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1 Bernd F. W. Springer Universidad Autónoma de Barcelona [email protected] La comunicación intercultural y la enseñanza de lenguas. Estimados organizadores y participantes de este II. Encuentro Práctico, En primer lugar quiero dar las gracias por la invitación ya que significa un gran honor para mí, sobre todo, porque no soy profesor de español sino de alemán. Pero vivo en España, en la provincia de Barcelona y esta experiencia ha sido fundamental para mi visión del trabajo de un profesor de lengua, porque me ha enseñado, que aprender español y catalán no es suficiente para hacerme entender de verdad con mis colegas en la universidad o con la familia de mi mujer, que es española. Si hablo español o catalán pero pienso, siento y actuo como un alemán es muy probable que no nos entendamos. Las destrezas lingüísticas no son suficientes. Así es, en breve, como he llegado al tema de la comunicación con personas de otras lenguas y culturas, es decir, al tema de la comunicación intercultural y su importancia para la enseñanza de lenguas, que es el tema sobre el que me han invitado a hablar ante ustedes. A parte de ser un tema relativamente nuevo en España, he podido observar en varias ocasiones que es un tema que recibe cierto rechazo por parte de algunos profesores conservadores en las universidades españolas, aunque el Instituto Cervantes, por ejemplo, ya lleva años incorporando en su página web temas como “La inmigración y el enfoque intercultural en la enseñanza de segundas lenguas en Europa”. Para mí, este es un motivo más para dar las gracias a los organizadores por su decisión de invitar a un profesor de alemán a dar una conferencia sobre un tema que en España todavía no tiene muchos defensores. ¿Por qué es esto así? Pues, en términos muy generales y resumiendo algunas tendencias internacionales, se podría decir que hasta finales de los años 80 del siglo XX el objetivo principal de la enseñanza de lenguas era la adquisición de una competencia lingüística. Tradicionalmente se enseñaba el español o el alemán como el latín o el griego, es decir, a base de gramática y de traducciones. En la segunda mitad del siglo XX, en un mundo de creciente turismo internacional, sorprendió la experiencia cada vez más frecuente de que muchos años de enseñanza de inglés o de francés en la escuela y buenos conocimientos gramaticales no garantizaban la capacidad de poder comunicarse en estas lenguas. En un mundo con cada vez más contactos internacionales, en un mundo de

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Bernd F. W. Springer Universidad Autónoma de Barcelona

[email protected]

La comunicación intercultural y la enseñanza de lenguas.

Estimados organizadores y participantes de este II. Encuentro Práctico,

En primer lugar quiero dar las gracias por la invitación ya que significa un

gran honor para mí, sobre todo, porque no soy profesor de español sino de

alemán. Pero vivo en España, en la provincia de Barcelona y esta experiencia ha

sido fundamental para mi visión del trabajo de un profesor de lengua, porque

me ha enseñado, que aprender español y catalán no es suficiente para hacerme

entender de verdad con mis colegas en la universidad o con la familia de mi

mujer, que es española. Si hablo español o catalán pero pienso, siento y actuo

como un alemán es muy probable que no nos entendamos. Las destrezas

lingüísticas no son suficientes.

Así es, en breve, como he llegado al tema de la comunicación con personas

de otras lenguas y culturas, es decir, al tema de la comunicación intercultural y

su importancia para la enseñanza de lenguas, que es el tema sobre el que me han

invitado a hablar ante ustedes. A parte de ser un tema relativamente nuevo en

España, he podido observar en varias ocasiones que es un tema que recibe cierto

rechazo por parte de algunos profesores conservadores en las universidades

españolas, aunque el Instituto Cervantes, por ejemplo, ya lleva años

incorporando en su página web temas como “La inmigración y el enfoque

intercultural en la enseñanza de segundas lenguas en Europa”.

Para mí, este es un motivo más para dar las gracias a los organizadores por

su decisión de invitar a un profesor de alemán a dar una conferencia sobre un

tema que en España todavía no tiene muchos defensores.

¿Por qué es esto así?

Pues, en términos muy generales y resumiendo algunas tendencias

internacionales, se podría decir que hasta finales de los años 80 del siglo XX el

objetivo principal de la enseñanza de lenguas era la adquisición de una

competencia lingüística. Tradicionalmente se enseñaba el español o el alemán

como el latín o el griego, es decir, a base de gramática y de traducciones. En la

segunda mitad del siglo XX, en un mundo de creciente turismo internacional,

sorprendió la experiencia cada vez más frecuente de que muchos años de

enseñanza de inglés o de francés en la escuela y buenos conocimientos

gramaticales no garantizaban la capacidad de poder comunicarse en estas

lenguas.

En un mundo con cada vez más contactos internacionales, en un mundo de

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medios de comunicación de masas y de la informática, el primer motivo para el

aprendizaje de lenguas extranjeras ya no era el deseo de poder leer la literatura

de otros pueblos en su versión original, como sugieren los estudios tradicionales

de un filología extranjera. Se trataba más bien de la necesidad de poder

comunicarse en directo con personas de otra lengua materna. Por eso, en los

años setenta y ochenta se iba completando el objetivo de alcanzar una

competencia lingüística mediante la obtención de una competencia

comunicativa. La gramática fue retirada a un segundo plano y el primer objetivo

era hablar, hablar y otra vez hablar. Pronto, algunos profesores recordaron que

también la escritura tiene una función esencial en el proceso de aprender una

lengua. Otros destacaron la importancia de las habilidades auditivas y también

hubo quien se acordó de que las palabras se aprenden mejor en su contexto y no

mediante listados y que por lo tanto la lectura de textos no es algo totalmente

anticuado.

Como siempre suele suceder con estos asuntos, unos hablaban de grandes

progresos en la enseñanza de lenguas mientras que otros hablaban de modas

que iban de un extremo a otro y seguramente la verdad estaba bien repartida en

ambas opiniones. El progreso necesita a veces un desvío a través de aquella

dialéctica de avanzar dos pasos para establecer un nuevo punto de vista (“todo

tiene que ser comunicativo” o “todo tiene que ser intercultural”) para después

poder dar un paso atrás y volver a la tarea permanente de encontrar un nuevo equilibrio entre todos los aspectos relevantes de la enseñanza de lenguas. Así, a la larga, y esta es mi esperanza, avanzamos quizá poco a poco si

estamos abiertos para nuevos aspectos y si a la vez tenemos en cuenta que

nuestros antepasados tampoco hacían un mal trabajo.

Destaco esto para no caer en el error de considerar el aspecto de la

interculturalidad, que a continuación voy a presentar, como la última moda con

la que todos tenemos que vestir el año que viene. Y sin embargo, creo que es

muy útil conocerlo y tenerlo en cuenta – como un aspecto más en el abanico de

las competencias del aprendizaje de lenguas extranjeras.

El tema de la interculturalidad ha adquirido importancia desde los años

ochenta y sobre todo en los años noventa por muchos motivos diferentes, entre

ellos la globalización y la creciente inmigración en Europa y EEUU. Pero sobre

todo se basa en una experiencia común: la comunicación con personas de otra

lengua materna es a la vez una comunicación con personas de otro trasfondo

cultural. Para la enseñanza de lenguas esto implica que no se puede conseguir

realmente la competencia comunicativa que tanto perseguimos desde hace una

generación si no tomamos en consideración una competencia intercultural,

porque no hay lengua sin cultura. Si las mismas palabras ya pueden tener un

significado muy diferente en varios contextos de la propia cultura - ¡cuánto más

pueden tenerlo en otra cultura!

Permítanme aclarar esto mediante una broma sobre el significado de las

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palabras más simples de nuestras lenguas, las palabras “si” y “no”:

Cuando un diplomático dice “si” significa “quizás”, cuando dice “quizás”

significa “no” y cuando dice “no” es que no es un diplomático.

Una broma es sólo una broma, pero si ustedes participan en una

negociación en Japón y el interlocutor japonés dice en un castellano perfecto y

correcto: “Permítanme un tiempo para considerar esta cuestión” y usted no

entiende que en su cultura esto significa “no”, entonces usted le está obligando a

ser más claro y directo de lo que las buenas formas de su cultura le permiten.

La manera de rechazar o de alabar algo, de criticar o de decir “no lo tengo”

es muy diferente entre las culturas. Si dominamos la gramática y entendemos el

significado de las palabras y también el significado gramatical de las frases, pero

no su código cultural, no podremos comunicar. Hace poco, el escritor Christoph

Hein relató en un periódico alemán la escena siguiente1:

El está en una agencia de viajes en Singapur y pregunta por un viaje a

Alemania. La señora que le atiende sonrie: “¿A Alemania quiere ir usted? ¿Una

semana en esta temporada?” Sus ojos se hacen aún más grandes. Balancea la

cabeza. “Give me a moment” dice, va hacia la estantería, saca un archivador y

vuelve. “Tenemos Corea. O Japón. Allí puede esquiar!” También menciona Italia, un

día en Venecia, dos en Roma. El cliente menea la cabeza. “Desde Roma podría ir en

autobús a Alemania,” propone la señora. No quiere decirlo, no quiere decepcionar

a su cliente, pero este no entiende las señales y se queda sentado. Por lo tanto, ella

vuelve a ojear en el archivador. “¿Sabe qué? Mañana me informaré en las

companías aéreas”, dice ella. El cliente sigue sentado. “Mañana le llamaré”, dice

ella.

Lo que quiere decir es: No tengo ningún viaje de una semana a Alemania. Visite

Kyoto o Venecia o haga los 12.000 kilómetros desde Singapur hasta Alemania en

barco o en coche, si quiere, pero, por favor, váyase ahora.

Todo esto es lo que ella acaba de decir. Sólo de manera mucho más educada.

Supongo que la conversación original era en inglés. Supongo que no había

problemas lingüísticos. Pero algo fallaba en la comunicación. Y es que la señora,

por muy bien que hablara inglés, no dejaba de ser una singapuriana, no dejaba

de aplicar los códigos de su cultura y el cliente, por muy bien que entendiese el

inglés, no dejaba de ser un cliente alemán que esperaba una comunicación más

clara y menos ambígua.

Aquí topamos con la experiencia de que en un viaje por el mundo quizá

podamos cambiar las lenguas y expresarnos en 3, 5 o más lenguas diferentes –

1FAZ 13. März 2005, Seite V2.

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pero no podemos cambiar nuestra esencia cultural, nuestra manera de sentir, de

pensar, de observar, de valorar, de percibir el tiempo, el espacio y la gente.

Es esta experiencia la que me lleva a rechazar la teoría de una cultura universal que defienden algunos investigadores de cultura y estrategas de

marketing estadounidenses. Esta teoría universalista dice lo siguiente:

La Globalización nos está dirigiendo hacia una cultura mundial cada vez

más homogénea, la cual nos abastece tanto en Madrid como en Nueva York, tanto

en Berlín como en Tokio o en Moscú de los mismos productos: El señor de los

anillos, Harry Potter, Mc. Donalds, Coca-Cola, Visa-Card, Microsoft, Epson, Sony etc.

En todas partes topamos con iconos que nos son familiares. La cultura-líder de este

proceso de globalización es evidentemente la estadounidense y si todos

aprendemos a hablar el inglés lo suficientemente bien - así nos hace creer la

conclusión - entonces también nos podremos comunicar en todo el mundo.

Primer comentario: Yo no quiero opinar sobre si esta idea es buena o mala,

sólo creo que confunde la economía con la cultura partiendo, además, de un

concepto muy superficial de la comunicación humana. No creo que esta visión

del futuro se haga realidad ni siquiera cuando un día lejano todo el mundo pueda

viajar por todo el planeta y esté conectado a Internet.

Segundo comentario: Estoy convencido de que llevamos en nuestra

esencia, como condición antropológica, un código cultural que no es una

herencia genética sino que depende de la cultura en la que hemos crecido y creo

que sólo una pequeña parte de este código cultural podrá coincidir con una

cultura mundial que quizá sea cada vez más homogénea.

En algunos círculos en EEUU se debate el dominio intelectual de esta

teoria de la cultura universal con otra teoría que yo, hasta ahora, rechazaba al

igual que la primera. Se trata de la tesis conservadora de Samuel Huntington del

choque de las civilizaciones. Sin embargo, la cuestión es, si se entiende esta tesis

como programa para el siglo XXI o si se entiende como advertencia para evitar

este conflicto. La verdad es, que en las últimas páginas de su libro, Huntington

presenta su tesis justamente en este sentido, como advertencia, no como

programa. Dice así:

“La seguridad del mundo requiere la aceptación de la multiculturalidad a escala planetaria. (...) En un mundo de múltiples civilizaciones, la vía constructiva es renunciar al universalismo, aceptar la diversidad y buscar atributos comunes.”2

Hoy pienso, que Huntington se merece al menos el mérito de llamar la

atención sobre el potencial de conflictos que tienen su orígen en las diferencias

2Samuel Huntington, El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial, Paidós 1997, 381f.

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culturales. Una atención y prudencia que no tienen aquellos que reclaman el

planeta como objeto para aplicar un nuevo orden mundial y que confunden el

mundo con mercado libre donde no hay características culturales lo

suficientemente importantes para tenerlas en cuenta. Una atención y prudencia

que tampoco muestran aquellos que predican una sociedad multicultural donde

muchas culturas vivirían para siempre en paz y en harmonía y sin conflictos si

sólo hubiese un poco más de buena voluntad. La buena voluntad y la simpatía

con otros pueblos ayudan en la comunicación con personas de otras culturas –

eso es innegable. Pero la simpatía es muy caprichosa y arbitraria y en ella

aplicamos sólo nuestros propios criterios personales y culturales para valorar a

los otros y esto a menudo es insuficiente.

Por eso es importante aceptar primero el hecho de que los diferentes

códigos culturales pueden causar malentendidos, que a veces llegan a afectarnos

en el nivel emotivo de tal modo que afectan o incluso anulan nuestra simpatía y

buena voluntad iniciales.

La aceptación de las diferencias culturales sirve entonces para activar una

alta sensibilidad y empatía lo cual significa tomar como referente no nuestro propio punto de vista sino el del otro.3 Esto puede causar inseguridad e

incertidumbre, pero sólo si llegamos a entender por qué el otro piensa, habla y actúa tal y como lo hace, podremos adaptar nuestra comunicación y nuestra conducta a la del otro y abrir así el camino para una comunicación

basada en la comprensión mutua.

Tercer comentario: creo, que los profesores de lengua tenemos una responsabilidad especial en la preparación de nuestros alumnos o clientes para los encuentros con otras culturas. Sin embargo, la gran mayoría de las

personas que aprenden una lengua extranjera no están preparadas para

comunicar con éxito con personas de otras culturas y sociedades por muy

buenas que sean sus notas en los exámenes de gramática o por muy moderna

que sea la didáctica comunicativa de sus manuales.

Como inicialmente ya he mencionado, no quiero desatar ninguna polémica

contra una de las didácticas modernas o tradicionales. Sólo quiero ponerles un

ejemplo. Un caso, ficticio, pero real. Inventado, pero compuesto de incidentes

críticos reales.

Dado que estamos aquí en Alemania, participando en un encuentro

práctico de profesores de español, quizá sea conveniente que les presente un

ejemplo práctico de un encuentro entre un español y un alemán. Es decir, no

hablamos de diferencias culturales entre personas de distintos continentes y de

3Véase W.B. Gudykunst, “Toward a Theory of Effective Interpersonal and Intergroup Communication. An

Anxiety/Uncertainty Management (AUM) Perspectiva“, en: R.L. Wiseman y J. Koester (eds), Intercultural Communication Competence, Londres, Sage 1993, 60.

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culturas muy alejadas, sino que nos quedamos „en familia“, para decirlo de algún

modo, hablamos de „europeos“. En las guías para negociar con todo el mundo,

que se venden en EEUU, nos encontramos en el mismo capítulo, titulado: „La

comunicación con los europeos“. Todos somos europeos – con o sin constitución

- y en el centro de la construcción europea, en Bruselas, las situaciones como las

que les voy a presentar a continuación, pasan cada día miles de veces.

He excluido todo tipo de situación extrema o de estrés, tan frecuentes en la

vida real, y tampoco se trata de una situación de primer contacto entre los

interlocutores, ya que suelen ser mucho más complicadas. Quiero advertir que

estas situaciones ejemplares se parecen a veces a una caricatura, ya que intentan

concentrar muchos elementos que en la vida real se reparten en varias personas

y situaciones. Pero de ningún modo existe la intención de burlarse de uno u otro

interlocutor. Si ustedes sienten algún tipo de angustia por la concentración de

incidentes críticos o porque se identifican con la perspectiva española que se ve

poco comprendida por la perspectiva alemana o al revés – cosa que espero que

no pase – sería esta la meta-prueba de lo sensible que es el tema y de la facilidad

con que afecta a nuestros sentimientos y nuestra percepción cultural más básica.

De visita en Barcelona

Imaginemos al Sr. Anton Schmidt de Düsseldorf de visita en Barcelona con el

Señor Francesc Puyols. Ambos son comerciales del sector textil y se conocen

desde hace muchos años. Entre ellos no parece haber problemas lingüísticos ya

que el señor Puyols estuvo trabajando en Alemania durante 4 años y

consiguientemente conoce a los alemanes y habla al alemán muy bien. El Sr.

Schmidt también habla un poco el español ya que ha estado varias veces en

Mallorca y en la Costa Brava. Ambos sienten que cada uno conoce bien la cultura

del otro y están convencidos de que las diferencias culturales se pueden

controlar fácilmente mediante un poco de buena voluntad. El Sr. Schmidt viene a

Barcelona para hablar con el Sr. Puyols un miércoles de la primavera del año

2005 sobre compras de moda y una representación en la Feria de Moda “Igedo”

en Düsseldorf. Al Sr. Schmidt le hubiera gustado salir con el primer avión para

estar en Barcelona a las 09:15 horas y volar a casa por la noche el mismo día, ya

que en las últimas semanas mucha documentación laboral se ha ido acumulando

sobre su mesa y además su hijo de 5 años está en la cama con fiebre. Pero de

todas formas el Sr. Schmidt sabe que en España se requiere más tiempo para

negociar que en Alemania y por eso llegará el martes por la noche y volverá el

jueves por la mañana.

El Sr. Puyols va a recoger al Sr. Schmidt al aeropuerto el martes a las 21:15

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horas, hecho que es una agradable sorpresa para este último.4 ¿Cómo hay que

saludarse? El Sr. Schmidt sabe que a los españoles les gusta mucho recibirse con

dos besos, pero claro, no entre hombres. ¿Quizá un abrazo? Pero en ese

momento el Sr. Puyols ya le ha recibido encajando su mano y le pregunta cómo

le ha ido el vuelo.5 Casi en ese mismo instante el Sr. Puyols tira la colilla al suelo6,

coge la maleta del Sr. Schmidt y dice: “Venga, yo te la llevo. Mi coche está allí

fuera.” El Sr. Schmidt contesta: “No es necesario.”7 Pero el Sr. Puyols ya está de

camino hacia el coche y el Sr. Schmidt va detrás.

Justo delante de la terminal está el coche del Sr. Puyols y el motor todavía está

en marcha. Un buen Audi A3, pero con el parachoques un poco marcado de

golpes y ralladas.8 Los dos señores suben al coche y se marchan. Mientras tanto

el Sr. Puyols le hace muchas preguntas: ¿Cómo te va la vida? ¿Cómo está tu

familia? ¿Cómo va en el trabajo? ¿Cómo le va al Sr. Kampe? ¿Sigue el Sr. Müller

todavía en la empresa?9

De repente el Sr. Schmidt mueve el pie de tal forma como si quisiera frenar. Un

peatón se encuentra en el paso de cebra pero se ha parado y deja pasar el

4 Esto no sería muy habitual en Alemania, ya que a esa hora el Sr. Schmidt ya haría tiempo que

estaría con su familia. En Alemania se suelen separar de manera clara la vida laboral de la privada.

5 Aunque se ha escogido una forma de bienvenida que existe en ambos países, es decir darse la mano, todavía existen diferencias en la forma.

En Alemania se suelen abrazar entre buenos amigos, pero en el mundo de los negocios muchos alemanes intentan dar la mano educadamente. Ambas formas de dar la bienvenida se distinguen por sus diferentes objetivos: cordialidad con los amigos, educación y corrección en el mundo laboral. Esta distinción de objetivos no es tan fuerte en España. Aquí, tanto en la vida privada como en el mundo de los negocios predomina el mismo objetivo primario: reducir distanciamiento.

Esto se puede reflejar al ofrecer la mano derecha al otro y darle una amigable palmadita en el brazo o la espalda.

6 En Alemania está muy mal visto tirar la colilla al suelo dentro de cualquier edificio y ni siquiera se tira la ceniza del cigarrillo al suelo.

7 En Alemania se acostumbra a preguntar lo siguiente: “¿Te ayudo?” y se suele esperar a que el otro acepte la ayuda o no. Es decir, la cordialidad se expresa en Alemania respetando la voluntad del otro, mientras que en España a menudo no dejamos la opción de elegir para que no haya duda alguna de nuestra disposición a ayudar.

8 Debido a razones medioambientales en Alemania se acostumbra a parar el motor siempre que se realiza una parada que dure más de un minuto. Además se considera el coche como un bien, casi una reliquia, en la que no pueden haber ralladas y mucho menos si es de una marca cara. 9 Mientras en España es normal hablar de toda una serie de temas ya durante los primeros

minutos de un encuentro, incluso saltando de uno a otro, en Alemania se inicia una conversación a menudo con más calma y se suele responder más o menos a fondo a cada una de las preguntas antes de proseguir a la siguiente. Contrariamente, lo que se espera en España es una respuesta rápida a cada una de esas preguntas ya que pertenecen al mismo ritual de bienvenida. De la pregunta “¿Qué tal?” a veces incluso no se espera respuesta, costumbre que daría a muchos alemanes la impresión de cierta superficialidad. “Qué tal?” - “Wie geht’s?” se considera en Alemania una pregunta y se espera (normalmente) una respuesta, mientras que en España a menudo se considera una fórmula de bienvenida a la que no hace falta contestar.

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coche.10

“El Sr. Kampe? Pues con él salí a tomar una cerveza hace poco. Parece que le van

muy bien las cosas”, dice Sr. Schmidt.11

El Sr. Puyols pregunta si ha comido algo en el avión y el Sr. Schmidt niega la

pregunta.

“Entonces debes estar muy hambriento. Conozco un buen restaurante

justamente cerca del hotel. ¿Qué te parece, vamos a cenar allí?”12 El Sr. Schmidt

le echa un vistazo al reloj.13 Antes de embarcar, a las 17:30 horas ya había

cenado, pero no quiere ser maleducado y responde que ‘sí’. Llevan la maleta al

hotel y el Sr. Schmidt se pone rápidamente ropa nueva. En Alemania hacía más

frío pero en Barcelona uno no necesita llevar jersey. El Sr. Schmidt se encuentra

bien, ya que en este clima mediterráneo a las 22 horas todavía hace calor y se

puede ir en mangas de camisa. Duda un momento sobre ponerse sandalias o no,

pero él ya sabe que los españoles hacen mucha broma sobre alemanes con

sandalias y calcetines blancos. Por eso decide olvidarse de las sandalias, se pone

rápidamente una corbata bien coloreada y ya está preparado.14 Los dos señores

se dirigen hacia la Plaza Real donde hay preciosas palmeras y muchos

restaurantes, todos vacíos, pero el Sr. Puyols va directamente a uno delante del

cual hay una cola de 20 metros.15 Mientras tanto el Sr. Puyols habla sobre

campeonato del Barça, sobre la noticia del embarazo de la princesa de Asturias,

10 En Alemania los peatones tienen absoluta preferencia al encontrarse en el paso de cebra y de hecho esto es aceptado completamente por los propios conductores en su inmensa mayoría. Es más bien cuestión del derecho que tiene cada uno (así que los peatones en Alemania no suelen parar antes de cruzar el paso de cebra para dejar pasar el coche), mientras que en algunas ciudades grandes de España es cuestión de negociar el derecho de paso mediante unas miradas entre conductor y peatón. 11 Decir “iremos a tomar una cerveza algún día” significa en Alemania (entre hombres – las

mujeres irían “a tomar un café”) que en esa ocasión uno podrá disfrutar de la oportunidad de hablar sobre temas privados o personales y le confiere mucha más intimidad a la relación. Seguramente, el Sr. Schmidt quiere dar a entender que él es una persona con quien se puede “ir a tomar una cerveza” pero el Sr. Puyols no se debe haber dado cuenta ya que en la comunicación española ese tipo de diferenciación entre comunicación empresarial y privada no está prevista de manera tan clara.

12 Según las normas de comunicación alemanas usar “tu” no sería de costumbre en este contexto, todo lo contrario. Primero hay que “ir a tomar una cerveza”, iniciar una amistad privada y ofrecerse el “tu”. A cambio, en España uno puede tutear a una persona si la conoce desde hace tiempo. 13 Mirar el reloj, en esta ocasión significa: ¿Todavía están abiertos los restaurantes? A partir de las

22 o 23 horas muchos restaurantes en Alemania cierran la cocina donde se realizan los platos calientes.

14 Mientras en España la moda en el mundo de los negocios es algo más conservadora e incluso se evitan colores chillones, en Alemania se tiende a llevar corbatas chillonas. Esto a menudo llama la atención de los españoles, sobre todo cuando ven las noticias alemanas, hecho que tiene en ellos una connotación negativa.

15 En Alemania es absolutamente desagradable tener que hacer cola delante de un restaurante. Eso casi nunca sucede en Alemania. En ese caso, se decidiría ir a otro restaurante. Mientras los alemanes están muy orientados hacia la eficiencia y desean no perder el tiempo, a los españoles les parece normal tener que hacer cola delante del cine, del restaurante o en otras ocasiones. Además, la cola parece indicar, que este restaurante debe ser muy bueno.

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sobre una nueva línea de metro16 y finalmente, tras media hora, ya han ido

avanzando hasta esperar en la entrada del Restaurante. El Sr. Schmidt ve una

gran mesa para 6 personas al lado de la ventana y solamente hay dos personas

que la ocupan.

“Allí todavía hay sitio libre”, dice él. Pero el Sr. Puyols no responde.17 Tras unos

instantes aparece el camarero y los guía hacia una mesa justamente al lado de la

barra, donde se encuentra el televisor retransmitiendo un partido de fútbol. El

Sr. Schmidt pregunta quién está jugando. El Barça contra el Chelsea.18 El Sr.

Schmidt mira un momento hacia la pantalla mientras el Sr. Puyols le echa un

vistazo a la carta y a la vez comenta el partido y decide que tomará rape.19

Entonces viene el camarero y trae pan, aceite, tomates y sal y da unas

explicaciones sobre los platos que ya no están en la carta. El Sr. Schmidt no le

puede entender bien debido a que la televisión está un poco alta y le dice con voz

amable: “¿Podría bajar un poco el volumen del televisor, por favor? Está tan alto

que uno casi no puede conversar.”20

16 Estos serían los temas más frecuentes durante esos días en Barcelona. ¿También lo serían en

Alemania? 17 En Alemania es completamente normal, tanto en bares como en restaurantes, sentarse en una

mesa donde ya hay alguien sentado. Se acostumbra a preguntar: “¿Está libre?” - “Ist hier noch frei?”. Esto no quiere decir que se debe mantener una conversación con las demás personas de la misma mesa. Muy a menudo basta con saludar amigablemente al llegar y al dejar el local. Aprovecho esta ocasión para añadir que en Alemania las mesas acostumbran a ser más grandes y puede ser que incluso estando sentados en la misma mesa, estén alejados como si fuera en un restaurante español con mesas separadas.

18 El nivel de ruido en un restaurante en España (a no ser que se trate de un restaurante chino) es casi siempre más elevado que en Alemania. A ello se atribuye que a veces hay un televisor encendido, que el camarero está poniendo un plato sobre el otro al sacarlos del lavaplatos, y a que la gente habla muy alto hasta que uno mismo tiene que hablar más alto para que le puedan entender. Mientras el “Ruido” es algo a lo que uno llega a acostumbrarse en las grandes ciudades españolas, en Alemania “Krach” – la traducción de ‘ruido’ - se considera algo que hay que apagar o terminar en seguida o al menos se puede esperar de otra gente que lo hagan.

19Es bastante normal en España hacer más de una cosa a la vez. Este fenómeno se denomina policronía. Los alemanes de lo contrario aprenden a hacer “una cosa detrás de la otra” desde que empiezan a educarse. Estos tienen una tendencia extremadamente monochronista. Siguiendo esta norma de comportamiento puede ser, según el contexto, que no prestarle atención al otro mientras está hablando sea percibido como de mala educación.

20 El Sr. Schmidt ha hecho algo que en su cultura es habitual: ha expresado de forma amable, pero abierta y directa una molestia. Pero precisamente este acto de habla (speech act), es decir, practicar la crítica, es una situación de alta complejidad culturalmente codificada. La forma española de realizar una crítica es más indirecta y inarticulada, además se basa en que el receptor entiende ese juego de alusión indirecta y reacciona. Muy a menudo se deja una frase sin acabar al 50% y se termina con la inserción de un gesto que deja adivinar al otro lo que en realidad quiere decir. Esto no funcionaría en Alemania. La cultura conversacional de los alemanes es altamente explícita, uno habla casi del mismo modo que escribe. Las frases son completas y no dejan casi nada pendiente para la interpretación del otro. Se pueden introducir gestos pero no añaden más información, sino más bien tienen la función de enfatizar. Toda la información completa se encuentra en la frase y de esta misma manera es como se lleva a cabo una crítica. En una conversación española esto resultaría brusco y de mala educación.

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Entonces sólo pide una ensalada.21 El Sr. Puyols le pregunta si no va a pedir un

segundo plato. Le recomendaría el rape. Durante todo el rato el Sr. Puyols mueve

nerviosamente el pie y el Sr. Schmidt se pregunta por qué está enfadado.22 De

todas formas él no quiere rape, una ensalada es suficiente. Cuando el camarero

ya les ha servido el vino, el Sr. Schmidt eleva la copa y dice: “Salud”, prueba el

vino y dice: “Hm, está rico.”23 Mira la botella: Penedès. El Sr. Puyols le comenta

dónde se encuentra este lugar. A diferencia del vino, el agua no le gusta

demasiado al Sr. Schmidt y ruega al camarero que le traiga agua con gas.24

Cuando el camarero les trae la ensalada, el Sr. Schmidt despliega su servilleta,

dice “buen provecho” y sigue escuchando las explicaciones del Sr. Puyols sobre

vinos.25 Más tarde, el Sr. Puyols le pregunta si no le gustaría quizá probar un

poco de su rape. El Sr. Schmidt lo rechaza amablemente.26 Mientras tanto

empieza a hablar de la feria “Igedo”27 y sobre los cambios que este año iban a

tener lugar en comparación con el año anterior. Comentario del Sr. Puyols: “El

rape está buenísimo.”28 El Sr. Schmidt entiende este comentario como una crítica

21 No hace falta pedir varios platos en un restaurante alemán. Muy a menudo una gran ensalada

vale como plato único. Sobre todo a partir de las 22h la mayoría de los alemanes no están acostumbrados a comer varios platos.

22 En España mucha gente está acostumbrada a mover nerviosamente el pie, parece ser un signo de nerviosidad y que es completamente normal. En Alemania esto es una señal de nerviosidad agresiva. Quien lo hace transmite: “Mi paciencia está a punto de llegar a su límite.”

23 A muchos alemanes les gusta hacer un chinchín a la hora de consumir vino o cerveza. Se considera un acto que crea un ambiente social ameno dentro de una serie de actos para reducir el distanciamiento entre la gente. Según el contexto este gesto puede resultar obligatorio. En España también se hace, pero no tan a menudo, ya que se aplican otras formas de reducir el distanciamiento.

24 A menudo el gusto es cuestión de costumbre. Muchos alemanes piensan que el agua sin gas sabe reposada, de poco sabor, aburrida, sosa. Por el contrario muchos españoles no entienden, cómo se pueden llenar de tanto gas a la hora de comer, ya que lo encuentran poco digestible y cuando están en Alemania hacen todo lo posible para conseguir agua sin gas.

25 Igual que con el primer trago de vino o cerveza se dice “Prost” – “salud”, al comenzar a comer en Alemania se dice obligatoriamente “buen provecho” – “guten Appetit”, al menos en un restaurante.

26 En general, cuando los alemanes preguntan algo, lo hacen una sola vez y el ‘no’ significa ‘no’ y el ‘si’ significa ‘si’. A cambio en España es frecuente dejarse invitar varias veces antes de probar o de repetir. Por lo tanto, para el Sr. Schmidt el tema se acabó, pero para el Sr. Puyols no era necesariamente así.

27 En la cultura conversacional alemana se suelen afrontar las interrupciones ambientales de la conversación o a la sensación de inseguridad mediante un giro temático hacia los temas objetivos o hacia la materia técnica en cuestión. Si aquí se consigue un consenso en la materia, entonces la visión común de la materia sirve como punto de salida para desarrollar más confianza y un trato más confidencial, lo cual implica normalmente un cambio posterior de temas de conversación. Pero a los españoles esta sucesión de primero la materia o el asunto y después la confianza, les parece a menudo “frío” y distanciado, ya que la estrategias de conversación españolas empiezan normalmente con el intento de reducir la distancia social y de crear confianza para poder llegar más tarde sobre esta base a los temas técnicos o de materia.

28 En España se suele hacer uso de esta forma de superlativo con mucha más frecuencia que en Alemania, donde dirían en este contexto: “Der Fisch ist wirklich gut.” Es por esta razón que el uso del superlativo le llama la atención al Sr. Schmidt.

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por no haberlo pedido. Empieza a sentirse inseguro: ‘¿Ha sido de mala educación

no pedir el rape? Quizá ha sido por el rape que el Sr. Puyols me ha traído a este

restaurante aunque estuviera lleno. Da igual, ya no lo puedo cambiar,’ piensa y

sigue hablando sobre la Igedo, mientras mira el plato del Sr. Puyols, que está

cortando unas patatas.29 En ese momento suena de golpe un grito proveniente

del televisor: Goooool! Todos miran hacia el televisor y comentan la repetición

del gol de Ronaldinho. El Sr. Puyols comenta que su hijo también juega en un

club de fútbol y que Ronaldinho es su ídolo.30

“Por cierto, ¿seguro que no quiere probar un poco del rape?” El Sr. Schmidt

piensa: ‘si pruebo el rape y afirmo lo bueno que está entonces el Sr. Puyols me

preguntará si no quiero que pida otro y entonces tendré que justificar por qué

no quiero tomar rape.’ Así que dice: “No gracias.” Pero de todas formas se siente

un poco inseguro con su negativa y ve que el pie del Sr. Puyols se sigue

moviendo nerviosamente. Piensa que ha hecho algo mal. Por eso duda un

momento y dice: “Por cierto, lo que quería decir sobre la Igedo …”31 y explica los

cambios que va a haber este año. En este momento el Sr. Puyols ve que el Sr.

Schmidt no ha probado el pan y pregunta, si no le gusta el pan.32 “Sí, sí”, dice el

Sr. Schmidt y en el mismo momento se pregunta cómo puede decir eso si ni

siquiera lo ha probado. En ese mismo instante se da cuenta de que el tema de la

Igedo no le interesa demasiado al Sr. Puyols y se calla, sobre todo al ver que este

sigue moviendo nerviosamente el pie.

Después de la comida el Sr. Puyols pide un café y coñac y reacciona con una cara

de ligera decepción al ver que el Sr. Schmidt renuncia a ambas cosas.33

“Seguramente debes estar cansado después del día de trabajo con vuelo y todo.”

29 En Alemania forma parte de las buenas maneras no partir las patatas con el cuchillo, sino con el

tenedor. (Por lo contrario, en Inglaterra no se debe partir nada sobre el plato con el tenedor.) Estas costumbres de mesa son bastante formales e importantes en Alemania y también se procura no tocar nada en el plato con las manos.

30 Evidentemente el Sr. Puyols intenta aquí, según las estrategias de conversación de su cultura, cambiar de tema para dejar el tema “frío” del asunto de la feria y dirigirse hacia un tema más personal, más “ameno”.

31 Otra vez la estrategia alemana: ¿Cómo tratar con la inseguridad? Volver al tema técnico u objetivo. Por otro lado, el Sr. Puyols habrá notado negativamente que el Sr. Schmidt no ha aceptado su oferta de dirigirse hacia un ambiente más personal.

32 El pan tiene en Alemania una función distinta de la que tiene en España. Salvo con sopas, el pan nunca tiene la función de acompañar la comida como lo hacen las patatas o el arroz, sino que el pan con mantequilla y queso o embutido o mermelada es la base del desayuno o del “pan de noche”, que es la expresión alemana para la cena (Abendbrot). Se parece al bocadillo en España, pero éste tiene a menudo la función de alimentar entre las comidas.

33 A no ser que uno quiera trabajar durante toda la noche, en Alemania no se suele tomar café por la noche. Tampoco es tan frecuente como en España beber algún licor, whisky o coñac después de la comida (solamente en ocasiones muy especiales o solemnes). Por el contrario, en Alemania a veces se suele tomar un Schnaps (que es como un orujo) antes de comer para aumentar el apetito. Probablemente el Sr. Puyols estaría más a gusto si el Sr. Schmidt le acompañara en este paso de

completar la cena. En cambio, así puede tener la impresión de que el Sr. Schmidt quiere terminar la cena.

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Y aunque ya tiene reservada la cita con el Sr. Schmidt para las 9:00 horas de la

mañana siguiente, le añade: “Quizá no deberíamos encontrarnos mañana antes

de las once o las doce para que no tengas que darte prisa por la mañana. ¿Qué te

parece?”

El Sr. Schmidt que está acostumbrado a estar a las 8:30 horas en el despacho,

igual que su colega, y a hacer la pausa del mediodía a las 12 horas, piensa en el

viejo consejo: When in Rome, do as Romans do, y dice: “De acuerdo.”

Llega el momento de pagar: el Sr. Puyols piensa que a los alemanes les gusta

siempre pagar por separado y piensa que lo mejor será dividir la factura entre

dos, pero el Sr. Schmidt dice: “Esto es gasto de empresa”, y coge la factura,34 el

importe de la cual es de 84 euros. El Sr. Schmidt pone 100 euros y le dice al

camarero: “Cobre 90 euros.”

Al volver el camarero, ve 16 euros de cambio en el plato y el Sr. Schmidt se

asombra: “¿Aquí no quieren la propina?”35

Fuera del restaurante el Sr. Puyols dice: “Te llevo al hotel.” “No es necesario, ya

lo encontraré” le replica el Sr. Schmidt. “Me queda casi de camino”, añade el Sr.

Puyols y el Sr. Schmidt dice: “Pues, bueno.”36

Después de despedirse delante del hotel el Sr. Schmidt va a su habitación y

empieza a notar una sensación de angustia: “Realmente es muy simpático el Sr.

Puyols, me recoge del aeropuerto y me lleva al hotel. Pero en cierto modo es un

poco superficial, no se puede tener una conversación profunda con él. Ya

veremos cómo irá mañana. ¡Pero a partir de las 12 horas! ¡Dios mío! ¡Estos

españoles!”

Mientras tanto el Sr. Puyols va subiendo Las Ramblas y piensa: “En el fondo es

majo, el Sr. Schmidt, pero típicamente alemán. Son un poco fríos. Ya veremos lo

que pasará mañana”.37

-----

34 Aquí está la trampa de los estereotipos: el Sr. Puyols cree saber cómo se comportan los

alemanes e intenta comportarse como tal. Por otro lado, el Sr. Schmidt, que bien sabe que en algunas partes de España no se paga por separado ni en el restaurante, podría ver confirmado el prejuicio del catalán tacaño.

35 Mientras en Alemania se suele redondear la suma hacia arriba y decírsela al camarero, en otros países como España se considera esto poco discreto. Aquí el camarero trae la diferencia en un platito y el cliente decidirá cuánto quiere dejar en el platito. Por otro lado, pertenece al ritual alemán que el camarero dé las gracias al cliente, lo que falta a veces en el ritual español, cuando el cliente se levanta y se va.

36 Quizá el hotel no queda de camino a casa del Sr. Puyols y este esperaba otra respuesta tipo: “Gracias, pero no hace falta”. Pero la mayoría de los alemanes no están acostumbrados a dar tantas vueltas en la conversación para tomar una decisión simple. A menudos ‘si’ es ‘si’ y’no’ es ‘no.

37 Aquí no se trata en absoluto de si esta percepción es justa o no, sino sólo de que a menudo se instala.

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Con ello ya se ha llegado a un punto muy crítico: el Sr. Puyols ya no ve al

Sr. Schmidt como el individuo Anton Schmidt sino que le ve como a un alemán y

el Sr. Schmidt tampoco ve al Sr. Puyols como la persona Francesc Puyols sino

como a un típico español – ni mucho menos como a un catalán. Es decir, el

encuentro entre Anton Schmidt y Francesc Puyols está a punto de convertirse en

un encuentro entre dos estereotipos, en otras palabras entre un „cabeza-

cuadrada prepotente“ y uno de „esos latinos poco serios y poco cumplidores“.

Pero de hecho, todavía ni siquiera ha empezado la verdadera negociación

con todos sus puntos conflictivos y ya aparecen los primeros malos indicios. Al

llegar al primer punto conflictivo el Sr. Puyols probablemente pensará: ‘estos

alemanes son nada flexibles’ e intentará forzar al Sr. Schmidt a que sea flexible. A

cambio, el Sr. Schmidt pensará algo como: ‘uno no puede confiar

verdaderamente en estos españoles y en los catalanes mucho menos, ya que

siempre quieren volver a negociarlo todo posteriormente. Si no tenemos un

contrato plenamente detallado, no habrá negocio.’

De esta manera hay muchas posibilidades de que al día siguiente no se

llegue a un acuerdo beneficioso para ambas partes. Y está claro que no se trata

de problemas gramaticales o temas similares del tradicional aprendizaje de

idiomas. Los consiguientes malentendidos causarán estrés en ambas partes y

cada uno atribuirá la responsabilidad al otro. Pero no al otro como individuo

sino al otro como “el alemán” o “el español” o “el catalán”.

Llegado este punto, no quiero seguir con el posible rumbo de este

encuentro, sino darme prisa para responder al desagrado que probablemente

habrá aparecido durante la presentación de mi caso. Sería de extrañar si no

hubiera alguién que no se puede identificar con el representante de su

nacionalidad. Habrá españoles que han pensado: „Yo no tiro las colillas al suelo“

o „yo también freno para peatones“. Y habrá alemanes que piensan: „Yo no

habría cenado a les 17:30 horas“ o „Yo también habría ido al aeropuerto para

recoger al Señor Puyols“. Y a lo mejor habrá incluso españoles que se

identifiquen más con la perspectiva alemana y al revés y que pensarán: „Ya no

somos así, los tiempos han cambiado, esos son viejos estereotipos.“ O profesores

que piensan: „Esta es una imagen no adecuada de los españoles o alemanes.“

Podemos resumir este desagrado en dos expresiones de la misma crítica:

1) Yo no soy así = no todos los españoles son así = son sólo estereotipos

2) Yo no soy así = no todos los españoles son así = una imagen equivocada de

España

Voy a contestar primero a la segunda crítica. El reproche de transmitir una

imagen equivocada de España provoca la pregunta sobre la imagen correcta de

España. En vez de dar una respuesta teórica, permítanme mencionar una

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experiencia personal.

Llevo casi 3 años viviendo en un pueblo a 40 kilómetros en el norte de

Barcelona después de haber vivido varios años en la capital catalana. Según lo

que algunos dicen en mi pueblo, uno no se puede fiar de la gente de Barcelona.

Son „gente de la ciudad“, „ricos“, „corruptos“, „más superficiales“, „viven para el

ocio“, „no son gente sincera“ etc. Pero según alguna gente que vive en un pueblo

aún más al norte del mío, ya cerca de los Pirineos, uno no se puede fiar de la

gente que vive en mi pueblo porque ya no son los de antes, porque ahora viene

mucha gente de la capital a vivir allí. Además, los que vienen son más

„castellanos“. Déjenme citar a unos estudiantes de Besalú en el Prepirineo

(Garrotxa):

„Yo encuentro que hacia Barcelona es más 'castellà', que no aquí; los pueblos

'de pagès' son más catalanes. Parte de Tarragona y de Lleida ya tienen límites con

lo de fuera, ¿no?; hablan el catalán, pero ya lo hablan un poco diferente que el

catalán digamos normal ¿no? ... Quiero decir que como tienen más conexión con los

de fuera, se sienten catalanes, pero ya no tanto como los que estamos más

arrinconados hacia aquí, que cuesta más de llegar ...“38

Aquí vemos una clara noción de ser más o menos catalán. Más catalanidad

es identificada con las comarcas rurales, con el interior, las montañas, donde no

hay imigración castellano-hablante, donde conservan más las tradiciones

„catalanas“ y hablan un catalán „más catalán“. Las provincias de Barcelona,

Lérida y Tarragona cuentan óbviamente como „menos catalanas“ que la

provincia de Girona. Pero dentro de esta última hay otra vez diferencias entre

los de la montaña y los de la plana. Entre los de la montaña se dicen: „De

l'Empordà, ni gent ni bestiar - Del Empordà, ni gente ni ganado“. Entre los de la

plana se dicen: „Cerdà i home de bé no pot ser – de la Cerdanya y hombre de

bien no puede ser.“39

Pero entre los de la plana existe a su vez la distinción entre campesinos y

pescadores, considerados los últimos como gentes más pobres, que viven al día y

tienen un trabajo nocturno, vividores que van mucho a la taverna, donde

malgastan su dinero, son despreocupados, liberales y solidarios, mientras que

los campesinos son considerados más cerrados, tacaños, interesados,

responsables, previsores y ricos.

Cuando hablamos de „los catalanes“, todas estas distinciones desaparecen.

Las mismas distinciones entre ciudad y campo, entre la montaña y la plana las

podemos encontrar en la mayoría de las autonomías de España y las distinciones

entre el litoral y el interior, entre castellano-hablantes y otras lenguas las

podemos encontrar también en la Comunidad Valenciana, en las Baleares, en el

País Vasco y en Galicia. Pero cuando hablamos de „los españoles“, todas estas 38Andrés Barrera González, La dialéctica de la identidad en Cataluña. Un estudio de Antropología Social, 160. 39La dialéctica de la identidad en Cataluña, 184.

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distinciones desaparecen otra vez.

Dado este polifacetismo y esta variedad social y cultural en España (y que

igualmente existe en Alemania, Francia o Italia), no es posible transmitir una imagen „correcta“ en el sentido de que todos los españoles o todos los

alemanes pudieran verse adecuadamente reflejados en ella.

De repente, casi sin querer, nos topamos con las últimas cuestiones: ¿No

existe, pues, ninguna identidad española? ¿Qué es entonces la cultura española, o

la alemana? Es decir, en última consecuencia, ¿qué es la cultura?

Esta última pregunta es imposible de contestar, al menos hoy y aquí. Ya en

los años sesenta algunos investigadores americanos identificaron más de 250

significados diferentes de lo que puede ser una cultura. Cualquier intento teórico

de llegar a una definición aceptada por todo el mundo estaría condenado a

fracasar. Más práctico es, en nuestro contexto, volver a considerar otra vez la

perspectiva de los estudiantes de Besalú:

„Yo encuentro que hacia Barcelona es más 'castellà', que no aquí; los pueblos

'de pagès' son más catalanes. Parte de Tarragona y de Lleida ya tienen límites con

lo de fuera, ¿no?; hablan el catalán, pero ya lo hablan un poco diferente que el

catalán digamos normal ¿no? ... Quiero decir que como tienen más conexión con los

de fuera, se sienten catalanes, pero ya no tanto como los que estamos más

arrinconados hacia aquí, que cuesta más de llegar ...“

Evidentemente, aquí se distingue un núcleo o un centro de la identidad

catalana de una franja intermedia y de una periferia que tiene límites con „lo de

fuera“. Independientemente de si esta percepción se acerca a la realidad o no,

sirve para recordar unas características de las grandes culturas. Las culturas no

son cajones o container en el sentido de que todo lo que cabe en este cajón o

container debe ser igual. Las culturas entran en contacto con otras culturas, se

influyen mutuamente y normalmente los territorios „que tienen límites con lo de

fuera“, como dicen los estudiantes, reciben más influencias de fuera, hecho que

tiene importantes consecuencias para su identidad. No es necesario que una

cultura tenga un centro como el Vaticano en Roma o una capital como París,

pero siempre es probable que en sus periferias las culturas sean un poco más

difuminadas, es decir, diferentes.

Cualquier imagen de la cultura española o de la cultura alemana es

necesariamente una generalización de una serie de hechos políticos, históricos,

geográficos, lingüísticos o sociológicos interpretados como decisivos y

determinantes para estas culturas y siempre habrá personas que, con toda

razón, podrán decir: esta imagen no coincide con mi experiencia.

Un ejemplo: en el 1998 la media del consumo de cerveza en España fue de

66,4 litros por persona, mientras que en Alemania fueron 131 litros por cabeza.

Unas cifras que coinciden completamente con los estereotipos. Sin embargo, en

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Baviera (que es el land al que pertenece Würzburg) se consumía mucho más,

200 litros por persona, y en Sajonia se consumía 180 litros. Por lo tanto, para

que saliese matemáticamente la media de 131 litros para toda Alemania, por

lógica debían de haber regiones donde el consumo fue muy inferior, acercándose

a la media de España. Si un negociante de una de estas regiones, digamos por

ejemplo de la región vinícola de la Mosela, viajara al sur de España, donde la

media del consumo de cerveza era de 78 litros por cabeza, el más alto de España,

encontraría que allí se consume más cerveza que en casa. Los estereotipos sólo

son estereotipos.

¿Debemos, en consecuencia, dejar de hablar de las culturas española o

alemana porque no hace más que producir estereotipos? No. Es verdad que

cualquier manera de enseñar algo de la historia o del presente, de la mentalidad

o de las costumbres, de la geografía o de la política en España o en Alemania es

una abstracción y por lo tanto alimenta los prejuícios y los estereotipos. Pero si

no queremos prescindir de enseñar la cultura junto con la lengua – y no

podemos prescindir de ello porque no hay lengua sin cultura – entonces no

podemos evitar los estereotipos. Y no pasa nada, porque los estereotipos tienen

una función vital: simplifican la realidad hasta unos niveles comprensibles y manejables. La realidad es siempre tan compleja, que no podríamos

orientarnos en ella si no fuese a través de simplificaciones. Sobre todo en el

extranjero no podemos vivir sin prejuicios y estereotipos, pero siempre

debemos tener en cuenta que la realidad tiene la tenaz tendencia a

sorprendernos. El estereotipo de los alemanes y la cerveza no es malo en si,

porque puede servir para orientarnos en algunas regiones de Alemania que sí

tienen una distinguida cultura de la cerveza en detrimento de una cultura del

vino. Pero no podemos esperar que todo habitante de Baviera consuma 200

litros de cerveza al año.

Como ustedes pueden ver, me estoy tomando muy en serio el argumento

que algunos suelen alegar en contra de la competencia intercultural como uno

de los objetivos de la enseñanza de lenguas. Aquel argumento que dice:

informaciones sobre la cultura extranjera en cuestión sólo sirven para crear

estereotipos y esto no hace más que dificultar la comunicación. Esto no es

verdad. Todos los investigadores coinciden en que el mayor conocimiento de la

cultura del otro ayuda a una mayor comprensión del otro y a la vez está claro

que si llegamos a entender por qué el otro piensa, habla y actua tal y como lo

hace, esto nos ayuda a adaptar nuestra comunicación y nuestra conducta a la

suya y a abrir así el camino para una comunicación basada en la comprensión

mutua. La cuestión no puede ser: cultura - ¿si o no? La cuestión es ¿cómo enseñar la cultura de tal modo que ayude para la comunicación intercultural? Aquí no tardo en identificar un método que no debe aplicarse en la

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enseñanza intercultural aunque muchos libros y cursos lo hagan. Me refiero a los

así llamados „dos and taboos“, a aquellas reglas de conducta que dicen: cuando

estas con alemanes o españoles, haz esto y aquello y no hagas aquello otro.

Justamente este es el tipo de información que la mayoría de los clientes buscan.

Parece que la inseguridad y la incertidumbre que implican una negociación en

otra cultura o con gente de otras culturas exigen una información del tipo: „dime

cómo son y cómo se negocia con ellos“. ¡Justamente este tipo de información está

prohibida! Hay que tener en cuenta que un alemán que visita a un cliente en

Barcelona o en Madrid no se comporta igual que cuando habla con un cliente

alemán en Berlín y viceversa. Por lo tanto, lo primero es, estar abierto para una situación desconocida en vez de prepararse para unos estereotipos de

personas y situaciones que así no van a presentarse. La realidad será diferente

de los tópicos porque se establecerá cada vez de nuevo entre un interlocutor de

la cultura A y otro de la cultura B. Este nuevo tipo de comunicación, que no sería

ni típicamente española ni típicamente alemana, establecerá – durante el

proceso de la comunicación - una nueva cultura C y ésta es la auténtica inter-

cultura.

Para prepararnos para este tipo de situaciones no ayuda saber, cuándo

murió Lutero, después de qué batallas realizó Bismarck la unificación alemana y

dónde está la casa natal de Karl Marx. Pero sí que sirve entender que en

Alemania existen tradiciones y mentalidades católicas y protestantes, que hay

grandes diferencias culturales entre el norte y el sur y que durante 45 años una

parte de la población ha sido educada en un estado comunista y la otra en una

sociedad capitalista. También es útil saber, porque es mejor no hacer chistes

sobre judíos en Alemania y que a las 14:30 horas uno no puede ir a un

restaurante para comer a mediodía.

Las culturas son sistemas que se han formado durante muchos siglos o

incluso milenios. La historia de una cultura puede explicar muchos detalles del

presente, pero no debemos confundirla con una lista de fechas de las batallas o

con resumenes de los libros más importantes.

También, para sumergirnos en una cultura, podemos empezar con lo

visible, con el presente y la lengua. Lo visible es la estructura superficial de una

cultura. Lo visible es la expresión y el signo de un sistema de normas y valores

que están arraigados en las estructuras profundas de una cultura. La estructura

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superficial se puede observar y describir. De este modo llegamos a ver las

diferencias visibles con otras culturas. Cuando intentamos explicar el „porqué“

de la estructura superficial, es decir, cuando intentamos explicar lo visible,

indagamos en la estructura profunda y en la historia de una cultura. Allí

encontramos los valores dominantes en una sociedad y finalmente, aún más

profundo, llegamos a los conceptos básicos de una cultura.

Permítanme citar un ejemplo, un caso real.

Una empresa multinacional alemana envió a uno de sus empleados, el señor

Stamm, a trabajar durante dos años en la sucursal de Barcelona. El jefe de esta

sucursal era un hombre elegante, siempre bien vestido, conductor de un BMW y

siempre con buenos modales. Sin embargo, el señor Stamm encontró que su

manera de tratar a la secretaria y a los empleados era diferente de lo que estaba

acostumbrado de Alemania, sin que supiera explicar claramente porqué.

Pero en todo caso, con él el jefe de la sucursal se mostró siempre muy amable y

ayudó al señor Stamm a encontrar un piso y un parking. Pocas semanas después de

haberse instalado allí con su mujer, el señor Stamm invita al jefe de la sucursal, a

la secretaria y a los cuatro empleados a una cena en su casa. Se ve que el jefe de la

sucursal se lo tomó mal y se mostró un poco más distante durante los próximos

días sin que el señor Stamm llegara a saber porqué.

El señor Stamm actuó como es normal en su cultura. Pero el jefe de la

sucursal no estaba precisamente encantado al verse rebajado al mismo nivel que

la secretaria y los otros empleados. Había esperado una invitación por separado

para él y su mujer.

Para comprender mejor estos pequeños conflictos diários entre personas

de diferentes culturas nos ayuda la imagen del iceberg:

2) Comportamiento: visible, pero no siempre comprensible

3) Valores: no saltan a la vista y a menudo son inconscientes

4) Condiciones básicas de la cultura: invisibles e inconscientes

1) Atributos culturales visibles

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Los atributos visibles forman normalmente el aspecto menos complicado.

Por ejemplo, la moda y el coche del jefe. El comportamiento del jefe en el trabajo,

su estilo de tratar a la secretaria también es visible, pero no siempre

comprensible para una persona de fuera. Este comportamiento está dirigido por

unos valores, por ejemplo su concepto de jerarquía e igualdad y sus ideas sobre

el trato entre hombre y mujer. Este sistema de valores, que puede ser un cóctel

personal del jefe o puede ser típico de la capa social de su familia, está, a su vez,

condicionado por unas condiciones básicas de su cultura como son, por ejemplo,

el concepto de la naturaleza humana, el concepto de espacio y del tiempo. El

concepto de espacio en EEUU es otro que en Japón, el concepto de tiempo en

Nepal es otro que en Nueva York, la ética protestante del trabajo que considera

el trabajo un valor en sí mismo es otra que la idea católica de Tomás de Aquino

que dice que trabajamos para vivir y no al revés. Todo esto no lo haremos

desaparecer sólo porque todo el mundo hable inglés.

Nosotros en Europa estamos profundamente influidos por el cristianismo

y la racionalidad secular. Pero otras partes del mundo no conocen nuestra

tradición de la secularización y de un estado láico. En consecuencia tendremos

que aceptar que sus habitantes tengan otras ideas sobre privacidad,

individualismo o felicidad.

Naturalmente no entramos frecuentemente en un diálogo profundo con

personas de otras culturas sobre los diferentes conceptos de la naturaleza

humana. Pero a menudo podemos tener la ocasión de vernos afectados por las

consecuencias de ellos: unos comportamientos que no podemos entender, una

reacciones que parecen ofendernos, unas decisiones que se basan en valores

diferentes.

Para la comunicación con otras culturas necesitamos empatía y tolerancia.

Empatía no es lo mismo que simpatía y tolerancia no es lo mismo que

indiferencia frente a otros valores. Empatía es la capacidad de poder ver el

mundo con los ojos del otro. Esto ayuda a entender que otro concepto del

mundo es posible sin tener que ser malo u ofensivo. Tolerancia significa tener

valores propios pero diferentes y poder aceptar que el otro tenga los suyos. Esto

es incompatible con cualquier valoración del tipo: “ellos son menos avanzados”.

Valorar una cultura con el criterio del progreso occidental no es otra cosa que

decir: hay un camino común para todas las culturas y vosotros váis atrasados,

por lo tanto nuestra cultura es superior y con ello nuestros valores, es decir, en

última consecuencia nosotros mismos somos superiores. We are the best!

Para terminar, permítanme citar a una persona que hasta hace poco ni yo

mismo esperaba poder citar en este contexto: el Papa Benedicto XVI. Dijo en un

debate intelectual con el filósofo Jürgen Habermas, publicado el 1 de mayo en la

Vanguardia lo siguiente:

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„A mi entender, hoy en día la interculturalidad es una dimensión

imprescindible de la discusión en torno a cuestiones fundamentales de la

naturaleza humana, que no puede dirimirse únicamente dentro del cristianismo ni

de la tradición racionalista occidental. (...) En otras palabras, no existe una

definición del mundo, ni racional, ni ética ni religiosa con la que todos estén de

acuerdo y que pueda servir de soporte para todas las culturas; o por lo menos

actualmente es inalcanzable. Por eso mismo, esa ética denominada 'global'

tampoco pasa de ser una mera abstracción.“40

Todas estas tradiciones diferentes, los diferentes conceptos de la

naturaleza humana, las maneras diferentes de percibir el mundo, toda la

dimensión invisible de una cultura – todo esto se refleja en la lengua. La lengua

pone a nuestra disposición varios registros lingüísticos, expresiones, proverbios

etc. para expresar nuestro punto de vista cultural e individual. O para decirlo de

otra manera: cada idioma es un mundo. Cada idioma es el mundo, el universo

entero, con su geología y su botánica, con su catálogo completo de pasiones

humanas, de nombres de animales, de metáforas, de sueños y también de lo que

no existe. Cada idioma tiene su perspectiva e interpretación propias del

universo. Esta es su cultura. No hay lengua sin cultura.

Borges, en su poema „Al idioma alemán“ lo expresó de forma mucho más

bonita de lo que yo fuera capaz:

Mi destino es la lengua castellana,

El bronce de Francisco de Quevedo, (...)

Pero a ti, dulce lengua de Alemania,

Te he elegido y buscado, solitario.

A través de vigilias y gramáticas,

De la jungla de las declinaciones,

Del diccionario, que no acierta nunca

Con el matiz preciso, fui acercándome.(...)

Tú, lengua de Alemania, eres tu obra

Capital: el amor entrelazado

De las voces compuestas, las vocales

Abiertas, los sonidos que permiten

El estudioso hexámetro del griego

Y tu rumor de selvas y de noches. (...)

No aprendemos realmente una lengua si no aprendemos a ver el mundo a

través de sus ojos. No aprendemos realmente una lengua si no entendemos la

cultura que se refleja en ella, que es ella. Y tampoco aprendemos una lengua si

40La Vanguardia, 1 de mayo, pág. 29.

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no aprendemos como piensa, siente y actua la gente que expresa su condición

humana con precisamente estas palabras y no con otras.

Una mayor incorporación de los aspectos de la comunicación intercultural

en la enseñanza de lenguas nos ayudaría a:

• entender que en su más profunda esencia la lengua y la comunicación

humana tienen un código cultural, es decir, que somos esencialmente

seres culturales;

• entendernos mejor a nosotros mismos y a nuestra propia cultura;

• entender mejor otras culturas y personas;

• sentirnos más seguros en el contacto con extranjeros e imigrantes;

• tener más éxito en la comunicación privada y profesional;

• revisar prejuicios, crecer personalmente y estar mejor preparado para el

diálogo con otras culturas

Muchas gracias por su atención.