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La doctrina social de la Iglesia Introducción: es un conjunto de normas y principios referentes a la realidad social, política y económica de la humanidad basado en el Evangelio y en el Magisterio de la Iglesia católica. El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia y el Catecismo católico la definen como un cuerpo doctrinal renovado, que se va articulando a medida que la Iglesia en la plenitud de la Palabra revelada por Jesucristo y mediante la asistencia del Espíritu Santo, lee los hechos según se desenvuelven en el curso de la historia.[ 1 ] [ 2 ] Dignidad de la persona humana[editar] Según la Doctrina Social de la Iglesia, la persona humana, por estar hecha a imagen y semejanza de Dios, posee una dignidad que la hace superior a los demás seres creados. He aquí algunas citas de la Doctrina Social de la Iglesia al respecto: La dignidad de la persona manifiesta todo su fulgor cuando se consideran su origen y su destino. Creado por Dios a su imagen y semejanza, y redimido por la preciosísima sangre de Cristo, el hombre está llamado a ser "hijo en el Hijo" y templo vivo del Espíritu; y está destinado a esa eterna vida de comunión con Dios, que le llena de gozo. Por eso toda violación de la dignidad personal del ser humano grita venganza delante de Dios, y se configura como ofensa al Creador del hombre. Primacía del bien común[editar] Un sentido de pensar en el bien de todos los individuos, sin quitar ni el sentido de sociedad, ni de unicidad. El Bien Común está siempre orientado hacia el progreso de las personas: ‘el orden social y su progreso deben subordinarse al bien de las personas y no al contrario’ [...]. Este orden tiene por base la verdad, se edifica en la justicia, es vivificado por el amor. Destino universal de los bienes, solidaridad, y respeto a la propiedad privada[editar] Dios ha destinado la tierra y sus bienes en beneficio de todos. Esto significa que cada persona debería tener acceso al nivel de bienestar necesario para su pleno desarrollo. Este principio tiene que ser puesto en práctica según los diferentes contextos sociales y culturales y no significa que todo está a disposición de todos. El derecho de uso de los bienes de la tierra es necesario que se ejercite de una forma equitativa y ordenada, según un específico orden jurídico. Este principio tampoco excluye el derecho a la propiedad privada. No obstante, es importante no perder de vista

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La doctrina social de la Iglesia

Introducción: es un conjunto de normas y principios referentes a la realidad social, política y económica de la humanidad basado en el Evangelio y en el Magisterio de la Iglesia católica. El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia y el Catecismo católico la definen como un cuerpo doctrinal renovado, que se va articulando a medida que la Iglesia en la plenitud de la Palabra revelada por Jesucristo y mediante la asistencia del Espíritu Santo, lee los hechos según se desenvuelven en el curso de la historia.[ 1 ] [ 2 ] Dignidad de la persona humana[editar]Según la Doctrina Social de la Iglesia, la persona humana, por estar hecha a imagen y semejanza de Dios, posee una dignidad que la hace superior a los demás seres creados. He aquí algunas citas de la Doctrina Social de la Iglesia al respecto:La dignidad de la persona manifiesta todo su fulgor cuando se consideran su origen y su destino. Creado por Dios a su imagen y semejanza, y redimido por la preciosísima sangre de Cristo, el hombre está llamado a ser "hijo en el Hijo" y templo vivo del Espíritu; y está destinado a esa eterna vida de comunión con Dios, que le llena de gozo. Por eso toda violación de la dignidad personal del ser humano grita venganza delante de Dios, y se configura como ofensa al Creador del hombre.Primacía del bien común[editar]Un sentido de pensar en el bien de todos los individuos, sin quitar ni el sentido de sociedad, ni de unicidad.El Bien Común está siempre orientado hacia el progreso de las personas: ‘el orden social y su progreso deben subordinarse al bien de las personas y no al contrario’ [...]. Este orden tiene por base la verdad, se edifica en la justicia, es vivificado por el amor.Destino universal de los bienes, solidaridad, y respeto a la propiedad privada[editar]Dios ha destinado la tierra y sus bienes en beneficio de todos. Esto significa que cada persona debería tener acceso al nivel de bienestar necesario para su pleno desarrollo. Este principio tiene que ser puesto en práctica según los diferentes contextos sociales y culturales y no significa que todo está a disposición de todos. El derecho de uso de los bienes de la tierra es necesario que se ejercite de una forma equitativa y ordenada, según un específico orden jurídico. Este principio tampoco excluye el derecho a la propiedad privada. No obstante, es importante no perder de vista el hecho de que la propiedad sólo es un medio, no un fin en sí misma.Compendio de DSI, 171-84El principio del destino universal de los bienes es una invitación a desarrollar una visión económica inspirada por valores morales que permitan a las personas no perder de vista el origen o propósito de estos bienes, de manera que se logre un mundo de justicia y solidaridad, en el que la creación de riqueza pueda tener una función positiva.Compendio de DSI, 174El respeto a la propiedad privada nace principalmente de dos Mandamientos del Decálogo: "No robar" y "No codiciar los bienes ajenos". Condena las formas de: comunismo, socialismo, socialismo democrático, y libre mercado en forma desmedida.Principio de subsidiariedad[editar]Se refiere a la protección a las sociedades intermedias, especialmente a la familia. Con este criterio se pretende reducir la acción del Estado a lo que la sociedad civil no puede alcanzar por sí misma.Cuán grande sea la dignidad del casto matrimonio, principalmente puede colegirse, Venerables Hermanos, de que habiendo Cristo, Señor nuestro e Hijo del Eterno Padre, tomado la carne del hombre caído, no solamente quiso incluir de un modo peculiar este principio y fundamento de la sociedad doméstica y hasta del humano consorcio en aquel su amantísimo designio de redimir, como lo hizo, a nuestro linaje, sino que también lo

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elevó a verdadero y gran [1] sacramento de la Nueva Ley, restituyéndolo antes a la primitiva pureza de la divina institución y encomendando toda su disciplina y cuidado a su Esposa la Iglesia...La Iglesia, iluminada por la fe, que le da a conocer toda la verdad acerca del bien precioso del matrimonio y de la familia y acerca de sus significados más profundos, siente una vez más el deber de anunciar el Evangelio, esto es, la «buena nueva», a todos indistintamente, en particular a aquellos que son llamados al matrimonio y se preparan para él, a todos los esposos y padres del mundo.Participación socialConsiste principalmente en un compromiso del cristiano, en promover una sociedad más conforme con los designios de Cristo.Habrá que proclamar con más firmeza las verdades transmitidas por la Iglesia, toda su doctrina sobre la santidad del matrimonio. la educación doctrinal de los niños, la propiedad de bienes y su uso, los deberes para y con quienes administran el Estado; en fin, deberá restablecerse el equilibrio entre los distintos órdenes de la sociedad, la ley y las costumbres cristianas.

Cultura de la vida y de la calidad de vida.Condena a toda forma de atentado contra la vida humana: aborto -incluso en caso terapéutico-, eutanasia, genocidio, homicidio, suicidio, etc. Y promueve que la persona tenga todas las condiciones necesarias para vivir: educación, trabajo, alimentación, salud, etc.El hombre está llamado a una plenitud de vida que va más allá de las dimensiones de su existencia terrena, ya que consiste en la participación de la vida misma de Dios. Lo sublime de esta vocación sobrenatural manifiesta la grandeza y el valor de la vida humana incluso en su fase temporal. En efecto, la vida en el tiempo es condición básica, momento inicial y parte integrante de todo el proceso unitario de la vida humana. Un proceso que, inesperada e inmerecidamente, es iluminado por la promesa y renovado por el don de la vida divina, que alcanzará su plena realización en la eternidad (cf. 1 Jn 3, 1-2). Al mismo tiempo, esta llamada sobrenatural subraya precisamente el carácter relativo de la vida terrena del hombre y de la mujer. En verdad, esa no es realidad « última », sino « penúltima »; es realidad sagrada, que se nos confía para que la custodiemos con sentido de responsabilidad y la llevemos a perfección en el amor y en el don de nosotros mismos a Dios y a los hermanos.La existencia de la ley moral. Para la Iglesia, la ley moral se deriva de tres fuentes: la revelación, el magisterio social, y la conciencia. Las personas, por su misma dignidad, deben conservarla, cumpliendo con sus deberes, amando a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a sí mismo.Si no existe una verdad última, la cual guía y orienta la acción política, entonces las ideas y las convicciones humanas pueden ser instrumentalizadas fácilmente para fines de poder. Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia.

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La vocación cristiana tiene implicaciones sociales

Introducción: Ya que Jesús nos ordenó a continuar su misión de propagar el Reino de amor y justicia. Somos miembros de Su Cuerpo Místico.

«Las permanentes circunstancias que padece el mundo contemporáneo y las deplorables condiciones de subdesarrollo en que se encuentran aún demasiados países» demuestran «la permanente actualidad de la doctrina social de la Iglesia» y la necesidad de «partir desde una perspectiva justa»Esta perspectiva se centra en «la verdad del hombre, que es descubierta por la razón y confirmada por el Evangelio de Jesucristo, que proclama y promueve la auténtica dignidad y la natural vocación social de la persona».«la enseñanza social de la Iglesia» ofrece orientaciones para la «promoción de los derechos humanos, para la tutela de la familia, para el desarrollo de instituciones políticas auténticamente democráticas y participativas, para una economía al servicio del hombre, para un nuevo orden internacional que garantice la justicia y la paz y para una actitud responsable hacia la creación».

«Sólo hombres nuevos pueden hacer nuevas todas las cosas».«El compromiso social de los cristianos laicos se puede nutrir y ser coherente, tenaz y valeroso sólo desde una profunda espiritualidad, esto es, desde una vida de íntima unión con Jesús».

El compromiso social es el medio para que los laicos sean capaces de «expresar las grandes virtudes teologales -fe, esperanza y caridad- a través del ejercicio de la difícil responsabilidad de edificar una sociedad menos lejana del gran proyecto providente de Dios».

Principios básicos de la doctrina social.

Introducción: La doctrina social católica se fundamenta en el amor de Dios para cada uno de sus hijos. Este amor ha sido revelado por Jesucristo. Es por tanto fundamental entender esta doctrina y ponerla en práctica para ser buenos cristianos. Principios que constituyen el corazón de la doctrina social.

Dignidad: Toda persona tiene dignidad dada por Dios. «La Iglesia ve en los hombres y mujeres, en toda persona, la imagen viva del mismo Dios»

Cristo, por medio de la encarnaciónón, se ha unido a cada hombre dándonos una dignidad incomparable e inalienable.

Todas las personas tienen igual dignidad, sea hombre y mujer, saludable o enfermo.

Dios creó la persona humana a imagen suya y la colocó en el centro de la creación.

Recibimos de Dios la vida y todo cuanto tenemos. Por eso la relación con Dios nunca puede ser eliminada.

Somos cuerpo y alma: No se puede perder de vista la unidad entre cuerpo y alma. Por lo tanto, no se deben despreciar ni el cuerpo ni el alma.

El hombre es un ser social:-El hombre y la mujer fueron creados juntos, demostrando

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así que la persona humana no es una criatura solitaria, sino que tiene una naturaleza social. -El pecado ha afectado la naturaleza humana y está «en la raíz de las divisiones personales y sociales» . El pecado nos separa de Dios y también de las demás personas y del mundo.-Pero Dios no nos abandono a la condición de pecado sino que todos pueden encontrar salvación en Jesucristo y por medio de El compartir la naturaleza de Dios. -El ser humano no es ni absolutamente autónomo ni tampoco una mera célula dentro de un organismo mayor.-La naturaleza social de todos los seres humanos significa que crecemos y realizamos nuestra vocación en relación con los demás.

Sociedad justa: Sólo puede haber una sociedad justa «cuando se basa en el respeto a la dignidad trascendente de la persona humana».

-Los derechos humanos se basan en la dignidad de la persona.

Libertad: Las autoridades deberían ser cuidadosas con las restricciones que ponen a la libertad.-Nuestra dignidad humana demanda que actuemos «de acuerdo a una elección consciente y libre» .-Esta libertad no es, sin embargo, ilimitada, dado que únicamente Dios puede determinar lo que es bueno o malo. Además, la libertad debería ejercitarse por una conciencia guiada por la ley moral natural.

El bien común: El bien común se encuentra el desarrollo de las condiciones que permiten que las personas logren su plenitud más total y fácilmente. Entre estas: La paz, un sistema jurídico justo y los servicios esenciales.

-El estado tiene la responsabilidad de salvaguardar el bien común. -pero los individuos también son responsables de ayudar a que se desarrolle, según las posibilidades de cada uno. -El estado también se encarga de reconciliar los bienes particulares de los grupos e individuos con el bien común general. Ésta es una delicada tarea y en un sistema democrático las autoridades deben ser cuidadosas a la hora de interpretar el bien común no sólo según los deseos de la mayoría, sino también respetando el bien de las minorías.

Compartir los bienes: El principio del destino universal de los bienes. Dios ha destinado la tierra y sus bienes en beneficio de todos. Esto significa que cada persona debería tener acceso al nivel de bienestar necesario para su pleno desarrollo. Este principio tiene que ser puesto en práctica según los diferentes contextos sociales y culturales y no significa que todo está a disposición de todos. El derecho de uso de los bienes de la tierra es necesario que se ejercite de una forma equitativa y ordenada, según un específico orden jurídico. Este principio tampoco excluye el derecho a la propiedad privada. No obstante, es importante no perder de vista el hecho de que la propiedad sólo es un medio, no un fin en sí misma.

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Es importante recordar que: «El principio del destino universal de los bienes es una invitación a desarrollar una visión económica inspirada por valores morales que permitan a las personas no perder de vista el origen o propósito de estos bienes, de manera que se logre un mundo de justicia y solidaridad, en el que la creación de riqueza pueda tener una función positiva». El principio de la opción preferencial por los pobres, que se ha de ejercitar por medio de la caridad cristiana e inspirarse en la pobreza de Jesús y su atención al pobre. Organización de la sociedad: El principio de subsidiariedad.

-La sociedad civil está compuesta por muchos grupos. El estado debería no sólo reconocer su papel y respetar su libertad de acción, sino también ofrecer la ayuda que puedan necesitar para llevar a cabo sus funciones.

-Cada persona, familia y grupo tiene algo original que ofrecer a la comunidad. Una negación de este papel limita, o incluso destruye, el espíritu de libertad e iniciativa. -El principio de subsidiariedad se opone, por lo tanto, a «ciertas formas de centralización, burocratización, y de ayuda al bienestar y de presencia injustificada y excesiva del estado en los mecanismos públicos».

El principio de participación -Es una implicación del principio de subsidiariedad-Todos están llamados por Dios a cooperar en la vida social, cultural y política. La participación es uno de los pilares del sistema democrático.

El principio de solidaridad.

-Por medio del ejercicio de la solidaridad cada persona hace un compromiso por llevar a cabo el bien común y servir a los demás.-La solidaridad, por lo tanto, significa la voluntad de darnos por el bien de nuestros prójimos.-La solidaridad no es solo filantropía. Nuestro prójimo no es sólo alguien con derechos «sino que se convierte en la imagen viva de Dios Padre, redimido por la sangre de Jesucristo y puesto bajo la permanente acción del Espíritu Santo». -En tiempos modernos, ha habido una mayor concienciación de la interdependencia entre los individuos y los pueblos.-La solidaridad es tanto un principio de la vida social como una virtud moral que cada persona debe desarrollar

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LA DOCTRINA SOCIAL

¿Qué es la doctrina social de la Iglesia? La doctrina social es la parte del magisterio de la Iglesia que se ocupa de enseñar el comportamiento correcto de los hombres en su vida social. Aplica las enseñanzas de Jesucristo a la vida en sociedad, siempre con el fin de buscar la salvación de las almas.

¿Cuál es el fin de la doctrina social? La meta final es la salvación de las almas. Pero el fin inmediato de la doctrina social es proponer principios y valores que contribuyan a crear una sociedad digna del hombre, aplicando las enseñanzas de Jesucristo.

¿Cuáles son los principios de la doctrina social? La Iglesia elabora sus doctrinas sociales apoyándose en cuatro principios básicos: la dignidad de la persona humana, el bien común, la subsidiaridad y la solidaridad. Los comentamos a continuación.

La dignidad de la persona humana.- El ser humano posee gran dignidad por ser imagen divina y criatura especialmente armada por Dios. Esta categoría singular es el fundamento principal para el trato adecuado entre los hombres. Este principio incluye el derecho a la vida (aborto, embrión) y a la libertad religiosa; la defensa del matrimonio y la familia.

El bien común.- El bien común es el bien de todos los hombres y de cada uno, incluyendo los aspectos espirituales. El bien común abarca dos grandes principios: El destino universal de los bienes.- El Creador dispuso el mundo para todos los hombres. Esto no quiere decir que uno pueda tomar lo que desee, sino que al regular las relaciones humanas debe tenerse en cuenta el desarrollo y beneficio de los demás. La propiedad privada.- Es necesaria para la autonomía y libertad propias. Este principio está subordinado al anterior, de modo que los bienes se empleen también en beneficio de los demás, con cuidado especial hacia los pobres. Esta protección no consiste simplemente en darles dinero, sino sobre todo en facilitarles la formación y los medios necesarios para salir de su pobreza.La subsidiaridad.- Según este principio, las sociedades de orden superior deben adoptar una postura de ayuda y promoción respecto a las menores, facilitando sus iniciativas correctas. En casos especiales puede suplirlas durante un tiempo breve. Una consecuencia de la subsidiaridad es -por parte de los ciudadanos- el deber de participar en la vida social. 7. La solidaridad.- La solidaridad o caridad social expresa una idea de unidad, cohesión, colaboración. Es la determinación firme y perseverante de comprometerse por el bien común. Estamos ante un hábito o virtud, ante una decisión estable de colaborar con los demás. Con todos los hombres, pues realmente hay vinculación con todos, aunque uno no se sienta unido a algunos. La solidaridad como parte de la caridad engloba a los demás principios. 8. ¿Cuáles son los principales valores sociales? Para la vida social, hay cuatro grandes bienes que conviene ejercitar, pues están muy ligados a la dignidad de la persona humana. La verdad.- Conviene resolver las situaciones buscando el bien verdadero, con independencia del propio interés. Así se evitan muchas tiranías. Este tema afecta mucho a los medios de comunicación y a los fraudes económicos. La libertad.- En el ámbito religioso, cultural, político, etc. Siempre dentro del bien común y del orden público. Sin olvidarse del bien verdadero y de la responsabilidad

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correspondiente, pues se trata de elegir el bien, no el mal -líbranos del mal-. La justicia.- Es el hábito de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido. Ante todo, es importante reconocer la dignidad de los demás, con independencia de lo que posean o de la utilidad que proporcionen. La justicia debe basarse en la ley natural y conviene que sea mejorada por la caridad y la solidaridad. La caridad.- El amor al prójimo es el criterio supremo de la ética social. Si hay caridad, habrá verdad, justicia, libertad, etc. La caridad se ejercita principalmente con el espíritu de servicio a los demás, buscando su bien sobre todo de sus almas.9. ¿Estas cualidades sociales tienen relación con la mejora individual? La mejora interior de uno mismo incluye el desarrollo de las cualidades sociales, y este cambio propio es la base firme de la renovación social. 10. La cultura en la doctrina social.- Como ejemplo, apliquemos estos principios y valores al campo tan importante de la cultura. La dignidad humana, la libertad y el destino universal de los bienes reclaman que la cultura y la educación sean accesibles a todos. En consecuencia, debe haber acceso libre a los medios de comunicación, libertad de investigación, derecho de los padres a elegir escuela, etc. La verdad y el bien común en su aspecto espiritual invitan a que la cultura esté abierta a la verdad y a la dimensión religiosa. Tengamos en cuenta que la religión fundamenta la moral, y la moral es el centro de la cultura. La solidaridad y la verdad deben influir en los medios de comunicación cultural. La subsidiaridad propone que el Estado ayude a las iniciativas educativas y culturales.11. ¿Los principios y valores sociales son distintos de los individuales? En parte sí, en parte no. La naturaleza humana no cambia cuando el hombre se reúne, de modo que los principios éticos, los diez mandamientos y las virtudes que conviene ejercitar son los mismos en ambos casos; y el resumen de amar a Dios y al prójimo, también coincide en los planos individual y social. Sin embargo, para la vida social conviene prestar particular atención a los principios y valores que se han explicado. 12. ¿Es misión de la Iglesia resolver problemas sociales? No, no. Esta es misión general de los hombres, y en particular de los gobernantes que tienen el dinero y redactan las leyes. A ellos compete conseguir una distribución justa de los bienes. De todos modos, la Iglesia resuelve muchos problemas sociales por caridad. Pero no es su misión: Cristo no vino a la tierra para resolver dificultades económicas. En cambio, es tarea de la Iglesia establecer principios y orientaciones que señalen caminos posibles y erróneos, teniendo en cuenta la ley natural y las enseñanzas de Jesucristo.

Los Fundamentos de la Doctrina Social de la Iglesia El objetivo de la doctrina social de la Iglesia no es sólo intelectual o cognitivo, sino también eminentemente práctico y personal. Debería cambiar nuestras vidas y ayudarnos a asumir nuestras propias responsabilidades con respecto al bien común, especialmente por lo que tiene ver con esa mayoría que está en necesidad. Me propongo desarrollar esta breve presentación de la doctrina social de la Iglesia en cuatro partes: su definición, su naturaleza, sus fundamentos y algunas sugerencias prácticas. 1. ¿Qué es?

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Aunque podemos tener una idea general de qué es la doctrina social católica, a menudo resulta más simple eliminar las nociones falsas comenzando con lo que no es. La Iglesia deja claro que su doctrina social no es una «tercera vía», un camino intermedio entre el capitalismo y el socialismo. No tiene nada que ver con una agenda económica o política, y no es un «sistema». Aunque, por ejemplo, ofrezca una crítica del socialismo y el capitalismo, no propone un sistema alternativo. No es una propuesta técnica para solucionar los problemas prácticos, sino más bien una doctrina moral, que surge del concepto cristiano de hombre y de su vocación al amor y a la vida eterna. Es una categoría propia. La doctrina social católica no es una utopía, en el sentido de un proyecto social imposible de alcanzar. No se propone describir un paraíso en la tierra en el que la humanidad pueda alcanzar la perfección. A pesar de todo esto, la doctrina social católica se enfrenta seriamente con las realidades y estructuras existentes, y los desafíos de la humanidad para buscar soluciones a las situaciones sociales, políticas y económicas, dignas de la dignidad humana, de manera que se cree un sano grado de tensión entre las realidades temporales que encontramos y el ideal del Evangelio. Las enseñanzas sociales católicas no son una doctrina estática y fijada, sino una aplicación dinámica de la enseñanza de Cristo para cambiar las realidades y circunstancias de las sociedades y culturas humanas. Por supuesto, los principios fundamentales no cambian, porque están profundamente enraizados en la naturaleza humana. Pero sus aplicaciones y juicios contingentes se adaptan a las nuevas circunstancias históricas según los tiempos y lugares. La doctrina social católica pertenece al marco de la teología y especialmente de la teología moral. Según las palabras del magisterio, es la formulación exacta de los resultados de la cuidadosa meditación de las complejas realidades de la existencia humana, en sociedad, y en un contexto internacional, a la luz de la fe y de la tradición viva de la Iglesia. Es un conjunto de principios, criterios y directrices de acción, con el objeto de interpretar las realidades sociales, culturales, económicas y políticas, determinando su conformidad o inconformidad con las enseñanzas del Evangelio sobre la persona humana y su vocación terrenal y trascendente. 2. El contenido de la enseñanza social católica.El contenido de la doctrina social se expresa en tres niveles: -- Principios y valores fundamentales. La doctrina social adquiere sus principios básicos de la teología y la filosofía, con ayuda de las ciencias humanas y sociales que la complementan. Estos principios incluyen la dignidad de la persona humana, el bien común, la solidaridad, la participación, la propiedad privada, y el destino universal de los bienes. Los valores fundamentales incluyen la verdad, la libertad, la justicia, la caridad y la paz. 

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-- Criterios de juicio: para los sistemas económicos, instituciones, organizaciones, también utilizando datos empíricos. Ejemplos: valoración de la Iglesia del comunismo, el liberalismo, la teología de la liberación, el racismo, la globalización, los salarios justos, etc... -- Directrices de acción: opiniones contingentes sobre acontecimientos históricos. Esto no es una deducción lógica y necesaria que surja de los principios, sino también el resultado de la experiencia pastoral de la Iglesia y de la percepción cristiana de la realidad; la opción preferencial por el pobre, el diálogo, y el respeto por la autonomía legítima de las realidades políticas, económicas y sociales. Ejemplo: sugerencias de condonación de la deuda internacional, reformas agrícolas, creación de cooperativas, etc. (ver «Gaudium et Spes», Nos. 67-70). 3. Fundamentos.El primer fundamento de la enseñanza social católica es el mandamiento de Jesús de amar: Ama a Dios sobre todas las cosas y ama a tu prójimo como te amas a ti mismo. Éste es el fundamento de toda la moral cristiana y, por lo mismo, de la doctrina social de la Iglesia que es parte de esta moral. Jesús decía que el doble mandamiento del amor no es sólo el primero y más importante de todos los mandamientos, sino también el resumen o compendio de todas las leyes de Dios y del mensaje de los profetas. La doctrina social de la Iglesia proporciona por tanto una respuesta a la pregunta: ¿Cómo debo amar a Dios y a mi prójimo dentro de mi contexto político, económico y social? Nuestro amor a Dios y al prójimo no consiste simplemente en una obligación semanal de asistir a Misa y dejar algunas monedas en la cesta en el momento del ofertorio. Debe impregnar nuestra vida entera y conformar nuestras acciones y nuestro ambiente según el Evangelio. Éste es un principio muy importante para superar la tendencia a ver la economía y la política como algo totalmente separado de la moral, cuando de hecho es precisamente allí donde un cristiano hace que su fe influya en los asuntos temporales. El mandamiento del amor por tanto debería representar el fundamento general de la doctrina social de la Iglesia. También hay, sin embargo, fundamentos específicos que pueden resumirse en cuatro principios básicos de la entera doctrina social de la Iglesia, cuatro columnas sobre las que se apoya el entero edificio. Estos principios son: la dignidad de la persona humana, el bien común, la subsidiariedad y la solidaridad. -- La dignidad de la persona humana. El primer principio clásico es el de la dignidad de la persona humana, que proporciona el fundamento para los derechos humanos. Para pensar correctamente sobre la sociedad, la política, la economía y la cultura uno debe primero entender qué es el ser humano y cuál es su verdadero bien. Cada persona, creada a imagen y semejanza de Dios, tiene una dignidad inalienable y, por tanto, debe ser tratada siempre como un fin y no sólo como un medio. Cuando Jesús, usando la imagen del buen pastor, hablaba de la oveja perdida, nos enseñaba lo que Dios piensa del valor de la persona humana individual. El pastor deja a las 99 en el aprisco para buscar a la perdida. Dios no piensa en los seres humanos en masa, o en porcentajes, sino como individuos. Cada uno es precioso para él, irreemplazable. 

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En su carta encíclica Centessimus Annus, el Papa Juan Pablo II subrayaba la centralidad de este principio: «hay que tener presente desde ahora que lo que constituye la trama... de toda la doctrina social de la Iglesia, es la correcta concepción de la persona humana y de su valor único, porque «el hombre... en la tierra es la sola criatura que Dios ha querido por sí misma»38. En él ha impreso su imagen y semejanza (Cf. Gn 1, 26), confiriéndole una dignidad incomparable».  De ahí que la Iglesia no piense primero en términos de naciones, partidos políticos, tribus o grupos étnicos, sino más bien en la persona individual. La Iglesia, como Cristo, defiende la dignidad de cada individuo. Comprende la importancia del estado y de la sociedad en términos de servicio a las personas y a las familias, en vez de en sentido contrario. El estado, en particular, tiene el deber de proteger los derechos de las personas, derechos que no son concedidos por el estado sino por el Creador. -- El bien común. El segundo principio clásico de la doctrina social de la Iglesia es el principio del bien común. El Concilio Vaticano II lo define como «el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección. El hombre, creado a imagen de Dios que es comunión trinitaria de personas, alcanza su perfección no en el aislamiento de los demás, sino dentro de comunidades y a través del don de sí mismo que hace posible la comunión. El egoísmo que nos impulsa a buscar nuestro propio bien en detrimento de los demás se supera por un compromiso con el bien común. El «bien común» no es exclusivamente mío o tuyo, y no es la suma de los bienes de los individuos, sino que crean más bien un nuevo sujeto nosotros en el que cada uno descubre su propio bien en comunión con los demás. Por ello, el bien común no pertenece a una entidad abstracta como el estado, sino a las personas como individuos llamados a la comunión. El hombre es fundamentalmente (y no sólo circunstancialmente) social, relacional e interpersonal. Nuestro bien común es también necesario para mi propia plenitud, para mi propio bien personal. Cada persona crece y alcanza la plenitud dentro de la sociedad y a través de la sociedad. Por ello, el bien común se distingue pero no está en oposición al bien particular de cada individuo. Con mucha frecuencia tu bien y mi bien se encuentra en nuestro bien común. El bien común se opone al utilitarismo, la idea de la felicidad (placer) más grande posible para el mayor número posible de personas, que inevitablemente conduce a la subordinación de la minoría a la mayoría. Por eso, la excelencia e inviolabilidad de la persona humana individual excluye la posibilidad de subordinar el bien de uno al de los demás, de tal modo que se convierta el primero en un medio para la felicidad de los demás. --Subsidiariedad. El tercer principio clásico de la doctrina social es el principio de subsidiariedad. Fue formulado por primera vez bajo este nombre por el Papa Pío XI en su carta encíclica de 1931 «Quadragesimo Anno». Este principio nos enseña que las decisiones de la sociedad se deben quedar en el nivel más bajo posible, por tanto al nivel más cercano a los afectados por la decisión. Este principio se formuló cuando el mundo estaba amenazado por los sistemas totalitarios con sus doctrinas basadas en la

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subordinación del individuo a la colectividad. Nos invita a buscar soluciones para los problemas sociales en el sector privado antes que pedir al estado que interfiera. Incluso antes de la encíclica de Pío XI, el Papa León XIII mismo insistía «sobre los necesarios límites de la intervención del Estado y sobre su carácter instrumental, ya que el individuo, la familia y la sociedad son anteriores a él y el Estado mismo existe para tutelar los derechos de aquél y de éstas, y no para sofocarlos». --Solidaridad: el cuarto principio que fundamenta la doctrina social de la Iglesia sólo fue formulado recientemente por Juan Pablo II en su carta encíclica «Sollicitudo Rei Socialis» (1987). Este principio es el llamado principio de solidaridad. Al hacer frente a la globalización, a la creciente interdependencia de las personas y los pueblos, debemos tener en mente que la familia humana es una. La solidaridad nos invita a incrementar nuestra sensibilidad hacia los demás, especialmente hacia quienes sufren. Pero el Santo Padre añade que la solidaridad no es simplemente un sentimiento, sino una «virtud» real, que nos permite asumir nuestras responsabilidades de unos con otros. El Santo Padre escribía que no es «un sentimiento superficial por los males de tantas personas, cercanas o lejanas. Al contrario, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos».  4. Sugerencias prácticas.Quisiera finalmente bosquejar cinco sugerencias prácticas de cara a la aplicación de la enseñanza social católica, especialmente para nosotros sacerdotes: --Leer y tener un conocimiento bueno y preciso de las enseñanzas sociales de la Iglesia, para ser capaces de exponerlas con seguridad y claridad, y cerciorarnos de que enseñamos en nombre de la Iglesia lo que efectivamente enseña la Iglesia, no nuestras propias opiniones personales. --Humildad, para no tener que saltar de principios generales a juicios concretos definitivos, especialmente cuando se expresan de manera categórica y absoluta. No debemos ir más allá de los límites de nuestro propio conocimiento y competencia específica. --Realismo en la determinación de la condición humana, reconociendo el pecado pero dejando sitio para la acción de la gracia de Dios. En medio de nuestro compromiso por el desarrollo humano, nunca perder de vista que la vocación del hombre es sobre todo la de ser santo y gozar de Dios eternamente. --Evitar la tentación de usar la doctrina social de la Iglesia como un arma para juzgar a los «otros» (empresarios, políticos, empresas multinacionales, etc.). Debemos por el contrario concentrarnos primero en nuestras propias vidas y en nuestras responsabilidades personales, sociales, económicas y políticas. --Saber cooperar de cerca con los laicos, formándoles y enviándoles como evangelizadores del mundo. Ellos son los verdaderos expertos en sus campos de competencia y tienen la vocación específica de transformar las realidades temporales según el Evangelio.