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LA COLONIA ESPAÑOLA EN CÉf ^ POR EL 9. P. MARIANO C1DAD Misioi . / Hijo del Inmaculado Corazón de María Folleto que obtuvo el l. er premio en el concurso literario del Tri-Centenario de Cervantes celebrado en Valparaíso; tema libre, Letra I. -:- -:- SANTIAGO DE CHILE Imprenta y Encuademación Claret Gálvez 750 1916

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La colonia española en Chile. Mariano Cidad. 1916.

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LA COLONIA ESPAÑOLA EN C É f ^

POR EL

9. P. MARIANO C1DAD Misioi . / Hijo de l Inmaculado C o r a z ó n de M a r í a

Folleto que obtuvo el l . e r premio en el concurso literario del Tri-Centenario de Cervantes celebrado en V a l p a r a í s o ; tema libre, Letra I. -:- -:-

SANTIAGO DE CHILE Imprenta y E n c u a d e m a c i ó n C l a r e t

Gálvez 750

1916

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D E D I C A T O R I A

A la muy culta, gentil y nobilísima Colonia Española, singularmente la de Valparaíso, a la que nos ligan la­zos de muy acendrada amistad y gratí­simos recuerdos, dedica este modesto trabajo con ocasión de los Juegos Florales por el Tr i'-Ce nt e n ar i o de Cervantes .

EL AUTOR

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Santiago, 30 de Marzo de 1916.

Rdo. P. Mariano Cidad.

Muy amado Padre:

Por una necesidad, que considero feliz, llegó a mis ma­nos su laureda Memoria sobre la «Colonia Española en

La presente le será fiel testigo del espontáneo entu­siasmo que produjo en mi alma su lectura, pues acudo a V. R. a pedirle que no la guarde oculta entre los demás escritos, que forman, según mis noticias, un preciado cau dal literario, fruto de su laboriosidad e inteligencia.

Su Memoria, tan comprensiva y sintética, tan ordena­da y completa, se me figura que va a ser en su género como el libro de Pedro Lombardo, el Maestro de las Sen­tencias, en la que se lian de fundar muchos escritores para desarrollar el tema que V. R. propone en síntesis, y que es de tanta trascendencia para la Colonia Española, para Chile y para la Madre Patria. Al rededor de su Me­moria han de escribirse muchos comentarios, no temien­do afirmar que, a la vuelta de algunos años, tendremos un ciclo literario de incalculable valor, cuyo centro será la Memoria que V. R. ha presentado al Certamen de Cer­vantes celebrado en Valparaíso y que el Jurado, hacien­do honor a la lealtad, competencia y justicia le otorgó el primer premio tema libre letra I.

Si mi palabra, que ante V. R. tiene mucho peso, por la fraterna amistad que nos une, desea alguna vez hacer va ler su eficacia, es en la ocasión presente, ya que creo me­recer ante la Religión, la Colonia y la Patria procurando la publicación de su Memoria.

No dudando de su condescendencia, quedo con la ilu­sión de ser el primer propagandista de la misma, una vez impresa. Y entre tanto felicita a V. R. de corazón S. S.

Chile».

C. M. F.

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A bA COLONIA ESPAÑOLA T

AL QUE LEYERE

Con acento lastimero a menudo se repite: «la Nación se despuebla, España se desangra, la Patria sufre todos los años la gran sangría de la emigración ..»

Muy de lamentar sería si esa sangre se perdiera en el polvo... pero si no cae en tierra, y es recogida para ani­mar nuevos organismos españoles en tierras apartadas, que mucho contribuirán para el crédito y prestigio de la Patria ausente con la formación de cultas y progresistas Colonias, j^a no es tanto de lamentar.

No es en España suficientemente conocida la importan­cia social, moral y comercial de nuestras Colonias ameri­canas, y podemos afirmar, que por la excesiva modestia de los dirigentes de nuestras Instituciones españolas en las grandes capitales, muchos en España y en América ignoran los vali-osos y progresistas elementos españoles que contamos en el Nuevo Mundo.

En las grandes fiestas españolas, religioso-patrióticas

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que presenciamos el 12 de Octubre de 1915 en la ciudad de Valparaíso conmemorando el 423 aniversario del des­cubrimiento de América y la Fiesta del Pilar, pudimos conocer algo de lo mucho y bueno que tiene nuestra Co­lonia en esa Capital y formamos el propósito de darlo a conocer en la primera oportunidad. Esta no tardó en ofrecerse, y fué el torneo literario de los Juegos Florales celebrados en Valparaíso en celebración del Tri-Centena-rio de Cervantes.

Presentamos este trabajo con el título «La Colonia Es­pañola de Valparaíso y sus Instituciones» que fué favo­recido con el primer premio, tema libre, letra I.

Pero antes de darlo a la estampa hemos querido im­primirle un carácter más amplio y general que interese a toda la Colonia de Chile. Mucho más hay que decir de nuestra Colonia singularmente de la tan numerosa de Santiago, pero hasta el presente no nos ha sido posible reunir mayor acopio de datos.

El plan que nos hemos propuesto es bastante claro: Fomentar los cuatro imborrables amores del corazón que más se aquilatan con la ausencia. Amor al Hogar, al Pueblo, a la Patria, a la Religión. Dar a conocor la im­portancia social de la Colonia y las ventajas de todo or­den que reportan la nación de origen y de residencia. Acompañar al paisano desde que cruza los mares, y en todos los períodos de su vida en América, mostrándole los escollos que debe evitar, las reglas prácticas de con­ducta que debe seguir ya en su primera fase como depen­diente, ya más tarde al gozar del fruto de su trabajo y 1

economías en la formación de su hogar, y finalmente has­ta el día venturoso que vuelve a abrazar a los suyos tras larga ausencia en tierra lejana.

Al hacer el recuento de las bellas cualidades de honra­dez, caballerosidad, hidalguía, fidelidad, laboriosidad y competencia, tan propios de la raza hispana, lamentamos todos, españoles y chilenos, la falta de religiosidad y cum­plimiento de los deberes cristianos. Tanto más incom­prensible desde que la inmensa mayoría eran en su tierra eminentemente religiosos. La explicación de este fenó-

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ra en o Ja damos en su lugar respectivo, donde inculpamos no sólo al individuo sino al sacerdote español y a la se­ñora Española que no han aprovechado la estimación e influencia connacionales para ejercer su ministerio al sa­cerdote, y su Apostolado Seglar la señora, tomando parte muy activa en todainstitución religioso benéficopatriótica..

La Sociedad de Señoras y Señoritas Protectora de la Clase Obrera Española, que con este fin fundamos en Valparaíso, bajo la invocación de la Virgen del Pilar, creemos que está llamada a producir mucho bien en cual­quier parte donde se funde, como ya lo hemos podido observar en la mencionada ciudad.

El Reglamento que hemos extractado de los mejores que se conocen de instituciones parecidas, creemos que será bastante completo, pues trata de hacer el bien a los protegidos, en todo orden moral, intelectual, social y eco­nómico, procurando robustecer la fe, conservar las bue­nas costumbres españolas, fomentar el cumplimiento de los deberes religiosos, y evitar los peligros de perversión. Establece la Oficina de Información, llevará la Estadís­tica de la Colonia, tendrá correspondencia con las Socie­dades similares de España y de las Repúblicas vecinas, la Casa de España u Hospedería para españoles necesita­dos, la Secretaría popular de la Bolsa del Trabajo, etc., etc., y enviará los sacros amores del Hogar, del Pueblo, de la Patria y de la Religión con la publicación de carti­llas, hojas volantes, folletos que fomenten tan santos amores, recuerden las Fiestas religioso cívico-sociales, las costumbres de cada región, y se dará el mayor impulso a los Colegios y Escuelas de la Colonia.

Nos daremos por muy bien pagados por este nuestro trabajo si contribuye a despertar alguna oculta energía en alguno de nuestros paisanos, a avivar los sentimien­tos religiosos que tan profundamente saben grabar las madres españolas, y dará conocer la gran importancia de la culta Colonia Española y sus beneméritas Instituciones.

M A R I A N O C1DAD, La Serena y Junio de 1916. . c. M. F.

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Cuatro amores que no mueren

LA FAMILIA, EL PUEBLO, LA PATRIA Y LA RELIGIÓN

. La familia.—El huérfano que no tiene hogar, el paria que no tiene -pueblo, el nómada que vive sin patria, no puede percibir en su pecho afectos, sentimientos y en­tusiasmos que brotan espontáneamente en el nuestro y que no mueren, antes se avivan siempre más en el de­curso de la vida.

El huérfano, cual avecilla sin nido, no goza del calor del hogar y del cariño de la familia. Pobre o rica, en la aldea o en la urbe, en la pobre casita blanca o en el sun­tuoso palacio, la famila es el mejor tesoro del hombre. Por ella estamos en la vida; en ella encontramos la pri­mera sonrisa, el primer ardiente beso, los primeros favo­res, los primeros sacrificios y dolores sufridos por nos­otros. Es un bien tan grande que el que no ha tenido fa­milia, lleva en su rostro, falto del primer cariño, la marca indeleble de la horfandad, y en sus ojos la mirada lán­guida de la tristeza.

En el seno de la caridad cristiana se encuentra un ca­lor, una sonrisa, un amor muy parecido al de la familia,

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pero muy distinto siempre de ella. Una casa de huérfa­nos, quizás suntuosa, no es un hogar

No hay amor más grande que el que tenemos a la fa­milia. Nace con nosotros y muere después que nosotros. Cuando el escogido de Dios se siente l lamadoa la religión, cuando el joven percibe los primeros toques de la voca­ción divina, cuando la doncella siente los primeros atrac­tivos del Esposo de las almas puras, el primer obstáculo que se presenta y que debe vencer, es el amor a la fami­lia. Y cuando penetra por las puertas del convento, cuando pasa las rejas del claustro, la última mirada que el novicio da al mundo, es para la familia cuyos lazos ni entonces se rompen del todo y siguen golpeando el cora­zón aun después de tomado el hábito y vestida la sotana, atrayéndole hacia fuera, a la casita blanca donde están los seres más queridos que jamás olvidará en sus plega­rias. De la familia recibimos todo lo que en este mundo recibimos: el ser, el alimento, la lengua, la religión, la educación, la cortesía, el modo de vivir, el consejo y el ejemplo de ser buenos. ]Oh dichoso quien la tiene, des­graciado quien no la ha conocido! no ha sabido lo que es amor verdadero, asilo seguro, calor de la vida, no ha sa­boreado los dulces nombres de padre, madre y her­manos.

El pueblo.—El corazón humano siente natural amor a la tierra donde nació. Ama al cielo donde vio la luz pri­mera, las siluetas de los montes que rodearon su cuna, los campos donde ensayó los primeros pasos, el río en cuyas orillas jugueteó, y se deslizaron apacibles como sus aguas los días inocentes de su niñez. Este sentimiento rudimentario es el patriotismo incipiente, el de la patria mínima, el de la aldea, que se agranda y ennoblece con el sentimiento de la patria mayor. Enriquecida la memo­ria de la lectura de la historia patria, la inteligencia pe­netra los lazos sociales y morales de los individuos de su raza, de su lengua, de su nación, y el corazón se ensan­cha y se hace capaz de un sentimiento más alto y des­arrollado, que es lo que propiamente llamamos patrio-

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tismo. La educación cultiva el patriotismo, y para ello no hay más eficaz recurso que el bien dirigido estudio de la historia, puesto que las naciones son organismos histó­ricos.

La Patria.—El soldado cuando sale generoso a derra­mar la sangre y a dar la vida, pelea, pro aris et focis, pri­mero por el altar, segundo por el hogar; por la religión y por la familia, por Dios y por-la patria.

Hay otra familia mayor que llamamos Patria, nombre derivado de padre y puesto en el género femenino de la madre, como diciendo que hemos de consagrarle nuestra ternura como a madre y nuestro auxilio varonil, si pre­ciso fuera, hasta morir heroicamente por ella.

La Patria. ¡Qué corazón hay tan frío, aun en medio de las vilezas positivistas de nuestro siglo, que no palpite con entusiasmo al oír pronunciar este caro nombre, que reúne inmenso poema de sentimientos y recuerdos! Las madres espartanas infundían en los hijos aquel senti­miento noble, en medio de su fiereza que ha hecho al pueblo lacedemonio dechado de patriotismo legendario. Esas madres, al entregar a los hijos el escudo patrio, les intimaban la sentencia de volver o con él vivos o sobre él muertos, y tuvieron aquellos héroes que, al morir heroi­camente por la patria, escribían con su sangre en las Ter­mopilas: «Viajero, ve a Esparta y di que sus hijos cum­plieron con su deber». ¿Para qué recordar a las madres espartanas, si los españoles hemos escrito esa frase en ca­racteres rojos, debido a la mujer genuinamente española, más dulce, más tierna, y no menos heroica que la espar­tana?

Injusto menosprecio. Uno de los grandes males que produce el positivismo vil de nuestra época, es menos­preciar a las naciones que no gozan actualmente de la ri­queza o del poderío de otro tiempo, y de una manera singular a nuestra España, a quien humillan prepotentes Estados europeos. Hemos de combatir esa manera de ser, levantándonos a más generosos ideales. Pues nadie des­precia al luchador que sucumbe en buena lid, luchando

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por los hogares y los altares, por la patria y por la fe; y aun más insensato sería quien despreciara al hombre em­pobrecido en empresas no tan afortunadas como caritati­vas y heroicas. Este es el caso de nuestra nación empo­brecida en los siglos de oro por atender a la noble em­presa que le confiara la Providencia, y desangrada, como madre desfallecida, por criar a sus pechos a mayor nú­mero de hijas de las que podía sustentar, pero hijas que Dios le había dado y que hoy Je forman cortejo con co­rona de veinte banderas.

La Religión.—El hombre pertenece a una familia por vínculos de sangre, pertenece a la patria, familia mayor por vínculos de raza y estrechez de frontera; pero forma parte de otra familia aun mayor, sin distinción de razas, sin límite de fronteras, por el vínculo de la fe, y es la re­ligión. Por esto la religión o la Iglesia es para el católico, más madre que la natural y más patria que la nación en que vio la luz; y esa madre y esa patria necesita y exige que seamos buenos hijos, tanto más cuanto que los inte reses de la Iglesia nunca están en oposición con los de la familia y de la patria, antes se aunan y perfeccionan.

No os traigo, amigos españoles, el recuerdo de la fami­lia y de la patria para renovar la herida aun no restaña­da, que se abrió en vuestro corazón al dejar aquel hogar, aquella casa blanca, aquel cielo, aquella tierra, aquella España querida; sólo lo recordamos para refrescar nues­tras añoranzas, hacer el elogio de lo que es nuestra Coló nia en Chile, estimularos a dar ejemplos de cultura y adelanto y a contribuir al alivio de los paisanos menes­terosos, indicando al recién venido los pasos que debe dar, de quiénes se ha da valer, qué ruta debe seguir para no perder el tesoro de amor a su familia, a su patria y a su fe; a trazarle la norma de vida que debe llevar hasta que vuelva un día a abrazar a los ancianos padres, que le es­peran con los brazos abiertos, y a pisar la tierra bendita que quiere recoger en su seno los restos de los hijos ausentes y juntarlos con los que duermen ya en su rega zo, y esperan la universal resurrección a otra patria que

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no se acaba, a otra familia que no muere, a otro padre que siempre vive y con él todos sus hijos, en la gloria del cielo.

La Colonia Española en Chile,

CONCEPTO DE LA. COLONIA, su FORMACIÓN, NATURALE­ZA, CARÁCTER, FISONOMÍA. VENTAJAS ECONÓMICAS, SO­CIALES, INTELECTUALES Y POLÍTICAS PARA LA NACIÓN DE ORIGEN T PARA LA NACIÓN DE RESIDENCIA. DESVEN­TAJAS EN EL ORDEN RELIGIOSO.

El nombre de Colonia no es el más apropiado para de­nominar el conjunto de personas que van de un país a otro, puesto que sus funciones no son las de colonizar un país nuevo ni conquistarlo para otra nación; pero admi­timos gustosos el nombre de colonia, no precisamente porque traiga origen de Colón, sino para perpetuar la memoria de aquel héroe inmortal, de aquel genio sin se­gundo, de aquel feliz aventurero a quien veinte naciones deben hoy, Dios, Patria y Hogar.

Damos el nombre de Colonia, no al conjunto de indi­viduos que de un país vah a establecerse a otro para adueñarse de él, poblarlo y cultivarlo; ni al estableci­miento de un pueblo joven sujeto a la civilización de un pueblo adulto, que dice Perujo; no son las Colonias, que hoy llamamos en Chile, Española, Francesa, Inglesa como las que en otros tiempos formaban los conquista­dores, los emigrantes, los perseguidos, los expatriados y los aventureros, sino como dice muy bien Spoto, es la agrupación de individuos de un mismo país que van a residir en otro donde desarrollan su actividad por me­dio del trabajo material e intelectual, pero siempre con la esperanza de volver a su patria, a la que aman más in­tensamente, efecto de la misma ausencia. Las colonias en este sentido son una resultante de la actividad general de los pueblos, de su riqueza, de su talento. La historia enseña que los pueblos emprendedores y llenos de ener­gías, levantan el nivel productivo del pueblo donde resi-

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den, la industria, la cultura, la educación, las costum­bres. El célebre historiador Ohailler la definía: «Es colo­nia en el sentido moderno, la comunidad délos individuos de un país fuera de los límites actuales de su patria, en un territorio ajeno, con el pensamiento de que sea su nueva patria, pero con dependencia de la que les vio nacer.»—• Spoto analiza los elementos que integran el concepto de Colonia, y son: I o . Complejo de individuos o de pueblo que tiene identidad de origen y de historia, y afinidad de costumbres, de lenguaje, de sentimiento religioso, etc. 2 o . Lugar más o menos lejano de la patria, donde se es­tablece aquella población para desarrollar la actividad. 3 o . Conjunto de intereses que unen económicamente a la masa de población en el lugar en que se establece' 4 o . La autonomía, que en medio de los pueblos del lugar en que se hallan establecidos, hace a los colonos por la protección del Estado de origen, soberanos |de sí mismos. 5 o . Relación de obediencia que la Colonia presta a la ma­dre patria por instinto de filiación y de ciudadanía. Reuniendo todos estos elementos, se tendrá el concepto de la Colonia. Es la población procedente de un Estado y .establecida en territorio de otro más o menos lejano, que conserva su independencia con relación al pueblo con el cual viven, unidos sus miembros entre sí y con la patria de donde proceden, por la comunidad de ori­gen, de lengua y de costumbres.

Es una nómada del Estado que vive fuera del Estado la vida del Estado con el anhelo de volver al mismo.

Son avecillas de otra tierra, que quizás los rigores de la necesidad, las hizo volar lejos, pero siempre vuelta la mirada al lugar donde ensayaron los primeros trinos y dieron los primeros aleteos.

Formación de la Colonia.— Las causas de la formación de las Colonias son sumamente heterogéneas. El exceso de población,la falta de medios de subsistencia, el desarrrollo del comercio, la competencia y fama de los profesionales, la actividad, el entusiasmo y talento de los individuos, que ven en su país campo reducido para desarrollar las ener-

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gías, y adquirir en pocos años una respetable fortuna. No siempre parecen estas causas perfectamente determi­nadas, ni las mismas en cada caso concreto.

Naturaleza.— Sin embargo hoy se asigna a las Colonias, efecto del intercambio y expansión comercial, una natu­raleza esencialmente económica, ya se haya constituido por un desahogo al exceso de población, ya obedezca a un anhelo de enriquecimiento y de vivir con más comodidad.

Carácter y Fisonomía.—Por la definición que hemos dado de la Colonia, se ve que tiene un carácter y fiso­nomía enteramente comercial; y, aprovechando el cam­bio internacional y las relaciones comerciales, bancarias y marítimas, obtiene grandes utilidades en la elaboración del salitre, en la minería, en la agricultura, en laindus tria, en la bolsa, en la banca, en la tienda, en la oficina, en el mostrador y demás manifestaciones del comercio urbano.

Parte de la rica herencia que España legara a sus hi­jas de América, es la franca hospitalidad con que abren las puertas al extranjero, donde encuentra una segunda patria, y otro hogar querido, beneficio que reconoce el extranjero y quiere retribuir con cariño agradecido, de­sarrollando sus energías y derramando sus conocimien­tos en todos los ramos del progreso para utilidad de las dos patrias, la de cerca y la de lejos.

Ventajas de las Colonias.— Es cuestión sumamente deba­tida: quiénes las impugnan y quiénes las preconizan. A la primera clase pertenecen los sociólogos Benthan, Hum boldt, Molinafi y otros. Las razones que en defensa de las Colonias han estampado en extensos libros los distin­guidos publicistas A. Smith, Leroy, Beaulieu, Spoto y al­gunos más, no dejan de poseer gran fuerza demostrativa, aunque reconocen los muchos males que origina a los pueblos la emigración.

Muchas de las ventajas y perjuicios que los autores descubre en las Colonias, dependen de la manera dife-

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rente de conquistar y colonizar empleada por los pue­blos, tanto en la edad media como en la moderna; pueden algunas aplicarse a la Colonia en el sentido que nosotros la estudiamos, y así para más claridad y orden las clasi­ficaremos en grupos o categorías, ya para la Nación de origen ya para la residencia, y apuntaremos los inconve­nientes que para una y otra Nación se originan de las Colonias, cuando no son todo lo que pueden y deben ser.

Una Colonia, ha dicho Leroy—Beaulieu, es una colo­cación a interés lejano que al cabo de un período de tiempo más o menos largo, devuelve a la Metrópoli grandes utilidades, no en forma de ingreso en el Tesoro, sino en forma de ventajas .y adelantos importantísimos de orden material, social y político. Lamentamos que esas ventajas no se extiendan al orden religioso que sue­le ir unido con los anteriores; pero mucho se consegui­ría si los llamados a fomentar este progreso, nos valié­ramos de todos los medios para obtenerlos, como veré mos en su lugar.

Ventajas económicas, sociales, intelectuales y políticas

1.° ECONÓMICAS.—Las Colonias abren mercados a los productos nacionales. Este aumento de comercio impulsa otros, el de la industria, el de la navegación, y trae un gran perfeccionamiento en el mecanismo del cambio in­ternacional. Se incrementa la adquisición de las materias primas que estimulan la producción interna.

2.° SOCIALES.—La historia y la sociología están con­formes en afirmar que en época más o menos próxima y para un período más o menos largo, el imperio del mun­do pertenecerá precisamente a las razas que hayan sabido infiltrar mejor en los países su sangre, su lengua, sus vi­cios y virtudes, su religión, sus costumbres y sus ade­lantos. No a otra causa obedece la guerra más grande, mortífera y universal presente que jamás vieron igual otros siglos: conseguir el imperio del mundo por la raza más

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poderosa que sobreviva a las demás; sin embargo, quizás sea quimérica ilusión, pues las mismas naciones débiles podrán ser invadidas, sojuzgadas, pero exterminar su genio, lengua, carácter, costumbres, o religión, jamás.

Es imposible negar que en los tiempos actuales el re­nombre y la fuerza de una nación (cuyas manifestaciones son las Colonias y sus empresas) produce un efecto mara­villoso aun parala riqueza del mismo país; porque el po­der de una nación ejerce una especie de atracción uni­versal.

Refiere Chaylley que el Gobierno inglés, teniendo que transportar a Europa una Embajada china, hizo que el barco pasase por todas las posesiones inglesas de la ruta y únicamente en ellas, con lo cual los Hijos del Sol Na­ciente quedaron maravillados viendo flamear la bandera inglesa en tantos y tan distintos puntos, por lo cual se formaron idea grande del lugar que en el mundo ocupa­ba Inglaterra.

3.° INTELECTUALES.—Las naciones nuevas que están en todo el florecimiento y desarrollo, admiten los adelan­tos establecidos en las naciones viejas, y teniendo gran necesidad de capitales y brazos para su desenvolvimiento, no sólo aceptan todos los adelantos que traen los miem­bros progresistas de otras naciones, sino que contratan no pocos técnicos y profesionales en todos los ramos del saber, por lo cual se colocan a una altura envidiable con notable provecho tanto para los propios hijos como para los extranjeros.

Los intelectuales que han venido a introducir el progre­so en los diferentes ramos de la prosperidad material, contribuyen eficazmente a prestigiar la patria, que los ha admitido en su seno.

4.° POLÍTICAS.—¡Cosa rara! gana mucho la misma par­te política con la formación de Colonias. Cuántos dejando la politiquería lugareña y ardiente, al descubrir los vas­tos horizontes americanos y la tolerancia de casi todos sus dirigentes, adquieren nobles ideales para la patria, y aprendiendo moderación y tolerancia para el ajeno pen­sar, vuelven sobre los pasos y trabajan con miras levan-

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fcadas y caballerosos sentimientos, dejando aun lado áridos prejuicios y apasionados sectarismos, que enervan las energías de la nación y de los individuos.

Ventajas para la nación de residencia.—De lo dicho se des­prende que las ventajas de los diversos órdenes apunta­das a beneficio de la nación de origen, no coinciden me­nos con la nación que alberga en su seno las Colonias.

Basta dar una mirada rápida a las grandes empresas que con tanta actividad se están desarrollando en el Norte y Sur de.la República; en las grandes industrias salitre­ras y mineras, en el cultivo de los campos, en las fábricas y comercio de las ciudades, en las direcciones bancarias y bursátiles, en los talleres, en las bellas artes, en la es­cultura y pintura, en las profesiones científicas y litera­rias y en todos los ramos del progreso comercial, social e intelectual, veréis al frente a distinguidos extranjeros de todas las nacionalidades, unos que descollaban en los res­pectivos países, como eminencias, llamados por el Go­bierno de Chile, y otros que han logrado con méritos pro­pios, con labor incesante, escalar los puestos altos y en­cumbrados de ciencia y responsabilidad.

Inconvenientes.—Casi todos se reducen al orden moral o religioso. Este defecto no sólo es propio de la Colonia Es­pañola, sino general de todas las demás. Tanto en los ca­tólicos, como en los que no lo son, el efecto inmediato es la indiferencia religiosa y la falta de cumplimiento de los deberes cristianos. La vida comercial tan intensa, la com­petencia existente en los negocios similares, las muchas horas de oficina, de mostrador o de trabajo, reconcentra la atención a la copiosa producción, a la compra-venta, a los libros de contabilidad, a las pérdidas y ganancias, en una palabra, a las operaciones mercantiles. Al principio todavía se asiste alguna vez a Misa, se evita alguna mala compañía, pero luego se enfrían los buenos sentimientos y se llega a abandonar lo que saben que es de rigurosa obligación. ¡Qué campo tan extenso y fecundo se ofrece al sacerdote amigo y paisano para ejercer un glorioso

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apostolado en beneficio de sus compatriotas! Al principio todavía se puede escribir a la familia que quedó muy preocupada de los peligros que puede correr el hijo, y le cuenta haber asistido al templo, que oye Misa, que tiene amistad con sacerdotes compaisanos, pero luego y gra­dualmente se deja al sacerdote amigo y se cambian las relaciones con amigos perniciosos y se concluye por aban­donar completamente la iglesia y los deberes religiosos se suspenden hasta regresar a España... En su lugar res­pectivo señalaremos algunos medios de preservación que creemos sumamente eficaces.

Importancia social de la Colonia

ESPAÑA EN C H I L E . — E L ADIÓS A LA PATRIA, DEL SACER­DOTE, DEL SEGLAR, DE LA DAMA.—RECUERDOS DE LA BANDERA.—PIMPOLLOS DEL ÁRBOL HISPANO.

Pronunció el valiente general Arizón hace pocos años una preciosa y patriótica oración fúnebre en las exequias del general Diez Vicario, que pereció heroicamente en la guerra de Marruecos; en el momento en que bajaba a la fosa y recibía cristiana sepultura, sobre el uniforme enrojecido con extensa mancha de sangre, se le puso como sudario una bandera española (veneranda mortaja! y tan imponente ceremonia pronunció el general Arizón esta sencilla pero sublime frase: «¡Españoles: Entiendo que todos los aquí presentes representáis a España».

Tales son las palabras que desde estas columnas diri gimos a todo español, donde quiera que resida, pero en especíala la Colonia Española de Valparaíso. «Todos los aquí presentes representáis a España, no sólo represen­táis a España sino que sois España>. Todos los que for­máis esta próspera Colonia y os cobijáis bajo la querida bandera rojo y gualda, sois la España en Chile.

Muy varios son los senderos de la vida recorridos y no menos variados los móviles que nos empujaron a salir de la Patria hasta llegar a este pedazo de tierra que tanto amamos, quizás porque esta tierra fué tierra de nuestra

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tierra y sus hijos son sangre de nuestra sangre y raza de nuestra raza.

El Adiós del Sacerdote a la Patria.—Unos, los que milita­mos en el servicio activo bajo la sacrosanta bandera de Jesucristo y somos la oficialidad del ejército cristiano y formamos parte del grande escuadrón sacerdotal y esta­mos en Academias de guerra santa o congregaciones re­ligiosas bajo las órdenes de nuestros jefes superiores, al oir la voz de mando «Valientes; que lo fuisteis al dejar el mundo y sus halagos, la familia y sus caricias: la san­ta causa de Dios os exige otro sacrificio: dejad la Patria y lanzaos a Chile, hay extenso campo religioso que con­quistar, Dios quiere operarios y Misioneros para la Iglesia Chilena»; y tomamos el santo Crucifijo y nos hicimos a la mar, llegando a estas playas en busca de almas para Jesucristo, y gustosos hemos derramado el sudor de nues­tra frente en los rudos trabajos del ministerio, con la úni­ca esperanza del premio que da Dios a los que abando­nan la familia y la Patria para ganarle almas.

Otros, que no habéis recibido la vocación divina del sacerdote católico, llegasteis por duras exigencias de la vida menesterosa, por aliciente de rápida fortuna, hala­gados tal vez por soñada prosperidad, hastiados por la ingratitud de la tierra que no corresponde a los sudores del abnegado cultivador; algunos han venido para de­senvolver caudales de energías intelectuales y morales recebidas del Supremo Hacedor, y todos os encontras­teis en la dura necesidad de abandonar el suelo natal, las dulzuras de la familia y el abrigo de la Patria.

El Adiós del Seglar a la Patria.—Y dando el adiós a la Patria desde el barco que se aleja para cruzar los mares y llegar a tierras prósperas y florecientes, os vimos llegar cual aves que emigran a estas playas del Pacífico, jóve­nes llenos de vida, de ensueños y de proyectos en busca de una suerte que hasta aquí por ventura ha sido esqui­va, y os juntáis dos, diez, cien, mil, y os establecéis en las grandes ciudades chilenas, consagrados al honrado tra-

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bajo del comercio, de la industria, del progreso en gene­ral, trayendo siempre en la mente y en el corazón al pa­dre, a la madre, al pueblo y a la Patria.

Recuerdos de la Bandera.—Junto con el escapulario de la Virgen que os colocó la madre, o la novia, y con la medalla de los Luises que os colgó el Párroco, al daros los últimos y más tiernos consejos, habéis traído la ban­dera, símbolo de la Patria ausente, que lució tantas ve­ces en el balcón de la casa, para que luzca más brillante enlazada con la de Chile en las grandes procesiones y en las históricas y alegres fiestas nacionales; y los cien y mil españoles aquí residentes, formáis confederación frater­nal y hogar común, presidido por el legendario escudo ibero, y ondea la bandera y fulgura el nombre de España' ¡ Con qué confianza se entra en esa casa, qué saludo tan cariñoso, tan franco 3' tan leal se dirige a los paisanos, qué calor patrio se siente en ese hogar, en esa patria aquí implantada! Ahí hay vida, hay alma nacional, hay cora­zones unidos que laten al impulso del mismo cariño, de la misma idea, el cariño e idea de la Patria ausente.

El Adiós de la Dama a la Patria.— Y vosotras, damas es­pañolas, habéis venido a cumplir una misión sagrada; erais pimpollos de candor, de aquellos que abundan en las familias hispanas, y nuestros jóvenes a quienes en Chile alargó generosa mano la próspera fortuna, tras ru­do batallar fuera del patrio suelo, soñaron con los encan­tos del hogar y se acordaron de las casas blancas del pue­blo natal, graciosamente desparramadas sobre frondosa colina, y de las agraciadas doncellas españolas, que cono­cieron en su pueblo tan buenas, tan cariñosas, tan nobles, tan francas, tan hidalgas y tan bellas, y vueltos en un buen día a los patrios lares, a la dulce morada de la in­fancia, sagrarios de futuras esposas, salieron en busca de un corazón que se completara con su corazón, y os vie­ron en el templo derramando místico perfume de piedad, y en la casa prodigando cariño y en el paseo gracia, risa, paz, y en Ja amistad nobleza e hidalguía. Y al confiar a

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la madre el secreto de su amor, y a vosotras el ansia de su alma y el anhelo de formar hogar hispano en Chile, oyeron de vuestros labios el Sí, no sin recibir antes la bendición de vuestros padres junto con la de Dios y de vuestro Párroco, para venir a formar un nido cristiano de amor donde sois modelos intachables.

Pimpollos del árbol Hispano.—La Colonia, verde retoño del árbol hispano, que, trasladado a estos climas prósperos y apacibles, se extiende en ramas sociales y por cada fa­milia una nueva rama de seres unidos, que tienen por sabia la ardiente sangre del viejo tronco, y por raza su raza y por patria su patria, y por bandera la vieja ban­dera, que ondea en las torres y almenas del pueblo; esos pimpollos del árbol hispano son la Colonia de que formáis parte. O si queréis, digamos que las Colonias son como puentes de progreso, cultura y adelanto, levantados so­bre anchurosos mares, cuyos estribos y pilares son los abuelos que quedaron en la Patria vieja y los nietos que vinieron a la nueva.

Defectos de la Colonia,

ELEMENTOS INSANOS.—ABANDONO RELIGIOSO.—Sus CAU­

SAS.—SEIS PKINCIPALICS.—COMO Y РОК QUIENES SE HAN DE EXTIKPAB.—OI'EOS DEFECTOS. CUALIDADES. — E L HOMBEE IDEAL.

No quisiéramos que el cariño de paisanos de tal modo nos apasionara, que no viéramos los defectos que mucho desmerecen a los hijos de España, deslumhrados por el brillo de no pocas cualidades muy dignas de estimación y aprecio. Para lo malo nuestra más enérgica reprobación, para lo bueno nuestros aplausos más sinceros.

Vamos con toda franqueza, pero con el ánimo más sa­no, con el deseo vehemente de contribuir, según nuestras modestas fuerzas, a lograr que sea intachable la Colonia Española, a indicarle los defectos que la desdoran, y los medios de preservación; a realzar sus virtudes, cómo y por

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quienes se han de fomentar, y a agregar nuestro aplau­so a los muchos que ha recibido por su laboriosidad, hon­radez, patriotismo, hidalguía, franqueza y demás virtudes cívico-sociales,

Primeramente no hay que contar, como pertenecietes a l a Colonia, ciertos elementos insanos, que andan erran­tes sin patria, perseguidos quizás por la justicia, efecto de las ideas anárquicas y subversivas que sostienen y di­funden, y que rechaza la Colonia como elementos des­honrosos e incapaces de regeneración; son baldón y afren­ta para unos y piedra de escándalo para otros; son la bro­za que lanza la ola y que debiera rechazarse de todas las playas, para que no penetren en las poblaciones individuos que maquinarán la destrucción délo que signifique orden, y moralidad. Algo han lucho en este sentido varias nacio­nes deseosas de evitar funestos contagios, implantando, al efecto, la ley de residencia. Cuando seres degenerados cometan actos criminales, vituperables, caiga sobre ellos la execración; pero cúidese mucho de no extender oscuras sombras en torno de paisanos que noblemente abominan de las acciones degradantes.

Abandono religioso.— Es cosa que no tiene fácil ni clara explicación, cómo hijos de buenas madres, y jóvenes que en su pueblo natal eran entusiastamente religiosos, y que tanto realzaban las manifestaciones públicas de fe en las fiestas patronales, romerías, procesiones; que tan fielmen­te cumplían con la Misa de los días festivos y con el tiem­po pascual, lleguen a Chile o a cualquier otra parte de América y vivan completamente olvidados de los deberes religiosos, aislados del sacerdote y alejados del templo.

Parece inexplicable semejante fenómeno y si no lo vié­ramos diariamente, con dificultad lo admitiríamos; sin embargo es demasiado real y verdadero. ¿A qué cau­sas obedece? Varias reconoce y en la imposibilidad de señalarlas todas, apuntaremos solamente las principa­les.

1. a La ausencia de la madre, délas hermanas, de las es­posas que exigían la práctica de los deberes religiosos; de

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suerte que la explicación del fenómeno está en él mismo; ¡han venido solos, sin familia! '

La familia es la gran protectora del hombre, es su án­gel de guarda que aconseja, suplica, llora, pide y manda cumplir las obligaciones cristianas. Hay dentro de la fa­milia cierto iustinto, cierta fuerza y cierta inclinación na­tural al bien, impresa por Dios para la conservación mo­ral de los seres que la componen. ¡Cuántos hijos se con­servan sumisos, respetuosos, reverentes y cumplidos por respeto a sus cristianas y ejemplares madres! ¡Cuántos padres hay que, escondidos de la familia, son viciosos e impíos, dentro de casa se muestran piadosos, creyentes o por lo menos respetuosos! Franquean el umbral de la puerta del hogar y se dejan arrastrar y seducir a lugares donde no quieren hallar los pedazos de su corazón, que son los hijos, ante los cuales dan ejemplos de moralidad y los abrazan con cariño para preservarlos de toda acción reprensible. El último toque, dice un célebre publicista, que se conoce para probar si un corazón está del todo muerto o corrompido, es invocar el nombre del hijo, de la hija.

Tienes hijos, no debes hacer tal cosa; tienes hijas, de­bes cuidar de ellas. He ahí la última prueba de la vida moral del hombre.

Pues al verse el hijo, el hermano, el padre lejos y tan lejos de la familia, verdadera escuela de virtud y de pie­dad, fuera de la vigilancia, consejo y buen ejemplo, rodea­dos de amigos y compañeros ajenos a la piedad cristiana y a los-deberes religiosos; con la mayor facilidad principian a seguir la corriente del mundo, las invitaciones y los com­promisos que los conducen por caminos ruinosos. Sin embargo, el bálsamo de la piedad lentamente introduci­do en sus corazones en los días de la juventud, jamás desaparecerá enteramente, y aun en los días de extravío y perversión, conservará algo de su fragancia que contri­buirá a despertar remordimientos en la conciencia, cuyo resultado será la conversión y la enmienda. La fe tornará a alumbrar la inteligencia y en el corazón se despertarán sentimientos cristianos, el día que ese hombre vuelva al

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seno del hogar a sentir el calor amoroso de la familia, o cuando la enfermedad o la muerte golpeen a las puertas del corazón llamándola a emprender el pavoroso viaje a la eternidad.

Sabemos, con particular agrado, que varios españoles cumplen religiosamente con el precepto de la Misa y los de confesión y comunión pascual en compañía de la es­posa e hijos. ¡Cuántos más lo efectuarían si tuvieran al lado a la madre, a la esposa o a la hermana...!

2 . a El medio ambiente en que se vive, el hambre de gozar sin límites, las malas compañías, la seducción refi­nada de las ciudades, la explotación de los malos apetitos, la fiebre de dinero, el roce con impíos e inmorales de di­ferentes países, condiciones y costumbres, la facilidad que ofrece la relajación de la conciencia pública para imi­tar sin escrúpulo las depravadas acciones de otros. Por todo esto, sin dejar de ser creyentes, no practican la reli­gión que recibieron en su cristiano país. Cuando vuelven a la casa paterna, refieren los extravíos de la vida alegan­do haber estado en América. ¡Triste defensa del libertinaje!

3 . a La intensidad y competencia del trabajo que ocupa todas las horas del día; el excesivo afán por la producción y lucro material y la no implantación de la ley del des­eando dominical.

4 . a Algunos, es cierto, recibieron en las grandes ciu­dades españolas, el funesto germen de impiedad e indife rentismo religioso. Otros lo han adquirido aquí, creyendo quizás conquistarse de esta manera fama de caballerosi dad e ilustración... ¡qué error! Les aplauden únicamente los que los han precipitado al abismo y les reprochan su inicuo proceder las personas sensatas.

5 . a Sin duda tenemos gran responsabilidad los sacerdo tes, sus paisanos, porque no nos hemos acercado más a ellos ni preocupado de su bienestar, ni fomentado su amistad, paisanaje y patriotismo. ¡Y tantos sacerdotes españoles meritísimos que hay en Chile y que trabajan incesantemente y con marcado fruto en toda la extensión de la República! Jesuítas, Escolapios, Carmelitas, Misio­neros Hijos del Inmaculado Corazón de María, Pasionis-

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tas, Capuchinos tienen casi completamente abandonada su Colonia. Los Romanos Pontífices Pío X y Benedicto XV han encargado muy encarecidamente a los sacerdo­tes que trabajen con solicitud y apostólico celo en el orden social, moral y económico, en favor de sus compaisanos, que en gran parte viven sin asistencia religiosa.

6. a Es muy cierto que, el que quiera cumplir en Amé­rica con sus deberes religiosos, puede libre y fácilmente efectuarlo y no se encontrará solo en el santo templo, porque basta darse un paseo por las principales ciudades americanas, para admirar magníficas iglesias, numerosos y bien organizados colegios católicos dirigidos por escla­recidos religiosos, muchísimas obras de carácter social-católico, cuya organización nada deja que desear; medios todos muy suficientes y poderosos para conservar inma­culada la fe e intactas las costumbres cristianas.

7. a Nos atrevemos a culpar algún tanto a las Señoras Españolas y no cargar los sacerdotes solos la responsabi lidad, no solamente por aquello de que la culpa es muy fea y nadie la quiere para sí, sino porque creemos que en el orden social la Señora Española no hace todo lo que pudiera y debiera hacer en favor de la Colonia. Su acción se reduce al hogar, donde, es justo confesarlo, es perfec­to modelo; pero se dedica muy poco a la acción social donde su influencia es sumamente necesaria.

Quitados estos defectos en los hombres de nuestra Co­lonia, ¡qué cualidades tan bellas! honradez, laboriosidad, patriotismo, franqueza, hidalguía, respeto a la palabra, seriedad en los contratos, caballerosidad, sentimientos nobles y filantrópicos... Cuánto de bueno se puede desear en un hombre.

Aunque tengan sus arrebatos y disgustos, pasada la tormenta, qué calma, cómo se mezcla el agridulce, qué paz, cuánto contento, qué intenso amor! Las nubes tor­mentosas aparecen oscuras en el horizonte, pero pasadas o disueltas, qué hermoso azul, qué luminoso el sol, qué benéficos resplandores, qué fiestas de familia, qué alegría, qué regocijo en los semblantes españoles admiran cuan­tos nos contemplan.

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Si a los defectos propios del español se juntan los del chileno, es un hombre insoportable; pero si a las virtudes españolas, se agregan las chilenas, el hombre es ideal.

Queremos que lo sea, y por eso vamos a acompañar al español, desde que abandona el barco y pisa tierra chile­na, hasta lograr que sea un ciudadano honra de España y gloria de Chile.

Primer período del español en América L A EMIGRACIÓN EUROPEA EN GENERAL.—TRABAJOS.—

PELIGROS DEL ALMA.—REMEDIOS.—EMIGRACIÓN VO­LUNTARIA. — ERROR LAMENTABLE.—CONSECUENCIAS. — EMIGRACIÓN FORZOSA.—ACCIÓN PREVENTIVA.—PRO­VISIONES T PRECAUCIONES.—AMOR AL TRABAJO HON­RADO.— SUJECIÓN A LOS PATRONES.—EVITAR GASTOS Y PELIGROS, VICIOS, JUEGOS Y MALAS COMPAÑÍAS.—PRE­SERVATIVOS. — DIRECCIÓN Y CONSEJÓ.—LA MUJER ES­PAÑOLA ÁNGEL DE LOS EMIGRANTES.

Frecuente es en Europa, no sólo ahora por causa de la guerra sino también antes, en tiempo normal, encontrar­se con algún americano. Así llaman a los europeos que han residido en América y han regresado al país natal.

Placentero es para ellos relatar a los hijos del pueblo, que no han salido de él, las colosales maravillas que han contemplado en la tierra y en el mar, en las ciudades y en los campos de la frondosa y progresista América; la feracidad de los terrenos, la afabilidad de los habitantes, la actividad del comercio, la hermosura y grandiosidad de las ciudades y mil otras novedades que exponen con tanto entusiasmo como elocuencia.

Apesar de tan gratos recuerdos, si a los vueltos a la tierra les preguntáis de todo lo admirado en Estados Unidos, en Méjico, en el Perú, en Chile, cuál es lo más hermoso, lo más encantador, lo que más atrae, respon­derán sin vacilar: «Mi pueblo». Y no es quijotismo o mentira descarada, aunque se trate de un pueblo para otros el más feo de los pueblos, aunque no sea más que

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un montón de casas enriscadas en la loma cubierta de peñascos, o una estrecha cañada entre altos cerros encla­vada, todo pobre, todo humilde, y no obstante para el americano es lo más precioso de cuanto sus ojos han con­templado en la vuelta girada por el nuevo mundo.

«Es mi pueblo» y la aldea tiene un nombre suave, ale­gre, gratísimo para el corazón. Dichoso el que nace y puede vivir y hallar recursos suficientes en mi pueblo. No hay región de más dulces encantos que mi pueblo. Una de las penas más grandes de la vida es la que produce la salida de mi pueblo, la necesidad de emigrar; porque no es una desgracia aislada sino especie de cadena de des­gracias que arrastra el emigrante, cuando no cuenta con el auxilio de la beneficencia cristiana.

América es a manera de mar inmenso a donde desem­bocan constantemente ríos de emigración europea. La emigración no es ni buena ni mala absolutamente consi­derada; anda mezclado en ella lo bueno con lo malo; por eso encontramos muy necesario el estudio de la emigra­ción, para incrementar las conveniencias que pueda ha­ber y precaver y aun destruir los males de alma y cuerpo que pueda acarrear.

Trabajos 0 amarguras.—Las premuras y aflicciones que esperan al emigrante, desde que abandona el hogar hasta que se afirma en tierra lejana, no son imprevistas ni mu­cho menos, y por lo mismo no causan tanto dolor; por­que el expidicionario tomó previamente la resolución de trabajar y trabajar con ahinco para lograr pronto la for­tuna tras cuya persecución corre afanoso; pero no puede negarse que punzan las espinas de los zarzales que es preciso atravesar, y lastiman los pedregales que es for­zoso recorrer y debilita la sangre que es necesario derra­mar; porque en América, como en lo restante del mundo, es preciso regar la tierra con sudor copioso para que fruc­tifique.

Dice un escritor que si los buques, esos monstruos que flotan sobre las aguas y llevan en sus vientres millares de emigrantes, pudieran sentir, se partirían de pena en

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medio de los dilatados mares, considerando las desgracias que en cada travesía tienen que presenciar. Y si los abu­sos, desórdenes e inmoralidades y miserias tuviesen tone­laje, hundiríanse todos los transatlánticos en el primero de los viajes. Y aun llegados los viajeros al término de la ruta propuesta y posesionados de lo que creen tierra de promisión, de la que han oído tantas maravillas, ¡cuán­tas vueltas y revueltas, cuántas subidas y bajadas es for­zoso atravesar para conseguir una regular colocación, una situación menos apremiante!

Sin duda que están demasiado recargadas de color ne­gro las descripciones de trabajos y penurias hechas por los autores europeos que no han venido a las Américas, pero serían todavía menores si nosotros, los que forma­mos la Colonia y tenemos la experiencia debida, nos de­dicamos a prodigar a nuestros paisanos, protección, con­sejo, defensa, consuelo, refugio por medio de nuestras instituciones religioso-benéficas.

Peligros del alma.—Si encontramos sobrado exagerados los relatos de autores europeos sobre la miseria y trabajos que esperan al emigrante, creemos que no se ha dicho lo bastante acerca de los peligros morales y ocasiones de perversión en que caerán sino traen gran provisión de pie­dad religiosa, si en América, como hacen muchos, se de­dican al solo trabajo material, abandonando por comple­to los deberes de cristiano, viviendo en soledad espiritual, sin templo, sin sacerdote, sin familia, sin culto, sin Dios.

Hemos tratado de estudiar la causa primera y princi­pal de este abandono religioso, y creemos haberla encon­trado, en la falta de familia, que pida, ruegue, mande el cumplimiento del deber religioso, y corrija, reprenda y castigue el abandono de semejante obligación sagrada. ¡Pobrecitos! Casi todos los emigrantes son huérfanos; es­tán solos sin familia; ésta queda en el pueblo; mucho le aconsejaron, mucho le aconsejan por cartas muy sentidas y tiernas; pero tales consejos naufragan en la mar, y nues­tro huérfano, sigue el consejo, la invitación, el ejemplo del mal amigo, mal compañero, y quizás mal paisano.

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Todo lo que tienda a separar o alejar a un individuo de la familia, envuelve un marcado peligro; nada contie­ne con tanta eficacia, ninguna cosa fuerza tan vigorosa­mente a seguir las rectas sendas de la honradez, como la presencia de la familia. El que vive lejos y desconocido, el que está rodeado de personas extrañas, semeja al que se halla danzando entre máscaras, que por no ser cono­cidas las personas, créese que, al amparo de difraz, se puede entregar a cometer cualquiera bajeza con absoluta impunidad. ¡Cuántas inteligencias creyentes se han ex­traviado, cuántas conciencias se han roto, cuántas honras se han despedazado, cuántas almas se han perdido para siempre en las Américas, tínicamente por la ausencia de la familia. Y principalmente cuántos jóvenes vienen a ser pasto de las más viles concupiscencias, que destruyen todas las energías que trajeron de la Patria!

Refiere el Padre Lhaude uno de los muchos casos que suceden en las grandes capitales de todo el mundo.

Escribía una joven Bearnesa, desde la capital de la Ar­gentina, refiriendo la buena suerte de haber entrado al servicio de una condesa. Cierto magistrado que intervino en el asunto, explicaba lo que era la tal señora. Era mu­jer perversa y depravada, cuyos establecimientos estaban sometidos a la vigilancia de la policía y daban no poco trabajo a los Tribunales de justicia. ¡Y son desgraciada­mente muy numerosas las infelices jóvenes que van a parar a casas de condesas. Las personas de celo y activi­dad, por la conservación de las niñas tienen campo es­pacioso para trabajar con gran provecho.

Las señoras que pertenecen a la Sociedad Española de la Virgen del Pilar, podrían dirigir parte de su activi­dad a salvar de los peligros de ir a caer en las trampas que armananumerosas jóveneslasinfames y pérfidas condesas, que son un marcado peligro para las desamparadas emi­grantes. En diferentes ciudades, principalmente en Bél­gica, hay asociaciones encargas de proteger a las aldeanas que allí emigran. En Madrid fundó el R. P. Juan Antonio Latorre, Misionero del Corazón de María, la «Hospedería del Patrocinio de la Sma. Virgen» dirigida por una Junta

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de Señoras de la aristocracia, cuyo fin es preservar a las jóvenes. La Asociación cuenta con las simpatías de las personas buenas y con la decidida protección de las au­toridades eclesiásticas y civiles, y manda sus agentes a las estaciones ferroviarias para que, a la llegada de los trenes, vigilen y eviten los abusos que suelen cometer las desenfrenadas condesas con las aldeanas y extranjeras, a las cuales con mil seducciones y artimañas arrastran a los más repugnantes vicios.

En la estadística de la Sociedad se cuentan por milla­res las jóvenes o niñas recogidas por las religiosas que componen la Congregación, en cuyos establecimientos se alojan, educan y preservan y desde allí salen a coloca­ciones honradas y respetables. En Santiago y Valparaíso semejante institución daría espléndidos resultados.

Remedios.—El mal que tratamos de remediar es ancho como la tierra, largo como los siglos y profundo como el océano, se necesita una serie de remedios como los males. Y siendo insuficientes los medios humanos, hemos de acu­dir a los divinos y son 1.° la Oración humilde, fervorosa y constante, que atraiga las bendiciones de Dios y disipe de la tierra las calamidades que la anegan. 2.° No obs­tante que la oración bien hecha es omnipotente, sin em­bargo, no es suficiente; es necesaria una labor incesante y prudente encaminada a lograr el mejoramiento de las Colonias.

Los patrones con los dependientes y las señoras con las empleadas deben cuidar de la moralidad; mírenlas como parte de la familia, puesto que con ella viven, estándoles, además, confiados los bienes e intereses de la casa.

No basta en nuestra época la caridad aislada, la caridad individual y rudimentaria, se necesita, por decirlo así, la caridad por. mayor, la caridad organizada, la caridad por medio de la asociación.

Quisiéramos ver practicada en favor de la Colonia Es­pañola, la caridad organizada por los tres últimos Pontí­fices a beneficio de los emigrantes italianos. Con toda la sinceridad de nuestra alma española recomendamos a la

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Sociedad de la Virgen del Pilar esta clase de trabajos en favor de los españoles residentes en Chile.

Es necesario que sacudamos la negligencia, que nos ha dominado hasta el presente y que no nos contentemos con exclamaciones tan lastimeras como estériles. No es suficiente compadecerse, es preciso añadir la acción ca­ritativa. Es preciso que viendo los males de nuestros com­paisanos, tratemos de veras de remediarlos, según nues­tras fuerzas.

Por fortuna se ha constituido en España, lo mismo que en Alemania, Bélgica e Italia, la Sociedad de San Kafael para la protección de los emigrantes; póngase la Sociedad de la Virgen del Pilar en comunicación de las similares establecidas en puertos españoles y tendrán nuestros com­paisanos defensa, consejo, servicio y atención espiritua­les y económicos.

Dos clases de emigración Emigración voluntar ia , — ERROR LAMENTABLE, CONSE­

CUENCIA.

Emigración forzosa-—ACCIÓN PREVENTIVA.—PROVISIO­NES, PRECAUCIONES Y PRESERVATIVOS.

Hay dos clases de emigración: voluntaria y forzosa. Es voluntaria cuando la efectúan los seducidos por la am­bición y codicia, la independencia y libertad; o, halagados por la holgazanería, van vagando y rodando hasta el abis­mo de la emigración que hace numerosas víctimas, lo­grando muy pocos devolver sanos, salvos y felices.

L 3 emigración es forzosa cuando se emprende por la necesidad de salvar la situación difícil que atraviesa al­guna familia, por reveses de fortuna, por apuros y per­cances desgraciados.

Emigración voluntaria.—Son muchos los peligros e incon­venientes de la emigración y por lo mismo deben existir poderosas razones paraacometerla.

Es error lamentable pensar que con sólo venir' a

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las Américas, se tropieza al volver_ cualquier esquina con una fortuna colosal, que permita ciarse lo que vulgarmente se llama la gran vida.

El que fué flojo en Europa, sigue flojeando en el Nue­vo Mundo y el que era vicioso y no tenía cualidades pa­ra los negocios, no muda por el sólo traslado a estas tie­rras, antes va de mal en peor, porque a menudo se junta un cúmulo de desgracias, como falta de ocupación, acci­dentes del trabajo, etc., lo cual motiva a tantos el regreso a la Patria que en mala hora abandonaron, si es que no tienen que ir a pasar a establecimientos o casas del dolor y de la miseria.

Permítasenos citar un solo ejemplo de los muchos que tenemos acumulados. Erase un joven, como de i 9 abriles, robusto, bien formado, sanos colores, respirando salud y vida. La gastada vestimenta que usaba, demostraba cla­ramente la situación difícil y aun crítica que atravesaba, contábase entre cierto grupo que acudía diariamente a recibir el PAN DE SAN ANTONIO.

Me acerqué a él, lo miré de alto a bajo y observé que carecía de uno de los pies; la inclemente máquina del trabajo se lo arrancó. No tuvo paciencia para permane­cer en el Hospital mientras cicatrizaba la herida, salió antes de tiempo y se hizo imposible la cura. Aquel hom­bre con el pie cortado, sin cicatrizar la herida, con una zapatilla de género, tenía que viajar a pie, en invierno, en busca del sustento necesario. Me conmoví profunda­mente por la desventurada suerte de aquel hombre, que arrastraba tan pesada cruz. Pregunté por su tierra, por la causa de su herida, por su familia, y cuando vio mi inte­rés por su bien, me contestó con toda franqueza: «Fui emigrante voluntario, sin necesidad, por el gusto de co­nocer tierra y rodar por el mundo, salí de mi casa y del lado de mis padres con el ansia de hacerme rico de re­pente, para no trabajar más en la vida». |Pobrecito! hu­yeron las riquezas y le vino la pobreza, la invalidez y el cortejo de miserias que le acompañan. No deja de tener bastante filosofía, el dicho popular. Más vale pájaro en mano que ciento volando. «Y aun a los mismos que no

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les suceden percances tan desgraciados ¡cuántas veces les pasa que en vez de mandar a sus ancianos padres, parte del dinero, fruto del trabajo, tienen que pedirles ayuda para volver a la casal

Consecuencias.—Ojalá todos los tentados a emigrar, re­flexionaran bien este caso que acabamos de mencionar y otros muchos que habrán llegado a los oídos de los lecto­res, y que no tomen resolución alguna mientras manifies­ta necesidad o el parecer de personas prudentes les acon­seje lo contrario. El que en la casa tiene con que pasar la vida honradamente y sin grandes apuros, que no se mueva de ella por más que le pinten con los más brillan­tes colores la espléndida situación de los que anterior­mente han emigrado. Que se haga, pues, la emigración sólo por muy poderosas causas. Si el santo Tobías se mo­vió a enviar a su hijo a tan largo y difícil viaje, no fué sino motivado por los apremiantes apuros en que se ha­llaba por la falta de la vista, y aun así lo envió en busca de dinero propio y no aventuradamente.

Son muchos los peligros e inconvenientes de la emi­gración y por lo mismo se necesita la existencia de gra­ves razones que los contrarresten.

Es necesario arrancar del pueblo la perniciosa idea que ha producido inmensos daños en no pocos incautos. Qui­siéramos grabar en la mente y en el corazón de los jóve­nes, que no se conforman con la aldea y con la apretura de vida de estos tiempos, las palabras de los Libros San­tos: «Con el sudor de tu frente comerás el pan». Esta ley que nos condena al trabajo, rige lo mismo en América que en Europa, en el Oriente, como en el Occidente.

La esposa del ciego Tobías lamentaba la emigración no voluntaria, sino forzosa de su hijo, y decía: «Ojalá no hubiésemos visto jamás las riquezas sobre la tierra, aunque vivamos en pobreza, somos bastante ricos con gozar de la compañía de nuestro hijo». Ojalá los hijos a su vez exclamaran: prefiero el cariño de mis padres y fa­milia, el vivir tranquilo en mi casa y en mi pueblo,, aun­que sea con escasez de los bienes materiales, que la es-

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pei'ansia efímera de riquezas, aventurando bienes tan pre­ciosos como la tranquilidad del hogar, la vida del alma y la felicidad eterna.

Otras consecuencias.—Además del orden material, peli­gra mucho el bien moral y espiritual de los emigrantes. Y en primer lugar acostumbra enfriarse la fe cristiana y sobreviene el olvido de las prácticas religiosas. El hom­bre necesita ayudarse de los actos exteriores para la vida interior. La casa que lo vio nacer, la iglesia en que fué bautizado, las sagradas imágenes ante las cuales acos­tumbraba orar, el sacerdote que le proporcionó el ali­mento espiritual, son suaves lazos que le sujetan a la fe y a la piedad; pero una vez que ha perdido de vista la torre de la parroquia, se siente desligado de todo vínculo de la vida anterior. Nuevas impresiones, graves cuidados, el nuevo y desacostumbrado modo de vivir, le hacen ol­vidar las pacíficas costumbres del pueblo, impregnadas del aroma de la religión.

Por eso vemos con dolor a muchos que, saliendo de la Patria con criterio sano, con profundas crencias y con morigeradas costumbres regresan a ella con el alma muerta, sin fe y sin piedad. Las mismas causas que amortiguan las creencias religiosas, producen ordinaria­mente honda herida en la moralidad.

Emigración forzosa.—Si la dura e implacable necesidad, si las apremiantes circunstancias de la vida empujan al hombre a que salga de la casa y del pueblo, si la vida se le ha hecho imposible y las circunstancias que atraviesa insuperables ¿qué deberá hacer el buen español? Abrirse camino, cruzar los mares, pero con provisiones y precau ciones para tan larga travesía y peligrosa estancia.

Provisión de piedad religiosa. Precaución contra los peligros.

La Iglesia Católica que sufre y lamenta, no poder re­mediar las necesidades del menesteroso en toda su ple­nitud, le acompafía en su viaje e inculca a los sacerdotes que ejerzan su acción benéfica tanto en el puerto de par-

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tida como en el de llegada para que no sufra detrimento la fe y religión en los expatriados.

Acción preventiva—El Secretario de Estado de Su San­tidad, Cardenal, Merry del Val, escribía en Septiembre de 1911 a los Obispos de Italia sobre la emigración y les decía: «Males tan grandes reclaman un remedio pronto y eficaz. El Santo Padre ha querido recomendar por mi medio a S. Ilustrísima, como obra muy grata al Señor y muy benemérita de la sociedad, una acción preventiva en favor de los emigrantes. Es cosa del todo necesaria al ministerio del buen párroco y su cuidado principal, cui­dar de sus hijos espirituales, en especial los jóvenes y obreros, alimentándolos con el manjar de la instrucción religiosa, de sana doctrina, y devoción sólida. Esta for­mación sincera y netamente católica, será mejor que ningún otro medio la salvación del pueblo llevado pol­los azares de la vida, lejos del patrio suelo, y conservará en medio de las pruebas y peligros ilesa la fe, puras las costumbres y sin mancha el nombre italiano.»

Confirmación práctica de las sapientísimas y paterna­les instrucciones del Santo Padre, fué la vida del Padre Lamberto Rethann, que consagró todas las energías al cuidado espiritual de los emigrantes alemanes, que se embarcaban en el Havre y sacó no poco provecho, lle­vando la paz y la gracia de Dios a muchos infelices, con­siguiendo que jamás abandonaran la vida cristiana.

No podemos resistirnos a copiar íntegro el MOTU PBO-PEIO de Pío X sobre la emigración de los católicos a las regiones extranjeras, pues dice y siente todo lo que no sotros pudríamos decir y sentir: «A todos los católicos se extienden los maternales cuidados de la Iglesia, pero su caridad muestra singular solicitud por los que, en busca de trabajo o por mejorar su fortuna, dejan el suelo natal y emigran a regiones apartadas donde es de temer que pierdan la vida eterna mientras buscan la temporal. Mu­chos actos de nuestro ilustre predecesor y nuestro atesti­guan con cuánto afán la Sede Apostólica fomenta las so­ciedades organizadas en favor de los emigrantes y con

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cuánta diligencia procura que los Obispos no consientan que se eche de menos su pastoral solicitud ... Como por el comercio creciente entre los pueblos, la mayor facili­dad de comunicaciones y otras muchas causas, el número de los emigrantes crece de día en día, entendemos ser de nuestra incumbencia buscar algún medio idóneo para atender las necesidades de todos estos fieles.

Mucho, en efecto, nos conmueven los grandes peligros en que se encuentran la religión y la moral de tantos hombres desconocedores de la religión y de la lengua y destituidos de la ayuda desús sacerdotes, no pueden proporcionarse ellos mismos los auxilios de la vida. Todo lo que se ha escogido para evitar tamañas dificultades, no ha logrado el éxito apetecido, porque los laudables es­fuerzos de los que en asunto tan grave trabajan, o se ven superados por la magnitud de la empresa o no logran la aprobación y la unidad necesarias. Nos, pues, juzgando llegada la hora de atender a estas necesidades de un mo­do estable y perpetuo, llamados a consejo a los Cardena­les de la Santa Romana Iglesia, pertenecientes a la Sa­grada Congregación Consistorial, Motu Proprio y con la plenitud de la Potestad Apostólica, hemos creado en la misma Congregación, una Oficina llamada, SECCIÓN DE ESPIRITUAL CUIDAUO DE LOS EMIGRANTES. A ella corres­ponde buscar y preparar cuanto sea necesario en lo rela­tivo a la salvación de las almas y mejorar la situación de los emigrantes del rito latino y también será incumben­cia piopia de esta Oficina lo referente a los sacerdotes emigrantes. Y así la Sagrada Congregación Consistorial, con la ayuda de los Ordinarios, confirmará y fomentará las sociedades protectoras de emigrantes, cuya benéfica acción dirigirá cuando fuere menester; así se conocerán las necesidades de los emigrantes, según la variedad de las regiones y señalarán los remedios oportunos.

Confiamos en que los verdaderos católicos promoverán con oraciones y también con limosnas, según la condi­ción de cada uno, obra tan santa, instituida para la sal­vación de los hermanos, teniendo por cierto que el Sumo Pastor y Obispo de vuestras almas remunerará con larga

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mano en el cielo su caridad. «13 Agosto 1912,—Pío Papa X».

Provisiones.—El que tiene que viajax" y más si es a lu­gares lejanos y desconocidos, debe llevar provisiones pa­ra las muchas necesidades que suelen sobrevenir. ¿Qué provisiones deberá llevar el que desea trabajar en Amé rica? Debe, por cierto, llevar un capitalito para poderse instalar convenientemente y subvenir a sus necesidades antes que reciba los primeros jornales de su trabajo.

Además, no ha de olvidar la firmeza en sus ideas re­ligiosas y resolver firmemente portarse como corresponde a un cristiano que quiere honrar a su familia y a su Patria.

Queremos presentar un modelo en el joven Tobías y en el Santo Protector de los viajeros el Ángel S. Rafael, que son los patronos de las sociedades de emigrantes.

El joven Tobías fué educado desde los más tiernos años en el santo temor de Dios, familiarizado con los ejemplos más sublimes de toda virtud, dócil y obediente a todas las enseñanzas y consejos de los padres: era el modelo de todos los jóvenes. Si fueran muchos los Tobías que par­tieran a luengas tierras, no habría tanto temor de que el inocente, el candoroso, el virtuoso joven de hoy se con­vierta mañana en América en furioso libertino, en cris­tiano indiferente y tal vez descreído. Es de temer que muchos por las ideas y costumbres pervertidas, que pe­netran hasta las aldeas más apartadas de la vieja Europa, no traigan la preciosa provisión de arraigadas creencias y sólo por rutina, por tradición, por el respeto a los pa­dres y a la familia, por hacerlo que otros hacían, se acer­caban a la iglesia y cumplían con los preceptos religio­sos. En este caso la perversión reconoce por causa la de­ficiente formación religiosa.

¡Cuántos jóvenes alejados de los patrios lares, creyendo gozar de toda impunidad, resultan seres extraviados en medio dol torbellino de gente desconocida, abandonando por completo la vida religiosa, único sostén que los dete­nía para que no se hundiesen en la ciénaga de todos los vicios!

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Tráigase el emigrante grande acopio de instrucción re­ligiosa, provéase antes de entrar en el barco de firme fe, de ilustración cristiana, de muy sanas costumbres y de­cidido propósito de portarse bien, no sólo cuando esté en presencia sino también en ausencia de la familia. Si esto no acontece, es por que no todos los padres aconsejan a sus hijos como el padre de Tobías, ni por lo tanto, reciben la educación que éste recibió.

Recojamos las palabras del venerable anciano padre: «Ten presente a Dios en todos los días de tu vida; ten cuidado de no pecar ni quebrantar los divinos manda­mientos; da limosna, trata bien al pobre; guárdate de la deshonestidad; no hagas a nadie lo que no quieras para tí; no temas si llevamos una vida pobre, pues seremos ricos si tememos a Dios, aborrecemos el pecado y si obramos bien.

Sujeción a los patrones.—Llegado al término del viaje, necesita el joven colocarse cuanto antes en algún empleo para principiar a trabajar honradamente; ha de buscarla sombra de un patrón que remunere los servicios, y, si es posible, le hospede en su casa y ésta sea el hogar y el patrón el padre.

Es necesario conquistarse la voluntad y aprecio del pa­trón, para que se interese por el bienestar del emigrante. El joven Tobías vióse obligado por la penuria de la casa a emprender un largo viaje en busca de una cantidad se­gura y propia, y no obstante no acometió la empresa sin antes proporcionarse un compañero bueno, virtuoso, so­lícito y conocedor de los caminos que debía seguir, con­forme se lo aconsejó su padre: «Ante todo, dijo el ancia­no Tobías a su hijo, busca un hombre fiel y honrado que te acompañe y le prometerás su justa recompensa». Hay muchos que ni traen compañero ni se dejan aconsejar por quienes se interesarían por su bien, como el mejor amigo.

Todas las circunstancias eran favorables al joven To­bías; porque había seguridad de buena conducta, porque heredaba las virtudes del padre; tratábase de un negocio seguro y de fácil solución y no obstante padre e hijo

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creen necesario un guía que lo acompañe en los diferen­tes caminos y trámites que ha de seguir. Ahora bien, la mayor parte, sino todos los emigrantes, carecen de las ven­tajas que rodean a Tobías; necesitan, por consiguiente, tomar con mayor interés las cautelas oportunas para no ir a un fracaso seguro.

Españoles: Si hay en nuestras almas compañerismo, si tenemos espíritu cristiano, si ha prendido en nuestros corazones la chispa de la caridad, esa caridad santa, que es patrimonio de los discípulos de Jesucristo, no podre­mos permanecer insensibles ante las grandes desventuras que con frecuencia sobrevienen a nuestros paisanos, sa­lidos en mala hora de la casa paterna. Si somos capaces de nobles ideales, no dejemos perder ocasión alguna de trabajar en favor de los que tenemos una común madre que llamamos España.

La mujer española ángel de los emigrantes.—Si la mujer es el ángel del hogar, en las distintas fases de la vida y en las diferentes funciones que ejercita, es también la mujer española, fuera del hogar y de la Patria, aquí en las regiones americanas, el ángel protector que recibe a los caminantes, que vienen de lejanas tierras en busca de trabajo remuuerador y ha de dirigirlos y preservarlos de los peligros y necesidades que por fuerza los rodearán al abandonar la Patria.

Tobías para su viaje buscó un compañero fiel y encon­tró al Ángel San Rafael, que lo acompañó constantemen­te, lo libró de muchos peligros y lo devolvió a su casa sano y salvo. Yo quisiera que al arribar a estas playas de Chile, nuestros paisanos se encontraran con otros ánge­les protectores, que los guíen, protejan, preserven y acompañen mientras formen parto de nuestra Colonia' y estén en nuestra compañía hasta volverlos a entregar a sus padres y familia sanos y salvos, sin pérdida de su fe ni quebranto de sus costumbres; y esto se verificará si vosotras, damas españolas de la Sociedad de la Virgen del Pilar, empleáis vuestro celo y caridad en bien de vuestros paisanos.

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Distinguidas damas de la Virgen del Pilar: No os des­deñéis de descender del elevado escalón en que os ha co­locado la Divina Providencia, de alargar la mano a tan­tos españoles y españolas que no han sido favorecidos como vosotras. Imitad al Ángel de Tobías, que desciende de las alturas de la Gloria y se presenta al joven viajero afable y caritativo.

Nuestros emigrantes, unos agotarán su salud y fuerzas en trabajos excesivamente pesados y se verán en la triste situación de refugiarse en un hospital. Otros para librar­se de la miseria, quizás tendrán que traficar con sus al­mas y de sanas y honradas que eran, caerán hasta el envilecimiento.

Socias de la Virgen del Pilar: salvad estas almas y esos cuerpos; sed ángeles de su inocencia y madres de su or­fandad; recibidlos en el vapor, esperadles en el andén, llevadlos a la Casa España o a la Hospedería Española, buscadles colocación, si no la tienen; decidles lo que han de hacer, cómo se han de conducir, qué peligros han de-evitar y cómo han de venir a nuestra Sociedad Española, en busca de guía, consejo y protección. Estos son los fi­nes de la Sociedad de la Virgen del Pilar.

Segundo periodo del español en América

IfoRTUNA, FRUTO DEL TRARAJO Y SUJECIÓN.—FORMACIÓN DEL HOGAR. INFLUENCIA DE LA MUJER. LiA MUJER ESPAÑOLA.—LAS RELACIONES DE ESPOSA, MADRK K HIJA. —DAMA DE SOCIEDAD.—LA ESPAÑOLA EN EL TALLER Y EN EL EMPLEO.

El español que cumple fielmente los consejos que he­mos apuntado anteriormente, que es hombre trabajador, honrado y sumiso a sus patrones, pronto recibirá el fruto de su labor y sujeción y se formará un caudal que le per­mitirá vivir con holgura y desahogo. Aunque el dinero nunca debe considerarse como el objetivo principal de la vida del hombre, tampoco se ha de desdeñar con filosó­fico desprecio; pues obtiene casi todos los medios de Cf -

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modidad física y bienestar social. Realmente, muchas de las mejores cualidades humanas están ligadas con el uso prudente del dinero. Tales son: la generosidad, la honra­dez, la justicia, la economía y la previsión; por el contra­rio, el abuso del dinero trae consigo la avaricia, el fraude, la injusticia, el egoismo y el lujo desordenado; y junta­mente los vicios del despilfarro, prodigalidad e imprevi­sión en aquellos que lo malgastan y emplean en satisfa­cer vicios y pasiones.

Sabiamente escribió Enrique Taylor en sus bien pen­sadas Notas de la Vida: «Una justa medida y señorío en adquirir, ahorrar, gastar, dar, tomar, y prestar, proba­rían que un hombre es perfecto».

<Las comodidades en el orden económico social, son algo que todo hombre está en el derecho de alcanzar y se obtiene con la fortuna, fruto de sudores y trabajos de la juventud».

Una de esas comodidades es la formación del hogar. Esa debe ser una de las principales diligencias, una vez

que se dispone de medios para hacer feliz a la que ha de ser compañera de la vida. El corazón humano siente un vacío que desea llenar y un anhelo que no se satisface, una ansia de amar y ser amado, que lo arrastra instinti­vamente en busca de otro corazón: se ve aislado y nece­sita compañía y no se completa ni se sacia sino con el goce de otro corazón destinado a formar de dos uno solo. Únicamente por vocación divina y por virtud, renuncia a otro amor y a otros corazones que ño sea el amor y el corazón de Dios.

Pero el español residente en América, que no ha go­zado de las dulzuras y caricias del hogar paterno, porque se separó en la juventud de corazones amantes, necesita en tiempo debido formar hogar para suplir la falta de aquellas dulzuras que solo puede proporcionar una tierna esposa y regalados hijos.

El tiempo oportuno es, cuando ha logrado juntar con economías, bienes suficientes para hacer feliz a la que ha de ser compañera de la vida.

En Chile encontrará corazones amantes, almas llenas

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de virtudes, de sacrificio, de dulzura y de todas las cua­lidades que se pueden desear en una digna esposa, que sepa llenar la altísima misión de la vida conyugal.

Conocemos matrimonios de españoles con chilenas que reúnen todos los encantos y virtudes propios de un hogar feliz. Pero no nos desagrada la corriente iniciada por al­gunos españoles, que buscan en los patrios lares la com­pañera de los días y el corazón que contribuirá a labrar la humana felicidad.

Permítasenos relatar la formación de un hogar promi­nente en la Colonia de Valparaíso, entre los muchos que se podrían aducir, historia recogida de los labios de los mis­mos felices protagonistas.

«Salí de mi casa a los once años, crucé los mares, lle­gué a estas playas hospitalarias, busqué colocación, hallé empleo,-fui constante en el trabajo, serio, honrado, su­miso a mis jefes, y el tiempo que pasó entre mi niñez, y juventud y los primeros años de ésta, fué suficiente para pasar de cierta escasez a una no despreciable comidad, muy suficiente para mí y mis ancianos padres.

Un buen amigo sacerdote paisano, a quien mucho apre­cio, me felicitó cierto día por mi suerte y descubriéndole mis planes y proyectos y el uso que deseaba hacer del fruto de mis sudores, me dio un consejo que no trepidé en se­guir:

Paisano: Veinte años he trabajado lejos, muy lejos del hogar, del terruño, de la Patria: veinte años de fría nos talgia, veinte años de larga separación de la familia exi gen un viaje a la Patria para abrazar a los ancianos pa­dres antes de que fallezcan y para que puedan repetir con alegría inmensa las palabras de Tobías, y su esposa cuan­do abrazaron a su hijo tras larga ausencia. Y como des­pués de veinte años y once más brota en el alma un amor que no se sacia con el del padre, de la madre, de los pa­rientes, es preciso en las tierras andaluzas, castellanas, catalanas, vascongadas, aragonosas o gallegas buscar una compañera para la felicidad que es posible disfrutar en este mundo».

—.Magnífico, le dije.

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«Tomé el barco, llegué a mi pueblo, aquel pueblo que uno quiere más que a ningún otro pueblo; fui a la iglesia, al paseo, al baile y vi una bella sobre todas las bellas, de tanta gracia y hermosura y virtud, de tanta franqueza, hidalguía y cariño, que le pregunté y me contestó; pedi-su mano y me la dio, y a los padres el permiso y al Pá­rroco la bendición. Y se celebró el matrimonio del ameri­cano con esa prenda que tengo en mi casa y que le invito a conocerla. Fuimos a Madrid, a Barcelona, a Sevilla, a Toledo, a Burgos, a Pamplona, a Bilbao, a Cádiz, a Má­laga y volvimos a casa unos días, y dando ella y yo el más apretado abrazo a los ancianos padres, que no se ani­maron a seguirnos, ella con lágrimas y yo con oculto va­ronil dolor, dejamos las bonitas casas, el templo testigo de nuestra unión, al párroco amigo que nos bendijo, a los parientes, a los amigos, a la Patria y tras veintisiete días de viaje, henos aquí en Valparaíso en esa casa, don­de llegamos absortos en la conversación.

Sonó un timbre, giró un resorte, apareció una escalera de marmol, pasamos al lujoso satón presidido por el re­trato de los Reyes de España, sobre fondo de vistosa ban­dera ibérica, y apareció una elegante clama, por cuyo sa­ludo seguido de amena conversación comprendimos que era verdad castellana y no exageración andaluza cuanto el amigo nos había ponderado.

Departimos un momento más con alegre charla y fran • ca alegría y admiramos un hogar feliz, si hogares felices puede haber en esta vida.

Así se han formado no pocas familias y estamos segu­ros que continuarán otras, porque varios jóvenes están de regreso acompañados de elegantes damas que la Pro­videncia les tenía deparadas en la inolvidable Patria a donde las fueron a buscar.

Ahora nos hemos dado cuenta de la felicidad que reina en varias familias españolas, que hemos visitado con mo­tivo de la fundación de la Sociedad de la Virgen del Pi­lar para señoras y señoritas españolas, en las cuales he­mos reconocido bondad, espíritu cristiano, acendrada ca-

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rielad y demás virtudes que son tan admiradas en la ge-nuina mujer española.

Influencia de la mujer.—El atento estudio de la historia y de la sociología, nos lleva a la conclusión de que las acciones del hombre, así buenas como malas, son frecuen-temante impulsadas por la influencia de la mujer. Cuan­do un hombre comete alguna incorrección, luego decimos: «Buscada la mujer», significando con estoque aquel hombre ha sido arrastrado a cometer el mal por consejo e influjo de una mujer. Acaso fué la esposa que gastó la hacienda en un lujo extravagante, y así el marido sin­tió la tentación del desfalco para tener dinero con que satisfacer los caprichos de ella; acaso fué una novia que le exigió regalos superiores a sus medios, alguna mala mujer que le incitó directamente a cometer el delito.

Cuando un hombre es honrado, inteligente, afortunado y consigue crearse una posición elevada en la vida, se acostumbra a decir: «Es un hombre que se lo debe todo a sí mismo»; pero nos inclinamos a pensar que también en este caso debemos decir «buscad a la mujer», seguros de encontrar detrás de aquel hombre, alguna mujer que ha sido causa de su honradez y demás virtudas. Quizás una hermana compañera de juegos en la infancia, una amiga de su juventud la que impulsó sus esfuerzos hacia el bien y frunció el ceño cuando supo que pretendía ha­cer el mal. Tal vez fué una maestra que a las lecciones de lectura, añadió reglas de bien vivir y le impulsó a los altos y nobles ideales.

Pero más que todas fué sin duda la madre que desde la cuna le enseñó a practicar el bien, al principio en todos los caminos de la niñez, más tarde mostrádole cómo las verdades que le había enseñado pueden aplicarse a los problemas más arduos de la vida. La madre es la que, tomando al hijo en sus rodillas, le enseña la primera ora­ción, le duerme con suave canción piadosa cuya melodía se grabará en el corazón del hijo hasta la muerte.

Es una maravilla cómo perdura la acción e influencia de la mujer en todas las edades de la vida del hombre.

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La mujer española.—No haremos odiosa comparación entre la benéfica influencia de la mujer española y la de otros países para formar la felicidad del hombre; sólo algunos ejemplos sacados de la historia patria nos darán idea de su influjo poderoso. Ahí están esas incompara­bles madres y reinas doña Berenguela y doña Blanca que formaron corazones como los de san Fernando y san Luis, y rigieron con mano firme la nave de la nación humi­llando la altanería de los nobles y defendieron la corona de los hijos que reyes poderosos les disputaban. ¿Qué di­remos de la gran Reina Isabel la Católica, que expulsó de España a los africanos, a los moros y a los judíos y montada en el caballo blanco, recorrió toda Castilla im­poniendo la paz y la justicia? Ella dio la mano a Colón para que descubriera un mundo; mujer de corazón varo­nil, de inteligencia superior, de ánimo bien templado y ' la mejor de todas las reinas. Como dice muy bien el mo­derno historiador Carlos Lasalde, «sin aquella noble y santa Reina, el pensamiento de Colón hubiera tal vez ba­jado al sepulcro, la navegación no hubiera tomado tan rápido vuelo y las hermosas regiones de América acaso yacerían hoy sepultadas en las tinieblas como las del cen­tro de África». Ella puede decirse que es la madre de to­dos los hijos de América que los hizo nacer a la luz de la fe y de la civilización.

Estas matronas de santa fama en la historia, sobresa­lieron no menos como madres que como reinas. Recor­dad la histórica frase de doña Blanca cuando tenía a su hijo pequeñito en las rodillas y lo estrechaba contra su corazón y lo besaba con ternura y levantando la mirada al cielo y bajándola luego al rostro de su hijo, hacía esta oración a Dios: «Señor, mucho amo a este niño que me habéis dado, pero preferiría verlo muerto aquí mismo en mis brazos, antes que manchado con un pecado mortal». Merced a esta plegaria, San Luis Rey de Francia realizó heroicas proezas por Dios y por los Franceses. «Quiero, decía una de esas madres, poco ha citadas, quiero hacer de mi hijo un rey santo». Porque esas manos delicadas que apenas tienen fuerza para empuñar un juguete, era-

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piularán después un cetro y en esa frente brillarán gran des pensamientos para Dios y para la Patria y dentro de su pecho rugirán fuertes pasiones por la gloria de Dios y la conquista del mundo, ese hijo de mis entrañas será un monarca glorioso, será un héroe, será un santo; y le inculcó tan fuertemente estas ideas que salieron ciertos sus pronósticos.

Estas frases las repiten hoy cien y mil veces las ma­dres españolas cuando los frutos de sus entrañas duermen, cual ángeles humanos, en esa concha adornada con blon­das y encajes que llamamos cuna.

La hija española.—No es extraño que veamos, efecto de esa educación, jóvenes como la Virgen de Mérida, que a los catorce años se presenta ante el tirano Daciano y le reprende porque persigue a los cristianos, los mejores hijos del reino. No teme la joven Eulalia, como tantas compañeras de su edad, ni las navajas, ni las ruedas de hierro ni el aceite hirviendo, ni el plomo derretido... Y a la pregunta del feroz tirano ¿quién eres tú que te atre­ves contra la majestad del Emperador? responde con va­lor español y cristiano: «Yo soy Eulalia sierva de Jesu­cristo». De ese temple es Teresa de Jesús, que ya desde niña quiere ir al África con su hermano para propagar la fe de Cristo. Frutos de las mismas enseñanzas fueron las heroínas de Zaragoza que disparaban los cañones por la santa independencia de la Patria.

Las que no sois llamadas por Dios para ejercer vuestro heroísmo en los tormentos del martirio ni en los campos de batalla, lo podéis ejercer en el hogar en favor de vues tros padres y de vuestros hermanos. ¿Quién es el hom­bre que no tiene que aprender de su hermana, de su hija o de su nieta y tiene mucho que agradecerle si ella es pura, cariñosa y amable como debe? ¿Quién es el hom­bre que viendo a esa alma arrodillarse cada día en pre­sencia de la Majestad Divina para orar, no se acuerda de sus mejores días cuando también oraba? ¡Cuántos ancia nos se lian despertado del sueño de la indiferencia reli­giosa y han empleado los últimos días en adorar al Éter-

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no Amor que se les mostraba en la forma angelical de una querida nieta.

Se ha dicho que las jóvenes deben ser hábiles para ha­cer redes y las esposas para hacer jaulas; pues los hom­bres en su mayor parte se dejan fácilmente cazar como los pájaros y, como ellos, son difíciles de guardar una vez cazados. El tejido de la red de la joven prometida, no sea de cualidades exteriores y pasajeras, sino bondad, virtud, carácter y demás cualidades del corazón. Desgra­ciado el joven que solamente se casa porque encontró una cara bonita, pues la belleza de hoy se convertirá mañana en una vulgaridad.

Decía Lord Burleigh a su hijo: «Cuando plazca a Dios hacerte tomar estado, usa de gran prudencia y de gran circunspección en la elección de tu mujer, porque de ahí saldrá tu felicidad.

La esposa.—Para tan importante misión, no ha de sub­yugar vuestro corazón ni la pasión ni el brillo de la for­tuna. Dios ha de ser consultado ante todo y b¡jo su vista ha de formarse el nuevo amor. Habéis de triunfar por la modestia, dulzura y elevación de espíritu, pues dicen los Libros Santos: «Dichoso es el marido de una mujer bue na, porque será doblado el número de años. «Una mujer virtuosa es una pingüe herencia y será dada al hombre en pago de sus buenas obras. La gracia de una mujer virtuosa regocijará a su marido. Como el sol que se le­vanta para alumbrar al mundo desde lo más alto de los cielos, así la hermosura de una mujer virtuosa es el orna­mento de su casa».

Dueña de casa. —Junto con el nombre de señora, recibe la esposa el título de reina del hogar. Colocaos, pues, en vuestro puesto, dad órdenes e imponed buenas costum­bres. ¿Por qué no han de ser las buenas costumbres pa­trimonio del hogar español? [Qué alegría reina en él, qué orden, qué hermosura! La casa alegre, cómoda, agrada­ble, según la posición de cada uno; las costumbres en ella gustosas y suaves; todo en lugar correspondiente,

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limpio y ordenado; de suerte que lejos de infundir tedio al esposo, sean el lugar de su descanso.

Dama de sociedad.—Campo reducido es el hogar para los fervientes anhelos de la señora cristiana, de hacer el bien a sus semejantes y en especial a los necesitados; empleará sus influencias, posición social, fortuna, ascendiente con la clase rica, para que prosperen las obras del culto cató­lico de celo, de caridad, de beneficencia y de acción pa­triótica. Su casa ha de ser el granero del pobre, sus aten­ciones han de dirigirse al huérfano y al enfermo en el hospital. Ha de hacer valer su influjo con los poderes públicos para aumentar la moralidad y evitar el escán­dalo.

- La española en el taller y en el empleo.—Quizás porque nuestros abuelos, durante ocho siglos, eran frecuentemen­te arrastrados a los tribunales para renegar de la fe y de la religión y nuestras vírgenes atormentadas de mil ma­neras sino vendían su pureza a un vil profanador, guar­dan hoy todavía las jóvenes obreras españolas esa actitud valiente y serena ante las seducciones con que son enga­ñadas otras y dan ejemplo de grande integridad en su fe y en su pureza, en el tiempo crítico de la juventud. Pue­de ser una alta idea del decoro y dignidad propia de una doncella, puede ser un sentimiento de alta nobleza espa­ñola, que no permite caer en actos degradantes e impro­pios de almas nobles y bien nacidas, y son principalmen­te los arraigados principios religiosos en que se han edu­cado.

Ojalá siempre se conserven así: por desgracia no faltan muchos peligros en los talleres y empleos, por la negli­gencia o descuido de los propietarios o patrones, pero la joven, que sabe apreciar su dignidad, ha de procurar su­plir esas deficiencias morales con la seriedad de carácter y procedimientos honrados. «Respétate y te respetarán», dice el adagio y lo enseña la experiencia cotidiana. Pero el valor y constancia para conservar el alma pura y el

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corazón sano, ha de buscarse en el amor a la Santísima Virgen y en la práctica de las virtudes cristianas.

Instituciones españolas de Valparaíso

D E CRÉDITO.—DE S E G U R O . — D E MUTUALIDAD.—DE B E NEEICENCIA. — D E RELIGIÓN. D E PROPAGANDA.—DE EDUCACIÓN.—DE SOCIEDAD.— CLUB ESPAÑOL, CENTRO E S P A Ñ O L . — D E SPORT, CLUB DE REGATAS, CICLISTA.— LA FIESTA DE LA RAZA.

Dones singularísimos ha concedido al hombre la pró­diga mano de Dios, pero ninguno sobresale tauto como el amor, y de todos los amores el más grande es el amor a Dios, a la Patria, al hogar y al pueblo.

La jHistoria con viva y fecunda elocuencia nos pre­senta los hechos más grandiosos realizados por la mágica inspiración del sacro patriotismo, sentimiento que todos los pueblos han avivado más y más cuando los hijos se encuentran lejos del patrio suelo; así lo han hecho los di­rigentes de la Colonia Española; han tendido su mirada a las necesidades todas de nuestros connacionales y han establecido numerosas instituciones para remediarlas.

Banco Español de Chile.—Se necesita dinero y en grande cantidad, ya para los negocios bursátiles, ya para el co­mercio, y cuenta la Colonia con una institución bancaria rica y prestigiosa que es la segunda del país, con sucur sales en unas cuarenta poblaciones de la República y Sección de Caja de Ahorros con facilidad y seguridad pa ra el cliente.

Compañías de Seguros.—Las valiosas propiedades y los numerosos comercios establecidos en Chile tenían que asegurarse convenientemente contra el elemento de des­trucción de la propiedad y riqueza urbana; para ello se fundó la Bomba España y las Compañías de Seguros Iberia, Nueva_España y La Española.

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Sociedad Española de Socorros Mutuos de Valparaíso.—Te­nemos a la vista la Memoria de 1914, que por sus cifras demuestra claramente el floreciente estado de vitalidad en que se encuentra tan benemérita institución. Cuenta con 975 socios y un capital de $ 82,829.00.

Sociedad Española de Beneficencia de Valparaíso.—Esta bu manitaria Sociedad data del año 1877 y no tienen núme­ro las necesidades que ha socorrido entre los paisanos pobres, enfermos y necesitados. Sólo en los siete prime­ros meses de la guerra europea invirtió veinte y siete mil pesos socorriendo y protegiendo a numerosos españoles que se vieron en aflictiva situación. Paga pensionado a los enfermos en los hospitales, corre con la sepultación y tiene mausoleo en los cementerios Números 2 y 3 de Valparaíso.

Beneficencia Española de Señoras—Un vacío encontrába­mos que afortunadamente hemos podido llenar con la re­ciente fundación de la Sociedad Española de la Virgen del Pilar. El enfermo, el pobre, el necesitado no viven de sólo pan, no puede satisfacer todas las necesidades con la peseta; para las enfermedades morales no hay remedios en las farmacias; hay llagas en el espíritu que no tiene otro lenitivo sino el consuelo, el consejo, la conformidad cristiana, lo esperanza de bienes mejores para después.

Es cierto que el español canta, aun cuando rabia y no tiene blanca. Qué pena nos dio oír lo que decía una Hermana de la Caridad: «Los españoles cuando sufren, cantan la jota para distraerse». Es gran desgracia que nuestros paisanos no tengan más compañero para aliviar sus penas que la jota. ¡Cuántas veces por razón de núes tro ministerio sacerdotal hemos encontrado en los hospi­tales, españoles enfermos y al reconocernos como hijos de la misma, tierra se ha establecido esa corriente de sim­patía e interés por el alivio del paisano! Con doble inte­rés nos informábamos de su salud, contento y bienestar. ¿Le falta alguna cosa, mi amigo y paisano? No, Padre, la Colonia me paga la pensión. ¿Entonces estarás tran-

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quilo, contento1? |Oh! no, estoy triste, aburrido, solo Era necesario que la señora española cooperara a la

Beneficencia, y antes y después del sacerdote, llevara al enfermo la moneda, el consuelo, la amistad, la fe, la pa­ciencia cristiana, los Sacramentos y recogiera los últimos encargos que quizás desea enviar a su familia en España.

¡Cuánta felicidad podríamos llevar a los corazones de nuestros paisanos enfermos, siempre dispuestos a recibir una voz amiga, un buen consejo, un cariño sincero, pues no basta para quitarse penas cantar la jota!

El Secretariado u Oficina de Información.—Por las diferen­tes ideas emitidas en el contexto de este opúsculo, se com­prende cuan ventajosa para los españoles ha ser la crea­ción del Secretariado de la Colonia. En él se llevará la es­tadística de todos los nuestros: domicilio ocupación, pue­blo de origen, tiempo de residencia en Chile, se pondrá el Secretariado en comunicación con la Sociedad San Rafael fundada en España y otras similares de las nacio ;

nes del habla castellana para recomendar, colocar, prote­ger y recibirá cuantos salen del patrio suelo.

Religión.—Muchas son las necesidades religiosas de nuestra Colonia y con ser tantos y tan meritorios los sa­cerdotes españoles, residentes en Chile, que trabajan con actividad y grande celo en bien de las almas, debemos confesar que muy poco han hecho hasta el presente en favor de las necesidades espirituales de la Colonia. Esta­mos convencidos y tenemos motivos muy suficientes pa­ra decirlo que sería la Parroquia española una de las que diera mejores resultados a los esfuerzos del celo sacerdo tal. Mucho se han preocupado los tres últimos Pontífices del servicio religioso de las Colonias que llegan a Améri­ca; recientemente el Santo Padre Benedicto XV ha pedi­do a los Oblispos de Chile que den facilidades a los sacerdotes Salesiauos para que formen y atiendan a la Colonia Italiana, y ya en Santiago y Valparaíso se perci­ben los frutos copiosos de estas dos parroquias italianas. El día que logremos alcanzar la formación de la Parro-

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quia Española en las diferentes capitales de Chile, habremos obtenido un bien imponderable para nuestros paisanos.

Propaganda y Educación.—A estos dos títulos correspon­den otros dos vacíos que se notan en nuestra Colonia; está muy poco desarrollada la propaganda de nuestro co­mercio y de nuestra intelectualidad, y todavía está por funcionar el primer establecimiento de educación. Los diarios, periódicos y revistas que dirigen nuestros paisa­nos, son bastante deficientes. Sobre los Colegios españo­les abrigamos la esperanza de que próximente se abrirá el Colegio Hispano Americano en Santiago, a cargo de los célebres educacionistas, Padres Escolopios, y el Cole­gio Cervantes en Valparaíso que desea fundar la Colonia Porteña, en conmemoración del tercer Centenario del Príncipe de los ingenios Miguel de Cervantes.

Casa España.—Hace tiempo que vienen acariciando los dirigentes de la Colonia de Valparaíso, el gran proj'ecto de fundar la Casa España, centro de reunión para estre­char los vínculos de la numerosa familia española, rin­diendo culto a las venerandas tradiciones y costumbres regionales, a los deberes morales, sociales y patrióticos, que impone la solidaridad de todas las colectividades his­panas en una casa universal, que a todos encierra. En e"lla nos congregaríamos todos para fomentar la unión y amistad, para cumplir los deberes de caridad, protección y amparo con el huérfano, con el enfermo, con el ancia­no, con el menesteroso, valiéndose de asilos, horfanatos, colegios, capilla, obras de beneficencia y otras institucio­nes que tiendan al logro de aquellos propósitos.

Club y Centro Español.—Al presente suplen en parte la falta de la Casa España, el Club y el Centro Españoles. Este último ocupa uno de los mejores edificios de Valpa­raíso para reuniones sociales, fiestas de la Colonia, audi-. ciones de eximios artistas y cuenta con escogida bibliote­ca y. con todos los juegos de honesto entretenimiento;

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prohibiéndose muy rigurosamente aquellos juegos que causen la desgracia de la familia.

Club de Regatas y Club Ciclista.—De estos dos juegos de sports podemos decir en elogio suyo, que han ganado en casi todas las apuestas, los primeros premios. Hemos ad­mirado en la Biblioteca del Centro, los valiosos y artísti­cos premios que poseen uno y otro y recogimos datos importantes sobre la próspera vida que llevan tan bené­ficas instituciones.

La Fiesta de la Raza, 12 de Octubre.—Con aplauso unáni­me de todo el país y sin que haya una sola nota discor­dante en medio de tanto regocijo, celebra la Colonia Es­pañola, hace ya un lustro, la fiesta de la Raza, 12 de Oc­tubre, efeméride gloriosa del descubrimiento del Nuevo Mundo por Colón y la fiesta de gloria y de alegria para la Madre Patria y para las jóvenes nacionalidades ibero­americanas.

Como por conjuro mágico levantóse de uno a otro confín de la República cuanto elemento español vive a la sombra de esta hospitalaria hija de España y a una sola y potente voz entonó un himno a la Patria, himno el más hermoso y fraternal, quizás único en la humanidad, pues conmemorando el 12 de Octubre, se cubrió España de gloria, sin que hubiera vencedores ni vencidos.

El año pasado pudimos presenciar las grandes fiestas españolas, que tuvieron lugar en el gran Hipódromo de Viña del Mar y los seis mil asistentes quedamos muy complacidos de fiestas tan divertidas, tan cultas, tan modestas y tan morales.

Por la simpática revista de la Colonia, IBERIA, supimos que la fiesta de la raza revistió grandes proporciones en todas las ciudades de la República, sobresaliendo las Mi­sas de Campaña en unas partes, en otras fueron celebra­das a toda orquesta y con todo esplendor por sacerdotes españoles y con alocuciones patrióticas, que electrizaban a la concurrencia, que oí i con creciente entusiasmo las glorias de España y prorrumpía en atronadores Vivas a

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España, a Colón, a la Colonia Española, a Chile y a la Virgen del Pilar.

Terminada la parte religiosa, pudimos contemplar el cuadro más hermoso que hemos presenciado en Chile con motivo de los festejos organizados para semejantes fines. El gran paseo campestre o la Romería de los Espa­ñoles a la Cancha de Viña del Mar. Era un conjunto de grupos formados por especie de caravanas que de dife­rentes puntos acudían al lugar de la reunión. Allí en per­fecta armonía concurrieron los andaluces, vascongados, navarros, catalanes, aragoneses, gallegos, castellanos, en una palabra, todas las provincias españolas se veían repre­sentadas. En numerosos corros se bailaban al son de las tradicionales gaitas y variedad de instrumentos, tanto la jota como los demás bailes propios de cada región espa­ñola. Durante un mes los diarios y revistas apenas acertaron a ocuparse de otro tema sino es de las fiestas celebradas por las diferentes colonias españolas, en el 12 de Octubre.

Quien haya observado atentamente el carácter de las fiestas de la Colonia Española, habrá podido notar dos cosas que redundan en favor de la colectividad. Un derroche de democracia bien entendida,porque en medio de la más perfecta cultura hemos visto terciar al opulen­to comerciante, al aristócrata patrón con el modestísimo empleado o dependiente, rivalizando todos en la diver­sión más franca, sin que sufrieran menoscabo las rela­ciones que deben existir entre las diversas y aún opu­lentas clases de la sociedad. Y nos lo hicieron observar personas chilenas, allí presentes, el excesivo cuidado que cada uno pone de su parte para que no haya nota alguna discordante, manteniéndose cada uno en el término debi­do para alegrarse y divertirse sin traspasar los justos límites. Nuestra más entusiasta felicitación a la querida Colonia tan unida, tan culta, tan festiva y tan generosa

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/ / Entrevista con el señor Cónsul Español / /

f ESTADÍSTICA DE LA COLONIA.—Su NÚMERO Y CUALIDA-/ DES.—NECESIDAD DE INTERCAMBIO LITERARIO Y PRO-

J EESIONAL CON ESPAÑA.—ACTIVIDAD ESPAÑOLA EN CHILE.—PROPIETARIOS ESPAÑOLES, AGRÍCOLAS, MINE­ROS Y SALITREROS.—¿SE ESTABLECERÁN COMUNICACIO­NES MARÍTIMAS?—INDUSTRIA ESPAÑOLA. ¿POR QUÉ NO AUMENTA LA EXPORTACIÓN A CHILW?—VENTAJAS DE LA INMIGRACIÓN ESPAÑOLA. PORVENIR DE LA LENGUA.

Queremos agregar este último capítulo a nuestro folle­to, porque sus datos son de interés general, y porque vie­nen de fuente muy autorizada como es el muy inteligente y muy patriota señor Cónsul de España en Santiago, D. Senón Alvarez de la Rivera.

En una entrevista que con él tuvo la redacción de la «Página Española» de La Unión, fecha 11 de Mayo últi­mo, se dice de él que e3 sin duda la persona que mayor atención presta a todo lo que se relaciona con la amistad hispano chilena. El señor Alvarez de la Rivera es chile­no, su padre fué uno de los más prestigiosos miembros de la Colonia Española residente en Chile, y aportó al país bellas cualidades de carácter y bienes de fortuna. Cimentó aquí un noble hogar; su hijo Senén ha seguido la carrera diplomática. Licenciado en Madrid y pudiendo ejercer la abogacía en España como en Chile, y poseyen­do cualidades de carácter y sociabilidad que le hacían idóneo para la misión consular, la designación del señor Alvarez de la Rivera fué un notable acierto del Gobierno español.

El Consulado viene a secundar la labor de la Legación llegando a ser hoy día la Oficina de carácter oficial de mayores y más directas relaciones con la Colonia.

La primera pregunta fué dirigida a conocer la opinión del señor Cónsul respecto al «Número de los españoles en en el país».

—De las Colonias extranjeras, contestó el señor de la Rivera, la Española es tal vez la más numerosa. En toda

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la República, según las últimas estadísticas, hay un nú­mero de españoles no inferior a treinta y cinco mil. So­lamente en Santiago no bajan de quince mil, lo que-hace que la capital sea el núcleo mayor de población española.

Es numerosa y distinguida. Estoy plenamente satisfe­cho de su honradez y laboriosidad. Considero que entre los extranjeros residentes en Chile, los españoles hacen un brillante papel. Son cumplidores y sin vicios, sus cos­tumbres y su idioma les facilitan la vida y su asimilación a la raza chilena. Todos cuál más cuál menos se dedican a una vida llena de actividad. Repito, son tesoneros en el trabajo y nada viciosos. Prueba de ello es que rara vez figuran españoles en la delincuencia.

Comunicaciones marítimas.—Conozco los proyectos que hay sobre esta materia, pero creo que hay que esperar época más oportuna. En el intercambio productivo de am­bos países hay un elemento muy contrario: la falta de me­dios de comunicación. Y nada podría hacerse por ahora en este sentido, pues la producción española es arrebatada por los países en guerra.

Aparentemente España exporta poco a Chile, pero no es así. Muchas mercaderías españolas se fabrican con mar­ca alemana, francesa o inglesa, y son traídas a Chile por conducto de firmas de Amburgo, de Londres o de París.

Conozco muy de cerca la importancia industrial de Es­paña y considero que sus pruductos alimenticios como ser aceites, conservas, vinos, frutas... pueden tener gran aceptación en los mercados chilenos, tanto por su calidad como por su precio.

Todos estos artículos de primera necesidad no nos son desconocidos en Chile, pero no se exportan en la cantidad necesaria para el país. En cuanto a géneros de vestir para hombres y señoras, en puntillas y bordados España pro­duce en buenas condiciones de precio y abundancia.

¿Por qué no aumenta la exportación a Chile?—Las causas son varias; la más primordial es la falta de comunicación directa. Además, la distancia entre ambos países y el sis-

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tema de pago que tiene nuestro comercio para sus ope­raciones. Por lo general compra por medio de letras y con plazo que no exceden a 30 días. Esto origina en muchas ocasiones dificultades para el cobro, lo que hace que el comercio español prefiera atender a las demandas de los países más inmediatos.

Propiedad literaria y profesional.—Oreo que sería muy pro­vechoso el mutuo reconocimiento de derechos de propie­dad literaria y artística. Ello fomentaría el intercambio in­telectual chileno-hispano; y no sería en ningún caso per­judicial para los interés de Ohile. Si hablamos de dere­chos teatrales, el pago de ellos correspondería a empresa­rios que por lo general son españoles, y obligados por tanto, a reconocer la propiedad de autor de sus compa­triotas. El teatro nacional chileno se favorecería muchí­simo. Un escritor de Ohile que estrenara en España ten­dría derecho a ser valorizado como autor en el sentido pecuniario; y ésto tanto en el teatro como en todas las es­feras de la actividad literaria.

En cuanto a títulos profesionales también es muy nece­sario unir los lazos de la intelectualidad. Revalidar títulos profesionales entre Chile y España sería propender al es­tablecimiento de más fuertes vínculos de amistad.

De esta suerte habría corriente de verdaderos valores intelectuales; no vendría a Chile solo el comerciante, sino el profesional.

Tengo la experiencia de que los españoles que vienen a Chile fundan aquí su hogar. La raza es la misma, de modo que pronto se casan con chilenas, y si son españo -les, siempre los hijos son chilenos. Todos sus frutos inte­lectuales y materiales quedan en el país; estimo por tanto que mientras más preparados estén los españoles que vie­nen a Chile, mayores ventajas proporcionarán a nuestra sociedad. Para fomentar esta inmigración intelectual ser­viría grandemente el reconocimiento de los títulos profe­sionales.

Actividad española en Chile.—Es muy señalada la activi-

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dad española en Chile. Existe el error de creer que la ma­yoría y casi la totalidad de los españoles se dedican al co­mercio; hay un considerable número de grandes propie • tarios agrícolas y de pequeños colonos en el Sur de Chile, mineros y salitreros en las provincias del Norte.

Uno de los más extensos fundos del país pertenece a un español; existen colonias agrícolas de una intensa pro­ducción. La industria ganadera cuenta con propietarios tan importantes como don José Menéndez en Punta Are­nas.

Y no hay que olvidar tampoco que las más.grandes fir­mas salitreras han sido españolas. En los importantes mi­nerales de cobre de «El Teniente» trabajan numerosos españoles. Los mineros de España son los más apreciados; los que trabajan en este gran mineral tienen a su cargo las más delicadas faenas, especialmente las nocturnas, de bido a su mayor resistencia y a su honradez.

¿Aumentará la inmigración española?—Sí, aumentará aun­que paulatinamente. Chile es un país muy joven y flo­reciente, su clima inmejorable, y la raza de sus habitan tes atrae a los españoles, pues encuentran un suelo pro­picio a sus costumbres. Chile necesita aumentar su po­blación; con este aumento habrá más desarrollo en sus fuentes productiva»; con mayor número de habitantes crecerán las necesidades y vendrá el acrecentamiento de las industrias y así poco apocóse desarrollará la vida na­cional.

Ventajas de la inmigración española.—La inmigración, dice el señor de la Rivera, es a mi juicio la. más provechosa. Ella tiende a mantener en la raza su cerácter homogéneo de siempre. El español aporta creencias religiosas, hábitos y lengua que son las mismas de Chile, no viene a adulte­rar las costumbres nacionales.

La guerra actual es el principio de un gran problema de razas, ella aconseja la unión de las naciones de una misma sangre y de una misma lengua; por ello España mira más hacia América que hacia Europa.

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Porvenir de la lengua.—La lengua española es la de más porvenir. La hablan más de cien millones de hombres. No acontece igual cosa con el inglés, francés o alemán. Una inmigración que no sea española corrompería la len gua, y hasta las más sanas características de la r»za.

De modo que todo loque hagamos por acrecentar la in­migración y especialmente la española es beneficioso para los intereses de toda la República.

Tales son las ideas de la simpática personalidad que desempeña tan acertadamente el Consulado de España en la Capital Chilena, y que las hemos creído de particular interés para nuestros lectores, y para todos los que se in­teresan por el bien de estas dos naciones a las que no pocos tenemos vinculados nuestro cariño y nuestros esfuerzos, y especialmente a todo el que quiera en Chile y España trabajar en pro de las Colonias Españolas en América.

Fiestas Cervantinas en Valparaíso

I. CORSO DE FLORES.—II . FIESTA INFANTIL.—II I . JÜK-GOS FLORALES. IV. FIESTAS SOCIALES. - V. E N PRO DE LA RELIGIÓN Y DE ESPAÑA

Los artículos e ilustraciones alusivos a tan grato acon­tecimiento que publicaron los diarios de Santiago y Val­paraíso son una manifestación expléndida y cariñosa de culto y homenage al Príncipes de los ingenios, y de amor acendrado a la Madre España. Siguiendo la histo­ria de estas fiestas que describe un testigo presencial el R. P. Antonio Martínez, podemos reducir a los cuatro puntos arriba mencionados, las grandiosas fiestas conme­morativas del Tricentenario de la muerte de Cervantes celebrados el 23 de Abril de 1916 por la distinguida y entusiasta Colonia Española.

1. Corso de llores.—La víspera de la gran fiesta, dice el citado cronista, se verificó un grandioso corso de ñores en la espaciosa Avenida P. Montt. A las 9 P. AL, hora designada para el magnífico desfile, casi Valparaíso ente-

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ro se había reunido en el espacio designado para el reco rrido de los elegantes carruajes que estaban divididos en cuatro grupos: carrozas, coches, automóviles y bicicletas, asignando tres premios a los carruajes mejor engalana­dos en cada sección. Entre todos arrancaron estrepitosos aplausos la carroza del Club Español que presentó un magnífico kiosko de estilo morisco, ocupado por nume­rosas damas de la Colonia vistiendo traje de estilo; la del Comité que presentó fuera de concurso, una hermosa alegoría de España y Chile cubiertas por la gloria que coronan de laureles a Cervantes; la del Centro Español, titulada «En un lugar de la mandra», en que se veía al Quijote leyendo libros de caballería, artística y hermosa combinación ideada por el Sr. Jesús Ibarra;la de la Estu­diantina Cervantes, que formaba una lira ocupada por los miembros de la Estudiantina que durante la fiesta ejecutaron un explóndido repertorio; y la del Club Ibé rico de Regatas, que era una galera del siglo XVI. El Club Ciclista Español presentó una lindísima carroza con un dosel bajo el cual tenía su trono España caracteriza do por la Sra. Rosario Rubio de Cano, rodeaban a Es­paña 18 señoritas representando los escudos y banderas de las repúblicas de habla castellana.

II . Fiesta Infantil. El pintoresco parque Victoria se vio sumamente concurrido desde las primeras horas del Do­mingo 23; allí se habían reunido los niños que frecuen­tan las numerosas escuelas de Valparaíso, para cantar a las 10 A. M. el himno a Cervantes compuesto para esta fiesta por el distinguido vate español Du. José Pelaez y Tapia, y orquestado por el Maestro Dn. Claudio Estradé que dirigió la ejecución. La fiesta fué realzada por ele­gantes señoritas que distribuían a la diminuta concu­rrencia ricos bombones y un ejemplar elegantísimo del Quijote de los 4,000 encardos a España.

III. Juegos Florales.—Este fué el número más solemne de al fiesta. Desde Agosto de 1915 en que se pu­blicó Ja convocatoria hasta el ínomente en que fué inva-

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dido el grandioso teatro de la Victoria, puede decirse que no cesaron ios preparativos, que presagiaban un éxi­to el más grandioso que se puede imaginar. A las 3.30 P. M. se levantó el telón y entraron a ocupar sus asien­tos los invitados, el Jurado, los poetas, y enseguida las damas que debían formar la Corte de Amor, entraron también a ocupar sus sitios los maceros y los pajes. La orquesta formada de la Estudiantina Cervantes rompió con los acordes del hermoso himno a Cervantes. Acto continuo el mantenedor de.los Juegos Florales Dn. Julio Vicuña Cifuentes declaró abierta la sesión solemne. Leí­do el informe del jurado, declaró el Sr. Vicuña que el autor premiado con la ñor de oro era el Sr. José Pelaez y Tapia con la bellísima composición «El Caballero del Amor».

Invitado el Sr. Peláez a designar la Reina de la fiesta se adelantó al proscenio y dijo: «Elijo por Reina de la fiesta a la señorita Sara Rio ja Ruiz». Una comisión pre-cidida por dos maceros uno de los cuales llevaba el estu­che con la flor de oro, se dirigió al palco que ocupábala señorita Rioja Ruiz, hija del acaudalado español Dn. Fernando Rioja. Cerraban la comitiva los dos pajes.

Invitada la hermosa dama a presidir la fiesta llegó al proscenio con el mismo ceremonial; los dos pajes con­ducían la cola del traje riquísimo que vestía, mientras que la orquesta ejecutaba la hermosa marcha triunfal compuesta especialmente para el acto, y mientras que la concurrencia que ocupaba por completo la vasta sala, prorrumpía en estruendosos aplausos que duraron largo rato.

En seguida se invitó al poeta a leer su composición. Con voz segura y gallardo continente el joven español Sr. Peláez leyó el hermoso trabajo que le ha valido la más alta distinción. Los pasajes de la lectura eran inte­rrumpidos a cada instante por los aplausos de la concu­rrencia que admiraba sus bellas figuras, la galanura del estilo y la belleza del penscmiento.

La Flor de Qrp.—Terminada la lectura fué puesta en

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manos de la Reina la ñor de oro. El poeta se acercó al 1;rono y recibió el hermoso galardón que le era entrega­d o de tan gentil Soberana.

El mantenedor de los Juegos Florales pronunció ense­guida un hermoso discurso que fué saludado con estruen­dosa ovación. Después fueron llamados los demás con­cursantes premiados en el torneo; concluida la designa­ción de los premiados, el mantenedor en un corto discur­so dio por clausurada la sesión.

Acto continuo se procedió a acompañar a la Reina al palco de su familia marchando a su lado derecho el man­tenedor SL\ Vicuña y al izquierdo el poeta laureado Sr. Peláez. ' Mientras la orquesta ejecutaba la marcha real españo­

la, la comitiva, seguida de los pajes que llevaban la cola •del traje de la Reina y de las demás personas que formaban la Comisión y Jurados, se puso en marcha, descendien­do a la platea hasta llegar al palco. En medio de atro­nadores aplausos que se mantuvieron por largo rato, el inmenso público que llenaba la sala fué abandonando ésta, con la gratísima impresión dejada por la bella fiesta •que acababa de realizarse.

IV. Fiestas sociales.—El comité organizador de festejos para corresponder a los que de alguna forma concurrie ron con sus esfuerzos a avalorar la Conmemoración del 3 e r Centenario de Cervantes, ofreció en el Club de la Unión un regio banquete al mantenedor de los Juegos Florales, a los miembros del Jurado calificador, y a los autores premiados. Allí r¿inó la animación y la franqueza ibérica, y abundaron los brindis y los discursos en honor •de las letras y de la Colonia Española.

Clausuráronse las fiestas con una gran recepción en los amplios y elegantes salones del Centro Español.

Cierto que la sociedad porteña conservará por mucho tiempo las impresiones dejadas en el ánimo de tau glo­riosas fiestas. Nuestro parabién a la Colonia y al Comité organizador.

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V. En pro de la Religión y de España.—No queremos que pasen desapercibidas algunas circunstancias que dicen mucho a favor de la Religión y de España, ya que nues­tros esfuerzos en el presente opúsculo lian ido dirigidos

a estos dos primordiales objetos «La Religión y España», tratando de avivar y aquilatar en nuestra Colonia Ios-sentimientos religiosos y patrióticos.

El Comité organizador de los Juegos Florales eligió-como miembros del Jurado calificador, integrado por una sección española y otra chilena, a individuos de sanas ideas, marcadamente católicas, que al propio tiempo tu­viesen vastos conocimientos literarios, y caracterizada posición social, a fin de que pudiesen fallar con exacti­tud las composiciones presentadas al torneo literario cer­vantino. De la sección española formaban parte tres sa­cerdotes, y de la chilena miembros del Foro, del Con­greso y de la Prensa, pero todo del más refinado conser-vantismo religioso político.

Además con agrado íntimo dejamos constancia, según nos dice un miembro del Jurado, de que los trabajos presentados estaban ajustados a las más sanas doctrinas, y si había alguna composición muy escasa que claudica­ba algo, era únicamente por defecto de conocimiento pro­fundo del tema que desarrollaba el autor, nada que ar­guyese tendencia y propósitos de defender tesoneramen­te ideas malsanas, erróneas o extravagantes. Por fin, al certamen concurrieron junto con los seglares numerosos sacerdotes y religiosos, buen número de ellos españoles que en buena lid arrebataron preciosos lauros*

Una vez más se ha visto que en las grandes fiestas pa­trias, en las grandes obras inventadas, en los científicos y literarios torneos no puede faltar el valioso concurso de la Religión, y es el sacerdote católico el que acostum­bra recibir los más frescos laureles discernidos al mérito, a la virtud, a las ciencias y a las artes.

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Sociedad de la Virgen del Pilar

Para proteger la clase obrera española

ARTÍCULO 1.°—Se establece la sociedad denominada «de la Virgen del Pilar en favor de la clase obrera espa­ñola».

ART. 2.°—El objeto de esta sociedad es procurar a sus miembros y en especial a la clase trabajadora de ambos sexos el bienestar moral, intelectual, social y económico, mediante la unión y esfuerzo de todos sus asociados. A ) BENEFICIOS MORALES. La sociedad protectora de la clase; obrera española proporcionará estos beneficios a los miem­bros que la componen, procurando robustecer la fe, con­servar las buenas costumbres españolas, fomentar el cumplimiento de los deberes religiosos y evitar los peli­gros de perversión. Tendrá reunión todos los días 12 dé­cada mes. Visitará a los enfermos en los hospitales y en .sus domicilios por las comisiones que se nombren. B ) BENEFICIOS INTELECTUALES. Se los proporcionara* por medio de publicaciones, hojas volantes, cartillas #.íolle-ios, que fomenten el amor a la Religión, a^la Pa£m, a la

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Familia, a la Colonia y recuerden las fiestas religioso-cívico-sociales, las fiestas y costumbres regionales Se dará el mayor impulso posible a los colegios y escuelas de la Colonia. C) BENEFICIOS SOCIALES. Se establecerá la Oficina de Información, que llevará la estadística de la Colonia y tendrá correspondencia con las similares de España y Repúblicas vecinas; la Casa de Amparo u Hos­pedería para españoles necesitados; la Secretaría popular o defensa profesional gratuita y la Bolsa de Trabajo para empleados. D) BENEFICIOS ECONÓMICOS. Para obtener­los se valdrá del Socorro Mutuo para los casos de enfer­medad e invalidez, de Caja de Ahorros, Cooperativa y de cuantos medios contribuyan al mejoramiento de las con­diciones económicas.

ART. 3.°—-La Junta Directiva no emprenderá a la vez todas las obras a que se refiere el artículo anterior ni pro­cederá antes de haber escogitado los medios necesarios para asegurar su éxito.

ART. 4.°—La duración de la sociedad será indefinida y el número de sus miembros ilimitado. Tendrá su domici­lio en Valparaíso y podrá extenderse a otras ciudades de la República por medio de centros departamentales, que se establecerán con acuerdo del Directorio de esta ciudad.

ORGANIZACIÓN

ART. 5."—La sociedad se compone de socias protecto­ras , bienhechoras y activas. Son Protectoras las que se suscriban con una cantidad mensual a favor de esta ins­titución. Son Bienhechoras las que contribuyen con un peso mensual y renuncian a los beneficios temporales de la sociedad, pero participan de los espirituales como las anteriores. Socias activas son las que pagan $ 0.50 ó 0.20, teniendo derecho a todos los beneficios espirituales y tem­porales.

ART. 6.°—Siendo esta sociedad eminentemente espá -ñola, sólo podrán ser socios de ella los españoles, sus es­posas e hijos, aunque no sean uacidos en España, siern-$>re que permanezcan bajo la patria potestad o que tengan

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carta de ciudadanía española, si han salido de ella. Para esto se recomienda inscribirse en el Consulado.

Para ser socia activa se requiere, 1.° ser española o de padres españoles como se ha dicho arriba, 2.° Católica práctica. 3.° Tener buena conducta reputación. 4.° Gozar de buena salud. 5.° No tener menos de 14 años ni más de 50. También los hombres pueden ser socios, si reúnen estas condiciones a juicio del Directorio, pero sin que puedan tomar parte de él.

OBLIGACIONES

Авт. 7.° — 1 . a Asistir si no hay inconveniente a la Misa de los días 12 de cada mes en honor de la Virgen del Pilar, Patrona de la Sociedad. 2. a Asistir a la reunión de los días 12 y pagar la cuota correspondiente. 3 . a Practi­car tres comuniones al año; por cumplimiento pascual, en la novena del Pilar y el día de Purísima. 4. a Asistir a los enfermos cuando formen parte de esta comisión.

BENEFICIOS ESPIRITUALKS

ART. 8.°—Misa y entierro con acompañamiento de una comisión de socias, que se renovará anualmente o antes según acuerdo del Directorio. Una comunión de las so­cias por el alma de cada una que fallezca. Participación de las obras buenas de la sociedad.

BENEFICIOS TEMPORALES

ART. 9.°—1.° La socia que esté al corriente de sus pa­gos o no se atrase más de tres meses, tiene derecho a so­corro, médico y botica, cuando padezca enfermedad que le obligue a guardar cama o le impida trabajar; y en la muerte tendrá ataúd y sepultación en la bóveda de la Co­lonia. 2.° Si la enfermedad obliga a la socia a guardar cama, recibirá un peso o cincuenta centavos respectiva­mente, según que pague la cuota mensual de cincuenta o de veinte centavos. 3.° La sociedad no dará socorro

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cuando la enfermedad provenga de algún vicio u otra causa voluntaria, pero queda facultado el Directorio para resolver la manera con que se le puede ayudar según el estado de la Caja social y la ayuda que pueda obtenerse de la Beneficencia Española. 4.° En caso de maternidad o de las enfermedades que se originen de ella la socia se­rá socorrida sólo cuado quede viuda o su esposo esté im­posibilitado para el trabajo; sin embargo, como en el nú­mero anterior, queda el Directorio facultado para ayu­darle como crea conveniente. 5.° La sociedad no propor­cionará fondos a las enfermas que deseen salir al campo a mudar de temperamento; cuando la salida sea prescrita por el médico, acordará el Directorio la cantidad con que se le podrá ayudar. 6.° No tiene derecho a socorro en ca­so de enfermedad o de muerte la que esté atrasada en tres cuotas mensuales. Por una concesión especial podrá el Directorio costearle algunos o todos los gastos con tal que el atraso no pase de seis meses. 7.° La sociedad sólo pa­gará el honorario de los médicos que ha señalado; la en­ferma que quiera medicinarse con otro, pagará de su cuenta el exceso que le cobre. 8.° La sociedad no paga remedios o específicos excesivamente costosos. 9.° La so­cia que se retire voluntariamente o que sea expulsada por su mala conducta, no puede reclamar las cuentas paga­das. 10.° Se entiende que se ha retirado, la que no pague sus cuotas durante seis meses, para volver a incorporar­se, tendrá que hacer de nuevo los tres meses de novicia­do, esto es: no tendrá derecho a socorro si enfermare en esos tres meses. Esto mismo rige para la socia que entra por primera vez que no recibe socorro si enferma en los tres primeros meses.

CAUSAS DE EXPULSIÓN

ART. 10.—Son causas de expulsión para alguna socia temporal o definitivamente, 1. aabusar de los socorros que la sociedad proporciona; 2 . a extraviarse notoriamen te en la conducta moral o religiosa sin corregirse después de haber sido amonestada, 3 . a dejar de cumplir con los pre

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ceptos de confesión y comunión pascual; 4. a difamar la sociedad o cometer actos hostiles a ella. La expulsión co­rresponde al Directorio por mayoría de votos.

CUOTA MORTUORIA

ART. 11.—Es de un peso para todas las socias y se pa­ga solamente al fallecer alguna de las socias activas para entregarla a su familia por el orden siguiente: 1.° al ma­nido, 2.° teniendo hijas prefiriéndolas, 3.° a los padres, 4.° a las hermanas si son solteras. La socia activa que se atrase en dos cuotas mortuorias, perderá el derecho a «esta cuota.

ORGANIZACIÓN

Акт. 12.—Formarán el Directorio: Director, que será \in sacerdote español, la Presidenta, Vice­presidenta, Te­sorera, Pro­tesorera, Secretaria, Pro­secretaria y 14 Vo­cales. El Directorio durará en sus funciones un año, pu­diendo ser reeligido.

DIRECTOR

ART. 13.—Son atribuciones del Director: Resolver los asuntos de interés general o particular para cuya resolu­ción no sea fácil consultar al Directorio. 2.° Convocar a sesiones extraordinarias cuando lo crea conveniente para «1 bien de la sociedad. 3.* Presidir las sesiones y dirigir­las cuando asista a ellas. 4 a Procurar que las socias no carezcan de los auxilios religiosos, tanto en salud como •en la enfermedad y especialmente en la hora de la muer­te . '5. a Procurará la mayor asistencia posible a la Misa •de honras de las socias, pasando invitación a las demás instituciones de la Colonia.

PRESIDENTA

ART. 14 . Deberá: Г 0 presidir las reuniones en ausencia del Director. 2.° Vigilar la administración de los fondo

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sociales. 3,° Autorizar los gastos urgentes qus sean nece­sarios. 4.0 Cuidar que los socorros sean otorgados pun­tualmente. 5.° Firmar la correspondencia, los pases para hospital y los bonos para socorro, doctor y botica.

VICE-PRESIDENTA

AET. 15. Sus atribuciones son enteramente iguales at­las de la presidenta. Le ayudará en el trabajo y la reem­plazará en los casos de ausencia y de enfermedad.

SECRETARIA

ART. 16. Sus obligaciones son: 1. a Llevar él Libro-Registro en el que se anotarán: los nombres y apellidos, los pagos mensuales y feches de incorporación. 2. a Lle­var Libro de Actas, anotando los acuerdos importantes. 3 . a Libro de Estadística en el que se anoten: nombre,, apellido, edad, profesión y domicilio, pueblo de nacimien­to, provincia y fecha de incorporación. 4 . a Tramitar las peticiones de socorro que se le presenten. 5 . a Citar para reuniones, acompañamiento de funerales y visitar a los enfermos.

PRO-SECRETARIA

ART. 17. Ayudar a la Secretaria cuando ésta tenga re~» •cargo de trabajo y suplirla en sus ausencias y enferme­dades.

TESORERA

ART. 18. Obligaciones: 1. a Llevar un Libro de Caja ein el cual hará constar mensualmente el movimiento de la. sociedad. 3.» Otro Libro de Socorros, en el cual anotará el nombre de la persona socorrida, la cantidad, la fecha,., si ha sido asistida en el hospital o en su casa y por qué-médico. 3 . a Firmar y sellar los recibos que por cuotas de­entradas o donativos deba percibir la sociedad. 4.» Hacer los pagos y gurdar los respectivos comprobantes. 5. a Ha­cer todos los meses el arqueo de Caja, para presentarlo

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en la reunión del día 1 2 de cada mes. 6. A Dar cuenta eiii las reuniones generales, del estado de los fondos, firman­do juntamente con la Presidenta

PRO-TESORERA

ART. 19 . Ayudar a la Tesorera en el trabajo y suplirla-, en las ausencias y enfermedades,

VOCALES

ART. 2 0 . Son obligaciones de las vocales: 1.A Velar por­que las socias cumplan sus deberes religiosos y demás obligaciones impuestas por estos Estatutos. 2. a Procurar que reciban los sacramentos en caso de enfermedad. 3.* Preocuparse cuidadosamente de la conducta y moralidad de las socias que les hayan sido encomendadas. 4 . a Pro­porcionarles los socorros y papeletas de médico y botica. 5 . a Cuidar que la Comisión visitadora de enfermos cum­pla diligentemente, tomando parte activa tanto para ayu­dar a la mencionada Comisión como para todo otro en­cargo que reciba del Directorio. 6. A Pedir reemplazante en los casos de ausencia, enfermedad o imposibilidad. 7 * Practicar las diligencias necesarias para el entierro de al­guna socia.

DISOLUCIÓN DE LA SOCIEDAD

ART. 2 1 . Si en algún caso la sociedad debiera disolver­se, pasarán los fondos que posea a la Beneficencia Es­pañola.

SECCIONES DE VALPARAÍSO

ART. 2 2 . Para el mejor servicio, se dividirá la pobla­ción en las siguientes secciones: Barón, Almendral, Cen­tro, Parte alta del Centro, Puerto y Playa Ancha.

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Hermosa iniciativa de las Señoras Españolas del Plata

INSPIRADA CIRCULAR.—FELICITACIÓN Y APLAUSO

Para ejemplo de las Señoras Españolas de Chile debe­mos mencionar la feliz iniciativa de las Señoras Españo­las residentes en Buenos Aires, quienes han fundado lo que llaman «El Patronato Español» logrando poner en práctica gran parte de los números que abrazan los Es­tatutos precedentes de la Sociedad Española del Pilar. Querernos poner aquí el hermoso Programa de acción religioso-benéfico-español con que quieren laborar en bien de sus paisanos, pues sienten correr por sus venas la sangre generosa de aquella mujer grande entre los grandes Isabel la Católica, y como ella quisieran despren­derse de todo e imponerse todos los sacrificios necesarios

••en pro de los intereses morales y materiales de toda la •Colonia Española de la República Argentina.

NUESTRO PROGRAMA

«Nuestro programa, dicen, puede resumirse en dos pa­labras. Acción benéfica. Somos las señoras españolas que reclamamos entusiastas el lugar que nos corresponde en el vasto campo de la acción del trabajo, en pro de los intereses morales y materiales de toda la Colonia Espa­ñola de la República Argentina.

Nos alienta a emprender esta gran obra el éxito que siempre ha coronado las iniciativas que han nacido de esta colectividad y a fe que son vastas y numerosas en •estas hermosas orillas del Plata.

Surgió la idea entre los españoles residentes en esta Capital de tener poderosas instituciones financieras; y -como por encanto vióse surgir el coloso entre los bancos, y el Banco Español del Rio de la Plata, al que acompa-íian hoy formándole hermoso cortejo, el de Galicia, el de •Castilla, el de Madrid, Rio de la Plata, el de España y América, el Basko-Asturiano y el Popular Español.

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Quisieron instituciones benéficas, y ai punto se levan­taron los cimientos del hermoso Hospital Español, ver­dadera joya que es prez y honra de nuestra Colonia. 'Quisieron un día sumar fuerzas y multiplicar energías que se convirtieran en inagotable material de socorro mutuo y ayuda; y aparecieron sociedades como la Patrió­tica Española, la de Socorros Mutuos, el Montepío de Monserrat, cuya acción benéfica a las claras manifiesta la pujante vida de que gozan.

Quisieron tener diarios devasta información, y tienen vi Diario Español, poderoso vínculo de unión y colecti-eidad.

Quisieron Centros Sociales y de Recreo, y cual encan­tadora florescencia aparecieron el Club Español, el Or­feón Español, el Orfeón Gallego, el Orfeón Mindoniense, Centro Catalán, Círculo Gallego, Centro Riojano, Círcu­lo Valenciano, Laurat-Bat. poderosas instituciones que manifiestan la vitalidad de la Colonia Española.

Las Señoras deseamos entrar en acción y hacer algo digno de la Colonia. Nos proponemos fundar el Patrona­to Español para ocurrir a las diversas necesidades de iiuestros connacionales.

Hoy inauguramos un Secretariado para las jóvenes es­pañolas emigrantes, y un Orfanato para niñas de espa­cióles a quienes consagraremos toda nuestra solicitud y «arifio, queriendo ser sus madres para hacer de ellos mujeres y hombres útiles a la sociedad proporcionándoles iodo cuanto para ello sea necesario.

/¡Que son grandes nuestras pretensiones? Lo confesa­rnos. Es que sentimos correr por nuestras venas la ge nerosa sangre de aquella mujer grande éntrelas grandes, Isabel la Católica, que no dudó en empeñar sus propias joyas para sufragar los gastos necesarios para el descu­brimiento de un nuevo mundo.

Contamos con la hidalguía de la Colonia Española •«e siempre ha respondido generosa a los llamados que

han hecho para llevar a cabo memorables acciones, todos, pues, invitamos sin.distinsión de sexos, ni

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de clases, ya que todos ricos y pobres, pueden ayudar con su modesto óbolo o donaciones espléndidas, según fueren los recursos de que disponen. A todos agradecerá-la Patria, a cuyo nombre pedimos su cooperación, el es­fuerzo que por obra tan patriótica hicieran.—La Comisión

Difícilmente podríamos presentar un retrato mejor de lo que es y vale la mujer española fuera de la Patria, en favor de sus semejantes, y como sube de quilates su es­pañolismo cuando se asocian muchas en instituciones de carácter religioso y benéfico que atiendan al bien moral y material de sus connacionales.

cQue Dios bendiga e inspire a todos los católicos espa ñoles, decía el Eminentísimo Cardenal Aguirre al ofre­cerle la Presidencia Honoraria de la Sociedad de San Rafael, los sentimientos de caridad hacia tantos herma­nos nuestros que luchando por la vida, lloran en lejanas tierras su ausencia de la Patria.

INSPIRADA CIRCULAR

Y para que, siquiera en compendio, puedan todos en­tender el alcance de la benéfica institución argentina y quieran favorecer a alguna joven española que se en­cuentre necesitada de favor, la Comisión ha repartido la siguiente «Circular a las jóvenes emigrantes españolas.»

El Patronato Español, es una institución compuesta de señoras españolas o vinculadas con miembros de la Colonia, que se proponen proteger a las jóvenes que de la Península vengan a la Argentina. Para mejor conse­guir sus fines, el Patronato lia abierto con carácter pro­visional hasta que pueda levantar edificio propio, una casa adonde alojará a las jóvenes españolas que tome a su cargo, proporcionándoles techo, sana y abundante alimentación, ropa de cama y cuantos cuidados necesiten hasta encontrarles colocación en familias honradas don­de puedan prestar sus servicios sin que corra peligro al­guno su honor.

Cuando por una u otra causa tuvieren que salir de Ja familia donde estaban colocadas, podrán volver al Patro-

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nato hasta encontrar nueva colocación. El Patronato las acogerá siempre que quieran vivir y proceder honrada­mente, y procurará en cuanto esté de su parte, hacerles las veces de sus padres interesándose por su bienestar material y espiritual. En el Patronato habrá una Caja de Ahorros donde podrán colocar las que gusten sus econo­mías, que les producirá el interés correspondiente. Mien­tras estén en el Patronato deberán observar el reglamen­to interno, pues de lo contrario serían despedidas, que­dando a merced de su3 propias iniciativas.—La Comi­sión.

NOTA.—Hoy funciona el Patronato en un grandioso edificio social que ha costado tres millones de nacionales con once pisos de elevación, todas las dependencias para todas las instituciones españolas, y con un buen número de casas de arriendo que producen alrededor de .$ 12,000 íil mes.

FELICITACIÓN Y APLAUSO

Merecen ciertamente la más entusiasta felicitación las damas españolas y argentinas por su celo, atención y ca­ridad para con todos los españoles y especialmente con las jóvenes que a tantos peligros se exponen cuando no encuentran fuera de su patria unas segundas madres que se hagan cargo de su bienestar, precisamente en los mo­mentos más difíciles, como lo hace el Patronato Español.

A la vista tenemos ciertos datos sobre manera interesan­tes del Patronato, y hemos quedado asombrados de la pu­janza y bríos con que crece y se desarrolla, no obstante ha­ber nacido cuando comenzaba la crisis actual por motivo de la guerra europea. No bien lanzaron su benéfica idea las nobles damas fundadoras del Patronato, y dieron co­mienzo a sus trabajos, la colectividad española les prestó espontáneamente su desinteresado concurso con dádivas muy generosas y espléndidas, y la proverbial hidalguía de la raza supo darse cuenta cabal de la magnitud de obra tan patriótica a cuya sombra bienhechora encuen­tran preservación, descanso y grato solaz nuestros con­nacionales necesitados.

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Nuestros aplausos más sinceros, y que cunda el ejem­plo en otras naciones americanas para restaurar en cual­quiera parte de la tierra el heroico pueblo español que» vuelve otra vez a ser grande entre todos los grandes del globo.

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INDICE

Dedicatoria Carta del Rdo. P. M. A :.. A la Colonia Española Cuatro amores que no mueren: a la Familia, al Pueblo,

a la Patria, a la Religión

La Colonia Española en Chile

Concepto de la Colonia, su formación, naturaleza, ca­rácter, fisonomía. Ventajas económicas, sociales, y políticas para la nación de origen y para la nación de residencia. Desventajas en el orden religioso...

Importancia social de la Colonia

España en Chile. El adiós a la Patria del Sacerdote, del Seglar, de la Dama. Recuerdos de la Bandera. Pim­pollo del árbol hispano.

Defectos de la Colonia

Elementos insanos. Abandono religioso. Sus causas. Seis principales. Cómo y por quiénes se han de ex­tirpar. Otros defectos. Cualidades.-El hombre ideal.

Primer período del español en América

La emigración europea en general. Trabajos. Peligros del alma. Remedios. Emigración voluntaria. Error

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ÍNDICE

lamentable. Consecuencias. Emigración forzosa. Acción preventiva. Provisiones y precauciones. Amor al trabajo honrado. Sujeción a los patrones. Evitar gastos, peligros, vicios, juegos y malas com­pañías. Preservativos. Dirección y Consejo 29

Segundo periodo del español en América

Fortuna. Fruto de su trabajo y sujeción. Formación del hogar. Influencia de la mujer. La mujer española. Las relaciones de esposa, madre e hija. Dama de sociedad. La española en el taller y en el empleo.. . i'i

Instituciones españolas de Valparaíso

De crédito, de Seguro, de Mutualidad, de Beneficencia, de Religión, de Propaganda, de Educación, de So­ciedad, Club Español, Centro Español, Sport, Club de Regatas, Ciclista. La Fiesta de la Raza 52

Datos generales de la Colonia en el País

ENTBKVISTA CON EL SR. CÓNSUL ESPAÑOL EN SANTIAGO

Estadística de la Colonia. Su número y cualidadades. Comunicaciones marítimas. Industria española, ¿por qué no aumenta la exportación a Chile? Acti­vidad española en la República. Propietarios espa­ñoles, agrícolas, mineros, salitreros. Intercambio literario y profesional. Ventajas de la emigración española. Porvenir de la lengua 58

Fiestas Cervantinas en Valparaíso

I. Corso de Flores.—II. Fiesta infantil.—III. Juegos Florales.—IV. Fiesta social.—V. En pro de la Re­ligión y de España 62

"Reglamento de la Sociedad Española de la Virgen del Pilar... 67

Hermosa iniciativa de las Sras. Españolas del Plata Inspirada Circular. Felicitación y aplauso 72