la cosmovisión andina

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La cosmovisión andina Cada cultura tiene una concepción de su realidad y de acuerdo a ella vive, “viendo” y dejando de “ver” determinados aspectos. La concepción que del mundo tienen, se ha desarrollado a través de un prolongado proceso de interacciones entre las etnias y el medio natural que les sirve de sustento para su persistencia y reproducción. Como cada etnia y el medio natural que habitan tienen características que las diferencian de otras; el resultado de sus interacciones también es diferente, estas diferencias son las que tipifican a cada cultura. A nivel mundial, los pueblos más antiguos que llegaron a ser “Centros de Cultura Original” se desarrollaron en los Andes, Centroamérica, India, China, Medio Oriente y en las costas del Mediterráneo. Las etnias que habitan estas regiones, tienen singulares maneras de ver y vivir en interacción con los elementos de su medio natural. Las plantas, tanto las silvestres como las cultivadas, son parte de este medio natural y por lo tanto son también consideradas de manera diferente por cada cultura. En los Andes la diversidad de climas va acompañada de una gran variabilidad en las estaciones climáticas, que en los Andes se caracterizan por no ser muy definidas ni mucho menos regulares. No son muy definidas, en el sentido de que la época de frió y la de calor no alcanzan niveles extremos como en el centro y norte de Europa y son muy variables por la presencia de repentinas heladas, sequías, granizadas o excesos de lluvia aún en plena estación cálida o lluviosa. Aquí la variabilidad del clima es lo normal. La cordillera andina determina además que el suelo sea de irregular topografía en donde los terrenos planos son escasos. Es frecuente que las tierras de cultivo sean suelos de ladera con pendientes pronunciadas. En este medio natural de gran densidad, diversidad y variabilidad climática y con suelos de relieve accidentado, tuvo lugar un prolongado proceso de interacciones entre un medio pluriecológico y variable con las múltiples etnias que aún las habitan. Como consecuencia de ello se desarrolló un modo de “ver” y sobre todo de vivir y sentir el mundo, que si bien es singular en cada lugar, tiene características generales que en conjunto tipifican este modo de concebir la vida. Para los andinos el mundo es una totalidad viva. No se comprende a las partes separadas del todo, cualquier evento se entiende inmerso dentro de los demás y donde cada parte refleja el todo. Este mundo íntegro y vivo es conceptuado como si fuera un animal,

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Antropología

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La cosmovisión andina

Cada cultura tiene una concepción de su realidad y de acuerdo a ella vive, “viendo” y dejando de “ver” determinados aspectos. La concepción que del mundo tienen, se ha desarrollado a través de un prolongado proceso de interacciones entre las etnias y el medio natural que les sirve de sustento para su persistencia y reproducción. Como cada etnia y el medio natural que habitan tienen características que las diferencian de otras; el resultado de sus interacciones también es diferente, estas diferencias son las que tipifican a cada cultura.A nivel mundial, los pueblos más antiguos que llegaron a ser “Centros de Cultura Original” se desarrollaron en los Andes, Centroamérica, India, China, Medio Oriente y en las costas del Mediterráneo. Las etnias que habitan estas regiones, tienen singulares maneras de ver y vivir en interacción con los elementos de su medio natural. Las plantas, tanto las silvestres como las cultivadas, son parte de este medio natural y por lo tanto son también consideradas de manera diferente por cada cultura.En los Andes la diversidad de climas va acompañada de una gran variabilidad en las estaciones climáticas, que en los Andes se caracterizan por no ser muy definidas ni mucho menos regulares. No son muy definidas, en el sentido de que la época de frió y la de calor no alcanzan niveles extremos como en el centro y norte de Europa y son muy variables por la presencia de repentinas heladas, sequías, granizadas o excesos de lluvia aún en plena estación cálida o lluviosa. Aquí la variabilidad del clima es lo normal. La cordillera andina determina además que el suelo sea de irregular topografía en donde los terrenos planos son escasos. Es frecuente que las tierras de cultivo sean suelos de ladera con pendientes pronunciadas.En este medio natural de gran densidad, diversidad y variabilidad climática y con suelos de relieve accidentado, tuvo lugar un prolongado proceso de interacciones entre un medio pluriecológico y variable con las múltiples etnias que aún las habitan. Como consecuencia de ello se desarrolló un modo de “ver” y sobre todo de vivir y sentir el mundo, que si bien es singular en cada lugar, tiene características generales que en conjunto tipifican este modo de concebir la vida.Para los andinos el mundo es una totalidad viva. No se comprende a las partes separadas del todo, cualquier evento se entiende inmerso dentro de los demás y donde cada parte refleja el todo. Este mundo íntegro y vivo es conceptuado como si fuera un animal, semejante a un puma capaz de reaccionar con inusitada fiereza cuando se le agrede. La totalidad es la colectividad natural o Pacha; comprende al conjunto de comunidades vivas, diversas y variables, cada una de las cuales a su vez representa al Todo.Esta totalidad está confirmada por la comunidad natural pluriecológica constituida por el suelo, clima, agua, animales, plantas y todo el paisaje en general, por la comunidad humana multiétnica que comprende a los, diferentes pueblos que viven en los Andes y por la comunidad de deidades telúricas y celestes, a quienes se les reconoce el carácter de Huaca, de sagrado, en el sentido de tenerles mayor respeto, por haber vivido y visto mucho más y por haber acompañado a nuestros ancestros, porque nos acompaña y acompañará a los hijos de nuestros hijos. Estas comunidades se encuentran relacionadas a través de un continuo y activo diálogo, reciprocidad y efectiva redistribución. Cada comunidad es equivalente a cualquier otra; todas tienen el mismo valor, ninguna vale más y por lo tanto todas son importantes, merecen respeto y consideración, en la concepción andina esto se expresa cuando se reconoce que todo es sagrado, es sagrada la tierra (Pachamama = madre tierra, aunque etimológicamente seria tal vez más exacto “Señora del tiempo y el Espacio), los cerros, (Apus, Achachilas, Huamanís, Auquis), las estrellas, el sol, la luna, el rayo, las piedras, nuestros muertos, los ríos, puquiales, lagunas, los seres humanos vivos, los animales y las plantas, no sólo las cultivadas sino también las silvestres.Los miembros de todas estas comunidades forman un Ayllu que ocupa un Pacha local, es decir todos son parientes pertenecientes a una misma familia. No sólo son parientes los runas sino también los ríos, los cerros, las piedras, las estrellas, los animales y las plantas que se encuentran en el Pacha local acompañándose los unos a los otros todos son personas equivalentes.

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El Ayllu, se trata del grupo de parentesco. Pero resulta que, bien mirada la cosa, el grupo parental no se reduce al linaje humano como hasta ahora se había afirmado, sino que el parentesco, y con ello el Ayllu, abarca a cada uno de los miembros del Pacha (microcosmos) local. La familia humana no se diferencia de la gran familia que es el Ayllu sino que está inmersa en él. El Ayllu es la unión de la comunidad humana, de la comunidad de la Sallga y de la comunidad de huacas que viven en el Pacha local. La unidad parental así constituida es muy íntima y entrañable. Cuando traemos a la chacra una semilla de otro piso ecológico que ha atraído nuestro afecto y le ofrecemos el mejor de nuestros suelos en el huerto inmediato a nuestra vivienda y la cuidamos con cariño y esmero, ella es ya un miembro de nuestra familia: es nuestra nuera. Se evidencia así que los cultivos vegetales de nuestra chacra son hijos de la familia humana que los cría. Las llamas y alpacas son también hijas de la familia que las pastorea y las cuida.El mismo hecho de reconocer equivalencia entre todos, hace que cada comunidad y en especial la humana sientan su insuficiencia para mantener ella sola, la integridad de las funciones de la colectividad natural de la cual turnia parte, copio un integrante más y no el más importante.Diálogo y reciprocidad entre comunidades que sienten, que tienen igual valor y, que reconocen su insuficiencia, posibilita lograr una armonía con bienestar para todas las comunidades de la naturaleza.Todos quienes existen en el mundo andino son como somos nosotros mismos y son nuestros amigos. Con ellos nos acompañamos, con ellos conversamos y reciprocamos. Les contamos lo que nos pasa y nos dan consejos; y también ellos nos cuentan lo suyo y confían en nosotros. Tratamos con cada uno de ellos de persona a persona, conversamos con ellos cara a cara.Todo cuanto existe en el mundo andino es vivo. No sólo el hombre, los animales y las plantas sino también las piedras, los ríos, los cerros y todo lo demás. En el mundo andino no existe algo inerte: todo es vivo. Igual que nosotros todos participan en la gran fiesta que es la vida: todos comen, todos duermen, todos danzan, todos cantan: todos viven a plenitud.En el mundo andino no hay poderosos ni autosuficientes. Todos nos necesitamos los unos a los otros para vivir. En los Andes no existe el mundo como totalidad íntegra diferente y diferenciada de sus componentes. Aquí no existen «todos» ni «partes», que tan sólo son abstracciones. Aquí hay simbiosis que es lo inmediato a la vida. La simbiosis se vive en los Andes en forma de crianza mutua.La chacra (pedazo de tierra cultivada) es una forma de crianza. En la chacra andina no sólo se cría a las plantas y a los animales considerando como condiciones ya dadas al suelo, al agua y al clima, sino que en la chacra también se cría al suelo, al agua y al clima. Recíprocamente, la chacra cría a quienes la crían. Se trata pues de una cultura de crianza en un mundo vivo.En los Andes toda la vida gira alrededor de la crianza de la chacra, por eso la cultura andina es agrocéntrica.Cada uno de los seres que habitan en este mundo vivo andino es equivalente a cualquier otro, esto es, cada quien (ya sea hombre, árbol, piedra) es una persona plena e imprescindible, con su propio e inalienable modo de ser, con su personalidad definida, con su nombre propio, con su responsabilidad específica en el mantenimiento de la armonía del mundo, y es en tal condición de equivalencia que se relaciona con cada uno de los otros. Otra manifestación de equivalencia en el mundo andino es que todos tenemos chacra y todos pastoreamos un rebaño. Así como el hombre hace chacra combinando la forma de vida de las plantas, los animales, los suelos, las aguas y los climas que toma de la naturaleza con la aquiescencia de las huacas, del mismo modo las huacas tienen su chacra que es la flora de la naturaleza (o la sallga) y tiene sus rebaños que son la comunidad humana y la fauna de la sallga.La cultura andina, que es la cultura de un mundo vivo y vivificante, late al ritmo de los ciclos cósmicos y de los ciclos telúricos que es el ritmo de la vida: su «tiempo», por tanto, es cíclico. Sin embargo, las ceremonias del calendario ritual andino son momentos de conversación íntima con tales ciclos en los que no se repite un «arquetipo» sino que se sintoniza la situación peculiar. En los Andes, el clima, que es la manera de mostrarse de los ciclos cósmicos y telúricos, es sumamente

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variable e irregular. Esto condiciona una diferencia importante con el mito del eterno retorno de los griegos de la Edad Clásica y con el modelo del tiempo circular. En los Andes hay una re-creación, una renovación, anual de los ritos, esto es, de la conversación íntima entre todos los componentes del mundo vivo, que se armoniza con el estado correspondiente del clima. Esta re-creación, esta renovación, es la digestión, por parte del mundo-vivo, de las condiciones de vida en el momento del rito, que, repetimos, son muy variables e irregulares.Es obvio que el «tiempo» andino no es el tiempo lineal e irreversible del Occidente moderno (Se inicia cuando Jehová-dios creo el universo y terminará con el fin del mundo) en el que continuamente se cancela al pasado con el ansia de proyectar lo que se va a vivir en el futuro y de esta manera se escamotea el presente y, con ello, la vida. El «presente» en el mundo vivo andino se re-crea, se re-nueva, por digestión del «pasado», es decir, por inclusión del «pasado». Pero, a la vez, la cultura andina es capaz de saber continuamente cómo se va a presentar el «futuro» por la participación de todos los miembros de la colectividad natural en la conversación cósmico-telúrica propia del mundo vivo. En los Andes no hay una distinción tajante y cancelatoría entre «pasado» y «futuro» porque el «presente» los contiene a ambos. Por tanto no hay lugar aquí para el tiempo lineal e irreversible del Occidente moderno. En los Andes, desde luego, existe la noción de secuencia, las nociones de antes y después, pero ellas no se oponen como pasado y futuro en la cultura occidental, sino que se encuentran albergadas en el «presente», en el «presente de siempre», en «lo de siempre» siempre re-creado, siempre renovado. Es que en los Andes vivimos en un mundo vivo, no en el mundo- reloj de Occidente.Por ello es que el sacerdote andino, en la ceremonia ritual, puede remontarse en el «pasado» miles de años y ver hoy en pleno funcionamiento ritual una huaca y participar activamente en aquel acto: de esta manera incluye el «pasado» en el «presente». Asimismo, el sacerdote puede por su capacidad de conversar con todos los componentes del mundo vivo, saber el clima que corresponderá a la campaña agrícola-pastoril venidera y también puede remontarse más y llegar a saber el clima de las diez próximas campañas: de esta manera incluye el «futuro» en el  »presente». En los Andes Inka, pasado, presente y futuro, antes, ahora y después, no son compartimientos estancos sino que ellos concurren en el ahora que, por eso mismo, es siempre. Siempre re-creado, siempre renovado, siempre novedoso, sin anquilosis alguna.Como ya hemos visto, en la cultura andina Inka la forma del mundo no ocurre en el tiempo y el espacio. Aquí la vida ocurre en el pacha que podría, si se quiere, incluir al tiempo y al espacio pero antes de toda separación, y que podría, también si se quiere, significar cosmos o mundo para el modo de ser de Occidente; sin embargo el pacha, es, más bien, el micro-cosmos, el lugar particular y específico en que uno vive. Es la porción de la comunidad de la sallga o «naturaleza» en la que habita una comunidad humana, criando y dejándose criar, al amparo de un cerro tutelar o Apu que es miembro de la comunidad de huacas o «deidades». Es decir, pacha es la colectividad natural local, que, como todo en el mundo andino, se re-crea continuamente.La Pachamama, la Madre Tierra, cada año, cada ciclo telúrico, concibe – fecundada por el Sol- y pare un nuevo pacha, (dentro del pacha, a su vez, el agua fecunda a la tierra, y así sucesivamente). Los sacerdotes y las sacerdotisas toman el pulso a la Pachamama y palpan el feto durante la gestación para conocer antes del parto el carácter de la cría. Por eso pueden saber el clima del año venidero. Pero ellos también, por su conocimiento tan íntimo de la Pachamama y del Sol, así como de las circunstancias de su vida, pueden saber incluso el carácter de sus criaturas aún no engendradas.La colectividad natural andina siendo sumamente diversa, es sin embargo la de siempre. Sucede pues que lo de siempre es la diversidad, la renovación, la re-creación. La diversidad es lo habitual, es lo normal. Pero no cualquier diversidad sino la que conviene a la vida. Por este modo de ser es que la cultura andina ha podido mantener su presencia entrañable en las grandes mayorías poblacionales del campo y de las ciudades y continuar con su diversidad pertinente a la vida.Por otra parte se constata que la concepción andina es holista porque en el mundo-animal lo que incide en uno cualquiera de sus órganos, afecta necesariamente al organismo, al ser vivo. El órgano

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es indesligable del organismo y en el órgano está incluido el organismo. Se trata de un mundo comunitario de un mundo de amparo en el que no cabe exclusión alguna. Cada quien (ya sea un hombre, un árbol, una piedra) es tan importante como cualquier otro.Lo que acabamos de presentar nos hace ver que el holismo es propio de un mundo colectivista, embebido de un sentimiento de pertenencia: uno sabe siempre que es miembro de una comunidad con cuya persistencia se siente íntimamente comprometido. Uno sabe que es miembro de una comunidad que vive en uno. Es así como se vive la experiencia de unidad de la vida propia con la vida toda del mundo-animal andino.Otra característica de la cosmovisión andina es su inmanencia, esto es, que todo ocurre dentro del mundo-animal. El mundo andino no se proyecta al exterior y no existe algo que actúe sobre él desde fuera. Esto implica que en la cultura andina no exista lo sobrenatural ni «el más allá» ni lo trascendente. El mundo inmanente andino es el mundo de la sensibilidad: nada en él escapa a la percepción. Todo cuanto existe es patente. Todo cuanto existe es evidente. Hasta la «deidad» Viracocha es perceptible, es visible.

Vida y muerte en la cosmovisión andina

En la cosmovisión andina el tiempo no es lineal, es decir, no concibe un comienzo y un final sino la convivencia con el pasado y el futuro que se da en el presente, entre lo que pasó y lo que vendrá. Este movimiento circular y continuo va regenerándose y complementándose con la vida diaria del hombre y las estaciones del año.En el inicio era la relación. Ésta es la verdadera substancia andina, que se manifiesta por ejemplo en la estructura de su idioma, en la ética, en la simbología, en los ritos y hasta en la combinación de los colores en los tejidos. En efecto, todo el cosmos vive y es animado: los cuerpos celestes, los cerros, la pachamama, los fenómenos meteorológicos, todo tiene alma; por lo tanto, todo tiene vida.¿Cuál es entonces la visión andina de la muerte? Nada muere o termina con fatalidad sino que es un continuo renacer, es caminar en distintos ciclos, es estar en uno y en múltiples lugares. Se plantea en términos de contradicción armónica porque la muerte es concebida como la continuación de la vida bajo la forma de “pasaje-viaje”, que al cerrar el ciclo volverá a la vida real entre los vivos. Cada ciclo siempre es un nuevo comienzo.Es fundamental comprender el significado del espíritu o alma llamado ajayu, que encierra un doble principio: inmanente y trascendente. Es inmanente porque al hombre que no tiene creatividad, invención, juicio, humor, decisión, voluntad se lo define como “sin ajayu”, y es trascendente porque cuando el ajayu se separa del cuerpo, se presenta el “pasaje-viaje”, es decir, la muerte.“Se fue” es la expresión utilizada; da a entender que la muerte no es el final de todo. Tampoco es el gozo del cielo o el sufrimiento del castigo, sino que es el fin de un ciclo natural de vida y el inicio de otro ciclo vital más elevado, donde prosigue la cotidianeidad. Tanto es así que el hecho de morir no rompe los vínculos con la comunidad: el difunto sigue siendo comunero, aunque está en una nueva situación, en una nueva realidad.

Ritos y simbología Los rituales mortuorios en el mundo andino son muy ricos en simbolismos y muy complejos en su realización. No hay negación ni ocultamiento del hecho de la muerte: es fuente de vida, otra vida, otro estatus. En este contexto el rito prepara un tiempo de diálogo y consenso recíproco. La reciprocidad del “ser comunitario”, entendido como complementario y dual, es un proceso de equilibrio entre las fuerzas opuestas: dar al otro y tomar del otro, aceptar y devolver. Por esto el ritual es el espacio sagrado del encuentro con los difuntos, entrega y recibimiento, fiesta sagrada que da origen al establecimiento del equilibrio y la complementariedad.El hombre andino se constituye en un ser ritual que busca el bien y la armonía cósmica. Los ritos relacionados con la fertilidad del suelo, los animales y el hombre, por ejemplo, han sobrevivido a la

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superposición de las festividades cristianas (el 1 de noviembre es la fiesta de “Todosantos”: una suerte de sincretismo católico-andino en la que se evoca en complementariedad opositora la llegada de la nueva vida, y la despedida de los muertos junto con el invierno y la esterilidad del suelo). El pasaje-viaje (muerte) tiene varias fases y en cada una se preparan objetos necesarios para este tránsito: alimentos o abrigos contra el frío y otras adversidades. Hay desde una expresión ritualizada de la pena hasta un fuerte apoyo de la comunidad hacia los deudos. Comparten tiempo, música, comida y tragos para expresar el dolor en todas sus facetas y sentir una referencia de grupo.Al estar ritualizados los momentos del duelo (plegarias, danzas, despedida, sepultura) la pena se canaliza de un modo personal y comunitario. Cuando concluye, suele expresarse la satisfacción y la tranquilidad con la frase “Hemos cumplido”.Morir con dignidadSi bien en la cultura occidental la muerte es hoy un tabú, el interés está permeado por un gran desafío: morir con dignidad. ¿Pero qué se entiende por este concepto? El hombre, norma de sí mismo, puede exigir no sólo una vida plena y autónoma sino también cómo morir. Este proceso aparece en la encíclica Evangelium Vitae, de Juan Pablo II, como la “fuerte tentación de la eutanasia”, es decir, adueñarse de la muerte procurándola de modo anticipado, “con el fin de eliminar el dolor”. Por el contrario, anticipar el pasaje-viaje en la cultura andina sería inconcebible pues no hay atajos en su cosmovisión circular: cada ciclo es un nuevo comienzo. Y así también debe entenderse la comprensión cristiana.El teólogo alemán Karl Rahner afirma que el hombre termina su carácter de ser itinerante con la muerte, frase que expresa la idea del homo viator que transita por el mundo de paso hacia una vida imperecedera en comunión con Dios. En efecto, desde la perspectiva de la Evangelium Vitae, ayudar a morir dignamente no es otra cosa que respetar la dignidad de la persona que se encuentra en el final de su viaje, dando lugar a todos los cuidados paliativos. Considera además que estamos inmersos en una crisis antropológica profunda y lamenta que el predominio de una visión materialista y utilitarista del mundo haya concebido una pobre valoración de la vida humana: la existencia carece ya de sentido por su inutilidad y por estar sumergida en el dolor. Esto explica la aceptación en muchas sociedades de acciones contra la vida cuando se encuentra en estado terminal: “una cultura contraria a la solidaridad, que en muchos casos se configura como verdadera cultura de la muerte”.La riqueza, la belleza y la profundidad de la cosmovisión andina frente a la muerte se encuentra en plena sintonía con el mensaje cristiano: somos hombres y mujeres “en viaje” y la muerte no es el final del camino: es el inicio de un nuevo ciclo, de una nueva vida.

Viaje a la cosmovisión amazónica peruana

Por: Maximiliano Ochante SauñeSegún el pensamiento andino-amazónico, la naturaleza o la “pachamama” está relacionado de manera estrecha con los individuos y las deidades. Es un mundo vivo, holístico con el cual no solamente se dialoga y se mantiene relaciones armoniosas de equilibrio, de la buena crianza, sino también, cuando se transgrede uno de sus órganos, afecta necesariamente a la totalidad de su cuerpo.Se sostiene, que en la cosmovisión amazónica existe una diversidad de mundos. El mundo acuático representado por Yacuruna madre del rio, protector de la fauna y flora acuática. El Mundo terrestre representado por Sachamama, espíritu de las plantas, algunas sumamente peligrosas cuando son manipuladas en la brujería. El Sacharuna, padre del bosque más conocido como Chullachaqui (pies desiguales), es el espíritu protector de la selva. El mundo del aire representado por el Tunchi que son los espíritus de personas muertas, estos aparecen durante la noche para bien o para mal. El Ayaymama, que cumple una función premonitoria sobre la vida humana, el Búho que avisa sobre la mala suerte. El mundo del cielo es representado por los espíritus sobrenaturales del sol, la luna, las estrellas, tormentas, rayos. Esa es la fuerza superior y creadora de la naturaleza.

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Para el hombre andino-amazónico, todo en esta tierra (pacha) tienen vida, son personas: la piedra, la tierra, las plantas, el agua, el granizo, el viento, las enfermedades, el sol, la luna, las estrellas, son considerados como familia. Son seres dialogantes y reciprocantes; oran y se comunican de manera permanente. Por eso, sus relaciones y sus hierofanías se realizan dentro del marco de la complementariedad y la reciprocidad. En tal sentido, el despacho y la llamada “económica sacramental” es una ofrenda a la tierra a un dios y sus deidades andino-amazónicas. Es una forma de reciprocidad, de pedir favores a cambio de salud o prosperidad económica. El mes de agosto está considerado como el mes de la Pachamama, madre eterna que ofrece la vida, su fertilidad, que brinda alimentos y que sustentan a todos los seres del mundo. Ella tiene sus ciclos y tiempos, como el de recibir ofrendas, mediante despachos, ella siente hambre, le gusta la coca, el tabaco, las bebidas, los dulces entre otras. El despacho es una “invitación” que debe contener todo lo que le gusta a las deidades. En el segundo tiempo recibe la semilla y la germina, es pasiva, receptiva productora y generosa.

Ellos también están “sexuados” y la sexualidad penetra todos los campos de la realidad. A lo masculino corresponde el lado derecho con el sol, la estrella matutina, el día, el rayo, las cumbres, a lo femenino el lado izquierdo con la luna, la estrella vespertina, la noche, la nube, la pachamama. El lado izquierdo, en la cosmovisión andino-amazónico, es considerado negativo en base a ello se generan supersticiones, por ejemplo de considerar que una mujer estando embarazada duerme sobre el costado izquierdo, será mujer y si sobre el derecho varón. Cuando uno tiene malos sueños se debe escupir el zapato izquierdo y el derecho cuando son buenos. La derecha está asociada a lo positivo a lo privilegiado.De la misma forma, las plantas, las piedras, los fenómenos de la naturaleza también están sexuados. Hay plantas hembra con hermosas flores y plantas macho sin flores. Mucho de ello tienen propiedades curativas y se recolectan en base a los opuestos. Para generar vida se recolecta desde el este y por la mañana, con el nacimiento del sol y las plantas generadoras de la muerte desde el oeste opuesto al sol, con la muerte. Las plantas pueden ser consideradas como “plantas maestras” que, a través de la toma de los alucinógenos, enseñan el arte de curar o de hechizar. Así mismo existen “plantas soldado” como el Aya Uma (cabeza de difunto) que tiene espada y camina con su chicote y sus botas negras. El Aya Uma es médico, cura al paciente, pero también castiga a los espíritus malignos. El Palmiche, tiene múltiples propiedades medicinales, lo conocen con el nombre de “sambu runa” (hombre negro), nos dicen es moreno, soldado torturador, camina con su chicote y a los malos espíritus los agarra a chicotazos. La Itininga, es el garrote que se utiliza contra el diablo, solo con esta planta se le puede alejar.De las lluvias también existen machos y hembras. La precipitación fina, persistente que por horas cae es lluvia hembra y lo que cae en forma torrencial y momentánea es macho. Hay nubes mujeres y varones, papas de la misma manera, piedras varones y mujeres, cerros mujeres, etc. Los indígenas de la amazonia peruana consideran que la vida está inscrita en una suerte de “remolino”, en la que en determinado momento pueden estar en la esfera humana y luego pasar a la esfera natural, del monte, en la que uno se siente parte de la naturaleza y parte del universo. Este tránsito se realiza con la ayuda de los shamanes y las plantas maestras, para lo que se requiere una etapa de preparación, de ayuno, dietas prolongadas para no tener “impurezas en el alma”, condición indispensable no solamente para dialogar con el monte, sino que permite realizar expediciones de caza, recolección y pesca de manera exitosa.La caza, en la cosmovisión amazónica es una actividad por excelencia masculina y el éxito depende de la purificación del cazador y sus medios de trabajo de la contaminación proveniente del lado femenino y el bosque. Por eso, de purificarse el cazador, tiene que purificar las armas de caza, como la flecha con el denominado “ ivenki” para que no salga desviada. El cazador indígena no depreda toda la fauna terrestre en forma irresponsable. Además muchos animales no son considerados

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alimentos por ser mensajeros de las divinidades y otros no son cazados por ser impuros por sus hábitos de alimentación. Finalmente la población indígena de la amazonia peruana, divide las estaciones del año de acuerdo al factor hidrológico de las crecientes y vaciantes de los ríos. El cambio de estación es explicado a través de los indicadores florísticos y faunísticos que le permite realizar sus actividades económicas. En la estación seca hay abundancia de caza y pesca, mientras en la estación de lluvia la caza no se practica. La chichara por ejemplo, es un indicador climático de que ya no es buena época para la siembra del maní. En tiempo de cacería, el indicador climático es la floración del árbol de palo balsa, donde el armadillo engorda, cuando florece el árbol ojé es la época de la gestación del venado, etc. De la misma manera existen aves consejeras de una “buena caza” o “mala caza”. En la cosmovisión de los Arakmbut si el pájaro pikwan dice “kiss kiss” habrá una buena caza, pero si dice “pikwan” será pobre. Si el pájaro llamado sipin dice “sipin sipen” habrá mala caza y si canta “ke” “yo ke” “yo” entonces tendrán buena suerte. Si éste dice “sho sho” uno debe prepararse para un desastre. Muchos de los “indicadores climáticos”, se conocen a través de las “señas” que pueden ser de carácter individual, pero su interpretación puede ser comunal en base al pasado y las predicciones futuras de las señas.En fin, lo que prístinamente acuñara el filósofo Wilhelm Dilthey, en la actualidad con el proceso de globalización neoliberal viene sufriendo procesos de sincretismo, de adquisición de algo nuevo, de desasimiento o conservación de algo viejo, tal y como lo planteara el gran maestro Efraín Morote Best.

REFERENCIA BIBLIOGRAFICA1. Amazonia Peruana. Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica. Lima. N° 152. Eliade, Mircea. El chamanismo y las Técnicas Arcaicas del Éxtasis. Fondo de Cultura Económica. México. 1996.3. Eliade, Mircea. El Mito Del Eterno Retorno. Alianza/ Emecé. Madrid, 1992.4. IWGIA-Programa de los Pueblos de los Bosques. Los Arakmbut, Mitología, Espiritualidad e Historia. Lima. 2000.5. Jiménez, Greta. Rituales de vida en la cosmovisión andina. Convenio Editorial. Secretariado Rural Perú-Bolivia. Centrode Información para el Desarrollo. La Paz. Bolivia. 1995.6. Machaca, M. “La crianza de la biodiversidad y la cultura Andina”. En: La Cultura Andina de la Biodiversidad. Pratec,Lima. 1996.7. Rojas Zolezzi, Enrique. Los Asháninca un Pueblo tras el Bosque. Pontificia Universidad Católica del Perú. FondoEditorial. Lima. 1994.