la gran desmemoria · annotation el libro más esperado sobre la transición política española...

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    El libro ms esperado sobre la Transicin poltica espaola Tras el xito rotundo de El precio deltrono, Pilar Urbano hace un valiente ejercicio de investigacin para acabar con mitos y mediasverdades que han desfigurado nuestra reciente historia. Con documentos inditos y testigos que al fincuentan lo que nunca haban contado, Urbano averigua cmo actu el Rey en la Transicin. La autorasale al encuentro de las dudas y sospechas del hombre de la calle: si el Rey fue verdaderamente elmotor del cambio o si el temor al Ejrcito y al bnker le aconsejaron pisar el freno; por qu elmonarca se ausent en Pars mientras Surez legalizaba el Partido Comunista; desde cundo y hastadnde estuvo el Rey informado de la Operacin Armada; cul fue el autntico motivo de la dimisinde Surez; el juicio militar del 23-F, un simulacro consentido para tapar la trama conspirativa dediputados y empresarios dispuestos a gobernar bajo un general. Pilar Urbano introduce al lector enlas estancias del poder, permitindole asistir a escenas electrizantes y escuchar en toda su crudezalos dilogos de los protagonistas tal como fueron. Discrepo, dice la autora, de Camus cuando afirmaque "la verdad tiene dos caras, una de las cuales debe permanecer oculta". Mi servicio al ciudadanoes justamente lo contrario: descubrir aquellos tramos de la historia que se nos venan ocultando yreclamaban luz.

  • Agradecimientos Deseo expresar mi sincera gratitud a quienes me han ayudado en la investigacin de este libro:Ana Mara Montes, viuda de Jos Mario Armero, y su hijo Mario, Jaime Carvajal, Jaime Lamo deEspinosa, Rodolfo Martn Villa, Landelino Lavilla, Fernando Castedo, Jess Picatoste, AntxonSarasqueta, Aurelio Delgado, Francisco Lana, Antonio Navaln, Pablo Castellano, Jos LuisCortina, Guillermo Velarde Pinacho, Jos Lara Aln, Pierre-Paul Gregoire, y los dibujantesPeridis y Mximo.

    Mi agradecimiento pstumo a los que, en su da, me facilitaron valiosas confidencias: EduardoNavarro, Sabino Fernndez Campo, Po Cabanillas, Jos Mara Cuevas, Torcuato Fernndez-Miranda, Agustn Rodrguez Sahagn, Fernando Abril Martorell, Ignacio Gmez-Acebo ySantiago Carrillo.

    Tengo una deuda especial con Adolfo Garca Ortega, que, como editor, ha sido un rodrignseguro a lo largo de mi tarea. Asimismo, con Ana Bustelo, Irene Garca Virgili, Esther Llompart yel equipo de Planeta, cuyos trabajos ocultos y eficaces han hecho posible el prodigio impreso deeste libro.

  • CAPTULO 1 Una corona de plomo

    He echado a Arias!

    Primero de julio de 1976. Palacio Real de Madrid. Haba amanecido con el cielo encapotado yplomizo. A las once menos cuarto ya estaba el Rey en la cmara regia, flanqueado por el jefe de suCasa, Nicols Cotoner, marqus de Mondjar, los generales Emilio Snchez Galiano y AlfonsoArmada, el ministro de Exteriores, Jos Mara de Areilza, algunos diplomticos del ministerio y elveterano introductor de embajadores Antonio Villacieros. Todos embutidos en sus impresionantesuniformes, macram de alamares y entorchados. Aunque no todos: Areilza vesta chaqu. Era laceremonia de entrega de credenciales, que sola celebrarse en jueves. Se sucedieron los legados deArgentina, Iraq y Camern. El Rey mantuvo con cada uno de ellos una conversacin a solas en la saleta del Nuncio. Protocoloy cortesa. Entre embajador y embajador, le pregunt al ministro Areilza algunos asuntos que leinteresaban. Qu hay de mi viaje oficial a Pars? Qu diablos le pasa ahora a Giscard...? Denieu, el embajador, me ha dicho que son celos, quil est jaloux comme un tigre, un ataque decuernos. A Giscard le sent como un tiro que fusemos a Estados Unidos antes que a Francia. Ydespus, no ha digerido el xito de vuestro discurso ante los congresistas y los senadores. Pero el presidente Giscard, qu dice? Dice que en las horas difciles de vuestra exaltacin al trono, l se present aqu y anim a venira varios mandatarios europeos; en cambio, los americanos enviaron a Rockefeller, el segundo deFord... Hablaban junto a uno de los ventanales de la cmara regia. El Rey mir el reloj en su mueca. Qu embajador falta? El de Sudn. Pues ah est. En ese momento llegaban a la plaza de la Armera los carruajes donde venan el embajador y elsquito de su misin. Vieron evolucionar la carroza Pars, de dos caballos, con un cochero y doslacayos; y la berlina Gala, tirada por seis caballos, con su guarnicin de palafreneros, lacayos,cochero y postilln. Una compaa de la Guardia Real, gastadores y banda de msica, toc algoparecido al himno nacional sudans. Sabes, Jos Mara...? El tono del Rey haba cambiado, ahora era grave. Esto no puedeseguir as... Entre unos y otros, la reforma est empantanada, hay desfonde general, Europa nos mira,Amrica nos mira, y es mucho lo que nos jugamos. A veces, el oficio de rey es incmodo. Yo tenaque... Juan Carlos se detuvo, como si dudase entre seguir y no seguir. Areilza se gir hacia l, sin decirnada. Yo tena que tomar una decisin nada fcil. Llevo tiempo dndole vueltas. Y la he tomado. Lallevar a cabo antes de lo que se piensa, de golpe y sorprendiendo a todos. No hay ms remedio... Ya

  • ests advertido. Pero, seor, no acierto a... Ya est aqu el de Sudn. Ahora te callas y esperas. La audiencia con el legado sudans fue breve. En su pas se estaban librando combates entre lastropas nacionales y los mercenarios, y barbotaba un golpe de Estado contra el presidente JaafarNimeiri. La diplomacia aconsejaba no entrar en la cuestin. Al terminar, Areilza se qued rezagado, como a la espera, pero el Rey le dijo que poda irse: A la una y cuarto he citado a Carlos Arias para despachar con l aqu. Como maana hayConsejo de Ministros... Poco despus, Arias y Areilza se cruzaron en la puerta del Prncipe.

    Desde la sala del Nuncio, en pie y con uniforme de gala azul marino, el Rey vio venir a Arias porentre los alabarderos de la cmara regia. Pasaron al despacho que usaba Alfonso XIII. Un cuarto pequeo, rancio y modesto. Se sentaronmesa de por medio. Bueno, Carlos, te extraar que te haga venir aqu cuando siempre despachamos en Zarzuela. El Rey pareca agobiado, titubeaba al elegir las palabras. Ante todo, como espaol y como Rey,quiero darte las gracias por los servicios que has prestado, y no es una frase hecha. Es verdad. Hasaguantado firme en dos trances muy fuertes, el asesinato de Carrero y la muerte de Franco. No hansido tiempos de rositas... Arias detect enseguida que aquellos elogios sonaban a despedida. El monarca tena algo que deciry le resultaba embarazoso. Pero no iba a ser l quien se lo facilitase. Hemos discrepado en muchas cosas, unas de forma, otras de fondo... No ha habido entre nosotrosel suficiente entendimiento... Pero bueno, Carlos, yo eso lo pasara a segundo trmino. Lo importantees que llevamos siete meses de nueva era, siete meses de reinado, y la reforma que me propusisteno ha ilusionado, no ha tenido buena acogida social, y polticamente ha embarrancado ya en laprimera fase... Esto no marcha. Y la gente cruje si se le ofrecen cosas que luego no se hacen. No haysector donde no hayamos tenido paros, huelgas, protestas, encierros... El problema econmicoalcanza ya cotas ms que alarmantes... Hombre, yo no pienso que t seas el responsable de todo... Por supuesto ataj Arias, como presidente del Gobierno soy responsable de todo. Pero losministros estn tambin para algo. Garrigues ha reculado a la hora de defender su reforma del CdigoPenal... El paro? Hay un ministro de Trabajo y otro de Obras Pblicas y otro de Industria... Encuanto a Villar Mir, es una lumbrera econmica, un hombre muy capaz, y dice que tiene un plan, perono lo aplica, va a su aire, y mucho me temo que en ese aire anda perdido. En el jaln importantsimo de integrar a los grupos polticos de la oposicin no se ha avanzadonada. Al revs, se ha conseguido lo que pareca imposible: que los que eran enemigosirreconciliables se unan, y que se unan contra el Gobierno, contra las Cortes, contra el sistema... LaPlatajunta no es ni ms ni menos que lo que yo quera evitar, vosotros contra nosotros. Liberales,democristianos, socialistas, comunistas, catalanistas, vascos... Mira que es difcil juntar a esa gente!Pues se han juntado! Hartos de esperar, hartos de creer sin ver. Ellos estaban dispuestos a ponersiquiera un gramo de confianza en m, como algo nuevo; pero enchufan la tele y de quin oyenhablar? De Franco... Esto tena que ser un proyecto comn para todos los espaoles; pero ms de lamitad se sienten marginados, desatendidos..., perseguidos. Perseguidos? En este pas no se persigue a nadie que cumpla la ley.

  • Sin perder el tono corts, Arias haba empezado a ponerse respondn. El Rey no quera discutircon l, ni alzar la voz, ni arrancarle una renuncia forzosa. Le entr por otro flanco: Hay desunin en el Gobierno. Crticas, envidias, desconfianzas de unos hacia otros... Tambinhacia ti. Y eso traba la marcha, enreda, no deja que el mecanismo funcione. Arias le miraba con los ojos muy redondos, fijos, sin pestaear, como si estuviese oyendo algoabsurdo, increble. El Rey carg el acento: Carlos, yo todo esto lo s porque me llega, y no tengo los servicios de informacin que tienes t;as que, antes que a m, todas estas historias te habrn llegado a ti. No es cosa de un da ni de dos, esun runrn continuo, molesto. T mismo hace tiempo que ests de mal humor, hurao, disgustado. Yo nunca he dicho que est disgustado. Posiblemente ests cansado. Y es comprensible... Yo no estoy cansado. Ahora, si Su Majestad, o si otros estn cansados de m... En fin, Carlos, esto no es un arrebato. Lo he pensado mucho, mucho, mucho... S que eres unpatriota y con una experiencia enorme de gobierno que no puedo permitirme el lujo dedesaprovechar. Sinceramente, me gustara poder contar con tu consejo, consultarte, que subas aZarzuela cada vez que quieras decirme algo, sin esperar a que yo te llame... La dimisin estaba servida. Un abrazo fuerte y vete pensando el nombre, porque quiero darte un marquesado. En menos de veinticinco minutos se sustanci la renuncia. Poda habrsela exigido, sin ambages.Ley en mano, tena esa potestad; pero ni quera ejercer de caudillo ni el panorama poltico estabapara andarse con bravatas. Eran tiempos de tacto y de tino. Villacieros acompa a Arias Navarro por el amplio corredor. El Rey hizo un gesto con la mano aMondjar y a Armada para que le dejaran solo y volvi al despacho de Alfonso XIII. Bebi un parde sorbos del zumo de naranja ya dispuesto. Sin sentarse, descolg el telfono y marc. Torcuato? Ya...! Bien, mejor de lo que yo esperaba... S, ha intentado resistirse, pero muyapagado... No, poco rato, unos veinte minutos... Me ha parecido que l ya se lo ola, pero ha sido unpalo, eh...! Bueno, yo me vuelvo ahora a Zarzuela y all espero tu llamada esta tarde. De un trago apur el resto del zumo y volvi a marcar otro nmero. Esta vez, el de su amigo desiempre, Jaime Carvajal y Urquijo: Jaime, por fin...! Lo he conseguido! Por fin, qu...? Qu ha conseguido, Majestad? Acabo de echar a Arias!... Todo planificado al milmetro: como yo tena que recibir a losembajadores que presentaban credenciales, le cit anoche aqu, en Palacio, hacia el final de lamaana. Ha sido muy forzado? Hombre, no era un trago fcil. Le he hecho ver que as no podamos seguir. Sin cargar las tintas,pero zas, zas, zas!, con claridad... Me ha presentado su dimisin; bueno, a su manera, y, sin ms, lehe dicho que muchas gracias por los servicios prestados y que voy a hacerle marqus. Esto es fantstico! Punto final y, a partir de ahora, ya se puede empezar un proceso democrticode verdad.

    Pens que no tendras pelotas

    S, era el punto final de una poca, y tena que ser el principio de otra.

  • En secreto y sin dejar nada al azar, Juan Carlos haba amarrado todos los nudos con TorcuatoFernndez-Miranda, presidente de las Cortes y del Consejo del Reino, de modo que la dimisin deCarlos Arias Navarro como presidente del Gobierno fuese por sorpresa y el mismo da que iba areunirse el Consejo del Reino. Eso era importante: el mismo da y con un margen de tiempo mnimopara que nadie iniciara maniobras de obstruccin. La ley estableca que, en el caso de destitucin o renuncia del presidente del Gobierno, el Consejodel Reino emitiese un dictamen preceptivo, aunque no vinculante. Era una formalidad heredada comoreliquia del viejo rgimen, pero el Rey quera ser exquisitamente legal. Por eso, desde tres dasantes, Torcuato haba convocado a los consejeros del Reino en sesin rutinaria, a las cuatro de latarde. Calcularon que en torno a las dos habra concluido la ceremonia de credenciales de losembajadores en el Palacio Real, que sola ser un jueves. Tripulando l mismo el helicptero, Juan Carlos lleg a La Zarzuela a punto para comer. Dijo quetomara el caf en su despacho y pidi que le pusieran con el Instituto Barraquer, en Barcelona. DonJuan de Borbn llevaba once das all, convaleciente por un desprendimiento de retina en el ojoizquierdo. Hola, pap... Esto ya est! Lo de Arias... No digas nada a Pi, ni a Margot, ni a nadie, porquehasta que Torcuato me traiga el odo el Consejo del Reino, y yo acepte, no ser oficial, pero logordo ya est hecho. Me alegro. Me alegro. Y me alegro... Desde marzo estaba yo en un ay, por eso te deca: Juanito,venga, suelta lastre, o se va todo a hacer puetas. Menudo trago! Llegu a pensar si no tendras pelotas para dar este paso. Hablaron distendidamente. Ya al final Don Juan le pregunt cmo haba reaccionado AlfonsoArmada. An no le he visto. Me imagino que ni a Alfonso ni a nadie de esta casa le va a gustar la salidade Arias. Como en todo este tiempo yo no poda contarles nada, no saben de la misa la media...Bueno, Sofi s, y Nicols tambin. Ahora lo importante es que los consejeros del Reino elijan pronto la terna de sucesores, sinagotar el plazo. La interinidad no es buena. Empiezan a moverse los grupitos de intereses, loscabildeos, las presiones... La jugada de Torcuato es secreto, sorpresa y rapidez, como un golpe de mano. Qu plazo hay para hacer la terna? Tope mximo, seis das. Pero Torcuato tiene bien sujetas las riendas y ha hablado uno a uno conlos doce consejeros. Y me ha dicho que est todo bajo control. Por decirlo con sus palabras: Todocontrolado o controlable. Juanito, yo s que ests muy solo y encima no puedes elegir de quin fiarte. Gajes de estar aharriba! Tendrs que acostumbrarte... Gajes de estar ah arriba era una de las mil maneras que usaba Don Juan para no decir gajes deser rey. Juan Carlos dio un quiebro a la conversacin: Bueno, pap, y t cmo ests? Yo? Hecho un toro! El ojo evoluciona fenomenal. Y las constantes y todo eso, de libro. Perostos pretenden tenerme hospitalizado cinco das ms. Y a m me jode vivo estar aqu encerradooliendo a clnica y aburrido como una momia... Quiero irme y seguir la convalecencia embarcado enel Giralda y costeando por aqu cerca. Adems, el yodo marino es muy bueno para los ojos, y no esteaire acondicionado...

  • Aqu tenemos un calorazo de bochorno, y con la crisis abierta y lo que venga, me parece quehasta agosto no nos iremos a Marivent... Te dejo, papi, un beso. Voy a aprovechar que no oigo anadie en la piscina, y me pego un buen chapuzn.[1]

    El Rey est desnudo

    En la piscina, Juan Carlos se lanz de cabeza con mpetu. Oy el chasquido de su cuerporompiendo el agua azulsima. Al emerger casi a mitad del largo, tuvo la sensacin de haber dejadoatrs siete meses y un da de xido y estrs, siete meses y un da jugndose la corona sin parapetos nisalvaguardas. Tom una bocanada de aire, alz el codo derecho y empez a nadar a crol braceandocon bro y levantando espuma al batir los pies. No sac la cabeza para respirar hasta que lleg altope de la piscina. Hizo el viraje muy rpido, se encorv sobre s mismo, empuj la pared con lospies, tom impulso y volvi a nadar con furia. Peleaba contra el agua. Un largo, otro, otro... Susmanos, cortando el agua de canto, parecan aspas de hlice vertiginosas. Y un ritmo punzante en lassienes: Lo he conseguido..., lo he conseguido..., siete meses tragando quina, sin atreverme..., un reyacobardado..., pero, joder, al fin lo he conseguido! Senta la terca soledad del nadador de fondo y a la vez una extraa inundacin de triunfo, como siel agua que desplazaba en cada brazada fuera un fardo viscoso de historia, de mala historia, que ibadejando atrs. Sali de la piscina. Se sacudi el agua haciendo vibrar todo su cuerpo. Unas cuantas respiracionesprofundas. Estaba en forma. Se visti sin secarse, la camisa por fuera y chancleando volvi a sudespacho. Abri el estuche de los cigarros Hoyo de Monterrey Doble Corona. Prendi uno conparsimonia. Sabore el aroma, la suavidad sensual del humo. Se tumb en el sof. Necesitabarecordar. De principio a fin. Todo. La historia de un hombre ha de ser recordada, pero no por loshistoriadores, sino por l mismo, que es quien la sabe de verdad. Un hombre es l y su historia.Buena o mala, su historia es su vida, con sus raspaduras y sus muescas, y no debe olvidarla.

    Juan Carlos no slo era el sucesor del Generalsimo Franco, sino tambin su heredero. Y, comosi de un patrimonio personal se tratara, a su muerte recibi todos los poderes del testador. Todos,excepto las prerrogativas por las que el General haca y deshaca leyes sin contar con nadie. Aunas, su posicin inicial pareca fuerte: pero era muy precaria. Todos esos poderes estaban fundadossobre una legalidad espuria, viciada en su origen y viciada en su ejercicio. Era el legado de undictador. Si quera que su Monarqua durase ms de un cuarto de hora, deba desembarazarsecuanto antes de la investidura heredada del muerto. El carisma del muerto poda eclipsarle. El mantodel muerto poda aplastarle. Pero si se quitaba el manto, qu quedaba de l? Por s mismo, careca de la legitimidad dinstica,que perteneca a Don Juan. Careca de la legitimidad carismtica, que fue la marca intransferible deFranco. Careca de la legitimidad popular, pues no contaba ni con la devocin de los hombres delrgimen ni con la estima de la oposicin. sa era la instantnea de Juan Carlos en el momento de sullegada al trono. Cualquier observador perspicaz hubiese podido decir, como el nio de la fbula deAndersen: El Rey est desnudo.

  • Alfombra roja para el pueblo

    Aos antes de empezar a reinar, Juan Carlos tena claro que haba que cancelar la dictadura y pasara una democracia plena. l deseaba hacerlo de un modo pacfico y legal. sa fue, erre que erre, laleccin de Torcuato Fernndez-Miranda, su maestro poltico desde 1969. Sin vacos de poder, sindejar al descubierto los andamiajes franquistas. Y sobre todo, sin vuelta a la tortilla. No quiero que,por llegar yo deca, la democracia sea que los vencedores se conviertan en vencidos, oviceversa. Muerto Franco, se abran dos caminos: ruptura o reforma. Los rupturistas queran liquidar elarmatoste estatal de inmediato, la dictadura al basurero, y edificar con una nueva planta. Poda serrpido, como una demolicin, aunque con riesgos imprevisibles, porque ni el bnker poltico ni elestamento militar estaban dispuestos a ceder sus privilegios de situacin, dominio y mando. El Rey, en cambio, prefera una reforma serena. Un paso a paso atemperado, sin acrobaciastemerarias. Un cambio cauteloso, pero total. No un maquillaje de fachada, sino una ciruga jurdicade legra y bistur, hasta lograr el vaciado completo. Torcuato se lo haba explicado cien veces. Las Leyes Fundamentales no slo eran modificables,sino derogables. Bastaba tirar de un extremo del hilo con el que todo haba quedado atado y bienatado. Ese extremo del hilo estaba ah. Ese protocolo de derogacin de todo el cartonajefundamental estaba ah. Ese cheque para el finiquito del sistema estaba ah. No en las remotas islasCaimn en una cuenta cifrada; ni en una caja fuerte en la mansarda del Pazo de Meirs; ni entre loslegajos secretos de Franco, sino agazapado en las propias Leyes Fundamentales: en la ltima lneadel artculo 10 de la Ley de Sucesin, la ley que hizo al Rey. Ah estaba la llave maestra paradescerrajar todos los cerrojos. Slo faltaba atreverse a usarla. Acaso los juristas y los legisladoresno lean sus leyes? Pues ah estaba: tras desplegar el apabullante catlogo de las grandes leyes de lanacin, declaraba que todas ellas eran modificables y derogables. Y deca cmo hacerlo. El futuro nopoda estar preso.[2] Ya siendo prncipe, Juan Carlos haba asimilado la enseanza de Torcuato Fernndez-Miranda,reformar desde dentro, sin rupturas, yendo de la ley a la ley. Pero slo las viejas Cortesfranquistas o al menos dos tercios de los procuradores podan dar el salvoconducto a una leyreformadora, que fuese refrendada por el pueblo. Por tanto, no convena enfrentarse a las Cortes, sinoconquistarlas. Y la ley reformadora que aprobasen no deba ser una apostilla, ni un simple decretoley, sino una nueva Ley Fundamental capaz de derogarlas todas. En definitiva, por la va suave, lademolicin desde dentro. Slo haca falta eso: un cartucho dinamitero para la voladura del rgimen,sus instituciones, sus leyes, sus smbolos. Pero un cartucho de dinamita legal. sa tena que ser la primera tarea de la Monarqua. No alfombra roja al Rey, sino alfombra roja alpueblo. Si el Rey patrocinaba la operacin, podra integrar a todos los espaoles, a los de derechas y a losde izquierdas, a los centralistas y a los perifricos, a los instalados y a los exiliados. Todos, porquea partir de ah el monarca se despojara de su soberana traspasndosela al pueblo, que en adelantesera soberano. Cuando Franco agonizaba, Juan Carlos ya le haba ofrecido a Torcuato el puesto que quisiera:Presidente del Gobierno o presidente de las Cortes y el Consejo del Reino? Torcuato le dijo:Con sinceridad, como poltico que soy, me tienta y me gusta ms el Gobierno; pero en lascircunstancias que vamos a encarar pienso que podr serviros mejor desde las Cortes y el Consejodel Reino. Y as lo convinieron. Desde la doble presidencia de las Cortes y del Consejo del Reino,

  • trabajara con los procuradores y los consejeros nacionales, el ncleo duro franquista, los resistentesa cualquier mudanza que mermara su poder. Tena que cambiar, si no sus mentalidades, al menos susactitudes, y disponerlos a aceptar el desguace del sistema. Su extincin. Literalmente, un suicidiopoltico colectivo, que pasara a la historia como el harakiri del bnker. Pero no se haba conseguido. Lo que deba ser una operacin simple y exacta, entre unos y otros lacomplicaron. Hasta quienes no queran cambiar nada acabaron toquetendolo todo... para que todosiguiera igual. Habra que intentarlo de nuevo. La leccin aprendida era tan de cajn que daba vergenza decirla: Franco haba muerto y estabagenerosamente enterrado; pero el franquismo no era una piadosa nostalgia, un funeral con himnos enCuelgamuros. El franquismo era una presencia viva, imponente, poderosa, amurallada, inexpugnabley almenada de poder. Exactamente, era el poder. Y contra ese poder haba que luchar. Dio una ltima calada al Hoyo de Monterrey. Cerr los ojos. Le empezaba a invadir lasomnolencia. Quera seguir pensando, sin resentimientos, sin echar culpas. Recordar, slo recordar...Al fin y al cabo estaba acostumbrado, su vida nunca fue fcil: a golpe de obstculos en el camino, losobstculos llegaron a ser su camino. Le pesaban los prpados. La vida segua. Lentamente, sucumbia la siesta. Duermevela racheado con recuerdos todava muy recientes...

    Los doblones del rey, calderilla

    El 22 de noviembre del ao anterior, tras jurar en las Cortes, Juan Carlos haba visitado la capillaardiente de Franco, y de ah march a El Pardo a dar el psame a la viuda. La reina Sofa iba con l.Encontraron a doa Carmen abatida, llorosa, con arritmias, tensin alta y gran zozobra. Ella, siemprede ordeno y mando, siempre dominando la escena, estaba reducida como una anciana frgil yasustada. Despus de besarle la mano, Juan Carlos alz la cabeza. Y al mirarla de frente vio en susojos lo que nunca haba visto: miedo. Carmen, no tienen ustedes que temer nada de nada. Le cogi las dos manos con afecto y se lasretuvo un rato. He tomado como un deber, que me sale del alma, asegurar por todos los medios queno les moleste nadie, me oye?, nadie! Ya se lo dije un da en La Paz, y se lo repito ahora que estoya la cabeza del Estado: impedir que se haga un memorial de agravios contra ustedes y contracualquier persona del rgimen. No quiero que los espaoles se empantanen otra vez en revanchas yvenganzas personales. Van a estar tan seguros como lo han estado siempre... Y usted puede quedarseaqu, en El Pardo, todo el tiempo que quiera. Yo no pienso usar este palacio.[3] A los dos das, el 24 de noviembre, presidi su primer Consejo de Ministros como Rey todavacon el equipo de Arias y firm unos reales decretos confiriendo a Carmen Polo el seoro deMeirs, con grandeza de Espaa, y el ducado de Franco a su hija Carmencita. Franco encabezara aperpetuidad los escalafones de Tierra, Mar y Aire, con el grado de capitn general y Generalsimo, yel ttulo de Caudillo de Espaa que l acu y us. A la viuda le conceda una pensin vitalicia porla integridad de los haberes que correspondera percibir al extinto, en su calidad de capitn generalde cada uno de los tres ejrcitos. Tambin se expidieron pasaportes diplomticos a los marquesesde Villaverde y a su yerno Alfonso de Borbn, duque de Cdiz, con la imponderable ventaja que esosdocumentos suponan para el libre trnsito de bienes y capitales.[4] En ese mismo acto, una decisin largo tiempo meditada, su primer ejercicio de gracia: el indultogeneral por su llegada al trono. Pero lo que deba ser su primera largueza, se convirti en su primer

  • disgusto: Arias no acept la remisin de condenas con la generosidad que el Rey deseaba, y loaprobado fue una amnista recortada y cicatera, que se aplic a menos de un tercio de la poblacinreclusa. De los 5.226 beneficiados, la mayora eran delincuentes comunes. No se indult a ningnencausado por delitos de terrorismo y conexos. Y de los 1.805 presos polticos que haba, siguieronen prisin 1.400, el 77,5 por ciento. La clemencia de que se ufanaba el real decreto no alcanz ni al 6por ciento de los espaoles encarcelados a causa de sus ideas. La esperada amnista qued como bengala de artificio. Los doblones del rey, apenas fueroncalderilla. Pero lo que realmente quitaba fuerza y textura al indulto era que ciertos actos polticoscomo asistir a reuniones no autorizadas, repartir propaganda o realizar pintadas, que no entraabandaos materiales contra personas y bienes, continuaban siendo delito. El monarca firm porquemenos da una piedra, pero el descontento estaba servido. Juan Carlos desarrollara el primertramo de su reinado con el fragor de fondo de una reclamacin cada vez ms apremiante: libertad,amnista!, libertad, amnista! Y a poco tardar, libertad, amnista, y estatutos de autonoma!

    Arias: Franco me nombr, y contra eso no puede ni el Rey

    Carlos Arias era presidente del Gobierno desde que Franco le nombr, el 3 de enero de 1974, trasel asesinato del almirante Carrero. Muerto Franco y proclamado Juan Carlos rey y jefe del Estado, elGobierno deba cesar en bloque y en el acto. Sin embargo, all nadie devolvi su cartera, nadiemovi un dedo, y Arias ni se inmut. Los nicos gestos gubernamentales se limitaron a los funerales, las banderas a media hasta y losquince das de luto oficial. El 28 de noviembre, Arias subi a La Zarzuela para su primer despacho con el Rey. Talones juntos,cabeza inclinada, le present sus respetos y luego, en tono medio desenfadado medio protocolario,susurr: Bueno, Seor, ya sabe que puede contar conmigo para servir a Espaa y al Rey. No era una frase de dimisin, sino de ofrecimiento. Juan Carlos puso cara de no haber odo bien.Lo haca a veces. Desde nio tena un tmpano perforado; y esa breve demora le serva de truco parapensar una respuesta. Entonces, Arias agreg: El Caudillo siempre se refera as a Franco me design como presidente por cinco aos, eslo legal, y apenas han transcurrido dos. Entiendo que seguir es mi derecho, pero ante todo es mideber de lealtad. En otras ocasiones lo dira como un desplante retador: Yo estoy atornillado a este silln cincoaos, por ley, y an no he gastado ni la mitad; y tambin: A m me pertenecen todava dos aos ymedio de presidente, y contra eso no puede ni el Rey. No pensaba dimitir. Al Rey no le sorprendi, conoca al personaje. Bien, Carlos, pero vamos a darle una formalidad. Presntame la dimisin oficial y hazla pblica,para que se ponga en marcha el mecanismo del Consejo del Reino, y yo pueda confirmarte en elcargo. Pero cmo...! Arias haba enarcado las cejas con asombro mximo. Menudo lo reunir alConsejo del Reino, con Rodrguez de Valcrcel en suspenso y su presidencia vacante! Lo ninguno. Est Lora-Tamayo de suplente. Y es lo correcto. Aunque su consejo no seavinculante, es preceptivo, yo debo or al Consejo del Reino. No necesariamente. Arias empezaba a mostrar resistencia. El dictamen del Consejo del

  • Reino est indicado para los supuestos de cese o destitucin del presidente del Gobierno. Y meparece que no es mi caso... Si alguien aqu es el albacea, si alguien aqu simboliza la continuidad... Carlos, ya te he dicho que mi idea es confirmarte en el cargo; pero no como una inercia decontinuidad, ni como un derecho tuyo, sino como una decisin ma. As tendra ms fuerza y mssignificado. Entiende que, estrenando el reinado, importa mucho hacer ver que las cosas no siguenporque Franco las puso en marcha y ruedan solas, sino que de verdad empezamos algo nuevo. El Rey percibi cmo a Arias se le ensombreca la expresin, se le agri el gesto y en un instantepas de la desenvoltura al recelo. Era un Arias oscuro que conoca de aos atrs. Prefiri no insistir.Juan Carlos no era un buen lector de libros, pero s un buen lector de rostros. Un conocedor dehombres. Con habilidad cambi de tercio y le llev a otro terreno donde se sintiera ms seguro: Qu bien que hayas mencionado que est vacante la presidencia del Consejo del Reino y de lasCortes! Voy a pedirte ya un primer favor... Absoluto secreto, y que quede entre nosotros. Hizo unapausa y baj el tono de voz. Quiero que ah est Torcuato. Para las tareas que se avecinan, desdeese puesto me ser muy til. Pero, por mucho que yo quiera, si su nombre no figura en la terna que mepresenten los consejeros, no puedo designarle... Necesito que te muevas en ese sentido. T te losconoces a todos, te aprecian, te escuchan, tu criterio les influye. En cambio, Torcuato no tieneamistades en ese ambiente. No es un hombre muy social, sale poco, no alterna, no caza..., y, si no sele conoce bien, hasta cae antiptico. Ya me entiendes, Carlos, creo que para las reformas que vienenTorcuato es oro molido; pero yo no voy a decir a mis consejeros qu nombres me tienen queaconsejar... Con el encargo regio, Arias se tranquiliz. Llevaba tiempo con la comezn interior de que TorcuatoFernndez-Miranda poda ser el favorito del Rey, pero para la presidencia del Gobierno. As queencaramar a Torcuato al alto sitial de las Cortes era una manera muy elegante de prestar un servicioal monarca y librarse de su adversario. Se aplicara a fondo. Cuente con ello, Majestad remat con altanera, lo que yo decido se hace.[5] Al despedirse, el Rey le apremi: Entrate bien, Carlos, porque me parece que los consejeros se reunirn para lo de la terna el 1,lunes, y hoy es viernes. Vamos pillados de tiempo. Y en cuanto a lo tuyo, aunque no entremos en eltrmite del odo el Consejo del Reino, quiero que informes pblicamente de que has puesto tucargo a mi disposicin... Adems, t as quedas mejor doblemente, porque haces el gesto digno deirte y soy yo el que te llamo.

    El Consejo del Reino se reuni el 1 de diciembre en la sesin ms larga de su historia. Eran lasonce de la noche cuando el presidente en funciones, Manuel Lora-Tamayo, regresaba a su domicilioen Toledo. A las once y diez telefone al Rey: Majestad, perdone la hora, pero acabo de llegar a mi casa de Toledo. No he querido pernoctaren Madrid. Luego le explico. Hay terna ya? S, Seor, pero ha costado lo suyo. Los nombres son Licinio de la Fuente, Emilio Lamo deEspinosa y Torcuato Fernndez-Miranda. Aguard a que el Rey tomase papel y bolgrafo, y le ley los votos adjudicados a cada uno. El Rey, ya tranquilo porque estaba el nombre de Torcuato, le pregunt cmo haba sido la sesin: Pues, la verdad, me he venido a dormir a Toledo porque me he negado a estar colgado al

  • telfono hasta las tantas, esquivando presiones. No puede imaginarse las escaramuzas de boicot queha habido para que Torcuato no figurase. He conseguido pararlas porque alguien me puso en guardia.Yo soy un cientfico, no soy poltico, a m estos sabandijismos se me escapan... Pero qu ha pasado, don Manuel? Este medioda, en la pausa del almuerzo de los consejeros, uno de ellos, el ministro AlejandroFernndez Sordo, recibi una llamada telefnica. l fue quien me dio la alerta: Oye, que me hallamado un ministro importante pidindome que hable con los consejeros representantes de lossindicatos para que cambien el voto ya previsto, que tachen a Torcuato y a los otros dos, y ofrezcanuna terna con los tres vicepresidentes del Gobierno todava en ejercicio: Jos Garca Hernndez,Rafael Cabello de Alba y Fernando Surez Gonzlez. Fernndez Sordo se port como un caballero,y gracias a ese aviso pude abortar la maniobra; pero vamos, estaba en marcha.[6] Al da siguiente a las siete de la tarde, Lora-Tamayo y Enrique de la Mata Gorostizaga entregaronla terna al Rey. Juan Carlos firm en el acto el nombramiento de Torcuato. Esta pieza es esencial les dijo. No hagamos esperar a las linotipias! Esa misma noche se imprima el real decreto en el Boletn Oficial del Estado. A la maanasiguiente, Torcuato juraba el cargo en La Zarzuela y por la tarde tomaba posesin en el saln dePasos Perdidos de las Cortes. Torcuato no era un demcrata gran reserva y sin descorchar, sino que proceda del rgimen.Haba sido preceptor del prncipe Juan Carlos, pero tambin ministro del Movimiento guerrerablanca y camisa azul mahn, y vicepresidente del Gobierno de Carrero. Pero tena una mentelcida de jurista y militaba por hacer realidad un sistema de libertades y una democracia de partidossin exclusiones. Para l, la democracia no era algo inevitable, sino necesario y deseable. Y elpasado no poda ser un cepo que le impidiera avanzar. As lo dijo en su toma de posesin: Somos lo que Dios y nuestros padres han puesto en nosotros. Somos lo que la propia psicologa,biologa y personalidad nos aporta. Pero somos, sobre todo, lo que hacemos. Me sientoabsolutamente responsable de todo mi pasado. Soy fiel a l. Pero no me ata, porque el servicio a lapatria y al Rey es una empresa de futuro. La clave de mi comportamiento ser servir a Espaa en lapersona del Rey. Tiempo habr para las palabras, las ideas y las acciones.[7] No era retrica hueca, sino palabras muy intencionadas: un mensaje a los procuradores yconsejeros, hombres que como l venan del pasado, pero no por ello deban sentirse atados sinoencarados a una empresa de futuro.

    Carlos Arias haba cumplido la primera parte de la encomienda del Rey: despleg su influenciasobre los consejeros del Reino en favor de Torcuato. En cambio, desde la segunda parte: noanunci ni oficializ su renuncia. Pasaban los das y el Rey estaba desconcertado. Llam a Torcuato: Mira, Arias ha decidido hacer lo que le da la gana. Yo no puedo aceptar que oficialmente no mepresente la dimisin. Y por otra parte, una cosa es que l siga y otra que mantenga a su Gobierno. Nisoarlo! Dile de mi parte que oficialice la renuncia, como habamos quedado, y luego, cuando yo lehaya confirmado, que venga a Zarzuela a ver conmigo el nuevo equipo. Empieza una etapa nueva yquiero mover el banquillo. Torcuato transmiti el recado a Arias. Carlos, a qu jugis el Rey y t? Al ratn y al gato? Ni l te pide la dimisin, ni t se la

  • presentas... Mira, el Rey quiere que sigas, pero debe quedar todo oficialmente claro. T no eres eljefe del Gobierno de Franco, sino del Rey. Y no continas porque Franco te nombr, sino porque elRey te confirma. Su respuesta fue confusa, envolvente. En cambio, acept sin condiciones que el Rey quisieraintervenir en la formacin del Gobierno nuevo.[8] Al da siguiente, 5 de diciembre, poco antes de las dos de la tarde, el Rey llam por telfono aArias, en Castellana 3. Presida en ese momento la ltima reunin con su gabinete en funciones. Salide la sala de Consejos, fue a su despacho y desde all habl con el Rey. Qu pasa, Carlos? No veo que hayas oficializado tu dimisin. Vaya, por Dios! Lo siento, se me haba olvidado... Pero bueno, si es lo que hablamos! El Rey haca esfuerzos para reprimir su enfado. Carlos,al margen de que yo no te acepte la dimisin, t tienes que presentrmela. Si no dimites, no me daspie para que yo haga el gesto libre de confirmarte. Es de cajn! De vuelta en la sala de Consejos, coment a sus ministros: Era el Rey, para confirmarme oficialmente en la presidencia.[9] A algunos ministros les dio otra versin: Yo, muerto el Caudillo, no quera continuar al frente del Gobierno. Pens dimitir. Pero el Reyme encareci que no le abandonase en estos momentos, y he tenido que reconsiderar mis deseospersonales.[10]

    El dedo en la llaga

    El Rey aguant el trgala de mantener a Arias. La primera, en la frente. Su idea era bien distinta:cortar amarras con el pasado y marcar un cambio de personajes en la escena desde el momentoinaugural. Haba chequeado los currculos de hombres como Jos Mara Lpez de Letona, JuanMiguel Villar Mir, Jos ngel Snchez Asiain, Pedro Gamero del Castillo, conocedores del mundode la empresa y capaces de afrontar con solvencia la crisis econmica que atravesaba Espaa. Queel Gobierno se volcara en sanear la economa, mientras Torcuato al frente de las Cortes faenaba en lareforma del sistema. Pero la actitud coricea de Arias era un test palmario de cmo respiraba laclase poltica afincada en el poder. Y desisti de hacer gestos provocativos de autoridad, siendo unrecin llegado y sin pisar todava pavimento firme. Optimista, por su gen Borbn, Juan Carlos pronto vio la ventaja de arrancar con un presidenteheredado: El primer tramo ser peliagudo; pero como yo no le he nombrado, si se equivoca..., seequivoca l, no yo.[11] La reaccin de su amigo Jaime Carvajal fue una nota madrugadora pero contrastada con lasopiniones de varias personas. Entre otras cosas, le deca en ella: La confirmacin del actual presidente del Gobierno es una decisin que no habr satisfecho a laopinin pblica, por el desgaste que Carlos Arias ha acumulado en sus dos ltimos aos degobernante. Y no slo ha decepcionado a muchos, sino que, a los ojos de esa opinin pblica, lo msgrave es la manera como se ha producido. Es preocupante porque deteriora la autoridad de la Corona, que debe ser intangible, y aparece ya alos pocos das del inicio del reinado mediatizada por unos grupos polticos de escasa o nularepresentatividad [...].

  • Que el punto de partida del nuevo Gobierno se plasme en el espritu del 12 de febrero, pasado ydesprestigiado, es un error. Se debera partir del 22 de noviembre, fecha de la proclamacin del Rey.Si no es as, se da una mala imagen de continuismo.[12] Carvajal haba puesto el dedo en la llaga. Juan Carlos ley la nota varias veces. No era difcil calibrar los daos de imagen que podaacarrearle el haberse arrugado ante Arias y los supuestos ncleos de poder que l pudiera movilizar.Aunque de primeras le abofeteasen la cara, le venan bien esos golpes de aire del exterior que Jaimele enviaba de vez en cuando. Voz fresca y libre de la calle, para descongestionar la atmsferatendenciosa que tena en su propia Casa. En La Zarzuela, casi todo el mundo aplauda la continuidadde Arias; en cambio, miraban oblicuamente el ascendiente profesoral de Torcuato sobre el Rey. El monarca descolg el telfono y se puso en comunicacin con Washington, Pars y Bonn.Necesitaba explicar a Henry Kissinger, a Valry Giscard dEstaing y a Walter Scheell por qucontinuaba Arias. Hacerles ver que aunque Franco haba muerto el franquismo estaba vivo, y nocomo una nostalgia, sino como un afincamiento en el poder: Los hombres de Franco, militares y civiles, son los que ocupan los altos cargos de laAdministracin y gestionan las grandes empresas pblicas. Tienen los mandos. Esto no pareca preocupar demasiado al secretario de Estado americano; s en cambio al francs yal alemn: Vivimos un momento difcil, por no decir peligroso les dijo. La maquinaria franquista sigueen su sitio y dispone de un enorme poder. No ha habido todava una renovacin de las Cortes, y sonuna emanacin del rgimen del General. Lo mismo el Consejo del Reino. Ah estn los ultras mspuros y duros del franquismo. Tambin hay, naturalmente, hombres que me son fieles y con los quecuento para comenzar con suavidad el cambio. Pero... son una minora. Por suerte, he logradocolocar al frente de esas dos instituciones al nico hombre capaz de influir en ellas y marcarles unaruta: Torcuato Fernndez-Miranda. Me es leal y quiere la democracia.[13] En ese ejercicio de sinceridad les confes tambin: Durante un tiempo, yo mismo tendr que moverme haciendo equilibrios: no decepcionar a laizquierda, que s que est expectante; y no irritar a la extrema derecha, que s que est vigilante. Loshechos sern suficientes. Algunas veces presidir el Consejo de Ministros para informarme de lo quesucede, pero habitualmente no pienso hacerlo para no gastarme en las inevitables disputas. A Kissinger, que quera reanudar la negociacin del tratado de las bases americanas en Espaa ypresentarse en Madrid el 15 de diciembre, Juan Carlos le disuadi: Ser mejor demorarlo, doctor, porque an no est constituido el nuevo Gobierno. De ese modo,usted podr hablar ya con quien vaya a ser mi ministro de Exteriores. Como colofn, el Rey hizo una misma peticin a cada uno de los tres grandes: Necesito que confen en m y me mantengan abierto el crdito poltico en esta nueva era. Slo para eso haba descolgado el telfono.[14]

    El Rey hace el Gobierno de Arias

    El primer Gobierno de la Monarqua jur de luto. Fue en la maana lluviosa del 13 de diciembre.Banderas a media asta, chaqus con corbata negra, uniformes militares sin condecoraciones ybrazaletes negros de crespn. Al Rey se le vea serio, ensimismado. La mirada inconcreta. De sien asien, atravesndole la frente, una arruga precoz pero bien delineada como un tatuaje tenue de

  • incertidumbre y temor. La mesilla del juramento con sus faldas de terciopelo granate, el reclinatorio, el crucifijo de marfil,los viejos Evangelios, todo como antes, incluso el texto de la jura en letra grande con la capitularminiada: Si as lo hacis que Dios os lo premie, y si no que os lo demande. Luego, la foto de grupo, blanco y negro, en las escalerillas de La Zarzuela, mirando todos a ningunaparte. En el centro de los veinte hombres, el Rey, de capitn general.[15] Durante mucho tiempo, unJuan Carlos alto, caqui y fajn rojo, sera la metfora de la Corona.

    Hasta llegar a esa instantnea, durante varios das hubo trasiego de visitantes, peregrinajespolticos hacia dos puntos de Madrid: La Zarzuela donde reciba el Rey, y La Chiripa, enCasaquemada, junto a El Pardo, donde viva Arias. Mientras Arias compona su nuevo equipo, el Rey revisaba con Torcuato la galera depersonalidades que pudiera dar un contenido slido, solvente, y una imagen atractiva, nueva, concarga de futuro. Habl a solas con algunos. No era una eleccin, sino un tanteo para sugerir susnombres, en caso de que Arias no encontrara al titular adecuado de tal o cual cartera. Pero nosiempre fue bien recibido ese traspunte regio. Cuando intent que entrasen Po Cabanillas y elgeneral Manuel Dez-Alegra, Arias torci el gesto al or esos dos nombres, y el Rey desisti. Msadelante comentara: Arias tiene enfilado a Dez-Alegra, y tampoco traga a Po Cabanillas, que fueministro suyo y le ces por el destape en las revistas y por ponerse una barretina.[16]

    El 2 de diciembre, Juan Carlos recibi en La Zarzuela a Pedro Cortina Mauri, todava ministro deExteriores, que le llevaba la Declaracin de Madrid sobre el Sahara, rubricada por losrepresentantes de Espaa, Marruecos y Mauritania. El Rey aprovech esa audiencia para tomar elpulso a varios temas de inters que seguan pendientes: Los americanos tienen prisa en renovar lodel uso de las bases y firmar el tratado, pero se ha fijado ya el monto de sus contraprestaciones, endinero y en material militar?; En el asunto del Sahara, no olvido, Pedro, aquella frase tuya tangrfica: No podemos abandonar a los saharauis como si fueran una piara de camellos; esimportante que mantengamos una lnea con la Yemaa, [17] tanto en la descolonizacin como en lanueva administracin del territorio; y En qu punto se ha estancado la renegociacin delConcordato con la Santa Sede?, es culpa nuestra o de ellos?. Cortina Mauri respondi como pudo a aquel intenso repaso de cuestiones abiertas. Al salir deldespacho no llevaba consigo ni medio indicio que le permitiera adivinar si continuara o no al frentede la diplomacia. Para ese puesto, Juan Carlos ya estaba pensando en otra persona. Aun respetando que el autor del gabinete deba ser Arias, el Rey le dio tres nombres concretospara que figurasen en el primer Gobierno de Su Majestad: Jos Mara de Areilza, Manuel FragaIribarne y Antonio Garrigues Daz-Caabate. No tengo compromiso con ninguno de ellos, pero son tres primeras espadas en nuestra clasepoltica: inteligentes, cultos, brillantes currculos, viajados, con mundo, con idiomas, los tres hansido embajadores en plazas first class.[18] Y, sobre todo, son hombres de talante abierto, queapuestan por la democracia y que aportarn al equipo un plus de prestigio. T vers en qu carteraste pueden ser ms tiles. Mi cupo son estos tres. Los dems, caras nuevas. Lo que el Rey no le dijo a Arias fue que cualquiera de ellos le daba mil vueltas. Y tampoco que,

  • adems de la excelencia, tena otras razones para haberlos sealado. Con Garrigues, aparte de por suagenda de contactos y la formidable circulacin internacional del clan Garrigues, el Rey tena unadeuda que nunca olvid: siendo Antonio embajador en Washington, les abri las puertas de la CasaBlanca por primera vez, a l y a la princesa Sofa, en su viaje de novios, en 1962, cuando noramos nadie, para ser recibidos por el glamouroso John F. Kennedy, lo cual entonces, en elfranquismo de espuela y bota alta, era una pica en Flandes. A Fraga, torrencial, le prefera atareado dentro que enfadado fuera. Adems, Fraga, recinregresado del exilio junto al Tmesis como l deca era en aquella hora la esperanzablanca del tardofranquismo. No era franquista, ni falangista, ni democristiano, ni tecncrata decuello duro, y menos an izquierdista... Por no ser, no era ni monrquico. El Rey le tena bien calado.Por conviccin, por devocin y por ambicin, Fraga era un buen fraguista. En cuanto a Areilza, guardaba el Rey cierta prevencin. Sirvi a Franco. Sirvi a mi padre. Ahorame sirve a m. Traicion a Franco. Traicion a mi padre. Y quiz me traicione a m. Pero, entre tanto,se patear Europa y ser el mejor marchand de nuestra democracia.

    Arias veta a Gutirrez Mellado

    Por indicacin del monarca, Arias mantuvo las presencias militares en el Gobierno. Le interesabatener satisfecho al estamento castrense. Si poda contar con su lealtad, las cosas seran ms fciles. Voy a hablar con el ministro del Ejrcito, Coloma Gallegos, porque con los militares, para tirarde uno o de otro, hay que ver el grado, la antigedad... Ya sabes, un teniente general no se cuadraante un general de divisin por muy ministro que sea. Lo hizo. De militar a militar, le habl en directo: Coloma, quiero que Tierra, Mar y Aire mantengan su propio ministro en el Gobierno. Incluso hepensado potenciar el peso militar creando un cuarto puesto: un vicepresidente para Asuntos de laDefensa, que ser ministro sin cartera. Pero convendra renovar el cartel, porque los tres ministrosmilitares llevis ya mucho tiempo. Eso s, vamos a hacerlo sin pisar callos, eh. Y mesa de por medio, cada uno con su escalilla delante, se enfrascaron en lgebras de escalafn. El desalojo de Francisco Coloma Gallegos fue ms que fcil, ya que el propio ministro queradejar la poltrona por motivos personales: sesentn y viudo, se casaba al mes siguiente con lamarquesa de Seoane, Mercedes Picn. Barajaron unos posibles cambios entre capitanes generales. Flix lvarez-Arenas sera el nuevo ministro del Ejrcito. Mariano Cuadra Medina se habamantenido ya en seis gobiernos de Franco como ministro del Aire, le relevara Carlos FrancoIribarnegaray. En cambio, no result posible remover a Gabriel Pita da Veiga, ministro de Marinapermanente tambin desde los tiempos de Carrero. Fue en esa fase cuando el Rey propuso para la vicepresidencia de la Defensa dos nombres demilitares liberales. Cualquiera de ellos le garantizaba una actitud positiva hacia la reforma delrgimen: Manuel Dez-Alegra y Manuel Gutirrez Mellado. Arias rechaz a los dos. Al primero, sinexplicaciones. Al segundo, aduciendo una cuestin de grado: le faltaban unos meses para ascender ateniente general, y no se habra visto bien un ascenso a dedo saltndose el turno. Con todo, el trmite para el nombramiento de Gutirrez Mellado se puso en marcha. Circul lanoticia y hasta se dio por hecho. Pero, inopinadamente, en los ltimos das hubo un cambio: elvicepresidente para Asuntos de la Defensa sera el teniente general Fernando de Santiago y Daz de

  • Mendvil. Cuando Areilza pregunt al presidente Arias por qu Gutirrez Mellado fue primero s y luego no,recibi una explicacin oscura: Tan confusa anot Areilza en su Diario que no acabo deentenderla; porque meti tambin en juego los nombres de los generales Valenzuela, Vega Rodrguezy Fernndez-Vallespn...[19] Ciertamente, se trataba de tres tenientes generales con mayor antigedad que Gutirrez Mellado.Para que no se sintieran preteridos, Arias aplic a su manera el consejo del Rey: No pisar callos. Por algn comentario de comisura, esos que Arias dejaba caer sin casi despegar los labios, JuanCarlos entendi que Gutirrez Mellado no era bien visto entre el generalato que combati en laguerra civil. Razn? El Guti no haba luchado en el frente, sino en la inteligencia subrepticia de losservicios de espionaje. Infiltrado en las retaguardias republicanas, bajo la falsa identidad deTeodosio Paredes Lana,[20] captaba y transmita informacin militar para el Ejrcito sublevado.Pero su nombre les rechinaba por algo ms reciente: un par de conferencias y discursos en 1971 y1974, en los que Gutirrez Mellado postulaba una reforma de gran calado para redimensionar ymodernizar los obsoletos ejrcitos de Franco, y defenda para todos los espaoles el Estado dederecho.[21] Juan Carlos se haba pasado toda su vida elaborando paciencia a base de protegerse como losgalpagos. Desde que era un muchacho tuvo que bandearse entre la corte de Estoril y la corte de ElPardo, la obediencia a Don Juan y el sometimiento a Franco. Se resabi en el arte de meter la cabezabajo la carcasa y aguantar, disimular, esperar. Con el Guti iba a esperar. Haca tiempo que le tena enla despensa. Estando Franco en su larga agona, Juan Carlos recibi en La Zarzuela a Michael Vermehren, elcorresponsal de la televisin oficial de Alemania. Tomando caf, solos y sin cmaras, le avanz suintencin firme de imprimir al pas un cambio del sistema poltico hacia la democracia, pero sinenfrentamientos ni fracturas. Y ya le habl de Gutirrez Mellado como un militar en quien piensopara que haga la reforma de las Fuerzas Armadas.[22]

    Surez, ministro con la venia del Rey

    En la combinacin de ministros civiles, Arias pareca desorientado. Quiz porque no habapensado cambiar su Gobierno, improvisaba a ltima hora. Y sin duda porque careca de un programade accin, no buscaba a los ministros ms idneos. Estando la economa espaola en una fosadepresiva, le daba igual adjudicar el paquete de vicepresidencia econmica ms Hacienda a unhombre de letras que a un hombre de gestin empresarial. Se plante la opcin entre Federico SilvaMuoz, democristiano preconciliar y ex ministro de Franco, y Juan Miguel Villar Mir, un demcrataa secas, con ms aficin a la ingeniera que a la poltica. Silva era letrado del Consejo de Estado ybaluarte de la banca ms reaccionaria: el Banco Espaol de Crdito (Banesto), motejado como elBnker Espaol de Crdito, que reclamaba para Silva Muoz los mandos de la Hacienda pblica.Villar Mir tena un dplex de ctedras, y con treinta y pocos aos presida ya los Altos Hornos deVizcaya y los del Mediterrneo. Lo suyo era espabilar los nmeros. En el tira y afloja de condiciones para ser ministro, Silva decidi salir del parchs sin explicar porqu. Al Rey le pareci bien por dos razones. Una, Silva era un tardofranquista con derroteros defalangista, no habra dado juego de apertura. Y dos, no quera que el Gobierno incubara pugnas entre

  • familias polticas y grupos confesionales, y Silva era un miembro destacado de la AccinCatlica Nacional de Propagandistas. Con todo, que Silva no entrase en el corro entraaba elincalculable riesgo de tener en contra al Banesto: un emporio de influencia sobre miles y miles declientes y ahorradores en toda la Espaa rural. Esos das, en una de sus conversaciones con Arias, el Rey le coment que convendra abrirse alos ms, para integrar en el proyecto a los ms, y sin entrar en matices polticos apunt hacia lageografa: Por qu no metes a un cataln? Aquella misma tarde, despus de su partida de golf en el Club de Campo, Antonio Carro, cerebrogris de Carlos Arias, telefone al gobernador civil de Barcelona, Rodolfo Martn Villa: Rodolfo, el presidente pide nombres de catalanes para el nuevo Gobierno. As, a bote pronto...? Se me ocurren varios: Andrs Ribera i Rovira, Juan Antonio Samaranch,Carlos Gell de Sentmenat, Claudio Boada, Carlos Ferrer Salat... A los dos das, Arias le cit en Madrid: Me interesara le dijo contar con algn cataln representativo... Hbleme de ClaudioBoada, que es el que ms me suena. En esa conversacin, Martn Villa llev varios nombres ms, entre ellos, Francisco LozanoVicente, que entrara como cataln con la cartera de Vivienda. Arias quiso conocer la opinin de Martn Villa sobre el Gobierno con que debera iniciarse laMonarqua. De cara a un rgimen nuevo dijo Martn Villa, antes o despus debern desaparecer dosministerios: Movimiento y Relaciones Sindicales. A ver, a ver, explqueme eso. Arias se haba quedado perplejo. En Martn Villa vea a unhombre procedente del azulismo y del Sindicato Universitario. Falange joven, pero Falange. An ms perplejo se qued Martn Villa cuando, a los pocos das, se le comunic que Arias noslo mantena esos dos ministerios, sino que pona al frente a los dos miembros ms jvenes yreformistas de su nuevo equipo: Adolfo Surez y el propio Martn Villa. Alejandro Fernndez Sordo, el ministro de Relaciones Sindicales que cesaba, fue quien recomenda Rodolfo Martn Villa para esa cartera: Hombre del Movimiento, s, pero cuando estall la guerra l todava estaba mamando.Podramos decir que est a la izquierda de la derecha. Conoce bien el mundo sindical. Leons.Catlico sin beateras. Es ingeniero industrial: dos ms dos, cuatro. O sea, sin imaginacin paracrear problemas y con mente prctica para dar soluciones. Fchale, Carlos. No lo dudes.[23] La inclusin de Adolfo Surez fue una jugada hbil de Torcuato Fernndez-Miranda, que queratener a un hombre de su confianza en el Consejo de Ministros. Con el visto bueno del Rey, Torcuatose desplaz uno de esos das hasta La Chiripa, la casa de Arias. Cmo llevas el crucigrama? Ultimndolo. Estoy con dos carteras, Movimiento y Trabajo, y dos personas, Pepe Sols yFernando Surez... Al final, creo que dejar a Fernando en su cartera de Trabajo. Son muy valiosos los dos, pero estn ms vistos que la Tani. Por qu no llamas a Adolfo Surezpara el Movimiento? Y qu hago con Sols? Pues da una larga cambiada: cesa a Fernando Surez en Trabajo y pon ah a Sols. Y dale elMovimiento a Adolfo. Torcuato saba que Arias no se llevaba bien con Fernando Surez, por su altivez y su prepotencia.En cierto modo, andaba buscando una frmula digna para prescindir de l.

  • Una larga cambiada...? No es mala idea! Pero dejar caer a Fernando as como as... Es ministroy vicepresidente, puede agarrar un cabreo de mil pares de... Le buscaremos un premio de consolacin... El Rey podra nombrarle procurador de designacinreal. Existe eso? Podra existir.[24] Sin embargo, al Rey le importaba ms la salida de ciertos ministros de marcada entretela franquistaque las personas llamadas a sustituirlos. Era preciso diluir la foto esttica de continuidad que Ariasgeneraba con su sola presencia. Y lo consigui con indicaciones indirectas. Igual que a Franco, a Carlos Arias los cambios le producan vrtigo. En sus cuatro remodelacionesde Gobierno anteriores, introdujo tan escasas novedades que mantuvo fijos a doce ministros, como sifueran piezas machihembradas con la estructura. Sus crisis se reducan a uno o dos que salan y uno odos que entraban. Pero en esta ocasin el Rey le haba pedido abiertamente caras nuevas, cambio deimagen, cartel de estreno. Al fin, se fueron Pedro Cortina Mauri, Luis Rodrguez de Miguel, Toms Allende y Garca-Bxter,Cruz Martnez Esteruelas, Joaqun Gutirrez Cano, Fernando Surez Gonzlez, Alejandro FernndezSordo, y los dos polticos que ejercan mayor influencia sobre Arias: Jos Garca Hernndez yAntonio Carro. Aunque alejados del Gobierno, siguieron siendo sus mentores ms prximos, msconstantes y ms influyentes. Sus consejeros en el green de golf.

    El Rey, entre Fhrers, Mussolinis y dems comparsas

    Veinte coches oficiales salieron a la vez de La Zarzuela. Frenando motores en las revueltas de lacuesta abajo, hasta pasar el postilln y la cancela de la Guardia Real, pero en cuanto llegaron alcamino asfaltado entre los rboles aceleraron todos. Estampida. Los ciervos de Somontes huanaterrados. Los ministros tenan que cambiarse a toda prisa el chaqu por el traje oscuro para la tomade posesin en Presidencia, Castellana 3. Evidentemente, el camino es arduo, pero es honroso dijo Arias Navarro en el discurso inicial desu mandato. Se nos llama, se nos congrega, para perseverar y continuar la gigantesca obra deFrancisco Franco, perfeccionndola y adecundola a las exigencias de cada momento, pero siemprebajo el signo de ese encendido, de ese inextinguible amor a Espaa que fue su ltimo grito dedespedida. Los nuevos ministros cruzaron miradas. S, haban odo bien, continuar la obra de Franco.Aunque era la toma de posesin del primer Gobierno de la Monarqua, el presidente Arias menciontres veces a Franco y slo una al Rey. En adelante, esas dosis indicaran la proporcin de suslealtades. El discurso fue ms un lamento por el equipo saliente que una salutacin al gabineteentrante. En realidad, Arias haba dejado caer a sus ministros sin mover un dedo; con la mismapasividad con que acept al nuevo equipo que le impusieron. Lo importante era seguir l. Paradjicamente, se refiri a la tarea que tena por delante con expresiones de agobio la pesadacarga, el camino arduo, la grave obligacin que se pone sobre mis hombros.... Ilusin, cero.Horizonte? Sigo perseverando firmemente en los propsitos que expuse el 12 de febrero. Larendija de una apertura mnima y abstracta que prometi en 1974, estando Franco en el poder.

  • Aquel mismo da de la jura, 13 de diciembre, Areilza visit al Rey por la tarde. Le recibi conexpresiva cordialidad, cogindole de las dos manos y hablndole de su larga y difcil espera detantos aos, a la sombra de Franco. Al fin...! Vine a Espaa con diez aos y voy a cumplir treinta y ocho tacos, fjate si he tenidoque esperar! Tambin t has esperado lo tuyo... Pero todo llega, Majestad. Ha sido ms fcil que Arias dejara irse a los suyos, a los que han salido, que os aceptara a todoslos nuevos... Yo he tenido que imponerme, eh. No te cuento las resistencias hasta formar el Gobierno.Pero ya est. Sois un buen plantel y debis engranaros entre vosotros como equipo. Id despacio,pero... con firmeza, con decisin. Para todo lo que haya de verse en las Cortes, me apoyo en lafidelidad y la flexibilidad de Torcuato en el doble puesto que tiene... El Rey estaba contento y conversador. En otro momento confes: Jos Mara, no quiero que se quede resentido ninguno de los ministros que han salido; ni que sesienta marginado ninguno de los que han estado en el bombo, pero al final no han entrado... Decidlesque vengan, que las puertas de esta casa estn abiertas, y yo estoy aqu para escuchar sus ideas, susfrustraciones... Majestad, convendra buscar alguna encomienda interesante para Po Cabanillas y para elteniente general Dez-Alegra, que se han quedado en el andn... S, s, s... Son dos hombres valiosos y hay que poner a trabajar a los que valen. Por cierto,cuando empieces con los destinos y nombramientos de Exteriores, mira a ver, ofrcele una embajadabuena a mi primo Alfonso, el duque de Cdiz. En Europa? Mejor un poquito ms lejos... Hispanoamrica. Pero... aceptar? Juan Carlos subi las cejas,se encogi de hombros, y as estuvo varios segundos, como si esperase que la pregunta larespondiera el aire.[25] Muerto y sepultado Franco, en la vida poltica espaola se presentaban dos caminos: continuidad ocambio. La continuidad era tan indeseable como imposible. Ni siquiera el General crea en unfranquismo sin Franco. Ah, pero tena unos fortsimos seguidores: el poder poltico, el econmico, elsindical, el militar. El poder, encastillado en la resistencia. El bnker. El Rey quera cambio. Y la inmensa mayora silenciosa, silenciada, tambin quera cambio. Podahacerse rompiendo con lo anterior o reformndolo. Durante los siete meses del Gobierno Ariaspugnaron entre s las tres opciones continuismo, ruptura y reforma, neutralizndose mutuamenteen un impasse estril. Los ministros se haban embarcado para una singladura de gran apariencia, el primer Gobierno dela Monarqua, pero zarparon sin carta de navegacin, sin concierto de equipo, sin reparto defunciones..., y al poco tiempo se dieron cuenta de que tampoco tenan timonel. Arias no diriga. Ariasno lideraba. En las breves conversaciones que los seleccionados para ser ministros tuvieron con Arias, antes deaceptar, el presidente no les expuso un programa conjunto, un plan de Gobierno o unas tareassectoriales concretas. Ms bien, como si les mostrase el cuadriltero de un ring, les acot un terreno,unos topes de libertad. Las cuatro coordenadas de actuacin del nuevo Gobierno, como lmite delcampo poltico, van a ser: unidad nacional, lealtad a la Monarqua, anticomunismo y orden pblico.Dentro de eso, habr juego enteramente libre para las opiniones polticas.[26] El Rey era la nica figura de estreno en el cartel. Su papel, de momento, consista en no hacernada, pero hacerlo bien. Los procuradores pululaban por las Cortes debatiendo temas de ayer. Los

  • consejeros nacionales del Movimiento seguan desgranando prosa florida ceremonial, disfrazados deFhrers y Mussolinis. Y el paisanaje espaol, con su paciente reloj a la espera.

    No un pequeo caudillo, sino un gran Rey

    Encarado ante una pequea agenda de anillas, el presidente de las Cortes y del Consejo del Reino,Torcuato Fernndez-Miranda, reflexionaba sobre esa perplejidad colectiva: Y ahora qu hay que hacer? No lo s, pero hay que plantear y pensar. No un pequeo caudillo, sino un gran Rey. No romper, ir de una situacin a otra, desde la ley. No ruptura, reforma desde la Ley de Sucesin. 2/3 y referndum. Integrar a la izquierda. En medio de la incertidumbre general, Torcuato cabeza fra y nervios embridados saba culera su tarea: Ir de la ley a la ley. Hacer un pasadizo legal, un salvoconducto en regla, quepermitiera pasar de las leyes totalitarias de Franco a la Constitucin democrtica del Rey. Pero lasCortes franquistas no haban sido disueltas, sino prorrogadas. Por tanto, las viejas Cortes tendranque derogar sus viejas leyes y abrir la puerta a las nuevas. Y eso requerira engrasar los oxidadosmecanismos de las Cortes y disponerlas para que en ellas, desde ellas, se hiciera la reforma. Noexista otra instancia. Si el Gobierno eligi la reforma, tiene que contar con las Cortes. Tiene que trabajarlas, integrarlasen la reforma. El desacuerdo Cortes-Gobierno es suicida. Asediaba el problema desde dentro, desde la fontanera. Haba que amaestrar a las Cortes y slo lpoda hacerlo. Pero cmo? Quiz se acord de Romanones: Hagan ustedes las leyes, y djenme am los reglamentos. Y a eso se aplic, al anotar: Uno de los primeros temas sobre el que tengo que volver: reformar desde el reglamento. Reformar el procedimiento de reuniones del pleno [de las] Cortes. Cmo? Dar vueltas a esto. Votacin Consejo [del] Reino. Funcionamiento peridico, cada quince das. Sus garabatos de agenda no eran relatos literarios sino taquigrafa veloz de lo que alguienimportante le deca al otro lado del telfono, o el trazo para memorizar una tarea, o el acta escueta deuna observacin. Fernndez-Miranda no era un hombre locuaz ni redundante, sino tan parco en el decir que a vecesresultaba enigmtico. Por eso sorprende que en esos soliloquios por escrito, a la vuelta de variaspginas, varios das, varias reflexiones, reitere unos pocos enunciados, como si los subrayase conrotulador grueso: No un pequeo caudillo, sino un gran Rey. Reforma desde la Ley de Sucesin. 2/3 y referndum. Integrar a la izquierda. Eran las lneas fijas de su pensamiento. Y, desde su primer apunte, la frmula hbil, la ecuacinde oro: Reforma desde la Ley de Sucesin. 2/3 y referndum. Ya en el arranque del Gobierno de Arias, el 13 o el 14 de diciembre, dej una alerta interesante: Examinar las relaciones del Rey con Carlos Arias, que a la larga me parecen inviables. Torcuato desvelaba ah que no era slo el presidente de las Cortes, sino el hombre del Rey.[27]

  • El vendedor de humo

    Como titular de Asuntos Exteriores, Areilza se emple en una gira intensa y sin tregua por todas lascancilleras comunitarias, como marchante de un producto an inexistente: la democracia espaola.Venda promesas, venda humo... y lo haca con gran entusiasmo. Pero cuando, al regresar de susviajes, iba a Castellana 3 a informar a Arias, se le desfondaba el nimo. Me escucha distrado, como pensando en otra cosa. Suena el telfono varias veces. Habla Arias deforma enrgica, de represin, de hacer frente, de dureza contra el enemigo... Increpa a la prensa.[28] Arias tena la atencin en otra parte. Desde los primeros das de enero, la conflictividad social sehaba disparado como nunca. Un trazo definidor del Gobierno de Arias sera el aumento de lasconvocatorias de mtines, manifestaciones y huelgas obreras, reprimidas todas ellas policialmente.Slo en los tres primeros meses de 1976 se declararon 17.731 huelgas, seis veces ms que en todo elao 1975, que haba sido el ms agitado del franquismo. Traducido a cifras de paro laboral: en 1975,viviendo Franco, se perdieron 14,5 millones de horas de trabajo. En 1976, ms de diez veces ms:150 millones de horas. Aquellos das de enero, cuando Arias daba rdenes tajantes por telfono, y Areilza no conseguaembelesarle con su marketing europeo, en Madrid haba paros simultneos en el Metro, en Telfonos,en Correos; y por el resto de la geografa, huelgas masivas en el sector metalrgico y de laconstruccin. Era el rechazo a las medidas de contencin salarial impuestas por el ministro VillarMir. Y en otro registro, en el de cariz poltico, las poblaciones urbanas de Bilbao, Burgos, Zaragoza,Barcelona, Valencia, Pamplona y otras capitales se manifestaban en la calle reclamando una amnistatotal que vaciara las crceles. Con todo, esa fuerte presin desde abajo, la accin democrtica nacional impulsada desdeComisiones Obreras (CC.OO.) y el Partido Comunista (PCE), no logr cuajar en una gran huelgageneral, la GHG, que hubiese paralizado el pas, forzando al Gobierno a plegarse o a serderrocado pacficamente. Y no se consigui porque los obreros movilizados no relacionabandirectamente sus huelgas y sus reivindicaciones salariales con un cambio poltico de alcance muchomayor; y porque las clases medias trabajadoras se mantuvieron rezagadas y al margen de la movidasocial.[29] El Gobierno, sin embargo, calibr el peligro de la presin desde abajo y la impopularidad de unestado continuo de protestas callejeras. De ah que la espiral de represin fuese cada vez mscontundente. Bastantes tormentas tena Arias en el patio interior como para interesarse por la gira europea delelegante vendedor de humo.

    En contraste con el desinters de Arias por los temas de exteriores, el Rey animaba a Areilza aabrirse sin prejuicios y sin tabes. La Espaa que heredaba de Franco estaba excluida, marginada. Hay que abrir puertas le decaal ministro, normalizar relaciones con todos, salir del gueto. Iba sealando: Yugoslavia, Rumania, la Unin Sovitica... Estas dos ltimas a la vez, para no tomar partido enlas luchas entre ellos. Israel?

  • Tendremos problemas y suspicacias con los pases rabes, pero me parece bien que empecemosa dar pasos. Somos los nicos en Europa que no reconocen el Estado de Israel. El presidente EfraimKatzir me envi un mensaje de saludo muy expresivo a travs de Max Mazim. Mxico... Yo creo que ellos deben dar el primer paso. Saben que aqu ha cambiado el rgimen, y no hayrazn para que sigan manteniendo que lo legal es la Segunda Repblica. Eso es una antigualla de la poca de Lzaro Crdenas, que ya ni tiene sentido, ni ellos la quieren.Lo que pasa es que este Luis Echeverra es un elemento de cuidado... Mejor, cuando acabe susexenio, que ser en noviembre. Ahora hay que centrarse en Europa, pero luego tenemos que hacer las Amricas. Iremoshablando... Perdona que salte a otro tema: hay que resolver el contencioso con la Santa Sede. Francose las tuvo ah muy tiesas, y el asunto se estanc, se agri y se fue pudriendo. No s qu te dir Arias,pero l estuvo en el meollo de alguno de los problemas. Arias no ve Roma con simpata. Lo de monseor Aoveros se le atragant.[30] Mi deseo es tener una buena relacin con la Santa Sede. El Concordato est viejo y hay querenovarlo. Cul es el nudo de la discusin? El privilegio de terna para las vacantes de obispos?Bueno, pues es un privilegio concedido a mis antepasados los Reyes Catlicos, y no al jefe delEstado, sino a la Corona espaola. De hecho, la Repblica renunci al privilegio. As que algo tengo yo que decir en eso: el Rey de Espaa quiere renunciar. Ms claro? Slo encasos muy, muy especiales habra que conservar el control de los nombramientos. Como hizo laFrancia de De Gaulle despus de la guerra mundial. Mejor dicho, como pretenda hacer..., que sa esotra historia. Siguieron hablando de esa y otras cuestiones. Gibraltar? Un paisano tuyo y predecesor en el ministerio, Castiella, estaba obsesionado con el asuntoGibraltar, era su monotema, tanto que la Reina, entonces princesa Sofa, en plan de guasa le llamabael ministro del Asunto Exterior... Lo mejor que se puede hacer con Gibraltar es no hacer nada; y entre tanto, marear la perdiz. Importa mucho no dar la sensacin de que ahora cambiamos de poltica por el parentesco defamilia entre las dos casas reales. Que todo siga igual. Mira, en una conversacin privada conFelipe, el duque de Edimburgo, me dijo con toda confianza: Por qu demonios no te pones encontacto con la gente de Gibraltar y avanzas all en algo para llegar a un acuerdo? Nosotros estamoshasta la coronilla de toda esta historia, que adems nos sale carsima. Me lo creo a ojos cerrados. Areilza disfrutaba con ese intercambio de confidencias. Y anms caro nos saldra a nosotros recuperar ese Pen y sus monos... En cuanto tuviramos los dospolos del control del Estrecho, Hassan II no tardara un minuto en intentar meterse en Ceuta y enMelilla. l a su vez le cont al Rey que el embajador ingls, Charles D. Wiggin, le haba facilitado unapunte sobre Gibraltar bastante coincidente con lo que haba dicho Felipe de Edimburgo: Ni unosolo de los ministros del actual gabinete britnico deja de comprender las razones que asisten aEspaa en la secular disputa de Gibraltar. Tampoco ignoran el hecho de que la Roca ha dejado deser una pieza clave en la defensa nacional. Wiggin le desvel tambin la existencia de unmemorando clasificado confidencial que contiene las lneas maestras para lograr un arreglo delproblema con Espaa.

  • Cuando volvamos a tomar el t Wiggin y yo concluy Areilza, le preguntar simplementeHow much?[31]

    Operacin Ddalo Areilza, por ser el jefe de la diplomacia, despachaba frecuentemente con el Rey. No siemprehablaban de cuestiones exteriores. De vez en cuando, Don Juan Carlos sacaba el tema de la renunciade Don Juan. Quera que fuese cuanto antes. Lo llamaban en clave Operacin Ddalo. Habanbarajado y descartado escenarios: las Cortes, el Palacio Real, El Escorial..., aunque a mi padre legustara ese lugar, de donde vienen los Austrias y los Borbones, las dinastas espaolas. El Reyprefera que la renuncia se hiciera como un pacto de familia, y sin ningn intermediario para elresultado final. Y en un sitio lo ms parecido a ninguna parte, un gran navo militar fondeado enaguas territoriales espaolas: el portaaviones Ddalo. Desde diciembre, Antonio Fontn viaj varias veces a Estoril llevando a Don Juan algunassugerencias concretas apuntadas por el Rey: Solemnidad protocolaria del acto, para recibir yo de mi padre la investidura de legitimidad, lajefatura de la dinasta, de la Orden del Toisn de Oro y de la grandeza de Espaa. El Conde deBarcelona podra conservar ese ttulo soberano de modo vitalicio, es lo nico que me ha pedido, contratamiento de Alteza Real, y ser almirante honorario de la Armada. Vivira en Espaa, conresidencia y dotacin presupuestaria, y en el protocolo oficial tendra el estatus de padre del Rey.[32] No tardaban en llegarle al Rey noticias indirectas de la reaccin de su padre. El emisario sola serAntonio Fontn, y en alguna ocasin Joaqun Muoz Peirats. Pero no era un asunto que lo hablase concualquiera. Don Juan estaba dispuesto a dar el paso definitivo y a que fuera pronto. Pero en los ltimos dasrecibi tanto empujn oficioso que... se repuch. No slo se lo pidi doa Mara; tambin letelefonearon para lo mismo algunos miembros destacados de casas reinantes europeas. Don Juansupona que todas esas insistencias las mova su propio hijo. A pesar de todo era uno de los mensajes que lleg al Rey, su decisin es firme en el sentidode ceder a Don Juan Carlos la investidura de la legitimidad. Y dentro de poco tiempo. Tiene yaredactado un borrador del documento, que ha cotejado con otros gestos parecidos habidos en susascendientes reyes, y espera que el acto sea pblico, breve, pero solemne. Y se apuntaba una pregunta de protocolo: Convendra que, una vez negociado el asunto, el Gobierno enviase a algn ministro a Estoril parapedirle oficialmente a Don Juan este ltimo acto de generosidad y patriotismo? O debe mantenersecomo pacto de familia sin intervenciones polticas oficiales? La prisa de Don Juan Carlos se deba a su deseo de hacer coincidir la renuncia de su padre con sufiesta de cumpleaos, el 5 de enero, y celebrarlo en el Palacio Real, en la recepcin solemne de suprimera Pascua Militar como Rey. El ltimo recado de Don Juan frenaba esas impaciencias dando la razn de su demora: El Condede Barcelona piensa que el Rey debe comprometerse antes en un programa de reformas, quiz algoparecido al del memorial Fraga. Quiere ver que se inicia en serio una apertura democrtica. Y esoes lo que podr desencadenar la operacin renuncia.[33]

  • Fraga: un reformador con paraguas y bombn

    Fraga y Areilza eran los nicos ministros que desde el primer momento se propusieron ir a unademocratizacin del sistema. Intercambiaban papeles con esbozos, se reunan para discutirlos... Ensustancia, uno y otro pretendan elaborar unas leyes de parcheo, unos salvoconductos que permitieranciertas libertades bsicas a los ciudadanos, y reformar algunas piezas del aparataje polticofranquista, pero el Gobierno y las Cortes conservaran la iniciativa constituyente. No les importabademasiado que ese formato fuese el de una carta otorgada, una Constitucin fabricada desde losrganos del viejo rgimen, cuando lo que la nueva etapa exiga era algo tan distinto, tan simple y tanrevolucionario como constituir al pueblo en constituyente. De abajo arriba, y no al revs. Muy madrugador, en los primeros das de enero Manuel Fraga desenfund ante sus colegas deGobierno un memorial titulado La reforma constitucional: justificacin y lneas generales, con elque pretenda tomar la iniciativa poltica, presentndose as como el nico poltico de la situacincon una frmula reformista concebida para evitar a toda costa la ruptura. Fraga era la estrella poltica del momento, la esperanza blanca, el reformista intrpido llegado deLondres o, como l sola decir del exilio de Belgravia, la embajada espaola entre Hyde Park,Buckingham y Victoria Station. El memorial de Fraga era una mixtura que tomaba de lo viejo y de lo nuevo: una Cmara Bajaelegida por sufragio universal, aunque por los cauces falangistas de familia, sindicato y municipioa los que se podran aadir las asociaciones que no partidos polticos; y un Senado corporativo,estamental, designado, no elegido, en el que empotraran a los miembros del Consejo Nacional delMovimiento. El presidente del Gobierno seguira siendo nombrado por el Rey, entre una ternapresentada por el Consejo del Reino, que tambin se mantendra. No vea necesario desmontar elsindicato vertical y nico. Sin darse cuenta, en ese punto coincida con los comunistas, querechazaban la pluralidad sindical y preferan un sindicato nico para controlarlo, incluso asumirlontegro desde CC.OO., el sindicato del PCE. Curiosamente, Fraga, que no era de extraccin ni devocin monrquica, produca a toda hora textossobre la regencia, la mayora de edad del prncipe heredero, los matrimonios regios... Deseabaapuntalar la Monarqua y estaba seguro de que un referndum organizado y controlado desde elpoder se ganara, dando as al Rey el respaldo popular que precisa para validarse. Es claro que unreferndum dirigido y controlado desde el poder se ganara, como se ganaban en tiempos de Francocuando votaba el 101 por ciento del censo, pero no le dara al Rey ni un gramo de legitimacinpopular.

    El Rey: Scales dinero a los americanos, como gesto hacia m

    El Rey no confiaba en Arias, ni en su voluntad de acometer en serio la reforma poltica, ni en suempeo por afirmar la Monarqua desde el inicio de su andadura. No obstante, forzado por lascircunstancias, decidi darle su oportunidad de juego y cancha libre para que desarrollara sus planesde Gobierno. El decurso de los meses demostrara que Arias no tena otros planes que durar, resistiry oponerse al cambio. Sin interferir en las competencias del Gobierno, el Rey haba perfilado la agenda de sus primerospasos como jefe del Estado. Deseaba que el viaje a Estados Unidos fuese el punto inicial de susvisitas oficiales al extranjero. Pero ese viaje no convena realizarlo mientras estuviesen pendientes

  • las negociaciones del tratado bilateral y el acuerdo sobre las bases americanas en Espaa. Por tanto,hasta mayo o junio recorrera el territorio nacional en una tourne de contactos directos con losespaoles: tocar pueblo, conocerlos y darse a conocer. Una batalla de conquista pacfica. Losespaoles le conocan como el prncipe de Franco; ahora necesitaba ganrselos como Rey yrecibir de ellos la legitimidad popular. Una asignatura pendiente e indemorable. Empezara porCatalua. Otra urgencia en su agenda era hacer ver cuanto antes a las Fuerzas Armadas que no estabanacfalas, que tenan un jefe supremo, y ese jefe era l. Tambin entre sus prioridades tena el Rey una reunin con el Consejo del Reino. En teora, debaser su cinturn pretoriano de consejeros, pero en la realidad no era as. Salvo dos o tres, el restoeran hombres afectos al franquismo y renuentes a cambiar el rgimen. El Consejo del Reino era unrgano superfluo y formalista, acostumbrado a sestear durante aos, y que Franco emple como seemplea el lacre, para sellar lo ya decidido, ya escrito y ya firmado. Se necesitaba el dictamen del Consejo del Reino para disolver o prorrogar la legislatura de lasCortes; para destituir al presidente del Gobierno, y para que presentasen al jefe del Estado una ternade tres posibles candidatos a ocupar ese cargo. Sus consejos eran unos formulismos preceptivosaunque no vinculantes, pero si el Rey los desoa se podra generar una colisin institucional. Demodo que, aun siendo un rgano de dignidad y circunstancias, a malas poda convertirse en llaveencasquillada que impidiera abrir la puerta. El Rey saba que en dos momentos no muy lejanos tendra que recurrir al Consejo del Reino: paraorlo el da que decidiera prescindir de Arias; y a continuacin, para que fabricase la terna deposibles presidentes del Gobierno. Llegada esa ocasin, la llave deba estar bien lubricada. Atento, pues, a esos primeros pasos que l mismo se haba establecido, cuando Arias le dijo quehaba convocado la Junta de Defensa Nacional en Presidencia del Gobierno, le dijo: No, no, ctalosaqu, en Zarzuela, porque voy a presidirla yo. El tema del da era el acuerdo sobre las bases militares, los contenidos del tratado con EstadosUnidos que deba firmarse el 23 de ese mismo mes. Los altos mandos militares, pese a ser losbeneficiarios del toma y daca con los americanos, se mostraban crticos y recelosos. Casi todosdesenfundaron sus folios y los fueron declamando con vehemencia o leyndolos atropelladamentepara que todo entrara y nada quedase por decir. Tenan la mala experiencia, se dijo all, del gatoescaldado: Toman a Espaa por un hangar de alquiler y un taller de reparacin para sus buques ysus aviones, o una drsena para sus peligrossimos submarinos nucleares; A cambio, nos dan lachatarra que ellos no usan, o si son equipos nuevos nos los suministran por piezas, sin municin, sinformalidad en las fechas de entrega, cuando les da la gana; El tratado queda muy bien en el papel,pero no tiene un valor real: las clusulas de seguridad son un camelo, porque Estados Unidos nomover un dedo si a nosotros nos ataca el moro en Ceuta, Melilla o Canarias; Las contrapartidasson imaginarias, y los crditos tienen unas condiciones que nos atan las manos para desarrollarnuestro propio armamento nuclear; van en letra pequea, pero van; Las ayudas civiles son menoresque las que obtenamos antes; Las fechas de desnuclearizacin y salida de sus submarinos no sonreales, no se conseguirn; Habra que reducir drsticamente esos vuelos de sus cisternas desuministro de combustible por encima de nuestro territorio. Decan unos, decan otros... El Rey escuchaba muy atento, sin mover un msculo. De vez en cuando tomaba alguna nota. Pero semantuvo estatuario. No quera expresar acuerdo o desacuerdo con lo que all se manifestaba; slo orlas opiniones de la cpula militar. El tratado iba quedando hecho trizas sobre el tapete adamascado de la mesa de consejos, y an

  • faltaban algunas opiniones in voce, sin folios, de argumentos que en caliente y con la venia de SuMajestad proponan independencia, neutralidad, tener nuestra propia fuerza disuasoria,cerrar las bases y que empiecen a valorarnos, recordemos el papeln que nos hicieron jugar enIfni o, ms reciente, cmo estamos saliendo de Sahara... En lo que respecta al contenido defensivo militar dijo el general De Santiago, comoresumiendo las posiciones expuestas, las ventajas para las Fuerzas Armadas no se ven por ningunaparte. Este acuerdo no nos asimila a la OTAN. Seguimos fuera del club. Nosotros los ayudaremos aellos, pero ellos a nosotros, no. Dicho esto, no parece que por parte militar se vea la necesidad devincularnos, y nada menos que con un tratado entre dos Estados, a no ser que haya un interspoltico... Eran las mismas posiciones que Carrero Blanco defendi tozudamente ante Henry Kissinger el 19de diciembre de 1973. Al da siguiente reventaba dentro de su vehculo oficial, por el impacto de unacarga de C4, explosivo estadounidense de uso exclusivo militar, activada por Euskadi Ta Askatasuna(ETA). Arias Navarro, su sucesor en la presidencia del Gobierno, inici inmediatamente la negociacincon Estados Unidos. Hasta el momento presente. Dos aos de discusiones y regateos, con cara deperro. Franco, enfilando su corredor de la muerte, y el futuro de Espaa en suspense. Al fin, eltratado estaba listo para la firma. Y ahora los generales salan por ese registro... Arias mir al Rey ypidi la palabra: Seores, pregunta el vicepresidente De Santiago si detrs de este tratado hay algn interspoltico. Pues claro que lo hay! Ms que un inters, una opcin. Como nos ha dicho hace un momentoel ministro de Exteriores, este tratado es parte de un todo, y en el contexto poltico y defensivo dehoy, Espaa tiene que optar por Occidente sin vacilacin. No nos podemos costear la neutralidad.Y... no vamos a alinearnos con el bloque sovitico. En cuanto a las contrapartidas de las que algunosaqu desconfan, les recordar que el Caudillo no slo aprob el anterior acuerdo marco, muyinferior a este tratado, sino que dijo al ministro Pedro Cortina, que era el negociador: No se vengande ah Franco en persona los llam por telfono a Nueva York con las manos vacas. En ltimotrmino, si no consiguen ustedes lo que quieren, firmen lo que les pongan delante. Pero el acuerdo lonecesitamos. La mencin a Franco fue como un abracadabra que zanj la discusin.[34] El Rey les ofreci despus un refrigerio y charl distendidamente con los ministros militares y conlos jefes de los estados mayores. Saba que en el Ejrcito haba dos capas generacionales: una, de coroneles hacia arriba, elgeneralato, un Ejrcito franquista, chapado a la antigua, cargado de medallera y reacio al cambio; yotra, de tenientes coroneles hacia abajo, la oficialidad que peda modernizacin militar, aperturasocial y democracia poltica. l tendra que estar con unos y otros. A los de arriba, recibirlos enaudiencia, escucharlos, comprenderlos, y no permitir que por hache o por be les saltasen elescalafn. A los jvenes, fajrselos en maniobras y ejercicios tcticos, abrirles un porvenir encontacto con oficiales europeos y americanos. Su preocupacin era una posible fractura dentro delEjrcito si se radicalizaban las dos tendencias: el inmovilismo de los veteranos y la exigencia deapertura por parte de los capitanes y los comandantes jvenes. Hizo un aparte con Areilza, que estaba indignado con cuanto haba escuchado all. Al da siguienteviajaba a Bonn, Luxemburgo y Pars para llamar a las puertas de los pases comunitarios, conscientede que nuestro dificilsimo acceso a la Comunidad Econmica Europea (CEE) pasaba por dosantesalas ineludibles: una desfranquistizacin del sistema con garantas democrticas, y eso como

  • previo al posible ingreso en la OTAN. Ya has odo a stos le dijo el Rey, as que hay que batirse el cobre para sacar ms ventajaseconmicas en las contrapartidas. Por lo dems, en el Ejrcito hay ms UMD de la que os pensis...Interprtalo como quieras.[35] El Rey y Areilza no precisaban ser muy explcitos entre s: estaban al cabo de la calle de ladependencia de Espaa respecto a Estados Unidos para asentar la Corona y la democracia. Elministro de Exteriores aprovech ese breve aparte para contarle al Rey algo que Kissinger le habadicho pocos das antes en Pars, desayunando en la Rue du Faubourg Saint-Honor: Quiero que sepaque no estarn bajo la presin de Estados Unidos. Ustedes saben que tiene que haber ciertaevolucin, y lo estn haciendo. Si algn estadounidense los presiona, si es del Departamento deEstado, dganmelo; y si no es del Departamento de Estado, ignrenle. Y cuando hablamos del tratado, de las ayudas que se consignaban en dinero, le dije que porcuestin de imagen, deberan sumar en total mil millones de dlares, y no los 675 millonesprevistos. Le suger que hinchasen la cifra incluyendo otras partidas ajenas al acuerdo, de aqu y deall, por ejemplo de los crditos del Export-Import Bank. Qu te contest? Kissinger me dijo que, por no sobresaltar al Congreso ni suscitar envidias en otros pasesaliados que en estas fechas estn negociando convenios, l prefera manejar pblicamente la cifra deochocientos millones de dlares, aunque bajo cuerda... Discutimos un rato ese punto. Yo insist en lacifra redonda de los mil millones de dlares, y le subray: Por contentar a los militares espaoles,que son reacios al acuerdo. Y cmo quedasteis? Le hice entender que aqu habr democracia si los militares nos garantizan la estabilidad polticainterna. Tambin le remach la necesidad de fijar unas fechas tope para la retirada de sus ingeniosnucleares de la base de Rota. Habl casi una hora. l tom notas y al final me dijo: Aqu hay unascosas que dependen de m; otras, de Defensa; y otras, del Congreso. Pero yo asumo la tarea de que seacepte todo del mejor modo posible. Bueno, Jos Mara, ahora cuando venga y volvis a sentaros, t cntrate en las contrapartidas deltratado. Aprieta ah para sacar ms ventajas. Y dile a Kissinger que, hombre..., que hagan ese gestocomo un apoyo pblico de los americanos al empeo democratizador de la Corona, y tambin...como signo de confianza en m.[36]

    Kissinger: Cunto manda el Rey?

    El Boeing oficial 707-VC137, fuselaje azul y oro, aterriz en Barajas el 24 de enero, sbado. Elministro de Exteriores, Areilza, al pie de la escalerilla, recibi a su homlogo americano HenryKissinger, que llegaba con su squito de asesores y ayudantes para la firma del tratado. Con elpresidente Arias, en Castellana 3, la conversacin fue insulsa, sonrisas de protocolo y traduccionesmediocres. De ah, a La Zarzuela. Con el Rey, un dilogo cordial, desenvuelto, extenso y en ingls.Almorzaron en el jardn, y