la extenuación de lo inerte. tiempo de crisis y crisis del tiempo en hartmut rosa

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LA EXTENUACIÓN DE LO INERTE. TIEMPO DE CRISIS Y CRISIS DEL TIEMPO EN HARTMUT ROSA Mesa: Crisis de la temporalidad. Nuevas sensibilidades Nerea Miravet Salvador (Universitat de València) 1 [email protected] Al amparo de su condición determinada y singular, se arremolinan en torno al concepto de crisis malestares de muy distinta condición. Cual paraguas omniabarcante la Crisis acoge en su seno no solo una debacle económica o una profundización de las desigualdades, sino también la ausencia de control político sobre las evoluciones económicas, técnicas y sociales; la renuncia a un gran aparato cognitivo que las comprenda y explique; la obsolescencia de los intentos por integrar en una narración con sentido pasado, presente y futuro; la ruptura respecto a esa misma tentativa en el marco de un proyecto identitario personal; y la asunción de que los diferentes subsistemas sociales no son sincronizables. Una ubicuidad que es tanto espacial (crisis generalizada) cuanto temporal (crisis permanente). Cabe entonces preguntarse hasta qué punto se trata de un uso impropio del término o qué avatares ha sufrido el concepto para que, en lugar de referirse a un momento de inflexión en el interior de un proceso incierto de cambio, remita ahora a un estado de cosas asentado. ¿Qué es aquello que está en crisis cuando la crisis lo es de todo? A esta misma pregunta trata de dar respuesta la ambiciosa crítica social del tiempo de Hartmut Rosa. Su trabajo no se orienta a esclarecer qué sea el tiempo o cuál sea el influjo de este sobre las prácticas y estructuras sociales, sino a poner de relieve las consecuencias éticas y políticas de los procesos de modernización, motivado por el convencimiento de que existe una desazón general a la que hay que dar salida. La aceleración es el motivo que permite a Rosa abordar como una unidad el régimen temporal de la Modernidad y desde este, enfrentarse a la sociedad como un todo escrutable en sus leyes de funcionamiento. Si el tiempo en general puede ser considerado como un factor de unificación en lo que respecta al análisis de la sociedad, por cuanto “todas las instituciones, estructuras e interacciones sociales son por naturaleza procesuales y están concernidas por modelos temporales”, 2 la aceleración especifica esta síntesis para el caso de la Modernidad, en 1 Este texto ha sido realizado en condición de beneficiaria del programa de Ayudas para la formación de personal investigador de carácter predoctoral, en el marco del Subprograma «Atracció de Talent» de VLC-CAMPUS de la Universitat de València y en el seno del proyecto de investigación «Hacia una Historia Conceptual comprehensiva: giros filosóficos y culturales» (FFI2011-24473) del Ministerio de Economía y Competitividad. 2 H. Rosa, Aliénation et accélération. Vers une théorie critique de la modernité tardive , traducido del inglés por Thomas Chaumont, Paris, La Découverte, 2012, pág. 89. Mientras no se indique lo contrario, la traducción de las 1

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#ZaragozaPiensa. Mesa: Crisis de la temporalidad. Nuevas sensibilidades.Nerea Miravet

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  • LA EXTENUACIN DE LO INERTE. TIEMPO DE CRISIS Y CRISIS DEL TIEMPO EN

    HARTMUT ROSA

    Mesa: Crisis de la temporalidad. Nuevas sensibilidades

    Nerea Miravet Salvador

    (Universitat de Valncia)1

    [email protected]

    Al amparo de su condicin determinada y singular, se arremolinan en torno al concepto de

    crisis malestares de muy distinta condicin. Cual paraguas omniabarcante la Crisis acoge en su seno

    no solo una debacle econmica o una profundizacin de las desigualdades, sino tambin la ausencia

    de control poltico sobre las evoluciones econmicas, tcnicas y sociales; la renuncia a un gran

    aparato cognitivo que las comprenda y explique; la obsolescencia de los intentos por integrar en una

    narracin con sentido pasado, presente y futuro; la ruptura respecto a esa misma tentativa en el

    marco de un proyecto identitario personal; y la asuncin de que los diferentes subsistemas sociales

    no son sincronizables. Una ubicuidad que es tanto espacial (crisis generalizada) cuanto temporal

    (crisis permanente). Cabe entonces preguntarse hasta qu punto se trata de un uso impropio del

    trmino o qu avatares ha sufrido el concepto para que, en lugar de referirse a un momento de

    inflexin en el interior de un proceso incierto de cambio, remita ahora a un estado de cosas

    asentado. Qu es aquello que est en crisis cuando la crisis lo es de todo?

    A esta misma pregunta trata de dar respuesta la ambiciosa crtica social del tiempo de

    Hartmut Rosa. Su trabajo no se orienta a esclarecer qu sea el tiempo o cul sea el influjo de este

    sobre las prcticas y estructuras sociales, sino a poner de relieve las consecuencias ticas y polticas

    de los procesos de modernizacin, motivado por el convencimiento de que existe una desazn

    general a la que hay que dar salida. La aceleracin es el motivo que permite a Rosa abordar como

    una unidad el rgimen temporal de la Modernidad y desde este, enfrentarse a la sociedad como un

    todo escrutable en sus leyes de funcionamiento. Si el tiempo en general puede ser considerado como

    un factor de unificacin en lo que respecta al anlisis de la sociedad, por cuanto todas las

    instituciones, estructuras e interacciones sociales son por naturaleza procesuales y estn concernidas

    por modelos temporales,2 la aceleracin especifica esta sntesis para el caso de la Modernidad, en

    1 Este texto ha sido realizado en condicin de beneficiaria del programa de Ayudas para la formacin de personalinvestigador de carcter predoctoral, en el marco del Subprograma Atracci de Talent de VLC-CAMPUSde la Universitat de Valncia y en el seno del proyecto de investigacin Hacia una Historia Conceptualcomprehensiva: giros filosficos y culturales (FFI2011-24473) del Ministerio de Economa y Competitividad.

    2 H. Rosa, Alination et acclration. Vers une thorie critique de la modernit tardive , traducido del ingls porThomas Chaumont, Paris, La Dcouverte, 2012, pg. 89. Mientras no se indique lo contrario, la traduccin de las

    1

  • la que de acuerdo con Rosa an nos encontraramos, si bien en su fase tarda.

    Si existe entonces la posibilidad de utilizar un concepto englobante de crisis que permita

    reunir los diferentes malestares as calificados en una matriz comn, este habr de referirse, en el

    marco del planteamiento de Rosa,3 a nuestra propia relacin con el tiempo y, particularmente, a una

    experiencia del mismo anclada en la aceleracin social.4 Esta resumira el carcter de una decisiva

    metamorfosis en las estructuras y horizontes de la experiencia humana del tiempo asimilable a eso

    que llamamos Modernidad, que se extendera intensificndose hasta nuestros das y que consistira

    en el arranque de un significativo incremento de velocidad en la sucesin de momentos diferentes, o

    en la suplantacin de unos saberes y expectativas por otros, cuya manifestacin ms inmediata sera

    la impresin de una caresta de recursos temporales.

    Ello no significa, sin embargo, que nuestro autor postule la existencia de un nico modelo

    universal de aceleracin ni un nico movimiento que justifique la afirmacin de que todo se acelera.

    Ni todo se acelera, va a defender Rosa, ni lo que se acelera lo hace en todo caso de la misma

    manera. Su anlisis distingue, de hecho, tres tipos de incremento de la velocidad: la aceleracin

    intencional de procesos orientados hacia un fin en el dominio de los transportes, la comunicacin y

    la produccin (aceleracin tcnica), la transformacin creciente de los modos de asociacin

    social, de las formas de prctica y de la substancia del saber (del saber prctico) (aceleracin del

    cambio social) y, por ltimo, el aumento del nmero de episodios de accin o experiencia por

    unidad de tiempo (aceleracin del ritmo de vida).5 Con esta distincin Rosa se sita allende la

    opinin extendida de que el desarrollo tcnico se encontrara en el origen de la aceleracin social,

    ya que desde esta no es posible explicar la acrecencia del ritmo de acciones y experiencias en la

    vida cotidiana. La disminucin del tiempo requerido para llevar a cabo procesos y acciones

    propiciado por el desarrollo del ars humana, debera conllevar, en principio, un aumento de tiempo

    libre traducible en deceleracin del ritmo de vida. Si la aceleracin, por el contrario, conlleva una

    presin de apremio que trata de compensar la escasez de tiempo -como de hecho Rosa constata en

    el testimonio de numerosos autores, de forma generalizada, al menos desde el siglo XVIII- es

    porque su despliegue se traba al de la idea de crecimiento cuantitativo: producimos, comunicamos,

    citas al castellano es nuestra. 3 Aunque centrando la cuestin en sus consecuencias para el proceso de personalizacin, tambin Paul Ricoeur liga

    la generalizacin del concepto de crisis a metamorfosis producidas en el mbito de las estructuras temporales. Cfr.P. Ricoeur, La crise: un phnomne spcifiquement moderne?, Revue de Thologie et de Philosophie, 120 (1988),pp. 1-19. En la misma lnea se pronuncia M. Revault d'Allones, La crise sans fin. Essai sur l'exprience modernedu temps, Pars, Seuil, 2012.

    4 Cabe precisar que Rosa se refiere indistintamente a aceleracin social y aceleracin, como categoras generales equivalentes, dentro de las cuales se especifican tres tipos de procesos. Cfr. nota 5.

    5 H. Rosa, Alination et acclration, op. cit., pp. 18-32. Cfr. tambin: H. Rosa, Beschleunigung. Die Vernderungder Zeitstrukturen in der Moderne, Frncfort, Suhrkamp, 2005, captulo III (Drei Dimensionen sozialerBeschleuniung), pp. 124-138.

    2

  • transportamos no solo ms rpido sino tambin ms que las sociedades precedentes.6

    La posibilidad de economizar tiempo que la tecnologa se limita, de suyo, a ofrecer, se

    convierte en coaccin, en primer lugar, cuando se inserta en una lgica de la competicin que

    reserva las mieles del xito para aquel que consigue cumplir un mayor nmero de objetivos en un

    menor tiempo, en una carrera para la que no existe trmino ni descanso. Nos hallamos

    evidentemente ante un principio de funcionamiento propio de un sistema liberal de mercado que,

    sin embargo, en tanto se basa en ltima instancia en un tipo de relaciones sociales, se extiende al

    conjunto de la vida colectiva como modo dominante de distribucin (de los recursos, bienes y

    riquezas, pero tambin de los privilegios, posiciones, estatus y reconocimiento). No obstante,

    contrariamente a lo que esto podra dar a entender, el individuo moderno no se enfrenta a este

    tiempo velociferino en calidad de sujeto pasivo: Desde el punto de vista de la comprensin cultural

    que la modernidad tiene de si misma, con esta dinmica continua, no se trata manifiestamente de

    una adaptacin [Anpassung] a coacciones exteriores sino, por el contrario, de un momento esencial

    de autodeterminacin [Selbstbestimmung].7 As, por un lado, la aceleracin del ritmo de vida se

    resuelve como respuesta secular a la finitud humana, sustitutiva de la promesa religiosa de vida ms

    all de la muerte. A falta de eternidad, la posibilidad de multiplicar las experiencias vividas resulta

    la estrategia ms prometedora para compensar el desequilibrio entre el tiempo del mundo y el

    tiempo de la vida,8 haciendo de la vida buena concepto central en Rosa- una vida repleta de

    opciones realizadas, segundo aspecto en que aceleracin y crecimiento cuantitativo se entrelazaran.

    Pero, por otro lado, esta recomprensin de la vida buena como algo que depende del

    aprovechamiento que el sujeto haga de las posibilidades que el mundo le ofrece, presupone ya la

    erosin de un orden social fijado de modo pretendidamente ontolgico y, por tanto, una sociedad

    en vas de aceleracin. Ese individuo que ansa tensar al mximo los lmites de su existencia, no

    tiene cabida en un cosmos en el que no exista la expectativa de definir sus propios objetivos,

    valores, paradigmas y prcticas tan independientemente como sea posible de presiones y

    limitaciones exteriores y, por tanto, en un mundo donde la duracin ab aeterno de esos valores,

    objetivos, practicas ratifique su validez.9

    Al ritmo que marca esta promesa de autonoma, espacio de experiencia y horizonte de

    expectativa se separan y el futuro deja de rendirle cuentas a la pretensin de continuidad del pasado,

    en gran medida porque el individuo de la Modernidad clsica se apropia de la experiencia histrica

    6 H. Rosa, Beschleunigung, op. cit., pg. 118.7 Ibd., pg. 280.8 Cfr. H. Blumenberg, Tiempo de la vida y tiempo del mundo, traduccin de Manuel Canet, Valencia, Pre-Textos,

    2007.9 H. Rosa, Alination et acclration, op. cit., pg. 110.

    3

  • comprendindola y comprendindose como objeto y sujeto de un proyecto a organizar en el tiempo.

    Se propaga la conviccin de que la poltica es el diapasn de la evolucin social y que, por tanto,

    ambas son sincronizables. De ah que la temporalizacin de la historia, como se ha dado en llamar a

    esa entronizacin del tiempo en calidad de escenario de cumplimiento de un orden humano, fuese

    acompaada y apuntalada por la construccin de un edificio institucional, cuya estructura

    descansaba sobre los pilares del Estado-nacin, el derecho, la creacin de una fuerzas de seguridad,

    el Estado social, la familia burguesa, el mundo del trabajo (sindicatos, ciudades-fbrica...), etc. de

    origen humano pero hechos para durar; aquello que en Bauman cae del lado de la solidez. Sobre

    la base de estos, las continuas transformaciones, subversiones y alternancias podan ser integradas

    dentro de un proceso dirigido y polticamente organizable.10 Como apunta Reinhart Koselleck, Sin

    constantes de diversa duracin (condiciones geogrficas, jurdicas, actitudes y mentalidades,

    constelaciones polticas) en el haz de factores de los acontecimientos venideros sera imposible

    predecir algo en general y desde esa anticipacin, pensar, intervenir y avivar los procesos de

    transformacin.11

    Este y no otro es precisamente el punto nodal del vuelco que experimenta la Modernidad,

    segn da cuenta de ella Rosa. La sociedad de la Modernidad tarda se distingue de la

    Modernidad clsica por un aumento de las contingencias y las incertidumbres provocadas por una

    nueva ola de aceleracin, que arrancara aproximadamente en la dcada de los 70'.12 Los flujos de

    capital, mercancas e informacin que ya otrora determinaban el carcter voltil de las sociedades

    occidentales modernas, adquieren ahora una velocidad tal, que cualquier signo de estabilidad es

    arrasado a su paso.13 Tanto es as que, segn observa Rosa, la aceleracin se convierte en la

    Modernidad tarda en un ciclo autopropulsado que no requiere la intervencin de motor externo

    alguno. La introduccin de novedades tcnicas en respuesta a la rarefaccin de tiempo en la vida

    productiva y cotidiana, atiza la caducidad de los saberes, prcticas, experiencias y expectativas que

    configuran el mundo social, lo cual alienta, a su vez, la aceleracin del ritmo de vida con nimo de

    adaptarse e incluso de triunfar en esta pendiente resbaladiza, con lo que se llega nuevamente a la

    necesidad de la innovacin tcnica... y as en un ciclo sin fin visible.14

    10 H. Rosa, Beschleunigung, op. cit., pp. 447-448. 11 R. Koselleck, Aceleracin, prognosis y secularizacin, traduccin, introduccin y notas de F. Oncina, Valencia, Pre-

    Textos, 2003, pp. 79-80.12 H. Rosa, Beschleunigung, op. cit., pg. 286.13 Cfr. ibd., pp. 176-177 y 335-339.14 H. Rosa, Alination et acclration, op. cit., pg. 40. Cfr. tambin el captulo VII (Soziale Beschleunigung als

    selbstantreibender Prozess: Der Akzelerationszirkel) en H. Rosa, Beschleunigung, op. cit., pp. 243-255. P. Virilioaporta con sus estudios sobre la guerra un buen ejemplo del nivel de automatismo alcanzado y los peligros de laexclusin de este terreno de la eleccin poltica. Cfr. su Velocidad y poltica, traduccin de Vctor Goldstein,Buenos Aires, La Marca, 2006, particularmente el ltimo captulo (El estado de urgencia), pp.117-134.

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  • No solo ocurre que las formas de prcticas culturales, religiosas, polticas, los flujos

    financieros e intelectuales se fluidifican y dinamizan, sino que con ello tienden adems a volverse

    independientes unos de otros, incapaces de constituir un agregado slido y consistente a largo plazo.

    La poltica, fuerza motriz de la modernidad clsica, llamada antao a armonizar los diferentes

    niveles e instituciones sociales, resulta por democrtica impermeable a las altas velocidades que

    imponen la economa o el desarrollo tecnolgico. La demora de los procesos de sntesis y

    articulacin de intereses colectivos en los que -si realmente es democrtica- se apoya, condenan a la

    poltica a una posicin subalterna desde la que, a salto de mata, trata de reaccionar a la cadencia de

    acontecimientos marcada desde otros lares (poltica situacional). Se alcanza as un lmite crtico

    donde el ritmo intrageneracional de metamorfosis, conllevara una renuncia a las planificaciones

    metatemporales, a la intervencin sobre las cualidades temporales de los acontecimientos y las

    acciones para marcar su duracin y posicin dentro de un encadenamiento ms amplio y

    socialmente compartido. De este modo, en ausencia de un punto de partida y uno de llegada, de una

    direccin, los episodios de cambio se experimentaran como aleatorios e inconexos, disolviendo

    todo posible criterio para distinguir pasado, presente y futuro. Virilio, Fukuyama o Baudrillard

    atinaran entonces, opina Rosa, si bien no a explicar completamente, s al sealar la paradjica

    inmovilidad que reina en las sociedades occidentales contemporneas, en virtud de la cual por

    debajo de la desaforada corriente de cambios que las afecta, subyacera una inercia cultural y

    estructural petrificante. De ah que no solo hablemos de crisis generalizada, sino tambin de una

    crisis que habra perdido el que hasta ahora y pese sus diferentes usos a lo largo de las pocas,

    habra sido un rasgo constante: su transitoriedad.15

    Resulta entonces que si la ausencia de metamorfosis notables, por debajo de un nivel de

    cambio sostenido pero irrelevante, es experimentada como crisis -pinsese en la utopa, donde esta

    misma carencia no conlleva desazn- y particularmente como crisis general y permanente, es

    porque se pone en entredicho la conviccin de que nos sea posible apropiarnos del tiempo en la

    forma de proyectos individual y colectivamente perseguidos; la creencia, aun partiendo de la

    imposibilidad de hacer coincidir sin fisuras intencin y resultado, en la posibilidad de tener algo que

    decir sobre la definicin de las condiciones en que haya de desarrollarse nuestra propia vida.16 Si

    15 Cfr. R. Koselleck, Crisis, apndice en: dem, Crtica y crisis. Un estudio sobre la patognesis del mundo burgus,Madrid, Trotta y UAM, 2007, pp. 239-281. Koselleck seala, sin embargo, que ya con Schiller encontramos un usoen que crisis e historia tienden a equipararse, interpretando esta ltima como una crisis en realizacin contnua y,por tanto, como una determinacin del carcter procesual de la historia. Este estado permanente no deja deconstituir, con todo, la reiteracin de momentos esenciales de decisin (pp. 250-251), manteniendo as un ciertocarcter transitorio, solo que de tipo local en el seno de un proceso global. Cfr. tambin P. Ricoeur, La crise: unphnomne spcifiquement moderne?, op. cit., pp. 2-9.

    16 Para la cuestin de la disponibilidad de la historia en relacin con la experiencia de la crisis y la presencia de esteproblema en Koselleck, Weber y Luhman, cfr. J. L. Villacaas, Crisis: ensayo de definicin, Vnculos de Historia,

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  • esto es as, el umbral crtico no estara tanto en la existencia de un determinado estado de cosas,

    cuanto en la conciencia de su irreversibilidad. La crisis de todo lo sera en ltimo trmino de la

    propia conciencia de la inaccesibilidad de su superacin.

    Resulta entonces socialmente irrenunciable un horizonte comn de sentido? una visin

    compartida de cmo queremos pasar nuestro tiempo que ejerza de cortapisas a la autonomizacin de

    los procesos que tienden a acelerarlo? Rosa as parece considerarlo. De hecho, para el autor

    germano la vigencia de concepciones compartidas de la vida buena es un factum, solo que estas

    corren ajenas a las condiciones socialmente establecidas para su realizacin, de ah que proponga la

    reintroduccin en los anlisis de un concepto tan controvertido como el de alienacin.17 Su crtica

    social de las estructuras temporales se justifica, en consonancia, al intentar justamente iluminar esta

    disconformidad entre la comprensin de la manera mejor de situarse en el mundo colectivamente

    asumida y definida desde el interior de un grupo, y las condiciones estructurales -y particularmente

    temporales- en que habra de llevarse a cabo.

    Esto nos plantea un problema inmediato. Esa suerte de acuerdo fundamental de fondo parece

    desacreditar la multiplicidad y conflictualidad inherentes a cualquier pretendida sntesis de

    concepciones, sentimientos, y valores compartidos por un grupo social, mxime a la vista de la

    dispersin y fragmentacin de un mundo a la vez ms global y ms local Cules de los incontables

    discursos, prcticas, instituciones o modelos vigentes en una sociedad caracterizada como l

    mismo ha subrayado- por la incesante aparicin y reaparicin de opciones debe contar como

    verdaderamente resultante de las convicciones y aspiraciones de los actores sociales? Qu criterio

    podemos invocar en aras a justificar el inicio y el fin del consenso? Resulta difcil de negar, no

    obstante, que sin algn tipo de confluencia de ese tipo nos hallamos expuestos a enfrentar en

    soledad el ritmo apremiante de procesos autonomizados, intensificando con ello esa conciencia de

    indisponibilidad del tiempo que se experimentara como crisis. No solo se trata de que los

    problemas sociales o estructurales no puedan ser resueltos de manera individual, sino de que tal vez

    un mero acuerdo temporal ligado a intereses y eventualidades particulares, no sea suficiente para

    escapar a una situacin en la que aquello que parece haberse desvanecido es el futuro mismo. La

    encrucijada estara entonces en llevar a cabo eso que Bauman denomina recolectivizar las

    utopas,18 conscientes sin embargo de la experiencia acumulada en materia de intentos pasados de

    nm. 2, 2013, particularmente pp.124-132.17 Cfr. H.Rosa, Alination et acclration, op. cit., particuarmente a este respecto los captulos 13 (La critique

    thique 1: la promesse brise de la modernit) y 14 (La critique ethique 2: l'alination revisite). Bauman ofrece un planteamiento bastante cercano al asegurar que la mayor contradiccin cultural de nuestro tiempo es la que se daentre individuo de iure e individuo de facto. Cfr. Z. Bauman, Modernidad lquida, Buenos Aires, FCE, 2009, pg. 43.

    18 Z. Bauman, Modernidad lquida, op. cit., pg. 57.

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  • ingeniera social, as como de las especficas condiciones en que se desarrolla nuestro raudo

    presente. Llegados a este punto tal vez resulte estimulante salirse del marco conceptual de Rosa y

    prestar atencin a la interesante deconstruccin que del contractualismo moderno vienen haciendo

    desde hace ya algunos aos los integrantes de la llamada Escuela de Padua, heredera crtica de la

    Historia Conceptual germana. Autores como Sandro Chignola o Giuseppe Duso han sugerido que

    nuestra limitacin para pensar un horizonte comn de orientacin que no atente contra el respeto a

    la pluralidad, es deudora de la pretensin de universalidad y necesidad de los conceptos polticos

    modernos fundamentales (individuo, derechos, igualdad, libertad, pueblo, poder, soberana,

    revolucin, sociedad civil, Estado, representacin, democracia).19 En el estudio de modelos

    anteriores, como el de Altusio, estos autores encuentran posibilidades para pensar una confluencia

    de sujetos polticos en una comunidad que no los haga desaparecer como tales. No pretenden con

    ello defender la rehabilitacin de sistemas anteriores, sino relativizar los conceptos modernos,

    hacerlos entrar en crisis, en aras a hacer emerger posibilidades enterradas en el proceso de

    consolidacin del pensamiento poltico moderno. Regalarnos nuevamente el tiempo desde la

    reconsideracin cautelosa de lo nuevo del pasado y lo pasado de lo nuevo.

    19 Cfr. a ttulo de muestra G. Duso, Qu conceptos polticos para Europa?, en: F. Oncina (ed.), Teoras y Prcticas de la Historia Conceptual, CSIC y Plaza y Valds, Madrid, 2009, pp. 327-348.

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