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8/6/2019 La Fe en Jesucristo-Sobrino SJ http://slidepdf.com/reader/full/la-fe-en-jesucristo-sobrino-sj 1/7 EFLEXIONAR SOBRE JESÚS  DESDE LAS VÍCTIMAS Jon Sobrino, SJ La fe en Jesucristo La vida de Jesús, en efecto, está escrita desde la fe, pero, con todo, Jesús de Nazaret es un dato objetivo exterior a nosotros, dato que en principio puede ser analizado y teologizado en sí mismo. La resurrección, sin embargo, no es una realidad histórica como la de Jesús, sino que es una realidad distinta, histórico-escatológica, de modo que los textos sobre ella expresan ante todo la experiencia y la fe reales de los testigos. Y las cristologías neotestamentarias y conciliares son ya claras reflexiones de fe, afirman quién es Jesucristo una vez que ya existe fe en él. En otras palabras, los textos sobre Jesucristo son de dos tipos: unos, que presentan la historia de Jesús (aunque sea leída desde la fe), y otros, que presentan la historia de la fe de unos seres humanos (aunque tienen un referente, Jesucristo, que la origina). Esa fe es fe en Jesucristo , obviamente, y los textos expresan, verbalizan y teorizan quién es ese Jesús que ahora es creído como Hijo de Dios. Sin embargo, en el Nuevo Testamento y a lo largo de la historia la fe en Jesucristo no significa sólo tomar postura ante su realidad (divina y humana), sino que expresa, de manera novedosa, lo que es esencial a toda fe religiosa: tomar postura ante la totalidad de la realidad. Expresa, en concreto, cómo los seres humanos depositan confianza en una realidad absoluta que otorga sentido a la existencia , y a la vez están abiertos y disponibles ante el misterio inmanipulable de la realidad; cómo escuchan promesas y buenas noticias, y a la vez se encarnan en desencantos  y crueldades, cargando con la realidad. En definitiva, expresan cómo viven en la historia a la intemperie y, a la vez, arropados por un misterio inefable. Los textos que hablan de Jesucristo nos introducen en su realidad, pero esa su realidad nos pone en relación con una constelación de realidades. De ahí que la fe en Jesucristo no consiste sólo en tomar postura (a partir de él) ante la realidad en su totalidad. Veámoslo en un ejemplo. Hay textos que hablan de Jesucristo como Señor, la fe así lo acepta y la teología (en este caso la paulina) explica en qué consiste ese señorío. Pero además, al aceptar que Cristo es Señor, el creyente está tomando postura ante una constelación de realidades, más allá de la realidad de Cristo. Acepta, por ejemplo, que es posible vivir con libertad y con esperanza en la historia, pues las dominaciones y potestades ya han sido vencidas en principio, pero con la humildad de que Dios no es todavía todo en todo y con la honradez de mantener la pregunta de la teodicea: cómo compaginar señorío de Cristo y miseria en este mundo.  Acepta que en la liturgia hay que reconocer a Cristo como Señor, pero añade que hay que reproducir en la historia su praxis servicial, abajada, crucificada. Acepta que personas y comunidades pueden configurarse según la realidad del Hijo, pero sin que eso les desvíe del humilde seguimiento de Jesús. Acepta que de la cabeza le viene al cuerpo la vida, pero también que Cristo-cabeza ha dejado, en un sentido, en nuestras manos su incorporación en la historia, y así su señorío. Así pudiéramos seguir, pero lo que nos parece importante es recalcar que los textos cristológicos no sólo hablan de quién es Cristo, sino que, cuando se

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R EFLEXIONAR SOBRE JESÚS DESDE LAS VÍCTIMAS 

Jon Sobrino, SJ

La fe en Jesucristo

La vida de Jesús, en efecto, está escrita desde la fe, pero, con todo, Jesús de Nazaret es undato objetivo exterior a nosotros, dato que en principio puede ser analizado y teologizadoen sí mismo. La resurrección, sin embargo, no es una realidad histórica como la de Jesús,sino que es una realidad distinta, histórico-escatológica, de modo que los textos sobre ellaexpresan ante todo la experiencia y la fe reales de los testigos. Y las cristologíasneotestamentarias y conciliares son ya claras reflexiones de fe, afirman quién es Jesucristouna vez que ya existe fe en él. En otras palabras, los textos sobre Jesucristo son de dos tipos:unos, que presentan la historia de Jesús (aunque sea leída desde la fe), y otros, quepresentan la historia de la fe de unos seres humanos (aunque tienen un referente,Jesucristo, que la origina).

Esa fe es fe en Jesucristo, obviamente, y los textos expresan, verbalizan y teorizan quién esese Jesús que ahora es creído como Hijo de Dios. Sin embargo, en el Nuevo Testamento y alo largo de la historia la fe en Jesucristo no significa sólo tomar postura ante su realidad(divina y humana), sino que expresa, de manera novedosa, lo que es esencial a toda fereligiosa: tomar postura ante la totalidad de la realidad. Expresa, en concreto, cómo losseres humanos depositan confianza en una realidad absoluta que otorga sentido a laexistencia , y a la vez están abiertos y disponibles ante el misterio inmanipulable de larealidad; cómo escuchan promesas y buenas noticias, y a la vez se encarnan en desencantos

 y crueldades, cargando con la realidad. En definitiva, expresan cómo viven en la historia ala intemperie y, a la vez, arropados por un misterio inefable.

Los textos que hablan de Jesucristo nos introducen en su realidad, pero esa su realidad nospone en relación con una constelación de realidades. De ahí que la fe en Jesucristo noconsiste sólo en tomar postura (a partir de él) ante la realidad en su totalidad. Veámoslo enun ejemplo.

Hay textos que hablan de Jesucristo como Señor, la fe así lo acepta y la teología (en estecaso la paulina) explica en qué consiste ese señorío. Pero además, al aceptar que Cristo esSeñor, el creyente está tomando postura ante una constelación de realidades, más allá de larealidad de Cristo. Acepta, por ejemplo, que es posible vivir con libertad y con esperanza enla historia, pues las dominaciones y potestades ya han sido vencidas en principio, pero conla humildad de que Dios no es todavía todo en todo y con la honradez de mantener la

pregunta de la teodicea: cómo compaginar señorío de Cristo y miseria en este mundo. Acepta que en la liturgia hay que reconocer a Cristo como Señor, pero añade que hay quereproducir en la historia su praxis servicial, abajada, crucificada. Acepta que personas y comunidades pueden configurarse según la realidad del Hijo, pero sin que eso les desvíe delhumilde seguimiento de Jesús. Acepta que de la cabeza le viene al cuerpo la vida, perotambién que Cristo-cabeza ha dejado, en un sentido, en nuestras manos su incorporaciónen la historia, y así su señorío. Así pudiéramos seguir, pero lo que nos parece importante esrecalcar que los textos cristológicos no sólo hablan de quién es Cristo, sino que, cuando se

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toma postura ante él, remiten a una constelación de realidades ante las que hay que tomarpostura. La fe en Jesucristo es más que fe en él.

Los textos cristológicos neotestamentarios y conciliares expresan, pues, también la fe

totalizante de unos seres humanos. Ésta es la razón de nuestro modo de proceder alanalizarlos, poniéndolos en relación con realidades, de entonces y de ahora, realidades delas que está hecha la vida y la fe de los seres humanos. De ahí que nos preguntemos, porejemplo, por la posibilidad de experiencias actuales reales, análogas a las apariciones, por laposibilidad de vivir como resucitados en la historia, es decir, por la posibilidad delreverbereo histórico de lo que de triunfo hay en la resurrección de Jesús; por la posibilidadde una lectura µcalcedoniana¶ de la estructura de la realidad. El lector juzgará de la fortunade estas reflexiones, pero lo importante es remitir los textos sobre Jesucristo (y sobre Dios)a algo real. Es cierto que fides ex auditu, y por ello hay un momento en la fe de pura acogida

 y aceptación, sin poder controlar su contenido. Pero también es cierto que la fe realizada escosa real y se comprende cotejándola no sólo con los textos, sino con las realidades.

Por ello no es suficiente la mera cristología: análisis conceptual de la realidad de Jesucristo,aunque se analicen textos en que esa realidad nos viene expresada. Si se quiere, Jesucristose presenta como una parábola abierta, y depende de nosotros aceptar o no su significado. Y como todos los seres humanos ²no sólo los cristianos² se confrontan y tienen que tomarpostura ante las realidades que hemos mencionado, quizás planteamientos como los de estelibro pudieran ser útiles para otros, no sólo para creyentes. El imaginario cristiano formulaproblemas últimos y les da una respuesta específica, que no tiene por qué ser aceptada portodos, por supuesto. Pero pensamos que puede ayudar a formular los problemas que son detodos: qué esperar, qué hacer con la cruz, qué celebrar...

La perspectiva desde las víctimas

Es cierto que existe una cierta universalidad en el sujeto creyente y en el objeto, Jesucristo,pero de ello no se deduce que la reflexión pueda comenzar desde lo universal. Todopensamiento está ubicado en algún lugar y surge de algún interés; tiene una perspectiva, undesde dónde y un hacia dónde, un para qué y un para quién. Pues bien, el desde dónde demi cristología es una perspectiva  parcial , concreta e interesada: las víctimas de estemundo. Todo ello viene exigido por la revelación de Dios y también por la realidad delmundo actual, aunque esto se decide siempre dentro de un círculo hermenéutico.

 Víctimas, pobreza, indiferencia e hipocresía

R ecordemos ²aunque debiera ser innecesario²la actual situación de nuestro mundo como

mundo de víctimas, su ocultamiento y la cultura de indiferencia ante él. Y si hacemosreferencia a la perspectiva desde las víctimas (o, a veces, la expresión todavía más fuerte de pueblos crucificados) es para que, al menos en el lenguaje, recobremos la interpolación queantes expresaba el término  pobre. Veamos cómo está hoy este mundo de pobreza.

Pobreza,en  primer lugar, es la realidad en que vive una grandísima parte de seres humanosencorvados bajo el peso de la vida: sobrevivir es su máxima dificultad y la muerte lenta sudestino más cercano. Pobreza es, entonces, dificultad grave de subsistir como es pecie

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humana, y en esta situación están alrededor de 3,000 millones de seres humanos, comodice el informe de PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo) de 1996 ²y en

 varios lugares va a más². 89 países están hoy peor que hace diez años, y algunos de ellospeor que hace treinta. Es ya un lugar común hablar de los seres humanos que no cuentanpara el aparato productivo. Ha aparecido la subes pecie de los no-existentes, los sobrantes,

los excluidos. En segundo lugar, la desigualdad dentro de la especie prohíbe usar el lenguaje metafórico,pero esencial en la fe cristiana, de familia. En el mismo informe se dice que el abismo entrepueblos ricos y pobre va en aumento. El patrimonio de las 358 personas cuyos activostienen un valor superior a 1,000 millones de dólares supera hoy el ingreso anual del 45 porciento de la población mundial. Por lo que toca al futuro, y si todo marchase bien, paísescomo Costa de Marfil pueden tardar 65 años en llegar a los niveles de índice de desarrollohumano de los países industrializados, pero otros, como Mozambique y Níger, tardaránmás de dos siglos. Todo esto indica que la familia humana ha fracasado. Epulón y Lázaro sedistancian todavía más, de modo que James Gustav Speth, funcionario de Naciones Unidas,

dice que estamos pasando de lo µinjusto a lo inhumano¶. Y esta opresión interna de laespecie humana acaece y es captada cada vez más con mayor crudeza a otros niveles de larealidad humana: las razas, las culturas, religiones, el género... La  familia, no sólo laes pecie humana, está en quiebra.

  En tercer lugar, las raíces fundamentales de esta pobreza son históricas: la injusticiaestructural. µPobres¶ son los empobrecidos, µindígenas¶ son los privados de identidadcultural... Lo mencionamos porque hasta ahora se silencia y porque las soluciones que seproponen están basadas sobre la misma injusticia estructural. De tener éxito esassoluciones sólo podrían mejorar la vida de una parte del planeta (el 40 ó el 50 por ciento),con lo cual alguna instancia tendrá que tomar la cruel decisión de determinar qué pueblos

 vivirán y cuáles no. La solución ofrecida es una mala solución, lo cual para Ignacio Ellacuríaera µpeor que tener sólo problemas¶. La solución ofrecida es imposible, porque no esuniversalizable, y es inhumana, porque, como dice Pérez Esquivel, µel capitalismo nació sincorazón¶.

Todo esto era una realidad en 1968 ²por citar la fecha simbólica de Medellín² y siguesiendo realidad en 1999, aun con expresiones distintas, pero la verdad sobre la pobreza semaquilla hasta anularla. El informe del PNUD de 1997, por ejemplo, ha podido serpresentado como mensaje de esperanza: µen dos décadas es posible erradicar la pobreza¶, locual lleva a que en la conciencia colectiva se encubra su escalofriante contenido. Y llevatambién a ignorar lo que dijo Walter Franco, experto de Naciones Unidas, cuando se

publicó el informe: µestá en declive la voluntad internacional de cooperación¶. La injusticiaque produce la pobreza necesita del encubrimiento y del olvido, y recurre a la µmentirainstitucionalizada¶. El lenguaje encubre la realidad (µpaíses en vías de desarrollo¶, µpoblaciónde escasos recursos¶) para ocultar situaciones de aberración inhumana. Se ha hablado deµguerras¶ en Centroamérica, lo cual es verdad, pero con ello se encubre la represión y elterrorismo (también y sobre todo de Estado), siendo así que esto no debe ser subsumido

  bajo el concepto más civilizado y aceptado de µguerra¶, pues la represión estatal no estátanto en la línea del operar bélico, sino en la del holocausto. Encubrimiento ²burdo, pero

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real² es el que los agentes de esta violencia y de su injusticia originante (represión y guerra) sean organizaciones e instancias muchas veces aceptadas en el mundo occidental,propuestas incluso como modelo a los países del Tercer Mundo: gobiernos y oligarquíaslocales (business community) animados y apoyados en el caso centroamericano por elgobierno de Estados Unidos, su ejército, la CIA... Y cuando el encubrimiento no tiene éxito,

entonces necesita de la amnistía, la de los militares sobre todo, µlos perdonados de siempre¶,como dice Mario Benedetti. La pobreza, por último, es la forma de violencia más duradera y es también la violencia que se comete con mayor impunidad. Ante holocaustos y masacres²a veces² hay Núrenbergs, pero no los hay ante la depredación del continentelatinoamericano o ante el expolio del continente africano. ¿A qué Tribunal pedir cuentas delos 35 ó 40 millones de seres humanos que anualmente mueren de hambre o deenfermedades relacionadas con el hambre? Y lo más irritante es que hoy es posible eliminarla pobreza... Ésta es la perspectiva.

Lo meta-paradigmático en la cristología

Todo esto debiera ser inocultable e interpelante. Pero no lo es. Hace pocos años decía J. B.Metz que µse está difundiendo una posmodernidad cotidiana de los corazones que arrumbala pobreza y la miseria del llamado Tercer Mundo en una mayor lejanía sin semblante¶. Enla actualidad se extiende un ambiente psico-social, cultural, filosófico incluso, que, a la horade la verdad, no hace central a las víctimas en cuanto tales, siendo así que éstas siguensiendo µel gran relato¶ a los ojos de Dios. Para describir este ambiente del espíritu de nuestrotiempo basten estas palabras de Pedro Casaldáliga, que, al menos leídos desde El Salvador,ponen el dedo en la llaga:

 Algunos creen que ya es hora de cambiar nuestros paradigmas. Y hasta les parece que losmártires estorban en esta memoria postmoderna o postmilitante. Al aire de la decepción,amigos y enemigos vienen lanzando tres preguntas provocadoras: ¿qué queda delsocialismo?, ¿qué queda de la teología de la liberación?, ¿qué queda de la opción por lospobres? Espero que no acabemos preguntándonos qué queda del evangelio«

Espero, añadimos nosotros, que no acabemos preguntándonos µqué queda de las víctimas¶.

En medio de esta cultura light siempre me viene a la mente I. Ellacuría. Se preguntaba élpor el signo de los tiempos (es decir, por aquello que caracteriza a una é poca y en lo que sehace presente Dios) y respondía que ese signo es siem pre el pueblo crucificado, despojadode vida, aunque varíe la forma de su crucifixión. ¿Es este µsiempre¶ verdad, la gran verdad alo largo de la historia, o es formulación exagerada, comprensible en la época de inicios delos ochenta, pero ya superada? Ésta nos parece ser la pregunta esencial, y es la que suele

quedar encubierta en la actualidad.

  Aceptamos que ha caído el socialismo, que las revoluciones en América Latina no hantenido éxito, o no de la forma que muchos esperaban. Aceptemos incluso que somos unaaldea planetaria y que se ha impuesto la globalización. Esto, sin embargo, nada dice todavíasobre si existe algo meta-paradigmático en el cristianismo que se deba mantener a través y en contra de los cambios. Dicho de otra forma, nos preguntamos si existe algo que, aunquetenga que responder ante los cambios, tiene la capacidad de potenciar lo positivo, operar

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contraculturalmente, desenmascarar pecado y encontrar bondad en cualquier paradigma.

También en el Nuevo Testamento hay diversidad de visiones según tiempos y lugares, peroalgo se mantiene como central. El amor y defensa de Dios a los débiles de este mundo y lacondena del pecado y de los opresores que los producen. Esto último quedó formuladocomo µasesinato y mentira¶, y por este orden (Juan), como µoprimir la verdad¶ y actuar conµarrogancia ante Dios¶ (Pablo), como µservir al dinero y aborrecer a Dios¶, como µponercargas intolerables¶ (Jesús). Esto no ha cambiado a lo largo de la historia: la arrogancia anteDios (suicidio del espíritu), y la opresión, el dar muerte al otro (homicidio). Volviendo anuestro mundo, los cambios no han hecho cambiar µel peso de lo real¶. Por eso nos parecepeligroso apelar, precipitadamente, al cambio de paradigma.

 Volvamos a la pregunta desde la cristología. ¿Hay algo en ella de meta-paradigmático? Larespuesta es un sí convencido, y su contenido central es la relación entre µJesús y lospobres¶, entre µJesús y las víctimas¶. Esto ya lo han dicho otros, aunque sea por implicación,al preguntarse µcómo hacer teología después de Auschwitz¶. Y han respondido que µno esposible hacer teología pasando por alto  Auschwitz ¶. Auschwitz es, pues,meta-paradigmático, es una forma poderosa de recordar la relación esencial entre Dios y las

 víctimas.

Los seres humanos, sin embargo, somos dados a olvidar y somos capaces de estropearlotodo. Incluso podemos utilizar el recuerdo de Auschwitz para dar la impresión de que,aunque horrible, es cosa del pasado, y podemos proclamar que en el nuevo paradigma ya notienen por qué estar centralmente presentes los Auschwitz recientes, los nuestros.

  Auschwitz fue la vergüenza de la humanidad hace medio siglo. Centroamérica, Bosnia,Timor del Este, los Grandes Lagos, la muerte por hambre y, ahora, por exclusión de decenasde millones de seres humanos siguen siendo la vergüenza de la humanidad en nuestrosdías.

Pues bien, estas víctimas son las que operan como perspectiva de nuestra reflexión. Noofrecen una solución mecánica a la comprensión de los textos cristológicos, por supuesto,pero sí aportan sospechas, preguntas y luces que hacen que los textos sobre Jesucristo denmás de sí. De ahí, por ejemplo, que desde ellas expresemos nuestra preocupaciónrecurrente por la devaluación y la desaparición del reino de Dios. No llegó, pero sí llegó elmediador, lo cual llevó a que las cristologías se centrasen en la persona de Cristo eignorasen la causa de Jesús, que es el reino de Dios  para los  pobres. El reino quedóreducido a la  persona de Jesús o a su resurrección. Fue sustituido espuriamente, y a vecespecaminosamente, por la Iglesia. Su destinatario fue universalizado, y los pobres perdieron

centralidad histórica y teologal. Y también desde las víctimas la reflexión cristológica se hace más práxica, mistagógica y existencial.

¿Es posible asumir la perspectiva de las víctimas?

La perspectiva de las víctimas es necesaria para la teología, pero ¿es posible? Ésa es lapregunta personal que me he hecho muchas veces y que ahora quiero explicitar. Creo yo

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que los seres humanos nos dividimos en dos grandes grupos: aquellos que dan (y damos) la vida por supuesto y aquellos que lo que no dan por supuesto es la vida, y en mi opiniónsegún se esté en uno u otro de los grupos mencionados se ven las cosas de diferente manera.Cómo se comprenden los derechos humanos, la democracia, la libertad, instituciones comola banca, el aparato de justicia, la fuerza armada«varía grandemente según se esté en uno u

otro grupo. Y esto creo yo vale también en lo sustancial para la comprensión de la religión,de la Iglesia, de la fe, de la oración, de la esperanza« En definitiva, de la vida y de la muerte.

Esta dificultad de asumir la perspectiva de las víctimas lleva también a una paradoja que, enlo personal, me ha hecho pensar y que quiero simplemente exponer: los privilegiados deDios y los destinatarios primarios de su revelación, los pobres y las víctimas, no puedenhacer teología (en el sentido en que ésta se entiende convencionalmente). Y los quepodemos hacer teología somos los no-pobres, no-víctimas. Entonces, ¿podemos losno-víctimas hacer teología cristiana desde la perspectiva de las víctimas?

Lo que puede ocurrir es algo análogo a la  Horizontsverschmelzung (entrelazamiento dehorizontes) entre la fe de las víctimas, campesinos, hombres y mujeres sencillas, y la delíderes religiosos, pastores y pensadores más estudiados. Y creo ²y espero² que eso haocurrido de alguna forma. En el sufrimiento de la opresión y la esperanza de la liberación,ambas formas de fe, histórica y existencialmente distintas, pueden converger. Entonces, enla solidaridad con las víctimas, en el llevarse mutuamente en la fe, se abren los ojos de lasno-víctimas para ver las cosas de diferente manera. Que esa nueva visión coincida acabalidad con la de las víctimas es algo que, pienso yo, nunca llegaremos a saber del todo.Pero creo que nuestra perspectiva puede cambiar porque las víctimas nos ofrecen una luzespecífica para µver¶ lo que llamamos µobjetos¶ de la teología: Dios, Cristo, gracia, pecado,

  justicia, esperanza, encarnación, utopía« Los pobres y las víctimas aportan a la teologíaalgo más importante que contenidos: aportan luz para que los contenidos puedan ser vistos

adecuadamente.

Terminemos. La perspectiva de las víctimas ayuda a leer los textos cristológicos y a conocera Jesucristo. Por otra parte, ese Jesucristo así conocido ayuda a conocer mejor a las

 víctimas y, sobre todo, a trabajar en su defensa. Un Dios y un Cristo parciales hacia ellasllevan a hacer teología µen defensa de las víctimas¶, en lo cual la cristología se juega surelevancia en el mundo de hoy. Y lleva también a introducir al pobre y a la víctima en elámbito de la realidad teo-logal, no sólo ética, en lo cual la teología se juega su identidad .

Esto nos parece esencial para la teología y para la fe. En el Nuevo Testamento se relacionóal pecador teo-logalmente, valga la redundancia, con Dios: µDios justifica al impío, perdona

al pecador por gracia¶, y así la teología hizo central la realidad del pecado y del pecador. Hoy hay que insistir en otra relación teologal, la relación entre pobre y Dios: µDios ama al pobrepor el mero hecho de serlo¶, y así la teología debe hacer central al pobre y a la pobreza. Deesta manera se enriquece la fe cristiana y se lleva a cabo de mejor manera la tarea de bajarde la cruz a los crucificados de la historia.

  Y una última observación. Seguimos haciendo a las víctimas centrales en la fe y en lateología para ir contra la corriente que trata de ignorarla, como hemos dicho. Pero hay algo

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más profundo. Los pobres y las víctimas de este mundo son, por los valores que tienen²muchas veces² y por lo que son ²siempre², sacramentos de Dios y presencia deJesucristo entre nosotros. Ofrecen luz y utopía, interpelación y exigencia de conversión,acogida y perdón. Con esto acabamos nuestro anterior libro [ Jesucristo liberador. Lectura

histórico-teológica de Jesús, 1991] al hablar de la salvación que nos trae el pueblo

crucificado, la soteriología histórica que decía Ignacio Ellacuría. Y cuando a esas víctimaslas llamamos mártires es que reproducen la vida y muerte de Jesús, y son una poderosa luz. 

 Al mantener a las víctimas en el centro de la teología no queremos ser obsoletos obstinadosni masoquistas impenitentes. Queremos ser honrados con la realidad y responsables anteella. Y queremos ser cristianos que ofrecen una buena noticia: Dios y su Cristo estánpresentes en nuestro mundo, y están no en cualquier lugar sino allá donde dijeron que ibana estar: en los pobres y víctimas de este mundo. De esta manera, pensamos, se puede hacerteología y cristología, como intellectus amoris ²la praxis de liberar a las víctimas² y comointellectus gratiæ, desde la gracia que se nos ha dado en ellas.

San Salvador, enero de 1999.