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Ensayo de Luis Pino Moyano.

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La Dictadura de Pinochet y su configuración de Estado Nacional –Luis Pino Moyano

La dictadura de Pinochet y su configuración de Estado Nacional.

Luis Pino Moyano.

Hablar de Pinochet y su régimen, y esto lo digo de manera muy personal, es

un ejercicio complejo, por decir lo menos. Son muchos los sentimientos, emociones

y juicios que ya han sido concebidos, individual y colectivamente, con respecto al ya

extinto militar y su obra, que (re)pensar y poner el resultado de ello en un registro

escrito, a uno lo hace sentir, como si estuviera en una selva escabrosa. Lo que, desde

luego, no impide el análisis ni la crítica. La idea de este ensayo es analizar la

configuración del Estado Nacional, realizada por la dictadura de Pinochet, teniendo

como base el discurso del General en Chacarillas, el 9 de Julio de 19771, el que en

mí opinión, re-une los lineamientos generales de dicho proceso. Todo esto,

siguiendo la lógica habermasiana, de la cual me declaro un advenedizo, a partir de la

lectura del texto: “Teoría de la acción comunicativa”2. Por ende, ideas-conceptos

tales como: racionalidad, irracionalidad, “mundo de la vida”, mito, retrato,

imágenes, entre otras, surgirán con fuerza, constituyéndose en el sustento de la

reflexión.

La alocución realizada por Pinochet en Chacarillas, nos deja entrever ciertas

premisas, que nos permiten señalar que estamos frente a la construcción y

1 Contador, Ana María. Continuismo y discontinuismo en Chile. Selección de discursos de Jorge Alessandri, Eduardo Frei Montalva, Salvador Allende y Augusto Pinochet. (Santiago: Bravo y Allende Editores, 1989).2 Habermas, Jürgen. Teoría de la acción comunicativa. Tomo 1: Racionalidad de la acción y racionalización social. (Madrid: Taurus Ediciones, 1998), pp. 15-43; 69-110.

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configuración, no sólo de Estado ni de organización político-administrativa, sino

también, de una “nueva” racionalidad, que construye un “mundo de la vida”, con

certezas y eficiencias. “Mundo de la vida”, que no sólo es aceptado y vivido por

colaboradores y simpatizantes, sino que ha sido transversal al país, luego de la

imposición forzosa de dicha racionalidad. Esto como resultado claro de la dictadura

militar, la que al decir de Tomás Moulian, produjo el “sangriento parto” del Chile

actual, produciendo un nuevo “orden, afirmado sobre el terror”3.

Pero ese “orden racional”, fue construido y fundamentado, si se quiere, a

partir de un mito, o del conjunto de ellos. Este, es definido, por la historiadora María

Angélica Illanes, como: “mito de la diferencia”4. Es interesante notar, que para la

reflexión de Habermas, el mito cobra una importancia fundamental. Habermas, toma

una definición de Godelier, para explicar lo que es el mito. Godelier señala que el

mito: “construye un gigantesco juego de espejos en el cual la recíproca imagen del

hombre y del mundo se refleja hasta el infinito y continuamente se compone y

recompone en el prisma de la naturaleza y cultura”5. Este imaginario, reflejado en

el mito, es construido “por medio de la formación de analogías las causas y

poderes invisibles que generan y regulan al mundo no humano (naturaleza) y al

mundo humano (cultura) revisten atributos humanos, esto es, se presentan

espontáneamente al hombre como seres dotados de conciencia, de voluntad, de

autoridad y de poder, es decir como seres análogos al hombre que, sin embargo, se

distinguen de él en que saben lo que él no sabe, hacen lo que no puede hacer,

controlan lo que él no puede controlar y que, en consecuencia, se distinguen de él 3 Moulian, Tomás. Chile Actual: Anatomía de un mito. (Santiago: Lom Ediciones y Universidad Arcis, 1997), pp. 151, 171.4 Illanes, María Angélica. La Batalla de la Memoria. Ensayos históricos de nuestro siglo. Chile 1900-2000. (Santiago: Grupo Editorial Planeta, 2002), pp. 163-175. Correspondiente a la intervención en la presentación del libro de Luis Moulian y Gloria Guerra, Frei, biografía de un estadista utópico, Santiago, 2000. El ensayo es intitulado en el libro de Illanes como: La Caída del Mito de la Diferencia.5 Citado por Habermas. Op. Cit., p. 74.

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en que le son superiores”6. Teniendo presente esta conceptualización del mito, y

volviendo a Illanes, el “mito de la diferencia” es el “orden institucional en sí”, lo que

ha permitido, y permite hablar, de la “excepcionalidad” y “superioridad” chilena en

el concierto latinoamericano. Esta construcción mítica, “el mito portaliano”, fue

realizada por Francisco A. Encina, en la década de los ’20 y ’30, y otros

historiadores y estudiosos, los que valoran y ensalzan la construcción de estado

nacional, sustentada en un ordenamiento autoritario y republicano7. Para esta

historiadora, este mito, “como todo mito, sirvió para construir una determinada

identidad política refundacional, capaz incluso de otorgar sentido y articular

proyectos disímiles; es decir, fue útil para establecer, en una época de convulsión

histórica, aquellas seguridades y certidumbres necesarias, tanto para el resguardo

del ideario conservador, como también para garantizar la opción político-

institucional de las fuerzas del cambio. He aquí la paradoja, quizás sólo

comprensible desde una perspectiva mitológica”8. Esta construcción mítica, ha

originado la aparición de otros mitos, entre los que se cuentan: “el padre de la

patria”, “la anarquía post-independencia”, “Portales, constructor de Estado”, “el

valiente roto chileno”, “la pacificación de la Araucanía”, “la dictadura de

Balmaceda”. En resumen, Illanes decreta que la historia chilena ha sido “una

invención narrativa pura y sin mancha”9. Para Illanes, el mayor “cuento mítico”,

que es propio del siglo XX, es la prescindencia política de las Fuerzas Armadas10.

Pero los hechos han demostrado que: “las fuerzas armadas entraron al primer

plano del escenario político del siglo XX. Emergieron cada vez que decidieron

6 Ibídem, p. 75.7 Entre las obras que reflexionan con respecto a dicha construcción están: Salazar, Gabriel. Construcción de Estado en Chile. (Santiago: Editorial Sudamericana, 2005) y Loyola, Manuel y Grez, Sergio (compiladores). Los proyectos nacionales en el pensamiento político y social chileno del siglo XIX. (Santiago: Ediciones Universidad Raúl Silva Henríquez, 2002).8 Illanes. Op. Cit., p. 166.9 Ibídem, p. 172.10 Ibídem, p. 172.

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‘salvar la patria’ –ya bajo designios nacionalistas, fascistoides y/o electoral

populistas…”11.

Es de esta construcción mítica en la que Pinochet se fundamenta. La elección

de la fecha de la alocución no es casualidad: 9 de Julio, día en el que se conmemora

la “inmolación”, “patriotismo” y “coraje” de los setenta y siete héroes jóvenes de La

Concepción. De hecho, se intenta ligar el momento. Se celebra el “Día de la

Juventud”, momento en el cual, setenta y siete jóvenes, adherentes al gobierno

militar, toman simbólicamente el lugar de estos “héroes”, para coadyuvar en la tarea

de construcción del Estado de nuevo cuño. Vale decir, que la afirmación de la

dictadura, por ende su legitimidad, radica en la sangre de los héroes, de los cuales

las Fuerzas Armadas se consideran herederos fidedignos. Esto lleva a Pinochet a

decir que: “la patria y los valores permanentes están por encima cualquier

sacrificio personal que su defensa pueda demandar”. Estos valores patrióticos se

habrían visto trastocados por el gobierno de la Unidad Popular y su “amenaza

totalitarista y comunista”. Frente a esta amenaza, la ciudadanía habría lanzado un

“llamado angustioso” al que los militares habrían prestado oído, “regando con su

sangre”, cayendo en la lucha “por la liberación de Chile”. El grito de La

Concepción se volvería a repetir: “¡Los chilenos no se rinden jamás!”. Era la lucha

nacional contra el internacionalismo marxista-leninista. Esta lucha obedece al

carácter de los chilenos. Pinochet habla del “temple de nuestra raza” y de la “fibra

de nuestra nacionalidad”, los cuales incentivan a “los chilenos de verdad” a alzarse

en beneficio de la dignidad y la soberanía nacional. El 11 de septiembre de 1973,

sería el primer paso en la construcción del sueño de una “patria libre, unida, grande

y soberana”. Pero este hecho, que da pie a la “liberación” de Chile, se origina en

algo que trasciende a la humanidad. Y es que el golpe de Estado, ha sido, para el

General, la “difícil e irrenunciable misión” colocada en los hombros de los 11 Ibídem, p. 173.

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institutos armados, nada más y nada menos, que, “por Dios y la historia”. Al ser de

esta manera, la construcción de Estado en Chile, no es otra cosa que la obra de Dios,

en la persona de sus “siervos”, los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas y de

Orden, los que a su vez, son encabezados por el mesías-redentor: Augusto Pinochet.

Por lo tanto, las personas que llevan a cabo esta labor son puestas en condiciones

supra-humanas. Trascienden a los tiempos y a las épocas, por ello, tienen la

sapiencia para captar y el poder para actuar conforme a “valores morales”,

“eternos”, “anidados en el alma nacional”. Y ellos se saben en esa labor mesiánica.

La construcción de este nuevo Estado, es la estructuración proyectiva del porvenir

de Chile, que no es otra cosa, que seguir la “senda trazada” hacia “la luz”. Por lo

cual, y Pinochet no tiene ningún empacho en decirlo, el “volver atrás”, a la antigua

democracia, es caminar hacia “las penumbras de la esclavitud”. Hay dos frases de

Pinochet, con las que concluye el discurso, que fortalecen esta tesis. En la primera,

Pinochet, señala que su confianza está puesta en Dios, en el pueblo de Chile,

sumergido en el peso de la noche12 de la obediencia servil, y “en nuestras Fuerzas

Armadas y de Orden que, con patriotismo, hoy guían sus destinos”; y, “el futuro de

Chile está en vosotros, cuya grandeza estamos labrando”13. Los chilenos son meros

espectadores de la escena de la conformación nacional, puesto que no son libres.

Puede sonar a “anarquismo”, pero la libertad verdadera, en mí opinión, es la

ausencia de la ley. Y cuando son otros los que guían mí destino y labran nuestra

grandeza nos posicionan en la esfera de la esclavitud. Si ellos, se colocan en la

posición de instrumentos divinos, los ciudadanos son rebajados a una condición

infra-humana. Ellos asisten al presente y futuro que trazan otros. Y al tener un

designio, una mirada teleológica, que emana de “lo alto”, nos encaminan a las

veredas del progreso, a las que difícilmente llegaríamos mediante nuestras

12 La frase entre las comas es mía. El concepto peso de la noche, fue elaborada por Diego Portales en su carta a Joaquín Tocornal. Valparaíso, 16 de Julio de 1832.13 Las acentuaciones son mías.

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capacidades humanas.

Toda esta construcción mítica, que yo, desde mí posición, considero injusta,

destructora, alienante, inhumana, hasta irrisoria y ridícula, no deja de ser una

construcción racional, y por ende, puede constituirse en un piso sobre el cual se

funda la construcción del “nuevo” Estado. Esto, y en primera instancia, porque el

mito es un retrato imaginario de lo real. Para Habermas, un retrato proporciona “un

ángulo de mira bajo el que la persona representada aparece de una determinada

manera…Del mismo modo, las imágenes del mundo fijan el marco categorial en

cuyo seno todo lo que acaece en el mundo puede interpretarse de determinada

manera como algo. Y al igual que los retratos, tampoco las imágenes del mundo

pueden ser verdaderas o falsas”14. Un retrato, al igual que una imagen, en el mundo

habermasiano, simplemente, es. Ahora bien, esta tesis se ve reforzada habla de la

paradoja de la irracionalidad que, a la vez, es racionalidad. Él argumenta: “Quien

sistemáticamente se engaña sobre sí mismo se está comportando irracionalmente,

pero quien es capaz de dejarse ilustrar sobre su irracionalidad, no solamente

dispone de la racionalidad de un agente capaz de juzgar y actuar racionalmente

con arreglo a fines, de la racionalidad de un sujeto moralmente lúcido y digno de

confianza en asuntos práctico-morales, de la racionalidad de un sujeto sensible en

sus valoraciones y estéticamente capaz, sino también de la fuerza de comportarse

reflexivamente frente a su propia subjetividad y penetrar las coacciones

irracionales a que pueden estar sistemáticamente sometidas sus manifestaciones

cognitivas, sus manifestaciones práctico-morales y sus manifestaciones práctico-

estéticas”15.

14 Habermas. Op. Cit., p. 89.15 Ibídem, p. 41.

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Esta construcción irracional-racional, ha permitido la configuración de

Estado, que opera bajo la lógica de lo que Habermas llama el “mundo de la vida”,

este, según lo planteado en clases, que emana del pensamiento del filósofo y

sociólogo alemán, se refiere a la dimensión simbólica de la sociedad. Es el “mundo

de la vida” el que permite a los individuos y adoptar a los grupos “orientaciones

racionales de acción”16. Esta orientación, viabiliza, a quienes comparten ése

“mundo de la vida”, la posibilidad de configurar racionalmente sus vidas17. Esta

racionalidad para Habermas posee una serie de signos que la identifican:

afirmaciones fundadas, acciones eficientes, acciones reguladas por normas y

autorrepresentaciones específicas18. Los dos últimos signos, corresponden a la

ampliación de la racionalidad realizada por Habermas. No está demás decir, que el

proyecto de construcción de un Estado de nuevo cuño, impulsado por la dictadura,

opera bajo las lógicas de la racionalidad, tal y como Habermas lo plantea. De hecho,

en nuestra reflexión de la fundamentación mítica de dicho programa, se habló de las

autorrepresentaciones específicas, las que son racionales, al operar bajo valores

culturales19. Es decir, el mito es el reflejo de una cultura que valora sobremanera el

orden, sus héroes, la divinidad y la tradición. Eso permite hablar de la “raza

chilena” y, no sólo eso, establecer un juicio de valor al hablar del “chileno de

verdad”, uno que al igual que la señalética de detención frente a los trenes, para,

mira y escucha, pero no actúa. Esto porque es obediente al destino que ha trazado

Dios. Y si no lo ve de esa manera, “por lo menos”, es obediente al destino trazado a

la sombra de las bayonetas. Si bien es cierto, Habermas plantea que las “coacciones”

no son racionales, en este caso, bajo la lógica de Pinochet, opera racionalmente en el

tejido que el mismo ha diseñado. En primer lugar, porque opera con afirmaciones

fundadas, las que, a su vez, actúan “bajo la normativa vigente”, lo que de por sí, es

16 Ibídem, p. 70. 17 Ibídem, p. 71.18 Ibídem, p. 33, 34.19 Ibídem, p. 39.

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un acto racional20. El ejemplo que podríamos ocupar, es lo relativo a la violación de

los Derechos Humanos.

Los Derechos Humanos, por definición, son universales, inalienables,

imprescriptibles e inamniestables. Pero Pinochet, y el “mundo de la vida” que

configura y vive, hacen que lo vea de otra manera. El dictador menciona en su

discurso, que ha rechazado un crédito externo, porque como condición, un país

debía supervisar la situación de los derechos humanos en Chile. Frente a eso,

Pinochet señala que la dignidad nacional no se “tranza” ni se “hipoteca”. Además,

dice que la historia y la idiosincrasia chilena han sido forjadas en el respeto de la

dignidad del hombre. Lo que sucedía en Chile, eran “limitaciones excepcionales”,

impuestas a “ciertos derechos” en forma “transitoria”. La causa de esta ruptura es

la “agresión marxista-leninista” que conduciría, indefectiblemente, hacia la

anarquía. Esta actitud, fundamenta Pinochet, es contraria a una actitud “débil o

demagógica frente al terrorismo”, lo cual, en sus propias palabras, es “complicidad

por omisión, con una de las formas más brutales de violación de los derechos

humanos”. En otras palabras, se considera esta ruptura violenta, la del golpe, como

un “complemento duro”, “pero, necesario”, que permita “asegurar la liberación

nacional”, “proyectar horizontes de paz y progreso” para el presente y futuro de

Chile y, fundamentalmente, dar vida a un nuevo régimen político-institucional. Es

decir, los crímenes de lesa humanidad, entre ellos, terrorismo de Estado, asesinato

de centenares de opositores políticos, desaparición de muchos de ellos, torturas

masivas y sistemáticas; todos estos actos humanos repugnantes, fueron hechos bajo

la gran inspiración de salvar al país, de lo que el General Leigh denominó el

“cáncer marxista”. Vale decir, esto se efectuó por el bien supremo de la patria.

Dichos crímenes son, entonces, un mal menor. Ante esto, María Angélica Illanes

señala: “El golpe militar de 1973 y la ferocidad desatada ante nuestros ojos 20 Ibídem, p. 38.

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estupefactos, corresponde al momento histórico es que estos otrora perros

guardianes de rebaño, se transforman en lobos soltados al descampo de la patria,

haciendo del día noche y del ciudadano libre un malhechor”21. No podemos llamar

a lo bueno, malo o a lo malo, bueno. La destrucción física, moral o espiritual de

otros seres humanos, que no son otra cosa que hermanos terrenos, no puede ser

justificada con nada. Ningún horror justifica las atrocidades que se cometieron.

Ninguno. El problema es que este pensamiento se ha asentado en la mentalidad de

muchos chilenos, quienes a pesar de los informes Rettig y Valech, siguen creyendo

que el golpe y la dictadura fueron un pronunciamiento legítimo de un sector de la

sociedad. Y no sólo eso, dicho “pronunciamiento”, trajo éxito y estabilidad al país.

Pero, ¿a costo de qué o quiénes? Nuestro sistema social, político y económico está

asentado sobre miles de cuerpos de chilenos y ha sido regado con su sangre. Sangre

a torrentes, resultado vivo y tangible de la violencia y la represión. Ahora bien, lo

terrible del asunto, es que no sólo sería racional por el hecho de tener

fundamentación, sino que, además, por haber actuado bajo la normativa vigente. Se

violaron los derechos humanos, pero todo fue justificado bajo la legalidad

establecida por quienes ostentaban la condición de jueces y partes. Y no sólo eso, en

un arrebato de poder cuasi-omnímodo, lo borraron, con otras leyes. No sólo

cumplieron labores mesiánicas al “salvar” a Chile del “caos y tinieblas” que se

avecinaban, sino también, tienen el poder de re-orientar la historia y poner los

“puntos finales”, donde ellos creen que lo amerita.

Todo lo anterior, se resume bajo una tesis que argumenta y solidifica la

posición. Pinochet dijo: “La libertad y la democracia no pueden sobrevivir si ellas

no se defienden de quienes pretenden destruirlas”. ¿Necesita esto de más

comentarios? Si ustedes creen que sí, yo creo que el estómago no da para tanto.

Bueno, es sólo mí opinión.21 Illanes. Op. Cit., p. 175.

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A la vez, la construcción de este “nuevo” Estado, es racional, porque posee

acciones eficientes. Vale decir, que plantean una proyección que puede ser evaluada

de manera objetiva y técnica. De hecho, la Dictadura da origen a un tipo de político

y lo posiciona en las esferas de poder. Me refiero al tecnócrata. Esto se hace latente

en una de las cualidades que posee la “nueva democracia” creada por Pinochet y

compañía y, que veremos más adelante.

La importancia del discurso en Chacarillas, radica en que es aquí, donde

Pinochet, presenta los “pasos fundamentales para avanzar en el proceso

institucional del país”. Frente a esto, el 11 de septiembre del ’73, no sólo significa el

derrocamiento de un gobierno “ilegítimo y fracasado”, sino, el término de un

régimen político-institucional “ya agotado”, lo que comporta el “imperativo de

construir uno nuevo”. Pinochet habla de una “obra eminentemente creadora”, pero

“enraizada en la tradición nacional”. Esta obra deberá seguir, para ello, el

“sendero del derecho”, el cual es resultado de la “evolución social” y su

consecuente armonía, la cual debe co-existir con una nueva norma jurídica objetiva

e impersonal, las que deben dar paso a una “nueva democracia”. ¿Cómo debiera ser

ella, según Pinochet? Da una serie de cualidades “infaltables” en ella: “autoritaria”,

“protegida”, “integrada”, “tecnificada” y “de auténtica participación social”22. Es

autoritaria, porque posee una autoridad “fuerte y vigorosa”, que hace “imperar el

orden jurídico”. Es protegida porque el Estado se encuentra comprometido con la

libertad y dignidad del hombre y con los valores esenciales de la nacionalidad. De

ahí emana una de las frases anteriormente vista: “La libertad y la democracia no

22 Compárese con lo planteado por Portales, en uno de sus textos epistolarios: “La república es el sistema que hay que adoptar, pero ¿sabe cómo yo la entiendo para estos países? Un gobierno fuerte, centralizador, cuyos hombres sean verdaderos modelos de virtud y patriotismo, y así enderezar a los ciudadanos por el camino del orden y de las virtudes”. Citado en: De Ramón, Armando. Historia de Chile. Desde la invasión incaica hasta nuestros días (1500-2000). (Santiago: Catalonia Ltda.., 2003), p. 73.

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pueden sobrevivir si ellas no se defienden de quienes pretenden destruirlas”. Es

integradora, porque busca “robustecer” “el objetivo nacional” y “los objetivos

permanentes de la nación”. Esta democracia busca la unidad de “la gran familia de

ella”. Por ello, niega “la lucha de clases”, puesto que no existe ni debe existir. Esta

negación, es también una negación por decreto23. Ahora bien, esta negación es hecha

a lo que, comúnmente, algunos significan por “lucha de clases”. Esta lectura tiende a

pensar a los marxistas como violentos, lo que daría cuenta de la “única” forma de

llegar al poder: la fuerza. Pero el término no se refiere a eso. Marx, junto a Engels en

el Manifiesto Comunista, al señalar que la historia de la humanidad ha sido una

constante lucha de clases, se está refiriendo a la contradicción relacional, en

términos sociales y económicos, que se han dado en la misma. En definitiva,

estamos hablando de desigualdad, lo que es contradictorio, sobre todo, en sociedades

liberales, o en todas las que propugnan la igualdad entre los seres humanos. La

negación de esta lucha, es la negación de la clase, y cuando no existe clase, en tanto

que diferenciación, ¿hacia qué orientar la política? ¿A dónde iremos, si ya no hay

pobres ni oprimidos? En buena hora no existieran. Pero cuando es producto de una

negación, vale decir, de una mentira, o de una verdad a medias, o lisa y llanamente,

de una omisión, el futuro que emane de eso no puede ser muy auspicioso que

digamos. Es Tecnificada, porque inserta la ciencia y la técnica en la discusión

política, a través de los tecnócratas. Ellos buscan como aporte: “reducir el debate

ideológico”, teniendo como sustento el “aporte de los más capaces”, en busca de

“dar estabilidad al sistema”. Y, al final, de auténtica participación social. Esta se

fundamenta en el principio de subsidiariedad. Ahora bien, se lleva a efecto, mediante

la libertad económica, la cual, según Pinochet, se puede lograr “impedir la asfixia

23 El artículo 8 de la Constitución de 1980 rezaba: “Todo acto de persona o grupo destinado a propagar doctrinas que atenten contra la familia, propugnen la violencia o una concepción de la sociedad, del Estado o del orden jurídico, de carácter totalitario o fundada en la lucha de clases, es ilícito o contrario al ordenamiento institucional de la República”. En: Constitución Política de la República de Chile. (Santiago: División Nacional de Comunicación Social, Octubre de 1980), p. 3.

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de las personas por la férula de un Estado omnipotente”. En este punto, una de las

ideas fundamentales, es la del derecho a la propiedad, la que según Büchi, está por

sobre los derechos vagos, como el del medioambiente.

Para llegar a ese proceso, habría que entenderlo, como uno en forma gradual,

con tres pasos. Recuperación, del poder político integralmente asumido por las

Fuerzas Armadas. Transición, en la que se pasaría de colaboración a la

participación. Y al final, la etapa de Normalidad o consolidación, en la cual el

poder es ejercido directamente por la civilidad, aunque las Fuerzas Armadas,

cautelan las bases de la institucionalidad y la seguridad nacional. En el momento que

habla en Chacarillas, Pinochet habla de que Chile está en la etapa de Recuperación y

la Transición, debe comenzar antes de Diciembre del ’80, al ser redactada la

Constitución del ’80.

Cuando hablamos de Transición, estamos hablando, en términos estrictos, de

“tránsito” o “paso de un estado a otro”. Pinochet, aunque suene irrisorio, dijo acerca

de la Transición: “Así como los marxistas llaman pasar del sistema burgués a través

de la dictadura del proletariado, nosotros también tenemos que pasar, y no se puede

escapar, por la dictadura de la democracia, aun cuando no les gusta a algunos”24.

Quizá este sea uno de los términos más repetidos en la política nacional. La estamos

viviendo, o no, es la pregunta. Sí y no, dependiendo de la transición a la que nos

referimos. Ya no vivimos la de Pinochet, desde el regreso a la democracia. Desde ese

momento, se vive la normalidad o consolidación. Es decir, vivimos el Estado a la

imagen y semejanza de Pinochet, sustentado en el mismo mito y en las mismas

imágenes. Vale decir, nuestra democracia, es hija de la “nueva” creada por Pinochet,

cuya definición desglosamos y contestamos. En cambio, hay una transición que

24 Revista Cauce, 10 de septiembre de 1985. En: Correa, Sofía (et. al). Historia del siglo XX chileno. (Santiago: Editorial Sudamericana, 2001), p. 322.

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comenzó, pero que no ha terminado y, al parecer, no ha avanzado mucho. Se trata de

la Transición diseñada por la Concertación de Partidos por la Democracia. Un

tránsito sin fin, “eterno”. Muchas veces, la gente gritó: “¡y va caer!, grito que se

multiplicaba de voz en voz. Luego, con los gobiernos de la Concertación, no faltó

acto por hacer, en el que alguien no gritara: ¡y ya cayó!... Pero seguimos, y

seguiremos así, mientras no nos preguntemos ¿para qué cayó? Insisto, vivimos en el

Chile de Pinochet, diseñado, cortado y confeccionado por el militar. ¿Por qué no se

ha hecho nada? Creo que hay dos razones. La primera tiene que ver con la “amnesia

social”, la que es resultado de verdades “en la medida de lo posible”. Patricio

Aylwin, en una ocasión señaló: “El pasado no se puede reconstruir. Ni podemos

devolverle la vida a los muertos ni devolverle el trabajo a los que lo perdieron… El

pasado se fue. Qué le vamos a hacer. Las injusticias la cometieron otros”25. Pero la

más importante, en mi opinión, es la incapacidad, teórica y práctica, del movimiento

político-social y artístico que configure una verdadera democracia, participativa, en

la cual, la soberanía resida en los trabajadores. Esta idea la sintetizó el MAPU en un

manifiesto: “la fortaleza de Pinochet reside en nuestra debilidad”26 .

Frente a esto, tenemos dos armas para comenzar nuestra construcción: la

memoria y la acción. Con respecto a la memoria, Gabriel Salazar señala: “No es

tiempo de obediencia mecánica, sino de responsable desobediencia civil. Porque es

tiempo de proyectar un país desde dentro y para dentro. Desde nosotros mismos y

para nosotros mismos. Legítimamente. Igualitariamente. Sin mentirnos. Porque la

soberanía sólo exige obedecerse a sí misma. Es autónoma, como el sol”27. Sobre la 25 Aylwin, Patricio, en: La Época, 6 de Agosto de 1993, p. 1. Citado por: Salazar, Gabriel. Construcción de Estado en Chile: La historia reversa de la legitimidad. Proposiciones, Nº 24, Santiago, 1994, p. 92.26 Un Camino para Chile. Manifiesto del MAPU a los trabajadores y al pueblo. III pleno nacional en la clandestinidad. Marzo de 1980.27 Salazar, Gabriel. Proyectando país globalizado tras 220 años de vida “independiente” (o la revolución del hijo pródigo). En: Moulian, Tomás (Coordinador). Construir el Fututo. Aproximaciones a proyectos de país. Volumen 1. Colección Escafandra. (Santiago: LOM

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Page 15: La Dictadura de Pinochet y su Configuración de Estado Nacional

La Dictadura de Pinochet y su configuración de Estado Nacional –Luis Pino Moyano

acción Foucault, dice lo siguiente: “Si las sociedades se mantienen y viven, es decir,

si los poderes no son en ellas ‘absolutamente absolutos’, es porque, tras todas las

aceptaciones y las coerciones, más allá de las amenazas, de las violencias y de las

persuasiones, cabe la posibilidad de ese movimiento en el que la vida ya no se

canjea, en el que los poderes no pueden ya nada y en el que, ante horcas y las

ametralladoras, los hombres se sublevan”28.

Autonomía y sublevación… Es hora de comenzar a trabajar con ellas, para

construir un país mejor. Al fin y al cabo, no tenemos nada que perder, excepto

nuestras cadenas. En cambio tenemos un mundo entero por ganar29.

Ediciones, 2002), p. 203.28 Citado a modo de epígrafe en: Arancibia, Juan P. Extraviar a Foucault. (Santiago: Ediciones Palinodia, 2005), p. 7. 29 Marx, Karl y Engels, Friedrich. El Manifiesto Comunista. (Buenos Aires: Centro Editor de Cultura, 2006), p. 94.

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