la discriminación como forma de arte

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Page 1: La discriminación como forma de arte

Aitor Merino Martínez

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La discriminación como forma de arte:

Siempre he tenido un especial interés por aquellas manifestaciones

artísticas en cuya base se localiza la mísera lacra de la discriminación. No

diré que siempre haya mostrado una sensibilidad hacia estos temas,

puesto que no me sobra tanto afán de protagonismo o heroísmo utópico.

Puede que, pertenecer a un colectivo perseguido hasta finales del siglo

XX, me haya condicionado (por no decir obligado) a mostrar siempre mi

apoyo a otros colectivos igualmente discriminados, aunque como digo…

realmente no siempre haya tenido una actitud activa en su defensa.

Quien me conoce sabe que, cada episodio de mi vida, tiendo a

relacionarlo con alguna canción u obra en particular (¿no es

precisamente esto lo que hice en aquel Diario que publiqué hace ya

varios años?). Estas líneas también se merecen un acompañamiento

musical, por lo que mientras las escribo las acompaño del maravilloso

concierto para violín y orquesta de Erich Wolfgang Korngold, uno de mis

compositores predilectos, injustamente olvidado y marginado. También

él vivió muy de cerca la discriminación, sólo es necesario pensar en su

huida a Hollywood ante el estallido de la Segunda Guerra Mundial, por lo

que no resulta especialmente sorprende su presencia en este artículo.

La discriminación, o más bien el miedo al rechazo por factores inherentes

al individuo, ha servido como punto de partida a numerosas obras

artísticas. Sería realmente imposible mentarlas todas, soy consciente de

ello, por lo que únicamente realizaré una nutrida selección que sirva

como aglutinante de aquellas no mencionadas en este artículo.

Podríamos empezar por algo tan genérico y debatido como la identidad

nacional, aunque yo particularmente centraré la atención en el caso

español1. Más concretamente en una de mis artistas predilectas, he de

reconocerlo: Pilar Albarracín. Pocos artistas han logrado aunar en su

producción dos de las cualidades que más valoro, la seriedad del

argumento y la ironía en su presentación. Entre los numerosos leitmotivs

que recorren su obra, la nacionalidad española (y todo lo que con ella

se relaciona) ha sido siempre uno de los continuos puntos de partida.

El flamenco, los toros, el jamón, la fiesta… todos aquellos clichés

asociados con la identidad española (en parte por la ya mítica Carmen

de Merimée) son llevados al extremo hasta el punto de convertirlos en

algo realmente irrisorio. Como dice Fernando Castro Flórez hablando de

1 Interesante sería reflexionar sobre a qué me refiero cuando hablo de “español”, pero siguiendo el ejemplo de Francisco Calvo Serraller en Escultura Española Actual una generación para un fin de siglo (Madrid 1992), agruparé bajo este término la producción de artistas nacidos en España (ya haya sido realizada dentro o fuera de nuestras fronteras) y la de los artistas extranjeros afincados en España.

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La discriminación como forma de arte

Juan Muñoz: “al no haber truco, la realidad se convierte en algo

totalmente patético”2.

Personalmente siento auténtica devoción por su trabajo Lunares (2004),

obra no adecuada para estómagos sensibles, en la que se burla del

dramatismo exagerado asociado con la Semana Santa Sevillana. La

folclórica, vestida de faralaes cual muñeca de tienda de recuerdos,

exterioriza todo ese dramatismo al hacer que los lunares que recorren el

vestido sean pintados por su propia sangre. Algo semejante realiza en su

trabajo Prohibido el Cante (2000), en donde se burla de los gritos

desgarrados que caracterizan al flamenco más puro, y que los turistas

vienen aun buscando a España, al llevar el dramatismo hasta el extremo

de clavarse un cuchillo en el vientre y dejar que la sangre emane a

chorros. ¿No es acaso eso lo que buscan los turistas de la identidad

española? ¿No seguimos perpetuando el cliché de toros-sevillanas-paella

vendiéndolo como si España fuese realmente eso?3

En el año 2009, Pilar realizó uno de sus trabajos más famosos, Sin título

(Torera), donde además de criticar la discriminación a la que somos

sometidos como etnia, introducía el factor género. Una fotografías de

enormes dimensiones que incluso llegó a ser utilizada recientemente para

envolver Las Ventas de Madrid.

Una mujer made in Spain, salida de una película de Almodóvar, en donde

los tacones, los labios rojos y la olla express no los suelta ni para salir a

torear. Ya en 2001 había insinuado algo semejante en su obra Olla

Express/Presure Cooker, donde la olla express se convertía en una prisión

para la mujer de la que únicamente veíamos una mano y su larga

cabellera intentando escapar.

2 Miguel Cereceda y Fernando Castro Flórez, Hacia un Nuevo clasicismo: veinte años de escultura española, Valencia, Generalitat Valenciana, 1999. 3 Pilar Albarracín, Sevilla, Junta de Andalucía, 2004 y Mortal Cadencia, Lyon, Fage Editions, 2008.

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Aitor Merino Martínez

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Numerosas artistas habían hablado previamente de la prisión en la que el

hogar se había convertido para la mujer, no era nada novedoso. Puede

que el ejemplo más mítico de la historia del arte fuese la Womanhouse

que Judy Chicago y Miriam Schapiro organizaron en Los Ángeles durante

los meses de enero y febrero de 19724. En el interior de aquella vivienda

ocupada, numerosos alumnos del California Institute of the Arts

desarrollaron instalaciones en las que se escenificaba la realidad de

muchas mujeres: un cuarto de baño manchado de sangre que les servía

de herramienta para hablar de un tema tabú como era la menstruación,

una cocina diseñada por Susan Frazier, Vicki Hodgetts y Robin Weltsch

repleta de pechos/huevos fritos con los que se pretendía hablar del papel

de la mujer en el hogar (la que hace la comida y alimenta a la familia)…

pero como ya he dicho, la instalación que ahora más nos atañe era el

Linen Closet de Sandy Orgel, un maniquí de mujer empotrado dentro de

un mueble que le servía de cobijo y, a la vez, de prisión.

Muchas mujeres trataron de huir de esa cruda realidad, y muchas

perecieron en el intento. Los trabajos de Ana Mendieta, aunque

tradicionalmente suelen usarse para hablar de la fusión entre el cuerpo y

la naturaleza, siempre tienen ese aspecto gore que recuerda a la escena

de un crimen. En ocasiones de una manera más clara, como sus famosos

Body Tracks, rastros de pintura roja sobre el lienzo que registraban su

movimiento y que dramáticamente asemejaban huellas de sangre.

Aquellas fotografías en las que su cuerpo era deformado mediante el uso

de un cristal como si hubiese sido brutalmente apaleado. Las

performances en las que su cuerpo se tendía sobre la naturaleza dejando

su huella, pero recordándonos inevitablemente a un funeral5.

Casualidades macabras del destino, quisieron que finalmente Ana

Mendieta falleciera en extrañas circunstancias. Nunca se sabrá el papel

que su pareja, el artista minimalista Carl Andre, jugó en aquella extraña

caída por la ventana desde un piso 34.

Esas mujeres, presas de su realidad, que no siempre pueden escapar

como la Nora de Ibsen, únicamente pueden tratar de embellecer su vida.

Pese a las numerosas alabanzas que ha recibido Orlan, y sus nueve

operaciones de belleza desde 1990, personalmente siempre he visto en

ella una aceptación sumisa de la discriminación a la que han sido

sometidas las mujeres. A lo largo de esas 9 operaciones, ha aceptado la

superioridad estética de grandes hitos de la historia del arte, operándose

para tratar de alcanzar su perfección.

4 Arte desde 1990, Madrid, Akal, 2006. 5 Estrella De Diego, Artes Visuales en occidente desde la segunda mitad del siglo XX, Madrid, Cátedra, 2015.

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La discriminación como forma de arte

La nariz de la Diana de Fontainebleau, la boca de la Europa de Boucher,

la frente de la Gioconda, la barbilla de la Venus de Botticelli…6

También Regina José Galindo aceptó sumisamente, con actitud crítica,

la inferioridad que se le presuponía por pertenecer al género femenino

mientras aspiraba a formar parte de un mundo tan masculinizado como

el de la Historia del Arte (tal vez por eso la palabra tradicionalmente

utilizada para alabar la maestría de un artista sea Genio, y no “Genia”).

En su trabajo Piedra (2013), recordaba el papel sumiso que tantas mujeres

han tenido a lo largo de la historia latinoamericana. Esclavizadas,

objetualizadas, explotadas, torturadas.

Regina permanece inmóvil en el suelo mientras, personas del público, con

una rabia que nunca lograré entender, orinaban sobre ella frente a su

total pasividad.

De nuevo con un sentido crítico, aceptó los cánones de belleza

preestablecidos y asociados con las mujeres, como previamente había

hecho Orlan, solicitándole al Dr. Billi Spence que marcase sobre su piel

todas aquellas partes que debían ser operadas para alcanzar el ideal de

belleza (Recorte por la línea, 2005).

Las huellas que el doctor dejaba sobre su cuerpo, que no hacían más que

resaltar su inferioridad, que no hacían más que recordarnos la

discriminación sobre la que versa este texto, dieron paso a trabajos en los

que jugaba un papel más activo. En el año 2003 realizó uno de sus

trabajos más famosos, ¿Quién puede borrar las huellas?, en el que esta

vez era ella quien realizaba las marcas, era ella quien mostraba

públicamente aquello de lo que debían avergonzarse.

6 Juan Antonio Ramírez y Jesús Carrillo, Tendencias del arte, arte de tendencias a principios del siglo XXI, Madrid, Cátedra, 2004.

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Aquellas huellas de sangre que dejó entre la Corte de Constitucionalidad

y el Palacio Nacional de Guatemala fueron la forma de escenificar su

rechazo a la candidatura presidencial del ex-militar, genocida y golpista

Efraín Ríos Montt. Abandonaba su papel de mujer sumisa discriminada

para recordar, esta vez, a las víctimas del conflicto armado en

Guatemala.

Había decidido utilizar esta obra como nexo entre las obras que versan

sobre la discriminación por género y las que versan sobre discriminación

política. No obstante, llegados a este punto, me resulta imposible elegir

una obra que me parezca una buena síntesis de todo aquello que me

gustaría comentar.

Podría seguir con el ámbito latinoamericano y hablar de la Red Shift de

Cildo Meireles, aquella casa burguesa en la que todo es rojo, todo está

manchado con la sangre de los inocentes asesinados para su gloria.

Podría hablar en el ámbito español de Francesc Torres y su Almost like

Sleeping en el que reflexiona sobre como los ideales franquistas se habían

introducido en los núcleos familiares españoles, como su abuelo repetía

los modelos franquistas y se imponía en casa como un dictador (no creo

que nadie pueda dudar de la discriminación a la que Francesc estaba

sometido frente a esa autoridad).

Podría hablar también del mundo del comic, como la famosa Educación

de Palmira de Núria Pompeia7. Esa pequeña niña que crece a lo largo de

las páginas rompiendo toda clase de esquemas: es torpe en las tareas

del hogar, es rebelde, juega con juguetes de niño…

Pero me resultaría imposible no quedarme finalmente con Santiago Sierra,

artista radical donde los haya que siembra a su paso tanto amor como

odio. Un artista que no duda en recordarnos lo miserables que somos, el

precio que ponemos a nuestra vida, lo discriminados que estamos.

En sus instalaciones, la gente se deja tatuar una línea en la espalda por

una pequeña cantidad de dinero que poder gastarse en droga (Línea

de 120 cm tatuada sobre 4 personas, 2000), permanece sentada dentro

de cajas (8 personas remuneradas para permanecer en el interior de

cajas de cartón, 1999), se tiñen de rubio (133 Personas Remuneradas para

Teñir su Pelo de Rubio, 2001), se encierran en la bodega de un barco a

temperaturas altísimas durante 3 horas (20 trabajadores en la bodega de

un barco, 2001) o escriben en 1000 libros de 120 páginas la frase “El

trabajo es la Dictadura”.

7 Patricia Mayayo, Arte en España (1939-2015): ideas, prácticas, políticas, Madrid, Cátedra, 2015.

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La discriminación como forma de arte

Todo el mundo tiene un precio, y más la gente que Santiago Sierra suele

contratar para sus performances: parados, inmigrantes, drogadictos,

prostitutas… Pese a la cantidad ingente de medios con los que

disponemos, los discriminados siguen poniendo precio a su propia

dignidad. Tal vez lo importante no sea el dinero que les da (el salario

mínimo), si no el hecho de sentirse aceptados y comprendidos, sin miedos

ni tapujos, sin fobias ni manías.

Tengo en mente una obra en particular al afirmar esto, bastante poco

conocida, 20 hombres de raza negra en una exposición temporal del

Museo del Prado del artista Pierre Valls. En este caso, al contrario que en

el caso de Sierra, no existe dinero de por medio. El simple hecho de

causar un cortocircuito social al introducir a 20 personas de color en un

espacio tan selectivo como el Museo del Prado, era incentivo suficiente

para que estas personas decidiesen colaborar en el proyecto. El hecho

de luchar por ser aceptados, la mejor de las recompensas.

Por último, aunque casi podría dedicarle un capítulo aparte, es de recibo

hablar igualmente de aquellas obras en cuyo germen se encuentra la

discriminación por diversidad sexual.

Todos tuvieron en mente la idea de normalizar la homosexualidad y

luchar contra el VIH que se les asociaba (en parte, por la utilización que

Reagan y su política conservadora hizo de la enfermedad para

estigmatizar al colectivo y asociarlo con otros grupos de riesgo:

drogadictos, haitianos, prostitutas…). No obstante, las estrategias

utilizadas por los artistas fueron bien diferentes.

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Por un lado, algunos buscaron la normalización mediante un uso muy

cuidado de la estética. Por mencionar algún nombre, mencionaré a Mark

Morrisroe, fotógrafo Punk de los 70, hijo de una mujer drogadicta y Albert

DeSalvo, más conocido como el estrangulador de Boston. Para huir de

aquel núcleo familiar, no dudará en prostituirse, sin ocultarlo, igual que no

ocultará su enfermedad. En lugar de sus últimos momentos, nos legó una

gran cantidad de fotografías de cuerpos jóvenes y bellos, tratando de

romper con la imagen asociada al colectivo gay y, más concretamente,

a los enfermos de VIH.

En el lado opuesto, podríamos hablar de Nicholas Nixon, quien por el

contrario preferirá fotografiar cuerpos demacrados en sus últimos

instantes de vida para conmover al espectador y, por consiguiente,

forzarle a cambiar su actitud con respecto a la enfermedad.

«El arte no cambia nada aparte de nuestra sensibilidad frente a las cosas,

nuestro modo de ver y nuestra comprensión de nosotros mismos.» 8

Puede que el trabajo más poético en esta lucha por la normalización del

colectivo LGTB viniese de la mano de Félix González-Torres. No sólo

compartirá con nosotros su relación con Ross Laycock, su enfermedad y

progresivo deterioro, también su duelo, sus reflexiones sobre la vida y el

amor.

Somos dos bombillas conectadas, condenadas a apagarse una antes

que la otra (Untitled (Last Night), 1993). Somos dos relojes aparentemente

idénticos, pero uno detendrá antes su camino (Untitled (Perfect Lovers),

1988).

Con todas estas obras, Félix

González-Torres compartirá

su lamento, el progresivo

deterioro físico que su pareja

estaba sufriendo, convertirá

su duelo personal en un duelo

colectivo al empapelar toda

la ciudad con fotografías de

su cama vacía, en la que aún

era visible el hueco que Ross

dejó tras su partida.

8 Kevin Power, “La «ligereza» de los ochenta” en La Revista de Occidente, Madrid, 1992.

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La discriminación como forma de arte

Creo que ahora tiene más sentido retomar lo antes dicho: no creo que la

principal motivación de estas obras sea la económica. No creo que todos

estos artistas nos hablen de sus miserias propias y los trapos sucios de la

sociedad con la que conviven por un mero interés económico (por

mucho que Gombrich se empeñe en insistir en que el arte es, ante todo,

un producto de consumo9).

Creo que, parafraseándome a mí mismo, lo importante es el hecho de

sentirse aceptados y comprendidos, sin miedos ni tapujos, sin fobias ni

manías.

Vuestro odio, menosprecio o miedo injustificado sólo nos hace más

fuertes. Vuestros insultos, palizas y burlas se convertirán en nuestra fuente

de inspiración.

Esto parece decirnos Francis Alÿs en una de sus obras más famosas,

Cuando la fe mueve montañas. Algo aparentemente imposible como es

el hecho de mover una duna de arena, se hizo posible gracias a la

colaboración y el trabajo conjunto de 500 voluntarios. La unión hace la

fuerza, mueve el mundo y genera cambios.

Aitor Merino Martínez

Universidad Autónoma de Madrid

01/09/2016

9 E. H. Gombrich, Los usos de las imágenes. Estudios sobre la función social del arte y la comunicación visual, Barcelona, Debate, 2003.