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La delincuencia juvenil y las drogas Miercoles 4 de Diciembre de 2013 | 00:09 En la sociedad actual, prevalece la percepción de que existe una fuerte asociación entre el consumo de drogas y la comisión de delitos, principalmente cuando hacemos referencia a niños y adolescentes. No obstante esta apreciación, aún no se ha podido establecer qué tipo de relación existe entre ambas conductas, ni se ha establecido con claridad de qué manera una puede influir en la génesis de la otra. Para comenzar a analizar el problema planteado, debemos definir qué entendemos por “Delincuencia juvenil relacionada con la drogas”. Este término engloba tres grupos de delitos. El primero de ellos son los “delitos psicofarmacológicos” que son aquellos cometidos bajo los efectos de una sustancia psicoactiva, llámense, cocaína, paco, pastillas mezcladas con alcohol, que se dan como resultado de su consumo agudo o crónico. Es decir, aquellos que resultan del consumo de sustancias específicas que estimulan o favorecen alguna disposición, que contribuye a la realización del delito. Los psicofármacos mezclados con alcohol son la sustancia más consumida por los niños y adolescentes en conflicto con la ley penal en nuestra ciudad y la región. Los chicos suelen denominarla con ingeniosos nombres como “la renoleta” en alusión a su principal ingrediente el rivotril, (clonazepan). También la llaman “corajín” ya que según sus propios dichos les da coraje para salir a robar. O simplemente la designan como “la jarra” en honor al envase donde mezclan sus principales ingredientes (alcohol y pastillas). En base a ello, el primer interrogante que debemos formularnos como sociedad adulta y responsable es de qué manera un niño de 10 u 11 años de edad consigue alcohol (que en teoría sólo debería expenderse a personas mayores de edad) y psicofármacos (que se deberían vender únicamente en farmacias y bajo receta). La respuesta es sencilla. Siempre hay detrás un adulto que con la intención de hacer dinero fácil se aprovecha de la situación de vulnerabilidad de muchos de nuestros gurises. En relación a otro tipo de drogas más populares se considera poco probable que el consumo de cannabis –marihuana– favorezca la comisión de delitos psicofarmacológicos, puesto que esas drogas suelen reducir la agresividad; aun así, la irritabilidad asociada al síndrome de abstinencia, junto con los problemas de salud mental relacionados, puede asociarse a un aumento de la violencia. El segundo grupo de los delitos relacionados con las drogas son los llamados “delitos compulsivos con fines económicos”. Aquí el delito se comete para obtener dinero (o sustancias) con el fin de financiar la adicción a las drogas. Es muy común en la iniciación de los niños y adolescentes con las drogas que éstos las consigan en el propio barrio, situación que otrora no ocurría, pues existían códigos no escritos que se fueron rompiendo. Años atrás los “narcos” –como suelen nombrarlos los chicos a aquel que les provee de sustancias–, no les vendían a los pibes del barrio. Así mismo era impensado Información General | COLABORACIÓN

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En la sociedad actual, prevalece la percepción de que existe una fuerte asociación entre elconsumo de drogas y la comisión de delitos, principalmente cuando hacemos referencia a niñosy adolescentes. No obstante esta apreciación, aún no se ha podido establecer qué tipo derelación existe entre ambas conductas, ni se ha establecido con claridad de qué manera unapuede influir en la génesis de la otra. Para comenzar a analizar el problema planteado, debemos definir qué entendemos por“Delincuencia juvenil relacionada con la drogas”. Este término engloba tres grupos de delitos. Elprimero de ellos son los “delitos psicofarmacológicos” que son aquellos cometidos bajo losefectos de una sustancia psicoactiva, llámense, cocaína, paco, pastillas mezcladas conalcohol, que se dan como resultado de su consumo agudo o crónico. Es decir, aquellos queresultan del consumo de sustancias específicas que estimulan o favorecen alguna disposición,que contribuye a la realización del delito. Los psicofármacos mezclados con alcohol son la sustancia más consumida por los niños yadolescentes en conflicto con la ley penal en nuestra ciudad y la región. Los chicos suelendenominarla con ingeniosos nombres como “la renoleta” en alusión a su principal ingrediente elrivotril, (clonazepan). También la llaman “corajín” ya que según sus propios dichos les da corajepara salir a robar. O simplemente la designan como “la jarra” en honor al envase donde mezclansus principales ingredientes (alcohol y pastillas). En base a ello, el primer interrogante que debemos formularnos como sociedad adulta yresponsable es de qué manera un niño de 10 u 11 años de edad consigue alcohol (que en teoríasólo debería expenderse a personas mayores de edad) y psicofármacos (que se deberíanvender únicamente en farmacias y bajo receta). La respuesta es sencilla. Siempre hay detrásun adulto que con la intención de hacer dinero fácil se aprovecha de la situación devulnerabilidad de muchos de nuestros gurises. En relación a otro tipo de drogas más populares se considera poco probable que el consumo decannabis –marihuana– favorezca la comisión de delitos psicofarmacológicos, puesto que esasdrogas suelen reducir la agresividad; aun así, la irritabilidad asociada al síndrome deabstinencia, junto con los problemas de salud mental relacionados, puede asociarse a unaumento de la violencia. El segundo grupo de los delitos relacionados con las drogas son los llamados “delitoscompulsivos con fines económicos”. Aquí el delito se comete para obtener dinero (o sustancias)con el fin de financiar la adicción a las drogas. Es muy común en la iniciación de los niños y adolescentes con las drogas que éstos lasconsigan en el propio barrio, situación que otrora no ocurría, pues existían códigos no escritosque se fueron rompiendo. Años atrás los “narcos” –como suelen nombrarlos los chicos a aquelque les provee de sustancias–, no les vendían a los pibes del barrio. Así mismo era impensado

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que los jóvenes robaran en su propio barrio, sino que lo protegían de la acción delictiva de losde “afuera”. Hoy las adicciones y la necesidad de conseguir dinero para drogarse hicierontambién que se perdieran estos códigos. El mecanismo de la iniciación de los niños yadolescentes es sencillo: los narcos, comienzan haciéndoles probar en forma gratuita algunasdosis de la sustancia que sea (pequeñas invitaciones de la casa) y cuando los chicos “leagarraron el gustito” y quieren más, les indican que ahora deben pagarla y que se aceptarántodo tipo de trueque como medio de pago. Aquí es donde aquel nene de 11, 12, 13 años, tieneque conseguir dinero o medios de cambio a cualquier costo para adquirir esa sustancia casimágica que lo aleja de su realidad, que le quita el hambre, el sueño, el frío, que le hace olvidarla violencia de su casa, los abusos padecidos, ya sea contra él, su hermanitos o contra sumamá. Y entones necesita procurase dinero, y la única solución, influenciado por los narcos, esque salga a robar: “Tráeme la guita o lo que te hagas y te doy más”. La frase, “lo que te hagas”,es el resultado del robo y la vedette de cambio en estos días es el teléfono celular. Existe ungran mercado que mueve miles y miles de pesos en torno de la venta de celulares robados enel mercado negro. En la Argentina, según las estadísticas, se denuncia el robo de 400 a 500teléfonos celulares por día. Y Entre Ríos, no es la excepción. El 90% de los delitos que secomenten por menores de edad en nuestra provincia consisten en el arrebato de teléfonoscelulares, que ni siquiera los adolescentes se encargan de comercializar, sino que es entregadoal narco, quien por cada celular, dependiendo del modelo puede pagar –canjear por drogas–desde 80 hasta 200 pesos, por un teléfono que en el mercado puede costar de 1.000 a 1.500pesos. Posteriormente los narcos los venderán en comercios de telefonía celular que hacenmuy pocas preguntas sobre su origen para su nueva comercialización y algunos quedarán enmanos de delincuentes comunes para cometer otros delitos. Por supuesto que también dentro del trueque están los electrodomésticos de su casa que contanto sacrificio su familia logró adquirir, su propia ropa y zapatillas que en la mayoría de loscasos aún se están pagando en numerosas cuotas. Se incluyen en esta categoría el robo de recetas y los atracos a farmacias cometidos porconsumidores, en ambos casos para conseguir medicamentos que se emplean comosustitutivos de productos ilegales. Por último encontramos los denominados “delitos sistemáticos” que son los delitos que secometen dentro de los sistemas y redes de la distribución de drogas ilegales. Contempla unacriminalidad violenta como, por ejemplo: las disputas sobre territorios entre distribuidores dedrogas rivales; asaltos y homicidios cometidos dentro de la jerarquía de distribución comomedio de imponer códigos normativos; robos a distribuidores de drogas y represalias violentas;castigos por vender drogas falsas o adulteradas o por no pagar deudas; disputas sobre drogas osu parafernalia. Este modelo es el de mayor violencia y hasta hace pocos meses atrás, eraimpensado que este tipo de delitos fueran cometidos por adolescentes. Hoy asistimos alenfrentamiento entre distintos barrios y grupos de jóvenes reclutados por los narcos (que lesuministran armas de fuego) que se erigen como protectores o guardianes del territorio para laventa y distribución de drogas. Cabe remarcar que a esta grave situación no podemosidentificarla con la inseguridad, producto que no se está cometiendo un hecho delictivo contraun ciudadano común, sino, que como se dijo, se da como parte de una actividad ilegal asumidapor los más jóvenes para custodiar la distribución de drogas y proteger el territorio. Las estadísticas, los medios masivos de comunicación nacionales, nos dicen que la relaciónentre el consumo de drogas y el delito juvenil es alarmante y aumenta cada día y se nospretende vender una ecuación casi perfecta de Juventud + Vulnerabilidad + Droga= Delito. Todos sabemos que los efectos del consumo de alcohol, marihuana, psicofármacos y otrassustancias en todos los niveles, impactan con más fuerza en los sectores más frágiles de lapoblación. La ausencia de un contexto familiar y social que los contenga, provoca en estosjóvenes un estado de vulnerabilidad tal, que los hace más permeables a las adicciones y su

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correlato con el delito. Esta falta de contención, de afecto hace que los chicos se refugien enlas drogas y éstas terminan convirtiéndose en la familia ortopédica de estos niños. Los resultados de los estudios especializados en la temática, coinciden en que parece existiruna fuerte relación entre el abuso de drogas por parte de la juventud de grupos vulnerables y laimplicación directa en causas delictivas, aunque en todos los casos se afirma que la naturalezade esta relación no está del todo clara. Lo cierto es que no existe ninguna sustancia psicoactiva a la que puedan atribuirse propiedadesuniversales de generar delincuencia, y tanto los factores personales como los ambientalespueden influir en la manera en que tales sustancias impactan en su conducta. La preocupación por el abuso de drogas entre adolescentes que han comenzado a delinquirparece estar bien fundada. Las drogas acompañan y probablemente motivan mucho del delitoque se comete. Estos datos son una advertencia importante para actuar pronta yoportunamente sobre el poderoso vínculo droga/delito. Esta problemática no sólo tiene un interés teórico, sino también profundas implicaciones para lapolítica pública, puesto que su conocimiento determinará la manera en que el Estado respondaa la delincuencia juvenil relacionada con la droga. Esta situación nos indica que no basta con imponer sanciones y encerrar a estos adolescentes,sino que existen múltiples factores que condicionan la infracción a la ley, que necesariamenterequieren de una atención urgente y de calidad para ser eficaz. Ante todo debemos entenderque se hace necesario enfocar esta problemática desde la perspectiva de la protección integralde derechos de la niñez y adolescencia, entre ellos, especialmente, el derecho a la salud, todavez que se trata de una población juvenil que se encuentra en situación de vulnerabilidad. Debemos tener muy en claro que la sola criminalización de estas conductas por el sistemapenal sin la construcción y fortalecimiento de un sistema de Protección Integral de Derechos,eficaz y con financiación acorde a su efectiva intervención no va a resolver absolutamentenada, porque el derecho penal interviene cuando todas las instituciones previas, que deberíanhaber visualizado y solucionado el conflicto, no pudieron o ni siquiera vieron el problema. Laprimera de esas instituciones es la familia. Y así la justicia penal con un enfoqueunidimensional no puede pretender solucionar un problema multidimensional como sería elincremento de los delitos cometidos por los adolescentes que consumen sustanciaspsicoactivas. Pretender solucionar un problema de salud mental, un problema social con elcódigo penal, además de ser una locura es inútil.

(*) Abogado. Escribano. Especialista en Derecho Penal. Especialista en derechos de la Niñez yAdolescencia. Defensor de Pobres y Menores N° 8 de Paraná– sup.

Dr. Pablo Barbirotto (*)

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