la fiesta barroca en quito

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Anales del Museo de América, 4 (1996): 137-152 LA FIESTA BARROCA EN QUITO (1) Alexandra Kennedy Troya Universidad de Cuenca, Ecuador A diferencia de lugares como México, Per ŭ o Bolivia, el tema de la fiesta barroca en Quito prácticamente no ha sido tratado, salvo casos muy puntuales (2). Sin embargo, en alg ŭ n artículo anterior había mencio- nado la importancia de investigar más a fondo la fiesta como una mani- festación idánea para comprender el período y el arte en particular, de una manera más integral (3). La fiesta se convierte en el medio más apropiado para represen- tar simbólicamente un orden deseado, un imaginario confabulado. Es, de alguna manera, la construcción de un tablado donde se afirman los po- deres, se explicitan los diálogos encubiertos de sociedades en plena cons- trucción, en suma, se ofrecen modelos de vínculos sociales y divinos a los cuales los hombres debían ajustarse... (Esto) explica la manía de la represen- tacián en el barroco. Si cesaba de funcionar la máquina de la mí- mesis, el cosmos revertiría al caos primordial (4). Ei espíritu contrarreformista —muy vinculado al modelo jesuíti- co— utilizó este recurso espléndidamente. Y aunque el modelo español en sus diversas manifestaciones se proyectó unitario hacia el nuevo territorio, en Quito, como en otros luga- res, devino en diversidades regionales al contacto con la sensibilidad de las civilizaciones indígenas. Sin embargo, tanto la historiografía general como la historiografía del arte hispanoamericanas han dedicado mayo- res esfuerzos al tema de las transferencias lineales, dejando el capítulo anterior insuficientemente estudiado, como acotaría Ramón Gutiérrez en un reciente artículo (5). Precisamente este estudio procura aportar al esclarecimiento de las diferencias regionales existentes en el mundo andino, utilizando para ello lo festivo. Centrando en el caso de la Audiencia de Quito, relieva las formas de participación del indígena local y su consecuente pérdida de referentes p ŭ blico-políticos de la Iistoria regional norandina a partir del segundo tercio del siglo XVII; los intentos por parte de los dominadores, a someterle a la utopia basando su presencia en los ideales del imperio globalizador de los incas, recreado por el conquistador para mantener su hegemonía a través de la memoria inca; su alejamiento al territorio-socie- dad inca en la desarticulación política del espacio quiteño dle peruano causada en el marco de las reformas borbónicas durante el primer tercio del siglo dieciocho y el aparente eclipsamiento del indígena en los actos 1 Este trabajo fue presentado en el Semi- norio Internacional: "la fiesta barroca en Europa y Latinoamérica. De lo efírnero a lo trascendente", organizado por la Uni- versidad Católica de Santiago de Chile y UNESCO, Santiago, 27-29 de no- viembre de 1995. La autora queda muy reconocida con los historiadores ecuato- rianos Rosemarie Terán y Guillermo Bus- tos por sus observaciones, muchas de las cuales fueron incorporadas a la pre- sente ponencia. 2 El más relevonte y sugestivo trabajo es el de Carlos Espinosa -(E.) Fernández de Cárdova, "La mascarada del Inca. Uno investigacián acerca del teatro político de la Colonia", Miscelonea Histórica Ecuotoriana 2 (1960): 6-39. 3 Alexandra Kennedy ed, Artes "académi- cas" y populares del Ecuador, 1995, 35. 4 Carlos E. Fernández de Cárdova, "Si- mulacra divina. Cuerpo, visión e ima- gen en la religiosidad barroca", Nariz del Diablo, II época 20 (Ouito, mayo de 1994): 58. 5 Ramón Gutiérrez coord., Pinturo, escultu- ra y ortes ŭtiles en lberoomérico. 1500- 1825, 1995, 13 y 22. 137

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La Fiesta Barroca en Quito. Libro que trata sobre el contexto social del Quito del siglo XVIII. Fiestas populares y religiosas.

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  • Anales del Museo de Amrica, 4 (1996): 137-152

    LA FIESTA BARROCA EN QUITO (1)

    Alexandra Kennedy TroyaUniversidad de Cuenca, Ecuador

    A diferencia de lugares como Mxico, Per o Bolivia, el tema dela fiesta barroca en Quito prcticamente no ha sido tratado, salvo casosmuy puntuales (2). Sin embargo, en alg n artculo anterior haba mencio-nado la importancia de investigar ms a fondo la fiesta como una mani-festacin idnea para comprender el perodo y el arte en particular, deuna manera ms integral (3).

    La fiesta se convierte en el medio ms apropiado para represen-tar simblicamente un orden deseado, un imaginario confabulado. Es, dealguna manera, la construccin de un tablado donde se afirman los po-deres, se explicitan los dilogos encubiertos de sociedades en plena cons-truccin, en suma, se ofrecen

    modelos de vnculos sociales y divinos a los cuales loshombres deban ajustarse... (Esto) explica la mana de la represen-tacin en el barroco. Si cesaba de funcionar la mquina de la m-mesis, el cosmos revertira al caos primordial (4).

    Ei espritu contrarreformista muy vinculado al modelo jesuti-co utiliz este recurso esplndidamente.

    Y aunque el modelo espaol en sus diversas manifestaciones seproyect unitario hacia el nuevo territorio, en Quito, como en otros luga-res, devino en diversidades regionales al contacto con la sensibilidad delas civilizaciones indgenas. Sin embargo, tanto la historiografa generalcomo la historiografa del arte hispanoamericanas han dedicado mayo-res esfuerzos al tema de las transferencias lineales, dejando el captuloanterior insuficientemente estudiado, como acotara Ramn Gutirrez enun reciente artculo (5).

    Precisamente este estudio procura aportar al esclarecimiento delas diferencias regionales existentes en el mundo andino, utilizando paraello lo festivo. Centrando en el caso de la Audiencia de Quito, relieva lasformas de participacin del indgena local y su consecuente prdida dereferentes pblico-polticos de la Iistoria regional norandina a partir delsegundo tercio del siglo XVII; los intentos por parte de los dominadores, asometerle a la utopia basando su presencia en los ideales del imperioglobalizador de los incas, recreado por el conquistador para mantener suhegemona a travs de la memoria inca; su alejamiento al territorio-socie-dad inca en la desarticulacin poltica del espacio quiteo dle peruanocausada en el marco de las reformas borbnicas durante el primer terciodel siglo dieciocho y el aparente eclipsamiento del indgena en los actos

    1 Este trabajo fue presentado en el Semi-norio Internacional: "la fiesta barroca enEuropa y Latinoamrica. De lo efrnero alo trascendente", organizado por la Uni-versidad Catlica de Santiago de Chiley UNESCO, Santiago, 27-29 de no-viembre de 1995. La autora queda muyreconocida con los historiadores ecuato-rianos Rosemarie Tern y Guillermo Bus-tos por sus observaciones, muchas delas cuales fueron incorporadas a la pre-sente ponencia.

    2 El ms relevonte y sugestivo trabajo esel de Carlos Espinosa -(E.) Fernndez deCrdova, "La mascarada del Inca. Unoinvestigacin acerca del teatro polticode la Colonia", Miscelonea HistricaEcuotoriana 2 (1960): 6-39.

    3 Alexandra Kennedy ed, Artes "acadmi-cas" y populares del Ecuador, 1995,35.

    4 Carlos E. Fernndez de Crdova, "Si-mulacra divina. Cuerpo, visin e ima-gen en la religiosidad barroca", Narizdel Diablo, II poca 20 (Ouito, mayode 1994): 58.

    5 Ramn Gutirrez coord., Pinturo, escultu-ra y ortes tiles en lberoomrico. 1500-1825, 1995, 13 y 22.

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  • Alexandra Kennedy Troya

    6 "Relacin de los fiestas reales que cele-bra ...Quito en la ...proclamacin delseor Rey don Carlos Quarto el da 21de septiembre de 1789, 16-111-1790,Actos de Cabildo, Archivo Histrico Mu-nicipal, Quito.

    pblicos oficiales en donde es ahora concebido por el nuevo actor criollo-mestizo, como rstico, sin ms (6).

    Y aunque se genera un trabajo concebido desde el poder del do-minador, no es menos cierto que desde el espacio subalterno indgena segest otras interacciones objeto de otro trabajo. Estaramos reivindicandola coexistencia de otros mundos aparentemente irreconciliables pero quecreemos se dieron no sin los conflictos que esto poda generar.

    7 Manuel Burga, "El Corpus Christi y lanobleza inca colonial. Memoria e identi-dad", en: Heraclio Bonilla comp., Losconquistados. 1492 y la poblacin ind-gena de las Amricas, 1992, 233 y231.

    8 Rafael Ramos Sosa, Arte festivo en LimoVirreinal Isiglos XVI-XVIII, 1992, 204.

    9 Mireya Salgado, "El teatro indgena enlo fiesta coronial. La celebracin del no-cimiento del Prncipe Baltazar Carlos",monografa indita, 1994, 3.

    10 Ibid, 4.

    CAMBIO Y CONMOCION EN LAS RELIGIONES PREHISPANICAS

    El catolicismo contrarreformista en Amrica asumi del pasadoprehispnico algunos elementos que le ayudaron a establecer el puenteentre el pasado religioso precolombino y el catolicismo. Pero, ste impusouna tica, una forma de creer y de celebrar los dioses. No dialog. Silen-ci y rara vez supo conmoverse.

    En los Andes, las tradiciones religiosas prehispnicas fueron re-pensadas o recreadas por el clero o seglares espaoles, indgenas, mesti-zos y criollos muy allegados a las tareas eclesisticas. Y poco a poco sederrumbaron las prcticas rituales y creencias de lo que hubieran podidoser formas institucionalizadas de religin inca (7). Aquellas manifestacio-nes que se mantuvieron, como las cranzas indgenas que acompaabanprcticamente todas las formas festivas, aparecieron finalmente como sig-nos externos de ambientacin, demudados de su sentido original. Para IC1burocracia espaola estaban claras las estrategias, tal como seala unaelocuente misiva del Cabildo Eclesistico de Lima al Rey fechada en1606, en que se deca que convena, entre otras cosas, hacer pblicasdemostraciones y principalmente en estas partes por razn de los natura-les, que tanto se mueven por lo exterior... (8).

    En consecuencia, la iglesia postridentina en Amrica, en los An-des, intent construir con una gran dosis de imaginacin y con la ayudade una intrincada parafernalia festiva, un imaginario colectivo que sentlas bases de una sociedad en plena construccin, una sociedad en la quela presencia del otro impuso el reto de la resignificacin de los mismo,una sociedad en la que ese otro, como sujeto histrico activo, se apropide lo impuesto buscando, consciente o inconscientemente, las rupturas ygrietas del sistema de dominacin (9).

    Un importante recurso utilizado en el contexto festivo y sobre to-do en el teatro poltico, fue el uso de la historia. Este, asevera Mireya Sal-gado, siguiendo el pensamiento de Carlos Espinosa, no Fue autogenera-do clandestinamente por los dominados sino que era parte de laestrategia del poder colonial; imponer el recuerdo y la valoracin de lohistrico supona el lograr ms efectivamente el poder local, facilitaba ladominacin y la movilizacin de recursos (10).

    Las fiestas, los espectculos p blicos religiosos y civiles juga-ron un papel muy importante en afianzar esta memoria "interesada" pa-ra construir una nueva identidad y anular los picos o diferencias locales,destruyendo un sistema de solidaridades in tiles a los fines administrati-vos y evangelizadores globalizantes.

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  • LA FIESTA BARROCA EN QUITO

    Fig 1: Procesin de Corpus Christi, ss XIX-XX. Foto: Quito, M Municipol.

    La sutileza en los medios utilizados, sin embargo, consisti en noromper abrupta y cohersitivamente el sistema de intercambio y serviciosestablecidos por el Inca e inflexibles seg n Urgano sino en capitali-zar sus avances a travs de las formas religiosas, que, para el Inca y sugente, eran, o pochan ser, muchas y muy variadas y por lo tanto ms f-cilmente introducidas (11).

    Nuevamente, la fiesta religiosa result un espacio muy aprove-choso. Si consideramos que, al menos en Quito, prcticamente toda cele-bracin tena como elemento central la religin, comprenderemos que lamanipulacin poltico-religiosa era una constante en la vida de todos losindividuos. Por ello resulta sorprendente que en Quito, a diferencia deCuzco o Potos, no existan testimonios religiosos iconogrficos con el pro-tagonismo de los sectores indgenas, salvo una pequea tablilla de me-diados del dieciocho en el que se narra el traslado del muro pintado dela Virgen de Chiquinquir a la recoleta de San Diego en el cual los indiostiran del carro o sirven de cargadores... (12).

    FIESTAS, RELIGION Y ARISTOCRACIA

    Las fiestas en la Audiencia fueron frecuentes y de grandes pro-porciones. Jorge Juan y Antonio de Ulloa daban, en 1743, su versin ysostenan que ci pereza y la falta de distracciones haban causado el quelos bailes y los fandangos fuesen en Quito mucho ms licenciosos y fre-cuentes que en el resto de las Indias. Las liviandades Ilegan a un extremo,que se hace an el imaginarlo abominable; y el desorden es a correspon-dencia...; y el pueblo llano aadan bebe tanta aguardiente de caay chicha que los efectos vienen a parar en un total desconcierto (13).

    El fandango invadi los conventos, tanto que el obispo Polo amediados del siglo amenaz con excomulgar a quienes practicaban este

    11 Henrique Urbano, "Sincretismo y senti-miento religioso en los Andes. Apuntessobre los origenes y desarrollo, en:Bonillo, op. cit., 234.

    12 Milagro, aparicin y entrado del cua-dro de esta copilla lde Son Diego) delo cumbre del Pichincha, Oleo sobre to-blo. c. 1750, 81 x 68 cm., Quito:Museo de Son Francisco.

    13 Jorge Juan y Antonio de Ulloa, Relo-cin histrica del vioge a la AmricaMeridionol, T. I., 1978, 373.

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  • Alexandra Kennedy Troya

    14 Sylvia Bentez y Gaby Costo, "La fami-lia, la ciudad y la vida cotidiana en elperodo colonial", en: Enrique AyalaMora ed., Nueva Historia del Ecua-dor, Vol. 5, 1989, 211.

    15 Alexandra Kenned y Alfonso Ortiz,Convento de San Diego de Quito. His-toria y restouracin, 1982, 101.

    16 Rosemarie Tern, Arte, espacio y reli-giosidad en el convento de Santo Do-mingo, 1994, 48-49.

    17 La inclusin de temas laicos en espa-cios sagrodos corrobora lo antedicho.Vease los ejemplos en pintura mural enelumbral al ingreso de lo Sala de pro-fundis del convento de Santo Domingoen donde se reprodujeron "personajeslaicos, seguramente marqueses cofro-des con sus caroctersticos vestimentasafrancesadas de fines del siglo XVIII y

    baile (14). El definitorio de la recoleta de San Diego reunido en enero de1760 recomend a los religiosos que

    no solemnicen los maitines de la Natividad del Seor ni otra festivi-dad alguna, con comedias, coloquios, saraos y otras farsas pbli-cas... y que de ningn modo salga la comunidad... a funcionesparticulares del siglo ni an con colorido de conducir los cuerposmuertos de difuntos... (15).

    A excepcin, por supuesto, de personajes importantes o insignesbenefactores...

    La presencia de lo religioso en Quito es de sobra conocido, sin em-bargo, recordemos que de las 63 hectreas que constitua la traza original,20 estaban ocupadas por eclificios religiosos. Adems, el gran peso de estaactividad se refleja en haber sido secle episcopal antes de crearse la RealAudiencia. Se comprende entonces, como deca en prrafos anteriores, quela Fiesta estuviera muy cercana a las celebraciones de carcter religioso yque aquellas civiles como los nacimientos, muertes o proclamaciones de losreyes, visitas de virreyes, entre otros, Ilegaron a constituir un espacio de lu-cimiento no slo de la lite administrativa sino sobre todo un despliegue depoderes encontrados entre las diferentes rdenes regulares y la consolida-cin de espacios y fervores muy cuidadosamente promovidos por cada unaen particular. Tal el caso del culto cofradial de la Virgen del Rosario porparte de los dominicos que para el siglo XVII deriv en la creacin de laCapilla de los Naturales y despus en la Capilla del Rosario de Espaoles.

    Lo interesante en este proceso es que si bien las rdenes religio-sas lograron liderar y concentrar el poder social y econmico, durante elsiglo XVII, el orden empez a revertirse durante la primera mitad del si-glo siguiente. La citada cofrada del Rosario devino en una congregacinque agrupaba fundamentalmente a los ms destacados personajes de lasociedad laica: la conocida Asamblea de los Veinticuatro. La sociedadcolonial se apropi del espacio sagrado como recurso decisivo para sureproduccin simblica, como bien seala Rosemarie Tern en un ilumi-nador trabajo. La autora va ms all al proponer que no solamente seus la cofrada, y todo su despliegue ligado a celebraciones de todo or-den junto a los conocidos convites, para promover las jerarquas polti-cas, sino que en ella se recre un insospechado espacio para la sociabili-dad. Y aaque que:

    A falta de una corte que se articulara en tomo a las mximas ins-tancias del poder civil, como las cortes virreinales de Nueva Espa-a o Lima, los aristcratas de Quito reprodujeron ambientes corte-sanos al cobijo de lo sagrado (16).

    Quizs esto explique en buena medida el apego y reproduccinde un estilo rococ predominante en el arte religioso de Quito (17).

    Estos cambios sustanciales incidirn notablemente en la organi-zacin, confirmacin y concepcin de la fiesta barroca entre un siglo yotro y slo exponindolo en trminos tan generales como los antedichos,se podr ir detectando ciertas peculiaridades regionales en las que el ele-mento indgena ser de particular importancia.

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  • INCIFeTnnliek)

    LA FIESTA BARROCA EN QUITO

    muy dentro del barroco" (Ibid, 491; restosde uno de los capas de pintura mural en elpatio principal de Son Diego (AlexandraKennedy, "Otros pinturos bajo el ciclo delo Pasin de Cristo. Pintura mural en el con-vento de Son Diego de Quito, Culturo 17(sept.-dic., 19831: 355-378), ambos en

    - ito; y, en el refectorio del Monosteriodel Cormen de Cuenco en donde se re-crea un imaginorio loico y locol. Destaca-mos en el Cormen uno esceno de la maton-zo del puerco, como un momentopreporatorio de toda celebrocin campesi-na rural y urbano, documento nico y degran relevancia etnogrfica Uuon Martinez,La pintura popular del Carmen. Identidad ycultura en el siglo XVIII, 1983, 191-1921.

    Fig. -2: Tribunol del Sonto Ofco. S. XVII oleo, Quito, Arte colonial. Foto: A. Kennedy.

    BREVE CALENDARIO DE FIESTAS

    Al igual que en el resto del mundo andino, la celebracin religio-sa ms importante en Quito fue la del Corpus Christi, en la que se intentcombinar la ritualidad indigena en torno al calendario agricola y las fe-chas claves de celebracin catlica, en un espacio urbano. Tambin lasfiestas a la Inmaculada fueron muy relevantes, y por supuesto la Navidady los carnavales.

    Asimismo, muchas rdenes de los constantes desastres naturalesque infundieron verdadero terror en la poblacin, para crear imgenesde alivio y esperanza y fortalecer su presencia dentro delmarco de unaserie de estrategias de conversin. Erupciones, terremotos, pestes, sequ-as, eran motivo de novenarios, procesiones, penitencias o rogativas y so-bre todo romerias o paseo de imgenes tan importantes como las delQuinche o Gupulo, cerca a Quito, o la del Cisne, cerca a Loja al sur delpais. Slo en el siglo XVIII se dieron los sismos ms fuertes. Se destacanlos de 1755 y 1797, este ltimo destruiria la ciudad de Riobamba en lasierra central.

    Una de las rdenes ms exitosas y que mantiene hasta hoy su pree-minencia es la de los mercedarios cuya Virgen de la Merced en Quito tornla advocacin de Virgen del Terremoto o del Volcn desde pocas muy tem-pranas, tras la erupcin del Pichincha en 1575 y a cuyas faldas se asienta laciudad de Quito. En esta ocasin tanto el cabildo eclesistico como el civilhicieron voto jurado para celebrar la fiesta anual en su honor (18).

    Adems de las conocidas celebraciones civiles aplicadas en todala Amrica hispana, en Quito se destacan algunas fiestas muy especialescomo aquella ocasionada por el traslado de las casas reales o palacio dela Audiencia al nuevo local en la Plaza Mayor, cuando Carlos II devolvia Quito en 1699 el derecho a elegir alcaldes todos los aos, derecho erra-

    18 Vose Ins del Pino y Hugo Yepes,"Apuntes paro una historia sismico deQuito", en: Centro histrico de Quito.Problematica y perspectiyas, 1990, y

    Luis Octovio Proono, Nuestra Seo-o de la Merced en lo colonio y en lo

    tepblica del Ecuador. 1993.

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  • Alexandra Kennedy Troya

    19 Bentez y Costa, op. cit., 225. Vaseadems Cristbal de Gangotena y Ji-jOn, "Fiestas que se celebran en Quitoa fines del siglo XVIII", Boletin de laAcademio Nocional de Historia (Qui-to) 7 (1923): 263-269.

    20 Vase nota 2, destacado e ilustradordel artculo del cual surgieron muchasideas, reflexiones y coincidencias enlas propuestas.

    dicado a raz de la Revolucin de las Alcabalas en 1591. Tambin se ce-lebr con gran pompa la suspensin de la Audiencia y la ereccin del Vi-rreinato de la Nueva Granada, y posteriormente el reestrablecimiento dela Audiencia, durante la primera mitad del dieciocho. la extensin del pe-rodo presidencia de Santiago Larrain fue motivo de gran regocijo (19).

    Sin embargo, muchas de las fiestas mencionadas y aquellas que hedejado en el tintero, no Ilevan el respaldo documental ni grfico que permitaapreciar de una manera directa la intervencin de la mayoritaria poblacin in-dgena. Es por ello que partiendo de una primera y brevsima aproximacin altema a travs de la fiesta de Corpus, me he centrado en dos fiestas reales do-cumentadas y trabajadas (20): la celebracin del nacimiento del principe Bal-tazar Carlos, hijo de Felipe IV, en 1 631 y la proclamacin de Carlos IV en1789, apuntaladas con datos sueltos y dispersos entre una y otra celebracin.

    LA PRESENCIA INDIGENA EN LAS FIESTAS

    Jorge Juan y Antonio de Ulloa fueron testigos presenciales de unafiesta de Corpus en Quito, su asombro ante el esplendor y riqueza, sondignas nos decan-

    de no quedar en el silencio por suparticularidad, y circunstanciasla Pompa, con que sale en Procession el Santisimo; y las danzasde Indios, que con tan justo motivo se disponen.

    Y contin a la descripcin sobre el adorno de calles con costosascolgaduras y arcos triunfales ricamente aderezados, y altares que se for-man de trecho donde aaden-

    no menos que en los arcos luce abundantemente la Plata Labrada,sobrepujando los aparadores de ella a las techumbres de las ca-sas; brillan las ms estimables, y ricas joyas, y la buena disposi-cin de unas, y otras hace una agradable y vistosa perspectiva;donde el arte no se deja admirar menos, que la riqueza.

    Sin embargo, el Corpus si bien celebra el triunfo del dios cristia-no, era, al mismo tiempo el escenario permitido para que la nobleza in-dia sobreviviente exhibiera los smbolos que le diferenciaban de los espa-oles, y al inicio de la colonia, aquello que distingua una etnia de otra.Juan y Ulloa por obvias razones no estaban en condiciones ni qui-zs en la predisposicin de ubicar diferencia alguna, eran indios sin ms.

    All por 1550, comenta el historiador Burga, se apreciaba en lasfiestas de Corpus grupos tnicos diversos, incas, chillques, chachapoyas ycaaris, quienes desfilaban con sus atuendos, bailes y smbolos prehisp-nicos. Esta superposicin estaba permitida hasta el Concilio de Trento,despus y debido a la falta de tolerancia y persecucin, se condujo a lafiesta sincrtica, la que seguramente narran Juan y Ulloa y muchos otros,

    donde las apariencias eran muy catlicas y las emociones y devo-ciones ocultas muy andinas. Es entonces cuando las noblezas ind-genas, del centro y de la periferia del antiguo territorio inca, tuvie-ron que aceptar la fiesta cristiana, fomentarla y asumir la

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  • LA FIESTA BARROCA EN QUITO

    Fig. -3: M. de Sontiogo. Procesin de la V. de guopulo: Quito. Foto . Alfonso Ortiz.

    responsabilidad de realizarla como una forma de continuar contradicionales estrategias politicas y sociales andinas que les permi-tian mantener y reproducir su poder y su autoridad (21).

    Quizs donde ms se sinti este doblegamiento y transformacinde las originales prcticas religiosas indgenas, fue en las ciudades msimportantes, en los pequeos poblados, por ejemplo, se mantuvo la dis-tincin ritual entre los medioaos relacionados a las estaciones seca y Ilu-viosa, la primera de las cuales coincidira con la implantacin del Cor-pus, fiesta mvil y "adaptable" (22).

    El Corpus, entonces, no fue slo una fiesta religiosa.

    sino que las noblezas cuzqueas la usaron para mostrarse p bli-camente, con boato, colores, danzas, sus insignias y simbolos tni-cos que los identificaban como descendientes de los incas supues-tamente histOricos (23).

    La memoria tnica oral y frgil no era una memorizacin mec-nica sino una reconstruccin generativa, no rememoraba con exactitud si-no con imaginacin, concluye Manuel Burga. Y en este potro se montaronmuchos indgenas de la Audiencia de Quito que inventaron a fuerza decoexistir ms dignamente, su filiacin inca.

    Y aunque el gobierno colonial puso especial cuidado en reglamen-tar y controlar las fiestas donde intervenan los indgenas, su puesta en es-cena de mascaradas, bailes, m sica y otros, haciendo uso constante de lamemoria histrica en el sentido antedicho, dice mucho de en qu forma in-tentaron aprovechar los resquicios de una geografa poltica tan compacta.

    Es precisamente a travs de estas representaciones descritas porlos cronistas de la poca que intentaremos echar una mirada a la evolu-

    21 Burga, art. cit., 320.

    22 Vase Tom Zuiderna, "El encuentro delos calendarios andino y espaol", en:Bonilla, op. cit.

    23 Burgo, art. cit., 320.

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  • Alexandra Kennedy Troya

    cin en la definicin, participacin e imagen del indgena local en el lap-so de 160 aos, entre 1 630 y 1790, aproximadamente.

    24 Vase Ramos, op. cit., 89 y ss.

    25 Cristbal de Gangotena y Jijn, "Hon-ras de Felipe II. fura de Felipe III...",Boletn de la Academia Nocional deHistoria, 8 (enero-junio, 1924): 278.

    26 Vase Santiago Sebastin, Contrarre-forma y barroco. Lecturos iconogrfi-cas e iconolgicas, 1981, 113.

    27 "Relacin de las clebres y famosasfiestas, alegrias y demostraciones quehizo Quito ...al dichosisimo nacimientodel principe de Espaa don BaltazarCarlos... por principio del ao de1631", Actas de Cabildo, Quito: Ar-chivo Histrico Municipal.

    EL NACIMIENTO DE BALTAZAR CARLOS EN 1631, SEORESNATURALES E INCAS

    Elnacimiento del principe Baltazar Carlos, hijo de Felipe IV e Isa-bel de Borbn, fue festejado con un gran boato en todo el mundo hisp-nico. Era el heredero indispensable para la continuidad de la monarqua,la estabilidad y defensa de los reinos espaoles (24). Es muy probableque sta haya sido la fiesta real de mayor convoctoria celebrada en Qui-to desde su fundacin. Recordemos que las fiestas realizadas con ocasinde las honras de Felipe II y proclamacin de Felipe III, en mayo de 1599,fueron modestas por estar sumamente pobre la Caja de Propios de laCiudad (25).

    Sin embargo, Santiago Sebastin resalta, pocos aos ms tardeen 1613, la magnificencia del tmulo que se levant en Quito con oca-sin del deceso de la Reina Margarita de Austria. El despliegue y organi-zacin del programa iconogrfico alrededor de la Muerte, elaborado porDiego Serrano Montenegro con la colaboracin de arquitectos, esculto-res, pintores y poetas, constituye hasta ahora una obra de primer ordenen la Amrica hispana (26).

    Lamentablemente en ninguno de los dos casos antedichos tene-mos noticias sobre la participacin indgena y es por ello que la relacindel nacimiento del principe Baltazar Carlos celebrada en Quito en febre-ro de 1 631 (27), resulta un documento invalorable ya que describe conbastante detalle el octavo da en el que stos tomaron parte. Su interven-cin fue un xito, seg n el cronista, ya que una de las representacionesel degollamiento de la Reina de cochasqu por parte de los ejrcitos in-cas dur 3 horas, y que si mucho ms durara pareciera un pequeorato por lo mucho y bien que divirti y entretuvo.

    Entraron a la plaza los ejrcitos del Inca, Rey que fuera desta tie-rra en su gentilidad, la mencionada reina de Cochasqu y otras 8 nacio-nes de quisingas, cofanes, litos, quijos, ingas, niguas, margayes, juntocon 1.000 naturales armados a la usanza. Algunos representaban la ca-cera de leones, tigres y osos, otros Ilevaban instrumentos de guerra losque usaron en sus tiempos, otros portaban banderas e insignias... conplumera y... tambin banderas y cajas espaolas.

    Traa el Inca, aade, 40 mujeres,sus damas con sus orejeras, Ilautos, patenas de plata, brazaletes yun carro en que vena un monte espeso artificiosamente puesto conmucha caza de todos anmales... y coca, yuca y algodn y otrascomidas de sus modos cocinadas.

    En otro carro iba el castigo de los caciques, o seores naturales,que fueron los que se alzaron en la provincia de los quijos. A stos se lostendi galanamente en la plaza junto con

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  • LA FIESTA BARROCA EN QUITO

    Fig. -4: M. de Santiago de Primavera (det.), oleo, s. XVII, M. de Arte Colonial. Quito. Foto:A. Kennedy.

    las camisetas de hilo y lana de oro fino... de los con pasamanerade oro, damascos y otros de sus tejidos y las diversidades de colo-res que todos tenan y la plumera de sus sombreros que podanasentar la ms frtil... primavera y ninguna en sus campos Ilega-ron a juntar... en tan pequetio espacio.

    Y desde aqu se narra la escena de batallas que tanto entusiasmal p blico:

    Hcieron ambos ejrcitos sus veledades y acometmientos tan dies-tramente con notable algazara y gritera al son de sus instrumentosy ...11egaron a vencer y degollar la reina de Cochasqu y el modode cantar su victoria fue de mayor gracia... (28).Como vimos en prrafos anteriores, se usa la memoria histrica

    recurriendo a la historia de los seores naturales, los olavalos de la sie-rra norte representados por su reina de Cochasqu y varias etnias de laselva amaznica cuya lista incluye a los quijos en directa relacin conla sublevacin de 1579, en donde se reprimi violentamente al caciquey brujo Peto y Jumandi. Esta ltima alusin inscrita en el teatro polticobarroco, coincide con el despliegue de entonces, sobre todo de los je-suitas, por evangelizar y reducir a los pueblos amaznicos. En escenase re nen dos momentos distantes pero que resumen la necesidad deafirmar el dominio espaol sobre los salvajes, salvajes que en este rela-to han sido descritos identificndoles por etnias. Sin embargo, estaidentificacin conocida y vivida en el plano cotidiano por quienes hab-an tratado y trataban de someterlas, se ve globalizada en la represen-tacin, para usar el trmino de Espinosa Fernndez de Crdova, en tor-no a la figura del Inca. La idea, que comparto con este autor, eraanular la diversidad regional para reconocer una lealtad nica, va elInca, al Rey espaol. Lo curioso es que en ning n momento el Inca enel marco de una fiesta real transfiere su poder a este ltimo, sino que

    28 Ibid., fol. 91v.

    145

  • Fig. -5: Quito, Museo Municipal. Foto: A.Kennedy.

    31 Ramos, op. cit., 228.

    Alexandra Kennedy Troya

    29 Espinosa, art. cit., 1990, 22.

    30 Ibid., 10.

    32 Existe una documentacin interesanterecuperodo por mi, o travs del curscde Arte Indgena que se dictO a un gru-po de indgenas de todo el pais encontexto de la Licenciaturo Andina deEducacin Biiinge, Universidad deCuenca, 1995.

    se presenta victorioso ante los indgenas locales, como hace notar Espi-nosa Fernndez de crdova (29).

    El vnculo que se establece entre los sometimientos de la legenda-ria reina de Cochasqu y las etnias del Oriente tampoco es histrico, stos ltimos haban sido la mayora que conformaba los ejrcitos incaicos queconquistaron Imbabura, provincia que regentaba la mencionada reina.

    Lo cierto es que ste es uno ms de los ejemplos que respaldan elhecho de que los quiteos hacan reconocer sus derechos ancestrales pe-ro con referencia al Inca, o falsifica(ndo) sus genealogias reclamando ori-gen incaico (30).

    La fiesta barroca, como representacin simblica por excelencia,era ad-hoc para la circunstancia, era advertir y apoderar; era el mejorinstrumento para el ejercicio del poder, aseveracin al presente poco ori-ginal pero necesaria.

    Por otro lado, es intersante destacar la esttica del indio a la horade presentarse en fiesta tan importante. Al igual que en tiempos de lagentilidad los indgenas crean objetos tiles, muy relacionados con el ves-tuario camisetas y sombreros que parecen entregar dentro del marcode la reciprocidad andina; con la misma naturaleza viva y muerta quereproducen exhuberante en los dos carros, con gran cantidad de monteespeso, presas y comidas preparadas, excelsamente dispuestas.

    Para redondear mi idea permtanme aadir un prrafo sobre laparticipacin indgena en 1669 en Lima durante la beatificacin de laque fuera Santa Rosa. Hacan arcos triunfales, deca la crnica:

    estos no eran al modo europeo, imitando el mrmol y el jaspe co-mo los antiguos romanos, sino de varias fragantes flores dispuestas envarios lazos, que aunque a su brbaro modo, si eran gusto del olfato,servian de diversin apacible a los ojos. Y sembraron las calles de juncia,y verde espadaria... con tanta correspondencia a las flores de los arcos,que parecia, que la gentil primavera habia trasladado todo el tesoro flo-rido de sus hermosos pensiles, para ser cielo a las plantas de nuestra flo-ra cristiana (31).

    Ambos relatores toman nota de un arte efimero que engloba lossentidos, la naturaleza circundante, que parece ser ms envolvente, quereproduce ms fielmente su propia circunstancia, que no inventa estrate-gias. Limitaciones de tiempo y espacio no me permiten entrar a analizarlas formas y fuentes alternativas de un arte indgena ntimamente ligado ala vida, relacionado sin duda alguna a las actuales manifestaciones dearte indgena Ilamadas en traduccin literal del quichua actual, sabiduri-as (32).

    ULTIMAS APARICIONES DE LOS SEORES NATURALES Y LO INCA

    A partir del ltimo cuarto del siglo XVII, lo local deja de ser el ejede la dominacin colonial. Los caciques o seores naturales indispensa-bles para la encomienda, la recoleccin del tributo y las reducciones, dan

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  • LA FIESTA BARROCA EN QUITO

    Fig. -6: M. de Sontiago. to primoyera, oleo. S. XII. Museo de Arte Coloniol. Quito. Foto:A. Kennedy.

    paso a nuevos marcos: las haciendas y los espacios urbanos. Desde elinicio de la conquista, el clero en Quito tampoco haba ayudado a man-tener vigente lo local ya que no despleg el mismo esfuerzo etnogrficoque en el Per y en ello habra jugado alg n papel la generalizacindel uso del quichua con lo cual imaginario religioso norandino queda-ra silenciado, intraducble (33).

    Por otro lado, si bien en el Per crece y se auspicia la presenciadel Inca en los espectculos p blicos, durante el dieciocho, en Quito, de-crece con su transferencia a Santa Fe. Uno de las pocas festividades endonde aparecer lo inca se da en 1660 con ocasin de las celebracionesen torno a don Alonso Florentino Inca, corregidor de lbarra, quien Ilega-ra del Per a posesionarse de su cargo, Ilevando bajo el brazo pruebasde su filiacin inca. De breve duracin, fue acusado de alentar expectati-vas milenaristas entre los indgenas de Imbabura. Espinosa Fernndez deCrdova intenta probar con gran destreza histrica, que las acusacionesfueron motivadas por intereses personales, ligados ms bien a la pose-sin de tierras (34).

    De esta manera se marcara el fin de una poca herica y se da-ra paso a nuevos protagonistas: la plebe y el comn (35).

    CAMBIO DE ACTORES EN LAS FIESTAS BARROCAS REALES. PROCLA-MACION DE CARLOS IV

    Hasta finales del siglo XVII, las fiestas reales u otras civiles, conta-ban con el financiamiento y protagonismo de los cabildos civil y eclesis-tico. Sin embargo, una prolongada crisis causada por el decaimiento delos obrajes en Quito, habra forzado a que en 1760 la celebracin luc-tuosa por el deceso de Fernando VI, fuese financiada en forma privadapor don Mariano Prez de Ubill s, alcalde de primer voto (36). Esto indi-

    33 Tern, op. cit., 1994, 21.

    34 Espinosa, art. cit 1990.

    35 Ibid, 32.

    36 Vose "Interesantes relatos de las cere-monias reolizadas en Quito por lamuerte de Fernando de Sexto y la exaktacin al trono del Rey Carlos Tercero",Museo Histrico (Quito) 1 ( I: 7-15.

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  • Alexandra Kennedy Troya

    Fig 7: Procesin octual en Quito. Foto: Alfonso Ortiz.

    cara un traslado del poder de sectores tradicionales a la clase emergentecriolla.

    Es interesante anotar que en esta fiesta, posterior al ingreso decarros hacia la plaza mayor de Quito en los que se conducan las consa-bidas imgenes reales, fue recitada una loa por 3 damas que representa-ban 3 alegoras: Quito, la Tierra y el Agua; y los otros dos elementos, elAire y el Fuego por 2 galanes. El centro de la escena fue Quito, sin refe-rencias de dependencia al virreinato de Nueva Granada y en directa re-lacin con Espaa, tal como haba sucedido en la fuesta de celebracinde Baltazar Carlos. Supona sta otra forma de la clase criolla emergen-te de reafirmar su independencia y ratificar subrepticiamente su deseo deregirse por s sola?

    En 1789 se celebraran las fiestas por la muerte de Carlos 111 y laproclamacin y coronacin de Carlos IV. No ha habido elemplar en se-mejantes celebridades, anunciaba el escribano designado como relatorde las exequias (37). Sin embargo, tampoco en esta ocasin las cosasfueron fciles ya que el cabildo se vio obligado a pedir un prstamo de 3a 4 mil pesos a los comerciantes, hipotecando para ello las rentas que te-na de la direccin de Temporalidades.

    Su debilitamiento queda evidenciado a n ms en una disputaque se desata con el clero secular y que se origina en la seleccin delpredicador de honras. Despus de mucho bregar se Ilega a un consensoa regaadientes.

    Seguramente debido a la crisis del cabildo quiteo, la proclama-cin del nuevo Rey se realiz meses ms tarde y es precisamente esta

    38 "Relacian de las fiestas reales de fiesta (38). la que nos permitir corroborar ciertas situaciones que ya se

    Carlos Quarto", doc cit. venan advirtiendo con anterioridad y de manera fragmentaria.

    37 Gustovo Chirlboga, "Las exequias dedon Carlos III, en Quito", Museo Hist.rico 51 (1971)" 296-306.

    1 48

  • LA FIESTA BARROCA EN QUITO

    El ayuntamiento ricamente adornado de una bien dispuesta pers-pectiva... (39) estaba presto a recibir entrada y disfraces de los 5 barriosde Quito y son stos el aparente centro de la fiesta. Los gremios, en cam-bio, participarn de modo secundario, destacndose en esta ocasin elde los escribanos. parece ser, como advertira ya la historiadora GloriaGarzn (40), que los gremios en Quito, al igual que en el resto de laAmrica Hispana, se hallaban en plena desarticulacin debido a las re-formas borbnicas apoyadas en la Ilustracin y que privilegiarn formasms institucionalizadas de aprendizaje y comercializacin (41).

    Decamos que los barrios fueron el aparente centro debido a queno iban solos sino apadrinados por los sujetos visibles de la ciudad y queen las fiestas reales, se explicitaba, los capitanes no eran aquellos vecinosde barrios, sino las personas ms condecoradas y de primera distincin...que en sto y en el mayor o menor aparato estribaba la diferencia entreunas y otras fiestas. Los sujetos visibles de Quito resultaban ser el mar-qus de Miraflores (por el barrio de Santa Brbara), el marqus de SelvaAlegre (San Blas), el marqus de Solanda (San Sebastin y San Marcos),el conde de Selva Florida, de titulo flamantemente obtenido (San Roque),quien se lucira en su generosa presentacin (42). Todos estos personajesparticiparon en el proceso de independencia de Espaa, pocos aos mstarde.

    Esto explicara y apoyara la tesis de Rosemarie Tern sobre elgradual protagonismo de los sectores populares urbanos en crecientepauperizacin desde comienzos del XVIII y el refugio de la lite en un sis-tema de estratificacin de mayor exclusividad y rigidez.

    El proyecto clominante insiste la autora intent recrear espa-cios ms aristocratizantes que contrastaran con aquellos asignaclosa una plebe amenazante confinada en los barrios (43).

    Estos espacios podan ser representados en el contexto de unafiesta real, tal como sucedi en el caso que analizamos y en donde clara-mente se advierte un control e incluso apropiacin imaginada de espa-cios que no les perteneca.

    La historia, sin embargo, no concluye aqu. Adems de que cadaorden religiosa organizara individualmente varias proclamaciones, laadministracin pblica se vera representada en lugar estratgico. La pilaprincipal haba sido preciosamente adornada con jeroglficos: el sol re-presentaba al Rey, la luna a la Reina, sobre el globo brillaban 7 lucerosque correspondan al Presidente de la Audiencia y los ministros del tribu-nal. Les acompaaba un castillo de fuegos ar-tificiales con las armas de laciudad "primorosamente pintado y adornado con diversas significacionesde las quatro par-tes del mundo". Nuevamente la relacin de Quito con lametropoli era directa, sin intermediacin. Esta vez, sin embargo, los go-bernantes locales haban elegido simblicamente un sitial privilegiadoelevando su poder por encima de la mismisima tierra.

    En esta lastuosa fiesta par-ticiparn tambin, y quizs por vezprimera, las damas de lite representadas por doa Rosa Chiriboga, es-posa del alfrez real, quien para que todos participasen los efectos detan fausta celebridad, manifestando por separado su amor y fidelidad,

    39 Dice el documento que esta "perspecti-va" constaba "de seis columnas salo-manicas y arcos con vorios estatuasque representoron los atributos propiosde sus mojestodes figurando en su cen-tro un solon colgadb todo de damos-cos cormes, lucernas y espejos conmarcos brillantes..." donde como porarte de mogia, sealada desde la co-tedral lo elevacin de la hostia con re-pique y solvo de artillero "aparecie-ron" colocados los reales retratos delRey y la Reyna, bojo un magnfico so-lio de terciopelo carmes con flecadurade oro".

    40 Es interesante anotar que en celebro-ciones anteriores los gremios de losplateros y comerciantes son siemprelos que participan con gran pompa. Alos otros se les menciona genricamen-te sin individualizarlos, distinto a loque sucede en Lima, por las mismaspocas. Pora un primer trotamiento so-bre el tema de la inestabilidad en lo vi-do de los gremios en Quito, vase:Gloria Garzn, "Situacin de los talle-res; gremios y artesanos. Quito, sigloXVIII' , y el comentorio a esto ponen-cia, Alexandra Kennedy, "Los artesa-nos agremiados de lo ciudad y losotros? , en Kennedy, op. cit., 1995.

    41 Gutirrez, op. cit., 30 y ss.42 "Relacin de las clebres y famosas

    fiestas... al nacimiento de.... BaltazarCarlos, doc. cit., fols. 22v y 28v.

    Fig. -8. Milogro-aporicin y entrada ae??? Museo San Froncisca Foto:

    A. Kennedy.

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  • Alexandra Kennedy Troya

    Fin 9 Silla Froilerc-1 (det.) s XVIII-XIX Museo Quito Arte Coloniol Foto: A Kennedv

    43 Rosemarie Tern, "Factores dinamicos enel desarrollo urbano del Quito colonial"Enfoques y estudios histricos. Quitotravs de lohistoria, 1992. El control es-tara intensificado debido a que pocosaos atrs se haba dado la famosa Re-bellan de los Barrios o Estancos.

    44 "Relocin de los clebres y famosasfiestos... al nacimiento de... BaltazarCarlos, doc. cit., fol. 22.

    Fig -10 . Exominocin de joven m sico,oleo, Quito. museo Arte Coloniol.Foto: A. Kennedy.

    acompaada de sus parientas sali a sus balcones y reg crecida por-cin de clinero y fuentes de dulces. Su marido, a su vez, haba lanzadotal cantidad de plata que los tablados quedaban cubiertos de todas cla-ses de monedas (44).

    Durante varios das participaorn los nobles con scaramuzas y di-versos bailes y representaciones. Una de stas fue realizada por los regi-dores diputados que entraron en una de las noches en un carro triunfal ti-rado por 8 stiros. Y slo en este contexto y momento aparecer lapoblacin indgena lejanamente representada por un capitn general

    vestido en todo rigor de mayno, o a lo salvaje, muy guamedidode plumas y piedras preciosas, con quien Amrica clisput graciosa ytiernamente en asunto al retrato Real.

    Entonces, y al unisono, el general indio, un general espaol yAmrica colocaran el retrato en el solio. En el dilogo imaginario el ind-gena responde a Amrcia, tras conocer la noticia de la proclamacin deCarlos IV:

    ...aunque yosoy un rstico Indio necioque habitador de los Bosques,slo vivo en los desiertos,a nombre de mi Nacin,de quien los poderes tengo,juro Fiel reconocerlepor mi nico Rey, y dueo.No ha habido nacin algunaque viese con ms respeto,y reverencia a sus Reyes,

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  • LA FIESTA BARROCA EN QUITO

    que la ma; esto supuestosi a dlatras soberanosamamos tanto Pu haremoscon Cathlicos Monarcas?...

    La poca barroca, su fiesta, haban triunfado, el nuevo orden delaristcrata criollo haba triunfado. En este contexto y por stos aos el in-dio rstico y necio, haba pprendido a ocultar sus verdaderos o imagi-nados referentes, regionales o incaicos?; era visto por la nueva poblacindominante como una representacin de la representacin, una invencinIlena de ironas, carente de fuerza y convocatoria, un blanco disfrazadode indio emplumado, su voz deformada y ronca emitiendo una leccinaprendida a fuerza. En esta fiesta real ya no aparecera ning n grupo in-dgena danzando ni tocando clarinetes o chirimas. &-labran sido causade su ocultamiento en el mbito de lo p blico y oficial, el sinn mero desublevaciones indgenas que por estas pocas se registras? Si es as, que-da a n por descifrar y esclarecer los mviles y actores de la fiesta barro-ca propiamente indgena...

    Cuenca, noviembre de 1995

    151

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