la división de los estudios durante el virreinato era

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Noticias sobre la Enseñanza Elemental en el Perú durante el siglo XVIII La división de los estudios durante el virreinato era: Primeras Letras, Estudios Menores y Estudios mayores. Era una división flexible que cuando se trataba de pasar de un nivel al otro, ponía énfasis en la habilidad del estudiante, tomando en cuenta que, entre la edad del discípulo y los niveles de aprendizaje, no había mayor relación. Para los Estudios Menores y Mayores, las clases se podían dictar tanto en la Universidad como en cualquier otra institución educativa. Eran ejercicios de lectura y escritura en castellano. Podían realizarse bajo la supervisión de un tutor particular, pero también en alguna escuela municipal o conventual. Estaban asociados al aprendizaje del latín y los conocimientos académicos se impartían en dicha lengua. Incluían la enseñanza de gramática, retórica y dialéctica. Durante la primera, los alumnos pasaban la mayor parte del día oyendo sus lecciones y ejercitándose en el latín. En la tarde debían repasar lo aprendido y preparar pequeños textos. Los mejores leían los sábados en actos públicos. Con el segundo curso, se pretendía perfeccionar el arte de la oratoria. Finalmente, el tercero debía servir para mejorar las composiciones de los alumnos. Se estudiaba arte o filosofía aristotélica durante aproximadamente tres años. Concluidos estos, el alumno recibía el grado de bachiller en artes. Puesto que todos los cursos se impartían en latín, el dominio de esta lengua era primordial. El castellano se usaba únicamente para aclarar algunos pasajes confusos del texto utilizados en clase. Para las clases se utilizaba la lectura

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Page 1: La División de Los Estudios Durante El Virreinato Era

Noticias sobre la Enseñanza Elemental en el Perú durante el siglo XVIII

La división de los estudios durante el virreinato era: Primeras Letras, Estudios Menores y Estudios mayores. Era una división flexible que cuando se trataba de pasar de un nivel al otro, ponía énfasis en la habilidad del estudiante, tomando en cuenta que, entre la edad del discípulo y los niveles de aprendizaje, no había mayor relación. Para los Estudios Menores y Mayores, las clases se podían dictar tanto en la Universidad como en cualquier otra institución educativa.

Eran ejercicios de lectura y escritura en castellano. Podían realizarse bajo la supervisión de un tutor particular, pero también en alguna escuela municipal o conventual.

Estaban asociados al aprendizaje del latín y los conocimientos académicos se impartían en dicha lengua. Incluían la enseñanza de gramática, retórica y dialéctica. Durante la primera, los alumnos pasaban la mayor parte del día oyendo sus lecciones y ejercitándose en el latín. En la tarde debían repasar lo aprendido y preparar pequeños textos. Los mejores leían los sábados en actos públicos. Con el segundo curso, se pretendía perfeccionar el arte de la oratoria. Finalmente, el tercero debía servir para mejorar las composiciones de los alumnos.

Se estudiaba arte o filosofía aristotélica durante aproximadamente tres años. Concluidos estos, el alumno recibía el grado de bachiller en artes.

Puesto que todos los cursos se impartían en latín, el dominio de esta lengua era primordial. El castellano se usaba únicamente para aclarar algunos pasajes confusos del texto utilizados en clase. Para las clases se utilizaba la lectura de un párrafo del texto base que se había seleccionado para este curso. La explicación del pasaje estaba a cargo del profesor y, una vez concluida la lección, los alumnos debían repasarla, pues los sábados uno de ellos debía exponer lo trabajado durante la semana.

La educación colonial estuvo destinada básicamente a la preparación académica de españoles y criollos y de algunos mestizos. Los curacas tampoco estuvieron marginados del sistema educativo colonial. Existieron tres tipos de colegios.

En ellos, las órdenes religiosas educaban a sus sacerdotes, Se impartía la enseñanza del latín, artes y teología. Los estudiantes, deseaban obtener el grado de bachiller o doctor en teología, debían dar sus exámenes en la Universidad de San Marcos. Sin embargo, esto no los obligaba a escuchar clases en la Universidad. De estas instituciones, la más famosa fue el colegio de San Pablo, que estuvo a cargo de los padres de la Compañía de Jesús.

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Era internados que funcionaban como vivienda para los estudiantes de la Universidad de San Marcos. Allí estas repasaban las lecciones aprendidas, bajo la supervisión de un tutor. Instituciones de este tipo eran: el colegio Real de San Felipe y San Marcos (vinculado a la Universidad de San Marcos), del colegio San Martín (a cargo de los jesuitas) y el Seminario de Santo Toribio de Mogrovejo. El que más destacó fue el colegio de San Martin. Creado en el siglo XVI por los jesuitas, pretendió favorecer a los estudiantes de filosofía. No obstante, pronto se convirtió en centro educativo de casi toda la aristocracia criolla limeña.

Los miembros de la élite indígena también tuvieron acceso a la educación. Para los curacas o caciques se crearon dos colegios: el del Cercado o del Príncipe en la ciudad de Lima y en el Cuzco, el colegio de San Francisco de Borja. Además, es importante señalar que varios de sus alumnos lograron graduarse como abogados, para el siglo XVIII, en la Universidad San Francisco Javier de Sucre (Bolivia).

El interés de los conquistadores por fundar en las nuevas tierras una universidad estuvo presente desde el comienzo. El cronista fray Antonio de la Calancha refiere que el propio Francisco Pizarro designó sitio para fundar dicho centro de estudios en 1535. Esta temprana preocupación dio su fruto en algunos años después, exactamente el 12 de mayo de 1551, cuando por Cédula emitida en Valladolid, se erige la Universidad de la Ciudad de los Reyes, bajo la curaduría del dominico fray Tomás de San Martín y el capitán don Jerónimo de Aliaga.

Dos años después se inauguran las clases en la Universidad; su primer rector fue fray Juan Bautista de la Roca. Los únicos cursos que se dictaban entonces eran Teología y Artes. Posteriormente, bajo la tutela de fray Domingo de Santo Tomás, se enseñó quechua en la Universidad, aunque también había Primeras Letras (castellano) y Estudios Menores (latín).

Muchas reformas reformas experimento San Marcos durante la colonia. Las principales fueron en 1571, donde se especificaron los grados de bachillerato, licenciatura y maestría; las reformas impulsadas por el virrey Amat (siglo XVIII) a consecuencia de la expulsión de los jesuitas; y la encabezada por José Baquíjano y Carrillo (1783), que fracasó, aunque determinó cierta modernización de los cursos.

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La Educación a revisión

Un trabajo que publicó la UNESCO en los setentas, "La Educación en Marcha", se iniciaba con el sugerente tema "La Educación a Revisión"; en éste se afirmaba que la educación compromete tan radicalmente el destino de los hombres que es indispensable escrutar con profundidad y repensar ampliamente su papel en el desarrollo de la sociedad y de las personas en particular.

Las pocas realizaciones logradas en nuestro país, sobre todo en materia de desarrollo humano, obligan al tratamiento de la educación desde distintos ángulos. Los aspectos tecnológicos propios del campo, la innovación, la cultura, el desarrollo social, los mercados de trabajo, los cambios del entorno y la propia persona humana. Alrededor de estos temas gira hoy la discusión y el debate educativo que se ve también acompañado del debate sobre los aspectos institucionales, la administración y el financiamiento de la educación.

Autores de muy diversas corrientes no pueden evadir la discusión ni el reto que la educación plantea. El tratamiento integral que la educación demanda, se presenta en un contexto de gran pragmatismo político y económico, en el que las propuestas deben probar su consistencia en incluso ofrecer resultados concretos. El riesgo del tratamiento integral está tanto en su posible superficialidad, como en un eclecticismo que puede derivar facilmente en la pérdida del rumbo correcto, al cambiar los valores que debieran ser permanentes por el logro de resultados inmediatos de corte productivista. Se hace necesario por ello, una consciente y mesurada investigación sobre el tema. Como afirma Paz en su "Tiempo Nublado", "...la pretendida universalidad de los sistemas [del] s. XIX se ha roto, otro universalismo plural amanece".

La Educación en la Apertura y Globalización

En el terreno económico nuestro reto mundial es el desarrollar una sociedad competitiva, y en esa búsqueda de la especialización productiva, las diferentes facetas de la cultura humana sufren modificaciones que se reflejan en los órdenes social y político. La Educación es el vehículo idóneo e imprescindible para sentar las bases de la universalización de la sociedad mexicana. El impasse revolucionario pretendió incorporar a nuestro país en la cultura mundial despojándolo de su naturaleza histórica. Ya teníamos abierto el camino de la globalización cuando se nos hizo voltear hacia raíces que nos ataron a sujeciones geopolíticas. Así se gestó el desarrollo de una sociedad y economía cerradas. Se requirieron esfuerzos aperturistas de fin de siglo, para permitirnos sobrevivir en un mundo integrado. El primero y verdadero motor de los cambios es el hombre y no una abstracta y anónima estructura social, con la cual nadie se siente identificado. Si bien las estructuras condicionan al hombre concreto y le hacen vivir particulares circunstancias

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de orden y jerarquía, éstas sólo se validan por la función de servicio que tienen con la persona. Permanece la primacía del hombre sobre las estructuras, la ética sobre la técnica, el espíritu sobre la materia y el trabajo sobre el capital.

Hacia un nuevo Modelo Educativo

En un modelo educativo no sólo se fijan pautas, fines sujetos y medios sino que también se debe describir el proceso a seguir para alcanzar las metas propuestas. Hacia 1991 apuntaba la SEP en "Hacia un Nuevo Modelo Educativo", "el modelo consiste en la organización dinámica de la educabilidad del individuo y la sociedad en función de sus relaciones y una cronología"

A través del diálogo se conjuga la inventiva creadora del hombre con las circunstancias dadas por la naturaleza y circunstancias del proceso educativo. En este contexto, el diálogo no es negación de la verdad sino conjunción de los distintos momentos de la verdad en un modelo integrador. La verdad es una pero tiene muchas caras. Delinear un nuevo modelo educativo es algo más que proponer un modelo pedagógico; es la superación de un marco de mera racionalidad que de hecho ya ha sido rebasado, puesto que la educación desde el punto de vista histórico ha tenido en México una clara tendencia hacia el aspecto cuantitativo. El gran retraso educativo que demostraban los índices de analfabetismo en décadas pasadas ya no lo es tanto y tiende a disminuir; México entra en una etapa en la que la cantidad ha de apoyarse en la calidad de la educación; el país se expande comercialmente por sus numerosos acuerdos mercantiles y políticos que exigen la presencia de personas capaces y competitivas, con habilidades y con los valores que afiancen su presencia en el mundo.

La filosofía es la consideración abstracta del fin; la teoría es la consideración abstracta de los medios para alcanzar el fin concreto y las estrategias y política serán entonces la consideración concreta de cada uno de esos medios. Por ende no puede entenderse que una política educativa se defina al margen de la filosofía y la teoría educativas. Por ello, el esfuerzo educativo que anuncia el nuevo régimen deberá privilegiar el despliegue orgánico de sanos fundamentos filosóficos, que permitan reconstruir desde una perspectiva integradora, el sistema educativo nacional.