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Annotation

Una comedia delirante en la que cinco españolas y el fantasma deGarcíaLorcaintentanengañaraunexcéntricoinglés.

CuandoelexcéntricoAtticusCraftsmanllegaaMadridconlamisióndecerraruna revista literariaquesólodapérdidas,piensaquenopuedesermuydifícilenfrentarseasuscincoempleadas.Efectivamente,nohaymujeresmásbuenas,sencillasyapaciblesqueBerta,Soleá,Yoli,AsunciónyMaría…opor lomenosesoparecíahastaque laamenazadeldespidolasconvierte,bienasupesar,enunasmujeresmuydistintas.

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LAFELICIDADESUNTÉCONTIGO

MamenSánchez

EspasaCalpe

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ParaMaru,miamiga,tunovela

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EL despacho del inspector Manchego no era un despachopropiamente dicho, sino más bien una sala diáfana dividida en varioscuadriláteros separados por delgados paneles de pladur, muy prácticos,esosí,dondecadacualeralibredefabricarsupropiocollagederecortes,fotografías, notas con mensajes urgentes, felicitaciones de Navidad,informes policiales y listas telefónicas de restaurantes con envío adomicilio. La distribución recordaba bastante a la de los probadores dealgunoscentroscomercialesenlosque,inevitablemente,dadoquecarecende techo y de cualquier sistema de aislamiento acústico, se escuchancomentariostremendamenteindiscretossobrelosdiversostiposdefrutasy embutidos con los que puede compararse la anatomía femeninamoldeadaporunpantalóndemasiadoestrecho.Ladiferenciaeraqueallí,enlugardecatástrofesestéticas,seventilabanasuntosdeotraíndole;másdeltipoviolenciaymalostratos,robosconintimidación,asaltosacajeroso peleas callejeras. Palabras como «denuncia», «acusación», «procesojudicial» y «pena de prisión» saltaban de un cubículo a otro comopulguillasenuncolchóninfesto.

Tampoco se llamabaManchego, pero el inspector, cuyo verdaderonombre era Alonso Jandalillo, fantaseaba con la idea de parecerse alQuijotenosóloporlacoincidenciadelpatronímico,sinotambiénporlainmortalidaddesusgestas—apesardequehastaelmomentosuhistorialno reflejaba ninguna digna de mención—, y por ese motivo habíaadoptadoelaliasManchegoenlasdosotresoperacionesdecampoenlasque había intervenido. Qué bien sonaban aquellas tres sílabasacompañadasdelruidodefondodelwalkie-talkie.

A veces, él, que era un hombre de acción por mucha barriga queestuviera echando últimamente, se lamentaba del sedentarismo al que leobligabasucómodatareadedespachoenaquellacomisaríadebarrioalaque lo habían destinado el día en que cumplió los cincuenta y quedóexentodepatrullarlascallesdeMadrid.Añorabaelsubidóndeadrenalinaque experimentaba al volante de su coche oficial con la sirena a todovolumen y el altavoz intimidatorio: «Apártese, señora, leche, quite lafurgonetadedelante,quevamosenmisiónsecreta».

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Poreso,lairrupciónimponentedelseñorMarlowCraftsmanydesuintérprete,elseñorBestman,enlostresmetroscuadradosenqueconsistíasufinca,amboscontrajedechaquetadetweedychaleco,maletíndecueronegro, zapatos caros y gabardina gris, le devolvieron la esperanza enaquellaprofesiónque tanto le apasionaba apesardeque lamayorpartedeltiemponoledabamásquedisgustos.

Sintióelimpulsodelevantarsearecibirlos,perosecontuvoatiempo.Un inspector de policía no es un hombre de negocios, se recordó, noestrechamanos,nosonríe,nisiquierainterrumpeelritmomecánicodesuteclado. A lo sumo, y como muestra máxima de cortesía, se quita elcigarrillo de la boca y lo golpea un par de veces contra el borde delcenicero,seaclaralagargantaconuncarraspeoyluegodice:«Porfavor,tomen asiento». Entonces, una vez que los ojos de los visitantes seencuentranalmismonivelque lospropiosyyanohaymododeque lointimiden a uno mirándolo de arriba abajo, puede elevar la cabeza ypreguntar:«¿Enquépuedoayudarles?».

MarlowCraftsmanrondabalossesentaañosdeedad,ajuzgarporlaslíneasdeexpresiónquerodeabansusojillosderata.Estabapálidocomoun fiambre, tenía la piel del mismísimo color del jamón cocido y suslabioserantanestrechosqueparecíanhabersidodibujadoscontiralíneas.

Elintérpreteeraalgomásjoven,peroigualderosa.Teníamáspelo,grisynegro,yusabagafasparaverdecerca.

—Permítame presentarle a mi jefe —dijo Bestman en un españolgramaticalmente impecable y acústicamente horripilante—: MisterMarlowCraftsman,deCraftsman&Co.

El inspector puso cara de bobo. Lo notó perfectamente. Por laemociónconlaqueelsujetohabíapronunciadoaquelnombre,seguidodeunsilencioprolongadoparadejarrebotarelecodesuvozenelpladur,lomásprobableeraquesehallaraanteunmagnatedelasfinanzas.Sonabaabanco. Un banco de esos que llevan más de ciento cincuenta años enmanosdelamismafamiliadearistócratasingleses.Porquenocabíadudadequeaquellosdosespecímeneseranhijosde laPérfidaAlbión;deahísus aires de superioridad y la marca Hamilton de sus relojes, agudaobservación de la que más tarde tendría tiempo de jactarse, cuandorememoraralaescena.

—Ajá—respondiósinañadirningúncomentario,dadoquenoteníanilamásremotaideadequésignificabaaquelnombre.

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—Mr.CraftsmanvienedeLondresparadenunciarladesaparicióndesu hijo Atticus Craftsman. Puesto que la última residencia conocida deljoven señor Craftsman se encuentra en el número 5 de la calle delAlamillo,hemossidoadvertidosporScotlandYarddelaconvenienciadeabrir diligencias aquí, en su comisaría, por ser la más cercana a sudomicilio.

—¿LesenvíaScotlandYard?—Aquelloprometía.—Noexactamente,señorJandalillo…—InspectorManchego—leinterrumpióelpolicía.—No exactamente, inspector Manchego —repitió el otro—.

Simplemente,hemossidoderivadosaquíporlaoficinadeallá.—Entiendo.—ElcasoesqueelseñorAtticusCraftsmanllevatresmesessindar

señalesdevida.Laúltimacomunicaciónqueestablecióconsupadrefueatravésdeunmensajetelefónicoelpasado10deagosto.

—¿Podríaescucharelmensaje?—preguntóManchego.—Está en inglés —respondió el intérprete al tiempo que abría su

maletínysacabaunsmartphonedeúltimageneración.Apretóvariosbotones.Acercóeldispositivoalaorejadelinspector

y contuvo la respiración. Manchego escuchó una voz nasal, como depersona constipada, sobre un rítmico sonido de fondo, una especie delamento o de oración, y los acordes de una guitarra. Por supuesto, noentendió una sola palabra de lo que decía el interlocutor, pero sí pudointuir que no se trataba de ningúnmensaje de socorro porque no habíaangustiaeneltonodevoz.Tambiénporlanoche,alrecordarestedetalle,sefelicitaríaporsusdotesdeinvestigador.

—¿Quédice?—Tuvoquereconocerqueelidiomaingléserasugranasignaturapendiente.

—Dicetextualmente:«Papá,déjaloenmismanos.Lotengotodobajocontrol».

Elinspector,automáticamente,dirigióunamiradainquisitivaalseñorCraftsman.Elhombre,asuvez,teníasusojilloscoloradosclavadosenlosdelinspector.

—¿Ybien?—lointerrogó—.¿Sabeaquéserefiere?Elintérpretetradujo.ElseñorCraftsmanrespondió.—Mi jefe dice que probablemente se refiera al trabajo del que se

estabaencargandoenMadrid.

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Manchegoseechóparaatrás.Despuésdetodo,ibaaresultarqueestecasoeracomotodos.Asuntosfeosdeestupefacientesyajustesdecuentas.

—SeñorCrasman —lo increpó—, ¿está su hijo involucrado en eltráficodedrogas?

—¡No, por Dios! —respondió Bestman sin traducir siquiera—. Eljoven señor Craftsman, al igual que su padre, aquí presente, su difuntoabuelo y todos sus antepasados por línea paterna hasta el sigloXVII, sededicaalnegocioeditorial.

—Entiendo—dijoManchego.—Esunjovenrespetable,educadoenExeterCollege,Oxford,conun

expediente académico sobresaliente y una trayectoria profesionalintachable.Nuncasehavistoenvueltoenningúnasuntoturbiodeningunaclase.Éleslavíctima,noelsospechoso.

El inspectorManchego le dio una larga calada a su cigarro.Habíadadounpasoenfalso,cierto,peroesque,segúnlesexplicóalosingleses,era necesario explorar todas y cada una de las posibles causas de unadesaparición,hastalasmásinverosímiles.

—Hayqueirdescartandoopciones—sentenció.—ElseñorCraftsmanse inclinamásbienpor laeventualidaddeun

secuestro—respondióeltraductor.—¿Por qué? —quiso saber Manchego—. ¿Han recibido ustedes

alguna llamada exigiendo un rescate? ¿Tienen alguna prueba de que eljovenhayasidoretenidoencontradesuvoluntad?

—Lociertoesqueno.—Entonces,ciñámonosaloshechosynodivaguemos,señoresmíos.Era importantemantenersiempreunaposicióndedominiosobreel

inglés,sedijoManchego.Abrióelprogramainformáticoqueconteníalosformularios de denuncias, seleccionó la pestaña «nuevo documento enblanco» y escribió: «Caso Crasman», aunque luego lo cambió por«Craftsman»ainstanciasdeltraductor:

El denunciante,MarlowCraftsman, denuncia la desaparición de suhijo,AtticusCraftsman,detreintaañosdeedad,unmetroochentaysiete,decomplexiónmásbienrobusta,rubio,ojosverdes,ligeracojeraporunaantigualesiónderemo…

Sedetuvoyfruncióelceño.—¿Deremo?—Asíes.Unaroturadetendón.

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Manchego se imaginó al joven remando en una trainera por el ríoTámesis. La espalda musculosa, los hombros vigorosos, los brazosfornidos, pero ¿las piernas? Casi no se utilizaban las piernas en unatrainera.Mentalmente apuntó: «Investigar la funciónde las piernas en laprácticadeldeportedelremo».

…siendo laúltimadirecciónconocidadel jovenseñorCraftsmanelsegundo derecha del número 5 de la calle del Alamillo, Madrid, yhabiéndose puesto en contacto con su padre por última vez el día 10 deagostode2012alasochodelanoche,horadeLondres.

Sedetuvounmomento.Vaciló.Despuéstecleólaúltimafrase:Nohayindiciosdequeelcasotengarelaciónconeltráficodedrogas.—Muy bien, señores—dijo después de tomar aire—. Tramitaré la

denuncia hoy mismo y la investigación dará comienzo cuanto antes.Recibiránnoticiasmíasmuypronto.

Hizo ademán de levantarse a despedirlos, pero al ver que los doshombrespermanecíansentados regresóa su sillade inmediato.El señorCraftsmandabaindicacionesaltraductor.Muchas.

—Mijefeseextrañadequenonecesiteustedningúnotrodato.Manchegolevantóunaceja.—Aquí las cosas son como son. Los plazos son los que son. No

aceptamospagos,ni sobornos,ninadadeesoparaagilizar los trámites,comoustedescomprenderán.

—¿Pero de qué habla?—se maravilló el otro—. Nos referimos amuestrasdeADN,fotografíasdelavíctima,datosbancarios, localizadordellamadas,matrículadelcochequeconducíacuandofuevistoporúltimavez…

Elinspectorcarraspeó.Serevolvióensuasiento.Contraatacó.—AsíquemehaocultadoelhechodequeelseñorCrasmanconducía

uncochecuandofuevistoporúltimavez.—Nohemos ocultado nada—protestóBestman—.Ha sido usted el

quenohapreguntado.—Noestaráinsinuandoquenoséhacermitrabajo,¿verdad?Posicióndedominio,serecordóManchego,posicióndedominio.—Porsupuestoqueno.—Entoncesdígamedeunaveztodoloquesabensobreelcaso.Yle

adviertoquesidescubroquemeocultanalgunainformaciónimportante,seránustedesdosobjetodeinvestigación.

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Los ingleses intercambiaron algunas frases en voz baja. Despuésabrieronsusmaletinesa lavezy sacaronsendascarpetasquecolocarondelantedelordenadordeManchego.Lanoche sería larga, se lamentóelinspector;tendríaqueleertodoaquelloparapoderredactarladenuncia.

—Esta carpeta contiene todos los datos en inglés y esta otra sutraducciónalespañol—explicóelintérprete.

—Muybien.—ComocarecemosdeunestudiodeADNdeljovenseñorCraftsman

—añadió el inglés—, tal vez sería conveniente que tomara usted unamuestraamijefe,supadre.

Manchego se rascó la nuca. Jamás en su vida se había visto enunasituacióncomoaquélla.

—Tendránqueesperarunmomento—anunció.Selevantóyabandonóeldespachoatodaprisa.Salióalacalle,cruzó

elsemáforo,entróenlafarmaciadeAdelinaypidióunosbastoncillosdealgodón.Pagó en efectivo.Regresó a la comisaría, entró en el cubículodondeaquellosdoshombresleaguardabanintrigadosydijo:

—Aver,señorCrasman,abraustedlaboca.

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ATTICUS Craftsman recordaba perfectamente el ruido que hizo eltendón de su rodilla al romperse, en plena regata contra Cambridge, ytambién el del remo contra el agua. Por séptimo año consecutivo, porculpa de su lesión, laUniversidad deOxford quedó segunda en aquellacompeticiónquesólocontabacondosequiposparticipantes.Larivalidadconlosdeazulcelesteformabapartedeloscientosdepequeñasograndestradiciones ancestrales del campus; como la de la corbata de rayas decolores,el juramento—sobre laBiblia—deabstenersedecomerchicledentro de la Biblioteca Bodleiana, la cursilada de las fresas y elchampagneenlaspraderasdeChristChurcholaprohibicióndepisar lahierbadelparterrecentraldelcolegio,conlaconsecuenteincomodidaddetenerquedarlavueltaenteraalpatioparaatravesarlo.

Todas aquellas normas resultaban chocantes al principio, perodespuésdesobreviviralprimeraño,nosóloseobedecíancondevoción,sinoqueseperpetuabanparalosrestosporquemisteriosamenteentrabanaformarpartedelespíritucolectivodelrebañoestudiantil.

Tampoco había olvidado Atticus lo que sintió al contemplar porprimera vez la placa conmemorativa que colgaba de la puerta de sudormitorio:«AquíresidióelfamosoescritorJ.R.R.Tolkien».

No era casualidad. Marlow Craftsman, propietario de la editorialCraftsman&Co,habíainsistidomuchoalrectorparaqueasuhijoAtticusle fueraasignada lahabitaciónen laquesehabíaconcebidoEl señordelos anillos —a sus ojos una de las obras más representativas de laliteraturauniversal—,yaqueldeseolehabíasidoconcedidosindemora,dadasucondicióndemiembrodelpatronatodelcolegioybenefactordela biblioteca. Antes que Atticus, su hermano mayor, Holden, habíaocupadoaquelcuartoyenélhabíaconcebidoasuprimerhijo,Oliver,conelconsiguientedisgustodesumadre,quehubierapreferidounabodaportodoloalto,sinbebéencamino.ElpropioMarlow,supadreDorianysuabueloSherlock,miembrofundadordelosApoláusticos, tambiénhabíansidoensumomentoinquilinosdeaquellahabitacióncuyaposesiónhabíallegado a ser tan sagrada para los Craftsman como la vieja costumbrefamiliardeponerasusniñoselnombredelprotagonistadealgunanovela

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deculto.ElcasoesqueAtticus, indefensoante lapuertadesunuevavida, lo

que realmente sintióno fue el orgullodel que tanto le habíahablado supadre, sino una presión insoportable en la boca del estómago porquecomprendió que aquella placa le exigía una capacidad intelectual y unainquietudartísticadelasquecarecíaporcompleto.

Así que, después de sufrir durante unos días la angustia de no sercapazdehacerleloshonoresaTolkien,pegósobreelrectángulodeplataunadhesivoconelescudodelChelseayseapuntóalequipodefútbol,aldepuntingyalderemo,disciplinasenlasquedestacónotablemente.

Tambiénsecontratócomoguíadelmuseodelcampus,apesardequenonecesitabaeldineroydequeeluniformeeraunaespeciedevestimentamedievalridícula,peroesquelachicadesussueños,quesínecesitabaeldinero, trabajaba en la taquilla cobrando la entrada, y éste fue elmejormodoqueseleocurriódeacercarseaellasinlevantarsospechas.

La chica se llamabaLisbeth y aquel día, el de la rotura del tendón,estabasiguiendolaregatadesdeloaltodelpuente,conunapañoletaazulmarinoatadaalcuello.CuandolatraineradeAtticusperdióelritmo,ella,desolada,sealejódelríoabrazadaaunalumnodeLincolnCollege.

LasseissemanasquesiguieronasuoperaciónderodillalaspasóeljovenCraftsman convaleciente en la casa de campo de la familia, en elcondado de Kent. Aunque su padre se empeñaba en dar el nombre de«granja»aaquellaextensióndepradosverdesenlosquesólosecultivabapasto,lapropiedadera,atodasluces,unafincaderecreo,consumansiónvictoriana,suscuadras,susjardinesysulagoconpatos.

Contabaconunabibliotecadecaobaqueconservabamásdeochomilvolúmenesencuadernadosencuero,algunosdeloscualeseranauténticostesoros.AquélfueellugarpreferidoporAtticusparapasarlossolitariosdíasdesuencierro,viendolloverporlasventanas,recordandoaLisbeth,alimentando el fuego y curioseando entre aquellos libros, que, hasta elmomento,sólolehabíanparecidoobjetosdeadorno.Descubriófilosofíasantiguas,mentalidadesvanguardistas, grabadosvaliosísimos, postales enblancoynegrodelugaresyainexistentes,perversionesasombrosas,vidasdesantos,Byron,KeatsyBeckett,todosmezcladosensubibliotecayensucabeza,enunaamalgamademielylimón.

Losfinesdesemanalacasasellenabadevida.RegresabansuspadresdeLondres,aparecíansusamigos,HoldentraíaalpequeñoOliverenuna

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mochilacolgadoalaespaldaylabibliotecasetransformabaenunsalóndondesetomabaeltéysehablabaagritos.

El domingo por la tarde, Atticus sentía una ansiedad inexplicable,como de bicho raro, anticipando el momento en que todos ellos sesubieranasuscochesydesaparecieranporelcaminodeloscastañosyél,porfin,recuperaraelcontroldesuejércitoderelatosypoemas.

La rodilla sanó al tiempo que su cabeza se esponjaba y su espírituabsorbíaaquellossentimientosajenosparaconvertirlosenpropios.

CuandoregresóaOxforderaotrohombre.Másvaliente.FueabuscaraLisbethalmuseo, lasacóde la taquillay lacondujo

porlascallesempedradasdelcentrohastalapequeñaiglesiadesucollege,siemprevacía.Unavezallí, cerró lapuertapordentro,abrió la tapadelpiano,tocóPuentesobreaguasturbulentas,enrecuerdodelfatídicodíadela regata, tocó gotas de lluvia cayendo sobre su cabeza, tocó su manosuave,tocósupeloysucara.Ledijo:«¿Quieresvermicuarto?».

Durmieronabrazadosenlacamaestrechadelahabitación.Lasvisitasfemeninas estaban prohibidas enExeterCollege, peroMr. Shortsight, elvigilante,teníalamangamuyanchaylavistamuygorda,sabíafingirunsueño muy profundo en el butacón de la garita y además disfrutabaescuchando los suspiros nocturnos de las amantes prohibidas. La únicanormadeobligadocumplimiento,yeso losabían todos losalumnossinexcepción, era desalojar el cuarto de visitas clandestinas antes delamanecer,porqueelbedeldedíallegabaalassieteenpuntoconlasgafasdeverdelejosyellistadodeinfracciones.

Lisbeth tenía el sueño ligero. Se despertó antes que Atticus. Estabaesperando a que él abriera los ojos, incorporada sobre la almohada,cuandoseencontrófrenteafrenteconunhombredeunosochentaañosycara de sabio que fumaba en pipa y se hacía acompañar por unHobbitchiquitín. Le dio los buenos días, cruzó el cuarto de lado a lado, seabrochóelchalecoyseesfumó.

—CreoquehevistoelfantasmadeTolkien—lesusurróaAtticusaloído.

Peroéllecallólabocaabesos.De todas formas, debía de ser cierto que por aquellas estancias se

paseaban los fantasmas de varios profesores viejos.Había corrientes deaire inexplicables,susurrosen lanoche,pianosque tocabansolos,pasosahogados, risas sofocadas, y algunasmañanas el parterre del centro del

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patioamanecíacuajadodepisadas.Laceremoniadegraduaciónfuesolemneyprotocolaria,losalumnos

envueltos en capas y bandas, los turistas convencidos de haber saltadohaciaatráseneltiempoylascampanasdoblandoalegresyalocadas.

La despedida fue desgarradora. Con el curso terminaban muchasamistades,muchosproyectos,muchosamores.

Lisbeth regresóa lapequeña isladeGuernsey,perdidaenelCanal;Atticusrecorrióelmundoconunamochilaalaespalda,conocióEuropa,conocióArabia, laIndia,Estambul.Despuésse instalóenLondres,cercadeKnightsbridge,enunpisoempapeladodelibros,adosmanzanasdelaeditorial Craftsman&Co, donde empezó a trabajar a las órdenes de supadre.Pocoapocodejóatráslosrecuerdosdulcesdelprimeramorylossustituyó por otros de sabores varios: ácidos, picantes, sabrosos yexóticos. Se compró un modelo clásico de AstonMartin igualito al deJames Bond para regresar puntualmente, todos los domingos, a labibliotecade su casadeKent, donde lo esperabanansiosos susmilesdelibrosordenadosalfabéticamenteysuchimeneaencendida.Nonecesitabamás.

HastaqueundíaMarlowCraftsmanlollamóasudespacho.—Atticus,hijo,hayun temadesagradablequenecesitaunasolución

urgente.Tenecesito.Paraentonces,eljovenCraftsmanhabíacumplidotreintaaños.Tenía

la vida resuelta, las amistades sólidas, un buen dinero en el banco, unfísico envidiable y la libertad de andar de acá para alládespreocupadamente, sin más obligaciones que atender que las de suplacenterotrabajoenlaeditorialdelunesaviernes,susamoresdesábadoysuslibrosdedomingo.

—Siéntate, anda —le invitó su padre, señalándole una de las dosbutacasdecuerodeldespacho.

Atticussesentíaenaquellaestanciaigualdecómodoqueenelsalóndesucasa.Enlasparedescolgabanlosretratosdelosmismosseñores,enlosmarcosdeplatalasfotosdelamismafamiliaysujefeeraelmismohéroequedeniñoleespantabalaspesadillas.Tuvolatentacióndeapoyarlos pies en el escritorio de caoba, pero la expresión preocupada de supadreseloimpidió.Optóporunaactitudmásformal,laspiernascruzadasa laalturade los tobillosyunamanoen labarbilla. IgualqueelabueloDorianensuretrato.

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—Verás,Atticus—comenzóahablarelpadreantesdetransformarseen el jefe—, antes de nada quiero felicitarte por tu trabajo. Te hasconvertido en una pieza importante en la compañía y me siento muyorgullosode ti.Ya sabes que el próximo año, cuando se jubile el señorBestman,tenombraremosdirectordedesarrollo.

—Ajá —asintió Atticus, que frecuentemente recibía la mismainformación de boca de su padre: felicitación y recuerdo del próximoascensocomopreludiodealgúnencargodelicado.Ahoravenía, seguro,lasorpresa.

—Bien.—Pausa.Carraspeo.—¿Ajá?—Esunasuntodesagradable.—Sí.—Necesitaunasoluciónurgente.—Ya.Marlowtomóaire.Selevantó.Sepusoapasearporeldespacho.—Empezaréporelprincipio—dijo—,paraponerteenantecedentes

—añadió—.Lacuestiónseremontaalaño96.—Pausa.Carraspeo—.Porlo tanto, comohabrás calculado, el problema se originóhace seis años.Aunquealprincipionofueunproblema,no,sinounainversión.

Realmente, le estaba costando arrancar. Atticus sintió el deseo delevantarsedesubutacayagitarasupadrecomoaunaboladecristal,aversinevabadeunavez.

—En aquel momento nos encontrábamos en plena expansión de laempresa—explicó—.Fue la épocaen laqueabrimosoficinas envariascapitaleseuropeas.Unadeellas,comosabes,estáenMadrid,España.

Atticusasintió.—El señorBestman tuvo una idea visionaria.—Frunció el ceño—.

PensóqueparaapoyarlasventasdenuestroslibrosseríaaconsejablequeCraftsman&Co editara también unas pequeñas revistas literarias en cadapaís,parapoderpromocionarnuestrostítulos.

—Muylisto—reconocióAtticus.—Elcasoesquepusimosenmarchaaquellosproyectosydebodecir

que, hasta la fecha, han cumplido correctamente su misión. Comocomprenderás, no son empresas que ganen mucho dinero, pero sí sonherramientas válidas. Algunas, como la alemana Krafts, han logradoademáscolocarseentrelaspublicacionesliterariasdemayorprestigioen

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suterritorio.Marlowregresóasumesa.Sedejócaerpesadamenteensubutaca.—Todasmenosuna.Aquella tarde, después de la reunión, Atticus Craftsman sintió la

necesidaddebeberensolitario.Searrimóalabarradeunpubdebarrioypidióunapintahelada.Actoseguido,selabebiódeunsolotrago.Eructó.

En sucarteradescansaban losdocumentosque lehabíaconfiado supadre.Enefecto,elasuntoerapeliagudo,deahílareticenciadeMarlowahablardeltirón.ParaAtticussignificabasubirunescalónensucarrera,deeso no cabía duda: se trataba de un tema que requería de alguien conexperienciayenquienlacompañíapudieraconfiaraciegas.Perotambiéncomportaba un cambio importante en su rutina. Necesariamente, AtticustendríaqueabandonarInglaterraduranteunperiododetiempoindefinidoyposponerotrosasuntosqueahoraleocupabantodossusesfuerzos.

Pidióotrapinta.La cuestión, al fin y al cabo, era simple. Desagradable, sí, pero

simple. Consistía en viajar a Madrid y echar el cerrojazo a la revistaLibrarte, despedir a todos sus empleados, repartir indemnizaciones,estrecharmanos, soportar llantos, explicar amablemente losmotivos detan extrema decisión y echarles la culpa de todo: de las pérdidaseconómicas,delafaltadeprevisión,deldañoirreversibleparalaimagendelamarcaCraftsman,etcétera.

—Hayunpequeñodetallemásquenecesitassaber—lehabíadichosupadreentrelapausayelcarraspeo—.LarevistaLibrartecuentaconcincotrabajadoresenplantilla.Cinco.Yresulta,hijo,quedalacasualidaddequetodosellossonmujeres.

No podía ser tan difícil, pensaba Atticus en la barra del pub. Sinembargo, por algún extraño motivo, sentía la imperiosa necesidad deinyectarsealcoholenvena.Cuatropintasmástarderegresóacasadandotumbos. Tal vez por eso olvidó guardar en la maleta tantas cosasimprescindiblesqueenseguidaechóenfaltacuandollegóaMadrid.

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EL inspector Manchego había logrado convencer a sus amigos dequeelmuseraunjuegodepueblo.Básicamente,lesdijo,debidoalusodelosgarbanzos.Alguiensugiriólaposibilidaddesustituirlosporotracosa:piedrecitas,tabasoazucarillos;algofácildeencontrarenlatabernaosusaledaños,peroManchegoinsistióenquedespuésdetantoesforzarsepormedrarydespuésdetodaslaspenalidadesquehabíantenidoquesuperarhastainstalarseenlacapitaleraunapenaecharlotodoaperderporculpadelmus.Tambiénlesprohibióseguirpidiendochatosdevinoytapasdeensaladilla.Menudapandilladepatanes.Losuyoera, lesdijomuyserio,aprenderajugaralpóquerybeberwhisky.

Aunque al principio hubo algunas voces discordantes, la nuevacostumbredereunirsetodoslosjuevesalrededordelamesaajugarseloscuartos al póquer arraigó rápidamente en la pandilla. Lo que no sabíaManchegoeraquesusamigos,porturnos,seapostabanenlaesquinadelacalle para verle llegar y dar la voz de alarma a los demás, que,rápidamente,escondíanlabarajaespañola,sebebíaneltintodeltirón,seatragantaban de croquetas y calamares y luego, muy serios, le recibíanconlasfichasdesparramadasycarasdetahúres.

Todasestasmolestiasselastomabanpordosmotivos;uno,porqueloapreciaban de veras, y dos, porque era el único policía que había en elgrupo y aquél era un barrio de los de sálvese quien pueda, con susladrones, susdrogadictos, sususurerosy susmultasdeaparcamiento.AtodosellosleshabíaayudadoManchegoasalirdeapurosoaprotegersunegocio.Ysinpedirnadaacambio,serecordaban,exceptoesamaníadelpóquer,pobrecillo,yalfinyalcabonolescostabaningúntrabajodarlegusto.

Así que, comoclavos, aquel juevespasadas las nueve, elMacita, elJosi,elCarreteroyelMíguel(conacentoenlai)loestabanesperandoyaconelwhiskyenhielo.

Manchego traía un no sé qué en lamirada,media sonrisa, los ojoschispeantes. Los saludó con golpes en la espalda, como de costumbre.Luegosesentóconlaspiernasabiertas.

—Adivinar —les dijo, subiendo y bajando las cejas en señal de

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suspense.Traíanoticias.—Tengo un caso —continuó, sin dar tiempo a nadie de irle con

algunaestupidezdeltipo:«Tehanaumentadoelsueldo»o«Tehanpuesto,porfin,lalíneaADSL».

—¿Drogas?—preguntóelJosi.—Puede ser, Josi, puede ser. Yo no descarto nada, ya lo sabes—

respondió,satisfechodelasagacidaddesuamigo,propietariodeuntallermecánicoysumejoralumno—.Perono.Pareceserqueenestaocasiónno se trata de eso. Es una cuestión internacional que sobrepasa nuestrasfronteras.

—Inmigrantes,nomedigasmás—resolvióelMacita,queregentabaunnegociodeultramarinosyestabaobsesionadoconelflorecimientodelastiendasdeloschinos.«Estagente—decía—duermedepie».«Poréstasquelohevisto»,añadía,yluegosebesabalasyemasdelosdedos.

—Estoy investigando una desaparición—desvelóManchego—. Uninglés aristócrata, muy estirado, que ha perdido a su hijo y lo andabuscando.Ayersepresentóencomisaría.LoenviabandeScotlandYard.

Invitóaunarondadewhisky.—Vaisaver—anunció.Sacó el móvil del bolsillo y marcó un número. Escucharon con

atención.—Manchegoespikin—dijo—.Notinjospital—añadió.Quien fuera que estuviera al otro lado de la línea no debió de

comprender aquella frase queManchego traía escrita enunpapelito, asíqueelinspectorvolvióarepetirla.

—Manchego—repitióporsegundavez—.Polís,Espein.Yes,yes.Notinjospital.—Yporterceravez—:Injospitalnot.

Los amigos lo miraban intrigados. Nadie se atrevía a preguntarlenada.

—Acabo de informar al señor Crasman, el aristócrata, que es unimportantehombredenegociosdeLondres,amigodelareina,porcierto,dequesuhijonoestáingresadoenningúnhospital.

Seechóparaatrás.Estirólaspiernas.—Cuando se investiga una desaparición —explicó a su admirado

auditorio—, lo primero siempre es asegurarse de que el sujetodesaparecidonohasidovíctimadealgúnaccidenteodealgúnrobocon

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violencia.Paraelloseponeunoencontacto,atravésdelalíneaespecialdelapolicía,contodosloshospitalesdeEspaña.Haymiles.Secomunicanlosdatosdelsujetoyseespera.

—Ynada—comprendióelMacita.—¿Nada?—Quenolohanencontrado,vaya.—Exacto.Noestáenningúnhospital.—Pues el señorCrasman estará aliviado—se le ocurrió sugerir al

Josi.—Nada de eso, Josi, piénsalo—le corrigió—. El hecho de que un

sujetodesaparecidoaparezca,aunqueseamalheridoenunhospital,es lamejordelasnoticias.Muchopeoreslaincertidumbredenosaberdóndeoenquéestadoseencuentra.Quenoestéenunhospitalpuedesignificarqueestémuerto,enelfondodeunpozo,porejemplo.Osecuestrado.

Esto último lo dijo con un tono diferente. Extendiendo hasta elinfinitoelsonidodelaúltimaa.«Secuestraaado»,sonó.

—¿Y estás seguro de que no es un asunto de drogas?—insistió elJosi.

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MARLOWCraftsman estaba acostado, inmerso en la lectura deLatierrabaldía,persiguiendoelSantoGrial,imaginandocementeriosvacíosy otras crueldades poéticas cuando le asaltó el sonido del timbre delteléfonodesumesilla.

Levantóelauricular.Lavozdel inspectorManchego,sofocadaporelalegretintineardel

hielo, las risas de los parroquianos y lamúsica de fondo, le produjo elmismo dolor que una pedrada en la nuca. Aquel hombre le gritabapalabrasininteligiblesenunidiomaendiablado.

—Notinhospital?—logródescifrarporfin.Tomóaire.Lofueexpulsandolentamentealtiempoquesepresionaba

lassienesconlosdedos,talycomoindicabaunaviejatécnicaorientalderelajación.

Por supuesto, antes de acudir a la policía, Marlow Craftsman,ayudadoporlasdossecretariasdedireccióndelaeditorial,dosmujeresalasqueexigióquemantuvieransecretoabsolutosobresuspesquisas,habíatelefoneado a todos y cada uno de los hospitales españoles sin ningúnresultado. También había llamado a las comisarías, cárceles, hoteles ydemásespaciospúblicosenlosquesefiguróquepodríahallaralmenosuna pista sobre el paradero de su hijo. Y nada. Después se habíacercioradodequeAtticusnohabíaalquiladoningúncocheniningúnyate,nihabíatomadoningúnvuelocomercial,niuntren,niunferry.Unadelassecretarias sugirió indagar también en los cámpings, pero Marlow leaseguró que de encontrarse su hijo en uno de esos apestosos lugares laúnica explicación posible sería la del secuestro, lo cual situaría aquellapequeña investigación en otro nivel: uno más grave para el que seríanecesariosolicitarayudaprofesional.

Siguiendo la lógica de este razonamiento, Marlow había acudidojuntoconCharlesBestman,suhombredeconfianza,alaoficinacentraldeScotlandYard,dondeunamableinspectordepolicíalehabíainsistidoentrasladarelexpedienteaEspaña,porque,segúnledijo,«estosasuntosdedesaparecidosseinvestiganmejorinsitu».

Mr. Bestman hablaba inglés, francés, alemán y español a la

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perfección,asíquepodríadesempeñarsinningúnproblemalasfuncionesdeintérprete.

TambiénCharlesBestman se sobresaltó cuando sonóel teléfonodesu casa de Chelsea Gardens pasadas las nueve. Ya estaba en pijama.Comprobólahoraenelrelojdepiedelasala.Ésenuncaseequivocaba.Habíapertenecidoasuabuelo,habíasobrevividoalosbombardeos,alosrepartos de herencias y a otras catástrofes familiares y seguía dando lahoracontotalexactitud.

—Querido,¿esposiblequeestésonandoelteléfonoaestashoras?—semaravillósumujer,Victoria,desdeelvestidor.

Charleslevantóelauricular.Escuchóensilencio.Al otro lado de la línea se oían voces mezcladas, ruido de vasos,

música de fondo. Agudizó el oído. Se le aceleró el pulso. Si el jovenCraftsman, como sospechaba, había sido secuestrado, tarde o tempranohabría de llegar la temida llamada exigiendo el rescate. Llevaba díasimaginandolaconversación:«Demomento,elrehénseencuentraenbuenestado—ledirían—,perosinonospagandeinmediatolecortaremosunaoreja». «Entréguenos el dinero en un maletín, no avise a la policía».Luego le darían las indicaciones pertinentes para llegar a algúndescampado en los arrabales de la ciudad, le advertirían que nada dearmas, nada de trucos. Y por fin, lo peor, tendría que comunicarle aMarlowCraftsmanlasmalasnoticias.

—¿Quiénes?—preguntódespuésdeunossegundosdesuspense.Nada.Setapóeloídoderechoyapretóelizquierdocontraelteléfono.Las

voceshablabanenespañol.Nocabíadudadequeaquella llamadaestabarelacionadaconelsecuestrodeAtticusCraftsman.

—¿Oiga?Enmediodetantoruidologrócaptarunafrase.Noreconociólavoz

delsujetoquelapronunció,peroenseguidacomprendióquesetratabadealguienconectadoconlapolicía.

—¿Yestássegurodequenoesunasuntodedrogas?—oyóquedecíaaquelhombre.

Sonó el eco de una botella de whisky al destaparse seguido delborboteardellíquidoalderramarseenunvasodecristal.

—Manchego, te has dejado el móvil encendido—dijo una tercerapersona.

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—Reparte ya, Macita, leche —escuchó que ordenaba el inspectorManchego,impaciente,antesdecortarlacomunicación.

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ATTICUSCraftsmanteníalacostumbredellevarseconsigo,adondequiera que fuera, su pequeña biblioteca erótica. Eran cinco librosencuadernados en cuero rojo sin ningún nombre escrito en la cubierta.Ocupaban más o menos lo mismo que el neceser; no eran edicionesexcesivamente extensas. Carecían de prólogos, estudios literarios,anotacionesapiedepáginaolistadosalfabéticosdenombresofechas.Setratabaúnicamentedelostextosdesnudos.Sincomentarios.

Aquéllaera,enrealidad,suúnicaperversión.Jamáshabíavistounapelículapornográfica,nuncahabíacompradounarevistaobscenaynolegustaba navegar por las páginas webs de contenido sexual. No era unvicioso ni le gustaban las cosas raras. Sin embargo, inexplicablemente,sentía que no podía dar un paso en la vida sin la compañía de aquellabibliotecaambulante.

Fueloprimeroquesacódesumaleta,encuantosecerrólapuertadesu habitación detrás del mozo de los equipajes: el paquete envuelto enpapel de seda que contenía aquellos cinco libros. Y los colocó, comosiempre, en la mesilla, apartando un poco el teléfono y la lámpara, enriguroso orden alfabético: Duras, Lawrence, Miller, Nabokov y Sade.Cincomanerasdeentenderlasensualidadfemenina.

—Esas cosas no se aprenden en los libros —le había advertidoLisbethunadeaquellasnochessecretasquepasaroneneldormitoriodeTolkien—.Sonsólofantasíassurgidasdelasmentescalenturientasdelosautores.Nadaqueverconlarealidad.

CadaunadeaquellasobraslahabíarescatadoAtticusdelolvido.Enalgún momento, un miembro de su familia, hombre o mujer, las habíaadquirido,leídoyescondidoentrelosmilesdelibrosdelabibliotecadeKent.Quémejorlugarparaenterrarunamalaconciencia.Locuriosoeraque todos ellos, los cinco, medían exactamente lo mismo, estabanimpresos en el mismo papel, tan fino que parecía papel de fumar, yposeíanlamismacuidadaencuadernación.Talvezhabíansidoregaladosenbloque,unregaloexcitante,paraquiénsabíaquién.

El caso es que finalmente habían llegado a sus manos. Casi porcasualidad.

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Lolitafueelprimero.Lodescubrióundomingolluvioso,cuandolosdolores de rodilla eran todavía insoportables y le sirvió comobálsamo.Ledistrajo lamente, le relajóel cuerpo, lepobló los sueñosdeescenasinconfesablesen lasqueLolita tenía lamismacaraqueLisbeth.DespuésvinoElamante,mástorturador,másviolento,yconélalgunossueñossevolvieronpesadillas.

Entoncesfuecuandosediocuentadelacoincidenciaeneltamañoyen la edición de los dos ejemplares. Se aupó a pulso en lasmuletas, seacercócomopudoalabibliotecaylarecorrióentera,dearribaabajo,dederechaaizquierda,hastaqueunaauna,comoluciérnagasdeluzroja,lesaltaron a la cara las otras tres novelas.Lisbeth decía que a amar no seaprendíaenloslibros,perogemíayseretorcíasobresupequeñocuerposatisfechogracias aMillery aNabokov,pormuchoqueella achacara aAtticussemejantesdelirios.

ElrelatoindiscretodelashabilidadesamatoriasdeljovenCraftsmancorriócomolapólvoraporlospasillosdeloscollegesfemeninos.Prontosufamaseconvirtióenleyenda.Lasmujereslobuscabanconlamirada,loperseguíanpor lascallejasoscuras, loaplastabancontra los rincones,lodevoraban.Enunaocasión,unachicamuyjoven lepidió,con toda laseriedaddelmundo,que lehicieraelamoren la trainera.NavegarondenocheporelríoTámesis,ellasentadaahorcajadassobrelaspiernasdeél,dedelantehaciaatrásalritmodelosremos.

DeaquellosamoríosocasionalesnuncaledijonadaaLisbeth.¿Paraqué, si al fin y al cabo era ella la que más se beneficiaba de todas lasexperienciasnuevasqueélibaadquiriendo?

Al final de su tercer año, entre lo aprendido en los libros y lodescubiertoenlavidareal,Atticuspodríahaberescritosupropianovelaerótica.Si no lohizo, fuepordeferenciahaciaTolkien.El fantasmadelviejoprofesorasistíaatodasycadaunadeaquellasleccionesdeamorenabsoluto silencio, sin espantar jamás a lasmaestras del alumno, con losojosunpocodesorbitados,sí,peroconunarespetuosa toleranciaque loconvertía, para bien o para mal, en cómplice del secreto. Qué falta decorrecciónhabríasidoladecontaralmundoesatendenciadeTolkienalvoyeurismo.

Una vez instalada la biblioteca, Atticus sacó de la maleta la kettleeléctricaparaelté.Eraunincordiollevarlaatodaspartes,peropeoreratener que esperar a que el servicio de habitaciones le trajera el agua

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caliente. Necesitaba un té cada cuarentaminutos; lo tenía calculado conprecisióndesegundero.

Siempre viajaba con dos o tres cajas de Earl Grey, aunque leaseguraranquedichoproductopodíaencontrarseenlamayorpartedelospaísesdelmundo,porquesentíaauténticoterrorante la ideadequedarsesin su remediopara todos losmales.Estamanía le veníade lejos: a lostreceañosingresóenEtonunniñodelicadodesaludqueconstantementeenfermabadegripe,sufríadoloresdecabezaydigestionespesadas.YtuvolasuertedecaerenmanosdeldoctorHamans,deorigenholandés,elcualseencontrabaenmediodelaredaccióndeunatesissobrelaspropiedadescurativasdelasinfusionesdehierbas.AdoptóaAtticuscomoconejillodeIndias y logró con el Earl Grey lo que nadie había conseguido con lamedicinaconvencional:transformaraldelicadomuchachoenunroble.Siledolíalatripa,leendosabaunatazacalientedeté.Sieralacabeza,selaendosaba bien fría; si se caía jugando al críquet y se levantaba la piel,bastabaconunchorrodetéenunalgodónparalimpiarlaherida;ysilesubía la fiebre, se la bajaba con compresas empapadas en Earl Grey.Sorprendentemente, el tratamiento funcionóconunaeficaciaasombrosa.Atticus creció treinta centímetros durante los cinco años de educaciónsecundaria,noenfermóniunasolavez,seproclamócapitándelequipodecríquetyobtuvoseismatrículasdehonor.

Hamans quería estudiar el caso en profundidad con una becaotorgadaporlacompañíaTwiningsalalcolegiodemédicosdeLondres,pero Marlow se negó a que su hijo fuera utilizado como ratón delaboratorio.Alfinal,sólolepermitiódonaralacienciaalgunasmuestrasdesangreytejidoconlasqueHamanstrabajóintensamentedurantemesessin llegar a ningún resultado concluyente. Una lástima. Por su parte,Atticus, convencidodequeel té lo curaba todo,desarrollóunaadicciónmás psicológica que física hacia el Earl Grey y decidió viajar a todaspartes con su kettle a cuestas, igual que algunas mujeres viajan con susecadordepelo.

Asolasensuhabitación,enchufólamáquina,lallenódeagua,esperóhastaqueseencendiólaluzdelindicadoryentoncessemaldijoporhaberhecholamaletacontantasprisas,concuatropintasenelcuerpoyconlacabezaembotada.Selehabíaolvidadolataza.Sutaza.

Noeraunmaniático.Niunfetichista.Perosentíahaciaaquellatazalamismadevociónqueotraspersonassientenhaciasusmascotas.Sellamaba

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Aloysius,lataza,enhonoralosodepeluchedeSebastianFlyteenRetornoaBrideshead,yasí se lohabíahechoestamparen letrasnegras sobre laporcelanablancaaunartesanodeKensington.Sacóunvasodelarmaritodel minibar. Derramó el agua hirviendo sobre la bolsita. El cristal seempañó.Quéfastidio.Sequemólasyemasdelosdedos.

Luego deshizo el resto del equipaje: tres trajes de ejecutivo, seiscamisas confeccionadas a medida, tres pares de calcetines de lana, seiscalzoncillos de la marca Ralph Lauren, dos cinturones, una gabardinaBurberry totalmente inútil a juzgar por el sol de mayo, dos pares dezapatositalianos,unabufanda,quéabsurdo,lacajitadelosgemelos,seispañuelos de hilo, cuatro corbatas, todas de rayas, y el neceser, con sucoloniade lavanda,suespumadeafeitar, suenjuaguedementayelhilodental.

Enel fondode lamaleta,doblada sobre símisma,habíaviajadosuviejaalmohada,compañeradevidadesdelossieteaños,remendada,raída,casivacíadeplumón.Muylimpia,esosí,conunligeroyagradableolorajabón.Nopodíavivirsinella.Literalmente.

Laúnicavezquelefueinfielydurmiósobreelinmundocojíndelacama de una de sus amantes ocasionales, sufrió las consecuencias enformadedistensiónmuscularseveraquesólologrórelajargraciasalascompresas de té caliente y los cuidados amorosos que le fueronadministradosporaquellachicatanamable.

Lacolocóencimadelaalmohadadelhotel.Enlafunda,bordadasengrandesletrasrojas,podíanleerselassiguientespalabras:«PropiedaddeAtticusCraftsman»,yelnúmerodeteléfonodelacasadesuspadres,que,afortunadamente,nohabíacambiadoenlosúltimosveintitrésaños.Noerauna rareza—así se lo explicaba a las extrañadasmujeres que la habíancompartido con él alguna vez—: aquella almohada era una cuestiónpuramentedesalud.

EchóunvistazoaaquellalujosahabitacióndesuhoteldeMadrid.Eraampliay luminosa, clásicay fresca.Teníadosventanasquedabanaunaavenidaanchaquediscurríaentrecastaños.Eranlasdosdelatardedeunsoleado domingo de finales de mayo. Su estómago le demandaba unsándwich;aserposible,desalmónahumadoycremadequesoalasfinashierbas. Se preguntó si en Madrid sería posible encontrar semejantemanjaryunabuenasombradebajodeunárbolenalgúnparqueparecidoaHydeParkdondecomérselo.

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Conestailusiónenformadesonrisadeorejaaoreja,salióalacalleycomenzóacaminar.

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BERTAQuiñones, la pobre, no había pegado ojo en toda la noche.Llevabaenpiedesdelasseisdelamañana,haciendotiempoparallamaralaschicas,pensandoencómoibaatrasladarleslasmalasnoticiasmientrasponía una lavadora, fregaba el suelo de la cocina, regaba las plantas ypasabalaaspiradora.

Aquéllanosolíasersurutinadelosdomingos.Bertaeraexactamenteloopuestoaunalimpiadoracompulsiva.Cuandonoteníaqueiratrabajar,remoloneabaentre lassábanashastabienentrada lamañana,olvidadadetodoydetodos,relajadacomounaniñapequeña,solitariayfeliz.Luegosepreparabauncaféconleche,salíaalbalcón,lededicabaelmejordelosbostezosasucallevacíaypasabaelrestodelamañanaleyendonovelas.

Ensucaso,lasoledadhabíasidounaelecciónconscienteyacertada.Porsupuesto,comotodaslassolteronasqueaparecenenloslibros,ensujuventud también había vivido su particular historia de amor nocorrespondido. Y tanto. La realidad—Berta se avergonzaba un poquitocuandoseloreconocíaasímisma—eraqueelmuchachodesussueñosjamáshabíallegadoasospecharqueBertaloamaba.Nuncacruzaronunasolapalabra.Sólosevierondelejos,dearribaabajo,yprobablementeél,quesólolevantólacabezaunavezenloscincoañosqueduróelromance,no lededicóen toda suvidaun solopensamientoa laniñaa laqueunamañana descubriómirándolo desde el balcón de su casa, la primera delpueblo,frentealaoficinadeltelégrafo,conlastrenzasdeshechasygafasenlacara.

Comonoseatrevióapreguntarlesunombre,tomóprestadounodehéroeparaél:Robin,comoelbandidoquerobabaalosricosparaayudara los pobres, y también le inventó una voz suave, manos expertas, unavalentía digna de semejante personaje novelesco, labios gruesos, besoslargosyunclaroenelbosquedondepoderamarleensecreto,lejosdelosmaleficiosdelasbrujasoloshechizosdelashadas.

Robinllegabapuntual,todaslasmañanasalasocho,conlassacasdelcorreo.Bertaloestabaesperando,acurrucadaanteelventanucodelpaio,dos ojos soñadores tras los cristales, y contemplaba cómo él detenía eldoscaballos—uncorcelblancollenodeabolladuras—,juntoalapuerta

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delaestafeta.Entraba,salía,arrancaba,desaparecía.Berta sentía que el corazón le estallaba y tenía que quedarse unos

minutos quieta mientras las rodillas dejaban de temblarle, hasta quelograba juntar las fuerzas necesarias para ponerse en pie, recoger loslibrosdelsuelo,bajarporlasescaleras,saliralacalleyllegaralaplazacorriendo,dondesuscompañerosdelaescuelaesperabanalmaestroconlalecciónaprendida.

Tenía pájaros en la cabeza, se quejaba su madre. «Al contrario,señora»,leasegurabaelmaestro.Bertateníadetodomenospájaros.

Eraunabibliotecaambulante.Habíaleídotantoslibros,habíasoñadotanto, había visto a Robin tantas veces convertido en el protagonista deaquellashistoriasmaravillosasqueficciónyrealidadsehabíanmezcladocomohierroycarbonoensusvivenciasyensusrecuerdosdeaceropuro.

Le dieron una beca para estudiar en Madrid: documentalista cumlaude, filóloga, doctora en literatura y profesora de lengua, titulada, unportento.

CuandoseisañosatráselseñorBestman,directordedesarrollodelaeditorial Craftsman&Co la entrevistó en un despacho elegante, pasó unbuenratoexaminandosucurrículum.Lehizotresocuatropreguntascontrampa:quequéopinabadeHaroldPinter,quesihabíaleídoaYatesyquecuálerasuopiniónsobreelboomlatinoamericanoysupermanenciaenelsigloXXI. «¿Cree usted que a Vargas Llosa le concederán algún día elPremioNobel?».

Después de media hora de intensa charla con aquel inglés, BertaQuiñones se había convertido en la flamante directora de la revistaLibrarte,habíaabandonadosutrabajoenlabibliotecadelauniversidadyhabía llegado a la conclusión de que en la vida nunca se sabe cuándosaltarálaliebre.

Para entonces había cumplido los cincuenta y había perdido laesperanza de volver a cruzarse en la vida con aquel Robin de pacotillaque, según le contó una amiga, había desaparecido del pueblo con tresmillonesdepesetasensellos,elmuyladrón,yconlahijadeltelegrafista,sucómpliceyamantedesdelosquinceaños,lamuyputa.

Recordabaelprimerdíaalfrentedeaquellapequeñaoficinaconunamezcla agridulcedemiedoy felicidad: la expectaciónante la llegadadesuscompañeras,lascuatromujeresqueapartirdeentoncescompartiríanconellalasalegríasylasangustias,elcafédemediamañana,losescollos

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deltrabajodiario,loséxitos,losfracasosy,¿porquéno?,talveztambiénunaamistadsinceraquetrascendieralasparedesdeldespacho.Decaminoaltrabajocomprócuatromacetitasconcuatrorosalesenanosylascolocójuntoaloscuatroordenadoresenloscuatroescritoriosdelasalagrandeconunastarjetitasdepapelenlasqueescribió:«Bienvenidaacasa».

Laoficina,noventametroscuadradosenelúltimopisodeunedificioantiguodelacastizacalleMayor,habíasidohastaentonceslaviviendadeunaparejaenamorada—esoloadivinóBertaconsóloobservarelmodocómo se filtraba la luz del sol entre los visillos— y consistía en undespacho diminuto —el antiguo dormitorio, donde aún se notaba lasombradelcabecerodelacama:uncercogrissobrelaparedblanca—,unsalóncuadradocondosventanasquealojabaahoraloscuatroescritoriosenfrentadosdosados,unpasilloconuncuartodebañodelosdebañeraempotrada al fondo y una cocina muy vieja, un cuchitril, que todavíaestabaenbuenuso,consusfogonesysuhornodeabuela.

Losúnicosmuebles, apartede los escritorios, erandos libreríasdemaderadepino,todavíavacías,yunafotocopiadoraespantosa,detamañonevera,queocupabalamayorpartedelaparedjuntoalapuerta.Talvezuntapetedecoloresalegres,pensóBerta,ounmanteldecrochéconsusborlonesdepasamaneríapodríadisfrazarlademesacamilla.

LaprimeraenllegarhabíasidoSoleá.—¿Soledad?—le había preguntado Berta mientras dudaba entre el

besocariñosoolafríamanoextendida.—Soleá, como el cante —había respondido la otra con el deje

andaluzdesutierra:Granada,elAlbaicín,uncarmenblanco,unjardíndeadelfassalvajes,unacalleempinada.

Eramuy joven,muy chica,muymorena. Traía recién terminada lacarreradePeriodismo,queríacomerseelmundo.

—Algúndíaescribiréunanovela—leconfesóaBerta—.Yatengolatrama, sólo me falta aclarar las ideas, centrarme un poco, Berta, quetodavíamemareaestaciudadtangrande.

DespuésvinoMaría.Traíaunaangustiaagarradaalpecho.—Éstaesminiña—dijo—.Se llamaLucíayosprometoqueno la

vuelvoatraeraltrabajo.Perovolvió, vaya si volvió, en cuna, en coche, con fiebre, con tos.

Lucía llegó a ser una más: la mascota de la oficina. Berta le puso unamecedorablancaenun rincónde supropiodespacho.En la cocinilla se

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calentaron biberones y purés; en invierno se tejieron bufandas de lanarosa.Unañodespués,Maríaanuncióqueveníangemelos.Faltóseismesesa laoficinaporque losdosúltimosdelembarazo lospasóencama,conamenazadepartoprematuro,peroLucíaocupósuespacio,sumecedora,surincón.Casitodaslasmañanas,alasnueveenpuntoaparecíaelpadreconlaniñaacuestas,llamabaalapuerta,lejurabaaBertaqueibaabuscarayuda,queseríaelúltimodíaquelesdejabaaLucía,quesabíaqueaquelloeraunaoficinaseria,nounaguardería,peroaldíasiguientevolvíaair.

Manolito y Daniel nacieron con dos kilos y medio por cabeza;rechazaron el pecho, desarrollaron intolerancia a la lactosa, pasaron lavaricela quince días después queLucía, en total treinta días de granos ylloros, Talquistina, Polaramine, costras y picores. Para semejanteeventualidad sustituyeron la mecedora por un colchón. Berta tenía quesaltar por encima de los niños para poder sentarse a su mesa. Duranteaquellos días descubrió que poseía la increíble capacidad de trabajarcantando, o de cantar trabajando, y de contar cuentos entre factura yfactura.

—Si no nos echamos una mano las mujeres entre nosotras, no séquiénnosvaaayudar—repetíacomounmantraparaapaciguarlasquejasdesusotrascompañeras.

LaterceraenllegarfueAsunción.Enorme.Adieta.Lassaludóatodasconunachuchónyloprimeroquelesdijo,antes

desentarsedelantedesuescritorio,fuequelosuyonoeraunproblemadesalud ni de diabetes ni nada de eso, sino la menopausia, que la habíaagarradotorcidaylaestabamatandoasofocos.

La última fueGabriela.Gaby, por favor, como el payaso.La únicaquesefijóenlasflores.

—Túestásenamorada,niña.—Comounatonta,chicas.Hastalastrancas.Fuerondeboda,lascinco,ochomesesdespuésdelanzarlarevista.Gaby de blanco radiante, el novio estupendo, la iglesia cubierta de

flores.Lucíallevólasarras,aAsunciónlecayóelramo.—Lapróximatú,Asunción.—Dios me libre —dijo ella, acalorada—. Yo ya me casé y me

descasé.Los últimos seis años habían pasado deprisa. Berta apagó la

aspiradora,lavólatazadelcafé,sesentóenunaesquinadelsofáylevantó

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el auricular. Ya no podía dilatar más la espera. En recuerdo de aquellaprimera mañana las fue llamando en riguroso orden de llegada: Soleá,María,AsunciónyGaby, susmejoresamigas,paradarles lapeorde lasnoticias.

—Yaséqueesdomingo—lesrepitióalascuatroconelmismotonode disculpa—. Pero es importante que nos reunamos. A las once en laoficina.No,María,estaveznopuedestraeralosniños.

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POCOS días después de la inquietante llamada del inspectorManchego,MarlowCraftsman,muyasupesar,decidióquehabíallegadola hora de contarle a Moira que su hijo Atticus llevaba tres meses enparaderodesconocido.Sinolohabíahechohastaentonceseraporqueaúnconservaba la esperanza de que el asunto se resolviera antes de lasNavidades, cosa que cada vez se le antojaba más improbable. CuandoMoiralepreguntabaquétalleibaaAtticusporEspaña,Marlowrespondíaconalguna frasedel tipo:«Bien,querida,bien».Ycomoerahombredepocaspalabras,ellasequedabasatisfecha,sedabamediavueltaenlacamaysedormíacomounlirón.

Sólo al llegar noviembre y dar comienzo la tortura de lospreparativos navideños, Moira se fue volviendo más insistente. Queríadetalles.

Necesitaba saber cuántas noches se quedaría Atticus en la casa deKent,quédíallegaría,quéinvitadostraeríaestavez,siaúnseguíasiendovegetariano,sihabíacambiadodecoloniaotodavíautilizabaladelavandadetodalaviday,sobretodo,lafechayhoraexactasdesupartida,yaquepretendíaasignarlelahabitacióndeAtticusalossuegrosdeHolden,queeseañopasaríanconlosCraftsmanlanochedefindeaño.

Moira lo anotaba todo en una agenda negra enorme. Desde lastarjetas que recibían y los regalos que enviaban hasta las cantidades deterneraparaelroastbeefquedebíaencargar lacocineraenlacarniceríadeSevenOaks.

Laincertidumbrelaestabamatando.Marlow le llevó un Horlicks caliente a la cama en una bandeja de

plata. La doncella lo dejaba preparado antes de irse a dormir y solíadisolverenlamezclamediapastilladelansiolíticoquelehabíanrecetadoaella,porconsiderarque laseñora tenía lamitaddeculpadesucuadroclínico. Aquella noche, su esposo, ignorante de tales argucias, añadióademás dos tabletas de diazepam con la buena intención de hacerlemássoportableaMoiralaimpresiónquelecausaríalamalanoticia.

Ladosisresultóexcesiva,claro.—Moira,querida—comenzóMarlowenuntonomuysuavemientras

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le acariciaba la espalda—.Me temo que tengo algo que contarte sobreAtticus.

—¿Atticus?—pronuncióellaconlenguadetrapo.—Cómoexplicarte,cielo…No teasustes,ponteen lomejor.Desde

haceunosdías…nosabemosdóndeestá.—Yaestaba.Lohabíadicho.Moira no hizo ningún comentario. Siguió tumbada demedio lado,

conlacaraaplastadacontralaalmohada.—Probablementeseencuentreenalgúnlugarsincoberturademóvil,

ya sabes que España es un país muy montañoso, con mucho maralrededor, y seguramente él, que es todo un aventurero, haya decididotomarse unas vacaciones. Lo imagino, querida, a bordo de un barcopesquero, o en la cumbre de una sierra nevada, o tal vez en alguna islaremotadeesasquetodavíaconservanlosespañolesenÁfrica.

—¿África?—AlaalturadeMauritania,sí.Silencio.—Peroregresarámuypronto.JamásfaltaríaacasaporNavidad.Es

unbuenchiconuestroAtticus.Porsiacaso—añadiómuchomásdeprisa—, he dado parte a la policía. Ya lo están buscando, Moira, y me hanaseguradoquetendremosnoticiasenseguida.

Mássilencio.—Demomento sabemos que no está en ningún hospital, lo cual es

una información tranquilizadora. No ha sufrido ningún accidente ni hatenidoningúnproblemadesalud,graciasaDios.Tampocohaydenuncias:no se hametido en ningún lío. Simplemente, se ha esfumado. Sin dejarrastro.Igualqueaquellavez,¿teacuerdas?,cuandoteníaveinteañosysetomóaquelañosabático.Nosupimosdeélenmeses.Nonospreocupamosentoncesninosvamosapreocuparahora,Moira,porquetodoesteasuntotendrá una explicación razonable. Yo, al menos, no estoy alarmado enabsoluto. Ya es mayorcito, toma sus decisiones, no tiene obligación deconsultarnos.Silehaapetecidoembarcarseenunbuqueatunero,alláél.Sisehahechoermitañoysealimentadeinsectos,alláél.Essuvida.

Moiracomenzóaroncar.Lasobredosishabíahechoefecto.Lomásprobable, pensó Marlow, era que al día siguiente no recordaraabsolutamente nada. Lástima, se lamentó él, que era hombre de pocaspalabras,porqueeldiscursohabíasidoinmejorable.

Más tranquilo yplenamente convencidode la falta demotivospara

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inquietarse gracias a la coherencia de sus propias tesis, también él semetió en la cama, se arropó con lamanta de lana escocesa y se quedóprofundamentedormido.

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ENcontradelostemoresdeBerta,quealverlasporprimeravezlaunafrentealaotra—tandiferentes,tanopuestas,unajovenyalocada,laotramadurayserena—había imaginadoun tándemimposiblede frenosrotosyruedaspinchadas,lociertoesqueSoleáyAsuncióncongeniaronde maravilla. Ambas tenían escrita en el contrato la misma palabra:«Redactora»,despuésdelafrase:«Cargoqueocupaenlaempresa»,perocadacualteníasuparticularmaneradeentenderlaprofesión.Mientrasquea Soleá parecía que la silla le abrasaba el trasero y se pasaba la vidacallejeandoenbuscadehistoriasquecontar,aAsunciónloquelegustabaera el trabajo de despacho: la sosegada labor de escribir con calmareseñasycríticas,semblantesyperfiles.

Desde el primer día se repartieron el trabajo según sus intereses:Soleá asistía a los estrenos, a las presentaciones, a los festivales; hacíaentrevistas a codazos, las fotos le salían movidas, las crónicas ligeras.Asunción leía, se documentaba, comparaba, tejía.Al final, entre las doslograbandarleasusartículoselpuntoexactodelimónysal.

Una vez a la semana se reunían con Berta para organizar loscontenidos de la siguiente edición. Cada una presentaba su lista depropuestasyBertalasanalizabaconneutralidaddereySalomón.Siempresemaravillabadelasocurrenciasdesusdosredactoras.

—¿De verdad quieres ir a cubrir el festival de músicas tribalesafricanas,Soleá?

—Esgratis,Berta,vamediaEspaña.—¿AldesiertodelosMonegros?Parpadeaba,tosíaycasisiempreclaudicaba.—Y tú, Asunción, ¿un artículo de fondo sobre las perversiones

estéticasdelsurrealismo?—Hubomuchísimas.—No,sinolodudo.Después repartía el trabajo por secciones: tú, cine, tú, libros, tú,

museos, tú, agenda, tú,música,y tú, artesplásticas, ea.Elcóctelvariabacadasemanaelordendesusfactoresparaabarcarlotodo.

Bertaeraquiendabaluzverdealasproduccionesylaquehacíalos

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presupuestos, organizaba los viajes, contrataba a los fotógrafos y se lasapañaba para encontrar cuatro o cinco anunciantes que sufragaran lamayorpartede losgastosdeedición.Normalmenteeranproductorasdecine, compañías de telefonía móvil, salones de subastas, restaurantes yhoteles. Por política de la empresa, Librarte no aceptaba campañaspublicitarias de otras editoriales diferentes a Craftsman&Co, lo cuallimitababastantelasposibilidadesdeBertaalahoradeencontrarclientes.

Maríaseocupabadelaadministracióndelapequeñaempresaconlamismaminuciosidadconlaquedirigía lacontabilidaddesucasa.«Fácil—decía—.Lacuestiónesconseguirquecuadrenlosbalances;locomidoporloservidoyenpaz».Amontonabaeninfinidaddecarpetasyarchivoslas facturas que firmaba Berta. Guardaba cada tique, cada justificante ycadanotaencajasdezapatos.Lasforrabaellamismaconpapelpinochoycelofán.Uncolorporaño.Tambiéncomprabalosbilletesdetrenolosdeautobúsparalosdesplazamientosdelasredactoras(nunca,hastalafecha,lasfinanzasdeLibrartehabíanestadotanboyantescomoparapoderviajaren avión), la tinta de la impresora, el cartucho de tóner y los demásartículosdepapelería.

Igualqueensucasa,eraahorradorahasta límites insospechados:elpapel se reciclaba, los bolígrafos se exprimían hasta la última gota, laslucesseapagabanencuantosalíaelsol,losordenadoressedesenchufabantodaslasnoches, lacalefacciónnoseponíahastabienentradoelmesdenoviembre y el aire acondicionado no se encendía jamás, ya queMaríaalegabaqueademásdecaroera insanoeinnecesario,sobretodoporqueella,quehabíanacidoenunpueblocercadeToledo,habíapasado tantocalordeniñaquesehabíahechoinmunealosestragosdeltermómetro.

Ahí radicaron al principio la mayor parte de las discusiones en laoficina,yaquemientrasMaríaera felizconunabanicoyagua fresquitaparacombatirelcalor,Asunciónseahogabaentresofocosysudores.

Bertatuvoquemediar:ledioelmesymediodeexcedenciaanualquelesuplicabaMaríaconlaexcusadelasvacacionesescolaresy,acambio,lepermitióaAsunciónconectarelaireacondicionadomediojulioytodoagostoydifuminarelcosteextraordinarioenlapartidadelgastoanualdeelectricidad.

Por suparte,Gaby, ella sola, constituía la oficina técnicadigital deLibrarte. No se le resistía un programa informático. Era capaz deencontrarle aSoleá los textosquemisteriosamente ledesaparecíanenel

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escritoriodesuMacintoshoderesucitarleelsuyoaBertacuandoentrabaenpánicoporlamuertesúbitadelcacharro,comoelladecía.

Importaba y exportaba fotos y archivos, dominaba el photoshop,manejabaelindesign,elquarkyeladobecomosifueranherramientasdecarneyhueso,sabíatransformarmaquetasenPDFyentrardesdesucasaenlosportátilesdelasdemás.

Había estudiado diseño gráfico en París cuando aquello sonaba aextraterrestre en laPenínsula Ibéricayhabía encontrado la hormade suzapato en su compañero de pupitre, un argentino al que todos llamabanporsuapellido:Livingstone,porquehabíanolvidadocuálerasunombredepila.

Franklin Livingstone había crecido en Santa Fe, provincia deCórdoba,enunahaciendadetierrasfértilesycamposverdes,acunadoporlas canciones de los charros y alimentado de asado de carne y mateamargo.Deahísucarácterrudo,supielcuarteadaysusmanosásperas.Sumadre, unaniñabiendeBuenosAires, habíadiseñadopara él un futuroglorioso,enelpisotreintaytantosdeunrascacielosdeManhattan,comotriunfadorenlosnegocios,abogadodeprestigio,arquitectoderenombreo financierodespiadado.Peroningunode estos sueñoshabían llegadoahacerse realidad. En una universidad de Boston, aburrido hasta límitesinsospechadosde tantacifray tantagráfica,descubrióquesusmanosdecowboyhabíansidocreadasparaacariciarcosasmásinteresantesquelascuentascorrientesdesuseventualesclientes.Mujeresypinceles,poresteorden,comenzaronaocuparlamayorpartedesutiempo.

Abandonó la escuela de negocios e ingresó en una de bellas artes,paraespantodesumadre,ycuandoterminósusestudios,recibióunabecaparaviajaraParís,laciudaddelaluzydelarte,yseconvirtióenunodelospionerosdeldiseñodigital,cosademeigas.

Allí conocióaGaby,alegrecomounacampanitadecobre, con susilusiones intactas, su página en blanco, y empezó a rondarla a la viejausanza, como se hacía en Córdoba en los tiempos de los abuelos, conregalosypalabrasbonitas.

Lepintóunretratoalóleoenelqueseinsinuabansusojosdelincecontemplándoladesdeelotroladodellienzo.Quémayorpruebadeamorque aquel trabajo de meses, con la idea fija del color de su piel, lasuavidad de sus rizos o la curva de su pecho. Ella continuamente lodescubríamirándola desde su pupitre.Avecesmidiendo conun lápiz la

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distanciaentresusojosolalongituddesucuello.Cuando el cuadro estuvo listo, la invitó a conocer su cuchitril.Una

habitacióndeestudianteenunaresidenciadeldistritoquince.Allínaciósuhistoriadeamor.Condelicadezadeartista.Dosartistas.Élelpincel,ellalatinta.

A veces, Livingstone pasaba por la redacción amediamañana. Lesllevabaalaschicaspasteles,flores,heladosoalfajores.LedecíaaGaby:«Teesperoencasa,flaca».Yaellatodavíaletemblabanlaspiernas.

Llevaban casados cinco años y pico. Estaban deseando tener niños.Novenían.

—Eldíamenospensado,Gaby,yaverás—laconsolabaBerta.Pero todos losmeses—nohacía falta echar las cuentas—,Gaby se

llevabaundisgustoenelcuartodebañodelaoficina.—Yaverás—volvíaaasegurarleBerta—,eldíamenospensado.El inspectorManchego, al segundowhisky, perdía la estabilidad.A

susespaldas,elJosiasegurabaqueeracosadelafaltadecostumbre.—Élsiemprehasidomásdezurracapotequedelicores—lescontaba

alosotrosencuantoelinspectorabandonabalapartida—.Enelgarajedela casa de sus padres poníamos la cuba;media de vino,media de Fantalimón, un chorretónde vodka, eso sí, pero que entre tanto líquidoni senotaba,biendehielo,biendeazúcar.Abríamoslapuerta,seformabacola.Éramoselalmadelasfiestas.

—¿Botijo,botaoporrón?—Porrón,Macita,vayapregunta.ElManchegobebíaporelagujero

gordo.Teníaunaguante…Lacalle estabavacíayoscura.Semovíanunpoco las farolasy las

aceras; como si hubieran asfaltado el suelo con olas demar.Manchegohabía perdido cuarenta euros, cagonlamar, por culpa de un póquer dereyesalquevencióunodeases,malasuerte,quesesacóelCarreterodelamangaenelúltimominuto.

Volvía a casa caminando para que le diera el aire, con lareglamentaria en el cinto, por si lasmoscas. Se habíamandado fabricarunodeesosarnesescontirantesqueigualsujetanelpantalónquealojanlapistola y, aunque sabía que no debía beber cuando iba armado, sedisculpabadiciéndosequetampocoestabapermitidoencenderlasirenasinmotivo y bien que lo hacían todos los compañeros para librarse de losatascos.Lounoporlootro.Éleramuycumplidorconlodelasirena.

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Escuchópasosasusespaldas.Sepusoenguardia.Unchicoconauricularesleadelantóporladerecha.Siguióandando.Volvióaoírpasos.Sedetuvo.Lospasostambién.Manchegoseagarróaltroncodeunarbolitoendeble.Elancla.Másallá,entreloscoches,semovíaalguien.Unasombra.—¿Quiénva?—gritóManchego.Silencio.Sellevólamanoalacintura.Seaseguródequelapistolaestuviera

ensusitio.—¿Quién va? —repitió—. No haga tonterías. Soy policía. Voy

armado.Unhombrefuerte,conpintadesucio,salióalaluz.Semovíadelado

alado,alcompásde lacalle. Ibasubidoenelmismobarco.SedetuvoaunoscentímetrosdeManchego.

—¿Tienefuego?—preguntó.—No diga tonterías, amigo —respondió el inspector—. Acabo de

advertirlequevoyarmado.—Merefieroaunacerilla,agente.—Inspector,sinoleimporta.—Inspector.Manchego sacó un mechero del bolsillo. El otro, un paquete de

cigarrillos.Leofrecióuno.Fumaronjuntos.Conversaron.—Si yo tuviera que investigar una desaparición —dijo el hombre

después de escuchar atentamente todo lo referente al caso de AtticusCraftsman—, empezaría por interrogar a sus conocidos. Despuésregistraríasucasa.

—Elproblemaesquesinunaordenjudicialnopuedoecharlapuertaabajo.Lasórdenestardanvariosdías.

—Podríaestarmuertodentrodelpiso—advirtióelotro.—Podría.—¿Ynohayotromododeentrar?—Nolegalmente.—Pero…—Hombre —resolvió Manchego—, si diera la casualidad de que

alguien, digamos un ladrón, entrara a robar, y justo en ese momentopasaraporallíunpolicíadepaisano…

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—Improbable.—Mucho.—Yosoycerrajero.—¡Quécasualidad!Lacallesemecía.Elwhiskyeradegarrafón.Sedespidieronconlapromesadevolveraencontrarseenesemismo

árbol, si era necesario, un día de ésos.El hombre se llamabaLucas. Sunúmerodeteléfonoloapuntóenunpapelquerecogiódelsuelo.

—Puedes llamarme cuando quieras—le dijo a Manchego—. Igualestámuertodentrodelpiso—lerecordó.

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SOLEÁ nunca respondía al fijo. Era inútil. Si estaba en casa, lodescolgaba.Sino, lodejabasonarhastael infinito.Nosoportaba la ideadel contestador automático. Lo consideraba una intromisión en su vidaprivada. Defendía que contestar al teléfono era lo mismo que abrir lapuertaydejarentraracualquiera.

—Imagínate—decía—queestás,porejemplo,tomándoteuntazóndecerealesdelantedeltelevisorysuenaelmalditoteléfono.¿Noletienesquehacer sitio en tu sofá a esa persona que se planta en tu casa, entre tucucharaytuboca,entretuorejayelfinaldelapelícula?

—¿Ysiesimportante?—Queespere.—¿Ysiesurgente?—Mira, Berta —aseguraba Soleá—, el noventa por ciento de las

vecessóloesurgenteoimportanteparaelquellama.—Peroyosoytujefa,Soleá,tengoquetenertelocalizada.—Puesdameunmóvil.Perodelaempresa,jefa,quenomellegael

sueldoparamásgastos.Resignadadeantemanoasurespuestamalhumorada,Bertamarcólos

nuevedígitosdelcelularyesperóaqueSoleásedespertara.Lasnueveenpuntodelamañana.Domingo.Menosmalquenolateníadelante,porqueaquellachicaeracapazdehacerletragarelteléfono.

Alacuartaoquintallamadaescuchósuvozsoñolientaalotroladodelalínea.Hablabaensusurros.

—Berta,temato.—¿Dóndeestás?—EnlacasadelosokupasdelacalleZurita.—Pero¿qué…?—Nada,mialma,quesecomplicóunpocolanoche.Fuialestrenode

laobraesaquetedije,enlasalaTriángulo,yalsalirllovía,yloprimeroqueviabiertofueestesitio.Entréyhabíaunmuchachodemi tierraquetocabamuybienlaguitarra.Unrecital.Semehizoteladetardeyalfinalmequedédormidaencimadeunossacosdedormir.

—¿Nohueleapis?

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—¡Ay,Berta!¡Calla!Le soltó lo de la reunión ineludible sin darle opción a ponerle una

disculpa.Alasonceenlaoficina.Soleánodiscutió.Bertanuncalehabíadadounaordentantajantecomoaquélla.

AMaría la pilló en casa demilagro.Llevaba en pie desde las sieteporque los niños tenían el sueño ligero y los despertaba el ruido delascensor. Iban amarcharse a la casa de campo. Ya tenía el picnic listo:tortilladepatatas,filetesempanadosyensaladilla.Sehabíapasadolatardedel sábado cocinando, planchando, fregando, remendando pantalones,bañando niños, calentando sopa, recogiendo trastos. Pensaba dedicar eldomingoadescansar,todoeldíatiradaencimadeunamanta,alasombra,mientraslosniñosjugabanenloscolumpios.HabíaempaquetadohastaelDVD, para dejarlos extasiados delante de la pantalla, bendito ordenadorportátil,durantelahoraymediadesusiestasagrada.

Los domingos, Bernabé jugaba al fútbol y después comía con loscompañeros del equipo en una tasca. Cuando anochecía, volvía a casa,esperabaviendolateleaqueregresaraMaríaconlosniñosycasisiemprepedíalacenatemprano,queellunesteníaturnodemañanaenlacafetería,vayasuplicio.

—¿Yquéquieresquehagaconlosniños,Berta?¿Meloscomo?—Pero,corazón,¿túnotienesunavecinaquetelosvigileunrato?—No,hija,no.Tengounabrujacotilla,unborrachoyunaloca.Eso

esloquetengo.—Yrentaantigua,María.—Esosí.AlfinalconvencióaBernabéparaqueselosllevaraconélalfútbol.—Átalosalaportería,hombre,hazmeelfavor.Por el tonodeBertahabía comprendidoque algomuygravehabía

ocurridoenlaoficina.Sepusoenlopeor,seechóatemblar.Siperdíasuempleo,lavidaseleveníaabajo.

Asunción respondióenseguida.LedijoaBertaque llevabaunbuenrato despierta, leyendo. Que los chicos andaban por ahí —siempre lomismo—.Quenolosesperabahastalahoradecomer.

—Fíjatequemealegrodequemellames—confesó—.Losdomingosme ponen un pocomustia. Si te parece, voy amisa de diez cerca de laoficinayalasonceenpuntometienesahí.¿Quieresquellevecruasanes?

Gabyfuelamásdifícil.Enunsusurroleexplicóqueestabaovulando,

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«justo,Berta,quéoportunaeres,guapa»,yqueteníaquereposaralmenosunahoradespuésdelcoito.Comoelcoitotodavíanohabíatenidolugar,procuraría despertar a Franklin con cariño y sin ropa interior a ver sizanjabanelasuntoenquinceoveinteminutos.

—Pero lomás pronto que puedo estar ahí—le aseguró— es a lasonce y cuarto. Es lo mínimo para un revolcón rapidito y romanticón.Haztecargo,Berta.

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EL día en que pasó de los setenta kilos,Asunción dejó de pesarse.Aquellaanimadversiónhacialabásculayladeterminacióndeempezaraocuparse de asuntosmás interesantes que los vaivenes de su espléndidamasacorporalnofueexactamenteunadecisióntomadaenfrío,sinomásbien el resultado de destrozar a golpes la balanza de metacrilato conretroalimentadordeplacassolaresquelehabíanregaladosushijoselDíadelaMadre.

—Tienes que volver a cuidarte, mamá —le rogaron—. Salir a lacalle, comprarte ropa nueva, teñirte las canas…Ya hace seismeses quepapásefue.Acéptalo.Pasapágina.

Eran dos adolescentes de quince y diecisiete años, y, sin embargo,habían afrontado el abandono conmuchamás valentía que ella; porque,aceptémoslo, también a los hijos los había engañado el padre, queprometióanteelaltar recibirlos responsableyamorosamente,cuidarlos,protegerlosyeducarlos.Bienqueasintióyconsintióy juróeldíade subodaquelaamaríahastaquelamuertelosseparara.Y,alfinal,loquelosseparónofuelamuerte,sinounaazafatadevueloquevivíaenBarcelona.

Ya leextrañabanaAsunción tantospuentesaéreos,dosporsemana,pero el marido le explicaba que estaban abriendo una sucursal en laCiudadCondal, que se hiciera cargo, que sobre todo al principio, hastaquelaoficinarodaraporsísola,noteníamásremedioqueandaryendoyviniendocomounbumerán.

Ylasnochesselehacíanraras,despuésdecasiveinteañosdedormirabrazadaasuespalda.

Hastaqueunatardealasochosonóeltimbredelapuerta.Asunciónbajóaabrir.Yasehabíapuestoelpijama,laszapatillasdecasa,labatadelana. Se había preparado un té y estaba amedio camino entre elRojo ynegro en francés, las piernas por alto, los niños a punto de llegar delentrenamiento de fútbol, el pollo en el horno, la mesa lista, la músicaromántica,laveladevainilla.

Alotroladodelapuertahabíaunamujeraltaymorena,embutidaenuntrajedechaquetadeIberia.Sihubieranestadoenguerra,aquélhabríasido un uniforme militar y ella la encargada de darle la noticia de la

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muerte de su esposo en acto de servicio. Pero estaban en paz,desgraciadamente, y lo que se traía aquella mujer entre manos era elcertificadodedefuncióndesufamilia,nimásnimenos.

—¿Puedo pasar? —le preguntó con la dulzura de alguienacostumbradoalidiarconlaspeculiaridadesdelgénerohumano.

—Depende.—EresAsunción,¿verdad?—Lamisma.—Yosoylaamantedetumarido.Elalmanotienepeso.Esoesunamentirainventadaporunproductor

deHollywoodparadarnombreaunapelícula.Notienepesoporquenoesde estemundo. Como el amor o el dolor. Es el continente de todas lasgrandezasquehacenalserhumanoparecerseunpocoaDios.

Sinembargo,Asunciónescuchóperfectamenteel ruidoquehizo sualma al caer al suelo. Sonó como un cacharro de acero inoxidablerebotandoporlosescalonesdelacocina.

—Pasa.Siéntate.Laazafatalecontócómohabíaempezadotodo:unjuegoinocentede

tráigame,porfavor,otraCoca-Cola,póngame,porfavor,unaalmohadita,unamantita,quetengofrío.Cómohabíaexistidounafuerzadeatracciónmagnéticaquehabíahechodesestabilizarseelvuelo.Cómosehabíanvistoaescondidas,enhotelesyplayas,hastaquedecidieroncomprarseunpisoa medias. Cómo aquel secreto tendría que dejar de serlo en un par demeses,porque,ledijo,yanomecierralafaldayvoyapedirlabaja,quevolarespeligrosoparaelbebé.

—Vengoyoporqueélnoseatreveacontártelo—reconocióbajandolavista—.Medicequeosvaisadivorciar,queyanotequiere.Quedehoyno pasa, que demañana. Pero a este paso el niño nace sin padre, ya loestoyviendo.Oacabamostúyyoenlasnoticiasporsubigamia.Queescapazdecasarseconmigosinsepararsedeti.

Después vinieron los gritos, los llantos y el rechinar de dientes. Elinfierno.Losniñossufrieron,suspendieron,semetieronen líos.Lacasasevinoabajo,larentasevolvióprohibitivayhuboquebuscarunpisomáspequeño.Asunciónperdióelcontrol.Semarchitó.

Hastaqueundomingo6demayo,alasdiezdelamañana,aquellosdos adolescentes problemáticos tuvieron la increíble idea de gastarse sudineroenunabásculaautomática,digital,conretroalimentacióndeplacas

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solares, y regalársela a sumadre, que llevaba seismeses sin salir de lacama.

Aquelobjetoinanimadosetransfiguróenunaconcienciamachaconaque lamiraba con sus ojos demetacrilato desde el suelo del cuarto debaño. «Pésate —la tentaba—, pésate y comprueba que el abandono,además,engorda».

Entonces,cuando reunióelcorajenecesariopara subir sus lorzasalomosdesemejante ingenioyconfirmósussospechas—queestabamáscercadelossetentaquedelossesentakilosdetodalavida,yseenfrentóala señora desaliñada y envejecida que la señalaba desde el espejo—,decidió, por fin, tomar cartas en el asunto. Bendita báscula y benditoespejo.

Redactó un nuevo currículum con la explicación de los últimosquince años de asueto laboral por circunstancias familiares ajenas a suvoluntadyfueapedirlecredencialesasuantiguajefa,a laqueencontrótan ajada como a su propio retrato, pero aún sentada ante la mesa delmismodespachoenelquequinceañosatrás,cuandoAsunciónsequedóembarazadaporsegundavez,sedespidieronconlágrimasenlosojos.

—Hayuninglésqueandareuniendoequipoparaunarevistaliteraria.Talvezteinterese.Pagaunamierda.

ConlascanasteñidasylasuñaspintadassepresentóenelcástingdelseñorBestmany superóel examenconmatrículadehonor.Habían sidoquinceañosdededicacióntotala la literatura,segúnledijo,autodidacta,eso sí, le confesó, pero glotona. Igual de dulces que de libros. Unaauténticatragaldabasdeautoresygéneros.QuelomismoledabanLorcaqueEzraPound, lasBrönte que los hermanosGrimm. «Todos juntos algaznate,señorBestman,pregúntemeloquequiera,queservidoralosabetodo».

Así que consiguió el trabajo de redactora enLibrarte y regresó almundode losvivosconochokilosdemás.Pocoapocosus temoressefueron apagando, sus inseguridades quedaron atrás, sus ilusionesretornaron y el insomnio se acabó. Lo único que perduró, para sumortificación, fue aquel sobrepeso acosador y cruel, pegajoso ycelulítico, que no habíamanera de vencer, pormucha dieta disociada ymuchalechedesoja.

—Mire,Asunción.Losuyoesuntemademetabolismo.Pasajero,noseasuste,motivadoporlamenopausia.Notarátambiénsofocosycalores,

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pérdidadelalibido,sudoraciónnocturna,aceleracióndelritmocardiaco,sequedad vaginal, incontinencia, irritabilidad, dolor articular, problemasdigestivosycambiosensuolorcorporal,entreotrascosas.

—¿Aquévoyaoler?—preguntóAsunción,aterrada,asistiendoasupropiatransformacióndemujerencucaracha,igualitaalaquedescribióKafkaensufamosaMetamorfosis.

Pero ante tamaño diagnóstico fatal, Asunción, que se habíaconvertido en toda una Juana deArco por reacción a su reciente bajónemocional,sepropusolucharconuñasydientescontraloskilosdemás.

Nolologró.Perdiólaguerra.Lloródesconsoladamente.Selecorrióel rímel. Volvió a mirarse al espejo hecha un adefesio de greñas ylagrimonesygritó«¡sanseacabó!»conlamismaenergíaqueempleabasuviejaniñera,queeradeMálaga,cuandolastravesurasdesushermanosylassuyaspropiasllegabandemasiadolejos.

Alzólabásculaporencimadesucabezaylalanzóconfuerzacontraelespejodelbaño.Malditabásculaymalditoespejo.

Esedíasecuródefinitivamente.Seconvirtióenunagordafelizquesino se embadurnaba de colonia, olía a grasa de moto por efecto de lamenopausia, pasajeramente, esperaba. Que ayudaba en la parroquia aencontrartrabajoalasmujeresinmigrantes.Quecocinabaparasushijos.Queconsiderabaasujefa,Berta,sumejoramigayqueeracapazdedecircosas como:«Yoyamecaséymedescasé, gracias aDios», sinque laslágrimastraicionaransuaparentevalentía.

Por eso, la llamada de Berta, a las nueve de la mañana de aqueldomingo demayo, seis años ymedio después de su primeramuerte envida, le trajo a lamemoria el timbrazo de la azafata.Volvió a sentir eltemblordelsuelobajosuspiesyelcacharrazodesualmacayendoporlasescaleras de la cocina. Entró en la iglesia para oír la misa de diez, sesantiguó,searrodillóyrezóconloscincosentidospuestosensuoracióndesesperada.Unabengaladesocorrofueloquelelanzóalseñor.

—Padre,sipuedeser,quepasedemíestecáliz.Quenomequedesintrabajo,Diosito,por favor, te lo ruego.Hágase tuvoluntad,peroquenosea precisamente la de dejarme en la calle, hombre, si puede ser, claro.Comprendoqueantesvanelhambre,lasguerrasyeso.Sivesquetúestásdemasiadoocupado,puesencárgalelomíoaunsanto.Aalgunoquetengapocos devotos: San Pantaleón o SanLamberto o SanVito, que, con esenombre,fijoquemesacadelatolladero.

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UnavezconfiadaenelbuenDios,Asuncióncruzóalotroladodelacalleypidióunadocenadecruasanespara llevar, laspenasconpansonmenos, unos torteles y cinco ensaimadas. Supuso que Berta ya habríapreparadoelcafé.

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LOquetuvolugaraquellamañanadedomingoalasonceycuartoenpunto en la oficina deLibrarte no fue una reunión entre cincomujerescivilizadas,sinomásbienunaquelarreentrecincobrujasdespiadadasquerecurrieronalasmalasartesyalamagianegraparaesquivarladesgraciaqueselesveníaencima.

Fueron llegando a cuentagotas, en el orden habitual: Berta, Soleá,María, Asunción y Gaby. Todas aterradas, intentando disimular conaspavientos exagerados la realidadde su angustia.Ellas, que a diario sesaludaban con un escueto buenos días, aquel domingo se abrazaron ybesaron, como si aquello fuera la fiesta de las antiguas alumnas delcolegio e hiciera veinticinco años que se hubieran visto por última vez.Luego desayunaron juntas el café de Berta y los bollos deAsunción, ycharlaron de niños, libros y estrenos de teatro para dilatar el buen ratohastaelfatalmomentoenquehubieraqueenfrentarsealaverdad.

Berta, al final, no tuvo más remedio que hablar. Les contó que elmotivopor el que lashabía llamadoaunahora tan temprana, cuánto losiento,deundomingo, eraporque teníaquecomunicarlesunamalísimanoticia y no podía esperar hasta el lunes, ya que, después de pensarlomucho y darlemuchas vueltas, había llegado a la conclusión de que talvez,entrelascinco,pudieranidearalgunamaneradesolucionarlascosasyevitarlatragedia.

—La tragedia es que cierran la revista, ¿verdad? —comprendióMaría.

—Esoparece.Conuntonodevozmásagudodelonormal,Bertalescontóqueel

día anterior por la tarde había recibido una llamada de teléfonoprocedentedelmismísimoseñorBestmanparainformarladelainminentevisitadelseñorCraftsman.

—¿Eldueñoenpersona?¿MarlowCraftsman?—No,hija.Elhijo.—¿Quéhijo?Bertatuvoqueponeralcorrientealaschicasdelasituaciónfamiliar

de los Craftsman. Les habló de la abuela aristócrata; de Marlow, el

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consejerodelegado;deMoira,laesposaelegante;deHolden,elrebelde;yde Atticus, el delfín, que a esas horas debía de haber aterrizado ya enMadridconlashojasdedespidoplanchaditasenlacartera.

—Según Bestman, las pérdidas de la revista son excesivas para laempresa. Inexplicables. Desmesuradas—les informó Berta, desolada—.Además,dicequeLibrartenohalogradosituarseenunbuenlugarentrelas publicaciones literarias españolas, que no tiene ningún renombre nininguna credibilidad. Que la leen cuatro gatos y que, en lugar depromocionar las novedades de Craftsman&Co, produce el efectocontrario;esdecir,quelasdesprestigia.

Losánimossevinieronabajo.Gabyseabanicóconpapelreciclado.Asunciónsesofocó.AMaríaselesaltaronlaslágrimasySoleáestalló:

—¡Yunamierdapaél!—gritóconlarabiadetodossusantepasadosgitanospuestosenfilaindia.

Entonces el silencio se solidificó y tomó la consistencia de unagelatina pastosa que se introdujo en las bocas de las cinco mujeresimpidiéndoleshablarytragarsaliva.Seahogaban.

—Pueshabráquepensarenalgo.—AAsunciónseledesatólalenguaantesqueaninguna.SoplosdelEspírituSanto.

—Unasolucióndesesperada—dijoBerta.—O veinte poemas de amor —respondió Asunción con el último

sentidodelhumorquepudorescatardelnaufragio.Aquella referencia a Neruda pareció encender una bombilla en el

interiordeSoleá.Sepusoenpie.Tomóaire.Gritó:—¡Tengounaidea!Lasdemáslamiraronsorprendidas.Apenasllevabanquinceminutos

deaquelarreyya labrujeríasehabíapuestoenmarcha.Desde luego, laquímicaqueuníaaaquellascincomujeres reaccionabacon lavirulenciadeunamezclaexplosiva.

Soleábajólavoz.Comosifueraposiblequealguienajenoaaquellaredacciónpudieraescucharsusplanesdelictivos, leshizoungestoasuscompañeras para que se acercaran a ella. Las puso en círculo a sualrededor y entonces les habló de suGranada del alma y de sus poetasviejos, y delAlbaicín, las noches de jazmines y hierbabuena, las cuevasblancasdecal, las familiasalrededorde lasabuelas, lashistoriasque sesaben y se callan, los amoríos prohibidos y los corazones rotos, lastraiciones,losajustesdecuentas,lasmaldicionesgitanas.

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—Levoyacontarunacosillaquemecontóamímiabueladechica.Un secreto que no lo sabe nadie y que amíster Crasman le va a picarmucho la curiosidad. Entonces me lo llevo para Granada y lo tengodistraídohastaqueseosocurraalgomejor.

Enelcentrodelcírculofuealimentándoseunfuegopoderosoysobreelfuegounpucheroenelquetodasescupieronsaposyculebras.LaideadeSoleá tenía sentido.Podría,almenos,darles tiempoa lasdemásparapensar un planmejor, más civilizado ymenos esotérico, que terminaraporconvenceraMarlowCraftsmanyalseñorBestmandelanecesidaddemantenerlarevistaLibrarteenpieunoscuantosañosmás.

—MientrastúentretienesaAtticusCraftsman,nosotrasrevisamoslascuentas,hablamosconlosanunciantes,conloslibreros,conlospapelerosy con la distribuidora. Ajustamos los gastos, saneamos la empresa, ladejamosenperfectoestadode revista,nuncamejordicho,para la futurainspección.Alfinal,lointeligenteseráconservarlayloabsurdocerrarla.

—Mañanaosquieroa todasaquí a lasnueveenpunto—dijoBertaparazanjarlareunión—.Ytú,Soleá,ponteguapa.

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ATTICUSCraftsmanseconsiderabaunhombredemundodesdequea la temprana edad de veinte años recorriera media Europa con unamochilaalaespaldayeldinerodelacuentadeahorroquelehabíaabiertosuabueladepequeñoyenlaquealcumplir lamayoríadeedad,parasuasombro,descubrióqueseacumulabanmásdeveintemillibrasesterlinas.Por lo visto, la abuela Craftsman se había pasado la vida ingresando acada uno de sus nietos una cantidad fija al mes en previsión del negrofuturo que le auguraba al negocio familiar. El miedo era injustificado:Marlow Craftsman había demostrado ser un buen administrador y laeditorial, una empresa solvente. Sin embargo, para alguien que habíasobrevivido a la crisis del 29 y a dos guerrasmundiales, la estabilidadeconómicay lapazmundialerandosposibilidades tan remotascomo lainvasión extraterrestre del planeta o la máquina del tiempo. Ella, unadevotadeJulioVerne,teníamaldefinidalalíneaqueseparalarealidaddela ciencia ficción: jamás había aceptado como válida la teoría de laevolucióndelasespeciesdeDarwinni,porsupuesto, ladelBigBang,ynuncaadmitióqueelhombrehubierasidocapazdellegaralaLuna,comopretendíanhacerlescreerlosnorteamericanos.

La cuestión es que, gracias al escepticismode la abuelaCraftsman,Atticus pudo hacer realidad su sueño de viajar a Oriente Próximo,explorar los países árabes, sumergirse en elmarMuerto, visitar TierraSantayentrarenEstambulporelmardeMármara,Asiaaunlado,alotroEuropa,abordodeuncarguero.

Desuviajeregresósindinero,sinEarlGreyysinlamenorintencióndevolveraprobarelcordero,yafueraconespecias,conarroz,hervido,asadooestofado.Porextensión,renunciótambiénalrestodelacarne.Noeraunafilosofíadevida,leexplicóasumadre,eraunempacho.

Habíanpasadodiezañosyaúnnosoportabalaideadelcorderoconcomino.TampocoladeabandonarlascomodidadesdesupisodeLondreso lasde sucasadeKent.Sehabíaacostumbradoadormir entre sábanaslimpias, ducharse con agua caliente, vestir comoundandi y alimentarseúnicamente de productos ecológicos. No había vuelto a sentir lamenornecesidaddesalirdeInglaterra.

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Por eso, cuando su padre le encomendó aquella tarea de viajar aEspaña durante un tiempo indefinido, Atticus había experimentado unmiedo irracional e inconfesable hacia lo desconocido; absurdo, sí —Españaeraunpaísmoderno,desarrolladoyeuropeo—,perocierto.Selehabía instaladounnudoen labocadelestómago,comosielcorazóndelas tinieblas lo estuviera esperando y casi pudiera escuchar su latidosordo,rítmico,inquietante,abriéndosepasoentrelahojarasca.

Elcalor,parecíamentira,alasdosypicodelatardedeesedomingodemayo, le estaba asfixiando.Le estaba aplastandocontra el pavimento.Eso, y el cansancio del vuelo a primera hora, le hacía ver la realidaddistorsionada.Paraempezar, la luzera tandeslumbranteque le escocíanlos ojos y, aunque los entornara, le daba la sensación de estar sudandoentre pestaña y pestaña. Todo lo veía líquido; como en un espejismo,haciendoondas.

Sedesabrochólosprimerosbotonesdelacamisa,seremangóhastalos codos. Notó los pies abrasándose dentro de los calcetines de lana.Estabaextrañamenteaturdido.

Apocascallesdesuhotel,enuncallejónsombrío,encontróunbar.Dentroolíaaaceitefrito.Seacercóalabarra.Observóqueelsueloestabasucio de palillos, servilletas, peladuras de marisco y otros desechosindescriptibles.

—Por favor —dijo con su inconfundible acento británico—, unsándwichdesalmónconcremadequeso.

Lostresocuatrohombresqueocupabanlabarradejarondehablar.Elcamarerolomiróconcaradeguasa.

—Caballero—le explicó—, aquí no trabajamos esegénero.Somosmásdelosdetodalavida.Depinchosytapas,aversimeentiende.

Unode losclientes, elmáscercanoaAtticus, salióen suayuda.Ledijo al camarero: «Tráele una de gambas al ajillo, Paco, verás qué carapone. Y una cerveza bien fría». Luego se colocó a poco más de diezcentímetrosdesucara.Lehablóagritos.

—Aquí no salmón, ni pijadas —chilló—. Aquí birra y gambas,amigo.

Ylediounapalmadaenlaespalda.A las cinco de la tarde, después de seis litros de cerveza, cuatro

racionesdeensaladilla,dosdequesomanchego,tresdetortilla,cuatrodecalamares fritos y dos platos de jamón que Atticus no probó por su

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condición de vegetariano, el joven Craftsman logró deshacerse de susnuevosamigosyregresóalcalordelacallelíquida.

Sentíaelestómagopesadoylento,lacabezaledabavueltas.Lomássensato habría sido volver al hotel, tomarse un té y esperar a que sucuerpo asimilase aquel mejunje de grasas saturadas. Sin embargo, alllegaralfinaldelacalleseencontródefrenteconlaentradadelParquedel Retiro y notó que sus pies le conducían solos hacia el interior delbosqueurbano.

LonormalenLondres—póngase,porejemplo,HydePark—hubierasidoencontrarunabuenasombra,hacerseconunahamaquitaplegabledelasquepululanporellugaryecharseunasiestamemorableconelruidode fondo de las alegres voces de los niños que pueblan el parque y lacompañíasilenciosadelasardillas.Peroaquínohabíanadiedormitandotranquilamentesobrelahierba.Elbullicioerainsoportableparaundolordecabezacomoelsuyo.Habíamúsica,gritos,carreras,patines,bicicletas,turistas,artistascallejeros,vendedoressospechosos,masajistasorientales,brujas adivinadoras de buenaventuras previsibles, policías a caballo,malabaristas, vagabundosyun sinfíndepersonajesde circo a cada cualmásasombroso.Enmediodelcaos,Atticusvislumbróelaguaturbiadeunlagoplagadodebarquitasderemos.Suinstintoderegatistalellevóhastala entrada del Club Deportivo Municipal, donde se almacenaban unastraineras en bastante buen estado. Entró a preguntar y le informaron deque a esas horas no quedaba allí más que el gato del encargado demantenimientoylerecomendaronquevolvieraotrodía,aotrahorayconmenosoloracerveza.Estabadepie,deespaldasalaguaynoviollegaralas chicas que se acercaron al embarcadero huyendo de una pandilla demuchachosquelasperseguíanparasalpicarlas.

—¡Quita de ahí, guiri!—gritó un chaval sin camisa cuando ya erademasiado tarde para apartarse y evitar que una ducha de agua sucia leempaparadelacabezaalospies.

—¡Sube,rubio!—legritóunadelaschicas.Enlabarcaseapretujabancincojóvenesvoluptuosasconlascamisas

mojadas pegadas al cuerpo.Tras ellas, tres o cuatro barcas cargadas dehombres sedientos trataban de darles alcance, rodearlas, asediarlas yvolver a salpicarlas. Tenían la risa floja aquellas chicas, el pelochorreando,lalenguamuysuelta.

Atticus tomó el mando de la embarcación. Se aferró a los remos,

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pusoenprácticasuscienmilhorasdeentrenamientoylogróconduciralaschicassanasysalvashastalaorilla,parasorpresaydisgustodetodoslosgamberrosdealrededor.Ellasaprovecharonparaburlarsedelrestodelosbarqueros,agradecerleaAtticussusalvamentovaliente,escurrirpelosy camisas, compartir cigarros y chicles e invitarle a pasar con ellas elrestodeunatardeinolvidable.

Formaban parte de un grupo diverso de gente despreocupada quehabíadecididoinstalarseenelRetirohastaquelesecharalapolicía.Eranestudiantes sin casa ni familia y conmuchas ganas de divertirse.Teníanbotellas de Coca-Cola mezclada con ron, gui tarras y timbales y unexamen al día siguiente al que ninguno de ellos pensaba presentarse,porque, según le explicaron a Atticus, formaban parte de la ligaantiexámenesde laUniversidadComplutense:unaasociación transversalcreada por alumnos de varias facultades que luchaba por la totalerradicación de las pruebas de nivel por considerar que fomentaban lacompetitividadyelfracaso.

—Así que, en señal de protesta, hemos tomado la decisión de novolverapresentarnosaningúnexamen—leexplicóelmismochicoqueacababa de ducharle con agua del lago—. Nos oponemos al sistema,porqueesinjustoydesigual.

—Llegaráeldía—añadióotrochaval—enquelosexámenesquedendesiertos y las clases vacías. Los profesores perderán sus plazas y elgobiernoseveráobligadoacambiarlaleydeeducaciónuniversitaria.

Obviando el hechodeque a todos aquellos ilusos les iba a caer unsuspenso por todo lo alto al día siguiente sin la menor contemplación,Atticus se declaró absolutamente a favor de sus postuladosrevolucionarios, lo cual le dio derecho a compartir cubata, hoguera yrevolcónsobrelahierba.

A eso de las nueve perdió definitivamente lamemoria.Nunca supoconquéamenazaspolicialesélysusnuevosamigoshuyerondelparquealllegar la medianoche y ser desalojados junto al resto de borrachos,indigentesymaleantesqueaúnpoblabanlaspraderas,niaquévehículosesubiódespués,nienquélocaldemalamuerteloabandonaronsuscolegas,nicómoencontróelcaminodevueltaasuhotel.

LosiguientequepresencióAtticus fuesupropioamanecerdesnudosobrelacamarevueltadesuhabitacióndelujoconundolordecabezaquenopudoaliviarpormuchastazasdetéEarlGreyquepreparóensukettle.

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Aparentemente, había dormido solo, ya que no había rastros femeninosdispersos entre sus cosas. Ni masculinos, gracias a Dios y a todos lossantosdelcielo.Noparecíaquelehubieranextirpadounriñóndurantelanoche —no tenía puntos de sutura en el costado— ni que le hubieranviolado,nigolpeado,nirobado.Lomásprobableeraquehubieralogradoregresaralhotelporsupropiopie,enunestadolamentable,esosí,yque,asombrosamente,hubierasidocapazderecordarsunúmerodehabitaciónantesdecaerinconscientesobrelacama.

Despuésderecuperar laestabilidadfísicayladignidadhumanaconunaduchafríaymuchaaguadelavanda,Atticus,entrefuertespunzadasdedolor, fue acordándose de dónde estaba: enMadrid; con qué propósito:negocios;ydelacitaquehabíaconcertadoconunatalBertaQuiñonesalasdiezenpuntodelamañana.

Miróelreloj.Eranlasoncemenoscuarto.Maldijoelalcoholyjurósolemnementenovolveraprobarunacopaentodasuvida.SeleocurriólamagníficaideadeecharlelaculpadesuretrasoaladiferenciahorariaconLondres.Mejorquedarcomounidiotaquecomouncrápula,sedijo,yconprevisiónbritánicapidióuntaxidesdeelteléfonodelahabitación.

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UNAsemanaydosdíasdespuésdelavisitadeMarlowCraftsmanalinspector Manchego, la investigación, tuvo que reconocer, se habíaestancado definitivamente. Tras descartar hospitales, cárceles, hoteles ydemás posibilidades lógicas, la cuestión estaba adquiriendo tintes demisterio. El interrogatorio a las mujeres que formaban parte de laredacciónde la revistaLibrarte había resultado infructuoso. Todas ellashabíancorroboradolaversióndelajefa.TambiénhacíatresmesesquenosabíannadadeAtticusCraftsman,circunstanciaestaque,sibienlashabíaextrañadounpoco, había resultado ser un auténtico aliviopara ellas, yaque,aparentemente,elhijodelpropietariodelaempresahabíaviajadoaEspañaconlaintencióndecerrarlarevista.

—Comoustedcomprenderá—lehabíaexplicadoBertaQuiñones—,durante estosmeses nosotras hemos estado calladitas comomuertas. Laverdad, inspector, es que mientras nos sigan pagando el sueldo,preferimosnoindagarmuchoenelparaderodelseñorCraftsman,mayordeedad,porcierto,ymuylibredehacerconsuvidaloquelevengaengana.

Comolaexplicacióneracomplicadayrequeríadeunabuenadosisdediplomacia,ManchegoprefirióestaveztelefonearaBestman,enlugardeaMarlow,para trasladarle el descorazonador resultadode suspesquisasenlenguaespañola.

Logró localizarlo en su despacho londinense, parapetado detrás devarias telefonistas bilingües, a las cuales informó convenientemente dequiénera,quéestabainvestigandoylasdificultadesconlasqueseestabaencontrandoparaubicaralseñorCraftsman.

—SeñorManchego—dijoporfinBestman.—Inspector.—Loquesea.Bestmannosonabamuycontento.—Nocreoqueseanecesarioqueleinsistaenlaconfidencialidadde

nuestras conversaciones. El hecho de que uno de los hijos del señorCraftsman se encuentre en paradero desconocido es una circunstanciadelicadaquedebemosmanejarcontotaldiscreción.

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—Porsupuesto—respondióManchego—.Soyunatumba.—En ese caso —Bestman apretó levemente la mandíbula—, le

agradeceríaquenovolvieraacompartirsuspreocupacionesprofesionalesconlastelefonistasdeCraftsman&Co.Noesenabsolutoconvenientequeestacuestiónseconviertaen lacomidilladeldespachonique trasciendasusmurosylleguealgranpúblico.Noseríabuenoparaelnegocio.

—Entiendo—reculóelinspector.A continuación vino la torpe exposición de los hechos: ninguna

novedad,ningunapista,ningunalíneadeinvestigación…—EncontraraCrasman enEspaña es comobuscar una aguja en un

pajar—sentencióManchego—.Esoesloquees.Alotroladodelalíneatelefónica,Bestmansufríasólodepensaren

cómo iba a trasladarle aMarlow semejantes noticias. «Una aguja en unpajar»,anotómentalmente.Difícildetraduciralinglés,sí,señor.

Cuandocolgóelteléfono,Manchegoreconocióqueseencontrabaenuncallejónsinsalida.Elsiguientepasodeberíaserbuscarpruebasenelpiso de la calle del Alamillo. Pediría una orden de registro, perocomprendía que sin ninguna razón de peso para semejante allanamientoresultaríadifícilqueunjuezlepermitieraecharlapuertaabajo.Además,con las Navidades de por medio, el fin de año y los Reyes Magos, elinspector calculó que hasta mediados de enero, como poco, no setramitaríalasolicitud.

Talvezhabíallegadoelmomentodeactuaralfilodelaley,sedijo.Cuando la maquinaria del Estado se mueve con excesiva lentitud y elpeligro sevuelve inminente, lonormal esqueelhéroede lapelícula setomelajusticiaporsumano.

El mayor peligro, entendía, era precisamente que lo apartaran delcaso.Si lapacienciadeBestmany ladeCraftsman llegabana su fin, talvezleencargaranla investigaciónaalgunafirmadedetectivesprivados,mecagonlamar,ylodejaranaélalmargen.

Eso no podía consentirlo. No había esperado media vida a que unexpediente como aquél llamara a la puerta de su despacho para echarlotodo a perder ahora por culpa de la parsimonia de un sistema judicialdesbordadoylasprisasdeunpardebritánicossinpizcadeflemainglesa.

Enmediode tales cavilaciones, sumente se activópor efectode laadrenalina y en una nebulosa confusa mezcló a Bestman con unaensoñaciónenlaqueaparecíanunfulano,unarbolitoendebleyunparde

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cigarrillos.Recordóhabermantenidounaextrañaconversación sobre elcasoCraftsmanconaqueldesconocidoquedijosercerrajero.Seechólamanoalbolsillo.Allíestabatodavíaelpapelitoconunnúmerodeteléfonoyunnombre:Lucas.

Marcólosnuevedígitosensumóvil.—¿Diga?—Amigo—pronuncióentonodemando—.Tenemosquevernos.

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SOLEÁ,cuandoqueríaenamorar,seponíalafaldacortadeflores,lacamisillaestrechay lasalpargatasaltas.Se soltabaelpelonegro,que lecaíalargoylisoporlaespalda,conunaondanaturalaambosladosdelacara.Sepintabalosojosconabéñulahastamásalládelaspestañasyloslabiosconuntonoderojoqueestabaamediocaminoentreelcolordelasangreyeldelvinotinto.

Conocía sus virtudes y sus defectos como la palma de sumano: lehubieragustadosermásalta,tenerlascaderasmásanchasyelpechomásgrande,saberbailarconlagraciadesuabuelaRemediosyposeereldondelcante,comosuhermanoTomás.Peroreconocíaquelosojosazulesylos labios gruesos, herencia materna, y la piel dorada de los Montoyamezclada con el óvalo perfecto de su cara Heredia eran el regalodefinitivo de Dios para engalanarla. Por otro lado, aunque no podíacompararseconel restodesufamilia,Soleásabíaquecantabaybailabaconmuchoarte,almenoselsuficientecomoparallamarlaatenciónfueradelAlbaicíndeGranada.

Antiguamente, las mujeres como Soleá se casaban muy jóvenes,enseguida tenían un puñado de niños muy guapos y se pasaban la vidaentre pucheros y guitarras. No necesitaban más para ser felices. Encambio, ahora, por culpa de la televisión, el internet y los estudiantesextranjerosquesehabíaninstaladoenlapartenuevadelaciudad,consuschanclasysuspiernaspeludas,suacentoysusideasmodernas,lascosashabíancambiadomucho.Lasniñasasistíanaclase,teníansueños,queríanconocermundo.

Lasabuelassehacíandecrucescuandoalgunadelasnietaslesveníacon el cuento de la universidad y los idiomas, y las oportunidadeslaboralesylaindependenciaeconómica.

—Ytú,¿cuándotevasacasar?—lespreguntabaninvariablemente.Yesoquelasmujereseranmáscomprensivasquelamayoríadelos

hombres.Éstos,engeneral, tratabandequitarlesdelacabezaesasansiasde libertada fuerzadebesosypromesasdeamor.Muchassucumbíanalasedio,seenamoraban,serendíanydelegabanensushijaslarealizacióndesuspropiossueños.

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El padre de Soleá, Pedro Abad, fue quien más la animó para quevolara.

—Túestudia.Prepárate.Salalmundo.Supoenseguidaquelaniñateníainquietudesprofundasymirasaltas.

Laacompañótodoslosdíasalcolegio,luegoalaFacultaddeFilosofíayLetrasy luegoaMadrid,paraelmáster encomunicación.Allíbuscaronuna casa bonita, en un barrio antiguo de calles estrechas y empinadas,alquilaronunpisodiminuto,lollenarondegeranios,seasegurarondequeelvecindariofuerarespetableysedespidieronconlagrimones.

Soleá había conseguido su primer contrato de trabajo comoredactoraenunarevistadearte.PedroAbadregresóaGranada,locontóavoces. Las abuelas se abanicaron y se santiguaron, pero esa noche, lasmujeresmásjóvenesdelAlbaicín,echaroneldobledeavíosalpuchero.

Nuncaloreconocieronabiertamente,peroeléxitodeSoleáeraeldetodas lasHerediasy lasMontoyas, y lasAmayasy lasCortés; el de sushijasyeldesusnietasyesolocomprendióSoleáperfectamentesóloconverlaesperanzareflejadaenelbrillodesusojoscadavezqueregresabaacasa.

Poreso,laposibilidaddeperdersutrabajoleatenazabaelalma.Notanto por ella, que era joven y lista y encontraría otro empleo, seguro,muypronto,sinoporaquellasmuchachasylasexplicacionesquetendríanquedar,ylabilisquetendríanquetragar,ylaslágrimasquetendríanquellorar.PorquetalycomoSoleáimaginaba,eldramaeraunhabitantemásdelAlbaicín.Laspenasylasalegríassegritabanaloscuatrovientos.Sesufríaencomunidad, seamabaencomunidad.Allínohabía secretos.Selosllevabaelaire.

—Mamá,tengoquecontarteunsecretomuygordo.ManuelaestabaenelpatiodesucarmendeGranadacuandosonóel

teléfonoaqueldomingodemayo.ElpadredeSoleáerapayo;perodelosgüenos.Habíanacidoenlaciudadysededicabaalnegociodelafruta.Leibamásomenosbienvendiendonaranjas.HabíaheredadolaempresaylacasadesuspadresysehabíaenamoradodeManueladeniño,jugandoconellaysusprimosaperseguirseporlascallesylasplazas.

—¡Ay, mi Soleá! —respondió Manuela echándose las manos a lacabeza—.¿Noestaráspreñada?

ASoleálaideademezclarasumadreyasuabuelaenlosasuntosdela revista Librarte le repugnaba bastante. Siempre había preferido

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mantenerlasalmargendelavidaquellevabaenMadrid,desusartículosdeinvestigaciónydesusansiasdeescribiralgúndíaunanovelaseria.Sinembargo, losacontecimientossehabíanprecipitadoycomprendíaquesiqueríaconservarsuempleo,almenosduranteunosmeses,hastaqueBertalograra encontrar una solución más permanente, no le quedaba otroremedioquecompartircon lasdosmujeresdesuvida la ideaquedesdehacíaañoslerondabalacabeza.

—¿TúteacuerdasdelarcónqueguardamamaRemedios?—¿Eldelascosasdelabuelo?—Ése.—Digo.—Puesvamosatenerqueabrirlo,mamá.Escosadevidaomuerte.Con la falda corta de flores, la camisilla estrecha y las alpargatas

altas,Soleá semiróal espejodecuerpoentero.Tomóaire.Se santiguó.Salió corriendo de casa. En la oficina de la calle Mayor la estabanesperandolasotrastemblandodemiedo.

—¿Hashabladocontumadre?—lepreguntóBertanadamásabrirlelapuerta.

—Está de acuerdo con nosotras —respondió Soleá—. Nos va aayudar.

Una corriente de alivio se contagió al resto de las chicas. El planestaba en marcha. Ya sólo había que esperar, con cara de inocentes, aldesaprensivodeAtticusCraftsman,quellegaríadeunmomentoaotroconsusairesdesuperioridad,sucarteradepielysuscartasdedespido,listopara darles el finiquito, la indemnización, la palmada en la espalda yluego,definitivamente,lapatada.

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EL taxi se detuvo en medio de la calle Mayor impidiendo que eltráfico continuara avanzando y liberó a Atticus de su interior con lamismaparsimoniaconlaquelasancianasdelbarriocruzabanlacalzada:con una indiferencia absoluta hacia los insultos y los bocinazos de losconductores.

Entérminosdetiemporeal,eledificiodondesealojabalasededelarevistaLibrartenoestabademasiadolejosdesuhotel;entotalunosquinceminutos de reloj. Sin embargo, al internarse en aquellos callejonesrepletos de comercios de antaño, con sus marquesinas, sus carteles demaderaychapaysugénerotrasnochado—sombreros,bastones,abanicosyartículosdeultramar—,aquellasbarberías,libreríasdeviejo,oaquellosbares en cuyos techos ponían a secar patas de cerdo con piel y pezuña,comosifueraropatendida,Atticustuvolasensacióndehaberatravesadounagujeronegroydehaberretrocedidounoscincuentaañoseneltiempo.

Respiróuna fuertecombinacióndeoloresmatutinos:aceite fritodelascocinas,humodeloscigarros,frutamaduraytubosdeescapedelosautobuses. Le resultó agradable, cosa extraña, esa mezcolanzaindescriptibledearomascastizos.Teníahambre.

Como no había ascensor, subió por una escalera angosta, hasta eltercer piso, donde una chapa metálica muy brillante le indicó que sehallabaantelapuertadeLibrarte.Laplacaestabacolgadajustoencimadeunamirilladeltamañodelapupiladeunojohumano.Dehecho,apoyadasobreelcristal,pudodistinguirprecisamenteeso,unapupilanegraqueloobservabaconatención.

Llamóaltimbre.Lamirillaperdiólaopacidad.Seabriólapuerta.Al otro lado le esperaba una mujer de mediana edad, sonriente y

entrada en carnes, que lo abrazó como si fuera un hijo pródigo quehubieravueltoalredil.

—Bienvenido a su casa, señor Craftsman —le dijo con muchaafabilidad—.SoyBertaQuiñones.Laschicasyyoleestábamosesperando.¿Hadesayunadousted?

—La verdad es que no—respondió Atticus algo sorprendido antesemejanterecibimiento.

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—¡Fantástico!—gritó una segundamujermayor,más gorda que laanterior, y aparentementemás alegre—.Entonces nonos despreciará unbuenchocolateconchurrosyensaimadas,¿verdad?

Se llamaba Asunción. Le dijo que aquellos bollos estaban parachuparselosdedos;rellenosdecabellodeángel,conbiendemantequilla.LuegoledioinstruccionesparacomerloschurroscomoDiosmanda.Ledijo que había que embadurnarlos en azúcar y luego sumergirlos en elchocolatevariasvecesseguidasantesdeintroducirlosenlaboca.

—Pruebe,pruebe.Las otras tresmujeres eran bastantemás jóvenes. Le rodearon y le

observaron atentamentemientras, todavía con elmaletín en lamano, secomíaaquelchurrocrujientequelesupoagloria.

Lamásbonitadetodas,unabellezamorenadeojosazules,seacercómásdelacuenta.Ledijo:

—Sehamanchadoustedlaboca,señorCrasman.Yletendióunpañuelilloblancoquesacódesupropiobolsillo.Encima de la fotocopiadora, que estaba cubierta con un mantel de

ganchillo, reposaba el resto del desayuno. No sólo había ensaimadas ychurros,sinotambiénhuesosdesanto,pastasdealmendrayrosquillasdeanís.

Atticussedejóconsentirporaquellascincomujeres.—Sitienecalor,doyelaireacondicionado—dijoMaría.Alcabodemediahoralarga,elestómagolepesabalomismoqueal

lobo del cuento las piedras del río y la cabeza le daba vueltas con lasexplicacionesdeBertaQuiñones,queyalehabíapuestoalcorrientedelasintimidadesdelaoficinaysusocupantes:

—Ésta tiene tresniñospreciosos, estaotra está soltera, estano estágordaporenfermedadsinoporefectosdelamenopausia,yyovivoconmigatomuycercadeaquí.ÉstapintamejorquePicasso,aquéllaescribecomo losmismos ángeles.María es como una hormiguita: ahorradora,ahorradora.GabyesalegrecomounascastañuelasySoleá…eslaniñademisojos.Unacriaturaasombrosa,señorCraftsman,listacomounaliebre,astutacomounzorro,elalmadelarevista.

Bertaparecíalamadredetodasyaquellaoficina,lacasadeunaviudaalahoradelasobremesa.

—¿Fumausted,señorCraftsman?Estáprohibidoporley,yasabe,lodefumarenellugardetrabajo,perosiendoustedeldueño,digoyoque

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podremoshacerunaexcepción.—PuedenllamarmeAtticus—notuvomásremedioqueconcederel

inglésantetamañaexhibicióndeafecto—:Sivuestrasmercedesgustan—añadió,yaquedebidoalconocimientoacadémicodela lenguaespañola,Atticus Craftsman utilizaba expresiones aprendidas en libros comoDonÁlvaroolafuerzadelsino,Lavidaessueño,elLazarillodeTormesoDonQuijote de la Mancha, todas ellas lecturas obligatorias, en versiónoriginal,enlaUniversidaddeOxford.

LehabíanpreparadoeldespachodeBertaconelmismoprimorconel que su tía Mildred, de haber existido, le hubiera acondicionado eldormitoriodeinvitadosensucasadePortsmouth.Hastahabíancolocadovisillos nuevos delante de la ventana, un vaso de agua helada sobre elescritorio, un marco de plata vacío, «para que ponga usted la foto quequiera»,yunjarroncitoconflores:lilasdelcampo.

Atticus les agradeció de corazón tantos desvelos. Después,excusándose con una sonrisa muy atractiva, se encerró en su nuevodespacho, puso los pies sobre la mesa del escritorio y se quedóprofundamentedormido.

Unahoramástarde,alotroladodelapuerta,laschicas,incapacesdeaguantar durante más tiempo la angustia de la espera, apagarondefinitivamentelaspantallasdesusordenadoresycomenzaronahablarensusurros.

—¿Quécreéisqueestaráhaciendoahídentro,tantoratoensilencio?—Estaráestudiandoelcaso.—¿Ynoosextrañaquenonoshayapedidopapeles,librosdecuentas

oalgo?—Supongoqueenunratonosirállamandounaauna.Maríaeralamáspesimistadelascinco.Dabaporhechoquenohabía

remedio.Niestrategias,nileches.Elhombrehabíavenidoadespedirlasyesoharía.Lasuerteestabaechada.

Soleá,encambio,confiabaplenamenteensuplan.Ellatambiénestabanerviosa,perosuimpaciencia,alcontrarioqueladeMaría,nosedebíaalmás que probable desenlace de la historia, sino a la excitación depresentarlebatallaalinglés.

—Yo voy a entrar—dijo a las doce ymedia pasadas—.No puedomás.Estaesperameestámatando.

—¡VengaSoleá,andaconél!—laanimóGaby.

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BertaselevantóyseacercóaSoleá.Laagarróporloshombros.Lamiróalosojos.Dijo:

—De ti depende. De ti solamente, Soleá. Confiamos en que sepascamelártelo.

—Tranquilas,quenoosvoyadefraudar—respondióella, solemne—.Además,elhombrenoestámal—reconoció.

—Estácomounqueso—dijoAsunción.—Comountren—añadióMaría.—¡Andaconél!—repitióGaby.EntoncesSoleállamóalapuerta.Dosveces.Dentro del despacho de Berta se oyeron ruidos como de muebles

trastabillándose. El marco de plata se cayó sobre el escritorio. AtticusCraftsmantosióparaaclararselavoz.

—Adelante—dijo.YSoleádesaparecióenlastinieblasdelahabitaciónenpenumbrasin

miraratrás.Laguaridadellobo.Rubio,guapoydeojosverdes.

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POR muchos años que le quedaran de vida y aunque la TierrasufrieraunasegundaPangeayloscontinentesperdieranlaorientaciónenla inmensidad de los océanos, Atticus Craftsman no olvidaría jamás laentradadeSoleáAbadHerediaensureciénestrenadodespachodelacalleMayordeMadrid.

Aquellamujerleatravesócuerpoyalmadeunasolacuchillada.Si no hubiera sido por su educación británica, se habría permitido

perder definitivamente la compostura en vez de tratar de conservarlatorpemente,tropezándoseconlosmueblesdelahabitación,derramandoelvasodeagua,tartamudeandoycojeando.Aullandodedeseolobuno.

Eraunabruja,nocabíadudaninguna.Dehecho,todasellasloeran.Cincobrujasenaquelarre,preparandopotinguesyfiltrosdeamorensusmarmitasdecobre.Cómosinopodríaexplicarél,unhombredemundo,educadoenOxfordyconunamadretanhieráticacomolasuya,semejantereacciónanimalanteunacriaturacomoSoleá.

Lamuchacha tenía ojos de gato. Sin cerco blanco.Azules como elmar,grandescomolalunallena.Ymovíalasmanosencírculos,losdedoscomo abanicos que se abren y cierran ante la indefensa víctima de sushechizos.

Tenía el pelo negro, muy negro. Y largo hasta la cintura, con unaonda en algún punto, indescriptible, entre el cuello y el vientre. Olía aflores de azahar —eso lo supo después, cuando viajaron juntos aAndalucía— y se movía con la soltura de una hebra de hilo en unacorrientedeaire.

Soleánolepermitiótomarlapalabra.Seapoyóconambasmanosenel escritorio y así, inclinada hacia delante, le mostró a Atticus elnacimientodeunpechoredondoyprieto.

—Usted quédese ahí sentado, señorCrasman, y escuche la historiaquevoyacontarle.Esunsecretodemifamilia.Algoquetodavíanosabenadie,nadie,nadie,peroqueporéstas—sebesólosdedosdelamano—podríacambiartodaslascosas.

Soleácomenzóentonceselrelatodeunaantiguailusión:—Yoqueríaescribirunanovelainspiradaenestahistoria…

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Luegolecontóqueunavez,deniña,cumpliendocastigoporalgunatravesura,encerradaenundesván,sededicóadestaparlosmueblesylostrastos viejos cubiertos de polvo y sábanas roídas de la casa de susabuelos.

—Encontréunarcóndemadera,cerradoconllave,yloabríagolpes.Dentrohabíaununiformemilitar,conboinaytodo,unapistolamuyvieja,unasbotasdestrozadas.Habíansidodemiabuelo,elpadredemimadre,quemurió en la guerra. En el fondo, atado con cinta roja, descubrí unmontón de papeles: cartas, documentos y poemas. Sobre todo poemas,señorCrasman.

—¿Erapoetasuabuelo?—preguntóAtticus.—No—respondióSoleá,moviendolacabezadeladoalado—.Ahí

estálacosa.Miabueloeratratantedeganado:nadaqueverconlapoesía.Lacuestión—continuó—esque,segúnlecontóamiabuelaRemedios,enloscamposseencontrabaavecesconunmuchachoflacoycabezónquesepasaba el día escribiendo sentado en una peña. Compartió con él pan ycharlas. Se hicieron más o menos amigos. El muchacho se llamabaFedericoyhabíanacidoenFuentevaqueros,esoledijoamiabuelo.

Soleáhizo,alllegaraestepunto,unapausadramática.—¿Está usted diciéndomeque su abuela guarda poemas inéditos de

GarcíaLorcaenundesván?—Ahí está la novela—dijo Soleá—.Recuerdo haber leído uno, de

niña, y haberme quedado con la cantinela: «Luna de cascabelillos, lunagitana,batadecola».

—Muylorquiano—concedióelinglés.—El problema está en convencer a mi abuela para que nos deje

verlos.Cuandoseenteródequeyohabíaroto lacerraduradelarcón,sepusocomounafiera.Todavíameduelenlasorejasdelostironesquemedioaqueldía.Yhanpasadoquinceaños—recordó—.Escondióelarcónenotrolugar.Nuncahesabidodónde.Yjamáshevueltoaverlo.

—Pero…—Atticus se llevó lasmanos a los rizos rubios—.Podríahacerserica,suabuela.¡Votoabríos!

—A ella eso le trae sin cuidado—reconoció Soleá clavándole losojosazulesenelcentrodelcorazón—.Prefieremorirpobreavivirconlavergüenza.

—¿Quévergüenza?—Atticusnoentendíanada.—Pues, señor Crasman, ¿qué vergüenza va a ser? —dijo Soleá

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bajandolavoz—.Lorcaeramaricón.Después de tamaña revelación, a Atticus Craftsman no le quedó

ningunadudadequelosespañolesdelsurhabíanperdidoelnorte.SideverasexistíanesospoemasdelosquelehablabaSoleá,seencontrabaanteunhallazgo literariodedimensionesdescomunales.No lediríanada,demomento,asupadre,porquesielgranMarlowCraftsmanseenterabadequeexistíalaremotaposibilidaddehacerseconunospoemasinéditosdeGarcía Lorca, era capaz de presentarse en España con su corte deabogados,consejerosyaccionistasyvolverle lavidadelrevés.Además,lomásprobableeraque,despuésdetodo,aquellahistoriafueraunfiasco,la escena pastoril de las cabras y el poeta, una invención y aquellosescritos,cacadevaca.

Soleá se había quedado muda de repente. Lo miraba con aquellosojosdehechicera,esperandoaqueéldieraelsiguientepaso.Parecíaunagitana adivina, de esas que dicen la buenaventura y reparten ramitas deromeroacambiodeunpuñadodemonedas:quesitevasacasarconunhombrerico,quesitevasacurardetodostusmales,quesivasatenerunavidalarga,larga,infinita,comolaslíneasdelapalmadetumano.

Atticus comprendió que no le quedaba otro remedio que investigaraquella historia, pormuy inverosímil que pudiera resultarle. En primerlugar,porquenopodríapasarelrestodesusdíaspensandoqueunavez,en su juventud, a principios del siglo XXI, una extraordinaria mujer lehabía puesto en bandeja gloria y fama y él las había despreciado porincrédulo. En segundo lugar, porque el hechizo de Soleá se le habíaderramadoportodaslasvenasylasarteriasdesuanatomíabritánica,lashabía regado y llenado de flores silvestres. Venenosas, probablemente,perobellísimas,comolasamapolasdelcampo.Máslevalíadesentrañarlaverdad,olamentira,quemirarsealespejodeviejoyencontrarseconelresentimientodibujadoensucara.

—¿Cómosellamabasuabuelo?—AntonioHeredia.—Ydicequeeratratantedeganado…—Digo.—¿Yhomosexual?CuántosearrepintióAtticusdehaberpronunciadoaquellapalabrasin

medirlasconsecuencias.Asombrado,asistióalatransformacióndeSoleáen una fiera: el cuerpo en tensión, los dedos crispados, los ojos

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entornados,lavozronca,labocaescupiendosaposyculebras.—¡Me cago en tos sus muertos! —exclamó a voz en grito—. ¡En

toítos!¡Ea,alamierda!¡Ahísequeda,inglésdemierda,consumierdaderevistaysucaradeinglés!¡QueSoleáAbadHeredianoconsientequesefaltealagloriadesuabueloniporéstas!

Furiosa,golpeabalamesaylanzabamaleficiosconsusojosdegata.Berta Quiñones, que evidentemente estaba escuchando detrás de la

puerta,aparecióenescenaderepente,alarmadaporelgriterío.—¿Qué le ha hecho a Soleá? —increpó a Craftsman, que había

entradoenestadodeshock.Las otras tres mujeres siguieron a su jefa hasta el despacho de

Atticus.Allídentronohabíaespaciomaterialparaseisadultosfueradesí,gesticulandoychillandoalavezcomosisehubieranvueltotodoslocos.

Enmediodelcaos,Atticusescuchóalgunasacusacionesinquietantes:acoso,violenciadegénero…Aquelloseleestabayendodelasmanos.

—¡Hainsultadoamiabuelo!—logróhacerseoírSoleáporencimadelasvocesdesuscompañeras—.¡Queengloriaesté!—remató.

El delito no debió de parecerles tan grave a las demás, que poco apocofuerontranquilizándoseybajandolavoz.

—Joder, Soleá, vaya susto—dijoMaría, avergonzada—. Creíamosqueteestabaviolando,elseñorCraftsman.

Atticus sintióque le temblaban laspiernas.Sedejócaeren laúnicabutacadeldespacho.

—Haganelfavordesalirtodas—pronuncióporfinaduraspenas—.Ustedno,Berta.Ustedquédese.Tenemosquehablar.

La conversación que siguió al drama fue tensa. Berta Quiñonesasistió al monólogo de Atticus Craftsman en calidad de oyente,incapacitadaparainterrumpireldiscursodesujefe,quepocoapocofuerecuperandolacompostura.Comenzóporexplicarlequeelmotivodesuvisita a Librarte, tal y como seguramente había intuido a raíz de lasconversacionesconelseñorBestman,noeraotroqueeldeclausurarelnegocio, si bien estaba decidido a estudiar el problema en profundidadconlaesperanzadeencontraralgunasoluciónconvenienteparatodos.Enelcasodequelarevistaresultaraserdefinitivamenteinviable,posibilidadque parecía la más probable, la editorial estaba dispuesta a negociar eldespidoylasindemnizacionescongenerosidad.

Sinembargo,unacircunstanciainesperada—esodijoCraftsman—le

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aconsejaba emprender un corto viaje de investigación al sur de España.Pasaría algunos días resolviendo ciertos asuntos que no eran de suincumbencia,«noseofenda,señoraQuiñones»,yporesemotivolasuertedeLibrarte no sedecidiríahasta su regreso.Durante suviajedeseaba irelaborando un informe sobre los motivos del fracaso empresarial.Necesitaba, por lo tanto, «apunte, por favor: los libros de cuentas, losjustificantes de pagos, las cifras de gastos e ingresos, las listas deanunciantes,elpreciodelpapeltraducidoalibrasesterlinas,losdatosdedistribución, los resultados del estudio general de medios, etcétera,etcétera».

—Ah,porcierto—añadióeljoven—.SivoyapasarunatemporadaenEspaña,preferiríaalquilarunpequeñoestudiocercadelaoficina.Nome gusta la vida de hotel. Es muy impersonal. Espero que usted puedaayudarmeaencontrarunlugarapropiado.

—Claroque sí—respondióBerta convozmaternal—.Conozcounpisito en la calle del Alamillo, justo al lado demi casa. Si quiere, nospasamosluegoporallíyseloenseño.Esmuycoqueto.

En aquelmomento la puerta del despacho se entornó levemente. Acontraluz se dibujó la silueta de Soleá. Su cintura redonda, su pechopequeñoysupelonegro.

—Lepidodisculpas,señorCrasman—dijoenun susurro—.Semeha ido la cabeza porque mi familia es sagrada para mí, no sé si meentiende,peronovolverá apasar.Por éstas se lo juroquenovolveré alevantarlelavoz.

Adivinando en ese momento que aquélla sería la mentira que loacompañaríaelrestodesuvida,AtticusCraftsmanlogróarticularlamáspuradelasverdades:

—Hasidoculpamía,Soleá.Esquesoyinglés.

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LO que siguió a la conversación telefónica entre el inspectorManchegoyelcerrajeroLucas fueunallanamiento ilegalperfectamenteplaneadoquealosdoshabríadereportarlesunbuenprovecho.Elpolicíase comprometió a pagar por adelantado doscientos cincuenta euros alcerrajero y éste a perpetrar el golpe sin levantar sospechas, a guardarsilencio y a continuar con su vida sin temor a futuras inspeccionespoliciales.Pusieron fechaparaunpardedíasmás tarde.Manchegohizoentregadeldineroyzanjaronelasuntoconunapretóndemanos.

Lanochedeautosresultóhúmedaydesapacible,comocorrespondealos últimos días de noviembre. Eran las doce en punto y hacía un fríoinsoportable.Ensufuerointernoelinspectoradmitióquetalvezhubierasidomejor darse cita a las ocho de la tarde, como le había sugerido elcerrajero, puesto que la oscuridad habría sido la misma, pero, pensó,cuandounovaacometeruncrimen, losuyoesquedaramedianoche: lahorapuntadelosactosdelictivos.

Elplanerasencillo.SeencontraríaconelLucasapocosmetrosdelportal,lesaludaríaconunrápidomovimientodecabeza,paranolevantarsospechas,ysequedaríavigilandolacallemientraselotroabríalapuertadel número 5 con sigilo profesional. Después, esperaría en la esquinahasta que su cómplice le hiciera una llamada perdida al móvil. Esosignificaría que ya estaba dentro, que no habíamoros en la costa y quepodíaentrararegistrarelpisosinmiedoaserdescubierto.

Lucas llegó puntual. Traía una caja de herramientas bastantesospechosabajoelbrazoymuchapintadedelincuente.Secubríalacaraconunabufanda,lacabezaconungorrodelana,lasmanosconguantesdecueroyelrestodelcuerpoconlaropaqueusaríaelvillanodecualquierpelículapolicíaca.

A Manchego le pareció un atuendo más o menos apropiado paraasaltarunavivienda,aunquehubierapreferidounpocomásdediscreción,tal vez unas botas menos sólidas o alguna prenda que no fuera decamuflaje —Lucas parecía un cruce entre motero y cazador furtivo—,peroasí,enconjunto,elaspectodesucómplicenoestabamal.

Lesaludó,segúnestabaplaneado,conunaleveinclinacióndecabeza.

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Lucaspasódelargo,comosinolehubieravisto.Seacercóalacasa,sacó una ganzúa de fabricación casera, golpeó la puerta, la abrióviolentamenteyentródeunapatadahaciendounruidodemildemonios.

En algunas ventanas se encendieron luces.Una vecinamuy ancianagritóconvoztemblorosa:«¿Quiénva?».Yluegoamenazóconqueibaallamaralapolicía.

Seabrieronmáspersianas,algunosrostrosseasomaronalacalle.El inspector Manchego sintió pánico: aquello no era lo que había

planeado.Su allanamiento tenía que ser silencioso, prudente, inocuo; unentrary salir sin servistos.Así se lohabía explicadoal cerrajero, vayaincompetente, vaya ladrón de mierda, que lo más importante era ladiscreción.

—Pero tú eres policía—le había respondido el talLucas—.Si nosoye alguien, bastará con enseñarles la placa y decir que casualmentepasabasporallí.

—Hombre,sí—habíareconocidoManchego—,peroespreferiblenotener que actuar, tú ya me entiendes, a no ser que sea estrictamentenecesario.

La vieja seguía gritando: «¡Guardias, guardias!», y su voz agudaretumbabaenlasparedesdelacalleja.

Depronto,sonóelmóvil.Esepatándelcerrajeroestabahaciendolallamadaplaneada.Laquedebíahacersitodoibasegúnloprevisto,sinserdescubiertos.

—¡Mecagonlaleche!—legritóManchego,descolgandoelteléfonoaltercer timbrazo—.Hasentradocomounelefanteenunacacharrería,hasdespertadoatodalacalleyencimamellamasynocuelgas,idiota.

—HayquepasaralplanB,Manchego.Hayvecinosenlaescalera—respondió el cerrajero con una voz excesivamente serena. Tenía losnerviosdeaceroelLucas.

El inspector Manchego sacó la placa y el arma reglamentaria yempujólapuertadelnúmero5delacalledelAlamillo.

—¡Policía!—exclamóavozengrito.Elhuecode laescaleraeraestrecho,elportalestabaoscuro.Varias

cabezas,todaspertenecientesapersonasdeavanzadaedad,seasomaronala barandilla de madera. Alguien dio la luz y una bombilla de pocaintensidadseencendióenloaltodelrellano.

De pronto, apareció la inconfundible figura del Lucas trotando

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escaleraabajo,conlacajadeherramientasenunamanoyunpardelibrosenlaotra.AlpasarjuntoaManchegolepropinóunfuerteempujónconelbrazoderecho,eldeloslibros.

El inspectorse tambaleó.Dudóporuninstantesidebíaapuntarasucompincheconlapistola,parahacerlaescenamásconvincente,odejarloescaparsinmásamenazaquelaverbal.

—¡Alto,alto,ennombredelaley!—exclamófinalmente.Ysegúnsealejabaelotrocalleabajo,leparecióescucharunarisillaprocedentedelaestúpidabocadelcerrajero.

Losvecinossecongregaronenelportal,bajolatambaleanteluzdelabombilla.Todosellos, sieteen total, teníanelpijamapuesto; labata, laszapatillas,ladentadurapostizaylasgafasdeverdelejos.

Manchegolostranquilizó:—Yapasóseñores,vuelvanasuscasas,elladrónsehaido,seríaun

drogadicto,nolehadadotiempoarobarlesnada.Suertequecasualmenteyoestabacenandoenlataqueríadeabajo,queheoídosusgritosymehepersonadoaquí ipso facto.Voydepaisano, sí, peronome separodemiarmareglamentarianiparamear.

—¡Ha entrado en el segundoderecha!—gritó la vieja—. ¡Donde elinglés!

LossietevecinosyelinspectorManchegosubieronenprocesiónlosdos tramos de escalera que los separaban del apartamento de AtticusCraftsman.

—Esunchicojoven—leexplicólavecinamientrasascendían—.Uncasomuyraro—añadió—.Alquilóelpisoantesdelverano,durmióaquíun par de noches y luego desapareció. No hemos vuelto a verle desdemayo.

La puerta estaba abierta; desencajada, golpeada. «Qué cagada decerrajero»,pensóManchego.Laluzestabaencendida.

En el interior de la casa olía penetrantemente a cerrado. Daba lasensacióndequenadiehabíaventiladoaquelpisodesdehacíameses.Laspersianas estaban bajadas y losmuebles cubiertos por una fina capa depolvo.

Sobreunamesademadera, laúnicade lacasa,habíaunmontóndelibros, papeles, carpetas y otros documentos desordenados. Se diría quealguien había estado trabajando en ellos y los había abandonado allídeprisaycorriendo.

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Porlodemás,nohabíaindiciosdeviolencia,lacamaestabahecha,lanevera vacía, y el inspector no encontró ningún cadáverdescomponiéndose dentro de ningún armario, ninguna nota de suicidio,ninguna pista sobre el paradero del misterioso inquilino que, según lecomentó la vecina, había dejado pagados seis meses de renta poradelantadoyyaestabaapuntodeexpirarleelcontrato.

—Quisierahablarconelpropietariodelpiso.—Yomisma—respondiólavecina—.¿Cómocreesinoquesélode

la renta? El piso lo usa mi hijo Gabriel, pero ahora está en Londres.Trabajaenunbanco.

Manchegoserascólanuca.—Entiendo.—Locompramosmidifuntomaridoyyo,paraelniño,yasabe.—¿Ycómoconocióalinquilino?—Estuvoapuntodepronunciarel

nombre de Craftsman, pero se detuvo a tiempo. Hubiera levantadosospechasdehaberlohecho.Supuestamente,supresenciaallísedebíaalamáspuradelascasualidadesy,porlotanto,debíadisimular.

—MelorecomendómiamigaBertaQuiñones—respondiólacasera—.Esunachicamuymajaqueviveaquíallado,enelnúmero9.

—Entiendo.—Es inglés—añadió—.Alto, rubio,muybienplantado.Muy joven

parasereljefedeBerta.—Pueshabráqueavisarle—dijoelinspectorconlaesperanzadeque

aquellamujerpudieraponerlesobrelapistadesuobjetivo.—Esquenosabemosadóndehaido—leconfesó—.NiBertaniyo

hemosvueltoaverle.—¿Noledejóningunadirecciónounnúmerodeteléfono?—No.Nisiquieravinoadespedirse.—Entiendo.ElinspectorManchegoaúnseentretuvounahoramásregistrandoel

piso.Fuepiezaporpieza—cocina,dormitorio,cuartodebañoysala—,abriendo cajones y cerrando puertas, sin encontrar ninguna prueba quepudiera ayudarle en su investigación. La conclusión a la que llegó fuesencilla: Craftsman había alquilado aquel piso con la idea de habitarlodurantealmenosseismesesy,sinembargo,sólohabíapernoctadoenéldoso tresnoches.Sehabía llevadoconsigo,adondequieraquehubieraido, sus productos de aseo y toda su ropa, a excepción de dos pares de

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calcetines de lana y una gabardina que aún colgaba de una percha en elarmario, pero había dejado atrás unmontón de documentos que, segúnpudocomprobar,sereferíanalestadofinancierodelarevistaLibrarte.

Es decir, que Craftsman había emprendido un viaje de carácterpersonal, puesto que se había llevado la colonia y, en cambio, habíaabandonado lospapelesde trabajoen lacasa, locual lehacía sospecharquelaintencióndelingléseraregresarprontoycontinuarconsulaborenMadrid.Yesonocasabaconunadesaparicióndemásdeseismeses.

Al final, iba a tener razón el tal Marlow: A Atticus Craftsman lohabíansecuestrado,y,sinceramente,teníaquereconocerseasímismoquenoexistíaningúnindicioqueloconectaraconeltráficodedrogas.

—Not in the house, mister —le diría por teléfono en cuantoamaneciera—.Notmuertointhehouse.

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FUEaquelmismolunes,eldelrecibimientoabasedechocolateconchurros,Berta lo recordabaperfectamente,despuésdel trabajo, a esodelassieteymediadelatarde.

ComoladistanciadesdelaoficinaalpisodelacalledelAlamilloeracorta, Atticus Craftsman prefirió ir a pie en lugar de coger un taxi. Sequitólachaquetaylacorbata.Seremangólacamisaysedesabrochólosdosprimerosbotones.Sedespeinóelpelorubio,cortadoalainglesa,esdecir, sin ton ni son, se embadurnó con agua de lavanda y, al salir a lacalle,tomóunabuenabocanadadeaireytosió.

Berta loacompañócaminandoasu ladopor laaceraestrechay loscallejones hasta el edificio antiguo en el que ya los esperaba la señoraSusanaconlaropadeldomingoylas llavesdelpisodesuhijoGabriel,dispuesta a enseñarles la casa, coqueta, acogedora, fresquita y con dosbalcones,«unaganga,señorCrasman»,quehabíaarregladoconesmerodeabuelaparaqueresultaradelagradodelinglés.

En el aire, quieto, donde bailaban pequeñas partículas de polvo alcontraluz,aloloraverdurashervidasdelaescalerasesumabaeldelpinomediterráneodelambientadorquehabíacolocadolaseñoraSusanaeneldescansillo,nofueraaserquealextranjeroleresultarachocanteaquellainevitablepestecilladelrepollo.

PeroAtticusCraftsmansemostrabainmuneacualquiercontrariedad.Aquellatardetraíaunnoséquéenlamirada,comodepersonapasmada,ohechizada,ytodoleparecíabien.Bienqueavecessebajaranlosplomosyhubieraquesubirlosconelpalodelaescoba.Bienquelastuberíasfuerandehierroyelagua,aprimerahoradelamañana,salieradelcolordelpis.Bienquenohubieraascensor,niportero,nigaraje.Bienquecrujiera lamaderayquelacocinafueradegas.Bienquehubieraqueencargardevezencuandounabombonadebutanoeinstalarladebajodelfregadero.Todobien.Hastaelpreciodelalquiler.

BertaylaseñoraSusanadecidieroniracelebrarelnegocioalbardeabajo, después de despedirse deAtticus y depositarlo en un taxi todavíaconpintadeaturdido,conlacabezaenotraparte:quiénsabesienalgúnrincóndelageografíamontañosadeSoleáoenelcharcodesusojosde

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gata.Estabanrecorriendolasdos,charlandoanimadamente,losdoscientos

metros que las separaban del pincho de tortilla, cuando, al pasar pordelantedelataqueríaElAlamillo,Bertaseparóenseco.

—¿Qué pasa?—le preguntó la señora Susana al verla palidecer derepenteydetenerseensecoenmediodelaacera.

—Nada,nada—respondiólaotra.—Puesparecequehasvistounfantasma.YlaverdaderaqueBertasíhabíavistoalgo.Nimásnimenosquea

una pareja, hombre y mujer, que jamás debería haber estado allí ni enningunaotraparte:ellaeraMaría.Élnoerasumarido.

UncalorcomodesíntomadelagripeselemetióaBertaenelcuerpoylehizopalpitarlanuca.LaseñoraSusana,queapesardeserunavecinasolitaria, era discreta a su manera, decidió no hacer preguntas. En sulugar,alllegaralbarsepusoaparloteardeotrascosas,conelobjetivodealiviar el evidente malestar de Berta, la cual lo único que deseaba eraterminarsedeunavezelchatodevinoylatortillayregresarcorriendoacasa, a sus libros, en los que el verdadero amor aún era una quimeraposible.

Cinco meses antes, exactamente el 6 de enero, día de los ReyesMagos,no se leolvidaría en lavida,había salidoadarunpaseopor laplaza Mayor, todavía invadida de puestecitos de Navidad, y se habíadetenido en cada uno de los mostradores en los que se exponían esasfiguritasdebarrococidotanprimorosasytancarísimasdepastorcillosyovejitas, decidida a comprar, ese año, por fin, otroMelchor, porque alsuyohacíasiglosqueselehabíarotolacajitadeloroyaunquelahabíarestaurado con un pegamento superpotente, lo cierto era que eldesperfectosenotababastante.

Aunque hacía frío, la plaza estaba repleta de familias, los niñosestrenando losnuevos triciclos,ysonabanvillancicosen losacordeonesde losmúsicos callejeros.Había también algunasparejas románticas, deesas que disfrutan del bullicio de la felicidad ajena para aderezar lapropia,querecorríanelcuadriláterocogidosdelamanoybesándoseconternuraenlossoportales.

Bertaestabainclinadasobreelmostrador,incapazdedecidirseentrelafiguritadelmantorojoyladelmantoazul,cuando,muycerca,escuchólavozinconfundibledeMaría,sutonoagudoamediafraseygraveenel

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puntofinal,llamando«amor»alhombrequelerodeabalacinturaconlosbrazos.ÉlestabaespaldaconespaldaconBerta.Ella,encambio,defrente,ciegaacualquierhorizontequenofueranloslabiosdeaqueldesconocido.

Después del beso goloso, de lengüetazos y sorbos ruidosos, alsepararsedelabrazodeosodesuamante,Maríaseencontrócaraacaraconlaexpresióndeespantodesujefa.Diounrespingo,sellevólamanoala boca, bajó la vista y comprendió que al día siguiente tendría que darunasexplicacionesvergonzosas,comolasquelehabríaexigidosupropiamadredehaberseenteradodeque,enlugardeestarpasandoesamañanadeReyesconsumaridoysushijosfrentea lachimeneadesuhogareñaestabilidad,sehabía tiradoalmonte,enbuscadelpeligrosalvajedeunaaventuraclandestina.

En efecto, al día siguiente, a las siete en punto de la tarde, BertaQuiñones,lamismaquelashabíarecibidoporlamañanaconunregalitoenvuelto en papel de seda —un perfume, un adorno para el pelo, unestuchitodemaquillaje,«quehandejado losReyesenmichimeneaparavosotras, por haber sido tan buenas»—, les pidió a las chicas queterminaransutrabajoyvolvieranacasa.

—Menos tú,María—le dijo, señalándola con un dedo acusador—.Túquédateun ratomás,por favor,quenomecuadrannadadenada lascuentas.Aversimelaspuedesaclarar.

Maríaentrócabizbajaensudespacho.Fuelaprimeraenhablar.—Mira, Berta —se justificó, evitando su mirada inquisitiva—, el

matrimonio, al contrario de lo que puedas creer tú, que nunca te hascasado y, por lo tanto, no tienes experiencia en estas cosas, no es uncamino de rosas, ¿sabes? Es más bien lo contrario: un desfiladero deguijarrosalaveradeunprecipicio.Nosabesladeequilibriosquehayquehacerparanoacabarenelfondo.

—Ya—lerespondiósujefaconlarapidezdeunrayofulminante—.Puestútehasdescalabrado,guapa.

—Sí, pero no ahora —reconoció María—. Llevo mucho tiempoviviendoenlomásprofundodeunpozo.Loquevisteayer,alcontrariodelo que imaginas, es, probablemente, lo que a la larga salvará mimatrimonio.Estabamuerta,Berta, y ahorahe regresadoa lavida.Hastamishijoshannotadoelcambio:vuelvoaser lamujeralegrequeera, laquesesentíadeseadayquerida,laquetodavíacreíaquesepodíaserfeliz.

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—¿Engañandoatumarido?—leechóencaraBerta.—Noleengaño—sedefendióMaríaconuñasdegata—,alcontrario.

Siemprequemeacuestoconmiamante,imaginoqueestoyconBernabé.

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AvecesMaríasearrepentíadehabersecasadotanjoven.SihubieratenidomáspacienciaymenosganasdemarcharsedeUrda,nosehabríaescapado de su casa, a los diecinueve años recién cumplidos, con elprimerforasteroquepasóporallí.Peroestabahartadesuvida,asíselocontóaBernabéalaorilladelrío,detenerqueocuparsedelastareasdela casa, de cuidar de sus hermanos pequeños, de obedecer las órdenestiránicas de su padre y de espabilar a sumadre, que parecía una zombi,todo el día de arriba abajo, trabajando como una es clava, sin pararsenuncaapensarqueenalgúnlugar,nomuylejosdeallí,existíaunfuturomejor.

—LoquemegustaríaesmarcharmeparaMadrid,contratarmedeloquesea,estudiarcontabilidad,quees loquemegusta,y luegoencontraruntrabajo,comprarmeunpisoyserindependiente.

—Yo tengopisoy trabajo,mirapordónde—le respondióBernabé—, y, sin embargo,me siento solo. Echo demenos ami familia, amisamigosdeZamora,aalguienquesepreocupepormí.

El trato fue sencillo: alojamiento y alquiler barato a cambio decomidacalienteylaropalimpia.Lossentimientosaunlado;yoatrabajar,túaestudiar.Sinecesitointimidad,tevasadormiracasadeunaamiga.Elbañocompartido,lacuentadelaluzamedias.

La cosa funcionóbienduranteunpardemeses.Al tercero, la ropasalíamezcladadelalavadora,sóloseusabaunacamayesodelasvisitasesporádicashabíadejadodeserunabuenaidea.MaríasecasóalosveinteyBernabéalosveintitrés.Ellalologrótodo.Élnada.

Durantelosprimerosañosdesumatrimonio,Maríasacóadelantelacasaylosestudios,trabajódecamarera,telefonista,secretariay,porfin,de contable en una pequeña empresa de productos para oficina.Dormíaunamediade cincohorasdiarias, nodescansabamásque losdomingosporlatarde,noteníatiempoparadiversiones,niamigos,nivacaciones.

Bernabé,encambio,seapoltronóenelsofádelsalón,delantede lapantalla,enlaquesólotelevisabanpartidosdefútbol.Seleolvidócómofuncionaban los electrodomésticos y para qué servía cada producto delimpieza.

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Sutrabajoenunacafeteríadebarriocercanaasucasalellenabadesatisfacción:leencantabasupuestodetrásdelabarra,casiunpsiquiatraoun confesor, le divertían los parroquianos, la partidadedominó cuandopodíaescaparseunratodesus tareas, loscomentariospicantessobre lasmuchachasquedevezencuandosetomabanallíelcafédemediamañana,los chavales que venían a comprar el bocadillo del recreo, la seductoravozdelamáquinadetabaco,eloloratostadasdeldesayunoyeldellomoalaplanchadelalmuerzo.

También tenía sus inconvenientes, claro. El principal, un horarioininterrumpido de doce horas—de siete a siete—, y también el escasosalarioy la faltadeperspectivas laborales.Peroélnoeraambicioso.Seconformabaconsuvida rutinaria, supartidode fútbolde losdomingos,sus cervecitas delante de la tele y el amor incondicional de María, suhiperactiva mujer, que siempre estaba maquinando planes para los queluegonoteníannitiemponidinero.

—Este verano, si conseguimos ahorrar un poco, vamos a hacer unviaje,¿eh?¿Quéteparece?

—Depende—respondía él, absorto en la repetición de lasmejoresjugadasdelpartidoqueacababadever—.¿Adóndequieresir?

—Alaplaya.Alsur.Aunsitiodondehagamuchosol.Pero aquel verano, en lugar de vacaciones, tuvieron el susto de un

embarazo problemático que hizo que María, con amenaza de partoprematuro, estuviera postrada en camadurante tresmeses de espanto: elbebé se había empeñado en nacer antes de tiempo y el doctor en que elembarazollegaraatérmino.

Desde su trono de sábanas blancas,María daba órdenes aBernabé:«Subelapersiana,cierralacortina,ponlalavadora,hazmeunCola-Cao».Hastaquedespuésdediezdías,Bernabéledijolaúnicamentiradesuvida:queteníadobleturnoenlacafetería,queconelladebajanolesllegabaelsueldo,quehabíaquesacrificarse,«María,porelbiende losdos».Ydesieteadiezseibaaverlateleacasadealgúnamigo.

Lucía nació sietemesina, coincidiendo con una final de fútbolinternacional,parafastidiodesupadre.

—Niña tenía que ser —exclamó cuando la tuvo en brazos porprimeravez.

Poco después, María consiguió el puesto de trabajo en la revistaLibrarte.«Quénombretanraro»,dijoBernabé,ysiguiócomiendopatatas

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fritas.Luegonacieronlosgemeloselúnicodíadelañoenqueporalguna

confabulacióndeldestino—queclaramenteeshombre—nosejugabaalfútbolenningunaesquinadelanchomundo.

Ylavida—queesmujer—selecomplicómuchísimoaMaría.Elcaosenelqueseconvirtiósurutinaapartirde la llegadadesus

hijos contrastaba tremendamente con la rutina en la que se convirtió sumatrimonio.Ya no volvió a proponerle a Bernabémás viajes al sur, nisoñóconquesumarido,algúndía,encontraraunpuestode trabajomásacorde con su desesperada economía familiar. Se acostumbró a suintrascendente conversación delante de la tele, su falta de ilusiones, sushábitosdomésticosysudesgana.

Algunasvecessepermitíapensarquesinosehubieralargadoconelprimero que pasó por Urda, ahora sería una mujer libre. Luego seasombraba almirarse en el espejo y encontrarse de cara con una copiaidéntica a su madre en versión moderna: otra zombi autómata y sinhorizontes.

Pero estos pensamientos no le reportaban nada bueno. Paraexpulsarlos de su cabeza se abrazaba a sus tres hijos, sonreía conbenevolenciaaBernabé—que,alfinyalcabo,eraunabuenapersona,unbuenpadreyunmaridofiel—yfingíaserauténticamentefeliz.

HastaqueaparecióBarbosa.

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CÉSARBarbosanoeraningúniconodebelleza.Esciertoquesuairechulesco,suchupadecueroylasombradeunabarbaincipienteensucaraangulosa le daban un aspectomuy varonil, y que su voz cascada por elhumo del tabaco negro, unida al habla castiza delMadrid de barrio, ledotabadeuninnegableatractivoparalasmujeresineptas.Peroenelcasode María, lo que realmente la había arrojado a los brazos peludos deBarbosanohabíasidosuvozniningunodelosfactoresfísicosatribuiblesalhombre,sinolaasunción,enlomásíntimodesuideariofemenino,deque algún día aparecería en su vida el protagonista de Los puentes deMadisonparasalvarladelhastío.

María se había identificado de tal modo con la Francesca queinterpretabaMerylStreepenaquellapelícula—lacualBernabé,dormidodesde la segunda escena, había despreciado por aburrida, insulsa einverosímil—queapartirdeesemomentosuactitudhacia lavidahabíadado un giro de ciento ochenta grados. La idea de que no todo estabaperdido,apesardeestaratrapadaenunmatrimoniorutinarioyaburrido,selehabíametidoentrecejaycejaconlamismaintensidadqueasushijoselsueñodeiraDisneylandia.

Sólo necesitaba un Clint Eastwood de carne y hueso para hacerrealidadsufantasía:alguienconpintademaloquesecretamenteencerrarauncorazónbondadosoyarrastraraconsigounahistoriaamorosadedesencanto,unpasadoquepreferíaolvidar,unpresentenostálgicoyunfuturoinciertoyestuvieradispuestoaenredarseenunaffaireapasionadoconunamujercasada.

ÉseeraCésarBarbosa.Elhombrecarecíadeescrúpulosalahoradeconquistaraunadama:

primero,lasdejabahablarlargoytendidosobresímismas,porquesabíaque no hay nada en el mundo que a una mujer le guste más que serescuchada. Luego, con artimañas de experto, les encontraba sus puntosdébiles.Finalmente,atacaba.Directoalcorazón.

A la que temía a la soledad le prometía amor eterno. A la que leagobiabaelcompromiso,unarelaciónabiertaylibre,alaqueatenazabantemoresmojigatos,unlargonoviazgollenoderespeto,alaqueadolecía

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de inhibiciones sexuales,mil y una noches de lujuria y desenfreno, y aMaría,unaaventuraextramatrimonialcontodaslasdelaley.

Encuentros secretos, citas clandestinas, hoteles, parques y asientostraseros,loquetúquieras,chata,loquetusfantasíastedicten,guarreríasyobscenidades, deseos inconfesables, que estásmuy buena, que eresmuyjoven para sentirte tan vieja, que tienes un culo de infarto, que vayadesperdicio, que sé generosa, que si tumarido no lo sabe valorar, aquíestáBarbosaparadisfrutardetucuerpo.

Ellaaceptó,claroquesí, la invitaciónaldesenfreno.Llevabamesessoñandoconesedía.

—Llámame Francesca, si no te importa —le pidió al entrar en lahabitacióndelhotelitoenelquesecitaronapartirdeentonces.

Yéllecallólabocaabesos.CésarBarbosaeradelosqueconfíanenlauniversidaddelavidayse

concedena símismos lamatrículadehonor.De losquesepavoneandedespreciartítulosypremiosporquesecretamentelosambicionanysabenqueno losmerecen.De losque seconsideranartistasy tienenviciosdeartistaypiensanqueserunartistanoesunapose,sinounmododevida.

AbandonólaFacultaddePeriodismoamediocaminoentreelfracasototalylaexpulsióndelcentro,despuésdeseisañosdehacerelvagoenlacafetería,ysecolgóelcarteldefotógrafofreelance,eninglés,parapoderexplicar en casa el préstamo a nombre de su santo padre con el quecomprósuprimeracámaraKodak.Luegoseechóa lacalleenbuscadealguna imagen que enlatar y ofrecer a los periódicos de actualidad acambio de financiación para sus fotografías artísticas experimentales.Montóunestudioeneláticodeunacasaenruinas.Lollamóloft,tambiéneninglés,ylogróengañaraalgunasaspirantesamodeloparaqueposarandesnudasantesuobjetivo.Estasfotossílasvendióapreciodeoro,perolas firmó con seudónimo. Después se especializó en el movimientounderground y fue entonces cuando se compró la cazadora de cuero, enPortobelloRoad,duranteunviajede investigaciónaLondres financiadopor un suplemento dominical, y unas botas Dr. Martens que destrozósubiendoaGuadarramaenmoto.

Setatuóundragónenelbrazo.Al final, se le congeló la imagen, porque el tiempo pasó, lamoda

cambió y el movimiento underground emergió del submundo parainstalarseenlacimadeléxito,ysinembargoél,CésarBarbosa,senegóa

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desprendersedesuchupa.—Quedamos algunos nostálgicos—solía balbucear en la barra del

bar—.Auténticos supervivientesdeuna épocamítica.Lade losCure, laestéticapunkylosmitonesdeMadonna.

—YBruceSpringsteen—respondíaelbarmanlevantandolacopa—.ElBoss.

EnlosúltimosañoshabíahechovariostrabajosparaLibrarte.Solíaaparecer por la redacción sin afeitar y oliendo a tabaco rancio,presumiendodeaqueldragónparaelqueavecesseponíacamisetassinmangas.Asusespaldas,laschicasdelaoficinalollamabanelPirata,másquenadaporlacoincidenciadesunombreconeldelcapitánBarbosadeLospiratasdelCaribe,perotambiénporqueél,consuactitudchulescaysuaficiónalron,hacíaméritosparamerecereltítulo.

María no se fijó en el Pirata hasta pasados dos años de saludostímidos—«buenosdías,buenosdías, la factura,gracias,enunmes te loingresamos,adiós,adiós»—,ycuandolohizofueporunaequivocaciónmuytontaymuydesagradable,achacablealasanginasdelosniños,«nosédónde tengo la cabeza, deverdad, qué cosas, ven a la oficina cuandopuedas y lo arreglamos, César», porque le había pagado dos veces elmismo trabajo, una sesión de fotos a una autora muy fea, qué risa, lapobre,unespanto.

—Puesnomehabíadadocuenta—mintióél,queesperabacadapagoconsudoresfríos—.Lomismomelohegastadoya.

—Pues la próxima vez trabajas gratis —respondió María,pragmática.

PeroCésarsepresentóen la revistaconelsobredeldineroyse loentregóaMaríaconlamismadignidadqueentregóBoabdillasllavesdeGranadaalosReyesCatólicos.

—Teinvitoaunacopa,ea—dijoluegoelPirata.Y se la llevó derechita a la escena esa en la que Meryl Streep,

mientras el fotógrafo delNationalGeographic se ducha en el cuarto debañodearriba, sacadeunarcónmuyviejounvestidode floresy se loplanta,ypareceLauraIngallsdeLacasadelapraderaconcincuentaañosmás,yentoncesClintEastwoodse laquedamirandoatónito, sin saberaquévienesemejantepintaderecatada,porqueél,desdeelprincipio,sabequeselavaaligar,desdeelmismitoprincipio,cuandolepreguntadebajodelpuentedeMadisonquecómosevaalpueblomáscercano.

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Pero eso aMaría le dio igual. César Barbosa la invitó a copas, laescuchóhablardesímismadurantehorasenteras,lallevóenmotohastalaesquinadesucalleyaldespedirsedeellaledijolodelculodeinfarto.

Yanohubomarchaatrás.

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UNAsemanadespuésdellegaraMadrid,AtticussehabíainstaladodemaneraprovisionalenelpisodelacalledelAlamilloylehabíapagadoseis meses por adelantado a la señora Susana; cantidad que, según suscálculos,equivalíaamenosdeunasemanaviviendoacuerpodereyenellujosohotelenelquelohabíaregistradosupadre.

Noeraciertoquelavidadehotelledisgustara.Alcontrario.Atticusdefendía que no hay nada más agradable en este mundo que ladespreocupación totaldelhuésped: la lavanderíadiscretaquenuncapideexplicaciones, las trasnochadas sin remordimientos, la permanentedisponibilidad del minibar y del servicio de habitaciones, las toallaslimpias,lasfloresfrescas…

Pero una conciencia inflexible, como de gente solidaria, habíacomenzadoaremorderlelasentrañasdesdeelmismoinstanteenquepusoun pie en la oficina de Librarte y conoció a las cinco víctimas deldescalabroeconómicodelarevista.

Siobedecíaalosconsejosdesupadre,suactitudnodeberíaserotraque ladelempresariosinescrúpulosqueescapazdedejarde lado todosentimentalismo a la hora de defender sus intereses. Del fracaso deLibrarte no había más culpables que aquellas mujeres, «no lo olvides,hijo, a las que se les dio la oportunidad de triunfar y no supieronaprovecharla.Selesproporcionaronlosmedios,selasprotegió,apoyóytuteló, igual que se hizo con los alemanes de Krafts, y mientras queaquéllos lograron colocarse en el primer lugar en las listas de ventas,éstassóloconsiguieronhundirelnegocio».

—Hanalcanzado,esosí,elgradodeobramaestraenelartedehacerruinas.

Encambio,sienlugardeseguirlasfríasinstruccionesdesupadre,sedejabaguiarporloscálidoslatidosdesucorazóndehojalata,aAtticusno le quedaba otro remedio que compadecer a esas cinco mujeres queestabanapuntodeperdersuempleo.

Yateníannombre,yateníanrostro,yseleaparecíanenlosrecovecosdesuhotelde lujo, señalándoloconeldedo,«túmedesahuciaste, túmeabandonaste, túereselculpabledequehayaacabadoviviendodebajode

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un puente, pescando carpas apestosas para poder alimentar a mis hijos,lavandomi ropa con agua sucia delManzanares, porquemientras te fuirentablemeutilizasteycuandodejédeserlomearrojastealrío».

TambiénseencontrabaalgunasvecesconelfantasmadeKarlMarx,apesar de que con toda seguridad aquel señor, en vida, jamás se habíaalojadoenaquelhotel, locual lehacíadudarde losverdaderosmotivosporlosqueensuhabitacióndeOxfordlevisitabaelespíritudeTolkien.Sitalesvisionesnosedebíanalespaciofísico,comohabíadadoporhechohastaentonces,estabaperdido,selamentaba,yaqueeldíamenospensadose le podía aparecer James Joyce furioso con él por llevar media vidafingiendoquesehabíaleídoelUlisesdecaboarabocuandoenrealidadsólohabíahojeadoporencimalaguíadelecturadeLongman.

Divagacionesliterariasytemoresinfundadosaparte,lociertoeraqueAtticusCraftsmanhabíaconsideradodemalgustoelhechodecontinuardisfrutandodelosplaceresdeaquelostentosohotelmientraslaschicasdela oficina sufrían por su suerte. Si finalmente había que despedirlas atodas, estar alojado en semejante oasis de abundancia le pareció unrecochineoinnecesario.

De ahí la ideade alquilar un estudio en algún edificio cercano a laredacción deLibrarte. De ahí su falta de exigencias con respecto a losinconvenientesdelinmuebledelacalledelAlamillo,que,porotraparte,habíaquereconocerqueteníasuencanto.

LaseñoraSusanahabía resultadoserunamadecasaentregadaa lacausadelganchilloyelcroché,lasfloressecas,elmenajedelhogar,loscubiertosdeaceroinoxidableylosvasosdeDuralexdecolorámbar,que,misteriosamente,enlugarderompersecomocualquierotromiembrodesu especie vitral, al golpearlos con fuerza contra alguna superficiecontundente, quedaban reducidos a miles de cristalitos diminutos, tanparecidosalconfeti,queAtticus,sóloporgusto,habíaestampadomediadocenaenelsuelodelacocinayhabíadisfrutadodelespectáculocomounniño.

Luegonohabía tenido tiempode admirar detenidamente los forrosdeloscajones,deflores,nielfondodelosarmarios,depapelpintado,nielgotelédelpasillo,nilacoleccióndefiguritasdeporcelanadelavitrinadel recibidor, porque aquel terremoto de Soleá Abad Heredia lo habíaconvencidoparapartirdeinmediatohaciaSierraNevada,encuyasfaldas,juraba la chica, había un tesoro escondido desde hacía setenta años,

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esperandoaqueAtticusCraftsmanlosacaraalaluz.—Notraigamuchospapeles,señorCrasman—lehabíaadvertido—,

porquenolevaadartiempoatrabajar.Mifamiliaesmuyintensa,yaverá,nolovanadejarenpazniunminuto.

—¿Creequedebollevarlagabardina?—¡Peroquédice,almadecántaro,conlacalorquehaceenGranada!Así que con la pequeñamaleta de viaje llena de ropa, los útiles de

aseo,sualmohada, lakettle eléctricayEarlGreyenabundancia,Atticusconsideró que su equipaje estaba completo. Esta vez dejó atrás labiblioteca erótica porque no le pareció apropiado cargar con semejantearsenal de lujuria, dado el rumbo que estaban tomando losacontecimientos.

—NosllevamiprimoArcángel,sinoleparecemal,quehavenidoaMadrid por negocios y se vuelve mañana con la furgoneta vacía —lehabíapropuestoSoleáconuna ilusiónquenoseatrevióacontradecir,apesardequeélhabíapensadoalquilaruncochedescapotable,biplaza,másatonoconlascurvasdelachica.

A las ocho de lamañana delmiércoles,Arcángel y Soleá hicieronsonar la bocina de la furgoneta y bloquearon la calle del Alamillomientras esperaban a queAtticus bajara al portal. La furgoneta tenía unrótulo en el costado que decía: «Melones Arcángel, Granada», y en suinteriorolíaafruteríadepueblo,cosaqueelinglésignoraba,yaqueerala primera vez que respiraba un aroma parecido. Tampoco habíaestrechado jamás una mano como la del primo de Soleá, con las uñaslargas—para tocar laguitarra,yasabeusté—ypelosen losnudillosdelosdedos.

Vestía una camisa negra abierta hasta muy cerca del ombligo y lecolgabaun crucifijodeorodel tamañode lamedallade laOrdende laJarretera.Lucíaunrelojdeoro,dosotressortijas,unpardecadenasmásalrededordelcuelloyzapatosdepunta.Eraestrechodepiernasyanchodehombros;másomenosde laedaddeSoleá,másomenosde sumiradaprofunda, más omenos de su actitud a la vez reservada y escandalosa,mezcla sóloposible entre losmiembrosde aquella familia, queporunaparte parecían estar dispuestos a ser amigos del alma de cualquierdesconocido y por otra permanecían en guardia, siempre atentos a lamenorofensaolamínimafaltaderespeto,paraperderlacabezayliarseagolpes.Tendríaqueirconcuidado,serecordóAtticus,sinoqueríaacabar

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envueltoenunarefriegacomolaquehabíatenidoconSoleáeldíaenquelaconoció.

Contodanaturalidad,sesentaronlos tresenlapartedelanteradelafurgoneta;Arcángelalvolante,AtticusenlaventanillaySoleáenmediodelosdoshombres,unpocoatrapadaentresuspiernas,esosí.Alinglés,aquellacercaníaleresultabauntantoviolenta.Élnoestabaacostumbradoaqueunamujer invadiera suespaciovital.Tampocoa saludarseconunpardebesossonoros,unopormejilla,conelcrucedelasbocasamediocamino,entrebesoybeso,elaliento,eloloraflores.Encambio,paralosprimos, lo raro hubiera sido pasar las cuatro horas de viaje en asientosseparados. Se trataban con una familiaridad de bromas, pellizcos ycachetadas, se reían mucho y, a veces, a mitad de una conversación ocuandosehacíaelsilencio,rompíanacantar.

—¿Esteseñoressupadre,Arcángel?—preguntóAtticusseñalandolafotografíadeunhombremaduro,sinmuchosdientes,quelemirabadesdeunmarcodemetalredondoadheridoalsalpicaderodelcoche.

Soleáysuprimoseecharonareír.—Ese hombre es Camarón—respondióArcángel, conmuchomás

orgullodelquehabríasentidosiaquellafotografíarealmentehubierasidoun retrato de su padre—.Niña—le pidió a Soleá—, ponle el CD de laguantera.

Soleáse reclinósobre laspiernasdeAtticusparaalcanzareldisco.Atticusseestremeció.Estuvoapuntodelevantarlamanoyacariciarleelpelo,perounpeso,comodeplomo,quelemanteníapegadoalasiento,seloimpidió.

Ella encendió la radio, insertó el compacto y el requiebro de unaguitarraespañolarompióelaire.

—Éstesíeseldelafoto—dijoArcángel.Luego se puso a cantar a voz en grito, acompañando al cantaor

flamenco en su desgarro. Soleá daba palmas y Arcángel golpeaba elvolantedelafurgonetacomosifuerauntambor.

—¿Ustednocanta?—lepreguntóAtticusaSoleá.—Yocantomuymalamente—reconocióella.YAtticus,respetandoelruborquelehabíacoloreadolasmejillas,no

quisoinsistirlemás.Despuésdeunpardehoras,Soleá sequedódormidacon lacabeza

sobre el hombro de su primo.Atravesaban el puerto deDespeñaperros,

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entrecurvasyencinares,cuandoArcángel,súbitamente,retirólavistadelacarreteraparaclavarlaenlosojosdeAtticus.

—Yonomemetoenlasintencionesoenlospensamientosdenadie—dijo—,perosi le tocaunhilode laropaamiprima—amenazó—,lejuroporlomássagradoquelecortolasorejas.

Atticustragósaliva.Veníaunacurvamuycerrada.—Porfavor—lesuplicó—,mirehaciadelante,Arcángel.Conmigo

puedeestartranquilo—mintióconvoztemblorosa—.Noesmiintenciónhacerlelacorteasuprima.

—Que lacortejemeparecebien—respondióelotro—.Perocomome entere de que le ha rozado un centímetro de la piel,mire lo que ledigo:lemato.

—Entendido.—¿Estáustécasado,místerCrasman?—No.—¿Tieneusténovia,místerCrasman?—Tampoco.—Entonces puede hablarla. Eso sí puede. Pero nada de tonterías.

¿Comprendeloqueledigo?—Que como me porte mal con Soleá, me las tendré que ver con

usted.—Ea.Unavezzanjadalacuestión,Arcángelvolvióaatenderalacarretera.

Camarón siguió cantando a dúo con el dueño de la furgoneta y Soleácontinuódurmiendounsueñoplácido,ligero,sonriente.

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Aesodelasnuevedelanoche,despuésdehaberlointentadoprimeroconShakespeare,luegoconStendhal,despuésconlasBrontë,paraacabarrefugiándose,aladesesperada,enlosbrazosdeCorínTellado,sinéxito,Berta Quiñones se reconoció a sí misma que hay disgustos que no securansóloconloslibros.

EstaveznopodíapresentarseencasadeAsunciónycontarle lodelaffairedeMaría.Nosolíatenersecretosconsuamiga.Dehabersetratadodecualquierotroproblema—detrabajo,desaludodesoledad—,habríaido corriendo a desahogarse con ella, pero siendo una cuestión deinfidelidadmatrimonial, le había parecidomejor guardarse para ella ladesazónenlugardecontagiárselaaAsunción,aquienbastanteesfuerzolehabíacostadosuperarlapropiacomoparairleahoraconlaajena.Aunquenuncahablabandeltema,sabíaqueAsunciónhacíadetripascorazónparanoecharseallorarcadavezqueseacordabadesuexmaridoylaazafatadeIberia.

Al final, una vez descartada la opción de sumejor amiga, resolviópresentarseencasadeGabyconlaintencióndemendigarunatazadetéyconsuelo.AlosojosdeBerta,GabyyFranklinformabanlaparejaideal.Seadoraban.

—Pasa,Berta,porfavor,quésorpresa.—¿EstáFranklin?—Qué va. Llega tardísimo. Le han encargado un mural para la

entradadelMuseoNaval.Nosabeslobonitoqueestáquedando.—Puesmejor,hija,porquevengoconundisgusto…—Yaveo.Estáspálida,Berta.¿Tepongounvino?Se sentaron las dos en el pequeño sofá naranja de la sala de estar.

Aquel sofá y unamancha comode fruta estampada, un vinilo, contra lapareddelfondo,eranlasúnicasnotasdecolordelahabitación.Todolodemás—laalfombradepelolargo,lamesadelcentro,lalámparadepiecon forma de cilindro luminoso y la escultura a tamaño natural de ungalgodeplástico—erablancocomolanieve.

—¡Ay,Gaby…!Esquenosésicontarteunacosamuydesagradable.Medapena,conlofelizqueerestú,criatura,veniraestropearteelcuento.

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—Todasestamospreocupadas,Berta.LomásprobableesqueAtticusCraftsmannosdespidaatodas.Yalosabemos.Peronoesportuculpa,soncosasquepasan.

Bertarompióallorar.—Esotambién,vayadesastre.Teaseguro,Gaby,queyohetrabajado

con cabeza, que nunca he gastado por encima de las posibilidades de larevista.Quetúsabesmuybienlossacrificiosquehemoshechotodasporsacarelnegocioadelante.Nonoshemospermitidoniunsololujo,hemossido honradas, nos hemos esforzadomuchísimo.Y, sin embargo, ahoraresultaquelohemoshechotodomal.Unespanto.ElseñorCraftsmanmeha hablado de deudas, de descalabro, de fracaso en todos los sentidos.Dice que no nos lee nadie, que no tenemos credibilidad, ni nombre, niprestigio. Que somos una mancha para la empresa y que, además,perdemosdineroaespuertas.

Gabyfueaporloskleenex.Elpaquetetambiénerablanco.—Nomeloexplico,Gaby—confesó—.Amínomecuadranada.—Puessi tú,enconciencia,estás tranquila,esoes lo importante.Ya

verás como luego no es para tanto.Tal vez sea cuestión de apretarse elcinturónenalgunosgastos,pedirunaprórrogaaladecisióndeCraftsmanyponernoslaspilas.Yo,siquieres,hagohorasextrasincobrar.

—Gracias,guapa,eresunsol—logródecirBertaentrelágrimas—.Lomaloesquenoveníaahablardeeso, sinodeotroasuntomás tristetodavíaquelodeLibrarte.

Gaby se sorprendió. Su jefa no solía compartir con ella susproblemaspersonales.SurelacióneramásbienladeunasobrinayunatíamuyqueridaquenuncaseolvidabadefelicitarlaporsucumpleañosodehacerleunregaloenNavidad.Bertaeraunapersonaprotectoraymaternala la que uno podía ir a contarle sus penas, pero que, en cambio, jamásconfesaríalaspropiasanadie.

—¿Le pasa algo a Asunción? —se temió Gaby, porque sabía lounidas que estaban las dos mujeres y entendía que si se trataba de unproblemapersonal,Bertahabríaacudidoprimeroacontárseloasumejoramiga.

—No.Asunciónestábien,pobrecilla,peronopuedoamargarleeldíaconestedisgusto.SetratadeMaría.

—¿María?Berta le dio un trago largo al vino, para darse ánimos. Luego

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comenzóel relatodecómocincomesesatrás, lamañanadeReyes,paraserexactos,habíapilladoaMaríaenbrazosdeotrohombre,yqueluegoellahabíajustificadolainfidelidaddiciéndolequesesentíaatrapadaenunmatrimoniorutinarioeinfeliz.

—Pero tambiénme aseguró que la aventura terminaría pronto—lecontó, haciendo pucheros—. Que aquel hombre no significaba nada, aefectosafectivos,quenoeramásqueunadiversiónpasajera,queaquelloduraría unos días, tal vez unmes, pero que después volvería a su vidanormal, junto a Bernabé y los niños, igual que la protagonista de Lospuentes de Madison, fíjate lo que me dijo, como si su vida fuera unmelodrama.

Gabynodijonada.SóloleapretóelbrazoaBerta.Avecesesmejorescuchar.

—Y resulta que hoy la he vuelto a ver con elmismo hombre.Hanpasadocincomeses,mierda,Gaby,ysigueliadaconél.

—¿Ysabesquiénesél?Quécurioso,pensóBerta.No.Nosabíaquiéneraél.Nuncalehabía

llegadoaverlacarayjamásselehabíaocurridopreguntarleaMaríasunombre. Simplemente, había creído las palabras de la adúltera: no esnadie,notienenombre,notieneidentidad;esunaaventurapasajera,noesunapersonadecarneyhueso.

—No.—¿Piensasvolverahablarconella?—¿Para qué? ¿Para que vuelva a mentirme y me diga que son

espejismos?¿Queloquehevistonoesloquepareceyquesumatrimoniovavientoenpopa?

—Entonces,¿quéhacemos?—Puesnada,hija,quévamosahacer…Bebieron las dos en silencio. Las mujeres, al contrario que los

hombres,soncapacesdehablardurantehorasdeunproblemasintratardeencontrarle solución. Sin planear el próximo movimiento. Sólo hablar,hasta que la boca se queda seca, y las lágrimas se terminan, y los ojosescuecen,yllegalahoraderegresaracasa.Peroesosí,consólolamitaddelpesodelproblemasobreloshombros.

—Noselodigasanadie—lepidióBertaaldespedirsedeGabyenlapuerta—.Veremosquépasa.Alfinyalcabo,talvezenunosdíasestemostodasenelparoyyalahistoriadeMaríanoseadenuestraincumbencia.

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EntoncesllegóFranklin.Traíaunramodetulipanesdecolornaranja.—¿Dónde está mi flaca? —se le oyó gritar por el hueco de la

escalera.

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GABY, que en los seis años que llevaba diseñando las páginas deLibrarte jamás había cometido la menor equivocación, hacía unos díasquenodabapieconbola.Exactamentelosmismosdíasquehabíanpasadodesde que su jefa se había presentado en su casa y le había soltado abocajarrolodelaffairedeMaría.

Asunciónsehabíadadocuentaenseguidadequealgunapreocupaciónandaba rondandopor esa cabecita tan sensibley tanbienamuebladaqueposeía Gaby. Berta había tenido que llamarle la atención varias veces,algunasporcosastantontascomoolvidarsedeenviarelcódigodebarrasa la imprenta, errores de principiante, y ella misma la había pilladodistraída,conlosojosclavadosenlafrentedeMaríamientras laotraseconcentrabaensutrabajosinpercatarsedenada.Enunpardeocasiones,María había levantado la cabeza y se había encontrado a Gabyobservándola fijamente. «¿Qué?», le había preguntado. «Nada», habíarespondidoella.

Por su parte, Berta, que nunca se enteraba de lo que ocurría depuertas afuera de su despacho, ahora parecía querer fiscalizar todo.Dejabalapuertaabiertayestirabaelcuelloporencimadesuordenador,se ponía las gafas de ver de lejos y fruncía el entrecejo. A vecescarraspeaba,comoqueriendoadvertiraGabyquelaestabaviendo,quenosedistrajera,quevolvieraasupantallasinoqueríaquedarsesinrecreo.Parecíaunamaestradeprimaria,laverdad.

Asunción vigilaba a Gaby, Gaby aMaría, Berta a todas yMaría aninguna.Algún secreto sobrevolaba aquella oficina yAsunción, que eramuyastuta,quéastutaeraAsunción,llegóalaconclusiónequivocada.

El siguiente lunes, después de un fin de semana con el corazónesponjado,sepresentóenlaoficinaconunpaquetitoenvueltoenpapeldeseda.

—Gaby —le dijo a su compañera con voz temblorosa—.¡Enhorabuena!

Berta trató de evitar la catástrofe saltando de la silla con lamismaagilidadconlaqueunaauténticamaestradeprimariahubierareaccionadoalsentirelpinchazodeunachinchetaenelculo.Perotodosuesfuerzofue

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envano.Gabyyahabía recibido el regalo, ya lo abría, yadescubría lasorejitas suaves del peluche, el primer biberón, el primer chupete.Ya lodejabacaeralsuelodelaoficina—sihubierasidodeporcelana,sehabríarotoenmilpedazos—,yaseencerrabaenelcuartodebañoallorar,perosi no le tocaba la regla todavía, decíaMaría, que no entendía nada, yaAsunciónsequeríamorir,yaeldañoestabahecho.

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COMOsuelepasar,detodaslasmujeresesparcidasporelmundoenedaddeprocrear,laquemásganasteníadesermadreeraprecisamentelaquemásdificultadesencontrabaparaquedarseembarazada.Sisehubierapublicadounodeesosestudiosde laUniversidaddeWisconsin sobreelgradodedeseomaternal,Gabyhabríasalidoenprimer lugarde la lista,con una puntuación muy superior a la del resto de las entrevistadas,incluyendounaseñoradeMarylandquehabíasecuestradoaunbebéconlaúnica intención de criarlo como si fuera propio y que jamás se habíaarrepentidodesemejantefeloníaapesardehaberpasadomediavidaenlacárcel.

Lo peor del caso era que la infertilidad de Gaby no tenía ningunaexplicación científica. Tanto ella como Franklin Livingstone eranperfectamentecapacesdeconcebircriaturassanasynumerosas.Almenos,así lo demostraban los exhaustivos análisismédicos a los que se habíansometidoambosenlosúltimosaños.

Gaby, por su parte, se conocía el techo de la consulta de suginecólogacomolapalmadesumano.Ladoctora,conlasanaintenciónde distraer a sus pacientes durante las exploraciones, había resueltodecorarlocon las fotografíasde loscentenaresdeniñosa losquehabíaayudado a nacer. Desde allí, mientras Gaby, despatarrada y sin ropainterior, esperaba angustiada los resultados de su última citología, lacontemplabanNatalia, lade losmofletesanchos, losgemelosRodrigoyJavier,Mónica,ladelospelosdepunta,elredondoJorgeconlospuñoscerrados, la mulatita Inés, Rosita, la de los ojos grandes, Pedrito elpelirrojo y otros cincuenta bebés rollizos a los que de tanto mirarlospegadosaltechohubierareconocidoalinstantedehabérseloscruzadoporlacalle.

La cosa era que, en lugar de tranquilizarla, aquella colección derecién nacidos le provocaba una angustia tremenda e inconfesable. Encuantosetumbabaenlacamillaelcorazónseleaceleraba,losmúsculosse le tensaban y se le saltaban las lágrimas. Prefería cerrar los ojos yentretenersumenteconalgunacancioncillaquetarareabaporlobajini.

—Parecementiraquesigasteniendotantomiedoalasrevisiones—

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seequivocabasuginecóloga,queachacabatodosesossíntomasalpánicoalinstrumentalmédico.

—Lasecografíasexternasnomeimportanmucho—confesabaGaby—,pero las internas, doctora, con ese chismequeparece la tenacilla derizarmeelpelo,puessonmolestas,sí.

—Abrelavagina.—Nopuedo,doctora.—Aver,Gaby,relájate,mujer,quesinoterelajasnohaymanera.Yalfinal,siemprelamismaconclusión.—Pues todo está bien. Tienes un útero de exposición, guapa. De

enseñarlo,vaya,delobienhechoquelotienes.—Ya.Unaauténticalástima.—Pero bonito, bonito—afirmaba la ginecóloga—.Las trompas no

estánobstruidas,no tienesendometriosis, tuperiodoesregular, tumocovaginal…

—Vale, vale —solía cortarla Gaby cuando no podía seguiraguantandodurantemás tiempolaperorata—.Entonces,¿porquénomequedoembarazada?

Porsuparte,FranklinLivingstone,quehubierasidoplenamentefelizsinhijos,yaqueparaélnoexistíanadacomparablea laalegríadeestarconGaby,entendíaquesumujerjamásencontraríalapazsinoeraconunbebé en brazos. La había ayudado a pintar la habitación de sus futuroshijos—unaobradearteacuatromanos—,yamontar losmuebles,yaescogereninfinidaddecatálogoslosmejorescochecitos,sillitas,chupetesypañales.Muchasvecessehabíasentadoasuladoaesperarlosresultadosnegativosde laspruebasdeembarazoqueellacomprabaencuanto teníaunretrasodemásdeveinticuatrohoras,yhabíaaprendidoaconsolarlaabasede tazonesdechocolatecalienteodeheladosacucharadas.Yhabíalogradohacerlecreerqueéltambiénestabadesolado,peroquelallegadadelbebésóloeracuestióndetiempo,lomismoquelesrepetíantodos.

PoramoraGabyhabíaaccedidoahacersemilpruebasmédicas—algunas bastante desagradables— y había aprendido a calcular los díasfértilesdecadaciclo,paravolveracasaatodaprisayamarladeveras,apesardequeella,aveces,seolvidabadequererloaél.

—Franklin—lepedíaGabyconurgenciaalasoncedelamañanadeunmarteslaborable—.Vencorriendoqueestoyovulando.

Y él perdía los zapatos por el camino de vuelta a casa, subía los

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escalones de dos en dos, se desnudaba por el pasillo y se la encontrabaesperándole en la cama, las piernas abiertas, lamúsica puesta. Le pedíaquefueradespacio,queseconcentraraenelbebé,quehabíaleídoquelaconcepcióneraunejercicioconscientedelavoluntad,yluegosequedabamuy quieta, tendida boca arriba durante una hora, tal y como le habíarecomendadosudoctora,mientrasélvolvíaavestirse,sedespedíadeellaconunúltimobesoyregresabaaltrampantojoquehabíadejadoamediasensulugardetrabajo.

AlgunasvecesseagobiabaalpensarqueGabysehabíaequivocadocasándose con él. Ni había llegado a ser el reconocido artista en cuyoéxito ella tanto confiaba ni el amante fogoso y soñador que habíaconocidoenParís,capazdemovermontañas,revolucionarelmundodelarteyalcanzarfamamundial.

—Seremos comoDiegoRiverayFridaKahlo—solíadecirle entrebesoybesoalaorilladelSena.

—Diosno loquiera—le replicabaella—.Fridaperdióelbebéqueesperabaydespuésjamáspudotenerhijos.YDiegoleponíaloscuernos.

—Peroseamaban.—Asumanera,sí—reconocíaella.—Yonuncateseréinfiel—leasegurabaFranklin.—Yyomedepilaréelbigote—leprometíaGaby.Habíanpasadolos

años:sehabíanamadomuchomásprofundamentedeloqueDiegoyFridallegarona soñar jamásy, sin embargo,por algúnmalvadocaprichodeldestino,habíansidoincapacesdeconcebirunhijo.Nigloria,nifortuna,nifamilia.Alfinal,sumadreibaatenerrazón:FranklinLivingstonenoeramásqueunpobrediablofracasado.Noerabuenoparanadieymenosaúnpara ladulceyenamoradaGaby.Talvez lomejorseríadejarlamarcharantesdequefuerademasiadotarde.Abrirlelaspuertasdelajauladeoro,lanzarlaalvacíoyarrojarlaaotrosbrazos:losdeunhombrecompatibleconsucódigogenético,losácidosdesuúterooloquequieraquefueraaquelloquelesestabaimpidiendotenerhijosjuntos.SinolohabíahechohastaentonceseraporqueensufuerointernoFranklinsabíaquerompercon Gaby y quitarse la vida inmediatamente después eran unamisma yaterradoradecisión.

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UNA mañana de diciembre, Moira Craftsman se despertósobresaltada.HabíasoñadoqueunatribudecaníbaleshabíaapresadoasuhijoAtticusylohabíaintroducidovivoenunaolladeaguahirviendoconlaintencióndedevorarlocomoaunmarisco,cocidoycolorado,mientraselmuchachogritaba:«¡Pónganledosotresbolsitasdetéalguiso,noseansalvajes!».

ComobuenadiscípuladeFreud,MoiraeraunalectoracompulsivadeLa interpretación de los sueños, y solía pedir a sus amistades que lepermitieran analizar los suyospara extraer de ellos lasmás inesperadasconclusiones. Estaba claro que en la casa deKent los invitados soñabanfrecuentemente concorrientesde agua, riachuelos, cascadaso similares,debidoaquelastuberíasdecobrehacíanunruidotremendoencuantosecalentabalacaldera.Sihacíafrío,solíansoñarconanimalespolaresoconobjetosdecolorblanco.Sihacíacalor,teníanpesadillasconavionesquenodespegaban.Subirobajarderepentesignificabapasardeunestadiodelsueño a otro y la sensación vertiginosa de velocidad—escenarios quecambian sin parar, pensamientos rápidos, carreras, vuelos, etcétera— laachacabaalestómagovacío.

Con respecto a los sueños eróticos, Moira se mostraba cauta. Losdeseos, los miedos y las inhibiciones pertenecen a la intimidad delindividuo,decía,oasupasadosexual.

—Hacíamoselamordelantedemisuegra.—Necesidaddeintimidad.—Meacostabaconunelefante.—Necesidaddeafecto.«Nuestrossueñosnosdescubrenlascarenciasdenuestravidareal—

explicabaasuentregadoauditorio—,perotambiénrespondenaestímulosexternos, ruidos, cambios de temperatura o a las experiencias recientes.Por ejemplo, después de un suceso traumático es más probable tenerpesadillas,lógico,ydespuésdeunagrancomilona,también».

Encuantoalpoderdeprediccióndelossueños,Moiraopinabaque,comotodaslaspremoniciones,sóloseharíanrealidadaquéllosenlosquecreyerasinceramenteelsoñador.

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—Sueñoquemecaigo.Hanevado,elsueloestáhelado.Meresbalo.Mecaigo—explicaba—.¿Quiereestodecirquesehacumplidomisueñoomehubieracaídodetodasformas?

ErasensataMoiraCraftsman.Peroaquellamañana,despuésdesoñarque a su hijoAtticus lo cocían vivo en unamarmita de té, con un sologritoechóportierratodosaquellosañosdesensatez.

—¡Despierta,Marlow,quenosvamosaEspaña!Faltaban tres semanas para Navidad y no había tenido noticias de

Atticus desde agosto. Por mucho que Marlow se empeñara en hacerlecreerquetodoibabien,queelchicoestabamuyocupadoresolviendounasituacióncomplicadísimaenMadridyquemuyprontoregresaríaacasa,ella sospechaba que su marido le ocultaba algo. No era muy habladorMarlow,peroelsilencioalque la teníasometidaen losúltimos tiemposestaba pasando de castaño oscuro. Ya no le daba ni los buenos días.Prefería levantarse deprisa, meterse en la ducha, gruñir algoincomprensibledesdeelcuartodebañoysalircorriendoaldespacho,sintomarseelcafébebidodetodalavida.

Los finesde semanaprocurabapasarloscazandoenEscocia, en lasHighlands,comoélpreferíallamaraaquellosmontesintransitablesenlosque corzos, perros, faisanes, gansos y hombres correteaban por igual:unoshuyendodeotros,otroshuyendodesusesposas,delasexplicacionesquenoquerríantenerquedarles.

En algúnmomento, aMoira se le pasó por la cabeza queMarlowpudieratenerunaamante.Luegodesechóaquellaideaporestúpida.

No.Antescualquierotrovicioqueeldelasmujeres,pensó.Marloweramásdesuclub,subrandy,supartidadebridgeysuscacerías.Noteníatiempo,niganas,deenredarseenunaaventuraamorosaaesasalturasdela película. Tampoco existían oportunidades, la verdad. En el trabajo levigilabasuhijoAtticusyfueradeéstelerequeríansusamigos,sumadre,suesposaylosquebraderosdecabezadesuprimogénito,Holden.

Peroelsilencio…—Atticus está en peligro —trató de hacerle entender a Marlow

aquella mañana, todavía los dos entre las sábanas, ella con el pelorevuelto,élconelpijamadefranela—.DebemosiraMadridy traerloacasacuantoantes.

—¿Quétepasa,querida?—logróbalbucearél,reciéndespertadodeunsueñoenelque tomabamuchacarrerilla,dabaunsaltoyseechabaa

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volarcomounganso,pesadoytorpón.—Unamadresabecuándounhijolanecesita—seatropellabaMoira

—, y yo siento que Atticus se encuentra en una situación dramática,Marlow,tenemosquerescatarlo.

Marlowse incorporósobre losalmohadones.Se rascó lacoronilla.Cogióasumujerdelamano.

—Intenté decírtelo hace unos días, Mo, pero estabas demasiadocansada. Tienes razón, tenemos que ir a España. No nos queda otroremedio.

Moira Craftsman se puso en marcha de inmediato. Consultó suenormeagendanegra, ésaen laqueapuntaba todos suscompromisos,yresolvió que hasta el 15 de diciembre les iba a ser imposible acudir enauxilio de Atticus. Para ello todavía faltaban diez días, pero,desafortunadamente,ocurríaqueenelmesdeabrildelañoanteriorhabíanaceptado la invitación de lordNorfolk a cenar precisamente esemartes.Además,eljuevesteníanentradasparalaópera,primerafila,LaBohème,compradas hacía siete meses, antes de que se agotaran, había que serprecavido.Luego,eldomingoveníaelrectordeAllSaintsatomarelté.Nopodíancancelarunavisitacomoaquéllacontanpocaantelación.Eralunes,sólofaltabanseisdíasparaeldomingo,si lecambiabanahoralosplanes, el rector los crucificaría por su falta de formalidad con toda larazón. Y el miércoles siguiente, Moira tenía cita con su peluquera.Religiosamente,unavezcadadosmesesseteñíaelpelodecaoba.Denohacerlo,lascanasempezaríanaasomarleporentrelasmechasy,además,lapeluquera tendríaquereorganizar toda laagendade lapeluquería.Noqueríaserlaculpabledesemejantecaos.

Por otra parte, debía hablar con el ama de llaves, organizar ladespensa,lospagosalosproveedores,ladisposicióndelashabitacionesde la casa deKent, la contratación del servicio para laNochebuena, losmenús, el árbol deNavidad y elChristmas pudding, entremuchas otrascosas.

Realmente, lomás pronto que podía permitirse viajar era el 15 dediciembre. Y tenía que estar de vuelta el 20 sin falta, porque, si no, lasNavidadesdeeseañoibanaresultarunestrepitosodesastre.

—Marlow y yo vamos a emprender un viaje imprevisto y muyurgente —le explicó por teléfono a Victoria Bestman—. Se trata deAtticus.Nospreocupaquehayapodidoocurrirlealgunacosa.Nosabemos

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nadadeéldesdeagosto.—¡DiosSanto!—Telodigoporqueprobablementenopueda jugaralbridgeeldía

16.Tendrásquebuscarteotrapareja.—¿El16?¡Esoesdentrodediezdías!—Losé.Todoesmuyprecipitado,Victoria.Losientomucho,ya te

hedichoqueesmuyurgente.SetratadeAtticus.—¡Pobrecita,Moira!Imaginocómodebesdeestardeangustiada.Iría

adarteunabrazo,peroresultaqueenagostomecomprometíacolaborarconlasubastabenéficadelarectoría…

—Entiendo, Victoria. Un compromiso es un compromiso. No tepreocupes.Tellamaréalavuelta.

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ELviajeenlafurgonetadeArcángelllegóasufinpocoantesdelastres de la tarde. Granada había aparecido en dos partes; la primeramodernayalgososa, lasegunda,encaramadaaunacumbre,bordadadecallecitas estrechas, casas blancas y fascinantes vistas al palacio de laAlhambra.

Hasta el Albaicín se llegaba jugándose la vida entre curvas yprecipicios.AlcarmendelafamiliadeSoleá,descendiendodelvehículoysubiendoapie con lamaleta a rastras,hastaunapuertademadera enelcentrodeunmurodepiedraporelquetrepabanlasbuganvillas.

HabíasidoimposibleconvenceraSoleádelaposibilidaddealojarseen un hotelito encantador que vieron al pasar. Ella se ofendió de veras,dijo que no se le ocurría un feo más grande que ése, que rechazar lahospitalidaddesumadrey ladesuabuelaRemedios,quémalaje, inglésteníaqueserparaproponeralgoasí,yAtticusnoseatrevióallevarlelacontraria.Sinembargo,cuandoyanohabíavueltaatrás,detenidoslosdosfrente a la puerta, Soleá le confesó que su visita iba a ser la mejorsorpresaparasufamilia.

—Pero¿noleshaanunciadonuestrallegada?—Quéva,mejorasí,sindecirlesnada.Másnatural.Atticuspensóensumadre,Moira.Enlaconmociónquesufriríasia

uninvitadoseleocurriesepresentarseensucasasinavisar.Leromperíalosesquemas,lasacaríadesuscasillas,pasaríamesesrecordandoesafaltade decoro. Sería como una hormiga a la que le plantan un palito en elcaminoyno sabe si rodearlo, treparloodarse lavueltaydesistir en suempeño.Desorientada,alelada,sinningunaseguridadalaqueaferrarse.

PeroManuelaHeredia,lamadredeSoleá,teníatanpocoqueverconMoira Craftsman que a Atticus le resultó extremadamente difícilcatalogarlas a ambas dentro de lamisma especie—«madres»—, la unajuntoalaotra.Despuésdeabrazarybesuquearasuhijacomosivolvierade una guerra en la que la hubieran dado pormuerta,Manuela hizo lopropio conAtticus. Sus brazos carnosos le rodearon el cuello, su bocarozólacomisuradesuslabios.Fuelomáscercanoaunaviolaciónqueelinglés había experimentado en toda su vida. Su madre jamás le había

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achuchadodeaquelmodo.Nisiquieracuandoeraunbebé.—¡Quéalegríamásgrande,quéalegría!—gritabaManuelaparaque

elbarrioenterosupieraqueSoleáestabaencasa.LaabuelaRemedios acudió a lapuerta, animadapor elvocerío.La

ceremonia de recibimiento se repitió y se aumentó con los pellizcos ycaricias procedentes de aquella anciana vestida de negro a la que lefaltaban algunos dientes y otros le brillaban con destellos de oro puro.Llevabaundelantalblancosalpicadodeaceite,olíaaharinayacebolleta,acocinadeleña.

—¿Cómodicequesellama?¿Tico?—lobautizóencuantololiberódelabrazodebienvenida.

Pasaron al jardín y se enredaron con las parras y las ramas de loslimones,setropezaronconlostiestosdelosgeranios,seasustarondeungato gris y de un canario amarillo, subieron las escaleras cubiertas deazulejoshasta las dos tinasgrandes, de alfareroviejo, que escoltaban lapuertadelacasacomodosguardiasdeasaltoarmadoshastalosdientes.

Dentro, la penumbra animada,más gente, tres primos, dos tíos, unborracho, las hermanas de Soleá, su hermano Tomás, la madre deArcángelqueveníaaporsalyalfinalsequedabaaalmorzar,tresocuatroniños ruidosos, pendencieros, otra vieja idéntica a Remedios que sellamabaDolores.Ylamesapuesta,losplatosdecerámica,elpucheroenel centro de la mesa, el cabrito asado, el tomatito aliñado, las papasaliñadas,allíaliñabanhastalasaceitunas,gordas,verdes,olivasmontunas,y bebían vino tinto con gaseosa, agua, ¿pa qué?, pa las ranas, o Coca-Cola,siprefiereusté,queesguiri,perdonelaexpresión.Peroguiri,guiri.Nolevayaasentarmalelbacalaoqueesustémuyguiri,míster.

Y la televisión encendida, el volumen arriba, en una esquina de lacasa, igualitaqueuncuadroalquenadiemiraperoexisteysóloconsuexistencia es suficiente. Qué sería una casa si no tuviera una tele. Y unsofá.Yunaescaleraestrechaque llevaaotropiso,dondeestásucuarto,míster, sal de aquí niño, ya, pescozón, que este cuarto es para místerCrasman.Yunacamadebarrotesdehierro,conunsomierdealambreyuna colcha de ganchillo, tejida a mano por mi madre, y las fotosempapelando las paredes, la ventana enmarcada en madera de pino, lasmuñecasvestidasdefaralaesencimadelabanca,elarmariodelaabuela,lacoleccióndeabanicos.

—Descanseunpoquillo,místerCrasman,queestanochehayjarana.

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—¿Jarana?Soleásehabíaquedadoabajo,sentadaalamesa,riendocomohacía

mucho tiempoqueAtticus noveía reírse a una chica.Contándoles a sushermanas lasúltimasnoticiasdeMadrid.UnMadridquenoeramásqueunaextensióndelAlbaicín,conlosmismosnombresy lasmismascaras—comoquienhabladeunpaseoporlaAlameda—,quemuchosjóvenesdeGranadasehabíanmarchadoparaalláyahoravivíanenelextrarradio.

—Pero si su madre y su abuela no saben que venimos —habíaprotestado Atticus frente a la puerta del carmen—, probablemente nohayan preparado comida para nosotros, ni hayan acondicionado unahabitaciónparamí.Mejorbuscamosunhotelito…

—Mire, señorCrasman—había replicado Soleá con los brazos enjarras—, yo no sé cómo se hacen las cosas en Inglaterra, pero aquí enGranáseponelamesasintantoscálculosnitantasceremonias.Sesacaelpuchero,lacazueladefideos,lacarneoloquehaya,yalrededorseponenlassillas,quesondiez,puesdiez,quequince,puesquince,yacomer.Ynuncafaltadenada.

Atticussepreparóuntéconaguadelgrifo,selobebiódeuntrago,setendióenlacamaypensóquemuyprontoregresaríaacasa.Encuantolograra convencer a la abuela Remedios de que lo que guardaba en uncajónerauntesoro,unhallazgodignodeserdeclaradoPatrimoniodelaHumanidad.

Habríaqueescogermuybienlaspalabras,sedijo,yluegosequedódormido y soñó que una tribu de caníbales lo introducía en una olla deaguahirviendo.

Al cabo de un rato, Soleá subió la escalera de puntillas y apoyó laoreja en la puerta tras la que Atticus roncaba como un oso cavernario.Cuando juzgó que estaba lo suficientemente dormido como para llamarporteléfonoaBertasinqueélpudieraescucharsuconversación,marcóelnúmerodeLibrarteyesperó.

—¿Berta? —dijo en voz baja apretando bien el móvil contra sumejilla—. Soy Soleá. Sólo para que sepas que el plan, demomento, hafuncionadomuybien.Yaestamosencasademimadre.

—¡Bien hecho, cariño!—respondió su jefa también en susurros—.Cuéntamelotodo,anda.

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DESPUÉSdelallanamientoalnúmero5de lacalledelAlamillo,elinspectorManchegocomenzóaalbergarlaincómodasospechadequesucómplice, el cerrajero, lo había engañado como a un chino. Tras suapresurado registro de aquella noche, se ordenó otro en el queparticiparon varios agentes del departamento de robos, los cualesdemostraronqueenelpisonoexistíanhuellasdiferentesa lasdel señorCraftsman, laseñoraSusanaylasquehabíadejadoelpropioManchego.DelLucas,nirastro.

Además, el inspector llevaba varios días tratando de localizar a sucómpliceenelmóvilylaúnicarespuestaquehabíarecibidoeraladeunrobot que le aseguraba que aquel número no correspondía a ningúnabonado.

Las piezas del puzle habían ido cayendo por su propio peso. Todoencajaba.

Primero: el supuesto cerrajero no tenía ni idea de abrir una puertaconsigilo,locualindicabaque,probablemente,nieracerrajeronileches.

Segundo: el modo de conocerse, casualmente, en plena calle, unanochedeborrachera,yaquelpapelitoenelquehabíaescritosunombreysu número de teléfono sin ningún otro dato que pudiera ligarlo a unadirección postal o a una verdadera identidad le hacían pensar que ni sellamaba Lucas ni habríamodo de localizarlo una vez que destruyera latarjetadelmóvil,cosaque,probablementeyahabríahecho.

Tercero: el tío era listo.Lo tenía atadodepiesymanos, yaquenopodíainvestigarelcasosininculparseélmismoenunasuntoderegistroilegal,deutilizacióndelarmareglamentariafueradelashorasdeservicioysinquedarenelmásabsolutodelosridículos.

Llegadoaestepunto,Manchegotomóladecisióndeemprenderunasegunda línea de investigación, secreta y personal, relacionada,probablemente,conelcasoCraftsman,peroquejamásentraríaaformarparte del sumario. La cuestión, a la que el inspector dio el nombre de«Expediente X», consistiría en desentrañar la verdadera identidad delLucasydescubrircuáleseranlasrazonesqueleconectabanconelnúmero5delacalledelAlamillo.Deestaspesquisasporelmomentonolediría

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nadaaMarlowCraftsman,yaque,porotraparte,tambiénentrabadentrode lo posible que el Lucas ocultara algún interés diferente al caso; que,por ejemplo, en aquel piso, vacío desde hacía meses, se almacenarandrogasosetraficaraconellas.

Comonoseleocurrióotromododeconseguirnuevosdatosquelepusieransobrelapista,resolviópedirunasegundacitaaBertaQuiñones,ladirectoradeLibrarte,yaque,aparentemente,ellaeraelúnicoelementoqueteníanencomúnelseñorCraftsmanyelpisodelacalledelAlamillo.

Ensuprimerareunión,aquellamujerlehabíaparecidomáslistadeloqueaparentaba.Sabíacallarcuandoeraconvenienteyhablarmidiendomuybiensuspalabras.Tantoque,enalgúnpuntodesuconversación,elinspectorhabíallegadoasospecharqueocultabaalgo.

—Entonces, ¿no sabe usted dónde puede encontrarse el señorCrasman?—lehabíapreguntadomirándolafijamentealosojos.

—Notengonilamásremotaidea—habíarespondidoellasinapartarlavista.

Esosojos,oscuroscomoelfondodeunprecipicio,redondoscomolos de un ave nocturna, claramente miopes, le habían resultadoextrañamente familiares. Se le habían quedado grabados en lamemoria,esa memoria fotográfica prodigiosa de la que tanto alardeaba con susamigos—«a mí nunca se me olvida una cara», les decía—, porque susubconscientehabíadecididoarchivarloseneldiscodurode sucerebrode detective sagaz, por si los necesitaba más adelante para resolver elcaso.

Enestaocasión,laseñoritaQuiñoneslorecibióasolas,pasadaslasochodelatarde,ensupequeñodespachodelacalleMayor.

—Leshedichoalaschicasquesefueranacasa—leexplicómientrasleservíauntéenunatazadeporcelana—.Bastantealteradasestányaconel asunto de la desaparición del señor Craftsman y los interrogatorios.Perdóneme,inspector,siledigoquesusmétodossonmuypocodelicados.Nostieneatodasangustiadas,pensandoqueformamospartedesulistadesospechosos.

—Demomento,noexistetallista,señoritaQuiñones.—LlámemeBerta,porfavor.—Berta.—Supongo que viene a contarme lo del asalto al piso de la señora

Susana.

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—¿Yasehaenterado?—Claro,inspector.—LlámemeManchego.—Manchego.BebieronlosdosunsorbodelEarlGreyqueAtticusCraftsmanhabía

dejado olvidado en la cocina de la oficina. Estaba muy caliente, muyfuerte.Resultabamuyreconfortanteparaunafríanochedenoviembre.

—Me pareció una casualidad muy extraña, perdóneme, Manchego,queselodiga,quepasaraustedporallíenelprecisomomentoenqueseprodujoelincidente.

—Entiendo.—Esqueyono creomuchoen las casualidades, ¿sabe?—continuó

Berta—. Yo siempre he sido de las que piensan que las cosas siempresuceden por algúnmotivo. Hace unos años leí un libro que defendía lamisma teoría. Por ejemplo: no es casualidad que a usted le hayanencargado este caso, ni que nos hayamos conocido, ni que hoy estemosaquítomandoelté.

—¿Ah,no?—Según la tesis del libro del que le hablo, no.Nuestra reunión—

explicó Berta— forma parte de un plan universal. Es necesario paraambosquetodoestoestésucediendo.¿Meentiende?Talvezyotengaalgoimportantequeverensudestinooustedenelmío.

Manchego dejó la taza sobre el platillo y levantó la vista. Sus ojoscoincidieron por un momento con los de Berta Quiñones. De nuevo leresultaron conocidos. Como de sueño olvidado. Como de recuerdoperdido.

—Elcaso—dijoelinspector—esqueustedmerecuerdaaalguien.—¡Quétontería!—respondióBerta,sonrojándose—.Loquelepasa

es que se ha sugestionado por mis palabras. Es como la teoría de laprofecíaautocumplidoradeMerton.¿Laconoce?

—Puesno.Duranteunosminutos,BertaQuiñoneshizounaexposicióndetallada

de la obra deRobertK.Merton yManchego la escuchó atentamente sininterrumpirsudiscursonadamásqueparasorberalgunostragosdeté.Nose esforzómuchoen comprender aquella teoríade la quehablabaBertacontantoapasionamiento,perosíretuvoalgunaspalabrasyalgunasideasqueleintrigaron.

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—Esunateoríainteresante—dijoporfinelinspector—.Yustedunamujermuyculta,Berta.

—No se crea—respondió ella, halagada—. Soy de pueblo. De unpequeñopueblodelasierradeCameros.

—¡Yo también! —se asombró Manchego, abriendo los ojos comoplatos.

—Ortigosa—dijoella.—¡Nieva!—respondióél.De repente, el caso había dado un giro de ciento ochenta grados.

BertayManchegoselevantarondelasilla,sereconocieronelunoenelasombrodelotro.Estuvieronapuntodeabrazarseysaltardealegría,perosecontuvieron.Al final se limitarona reírsecomodosadolescentesyamirarsedearribaabajo,tratandodedescubrirenlaimagenactual—ella,unamujermadura,algorellenita;él,unhombretóncontendenciaaecharbarriga— la otra de la juventud compartida. Lo único que pudieronrescatardeaquellostiemposfueelmismobrilloenlamiradaylamismacurvaenlasonrisa.

—Estabasegurodequeteconocíadealgo—gritócasielinspector,tuteando a Berta por primera vez sin darse cuenta—. Eres la niña delbalcón. La de enfrente del telégrafo. La de las gafitas y las trenzas. Teanduvebuscandodurantemeses.

—¿Amí?—Sí—aseguróManchego—. Por esome sonaba tu nombre, Berta

Quiñones,casi lohabíaolvidado.El roboen laoficinadecorreosde tupueblo fue mi primer caso. Acababa de licenciarme en la academia depolicíaymeloasignaronamíporservecinodelalocalidad.Resultaquetúeraslamásprobabletestigodelrobo.Siempreestabasvigilandolacasa.

—Andaquenohallovidodesdeentonces—dijoBerta.—Nunca lleguéaencontrarte—continuóel inspector—.Al final,el

casoseresolviósolo.Conlaayudadelempleadodecorreos,claro,queeraelpadredelachicaquehuyóconelnovioyeldinero,nosésillegasteaenterarte.

—Algomecontaron—respondióBerta—.Perohacíayacincoañosquemehabíamarchadodecasa.VivíaenMadrid.EstudiabaFilología.Lociertoesquenohubierasidodeningunautilidad.

El téseestabaquedandofrío.Manchegose llevódenuevola tazaaloslabiosporqueteníalacostumbredebeberparaaclararselagarganta,

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peroestavezelbrebajeleresultóamargoydesalentador.Arrugólanariz,tragóaduraspenas.Carraspeó.

—Berta…—Y se sorprendió cuando se escuchó decir—: ¿Quémedicessiteinvitoacenar?

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ELmercadodeSanMiguelleparecióaBertaellugarperfectoparaunacenainformalsinpretensionesdeningunaclase.Estabaaladistanciaperfectadelaoficinacomoparairdandounpaseo,enlugardetenerquesubirsealcochedepolicíaqueesperabaenlaesquinadelacalleconotroagentealvolante.Quéviolentohabríasidosentarseenelasientodedetrás,eldelosdetenidos,yexplicarlealcompañerodeManchegoqueenvezdellevarlosa lacomisaría losdejara,por favor,enunrestaurantecoqueto,mesaparados,velaencendidayconversaciónderisitastontas.

Nadamejor que el antiguomercado en el que se cenaba de pie, opicoteandocomogorriones,demesaenmesa,revoloteandodepuestoenpuesto, que si una ración de jamón serrano, que si unas croquetas decocido, que si unosmejillones gratinados, que simedia botella de vinotinto.

BertayManchegosesentaronfrenteaunabarracubiertadetapasenunos taburetes altos, con un pie en el suelo, el otro apoyado en labarandilla dorada, como si estuvieran dispuestos a echar a correr encualquiermomento.

Ningunodelosdosacostumbrabaacenarfueradecasa.Amboseranmásdecervecitaconlosamigosopartidadecartasdespuésdeltrabajo,yluego, a solasencasa,pijamaypantuflas, televisiónonovela, sándwichcaliente,sábanasfrías,pipí,padrenuestroyunpocodeinsomnioamedianoche.

—Una vez, yo también resolví unmisterio—presumióBerta entrerisas—.Fueterrorífico.¿Telocuento?

—Claro.—Pues tendría diez o doce años.Estaba sola en casa.Era de noche

cerradayesperabaacostadaaqueregresaranmispadresdelaplazaparapoderdormirmetranquilacuandodeprontoescuchéquealguienllamabaa la puerta de la calle.Me asomé a la ventana y no vi a nadie, así queregreséalacama.Peroalcabodeunossegundosvolvieronallamar.Estavezmelevantéymetiréalsuelo.Reptéhastaelventanucodelpaioymequedé muy quietecita, muy quietecita, esperando a ver quién llamaba.Entoncesvi,aterrada,quelaaldabaselevantabasolaygolpeabalapuerta

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sinquenadielatocara.—Quéraro.—Eraunfantasma,claro,pensé.¿Cómosinoeraposiblealgoasí?El

vientonopodía serporqueel llamadoreradehierro.El corazón semesalíaporlaboca.Yoestabasola,erapequeña…

—Entiendo.—Agarré una jarra de porcelana antigua, de las que se usaban de

jofaina,consuplatitoy todo,ycuandolaaldabase levantódenuevo, lalancépor la ventana, a ver si le daba en toda la cabeza al fantasmao alhombre invisible o a quienquiera que fuese el gamberro que estabaasustándome.

—Erasunaniñamuyvaliente.—Nada de eso. Era muy cobarde, ni siquiera me atrevía a correr

delantedeltorodefuegoenlasfiestas.Mesubíaalbalcóndelcasinoparapoderverloasalvoylosotrosniñosmellamabangallina.

—Déjame adivinar —la interrumpió el inspector agarrándole elbrazo instintivamente—. No me digas más. ¿Puedo resolver el casovaliéndomedeladeducciónylalógica?

—¿ComoSherlockHolmes?—OcomoelagenteGrissom,deCSI.—Venga.—Vamos a ver—carraspeóManchego—. En primer lugar, tu casa

eralaprimeradelpueblo,¿verdad?—Sí.—Yalotroladodelacalleestabanlashuertas,sinomeequivoco.—Ajá.—Ytuspadresestabanenlaplaza.—Yyosolaencasa.Aterrada.—Yerasmiedosa.—Loconfieso.—Ylosotrosniñosseburlabandeti.—Aveces.—Entonces,elcasoestáresuelto—alardeóManchego—.Hetardado

un minuto, señorita. La conclusión es la siguiente: algún chiquillogamberrohabíaatadounhiloalaaldabaytirabadeéldesdelahuertadeenfrente,dondeestabaescondido,¿aquesí?

Bertaabriólosojoscomoplatos.Levantóelvasodevino,lochocó

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contraeldelinspector.—Premio—reconoció—. A mí me costó mucho más descubrir el

engaño.No sólo lancé la jarra abajo, tambiénun cubode agua caliente,unabanquetademaderaydosparesdezapatos.Sólomedicuentadequehabía un hilo cuando tiré una manta y se quedó colgada, como de lacuerdadetender.

Serieroncomodoscolegialesenelrecreo.Recordaronlasvivenciasde dos niños que habían crecido amparados por losmismosmontes sinsaberlo, que comían las mismas fresas silvestres y esquivaban a lasmismas vacas por los mismos caminos, que se pasaban los inviernosateridos de frío, resbalándose por las calles empedradas y los veranosremojándose en el mismo río, que cazaban renacuajos en las pozas deagua helada y dormían la siesta bajo los mismos robles, que comíancalderetaybebíanenporrón,quecomprabanelpancalienteylalecheconespuma y veían pasar el coche de línea con la misma esperanza en lamirada, la de subirse un día a aquel autobús y marcharse a descubrirmundo, aunque el mundo conocido terminara en Logroño y más alláexistieran peligros inimaginables, y que decían cosas como «fonda»,«zurracapote»,«juegopelota»,«picia»o«jobar»sinsonrojarse,palabrasprohibidasporsupropiavoluntadenelMadriddesunuevavida,dondeseles consideraba gente culta o sagaz y donde no se juzgaba el origenprovincianodenadie,porque,alfinyalcabo,entodalaciudadnohabíanadiequenohubieranacidoenunpuebloañoradoensecreto.

Cuando el inspector Manchego regresó a su casa, después deacompañar a Berta hasta la suya, en la ínclita calle del Alamillo, sereconoció a sí mismo que por primera vez en mucho tiempo aquellanoche había vuelto a ser el chaval deNieva deCameros que quería serpolicíaporencimadetodo.

Yquelohabíalogrado.Sonriósatisfechoasupropioretratoenelespejoyseprometióque

en la próxima cena, esta vez sí, le preguntaría a Berta por el cerrajeroLucasysuposibleconexiónconelcasoCraftsman.Luegosepercatódequeaquéllaseríaya,extraoficialmente,laterceracita,ypensóquetalvezdeberíairrecordandocómosebesaaunamujer.

—Oye,Manchego—lehabíapreguntadoBertaantesdedespedirsedeél con un apretón demanos y un buenas noches un poco tímido—. ¿Teacuerdas de cómo se llamaba el que robó el dinero de la oficina de

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correos?—Rubénnoséqué—habíarespondidoél.—¡Casi!—selehabíaescapadoaellasinquerer—.¿Ytú?¿Cómote

llamastú?—Alonso.—¡Huy!¡ComoelQuijote!

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ELPiratasíquesabíabesar.Podría decirse queCésarBarbosa había nacido sólo para eso. Para

acertarleacadamujereltipodebesoquemásleconvenía.Tímido,audaz,grosero,juguetón…Disfrutabaencandilandoalasdamasgraciasaaqueldonconelqueelcielolohabíabendecido.

EnelcasodeMaría,elprimerbesohabíasidodeloscautelosos,delosqueentrandepuntillasenlabocayacaricianconsuavidadloslabiosyluegosequedanunratitoesperandolarespuestaantesdepasaralataquevorazydefinitivo.Lasmanosseposanen lacinturaprestasadescendersuavemente por las caderas para detenerse finalmente en la curva de lasnalgas.Laspiernasseabrenpasoentrelascosturasdelafalda,elpesodelos hombros contra el cuerpode ella, el rocede la barba en sumejilla,antesdepararseacomprobarquelaprimerabatallaestáganada,queellaha cerrado los ojos, ha abierto la boca y aguarda. Entonces, sí, es laguerra, la lengua se abre paso como se libera un animal salvaje de unajaula,seretuerce,araña,desgarra,sehacedueñadelespacio,deltiempo,delaireydelaluz.

Fueunbesomemorable,aquelprimero,contraelmurodelaiglesiade San Ginés, no muy lejos de la oficina. César había dejado el cascosobre el asiento de lamoto en la que le había llevado a dar una vuelta,como si tuvieran veinte años, como siMaría no hubiera pasado ya poreso,lasalidadelinstituto,elnovioesperándolaenlapuerta,lacarpeta,loslibros,ladespedidaenelportal.Peronoeranveinte,sinotreintaycinco,yun marido, tres hijos, una casa, la lista de la compra, el cargo deconciencia.

Al principio,María se había jurado a símismaque su historia conCésar Barbosa no duraríamás de un fin de semana, el que se separabacadaañodeBernabéparaqueélpudierairaZamoraavisitarasumadre,queno la aguantabaynoqueríaverlani enpinturaporquedecíaque lohabíacazadoalazo,asuhijo,conelfuturotanprometedorquetenía.Peropasó el domingo y el lunes se presentó César Barbosa en la oficina deLibrarteconunafacturanuevayunanuevainvitación.

Asíquecomenzaronaverseaescondidas,enunhotelitodiscreto,ala

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horadecomer.Dosotresvecesporsemana,sinomás.Yalotonto,alotonto,habíanpasadoyanuevemesesdeaquelprimerbesotancauteloso.

La primera que se fijó en el labio inflamado de María fue Gaby,porque la tenía enfrente, mesa contra mesa, y porque desde suconversaciónconBertanohabíapodidoquitarlelosojosdeencima.Nolaobservaba: la escrutaba.Ella jamásengañaría aFranklinLivingstone.Niportodalalujurianiportodoelorodelmundo.

—Asunción,¿tehasfijadoencómotraeellabioMaría?Asunciónlehabíapedidotantasvecesperdónporlameteduradepata

del biberón y el chupete que ya sólo le faltaba flagelarse en la plazapública. Gaby había recibido flores, bombones, regalos, disculpas,abrazos, lagrimones… Por supuesto, la había perdonado de inmediato.Pobrecita, la había consolado, ¿tú cómo ibas a saber lo que se estabacociendo? Deberíamos habértelo contado desde el principio, es culpanuestra,nollores.Luego,Bertayellalehabíandescubiertoelpastel,contodo el tacto delmundo: queMaría le pone los cuernos aBernabé, quedesdehacenuevemeses,quemírala lo tranquilaqueparece,queencimadicequeesporsubien.

—¿Ellabio?—Asunciónseasomóalapuertadelacocina,dondesehabíareunidodiscretamenteconGabydespuésdequeéstaleenviaseune-maildándolecitadelantedelacafetera.

—PareceAngelinaJolie,mírala.AsunciónnotuvomásremedioquedarlelarazónaGaby.Bertanose

habíapercatadodenada.Desdehacíavariosdíasparecíatenerlacabezaenotra parte. Estaba alelada, distraída. Las chicas lo achacaban a lapreocupaciónporlasituacióndeLibrarte,aunquehabíancomprobadoquede vez en cuando apartaba la mirada de la pantalla del ordenador paradirigirlaalaventanayqueentonces,derepente,suspirabaysonreía.

—Pues sí que lo tiene hinchado, sí —respondió Asunción—. ¿Lepreguntamosquélehapasado?

—Niseteocurra—dijoGaby—.Debedeserunmordisco.—¿Dequién?¿Desuamante?—Hombre, claro, no va a ser de Bernabé, a estas alturas. Un

mordiscoalosquinceañosdeinfelizmatrimonionotieneningunalógica.—Anoserqueseaunmordiscodelosdeviolenciadegénero.Encambio,laprimeraqueunosdíasdespuésnotólodelmoratónen

elojoderechofueBerta,porquefuelaqueleabriólapuertaaMaría,que

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entróenlaoficinallorandoamares.Comoparanodarsecuentadeloqueocurría.Elojoestabatannegroqueparecíaeldeunosopanda.

Le pusieron hielo, le dieron un vaso de agua, la sentaron en lamecedoradeldespachodeBertayesperaronensilencioaqueMaría lescontaraqueCésarBarbosaera,enrealidad,elhijodeputamásbestiadetodoslostiempos.

—Ahora,¿quéledigoaBernabé?—selamentóMaríaconlasmanosenlacara.

—¡Que te he pegado yo!—se ofreció voluntaria Asunción—. Poraccidente,claro—añadióenseguida,arrepentidadesuarrebato.

La aventura amorosa había comenzado a torcerse en el instantemismo en el que aMaría se le había ocurrido contarle al Pirata que elseñor Craftsman había venido a España con la intención de cerrar larevista y despedirlas a todas. Esta noticia, que al fin y al cabo deberíaresultarleajenaaBarbosa,lohabíaenfurecidodeunamaneratalqueesamismanoche,enlaterrazadelataqueríadelacalledelAlamillo,lehabíapropinadoaMaríauncacheteenlacara.Lehabíareprochadocruelmentesu incapacidad para conservar aquel empleo, o cualquier otro. Era unaestúpida,lehabíadicho,quenovalíaparanada.

Ellalehabíadadolarazón.El cachete le había dolido. Pero más la certeza de estarse

convirtiendoenunacargaparaBarbosayelmiedoaquedarsesinél.¿Quépodíaofrecerleella?Yanoeraunajovencitaconuncuerpoirresistible,niunamujermadurainteresanteyricaquepudierasatisfacersuscaprichos.Noeramásqueunamadecasadesesperada,unaFrancescadepacotillaquenohabíasabidodeteneratiempolaintensidaddeaquellarelaciónylahabía permitido crecer hasta convertirse en una adicción. Si CésarBarbosalaabandonaba,Maríaperdíasucentrodegravedad.Siademássequedaba sin trabajo, lomás probable era que jamás volviera a levantarcabeza.

Desdeaquelprimercachete,enmuchasocasiones,despuésdehacerel amor, el Pirata se revolvía contra ella igual que una serpiente: amordiscos.Unasveces sólo laamenazabadiciéndolequeundía la ibaamatar.Otrasempezabaamatarlapoquitoapoco,agolpes,azarpazos,yella notaba que el alma se le escapaba por las heridas y era tan ligeracomoelairequesefugadeunglobopinchado.

Ella le daba la razón por pegarla. Le decía a Barbosa que se lo

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merecía y a Bernabé que se había apuntado a un cursillo de defensapersonal.

Pero la paliza de aquella tarde había sido la peor. Se habíanencontradoenelhoteldesiempre,ellasehabíadesnudadoyélselehabíalanzado encima derribándola sobre el colchón de aquella cama tananónima. Luego había forcejeado con su propia urgencia hasta dejarladerrotadaentrelassábanas.Porúltimo,sehabíavestido,losvaquerosloprimero,elcinturónconhebilla,lasbotasconpuntera,yhabíacomenzadoa pegarla con los puños cerrados. Traía la espalda cubierta demagulladuras,lacaradeformada,lapielatiras.

—Hay que denunciarlo inmediatamente —afirmó Berta—. Voy allamaral inspectorManchego,quevengayque teveaantesdequese tecierrenlasheridas.

—¡No,porDios!¡No,porDios!—lesuplicóMaría—.TodomenosqueseentereBernabé.

—Bernabé no tiene que enterarse —replicó Berta—. Pero a esteanimalhayquemeterloenlacárcel.

—No, Berta, por favor te lo pido—dijo María llorando—. No lequierodenunciar.Esculpamía.

Tanto les rogó María que le guardaran el secreto que sus trescompañeras no tuvieron otro remedio que doblegarse a su voluntad. Siellasenegabaa tramitar ladenuncia,nopodíanhacernadacontraCésarBarbosa.

—Pero eso sí —anunció Berta—: Si ese sinvergüenza se atreve avolver a asomar su cara de malnacido por esta oficina, yo misma lelanzaréunpisapapelesalacara.

—Yyolastijeras—añadióAsunción.María llamó por teléfono a Bernabé y le contó que debido a la

ausenciadeSoleá,queestabahaciendounreportajeenGranada,ellateníaqueirseurgentementeaBarcelonaparaasistiralasemanaculturalyqueno regresaría hasta dentro de cuatro días. Bernabé le preguntó si podíadejaralosniñosenlaoficinadespuésdeclase.Elladijoquesíyluegosemarchó conBerta, que le había ofrecido su casa para recuperarse de lapaliza.

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—¿Yatiquétepasa?—lesoltóAsunciónaGabyencuantoMaríayBertasalieronporlapuerta.

LacapacidaddeAsunciónparaatenderavariosrevesesamorososala vez era realmente asombrosa. En medio de aquel lío, no sólo habíaestadopendientedeladesgraciadeMaría,sinoqueporelrabillodelojohabía vigilado a Gaby y se había percatado de su decaimiento y de suextrañosilencio.Ella,queeracuriosapornaturaleza,nohabíaintervenidoni una solavez en aquella conversación.Sehabíamantenido almargen,como una observadora de la ONU, sin hacer preguntas ni comentarios,cabizbaja y un poco distraída, dejándose arrastrar por la corriente yfingiendouninterésquerealmentenosentía.

—¿Amíquémevaapasar?—respondióGabydandounrespingo.—Algotepasa.Nomedigasqueno,queteconozco.Entonces,GabysederrumbócomoelWorldTradeCenter,contodo

el peso de unmillón de escombros, levantando una polvareda capaz deinvadirManhattan,concientosdevíctimasyfamiliasdestrozadas.Asífuesucaída.

Asunciónsemordiólalengua,searrepintiódehabersemetidodondenolallamaban:lavidadecadacualesdecadacual,Asunción,queparecesnueva,quenoacabasde arreglar lameteduradepatadel embarazoy lavuelvesameter,másgorda.

Despuésdeunaeternidaddellantosydisculpas,GabylogrócontarleentresollozosqueFranklinqueríavolverseaArgentina.

—Pues vete con él, mira tú qué bobada —replicó Asunción—. Elmomentonopuedesermejor,hija.Estásapuntodeperdertuempleo,ereslibre,notienesniñosqueteatenaMadrid.¿Quételoimpide?

—MeloimpideFranklin.Dicequesequiereirsolo.—¿Sinti?—Claroquesinmí.Ennuestrocaso,«solo»quieredecirsinmí.Latragediahabíaocurridoaquellamismamañanaantesdesalirhacia

la oficina.Como todos los días de su vida en común, Franklin se habíalevantado primero, había encendido el horno para tostar el pan, habíapreparado café, había calentado leche y había regresado a la cama para

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despertaraGabyconunbesodebuenosdías.Yselahabíaencontradollorando.Entonces, ella le había contado que acababa de soñar con su bebé.

Queeranlágrimasdefelicidadporqueestabaseguradequeesesueñoerapremonitorio, que estaba claro que su cuerpo sabía que pronto, muypronto, se iba a quedar embarazada. Después lo había abrazado, aúnllorando,ylehabíavueltoadecircuántoloamaba.

—YentoncesFranklin, así, sinmás, va ymedice: «Mira, flaca, yocreoquelomejorparalosdosesqueyomevuelvaalaArgentina».

—¡Perocómovaaseresolomejorparalosdos!—Esolehedichoyo,Asunción,quedequécoñoestabahablando.FranklinLivingstonesabíaquesufuturoenArgentina,lejosdeGaby,

eraunacallefríaysolitaria,dosotrescajasdecartón,unabotelladelicorbaratoyunamuerteenvida,lentaydolorosa,plagadaderecuerdosquealfinalhubieraconfundidoconsueñosdeborracho.Perotambiénsabíaquehabía llegado la hora de separarse de Gaby para que ella pudiera sermadre.

Éltambiénlloró.—¿Perovosotrosdossoisidiotasoquéospasa?—estallóAsunción,

envalentonadadespuésdelareprimendaaMaría—.Nuncaheconocidoauna pareja que se quiera tanto como Franklin y tú. Podríais estardisfrutandotranquilamentedevuestroamory,sinembargo,nohacéisotracosa que buscar problemas donde no los hay. ¿Queréis niños? Pues losadoptáis, guapa, que elmundo está lleno de criaturas esperando a unospadresquelosquieran,aversitecreesqueloshijossiemprelleganporelmismo conducto. No, señora, los hijos le caen a una en la vida pordiversosmotivos.MitíaPaca,porejemplo,solterayfeliz,sehizocargodemíydemishermanoscuandosemurieronmispadres.Ea,seleacabólatranquilidad.Yhasidounasegundamadrefantástica,ellaquejamássehabíaplanteadolodeformarunafamilia.

—Esqueamíloquemepasaesquetampocoquierotenerhijosportenerlos—respondióGaby—.YoquierotenerloshijosdeFranklin.

—Serán de Franklin, Gaby, igual que tuyos. Tendrán sus modos ymanías.Hastaacentoargentino,boba.

Las lágrimasdeGabyperdieronsucaudal.Se levantóde lasilla, ledio un beso bien apretado a Asunción y salió a la calle en busca deFranklinLivingstone,elamordesuvida.

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Asunción apagó las luces de la oficina, desenchufó la impresora ytiróelcaféalfregadero.Estabaclaroquelajornadalaboraldeaqueldíahabíallegadoasufin.Eranlasdiezymediadelamañanaynoteníanadaquehacer.Quérápidocrecenlosniños,selamentó,ydespuésrecordóqueenunpardedíaseraelcumpleañosdelahermanitadesushijos.Decidióacercarse al Corte Inglés y comprarle una muñeca de las que tanto legustabanaelladeniña.«DecidlequeesdepartedesutíaAsunción,quelaquiere mucho y le manda muchos besitos», les diría como siempre,anhelando secretamente el día en que su exmarido y su nuevamujer sesepararan, cosa que acontecería, seguro, tarde o temprano, y dada lainutilidad del padre de sus hijos para atender a una niña, ella pudieraocuparsedelapequeñalosfinesdesemanaalternos.

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UN primo de Soleá —así lo llamó ella, «primo», aunque Atticuscomenzabaasospecharqueaqueltratamientoeramásunacostumbrequeuna realidad entre los miembros del clan— dirigía un negocio en elSacromonte. Se trataba de un espectáculo de flamenco para turistas y seubicabaenunade las cuevasquehoradaban la colina, convenientementeencalada y decorada con su pequeño tablao y sus mesitas de maderapintadadeverdeyflores.

—Ahí, fíjese usté lo que le digo, vivieron mis bisabuelos —leexplicó Soleá a su jefe señalándole el lugar—. Tuvieron quince hijos,sobrevivieronnuevey lamásgrande fuemiabuelaRemedios.Al fondoestaba la lumbre, enmedio las esteras para dormir y agua no había. Lasubíanendos tinajas, lasque tienemimadrea los ladosde lapuertadecasa,enlasalforjasdeunburro,desdeelrío,todoeldíasubeybaja,bajaysube.SellamabaJenaro.

—¿Subisabuelo?—¡No!¡Elburro!—Soleáseriodebuenagana.No había dejado de reírse desde que había llegado a su tierra. Era

como una planta cuyas raíces hubieran encontrado un tesoro de aguasubterráneayahorasenutrieradeellayfloreciera.

—Vivióquinceañosenlacasa—continuó—.Eraeljuguetedetodoslosniños;sobretododemiabuelaRemedios,queloqueríacomosifueraunapersona,¿sabe?YresultaqueundíaelJenarosehizoviejoyyanovalía para acarrear el agua y entoncesmi bisabuelo lo cambió por unomás joven. Por lo visto, pasaron por aquí unos feriantes que iban paraMadrid en unas carretas e hicieron un trato: burro por burro y unoscabritos y no sé qué más. Total, que mi abuela, la pobre, llorabadesconsoladapor su Jenarodelalmaynoqueríaniveralburronuevo,queeranegrocomoelcarbón.

Mientras hablaba, Soleá se apartaba mechones de pelo de la cara.Atticus caminaba a su lado, amás de unmetro de distancia, no fuera alevantarsuspicaciasentre losnumerososprimos,y tratabaaduraspenasde seguirle el paso a la chica por aquella ladera tan empinada. Caía latarde sobre la fachada de la Alhambra, que se había vuelto de color

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terracotaclaro,pieldegitana.—Elburronuevoera listísimo.Tantoque seaprendióel caminoal

ríosinquenadieseloenseñara.Mibisabueloestabaquetocabalaspalmasdecontentoalpensarenelnegocioquehabíahechotanbueno.Yentonces,unatarde,cayóunaguacero.Unatormentaderayosytruenosquecogióalburro amedio camino volviendo del río.—Aquí Soleá hizo una pausadramática—.¡Ay!¡Cuandomiabuelaviodesdeloaltodelacuevaqueelburrochorreabatintanegra!¡QuedebajodelnuevoestabaelviejoJenaro!¡Que los feriantes lo habíanpintadoy se lo habíanvuelto a vender a supropioamo!

—¿Eraelmismoburro?—Elmismito,señorCrasman,elJenaroenpersona.Soleáseparóatomaraire.Serecogióelpeloenunmoñoalto.Selo

sujetó con dos horquillas y después continuó subiendo, el viento en lacara, laAlhambradoradaa suespaldayAtticusCraftsman, trasella, sinaliento.

—¿Esgracioso?—preguntóéltímidamente.—Puesclaroqueesgracioso.Llevamoscincuentaañosriéndonosde

estahistoriaenlafamilia.—¿Puedoreírmeyo,aunquenoseadelafamilia?Soleálomiróalosojosfijamente.Pensódetenidamentesurespuesta

yfinalmentedijo:—Mejorno.EnlapuertadelacuevalosesperabanelhermanodeSoleá,Tomás,

el primo Arcángel y el dueño del negocio, el Potaje, los tres con losbrazosenjarras.

Losautobusesdeturistasempezabanahacersuapariciónporelfinaldelacalle.Atticussaludóprecipitadamentealostreshombresy,escoltadoporSoleá,entróeneltinglado,dondelasbailaoras,quenoeranotrasquelashermanasy lasprimasdeSoleá, sehabíanvestidode flamencasysehabíancolocadolosclavelesenloaltodelacabeza.

LahermanadelaabuelaRemedios,Dolores,aguardabasentadaensusilla, un trono, en el fondo del escenario y a su lado había dos sillasvacías, ambas con sendas guitarras españolas apoyadas en el respaldo.Llevabaunmoñogrande,una flor inmensayunoszarcillos tanpesadosqueparecíaqueseleibanacaerdelasorejas.

Elrincónquehacía lasvecesdecamerinoestabaseparadodelpatio

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de butacas por unas cortinas de seda. Desde allí se dispusieron acontemplarelespectáculoAtticusCraftsmanySoleáAbadHeredia,codoconcodoyconunajarracompartidadevinoconlimónyhielo.

Unaveintenadejaponesestomaronasientoenlasprimerasfilas;trasellos, unos norteamericanos muy ruidosos y, al fondo, tres o cuatroparejasmás.Lasala,enmenosdediezminutos,estaballenaarebosar.

—Hoy baila la Borrachita—le contó Soleá—. Pobrecilla, siempreenganchada;desdechica.

Unamujerdemedianaedadse tambaleóhastaelcentrodel tablaoehizosonarlascastañuelasconunamaestríaqueadmiróalinglés.Despuésselanzóabailarylohizoconmuchagracia,apesardequeSoleámovíanegativamentelacabezaycuchicheabaconsusprimas.

—Estabaenlacalle,¿sabeusté?—susurróaloídodeAtticus.Luegosalieronlasmásjóvenes.Losjaponesesgritaban¡oléyolé!Y

hacíanfotografíasconsuscámarasdigitales.LatíaDoloreslasanimabacongritosypalmas.Ellasentrabanenel

camerino, se cambiaban el vestido, nomire,míster, volvían a salir conotraflor,otroszapatos,otramiradadefiera.

Al cabo de un par de horas el espectáculo terminó. Los turistasabandonaron satisfechos el lugar y Atticus se levantó paramarcharse acasa.

—¿Dónde va usté, míster Crasman? —se extrañó Soleá—. Ahoraempiezalobueno,encuantitosalgaelúltimoguiri,perdonelaexpresión.

Eranlasdocedelanoche.ElPotajeechó la trancayentre todosapartaron las sillas.Arcángel

cogiólaguitarra,sepusoenelcentro.Tocó.EstavezAtticussintióqueunamagiararapenetrabaensuorganismo

yseapoderabadeél.ElPotajegolpeóelcajón,latíaDolorespronuncióelhechizoconsubocadesdentadayunafuerzadejuventudlalanzóalvacío.Bailó.

Las chicas se soltaron el pelo y se concentraron en el centro delescenario, rodeando a la anciana. Todas ellas danzaron moviendo susdedos como gusanos de luz. Se podía sentir el palpitar de la sangrerecorriéndoleselcuerpoentero,delospiesalacabeza,mientrasungrupodemuchachosencabezadosporTomásselascomíanconlosojos,conlasmanos,conlaboca.

Atticusnopodíaapartarlavistadeaquellascinturasquebradas,nide

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aquellaspiernasquedetantoentantoasomabanpordebajodelosvolantesde las faldas. Los tobillos, el sudor, la agitación de aquellos pechos, lasuavidaddelpelosobrelaespalda.Laspalmas,eltaconeo,ellamentodelaabuela,elgolpeardelaguitarra.

Poco a poco la cueva se fue llenando de otros hombres y otrasmujeres, de otras guitarras y de otros ecos, hasta que el aire se hizoirrespirable.

Despuésdeunaeternidadensemejanteestadodehipnosis,AtticussediocuentadequeSoleánoestabaasulado.Labuscóconlamiradaylaencontróenun recovecooscurode lacueva.Unhombre joven laestabaacechandoyella sedejabaquerer.Él le rodeaba lacinturaconunbrazofuerte,ellaechabalacabezaparaatrás.Élseinclinabaparadecirlealgoaloído,ellasereía,sellevabalamanoalaboca,lelanzabaunbeso.

Y Atticus Craftsman, embrujado por las malas artes de aquellamúsica,sintióganasdematarloconsuspropiasmanos.

Salió a la calle. Inspiró el aire perfumado de las laderas delSacromonte. Era jazmín y dama de noche en unamezcla embriagadoraquelerevolvióelestómago.Entoncesviosalirelsolporelotroladodelmonte.Lamadrugada lo había cogidodesprevenido.Comono supodarcon el camino de vuelta a la casa de Soleá, se echó a dormir en unaesquinadelacalle,juntoauncubodebasuraamarillo,comounborrachogenuino,maldiciendoentredientesatodaslasmujeresdelatierra.

Cuandodespertó,seencontróconlasonrisadesdentadadelaabuelaRemediosaescasoscentímetrosdesucara.

—Buenosdías,míster—ledijoconunanaturalidadquenoencajabaconlascuatrodelatarde—.Seleestáquedandofríoelpotaje.

Atticus ahogó una arcada. Se incorporó a duras penas y reconocióaquella habitación, que era la suya, con su colección de abanicos y susmuñecasvestidasdeflamencas.Elrestodelafamiliaandabadesperdigadaporlacasa.Lamesaestabapuesta,loschiquillosalborotabanenelpatio,las chicas charlaban junto a la ventana, Tomás dormitaba en un sofá ySoleá le sonreía desde la penumbra. La imaginó compartiendo su camacon uno de aquellos hombres de rasgos exóticos, amándolo con unapasiónsólocomparablealadesusprimas,tresfelinas,sobreeltablao.

—Mealegrodeverle,señorCrasman—ledijoentonodebroma—.VeoquehasobrevividoasuprimeranocheenGraná.

—Buenosdías,Soleá—respondióél.

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—Lo trajo mi hermano Tomás —le explicó ella—. Lo encontrótiradoenlacallehablandoeninglés.¡Quéarte!

—¿Quédecía?—Nosabemos.Aquí laúnicaquesedefiendeen ingléssoyyoyya

estabaacostada.Atticusvolvióasoñarladespierto,dormida.—Estoy muy avergonzado…—comenzó él, pero Soleá le tapó la

bocaconlamano.—Chis…—ledijo—.Noselamenteustédehabersedivertido.¿Sabe

loquedecimosaquí?¡Quelequitenlobailao!Lasobremesatranscurriópesada.Ladigestiónlenta.Alcaerlatarde,

Soleá losacóapasear,comoaunperrillofalderoabandonadoun15deagosto en una gasolinera de carretera. Le fue llevando, guiado por elvientode supelo, por las calles antiguasdelAlbaicíny le fue contandohistorias de la familia, a cada poquito más compartida. Al llegar almiradordeSanMiguel,separóasulado,frentealaAlhambra,yrespiróhondo.

—Bueno—dijo—,hallegadolahoradepensarenelplan.—¿Qué plan? —Atticus había perdido la noción del tiempo y del

espacio.—MísterCrasman,¿quéplanvaaser?¡Eldeconvenceramiabuela

paraquenosdejeverlospoemas!—¡Ah!Eseplan.AtticusCraftsmannohabíadiseñadoningunaestrategia.Lacuestión

le parecía tan simple como presentar sus credenciales a la anciana yhacerle una propuesta económica que ella no pudiera rechazar. HabíapensadoquesuvisitaaGranadaconsistiríaenunpardehorasdeformalnegociación, un apretón de manos y un hasta nunca tan educado comodistante.

Sin embargo, las cosas habían cambiado radicalmente desde sullegada a la casa de Soleá. El espíritu de unmisterioso duende del quehablabatodoelmundosehabíaadueñadodesuvoluntadhastaelpuntodehacerle dudar sobre sus auténticas intenciones. Durante el tiempo quellevabaallí,sehabíasentidoarrastradodeunaescenaaotra,sincapacidadparaintervenirenlatramaprincipaly,dealgunamanera,habíallegadoala conclusión de que el verdadero tesoro no estaba en los poemas deLorca,sinoenlasangrequecorríaporlasvenasdeaquellagente.

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AtticusCraftsman,un30demayo,frentealpalaciodelaAlhambra,entendió que hasta ese momento sólo había saboreado el guiso con lapuntadelalenguayquesudeseoeradevorarloentero.Rebañarelperol,chuparselosdedos,mojarpanenlasalsa.

—Loprimero—dijo—vaasercomprarmeunaguitarraespañola.

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BERTAQuiñonesnodisponíadeunahabitaciónparainvitadosensudiminuto piso de la calle del Alamillo, así que María tuvo queconformarse con dormir en el sofá, eso sí, envuelta en las mejoressábanas de hilo y arropada con una manta de mohair especialmenteadquiridaparalaocasiónporsumaternaljefaenunatiendadeproductosparaelhogarconlaquesetoparonenelcaminodelaoficinaacasa.

ApesardelplatodesopacalienteylatortilladepatatasquepreparóBertamientrassuamigasedabaunbañocaliente,convelasaromáticasyaceite relajante, María seguía temblando de frío. Los dientes lecastañeabany lasarticulaciones ledolían.Searrebujó todavíamásen lamanta y abrazó la almohada como si fuera un salvavidas y estuviera apuntodeahogarseenelfondodeunlagodeaguasheladas.

Bertasesentóenunabutacaasulado.Hastaesemomentoningunadelas dos había querido iniciar la conversación que ambas sabían que erainevitable.Todohabíansidobuenaspalabrasybuenasintenciones,unvasodelechecaliente,unpijamadealgodón,algodemúsicaclásicayalgunaslágrimasdeagradecimientoyvergüenza.

—Conque César Barbosa —dijo finalmente Berta para romper elhieloydejarquefluyeraelcalor.

Maríanopudohacerotracosaqueasentir, lasmanosaferradasa latazadelecheylamiradaclavadaenlaalfombra.

—Menudo sinvergüenza—continuó la jefa—. Lo calé desde el díaquelovientrarenlaoficinaconlabarbasinafeitaryesacazadorasucia,yeltatuaje,ylapintadechulo,yelcascodelamoto,quenoséloquelesveis a los hombres como él, si está clarísimo que no tienen buenasintenciones.

—Porque túeresmuy lista,Berta—serevolvióMaría—,yporesollevastodalavidasola.

—Pues mejor sola que mal acompañada —replicó la otra, algoofendida—.Esperoqueahorapongaspuntofinalaestedrama.

—No es tan fácil —respondió María, angustiada—. Las cosas sonmuchomáscomplicadasdeloqueparecen.HequeridoromperconCésarunmontóndevecesyélsehapuestoviolento.Noadmitequeunaestúpida

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mujerpuedaabandonarlo.Asímelodijo.—Claro,porqueesdelosquesecreensuperiores,¿no?Maríarompióallorar.—¡Ay,Berta!¡Enquélíomehemetido!—Nohaynadamejorquellevarlarazón,María—dijoBerta—.Yno

quierosercruel.Peroacuérdatedeloquetedije,queestabasponiendoenpeligrotufamilia,tufelicidad.Debistehacermecaso.

Agotadaporelmiedoyeldolor,Maríafueperdiendopocoapocolaconscienciaycayóenunsueñopesadoenelquesintióquelaalmohadalaestaba ahogando y no tenía fuerzas para levantar la cabeza y respirar.Bertavelósusueñoduranteunrato,peroprontotambiénellacomenzóadarcabezadas.Eldíahabíasidointenso.

Cuandoselevantódelabutacaparaapagarlaslucesdelsalón,sediocuentadequeMaríasehabíadormidoaferradaalmóvil.Loagarrabaconuna fuerza sobrehumana, como si en él residiera la clave de susupervivencia.

Consuavidad,sindespertarla,fuedespegándoleunoaunolosdedoshúmedosdelaparatohastaquelogróliberarlo.Después,segúnsedisponíaadesconectarloydejarlosobrelamesa,sefijóenelpilotitorojodelosmensajesdetexto.Parpadeaba.

Se acercó el teléfono a la cara, descubrió el nombre de CésarBarbosa entre parpadeo y parpadeo y entonces, sin remordimientospresentes o futuros, decidió leer la última amenaza delmaltratador: «Sequeestásencasadetujefa.Comomedelatesosmatoalasdos».

Elteléfonoselecayóalsuelo.Maríaemitióundébilgemido.Bertasintióque lahabitación enteradabavueltas a su alrededor.Que sehabíasubido enun tiovivode feria y semareaba con las luces, lamúsica, lasrisas y los gritos de los niños que la acompañaban. Estaba indefensa,atrapadaenunacasadiminutadelacalledelAlamillosinmásprotecciónqueuncerrojoviejoyunapuertaviejayunpardevecinosviejos.

Recogióelmóvil, leyódenuevolaúltimafrase:«Comomedelatesosmatoalasdos».Seasomóalbalcón.Escrutólacalledearribaabajo,decurva a curva, en busca de la figura siniestra de César Barbosa, sucazadora de cuero, sus zapatos de punta y su hebilla de metal, pero lanocheestabaapagadayquieta.Demasiadosola.

Seagachó.Pornadaenespecial.Simplementeseagachó.Caminó a gatas hasta la mesita donde estaba el teléfono fijo.

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Descolgó.Marcóelnúmeroqueabsurdamentehabíamemorizadoconlailusióndeunaniñatontaquebajaalaplazaacomerpipasyseencuentradefrenteconlospantalonescortosdelchicoquelamira,quesecruzaconellaenlascuatroesquinasdelpueblo,quelelanzapiedrecitasalaventanayquesueñaconella,querepitesunombreenelecodelbarrancoyluegoloescribeconunatizablancaenlapareddelhuerto.

—¿Manchego?—¿Berta?—¡Ven,sálvame!

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EL inspectorManchego estaba de suerte: le acababan de tocar tresasesy la apuesta, enbilletesde cinco, superaba losdoscientos cincuentaeuros. El Macita tenía cara de dobles parejas, el Josi acababa de deciraquello de «no voy»y elCarretero se estaba tirando un farol, cosa quehacía fatal porquede toda la vida, cuandomentía, se le disparabaun ticnervioso en las aletas de la nariz y aManchego, que lo conocía desdeniño, no le pasaba desapercibido el abrirse y cerrarse de aquellas fosasnasales descomunales, así que o iban de pareja o el Carretero estabaperdido,esolodescubrieronjugandojuntosalmusenelcasino.

Ya se estaba frotando las manos Manchego y saboreandomentalmente algún rico platillo del restaurante al que se había juradoinvitar a Berta Quiñones cuando le sonó el móvil en el bolsillo delpantalón.

—Nolocojas,cagonlamar—lesoltóelMacita,quesecreía,pobrehombre,queseibaaquedarconlosdineros.

Manchego lo miró con una mezcla de desprecio y ferocidad altiempoquesacabaelmóvildelbolsillomásrápidodeloqueJohnWaynedesfundabalapistolaenLadiligenciayselomostrabaalotroagitándoloantesusojos.

—Esto no es el teléfono de una tienda de ultramarinos,Macita, nojodas—dijo—.Es una herramienta de trabajo.Es la línea que separa lavidade lamuerte, laqueatrapaalasesino, laqueevitaunadesgracia.Ypretendesquenolocoja,mercachifle,quepormuchogourmetquepongasenelcartelesetancursidetunegocioloúnicoquetepreocupaesvenderlatasdeatúnenaceite.Quenolocoja,quenolocoja—añadióentonodeburla, imitandolavozunpoconasaldesuamigo—.¿Ysise tratadeunasuntodedrogas,odeuntiroteo,odeunatracoamanoarmada?

Descolgó.—¿Berta?—balbuceó.—¡Quémamón!—exclamóelMacita.ElcasoesqueaManchegoleresultabamássencilloocultarun trío

de ases que aparentar normalidad cuando tenía los sentimientosalborotados.Losamigoshabíannotadoquealgosucedíaenlasintrincadas

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emocionesdel inspectordesdeelprimerdíaque llegó tardea lapartidacon la mentira del trabajo amontonado, la cara sofocada, la sonrisabobaliconaylamiradaausente,quehabíaconfundidounaparejadereinasconunadejotas,quesehabíadejadoamediaslamediaracióndegambasalajillo,quenohabíadadopieconbolaentodalanoche.

—Mancheguito—le dijo elMíguel con aire de guasa—, ya te hasvueltoaenamorar,nomedigasmás.

—¿Quién?¿Yo?Era enamoradizo el inspector. Y poco selectivo en los asuntos del

corazón. Y poco realista. Los amigos lo habían acompañado en variasborracheras de desengaño; juntos habían condenado al fuego eterno atodas las mujeres de la tierra por pérfidas, por guapas o por crueles,habíanjuradonovolveracaerensusredes,yapesardequetodos,menosManchego, estabancasados, los cincohabían faltadoa supromesade lamaneramásvergonzosa.Laúltimaconquistadelinspectorhabíaresultadoserunaestafadoraquelerobólacarteralaprimeranocheenquesalierona cenar. Se llamaba Piluca y los muchachos sospechaban que de jovenhabíasidounhombre;nohabíamásqueverlelasmanospeludas,elbigoteafeitadoyelnacimientodelanuezenloaltodelcuello.

Detodasmaneras,nohuboocasióndecomprobarlo,yaqueaquellahistoria del revés amoroso había terminado antes de comenzar en aquelrestaurantedebarrioenelqueManchegoperdiósudinero,sucarteraysudignidad.

Desde entonces, el hombre había procurado mantenerse célibe depensamiento, palabra y omisión, en parte para proteger su integridademocionalyenparteporquehastaelmomentono sehabíacruzadoconningunanuevacandidataaromperleelcorazón.

PeroBertaQuiñones,laanodinadirectoradelarevistaLibrarte,alaque el inspector había descrito como unamujer demediana edad, algoentrada en carnes y necesitada de gafas para ver de lejos, parecía, poralguna extraña razón, haber comenzado a formar parte de lospensamientos y preocupaciones deManchego.Él sostenía que su interéspor Berta era meramente profesional—había puesto al corriente a susamigosdesusavancesenelcasoCraftsman—,perolosmuchachos,quelo conocían bien, sabían que aquel estremecimiento que le sacudía cadavez que le sonaba elmóvil se debía a otro tipo de interés,más del tipoamoroso.Loquenoentendíaneraquéhabíapodidoversuamigoenuna

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mujer como aquélla, tan diferente a todas las hembras de las quenormalmenteseencaprichabasiguiendoalpiedelaletraelcriteriodelasteleseriesnorteamericanas.Aélsiemprelehabíangustadoaltas,rubiasyvoluptuosas, un poco tontas, un poco facilonas, con nombres absurdoscomo Babi, Lucy o Mimí, muy desvalidas, eso sí, necesitadas de unvaliente inspector de policía dispuesto a arriesgar su vida por salvar subolso.

Bajaellistón,ledecían,oterminarásmássoloqueGaryCooperenSoloanteelpeligro.Teharásviejoantesdetiempo,tellenarásdemaníasy,alfinal,temorirás,comotodos.Ynosedabancuentadequeellistón,entodosentidoexceptoenelfísico,estabaaunniveltanrastreroqueeradifícildegradarloaúnmás.

AManchegoningunamujer lohabíaqueridodeveras.Había tenidoladesventajadenacerconuncuerpazosensacional, inalcanzableparaelcomúnde lasmortalescomoBerta, tandelmontón,yhastaalmomentosólo había conocido la atracción física y la confusión sentimental. Aúnconservaba cierto atractivo —era un hombretón de anchos hombros,grandes manos y piernas macizas—, pero ya las canas le habíanconquistadolapartedelcráneoquenohabíadesertadodelaguerracontrala alopeciay el cinturón reglamentario lucía, comodosmuescas enunapistola,dosagujerosextra,dezapaterodebarrio,yavecessesofocabasihacía más ejercicio de la cuenta. Lo positivo del caso era que habíallegado el momento en que la pareja desigual de la empollona y el tíobueno comenzaba a equilibrarse de manera natural, dando paso a unaimagencreíblededosmiembrosde lamismaespecie trastabillándosealunísono.

Losamigos,queinconscientementeconservabanensusretinaslaideadelantiguoManchego,tangallardo,delmismomodoquealmirarseenelespejosenegabanareconocer losefectosdelpasodel tiemposobresuspropias pieles y sus propios pelos, no daban crédito a la situación.Escuchaban a su amigo hablar de la exbibliotecaria, cincuentona ynormalita, tirando a feílla y no aceptaban que ellos mismos estaban apunto de cumplir los sesenta. La rendición de Manchego ante laeventualidad de un amor más sentimental que físico les parecía unaderrotacolectivaquenoestabandispuestosatolerar.

—Hombre, Manchego—le decían—, una cosa es bajar el listón yotrabajarselospantalones.

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Pero aquella noche en la fonda—así lo llamaban algunos, fonda,como si todavía estuvieran en el pueblo— percibieron los estragos delenamoramientodesuamigoenlosojosentornados,lasmanoscrispadas,labocaespumosayeljuramentoqueseleescapóentredientessinpoderevitarlocuandocolgóelmóvilyloaplastócontraeltapete.

—Lomato—dijo—.Osjuroqueyolomato.—¿A quién vas a matar?Mira lo que dices, que si luego vas y lo

matasdeveras,nosmetesa todosenun líoporencubrirte—advirtióelJosi,sumejoralumno.

—Aunfulanoqueandaporahíamenazandoamujeresindefensas,elhijoputa.

ElinspectorManchego,entodasugloria,elevóloscienkilosdesuorganismo monumental, se llevó la mano al cinto, comprobó que lapistola estaba en su sitio, se puso la cazadora impermeable forrada degoretexycasiselargasindespedirse.

—¡Espérate, Manchego, que nos vamos contigo!—gritó el Macitahaciendo de portavoz del resto de los amigos, que, al unísono, selevantarondelamesadejuego,tiraronalgunasillaalsuelo,abandonaronlascartasylosdinerossobreeltapete,losiguieronalacalleysesubieronen el coche, apretados, cinco señores entrados en canas, cinco barrigasprominentes, cinco chavales de Nieva de Cameros en plena juventud,dispuestosapartirlelacaraalforasteroquesecreequeelpuebloessuyoy viene a las fiestas a hacer el bestia, a ligarse a las chicas, aemborracharse y a faltarles el respeto a las abuelas y luego no tiene nimedia bofetada, esmás cobarde que las ratas, sale huyendo, se caga demiedo,cuandoseencuentrade frentecon losmozosdelpueblo,Macita,Josi, Míguel, Carretero y Manchego, como en los viejos tiempos, lasventanillasdelcocheempañadas,lanochefría,lasangrehirviendo.

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BERTA tenía puesto el belén en un rinconcito destacado del salón;entreelficusbenjaminayelretratodesuspadres,sobreunamesacamillachiquita, cubierta con un paño de terciopelo rojo, el portalito, la cunavacía,laVirgenySanJosé,lostresReyesMagos,elMelchordelmantorojo,lamulillayelbuey,algodemusgo,unfondodecieloestrellado,dosmontañasdecorchonevadasdeharina,yelNiñoDiosescondidoenunacajademúsicaque,alabrirla,siseledabacuerda,tocabaNochedePaz.

Estedetalle,unidoasuslágrimasdeovejadesvalidayalgestodenohagasruido,Manchego,que lapobreMaríapor finsehadormidoenelsofá, no la vayas a despertar, devolvieron al inspector a su infancia decallesheladasyvinocalientecompartidoenlaplaza,queestanochenaceelNiño,calcetinescolgadosdelachimenea,zapatosnuevos,unbalónyunscalextric.

Habíandetenidoelcocheenunprohibidoaparcar,alprincipiodelacalledelAlamillo.AllísehabíanquedadoelMacitayelJosi,con la luzapagada y las solapas subidas, fumando un cigarrillo el uno,mordisqueándose las uñas el otro. El Míguel y el Carretero habíanacompañado a Manchego hasta el portal de Berta y luego habíancontinuadosoloshastaelfinaldelacalle,dondeenesemomentoestabanhaciendo guardia, los dos de pie, combatiendo el frío como podían,atentosacualquiermerodeadorqueencajaraenladescripciónde«fulanocon pinta de chulo», que era lo único que sabían de la apariencia deBarbosa. El inspector Manchego había subido por las escaleras maliluminadas hasta el tercero izquierda y se había dado de bruces con elmedallóndelSagradoCorazónylaaldabaenformademano,igualitaaladesucasadeNieva.Tambiénhabíatimbre,pero,dadaslascircunstancias,prefirió golpear con suavidad el llamador y esperar a queBerta, hechaunapena,laverdad,abrieralapuertadespuésdereconocerleatravésdelagujerodelamirilla.

Ellaloinvitóapasar,atomarseuncafé,asentarseenelsuelo,juntoala ventana, desde donde se podía ver quién pasaba por la calle sin servistos,igualquedesdeelpaiodelaprimeracasadelpueblo,ladeenfrentedeltelégrafo.

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—Siseleocurreaparecerporaquíestanoche,tejuroqueduermeenelcalabozo—leaseguróManchegoaBertaentresorboysorbodecafénegroydulzón.

—¡Qué canalla, qué canalla!—repetía ella moviendo la cabeza deladoalado,incapazdecreerquepudieraexistirenestemundoalguientandesalmadocomoCésarBarbosa.

—AsíqueMaría—Manchegolaseñalóconunmovimientodecabeza—seveíaconestetipoaespaldasdesumarido.

Bertaasintiócompungida.—¿Desdecuándo?—lainterrogóelinspector.—Queyosepa,desdehaceunaño,másomenos—respondióella—.

Perolacosaempezóatorcerseenmayo,cuandoélseenteródequeMaríaestabaapuntodequedarseenparo.Ahíescuandocomenzóaamenazarlayagolpearlaelcanalla.

—¿Porperdersutrabajo?—Ledecíaqueeraunaestúpida, incapazdeconservarunpuestode

trabajo tan sencillo como el suyo, que no valía para nada, que era unamierda,yasabes.

—¿Élaquésededica?—Es fotógrafo. Freelance. Uno de los que a veces contratábamos

paracosasdelarevista.Asíseconocieron.Malditalahora.—Bertaapretólospuñosconrabia,comosidealgunamanerasesintieraculpable.

—Mañana, en cuanto llegue a la comisaría, voy a investigar susantecedentes.Estosmaltratadoressuelenserreincidentes—dijoManchegohaciéndoseel interesante—.Podemospresentarelmensajecomoprueba.PeroprimerotenemosqueconvenceraMaríaparaquelodenuncie.

—Nocreoquepodamos—respondióBerta—,porqueestámuertademiedopensandoenquépasarásiseenteraBernabé.Estácasada,tienetresniños, hazte cargo. Cree que si habla, les pasará algo a sus hijos, esteBarbosaesunbestia,oqueBernabélaecharádecasa.

—Pues eso es lo malo. Las mujeres como María se callan y losabusossemultiplican,mecagonlamar.—Manchegoserascólanuca.

—¿Cuántopodríacaerle?—quisosaberBerta.—Poramenazas,entreseismesesytresaños.—¿Yporlesiones?—Dedosacincoaños.—Total, que en un par de años, si consiguiéramos meterlo en la

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cárcel y siendo optimistas, estaría libre.—Berta lomiró directamente alosojos—.YMaríasehabríaquedadosinfamilia.

—Entiendo—respondióManchego.Elcafécalienteylacharlaenvozbaja,laintimidadcompartidaque,

de repente y por primera vez en su vida experimentaba Berta,transformada de nuevo en la niña de las trenzas y las gafas, igual queaquellaotraescondidadetrásdelosvisillosdeunaventanasolitaria,era,apesar de lo doloroso de las circunstancias, una sensación extrañamenteagradablequeBertanotaba recorriéndole lapiel, calmándole el temblordemanos,apaciguándoleelmalestarestomacalymitigandoelfríoqueselehabíainstaladoenelcuerpo.

LapresenciadelinspectorManchegoensusalóneralomásparecidoal árbol en el que se hubiera refugiado la niña Berta en medio de latempestad:grande,firmeyrobusto.Unhaya,unrobledelosquehabitanlosmontesdeCameros.

Manchego tenía elmóvil enmodo vibración por consejo deBerta,para no despertar aMaría si no era estrictamente necesario. Su sonidomecánicolossobresaltóalosdospasadalaunaymediadelamadrugada.

—Manchego —dijo la voz del Macita—, acaba de pasar un tipobastante sucio. Lo seguimos a distancia para que no sospeche. TúidentifícalodesdelaventanayllamaalCarreterosihayqueactuar.

Elinspectorseincorporódeunbrinco.Bertaseasustó,latazadecafésetambaleóenelplatillo.Maríaabriólosojosantesdequeladespertaran,como si un instinto de supervivencia la hubiera alertado del peligromientrasdormía.

—¿Quépasa?—logrópronunciar,algoaturdida.Pero Berta y Manchego no respondieron. Ambos escrutaban la

oscuridaddelanochedesdelaventana,esperandoaquedeunmomentoaotroaparecieralafiguradelmaltratadorentrelaniebla.

Esofueexactamenteloqueocurrióacontinuación.Bajolafaroladelaaceradeenfrentesedibujóunbultoalgodesgarbadoquepocoapocofuetomandolaformadeunserhumano,labarbadedosdías,losandaresmarineros, el tatuaje, seguro, bajo la cazadora de cuero, el cigarroencendido.

—¡Barbosa!—loreconocióBerta,aterrada.—¡El cerrajero! —exclamó Manchego al mismo tiempo, todavía

incapaz de comprender lo que unos minutos más tarde, cuando pudo

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pensar con calma, estuvo más claro que el agua: que César Barbosa yLucas,elfalsocerrajero,eranunamismaydelincuentepersona.

Manchegoabriólaventana,sacólapistola,apuntóalafarolaygritó«¡alto!»sincalcularlasposibilidadesdeescapatoriaqueposeíaelPirata,veinteañosmásjovenqueélyquesusmuchachos,elcualsaliócorriendocomounaliebre,esquivandoalMacitayalJosi,queseloencontrarondefrente,porsorpresa,ydesapareciendoendireccióncontrariaporlacalledelAlamillo.Lamismacalleen laquevivíanBertaQuiñones, laseñoraSusanaysu inquilinoAtticusCraftsman,enparaderodesconocidodesdefinalesdemayo.

Osemejanteescenarioeraelresultadodeunacasualidadcósmicadedimensiones sobrenaturales o todos aquellos acontecimientos estabanconectadosdealgunamaneramuchomáslógicaqueesamismanochelossiete implicadosen la tramaestabanapuntodedescubrir sentados todosen el salón de Berta, con el pulso disparado, la lenguamuy suelta y lanochemuylarga.

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—LA solución era, una de dos, o diversificar el producto oespecializarse, que es lo que acordamos, porque a mí siempre se mehabían dadomuy bien losmelones ymuymal las naranjas, así son lascosas,quélevamosahacer.

Arcángeleraunhombremuyhablador.DeestosediocuentaAtticussobretodoporoposiciónasupropiasobriedaddepalabras,heredadadesupadre,Marlow:«Túhablas,yoescuchoy,acambio,meenseñasatocarlaguitarra»,fueel tratoqueelprimodeSoleáaceptóencantadoporque,además, según ledijo,hastaque semaduraran losmelonesdelpróximocamión paraMadrid no había mucho que hacer, aparte de tocar por lanocheenlacuevadelaDolores,lamadredelPotaje,quefinalmentehabíaresultadosertíodeSoleáynosuprimo.

Arcángel era nieto de Consuelos, otra hermana de la abuelaRemedios, el mayor de los sobrinos deManuela y en el que recayó laresponsabilidaddelnegociode frutasdePedroAbad,elpadredeSoleá,cuando, a la muerte de éste, Tomás les anunció a su madre y a sushermanas que se iba a dedicar profesionalmente al cante porque a él eltemadelahorticulturalecortabalasalasylesecabaelalma,yManuela,viuda joven, con cuatro hijas solteras, comprendió que más le valíavenderle la tierra y los camiones a alguien de la familia para que, almenos, el nombre del negocio siguiera siendo el mismo, cosa que norespetóelArcángelyporelloaquel sucesoera todavíaespinoso,mejornotratarlo,míster,paraqué.

La tía Consuelos tenía poderes analgésicos. La bisabuela decía quedesdeelmismomomentoenquevinoalmundolaniñaledesaparecieronlos dolores del parto y los entuertos del «reparto», que se le relajó elcuerpoenteroyseleacompasaronloslatidosdesucorazónconlosdelacriatura. Eso era cierto. Un fenómeno inexplicable: ser humano que seacercabaamenosdequincecentímetrosdelpechodelatíaConsuelos,serhumanoquenotabacómosupulsoseralentizaba—porquelamujerteníael ritmocardiacodeuna lagartija en reposo—y ledesaparecíanpocoapocotodaslasangustiasylosestreses.

Durante algunos años había sido famosa en Granada con el

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sobrenombrede«lamujerdelosdolores»,títuloqueaellaledisgustababastanteporque,segúndecía,sereferíaalproblema,noalremedio,ysupropionombre,«Consuelos»,queselopusosumadre,precisamenteporreferenciaasudon,hubieraservidoperfectamenteparadefinirla,pero,enfin,asíeslagente,quélevamosahacer.Cuandollegóalossetentacerróel consultorio que había abierto en el Camino del Monte por miedo amorirse en medio de una sesión y arrastrar con ella al paciente. Peroahorayahabíacumplidolosochentayveíaquesuvidasealargabacomola de un ficus milenario, con lo cual poco a poco estaba perdiendo elmiedoamorirseydándolevueltasa la ideadevolvera lacuranderíaeltiempoquelequedara,porquelagenteconundoncomoelde laabuelaConsuelosesposiblequenosemueranunca,oquesuvida,alralentí,sealarguehasta el infinito, comoel bolerodeRavel, ¿sabeusté?, queunopuede estarlo tocando el día entero, porque empieza donde termina yviceversa.¿Selotocounpoquillo,míster?

LasclaseslasimpartíaArcángelenelpatiodelacasadeSoleáylasrecibíaAtticus,conelpelorevueltoylasuñaslargas,entrelasdocedelamañana y las dos de la tarde, según el menú del día. Esta dependenciagastronómica del horario de clase se debía a que el inglés habíadesarrolladoungustoenfermizopor losguisosquepreparaba laabuelaRemediosenlacocinadeleña,cuyaventanaseabríaalpatio.Encuantoelaceiteempezabaacalentarseylacebollaadorarse,elcerebrodeAtticusCraftsman perdía el interés por los acordes de la guitarra para pasar aobsesionarseconlabendicióndelpucheroyArcángelcomprendíaqueeramejordejarlaclaseparaeldíasiguiente,selevantabadelasillaydecía:«Tiene usté mucho arte, míster», mientras le daba una palmadita en laespalda.Entonces,Atticusentrabaenlacasa,seguíaelrastrodelafritangahasta la cocina, saludaba a la abuela Remedios y ella le respondía: «Yaestásaquíotravez,Tico,niño»,yledabauncuchilloafiladoparaquelaayudaraapicarlasverduras.

A veces hacía falta pelar las habas y entonces se sentaban los dosfrente a frente en una mesa pequeña y se pasaban el rato charlando decosas serias. La abuela Remedios hacía tiempo que le había perdido elrespetoy lehabíaapeadodel tratamientodemísterque leconcedían losdemás.Leencantabasumaneradehablar,coneseacentotanguiri,lesolíapedir que le contara cosas de su casa, de su familia, de su campo, y leescuchaba atónita, a veces consternada, como cuando se enteró de que

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habíapasadosuniñezinternoenuncolegio,ocuandoAtticuslecomentódepasadaquenorecordabaquesupadre lehubieracogidoenbrazosniunasolavezentodasuvida.

—¿TúcreesenDios,Tico?—Creo que esto es lo que tenemos, esta vida, y que debemos estar

agradecidosporella.—¿Agradecidos?—LaabuelaRemediosteníalahabilidaddedarlela

vueltaalsignificadodetodoaquelloconloquenoestabadeacuerdoparalograrencajarloensusconvicciones—.EntoncesestáclaroquecreesenDios,Tico,niño,piénsalo,¿aquiénleagradeces?

—Alavida.—No le puedes agradecer la vida a la vida: sería como darle las

buenasnochesalanoche.Unmamarracho,lomirespordondelomires.—EntoncesdebedeserquesícreoenDios.—Digo.Oye,Tico,tútequierescasarconmiSoleá,¿verdad?—Nunca he pensado en casarme, abuela. —Para contrarrestar las

artes dialécticas de la abuela Remedios, Atticus había desarrollado lacapacidadderesponderconambigüedad.

—No te he preguntado si te quieres casar, así, en abstracto, comoquien pregunta si te quieres divertir o si quieres conocermundo, Tico,niño.LoquetehepreguntadoessitequierescasarconmiSoleá.

—EsqueSoleáesmuchaSoleá.—Oye, Tico. —La abuela se impacientaba—. ¿Tú sabes lo que es

pelarlapava?—No.—Puespelarlapavaeslomismoquepelarlashabas,peroenlugar

deconlaabuela,conlanieta,¿entiendes?Lo cierto era que habían pasado ya dos meses desde su llegada a

Granada,que julio llegabaa su finyqueagosto sepresentabacaluroso.QueSoleáestabacadadíamásguapa,quecadatardesalíanadarunpaseo,que ella le seguía llamando señorCrasman y hablándole de usted y queAtticusluchabaadiariocontraelinstintoanimaldedevorarlaantesdequesalieralaluna.

Las señales que le enviaba Soleá eran confusas. Por una parte, lotrataba con una familiaridad asombrosa, en nada diferente a la maneracomo se comportaba con sus primos: las mismas bromas, los mismosreproches,lasmismasconfidencias,pero,encambio,nopermitíaqueélla

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respondiera delmismomodo.Muy sonada fue la bofetada que se llevóAtticuseldíaenqueseatrevióapellizcarlasimpáticamenteeltrasero,talycomohacíansiempreloshombresdelacasacontodaslasmujeressinexcepción, incluidas las abuelas, y que ellas rechazaban con una risadivertidayunempujón.Aqueldía,Soleálecruzólacaradeladoaladoysequedóesperandosureacción,porversilebastabaconlaexpresióndeperro apaleado, las disculpas en inglés, el torpe restablecimiento delequilibrioperdidoylasúplica,noledigasnadaaTomás,teloruego,quememata,quefueloúnicoqueablandósucorazóndepiedra.

Por otra parte, también le resultaba difícil adivinar su estado deánimo y descifrar lo que realmente esperaba de él. Si lo descubríamirandoaotrachica,Soleáseenfurruñaba,loabandonabaenmediodelacalleypasabaunpardedíassindirigirlelapalabra.Perosilosentíamuypendientedeella,sileparecíaqueAtticuslaseguíacomounasombraporlascalles sedientaso si se loencontrabade frenteporunpasilloyél lesostenía la mirada, entonces le hacía entender que su presencia laestorbabaylerecomendabaquesalieraaqueledieraunpoquilloelaire,místerCrasman, que aquí dentro está el ambiente muy recargado, y loechabadecasa,comosifueraunmendigoincómodo.

EntoncesAtticus abrazaba su guitarra, se alejaba del carmen de lasHeredia,porlacalleabajo,porlacallearriba,yencualquieresquinasesentabaapracticarsunuevaysolitariapasión.Algunasveces,losturistasle dejaban monedas en el sombrero al contemplar la pena con la quedesgarrabalascuerdasdesuamantedemadera.

Luegoestabalacuestióndelalojamiento.SoleáseguíanegándoseenredondoaqueAtticusseinstalaraenunhotel,peroélconsiderabaquesisuestanciasealargaba,cosaqueevidentementeestabasucediendo,debíacontribuir de alguna manera al sostenimiento de aquella familia. Elproblemaeraquesudineronoerabienrecibidopornadie.SeloplanteóaManuela,lamadre,yellaseofendiómuchísimo.SeloconsultóaTomás,el hijo, y él le retiró el saludo.Al final,Soleá le pidió encarecidamentequedejaradeavergonzarasufamiliaconaquelsobrellenodebilletesdelque tanto se pavoneaba, y él fue incapaz de hacerle entender que laintenciónnoerapresumir,sinotodolocontrario,parecementira,Soleá,quepiensesunacosatanfeademí.

Al final resolvió que el únicomodo de librarse de la insoportablesensacióndevivira lasopabobaeracomprarcadanocheunaentradaa

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preciode turistaen lacuevade laDolores,asistiralespectáculoydejarpropina.

—Austé legustaalgunadelasniñas—ledijounanocheSoleáconlosojosentornados.

—¿Amí?—Dígameporquésinovienetoditaslasnochesalacueva.—Puesparaverteati,Soleá—respondióél.—Menosguasa,místerCrasman,queyanosvamosconociendo.EstasituacióndetensiónydesencantolapercibíalaabuelaRemedios,

más sabe la vieja por vieja, y sentía que al guiri no le vendría mal unempujoncitoparaayudarloaconquistarelfuerte,que,porotrolado,biensabíalavieja,teníatodaslaspapeletasparaserconquistado,nohabíamásquevercómobajabaSoleádeguapatodaslasmañanaspreguntandoporél, que dónde estámísterCrasman, que si ya se ha levantado…Así queesperó agazapada hasta que se presentó la ocasión de intervenir en eldestinodesunieta.

La primera semana de agosto, Atticus recibió una llamada deInglaterra. Su padre quería saber qué tal iban los asuntos que le habíaencomendado. Atticus no tuvo más remedio que mentir. Inventó unaexplicación engorrosa sobre un estudio de negocio inexistente y leaseguró que en breve tendría buenas noticias que darle. Después lepreguntó si conocía algún punto de venta de té Earl Grey de la marcaTwinings, que era su preferida, enEspaña, porque si no iba a tener quehacerunpedidoaInglaterra,locualerabastantecomplicado.Supadreleprometióqueloinvestigaríaydespuéscolgaron.

Comoestaconversación tuvo lugarenelpatiode lacasa,Manuela,Remediosylasniñasnotuvieronmásremedioqueescucharlaatravésdelaventanade lacocinaypedirleaSoleáque les tradujera,por favor, loqueelmísterestabacontándoleasupadredeellas.

—Notienenadaqueverconnosotras—lesexplicó—,pareceserqueselehaacabadoeltéynosabedóndecomprarlo.

—¡Dile que por el camino de Antequera vive una mujer que haceinfusiones!—exclamódeprontosuabuela.

—Pero, mama Remedios —respondió Soleá extrañada—, encualquiersupermercadodelaciudadvendenesamarcadeté.

—Tú,díselo—replicólaanciana—,luegoteexplicocómosellega.¡Tico,niño!—gritóporlaventana—.¡Ven,quetedigodóndehacenunté

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muyrico!Dosdíasdespués,exactamenteel10deagostoalasochodelatarde,

Atticus Craftsman se embarcó en la aventura más pintoresca de suexistencia,alvolantedelafurgonetadeArcángel,conSoleáabanicándosea su lado y el retrato de Camarón mirándolos extrañado desde elsalpicaderomientrassuvozlograbaaduraspenasescucharseporencimadelosruidosdelmotor.AntesdeponerseencaminoAtticussacóelmóvil,llamó a casa, esperó la señal y, al ver que saltaba el contestadorautomático,sedecidióadejarunmensajeparaquesupadre,Marlow,nopersistieraensuarduatareadeinvestigaciónsobreladistribucióndetésenEspaña:«Papá,déjaloenmismanos.Lotengotodobajocontrol».

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LAseñáCandela había descubierto los efectos tranquilizantes de lavaleriana, los alucinógenos del estramonio, los digestivos de lamanzanillaylosterapéuticosdelaquininamuchoantesdequesepusierandemodalosherbolarios,laspíldorasdealcachofaylatónicaSchweppes.Loúnicoque lapillóporsorpresa fue laapariciónde laCoca-Cola, tanparecidaa lazarzaparrillade toda laviday, sinembargo, tanexitosa.Aella, que llevaba tantos años dedicada a investigar las propiedadesterapéuticas de las hierbas silvestres, jamás se le había ocurrido quepudieranobtenerse semejantesbeneficios con suventa al pormayor.Loúnico que pedía por sus fórmulasmagistrales era la voluntad, y la colaque se formaba a la puerta de su casa daba la vuelta a la manzana. Sumarido, Agustín, vigilaba aquella fila de personajes dispares, doloridosunos, descorazonados otros, y él sí sacaba un buen provecho de losclientes,alosquecolocaba,noenordendellegada—quehubierasidolojusto—, sino en relación a la propina que se embolsaba, de modo quesiemprelosricosibanantesquelospobres.LaseñáCandelahacíalavistagorda, no fuera a abandonarla el Agustín a estas alturas de la vida,cumplidosya losochenta,perocomovenganzadedicabaa losprimerosmuchísimomenostiempoyenergíaquealosúltimos.

—DalealAgustíncincuentaeurosydilequetepongalaúltima—lerecomendó la abuela Remedios a Soleá, sabiendo que mucha gente sehabía enteradoyade ladiferenciade tratoyprocurabaquedarsepara elfinal.

La cola resultaba ciertamente curiosa. Al principio estaban losforasterosricos,queignorabanlaabsurdalógicadecuantamáspropina,peor. Luego los pobres del pueblo y los de fuera. Luego los ricos delpuebloy,porúltimo,lospocosqueerancapacesdecalcularconprecisiónsulugarenlafilarespectoalacuantíadelsoborno.

El Agustín se guardó los cincuenta euros que le entregó Soleá yluegocolocóalostresocuatroclientesquellegarondespués,delantedeellos,apesardesusprotestas.

—Noentiendonada—dijoAtticus.—Porqueesustéinglés,místerCrasman,yallísehacecoladiferente.

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La casa era como todas, encalada y con dos ventanas de reja quedaban a la calle. La puerta estaba abierta, pero para acceder al interiorhabíaquepasarporunacortinilladecuentasquehacíaunsonidomusical.Dentroolíaaverdurashirviendo.

—¿Quésecuece,señáCandela?—preguntóSoleáantesderecibirelcariñosobesodelavieja.

—Repollopalacena—respondiólaotraenbromamirandoaAtticusde arriba abajo—.Entonces tú eres laSoleá, la nieta de laRemedios—añadió—yésteeselinglés.

—MísterCrasman—dijoSoleáantesdedarle tiempoaélaabrir laboca.

Atticusalargólamanoparaestrechárselaalaviejayellaaprovechóparadarlelavueltaalamuñeca.

—¡Jesús,quéfortunamásgrande!—exclamó—.Lecruzalalíneadela fortuna de lao a lao. Lo del amor ya es otra cosa—añadió y luego,señalándolesunasilla,dijo—:Sentarse.

Ambosobedecieronalaordencomodossoldadosdeinfantería.Sindiscusiones.

Atticushabía traídoconsigounade lasúltimasbolsitasde téque lequedaban.Lasacódelbolsilloyselamostróalavieja.

—Desearíacomprarunagrancantidaddeesteté—ledijo.—Traeesopa’acá—respondióella.Rasgóelenvoltorio,dejócaerelcontenidoenlapalmadesumano,

loprobóconlapuntadelalenguaydijo:—EarlGreydeTwinings.—¡Asombroso!—exclamóAtticus.—Loponeenelsobre,míster—aclarólavieja—.Voyaversitengo

enelalmacén.LaseñáCandelaselevantóysaliódelaestanciadejandoasupasoun

aromaextraño,comodetrigalenlamadrugada.—¿Esunabruja?—preguntóAtticusenvozbaja.—Esmás bien una psiquiatra de las de antes, de las que no tenían

título pero curaban igual—respondióSoleá, divertida—.Es la comadredemiabuela, lamadrinade tíoManolo,eldueñodelbarManolo.Sabíaqueíbamosavenirporquelaabuelalahallamadoporteléfono.

Atticus miró a su alrededor. La estancia era acogedora, sombría yfresca.Losúnicosmuebles que la decoraban eran lamesa camilla en la

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que estaban sentados, un especiero antiguo cuajado de cajones y tres ocuatrofotografíasenmarcadasdelospasosdeSemanaSantadelaVirgendelaMacarenaydelCristodelaLegión.Sobrelamesahabíaunatetera,unastazas,unabalanzayunacajametálicacerradaconllavedondelaseñáCandelaguardabaeldinero.

Atticus y Soleá guardaron silencio hasta que regresó la viejacargandoconunpesadopaquete.

—Hatenidoustésuerte—ledijoaAtticus—.Tengodoskilos.Aquel paquete podía contener té o pienso compuesto, no existía

ningunagarantíaqueasegurarasuprocedenciaosusalubridad.—Pruebeunpoquillo—dijo,dejandocaerunapequeñacantidadenel

coladorquehabíacolocadosobreunadelas tazasyderramandoencimaun chorro de agua hirviendo—. Y tú, niña, otro poquillo —añadió,sirviéndoletambiénaSoleá.

Su expresión expectante no les permitió rechazar la oferta. Ambosbebieron el té negro con cierta aprensión y entonces, para asombro deSoleá,Atticusexclamó:

—¡Esperfecto!¡UnauténticoEarlGreydeTwinings!Y de golpe dejó caer sobre lamesa un billete de cien euros como

pago por semejante exquisitez. Después cogió a Soleá de lamano, ellasintiósutactoásperoentrelosdedos,diolasgraciasalaseñáCandelaycon el paquete bajo el brazo salió a la calle, donde el Agustín estabaesperandoaquesemarcharandeunavezparapoderdarporconcluidalajornadaycerrarlapuertadelacasa.

—¿A cuánto queda el mar? —preguntó Atticus al volante de lafurgoneta.

—Aunahora,místerCrasman—respondióSoleá.—Puestodavíallegamosatiempodeverlapuestadesol—anunció

Atticussonriente.

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LAplaya no eramás que un pedacito de arena en forma demedialuna atrapada entre un arrecife y un viejo fuerte derruido. El patio debutacas. La pantalla era el horizonte, la escena el sol ocultándose a lolejos:unpuntodecolornaranjahundidoenelocéanonegro.Elpúblico,SoleáconlapieldegallinayAtticusasulado,descalzo,conelpantalónremangado por encima del tobillo, la piel blanca, la camisa abierta, losojoscerrados.

AcercósumanoalbrazodeSoleáylofueelevandodespacio—quétendríaeltédelaseñáCandela—,acariciandolapieldeellaconsusdedosrubios,hastaelhombro,hastaelcuello,hastaelnacimientodesumelenaenelladoocultodelaluna.Seenredóconelpelo,dibujócaracolillosenelaire.

Soleá,alnotareltactodelasmanosdeAtticustrepándolacomounaaraña,tuvolatentacióndeimpedirleelasalto,pero,alverqueélteníalosojoscerrados, sesintiócompasivade repentey lepermitiócontinuarensilencio, a oscuras, por ver qué venía después, por dónde seguíaavanzandolaarañapeluda,lacualbajóporsuespalda,hastalacintura,ysubió luego por la montaña de su cadera hasta alcanzar la cuenca delombligo.Entonces lamanoseabrió,cálida, sobresuvientrey sequedóallíquieta.

Después vino la boca —qué tendría el té de la señá Candela—.Sedienta.Ylemordióloslabios.VinolalenguaasaborearlasuyaySoleáseabrióentera—quétendríaeltédelaseñáCandela—comounasandíaquesegolpeayseresquebraja,incapazdeescondersucarneroja,jugosa,dulce,ocultapormástiempodentrodeaquellacáscaraduraeinsípida.

Atticus teníamucha experiencia.Soleáninguna.Nohabía entendidohastaentoncesparaquéservíasupelo,niporquésuspechosteníanformademanoquesecierra,nicómoencajabansusmisteriosenlaspistasqueélleibadando.Queahorahayqueecharlacabezaparaatrásyyotebesoenelcuello,yahoraaunladoyyotemuerdo,consuavidad,ellóbulodelaoreja, y ahora me dejas que te ayude a tumbarte sobre la arena, así,despacio,sinqueterompasenmilpedazosyteconviertasentrocitosdecristalyteconfundasconelsueloquepisamos.

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Atticusseparó los labiosde labocadeSoleáparaconfesarleque laqueríadesdeel instantemismodecaerenelhechizodesusojosazules,queasuladoelcalorlesofocaba,quenopodíamirarlasinqueledolierael alma y que no sabía qué sentía ella, tan esquiva, tan huidiza, tanmisteriosa.PorqueledabalaimpresióndequeSoleátambiénsentíaalgoporély,sinembargo,tratabadeevitarloatodacosta,comosiletemiera.¿Qué soy para ti, Soleá? ¿Un desalmado dispuesto a echarte a la callejuntocontusamigascontaldeahorrarlealgúndineroalaempresademipadre? ¿Así me ves, Soleá? ¿O es solamente que no te gusto, que tedisgustan mis manos torpes, mi acento bárbaro, mi manera depresentarmeanteti,tandesnudo?Porquesihayalgoenmíquerechazas,Soleá,sealoquesea,puedocambiarlo.Puedoaprenderatocarlaguitarra,puedocomerjamónyfingirqueloencuentrodelicioso,ycompartirmissecretos con toda tu familia, y vivir en una cueva si tú quieres, oemborracharme de vino con gaseosa, o soportar con cara de gusto unacorrida de seis toros bravos, bastará con pensar en otra cosa, y puedohacermeviejo enGranada, sentarme en un banco, ver pasar los coches,contaldequetú,Soleá,quierassentarteamiladoytomaruntéconmigo.

Ella se incorporó.Se llevó lamanoa los labios.Se limpió labocaenrojecida. Lo miró. Tenía los ojos azules de color negro aceituna, lainfusióndehierbasdelaseñáCandelarevueltaenlatripaylamanocálidadeAtticustodavíaparadaensuvientre.

—Mire, señor Crasman —le dijo—. Para qué le voy a seguirmintiendo.Yolotrajehastaaquíengañao,conelcuentodelospoemasdeLorca,paraquenocerraralarevista.Sóloparaeso.

»TodaslasnocheshabloconBerta,lecuentoquehapasadootrodía,queusténohapreguntadoporlospoemas,quedalaimpresióndequesehaolvidadodeellos,yBertarespiraaliviada,ylesdicealasotrasque,almenos de momento, pueden seguir adelante con sus vidas. Me da lasgracias,medice:«Gracias,Soleá,porelsacrificioqueestáishaciendotú,ytumadreytuabuela»,yyolerespondoquenoesparatanto,queustéesunbuenhombreyquemeestádandopenadetenerloengañado,peroyo,señorCrasman,tengoveinticincoañosytodalavidapordelanteypuedoencontrarotroempleoovolveramicasa,peroellas,pobrecillas,adóndevanairmiBertaymiAsunción,conlaedadquetienen,omiMaría,contresniñosyunmaridoquenovalepaná,omiGaby,queestácasadaconunpintordeesosquenovendeuncuadro,pormuchoqueellaquieraver

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lonegroblanco,siviven lascuatrodemilagritocon loquegananen larevista.

»Yo tuve la idea. No es que los poemas no existan, que sí existen.Perono sondeLorca, señorCrasman, sondemi abuelaRemedios, unamujersinestudios.Ylostieneguardadosenundesván,conlamáquinadecoser,conlostrastosviejos,porquenotienenvalorninguno,sonpapelesgarabateados, eso es lo que son.Usté ya puede marcharse, ya se lo hedicho,puedecerrar la revista tranquiloyvolvera Inglaterrayolvidarsede mí y de todo esto. Siento en el alma que se haya hecho ilusionesconmigo, darle este disgusto, así, sin que se lo merezca. No era miintenciónhacerledaño,señorCrasman, esoes laverdadmásgrande.Laúnicaverdadentretantasmentiras.

Entonces se levantó, se sacudió la arena del vestido y lentamenterecorriólospocosmetrosdeplayahastalafurgonetadeArcángel,lapusoenmarchaydesapareció.

Atticus se había quedado helado, el frío recorriéndole la espinadorsal,lospiesdescalzos,lacamisaabierta,elalmarota.

Laoscuridadlecayósobreloshombrosyélnoquisoapartarla.Loúnico cuerdo que hizo aquella noche en blanco fue sacar el móvil delbolsillo traserodelpantalón,suúltimaconexiónconelplanetaTierra,ylanzarlocontodaslasfuerzasdesusbrazosderemeroinglés,porencimadelasolas,aperderseenlomásprofundodelmar.

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EL15de diciembre cayó enunviernes frío y nubladode esos quehubieran hecho mejor cayendo en sábado para poder quedarse toda lamañanametidoenlacama.Asunciónllegóalaredacciónalasnueveenpunto, cargada con un termo de chocolate caliente y dos cucuruchos dechurros.Colgóelabrigoenlaperchadedetrásde lapuertaysesentóaesperar a que aparecieraGabypara emborracharse con ella de azúcar yaceitefrito,queeralosuyoaesahoratemprana,enesedíatandesapacibleyconeseestómagotandoloridoyvacío.

Pensó que probablemente todavía tardaría un rato en llegar. El díaanterior, Gaby había hecho las paces con Livingstone y, según le habíacontadoporteléfono,desdeahoraseibaatomarlascosasconunacalmamaravillosa.Susansiasdesermadresehabíanapaciguadograciasa losabrazosdeFranklinyasuconfesióndequeéljamásdeseóregresaralaArgentina, que sólo ideó el plan como solución a su falta de tino en eltemadelaconcepción.SeloreconocióentresollozosyaGabyleparecióquenohabíaniñomásdesvalidoquesumarido.Yanadapodríaalterarla.Ni los problemas deLibrarte ni la llegada implacable del periodo cadaveintiochodías.SehabíaconvertidoenunabalsadeaceiteconeldibujodelasonrisadelgatodeCheshireatravesándolelacara,ledijo.

Un par de horas antes, todavía de noche, a Asunción la habíadespertadoel teléfonodelamesilladándoleunsustodemuerte,seguidode un disgusto colosal y de un río de lágrimas incontenibles. Berta lahabía puesto al corriente de toda la trama de engaños urdida porCésarBarbosa,enlaqueMaríahabíaresultadoserlacómpliceamenazada,ellas,las víctimas inocentes, y la ruina de la revista, el resultado inevitable.Ahora, mientras esperaba a que Gaby se despidiera de Franklin en elportal, Asunción trataba de encontrar las palabras con las que darle lasmalasnoticiasconlamayordelicadezaposible.

Notuvotiempodeensayareldiscurso.Gabyllegócanturreandoalasnueve y media, subió los escalones de dos en dos, se desabrochó lagabardinacoloradaantesdeponersearebuscarenlosintrincadosbarriosbajos de su enorme bolso las llaves de la oficina, se quitó la bufandanaranja, el gorrito azul, los guantes verdes. Se esquiló de tanta lana de

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colores.Abrió la puerta, entró, se sobresaltó al encontrarse aAsunciónesperándola con el desayuno preparado sobre la fotocopiadora, calculóque tocaban a docena ymedia de churros por cabeza y entendió que setratabadealgomuygordo.

—Anda, Gaby, tómate algo, entra en calor, siéntate aquí —le dijoAsunción señalándole la mecedora, que había traído a rastras desde eldespachodeBertayahoraocupabalamayorpartedelespaciolibreentrelasmesasdetrabajoylalibrería.

—EstonoesparacelebrarqueFranklinyyohemoshecholaspaces.Hapasadoalgo,¿verdad?

—Hija,sí.Unacosamuyfea.—Asunciónnopudoevitarqueotravezlas lágrimasasomarana susojos.Se tomó todoelchocolatedegolpeydejólatazavacíasobrelaalfombrilladelratóndesuordenador.

Gaby obedeció. Tomó asiento y se agarró con fuerza a losreposabrazos como si aquellamecedora fuera una balsita enmedio delocéano.

—¿TúteacuerdasdeCésarBarbosa?—ElPirata.—Ése. Pues resulta que hace cosa de un año que anda liado con

María.—¡NojodasqueelamantedeMaríaesBarbosa!—Mira, Gaby, si me preguntas qué hijoputa hay más grande que

Barbosa sobre la faz de la tierra, te digo que ninguno. Resulta que enenerodelañopasado,porerror,selepagóunafacturadosvecesyMaríalellamóparareclamarleeldinero.Entoncesél,quélisto,sediocuentadequeMaríaeralaúnicaquesehabíapercatadodeldoblepago.Lainvitóacenarunpardeveces,lasedujo,yasabes,conesabarbitadedosdías,eltatuaje, la moto y la cara de chulo, y poco a poco le fue sonsacandoinformaciónsobreelfuncionamientodelacontabilidaddeLibrarte.MaríalecontóquelasfacturaslasfirmabaBertayselaspasabaaella,quehacíaunacopiaparanuestroarchivoyenviabaeloriginalaInglaterra,paraquepagarandesdelaoficinacentral,nosésisabesqueesosehahechotodalavidaasí,queLibrartenotienemásqueunacuentapequeñaenelbancoyelrestolopagantododesdeLondres,incluidosnuestrossueldosyeso.

—Sí,esolosabía.—Bueno, pues al Pirata, a la vista de cómo eran las cosas, se le

ocurrió una idea: le dijo aMaría que falsificara la firma de Berta y le

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hiciera una factura por un trabajo inexistente, a ver qué pasaba. Lo quepasó fue que al mes siguiente se le pagó religiosamente aquel dinerodesdeInglaterra.MaríahabíaenviadolafacturadirectamenteaLondresy,por supuesto, no había guardado copia ni quedaba enMadrid elmenorrastrodeella.

—Porqueerafalsa.—Claro. Entonces, como vieron que la trampa había funcionado,

volvieron a hacer lo mismo, esta vez con una cantidad mayor. Y así,durante todo este año, María y Barbosa han estado repartiéndose losdineros,quehanidoingresandoendistintascuentascorrientesendistintosbancos.

—¡Nomelopuedocreer!¡Poresolarevistaperdíatantodinero!¡YlapobreBerta sudando tinta sincomprenderporquénoshundíamossinremedioapesardelocuidadosaqueestabasiendoellaconlosgastos!

—Bertaestádestrozada.Noparadellorar.Ponteensulugar:loquehahechoellaporMaría,loquelahaqueridoyprotegido,paraqueahoraseencuentreconesto.

—PobreBerta.—Pero la cosano terminaahí.Todavíaespeor. ¿Tú te acuerdasde

losojosmoradosylosgolpesdeMaría?¿Quecreíamosqueeranmalostratos, violencia de género, del machista ese asqueroso? Pues no, hija,eran amenazas y palizas para convencer a María de que mantuviera laboca cerrada. Porque María, cuando apareció Atticus Craftsman enMadrid, quiso contarle a Berta lo que habían hecho. Quiso confesarlotodo, pedir perdón, devolver el dinero. Estaba dispuesta a vender unacasita y un huerto que le dejó su padre en herencia en un pueblo deValencia para hacer frente a los robos, pero se dio cuenta de que ya lacifraeraexorbitante,queseleshabíaidodelasmanos,yqueunacosaasíera ya un delito de los gordos. Temió acabar en la cárcel y, encima,separadadeBernabéysinlacustodiadelosniños,claro,lavidadeshecha.

—Ytuvomiedo.—Le contó a Barbosa queAtticus Craftsman se había llevado a su

casaloslibrosdecontabilidadparaestudiarloscondetenimiento.LatramaestabaapuntodedestaparseencuantoCraftsmancompararaloslibrosdeaquíconlosdealláydescubrieralasfacturasfalsas,lospagosaBarbosa,lascuentascorrientescondistintostitulares,lasempresasficticiasatravésdelasquecobraban,etcétera,etcétera.

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—¡YelPirataasaltólacasadelAlamillo!—Por lo visto, se enteró de quién era el inspector de policía que

estaballevandoelcasodeladesaparicióndemísterCraftsman,que,comosabes,sigueenGranada,vigiladodecercaporSoleá,porque temióque,unavezinvolucradalapolicía,elcasoseresolveríademanerainminente.Pensóquenoteníatiempoparaactuar,secamelóalinspectorManchego,ledijoqueeracerrajero,quepodíaayudarlearegistrarensecretolacasadelacalledelAlamilloyasílogrómatardospájarosdeuntiro.

—Entrar en la casa, robar los libros de contabilidad y salirtranquilamenteporlapuertasinmiedoaqueManchegoledetuviera.

—Porqueenesemomentoerancómplices.Silodetenía,elinspectorquedaríacomounpolicíacorruptoy,además,comounverdaderopatán.

—Claro.—Le dijo que se llamabaLucas y luego borró todas las pistas que

pudieran conectarle con el caso Craftsman. Manchego pensó que el talLucas,drogadictoseguro,habíaidoarobardineroalacasadelAlamillo,yque,claro, lohabíaengañadocomoaunchino.Imaginóquenoera laprimera vez que hacía algo así, que probablemente otros compañerossuyosdelcuerpodepolicíahabíancaídoenlamismatrampaysehabíancalladocomomuertosparanoquedarenridículo.Peronuncapensóqueelverdaderointerésdelcerrajeroestabaenloslibrosdecontabilidad.

—Así que César Barbosa consiguió robar los libros y callarle labocaaMaríaabasedeamenazasypalizas.

—Lacosaseestabaponiendomuyfea.Paramí,quelavidadeMaríaempezabaapeligrar.Tardeotemprano,CésarBarbosahabríatomadounadecisiónfatal,contaldenoterminarenlacárcel.

—Ayerestuvoapuntodematarla.—Exacto.Unpocomásyseacabó.MaríaserefugióencasadeBerta,

se quedó dormida en el sofá y,mientras dormía, recibió unmensaje deBarbosaenelqueleadvertíaqueobienmanteníalabocacerradaobienlasasesinabaalasdos.

—¡Quéhorror!¿QuéhizoBerta?—Llamóal inspectorManchego.Entonces,segúnmehacontado,el

hombre se presentó con cuatro compañeros y se pasaron la noche deguardia,conellas,esperandoaqueaparecieraBarbosa.

—¿Apareció?—¿Quesiapareció?Alas tresde lamañana,dispuestoamatarlasa

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lasdos, seguro,perocuandovioquehabíapolicía, saliócorriendoy seescapó.

—¿Yandaporahí,libre?En ese momento —el susto fue tremendo—, alguien golpeó con

fuerza la puerta de la oficina.Asunción yGaby se abrazaron comodoscolegialasaterradas.PensaronquepodíatratarsedeCésarBarbosa,locoydescontrolado, que venía a ocupar la oficina y a tomarlas a ellas comorehenes,amenazadasdemuerte,encañonadasyamordazadas,hastaquelapolicía leprometiera inmunidadyunbilletedeaviónaalgunarecónditaisladelCaribe.

Quienquieraquefueravolvióagolpearlapuerta.—¿Quiénes?—balbuceóAsunciónconunhilodevoz.—Open the door!—se escuchó a alguien desde el otro lado en un

perfectoinglés—.ThisisMarlowCraftsman.—¿MísterCraftsman?Asunción y Gaby se miraron asombradas. Recuperaron como

pudieron la compostura y acudieron a toda prisa a abrirle la puerta alpropietario,nosólodeaquellaoficina,sinodelarevistaLibrarteydelacentenaria editorial Craftsman en persona. Mister Marlow Craftsman, aquienhastaentoncessólohabíanvistoenfotografíaoenpintura,sehabíapresentado allí, sin previo aviso, en el momento más inoportuno de lahistoriadeaquellarevista.

Asunciónabriólapuertatemblando.Sobre la fotocopiadorahabíaun tapetedeganchillo, sobreel tapete

un termo con chocolate caliente, churros con azúcar, dos tazas, losordenadores estaban apagados, los teléfonos descolgados, no habíanacudidoatrabajarmásquedosdelascincoempleadasdelaredacción,lamecedoradeGabyseguíabalanceándose,erancasilasdiezdeunvierneslaborableyaquelseñorerainglés,ademásdemuyimportante.

—Welcome to Librarte—se le ocurrió decir a Asunción cuando seencontró frente a frente con el estupor en la cara del propietario de lacompañía.

Enesemomentoseescucharonvocesenlaescalera.Lasvocesdetresniñospequeños.Ytambiéntoses.

Por detrás de la espalda de Craftsman aparecieron las caritasresfriadasde los treshijosdeMaría,que llegabancon fiebre—Bernabéloshabíadejadoenelportal,ellosconocíandesobraelcamino—yque,

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sin más, se colaron en la oficina y se lanzaron a por los churros y elchocolate.

—Wantyoubreakfast,misterCraftsman?—preguntóAsunciónensuoxidadoinglés.

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MOIRACraftsmannosedecidíaadeshacerlamaletaenlaquehabíaempaquetado lo que consideró estrictamente necesario para el rescate.Todo estaba tan perfectamente encajado en el interior de aquel baúl deLouisVuittonque temióno ser capazdevolver a colocarlo en su lugarunavez lohubieraabiertoydesparramadosobre lacamadelhotelRitz.Era unamujer prudente. Prefirió esperar a queMarlow, una vez que seentrevistaradenuevoconelinspectorManchegoeinterrogaraunaaunaatodas las empleadas de la revistaLibrarte, la sacara de dudas. Si iban aquedarse un tiempo considerable en Madrid, entonces sería mejoracomodarsuropaenelarmario,porcolores,comohacíasiempre.Si,porelcontrario,suviajenoterminabaenaquellaciudadqueolíaaajo—quérazón teníaVictoria Beckham, a ajo y a cebolla, a calamares fritos y aotrassustanciasgrasientasqueellaeraincapazdeidentificar—,sinoquecontinuabaporlasintrincadascarreterasdelaEspañaprofunda,entoncesera preferible dejarlo todo como estaba, los zapatos en sus fundas, lossombrerosensussombrererasylaropainteriorbiendobladitadentrodelasbolsasdeLibertyqueguardabaconesmerodesdehacíaaños.

Así que arrinconó las maletas cerradas y bajó a desayunar alcomedor.Sesentóenunamesaredonda,juntoalventanaldesdeelqueseveíaeljardín.Loscastañosdesnudosdehojasverdesledieronlosbuenosdías,lanochehabíasidohúmedayfríayelfamososoldeEspañabrillabaporsuausencia.

LaideadealojarseenelhotelRitzhabíasidosuya,claro.AMarlowlehubieradadolomismoacabardurmiendoencualquierotrolugar;erainmune a los olores extraños y a los ruidos nocturnos. En cambio, ellasólo confiaba en hoteles de renombre, de esos que parecen hechos enserie. El Mandarín Oriental, por ejemplo, con sus kimonos expuestosdetrásdegrandesvitrinasjuntoalascensor,suspasillosforradosdeseda,sus frutasexóticasysu inconfundibleperfume,eraexactamente igualenLondres que enNuevaYorkoque enBangkok.Y esoproporcionaba alclienteunasensacióndecosaconocida;dehogarreencontradoenmediodelamásabsolutaconfusión.LástimaqueelúnicoMandarínOrientaldeEspañaestuvieraenBarcelona;aunquenoeradeextrañar,porotraparte,

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ya que aquélla era una ciudad mucho más cosmopolita y moderna queésta, a juzgar por aquella película deWoody Allen que vio en versiónoriginal juntoa lasotrascomponentesde suclubdecine, en laqueunaextranjera ligera de cascos acababa liada con una pareja de locosespañoles.

En Madrid había que conformarse con el hotel Ritz, con su airearistocrático nostálgico, su piano de cola y sus arañas de cristal, susmozosdeuniforme,susdoncellasconcofiaydelantalycon loshuevosBenedictinededesayuno.Hasta los japoneses pedíanhuevosBenedictineenelhotelRitz,pormuchoqueañoraransusdesayunosorientales,porquecomobiensabíaMoira,másvaleacertarconloconocidoquearriesgarseconlolocal.¿Desealaseñoraprobarlasmigas?Esunplatotípicodelacocinatradicionalespañola,queconsisteenpanfritoconajoyaceitedeoliva acompañado de torreznos de cerdo… y náuseas de por vida. No,gracias, tráigame un té y unos huevos Benedictine, haga el favor, y elTimes,siesustedtanamable.

El comedor se fue vaciando de ejecutivos en viaje de negocios yllenándosedeparejasdereciéncasados,turistasdealtonivelysolitarioscomoella,contodalamañanapordelanteyningunaocupacióndiferentealadedarlevueltasenlacabezaalacuestiónquelahabíallevadohastaallí: el paradero de Atticus, desaparecido en combate, en tierra hostil,rodeado de salvajes capaces de desayunar torreznos de cerdo fritos conajo,devoradoporelcorazóndelastinieblas,comoaquelKurtzdenovelaqueacabócortandocabezasyponiéndolasasecar.

Bastantepremonitorio,pensó,elnombredesumarido,Marlow,quécosas, al que después de sesenta años de plácida parsimonia tal vez lehabía llegado la hora de cumplir con la misión que la vida le teníaencomendadadesdeelprincipio:internarseenlaselvayrescatarasuhijode las garras de aquellos nativos primitivos que a punto estaban dedevorarloenunaolladetéEarlGreydeTwinings.

Ella,porsuparte,sesentíaigualqueMaryLivinsgtone,lacompañeraideal del explorador; sus pies en la tierra, su guía y su norte, porqueentendíaqueelpeordelospeligrosenunamisióncomoaquélla,lejosdela civilización, consistía en perder la propia identidad y terminaradoptandolascostumbresbárbarasdelosnativos:renunciaralasbuenasmaneras,losescrúpulosmoralesolasdiferenciassociales,abandonarsealos placeres de la carne, dejarse arrastrar por sus rituales mágicos y

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olvidarse, por ejemplo, de pedir siempre agua embotellada y nada dehielo.

Con tamaña responsabilidad sobre los hombros, Moira se sintiódesfallecer.Regresóasuhabitación,cerró lascortinas,se tumbóvestidaenlacamaysecolocóunatoallaempapadaenaguafríasobrelafrente.Decidió que permanecería en aquella posición de letargo hasta querecibiera las instrucciones de Marlow respecto a deshacer o no elequipaje.Laincertidumbrelaestabamatando:¿debíacolgarlascamisasdelasperchasdelarmarioo,porelcontrario,dejarlasdobladasenelprimercajóndelacómoda?

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CON las primeras luces del nuevo día, el Carretero, el Macita, elMíguelyelJosisefueronmarchandorumboasustrabajosdeextrarradioydejaronporfinlacasadeBertaensilencio.María,agotadadellantoycargo de conciencia, se acostó en la única cama de la casa, se tomó unValium,se juróasímismaquealdíasiguienteagarraríaal toropor loscuernos, sin referirse aBernabé, sino a ladenuncia contraBarbosay laconfesiónvergonzosaalrestodesuscompañerasdetrabajo.

Berta aprovechó la profundidad del sueño inducido para llamar aAsunción y ponerla al corriente de todo. «Cuéntaselo aGaby en cuantollegue a la oficina», le pidió sin sospechar que el señor Craftsman enpersona se materializaría aquel preciso día en aquel preciso lugarprivándolasdeltiemposuficienteparainventarunahistoriamássuavequeaquella del robo, el adulterio y el viaje secreto de su hijo Atticus aGranadatraslamentiradelospoemasdeLorca.

TampocohabíatenidoocasiónBertadepensarenalgoquejustificarasu traición a la confianza de Manchego. Por el momento, el inspectorhabía creído a pies juntillas su versión: «Mientras nos sigan pagando elsueldo,preferimosnoindagarmuchoenelparaderodelseñorCraftsman,mayor de edad, por cierto, ymuy libre de hacer con su vida lo que levengaengana».Perotardeotempranollegaríaelmomentodecontarlelaverdad.Yseríadolorosa.

Talvezentretodasselesocurrieralamaneradehacerleentenderquejamáshabíanactuadoconmaldad,quenuncahabíanalbergado lamenorintención de hacer daño a nadie, que el plan de Soleá no representabaningúnpeligro,queAtticusestabasanoysalvoenGranadayqueyasóloquedabameter entre rejas aBarbosa, reclamarle el dinerode sus robos,rellenarlasarcasdeLibrarte, telefonearaMarlowCraftsman,explicarlelosverdaderosmotivosdeldescalabroeconómicoyentonces, sí, traeraAtticus de vuelta a Madrid y suplicarle que les diera una segundaoportunidad,queconfiaraenellas,buenoenMaríano,aMaríahabríaquebuscarleotrotrabajo,lamentablemente,unoenelquenotuvieraaccesoalascuentasbancariasdenadie,peroalasotrascuatrosí,apiádese,místerCraftsman,entiendaquenosotrasnotuvimoslaculpa,quefuimosvíctimas

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delrobolomismoqueusted.CómosetomaríaManchegoelengañodeBertaeradifícildeprever.

Igualpodíamontarencóleraqueecharseallorardesconsoladamente.«Yoconfiabaenti—lediríaentrelágrimas—,hastacreíquesentíaalgoporti,Berta,apesardetufísicodepenaytusideasdeempollona,aestasalturasdemividahabíacreídoencontraramialmagemela».Descorazonador.

ABerta se leembotabael cerebrocuandoseponíaapensarenunacoartadaquenofueraotramentiramayorquelaprimera.Porqueunacosaestaba clara: que el día en que hablaron por primera vez, aquella fríamañana de noviembre en la oficina, cuando Manchego le preguntó siconocía el paraderodeAtticusCraftsman, ella respondióqueno.Unnorotundo,sinmaticesniexcusas.Yparaempeorartodavíamáslascosas,locierto era que había pasado más de un mes desde aquel primerinterrogatorio y que, a pesar de haber estado siempre puntualmenteinformada por Soleá sobre cada paso que iba dando el desaparecidoCraftsmanporlasladerasdelSacromonte,ellajamáslehabíacontadolaverdadaManchego.

Bertasabía,porejemplo,queAtticusCraftsmanhabíaestadoalojadoencasadeSoleádesdesullegadahastael10deagosto,díaenquelachicale confesó entre lágrimas que su estancia en Granada respondía a untorticero plan de despiste ideado por las empleadas de Librarte con elúnicofindedilatarsuangustiosaesperahastaeldespido.Tambiénsabíaque aquella revelación había sido como una puñalada trapera para elpobremísterCraftsman,elcual,alparecer,sehabíahechoilusionesconrespecto a Soleá y había llegado incluso a besarla en una playa, alatardecer.Sabíaquedespuésdeaqueldesengaño,AtticusvagódurantedíascomounalmaenpenaporlascallejasdelAlbaicín,conlasolacompañíadesuguitarra,quedurmióalraso,bebiódemasiado,semetióenmuchoslíos y finalmente encontró alojamiento en una cueva regentada por unprimodeSoleá,dondealgunasnochessustituíaaalgunode losmúsicosparadeleitedelosturistas,cuyoconocimientodelcanteflamencodejabamuchoquedesear.

Por su parte, Soleá había telefoneado un par de días después delincidente de la playa con la angustia de la muerte rondando. Así se locontó a Berta: que la muerte andaba rondando su casa, que su abuelaRemedioshabíacaídoenfermadegravedad,quelafamiliaenterasehabíatrasladadoasucarmen,quehabíanbajadolacamaalsalón,cerquitadela

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chimenea, que comprendía, ¿verdad, Berta?, que en una circunstanciacomo aquélla le era imposible regresar aMadrid, con los diecisiete defamilia allí durmiendo, comiendo y viviendo, que había que atenderlos,que habían abandonado sus hogares en Antequera, sus negocios, sustareas,parapoderdespediralaRemedioscomoDiosmanda.

Noesquepermanecierantodoeltiempolosdiecisietealospiesdelacama,leaclaró,lafamiliavayviene,perodiezodocehaysiempre,unadocenadebocasquealimentar,ylaabuelilla,queesmuymayor,dicequeve borroso al Cristo de losMilagros, como si se estuviera marchandoparaelotrobarrio,yqueellasevadetrás.

—¿Perolahavistounmédico?—Digo.Peronoleencuentranadamalo.Dicequeestaenfermedades

másbiendelánimo,peroquepuedematarlaigual.El problema era que después de cuatro meses en cama, la abuela

Remedios seguía en estemundo, sinmover ficha, yque la redaccióndeLibrarteseestabaresintiendoporlaausenciadeSoleá.

—Yotrabajodesdemicasa,simedejas,Berta.Tecubrotodalavidacultural de Andalucía. Te hago efemérides, documentación, perfiles, loquehagafalta,peronomeobliguesavolveraMadrid,nosememueramiabuelasinestaryoconella.

—¿YmísterCraftsman?—MísterCraftsmansepasaporaquítodaslasmañanas.Letraeflores

amiRemedios,obombones,o loquese leocurre.Peroyoprocuronoencontrármelo,me parte el alma, después de lomal queme he portadoconél.Measomoalaescaleraysiveoqueestáenlasala,memetoparadentro.Undíahastasaltéporlaventanaparanotenerquesaludarlo.Miraloquetedigo,Berta,mejorseríaquesevolvieraaMadrid,oaInglaterra,para yo poder olvidarme de él, porque así, viéndolo todos los días,escuchándolohablarconmiabuela,cantarlecosillas, tocarle laguitarra,coneseacentoquetiene,quemedalarisa,uningléscantandoflamenco,yesamanerade caminar, quepareceque seva a tropezar todo el tiempo,pues que me da ternura, Berta, qué quieres que te diga, que le estoycogiendocariño.

Asílascosas,talvezhabíallegadoelmomentodecompartiraquellainformación con Manchego. Por muy violenta que pudiera resultar lasituación,lojustoeracolaborarconlainvestigación;permitiralinspectorresolversucaso.Lootroeraobstrucciónalajusticia,pensaba,ademásde

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unamalvada traiciónquepodría acarrear funestas consecuenciaspara elfuturodesuamistadconaquelhombrebuenoquepocoapocoleestabarobandoelcorazón.

PeroManchego,sentadofrenteaellaenaquellamesadecocina,noapartabalavistadesusojoscansados.Lamirabaconunamezcladecariñoyternuramuypocopropiadeunhombretóncomoél.Además,habíaidoacercando lamanoporencimade lamesa,hastadonde seencontraba lamanotemblorosadeBertaylahabíapuestosobreella,protectorycálido,yahoralaestabaacariciando,conevidentesintencionesdeagarrarlaconfirmeza,llevárselaalabocaybesarla.Ytalvezluego,aprovechandoqueMaría dormía profundamente en la otra habitación, Manchego selevantaría sin decir nada, la rodearía con sus brazos, desde atrás,acariciaría su pelo, su cuello, su boca, se arrodillaría a su lado,aproximaríasuslabiosdehombrefornidoalossuavesdeBerta,susbocasserozarían,susalmassereconoceríanyentonces…

Sonóeltimbredelteléfonorompiendoelhechizo.Bertasediocuentadeque lamanodel inspectorManchego seguía en elmismo lugar en elque siempre había estado. A escasos centímetros de la taza de café.Inmóvil.

Se sobresaltó conaquella llamada, se levantóy respondió:«¿Quiénes?».

Y al otro lado de la línea telefónica escuchó la voz angustiosa deAsunción.

—Berta,porDios,vencorriendo.SehapresentadomísterCraftsmanpadre,eljefazoenpersona,sinavisar.EstamosGabyyyoenlaredacciónintentandoentendernosconéleninglés,peroyasabesqueyonohevueltoahablarlodesdeelcolegioyqueGabysólosabefrancés.Además,estánaquílosniñosdeMaría,conanginas,yesteseñor,taninglés,nodacréditoa la situación. Se está congestionando,Berta, se está poniendo coloradoporlanuca,pordetrásdelasorejas.Hazelfavordevenirvolandoantesdequeledéunsíncope.

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EN efecto, media hora después de la llamada de socorro deAsunción, dentro de las angostas paredes de la redacción deLibrarte latensión se había vuelto insostenible. Manchego se había empeñado enacompañaraBerta—«noquerrásquemequedeaquí,solo,conMaría,aversivanaacusarmeamídealgo»—.Habíadejadoasucompañerodepatrulla vigilando el portal y se había subido al mismo taxi que ella,excitadoantelaideadecontarlealseñorMarlowquelainvestigaciónibapor buenos derroteros, que había nuevos datos, nuevas pistas que muyprobablementeleconduciríantardeotempranohastasuhijoAtticus.Peroal llegar a la redacción y encontrarse frente a frente con la cólera delbritánico,Manchegohabíapreferidoguardarsilencio,almenoshastaqueBerta, en su magnífico inglés, lograra calmar aquella tempestadshakespearianaquesehabíadesatadoen laoficinayqueamenazabaconarrasarlo todo. Los niños estaban jugando con el ordenador deBerta, apuertascerradas,eneldespachopequeño.Enelgrande,Berta,Asunción,Gaby yManchego contenían la respiraciónmientrasMarlowCraftsmandabapuñetazossobrelamesa.

—Yahora—bramómísterCraftsman—,omediceninmediatamentedóndeestámihijoAtticusohagoquetodalafuerzadelaCommonwealthcaigasobreustedes,ylesrecuerdoquelaGranBretaña,alcontrarioquelamayoría de los países deEuropa del sur, puede presumir de tener unparlamento impenitente, una reina implacable, unos aliadosincondicionalesyunapolicíainsobornable.Unimperio,sí,señor,esoeslo que somos. Y poseemos unas cárceles de pesadilla. Hay una, porejemplo, en la isla deWhite, de la que ningún ser humano ha escapadojamásconvida.Yresultaqueesunaprisiónparamujeres,mirenustedespor dónde, para delincuentes femeninas, secuestradoras, ladronas yvioladoras.

—¡EstáenGranada!—dijoderepenteAsunción.Ytodaslascabezassevolvieronhaciaella.

Asunciónestabapálidaysudorosa.Habíaescupidoaquellaconfesióna la vez que dejaba escapar un suspiro desgarrador. La tensión habíapodidoconella, esoestabaclaro.Desdehacíaaños sucuerpoeracomo

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unaollaexprés,siempreapuntodeestallar.Devezencuandodebíaabrirlaválvuladelaireapresión,lomismoquelosbarcossueltanlastreparapoderavanzarolosglobosaerostáticosbolsitasdearena.Ahoraseestabadesinflandoaojosvistas.Elcuerpoprimero, lacabezadespués.Cayóalsuelo y quedó semienterrada por el material de oficina que se llevóconsigoensucaída.

Suscompañeraslaatendieronconurgencia:latumbaronbocaarriba,con las piernas en alto, la abanicaron, le dieron palmaditas en la cara ymasajecardiaco,pidieronagua, la salpicaron,pidieronsocorro,auxilio,queestagordasenosva,quealomejoresuninfarto,quesisemuereesculpa suya, señor Craftsman, que es usted un asesino en potencia demujeres indefensas como la pobre Asunción, tirano, sinvergüenza,desalmado,monstruo.

Pero Asunción volvió en sí en un par de minutos. Y traía cara dealucinadaporque,segúnlescontódespués,habíaestadoenlaspuertasdelcielo,habíavistoeltúnel,habíaidohacialaluz.

Marlow Craftsman se sintió aliviado, por mucho que fingiera unaimpasibilidad de estatua de sal. Dejó que pasaran unos minutos, quehicieraefectoelabanicoyelvasodeagua,lavaleriana,elairefrescodela ventana abierta, y entonces, en un tono mucho más conciliador, seatrevióapreguntar:

—¿Ha dicho usted, señorita Asunción, no se altere, que mi hijoAtticusestáenGranada?

—Sí,señorCraftsman.EnGranada.Desdemayo.Sanoysalvo.ManchegoclavósusojosdeáguilaenlosmiopesdeBerta.Ellabajó

lamiradayélcomprendióqueeracierto.Quedurante todoel tiempoelpresuntodesaparecidohabíaestadoenparaderoconocido,almenosparaaquellascincobrujasdeLibrarte.Imaginóunzuloexcavadoenlascolinasde cal y al preso atado y amordazado detrás de unos barrotes,alimentándosede loque ellas le llevaban, haciendopis enunabacinilla,volviéndoselocoderemate.

—¿Dónde lo tenéis encerrado? —gritó con toda la fuerza de suspulmones—.¡Confesad,malditas!

Gaby,BertayAsunciónabrieronlosojoscomoplatos.—¿Nosestásacusandodesecuestro?—dijoBerta,incrédula.—Desecuestro,deobstruccióna la justicia,de robo,deevasiónde

capitales,defraude,detodo.

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Bertamontóencólera.—Puessiesoesloquepiensasdemí,policíadepacotilla,yanome

importaque sepas toda laverdad,pormuchoqueduela.Pormuchoquequieramorirmedespuéscuandoteechedemenos.¡Idiota,patán,paleto!

MarlowCraftsmanseatrevióainterrumpirconotropuñetazosobrelamesaloqueatodaslucesyparasupropioasombroparecíaserunariñadeamantes.

—¡Díganmedeunavezdóndeestámihijo!Bertasesentó,derrotada.Hablódespacio,enuningléscomprensible

hasta para Manchego. Se acompañó de gestos, suspiros, lágrimas ykleenex.ContólodelosfalsospoemasdeLorca,laestanciadeAtticusenel carmen de las Heredia, la cueva del primo de Soleá, la guitarraespañola.ContóqueeljovenCraftsmanhabíasidolibreentodomomento:libre de tomar el camino de vuelta y regresar a Madrid, libre depresentarse en Librarte y desmantelar la redacción, libre de echarlas atodasa lacalle, libredevolveracasa,a Inglaterra,yquesino lohabíahecho hasta ahora, habría que preguntarle las razones, porque,sinceramente, señor Craftsman, no se me ocurre ninguna que lo ate aGranada,másquetalvezunenamoramientoplatónicoquelotengacomoalmaenpena,deesquinaenesquina,mendigandopiedades.Unamornocorrespondido, cruel, inmisericorde, de esos que a uno le duelen pordentro,delosdedesengaño,desilusión,ésossonlospeores.YesoúltimolodijomirandoaManchego,conlaesperanzadequeélcomprendieraloque quería decirle, si no con palabras, sí con razones, y fuera capaz deperdonarla.

Pero Manchego hacía un rato que se había marchado de aquellaoficina.No físicamente—ahí seguía su corpachóndesgarbado, apoyadoenlapared,conunamanocubriéndolelosojosamododevendaje—,sinoen espíritu. Su alma había abandonado el continente físico que laalbergabayhabíaescapadoporalguna fisuramísticapara sobrevolar laescena.Unaexperienciaextracorpóreaentodaregla,esoeraloqueestabaexperimentando el inspector mientras observaba desde arriba su propiadesolación, qué vergüenza, un par de lágrimas rodándolemejilla abajo,Bertasuplicandosuperdón,Craftsmanestupefacto,AsunciónalbordedelsegundodesmayoyGabyabanicándolacomosienellolefueralavida.

El alma de Manchego salió por la ventana abierta. Contempló lostejadosdelMadriddelosAustrias,elPalacioReal,lacúpuladelacatedral

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delaAlmudenaylosjardinesdelMoro.Hacía un día gris, frío y triste. Ojalá fuera sábado, pensó, para

quedarseeldíaenterometidoenlacama.

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UNAcosatienenencomúnloshotelesdelujoyloshospitalesdelaseguridadsocial: laposibilidaddequeenelmomentomenospensadoseabralapuertadegolpeyentrealguiendispuestoahacersutrabajocaigaquien caiga: la tensión, la temperatura, el antibiótico, la revisión delminibar, la cobertura de la cama o la limpieza del cuarto de baño sontareas prioritarias que han de llevarse a cabo a pesar del descanso delenfermooladesnudezdelcliente.

—Perdone, señora, vengo a cambiarle las toallas —le dijo unadoncellaaMoiraCraftsman,depie,enmediodesuhabitación,ignorandoelhechodequedichaseñoraestabamoribundasobrelacolcha,enpañosmenoresyconunacompresadeaguafríasobre lafrente—.¿Oprefierequevuelvamástarde?

—¿Quién es usted? ¿Qué hace en mi cuarto? ¿Dónde estoy? —respondióellaeninglés.

Sehabíadespertadomuyaturdida,despuésdesoñarqueasusrosales,enlugarderosasdeté,lesestabanfloreciendoclavelesrojos.

—Mejor vuelvo luego —decidió la doncella dándose la vuelta ysaliendo de allí como alma que lleva el diablo—, es que como no hapuestoelcarteldenomolestar…

Enesemomentosonóelteléfono.—¿SeñoraCraftsman?Soyelconserje.Queríasabersiestátodobien.

Silegustasuhabitación.—Sí.Estábien.Gracias.Alguienllamóalapuerta.—Serviciodeminibar,¿lesubohielo?—¡Noquierohielo!—Suchóferlaespera.—¿Michófer?Ladoncellavolvióaentrar.—Yaqueestáusteddespierta,puesmejorlecambioahoralastoallas,

sileparecebien,mientrasmicompañerolesubeelhielo.—Serviciodelavandería—dijootravoz—.Ledejosobreelsofálos

zapatoslimpios,buenosdías.

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—Tengo un recado para usted, señora Craftsman —escuchó quedecíaelconserjeantesdequeelauriculardelteléfonocayerapesadamenteycortaralacomunicación.

—¡Fueradeaquítodoelmundo!—logróhacerseoírporencimadelbarullo.

MoiracomprendióqueaquelasaltoasuintimidaderaunaseñaldelcieloyquenopodíaquedarseallítiradatodoeldíaesperandoaMarlow.Conociéndole,lomásprobableeraquesumaridoregresaraotravezconlasmanosvacías.Marlownuncahabía sidomuyechadoparadelante; alcontrario: era un hombre excesivamente prudente que sólo se habíaatrevido a pedirle matrimonio cuando ella lo amenazó con romper larelaciónsinosedeclarabadeunavez.Elanillolocompróella,labodalaorganizó ella, los niños los educó ella y era ella, guiada por su agendanegra,quiendecidíaquéleapetecíaasumaridoencadamomento.

—Moira, querida, ¿me apetece ir el domingo a ver la final deWimbledon con Charles Bestman? —podía sondearle él, por ejemplo,tapandoconlamanoelauriculardelteléfonodelacasadeKent.

—No, cariño, te apetece quedarte aquí tomando el té con tumadre,quevienedeLondres.

—Nomeapetece,gracias,Charles,eresmuyamable.Yasuntoresuelto.Había llegado el momento de tomar cartas en el asunto de la

misteriosadesaparicióndeAtticus,pensóMoira,yconfuerzasrenovadassaltó de la cama, se vistió con lo primero que sacó de su maleta, queresultóseruntrajedechaquetadetweedyunsombrerodefieltro,ysalióalacallefríadeMadrid.Talycomolehabíaanunciadoelconserje,frentealhotelhabíaunchóferdeuniformeesperándolaconlapuertadelcocheabierta.

—Encantadodeconocerla, señoraCraftsman—ledijo enun inglésestupendo—. ¿Quiere que la lleve a la calle Serrano, alCorte Inglés, alMuseodelPradooaalgúnotrolugarenespecial?

Moiraconsultósulibretanegra.—LlévemealacalledelAlamillo,número5—respondiómuyseria.Unosminutosdespués,cuandoabandonaron lasanchasavenidasdel

Madridmodernoparainternarseenlascallejuelasdelcentro,aMoiraselecayóelalmaalospies.Nopodíaserciertoquesuhijohubieratenidoquesobrevivirenaquelvecindariodecasasantiguasyacerasestrechas.La

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puerta de madera del número 5 de la diminuta calle del Alamillo,contrachapadaypintadadeverde, lepareció la entradadel infiernoyelolor del portal—una especie de pedo cocinado y fritanga pegada a lasartén—erasindudamuchopeorqueelazufredelaverno.

Subió trabajosamente los dos pisos y llamó al timbre del segundoderechasinlamenoresperanzadequealguienacudieraaabrir.Elplanerallamarunpardevecesydespuésprobarsuerteenlascasasdelosvecinos,preguntarporAtticus, sonsacarles informaciónsobresusconocidos, suscostumbresytodoloquepudieraarrojaralgunaluzsobresuparadero.

Para su sorpresa, la puerta del segundo izquierda se abrióinstantáneamenteasusespaldas.

—¿Aquién busca?—le preguntó una vieja vestida con una bata delanaazulcelesteyunaszapatillasdeandarporcasa.

AntelacaradeestupordeMoira,laseñoraSusanasesintióobligadaadaralgunaexplicación.

—SoylaseñoraSusana,lavecina,esquetengountimbreconectadoconeldeesepiso,¿sabe?Melohainstaladolapolicíadespuésdeloqueocurrióhaceunosdías,quecasimemuerodelsusto,queentróunfulanoarobar y me dio un empujón por la escalera, ¡santo fuerte!, casi no locuento.SibuscaustedalseñorCrasman,señora,tengoqueinformarledeque lamentablemente hace seismeses que no le vemos, creemos que lotienensecuestrado,mirequéespanto,oquesehamuerto,oalgo,porqueesrarísimoqueunchicotanmajo,tanbieneducado,nohayavueltoadarseñalesdevida.Desapareció sinmás.Sedejó lagabardinay todo.Yyoando queriendo volver a alquilar el piso, pero claro, ¿qué pasa?, quecuandolescuentolodelsecuestroylodelladrón,puesnadieseatreveaquedárselo.—LaseñoraSusanasedetuvounmomentoyfruncióelceño—.Oiga,¿novendríausted,porcasualidad,apreguntarporelpiso?Mirequeesunpisoestupendo,contodaslascomodidades,limpito,amuebladoydecoradoconmuchogusto…

—Noentiende—respondióMoiraconunacentoinfame.—¿Nome entiende?—replicó la señora Susana—.Ande, pase, nos

tomamosuncaféy se loexplicodespacitoy luego, siquiere, leabro lapuertaylovemos.Levaaencantarelpiso,lotengohechounprimor.

LaseñoraSusanaempujóaMoiraCraftsmanalinteriordesucasayla obligó a sentarse en el sofá de la sala de estar.Mientras ella ponía ahervirelcazodelaguayacalentareldelaleche,sugatoserestregópor

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lapiernadelaaterradainglesa.ÉstahabíadadoporhechoqueenEspaña,comoen el restode lospaíses civilizadosde laUniónEuropea, todo elmundohablaríaunperfectoinglés,algocontaminadodeacentoamericanopor efectode las películas deHollywood, pero comprensible al fin y alcabo,yhabíasupuestoquelasdiferenciasculturalesnoseríanunauténticoimpedimentoalahoradeentenderseconlosnativos.

Seequivocaba.Laancianaseguíahablándoleagritosdesdelacocina,másaltoahora

quesabíaqueeraextranjera,yMoiraseguíasinentenderunasolapalabra.Alcabodeunosminutosregresóconelcaféenunabandejitacubierta

conunpañodecrochéysesentófrenteaellasindejardehablar.—Sonochentametroscuadrados:undormitoriomuyamplio,cocina

degas,cuartodebañoysalitadeestarcontelevisorencolor.Losgastosdecomunidadsonbajos,labasuraselasacacadacual,porquedesdehaceunosañosnotenemosportera,desdelodelapobreAngelines,queteníaochentaañosyestabacomounarosa,perolosdelosserviciossocialessela llevaronaunasiloporquedijeronqueyanoeranedadespara seguirtrabajando,yduródossemanas.Nitiempotuvimosdeiraverlaalasilo,dellevarlebombonesoalgo.Semuriódepena,¿sabe?

Moira intentaba intervenir en la conversación para preguntarle aaquellamujersisabíadóndeestabasuhijo,perocadavezquetomabaaireparapronunciarsunombre,laotrayahabíacomenzadolasiguientefrase,porque aquella anciana tenía la capacidad de hablar sin respirar y deinspiraryexhalarsindetenersuperorata.

Porfin,despuésdemásdediezminutosdediscursoininteligible,laseñoraSusanasepusoenpie,cogióaMoiraporelbrazo,comosifueranamigasdetodalavida,ylallevóaconocerelpisoquealquilaba.

AMoiraselellenaronlosojosdelágrimascuandoviodóndehabíapasadoAtticussusúltimosdías.Elpisoolíaacerradoyahumedad,hacíafríoylapocaluzqueentrabaporlasventanasllegabaensombrecidaporlafachadadelacasadeenfrente.

—¿Quellora?¿Dealegría,mujer?Yaledijequeeramonísimo.Moira se desentendió de la casera y decidió explorar sin ayuda de

nadie aquel miserable apartamento. El salón estaba limpio y vacío, lacocinadesierta,elcuartodebañocerradoyeldormitorioenpenumbra.Conesfuerzo,subiólapersiana.

—El chico durmió sólo tres noches aquí. No le dio tiempo a

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disfrutarlo—decía la señora Susana, persiguiendo aMoira por toda lacasa—.Lopeorfuelapolicía,quelollenótododepolvillosblancosparabuscarhuellasyrevolvió todos loscajones.Pero,comove,yaestá todolimpiocomoloschorrosdeloro.

Moira abrió el armario. Para su sorpresa, colgando de la únicaperchaalavista,encontrólagabardinaBurberryquelehabíaregaladoaAtticuslasNavidadesanteriores.Ladescolgóatodaprisa,lacogióentresusmanosy se la llevóa lacara.Hundióenella sunarizdesabuesa, laolisqueó, la besó, se la puso sobre el traje de chaqueta de tweed y selimpiólaslágrimasconlamanga.

—¿Pero qué hace? —se extrañó la señora Susana—. ¡Deje esagabardinainmediatamenteensusitio,señora!

Moiraignorólasprotestasdelaanciana.Introdujolasmanosenlosbolsillosdelagabardinayencontróunpapelitodobladoencuatroconunafraseabsurdaescritaalápiz:«MelonesArcángel,Granada.8.00am».

Aquellonopodía serotra cosaqueunapista.Reconoció lapalabraGranada, semaravilló de que la policía hubiera registrado el piso y sehubieraolvidadodemirarenaquelbolsilloysedispusoasalirdeallíatodaprisapara llamaraMarlowycontarlesuhallazgo.PeronotuvoencuentaelcuerpitoarrugadodelaseñoraSusanaimpidiéndoleelpasoysuvoz de pito alertando al resto de los vecinos —«¡A la ladrona, a laladrona!»—,ydequeaesasalturastodosloshabitantesdeaquelinmuebleestaban preparados para un nuevo asalto—«ya no nos vuelven a pillardesprevenidos»—yquehabíanpuestouncierreautomáticoenlapuertadeabajo, y que tenían listos los cubos de agua, los tomates y los huevospodridosparallevaracaboelplandeasomarsealhuecodelaescaleraylanzárselos al sinvergüenza delincuente que volviera a entrar en aquellacasaconlaintencióndedesvalijarla.

Moira se encontró encerrada por dentro, bajo una lluvia deproyectiles inmundos, siete cabezas desdentadas contemplando sulapidación desde los descansillos y pormucho que gritó—«Stop, stop!Help, help!»— no logró que la tormenta cesara hasta que el chófer,intrigadoporlatardanzadelainglesa,llamóalapuertaconlosnudillosrobustosypudodarexplicacionesenespañolalosaterradosvecinos.

—Lléveme de vuelta al hotel—logró suplicarleMoira con el pelopringosoylagabardinasuciadebasura.

Despuésencendióelmóvilyllamóasumarido.

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—Querido,creoqueyasedóndeestáAtticus.—En Granada—respondióMarlow—. Le dejé recado al conserje,

querida,¿yatelohadado?Moira se dejó caer sobre el asiento del coche, sacó un pañuelo del

bolsoyseechóallorar.

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—LAseñoraCraftsmansiguesincomprenderporquéhemostenidoquetraernosaMaríaconnosotrosaGranada—tradujoBertaconeltonolacónicoqueutilizabaconManchegodesdeeldíaanterior.

—Joder con la señora Craftsman, no traduzcas esto, Berta, que essólo para desahogarme—dijoManchego—. Esta mujer va a conseguirquemetiredelcoche,miraloquetedigo,oquelatireaella.

—Como ya le ha explicado muchas veces, señora Craftsman, elinspectorcreequeesnecesarialapresenciadeMaríaenGranadapordosmotivos—explicóBertaeninglés—:Uno,paraprotegerladeBarbosa,ydos,paraatraeraBarbosahaciaellaydetenerlo.

—¿YporquénolodetienenenMadrid?—La señora Craftsman quiere saber por qué no lo detienes en

Madrid.—Mecagonlamar,lalechequelehandado.—Porque,señoraCraftsman—lerespondióBerta,paciente—,sino

lo pillamos in fraganti no vamos a poder acusarlo de nada. La únicaprueba que tenemos contra él es la declaración deMaría.Ella es, cómodecirle,un«testigoprotegido»,nosésimeentiende.

—Uncebo—comprendióMoiraCraftsmanymiródisimuladamenteaMaríaenelreflejodelespejoretrovisor.

Marlow Craftsman había alquilado un monovolumen negro,Mercedes, de ocho plazas y cristales tintados y había contratado unconductordecorbataparahacerelviajeaGranadajuntoalestrambóticogrupo de personas que la suerte le había adjudicado aquel día. En otrascircunstancias jamás habría hecho un viaje de más de cuatro horas enaquellacompañía:anteshabríapreferidotirarsealvacíodesdelosblancosacantiladosdeDoverquecompartirelreducidoespaciodelvehículoconellos.

Juntoalconductor,enelasientodelantero,viajabaManchegovestidode paisano, para empeorar aún más las cosas. Al menos de uniforme,aquelhombreimponíaciertorespeto,peroasí,conlospantalonesdepana,elchalecodetricotosaylacazadoravieja,dehombredecampo,parecíaunpastordeovejasdeSuffolk.DespuésibanlosCraftsman;cadaunoaun

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ladodelasientointermedio,elmaletíndeélyelbolsodeellahaciendodefrontera en el centro, y, por último, al fondo del coche,María y Berta,muy juntas, apoyadas la una en la otra, como dos niñas pequeñas quetienenmiedoalaoscuridad.

El plan consistía en llegar cuanto antes a Granada, recorrer losúltimos metros caminando hasta la casa de Soleá, esperar en la puerta,subir conella la cuestahasta la cuevade laDolores, llamara la aldaba,preguntarporAtticus,despertarlodesusueñoprofundo,darleunsustodemuerte, contarle todo lo ocurrido, subirle al coche, al avión, al tren yllevarlodevueltaalacasadeKentparalograrquepocoapoco,abasedeté y cordura, se fuera desintoxicando de amores contrariados, vinospeleones, jamones curados y atunes encebollados, que olvidara aquellosmeses de desperdicio y que volviera a ser el muchacho responsable yculto,eldelfíndeCraftsman&Co,elorgullodesumadre,laesperanzadesu padre, el sucesor de Bestman, el futuro de la empresa. Un jovenprometedor, sí, señor, digno heredero de sus antepasados, intachable,formal,respetable.Inglés;antetodo,inglés.

El día anterior, el propio Marlow Craftsman en persona habíadespedido sin contemplaciones aAsunción, aGaby, aBertay aMaríayhabíacerradolaoficinadeLibrartedeunportazosecoquesonóigualqueundisparodeescopeta.Nohuboindemnizaciónnivalorparaexigirla.Laschicas,derrotadas,se llevaronlopocoquepudieronsalvarde laquema:se repartieron algunos libros, se quedaron con las tazas de café comorecuerdo,con losmantelesdecroché,que,al finyalcabo,sóloservíanpara cubrir aquella fotocopiadora y que no hubieran podido utilizarseparaningunaotramesaconvencional,lamecedoradeBerta,lostiestosdelos rosales y otros objetos personales que colocaron en tristes cajas decartón.

Asunciónfuelaencargadadebajarlosplomosycortarelgas.Llevóa cabo aquella misión con lágrimas en los ojos. Gaby desconectó losordenadores,yapasaríaalguienarecogerlosyenviarlosaInglaterra,losvació de datos, de recuerdos, de experiencias. María se ocupó de clasificarlascajitasdezapatosllenasdefacturasylosarchivosinservibles,mentirosos, para que pasaran a formar parte del sumario de lainvestigación del fraude. Berta no tuvo corazón para soportar eldesahucio,selimitóallevarsedeallíalosniñosdeMaríaaprimerahora,antesdequellegarasumadreyselosencontraracubiertosdemocosyde

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toses.Bajóporlasescalerasconungemeloenbrazos,otrodelamanoyla pequeñaLucía saltando por los escalones, cantándoles una nostálgicabaladaquehablabadeunospastoresque se ibanpara lasmontañasynosabíancuándoregresaríanacasa.

Ibacabizbaja,llorosa,arrastrada.Manchegoestuvoapuntodesalircorriendodetrásdeellaymandarlo

todoalcarajo,peroalfinallevenciólasensatezyselimitóapermanecerenpie,quieto,enunrincón,durantelasdoshorasquepasaronlaschicasdeshaciendo la oficina, en su puesto, vigilando el proceso junto a sucliente,MarlowCraftsman,cumpliendoimpasibleconsudeberdepolicía.

Despuésescoltóalcaballerohastasuhotel,elRitz,ysedespidiódeélhasta el día siguiente a primera hora de lamañana, cuando, tal y comohabían previsto, saldrían rumbo a Granada en un coche alquilado, conBerta,paraquehicieradetraductora,yMaría,paraquehicieradecebo.

—Exactamente,señoraCraftsman—repitióBertaporenésimavez—,Maríaeselcebo,sí,ytienequevenirconnosotrosparaatraeraBarbosaypoderpillarloconlasmanosenlamasa,¿locomprende?Ellaeslaúnicaque puede testificar contra el ladrón y es de suponer que él tratará deencontrarlaparacallarlelaboca.

—¿Callarlelaboca?—semaravillóMoira.—Hacerle daño, sí —reconoció Berta—. Amenazarla, darle una

palizaoinclusomatarla.—Asíquenosestánponiendoatodosenpeligro—apuntóindignada

lainglesa—,trayendoaGranada,enestecoche,alcebo.Muyinteligente,sí,señor.

MarlowCraftsmanserevolvióensuasiento.Moirateníaciertarazónensurazonamiento.ElhechodellevaraMaríaensupropiococheeraunriesgo que él no había calculado. Nervioso, miró por el retrovisor. Lacarreteraveníacargadadecoches.

—CésarconduceunaHarleyDavidson—informóMaría,conscientedelarepentinapreocupacióndeCraftsman—.Esfácildeidentificar.Suelellevar una cazadora de cuero con el logo en naranja y botas de puntametálica.Nosabenustedesloquedueleunapatadaconesasbotas.Parecequesetevanaromperentrocitostodaslascostillasalavez.

—Quéhijoputa—dijoManchegoentredientes.BertaabrazóaMaríaconmásfuerzatodavía.Moiraabriólaventana,

sacó lacabezayrespiróelaireheladodediciembre.Poralgunaextraña

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razón, en lugar de frío, ella sentía un calor agobiante. Los huevosBenedictineestabanrevolviéndoseensuestómago,adoptandolaformadeunanáuseamonumental.

—Nomeencuentromuybien—consiguiópronunciarantesdequeselellenaralabocadevómito.

Como tenía la ventana abierta, la vomitona fue a caer directamentesobreMaríay,porextensión,sobreBerta,quelateníaagarradacomounamadresobreprotectora.

Tuvieron que parar enmedio del campo, el coche a un lado de laautopista,lasovejaspastando,unmolinodevientoenloaltodeunacolinalejana, ymientrasMoira, avergonzada, se disculpaba en inglés, abría sumaleta,sacabaunpañuelodeseda,unabotelladeaguamineral,unpardecamisaslimpias—«nomirenahora,señores,porfavor,tápenselosojos,quevamosacambiarnosderopaenlacuneta»—,pordetrásdelcoche,ala velocidad del rayo, sin ser vista, pasó una Harley Davidson con undelincuente llamado Barbosa al volante, camino de Granada, dondepensabaculminar susactoscriminalesagarrandoaMaríade lospelosyllevándosela con él a una isla del Pacífico donde nadie, jamás, podríaencontrarlos. Ya tenía los billetes. Ya tenía el dinero en una bolsa.«Despídetedetushijos—pensabadecirle—,porquenovolverásaverlos.O eso o la muerte. Tú decides». Y ella, seguro, tomaría la decisiónacertada: la de escaparse con él, a pesar de saber que a partir de esemomento pasaría a ser propiedad de su verdugo, objeto de sus palizas,esclavadesusdeseos.Cosa,animal,recipiente.

HabíasidosencilloseguirlelapistaaMaría.Bastócondarleunsustodemuerte a la señora Susana en el descansillo oscuro de su casa de lacalle del Alamillo para que le confesara que Berta le había dejado lasllavesdesucasapidiéndole,porfavor,queleregaralasplantas,porque,segúnlecontó,teníaquemarcharseunosdíasaGranadaconMaríayconotragente,nosabíaconquién,esonoselodijo,pararesolverunasuntoytardaríaunosdíasenvolver.

—Manchego —le había advertido Berta al inspector en el coche,despuésdehablarporelmóvilconlaangustiadelaseñoraSusana,quelecontó atropelladamente la historia de su encuentro con Barbosa—.Barbosavienedecamino.

—Entiendo—habíarespondidoélsinquerermirarlaalosojos.

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A Soleá la llamó Berta por la noche y le contó con todo lujo dedetalles lo que había ocurrido en las últimas horas. Que María habíaconfesado, que Barbosa era el mayor hijo de puta de la historia, quemísterCraftsmanenpersonahabíadespedidoatodoelmundo,quehabíancerrado laoficina—«tus cosas las tieneAsunción,no tepreocupes,queestánenbuenasmanos»—,y,sobre todo,quealdíasiguiente,aprimerahora de la mañana, saldrían para Granada María, Manchego, losCraftsman y servidora, dijo, con la intención de recuperar a Atticus yllevárselodevueltaaInglaterra.

La mezcla de emociones que se revolvieron en el alma de Soleáinexplicablemente se condensaron en una sola: el corazón partido. Igualqueunmédicotocaasupacienteendiversospuntosdesucuerpoenfermomientras le pregunta «¿le duele aquí?» hasta encontrar el foco de lainfección,Soleá fuepresionando las teclasdesusemociones: la traicióndeMaría,el trabajoperdido,el futuro incierto,y,asombrada,comprobóque el auténtico dolor, el epicentro de su angustia, donde de verdadescocía, palpitaba, se retorcía, gritaba y moría, residía precisamente enaquella diminuta partícula de su corazón que pertenecía a AtticusCraftsman. Notó cómo el resto de sus preocupaciones se diluían en ellimbodeloreparablemientrasquelaideadeexistirsinAtticusselehacíainsoportable.

Pasó la noche en vela, empapada en sudor, dando vueltas sobre elcolchón de muelles al que se había ido a echar sólo porque él habíadormidoallí,asomadaaratosalaventana,tratandodeescucharalolejoslasnotasdesuguitarra,suacentoextranjero,surisadeniño,recordandoelbeso,laplaya,elcolordelmar,elolor,elsabor,elcolor,lasuavidad,lamanoabiertasobresuvientre,elcalor.

Selevantóempapada,bajóadesayunaryaúneradenoche.La abuela Remedios, que no dormía nunca, la estaba esperando

despierta, apoyada en los cojines de su cama de moribunda, pero, alcontrario de lo que venía siendo su estado físico últimamente —losquejidos,losllantos,losllévameVirgendelCarmen,llévameNiñoJesús,los ¡ay, qué dolor!, los desmayos y otros suplicios—, que Soleá hasta

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había rezado para que el Señor se llevara a su abuela pronto de estemundo, queno sufrieramás, quedescansara enpaz, laRemedios estabamástiesaqueunaestacaylucíaunasonrisaenlacaraquelecruzabadeorejaaoreja.

—Soleá, ven pa’acá —la llamó en voz baja para evitar que sedespertaranloshijos,nietosysobrinosqueaguardabansumuertejuntoalacamayqueseturnabanparavelarlaporlasnoches.

La lumbre estaba encendida. Toda la casa estaba dormida y ensilencio.

—Chiquilla, pareces un alma en pena—dijo en susurros cuando lanieta se tumbó a su lado—. Estás temblando, tienes los pies fríos ycaminasencorvada.¿Esqueporfintehasdadocuenta?

—¿Cuentadequé,mamaRemedios?—Puesdequévaaser,Soleá,dequeestásenamoradadeTico.Desde

eldíaqueloconociste,desdequelotrajisteaestacasa,desdequecruzastela primera risa con él, desde que bebisteis los dos del té de laCandela,desdequesaltasteporlaventanaparanoencontrártelodefrente,chiquilla,siesonoesamorquevengaDiosylovea.

Soleábajó lavista.Lasábanablancaera rosaporefectodel fuego;las manos de la abuela, caminos profundos; sus ojos, dos espejos quehabíanvistotanto;suspalabras,verdadesqueseclavabancomocuchillos.

—Peroyono…—Túnolosabías,porsupuesto.Aveces,lainteresadaeslaúltimaen

darsecuenta.Encambio,él,elTico,ése losabedesdeelprimerminuto.NosehabríavenidoaGranadadetrásdetisinolosupiera,nosehabríapasado días enteros en esta casa, pelando las habichuelas, no habríaaprendidoa tocar laguitarra,nohabría subidoapiedesde laplaya,queestuvocaminandotresdíasydosnoches,quemelocontó,sóloparaestaratuvera.Ésesílosabe,Soleá,peroesinglés,hija,ynoentiendequeaquílascosassehacendistinto.Queunopuedellegarunanochealacasadelpadreyraptaralanovia,yllevárselaalpajar,yhacerleunhijo,queesloque me hizo a mí tu abuelo, y romperse la camisa, y darse golpes depecho,ylucharporella,apuñaladas,sinoledejanaunocasarseporsertratanteynotenerfortuna,yllevárseladelpueblo,envolandas,echarsealmonte,amarlaconfuria,conternura,condeseo.ElTicoesdeotrapasta.Parece que no quiere ensuciarse la ropa, Soleá, pero en realidad estádeseando devorarte. Se lo veo en los ojos cada vez que bajas por esa

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escalera y pasas de largo. Cómo se le enciende todo el cuerpo al vertellegarycómoseleapagacuandotevas.

Soleárecibióestaduchacalientedeverdadescomopuñosensilencio,losojosconcentradosencontarlelasarrugasalasmanosdelaabuela,ysupo que la Remedios, que era una experta en las emociones humanas,teníamásrazónqueunsanto.

—¿Y qué hago ahora? ¿Cómo le digo que estoy enamorada de éldespuésdelomalísimamentequemeheportadoconél?

—Túno tienesquedecirlenada,niña.Túcalladita, calladita,queelhombre es el que ataca y la mujer la que se rinde. A ninguno le gustapensarqueloatraparon.Túdéjameloamí.Dilequemeestoymuriendo,quevengaaverme,quedeestanochenopaso.

—¡Ay,mamaRemedios,nomeasustes!—Pero si esmentira, Soleá, chiquilla, que pareces boba. ¿Tú no te

hasdadocuentadequellevotresmesesmetidaenestacama,mássanaqueunaguayaba,esperandoaversitedecidíasaconquistaralTico?

Soleá no podía creer lo que estaba oyendo. LaRemedios tenía unasonrisabeatíficaenlacara,comosifueralícitodarlesatodoselsustodemuerte de su muerte. Que habían venido los primos de Antequera, quedormíanatrompicones,quenoseseparabandesuvera,nofueraaserqueelSeñorfueraabuscarladenoche,sinavisar.

Laabuela saliódedebajode las sábanas, arrugadaychiquitacomoera, los pelos revueltos, el camisón desgastado de tantas vueltas en lacama.Dijo: «¡Qué alivio, Soleá,me iba a dar algo ahímetida, quémalcocina tumadre, chiquilla,menosmalquevuelvoadirigir los fogones,quenosibaamataratodosdehambremiManuela!».

Algunodelosprimosquedormitabaenelsalónseagitóensusueño.El fuego crepitaba en la chimenea y la Remedios hacía estiramientos,comounaauténticamaestradeyoga.

—Nomemiresasí,quetehasquedadoalelada—ledijoalanieta—.VeteabuscaralTicoydilequemeestoymuriendo,anda.Yqueantesdediñarla le tengo que contar una cosa muy importante. Un secreto muygordoquenoquierollevarmeconmigoalatumba.

LaRemedios,despuésdelosestiramientos,regresóasuhuecoenelcolchón, se tapó con las sábanas hasta la nariz, puso ojos de enferma,gritó: «¡Virgen del Carmen, llévame pronto!», y una prima lejana sedespertópor finde su sueñoprofundo, se acercó al lechodemuerte, le

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tocó la frente,pensóque fiebreno tenía,y lepreguntósi teníaganasdedesayunaralgunacosa.

—Unasmigascontorreznosyhuevofrito—respondiólaRemedios,que,esosí,podíaestarsemuriendo,peronohabíaperdidoniunapizcadesuextraordinarioapetito.

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SOLEÁ,dememoria,sólosesabíaelpadrenuestroyelavemaría.Elresto se lo inventaba según lo requería laocasión:«VirgendelCarmen,patrona de los marineros, sálvame de este naufragio», o «SagradoCorazóndeJesús,tencorazón»,oracionesmuypocolitúrgicasperomuysinceras,esosí,porqueellanoerade lasquesóloseacuerdandeSantaBárbaracuandotruena,no,SoleádabagraciasaDios todos losdíasportodolobueno:sumadre,suabuela,sushermanos,loscincuentamiembrosdesufamiliaextendida,suscompañerasdeLibrarte,sutrabajo,supisodeMadridyhastalaspapasaliñásquehacíanenelbardelaesquina.Ydeuntiempoaestaparte,tambiénlosojosverdesdeAtticusCraftsmancuandoseleclavabanporlaespalda.

Segúnavanzabaporlacallecitaempinadaqueterminabaenlacuevade laDolores iba rezando en voz baja, sin percatarse de que una lluviafina, llanto de ángeles, le estaba empapando el pelo y rizándoselo, ymojándole el dobladillo de la falda larga, y los tobillos. Le pedía a laVirgenMaría—porquetúeresmujerymevasaentendermejorquelosotros—queleecharaunamanoenelcallejónsinsalidadesuamorporAtticusCraftsman,inglés,descolorido,torpeynaditareligioso,cosaqueel pobre no había podido evitar, naciendo donde había nacido, haztecargo, VirgenMaría, una familia de protestantes agnósticos, a pesar dequelaabuelaRemediosleteníayamedioconvencidodelaexistenciadelcielo, porque le había dicho que era lo mismo que pasar la eternidadtomandoeltéconSoleá.

Hasta esemomento había hecho todo lo posible por no abrirle laspuertasdesualma.Lasteníaapuntaladas,rodeadasporunfosoinfestadode cocodrilos hambrientos, defendidas por un ejército de prejuicios yconvencionesquedifícilmente ibaasercapazdederribarahoradespuésdehaberlos alimentado con tanto fervor.Y, sin embargo, con cadapasoque daba en la lluvia iba cayendo una torre, una almena, y se ibadescolgando el puente levadizo, tendiéndole a él un pasadizopor el quecruzar al interior del castillo, al corazón de las tinieblas, donde ella loesperabadormida,omásbieninconsciente,incapazdecomprenderquenohabíamássalvaciónquesubeso,más redenciónquesuamor,máscielo

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quesucompañía.Lacuevaestabacerradaacalycanto.Lasparedesdecal,elcamino

decanto.AtticusCraftsmandormíajuntoalaúnicaventana,alladodelapuerta.Soleállamódosveces,tres,esperóyvolvióallamar.

Porfinseescuchóruidodecacharros,quetorpeeraelhombre,¡ay!,yelcerrojo,queseabriódejandosalirunaoscuridadcálidaacompañadaporelolordeltabacodelosturistas,elvinoderramado,losestragosdelanocheanterior.

—Soleá—dijoAtticus,sorprendido,elpelorevuelto,lacamisetadetirantesyelbóxerdeRalphLauren.

—QuemimamaRemediossemeestámuriendo—learrojóellaalacara—.Quehapreguntao porusté, que dice que vaya, que no se quieremorirsindecirleunsecreto.

LareaccióndeAtticusCraftsmanantesemejantenoticiadistómuchode ser la fría respuesta que se esperaba Soleá; de repente, el joven seabrazóaellacomosifuerasutabladesalvación,llorandocomounniñosinconsuelo,sucuerposacudiéndosededolor,laslágrimasempapándoleelpeloaella.Lanieta.Laquedeberíaestarhechapolvoy,sinembargo,semanteníaserena,maravilladaalencontrarseentre losbrazosdelhombreal que amaba en secreto, sin sabermuybien qué hacer o qué decir antesemejantedemostracióndesensibilidad.

—Tiene usté las manos helaítas, míster —logró articular en unsusurro—.Póngasealgoencima,nosevayaaenfriar.

Pero comoél persistiera en su abrazodeosopardo, ella, sin sabermuybienquéhacerconlosbrazosquelecolgabanalosladosdelcuerpo,decidióabrazarlotambiénaél,peromáscomoseabrazaaunniñochicoqueaunnovio;conunpocodepenaydecompasión.Suavemente,aversiloconsolaba,ysalíanyalosdoscaminodelcarmendelasHeredia,dondelesesperabalaRemediosmássanaqueunamanzana,deseandoponerenprácticaelsortilegioconelquepensabaarreglarelasuntodelosamoríosdesunieta.

Enrealidad,noeranecesarialaintervencióndelaabuela,nidenadie,enestahistoriadeengañosydesengaños.Hubierabastadoconqueallí,enloaltodelacuesta,bajoeldinteldelapuertaabiertadelacueva,SoleálehubieraconfesadoaAtticusCraftsmanqueestabalocaporél,apesardelmiedoqueleteníaasueducaciónbritánica,asuadicciónalEarlGreydeTwinings, a su manía de no probar la carne, a la ligera cojera que lo

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acompañabadesdequeserompióeltendóndelarodillaremandoenunatrainera sobre el río Támesis, a su padre tan severo y a su madre tanestirada,asumentalidaddearistócratainglés,trasnochadoyflemático,yaesos dedos tan fríos con los que aquel día en la playa le recorrió laespalda, la cintura y el ombligo con la intención de hacer noche en elcuencodesuvientre.

—Ande,místerCrasman,quemiRemedios loestáesperandocomoaguademayo.

Atticus se secó la cara con los pelillos rubios de su antebrazo. Sesorbiólosmocos,agachólacabezayentróenlacueva.Unpardeminutosdespuéssalióvestidodenegro.Elpantalónnegro,lacamisanegraabiertasobre el pecho, el cinturón negro y un paraguas negro, con el queprotegió a Soleá de la lluvia que continuaba cayendo sobre su pelomojado.

Si no fuera por el color de trigo de su cabeza de inglés y por elblancodelapieldelcuelloylasmanos,cualquieralohubieratomadoporun gitano legítimo. Porque en eso se estaba convirtiendo AtticusCraftsman:enelTicodelacuevalaDolores,elquetocabalaguitarraconlasuñasdesualmaycantabalasmástristessoleásdelAlbicíndeGranada.

Así, pasito a paso, bajo la lluvia de diciembre, llegaron los dos alcarmendelasHerediayentraronenlasaladondesevelabaalaRemediosdíaynocheparaquenoestuvierasolacuandovinieraDiosabuscarla.

—Abuela—dijoAtticus.—Tico,niño—le respondióelladesdesu lechodemuerte—.Vente

aquí, a mi vera. Y los demás, irse ya —ordenó, rememorando a LolaFlores—;simequeréis,irse.

Sefueronlosnietosylossobrinosatomarunosmolletesconaceitemojaítos en café y los dejaron solos a los tres, la Remedios, místerCraftsmanySoleá,diciéndosesecretosviejos.

—Dime, Tico—empezó la abuela—. ¿Tú a qué viniste a Granada,vamosaver?

Atticusserevolvióincómodoensuasiento.—Vineacomprarleunospoemas—confesó—.Porquecreíqueera

usted diferente, abuela, que tenía unos documentos inéditos de FedericoGarcíaLorcaguardadoseneldesványquenolosqueríasacaralaluzporvergüenza.

—¿Vergüenzadequé,Tico?

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AhoralaqueserevolvióensusillafueSoleá.Seacordabamuybiende aquella mañana en Librarte, cuando casi mató a palos a AtticusCraftsman por haber insinuado que su abuelo podría haber sidohomosexual.

—Dequelagentepudierapensarquesumarido…—¿Que lo de Lorca fuera contagioso? —preguntó la abuela con

ironía—. ¿Que fueran amantes? Pero, niño, si me había hecho un hijoantesdecasarnosymehizootrostresdespuésdelaboda…¿Cómovaasermaricamimarido,hombre?

—Difícil—reconocióél.Enningúnmomento levantóAtticus lavistadel rostroamablede la

abuela para clavarla en el gesto contraído de la nieta, la cual hubierapreferido que se la tragase la tierra antes de tener que presenciar esaconversación.

—Lo que pasa—continuó la Remedios— es que necesitábamos unmotivo para traerte a Granada. Por eso te contamos ese cuento de lospoemas.Luegoyanosenamoramosdetiynoqueríamosquetefueras.Asíqueseguimosengañándote.

Soleásintióque le faltabaelaire.Aparentemente, laabuelaacababade declararse por ella. Había dicho «nos enamoramos»; lo había dichoseñalándolaconlacabeza.

—Peroestavezlaquecontólasmentirasfuiyo—confesó—.Porqueteníamiedo de quemi Soleá se volviera paraMadrid, y tú te volvieraspara Inglaterra, y vuestros caminos se separaran.Así quememetí en lacamayledijeatodoelmundoquemeestabamuriendo.

—¿Ynoseestámuriendo,abuela?—¡Quéva,niño!Estoymássanaquetú.Esto último lo dijo sin poder evitar que una risilla se le escapara

entrelosdientes.Atticusselanzóabesarsusmanosarrugadas.—¡Puesmehadadounsustodemuerte,Remedios!¡Lohabíacreídoa

piesjuntillas!—Losientomucho,bonico—respondióella,halagada—,nocreíque

mequisierastanto.Todavíasedibujabaenelrostrodelingléselcaminillodesalquele

habíandejadolaslágrimasyaúnsusmanosestabanfríascomotémpanosdehielo.

—Peroveoquetucariñoessincero—continuó—.Yhepensadoque

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ereslapersonaindicadaparaconocermisecreto.Quetengounsecretoescierto,yquenoquierollevármeloalatumba,también.

—Abuela —protestó Soleá desde los pies de la cama—. No sigasengañandoamísterCrasman.Bastanteengañadolohemostenidotodoestetiempo.

—¡Tú calla y escucha, niña! —la regañó ella—. Que este secretotambiénteatañeati,alcolordetusojosyaltonodetupiel.

Soleámiró asustada aAtticus y éste le devolvió lamirada llena decuriosidad.LosojosdeSoleáerandosfarolesazules;supiel,delcolordela arena de la playa, algo tostada, sí, pero más pálida que la de sushermanasysusvecinas.

—Esquetúhassalidoatubisabuelo,Soleá.Poresoerestanrubia.Rubia no era precisamente la palabra que hubiera utilizado Atticus

para describir a lamujer que lo tenía atrapado en un hechizo de bruja.Habríadichoexótica,mestiza,mezclada.Depelonegroyojosclaros,depielmorenaquemelocotoneabaaratos.Pero,enfin,talvezalcompararlaconelrestodelasmujeresdesuentornosíeraposibledescribirlacomorubia. Un rubio diferente al de Escandinavia, claro, un rubio de SierraNevada,queesotracosa.

—Puesverás,Tico,niño—relatólaRemediosmetidaenlacama—,resultaquemimadre,cuandosecasóconmipadre,estabapreñadadeotrohombre.Esolosupoélsolamente,quelaqueríadesdechicoyquelloróamarescuandoella se fuea servir aunacasabuenadeGraná, porque setemíaquelosseñoritosselarobaran.«Notevayas,Macarena,notevayas,miraquetevoyaperder»,yellaqueno.QueeraellamuchaMacarena,ea,yqueenellanomandabanadie.Sefue,sepusoaservir,yundíallegóunamigo del hijo del patrón, un inglés jovencico que no tendría más deveintipocos años el muchacho, y que ya venía maleao, porque habíaservidoennoséquéguerra,yestabaespantadodeloquehabíavisto.Queporlasnochesgritabayporlasmañanasamanecíaempapadodesudorylágrimas.YmiMacarena,queenpazdescanse,puessedejóconvencerporélparaquedurmieraasuvera,queteníamiedo,ledijo,delosfantasmasde tantos soldadosmuertos. Así que durmió con él y le curó la pena yluego,cuandosupoqueestabapreñada,noledijonadaanadie,sóloamipadre.SevolvióalCaminodelMonte,secasódeblanco,sepusoaviviren lacueva laDolores,queantes se llamaba lacueva laMacarena,ymipadrelehizocatorcehijossuyos,quinceentotal.

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—Entonces,abuela—dijoSoleá—,¿mibisabueloerainglés?—Digo. Inglés. Pero no de Inglaterra, sino de América. Y muy

famosoquellegóasertubisabuelo.—¿Famoso?—Ahíestálagracia—continuóella—.Sinofueraporquesehizotan

famoso,asantodequéibayoahoraacontarestahistoria.Quenolasabenadie más que yo, que hasta que conocí al Tico estaba dispuesta allevármelaconmigoalatumba.

Atticus callaba de asombro. Por la fecha, por la descripción delhombreyporellugarenelqueocurrieronloshechos,estabasegurodesaberaquiénseestabarefiriendolaabuelaRemedios.

—Túyasabesdequiénhablo—adivinóella.—DeHemingway.—Elmismo.En ese momento llamaron a la puerta. Manuela, que estaba en la

cocina, atravesó la sala a toda prisa para abrir. Los saludó al pasarcorriendoconunbuenosdíasdelosdeentremuelasygiróelpomoparadejar entrar a quienquiera que fuera a presentar sus respetos a lamoribunda.

CuandoregresójuntoalacamadelaRemediosveníapálidacomounfantasma.

—Soleá, niña, que en la puerta está tu jefa la Berta, y tu amiga laMaría, con una pareja de ingleses y un hombre que tiene una pinta depolicíaquenopuedeconella.¿Túhashechoalgomalo,mialma?

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QUÉmomentotanmalísimoescogióeldestinoparaqueSoleáAbadHerediaconocieraporprimeravezaMoiraCraftsman,sufuturasuegra.Tal vez por eso fue tan difícil romper la capa de hielo ártico que lasseparó durante años, a pesar de los esfuerzos del pobre Atticus pordescongelarlospolosyunirloscontinentesalosquepertenecíanesasdosmujeres tandispares.ElhachadeguerraestuvoenpiedesdeesemismoinstantehastaelbenditodíaenquevinieronalmundolosgemelosTomyHuckleberry;unorubio,elotromoreno,aquienes,inexplicablemente,encasade suabuelamaterna se lesdioel apododeelZipiyelZape,paradesconciertodelosCraftsman,queensuvidahabíanoídohablardeesetalIbáñez y que no quisieron profundizar en el conocimiento de semejantetalento del humor ibérico. «Mis nietos —dijo Marlow— llevarán elnombredelprotagonistadeunanoveladeculto,comohasidotradiciónenla familia Craftsman desde tiempos inmemoriales, no el de unos vilespersonajes de cómic». YAtticus añadió: «Voto a bríos», provocando larisa deManuela, deRemedios, de Consuelos y de los diecisiete primosquesetrasladaronalhospitaldeGranadaparaacompañaraSoleádurantelosdoloresdeparto.

Eldíaenqueseconocieron,Soleá teníaelpeloempapado, la faldamanchadadebarro,losojosllenosdelágrimas,yestabasentadaalospiesde lacamadeunaancianadesdentada,despeinadaymoribundaque,poralgunainexplicablerazón,leteníaagarradaslasmanosasuhijoAtticus.

Claro que enmedio de la oscuridad, en aquella estancia iluminadasólo por el fuego de la chimenea, no les resultó posible identificar aljovengitanodelasmelenasrubiascomosuhijodesaparecido.TuvoqueserelpropioAtticusquienlosreconocieraaellos,apesardellamentableestadoenelquellegósumadre:pálidayreciénvomitada,envueltaenunagabardinasuciaqueleveníagrande.

—¡Mamá, papá! —exclamó, levantándose de un brinco de su sillajuntoalamoribunda.

—¿Atticus?AMoiraCraftsmanlediounsíncope.Separalizó,comenzóatemblar

y cayó al suelo de bruces todo lo larga y flaca que era, golpeándose la

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narizconlasbaldosasdeterracota.—¡AvisadamiConsuelosquebaje!—gritólaabueladesdelacama,

acordándose de las habilidades terapéuticas de su hermana menor yolvidando en cambio que, a tres o cuatro calles de su casa, la Junta deAndalucíaacababadeabrirunmodernísimocentrodesaludenelqueseatendíantodotipodeurgenciasmédicas.

Bajó corriendo la Consuelos, que estaba durmiendo en una de lashabitaciones de arriba y, lanzándose al suelo, se abalanzó sobre MoiraCraftsmanylarodeóconbrazosypiernas,comosiestuvierarealizandounsalvamentomarítimoytuvieraquenadarhastalacostaconunahogadoacuestas.

MarlowCraftsmannodabacrédito a losmétodosde las ancianasymenos aún a la actitud de su hijo Atticus, que, en vez de desenredar aaquellamujerdel cuerpode sumadredesmayada, tratabadeconteneralrestodelgrupoparaquenointervinieraenelrescate.

Aquella locura terminó pronto: en cuanto el corazón de Moira seacompasó con el de Consuelos, Manuela trajo un paño húmedo de lacocinaylelimpiólasangredelanarizasufuturaconsuegrayentretodoslograron acomodarla en la cama que acababa de dejar libre la abuelaRemedios, quien, para asombro de su hija y de su hermana, acababa desaltar de un brinco colchón abajo y ahora permanecía en pie, con elcamisónarrugado,aunladodelaescena.

ConsuelossetuvoquetumbarjuntoaMoira,porquecadavezquelainglesa abría los ojos, se repetían el desmayo y los espasmos. Soleá seechóaunlado,protegidaporsumadreysuabuela,AtticusyMarlowsesituaron junto al cabecero de la cama, Berta, María y el inspectorManchegoalospies,ysequedarontodosenunsilenciomuydensohastaquevolvieronlosdiecisieteprimosdelbarManolo.

En aquella penumbra fue fácil confundir lo uno con lo otro. LamoribundaconlaRemedios,losinglesesconloscuras,losforasterosconfamiliareslejanos.

—¡AymiRemedios,quesemehamuerto!—gritóunadelastíasdeAntequeraaplenopulmón.

—¡AymiRemediosdemisentrañasydemicorazón!—corearonseisosieteprimosalunísono.

MarlowCraftsman,conlaúnicaintencióndesacarlosdelerror,dioun paso al frente y trató de explicarles que aquella mujer no era su

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Remedios,sinolaMoiradelcondadodeKent,yaquellamuertenoeratal,sinounsimpledesmayosinimportancia.

Comoningunoentendióloquedecíaaquelhombre,yantesdedarletiempoaBertadetraducirsuspalabras,selevantóunmurmullodevocesindignadascontraelcleroyla«inglesia»,yaquellamaneradeentrarenlacasadeunocomoPedroporsucasa,quécoraje,apártesedemi tía,quequierodarleelúltimobeso,malafollá.

«Malafollá», dijo, y aquella falta de respeto hacia la persona de supadreencendióenAtticusCraftsmanelmismofuegoquehabíaabrasadoaSoleáeneldespachodeLibrarteeldíaenqueélllamóhomosexualasudifuntoabuelo.Marlow,asombrado,asistióalatransformacióndesuhijoAtticus en una fiera: el cuerpo en tensión, los dedos crispados, los ojosentornados,lavozronca,labocaescupiendosaposyculebras.

—¡Mecagoentos tusmuertos!—exclamóAtticusavozengrito—.¡Entoditos!¡QueelTicodelaDoloresnoconsientequesefaltealrespetoasupadre,votoabríos!

Atticus,conlacamisaabiertacasihastaelombligo,selanzóaporelprimo de Antequera, pecho contra pecho, pelea de gallos, y ambosrodaronporelsuelodeterracotaanteelescándalogeneralizado.

DeprontosonóundisparodepistolayunpolvillodeescayolacayósobrelacabezadelaterradoMarlow.Todoslosojossegiraronentonceshacia la esquina en la que un hombretón vestido de pastor de ovejasacababadelanzarundisparoaltechoconunrevólverdelosdepelículadegánsteres.

—¿Peroustéestálocooquélepasa?—exclamóSoleá—.¿Novequearribaduermenloschiquillosyqueesabalahapodidotraspasareltechoymataraalguno?

Estas sabias palabras bastaron para que el grueso de la tropaemprendiera un ruidoso galope hacia las escaleras. En cabeza,Manuelagritandocomounaposeída,encola,Remediosencamisónyenelpelotón,losprimosytíosHeredia,Berta,MaríaylaConsuelos,quehabíalogradosaltardelacamaencuantosedeshizoelsilencio.

En el piso de arriba, todo llantos y gritos, contaron los niños y elnúmero de los que encontraron plácidamente dormidos en sus camascoincidióconeldelosquehabíanacostadolanocheanterior.Todossanosysalvos,graciasaDios.

Volvieron a bajar, treinta en total, entre niños ymayores, gitanos y

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payos, propios y extraños, y rodearon la cama de Moira Craftsman,asombrados algunos al descubrir a una inglesa entre las sábanas de laRemedios.

—¡Ea, ya me he curao! —gritó la Remedios desde la mitad de laescalera—.Volverse ya todo elmundopa su casa que ya os avisarámiManuelapalaboda.

—¿Qué boda, abuela? —preguntó una de las hermanas de Soleá,atónita.

—Puesquébodavaaser,ladetuhermanayelTico,Diosprimero.MoiraCraftsman, que había logradomantenerse consciente durante

un par de minutos seguidos, volvió a caer en el más profundo de losdesmayos. Y eso que no había entendido lo que acababa de anunciar laabuelaRemedios:quehabríaboda.Perolehabíabastadoconobservarlasonrisa desnuda en la cara de Atticus y el rubor en la de Soleá paraentender que aquella mujer morena, de ojos brujos, labios anchos, pieltostadaycaracolillosenelpeloera—sinoloremediabaFreud—lamásprobablemadredesusfuturosnietos.

Entonces sí, su pérdida de conocimiento fue tan intensa y duraderaqueentre todos resolvieron llevarlaenvolandashastaelcentrodesaludquehabíaabiertolaJuntadeAndalucíaatrescallesdesucasa,porversilamedicinamodernaeracapazdesacarladelhoyo.

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NUNCAhabíaresplandecidotantoGranadacomoaquellatardedesoldespués de la lluvia: los naranjos de un verde limpio, los geraniosfrondosos como bosques y las cumbres de la sierra cubiertas de nieveblanca, recién espolvoreada, igual que azúcar molida en lo alto de unpastel.

AtticusySoleáseasomaronalbalcóndeSanMiguel,desdedondelaAlhambra se levantaba luminosa, el segundo sol de Granada, y sedesperezaba,ysesacudía.

Delante de aquel decorado mágico, Soleá descubrió que AtticusposeíaelcorazónmáscalientedeInglaterra.Susmanosseguíanheladas,pobrecito,despuésdetantossustosytantasemociones,perolasangrequele recorría los caminillosdel cuerpoquemaba.Y tambiénquemaban susbesos, lapasióndesuspalabras, lapielenvueltaenpelillos rubiosy losojos,silosabría,ysino,lospárpados.

Sifueunbeso,fueelmáslargodelahistoria.Sifueronvarios,Soleáno supo separar uno de otro; todos agua de lamisma riada. Besos quedestrozaron puentes, anegaron cosechas, arrastraron al ganado einundaron casas. El barro por la rodilla, oiga, el perro en el tejado,helicópterosdesalvamentoyárbolescaídos.

AtticusrecibióelbesodeSoleácomountriunfomerecido;elpremioa su esfuerzo, el campeonato de traineras, la copa por fin paraOxford,después de siete años de vacas flacas, el sabor de la gloria.Mientras lemordía la boca recordaba una a una todas las escenas de su bibliotecaerótica,abandonadaenelpisodelacalledelAlamillo,quédescuido,conlaesperanzadeponerlasenprácticaencuantoesamujerdearmastomarlepermitieraabrirlelacamisayarrancarlelafalda,cosaqueyaintuíaqueiba a ser complicada, puesto que Soleá, en medio del beso, se habíaapartadounmomentoparadarleunabofetadaencuantonotóquesumanotratabadeabrirsepasoporelescote.

—¿Porquéno?—habíarogadoélconlamejillacolorada.—Porquenoquiero.Ea—habíarespondidoella.Por eso, por no alargar la agonía de querer y no poder,Atticus le

pidióquesecasaraconél,cuantoantes,esedíamismo,omañana,en la

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catedral, en una ermita, en medio del campo, los dos solos o con loscincuenta primos de Antequera y, a falta de anillo de compromiso, leregaló el crucifijo de oro que llevaba colgado, con el Cristo de losGitanosbendiciendosuunión.SelosacóporencimadelacabezayselocolocóaSoleásobreelpecho,ydelcalorlequedóaellaunaseñal,comountatuaje,enformadecruz,quehuboquecurarleabesos.Másbesos.

Lohizocomoestámandao,segúnlecontódespuésSoleáasumadrey a su abuela; rodilla en tierra, la fórmu la clásica—«¿te quieres casarconmigo?»—, primero en español y luego en inglés, que había sido elsueñodesuvidasoltarleel«willyoumarryme?»alamujerdesussueñostambiénenlalenguadeShakespeare.YSoleáhabíarespondidoprimerosíydespuésyes,yluegolehabíadejado,porfin,besarleunpecho,unosolo,elderecho,noporgusto,sinoporquelehabíaquemadoelcrucifijo.

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MOIRACraftsmanserecuperóenseguidadesu«subidaemocionaldetensión», según le fue diagnosticada por un médico con títulouniversitariodespuésdecomprobartresvecesseguidasqueeltensiómetrodigital de brazo, que midió las tres veces la cifra exacta de diecinuevenueve,noestabarotoyderecetarledostazascalientesdetéEarlGreydeTwinings,dadalainsistenciadeAtticusylaconcesióndeque«malnolehará,sobretodosiendoinglesa».

Aesodelassietedelatarde,porfinpudieroninstalarseensuhotelitocon encanto, una bonita casa con patio y flores, los Craftsman, Berta yMaría y el inspectorManchego, agotados del viaje, las emociones y elingresohospitalario.

SiMoirasefijóonoenelcrucifijoquecolgabadelcuellodeSoleáesunaincógnitaquejamásllegaráaresolverse.Elcasoesquenodijoniuna sola palabra al respecto, le bastó con notar el frío glaciar en lasmanosdesuhijoparaentenderquealgomuygordoestabasucediendoytemerselopeor.Pidióunconsomé,unatortillafrancesayunté;sequejóporqueelcaldotraíapedazosdegarbanzosflotandoenlasuperficieylatortillanoeradetiposoufflé,sinomásbiendetiposueladezapato.Lloróun rato, y a esode lasnueve sequedóprofundamentedormida.Marlowleyóhastaqueseleborraronlasletras.Despuésapagólaluzdelamesillaycayóenunsueñoprofundoderonquidosysilbidos.

ElinspectorManchegoatendiómuyconcentradoatodosestosdatos,con la oreja pegada a la cerradura de la puerta, porque su deber eraprotegeraaquellagente,dedíaydenoche,ydevolverlossanosysalvosala oficina central de Scotland Yard junto con su hijo, el desa parecidoAtticus,quemireustedpordóndehasidoencontradoporfin,enperfectoestado de salud, gracias a las habilidades detectivescas del inspectorManchego, que debería ser nombrado comisario y condecorado con lamedallaalvalor.

Berta, por su parte, después de comprobar que el Valium, benditoValium,habíahechoporfinelefectodeseadocontraeltenazinsomniodeMaría, salió a tomar el aire al patio y se encontró con la trasera delcorpachóndeManchego,laorejaapoyadaenlapuertadelosCraftsman,

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laespaldaentensión,lapistolaenelcinto.Dudó si volver a su cuarto sin hacer ruido y evitar una vez más

enfrentarseconél.Todavíanohabíapodidoperdonarleaquellas injustasacusaciones lanzadas contra su persona y contra las personas de suspersonasmásqueridas.Secuestro,obstrucciónalajusticia,robo,evasiónde capitales, fraude… Manchego la había ofendido gravemente, ladecepción había sido tremenda y, por muchas disculpas que le hubierapedidodespués—«perdóname,Berta,sabesquenolocreíadeveras,quefuecosadelatensióndelmomento,queyotequiero,¿looyes?,tequiero,ea, en dos palabras te lo digo, como nunca he querido antes a ningunamujer»—,elhechodehaberlaavergonzadotanto todavía teníamáspesoenlabalanzadelresentimientoqueenladelacompasión.

Sinembargo,aquelviajeaGranadayaquellalluviapersistentedelamañana,aquellapintadeniñodesvalidoquemetelapatayquedespuéssearrepiente y se arrastra mendigando perdón estaban ablandando sucorazóndepatatacocida.

—¿Uncigarrito?—dijoasusespaldas.Manchegosegiróenredondoysellevólamanoalapistola.—¡Qué susto, por Dios, Berta! —protestó—. No hagas eso. Es

peligrosoasustaraunpolicíadeservicio,miraquevoyarmado,miraqueestoyentensión.

—Ya —respondió ella—. Se te nota lo de la tensión, por eso tevendría bien un cigarrito, un rato de descanso. —Después añadió—:¿Duermen?

—Comodosangelotes.—Maríatambiénhaconseguidoporfinconciliarelsueño.—Entonces, sólo quedamos tú y yodespiertos.No sé si has notado

queelhotelestávacío.Eracierto.El15dediciembre,viernes,contodoelfindesemanapor

delante, debería ser un buen día para el turismo y, sin embargo, aquelhotellespertenecíaaellosenexclusiva,consupatioandaluz,susbalconesdemaderaysusgeranios.

—LagenteestaráahorrandoparalaNavidad.—Seguramente.Alpensaren laNavidadaBertase lecaíaelalmaa lospies.Otros

añosdecorabacon ilusión laoficinadeLibrarte.Comprabaunabeto, lollenaba de adornos, compraba flores de Pascua, las repartía sobre las

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mesas,cubríalafotocopiadoraconunpañodeterciopeloyallícolocabaelmisterio,sólolostresimportantes,claro,lodelascasitasylospastoreseracosadeniños,yponíaunabotelladesidraaenfriar,parabrindarconsus compañeras el 24 por la mañana: que seáis felices, que Dios osbendiga,quelosReyesMagosostraiganmuchosregalos,queelpróximoañoseamejor,quesigamosjuntasytanamigasytancontentas.

Pero este año la cosa pintaba fea: la oficina acababa de serclausurada,todasellassehabíanquedadosintrabajoy,paracolmo,Maríahabía resultado ser una ladrona, traidora y mentirosa; obligada por lascircunstancias, sí, maltratada y amenazada por un hombre sin corazón,también,perounadelincuente,quélevamosahacer,queporsuculpalarevistasehabíaarruinadoy,conella,lasvidasdetodaslaschicas.

—¿QuéplanestienesparaestasNavidades?—seleocurriópreguntaraManchego.

—PuescomonoseallevarleunospolvoronesaMaríaalacárcel,noséquédecirte—respondióella,resignadaalatristeza.

—Ya—selamentóManchego.—¿Ytú?—YoestabapensandoeniraNieva.¿Sabesquehaceyatresañosque

nopasolasNavidadesconmispadres?—¿Yeso?—Puesmira,Berta, laverdad—contestóManchego—,porquecada

vezquevoyacasamepreguntanque simehanascendido,que si tengonovia,quesiheresueltoalgúncaso importante,ymeda lasensacióndequeañotrasañosellevanunadecepción.

—Yesteañoesdiferente.—Enlodeltrabajo,sí—respondióél—.Enlodelanovia,no.Bertasintióquelesubíauncalorextrañoportodoelcuerpo.Como

cuandode niña tomaba vino caliente en la plaza del pueblo y las orejascomenzabanalatirle,ylaspiernasatemblarle,ylosojosallenárseledelágrimas.

Manchegonohabíaencendidoelcigarro.Losujetabaentredosdedosque temblaban lomismo que las piernas de Berta. Se quedó callado derepente,hablaronlosojos.Sedijeronqueeldisgustoestabadandopasoaotrosentimiento,quiénsabedóndehabíanperdidoesosdoselorgulloylaaltanería, lasmaníasdesolterones,elcariñoa lasoledad,ynopudieronevitarencontrarseamediocaminoentrelailusiónyelsusto.

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—A lo mejor podemos arreglar eso de la novia —dijo Berta,acercándoseunpocomásaManchego.

Éltiróelcigarroalpatio,larodeóconsusbrazosdepastordeovejasdeSuffolkyellasintióqueabrazabaaunroble,aunhayaconlashojasamarillas de tanto otoño, y aspiró el aroma a tierra mojada, a setas decampo,aganadosuelto,aleñaardiendo.

El beso fue de nueces y castañas, de vino caliente, de chimeneaencendida.ManchegoyBerta,caraycruz,uñaycarne,enaquelmomentorecordaroncómosonabanlascampanasdeSanMartínenundíadeboda.Cómocaíaelecodesutañidoprecipicioabajohastairaestrellarsecontraelriachuelodondedeniñossemojabanlospies.Yelsabordelacaldereta,todoelpueblo invitado,queporfinsenoscasa laBerta, tanmayor,quémaja,conunchicoestupendo,míraloquébuenmozo,separeceaGeorgeClooney,peromásalto.Yelruidodelospetardos,latracafinal,unoqueseponeenloaltodelpuenteylanzacohetesalcieloestrellado.Ésefueelbeso.

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EL hotel, antes de ser hotel, había sido la casa palaciega de unosadineradosseñoresvenidosamenos.Esosenotabaenqueestaballenoderecovecos,pasillosyescalonesyenqueelascensorestabaincrustadoenunapareddecarga,unestorbo,vaya,yenquelaescaleradeincendioseradecaobayterminabaenunacocheraconartesonadoeneltecho.

CésarBarbosaentróporlapuertadeatrás,cruzóelgarajesinhacerruido y se asomó a la oscuridad del patio. Todo era silenciomenos elsusurrodedosvoces,unadehombreyotrademujer,quepelabanlapavaenelsegundopiso.

Depuntillas,rodeóelpatioyalpasarpordebajodelasvoceslecayóuncigarroen lacabeza.Despuésescuchóel inconfundiblesonidode losbesos, pompas de jabón que estallan, y decidió que aquél era el mejormomentoparapasardesapercibidoentrelassombras,bienpegaditoalasparedes, llegar a la puerta tras la cual dormía María, abrirla con unaganzúadefabricacióncaseraydarleunsustodemuerte.

Maríahabíacaídoenunsueñoprofundo,inducidoporelValium,locualdificultóbastanteelasalto.Barbosalasacudió,laabofeteó,lasalpicóconelaguaquehabíaenunvasosobrelamesilla,lalevantósonámbula,lametióbajoladuchafría,lagolpeóconunatoallamojaday,porfin,logróque ella recobrara la angustia que había logrado dominar gracias a lasdrogas.

—Pontelaropa,quenosvamos,puta—dijoenvozbaja.—¿Adóndenosvamos?—AlCaribe,notejode…Tal y como había visto hacer en las películas policíacas, Barbosa

anudólosextremosdelasábanaconlosdelacolcha,ylasogaresultantelaatóalabarandilladelbalcón.Nohabríamásdecuatroocincometrosde altura hasta la callecita lateral donde había aparcado la HarleyDavidson,asíquelapuntadelasábana,alcaer,semojóconloscharcosdelsuelo.

—¡Baja!—leordenó aMaría—.Ynohagasninguna tontería,miraquetemato.

Maríaobedeció.Loesperóalfinaldelacuerda,sesubiósinrechistar

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a lamoto de su amante, se agarró con fuerza a la chupa de cuero conletrasennaranjaysedejóllevarrumboalodesconocidocomounaplumaempujadaporelviento,suvoluntadperdidaeldíamismoenelquelefueinfielaBernabéporprimeravez.

Talvezfueconscientedequeyanovolveríaaverasushijos,nialhombre al que un día juró amar en la salud y en la enfermedad, en lariquezayenlapobreza,enlaalegríayenlatristeza,todoslosdíasdesuvida. Y si lo pensó, probablemente recordó sólo lo bueno de aquelmatrimonio construido con ilusiones, fortalecido con la llegada deaquellosniñospreciosos,detenidoenlafelicidadcotidianadelCola-CaoylastardesdedomingoenlaCasadeCampoyalimentadoconlossueñosde ir medrando poco a poco, bañarse en alguna playa del sur, conocermundo, ver a sus hijos licenciarse en alguna universidad elegante yencontrarle a Bernabé, después demuchos años, lamisma emoción delprimerbesoenelúltimo.

Lamotoarrancóconelsonidobrutaldelasbujíasmultiplicadoporcienalrebotarenlasparedesmojadasylascallesestrechas,unruidodemil demonios que hizo revolverse aMarlow yMoiraCraftsman en suscamas y sacó a Manchego y a Berta del éxtasis de su abrazo paradevolverlosalarealidad.Nadamásescucharlaexplosióndeaquelmotoryelacelerónquevinoacontinuación,ambossalieroncorriendohacialahabitacióndeMaría,conscientesdequeyanolaencontraríanallí.

Alverlaventanaabiertaylasábanacolgando,Manchegonolopensódos veces: se agarró con fuerza a la soga improvisada, saltó a la calle,sacólapistolayapuntóalbultitoenelquesehabíaconvertidolamoto.

—¡No dispares! —exclamó Berta, asomada al balcón—. ¡PodríasdarleaMaría!

—¡Mecagonlamar!—gritóManchego,derrotado.Elinspectorbuscóelmóvilatientasyloencontróenelbolsillodel

pantalón.Hizounasolallamada:asuscompañerosdelaguardiacivildeGranada, a los que dio la descripción de los hechos y la de las dospersonasimplicadasenelsecuestro.

Berta,porsuparte, tambiénsacósumóvil.Condedos temblorosos,llamóaSoleá.

—¡Soleá, haz algo, que Barbosa acaba de llevarse a María en lamoto!

—¿Pordóndesehanido?

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—Porlacallededetrásdelhotel,laquesubeparaarriba.Soleá colgó sin pedirmás explicaciones. Acababa de llegar a casa

después de pasar la mejor tarde de su vida envuelta en las caricias deAtticus.Éllahabíadejadoalotroladodelacancela,comosilecostaraunesfuerzoinsuperablesepararsedeella,aunquesólofueraporunashoras,hastaquevolvieraaamanecerypudiera llamarotraveza lapuerta,darlos buenos días e invitarse a desayunar, para verla recién levantada ycomprobarqueeracierto,queSoleáexistíaylepertenecía.

—¿Arcángel?¿Primo?—¿Quépasa,prima?LasexplicacionesdeSoleá,probablemente,fuerondesastrosas.Pero

al Arcángel le bastaron tres o cuatro palabrasmás omenos coherentesparaentenderquehabíaqueperseguirunaHarleyDavidsonporelCaminodelMonteydarleunapalizaalhijoputaquelaconducía,queacababadesecuestraraunaamigadesuprima,yesonoseloibanaconsentir,nilosHeredia,nilosAmaya,niningunodelosprimosdelAlbicíndeGranada,entendiendoporprimolaampliaacepcióndeltérminoqueseutilizabaenaquellafamilia.

Total, que en menos de dos minutos aquella llamada se habíaconvertido en una yihad que involucraba a más de doscientos hombresdespiadadosdispuestosadescoyuntar aBarbosa.Unosencoche,otrosapie, otros enmotoymuchos en furgonetas cercaron elSacromonte, lascallesadyacentes,elperímetrodelaciudadvieja,lasnuevassalidasalasautopistas y, en algún punto inconcreto, se mezclaron con la policíanacionalylaguardiacivil,desconcertadoslosunosyotrosalencontrarseluchandoenelmismobandoporunavezenlavida,unejércitovariopintode uniformes, coches oficiales, Seat Lagunas, camisas negras, armasreglamentariasyvarasdeTalavera, laciudadtomadapor lagentebuenapara detener al malvado Barbosa, enemigo de Manchego y de Soleá apartesiguales.

CésarBarbosanopodíacreerloqueveía.Calleporlaquepretendíaescapar, calle que encontraba cortada por la muchedumbre: seis o sietehombresarmadosdándolecazaencadaesquina,esperándoleconelbrillode los cuchillos, de los dientes de oro, de los crucifijos o de las placaspoliciales.Todosdeacuerdoenunasolacosa,unasolanoche:acabarconél.

Aladesesperada,detuvolamotoenunacalleancha.AgarróaMaría

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porlospelos.Gritó:—¡Lamato! ¡Omedejáissalirdeaquíuos juroque lamatoahora

mismo! —Tenía una navaja en la mano y la mano muy cerca de lagargantadeMaría.

—¡Quieto todoelmundo!—ordenóun jefedepolicía,que tomóelmandoenaquelmomento—.¡Necesitamosunnegociador!

Perodeentreelgentíosurgióotravozmásfuerte,másautoritariaymásindiscutible.

—¿¡Qué coño un negociador!? —bramó Manchego saltándose elcerco y entrando al galope en la calle donde Barbosa amenazaba concortarleelpescuezoalaaterradaMaría.

ElimpactodeManchegocontraBarbosasellevópordelanteaMaría,la Harley Davidson, una papelera llena de porquería y un cartel queanunciaba un recital flamenco. Los dos hombres rodaron por el suelo,lucharon como gladiadores, sangraron, gimieron, se golpearon, semachacaron, y el resto de los espectadores miraron, como bobos, sinintervenirenaquelduelonosesabeporqué,hastaqueBerta,convozdepito,logróhacerseoírporencimadelescándalo:

—¡Alguienqueleayude,joder!Esodijo:«Joder».Porprimeravezensuvida,BertaQuiñonesutilizó

una palabramalsonante, probablemente la única que se sabía, porque leparecióquelaotraposibilidad—«alguienqueleayude,porfavor»—noiba a tener el efecto deseado en su auditorio. Fue un taco consciente,planeadoyeficazque luegolerecordarían todasuvidaManchegoysusamigosatragantadosderisaencualquiercelebración.Sobretodo,poreltonoagudodesuvozyelcolorgranadesucaradesencajada.

—Notieneningunagracia—sequejaríaella,ofendida.YManchegolarodearíaconsusbrazosparacallarlelabocaabesos.ElcasoesqueelgritodeBerta logró romperelhechizoquehabía

paralizado a todos los presentes y los trajo de vuelta a la vida.Más deveintehombres fornidos, entrepolicíasyprimosHeredia, hicieron faltaparareducirporfinaBarbosayliberaraMaría.Peroloverdaderamentedifícil fue decidir después quién se quedaría con la presa, la cual sedisputabanconelmismoderecholosdefensoresdelasleyescivilesylosdefensores de las leyes gitanas. Ganó la guardia civil, claro, pero acambio y en agradecimiento por la ayuda prestada en el asunto de ladetencióndeBarbosa, leentregaronalTomás,comorepresentantede la

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familia,unaimagendelaVirgendelPilar,atamañoreal,quesimbolizabalaamistadycolaboraciónentreunoyotrocuerpo.

Lociertoesqueaquellanoche losúnicosquedurmieroncomodosangelotes, gracias a una infusión de hierbas «made inCandela», fueronMarlow y Moira Craftsman. Y no sólo conciliaron el sueño a las milmaravillas,sinoque,poralgunaextrañarazón,durantelanocheseavivóel fuego de su relación desganada y les entró hambre de lobo —quétendría el té de la señá Candela— y al despertar a la mañana del díasiguiente se amaron apasionadamente, como dos fieras salvajes, condientes y uñas, gruñidos y arañazos, una batalla campal que agotó susfuerzashastalahoradecomer.

El resto de los habitantes del Sacromonte se reunieron aquellamadrugadaenlacuevadelaDoloresparacelebrarlacapturadeBarbosaconunguitarreoyunascopitasqueatronaroncomounatormentatropicala la ciudad nueva de Granada. Esa noche hubo más de mil protestasdesatendidasenlacentralitadelapolicíamunicipal,porordenyconsejodel jefe provincial de la guardia civil, el cual, junto con una decena decompañeros,formabapartedeaquellajaranademedianoche.

Cantaronybailaronhastaquelesdolieronlasmanosdedarpalmasylospiesdeltaconeo,lasuñasdeenredarseenlascuerdasdelasguitarrasylosdedosdegolpearloscajonesflamencos,porque,talycomorecordólaDolores a voz en grito, esa noche había mucho que celebrar: por unaparte, que Barbosa estaríamucho tiempo entre rejas y, por otra, que laSoleáhabíaencontradoalhombredesuvida,elTicodelaDolores,gitanode corazón y de vestimenta, y de costumbres arraigadas, que no iba ahaberyaquien losacaradeallí,alTico,desunueva tierra,desunuevaidentidad,desunuevafamilia.

—¿Quétepongo,Tico?—lepreguntósufuturasuegraconpicardía.—Jamónmismo—respondióél,yañadió—:¡Votoabríos!

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DESPUÉS de su insólita sesión amatoria desenfrenada, aquellamañana Marlow Craftsman estaba desayunando molletes con aceite,tomateyjamónenelpatioalicatadodeazulejosdelhotelitoconencantocuandorecibiólavisitadesuhijoAtticus,elcualveníasinhaberpegadoojo en toda la noche, con las yemas de los dedos en carne viva y lagargantaescocida.Pidióunvasodeaguadelgrifoysesentófrenteasupadreenaquellamesitaparados,elpelorevueltoylaropadeanoche.

Siempre se habían llevado bien. Tal vez por oposición con suhermanoHolden,elrebelde,quejamássehabíadoblegadoalaautoridadpaterna y había hecho siempre lo que le había venido en gana. Lacompenetración entre Marlow y Atticus era tanta que les bastaba conmirarse sin decirse nada para saber lo que estaban pensando en cadamomento.

—Los negocios son los negocios—dijoMarlow—.No somos unaONG.

—Pero,padre…—YahemosperdidomuchodineroconLibrarte.—Nohubiéramosperdidotantosinonoshubieranrobado—protestó

Atticus—. Concédenos un préstamo —le suplicó en primera persona,comosiéltambiénformarapartedeldesastre.

—¿Conquégarantías,Atticus?—replicóMarlow—.Librartenotienelectores,nianunciantes,ninombre,ninada.

—Perolostendrá.Yaloverás.Marlow negó con la cabeza y engulló medio mollete. El aceite le

resbaló por la comisura de los labios. Tras unos segundos en silencio,Atticus tuvo una idea.Mientras su padre devoraba el desayuno, elaborómentalmente un plan con el que lograría salvar de la quema aquellaempresa y a sus trabajadoras. Élmismo, si era necesario, se pondría alfrentedelproyecto.Librarteserelanzaría,renaceríadesuscenizas,comoelavefénix,graciasalaayudadeRemediosHeredia,desunietaSoleáydelmismísimoHemingway.

—De acuerdo—se envalentonó—. ¿Quieres garantías? ¡Pues yo tedarégarantías!

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Entonces,selevantódelamesaarrastrandolasilla,agarróasupadreporelbrazo,losacódelhotelempujadoporunafuriadesangrecaliente,lo guio por las callejuelas y lo plantó a la puerta del carmen de lasHeredia.

Llamóconfuerza,esperaron.La familia estaba repartida en varias casas del Sacromonte. Unos

habían encontrado alojamiento en sofás, colchonetas, hamacas o camascompartidas,otroscontinuabantodavíaenlacuevalaDolores,apuntodecaerse desmayados al suelo, y los demás dormían plácidamente en elmaleterodesusfurgonetas.LaúnicaqueestabadespiertaaaquellatardíahoradelmediodíaeralaRemedios,enfundadaensubatadefaena,coneldelantalsalpicadodetomate,loscabellosgrisesrecogidosenunmoño,lacaralavada,losandareságilesdetantoyogaylasonrisadelosdientesdeoro,listaparaenfrentarseaundíadepapasconbacalao,resacacolectivaysobremesadehistoriasviejas.

Paraloquenoestabapreparadaeraparalasorpresadeencontrarsefrente a la cara de póquer deMarlow y la excitación deAtticus, quien,nadamásverla,selanzóasusbrazosylacubriódebesossonoros.

—MamaRemedios,despierteaSoleá,queestoesimportante.LaRemediossaliócorriendodisparada,convencidadequeaquellos

dos ingleses tanformaleshabíanvenidoapedir lamanodesunietay,afaltadepadrevivoquedierasuaprobación,habríaquellamartambiénaTomásyaManuelaparaquefuerantestigosdelacontecimiento.

—¡Soleá,Soleá,Manuela,Tomás!¡Bajarsealpatiotodos!—¿Qué es lo que pasa, abuela?—preguntaron varias voces roncas

asomadasalasventanas.—¡QuehavenidoelTicoparaelapalabramiento!Atticusescuchóaterradoaquelgritodelaabuela.Noerasuintención

demostrar públicamente su amor por Soleá: no era ése elmotivo de suvisitamañanera.Larealidad—queahoraleparecíamezquina—eraque,antelanegativadesupadreasufragarlosgastosdeLibrarte,selehabíaocurridolaideadecontarlelahistoriadeHemingway.

Atticus había creído encontrar la solución a los problemas de larevistaenaquelviejosecretofamiliar,quepodíaseraireadoaloscuatrovientos, a los cinco continentes, dando crédito y renombre a Librarte:«EncontramosalahijadesconocidaynuncareconocidadeHemingway»,diría el titular. «La anciana, Remedios, vive en una casa andaluza del

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AlbaicíndeGranada,rodeadaporsunumerosafamilia,muchosdeellosnietosobiznietosdelfamosoescritornorteamericano».

La diferencia entre aquel planmiserable y el glorioso proyecto dearrodillarseanteSoleáydeclararsedelantedesupropiopadreydetodalafamiliaHerediaeratremenda.PerocuandotuvoenfrentealaatónitaSoleádelpelo revueltoy losojosbrillantesydetrásal restode losmiembrosdelclan,nolecupolamenordudadequelaabuelaestabaenlocierto:dequeaquellavisitanoteníaotrarazóndeserqueladequedarseconSoleáparasiempre.

Atticussedesabrochólacamisa.Clavólarodillaentierra,agachólacabeza,cogiólamanodeSoleáentre lassuyasydijoenunespañolconacentolondinense:

—Soleá,hevenidoatucasaconmipadredetestigo.¿Quieresserminovia?

—Así no se hace, Tico—dijo ella—. Es tu padre el que tiene quepedírseloamihermano.

El Tomás salió de detrás de un grupo de primos, con los brazosabiertosylasonrisamuyancha.DadoqueMarlowCraftsmaneraincapazde pronunciar una sola palabra en español, se decidió por unanimidadsaltarseel trámitede las formalidades.Marlowrecibióaquelabrazoconsorpresa,sincomprendermuybienaquéveníatodoaquello.

Después, las hermanas de Soleá y sus primas comenzaron a darpalmasyacantarunacoplillaquedecía:«¡Alialioh!¡Alialioh!Ali,ali,aliselallevó»,yabailaralrededordelosnovios.

ElArcángel,quesepercatódelapalidezdeMarlow,seleacercópordetrás y en un rudimentario inglés de comerciante avispado le sopló aloído: «Mi prima woman, su hijo man», para que el hombre, al menos,pudieraparticipardeljolgoriogeneralconconocimientodecausa.

Marlow, con los ojos desorbitados, se sentó en un escalón, junto auna tinajamuyvieja.Sacóunpañuelode sedadel bolsillopara secar lafrentedelsudorquelacubríaysepusoapensarencómoibaacontarleaquelloaMoirasinmatarladelsusto.

EntoncesfuecuandolaabuelaRemediossesentóasulado.

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—MIREusté, místerCrasman—dijo la Remedios, a pesar de quesabíaperfectamentequeMarlownolaentendía—,miSoleánotienedoteninguna.Loúnicoquehaypararepartirentretodaslasniñasesestacasaylo poquillo que nos queda de lo que nos pagó mi Arcángel cuando lecompró las tierras a mi Manuela. Pero a mí me da mucho corajeconcedérselaasí,conunamanodetrásyotradelante,ysemehaocurridounaidea.Ustéeseditor,legustanloslibros,ylosescritores,yesascosas,¿no?,puesvéngaseconmigoparaarribaquelevoyaenseñaralgo.

La abuela cogió aMarlow Craftsman de la mano y tiró de él confuerzahastaquelogrólevantarlo.Luegolollevóatironesyaempujonesadentro, atravesando la sala, remontando los tres tramos de escalerasestrechas, hasta la puerta del desván, la cual abrió con una llave quellevabacolgadaalcuello.

Eltechoestabainclinadoylaluzentrabaporunventanucoabiertoalaalturadelsuelo.Habíamuebles,colchones,lámparas,librosytelarañas.Senotabaqueallísesubíaamenudo,peroquenoselimpiabajamás.

Remediosseinclinósobreunarcóndemaderaforradodeterciopeloy cerrado con otra llave que también llevaba al cuello, junto con unadecenademedallasdeunadecenadevírgenes.

Aesasalturas,MarlowCraftsmannosabíaquépensar.Atravésdelasparedessefiltrabaelgriteríoquesehabíaformadoenelpatio,laspalmas,los taconeosy lasalegrescanciones,yallíestabaél,asolasconaquellaancianasolemne,quehacíagirarlallavedeloqueatodaslucesparecíaunsarcófago.Lomismopodíaconteneruntesoroqueelesqueletodealgúnfamiliar insepulto. Unamomia, sí, con pelos y dientes, y la ropa hechajirones.

La cerradura cedió, la tapa se abrió con un lamento agudo yRemediosseapartóparaqueMarlowpudieracontemplarelcontenidodesumáspreciadosecreto.

—Estascosillaserandemipadre,elHemingway—dijo—.Mimadreselasquedóderecuerdo.Nofueunrobo—leaclaró—,élselasdioparaquelasecharaalavaryluego,cuandoellafueadevolvérselas,ledijoqueno las quería vermás, que le recordaban a la guerra, que las quemara.

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Peroellano lasquemó,porqueestabaunpoquilloenamorá.Y luegoya,cuandosupoqueestabaencintaysefuedelacasa,puesselastrajoparaacá,lasmetióenestecajónynoledijonadaanadie.

Marlow se agachó junto a Remedios. A ella le rodaban doslagrimones por lasmejillas.Ceremoniosamente, la anciana lemostró lacasaca de un uniforme de soldado de la Primera Guerra Mundial, quellevabacosidoenlasolapaelnombredeErnestHemingway.Antelacarade asombro de Craftsman, Remedios encontró las dos palabras quebuscaba:

—Myfather—dijo.Despuéscontinuósacandoelrestodeluniforme:pantalón,calcetines,

botas y hasta una pistola oxidada. Por último, le tendió una libretamuyvieja,conlastapasdecueroylaletrafamosadelfamosoescritor.

Marlowpasólaspáginasunaauna;másdecien.Sobrecogido,comprendióqueloqueteníaentresusmanosdeeditor

ansioso no era otra cosa que el diario íntimo, secreto e inédito deHemingway, con anotaciones, dibujos, pensamientos, poemas, relatos yhastaversosdeamor.Enlaúltimapáginadescubriólaclavedelmisterioenunnombredemujeratravesandouncorazón:Macarena.

—Mymother—leaclaróRemedios.En el fondo del arcón había una pequeña fotografía en blanco y

negrodeunamujermuyjovenymuybonitaqueteníaojosdecierva,pelomoreno y sangre gitana. Iba vestida con una falda larga, una mantillanegrayundelantalilloblanco,yconmuchapicardíaselevantabaelrefajode la falda por encima del tobillo. «La tomó él—pensóMarlow—, lafotografióHemingwayenpersonacuandoestuvoenGranadaporprimeravez. Se refirió a ella en infinidad de relatos y nunca supimos en quiénpensabacuandodescribíaaEspañaconatributosdemujer».

—Me lo contó mi madre cuando tuve edad para comprenderla,cuandoyasemuriómipadre,pobrecico,porquenoquisoquelomiraradiferente si sabía laverdad,quenoerahija suyade sangre, sinodeesteotroseñor,Hemingway,alquenohabíavistoenmivida.Medijoqueloquisodeveras,comosequierealprimeramor,esequenoseolvidapormuchosañosquepasen,yquemuchasveces,sinqueyomedieracuenta,intentabaencontrarenmisrasgosalgunosdeél.Labarbillacuadrada, lamirada de fiera. Pocomás.Al final, lomás gordo lo heredómi Soleá,para sorpresa de su padre, Pedro Abad, que no se explicaba de dónde

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salíanlosojosazulesdelaniñaenmediodedosfamiliasquenohabíansalidonuncadelnegroazabache.Asíquetuvequecontárseloaéltambién,y a miManuela. Le dije: «Niña, tú no eres nieta de tu abuelo, sino delHemingway, pero no se lo digas a nadie por la gloria de mi madre».Luego,miSoleá,undíaque lacastigaronencerráeneldesván,abrióelarcón la chiquilla, y se encontró con todo esto. No entendía nada lacriatura.Me preguntaba: «¿De quién era el uniforme, mama?». Y yo lerespondía:«Detuabuelo».«¿Quiénescribiólaspoesías,mama?».Yyoledecía: «Yo». Y como ella era muy chica, que todavía no sabía leer niescribir,puesselocreía.

Marlowno comprendía ni una palabra de la perorata deRemedios.Lo que sí sabía era que aquél era un tesoro de interés descomunal, deprecioincalculableydeconsecuenciasimpredecibles.

La historia de los amoríos de Hemingway y Macarena debía sercontada.Alguientendríaqueinvestigaraquello,queanalizarunaaunalaspalabrasdelescritor,elcontextoy lasituaciónen laquefueronescritas,losefectosdeaquelamorapasionadoenlaposteriorobraliterariayenelespíritu indómito del autor. Habría que revisar toda su obra desde unaperspectiva diferente, con los nuevos datos aparecidos, y, por supuesto,habría que publicar aquel diario en facsímil, con anotaciones a pie depágina, colaboraciones de biógrafos y eruditos.Habría que acordar conun museo importante la exhibición del hallazgo detrás de una vitrina,reeditarlaobracompletadelescritor,presentaraRemediosensociedad,como hija ilegítima de uno de los grandes genios de la literaturauniversal, y, por extensión, a la familia entera, incluidos elArcángel, elPotaje, latíaConsuelosylosdiecisieteprimosdeAntequera.HabríaquebuscaralafamiliadeGranadaencuyacasasealojóelescritoryconcibióa Remedios. Había tanto que hacer que probablemente se necesitaría unequipo completo de investigadores a tiempo completo durante variosmesesovariosaños.

Elequipodeberíaestarformadoporespañoles,claro,poraquellodelidioma y las dificultades que llevaba consigo el problema de que lafamilia Heredia era poco ducha en la lengua inglesa. Gente de totalconfianza,capazdeguardaracapayespadaunsecretodelasdimensionesde éste, competente, con conocimientos de literatura, discreta ycomprometida de manera personal con la editorial Craftsman hasta elpuntodeconsiderarseparteimplicadaensuéxitooensufracaso.

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Gente como Berta Quiñones, Asunción Contreras, GabrielaFernándezySoleáAbadHeredia.LaschicasdeLibrarte.

Y también, claroestá,unhombre fuertedeCraftsman&Coal frentedel proyecto. Un joven con futuro, con ganas de demostrar su valía.AlguienquenopodíaseguirsentadoesperandoaqueBestmansejubilaseparalabrarseunporvenirenelmundodeloslibros:suhijoAtticus,claroque sí; nombrado mentalmente, en ese mismo instante, jefe del nuevoequipodeoperacionesespecialesysecretasdeCraftsman.

¿QuiénmejorqueélconocíaaldedilloelalmadelafamiliaHerediaysabíaacariciarlaconsuavidadyternura?¿Quiéneracapazdellegaralcorazón de Remedios? ¿Quién, en definitiva, iba a ser el padre de lostataranietosdeHemingway?

—PueséstaesladotedemiSoleá,ea—resolvióRemedios—.Puedehacer usté lo que le venga en gana con estas cosas. Como si quierellevárselasaInglaterra.

Marlow hubiera querido explicarle a la anciana que aquél era untesoroliterariocuyovalorexcedíasegurosusexpectativas.Quenohabíadineroenelmundoparacorresponderla,queleharíallegarpuntualmentelosroyaltiesporderechos intelectuales,quesería rica,quesería famosa,quelamemoriadesumadreseríaensalzadayelapellidoHerediapasaríaalahistoriaunidoparasiemprealdeHemingway.

Pero,en lugarde todasaquellaspalabrasatropelladasquedichaseningléshubieran resultado incomprensiblespara laabuela, sedecidióporellenguajeuniversaldelaslágrimascompartidas.

MarlowCraftsman y Remedios Heredia se fundieron en un abrazosólido, capaz de traspasar fronteras, formalidades, culturas, distancias,explicacionesyconvenciones.AsílosencontraronAtticusySoleádespuésdeunratodebuscarlosportodalacasa:inexplicablementeabrazadosenelsuelodeldesván.

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CUANDOMoiraCraftsmanlogrórecomponersedelosexcesosdelasesiónamatoriaydevolverladignidadasuaspectoinmaculado,recordóqueaquellanochehabíavueltoasoñarconAtticus.Estaveznosetratabade una olla de agua hirviendo, sino de una parihuela hecha con palos ycosidaconcuerdadeatarcarne,enlaquelos indígenasarrastrabanasuhijo fuera de la selva y él, enfermo, febril, con los ojos desorbitados yempapadoensudor,gritaba:«¡Elamor,elamor!».

Susdotes analíticasy la lectura compulsivadeLa interpretacióndelos sueños de Freud la condujeron hacia la única conclusión posible:Atticus no pasaría este año lasNavidades en la casa deKent, sino en elcorazón de las tinieblas granadino, adoptado por la exótica tribu deprimosHeredia, sus zambombas, villancicos, procesiones y vigilias.Nocomería roast beef y Christmas pudding, sino potaje y mazapanes. Nopasaría lamañana escuchando el concierto de la Filarmónica deBerlín,sino durmiendo lamona de la noche anterior, y no recibiría una nuevagabardina Burberry como regalo de Navidad, sino la discografíacompletadeCamaróndelaIsla.

Encendióelteléfono,marcóunnúmero.Esperó.—¿Holden,cariño?—¿Mamá?—Te llamo porque por fin he podido conocer los planes de tu

hermanoparaestasNavidades.Nosabescuántosientohabertardadotanto—se excusó—. La cuestión es que finalmente puedes acomodar a tussuegrosenlahabitacióndeAtticus.

—¿Lohabéisencontrado?—Sí.—¿Estábien?—Perfectamente—logróarticularconvoztemblorosa.Y colgó rápido, no fuera a ser que Holden se empeñara en seguir

haciendopreguntasincómodas.Enefecto,aquellasNavidadesfuerondiferentesparatodos:Marlowy

Moira Craftsman regresaron a Inglaterra en un avión de Iberia yprobaron,porprimeravezensuvida,elpulpoalagallegaconpimentón,

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platoqueelrestodelospasajeros(españoles)devoraronentusiasmadosyellosmasticaronconprevenciónantesdeescupirloenlaservilleta.

ManchegoinvitóaBertaaNievadeCamerosyse lapresentóasuspadres en calidad de novia oficial, lo cual les rompió los esquemas: oaquellamujer tenía algúnencantoocultoo el repentinoamorde suhijohaciaunacincuentonamásbienfeíllaeraelresultadodealgúnhechizodebruja. Mejor no pensar en cuáles eran los encantos ocultos. Mejor nopensardequétipoeralabruja.

Asunción se ocupó de devolver a la oficina el esplendor perdido.Menosmalquetodavíalosordenadoresseguíanallí,lafotocopiadoraaúnfuncionabaynohabíaexpiradoelplazoparapagarelalquiler.Loúnicoquehuboquecambiarfuelaplacadelapuerta.AquéllayanoseríamáslaoficinadeLibrarte,sinoelcuartelgeneraldeH&H,lassiglasenclavequeunían los apellidosHemigway yHeredia y que a las órdenes deAtticusCraftsman llevaría a cabo el estudio secreto del bombazo literario delsiglo. Atticus y Soleá, desde Granada, realizarían la investigación decampo.Berta,AsunciónyGaby, el restode laboresdedocumentaciónyedición.

Barbosa,despuésdepasarporeljuzgadodeguardiadeGranadaquelo encontró culpable de secuestro, prófugo, asesino en potencia y unmontóndedelitosmás,fuepuestoadisposiciónjudicial,condenadoadiezañosdeprisiónyenviadoalpenaldeElPuerto, lomás lejosposibledeMaría, por recomendación del inspectorManchego, pieza clave para lainstrucción de este caso y parte implicada en él, como demostraba laheridadearmablancaquepresentabaenelhombroderecho.

María volvió aMadrid hecha una pena; los nervios destrozados, elalmarota.SepresentóanteBernabécabizbaja,arrepentidayavergonzada.Lecontóquedesdehacíacosadeunañohabíaestadorobandodinerodelacaja de Librarte. Que al principio las cantidades habían sido pequeñas,pero que, poco a poco, se fueron haciendomayores y que por eso losbolsoscarosylosabrigosdepiel,yporesoloscaprichosparalosniños,las deportivas demarca y la televisión de plasma.Y que en realidad nohabíavendidolahuertitadeValencia,comolehabíahechocreer,peroqueesonoimportabaya,porquelomásprobableeraqueeljuezordenaraelembargodetodossusbienes,asíquelahuertitaeraya,prácticamente,delbanco, lomismoqueeldineroque lograra reuniren lospróximosañoshastadevolveraLibrarteloqueeradeLibrarte.Tambiénleavisódeque

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lacondenamásprobableeradeentre tresy seismesesdeprisión,en lacárceldeYeserías,yquepreferíanoveralosniñosqueverlosentrerejas,que, por favor, les dijera que estaba de viaje, que era una mentira amedias,porquerealmentedesucasaaYeseríashabíaunviaje,yquelosqueríamucho,yquelosechabademenos.

También le habló de Barbosa, pero en términos de cómplice deldelito,nodeamantesecreto.Leexplicóquelaideafuesuya,delPirata,undíaenqueella,porerror,lepagódosveceslamismafactura,yquedeahípartiótodo,quefueronamedias,comoBonnieandClyde,perosinsexo.Eso no. También le dijo que llegó un momento en que le tuvo miedo,porqueellaquisodejarderobaryéllaobligóaseguirdelinquiendo,quelaamenazóconhacerdañoa losniñossi se leocurríadelatarle,quenotuvomás remedioquecontinuar sembrandoelmal sinpoder recogerelfrutodesus robos.Queal finalélsequedabacon todo.Ellasóloconelmiedo.

Yesoeracierto.Casitodoeracierto.Curiosamente,lallamadesuamoragotadoseavivóenlacárcel.Por

algún motivo incomprensible, las tres o cuatro ocasiones en las quesolicitaronunpermisoparatenerrelacionessexualesenlaangostaceldadeYeserías,supasiónfuetanarrolladoraquelasparedesdehormigónsederrumbaronytrasellashabíaunaplayadearenablancaconunmarmuycaliente,unalunallena,unmontóndeestrellas.

Por eso, cuando a principios de mayo —cuatro meses y mediodespués de ingresar—por fin se cumplió la condena yMaría respiró apleno pulmón el aire de la libertad y se encontró con Berta, Asunción,Soleá yGaby esperándola en la puerta del penal, cargadas de flores, deabrazosydeperdón,loprimeroquelesdiofuelanoticiadesuembarazoinesperado,unniñoconcebidoenlacárcel,quépena,lediremosquefueenunaplayadelsur.

—PuesiremosjuntasacomprarnosunvestidopremamáparalabodadeBerta—dijoGabyderepenteparasorpresadetodas.

—¿Tútambién,criatura?—¡Sí!¡Yotambién,María,igualitoquetú!Paradiciembre.Elabrazofuedelosgordos,consaltitosyrisashistéricas.Yafaltade

un jardín floridodonde iracontarse lospormenoresdeambasnoticias,lascincoexempleadasdeLibrarteseplantaronalasombradeunnegundoen el primer parque que les salió al encuentro, en el cruce de dos

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carreterassecundarias.—Hace unos meses, ¿verdad, Asunción?, Franklin me dijo que se

queríavolveralaArgentina.Queleparecíaqueeralomejorparalosdos—relatóGaby—.Hastasecompróelbillete,noosdigomás.

—Pero,hija—seasombróBerta—,sinohayparejamásenamoradaquevosotrosdos.¿Quémoscalehabíapicado?

—La mosca era yo —reconoció Gaby—. Una auténtica moscacojonera que no paraba de agobiarle con el tema de los hijos. No lehablabadeotracosa.Leobligabaaleerlibrossobreelembarazo,atomarvitaminas,ahacerelamorenlasposturasmásinverosímiles,asometersea revisiones, pruebas y análisis. Tener un bebé había llegado aobsesionarmedetalmaneraquenoeracapazdedisfrutardetodoloquetenía delante. El pobre Franklin llegó a convencerse de que jamáspodríamostenerhijos.

—Yseleocurrióquitarsedeenmedioparadejarteir—comprendióMaría.

—EntonceshabléconAsunción—dijoGaby,señalandoconlacabezaa su amiga— y ella me dio la clave de todo. Volví a casa, lo encontréllorando,lotirésobrelacama…

—Vale, vale—interrumpióBerta un poco violenta—, no hace faltaquedestantosdetalles,yanosloimaginamos.

—¡Quévamosaimaginarnosnina!—saltóSoleá—.¡Cuenta,cuenta!—Pueseso—continuóGaby—,que lo llenédebesos,chupetonesy

arañazos, y le convencí de que no hay nada en este mundo que puedahacermemásfelizqueestarconél.Yenesemomentomedicuentadequeleestabadiciendolaverdad.Nuestromatrimonioeslafamiliamásbonitadelmundo,conosinhijos.Entoncesdejédeobsesionarmeconlaideadelembarazo.Fijaossimeolvidédetodoquecuandolasemanapasadafuialaginecóloga,medijoqueestabayadedosmeses.

—No, si no hay como distraerse para quedarse embarazada—dijoMaría—.Yo,encuantomedistraigo,¡zas!

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ELvestidoselohicieronalamedidadesusdisparesbarrigas;ladeMaríaeldobledegrandequeladeGaby,poraquellodequeellaesperabael cuarto y la otra el primero, pero las dos en elmismo color cereza ajuegoconelramodelanovia.

Bertaescogióuntrajedechaquetablancoporqueconsideróqueasuedadyconsuskilosnoteníasentidoenfundarseenunodeesosvestidoslargosdesedasyorgandíesniplantarseunatiarayunvelodetul,comosifueraunaprincesaeuropea.Enelpelollevóunarreglodefloresblancas.En el dedo, el anillo de compromiso que le entregó Manchego a suregreso de Granada; en el cuello, el collar de perlas que le habíanregalado sus cuatromejores amigas; en lasmanos, el ramo de peoníassilvestres.

Fueunacelebracióntemprana,acordadaasíconelpárrocoparaquesepudieracompaginarconlamisasolemnedelafestividaddelCarmen,patrona de Ortigosa de Cameros, y de este modo darle gusto a mediopueblo,quenoqueríaperderselabodadelapequeñaBerta,laniñadelastrenzasylasgafitas,convertidaenunanoviaradiante.

ElnoviollegóenuncochellenoarebosardevecinosdeNieva:lospadres, todavía con cara de asombro, y los testigos, Macita, Josi,CarreteroyMíguel,enfundadosenunosbrillantestrajesdechaqueta,delmismocolorqueelchaquéquesepusoCarlosdeInglaterraenlabodadelpríncipeFelipeeldíaenquemediaEspañadescubrióalunísonoqueenlasceremoniasdedíahabíaqueirdegris.

Manchego, en cambio, se había empeñado en llevar el uniformedegran gala del Cuerpo Nacional de Policía, con su gorra de plato, suguerrera azul con botones dorados, su corbata y sus guantes blancos, apesar deque sumadreopinabaque sin condecoraciones le iba a quedarmuysoso,ysinsable,pormuchoqueellaseempeñaraenquepidieraunoprestado para la ocasión.Muchos de sus compañeros policías vistierontambiéndeuniforme,locualasustóunpocoalosbebésdelpuebloyalosancianos,losúnicoscolectivoslocalesqueaúntemíanalaautoridad,perohicieron las delicias de las mujeres independientemente de su edad oestadocivil,dadoelatractivoinnegabledeloshombresdeuniforme,más

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aún cuando representan a las fuerzas de protección oficial o al ejército,con las connotacionesdepoderíoydominaciónqueello conllevayquedura hasta la mañana siguiente a la noche de amor, cuando el hombreamanecedesnudoeindefenso,eluniformearrugadoalospiesdelacama,y la chica se pregunta qué fue lo que lo transformó de príncipe a sapopeludoenunassolashorasdeluz.

MacitadetuvoelcocheenlapuertadelaiglesiadeSanMartínalasonceenpuntodelamañanadeuncaluroso16dejulio,delantedelcorrilloque se había formado en el pórtico.Manchego salió a presión, seguidoporsucortejodepadresytestigos,yentróenlaiglesiaentreaplausos,agrandeszancadas,delbrazodesumadre,queibaembutidaenuntrajedechaquetaazulcelesteconribetesdeencaje,abanicoantiguoyzapatosdemediotacón.

LaVirgen del Carmen, con el niño en brazos, ya esperaba bajo supalio dorado, rodeada de lirios, elmomento de salir en procesión. Losprimerosbancosde la iglesia sehabían llenadode invitadosycuriosos,lasmujeresylasniñasataviadasconeltrajetípicodeserrana,consufaldadepaño,sumantóndemerinoodemanila,subrochedeplataysumoñoestiradoenloaltodelacabeza,loshombresconlapañoleta,laboina,lafaja y el chaleco, que el día delCarmen era un día grande, y había queabrir los arcones, airear los mantones, comprobar que no hubieradesperfectos del año anterior, pespuntar mangas, almidonar camisas,asegurar botones, probar faldas, cómo has crecido, niña, sacar bajos,inventarmodosdeabrochareldelantalitoodedarlustrealasalpargatas.

Berta se demoró quince minutos justos, bien calculados para nopareceransiosa,perotampocodescuidada.LallevóBernabéensuRodius,alquepreviamentedespojóde las tres sillasdeamarrepara losniñosylimpió de papeles de caramelos y arena del parque. También se detuvofrente a la puerta de la iglesia y esperó paciente a que bajasen sus onceocupantes: lanovia,Maríaysus tresniños,Asunción,GabyySoleá, losdoshijosdeAsunciónyAtticusCraftsman,hechoundandiconsuchaquéclaro,chalecocruzado,corbataamarilla,camisaceleste,elpelorevueltoylasmanosfrías.

Élfueenelquemássefijaronlasmozas,apesardelosuniformes,por su porte de aristócrata inglés, su ligera cojera y su media sonrisa,pero al verlo sólo pendiente de Soleá, una belleza racial que llevaba laespaldaalaireylamelenasuelta,noseatrevieronniaacercarse,nofuera

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aserqueaquellafieramordiera.Afaltadepadrinoencondiciones,Bertaentróalaiglesiadelbrazo

delalcalde,unviejocompañerodelaescueladelquehastaeldíaanteriorsólorecordabasustravesurasysunombre,Anselmo,ylomalquebailabael pasodoble. Lasmujeres del pórtico le gritaron guapa, el monaguillohizo sonar las campanasy loshabitantesde lospueblosde alrededor seextrañarondelahora,quelamisagrande,detodalavida,eraalasdoce.

Manchego esperaba junto al altar, vuelto hacia la puerta para verlallegar.Ylamiróconlosojosdelalma,losquenoreparanenedadesniengorduras,sinoenlamaravilladelcorazóncompartido,ylavioconvertidaen una niña bonita, los veinte recién cumplidos, la carne prieta, la bocajugosa,blancayradiante,sunovia.

Ella le tendió las manos, le dijo te quiero sin permiso del cura, ypermanecieron durante toda la ceremonia con los dedos entrelazados,hasta que llegó el momento de los anillos, y con él las lágrimas, lossuspiros, las risas y el beso final, esta vez sí, con el beneplácito delpárroco, que acababa de pronunciar las palabras mágicas del «yo osdeclaro marido y mujer», y también se había emocionado, perodisimulaba,paranosentarunprecedenteincómodoqueluegotuvieraquerepetirsinganasenotrasbodasdeotrasparejasmenosenamoradas,pornohacerdiferenciasnidarlugaracomparacionesodiosas.

Salieron entre pétalos y granos de arroz, recibieronmil abrazos yvolvieronaentraralfríointeriordeltemplo,paraparticipar,porprimeravezensuvida,enunactopúblicocomomaridoymujer.

La procesión solemne la encabezaban los de la banda, con susflautines y sus tambores, luego los danzantes, con sus alpargatas y susfajines colorados, después los costaleros, detrás los ortigosanos, en posdelaVirgenpatrona,laqueprotegeloscamposylasfamilias,laqueuneparejasyamistades,laquevelasueñosycuraenfermedades,laquevieneensecretoaatenderlavidaoaacompañarlamuerte,laquedanombreamediapoblacióndeniñasquesellamanCarmenporquesondeOrtigosa.

Todoelmundobajóenpeligrosodescensoempinadopor lascallesempedradashacialaplaza,hastallegaralroblequepresideelcoso,yallísequedólaVirgendescansandounrato,paraquelasserranaslellevasenflores, los danzantes le dedicasen sus horas de ensayos, sus juegos decintas y palos, y sus esperanzas. Después, a hombros otra vez, para laiglesiadeSanMiguelylamisagrandeyluegoelvermutenlaplaza,con

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orquestaypasodoble,hastalahoradecomer.Despuésdelaperitivo,losnoviosysusinvitadossubieronapiehasta

lahuertadelabuelodeBerta,alotroladodelacalle,juntoalaviejacasadeltelégrafo.Lamismahuertadesdelaqueloschavalesgamberrosdesuinfancia, probablemente presentes en aquella comida campestre, seescondían para gastarle bromas pesadas a la niña soñadora del paiosombrío.

Se había puesto la mesa para cincuenta personas, alargada y algoladeadapor la inclinaciónnatural del terreno, peromuybonita, con suscentrosdefloressilvestres,susplatosdeporcelanaantigua,susjarrasdevinotintodeLaRioja,bajounaparrainmensacuajadaderacimosnuevos.

Manchegolevantósucopa.—Graciasatodosporvenir,porsertestigosdelamordeBertayel

mío y por formar parte de nuestra historia. No hubiéramos atrapado aBarbosasinvuestraayuda,perotampoconoshubiéramosconocidosinoesporél.AsíquebrindoporelPirata,paraquesalgadelacárcelhechounhombre,enelampliosentidodelapalabra,yselequitenlasganasdemaltrataramujeres,mecagonlamar,vayahijoputa…

—Ea,Manchego,Mancheguito—lecortóBerta—,yapasó.—¡PorelhijoputadeBarbosa!—gritóManchegodesencajado.Yse

bebiótodoelvinodeuntrago.También hubo baile, a las nueve en la plaza, aprovechando la

orquestaStarlightquehabíacontratadoelpuebloparacelebrarlasfiestaspatronales y que tocó pasodobles y lady gagas en unamezcla brutal detradición ymodernidad hasta que a las diez ymedia se hizo el silencioparadarpasoaltorodefuego.

YaselohabíaadvertidoBertaasusamigos,quefuerancómodos,sintacones,quelodeltoroeraserio,queellatodavíasemoríademiedosólodepensarlo.Peronolehicieroncaso.Esperaronapuertagayolalasalidadel mozo Adalberto envuelto en cohetes, y se llevaron un susto de losgordos,porqueelhombrenoveíabiendebajodelaarmadura,yseestabaquemando los brazos, así que se echó a correr sin tener en cuenta queaquellagenteeraforastera,pijosdeMadrid,vaya,ynosabíanqueelqueembestíaeraeltoroyelqueseapartabaelpúblico,ysequedaronquietos,como pasmarotes, y él tuvo que gritar «¡quita de delante!» antes dearrollarlos, a cinco policías y a sus mujeres, vaya tela, los uniformesoliendoachamusquina.

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Berta se había subido al balcón del casino y desde allí gritabadesencajada,porqueManchegosehabíaechadoacorrerdetrásdel toro,para tirarlo a la fuente, «¡que eso no se hace, que te vas a quemar!», yAdalbertotratabadeescaparcallearriba.

Porfin,losmozosdelpuebloredujeronaManchegoyalfinalelqueacabó en la fuente fue él.Nada grave, sólo un chapuzón en agua fría ybabasdevaca.

—Déjamequetequitelaropa—lepidióBerta,aguantándoselarisa,más tranquilaya, eneldormitoriograndede la casade suspadres—.Ymétete en la cama, anda, que te vas a coger un pasmo y nos vamos aquedarsinviajedenovios.

—Nome hace falta calor—respondió él, dejándose querer—. Pordentroestoyardiendo,aunquenotelocreas.

Bertaledesabrochólosbotonesdoradosdelacasacadeluniforme,lequitólacamisa,leabrióelcinturón.

Manchegolaabrazócomoseabrazaalprimeramor,concuriosidadymiedo,conlosojoscerrados,conlasmanosabiertas.

Y se amaron cincuenta años en una sola noche, chisporroteando yconsumiéndosehastalasbrasas,dosteasencendidasquejamásvolvieronaapagarse.

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MOIRA Craftsman se negó en redondo a volver a Granada paraasistir a la «fantochada», como ella describió los tres días y las tresnoches de celebraciones en que consistió la boda española de su hijoAtticusyenlaque,segúnlecontaron,ocurrieroncosastansorprendentescomoquealgunoshombresserompieranlascamisasyluegobailaranconlabarrigaalaire,losnoviosfueranlevantadosenhombrosbajounalluviadepeladillasosecortaralacorbatadeAtticusconunastijerasdecocinapararepartirlostrozosentrelosinvitados.

Prefirióignorarlosecosdelamúsicaqueretumbaronensucabezadurante aquellos tres días y dedicarse en cuerpo y alma a ultimar lospreparativosparalaauténticaboda,laquetendríalugarelprimersábadodeseptiembreensuresidenciadeKent.

Afortunadamente, la novia no habíamostrado elmenor interés porintervenir en la organización del evento, porque, tal y como le explicóAtticus, un poco violento al teléfono, Soleá consideraba que ya estabancasados, tantoporel ritocatólicocomoporelgitano,yhabíapreferidomarcharsedeviajedenoviosaIbiza,dondelaspuestasdesolerandeuncolorinexplicable.

TampocoestavezpudoMoiraquitarsedelacabezaelsonidodelosmuelles del colchón de una desvencijada cama ibicenca, que lamantuvieron despierta durante diez noches seguidas, ni el golpeteo delcabeceroenlapared.Cuandocerrabalosojosveíaconclaridadunacasitablanca, encalada, rodeada de pinos y macetas de flores, amueblada consillasdemimbreytapizadaconrebozosmexicanos,decuyasparedesdecolorescolgabanlosmásestrambóticosobjetosdedecoración.Alfondo,bajoundoseldepareosdecolores,veíaunacamacubiertadealmohadasy, sobre ella, a Soleá desnuda y despeinada, abrazada aAtticus como sifueraaahogarlo.Éllaamabacondesgarro,consufrimiento,contensión,porquehabíadescubiertounnuevomododerespirarsinaire,ysehabíadadocuentadequesinSoleáyanoibaapoderseguirviviendo.

La escena era tan violenta que volaban plumillas blancas de lasalmohadas y se rasgaban las sábanas y se rompía la cama. Pero ellosseguíanamándoseenelsuelo,comositalcosa,sindarsecuentadequelas

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paredesdelacasacomenzabanatemblaryloscimientosadesmoronarse.Lasinvitacionessehabíanenviadoenmayo,dentrodeunosenormes

sobresforradosdepapeldesedaconrosasestampadasytarjetonesconlaexplicación,enelegantesletrasdemolde,dellugar,lahora,laetiqueta,lalistaderegalos,loshotelesdelazona,elmapaparalocalizarlapropiedady la advertencia de que habría un menú especial para vegetarianos,celíacos,intolerantesalalactosayalérgicosalosfrutossecos.

Por supuesto, la etiqueta no era otra que el chaqué claro para loscaballerosyelvestidocóctelconpamelaotocadoparalasdamas.Enunalíneaseavisabadequelamadredelnovioiríadelila,paraevitarqueotrasinvitadas utilizaran el mismo color y le hicieran sombra a la auténticaprotagonistadelevento.

Porque una cosa estaba clara: dado el desastre de la elección deesposa por parte de su hijo Atticus, Moira debía tomar las riendas yocuparellugarquelehubieracorrespondidoaunanoviamáspresentable,por muy agotadora que fuera la misión que la vida le acababa deencomendar.

Loprimero,portanto,eraescogerelvestido,enAlexanderMcQueenoenStellaMcCartney,nohabíamásopciones,yengarzarenunadiademadesedablancalapulseradebrillantesdelaabuelaCraftsmanparalucirlacomotiarasujetandoelvelodeencaje.

LoszapatoslosencargóenStuartWeitzman,apesardequehubierapreferido algo más tradicional, pero es que, al pasar por delante delescaparate,viounparescandalosamentedelicadoynotuvomásremedioque entrar a probárselo.Como resultaba que tenía lamisma talla de pieque Soleá, Moira pudo comprobar en carne propia su comodidad ysuavidadysecretamentediscurrióqueencuantoterminaralabodapasaríaarecogerlosalahabitacióndesunuera,lomismoquelatiara,elveloyelvestido,yaquenolecorrespondíaaSoleáguardaraquellasdelicadezaseneldesvándesuabuela,sinoaMoiraCraftsmanenelvestidordesucuarto,y,talvez,llegadoelcaso,podríanserutilizadosdenuevo,cuandoAtticusrecuperaraeljuicioysecasaraporsegundavez,enestehipotéticocaso,evidentemente,conalgunajovencitainglesadepostín.

Aprincipiosdejunioempezaronallegarlosregalosdeboda.ComoelapartamentodeAtticusllevabavariosmesesdeshabitadoyeldomiciliodelanoviaestabafueradelmapa,seremitióalacasadeKentcomolugarde recepción de objetos varios y, de este modo, Moira pudo llevar la

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cuenta de todo lo que llegaba, dato interesante para decidir después lacolocación de los invitados en las mesas, dependiendo del valor delobsequioenviado.Elsalóndelacasasetransformóenunaexposicióndeobras de arte, platería, porcelana, cristalería y demás enseres defabricaciónfina.

En la libreta de tapas negras Moira elaboró una lista de nombresseguidadeladescripcióndelregaloyelcálculoaojodeloquesehabíagastado cada invitado, además de una nota explicativa del grado deesfuerzo que había realizado cada uno dependiendo de su situacióneconómica.Esdecir,quenoeratantodeagradecerlajarradeplatadelosCromwellcomolabandejadelosSnowdon,dadolomalqueleshabíaidoaestosúltimosenlosnegociosdesdequesehundióelsectorinmobiliario.

VictoriaBestman,comosiempre,sellevóelpremioimaginarioalagenerosidad, ya que envió en una cajita de Cartier unos pendientes debrillantes que habían pertenecido a su madre, con una nota en la queadvertíaqueaquéleraunregalohereditarioydebíapasardirectamentealashijasdeAtticus,sindetenerseenSoleá,que,alfinyalcabo,noeradelafamilia.

La abuela Craftsman, en cambio, se llevó el galardón a la falta dejuicio.Sepresentósinavisarundomingoalahoradelté,alvolantedeunBentleydescapotable,consuchóferenelasientodelcopiloto,yanuncióavozengritoquenose leocurríamejorregaloparasunietoAtticusquesemejante bólido biplaza. Había venido conduciendo desde Londres,jugándoselavidaporlasestrechascarreterasinteriores,conelAdagiodeAlbinoni a todo volumen y un cigarro con boquilla entre los dedos.Tomaroneltéenlabiblioteca,elsilenciodensocomopurédegarbanzos,después de que la abuela comentara de pasada que «tú tampoco megustasteamícuandollegasteaestacasa»,cosaqueMoirasetomócomoalgo personal por mucho que Marlow trató de convencerla de locontrario.

—¿Cómoquieresquemelotome,Marlow?—Enabstracto,Moira,enabstracto.Unodelospeoresescollosalahoradeorganizarlabodaresultóser

laiglesia.LafamiliaCraftsmannosolíaasistiralosserviciosreligiososdelaparroquiadeSevenOaksapesardesergrandesbenefactoresdeellay poseer un mausoleo en la parte trasera del cementerio, pero sí eranrespetados por la comunidad y siempre habían mantenido una buena

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relaciónconelreverendoFellow,asíque,encuantopusieronlafechadela boda, lo invitaron a comer para darle la noticia y encargarle lacelebraciónreligiosa.

—Imposible—seexcusó—.Loschicosyasehancasadoporelritocatólico.

—Puesquesecasenahoraporelnuestro—replicóMoira.—Lacuestión,señoraCraftsman,esque,segúnmehaninformado,su

hijo Atticus se bautizó y recibió los sacramentos de la Iglesia católicaantesdesuboda.Esdecir,quehacambiadodereligión.

Despuésdelsoponcioquesiguióasemejantedescubrimiento,Moiradespidió al pastor con cajas destempladas, echándole en cara su falta deautoridadparaconsusovejas.Luegoseechóallorardesconsoladamenteal recordar lo desafortunada que había sido con sus hijos en cuestionesmatrimoniales: primero, Holden, con una novia embarazada de seismeses,yahora,Atticus,conunaespañolacatólicaapostólicaromana.

No habría iglesia, qué vergüenza, pero sí un altar con flores en lapequeñacapilladelacasa,alguienquerecitarapoemasdeKeatsyuncorodevocesblancas.LanoviaentraríadelbrazodeMarlowyelnoviodesupropiobrazoenvueltoenmuselinalila,ellacaminaríasolemne,haciendodetripascorazón,ylosinvitadoscreeríanquelaslágrimasquesetragabaeran de emoción y no de rabia.Desplegaría una alfombra roja desde elsalón, cruzando el hall. Soleá bajaría por la escalera y Atticus saldríadespuésdesdelabibliotecayseencontraríaconellaenlacapilla.Unpocochocante,peropodríavaler.

Eneljardín,entrelarosaledayellago,selevantóunacarpablancadecuyotechodelonacolgaronocholámparasdearañaycuyasparedesseadornaronconalgunosdelosretratosdefamiliadelacasa.Entremesaymesa plantaron árboles de verdad y los centros se encargaron a unafamosa floristería de Londres: la misma que escogieron los Middletonparalabodadesuhija.

Lo del menú fue una labor de diplomacia magistral por parte deMarlow,queen1979,antesinclusodenacersushijos,lehabíaprometidoasugranamigoelcondedeBradfordquesurestaurante,Porters,seríaelencargadodeservirtodasycadaunadelascelebracionesdesucasa.Asíhabía sucedido hasta entonces pormucho queMoira se lamentase de susuerte.Ellaprefería la cocina francesaa la tradicional inglesayhubieradadolavidaporpoderservirsouffléylenguadomeunièreenlugardelos

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consabidos crema de tomate asado al aroma de basilisco, tarrina desalmón ahumado y pastel de carne con champiñones y salsa al brandy,perocuandoseleocurriósugerirleasuesposoelcambiodecostumbres,éste estalló en un discurso sin precedentes sobre la palabra dada por uncaballero y su permanencia en el tiempo, la lealtad como principio, lahonracomovaloryelodiovisceraldelpueblobritánicohacia loshijosde Francia como herencia inevitable. El puñetazo en la mesa que vinodespués fue loque terminódeconvenceraMoirade la inutilidaddesusesfuerzos. Al final, su única victoria consistió en sustituir el postre degelatina con arándanos por una crema caramelizada y la posibilidad deofrecermenúsadaptadosalascondicionesparticularesdealgunosdesusparticulares invitados. De este modo, amparándose en alergias,intolerancias, prohibiciones religiosas, ortorexias, vegetarianismos odificultades para masticar, logró elaborar un menú paralelo y casiclandestino que recomendó por lo bajini a todos los comensales sinexcepción.

Comorematedesuespanto,enelúltimomomentodescubrióqueelpasteldeboda,enloalto,llevabaunareproduccióncomestibledeAtticusySoleásubidosahorcajadasenunatrainera;detalleaportadoporHolden,quien,ensupropia tartanupcial,mandóplantaruna figuritadesunoviaembarazadallevándoleaélarastrashaciaelaltar.

De estemodo, victoria a victoria, fracaso a fracaso,Moira logró aduras penas sobrevivir hasta el primer sábado delmes de septiembre yaparecerelegante,sonrienteypluscuamperfectaantelosinvitados,quenoquisieronperderseaquellabodaintrigantedelherederoylagitanilla.

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LO que sucedió aquel día en la vieja casa de Kent no tiene másfundamentocientíficoqueeldelduendeylabrujería.Cómosinoexplicarquedelcielobajaraun rayode solcapazdedespejardenubesgriseselfirmamento,oqueunmillardeavesmigratoriasdecidieransobrevolaralunísonoel jardínde la casa,oquealdescenderSoleápor las escaleras,vestidadeblanco,todaslasmiradasquedaranatrapadasenelcolorazuldelos ojos de Hemingway, o que aquel hechizo, el mismo que habíaenamoradoaAtticus,poseyeraunafuerzadeatraccióntanirresistiblequetodos los hombres se vieran obligados a agarrarse con fuerza a susmujeres para no perder la cabeza y todas las mujeres estuvieran deacuerdoenanclarlosalarealidad.

Soleá, una vestal de largo cabello negro, crin de purasangredesbocado, descendió como un sueño desde un templo romano de laantigüedadyrecorrióelpasillohastaAtticusflotandoenvueltaenlasedade su vestido, sin tocar el suelo, sinmirar a nadie, porque para ella noexistíanadiemásqueaquelsoldadorubioquelaesperabaanteelaltarconlosbrazosabiertosylaarmaduradepiel.

Nadieescuchólamúsicanilospoemasqueadornaronlaceremonia.Lo único que se oyó en todo el día con nitidez de silencio roto fue ellatidopersistenteyrítmicodesusdoscorazonesalgalopeynadiesaboreólos manjares que llegaron a las mesas, ni atendió a los discursos delpadrino,niapreciólacalidaddelchampagneniladulzuradelmerengue,porquetodoslossentidosgiraronúnicamenteentornoalaórbitadeSoleáy Atticus; una fuerza gravitatoria de dimensiones sobrenaturales, unadescargaeléctricaen toda reglaquecuandoaesode lasdocepor finseliberóenformadeortogénesisexplosiva,seísmodegradonueve,tsunamiescalofriante,atrapóatodoelmundosinpoderexplicarcómoniporqué.

Laúnicaquesupoacienciacierta loquehabíasucedidofueMoira,pero, por muchos años que pasaron ymuchos avatares posteriores quetrajo consigo la vida, fue capaz de guardar el secreto hasta el día de sumuerte y poner cara de tonta cuando alguien le preguntaba, en secreto,claro, qué fue lo que puso en la comida para que todo el mundoexperimentara el mismo orgasmo al mismo tiempo, circunstancia

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especialmente chocante, por ejemplo, en parejas que llevaban años sindormirjuntos.

—Seríaunaalucinacióncolectiva—respondíaella,azorada,mientrastratabadeborrardesucabezalaescenaalaqueasistióporcasualidadyjamáspudoasimilarpormuchassesionesdeterapiaintensivaalasquesesometióensuvida.

Lacuestiónfueque,alfilodelamedianoche,hartosdechampagneybaile de bodas, Atticus y Soleá se escabulleron juntos de la fiesta yamparadosporlaoscuridaddelanocheserefugiaronenlabibliotecadela casa de Kent. Como habían llegado con el tiempo justo, esa mismamañana,despeinadosysudorososalvolantedeldescapotableobsequiadoporlaabuelaCraftsman,nohabíantenidoocasióndeexplorarlacasacondetenimiento.Moiralosestabaesperandoenlarotonda,conlosnerviosdepunta, la peluquera, la modista, el decorador, el fotógrafo, el pequeñoOliverdisfrazadodesoldaditodeplomo,lasazafatasvestidasdedoncellasdecimonónicas y una desesperación que no pudo disimular por muchasonrisaforzadaquelograralucirensucaradedisgusto.SecuestróaSoleánadamásbajarsedelcocheylasubióatrompiconeshastalahabitacióndeAtticus,enelsegundopiso,dondelaesperabansuvestidoblancocolgadode la lámpara del techo para evitar que se arrugara, y sus zapatos, y sudiadema, y hasta su ropa interior, de lencería fina, comprada en unareconocidatiendadeRegentStreet.Alprincipio,seopusoaquelanovialucieraelespantosocrucifijodeoroqueporalgunarazóninexplicablesenegaba a quitarse del cuello, pero cuando Soleá la amenazó con salirhuyendo,descalzaporloscamposdelabranzaquerodeabanlafinca,tuvoque rendirse ante la única condición impuesta por la dócil y resignadamuchacha.

—Lodehoyesunapruebade amorhacia ti,Ticodemi alma—lehabía advertido Soleá a su ya marido cuando enfilaron la avenida decastañosquellevabaalacasa—.Harétoditoloquemepidatumadre,serécomounborreguitomanso,peroprométemequeencuantopodamosnosiremospordondehemosvenido,antesdequemevuelvaloca.

—Prometido—respondióAtticus—.Poréstas—añadió,ysebesólapuntadelosdedoscomohabíavistohaceralosgitanosdelAlbaicín.

Así que el corazón literario de aquella casa—la biblioteca de losochomillibros,consuchimeneadeleña,susofádeterciopeloylabutacaen la que Atticus convaleció de su lesión de remo, la misma en la que

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aprendió a amar gracias a Duras, Lawrence,Miller, Nabokov y Sade—habíapermanecidocerrado,enintriganteoscuridadhastaesemomento.

Atticus condujo a su novia a toda prisa por el pasillo, bajo losretratosde losabuelosCraftsmanhasta lapuertade laestancia, laabrió,acomodó a Soleá en el sofá, la llenó de besos y luego fue a prender elfuegoque,inmediatamente,comenzóaarderconllamasdoradas.

Ella se levantó silenciosa para acariciar los volúmenesencuadernadosencuero.Susueñohabíasidosiempreeldevivirrodeadadelibroscomoaquéllos,algunosdeloscualeseranincunablesconvarioscientos de años de antigüedad, deseo que compartía con todas suscompañerasdeLibrarte.

—Algúndía—solíadecirBerta—vamosa levantarentre todasunabibliotecamagnífica.Reuniremosenellatodosloslibrosdenuestravida.SerácomoladeBorges,unametáforadeluniverso:circular,conparedeshexagonaleseinfinita.Yaunqueseacabeelmundoyseextingalaespeciehumana, nuestra biblioteca perdurará «iluminada, solitaria, infinita,perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos, inútil,incorruptible,secreta».

Lasdemáscerrabanlosojoseimaginabanunlugarqueparacadaunaeradiferenteyparatodasidéntico:exactamenteigualalabibliotecadelacasadeKent.

Mientras Atticus encendía el fuego, Soleá vagaba por la sala, lasmanos rozando con suavidad el lomo de aquellos volúmenes, hasta queunoenespecialllamósuatenciónporlaaltatemperaturadesucuerorojo.

—Estelibroquema—dijoasombrada.Atticus dejó el atizador en el suelo y se acercó a donde estaba su

mujer.—Déjameverlo—lepidióconuntemblorraroenlavoz.EnmediodedosinocentesnovelasdeJackLondonlatíaunlibritosin

título,igualderojoeigualdefurtivoquesuscincohermanoseróticos.—Nuncatehehabladodemibibliotecaíntima,¿verdad?—¿Loscincolibrosquetienesapiladosenlamesilla?—Ésa—reconocióAtticus—.Puesresultaqueacabasdeencontrarel

sexto.Juntos lo abrieron, abrasándose las yemas de los dedos, y

descubrieron sin sorpresa que se trataba, ni más mi menos, de latraduccióndelKamaSutra deRichard FrancisBurton, con ilustraciones

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dibujadasamanoyañadidasallibroenpequeñascartulinasarrugadas.—Eldueñodeestacolecciónera,ademásdeunávidolector,ungran

artista—logródecirAtticus.—Oladueña—respondióSoleáenunsusurro.PeroAtticusyalehabíaarrancadoelvestidoylohabíadejadocaer

sobre laalfombra.YSoleásehabía tumbadoencima, frenteal fuego,sehabía soltado el pelo, deshecho de los zapatos y de lasmedias, y habíaadoptadounadeaquellasposturascatalogadasporelhindúVatsiaianaallápor el año trescientos de la era cristiana. Y Atticus estaba tratando deadaptarseasusmovimientoscuando, inesperadamente,seabriólapuertade la biblioteca yMoiraCraftsman asomó su cara de estatua griega, decariátidemarmóreaquenuncaperdiólarigidezdesuestructura.Loshabíaestadobuscandoportodaspartes,indignadaaldescubrirsuausenciaentrelagente,yloshabíaseguidoatientas,conlaúnicaayudadesuinstintodefuncionariadeprisiones,hastalabiblioteca.

Ni Soleá ni Atticus supieron jamás que aquella noche Moiracontempló, por primera vez en su vida, a una pareja tan enredada quehubieraresultadoimposiblesepararaunodelotrooidentificarlaspartescorrespondientes a una u otra piel. Que si en esemomento el fuego sehubiera descontrolado y ambos hubieran muerto abrasados, no habríahabidootromododedistinguirlosquehaciendoinfinitaspruebasdeADNsobre la carne asada, y dado lo difícil de semejante tarea, habría sidomejormeterlos juntos en lamismaurnade cenizasy llorarlos a la vez,ironíasdelavida.

MoiraCraftsman, paralizada con lamano en el pomo de la puerta,observóqueenunrincóndelabibliotecaunhombredeunosochentaañosycaradesabio,quefumabaenpipaysehacíaacompañarporunHobbitchiquitín, la saludaba afablemente, levantándose el sombrero: «Cuántotiempo sin verla, queridaMoira—le dijo sin palabras—. Cómo hemoscambiado desde los tiempos lejanos en que Marlow y tú compartíaisamoríos secretos en la habitación de Exeter College y erais capaces dealcanzar la gloria en diez minutos exactos sólo con leer en voz altaalgunos pasajes de los seis libros eróticos que él te regaló, pequeñainexperta,cuandosediocuentadetufaltadeimaginaciónytuexcesodedeseo.Cómodisfrutábamoslostresdeaquellosjuegosprohibidos,MoiraCraftsman, qué lástima lo rápido que se olvida lo excitante que puedellegaraserelamorencuantosesaledelaclandestinidad.PobreMarlow,

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pobre tú.Hace tiempoque no os visito porqueme aburrísmortalmente.Ahora mi Hobbit y yo preferimos a estos dos, son purasangres, sonfórmulasuno,sonollasapresión».

Moira no quiso quedarse hasta el final de la escena. Tolkien habíaperdidoelinterésenellayseconcentrabaenlosamantesqueseretorcíansobre la alfombra. Cerró con cuidado la puerta de la biblioteca y,sofocada, experimentó, en medio del pasillo, el mismo éxtasis quesorprendióatodosyacadaunodelosinvitadosaquellanocheestrelladayque ninguno pudo olvidar jamás, por muchos años, muchos amantes ymuchos placeres que siguieron a lo largo de sus cortas o longevasexistencias.

Atticus y Soleá, rendidos y encajados, pegados el uno al otro conhormigónarmado,vivieroncienañosocupandounsolocuerpo,unasolacarne,unidosparasiempre,hombreymujer,talycomoDioslosimaginó,losamasóylosescupióalavida:asuimagenysemejanza.