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FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA Dpto. de Historia Contemporánea. Máster Interuniversitario de Historia Contemporánea TRABAJO FIN DE MÁSTER. Profa. Dra. ANA MARTÍNEZ RUS La capital de la Victoria. Reconstrucción material, política y social en el Madrid de la posguerra (1939-1948). Alejandro Pérez-Olivares García.

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Page 1: La capital de la Victoria. Reconstrucción material ... · Madrid de la posguerra (1939-1948). Alejandro Pérez-Olivares García. ... del discurso de la Victoria, la realidad del

FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA

Dpto. de Historia Contemporánea.

Máster Interuniversitario de Historia Contemporánea

TRABAJO FIN DE MÁSTER.

Profa. Dra. ANA MARTÍNEZ RUS

La capital de la Victoria.

Reconstrucción material,

política y social en el

Madrid de la posguerra

(1939-1948).

Alejandro Pérez-Olivares García.

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“Hay que hacer un Madrid nuevo, lo que no quiere decir precisamente el gran Madrid

en el sentido material y proletario de los Ayuntamientos republicano-socialistas, sino el

Madrid con la grandeza moral que corresponde a la España heroica. Trabajen ustedes

para que todos podamos acabar con la españolería trágica del Madrid decadente y

castizo, aunque hayan de desaparecer la Puerta del Sol y ese edificio de la Gobernación

que es caldo de cultivo de los peores gérmenes políticos”.

Ramón Serrano Súñer

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ÍNDICE

1. Introducción. ¿Es pertinente un estudio sobre el Madrid de la

posguerra? ..................................................................................................... 3

2. Estado de la cuestión: la posguerra en Madrid, una investigación

necesaria. ....................................................................................................... 6

3. El Madrid de la Victoria. ...................................................................... 24

3.1. Urbanismo y vivienda. La reconstrucción material de Madrid. ....... 24

3.2. Condiciones sociales: hambre, enfermedades, estraperlo. ................ 49

3.3. La Cultura de la Victoria. Madrid, capital de la nueva España. ....... 63

4. Aproximación analítica al objeto de estudio: el Servicio de Información

de FET-JONS. ............................................................................................. 84

5. Reflexiones finales: exclusión y apoyos sociales en el espacio público

madrileño. .................................................................................................... 89

6. Listado de fuentes. ................................................................................ 93

7. Listado de cuadros y siglas. .................................................................. 96

7.2. Cuadros. ............................................................................................ 96

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7.2. Siglas. ................................................................................................ 96

8. Bibliografía. .......................................................................................... 97

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1. Introducción. ¿Es pertinente un estudio sobre el Madrid de la

posguerra?

Madrid representaba uno de los objetivos centrales de los sublevados en julio de

1936. La importancia otorgada a la capital durante la Guerra Civil se reflejó en una serie

de discursos generados durante la contienda, entre ellos el de ciudad traidora, mantenido

tras el final de la guerra. A pesar de ello, la realidad del Madrid de la posguerra no ha

sido objeto de ningún estudio integrador por parte de la historiografía, un hecho que

muestra la pertinencia de iniciar una investigación sobre la gestión de la reconstrucción

material de la ciudad al tiempo que adquiría un nuevo significado, otorgado por las

autoridades. Pretendemos abordar tanto los discursos del régimen como la realidad

material en que éstos se difundieron, en un intento de explicar la procedencia de los

apoyos sociales al régimen, en qué claves se constituyeron y cómo se desarrollaron.

Por este motivo hemos elegido la inmediata posguerra para rastrear la forma en

que el Estado surgido de la Guerra Civil puso sus cimientos. Desde esta óptica podemos

replantear procesos como el estraperlo, la relación de las autoridades con la población a

través del calendario festivo y las políticas encaminadas a dotar a la ciudad de un nuevo

parque de viviendas. En estos procesos podríamos encontrar el lenguaje de las nuevas

autoridades, que se sirvieron de la capital para ofrecer todo un escaparate de actuación

al resto del país. Pero la relación también se produjo en sentido contrario, la posguerra

representó para muchos un período de supervivencia cotidiana y búsqueda del aval, a

veces mediante la delación. De esta forma, una de las claves de la década de los años

cuarenta podría estar en la siguiente secuencia: racionamiento-estraperlo-delación.

Y todo ello en un contexto geográfico determinado: la capital. Las condiciones

de vida del Madrid de la posguerra, aparte de obligar a las clases más desfavorecidas a

interiorizar los mensajes que se lanzaban desde el poder, significaron importantes

oportunidades de negocio. El estraperlo era perseguido según quien lo practicaba, lo que

significaba el reconocimiento de facto de un fenómeno identificado oficialmente. Y por

encima de todo está la reconstrucción material de Madrid y la necesidad de vivienda,

por lo que las bases del boom inmobiliario habría que adelantarlas a finales de los

cuarenta. El fomento de la vivienda social se produjo al mismo tiempo que en la ciudad

se operaba una reestructuración urbanística global: el plan Bidagor. Así, en la

reconstrucción de la ciudad participaron tres estadios de la Administración: el Estado, la

provincia y el municipio. De esta forma se puede comprobar si la importancia que el

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régimen otorgó a Madrid, primero como ciudad traidora, luego como ciudad mártir y

símbolo imperial de la “nueva España”, se trasladó a la realidad o se quedó en el plano

de las intenciones.

El trabajo que presentamos es un avance de una investigación mayor sobre la

posguerra en Madrid. Principalmente éste sería un estudio de historia social, pues

abordamos la realidad de la población madrileña durante la década de 1940: las

relaciones sociales, las condiciones de vida e incluso las mediaciones culturales en la

vida cotidiana en un núcleo poblacional concreto. Por eso el presente trabajo también se

enmarcaría en el enfoque de la historia urbana, pues partimos de la base de que las

relaciones sociales y los discursos culturales que se generan en la ciudad son diferentes

a las de otros núcleos. Madrid aparece, por tanto, como un sujeto histórico concreto, con

sus propias dinámicas. El intento de reconstruir el día a día de los madrileños cierra el

círculo de la aproximación local mediante el enfoque de la historia de la vida cotidiana,

ya que los testimonios permiten reflexionar sobre la definición de las esferas pública y

privada en la posguerra.

El régimen proyectó sus valores en la reconstrucción material de la ciudad, que

al mismo tiempo era capital, por lo que debemos tener en cuenta esta dualidad. En

primer lugar tenemos que hacer mención al discurso oficial del régimen, con especial

atención a los mecanismos de difusión cultural y su dimensión material. Uno de sus

pilares fue la política de vivienda social, utilizada como legitimación ante los sectores

más desfavorecidos y reclamada como una necesidad por los sectores falangistas.

Teniendo un espacio concreto de análisis, ¿cómo delimitar cronológicamente

este trabajo? Siguiendo los tres ejes señalados, urbanismo y vivienda, condiciones

sociales y producciones culturales, podemos establecer algunas fechas representativas.

En primer lugar, a finales de la década de 1940 la reconstrucción soñada por FET-JONS

ofrece claros síntomas de agotamiento. La “ciudad del Movimiento” deja paso a la

ciudad tecnocrática, con el ejemplo claro del comienzo de la construcción del Edificio

España en 1948 por la Compañía Inmobiliaria Metropolitana. En la reconstrucción

social de la ciudad no podemos olvidar el final del estado de guerra en ese mismo año,

por lo que la exclusión y coerción sociales tomaban otros derroteros. Por último, en el

plano cultural la década de 1940 es el tiempo de pugna entre las manifestaciones de

adhesión de corte falangista y las celebraciones religiosas. Al final de la década, la

Iglesia le había ganado la partida a Falange. Cuando en diciembre de 1947 la España de

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Franco quedaba excluida de la ONU, ninguna consigna falangista predominaba en la

Plaza de Oriente.

No quisiera terminar esta introducción sin unas breves, pero más que justas,

líneas de agradecimiento. En primer lugar, me gustaría recordar a Gutmaro Gómez

Bravo y Jorge Marco. A través de sus libros me he sumergido en los difíciles mares de

la represión franquista y he aprendido a valorar la importancia de la

interdisciplinariedad. Con su trato siempre cercano y generoso, se aprende a ser

historiador.

Durante el Máster pude disfrutar de una estancia cuatrimestral en la Universidad

de Zaragoza. Allí, José Luis Ledesma tuvo la amabilidad de ayudar a un “desubicado”

estudiante madrileño y abrirme su biblioteca. Sus referencias bibliográficas

enriquecieron mis trabajos académicos, así como las de Luis Enrique Otero y Rubén

Pallol aquí en Madrid. Ellos me pusieron tras la pista de la importancia de atender al

espacio urbano y su relevancia, apenas tratada, en la posguerra madrileña.

Ana Martínez Rus se ha encargado de dirigir este trabajo, que al principio

parecía de una magnitud desbordante. Su pedagogía y sus consejos me han sido

imprescindibles, sus ganas de enseñar y aprender son contagiosas. Sin su tutela este

trabajo habría sido imposible. Se habría cumplido aquello que Antonio Machado puso

en boca de Juan de Mairena: “En mi soledad, he visto cosas muy claras que no son

verdad”.

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2. Estado de la cuestión: la posguerra en Madrid, una investigación

necesaria.

A pesar de que la capital de España se convirtió en un argumento central dentro

del discurso de la Victoria, la realidad del Madrid de la posguerra no ha sido objeto de

ningún estudio integrador por parte de la historiografía, un hecho que muestra la

pertinencia de iniciar una investigación. Lamentablemente, en los casos en que Madrid

es objeto de la atención de la historiografía el análisis de la inmediata posguerra ha

quedado continuamente lastrado por la imposibilidad de acceder a las fuentes. A pesar

de ello contamos con dos estudios reseñables, como son las historias de Madrid de

Fernández García y la de Juliá, Ringrose y Segura. El libro dirigido por Antonio

Fernández García presenta una visión general de la ciudad, está dividido por temáticas

(sociedad, economía, cultura…) pero en el período franquista se nota una menor

profundización, sobre todo en lo que concierne a la posguerra. La ausencia de fuentes

primarias, el recurso permanente a las memorias de los protagonistas de la época o a la

literatura dan buena cuenta de las dificultades a las que se tuvo que enfrentar la Historia

Social del franquismo a principios de la década de los noventa.

Por su parte, Santos Juliá se encarga de la Historia Contemporánea de Madrid en

su libro conjunto. La posguerra es tratada desde dos ejes principales: el binomio capital-

ciudad y la aproximación urbanística. Por tanto, las reflexiones se limitan al Plan

Bidagor (orígenes y naturaleza del mismo, realizaciones…), la ciudad entendida como

escaparate del resto del Estado y ciertas reflexiones sobre el pensamiento de las élites

franquistas. Así, es importante señalar sus afirmaciones acerca de la génesis de los

anillos industriales como una prueba del miedo que tenían las autoridades a la

resurrección del conflicto social. El centro de la ciudad, especialmente el eje Cibeles-

Sol, quedaría desarticulado de su “memoria de la protesta” y los núcleos obreros se

trasladarían a las afueras de la ciudad. Por desgracia, no conocemos bien las

reivindicaciones laborales en los años cuarenta, pues no contamos con ningún estudio

más allá de la oposición política al régimen. Sin embargo, Francisco Sánchez Pérez ha

estudiado el fenómeno de la protesta en Getafe en dos artículos incluidos en sendos

libros de Julio Antonio García Alcalá. Trabajos que nos ponen en la senda de otras

hipótesis de investigación: desactivadas las demandas salariales, ¿se trasladaron a los

núcleos industriales de la periferia de la capital?

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Pero si una cosa deja clara Santos Juliá, es la naturaleza dual de Madrid. El

binomio capital-ciudad también marca los discursos y prácticas políticas en el

franquismo, la relación de las autoridades con la población y los desarrollos urbanísticos

y arquitectónicos. De esta forma, tenemos que atender especialmente a esta condición

particular de Madrid, puesto que en el espacio urbano se desarrollarán procesos que

atienden a la identidad como capital del nuevo Estado franquista y otros en relación a

una ciudad con entidad propia. Podemos decir que las obras de Fernández García y Juliá

establecieron la Historia de Madrid como una disciplina en sí misma de forma

definitiva, ampliando caminos desde la Historia política tradicional1.

Junto a ellas aparecen varias crónicas a cargo de periodistas, buenos puntos de

partida para tomar el pulso a la década de 1940 en la capital del nuevo Estado. En los

libros de Montoliú y Bravo Morata no se jerarquiza la información y la intención

analítica es casi inexistente, pero ofrecen claves que pueden ser interpretadas a la luz de

una historiografía más general, o recurriendo a ejemplos de otras ciudades sí estudiadas.

Es el esquema que hemos seguido en este trabajo, acercarnos a la posguerra madrileña a

través de las informaciones recogidas por Montoliú y Bravo Morata e interpretarlas con

marcos más amplios. Una vocación comparativa que extenderemos unas líneas más

abajo, pero de la que podemos adelantar una pregunta básica: ¿fue la capitalidad de

Madrid un hecho realmente diferenciador en la relación entre élites políticas y sociedad?

En cualquier caso, el caudal de información aportado por estos autores anima a

emprender una investigación mayor sobre las bases sociales del régimen, teniendo como

ejes principales el urbanismo, las condiciones de vida y las producciones discursivas y

simbólicas del régimen2.

1 FERNÁNDEZ GARCÍA, Antonio (dir.): Historia de Madrid, Madrid, Editorial Complutense, 1993;

JULIÁ, Santos; RINGROSE, David; SEGURA, Cristina: Madrid: historia de una capital, Madrid, Alianza

Editorial, 2008. SÁNCHEZ PÉREZ, Francisco: "Getafe 1939-1962: Del Comando a la Huelga", pp. 7-39,

en GARCÍA ALCALÁ, Julio Antonio (Dir.): Resistencia Política y Conflictividad Social. Getafe

1939/76, Getafe, 2007 y "Retoñando. De guerrilleros a huelguistas (1939-1962)", pp. 13-63, en GARCÍA

ALCALÁ, Julio Antonio (Dir.): Getafe de la dictadura a la democracia, 1939-1979, Getafe, Editorial

Europa Vivas, 2010.

2 Las crónicas son MONTOLIÚ, Pedro: Madrid en la posguerra, 1939-1946: los años de la represión,

Madrid, Sílex, 2005; BRAVO MORATA, Federico: Historia de Madrid, Vol. VIII, La posguerra.

Primera parte (1939-1942), Madrid, Trigo Ediciones, 2001 e Historia de Madrid, Vol. IX, De la

posguerra a los ensayos de la televisión (1943-1948), Madrid, Trigo Ediciones, 2002, del mismo autor.

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Bases sociales, universos simbólicos y prácticas políticas que ya han sido

estudiadas en algunos casos específicos. Hablamos, en primer lugar, del estudio de Luis

Castro sobre Burgos durante la Guerra Civil, un libro que aporta reflexiones interesantes

sobre el capital cultural aportado por ciudades concretas, como Burgos, con la que se

contaba como capital provisional de la sublevación desde el primer momento. Centro

administrativo y base de operaciones políticas, la ciudad castellana se convirtió en el

modelo a seguir por los demás núcleos sublevados, lo que nos sitúa en la senda de

reconstruir la importancia de Madrid como capital del nuevo Estado en la posguerra.

¿Qué similitudes y diferencias presenta respecto al panorama presentado por Castro?

Las relaciones políticas, los contenidos simbólicos de la propaganda, la concentración

de los órganos administrativos, la presencia del propio Caudillo… Son aspectos que

revelan la importancia de la capitalidad en la construcción del régimen en Madrid.

Por otro lado, tenemos que reseñar también la investigación de Javier Ugarte

sobre los orígenes sociales y culturales de la sublevación en Navarra. Las visiones

emitidas desde la propia ciudad de Pamplona, “autoimágenes” producidas al calor de los

cambios urbanos, la ciudad entendida como una entidad política, social y cultural

vertebradora de las prácticas políticas y las estrategias de conformación de apoyos

sociales son aspectos a tener en cuenta si se quiere emprender un estudio sobre la

posguerra madrileña. Si los libros de Fernández García y Juliá supusieron la definitiva

aceptación de la Historia de Madrid como disciplina con entidad propia, Castro y Ugarte

han puesto de manifiesto la importancia de la Antropología y la Sociología en las

reconstrucciones sociales de la ciudad3.

Tenemos que reseñar que para Madrid también contamos con estudios concretos,

como casos específicos del fenómeno represivo, estudios de género como el mercado

laboral textil o el escenario de la resistencia política organizada al régimen de Franco.

Es decir, que el tema elegido ha recibido la atención parcial de líneas de investigación

ya clásicas en la historiografía española, como los estudios de género, la historia del

trabajo y de la represión. Sin embargo, la naturaleza parcial de estos acercamientos

invita a comenzar una investigación integrada sobre la realidad social y espacial del

Madrid de la posguerra.

3 CASTRO, Luis: Capital de la Cruzada. Burgos durante la Guerra Civil, Barcelona, Crítica, 2006;

UGARTE, Javier: La nueva Covadonga insurgente. Orígenes sociales y culturales de la sublevación de

1936 en Navarra y el País Vasco, Madrid, Biblioteca Nueva, 1998.

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En el caso de la represión, el estudio de Mirta Núñez y Antonio Rojas se centra

en la cuantificación de los fusilamientos del Cementerio del Este. Por tanto, cuenta con

la limitación espacial y temporal (las ejecuciones se extendieron hasta 1945), aunque el

análisis de las tendencias anuales permite inferir cuáles fueron los años más duros, sobre

todo si se relacionan los fusilamientos con la carencia de vivienda, las enfermedades y

el hambre. Por su parte, el libro de Carlos Fonseca sobre la ejecución de las militantes

de las Juventudes Socialistas Unificadas nos acerca primero al ambiente de una ciudad

castigada por casi tres años de asedio, luego a los inicios de la lucha clandestina

organizada, al interior de las cárceles y por último al funcionamiento de la justicia

militar en Madrid. El espacio punitivo del franquismo en Madrid también queda

recogido por Antonio Ortiz Mateos, un esfuerzo de síntesis no sólo de las cárceles de la

capital, sino también la geografía de la “comunidad del castigo”, un concepto

desarrollado por Gutmaro Gómez Bravo y Jorge Marco. Dentro de este espacio

entrarían juntas de clasificación y depuración, comisarías de distrito, locales de FET-

JONS y diversos tribunales. Es decir, que la reconstrucción material de Madrid también

incluyó la puesta en pie de toda una dimensión pública del nuevo orden. Frente a la

“comunidad de la muerte”, centrada en las experiencias de la Guerra Civil, el castigo

pretendía recordar, también en el espacio público, cuáles eran las dimensiones que el

franquismo pretendía poner en marcha. Las comisarías, cárceles y los diversos edificios

de la magistratura eran el reflejo material del proyecto de supresión cultural y

conversión forzosa que iba a protagonizar el régimen de Franco en la capital. Frente al

enemigo interno, derrotado militarmente pero no vencido socialmente, la dimensión

pública del nuevo orden representaba un recordatorio cotidiano de las directrices que

formaban el proyecto de cohesión social del franquismo4.

Si en el párrafo anterior hemos reseñado la dimensión pública de la dictadura en

la capital, con la dimensión privada existen también problemas. En primer lugar desde 4 NÚÑEZ DÍAZ-BALART, Mirta; ROJAS FRIEND, Antonio: Consejo de guerra. Los fusilamientos en

el Madrid de la posguerra (1939-1945), Madrid, Compañía Literaria, 1997; FONSECA, Carlos: Trece

rosas rojas. La historia más conmovedora de la guerra civil, Madrid, Temas de Hoy, 2004; EGIDO

LEÓN, Ángeles: El perdón de Franco: la represión de las mujeres en el Madrid de la posguerra, Los

Libros de la Catarata, Madrid, 2007. El trabajo de Antonio Ortiz puede consultarse on-line en

http://es.scribd.com/doc/7982680/Carceles-de-Madrid. Los conceptos de “comunidad de la muerte” y

“comunidad del castigo” aparecen desarrollados en GÓMEZ BRAVO, Gutmaro; MARCO, Jorge: La

obra del miedo. Violencia y sociedad en la España franquista (1936-1950), Barcelona, Península, 2011,

pp. 27-75.

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un acercamiento de género, ya que en el Fuero del Trabajo el régimen franquista trató

de limitar lo máximo posible el trabajo femenino, relegándolo al espacio doméstico. Sin

embargo, las condiciones materiales de la posguerra y la búsqueda de la supervivencia

empujaron a muchas mujeres a abandonar ese espacio teóricamente propio, una

tendencia que fue reconocida por las propias autoridades como un “mal menor”. La

carestía de la vida, la concentración de la represión en aquellos que el régimen

consideraba los “cabezas de familia” y las dificultades del funcionamiento del sistema

de racionamiento nos ponen en el camino de no considerar las economías domésticas

como un elemento exclusivamente privado.

En el caso de Madrid contamos con escasos acercamientos al mundo laboral

femenino, tan sólo los de Pilar Díaz Sánchez y Carmen Mejías sobre la industria textil y

los “oficios de mujeres”. Parece que los discursos asociados a la mujer desde el poder,

centrados en la maternidad, el control del marido y la imposibilidad de acceder al

trabajo asalariado, no tuvieron un correlato exacto en la realidad. O quizá habría que

aceptar, como afirma Jordi Roca, que la apropiación de los roles de género se

diferencian según la clase social. Lo que queda fuera de toda duda es que el género es

otro aspecto más en el que se puede apreciar la relación entre el nuevo régimen y la

sociedad, como por ejemplo pone de manifiesto Giuliana di Febo a través de los

manuales de formación falangistas. Hay que valorar los acercamientos a la vida

cotidiana en la medida en que permiten poner de manifiesto las relaciones sociales y

económicas que estaban en la base del funcionamiento de la sociedad y la forma en que

eran experimentadas por sus habitantes. Visiones microhistóricas que sin duda

enriquecen la relación de las autoridades del régimen con los madrileños, sus economías

domésticas o la socialización del discurso franquista5.

5 Para el mercado laboral una aproximación en DÍAZ SÁNCHEZ, Pilar: “El trabajo de las mujeres en la

industria textil madrileña. 1950-1980”, en TRUJILLANO SÁNCHEZ, José Manuel; GAGO

GONZÁLEZ, José María (eds.): Jornadas «Historia y fuentes orales». Historia y memoria del

Franquismo, 1936-1948. Actas IV Jornadas, pp. 413-424, Ávila, Fundación Cultural Santa Teresa, 1997

y MEJÍAS BONILLA, Carmen: “Muchachas que trabajan (Madrid, 1944)”, Anales del Instituto de

Estudios Madrileños, tomo XLIII (2003). ROCA I GIRONA, Jordi: “Esposa y madre a la vez:

construcción y negociación del modelo ideal de mujer bajo el (primer) franquismo”, pp. 45-66, en

NIELFA, Gloria (ed.): Mujeres y hombres en la España franquista: sociedad, economía, política, cultura,

Madrid, Editorial Complutense, 2003 y DI FEBO, Giuliana: «„Nuevo Estado‟, nacionalcatolicismo y

género”, pp. 19-44, en NIELFA, Gloria (ed.): Mujeres y hombres…, ob. cit. La carencia de estudios que

relacionen trabajo y género en Madrid queda demostrada por la ausencia de la capital en una de las

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Para terminar con la dimensión privada, queda reseñar las aportaciones de

Carlos Fernández sobre la reconstrucción del PCE en la posguerra. La ciudad

clandestina fue la cara oculta del Madrid de la Victoria, una realidad que se oponía al

control social pretendido por el régimen. Integrar la resistencia organizada en el relato

sobre la posguerra no debería hipertrofiar su desarrollo real, ya que plantear la oposición

al régimen significa realmente situar en su justa medida el alcance de las medidas

planteadas por las autoridades para extender su influencia entre la población. Es decir,

la clandestinidad es una forma más en que ciertos sectores de los madrileños se

relacionaron con el régimen. Sin embargo, falta situar la ciudad como lugar en el que se

desarrolla esa resistencia: Madrid no sólo como objeto de estudio sino también como

sujeto propio. ¿En qué barrios se sitúa la clandestinidad? ¿Son preferibles unos barrios a

otros? ¿Qué zonas de la ciudad fueron más proclives a los discursos y realizaciones de

las autoridades? Hace falta un estudio más amplio, relacionando la resistencia con la no-

resistencia, atendiendo más al espacio, para responder a estas preguntas6.

Un caso interesante es la atención mostrada por urbanistas y arquitectos a la

capital durante la década de los 40 y 50: las disposiciones del Plan Bidagor y sus

realizaciones concretas, las leyes de viviendas bonificables y de protección pública…

Son acercamientos muy ligados a los planes de la Administración y a la concepción del

“futuro Madrid” que tenían las élites, aunque en ocasiones también se atiende al

contexto de destrucción que protagonizó buena parte de la década. En este sentido, cabe

destacar que junto al hambre y la enfermedad, la falta de vivienda era el problema más

acuciante del Madrid de la posguerra. Las destrucciones de la guerra y la llegada de

numerosas familias refugiadas en los años del conflicto agravó la situación de una

población que no podía disimular los casi tres años de guerra. De este modo, la tónica

general de los primeros meses de posguerra fue la proliferación de organismos

encargados de la reconstrucción de la ciudad, con una labor desbordante, como ponen

de manifiesto diferentes autores como Marta Gómez o Luis Rojo de Castro.

recopilaciones más recientes. Véase BABIANO, José: Del hogar a la huelga. Trabajo, género y

movimiento obrero durante el franquismo, Madrid, Los Libros de la Catarata, 2007, donde aparecen

estudios sobre Asturias, Bilbao o Barcelona.

6 FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, Carlos: Madrid clandestino. La reestructuración del PCE, 1939-1945,

Madrid, Fundación Domingo Malagón, 2002. Del mismo autor, “Madrid, ciudad clandestina”, Cuadernos

de Historia Contemporánea, nº 26 (2004).

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Arquitectos que aportan una profusa descripción de la legislación desarrollada

por el régimen sobre los diferentes modelos de vivienda y la coordinación de los

organismos encargados de su construcción, pero que no atienden a su impacto social.

Cuestiones como la recepción de estas viviendas, los sectores sociales a quienes eran

adjudicadas o una visión integrada de los diferentes espacios que ocupaban merecen un

análisis más detallado, sobre todo teniendo en cuenta que la reconstrucción material tras

la guerra fue uno de los discursos más utilizados por la propaganda del régimen. Así, la

arquitectura fue un instrumento al servicio de la resolución de problemas reales, de los

que se hacía cargo el nuevo régimen, al mismo tiempo que se proponía una ordenación

en el espacio determinada, una clasificación social y económica a través de los

diferentes planes de construcción de viviendas. Miradas que desde el prisma de la

interdisciplinariedad penetran poco a poco en los análisis históricos, de cara a

reconstruir los lazos sociales e intereses compartidos situados en la base del régimen7.

Por otro lado, hay autores que plantean las tensiones del Madrid de la posguerra

en un marco temporal más amplio. En este sentido, José Carlos Rueda afirmó que la

evolución espacial y morfológica de la ciudad estuvo dominada por el incremento

demográfico, la colmatación de una nueva realidad socio-económica, el reforzamiento

de los usos terciarios en el centro de la ciudad y el eje de la Castellana y en el contenido

7 Descrito en GÓMEZ, Marta: “Viviendas bonificables”, en SAMBRICIO, Carlos (ed.): Un siglo de

vivienda social (1903-2003), Tomo I, pp. 262-264, Madrid, Ayuntamiento de Madrid, EMV; Ministerio

de Fomento; Consejo Económico y Social, 2003 y “Viviendas protegidas”, en SAMBRICIO, Carlos (ed.):

Un siglo de vivienda social (1903-2003), Tomo I, pp. 265-267, Madrid, Ayuntamiento de Madrid, EMV;

Ministerio de Fomento; Consejo Económico y Social, 2003; SAMBRICIO, Carlos: Madrid, vivienda y

urbanismo: 1900-1960, Madrid, Akal, 2004; ROJO DE CASTRO, Luis: “La vivienda en Madrid durante

la posguerra. De 1939 a 1949”, en SAMBRICIO, Carlos (ed.): Un siglo de vivienda social (1903-2003),

Tomo I, pp. 226-245, Madrid, Ayuntamiento de Madrid, EMV; Ministerio de Fomento; Consejo

Económico y Social, 2003 y LÓPEZ DÍAZ, Jesús: “Vivienda social y Falange: ideario y construcciones

en la década de los 40”, en Scripta Nova, vol. VII, nº 146 (2003). GOROSTIZA LANGA, Santiago;

PÉREZ-OLIVARES GARCÍA, Alejandro: “Recompensando al estamento militar: el Servicio Militar de

Construcciones y su obra entre 1943 y 1950”, comunicación presentada al XI Congreso de la Asociación

de Historia Contemporánea. Disponible en

http://www.contemporaneaugr.es/files/XI%20Congreso%20AHC/talleres/06.Culturas%20politicas/GOR

OSTIZA,%20Santiago%20y%20PEREZOLIVARES,%20Alejandro.pdf. Para la reconstrucción como

práctica extendida en la posguerra, véase GARCÍA CUETOS, Mª Pilar; ALMARCHA NÚÑEZ-

HERRADOR, Mª Esther; HERNÁNDEZ MARTÍNEZ, Ascensión (coords.): Historia, restauración y

reconstrucción monumental en la posguerra española, Madrid, Abada Editores, 2012.

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13

político de su doble condición de ciudad y capital, elementos que permiten hablar de

una clara continuidad con el pasado reciente de Madrid. La centralidad de la ciudad

aparece ahora en el mito de la “capital imperial”, la legislación sobre vivienda social

enlaza directamente con las propuestas de casas baratas y económicas del primer tercio

de siglo y el recurso a las formas arquitectónicas tradicionales fue puntual.

Sin embargo, el mismo autor sitúa la redefinición ideológica de Madrid desde

1939 como un proceso que condujo a la desconsideración formal de la ciudad del primer

tercio de siglo, es decir, puede que las propuestas de Bidagor o Paz Maroto siguieran la

estela de Zuazo-Jansen, pero los discursos asociados a la arquitectura, el ordenamiento

urbano y la vivienda social hacían al Madrid de la Victoria algo muy distinto de lo

anterior. Como demostró Sofía Diéguez, la expansión de la ciudad a través del eje norte

de la Castellana, la conclusión de los enlaces ferroviarios y la comunicación de la propia

ciudad no son problemáticas exclusivas del régimen franquista. También hay que

valorar las reflexiones de Santos Juliá al respecto, que aportan una interesante visión en

el medio plazo y quizá el mejor estudio sobre la configuración de Madrid en el siglo

XX, a cargo de Fernando de Terán. Sus reflexiones apuntan más a la continuidad que al

cambio al incidir en la influencia del plan Zuazo-Jansen en los desarrollos de los años

cuarenta. Sin embargo, Terán diferencia claramente entre la retórica, dominada en gran

medida por las aspiraciones falangistas, y las realizaciones, siempre insuficientes si

tenemos en cuenta la miseria desbordante que caracterizó a la capital en la inmediata

posguerra. De esta forma y aunque en un contexto distinto, podemos hablar de una

“ciudad dividida”, tal y como hace Chris Ealham para la Barcelona del primer tercio del

siglo XX8.

Desde este punto de vista diacrónico, es cierto que la historia de Madrid ha

recibido la atención de numerosos estudios para épocas anteriores, investigaciones de

las que podemos extraer interesantes lecciones. En primer lugar y en relación con las

8 DIÉGUEZ PATAO, Sofía: Un nuevo orden urbano: «El gran Madrid», (1939-1951), Madrid,

Ministerio para las Administraciones Públicas, Ayuntamiento de Madrid, 1991, RUEDA, José Carlos: “El

desarrollo de la ciudad y la política urbanística”, en FERNÁNDEZ GARCÍA, Antonio (dir.): Historia de

Madrid, pp. 579-602, Madrid, Editorial Complutense, 1993, pp. 596-599 y JULIÁ, Santos; RINGROSE,

David; SEGURA, Cristina: Madrid: historia de una capital, Madrid, Alianza Editorial, 2008, pp. 559-562;

DE TERÁN, Fernando: Madrid, Madrid, Editorial Mapfre, 1992. El desarrollo de la “ciudad dividida” en

EALHAM, Chris: La lucha por Barcelona. Clase, cultura y conflicto, 1898-1937, Madrid, Alianza

Editorial, 2005, pp. 31-62.

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fuentes, queda claro que la ciudad de la posguerra debe ser abordada desde otros

presupuestos. Es una ciudad que ha experimentado realmente un gran cambio social y

demográfico, con una realidad espacial que ha aumentado debido a la emigración y el

fenómeno de la infravivienda. Por tanto, no es abarcable desde el estudio de los censos

y padrones, como sí ocurre con la ciudad liberal. En segundo lugar, algunos fenómenos

históricos pueden hundir sus raíces en el primer tercio del siglo XX, como la vivienda

social o la reordenación urbana, pero hay que plantearlos desde coordenadas distintas,

las del nuevo régimen. En la posguerra los procesos de segregación social y espacial

parten de otras consideraciones teóricas, donde a la diferencia de clases y la memoria de

la protesta se une la lucha por redefinir el espacio público en claves de reespañolización

y recatolización, resumidas en la dialéctica España-anti España. Por último, no debemos

olvidar que la relación de los madrileños con las autoridades, ya fueran locales o

estatales, se sitúan en los parámetros de una importante quiebra de la sociedad civil.

Una afirmación que no por ser evidente deja de ser crucial, puesto que todas las

iniciativas privadas debían contar con la aceptación, explícita o no, de esas mismas

autoridades. El nuevo régimen modificó las reglas en que se configuraba y se vivía el

espacio urbano9.

Entre el urbanismo y la producción simbólica del régimen se encuentran los

diferentes estudios sobre los cambios en el callejero de Madrid. Recogido de manera

general en las obras de Montoliú y Bravo Morata, disponemos de varios acercamientos

específicos a la toponimia de la posguerra, de los cuales quizá sea el más reseñable el de

Luis Miguel Aparisi Laporta, producto de una conferencia en el Instituto de Estudios

Madrileños. Como el propio autor apunta en las primeras páginas, este estudio se centra

más en el espíritu que subyace a las modificaciones que en los propios listados

toponímicos, de forma que a través de las calles podemos rastrear las intenciones del

9 Por citar una pequeña selección, VORMS, Charlotte: “La urbanización marginal del extrarradio de

Madrid: una respuesta espontánea al problema de la vivienda. El caso de La Prosperidad (1860-1930)”, en

Scripta Nova, vol. VII, nº 146 (2003); OTERO CARVAJAL, Luis Enrique; PALLOL TRIGUEROS,

Rubén: “El Madrid moderno, capital de una España urbana en transformación, 1860-1931”, en Cuadernos

de Historia Contemporánea, nº 39, pp. 541-588 (2009); PALLOL TRIGUEROS, Rubén: El Madrid

moderno: Chamberí (el Ensanche Norte), símbolo del nacimiento de una nueva capital, 1860-1931. Tesis

doctoral, 2011; VICENTE ALBARRÁN, Fernando: Los barrios negros. El Ensanche Sur en la formación

del moderno Madrid (1860-1931). Tesis doctoral, 2011. Una reflexión pertinente sobre la segregación

social en el espacio urbano en SÁNCHEZ PÉREZ, Francisco: “La sociedad madrileña”, en

FERNÁNDEZ GARCÍA, Antonio (dir.): Historia de Madrid…, ob. cit., pp. 651-652.

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régimen en la socialización de sus valores, personajes ilustres o fechas míticas. Los

otros dos repasos al callejero de la capital representan un compendio de los cambios

producidos durante todo el régimen, donde se explicita el distrito, la calle sustituida y la

fecha de su ejecución. Quizá podríamos plantear, junto con Aparisi Laporta, la

delimitación temporal de la posguerra a través de la constante renovación toponímica

del callejero madrileño10

.

Por último, queda hablar de la función simbólica del nuevo régimen. Madrid era

la capital del nuevo Estado y por tanto centró el mensaje que las élites franquistas

pretendían lanzar al resto del país. No es arriesgado plantear, como hace Zira Box, que

el país surgido de la Guerra Civil era una nación con cuerpo y alma, o al menos eso

pretendían sus dirigentes. La tarea de los arquitectos y los urbanistas era la de crear una

estructura material que acogiera y encarnara los valores de la verdadera España, es

decir, la representación urbana de los valores que habían forjado la lucha en la Cruzada.

La ordenación urbana, los nuevos edificios públicos, los monumentos en recuerdo de la

guerra… Todo tenía que formar un mismo conjunto y los arquitectos encargados de

llevarlo a cabo eran conscientes de ello. Bidagor conocía las propuestas de los

arquitectos europeos de su tiempo, en especial los debates sobre cómo debían ser los

edificios representativos del nuevo Estado. Es clara la vinculación de estos proyectos

con la arquitectura monumental desarrollada en la Alemania nazi y la Italia

mussoliniana, pero también el intento de adaptar la arquitectura del pasado imperial a la

realidad de los discursos de los dirigentes. La arquitectura herreriana se convirtió en el

modelo a imitar, mostrando el retorno a posiciones historicistas donde la piedra era el

elemento matriz, el propio de los romanos, mientras que la pizarra representaba el

elemento germánico, utilizado por la Casa de los Austrias. Sin embargo, el ladrillo fue

el favorito de moriscos y judíos, por lo que la equiparación de unos materiales y otros

con “rojos” y “nacionales” fue muy buscada11

.

10

APARISI LAPORTA, Luis Miguel: El concejo de Madrid y la toponimia de la posguerra, Madrid,

Artes Gráficas Municipales, 2001 y Toponimia madrileña: proceso evolutivo, Madrid, GMU;

Ayuntamiento de Madrid, 2001. También ORTIZ MATEOS, Antonio: “Toponimia franquista en las

calles de Madrid”, disponible on-line en

11 Sobre los nuevos discursos asociados a la arquitectura en Madrid, pueden verse LLORENTE, Ángel:

Arte e ideología en el franquismo (1936-1951), Madrid, Visor, 1995; DÍAZ DEL CAMPO MARTÍN-

MANTERO, Ramón Vicente: “Nueva arquitectura para un nuevo régimen. Los edificios de Miguel Fisac

para el CSIC en Madrid”, en ORTIZ HERAS, Manuel (coord.): Memoria e historia del franquismo: V

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16

Pero también podemos incluir una perspectiva comparada de Madrid en dos

planos. En primer lugar, con las dos grandes capitales de provincia que no fueron

ocupadas hasta el final de la Guerra Civil: Barcelona y Valencia. El discurso de la

Victoria se centró en Madrid por ser la capital simbólica de la resistencia republicana,

pero no hay que olvidar que tanto Valencia como Barcelona también fueron sede del

Gobierno y que en la posguerra la dialéctica España-anti España fue esencialmente

nacionalista. ¿Qué similitudes y diferencias encerraron estos procesos? ¿Fue realmente

la capitalidad un factor determinante en las políticas llevadas a cabo durante la

posguerra? En segundo lugar, no podemos dejar pasar la oportunidad de situar el caso

de Madrid en otros contextos, como los de Berlín, Roma o París. Ligados a un

fenómeno completamente diferente como el del Plan Marshall, los procesos de

reconstrucción material de estas ciudades han silenciado muchas veces una

consideración amplia del concepto de año cero. ¿Qué sucede con los vencidos de la II

Guerra Mundial? ¿Es una contienda civil el único contexto dónde se desarrollan

“políticas de la Victoria” tan presentes en la vida cotidiana y de forma tan continuada?12

Encuentro de investigadores del franquismo, Cuenca, Universidad de Castilla La Mancha, 2005, CD-

ROM y BOX, Zira: “Hacer patria. La arquitectura al servicio de la nación durante el primer franquismo”,

en BARRIO ALONSO, Ángeles, DE HOYOS PUENTE, Jorge, SAAVEDRA ARIAS, Rebeca (eds.):

Nuevos horizontes del pasado: culturas políticas, identidades y formas de representación, Santander,

PUbliCan, 2011, CD-ROM. Para la arquitectura nacional-socialista y concretamente la teoría del “valor

de la ruina”, formulada por Albert Speer en 1938, puede verse SCOBIE, Alexander: Hitler’s State

Arquitecture: The Impact of Classical Antiquity, Pennsylvania State University Press, 1990.

12 Para Barcelona pueden verse MOLINERO, Carme; YSÀS, Pere: “Anys de fam i de pobresa”, en DE

RIQUER, Borja: Història, Política, Societat i Cultura dels Països Catalans. Vol 10. La llarga postguerra,

Barcelona, Enciclopèdia Catalana, 1997, pp. 118-134; de los mismos autores “Patria, justicia y pan”.

Nivel de vida i condicions de treball a Catalunya. 1939-1951, Barcelona, La Magrana, 1985; CHECA,

Martín: “La diócesis de Barcelona en la postguerra. Entre la reconstrucción de edificios religiosos y la

producción inmobiliaria (1942-1962)”, en CAPEL, Horacio; LINTEAU, Paul-André: Barcelona-

Montreal: desarrollo urbano comparado, Barcelona, Publications Universitat de Barcelona, 1999, pp.

435-458. Respecto a Valencia, CORTÉS CARRERES, Santiago: València sota el règim franquista

(1939-1951). Instrumentació, repressió i resistència cultural, Barcelona, Publicacions de l‟Abadia de

Montserrat, 1995; GÓMEZ, José Alberto; SAZ, Ismael (ed. lit.): El franquismo en Valencia: formas de

vida y actitudes sociales en la posguerra, Valencia, Ediciones Episteme, 1999. Para el marco

internacional, MARTÍNEZ MONEDERO, Miguel: Proyectar el vacío. La reconstrucción arquitectónica

de Munich y Berlín tras la Segunda Guerra Mundial, Granada, Universidad de Granada, 2008;

MACDONOGH, Gilles: Berlin: A Portrait of Its History, Politics, Architecture, and Society, New York,

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17

El tema de los apoyos sociales comienza a ser recurrente en la historiografía

española: los grupos políticos asociados al poder, aproximaciones “desde abajo” o en

perspectiva comparada son algunos de los enfoques que desde hace algo más de una

década tienen continuidad13

. Como afirman Miguel Ángel Del Arco Blanco y Peter

Anderson en un artículo reciente, esta visión enriquece el proceso de construcción de la

dictadura, puesto que plantea la duración del régimen de Franco desde otros marcos

explicativos, completando los estudios de violencia política. Desde un acercamiento

económico, los intereses empresariales de diversos grupos de presión y sus vínculos con

el poder han sido asimismo tratados en varios trabajos, no sólo sobre la clase

dominante, sino también los vínculos del régimen con la sociedad. Así, a partir de

aproximaciones “micro” la historiografía más reciente ha cuestionado las explicaciones

tradicionales sobre la implantación social del régimen de Franco y sus mecanismos de

funcionamiento, enriqueciendo el debate sobre la naturaleza del franquismo. Como

experiencia histórica, se situaría entre las pervivencias de las relaciones de poder

caciquiles y la atracción por los regímenes totalitarios de entreguerras. Además, desde

esta visión la ideología del régimen no trataría de imponerse únicamente desde la

coerción social, sino que las autoridades también buscaron la colaboración. Por tanto,

tenemos una nueva forma de comprender la posguerra, alejada de la idea de que o la

sociedad apoya al Estado o la duración de éste se ampara en el servicio que ofrece a la

sociedad14

.

St. Martin Press, 1998; ESPOSITO, Chiarella: America's feeble weapon: funding the Marshall Plan in

France and Italy, 1948-1950, Connecticut, Greenwood Press, 1994.

13 CAZORLA SÁNCHEZ, Antonio: “Dictatorship from below: local politics in the making of the

Francoist state, 1937-1948”, en The Journal of Modern History, Vol. 71, nº 4, 1999, pp. 882-901 y “Sobre

el primer Franquismo y la extensión de su apoyo popular”, en Historia y Política, nº 8, 2002, pp. 308-

320; ANDERSON, Peter: “Singling Out Victims: Denunciation and Collusion in the Post-Civil War

Francoist Repression in Spain, 1939 -1945”, en European History Quarterly, nº 39, 2009, pp. 7-26 y

COBO ROMERO, Francisco: “Los apoyos sociales a los regímenes fascistas y totalitarios en la Europa

de entreguerras. Un estudio comparado”, en Historia Social, nº 71, 2011, pp. 61-88.

14 ANDERSON, Peter; DEL ARCO BLANCO, Miguel Ángel: “Construyendo la dictadura y castigando a

sus enemigos. Represión y apoyos sociales del franquismo (1936-1951)”, en Historia Social, nº 71, 2011,

pp. 125-142. Los intereses económicos en MORENO FONSERET, Roque: “El régimen y la sociedad.

Grupos de presión y concreción de intereses”, en Ayer, nº 33, pp. 87-113, 1999 o la monografía de

SÁNCHEZ RECIO, Glicerio y TASCÓN, Julio (eds.), Los empresarios de Franco. Política y economía

en España, 1936-1957, Barcelona, 2003.

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Sorprende que no se haya atendido aún a la dimensión social de este proceso,

protagonista de buena parte de la vida urbana durante el franquismo, sobre todo si

tenemos en cuenta que los límites y manifestaciones del “consenso” bajo el régimen

surgido de la Guerra Civil si ha sido objeto de múltiples estudios en el ámbito agrario.

Un consenso que, pese a la problemática que encierra la utilización de este término

sociológico en la comprensión del funcionamiento de las dictaduras, ha hecho fortuna

en la historiografía española. Pero convendría preguntarse si las lógicas de

funcionamiento del mundo rural pueden ser aplicadas en las ciudades. ¿Cuál es el origen

social de las élites políticas rectoras? ¿Cómo se relacionan con una sociedad marcada

por el anonimato, a diferencia del mundo rural? Como muestran los estudios de Carme

Molinero y Francisco Sevillano Calero, la búsqueda de consenso partía desde el poder y

se diluía en las actitudes cotidianas. Frente a las visiones que plantean la represión y el

control social como las únicas formas de relación de las autoridades con el pueblo, hay

que tener en cuenta que el franquismo también generó un discurso público con el que

dirigirse a las masas y así aumentar la legitimidad del régimen entre los sectores

despolitizados15

.

El funcionamiento del racionamiento, el estraperlo y la dinámica agregada de la

corrupción, más sistémica, son también de interés historiográfico, ya que podemos

diferenciar, a grandes rasgos, entre dos tipos de apoyos sociales. Por un lado, se puede

considerar un consenso plenamente extendido entre los sectores más proclives al nuevo

régimen: élites rectoras, antiguos quintacolumnistas, sectores relacionados con la guerra

(Caballeros Mutilados, familiares de fusilados…). El apoyo al régimen se vio

recompensado con favores directos o el disfrute de ciertos privilegios, como tolerar la

práctica del estraperlo. Sin embargo, la mayoría social estaba atenazada por la

paralización que provocó la represión y la lucha por la supervivencia. En este sentido,

los comedores de Auxilio Social o las políticas de vivienda social promovieron la

extensión de una aceptación del régimen, un consentimiento forzado o consentimiento

15

Para el consenso, consultar DEL ARCO BLANCO, Miguel Ángel: “El secreto del consenso en el

régimen franquista: cultura de la victoria, represión y hambre”, en Ayer, nº 76 (2009); CABANA

IGLESIA, Ana: “De imposible consenso. Actitudes de consentimiento hacia el franquismo en el mundo

rural (1940-1960)”, en Historia Social, nº 71 (2011). MOLINERO, Carme: “El reclamo de la «justicia

social» en las políticas de consenso del régimen franquista”, en Historia Social, nº 56 (2006);

SEVILLANO CALERO, Francisco: “Consenso y violencia en el «nuevo estado» franquista: historia de

las actitudes cotidianas”, en Historia Social, nº 46 (2003).

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en negativo (diferente a la adhesión ideológica) que podría explicar el proceso de

asentamiento de la dictadura desde unas bases diferentes a la historiografía de la

represión16

.

Madrid, ciudad traidora para los sublevados victoriosos en 1939, sufrió también

la hora de la venganza. Unida al control social, la eliminación física y cultural de los

madrileños relacionados con la experiencia republicana representó uno de los aspectos

más visibles de la década de 1940. Junto con los títulos antes citados hay que reseñar

los que iluminan la atmósfera de los años 40: delaciones, búsqueda del aval, miedo,

incluso la venganza. Es decir, el estudio de la represión no como un ejercicio positivista

de recuento de víctimas, sino como un proceso también cultural. Únicamente desde

estas aproximaciones, que tratan de recoger las experiencias individuales a partir de

esquemas amplios, podemos entender y sacar provecho a los estudios simbólicos sobre

el franquismo. Es esta interacción entre lo simbólico y lo material la que permite

explicar la difusión de los discursos emitidos desde el poder, una vía de investigación

transitada, entre otros autores, por Zira Box o Laura Zenobi. En el nuevo régimen el

espacio público se configuró en claves de exclusión (el recuerdo de la guerra como un

activo movilizador) e integración (la recatolización como sinónimo de españolización

de la “anti-España”). Un proceso que, aún siendo aparentemente contradictorio, queda

bien explicado si atendemos tanto a los discursos y prácticas del Estado como a los

recursos interpretativos de la sociedad, una dialéctica que según Claudio Hernández

Burgos puede ofrecer claves explicativas sobre la socialización de los valores del

régimen y el origen de sus apoyos sociales. El nuevo Estado franquista se construyó

sobre el recuerdo de la guerra, una práctica que en la capital tuvo una caracterización

muy clara: Madrid pasó de ser una ciudad traidora a una ciudad mártir. Sólo a partir de

16

El racionamiento y el estraperlo ha sido tratado, entre otros, por ALBURQUERQUE, Francisco:

“Métodos del control político de la población civil: el sistema del racionamiento de alimentos y productos

básicos impuesto en España tras la última guerra civil”, en CASTILLO, Santiago; FORCADELL, Carlos;

GARCÍA-NIETO, Mª Carmen; PÉREZ GARZÓN, Juan Sisinio (coord.): Estudios de Historia de España.

Homenaje a Manuel Tuñón de Lara, pp. 407-432, Madrid, Universidad Internacional Menéndez Pelayo,

1981 y BARCIELA LÓPEZ, Carlos: “La España del estraperlo”, en GARCÍA DELGADO, José Luis, El

primer franquismo. España durante la Segunda Guerra Mundial, pp. 105-122, V Coloquio sobre Historia

Contemporánea de España, Madrid, Siglo XXI, 1989.

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20

esa concepción de la nueva urbe se puede comprender la realidad social de la

posguerra17

.

Este fenómeno es el que ha sido acuñado recientemente como la “Cultura de la

Victoria”, una denominación que utilizamos en el presente trabajo. ¿Qué viene a

significar este concepto? Como sostienen Miguel Ángel del Arco y Claudio Hernández

en un reciente artículo, se trata de un concepto que recoge “los valores espirituales y

patrióticos defendidos por los rebeldes durante la contienda”, consagrando, por tanto, la

existencia de una “España verdadera”. Una concepción que apuntaba los límites de la

comunidad nacional de la posguerra, pues afirmaba la existencia de una anti-España. La

Cultura de la Victoria fue un ajuste de cuentas con el pasado, un proceso que no terminó

con la rendición y que sobrevivió al primer año de posguerra. Una cultura de la no-

reconciliación sobre la que se construyeron las bases de la década de los cuarenta, justo

cuando el régimen franquista empezó a construir sus apoyos sociales sobre los

cimientos colocados entre 1936 y 1939. De esta forma, se pretende concebir de manera

integrada la represión física, la represión cultural y la represión socioeconómica (y la

represión espacial, añadiríamos nosotros). Como plantea Canales Serrano, los

protagonistas de la Victoria no podían permanecer pasivos en el proceso de definición

de la nueva España, una dimensión social que trataba de apuntalar el consenso político

de aquellos que habían tomado las armas en 1936. Como han demostrado otros autores,

la política local fue fundamental para consolidar el proyecto franquista y desde la

17

El ya clásico estudio de Richards ilumina lo que queremos decir. RICHARDS, Michael: Un tiempo de

silencio: la guerra civil y la cultura de la represión en la España de Franco, 1936-1945, Barcelona,

Crítica, 1999. También CENARRO, Ángela: “Matar, vigilar y delatar: la quiebra de la sociedad civil

durante la guerra y la posguerra en España (1936-1948)”, en Historia Social, nº 44, 2002, pp. 65-86; o

VEGA SOMBRÍA, Santiago: “1 de Abril de 1939, la hora de la venganza”, en BARRIO ALONSO,

Ángeles, DE HOYOS PUENTE, Jorge, SAAVEDRA ARIAS, Rebeca (eds.): Nuevos horizontes del

pasado: culturas políticas, identidades y formas de representación, Santander, PUbliCan, 2011, CD-

ROM. Sobre la manifestación de los símbolos, véase BOX, Zira: España, año cero. La construcción

simbólica del franquismo, Madrid, Alianza Editorial, 2010 o ZENOBI, Laura: La construcción del mito

de Franco. De jefe de la Legión a Caudillo de España, Madrid, Cátedra, 2011. Sobre el espacio público

como lugar de encuentro entre las propuestas del régimen y la reacción de la sociedad, HERNÁNDEZ

BURGOS, Claudio: Granada azul. La construcción de la “Cultura de la Victoria” en el primer

franquismo, Granada, Comares, 2011.

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21

historiografía representa un observatorio fundamental para analizar cómo se llevaron a

la práctica las medidas adoptadas por el régimen18

.

En nuestra opinión, es una conceptualización que ofrece múltiples posibilidades

y que permite establecer unas bases teóricas para comprender la pervivencia de la

Guerra Civil en la posguerra a través de los discursos y prácticas de los vencedores. En

estas mismas coordenadas se ha expresado Eduardo González Calleja, quien maneja una

concepción amplia del fenómeno represivo, ya que sería un principio universal de

dominio en el que la coerción física no es necesaria para asegurar la conformidad de los

miembros de una sociedad. Según lo anterior, el dirigismo de las conductas públicas y/o

privadas a través de las autoridades o la imposición de una cultura oficial serían

comportamientos ligados al control social. Partir de categorías funcionalistas

típicamente parsonianas como la coerción y la persuasión permite reflexionar sobre los

actores de la exclusión y sus efectos. Si el Ejército calificó a su empresa como una

Reconquista y la Iglesia como una Cruzada, el franquismo se caracterizó desde su inicio

por dos procesos: la supresión cultural y la conversión forzosa. Son dos mecanismos

desarrollados por Gutmaro Gómez Bravo y Jorge Marco y que permiten pensar la

década de la posguerra desde concepciones distintas, como el miedo. Miedo a ser

declarado peligroso o enemigo, una sensación que se mantuvo más allá de la década de

1950 a través de una política de seguridad que reforzó la idea de “amenaza permanente”

de un enemigo interno pasivo que en cualquier momento podía volver a despertar. La

cohesión social, de esta forma, se generó a través de la emisión de un discurso desde el

poder, el del peligro interno que atentaba contra la unidad del país19

.

18

DEL ARCO BLANCO, Miguel Ángel; HERNÁNDEZ BURGOS, Claudio: “Más allá de las tapias de

los cementerios: la represión cultural y socioeconómica en la España franquista (1936-1951)”, Cuadernos

de Historia Contemporánea, Vol. 33 (2011), pp. 73-74. CANALES SERRANO, Antonio Francisco: “Las

lógicas de la victoria. Modelos de funcionamiento político local bajo el primer franquismo”, en Historia

Social, nº 56, 2006, pp. 111-130. La aproximación local en NICOLÁS, Encarna: “Los poderes locales y

la consolidación de la dictadura franquista”, en Ayer, nº 33, 1999, pp. 65-85 y VEGA SOMBRÍA,

Santiago: “El papel de los gobernadores civiles en la implantación del régimen de Franco. Las circulares

de Manuel Pérez Mirete”, en ORTIZ HERAS, Manuel (coord.): Memoria e historia del franquismo: V

Encuentro de investigadores del franquismo, Cuenca, Universidad de Castilla La Mancha, 2005, CD-

ROM.

19 GONZÁLEZ CALLEJA, Eduardo: “Sobre el concepto de represión”, en ARÓSTEGUI, Julio;

GÁLVEZ, Sergio (eds.): Generaciones y memoria de la represión franquista. Un balance de los

movimientos por la memoria, pp. 595-628, Valencia, Publicacions de la Universitat de València, 2010;

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22

En todas estas reflexiones la experiencia de la guerra, la caracterización del

enemigo, la brutalización y la gestión de la memoria son fenómenos a tener en cuenta,

pero expresados de forma aislada sólo nos introducen en parcelas de la realidad. ¿Cómo

fusionarlos en un todo más complejo? La cultura de guerra es una propuesta

historiográfica muy interesante en este sentido, puesto que engloba todas las

manifestaciones incluidas en el corte traumático que supuso la Guerra Civil y que afectó

a las relaciones sociales, económicas y culturales. Quizá sea una propuesta con mayor

éxito para la posguerra que para explicar la relación de la sociedad española con las

guerra del siglo XX, pues después del conflicto 1936-1939 se condensan algunas claves

del contemporaneísmo español como el intervencionismo militar o la debilidad de la

sociedad civil, al tiempo que sitúa a España en el mismo escenario que la I Guerra

Mundial configuró para la Europa de Entreguerras. A la propuesta de González Calleja

se une la realidad de los años cuarenta, ya que después del 1 de abril de 1939, el

régimen franquista tenía el camino despejado para imponer su visión de la nación

española en términos excluyentes, transfiriendo los discursos de movilización bélica,

marcados por la brutalización de la alteridad, a una sociedad marcada por el trauma

colectivo. El arraigo de una cultura de la represión en la posguerra también debe ser

entendida en claves de construcción nacional, de tal forma que una de las cuestiones

esenciales de este período es la difusión de las producciones discursivas sobre un

enemigo interno que, para las autoridades del régimen, aún no estaba derrotado.

Trabajos como los de Francisco Sevillano Calero, Xosé Manoel Núñez Seixas o Isidro

Sepúlveda han renovado la Historia cultural y han aportado nuevas claves para

interpretar las actuaciones del régimen franquista20

.

GÓMEZ BRAVO, Gutmaro; MARCO, Jorge: La obra del miedo… ob. cit. Un ejemplo concreto puede

verse en PÉREZ-OLIVARES GARCÍA, Alejandro: “Represión en la Guardia Civil, un estudio de caso:

Enrique Pérez-Olivares Guerrero”, en BARRIO ALONSO, Ángeles, DE HOYOS PUENTE, Jorge,

SAAVEDRA ARIAS, Rebeca (eds.): Nuevos horizontes del pasado: culturas políticas, identidades y

formas de representación, Santander, PUbliCan, 2011, CD-ROM.

20 GONZÁLEZ CALLEJA, Eduardo: “La cultura de guerra como propuesta historiográfica: una reflexión

general desde el contemporaneísmo español”, en Historia Social, nº 61 (2008), pp. 69-72. SEVILLANO

CALERO, Francisco: Rojos. La representación del enemigo en la guerra civil, Madrid, Alianza Editorial,

2007 y “El «rojo». La imagen del enemigo en la «España nacional»”, en NÚÑEZ SEIXAS, Xosé Manoel;

SEVILLANO CALERO, Francisco (eds.): Los enemigos de España. Imagen del otro, conflictos bélicos y

disputas nacionales (siglos XVI-XX), Madrid, CEPC, 2010; NÚÑEZ SEIXAS, Xosé Manuel: ¡Fuera el

invasor: nacionalismos y movilización bélica en la Guerra Civil española (1936-1939), Madrid, Marcial

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23

La posguerra ofreció las condiciones para la dominación y la exclusión: la

autarquía debe ser reconceptualizada, tal y como sostiene Matilde Eiroa, como una

estrategia de castigo y repudio hacia los vencidos. Mientras que los grandes apoyos de

la dictadura encontraron una forma nueva para aumentar sus patrimonios, en otros

sectores sociales la autarquía fue aplicada “con un sentido espiritual de auto negación y

auto castigo”, una estrategia de purificación de la sociedad y anulación de los que se

consideraba anti-españoles. Si esto era así desde el plano teórico, en la práctica el

estraperlo era perseguido o tolerado dependiendo de quien lo practicara. Incluso los

términos podían variar: estraperlo o mercado negro, mercado negro o estraperlo, las dos

caras de la misma moneda.

De esta forma, la autarquía fue un tipo de cuarentena, tal y como propuso

Michael Richards y sostiene Miguel Ángel del Arco. Las instituciones de beneficencia

mantuvieron la cultura de guerra y el espíritu de la Cruzada, las cartillas de

racionamiento representaban un mecanismo de control social y las colas de

abastecimiento, uno de los paisajes de la memoria de posguerra, situaban a la población

más castigada donde las autoridades pensaban que era su lugar natural. El

racionamiento, entendido dentro de la lógica de la cultura de guerra, legitimaba la

riqueza de los vencedores y la escasez de los derrotados, que buscaban misericordia en

las instituciones. ¿Podemos englobar este “estraperlo de los pobres” como una forma de

resistencia cotidiana, siguiendo el concepto de James Scott? Miguel Gómez y Miguel

Ángel del Arco sostienen que las clases populares tenían únicamente dos vías de acción:

buscar su supervivencia al margen de la ley o recurrir a los beneficios de los contactos

con la Administración, un canal que les estaba vedado. Por su extensión espacial y

temporal, estos dos autores conciben el estraperlo como una forma de resistencia sin

precedentes21

.

Pons, 2006; SEPÚLVEDA, ISIDRO: “Conformación e instrumentalización del nacionalismo español

durante el franquismo”, en SIGALAT, María José; GÓMEZ, Alberto; REIG, Ramiro; SAZ, Ismael

(coords.): Tiempos de silencio. Actas del IV Encuentro de Investigadores del Franquismo, pp. 282-287,

Valencia, Universitat de València, 1999.

21 EIROA, Matilde: EIROA, Matilde: “Represión, restricción, manipulación: estrategias para la

ordenación de la sociedad y el Estado”, en ARÓSTEGUI, Julio; GÁLVEZ, Sergio (eds.): Generaciones y

memoria de la represión franquista. Un balance de los movimientos por la memoria, pp. 445-474,

Valencia, Publicacions de la Universitat de València, 2010. RICHARDS, Michael: “From war culture to

civil society: Francoism, social change and memories of the Spanish Civil War”, en History & Memory,

nº 14, 2002, pp. 93-120. DEL ARCO BLANCO, Miguel Ángel: “Hunger and the consolidation of the

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24

3. El Madrid de la Victoria.

3.1. Urbanismo y vivienda. La reconstrucción material de Madrid.

Habría que preguntarse por el papel que cumple la arquitectura en un contexto

de destrucción tan avanzado, tal y como hace Luis Rojo de Castro. A la mera función

instrumental (la necesidad urgente de construir viviendas) se le unió la concepción de la

arquitectura como un instrumento ideológico englobado en el Programa Nacional de

Reconstrucción. Ya durante la guerra se hicieron sentir algunas opiniones en la zona

franquista sobre la necesidad de quemar Madrid para destruir el “símbolo marxista que

la ciudad tenía”, incluso Serrano Suñer propuso trasladar la capital a Sevilla y así

castigar a Madrid por ciudad “desleal”. Las propuestas fueron desestimadas pero el

recuerdo de la ciudad resistente persistió en la mente de los vencedores. Según el

documento “Ideas generales sobre el Plan Nacional de Ordenación y Reconstrucción”,

redactado por los servicios técnicos de Falange, el Madrid imperial de los Austrias era

el modelo a seguir. El ejemplo del monasterio de El Escorial, tan cercano a la ciudad,

ejerció una influencia más que palpable en la estética falangista, de la que Ernesto

Giménez Caballero es perfecto ejemplo, pero fue algo más que retórica. Cuando el 20

de mayo Serrano Suñer recibió a los miembros de la Corporación municipal les pidió

que hicieran un Madrid nuevo,

“lo que no quiere decir precisamente el gran Madrid en el sentido material y proletario

de los ayuntamientos republicano-socialistas sino el Madrid con la grandeza moral que

corresponde a la capital de la España heroica. Trabajen ustedes para que todos podamos acabar

con la españolería trágica del Madrid decadente y castizo, aunque hayan de desaparecer la

Puerta del Sol y ese edificio de la Gobernación que es caldo de cultivo de los peores gérmenes

políticos”.

La “Ciudad del Movimiento” debía superar las diferencias de clase también en la

arquitectura. El nuevo Madrid comenzó a dar sus primeros pasos con el traslado de

Francoist Regime (1939-1951)”, en European History Quarterly, nº 40, 2010, pp. 458-483. Los dos

“estraperlos” en GÓMEZ OLIVER, Miguel; DEL ARCO BLANCO, Miguel Ángel: “El estraperlo: forma

de resistencia y arma de represión en el primer franquismo”, en Studia Historica, nº 23 (2005), pp. 179-

199.

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25

algunos organismos oficiales: el Tribunal Supremo de Justicia, desde Valladolid, y la

Magistratura de Trabajo lo hicieron en mayo, también se ordenó que para el 28 de junio

las centrales de todos los bancos debían estar en la capital22

.

El estado en que se encontraba la ciudad era, a todas luces, desastroso. Las zonas

de Argüelles, Puente de Toledo, Carabanchel, Usera o paseo de Extremadura habían

sido primera línea del frente de guerra. Así lo demostraban las barricadas que cerraban

las calles de acceso y que fueron demolidas por las tropas franquistas a partir del 29 de

marzo. Salvo el barrio de Salamanca, preservado de los bombardeos, la situación del

resto de la ciudad era similar, hecho demostrado por la memoria del Comité de

Reforma, Reconstrucción y Saneamiento de Madrid a principios de 1938, según la cual

de las 6.016 fincas afectadas por los bombardeos durante los primeros dieciséis meses

de guerra, 1.403 correspondían al distrito Centro, 877 a Hospicio, 864 a Universidad,

615 a Chamberí y 421 a Latina. En el distrito de Palacio, que englobaba el barrio de

Argüelles, el 84% de las casas había sido alcanzado por las bombas. Pero la guerra no

afectó únicamente al espacio, también a la movilidad dentro de la ciudad, pues de los

500 tranvías que circulaban antes de la guerra, sólo restaban 150 coches y en muy mal

estado. Es decir, que el transporte en Madrid se limitaba al Metro, 27 kilómetros de

línea y 56 estaciones que habían servido de refugio, en ocasiones también de

alojamiento perpetuo, durante el conflicto23

.

Junto al hambre y la enfermedad, la falta de vivienda era el problema más

acuciante del Madrid de la posguerra. Las destrucciones de la guerra y la llegada de

numerosas familias refugiadas en los años del conflicto agravó la situación de una

población que se estima en 1.074.983 habitantes en diciembre de 1939, 54.000 más que

en 1935. Los madrileños que volvían de otras provincias o se habían trasladado a otro

22

BAHAMONDE MAGRO, Ángel: “La evolución política. De la dictadura a la democracia”, en

FERNÁNDEZ GARCÍA, Antonio (dir.): Historia de Madrid…, ob. cit., pp. 624-625. La cita de Serrano

Suñer en p. 624. La reflexión sobre el Programa Nacional de Reconstrucción en ROJO DE CASTRO,

Luis: “La vivienda en Madrid…, ob. cit., pp. 226-229. Entre los planes urbanísticos también se incluye la

propuesta del conde de Montarco: “José Antonio nos dijo que el mejor modo de transformar Madrid sería

prenderle fuego por los cuatros costados y colocarle unos retenes de bomberos en los edificios que

merecieran conservarse”. La cita, aparecida en el diario Informaciones el 2 de febrero de 1940, está

recogida en SAMBRICIO, Carlos: Madrid, vivienda y urbanismo: 1900-1960, Madrid, Akal, 2004, p.

289. La “Ciudad del Movimiento” en DIÉGUEZ PATAO, Sofía: Un nuevo orden, ob. cit., p. 6 y LÓPEZ

DÍAZ, Jesús: “La vivienda social en Madrid”, en Espacio, Tiempo y Forma, nº 16 (2003), pp. 302-304.

23 MONTOLIÚ, Pedro: Madrid en la posguerra… ob. cit., pp. 23-24.

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barrio por la cercanía del frente se encontraron con el problema derivado de la

ocupación de sus viviendas. El 4 de abril se indicó que quienes fueran requeridos por la

autoridad militar a abandonar sus viviendas provisionales podían dirigirse al albergue de

Auxilio Social para refugiados, siempre que presentaran un certificado del alcalde de

barrio dando validez a su testimonio. Una semana más tarde el Gobernador Civil ordenó

a porteros, caseros e inquilinos a restituir todas las viviendas a sus titulares el 18 de julio

de 1936.

La labor de los organismos oficiales no se limitó a las tareas de desescombro y

retirada de la protección de fuentes y monumentos, que comenzaron el 30 de marzo. Los

intentos de los caseros de subir los alquileres provocaron la reacción del Gobierno, que

el 14 de abril prohibió a los propietarios cobrar alquileres mensuales superiores a los

que regían el 18 de julio de 1936. Las personas que no podían utilizar el piso por

situación riesgo para su persona, como saqueo, incendio o destrucción, estaban

eximidos de pagar. Aún así los precios no eran muy asequibles para la economía media

de posguerra: 275 pesetas el mes por una tienda con piso en la calle José Abascal, por el

traspaso de una taberna en la calle Mayor, con un alquiler de 67 pesetas al mes, se

pedían 5.500 pesetas. Para entender lo que significaba el alto precio de la vivienda en

una ciudad como Madrid basta con atender a la amplia corriente migratoria que atravesó

la ciudad en la posguerra. En la década de 1940 llegarían a la capital 225.000 personas

más de las que salieron de la ciudad, una cifra muy similar a los años veinte pero con

unas posibilidades de acceder a la vivienda mucho más precarias24

.

El nuevo régimen era consciente de la importancia de atender este problema ya

desde antes del final de la guerra. En diciembre de 1938 nacía el Servicio Nacional de

Regiones Devastadas, transformado en 1939 en la Dirección General de Regiones

Devastadas y Reparaciones (en adelante DGRD). En junio de 1939 su director, José

Moreno Torres, pasó a presidir asimismo la Junta de Reconstrucción de Madrid, de

reciente creación. Su primer cometido fue nombrar una ponencia presidida por el

arquitecto Pedro Muguruza, a quien encomendó la redacción de un Plan de Ordenación

de Madrid y la organización de una Oficina Técnica, dirigida por Pedro Bidagor. El

estudio de Bidagor resaltaba que 60.000 madrileños no tenían hogar y sobrevivían en

las zonas más castigadas de la ciudad, especialmente en el Oeste y el Sur. De ahí la

24

Ibidem, pp. 100-102. Las cifras de población en p. 100. El saldo migratorio en JULIÁ, Santos;

RINGROSE, David; SEGURA, Cristina: Madrid…, ob. cit., p. 559.

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27

actuación de la DGRD en Madrid, que se centró en las zonas de la periferia de la

capital. Su actuación comprendía tanto el control y la ayuda a la iniciativa privada como

la actuación directa, siempre con un criterio eminentemente político. Surge entonces el

criterio de “pueblo adoptado” por el Caudillo, que protagonizó el problema de la

urbanización y organización del extrarradio madrileño.

Regiones Devastadas propuso la redacción de planes parciales de ordenación en

las zonas más destruidas, de realización urgente. Según un decreto de 23 de septiembre,

los pueblos y barrios que hubieran sufrido la destrucción de al menos el 75% de su

parque de viviendas serían adoptados por Franco: Las Rozas, Majadahonda, Aravaca,

Pozuelo, Carabanchel Bajo, Villaverde, el barrio que se extendía en la carretera de

Extremadura (donde de 21.000 habitantes sólo 5.200 tenían vivienda); en el puente de

Toledo los barrios de San Miguel, Las Pavas y El Tercio y en Usera el de la Inmaculada

y la colonia de Valdenúñez. Desde el plano teórico las nuevas obras de reconstrucción

harían descender el paro, aunque el propio gobernador civil, Alarcón de Lastra,

reconocía que eso dependía del suministro de materiales de construcción. Precisamente

ese era uno de los problemas, pues no había material de obras y las fábricas en

funcionamiento no podían atender tanta producción. Las obras se financiaban a partir de

la relación que la DGRD tenía con el Instituto de Crédito, pero como propone Carlos

Sambricio habría que estudiar si sus préstamos se invirtieron más en la reconstrucción o

en el desarrollo de la nueva política arquitectónica: los poblados entendidos como

núcleos industriales. ¿La reconstrucción sentó las bases de la nueva economía o se

limitó a restañar las heridas de la guerra? Los planeamientos estuvieron siempre dotados

de un centro jerárquico y una zona de uso, con idéntica estructura y equipamientos. La

destrucción de Madrid fue la principal propaganda de la Dirección General de Regiones

Devastadas, basada principalmente, como recuerda el autor, en la “teoría del valor de la

ruina” enunciada por Albert Speer. Fuera de origen nacionalsocialista o no, lo cierto es

que la labor de propaganda sobre la reconstrucción del país cimentó el mito de un

Caudillo especialmente preocupado por las condiciones materiales de existencia.

Dependiente del Ministerio de Acción y Organización Sindical, el 19 de abril

nacía el Instituto Nacional de la Vivienda (INV desde este momento), organismo

auxiliado por la Obra Sindical del Hogar y la Arquitectura (OSH), dentro del

organigrama de FET-JONS. En este mismo mes el Gobierno aprobó la Ley de

Viviendas Protegidas, cuyo objetivo era construir pisos de renta reducida, a los cuales

podía acceder cualquier español, mayor de edad y con oficio, empleo o profesión. Se

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preveían construir entre 100.000 y 200.000 viviendas para el conjunto del país,

viviendas que debía ser alquiladas a una renta muy baja. En el caso de Madrid, en 1939

se aprobaron planes para levantar 700 viviendas en la carretera de Extremadura, Usera y

Cerro Bermejo, además de las 3.000 casas bajas con cuatro o cinco habitaciones en la

zona de Vallecas. La ley de abril ofrecía ventajas para quienes edificaran viviendas

higiénicas de renta reducida mediante la creación de un organismo, el INV, que

diferenciaba entre la promoción de viviendas y su construcción, protección y

administración. En realidad era una estructura paradójica, pues el Director General del

INV era también Jefe de la Obra Sindical del Hogar, pero el INV dependía del

Ministerio de Trabajo mientras que la OSH se situaba dentro de la Secretaría General

del Movimiento. Asimismo, la falta de coordinación de la actividad constructora

privada estancó la promoción de viviendas, ya que no se fijaron límites en los precios de

venta. Las viviendas protegidas debían cumplir una serie de condiciones higiénicas,

técnicas y económicas, con dos tipos de beneficios: unas ventajas directas, basadas en

anticipos del 40% sin intereses reintegrables en un segundo período de veinte años

sobre el 50% del presupuesto y otras ventajas indirectas, una serie de bonificaciones

fiscales y tributarias y de la reducción del 90% de los derechos reales. A través de la

labor del INV se fijaba la política del régimen en temas de vivienda.

Por su parte la Obra Sindical del Hogar era fundamentalmente un instrumento de

Falange, asociado a los primeros pasos del sindicalismo vertical de posguerra. Su

objetivo era claro: promover la construcción de viviendas dentro de los programas de

Viviendas Protegidas de Renta Reducida. Por su cercanía a las instancias del poder, la

OSH ejecutaba los planes del Instituto al tiempo que sustituía una iniciativa privada casi

inexistente, pues era capaz de gestionar las bonificaciones, aprovechar exenciones

fiscales y actuar de acuerdo a los planes de vivienda, una combinación de actuaciones

que le permitían desarrollar políticas coordinadas desde los planos local y regional. A

los criterios ideológicos, la OSH unía la generación de grandes plusvalías, un organismo

que solapó activamente el desarrollo de una función pública con los beneficios privados.

Siendo un instrumento administrativo que operaba política y económicamente, la Obra

Sindical del Hogar ejemplifica la contradictoria estatalización de las parcelas

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29

productivas consideradas estratégicas por el régimen, ya que en la década 1939-1949 su

labor se limitó 2.000 viviendas en Madrid25

.

Para coordinar el marasmo de organismos que habían nacido tras finalizar la

guerra se creaba el 7 de octubre la Junta de Reconstrucción Nacional, dentro de la

Dirección de Regiones Devastadas. En el caso de la capital, la Junta de Reconstrucción

de Madrid pasó a depender de este nuevo organismo, que enseguida formó una

comisión interministerial dirigida por José Moreno Torres, donde estaban representados

el Instituto Nacional de la Vivienda, la Diputación Provincial, el Ayuntamiento, la

Fiscalía Superior de la Vivienda, las Direcciones Generales, Falange, el Alto Estado

Mayor y los Ministerios de Hacienda, Obras Públicas, Agricultura e Industria y

Comercio. Este organismo sería el encargado de dar significado a la idea de capitalidad

nacional e imperial, una propuesta que ya se había debatido ampliamente en la I

Asamblea Nacional de Arquitectura, celebrada en Madrid en junio de ese mismo año.

Al frente de la Oficina Técnica de la Junta de Reconstrucción, Pedro Bidagor recibió el

encargo de redactar un nuevo Plan de Ordenación Urbana de Madrid. Tras llegar a la

conclusión de la imposibilidad de la cuadrícula propia del ensanche decimonónico,

debido al surgimiento y desarrollo de los suburbios, Bidagor acabó convencido de que

había que abandonar el orden geométrico y dividir la ciudad en zonas diferenciadas

según su uso.

Pero el nuevo criterio respondía sobre todo a la inmensa cantidad de personas

que llegaban a Madrid. Ante esta realidad los planificadores de la nueva ordenación

decidieron segmentar el espacio urbano para situar a los inmigrantes en las afueras e

25

Las viviendas protegidas en SAMBRICIO, Carlos: “La vivienda en Madrid, de 1939 al Plan de

Vivienda Social, en 1959”, pp. 13-41, en VV.AA.: La vivienda en Madrid en la década de los 50. El plan

de urgencia social, Madrid, Ministerio de Fomento, Ayuntamiento de Madrid, Electa, 1999, pp. 16-17.

Para la importancia de la reconstrucción material en la creación del mito de Franco, véase ZENOBI,

Laura: La construcción del mito de Franco… ob. cit., pp. 278-284. Un acercamiento a la labor de la

Dirección General de Regiones Devastadas en GARCÍA-GUTIÉRREZ MOSTEIRO, Javier: “El

regionalismo y la Dirección General de Regiones Devastadas”, en SAMBRICIO, Carlos (ed.): Un siglo

de…, ob. cit., y SAMBRICIO, Carlos: Madrid, vivienda…, ob. cit., pp. 296-297. Sobre el INV y la OSH

puede verse ROJO DE CASTRO, Luis: “La vivienda en Madrid durante la posguerra. De 1939 a 1949”,

en SAMBRICIO, Carlos (ed.): Un siglo de…, ob. cit., pp. 229-231. Para la OSH, LASSO DE LA VEGA

ZAMORA, Miguel; HURTADO TORÁN, Eva: “El Instituto Nacional de la Vivienda”, en SAMBRICIO,

Carlos (ed.): Un siglo de…, ob. cit. Sobre el Cerro de Palomeras, véase LÓPEZ DÍAZ, Jesús: “La

vivienda…, ob. cit., p. 310.

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impulsar en esa misma zona la industrialización, entendida así en términos de barrera

defensiva de la ciudad. En la Ley de Ordenación Urbana el propio Franco expresó la

necesidad de dividir Madrid para darle una fisonomía diferente a la pasada. El mismo

Bidagor planteó la disyuntiva de acelerar la industrialización de la capital o cerrar las

puertas a la inmigración, es decir, la expansión de la capital quedaba supeditada a los

anillos industriales y los poblados “satélites”, baluartes contra la amenaza suburbial. En

una línea diacrónica, esta intervención se situaba en los mismos parámetros que la

revolución de 1868, la Restauración o la II República, pues ninguna de estas

experiencias consiguió incorporar los trabajadores a la ciudad, ahora desde presupuestos

organicistas y funcionalistas. Sin embargo, esta teorización del arquitecto contrastaba

con la realidad de la ciudad en 1940, marcada por el suburbio, por lo que se puede decir

que la formulación se refería al largo plazo, a un modelo de ciudad deseado y deseable.

La realidad suburbial incomodaba a las autoridades, quienes pretendían establecer una

“nueva moralidad” en la ciudad. En 1943, Domenech Ibarra señalaría cuáles eran las

áreas de miseria y cuáles las zonas donde debían desarrollarse las opciones

residenciales. La idea del núcleo satélite daba respuesta a la necesidad de vivienda al

tiempo que se combatía la formación de una corona de suburbios, tan contraria al orden

propuesto para la capital. Los llamados “poblados de Bidagor” se dieron a conocer en el

Plan General de Madrid de 1944, una duplicidad generada por la ciudad y sus

“alrededores” que sancionó dos estatutos diferentes de ciudadanía, como sostiene Roch.

Pero para las autoridades era más importante asegurar la conversión de Madrid en una

ciudad industrial al tiempo que se expulsaba al exterior la “contaminación social” y se

resolvía el problema de la carencia de empleo para las clases modestas. Se crean cinco

poblados: Manoteras, Canillas, San Blas, Palomeras y Villaverde, en total 26.790

viviendas, el 80% unifamiliares. Dos años después Peñagrande, Vicálvaro y

Carabanchel. Canillejas y Carabanchel Bajo tendrán planes parciales en 1949, mientras

que San Blas, Vicálvaro y Villaverde tendrían que esperar a 195426

.

26

JULIÁ, Santos; RINGROSE, David; SEGURA, Cristina: Madrid, ob. cit., pp. 559-560. El mismo

discurso sobre la inmigración en CASTELLS, Manuel: Ciudad, democracia y socialismo, Madrid, Siglo

XXI, 1977, p. 49. La propuesta de Domenech Ibarra en SAMBRICIO, Carlos: “La vivienda en Madrid…

ob. cit., p. 15. ROCH, Fernando: “Los poblados de Bidagor”, en SAMBRICIO, Carlos (ed.): Un siglo

de…, ob. cit.

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Crecimiento de los suburbios entre 1939 y 1944. Porcentaje

Nombre Población 1939 Población 1944 Porcentaje

Vallecas 19.049 60.614 340

Carabanchel 8.155 26.970 347

Fuencarral 3.517 12.863 376

Chamartín 10.146 64.485 612

Vicálvaro 3.328 21.182 674

Canillas 2.960 20.924 703

Cuadro 1. Fuente: DIÉGUEZ PATAO, Sofía: Un nuevo orden urbano: «El gran Madrid»,

(1939-1951), Madrid, Ministerio para las Administraciones Públicas, Ayuntamiento de Madrid,

1991, p. 153.

Hay autores que plantean las tensiones del Madrid de la posguerra en un marco

temporal más amplio. En este sentido, José Carlos Rueda afirmó que la evolución

espacial y morfológica de la ciudad estuvo dominada por el incremento demográfico, la

colmatación de una nueva realidad socio-económica, el reforzamiento de los usos

terciarios en el centro de la ciudad y el eje de la Castellana y en el contenido político de

su doble condición de ciudad y capital, elementos que permiten hablar de una clara

continuidad con el pasado reciente de Madrid. La centralidad de la ciudad aparece ahora

en el mito de la “capital imperial”, la legislación sobre vivienda social enlaza

directamente con las propuestas de Casas Baratas y Económicas del primer tercio de

siglo y el recurso a las formas arquitectónicas tradicionales fue puntual. Sin embargo, el

mismo autor sitúa la redefinición ideológica de Madrid desde 1939 como un proceso

que condujo a la desconsideración formal de la ciudad del primer tercio de siglo, es

decir, puede que las propuestas de Bidagor o Paz Maroto siguiera la estela de Zuazo-

Jansen, pero los discursos asociados a la arquitectura, el ordenamiento urbano y la

vivienda social hacían al Madrid de la Victoria algo muy distinto de lo anterior27

.

Bidagor conocía las propuestas de los arquitectos europeos de su tiempo, en

especial los debates sobre cómo debían ser los edificios representativos del nuevo

Estado. Pero no fue el único que propuso actuaciones en Madrid. Antonio Palacios,

27

RUEDA, José Carlos: “El desarrollo de la ciudad y la política urbanística”, en FERNÁNDEZ

GARCÍA, Antonio (dir.): Historia de Madrid…, ob. cit., pp. 596-599. Sobre los nuevos discursos

asociados a la arquitectura en Madrid, pueden verse DÍAZ DEL CAMPO MARTÍN-MANTERO, Ramón

Vicente: “Nueva arquitectura…, ob. cit. y BOX, Zira: “Hacer patria…, ob. cit.

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32

responsable de edificios como el Palacio de Comunicaciones de Cibeles o el hospital de

Maudes, ideó una gran vía aérea para enlazar la montaña de Principe Pío con el cerro de

Garabitas, una construcción de más de 2,5 kilómetros que estaría apoyada en dieciséis

pilares que se reutilizarían como edificios para alojar a 100.000 personas. La obra

quedaría completa con la construcción de un faro de 300 metros de altura en el cerro. El

interior de Madrid también tendría dos centros monumentales: en el paseo del Prado se

situaría un obelisco que recordaría la Cruzada y un nuevo Palacio de la villa, mientras

que la Puerta del Sol sería reformada para adoptar la forma de una plaza elíptica a la que

se entraría desde las calles adyacentes a través de arcos de triunfo. En los extremos de la

plaza se erigirían dos torres de 140 metros de altura, similares a los del emblema del

Plus Ultra, en cuyo interior se instalarían los consulados hispanoamericanos. El coste

de la obra, 220 millones de pesetas, y la impopularidad que acarrearía derribar 161

manzanas, hicieron desechar el proyecto. Pero no fue el único. El Ayuntamiento estudió

la división de Madrid mediante una zona verde atravesada por una Via Triunfalis desde

el centro hasta El Escorial y el Valle de los Caídos, incluso recibió la petición de

construir en el centro un monumento a la Victoria, donde quedarían concentrados el

Museo de la Revolución, la Casa del Combatiente, el Hogar del Cautivo y la Casa del

Mutilado.

Es clara la vinculación de estos proyectos con la arquitectura monumental

desarrollada en la Alemania nazi y la Italia mussoliniana, pero también el intento de

adaptar la arquitectura del pasado imperial a la realidad de los discursos de los

dirigentes. La arquitectura herreriana se convirtió en el modelo a imitar, mostrando el

retorno a las posiciones historicistas tan querido por Ernesto Giménez Caballero, para

quien la piedra era el elemento matriz, el propio de los romanos, mientras que la pizarra

representaba el elemento germánico, utilizado por la Casa de los Austrias. Sin embargo,

el ladrillo fue el favorito de moriscos y judíos, por lo que la equiparación de unos

materiales y otros con “rojos” y “nacionales” fue muy buscada. El ladrillo debía

utilizarse “bajo un encuadramiento, jerarquización, ennoblecimiento, falangización de la

masa roja ladrillar”28

.

28

MONTOLIÚ, Pedro: Madrid en la posguerra… ob. cit., pp. 105-107. La cita de Giménez Caballero en

p. 107. El proyecto de la Gran vía Aérea en JULIÁ, Santos; RINGROSE, David; SEGURA, Cristina:

Madrid… ob. cit., p. 551 y CASTILLO CÁCERES, Fernando: Capital aborrecida. La aversión hacia

Madrid en la literatura y la sociedad del 98 a la posguerra, Madrid, Ediciones Polifemo, 2010, pp. 598-

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33

Es importante caer en la cuenta del crecimiento poblacional de Madrid en la

posguerra, aunque no es un asunto estrictamente relacionado con la Guerra Civil y el

movimiento poblacional que acarreó. Si entre 1930 y 1940 la capital aumentó su

población en un 14,3 por ciento, el porcentaje de crecimiento de la periferia fue del

26,8. Tal variación iba a sentirse como una cuestión de primera magnitud asociada a las

condiciones de habitabilidad de la inmediata posguerra, por lo que no es extraño que a

principios de 1940 Franco visitara el barrio de Usera, donde Falange estaba

construyendo albergues para 700 familias que vivían literalmente sobre el barro del

campamento de Comillas. Según la DGRD, en abril había alojadas cuatro mil familias,

una parte en el barrio del Tercio, y se habían reparado 3.753 viviendas en la carretera de

Extremadura y el puente de Toledo. Pero a pesar de la actuación de este organismo y de

la creación en 1939 del Instituto Nacional de la Vivienda, apenas hubo actuaciones

oficiales en materia de vivienda, unido a la paralización de la iniciativa privada. La

decadencia del propietario individual y la figura del casero son para Santos Juliá

elementos a tener muy en cuenta, sobre todo porque estas figuras no iban a ser

sustituidas por los grandes promotores inmobiliarios hasta la década siguiente29

.

1941 representó un año importante para el urbanismo madrileño al redactarse el

Plan General para Madrid, conocido como Plan Bidagor. Según la concepción

funcionalista que acompañaba al plan, la ciudad se dividía en tres zonas: el casco

central, sin superar los dos millones de habitantes, el extrarradio y los suburbios. El

extrarradio debía estar formado por núcleos satélites de 20.000 a 200.000 personas cada

uno, por lo que era necesario utilizar como bases de ampliación los pueblos de Vallecas,

Vicálvaro, Canillejas, Fuencarral, Peña Grande, El Plantío, Aravaca, Pozuelo, Cuatro

Vientos, Carabanchel y Usera. Respecto a los suburbios, estaba proyectado construir

una serie de poblados industriales en Carabanchel, Villaverde, Palomeras, Vicálvaro,

San Blas y Canillas, con viviendas para obreros para que éstos no tuvieran que

desplazarse. En total, el Plan Bidagor contaba con la actuación en 22 municipios

vecinos de la capital, tres zonas generales que estarían separadas por dos anillos verdes:

uno situado entre el río Manzanares y los arroyos Abroñigal y de Los Pinos, el segundo

por el monte de El Pardo, Valdelatas, La Moraleja, El Plantío, los arroyos Butarque y

600. Para una reflexión sobre los elementos constructivos, LLORENTE, Ángel: Arte e ideología… ob.

cit., pp. 83-84.

29 JULIÁ, Santos; RINGROSE, David; SEGURA, Cristina: Madrid… ob. cit., pp. 551-554.

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La Gavia y los cerros Almodóvar (Vallecas), San Cristóbal (Vicálvaro) e Hinojosa

(Canillas).

Bidagor tenía muy claro que reconstruir Madrid debía ser el comienzo de su

remodelación, no podía actuarse en los edificios destruidos sin más, había que proponer

un modelo de ciudad integrado donde cada sector fuera un miembro dimensiones y

funciones definidas. En opinión del arquitecto, los proyectos de prolongación de la

Castellana, las plazas de los Nuevos Ministerios, el ensanche de la Cuesta de las

Perdices, el del Puente de Segovia o el del Puente del Rey, contenidos en otros planes

anteriores, no estaban incluidos en reflexiones sobre el conjunto de la ciudad. Hay una

desorganización de las funciones urbanas, los problemas no pueden ser solucionados

por “procedimientos bárbaros” y la ciudad debía alejarse de criterios exclusivamente

cuantitativos, con la receta de un simple sistema de alineación. Pero el más grave de

todos los defectos era, según Bidagor, la falta de finalidad en el uso de la ciudad. A

finales de 1939 se expresaba así:

“Nuestra ciudad se creará y se mantendrá obediente a unos fines concretos que,

expuestos jerárquicamente, pueden resumirse así: un conjunto de fines políticos, directamente

encauzados a la misión española en el mundo, a su organización interior. Un conjunto de fines

económicos que respondan al Plan Nacional de rendimiento de las posibilidades naturales de

nuestro país. Un conjunto de fines sociales que tiendan a la dignidad y al aumento de la vida, a

la santidad de la familia, a la alegría del pueblo”30

.

El nuevo plan de ciudad orgánica, como emanación de los supuestos del nuevo

régimen, otorgaba una importancia especial a la naturaleza del nuevo Estado franquista.

Madrid tendría una misión nacional, representar simbólicamente la religión, la cultura y

el partido único, y otra internacional, organizar las representaciones extranjeras y acoger

a los huéspedes de honor. De ahí el desarrollo de una “fachada imperial” en la cornisa

del Manzanares, donde se iba a construir la sede nacional de FET-JONS en las ruinas

del Cuartel de la Montaña, junto a la catedral de la Almudena y el Palacio Real. Los

conceptos de “Dios, Patria y Rey” unidos también arquitectónicamente y la historia,

30

La valoración del Plan de 1941 en SAMBRICIO, Carlos: Madrid, vivienda y… ob. cit., pp. 312-328. La

cita de Bidagor en p. 314. La importancia de 1941 para el urbanismo atraviesa el artículo SAMBRICIO,

Carlos: “Madrid, 1941: tercer año de la Victoria”, pp. 79-100, en VV. AA.: Arquitectura en regiones

devastadas, Madrid, Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo, 1987.

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más o menos reciente, presente en las diversas entradas a la capital: una Vía de la

Victoria, que conectaría la fachada de Madrid y el monumento a los Caídos con el Cerro

de Garabitas y El Escorial; la Vía de Europa, prolongación de la carretera de Francia y

la Vía del Imperio, poniendo en contacto Atocha con la carretera de Andalucía mediante

un nuevo puente sobre el río Manzanares. El plan viario era más completo, con el

objetivo fundamental de evitar que las carreteras atravesaran los suburbios desarrollados

en los años anteriores y depauperizados tras la guerra. De esta forma se quería sustituir

la carretera de Aragón, que pasaba por Ventas y Pueblo Nuevo, por una nueva, la

avenida de América, que desembocaría en la Castellana; separar la carretera de Valencia

del Puente de Vallecas para hacerla llegar hasta Atocha; hacer que la carretera de

Extremadura bordeara la Casa de Campo y que la de La Coruña atravesara la Ciudad

Universitaria, mientras que se reformaba la carretera de Andalucía para alejar Usera y

Legazpi de su camino hacia Atocha.

Exceptuando la exaltación política e ideológica que aparece en el plan, éste tiene

pocos elementos originales, pues los arquitectos de la Dirección General de

Arquitectura y la Oficina Técnica que lo elaboraron demostraron las mismas

preocupaciones que en los años veinte y treinta: propuesta de crecimiento hacia el

Norte, planificación de anillos verdes, un sistema de comunicaciones que permitiera a

Madrid cumplir su función como capital… La retórica fascistizante no podía camuflar

las viejas ideas racionalistas ya presentes en el plan Zuazo-Jansen, incluso aquella tenía

que convivir con las propuestas casticistas de combinar ladrillo y pizarra, cornisa y

chapitel, como Gutiérrez Soto planteó para el Ministerio del Aire, en las ruinas de lo

que fue la Cárcel Modelo. Sin embargo, Sambricio considera que el clasicismo de

Bidagor no es el mismo del plan de 1929, puesto que reproduce el modelo de una

ciudad que debe ser capital de un Imperio. El arte como otra forma de hacer política. No

es casual, pues, que la Dirección de Arquitectura formara parte del Ministerio de

Gobernación, tal y como plantea Ángel Llorente.

El centro urbano también mereció espacio en el Plan Bidagor. Dentro de la

zonificación de la ciudad según unos usos establecidos (espacial, comercial, residencial,

verde e industrial), el casco urbano tenía que ser descongestionado mediante una serie

de reformas, pero la lentitud a la hora de aprobar el Plan (no se hizo hasta 1946) y la

especulación dieron al traste con esta idea. Aún así, sí se aprecia en todo momento la

diferencia del tratamiento del centro y de los suburbios. Para Juliá demuestra el

acuciante temor que los arquitectos falangistas tenían por los suburbios, negándoles la

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36

memoria de la contestación política: los obreros accedían fácilmente al centro desde el

exterior de la ciudad, ocupándolo y manifestando su protesta. Desde entonces, la

preocupación por el crecimiento poblacional en el cinturón suburbano se tradujo en

amenaza, pasando incluso al vocabulario. Ya no se hablaría de suburbio, sino de

extrarradio o cinturón, voces más neutras. Incluso los anillos verdes se planteaban como

contrapeso al cinturón rojo31

.

Como bien recuerda Carlos Sambricio, la propuesta de Bidagor encubre todo un

proceso que se concretó al cabo de varios años y que nos ha llegado diluido: ¿qué

ocurrió entre las propuestas falangistas y la ciudad tecnocrática? ¿Cómo es posible que

una ciudad de 800.000 habitantes en 1939 se viera en la necesidad de elaborar un plan

de descongestión veinte años más tarde? Más allá de los discursos arquitectónicos, es la

realidad social y demográfica la que debería estar en el centro de los relatos sobre este

período. Siguiendo a este autor, podemos decir que se ha pasado por alto un hecho

fundamental, ya que “durante más de una década el problema del país fue la

construcción de nuevas viviendas, tanto para la creciente inmigración que llegaba a los

núcleos urbanos como para quienes vivían, destruidas sus viviendas durante la guerra,

en los límites de la miseria”32

.

31

La ciudad orgánica en DIÉGUEZ PATAO, Sofía: Un nuevo orden… ob. cit., pp. 9-13. MONTOLIÚ,

Pedro: Madrid en la posguerra… ob. cit., pp. 206-208. Los datos de 1940 en p. 208. LLORENTE, Ángel:

Arte e ideología… ob. cit., pp. 68-69. Para este autor, en temas de arquitectura se hizo lo contrario a los

postulados de Falange, que nunca desarrolló un “estilo”.

32 SAMBRICIO, Carlos: Madrid, vivienda… ob. cit., p. 290. La misma reflexión en SAMBRICIO,

Carlos: “La vivienda en Madrid… ob. cit., p. 13. La necesidad de vivienda social no era nueva, tal y como

muestran diferentes estudios que traspasan la barrera del siglo XX. Véase RUEDA, José Carlos: “El

desarrollo de la ciudad…, ob. cit., pp. 579-595; VORMS, Charlotte: “La urbanización marginal del

extrarradio de Madrid: una respuesta espontánea al problema de la vivienda. El caso de La Prosperidad

(1860-1930)”, en Scripta Nova, vol. VII, nº 146 (2003); OTERO CARVAJAL, Luis Enrique; PALLOL

TRIGUEROS, Rubén: “El Madrid moderno, capital de una España urbana en transformación, 1860-

1931”, en Cuadernos de Historia Contemporánea, nº 39, pp. 541-588 (2009); PALLOL TRIGUEROS,

Rubén: El Madrid moderno: Chamberí (el Ensanche Norte), símbolo del nacimiento de una nueva

capital, 1860-1931. Tesis doctoral, 2011; VICENTE ALBARRÁN, Fernando: Los barrios negros. El

Ensanche Sur en la formación del moderno Madrid (1860-1931). Tesis doctoral, 2011. Una reflexión

pertinente sobre la segregación social en el espacio urbano en SÁNCHEZ PÉREZ, Francisco: “La

sociedad madrileña”, en FERNÁNDEZ GARCÍA, Antonio (dir.): Historia de Madrid…, ob. cit., pp. 651-

652.

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37

La tarea era ingente y como se ha valorado desde el campo de la Arquitectura, el

país no contaba con los recursos necesarios para la reconstrucción. Tampoco la

iniciativa pública ni privada pudo absorber en la década de 1940 el peso de los

proyectos, por lo que la realidad de la posguerra se impuso a los planes urbanísticos.

Madrid no fue ajeno a este proceso, a pesar de que albergaba la capitalidad del nuevo

Estado, y en sus arrabales multitud de personas construyeron sus casas en una sola

noche, adelantándose al planeamiento. El fenómeno del chabolismo tiene sus orígenes

en unos años donde el régimen pretendió proyectar sobre la arquitectura dos

concepciones. La primera deriva del significado político asociado al concepto de

“reconstrucción nacional”, donde la arquitectura se utilizó como un instrumento capaz

de resolver problemas reales: alojamiento, desempleo masivo… al tiempo que

transmitía un mensaje a la población, pues el Estado se hacía cargo de sus necesidades.

La segunda función, ajena a su naturaleza, es la de clasificación y ordenación social. A

través de los organismos oficiales y los patronatos el Estado se propuso desarrollar una

diferenciación social y económica a través de los planes de construcción de viviendas:

viviendas para funcionarios, militares, clases bajas, clases medias, suburbios… El

esquema propuesto por Rojo de Castro debería diferenciar entre una diferenciación

buscada, las viviendas de renta reducida, bonificables, las destinadas a funcionarios y la

creación de un cinturón industrial, y una diferenciación forzada, básicamente el

chabolismo y la realidad suburbial, temida por las autoridades.

Hecha esta observación, es realmente operativo el esquema que propone para

analizar la realidad urbanística de posguerra, marcada por la fabricación de ambientes,

la estandarización espacial y la sustitución de fines por los medios. Para este autor uno

de los puntos centrales de la estrategia arquitectónica es el sociológico, la diferenciación

dentro del orden social a través de su ubicación espacial. De esta forma, la fabricación

de ambientes se refiere a la identificación de los lugares que cada clase iba a ocupar en

la ciudad. Primero se aseguraba la ubicación de los suburbios de clase y luego se

favorecía el desarrollo de urbanizaciones lo suficientemente alejadas de estos núcleos,

contando con la iniciativa privada de empresas como Banús, en Mirasierra; Inmobiliaria

Alcázazar, en Puerta de Hierro o Nueva Inmobiliaria Española, en la recalificada finca

del conde de los Gaitanes. Lugares todos ellos muy próximos al Pardo, por lo que sería

posible reconstruir una geografía de la afinidad al poder político. Unido a la

clasificación espacial aparece la normalización de las viviendas de acuerdo a los grupos

sociales que iban a habitarlas, es decir, que el régimen diferenció de manera programada

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también los criterios de comodidad, superficie y servicios incluidos en la vivienda. La

diferenciación también se presentó en los medios y materiales de construcción, de ahí

que Rojo de Castro hable de sustitución de los fines por los medios. Las autoridades del

franquismo hicieron de la necesidad virtud y todo parece indicar que la vuelta a las

técnicas constructivas tradicionales fue un recurso obligado por la falta de otros medios

más desarrollados, aunque la diferenciación de ambientes también incorporó este

criterio. Las carencias en medios y materiales se hicieron sentir más en las barriadas

populares, donde el sometimiento a la jerarquía se tradujo en tradicionalismo

arquitectónico y aprovechamiento de materiales locales a través de una economía de

medios33

.

Esto muestra que la voluntad de Bidagor nunca fue hacer un “Madrid grande”,

sino una ciudad capaz de hacerse cargo de las exigencias que conllevaba la capitalidad.

Para ello era fundamental redimensionar los barrios, reubicando y definiendo los centros

cívicos a partir de los cuales habría de desarrollarse la vida cotidiana. La estructura de la

ciudad se componía de tres elementos fundamentales: el eje de la Castellana, un nudo

radial con centro en la Puerta del Sol y el trazado ortogonal del barrio de Salamanca. Al

margen de esta organización básica, la ciudad englobaba barrios muy distintos que

deberían agruparse por su historia y morfología. Una delimitación general pero

actuando de manera especial en ciertos puntos, como el recinto del Alcázar, la zona del

Madrid antiguo y los barrios que poseían personalidad propia. El sistema de barrios

orgánicos se complementaría con el de vías, espacios libres y centros cívicos. Respecto

a las vías, Bidagor consideraba que para lograr una ordenación orgánica había que

diferenciar entre las vías arteriales de estructura urbana y las vías secundarias de

servicios espaciales. El equipamiento de espacios libres se basaba en un grupo exterior

formado por un gran parque, el estadio de la ciudad, un parque zoológico y botánico, la

aviación. En el interior habría estadios y parques más pequeños, espacios de decoración

y defensa y el tráfico de peatones. Por último, cada barrio estaría presidido por un

centro cívico, en el que destacarían los edificios de más “alta espiritualidad”: una

iglesia, la Casa de Falange y la Delegación Municipal. El edificio del partido, junto a la

33

ROJO DE CASTRO, Luis: “La vivienda en Madrid… ob. cit., pp. 232-242. Para las viviendas

protegidas y bonificables nos valemos de los siguientes estudios de GÓMEZ, Marta: “Viviendas

protegidas”… ob. cit. y “Viviendas bonificables”… ob. cit. La segregación en espacio y forma de los

barrios obreros también en LÓPEZ DÍAZ, Jesús: “La vivienda social… ob. cit., pp. 306-308.

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plaza mayor, y la iglesia, en sus inmediaciones, dominarían un conjunto donde la zona

comercial se desarrollaría vertical y superficialmente.

Ante la desorganización existente, la propuesta radicó en fijar una jerarquía

dentro de cada función, ya que unos servicios podían ser atendidos por una

concentración determinada de habitantes, mientras que otros precisaban serlo por un

grupo menor. Los diez distritos que formaban la nueva distribución administrativa

defendían implícitamente la ciudad burguesa y el concepto de jerarquía política, de

forma que se pudiera controlar a los núcleos obreros. Desde su cargo de director general

de Arquitectura Muguruza nombró al Ayuntamiento responsable de limitar los espacios

ocupados por los suburbios e impedir su crecimiento más allá del primer anillo verde. El

segundo anillo fue competencia del Gabinete de Estudios del Ministerio de Obras

Públicas, opuesto a la idea de Bidagor, donde el límite era el ferrocarril de

circunvalación que teóricamente Carabanchel con Villaverde, Aravaca y El Pardo. Los

núcleos residenciales e industriales ya aparecían diferenciados, pero los poblados

satélite más allá del primer anillo verde fue una propuesta diez años posterior. Recién

estrenada la década de 1940, la falta de medios económicos y materiales impedían al

sector público hacerse cargo de esta política y era absurdo aplicar el debate sobre la

estructura de distrito, barrio o núcleo a la capital34

.

Acabamos de mencionar el ferrocarril. El Plan General de Ordenación de 1941

recogió las directrices del plan de José Paz Maroto en 1939, cuya ordenación ferroviaria

incorporaba gran parte del proyecto de Indalecio Prieto de 1932. El plan, marcado por la

personalidad pragmática de este arquitecto, siempre preocupado por los problemas de

competencias entre organismos, adoptaba la misma solución que Berlín, con una línea

de penetración para los viajeros y otra de circunvalación para las mercancías. El plan de

1941 marcará la evolución de todo el ferrocarril madrileño, la localización de las zonas

industriales y el crecimiento de la ciudad hasta la actualidad, con dos grandes

proyectos: el enlace exterior a Madrid y el enlace subterráneo Chamartín-Atocha. Desde

el punto de vista ferroviario facilitaría la circulación Norte-Sur y desde la esfera del

urbanismo ayudaría a promover una repartición lógica de las zonas industriales,

exclusivas de Villaverde. El problema es que la población no percibiría su utilidad, lo

que sí ocurría con el túnel, que acarreaba con el problema de la cabecera: Chamartín. El

34

SAMBRICIO, Carlos: Madrid, vivienda… ob. cit., pp. 331-334. DIÉGUEZ PATAO, Sofía: Un nuevo

orden urbano… ob. cit., pp. 14-28.

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problema de sus accesos ocupó toda la década de 1940. Las implicaciones económicas

del diseño del ferrocarril ya fueron puestas de manifiesto por Ricardo Méndez, para

quien la línea de circunvalación redundó en la falta de iniciativas de inversión en el

entorno de la ciudad, concentrándose en el municipio. La macrocefalia económica que

produjo se sitúa, junto a la zonificación que acompañaba al Plan Bidagor, en el origen

de la polarización fabril y la ampliación del término municipal35

.

La prolongación de la Castellana era otro ámbito que recogía propuestas

anteriores. El plan de Zuazo-Jansen ya señalaba que el eje Norte era el que debía seguir

la expansión de la capital, en contra de otros vectores como el de la calle Alcalá o el de

Atocha. En el proyecto de 1929 Madrid se convertía en una ciudad vertebrada,

disponiendo en la periferia núcleos de vivienda autónomos. Cuando en 1939 la Junta de

Reconstrucción de Madrid se hace cargo del urbanismo de la capital, tanto la

prolongación de la Castellana como los Nuevos Ministerios están en proceso de

construcción, al igual que los enlaces ferroviarios que establecen un apeadero en

Nuevos Ministerios, la estación de Chamartín y la de clasificación, en Fuencarral. Pocos

meses después de la entrada de las tropas franquistas el Gobierno declaró las obras de

carácter urgente, agilizando también la expropiación forzosa. Los dos kilómetros de

longitud de la que iba a ser conocida como Avenida del Generalísimo, en cuyos terrenos

apenas había edificaciones, protagonizarían buena parte del debate arquitectónico de la

década de 1940. Los espacios destinados a vivienda, comercio, las posibles soluciones

financieras del proyecto y la organización viaria componían los retos a solucionar. En la

redacción del plan de 1941 se pretendía acoger en la zona a 18.000 personas de clases

sociales diferentes, aunque los usos de edificación se modificaron ya que según las

autoridades retendría la iniciativa privada. Frente a la barriada de Cuatro Caminos, este

sector se destinaría a residencia intensiva de lujo y se afianzaba el concepto de avenida

representativa36

.

Un año después de la redacción del Plan Bidagor la ciudad mostraba un aspecto

abandonado, con los alrededores de Madrid en ruinas y repletos de chabolas, gran

cantidad de edificios severamente dañados y grandes zonas del casco urbano sin

edificar. Junto al mal estado del pavimento y el alumbrado a media luz podemos

hacernos una idea del ambiente que se respiraba en el Madrid de la posguerra. O al 35

Ibidem, pp. 43-52. MÉNDEZ, Ricardo: “La economía de Madrid en el último medio siglo”, en

FERNÁNDEZ GARCÍA, Antonio (dir.): Historia de Madrid… ob. cit., pp. 685-686.

36 DIÉGUEZ PATAO, Sofía: Un nuevo orden urbano… ob. cit., pp. 113-135.

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menos en determinadas zonas, pues en este año 1942 se estudiaron varios proyectos

para la ciudad, como el enlace de las plazas de Canalejas y Jacinto Benavente, la

prolongación de María de Molina y el enlace de la actual Plaza de Cataluña con la

prolongación de Príncipe de Vergara.

Aprobado por la Comisión Permanente en 1941, el enlace de las plazas estuvo a

punto de ser aprobado por el pleno del Ayuntamiento, a pesar de la oposición del

teniente de alcalde, el conde de Casal, quien consideraba que ante la ausencia de

viviendas en óptimas condiciones, con la masiva presencia de chabolas en los suburbios

y su estado de miseria, en una ciudad donde los transportes no abundaban, no se debía

lanzar un proyecto que significaba el derribo de multitud de casas, cuyos inquilinos no

tenían un lugar donde instalarse. En 1942 la Fiscalía Superior de Vivienda situaba la

realidad de Madrid en 341.481 viviendas existentes, de las cuales más de 149.000 se

calificaban de defectuosas y otras 101.307 son insalubres. Es decir, más de las tres

cuartas partes de la vivienda. Sí se llevó a cabo el proyecto de enlace de María de

Molina con la Avenida del Generalísimo, aunque los afectados presentaron alegaciones

éstas fueron rechazadas al considerarse necesario este paso si se quería comunicar con

la Avenida de América. También se aprobó la unión de la plaza de la República

Argentina con la prolongación de la avenida del General Mola y la corporación

aprovechó este suceso para instalar alumbrado en la zona, incluida la colonia del Viso.

En contra de lo que aparecía en el Plan de 1941, que tenía en el perímetro del

Manzanares una parte importante del primer anillo verde que rodearía la ciudad, el

Gobierno decidió que las márgenes del río fueran urbanizadas para financiar las obras

de canalización. Por su parte, el Ayuntamiento dotó de alumbrado la plaza de España,

urbanizó el paseo de Delicias, mejoró las aceras de la Puerta del Sol y ordenó reparar las

cuatro fuentes del Paseo del Prado. Respecto a la política monumental, encargó una

estatua de Tirso de Molina en la plaza homónima, una de Isabel II en la plaza de Ópera,

reparó el monumento a Concepción Arenal y se construyó un nuevo pedestal para el

monumento a Isabel la Católica. También se acordó dedicar dos millones y medio de

pesetas a la mejora de los jardines de las Vistillas, Campillo del Mundo Nuevo y las

plazas de Santa Ana, del Dos de Mayo y el antiguo Hospicio. La recuperación del

parque del Oeste y la Casa de Campo, escenarios bélicos de primera magnitud apenas

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tres años atrás, se presupuestó en seis millones. La dualidad de poderes en el Madrid de

la Victoria era muy visible37

.

A la altura de 1942 las autoridades todavía insistían en la arquitectura

monumental, bajo la influencia de la Alemania nazi y la Italia fascista. En este año se

inauguró en la capital una exposición sobre la arquitectura del III Reich, organizada por

el mismo régimen, acompañada de otra más modesta de la Dirección General de

Arquitectura, en la que se insistía en la necesidad de buscar un estilo nacional para el

país. La ciudad entera se quiso convertir en un monumento-emblema desde el

colosalismo y el misticismo, como apunta Ángel Llorente, de tal forma que se pudieran

desarrollar constantemente celebraciones de reafirmación política, militar y religiosa. La

mayoría de las “avenidas imperiales” y las “plazas de la Victoria” no pasaron de la fase

de proyecto, reutilizándose los espacios existentes, dotándolos de nuevos significados

en ocasiones concretas, como en el caso de las iglesias, y recurriendo a la arquitectura

efímera, apenas estudiada38

.

A pesar de la doble actuación, en la capital del nuevo Estado se dieron procesos

de segregación espacial muy claros, los propios poderes oficiales lo recogieron. Según

el informe La moralidad pública y su evolución en las barriadas madrileñas se vivían

situaciones límite, donde la mayoría de las actividades se escapaban del control de las

autoridades. Este documento, de circulación interna, alertaba de las peligrosas

ramificaciones del Socorro Rojo, el surgimiento de organizaciones subversivas, de

bandas de rateros y otras actividades contrarias a la ley. En el caso del Puente de

Vallecas, con 80.000 vecinos, existía una peligrosa combinación de rencores políticos,

fobias sociales, odio a la religión y desprecio a los valores morales en toda su extensión.

La delgada línea entre la geografía moral y el urbanismo se hacía extremadamente

difusa, puesto que el 89% del terreno había que considerarlo “infranqueable a los

ideales sanos”. En once por ciento restante se dividía entre zona de conquista, “zona

buena” y “zona selecta”, ésta última sólo habitada por el dos por cien de la población.

37

MONTOLIÚ, Pedro: Madrid en la posguerra… ob. cit., pp. 273-274. A pesar de estar proyectada la

recuperación de estos espacios, en 1942 las obras ni siquiera habían comenzado. BRAVO MORATA,

Federico: Historia de Madrid, Vol. VIII… ob. cit., pp. 335-336. Los datos sobre chabolas en

SAMBRICIO, Carlos: “Las chabolas en Madrid”, en SAMBRICIO, Carlos (ed.): Un siglo de… ob. cit.,

p. 247. Para la reforma interior de la ciudad, DIÉGUEZ PATAO, Sofía: Un nuevo orden… ob. cit., pp.

69-78.

38 LLORENTE, Ángel: Arte e… ob. cit., pp. 75-79.

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De ahí que las autoridades facilitaran la extensión de la acción católica mediante la

construcción de nuevos centros religiosos. Según la misma cabecera desde el final de la

guerra la labor del Auxilio Social y del Secretariado Diocesiano había permitido

levantar 23 parroquias y reconstruir otras cuatro, aunque sólo el 18% de los habitantes

de los suburbios acudía parcialmente a las iglesias. Pero Acción Católica trataba de

enmendar esos comportamientos con la atención a 48.000 enfermos en los veinte

dispensarios creados, con catequesis para 6.500 adultos y doce talleres profesionales

que contaban con 400 alumnas39

.

A pesar de las iniciativas en materia de vivienda, todavía en 1944 había casos en

los que cuatro o cinco familias tenían que vivir hacinadas en una habitación, utilizaban

sótanos o incluso cuevas para vivir en un ambiente de miseria que ni el propio informe

La moralidad pública y su evolución, publicado este año, podía describir. De lo que sí

advertía era de la “repugnante mezcolanza de sexos y edades”, una atmósfera de

depauperación y recelo que tenía como consecuencia la ratería y la mendicidad. Aparte

de la moralidad preocupaba mucho la proximidad de estas zonas a las áreas más

urbanizadas y las colonias de pequeños hoteles, como en el caso de La Elipa o el Tejar

de Sixto (actual zona de los estudios Torrespaña). Las autoridades concluyeron la

emergencia de la situación, que podía provocar un gran estallido social. De ahí que se

aprobara en este mismo año el primer Plan Nacional de la Vivienda, redactado por el

Instituto Nacional de la Vivienda, que preveía reparar 360.000 pisos, sustituir 392.000 y

construir 650.000 en diez años. La realidad fue que en la década establecida tan sólo se

actuó sobre 314.000 viviendas, mientras que entre 1944 y 1948 el cinturón suburbial

comenzó a ocupar gran parte de los alrededores de la capital, en contra de lo propuesto

en un plan urbanístico que situaba en los cinturones verdes la línea de separación entre

dos formas muy distintas de vida. A partir de este momento, el debate se situó en la

anexión o no de los términos municipales próximos, tratando de acercar a ellos los

nuevos núcleos poblacionales. La Junta de Reconstrucción de Madrid tuvo que asumir

propuestas que nada tenían que ver con el plan de 1941, bien por la complejidad de la

situación, bien porque albergaba a personalidades contrarias a la propuesta de Bidagor,

como Paz Maroto, al tiempo que asumía ideas de otros organismos de la

Administración.

39

CASTILLO CÁCERES, Fernando: Capital aborrecida. La aversión hacia Madrid en la literatura y la

sociedad del 98 a la posguerra, Madrid, Ediciones Polifemo, 2010, p. 592.

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44

Junto al primer Plan de Vivienda se aprobó la Ley de Viviendas Bonificables,

con objeto de promocionar la construcción. La ley fijaba que las viviendas bajo su

protección no podían tener un alquiler mensual superior a las 500 pesetas para los pisos

de entre 110 y 200 metros cuadrados y de 200 pesetas para los pisos menores de 60

metros cuadrados. A cambio de construir las casas el promotor recibía subvenciones,

préstamos y beneficios tributarios. Aunque la ley se pensó para construir viviendas en

alquiler, también contemplaba la posibilidad de la venta. Unido a las condiciones tan

favorables para los promotores hizo que éstos pidieran que sus viviendas fueran

calificadas como bonificables de forma masiva, desvirtuando el objetivo de la ley.

Conscientes de que la finalización de la guerra había asentado el principio de propiedad

privada, los promotores apostaron por casas destinadas a las rentas altas madrileñas, que

comenzaron a construirse en barrios como Mirasierra o el Niño Jesús. Operaciones

similares fueron desarrolladas tiempo después en zonas como la Estrella, la Concepción

o El Niño Jesús por las primeras promotoras: Banús, Urbis o Vallehermoso. Es más, un

importante número de sociedades inmobiliarias nació al calor de la nueva ley y sus

beneficios fiscales; algunos miembros de la Comisión de Urbanismo, como Escario,

eran asimismo promotores, al igual que Federico Turell, subsecretario de Obras

Públicas, y también fueron varios los arquitectos, como Zuazo o Julián Laguna, los que

actuaron como promotores. Si la Ley de 1939 estaba destinada a paliar el déficit de

viviendas para las clases trabajadoras, esta Ley de 1944 se orientaba básicamente a una

clase media con escasos medios para endeudarse.

Los servicios técnicos del Ayuntamiento seguían incidiendo en la calidad de la

vivienda. Publicaron un documento, El problema de los suburbios de Madrid.

Orientación y plan para su solución, en el que se defendía la anexión de los municipios

colindantes, redactar un plan de ordenación urbana que atendiera a la nueva extensión y

así obtener los recursos necesarios para acabar con el problema del suburbio. Para el

Consistorio la anexión más urgente era la de Villaverde (fue el último en hacerlo, en

1954). Paralelamente creó el Patronato Municipal de la Vivienda, organismo que

atendería la construcción de pisos para los funcionarios municipales en torno a la zona

de la carretera de Extremadura: puerta del Ángel, paseo de los Olivos, Antonio López…

A esta política de refuerzo a un sector que lógicamente brindaba su apoyo al nuevo

régimen, como era el nuevo funcionariado, se unió la constante búsqueda de apoyos

entre la población con la intervención en vivienda. El 5 de octubre de 1944 el pleno del

Ayuntamiento hacía balance de los esfuerzos realizados desde el fin de la guerra: 17

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45

millones de pesetas, 1.750 viviendas entregadas, a las que se iban a sumar otras 486

antes de que acabara el año. Para 1945 se destinarían 10 millones de pesetas para

construir 250 casas.

Por su parte, la Obra Sindical del Hogar afirmaba llevar construidas 5.000

viviendas, cuyo coste no pasaba de las 30.000 pesetas por piso. Es decir, que los

materiales utilizados y las estrategias de construcción no eran de gran calidad. Esta

realidad se unía a la de los expedientes de ruina que se acumulaban en las dependencias

municipales, unos por casas afectadas por la guerra y no reparadas, otros por viviendas

construidas ya en la posguerra. Pero también muchas solicitudes respondían a intereses

especulativos, en lo que iba a ser uno de los grandes negocios inmobiliarios de la

década: el aprovechamiento de los solares tras los derrumbes. Pero el régimen también

supo sacar rédito político y el día 19, tras un entierro multitudinario, ABC se hacía eco

de los deseos de Franco de entregar un donativo a los afectados, mientras que la Central

Nacional Sindicalista iniciaba una suscripción pública40

.

Por su parte, las Cortes aprobaron el 25 de noviembre la Ley de Bases del Plan

General redactado en 1941, aunque habría que esperar aún dos años más para que se

constituyera la Comisaría General para la Ordenación Urbana, responsable de su

desarrollo. Los promotores se aprovecharon de esta demora, a todas luces excesiva,

pues la tasa de natalidad madrileña superaba en un 20,74% la media española, y

construyeron viviendas en terrenos destinados a zona verde. El único proyecto que

avanzó según estaba previsto fue la estación de Chamartín y su comunicación con el

centro, puesto que las obras de enlaces ferroviarios fueron declaradas urgentes y se

expropiaron diversos solares. Uno de sus resultados fue la posibilidad de prolongar la

avenida General Mola y la calle Velázquez. A pesar de las dificultades, en marzo de

1945 se aprobó una ley que buscaba ordenar los solares y definir los sistemas de

expropiación y venta forzosa, por lo que la Comisaría pudo adquirir suelo para edificar

viviendas protegidas, aunque para Carlos Sambricio la voluntad del Ayuntamiento era

40

MONTOLIÚ, Pedro: Madrid en la posguerra… ob. cit., pp. 307-312. El derrumbe de la cueva aparece

reseñado en BRAVO MORATA, Federico: Historia de Madrid, Vol. IX… ob. cit., p. 217. Las

operaciones de las promotoras en JULIÁ, Santos; RINGROSE, David; SEGURA, Cristina: Madrid… ob.

cit., p. 561. Las dificultades del Plan Bidagor en SAMBRICIO, Carlos: “La vivienda en… ob. cit., p. 18.

La Ley de Viviendas Bonificables en ROJO DE CASTRO, Luis: “La vivienda en Madrid… ob. cit., p.

231. Las dificultades del Plan Bidagor en el momento de su ejecución, en SAMBRICIO, Carlos: Madrid,

vivienda y… ob. cit., pp. 345-346.

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únicamente crear un registro de solares, de forma que el espíritu de la ley fracasó. Esto

ocurría en un momento en que Muguruza planteaba las zonas residenciales en Aravaca,

Plantío, Ribera del Jarama, Alameda de Osuna y Fuencarral; los núcleos industriales en

Vicálvaro, Vallecas, Villaverde, Fuencarral, Chamartín, San Fernando y Barajas y las

zonas militares en Cuatro Vientos, Campamento y Carabanchel41

.

A la altura de 1945 la demora en la ejecución del Plan de Ordenamiento estaba

favoreciendo un “reparto” de la ciudad, pues las zonas de Aravaca, Puerta de Hierro y

La Florida eran ocupadas por las clases acomodadas, mientras que la región del sureste

concentraba la inmigración de otras partes del país, al tiempo que iban desapareciendo

las zonas verdes propuestas en el plan de 1941. En enero se publicó la orden que

desarrollaba la Ley de Ordenación del Gran Madrid, aprobada en noviembre de 1944,

según la cual los ayuntamientos de los pueblos de Chamartín de la Rosa, Canillejas,

Villaverde, Carabanchel Bajo, El Pardo, Canillas, Vicálvaro y Vallecas eran llamados a

proporcionar cuanta información le fuese requerida para preparar su anexión a la

capital. Por otra parte, la construcción seguía desarrollándose muy lentamente.

Destacaron la iglesia parroquial de San Francisco de Borja (Serrano 104), cuyas obras

se extendieron hasta 1950, el edificio y cine Pompeya (Gran Vía 70), terminado en

1946, y el edificio Bancaya-Campsa (Paseo del Prado 6), levantado con proyecto de

Secundino Zuazo entre 1946-1953. La situación de la vivienda seguía siendo alarmante,

en una ciudad de apenas un millón de personas, casi la mitad vivía en una situación de

extrema pobreza, superando en superficie a la parte urbanizada. La reacción moral de

las autoridades se vio acompañada de actuaciones materiales, con la construcción por

parte del Patronato Municipal de la Vivienda de 187 pisos en la colonia Molino de

Viento, 274 viviendas en el paseo de los Olivos y 278 en la colonia José Antonio Girón.

El Instituto Nacional de la Vivienda y la Dirección de Regiones Devastadas iniciaron la

edificación de 677 viviendas en las colonias del Tercio y Terol, mientras que la Junta

Nacional del Paro anunció que iba a construir en Madrid 2.500 casas. Pese a todos los

anuncios los únicos pisos que vieron la luz fueron los 500 que entregó Franco en Virgen

del Pilar el 18 de julio. Como vemos, el régimen asociaba fechas simbólicas con

beneficios materiales, con el objetivo de ganarse el favor de las capas más humildes y

alimentar el mito del Estado franquista como constructor, sobre todo de vivienda 41

MONTOLIÚ, Pedro: Madrid en la posguerra… ob. cit., pp. 321-323. SAMBRICIO, Carlos: “La

vivienda en… ob. cit., p. 20. La ley de 1945 en SAMBRICIO, Carlos: Madrid, vivienda y… ob. cit., p.

342.

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47

social42

.La siguiente tabla ilustra los proyectos que la Dirección de Regiones

Devastadas había desarrollado hasta 1945, con los proyectos en ejecución:

Proyectos de la Dirección General de Regiones Devastadas hasta 1945.

GRUPO TERMINADAS EN EJECUCIÓN

Ayuntamientos

Catedrales e iglesias

Centros de enseñanza

Edificios benéficos

Edificios del Estado

Edificios del Municipio

Edificios agrícolas

Cuarteles de la Guardia

Civil

Traída de aguas y

alcantarillado

Varios

Viviendas

15

81

76

73

23

55

227

18

30

160

3.545

30

108

93

61

26

52

93

30

39

204

2.099

Cuadro 2. Fuente: BRAVO MORATA, Federico: Historia de Madrid, Vol. IX, De la

posguerra a los ensayos de la televisión (1943-1948), Madrid, Trigo Ediciones, 2002,

p. 219.

El proyecto de Ordenación de 1941, que necesitó primero la publicación de la

Ley de Bases en noviembre de 1944, se reglamentó por ley en marzo de 1946, fecha en

que se aprobó definitivamente. La Junta de Reconstrucción pasó a formar parte de la

Comisaría, pero la multitud de organismos, con atribuciones no del todo definidas, los

problemas de ejecución y la falta de recursos y de voluntad política provocó que en

algunas zonas como Ciudad Lineal, donde sólo podían construirse viviendas

unifamiliares, empezaran a ser edificados pisos en altura.

42

MONTOLIÚ, Pedro: Madrid en la posguerra…, ob. cit., pp. 372-374. SAMBRICIO, Carlos: “Las

chabolas… ob. cit. El “mito constructor” en FANDIÑO PÉREZ, Roberto Germán: “La vivienda como

objeto de propaganda en el Logroño del primer franquismo”, en Berceo, nº 136, 1999, pp. 175-192.

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Y es que en el interior apenas se construían viviendas: la Comisión Permanente

del Ayuntamiento aprobaba quince licencias semanales, cuando llegaba a esa cifra, la

mayoría para reformas de pisos y establecimientos comerciales. Manuel Castells define

las iniciativas del régimen en materia de arquitectura y vivienda como la reconstrucción

del centro e intentos de dar cierto porte a los edificios oficiales. De esta forma, la

situación de Madrid en los años cuarenta no se podría definir como crítica, pues los

grupos dominantes seguían asignando objetivos a la ciudad. La Ley de Arrendamientos

Urbanos fijaba el precio de los alquileres para no empeorar la situación de las clases

medias, sobre las que se quería apoyar el régimen. La Ley de Viviendas Bonificables,

dos años anterior, permitía la actuación del Estado para alojar a funcionarios medio-

altos y empleados de servicios en barrios saneados de la inmediata periferia, que pronto

iba a ser la propia ciudad. Sambricio se sitúa en una línea similar, pues afirma que entre

1939 y 1948 la política de vivienda consistió en la vuelta al debate de preguerra sobre la

vivienda popular, ya que no hubo proyectos de construcción de nuevos núcleos y la

preocupación fundamental fue eliminar los focos de pobreza. En 1944 la iniciativa de

crear un Plan Nacional de Vivienda fracasó cuando el ámbito privado se concentró en

construir casas para las clases medias, con el apoyo de las autoridades43

.

Otro tipo de edificio singular es el proyecto que recibe el Ayuntamiento a

principios del nuevo año de 1947. La construcción, a erigir en la Plaza de España en el

solar de los Sagrados Corazones, albergará un hotel, oficinas y comercios a lo largo de

sus veintisiete pisos. Ese mismo año comenzaban las obras de acondicionamiento de la

calle Princesa que, junto a las de la propia Plaza de España, comenzadas cuatro años

antes, debían finalizar la prolongación de la Gran Vía, enlazadas en 1948. Este edificio,

el más alto de Madrid, será el emblema de la fiebre constructora que recorrerá Madrid a

finales de la década. En la zona comprendida entre las calles Ibiza, Sáinz de Baranda,

Doctor Esquerdo y Menéndez Pelayo los pisos rondaban las 80.000 0 100.000 pesetas,

mientras que en las zonas periféricas los primeros apartamentos se pueden adquirir

desde 26.000. Y con la construcción desenfrenada aumenta aún más el mercado negro,

ahora de materiales de construcción. Quien tiene influencias consigue grandes

cantidades de cemento y lo vende a las promotoras, por lo que no hace falta construir

43

DIÉGUEZ PATAO, Sofía: Un nuevo orden urbano… ob. cit., pp. 106-112. El caso de la colonia

Moscardó en BRAVO MORATA, Federico: Historia de Madrid, Vol. IX… ob. cit., pp. 57-58.

CASTELLS, Manuel: Ciudad, democracia y… ob. cit., p. 48. La reflexión de Sambricio en

SAMBRICIO, Carlos: Madrid, vivienda… ob. cit., p. 352.

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para ganar dinero. El Ayuntamiento deniega unos permisos y acepta otros, generalmente

por pagos adicionales a los funcionarios de la administración. Ya nadie se acordaba de

los proyectos del Madrid imperial y de la Casa del Partido nada más se supo. Y es que

el final de la década traía una certeza: el futuro Madrid no lo construiría una idea, ni

siquiera una que se asemejara al fascismo, sino los promotores y las grandes

inmobiliarias, que construirían la ciudad al margen del Plan General. Una imagen que

contrastaba con los treinta núcleos de chabolas que se extendían desde el norte de la

Castellana al Paseo de Extremadura, objeto del Plan para la Ordenación general de

suburbios44

.

3.2. Condiciones sociales: hambre, enfermedades, estraperlo.

El 1 de abril, fecha que iba a ser conocida en lo sucesivo como el Día de la

Victoria, Auxilio Social no podía atender las necesidades de la población madrileña.

Repartió 860.000 raciones, 200.000 de ellas de comida caliente, unos 30.000 niños

fueron atendidos en los comedores infantiles dispuestos y en los centros de puericultura

habilitados por el Instituto Nacional de Higiene. Cuatro mil madrileños que habían sido

presos y perseguidos durante la “dominación roja” también recibieron raciones de

alimento. Por eso, tras los camiones de soldados que el 29 de marzo se hacían con el

control de la ciudad llegaban los camiones de Auxilio Social, que repartía pan blanco,

chocolate, leche condensada, legumbres, arroz, patatas, latas de sardinas, tabaco, incluso

algunos licores fueron entregados a una población que ovacionaba la llegada de los

camiones de alimentación. El Gobierno amenazó el día 14 con sanciones importantes

para aquellos que acapararan el pan que, por ser una mezcla de centeno y avena, había

perdido ya el color blanco de los primeros días de victoria. Dos días más tarde también

se prohibía la venta ambulante. Tal era el hambre que el obispo de Madrid-Alcalá

dispensó del ayuno del Viernes de Dolores a los fieles. En todo el mes las raciones

repartidas ascendieron a 19 millones, comidas que consistían en carne con patatas, un

huevo, una pieza de fruta y mermelada para los niños. Pero las autoridades también

44

JULIÁ, Santos; RINGROSE, David; SEGURA, Cristina: Madrid… ob. cit., pp. 556-557.

SAMBRICIO, Carlos: “Las chabolas… ob. cit., p. 248. El problema de la vivienda pasó a la década

siguiente, tal y como aparece en LLEÓ, Blanca: “La moderna posguerra”, en SAMBRICIO, Carlos (ed.):

Un siglo… ob. cit. El Plan para la Ordenación general de suburbios, en DIÉGUEZ PATAO, Sofía: Un

nuevo orden urbano… ob. cit., pp. 157-162.

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incluyeron en este servicio a los militares que volvían de su servicio en la guerra, para

los que hubo que habilitar cafés como el Viena, Levante o Gijón, hoteles como el

Florida y otros establecimientos diversos como los almacenes Sepu y las dependencias

de la Telefónica. Para los que habían estado presos se habilitó el restaurante La Barraca,

en la calle Reina, los religiosos iban a la Casa de Valencia, instalada en el palacio del

marqués de la Casa Riera45

.

La cartilla de racionamiento, una de las protagonistas en las retaguardias durante

la Guerra Civil, volvió a Madrid el 14 de mayo de 1939, apenas mes y medio después

de la Victoria. Este sistema contaba con la capacidad adquisitiva privada, no pretendía

sustituirla, por lo que las autoridades decidieron establecer tres categorías: una primera

para quienes más ingresos tuvieran, otra para los ingresos medios y una tercera

categoría para quienes percibieran menos ingresos. A pesar de esta organización, la

mayor parte de las cartillas solicitadas pertenecían a la tercera categoría, por la que se

recibían más alimentos. Es decir, que a través de las cartillas de racionamiento el

régimen reconocía el gran problema de pauperización que acosaba a las clases bajas. No

era el único, ya que la embajada británica en Madrid dio cuenta de las dificultades por

abastecerse de productos básicos. Según los ingleses sucedía por la falta de transporte,

una mala organización y la corrupción que se extendía por los ayuntamientos. El

reparto, del que se encargaba la Comisaría General de Abastecimientos y Transportes

(CGAT desde este momento), era semanal y estaba compuesto por alguno de estos

alimentos: garbanzos, alubias, patatas, pasta para sopa, puré, boniatos, galletas, bacalao,

aceite, azúcar, tocino y pan. En algunas ocasiones también se repartía carne, café,

chocolate, membrillo, turrón o jamón, muy pocas veces leche o huevos, por lo que para

conseguir algunos elementos básicos la única salida era acudir al mercado negro y a sus

precios desorbitados. El 18 de junio las hojas interiores de las cartillas de

abastecimiento se sustituyeron por hojas de cupones. Esta decisión, que preveía facilitar

la compra de artículos, supuso numerosos problemas, pues el cambio debía hacerse en

la tienda que cada familia tenía asignada. Además, las nuevas hojas de cupones, que

permitían comprar los artículos relacionados cualquier día de la semana, salvo la carne

(cada dos semanas), costaban diez céntimos. Desde que las nuevas cartillas entraron en

vigor las secciones de información local se convirtieron en altavoces de los avisos de 45

La escasez tras la entrada de las tropas franquistas aparece en CASTILLO CÁCERES, Fernando:

Capital aborrecida… ob. cit., pp. 557-560. También en MONTOLIÚ, Pedro: Madrid en la posguerra…

ob. cit., pp. 29-32.

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reparto, precios o cambio de cupones, puesto que el racionamiento no se producía cada

semana en todos los distritos y las cantidades variaban según la semana o el mes46

.

Para acercarnos a las duras condiciones de posguerra debemos comparar los

precios del racionamiento con los del mercado negro. El estraperlo dominó la vida

cotidiana de los madrileños al no haber repartos regulares, variar las cantidades y debido

a que los artículos suministrados no eran complementarios. Más allá del estraperlo sólo

estaban los servicios de beneficencia del régimen, como Auxilio Social, en cuyos

comedores se alimentaron muchos madrileños durante años, donde recibían dietas

mucho más completas que las domésticas. La justicia de Franco también afectaba al

estómago, en una España donde el coste de la vida aumentó un 54,3% respecto a la

situación prebélica. De esta forma, la autarquía fue un tipo de cuarentena, tal y como

propuso Michael Richards y sostiene Miguel Ángel del Arco. Las instituciones de

beneficencia mantuvieron la cultura de guerra y el espíritu de la Cruzada, las cartillas de

racionamiento representaban un mecanismo de control social y las colas de

abastecimiento, uno de los paisajes de la memoria de posguerra, situaban a la población

más castigada donde las autoridades pensaban que era su lugar natural. El

racionamiento, entendido dentro de la lógica de la cultura de guerra, legitimaba la

riqueza de los vencedores y la escasez de los derrotados, que buscaban misericordia en

las instituciones.

Poco pudo hacer la CGAT ante una red de corrupción que se extendió por toda

la Administración. Tampoco tuvo efecto la ordenanza que obligaba a los industriales a

solicitar una guía de abastecimiento para transportar un producto a través de España,

pues determinados funcionarios facilitaban igualmente los permisos a intermediarios

que poseían información e influencias privilegiadas y una parte de los inspectores

cobraban por no sancionar. La cuestión es que existían dos realidades en el mercado

negro. Por un lado el que se perseguía, reconocido en los discursos de las autoridades y

las medidas que tomaban; por otro, al que acudían todos aquellos que podían permitirse

pagar sus altos precios, cuando no era ejercido por las mismas autoridades. ¿Quién

estaba detrás de este estraperlo? La cara visible era todo el conjunto de héroes de guerra,

46

La opinión de la embajada británica en CAZORLA SÁNCHEZ, Antonio: Las políticas de la victoria.

La consolidación del Nuevo Estado franquista (1938-1953), Madrid, Marcial Pons, 2000, p. 88. La

misma reflexión sobre los abastecimientos puede encontrarse en MÉNDEZ, Ricardo: “La economía de

Madrid en el último medio siglo”, en FERNÁNDEZ GARCÍA, Antonio (dir.): Historia de… ob. cit., pp.

684-685.

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mutilados y excombatientes, que obtenían importantes ganancias a costa de la

permisividad del Estado y del Ayuntamiento. Era un reconocimiento implícito de esta

actividad, pero sólo lo permitían con ciertas personas, de manifiesta adhesión a los

principios del Movimiento. No se mercadeaba únicamente con los alimentos. Para

instalar un quiosco de periódicos en la calle Alcalá había que pedir permiso al

Ayuntamiento, aunque si el solicitante no tenía méritos políticos por no combatir en la

guerra, tenía que recurrir a la figura del mediador para agilizar los trámites.

El sobresueldo también podía llegar de la falsificación de documentos, como era

el caso del subsidio familiar. Sólo había que demostrar que se tenía a cargo varios

menores de edad, para lo que era necesario tener algún contacto en el Instituto Nacional

de Previsión, que falsificaba la documentación y con el que se repartía la ganancia. Si

no eran documentos era otro tipo de materiales escasos, como los neumáticos.

Oficialmente no había, pero existían cadenas de aprovisionamiento que los obtenían de

los vehículos incautados a los republicanos. El negocio funcionó tan bien en Madrid que

incluso se hacían reventas a empresas distribuidoras, para lo que era necesario distribuir

comisiones entre funcionarios del Ministerio. Por otro lado, siempre funcionaron la

recomendación o los aparentes favores. Este es el caso del sargento “J”, cuyo caso es

recogido por Bravo Morata. Este militar, que sirve en una de las guarniciones de

Madrid, se caracteriza por conceder un gran número de permisos de “sábado a lunes”,

de modo que el rancho de los soldados pasa a su disposición y lo revende en el mercado

negro. El sargento recorre todas las tardes las bocas de metro para recoger la

recaudación. ¿Podemos englobar este “estraperlo de los pobres” como una forma de

resistencia cotidiana, siguiendo el concepto de James Scott? Miguel Gómez y Miguel

Ángel del Arco sostienen que las clases populares tenían únicamente dos vías de acción:

buscar su supervivencia al margen de la ley o recurrir a los beneficios de los contactos

con la Administración, un canal que les estaba vedado. Por su extensión espacial y

temporal, estos dos autores conciben el estraperlo como una forma de resistencia sin

precedentes47

.

Mientras, el Ayuntamiento se esforzaba por sacar las colas de las calles, el

elemento más visible del hambre. Se llegaron a abrir las diez tenencias de alcaldía para

47

BRAVO MORATA, Federico: Historia de Madrid, Vol. VIII… ob. cit., pp. 77-83. El caso del sargento

en p. 301. RICHARDS, Michael: “From war culture to… ob. cit. DEL ARCO BLANCO, Miguel Ángel:

“Hunger and the consolidation… ob. cit. Los dos “estraperlos” en GÓMEZ OLIVER, Miguel; DEL

ARCO BLANCO, Miguel Ángel: “El estraperlo: forma de resistencia y… ob. cit.

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cambiar las cartillas y se estableció un calendario para el racionamiento en función de

los apellidos de los titulares, mientras que se prohibió la venta ambulante de tabaco,

aunque se siguió permitiendo la de barquillos. El 15 de septiembre se autorizaba la

venta libre de productos hortícolas y el 4 de noviembre la de huevos, por lo que la

ausencia de controles favoreció la venta en condiciones fraudulentas. Que el hambre era

tenida por las autoridades como una amenaza a su relación con el pueblo queda claro si

atendemos al juego político interno, como ha demostrado Antonio Cazorla. En la

posguerra las rencillas entre las familias del régimen, fundamentalmente Falange,

estaban marcadas por las acusaciones de distanciamiento con el pueblo, con el que se

mantenían relaciones únicamente burocráticas. El prestigio del partido iba asociado al

abastecimiento y distribución de productos que permitieran superar las duras

condiciones de vida.

Como expone Carme Molinero, las actitudes sociales ante las dictaduras es un

tema situado entre la Historia Política y la Historia Social. Frente a las visiones que

plantean la represión y el control social como las únicas formas de relación de las

autoridades con el pueblo, hay que tener en cuenta que el franquismo también generó un

discurso público con el que dirigirse a las masas y así aumentar la legitimidad del

régimen entre los sectores despolitizados. Para la historiadora, esta consideración es el

factor que diferencia al franquismo del modelo de dictadura tradicional, ya que el

discurso social fue patrimonio de los sectores falangistas. Otros autores consideran que

la formación del régimen franquista tiene elementos propios del caciquismo y de las

relaciones de poder que ya estaban presentes en el régimen de la Restauración. Es el

caso de Antonio Cazorla, para quien la corrupción es el ejemplo de la continuidad en los

comportamientos locales del poder. Como puso de manifiesto Carlos Barciela, el

aparato del Estado fue utilizado en favor de intereses particulares, tales como la

contrarrevolución agraria, la supresión de los sindicatos, una legislación laboral que

favorecía la explotación o la represión privada de la conflictividad social, por citar

algunos ejemplos. Por tanto, puede que el discurso social estuviera en manos de los

falangistas, pero la realidad es que los consumidores no podían acceder a productos que

las autoridades consideraban innecesarios, pero tampoco podían cubrir sus necesidades

básicas.

La reconstrucción de la base social de una dictadura es, evidentemente, un

asunto complejo. Peter Anderson y Miguel Ángel del Arco sostienen que, frente a las

visiones clásicas del totalitarismo como una máquina que controla férreamente la

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sociedad, con unas instituciones que difunden los valores y creencias oficiales, el

franquismo integró a un gran número de “personas comunes” en la Administración

gracias a la Guerra Civil. Estos autores defienden un solapamiento entre el Estado y la

sociedad debido a la experiencia del conflicto y la “cultura de guerra” que generó, que

explica, entre otras cosas, la colaboración con la Guardia Civil y el Servicio de

Investigación de Falange. Así, el análisis de las denuncias demuestra que tanto las

instituciones de la dictadura como los españoles corrientes compartían el significado

ideológico de la guerra y tenían la represión como una recompensa justa y necesaria por

los sufrimientos padecidos. Como sostienen Anderson y Del Arco, las denuncias, como

fenómeno inmerso en un proceso represivo, se situaron en un espacio urbano “repleto de

símbolos, mensajes, discursos y ceremonias que evidenciaban la división de la sociedad

entre los que habían ganado la guerra y los que la habían perdido. Sin todos estos

elementos culturales entendidos en el sentido más extenso, no podemos comprender las

transacciones cotidianas que llevaron a muchos a procurar la represión de determinados

grupos sociales”. La “comunidad del sufrimiento” generada por la experiencia de la

guerra iba a ser un motor de generación de adhesiones, no sólo entre los que

compartieron trinchera, también entre los que vivieron el conflicto desde la retaguardia.

Tal sería el caso de Madrid48

.

En estas condiciones no es extraño que las condiciones sanitarias fueran un

problema muy grave. La mortalidad de la posguerra no sólo estuvo dominada por la

represión, también por las enfermedades, en especial las respiratorias. Sólo en 1939

2.326 madrileños murieron de tuberculosis, una enfermedad que hasta 1951 tuvo una

mortalidad anual media de 1.500 personas. La bronquitis mató a 1.174 personas en

1939, lo que estableció un récord para toda la posguerra. La mortalidad por esta causa

fue decayendo hasta los 351 casos de 1952. La meningitis tuvo 587 desenlaces mortales

en 1939, el peor año para esta enfermedad, que se mantuvo con altibajos hasta 1945,

48

BRAVO MORATA, Federico: Historia de Madrid, Vol. VIII… ob. cit., pp. 39-43. CAZORLA

SÁNCHEZ, Antonio: Las políticas de la victoria… ob. cit., pp. 26-33. MOLINERO, Carme: “El reclamo

de la «justicia social»… ob. cit., pp. 93-110. CAZORLA SÁNCHEZ, Antonio: “Dictatorship from

below… ob. cit. y del mismo autor “La vuelta a la historia. Caciquismo y franquismo”, en Historia

Social, nº 30, 1998, pp. 119-332. BARCIELA LÓPEZ, Carlos: “Franquismo y… ob. cit., pp. 83-96.

ANDERSON, Peter; DEL ARCO BLANCO, Miguel Ángel: “Construyendo la dictadura y castigando a

sus enemigos. Represión y apoyos sociales del franquismo (1936-1951)”, en Historia Social, nº 71, 2011,

pp. 125-142. La cita en pp. 132-133.

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55

cuando se registraron 486 muertes. Después fue descendiendo paulatinamente hasta los

115 casos de 1955. Por lo que se refiere a la nefritis, en 1939 le costó la vida a 1.314

madrileños, el nivel más alto durante la década. En 1940 descendió hasta 910 muertes,

aunque al año siguiente subió hasta los 1.214 casos mortales. Durante el resto de los

años 40 descendió hasta situarse en 330 muertes en 1951. La amplia mortalidad fue

recibida por las autoridades de forma diversa: Serrano Suñer la relacionaba con las

destrucciones de la guerra, pero el Caudillo no aceptaba esa justificación. El

encubrimiento de las autoridades nos obliga a ser cautos ante las fuentes oficiales, por lo

que Miguel Ángel del Arco sostiene que un buen sustituto son los informes de

embajadas extranjeras. Como él ha desvelado, los informes de Alan Hillgarth,

comandante de la Royal Navy, relacionan las enfermedades con déficits de alimentación

que colocaban a la población en estados próximos a la desesperación.

Tres días después del último parte de guerra, el 4 de abril, los médicos

pertenecientes al antiguo Patronato Nacional Antituberculoso, disuelto por la República,

y los miembros de la Lucha Antituberculosa fueron convocados inmediatamente para

organizar los centros para el tratamiento de la enfermedad. Era tal el desbordamiento

que el Patronato estableció una barrera económica: no serían atendidos los que tuvieran

un sueldo fijo superior a las 300 pesetas si eran solteros, 400 si estaban casados, 500 si

tenían un hijo, 600 si los hijos eran dos y así sucesivamente. Esto prácticamente

equivalía a que el baremo no tuviera aplicación práctica.

La extensión de la viruela, enfermedad directamente relacionada con el

hacinamiento, también preocupaba a las autoridades. En abril se hizo un llamamiento

para que la población recibiera la vacuna antivariólica y antitífica, con un plazo de un

mes, pero hubo que recurrir a los servicios de Falange para la vacunación obligatoria.

Quien no poseyera un certificado que corroborara estar vacunado no podría desempeñar

ningún cargo o empleo público. Era a todas luces insuficiente, así que las autoridades

hicieron un nuevo llamamiento en pro de la higiene: el 13 de abril el Ayuntamiento

ordenó que en siete días los portales, escaleras, patios y corredores debían estar limpios,

se prohibió arrojar escombros y basuras y se pidió que la población avisara al

Laboratorio Municipal de Higiene si se conocía la existencia del algún enfermo

contagioso. Los comercios, hoteles, restaurantes y cafés serían inspeccionados por los

servicios municipales correspondientes, se prohibía fumar y escupir en los transportes,

en los que también se impedía entrar a quienes mostraran manifiesto estado de suciedad,

por ser posibles portadores de parásito o gérmenes, y asimismo “hacer aguas” en la vía

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pública. El Consistorio reconocía el problema al anunciar en 1941 que Madrid tendría la

estación depuradora más importante de Europa, ya que como recoge Bravo Morata las

aguas negras que se vertían diariamente al Manzanares “suponen en algunas temporadas

un volumen de caudal cuatro veces mayor que el del mismo río”.

Sin embargo se culpaba a los “rojos”, cuyas casas se hallaban tan abandonadas y

en tal estado de suciedad que el Servicio de Desinfección resultaba casi insuficiente,

según información del Ayuntamiento del 28 de abril. Para ello el 20 de mayo se anunció

la apertura de cuatro centros de desparasitación, en el hospital de Carabanchel y las

calles Julián Marín, Zurbano y Modesto Lafuente respectivamente, gracias a la

colaboración de la Inspección Provincial de Sanidad, el Laboratorio Municipal y la

Sanidad Militar. El 1 de julio el Gobierno Civil dejaba en suspenso hasta nueva orden la

autorización para exhumar cadáveres en el término provincial. A partir del 4 de agosto

todas las vacas estabuladas de forma insalubre debían ser expulsadas y los establos

dentro de la población clausurados, según una ordenanza del Ayuntamiento. Un avance

importante lo representó la apertura, después de su reparación, del dispensario central de

la Cruz Roja, el 14 de octubre. Según el conde de Vallellano, Jefe supremo de la Cruz

Roja, los crucifijos colocados en las salas del dispensario debían presidir “las benditas

tareas de la caridad de nuestro invicto Caudillo”49

.

Un repaso a las sanciones nos acerca a la realidad cotidiana de 1942. Las multas

fueron numerosas pero no tenían una cuantía espectacular, puesto que los salarios

exiguos no habrían permitido pagarlas. Pompas Fúnebres Sociedad Anónima de Madrid

fue apercibida tres veces, con 50.000 pesetas cada una, por haber cobrado precios

abusivos en la exhumación y traslado de cadáveres, aunque la mayoría de las multas

estaban relacionadas con la alimentación. Por ejemplo, un restaurante que había servido

salmón cuando estaba prohibido fue sancionado con 500 pesetas, al igual que un

establecimiento que cortaba el cupón de las legumbres cuando sólo debía cortar el de

pan. La Jefatura Provincial de Abastecimientos y Transportes les comunicó que según

la Ley de Contrabando y Defraudación la reventa de tabaco en lugares públicos era un

comportamiento perfectamente punible. Como ya planteara Roque Moreno, el control

laboral forzó a muchos empleados a practicar un estraperlo perseguido por las

49

MONTOLIÚ, Pedro: Madrid en la posguerra… ob. cit., pp. 93-98. Las cifras de enfermedades en p.

95. BRAVO MORATA, Federico: Historia de Madrid, Vol. VIII… ob. cit., p. 199. DEL ARCO

BLANCO, Miguel Ángel: “«Morir de hambre». Autarquía, escasez y enfermedad en la España del primer

franquismo”, en Pasado y presente. Revista de Historia Contemporánea, nº 5, 2006, pp. 241-245.

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autoridades, mientras que la corrupción económica generalizada de las autoridades

conformaba un mundo de relaciones personales, donde la concesión de privilegios

estaba reservada a unos pocos.

Este mismo organismo recordó a quienes realizaban matanzas de cerdos que los

productos frescos derivados debían ser consumidos en el mismo lugar de sacrificio,

pues toda carne o tocino que entrara en una población sería intervenido en el acto. Era

una medida de control sanitario, pero también pretendía actuar en relación al mercado

negro, ya que la medida estuvo acompañada del recuerdo a los industriales que estaba

prohibido vender carne sin cartilla. Y es que la propia Jefatura reconocía mediante la

Ley contra la Ocultación y la Especulación (14 de octubre) que de nada habían valido

los 100 millones de pesetas recaudados por las multas de los años 1940 y 1941, los

5.000 infractores enviados a campos de trabajo y la clausura de más de 3.500 comercios

en toda España para el mismo período.

Con todo, las cantidades proporcionadas por el racionamiento seguían siendo

exiguas, más cuando a principios de año fueron reducidas. El embajador alemán,

Stohrer, confesaba en una carta de 26 de febrero el temor a una revuelta por el hambre,

que la escasez de alimentos iba camino de agravarse y que el desempleo estaba

alcanzando cifras nunca vistas. Poco se podía hacer, ya que como han estudiado

Molinero e Ysàs, el régimen se aseguró la subordinación laboral mediante la legislación

y la Organización Sindical Española. Las condiciones de trabajo eran precarias y

dependían de la arbitrariedad de los patronos, al tiempo que la jornada laboral volvía a

las 48 horas semanales. La mala alimentación, producto a su vez de un descenso en los

salarios reales tras la decisión de volver al nivel salarial de 1936, favorecía la extensión

de enfermedades, bajos rendimientos laborales y la necesidad de practicar estraperlo. De

la misma forma se explica el aumento de los robos y el bandolerismo, mientras que los

cuerpos que debían actuar en su prevención y represión, como el Ejército, estaban

subalimentados y descontentos. Michael Richards planteó el racionamiento como una

política buscada voluntariamente, inserta en el sistema de racionamiento, mientras que

Francisco Alburquerque sostenía que formaba parte del sistema de control político de la

dictadura, lo que no impide que las autoridades locales se dieran cuenta de que la

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escasez podría llegar a ser un problema político, pues el desequilibrio entre precios y

salarios era evidente50

.

Para hacer frente a esta situación y poder acudir alguna vez que otra al mercado

negro los madrileños hacían pluriempleo, si es que podían, puesto que encontrar un

empleo era tan complicado que el Frente de Trabajo Alemán ofreció a la Delegación

Nacional de Sindicatos que los trabajadores españoles sustituyeran a los alemanes

movilizados. El sueldo, entre 280 y 400 pesetas mensuales, convenció a unos 15.000

españoles para vencer la barrera del idioma y el peligro de acudir a un país en guerra.

Los propios empresarios conocían las duras condiciones de vida en que se desenvolvían

sus empleados. Las Cámaras de Comercio estimaban en este año que el rendimiento por

trabajador era inferior a los “tiempos normales”, sobre todo por la falta de personal

suficientemente cualificado y la depauperación física debido a una alimentación

deficiente. Esta situación era, en general, más acusada en las zonas industriales, donde

el mercado negro protagonizaba la vida cotidiana. Sin embargo, los propios industriales

apoyaban la política autárquica del régimen, gracias a la cual podían disponer de una

mano de obra muy barata y desactivada en sus reivindicaciones51

.

La novedad de 1943 vino de la mano del racionamiento, pues se sustituyó la

cartilla familiar por una individual, con el objetivo de mejorar la distribución de

alimentos y agilizar el sistema, lastrado por la burocracia en caso de altas y bajas y por

cambio de residencia. A pesar de que el abastecimiento siguió sometido a la contención

de los artículos racionados, el mercado negro y la espectacular subida en los productos

libres, la CGAT anunció la preparación de una nueva propuesta de abastos: una cartilla

50

BRAVO MORATA, Federico: Historia de Madrid, Vol. VIII… ob. cit., p. 253. La carta del embajador

en MONTOLIÚ, Pedro: Madrid en la posguerra… ob. cit., p. 183. MORENO FONSERET, Roque: “El

régimen y… ob. cit. MOLINERO, Carme; YSÀS, Pere: “El malestar popular por las condiciones de vida.

¿Un problema político para el régimen franquista?, en Ayer, nº 52, 2003, pp. 255-280 y de los mismos

autores “Las condiciones de vida y laborales en el primer franquismo. La subsistencia ¿un problema

político?”, comunicación presentada en el V Encuentro de Investigadores del Franquismo, 2005.

Disponible en http://www.unizar.es/eueez/cahe/molinero.pdf. RICHARDS, Michael: Un tiempo de… ob.

cit. ALBURQUERQUE, Francisco: “Métodos del control político... ob. cit.

51 MONTOLIÚ, Pedro: Madrid en la posguerra… ob. cit., pp. 181-190. El gobernador ya había emitido

el mismo mensaje respecto a los mendigos en 1939. BRAVO MORATA, Federico: Historia de Madrid,

Vol. VIII…ob. cit., p. 75. Los precios del racionamiento en 1942 también en pp. 316-317. El informe

reservado de las Cámaras de Comercio y la política autárquica en CAZORLA SÁNCHEZ, Antonio: Las

políticas de la victoria… ob. cit., pp. 68-72.

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definitiva que abasteciera normalmente a partir de los dos años de edad, otra

provisional, vigente tan sólo durante catorce días, que sería entregada a los extranjeros

de corta residencia en España y a los soldados que cambiaran de residencia.

En el transcurso de los meses se repitieron anuncios similares, primero entraron

en vigor la infantiles y luego las de adulto, diferenciadas por colores: las azules era de

primera categoría; de color carne, las de segunda; las negras representaban la última

sección. El objetivo perseguido por las autoridades era que todos supieran cuál utilizaba

cada persona y así fomentar la delación de quienes no habían solicitado la cartilla

correspondiente a sus ingresos. Para Demetrio Carceller, ministro de Comercio, el

camino era “penoso, difícil y erizado de dificultades”, aunque el buen funcionamiento

de la Comisaría de Abastecimientos había conseguido una mayor regularidad en la

distribución de los suministros. La producción de cereales se esperaba mejorar, la

captura de pescado era “inagotable”, la cosecha de frutas era espléndida y sobrepasaba

ampliamente la demanda, mientras que la producción de azúcar podía aumentar

notablemente. Sin embargo, el aumento de 1943 fue de cinco gramos de patatas, dos

más de pan, nueve gramos más de azúcar y siete más de legumbres al día. El

abastecimiento, por tanto, no había conseguido una mejor distribución, al menos

significativamente. No sorprende pues, que las castañas, cuya venta no estaba

controlada, fueran declaradas plato nacional y que para comprarse un par de alpargatas

primero había que entregar las usadas, con un descuento de 20 céntimos sobre el nuevo

par. Con estos déficits calóricos, no resulta extraño que el brasero debajo de la mesa

camilla fuera una imagen reinante durante la posguerra: el brasero, alimentado por

cisco, carbón vegetal o maderas recogidas de la calle, se convirtió en el elemento

principal de reunión en la casa, de socialización íntima. La Comisaría había demostrado

su incapacidad para evitar el hambre en muy poco tiempo52

.

El estudio de las oportunidades de empleo en Madrid sólo ha sido abordado

desde la perspectiva del género. En la propia posguerra el trabajo femenino fue objeto

de una serie de artículos de Leocadio Mejías en El Diario de Madrid, en los que se

reseñaban las condiciones laborales de los diferentes empleos. La motivación esencial

de estas mujeres era el de aportar un sueldo, aunque fuera escaso, para completar el

52

MONTOLIÚ, Pedro: Madrid en la posguerra… ob. cit., pp. 277-282. La cita de Carceller en p. 278.

Los precios en BRAVO MORATA, Federico: Historia de Madrid, Vol. IX… ob. cit., p. 97. La Comisaría

de Abastecimientos y Transportes aparece en CAZORLA SÁNCHEZ, Antonio: Las políticas de la

victoria… ob. cit., pp. 79-81.

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presupuesto familiar, aunque en la mayoría de los casos el objetivo era aportar los

ahorros para el consiguiente matrimonio, según la política laboral franquista. De esta

forma hubo trabajos típicamente femeninos, como la taquimecanografía, el oficio de

modista, la peluquería, las cigarreras y las taquilleras o las telefonistas. También la

enfermería o los locales de Auxilio Social estaban completados con empleo femenino.

Trabajos socialmente reconocidos y en ocasiones cuantitativamente importantes. El

número de modistas, aunque comenzaba a descender, alcanzaba los 4.000 puestos de

trabajo en 300 talleres reconocidos oficialmente, con un sueldo de diez pesetas diarias,

el mismo que las peluqueras. Si éstas trabajaban en locales de primera clase, llegaba

hasta las 18 pesetas. En el Madrid de 1944 seiscientas cigarreras trabajaban en la

Fábrica de Tabacos de la calle Embajadores, donde por hacer 500 cigarrillos cobraban

10,40 pesetas diarias. El centro de la Compañía Telefónica de la Gran Vía empleaba a

4.500 telefonistas. También había otros empleos, tolerados pero menos respetados por

la moral del régimen, como las coristas, las animadoras de los cafés o las chicas de

conjunto53

.

Mientras, el estraperlo engrosaba sus filas. Chatarreros o ganaderos hacían

fortuna y gala de su mejora socioeconómica. La decoración de sus pisos o la movilidad

en coche eran signos privados y públicos de la realidad de posguerra, donde para

obtener más beneficio se adulteraba el género. La actividad de los intermediarios llegó a

ser tan masiva que el café Roma, situado en la calle Serrano, se convirtió en sede

oficiosa del Ministerio de Comercio. Por su parte, especuladores y banqueros

aumentaron sustancialmente sus patrimonios: entre 1940 y 1945 la banca obtuvo un

beneficio del 700%. Por su parte los precios regulados no cesaban de aumentar, tanto

que el coste de la vida volvió a subir un 7 por ciento, una inflación que no se vio

acompañada de un aumento en pensiones y sueldos. En noviembre, el presidente de la

Comisión de Hacienda del Ayuntamiento sostuvo que era justo aumentar las pensiones

y los derechos pasivos a todo el personal modesto. Para el siguiente año el Consistorio

quería elevar la pensión mínima de los funcionarios a 250 pesetas mensuales y fijar una

de 208 pesetas para los que habían sido jornaleros. Respecto a los sueldos, el presidente

de la Comisión de Personal dijo que tras la guerra el personal cobraba entre 6,50 y 7

pesetas diarias. Tras la subida propuesta para 1946 ningún obrero cobraría menos de 15

pesetas diarias, cantidad que según él mismo reconocía no era suficiente para cubrir las

53

MEJÍAS BONILLA, Carmen: “Muchachas que trabajan… ob. cit.

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necesidades domésticas. En aquellos años un mecánico ganaba 25 pesetas diarias, un

camarero entre 14 y 16, los abrecoches de 8 a 10 pesetas al día. Un oficial

administrativo del Estado 800 al mes, es decir, 25,66 pesetas diarias. La renta per cápita

española se situaba en 450 pesetas/mes, frente a las 710 de 1935.Esto tenía una relación

directa con las malas condiciones sanitarias, puesto que las neumonías, tuberculosis,

sarampión o meningitis fueron algunas de las enfermedades que más aumentaron, con

tratamientos que estaban al alcance de muy pocos, pues las ampollas sueltas de

penicilina se compraban a 30 pesetas en Chicote. Respecto a la fiebre tifoidea, si entre

enero y julio de 1944 se habían declarado 443 casos, con un total de 16 muertes, en el

mismo período de 1945 las incidencias habían aumentado a 50354

.

La necesidad de los madrileños de conseguir comida corría paralela a la

conciencia de que las autoridades no iban a perseguir realmente el estraperlo. A

diferencia de la complacencia y complicidad de los organismos oficiales con el mercado

negro a gran escala, el pequeño estraperlista iba a ser una de las principales víctimas de

la represión. Según un informe de la Fiscalía de Tasas, en febrero de 1946 se habían

intervenido 15.941 kilos de harina, 8.849 litros de aceite, 11.491 kilos de judías, 2.488

kilos de garbanzos, 3.099 kilos de jabón, 1.554 de tocino, 4.902 de carne, 4.438 kilos de

arroz, 1.022 de pasta de sopa y 7.781 de patatas. También 12.248 kilos de cereales,

6.657 metros de tela, 349 pieles y 120.110 kilos de carbón y leña. Los agentes también

se hicieron con 41.370 barras de pan, entregadas al Auxilio Social, que desde octubre de

1944 contaba con varios centros más, inaugurados por Franco, en los que recibirían 320

niños. Como recoge Pedro Montoliú, los periódicos informaban de las sanciones más

importantes, en un claro intento aleccionador.

En abril de 1946 el Fiscal Superior de Tasas hizo un balance de la actuación de

su departamento desde comienzos de 1945, con el dato de 669.000 expedientes

incoados, un importe de 761 millones en sanciones y una media de nueves

establecimientos cerrados entre todas las provincias. Más allá de las grandes cifras, los

casos concretos nos traen la realidad de la vida cotidiana. El 28 de septiembre

Tabacalera informó del descubrimiento de talleres clandestinos en las calles Topete 7,

Virtudes 6, Narváez 72 y Fernández de los Ríos 12. En estos cuatro establecimientos se

elaboraban cigarrillos con colillas, puntas de cigarro y otras materias extrañas, se 54

MONTOLIÚ, Pedro: Madrid en la posguerra… ob. cit., pp. 354-361. Los precios de 1945 en BRAVO

MORATA, Federico: Historia de Madrid, Vol. IX… ob. cit. p. 153. Las muertes por enfermedad en 1945

también en MOLINERO, Carme; YSÀS, Pere: “El malestar popular por… ob. cit., p. 268.

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introducían en cajas ya utilizadas y se vendían en el mercado negro como tabaco de

calidad. Aparte de la adulteración, algo que las autoridades pretendían erradicar era la

falsificación: cupones de racionamiento, tarjetas de fumador, tickets de gasolina e

incluso cartillas de vacunación. Es decir, que los repartos de comida eran insuficientes y

que las vacunas estaban sólo al alcance de unos pocos, por no hablar de los otros

artículos, más exclusivos.

Una de las grandes protestas del año fue la falta de jabón para lavar, también la

falta de pienso en septiembre, que había obligado a sacrificar cinco millones de gallinas.

Esto muestra que uno de los aspectos más interesantes de una investigación sobre la

posguerra en Madrid sería el análisis de las economías domésticas, más allá de las

grandes cifras que el régimen trataba de difundir. En octubre el alcalde aseguró que

entraban diariamente 200.000 kilos, aunque semanas más tarde tuvo que reducir las

cifras hasta la horquilla de los 140.000-160.000 kilos. La polémica volvió a desatarse

cuando en junio se clausuraron 44 hornos que fabricaban pan blanco, destinado al

mercado negro. Miguel Ángel del Arco recogió el caso del Consorcio de la Panadería,

en el invierno de 1947. En un momento en que la capacidad adquisitiva determinaba el

acceso al mercado negro, la policía descubrió un negocio ilícito de harinas, con el

resultado de la detención de varios jefes del Consorcio. Poco después, en enero de 1948,

el ministro de Justicia Fernández Cuesta trató de incluir los delitos de especulación en la

Ley de Vagos y Maleantes. El régimen quería dar la impresión de no tolerar el

estraperlo, a pesar de que gran parte de los inculpados pertenecían a un organismo

público. Las grandes penas impuestas pretendían ofrecer la imagen típica del

estraperlista, vinculado al lucro privado y enemigo de la Patria. La manifestación que

siguió al análisis de la prensa, organizada según del Arco por el régimen, reforzaba la

comunión entre el pueblo y las autoridades.

A partir del 1 de octubre la responsabilidad del control de la carestía de la vida

recayó en los ayuntamientos. El Consorcio madrileño creó, junto con el Gobierno Civil,

una serie de juntas reguladoras para controlar los artículos sujetos a intervención, tales

como leche, carne, frutas, verdura, pescado, huevos… El personal que formaba estos

organismos habla por sí solo: un miembro del Ayuntamiento, dos mayoristas, dos

minoristas, un representante del sindicato correspondiente y un periodista. Sin embargo,

la dieta no mejoró. La embajada británica en Madrid alertaba de un déficit calórico que

rondaba el 20% el año anterior. A finales de la década, el hambre y el paro seguían

estando relacionados. ¿Cómo fue posible que la población no se rebelara ante tanta

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miseria? Consideraba injusta la autarquía, pero al mismo tiempo estaba exhausta. Como

sostiene Miguel Ángel del Arco, el medio ambiente psicológico de la posguerra estaba

marcado por el hambre, la represión y el terror, prácticas a través de las cuales el

franquismo modeló y controló las conductas de la población. De esta forma, la

supervivencia era el horizonte cotidiano55

.

3.3. La Cultura de la Victoria. Madrid, capital de la nueva España.

Nada más ocupar la ciudad los vencedores se ocuparon de la representación

escénica del triunfo. Los retratos de Franco y José Antonio Primo de Rivera, el escudo

nacional con el yugo y las flechas, las cintas rojas y negras, propias de Falange, que a

los madrileños les recordaba a la CNT-FAI, se apropiaron de las paredes y los

escaparates de los comercios. Constantemente sonaban canciones como el Cara al sol,

el Oriamendi o el himno de la Legión, por lo que pronto se empezaron a editar

publicaciones con las letras de las canciones oficiales del Movimiento. También

biografías de los generales más conocidos y de personajes relevantes que habían sufrido

persecución en el Madrid “rojo”. La reespañolización de la considerada como ciudad

traidora comenzó en fecha temprana, pues había que introducir a los madrileños en los

códigos y conductas de la nueva España, símbolos que desde entonces iban a ser

hegemónicos y conllevaban la eliminación de todo lo considerado “anti-español”. El 1

de abril del “Año de la Victoria” miles de madrileños escucharon el último parte de

guerra mediante a través de los altavoces dispuestos por el Ejército en la calle56

.

55

MONTOLIÚ, Pedro: Madrid en la posguerra… ob. cit., pp. 383-390. El aumento en los niveles de

racionamiento aparece en BRAVO MORATA, Federico: Historia de Madrid, Vol. IX… ob. cit., p. 259.

Acerca del estraperlo como mecanismo de cooptación de ciertos grupos, véase CAZORLA SÁNCHEZ,

Antonio: Las políticas de la victoria… ob. cit., pp. 85-87. El caso del Consorcio en DEL ARCO

BLANCO, Miguel Ángel: “El estraperlo en la memoria: el caso del “Consorcio de la Panadería de

Madrid”, comunicación presentada en el VII Congreso de la AHC, 2004. Disponible en

http://www.ahistcon.org/docs/Santiago/pdfs/s3h.pdf. La reflexión final en DEL ARCO BLANCO,

Miguel Ángel: “«Morir de hambre… ob. cit., pp. 255-258.

56 Una aproximación a la entrada de los vencedores en Madrid en BAHAMONDE, Ángel; CERVERA,

Javier: Así terminó la guerra de España, Madrid, Marcial Pons, 2000, pp. 490-494. Sobre el

protagonismo de la Quinta Columna CERVERA, Javier: Madrid en guerra. La ciudad clandestina, 1936-

1939, Madrid, Alianza, 1998, pp. 411-422. Los planes sobre el control de la ciudad aparecen en GÓMEZ

BRAVO, Gutmaro; MARCO, Jorge: La obra del miedo. Violencia y sociedad en la España franquista

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Para muchos Franco había traído la paz pero la mayoría de actuaciones en el

terreno simbólico recordaban al período bélico. El 6 de mayo se anunció que la

Organización Nacional de Ciegos, la ONCE. El 16 de mayo se creaba por decreto el

subsidio del combatiente, que consistía en el pago de tres pesetas diaria más una por

cada familiar que tuviera a su cargo, con un máximo de 6 pesetas. No es necesario

aclarar que esta pensión sólo se hacía efectiva con los soldados que habían servido en el

ejército vencedor, como ocurría con los “caballeros mutilados”, heridos de guerra que

recibían una paga mensual del Estado. Aún así, la dirección General de Mutilados tuvo

que prohibir la ostentación de las “gloriosas mutilaciones”, pues aparte de la pensión

tenían ciertos privilegios simbólicos, como el asiento reservado en el metro, tranvías,

trenes y autobuses. En paralelo el régimen puso en marcha varias medidas protectoras,

lógicamente volcadas en los apoyos naturales del nuevo régimen. Entre ellas estaban el

subsidio de vejez, el régimen de subsidios familiares, que desde el 1 de julio se aplicó

en diez provincias, entre ellas Madrid, o el decreto de 25 de agosto, por el cual el 80%

de los puestos burocráticos serían destinados a ex combatientes, aunque luego se amplió

a los ex cautivos e hijos de caídos por apoyar el Movimiento. El régimen pretendía con

este tipo de gestos ensanchar sus apoyos sociales por la base y con motivo del fin de año

distribuyó 323.000 pesetas entre los pobres, también porque la mendicidad empezaba a

ser un problema constante. Además de estas campañas de donativos también se

organizaban festivales benéficos. El 1 de junio, con motivo de las fiestas del distrito de

Chamberí, iba a representarse una función en el teatro Español y se iban a leer las

“Crónicas de la Paz”, con el locutor Fernando Fernández de Córdoba como estrella. Es

decir, un intento de socialización política revestido de acto benéfico y cultural57

.

¿Cuál fue el resultado de los intentos de socializar el mensaje del nuevo

régimen? Tal y como refieren Pere Ysàs y Carme Molinero, el régimen no sólo obtuvo

el apoyo de las clases burguesas. Las clases medias fueron uno de los apoyos más

(1936-1950), Barcelona, Península, 2011, pp. 185-189. DE AGUINAGA, Enrique: “Anteguerra, guerra y

posguerra en la crisis de la capitalidad”, Anales del Instituto de Estudios Madrileños, tomo XLV (2005),

pp. 808-812. Para los símbolos de la “Cultura de la Victoria” en el espacio urbano, véase HERNÁNDEZ

BURGOS, Claudio: Granada azul… ob. cit., pp. 157-170.

57 MONTOLIÚ, Pedro: Madrid en la posguerra… ob. cit., pp. 33-39. Las declaraciones del alcalde en p.

37. La “recogida” de mendigos en BRAVO MORATA, Federico: Historia de Madrid, Vol. IX… ob. cit.,

p. 243. Los Caballeros Mutilados en CAZORLA SÁNCHEZ, Antonio: Las políticas de la victoria… ob.

cit., pp. 92-93.

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recurrentes, aunque sus comportamientos fueron muy variados y su fidelidad se mostró

en mayor medida en la España interior, en aquellos lugares de cultura tradicionalmente

conservadora. No será hasta la década de los 50 cuando se configuren más claramente

los apoyos sociales, o al menos contamos con más posibilidades de interpretación. En

cualquier caso, lo cierto es que la apatía política y la desmovilización estaban entre los

objetivos del régimen, con una advertencia de estos dos autores: convendría analizar

hasta qué punto la política represiva del franquismo limitó los intentos de extender la

adhesión y el consentimiento hacia el nuevo régimen. Los estudios sobre apoyos

sociales a las dictaduras alemana e italiana son difíciles de trasladar a la España de los

años cuarenta, según Antonio Cazorla. A diferencia de los logros económicos del

nazismo y, en menor medida, del fascismo, en España se desarrolló una política

económica eminentemente negativa para amplias capas sociales, en un contexto de

penuria tan extremo que Michael Richards estimó en 200.000 personas muertas de

hambre entre 1939 y 1945. Si los logros socioeconómicos en la España de la posguerra

no fueron positivos, ni tampoco hubo una amplia movilización de masas, ¿cómo se

relacionó el régimen con la población? La categoría sociológica del consenso, utilizada

ampliamente en la historiografía de los años 80, es problemática cuando estudiamos un

régimen dictatorial. Frente a esquemas dialécticos de resistencia/consenso y

represión/legitimidad, Cazorla propone la memoria y los símbolos como agentes activos

en el cambio de los valores políticos de los españoles durante el primer franquismo58

.

A pesar de que Madrid aparecía en el imaginario de los sublevados como la

ciudad resistente, en la inmediata posguerra el simbolismo de la capital fue importante

para conformar la Cultura de la Victoria. Madrid había resistido a los ejércitos de

Franco, pero el nuevo régimen se legitimó en la Guerra Civil y la ciudad era una

plataforma muy interesante para el franquismo, tanto que a pocos días de acabar la

guerra la Jefatura Nacional de Turismo informó de la preparación de un itinerario para

viajeros españoles y extranjeros, siguiendo la lógica de las excursiones por los frentes

que tanto éxito habían tenido durante la guerra. Se proponían dos itinerarios, uno por las

58

MOLINERO, Carme; YSÀS, Pere: “La historia social de la época franquista. Una aproximación”, en

Historia Social, nº 30, 1998, pp. 133-154. CAZORLA SÁNCHEZ, Antonio: “Sobre el primer

Franquismo… ob. cit. RICHARDS, Michael: Un tiempo de silencio… ob. cit., p. 7. Para una visión

comparada, véase COBO ROMERO, Francisco: “Los apoyos sociales a los regímenes fascistas y

totalitarios en la Europa de entreguerras. Un estudio comparado”, en Historia Social, nº 71, 2011, pp. 61-

88.

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trincheras y las ruinas del asedio, incluyendo la Ciudad Universitaria, a la que algunos

periódicos proponían convertir en monumento nacional para aleccionar a las

generaciones futuras; el otro titulado “Madrid, centro de irradiación”, con excursiones al

Alcázar de Toledo, El Escorial y Alcalá de Henares. De esta forma, Madrid estaba

fijada en el espacio y en el tiempo con la historia de España. En el espacio, porque era el

centro del nuevo proyecto franquista. En el tiempo, porque estaba relacionada con el

pasado imperial, representado por El Escorial y Alcalá de Henares, la España de los

Reyes Católicos y los Austrias59

.

El Madrid de la Victoria también empezaba a erigirse en su apartado

monumental, más tardíamente que en el resto de políticas ya que la instalación de los

organismos oficiales dependía de la rehabilitación de los edificios. El Tribunal Supremo

de Justicia no se trasladó hasta mayo, mientras que el Caudillo se instalaba en el palacio

de Viñuelas, propiedad del duque del Infantado, para no tensar las relaciones con los

monárquicos, pues su intención era ocupar el Palacio Real. También se sucedían los

nombramientos de algunos organismos que iban a dominar la posguerra. El teniente

coronel Luis de Alarcón de la Lastra tomó posesión de su cargo como Gobernador Civil

el 1 de abril, el coronel Eduardo Losas, militar que recibió la rendición de Madrid el 27

de marzo, fue nombrado Gobernador Militar. La Diputación Povincial dependía del

Gobernador Civil, quien puso a su frente a Justo Sarabia, marqués de Hazas. Éste eligió

como sede de la Diputación el domicilio familiar de José Calvo Sotelo, en la calle

Velázquez, en un gesto simbólico que no pasó desapercibido. También dependía el

Ayuntamiento, a cuyo frente Franco había puesto a Alberto Alcocer, alcalde ya con

Primo de Rivera, cargo que empezó a ejercer en el palacio de los marqueses de

Amboage, en la calle Juan Bravo, desde el 1 de abril. Por encima de estos cargos estaba

el Gobernador General de Madrid, general Espinosa de los Monteros, jefe del Primer

Cuerpo de Ejército, que instaló su sede en el Paseo de la Castellana 43. La Jefatura de

Orden Público, situada en Núñez de Balboa 31, pasaba al teniente coronel Francisco

Bonel. Respecto al Servicio Nacional de Seguridad, cuyo jefe era el coronel Ungría, en

agosto pasó a llamarse Dirección General de Seguridad, a cuyo frente se puso José Finat

y Escrivá de Romaní.

59

CASTILLO CÁCERES, Fernando: Capital aborrecida… ob. cit., 2010, pp. 562-564. JULIÁ, Santos;

RINGROSE, David; SEGURA, Cristina: Madrid… ob. cit., p. 549.

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Una vez nombrados los cargos, el siguiente paso era la creación de nuevos

organismos, como la Junta de Requisa de Madrid, que comenzó a funcionar el 2 de

abril. Las requisas, ocupaciones e incautaciones efectuadas hasta la fecha fueron

declaradas nulas por la Junta, que también ordenó la declaración de bienes muebles e

inmuebles si no se quería ser partícipe de un delito de auxilio a la rebelión. Ese mismo

día se inauguró en la iglesia de las Calatravas el Centro de Recuperación de Objetos

Religiosos, mientras que el 4 de abril se constituían los primeros juzgados de

funcionarios, jefes y oficiales y suboficiales y clases, en lugares como Castellana 12,

Cortes 3 y Serrano 42. El 20 de abril se abría el Centro de Recuperación Mobiliario y el

13 de mayo se constituía la Magistratura de Trabajo en la calle Bárbara de Braganza 1 y

3, dentro de las dependencias del Palacio de Justicia, y la Comisión Inspectora

Provincial de Mutilados de Madrid, en la Plaza Mayor 3. En julio comenzaron su labor

el Tribunal de Responsabilidades Políticas de Madrid y el Juzgado Provincial de

Madrid, los dos en la calle Atocha 89. Asimismo, el 2 de abril se ordenó a todos los

pertenecientes al Ejército republicano que se presentaran urgentemente en ciertos

puntos. No era una medida de control aislada, pues todos aquellos que estuvieran en

Madrid sin destino y hubiesen llegado después del 18 de julio de 1936 debían prestar

declaración antes de ser evacuados. Si se quería viajar había que presentar un

salvoconducto y presentarse a la autoridad militar en el punto de destino, salvo que se

fuera mujer. Pero el acceso al salvoconducto era un proceso complejo, pues quienes

hubieran colaborado con los “rojos” no podían pedirlo, quienes no lo hubieran hecho

necesitaban el aval de dos personas de reconocida afección por el Movimiento.

Era el Madrid de la búsqueda del aval, pero poco a poco también se fue

extendiendo una red basada en la delación y el examen de archivos relacionados con la

guerra. El 4 de abril se exigió la entrega de periódicos, folletos, impresos, ficheros y

libros de actas de entidades que hubieran colaborado con el “Gobierno rojo”, al día

siguiente se pidió la declaración de cuantos quisieran dar testimonio de la actuación del

Tribunal Militar Permanente del “Ejército rojo” del Centro, situado en la calle Miguel

Ángel 13, en el Juzgado Militar de la calle General Castaños 1. Estas convocatorias,

bastante habituales por cierto, tenían como objetivo fomentar la denuncia. Es más, diez

días más tarde, el 15 de abril, se invitó nuevamente a declarar, esta vez a todo aquel que

tuviera que formular una acusación o manifestar cualquier juicio sobre la actuación del

tribunal del Primer, Segundo y Tercer Cuerpo del Ejército. A finales de mes

comenzaron los llamamientos del juez instructor de la Causa General para que los

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familiares de los asesinados, los perjudicados por otros delitos y los testigos se

presentaran en las oficinas de la calle Victoria. Los funcionarios también fueron

reclamados, a finales de abril recibieron un cuestionario que incluía la siguiente orden

en su artículo octavo: “Diga quiénes eran los más destacados izquierdistas de su

departamento y cuanto sepa de la actuación de los mismos”.

El hecho de que los gobernadores civiles y los alcaldes fueran al mismo tiempo

jefes provinciales y locales del Movimiento facilitó la sensación de que Falange era

omnipresente, con los habituales desfiles de falangistas por la calle durante los primeros

meses. Falange también controlaba las jefaturas de barrio, calle y casa y su presencia

llegó a ser tan masiva que su jefe provincial, Manuel Valdés, ordenó a mediados de

marzo que los camaradas no usaran el uniforme en bares, cafés y demás sitios de

diversión. El 23 de junio era el Gobernador Civil el que prohibió la venta de boinas,

insignias, correajes y el resto de artículos pertenecientes al uniforme de Falange. De esta

forma se pretendía evitar que personas ajenas al partido lo utilizaran con fines privados.

Esta voluntad de control también se hacía notar en el ámbito laboral, donde los

trabajadores estaban encuadrados en la Central Nacional Sindicalista (CNS). El 18 de

julio, fiesta nacional según declaración del Ministerio de Gobernación, se reunieron

10.000 hombres de la Central en el paseo de Coches del Retiro, donde se celebró una

misa y se bendijo la bandera de la CNS. Más llamativa fue la Segunda Demostración

Nacional de la Organización Juvenil, celebrada en octubre, con el objetivo de hacer

notar la participación adolescente en el espíritu falangista. Llegaron chicos y chicas de

todos los puntos del país, que se alojaron en casas particulares, quienes sobre el césped

del estadio Metropolitano realizaron tablas de gimnasia, coreografías, desfiles y demás

ejercicios de educación premilitar. El acto, al que asistieron 80.000 personas, finalizó

con miles de jóvenes formando el escudo nacional mientras varios aviones militares

arrojaban flores sobre los asistentes, flores traídas por los miembros más jóvenes de la

OJE, los “flechas”, venidos desde todas las provincias. Para el régimen las

concentraciones reforzaban los lazos de la sociedad con el Caudillo, más en un

escaparate de la Nueva España como era Madrid60

.

60

MONTOLIÚ, Pedro: Madrid en la posguerra… ob. cit., pp. 41-48. El cuestionario en p. 46. BRAVO

MORATA, Federico: Historia de Madrid, Vol. VIII… ob. cit., p. 29. Sobre el sistema de jefe de barrio,

calle y casa y su pervivencia en la memoria, véase GARCÍA BALLESTEROS, José Ángel; REVILLA

GONZÁLEZ, Fidel: El Madrid de la posguerra, Madrid, Universidad de Mayores de Experiencia

Recíproca, 2006.

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Pero si hubo un evento que retrató este espíritu fue el Desfile de la Victoria, la

mayor demostración de poder militar y político en la historia de la ciudad, del que

Franco iba a ser el protagonista indiscutible. El evento estaba anunciado para el 19 de

mayo, pero se preparó a conciencia desde mucho antes. Ya el 14 de abril se había

previsto que los jefes, oficiales y suboficiales que tuvieran que desplazarse a la capital

tendrían un descuento del 25% en hoteles, fondas o habitaciones que ocuparan, al

tiempo que se pedía a la población que los acogiera. Como los madrileños no acogieron

esta medida en número suficiente, el 9 de mayo se advirtió que de no hacerlo de manera

espontánea el Estado Mayor se vería obligado a imponer la medida por la fuerza, pues el

alojamiento, al ser de carácter oficial, era obligatorio.

Las fachadas de teatros, cafés, cines y almacenes también albergaron fotografías

de José Antonio y del propio Franco y banderas nacionales, del Movimiento y del

Requeté, aunque todas las iniciativas debían pasar la aprobación del Departamento de

Plástica del Servicio Nacional de Propaganda, situado en Serrano 71. Las autoridades

dieron orden de arreglar y adecentar los jardines y colocar escudos y banderas en las

fachadas de las casas, mientras que el Servicio de Acopios del Ejército vendió 100.000

banderas, y 20.000 metros de percalina para hacer banderas, eso sí, a precio de coste.

Las autoridades preparaban moralmente a la población, pues en los colegios se ofrecían

conferencias patrióticas y los mejores trabajos sobre este tema eran premiados con

menciones honoríficas. Aprovechando este clima, se agolpaban las peticiones para que

Franco fuera declarado hijo predilecto de la población.

El desfile escenificaba que la guerra no había terminado, como alertaba a los

madrileños Ernesto Giménez Caballero desde los micrófonos de Radio Nacional el día

18. El acto del día siguiente servía para recordar que había que continuar alerta, pues

“es la misma guerra, son los mismos enemigos. Es la misma canalla que no se resignará

hasta su aplastamiento definitivo, histórico”. Franco, que ese día hizo su entrada triunfal

en la ciudad, era comparado con Santiago Apóstol, donde los rojos ocupaban el lugar de

los infieles. La Oficina de Prensa del Cuartel General de Burgos siguió con el recurso

medieval, ya que anunció que Franco iba a seguir el ritual de Alfonso VI cuando,

acompañado por el Cid, tomó la ciudad de Toledo. En los puntos más visibles de la

provincia se encendieron antorchas: Madrid iba a ser purificada de su pecado.

Con tales preparativos la expectación fue máxima y el día de la Victoria

declarado festivo. A las seis de la mañana ya había 400.000 personas en el itinerario,

todo un triunfo para un régimen que había traspasado las barreras de la clase social:

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70

miles de obreros de Vallecas, Ventas, Estrecho y Villaverde acudieron al acto. El parque

del Retiro, que había permanecido cerrado desde el final de la guerra, fue abierto al

público. Franco, con uniforme de capitán general, camisa azul y boina requeté, apareció

a las 9 de la mañana en la tribuna, situada en la ya denominada avenida del

Generalísimo, a la altura de las calles Lista y Marqués de Villamagna. Aunque las

imágenes de época se centraron en la tribuna, no fue la única escenografía que se montó

para la ocasión, ya que se colocó un puente en la plaza de Cibeles y una doble

columnata en la plaza de Colón.

Entre los invitados destacaba el general von Richtofen, jefe de la Legión

Cóndor. Ante todos ellos el general Varela impuso a Franco la cruz laureada de San

Fernando, máxima condecoración militar. Tras la imposición transcurrieron cinco horas

de desfile militar, en el que desfilaron entre 120.000 y 250.000 soldados: 115 unidades

de infantería, 200 baterías de artillería, 25 cañones antitanque, 20 baterías antiaéreas, 27

escuadrones de caballería, dos compañías de ametralladoras antiaéreas, 150 carros de

combate, 500 motocicletas y 3.000 coches y camiones. El mensaje estaba claro: la

España franquista nacía de la victoria militar, una victoria que se presentaba ante el

público como inevitable debido al despliegue mostrado desde la Castellana hasta la

plaza de Cánovas del Castillo.

Después del banquete celebrado en el Palacio Real, Franco pronunció un

discurso a través de la radio, dirigiéndose a todos los españoles. Por la tarde asistió a la

representación de Doña Francisquita, precedida por la interpretación de los preludios

de Granaderos, La Revoltosa y El baile de Luis Alonso. Si la Cultura de la Victoria se

construyó sobre la culpabilización de la experiencia republicana, no es menos cierto que

el nuevo régimen se legitimó por la Guerra Civil. Acudir a las representaciones de

Zarzuela, próximas al gusto popular, Franco se presentaba como salvador de los

españoles y de sus tradiciones. Las restantes autoridades también ofrecieron

espectáculos, como la corrida de toros organizada por la Diputación Provincial en la que

participaron figuras como Marcial Lalanda, Domingo Ortega o Pepe Bienvenida. Con

esta corrida se inauguraba la costumbre de cantar el Cara al Sol después de que los

toreros hicieran el paseíllo. También fueron puestas en libertad diez mil palomas

enviadas desde Levante y en las plazas públicas se leyeron la alocución de Franco en

Tetuán el 19 de julio de 1936 y el último parte de guerra. El simbolismo de estos gestos

es innegable.

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Pero la guerra también fue una Cruzada y como tal se recordó al día siguiente

con una misa pontifical y un Te Deum en la iglesia de Santa Bárbara, adonde fueron

llevados el pendón ganado a los almohades en la batalla de las Navas de Tolosa, las

cadenas que guardaban la tienda de Miramamolín, la enseña del Alfonso VIII, las

banderas de Carlos V y el estandarte utilizado por Juan de Austria en Lepanto, así como

diversas “espadas de la Victoria” forjadas para la ocasión. Los “rojos” eran los nuevos

musulmanes, la barbarie derrotada por la civilización cristiana, como en la Edad Media.

La ceremonia fue celebrada por el obispo de Madrid-Alcalá, Leopoldo Eijo y Garay y

contó con el coro del monasterio de Santo Domingo de Silos. Franco entró en la iglesia

bajo palio, inaugurando una costumbre que duraría 36 años, y al terminar la misa

entregó al cardenal Gomá, arzobispo de Toledo y primado de España, la espada de la

victoria, para que fuera expuesta en la catedral de Toledo. Realmente, la Victoria

también era patrimonio de la Iglesia. Por la tarde se visitó El Escorial y se celebró una

recepción para el Cuerpo Diplomático, desde donde se divisaron los fuegos artificiales

formados por el yugo y las flechas, lanzados desde los cuatro puntos cardinales de la

ciudad. Tal y como sostiene Zira Box, el gran ritual de la Victoria pretendía manifestar

la unidad del régimen.

La Iglesia se volcó en apoyar al nuevo régimen, pues Franco había sido el

salvador de la España cristiana y tradicional. Además, el impacto de las matanzas de

sacerdotes, frailes y monjes y demás actos iconoclastas legitimó a la Iglesia en su

defensa de los mártires asesinados por la “anti España”. Por tanto el Madrid de la

posguerra fue el espacio y el tiempo de los funerales, Te Deum y misas de campaña por

los vivos y los mártires del bando victorioso. Tras varios días de preparativos el 9 de

abril se celebró una gran misa pontifical en la puerta de Alcalá, cuyo arco central estaba

ocupado por un gran haz con el yugo y las flechas. Presidía la ceremonia la talla

mutilada del Cristo de la Victoria de la parroquia de San José. El obispo Eijo y Garay

estaba escoltado por una escuadra de obreros de la Central Nacional Sindicalista, que

guardaban el altar con sus herramientas. El 23 de abril se celebraba una misa de

campaña frente al obelisco del Dos de Mayo, donde intervino la Banda Municipal de

Madrid con piezas de Bach, Schubert y canciones patrióticas e himnos. Estaba claro que

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tanto el régimen como la Iglesia buscaban enlazar con los elementos más sensibles al

pueblo: el trabajo, el ocio y las costumbres61

.

La buena sintonía entre las autoridades civiles y religiosas se trasladó a las

calles, donde las celebraciones de la Semana Santa adquirieron una gran solemnidad. El

día de Domingo de Ramos quince iglesias profanadas, previamente bendecidas,

celebraron misas, con el recuerdo de la guerra y los mártires muy presente. Aunque no

hubo procesiones, sí se celebraron los oficios y se sucedieron los sermones. Como la

Colegiata de San Isidro estaba en pésimas condiciones, se habilitó la basílica de San

Francisco el Grande como catedral. Semanas después, el 13 de mayo los fieles se

lanzaron a la calle para recibir la imagen de Nuestro Padre Jesús Medinacelli,

almacenado en Ginebra por la protección del gobierno republicano, que hizo su entrada

solemne en la ciudad a hombros de sus devotos. El 16 de junio el Sagrado Corazón era

entronizado en la Diputación Provincial, en presencia de Eijo y Garay. El 19 de agosto

el Ayuntamiento anunció su colaboración en la reconstrucción de la iglesia de Nuestra

Señora de la Paloma, el 9 de septiembre la tenencia de alcaldía de Chamberí convocó un

concurso de escultura religiosa para que el distrito contara con una nueva imagen de

Nuestra Señora del Carmen.

El desfile fue tan comentado que a los madrileños casi les pasó desapercibido el

homenaje dedicado a Hitler el 8 de mayo, patrocinado por el embajador alemán y

celebrado en el Palacio de la Música, donde se proyectaron varios documentales que

destacaban el poder nacionalsocialista. Tras el desfile las tropas extranjeras que habían

participado en la victoria franquista volvían a sus países de origen. Así, el 22 de mayo

Franco despidió a la Legión Cóndor y días más tarde a los legionarios italianos, que

embarcaban en Cádiz el 31 de mayo. La figura del Caudillo se reproducía en todas

partes, en ocasiones incluso se convertía en una oportunidad de negocio. Bravo Morata

recoge un episodio que sólo puede comprenderse desde las líneas de la “Cultura de la

Victoria” a la que nos referimos. Dos excombatientes, Jacinto y José Manuel, fueron

detenidos por la policía en el mes de julio por vender a los comerciantes madrileños

suscripciones para recibir retratos firmados por Franco. Jacinto y José Manuel acudieron

a los comercios disfrazados de falangistas durante una semana, vendiendo cada

61

El relato del Desfile de la victoria aparece en múltiples obras. Hemos seguido a CASTILLO

CÁCERES, Fernando: Capital aborrecida… ob. cit., pp. 566-570; ZENOBI, Laura: La construcción del

mito de Franco… ob. cit., pp. 212-219 y BOX, Zira: España, año cero… ob. cit., pp. 93-103. Su juicio en

p. 102.

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73

suscripción por quince pesetas. La explicación no reside, como apunta Bravo Morata, en

la estupidez de los comerciantes. Tal y como lo vemos nosotros, en el Madrid de la

posguerra el miedo a la delación por escasa simpatía al nuevo régimen estaba muy

presente, sobre todo cuando intervenía la Falange. Sin embargo, los grupos de

excombatientes, excautivos y familiares estaban en una posición muy acomodada en lo

que se refería a las políticas conmemorativas, de hecho, como ponen de manifiesto José

Luis Ledesma y Javier Rodrigo, la presión de estos grupos representaban el origen de

muchas de las iniciativas de las comisiones locales. En el caso de Madrid, la Asociación

de Familiares de los Mártires de Paracuellos del Jarama y Torrejón de Ardoz propuso

instaurar un monumento en el lugar de fusilamiento, así como trasladar al mismo sitio

los restos de los fusilados en la provincia. En esta propuesta contó con la ayuda de la

Asociación de Mártires de la Cruzada de Madrid. El Cuartel de la Montaña también fue

objeto de una propuesta similar, puesto que la conmemoración monumental del lugar

fue idea de la Hermandad de Madres y Familiares de Caídos62

.

Tras la exaltación de Franco, el otro mito por antonomasia fue José Antonio

Primo de Rivera. Desde la exhumación de su cuerpo en la cárcel de Alicante el 3 de

abril, Falange desarrolló una campaña propagandística de su líder para acercarlo al

pueblo, de tal magnitud que en la memoria colectiva se le conoció siempre por su

nombre propio. Las autoridades acogieron perfectamente el culto a su memoria, en el

caso de Madrid el Ayuntamiento aprobó costear con 900 pesetas una placa que

recordara el mitin del Teatro de la Comedia, hecho fundacional del Falange. El 20 de

noviembre, aniversario de su fusilamiento, comenzó el traslado desde Alicante con

destino al monasterio de El Escorial. Durante diez días y diez noches el féretro recorrió

la distancia hasta Madrid, donde el cortejo fue recibido en el puente de la Princesa por

una multitud brazo en alto gritando “José Antonio, Presente”. Recibido por los mandos

de los tres ejércitos y representantes alemanes e italianos, al día siguiente el féretro llegó

al monasterio, donde esperaban Franco, los ministros del Gobierno y los hermanos del

que ahora en adelante sería conocido como el “Gran Ausente”. Aunque no todo fue

consenso entre las élites del régimen, ya que los mandos militares protestaron porque el

entierro de Primo de Rivera había sido más fastuoso que los de Mola o Sanjurjo. No era

62

BOX, Zira: España, año cero… ob. cit., pp. 69-80. BRAVO MORATA, Federico: Historia de Madrid,

Vol. VIII, La posguerra. Primera parte (1939-1942), Madrid, Trigo Ediciones, 2001, p. 111. LEDESMA,

José Luis; RODRIGO, Javier: “Caídos por España, mártires de la libertad. Víctimas y conmemoración de

la Guerra Civil en la España posbélica (1939-2006)”, en Ayer, nº 63, 2006, p. 243.

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74

una cuestión menor, puesto que los méritos de estos “muertos ilustres” podían ser

olvidados si la comunidad dejaba de recordarlos. Para que ello no sucediera, el cortejo

fúnebre pretendía fijar en la memoria la labor del caído. El entierro como un momento

pedagógico.

Y aunque José Antonio lideró la interminable lista de mártires franquistas, las

víctimas anónimas también tenían su reconocimiento, eso sí, con carácter colectivo. El

10 de noviembre se celebraron en San Francisco el Grande los funerales solemnes en

memoria de los asesinados por la barbarie “marxista”, presididos por el ministro de la

Gobernación, Serrano Súñer, acompañado por el nuevo gobernador militar de Madrid,

Sáenz de Buruaga. Dos días después se celebraba en el Paraninfo de la Universidad una

misa de réquiem por los profesores y alumnos caídos por Dios y por España. Mientras,

el asesinato de Calvo Sotelo estaba siendo investigado a comienzos de mayo por diez

comisarías al mismo tiempo y se sucedían los homenajes a su figura protomártir y la de

Joaquín García Morato, héroe de la Aviación franquista, muerto el 4 de abril de 1939.

Pero no sólo se recordaba a los muertos, pues en la nueva España de Franco había

también héroes a los que había que recompensar: el 23 de septiembre una ley de

amnistía perdonaba los delitos cometidos “en defensa de los ideales que provocaron el

Glorioso Alzamiento contra el Frente Popular”. Esta ley general se unía a las

actuaciones concretas del Ayuntamiento, que el 4 de agosto había creado una medalla

que premiaba la actitud de los porteros durante la “dominación roja”, con dos tipos: de

primera clase para quienes ocultaron a personas perseguidas y cuidaron de vasos

sagrados, custodias u ornamentos religiosos, de segunda clase para los que se limitaron

a defender muebles y ajuares de aquellos que habían abandonado su domicilio63

.

La Cultura de la Victoria no planteaba únicamente la adopción de nuevos

comportamientos, trató de imponerlos. Dentro de este fenómeno la censura jugó un

63

Sobre los entierros, véase HERNÁNDEZ BURGOS, Claudio: Granada azul… ob. cit., pp. 127-135 y

para la relación del régimen con la figura de José Antonio ZENOBI, Laura: La construcción del mito de

Franco… ob. cit., pp. 226-227. Un ejemplo de luto y culpabilidad en el espacio urbano en MORENO

SECO, Mónica: “La evolución de un rito político: el 20 de noviembre en Alicante”, en SIGALAT, María

José; GÓMEZ, Alberto; REIG, Ramiro; SAZ, Ismael (coords.): Tiempos de silencio. Actas del IV

Encuentro de Investigadores del Franquismo, pp. 662-667, Valencia, Universitat de València, 1999. La

misa de la Puerta de Alcalá en BRAVO MORATA, Federico: Historia de Madrid, Vol. VIII… ob. cit., p.

49. El Ayuntamiento ya había recompensado a un portero de la calle Velázquez 28 con 10.000 pesetas por

haber escondido a varios vecinos de la comunidad. El episodio en p. 101. El traslado de José Antonio

aparece en CASTILLO CÁCERES, Fernando: Capital aborrecida… ob. cit., pp. 571-573.

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75

papel esencial y fue una realidad operativa en la vida cotidiana de los madrileños. El 20

de mayo el Servicio Nacional de Propaganda del Ministerio de Gobernación recordaba a

los libreros que sólo podían vender los productos de aquellos editores con hoja de

autorización. Las hojas de autorización se adquirían en la Sección de Censura del

organismo, situada en Serrano 71, que en esos momentos revisaba los fondos editoriales

de las librerías. La comunicación ideológica que utilizó el nuevo régimen no sólo utilizó

los desfiles militares o las misas de caídos. A partir del 1 de abril el documental

cinematográfico se convirtió en otra de las realidades de la posguerra madrileña, sobre

todo los Noticiarios Nacionales grabados durante el conflicto y proyectados en las

provincias ocupadas. Así, 18 de julio, La Ciudad Universitaria, La batalla del Ebro,

Desfile militar en Barcelona o Juventudes de España se proyectaron en bloque en las

salas de la capital. Frente de Madrid, dirigida por Edgar Neville, aprovechó las

trincheras de la Ciudad Universitaria, abandonadas hacía poco tiempo, para rodar los

exteriores. Tras el paréntesis de la Semana Santa, cuando permanecieron cerradas las

salas de cine, el Departamento Nacional de Cinematografía pudo proyectar La

liberación de Madrid, que llevó a los madrileños los recuerdos de un pasado más que

reciente, un proceso que, como recuerda Laura Zenobi, tenía como objetivo afirmar el

mito de Franco como general invicto. Y para ello se sirvieron de toda una red simbólica

sobre la que las autoridades ejercieron un férreo control, por lo que ningún elemento de

la imagen del nuevo Estado franquista se dejó a la improvisación. La regulación del uso

de emblemas y símbolos estuvo acompañada de disposiciones adicionales que

regulaban las representaciones plásticas aparecidas en las publicaciones no periódicas.

Como sostiene Zira Box, la avalancha de legislación pretendía garantizar el respeto y la

buena utilización de los símbolos, pero al mismo tiempo la nueva idea de España se vio

inmersa en un proceso de “banalización radical” en aras de infiltrarse en todos los poros

de la sociedad española64

.

Como plantea Canales Serrano, los protagonistas de la Victoria no podían

permanecer pasivos en el proceso de definición de la nueva España, una dimensión

64

La importancia de la propaganda en el asentamiento del mito de Franco en ZENOBI, Laura: La

construcción del mito de Franco… ob. cit., pp. 251-327, en especial las pp. 253-273. También puede

verse AGUILAR FERNÁNDEZ, Paloma: Políticas de la memoria, memorias de la política, Madrid,

Alianza Editorial, 2008, pp. 118-129. El listado de las proyecciones en MONTOLIÚ, Pedro: Madrid en la

posguerra… ob. cit., pp. 120-121. La “banalización” en BOX, Zira: España, año cero… ob. cit., pp. 317-

321.

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social que trataba de apuntalar el consenso político de aquellos que habían tomado las

armas en 1936. El nexo entre la sociedad y las élites políticas debe tener en cuenta, a su

modo de ver, la relación entre la victoria social y la victoria política como un factor

explicativo de los modelos de funcionamiento político en el ámbito local. La clave para

este autor se sitúa en la difusión de los códigos, representaciones y prácticas asociadas a

la victoria franquista. Dependiendo de la primacía de las élites políticas o de la sociedad

habrá unas relaciones u otras ¿Dónde se sitúa Madrid, en el predominio político de las

élites o en una base social convencida del proyecto del 18 de julio? Más allá de las

dificultades de su propuesta, lo cierto es que permite acercarse a las relaciones de los

poderes políticos con la sociedad y sus conflictos sin cuestionar la fortaleza del régimen.

Como han demostrado otros autores, la política local fue fundamental para consolidar el

proyecto franquista y desde la historiografía representa un observatorio fundamental

para analizar cómo se llevaron a la práctica las medidas adoptadas por el régimen.

El nuevo año de 1940 no se olvidó de seguir honrando debidamente a los

muertos, que eran asociados al espacio y pasaron a la memoria colectiva de la ciudad.

Las calles se convirtieron en el lugar donde los caídos había cumplido con su deber de

españoles y así la calle Mendizábal pasó a la historia como el lugar donde fue asesinado

Matías Montero, Barquillo esquina Augusto Figueroa era la calle de Jesús Hernández, el

cruce de Fuencarral con Divino Pastor se convirtió en el lugar de recuerdo de Ángel

Montesinos. Entre ellos primaba la Cárcel Modelo, donde en agosto de 1936 habían

sido sacados Julio Ruiz de Alda y Fernando Primo de Rivera, hermano del Ausente. Los

lugares de la memoria franquista fueron señalados muy pronto por las autoridades y

contaron con su promoción. El 26 de enero el Ayuntamiento debatió si pedía permiso al

Ministerio de Gobernación para exhumar los cuerpos de los madrileños asesinados en la

Casa de Campo y trasladarlos a la fosa de Paracuellos del Jarama, símbolo del martirio

por los ideales del Movimiento. Tres semanas después el propio Consistorio aprobó la

contribución con 15.000 pesetas al monumento de Paracuellos y en marzo un decreto el

Gobierno instaba a grabar en las paredes de las iglesias los nombres de los caídos de la

población65

.

65

MONTOLIÚ, Pedro: Madrid en la posguerra… ob. cit., pp. 120-121. CANALES SERRANO, Antonio

Francisco: “Las lógicas de la victoria… ob. cit. La importancia de la aproximación local en NICOLÁS,

Encarna: “Los poderes locales y la consolidación de la dictadura franquista”, en Ayer, nº 33, 1999, pp. 65-

85 y VEGA SOMBRÍA, Santiago: “El papel de los gobernadores civiles en la implantación del régimen

de Franco. Las circulares de Manuel Pérez Mirete”, en ORTIZ HERAS, Manuel (coord.): Memoria e

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77

Pero si hubo un monumento que recogió el recuerdo de la guerra ése fue el Valle

de los Caídos. Ya desde su llegada a Madrid Franco había mostrado su interés por

construir un gran monumento funerario en la sierra de Guadarrama, con varias

excursiones a El Escorial. Finalmente escogió el valle de Cuelgamuros y el 1 de abril lo

hizo público cuando, tras el desfile que conmemoraba el final de la guerra, el

subsecretario de Presidencia, coronel Valentín Galarza, leía ante una gran comitiva el

decreto que ordenaba la construcción del monumento. Ante los embajadores alemán e

italiano Galarza habló de recordar los sacrificios que encerró la Cruzada, desafiando al

tiempo y al olvido, una tarea de la que se iba a ocupar la piedra inmortal. El monumento

de Cuelgamuros explicaría a las generaciones futuras las motivaciones del Movimiento

y enlazaría la España de Franco con la de Felipe II, según el proyecto de Muguruza: una

necrópolis y una basílica de 259 metros de longitud, excavada en la propia roca,

coronada por una cruz 153 metros de altura y adornada por las esculturas diseñadas por

Juan de Ávalos. Al tiempo que los sacrificios de la guerra servían de legitimación del

régimen la ciudad de Madrid pasaba de ser una ciudad traidora a una ciudad mártir. De

ahí que empezaran a recordarse los primeros momentos del Alzamiento y los muertos

correspondientes. El 31 de mayo se celebró una misa en la capilla del cementerio de

Carabanchel en memoria del general Miguel García de la Herrán, el teniente coronel

Alberto Álvarez Rementería y el capitán Raimundo Herráiz, muertos el 20 de julio de

1936. Sus cadáveres presidieron la misa desde el altar.

El espacio público fue el espacio de relación entre la sociedad y las autoridades

y el régimen trató de llenarlo con los referentes de los nuevos tiempos. Así, la

Diputación Provincial aprobó reconstruir todas las cruces destruidas de la provincia

durante la guerra y erigir una cruz que recordara la memoria de los madrileños caídos en

la Cruzada. El espacio urbano madrileño recibía así las primeras actuaciones que tenían

por objetivo su recatolización, la difusión de un mensaje determinado y el aviso de que

los tiempos de la iconoclastia habían cesado. Por su parte, el Ayuntamiento acordó

instalar una placa en la galería principal de la Casa de la Villa en memoria de la labor

municipal de José Calvo Sotelo. Al mismo tiempo se sucedían los homenajes, como el

que el 6 de abril se celebró en el Círculo de Bellas Artes en honor del Ejército Nacional,

con presencia de la Orquesta Filarmónica, aunque también había reconocimientos más

historia del franquismo: V Encuentro de investigadores del franquismo, Cuenca, Universidad de Castilla

La Mancha, 2005, CD-ROM.

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concretos, como la concesión de la Medalla de la Fidelidad a 263 porteros de conducta

destacada para los intereses del barrio. Esta situación nos lleva a cuestionar, como hace

Zira Box, la importancia de emitir un discurso simbólico estructurado de forma

coherente, más allá de los condicionantes materiales. ¿Fue relevante para perpetuarse en

el poder? Más allá de cualquier polémica, lo que sí presentaba el régimen era una idea

redencionista a partir de la Nación española, un mensaje cerrado fuera del cual no había

posibilidad de integrarse en la sociedad de posguerra66

.

FET-JONS actuó de elemento resonador de la actualidad internacional, una

actualidad que reeditaba el pasado español más inmediato. Cuando el 22 de junio dio

comienzo la Operación Barbarroja, la invasión de la URSS por parte de la Wehrmacht,

se empezaron a propagar rumores sobre la intervención de voluntarios españoles y dos

días más tarde, el 24, una gran manifestación de falangistas se dirigió a la Secretaría

General del Movimiento, en la calle Alcalá 44. Ante el ardor de la multitud salieron al

balcón Serrano Suñer, José Luis Arrese, Miguel Primo de Rivera y el general Díez de

Villegas. El ministro Serrano pronunció un discurso en el que culpaba a Rusia de la

Guerra Civil, “de la muerte de José Antonio, nuestro fundador. Y de la muerte de tantos

camaradas y tantos soldados caídos en aquella guerra por la agresión del comunismo”.

Tras cerrar su intervención sentenciando la destrucción de la URSS, “acto de exigencia

de la historia y porvenir de Europa”, la multitud más exaltada se dirigió a la embajada

británica, en la calle Fernando el Santo 16, la apedreó e intentó asaltarla, lo que provocó

la protesta oficial del embajador Hoare. Dos días después Arrese, Secretario General del

Movimiento, ordenaba a los jefes provinciales abrir el reclutamiento voluntario para que

los camaradas militantes participaran en la lucha. Madrid se volvió a llenar de desfiles

de falangistas, unos desfiles que recordaban que el anticomunismo no había caído en el

olvido como factor de movilización. El 13 de julio partieron de la Estación del Norte los

primeros voluntarios, rodeados de un ambiente entusiasmado. Asistieron a la despedida

el ministro del Ejército, general Varela, el capitán general de Madrid, Andrés Saliquet,

Miguel y Pilar Primo de Rivera o los generales Millán Astray y Alonso Vega. La

66

El Valle de los Caídos en SAGUAR QUER, Carlos: “La cruz soñada: concepción y construcción del

Valle de los Caídos”, en Anales del Instituto de Estudios Madrileños, tomo XLV (2005), pp. 757-796.

También en LLORENTE, Ángel: Arte e ideología… ob. cit., pp. 280-283. La recatolización del espacio

urbano en HERNÁNDEZ BURGOS, Claudio: Granada azul… ob. cit., pp. 212-224. BOX, Zira:

“Secularizando el apocalipsis. Manufactura mítica y discurso nacional franquista: la narración de la

victoria”, en Historia y Política, nº 12, 2004, pp. 133-160.

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estación entera cantó el Cara al Sol y las demás canciones patrióticas e himnos, en un

acto de hermanamiento que hacía tiempo no se recordaba.

Quedaba fuera de toda duda que Madrid resultaba un escaparate ideal para

socializar ciertos discursos entre la población. A principios de diciembre de 1942 la

basílica de San Francisco el Grande acogió los cultos solemnes por la Inmaculada

Concepción, organizados por el Ejército de Tierra, del que era su patrona. Asistieron la

esposa del Caudillo, los ministros militares, el capitán general de la Región y el

gobernador civil, así como el presidente de la Diputación y el conde de Casal, en

representación del Ayuntamiento. La decoración del templo, con dos tanques en la

entrada y varias ametralladoras en el atrio, las banderas de la vieja infantería española,

era casi más importante que la presencia de un buen número de autoridades. De esta

forma, el mensaje visual reforzaba el significado de la fecha para los madrileños. Como

sostiene Claudio Hernández, las festividades religiosas suponían el momento adecuado

para expresar la necesidad de redención que sentía España67

.

A medida que la II Guerra Mundial avanzaba y se iba complicando para el Eje

las manifestaciones falangistas volvieron a mostrar un discurso ligado a la Guerra Civil,

a pesar de que en 1942 había alcanzado la cifra de 932.000 afiliados. Más allá de las

cifras, conviene destacar los actos en los que participó en el año 1943, alejados de

cualquier retórica belicista, como el Día de la Canción, organizado por el Frente de

Juventudes el 1 de abril, o la colocación de la Cruz de los Caídos en la confluencia de la

calle Hermanos García Noblejas y Alcalá. El elegido es muy significativo, pues venía a

significar la continuación de la Guerra Civil en Europa, ya que la familia García

Noblejas estaba unida al martirio en España y a la División Azul. El padre, Salvador,

fue asesinado en Paracuellos del Jarama y tres de sus hijos resultaron muertos en el

Cuartel de la Montaña (José), Villaviciosa de Odón (Salvador) y en la batalla de

Brunete (Jesús). Dos hermanos más murieron en el frente ruso, Javier en 1941 y Ramón

en 1942. La cruz, de diez metros de altura, también recordaba a otros 252 caídos, pero el

protagonismo de la familia era indiscutible. El monumento era algo más que un simple

recordatorio, pues las autoridades pretendían que su carácter simbólico pasase a formar

parte de la vida de la comunidad. Para ello se elegían plazas, avenidas o confluencias de

calles, como es este caso, lugares de reunión y autorrepresentación de la comunidad que

67

BRAVO MORATA, Federico: Historia de Madrid, Vol. VIII… ob. cit., p. 293. HERNÁNDEZ

BURGOS, Claudio: Granada azul… ob. cit., pp. 225-239.

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80

sólo podían albergar acontecimientos solemnes. El monumento a los Caídos se situaba

en un espacio abierto, alejado del centro urbano pero al que se podía llegar andando,

con un amplio espacio para la concentración, características de este tipo de “espacios de

la muerte”, tal y como los define Claudio Hernández Burgos68

.

Sin embargo la tónica general a partir de 1943 fue ir reduciendo el sentimiento

falangista en estos actos, en favor del contenido religioso y lúdico. Ejemplo de esto

último fue el juego floral que se dedicó al milenario de Castilla, con una amplia

participación debido a los importantes premios ofrecidos: 10.000 pesetas para el tema

“Castilla Milenaria”, al que se presentaron 147 trabajos de flor natural, 3.000 pesetas

para “Castilla en la Cruzada Nacional”, que recibió 81 trabajos escritos en romance, 30

composiciones se evaluaron en la categoría “Castilla en la División Azul”, con el

mismo premio, mientras que el ganador del tema “Castilla y el Mar” recibiría 3.000

pesetas, con 44 trabajos presentados. Vemos que este año supone un momento de

transición hacia otras formas de adhesión popular, como los premios organizados por la

Vicesecretaría de Educación Popular, dotados con 1.000 pesetas cada uno, con

diferentes nombres de “caídos por la Patria”. Los certámenes literarios y periodísticos se

convirtieron en una práctica común durante estos años y supusieron un sobresueldo

nada desdeñable para muchos escritores.

Pero también estaban los actos religiosos, que pronto iban a asumir el liderazgo

cultural en la posguerra madrileña, como el acto de entronización del Sagrado Corazón

en la Delegación Nacional de Sindicatos en noviembre de este mismo año. El acto

supuso el estreno oficial de Casimiro Morcillo, obispo auxiliar de Madrid-Alcalá, en

este tipo de actos. En las celebraciones populares no participaba el obispo, aunque el

régimen estaba presente de diversas formas. El día de san Antón de 1943 hubo desfile y

bendición de animales, como todos los años, pero asistieron la Banda Municipal, la

Guardia Mora y una batería de artillería. Más allá de los nombres propios, en la tarea

evangelizadora la Iglesia contó con el apoyo de diversas instituciones. En febrero de

1944 Acción Española de Palabra Culta y Buenas Costumbres de Madrid organizó un

acto propagandístico para los barrios de Ventas, La Elipa y Madrid Moderno en el que

se habló de la consagración del Inmaculado Corazón de María a la diócesis de Madrid.

La última semana de marzo el padre Cavestany dirigió unos ejercicios espirituales para 68

Una reflexión general sobre los monumentos a los caídos en LLORENTE, Ángel: Arte e ideología…

ob. cit., pp. 275-301; HERNÁNDEZ BURGOS, Claudio: Granada azul… ob. cit., pp. 135-141 y BOX,

Zira: España, año cero… ob. cit., pp. 178-196.

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médicos, farmacéuticos y odontólogos en la iglesia de las Descalzas Reales. Sin

embargo, las constantes llamadas a colaborar en la reconstrucción del monumento al

Sagrado Corazón en el cerro de los Ángeles no tuvieron el eco esperado, puesto que a

finales del año 1944 apenas se llegaba a las 300.000 pesetas de recaudación. Y es que el

Estado no recaudaba tanto dinero como pretendía, con una administración infiltrada de

corrupción. Aunque la asignación de los quioscos estaba reservada a excombatientes,

excautivos y familiares de “caídos”, el número de peticiones era tan alto que el precio

por obtener el permiso era de cien pesetas69

.

El año de 1945 supuso el canto del cisne de las manifestaciones de corte fascista.

Mientras el Gobierno civil daba permiso a Falange para que celebrara un funeral por

Hitler y Mussolini, que acabó derivando en una manifestación, el Ayuntamiento se

apresuraba a redactar una declaración oficial felicitando al Caudillo por haber

mantenido a España fuera del conflicto mundial. Franco había sido presentado como

salvador en abril de 1939, en abril de 1945 se repetía la operación. Desde el 11 de

septiembre los madrileños ya no estaban obligados a saludar brazo en alto, según lo

dispuesto en el decreto que terminaba con ocho años de reminiscencia fascista. Desde

entonces, los sectores católicos del régimen tuvieron vía libre para desarrollar sus

formas de integración social. El 11 de noviembre la plaza de la Armería fue el lugar

señalado para acoger la Oración por España, uno de los actos más solemnes, aunque no

fue el único. En el mismo mes la diócesis organizó otro acto multitudinario, la misa por

la fe y por España, celebrada en el Retiro, con la presencia de 30.000 niños. El papel de

la Iglesia no acabó en ahí, pues la sequía de 1945 propició que en las misas de toda

España se implorara por la lluvia. En Madrid hubo una especial con motivo de la

celebración de San Isidro, cuyo cuerpo incorrupto fue paseado por las calles de la

capital, un acto presidido por el propio ministro de Agricultura.

Pero no hay que olvidar que la Iglesia fue un firme sostén del régimen y

paulatinamente las celebraciones políticas también fueron momentos apropiados para la

liturgia cristiana. El 1 de octubre de 1945 se cumplía el noveno aniversario de la subida

al poder de Franco y en la celebración del acto estuvieron los ministros, los dirigentes

de Falange y el Ejército, pero también Leopolodo Eijo y Garay, que celebró la misa en

69

DE AGUINAGA, Enrique: “Anteguerra, guerra y posguerra en la crisis de la capitalidad”, Anales del

Instituto de Estudios Madrileños, tomo XLV (2005), pp. 809-810. MONTOLIÚ, Pedro: Madrid en la

posguerra… ob. cit., pp. 295-299. BRAVO MORATA, Federico: Historia de Madrid, Vol. IX… ob. cit.,

pp. 54-55.

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San Francisco el Grande y guió el Te Deum solemne después. Este proceso de

“politización de lo sagrado”, tal y como lo define Laura Zenobi, forma parte de una

dinámica mucho más amplia. Al tratar de captar la aquiescencia de la población a través

del calendario festivo el régimen apostó por una política de “densidad” ritual y

simbólica para reforzar los lazos con las autoridades. Había fiestas políticas (Día del

Caudillo, Día de la Unificación…), fiestas militares (Día de la Victoria, Día del

Alzamiento), fiestas religiosas de carácter nacional (Día de Santiago, Semana Santa, la

Virgen del Pilar…) y fiestas de carácter local, como el Dos de Mayo o San Isidro. Pero

fuera cual fuera su entidad, todas las fiestas aparecían ante los ojos de la población

coronadas por un acto religioso. La primacía de la Iglesia Católica en el proceso de

captación de apoyos del régimen queda fuera de toda duda70

.

La Iglesia le había ganado el discurso social a Falange, tal y como demostraban

las declaraciones del nuevo alcalde, José Moreno Torres, en el verano de 1946. El

bando municipal del 2 de agosto cargó contra las licencias sociales que para algunos el

verano permitía, transitando por las calles sin ciertas prendas de vestir, como la

americana. Para el alcalde representaba una falta de respeto al resto de madrileños y un

olvido de la distinción propia de la capital de España. La concepción del pecado reñía

con las “más elementales reglas de la educación, de la civilidad y buen gusto de los

madrileños” y se amenazaba con la sanción a quienes las incumplieran, incluyendo a los

propietarios o encargados de los locales. Pocos días después los porteros ya habían

desarrollado un pequeño servicio de alquiler de chaquetas, por el que solían cobrar una

o dos pesetas.

Aún así, fue el contexto internacional tras la II Guerra Mundial el que dio una

nueva oportunidad al régimen para que demostrara en el espacio público que el pueblo

le apoyaba. El 2 de diciembre se reunía la Primera Comisión de la Asamblea General

para Asuntos Políticos y de Seguridad de la ONU, que debatió durante dos días la

cuestión española. Varios países se mostraron a favor de romper relaciones con la

España franquista, entre ellos Paraguay y El Salvador, aunque Gran Bretaña y EEUU no

lo tenían tan claro. A propuesta del senador Tom Connally se pedía al pueblo español

una prueba de que tenía un gobierno derivado de su consentimiento, para lo que el

régimen movilizó a falangistas y ex combatientes y animó a la población ordenando el

70

ZENOBI, Laura: La construcción del mito de Franco… ob. cit., pp. 219-241. BOX, Zira: España, año

cero… ob. cit., pp. 197-210.

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83

cierre de comercios. La manifestación del 9 de diciembre en la plaza de Oriente reunió a

600.000 ó 700.000 personas, según los periódicos, aunque la capacidad de la plaza,

incluyendo los jardines, no superaba las 200.000. Más importante que el número de

asistentes fue el discurso del Caudillo, que habló de la importancia internacional del

país, puesto que era objeto de debate, “señal inequívoca de que en España empieza a

amanecer”. Las referencias a Falange empezaban a ser veladas, a diferencia de los años

anteriores, donde el nacional-sindicalismo se equiparaba a lo que ocurría en la Alemania

nazi y la Italia fascista. Ahora el ejemplo se buscaba en el pasado, como hacían los

periódicos, cuyos editoriales se centraban en la importancia del espacio de la

manifestación: “En el mismo escenario de 1808, Madrid levanta el grito de

independencia nacional”. Las pancartas de los asistentes reforzaban el mensaje, con

ejemplos como “España no admite la intromisión extranjera”, “Franco, con pan o sin

pan, a tus órdenes”, o “Si ellos tienen ONU, nosotros tenemos dos”. Con este hecho, el

régimen comenzaba una nueva etapa, al menos en el plano internacional71

.

71

MONTOLIÚ, Pedro: Madrid en la posguerra… ob. cit, pp. 417-418.

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84

4. Aproximación analítica al objeto de estudio: el Servicio de

Información de FET-JONS72

.

Nos hemos decantado por presentar en este apartado del trabajo un informe de

Falange, una fuente perteneciente al Archivo General de la Administración (AGA),

situado en Alcalá de Henares. Se trata de una fuente catalogada dentro del fondo de

Presidencia del Gobierno, en la sección de la Secretaría General del Movimiento. La

correspondencia administrativa de la Delegación Nacional de Provincias de FET-JONS

es, por tanto, una fuente civil, seguramente consultada por las autoridades del Madrid de

la posguerra. Sin embargo, refleja la realidad cotidiana de la ciudad en los años

cuarenta. Esta fuente forma parte de una aproximación “desde abajo”, necesaria para

calibrar la relación entre las autoridades franquistas y la sociedad madrileña.

Esta correspondencia administrativa contiene una gran variedad de información,

desde documentación administrativa a los informes de los Servicios de Información de

FET-JONS. Éstos, una fuente de circulación interna, permiten rescatar las condiciones

sociales sufridas por la población madrileña en la década de los cuarenta, como las

delaciones, el hambre o el mercado negro, pero también la estrategia de control de la

población del régimen franquista. Así, estamos frente a una fuente muy valiosa para

múltiples acercamientos a través de diferentes informes: investigación de los

antecedentes de taquimecanógrafas para incorporarlas a las oficinas, solicitudes para

celebrar actos conmemorativos de la Guerra Civil, normativa relativa a la Comisaría

General de Abastecimientos y Transportes o episodios de estraperlo.

Si el presente trabajo abarca el urbanismo, las condiciones sociales y los

aspectos simbólicos del Madrid de la posguerra, ¿por qué nos hemos decantado por esta

fuente? Los informes de Falange encajan perfectamente en una visión integradora de la

realidad de posguerra a partir de los tres ámbitos que presentamos en este trabajo. En

primer lugar, se pueden reconstruir espacialmente las redes del estraperlo mediante las

investigaciones del Servicio de Información de FET-JONS. De esta forma, podemos

diferenciar entre varios tipos de estraperlo, el de los “pobres” y el mercado negro

72

Asunto: Información relacionada con el jefe nacional del servicio de cervezas, Caja 51/20510,

Correspondencia Administrativa, Delegación Nacional de Provincias, Secretaría General del Movimiento,

Fondo Presidencia del Gobierno, Archivo General de la Administración (AGA).

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85

asociado a los negocios de las élites, dependiendo del barrio de origen73

. Por otro lado,

esta fuente permitiría comprobar las cantidades de los abastecimientos, las normativas y

la preocupación de las autoridades por su alcance social. Por último, consultar estos

informes supondría adentrarnos en los mecanismos de creación de adhesión popular.

Las autoridades tenían que decidir qué conmemoraciones se celebraban, en qué

fechas… La jefatura provincial de Falange elevaba la petición a la Secretaría General,

organismo que valoraba la idoneidad de la celebración. De esta forma redescubrimos la

relación entre la sociedad y el régimen en un ámbito concreto, el de la extensión del

apoyo popular en los momentos festivos74

.

El 21 de julio de 1940 la Delegación Nacional de Sindicatos informaba a la

Secretaría de Servicios de la Delegación Nacional de Provincias de la apertura de una

investigación sobre Manuel Prieto González, jefe nacional del Servicio Sindical de la

cerveza. Manuel estaba afiliado a Falange desde septiembre de 1935 y sus servicios al

Movimiento estaban fuera de toda duda. Durante la guerra había partido de Cádiz hacia

Gibraltar para realizar una serie de comunicaciones a petición de las autoridades

nacionales de Falange, un comportamiento que era conocido por el jefe de la Región

Militar de Burgos en 1940, general López Pintos. A finales del año 1936 viajó a

Alemania para resolver unos asuntos relacionados con la industria cervecera nacional,

viaje que repitió en 1937 y 1938 a Francia y Alemania respectivamente. Es decir, que

Manuel Prieto había tenido un papel importante en el abastecimiento al bando

sublevado entre 1936 y 1939, servicios que fueron recompensados con la jefatura

nacional del gremio cervecero. Además, se había distinguido con importantes

donaciones a Falange, como un crédito de 13.000 pesetas expedido por el Banco

Español de Crédito de Burgos que invirtió en ropa y calzado para los combatientes

falangistas. Las amplias cantidades de dinero que manejaba eran conocidas por todos,

pues las dietas destinadas a sus estancias las donó personalmente a Agustín Muñoz

Grandes, ministro secretario general de Falange. ¿Cómo es que una persona destacada

durante la guerra y de la que no se conocía irregularidad económica alguna acabó siendo

investigado por su propio partido?

73

Para las diferencias conceptuales entre el estraperlo y el mercado negro, véase DEL ARCO BLANCO,

Miguel Ángel: “Morir de hambre… ob. cit.

74 Un ejemplo de socialización política a través de las fiestas aparece en HERNÁNDEZ BURGOS,

Claudio: Granada azul… ob. cit., pp. 263-320

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86

Es aquí donde entra en escena el marasmo administrativo de la posguerra. Desde

la Dirección General de Seguridad se transmitió una denuncia que el jefe del

Departamento de Información e Investigación de la Delegación Nacional de Sindicatos

procedió a instruir. Y comenzó por averiguar los antecedentes político-sociales de

Manuel Prieto, ya que, como plantean Gutmaro Gómez Bravo y Jorge Marco, los

sublevados podían haber ganado la guerra, pero la idea de amenaza permanente traspasó

los límites de la contienda. Así, el primer paso para identificar al enemigo era rastrear

sus antecedentes, que podían poner en peligro la cohesión social75

. En el caso de

Manuel, el origen de la investigación estaba en una denuncia anónima que afirmaba su

amistad con Manuel Azaña, del que tenía un retrato dedicado en su despacho, y su

pertenencia a la masonería. Según el denunciante, en el viaje que Manuel realizó a

Bruselas para comprar malta se reunió con un médico de Santander que huyó de la

ciudad al entrar las tropas franquistas. También se le acusaba de manejar ilegalmente

amplias cantidades de divisas, ya que vino de Bélgica con un coche Studebaker, lo que

contrastaba con su fama de ahorrador.

La importancia de Manuel Prieto queda puesta de manifiesto en la atención con

que es llevada la investigación, seis folios de estudio por parte del jefe del departamento

de Información de Falange y varios meses de pesquisas. Finalmente, la investigación

resuelve que Prieto es inocente de los cargos, pues su “conducta, moralidad y actuación

con respecto a nuestro Movimiento y Organización son inmejorables y dignos de

encomio”. Ésa es la conclusión de la investigación, con una nota final que alerta sobre

los peligros que encierran las denuncias anónimas. Peligros, claro, relativos a las

denuncias contra las personas cuyos antecedentes son inmejorables a ojos de las nuevas

autoridades. El instructor termina su veredicto cargando contra los “malvados y cretinos

enemigos de la Flange y su Organización Sindical, sin más propósito que el de

satisfacer venganzas y egoísmos personales”.

Para terminar con el análisis, podemos sacar dos conclusiones a la luz del caso

de Manuel Prieto. Por un lado, la importancia de los avales en la sociedad de la

posguerra. No en vano el delegado nacional de sindicatos, Gerardo Salvador y Merino,

alertaba contra la facilidad con que la Dirección General de Seguridad aceptaba

denuncias anónimas:

75

GÓMEZ BRAVO, Gutmaro; MARCO, Jorge: La obra del miedo… ob. cit., pp. 66-70.

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“Vengo observando, de algún tiempo a esta parte, que la Dirección General de

Seguridad sin la menor comprobación y dejando siempre al denunciante en el anónimo, recoge

y transmite a esa Secretaría General, denuncias injustificadas e informaciones absurdas y

tendenciosas contra diversos camaradas y organismos dependientes de esta Nacional de

Sindicatos, como la que da lugar a este escrito e información adjunta”76

Esta nota, escrita el 21 de julio por el delegado Gerardo Salvador, tuvo que

influir en el veredicto del instructor. No podemos afirmar que fue la nota la causa de la

exculpación, pero sí es cierto que remarcaba un comportamiento completamente

verdadero, de lo que era consciente el instructor del caso. Centrados en las labores de

depuración, el personal de la DGS admitía cualquier denuncia que pusiera sobre aviso

de un “enemigo interior”, aunque si esta actitud se topaba con la propia Administración,

la cosa era bien distinta. Como ya puso de manifiesto Roque Moreno, los grupos de

presión no pueden ser una variable explicativa exógena al franquismo, sino que están

inmersos en su propia estructura. El funcionamiento local del régimen estaba basado en

intereses concretos, que al margen de la ideología, conformaban las bases materiales de

su aceptación. Desde esta aproximación al corporativismo, podemos señalar que los

comportamientos en el régimen de Franco entran en conexión con otros períodos, como

el de la Restauración canovista. Así, estaríamos de acuerdo con Antonio Cazorla en su

alegato sobre los límites de la fascistización del régimen franquista. Frente a esta visión,

habría que considerar, junto a este autor, la pervivencia del caciquismo en el primer

franquismo77

.

Por último, no podemos obviar el hecho de que Manuel Prieto, mientras

desempeñaba su cargo de jefe nacional del Servicio Sindical de la cerveza, era el

propietario de varias fábricas de esta bebida. Una era la fábrica “Cruz Blanca”, situada

en la calle Santa Teresa número 4 de Madrid, cerca de la Avenida del Generalísimo. La

otra estaba en Santander, dirigida por la firma Cervezas de Santander Sociedad

Anónima. Manuel Prieto era inocente de los cargos importantes para el nuevo régimen,

pues no era masón ni amigo de Azaña, pero lo cierto es que sus intereses como

76

Carta de Gerardo Salvador y Merino a la Secretaría de Servicios de la Delegación Nacional de

Provincias, en Asunto: Información relacionada con el jefe nacional del servicio de cervezas, Caja

51/20510, Correspondencia Administrativa, AGA, p. 1. 21 de julio de 1940.

77 MORENO FONSERET, Roque: “El régimen y la sociedad… ob. cit. CAZORLA SÁNCHEZ, Antonio:

“Dictatorship from below… ob. cit.

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propietario estaban apoyados desde su cargo en la Administración. La Comisaría

General de Abastecimientos tenía entre sus cometidos establecer los márgenes de

beneficio de almacenistas, mayoristas y minoristas, por lo que el sistema de

racionamiento también ha de ser contemplado como un mecanismo de recompensa, tal y

como afirmó hace tiempo Francisco Alburquerque78

.

La Guerra Civil ofreció la oportunidad de tejer una serie de lazos que serían

reforzados en la dictadura: Manuel Prieto fue recompensado por su comportamiento

entre 1936 y 1939 con un puesto oficial en la posguerra, era la forma de pagar su

fidelidad. Ocupar un lugar en la Administración era la llave para el negocio privado, por

lo que verdaderamente la autarquía fue uno de los cimientos de asegurar el consenso de

los vencedores en 193979

.

78

ALBURQUERQUE, Francisco: “Métodos del control político de la población civil: el sistema del

racionamiento de alimentos y productos básicos impuesto en España tras la última guerra civil”, pp. 407-

432, en CASTILLO, Santiago; FORCADELL, Carlos; GARCÍA-NIETO, Mª Carmen; PÉREZ

GARZÓN, Juan Sisinio (coord.): Estudios de Historia de España. Homenaje a Manuel Tuñón de Lara,

Madrid, Universidad Internacional Menéndez Pelayo, 1981, pp. 415-416.

79 DEL ARCO BLANCO, Miguel Ángel: “Hunger and the consolidation… ob. cit., pp. 473-475 y

BARCIELA LÓPEZ, Carlos: “Franquismo y corrupción económica”, en Historia Social, nº 30, pp. 91-92.

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5. Reflexiones finales: exclusión y apoyos sociales en el espacio

público madrileño.

“Debe, no obstante, el príncipe hacerse temer de manera que si no se gana el amor, evite el odio;

porque puede muy bien ser temido y a la vez odiado”80

.

Nicolás Maquiavelo.

A lo largo de las páginas anteriores hemos tratado de demostrar la importancia

de comenzar una investigación sobre la posguerra en Madrid, con tres ejes principales.

El urbanismo y la vivienda, las condiciones sociales y los productos simbólico-

culturales del régimen son tres vectores de aproximación a la capital indispensables para

acercarnos a la realidad de la década de los años cuarenta y tratar de explicar las bases

sociales del régimen franquista. En medio del hambre, el racionamiento, la enfermedad,

la escasez y carestía de la vivienda y la destrucción material provocada por la guerra, las

nuevas autoridades consiguieron asentar los cimientos del nuevo orden de posguerra.

La quiebra de la sociedad civil que representó la guerra se manifestó

implacablemente en los años inmediatos a su final, pues pervivieron los discursos

movilizadores durante el conflicto. Las categorías opuestas de “amigo” y “enemigo” se

transformaron en la posguerra en las de vencedores y vencidos, haciendo imposible

cualquier tipo de reconciliación. Es decir, el nuevo Estado se configuró de manera

excluyente. Mientras las clases más desfavorecidas tenían que buscar alternativas para

no caer en la pobreza, la posguerra ofrecía innumerables oportunidades de negocio para

aquellos que estaban próximos a las esferas de poder. En una España marcada por un

gran número de restricciones (para la mayoría), la práctica del estraperlo solía estar

acompañada del aislamiento del entorno socio-político, una estrategia del miedo que

tenía como horizonte la desmovilización social. Quedaba abonado el terreno para la

intervención ideológica en las prácticas de supervivencia.

La Guerra Civil y el trauma de ser uno de los vencidos acompañaron a toda una

generación, especialmente aquellos que habían pasado por la cárcel. No sólo era la

pérdida del empleo o de los bienes, sino también y más crucial el hecho de sufrir el

aislamiento social más absoluto. El paso por la cárcel y los intentos de reeducación en

80

MAQUIAVELO, Nicolás: El príncipe, Madrid, Cátedra, 1995 [1513], p. 136.

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los valores del régimen era tan sólo el primer paso, pues al salir de la prisión se

encontraron con un espacio público configurado en su contra, en unas claves y códigos

que marcaban la peligrosidad de todos aquellos que el 18 de julio no se pusieron de

parte del Movimiento. Es acertada, por tanto, la utilización que Gutmaro Gómez Bravo

hace del término “colonialismo inverso” para la sociedad franquista. Las formas de

represión adquirieron una dimensión social configurada en las claves de la “política de

reajuste nacional”, sustentada con el paso del tiempo no sólo en el Ejército, sino

básicamente en la policía y la administración civil81

.

Coincidimos también con Antonio Cazorla en su repaso a las tendencias que han

dominado las visiones de la posguerra española. No podemos limitarnos a realizar un

análisis marxista del régimen de Franco, pues la perspectiva de clase no explica los

intentos del nuevo Estado por ganarse la voluntad popular. Por otro lado, la

historiografía de la represión tampoco termina de llenar el hueco dejado por el

acercamiento anterior, aunque nunca podamos dejar de lado la parálisis social generada

“desde arriba” por el miedo. ¿Qué alternativas quedan? Tampoco podemos caer en el

determinismo, no podemos explicar la realidad social de posguerra atendiendo sólo a las

iniciativas desde el poder. Y esto nos lleva por los problemáticos senderos del consenso,

que en la historiografía española son variados, como ya hemos comentado en el estado

de la cuestión. Básicamente, este esquema tiene dos deficiencias. La primera se refiere a

la misma categoría analítica, pues no podemos aplicar un término de la Sociología

funcionalista en sistemas donde no se puede elegir libremente. La segunda carencia

corresponde a la caracterización bipolar de la relación sociedad-régimen, que según este

esquema se reduciría a los que están “a favor” y los que están “en contra”. La realidad

de los años cuarenta es mucho más compleja, pues si es cierto que hubo resistencia

clandestina, tampoco podemos sobredimensionarla; si es cierto que el régimen generó

apoyos sociales, no lo es menos que estos apoyos no dependían necesariamente de la

clase social y dentro de los que estaban “a favor”, debemos diferenciar entre los apoyos

ideológicos, intereses económicos o el propio miedo82

.

En vez de consenso, podría hablarse de consentimiento, aceptación,

aquiescencia… Sin hacer de ello una cuestión nominalista, nos referimos a ese complejo

haz de relaciones personales, sociales y burocráticas que conformaron la realidad 81

GÓMEZ BRAVO, Gutmaro: El exilio interior. Cárcel y represión en la España franquista, 1939-1950,

Madrid, Taurus, 2009, pp. 179-214.

82 CAZORLA SÁNCHEZ, Antonio: Las políticas de la victoria… ob. cit., pp. 205-234.

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cotidiana de Madrid. Se buscaba el aval y también la fidelidad, un tiempo de silencio

perfectamente definido por la estructura de jefe de barrio, jefe de calle y jefe de casa,

como recuerda Ángel Bahamonde83

. Por tanto, nunca podremos olvidar la dimensión

espacial, entendiendo la ciudad no como objeto de estudio únicamente, sino como un

sujeto con entidad propia. Gutmaro Gómez Bravo exponía recientemente que las

dinámicas concretas de la “esfera pública” enriquecen los análisis de la violencia, que

deben abandonar su dimensión política y el monopolio del Estado. Sólo desde este

acercamiento podemos entender la multiplicidad de respuestas de los diversos actores

sociales en un marco de quiebra de la sociedad civil. Las iniciativas desde el poder, las

necesidades de la población, los discursos generados por las autoridades y su recepción

se produjeron en contexto de control social, pero no por ello dejan de presentar una

naturaleza dialéctica84

.

Según la metáfora de Maquiavelo, el poder puede ser representado como un

centauro. Tiene una parte animal, representada por la fuerza bruta, y otra parte humana,

correspondiente a las leyes. Según cuenta el pensador florentino, muchos príncipes de la

Antigüedad fueron educados por el centauro Quirón, de tal modo que bajo un preceptor

medio bestia y medio hombre aprendieron a manejar tanto la fuerza como las leyes. Si

alguna de las naturalezas del poder fallaba, el príncipe no podría mantener su posición

al frente de la sociedad. Recuperamos este pasaje maquiavélico para afirmar que atender

a las dimensiones simbólicas del poder no equivale a olvidar las condiciones materiales

de la realidad social. Ambas deben ser tenidas en cuenta. El régimen de Franco se

asentaba en la fuerza de las armas, una legitimidad conferida por la victoria militar. Sin

embargo, no por ello olvidó la importancia de las nuevas leyes, que debían favorecer a

sus apoyos naturales y tratar de ganar a nuevos sectores para su causa.

El espacio público fue ocupado por los vencedores en 1939, sus coordenadas

fueron modeladas según las directrices del nuevo régimen. La “Cultura de la Victoria”,

un conjunto de discursos y prácticas surgido en el tiempo de la Guerra Civil, estaba

conformada por los valores y consignas defendidas por los sublevados el 18 de julio de

1936. Pero al tiempo también establecía los límites de la comunidad al identificar una

“anti-España”. Es decir, que estamos hablando de una cultura punitiva, pues tratamos

“un fenómeno de represión, segregación y control social que se hizo sentir de manera 83

BAHAMONDE MAGRO, Ángel: “La evolución política… ob. cit., pp. 625-627.

84 GÓMEZ BRAVO, Gutmaro: “Violencia y espacio público en la sociedad contemporánea”, Cuadernos

de Historia Contemporánea, Vol. 33 (2011), pp. 11-12.

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inmediata sobre una población civil muy marcada por la guerra”, según afirman Ana

Martínez Rus, Gutmaro Gómez Bravo y Jorge Marco. En la posguerra, tal y como

sostienen Miguel Ángel del Arco y Claudio Hernández, la Victoria lo inundaba todo, de

tal forma que la cultura debe ser tenida como un campo más de las relaciones de poder

establecidas entre el Estado y la sociedad. De esta forma, los discursos y prácticas

producidas por las autoridades y los recursos de la sociedad para tratar de interpretar sus

condiciones de existencia también deben ser objeto de atención en los estudios sobre la

posguerra85

.

Si nos interrogamos por el origen y naturaleza de los apoyos sociales del

franquismo nos tenemos que acercar a la vida cotidiana durante la década de los años

cuarenta. Una realidad social y económica modelada por el régimen, sí, pero no por ello

cubrió las expectativas de todos. En algunos casos no pudo y en muchos otros no quiso

satisfacer las necesidades de ciertos sectores de la población, socializando la lucha por

la supervivencia. La posguerra madrileña se situó entre la capital soñada y las

exigencias de la realidad.

85

DEL ARCO BLANCO, Miguel Ángel; HERNÁNDEZ BURGOS, Claudio: “Más allá de las tapias…

ob. cit., pp. 73-74. MARTÍNEZ RUS, Ana; GÓMEZ BRAVO, Gutmaro; MARCO, Jorge: “La cultura

punitiva en el primer franquismo, 1936-1948”, pp. 205-217, en BARRIO ALONSO, Ángeles, DE

HOYOS PUENTE, Jorge, SAAVEDRA ARIAS, Rebeca (eds.): Nuevos horizontes del pasado: culturas

políticas, identidades y formas de representación, Santander, PUbliCan, 2011, p. 206.

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93

6. Listado de fuentes.

- Archivo General de la Administración (AGA):

- Delegación Provincial Auxilio Social.

- Delegación Provincial Excombatientes.

- Fondo Ministerio de Gobernación Madrid (Informes de FET-JONS, Dirección

General de Regiones Devastadas).

- Fondo Ministerio de Trabajo (Instituto Nacional de la Vivienda).

- Fondos de la Delegación Provincial de la Vivienda de Madrid.

- Archivo de Villa:

- Informes de Guardias Urbanos.

- Libros de acuerdos/Actas Ayuntamiento.

- Fondo Patronato Municipal de la Vivienda

- Archivo Regional Comunidad de Madrid:

- Fondo Asilos y Beneficencia.

- Libros de acuerdos/Actas Diputación.

- Hemeroteca Municipal de Madrid:

- Prensa (ABC, Arriba…): Discursos alcaldes y autoridades.

- Archivo Fotográfico de la Comunidad de Madrid.

- Entrevistas personales.

Acercarse al Madrid de la posguerra requiere del manejo de diversas fuentes y

enfoques, una aproximación multidisciplinar que pretende abordar tanto los discursos

del régimen como la realidad material en que éstos se difundieron, en un intento de

explicar la procedencia de los apoyos sociales al régimen, en qué claves se

constituyeron y cómo se desarrollaron. Principalmente éste sería un estudio de historia

social, pues abordamos la realidad de la población madrileña durante la década de 1940:

las relaciones sociales, las condiciones de vida e incluso las mediaciones culturales en la

vida cotidiana en un núcleo poblacional concreto. Por eso el presente trabajo también se

enmarcaría en la corriente de la historia urbana, pues partimos de la base de que las

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relaciones sociales y los discursos culturales que se generan en la ciudad son diferentes

a las de otros núcleos. Madrid aparece, por tanto, como un sujeto histórico concreto, con

sus propias dinámicas. El intento de reconstruir el día a día de los madrileños cierra el

círculo de la aproximación local mediante el enfoque de la historia de la vida cotidiana,

ya que los testimonios permiten reflexionar sobre la definición de las esferas pública y

privada en la posguerra.

Historia urbana pero también historia del urbanismo, puesto que el régimen

proyectó sus valores y discursos en la reconstrucción material de la ciudad, que al

mismo tiempo era capital, por lo que debemos tener en cuenta esta dualidad y reconocer

los diferentes niveles de la Administración que operaron en Madrid. La historia

comparada nos puede ofrecer claves para entender el caso concreto de Madrid, de forma

que podamos establecer una serie de similitudes y diferencias con otras ciudades

españolas, que se presten a tal comparación, y también europeas. Las dinámicas de los

años 30 y 40 deben entenderse en un contexto más amplio, el de las tensiones del

continente. La interdisciplinariedad está relacionada con el empleo de diversas fuentes.

En primer lugar tenemos que hacer mención al discurso oficial del régimen. La

prensa es un elemento primordial para seguir los proyectos sociales y culturales del

nuevo régimen, las opiniones de los intelectuales o las distintas sensibilidades políticas,

identificadas con diferentes cabeceras. Trataremos de poner atención en los mecanismos

de difusión cultural y su dimensión material, con dos ejemplos representativos: el

Auxilio Social y la Delegación de Excombatientes. En los comedores sociales se atendía

a los más necesitados al tiempo que eran introducidos en las claves políticas del nuevo

régimen. La Delegación de Excombatientes representa un colectivo fuertemente

favorecido por las políticas del franquismo, de forma que podremos repensar la relación

de las autoridades del régimen con la sociedad a través de los planteamientos de la

nueva historia política.

El racionamiento y el estraperlo son esenciales para entender la España de la

autarquía. Para este acercamiento desde la historia social contamos con diversas fuentes,

como los informes de la Delegación Nacional de Provincias en relación a la Fiscalía de

Tasas, que permiten estudiar los precios y las cantidades de los alimentos repartidos en

las cartillas de racionamiento. Los informes de FET-JONS muestran una realidad de la

posguerra marcada por el estraperlo y la necesidad de sobrevivir. Los fondos del

Archivo Regional de la Comunidad de Madrid relativos a asilos y beneficencia pueden

ofrecer algo de luz, pero también debemos valorar las condiciones de habitabilidad de

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los barrios, la dotación de las casas y las medidas higiénicas que las autoridades

desarrollaron. Los informes de los Guardias Urbanos componen una fuente más que

aprovechable para establecer las condiciones en que se desarrolló la lucha por la vida

cotidiana.

Para acercarnos al estado material de la ciudad tenemos que combinar los tres

estados de la administración que operaron en Madrid: el Estado, la provincia y el

municipio. Recurrir tanto al Instituto Nacional de la Vivienda como la Dirección

General de Regiones Devastadas, pasando por el Patronato Municipal de la Vivienda

nos permite comprobar la dimensión real de la política de vivienda del régimen, uno de

los pilares en su legitimación social, en un espacio concreto: la capital. Desde la historia

urbana tendremos que cruzar estas fuentes con los fondos de la Delegación Provincial

de Madrid para entender en qué condiciones se realizaron los proyectos urbanísticos que

marcaron la posguerra madrileña y comprobar la atención de las autoridades a los

diversos barrios de la ciudad.

En este sentido, podemos incluir una perspectiva comparada de Madrid en dos

planos. En primer lugar, con las dos grandes capitales de provincia que no fueron

ocupadas hasta el final de la Guerra Civil: Barcelona y Valencia, sedes del Gobierno

durante la guerra. ¿Fue realmente la capitalidad un factor determinante en las políticas

llevadas a cabo durante la posguerra? En segundo lugar, no podemos dejar pasar la

oportunidad de situar el caso de Madrid en otros contextos, como los de Berlín, Roma o

París. Ligados a un fenómeno completamente diferente como el del Plan Marshall, los

procesos de reconstrucción material de estas ciudades han silenciado muchas veces una

consideración amplia del concepto de año cero.

Por último, cabe recuperar las experiencias personales de la posguerra

madrileña. Afortunadamente todavía podemos contar con algunos testimonios

personales, que ponen nombre y apellidos al hambre, las enfermedades y las dificultades

de la supervivencia en los años 40. El Archivo Fotográfico de la Comunidad de Madrid,

formado por imágenes particulares de los madrileños, muestra un material importante

porque se aleja de las imágenes propagandísticas del régimen.

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7. Listado de cuadros y siglas.

7.2. Cuadros.

- Cuadro 1: Crecimiento de los suburbios entre 1939 y 1944. Porcentaje. Página

22.

- Cuadro 2: Proyectos de la Dirección General de Regiones Devastadas hasta

1945. Página 35.

7.2. Siglas.

- AGA: Archivo General de la Administración.

- CGAT: Comisaría General de Abastecimientos y Transportes.

- CNS: Central Nacional Sindicalista.

- CNT-FAI: Confederación Nacional del Trabajo – Federación Anarquista Ibérica.

- DGRD: Dirección General de Regiones Devastadas.

- DGS: Dirección General de Seguridad.

- FET-JONS: Falange Española y Tradicionalista de las Juntas de Ofensiva

Nacional Sindicalista.

- INV: Instituto Nacional de la Vivienda.

- ONCE: Organización Nacional de Ciegos Españoles.

- OSH: Obra Sindical del Hogar.

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8. Bibliografía.

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