos que tenían como eje narrativo algunos de los hechos sangrientos señalados antes. Sin embargo, nos parece preciso recordar antes los sucesos históricos 1 más significativos. Como se sabe, los tradicionales conflictos de España con Marruecos abarcan un extenso período de nuestra historia. Hay grandes fechas que marcan puntos de inflexión en el problema del Magreb; dejando a un lado las guerras del siglo XIX, hay que señalar que en la siguiente centuria tiene lugar la llamada guerra de Melilla, de 1909, con la derrota militar del Barranco del Lobo 2 , coincidente con la conocida Semana Trágica de Barcelona, de la que se derivaron el fusilamiento de Francisco Ferrer y Guardia y el derrocamiento del gobierno conservador de Maura, y, la que nos interesa en este momento, la guerra del Rif, en la que son hechos relevantes el desastre de Annual y los episodios del Monte Gurugú y Monte Arruit, etc., hasta desembocar en la paz definitiva, en 1927, bajo la dictadura del general Primo de Rivera. 1921 fue el año más sangriento de las guerras sostenidas en África. La inoperancia del gobierno, el caos estratégico, la incoherencia política y militar, la dispersión de 1 Sobre estas cuestiones históricas la bibliografía es muy amplia, desde el libro clásico de Melchor Fernández Almagro, Historia del reinado de D. Alfonso XIII [1933], Madrid, Sarpe, 1986, 2 vols., hasta aportaciones recientes, como Juan Pando Despierto, Historia secreta de Annual, Madrid, UNED, 1999. Es también relevante el libro, perteneciente a la serie de «Episodios Nacionales Contemporáneos», de Ricardo Fernández de la Reguera y Susana March, El desastre de Annual, Barcelona, Planeta, 1968 (6ª ed., 1970), en el que se unen hechos históricos y una interpretación literaria. 2 El reflejo literario de estos hechos se encuentra, entre otros, en Carmen de Burgos, En la guerra (Episodios de Melilla), El cuento semanal, 1909, recogido ahora en Carmen de Burgos, Colombine, La flor de la playa y otras novelas cortas, ed. Concepción Núñez Rey, Madrid, Castalia, 1989, pp. 163-218. La escritora había sido corresponsal de guerra para el Heraldo de Madrid. 595 -t .. Centro Virtual Cervantes

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La Guerra de Marruecos ( 1920-1921): crónicas y novelas

Juana Toledano Molina IES MARQUÉS DE COMARES, LUCENA

DIVERSOS EPISODIOS DE LA Guerra de Marruecos (1920-1921), como el desastre de Annual o la matanza del Monte Arruit, causaron honda impresión entre los españoles de la época. Los periódicos y las revistas dieron noticias puntuales sobre los sucesos que se desarrollaban en el protectorado español y, de manera casi inmediata, empezaron a surgir relatos que tenían como eje narrativo algunos de los hechos sangrientos señalados antes.

Sin embargo, nos parece preciso recordar antes los sucesos históricos 1 más significativos. Como se sabe, los tradicionales conflictos de España con Marruecos abarcan un extenso período de nuestra historia. Hay grandes fechas que marcan puntos de inflexión en el problema del Magreb; dejando a un lado las guerras del siglo XIX, hay que señalar que en la siguiente centuria tiene lugar la llamada guerra de Melilla, de 1909, con la derrota militar del Barranco del Lobo2

, coincidente con la conocida Semana Trágica de Barcelona, de la que se derivaron el fusilamiento de Francisco Ferrer y Guardia y el derrocamiento del gobierno conservador de Maura, y, la que nos interesa en este momento, la guerra del Rif, en la que son hechos relevantes el desastre de Annual y los episodios del Monte Gurugú y Monte Arruit, etc., hasta desembocar en la paz definitiva, en 1927, bajo la dictadura del general Primo de Rivera.

1921 fue el año más sangriento de las guerras sostenidas en África. La inoperancia del gobierno, el caos estratégico, la incoherencia política y militar, la dispersión de

1 Sobre estas cuestiones históricas la bibliografía es muy amplia, desde el libro clásico de Melchor Fernández Almagro, Historia del reinado de D. Alfonso XIII [1933], Madrid, Sarpe, 1986, 2 vols., hasta aportaciones recientes, como Juan Pando Despierto, Historia secreta de Annual, Madrid, UNED, 1999. Es también relevante el libro, perteneciente a la serie de «Episodios Nacionales Contemporáneos», de Ricardo Fernández de la Reguera y Susana March, El desastre de Annual, Barcelona, Planeta, 1968 (6ª ed., 1970), en el que se unen hechos históricos y una interpretación literaria.

2 El reflejo literario de estos hechos se encuentra, entre otros, en Carmen de Burgos, En la guerra (Episodios de Melilla), El cuento semanal, 1909, recogido ahora en Carmen de Burgos, Colombine, La flor de la playa y otras novelas cortas, ed. Concepción Núñez Rey, Madrid, Castalia, 1989, pp. 163-218. La escritora había sido corresponsal de guerra para el Heraldo de Madrid.

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recursos y la accidentada orografía, así como la ira contenida de los españoles por los cruentos episodios que se produjeron en el verano de ese año, difícilmente podían ser olvidados. La aniquilación del ejército del general Silvestre el 22 de julio de 1921 ocasionó el derrumbamiento político del régimen alfonsino y una terrible factura en la sociedad del primer cuarto del siglo.

Annual es una especie de hoya o cubeta semidesértica, sede de un antiguo poblado ya abandonado, flanqueada por el monte Izzumar y rodeada de montañas escarpadas. La pretensión española consistía en establecer una posición estratégica para conquistar Alhucemas, dominada entonces por tres cabilas: los Beni Urriaguel, los Temsaman y los Bocoya, éstos últimos favorables a ayudar a España en su conquista y de paso saldar viejas deudas con las otras tribus. La ocupación de Annual, en el mes de enero, tenía como principal objetivo establecer un puente de comunicación con los otros campamen-tos, sobre todo con Dar Drius a unos treinta y cinco kilómetros de Annual. Al frente de un ejercito de unos tres mil hombres se encontraba Manuel Femández Silvestre, nacido en Cuba en 1871 y trasladado a España con diecisiete años ingresando en la Academia Militar de Toledo, donde obtuvo excelentes calificaciones. Después de numerosos destinos por la Península recabó en Melilla en 1904. La mala política y las incoherentes actuaciones de España con las distintas cabilas: bombardeos a unas para proteger a otras consideradas amigas, darían a la postre como resultado la unión de todas ellas frente a lo que se consideraba un enemigo común: el Rif unido contra la enemiga España.

Un hecho en claro contraste con lo que pasa en África: el 21 de julio de 1922, el rey Alfonso XIII y la reina Victoria Eugenia presiden en Burgos, con motivo del séptimo centenario de la catedral, el traslado de los restos del Cid Campeador desde el ayuntamiento hasta el crucero de la catedral. Escuadrillas de aviones--que tan necesarios hubieran resultado en estos momentos en África-sobrevuelan en formación mientras realizan difíciles acrobacias sobre la muchedumbre allí congregada. A continuación los reyes inician su veraneo en San Sebastián.

Desde enero en que se instala la base de operaciones en Annual, hasta el fatídico día del 22 de julio, se suceden órdenes y contraórdenes sobre la estrategia a seguir, no ya para conquistar la bahía de Alhucemas sino para salir de una situación cada vez más comprometida. Las numerosas y semidesprotegidas guarniciones establecidas para afianzar Annual van cayendo una tras otra ocasionando numerosas bajas. La reiterada insistencia de Silvestre, que ya prevé la catástrofe que se avecina, para que le envíen refuerzos no es atendida como debiera por el alto comisario Berenguer ni por el ministro de la guerra. Sólo quedaban dos salidas: el intento de retirada o la resistencia hasta la muerte. Decidida en tormentoso consejo de guerra la retirada de los efectivos de Annual hacia la posición de Ben Tieb, a 18 kilómetros al sur de Annual, en la desesperada subida al Izzumar resultan muertos cerca de un millar de hombres. El general Silvestre se suicida en su tienda. Las posiciones españolas van cayendo en cascada una tras otra. Los titulares de algunos periódicos nos parecen profundamente trágicos, como sucede con los que inserta El Liberal, de Bilbao, que indican lo siguiente: «La horrenda tragedia de Marruecos. Cercados por la jarca, Silvestre y su estado mayor, se estrechan las manos, sacan sus pistolas y se suicidan. La cabila atacante era la de Beni-Urriagel,

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mandada por Abd-el Krim, moro que estuvo al servicio de España. Antes de morir dice el general Silvestre a su Cuartel general que lo primero y más esencial es salvar a la tropa. Haciendo uso del telégrafo sin hilos envió un mensaje al ministro de la Guerra y al Alto Comisario diciendo que su situación era desesperada»3.

Desde el 22 de julio hasta finales de octubre se van desencadenando nuevos episodios adversos: Dar Quebdani (25 de julio), donde el coronel Araujo pactó ominosamente su salvación con los rifeños: más de novecientos muertos; Nador (2 de agosto), capitulado por Pardo Agudín; Zeluán (3 de agosto): quinientos muertos; Monte Arruit (9 de agosto), donde el general Navarro se vio obligado a rendirse: los españoles muertos alcanzan los tres mil. La cifra total de muertos y desaparecidos entre todos los sucesos oscila entre las ocho y diez mil víctimas. El entonces comandante Francisco Franco, en su libro autobiográfico Historia de una bandera (1922), dedicado «a los muertos por España en las filas del Tercio Extranjero», comenta: «No pasaba un día, en aquellos de nuestra llegada, sin que algún soldado herido o extenuado del hambre y del cansancio no fuera recogido por nuestro servicio, o puestos avanzados, y nos refiriese el término glorioso de tantas posiciones. De ellos he obtenido estos relatos, cuando la emoción nublaba sus palabras y aún no se había podido urdir la fábula»4

Un personaje fundamental de estos sucesos es Abd-el Krim, hijo de un notable rifeño de la tribu de los Beni Urriaguel. Buen conocedor de los recursos españoles, pues no en vano pasó largas temporadas en España, se convirtió en líder indisputado de las tribus rifeñas. A su rechazo de la intervención francesa en el norte de África se añadió posteriormente su animadversión a la política española.

De la mayor parte de lo acaecido entonces se hacen cumplido eco los principales periódicos españoles. Es usual que se manden al frente, como cronistas de guerra, periodistas y escritores del momento5

. Más tarde, en algunos casos, las crónicas

3 Apud Femún Solana, Julián Besteiro (1918-1922), Madrid, Tauros, 1975, 11, p. 896. 4 Comandante Franco, Historia de una bandera ( 1922),

(http://www.geocities.com/CapitolHill/ Lobby/ 2679/pagetmp2.htm). Los hechos históricos continúan desarrollándose de la forma siguiente: El 9 de agosto de 1921, el vizconde de Eza (Luis de Marichalar y Monreal), titular de la cartera de Guerra, nombra al general Picasso instructor de la causa por la que debería esclarecer las responsabilidades de los acontecimientos en los territorios de Melilla. Picasso, militar íntegro y de honradez intachable, se dedicó con todas las fuerzas que le permitían sus 64 años, a elaborar el informe encomendado ~in atender a recomendaciones ni a presiones de mandos y autoridades. A pesar de las Reales Ordenes de no investigar al «Alto Mando» (es decir, a Dámaso Berenguer, Alto Comisario en Marruecos), Picasso prosiguió con sus pesquisas hasta elaborar un detallado informe donde se exponían de forma clara y rotunda la conjunción de responsabilidades que posibilitaron el desastre de 1921. Alfonso XIII, en su afán de ocultar las responsabilidades contraídas por los mandos de Marruecos, dictó el 24 de julio de 1924 una amnistía general, a la que se opuso tajantemente el general Picasso sin ningún éxito. El Expediente pasó intencionadamente desapercibido por la dictadura de Primo de Rivera y la República, quedando sumido en un lamentable olvido.

5 Entre los escritores se encuentra también Edgar Neville, del que se dice en un artículo reciente: «Estudia, más bien poco, la carrera de Derecho, interrumpida para alistarse en un regimiento de húsares con destino a la guerra de Marruecos: era la consecuencia de una ruptura sent!mental con la actriz Ana María Custodio. Desde Marruecos escribe crónicas para el diario La Epoca, firmando con el seudónimo de «El voluntario de Ben Aquí». Enferma y a los pocos meses lo devuelven a Madrid», José María Torrijos, «Edgar Neville, inmensa humanidad»,

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periodísticas, seleccionadas y recopiladas, dieron origen a libros6; es lo que sucede con

Lo que no tiene nombre. Crónicas de Marruecos (c. 1922?), de Vila San-Juan, y con Borrón y cuenta nueva. Crónicas de Marruecos (1923), de Ramón Goy de Silva. Con ello se seguía una tendencia ya iniciada en el siglo anterior, en la que figura Pedro Antonio de Alarcón, con su Diario de un testigo de la guerra de África (1859), o, en fecha posterior, Cristóbal de Castro7

, que recopiló diversos artículos sobre la guerra ruso-japonesa en su libro Rusia por dentro ( 1904 ), o Ramón María del Valle-lnclán, con La media noche. Visión estelar de un momento de guerra (1917), en el que se recogen algunos aspectos de la guerra europea de 1914, que conocía como visitante del frente francés.

El libro de Vila San-Juan recoge crónicas publicadas por primera vez en El Noticiero Universal, de Barcelona. Son más de noventa crónicas que empiezan a partir del 6 de agosto de 1921, en que el periodista se traslada a la zona de conflicto. Algunas están fechadas en la misma zona (Melilla), otras en lugares diversos, y dan una visión cercana de los hechos y de los personajes que intervienen en ellos, tanto de los relevantes como de los casi anónimos. Hay también evocaciones de la patria lejana, al mismo tiempo que se hace eco de las costumbres árabes, descritas ocasionalmente como

Nickel Odeon, 17, invierno, 1999, pp. 7-8. Sobre este escritor consúltese el libro de María Luisa Burguera Nadal, Edgar Neville: entre el humor y la nostalgia, Valencia, Institució Alfonso El Magnánimo, 1999.

6 A pesar del título y de la fecha de edición, el libro de Enrique Gómez Carrillo, La gesta de la legión, Madrid, Mundo Latino, 1921, no se ocupa de esta guerra española, sino que remite más bien a episodios de época anterior, c. 1914-1917, en la legión extranjera. También sobre la guerra europea es otro texto de crónicas del mismo Enrique Gómez Carrillo, Tierras mártires, Madrid, Editorial América, c. 1920? (la dedicatoria a Rufino Blanco Fombona es de 1918). Sobre Gómez Carrillo cronista, aunque no referido a las crónicas de guerra, cfr. Francisco Javier Blasco, «La imaginación modernista en las crónicas de Gómez Carrillo», en El Modernismo. Renovación de los lenguajes poéticos, ed., Tomás Albadalejo, Javier Blasco y Ricardo de la Fuente, Valladolid, Universidad, 1990, pp. 13-30. Resultado de la guerra de Marruecos de 1921 es también el libro de Ernesto Giménez Caballero, Notas marruecas de un soldado, 1923, la primera obra de este autor, que procede de su estancia en la zona de guerra, mientras cumplía su servicio militar. Compuesto tipográficamente por él mismo en la imprenta de su padre, se agotó poco después de su aparición en marzo de 1923, pero tuvo desagradables resultados para el autor porque fue acusado por el ejército de desacato y encarcelado (el fiscal pedía para él una condena de dieciocho años), de lo que le salvó el pronunciamiento de septiembre de 1923 y acabó siendo absuelto. Hay edición moderna de esta obra de Ernesto Giménez Caballero, Notas marruecas de un soldado, Barcelona, Planeta, 1983.

7 El tema ha sido estudiado por Claire-Nicolle Robin, «Los artículos de Cristóbal de Castro desde San Petersburgo en La Correspondencia de España (Febrero-Junio de 1904)», en Manuel Galeote, ed., Oralidad y escritura en andaluz, Iznájar, Excmo. Ayuntamiento, 1998, pp. 263-280.

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bárbaras o exóticas8, en páginas que recuerdan algunas novelas de Isaac Muñoz9

.

Ramón Goy de Silva (1883-1962), escritor gallego del que nos hemos ocupado en otras ocasiones 10

, es nombrado corresponsal de guerra en Marruecos a poco de producirse los dramáticos sucesos citados; desde allí envía sus crónicas a La Correspon-dencia de España durante algo más de medio año, aproximadamente desde el 26 de octubre de 1921 hasta el 4 de abril de 1922. Son más de ochenta crónicas de las que se recogen en su libro Borrón y cuenta nueva algo más de sesenta. Él mismo, en un relato posterior11

, nos habla del interés que despertaban sus textos periodísticos, anunciados «en grandes cartelones que cubrían la fachada de las oficinas administrativas» (p. 267) del rotativo madrileño citado.

En el prólogo de Borrón y cuenta nueva, Pedro Crespo (es decir, Miguel de Castro12

) se hace eco de la prohibición que tienen los militares de manifestarse públicamente sobre los sucesos de la guerra de África, de la expectación del público madrileño en los ocho meses que duraron las crónicas, así como del buen estilo de los textos seleccionados, tendente en este caso a la sencillez, a pesar de tratarse de un poeta y dramaturgo estetizante y cuidadoso. Por eso Goy de Silva se disculpa en el prólogo de las numerosas erratas que pueda contener el libro, impreso en Alcoy, un lugar ajeno a los circuitos habituales de la impresión. El resultado es una selección muy literaria y

8 Un breve ejemplo: «Tetuán siente por los Hamachas un cariño especial. No hay cofradía que inspire más simpatías entre los indígenas tetuanís como esta de fanáticos mahometanos para la que la Muerte es un premio codiciado voluptuosamente. Todos los años al llegar la fecha de la aparición de los Hamachas, las calles de Tetuán se llenan de gente, las mujeres abandonan sus cuartos de reclusión donde solo puede verlas el señor y llenan las azoteas moras deslumbrantes de blancura, flotando al viento el gallardo penacho de sus jaiqueces caprichosos», Vila San-Juan, Lo que no tiene nombre. Crónicas de Marruecos, Barcelona, Antonio López, s.a. (c. 1922?), pp. 58-59. Los Hamachas se golpean frenéticamente con bolas erizadas de pinchos hasta producirse la muerte en algunos casos, todo ello resultado de un fervor divino.

9 Existe ya un buen estudio sobre este curioso novelista granadino: Amelina Correa Ramón, Isaac Muñoz ( 1881-1925 ). Recuperación de un escritor finisecular, Granada, Universidad, 1996.

10 Juana Toledano Molina, «En la periferia del ultraísmo: la poesía de Goy de Silva» en Actas del XIII Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, Madrid, 1998, ed. Aorencio Sevilla y Carlos Alvar, Madrid, Castalia, 2000, vol. II, pp. 772-778; «Una aportación al teatro simbolista en España: los dramas de Ramón Goy de Silva», en Actas del XII Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, Birmingham 1995, Tomo IV, Del Romanticismo a la Guerra Civil, ed. Derek W. Aitter, Birmingham, University ofBirmingham, 1998, pp. 275-283; «Teatro simbolista en España: algunas formas del poema dramático», en Encuentros y desencuentros de culturas: siglos XIX y XX [Actas del XI Congreso de la Asociaciqn Inter-nacional de Hispanistas, Universidad de California lrvine-92], ed. Juan Villegas, [Los Angeles], University of California, 1994, vol. IV, pp. 97-105; «Un mito fin de siglo en Rubén Darío: Salomé», Angélica. Revista de Literatura, 3, 1992, pp. 113-121, etc.

11 Ramón Goy de Silva, «Hasta la cima de los siglos (Don Torcuato en Monte Arruit)», en Obras escogidas, ed. Ricardo L. Landeira, Ferrol, Concello de Ferrol, 1995, pp. 267-270.

12 Sobre este poeta y novelista cordobés, nacido en Iznájar, cfr. Antonio Cruz Casado, «Andalucía y Castilla: la trayectoria lírica del poeta Miguel de Castro (1889-197?)», en Oralidad y escritura en andaluz, Manuel Galeote, ed., Iznájar, Libros de la Subbética, 1998, pp. 219-235, y Juana Toledano Molina, « Costumbrismo y nov5!la: La niña del alcalde, de Miguel de Castro, en el contexto de la novela social española», en Angel Aroca, coord., Primeras jornadas de la Real Academia de Córdoba sobre lznájar, Iznájar, Excmo. Ayuntamiento/ Real Academia de Córdoba, 1999, pp. 79-85.

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poética, en el que la guerra parece más bien un motivo heroico para hacer excursos y variaciones que una dura realidad. Incluso se incluye un poema de regular factura, un soneto dedicado a los héroes muertos en el asedio a Monte Arruit («La cruz de Monte Arruit» )13

, publicado previamente enABC y al parecer sugerida su composición por don Torcuato Luca de Tena14

, director del rotativo mencionado. Casi al mismo tiempo que se editan estos libros, los narradores prolongan hacia la

posteridad artística lo que en la mayoría de las ocasiones eran sólo dura realidad cotidiana, al mismo tiempo que reflejan la convulsión de las conciencias que experimen-taron los españoles por los hechos señalados. Fruto de este interés son las novelas de Juan Ferragut, El Caballero Audaz, Antonio de Hoyos y Vinent, Ramón J. Sender, José Díaz Femández o Arturo Barea.

Entre los primeros narradores de esta tendencia se encuentra Juan Ferragut, un cultivador de la novela corta en las primeras décadas del siglo XX sobre el que parece haber caído la más pesada losa del olvido. Sin embargo, en su momento, su nombre suele aparecer con frecuencia en las más diversas colecciones. Quizás en una de ellas aparecieron, en 1921, sus Memorias de un legionario, que se reeditaron en 1925 («La novela de noche») 15, coincidiendo con algún recrudecimiento del problema de Marruecos. Otra narración sobre el mismo tema16

, también de Juan Ferragut, apareció el último día del año 1921, en «La novela semanal», y se titula La misma sangre. Novela de la guerra.

Las Memorias de un legionario es una especie de diario en el que el protagonista va anotando los sucesos más relevantes de su actuación militar en el tercio: su llegada, los combates o escaramuzas, la herida, la estancia en el hospital, los recuerdos, algunos datos personales17

, etc., todo ello mezclado con noticias sobre personajes del momento,

13 Ramón Goy de Silva, Borrón y cuenta nueva. Crónicas de Marruecos, Alcoy, Imp. de E. lnsa, 1923, p. 25.

14 Así lo indica en su texto «Hasta la cima de los siglos (Don Torcuato en Monte Arruit)», en Obras escogidas, ed. Ricardo L. Landeira, op. cit.,, pp. 267-270.

15 No hemos visto la primera edición de la novela, pero en la edición de 1925 se indica en una nota al lector lo siguiente: «Cuando apareció esta obra por primera vez, el público agotó la edición en pocos días. Fue el año 1921, reciente los trágicos sucesos de Annual y Monte-Arruit. [ ... ] Pero hoy, cuando tan recientes están las nuevas hazañas realizadas por los mismos legionarios que cantó Juan Ferragut, la obra vuelve a ser de actualidad y «La novela de noche» se honra reimprimiéndola», Juan Ferragut, Memorias de un legionario, La novela de noche, núm. 41, 30 de noviembre de 1925, p. 3; curiosamente esta colección literaria, tiene una marcada tendencia erótica, con obras de El Caballero Audaz, Artemio Precioso, Alvaro Retana, José Zamora, Antonio de Hoyos y Vinent, Alberto Insúa, Joaquín Belda, Eduardo Zamacois, etc., rasgo que no aparece en esta narración de Ferragut. De este último novelista se habían incluido ya en la colección dos novelas: Un consentido (el número 13) y El amor de Su Excelencia (el número 27).

16 Juan Ferragut, La misma sangre. Novela de la guerra, La novela semanal, número extraordinario, 31 de diciembre de 1921. Un ambiente parecido es el de otra novelita de Antonio de Lezama, Los Caballeros de Alcántara. En las tierras de odio y sangre, La novela semanal, número extraordinario, sin fecha, que debe ser posterior a la de Ferragut y que presenta al final una indicación cronológica: «Monte Arruit 21 de octubre de 1921. Madrid 11 de noviembre de 1922». La existencia de estos relatos dan fe del interés del público lector de novelas en el tema de Marruecos.

17 Así sabemos que el nombre Juan Ferragut es un seudónimo: «Nadie me conoce; nadie sabe

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como Millán Astray o el comandante Franco. Las referencias cronológicas internas abarcan desde el 12 de agosto de 1921 hasta el 28 de enero del año siguiente y se insertan sucesos más o menos históricos junto a una leve trama narrativa ficticia de amor y desamor. Parece haber asistido a los enterramientos que tuvieron lugar en el monte Arruit (26 octubre, según la novela) y se siente sobrecogido ante la dureza del espectáculo: «Enorme osario de Monte Arruit-escribe-, con sus miles de cadáveres pudriéndose al sol. .. Larga, abrumadora, dolorosa tarea de los enterramientos, entre rugidos de blasfemias y musitar de responsos y de oraciones ... Ya, de tan excitada, parece que el alma no puede sentir más ... Nuestra cantinera se ha portado bravamente ... Sus manos piadosas han ayudado a dar sepultura a muchos soldados hermanos» (p. 59). «Negro, incognoscible el rostro, masa informe horadada de alveolos cárdenos ... Intactos los botones de la guerrera, el cinturón obscuro ... Una mano huesuda, crispada sobre la tierra, y los dedos retorcidos como sarmientos» (p. 60).

Por lo que respecta a La misma sangre, se trata de una novelita en la que se entrecruza una historia de amor y abandono de una mujer por parte de su novio, seducido a su vez por una otoñal actriz de teatro. El fruto del primer amor es ahora el corneta del regimiento en el que recala también el padre. Al final mueren ambos, en un mismo hecho de guerra, aunque sin llegar a reconocerse.

Por su parte, «El Caballero Audaz»18 (seudónimo de José María Carretero Novillo, 1888-1951) nos da una visión de los sucesos a medio camino entre la elegancia, la frivolidad y el heroísmo, siguiendo la tónica de algunas otras narraciones suyas. El héroe de la legión (1921) se publicó primero como número extraordinario19 de una

quién es Juan Feragut, qué vida ni qué nombre verdadero se ocultan bajo este apellido de navegante aventurero ... » (p. 79); «Quiero morir, debo morir, solo, desconocido tras mi seudónimo; ser uno más de los que caen cara al cielo y ante el peligro ... » (p. 82); «Por esto, estoy un poco arrepentido de publicar estas Memorias ... Ya Juan Ferragut empieza a ser demasiado conocido. El anónimo está casi roto, y comienzo a disfrutar de esas molestias, un poco halagüeñas y otro poco mortificantes, que producen cierta popularidad» (p. 101); más referencias al tema en pp. 112-113. Por otra parte parece que estas crónicas se estaban publicando en un periódico español de la época: «-¡Maño! -me ha dicho [Se trata de un personaje aragonés, amigo del narrador]-. Ya he leído algo de esas Memorias que has puesto en Nuevo Mundo» (p. 99); «Mario Pastor del Valle, legionario de la cuarta bandera, me pide que yo haga público en Nuevo Mundo su deseo de tener una madrina de guerra» (p. 101). Otra mención del hecho en la dedicatoria de La misma sangre: «Si lo he escrito [el texto], como si escribo esas «Memorias» mías en Nuevo Mundo» ... (p. 3; también p. 7). Según esto, las Memorias que nos ocupan están más cerca de las crónicas de Vila San-Juan y Goy de Silva que de las novelas que reseñamos a continuación. (Sobre Juan Ferragut encuentro la referencia siguiente en los fondos de la Biblioteca Nacional: Julián Femández-Piñero, Memorias del legionario Juan Ferragut, Madrid, Mundo Latino, s.a.). Cansinos-Asséns escribe lo siguiente: «Comparece en nuestra tertulia veraniega de Recoletos, Julián Femández Piñero, un joven sevillano que escribe en Prensa Gráfica y ha hecho famoso su seudónimo de Ferragut. Julián Femández Piñero es un guapo muchacho, de aire toreril, con grandes ojos negros como el pelo y un hablar ceceante y sonoro», Rafael Cansinos-Asséns, La novela de un literato, Madrid, Alianza, 1985, 2, p. 138.

18 Sobre este escritor, cfr. Antonio Cruz Casado, «El Caballero Audaz entre el erotismo y la pomofrafía», Cuadernos Hispanoamericanos, nº 463, Madrid, 1989, pp. 97-112.

1 El héroe de la legión [octubre, 1921] aparece citado como número extraordinario en el índice de «La novela semanal», entre el número 17, Eduardo Marquina, El alma de Sixto, 15 octubre 1921, y el 18, Tomás Borrás, La doncella de la risa y el llanto, 22 octubre 1921.

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colección de novela corta (octubre) y al año siguiente se incluyó en una recopilación de relatos bajo el título Con el pie en el corazón20

• La dedicatoria del texto es bastante explícita por lo que respecta a la intención del autor, puesto que allí se recuerda «a los héroes de Monte Arruit, que en las horas trágicas del desastre supieron sentirse españoles y, durante días de heroica resistencia, escribir con su sangre generosa una brillante página que será timbre de honor y orgullo en la historia de nuestra raza» (p. 49).

El argumento se desarrolla a partir de un desengaño amoroso ocurrido al protagonista, perteneciente a la alta sociedad madrileña. Leonardo Álvarez de Toledo, duque de Villa y Luz y marqués de Dos Hermanas, recibe una larga carta de su amada María de las Mercedes, en la que le comunica su decisión de casarse con Adolfo Ríos, matrimonio impuesto por los intereses familiares. Así que, empujado por el despecho amoroso, ingresa en la legión. En su decisión confluyen diversos factores: el desengaño amoroso citado, la ruina económica por la pérdida de sus bienes en el juego y la atracción por la faceta heroica del mencionado cuerpo militar. Un personaje, refiriéndo-se al tercio de legionarios, dice que los que se alistan en él tienen que ser «hombres muy hombres ... Los que por algún pesar desprecian la vida y están allí dispuestos siendo útiles a España» (p. 60), y añade que una actuación heroica puede ser una alternativa al suicidio: «Prefieren a quitarse la vida idiotamente, suicidándose sin que nadie se aproveche de su desesperación, buscar la muerte en los Tercios. Así, al menos, es posible que esos hombres se rediman al sacrificarse» (p. 61). Como puede verse, se trata de tópicos habituales en el mundo de la legión pero que podían tener algún atractivo para determinadas situaciones vitales, como la que ejemplifica Leonardo Álvarez. Un militar de alta graduación, ya en la segunda parte del relato, comenta: «a lo mejor va uno buscando la muerte como un regalo, y se encuentra con la gloria» (p. 97). Es éste precisamente el caso del protagonista: obtiene condecoraciones, el grado de capitán, ayuda heroicamente a un reducto de soldados españoles que está siendo sitiado por los moros, combate en el que es herido y está a punto de perecer. La arenga del capitán Leonardo es profundamente patriótica, y en sus palabras sale a relucir incluso la antigua figura del Cid: «Caballeros--dice-: la vida no merece vivirse cuando no se sabe sacrificarla. Ha llegado el momento de portarnos como hombres. La consigna es ésta: antes que salga el sol estamos en Monte Ab-Harán o hemos muerto. ¡Adelante, señores! ¡Viva nuestra España del Cid!» (p. 108).

La intención propagandística de El héroe de la legión, visible en diversos lugares del relato, es posible que fuese operativa en aquel momento histórico en que de manera efectiva se necesitaban recursos humanos para mantener una situación militar prácticamente insostenible. Además, el final feliz del relato (Leonardo es curado por su amada María de las Mercedes, aunque antepone el amor de la patria al de la mujer) actúa como un lenitivo literario que quizás calmaría la inquietud patriótica de algún lector o

20 Utilizamos esta edición: El Caballero Audaz, Con el pie en el corazón (Novelas), Madrid, Mundo Latino, 1922, pp. 47-116; indicamos la página correspondiente a cada cita en el cuerpo del trabajo.

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lectora. Ante la dura realidad histórica se alza la amable ficción narrativa. En la misma línea, el novelista erótico21 Antonio de Hoyos y Vinent (1885-1940),

en fecha cercana a los sucesos indicados incide en el tema con su novela corta Bajo el sol enemigo (1922), subtitulada «Novela de la guerra»22

• Como en el caso anterior, se trata de un número extraordinario de una colección de novela corta, «La novela semanal», en este caso, editado el 4 de marzo de 1922, cuando ya hace más de medio año que han acaecido los hechos más trágicos, pero el interés de los españoles está pendiente de lo que ocurre en el norte de África.

La acción se inicia de forma abrupta en pleno desierto, en el que un grupo de tres soldados españoles son tiroteados por lo moros. Hay también un personaje aristocrático, Hemán Ramírez de Velasco, vizconde de Nuevo México, que presenta algunos rasgos parecidos al héroe de la novela de El Caballero Audaz23

. También él está en la legión por diversas cuestiones relativas al honor personal, pero en su decisión no falta el mandato paterno que le conmina a lavar su honra manchada: «no basta que te hagas un nombre-le dice-, sino que precísase que a fuerza de heroísmo, de honradez, de caballerosidad, borres un pasado que es un baldón, y rehagas el tuyo. Eres el soldado que ha de ganar primero el anónimo y luego un nombre nuevo» (p.21).

A lo largo del relato se entablan diversas relaciones de camaradería, entre el aristócrata y un antiguo compañero de la niñez, de baja extracción social, y de ambos con otro legionario, al que apodan el A venturero. Éste les narra su vida en la que se entrecruzan asuntos de amor; dice haber matado a una mujer (luego sabremos que ha sido por error) y haber perdido una fortuna en el juego, por lo que, guiado por el sentimiento del honor, ha ingresado igualmente en el tercio. Más prosaica es la historia del tercero de los amigos, Benito, pero no menos digna: se ha enganchado en el tercio para costear una operación de cataratas de su vieja madre, en tanto que su novia espera en el terruño su vuelta para casarse.

Entre los sucesos bélicos que se narran en la novela se incluye el ataque de un grupo de moros a un pequeño destacamento de soldados españoles, en el que resultan muertos

21 Sobre este autor, cfr. Antonio Cruz Casado, «La novela erótica de Antonio de Hoyos y Vinent», Cuadernos Hispanoamericanos, núm. 426, dic., 1985, pp. 101-116; «Modernismo y parodia en la narrativa de Antonio de Hoyos y Vinent», Actas del Congreso Internacional sobre el Modernismo, ed. Guillermo Carnero, Córdoba, Excma. Diputación, 1987, pp. 399-407; -<~romas de nardo indiano que mata y de ovonia que enloquece» de Antonio de Hoyos y Vinent, Album Letras Artes, nº 30, 1991, pp. 74-85, y el libro de María del Carmen Alfonso García, Antonio de Hoyos y Vinent, una figura del decadentismo hispánico, Oviedo, Departamento de Filolo¡;ía Española, 1998.

2 Antonio de Hoyos y Vinent, Bajo el sol enemigo (Novela de la guerra), La novela semanal, 4 de marzo de 1922; las citas de esta novela se hacen mediante la indicación de página en el cuerpo del texto.

23 Se aprecia alguna similitud evocativa en la descripción de ambos: «El capitán Leonardo iba al frente de ella ... Su figura erguida y firme se recortaba gallardamente en el aire; las anchas alas de su sombrero de legionario tenían la gracia airosa de un romántico chambergo de los tercios clásicos», El Caballero Audaz, Con el pie en el corazón (Novelas), op. cit., p. 106; «En pie, en el silencio hueco de la noche, en la pálida claridad estelar, con su chambergo, sus polainas y un jaique o poncho colgado a la espalda, parecía un viejo capitán de los Tercios de Flandes», Antonio de Hoyos, p. 5.

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o malheridos la mayoría de ellos. Benito logra cargar a Hemán y llevarlo a un pequeño oasis donde le da agua y así lo salva de la muerte segura; ambos serán socorridos finalmente por las tropas españolas que vienen de vencer en un gran combate. Desde el punto de vista estilístico, la calidad estética de algunas descripciones nos parece conseguida24

, lo que redunda en muchas ocasiones en un remansarniento de la acción central.

Más trascendencia literaria tienen José Díaz Femández, Ramón J. Sender y Arturo Barea. El primero dedica una novela extensa a la cuestión que nos ocupa, El blocao (1928), el segundo, que había sido soldado, cabo, sargento, suboficial y alférez de complemento en Marruecos, desde 1922 a 1924, se ocupa del tema en Imán (1930, aunque redactada unos tres años antes), en tanto que Barea hace lo propio en varios capítulos de su conocida novela La forja de un rebelde ( 1951, edición inglesa en 1939), concretamente en la segunda parte de su trilogía, La ruta, aunque por tratarse de obras más conocidas y estudiadas no vamos a demoramos en ellas en esta ocasión. Con todo, las obras señaladas en nuestro estudio sirven para contextualizar estas obras más importantes y resaltar el valor de las mismas.

A la vista de la trayectoria expuesta, podemos constatar que se produjo entonces un acercamiento a un hecho histórico desde perspectivas literarias diversas, coincidentes siempre en destacar el extremado heroísmo de los soldados españoles, la dureza de los episodios y el tratamiento un tanto mitificador de unos sucesos que costaron muchas vidas y que incidieron fuertemente en la decadencia del protectorado español en el norte de África. Por último, hay que señalar que, aunque se trata de un tema histórico relativamente lejano, aún parece tener alguna actualidad, de lo que da fe una novela reciente25 sobre los trágicos sucesos señalados.

24 Como la siguiente: «El cielo era cobalto; sobre el esmalte azul, la luna, en menguante, lucía como una cimitarra de plata colgada sobre arábigo tapiz de terciopelo azul bordado de estrellas de oro. El paisaje componíase extraño, obsesionante, paisaje de pesadilla, hecho de grandes masas obscuras y brumosas de contorno, que daban la angustia de opresión irreal. Así, en el esfumado en que todo se diría hecho de nubes, veíase el llano alzarse de improviso en altas cordilleras de formas arbitrarias; a un lado, un poblado lejano; a otro, entre confusos riscos, una lámina de sombrío acero que debía de ser el mar; al fondo, siempre la barrera infranqueable tras la que estaba el misterio en que dormían, en las interrogaciones de lo desconocido, la Gloria y la Muerte» (pp. 6-7). Vid también la hermosa evocación del mundo lujoso y decadente de la Europa de antes de la guerra del 14, p. 36 y ss.

25 Lorenzo Silva, El nombre de los nuestros, Madrid, Destino, 2001.

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