la destrucción de los judíos europeos
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Trabajo para el aulaTRANSCRIPT
Conocer la tragedia de la shoah nunca deja a nadie indiferente. Es frecuente encontrar en las aulas un
interés por el tema que muchas veces se sostiene precisamente en ese drama humano de seis millones de
judíos aniquilados por el régimen nacionalsocialista. Tarea del profesor es sin duda convertir el sentimiento
en saber para poder opinar con fundamento crítico del proceso y valorarlo realmente en su justa
perspectiva: no solo es la historia de un drama sino una historia con luces y sombras, la creación de un
mundo más vasto, el intelecto siempre lo es, que fue sacrificado a partir de 1941.
Este es uno de los hilos argumentales para poder abordar la historia de los judíos europeos que abarcando
unos veintitrés siglos, conjuga esta amplitud temporal junto a la espacial y bibliográfica. Es más, lejos de
ser una realidad estática ha ido evolucionando y reinterpretándose. El segundo argumento necesariamente
entrelazado es el origen y desarrollo del propio concepto de antisemitismo.
Se puede decir que el primer contacto judío en Europa fue a través de Alejandro Magno y su ocupación de
Judea, pero en la antigüedad, sin duda, de gran duración y mayor conocimiento en los manuales de historia
al uso, es el período romano en el que aunque sobrevendrá una fractura tras la destrucción del Templo y el
comienzo de la diáspora (no la primera pero si la más trascendente al no tener retorno) en términos
generales se puede hablar de integración, descubriendo desde época bien temprana que el anti-judaísmo
dista de ser un fenómeno universal. Es en el momento en que el Imperio Romano se convierte al
cristianismo de la mano del emperador Constantino cuando empiezan los problemas para el pueblo judío,
convertidos en ciudadanos de segunda, la discriminación y la persecución será la tónica general, con
intervalos de tolerancia y convivencia como podemos observar durante la Edad Media y Moderna.
Este odio de la Iglesia cristiana puede además hacer entender la raíz del antisemitismo occidental, aún
reinterpretado y perdurable incluso en un mundo laicizado. Por tanto para entender el antisemitismo
deberíamos hacer una lectura del anti-judaísmo cristiano, de un lado la competencia ante el proselitismo de
dos religiones monoteístas, de otro la argumentación teológica que hace de los judíos y de toda su
descendencia el pueblo deicida condenado a la dispersión y servidumbre por su abyecto crimen. Si bien
San Agustín en un primer momento, señalará que los judíos, aún ciegos y equivocados son testigos de la
veracidad del Antiguo Testamento y finalmente serán convertidos. Pero ni siquiera ésta será la versión
comúnmente aceptada como veremos más adelante. En cuanto a las acusaciones que empiezan a gestarse
en el anti-judaísmo medieval, ya a partir del siglo XI, a la ceguera por no saber interpretar las Antiguas
Escrituras y la acusación de su relación con Satanás se añade la leyenda y el tópico. La imagen del físico
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repugnante de nariz ganchuda, de fétido olor, la imagen del diablo con rabo que está presto a envenenar los
pozos, que cruelmente practica la usura y que, por tanto, es culpable no solo de invasiones (musulmana en
España) sino de pandemias como la peste.
Pero, en fin, la luz y la sombra se entre mezcla y de nuevo podemos destacar el largo periodo de
normalidad vivido en los territorios del viejo Imperio carolingio. Entre los siglos VIII hasta mediados del XI, el
comercio de caravanas lo protagonizaron casi en exclusiva los judíos, base importante de su desarrollo
económico, aunque su papel quedará borrado tras las Cruzadas. Los efectos de todas ellas fueron terribles
para muchas comunidades judías, tanto en haciendas como en vidas, con el añadido que de aquellas parten
muchas de las falsas acusaciones citadas ya y que tan reiteradas resultan en la historia posterior:
transmisión de enfermedades, la alianza diabólica, el crimen ritual de niños, profanación del santo
sacramento...El odio de cariz religioso se ve acrecentado por el económico. Cerradas muchas formas de
subsistencia su actividad será el préstamo, el cobro de impuestos... De testigos pasan a ser considerados
herejes del Antiguo Testamento y en el IV Concilio de Letrán en 1215 se les somete a nuevas restricciones
perdiendo el interés por conservarlos y buscando más bien la conversión. En este contexto comienzan las
expulsiones del viejo continente. Interesante aunque de difícil rastreo bibliográfico es el reino Jázaro
asentado al norte de Crimea entre el 700 y el 1016. Al desaparecer provoca un éxodo hacia la Europa
oriental que junto a aquellos alemanes que huyen de la primera Cruzada nos van a explicar la pervivencia
posterior de importantes comunidades judías en la zona de trágico recuerdo por la dureza con la que
históricamente fueron tratadas hasta llegar al genocida Hitler durante la II Guerra Mundial.
En el Mediterráneo, además de destacar la situación en los territorios italianos de relativa tranquilidad
(interesante es, sin duda, el posterior período renacentista), recalaríamos en España. Si bien es en un
momento anterior donde podemos rastrear la quiebra de la tolerancia, 1492 representa con su proceso de
expulsión sinónimo de crueldad, tanto al ser más tardía como por afectar quizá a un gran número que
demostró una fidelidad encomiable conservando celosamente su cultura y tradiciones, los sefardíes. Bien es
cierto que a este "final" dramático hemos de contraponerle el rigor de la investigación y remontarnos ahora a
las claves de lo acontecido en nuestro país. Aunque seamos necesariamente generalistas hemos de advertir
de nuevo que si miramos a territorio hispano, la clave de la presión sobre el pueblo judío se repite: fue en el
momento en que el Estado visigodo abrazó el cristianismo, cuando el poder civil asumió parte de la
legislación eclesiástica contra los judíos convirtiéndolos en ciudadanos de segunda. Matizable sería el mito
de la convivencia de las tres culturas o castas (fundamentada en la segregación y en la prohibición de
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proselitismo) en nuestro país años después, aún siendo indudable el florecimiento cultural y la interrelación
entre ellas. Fenómeno interesante y novedoso es la enorme masa de conversos que rompiendo la barrera
étnica de casta ascienden a importantes cargos eclesiásticos, económicos o políticos. El tradicional odio
antijudío culminará en la revuelta que estalla en Toledo en 1449 y que gracias a la Sentencia Estatuto de
Pedro Sarmiento reafirmará que la perfidia judía se hereda biológicamente y es universal. Algo más, la
conspiración judía mundial encuentra aquí su origen: los conversos buscan en el bautismo la coartada que
les permita infiltrándose en la sociedad cristiana, arruinarla desde dentro. Por tanto, la expulsión lejos de
solventar el "problema" lo reconduce hasta llegar al Estatuto de limpieza de sangre del Cabildo de la
Catedral de Toledo donde la prueba del linaje se extenderá a la ocupación en los gremios, participación de
cargos eclesiásticos, Universidades...
Y, sin embargo, un primer viento de modernidad y libertad lo terminarían constituyendo conversos luego
vueltos a la fe de sus padres que buscando nuevos horizontes llegarían a formar la floreciente comunidad
de Amsterdam, primer precedente de la Ilustración judía. El segundo tendría como intérprete al filósofo
alemán Mendelssohn que en una lectura racionalista y naturalista buscaba la liberación y la integración de
las comunidades judías siendo esta vía reformista la mayoritaria durante el siglo XIX. Ya en período
contemporáneo destaca el proceso de emancipación, consistente en la abolición de los obstáculos y
desigualdades legales que las comunidades judías habían sufrido desde la Edad Media. En pie de igualdad
junto a otros ciudadanos forman parte de la nación y su único elemento diferenciador como en otros grupos
sería la práctica de su fe, incluso su apuesta por la asimilación fue más allá optando por la conversión. Sin
embargo, la emancipación judía trajo sus propios problemas y no fue general. En Rusia y la Europa oriental
se vivirán nuevos episodios de muerte y persecución y un curioso fenómeno que revela como el judío
asimilado en la sociedad occidental demostrará un rechazo hacia sus propios hermanos de fe que huyen del
Este, ante el temor a ser identificados con esas masas de levitones negros y rancias costumbres que
arrastran su mísera condición de emigrados.
Dos notas más que nos conducirán hasta el siglo XX son, por un lado, la aparición de ese nuevo
antisemitismo de finales de siglo -sobre el antisemitismo religioso de raíz cristiana se conformará como
ideología política- y, por otro, las soluciones o vías que sigue el pueblo judío ante las manifestaciones de
ese rechazo, en parte, de nuevo cuño. El éxito de algunos judíos en el mundo de las humanidades
(filosofía, literatura..) y de la ciencia (medicina...), incluso de las finanzas, les hizo ser blanco para
determinados grupos, sobre todo , las clases medias afectadas por su competencia ( junto a éstas
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intelectuales nacionalistas, el clero católico, la nobleza rural, el campesinado, sectores de la clase obrera,
nacionalistas conservadores de clase alta...es decir, una heterogénea amalgama sostenida tan solo por este
nuevo antisemitismo). Por tanto, con la aparición en escena de la democracia de masas, el antisemitismo se
descubre muy pronto como un buen reclamo electoral. Su versatilidad es innegable ya que concita un gran
consenso de fondo en una respuesta cómoda y poco necesitada de esfuerzo intelectual (funciona como un
dogma) que considerando al judío fácil blanco de la crítica provoca curiosos maridajes y un innegable
soporte para el posterior racismo ario. En este sentido la sociedad de finales de siglo fue fácil presa del
lenguaje radical y poco inocente a la hora de prestar oídos a movimientos políticos de la extrema derecha.
Así, acusados de judaizar y envuelto este rechazo en elementos racistas y matices políticos, publicistas
como el francés Drumont no dudaron en reavivar el sentimiento antisemita, que, concretamente en este país
alcanzará su cénit con el asunto Dreyfus. Igualmente virulentos serían los discursos de Maurras (la
seguridad de Francia se veía amenazada por" los cuatro estados confederados": masones, protestantes,
judíos y metecos) o Barrés, para el que los judíos estaban casi automáticamente excluidos de la vida
francesa ya que la nacionalidad era una cuestión de "la tierra y los muertos". Las respuestas judías ante
este rechazo fueron básicamente tres: el mantenerse firmes en la asimilación como única vía posible, el
abrazar diferentes credos revolucionarios o de la mano de Herzl la aparición del movimiento sionista
comprometida con el establecimiento de un Estado judío en Palestina.
Donde el antisemitismo, sin embargo, conoció un desarrollo mucho más vasto, tanto desde la perspectiva
ideológica como la política sería en la Europa Central (Alemania y Austria-Hungria) y oriental (Rusia). Con el
telón de fondo del imperialismo y la lectura seudocientífica del darwinismo social, el elegir como criterio de
aptitud la pureza racial fue una de las notas diferenciadoras de este antisemitismo moderno. Ya H.S.
Chamberlain -autor admirado por Hitler- puso en el centro de su obra el contraste y conflicto entre el pueblo
o raza germánica y el judío. El mensaje era demoledor: solo las razas que mantenían su pureza racial
intacta mantenían su superioridad siendo la misión de las nuevas generaciones no solo mantenerla sino
buscar lo que luego sería el espacio vital.
Este elemento racista merece aunque superficial un breve apunte. El inicial sentido antropológico de raza
como etnia o linaje común se pervierte en estos años en una visión interesada que justifique la jerarquía
entre razas siendo la blanca no solo la superior sino la portadora de "civilización". Argumentada en base a
elementos y capacidades fisiológicas de la zootecnia se condiciona la cultura y su grado de desarrollo en
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una amalgama seudocientífica de argumentos biológicos y morales. Por mucho que la “raciología” se
empeñó en medidas cefálicas y otros parámetros similares, finalmente, sus esfuerzos como no podía ser de
otra manera, se revelaron vanos-de hecho para definir judío en las Leyes de Nuremberg tuvo que volverse a
la ya vieja idea medieval de linaje-.
Pero el poso de la raza superior en un contexto de darwinismo social aderezado con medidas de carácter
eugenésico como tratamiento preventivo ante una degeneración de aquella nos conducirá lamentablemente
hasta el nacionalsocialismo. En este escenario los arios aparecen como constructores de civilización frente
a los judíos, la pugna con éstos se circunscribe a una cuestión "racial" y, por tanto, no hay cambio ni
remisión posible-como creían los cristianos que consideraban el bautismo como una vía de purificación-.
En esta definición, se observa, pues, una primera diferencia entre el antisemitismo cristiano y ario al igual
que en la búsqueda de soluciones (segregar, devolver al ghetto , expulsar o exterminar- posición última, en
principio y salvo contadas excepciones, no compartida por ambos grupos-). Ahora bien, la imagen del judío
como enemigo interno, amoral, pernicioso y culpable, en general, de todos los males de la modernidad sí es
común. Su colofón: el complot judío-militar que acecha en la sombra para acabar con la civilización
occidental. Su bestia negra posterior: el judeo-bolchevismo.
Pues bien, fue paradójicamente en Rusia donde se originó la más burda literatura antisemita -inspirada en
parte por la policía- en la que figuraba la conocida obra "Los Protocolos de los Sabios de Sión", documento
que cuenta con ciertos antecedentes que miden la importancia que jugó nuestro país y su contribución al
concepto de antisemitismo moderno (el Estatuto de Toledo ya citado, la Carta dirigida "a los rabinos de
"Arlés"-originalmente de Zaragoza-, y algunos escritos de Quevedo transformados en el Discurso del
Rabino) tenía como fin ofrecer pruebas sobre la indudable existencia de una conspiración judía mundial.
Hasta aquí se ha argumentado que el antisemitismo religioso de raíz cristiana sirvió de caldo de cultivo y fue
condición necesaria para la aparición del antisemitismo político. Pero, ¿fue suficiente para explicar el
Holocausto? Acerquémonos hasta el recién nacido Estado alemán de finales del XIX para dar respuesta a la
pregunta.
A finales del siglo XIX aparece en Berlín un movimiento social cristiano protestante dirigido por Adolf
Stöcker o en Viena, el movimiento social cristiano católico a cuyo frente se situó Karl Lueger. Ambos se
pueden calificar como movimientos prácticos que explotaban antiguos sentimientos contra el estereotipado y
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denostado judío prestamista o financiero. Aunque Lueger prefirió seguir una línea práctica que se basaba en
decidir “quien era judío”, el campo ya estaba abonado y listo para que otros escribieran obras
seudocientíficas cuya espina dorsal radicaba en la diferencia entre judíos y arios con la consecuencia de
que aquellos eran un elemento nocivo que, consecuencia lógica, debía ser extirpado del “Volk” alemán.
Al calor de la humillación sufrida en Versalles y tras el breve espejismo de la recuperación hasta 1929, el
NSDAP dirigido por Hitler se aupaba hasta conseguir para su Führer la cancillería. Así con una República
ya a la deriva, muy pronto, inició esa demoledora mezcla de bien distribuidas dosis de terror y violencia que
convirtieron el régimen en totalitario. Es más desde ese inicial momento empezó la acción contra los judíos,
siendo éste un hecho innegable ya sea la historiografía intencionalista o la funcionalista -o una posición
mixta- la que se siga. Y continuó en escala ascendente hasta que en 1942 se puso en marcha la “Solución
Final”, el exterminio de los judíos europeos organizado con “pavorosa eficacia” por Himmler y sus
subordinados. Esta sería una tercera etapa dominada por una espiral de radicalización cuando el potencial
destructivo del antisemitismo se despliegue al confluir dos de los elementos más importantes de la
cosmovisión hitleriana: la amenaza judeo-bolchevique y el paso de las políticas de deportación a las de
aniquilación (la facción “productivista” dentro de esa competencia entre élites alentada por Hitler queda
definitivamente superada por las políticas de exterminio). Es decir, probablemente una explicación plausible
para el Holocausto -dada su complejidad- sea realizar una lectura en que sin degradar el componente
ideológico tampoco despreciemos otras perspectivas de análisis: en una situación de caos y competencia
entre élites (la Alemania nazi como una poli-cracia) se producen fenómenos de radicalización acumulativa
prevaleciendo las soluciones más extremas, máxime en un marco tan metafórico como las declaraciones de
Hitler. Esto es, como veremos más adelante, desde el punto de vista metodológico nada es descartable de
antemano, el intencionalismo nos sitúa en primer plano una continuidad y una motivación basada en el
consenso antisemita con un evidente protagonismo de Hitler, el funcionalismo, amplia el espectro de los
participantes y resalta el componente importante de la frustración ante el fracaso de las medidas adoptadas
que inducen una respuesta radical y homicida, aunque el ámbito local parece imponerse diluyéndose
peligrosamente la cuestión de la responsabilidad. Pero veamos cada una de estas perspectivas
acercándonos a las políticas puestas en práctica por el nazismo.
Parece claro, pues, que el antisemitismo en Hitler -”Mein Kampf”-, no es una mera herramienta de
propaganda como vimos en otros autores sino un elemento central, persistente e inderogable de la
cosmovisión nacionalsocialista junto a la conquista del “espacio vital” y su anti-bolchevismo ¿Habría que
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tomarse al pie de la letra su lectura? Lo que probablemente la hace tan desagradable , más allá de la falta
de todo mérito literario, es la descripción del pueblo judío utilizando una estrategia deshumanizadora
(parásito, bacilo, vampiro...) que parece quebrar cualquier posible obligación moral por parte del pueblo
alemán. Es la suya una ideología perversa que busca el saneamiento de la raza con todo tipo de medidas
eugenésicas -junto al cultivo de la mejora racial- que conlleva la eliminación de cualquier elemento extraño.
Si en toda esta visión apocalíptica, mezcla de bravuconadas y metáforas violentas hay algo que se
mantiene y que desmonta alguno de los mitos más queridos por el revisionismo, es que Hitler ya contempló,
tanto en el Mein Kampf como en su discurso ante el Reichstag del 30 de enero de 1939, la identificación de
guerra y aniquilación de la raza judía. Pero si en Hitler y entre los nazis el antisemitismo suponía un gran
consenso de fondo, el problema es que, en general, la población alemana distaba de ser nazi. ¿Los
alemanes acogieron el antisemitismo al hacerse nazis? ¿Fue esa perversa mezcla de terror e
institucionalidad la que consiguió primero manipular y luego convencer a la ciudadanía? ¿O fueron los
beneficios materiales inmediatos los que ganó a una heterogénea población para la causa (universitarios,
profesionales, funcionarios, artistas, incluso trabajadores)? Sin duda, el silencio de la población cuando no
su aquiescencia permitiría que “cuando finalmente vinieron a por mí ya no quedaba nadie para protestar” en
palabras del pastor Martin Niemöller.
Pero volvamos a los hechos, entre 1933 y 1934 hubo ya un boicot contra las tiendas y los negocios judíos.
El número de judíos admitido en las Universidades fue primero limitado y luego reducido a la nada. Miles de
abogados, médicos, funcionarios civiles, maestros, actores, músicos…fueron apartados de sus profesiones
estos primeros años del régimen. En 1935, Hitler da un paso más ordenando tres borradores (Ley para la
Defensa y Protección de la Sangre y el Honor alemanes, sobre la bandera y la ciudadanía del Reich)
conocidas como las Leyes de Nuremberg por las que, entre otras cosas, los matrimonios entre judíos y no
judíos eran castigados con el encarcelamiento y posteriormente con la pena de muerte.
Segregados y convertidos en extranjeros en su propio país el cerco se estrecha y la posibilidad de emigrar
se presenta casi como la única opción. El problema es que cada vez les resultó más difícil llevar consigo
bienes o dinero con lo que estos patéticos cargamentos de refugiados desarraigados y, a menudo
indigentes, difícilmente encontraron acomodo en un contexto de dificultades económicas y crispación social
creciente.
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La continuidad de las políticas de preguerra y las posteriores encuentran su eslabón en la Noche de los
cristales rotos de 1938, más que por la intención de ejecutar un plan preestablecido por el hecho de que la
comunidad judía era el eslabón más débil sobre la que cabía todo tipo de atroces experimentos. En esta
fecha los nazis aprendieron dos importantes lecciones: que el terror puede ser una importante política de
Estado y que, como ya hemos apuntado, la solución para la cuestión judía era territorial.
El 1 de septiembre de 1939 se iniciaba la II Guerra Mundial con la ocupación de Polonia. Y en territorio
polaco no entraron solo los fanáticos o fuerzas represivas fácilmente dispuestas para la matanza, sino la
etno-élite (Eichmann, Frank...) con sus planes de ingeniería demográfica para el Este de Europa. Planes
que fracasan y que según la interpretación funcionalista abocan en una especie de bucle paranoide y una
pérdida progresiva de la realidad a soluciones más y más radicales.
Es la propia secuencia de la guerra y la exitosa campaña del oeste la que brinda a los planificadores étnicos
(Himmler, Rosenberg...) frente a la opción más economicista de Goering o del propio Frank, la oportunidad
esperada para en sus propias palabras “cribar la papilla étnica” del este, siendo clave para entender la
complejidad del proceso que estudiamos el hecho de que a pesar de su radicalismo no proponía el
exterminio como solución sino que, incluso el propio Hitler, tomó en consideración el llamado plan
Madagascar como lugar posible de reasentamiento para el pueblo judío -lo que si era evidente es que tras
todos estos proyectos demográficos había elementos de genocidio implícito ya que un elevado número de
personas morirían en este macabro tablero de traslados y deportaciones-.
En 1941 un nuevo plan de Himmler, el Plan General del Este es prueba de este argumento pero aún falta
una pieza por jugar. Esta llega pronto cuando se prepara con la operación Barbarroja la ocupación de la
URSS que, más allá de la operación militar, supone la visión apocalíptica y mesiánica en la mente de Hitler
de la lucha entre los dos principios del bien y el mal que, sin duda, impregnó a muchos de sus participantes.
¿Hubo o no órdenes de los comisarios? ¿Hitler había decidido liquidar físicamente a todos los judíos rusos
y por extensión europeos? ¿Era un simple programa de pacificación de la retaguardia? ¿Supuso una
escalada de violencia en la periferia que el centro se limitó a sancionar? ¿Es una etapa independiente o el
inicio del genocidio? Las fuentes en este punto distan mucho de ser fiables y las interpretaciones entre
historiadores variadas. Un mínimo consenso se establece bajo las siguientes premisas: rechazar la teoría
del big-ban, la continuidad básica en los procesos de decisión hasta 1942-los errores de unos planes
descabellados abren nuevas acciones cada vez más radicales-, la matanza de judíos soviéticos no está
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contemplada como tal orden anterior a la invasión sino que fue posterior (¿por la euforia o por la
frustración?), el proceso no culmina como podía parecer en 1941: recordar la Conferencia de Wansee y la
adopción de medidas organizativas para llevar a cabo la Solución Final (deportación de los judíos hacia el
Gobierno General polaco y cierre de fronteras para este colectivo, construcción de los campos de
exterminio, métodos inspirados en el programa T-4...), asumir, por fin, que el Holocausto es un proceso con
múltiples actores…por supuesto, con un director claro en Hitler que legitima lo que otros hacen por él :
ejército, burocracia, industriales...
Para acabar, queda en última instancia, volver de nuevo la vista a nuestro país que como se vio cumplió un
destacado papel en lo que a la elaboración del antisemitismo concierne. Antisemitismo que eclosiona
durante la II República y posterior Guerra civil como aglutinante de los enemigos de la verdadera patria
(junto a masones, marxistas y separatistas). Evidentemente nada puede explicarse sobre España y el
holocausto si se descontextualiza su análisis, por tanto, parece lógico aún sin atacar el problema de la
naturaleza político-ideológica del régimen franquista que nos preguntemos sobre las relaciones entre éste y
el régimen nazi. Nuestra posición de cercanía a la Alemania de Hitler aún con el estatuto de no beligerante
y la orientación de la política exterior estos primeros años hasta 1943 es una primera clave explicativa. Pero
el tema de mucho mayor calado merece un acercamiento a través de los diferentes grupos afectados: los
pocos judíos en el interior (donde es comprobable una diferencia esencial ya que a pesar de la retórica y
propaganda antijudía no hubo nada similar a las leyes antisemitas nazis), los refugiados judíos europeos
(que hasta 1942 y con una clara arbitrariedad en los procedimientos burocráticos vieron en el paso de
Hendaya su última posibilidad para huir del atropello nazi siendo el criterio dominante la concesión de
visados de tránsito, es decir, se hizo gala de una política claramente restrictiva por mucho que luego se
haya querido vender la imagen de la solidaridad del régimen dado su “espíritu cristiano y universal amor a
las razas de la tierra”) y, por último, lo que permite cierta redención de esta mezquina política a través del
esfuerzo de algunos diplomáticos por salvar a un tercer grupo como serían los sefardíes con nacionalidad
española. Así figuras como el Cónsul General Sebastián Romero Radigales es testigo directo de la política
de deportaciones y del exterminio en su momento álgido y desde su posición consular inicia una y otra vez
gestiones con el fin de salvar a los varios cientos de sefardíes españoles bajo su protección. La tragedia
planeó sobre el grupo ya que a pesar del celo de la delegación española, el gobierno de Franco no cedió
ante la crisis humanitaria que se le presentaba y, en una interpretación más que discutible sobre la
condición de nacional, puso en primer término la razón de Estado hasta que la propia evolución de la guerra
desfavorable al eje permitió la repatriación con las condiciones más restrictivas.
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Sea de esta forma España, su política entendida como el mecánico juego del aparato burocrático
institucional envuelta en una ideología dictatorial la que de nuevo nos haga reflexionar sobre el tema que
nos ocupa y sea así la leyenda filo-semita puesta en su justo lugar sin que por ello nos olvidemos de hacer
justicia a todos aquellos que, héroes anónimos, dijeron no al falso mito del judío como raza, o se opusieron
a ver en la diferencia religiosa otra cosa que un credo diferente y, que al fin y a la postre, arriesgaron sus
vidas por salvar de la barbarie y del genocidio a todos los que injustamente en aquellos terribles años
fueron estigmatizados como diferentes.
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EL HOLOCAUSTO
Abre en Internet la página www.ushmm.org y pincha sobre “Enciclopedia del Holocausto”.
1. Sitúate sobre el epígrafe “La solución final” y con ayuda de tu libro de texto y esta información
elabora un eje cronológico que indique los principales hitos de la política antisemita de la Alemania
nazi (diferencia por etapas o períodos si es posible). Elabora el eje lo más completo que puedas ya
que es una cuestión para preparar el próximo examen. Si tienes dudas pregunta a tu profesor
aunque si sigues la actividad hasta el final verás que algunos de los hechos, personajes…
quedarán explicados.
2. Sitúate, a continuación, sobre la entrada “el Holocausto” y explica este concepto: tienes que incluir
la siguiente información
– A qué grupos afectó
– Qué relación tiene con el programa de eutanasia, describe los procedimientos utilizados y el nombre
del programa.
– Infórmate sobre los Einsatzgruppen y describe qué papel jugaron en los métodos de exterminio
– Cuáles fueron los campos de exterminio, cómo funcionaban (puedes utilizar tu libro de texto u otros
materiales, te aconsejo abrir la página de Yad Vashem donde podrás visualizar un montaje con fotos de la
época y contrastar las informaciones a través de “Preguntas frecuentes sobre el Holocausto”-).
– Abriendo el artículo de Auschwitz puedes ampliar el apartado anterior (fíjate en la foto que se ha
convertido en icono de este proceso histórico e intenta describir que te sugiere). Busca la información sobre
el Hospital de la Barraca y sobre Joseph Mengele.
3.Por último, teclea en el buscador “Glosario sobre el Holocausto” y lee Términos, lugares,
personalidades: Aktion - Aliados - Anielewicz, Mordechai - Anschluss - Auschwitz - Baeck,
Leo- Belzec - Campos de concentración - Campos de exterminio - Chamberlain, Neville -
Chelmno - Churchill, Winston - Conferencia de Evian - Conferencia de Wansee - Decreto de
Noche y Niebla -Eichmann, Adolf - Einsatzgruppen - Eje -Eutanasia - Frank, Hans - Frick,
Wilhelm - Genocidio - Gerstein, Kurt - Ghetto - Ghetto de Varsovia - Gitanos -Goering,
Hermann - Gran Reich de Alemania - Grynszpan, Herschel - Hess, Rudolf - Heydrich, Reinhard
- Hitler, Adolf - Holocausto - Insignia judía - Judenrat - Judenrein - Justos entre las naciones -
Kapo - Kristallnacht - Leyes de Nuerenberg -Lidice - Lodz - Mauthausen - Majdanek - Mein
Kampf - Mengele, Joseph - Musselmann - Partisanos - Protocolos de los sabios de Sión -
Rath, Ernst - Raza aria - SA - Selección - Sobibor - Solución final -SS - St. Louis - Struma - Der
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Stuermer - Terezin - Testigos de Jehová - Treblinka - Umschlagplaz - Wallenberg, Raoul -
Wiesenthal, Simon.
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