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LA CONCORDIA JINOTEGA o COSTUMBRES INDÍGENAS CONSERVADAS POR LA GENTE o NOMBRES INDÍGENAS DE LOS PUEBLOS o SEGURIDAD DE LOS VIAJEROS EN NICARAGUA o MOLINO NATIVO o HOSPEDAJES INCÓMODOS o TERRABONA o REMOLINO DE POLVO o FORMACIÓN INICIAL DE UN CICLÓN EL ORIGEN DE LOS CICLONES ALGUNAS DE LAS SERRANÍAS eran muy peñascosas y tan pendientes y rocosas que tuvimos que desmontar y jalar las mmas; y aún así una de ellas cayó varias veces. Estas abruptas serra- nías están cubiertas de robles de hojas perennes, con pocos pinos. De vez en cuando nos cruzábamos con los zompopos, que corrían, como de costumbre, cargando pedazos de hojas del tamaño de un penique. Se veían pocos pájaros y aún los insectos eran escasos, debido posiblemente a lo desabrigado del terreno y a lo húmedo del clima. Comenzamos a bajar la pendiente de las serranías elevadas, que limitan la provincia de Matagalpa, y cruzamos muchosvalles y quebradas; estas últimas corren cortando a través de cascajos arcillosos, con poca exposición de la roca madre. En las tierras bajas encontramos muchos parches cultivados de maíz y frijoles, aunque la región parecía escasamente poblada.

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LA CONCORDIA • JINOTEGA o COSTUMBRES INDÍGENAS CONSERVADAS

POR LA GENTE o NOMBRES INDÍGENAS DE LOS PUEBLOS o SEGURIDAD

DE LOS VIAJEROS EN NICARAGUA o MOLINO NATIVO o HOSPEDAJES INCÓMODOS

o TERRABONA o REMOLINO DE POLVO o FORMACIÓN INICIAL DE UN CICLÓN •

EL ORIGEN DE LOS CICLONES

ALGUNAS DE LAS SERRANÍAS eran muy peñascosas y tanpendientes y rocosas que tuvimos que desmontar y jalar las mmas;y aún así una de ellas cayó varias veces. Estas abruptas serra­nías están cubiertas de robles de hojas perennes, con pocospinos. De vez en cuando nos cruzábamos con los zompopos,que corrían, como de costumbre, cargando pedazos de hojas deltamaño de un penique. Se veían pocos pájaros y aún los insectoseran escasos, debido posiblemente a lo desabrigado del terrenoy a lo húmedo del clima.

Comenzamos a bajar la pendiente de las serranías elevadas,que limitan la provincia de Matagalpa, y cruzamos muchos vallesy quebradas; estas últimas corren cortando a través de cascajosarcillosos, con poca exposición de la roca madre. En las tierrasbajas encontramos muchos parches cultivados de maíz y frijoles,aunque la región parecía escasamente poblada.

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PASANDO POR LA CONCORDIA

A mediodía llegamos al pequeño pueblo de La Concordia,cuyas casas son más grandes y mejor construidas que las de lospueblitos de las Segovias. La iglesia, sin embargo, era un edificiofeo, con aspecto de establo y muy descuidada. Las rocas erantraquitas y el suelo parecía fértil, pero poco cultivado. Muchos delos hombres usaban largas espadas, en lugar de machetes; tam­bién hay una escuela de esgrima en La Concordia y los habitantesdel municipio son célebres como hábiles espadachines. Conti­nuamente se producen retos. Al más diestro se le llama "cam­peón" y está siempre dispuesto a medir su acero con cualquieraque lo desafíe.

Después de dejar La Concordia nos quedaba sólo una serra­nía que cruzar, para descender a las planicies de ]inotega. Alanochecer llegamos a dicho pueblo, siendo recibidos por nues­tros hospederos anteriores. Indudablemente mucha sangre eu­ropea corre por las venas de los jinoteganos, pero en su forma devivir siguen las costumbres indígenas, que son las mismas en to­da Nicaragua. Todos sus utensilios de cocina son indígenas; y aligual que en las chozas indias, los cornales y ollas son de ruda al­farería y cada comida se cocina sobre diferente fuego. Las bebi­das populares son las indígenas, tiste, pino}, pinolillo y chicha,todas de maíz, azúcar y cacao. Como dije antes, todo aquelloque era nuevo para los españoles cuando invadieron el país, re.­tuvo su nombre original. Lo mismo sucedió con cada una de lasetapas del desarrollo del maíz: chilote, elote y mazorca. La piedrade moler es exactamente la misma que se encuentra en las viejastumbas indígenas y también conserva su nombre original: me­tlate. Todos los pueblos que pasamos en las Segovias retienensus nombres indígenas, aunque sus actuales habitantes ignoransu significado. Los viejos nombres de muchos pueblos son posi­bles restos de una lengua muy anterior a la de los aborígenes altiempo de la Conquista, y su estudio puede arrojar mucha luzsobre la distribución de los antiguos pobladores. Por desgraciaestos nombres están incorrectamente escritos en los mejoresmapas de Centroamérica y cada viajero los pronuncia y escribe

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EL NATURALISTA EN NICARAGUA

de acuerdo con la fonética y la ortografía de su propia lengua. Através de este libro he procurado, sin embargo, escribir los nom­bres propios de acuerdo con la pronunciación del alfabeto cas­tellano.

Muchos de los nombres de pueblos de Nicaragua y Hondurasterminan en 'galpa;' como Moyogalpa, ]uigalpa, Totogalpa yMatagalpa. Pueblos aparentemente de menor importancia, enlas Segovias, a menudo tienen la terminación "li;' fuertementeacentuada, como ]amailí, Estelí, Darailí, etc.; y 'gfuna;' como Pala­cagüina y Yalagüina. En Chontales muchos terminan en "apa"como Cuapa, Camoapa, Comalapa, Acoyapa y otros.

Los españoles, siempre que bautizaban un pueblo, le dabanel nombre de alguna ciudad española o de un santo. Hay dece­nas de Santas Rosas, SanJuanes, Santos Tomases, etc. Aún ciertospueblos conocidos con un auténtico nombre indígena, oficial­mente se llaman con el nombre español de algún santo; pero lagente del pueblo se aferra a sus viejos nombres, que no puedendescartarse así no más.

Tuvimos una larga plática con nuestro cortés hospedero en]inotega. Poseía una pequeña biblioteca, casi toda formada demisales y novenas. Poco a nada sabía de geografía y se mostrabaansioso de saber algo sobre Europa, pero a su vez trataba de di­simular su ignorancia ante nosotros, siendo como era un prin­cipal del pueblo. Sin embargo admitió que no sabía que Inglate­rra era una isla pequeña, ya que la creía parte de los EstadosUnidos o al menos vecina a estos. Nos preguntó si Roma era unode los cuatro cuartos del mundo. Le explicamos que se tratabasolamente de una gran ciudad, a lo cual replicó solemnementeque ya lo sabía, pero que quería conocer nuestra opinión paraconfirmar la propia.

Ningún periódico llega a ]inotega, salvo ocasionalmente, lagaceta del Gobierno; solamente alguna gente madura sabe leer.Las noticias corren rápidamente de un pueblo a otro, pero losdetalles se exageran mucho y numerosos relatos extravagantessalen a flote sin más base que la imaginación de alguna mente

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SEGURIDAD EN LOS CAMINOS

enfermiza. Para apreciar la inmensa ayuda que la prensa prestaa la divulgación de la verdad, uno debe viajar por un país comoNicaragua, donde no circulan los periódicos. Es imposible en­contrar una versión digna de fe sobre cualquier evento que su­ceda a cientos de millas más lejos, y las historias de asesinatosy asaltos, que nunca fueron cometidos, circulan ampliamenteentre la gente crédula.

Tanto como alcanza a mi experiencia, no se conocen saltea­dores de caminos en Nicaragua. Algunos extranjeros, a los quese les ha encomendado dinero, a menudo alegan que fueronasaltados, pero siempre existe la sospecha que se quedaron conel dinero que se les había confiado. Personalmente nunca car­gué armas para mi defensa en este país y nunca fui molestado,menos insultado, aunque muy a menudo viajaba solo. Los úni­cos peligrosos en este país son los extranjeros de baja clase, quefelizmente no abundan. Ladronzuelos son comunes yencontra­mos que ninguno de los trabajadores de las minas era de con­fiar; pero robos de carácter temerario o acompañados de violen­cia nunca cometieron los nativos, por lo que sé.

En las bebederas a menudo hay pleitos y salen a relucir suslargos y pesados machetes, infligiéndose horribles cortadas quelos marcan para siempre. La presencia de armas no es rara enestas riñas y sé de dos casos en que el arma quedó totalmente.despedazada. Casi siempre el día de pago nuestro médico oficialera requerido para zurcir heridas entre los casos que se le presen­taban. Por suerte, aún en estos casos, los nativos no provocan alos extranjeros, pues sus riñas son internas y cada cual pelea pormujeres o por pérdidas en el juego. Muchos de los peores casosde heridas a cuchillo entre los trabajadores de las minas, se debena los hondureños, quienes por lo general huyen por las montañasa su país. Uno de estos escapó, burlando a los soldados que locustodiaban. Los indujo para que lo llevasen a las galerías con elpretexto de ir por sus herramientas. Lo condujeron a uno de losniveles, mientras los guardas vigilaban la entrada. Después devarias horas de esperar sin que regresara el cautivo, se supo que

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EL NATURALISTA EN NICARAGUA

se había abierto paso por otro antiguo agujero y se había fugadoa Honduras. La persecución resultó infructuosa ya que, una vezentre los matorrales fue imposible seguirlo, pues por la vegeta­ción tan densa era fácil perderlo de vista.

Salimos de Jinotega a las siete de la mañana; pasamos porlas serranías cubiertas de pinos y hacia la una de la tarde llega­mos a la vista de Matagalpa. Junto al río había un molino mo­liendo trigo. Fui al cobertizo que lo protegía y lo encontré de lomás simple e ingenioso. Debajo del piso estaba una pequeñamuela, movida por la corriente, que golpeaba contra flotadoresinclinados. El eje de la rueda perforaba el piso y la piedra infe­rior, y estaba fijada a la piedra superior, que rotaba sin ningúnengranaje. La harina así procesada es oscura y llena de impure­zas, pues no se toma ningún cuidado en limpiarla.

Encontramos en buenas condiciones las mulas y caballosque habíamos dejado en Matagalpa, y después de haber conse­guido algún desayuno partimos de nuevo, tomando el caminohacia Teustepe, en lugar del que llevamos a la ida, pues nos in­formaron que evitaríamos los pantanos yendo un poco más aloeste, donde no había llovido. Cabalgamos valle abajo, que en­contramos muy seco y desnudo, pues la única industria quevale la pena nombrar es una pequeña plantación de añiL Pareceque este cultivo era antes más extensivo. En muchas partesencontré abandonados las cubas donde pisoteaban la plantapara sacarle el colorante. Subimos por una alta serranía, a laizquierda del valle, en cuya cumbre había unos pocos pinos.Según nos dijeron, eran los últimos que veríamos en el caminode regreso a Chontales. En el otro lado de la serranía, la laderaera muy inclinada y el camino bajaba zigzagueante por una pen­diente abrupta y rocosa, de tal modo que podíamos ver a lasmulas delanteras, directamente unas pocas yardas debajo denuestros pies.

Desde la cumbre divisamos una casa en el valle y como lanoche avanzaba bajamos en su búsqueda, pero la región enteraestaba cubierta de espesos matorrales y surcada por diversos

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UN ALOJAMIENTO INCÓMODO

senderos que corrían en variadas direcciones, por lo que fue di­fícil encontrarla. Cuando al fin la descubrimos la perspectiva depernoctar en ella era tan poco halagadora que, de no ser porquese había puesto muy oscuro y nos dijeron que tendríamos quecabalgar varias millas antes de llegar a otra casa, habríamosbuscado otro refugio. Como de costumbre, el ranchito estaballeno de hombres, mujeres y niños. Dos de las mujeres reposa­ban enfermas y una parecía estarse muriendo. No había espaciopara nosotros, aún si hubiéramos querido entrar. Colgamosnuestras hamacas bajo un pequeño cobertizo abierto a los ladosy pasamos una noche miserable. Soplaba un fuerte viento fríoy las hamacas al mecerse inquietaban a una banda de perrosque se mantenía ladrando y mordisqueando hamacas y botas. Ala siguiente mañana nos levantamos friolentos y entumecidos,y sin esperar que nos prepararan algún café, ensillamos nuestrasbestias y partimos.

Un poco de maíz crecía en estos lugares y la gente nos dijoque también se cultivaba azúcar, pero los plantíos eran tan pe­queños y tan mal cuidados que todo alrededor tenía aspecto depobreza y decadencia. Nos afirmaron que hacía veinte años noexistían matorrales alrededor de la casa, que la región estabacubierta de sabanas zacatosas y que había menos fiebre. Ahoralas malezas crecían en sus propias narices y nadie se molestabaen cortarlas, aunque ello los libraría del ataque de las fiebres.AqUÍ, como a través de las provincias centrales, una profunday enraizada indolencia paralizaba toda industria y empresa; apesar del suelo fértil y fácil de cultivar, la gente prefería vivir enuna escuálida pobreza.

Cabalgamos cuatro leguas sobre altas serranías separadaspor preciosos valles, con numerosos ranchos pajizos y planta­ciones de maíz, azúcar y frijoles. Las partes en las laderas de lasserranías, entonces sin cultivar, se veían cubiertas por malezasy matorrales, lo que prueba que toda esta tierra estuvo cultiva­da en otro tiempo; además subsisten los viejos cercos de piñue­las y los surcos, que de vez en cuando se adivinan entre la male-

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za. A medida que avanzábamos hacia el sur, las planicies aluvia­les en los valles aumentaban en tamaño y fertilidad y los cam­pos cultivados se encontraban rodeados por cercos permanen­tes. En algunas de las serranías que cruzamos las rocas eranamigdaloides; contenían agujeros revestidos de una zeolitablanca, cuyos planos fracturados brillaban al sol como gemas alo largo del camino.

A ocho leguas de Matagalpa alcanzamos el pequeño pueblode Terrabona que, como su nombre lo indica, posee buena tie­rra. Cada casa tiene un cerco que encierra plantíos de maíz y fri­joles y aunque era evidente que la tierra se cultivaba año trasaño, todavía parecía producir bien. Paramos en una pequeñaquebrada, un poco afuera del pueblo, y comimos algunas provi­siones que llevábamos de Matagalpa. Algunos moteados escara­bajos-tigres corrían sobre el polvoriento camino, y sobre ciertoshúmedos y lodosos parches cerca de la quebrada, se congrega­ban grupos de mariposas cola de golondrina, Papilio, que vibra­ban sus alas a medida que sorbían, así como también una pre­ciosa mariposa listada de azul, Theclae, que cuando aterrizarestriega sus alas y mueve su curioso apéndice caudal de arribaabajo. Grandes libélulas perseguían a las mariposas, mientrasque en la superficie de las pozas tranquilas patinaban losGyrínidos, describiendo vueltas laberínticas, al igual comolo hacen los de Inglaterra.

Cruzamos a continuación sabanas escasamente arboladasy luego llegamos a uno de esos llanos de suelo negro y bloquesde traquita porosa sobre su superficie, que forman lodazales enla estación lluviosa y que tienen por vegetación juncos, cactos,cornizuelos espinosos y jicarales diseminados. En este tiempono había llovido y la planicie estaba seca y desnuda con grandesgrietas sobre el suelo negro. El zacate no crecía; ni siquierase movía una brisa de aire que, recalentado, reverberaba sobreel terreno agrietado, formando a la distancia un imperfectoespejismo. Directamente sobre nuestras cabezas el sol meridia­no colgaba caliente del brumoso cielo. A medida que avanzába-

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UN REMOLINO DE POLVO

mos fatigosa y monótonamente sobre el llano, atraía mi aten­ción un remolino de polvo que súbitamente se levantó a unascincuenta yardas a nuestra izquierda; unas pocas hojas secascomenzaron a revolotear y a ascender sobre el terreno. En unminuto se habría formado una columna espiral que alcanzabaquizás la altura de cincuenta pies y que consistía de polvo y ho­jas secas, todas girando con la mayor rapidez. La columna erade unas pocas yardas de diámetro y se movía despaciosamenteparalela al camino, pero sólo duró unos pocos minutos. Antesde que pudiera señalársela a Velásquez, que cabalgaba adelante,ya se había disuelto. Yo estaba muy familiarizado con estos tor­bellinos en Australia y tenía la esperanza de hacer algunas in­vestigaciones al respecto en Centroamérica; pero a pesar de locomún del fenómeno sobre las planicies de México y de SurAmérica, este fue el único que presencié en Centroamérica.

El interés que dispenso a estas tormentas en miniatura,se debe a la importancia que su estudio tiene para discutir lascausas de todos los movimientos circulares de la atmósfera,incluyendo el terrible tifón y el ciclón. Los principales meteoró­lagos que han estudiado esta difícil cuestión, la han enfocadodesde el punto de vista de los grandes huracanes. Hay unacompleta gradación que va desde los pequeños remolinosde viento, a través de los más grandes torbellinos y tornados,hasta los poderosos tifones y ciclones de China y las IndiasOccidentales. Por mucho tiempo he creído que, si los meteoró­lagos atendieran a estos pequeños remolinos que puedenobservarse desde afuera, y vigilaran periódicamente su comien­zo, desarrollo y disolución, obtendrían abundante informaciónque los guiaría en el estudio de los movimientos ciclónicos dela atmósfera.

A menos que los pequeños remolinos sean distintos a losgrandes en sus orígenes, las teorías propuestas por los meteoró­lagos, para explicar a estos últimos, son ciertamente insosteni­bles. De acuerdo con el célebre M. Dove, los ciclones se deben ala intrusión del contralisio superior dentro de la corriente de los

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alisios inferiores.158 Posteriormente el profesor T. B. Maury haafirmado que "el origen de los ciclones se debe a la tendencia delos alisios del sureste a invadir el territorio de los alisios del no­reste, atravesando el ecuador y metiéndose dentro de nuestrohemisferio; el conflicto lateral entre ambas corrientes es el res­ponsable del impulso necesario para hacer rotar las masas de ai­re." El profesor Maury considera que los ciclones que así se ori­ginan se desarrollan e intensifican por el vacío que se forma enel vórtice por la condensación del vapor. 159

Humboldt atribuye los ciclones al encuentro de corrientesopuestas de aire; 160 sin embargo hay una objeción dinámica aesta teoría. Los movimientos del aire en torbellino son muchomás rápidos que cualquiera de las corrientes lineales conocidas,tales como los vientos alisios; y es imposible que dos corrientesopuestas generen entre ellas una tercera de mayor fuerza y rapi­dez que ambas. Si la fuerza A se junta con la fuerza B, es seguroque la C resultante, tenga el poder de A y B; pero si aún esta ob­jeción pudiera descartarse, los pequeños remolinos no podríanoriginarse en esta forma, ya que se producen con más frecuen­cia cuando el aire está casi o completamente inmóvil.

Así pues, volviendo a la teoría del profesor Maury, de que losciclones iniciados por el conflicto entre dos corrientes contra­rias, continúan y se intensifican por la formación de un vacío enel vórtice, debido a la condensación de vapor, la encontramos in­sostenible por el hecho de que en los pequeños remolinos el airees seco y por consiguiente no hay condensación de vapor, aun­que, en comparación con su tamaño, son tan violentos como elmás violento tifón. Tylor describe los numerosos torbellinos depolvo que contempló en las planicies de México;161 Clarke los de

158 Law ofStorms, p 246

159 Quarterly¡Dumal ofScience, 1872, p 418

160 Aspects ofNature, VOL J, P17

161 Anahuac, de E8 Taylor, p 21

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FORMACIÓN DE LOS TORBELLINOS

las estepas de Rusia y Eruce los de los desiertos de Africa; en nin­guno de los casos mencionan la condensación de vapol:

He visto muchos torbellinos en Australia, algunos de loscuales alcanzaron una altura mayor de cien pies, sin que nuncanotara la menor señal de condensación de vapor, a pesar de quealgunos tenían tanta fuerza como para desgajar las ramas de losárboles y levantar por los aires las tiendas de campaña de losbuscadores de oro. Franklin describe un torbellino de mayorviolencia aún. Se inició en Maryland, en forma de un embudo,levantando polvo sobre el camino; pronto aumentó de tamañoy de intensidad. Franldin lo siguió a caballo y vio que penetrabaen un bosque donde tronchó y derribó grandes árboles: lanzólas hojas y ramitas tan arriba, que a simple vista parecían mos­cas. Tampoco entonces hubo condensación de vapor.

De este modo vemos que los torbellinos de gran violencia,ocurren cuando el aire está seco y donde, por la misma razón,no puede haber condensación. Sin embargo, cuando se formanen el mar-a veces en tierra~y el aire próximo a la superficieestá saturado de humedad, ésta se condensa al ser arrastrada agran altura, formando nubes o precipitándose en lluvia o grani­zo. Este vapor condensado es un efecto, no una causa; se produ­ce no en el centro, sino en la parte alta o lateral de la columnaascendente. Así lo demuestra un relato, narrado por un testig?de un torbellino que produjo un gran daño cerca de LoughNeagh, en Irlanda en agosto de 1872.162 De unas treinta yardas dediámetro, destruyó varías henares, cuya paja llevó muy lejos,destechó casas a nledias y resquebrajó ramas de árboles. La es­tación ferroviaria en Randalstown quedó muy destruida. Grannúmero de láminas y dos y medio quintales de plomo, fueronarrancados del techo. Cuando pasó sobre una porción del lago,presentaba la apariencia de una tromba. Las cosas que encon­traba en su camino eran remontadas en círculos, subiendo porel centro del remolino, mientras los densos nubarrones se pre-

162 Nature, VOL VI, P 541

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cipitaban por los lados y bajaban hasta cerca de la superficie.Ya dije que en Australia tuve muchas oportunidades de es­

tudiar los remolinos de polvo y, como los consideraba una for­ma inicial de los ciclones, les dediqué mucha atención. En unapequeña planicie, cerca de Maryborough, en la provincia de Vic­toria, ocurrían con frecuencia durante la estación cálida. Estaplanicie tendría unas dos millas de diámetro y estaba casi com­pletamente circundada por árboles. Cuando había calma, du­rante el tiempo bochornoso, en las horas más calurosas del día,se producían a menudo dos torbellinos simultáneos, en diferentespartes de la planicie. Tendrían unas pocas yardas de diámetro,pero su altura alcanzaba más de cien pies; a menudo su partesuperior se doblaba perpendicularmente por la acción de lasaltas corrientes de aire. El polvo y las hojas que acarreaban eranarrastrados en movimientos espirales característicos. Nadie quehaya estudiado esos remolinos, podría creer por un momentoque son causados por corrientes de aire en conflicto. Con mayorfrecuencia se producían cuando había menos viento; y esa pla­nicie parecía particularmente apropiada para su formación,porque estaba rodeada casi por completo de árboles que impe­dían la circulación de corrientes aire. Duraban varios minutos,moviéndose despacio a través de la planicie, como grandes colum­nas de humo.163

Cuando se les observa atentamente desde corta distancia,se nota que tan pronto como uno se forma, el aire inmediatopróximo al suelo sobrecalentado, que estaba antes inmóvil o re­verberaba como sobre un horno, fluye en todas las direccioneshacia el ápex de la columna polvorienta. A medida que estas co­rrientes se aproximaban al remolino, aumentaban de velocidady arrastraban polvo suelto y hojas hacia el remolino espiral.

163 Un amigo mío me dijo que él vio un remolino similar, a mediodía de un tranquilo díade verano, que atravesó el polvoso camino de Chesil Bank, entre Portland y WeymouthRecorrió una milla entera, tan rápido como él caminaba y el punto donde tocaba el suelono era más grueso que su bastón Luego se dirigió al mar donde el polvo se precipitógradualmente

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ASCENSO DEL AIRE SOBRECALENTADO

El movimiento se parece al que se produce cuando se hace unpequeño agujero en el fondo de un ancho recipiente de agua pocoprofunda: todo el líquido se precipita al centro y asume el movi­miento espiral a medida que se escurre.

Llegué a la conclusión, desde entonces confirmada porestudios adicionales sobre la materia, de que las partículas delaire próximas a la superficie no siempre se levantan inmediata­mente al ser calentadas, sino que se quedan a menudo formandoun estrato de aire ratificado cerca del suelo, el cual está en unestado de equilibrio inestable. Allí continúan hasta que el estratosobrecalentado es capaz, en algún punto donde el terreno favo­rece una mayor acumulación de calor, de abrirse paso a travésde los estratos superiores de aire, forzando su camino haciaarriba. Una vez que se ha producido la abertura, la entera masade aire caliente se mueve hacia ella escurriéndose bajo el pesode las capas más pesadas que simultáneamente se hunden. SirGeorge Airey me ha sugerido que la razón por la cual las partí­culas de aire no se levantan a medida que se calientan, cuandono sopla el viento, se debe a su viscosidad; y esta sugerencia escorrecta. Que el aire no se levanta al calentarse se nota en losvientos calientes de Australia, que soplan del cálido interiorhacia el sur más frío, en vez de levantarse directamente haciaarriba. El tiempo bochornoso y cerrado, que algunas veces duravarios días, no se podría explicar si se piensa que el aire se levanta'tan pronto como se calienta.

Esta hipótesis también explica la fuerza que es necesariapara mover el aire con la gran velocidad que lo anima durantelos torbellinos. El aire superior más frío y pesado, presiona sobreel estrato caliente, y entre mayor sea el área que este último cubra,mayor será el peso que soporta y tanto más grande la violenciadel torbellino tras el agujero que se forma y por donde asciendeel aire sobrecalentado.

Existe una escala que va desde los pequeños remolinosde polvo a través de los torbellinos más largos, tales como los deLough Neagh, hasta los tornados y ciclones más grandes; cada

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etapa de la gradación puede constatarse por numerosos ejem­plos. Y si este libro fuera un tratado de meteorología, sería posi­ble presentarlos todos; pero tomaría mucho espacio y solamen­te me limitaré a mencionar algunas observaciones sobre la for­ma más grande del remolino: el terrible ciclón.

Así como en la pequeña planicie de Maryborough, protegidade la acción del viento por el bosque que la rodea, el aire calen­tado se acumula sobre la superficie hasta que es arrastrado enremolino, así también sucede, aunque en una mayor dimensión,en la gran ensenada que forman las costas de Norte y Sur Amé­rica y que tienen por ápex el golfo de México. Esta constituyeuna inmensa área al norte del trópico, casi rodeada por tierra,que configura una vasta planicie oceánica donde el movimientoregular de los alisios es interceptado por las grandes islas de Cubay Haití y donde los elementos del huracán se acumulan paradespués reventar. En ésta y otras áreas parecidas la baja atmós­fera se calienta gradualmente, semana tras semana, y como enAustralia, donde el aire reverbera sobre el suelo caliente pronos­ticando el torbellino, o como en Africa donde el espejismo anti­cipa el simún, así también en las Indias Occidentales la persis­tencia de un tiempo cerrado y bochornoso, con su calma opre­sora, precede al huracán. Cuando al fin se forma el gigantescovórtice, la atmósfera calentada se precipita hacia él, de todas di­recciones, y se escapa hacia arriba en una columna espiral exac­tamente como un remolino de polvo, pero a una escala gigan­tesca. A diferencia del aire de los remolinos de polvo, el del hu­racán, que procede de la superficie cálida de los océanos, estácasi saturado de vapor y así, a medida que se levanta y se poneen contacto con el aire más frío de los lados de la columna as­cendente, se condensa y cae en lluvia torrencial, acompañadade truenos y relámpagos.

Yo anticipé esta teoría para explicar el origen de los torbelli­nos, en un documento que leí ante el Instituto Filosófico de Vic­toria, en 1857. Posteriormente fue dado a publicidad por elastrónomo real en el London Philosophical Magazine, de enero

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ROTACIÓN DE LOS CICLONES

de 1859. Una sugerencia que ofrecí al mismo tiempo, y que diceque la rotación de los ciclones en sentido opuesto, en los dos he­misferios, se debía a las mismas causas que desvían hacia el oestea los vientos alisios de su línea meridiana, ha sido adoptada engeneral por los físicos, y albergo la esperanza de que la teoríaprincipal pueda también tener aceptación. La tenga o no, sigo(:onfiando que el estudio de los más pequeños remolinos de aireserá el método apropiado para enfocar el difícil problema delorigen de los ciclones.

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