la cruzada de los “ninis” - revista de la universidad ... · nas a lo largo de la historia y de...

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96 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO I “Los terroristas: jóvenes sin historias” re- conoce un titular. “Sin historias” quiere de- cir aquí sin problemas, con una vida apa- rentemente normal. El terrorista no está aislado: pertenece a una comunidad radicalizada. Pero tam- poco está aislado en otro sentido puesto que estos jóvenes “sin historias” entran en el rompecabezas de la violencia actual que calienta el mundo: bandas de pandilleros, secuestradores, maras, salvatruchas, merce- narios, sicarios, soldados menores de edad, conscriptos y reclutados a la fuerza, movi- lizados por el terror, el hambre o el dinero: la otra cruzada de los niños. Si el terrorista actúa por razones ideológicas o doctrina- rias, el sicario lo hace sólo por dinero y el joven recluta antiinmigrante por razones entre raciales, sociales, étnicas y culturales. Todos comparten un sentido de época en el cual campea, a través de los medios, vi deos, cine, tele, literatura, juegos de nintendo, juegos y animaciones en DVD, la vio l encia despectiva de la vida humana: la familiari- dad con la guerra, la violencia, la esponta- neidad con que se mata, asesina y masacra a personajes “reales” o imaginarios, ¿no ten- drá algún efecto sobre las porosas cortezas cerebrales de estas maleables juventudes? La violencia ha sentado sus reales en las me- trópolis urbanas, suburbanas y subhuma- nas banalizando y trivializando, abaratando la vida y la muerte. Casi es natural, diríase instintivo que en un mundo poblado has ta el exceso (recuérdese con Fernando Savater que la actual población de la tierra es igual a la suma de todas las poblaciones huma- nas a lo largo de la historia y de la prehis- toria) el respeto por la vida y la dignidad hu mana se haya ya no sólo perdido sino invertido. Así se explica que en los subur- bios de Río de Janeiro bandas de jóvenes acomodados se organicen para salir en la noche a asesinar, incendiándolos, a los in- digentes que viven en las calles y quizás así se expliquen en último razonamiento los centenares de mujeres asesinadas y viola- das en Ciudad Juárez, Guatemala y otras ciudades de México y Centroamérica. En ese contexto de violencia global y por así decir “des-cerebrada”, los terroristas sólo se destacan por el hecho de tener detrás de sus ejecuciones lecturas tergiversadas o fan- tasías derivadas de manoseados textos apó- crifos. Pero también hay libros detrás de los soldados y policías que defienden a las democracias occidentales. Y no sólo me re- fiero a esa suerte de novelas de caballería que podrían ser los diversos textos constitucio- nales y todo el aparato y “apanage” de có- digos, leyes, reglamentos y disposiciones jurídicas, “manuales de procedimientos” de los mercenarios, sino a los libros de cuen- tas y saldos de los vendedores de armas, li- geras, pesadas y medias, de uniformes y accesorios diversos para el armamento y su respaldo, incluidos por supuesto los apara- tos de comunicación y telecomunicación. La violencia globalizada característica de finales del siglo XX y principios del XXI trae como una sombra la militarización plane- taria, sin distingo de clase, edad, sexo, reli- gión, posición social o poder adquisitivo: hay soldados, policías, agentes, inspectores, médicos, espías, delatores, oyentes, analis- tas, mercadotécnicos para todos. Ernst Jün- ger habló a principios del siglo XX de que la era que se avecinaba era la de El Trabajador. También dejaba entrever que el modelo per- fecto de El Trabajador es el soldado, pero mientras no asome en el horizonte el estado planetario, el orden social lo deberán ha cer respetar y observar no (sólo) los estados- nación sino las corporaciones y empresas privadas que, ellas también, tienen sus sol- dados, sus trabajadores, sus servicios admi- nistrativos y médicos (cuando no los sub- contratan con otra empresa), y la suma de todos ellos va formando uno como Estado paralelo. Si detrás del trabajador está el soldado y detrás de éste el general y detrás de éste el ingeniero, ¿quién podría estar detrás del laboratorio donde se diseña a los diseña- dores?, ¿dónde podría estar el centro de la cebolla, para llamarlo de algún modo? Vol- vamos al caso del terrorista, del joven “sin historias”, ni problemas pero que al pare- cer pone bombas para obedecer el dictado de un libro supuestamente sagrado. Detrás o en el centro del laboratorio, estaría un sacerdote o un alto magistrado. En cual- quier caso un intérprete de la ley (por cier- to, ¿no es natural e inevitable que en un estado policiaco prosperen los abogados y fiscales?) que, por supuesto, sólo es porta- voz de un comité de un jurado o una co- misión calificadora cuyo cometido central, cuyo altar es o sería el sacrosanto control- social, clave de la gobernabilidad? Hasta ahora los resortes que desataban o dispara- ban la violencia eran “socialmente contro- lables” y dentro de sus resortes estaba la re- presentación de la violencia. Sin embargo la situación contemporánea lleva a pensar que quizá los marcos imaginarios y jurídi- cos que convenían a un campesino usame- ricano a fines del siglo XIX, o a un obrero inglés de mediados del siglo XX no son ni pueden ser los mismos que convienen a este siglo XXI que apenas empieza, a este planeta que está en proceso de calenta- miento atmosférico pero también en pro- ceso de caldeamiento mental y político pues A veces prosa La cruzada de los “ninis” Adolfo Castañón

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Page 1: La cruzada de los “ninis” - Revista de la Universidad ... · nas a lo largo de la historia y de la prehis - ... ceso de caldeamiento mental y político pues ... en el mapa imaginario,

96 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO

I

“Los terroristas: jóvenes sin historias” re -conoce un titular. “Sin historias” quiere de -cir aquí sin problemas, con una vida apa-rentemente normal.

El terrorista no está aislado: pertenecea una comunidad radicalizada. Pero tam-poco está aislado en otro sentido puestoque estos jóvenes “sin historias” entran enel rompecabezas de la violencia actual quecalienta el mundo: bandas de pandilleros,secuestradores, maras, salvatruchas, merce -narios, sicarios, soldados menores de edad,conscriptos y reclutados a la fuerza, movi-lizados por el terror, el hambre o el dinero:la otra cruzada de los niños. Si el terroristaactúa por razones ideológicas o doctrina-rias, el sicario lo hace sólo por dinero y eljoven recluta antiinmigrante por razonesentre raciales, sociales, étnicas y culturales.Todos comparten un sentido de época en elcual campea, a través de los medios, vi deos,cine, tele, literatura, juegos de nintendo,juegos y animaciones en DVD, la vio lenciadespectiva de la vida humana: la familiari-dad con la guerra, la violencia, la esponta-neidad con que se mata, asesina y masacraa personajes “reales” o imaginarios, ¿no ten -drá algún efecto sobre las porosas cortezascerebrales de estas maleables juventudes?La violencia ha sentado sus reales en las me -trópolis urbanas, suburbanas y subhuma-nas banalizando y trivializando, abaratandola vida y la muerte. Casi es natural, diríaseinstintivo que en un mundo poblado has tael exceso (recuérdese con Fernando Savaterque la actual población de la tierra es iguala la suma de todas las poblaciones huma-nas a lo largo de la historia y de la prehis-toria) el respeto por la vida y la dignidadhu mana se haya ya no sólo perdido sino

invertido. Así se explica que en los subur-bios de Río de Janeiro bandas de jóvenesacomodados se organicen para salir en lanoche a asesinar, incendiándolos, a los in -digentes que viven en las calles y quizás asíse expliquen en último razonamiento loscentenares de mujeres asesinadas y viola-das en Ciudad Juárez, Guatemala y otrasciudades de México y Centroamérica. Enese contexto de violencia global y por asídecir “des-cerebrada”, los terroristas sólose destacan por el hecho de tener detrás desus ejecuciones lecturas tergiversadas o fan -tasías derivadas de manoseados textos apó -crifos. Pero también hay libros detrás delos soldados y policías que defienden a lasdemocracias occidentales. Y no sólo me re -fiero a esa suerte de novelas de caballería quepodrían ser los diversos textos constitucio-nales y todo el aparato y “apanage” de có -digos, leyes, reglamentos y disposicionesjurídicas, “manuales de procedimientos” delos mercenarios, sino a los libros de cuen-tas y saldos de los vendedores de armas, li -geras, pesadas y medias, de uniformes yaccesorios diversos para el armamento y surespaldo, incluidos por supuesto los apara -tos de comunicación y telecomunicación.La violencia globalizada característica definales del siglo XX y principios del XXI traecomo una sombra la militarización plane-taria, sin distingo de clase, edad, sexo, reli-gión, posición social o poder adquisitivo:hay soldados, policías, agentes, inspectores,médicos, espías, delatores, oyentes, analis-tas, mercadotécnicos para todos. Ernst Jün-ger habló a principios del siglo XX de que laera que se avecinaba era la de El Trabajador.También dejaba entrever que el modelo per -fecto de El Trabajador es el soldado, peromientras no asome en el horizonte el estadoplanetario, el orden social lo deberán ha cer

respetar y observar no (sólo) los estados-nación sino las corporaciones y empresasprivadas que, ellas también, tienen sus sol-dados, sus trabajadores, sus servicios admi -nistrativos y médicos (cuando no los sub-contratan con otra empresa), y la suma detodos ellos va formando uno como Estadoparalelo.

Si detrás del trabajador está el soldadoy detrás de éste el general y detrás de éste elingeniero, ¿quién podría estar detrás dellaboratorio donde se diseña a los diseña-dores?, ¿dónde podría estar el centro de lacebolla, para llamarlo de algún modo? Vol -vamos al caso del terrorista, del joven “sinhistorias”, ni problemas pero que al pare-cer pone bombas para obedecer el dictadode un libro supuestamente sagrado. Detráso en el centro del laboratorio, estaría unsacerdote o un alto magistrado. En cual-quier caso un intérprete de la ley (por cier-to, ¿no es natural e inevitable que en unestado policiaco prosperen los abogados yfiscales?) que, por supuesto, sólo es porta-voz de un comité de un jurado o una co -misión calificadora cuyo cometido central,cuyo altar es o sería el sacrosanto control-social, clave de la gobernabilidad? Hastaahora los resortes que desataban o dispara-ban la violencia eran “socialmente contro-lables” y dentro de sus resortes estaba la re -presentación de la violencia. Sin embargola situación contemporánea lleva a pensarque quizá los marcos imaginarios y jurídi-cos que convenían a un campesino usame-ricano a fines del siglo XIX, o a un obreroinglés de mediados del siglo XX no son nipueden ser los mismos que convienen aeste siglo XXI que apenas empieza, a esteplaneta que está en proceso de calenta-miento atmosférico pero también en pro-ceso de caldeamiento mental y político pues

A veces prosaLa cruzada de los “ninis”

Adolfo Castañón

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RESEÑASY NOTAS | 97

las bombas de los terroristas, los tiros de lasarmas ligeras y de alto o mediano poder tam -bién caldean la atmósfera tanto como lastelecomunicaciones y la cremación o cal-cinación de los diversos desechos plásticosy electrónicos. Y ahí es donde aparece laresponsabilidad literaria del escritor: escri-bir bien significa quizá saber lo que se es -cribe en medio de la deflagración.

II

Con el advenimiento de las computadoras,los ordenadores y el mundo virtual, surgeen el mapa imaginario, inteligente, oníricoo mental un conjunto de espacios móvilescuyos comunes denominadores son el jue -go y la guerra: combates singulares, bata-llas entre grupos, variedades del juego dela guerra con hombres o guerreros arma-dos; tanques, máquinas buques donde ladestreza, el “valor”, la audacia, la suerte vantramando el destino de cada jugador. Estosescenarios no son en modo alguno inertespues resulta que gracias a la red o entre-red(internet) cada figura en ciertos campos debatalla virtuales es asumida por un ser vi -vo, por una persona real del otro lado de lapantalla. Los escenarios de los juegos vir-tuales crean verdaderas sociedades a su al -

rededor o a partir de ellas. Detrás de cadajuego hay una ciudad �y esa ciudad tiene co -mo comunes denominadores la guerra y eljuego. Muchos de los usuarios y ludópatasde estos juegos son niños y adolescentespe ro también hay, �y no pocos, adultos des -em pleados, profesionistas, deportistas quees tán marcados por el escapismo y el im -perativo categórico de la evasión. Sobra de -cir que dichos juegos comportan escalas va - riables de habilidad, violencia, crueldad yrivalidad competitiva.

Cabe preguntarse si dichos juegos tie-nen algo que ver con el azote de la violen-

cia que diezma a nuestra sociedad; si en di -chos escenarios no se están preparando alos “santos guerreros” del terrorismo o de lademocracia radical. Cabe insistir por últi-mo en una particularidad: dichos teatrosde la crueldad sólo pueden ser operados oprotagonizados por personas con recursos,por hijos o nietos de familia pues, por su -puesto, piensan o sienten que lo virtual esmás real y definitivo que el orden históri-co. Y que hay más humillación en ser de -rrotado en las calles virtuales de un juegoque en las avenidas demasiado reales de laciudad en que se vive.