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Blanca Entrecanales con su perro Churro en el impresionante rosal de rosas blancas que hay muy cerca de su casa. La granjera feliz La granjera feliz Esta mujer que posa con su perro en la foto luce dos de los apellidos más poderosos de nuestro país y es granjera. Hace ocho años, Blanca Entrecanales Domecq compró una finca en Toledo, la rehabilitó, diseñó huertos, campos de cultivo y criaderos de animales, y creó la Dehesa El Milagro, una granja de productos ecológicos que ha convertido en una empresa familiar donde están implicados sus tres hijos. Rodeada de sus ocho perros, de sus burras y hasta de un buey, nos recibe en este paraíso bucólico donde viste una eterna sonrisa, eso sí, ecológica. Escribe: MARTA BARROSO Fotos: TONI MATEU Realiza: GABRIELA BILBAO TELVA ? ? TELVA

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Page 1: La granjera feliz - dehesaelmilagro.com · en estado puro. Nos conce-de una entrevista exclusiva, nos abre las puertas de su sueño, de su casa, de su vi-da; nos invita a pasar un

Blanca Entrecanales con su perro Churro en el impresionante rosal de rosas blancas que hay muy cerca de su casa.

La granjera felizLa granjera felizEsta mujer que posa con su perro en la foto luce dos de los apellidos más poderosos de nuestro

país y es granjera. Hace ocho años, Blanca Entrecanales Domecq compró una finca en Toledo, la rehabilitó, diseñó huertos, campos de cultivo y criaderos de animales, y creó la Dehesa El Milagro,

una granja de productos ecológicos que ha convertido en una empresa familiar donde están implicados sus tres hijos. Rodeada de sus ocho perros, de sus burras y hasta de un buey, nos recibe en este

paraíso bucólico donde viste una eterna sonrisa, eso sí, ecológica.

Escribe: MARTA BARROSO Fotos: TONI MATEU Realiza: GABRIELA BILBAO

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“Hace ocho años volví a nacer. De camino a esta finca un tren

arrolló nuestro coche en un paso a nivel. Nos salvamos de milagro y por eso denominé así a la dehesa.

Aquí siento de verdad lo maravilloso que es estar viva”

Blanca es una apasionada de los caballos. La yegua Zaína, en la foto, es su favorita. Arriba, un detalle de las monturas en las caballerizas de la finca.

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con un punto hippy, y en ella nos metemos igual ocho que ochenta. A mi me encanta”.

Quizás por eso, quizás, su dueña no piensa moverse. A pe-sar de que enfrente asoman las paredes de un cortijo que despunta hacia el cielo sobre las planos trazados por Arturo. A pesar de que a veces haya dudado. Pero no. En una parte im-portante de esa casa, cuyo interior vestirá su hija, se desarro-llarán diferentes actividades de la empresa; la otra, la que mantiene la construcción original de adobe, será para sus hi-jos y nietos. El bebé de Marta (31 años) nacerá en agosto.

Aparece Blanca con una gran sonrisa, su pantalón caqui fa-vorito y un sombrero de paja que le cubre de las maldades del sol. Tiene aspecto de granjera. De esa granjera a la que no te importaría parecerte. “¡Qué ilusión!, empezamos cuando quie-ras. ¿Qué hacemos?”. Decide la ropa para el reportaje con

Gabriela Bilbao, la estilista de TELVA. “Tengo muy claro lo que me sienta bien, no sigo la moda, pero soy coqueta, ¿quién no lo es?”. Comienza la sesión.

LA BUENA VIDA ES ECO

La Dehesa El Milagro es un proyecto que empezó de forma casi espontánea y ahora adquiere las líneas de una gran empresa. Los pro-ductos de su granja ecoló-gica –frutas, hortalizas, po-llo, huevos, corderos...– lle-nan cestas cuidadísimas que se distribuyen en Ma-drid y en toda España.

La historia se inicia hace ocho años, cuando Blanca empezó a buscar una finca junto a la pareja que tenía entonces –un pintor francés con el que vivía entre Ma-drid y París–, y se decidie-ron por ésta, que estaba a un par de horas de la capi-tal. “Al poco de comprarla, un día que ibamos hacia allí tuvimos un accidente terri-ble al cruzar en coche un paso a nivel sin barrera. Nos podíamos haber matado”, cuenta. “El tren nos lanzó por los aires, arrancó el mo-tor de cuajo, y aparecimos boca abajo colgados del cinturón de seguridad. Gra-cias a Dios todo quedó en una rotura de clavícula y una contusión de cervicales. Entonces comprendí lo ma-ravilloso que era estar viva. A raíz de esto cambiamos el nombre de la finca y la lla-

mamos El Milagro. Poco después y tras 17 años de convi-vencia, Blanca y el pintor se separaron, y se produjo un cambio radical en su vida. Consultó a sus hijos (además de Marta, Borja, de 28, y Bruno, de 23), y decidió convertir la dehesa en una explotación agrícola. “Mis conocimientos de agricultura eran inexistentes (yo había estudiado Derecho) así que me puse a leer con la idea de devolverle al lugar la vida que le faltaba y convertir la propiedad en una granja ecológica autosuficiente. Desde el principio tuve en mi men-te una palabra a partir de la cual trabajar: sostenibilidad”.

Este término lo escuchó Blanca hace mucho tiempo en boca de su hermano José Manuel (presidente de Acciona), que se empeñó en enseñárselo cuando prácticamente na-die lo empleaba. “En los consejos familiares de Acciona

staba segura de que iba a perderme. A pesar del plano que me envió la protagonista de esta historia, mi mente viaja por delante del camino y dejo a mi izquierda, sin si-quiera percibirla, la entrada a la finca. Dibujado a mano por ella misma, es un plano práctico, sin florituras. Un simple vistazo me basta para descubrir algunas pistas de la personalidad de esta mu-jer. Su trazo es desordenado pero exacto en la informa-ción. A pesar de ello, antes de continuar mi desvarío lla-mo a nuestra anfitriona para que me indique. Se agobia. “¡Qué horror, Marta, encima que os hago venir hasta aquí!”. Cuelgo y pienso. “En-cima que nos hace venir hasta aquí...”. La humildad en estado puro. Nos conce-de una entrevista exclusiva, nos abre las puertas de su sueño, de su casa, de su vi-da; nos invita a pasar un ma-ravilloso día de campo, y en-cima se disculpa. “Esto es un milagro”, pienso. Y leo por fin en un letrero: El Mila-gro. Así se llama su finca.

Tomo el camino de tierra y recreo mi mirada entre tanta tonalidad de verdes, en la languidez de ese ter-nero, en la mirada inteligente de un caballo. Hasta que otro impacto de belleza me atraviesa y cientos de rosas blancas alborotadas en un seto me dan la bienvenida a pocos me-tros de mi destino. En ese estado de envidia casi insana aparco y me acerco a la casa, la que sé que se construyó sobre la estructura de la que allí había antes –una especie de adosado rodeado de arizónicas–, y que se arregló por empeño de Blanca. A pesar de la opinión de su gran amigo y mano derecha en esta aventura, el arquitecto Arturo Grin-da, que hubiera preferido derribar lo antiguo y empezar de nuevo, ella lo tuvo claro. Todavía no sabía el futuro que to-maría su deseo. Ahora sabe que siempre será su casa por-que, como dirá más tarde su hija Marta, arquitecto de inte-riores, “esta casa tiene su alma impregnada, es muy suya,

La vida en el campo parece contemplativa, pero la actividad es frenética. Blanca posa en las escaleras de entrada a su casa.

En el invernadero se cultivan las diferentes variedades de hortalizas de la temporada.

Blanca con sus hijos Borja, que trabaja con ella en El Milagro, y Marta, interiorista, que dará a luz en agosto.

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POSTALES DE CAMPOLa vegetación está exuberante en esta época del año. A la variedad de rosales de todos los colores que rodean la casa,

se unen los impresionantes campos de frutales y todo tipo de árboles cuidados con mimo. Los perros Churro, Kilo, Cinco y Lucas son algunos de los mejores amigos de Blanca, con quienes da largos paseos sola por el campo.

nos hizo comprender la importancia de la sostenibilidad. Me influyó mucho. Siempre he comido de todo y, aunque apuesto al cien por cien por la alimentación ecológica, no soy radical. Lo ecológico me interesa sobre todo como una aproximación a la naturaleza y al cultivo, a trabajar la tierra desde un punto de vista sostenible, sin dañarla”.

Antes de lanzarse a esta aventura buscó un asesor, consi-guió la ayuda de un agricultor y por supuesto, la de Arturo Grinda, que empezó como arquitecto y poco a poco se invo-lucró en todo el proyecto. “Arturo ha sido imprescindible, tie-ne una cabeza muy organizada y hacemos un buen tándem. Tenemos asesores externos para cada área y un maravilloso equipo joven que va aprendiendo y del que estoy súper orgu-llosa. Algunos de ellos, como Gustavo, el encargado, trabaja-ba en la construcción y ha vuelto al campo, un trabajo más valorado que antes por ser la agricultura ecológica un sector especializado. Una empresa como ésta, con áreas como ga-naderías de varios tipos (ovina, avícola, y bovina), huerta, cul-tivos agrícolas, obrador, logística y comercialización, necesita un gran equipo y poco a poco se ha ido conformando”. Se

angustia tanta belleza y las corto para meterlas en las cajas con el pedido que envío a los clientes. Pero que nadie ha-ga de esto una estampa idílica, ¡es una necesidad!”.

Estilismo obliga y la anfitriona tiene que volver a cambiarse. Me quedo con Borja, “el hombre Excel”, como dice su madre, “una cabeza fantástica –estudió ICADE E3– que domina los números y aporta la modernidad al proyecto”. Reacio a inter-venir en este reportaje –a duras penas se deja convencer–, me recalca, entre irónico y divertido, el tesón de su madre pa-ra llevar a cabo hasta el final aquello en lo que se empeña. Está en el proyecto desde el principio y se apuntó con Blanca y Arturo a un curso de agricultura ecológica para aprender a cultivar la huerta que instalaron donde antes no había nada más que… ¡dos mil ovejas! “Empezamos con una camioneta que aún conservo, cultivábamos sobre todo acelgas”, cuenta Blanca a través de una ventana mientras el maquillador la persigue. “Los productos llegaban a mi casa de Madrid y allí los organizábamos. Compramos un camión frigorífico y nos lanzamos a repartir hortalizas. Después llegaron el ganado vacuno y el ovino, los huevos, y por último se introdujo el pollo

apasiona al hablar. Le pregunto que si siempre ha sido cam-pera y se parte de risa. “Lo ideal sería que dijera que sí, ¿ver-dad? Yo lo que estoy es enamorada de la naturaleza”. Para ella, no hay un día igual a otro en El Milagro.“Me levanto con el sol y como estoy en tantas cosas, en las muy pequeñas y en las grandes, mi jornada nunca es igual. A veces, si la luz es muy bonita, salgo con mi cámara de fotos. Voy a la huerta, siempre con mi ordenador pegado, descubro variedades pa-ra plantar la próxima temporada o estudio las plantas acceso-rias que protegen a los frutales, como el cebollino y el ajo, que ya están plantados para defenderlos de las plagas”.

Su perfeccionismo le hace pensar que sólo implicándose en todo las cosas salen bien. No se pierde una reunión de trabajo –en más de una aprovecha para dar forma a esa re-ceta inacabada que sólo ella puede elaborar, dada su nue-va obsesión por la salud en la mesa–. De pronto se escapa a dar un paseo con los perros hasta que se topa con los caballos y decide montar la yegua que están domando por-que así “ayudo y disfruto con ello”. Pero ¿quién sabe? Qui-zás en un segundo el jardinero también la reclame y tenga que bajar de un salto y correr hasta donde crecen con in-mensa generosidad una multitud de rosas. “Entonces me

de corral”, continúa Blanca. “Desarrollamos nuestra actividad como un ciclo cerrado. Abonamos con estiércol propio, y ali-mentamos al ganado con la producción de nuestros propios cultivos. Quien hace la compra en El Milagro sabe exacta-mente de dónde procede el producto”.

Recuperar el valor del campo. Ese es el concepto que queda claro en su web dehesaelmilagro.com, y que nues-tra anfitriona no se cansa de destacar. Marta asiente son-riente: “Jamás imaginamos lo que iba a conseguir nuestra madre. Ahora sentimos aún más admiración por ella”, dice. Blanca aparece, mira con cariño a su hija y dice: “Marta es muy organizada y tiene una gran capacidad para dirigir y valorar a la gente”. Ante la mirada de Marta, cambia de ter-cio. Toca Instagram, la aplicación favorita de Blanca. “Yo misma subo las fotos, me gusta ocuparme de las redes so-ciales y de mantener la web al día”, explica.

“MI MADRE ES NUESTRA MEJOR CLIENTA”

En el campo, las horas pasan lentamente. Blanca analiza algunos rasgos de su carácter. Desordenada, optimista, un poco pasota, algo bohemia... “Me adapto a lo que hay. Es aquí donde he descubierto quién soy realmente. Supongo

“Pienso mucho en

mi padre, en lo que le hubiera divertido y enorgullecido

verme a la cabeza de

un proyecto como éste.

Estuve muy unido

a él cuando enfermó,

en los últimos cuatro

años de su vida”

El salón de su casa en la dehesa, decorado por ella misma como el resto de las estancias.

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en la que no había ningún apoyo de fundaciones. Ha hecho de él al-guien con una inteligencia emocio-nal superior a muchas personas normales. Álvaro es el eje de mi fa-milia, el alma. Ahora que estoy sola disfruto muchísimo con él y nos ha-cemos compañía mutuamente. Nos aporta muchísimo a todos. En el mundo de los adultos no existen personas con esa frescura, esa inocencia, esa bondad”.

Al atardecer, Blanca abre cada vez más su corazón. Recuerda a su padre, que murió hace ocho años. “Pienso muchísimo en él, en lo que le hubiera divertido y seguramente enorgullecido, verme a la cabeza de un proyecto como éste, sola, sin te-ner que rendir cuentas a nadie. Me uní mucho a él a raíz de su enferme-dad, los últimos 4 años de su vida. El dolor le humanizó, se dio cuenta de la suerte que tuvo al disponer de medios para hacer frente a los gas-tos que supone un tratamiento indis-pensable para combatir el daño ce-rebral adquirido (DCA), y puso en marcha junto con Cristina López (di-rectora del centro Lescer donde él se trató) la Fundacion Lescer, de la que ahora soy orgullosa patrona”.

“LOS AMIGOS HAN EMPAQUETADO HARINA”

Interviene Marta: “Mi madre no para. Tiene una empatía impresio-nante. Se pone en la piel de los de-

más, de las personas ¡y de los animales! La tienes que ver con sus burras. ¡Parece que son sus hijas!”. ¿Te pa-reces a ella?, pregunto. “¡Me encantaría!”, contesta sin dudarlo. “Las dos disfruta-mos mucho con lo que ha-cemos. Pero creo que Bruno se parece más a ella. Es muy sensible. Bueno, yo también. Borja es más mi padre, más frío, más racio-nal, por eso creo que com-plementa bien a mi madre en la empresa”.

El día termina. Me quedo con la ilusión que transmite Blanca. Con el cariño que siente por las personas de su equipo, esto ya es en sí una recompensa. Y en mi retina, la imagen de una granjera feliz, enamorada de su lugar en el mundo. Esta granja es un maravillo-so proyecto familiar, con la incorporación de sus hijos y la libertad de los amigos

para ir cuando quieran, aún sabiendo que como se descui-den les pone a trabajar. Más de uno ha empaquetado pi-mentón o harina, o ha tenido que meterse entre fogones. Es una vuelta al pasado con un futuro moderno. Un viaje a un lugar donde las relaciones humanas mandan. Y me quedo con las palabras de sus hijos. Ojalá los míos dijeran algo parecido. ¿Quién sabe? A lo mejor me llevo una sor-presa. Por si acaso, me quedo aquí, si me lo permiten, por tiempo indefinido.

que en la madurez se valoran las cosas que de verdad importan. Me siento muy feliz en esta nueva etapa en el campo. La gente piensa que este tipo de vida es muy bucólica, pero Dehesa El Mi-lagro es una empresa al fin y al cabo, y eso supone que siempre hay una actividad frenética”. Le encanta estar sola. Adora salir a pasear con sus perros. “Son mis mejores amigos, aunque parezca un tópico. Tengo ocho, aunque uno es de los guardeses y tres de

cada uno de mis hijos. En reali-dad pertenecen a la manada y nada me gusta más que convivir con ellos y observar cómo se re-lacionan”. También siente debili-dad por sus burras, a las que lla-ma y vienen desde lejos buscan-do caricias “o más bien algún trozo de pan duro...”, apunta. Le gusta cuando el que acude es Manolito, un buey manso que se crió con biberón y es casi como una mascota. “El arquitecto, con su racionalidad cartesiana, pen-só que después de los primeros meses de crianza Manolito pasa-ría a engrosar las filas de los que van al matadero, pero me negué y decidí que se domase para ti-rar de un carro”.

Blanca asegura que muchas veces le tienta la idea de convertirse en vegana, sobre todo en Navidades, cuando nacen los corderos, pero se tranquiliza pensando que el je-fe veterinario del matadero pertenece al Partido Animalista, y las garantías de que el animal no sufre en el matadero son máximas.

Y suelta de repente: “Mi madre es nuestra mejor clienta”. “Ella es mi gran ejemplo, positiva, apasionada, con una vita-lidad envidiable para su edad. Es increíble cómo ha educa-do a mi hermano Álvaro, Síndrome de Down, en una época T

En Dehesa El Milagro trabajan diez empleados, a los que Blanca trata como si fueran de su propia familia. Entre ellos está su mano derecha, Arturo Grinda (en la imagen, de pie

bajo ella). Arriba, a la izquierda, bodegón de una de las cajas con algunos de sus productos ecológicos.

NO SIN MI EQUIPO

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