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______________________________ ~a~d!stancía Cuaderno de Cultura La escuela de Menéndez Pidal y la tradición del krausismo español FRANCISCO ABAD Catedrático de Literatura. UNED 01 - J' ,; L L i ,. J ,0 n las gerreraciones 'intelectuales de. la España-contempordnea, Menéadez Pidal pertenece, obviamente=-per la fecha .de su nacimienro-, a la del 98, así como sus .:~_discípulos América Castro, Dámaso Alonso o Rafael Lapesa se adscriben respectivamente a la del 14, Ia del 2'7, y 1;t"del36. La pertenen- cia pidalina al novenrayechd fue subrayada-hace ya bastantes años potijosé Luis.Abellái», Actual- mente suele subray.arse de nuevo tal-pertenencia, pero ya vemos que se trata de un hecho que estaba bien establecido cuando se ha hecho 'la historia de laroultura 'espaiÍola.; » .». ',-'o', ) LAS TRADICIONES KRAUSISTA y DEL 98 Sin embargo, lo que no debe olvi- darse es que en don Ramón actuó, en confluencia en parte con el noventa y ocho, otra tradición de gran impronta: la del krausismo español. La impregnación krausista de nues- tra literatura de la segunda mitad del siglo XIX y del primer tercio del siglo XX es un hecho cierto -Ángel del Río, en su preciosa Historia de la literatura española, lo advirtió alguna vez-o Y en ese marco hay que situar, asimis- mo, a Menéndez Pidal: su austeri- dad personal en el modo de vida, la independencia de conciencia y el tono laicista, el gusto por las tradi- ciones y lo folclórico, la demofilia, etc., le inscriben en tal serie del krau- sismo español. De hecho, la Junta para Ampliación de Estudios yel Centro de Estudios Históricos, en los que tanto papel tuvo, eran insti- tuciones llenas de ese espíritu krau- sista, al igual que el krausismo espa- ñol impregnó a un Galdós, por ejemplo. Nosotros formularíamos cómo Ramón Menéndez Pidal era persona de,implantación krausista, pero que por su edad, pertenecía- a los horn- bres del 98, y 'ese novemayochismo incidió. en, su' krausismo, No es sin más.un hombre dc::l98,a~nque tam- biérrlo seaiy.le venga impuesto; en parte forzadamente, por su zona de fechas de nacimiento. El gusto por el excursionismo, por las tradiciones españolas, por el fol- clore, por la intrahistoria toda, carac- terizan entre nosotros a Giner de los Ríos y a sus gentes, y tal herencia la hace suya de manera muy decidida don Ramón.

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Page 1: La escuelade Menéndez Pidal latradición dele-spacio.uned.es/fez/eserv/bibliuned:adistancia-2008-23-3811/... · Ramón Menéndez Pidal en tanto «Presidente del Centro y Director

______________________________~a~d!stancíaCuaderno de Cultura

La escuela deMenéndez Pidaly la tradición delkrausismo español

FRANCISCO ABADCatedrático de Literatura. UNED

01 - J' ,; L Li ,. J ,0

n las gerreraciones 'intelectuales de. laEspaña-contempordnea, MenéadezPidal pertenece, obviamente=-per la fecha

.de su nacimienro-, a la del 98, así como sus.:~_discípulos América Castro, Dámaso Alonso

o Rafael Lapesa se adscriben respectivamentea la del 14, Ia del 2'7, y 1;t"del36. La pertenen-cia pidalina al novenrayechd fue subrayada-haceya bastantes años potijosé Luis.Abellái», Actual-mente suele subray.arse de nuevo tal-pertenencia,

pero ya vemos que se trata de un hecho queestaba bien establecido cuando se ha hecho 'la

historia de laroultura 'espaiÍola.; » .». ',-'o', )

LAS TRADICIONESKRAUSISTA y DEL 98

Sin embargo, lo que no debe olvi-darse es que en don Ramón actuó, enconfluencia en parte con el noventay ocho, otra tradición de granimpronta: la del krausismo español.La impregnación krausista de nues-tra literatura de la segunda mitad delsiglo XIX y del primer tercio del sigloXX es un hecho cierto -Ángel del Río,en su preciosa Historia de la literaturaespañola, lo advirtió alguna vez-o Yen ese marco hay que situar, asimis-mo, a Menéndez Pidal: su austeri-dad personal en el modo de vida, laindependencia de conciencia y eltono laicista, el gusto por las tradi-ciones y lo folclórico, la demofilia,etc., le inscriben en tal serie del krau-sismo español. De hecho, la Juntapara Ampliación de Estudios yelCentro de Estudios Históricos, enlos que tanto papel tuvo, eran insti-tuciones llenas de ese espíritu krau-sista, al igual que el krausismo espa-ñol impregnó a un Galdós, porejemplo.

Nosotros formularíamos cómoRamón Menéndez Pidal era personade, implantación krausista, pero quepor su edad, pertenecía- a los horn-bres del 98, y 'ese novemayochismoincidió. en, su' krausismo, No es sinmás.un hombre dc::l98, a~nque tam-biérrlo seaiy.le venga impuesto; enparte forzadamente, por su zona defechas de nacimiento.

El gusto por el excursionismo, porlas tradiciones españolas, por el fol-clore, por la intrahistoria toda, carac-terizan entre nosotros a Giner de losRíos y a sus gentes, y tal herencia lahace suya de manera muy decididadon Ramón.

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Hay un libro precioso de ManuelBartolomé Cossío (De su jornada,1929) que cualquier profesor espa-ñol, creemos, que debiera leer. y Enel que se estampa, por ejemplo, apropósito de la enseñanza de la his-toria en la Institución Libre de Ense-ñanza, que la misma «tiene desde elcomienzo carácter de Historia de lacultura» y que en ella «se habla másde los pueblos que de los personajes[...] despertando la idea –sin decir-lo– de que todo lo que hay se hacepor todos, y de que el verdadero suje-to de la historia no es el héroe sinoel pueblo entero, cuyo trabajo deconjunto produce la civilización».Menéndez Pidal hizo suya una his-toriografía romántica –como en rea-lidad tuvo una fuerte improntaromántica la historiografía de susdiscípulos del Centro de EstudiosHistóricos, la de Américo Castro,etc.–, y ese romanticismo le llevó aponderar la acción de los héroes (elCid, los conquistadores de Américacon sus ilustres hazañas), pero asi-mismo operó en él la otra improntade la mentalidad krausista, y de ahísu populismo –en el sentido másnoble de la voz.

Don Ramón no estudió sino porineludible necesidad científica, y enlo que hacía falta, el llamado mesterde clerecía. Él se ocupó de los jugla-res y de la poesía juglaresca, que endefinitiva era tradicional y en parteobra de todos, y trató también del

lenguaje y del romancero, produc-tos asimismo muy tradicionales.

La noción pidalina de estadolatente, o sea, el hecho de que pue-de estar perviviendo, por ejemplo,el romancero durante siglos y, sinembargo, no se tenga conciencia deello, o se tenga y no se le presteimportancia o interés, es noción muyvinculada a un examen del pasado,justamente por lo que tiene de colec-tivo y de intrahistórico (la intrahis-toria, según define el Diccionarioacadémico a la zaga de Unamuno,es «la vida tradicional, que sirve defondo permanente a la historia cam-biante y visible»; es la «vida tradi-cional del pueblo, que subyace a losacontecimientos», en la definicióndel Diccionario del español actual).

En la historia del lenguaje –enefecto–, de la literatura o de las ins-tituciones sociales y políticas, el pro-ceso de ocultación o latencia es cier-to, y Menéndez Pidal explica–creemos que con formulación muy

clara– en qué consiste ese estadolatente, y dice entonces: «Los con-temporáneos de tal hecho o usosocial no se dan cuenta de él porqueviven apartados del medio en que seproduce y lo desconocen, o cono-ciéndolo no dan cuenta de él porqueno lo creen digno de atención; porcualquiera de estas causas de laten-cia coetánea se produce la latenciaentre los observadores posterioresque se ven privados de datos respec-to al hecho en cuestión». Se trata,por tanto, de una actividad colecti-va o uso social que queda oculto,porque o se desconoce o se halla rele-gado a grupos sociales incultos. Salede esa latencia cuando al hecho sevuelve a prestar atención por las gen-tes cultas o eruditas. El maestro hablóasimismo de estado latente con otraspalabras, en referencia a los «largosperíodos en que la actividad [“unaactividad colectiva”] desaparece antenuestros ojos, aunque tenemos indi-cios o pruebas de su existencia».

Menéndez Pidal ya decimos quese ocupó de los hechos tradiciona-les como el lenguaje y el romance-ro; del segundo sentó la tesis de queviven en variantes, y del idiomapodríamos decir lo mismo, que viveen variaciones o en una dialectali-dad esencial. Don Ramón establecióen concreto grados en la tradición,es decir, grados de consistencia tra-dicional en diversas actividadescolectivas: lo más tradicional de todo

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le parecía el lenguaje, y de ahí queel individuo pueda intervenir difí-cilmente en cambiarlo; segundo gra-do de tradicionalidad (o sea, menortradicionalidad) presenta el roman-cero: «El romance [...] vive envariantes, porque cada uno que locanta lo considera como cosa propia[...]. Y sin embargo [...] sólo cuan-do alguna innovación de recitadorlogra agradar a unos y otros oyentes,llega a incorporarse al texto delromance».

El romance posee menor gradode tradicionalidad que el lenguaje.En su vida intervienen menos gen-tes, se halla en boca de menos –lalengua la hablan todos– y así unainnovación feliz puede incorporar-se algo más fácilmente al textoromanceril y emigrar a varios luga-res y difundirse.

La densidad o consistencia de latradicionalidad respectiva hace másinmutable el idioma, menos elromance (y menos el cantar de ges-ta): cuando hay menor tradicionali-dad, resulta más fácil que las inno-vaciones se abran paso.

Añadía don Manuel BartoloméCossío que para la enseñanza de lahistoria se hacían en la InstituciónLibre de Enseñanza visitas a muse-os y excursiones a ciudades monu-mentales e históricas; de la mismamanera don Ramón MenéndezPidal recorrió la ruta del Cid, e hizoencuestas dialectales y romanceri-

les: se trataba en uno y otro caso dedescubrir las situaciones históricas,las corrientes tradicionales, lo colec-tivo y hecho por todos (nada máshecho por todos que el idioma detodos los días, según argumentótantas veces el maestro gallego-astu-riano).

LA ESCUELA PIDALINA Y LAS GENERACIONES DE LA CULTURA ESPAÑOLA

Por lo que respecta no ya sólo adon Ramón sino a la escuela todade sus discípulos y colaboradoresdirectos, cabe decir que son en efec-to cuatro generaciones de la cultu-ra española –bien conocidas de losestudiosos–, las que han aportadonombres y hombres o mujeres a lamisma. Hablamos de generación ensentido técnico, es decir (y de acuer-do con Ortega y Gasset), de comu-nidad de fecha y comunidad espa-

cial, las cuales dan lugar a una «iden-tidad de destino [que] produce enlos coetáneos coincidencias secun-darias». Desde luego, tenemos pre-sente que la comunidad de fecha seproduce según intervalos o cadenciasde quince años: en el caso particu-lar de nuestra cultura, entendemosque la generación del noventayochonace en los años que van de 1861 a1875; la llamada generación del 14entre 1876 y 1890; la del 27 de1891 a 1905; y la del 36 entre 1906y 1920.

En este sentido la nómina demiembros vinculados al Centro deEstudios Históricos es así:

– Generación del 98: MenéndezPidal.

– Generación de 1914: Garcíade Diego, Navarro Tomás,Américo Castro, Federico deOnís, Homero Serís, MiguelArtigas, Eduardo MartínezTorner, Federico Ruiz Mor-cuende.

– Generación del 27: Gili, Ama-do Alonso, Fernández Ramí-rez, Dámaso Alonso, PedroSalinas, Antonio García Sola-linde, Florentino Castro Gui-sasola, Miguel Herrero, JoséFernández Montesinos, Ernes-to Giménez Caballero.

– Generación de 1936: RafaelLapesa, Antonio Tovar, Enri-que Moreno Báez.

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EL CENTRO DE ESTUDIOSHISTÓRICOS

La Junta para Ampliación deEstudios fue creada en 1907 y elCentro de Estudios Históricos sur-gió en su seno en marzo de 1910.La Memoria de la JAE de 1910-1911 habla primero de una Secciónen ese Centro llamada de Orígenesde la lengua española y que estabadirigida por D. Ramón MenéndezPidal. Años más adelante, la Sec-ción cambiará de nombre. En estostiempos de Sección dedicada a losorígenes de la lengua española, laMemoria de los años sucesivos regis-tra diferentes investigadores que,con una u otra cualidad, se hallanvinculados a la misma: decimos asíque don Ramón figura como direc-tor. Otros estudiosos que van apa-reciendo ahora son Américo Cas-tro, Justo Gómez Ocerín, ZacaríasGarcía Villada, Eduardo García deDiego u otros que ya hemos men-cionado.

Llega un momento –Memoriacorrespondiente a [...] 1914 y 1915–en que, en efecto, se habla ya de D.Ramón Menéndez Pidal en tanto«Presidente del Centro y Directorde la Sección de Filología» del mis-mo. Entonces figura Tomás Nava-rro Tomás como «Secretario del Cen-tro». Desde este momento, losnombres de investigadores que for-maban parte de la sección filológica

siguen aumentando y, aunque sea enalgún caso, creemos que, por unasola vez, aparecen ciertamente regis-trados Benito Sánchez Alonso,Manuel Manrique de Lara, EmilioAlarcos García, Pedro HenríquezUreña, Juan Dantín Cereceda, JoséF. Pastor, Carmen Fontecha, PedroU. González de la Calle, AgustínMillares Carlo, Lorenzo R. Caste-llano, Enriqueta Hors, etc., a másde otros ya mencionados. Adscritoa la sección creada en los últimostiempos de «Literatura contempo-ránea» aparece asimismo VicenteLlorens.

En una nómina tan amplia comola que constituyen las enumeracionesanteriores debe haber colaboradoresmás o menos ocasionales, mientrasotros constituyen el núcleo que setiene por esencial del Centro de Estu-dios Históricos.

Existe, por tanto, una escuelapidalina de estudios lingüísticos quees quizá más conocida (Amado

Alonso, Gili, Salvador FernándezRamírez, Lapesa...) y existe, asimis-mo, una escuela pidalina de estu-dios literarios y de análisis del esti-lo. Sus nombres quizá máscaracterísticos –pero no los únicos–son los del propio don Ramón (épi-ca, historiografía, romancero), máslos de Tomás Navarro Tomás (métri-ca), Américo Castro (dedicado enel último cuarto de siglo de su vidaa historia de las mentalidades), Fede-rico de Onís, Homero Serís, Torner,y Dámaso Alonso, Solalinde, Mon-tesinos, Álvaro Galmés y DiegoCatalán (asimismo, lingüistas rigu-rosos).

EMPRESAS COLECTIVASDEL «CENTRO» Y OBRAPIDALINA

La Memoria de la «Junta paraAmpliación de Estudios» de 1912-1913 alude a «la obra de conjuntoemprendida por la Sección» filoló-gica, que es la Colección de docu-mentos lingüísticos de los siglos XI á XV:«casi todos los miembros del Cen-tro –se nos apunta– [...] han apor-tado copias de documentos, cuyoestudio crítico está realizando D. R.Menéndez Pidal»; a estos documen-tos, en fin, «seguirá [...] la Cresto-matía literaria de la Edad Media».Vemos así con claridad hasta trescosas: a) que se dibujan en el futuro

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los volúmenes de Documentos Lin-güísticos del Reino de Castilla y delReino de Aragón, que ciertamenteserían publicados; b) que otra empre-sa aparte será la Crestomatía, la cualse halla asimismo editada; c) que seperfila asimismo la obra personal dedon Ramón Orígenes del español, yaque se halla estudiando la docu-mentación allegada por mano propiao ajena.

Desde 1904, Menéndez Pidaltenía publicado el Manual (elemen-tal) de gramática histórica española,producto en definitiva bastante cer-cano a las concepciones generales delos neogramáticos, pero él, con laapelación a los factores geográficos ehistóricos, iba a falsar (falsar esimpugnar, refutar) tal paradigmaneogramático en escritos suyos ya dela segunda década del siglo XX yejemplarmente en esa obra magnaOrígenes...

Y así, en efecto, la Memoria dela JAE relativa a 1924/1926, ade-más de incorporar a los nombres delos colaboradores del Centro el dePedro Sánchez Sevilla, el ejemplaralumno de don Ramón que des-aparecería pronto, da cuenta de lapublicación del tomo primero deOrígenes del español, e indica que elsegundo «será un léxico de la lenguade los siglos X y XI», y que en la reu-nión de materiales «han trabajadodon Pedro Sánchez Sevilla y donJosé [F.] Pastor». Asimismo está alu-

dido el artículo de Amado Alonso«Español “como que” y “cómoque”» (1925), presentado en tanto«un acabado estudio de sintaxis his-tórica» que, en efecto, constituyeun análisis instructivo que no seincorporó luego a libro. En defini-tiva, ocurre que a quien correspon-dió el trabajo principal del Glosariode voces usadas en el período deorígenes, una vez desaparecido Sán-chez Sevilla fue a R. Lapesa, segúnindicaría en su momento el maestrogallego-asturiano. Ese Glosario –enel que además han trabajado otraspersonas– va a editarse muy próxi-mamente al cuidado de ManuelSeco y su equipo.

UNAS PALABRAS SOBREAMÉRICO CASTRO

Don Américo fue de maneraadministrativa oficial catedrático deHistoria de la Lengua Española, peroen verdad sus intereses iban por otraparte, por los de una Historia de lacultura española primero del Rena-cimiento y luego de las creenciasreligiosas en el suelo peninsular (enrealidad al estudiar el Renacimien-to se ocupaba ya de la creencia eras-mista). No extraña así que su laboren torno a la diacronía resultase muylimitada, pues otros eran los afanesque llevaba en el alma. Se sintió per-seguido en una España tradicional-mente católica por cuanto pertene-cía a la minoría laica y republicana,y enlazó así de manera natural conlos erasmistas y –en su tiempo– conlos krausistas: la lingüística debíaresultarle un tanto abstracta y vacía,y dedicó por ello el afán investiga-dor a problemas de la cultura. Si en

la actitud liberal y laica entroncabacon Menéndez Pidal, sus preocupa-ciones intelectuales le llevaban aMenéndez Pelayo: dicho simplifi-cadamente y para entendernos, élera un Menéndez Pelayo de izquier-das, mientras su maestro donRamón enlazaba naturalmente a suvez con el Menéndez Pelayo histo-riador de la literatura y exaltador delQuinientos español y de su estilolingüístico-literario presidido por laclaridad. De esta forma trabajos lin-güísticos como el de una Gramáti-ca y vocabulario de los Fueros leo-neses los dejó Castro sin hacer, aligual que Menéndez Pidal dejóinacabada su Historia de la lenguaentre otras razones (creemos) por supoco gusto hacia unos siglos XVIII yXIX, no sólo muy próximos a él, sinomenos representativos de lo que con-sideraba característico y esencialespañol que las centurias estimadascon punto de vista romántico heroi-cas, de la Edad Media y del sigloáureo.

Américo Castro y su maestro donRamón –de manera más callada yserena el segundo, con más presen-cia pública y polémica el primero–,fueron estudiosos muy impregnadosde la cultura española del krausis-mo, ese krausismo español que llenacomo espíritu general buena partede la vida intelectual española de lostres cuartos de siglo que se extien-den entre 1860 y 1936.

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