la guerra de los indios en méjico

36

Upload: sevas-tra

Post on 21-Oct-2015

23 views

Category:

Documents


3 download

TRANSCRIPT

Page 1: La guerra de los indios en Méjico
Page 2: La guerra de los indios en Méjico
Page 3: La guerra de los indios en Méjico

LA GUERRA DE

LOS INDIOS

El* M É J I C O .

. .'•^'"'"x > '.i

V

N U E V A Y O R K ,

T I P O G R A F Í A DE LA C R Ó N I C A ,

- .1849.

LE DE CEDAR, » . 8 7 ^

\ <N¡> ^ M

Page 4: La guerra de los indios en Méjico
Page 5: La guerra de los indios en Méjico

LA. GUERRA

DE LOS I I D IOS E N M É J I C O .

U n a guerra de castas se ha suscitado en Méjico entre la raza española, que llevó á aquel pais la civilización y e l Cristianismo, y la raza india, cuya propensión á la idolatría y á la barbarie es irresistible. L a causa de la civilización, la causa sagrada del Cristianismp van, pues , á vencer ó á ser vencidas en Méjico, en esa guerra que amenaza ser cruenta y prolongada, si no se acierta con los medios de reprimirla, cuando su represión es todavía posible.

Como hombres, no podemos ver con indiferencia este nuevo infortunio que amenaza á la humanidad. C o m o cristianos, no quisiéramos ni pensar que el culto san­griento de los ídolos pueda sustituir dentro de poco, e n algunas comarcas de Méjico, á la religión de caridad y de amor instituida por Jesucristo. Como-hombres que ama­mos la civilización, tememos que en esta guerra sean des­truidos tantos monumentos erigidos á las artes y al buen

Page 6: La guerra de los indios en Méjico

— 4 —

gusto, tantas instituciones científicas, literarias y de bene­ficencia con que • en mas de tres siglos se ha enriquecido Méjico. Como españoles, simpatizamos con la raza hispa­noamericana de todo el continente; nos interesa vivamente su porvenir y lamentaríamos que en algunos años de guerra civil se perdiesen para siempre los esfuerzos que en tres siglos hizo España para poblar á Méjico con una colonia de su raza, y para difundir por medio de ella su idioma, su literatura, su civilización, su culto y su carác­ter. Tales son las consideraciones que se han agolpado en nuestro espíritu al pensar en la guerra de castas que se ha encendido en Méjico, consideraciones que reunidas á una cristiana compasión hacia los indios, nos han sugeri­do la idea de examinar en este escrito cuáles son las ver­daderas causas de aquella guerra, y si en ella hay justicia por parte de los indios ; porque si al fin tal justicia hu­biera, si los indios tuvieran causas racionales y fundadas para quejarse de la raza hispanomejicana, se podría re­parar la injusticia de que se quejasen, y se podría l legar así al desenlace de una cuestión que ahora va á decidirse por la fuerza.

P e r o á fin de examinar á fondo esta cuestión, debemos elevarnos á la investigación de las primeras causas que pueden haber sucitado la discordia y animosidad que ahora levantan á los indios contra los hombres de raza española, con quienes por tanto t iempo han estado uni­dos. Examinaremos p u e s :

1. ° Cuál era el estado de cultura á que los indios ha-bian l legado en Méjico cuando Cortés apareció en aquel pais, rodeado de un puñado de valientes, y tremolando con sus manos vencedoras el estandarte de Castilla.

2. k E x p o n e r sucintamente cuáles han sido los es­fuerzos hechos por el gobierno español durante tres siglos para civilizar á los indios, para elevar su inteligencia, para mejorar su condición bajo todos aspectos.

3 . ° Manifestar imparcialmente cuál ha sido la con­ducta de Jos mejicanos para con los indios, después de consumada la independencia.

4. ° Cuál es actualmente el estado y condición política y social de los indios de Méjico, principalmente después de la guerra que aquella República sostuvo con los Estados Unidos.

Page 7: La guerra de los indios en Méjico

D e l examen de todos estos puntos resultará demos­trado, según creemos, que la guerra que los indios han sucitado en Méjico contra los-blancos, es absolutamente injusta en sus motivos, inicua en sus medios é inhumana en sus designios ; es un arranque de barbarie, fomentado por causas ocultas todavía y por motores extraños, que buscan por todos los medios la desolación y la ruina de Méjico ; es, en fin, un esfuerzo que un pueblo semibár­baro, instigado por bárbaros de otra especie, hace para volver á la vida salvage de la que le habían alejado hasta cierto punto la civilización y el cristianismo.

E n la exposición de todas estas materias esperamos poder presentar á nuestros lectores consideraciones y hechos poco conocidos, que serán de interés para los hombres de Estado y para cuántos aman el progreso d e la civilización y trabajan por la propagación del Cristia­nismo. Antes de resolvernos á escribir sobre esta materia, hemos reunido cuántos datos é informes nos podían proporcionar nuestras relaciones, aunque no hemos podi­do tener á la vista una multitud de obras que habíamos leido sobre este asunto, y que no se hallan sino en España y en Méjico. Tenemos , pues, que referirnos á estas obras, ateniéndonos á nuestros recuerdos, que creemos serán fieles.

Para evitar toda equivocación, debemos advertir que no vamos á tratar en este escrito de los indios salvages que devastan las fronteras de Méj ico ; estos indios son enteramente diferentes de los Aztecas y demás tribus semicivilizadas que han sido ya reducidas al Cristianismo y que están dispersas entre las poblaciones de raza blanca de Méjico. Quizá en otra ocasión podremos hablar detenidamente de la guerra de los salvages, ma­teria que también da lugar á consideraciones de mucho interés para la humanidad, y en particular para la civili­zación del N u e v o Continente.

II.

N o es posible conocer el verdadero origen de esta guerra, los pretextos con que se intentará justificarla, y los medios de reprimirla, sin investigar las causas mora­les y políticas á que debe atribuirse el estado actual de

Page 8: La guerra de los indios en Méjico

ignorancia é inmoralidad á que los indios se hallan redu­cidos. Estas causas tampoco pueden conocerse sin fijar el verdadero estado de civilización y de cultura en que se hallaban los indios de Méjico al t iempo de la conquista.

E n aquella época, dos clases de indios poblaban los di­latados terrenos á que se dio después el nombre de N u e ­va España. Los territorios que ahora forman los Estados de Yucatán, Ohiapas, Tabasco, Veracruz, Oajaca, P u e ­bla, Méjico, parte de Q,uerétaro, Mechoacan y parte de Jalisco, y los que ahora se denominan Territorios de Tlas-cala, y de Colima, estaban poblados por los Aztecas , T e x -cucanos, Tlascaltecas, Zempoaltecas, Zapotecas, Chiapa-necas, Mayos, Cholultecas, Otomíes, Tarascos, Jaliscien-ses &c.; tribus semicivilizadas que tenían un cierto gra­do de cultura y alguna industria; que habían hecho no­tables progresos en la agricultura; que formaban Estados mas ó menos regularmente organizados. L o s territorios que ahora forman en la Repúbl ica de Méjico los Estados de Guanajuato, Zacatecas, Durango, Chihuahua, Sonora, Sinaloa y las Californias, San Luis de Potosí , Tamauli-pas, N u e v o L e ó n , Coahuila y el antiguo Tejas estaban poblados por los Chichimecas, Nayaritas, Huachichiles, Ópatas, Mayos, Apaches , Comanches &c. & c , tribus en­teramente bárbaras y salvages compuestas puramente de cazadores; que no tenían ni industria, ni agricultura, ni idea de un gobierno regular, y que apenas tenian sobre la divinidad algunas ideas vagas y monstruosas, las mismas, poco mas ó menos, que conservan todavía,' escepto en aquellos puntos á donde los misioneros de raza española llevaron la luz del evangelio.

S in hablar por ahora de estas tribus salvages, nos limi­taremos á examinar en qué consistía, al t iempo de la con­quista, la civilización que habían adquirido las tribus se-micultas, entre las cuales la de los Aztecas era al mis­m o t iempo la mas guerrera y la mas civilizada.

E n la agricultura era en lo que habían hecho mayores adelantamientos. A mas de muchas plantas indígenas, que seríadifícil especificar, cultivaban en gran número vegetales exót icos , que los Toltecas habian llevado á aquel país en t iempos muy remotos. Esas plantas, cuyo origen y pro­cedencia es muy difícil de conocer, eran el maiz, el frijol, el haltacahuatle, el añil, el cacao, el algodón, el chile ó pimiento, el tomate, la cebolla, el plátano y otros que evi-

Page 9: La guerra de los indios en Méjico

dentemente no son indígenas de Méjico. Cultivaban estas plantas con acierto y con esmero; pero no conocian el arado ni los animales de la labranza; sus instrumentos de labor eran muy pocos y groseros; la industria y el trabajo suplian hasta cierto punto la falta de aquellos ins­trumentos ; pero el cultivo era siempre, para el indio, fati goso y respectivamente poco productivo. Conocian y usa­ban algunos abonos; sangraban los rios para hacer de re­gadío algunos terrenos, y habían inventado ó recibido de sus antepasados un amaño sencillo para elevar el agua á cierta altura, aunque con muy grande fatiga. L o admira­ble es que este amaño ó aparato sencillo, á que se da el nombre de bimbalete, es exactamente el que desde una antigüedad muy remota se ha usado en la India, y tal vez en la China.

A pesar de que la mayor parte de la población india estaba dedicada á la agricultura, y principalmente al cultivo del maiz, los indios de Méjico sufrían con frecuen­cia las calamidades del hambre, por causas que mani­festaremos al hablar del impulso que la raza española ha dado á la agricultura en Méjico.

Los indios eran en t iempo de la conquista, y son aun en la actualidad, m u y aficionados, ó,por mejor decir apa­sionados al cultivo de las flores. L o s jardines de sus príncipes y caciques, eran admirables por la gran varie­dad de flores hermosas y de plantas raras y curiosas que en ellos cultivaban. Entre estas plantas ocupaban un lu­gar las medicinales y principalmente las balsámicas. Mas admirables eran todavía sus chinampas, especie de jardi­nes flotantes, de los que nos han dado tan interesantes descripciones los historiadores de la conquista y algu­nos escritores mejicanos del siglo anterior, que alcanza­ron á ver los huertos que flotaban en los fagos de Méjico.

L o s reyes d e Méjico y de T e x c u c o cuidaban con mu­cho empeño de la conservación de los bosques y arbola­dos, y habían impuesto severas penas á los que los des­truyeran.

L o s indios eran no solo agricultores y jardineros, sino también excelentes cazadores. Usaban para la caza del arco y de la flecha, y de muchos amaños ingeniosos, por cuyo medio aseguraban la presa. Cazaban principalmen­te ciervos, venados y berrendos, lobos y leopardos, zor-

Page 10: La guerra de los indios en Méjico

ras, coyotes, l iebres, conejos, ardillas y tejones para apro­vechar sus pieles, de que hacian vestidos y que empleaban en otros usos. Cazaban muchas aves, ya para criarlas por recreo, ya para aprovechar en obras de adorno su plumage. Como los nobles cazadores de la edad media, tenian gavilanes ó halcones adiestrados para cazar las aves.

Los indios no conocían la mayor parte de los animales domésticos que ahora forman la riqueza de los pueblos pastoriles. N o criaban, pues, animales domesticables; pero los que conocían los cazaban ó recogían para su alimento. Comian toda especie de ciervos y cebaban una especie de perro que llamaban techichi, cuya carne les era muy gus­tosa. E n los dias de la conquista, se exterminó la raza de este animal, que comian también con gusto los españoles. E l techichi se encuentra aún entre los Apaches. Hac ian también mucho consumo dé pavos silvestres y de perdices y codornices, que á millares sacrificaban á sus ídolos, ó por mejor decir, las ofrecían en las aras y después servían para el regalo de sus sacerdotes. Diferentes especies de patos eran las que mas se consumian en las mesas de los indios.

U n gran número de indios se componía de pescadores ; de la pesca subsistían los habitantes de las costas, de las márgenes de los rios y de las orillas de los lagos. Los Ta­rascos, habitantes de Michoacan, eran los que mas se de­dicaban á la pesca, que abunda en los rios y lagos de aquel Estado. Los mas esquisitos peces del Golfo, del mar del Sur y de los lagos de Anahuac, se encontraban siempre en abundancia en los mercados de Méjico.

A pesar de esta estraordinaria abundancia de plantas alimenticias, de frutos esquisitos y de viandas, los indios de Méjico ¿fervoraban por gusto, ó mas bien por costumbre, un gran número de insectos y reptiles, de langostas y de animales inmundos y asquerosos. ¿ D e s d e cuándo habían adquirido esta costumbre ? Desde los t iempos en que sus antepasados fueron á establecerse á las orillas de los lagos de Méjico, sin tener mas que muy escasos terrenos en que cultivar algunas plantas. Rodeados por todas partes de tribus poderosas que no les permitian ni la caza ni el cul­tivo, tuvieron que alimentarse por mucho t iempo con in­sectos, larvas, langostas, reptiles y animales inmundos que viven entre el cieno. Cesó la necesidad de tomar estos

Page 11: La guerra de los indios en Méjico

alimentos ; pero el hábito estaba ya arraigado y el gusto pervertido.

L a industria agraria habia hecho también algunos ade­lantamientos éntrelos indios. Extraian del maguey un j u g o v inoso á que daban el nombre de pulque, y con el cual se embriagaban y se alimentaban al mismo tiempo. D e l ma­g u e y sacaban también el hilo ó pita de que hacian el mis­m o uso que de la seda. E l mismo jugo del maguey y el de la caña de maiz , condensados por medio de la evapora­ción, les daban una miel, muchas veces cristalizada como e l azúcar. D e l índigo ó añilero extraian la materia colo­rante, casi por los mismos medios que actualmente están e n uso. D e l tule ó espadaña y de otras plantas flexibles, tejían esteras, petacas y otros utensilios domésticos.

Con respecto á las artes mas indispensables para satis­facer las necesidades de la vichi, sabemos que los indios labraban imperfectamente la madera ; que fabricaban ha­chas y otros instrumentos de cobre con una liga de esta­ño, porque no conocian el uso del fierro. Para rasurarse hacian navajas muy afiladas de obsidiana, y para espejos pul ían algunas piedras. E n la alfarería habían hecho pro­gresos considerables, y sus obras de este género no care­cían de delicadeza y de buen gusto, exceptuando sus ído­los de barro, que eran de figura monstruosa, como las ideas de las divinidades que les sugería su sacerdocio.

Los indios adobaban y curtían las pieles para vestirse, -é hilaban y tejían el algodón por un mecanismo muy sen­cil lo, del que no se podría dar idea sino por medio del diseño.

Sobre las artes de lujo diremos solamente, que criaban la cochinilla y empleaban en sus tintes el brillante color que da este insecto : que del mismo modo usaban del añil para el color azul, y del zacatlascali ó cuscuta para formar con él un amarillo muy hermoso. N o conocian el azogue , pero sí usaban como tinte del vermellon. L o s in­dios zapotecas de Oajaca, como los antiguos habitantes d e T y r o , usaban del moluzco de la concha del mwex pa­ra dar al algodón un hermoso color de púrpura. Aprove­chaban el brillante plumage de las aves para hacer los penachos y garzotas que usaban los guerreros, en hacer también telas de pluma, de las que pueden dar una lige­ra idea las que fabrican todavía los indios de las Califor­nias. P e r o sobre todo eran admirables los mosaicos de

Page 12: La guerra de los indios en Méjico

—10— .

pluma que hacian los indios ide Patzcuaro en Michoacan. L a platería era el arte en que mas habían adelantado los indios de Méjico, y sus obras de es te género admiraron justamente á los artistas europeos, contemporáneos de la conquista. Engastaban en plata y oro las piedras finas y las perlas que recibían de Californias y de las costas de Fomatlan y el Manzanillo.

P o r lo que hace á las bellas artes, pocos eran los pro­gresos que habian hecho los indios ; diseñaban y daban colorido á sus d iseños; pero no tenían nociones algunas de perspectiva ; las sombras y la luz estaban distribuidas al capricho en sus pinturas. N o obstante, sus diseños eran bastantes para dar alguna idea de los objetos q u e querían representar por medio de ellos. Los mismos de­fectos se notan, en lo general, en sus esculturas. Sin e m ­bargo, hay entre ellas algiyias, como las máscaras de ob­sidiana, que pueden calificarse de perfectas.

Con respecto á la arquitectura, los templos ó adora-torios, las pirámides y las murallas ó trincheras, son las únicas construcciones que quedan en p i é , y por las que po ­demos juzgar de los adelantamientos de los Aztecas . Es tas obras revelan pensamientos de magnificencia, pero no ideas de buen gusto y de bel leza. E n lo general, ignora­ban el arte de construir arcos y bóvedas. N o hablamos aquí de las obras de los Foltecas, tribu m u y superior e n inteligencia á Jos indios que poblaban á Méjico en la época memorable de la conquista.

Los indios no desconocían enteramente la música y e l baile. Sus danzas, en las que se ejercitan todavía, t ienen pocos movimientos de agilidad y rapidez, y son, por el contrario, un baile pausado, grave, ceremonioso y com­pasado hasta el extremo. Sus instrumentos músicos n o dan sino voces ó muy agudas ó muy roncas, y si hay en ellos algo de armonía, no es melodiosa ; sus acentos son melancólicos y muchas veces lúgubres. D e esto puede juzgarse con acierto, porque los indios de Méjico hacen resonar todavía entre las barrancas y serranías de aquel pais los mismos instrumentos que sus antepasados usaban en la guerra, y que hacian resonar sus sacerdotes en lo alto de los templos, al consumar sus cruentos sacrificios.

Los indios de Méjico tenían una especie de escritura geroglífica, cuyo origen es enteramente desconoc ido; p o r t o d a s partes se encuentraii en Méjico piedras cubier-

Page 13: La guerra de los indios en Méjico

— l i ­

tas dé esos misteriosos geroglíficos, algunos de los cuales han sido descifrados. L a obra sobre Ninive y sus ruinas, que recientemente ha publicado en este pais el Sr. A . H . Layard, nos preáenta caracteres análogos, cuyo estudio puede ilustrar á los que desean conocer la arqueología de Méjico. H a y indicios para creer que los indios de Méjico, anteriores á la conquista, habían inven­tado una especie de imprenta. Se han encontrado multi­tud de caracteres y geroglíficds realzados sobre pequeñas piezas de barro, que tienen un mango como el que usamos en los sellos. Evidentemente estas piezas han sido hechas para cubrir de tinta los caracteres realzados en ellas, y estamparlos en una tela. Si esto no es un ensayo, aunque imperfecto de la imprenta, no sabemos cómo llamarlo.

U n sabio mejicano, D o n Antonio de L e ó n y Gama, en la explicación que ha dado de las piedras del Calendario azteca, ha manifestado que los indios que lo formaron y los que arreglaban á e l l a s festividades rel igiosas,poseían conocimientos de geometría y astronomía, y conocimien­tos no vulgares. N o era así con respecto á la f ís ica; des­conocían enteramente las causas físicas de los mas sen­cillos fenómenos de la naturaleza. Para ellos un cometa era un objeto de terror; no así un eclipse, porque sus astrónomos los preveían y los calculaban. Para ellos todo meteoro era un prodigio, todo grande fenómeno de la naturaleza era el resultado de causas sobrenaturales, y á esta ignorancia se debe atribuir en mucha parte su su­perstición, su fanatismo religioso y el poder sin límites que ejercian sobre ellos sus sacerdotes impostores.

N o teniau ideas algunas de los grandes cambios que ha sufrido nuestro globo, y aunque eran bastante curiosos para recojer y conservar las conchas fósiles y plantas pe­trificadas, de que abundan tanto los terrenos de Méjico, no hacían esfuerzo alguno para esplicar el origen de aquellas producciones. L o que mas les sorprendía en esta línea, eran los restos fósiles de elefantes, masthodon-tes y otros grandes mamíferos; la aparición de esos es­queletos colosales dio lugar entre ellos á la invención de la fábula de una raza de gigantes que, en tiempos m u y re­motos, habían habitado el pais de Anahuac.

Los indios conocian, esplotaban y fudian un cierto número de metales: el cobre, el plomo, el estaño, la plata

Page 14: La guerra de los indios en Méjico

— 12 —

y el oro. D e los minerales argentíferos solamente esplo­raron las vetas de plata virgen y principalmente las muy superficiales y algunas especies de plata de fundición. E n cuanto al oro, lo recogían en granos puros y destina-t a n una gran parte de é l á que sirviese de moneda; al efecto\ introducían los granos de oro en cañones de plu­ma trasparentes, y en esta forma circulaba en los mer­cados.

L o s indios estudiaban y habían l legado á conocer hasta cierto punto la historia natural de los animales. E n sus jardines conservaban vivos casi todos los animales de aquel vasto país, desde el león mas feroz, hasta la paloma mas inocente; desde la venenosa serpiente que habita en las concavidades de la tierra, hasta el colibrí que vuela entre las flores.

E n el conocimiento de las plantas habían hecho muy gran­des adelantamientos. Conocían un sinnúmero de vegetales y estudiaban én ellos principalmente sus cualidades me­dicinales. Desgraciadamente mezclaban, como los árabes, estos conocimientos positivos y útiles con una.multidud de supersticiones, atribuyendo á las plantas virtudes malignas ó benéficas, resultado de influencias sobrenatu­rales y prodigiosas. Abusaban también con mucha fre­cuencia del conocimiento de las plantas para efectuar con ellas envenenamientos que causaban la muerte ó que re­ducían á los envenenados á un cierto estado de estupidez, que ellos llamaban hechizo ó encantamiento. Parece que los indios habian l legado á formar de los vegetales una especie de clasificación botánica, pues denominaban con un nombre genérico ciertos grupos de plantas que tienen entre sí grande analogía, y después distinguían cada una de aquellas plantas con un nombre específico.

N o terminaremos esta rápida exposición sobre los co­nocimientos que habian l legado á adquirir los indios, sin hablar^algo sobre su idioma. Muchos eran los idiomas y dialectos que se hablaban en Méjico en los tiempos de la conquista. Los mas generalizados eran los s iguientes: el mejicano, ó Náhuatl, que se hablaba en el valle de Méjico, en Texcucó , en Puebla, acaso también en Tlas-c a l a y en los valles de Cuernavaca y de Toluca. S e había hecho también la lengua de los embajadores y del comer­cio. E l Otomi, que solo hablaban algunas tribus m u y poco cultas que habitaban la serranía del poniente de

Page 15: La guerra de los indios en Méjico

— 13 —

Méjico. E l Tarasco, idioma muy culto que se hablaba en Michoacan; el Mayo, que hablaban los indios yucatecos. E l Zempoaiteca, que tal vez era un dialecto del mejica­no, y se hablaba en las coátas de Veracruz, y el Zapote-ca que era la lengua de los indios de Oajaca. F á c i l es conocen cuántos obstáculos oponia esta diversidad de idio­mas y dialectos á la difusión de la civilización entre los indios.

L a instrucción que los indios habían adquirido en Mé­j ico , no se hallaba igualmente difundida en todo el pais. E l valle de Tenoxtitlan, y principalmente el pequeño reino de Texcoco , eran el foco principal de la civilización, que en cierto modo iba decayendo á proporción que las poblaciones se alejaban de aquel centro. A u n a l a s inme­diaciones de él la tribu de los Otomies y otras, eran no­tables por su rusticidad é ignorancia, que las hacian in­feriores á todas las demás.

Si la instrucción rudimental que los indios habian adqui­rido en Méjico, y los adelantamientos que habian hecho en las artes y en la industria los ponian en un estado muy próximo á la verdadera civilización, los alejaban de ella sus costumbres, su condición política y social, las fre­cuentes guerras y conquistas que despedazaban aquel pais, y sus instituciones políticas, que daban á sus reyes ó caciques un poder despótico y sin límites. P e r o nada estorbaba tanto los progresos de la civilización entre los indios "como su culto, el mas atroz y sanguinario que se ha conocido.

P o r lo respectivo á las costumbres, habia una diferen­cia muy grande entre los indios nobles y el pueblo. Los nobles, incluyendo entre ellos á los sacerdotes y prínci­pes , vivían de las rentas de sus tierras, que eran cultiva­das por un gran número de s iervos; recibian también de sus siervos ó colonos un tributo que consistía en una gran parte de los frutos de la tierra y de toda clase de produc­ciones que se recogian en ella, como caza, pesca, metales y piedras finas, etca. U n a parte de éste tributo consistía en un cierto número de doncellas que se destinaban para concubinas de los nobles. Es t e tributo era muy cuantioso cuando se trataba de príncipes y grandes señores. Los nobles tenían en sus habitaciones y en sus personas todo el lujo y esplendor que les era posible ostentar. N o ha­blaremos del lujo del emperador y de los reyes, que era

Page 16: La guerra de los indios en Méjico

— 14 —

verdaderamente oriental. Es tos personages se hacian con­ducir en hombros de los nobles, en andas ó palanquines, y sus vasallos se postraban ante ellos como ante un dios. E l común de los nobles gustaba mucho de vestiduras de­licadas, tejidas de algodón, al que se mezclaba muchas ve­ces e l p e l o ' d e conejo. Usaban también hermosas telas de pluma, muchos adornos de oro y piedras ñnasf abanicos formados de las mas brillantes, plumas de las hermosas aves de los trópicos. Estaban por lo común circundados de una atmósfera de aromas fragantísimos, y sus siervos les ofrecian á cada rato ramilletes de flores olorosas* E n sus mesas se veia la abundancia, la variedad y la delica­deza de los manjares y el espumoso y embriagante pul­que, compañero inseparable del indio en todas circuns­tancias. D e s p u é s de la comida reposaban sobre esteras, tomando bebidas de cacao y fumando en pipap el tabaco, al que mezclaban bálsamos y plantas muy fragantes.

JSntre las clases que pertenecían al pueblo, los indios dedicados al comercio se hacian notar por esa v iveza y seguridad que en todas partes distingue a la clase comer­ciante. R e c o m a n el pais en todas direcciones, y penetra­ban entre todas las tribus. Centenares de hombres iban por los caminos cargando en sus hombros las mercancías, porque no conociéndose ni carruages ni bestias de carga, no podia haber otro medio de conducción y de trasporte. S u actividad y e l espíritu de especulación de aquellos in­dios comerciantes hacia que se reunieran en los merca­dos de Méjico las mas esquisitas ,y valiosas producciones de aquel vasto paisi aun las producciones que se recogían entre las tribus mas salvages. Llevaban, pues , á Méjico Jas perlas, de Californias y las hermosas conchas del Golfo de Cortés, de Mazat lany de Acapulco ; llevaban también e l oro de Oajaca y la grana y el murex del mismo pais, el cacao de Tabaseo y la vainilla de Mizantla, las pieles de oro y de cíbolo de Tejas, el p lumage esmaltado de las aves de Quetzaltenango y Goatemala. E s fácil conocer que las costumbres de los comerciantes deben haber sido mas suaves, sus modales mas urbanos que los de las cla­ses inferiores. Otro tanto debe decirse de un gran núme­ro de artistas, arquitectos, pintores, plateros, fabricantes de macanas, de flechas y otras armas, que vivían por lo común en las ciudades y grandes poblaciones, y que tra-

Page 17: La guerra de los indios en Méjico

— 15 —

taban con frecuencia con las clases nobles :mas elevada» y mas cultas.

L a mayor parte de la,población era de agricultores> y muchos de los habitantes del campo vivían dedicados á la caza y á la pesca ; otros, como los miserables Otomies, eran leñadores y carboneros.

Las habitaciones de todas las clases del pueblo eran por lo común chozas miserables, aunque ordinariamente muy aseadas. E l indio era frugal en sus alimentos•; el maíz e n sus diferentes preparaciones, el pimiento, el frijol y algu­nas otras plantas, y por lo común algunas frutas bastaban para satisfacer la necesidad d e l indio y su apetito. Sola­mente e n los días de; un regocijo doméstico, usaba, en s u mesa . la carne d é l a s aves y de otros animales. P o r una costumbre, cuyo origen hemos ésplicado. ya, el indio m e z ­claba s iempre con sus manjares algunos insectos, algunos reptiles, y animales inmundos, que : el hombre verdadera­mente civilizado >no comería sino en el caso de una nece­sidad.extrema. P e r o e l indio: tan parco en su comida, tan sobrio y moderado en todos sus placeres, se escedia ¡siem­pre en el uso del pulque, de ese j u g o espumoso tan, ali­menticio y saludable.cuando se usa,con moderación; tan embriagante y, pernicioso á la salud y á la ¡ inteligencia, cuando se toma con esceso.

E n tiempo de la conquista, el indio era serio, grave, melancól ico y taciturno; pero al mismo tiempo afectuoso con sus amigos y parientes, respetuoso en sumo grado con.sus superiores, obsequioso y aun pródigo con sus h u é s p e d e s ; con sus iguales atento, ceremonioso y urba­no hasta el esceso. T iene en su idioma partículas que se l laman reverenciales, porque no significando otra cosa d e por sí, añadidas á las demás palabras del lenguage expre­san que se habla con atención, con sumisión, con reveren­cia ó con acatamiento. E l indio gusta del reposo y d é l a tranquilidad de la vida doméstica; pero es también m u y capaz de resistir á un gran trabajo y de soportar todo género de privaciones y fatigas; Ta l era el indio en el t iempo de la conquista cuando.gozaba de su razón ; pero para el indio no hay placer, ni, regoci jo; para el indio n o hay grandes emociones sino en la embriaguez. E l indio de l t iempo.de la conquista estaba, pues, habitualmente en­tregado á aquel vicio funesto y degradante. U n a vez po ­seído de la embriaguez, el indio gusta;de. la música^ del

Page 18: La guerra de los indios en Méjico

— 16 —

baile y de l a orgía, y se hace locuaz, provocativo y pen­denciero. As í es actualmente, así ha sido desde los t iem­pos adonde alcanzan sus tradiciones y recuerdos. U n a circunstancia verdaderamente estraña había en los indios con respecto á la embr iaguez ; jamas permitían que sus hijos se embriagasen; pero una vez que se casaban, adqui­rían el pleno derecho de entregarse 1 á un vicio que les i m -posilitaba de cumplir con sus deberes de familia.

L a condición de la mujer era muy humillante, y su suer­te muy infeliz entre los indios. Las nobles enlazadas c o n los de su clase eran las únicas que recibían de sus m a r i ­dos un trato correspondiente á su rango; pero los nobles y principalmente los reyes y caciques, tenían un gran n ú ­mero de concubinas sacadas de entre las jóvenes del p u e ­blo. Entre la clase media y el pueblo, era muy rara la pol igamia; pero la esposa, expuesta siempre á ser r e p u ­diada, agobiada constantemente con lo mas pesado y labo­rioso de las faenas domésticas; era la sierva mas bien q u e la compañera y la amiga del hombre. E l indio, durante la embriaguez, la llenaba de ultrages y la obligaba á d e ­gradarse á sí misma, embriagándose también para aliviar de este modo ú olvidar sus penas. E l poder del padre sobre los hijos era casi sin límites ; podían empeñarlos ó venderlos por tiempo limitado á los que los ocupaban en las faenas del campo ó en los quehaceres domésticos.

A pesar de todo esto, podía decirse, hablando en g e ­neral, que los indios en estado de paz y cuando no esta­ban enfurecidos por el fanatismo religioso, eran un pueblo el mas móirgerado y culto del nuevo continente.

P e r o las guerras de conquista eran entre ellos tan fre­cuentes, que apenas dejaban á los pueblos .algunos cortos intervalos de paz y de sosiego. E n sus combates los indios eran atroces; no daban tregua ni cuartel al e n e m i g o ; todo lo incendiaban, todo lo asolaban en el caso de una invasión, y por lo común no perdonaban edad ni sexo. Los prisio­neros de guerra eran reducidos á esclavos ó conservados para sufrir crueles martirios. L a guerra hacia, pues, vo lver al estado salvaje y de barbarie á un pueblo cuya civiliza­ción habia hecho ya considerables progresos.

Mas inhumano aun que la guerra era el culto supersti­cioso, atroz y sanguinario á que los indios estaban some­tidos. Jamas, quizá, nación alguna ha estado sujeta á tan absurdas supersticiones como los indios. Para ellos nada

Page 19: La guerra de los indios en Méjico

— 17 —

de cuanto pasa . en él universo era el resultado sencillo y natural de uri órdén preexistente. Los más comunes fenómenos de la naturaleza, los mismos pensamientos y afecciones del alma eran el resultado maravilloso de causas sobrenaturales y divinas. É r huracán era el soplo de un Dios irritado, al que se figuraban como una ser­piente que vuela, una serpiente que en lugar de escamas estaba cubierta con plumas de aves de las de mas ligero vuelo. U n relámpago, un rayo,' era también una serpiente de fuego, un maligno, espíritu que bajaba de los cielos. ' U n terremoto era una conmoción producida por los dioses infernales que se estremecían bajo la tierra. E l canto de las aves y su vuelo era un agüero, y tenían impostores que se preciaban de conocer é, interpretar esos agüeros.- U n a sombra que- se viese de noche entre las casas ó los bos­ques, era un mal espíritu ó un encantador, del que po­dían temerse muchos males. Unas luciérnagas que se viesen á lo lejos, un fuego fatuo que se levantase de la tierra, era una hechicera con ojos de lumbre. Si una jo ­ven se éntristecia de amor, estaba hechizada y era nece­sario curarla por medios sobrenaturales. Toda enferme­dad incurable se declaraba un encantamiento y no podia curarse sino con plantas que poseían virtudes prodigiosas. P e r o más que supersticioso su culto era inhumano, por­que sus dioses exigían víctimas humanas, y la sangre de estas víctimas, sacrificadas á millares, se derramaba con profusión y con una especie de ostentación atroz sobre las aras. Y no solamente se sacrificaban víctimas huma­nas, sino que el sacrificio se ;- hacia de la manera mas cruel) pues estando vivas aun, se les sacaba él corazón, que se ofrecía al ídolo, palpitante y destilando sangre, mientras la víctima espiraba en medio de horribles tor­mentos. La barbarie se llevaba hasta un punto que sería increíble si este hecho no estuviera confirmado por el tes­timonio de la historia y por monumentos que se conser­van en los Museos de Méjico. E n ciertas solemnidades, las víctimas humanas eran desolladas, y los sacerdotes, si tal nombre puede darse á aquellos verdugos execrables, se Gubrian con la piel ensangrentada de la víctima, cre­yendo quizá que ningún adorno era mas á propósito que aquel, para presentarse ante unos dioses cuya crueldad nunca se aplacaba. Para hacer esas horribles hecatombas de víctimas humanas, se suscitaban guerras de conquista, . 2.

Page 20: La guerra de los indios en Méjico

— 18 —

en las que la mayor parte de los prisioneros se reserva­ban para 1 el sacrificio.

C o m o si no fuesen suficientes tantas barbaries, los indios eran también antropófagos, y esa abominable cos­tumbre de comer en sus banquetes la carne humana, la carne de las victimas, era común al pueblo y á los nobles; Jos príncipes mismos eran caníbales. E l refinamiento de s u barbarie en esta materia l legaba hasta el punto d e que cebaban á los prisioneros de guerra p o r . mucho t iempo para gustar después mas de la carne de las víctimas, como de una vianda delicada.

H e m o s bosquejado l igeramente el cuadro de la civili­zación, de las costumbres y del paganismo de los antiguos indios de Méjico. E s t e bosquejo es suficiente para co- % nocer cuan triste y miserable era su condición al t iempo d e la conquista, á pesar de los progresos que habian hecho e n la agricultura y en las artes. Dudamos mucho que esos progresos se puedan llamar propiamente civili­zación. Mr. de Pradt ha dicho que la civilización es todo aquello que ilustra los entendimientos, dulcificando las costumbres. P u e s bien, si las artes y algunos destellos de las ciencias ilustraban el entendimiento de los indios, la guerra, que era entre ellos como un estado normal, y e l culto atroz y supersticioso á que estaban sometidos, ofuscaban su razón, degradaban su caráctei?y los alejaban de aquel estado de ilustración, de moralidad y de. cultura de costumbres, que es lo que constituye la verdadera civilización.

P e r o sea de esto lo que fuere, lo que á nuestro intento corresponde investigar es, si hecha la conquista, la raza española conquistadora conservó ó no la antigua civili­zación 1 de los indios, si mejoró bajo todos aspectos, la condición y suerte del pueblo conquistado, y si procuró, hasta donde le fué posible, difundir el Cristianismo entre los indios y hacerles partícipes de los beneficios de la verdadera civilización. Es ta era, y esta es todavía la mi­sión de nuestra raza en el nuevo continente, y vamos á manifestar hasta qué punto la ha desempeñado.

Page 21: La guerra de los indios en Méjico

III .

Terminada la conquista de Méjico, la España debia proponerse dos grandes designios en ía administración de aquellos pa í ses : 1. ° Establecer en ellos una colonia de su raza y propagar por medio de ella én el N u e v o Conti­nente su idioma, su civilización, su cuitó y su carácter; 2 . ° Mejorar la condición de los indios conservando' y perfeccionando los conocimientos que habían adquirido en!la agricultura y en la industria; enseñándoles los.pro­cedimientos industriales, que. en Europa eran conocidos; instruyendo sus entendimientos; depurando y suavizando sus costumbres; aliviando su triste estado social, y, sobre todo, elevando su alma por medio del convencimiento del Cristianismo y sustituyendo á la idolatría' un culto pu­ro, sublime, verdadero y al mismo tiempo hermoso y poético.

N a d a hablaremos de los esfuerzos hechos por la Espa­ña para difundir la civilización entre los pueblos españo­lea establecidos en Méj ico; en lo que vamos á exponer nos contraeremos, en.cuanto sea posible, á hablar únicamen­te de la civilización de la raza india. E l Gobierno espa­ñol puede haberse equivocado muchas veces en. los me­dios que haya adoptado para civilizar aquella raza. Ñ o era fácil sin duda el acertar siempre en una empresa tan llena de dificultades y de obstáculos; pero aun los mas enemigos de la España convienen en el día en que la le­gislación española relativa á los indios fué siempre dicta­da por un espíritu de benevolencia y de caridad cristiana hacia los mismos indígenas. Sin embargo, no puede cono­cerse todo lo que la civilización debe á la raza española en el N u e v o Mundo, sin exponer, aunque sea ligeramente,

Page 22: La guerra de los indios en Méjico

— 20 —

lo que los españoles lian hecho en Méjico en beneficio'de los indios, los esfuerzos con que han procurado por me­dio de la instrucción ilustrar su espíritu, dulcificar sus costumbres por medio de la práctica de la moral qite en­seña el Cristianismo, y elevar su alma disipando en ella los errores y supersticiones dé la idolatría, é inculcándole las verdades consoladoras y sublimes que enseñó al mun­do Jesucristo.

Seremos tan concisos c o m o . nos sea posible en esta ex­posición, y comenzaremos por hablar de los progresos materiales que en la agricultura, en.las artes y en la in­dustria hicieron los indios de Méjico, desde la conquista hasta la época en que se proclamó la independencia.

Con respecto á la agricultura, hemos dicho ya que los indios cultivaban con acierto y con esmero un gran nú­mero de plantas ; pero que su cultivo les era muy penoso y respectivamente poco productivo por falta de instru­mentos y de animales de labranza. P u e s bien, el cultivo de aquellas plantas, lejos de decaer, formó un grande in­cremento después de ia conquista, y este progreso cedió principalmente en favor de los indios. Asi , por ejemplo, el maiz que antes se consumia solamente por los indíge­nas, después de la conquista se hizo de un consumo ge­neral aun para los españoles, y este consumo aumentó extraordinariamente, por la introducción de los animales domésticos, y mas que todo por la enorme cantidad de granos y forrages con que se alimentan las acémilas que conducen las mercancías, y ' los animales que se emplean en los trabajos de las minas. Sobre esto puede verse una memoria muy interesante, publicada en Méjico por D o n Fausto de Elullas, titulada: Influencia de las minas en los progresos de la agricultura. Antes de la conquista, el maiz no se cultivaba en una gran parte del terreno de Méjico, donde después se descubrieron los famosos minerales de G-uanajuato, Zacatecas y Catorce. Los españoles han sido los que han mandado á aquellos puntos colonias de indios libres que cultivasen allí aquella planta. L o que decimos del cultivo del maiz puede decirse igualmente del chile ó pimiento* del frijol y de todas las plantas ali­menticias de los antiguos indios de Méjico. L o s españo­les se habituaron muy pronto al uso de aquellas plantas, y fomentaron su cultivo con gran ventaja para los indios.

Page 23: La guerra de los indios en Méjico

— 21 —

Antes de la conquista, el consumo, del tabaco estaba reducido al uso que hacian de é l los indios nobles, como de un objeto de lu jo ; los españoles se acostumbraron á fumar aquella planta, y los indios la cultivaron entonces para venderla á los de la raza blanca, pues los indígenas, aun hoy, fuman muy rara vez. Y es de advertir que el cultivo del tabaco en Méjico fué libre para los indios desde la conquista hasta 1764, en que se comenzaron á hacer esfuerzos para establecer el estanco de aquella planta. E s de notar también que el cultivo del tabaco jamas l legó á prohibirse en los Estados de Chiapas y Yucatán, donde es mas numerosa la población india. A u n en los puntos donde ha estado,prohibida su siembra, los indios constantemente han eludido esta prohibición, cul­tivándolo entre barrancas y serranías verdaderamente in­accesibles.

E l cacao, del que se hace la famosa bebida del choco­late, es otra de las plantas que cultivaban antiguamente los indios. Su cultivo debe haber sido muy estenso, pues no solamente usaban de los granos del cacao para sus bebi­das, sino que los empleaban como moneda, y eran el me­dio de cambio mas usado entre ellos. Habiendo dejado de ser el cacao, después de la conquista, un signo de va­lores, no será estraño que su cultivo sea mas reducido ; pero los españoles lo han fomentado, consumiendo, como consumen, grandes cantidades de aquel fruto y exportan-, do de él un sobrante considerable.

E l algodón es otra planta de las que se cultivaban anti­guamente en Méjico, y cuyo cultivo tuvo un gran desar­rollo, por el estado floreciente á que l legaron en aquel pais las fábricas de tejidos de algodón, durante la domi­nación del gobierno colonial. Millares de familias indias se han empleado en el cultivo de aquella planta, y con él se han enriquecido en Colima, en Veracruz, en Yucatán, en las vegas del rio de Santiago, cerca, de San Blas, y en otros muchos puntos menos conocidos.

L a vainilla es uno de los ñutos mas apreciables que recogian mas bien que cultivaban los antiguos indios. Los españoles, adoptando el uso de la vainilla y propagándola en Europa, proporcionaron á los indios de Misantla y de

Page 24: La guerra de los indios en Méjico

—22 —

otros muchos pueblos un ramo considerable de riqueza. Los indios recogían el fruto dé la vainilla y los españoles, antes de entregarlo al comercio, lo preparaban con todo el cuidado y esmero necesarios para que conservase por mucho tiempo su jugo balsámico, su aroma y su frescura, que es lo que constituye todo su mérito. U n español; D'. Mariano Fernandez Aguado, ha publicado en Méjico una Memoria sobre el cultivo de la vainilla, en la que ha de­mostrado que el comercio de este precioso fruto decayó bastante cuando los indios, haciendo y a por sí y directa­mente el comercio de la-vainilla, no cuidaron de recoger el fruto de las mejores especies, ni de preparar este fruto de la,'manera que lo hacían los españoles.

E l and era otra de las plantas mas útiles que cultiva­ban antiguamente los indios. A l t iempo de la conquista, los españoles habían aprendido ya de los árabes el cultivo de esta planta y hvmanera de extraer de ella fécula. Es tos conocimientos reunidos á los que poseían los indios, die­ron por resultado una mejora muy. notable en el cultivo de aquella planta y la extracción de su materia colorante ; y el añil mejicano, cultivado casi siempre por los indios, l legó á ser en lo interior de muy gran consumo por el fomento que recibieron las fábricas de hilados y tejidos de algodón y lana. Su exportación habria l legado á ser muy cuantiosa si no hubiese competido con él, con una gran superioridad de mérito, ei añil guatemalteco.

Siglos antes de la conquista, ya los indios se dedicaban con preferencia al cultivo del maguey, del que se extrae el pulque. A l ver los estragos que hacia esta bebida en los indios, reduciéndolos á un estado casi perpetuo de embriaguez , el gobierno español tomó el mayor empeño en proscribir el uso de aquel licor ; pero muy pronto se convenció de la inutilidad de sus esfuerzos y de los graves inconvenientes que habrian resultado de privar á los indios de una bebida, á la que desde tiempo inmemo­rial estaban habituados. Los médicos fueron consultados y s iempre estuvieron de acuerdo en que el pulque era una bebida sana, alimenticia y en muchos casos medici­nal, y que prohibirla á los indios, si hubiese sido posible llevar á efecto esta prohibición, habria sido obligarlos á tomar otras bebidas embriagantes, y para la salud muy

Page 25: La guerra de los indios en Méjico

— 23 —

perjudiciales. Lejos, pues, de poder privar á los indios del uso del pulque, la población blanca se fué acostum­brando á usar también de esta bebida con moderación, y su consumo l legó á hacerse general en toda N u e v a E s ­paña. " E l pulque, dice Mr. Humboldt, es una bebida vinosa' que se asemeja á la sidra y tiene un olor de carne podrida muy desagradable. Los Europeos que han con­seguido vencer el disgusto que causa este olor fétido, prefieren el pulque á toda otra bebida, y lo consideran c o m o estomacal, fortificante, y sobre todo muy nutritivo. S e recomienda su uso á las personas demasiado ñacas. H e visto blancos que, al modo de los indios mejicanos, se abstenían totalmente de agua, cerveza y vino, y no be­bían otro líquido que e l zumo del agave." E s de notar q u e el maguey que da el pulque no se cultivaba en tiem­po de la conquista, sino en determinadas comarcas' de M é j i c o ; los'colonos mejicanos y Tlaxcaltecas, enviados á lo interior del pais por los conquistadores españoles, lo llevaron á San Luis Potosí , á Jalisco y á otros puntos donde jamas habia sido cultivado. H a y en Méjico mu­chos parages altos, pedregosos y áridos en los que nin­guna planta productiva se podría cultivar sino es el ma­g u e y y algunos cactos: el j u g o del maguey es lo único que en aquellos parages puede hacer que las familias que 3ós habitan sufran la privación ó la escasez del agua.

N o s hemos estendido sobre esta materia, porque las re­flexiones que hemos hecho justifican la conducta del go­bierno español que toleró, á mas no poder, el uso del pul­que, del que ordinariamente abusa la raza india.

Aunque una gran parte de las haciendas de pulque per­t e n e c e n á los blancos, los indios tienen en propiedad muy extensas y ricas plantaciones de maguey. Muchos de ellos se han. enriquecido con este giro. Mr. Humbold refiere que en los dias que visitó á Cholula, murió una india que dejó á sus hijos plantíos de maguey por valor de |>70,0Q0.

E l impuesto sobre el pulque de Méjico, Puebla y T o -luca, producía al gobierno español una renta anual de ocho cientos y tantos mil pesos. Suponiendo que ese im­puesto, en su máximum, llegara á un 20 por 100 del valor del pulque, resulta que los plantíos de maguey produci­rían anualmente mas, de cuatro millones de pesos, de lo»

Page 26: La guerra de los indios en Méjico

— 24 —

que la mitad, por lo menos, pertenecía á los indios de T o -luca, Puebla y Méjico.

E l comercio de la pita y del ixtle, que son la parte fi­lamentosa del maguey, ha sido casi exclusivo de los indios. E l gobierno español fomentó este giro empleando el ixtle de una especie de maguey, en hacer cables y otros uten­silios de marina.

Antes de la conquista, los indios no tenian idea alguna del arte- de la destilación; luego que conocieron los alam­biques, comenzaron á fabricar varias especies de aguar­diente, principalmente del jugo de un maguey silvestre que cubre grandes terrenos en Méjico. E s t e ramo de in­dustria ha sido muy productivo para los indios; aunque de él también han abusado para fomentar mas la embria­guez .

H e m o s dicho al hablar de la antigua civilización de los indios de Méjico, que eran muy aficionados á la jardine­ría. Los españoles y sus descendientes tomaron la misma afición á las flores, y enriquecieron á los indios con la in­troducción de muchas plantas muy hermosas. Hablando sobre esto, Mr. Humboldt dice : " Los indios mejicanos han conservado por las flores el mismo gusto, que ya en su tiempo había observado Cortes en ellos. U n ramillete era el regalo mas precioso que se hacia á los embajado­res que visitaban la corte de Motezuma. Es t e monarca y sus predecesores habían reunido gran número de plantas raras en los jardines de Istapalapan. E l famoso Árbol de las manitas, el Cheirostemon, descrito por el Sr. Cervan­tes, y del cual no se conoció en mucho tiempo sino uno solo de remota antigüedad, parece indicar que los reyes de Toluca cultivaban también árboles que eran exóticos en aquella parte de Méjico.

Cortes, en sus cartas al Emperador Carlos V , pondera frecuentemente la industria de los mejicanos en la jardi­nería ; y se queja de que no se le enviaban las simientes de flores de ornato y d e plantas útiles, que había pedido á sus amigos de Sevilla y de Madrid. E l gusto por las flores acredita indudablemente la sensación de lo bello ; y es bien estraño el encontrarla en una nación donde lo sangriento de su culto y la frecuencia de los sacrificios,

Page 27: La guerra de los indios en Méjico

— 25 —

parece que debian haber extinguido toda sensibilidad del alma y todo género de afecciones dulces. E n el gran mercado de Méjico no- vende el natural del pais los abridores, las pifias, las legumbres, ni aun el pulque, sin adornar su tienda de flores, renovándolas todos los dias. E l mercader indio parece, que está sentado en una trin­chera de yerba : una especie de vallado de un metro de alto y formado de yerbas frescas, principalmente de gra­míneas de hojas delicadas, circunvala, á la manera de un muro semicircular, los frutos que se ofrecen al público ; el fondo, que es de un verde todo igual, está dividido por medio de guirnaldas de flores paralelas entre sí, y varios ramilletitos colocados simétricamente entre las guirnaldas, dan á todo aquel sitio el parecer esterior de un tapiz salpicado de flores. E l europeo que gusta de estudiar los hábitos de la gente común, debe admirarse también del esmero y de la elegancia con que aquellos naturales colocan los frutos que venden, en jaulitas hechas de ma­dera muy l igera : las zapotillas (acliras), el mamey, las peras y las uvas, llenan la capacidad, y el remate está adornado con olorosas flores. Es te arte de entretejer las flores y los frutos ¿ viene acaso de aquella época feliz, muy anterior á la introducción de ritos inhumanos, en la cual los primeros habitantes de Anahuac, á la manera de los peruanos, ofrecían al grande espíritu Teotl las primicias de sus cosechas 1" (Pag. 191, Tom. I o ) S e ve por este pasage de Mr. Humboldt que la jardinería antigua de Méjico, lejos de haber decaído había mejorado notablemente bajo el gobierno español. Asciende á algunos

. millares de pesos el valor de las flores que se venden anualmente en Méjico, y todas son compradas á los in­dios. Las colonias de ellos, que los españoles mandaron

. á lo interior, llevaron á las comarcas de San Luis , de Gruanajuato, de Zacatecas y Jalisco, el gusto y afición al cultivo de las flores. E n muchas de aquellas comarcas, como hemos dicho ya, la agricultura era enteramente desconocida.

Con respecto á las plantas medicinales de las que h a y tan grande variedad en Méjico, los indios que las cono­cen y distinguen con mucho acierto son los que las reco­gen y las venden á los farmacéuticos en grandes canti­dades.

Page 28: La guerra de los indios en Méjico

— 26 —

D e los bálsamos, resinas y gomas que usaban los in­dios antes de la conquista, algunos se han perdido para el comercio; pero las mas de aquellas producciones s e usan todavía. Así, por ejemplo, el copal, el estoraque y otras resinas olorosas, mezcladas con las cortezas de los frutos mas fragantes de Méjico, se usan como incienso en todos los templos ; los indios hacen un comercio conside­rable, proveyendo de aquellas materias á todos los tem­plos.

Hasta aquí hemos hablado solamente del fomento que dio en Méjico el gobierno español al cultivo d e las principales plantas, que los indios conocían y culti­vaban antes de la conquista. Hablemos ahora, aunque sea rápidamente, de la multitud de plantas y animales útiles con que España enriqueció á Méj i co ; plantas y animales de los que los indios se han aprovechado en aquel pais, tanto ó mas que los españoles y sus descen­dientes.

E l trigo y el arroz, la viña y el olivo, la- morera y la caña de azúcar, el cáñamo y el lino, el almendro y una multitud de frutos esquisitos de la Península y de las A n ­tillas ; la papa del P e r ú y un gran número de berzas, de legumbres y hortalizas, se introdujeron en Méjico por los conquistadores y misioneros inmediatamente que terminó la guerra de la conquista. E n cuanto á animales útiles, ae llevaron á Méjico de España, el caballo y el asno, el toro, e l carnero, la cabra, el cerdo, la gallina y otras aves do­mésticas, la abeja melífera y el gusano de seda. Cortes, el primero, algunos vireyes que le siiccedieron, los obis­pos y misioneros, algunos particulares ricos y losVTesuitas han sido los que con mas empeño han propagado en Mé­j i co , después de la conquista, las plantas ó animales mas útiles ó agradables para el hombre. Habría sido muy cu­rioso conservar los nombres de todos aquellos que intro­dujeron en aquel pais una planta exótica y con ella un nuevo ramo de riqueza ; pero los cronistas de Méjico han sido negl igentes en esta parte. Solamente sabemos que Bernal Diaz del Castillo, el mas sincero historiador de la conquista, fué el primero que sembró algunas semillas de •naranjo en Tehuantepec, y tuvo el gusto de ver crecer los primeros árboles de aquel fruto, que en el dia se da en

Page 29: La guerra de los indios en Méjico

— 27 —

Méjico tan abundante y delicioso : que el primer virey de Méjico, D . Antonio de Mendoza, cuando fué de virey al Perú , mandó á N u e v a España algunas plantas útiles, en­tre ellas la semilla del árbol del Perú , que los botánicos llaman schismus mólle, y probablemente también los tubér­culos de la papa. E l árbol del P e r ú ha llegado á propa­garse de tal manera en los mas áridos terrenos de Méjico, para los que iba destinado, que cualquiera creería que aquel árbol era indígena de la Nueva España. Otro tanto sucede con la papa, que se ha hecho silvestre y aparece como una planta nativa de Méjico en muchos puntos, don­de en tiempos muy remotos fué cultivada.

Muy posteriormente, á fine3 del siglo anterior, un es­pañol benéfico, D . Antonio Gómez, vecino de Córdova, l levó á su patria adoptiva el mango y el café de las An­tillas. E n el día el café se cosecha en abundancia, abas­tece al consumo interior de Méjico y deja algún sobrante para la exportación. E l insigne bienhechor de los indios, D . Vasco de Quiroga, l levó á Michoacan, pocos años después de la conquista, una especie de plátano que es ahora una de las plantas que mas cultivan los indios por ser su fruto tan abundante, como gustoso y nutritivo. P o r el cuidado y empeño de Cortes se introdujeron en Méjico las primeras moreras y gusanos de seda, pocos años después de terminada la conquista. L a morera blan­ca de la China, que se plantó en Francia en 1494, ya era común en Méjico á mediados del siglo X V I . Escribiendo Hernán Cortes á Carlos V poco tiempo después del sitio de Fenochtitlan, le decia: " T o d a s las plantas de España producen admirablemente en esta tierra. N o haremos aquí como en las islas, en donde hemos descuidado él cultivo y destruido á los habitantes. Una triste experien­cia debe hacernos mas prudentes. Suplico á V . M. que mande á la Casa de Contratación de Sevilla, que ningún barco pueda hacerse á la vela para este pais, sin cargar una cierta cantidad de plantas y granos."

Después , en las primeras Ordenanzas que dio el mis­mo Cortes para los colonos españoles, les impone la obli­gación de plantar en cada suerte de tierra' un determina­do número de viñas, olivos y frutales de Europa, y les recomienda el cultivo de la vid silvestre de Méjico.

Page 30: La guerra de los indios en Méjico

— 28 —

Como se ha hablado tanto por algunos escritores estrangeros sobre las leyes españolas, que prohibian el cultivo de la viña en Méjico, diremos también nos­otros algo sobre esto. Los primeros colonos españoles, y sobre todo los misioneros, habían propagado de tal mo­do la viña en Méjico, que muy pronto se habría hecho su cultivo tan general que los vinos mejicanos hubieran com­petido con los de la Península. Temiendo esta compe­tencia, el comercio de Cádiz obtuvo algunas veces Reales cédulas que prohibian en Méjico el cultivo de la viña, y algunas de ellas hasta mandaban arrancar los viñedos ya plantados. P e r o era imposible ejecutar semejantes dispo­siciones, que estaban en oposición con los intereses de los mismos españoles radicados en Méjico. A pesar de toda prohibición, estos españoles cultivaban la viña en sus ha­ciendas, hacían que los naturales del pais la cultivasen, y fabricaban buenos vinos. Los misioneros Jesuitas, y des­pués los Franciscanos, llevaron la viña á las Californias y á Chichuahua, y todavía es famoso el vino de Californias, parecido al de las Canarias, y el del Paso del Nor te pa­recido al de Madera. Los indios han sido siempre poco aficionados al cultivo de la viña ; sin embargo, estimula­dos por algunos españoles, cultivaban y cultivan todavía aquella rica planta en muchos puntos de lo que ahora forman los Estados de Oajaca, Puebla, Méjico, Guana­juato, San Luis Potosí, Zacatecas y Durango. N o fabri­can el vino, sino que comunmente venden el fruto, qua tiene gran consumo.

Con respecto al olivo, casi nunca lo han cultivado los indios. Cuando se comenzó á extraer en Méjico el aceite de olivo se empleaba principalmente en las lámparas de las iglesias. Su carestía hizo que se buscase un aceite mas barato, y entonces los indios se dedicaron á extraer del fruto de un palmero un aceite que llaman de coquito. Grandes cantidades de este aceite venden anualmente los indios para todas las iglesias, capillas y oratorios de Méjico. Solamente en las misiones de la Alta California los Jesuitas introdujeron entre los indios el cultivo del olivo.

Desde que se conoció en Méjico la caña de azúcar, los indios han sido muy aficionados á su cultivo y poseen

Page 31: La guerra de los indios en Méjico

— 29 —

graneles y fértiles terrenos en que plantan cañaverales Venden la caña ó extraen de ella azúcar ó melaza. Este es uno de los giros mas productivos para los indios que habitan los terrenos calientes ó templados de Méjico.

Los indios cultivan también todos los árboles frutales de Europa y todas las legumbres y hortalizas que los españoles llevaron á Méjico. S e puede decir que los in­dios, mas que los mejicanos de raza española, se han aprovechado de aquellas plantas, pues ellos proveen á todas las grandes poblaciones de todos los frutos y horta­lizas necesarias para el consumo.

Mr. Humboldt, en la primera edición de su " Ensayo sobre la Nueva España," dijo equivocadamente que el gobierno español habia prohibido en Méjico el cultivo del cáñamo y del lino. E n la última edición de aquella obra ha creido que era justo retractarse de aquel error, y ha escrito lo s iguiente: " N o parece justo echar la culpa al gobierno español de haberse opuesto al cultivo del lino ; yo quiero rectificar este error involuntario, con arreglo á las noticias que ha tenido á bien comunicarme D . José Cia (sobrino del digno virey D . Miguel José de Azanza) . E l emperador Garlos V , por una orden dada en 13 de junio de 1545, mandó á los Vireyes y Gober­nadores de las Indias, que hagan sembrar y beneficiar en las Indias lino y cáñamo, y procuren que los indios se apli­quen á esta grangeria y entiendan en hilar y tejer lino." (Recapitulación de leyes ; Tit. 18, Lib. 4. ° , Cap. 20.)

Bajo el reinado de Carlos I II , en una época en que los precios del cáñamo y del lino extrangero eran muy subi­dos en Cádiz, 'el Ministro renovó por real cédula de 12 de enero de 1777 el estímulo que habia dado Carlos V, declarando expresamente que no solo no estaba prohibido en América el cultivo del lino, sino que los Alcaldes ma­yores debian protejerlo. E l gobierno hizo ademas un contrato con algunos particulares que debian llevar colo­nos europeos para que instruyesen á los indios en las pre­paraciones del cáñamo y del l ino; y á estos particulares se les cedieron unos terrenos que habian pertenecido á los Jesuítas. D . Luis Parrilla, director de las temporali­dades, fué colocado al frente del establecimiento de Cha-leo. S e fabricaron en Méjico algunas telas de lino del

Page 32: La guerra de los indios en Méjico

— 30 —

pais, que se enviaron, en 1783, á Madrid y á San Blas : pero después de haber gastado 122,000 pesos, la corte renunció al proyecto de Parrilla. Los cultivadores euro­peos se volvieron á fines del año de 1786 á E u r o p a ; no se hicieron mas compras por cuenta de la Rea l Hacienda, mas se continuó permitiendo á los indios el dedicarse al cultivo del cáñamo y del lino.

L o s vireyes, conde de Revil lagigedo y marques d e Branciforte excitaron á los obispos y curas á que favore­ciesen este ramo de industria. L a corte de Madrid dio nuevas órdenes en 1792, 1795 y 1796; pero la facilidad con que se tienen telas de algodón, aun en la región fria de Méjico, hizo inútiles todos estos laudables esfuerzos. Para probar por otra parte que el cultivo del l ino y del cáñamo no ha estado nunca prohibido, no hay mas que citar el art. 43 del Reglamento del libre comercio, (12 de octubre de 1778,) según el cual, el lino y el cáñamo, si vienen de la América Española, están exentos de todo derecho de importación."—(Pág. 373 , tom. 2. ° )

Y a que se trata de los ensayos hechos bajo el gobierno español para cultivar el cáñamo en Méjico, mencionare­mos un hecho que nos parece digno de atención. Cuando los indios se adiestraban en el cultivo del cáñamo, se notó que tomaban con frecuencia, como una especie de té, una infusión de la semilla de aquella planta. Y a sea que la usasen «ola, ó que le mezclaran algún narcótico, el hecho es que aquella bebida producia á los indios una especie de letargo ó embriaguez y un delirio parecido al que produce el opio. Esta circunstancia debe haber in­finido en que se desistiera del proyecto de hacer cultivar el cáñamo á los indios.

L a introducción del caballo, del toro, de la oveja, del cerdo y otros animales útiles que los españoles llevaron á Méjico, proporcionó á los indios ventajas verdadera­mente incalculables, entre otras, la de que los indios de­jasen de estar, como habían estado hasta entonces, some­tidos á la fatiga y condición de las bestias de carga. S e vieron todavía después de la conquista, y se ven aun algu­nos indios que conducen cargas sobre sus hombros ; pero esto es ya muy raro y la mayor parte de los indios con­ducen sus mercancías, cuando son pesadas y tienen que

Page 33: La guerra de los indios en Méjico

— 31 —

llevarlas á grande distancia, ó en acémilas, ó en asnos, ó en carretones toscos conducidos por bueyes . Algunos es­pañoles hicie ion también el ensayo, aunque malogrado, de introducir en Méjico y propagar el camello, y la lla­ma del Perú , como animales los mas útiles para condu­cir cargas por las cordilleras, por los desiertos y serra­nías. /•

Permítasenos también hacer mención de un animal tan útil como el perro. Para el indio que vive muchas veces aislado en rancherías, en bosques ó montañas y barrancos; para el indio que transita solo y de noche por caminos y veredas poco conocidas, el perro es un compañero que debe consolarlo ; la adquisición de ese animal debe haber sido, pues, para el indio muy útil y apreciable.

L a introducción del buey, la del arado y de otros ins­trumentos agrarios, ha sido uno de los grandes beneficios que de los españoles recibieron los indios de Méjico. H a ­blando de esto un escritor mejicano, ha dicho : " Las co­sechas debieron abundar extraordinariamente desde que el arado se introdujo en nuestra agricultura. D o s bueyes reemplazaron entonces la fuerza que extenuaba á muchos hombres ; y una seacilla palanca y una reja sustituyeron con .indecible ventaja á los toscos instrumentos de madera, de piedra ó de cobre de que se habia usado hasta enton­ces para el cultivo. " Cuando los bueyes eran todavía es­casos en Méjico, los primeros españoles que fueron á po­blar á Zacatecas y otros puntos del interior, domaron al cíbolo, le impusieron el yugo, y de este modo labraron la tierra por algún tiempo.

H a y en-Méjico una que otra comarca donde los indios no usan el arado, no por falta de civilización, sino por cir­cunstancias locales de que hablaremos brevemente. E n Yucatán casi no se conoce el uso del arado, porque los terrenos en que se hacen las siembras son muy pedregosos ; quizá convendría para ellos un arado de una estructura particular. E n muchos terrenos de la Tierra caliente, y principalmente en el Estado de Veracruz, la tierra e s tán fértil, que para sembrar en ella el maiz, no es necesario ararla; una estaca ó una coa bastan para hacer la siem­bra ; y sin necesidad d e otra labor, l legado el tiempo cor­respondiente, se levanta una abundante cosecha. P e r o fue-

Page 34: La guerra de los indios en Méjico

— 32 —

ra de estos casos, los indios usan en todas partes el arado y todos los instrumentos agrarios y de horticultura, intro­ducidos por los españoles en Méjico, y después perfeccio­nados.

Diremos , sin embargo, que los indios, en lo general, no cultivan los frutales con el esmero é inteligencia que los cultivadores de raza española. Los indios que poseen en terrenos muy feraces muy grandes y ricas huertas de toda clase de frutas, no cavan, no podan ni injertan sus árboles. L a fertilidad del suelo es tal, que se contentan con recoger y vender el fruto sin tomarse el trabajo de dar á los árboles un cultivo esmerado é inteligente.

P o r lo que hace á la calidad de los terrenos que poseen los indios en Méjico, no se puede decir que sean ni los mas fértiles ni los mas áridos. H a y pueblos de indios situados entre la fragosidad de las sierras donde, por lo mismo, no tienen sino muy pocos terrenos de labor. Sus habitantes se ocupan principalmente en cortar maderas y hacer carbón. E l gobierno español, como manifesta­remos después, hizo grandes esfuerzos para que estas poblaciones de indígenas se trasladaran á otros puntos mas favorables para el cultivo y mas accesibles á la civi­l ización ; pero estos esfuerzos fueron infructuosos como después veremos.

Desde t iempo inmemorial otras poblaciones de indios están situadas en terrenos áridos y nada á propósito para el cultivo de los cerea les ; pero estos terrenos, por lo mismo que son áridos, son los mas á propósito para el cultivo de los cactos y del maguey, plantas que no se alimentan de los jugos de la tierra, sino de los gases y vapores de la atmósfera. E n tales terrenos es en donde ge da la mejor calida.d de pulque, y es esta la razón porque los indios los prefieren á cualesquiera otros.

-1

Page 35: La guerra de los indios en Méjico
Page 36: La guerra de los indios en Méjico