la generación del noventa y ocho. apoyos para clase de literatura

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    2011 Antonio Garca MegaLa Generacin del Noventa y Ocho. Recursos para la clase de LiteraturaAngarmegia: Ciencia, Cultura y Educacin. Portal de Investigacin y docenciahttp://[email protected]

    http://angarmegia.com/http://angarmegia.com/mailto:[email protected]:[email protected]:[email protected]://www.safecreative.org/work/1107129663822http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/es/legalcode.esmailto:[email protected]://angarmegia.com/
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    La Generacin del Noventa y OchoNotas y recursos didcticos para la clase de Literatura

    Una propuesta deAntonio Garca Mega

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    CONTENIDO

    Sntesis terica .......................................................................................................................... 9El autor y su obra .................................................................................................................... 19

    Documentos complementarios.... 43

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    La Generacin del Noventa y OchoSntesis terica

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    El siglo XIX vive el final del imperio colonial espaol. En 1895 levantan las ltimas

    colonias espaolas, Cuba y Filipinas. Espaa es derrotada y, en el Tratado de Pars de 1898,otorga la independencia a Cuba, dejando el control de Filipinas y Puerto Rico a los EstadosUnidos de Amrica. La indignacin que estos hechos provocaron en el sentir de los espaoles semanifiesta tambin en la literatura a travs de los escritores de la Generacin del 98.

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    Tradicionalmente se ha dividido a los escritores de finales y principios de siglo en dosgrupos diferenciados, el Modernismo y la Generacin del 98. No obstante las diferencias entre

    unos y otros no son tan claras. Algunos integrantes de la Generacin del 98, Antonio Machado oRamn Mara del Valle-Incln, se podran adscribir a uno y otro movimiento.Adems, los dos colectivos se mueven con una esttica que rompe con la del siglo XIX.

    Todos abogan por una profunda renovacin lingstica, con nuevas posibilidades expresivas, yadoptan posturas crticas ante las normas sociales y la situacin poltica.

    MODERNISMO GENERACIN DEL 98Nace y se desarrolla en Hispanoamrica y

    Espaa bajo influencia de Europa.Movimiento esencialmente castellano

    Reflexin cosmopolita y universal Reflexin centrada en EspaaTema de tradiciones clsica, medieval Tema patritico

    Intenta eludir la realidad mediante la huda amundos exticos e irreales

    Intenta reflejar la realidad moral y social deEspaa y protestar ante ella

    Sensorial, emotivo y superficial RacionalPrefiere la lrica y la prosa potica renovadas Prefiere el ensayo y la novelaPredominio de la forma sobre el contenido.Lenguaje sensorial, preciosista, evocador y

    simblico

    Predominio del contenido sobre la forma.Lenguaje sencillo, personal y castizo.

    Se agrupa bajo el apelativo de Generacin del Noventa y Ocho a un colectivo deescritores nacidos entre 1864 y 1875 que analizan los males que han llevado al pas a unasituacin de decadencia y desastre.

    Coinciden en su esfuerzo por recuperar la esencia y el alma de Espaa y sacar de laindiferencia y la apata a los espaoles.

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    Se rebelan, por eso, ante el atraso social y econmico en que viven y proponensoluciones imaginativas para la cambiar la agricultura, la educacin, la cultura y el modeloeconmico pas. Consideran, adems, que Espaa no puede vivir de espaldas a Europa.

    Se apoyan en los valores patriticos que descubren en el pasado glorioso del pas a

    pesar de que la mayora de ellos militan o apoyan movimientos y teoras de ndolerevolucionaria. Unamuno es marxista y milita en el Partido Socialista, Ramiro de Maeztumuestra ideas socialistas, Azorn y Pio Baroja son simpatizantes anarquistas

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    La esencia de la Generacin del 98 la explica muy bien Valbuena Prat:

    "La fecha de 1898 es todo un smbolo de historia y de cultura. La prdida de lasltimas colonias espaolas, el desastre de la guerra con los Estados Unidos, sumieron alespritu nacional en la desesperacin, en la desilusin. Como en otros momentoscomparables de desaliento nacional, con ser muy dolorosa la realidad, an se hizomayor en las mentes y en los labios desesperanzados. El espaol hizo una vez mstrofeos de sus propias miserias, y su crtica de los valores raciales fue negativa ydoliente. []

    No importa que algn autor haya motejado la fecha de inexacta. Lo que importaes el smbolo de ese ao, y l puede ser el aglutinante de las rebeldes individualidadesde sus autores. Una vez ms, altas figuras culturales se preguntaban sobre su raznhistrica y su futuro destino, y planteaban una crtica que dentro de sus aspectos ms

    negativos encerraba una poderosa afirmacin. Les dola Espaa a esos autores, paraemplear una expresin del escritor ms profundo del 98, y era ms lo que creaban que loque destruan con su criticismo" [Historia de la literatura espaola, Gili, Barcelona,1937]

    Ese espritu de protesta y rebelda es provocado en parte, pues, por la actualidadcontempornea de determinadas doctrinas revolucionarias.

    En general, los autores de la generacin, mantuvieron, al menos al principio, unaestrecha amistad y se opusieron a la Espaa de la Restauracin proponiendo posturascoincidentes.

    Distinguen entre una Espaa real, miserable, y otra Espaa oficial falsa y aparente. Su

    preocupacin recuperar la identidad de lo espaolabre un debate que continuar conposterioridad a ello, sobre el llamado Ser de Espaa.

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    Se interesan por el paisaje y las tradiciones. Admiran Castilla, y la ensalzan. Recorren laMeseta y escriben libros de viajes a la vez que resucitan el romancero y, con ellos, losms viejos mitos literarios espaoles.

    Renuevan los gneros literarios. Crean formas nuevas para todos ellos.

    As, dentro de la narrativa, Unamuno desarrolla la nivola, trmino que aparece porprimera vez como subttulo de su obraNiebla, y que representa el rechazo a todo lo quedefiende la novela realista: la caracterizacin psicolgica de los personajes, laambientacin realista, la narracin omnisciente en tercera persona... Prima en ella, pues,la sencillez estructural, la supresin de descripciones, el monlogo interior, el dilogo

    Jos Martnez Ruiz, Azorn, fragmenta la narracin en instantneas que congelan eltiempo y captan la impresin de un momento. En su experimentacin con el espacio yel tiempo hace vivir al personaje en varias pocas y lugares. Es la novela impresionista.Ejemplo de ellas sonLa voluntado Confesiones de un pequeo filsofo.

    Para Baroja, muy influido por el folletn, la novela acoge todo, reflexiones, humor,ideologa, aventuras y crtica social. La realidad inmediata proporciona unos escenariosque, combinados, establecen el entramado de novelas en las que predominan losambientes suburbiales, la vida de los humildes y sus problemas sociales, polticos yeconmicos.

    Valle Incln revoluciona el teatro con sus esperpentos

    Rechazan la frase amplia, la elaboracin retrica y el carcter detallista del Realismoprimando un lenguaje de sintaxis corta muy prximo a la manera de decir de la calleque reproducen en todo su casticismo.

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    Se acercan a las corrientes filosficas europeas de Friedrich Nietzsche, ArthurSchopenhauer, Sren Kierkegaard y Henri Bergson.

    Son pesimistas en cuanto a la situacin de pas y simpatizan con el pensamiento

    romntico, especialmente con el de Mariano Jos de Larra. Ideolgicamente sonRegeneracionistas.

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    No diferencian entre el objeto de la observacin y la manera de mirar. El sentir personaltamiza la mirada y la carga de una subjetividad exacerbada que les conduce al lirismo.

    Entre los autores ms destacados de la generacin habra que citar a:

    Los Tres. Grupo constituido por Pio Baroja, Azorn y Maeztu que firmanartculos bajo ese el pseudnimo. En 1901 publican un manifiesto en el exponenla necesidad de cooperar en la generacin de un nuevo estado social en Espaaque la saque de la miseria actual. Pero su campaa poltica fracasa y acenta supesimismo y desengao, por lo que abandonan el camino de la accin y girahacia posturas ms idealistas y soadoras.

    ngel Ganivet Joaqun Costa Miguel de Unamuno Jos Ortega y Gasset Antonio Machado Ramn Mara del Valle-Incln Vicente Blasco Ibez Gabriel Mir.

    Los noventayochistas contribuyen poderosamente a la renovacin literaria de principiosde siglo. Sienten una especial reverencia por Larra, al que consideran un precursor, y poralgunos clsicos como Fray Luis de Len, Cervantes o Quevedo. Incluso miran ms atrs, haciael Medievo del Poema de Mio Cid, o las obras de Berceo, Jorge Manrique y el Arcipreste deHita. La renovacin esttica y los logros del noventa y ocho, merecen de los crticos suinclusin dentro de la Edad de Plata de nuestra literatura.

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    El autor y su obraBreve resea biogrfica y texto representativo

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    El autor y su obra

    Miguel de Unamuno y Jugo

    TEXTO

    Del sentimiento trgico de la vidaEl punto de partida

    Acaso las reflexiones que vengo haciendo puedan parecer a alguien de un cierto carctermorboso. Morboso? Pero qu es eso de la enfermedad? Qu es la salud?

    Y acaso la enfermedad misma sea la condicin esencial de lo que llamamos progreso, yel progreso mismo una enfermedad.

    Quin no conoce la mtica tragedia del Paraso? Vivan en l nuestros primeros padresen estado de perfecta salud y de perfecta inocencia, y Yav les permita comer del rbol de la

    vida, y haba creado todo para ellos; pero les prohibi probar del fruto del rbol de la ciencia del bien y del mal. Pero ellos, tentados por la serpiente, modelo de prudencia para el Cristo, probaron de la fruta del rbol de la ciencia del bien y del mal, y quedaron sujetos a lasenfermedades todas y a la que es corona y acabamiento de ellas, la muerte, y al trabajo y alprogreso. Porque el progreso arranca, segn esta leyenda, del pecado original. Y as fue cmo lacuriosidad de la mujer, de Eva, de la ms presa a las necesidades orgnicas y de conservacin,fue la que trajo la cada y con la cada la redencin, la que nos puso en el camino de Dios, dellegar a l y ser en l. Queris una versin de nuestro origen? Sea. Segn ella, no es en rigor elhombre, sino una especie de gorila, orangutn, chimpanc o cosa as, hidrocfalo o algo parecido. Un mono antropoide tuvo una vez un hijo enfermo, desde el punto de vistaestrictamente animal o zoolgico, enfermo, verdaderamente enfermo, y esa enfermedad result,adems de una flaqueza, una ventaja para la lucha por la persistencia. Acab por ponersederecho el nico mamfero vertical: el hombre. La posicin erecta le libert las manos de tenerque apoyarse en ellas para andar, y pudo oponerse el pulgar a los otros cuatro dedos, y escoger

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    objetos y fabricarse utensilios, y son las manos, como es sabido, grandes fraguadoras deinteligencia. Y esa misma posicin le puso pulmones, trquea, laringe y boca en aptitud depoder articular lenguaje, y la palabra es inteligencia. Y esa posicin tambin, haciendo que la

    cabeza pese verticalmente sobre el tronco, permiti un mayor peso y desarrollo de aquella, enque el pensamiento se asienta. Pero necesitando para esto unos huesos de la pelvis msresistentes y recios que en las especies cuyo tronco y cabeza descansan sobre las cuatroextremidades, la mujer, la autora de la cada, segn el Gnesis, tuvo que dar salida en el parto auna criatura de mayor cabeza por entre unos huesos ms duros. Y Yav la conden, por haberpecado, a parir con dolor sus hijos.

    El gorila, el chimpanc, el orangutn y sus congneres deben de considerar como unpobre animal enfermo al hombre, que hasta almacena sus muertos. Para qu?

    Y esa enfermedad primera y las enfermedades todas que le siguen, no son acaso elcapital elemento del progreso? La artritis, pongamos por caso, inficiona la sangre, introduce enella cenizas, escurrajas de una imperfecta combustin orgnica; pero esta impureza misma, nohace por ventura ms excitante a esa sangre? No provocar acaso esa sangre impura, y

    precisamente por serlo, a una ms aguda celebracin? El agua qumicamente pura es impotable.Y la sangre fisiolgicamente pura, no es acaso tambin inapta para el cerebro del mamferovertical que tiene que vivir del pensamiento?

    La historia de la Medicina, por otra parte, nos ensea que no consiste tanto el progresoen expulsar de nosotros los grmenes de las enfermedades, o ms bien las enfermedadesmismas, cuanto en acomodarlas a nuestro organismo, enriquecindolo tal vez, en macerarlas ennuestra sangre. Qu otra cosa significan la vacunacin y los sueros todos, qu otra cosa lainmunizacin por el transcurso del tiempo? Si eso de la salud no fuera una categora abstracta,algo que en rigor no se da, podramos decir que un hombre perfectamente sano no sera ya unhombre, sino un animal irracional. Irracional por falta de enfermedad alguna que encendiera surazn. Y es una verdadera enfermedad, y trgica, la que nos da el apetito de conocer por gustodel conocimiento mismo, por el deleite de probar de la fruta del rbol de la ciencia del bien y del

    mal.Todos los hombres se empean por naturaleza en conocer. As empieza Aristteles su

    Metafsica, y desde entonces se ha repetido miles de veces que la curiosidad o deseo de saber, loque, segn el Gnesis, llev a nuestra primer madre al pecado, es el origen de la ciencia.

    Mas es menester distinguir aqu entre el deseo o apetito de conocer, aparentemente y aprimera vista, por amor al conocimiento mismo, entre el ansia de probar del fruto del rbol de laciencia, y la necesidad de conocer para vivir. Esto ltimo, que nos da el conocimiento directo einmediato, y que en cierto sentido, si no pareciese paradjico, podra llamarse conocimientoinconsciente, es comn al hombre con los animales, mientras lo que nos distingue de estos es elconocimiento reflexivo, el conocer del conocer mismo. Mucho han disputado y mucho seguirntodava disputando los hombres, ya que a sus disputas fue entregado el mundo, sobre el origendel conocimiento; mas dejando ahora para ms adelante lo que de ello sea en las hondasentraas de la existencia, es lo averiguado y cierto que en el orden aparencial de las cosas, en lavida de los seres dotados de algn conocer o percibir, ms o menos brumoso, o que por susactos parecen estar dotados de l, el conocimiento se nos muestra ligado a la necesidad de viviry de procurarse sustento para lograrlo. Es una secuela de aquella esencia misma del ser, que,segn Spinoza, consiste en el conato por perseverar indefinidamente en su ser mismo. Contrminos en que la concrecin raya acaso en grosera, cabe decir que el cerebro, en cuanto a sufuncin, depende del estmago. En los seres que figuran en lo ms abajo de la escala de losvivientes, los actos que presentan caracteres de voluntariedad, los que parecen ligados a unaconciencia ms o menos clara, son actos que se enderezan a procurarse subsistencia el ser quelos ejecuta.

    Tal es el origen que podemos llamar histrico del conocimiento, sea cual fuere su origen

    en otro respecto. Los seres que parecen dotados de percepcin, perciben para poder vivir, y sloen cuanto para vivir lo necesitan, perciben. Pero tal vez, atesorados estos conocimientos que

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    empezaron siendo tiles y dejaron de serlo, han llegado a constituir un caudal que sobrepuja conmucho al necesario para la vida.

    Hay, pues, primero la necesidad de conocer para vivir, y de ella se desarrolla ese otro

    que podramos llamar conocimiento de lujo o de exceso, que puede a su vez llegar a constituiruna nueva necesidad. La curiosidad, el llamado deseo innato de conocer, slo se despierta, yobra luego que est satisfecha la necesidad de conocer para vivir; y aunque alguna vez nosucediese as en las condiciones actuales de nuestro linaje, sino que la curiosidad se sobrepongaa la necesidad y la ciencia al hombre, el hecho primordial es que la curiosidad brot de lanecesidad de conocer para vivir, y este es el peso muerto y la grosera materia que en su seno laciencia lleva; y es que aspirando a ser un conocer por conocer, un conocer la verdad por laverdad misma, las necesidades de la vida fuerzan y tuercen a la ciencia a que se ponga alservicio de ellas, y los hombres, mientras creen que buscan la verdad por ella misma, buscan dehecho la vida en la verdad. Las variaciones de la ciencia dependen de las variaciones de lasnecesidades humanas, y los hombres de ciencia suelen trabajar, querindolo o sin quererlo, asabiendas o no, al servicio de los poderosos o al del pueblo que les pide confirmacin de sus

    anhelos.Pero es esto realmente un peso muerto y una grosera materia de la ciencia, o no es msbien la ntima fuente de su redencin? El hecho es que es ello as, y torpeza grande pretenderrebelarse contra la condicin misma de la vida.

    El conocimiento est al servicio de la necesidad de vivir, y primariamente al servicio delinstinto de conservacin personal. Y esta necesidad y este instinto han creado en el hombre losrganos del conocimiento, dndoles el alcance que tienen. El hombre ve, oye, toca, gusta yhuele lo que necesita ver, or, tocar, gustar y oler para conservar su vida; la merma o la prdidade uno cualquiera de esos sentidos aumenta los riesgos de que su vida est rodeada, y si no losaumenta tanto en el estado de sociedad en que vivimos, es porque los unos ven, oyen, tocan,gustan o huelen por los otros. Un ciego solo, sin lazarillo, no podra vivir mucho tiempo. Lanecesidad es otro sentido, el verdadero sentido comn.

    El hombre, pues, en su estado de individuo aislado, no ve, ni oye, ni toca, ni gusta, nihuele ms que lo que necesita para vivir y conservarse. Si no percibe colores ni por debajo delrojo ni por encima del violeta, es acaso porque le bastan los otros para poder conservarse. Y lossentidos mismos son aparatos de simplificacin, que eliminan de la realidad objetiva todoaquello que no nos es necesario conocer para poder usar de los objetos a fin de conservar lavida. En la completa oscuridad, el animal que no perece, acaba por volverse ciego. Losparsitos, que en las entraas de otros animales viven de los jugos nutritivos por estos otrospreparados ya, como no necesitan ni ver ni or, ni ven ni oyen, sino que convertidos en unaespecie de saco, permanecen adheridos al ser de quien viven. Para estos parsitos no deben deexistir ni el mundo visual ni el mundo sonoro. Basta que vean y oigan aquellos que en susentraas los mantienen. Est, pues, el conocimiento primariamente al servicio del instinto deconservacin, que es ms bien, como con Spinoza dijimos, su esencia misma. Y as cabe decirque es el instinto de conservacin el que nos hace la realidad y la verdad del mundo perceptible,pues del campo insondable e ilimitado de lo posible es ese instinto el que nos saca y separa lopara nosotros existente. Existe, en efecto, para nosotros todo lo que, de una o de otra manera,necesitamos conocer para existir nosotros; la existencia objetiva es, en nuestro conocer, unadependencia de nuestra propia existencia personal. Y nadie puede negar que no pueden existir yacaso existan aspectos de la realidad desconocidos, hoy al menos, de nosotros, y acasoinconocibles, porque en nada nos son necesarios para conservar nuestra propia existencia actual.

    Pero el hombre ni vive solo ni es individuo aislado, sino que es miembro de sociedad,encerrando no poca verdad aquel dicho de que el individuo, como el tomo, es una abstraccin.S, el tomo fuera del universo es tan abstraccin como el universo aparte de los tomos. Y si elindividuo se mantiene es por el instinto de perpetuacin de aquel. Y de este instinto, mejor

    dicho, de la sociedad, brota la razn. La razn, lo que llamamos tal, el conocimiento reflejo yreflexivo, el que distingue al hombre, es un producto social.

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    Debe su origen acaso al lenguaje. Pensamos articulada, o sea reflexivamente, gracias allenguaje articulado, y este lenguaje brot de la necesidad de transmitir nuestro pensamiento anuestros prjimos. Pensar es hablar consigo mismo, y hablamos cada uno consigo mismo

    gracias a haber tenido que hablar los unos con los otros, y en la vida ordinaria acontece confrecuencia que llega uno a encontrar una idea que buscaba, llega a darla forma, es decir, aobtenerla, sacndola de la nebulosa de percepciones oscuras a que representa, gracias a losesfuerzos que hace para presentarla a los dems. El pensamiento es lenguaje interior, y ellenguaje interior brota del exterior. De donde resulta que la razn es social y comn. Hechopreado de consecuencias, como hemos de ver.

    Y si hay una realidad que es en cuanto conocida obra del instinto de conservacinpersonal y de los sentidos al servicio de este, no habr de haber otra realidad, no menos realque aquella, obra, en cuanto conocida, del instinto de perpetuacin, el de la especie, y al serviciode l? El instinto de conservacin, el hambre, es el fundamento del individuo humano; elinstinto de perpetuacin, amor en su forma ms rudimentaria y fisiolgica, es el fundamento dela sociedad humana. Y as como el hombre conoce lo que necesita conocer para que se

    conserve, as la sociedad o el hombre, en cuanto ser social conoce lo que necesita conocer paraperpetuarse en sociedad.Hay un mundo, el mundo sensible, que es hijo del hambre, y otro mundo, el ideal, que

    es hijo del amor. Y as como hay sentidos al servicio del conocimiento del mundo sensible loshay tambin, hoy en su mayor parte dormidos, porque apenas si la conciencia social alborea, alservicio del conocimiento del mundo ideal. Y por qu hemos de negar la realidad objetiva a lascreaciones del amor, del instinto de perpetuacin, ya que se lo concedemos a las del hambre oinstinto de conservacin? Porque si se dice que estas otras creaciones no lo son ms que denuestra fantasa, sin valor objetivo, no puede decirse igualmente de aquellas que no son sinocreaciones de nuestros sentidos? Quin nos dice que no haya un mundo invisible e intangible,percibido por el sentido ntimo, que vive al servicio del instinto de perpetuacin?

    La sociedad humana, como tal sociedad, tiene sentidos de que el individuo, a no ser por

    ella, carecera, lo mismo que este individuo, el hombre, que es a su vez una especie de sociedad,tiene sentidos de que carecen las clulas que le componen. Las clulas ciegas del odo, en suoscura conciencia, deben de ignorar la existencia del mundo visible, y si de l les hablasen, loestimaran acaso creacin arbitraria de las clulas sordas de la vista, las cuales, a su vez, habrnde estimar ilusin el mundo sonoro que aquellas crean. Mentbamos antes a los parsitos que,viviendo en las entraas de los animales superiores, de los jugos nutritivos que estos preparan,no necesitan ver ni or, y no existe, por lo tanto, para ellos mundo visible ni sonoro. Y situviesen cierta conciencia y se hicieran cargo de que aquel a cuyas expensas viven cree en otromundo, juzgaranlo acaso desvaros de la imaginacin. Y as hay parsitos sociales, como hacemuy bien notar Mr. Balfour, que recibiendo de la sociedad en que viven los mviles de suconducta moral, niegan que la creencia en Dios y en otra vida sean necesarias para fundamentaruna buena conducta y una vida soportables, porque la sociedad les ha preparado ya los jugosespirituales de que viven. Un individuo suelto puede soportar la vida y vivirla buena, y hastaheroica, sin creer en manera alguna ni en la inmortalidad del alma ni en Dios, pero es que vivevida de parsito espiritual. Lo que llamamos sentimiento del honor es, aun en los no cristianos,un producto cristiano. Y aun digo ms, y es, que si se da en un hombre la fe en Dios unida a unavida de pureza y elevacin moral, no es tanto que el creer en Dios le haga bueno, cuanto que elser bueno, gracias a Dios, le hace creer en l. La bondad es la mejor fuente de clarividenciaespiritual.

    No se me oculta tampoco que podr decrseme que todo esto de que el hombre crea elmundo sensible, y el amor el ideal, todo lo de las clulas ciegas del odo y las sordas de la vista,lo de los parsitos espirituales, etc., son metforas. As es, y no pretendo otra cosa sino discurrirpor metforas. Y es que ese sentido social, hijo del amor, padre del lenguaje y de la razn y del

    mundo ideal que de l surge, no es en el fondo otra cosa que lo que llamamos fantasa eimaginacin. De la fantasa brota la razn. Y si se toma a aquella como una facultad que fragua

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    caprichosamente imgenes, preguntar qu es el capricho, y en todo caso tambin los sentidos yla razn yerran.

    Y hemos de ver que es esa facultad ntima social, la imaginacin que lo personaliza

    todo, la que, puesta al servicio del instinto de perpetuacin, nos revela la inmortalidad del almay a Dios, siendo as Dios un producto social.Pero esto para ms adelante.Y ahora bien; para qu se filosofa?, es decir, para qu se investigan los primeros

    principios y los fines ltimos de las cosas? Para qu se busca la verdad desinteresada? Porqueaquello de que todos los hombres tienden por naturaleza a conocer, est bien; pero para qu?Buscan los filsofos un punto de partida terico o ideal a su trabajo humano, el de filosofar; pero suelen descuidar buscarle el punto de partida prctico y real, el propsito. Cul es elpropsito al hacer filosofa, al pensarla y exponerla luego a los semejantes? Qu busca en elloy con ello el filsofo? La verdad por la verdad misma? La verdad para sujetar a ella nuestraconducta y determinar conforme a ella nuestra actitud espiritual para con la vida y el universo?

    La filosofa es un producto humano de cada filsofo, y cada filsofo es un hombre de

    carne y hueso que se dirige a otros hombres de carne y hueso como l. Y haga lo que quiera,filosofa, no con la razn slo, sino con la voluntad, con el sentimiento, con la carne y con loshuesos, con el alma toda y con todo el cuerpo. Filosofa el hombre.

    Y no quiero emplear aqu el yo, diciendo que al filosofar filosofo yo y no el hombre,para que no se confunda este yo concreto, circunscrito, de carne y hueso, que sufre del mal demuelas y no encuentra soportable la vida si la muerte es la aniquilacin de la concienciapersonal, para que no se le confunda con ese otro yo de matute, el Yo con letra mayscula, elYo terico que introdujo en la filosofa Fichte, ni aun con el nico, tambin terico, de MaxStirner. Es mejor decir nosotros. Pero nosotros los circunscritos en espacios.

    Saber por saber! La verdad por la verdad! Eso es inhumano. Y si decimos que lafilosofa terica se endereza a la prctica, la verdad al bien, la ciencia a la moral, dir: y el bienpara qu? Es acaso un fin en s? Bueno no es sino lo que contribuye a la conservacin,

    perpetuacin y enriquecimiento de la conciencia. El bien se endereza al hombre, almantenimiento y perfeccin de la sociedad humana, que se compone de hombres. Y esto; paraqu? Obra de modo que tu accin pueda servir de norma a todos los hombres, nos dice Kant.Bien y para qu? Hay que buscar un para qu.

    En el punto de partida, en el verdadero punto de partida, el prctico, no el terico, detoda filosofa, hay un para qu. El filsofo filosofa para algo ms que para filosofar. Primumvivere, deinde philosophari, dice el antiguo adagio latino, y como el filsofo, antes que filsofoes hombre, necesita vivir para poder filosofar, y de hecho filosofa para vivir. Y suele filosofar, opara resignarse a la vida, o para buscarle alguna finalidad, o para divertirse y olvidar penas, o por deporte y juego. Buen ejemplo de este ltimo, aquel terrible ironista ateniense que fueScrates, y de quien nos cuenta Jenofonte, en sus Memorias, que de tal modo le expuso aTeodota la cortesana las artes de que deba valerse para atraer a su casa amantes, que le pidiella al filsofo que fuese su compaero de caza, avvOilpazds, su alcahuete, en una palabra. Y esque, de hecho, en arfe de alcahuetera, aunque sea espiritual, suele no pocas veces convertirse lafilosofa. Y otras en opio para adormecer pesares.

    Tomo al azar un libro de metafsica, el que encuentro ms a mano. Time and Space. Ametaphysical essay, de Shayworth H. Hodgson; lo abro, y en el prrafo quinto del primercaptulo de su parte primera leo: La metafsica no es, propiamente hablando, una ciencia, sinouna filosofa; esto es, una ciencia cuyo fin est en s misma, en la gratificacin y educacin delos espritus que la cultivan, no en propsito alguno externo, tal como el de fundar un arteconducente al bienestar de la vida. Examinemos esto. Y veremos primero que la metafsica noes, hablando con propiedad properly speaking-, una ciencia, esto es, that is, que es una cienciacuyo fin etctera. Y esta ciencia, que no es propiamente una ciencia, tiene su fin en s, en la

    gratificacin y educacin de los espritus que la cultivan. En qu, pues, quedamos? Tiene sufin en s, o es su fin gratificar y educar los espritus que la cultivan? O lo uno o lo otro! Luegoaade Hodgson que el fin de la metafsica no es propsito alguno externo, como el de fundar un

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    arte conducente al bienestar de la vida. Pero es que la gratificacin del espritu de aquel quecultiva la filosofa, no es parte del bienestar de su vida? Fjese el lector en ese pasaje delmetafsico ingls, y dgame si no es un tejido de contradicciones. Lo cual es inevitable, cuando

    se trate de fijar humanamente eso de una ciencia, de un conocer, cuyo fin est en s mismo; esode un conocer por el conocer mismo de un alcanzar la verdad por la misma verdad. La cienciano existe sino en la conciencia personal, y gracias a ella; la astronoma, las matemticas, notienen otra realidad que la que como conocimiento tienen en las mentes de los que las aprendeny cultivan. Y si un da ha de acabarse toda conciencia personal sobre la tierra; si un da ha devolver a la nada, es decir, a la absoluta inconsciencia de que brotara el espritu humano, y no hade haber espritu que se aproveche de toda nuestra ciencia acumulada, para qu esta? Porqueno se debe perder de vista que el problema de la inmortalidad personal del alma implica elporvenir de la especie humana toda.

    Esa serie de contradicciones en que el ingls cae, al querer explicarnos lo de una cienciacuyo fin est en s misma, es fcilmente comprensible tratndose de un ingls que ante todo eshombre. Tal vez un especialista alemn, un filsofo que haya hecho de la filosofa su

    especialidad, y en esta haya enterrado, matndola antes, su humanidad, explicara mejor eso de laciencia, cuyo fin est en s misma, y lo del conocer por conocer. Tomad al hombre Spinoza,aquel judo portugus desterrado en Holanda; leed su tica, como lo que es, como undesesperado poema elegiaco, y decidme si no se oye all, por debajo de las escuetas y al parecerserenas proposiciones expuestas more geometrico, el eco lgubre de los salmos profticos.Aquella no es la filosofa de la resignacin, sino la de la desesperacin. Y cuando escriba lo deque el hombre libre en todo piensa menos en la muerte, y es su sabidura meditacin no de lamuerte, sino de la vida humana -homo librr de nulla re minus quam de morte cogitat et euissapientiam non mortis, sed vitae meditatio est (Ethice, pars. IV prop. LXVII); cuando escriba,sentase, como nos sentimos todos, esclavo, y pensaba en la muerte, y para libertarse, aunque envano, de este pensamiento, lo escriba. Ni al escribir la proposicin XLII de la parte V de quela felicidad no es premio de la virtud, sino la virtud misma, senta, de seguro, lo que escriba.

    Pues para eso suelen filosofar los hombres, para convencerse a s mismos, sin lograrlo. Y estequerer convencerse, es decir, este querer violentar la propia naturaleza humana, suele ser elverdadero punto de partida ntimo de no pocas filosofas.

    De dnde vengo yo y de dnde viene el mundo en que vivo y del cual vivo? Adndevoy y adnde va cuanto me rodea? Qu significa esto? Tales son las preguntas del hombre, asque se liberta de la embrutecedora necesidad de tener que sustentarse materialmente. Y simiramos bien, veremos que debajo de esas preguntas no hay tanto el deseo de conocer un porqu como el de conocer el para qu; no de la causa, sino de la finalidad. Conocida es ladefinicin que de la filosofa daba Cicern llamndola ciencia de lo divino y de lo humano yde las causas en que ellos se contienen, retum divinarum et humanarum, causarumque quibushae res continentur; pero en realidad, esas causas son para nosotros, fines. Y la Causa Suprema,Dios, qu es sino el Supremo Fin? Slo nos interesa el por qu en vista del para qu; sloqueremos saber de dnde venimos para mejor poder averiguar adnde vamos.

    Esta definicin ciceroniana, que es estoica, se halla tambin en aquel formidableintelectualista que fue Clemente de Alejandra, por la Iglesia catlica canonizado, el cual laexpone en el captulo V del primero de sus Stromata. Pero este mismo filsofo cristiano -cristiano?- en el captulo XXII de su cuarto stroma nos dice que debe bastarle al gnstico, esdecir, al intelectual, el conocimiento, la gnosis, y aade: y me atrevera a decir que no porquerer salvarse escoger el conocimiento el que lo siga por la divina ciencia misma: el conocertiende, mediante el ejercicio, al siempre conocer; pero el conocer siempre, hecho esencia delconocimiento por continua mezcla y hecho contemplacin eterna queda sustancia viva; y sialguien por su posicin propusiese al intelectual qu prefera, o el conocimiento de Dios o lasalvacin eterna, y se pudieran dar estas cosas separadas, siendo como son, ms bien una sola,

    sin vacilar escogera el conocimiento de Dios. Que l, que Dios mismo, a quien anhelamosgozar y poseer eternamente, nos libre de este gnosticismo o intelectualismo clementino!

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    Por qu quiero saber de dnde vengo y adnde voy, de dnde viene y adnde va lo queme rodea, y qu significa todo esto? Porque no quiero morirme del todo, y quiero saber si he demorirme o no definitivamente. Y si no muero, qu ser de m?; y si muero, ya nada tiene

    sentido. Y hay tres soluciones: a) o s que me muero del todo y entonces la desesperacinirremediable, o b) s que no muero del todo, y entonces la resignacin, o c) no puedo saber niuna cosa ni otra cosa, y entonces la resignacin en la desesperacin o esta en aquella, unaresignacin desesperada, o una desesperacin resignada, y la lucha. Lo mejor es -dir algnlector- dejarse de lo que no se puede conocer. Es ello posible? En su hermossimo poema Elsabio antiguo (The ancient sage), deca Tennyson: No puedes probar lo inefable (TheNameless), oh hijo mo, ni puedes probar el mundo en que te mueves; no puedes probar queeres cuerpo slo, ni puedes probar que eres slo espritu, ni que eres ambos en uno; no puedesprobar que eres inmortal, ni tampoco que eres mortal; s, hijo mo, no puedes probar que yo, quecontigo hablo, no eres t que hablas contigo mismo, porque nada digno de probarse puede serprobado ni desprobado, por lo cual s prudente, agrrate siempre a la parte ms soleada de laduda y trepa a la Fe allende las formas de la Fe! S, acaso, como dice el sabio, nada digno de

    probarse puede ser probado ni desprobado.Pero podemos contener a ese instinto que lleva al hombre a querer conocer y sobretodo a querer conocer aquello que a vivir, y a vivir siempre, conduzca? A vivir siempre, no aconocer siempre como el gnstico alejandrino. Porque vivir es una cosa y conocer otra, y comoveremos, acaso hay entre ellas una tal oposicin que podamos decir que todo lo vital esantirracional, no ya slo irracional, y todo lo racional, antivital. Y esta es la base del sentimientotrgico de la vida.

    Lo malo del discurso del mtodo de Descartes no es la duda previa metdica; no queempezara queriendo dudar de todo, lo cual no es ms que un mero artificio; es que quisoempezar prescindiendo de s mismo, del Descartes, del hombre real, de carne y hueso, del queno quiere morirse, para ser un mero pensador, esto es, una abstraccin. Pero el hombre realvolvi y se le meti en la filosofa.

    Le bon sens est la chose du monde la mieux partage. As comienza el Discurso delMtodo, y ese buen sentido le salv. Y sigue hablando de s mismo, del hombre Descartes,dicindonos, entre otras cosas, que estimaba mucho la elocuencia y estaba enamorado de lapoesa; que se complaca sobre todo en las matemticas, a causa de la certeza y evidencia de susrazones, y que veneraba nuestra teologa, y pretenda, tanto como cualquier otro, ganar en elcielo, et prtendais autant qu'aucun autre gagner le ciel. Y esta pretensin, por lo dems creoque muy laudable, y sobre todo muy natural, fue la que le impidi sacar todas las consecuenciasde la duda metdica. El hombre Descartes pretenda, tanto como otro cualquiera, ganar el cielo;pero habiendo sabido, como cosa muy segura, que no est su camino menos abierto a los msignorantes que a los ms doctos, y que las verdades reveladas que a l llevan estn por encimade nuestra inteligencia, no me hubiera atrevido a someterlas a la flaqueza de mi razonamiento ypens que para emprender el examinarlos y lograrlo era menester tener alguna extraordinariaasistencia del cielo y ser ms que hombre. Y aqu est el hombre. Aqu est el hombre que nose senta, a Dios gracias, en condicin que le obligase a hacer de la ciencia un oficio -mtier-para alivio de su fortuna, y que no se haca una profesin de despreciar, en cnico, la gloria. Yluego nos cuenta cmo tuvo que detenerse en Alemania, y encerrado en una estufa, poele,empez a filosofar su mtodo. En Alemania, pero encerrado en una estufa! Y as es, undiscurso de estufa, y de estufa alemana, aunque el filsofo en ella encerrado haya sido unfrancs que se propona ganar el cielo.

    Y llega al cogito ergo sum, que ya san Agustn preludiara; pero el ego implcito en esteentimema ego cogito, ergo ego sum, es un ego, un yo irreal, o sea ideal, y su sum, su existencia,algo irreal tambin, pienso luego soy, no puedo querer decir sino pienso, luego soy pensante; ese ser del soy que se deriva de pienso no es ms que un conocer; ese ser es

    conocimiento, mas no vida. Y lo primitivo no es que pienso, sino que vivo, porque tambinviven los que no piensan. Aunque ese vivir no sea un vivir verdadero. Qu de contradicciones,Dios mo, cuando queremos casar la vida y la razn!

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    La verdad es sum, ergo cogito: soy, luego pienso, aunque no todo lo que es piense. Laconciencia de pensar, no ser ante todo conciencia de ser? Ser posible acaso un pensamientopuro, sin conciencia de s, sin personalidad? Cabe acaso conocimiento puro, sin sentimiento,

    sin esta especie de materialidad que el sentimiento le presta? No se siente acaso el pensamientoy se siente uo a s mismo a la vez que se conoce y se quiere? No puede decir el hombre de laestufa: siento, luego soy; o quiero, luego soy? Y sentirse, no es acaso sentirseimperecedero? Quererse, no es quererse eterno, es decir, no querer morirse? Lo que el triste judo de Amsterdam llamaba la esencia de la cosa, el conato que pone en perseverarindefinidamente en su ser, el amor propio, el ansia de inmortalidad, no ser acaso la condicinprimera y fundamental de todo conocimiento reflexivo o humano? Y no ser, por lo tanto, laverdadera base, el verdadero punto de partida de toda filosofa, aunque los filsofos, pervertidospor el intelectualismo, no lo reconozcan?

    Y fue adems el cogito el que introdujo una distincin que, aunque fecunda enverdades, lo ha sido tambin en confusiones, y es la distincin entre objeto, cogito, y sujeto,sum. Apenas hay distincin que no sirva tambin para confundir. Pero a esto volveremos.

    Quedmonos ahora en esta vehemente sospecha de que el ansia de no morir, el hambrede la inmortalidad personal, el conato con que tendemos a persistir indefinidamente en nuestroser propio y que es, segn el trgico judo, nuestra misma esencia, eso es la base afectiva detodo conocer y el ntimo punto de partida personal de toda filosofa humana, fraguada por unhombre y para hombres. Y veremos cmo la solucin a ese ntimo problema afectivo, solucinque puede ser la renuncia desesperada de solucionarlo, es la que tie todo el resto de la filosofa.Hasta debajo del llamado problema del conocimiento no hay sino el afecto ese humano, comodebajo de la inquisicin del por qu de la causa no hay sino la rebusca del para qu, de lafinalidad. Todo lo dems es o engaarse o querer engaar a los dems. Y querer engaar a losdems para engaarse a s mismo. Ese punto de partida personal y afectivo de su sentimientotrgico de la vida. Vamos a verlo.

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    infinito; reina un denso silencio; all a lo lejos, entre la fronda terrera y negra, brillan, refulgen,irradian las paredes ntidas de una casa; un guila se mece sobre nosotros blandamente; se oye,de tarde en tarde, el abaniqueo sbito y ruidoso de una perdiz que salta. Y la senda, la borrosa

    senda que nosotros seguimos, desaparece, aparece, torna a esfumarse. Y nosotros marchamoslentamente, parndonos, tornando a caminar, buscando el escondido caminejo perdido entrelentiscos, chaparros y atochares.

    Estas sendasme dice el guason sendas perdiceras, y hay que sacarlas por conjetura.Otro largo rato ha transcurrido. El paisaje se hace ms amplio, se dilata, se pierde en

    una sucesin inacabable de altibajos plomizos. Hay en esta campia brava, salvaje, nunca rota,una fuerza, una hosquedad, una dureza, una autoridad indmita que nos hace pensar en losconquistadores, en los guerreros, en los msticos, en las almas, en fin, solitarias y alucinadas,tremendas, de los tiempos lejanos. Ya a nuestra derecha, la tierra cede de pronto y desciende enuna rpida vertiente; nos encontramos en el fondo de una caada. Y yo os digo que estascaadas silenciosas, desiertas, que encontramos tras largo caminar, tienen un encanto inefable.Tal vez su fondo es arenoso; las laderas que lo forman aparecen rojizas, rasgadas por las lluvias;

    un allozo solitario crece en una ladera; se respira en toda ella un silencio sedante, profundo. Y simana en un recodo, entre juncales, una fuentecica, sus aguas tienen un son dulce, susurrante,carioso; y en sus cristales transparentes se espejea acaso durante un momento una nube blancaque cruza lenta por el espacio inmenso. Nosotros hemos encontrado en lo hondo de estebarranco un nacimiento tal como estos; largo rato hemos contemplado sus aguas; despus, conun vago pesar, hemos escalado la vertiente de la caada y hemos vuelto a empapar nuestros ojoscon la austeridad ancha del paisaje ya visto. Y caminbamos, caminbamos, caminbamos.Nuestras cabalgaduras tuercen, tornan a torcer, a la derecha, a la izquierda, entre encinas, entrechaparros, sobre las lomas negras. Suenan las esquilas de un ganado; aparecen diseminadas acy all las cabras negras, rojas, blancas, que nos miran un instante atnitas, curiosas, con sus ojosbrillantes.

    Ya estamosgrita el gua de pronto.

    En La Mancha una tirada son seis u ocho kilmetros; estar cerca equivale a estar adistancia de dos kilmetros; estar muy cerca vale tanto como expresar que an nos queda porrecorrer un kilmetro largo. Ya estamos cerca de la cueva famosa; hemos de doblar un eminentecerro que se yergue ante nuestra vista; luego hemos de descender por un recuesto; despushemos de atravesar una hondonada. Y, al fin, ya realizadas todas estas operaciones, descubrimosen un declive una excavacin somera, abierta en tierra roja.

    Oh, seora de mis acciones y movimientos, clarsima y sin par Dulcinea delToboso! gritaba el incomparable caballero, de hinojos ante esta oquedad roja, en damemorable, en tanto que levantaba al cielo sus ojos soadores.

    La empresa que iba a llevar a cabo era tremenda; tal vez pueda ser esta reputada comola ms alta de sus hazaas. Don Alonso Quijano el Bueno est inmvil, arrogante, ante la cueva;si en su espritu hay un leve temor en esta hora, no lo vemos nosotros.

    Don Alonso Quijano el Bueno va a deslizarse por la honda sima. Por qu no entrardonde l entrara? Por qu no poner en estos tiempos, despus que pasaron tres siglos, nuestrospies donde sus plantas firmes, audaces, se asentaron? Reparad en que ya el acceso a la cueva hacambiado; antao cuando hablaba Cervantes, crecan en la ancha entrada tupidas zarzas,cambroneras y cabrahgos; ahora, en la pea lisa, se enrosca una parra desnuda. Las paredesrecias, altas, de la espaciosa bveda son grises, bermejas, con manchones, con chorreaduras delquenes verdes y de lquenes gualdos. Y a punta de navaja y en trazos desiguales, inciertos, losvisitantes de la cueva, en diversos tiempos, han dejado esculpidos sus nombres para recuerdoeterno. Miguel Yez, 1854, Enrique Alczar, 1861, podemos leer en una parte. DomingoCarranza, 1870, Mariano Merlo, 1883, vemos ms lejos. Unos peascales cados del techocierran el fondo; es preciso sortear por entre ellos para bajar a lo profundo.

    Oh, seora de mis acciones y movimientosrepite Don Quijote, clarsima y sin parDulcinea del Toboso! Si es posible que lleguen a tus odos las plegarias y rogaciones de este tu

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    venturoso amante, por tu inaudita belleza te ruego las escuches, que no son otras que rogarte nome niegues tu favor y amparo ahora que tanto lo he menester.

    Los hachones estn ya llameando; avanzamos por la lbrega quiebra; no es preciso que

    nuestros cuerpos vayan atados con recias sogas; no sentimos contrariedad como el buen donAlonso, por no haber trado con nosotros un esquiln para hacer llamadas y seales desde lohondo; no saltan a nuestro paso ni siniestros grajos y cuervos ni alevosos y elsticosmurcilagos. La luz se va perdiendo en un dbil resplandor all arriba; el piso desciende en undeclive suave, resbaladizo, bombeado; sobre nuestras cabezas se extiende anchurosa, elevada,cncava, rezumante, la bveda de piedra. Y como vamos bajando lentamente y encendiendo a lapar hacecillos de hornija y hojarasca, un reguero de luces escalonadas se muestra en lontananza,disipando sus resplandores rojos las sombras, dejando ver la densa y blanca neblina de humoque ya llena la cueva. La atmsfera es densa, pesada; se oye de rato en rato en el silencio ungotear pausado, lento, de aguas que caen del techo. Y en el fondo, abajo en los lmites delanchuroso mbito, entre unas quiebras rasgadas, aparece un agua callada, un agua negra, unagua profunda, un agua inmvil, un agua misteriosa, un agua milenaria, un agua ciega que hace

    un sordo ruido indefinible de amenaza y lamento cuando arrojamos sobre ella unospedruscos. Y aqu, en estas aguas que reposan eternamente, en las tinieblas, lejos de los cielosazules, lejos de las nubes amigas de los estanques, lejos de los menudos lechos de piedrasblancas, lejos de los juncales, lejos de los lamos vanidosos que se miran en las corrientes; aquen estas aguas torvas, condenadas, est toda la sugestin, toda la poesa inquietadora de estaCueva de Montesinos...

    Cuando nosotros hemos salido a la luz del da, hemos respirado ampliamente. El cielose haba entoldado con nubajes plomizos; corra un viento furioso que haca gemir en lamontaa las carrascas; una lluvia fra, pertinaz, caa a intervalos. Y hemos vuelto a caminar, acaminar a travs de oteros negros, de lomas negras, de vertientes negras. Bandadas de cuervospasan sobre nosotros; el horizonte, antes luminoso, est velado por una cortina de nieblas grises;invade el espritu una sensacin de estupor, de anonadamiento, de no ser.

    Dios os lo perdone, amigos, que me habis quitado de la ms sabrosa y agradablevida y vista que ningn humano ha visto ni pasadodeca Don Quijote cuando fue sacado de lacaverna.

    El buen caballero haba visto dentro de ella prados amenos y palacios maravillosos. HoyDon Quijote redivivo no bajara a esta cueva; bajara a otras mansiones subterrneas ms hondasy temibles. Y en ellas, ante lo que all viera, tal vez sentira la sorpresa, el espanto y laindignacin que sinti en la noche de los batanes, o en la aventura de los molinos, o ante losfelones mercaderes que ponan en tela de juicio la realidad de su princesa. Porque el granidealista no vera negada a Dulcinea; pero vera negada la eterna justicia y el eterno amor de loshombres.Y estas dolorosas remembranzas son la leccin que sacamos de la Cueva de Montesinos.

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    El autor y su obra

    Po Baroja

    TEXTO

    Las inquietudes de Shanti Anda

    []De la compaa de vapores de Bilbao a Liverpool, pas a otra de transatlnticos dela lnea de Burdeos a Buenos Aires. El corto tiempo que tena licencia lo aprovechaba parallegar a Lzaro y ver a mi madre y a Mary.

    Mary iba acomodndose a la vida sedentaria, y comenzaba a trabajar de modista. Nosescribamos en todos los correos; yo la llamaba a ella mi querida Mary, y ella, mi queridoShanti. Muchas veces me deca en broma: La Egan-suguia nos protege. Yo no le haba dicho

    claramente que estaba enamorado de ella y que aspiraba a hacerla mi mujer.Mi madre saba que el mdico de Elguea haba certificado la muerte de su presunto

    hermano a nombre de Tristn de Ugarte, y quera creer que el parentesco con el capitn deBisusalde era un engao. A pesar de esto, como la conducta de Mary en casa de Cashilda erabuena, comenzaba a sentir por la muchacha cierta simpata.

    Yo tena que vivir desesperado en el vapor. Cumpla los deberes de mi cargo como unautmata. Mis pensamientos estaban en Lzaro.

    Sola encerrarme en mi camarote, teniendo su retrato delante de los ojos. Qu largosme parecan estos das de navegacin! Qu horrible este cielo azul de los trpicos!

    A la vuelta de mi viaje, cuando perda de vista por las noches la Cruz del Sur y

    comenzaba a divisar la Estrella Polar y las dos Osas, me senta tranquilo.

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    Al acercarnos a Europa, al or las sirenas de los vapores dando sus largos alaridos,experimentaba una alegra infinita. Si tena ocasin propicia, al llegar a Burdeos tomaba unvapor, aunque no fuese ms que para pasar un da en Lzaro. Si no, me quedaba en el barco,

    escribiendo a Mary.La cuestin del nombre de mi to Juan de Aguirre, que a veces me preocupaba, se aclar

    en Burdeos. Un viejo marino retirado, que tena una tienda de objetos nuticos, y que navegcon mi to Juan, me dio nuevos datos acerca del padre de Mary.

    Un da estaba haciendo los preparativos para zarpar cuando recib la visita del capitnde la goleta Dama Zuri, que me traa una carta de recomendacin de mi amigo Recalde. LaDama Zuri era una goleta de tres palos, blanca como una gaviota y airosa como un cisne.

    El capitn deseaba buscar aparejos para su barco, le haban dicho que all, en Burdeos,se hacan los mejores y ms baratos, y que la gente de Bayona y de la costa vascofrancesa seentenda para esto con un comerciante vascongado.

    Acompa al paisano en busca del comerciante; preguntamos en una cordelera de laorilla del ro, y nos dirigimos a una tienda de objetos navales del muelle de Borgoa, casi en elcentro de la poblacin.

    Era una covachuela a ms bajo nivel de la calle, que tena unos escalones desde la acera.En el escaparate, ancho y de poca altura, se vean fanales de barco, rodeados de alambresgruesos y dorados; cronmetros, cmaras de bitcora, correderas, sextantes, catalejos y otrosmuchos instrumentos. Se mostraban, adems, cables metlicos, rollos de amarras, de relingas,de cordajes en camo, anclas, argollas, impermeables blancos y negros y otros muchos objetosnavales, de lona, fabricados en Angers y en Burdeos, y diversos aparatos de pesca y latas deconserva inglesas.

    La tienda exhalaba un olor de alquitrn muy agradable. En el cristal del almacn, escritocon letras negras, se lea un nombre medio borrado: Fermn Itchaso.Entramos en el establecimiento el capitn de la Dama Zuri y yo. Habl yo con un

    hombre joven que nos sali al encuentro, y qu no comprenda el vascuence. El capitn, paisanomo, no saba francs, y quera entenderse directamente con el comerciante. En vista de esto, eljoven dijo que espersemos un momento a que llegara su padre.

    No tard mucho en venir. Era un hombre viejo, encorvado por la cintura, con el peloblanco y la pipa en la boca. Vesta de negro, la cara rasurada, la boina grande de gascn; llevabapatillas cortas, que entre los marinos franceses solan llamar patas d conejo, y por debajo de lamanga se le vean en las dos muecas unas anclas tatuadas, de color azul. Tena la nariz larga,los ojos pequeos, las cejas como pinceles y un rictus sardnico en los labios.

    Al decirle su hijo que ramos vascos, levant los brazos al aire con grandes extremos.-De qu pueblo? -nos dijo en vascuence.-De Lzaro.-Espaoles?-S.-Yo soy vascofrancs. Nuestra tierra es muy buena, eh? Yo no digo que la Gironda sea

    mala, no. Es un pas rico; pero la tierra vasca es otra cosa.Luego, mirndome con fijeza, me pregunt:-De qu pueblo habis dicho que sois?-De Lzaro.

    -Lzaro! -exclam el viejo-. Yo he conocido a alguien de Lzaro. Ah, s! -aadi,llevndose la mano a la frente-. El piloto de El Dragn... Tristn, Tristn de Ugarte.

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    Tristn de Ugarte era el nombre con que el mdico de Elguea haba extendido la partidade defuncin de mi to, y El Dragn el nombre del barco en donde haba navegado Juan deAguirre, segn me cont Francisco Iriberri.

    -De manera que usted ha conocido a Tristn de Ugarte? -pregunt al viejo.-S. Usted tambin lo ha conocido?-Ya lo creo! Era pariente mo!-Es verdad... Se parece usted a l en la voz..., en algo, no s en qu... Y qu fue de su

    vida?-Muri hace unos meses.-En Espaa?-S.-Con quin viva?-Con su hija y con un criado, alto, rojo...

    -Escocs quiz?-S.-Allen: lo recuerdo.-Y en qu condiciones le conoci usted a mi pariente? -le dije.-Est usted para bastante tiempo aqu, mi oficial? -me pregunt el viejo.-Maana por la maana he de zarpar para Buenos Aires.-Pues si no tiene usted algo ms importante que hacer, venga usted esta tarde a las

    cinco; le contar lo que s de Ugarte.-Muy bien. A las cinco estar aqu.Ahora, vamos -aadi el viejo dirigindose al capitn de la Dama Zuri- a nuestros

    asuntos. Me desped del capitn y de Itchaso, fui a mi barco, y a las cinco en punto estaba en elmuelle de Borgoa, en la tienda de objetos navales.El viejo Itchaso me esperaba, e inmediatamente de llegar me pas a un cuarto pequeo

    con una ventana que daba al muelle.Desde all se vean los mstiles entrecruzados de las fragatas y bergantines, de las

    goletas y pailebots.Haba en el cuarto, en un armario, varios libros, y entre ellos el Diccionario filosfico

    de Voltaire.-Este libro es mi amigo -me dijo el viejo, sealndolo.-No es usted religioso? -le pregunt yo.-No, no. No creo en supersticiones.Itchaso tena preparada una botella de vino de Burdeos, aejo, que conservaba en el

    casco polvo y telaraas. Llen dos copas; luego levant la suya y dijo:-Por el Pas Vasco, mi oficial.-Por Espaa.-Por Francia.Chocamos las copas, bebimos, y el viejo comenz su narracin de este modo:-Soy de Guthary, un pueblo pequeo prximo a Espaa y que quiz usted conozca.

    All pas mi infancia. Sabr usted tan bien como yo que los vascos nunca hemos sentido granentusiasmo por el Ejrcito ni por la Marina de guerra. Yo no fui una excepcin; por el contrario,la quinta me indignaba; un hermano mo muri en Argelia, el otro estaba sirviendo en un navo

    del Estado; la tierra de la familia no se poda cultivar, y mi pobre padre me recomend que fueraa Amrica.

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    A los diecisis aos hice un viaje no muy feliz a Terranova, de grumete. Casi todos losvascos que bamos a la pesca del bacalao nos reunamos en Saint-Malo; arrendbamos unascuantas barcas y marchbamos a pescar a las islas de Saint-Pierre y Miquelon; pero los

    arrendadores nos daban goletas viejas sin condiciones marineras, llenas de agujeros tapados conestopa. En el viaje que yo fui de grumete naufragaron una porcin de barcos, y ms de cincuentahombres de aquella costa se ahogaron.

    No haba para m porvenir de ninguna clase en el pas; no tena dinero, y antes de queviniese la odiosa quinta decid ir a Brest o a Saint-Malo, con intencin de pasar a Inglaterra yembarcarme para Amrica.

    Usted conocer seguramente la ciudad de Brest, cuya rada es magnfica. Al dasiguiente de llegar all, paseaba por los muelles, contemplando la punta del Cuervo y la de losEspaoles, la embocadura del ro Elhora, y en el puerto las fragatas, los bricks, los vapores y laslargas chalupas de cincuenta remos, tripuladas por los forzados. Estaba cansado de andar sin

    objeto y sin rumbo cuando se me acerc un marinero de buenas trazas, hombre afable, que sepuso a hablar conmigo.

    En aquella poca, el puerto de Brest se cerraba al anochecer por medio de una enormecadena de hierro tendida de una orilla a otra, y se abra al estampido de un caonazo a la hora dela diana.

    En el momento que encontr a aquel marinero estaban cerrando el puerto. Yo noconoca a nadie, y me alegr de relacionarme con alguien que pudiese darme una orientacin.Le dije a mi nuevo conocido que no tena plaza en ningn barco y que deseaba ir a Amrica, yle ense mis certificados de buena conducta.

    El hombre me dijo:

    -No se apure usted. El mundo es grande, y sabiendo trabajar se vive siempre. Vengausted conmigo.Le segu, y me condujo a una posada de marineros de la calle de la Souris, calle

    estrecha, infecta, sombra.Bajamos unas escaleras, hablamos y bebimos. Sin duda, yo beb demasiado. Recuerdo

    que me ech a dormir sobre la mesa, y cuando me quise dar cuenta de dnde estaba meencontr, como por arte de magia, a bordo de un gran buque, que sala en aquel instante de larada de Brest. Pasbamos por delante del Fuerte del Diablo cuando omos el caonazoindicando que se abra el puerto.

    El barco en donde estaba era un barco negrero. Me dijeron que me habacomprometido la noche anterior en la taberna. Yo, la verdad, no recordaba nada. Despuscomprend, viendo cmo a otros los cazaban, lo que hicieron conmigo. A unos lesemborrachaban sencillamente; a otros les solan dar opio y los llevaban a los barcos de noche,por delante de la polica, como marineros borrachos.

    Ya en el barco me pintaron el porvenir de color de rosa; me dijeron que poda hacermerico, y yo dije:

    -Bueno, sigamos adelante.El hombre, en la vida y en el mar, no tiene ms que dos caminos: el torcido y el

    derecho. Mientras se marcha por el camino torcido, es intil hacer cosas buenas; va uno dandotumbos y tumbos, perdiendo las velas, hasta que queda uno desarbolado. Entonces lo nico quehay que hacer es cambiar de derrotero..., si se puede, porque lo dems es intil.

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    DON LATINO: Te ha dado el delirio potico!MAX: Me qued sin capa, sin dinero y sin lotera!DON LATINO: Aqu hacemos la captura de la nia Pisa Bien.

    La nia PISA BIEN, despintada, pingona, marchita, se materializa bajo un farol con su pregnde golfa madrilea.

    LA PISA BIEN: 5775! El nmero de la suerte! Maana sale! Lo vendo! Lo vendo! 5775!DON LATINO: Acudes al reclamo!LA PISA BIEN: Y le convido a usted a un caf de recuelo.DON LATINO: Gracias, preciosidad.LA PISA BIEN: Y a Don Max, a lo que guste. Ya nos ajuntamos los tres tristes trogloditas!

    Don Max, yo por usted hago la jarra, y muy honrada.MAX: Dame el dcimo y vete al infierno.LA PISA BIEN: Don Max, por adelantado declreme usted en secreto si camel las tres beatas

    y si las lleva en el portamonedas.MAX: Pareces hermana de Romanones!LA PISA BIEN: Quin tuviera los miles de ese pirante!DON LATINO: Con slo la renta de un da, yo me contentaba!MAX: La Revolucin es aqu tan fatal como en Rusia.DON LATINO: Nos moriremos sin verla!MAX: Pues viviremos muy poco.LA PISA BIEN: Ustedes bajaron hasta la Cibeles? All ha sido la faena entre los

    manifestantes, y los Polis Honorarios. A alguno le hemos dado mul.DON LATINO: Todos los amarillos deban ser arrastrados.LA PISA BIEN: Conforme! Y aquel momento que usted no tenga ocupaciones urgentes, nos

    ponemos a ello, Don Latino.

    MAX: Dame ese capica, Enriqueta.LA PISA BIEN: Venga el parn, y tenga usted su suerte.MAX: La propina, cuando cobre el premio.LA PISA BIEN: No mira eso la Enriqueta!

    La Buolera entreabre su puerta, y del antro apestoso de aceite van saliendo deshilados, uno a uno, enfila india, los Epgonos del Parnaso Modernista: RAFAEL DE LOS VLEZ, DORIO DE GADEX,

    LUCIO VERO, MNGUEZ, GLVEZ, CLARINITO y PREZ: Unos son largos, tristes y flacos, otrosvivaces, chaparros y carillenos. DORIO DE GADEX, jovial como un trasgo, irnico como un ateniense,

    ceceoso como un ca, mima su saludo versallesco y grotesco.

    DORIO DE GADEX: Padre y Maestro Mgico, salud!

    MAX: Salud, Don Dorio!DORIO DE GADEX: Maestro, usted no ha temido el rebuzno libertario del honrado pueblo!MAX: El pico rugido del mar! Yo me siento pueblo!DORIO DE GADEX: Yo, no!MAX: Porque eres un botarate!DORIO DE GADEX: Maestro, pongmonos el traje de luces de la cortesa! Maestro, usted

    tampoco se siente pueblo! Usted es un poeta, y los poetas somos aristocracia. Comodice Ibsen, las multitudes y las montaas se unen siempre por la base.

    MAX: No me aburras con Ibsen!PREZ: Se ha hecho usted crtico de teatros, Don Max?DORIO DE GADEX: Calla, Prez!DON LATINO: Aqu slo hablan los genios.

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    MAX: Yo me siento pueblo. Yo haba nacido para ser tribuno de la plebe, y me acanall perpetrando traducciones y haciendo versos. Eso s, mejores que los hacis losmodernistas!

    DORIO DE GADEX: Maestro, presntese usted a un silln de la Academia.MAX: No lo digas en burla, idiota. Me sobran mritos! Pero esa prensa miserable me boicotea.Odian mi rebelda y odian mi talento. Para medrar hay que ser agradador de todos losSegismundos. El Buey Apis me despide como a un criado! La Academia me ignora!Y soy el primer poeta de Espaa! El primero! El primero! Y ayuno! Y no mehumillo pidiendo limosna! Y no me parte un rayo! Yo soy el verdadero inmortal y noesos cabrones del cotarro acadmico! Muera Maura!

    LOS MODERNISTAS: Muera! Muera! Muera!CLARINITO: Maestro, nosotros los jvenes impondremos la candidatura de usted para un

    silln de la Academia.DORIO DE GADEX: Precisamente ahora est vacante el silln de Don Benito el Garbancero.MAX: Nombrarn al Sargento Basallo.

    DORIO DE GADEX: Maestro, usted conoce los Nuevos Gozos del Enano de la Venta? UnJefe de Obra! Ayer de madrugada los cantamos en la Puerta del Sol. El xito de latemporada!

    CLARINITO: Con decir que sali el retn de Gobernacin!LA PISA BIEN: Ni Rafael el Gallo!DON LATINO: Deben ustedes ofrecerle una audicin al Maestro.DORIO DE GADEX: Don Latino, ni una palabra ms.PREZ: Usted cantar con nosotros, Don Latino.DON LATINO: Yo doy una nota ms baja que el cerdo.DORIO DE GADEX: Usted es un clsico.DON LATINO: Y qu hace un clsico en el tropel de ruiseores modernistas? Nios, a ello!DORIO DE GADEX, feo, burlesco y chepudo, abre los brazos, que son como alones sin

    plumas, en el claro lunero.DORIO DE GADEX: El Enano de la Venta.CORO DE MODERNISTAS: Cuenta! Cuenta! Cuenta!DORIO DE GADEX: Con bravatas de valiente.CORO DE MODERNISTAS: Miente! Miente! Miente!DORIO DE GADEX: Quiere gobernar la Harca.CORO DE MODERNISTAS: Charca! Charca! Charca!DORIO DE GADEX: Y es un Tartufo Malsn.CORO DE MODERNISTAS: Sin! Sin! Sin!DORIO DE GADEX: Sin un adarme de seso.CORO DE MODERNISTAS: Eso! Eso! Eso!DORIO DE GADEX: Pues tiene hueca la bola.CORO DE MODERNISTAS: Chola! Chola! Chola!DORIO DE GADEX: Pues tiene la chola hueca.CORO DE MODERNISTAS: Eureka! Eureka! Eureka!

    Gran interrupcin. Un trote pico, y la patrulla de soldados romanos desemboca por una calle traviesa.Traen la luna sobre los cascos y en los charrascos. Suena un toque de atencin, y se cierra con golpe

    pronto la puerta de la Buolera. PITITO, capitn de los quites municipales, se levanta sobre los estribos.

    EL CAPITN PITITO: Mentira parece que sean ustedes intelectuales y que promuevan estosescndalos! Qu dejan ustedes para los analfabetos?

    MAX: Eureka! Eureka! Eureka! Pico de Oro! En griego, para mayor claridad, Crisstomo.Seor Centurin, usted hablar el griego en sus cuatro dialectos!

    EL CAPITN PITITO: Por borrachn, a la Delega!MAX: Y ms chulo que un ocho! Seor Centurin, yo tambin chanelo el sermo vulgaris!

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    EL CAPITN PITITO: Serenooo!.... Serenooo!...EL SERENO: Vaaa!...EL CAPITN PITITO: Encrguese usted de este curda!

    Llega EL SERENO, meciendo a comps el farol y el chuzo. Jadeos y vahos de aguardiente. ELCAPITN PITITO revuelve el caballo. Vuelan chispas de las herraduras. Resuena eltrote sonoro de la patrulla que se aleja.

    EL CAPITN PITITO: Me responde usted de ese hombre, Sereno!EL SERENO: Habr que darle amoniaco?EL CAPITN PITITO: Habr que darle para el pelo.EL SERENO: Est bien!DON LATINO: Max, convdale a una copa. Hay que domesticar a este troglodita asturiano.MAX: Estoy apr.DON LATINO: No te queda nada?MAX: Ni una perra!EL SERENO: Camine usted. MAX: Soy Ciego.

    EL SERENO: Quiere usted que un servidor le vuelva la vista?MAX: Eres Santa Luca?EL SERENO: Soy autoridad!MAX: No es lo mismo.EL SERENO: Pudiera serlo. Camine usted.MAX: Ya he dicho que soy ciego.EL SERENO: Usted es un anrquico y estos sujetos de las melenas: Viento! Viento! Viento!

    Mucho viento!DON LATINO: Una galerna!EL SERENO: Atrs!VOCES DE LOS MODERNISTAS: Acompaamos al Maestro! Acompaamos al Maestro!UN VECINO: Pepeee! Pepeee!

    EL SERENO: Vaaa! Retrense ustedes sin manifestacin.

    Golpea con el chuzo en la puerta de la Buolera. Asoma el buolero, un hombre gordo con delantalblanco: Se informa, se retira musitando, y a poco salen adormilados, cindose el correaje dos guardias

    municipales.

    UN GUARDIA: Qu hay?EL SERENO: Este punto para la Delega.EL OTRO GUARDIA: Nosotros vamos al relevo. Lo entregaremos en Gobernacin.EL SERENO: Donde la duerma.EL VECINO: Pepeee! Pepeee!EL SERENO: Otro curda! Vaaa! Sus lo entreao.

    EL OTRO GUARDIA: Ustedes, caballeros, retrense.DORIO DE GADEX: Acompaamos al Maestro.UN GUARDIA: Ni que se llamase este curda Don Mariano de Cavia! se s que es cabeza! Y

    cuanto ms curda, mejor lo saca!EL OTRO GUARDIA: Por veces tambin se pone pelma!DON LATINO: Y faltn!UN GUARDIA: Usted, por lo que habla, le conoce?DON LATINO: Y le tuteo.EL OTRO GUARDIA: Son ustedes periodistas?DORIO DE GADEX: Lagarto! Lagarto!LA PISA BIEN: Son banqueros.UN GUARDIA: Si quieren acompaar a su amigo, no se oponen las leyes, y hasta lo permiten;

    pero debern guardar moderacin ustedes. Yo respeto mucho el talento.EL OTRO GUARDIA: Caminemos.

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    MAX: Latino, dame la mano. Seores guardias, ustedes me perdonarn que sea ciego!UN GUARDIA: Sobra tanta poltica.DON LATINO: Qu ruta consagramos?

    UN GUARDIA: Al Ministerio de la Gobernacin.EL OTRO GUARDIA: Vivo! Vivo!MAX: Muera Maura! Muera el Gran Fariseo!CORO DE MODERNISTAS: Muera! Mueral. Muera!MAX: Muera el judo y toda su execrable parentela.UN GUARDIA: Basta de voces! Cuidado con el poeta curda! Se la est ganando, me caso en

    Sevilla!EL OTRO GUARDIA: A ste habr que darle para el pelo. Lo cual que sera lstima, porque

    debe ser hombre de mrito.

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    El autor y su obra

    Antonio Machado Ruiz

    TEXTO

    El maana efmero

    La Espaa de charanga y pandereta,cerrado y sacrista,devota de Frascuelo y de Mara,de espritu burln y de alma quieta,ha de tener su mrmol y su da,su inefable maana y su poeta.

    El vano ayer engendrar un maanavaco y por ventura! pasajero.Sern un joven lechuzo y tarambana,un sayn con hechuras de bolero:a la moda de Francia, realista;un poco al uso de Pars, pagano,y al estilo de Espaa, especialistaen el vicio al alcance de la mano.Esa Espaa inferior que ora y bosteza,vieja y tahr, zaragatera y triste;esa Espaa inferior que ora y embistecuando se digna usar de la cabeza,

    aun tendr luengo parto de varonesamantes de sagradas tradiciones

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    y de sagradas formas y maneras;florecern las barbas apostlicas,y otras calvas en otras calaveras

    brillarn, venerables y catlicas.El vano ayer engendrar un maanavaco y por ventura! pasajero,la sombra de un lechuzo tarambana,de un sayn con hechuras de bolero.El vacuo ayer dar un maana huero.Como la nusea de un borracho ahtode vino malo, un rojo sol coronade heces turbias las cumbres de granito;hay un maana estomagante escritoen la tarde pragmtica y dulzona.Mas otra Espaa nace,

    la Espaa del cincel y de la maza,con esa eterna juventud que se hacedel pasado macizo de la raza.Una Espaa implacable y redentora,Espaa que alboreacon un hacha en la mano vengadora,Espaa de la rabia y de la idea.

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    AnexoDocumentos complementarios

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    El sol del imperio comienza a ponerseBATALLA DE CAVITE - 1 DE MAYO DE 1898Artculo de Alejandro Anca Alamillo, Investigador Naval

    El resultado final de la guerra hispanoamericana de 1898 estuvo, inevitablemente,marcado por dos combates navales decisivos, que tuvieron lugar en Santiago de Cuba y Cavite.En ambos enfrentamientos, los americanos aniquilaron a las fuerzas espaolas, recibiendo stasla peor y ms completa derrota naval de toda su historia contempornea.

    Algunos antecedentes

    Espaa posea, hasta 1898, dos grandes territorios ultramarinos, la isla de Cuba y elarchipilago de Filipinas. Convendra recordar, antes de entrar en profundidad en los detallesdel combate, lo difcil, en el caso de este ltimo, que se haca para los espaoles controlar unconjunto de islas que en total superaban en nmero las 3.000. El principal problema con el quese encontraban era la dificultad que entraaba el erradicar la piratera de aquellas aguas. Dehecho la prctica totalidad de las fuerzas del apostadero se dedicaba principalmente a estecometido, estando compuesta en su mayora por pequeos caoneros y unos pocos crucerosligeros. El movimiento independentista y la guerra con los EE.UU. sorprendieron a una fuerzaque no estaba preparada para un combate naval de entidad, o lo que es lo mismo, en igualdad decondiciones contra los buques americanos.

    Curiosamente, es preciso sealar que ambos contendientes se conocan perfectamente.Ambas escuadras frecuentaban puertos como el de Hong Kong, estando las dos perfectamente altanto de los ltimos movimientos de la enemiga.

    Tras el luctuoso hundimiento del Maine, y antes de declarar la guerra contra Espaa, el

    asistente del subsecretario de marina americana, Teodoro Roosevelt, ordena al comodoroGeorge Dewey preparar su escuadra asitica basada en el citado puerto con el fin de destruir a laespaola de Filipinas.

    Espaa posea, hasta 1898, dos grandes territorios ultramarinos, la isla de Cuba y elarchipilago de Filipinas. Convendra recordar, antes de entrar en profundidad en los detallesdel combate, lo difcil, en el caso de este ltimo, que se haca para los espaoles controlar unconjunto de islas que en total superaban en nmero las 3.000. El principal problema con el quese encontraban era la dificultad que entraaba el erradicar la piratera de aquellas aguas. Dehecho la prctica totalidad de las fuerzas del apostadero se dedicaba principalmente a estecometido, estando compuesta en su mayora por pequeos caoneros y unos pocos crucerosligeros. El movimiento independentista y la guerra con los EE.UU. sorprendieron a una fuerzaque no estaba preparada para un combate naval de entidad, o lo que es lo mismo, en igualdad de

    condiciones contra los buques americanos.

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    Curiosamente, es preciso sealar que ambos contendientes se conocan perfectamente.Ambas escuadras frecuentaban puertos como el de Hong Kong, estando las dos perfectamente altanto de los ltimos movimientos de la enemiga.

    Tras el luctuoso hundimiento del Maine, y antes de declarar la guerra contra Espaa, elasistente del subsecretario de marina americana, Teodoro Roosevelt, ordena al comodoroGeorge Dewey preparar su escuadra asitica basada en el citado puerto con el fin de destruir a laespaola de Filipinas.

    Las fuerzas enfrentadas

    Los americanos contaban con seis buques, los Olympia, Baltimore, Raleigh, Petrel,Condord y Boston. Los cuatro primeros eran cruceros protegidos y, los dos ltimos, grandescaoneros. En total sumaban 19.000 toneladas de desplazamiento. El insignia del almiranteDewey, al mando de las fuerzas atacantes, era el Olympia. Su poder ofensivo combinado era elsiguiente: diez caones de 203 mm., veintitrs de 152, veinte de 127 y un total de cincuenta

    piezas ligeras que iban de los 57 mm a 37 mm. Completaban su armamento 10 tuboslanzatorpedos. Eran de construccin moderna.Por parte espaola se contaba con 7 buques, entre los que se encontraban los Reina

    Cristina (insignia de Montojo), Isla de Cuba, Isla de Luzn, Castilla, Don Antonio Ulloa, DonJuan de Austria, y el Velasco, sumando un total de 14.000 toneladas. Estaban armados contreinta y siete caones de entre 160 mm y 120 mm, nueve de entre 90 mm a 70 mm y treinta ycinco piezas ligeras de 57 a 37 mm. Se completaba el mismo con un nmero indeterminado deametralladoras de entre 25 y 11 mm y trece tubos lanzatorpedos.

    Aunque eran buques un poco ms viejos que los de los americanos, se podra afirmarque la mayora se encontraban en la mitad de su ciclo de vida. Esto es un hecho que nos gustararecalcar, y que reiteradamente ha apuntado con acierto por el Doctor de Historia ContemporneaD. Agustn Ramn Rodrguez Gonzlez, desterrando por completo la teora de que la escuadra

    espaola, compuesta por buques de madera se enfrent con una todopoderosa flota deacorazados, teora alentada y divulgada para eximir de culpa a los responsables de tan magnodesastre naval.

    En Cavite pues, se iban a encontrar dos escuadras "a priori" casi equilibradas en fuerzas,con ligera ventaja de los americanos al ser sus buques en general, ms grandes, rpidos, ypotentes (por la mejor calidad y calibre de sus piezas) que los espaoles.

    A pesar de los datos anteriormente apuntados, hay que reiterar el mal estado demantenimiento en el que se encontraban los buques espaoles, y es que el arsenal de Cavitehaba quedado del todo punto obsoleto para las necesidades de stos. En el momento de estallarla guerra, tres de los principales buques estaban siendo sometidos a grandes reparaciones y elresto se encontraba en deficiente estado. Dirase que aquella pareca ms una escuadra queacabara de salir de un combate que una que se preparara para empezarlo. A esta deplorablesituacin del material a flote se una la escasez y la falta de preparacin del personal quecompona en aquellos momentos la Armada Espaola.

    Los preparativos

    Don Patricio Montojo y Pasarn, jefe del apostadero de Filipinas, pidi refuerzos quenunca llegaron, por lo que en el combate su misin sera estar a la defensiva apoyado por lasbateras de costa. El 15 de marzo, los principales mandos militares del archipilago se reunieronen el palacio de Malacaang para definir la estrategia defensiva de los espaoles.

    Pronto se constat cierto desacuerdo entre el Ejrcito y la Armada; as, mientras para losprimeros el objetivo principal era defender Manila, Montojo seal que la escuadra slo podra

    defender adecuadamente Subic que, si bien se encontraba lejos de la capital, estaba ms cercanoa la entrada de la extensa Baha.

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    Lo ideal hubiera sido que la escuadra espaola se hubiera situado frente a Manila,combatiendo para su defensa con el apoyo de las bateras de la ciudad, pero los mandosespaoles no queran que la hermosa ciudad fuera escenario del combate, lo que hubiera

    supuesto con total seguridad un gran nmero de bajas entre la poblacin civil.Se decidi finalmente un despliegue de artillera de costa que no fue ni idneo nisuficiente, y en el que no entraremos para no extendernos en demasiados prolegmenos.

    Entretanto los americanos que, como ya dijimos al principio, estaban basados en Hong-Kong, procedieron a cambiar la pintura blanca de sus buques por la gris, mientras esperaban alcrucero Baltimore que haba zarpado desde los EE.UU. cargado de municiones. Una vez reunidatoda la flota salieron el 24 de abril de aquel puerto con el objetivo de ir hasta la isla de Luzn,donde esperaban encontrarse con la flota espaola, llegando el da 30 del mismo mes. Deweyhaba tomando la decisin, consensuada con sus comandantes, de forzar esa misma noche laentrada en Manila para, al da siguiente, atacar a la flota espaola.

    A las 23:30 horas la escuadra americana pasaba sin ser vista frente la isla delCorregidor. Los buques yanquis iban totalmente a oscuras y slo una pequea luz en popa

    indicaba al buque siguiente la derrota a seguir. El nico peligro al que estaban expuestos losbuques de Dewey eran las minas, que no hicieron acto de presencia.

    El combate

    Al amanecer del siguiente da, el 1 de mayo de 1898 la flota americana se encontrabafrente a Manila. Inmediatamente las bateras de costa comenzaron a disparar, pero la distancia ala que se encontraban los buques impeda que los alcanzasen estas.

    La escuadra de Montojo se encontraba fondeada frente a Cavite, y era de todas lasposibles ubicaciones de la flota la que menos garantas ofreca para su defensa.

    A las cinco y cuarto de la maana comenz el combate. A una distancia quizs excesivade 5.000 metros los buques espaoles abrieron fuego, contestando 25 minutos despus losOlympia, Baltimore y Boston que, con su artillera de 2032 mm, concentraban su fuego sobrelos Castilla y Cristina, recibiendo estos ltimos numerosos impactos que causaron grandesdaos. La flota de Dewey inici entonces una serie de pasadas a una velocidad de 6 nudos,reducindose poco a poco la distancia del combate con los inmviles buques espaoles, quelleg a ser de 2.000 metros.

    La tctica espaola era la de acercarse con su buque insignia el Cristina, apoyado por laartillera del Austria, lo ms posible al enemigo, con el fin de torpedearlo, cosa que no se pudoconseguir al ser rechazados los intentos por el fuego enemigo.

    La superioridad americana se bas principalmente en sus caones de gran calibre, de losque careca la escuadra espaola y por la mejor calidad de las denominadas piezas de tirorpido.

    Dos horas y media de combate despus, la situacin de la escuadra espaola no era tanmala como cabra imaginar. Slo en dos cruceros espaoles (el Castilla y el Cristina) lasituacin era casi insostenible, ya que ambos tenan graves daos y numerosas bajas, pero anas continuaban a flote y seguan disparando (no obstante un temeroso Montojo cambi suinsignia al Isla de Cuba); el resto apenas haban recibido algunos impactos y estaban encondiciones de soportar sin problemas el castigo americano durante bastante tiempo.

    Dewey orden la retirada al ver los escasos resultados de su ataque, aprovechando esta pequea tregua para dar de comer a sus cansadas dotaciones. La situacin se tornabapreocupante para el almirante americano, hacindole reflexionar sobre el hecho de que a pesarde haber consumido la mitad de sus municiones, no haba conseguido sin embargo hundirningn buque enemigo.

    Si Montojo hubiera adivinado la preocupacin del almirante yanqui no habra hecho lo

    que hizo: dar el combate por perdido y ordenar el abandono de sus buques, quitando el cierre delas piezas y abriendo los grifos.

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    Mencin especial se merece el comandante del Cristina, D. Luis Cadarso y Rey, por elvalor de que hizo gala mientras dur el combate; adems, fue alcanzado por una granada cuandodiriga la evacuacin de su buque, siendo a la postre el muerto de mayor graduacin.

    Dewey, gratamente sorprendido por lo que estaba presenciando, decidi reanudar elataque, ensandose con lo poco que quedaba a flote de la escuadra espaola.

    Conclusiones

    Pese a la superioridad artillera de los americanos, el porcentaje de acierto de suscaones fue ridculo. Los caones de 152 mm slo consiguieron un 1% de impactos, los de 127alcanzaron el 35% y slo los de 203 tuvieron un aceptable 9%, siendo los que ms daohicieron a los buques espaoles.

    En total los americanos hicieron 5.859 disparos de los que slo unos 145 lograronalcanzar su objetivo: 81 impactos recibieron entre los cruceros Cristina y Castilla, 33 el Ulloa,13 el Austria, 10 el Duero, 5 el Isla de Cuba y 3 el Isla de Luzn.

    Las bajas de ambos bandos fueron las siguientes: los espaoles perdieron 60 hombres,resultando heridos 193; los americanos oficialmente tuvieron 1 muerto y 15 heridos, aunqueotras informaciones mas veraces de pases terceros, elevan esta cifra a los 50 70 entre muertosy heridos.

    Parece claro que la decisin de Montojo de hundir sus buques fue algo precipitada,habindose puesto en duda por prestigiosos entendidos en la materia. Sobre este punto, desdehace ya algunos aos, existe una pugna entre la versin "oficialista", que exime a Montojo detoda responsabilidad, y una versin "revisionista", ms crtica con la actitud del Almirante. Esobvio que la crtica debe ser siempre constructiva; pero, en todo caso, es tambin importante noolvidar que, en el fragor del combate, se pueden tomar decisiones equivocadas y que, en honor ala verdad, tampoco parece razonable el pretender ocultar estos hechos. De todas formas si, vistoel estado de su escuadra, poco caba exigir a Montojo, tampoco parecera lgico el calificar suactitud de nelsoniana

    En cualquiera de los casos, la batalla de Cavite no fue slo una derrota total, sinotambin el triste aperitivo de lo que luego ocurrira en Santiago de Cuba.

    Artculo localizable enhttp://www.revistanaval.com/armada/batallas/cavite.htm

    http://www.revistanaval.com/armada/batallas/cavite.htmhttp://www.revistanaval.com/armada/batallas/cavite.htmhttp://www.revistanaval.com/armada/batallas/cavite.htmhttp://www.revistanaval.com/armada/batallas/cavite.htm
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