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LA CONSTRUCCIÓN AL + INFINITIVO:
LECTURAS TEMPORALES Y CAUSALES.
UNA PERSPECTIVA SINTÁCTICA
Trabajo Final de Máster de Ciencia Cognitiva y Lenguaje (CCyL)
Autor: Pablo Rico Rama
Tutores: Dr. Ángel J. Gallego Bartolomé y Dra. M. Lluïsa Hernanz Carbó
Universitat Autònoma de Barcelona, septiembre 2014.
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AGRADECIMIENTOS
En primer lugar, me gustaría agradecer francamente el asesoramiento y la dedicación constantes
de mis dos tutores: el Dr. Ángel J. Gallego y la Dra. M. Lluïsa Hernanz. Su amplio
conocimiento, pero también su probada humanidad, han sido siempre un acicate. Gracias por la
provechosa instrucción, por la confianza en mí, por la generosidad sin orillas. La expresión de
mi gratitud solo la coarta la sobriedad a la que me obliga la ocasión.
También querría dar las gracias al Dr. Jaume Mateu, a la Dra. Gemma Rigau y a la Dra.
Cristina Real Puigdollers, por las referencias bibliográficas facilitadas y por su interés en todo
momento, tanto por el presente trabajo como, en general, por mi trayectoria académica.
Gracias a Marta Khouja por sus valiosos consejos sobre varios puntos del análisis y, por
supuesto, por su luminosa amistad. Gracias también a todos mis amigos, por la distensión y el
apoyo día tras día.
Y, por último, quiero agradecer a mi familia, por realzar siempre la mejor versión de mí
mismo, y alentarme a seguir su estela.
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1. Introducción
La gramática tradicional suele incluir dentro del concepto de subordinación adverbial
las oraciones temporales y causales. Las primeras indican la circunstancia temporal que
envuelve al evento de la oración matriz, mientras que las segundas indican el origen
lógico de la proposición principal:
(1) a. Lo hice cuando me dijiste.
b. Como porque tengo hambre.
Análisis recientes (a partir de Rojo 1978) han destacado que esta distinción no siempre
puede efectuarse diáfanamente, y que, de hecho, el propio concepto de subordinación
está llamado a ser profundamente revisado. Dejando de lado los puntos fundamentales
de esta polémica, en el presente trabajo queremos estudiar una construcción cuya
interpretación fluctúa en muchos casos entre el valor temporal y el causal. Nos
referimos a las oraciones al + infinitivo que encontramos en (2):
(2) a. Al recibir la carta, Laura se puso muy contenta.
a’. “Cuando recibió la carta, Laura se puso muy contenta”.
a’’. “Como recibió la carta, Laura se puso muy contenta”.
b. Al llevar falda, la gente la mira.
b’. “Cuando lleva falda, la gente la mira”.
b’’. “Como lleva falda, la gente la mira”
c. Al cantar esa canción, todo el público se puso en pie.
c’. “Cuando cantó esa canción, todo el público se puso en pie”.
c’’. “Como cantó esa canción, todo el público se puso en pie”.
Lo que tienen en común las dos interpretaciones –temporal y causal- de estas oraciones
es que en ambos casos se manifiesta una contigüidad entre el evento de la oración
principal y el del adjunto, algo notado por la bibliografía que ha abordado el tema con
anterioridad (Rigau 1993, 1995, 1998, Hernanz 1999, Martines 2000 o Alonso-Ovalle
2002). Tal contigüidad no señala necesariamente que los eventos de las proposiciones se
den simultáneamente; la noción de contigüidad queda inespecificada respecto al hecho
de que el evento de la subordinada se inicie en un punto temporal anterior, posterior o
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simultáneo al del evento de la principal. Lo relevante en todos los casos es que existe un
punto de contacto entre los eventos, de modo que la ocurrencia de un evento se
interpreta como estrechamente relacionada (temporal o lógicamente) con la de otro
evento. En una oración como (2)c, el evento del adjunto precede (temporal o
lógicamente) al de la oración principal. Sin embargo, en una oración como Al verme,
Pedro ya había hablado con Marta el evento de la subordinada se concibe como
posterior al de la oración matriz, una lectura que depende de las propiedades temporales
del pretérito pluscuamperfecto. Finalmente, puede ser que los dos eventos sean
verdaderamente simultáneos, como en la oración Al estudiar Juan en París, yo estaba
trabajando en Londres; en este caso, la interpretación de simultaneidad viene dada por
la sintaxis que despliega el pretérito imperfecto. Asimismo, es también contigua toda
relación entre causa y efecto, dado que todo efecto surge necesariamente bajo la acción
de una causa (Lucas 1984). Es esta misma relación de contigüidad la que provoca que
ciertas oraciones sean ambiguas entre una lectura u otra. Como sostiene Lyons (1975,
citado en Rigau 1998), “la aserción de que dos situaciones se sucedan la una a la otra en
el tiempo suele implicar concebirlas como conectadas causalmente” (la traducción es
nuestra).
Todas estas cuestiones las veremos en el punto 5; por ahora, queremos apuntar que la
noción de “contigüidad” la entendemos como la relación de inmediación (temporal o
lógica) que existe entre dos eventos, y que su especificación depende de una serie de
factores de orientación temporal que veremos con más detalle a lo largo del trabajo. Las
representaciones de (3) ilustran la noción de contigüidad entre el evento de la
subordinada (EV-1) y el de la principal (EV-2):
(3) a. EV-1 [ /////////////////// ] SIMULTANEIDAD
EV-2 [ /////////////////// ]
b. EV-1 [ //////////// ] ANTERIORIDAD
EV-2 [ ////////// ]
c. EV-1 [ ///////// ] POSTERIORIDAD
EV-2 [ //////////// ]
En términos lingüísticos, esta contigüidad ha sido estudiada considerando el concepto
de coincidencia central (Hale 1986, Hale y Keyser 1993, etc.), que es la relación de
5
coincidencia estable, continua entre dos argumentos que Talmy (1978) acuñó con los
nombres de “figura” y “fondo”. Esta relación topológica entre figura y fondo se fragua
gracias al concurso de preposiciones de coincidencia central. En las estructuras que
analizaremos, esta coincidencia la marca la preposición a, contracta con el artículo
definido el. Los factores que entran en juego a la hora de determinar su lectura
constituyen el foco de nuestro estudio1.
Una peculiaridad de las cláusulas que estudiaremos es que, a diferencia de otras
construcciones con los mismos valores adverbiales, como (1), el nexo subordinante (al)
no ofrece claramente pistas para interpretar las oraciones de uno u otro modo. A ello se
suma la temporalidad neutra del infinitivo, que, juntamente con al, solo puede señalar
que los dos eventos son contiguos, cuando no fijar con exactitud la manera como se lee
esa coincidencia. Si la interpretación no puede conseguirse mediante el nexo ni la
temporalidad de la cláusula, cabe suponer que los parámetros relevantes son otros. En
este trabajo se sostendrá que la clase de lectura se obtiene a partir de dos factores, que se
presentan brevemente en (4) y se desarrollarán a lo largo de las siguientes páginas:
(4) i) A partir de la relación topológica que se da en cada caso: en la
adjunción temporal, el núcleo C selecciona como fondo un ST, mientras
que en la adjunción causal selecciona un SX, una proyección intermedia
entre el ST y el SC que genera opacidad con respecto a la lectura de la
temporalidad.
1 Además de las lecturas temporales y causales, queremos referirnos brevemente a otra clase de
interpretación: la condicional. Nos referimos a oraciones genéricas de caracterización de acciones, como
Al enseñar el carnet, te dan un bocadillo, que expresan una condicionalidad a partir de la observación de
un número elevado de ocurrencias temporales. Para estos casos, se ha postulado la existencia de un
adverbio de cuantificación implícito (Lewis 1973, Milsark 1974, Carlson 1979, Kratzer 1991) que opera
sobre los eventos. La lectura condicional derivaría de la presencia de tal operador, que ligaría el tiempo de
los predicados y los situaría en un dominio genérico o atemporal. Teniendo en cuenta que esta clase de
interpretación se puede dar con cualquier estructura que exprese temporalidad, no la consideraremos en el
análisis de las construcciones al + infinitivo.
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ii) A partir de la orientación a la que inducen los rasgos verbales de
ciertos auxiliares; concretamente, repararemos en los rasgos
[+perfectivo] y [+progresivo] de los que constan, respectivamente, los
auxiliares haber y los denominados modales radicales.
Estos dos pilares sobre los que basaremos nuestro análisis se abordarán con un prisma
sintáctico; nuestro trabajo dista, así, de los trabajos que han atribuido la disparidad
interpretativa a razones puramente semánticas, como el trabajo de Alonso-Ovalle
(2002). Antes de entrar en materia, y con tal de aportar un cuadro descriptivo más
detallado, queremos anotar los factores que impiden que el adjunto se lea
temporalmente: la naturaleza individual de los predicados –(2)a–, la presencia de
auxiliares modales –(2)b–, la intervención de cuantificadores de grado –(2)c–, la
negación –(2)d– y el concurso del auxiliar temporo-aspectual haber –(2)e:
(5) a. Al ser albino, tiene muchos problemas de visión.
a’. #“Cuando es albino, tiene muchos problemas de visión”.
a’’. “Como es albino, tiene muchos problemas de visión”.
b. Al tener que depender de sus padres, no se permite caprichos.
b’. #“Cuando tiene que depender de sus padres, no se permite caprichos.”
b’’. “Como tiene que depender de sus padres, no se permite caprichos”.
c. Al cobrar tanto por los cafés, ahuyenta a la clientela.
c’. #“Cuando cobra tanto por los cafés, ahuyenta a la clientela”.
c’’. “Como cobra tanto por los cafés, ahuyenta a la clientela”.
d. Al no volver Juan, llamé a la policía.
d’. #“Cuando no volvió Juan, llamé a la policía”.
d’’. “Como no volvió Juan, llamé a la policía”.
e. Al haber estudiado música, sabe apreciar a un buen operista.
e’. #“Cuando ha estudiado música, sabe apreciar a un buen operista”.
e’’. “Como ha estudiado música, sabe apreciar a un buen operista”.
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La distribución del trabajo es la que sigue: en el apartado 2 se analiza la naturaleza del
núcleo C en construcciones adverbiales no finitas, y se ahonda tanto en la consideración
de la preposición como una categoría funcional como en la función que desempeña el
artículo el a la hora de denotar una relación de coincidencia central. En la tercera parte
se estudian las oraciones que adquieren una interpretación temporal, reparando
especialmente en la relevancia del argumento eventivo (Davidson 1967). En el apartado
4 se examinan los factores que inciden en la interpretación causal, por medio de efectos
de intervención entre las capas ST y SC. En la sección 5 se aborda el problema de la
interpretación considerando algunos de los postulados de Reichenbach (1947) acerca de
la necesidad de que un adjunto temporal aporte el Punto de Referencia (PR). En el sexto
apartado se apuntan, finalmente, las conclusiones.
2. La naturaleza de C en las construcciones adverbiales no finitas
La gramática generativa considera, más o menos a partir de Bresnan (1970), que los
llamados complementantes constituyen un tipo de categoría funcional cuya función es la
de subordinar un elemento a otro. Como es sabido, estos núcleos funcionales encabezan
su propia proyección, SC, y su naturaleza determina la composición interna de dicha
proyección, así como la lectura que recibe. El par mínimo de (6) ilustra las diferencias
de significado en función de los rasgos del complementante:
(6) a. Jorge no sabe que Tomás es millonario.
b. Jorge no sabe si Tomás es millonario.
En (6), la disparidad interpretativa estriba en el rasgo [±qu]: la conjunción que, al tener
un rasgo [-qu], motiva que la oración sea declarativa, mientras que el rasgo [+qu] de si
hace que (6)b se considere una interrogativa indirecta.
En los casos de las oraciones adjuntas la naturaleza de C es asimismo relevante
para la interpretación de dicha cláusula. En (7), las proposiciones no seleccionadas
reciben, respectivamente, una lectura causal, condicional y concesiva, algo que va
ligado, al menos parcialmente, al tipo de complementante que las encabeza:
(7) a. Como tiene sueño, bosteza.
b. Si necesitas ayuda, llámame.
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c. Aunque insistas, no te dejaré ir.
La incidencia interpretativa del núcleo C es también relevante para los casos de
cláusulas adjuntas con formas no finitas, como las que abordamos en el presente trabajo.
Antes de ver con más detalle la repercusión del complementante en estos casos, cabe
recordar lo que es bien sabido: las formas verbales no personales se caracterizan por
carecer de morfemas flexivos que permitan el anclaje temporal/aspectual de la oración
(Hernanz 1982, 1999). Ello implica que su legitimación sintáctica dependa de la
existencia de un núcleo rector:
(8) a. *Comprar/comprando/comprado el cava
b. Quería comprar el cava.
c. Estaba comprando el cava.
d. Comprado el cava, fueron a comprar los canapés.
En las oraciones (8)b-c tal núcleo lo constituye, respectivamente, el verbo de control
quería y el verbo auxiliar estaba. Por el contrario, cabe preguntarse qué es lo que
permite la gramaticalidad de una construcción como (8)d, en que no existe ningún
elemento flexivo regente ni tampoco ningún nexo que permita explicitar la naturaleza de
su conexión lógico-semántica con la oración a la que modifica. Nótese, por el contrario,
que este aspecto de los participios –compartido con los gerundios- contrasta con el
comportamiento de los infinitivos, que requieren la participación de una preposición
para su legitimación sintáctica:
(9) a. Con tener dinero, no es muy generoso. LECTURA CONCESIVA
b. De tener dinero, iría a Egipto. LECTURA CONDICIONAL
c. Al tener dinero, viaja con frecuencia. LECTURA CAUSAL
Lo que esta oposición nos dice es que la valencia aspectual de los infinitivos es distinta
a la de participios y gerundios: en el caso de las subordinadas no seleccionadas, la
neutralidad de los primeros comporta necesariamente el concurso de un núcleo rector
preposicional, mientras que los segundos pueden tomar un anclaje temporal/aspectual
por sí solos, y por ende rechazan la presencia de preposiciones. Esta asimetría se ha
9
solido captar en términos léxicos, alegando que, a diferencia de participios y gerundios,
los infinitivos son formas no marcadas aspectualmente. Por otro lado, algunos estudios
(Gallego 2010, Gallego y Hernanz 2012) han desarrollado esta idea defendiendo que la
estructura subléxica de los gerundios y participios incorpora naturalmente una
preposición en el núcleo C, mientras que la de los infinitivos no, como se muestra en
(10)2:
(10) a. Infinitivos: [SC C [ST T [Sv v … ]]]
b. Participios: [P-SC P-C [ST T [Sv v … ]]]
c. Gerundios: [P-SC P-C [ST T [Sv v … ]]]
Las disimilitudes que (10) refleja entre los infinitivos y las otras formas no personales
se relaciona con el hecho de que el infinitivo puede tener un núcleo rector que no sea
preposicional. Sin embargo, las tres formas devienen análogas en contextos no
seleccionados, puesto que en todos los casos se requiere la presencia de una
preposición. De este modo, se puede afirmar que todas las formas verbales en contextos
no seleccionados son SPs, lo cual nos lleva a asumir que en tales contextos, P ocupa la
posición de C (Kayne 2000). Cabe decir, ante todo, que las preposiciones constituyen
un candidato natural para ocupar dicha posición, dado que en los contextos adverbiales
que tratamos parecen comportarse como categorías puramente funcionales: por un lado,
constituyen una clase cerrada de elementos, es decir, el número de palabras que
conforma la categoría es limitado3; por el otro, las preposiciones forman una categoría
notoriamente abstracta, en el sentido que carecen de contenido conceptual. Así, la
semántica de las preposiciones –especialmente si ocupan la posición de núcleo de C- es
una semántica débil, ya que están provistas de apenas unos pocos rasgos semánticos.
Las preposiciones que ocupan la posición de complementante parecen desempeñar una
función estrictamente gramatical, pues su presencia está motivada por la necesidad de
2 Entendemos, pues, el –algo laxo- concepto de densidad como la presencia en un elemento lingüístico de
componentes de orden aspectual que permiten el arraigo de un argumento en unas coordenadas
espaciales/temporales. Así, el gerundio y el participio son más densos que el infinitivo porque incorporan
una preposición en su estructura subléxica.
3 Solo el cambio lingüístico puede alterar, mediante un proceso de gramaticalización, el número de
elementos que conforman una clase funcional.
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proveer de un núcleo rector a la forma no personal, y así esta quede gramaticalmente
legitimada.
Asumimos, pues, que para oraciones como las de (9), las preposiciones con y de
y la contracción al ocuparían la posición estructural de núcleo de C. En este tipo de
oraciones, la relación entre el infinitivo y la preposición ha llevado a la formulación de
distintas teorías (Hernanz 1994, Pesetsky y Torrego 2001, 2004, etc.) que postulan un
movimiento de T-a-C, con tal de que la temporalidad defectiva de la forma no personal
pueda suplir la ausencia de flexión. Obviamente, este movimiento no es necesario en los
casos en que el T del predicado está suficientemente especificado en la sintaxis
mediante la posesión de morfemas flexivos. En tales casos, la incorporación sintáctica
de una preposición en C no es precisa; los rasgos aspectuales de la preposición son
innecesarios cuando el T fuerte de los predicados ya puede por sí mismo especificar la
temporalidad, como sucede en los ejemplos de (11):
(11) a. Iremos a Roma cuando llegue el buen tiempo.
b. Iremos a Roma cuando Andrés se haya sacado el carnet.
En estos casos, el valor temporal queda fijado por los valores [-pasado] y [+pasado],
respectivamente, merced a la flexión de los tiempos en subjuntivo. Sin embargo, no
sucede lo mismo cuando el tiempo del predicado no es fuerte, como ocurre con el
infinitivo y las otras formas no personales. En estos casos, el movimiento de T-a-C tiene
la función de llenar de significado temporo-aspectual el T débil de la forma no personal.
En oraciones como las de (9), cabe postular que la preposición se comporta como una
copia de T en C, a fin de que el rasgo temporal defectivo del infinitivo quede dotado de
la suficiente densidad como para que la cláusula devenga gramatical e interpretable.
Dicho de otro modo, la preposición en C constituye una férula temporal/aspectual para
el infinitivo, permitiendo que la proposición adjunta quede legitimada y pueda formar la
relación topológica pertinente con la oración matriz.
Como se observa en (12), T y C mantienen una relación de concordancia a
distancia en el rasgo T; la temporalidad débil del T de los infinitivos queda suplida
mediante los rasgos aspectuales de la preposición:
(12) [SC [Ci al [ST [Ti tener [Sv … ]]]]] RELACIÓN DE ACUERDO A DISTANCIA
11
En el caso de las construcciones con al + infinitivo, la contracción al liga el tiempo de
la cláusula mediante la concordancia a distancia con T. De este modo, es porque C (=P)
y T mantienen esta relación de acuerdo por lo que la cláusula queda legitimada al nivel
de la FL: el infinitivo queda provisto de la densidad aspectual de la que carecía
originalmente, y la cláusula puede constituirse como fondo en la relación topológica,
adquiriendo un valor adverbial u otro.
Ello implica asumir que el ascenso de núcleo a núcleo se da para todos los casos
de las construcciones con al + infinitivo, lo cual no coincide con el análisis llevado a
cabo por Rigau (1995, 1998). La autora defiende que la lectura causal se obtiene porque
la intervención de una capa intermedia entre T y C obstaculiza el ascenso del predicado
(V+FLEX) a la preposición. Así, la negación y ciertos auxiliares impedirían que la
preposición de C actúe como operador temporal conjuntamente con T4. No obstante, si
atribuimos la lectura causal a la ausencia de acuerdo entre T y C, por efectos de
minimidad, tendríamos dificultades para explicar los casos en que ninguna capa
intermedia bloquea la correspondencia (en los apartados 5.1. y 5.2. veremos que el
auxiliar haber y los modales radicales se encuentran por debajo de T). En el presente
estudio sostendremos que el movimiento de T-a-C no resulta necesariamente en una
lectura temporal. La contracción al, más que un “operador temporal”, tiene el cometido
de pertrechar al infinitivo de un ancla temporo-aspectual; por las características de al, el
núcleo C hace que los eventos de las dos cláusulas se interpreten como contiguos o
coincidentes. Ello ocurre en todos los casos, con independencia de la lectura que las
subordinadas acaban teniendo. El valor –temporal o causal- se obtiene, en cambio, por
la clase de relación topológica que se da en cada ocasión, algo que veremos en los
apartados siguientes.
Si, como hemos afirmado, la partícula presente en C determina la interpretación
de la proposición subordinada, es lógico suponer, como hemos hecho, que en las
4 En 1993, Rigau trató de resolver el problema desde una perspectiva semántica, y propuso que el valor
causal se debía a la incompatibilidad de los dos operadores: el P temporal y la negación. Sin embargo, en
el trabajo de 1995 la autora da cuenta de construcciones temporales como las de (i), donde se observa que
la imposibilidad de interpretar una oración como (i)b como temporal no se explica por la semántica de la
negación, sino por la clase de construcción sintáctica que se da en cada caso:
(i) a. Al imposibilitarme la salida… TEMPORAL
b. Al no posibilitarme la salida… *TEMPORAL
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construcciones que estudiamos aquí el valor adverbial proceda de los rasgos que
codifica al. Como adujimos al principio del trabajo, tal valor es el de coincidencia
central, si bien tanto la lectura temporal como la causal denotan este tipo de
coincidencia. En este apartado no queremos abordar el modo como se fija una lectura u
otra, sino ahondar en la composición de la contracción, un aspecto apenas tratado en la
bibliografía precedente.
Recordemos, ante todo, que una preposición de coincidencia central expresa una
relación de contacto entre dos entidades –en nuestro caso, los dos eventos de la oración.
De modo inherente, la preposición a no codifica, en contextos temporales o espaciales5,
esta clase de relación, a diferencia de lo que sucede con la preposición en:
(13) Mónica fue {a/*en} su casa.
De un modo somero, podemos decir que los verbos direccionales como ir, que implican
una transición o cambio de lugar, requieren de preposiciones que expresen una noción
análoga, y rechazan en cambio las preposiciones que, como en, expresan una suerte de
estado resultante. Al margen de todo detalle, lo que queremos subrayar es que estas
preposiciones se distinguen en el tipo de relación que, basándose en los estudios que de
estas preposiciones han realizado Hale y Keyser (1986, 1993) o Demirdache y Uribe-
Etxebarria (1997, 2005, entre otros), Romeu (2014) expresa en términos de la oposición
con-junto y dis-junto. La preposición a expresa una relación dis-junto, mientras que en,
una relación con-junto. La relación dis-junto hace que los elementos que se combinan se
interpreten como apartados el uno del otro; la relación con-junto, por el contrario, hace
que los elementos combinados se interpreten como coincidentes. Creemos que esta
diferencia, así expresada, nos permite no analizar la preposición a como direccional,
puesto que aparece en contextos no direccionales, como el de (14):
(14) La casa está a las afueras de Barcelona.
Con esta información podemos ver que a no puede expresar per se una relación de
contigüidad como la que estudiamos en nuestro estudio; si bien su naturaleza es locativa
5 Dejamos de lado en el presente análisis otros contextos en que la preposición adquiere un valor
aparentemente distinto, como los siguientes:
(i) Lo asesinó a cuchilladas.
(ii) Está hecho a piezas.
13
–es decir, nuclear–, la relación que establece entre las dos entidades que asocia hace que
se interpreten como separadas la una de la otra. Teniendo en cuenta que el evento de las
oraciones adjuntas que analizamos debe mantener una relación de contigüidad con el
evento de la oración principal, podemos explicar por qué (15)a es agramatical, y no lo
es, en cambio, una oración del catalán como (15)b, en que la preposición en permite
formar proposiciones claramente análogas a las que estudiamos:
(15) a. *A llegar, vi a tu primo.
b. En arribar, vaig veure el teu cosí.
Así las cosas, la coincidencia central que expresan las oraciones con al no sería posible
sin el concurso del artículo que forma la contracción. No obstante, si tomamos este
artículo como un determinante al uso nos costaría explicar por qué en las oraciones que
analizamos su aparición no comporta en ningún caso la nominalización de la cláusula.
Rigau (1993) aporta una serie de pruebas que descartan que la función del determinante
sea la conversión del infinitivo en un sustantivo, unas pruebas que repasamos
brevemente aquí. En primer lugar, las construcciones temporales no permiten que la
forma verbal tenga modificadores adjetivos, a diferencia de lo que ocurre con las
oraciones en que hay nominalización, como se aprecia en (16):
(16) a. *Al mirar tan profundo que tiene, me quedé absorto.
b. Con ese mirar tan profundo, me quedé absorto.
En segundo lugar, en los casos de nominalización el argumento externo aparece en
genitivo; como ilustra (17)a, esto no puede ocurrir con las construcciones que
estudiamos:
(17) a. *Al sonreírme de Ana, ya me di por satisfecho.
b. Con el sonreír de Ana, ya me di por satisfecho.
Por otro lado, el infinitivo de las construcciones temporales/causales acepta adjuntos de
tipo adverbial, mientras que esto no ocurre en los casos de nominalización:
(18) a. Al hablar tan fuerte, me tapé los oídos.
b. *Con el hablar tan fuerte, me tapé los oídos.
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Por último, los infinitivos que son objeto de nuestro estudio aceptan complementos
verbales, mientras que los infinitivos nominalizados no:
(19) a. Al hablarme Jialu de política china, desconecté.
b. *Con el hablarme Jialu de política china, desconecté.
Si, como dijimos, a es una preposición dis-junto, esta debe combinarse con algún
elemento delimitador que aporte el término del que carece naturalmente. Esta idea
coincide con los análisis que conciben la preposición a como un elemento que expresa
el “contacto con un límite” (Fábregas 2007, Brucart 2010). Lo que queremos sugerir es
que tal límite lo aporta el artículo, y que –l parece comportarse, pues, como un elemento
axial que codifica el límite (el end de Amritavalli 2007) que permite la lectura de
coincidencia central. Conviene recordar que hemos asumido que a no es una
preposición direccional (no denota un path), sino locativa, que expresa una relación de
separación entre elementos. El análisis de (20), inspirado en los trabajos de Svenonius
(2006) o Fábregas (2007) ilustra nuestra propuesta:
(20)
La función semántica de la parte axial es la identificación de un punto espacial/temporal
que actúe como fondo y determine la ubicación de un elemento –en este caso, el evento
de la subordinada. Si bien es cierto que –l no goza del importe semántico de otros
elementos con partes axiales (en-frente, en-cima, etc.), sí es cierto que consta de un
rasgo D que le permite aportar, como al fin y al cabo es común en los artículos, una
noción de definitud, que es el que denota un límite espacio-temporal6. En (20), la
proyección Lugar desempeña la función relacional común en todas las preposiciones,
6 También Terzi (2004) sugiere que la parte axial está relacionada de algún modo con los rasgos de
definitud. Por su parte, Real Puigdollers (2013) propone -aunque no lo desarrolla en profundidad- que la
parte axial podría venir de una estructura de cuantificación del fondo (ground).
15
mientras que la parte axial, ocupada por –l, codifica un término que convierte la
contracción en una partícula de coincidencia central.
En suma, proponemos que -l se comporta como un elemento demarcador que
permite expresar el límite con el que colinda la preposición locativa a. Estos dos
elementos constituyen un único todo funcional que ocupa la posición de núcleo de C y
señala que los dos eventos que se relacionan mantienen una relación de contigüidad, o
sea, de coincidencia central.
3. La interpretación temporal
Como se destacó al principio del estudio, las estructuras al + infinitivo expresan la
relación de contigüidad del evento del adjunto con el del predicado principal. Tal
contigüidad puede leerse temporal o causalmente, como se observa en (21):
(21) a. Juan huyó al ver el león.
a’. “Cuando vio al león, Juan huyó”
a’’. “Como vio al león, Juan huyó”.
Si interpretamos (21) temporalmente, lo que esta oración nos dice es que la huida de
Juan se produjo en el momento en que vio el león. En tal caso, la coincidencia central
que materializa la contracción al es entre el tiempo de dos eventos. Si el núcleo
relevante para la interpretación –temporal o causal- es T, la disparidad debe radicar en
las operaciones sintácticas que se llevan a cabo en cada clase de cláusula. Cabe
recordar, en primer lugar, que el T de estas construcciones es débil (“la mínima
expresión de T”, según Rigau 1995), de modo que podría suponerse que está
inespecificado para adquirir un valor interpretativo u otro, y que las operaciones que
distingan la temporalidad de la causalidad deben producirse tardíamente, al nivel de la
FL. Ello podría explicar fácilmente por qué gran cantidad de construcciones pueden
obtener tanto una lectura temporal como causal, como vemos en (22):
(22) a. Al sonar el timbre, me vestí rápidamente.
a’. “Cuando sonó el timbre, me vestí rápidamente”.
a’’. “Como sonó el timbre, me vestí rápidamente”.
16
b. Al ver a su amo, el perro empezó a mover la cola.
b’. “Cuando vio a su amo, el perro empezó a mover la cola”.
b’’. “Como vio a su amo, el perro empezó a mover la cola”.
No obstante la doble lectura que permiten las oraciones de (22) para el lector, en el
presente trabajo defenderemos que esta ambigüedad no reside en la mente del hablante,
y que por tanto este construye las oraciones otorgándoles bien una lectura temporal,
bien una causal. A lo largo de las siguientes páginas desarrollaremos un análisis que
dará cuenta de la diferencia estructural entre los dos tipos de subordinada, una
diferencia que se vincula con la accesibilidad a la información temporal relativa al
evento.
Si atribuimos una interpretación temporal a una oración como (22)b, lo que se
expresa no es que lo que provocó que el perro moviera la cola fue el hecho de ver a su
amo, sino que el momento de verle coincide centralmente con el momento de empezar a
mover la cola. Asumiendo una teoría subeventiva (Schein 1993, Pietrosky 2005,
Ramchand 2011, 2013), podríamos decir que el fondo temporal es la fase no durativa
que codifica un predicado de logro como ver a su amo. Dicho de otro modo, el
predicado principal es contiguo con el telós presente en la estructura del evento de la
cláusula adjunta. Sin embargo, lo que hace posible que la oración pueda interpretarse
temporalmente no es la existencia de un límite; las oraciones de (23) se pueden leer
temporalmente a pesar de ser predicados de actividad:
(23) a. Al cocinar, se pone música clásica.
a’. “Cuando cocina se pone música clásica”.
b. Al andar se hace camino.
b’. “Cuando se anda se hace camino”
En estos casos, los predicados poner música y tropezarse coinciden centralmente con el
proceso de los predicados cocinar y andar7. Hay que preguntarse, pues, qué es lo que
motiva que los predicados de (22) y (23) queden legitimados para denotar el fondo
7 No está claro, a este respecto, que la contracción al señale un instante y no un intervalo, como se afirma
en Rigau (1995, 1998). Por el contrario, en las oraciones de (23) el adjunto con al parece denotar el
intervalo, o la fase durativa, en la que se enmarca el evento de la oración matriz. La clase de coincidencia
central que se da en estas oraciones se corresponde con el esquema de (3)a.
17
temporal en que ocurre el predicado matriz, pero no, en cambio, los predicados de (24),
que obtienen forzosamente una lectura causal:
(24) a. Al no regresar, llamé a la policía. #temporal/causal
b. Al haberte entregado, se te reducirá la pena. #temporal/causal
c. Al parecerse a su padre, Edu tiene rasgos latinos. #temporal/causal
Lo que demuestra este contraste es que la oposición relevante no es la duratividad vs.
puntualidad. Para funcionar como adjunto temporal, el predicado debe tener accesible
en el momento de la adjunción lo que la bibliografía ha denominado argumento
davidsoniano o eventivo (Davidson 1967, Higginbotham 1985), un aspecto que
abordamos en el siguiente punto.
3.1. Los complementos temporales como modificadores eventivos: el argumento
eventivo
En “La forma lógica de las oraciones de acción”, Davidson (1967) reparó en que los
tratamientos de la predicación no podían explicar la clase de contraste de las oraciones
de (25):
(25) a. El ciervo está protegido en Europa.
b. #El ciervo es un mamífero en Europa.
Se requería, por tanto, una teoría que diera la suficiente importancia a los modificadores
adverbiales como en Europa, y a sus posibilidades combinatorias con predicados de
naturaleza disimilar, como ser un mamífero y estar protegido. Lo que Davidson
concluye es que los “verbos de acción” tienen un argumento eventivo (e) como parte de
su estructura argumental. Tal argumento se distingue de los demás en que no está
marcado temáticamente, es decir, no representa un participante que se sature por
marcado en una posición estructural interna al Sv. Es por eso que ciertos autores, como
Kratzer (1994), han propuesto que el argumento eventivo es el auténtico argumento
externo del predicado, ya que es el último argumento que se satura y, además, el más
independiente desde el punto de vista semántico, dado que, como se ha defendido a
menudo, está presente en todos los predicados.
18
Sin embargo, este aspecto no deja de ser controvertido: Kratzer (1995) sostiene
que los argumentos de estado carecen de tal argumento, puesto que una oración como
Juan teme a las arañas no es propiamente un evento, sino una propiedad de Juan. En
cambio, otros autores, como Higginbotham (1985, 1987), Herburger (1993) o
Uriagereka y Raposo (1995) defienden que no existen predicados puramente de
individuo, sino que tal etiqueta se asigna en función de las operaciones sintácticas que
afectan al argumento eventivo y a su ámbito. Esta discusión, no obstante, la
retomaremos más adelante. De momento, nos interesa destacar que en el presente
estudio apoyamos los análisis que suponen la existencia uniforme de un argumento
eventivo para todos los predicados.
Sostenemos, además, que el argumento eventivo se genera en una posición
argumental más elevada que el Sv, concretamente en la posición de especificador de ST.
Asumimos, así, que el argumento davidsoniano es genuinamente externo al Sv, lo cual
parece razonable si consideramos, de un lado, que los demás argumentos han copado
todas las posiciones estructurales de Sv y además que, como señalan Bosque y
Gutiérrez-Rexach (2009: §5.5.2), “la propiedad central del evento al que se refiere un
predicado es su localización temporal (los eventos no son tales si no tienen un lugar en
un momento o un intervalo temporal)”. Situado en esta posición, el argumento
correspondiente al evento del adjunto puede llevar a cabo el proceso de identificación
eventiva (Kratzer 1994), que consiste en la asociación a distancia de la proyección
máxima de ST de la oración matriz con el argumento eventivo saturable del adjunto. En
nuestro caso, tal saturación se lleva a cabo mediante la identificación del argumento
eventivo en la proyección máxima del ST del adjunto. Ello queda ilustrado en (26):
19
(26)
Recordemos que el movimiento de T-a-C ha dotado la cláusula de un anclaje
temporal/aspectual que permite su coincidencia con el predicado matriz, pero no
garantiza que la cláusula adquiera una lectura temporal. En el presente trabajo
defendemos que la lectura temporal solo es posible si el argumento eventivo del
predicado adjunto, que permite situar el evento temporalmente, puede identificarse con
el argumento eventivo de la oración matriz o, lo que es lo mismo, si la contracción al
permite que la coincidencia se dé entre dos STs.
Para que esta relación de acuerdo se produzca, es necesario que no haya efectos
de intervención, es decir, que ninguna proyección aparezca dominando inmediatamente
el ST. Si esto sucediera, el evento de la oración principal no podría formar la relación
topológica con el ST de la subordinada, y por tanto el argumento davidsoniano no sería
visible para el mecanismo de identificación. Los factores que impiden tal identificación
por motivos de efectos de intervención son diversos, y los enumeramos al principio del
trabajo: la naturaleza individual del predicado, la negación, los auxiliares modales y los
20
modificadores epistémicos son contextos en que el argumento eventivo se ve
incapacitado para formar una relación topológica temporal. Las particularidades de
estos efectos de intervención las estudiaremos en el apartado 4. Por ahora, queremos
subrayar que la lectura temporal solo estará disponible en los casos en que ninguna
proyección imposibilite la identificación eventiva. Si esta no es posible, la cláusula
adquiere una interpretación causal, como se aprecia en (27):
(27)
Esta representación muestra que el fondo de la relación topológica –el adjunto- no está
encabezado por un ST, de modo que la figura no puede establecer la identificación con el
argumento eventivo del evento de la cláusula subordinada. Cabe advertir que la lectura
causal no requiere de un argumento eventivo, puesto que se abstrae de la ubicación
temporal en que ocurre la situación que describe. La causa no requiere de este
argumento porque no emplaza la consecuencia temporalmente, sino que solo la precede
de forma lógica –algo que ya queda plasmado mediante la contracción al. En otras
palabras, los adjuntos causales vinculan lógicamente dos situaciones contiguas, mientras
que los adjuntos temporales sitúan, merced al argumento davidsoniano, un evento en un
plano temporal concreto.
21
4. La interpretación causal
A lo largo del apartado 3 hemos visto la importancia de que el argumento davidsoniano
se halle en la posición requerida para que se lleve a cabo la identificación eventiva con
el otro argumento eventivo, el de la oración principal. Mencionamos también que la
ausencia de tal identificación se debe a la intervención de una proyección que provoca
opacidad, concretamente a una capa SX que podía determinarse en forma de SNegación,
SModo, etc. Ahora nos interesa recalcar que en todos los casos esta capa desempeña
unas mismas funciones:
(28) i) El SX sirve como interfaz sintáctica en la FL con los sistemas pragmáticos, de
modo que tiene una incidencia directa en el modo como la cláusula se interpreta.
ii) Esta proyección selecciona un ST y, al hacerlo, ofrece algún tipo de
evaluación o consideración sobre el contenido proposicional de esta capa. Como
veremos, bien ofrece una perspectiva del hablante sobre el evento –como sucede
con los predicados de individuo-, bien un juicio sobre el valor de verdad de este
–como ocurre con la polaridad. Otros casos, como los modales epistémicos,
ofrecen precisamente ambas cosas: una valoración del hablante sobre las
condiciones de verdad de la proposición.
iii) Como ya adujimos, la consecuencia es que el argumento eventivo no está
accesible para formar la relación topológica. El ST de la oración matriz se
adjunta a una proyección que no codifica la temporalidad, sino un juicio sobre la
capa que la integra (ST).
La postulación de este espacio estructural entre el SC y el ST no es nueva. Otros autores
han defendido la existencia de proyecciones funcionales que tienen sus efectos a nivel
de interfaz, algo que notó Bosque (1996): el SF (Uriagereka y Raposo 1995), el SSigma
(Laka 1990), el SPolaridad (Culicover 1992), el SModo (Poletto 1993), el SModalidad
(Terzi 1991) o el SFinitud (Rizzi 1997). A lo largo de las siguientes páginas veremos
con más detalle el efecto de cada una de las especificaciones que puede tomar SX, pero
por el momento nos interesa volver a las oraciones que pueden tener una doble lectura.
22
4.1. Cláusulas con doble lectura
En un apartado anterior negamos la posibilidad de que el hablante concibiera las
cláusulas de (22), repetidas en (29), ambiguamente:
(29) a. Al sonar el timbre, me vestí rápidamente.
a’. “Cuando sonó el timbre, me vestí rápidamente”.
a’’. “Como sonó el timbre, me vestí rápidamente”.
b. Al ver a su amo, el perro empezó a mover la cola.
b’. “Cuando vio a su amo, el perro empezó a mover la cola”.
b’’. “Como vio a su amo, el perro empezó a mover la cola”.
La diferencia de estas oraciones con las que se vieron en (5) es que no existe un factor
manifiesto que inhabilite la lectura temporal. Dado que la identificación entre
argumentos eventivos es posible para estos casos, la cláusula subordinada es susceptible
de ser interpretada temporalmente. Sin embargo, si admitimos la ausencia de
indeterminación para el hablante debemos suponer dos estructuras distintas: una para
los adjuntos temporales y otra para los causales. Defendemos, de acuerdo con lo
esbozado en (28), que cuando oraciones como las de (29) obtienen una lectura causal se
proyecta también un SX que toma como complemento la proyección temporal. Creemos
que ver la estructura sintáctica de este modo permite explicar mejor la intuición que ha
persistido en la bibliografía (Lyons 1977, Alonso-Ovalle 2002, etc.): la causalidad es
una reinterpretación de la temporalidad. En este caso, el SX permite que las interfaces
lean la cláusula desligada de la mera temporalidad, y la interpreten en cambio como un
juicio por parte del hablante, que concibe los adjuntos como las causas de otros eventos.
Cabe notar que la noción de temporalidad no requiere del ejercicio deductivo
que debe explicar la correspondencia entre la causa y el efecto; la causalidad requiere
siempre, a diferencia de la temporalidad, de una contribución inferencial del individuo.
Ello se lleva a cabo mediante la lectura por parte del sistema conceptual-intencional de
la capa SX; al formar una relación topológica de coincidencia central con el ST de la
oración principal, el adjunto se interpreta, ya no como el emplazamiento temporal del
evento, sino como la razón que lo provoca. En otras palabras, en el proceso de selección
de SX, el fondo deja de ser un marco de referencia temporal para ser algo más: la causa
que explica, según el hablante, por qué ocurre un evento.
23
La codificación de esta capa estructural permite la abstracción con respecto al
momento en que ocurren los eventos, al impedir que se pueda producir una relación
topológica con identificación eventiva. De este modo, las oraciones de (29), cuando se
leen causalmente, encajan con la representación de (27).
Habiendo dado cuenta de esto, podemos dedicarnos ahora a mirar con mayor
detenimiento los contextos en que la proyección de un núcleo intermedio actúa como
barrera para la identificación eventiva. Para comodidad del lector, repetimos en (30)
ejemplos como los de (5):
(30) a. Al saber francés, ve cine francés en versión original. #temporal/causal
b. Al no ver la señal de tráfico, choqué contra la farola. #temporal/causal
c. Al haber llovido, Mario volvió a casa mojado. #temporal/causal
d. Al deber presidir la mesa electoral, José no fue a la playa. #temporal/causal
e. Al llegar tan tarde, no le dio tiempo a tomarse un café. #temporal/causal
En los apartados siguientes estudiaremos la incidencia de la capa SX, y repararemos en
la naturaleza estativa del predicado, los auxiliares modales epistémicos, los
cuantificadores de grado y la polaridad8.
4.2. Los predicados estativos
La naturaleza aspectual del predicado es uno de los fenómenos que intervienen en la
obtención de una lectura u otra. Mencionamos con anterioridad que también los
predicados de individuo constan de un argumento eventivo, pero que este, al no estar
8 Dejamos para futuras investigaciones el análisis de las oraciones con al + infinitivo en que un elemento focalizado
se desplaza a la posición de SFoco. Lo esperable es que, al situarse también entre T y C, la proyección focal también
genere opacidad; en efecto, ello es lo que parece suceder, en construcciones como (i) y (ii):
(i) a. Al ver a su madre en la estación, se alegró mucho. TEMPORAL/CAUSAL
b. Al ver A SU MADRE (y no a su padre) en la estación, se alegró mucho. ??TEMPORAL/CAUSAL
(ii) a. Al preguntarme por Javier, puse cara de circunstancia TEMPORAL/CAUSAL
b. Al preguntarme POR JAVIER (y no por mi hijo), puse cara de circunstancia ??TEMPORAL/CAUSAL
24
accesible, hace imposible que la cláusula se lea temporalmente. Como vemos en los
ejemplos de (31), no existe un momento de pesar treinta quilos, ser ateo u oler a naranja.
(31) a. Al pesar treinta quilos, no puede subir a la atracción. #temporal/causal.
b. Al ser ateo, se niega a llevar a su hijo a esa escuela. #temporal/causal.
c. Al oler a naranja, ese champú tiene mucho éxito. #temporal/causal.
En virtud de la inaccesibilidad del argumento eventivo, los predicados de (31) no
expresan un acontecimiento; por el contrario, denotan propiedades continuas de un
individuo, independientes, por tanto, de las contingencias vinculadas a los eventos, que
suceden y no se dan.
Una manera de abordar el problema consiste en suponer que la naturaleza
aspectual del primitivo verbal es la que impide la identificación eventiva. Según este
punto de vista, los v cuyo primitivo es BE (en una teoría como la de Hale y Keyser
1993), no pueden sino obtener una lectura causal, pues inhabilitan per se la
manifestación del argumento davidsoniano. Raposo y Uriagereka (1995) profundizan en
la noción de predicado estativo y aducen que un predicado se considera de individuo si
el argumento davidsoniano queda subsumido a la expresión de una propiedad del sujeto,
mediante la aplicación de operaciones puramente sintácticas. En última instancia, ello
implica suponer que la estatividad de predicados como los de (31) no es una noción
inherente, y que por tanto todo predicado tiene características eventivas. Esta
concepción, contraria a la de Kratzer (1994), tiene sentido si observamos que el
argumento eventivo es recuperable si entran en juego ciertos mecanismos sintácticos,
como los que llevan a cabo los auxiliares aspectuales de (32), cuyas oraciones se pueden
leer temporalmente:
(32) a. Al volver a ser republicano, Tomás recuperó a sus amigos.
a’. “Cuando volvió a ser republicano, Tomás recuperó a sus amigos”.
b. Al dejar de tener veinticuatro años, Pedro renunció a la manutención
de su padre.
b’. “Cuando dejó de tener veinticuatro años, Pedro renunció a la
manutención de su padre”
25
c. Al empezar a odiar la música de Estopa, tiró todos los discos a la
basura.
c’. “Cuando empezó a odiar la música de Estopa, tiró todos los discos a
la basura”.
Para explicar en qué consiste, pues, ser un predicado de individuo, Raposo y Uriagereka
toman la terminología de Kuroda (1972), y alegan que la diferencia relevante consiste
en la clase de juicio –categórico o tético- que el hablante lleva a cabo al emitir el
enunciado. Los juicios categóricos se relacionan con la prominencia de un argumento
que cobra el valor de categoría, al designar los rasgos por los que se reconoce y se
diferencia una entidad; los juicios téticos simplemente presentan un acontecimiento.
Basar la distinción en un juicio puede ayudar a explicar, además, por qué ciertos
predicados, como ser joven, pueden ser, según el contexto, tanto de estadio como de
individuo (Alonso-Ovalle 2002). Dejando la pragmática de lado, la gramática debe
explicar la razón por la que un predicado se concibe como una característica permanente
o bien transitoria de su sujeto. En lo que respecta a las estructuras que estudiamos, ello
tiene efectos interpretativos básicos, como se observa en (33): la lectura individual
conllevará una lectura causal ((33)c), mientras que la de estadio comportará una
temporal ((33)b):
(33) a. Al ser joven tienes muchos problemas.
b. “Cuando eres joven tienes muchos problemas”.
c. “Como eres joven, tienes muchos problemas”.
Herburger (1993) postula que la interpretación del predicado como estativo depende de
la visibilidad que el sujeto tenga del argumento davidsoniano en el nivel de la FL: en los
predicados de individuo, el sujeto tiene alcance sobre lo que la autora concibe como
“operador eventivo”, mientras que en los predicados de estadio dicho operador tiene
ámbito sobre el sujeto. Raposo y Uriagereka presentan una idea similar, si bien
defienden que la visibilidad del argumento eventivo está sujeta a operaciones de
estructura informativa. Según los autores, para que un predicado sea de individuo se
debe llevar a cabo una suerte de topicalización que haga prominente la propiedad del
sujeto –la categoría. Esta predicación extra propia de los predicados de individuo
permite que el sujeto se desvincule del evento en el que participa: en las oraciones con
26
predicados de individuo, el sujeto es de lo que trata la oración (aboutness), motivo por
el que estos sujetos se consideran una especie de tópico. La posición a la que el sujeto
se mueve es F, cuyo especificador es el lugar de aterrizaje de los sintagmas
topicalizados. Esta proyección F se corresponde con la capa SX que postulábamos en
(27).
La preeminencia del sujeto por encima del evento conlleva que, en una oración
como (31)c, el predicado de individuo pase a denotar un intervalo temporal en que el
tiempo de ejecución en que el champú huele a naranja incluye cualquier tiempo en que
este huele a naranja. Dado que los límites temporales de la subordinada no son precisos,
estos adjuntos reciben una lectura causal, puesto que “las propiedades esenciales de un
individuo son vistas como las razones o las causas para ese comportamiento individual”
(Stump 1985: 311; de nuevo, la traducción es nuestra).
Haciendo abstracción de los detalles sintácticos de la teoría de Uriagereka y
Raposo, lo que nos interesa destacar es la existencia de una capa estructural que actúa
como barrera para la identificación eventiva. Ello motiva que las oraciones de (31)
obtengan una lectura causal. Creemos que esta perspectiva es especialmente interesante
porque permite explicar la interpretación mediante la intervención de una proyección
que opaca la temporalidad.
(34)
La posibilidad de recuperar las características eventivas del predicado, que vimos en
(27), se puede llevar a cabo mediante la intervención de auxiliares aspectuales de fase,
27
como empezar a, volver a, dejar de, acabar/terminar de, etc., que están legitimados
para albergar dentro de su proyección un argumento eventivo. Estas perífrasis (de tipo
incoativo, terminativo y continuativo) expresan el desarrollo interno de un evento, y son
capaces de denotar por sí solas la acción verbal:
(35) Óscar empezó/siguió/dejó/terminó la novela.
Dado que en las oraciones de (32) no se destaca una propiedad del sujeto, sino un
acontecimiento, no se proyecta la capa extra SF, y por tanto el argumento eventivo se
halla disponible para llevar a cabo la identificación.
4.3. Los auxiliares modales epistémicos
Una de las cuestiones básicas dentro del estudio de las perífrasis verbales (Gómez
Torrego 1988, Di Tullio 1997 y otros) es que estas difieren en su conducta sintáctica en
función del elemento constante que las integra: el auxiliar. Así, vimos en el apartado
anterior que las perífrasis aspectuales de fase podían obtener una lectura temporal, y que
ello era así porque la expresión del desarrollo interno de un evento era incompatible con
la topicalización de una propiedad del individuo. No ocurre lo mismo con las perífrasis
de tipo modal, que comúnmente se han definido como las que muestran la actitud del
hablante ante el evento. Un análisis más detallado ha llevado a distinguir dos tipos de
perífrasis modales: las epistémicas y las radicales (deónticas, teleológicas, etc). La
modalidad epistémica es la expresión del grado de certeza que el emisor muestra con
respecto al valor de la proposición que se enuncia, mientras que la modalidad radical
expresa nociones como la obligatoriedad o la posibilidad de que se dé el contenido del
enunciado, de acuerdo con un sistema de normas, capacidades físicas, etc. Estas últimas
las abordamos en el apartado 5.2., mientras que las primeras constituyen el tema del
presente punto.
La modalidad epistémica se ha concebido como la “cualificación cognitiva,
volitiva o emocional que el hablante expresa sobre los eventos, o bien, en términos más
generales, el enlace entre sus pensamientos y los actos que describe verbalmente
(Bosque 1996: 264, la traducción es nuestra). Puede decirse que lo que la modalidad
hace es introducir un marco de referencia que permite valorar los eventos. Los
28
auxiliares epistémicos son, pues, una suerte de cuantificadores sobre mundos posibles
(Copeland 2002, Hacquard 2011). Teniendo esto en cuenta, es lógico suponer que la
capa estructural que corresponde a la expresión de la modalidad se sitúa en una posición
elevada, con tal de poder evaluar el contenido proposicional de la cláusula de acuerdo
con el conocimiento del hablante. Como se ha propuesto a menudo (Picallo 1990,
Poletto 1993, Cinque 1999), el núcleo Modo ocupa una posición jerárquica fija por
encima de T y, a su vez, es seleccionado por los rasgos ilocutivos de C para introducir el
punto de vista del hablante, aportando un 'sabor' modal de posibilidad o necesidad. Ello
nos llevaría a equiparar esta proyección con el SX postulado en las secciones anteriores.
En todos los casos, la existencia de esta capa “extra” permite que las interfaces lean la
información relativa al punto de vista que el hablante proyecta sobre lo que se asevera.
Como se ha dicho, este SX (aquí, especificado como SModo) selecciona la capa
correspondiente a la temporalidad, que como consecuencia, queda soterrada e
inhabilitada para la aportar la referencia temporal mediante el argumento eventivo. De
nuevo, vemos como la capa SX reúne todos los casos en que un elemento oracional
permite la evaluación de ST y su valor de verdad en el nivel de la FL.
(36)
El núcleo Modo valora la probabilidad de ocurrencia del evento. Como sucedía en los
otros casos, el hecho de que ST esté subsumido a otra capa intermedia provoca que la
única lectura posible sea la causal:
(37) a. Al poder llover, preferimos quedarnos en casa. #temporal/causal
b. Al deber de trabajar de directivo, Juan ganará mucho dinero. #temporal/causal
29
La imposibilidad de interpretar la cláusula como temporal estriba en lo siguiente: un
evento que se concibe como posible o probable no puede constituir el punto temporal en
que se afirma la ocurrencia de un evento. Otro elemento que confirma el efecto de
intervención de esta capa epistémica es que ciertos verbos inherentemente epistémicos,
como parecer, solo pueden recibir una lectura causal, como vemos en (38):
(38) a. Al parecer tener prisa, la atendí primero. #temporal/causal
Por último, podemos incluir dentro de estos casos de modalidad las oraciones con
perífrasis habituales, como (39), que también pueden recibir únicamente una
interpretación causal:
(39) a. Al soler salir de noche, llega cansado al trabajo. #temporal/causal
El motivo de esta inclusión es que, como defienden Olbertz (1998) o Giammatteo y
Marcovecchio (2008), el aspecto habitual tiene un valor cuantificativo: como en los
casos de modales epistémicos, el hablante expresa una valoración sobre la ocurrencia de
un evento, en este caso sobre la frecuencia con la que este se da. El auxiliar soler
cuantifica el número de ocurrencias de un “estado de cosas”, que el hablante considera
elevado. Dicho de otro modo, mediante la cuantificación con este auxiliar se manifiesta
un juicio del individuo según el cual un evento se da por un periodo extendido de
tiempo. Dada tal cuantificación, un predicado como soler salir de noche no puede
constituir el momento en que ocurre otro evento –llegar cansado al trabajo. En cambio,
la expresión de esta reiteración se interpreta como la causa que explica otra situación.
4.4. Los cuantificadores epistémicos
Acabamos de ver que la modalidad es la noción gramatical que expresa la actitud del
hablante respecto a aquello que se enuncia. En el punto anterior abordamos,
concretamente, la expresión de la modalidad a través de los auxiliares modales, si bien
el concepto de “modalidad” incluye bajo su paraguas otros fenómenos gramaticales
vinculados a la expresión del animus loquendi. En este apartado nos gustaría integrar el
caso de los cuantificadores de grado (en adelante, epistémicos) en el área de la
30
modalidad. Reparemos en las oraciones de (40):
(40) a. Al trabajar poco, los jefes se discutieron con Pepe. #temporal/causal
b. Al beber demasiada cerveza, Luis iba borracho. #temporal/causal
c. Al llegar tarde, Sonia se perdió el concierto. #temporal/causal
Como se aprecia, estas oraciones solo pueden tener una interpretación causal. Lo que
sostenemos en el presente trabajo es que ello sucede por la existencia de una capa
SModo en estas oraciones, en la que cuantificadores de grado como poco, demasiada o
el adverbio tarde cotejan sus rasgos intensionales. Esta idea, defendida por Bosque
(1994, 1996), permite unificar nuestro análisis: también en oraciones como (40) se
plasma una valoración del hablante -en este caso de un elemento interno al Sv, que se
considera excesivo9. Bosque y Masullo (1998) postularon la existencia de un SGrado
presente en la estructura subléxica de todos los predicados mesurables. Los
cuantificadores como los de (40) permiten, pues, una medición subjetiva del grado en
que se da un evento: la escasez de horas que Pepe trabaja, la cantidad de cerveza que
Luis bebe o la tardanza con que Sonia llega. Estos predicados despliegan en la sintaxis
una estructura interna que permite su evaluación:
(41) [SC [C al [SModo pocoi [Modo [ST trabajar [T [SGrado ei ]]]]]]]
El ascenso desde esta posición al especificador de SModo se da, como en los demás
casos vistos, en la FL. Defendemos que ello sucede porque parte de su significado es un
componente modal que debe tener una manifestación sintáctica. La variable que dejan
es la que nos permite entender que su interpretación es relativa al marco intensional que
afecta a un componente interno al Sv. El movimiento hace que los cuantificadores sean
reconocidos como tales por parte de las interfaces, o sea, que chequeen su naturaleza
epistémica, que posibilita, como hemos mencionado, introducir un marco referencial
para relativizar lo que se afirma en la proposición.
9 Otras nociones opuestas al exceso están también vinculadas a la validación epistémica, como la
insuficiencia o el defecto. Por cuestiones de comodidad expresiva, nos referiremos a todas estas
expresiones mediante la noción de exceso, independientemente de la orientación –positiva o negativa- de
este.
31
Dado que el ST de la subordinada es seleccionado por una proyección SX que
emite un juicio sobre el evento, esta proyección no está disponible para aportar una
referencia temporal que ubique el otro evento. Un evento no puede aportar la referencia
temporal exacta si tal evento está siendo cuantificado. Así, por ejemplo, el momento en
que los jefes se discutieron con Pepe no coincide con el momento en que este trabaja
poco –básicamente, porque trabajar poco no puede corresponderse con un momento
temporal concreto.
Cabe tener en cuenta que algunos de los sintagmas cuantificados, que reciben
una valoración por parte del hablante, no constan de un cuantificador que se explicite
morfológicamente. En tales ocasiones, existe un elemento cuantificacional nulo relativo
a la expresión del exceso. Una oración como (42) puede tener dos interpretaciones para
el lector/oyente: temporal y causal.
(42) a. Al entregar el trabajo el lunes, el profesor se enfadó.
a’. “Cuando entregó el trabajo el lunes, el profesor se enfadó (porque
estaba escrito a lápiz)”.
a’’. “Como entregó el trabajo el lunes, el profesor se enfadó (#porque
estaba escrito a lápiz)”.
Obsérvese que la oración que recibe una lectura causal, (42)a’’, es la única en la que se
codifica un exceso: el lunes se concibe como tardío en el tiempo, y es esa cuantificación
temporal sobre el evento de entregar la que permite interpretar la cláusula como la razón
que provoca el evento de la oración principal; ese es el motivo por el que no puede
alternar con la expresión de otra causa. En cambio, (42)a recibe una lectura temporal si
la expresión el lunes está exenta de toda valoración por parte del hablante. En tal caso,
el argumento davidsoniano del evento de la subordinada simplemente coincide, a modo
de aposición, con el que aporta el SD el lunes. Es por eso que si uno desplaza este
sintagma de modo que aparezca encabezando la cláusula, o bien escribe coma antes de
él, no puede interpretarse el lunes como la causa del enfado. Lo que ello señala es que
todo elemento con un cuantificador epistémico está incapacitado para proporcionar la
referencia temporal. Como sucedía con los modales epistémicos, el evento de la oración
principal no puede hallar la referencia temporal mediante otro evento cuyo contenido
proposicional está siendo evaluado.
32
4.5. La negación y la polaridad
Hasta ahora hemos defendido que la lectura causal se sigue de la intervención de
núcleos intermedios, que imposibilitan que la contracción al forme la relación
topológica entre dos STs. En este punto veremos que la negación constituye una de estas
proyecciones intermedias.
Los últimos estudios de gramática generativa en torno a la negación conciben
esta noción como una categoría funcional que encabeza su propio sintagma: SNeg. En
los casos de negación oracional, el núcleo domina sintácticamente a la flexión, de modo
que debe preceder inmediatamente a la capa estructural ST. Ello resulta en una jerarquía
categorial como sigue: SC > SNeg > ST10
. Concebir la negación como un núcleo que
encabeza su propia proyección ayuda a entender mejor algunas de las particularidades
de las oraciones negativas, pues de su posición sintáctica fija se pueden deducir las
incidencias interpretativas.
Desde un punto de vista semántico, la negación constituye un operador de
polaridad que tiene alcance sobre la oración, afectando al valor de verdad de esta: al
encontrarse dominando a ST, la negación expresa, en una oración como (43)a, que el
evento de venir no se produjo, y en una como (43)b, que la propiedad de la inteligencia
no es poseída por el presidente.
(43) a. Al no venir, mi amigo se perdió la fiesta.
b. Al no ser inteligente, el presidente no da explicaciones coherentes.
Si lo que expresa la negación es que un evento no se ha realizado, se comprende
fácilmente que las subordinadas de (43) no pueden denotar el instante que coincida con
la ejecución de otro evento -el de la oración principal. Dicho de otro modo, algo no
puede suceder en el momento en que un evento no ha sucedido; no existe un punto
temporal de no venir o de no ser inteligente. Por tanto, las cláusulas adjuntas de (43)
pueden leerse como las causas que provocan los eventos de las oraciones matrices, pero
nunca como su emplazamiento temporal.
10
Tal jerarquía está sujeta a variación lingüística, como también apunta Laka (1990).
33
La posición estructural de SNeg, entre SC y ST, nos permite explicar la lectura
causal mediante efectos de opacidad, del mismo modo que en los casos anteriores. En
este caso, el SX (=SNeg) selecciona el evento de ST para valorar sus condiciones de
verdad. La negación permite la evaluación del contenido proposicional del elemento que
subcategoriza, indicando la falsedad de este. Por otro lado, si sostenemos que la
negación constituye una categoría funcional propia, podemos afirmar que lo mismo
sucede con el elemento polar afirmativo enfático sí. El hecho de que la negación y el sí
enfático posean la misma distribución llevó a Laka (1990) a postular una proyección
abstracta que aunaba todas las nociones vinculadas a la polaridad, y que en nuestro
análisis denominaremos, siguiendo a Culicover (1992), SPol(aridad). Ello permite
explicar por qué también los términos de polaridad como sí toman, igual que la
negación, mando-c sobre el resto de la oración11
.
Este hecho nos ayuda a explicar por qué la imposibilidad de obtener una
interpretación temporal no se debe solo al efecto semántico de la negación del evento,
sino al hecho de que un elemento polar evalúa el valor de verdad de lo que se expresa en
la cláusula. En (44) se observa que las oraciones con afirmación enfática solo pueden
recibir una lectura causal:
(44) a. Al sí aceptar perros, cogimos ese hotel. #temporal/causal
b. Al sí contestarme el mensaje, cambié mi opinión sobre ella. #temporal/causal
El foco de la partícula enfática no lo constituye el argumento eventivo alojado en el
especificador de ST, sino los eventos completos de aprobar el examen y contestar el
mensaje. El argumento davidsoniano y la información temporal que este aporta quedan
soterrados bajo la afirmación enfática que resalta la ocurrencia de un evento. El núcleo
C forma, pues, una relación topológica entre un ST y un SPol, de manera que no es
posible la operación de identificación que requieren las oraciones con lectura temporal.
El efecto de intervención comporta que el evento de la oración principal se interprete
11
Como es sabido, la negación y la afirmación enfática no son idénticas semánticamente, dado que la
negación oracional no es necesariamente enfática. El análisis pormenorizado de estas diferencias -
desarrollado en Holmberg 2001, Hernanz 2006, Hernanz y Batllori 2009 y otros) postula que los rasgos
de polaridad positiva se legitiman en SPol y desde esa posición ascienden al núcleo SFoco, que constituye
el espacio estructural que alberga, dentro de la periferia izquierda, los elementos provistos de rasgos
enfáticos (Rizzi 1997).
34
como consecuencia de la negación o la afirmación enfática del evento de la
subordinada.
5. Los adjuntos temporales como Punto de Referencia
A lo largo del trabajo hemos visto la necesidad de que un argumento eventivo se sitúe
en el especificador de ST a fin de formar una relación topológica de tipo temporal. Aun
así, con lo visto hasta ahora no podemos explicar por qué oraciones como las de (45) no
pueden adquirir una lectura causal:
(45) a. Al entrar María ese día, Sergio salía de clase.
a’. “Cuando María entró ese día, Sergio salía de clase.”
aa’. #“Como María entró ese día, Sergio salía de clase.”
b. Al regresar al colegio, Paula ya había aprendido a atarse los cordones.
b’. “Cuando regresó al colegio, Paula ya había aprendido a atarse los
cordones”.
b’’. #“Como regresó al colegio, Paula ya había aprendido a atarse los
cordones.
c. Al construir la Torre de Pisa calcularon mal.
c’. “Cuando construyeron la Torre de Pisa calcularon mal”.
c’’. #“Como construyeron la Torre de Pisa, calcularon mal”.
La lectura temporal está condicionada por el tiempo verbal, en el caso de (45)a-b, y por
la lógica secuencial de los eventos que tienen lugar en la oración principal y en la
subordinada, en (45)c. Para entender mejor estas cuestiones revisaremos someramente
algunos aspectos sobre la representación de tiempos verbales que observó primeramente
Reichenbach (1947).
Una de las ideas centrales de Reichenbach (1947) consiste en concebir la
interpretación de los tiempos verbales como contextualmente motivada. Ello implica
que la incidencia del Punto del Habla (PH) o momento de la enunciación se tenga muy
en cuenta, si bien el estudio de los tiempos verbales obliga a considerar dos parámetros
más: el punto de ocurrencia del evento (PE) y el punto de Referencia (PR). Este último,
35
acaso el más difícil de definir, viene a ser “el punto de perspectiva temporal desde el
que el hablante invita a sus interlocutores a considerar un acontecimiento concreto”
(Rodríguez 1997). Así, el PR se concibe como el elemento que canaliza la localización
temporal del PE con respecto del PH, de modo que este punto es el que verdaderamente
aporta la localización temporal de un evento. Dicho de otro modo, el PR es el elemento
vertebrador de la interpretación de las secuencias temporales del discurso.
Considerando esto, es lógico suponer que el PR se identifica mediante los
adjuntos temporales, y que, por tanto, la clase de construcciones que estudiamos pueden
ser las que permitan tal referencia temporal. Veámoslo en una oración como (45)b: el
adjunto Al regresar al colegio no nos está diciendo el punto temporal en el que ocurre la
acción de aprender a atarse los cordones; evidentemente, tampoco hace referencia el
PH. En cambio, lo que denota es un instante de tiempo en el que la acción de atarse los
cordones ya había tenido lugar.
Teniendo en cuenta lo expuesto en los apartados anteriores, podemos afirmar
que el PR se obtiene mediante la saturación del argumento eventivo del predicado
matriz, dada la inexistencia de efectos de intervención. Por tanto, la presencia en ST del
argumento eventivo permitirá localizar el PR desde el que se considerará el
emplazamiento temporal del evento de la oración principal.
La disponibilidad de una sola lectura –la temporal- en una oración como (45)a
(Al entrar María, yo salía de clase) se debe a que el tiempo de la oración principal, el
pretérito imperfecto de indicativo, constituye un tiempo de coincidencia central en el
pasado (Bello 1847, Demirdache y Uribe-Etxebarria 2000, 2004, Brucart 2012, etc.). En
otras palabras, lo que el imperfecto indica en una oración como (45)a es que la acción
de entrar María sucede a la vez que la acción de salir Sergio. La representación de (46),
basada en Reichenbach (1947), captura esta idea. En ella, la coma indica simultaneidad
y el guión, precedencia:
(46) Pretérito imperfecto: PR , PE – PH
El hecho de que (45)a solo se pueda interpretar temporalmente hace manifiesta una
propiedad en la que se distinguen la lectura temporal y la causal. La localización del
argumento eventivo en el ST proporciona un PR para el evento de la oración matriz, una
referencia temporal respecto a la cual tal evento puede situarse en una relación de
36
anterioridad, simultaneidad o posterioridad. No sucede lo mismo con las oraciones con
lectura causal, puesto que la única relación posible es la de posterioridad. En otras
palabras, la causa no es tal si no precede lógicamente al efecto. Si, como en (45)a, los
dos eventos ocurren a la vez, es imposible obtener una lectura causal.
Este mismo hecho explica también la imposibilidad de leer (45)b-c causalmente.
El pretérito pluscuamperfecto de (45)b señala, como se observa en (47), que el PE es
necesariamente anterior al PR. Si el adjunto es el encargado de aportar el PR, significa
que el evento de la subordinada (regresar al colegio) se sitúa en un punto temporal
posterior al del evento de la principal (aprender a atarse los cordones). Evidentemente,
esto impide que la subordinada pueda tener una interpretación causal.
(47) Pretérito pluscuamperfecto: PE – PR – PH
Algo semejante sucede con (45)c (Al construir la Torre de Pisa calcularon mal), si bien
en este caso el orden en que ocurren los eventos no viene dado por el tiempo verbal. Si
fuera así, una oración como (22)a (Al sonar el timbre, me vestí rápidamente), tampoco
podría tener una lectura causal, puesto que el verbo también está en pretérito perfecto.
Sin embargo, vimos que no es así, pues es posible interpretar esta oración causalmente.
Lo que hace que la subordinada de (45)c sea temporal es la lógica que descarta la
correlación causa-consecuencia, dado que nuestro conocimiento del mundo no nos
permite interpretar el evento de calcular mal como posterior al hecho de construir la
Torre de Pisa.
En resumen, en los casos que tratamos la relación de contigüidad puede
concretarse de diferentes formas: el evento del adjunto puede preceder, coincidir o ser
posterior al de la principal. No sucede lo mismo con las oraciones causales, pues en
estos casos el evento de la oración principal –que se interpreta como una consecuencia-
no puede ser anterior al de la subordinada. Es por ese motivo que los tiempos que
marcan explícitamente una simultaneidad (el pretérito imperfecto) o una anterioridad (el
pretérito pluscuamperfecto) impiden que el adjunto se interprete causalmente. Lo
mismo sucede cuando la lógica secuencial viene marcada por razones interpretativas,
como sucede en (45)c.
En los dos puntos siguientes tratamos dos casos en que el concurso de ciertos
auxiliares afecta la capacidad del adjunto de aportar el PR temporal. El primero de estos
37
auxiliares, haber, orienta el predicado retrospectivamente, mediante la codificación de
un rasgo [+perfectivo], mientras que en el segundo de los casos, el de los modales
radicales, se orienta el predicado prospectivamente, puesto que enfocan el evento hacia
una hipotética ejecución en el futuro, de acuerdo con un sistema de leyes.
5.1. El auxiliar temporo-aspectual haber
Hemos visto que las cláusulas adjuntas que estudiamos deben aportar el PR para situar
el evento de la oración matriz en unas coordenadas temporales específicas. La
contracción al logra que el tiempo de la cláusula sea contiguo al de la oración matriz,
pero para ello es necesario que el infinitivo aporte una temporalidad verdaderamente
neutra, es decir, que no haya ningún elemento que incida sobre el sentido temporal que
toma el predicado. Esto es así porque, al carecer de flexión, el único modo que tienen
las cláusulas al + infinitivo de denotar una ubicación temporal es mediante la
coincidencia entre el PR y el PE. Solo cuando coinciden, los PEs de los dos eventos (el
del adjunto y el de la oración matriz) pueden interpretarse como contiguos en el tiempo.
En el presente punto queremos defender que cuando un auxiliar como haber orienta el
infinitivo retrospectivamente, el adjunto no puede recibir una interpretación temporal,
como se observa en (48):
(48) a. Al haber llorado, Laura tiene los ojos rojos. #temporal/causal
b. Al haber aprobado, el estudiante irá a la universidad. #temporal/causal
Teniendo en cuenta que el PR es, como dijimos, el elemento que canaliza la lectura del
PE, es necesario que para que se dé una relación de contigüidad temporal entre los dos
eventos de una oración, el PR y el PE del adjunto sean coincidentes. Es entonces cuando
una serie de fenómenos que atañen al tiempo del predicado principal permiten fijar el
valor de esa contigüidad, interpretando el evento del adjunto como anterior, posterior o
simultáneo al de la oración matriz. Ahora bien, si el PR y el PE del adjunto se
encuentran en una relación de coincidencia no central, como en el caso de haber, el
evento se lee como acaecido en un plano temporal anterior, de modo que no puede
denotar el marco referencial de ocurrencia del otro evento.
38
Tomando los análisis de Demirdache y Uribe-Etxebarria (1997, 2004, 2008 y
otros), consideramos que los dos tipos de coincidencia –central y no central- se dan del
siguiente modo:
(49) a. Coincidencia central b. Coincidencia no central entre PR y PE
entre PR y PE entre PR y PE
Los adjuntos que hemos visto hasta ahora se corresponden con el análisis de (49)a,
mientras que las cláusulas con haber lo hacen con el de (49)b. Bosque y Torrego (1995)
sostienen que este auxiliar es la lexicalización de dos capas (shells): una temporal y una
perfectiva. La disociación entre los dos puntos (PR y PE) dentro del adjunto viene dada
por la naturaleza perfectiva del verbo haber, que ordena el PR antes que el PE. En (50),
el acto de llorar se marca como anterior con respecto al tiempo del evento de la oración
principal. Lo que el PR del adjunto hace en estos casos es codificar que la contigüidad
se da entre dos eventos que se sitúan en planos temporales disimilares: la ejecución del
evento de la subordinada, según plasma el núcleo ANTES, se señala como ya sucedido
una vez tiene ocurrencia el evento de la oración matriz.
39
(50)
Lo que vemos es que en este caso la ordenación de los puntos temporales de la oración
matriz no es relevante para descartar la lectura temporal; sí lo es, en cambio, la
ordenación que tiene lugar en el interior del adjunto. Dada la asimetría que haber marca
entre el PR y el PE dentro de la subordinada, que sitúa los dos eventos en dimensiones
temporales necesariamente distintas, la disponibilidad solo de la lectura causal se debe a
que la anterioridad con que ocurre el evento de la subordinada puede interpretarse
únicamente como la razón que explica el evento de la oración principal, cuando nunca
como su ubicación temporal.
5.2. Los auxiliares modales radicales
En el apartado 4.2. vimos que la modalidad se empleaba para hablar sobre estados de
cosas, que iban más allá de lo actual, de lo existente. Los términos de modalidad
denotan situaciones hipotéticas que pueden no suceder nunca en el mundo real. No
obstante, no todos los modales se comportan similarmente. Como ya sabemos, los
auxiliares modales epistémicos (poder (llover), deber de, y otros) expresan la
40
posibilidad o la necesidad que existe para el hablante de que se dé la proposición
expresada por el ST; otros modales son relativos, en cambio, a un cierto conjunto de
reglas, deseos o capacidades físicas que van más allá de la evaluación subjetiva del
hablante. Estos modales son los que encontramos en (51) y, como se aprecia, motivan
que la única lectura posible sea la causal:
(51) a. Al deber respetar las normas, le pusieron una multa. #temporal/causal
b. Al tener que redactar la tesina, Pablo se quedó sin vacaciones. #temporal/causal
c. Al poder levantar 100 quilos, Juan presume de ser fuerte. #temporal/causal
El tipo de modalidad de las oraciones de (51) es deóntica, teleológica y de habilidad,
respectivamente. Una clasificación estándar (Hoffman 1966) separa este tipo de
modales, subsumidos bajo la categoría de “radicales” (root modals), de los modales
epistémicos. Diversos factores de orden sintáctico y semántico tienen correlación con
esta distinción, que, por motivos de espacio, apuntamos aquí solo brevemente:
(52) a) Los epistémicos se vinculan a las posibilidades que se siguen del
conocimiento del hablante, mientras que los radicales se vinculan a las
circunstancias que envuelven a los eventos y a sus participantes.
b) Por ese motivo, los epistémicos se conciben como orientados hacia el
hablante, mientras que los radicales orientados hacia el sujeto (Bybee,
Perkins y Pagliuca 1994).
c) Como vimos, los epistémicos toman un alcance amplio, sobre toda la
oración, mientras que los radicales tienen un ámbito más reducido, que
solo incluye la capa eventiva (Sv) (Hacquard 2011).
Estos factores nos indican que el análisis de los modales radicales no puede ser el
mismo que hemos llevado a cabo para los epistémicos, puesto que los primeros se
relacionan con un ámbito estructural más bajo, que no crea efectos de intervención. Lo
que queremos defender es que la diferencia radica en el extensión de la interpretación
que epistémicos y radicales tienen, en virtud de la posición estructural en la que se
41
hallan: bajo el dominio directo de C, en el caso de los epistémicos; bajo el dominio de T,
en el de los radicales.
Analizar esta desemejanza en términos de posición estructural y ámbito tiene
repercusiones en la manera como se interpreta el tiempo en estas oraciones. Tomemos
como ejemplo la oración Pedro tuvo que llegar antes de medianoche. Si el auxiliar
modal tener que recibe una lectura radical (deóntica), expresa una obligación pasada,
dadas las circunstancias de Pedro entonces; si, en cambio, recibe una interpretación
epistémica, expresa una necesidad presente, dado lo que es sabido (o supuesto) por el
hablante en el momento actual: que en un punto temporal pasado, Pedro llegó antes de
medianoche. Teniendo esto en cuenta, podemos decir que, mientras los modales
epistémicos son evaluados por el tiempo del discurso (PH), los modales radicales se
evalúan en el tiempo provisto por el predicado verbal.
En definitiva, no podemos extender el análisis de los modales epistémicos a los
radicales, puesto que en el caso de los segundos no existe ninguna clase de valoración
sobre el contenido proposicional de ST. Consideramos, en cambio, que la lectura causal
que estas cláusulas obtienen forzosamente se explica por la incidencia que estos
elementos tienen en la interpretación temporal; concretamente, defendemos que los
auxiliares radicales, en su ascenso v-a-T, activan una lectura de tipo prospectivo.
Esta idea se basa en la noción de Lyons (1975) que atribuye a los modales
radicales unas propiedades prospectivas, dada la expresión de un hipotético
cumplimiento de un evento en el futuro, de acuerdo con unas condiciones (legales,
físicas, etc.) fijadas con anterioridad. Por tanto, los modales radicales se asocian con
actos de habla directivos, mientas que los epistémicos, que constan de propiedades
estativas, expresan actitudes proposicionales vinculadas al punto temporal en que el
hablante lleva a cabo la enunciación. Concebir las nociones de obligación, habilidad,
permisividad, etc. como inherentemente prospectivas nos sirve para analizar los
modales radicales como el reverso del caso de haber: del mismo modo que en aquel
caso el componente perfectivo ordenaba el PR antes que el PE, el componente
prospectivo de los modales radicales ordena el PR después que el PE, como se ilustra en
(53) y (54):
42
(53) a. PR > PE Auxiliar haber
b. PR < PE Auxiliares modales radicales
(54)
De un modo similar a lo que sucedía con haber, la contigüidad entre dos eventos que se
sitúan en planos temporales dispares induce a una lectura causal. Una cláusula en que
un elemento modal orienta directivamente la ejecución de un evento (deber respetar las
normas) no puede constituir el fondo temporal en que ocurre otro (poner una multa). En
otras palabras, un momento de hipotética ejecución en el futuro no puede proveer el
punto temporal en que un acontecimiento actual tiene lugar.
6. Conclusiones
El objetivo del trabajo ha sido estudiar las cláusulas al + infinitivo. Hemos analizado la
estructura sintáctica de estas construcciones para distinguir el valor (temporal o causal)
que obtienen. En primer lugar, hemos visto la incidencia que la preposición tiene en los
casos de proposiciones adjuntas de infinitivo. Hemos sostenido que estas partículas
constituyen una copia del T del infinitivo en el núcleo C, a fin de dotarlo de un áncora
temporo-aspectual de la que carece inherentemente, a diferencia de los contextos donde
43
el verbo está flexionado. La contracción al liga el tiempo defectivo del verbo y permite
una interpretación en la que el evento de la cláusula adjunta se lee como contiguo o
coincidente con el de la oración matriz.
Respecto al estudio de la contracción al, hemos asumido, de acuerdo con
Svenonius (2006) o Fábregas (2007), que la preposición a es un elemento relacional que
expresa el contacto de una entidad con un límite (como mínimo en contextos espaciales
y temporales). Por su parte, el artículo –l parece comportarse como una parte axial que
codifica dicho límite, permitiendo que la contracción exprese la deseada relación de
contigüidad que la preposición dis-junto a no podría denotar por sí sola.
Respecto a la interpretación de las cláusulas, hemos mantenido que la diferencia
entre temporales y causales radica en la dispar relación topológica que se produce en
cada caso. En las temporales, tal relación se da entre dos STs, lo cual posibilita la
identificación eventiva entre argumento eventivo de la oración adjunta, ubicado en
especificador de ST, y el argumento eventivo de la oración principal, situado en la
misma posición estructural.
Para las causales, en cambio, hemos defendido la existencia de una capa SX
entre el SC y el ST, seleccionada por los rasgos ilocutivos de C. Esta capa estructural
permite la valoración del contenido proposicional de su complemento: ST. En las
oraciones que tienen para el oyente una interpretación ambigua, la capa SX permite que
el sistema conceptual-intencional lea el evento de la cláusula subordinada no como un
emplazamiento temporal, sino como la razón que, para el hablante, explica que el
evento de la oración matriz tenga lugar.
Además, esta capa SX puede tomar la especificación de diversas proyecciones
postuladas a lo largo de los últimos años de la gramática generativa:
SF Permite que el hablante exprese la prominencia de la
categoría por encima del evento.
SModo (perífrasis modales
epistémicas)
Permite que el hablante valore la probabilidad de
ocurrencia del evento.
44
SModo (cuantificadores
epistémicos)
Permite que el hablante valore el grado de exceso (o
escasez) en que se da un evento.
SPolaridad Permite que el hablante exprese el valor de verdad del
evento, bien negando su ocurrencia, bien afirmándola
enfáticamente.
Por último, hemos analizado un par de contextos en los que un elemento auxiliar impide
que el adjunto provea el PR temporal en el que se emplaza el evento:
- El auxiliar haber posee un rasgo [+perfectivo] que ordena el PR ANTES que el
PE.
- Los auxiliares modales radicales poseen un rasgo [+prospectivo] que ordena el
PR DESPUÉS que el PE.
45
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