la escalera de caracol en la vanguardia

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12 Cultura|s La Vanguardia Miércoles, 6 octubre 2010 ESCRITURAS Monique Canto-Sperber Ensayo sobre la vida humana / Assaig sobre la vida humana Sócrates decía que una vida sin examen no vale la pena. En este corto ensayo, Moni- que Canto-Sperber anima al lector a reflexionar sobre su propia existencia y a darle un sentido, no necesaria- mente trascendente. Se trataría de insuflarle una forma interior, y de poner diques al tumultuoso curso de los deseos generado por la contemporaneidad. PROTEUS 108 PÁGINAS 15 EUROS Salvador Balcells El vi fa sang En su segunda novela hasta la fecha, Salvador Balcells pone de nuevo en danza a su personaje Emili Espino- sa, subinspector de los Mos- sos d'Esquadra. En esta ocasión, Espinosa ha de descifrar el asesinato de un tratante de caballos en L'Espluga de Francolí, en un mundo de intereses regi- do por las petroquímicas. METEORA 283 PÁGINAS 18 EUROS Heinrich Mann El profesor Unrat La relación entre un profe- sor despótico y una cabare- tera dió pie a Heinrich Mann a componer un ácido cuadro de la Alemania bur- guesa de principios de siglo. RBA reedita este pequeño clásico de lenguaje seco y atmósfera sulfúrica que Josef Von Stenberg llevó al cine en 1931 con el título de ‘El ángel azul’. RBA 272 PÁGINAS 22 EUROS Marcel Proust El escándalo Lemoine Al hilo de un célebre escán- dalo financiero –el timo de un ingeniero que aseguraba poder fabricar diamantes ¡a partir del carbón!– un Mar- cel Proust en ciernes hilva- nó una serie de pastiches sobre el caso, imitando el estilo de maestros como Balzac o Flaubert. La vida social del París finisecular tornasola cada uno de los relatos, tan mundanos co- mo ingeniosos. EL ÁTICO DE LOS LIBROS 119 PÁGINAS 9.90 EUROS C.B. JOHN W. WILKINSON Si el poeta y dramaturgo irlandés William Butler Yeats (1865-1939) hubiera muerto poco después de viajar en el gélido mes de enero de 1924 a Estocolmo con el propósito de recibir el premio Nobel, quizá la historia le habría juzgado de otra manera. Acudió a la cita nórdi- ca siendo uno de los primeros en ser nombrado senador del recién proclamado Estado Libre de Irlan- da (1922), un privilegio que exigía que dedicara cada quincena tres horas de su tiempo a tan elevado cargo. Una de sus tareas consistía en censurar películas. No había un solo W.B. Yeats: a lo largo de su vida se multiplicaba con la facilidad de su coetáneo Pes- soa. Es más, tanto el irlandés como el portugués, además de nacionalis- tas perturbados, cada uno a su ma- nera, cayeron en las garras de unos cantamañanas del calibre del de- moniaco Aleister Crowley o la ine- fable Madame Blavatsky. Ahora bien, todo tiene su expli- cación. Los Yeats, por muy irlande- ses que fuesen, pertenecían a la eli- te protestante que hacía siglos cor- taba el bacalao en detrimento de los católicos. Cuando Willie sólo contaba dos años, su padre, J.B. Yeats, un terrateniente y abogado de posibles, trasladó su familia a Londres, pues había decidido que quería ¡estudiar! pintura. Su carre- ra como retratista surgida de la es- cuela prerrafaelita no daba ni para dar de comer a los patos de Hyde Park. A Willie le intodujo a las obras de Rossetti y Blake, y en los trece años que pasaron en Inglaterra le proporcionó una educación a salto de mata, que incluía poco latín y menos griego. El futuro poeta nun- ca llegó a dominar la ortografía in- glesa. Veraneaban en el condado de Sligo en el noroeste de Irlanda, tierra de los Pollexfen, la familia de su madre, donde Willie descu- bre la existencia de las sidhe (ha- das), que pueblan los bosques y el folklore irlandés. Seguramente percibió durante aquellos veraneos mágicos su esta- do dual de hijo privilegiado de una elite invasora y, al mismo tiempo, adalid acérrimo de las esencias de la maltrecha y eterna Irlanda gaéli- ca, lengua que nunca aprendió. Quizá el hecho de que su madre tu- viera un ojo azul y el otro castaño tuviera que ver con esa lucha inter- na que le acompañaría hasta la tumba. Instalado en el París de fin de si- glo, frecuentaba los jueves de Ma- llarmé, donde, en compañía de Huysmans, Whistler, Degas, Gide u Oscar Wilde, cayó bajo el hechi- zo del simbolismo, que mezclaría con el ascetismo de Walter Pater y la tradición irlandesa de su propia invención. En su juventud era un poeta lírico de gran talento, inclu- so podría decirse que era el último romántico. El nuevo siglo trajo muchos cam- bios. Cofundó en 1904 el Abbey Theatre de Dublín y, entre escán- dalos y reyertas, lanzó la carrera de Synge y, algo más tarde, la de Sean O'Casey, por no hablar de sus propios dramas poéticos. No con- tento con tanto jaleo, contrató du- rante una temporada, como secre- tario personal, a Ezra Pound, el dis- cípulo díscolo que se atrevió a mo- dificar en alguna ocasión las pala- bras del maestro. Cuando estalló en 1916 el san- griento enfrentamiento entre los republicanos irlandeses y sus im- placables amos británicos, Yeats se hallaba en París. Pero el poema que escribió sobre el desastre es memorable porque sus rocambo- lescas incursiones espirituales aca- baron proporcionándole una más- cara, una impersonalidad que le permitía proclamar en el poema al- go tan profundo como “una terri- ble belleza ha nacido”. Ediciones Linteo acaba de publi- car en una cuidadosa traducción de Antonio Linares Familiar La es- calera de caracol y otros poemas, que data de la penúltima época de Yeats. Pero por si esto no fuera sufi- ciente, la editorial Pre-Textos aga- saja al lector español con la colosal Poesía reunida, de la mano de Anto- nio Rivero Taravillo, donde, ade- más de hadas y torres y locas, se hallan los deslumbrantes versos que Yeats compuso en su vigorosa senectud. Murió en Francia en enero de 1939, antes de que sus peligrosas in- clinaciones fascistas pudieran man- cillar su reputación. Pero en reali- dad no murió el poeta, ni mucho menos su poesía, como demues- tran de sobra las dos publicaciones citadas. | Poesía Fue premio Nobel, senador de Irlanda, cofundador del Abbey Theatre de Dublín, nacionalista y místico. Pero, ante todo, W.B. Yeats fue un gran poeta. Dos ediciones de lujo para uno de los padres del renacimiento literario irlandés Una terrible belleza No había un solo Yeats: a lo largo de su vida se multiplicaba con la facilidad de su coetáneo Pessoa Otras lecturas William B. Yeats Poesía reunida Traducción de Antonio Rivero Taravillo PRE-TEXTOS 791 PÁGINAS 42 EUROS La escalera de caracol y otros poemas Traducción de Antonio Linares Familiar EDICIONES LINTEO 206 PÁGINAS 15 EUROS El poeta y dramaturgo irlandés William Butler Yeats, hacia 1900 HULTON ARCHIVE / GETTY IMAGES

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Page 1: La Escalera de Caracol en LA VANGUARDIA

12

Cultura|sLa

Vanguardia

Miércoles,6

octubre2010

ESCR

ITURAS

Monique Canto-SperberEnsayo sobre la vida humana /Assaig sobre la vida humanaSócrates decía que una vidasin examen no vale la pena.En este corto ensayo, Moni-que Canto-Sperber anima allector a reflexionar sobre supropia existencia y a darleun sentido, no necesaria-mente trascendente. Setrataría de insuflarle unaforma interior, y de ponerdiques al tumultuoso cursode los deseos generado porla contemporaneidad.

PROTEUS108 PÁGINAS15 EUROS

Salvador BalcellsEl vi fa sangEn su segunda novela hastala fecha, Salvador Balcellspone de nuevo en danza asu personaje Emili Espino-sa, subinspector de los Mos-sos d'Esquadra. En estaocasión, Espinosa ha dedescifrar el asesinato de untratante de caballos enL'Espluga de Francolí, enun mundo de intereses regi-do por las petroquímicas.

METEORA283 PÁGINAS18 EUROS

Heinrich MannEl profesor UnratLa relación entre un profe-sor despótico y una cabare-tera dió pie a HeinrichMann a componer un ácidocuadro de la Alemania bur-guesa de principios de siglo.RBA reedita este pequeñoclásico de lenguaje seco yatmósfera sulfúrica queJosef Von Stenberg llevó alcine en 1931 con el título de‘El ángel azul’.

RBA272 PÁGINAS22 EUROS

Marcel ProustEl escándalo LemoineAl hilo de un célebre escán-dalo financiero –el timo deun ingeniero que asegurabapoder fabricar diamantes ¡apartir del carbón!– un Mar-cel Proust en ciernes hilva-nó una serie de pastichessobre el caso, imitando elestilo de maestros comoBalzac o Flaubert. La vidasocial del París finiseculartornasola cada uno de losrelatos, tan mundanos co-mo ingeniosos.

EL ÁTICO DE LOS LIBROS119 PÁGINAS9.90 EUROS

C.B.

JOHN W. WILKINSONSi el poeta y dramaturgo irlandésWilliam Butler Yeats (1865-1939)hubiera muerto poco después deviajar en el gélido mes de enero de1924 a Estocolmo con el propósitode recibir el premio Nobel, quizála historia le habría juzgado deotramanera.Acudió a la cita nórdi-ca siendo uno de los primeros enser nombrado senador del reciénproclamadoEstado Libre de Irlan-da (1922), un privilegio que exigíaque dedicara cada quincena treshoras de su tiempo a tan elevadocargo. Una de sus tareas consistíaen censurar películas.No había un solo W.B. Yeats: a

lo largo de su vida se multiplicabacon la facilidadde su coetáneoPes-soa. Esmás, tanto el irlandés comoel portugués, ademásdenacionalis-tas perturbados, cada uno a suma-nera, cayeron en las garras de unoscantamañanas del calibre del de-moniaco Aleister Crowley o la ine-fable Madame Blavatsky.Ahora bien, todo tiene su expli-

cación.LosYeats, pormuy irlande-ses que fuesen, pertenecían a la eli-te protestante que hacía siglos cor-taba el bacalao en detrimento delos católicos. Cuando Willie sólocontaba dos años, su padre, J.B.Yeats, un terrateniente y abogadode posibles, trasladó su familia aLondres, pues había decidido quequería ¡estudiar! pintura. Su carre-ra como retratista surgida de la es-cuela prerrafaelita no daba ni paradar de comer a los patos de HydePark.A Willie le intodujo a las obras

de Rossetti y Blake, y en los treceaños que pasaron en Inglaterra leproporcionó una educación a saltode mata, que incluía poco latín ymenos griego. El futuro poeta nun-ca llegó a dominar la ortografía in-glesa. Veraneaban en el condadode Sligo en el noroeste de Irlanda,tierra de los Pollexfen, la familiade su madre, donde Willie descu-bre la existencia de las sidhe (ha-das), que pueblan los bosques y elfolklore irlandés.Seguramente percibió durante

aquellos veraneosmágicos su esta-do dual de hijo privilegiado de unaelite invasora y, al mismo tiempo,adalid acérrimo de las esencias delamaltrecha y eterna Irlanda gaéli-ca, lengua que nunca aprendió.Quizá el hechodeque sumadre tu-viera un ojo azul y el otro castañotuviera quever con esa lucha inter-na que le acompañaría hasta latumba.Instalado en el París de fin de si-

glo, frecuentaba los jueves de Ma-llarmé, donde, en compañía deHuysmans, Whistler, Degas, Gideu Oscar Wilde, cayó bajo el hechi-zo del simbolismo, que mezclaríacon el ascetismo deWalter Pater yla tradición irlandesa de su propiainvención. En su juventud era unpoeta lírico de gran talento, inclu-so podría decirse que era el últimoromántico.Elnuevosiglo trajomuchos cam-

bios. Cofundó en 1904 el Abbey

Theatre de Dublín y, entre escán-dalos y reyertas, lanzó la carrerade Synge y, algo más tarde, la deSeanO'Casey, por no hablar de suspropios dramas poéticos. No con-tento con tanto jaleo, contrató du-rante una temporada, como secre-tario personal, a EzraPound, el dis-cípulo díscolo que se atrevió a mo-dificar en alguna ocasión las pala-bras del maestro.Cuando estalló en 1916 el san-

griento enfrentamiento entre losrepublicanos irlandeses y sus im-placables amos británicos, Yeats sehallaba en París. Pero el poemaque escribió sobre el desastre esmemorable porque sus rocambo-lescas incursiones espirituales aca-baron proporcionándole una más-cara, una impersonalidad que lepermitía proclamar en el poema al-go tan profundo como “una terri-ble belleza ha nacido”.EdicionesLinteo acabadepubli-

car en una cuidadosa traduccióndeAntonio Linares FamiliarLa es-calera de caracol y otros poemas,que data de la penúltima época deYeats.Peropor si estono fuera sufi-ciente, la editorial Pre-Textos aga-saja al lector español con la colosalPoesía reunida, de lamanodeAnto-nio Rivero Taravillo, donde, ade-más de hadas y torres y locas, sehallan los deslumbrantes versosque Yeats compuso en su vigorosasenectud.Murió en Francia en enero de

1939, antes deque sus peligrosas in-clinaciones fascistas pudieranman-cillar su reputación. Pero en reali-dad no murió el poeta, ni muchomenos su poesía, como demues-tran de sobra las dos publicacionescitadas. |

PoesíaFuepremioNobel, senadorde Irlanda, cofundadordelAbbeyTheatredeDublín, nacionalista ymístico. Pero, ante todo,W.B.Yeats fueungranpoeta.Dos edicionesde lujoparaunode lospadresdel renacimiento literario irlandés

Una terrible belleza

No había un soloYeats: a lo largo de suvida se multiplicabacon la facilidad de sucoetáneo Pessoa

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William B. YeatsPoesía reunidaTraducción de AntonioRivero Taravillo

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La escalera decaracol y otrospoemasTraducción de AntonioLinares Familiar

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El poeta ydramaturgoirlandés WilliamButler Yeats, hacia1900HULTON ARCHIVE /

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