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1 LA EVOLUCIÓN DE LOS SISTEMAS DE DIRECCIÓN DE TIRO EN EL SIGLO XIX Exordio La escelencia y primor del arte de la artillería se reduce principalmente á tres preceptos, los cuales son: que el artillero sepa conocer y reconocer la pieza con que se tira; sepa así mesmo la potencia, ó sea el tanto que puede rempujar la dicha pieza, ansí en el plano del orizonte, como puesta en cualquier punto ó grado de su elevacion; y la distancia que hay desde la pieza hasta el lugar donde se pretende alcanzar. (Julián FIRRUFINO, cosmógrafo mayor de Su Magestad. Año de 1599) Es trágicamente cierto que la guerra suele impulsar fuertemente el progreso científico y técnico. Así ocurrió en el siglo XIX con respecto a la tracción mecánica, alentando su desarrollo e impulsando la tecnología ante el problema que planteaba el aprovisionamiento de los abundantes efectivos de los ejércitos. El diseño de los materiales artilleros compone una interesante, aunque no completa, muestra del desarrollo tecnológico, por ello sirviéndonos de base los elementos destinados a la dirección del tiro, que se han integrado en las distintas armas en el transcurso del tiempo, estudiaremos su evolución y las técnicas en ellos empleada. Pondremos pues de manifiesto lo conseguido hasta los albores del siglo XX, momento crucial donde los avances en la electrónica y los procesos informáticos conducirán a una nueva era de la tecnología. Pero lo anterior a pesar de su obsolescencia nos ha legado una serie de elementos que además

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Page 1: LA EVOLUCIÓN DE LOS SISTEMAS DE DIRECCIÓN DE … · Desde que aparecieron las primeras armas de fuego existió la evidente necesidad de aplicar sus fuegos acertadamente en el blanco

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LA EVOLUCIÓN DE LOS SISTEMAS DE DIRECCIÓN DE TIRO

EN EL SIGLO XIX

Exordio

La escelencia y primor del arte de la artillería se reduce

principalmente á tres preceptos, los cuales son: que el artillero

sepa conocer y reconocer la pieza con que se tira; sepa así

mesmo la potencia, ó sea el tanto que puede rempujar la dicha

pieza, ansí en el plano del orizonte, como puesta en cualquier

punto ó grado de su elevacion; y la distancia que hay desde la

pieza hasta el lugar donde se pretende alcanzar. (Julián FIRRUFINO, cosmógrafo

mayor de Su Magestad. Año de 1599)

Es trágicamente cierto que la guerra suele impulsar fuertemente el

progreso científico y técnico. Así ocurrió en el siglo XIX con respecto a la

tracción mecánica, alentando su desarrollo e impulsando la tecnología ante el

problema que planteaba el aprovisionamiento de los abundantes efectivos de

los ejércitos.

El diseño de los materiales artilleros compone una interesante, aunque

no completa, muestra del desarrollo tecnológico, por ello sirviéndonos de base

los elementos destinados a la dirección del tiro, que se han integrado en las

distintas armas en el transcurso del tiempo, estudiaremos su evolución y las

técnicas en ellos empleada.

Pondremos pues de manifiesto lo conseguido hasta los albores del siglo

XX, momento crucial donde los avances en la electrónica y los procesos

informáticos conducirán a una nueva era de la tecnología. Pero lo anterior a

pesar de su obsolescencia nos ha legado una serie de elementos que además

Page 2: LA EVOLUCIÓN DE LOS SISTEMAS DE DIRECCIÓN DE … · Desde que aparecieron las primeras armas de fuego existió la evidente necesidad de aplicar sus fuegos acertadamente en el blanco

de ser hoy valiosas piezas de museo, constituyen una referencia histórica para

el estudio de los interesados en esta materia.

Introducción

¿Cómo se apunta una pieza para lograr el mayor

alcance?: Por 45º, es decir, `por el sexto punto de doce

en que se dividiría el arco de una escuadra con su

plomada y un brazo más largo que el otro para meter en el

hueco de la pieza. (La nova stientia de Nicolo Tartaglia.

Venecia. 1550)

-

Desde que aparecieron las primeras armas de fuego existió la evidente

necesidad de aplicar sus fuegos acertadamente en el blanco y así surgieron los

primeros y elementales aparatos de puntería. El

desarrollo de estos elementos de puntería siempre

estuvo muy ligado al estado de la técnica,

evolucionando su diseño y naturaleza a la par que

ella para la materialización de la visual de la mira y

cálculo de la trayectoria que ha de seguir el

proyectil. Ilustración nº 1

COLLADO; página 36V

2

Al aparecer la ar ríatille en el campo de batalla adquirió mayor

importancia la correcta dirección del tiro para aplicar el fuego sobre el blanco

y al constituirse unidades de tiro, con varias armas, era imprescindible el que

todas convergieran sobre él a partir de los datos de localización para alcanzar

el efecto masa con precisión en la destrucción.

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Así surgieron los sistemas de dirección de tiro, como conjunto de

elementos que enlazados ordenadamente entre sí y funcionando de una

manera coordinada, permitían realizar la puntería continuada de las armas

para batir los blancos que pueden encontrarse o no en movimiento.

El camino recorrido en el diseño de los sistemas de dirección de tiro

para la Artillería ha estado condicionado por la evolución de las técnicas a

emplear, desde las que recogían los más rudimentarios conocimientos

geométricos del hombre hasta nuestros días en que el desarrollo en el campo

de la electrónica es vertiginoso, lo que ha proporcionado un alto grado de

exactitud, precisión y eficacia.

Antecedentes Siglos XIV y XV

Los documentos de la época no ofrecen datos suficientes para deducir

los sistemas de puntería de los materiales. Sin embargo puede afirmarse que

hasta el siglo XVI se reducían a efectuar la puntería a ojo, utilizando las joyas

que solían tener algunas piezas para dar dirección y confiar a la destreza y

práctica del apuntador los alcances, recomendándose por única regla empezar

el tiro corto (1).

La lentitud en las operaciones era suficiente para que una distancia tal

como el alcance máximo de las piezas, pudiera ser recorrido en menos tiempo

del que se necesitaba para cargar y apuntar las piezas entonces en uso.

Por esta razón, cuando el que llegaba a un castillo o plaza sentía alguna

inquietud acerca del recibimiento que pudieran hacerle –y tenía, al mismo

tiempo, autoridad para mandarlo- disponía que al llegar a una distancia

prudencial hicieran todas las piezas una descarga, que por dejar a salvo la

seguridad del que llegaba llamábase salva.

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Con lo que, conservada la costumbre, cuando ya la precaución era

ineficaz, vino a transformarse la salva, garantía de seguridad en honor rendido

al que se acercaba.

Puede decirse que los artilleros en esta época servían las piezas

valiéndose de la práctica adquirida en la guerra, sin sujetarse a principios

científicos de ninguna especie. Pero aunque desconocemos los sistemas de

puntería empleados, la aparición de las joyas de puntería a fines del siglo

XIV, nos hacen suponer que estaban en posesión de nociones muy aceptables

para el arte.

Y a finales del siglo XV ya contaba el servicio de las armas con la

escuadra y el nivel como elementos de puntería. Siglos XVI y XVII En esta época casi todas las piezas venían ya dotadas de joyas y de la

culata, identificados por medio de resaltes, muescas o escudetes, y en ocasiones

aparece materializada la línea de mira por un nervio corrido a lo largo de la

pieza en su parte alta. Muchas, contaban con el sencillo mecanismo, ya

conocido de tiempo atrás, que recibía el nombre de cobija, y se destinaba a

proteger el fogón y a evitar que tomara fuego la carga por accidente.

El primer manual de técnica artillera que se sitúa hacia 1537, fecha en que

se publica la Nuova Sciencia de Tartaglia (2), fue encontrado por Arántegui

tratándose de una especie de cartilla o de instrucción destinada a los que

aspiraban a sentar plaza en Artillería y que al referirse a las punterías advierte...

alcanza un cañón serpentino de puntería de punto en blanco 500 pasos, hasta

550, y con un dedo de caza tira 100 pasos más, que son 600, y con menos de dos

dedos tira 700 pasos: así como va creciendo la caza va multiplicándo los pasos

y hase de tener esta orden tirando por llano... una culebrina alcanza de punto

en blanco 700 pasos y con un dedo de caza alcanza 150 pasos más... (3).

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Otros pasajes del citado Memorial encierran todo un conjunto de

correcciones antes del tiro al prevenir al buen artillero que debe mirar si la

pólvora es muy soberbia o floja, hoy día decimos vivacidad de la pólvora; el

calentamiento del material que como haya tirado cuatro o cinco tiros ha de

quitar de la dicha pólvora, influencia de la duración del fuego en la precisión y

alcance del tiro; mirar cuando asesta su pieza que estén las ruedas parejas y que

esté encabalgada igualmente la dicha pieza y los muñones por parejo,

influencia de la inclinación del eje de muñones; también ha de mirar el artillero

el tiempo, si es húmedo, influencia de la densidad del aire y temperatura de la

pólvora; y asimismo contra el viento se le ha de dar algo más caza, influencia

del viento.

Algunos autores atribuyen esta Memoria al capitán Luis Pizaño ya que en

una Instrucción dada por él recoge todo lo anterior (4).

Parece ser, de acuerdo con lo que deducimos de dos manuscritos de

mediados el siglo XVI que se conservan en la Biblioteca Nacional y que nos

revela Arantegui en su Bibliografía Artillera de España, que el empleo para

hacer punterías de la escuadra que divide en seis puntos y cada uno de estos en

doce minutos, es muy antiguo y cuando de hacerla y usarla, se entretiene en

varias cuestiones sobre el tiro, en las que entra en juego la mira de detrás y la

de delante. Y para mayor claridad en otro de los manuscritos se dice que... la

escuadra está dividida en seis grados, y cada grado en seis puntos; y dados los

alcances de punto en blanco y a todo vuelo, reparte la diferencia entre los

treinta y seis puntos, y lo que a cada uno toca es el aumento de alcance por

cada punto más de elevación..., y salpica el texto con reflexiones como esta: que

la artillería tiene tanto que aprender, que jamás ninguno es bastante a saber

todo lo que el arte se contiene; así que muchos hombres hay que saben más que

otros, más con todo aqueso no saben toda la arte entera... (5).

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Es lo cierto que a pesar de que la Artillería en el siglo XVI fue ganando

terreno y encontrando sitio en el organigrama de los ejércitos, cabe señalar que

su efectividad y precisión eran, en muchas ocasiones, entre milagrosas y

casuales, pues no había dos piezas iguales, por ello el tiro, enfocado con los

mismos planteamientos e incluso por los mismos artilleros, resultaba con

notables variaciones en alcances y trayectorias.

En la Plática Manual de Artillería de Luis Collado, obra escrita en el año

1592, se le dedica una especial atención y respecto a la puntería de las piezas

dice que... Acaesce muchas vezes, que hauiendo qualquier platico Artillero

apuntado como conuiene fu pieça, y de tal manera que al parefcer de quâtos la

miran la juzgan por bien apûtada, Y defpues de hauer difparado, hara alto, ò

baxo, ò auieffo el tiro fuera de modo, lo ^q haze quedar corrido, y muy côfufo al

que la hauia apuntado...

Y continua el citado capítulo achacando esto a doce causas o defectos...

De los quales vnos proceden de imperfection de la mifma pieça, y otros de las

ruedas, y de la caxa, y otros de accidentes que occuren alrededor de la

pieça... (6).

Además Collado aconsejaba a los artilleros que junto a todos estos

preceptos técnicos no olvidasen de hacer en la boca del cañón una cruz con la

bala, invocando el nombre de Santa Bárbara gloriosa.

La realidad es que en esta época las causas de una mala puntería eran

achacadas a los defectos del material, emplazamiento de la pieza, a la

munición y al ambiente. Estas son las causas por las que durante muchos años

la atención de los artilleros estará concentrada principalmente en la

fabricación del material y sus municiones, en las que indudablemente influirá

también el estado de la tecnología.

Las formas de efectuar la puntería, que consideradas hoy día pueden

considerarse muy rudimentarias, estaban basadas en primer lugar en el uso de

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los grados, ò puntos, y minutos de la Efquadra,

para dar elevación al tiro, considerando este

elemento auxiliar... como el más apto, y cierto

inftrumento, que para efte effecto fe hà hallado fea

la efquadra, facada de la quarta parte del circulo,

inuentada de los valientes maeftros Tudefcos... (7).

Ilustraciónes nº 2, 3 y 4

COLLADO: páginas 38V, 39 y 41 Eran los tiempos en que las punterías se

realizaban por el raso de los metales o raso

del ánima, para dar en el blanco. La primera

de las citadas, denominada también de punto

en blanco, con reglas empíricas para

conseguir mayor o menor alcance, pudo emplearse en tanto que las distancias

de tiro eran cortas, consistiendo en

suplementar la faja alta de la

culata con un taco de madera, de

altura igual a la diferencia de

diámetro de la culata y la boca, lo

que constituía ya un alza

rudimentaria; la segunda prevaleció

sin embargo para dar elevación a las

piezas y se empleaba el cuadrante

graduado, con los brazos largos en escuadra,

uno de los cuales se introducía por la boca de

la pieza y se apoyaba en ella a lo largo de su

generatriz inferior. Ilustraciones nº 5 y 6

COLLADO: láminas página 42 y 51

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A principios del siglo XVII un artillero andaluz de Baeza, Cristóbal

Lechuga (8), publicó en el año 1611 su Discurso de la Artillería, cuyo

contenido alcanza cuanto se conocía de ciencia artillera a principios del siglo

XVII, debiendo servir de texto en la escuela de Milán, pues enseña el manejo

de las piezas, alcances, punterías, retrocesos y causas de las desviaciones, y

hablando del tiro de noche describe un tubo provisto de nivel que coloca

sobre la pieza para apuntar, el empleo de una brújula dotada de nivel para dar

dirección y corregir la inclinación del eje de muñones y el modo de hacer la

puntería indirecta sobre una linterna, provista también de brújula, que servía

de blanco auxiliar.

Por la misma época otro artillero toledano de Yepes, Diego Ufano,

publica en el año 1613 un Tratado de la Artillería, que fue traducido a varios

idiomas, donde podemos encontrar numerosos datos que permiten formar una

idea bastante exacta de lo que era el servicio de una pieza en aquel tiempo. La

puntería se realizaba o bien dirigiendo el eje de la pieza sobre el blanco, es

decir, por la línea de tiro natural, o apuntando por los puntos más altos de la

culata y del brocal, por el raso de los metales; o en el caso de tiro a grandes

distancias con cañón y de tiro curvo con mortero, dando las elevaciones

correspondientes por medio del cuadrante o cuarto de círculo.

El primer sistema se practicaba sólo a cortas distancias, es decir,

aquellas en que se calculaba que el proyectil recorría la línea recta de la

primera parte de la trayectoria de Tartaglia. Se creía que esta distancia era

siempre la mitad del alcance de la pieza apuntada horizontalmente por la línea

de mira natural, o sea por los puntos más altos de la culata y de la boca. El

mismo Ufano denunciaba sin embargo el carácter empírico de esta regla y su

falta de exactitud.

Para obtener una línea de mira paralela al eje de la pieza se colocaba en

el brocal un suplemento de madera cuya altura era igual a la diferencia entre

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los radios de las molduras de la culata y de la boca; otras veces se apuntaba

por el raso de los metales al punto que se quería batir, se colocaba después el

suplemento citado de madera, pero en la faja alta de la culata y la línea de

mira que resultaba, cortaba al blanco en un punto, que era el que debía

tomarse de referencia al dirigir la visual por

el raso de metales para efectuar una puntería

correcta. Hay que suponer sin embargo que

la precisión del tiro no sería muy grande,

aunque cuenta casos notables de aciertos

artilleros que al primer tiro arrancó el timón

de una barca y otro que rompió las amarras

de una embarcación.

Sin embargo la desigualdad de las piezas impedía que aun en las del

mismo tipo y calibre hubiera posibilidad

de homogeneización de los resultados de

tiro, pues para cada ejemplar de pieza

correspondía a cada distancia un ángulo

de tiro distinto. Lo que no se remedió

sino cuando los procedimientos de

fabricación consintieron dar a las piezas

y a las municiones unas características constantes.

Nacieron entonces las primeras tablas de

tiro, que reducidas en un principio a un cuadro de

equivalencias entre distancias y ángulos de tiro,

fueron recogiendo nuevos datos a medida que los

conocimientos balísticos y los métodos de

experimentación lo consintieron. Ilustraciones nº 7, 8 y 9

9

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FIRRUFINO: páginas 40, 57 y 60 Julio César Firrufino en el capítulo XXVI de El Perfeto Artillero; teoría y plática

(1642), ya cita ocho métodos de puntería: Tirar a nivel o raso del ánima, por el raso de los

metales o punta en blanco, con

metales rasos o por joya,

dentro de la puntería, fuera de

la puntería, con todo el vivo o

metales parejos, muerto el vivo

y debajo de la puntería. Las

punterías, incluso de noche, utilizando referencias o valiéndose de la escuadra, nivel y

perpendículo, son temas que constituyen la teóríca del arte y el artillero ha de conocer y

saber poner en práctica perfecta y diligentemente valiéndose de los catorce principales

instrumentos con que siempre ha de andar.Ilustración nº 10 FIRRUFINO: página 62

Siglo XVIII

Al comenzar el siglo XVIII la artillería había alcanzado ya la mayoría

de edad por lo que

respecta a las bocas

de fuego, aunque

durante las primeras

décadas se siguió

arrastrando la

anarquía reinante en

los siglos anteriores

en cuanto a calibres,

dimensiones y

denominaciones de las piezas. Los ejércitos de los siglos XVI y XVII

dispusieron de los más

heterogéneos parques de

artillería; el municionamiento era

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un grave problema; la primera preocupación del artillero consistía en

determinar el calibre de la pieza recibida. Felipe III había tratado,

infructuosamente, de poner orden reduciendo los cañones a cuatro modelos.

Al concluir la guerra de Sucesión Felipe V normaliza la fabricación de

piezas de artillería de bronce y envía a las fundiciones de Sevilla, Valencia y

Barcelona, los planos de fabricación del sistema declarado reglamentario,

prohibiendo cualquier otro modelo. Ilustraciones nº 11 y 12

Al pie de los cañones: páginas 98 y 99 El estado de la técnica en esos tiempos no permitía todavía el emplear

procedimientos para la dirección del tiro que realmente fueran eficaces. Así

que el tiro de los cañones tenía un carácter autónomo por piezas que dejaban

reducida su eficacia al grado de instrucción de las unidades.

Siglo XIX

Durante mucho tiempo cada pieza tuvo su tabla de correspondencia

entre ángulos de tiro y alcances y aquellos se dieron con la escuadra. En más

de una ocasión se intentó sustituirla y conocemos un alza española del año

1807, que es una regleta de latón con trece aberturas numeradas y dispuesta

para apoyarse en la faja alta de la pieza; otra muy ingeniosa, con un juego de

espejos, realizada en 1832 por el coronel don Luis María Sarasti; y la

colección de quince proyectadas por don Joaquín Navarro Sangrán,

respondiendo a la teoría desarrollada en su Sistema de puntería, único, para

toda clase de piezas de Artillería.

En junio de 1839 la Junta Superior Facultativa de Artillería examinó

una Memoria sobre un diseño de alza-graduador que había proyectado el

coronel Luna y en noviembre del mismo año se leyó otra Memoria dando

cuenta de un ingenioso instrumento, ideado por el vocal de la Junta don José

Odriozola, denominado alza-cuadrante. En febrero del año siguiente se

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volvieron a estudiar ambas, decidiéndose que aunque el de Luna servía más

bien como escuadra graduada que como alza, se enviase a La Coruña con su

Memoria y con el de Odriozola hacer pruebas comparativas con el alza

común.

Un alza, denominada así porque se trataba de alzar la boca del cañón,

era en esencia una regla graduada en distancias, en milímetros o en unidades

lineales de otro sistema. Al tratar de este punto don Ramón Salas en su

Prontuario, dice: Un cañón se apunta después de entrado en batería.

Después de apuntarle se le da la elevación, que en dársela acertada está la

habilidad de las punterías. Para esto hay tres medios: el alza, proscrita entre

nosotros; el marcar las cuñas, medio grosero e inexacto, inservible de noche

y sin relación alguna matemática con la verdadera elevación del ánima; la

escuadra, con la cual bien manejada y supuesto el perfecto paralelismo de las

paredes del ánima con su eje (lo cual no puede suceder sino al salir la pieza

de la fábrica y nunca después que ha hecho fuego, porque queda degradada

con el golpeo de las balas), puede, en efecto, darse la conveniente graduación

a una pieza; pero al frente del enemigo, ¿cómo se hace? Por la faja alta de la

culata no ofrece más que errores, y por la boca, ¿quién se mete en la

cañonera?.

La solución que proponía Salas fue dotar a cada pieza de un eclímetro,

para lo que bastaría situar en el cascabel una sección vertical, fijando su parte

más alta un perpendículo y mediante un arco graduado, grabado en la propia

cara de la sección, poder medirse en cada caso el ángulo de tiro de la pieza.

Pero aunque el sistema fue bien informado por la Junta Superior Facultativa,

los perfeccionamientos del material vinieron a hacerlo inútil.

En la segunda mitad del siglo XIX comenzó a utilizarse un alza que

tenía forma de barra o regla de sección semicilíndrica, de bronce, que se subía

y bajaba sobre una cajera, también de bronce, sujeta con tornillos a un resalte

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con cara situado en la parte alta de la culata, detrás del fogón. La regla tenía

en su cara plana, que se presentaba hacia el apuntador, las divisiones en

grados para las diferentes elevaciones; en su parte superior llevaba tallado un

ángulo con el vértice hacia abajo, para formar el ocular. Esta regla se fijaba en

la posición deseada por medio de un tornillo de presión. El punto de mira era

una chapa gruesa de metal, cortada en

forma triangular que se fijaba con dos

tornillos en la medianía de la pieza.

13

Ilustración nº 13

Alza española Hubo también un alza de barra de

sección hexagonal, en cuyas caras iban

marcadas con diferentes graduaciones a

emplear según se tirase con una u otra de

las modalidades entonces al uso: carga

ordinaria y bala, carga reducida y bala,

carga reducida y granada, carga reducida y metralla. Como el hexágono de la

sección de la barra era el que se obtendría cortando a un trapecio los vértices

correspondientes a la base mayor, siempre quedaban tres de sus caras a la

vista del apuntador; la barra tenía dos posiciones; en una de ellas se podían

ver las tres primeras graduaciones reseñadas; la última graduación estaba en

la cara del centro de la otra posición de la barra. En las dos caras restantes se

grababa la clase de pieza a que correspondía el instrumento y las

equivalencias de unidades, porque ya entonces se había adoptado el sistema

métrico.

Este tipo de alzas se instalaba lateralmente en una mortaja o encastre

labrado sobre la lámpara o parte redondeada de la culata, sujeta por tres o

cuatro tornillos. La regla a que nos hemos referido se fijaba en la posición

deseada por medio de un tornillo de presión, como siempre.

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En la parte superior de la regla iba la llamada cabeza del alza, en cuyo

borde superior se labraba la consabida abertura triangular que había de

constituir el ocular. El punto de mira estaba formado por un cono de acero fijo

a un soporte de bronce sobre el muñón del lado correspondiente, mediante

cuatro tornillos. Naturalmente, al visar el punto de mira y el blanco por el

ocular, con la regla en la división cero, la pieza estaba horizontal.

Como se comprende hubo muchos modelos de estas alzas, pero todas

venían a ser lo mismo. Al llegar los cañones rayados se introdujo una

modificación en la cabeza del alza, consistente en poder trasladar el ocular

lateralmente, mediante un tornillo de paso fino, para poder corregir por

derivación, o desvío lateral que el giro del proyectil provoca en la trayectoria;

y como al mismo tiempo se iba afinando más en las correcciones del tiro, la

modificación permitía también corregir el tiro por viento lateral. Hubo

algunas alzas llamadas inclinadas, porque se colocaban formando un ángulo

con el plano de tiro, para corregir de este modo la derivación del proyectil,

observada en polígono.

En las alzas de la década de 1870 ya no tenían las diferentes

graduaciones según la clase de proyectil y carga, sino que obtenían los datos y

correcciones correspondientes en las tablas de tiro. En cambio algunas alzas

tenían para cada elevación grabados los segundos de duración de trayectoria,

para poder graduar las espoletas de tiempo.

La puntería en dirección se realizaba a simple vista, bien moviendo la

pieza hasta situar el blanco en la línea de mira, bien haciendo la puntería por

alineación a vanguardia, valiéndose de un juego de pínulas, y sirviéndose

luego, para rectificarla, de una referencia –generalmente una mira- que se

colocaba a retaguardia.

Aunque aquellas alzas podían considerarse como grandes avances para

la artillería, ya en último cuarto de siglo con la perfección que había

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alcanzado la fabricación de los cañones, sus municiones y la mejora de la

calidad y estabilidad de las pólvoras, lo que permitió el alargamiento de las

distancias de tiro, resultaban totalmente rudimentarias e inadecuadas pues no

permitía aquella forma de apuntar el aprovechamiento de las grandes mejoras

balísticas alcanzadas.

Bien es verdad que las alzas descritas, además de su tosquedad, como

retrocedían con el cañón, no permitían la puntería continua, por lo que el

artillero podía afinar la puntería antes de disparar pero luego tenía que

apartarse de la pieza. Al adoptarse los frenos hidráulicos, con la disminución

del retroceso, se podía seguir apuntando desde unos dos metros detrás de la

pieza. Pero fue necesario llegar al perfeccionamiento de la adopción de la

cuna, por la que se desliza el tubo de la pieza al retroceder, permitiendo

inmovilizar las alzas disponiéndolas sobre la cuna, que seguía todos los

movimientos del cañón menos el de retroceso.

La puntería pudo desde entonces realizarse sin solución de continuidad

hasta el momento de salir el proyectil, lo que era muy importante para batir

blancos en movimiento como en el caso del tiro naval y de la artillería de

costa, pues mientras unos sirvientes de la pieza actuaban sobre la dirección de

esta moviendo los platillos de alza y deriva de que estaban dotadas las miras

de puntería recogiendo todas las correcciones introducidas por alcance y

deriva independientemente de la dirección en que apuntase la pieza, el

apuntador sólo se ocupaba de visar constantemente el blanco.

El último perfeccionamiento antes del cambio de siglo permitió

también la adopción de miras ópticas, que desde hacia algún tiempo

propugnaba el oficial de la Marina de EE.UU. de América Bradley Fiske, que

argumentaba con razón que los hilos cruzados que colocaba en su anteojo,

dicen que los primeros que empleó fueron cabellos de un guardiamarina,

permitían al apuntador saber exactamente donde tenía que ver el blanco, con

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una enorme ganancia en precisión respecto a las miras abiertas. Además con

un aumento de cuatro veces el tamaño del blanco y un campo visual mayor

que el que permitían los reducidos mandiletes y mirillas, abarcando así el

anteojo blancos navales de más de 150 m a 1.000 m de distancia.

El entusiasmo ante estas innovaciones hacía pensar a los artilleros que

los sistemas de dirección de tiro estaban cambiando pasando de ser un método

de suerte a convertirse en una ciencia. Pero aún quedaban muchas cuestiones

por resolver, entre ellas la apreciación de la distancia de tiro.

Hasta ahora en todas las operaciones del tiro la determinación de la

distancia batería-blanco ha sido fundamental y se apreciaba en un principio a

ojo. Cuando las distancias de tiro van aumentando se comienza a padecer la

incertidumbre de tal método. Ya en 1851 se encuentra en el memorial noticia

de un anteojo telemétrico debido al capitán de la Artillería francesa M.

Terssen fundamentado en el fenómeno de la refracción, pero hasta 1881 no se

resuelve ensayar en España instrumentos de esta naturaleza.

Hacia el año 1880 hizo su aparición el método triangular del general

austriaco Roskiewicz que se componía de dos anteojos paralelos y unidos, la

separación entre los cuales constituía la base para la medición de la distancia,

disponiendo el de la izquierda de un retículo fijo y el de la derecha de un hilo

vertical que podía trasladarse por medio de un tornillo graduado. Para medir

la distancia al blanco se apuntaba con el de la izquierda y a continuación se

llevaba a coincidir el hilo de la derecha con el mismo blanco, sirviendo la

lectura indicada por el tornillo para entrar en una tabla donde se podíamos

leer la distancia correspondiente. Este aparato podía medir distancias entre

500 y 8.000 m con menos de 25 m de error a la distancia máxima.

El francés Boulanger ideó un telémetro basado en la velocidad del

sonido, pero lógicamente había que esperar a que el enemigo disparase ya

que el aparato consistía en un tubo de cristal lleno de líquido y graduado que

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en su interior llevaba dos discos unidos por una varilla paralela el eje del tubo.

Se preparaba el aparato partiendo de una posición horizontal con el disco del

extremo en el origen de la

graduación y cuando se veía el

fogonazo se colocaba en

posición vertical permaneciendo

así hasta que se escuchase la

detonación del disparo, en cuyo

momento se colocaba de nuevo en posición horizontal, indicando la posición

del otro disco sobre una escala graduada de 25 en 25 m la distancia al blanco.

Pero nada de ello era satisfactorio

ya que se dejaba a los jefes de pieza y a

los apuntadores la responsabilidad de la

dirección del tiro, que en el fragor del

combate no tenían manera de distinguir

las explosiones propias de las

producidas por otros proyectiles

disparados por piezas de igual o parecido

calibre, además de que el humo de la

pólvora contribuía a entorpecer la

correcta dirección del tiro

La puntería en alcance y en altura

vio luego entrar a su servicio eclímetros

de tipos diversos, escuadras de nivel, clitógrafos, y cuando se introdujeron los

materiales de línea de mira independiente aparecieron los niveles de ángulos

de situación. Ilustraciones nº 14, 15, 16 y 17

GOVANTES: 2ª bis, 15ª bis, 28ª y 31ª

17

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En el año 1881 la Junta

Superior Facultativa experimenta

un telémetro de campaña que se

considera inaceptable. Desde

entonces ya no se abandona esta

preocupación, sólo que la atención

se siente atraída singularmente por

las necesidades de la artillería de costa; para ella se ensayan y se proyectan

diferentes modelos, y al fin se declaran reglamentarios el telémetro

Salmoiraghi-Bellón, de base vertical para grandes cotas (6-VII-1898); el

Zaragoza, de base vertical también (4-III-1899, y de gran perfección; el de

sistema Madsen, con base horizontal (4-III-1899); y, años después, el

estereoscópico Barr Stroud, de 2´74 de base (8-IV-1911). Ilustraciones nº 18, 19 y 20

MUSEO MILITAR DE CARTAGENA: Telémetros Salmoiraghi, Zaragoza y Barr Stroud En el año 1887 se ensayó un

sistema de puntería indirecta, para la

que se utilizaba un modelo de alidada

de reflexión, de la que era autor el

general don José López Pinto y que

constituye el antecedente de la puntería

con goniómetro y espejo, que se

emplearía en el siglo siguiente en las baterías de

sitio y plaza.

De la simple apreciación de distancias se

pasó a la realización de verdaderas operaciones

topográficas para la preparación del tiro. La

observación requería el auxilio de aparatos

ópticos. 18

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Del estado de la técnica en

cuanto a la dirección del tiro en los

años finales del siglo XIX nos da idea

lo escrito en una revista

especializada: El aparato usado en

Inglaterra para comunicar a la

batería las indicaciones convenientes a la puntería de los obuses es el

inventado por el Comandante de Ingenieros

Mr. Watkin ... fundamentado en la línea de

mira que determina un anteojo y la resolución

del triángulo rectángulo cuya hipotenusa

determinan el blanco y la batería>>. Al

aparato se le denominará encontrador de

distancias (9). Ilustración nº 21

Memorial de Artillería: Encontrador de distancias De las aplicaciones de la electricidad a la

Artillería es un buen antecedente lo que piensan los

artilleros en el año 1891, pues de una serie de

artículos publicados en el memorial de Artillería

extraemos lo siguiente: Amplio, como ningún otro, es

el campo que la electricidad ofrece a la ciencia

artillera... Y de lo conseguido hasta la fecha presenta

los adelantos científicos-artilleros que más llaman la

atención. Son estos el telémetro eléctrico sistema

Fiske el que dice estar ya en servicio en los buques

en Chicago y Baltimore (10). Ilustración nº 22

Memorial de Artillería: Telémetro FISKE

19

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Realmente hasta el momento la aplicación de

la electricidad en España o ha ido más allá de los

aparatos foto eléctricos, que se experimentaron en

el mes de julio de 1891 en el campo de tiro de

Carabanchel, quedando patente su necesidad para

el tiro de artillería durante la noche, con los dos

adquiridos recientemente a la casa Sautter-Lemoinier y compañía, que han

demostrado su potencia, alcance y precisión (11). Ilustración nº 23 y 24

Memorial de Artillería: Proyectores Siemens-Schuckert de 90 y 110 mm Y cuando ha finalizado el siglo XIX un ilustre

y práctico artillero español refiriéndose a la

electricidad que califica como germen de nueva vida

industrial, intangible como la vida humana, añade

que... conduce nuestra voz á través de delgados

alambres á miles de metros de distancia; los signos

que marcamos sobre el papel son reproducidos al

otro lado de los mares por la poderosa corriente

eléctrica que transita por los gruesos alambres del

cable submarino. La luz brilla en el enrojecido

alambre de la lámpara incandescente, ó nace entre los separados carbones

del arco voltaico...

20

Todos los adelantos realizados en el siglo que terminaba, revisten un

sello característico de magnificencia, pero ninguno como el de la

electricidad. Aquellas convulsiones de la rana de Volta parecen esfumadas en

un lejano pasado, y parece increíble que ellas fuesen el origen de las

ignoradas convulsiones, de un agente desconocido que produce luz, calor,

energía, que transmite la voz y la escritura y que conserva nuestra propia voz

en los rugosos cilindros del fonógrafo (12).

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Nuestro soñador e ilusionado artillero había sido testigo del paso del

cañón liso al rayado, desde que Cavalli en el año 1846 lo realizase

prácticamente para disparar proyectiles oblongos; la evolución de estos y su

carga por la recámara; los avances en la fundición de los materiales y el

empleo de las pólvoras prismáticas hasta conseguir velocidades iniciales de

700 m/seg. En fin todo el

progreso de la Artillería como no

lo había experimentado en los

siglos anteriores.

Pero la primera acción de

tiro antiaéreo con derribo tuvo

lugar para el ejército español el 1

de julio de 1898 en la isla de

Cuba durante el combate de San Juan que hizo fuego sobre un globo cautivo

consiguiendo alcanzarle el cuarto disparo (13). Ilustración nº 25

Memorial de Artillería: Cañón Krupp de 6´5 cm para el tiro contra globos Aunque ninguno de los protagonistas era consciente en aquel momento

de la futura repercusión del hecho, a partir de él se inicia un nuevo camino en

el desarrollo de los sistemas de armas que han de enfrentarse a la amenaza

aérea, que si bien en este momento estaba representada por los globos en

cautividad y se batió con medios circunstanciales, haría necesario el

progresivo avance de la aviación que pondrá pronto en el aire otros

elementos.

Los telémetros fueron progresando en sus dos modalidades: los de

coincidencia propugnados por los ingleses y los estereoscópicos desarrollados

por los alemanes.

Todo el siglo XIX será por tanto una época de transición que se

prolongará a lo largo de las tres primeras décadas del siglo XX, pues los 21

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descubrimientos que se vienen realizando superan a lo imaginado por el

hombre hasta entonces, ramificándose las ciencias por su extensión, no

bastando la imprenta necesitándose la estereotipia, el telégrafo óptico pasa a

ser eléctrico, el vapor hace volar a las naves por

los océanos acercándolos a los continentes, en

fin las máquinas se multiplican y la guerra se

sirve de todas ellas.

22

No menos importantes en el campo de las

innovaciones militares fueron las fuentes de

energía, los combustibles y la electricidad, así

como la navegación submarina.

En España, al comenzar el siglo XX, para

la correcta dirección del tiro en las baterías de

costa, se continúan empleando los sistemas telemétricos de base horizontal

Madsen y el polar de Salmoiraghi, apoyándose el despliegue de las baterías de

Cartagena en las alturas de los castillos de Galeras y San Julián (14). Ilustración nº 26 y 27

Fuertes de Galeras y San Julián

Organización artillera, Cartagena. Año 1900 El sistema

Madsen estaba

constituido por dos

estaciones telemétricas,

una principal

compuesta de

observatorio y

gabinete, una estación

auxiliar, una estación-

batería y dos observatorios laterales.

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En la principal, se halla instalado un anteojo, para seguir

constantemente al blanco, un grafómetro, un timbre, para fijar el instante de

las lecturas, y el tubo acústico, que se comunica con el gabinete, en el que se

encuentra el plano cuadriculado, donde se han fijado la situación de las

estaciones telemétricas. La estación auxiliar es igual a la principal sólo que se

ha sustituido el tubo acústico por un teléfono.

En la estación-batería existe un plano telemétrico donde se sitúan las

posiciones sucesivas del blanco por sus coordenadas facilitadas por la

estación central y se mide la distancia a la batería y se calcula la velocidad del

blanco. En el plano de observación

se sitúan los impactos y se calculan

los desvíos de las descargas

sucesivas, que se irán haciendo a la

orden del capitán de la batería y

siguiendo las reglas de corrección

del tiro.

Un sistema que aunque muy rudimentario en aquellos tiempos se

manejaba con soltura y eficacia por tres oficiales y diecisiete de tropa.

La ejecución del tiro de costa

constituía una gran preocupación entre

los artilleros y se reconoce la

organización modelo que habían

alcanzado las baterías de Cartagena bajo

la dirección del coronel Izquierdo, pero

que sin embargo necesitan de un

elemento director de tiro idóneo. No

tardará en aparecer un nuevo sistema de puntería para la determinación de las

posiciones futuras del blanco marítimo en movimiento por medio de

23

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24

predictores, tales como el primer modelo ideado por el capitán Costilla (21-V-

1902) (15). Ilustraciones nº 28 y 29

Memorial de Artillería: Predictor Costilla, dos láminas El resultado final es que un blanco en movimiento sobre la superficie

del mar con este procedimiento puede ser batido con una descarga cada

minuto, lo que desgraciadamente no se puede alcanzar más que con muy

contadas piezas de costa entre las que poseemos. El capitán Costilla se ha

adelantado con su invento a las posibilidades del material por lo que urge el

adquirir piezas de tiro rápido.

Hagamos un paréntesis para dejar constancia que a cargo del Cuerpo de

Artillería existen en esta época en España los siguientes establecimientos:

Fábrica de Trubia, fabricación de cañones, obuses y proyectiles de todas

clases, atendiendo incluso las peticiones de la Marina; Fábrica de Oviedo,

fabricación de armamento portátil; Fábrica de Murcia, fabricación de pólvoras

negras y pardas; Fábrica de Granada, fabricación de pólvoras sin huno y

materias explosivas; Fábrica de Artillería de Sevilla, Fabricación de piezas de

campaña, sitio y montaña, así como proyectiles; Maestranza de Sevilla,

fabricación de atalajes, monturas, ruedas, juegos de armas y accesorios;

Pirotecnia Militar, fabricación de cartuchería de fusil, espoletas, estopines y

cápsulas fulminantes; Fábrica de Toledo, fabricación de cartuchería, armas

blancas, objetos artísticos e instrumentos de cirugía; y Taller de Precisión,

análisis químicos y mecánicos, y actúa como Centro electro-técnico

construyendo telémetros, comparadores, compases Palmer, manómetros

Crusher y verificadores.

En estos primeros años del siglo van a hacer su aparición en el cielo los

primeros blancos aéreos, son los globos, si bien todavía no se piensa en

batirlos sino en utilizarlos en provecho propio. Nada hacía presagiar en el

campo bélico que aquel endeble vehículo, el Flyer, construido por los

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hermanos Orville y Wilbur Wright, que sobrevoló las dunas costeras de Kitty

Hawk en Carolina del Norte (EE.UU.) el 17 de diciembre de 1903 recorriendo

apenas unos metros, marcaba el inicio de una etapa singular en la historia de

la conquista del espacio.

Pero es lo cierto que el caso del avión es el más revelador pues su

empleo en la guerra, desbancando al globo aerostático, obliga a impulsar

fuertemente la investigación tras las experiencias deducidas en combate,

centrándose en su fabricación y mejora de sus cualidades de vuelo: velocidad,

capacidad, autonomía, altura y maniobrabilidad, que serán factores con un

progreso insólito en unos pocos años.

Si bien hemos de hacer constar que este período es evolutivo para las

armas en el aspecto mecánico, que tratan de aumentar su velocidad de fuego y

su movilidad táctica, que afectará principalmente a la configuración de las

piezas y las municiones a emplear. Es decir, que el medio de facilitar el

servicio de las piezas y aumentar la rapidez del fuego, será simplificar la

carga y abreviar la puntería, necesario principalmente para la artillería de

costa respondiendo a las exigencias de los grandes buques en el combate

naval.

El actual procedimiento telemétrico Madsen reglamentario en España,

es ya incompatible con los adelantos del día y aún el empleo del telémetro

Salmoiraghi tampoco es satisfactorio. Es necesario pues poner la vista en el

modelo de alza automática Clarke que los ingleses han adoptado para el tiro

de costa. Subsanaremos así la dificultad de que las dos visuales coincidan en

un mismo punto del barco, característico del sistema Madsen y se suprimirá

una estación en el Salmoiraghi (16).

Desde que en el año 1888 el físico alemán Heinrich Hertz demostró que

las ondas electromagnéticas, llamadas posteriormente hertzianas, se

comportaban como las de la luz, en el sentido de producir un eco de retorno al

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ser reflejadas por una superficie metálica, no se había dejado de experimentar

en los ámbitos científicos de las naciones más adelantadas.

Conclusión

El diseño y construcción de los sistemas de dirección de tiro para la

Artillería ha estado condicionado por la evolución de la tecnología, desde los

rudimentarios conocimientos geométricos hasta nuestros días, en los que el

vertiginoso desarrollo en el campo de la electrónica, permite un alto grado de

exactitud, precisión y eficacia.

Juan Antonio Gómez Vizcaíno

Cartagena, octubre de 2006 Notas

(1) Se llamaba así el punto de mira, fijo en la parte alta de la culata,

donde posteriormente se colocó el alza móvil)

(2) A pesar de los muchos errores de que adolecía, sirvió durante más de

un siglo como fuente de los conocimientos en la materia)

(3) La expresión un dedo de caza –aclara Arántegui- significa la

separación o retirada de igual cantidad de la cuña, con lo que se

conseguía elevar un tanto la boca de la pieza, con lo que se denotaba el

conocimiento de la variación de los alcances con el ángulo de tiro; y aun

es posible que a alguno sorprenda el encontrar en aquella frase hase de

tener esta orden tirando por llano una primera noción de la influencia en

el tiro del ángulo de situación)

(4) (1480-1550) Este excelente y valeroso artillero fue nombrado adjunto

al jefe de Artillería de Milán, mas tarde encargado del artillado de las

defensas del Rosellón y la Cerdaña, debido a sus grandes conocimientos y

experiencia, con vista a la invasión de Francia, participa en la batalla

de Ingolstaad como jefe de Artillería y en la de Mühlberg como

lugarteniente del capitán general de Artillería, falleciendo en Laredo

cubierto de heridas y después de haber participado en catorce campañas)

(5) CASTILLO, Hernando del: Libro muy Curioso y Utilísimo de Artillería

compuesto por...; y Desame de artilleros, en el cual se trata de todo lo

que es obligado a preguntar el que fuere juez de la dicha arte de la

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artillería al que se va a desaminar para ser artillero. Memorial de

Artillería, serie III, tomo XIII, año 1886.

(6) Opus cit.: Capítulo III, página 38. (7) Opus cit.: Capítulo V, página 38v. (8) Fue herido en los sitios de Hulst y de Cambray y se distinguió como

artillero e ingeniero en Cambray, en Doullens y en Amiens, alcanzando el

empleo de teniente general de la Artillería en los estados de Flandes y

Milán)

(9) Memorial de Artillería, serie IV, tomo III, año 1895: Defensa de

Costas, por el coronel de Artillería Teodoro Bermúdez, pág,s 19 y ss. (10) Memorial de Artillería, año 1891, serie III, tomo XXIV, pág,s. 181 y

ss.

(11) ARANAZ, Ricardo: Aparatos foto eléctricos para el Servicio de

Artillería. Memorial de Artillería, serie III, tomo XXIV, año 1891, págs.

289 a 316.

(12) Conde de Casa–Canterc, El: La Artillería en el siglo XIX. Memorial

de Artillería, enero 1901.

(13) GÓMEZ NÚÑEZ, Severo: La Guerra Hispano-americana. Santiago de Cuba.

Madrid. 1901.

(14) Memorial de Artillería, serie IV, tomo XIX, entrega 4ª, abril 1903,

Págs. 313 y ss.

(15) Memorial de Artillería, serie V, tomo IV, diciembre 1907: Los cursos

de instrucción de la Escuela de Tiro en el año actual, pág. 643. (16) MALDONADO, Julio: Alza automática Clarke. Memorial de Artillería,

serie IV, tomo XV, marzo 1901. Bibliografía

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