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LA ECONOMÍA Y LAS ARTES

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Antes de la llegada del español, la activi-dad fundamental de subsistencia mapu-che se relacionaba con la recolección de productos de la amplia y variada gama

existente en la flora y fauna de la región. Probable-mente, el hombre hacía expediciones de caza, junto con sus parientes masculinos, en busca de manadas de guanacos, venados pequeños u otros animales. Las mujeres, acompañadas de sus hijos, se dirigían a los bosques en procura de frutas silvestres de maqui, boldo, murta, frutilla y cóguil, con los que preparaba frescas bebidas fermentadas, o de yerbas tales como yuyos, cardos, nalcas y helechos para cocinar caldos que sazonaban con ají y grasa. En la precordillera, la actividad económica principal, jun-to con la caza, era la recolección del piñón, fuente alimenticia de los indígenas de aquella región. El lafkenche o “habitante de la costa”, se in-ternaba en el mar, aprovechando las bajas mareas, para extraer erizos, choros y machas o cazar jaibas y pancoras. Las mujeres recolectaban el cochayu-yo y sus raíces o huilte, el luche (lechuga marina) y la lúa. Objeto de trabajo comunitario era la pesca que se practicaba mediante la técnica del arrastre usando redes fabricadas con fibras vegetales. Para la pesca individual se utilizó el arpón y tridente de coligüe (caña indígena). La llama o weke (Lama glama) –llamada posteriormente chiliweke, para diferenciarlo del ovino europeo– fue domesticada por el mapuche, al parecer en reducidas proporciones, sobre todo si se compara con la ganadería de los Andes Centra-les. La posesión del weke era símbolo de alcurnia y

p. 93 Recolección de piñones en Icalma.

p. 94 Recolección de cochayuyo.Fotografía de F. Maldonado.

Carretas transportando paja para techar rukas, Nahuelbuta, 1977.Fotografía de H. Niemeyer.

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Antes de la llegada del español, la activi-dad fundamental de subsistencia mapu-che se relacionaba con la recolección de productos de la amplia y variada gama

existente en la flora y fauna de la región. Probable-mente, el hombre hacía expediciones de caza, junto con sus parientes masculinos, en busca de manadas de guanacos, venados pequeños u otros animales. Las mujeres, acompañadas de sus hijos, se dirigían a los bosques en procura de frutas silvestres de maqui, boldo, murta, frutilla y cóguil, con los que preparaba frescas bebidas fermentadas, o de yerbas tales como yuyos, cardos, nalcas y helechos para cocinar caldos que sazonaban con ají y grasa. En la precordillera, la actividad económica principal, jun-to con la caza, era la recolección del piñón, fuente alimenticia de los indígenas de aquella región. El lafkenche o “habitante de la costa”, se in-ternaba en el mar, aprovechando las bajas mareas, para extraer erizos, choros y machas o cazar jaibas y pancoras. Las mujeres recolectaban el cochayu-yo y sus raíces o huilte, el luche (lechuga marina) y la lúa. Objeto de trabajo comunitario era la pesca que se practicaba mediante la técnica del arrastre usando redes fabricadas con fibras vegetales. Para la pesca individual se utilizó el arpón y tridente de coligüe (caña indígena). La llama o weke (Lama glama) –llamada posteriormente chiliweke, para diferenciarlo del ovino europeo– fue domesticada por el mapuche, al parecer en reducidas proporciones, sobre todo si se compara con la ganadería de los Andes Centra-les. La posesión del weke era símbolo de alcurnia y

p. 93 Recolección de piñones en Icalma.

p. 94 Recolección de cochayuyo.Fotografía de F. Maldonado.

Carretas transportando paja para techar rukas, Nahuelbuta, 1977.Fotografía de H. Niemeyer.

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riqueza y la lana de estos camélidos era muy apre-ciada por constituir la única fibra que existía para la elaboración de textiles. No hay constancia de que el weke haya sido utilizado por el indígena mapuche como medio de transporte. El cultivo de la tierra se limitaba a la man-tención de pequeñas huertas familiares de porotos, habas, quínoa, calabazas, ají y papas y a la prepara-ción de reducidos campos para el cultivo de maíz o wa, mediante la tala y roce de los bosques que tapi-zaban el territorio. Estas labores de subsistencia determinaron que el asentamiento mapuche no fuera totalmen-te sedentario y fijo, sino que los grupos se fueran trasladando de un lugar a otro en busca de mejores tierras para procurar una óptima subsistencia. Esta movilidad favorecía las relaciones de intercambio entre los grupos que habitaban diver-sos nichos ecológicos. Los lelfunche o “habitantes de los llanos” acudían a la costa en procura de produc-tos marinos que los costinos intercambiaban por granos. La sal y el fruto del pewen que bajaban los pehuenches de las faldas de la cordillera eran ele-mentos que gozaban de mucho aprecio en el valle. Mediante el proceso de conquista y coloniza-ción, el europeo introduce extrañas especies vegeta-les y animales que se adaptan y son adoptadas por los indígenas con extrema facilidad. Dentro de ellas, ocupan un lugar preponderante el trigo y la ceba-da, entre los cultívenos, y la oveja, caballo y vacuno como animales domésticos. El manzano se adapta de tal manera al suelo y clima de la Araucanía, que en pocos años forma verdaderos bosques naturales,

Viajando hacia el este.

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y sus frutos, llamados manshana, llegan a formar parte de los productos de recolección silvestre. Mientras la población aborigen de las regio-nes pacificadas, en un acelerado proceso de mes-tizaje (mezcla racial y cultural), adopta un nuevo modo de vida determinado por las encomiendas agrícolas, el indígena de los indómitos territorios australes continúa con su tradicional asentamiento móvil, el que resulta exacerbado por la Guerra de Arauco y la introducción del caballo. La actividad agrícola, en consecuencia, no se desarrolla más allá de la adopción de nuevas especies. No ocurre lo mis-mo con la ganadería, la que sí se compadece con la movilidad de los grupos y que también se beneficia con la introducción de caprinos, ovinos, caballares y vacunos. Durante el período colonial, estas dos últi-mas especies llegaban de las pampas trasandinas a través del pehuenche y constituían un importante bien de intercambio con los españoles, los que en-traban más allá de las fronteras en busca de ganado para después venderlo en los mercados de ciudades como Chillán y Los Ángeles. Después de la pacificación de la Araucanía, reducidos los indígenas a las tierras concedidas por el Estado, se crea un vínculo de mayor permanencia entre el mapuche y el suelo. Paulatinamente dismi-nuyen las labores de recolección de productos sil-vestres y se acrecientan, en cambio, las actividades agrícolas. Recién en este momento y a partir del siglo xx se puede hablar con propiedad de una econo-mía agrícola entre los mapuches. Aunque limitados por sus condiciones económicas, adquieren técnicas

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y sus frutos, llamados manshana, llegan a formar parte de los productos de recolección silvestre. Mientras la población aborigen de las regio-nes pacificadas, en un acelerado proceso de mes-tizaje (mezcla racial y cultural), adopta un nuevo modo de vida determinado por las encomiendas agrícolas, el indígena de los indómitos territorios australes continúa con su tradicional asentamiento móvil, el que resulta exacerbado por la Guerra de Arauco y la introducción del caballo. La actividad agrícola, en consecuencia, no se desarrolla más allá de la adopción de nuevas especies. No ocurre lo mis-mo con la ganadería, la que sí se compadece con la movilidad de los grupos y que también se beneficia con la introducción de caprinos, ovinos, caballares y vacunos. Durante el período colonial, estas dos últi-mas especies llegaban de las pampas trasandinas a través del pehuenche y constituían un importante bien de intercambio con los españoles, los que en-traban más allá de las fronteras en busca de ganado para después venderlo en los mercados de ciudades como Chillán y Los Ángeles. Después de la pacificación de la Araucanía, reducidos los indígenas a las tierras concedidas por el Estado, se crea un vínculo de mayor permanencia entre el mapuche y el suelo. Paulatinamente dismi-nuyen las labores de recolección de productos sil-vestres y se acrecientan, en cambio, las actividades agrícolas. Recién en este momento y a partir del siglo xx se puede hablar con propiedad de una econo-mía agrícola entre los mapuches. Aunque limitados por sus condiciones económicas, adquieren técnicas

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de cultivo, rotación de suelos y uso de animales de arado a través del contacto con los campesinos. Los fertilizantes y la maquinaria de cultivo y cosecha, son, por esta misma razón, accesibles sólo a un nú-mero muy limitado de comunidades. Por otra parte, las técnicas de siembra y cosecha no son siempre las más adecuadas a la conservación del suelo y el mejoramiento de la producción. Gran parte del terreno otorgado a las comuni-dades mapuches tiene un relieve de lomajes, los que debieran ser aterrazados o arados en círculos para sembrarlos, aunque lo ideal sería conservarlos como recursos forestales. El mapuche que debe trabajar intensamente estos suelos para subsistir, desconoce estas técnicas y es agente involuntario de una ace-lerada erosión de los campos, la que adquiere los caracteres de una verdadera catástrofe en las tierras pertenecientes a las comunidades de la costa. Aún se conservan los laf kudau o trabajos de grupo para ciertas labores agrícolas como la siembra o cosecha en las tierras de algún persona-je importante de la comunidad, el que convoca a parientes y amigos a las faenas, recompensándolos con festejos. Antiguamente, la trilla de trigo, princi-pal cultivo mapuche del período posthispánico, se practicaba en un gran baile en que las parejas dan-zaban sobre las espigas a fin de desgranarlas, al son de tambores (kultrun) y pitos (pifillka). Hasta hoy, la época de la cosecha es considerada como un pe-ríodo festivo y da origen a un incremento de visitas entre los parientes así como a un mejoramiento en la calidad de las comidas y el consumo de grandes cantidades de carne.

La papa (Solanum tuberosum) es un tubérculo oriundo de América. Uno de sus orígenes se encuentra en el territorio mapuche.

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Otras labores en las que aún se emplea el lof kudau o mingaco son aquellas que se hacen en be-neficio de toda la comunidad, tales como la limpia de canales, construcción y reparación de caminos y puentes y la preparación del campo, ritual donde se celebran las rogativas de fertilidad. Menos frecuente es el rukan o celebración en la construcción de la casa de paja, que daba origen a fiestas de larga duración y hermoso colorido. La ruka mapuche que primitivamente parece haber sido de grandes dimensiones, con superficies que variaban entre los 120 y 240 metros cuadrados, y albergaba a un grupo familiar extenso, compuesto por una gran cantidad de parientes, era construida por todos los vecinos de la localidad, los que ayu-daban a cortar los robles, arrancar ramas y paja y trenzarlas con enredaderas para levantar los muros, que posteriormente eran recubiertos por manojos de hierba “ratonera”. Preparado el terreno, se ex-cavaban los huecos de los postes y se diseñaba el contorno de la habitación. El revestimiento de los muros y techos con vegetales servía como un ais-lante de primera calidad contra las inclemencias de la temperatura exterior. Aún se conserva este tipo de construcciones, las que son preferidas en algunos lugares como habitaciones por ser frescas en verano y abrigadas en las temporadas frías. Entrando a la ruka, se distinguen varias sec-ciones. En la interior, opuesta a la entrada, se guar-dan los cántaros de chicha (jugo de fruta fermen-tado) y mudai (licor de maíz), junto a los sacos de granos y bultos o baúles con ropas y utensilios. En la parte central se encuentra el fuego, a los lados de

Mujer mapuche recolectando plantas.Fotografía de N. Piwonka.

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Otras labores en las que aún se emplea el lof kudau o mingaco son aquellas que se hacen en be-neficio de toda la comunidad, tales como la limpia de canales, construcción y reparación de caminos y puentes y la preparación del campo, ritual donde se celebran las rogativas de fertilidad. Menos frecuente es el rukan o celebración en la construcción de la casa de paja, que daba origen a fiestas de larga duración y hermoso colorido. La ruka mapuche que primitivamente parece haber sido de grandes dimensiones, con superficies que variaban entre los 120 y 240 metros cuadrados, y albergaba a un grupo familiar extenso, compuesto por una gran cantidad de parientes, era construida por todos los vecinos de la localidad, los que ayu-daban a cortar los robles, arrancar ramas y paja y trenzarlas con enredaderas para levantar los muros, que posteriormente eran recubiertos por manojos de hierba “ratonera”. Preparado el terreno, se ex-cavaban los huecos de los postes y se diseñaba el contorno de la habitación. El revestimiento de los muros y techos con vegetales servía como un ais-lante de primera calidad contra las inclemencias de la temperatura exterior. Aún se conserva este tipo de construcciones, las que son preferidas en algunos lugares como habitaciones por ser frescas en verano y abrigadas en las temporadas frías. Entrando a la ruka, se distinguen varias sec-ciones. En la interior, opuesta a la entrada, se guar-dan los cántaros de chicha (jugo de fruta fermen-tado) y mudai (licor de maíz), junto a los sacos de granos y bultos o baúles con ropas y utensilios. En la parte central se encuentra el fuego, a los lados de

Mujer mapuche recolectando plantas.Fotografía de N. Piwonka.

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éste, las camas y colgando del techo, ristras de ají y maíz. La entrada de la casa está orientada general-mente hacia el este y es en esa parte donde la mujer instala su telar para tejer en invierno. En ambos extremos del techo existen orificios de ventilación o ullon-ruka por donde escapa el humo del fogón. En este escenario transcurre la vida de la mujer mapuche. Aquí se muele la arcilla que mezcla con uku para darle consistencia; humedece y amasa la mezcla con la que modelará cántaros, tazas, ollas y platos a partir de una larga cinta de greda que se va enrollando sobre una base hasta que la alfarera logra la forma requerida. Se alisa la superficie y se calcina el modelado en el fuego. El hilado de los vellones de lana es ocupación de toda mujer mapuche en sus momentos de ocio. Con su huso girando en torno a la tortera van pro-duciendo hilos de distinto grosor dependiendo de la prenda que piensan fabricar. En el proceso del teñido usarán nalca o relvun para los tonos rojos, maqui o barro para los negros, cochayuyo o radal para los pardos, fuera de las tinturas artificiales que comprarán en los mercados urbanos. Para tejer las frazadas, mantas, choapinos y alfombras usarán el telar vertical, en que distribuirán los complica-dos diseños y símbolos que se han transmitido de generación en generación. Las fajas de hombres y mujeres, de textura y tejido más finos, se tejerán en telares horizontales, tendidos en el suelo, como los usados en los Andes Centrales. Las actividades masculinas, por el contrario, se desarrollan generalmente fuera de la ruka. El hombre es un gran trabajador de la madera, la que

Transporte de cochayuyo.

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labra con azuela, fabricando tejas, instrumentos de todo tipo y toda clase de artefactos de uso do-méstico, tales como bancos, platos y recipientes. La estatuaria mapuche es principalmente de madera y se distinguen en este arte los rewes o escalas cere-moniales de los chamanes, los nguillatué o figuras antropomorfas que representan a las deidades y presiden las rogativas, y los mamulche o estatuas funerarias que representan figuras humanas. Con cuernos y madera elaboran elementos musicales, entre los que destacan la pifillka (pito), el kultrun (tambor) y la trutruka (trompeta). Son escasos los que se han especializado en la metalurgia y mere-cen especial mención por su destreza y creatividad los plateros, que fabricaban las joyas femeninas, anillos, pulseras, tocados, pectorales y prendedores, así como los aderezos para monturas y aperos de jinete, que constituían el mayor orgullo de un caci-que u hombre poderoso de Arauco. Estas artesanías han sufrido un menoscabo con el acceso mapuche a los mercados urbanos, por ejemplo en la ciudad de Temuco, que les pro-porcionan sustitutos de cómoda y fácil obtención. Es así como los chamal y chiripa masculinos y los kepam o prenda de vestir femenina, que consistían en paños tejidos en telar, fueron rápidamente reem-plazados por productos de procedencia industrial urbana. El efecto imitador influyó no sólo sobre la vestimenta mapuche, sino también en la adopción de nuevos utensilios de uso doméstico, que implican la desaparición de los tradicionales. Persiste, sin embargo, el arte textil mapuche, pues las mantas, frazadas, lamas y choapinos representan productos

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labra con azuela, fabricando tejas, instrumentos de todo tipo y toda clase de artefactos de uso do-méstico, tales como bancos, platos y recipientes. La estatuaria mapuche es principalmente de madera y se distinguen en este arte los rewes o escalas cere-moniales de los chamanes, los nguillatué o figuras antropomorfas que representan a las deidades y presiden las rogativas, y los mamulche o estatuas funerarias que representan figuras humanas. Con cuernos y madera elaboran elementos musicales, entre los que destacan la pifillka (pito), el kultrun (tambor) y la trutruka (trompeta). Son escasos los que se han especializado en la metalurgia y mere-cen especial mención por su destreza y creatividad los plateros, que fabricaban las joyas femeninas, anillos, pulseras, tocados, pectorales y prendedores, así como los aderezos para monturas y aperos de jinete, que constituían el mayor orgullo de un caci-que u hombre poderoso de Arauco. Estas artesanías han sufrido un menoscabo con el acceso mapuche a los mercados urbanos, por ejemplo en la ciudad de Temuco, que les pro-porcionan sustitutos de cómoda y fácil obtención. Es así como los chamal y chiripa masculinos y los kepam o prenda de vestir femenina, que consistían en paños tejidos en telar, fueron rápidamente reem-plazados por productos de procedencia industrial urbana. El efecto imitador influyó no sólo sobre la vestimenta mapuche, sino también en la adopción de nuevos utensilios de uso doméstico, que implican la desaparición de los tradicionales. Persiste, sin embargo, el arte textil mapuche, pues las mantas, frazadas, lamas y choapinos representan productos

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artesanales cuya calidad la industria no ha podido superar y que continúan llenando una necesidad de actual vigencia dentro de la vida doméstica. La desmedrada situación económica de las familias mapuches las ha obligado a recurrir a la venta de sus joyas de plata tradicionales, las que son requeri-das por coleccionistas.

p. 103 El chañuntuko representa una síntesis del arte textil y ecuestre, ambos aspectos fundamentales en la vida del mapuche.Fotografía de F. Maldonado.

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Sequil (N° 2669), pectoral femenino, siglo XIX. Fotografía de F. Maldonado.

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105 Punzón acucha (N° 1258), siglo XIX.

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105 Punzón acucha (N° 1258), siglo XIX.

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106 Wirikapontro (N° 1765) o frazada.

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107 Faja ñimintraruwe (N° 1775).

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107 Faja ñimintraruwe (N° 1775).

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Collar de plata, siglos XVIII - XIX.Fotografía de D. James Dee.

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Topu (N° 1251), alfiler o punzón, siglo XVIII.

p. 110-111 Diferentes fajas mapuches. Fotografía de F. Maldonado.

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Topu (N° 1251), alfiler o punzón, siglo XVIII.

p. 110-111 Diferentes fajas mapuches. Fotografía de F. Maldonado.

Tralal-Tralal (N° 1236), broche ornamental de plata, siglo XIX.Fotografía de F. Maldonado.

Sequil de cadenas (N° 1200), pectoral femenino, siglo XX.Fotografía de F. Maldonado.

Sequil de cadenas (N° 1200), pectoral femenino, siglo XX.Fotografía de F. Maldonado.

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Ngutroe (N° 1283) o tocado femenino, siglos XIX - XX.Fotografía de F. Maldonado.

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Ngutroe (N° 1283) o tocado femenino, siglos XIX - XX.Fotografía de F. Maldonado.

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Ngutroe (N° 1283) o tocado femenino, siglos XIX - XX.Fotografía de F. Maldonado.

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Sobremakuñ (N° 2870) o manta.Fotografía de F. Maldonado.

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Sobremakuñ (N° 2870) o manta.Fotografía de F. Maldonado.

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Sobremakuñ (N° 2870) o manta.Fotografía de F. Maldonado.

p. 118 Poncho ñiminnekermakuñ.Fotografía de F. Maldonado.