la etica

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Uno de los problemas en la discusión actual sobre la ética es el de la fundamentación de la ética. Les presentamos a continuación una nueva propuesta que fundamenta la ética con el «principio de doble efecto» y que explica este principio de manera inusitada. Se trata de fundamentar la ética no por alguna religión, sino exclusivamente por la razón. La tesis es que son irresponsables todos los actos que en último análisis socavan el bien mismo que buscan. Proponemos que ustedes analicen este texto y que nos hagan llegar sus comentarios – o preguntas, en su caso. Con este texto podemos iniciar un ejercicio: después de haber pensado la solución ética que ofrece el «principio de doble efecto», ustedes mismos pueden formular otros ejemplos tomados de su propia realidad y/o de sus propios campos de trabajo. El Dr. Peter Knauer, S.J. comentará en esta misma página sus propuestas y comentarios. ¡Iniciemos algo como un «taller de ética»! El principio fundamental de la ética Dr. Peter Knauer, S. J. Philosophisch-Theologische Hochschule Sankt Georgen, Frankfurt (Alemania) Nuestras acciones casi siempre tienen efectos colaterales que no deseamos y que más bien quisiéramos evitar, pero algunas veces no hacemos mucho caso de ellos. La ética tradicional ha formulado para tales situaciones el así llamado «principio de doble efecto». Tradicionalmente este principio se propone en esta forma: Es lícito causar o permitir un daño a) si la acción no es mala en sí misma, b) si el daño no es intencional, es decir, no se busca directamente como fin, c) si el daño tampoco es buscado directamente como medio para el fin, d) si se tiene una razón proporcionada para causar o permitir el daño.

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etica moral

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Uno de los problemas en la discusión actual sobre la ética es el de la fundamentación de la ética. Les presentamos a continuación una nueva propuesta que fundamenta la ética con el «principio de doble efecto» y que explica este principio de manera inusitada. Se trata de fundamentar la ética no por alguna religión, sino exclusivamente por la razón. La tesis es que son irresponsables todos los actos que en último análisis socavan el bien mismo que buscan.

Proponemos que ustedes analicen este texto y que nos hagan llegar sus comentarios – o preguntas, en su caso. Con este texto podemos iniciar un ejercicio: después de haber pensado la solución ética que ofrece el «principio de doble efecto», ustedes mismos pueden formular otros ejemplos tomados de su propia realidad y/o de sus propios campos de trabajo. El Dr. Peter Knauer, S.J. comentará en esta misma página sus propuestas y comentarios.

¡Iniciemos algo como un «taller de ética»!

El principio fundamental de la ética

Dr. Peter Knauer, S. J.

Philosophisch-Theologische Hochschule Sankt Georgen,Frankfurt (Alemania)

Nuestras acciones casi siempre tienen efectos colaterales que no deseamos y que más bien quisiéramos evitar, pero algunas veces no hacemos mucho caso de ellos.

La ética tradicional ha formulado para tales situaciones el así llamado «principio de doble efecto». Tradicionalmente este principio se propone en esta forma:

Es lícito causar o permitir un daño

a) si la acción no es mala en sí misma,b) si el daño no es intencional, es decir, no se busca directamente como fin,c) si el daño tampoco es buscado directamente como medio para el fin,d) si se tiene una razón proporcionada para causar o permitir el daño.

Sin embargo, tradicionalmente no se ha visto que el criterio para determinar si la acción es mala por sí misma sólo puede ser la condición d).

Para interpretar el «principio de doble efecto» correctamente, hay que considerar lo siguiente:

Este principio presupone: que una acción no puede ser mala sino cuando causa o permite algún daño. Sin embargo, no todas las acciones que causan o permiten algún daño son de hecho inmorales. Puede haber una «razón proporcionada» que haga que el daño causado o permitido quede fuera del objetivo de la acción.

Así el «principio de doble efecto», lejos de valer sólo para casos marginales, es el principio fundamental de toda la ética. Indica el límite exacto entre las acciones responsables y las que no lo son.

Todo depende de la explicación de lo que es una «razón proporcionada»: No se trata de que haya una proporción entre los bienes obtenidos y los daños que se causan o se permiten. La pregunta es más bien si hay proporción entre el acto y su razón. Tal proporción no existe, cuando nuestros actos son en realidad «contraproducentes», es decir cuando, a largo plazo y en el contexto de la

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realidad total, destruyen el valor o el conjunto de valores que pretenden lograr. El valor o el conjunto de valores buscados han de ser tomados en sentido universal, es decir, en un sentido ni restringido a mí, ni a algún grupo. Es inmoral buscar un valor o un conjunto de valores sólo para mí o para mi grupo, a costa del alcance universal de estos mismos valores. En tal caso, disfruto yo – o disfruta mi grupo – de manera que en la realidad total este mismo valor se disfruta menos.

Así la cuestión fundamental de la ética no es cuáles valores hemos de buscar; ni se trata tampoco de establecer jerarquías de valores, y todavía menos de imponerlas a los demás.

La pregunta es más bien si hacemos justicia a los mismos valores que queremos lograr. Es inevitable que en todas nuestras acciones busquemos algún valor o conjunto de valores, pero el que éste sea no sólo una «razón», sino una «razón proporcionada», se da sólo ahí, donde nuestra acción promueve realmente el valor o conjunto de valores buscado. Y hay que especificar otra vez: se trata del valor o del conjunto de valores entendidos en sentido universal, a largo plazo y tomando en cuenta la realidad total hasta donde ésta nos es accesible. Son malos los actos que «a largo plazo y teniendo en cuenta la realidad total» son «contraproducentes» con respecto al valor mismo o al conjunto de valores – tomados en sentido universal – que se está buscando.El «principio de doble efecto», así entendido, podría reformularse de la manera siguiente:

Es «mala en sí misma»a) la acción que permite o causa un daño sin que exista una «razón proporcionada»

para ello, es decir, cuando la acción, a largo plazo y teniendo en cuenta la realidad total, precisamente destruye aquel valor o conjunto de valores – concebidos en sentido universal – que se está buscando, o cuando destruye sin necesidad – es decir, también sin «razón proporcionada» – otros valores. 

Y si se combinan entre sí varias acciones, cada una completa en sí misma y cada una con su propio objetivo, será ilícita también  b) la acción que se utiliza como medio para posibilitar otra acción que es «mala en sí

misma», debido a la falta de una «razón proporcionada». (El medio bueno no justifica el fin malo, sino que el fin malo afecta el medio bueno); 

c) la acción que es posibilitada por otra acción del mismo actor que ya es «mala en sí misma», debido a la falta de una «razón proporcionada». (El fin bueno no justifica el medio malo, sino que el medio malo afecta el fin bueno.)

Tradicionalmente se enumeran como las «fuentes de la moralidad», es decir, como los criterios para determinar la moralidad de una acción, los siguientes:

1) el «objetivo» (obiectum, finis operis – la meta de la acción)2) la «intención» (intentio, finis operantis – la intención del actor)3) las «circunstancias»

El «objetivo» de una acción es aquello que se pretende lograr con ella tal como ella es por sí misma. Si mi acción tiene una «razón proporcionada», su objetivo es esta misma razón proporcionada; o bien, en el caso de que la razón de la acción no sea proporcionada, su objetivo será el daño, que sería entonces permitido o causado directamente. Por ejemplo, si me gano la vida de manera que no socavo el valor del trabajo o del esfuerzo a largo plazo y en la realidad total, el «objetivo» de mi acción es simplemente ganarme la vida, y es

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correcto. Si, en cambio, me gano la vida a costa de otros, el «objetivo» de mi acción realmente es el fraude y el robo. Lo único en que pienso es enriquecerme lo más pronto posible.

Una «intención» se añade sólo en el caso de que una primera acción – además de tener su propio «objetivo» – se ordene a posibilitar una segunda acción. En este caso, el objetivo de esta segunda acción ya está presente en la primera acción y se llama «intención» para distinguirlo del «objetivo» que se pretende lograr con la primera acción tal como es por sí misma. Si una acción queda aislada, sin estar ordenada a otra acción, ella sólo tiene su propio «objetivo». Aunque este objetivo es necesariamente «intencional», no es correcto llamarlo «intención». El término «intención» debe quedar reservado para el hecho de que una primera acción esté ordenada a una segunda. De no usar el término «intención en este sentido preciso, perdería su función de hacer posible la distinción entre el «objetivo» de la primera acción y su «intención» que expresa su ordenación a una segunda acción.

Las «circunstancias» no determinan si una acción es mala o buena, sino sólo en qué grado es lo uno o lo otro. Por ejemplo, en un robo la cantidad de la cosa robada es una circunstancia; otra circunstancia es, por ejemplo, la premeditación del robo o la ausencia de ella. En cambio, en el caso de un asesinato, no es una «circunstancia» el hecho de que se trate de un «parricidio», sino que esto es una especificación del «objetivo».El lema de que el fin bueno no justifica el medio malo sólo es aplicable en el caso de que una primera acción – además de tener su propio objetivo – esté ordenada a posibilitar una segunda acción.

Pongamos unos ejemplos (que se refieren a la nueva formulación del principio de doble efecto:

Ejemplos para a): Un estado quiere fomentar la economía de su propio país. Por consiguiente, no firma o no respeta acuerdos internacionales cuyo fin es impedir el calentamiento global. El hecho es que este estado así tampoco fomenta su propia economía, sino que, a largo plazo, termina por socavarla.Los que proponen la eutanasia por misericordia en un caso terminal, quieren evitar los dolores insoportables del enfermo. Sin embargo, como hay otras maneras de paliar el dolor, la inyección letal no es sino un asesinato. Además, se socava a largo plazo y en la realidad total la confianza en el personal médico.

Ejemplos para b): Carlos Gana quiere hacer un viaje de descanso y de enriquecimiento cultural al extranjero, y lo efectuará en todo caso. Parece que no hay nada que reprocharle. Sólo que, al planear el viaje, le viene la idea de que podría al mismo tiempo hacer un poco de contrabando de drogas. En este caso, el mismo viaje queda «infectado», por así decirlo, por la intención sobreañadida de asociarle otra acción ilícita. Dolores Latraviesa suele hacer sus compras semanales en un supermercado. Lleva el dinero necesario. Todo parece andar correctamente. Sin embargo, ella juega con la idea de llevarse eventualmente algunas cosas sin pagar, si la oportunidad se presta. El resultado es que ya su mera ida al supermercado queda «infectada» por la deshonestidad.

Ejemplos para c): Si un médico debe amputar una pierna para salvar la vida de un hombre, no se trata de un medio malo justificado por un fin bueno, porque amputar la pierna y salvar la vida del paciente no son dos actos distintos, sino uno solo. No se trata de una mutilación, sino desde un principio sólo de salvar la vida. Por eso tampoco se trata de una «excepción» de la prohibición de mutilar a alguien. La pérdida de la pierna es más bien una consecuencia indirecta, porque el único objetivo de la acción es salvar la vida. Se trata de una razón proporcionada. Si fuera posible, sin embargo, salvarle la vida sin que perdiera su pierna, la operación sería una mutilación.

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Unos terroristas han escondido bombas en varios lugares de una ciudad para poder chantajear al estado. La policía logra detener a uno de ellos. ¿Será lícito torturarlo para hacerlo indicar dónde están escondidas las bombas? Se trata en realidad de dos acciones distintas, la de torturar y la de obtener la información del detenido para salvar la vida de muchas posibles víctimas. Las dos acciones están separadas entre sí por la necesidad de que intervenga el detenido para posibilitar la segunda acción. Como se trata de dos acciones distintas, se aplica el principio de que el fin bueno (el objetivo de la segunda acción) no justifica el medio malo (la primera acción con su propio objetivo). El objetivo de la primera acción sólo consiste en causar dolor; en sí misma, esta acción no tiene una razón proporcionada. (Una razón proporcionada la tendría, por ejemplo, un médico que causa dolor a un paciente para, por este mismo acto, evitarle más dolor). Todo lo demás – aprender el secreto y así poder salvar muchas vidas – es sólo «intención», o sea el «objetivo» de una segunda acción.

La ética se fundamenta exclusivamente en la razón. En vez de apelar a muchos criterios, hemos buscado el criterio que subyace a todos los demás criterios éticos.

El papel de la religión no consiste en fundamentar la ética, sino en liberar a la persona humana de lo que le impide seguir su conciencia. La fe cristiana presupone que la persona humana es por sí misma capaz de distinguir entre las acciones humanas y las inhumanas. Sin embargo, la pregunta es: ¿Qué es lo que nos impide tan a menudo hacer lo que es bueno? ¿Cuál es la raíz de tantas inhumanidades? La persona humana se experimenta a sí misma como vulnerable y amenazada, sujeta a la muerte (cf. Heb 2,15). Por eso busca a todo precio seguridades, sin importarle lo que pasa con los demás. La fe quiere relativizar esta preocupación desmesurada de la persona humana por sí misma, asegurándole una comunión con Dios contra la que ni la muerte puede prevalecer. El fruto de esta fe es que ya no actuemos como esclavos de nuestra preocupación por nosotros mismos. Quien se sabe amado y amparado por Dios, puede él mismo amar a los demás. Así las buenas obras serán la consecuencia natural de la fe.

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