la escritura ibérica

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LA ESCRITURA IBÉRICA J. M. Gallego Cañamero

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La escritura ibérica

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L A E S C R I T U R A I B É R I C A

J. M. Gallego Cañamero

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Cuando los primeros colonos gre-co-foceos (griegos procedente de la ciudad de Focea) y fenicios (semitas procedentes de la actual zona de Pales-tina e Israel) llegaron a las costas de la Península Ibérica para fundar estable-cimientos comerciales, entre los siglos. VIII y VI a. C., se encontraron con una serie de pueblos indígenas, herederos de las culturas de la Edad del Bronce, que más tarde serían conocidos como iberos. Estas gentes hablaban diferen-tes lenguas de las que no nos ha llega-do ningún testimonio físico, porque aún no conocían la escritura. Actualmente, se cree que las diferencias culturales que existían entre estos pueblos po-drían ser las responsables de la diver-sidad lingüística posterior, que a partir de los primeros intercambios comercia-les y culturales con griegos y fenicios habría dado lugar a los tres tipos de escritura ibérica que hoy conocemos. Tal vez para llevar un registro adecua-do de estas transacciones,2 los pueblos peninsulares adoptaron el alfabeto de los recién llegados y lo adecuaron a sus propios idiomas. De ahí la gran si-militud que existe entre los alfabetos griego y fenicio y el signario ibérico.

Sin embargo, para evitar posi-bles confusiones, vamos a hacer una distinción entre “lenguas” y “escritu-ras”. En la actualidad, se acepta que existían tres áreas lingüísticas que se corresponderían con los tres tipos de escritura que denominamos escritura levantina o septentrional, escritura me-ridional y escritura del suroeste (Fig. 1).

La escritura levantina o septen-trional es la mejor documentada. Se

LA ESCRITURA IBÉRICA

J. M. GALLEGO CAÑAMERO1

Fig. 1. Distribución aproximada de los tres tipos de escritura ibérica a partir de las evidencias epigráfi cas. En rojo, escritura levantina o septentrional. En verde, escritura meridional. En ama-rillo, escritura del sudoeste. (Elabora-ción propia. Mapa de Google Earth ©.)

1A r q u e ó l o g o ( j . g a l l e g o @ i b e r c a l a f e l l . o r g . e s )2U n e j e m p l o e v i d e n t e d e l a e x i s t e n c i a d e e s t a s t r a n s a c c i o n e s c o m e r -

c i a l e s l o e n c o n t r a m o s e n e l p l o m o d e P e c h M a o ( A u d e , F r a n c i a ) , f e c h a d o e n e l s . V a . C . A p e s a r d e q u e n o e s r e p r e s e n t a t i v o d e l a e s c r i t u r a i b é r i -

extendía desde los territorios del actual Llenguadoc (sudeste de Francia) hasta la actual provincia de Alicante, llegan-do incluso algo más al sur. Es probable que en esta zona la lengua ibérica no fuese homogénea, como lo atestiguan los antropónimos no ibéricos hallados en el sur de Francia, en Ullastret (Bajo Empordà, Girona) y en el Cabezo de Alcalá (Azaila, Teruel) (DE HOZ 1995; SANMARTÍ, SANTACANA 2005: 28), lo que signifi ca que aquí el ibérico com-partiría espacio con otras lenguas. Es posible que los grupos sociales de esta área, utilizasen la lengua ibérica bási-

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Fig. 2. Las escrituras ibéricas. En la columna a, comparación del alfabe-to greco- ibérico (2) y el alfabeto jo-nio (1). En la columna b, las escritu-ras Paleo- hispánicas. Modelo fenicio original (1), la escritura del sudoes-te (2), la escritura meridional (3) y la escritura levantina o septentrio-nal (4). (Fuente, DE HOZ 1998: 193).

c a y e s t á e s c r i t o e n l e n g u a j o n i a , d e s c r i b e u n i n t e r c a m b i o d e m e r c a n c í a s e m p o r i t a n a s e n t r e d o s p e r s o n a j e s d e o r i g e n g r i e g o c o n e l t e s t i m o n i o d e i n d i v i d u o s i n d í g e n a s .

camente como herramienta en las ope-raciones comerciales, al mismo tiempo que continuaban utilizando sus propias lenguas “no- ibéricas” cotidianamente.

La escritura meridional se exten-día en un área que comprende la actual Murcia, el sudeste de Castilla- La Man-cha y la Alta Andalucía. A diferencia de la septentrional, en esta escritura no se han documentado elementos lingüísti-cos no ibéricos, por lo que se piensa que la ibérica era la única lengua hablada.

En cambio, la escritura del sudoeste, documentada principalmente en la zona sur del actual Portugal, aunque también se han encontrado puntualmente algu-nas inscripciones en la Andalucía central y Extremadura, corresponde a un idioma claramente no ibérico. Es decir, que la escritura ibérica se empleó en esta zona para representar una lengua diferente.

Estas tres escrituras, que nacie-ron y se desarrollaron en la Península Ibérica, componen el grupo de las de-nominadas Escrituras Paleohispánicas. Además de tener un origen en común, tienen también un carácter mixto, es decir, alternan grafías que representan tanto sílabas como fonemas (fi g. 2). Mo-tivo por el cual no se los denomina alfa-betos, sino semi-silabarios o signarios.

Sin embargo, este grupo no fue el único tipo de escritura que se usó para representar la lengua ibérica. Además, los íberos utilizaron la escritura gre-co-ibérica (que utilizó el alfabeto grie-go jonio) documentada básicamente en la zona de Alicante en 24 inscrip-ciones, y las inscripciones en latín (que utilizaron el alfabeto latino), aunque estas últimas están muy poco repre-sentadas con sólo algunos ejemplos.

Aunque en la actualidad podemos leer los textos escritos en los diferentes signarios ibéricos, no podemos traducir-los; de la misma manera que si toma-mos un texto en inglés, podremos leerlo, pero no podremos entender lo que dice, a no ser que conozcamos la lengua. Y desgraciadamente, en la actualidad des-

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conocemos la(s) lengua(s) ibérica(s). Es poco probable que esta tendencia varíe hasta el momento en que se en-cuentre alguna inscripción bilingüe, algo así como la Piedra Roseta, por uti-lizar un paralelismo sencillo, que per-mitió descifrar los jeroglífi cos egipcios.

Evidencias de inscripciones ibéri-cas han llegado hasta nosotros en dife-rentes tipos de soporte. Tenemos tex-tos ibéricos en piezas de cerámica (a pincel o incisos), en pequeñas planchas de plomo (fi g. 3), en monedas, en al-gunas armas, en estelas funerarias, en abrigos al aire libre, etc… que hasta el momento rondan el número de dos mil inscripciones. Y fue a partir de algu-nas de estas evidencias que D. Manuel Gómez Moreno logró descifrar, por pri-mera vez, la escritura ibérica en el año 1922. Aunque se ha avanzado bastante desde entonces, todavía queda un lar-go camino por recorrer hasta que los lingüistas consigan desentrañar toda la información y conocimientos que se esconden tras las inscripciones ibéri-cas. Es de esperar, con toda probabi-lidad, que cuando llegue ese momento cambiará radicalmente nuestra concep-ción de la Cultura Ibérica. Sólo enton-ces podremos llegar a entender hasta qué punto habíamos errado o acertado en nuestros planteamientos teóricos.

En este sentido, cabe señalar dife-rentes iniciativas propuestas reciente-mente para traducir los textos ibéricos a partir de otras lenguas pre-indoeuro-peas. De todas ellas destaca la que uti-liza el Euskera, a partir de ciertas simi-litudes. Si bien es cierto que la lengua ibérica puede guardar alguna conexión con ella, por tratarse ambas de lenguas no indoeuropeas que en algún momen-to pudieron haber estado en contacto, plantear una traducción con los conoci-mientos actuales es, a día de hoy, total-mente indemostrable, por lo que no deja de sorprender la expansión y la acogida que ha experimentado esta teoría entre el público en general en los últimos años.

Fig. 3. Plomo de El Pico de los Ajos (Valencia) con su dibujo. La escritu-ra se corresponde al tipo meridional. Está escrito por ambas caras. (Foto Museu de Prehistòria de València).

J. M. Gallego Cañamero