la disciplina de las relaciones públicas: críticas para una redefinición teórica y práctica

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Universidad CAECE Fundación Walter Benjamin Maestría en Comunicación e Imagen Institucional Teorías de la Comunicación Ensayo La disciplina de las Relaciones Públicas: críticas para una redefinición teórica y práctica Docente: Dra. Alicia Entel Estudiante: Lic. Cerone Rodrigo Agosto de 2015

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Page 1: La disciplina de las Relaciones Públicas: críticas para una redefinición teórica y práctica

Universidad CAECE

Fundación Walter Benjamin

Maestría en Comunicación e Imagen Institucional

Teorías de la Comunicación

Ensayo

La disciplina de las Relaciones Públicas: críticas para una

redefinición teórica y práctica

Docente: Dra. Alicia Entel

Estudiante: Lic. Cerone Rodrigo

Agosto de 2015

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1. INTRODUCCIÓN

Este trabajo presenta un abordaje crítico sobre lo que Jacquie L´Etang (2009)

denominó como “paradigma dominante de las Relaciones Públicas”. Paradigma

que proviene de la escuela norteamericana de la disciplina de las Relaciones

Públicas y que, por un lado, en la práctica no cumple con lo que propone

teóricamente y, por otro, sus cimientos teóricos se construyen sobre una base de

racionalización que minimiza las realidades sobre las que trabaja en lo que

respecta a su concepción de la Comunicación.

En una primera parte se describirá en qué consisten las Relaciones Públicas

desde sus máximos exponentes teóricos y sobre cómo ellas presentan su razón

de ser, es decir, para qué están o al servicio de qué y quiénes. Luego, se

introducirá en la práctica de la profesión aludiendo a los modelos de gestión y

planificación, para comprender cuál es la lógica de intervención de comunicación

que promueven.

Más adelante, se dará una lectura sobre la teoría y la práctica de la disciplina en

cuestión desde Jürgen Habermas, Edgar Morin y Alicia Entel, para poner en tela

de juicio el marco desde el cual las Relaciones Públicas conciben a la

Comunicación y la forma de intervenir en ella. Se complementará esa lectura

desde la relación de comunicación, participación y cambio social.

Por último, se buscará seguir la idea de la teoría crítica de las Relaciones

Públicas, con respecto a que se conciba a la disciplina y formas de llevarla a la

práctica desde las realidades locales de cada región, a través de una propuesta

construida desde una mirada diferente a la hegemónica.

2. LAS TEORÍAS DE LAS RELACIONES PÚBLICAS

Desde sus inicios las Relaciones Públicas tuvieron diversas definiciones sobre lo

que son y hacen pero en ellas siempre está presente el hecho de que la profesión

trabaja sobre las relaciones que poseen las organizaciones (para la cual trabajan

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los profesionales del campo) y los públicos. De hecho, el nombre original del

inglés “Public Relations” significa realmente “Relaciones con los Públicos”

(Castillo, 2010).

En la disciplina, el concepto de público se basa en una teoría de 1927 desarrollada

por el filósofo estadounidense John Dewey y consiste en un grupo de individuos

que se enfrenta a un problema o situación similar, reconoce que el problema

existe y se organiza para hacer algo al respecto (Grunig, J. y Hunt, T., 2001). El

trabajo del relacionista público consiste en intervenir sobre las relaciones que

posee la organización (para la cual trabaja) con los diversos públicos (los cuales

se enfrentan a diferentes situaciones o problemas con respecto a la entidad).

Otro tema central que apunta a cuál es el fin de esta profesión se basa en que las

relaciones en las que trabaja deben adoptar ciertas características. Estas últimas

se expresan en las definiciones y concepciones de Relaciones Públicas que se

desarrollaron a los largo de la historia. Se repasarán las desarrolladas por los

principales teóricos de la profesión. Éstos son Edward Bernays (sobrino de

Sigmund Freud e impulsor de la disciplina y su profesionalización en Estados

Unidos), el dúo norteamericano Scott Cutlip y Allen Center, el francés Lucien

Matrat (fundador de la denominada “Doctrina Europea”) y el teórico

estadounidense James Grunig.

En una entrevista realizada en los últimos años de su vida , Bernays expresó:

Como ya lo definí en 1923 la expresión “Public Relations” tiene tres

significados; primero información que se da al público; segundo, la

construcción de la estrategia que centramos y dirigimos hacia el público

para modificar sus actitudes y acciones y tercero, la suma de los esfuerzos

para poder integrar las actividades y acciones de una organización con sus

públicos y los del público con esta organización para que ambos se

beneficien (Barquero, 2010).

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Esta entrevista fue realizada en el año 1990 y como se vio en la definición de

1923, época en que comienzan a dictarse los primeros cursos en el campo, tanto

dar información al público, como persuadirlo o integrar recíprocamente actividades

de las partes de las relaciones significa hacer Relaciones Públicas. A excepción

del último significado, los otros dos, son similares a los fines de la propaganda y la

publicidad. Respecto a esto también hay que tener en cuenta que Bernays antes

de comenzar con esta profesión, durante la Primera Guerra Mundial trabajó en el

comité de información pública de Estados Unidos, compuesto por selectos

especialistas, para el desarrollo de propaganda (Rey Lennon, 2006). Incluso en un

fragmento del documental The Century of the Self (El Siglo del Yo) Edward

Bernays, ya entre las 9 décadas de su vida, confiesa que a la profesión iba a darle

el nombre de “Propaganda”, pero no lo hizo por la connotación negativa que

adquirió el término durante el gobierno alemán nazi.

Por su parte, Cutlip y Center definen a la disciplina como “una función directiva

que establece y mantiene relaciones mutuamente satisfactorias entre una

organización y sus públicos de las que depende su éxito o fracaso” (Cutlip,

Center y Broom, 2001, p.37).

En lo que respecta al pensamiento de Lucien Matrat podemos tomar la siguiente

cita de Jordi Xifra Triadú:

A pesar de su fundamento antropológico y humanístico, la doctrina

europea, a imagen y semejanza de las teorías de las relaciones públicas,

no se escapa a la hora de otorgarles una función empresarial primordial.

La obra capital de Matrat, en la que se basa toda la doctrina [se refiere a la

doctrina europea], se titula Relations publiques et management (1971) y en

ella deja muy claro que las relaciones públicas forman parte de las

estrategias utilizadas por el management para responder a las

expectativas y actuar sobre las motivaciones de los públicos, cuyos

comportamientos, juicios y opiniones pueden influenciar la marcha o el

desarrollo de la empresa”. (Xifra, 2006, pp.455-456).

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En cuanto al trabajo de James Grunig, junto a Todd Hunt definen a las Relaciones

Públicas (desde una visión también ligada al Management) como la “dirección y

gestión de la comunicación entre una organización y sus públicos” (Grunig y Hunt,

2001, p.53). Además en una amplia y profunda investigación, los autores

distinguen cuatro modelos de práctica de las Relaciones Públicas:

a) Agente de prensa: este modelo consiste en la práctica de difundir información

incompleta o deformada de los clientes del profesional de Relaciones

Públicas. La vía de información es unidireccional, centrada en fines

propagandísticos y suele ser utilizada por empresas para publicitar productos

y servicios. No presta mucha atención a la investigación y suele darle

importancia sólo a algunos datos cuantitativos. Según los autores, este

modelo surge entre 1850 y 1900.

b) Información pública: consiste en la difusión de información respetando los

principios del periodismo. Implica ofrecer información completa, verdadera,

contrastada y de carácter no comercial. Al igual que el modelo de agente de

prensa utiliza la comunicación unidireccional aunque, según Grunig y Hunt, el

destinatario conoce toda la información. Este modelo comienza a ejercerse a

principios del siglo XX.

c) Asimétrico bidireccional: este modelo se centra en conseguir la persuasión

científica y lograr la adhesión del público al punto de vista de las

organizaciones, a través del uso de métodos científicos que permiten estudiar

sus actitudes. La bidireccionalidad se basa en que el público da su punto de

vista a través de las investigaciones. La asimetría hace referencia a que las

relaciones entre destinador y destanatario están desequilibradas a favor de la

empresa/organización. Para Grunig este modelo es el más común en las

empresas dedicadas a los bienes de consumo. Surge a partir de 1920.

d) Simétrico bidireccional: Se comienza a utilizar en la década del 60, aunque se

afianza en los 80. Es considerado el modelo perfecto, ya que busca la

comprensión y beneficio mutuo entre organización y sus públicos. Busca que

el destinatario participe de la realidad de la organización. Según la teoría, este

modelo se utiliza en empresas públicas o muy controladas por la

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administración y considera como muy importante la investigación, ya que con

ella busca conocer cómo se favorece y atiende al público. Además, se

sostiene que los profesionales que lo llevan a cabo “persiguen la comprensión

mutua entre las organizaciones y sus públicos” (Cuenca Fontbona, 2012,

p.63).

Por otro lado, el trabajo del Dr. Antoni Noguero (1995) representa una referencia

importante sobre cómo se concibe a la profesión desde la visión de muchos otros

autores, además de los principales teóricos. Este académico realizó una

recopilación de distintas definiciones de las Relaciones Públicas y a partir de ella

determinó que “su objetivo tiene por objeto crear / establecer / obtener / hacer

nacer /suscitar / mantener / desarrollar / mejorar, la comprensión/ confianza/

simpatía en sus relaciones [las de las organizaciones y sus públicos]” (p.61). En

consonancia a este análisis y desde una mirada más sintética, el Dr. Antonio

Castillo Esparcia (2010) establece que “las relaciones públicas se han venido

manifestando como una actividad comunicativa entre una organización y sus

públicos en la búsqueda de la comprensión y el beneficio mutuo” (p.61).

A modo de conclusión de este apartado se puede decir que la disciplina en

cuestión se manifiesta, teóricamente, como una actividad que dirige su esfuerzo a

crear y mantener relaciones que sean de comprensión mutua, de confianza, de

simpatía, de satisfacción y beneficio mutuo (entre organizaciones y públicos). Y

que hay cuatro formas de practicar las Relaciones Públicas: difusión unidireccional

de información incompleta o deformada; difusión unidireccional de información

completa, verdadera, contrastada y de carácter no comercial; comunicación que

se vale de la investigación científica del público para persuadirlo hacia un punto de

vista; y comunicación para que el público participe de la realidad de la

organización y consigan mutuo beneficio y comprensión.

3. LAS RELACIONES PÚBLICAS EN LA PRÁCTICA

A la hora de poner en práctica la profesión parece haber un río muy grande entre

ella y la teoría. Esto se evidencia en los modelos de planificación para la puesta en

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marcha de programas y planes de Relaciones Públicas, donde la participación de

los públicos se reduce a los resultados obtenidos en la investigación de la “fase”

inicial del proceso de intervención, la fase de “monitorización” basada en el

empleo de auditorías que permiten obtener un “control” para llegar a las metas

previstas (Álvarez Nobell, 2011) y en la “evaluación” final.

Por otro lado, la bibliografía de las Relaciones Públicas generalmente presenta al

proceso de intervención comunicacional desde una forma lineal compuesta por

fases (L´Etang, 2009), que en general se presentan de la siguiente manera:

investigación del asunto o problema que requiere la implementación de un plan,

análisis de la organización y de los públicos (percepciones y opiniones); fijación de

metas y objetivos; identificación de públicos clave; construcción de mensajes

clave; selección de la estrategia y tácticas de comunicación; y evaluación global

de resultados.

Esta forma de comprender la intervención de la profesión en la realidad social

nació en 1963 de la mano de John Marston en su libro The Nature of Public

Relations, y se basó en el Management By Objetives (MBO) para el desarrollo del

modelo. El método de Marston se llama R.AC.E. cuyas siglas significan 4 fases de

un proceso: research (investigación), action (acción o planificación), comunication

(comunicación o ejecución) y evaluation (evaluación). Este modelo es la herencia

de los manuales de planificación que le sucedieron hasta nuestros días, los cuales

hacen a la forma de comprender la intervención de comunicación en las

Relaciones Públicas desde un punto de vista muy managementista.

Pero esa práctica de la profesión discrepa con los valores idealistas que se

proponen en las teorías (mutuo acuerdo, comprensión, beneficio, etc.) y suelen ser

metodologías mecanicistas (op. cit.). Si realmente se aspirara a una mutua

comprensión, ¿por qué no pensar en que los públicos participen en la toma de

decisiones del proceso de comunicación, ya sea en la definición de las metas,

objetivos y acciones a emplear, o en el monitoreo y evaluación del proceso?

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4. UNA MIRADA HABERMASIANA SOBRE LAS RELACIONES PÚBLICAS

En su obra Ciencia y Técnica como ideología, Jürgen Habermas (1986) distingue

dos categorías de la acción humana que permiten echar luz sobre cómo se

concibe a la comunicación y se interviene en ella desde la disciplina de las

Relaciones Públicas. Esas categorías son trabajo e interacción o, como también

las denomina el autor, acción racional con respecto a fines y acción comunicativa

respectivamente.

La acción racional con respecto a fines se refiere a la implementación de la acción

instrumental, la elección racional, o la combinación de ambas. Por su parte, la

acción racional es un tipo de actividad humana que se orienta por reglas técnicas

basadas en el saber empírico que permiten obtener pronósticos. En cuanto a la

elección racional, ésta comprende un comportamiento orientado por estrategias

que se basan en un saber de carácter analítico, e implica deducciones a partir de

valores y máximas generales. Desde una vista en perspectiva, la acción

instrumental determina los medios más adecuados de acuerdo con criterios de

control eficiente de la realidad, mientras que la elección racional opera llevando a

cabo una valoración de alternativas desde máximas y valores.

El otro tipo de acción humana, la acción comunicativa, es definida por el autor

como interacción simbólicamente mediada por el lenguaje. Ella es orientada por

normas intersubjetivas que definen expectativas recíprocas de comportamiento y

que como mínimo deben ser comprendidas por dos individuos. Esas normas

adquieren sentido desde la comunicación lingüística cotidiana (op. cit.).

A partir de estos dos tipos de acción Habermas diferencia el marco institucional

(compuesto por las normas que dirigen las interacciones lingüísticamente

mediadas) de una sociedad o de un mundo sociocultural de la vida, y los

subsistemas de acción racional con respecto a fines insertos en ese marco. De

esa diferenciación, el autor analiza tipos de sistemas sociales (sociedad primitiva,

tradicional y moderna) según predomina en ellos la acción racional con respecto a

fines o la interacción simbólicamente mediada.

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La intención en este trabajo no es repasar esos tipos de sociedades, sino

comprender cómo en la profesión de las Relaciones Públicas pueden operar el

predominio de cada uno de los tipos de acción para ver las posibilidades de un

mayor acercamiento entre teoría y práctica.

Como se vio anteriormente, el ejercicio de la profesión por lo general se basa en

una función directiva y de management de la comunicación dentro de las

organizaciones, en las cuales hay participación de los públicos a través de la

retroalimentación que brinda la investigación. En términos de Habermas, si la

práctica de la profesión se basa en la planificación, exigida por la visión

managementista, la acción racional con respecto a fines es la que guía la práctica.

Siguiendo esa idea, a continuación se evidencia el predominio de la acción

racional con respecto a fines por sobre la acción comunicativa.

Para ejemplificar se va a tomar el modelo de planificación propuesto por Ronald

Smith (2005). El mismo está compuesto por 9 pasos que son segmentados en 4

fases (como el método R.A.C.E). Se resumen de la siguiente manera: Fase 1

(Investigación Formativa): Análisis de la situación, Análisis de la Organización,

Análisis de los Públicos; Fase 2 (Estrategia): Establecimiento de Metas y

Objetivos, Formulación de la Acción y Estrategia, Implementación efectiva de la

comunicación; Fase 3 (Tácticas): Selección de Tácticas de Comunicación,

Implementación del Plan Estratégico; Fase 4 (Investigación de Evaluación):

Evaluación del Plan Estratégico.

En la fase 1 se desarrolla una investigación, es decir acción racional pura

orientada por reglas técnicas para obtener pronósticos y cierto control sobre la

realidad desde el saber empírico. La fase 2 implica la selección de tipos de metas

que establece el comunicador sirviéndose de un menú predefinido en el que se

encuentran metas de gestión de la reputación, de gestión de las relaciones y de

gestión de las tareas. Aquí el trabajo es de elección racional basado en

deducciones y análisis para optar el tipo de meta predefinida más conveniente. La

misma lógica se utiliza en el paso que sigue, en el cual se eligen estrategias de

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“comunicación transparente”, de “desempeño organizacional”, de “participación de

audiencias y públicos”, “publicity”, etc. Después de determinar las estrategias,

según Smith, se deben construir los mensajes claves, es decir un mensaje que

exprese ciertas ideas y que sea visible en las distintas piezas de difusión de

información. En la fase 3 se vuelve abrir otro menú para llevar a cabo una elección

racional de diversas tácticas de comunicación y recién en el momento que le

sigue, el único de esta característica, predomina la acción comunicativa a través

de la implementación del plan estratégico, es decir se pone en ejecución las

tácticas de difusión y comunicación destinadas a generar interacción mediada por

el lenguaje. Por último, la fase 4 es el momento de evaluar todo el plan estratégico

desde la acción racional.

Como se vio en esta exposición, la planificación está basada en la acción racional

con respecto a fines. El único momento de interacción real con los públicos (en

tanto que participan sin ser objetos de una investigación) es en el momento de la

implementación del plan (la ejecución de tácticas). Pero ¿por qué no inclinar la

balanza hacia la acción comunicativa para guiar el ejercicio de la profesión y

acercarse más a lo que propone la teoría? ¿ir en el sentido de la puesta en común

desde la interacción con los públicos para desarrollar relaciones con ellos?

Esta mirada desde Habermas permite ver que las Relaciones Públicas conciben al

ejercicio de la comunicación como un proceso controlado de intervención basado

en la acción racional con respecto a fines. Habrá que ver de qué manera la

disciplina puede orientar su práctica inclinando la balanza hacia la acción

comunicativa, la cual es su declarado ámbito de competencia.

5. EL PROBLEMA DE LA SIMPLICIDAD

Según Edgar Morin (1995), el pensamiento de la cultura occidental se rige bajo un

Paradigma de la simplicidad. Un paradigma según el autor está constituido por un

cierto tipo de relación lógica entre nociones maestras y principios clave. En el caso

del paradigma de la simplicidad, su constitución se basa en el conjunto de los

principios de disyunción, reducción y abstracción: el pensamiento occidental

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separa los campos de conocimiento científico (disyunción), reduce lo complejo a lo

simple (reducción) y unifica lo “uno” y lo “múltiple” anulando la diversidad desde la

abstracción o yuxtaponiendo la diversidad sin concebir la unidad. Es un paradigma

que guía al pensamiento a través de una tendencia clasificatoria, que une a la

racionalización con la eficacia y a la eficacia con resultados cuantificables. “El

paradigma de simplicidad es un paradigma que pone orden en el universo, y

persigue al desorden. (…) El principio de simplicidad o bien separa lo que está

ligado (disyunción), o bien unifica lo que es diverso (reducción)” (Morin, 1995,

p.89).

Por supuesto que las Relaciones Públicas no escapan de este paradigma. La

realidad con la que trata esta disciplina (el sistema de relaciones) es reducida a

diferentes aspectos que, de forma separada, son estudiados en el ámbito

académico, tratados en la literatura y en la praxis. Así encontramos diversas áreas

con las que tratan las Relaciones Públicas: identidad organizacional (o corporativa

para los que les gusta considerar a las estructuras sociales como “cuerpos”),

imagen, la cultura, comunicación interna, comunicación externa, responsabilidad

social, etc. Son todas éstas parte de la misma realidad del sistema de relaciones

de las organizaciones y sus públicos, y se las piensa, investiga y trabaja sobre

ellas de forma separada aunque se declare en teóricamente que todas son parte

de un mismo campo de conocimiento y competencias. Se suele olvidar que

cuando se trabaja sobre la identidad de una organización también se trabaja sobre

las relaciones, sobre las percepciones, imágenes, sobre la comunicación interna y

externa, etc.1

En contraposición a ese paradigma Morin propone el Paradigma de la complejidad

que incorpora al pensamiento la incertidumbre, las indeterminaciones, los

fenómenos aleatorios, y se basa en tres principios: principio dialógico, principio de

recursividad organizacional y principio hologramático. El principio dialógico es

1Un trabajo que se orienta a abordar la complejidad de esa realidad, es el realizado por Joan Cuenca

Fontbona (2010) en su tesis doctoral El análisis de la calidad de las relaciones en el ámbito de las Relaciones Públicas, en el que propone un modelo global de evaluación de Relaciones Públicas desde la aplicación de una triangulación de técnicas de investigación cualitativas y cuantitativas.

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aquél que asocia dos términos que son a la vez complementarios y antagónicos.

El principio de recursividad organizacional propone romper con la lógica de

causa/efecto, producto/productor, y supone que “todo lo que es producido reentra

sobre aquello que lo ha producido en un ciclo en sí mismo auto-constitutivo, auto-

organizador, y autoproductor” (op. cit., p.107), lo que en términos sociológicos

significa que los individuos producen a la sociedad que, a su vez, produce a los

individuos. Por último, el principio hologramático se basa en la metáfora del

holograma físico, en el que un punto de la imagen contiene casi la totalidad de la

información del objeto representado, y sostiene que no sólo la parte está en el

todo sino que, además, el todo está en las partes.

Estos principios que permiten pensar la complejidad pueden ayudar a considerar

el rol del relacionista público desde una perspectiva menos reduccionista de

intervenir en la realidad de las relaciones. Para considerar esto se propone

comenzar viendo el principio hologramático, el principio de recursividad

organizacional y, por último, el principio dialógico.

El principio hologramático permite considerar que el relacionista público se

encuentra inserto en culturas y estructuras sociales (organizacionales, distritales,

nacionales, etc.) en los cuales se desarrolla un sistema de relaciones. No puede

pensarse por fuera de la realidad social y reducir su rol considerándose un mero

mediador o conciliador que busca el “mutuo beneficio”(visión que se tiene en los

negocios), sino que es parte de un todo. Las acciones que hacen las

organizaciones y los públicos repercuten en la realidad social en los que el

relacionador de públicos vive, y viceversa. Por eso, desde este trabajo se propone

concebir el rol del profesional en cuestión como un “agente de cambio” desde el

ámbito social-organizacional que interviene en el sistema de relaciones, del cual él

es parte al igual que las organizaciones y los públicos.

En relación al principio de recursividad organizacional (que sostiene que la

sociedad es producida por las interacciones entre individuos y que ella una vez

producida, retroactúa sobre las personas y las produce), podría concebirse que el

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trabajo del profesional de Relaciones Públicas consiste en movilizar recursos de

organizaciones y públicos para generar una mayor armonía en el sistema social y

en los vínculos. Desde este punto de vista el relacionador de públicos sería un

movilizador de recursos para el “cambio social”.

Por último, el principio dialógico presenta la posibilidad de incorporar actividades al

quehacer profesional que pueden ser consideradas como contradictorias e

incompatibles2. Aquello que parece no ser un problema de Relaciones Públicas

(como sí lo serían los asuntos de comunicación o de imagen institucional), en

realidad puede competer a la profesión en tanto involucre a la comunicación que

fluye en el sistema de relaciones: desde problemas de logística de una

organización hasta sus inconvenientes políticos, ambientales, socioeconómicos,

etc.

Desde esta perspectiva del conocimiento basado en la complejidad, se puede

considerar al relacionista público como un movilizador de recursos que promueve

el cambio social (en cuanto es productor y producto) a través de acciones no

reduccionistas (dialoga con otras esferas de competencia) que intervienen en el

sistema de relaciones en el cual participa (es parte de un todo).

6. UNA “DIMENSIÓN ANTROPOLÓGICA”3 DE LA COMUNICACIÓN

En una clase magistral llevada a cabo en la Fundación Walter Benjamin, la Dra.

Alicia Entel (2015) establece que la Comunicación corrió con la misma suerte que

las Ciencias Sociales, en tanto que se buscó darles valor de conocimiento

científico desde el Positivismo y el Funcionalismo. Según la autora, en el marco

establecido por esas corrientes se creó la metáfora del “circuito de comunicación”

que (con sus elementos: emisor, mensaje, receptor, código, etc.) homologa a las

comunicaciones llevadas a cabo por máquinas con la humana. En contraposición

2 Por supuesto que en esta exposición se tiene en cuenta que en toda actividad humana hay comunicación.

Incluso, como establece Paul Watzlawick, en la “inacción”. Aquí se hace referencia al ámbito de competencias profesionales. 3El término “dimensión antropológica” alude a la propuesta teórica de Alicia Entel (1994) en su libro Teorías

de la comunicación. Cuadros de época y pasiones de sujetos.

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a esa interpretación reduccionista, Entel propone reflexionar sobre la noción de

Comunicación Social desde una dimensión antropológica.

En el desarrollo de esa propuesta, la autora establece que para que exista

Comunicación debe haber equilibrio entre unión y mediaciones. La unión hace

referencia a lo “en común” entre las personas y en cuanto a las mediaciones,

estas son de diversa índole: económicas, tecnológicas, políticas, culturales. Entel

analiza el balance entre unión y mediaciones desde cuatro experiencias básicas

de Comunicación que se dan en las más diversas culturas. Ellas son la feria, la

fiesta (religiosa o laica), la dramatización y el juicio.

En la feria predomina la mediación instrumental y económica, la transacción

comercial, pero “también coexiste la presencia de lo común a muchos” (Entel,

1994, p.21). En ella opera también la dimensión comunidad, en ese espacio hay

necesidad del uso de un lenguaje común.

En el caso de la fiesta, contrariamente a la feria, hay un predominio de lo “en

común”, donde las diferencias individuales se borrarían y prevalecería la unión.

Las fiestas constituyen un espacio-tiempo en el cual se deja lo cotidiano y se

atienden otras necesidades como el goce común, la contemplación, la algarabía,

el silencio. No obstante en las fiestas también hay mediaciones tecnológicas,

culturales, entre otras.

La dramatización, por su parte, presenta un caso particular ya que desde sus

comienzos (en la práctica de la mímica, posiblemente prehistórica, y el teatro) hay

una fuerte mediación y, además, en ella aparecen por primera vez los tres

elementos fundamentales de la Comunicación Social: los actores del ritual, los que

observan el ritual y las convenciones (disfraces, máscaras, etc.). A lo largo del

tiempo de las representaciones (teatro griego, teatro isabelino, la ópera del siglo

XIX) fueron apareciendo diferentes convenciones y la mayor revolución con

respecto a ellas se da hacia fines del siglo XIX con el cine. Esas convenciones del

cine y las mediáticas del siglo XX se naturalizan y se incorporan a la vida

cotidiana, y la mediación instrumental económica y técnica toma protagonismo,

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generando cambios en las formas de percibir e interactuar de los sujetos. En

cambio la dramatización teatral estaría mucho más cerca del equilibrio. Ella es a

su vez comunicación-unión (mimesis, imitación recreada de una realidad y

adquiere entidad con la presencia del público) y es comunicación-mediación,

porque desarrolla lenguajes, códigos propios de ese ámbito (op. cit.).

En cuanto a la experiencia del juicio, vista desde la teoría de Entel, abre un

espacio de reflexión sobre los juegos de poder en la Comunicación Social. En todo

juicio se necesita un “mediador” que conozca el lenguaje de jerga, lo cual provoca

una relación entre conocimiento y poder, donde éstos son adquiridos por el

experto que media y se distancia de que no los poseen.

Entel (2015) además abre varios interrogantes sobre esta dimensión antropológica

de ver a la Comunicación que son muy interesantes para pensar la relación con

los públicos:

¿En qué momento las mediaciones constituyen un obstáculo a la

comunicación y cuándo sucede que no sólo se han naturalizado sino que

dialécticamente los conglomerados humanos ya hacen el ejercicio de

resistencia y recreación?¿Cuáles resultan los contextos propicios para la

Comunicación como equilibrio?¿Cómo la producción artificiosa de

persuasión colabora con la alienación?

Y agrega: la unión por sí sola no produce Comunicación Social (porque se torna

secta) y tampoco sólo las mediaciones la generan (porque de este modo se

cosifica a los públicos).

Esta dimensión antropológica de la Comunicación permite reflexionar sobre la

praxis de las Relaciones Públicas en relación a lo que se declara en la teoría. Se

puede ver que los denominados por Grunig modelos de la práctica de las

Relaciones Públicas, a excepción del simétrico bidireccional (considerado por

muchos como “utópico”), cosifican a los públicos y orientan su labor al uso

excesivo de mediaciones para hacer circular mensajes, al mero difusionismo. En

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relación con los interrogantes de Entel, se podría preguntar también: ¿el uso

excesivo de mediaciones pueden generar obstáculos a la comunicación con los

públicos? ¿la profesión en su afán de persuadir colabora con la alienación de los

públicos?

Edward Bernays sostenía que el relacionista público es un abogado defensor del

cliente frente a la Opinión Pública. En ese sentido ¿no sería un mediador como en

la experiencia del juicio? ¿no consistiría en un profesional que sabe leer encuestas

y aplicar estrategias de cambios de opinión y actitudes? O realmente, ¿su trabajo

es crear relaciones de comprensión mutua, de confianza, de simpatía, de

satisfacción y beneficio mutuo entre organizaciones y públicos? Lo que es claro es

que los modelos de planificación alejan al público en cuanto al proceso de gestión

de la Comunicación. Habría que ver las formas de que los públicos participen para

lograr más “comprensión” en las relaciones, es decir, buscar un mayor equilibrio

entre unión y mediaciones.

7. PROPUESTA TEÓRICO-PRÁCTICA

Para encontrar una alternativa de emplear el ejercicio de las Relaciones Públicas

que se acerque más a la teoría, donde se expresa una mutua comprensión en las

relaciones, parece que el camino apropiado es encontrar contextos que propicien

más equilibrio entre unión y mediaciones (op. cit.) entre organizaciones y públicos.

El relacionista público debería evitar ser un mediador con poder de experto entre

esas partes y convertirse en un promotor de las relaciones y la comunicación.

Habría que evitar el exceso de la racionalización de la planificación para generar

de forma más flexible la participación de los públicos, y no sólo la de los directivos

de las organizaciones, en el desarrollo de los planes de comunicación. Ya se vio

cómo la acción racional con respecto a fines (Habermas, 1986) predomina en la

planificación generando que el ejercicio de las Relaciones Públicas se guíe por el

uso de reglas técnicas que proveen pronósticos, y la elección racional de

estrategias y tácticas predeterminadas. En este sentido es interesante resaltar la

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diferenciación que hace Morin (1995) entre programas, muy orientados a la

concepción de Habermas sobre la planificación, y la estrategia.

Para Morin un programa consiste en “una secuencia de acciones predeterminadas

que debe funcionar en circunstancias que permitan el logro de los objetivos” (op.

cit., p.126). Es decir, debe darse en contextos de “orden” que permitan obtener

control y matematizar la realidad desde objetivos cuantificables. En cambio el

concepto de estrategia para el autor contempla el “desorden”:

La ventaja del programa es, evidentemente, la gran economía: no hace falta

reflexionar, todo se hace mediante automatismos. Una estrategia, por el

contrario, se determina teniendo en cuenta una situación aleatoria,

elementos adversos e, inclusive, adversarios, y está destinada a modificarse

en función de las informaciones provistas durante el proceso, puede así

tener una gran plasticidad. Pero una estrategia, para ser llevada a cabo por

una organización, necesita, entonces, que la organización no sea concebida

para obedecer a la programación, sino que sea capaz de tratar a los

elementos capaces de contribuir a la elaboración y al desarrollo de la

estrategia (op. cit., p. 127).

Desde esta concepción la estrategia implica decisión, elecciones y una apuesta

que se hace imaginando escenarios futuros para la acción, que podrán ser

modificados según la información que irá surgiendo en el tiempo y los elementos

aleatorios que perturbarán en el camino. Además, opone a los humanos, la

sociedad y las organizaciones con las máquinas triviales (cuyos comportamientos

son predecibles) y considera que esos humanos, sociedad y organizaciones

cuando no pueden llegar a sus metas buscan medios no triviales que permiten

alcanzarlas.

Dicho todo esto parece que la forma más apropiada de ejercer las Relaciones

Públicas para lograr una mayor comprensión en las relaciones, es evitar el exceso

de racionalización que agobia a la interacción mediada por el lenguaje, evadir la

cosificación de los públicos que genera la comunicación con predominio de

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mediaciones y quitar el exceso de programación orientada al control de la realidad,

a través de un modelo participativo en sentido amplio. En palabras de Morin, sería

un modelo que sea capaz de tratar a los elementos con capacidad de contribuir a

la elaboración y al desarrollo de la estrategia desde un factor de “juego” y flexible

que delegue una parte de iniciativa a cada escalón y cada individuo (op. cit.).

Sería una labor orientada a identificar a los públicos y sus recursos, integrarlos a

participar en el desarrollo del plan de comunicación y la estrategia, implementarla,

actuar, tomar decisiones y evaluar todo el proceso en conjunto entre organización

y públicos. Sería un ejercicio participativo en el que no sólo se presentarán

consensos sino que también disensos, porque “las relaciones en el interior de una

organización, de una sociedad, de una empresa, son complementarias y

antagonistas al mismo tiempo” (op. cit., p.128), y toda la participación se orientará

a la movilización conjunta de recursos para generar cambios sociales. En

referencia al concepto de público tomado de John Dewey, la institución se

organizaría en conjunto con los públicos para hacer frente al problema o situación

que involucra a las partes.

Los enfoques participativos de la comunicación para el desarrollo latinoamericanos

aportan ideas y experiencias orientadas a este tipo de prácticas. Estos enfoques

critican la concepción de la comunicación proveniente de la Propaganda y el

Marketing Social, que entienden desde una perspectiva conductista que el uso

sistemático de técnicas y canales de comunicación masivos “llenan” vacíos de

información y de esa manera motivan comportamientos en las personas

(Waisbord, 2007). En cambio consideran que la comunicación implica un proceso

de crear y estimular la comprensión (más que la transmisión de información) y

sostienen que la articulación de relaciones sociales debe alentar a la gente a

participar. La pedagogía dialogal de Paulo Freire es un buen ejemplo de enfoque

participativo. Éste concibe a la comunicación como diálogo y participación, los

cuales proporcionan un sentido de propiedad a los participantes cuando

comparten y reconstruyen experiencias comunes (op. cit.).

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El autor del presente trabajo imagina y propone mesas de trabajo periódicas

donde se encuentren representantes de todos los públicos y la organización,

donde el relacionador de públicos estimule la participación y genere espacios

comunes de entendimiento entre ellos. De esa forma la práctica se acercaría a la

teoría expresada. Incluso podría considerarse una nueva definición de las

Relaciones Públicas más afín a esta forma de ejercerlas, como la disciplina que

tiene como objeto desarrollar relaciones de comprensión mutua y participación

entre organizaciones y públicos con el objetivo de promover el cambio social

desde una movilización conjunta de recursos.

8. CONCLUSIONES

Al comienzo del presente trabajo se constató, desde la revisión bibliográfica de los

máximos exponentes y otros autores que investigaron la literatura de la disciplina

a lo largo del tiempo, que las Relaciones Públicas viene manifestando

teóricamente que es una actividad destinada a crear y mantener relaciones entre

organizaciones y públicos que sean de comprensión mutua, de confianza, de

simpatía, de satisfacción y beneficio mutuo. Además hay cuatro modelos de

ejercer la profesión: a) a través de la difusión unidireccional de información

incompleta o deformada; b) desde la difusión unidireccional de información

completa, verdadera, contrastada y de carácter no comercial; c) desarrollando una

comunicación basada en la investigación científica de los públicos para

persuadirlos hacia un punto de vista y; d) estableciendo una comunicación para

que el público participe de la realidad de la organización y consigan mutuo

beneficio y comprensión.

En cuanto a la práctica de las Relaciones Públicas, se encontró que los tipos de

planificación de la disciplina reducen la participación de los públicos a los

resultados obtenidos en las investigaciones. En ese sentido la práctica se aleja a

los valores idealista que proponen las teorías (L´Etang, 2009), y se acercan más a

los primeros tres modelos de la profesión. Además las formas de planificación de

Relaciones Públicas conciben al ejercicio de la comunicación como un proceso

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controlado de intervención basado en la acción racional con respecto a fines

(Habermas, 1986), que orienta la actividad del relacionista público a utilizar reglas

técnicas para proyectar pronósticos y a la elección racional de estrategias y

tácticas predeterminadas.

También se vio que la actividad de la profesión se rige bajo el pensamiento

occidental del Paradigma de la simplicidad (Morin, 1995), a través del cual reduce

la realidad con la que trata, el sistema de relaciones, a aspectos que son

abordados y estudiados de forma separada como la imagen, la cultura, la

identidad, la comunicación interna y externa, etc. En función de ese análisis se

propuso pensar desde el Paradigma de la complejidad (op. cit) y repensar el rol

del relacionista público como un movilizador de recursos para promover el cambio

social a través de acciones no reduccionistas que intervengan en el sistema de

relaciones.

Luego se analizó la actividad de la disciplina a la luz de la dimensión antropológica

de la Comunicación propuesta por Alicia Entel (1994) y se vislumbró que los

primeros tres modelos de la práctica de las Relaciones Públicas (muy afines a la

intervención que fomentan las modalidades de planificación) cosifican a los

públicos y orientan su labor al uso excesivo de mediaciones para difundir

mensajes.

En relación con el análisis de las experiencias de comunicación que desarrolla

Entel, en este trabajo se propuso buscar contextos y formas de intervenir en el

sistema de relaciones de las organizaciones y los públicos que permitan un mayor

equilibrio entre unión y mediaciones. La propuesta consistió en que el relacionador

de públicos deje de ser un mediador con poder de experto (como los abogados) y

sea un promotor de relaciones y la comunicación. Para ello se consideró evitar el

exceso de racionalización en la planificación y la cosificación de los públicos

generada por el predominio de mediaciones, a través de un proceso flexible en el

que se incluya la participación de dichos públicos en el desarrollo de los planes de

comunicación, en las estrategias, la toma de decisiones y en la evaluación. Sería

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un nuevo abordaje teórico y práctico orientado al de la comunicación para el

desarrollo, enfoque que concibe a la comunicación como un proceso de crear y

estimular la comprensión (más que la transmisión de información), en el cual la

articulación de las relaciones sociales genera la participación.

Queda en el tintero, además de una apropiada profundización de esta propuesta

que excede enormemente a los propósitos de este trabajo, ocuparse de la idea de

“beneficio mutuo” que muestra estar teñida de una mirada economicista, ya que es

el fin de las empresas buscar el beneficio, y los ámbitos público y de las

asociaciones civiles persiguen otros fines. Además sería necesario indagar en la

modalidad de aplicación de este modelo desde esos tres ámbitos. Seguramente

en organizaciones de la sociedad civil este modelo sirva para la gestión en la

dirección; en organismos gubernamentales que persigan fines orientados al

desarrollo socioeconómico y cultural de la población, podría ser parte del área en

la que se desarrollen las Relaciones Públicas y la Comunicación; en las empresas

podría ser una forma de ejercer la Responsabilidad Social, la cual está destinada

al desarrollo conjunto de dichas empresas y todos los públicos que sistémica y

socialmente afecta.

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