la casa sobre la peña

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¡Ay de ti Corazín! Joel 2:12-17; Mateo 11:21

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devocinal semanal

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¡Ay de ti Corazín! Joel 2:12-17; Mateo 11:21

¡Ay de ti Corazín! Joel 2:12-17; Mateo 11:21

Corazín y Betsaida, ciudades de Palestina, son el objeto de los amargos reproches de Jesús porque, habiendo sido favorecidas por el mayor numero de milagros, no se habí-an arrepentido. ¿Somos nosotros de los que han recibido mucho? Todos tuvimos nuestra porción de

los bienes que Dios dispensa: dones intelectuales, bienes materiales, una familia amante, amigos comprensivos, una buena salud y muchos bienes más tan inmerecidos como preciosos. Y, por encima de todo, nuestra fe, los tersaros que el Evangelio de Cristo da liberalmente a cuanto lo reciben con sencillez. ¿Qué tiene que no lo hayas recibido? Un don de Dios es una responsabilidad más, y mucho se demandará de aquel a

quien fue dado mucho. ¡Ay de nosotros que fuimos colmados de beneficios, si perma-neciéramos fríos e indiferentes al llamado de Aquel que tiene el derecho de contar con nosotros! ¿Ponemos nosotros en práctica en nuestra vida cotidiana esa Palabra de verdad que

debe ser la levadura de nuestra masa, o será que nos conformamos con creencias inte-lectuales? ¿Somos una ayuda para nuestros hermanos o no son ellos indiferentes? ¿Alumbra nuestra luz en las tinieblas o hemos colocado nuestra lámpara debajo del al-mud? ¡Ay de nosotros! Somos mayormente culpables en cuanto la luz ha descendido a no-

sotros. ¡Ay de nosotros! ¡Más valdría no haberla visto jamás! “Si no os arrepentiréis, dice el Cristo, todos pereceréis igualmente”. Sentimos clara-

mente nuestra culpabilidad y nuestra re4spònsabiliodad nos aplasta. Con el Salmista diremos humildemente pero con fe, “Tú te compadecerás de nosotros y nos concede-rás tu gracia”.

ORACIÓN Señor Dios, nos diste a conocer nuestra ingratitud hacia Ti. Inconscientes de la gra-

cia que tan liberalmente nos concediste sin merecerla de ninguna manera, nos humilla-mos por haber desconocido durante tanto tiempo nuestros deberes de cristianos acti-vos y conquistadores. Perdónanos, oh Padre, y pon en nuestras almas ese favor de ca-ridad que debe llevarnos en tu nombre hacia aquellos que colocaste sobre nuestro ca-mino y que son nuestros hermanos en Cristo, nuestro Señor. ¡Amen!