la anotacion en textos virreinales roto

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    La anotacin en textos virreinales: hacia una anotacin crtica

    AlejAndro HigAsHiUniversidad Autnoma Metropolitana-Iztapalapa

    resumen: en este artculo, el autor analiza los criterios de anotacin explcitos oimplcitos de un nmero importante de ediciones crticas de textos virreinales.Proponiendo en cada caso analogas con el mtodo de la crtica textual, discutela necesidad de explicitar criterios que rigen sobre las prcticas, para de este mo-do incentivar las tomas de decisiones consensuadas y reducir, en la medida delo posible, la conusin en los criterios individuales nacida de la alta de una re-exin explcita en la disciplina respecto a las normas con que anotamos nuestrostextos virreinales.

    AbstrAct: In this article, the author analyzes the criteria or explicit or implicitannotation o a signifcant number o critical editions o viceregal texts.Proposing in each case analogies with the method o textual criticism, theauthor discusses the necessity o creating explicit criteria to govern the practice,and thus incentivize the making o decisions by consensus and to reduce, asmuch as possible, the conusion o individual criteria born rom the lack o anexplicit reection in the discipline regarding the norms with which we annotateour viceregal texts.

    PAlAbrAsclAve: crtica textual, anotacin crtica, literatura virreinal, edicin crtica.Keywords: textual criticism, critical annotation, viceregal literature, critical edition.

    lAsreservAsdelAcrticAtextuAlenlAAnotAcindetextos

    Aunque tradicionalmente la anotacin de textos ha sido una parceladesatendida por la ecdtica (y as se puede comprobar en los manua-les existentes, tanto en espaol como en otras lenguas), las condicionesreales que privan a lo largo y ancho del panorama editorial nos obligana reexionar sobre esta etapa olvidada del mtodo que poco a poco hademostrado un valor sustancial, ya sea por simples polticas editoriales

    (una edicin crtica mejora sus posibilidades de venta si viene acompa-ada por notas de contenido) o por un legtimo an de esclarecer el tex-to editado. En este ltimo sentido, tampoco altan razones de peso parasacarle provecho en los terrenos de la crtica textual; como apuntabaIgnacio Arellano, es imposible disociar la ecdtica de la hermenutica:

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    no se puede fjar bien un texto sin entenderlo y no se puede entender siest mal fjado. (1999: 54; 1985: 7).

    Si en un primer momento de los manuales sobre crtica textual, como elpionero Manual de crtica textualde Alberto Blecua de 1983, la reexinsobre la anotacin de textos resulta escasa, probablemente haya que bus-car la causa en la constante conusin que suscitaba la existencia simul-tnea de ediciones crticas y ediciones anotadas dentro de coleccionesprestigiosas. Cargar las tintas en los aspectos tocantes a la fjacin deltexto crtico poda entenderse, sin duda, como una postura beligerantecontra las ediciones que sin ms dejaban de lado el trabajo ecdtico einsistan, a su vez, en la pura anotacin. En las pocas pero sustanciosaspginas apenas ocho que ms recientemente dedica Miguel ngel

    Prez Priego al problema de la anotacin dentro de La edicin de textos,de 1997, se muestra una postura menos combativa y ms comprensiva:la anotacin en este caso se percibe como una va para allanar el vastopanorama de problemas hermenuticos que un texto despierta, desdeel anlisis de las particularidades lingsticas del texto al de los conte-nidos y reerencias culturales e histricas que encierra, pasando tam-bin por la explicacin de las ormas y elementos puramente literariosque introduce y su relacin con la serie literaria y hasta con las pautasretricas vigentes (96). Lo mismo puede decirse del riguroso pauta-do posible de notas (de localizacin, bibliogrfcas, hemerogrfcas, dereerencia urbana, sobre sucesos o personalidades del momento, sobreacontecimientos culturales, etctera), con que Ana Elena Daz Alejoilustra su Manual de edicin crtica de textos literarios(43-49). En bue-na medida, la exposicin esquemtica del tema dentro de los manualespuede achacarse al tratamiento sumario de la materia que correspondeal gnero manual, pero tambin indudablemente al carcter tentativo ypreliminar de nuestra reexin crtica en torno al enmeno. La anota-cin crtica de textos, como tarea auxiliar del propio trabajo ecdtico, esun tema abierto a la discusin en los oros especializados, como constaen los trabajos del Seminario de Edicin y Anotacin de Textos del Siglode Oro en sus distintas versiones (I y II realizados en la Universidad de

    Navarra; el tercero, bajo el ttulo de Seminario de Edicin y Anotacinde Textos Coloniales Hispanoamericanos, realizado en Per; el cuarto,en Mxico, aunque concentrado en la edicin de Caldern; todos elloscon la participacin de Ignacio Arellano, quien muchos y muy sustan-ciosos materiales ha aportado a la discusin).

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    al manuscrito orentino (aunque una buena parte de la comprensinde voces nahuas y antiguas est suplida por un enorme glosario). La

    Historia verdaderade Bernal Daz del Castillo aparece sin una sola notacrtica en la coleccin Clsicos Mexicanos de editorial Patria y AlianzaEditorial (ambas deudoras de la edicin crtica de 1982, tampoco ano-tada); laHistoria de las Indiasde Bartolom de las Casas en la BibliotecaAmericana, serie Cronistas de Indias, del Fondo de Cultura Econmica,editada por Agustn Millares Carlo, orece slo unas cuantas notas decarcter paleogrfco y como complemento, para no cargar de notas eltexto (lxviii), incorpora en un ndice fnal noticias sobre la identifca-cin de los protagonistas mencionados. La edicin de los Nauragios ycomentariosde Alvar Nez Cabeza de Vaca se presenta en la coleccin

    La Nave de los Locos sin una sola nota. La antologa de Jos JoaqunBlanco El lector novohispano, publicada en la coleccin Los Imprescindi-bles de la editorial Cal y Arena, de 809 pginas, apenas tiene tres notashasta la seleccin del Mercurio Volantede Jos Ignacio Bartolache. Lasnotas posteriores, ms de treinta, corresponden por supuesto en su in-mensa mayora a los propios autores, feles a la ideologa pedaggica delsigloxviii: Bartolache, Jos Antonio de Alzate y Francisco Xavier Clavi-jero. Jorge Gurra Lacroix llega incluso a explicitar el rechazo por las no-tas en su edicin de Historia general de las Indiasde orma programtica:suprimimos las notas a pie de plana en los textos porque consideramosque de ninguna utilidad sera aclarar una que otra cosa, quedando sinhacerlo en muchsimas otras (Lpez de Gmara: xxxiii); el problema,por supuesto, es que en la edicin que toma de Joaqun Garca Icazbal-ceta de La vida de Hernn Corts, dentro del mismo volumen, s con-serva las notas a pie del mismo Icazbalceta. Todo esto, sin mencionarlas polticas antinotas de colecciones como Sepan cuntos... y Austral,de enorme diusin; o la tnica general que, diacrnicamente, ha domi-nado en la edicin de textos cronsticos (Concepcin Bravo Guerreirapresenta un elenco de ejemplos).

    A pesar de las reservas de la ecdtica y de las editoriales respecto a laanotacin de textos, hay que apuntar que las similitudes entre el trabajo

    de investigacin que requiere una edicin crtica y el que requiere laanotacin de un texto sigue estando ms cerca de la ecdtica que de lasediciones de divulgacin. En una edicin crtica, el propsito es fjar untexto crtico por medio del conocimiento exhaustivo y ordenado de latransmisin textual, gracias a un proceso de investigacin; la anotacin

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    de un texto persigue la fjacin de un horizonte de sentido a partir deun proceso paralelo de investigacin. Respecto al apoyo que presta o

    no el mtodo en ambos casos, tendramos que considerar que el editorque edita un texto sin un mtodo y desprecia el rico bagaje de consejosy experiencias anteriores de la crtica textual, dicilmente orecer unaedicin crtica que satisaga las expectativas acadmicas actuales; conse-cuentemente, me parece que el editor que anota instintivamente sin unareexin previa del horizonte hermenutico que intenta rescatar en su la-bor se arriesga a descuidar una anotacin solvente del texto y muchas ve-ces contribuye, involuntariamente, al mar de conusin que alimenta laescasa teora. Como apuntaba James Iand, las pocas pginas dedicadasal problema de la anotacin explican en buena medida en la actual prc-

    tica anotadora un abigarramiento de criterios y prcticas incoherentes(163). As como califcamos de edicin crtica aquella que ha cumplidorigurosa y estrictamente con los pasos del mtodo ecdtico (de larecensioa laconstitutio textus), la anotacin debera de califcarse de crticacuandose ha pasado por un proceso semejante. De la investigacin exhaustivaen uentes, repertorios, artculos y libros de crtica, textos paralelos, otrasobras del autor, a la toma de decisiones que mejor respete la intencio-nalidad del texto anotado, como puede verse en varios de los ejemploscitados. De ah que la reexin previa resulte sustancial.

    desbrozArlAsmucHAsnotAs: deloscriteriosdeAnotAcinAlosAPArAtosdenotAs

    a) Reservas generales sobre los criterios de anotacin

    Para proceder de acuerdo con las lneas de la tradicin flolgica, resultanecesario preparar un anlisis de los criterios practicados para orecerun terreno de discusin y reexin donde asentar propuestas metodo-lgicas orgnicas al respecto. El trabajo flolgico y ecdtico se sustentatradicionalmente en un mtodo (es decir, un conjunto de prcticas uni-

    ormadas por su uso reiterado y una continua evaluacin de su efcacia),lo que implica que en las propias prcticas subyacen normas de anota-cin aplicables, una vez explicitadas, a nuestros trabajos uturos. Unarevisin diacrnica de la anotacin en una disciplina cercana como lahistoria, por ejemplo, demuestra este mismo camino: la orma de ano-

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    tacin de Edward Gibbon en el xviii sirvi de modelo para los historia-dores alemanes de la centuria siguiente (Leopold von Ranke, Hermann

    von Helmholtz, von Humboldt y otros), quienes proesionalizaron yormalizaron disciplinariamente una prctica que en sus orgenes resul-t individual (Graton: 31-77; Connors: 35-42); aunque la verdaderaestandarizacin slo se consolida hasta la aparicin de los manuales deestilo a fnales del xix(Connors: 42-45). Al margen de lo anterior, estaorma de proceder permite presentar las prcticas y, en una segundaetapa, evaluar el sustento crtico que se puede atribuir a estas prcticas yen su caso, proponer opciones viables y genuinamente crticas;es decir,basadas en criterios de anotacin que deriven de una actitud reexivay que puedan considerarse a la altura de nuestros adelantos en otros

    rubros de la misma disciplina.Lo que primero y ms poderosamente llama la atencin en este balan-ce crtico es la poca explicitud sobre los acuerdos que dirigieron el trabajode anotacin crtica. La aja de notas no es un elemento aislado del con-junto de la edicin, sino que orma parte de un conjunto de peritextos(Genette: 7-19) que acompaan el texto editado: el peritexto editorial(especialmente, subttulos del tipo edicin, introduccin y notas de...),el estudio introductorio, un aparato de variantes, un aparato de notas decontenido, etc. Al tratarse de un conjunto peritextual algrao (Genette:309-311), con unidad en s mismo (la unidad que le da un editor o unconjunto de editores), esperaramos una mayor solidaridad entre sus par-tes; por lo menos, entre notas de contenido y estudio introductorio. Pordesgracia, aunque esta relacin existe muy a menudo, sus condicionesraramente se explicitan. En general, el horizonte hermenutico que seprocura restaurar en la anotacin aparece discutido en nuestras edicionesde textos virreinales slo excepcionalmente, con lo que se difculta lareexin sobre el trabajo enrentado y la evaluacin de sus resultados.Nada dicen en sus criterios editoriales Jos Carlos Gonzlez Boixo sobrela anotacin del Siglo de Oro en las selvas de Erfle(Balbuena: 47-48) ode laPoesa lricade sor Juana (63-64); Alredo Lpez Austin y JosefnaGarca Quintana sobre los criterios que guiaron la anotacin (eminen-

    temente restringida a aspectos paleogrfcos) de laHistoria general de lascosas de la Nueva Espaa(Sahagn: 26); Consuelo Varela (casas 1999:65-66) o Andr Saint-Lu (Casas 1988: 62), sobre las prioridades de laanotacin en sus respectivas ediciones de laBrevsima relacin de la des-truicin de las Indias;Martin A. Favata y Jos B. Fernndez, sobre los

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    criterios de anotacin en su edicin de los Nauragiosde Nez Cabezade Vaca (1986: xix) o Georgina Sabat de Rivers en su edicin de laInun-

    dacin Castlida, pese a realizarse una presentacin ms minuciosa de loscriterios editoriales(Cruz 1982: 83-86).

    Este modo reservado de presentar un trabajo de investigacin quizno sorprenda a un lector recuente de documentos virreinales, acostum-brado como est a la economa en el rubro de los criterios de edicino nuestra edicin (que slo en uno de los casos citados supera las dospginas impresas) y ms bien puede considerarse correlativo de la maneraen la que se procede con la edicin crtica de textos virreinales en general.El estilo sumario con que suele darse cuenta de los pasos seguidos en laedicin, generalmente limitada a estos criterios de edicin, explica en

    parte este silencio. El problema es que, si el espacio con recuencia ne-gado a la reexin sobre lasontes, larecensio, laconstitutio textusy otrospasos del mtodo ecdtico, suplido muchas veces por un limitado crite-rios de edicin que penosamente da cuenta de ladispositio textus, tienecomo consecuencia la presentacin de aparatos de variantes incomple-tos, anrquicos y poco econmicos (Godinas: 156), lo ms probablees que con los mismos adjetivos haya de califcarse la anotacin crtica,alta tambin de criterios visibles. Probablemente, la ausencia de crite-rios explcitos sobre anotacin sea una consecuencia de la celeridad conque se atiende el proceso de fjacin del texto crtico, como se comprue-ba con las excepciones: aquellos casos en los que presentan los criteriosque rigieron la anotacin coinciden siempre con ediciones crticas enlas que se han discutido ms y mejor los pasos del mtodo. Sobre lasnotas tratan Mndez Plancarte (Cruz 1995: I, l-li), quien destina diezpginas para la presentacin de sus criterios de edicin (Cruz 1995: I,xlii-lii); Pupo-Walker (Nez Cabeza de Vaca 1992: 80), quien presentala evolucin del texto (65-77) complementada por un Criterio que rigea esta edicin (79-80); ngel Delgado (Corts: 100), quien expone unpanorama de larecensiode las Cartas de relacinen el apartado de Ma-nuscritos y ediciones (64-72), de lasontesen la Noticia bibliogrfca(73-89) y, fnalmente, de los criterios de edicin (100-102). Sin duda, la

    edicin crtica es un conjunto coherente y la atencin a un rubro deman-da explicitud en los dems. El silencio respecto a los criterios de anota-cin seguidos debe considerarse, en este sentido, regulado por la claridadque se tenga o no en el resto de la edicin para con los criterios edito-riales. Slo en pocos casos coinciden una nota textual sucinta y criterios

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    de anotacin explcitos, como sucede en la edicin de El acomodado donDomingo de don Blas. Segunda parte, de Germn Vega Garca-Luengos

    (Ruiz de Alarcn 2002: 79-81) o en la edicin de Comediasde Ruiz deAlarcn que hace Margit Frenk (1982: xxxiv-xxxv). Quiz al tratamientosumario de los criterios editoriales habra que aadir la poca reputacinque tradicionalmente ha correspondido al aparato de notas, visto todavamuchas veces como un obstculo para la lectura por placer (Arellanopresenta y discute algunas de estas opiniones en 2000: 13-15).

    Es obvio que la ausencia de criterios explcitos sobre la orientacinhermenutica de la anotacin no signifca, por supuesto, que no se lesormule de modo implcito. De orma natural, una anotacin herme-nutica crea un horizonte de interpretacin. La simple eleccin de un

    locus criticusexpresa ya una cierta postura hermenutica rente a un tex-to; su anotacin, por ms escueta que resulte, subraya una orientacindeterminada para la lectura del receptor de ese mismo trabajo. Neil Sa-fer ha demostrado sufcientemente, por ejemplo, cmo en la traduc-cin dieciochesca de los Comentarios realesal rancs la nota a pie depgina y el corchete trajeron lo que los editores ilustrados llamabanorden y mtodo a un texto (474). No creo que haya que escandali-zarse al respecto, como ha hecho Iand al considerar que la anotacines una manipulacin ideolgica perniciosa (166-167), pero s convieneconocer el horizonte hermenutico de anotacin para mejor aprove-charlo y valorarlo. Toda vez que resulta imposible anotar sin interpre-tar en un cierto sentido, creo que los eectos de esta manipulacinseven disminuidos justamente al explicar la direccin en la cual se estmanipulando. Una revisin superfcial de la anotacin al Primero sueosorjuanino en distintas ediciones permite hacerse una idea de la ampli-tud de este horizonte. Mientras en la por muchas razones todava nosuperada edicin de Mndez Plancarte dominan las notas de lugaresparalelos (similia), especialmente de Gngora y Ovidio (pero tambinde otros autores como Caldern y Quevedo), en una proporcin quealcanza casi 50% del total de la anotacin; en la edicin de Jos CarlosGonzlez Boixo el lector encontrar que poco ms de 70% de las notas

    son glosas, parrasis o explicaciones de lxico (aproximadamente 75notas de las 109 de esta edicin). En el primer caso, la anotacin intentafliar la composicin al campo esttico de la poesa peninsular del pe-riodo, dando cuenta de los lugares compartidos con los genios del xvii;en el segundo, la principal preocupacin del editor parece la compren-

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    sin literal del poema, allanando en lo posible la difcultadculterana.Por su parte, Alberto Prez Amador Adam concentra todas las notas en

    un extenso Comento(105-229) cuya naturaleza resulta dicil sintetizaren pocas lneas: se trata de una enciclopedia de comentarios previos yaportes personales, organizados de acuerdo a una divisin temtica delpoema, cuyo horizonte totalizador termina por parecer catico al lectorpoco cauto; de algn modo, esta acumulacin exhaustiva de inorma-cin repite la orma de proceder en el aparato de variantes, donde serenen tanto variantes signifcativas de la tradicin editorial como va-riantes balades (puntuacin, uso de altas y bajas, marcas grfcas, etc.).La orientacin personal de este horizonte hermenutico probablementeresulta ms explcita en textos expositivos de mayor amplitud; como

    sealaba en 1946 Miguel Acosta Saignes, por ejemplo, una anotacinde tipo enciclopdico de laHistoria general de las cosas de Nueva Espa-ade Sahagn permitira orecer un anlisis cultural minucioso no slode la culturaMexica, sino de sus vecinos inmediatos (Sahagn 1946:x). Un anlisis del vasto y sustancioso trabajo de anotacin al que hasido sometida laHistoria de las Indiasde Las Casas orece orientacioneshermenuticas muy diversas que, en cada caso, parecen ms directa-mente relacionadas con los intereses disciplinarios de los propios edi-tores que con las necesidades del lector: Millares Carlo anota modera-damente, tanto en un sentido cuantitativo (apenas una cincuentena denotas para las poco ms de 1500 pginas impresas de su edicin en trestomos) como en un sentido cualitativo (las notas se limitan a dos tpicos:espacios en blanco en el manuscrito ymarginalia); este horizonte her-menutico se ampla por el ndice analtico que acompaa la edicinen el tercer volumen (411-520), donde se sealan uentes citadas porel propio Las Casas, personajes histricos, topnimos y, en muy pocoscasos, voces indgenas. Andr Saint-Lu cubre un espectro de anotacinms amplio en las 121 notas (se repite inadvertidamente la nota 29) queincluye en su edicin; los tpicos tratados en orden de mayor a menorrecuencia son: a) marginalia(28 notas); b) variantes de la edicin deColeccin de Documentos Inditos para la Historia de Espaa, 1875-

    1876 (20 notas); c) identifcacin de personajes y hechos histricos (17notas); d) espacios en blanco (15 notas); e) glosas de latinismos y, enmenor medida, arcasmos (15 notas); ) correcciones del editor y leccio-nes originales del manuscrito (13 notas); g) miscelnea (13 notas). Enel caso de las Obras completas, en los tomos dedicados a laHistoria de

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    las Indias, la orientacin hermenutica de la anotacin queda sufcien-temente explicada en los crditos: la transcripcin es de Miguel ngel

    Medina, la fjacin de uentes bibliogrfcas es de Jess ngel Barreda yel estudio preliminar y anlisis crtico es de Isacio Prez Fernndez; con-secuentemente, la anotacin se concentra en dos planos: por un lado,una abundante anotacin (2265 notas slo para el primer tomo) de or-den paleogrfco al pie de la pgina, con enmenos de escritura del ma-nuscrito autgrao (tachados, sobrelineados, errores, espacios en blanco,marginaliay cambios de letra); por el otro, la anotacin prcticamenteexhaustiva de las uentes de laHistoria, a menudo citadas textualmente enextenso (especialmente, en el tomo I), noticias histricas y ensayos brevesde interpretacin histrica (especialmente en el tomo III), traducciones

    de rases latinas y sealamiento de uso de latinismos, nombres actua-les de algunos topnimos usados por Las Casas, identifcacin de perso-najes histricos y notas de crtica textual (Notas documentales, biblio-grfcas y crticas, I 701-779; II 1581-1692 y III 2503-2613).

    El horizonte de interpretacin no depende exclusivamente del editoro de su experiencia previa de investigacin (aunque es obvio que ano-tar ms sobre lo que sabe ms); una buena parte del tiempo tambinest orientado por un gil intercambio entre la hiptesis de trabajo queormula, norte para muchas operaciones crticas (Higashi 2001 y 2004),y la propia conormacin estructural de la obra literaria, expresada muya menudo por el gnero. Como sealan La Schwartz e Ignacio Arella-no en su edicin de la poesa de Quevedo, aunque el objetivo comnde la anotacin es aclarar el sentido literal y las connotaciones bsicasde los poemas, cada tipo de poema requiere un distinto modo de notase ilustraciones:

    para los [poemas] morales y religiosos era preciso ilustrar el marco doc-trinal e ideolgico sobre el que se construyen los motivos poticos; paralos de tipo heroico las reerencias histricas y polticas son undamentales,con notable relevancia de simbolismos herldicos y otras alusiones a suce-sos contemporneos; para la poesa amorosa nos hemos esorzado particu-

    larmente en localizar y glosar las uentes y el marco de doctrinas estticas(flosfcas y de tradicin literaria, neoplatonismo, petrarquismo, poesaneolatina del Renacimiento) que sustentan la elaboracin quevediana;para los poemas jocosos, el juego de palabras y la alusin burlesca hacanprecisa la ilustracin con pasajes paralelos capaces de mostrar el sentido yla tradicionalidad u originalidad de los chistes (Schwartz: lxxx-lxxxi).

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    Mutatis mutandis, lo mismo se puede decir en el caso de la anota-cin de textos virreinales. El gnero expresa, la mayor parte del tiempo,

    los temas dominantes que orientarn el horizonte hermenutico de laanotacin, aunque es el editor crtico quien termina por decidir los as-pectos sobre los que pondr mayor nasis a la hora de anotar; de ahla variedad que advertimos en la anotacin del poema sorjuanino o de laHistoria de las Indiaslascasiana.

    En el caso de laBrevsima relacin de la destruccin de las Indiaslas-casiana, en las ediciones de Andr Saint-Lu y Consuelo Varela, el temaque destaca por su reiterada presencia en las notas es la identifcacin depersonajes y sucesos histricos, presentadas unas veces como contenidosenciclopdicos y otros como lugares paralelos por la relacin intertextual

    que entabla laBrevsimacon otros textos como laHistoria de las Indias.Como relacin que es, resulta previsible que su entramado textual estntimamente vinculado con la realidad indiana que describe. En el casodel Siglo de oro en las selvas de Erfle, de Bernardo de Balbuena, editadopor Jos Carlos Gonzlez Boixo, dominan las notas sobre lugares parale-los y mitologa; no es para menos, tratndose de un libro de pastores. Elgnero, ya en la pennsula, se caracterizaba justamente por la coneccinde un espacio textual heterogneo donde no se dudaba en aumentar suvalor esttico con guios continuos a los modelos italianos y nacionales;lo mismo puede decirse de la ornamentacin mitolgica. En la edicinde ngel Losada de laApologade Bartolom de las Casas dominan porsu nmero las notas de uentes (autoridades bblicas, patrsticas, escols-ticas y de derecho civil y cannico) y, por supuesto, las indicaciones so-bre los argumentos de Juan Gins de Seplveda que se rebaten; no es dellamar la atencin si pensamos que el gnero apologa se caracteriza porser justamente una respuesta a otro discurso, presentada la mayor partede las veces bajo los aeites de una caudalosa enumeracin de auctoritatesque tiene como propsito respaldar la nueva postura. En la edicin delos Inortunios de Alonso Ramrezde Carlos de Sigenza y Gngora, edi-tados por William G. Bryant, se subraya el tema del viaje, con notableinsistencia en la realidad geogrfca y cultural de los sitios visitados.

    A pesar de la importancia y obviedad de estos principios, muy pocasde las ediciones consultadas para este trabajo orecen normas explcitassobre la anotacin que permitan reconstruir con precisin este comple-jo cruce de los horizontes hermenuticos del texto, del gnero y de laorientacin disciplinaria del editor. Todas las ocasiones en las que este

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    horizonte debe ser deducido por el lector a partir del anlisis de las notasresultan, por supuesto, ocasiones tambin para motivar malentendidos.

    Aunque el lector espera cierto tipo de notas segn la tradicin editorial(respecto al anotador o al gnero al que pertenece el texto), estas expec-tativas no garantizan por s mismas una lectura correcta del sistema denotas. Las razones son numerosas: a) hay aparatos de notas que puedenresultar muy complejos por la presencia de varios planos de anotacin(sucede especialmente en textos enciclopdicos); as, por ejemplo, en elndice analtico y glosario de la edicin de Carlos Aranbar de los Co-mentarios reales de los Incas(II 653-879), sustituto del aparato de notas apie, conviven al mismo tiempo entradas lxicas simples y complejas (deltipo a comps y medida, a cuarteles, a dos haces, alcabalas, motn

    de las, animales que no hubo en el Per, etc.) con entradas enciclo-pdicas, que a su vez pueden estar subdivididas en otras entradas (porejemplo, la entrada de Atahuallpa est compuesta por las siguientessubentradas: Crueldad, Destruccin de la nobleza cuzquea, Fa-vorito de Huaina Cpac, Guerra con su hermano Huscar y otras);b) en otros casos, el aparato de notas muestra serias contradicciones porla alta de una proyeccin respecto al usuario mejor avorecido por lasnotas. En la edicin de las Historia de las Indiasanotada por Jess ngelBarreda, por ejemplo, sorprende que por un lado se traduzcan las raseshechas latinas usadas por Las Casas, del tipo Haec ille (prlogo, notas3, 9 , 28, 50 y otras) o Haec ille inter cetera (prlogo, nota 31) y porotro se citen ragmentos muy amplios de las uentes en latn sin traduc-cin; me parece que el lector que tiene problemas para traducir Haecille no ser el mejor dotado para entender, en latn, amplios prraos ci-tados en el cuerpo de las mismas notas; c) y, en el extremo opuesto, unaanotacin especializada puede no ser del inters de los lectores potencia-les de las obras; sucede, especialmente, con las notas de paleograa (alestilo de las notas a pie de pgina de laHistoria de las Indiastranscritapor Agustn Millares Carlo o por Miguel ngel Medina); d) en ltimolugar, estaran los aparatos de notas que por su pobre densidad de ano-tacin resultan insufcientes (la edicin de los Comentarios reales de los

    Incasde Aurelio Mir Quesada apenas cuenta con poco ms de treintanotas para sus dos volmenes).

    Por otro lado, en las ediciones de textos virreinales, muchas de ellasediciones de divulgacin ms que crticas, el tipo de anotacin que sueledominar apuesta ms por la accesibilidad del texto que por una pauta

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    crtica. Quiz por ello, una anotacin con otras pretensiones tiene me-jores razones para explicitar su postura, toda vez que los lectores esperan

    una cierta pauta en el tipo de anotacin. En los ejemplos citados antes,se advierte que slo en una minora de las ediciones el editor se preocu-pa por auxiliar al lector con los contenidos del texto (el caso de MargitFrenk, aunque sin perder de vista que puntualiza su inters en lectorescultos poco amiliarizados con la lengua del Siglo de Oro o de Pupo-Walker, quien no pierde de vista que este texto suelen manejarlo unagran variedad de lectores no amiliarizados con el castellano del sigloxvini con la historiograa indiana). Sin importar la pauta crtica seguidaen la anotacin, explicitar el horizonte hermenutico permite al editordejar claras las prioridades de su trabajo y da al lector una mayor liber-

    tad para decidir la medida en que las notas pueden o no ser importantesen su experiencia de lectura.

    b) Sobre criterios explcitos

    En las ediciones donde se expresan los criterios seguidos para la ano-tacin, lo que se puede comprobar de inmediato es la amplitud de loscauces de acuerdo al gnero literario y a los contenidos. Si en un primermomento la personalidad del investigador orienta la naturaleza de laanotacin (por ejemplo, Henige: 101), tambin es cierto que lo anotado

    dicilmente puede desligarse del texto que se anota y del tipo de notasque espera el pblico desde la perspectiva de la propia tradicin anotativadel texto o del gnero. En el caso de textos historiogrfcos, en su mayoramiscelneas enciclopdicas, rente a la especializacin de la disciplina, seapunta en estos criterios hacia una perspectiva panormica que respetelos contenidos heterogneos de los textos editados. En su edicin crticade Los nauragios, Pupo-Walker expresa su postura rente a la anotacin:

    Las notas al texto se han preparado para documentar, en lo posible, elcontenido histrico, antropolgico, literario y flolgico de los Naura-

    gios. Al preparar las notas tambin he tomado en consideracin que estetexto suelen manejarlo una gran variedad de lectores no amiliarizadoscon el castellano del siglo xvi ni con la historiograa indiana.Hasta donde el texto lo permite, he identifcado la geograa, ora y aunade esas regiones norteamericanas, as como las principales culturas preco-lombinas mencionadas o descritas por Cabeza de Vaca (Nez: 80).

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    ngel Delgado, en su edicin crtica de las Cartas de relacin, apuntatambin, aunque sucintamente, a una prousa anotacin (aproximada-

    mente unas 1650 notas para las cinco relaciones) que respete la riquezay variedad de las crnicas: Nuestro objetivo ha sido orecer al lector untexto fable con notas lxicas que expliquen el signifcado de trminos yexpresiones que ah aparecen, ms las notas que expliquen el contenidohistrico de lo que Corts afrma y de lo que silencia (100). En amboscasos, aunque los cauces de la anotacin parecen muy amplios en conso-nancia con la propia red semntica tejida por los textos, hay que apuntarque su complejidad se reduce por los lmites que oportunamente distri-buye la misma narracin. En Los nauragios, como corresponde a unaliteratura de viajes, los tpicos de inters se van desplazando segn pro-

    gresa la accin; de ah que Pupo-Walker anote prioritariamente topni-mos (Florida y Tierra frme, n. 20; Sanctiago, n. 29; Vasco Porcalle, n.30; Cabo de Sancta Cruz, n. 33; Puerto de Jagua, n. 43; Guaniguanico,n. 51; Cabo de Corrientes, n. 52; Cabo de San Antn, n. 53; Baha deSarasota, n. 54; Baha de Tampa, n. 65; el ro Suwannee, n. 101; desem-bocadura, n. 114; Apalache, n. 116; ro Apalachicola, n. 20; Cullar, n.121; Apalache, n. 130) y nombres propios (Pnflo de Narvez, n. 19;Juan Surez, n. 25; Juan Pantoja, n. 35; Diego Miruelo, n. 45; Juan dePalos, n. 97) hasta el captulo seis; en el captulo siete menudea la oray la auna de la regin (liquidmbares, n. 137; saluaginas, n. 143; bolsa,n. 144; aues de muchas maneras, n. 146; doral, n. 147; esmerejn, n.148). Las notas topogrfcas vuelven a ser importantes hacia los ltimoscaptulos, en vista de la vuelta de lvar Nez (captulos 33 al 38). Lasconstantes de anotacin a lo largo de toda la obra corresponden, obvia-mente, a lxico desusado, a comparaciones con los datos orecidos porOviedo y el Inca Garcilaso y a un extenso aparato de variantes.

    En otros gneros, el universo confgurado por las notas tiende a serms restringido. Es el caso de El acomodado don Domingo de don Blas.Segunda parte, atribuido a Ruiz de Alarcn, cuyas notas undamental-mente se orientan en tres direcciones: a) crtica textual; b) explicacindel sentido del texto; c) intertextualidad con otras obras de Alarcn. El

    primer tipo de notas responde a un imperativo acadmico, el segundoa un propsito ms divulgativo y el tercero aporta argumentos contun-dentes que garantizan la paternidad alarconiana de la obra. GermnVega Garca-Luengos ormula todo esto de modo explcito:

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    En los casos en los que se ha explicitado la orientacin de las notas,el aparato crtico dista mucho de resultar sencillo. A menudo, tambin

    causado por una tradicin editorial, el aparato de notas crticas se nutrepor un conjunto variopinto de niveles inormativos no siempre biendierenciados. En la edicin de Los nauragiosde Pupo-Walker, aparecenvarios planos de notas en el mismo aparato que, disciplinariamente,pueden agruparse en por lo menos tres clases: a) variantes de la tradicintextual; b) explicaciones lingsticas (lxico y gramtica del periodo); c)reerentes histricos, antropolgicos, geogrfcos, culturales, etc. Pareceevidente que una reexin previa sobre las lneas maestras de la anota-cin no necesariamente contribuye a desbrozar el panorama que deberenrentar el lector.

    Quiz se trate de cosas distintas: un texto necesita aclararse en dis-tintos niveles, pero queda pendiente responder a la pregunta de si re-sulta necesario que estos niveles convivan todos ante los ojos del lectorsimultneamente. Es cierto que una llamada a nota dentro del textocrtico abre las expectativas del lector en cierto sentido, por lo que bajarla vista para encontrar la nota en aparatos variados como ste puede re-sultar rustrante cuando se busca una interpretacin o mayor inorma-cin sobre un pasaje y lo que se encuentra es una variante menor (muyrecuente en los topnimos, por ejemplo) o cuando, al contrario, sebusca una variante y se encuentra una nota de gramtica histrica. Losaparatos selectivos de la coleccin Biblioteca Clsica de editorial Crti-ca, diseados por Francisco Rico, orecieron una opcin que habra quetener en cuenta para las ediciones de textos virreinales, al constituir untriple aparato de notas: a pie de pgina las explicaciones ms urgentespara ayudar a una lectura uida del texto (notas de lxico y glosas enlos casos de una sintaxis compleja); en dos aparatos de notas fnales sereunieron luego las notas de crtica textual (aparato crtico) y despuslas notas con comentarios crticos (notas complementarias). Si el editordecide privilegiar la lectura del aparato crtico sobre la comprensin deltexto, la Coleccin Archivos dirigida por Amos Segala orece otras posi-bilidades: en nota a pie de pgina (y en un ormato de notas al margen,

    en algunos casos) se orece el aparato crtico; en notas fnales, las notascrticas. Con ello, el lector puede saber qu esperar sin distraerse conuna aja de notas que quiz resultan muy especializadas para l. As, lareexin previa sobre la anotacin y el aparato de notas crticas podranconvivir ms exitosamente, toda vez que el tamizado conceptual se ex-

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    presa tambin por una tamizado ormal. Al fn y al cabo, expresar loscriterios seguidos para la anotacin de un texto consiste justamente en

    eso: examinar y seleccionar la inormacin pertinente en una nota cr-tica; su separacin en aparatos de notas diversifcados slo ampla estaseleccin al mbito ormal y podra servir para minimizar la tensinque se crea entre el texto crtico y la propia nota, tema del siguienteapartado.

    eltextocrticoylAnotA: lAdispositiodelAnotAcrticA

    La anotacin crtica no slo debe ser exhaustiva en el proceso de la in-

    vestigacin (igual que debe serlo el editor en el proceso de larecensio),sino que debe ser selectiva a la hora de vaciar toda esa inormacin en elencorsetado molde de la nota a pie de pgina (igual que lo es el editorcon las variantes emanadas de su recensio) para minimizar las tensionesque surgen entre la lectura del texto principal (el texto crtico) y el peri-texto (las notas crticas), expresada con metoras cmicas y hasta gro-tescas. Ignacio Arellano recuerda, entre otras, que se compara la lecturade una nota a pie de pgina con el hecho de tener que bajar las escaleraspara abrir la puerta en medio del acto amoroso (2000: 14).

    De ladispositiode la nota depende mucho que la tensin entre textoy peritexto no llegue a los extremos de bajar las escaleras (o de ba-jarlas con cierto provecho, como indica Arellano que puede hacerse).La ormacin del aparato crtico de las variantes, gemelo en la mayorparte de las ediciones de la anotacin, tambin orece pistas importantespara determinar cul es la mejor dispositiode una nota. Los criterios deinteligibilidad, coherencia y exhaustividad que defnen un aparato devariantes (Blecua: 147-152) son vlidos tambin para la anotacin crti-ca: una nota inteligible, coherente y exhaustiva en su contenido es msde agradecer que una torpe, incoherente con relacin al lugar del textoque se anota y alta de inormacin. Cuando pienso en inteligibilidad,pienso en notas con una sintaxis clara y una expresin concisa; cuando

    en coherencia, en notas discriminatorias que seleccionen el contenidoactualizado que expresa la voz en el texto anotado y no en anotacionesenciclopdicas y muchas veces atomizadas, en las que las ideas se re-ducen a palabras sueltas y a erudicin poco pertinente. Los siguientesversos del Primero sueode sor Juana son un buen ejemplo:

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    Con tardo vuelo y canto, del odomal, y aun peor del nimo admitido,

    la avergonzada Nictimene acechade las sagradas puertas los resquicios

    [...]y sacrlega llega a los lucientesaroles sacros de perenne llamaque extingue, si no inama,en licor claro de materia crasaconsumiendo, que el rbol de Minervade su ruto, de prensas agravado,congojoso sud y rindi orzado (vv. 25-38).

    Para esta porcin de texto, Jos Carlos Gonzlez Boixo orece dosnotas Nictimene:la lechuza. La hija de Epopeo, rey de Lesbos, come-ti incesto con su padre, por lo que ue transormada en lechuza yEl rbol de Minerva:el olivo. La lechuza apaga o bebe el aceite de laslmparas de los templos. Como lector, preerira una sola nota en laque se indicara la relacin entre Nictimene y las Minades (las hijas deMinias transormadas en murcilagos por desconocer el da de descansoen honor de Baco) unos versos ms abajo (vv. 39-52), pues en amboscasos la cita libresca debe considerarse ms all de su carcter meramen-te literal para entender su uncin literaria. Estos mitos se presentan

    como correlatos objetivos del alma que supera los lmites del conoci-miento impuestos por la religin (de ah que el incesto slo tenga unvalor metarico como transgresin); por ello, este rbol de Minervanopuede interpretarse simplemente como un olivo, siendo Minerva diosade la sabidura, y el aceite de los templos robados no puede identifcarsede orma automtica con la institucin religiosa que atesora este saber.Qu pensar el estudiante que al azoro por los versos de sor Juana sumela lechuza, el aceite de los templos y el rbol de olivo? Sobre los riesgosde las notas literales ya nos ha prevenido sufcientemente Ignacio Are-llano (por ejemplo, 1985: 11-13 o 2000: 23).

    Una llamada de nota puede ocupar tres espacios distintos de una p-

    gina: prxima al itemanotado, al fnal de la oracin o al fnal del prrao(Henige: 117-120). En el primero caso, creo que el principal riesgo esjustamente el de crear una anotacin atomizada donde se da mayorrelevancia a las palabras sueltas que a las ideas transmitidas, como enel ejemplo anterior, y el editor termina por explicar literalmente el item

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    lxico ms que el sentido completo del pasaje. Ya Arellano ha aclaradoconcienzudamente lo que pasa con estas notas literales que explican

    al lector lo que signifca un vocablo, como si estuviera alineado en lacolumna de un diccionario y no inmerso en un contexto potico que leconfere un valor determinado o restringe posibles acepciones (1985:11). A menudo, una explicacin literal orece al lector la sensacin dehaber comprendido el pasaje, pero suele enmascarar niveles ms sutilesde sentido que involucran una comprensin relacional. Por ms que laspalabras puedan ser unidades de sentido en s mismas, debe considerar-se el papel sustantivo del lector en esta recogida de inormacin.

    De todo esto se desprende que la disposicin de la nota debe tener encuenta el contexto del itempara explicar, siempre que sea posible, el haz

    de reerencias que convergen en l y que se extienden a la explicacindel pasaje completo. En La verdad sospechosade Ruiz de Alarcn, porejemplo, el primer encuentro de Jacinta y don Garca comienza con untraspi de Jacinta y el orecimiento de ayuda por parte de don Garca:

    don gArcA. Esta manoos servid de que os levante,si merezco ser Atlantede un cielo tan soberano

    jAcintA. Atlante debis de ser,

    pues le llegis a tocar.

    don gArcA. Una cosa es alcanzary otra cosa es merecer(I, vv. 437-444).

    Jos Montero Reguera coloca la llamada correspondiente en la pri-mera ocurrencia de Atlante (v. 439) e indica en el cuerpo de la nota:

    Atlante:alusin al conocido personaje mitolgico que, segn dice JuanPrez de Moya, [...] era tan grande que sutentaba los cielos sobre sus

    hombros [...] y que cuando [...] se cansaba de tener el cielo sobre sus hom-bros, le ayudaba Hrcules. Juan Prez de Moya, Philosoa secreta[1585],ed. Carlos Clavera, Madrid, Ctedra, 1995, p. 503. El DAut. precisa:Voz mui usada de los poetas, y algunas veces en la prosa, para expressaraquello que real o metaphricamente se dice sustentar un gran peso.

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    de Atlante daba a un caballoel ofcio y la soberbia

    (I, vv. 125-128).

    Aqu, el caballo es Atlante de la mora, hermosa como un cielo (yluego como un ngel, cuando Pimienta cuente que evit el suicidio deAlima: el enorme angelicidio / le estorb), (I, vv. 149-150).

    En el caso de La verdad sospechosa, esta mencin a Atlante inauguratambin el primer enredo: Garca asume que la dama a la que ha ayu-dado y acepta este piropo celeste es Lucrecia de Luna (por cuyo apellidojustamente resulta pertinente el juego de palabras con Atlante) y noJacinta, con quien en realidad habla (I, vv. 551-566). Las metoras es-

    telares se continuarn para reafrmar el enredo: la calle de la Vitoria serluego la esera venturosa / que da elptica a tal luna (I, 581-582); donGarca dir luego a Camino que es l quien lo guiar al cielo de tantagloria (II, v. 1148) y a la misma Lucrecia que era vuestra blanca mano/con la que el cielo quera / colmar la ventura ma (II, v. 1996-1998);ms adelante le dir que sin eclipse sois luna (II, v. 2082). Resultaclaro que el valor simblico y dramtico deAtlanteno se detiene en surelacin intertextual con los contenidos del repertorio mitolgico de lapoca y que, por el contrario, se construye a lo largo de un conjunto ricode reerencias intratextuales ms all del puro itemlxico.

    Cuando pienso en exhaustividad, pienso en la edicin de ngel Del-

    gado Gmez de las Cartas de relaciny, como contraejemplo, recuerdolas notas de Andr Saint-Lu a laBrevsima relacin de la destruccin delas Indias, donde las rases en latn se traducen (notas 2, 7, 70, 73,76), sin ninguna indicacin de su procedencia bblica (cosa que s haceConsuelo Varela). No se trata slo de exhaustividad en el nmero de lasnotas, sino en su contenido. Una nota con inormacin a medias es unamala nota. Una nota con inormacin demasiado general slo oreceun conocimiento vago del estado de cosas que se quiere mostrar. Unanota que no viene acompaada por la uente carece de autoridad y pocoaprovecha al lector que desea ampliar sus conocimientos sobre el lugar

    del texto anotado. Cuando Alima se queja en La manganilla de Melilla,de Ruiz de Alarcn, de su belleza, que le ha valido ser cautiva, dice:

    Perdida soy! Ay de m!Por qu, enemigas estrellas,

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    hicistes de la desdichatributaria la belleza? (I, vv. 9-12)

    Miguel Moreta Lara anota en este caso enemigas estrellas: 10. Laantigua creencia en el inujo de los astros sobre el destino humanoaparece constantemente en los autores del Siglo de Oro. En este caso,la generalidad de la inormacin y la ausencia de ejemplos concretos ter-mina por orecernos una nota superfcial, en la que un lector distradocilmente puede perder de vista el propsito de Ruiz de Alarcn.1

    Una nota transplantada tal cual del Diccionario de Autoridadesme pa-rece, las ms de las veces, una decisin poco aortunada. Sin contar queAutoridadeses en la actualidad un diccionario especializado con enorme

    diusin y su consulta no requiere de un trabajo suplementario al decualquier otro diccionario, no hay que olvidar que, como seala IgnacioArellano, defne a menudo en circulo vicioso: sobre un texto extraeuna defnicin, que luego el editor moderno usa para anotar ese u otrostextos (1991: 583), con otras crticas al uso simplista de Autoridades.Mucho ms exhaustivas me parecen las notas que recurren a los lugarescomunes para anotar el signifcado de una palabra: la comprensin deuna voz no deriva la mayor parte del tiempo de su acepcin lexicalizada,sino de su comprensin dentro de un contexto comunicativo, lo quelos lugares comunes ilustran a la pereccin. Los diccionarios, por otrolado, se equivocan (y tambin a esto se refere Arellano): cuando en las

    Cartas de relacinCorts indica que la calzada de acceso a Cuitlhuacera tan ancha como una lanza jineta (205), el editor que acepte loscontenidos del diccionario nos pondr en apuros como lectores. SegnCovarrubias, laginetaalgunas vezes signifca una lana corta con unaborla con guarnicin, junto al hierro dorado, insignia de los capitanesde inantera. Pdose dezir ass por ser corta y recogida, y no porque

    1 Ello, sin perder de vista que el itemlxico apunta para otro lado en su interpreta-cin literal: las enemigas estrellas son sinnimo de un destino unesto como ilustra enEl testigo contra sde Lope el parlamento de Lisardo, tambin preso como Alima: Qui-so la cruel ortuna, / quiso mi enemiga estrella, / quiso el cielo, y quise yo, / que vna

    muger me quisiera (I, 664-667; en Simn Palmer 1997-1998). Despus, la anotacinatomizada pierde de vista el tema principal de los versos 10-12, de desdichada grave /siempre toc al mayor merecimiento (Los avores del mundo, Ruiz de Alarcn: 1957, II,vv. 1911-1912) y que el mismo Ruiz de Alarcn retoma versos ms adelante, en bocaotra vez de Alima: Crec, por desdicha ma, / en aos y en hermosura, / que con alas ycon lenguas / la ama aumenta y divulga (I, vv. 185-189).

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    sea arma de los ginetes cuyas lanzas son muy largas y as repite la in-ormacinAutoridades. Contra esta defnicin, que hara de la calzada

    de Tlhuac un estrecho pasillo, ngel Delgado explica que Alberto M.Salas, en su libro Las armas de la conquista, apoyado en la autoridad deTapia y Salcedo, dice que habitualmente meda cuatro metros [...]. Estose adecua ms al texto, ya que segn Gmara (340a) la calzada tena msde veinte pies de ancho (nota 175). Donde el diccionario se equivoca,luce la verdad de una investigacin sencilla.

    Anotar por medio de lugares paralelos, con reerencias bibliogrf-cas precisas y respetando el uso de reerencias intratextuales exige, porsupuesto, notas muy amplias con una sintaxis poco uida debido a laabundancia de reerencias bibliogrfcas. No se trata solamente de pre-

    sentar una anotacin exhaustiva, sino de acilitar las cosas para el lectory disminuir, en la medida de lo posible, la tensin a la que aluda haceunas pginas, entre lo que se quiere leer (el texto protagnico) y lo queayudara a leer mejor el texto protagnico (el peritexto de la anotacin).Una nota, por otro lado, tiene cierta unidad en s misma, de modo querecurrir a sistemas complejos de abreviaturas bibliogrfcas puede estor-bar a la lectura ms que desahogarla; el sistema tradicional de ibid. yop.cit. obliga al lector a volver la vista sobre las notas previas para encontrarla reerencia bibliogrfca; las abreviaturas lo obligaran en muchos ca-sos a revisar la tabla de abreviaturas. En realidad, por lo que respecta ala sintaxis interna de la nota, considero que el sistema ms econmicoes el que nos da todos los elementos necesarios para entender el lugaranotado desde el interior de la misma nota; de modo que poco podemoshacer en ese sentido: abreviar dentro de la nota, a la larga, slo orece uncamino ms largo al lector.

    Otro problema dicil de resolver con recetario en mano es el de laorganizacin de la inormacin al interior de la nota, de la que dependeen mucho que la sintaxis de la nota sea uida o, por el contrario, entor-pezca la lectura. Creo que la primera recomendacin sera regirse por elsentido comn: la inormacin al interior de la nota debera ordenarsede acuerdo a la hiptesis de trabajo enunciada. En todo caso, la norma

    ms segura quiz sea farse por una jerarquizacin de la inormacin,como sucede con las notas periodsticas: en primer lugar, lo que supo-nemos resulta ms importante leer; enseguida, lo accesorio. Con ello seresuelve lo que, como seala Antonio Carreira con tino, es el taln deAquiles de los comentadores:

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    el crtico moderno, a veces en unciones de fllogo, de editor, ve el textocomo algo enigmtico e inagotable, del cual en principio ningn sen-

    tido, ninguna connotacin han de ser excluidos. Sus comentarios, enconsecuencia, presentan los materiales en bruto, como si todos ellos,simultneamente, debieran ser tenidos en cuenta, sin jerarquizar ni pasarpor el tamiz que s manejaban los primeros destinatarios del poema, esdecir, los lectores coetneos (51).

    La jerarquizacin (y, si conviene, discriminacin) es una operacinsencilla con la que el editor parcela en tramos de inters una nota com-pleja y ayuda sutilmente a resaltar lo que ms provecho har al lector.

    Evidentemente, hay que buscar rmulas ms provechosas. Aunqueno es lo ms comn en las ediciones de textos virreinales, la segmenta-

    cin del aparato crtico en varias ajas de anotacin resultara un auxiliosobresaliente para crear espacios discriminatorios cilmente identifca-bles desde la llamada a nota del texto protagnico. La razn es simple:un lector bajar la vista menos veces al peritexto si desde la llamadaa nota sabe qu tipo de inormacin va a encontrar. Es cierto que enla edicin de ngel Delgado de las Cartas de relacin, excelentementeanotada, la bsqueda de inormacin en el espacio del peritexto puededesanimar a ciertos lectores por la mezcla de distintos tipos de notas; ellector poco entrenado en textos renacentistas que busca inormacinbsica sobre el lxico de la poca se topar con notas eruditas de variado

    corte disciplinario y variantes de manuscritos e impresos que segura-mente no sabr cmo interpretar; el lector erudito que busque inor-macin especializada suplementaria se topar con glosas del lxico dela poca que pocas veces necesita (del tipo cativos: cautivos; trujieron:trajeron; vido: vio; sotiles: sutiles, etc.); a quien busque inormacin denaturaleza histrica o antropolgica de casi nada le servirn las notasde variantes o las glosas lxicas; quien revise el aparato de variantes, porsupuesto, tendr que expurgar el aparato de glosas, anotaciones lxicas,histricas, antropolgicas, etc. para llegar al meollo de su inters. Re-sulta evidente que la explicitud de criterios de anotacin y una dispo-sicin grfca discriminatoria (como la que seal al fnal del apartado

    b Sobre criterios explcitos) son complementos idneos para redac-tar notas que cumplan con los criterios de inteligibilidad, coherenciay exhaustividad aludidos al principio: un aparato de notas efciente nopuede divorciarse de los criterios explicados en la introduccin ni de lasdisposiciones grfcas tomadas respecto al o a los peritextos. Consecuen-

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    temente, una anotacin efciente ser aquella que entable una buenacomunicacin con el resto de los componentes de la edicin crtica sin

    estorbarse entre ellos. El caso contrario queda bien ejemplifcado porla edicin de los Villancicos de Fernn Gonzlez de Eslava que preparMargit Frenk para la coleccin Biblioteca Novohispana de El Colegiode Mxico: a pie de pgina se presentan las notas ms urgentes para lacomprensin oportuna de los textos lricos (explicaciones lxicas en sumayora salvadas con glosas de los loci critici); en los apndices, un con-junto de Notas adicionales a los textos (351-414) donde se da cuentade las uentes tradicionales o cultas de cada uno de los textos, relacionesintratextuales con la obra de Eslava y otras materias mejor aprovechadasen el estudio de los textos que en la pura lectura. Esta sencilla divisin

    ayuda a acilitar las cosas y sugiere una lectura sesgada de cada apara-to que ahorra tiempo y disgustos a cada lector (o al mismo, suponiendoque lea ambos aparatos).

    Con este mismo criterio, hablar de exhaustividad al interior de lanota nos conduce naturalmente a la exhaustividad en la anotacin. So-bre la prousin o escasez de las notas, los juicios pueden resultar opuestosCundo un texto resulta insufcientemente anotado o, por el contrario,resulta tan anotado que llegamos a la hipertrofa y al entorpecimientode la lectura? A menudo, creo que el lector valora la calidad y no lacantidad de las notas. Las aproximadamente 1650 notas que incluyengel Delgado para las cinco Cartas de relacinde Corts puede pa-recer demasiado para un lector ocasional rente a las quiz ms acepta-bles 384 con que acompaa Mercedes Serna su antologa de Crnicasde Indias. Este mismo lector ocasional se sorprender, sin embargo, alno encontrar en la anotacin de Mercedes Serna ninguna inormacinadicional cuando Corts indica que so color que los dichos navos noestaban para navegar los ech a la costa, por donde todos perdieronla esperanza de salir de la tierra y yo hice mi camino ms seguro y sinsospecha que, vueltas las espaldas, no haba de altarme la gente que enla villa haba de dejar (164 en la edicin de ngel Delgado). Pero quno haba quemado el mismo Corts sus navos? No qued acuada

    incluso, en memoria de este acto, la rase de quemar las naves que elDiccionario del uso del espaolde Mara Moliner seala como alusinal rasgo de Hernn Corts, con el sentido de privarse en algn asuntode la posibilidad de retroceder o desistir? En una nota que abarca 27lneas de texto pequeo y apretado, destino de las notas de cualquier

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    edicin, ngel Delgado explica lo sucedido: la leyenda de la quema delas naves se origin por una epstola dedicatoria de Cervantes de Salazar

    a Corts en la que describa cmo desembarc quemando luego los na-vos (probablemente refrindose a una de las pinturas que ornaban eltmulo imperial erigido en Mxico a la muerte de Carlos V). MercedesSerna, por su parte, se desentiende del problema y apenas indica en unanota al locus criticuslos ech a la costa que Bernal Daz del Castillorecordaba que esto de dar con los navos al travs ue por consejo eacuerdo de todos nosotros que ramos amigos de Corts (ed. cit., nota127). Con la inormacin de esta ltima nota, el lector podr percibiruna contradiccin entre Corts y Bernal, pero slo eso. ngel Delgado,sin embargo, ayuda a entender y valorar en su justo precio esta obser-

    vacin en laHistoria verdadera:Corts por supuesto se adjudica todala responsabilidad de la osada decisin, lo cual es tpicamente ratifcadopor Gmara y no menos tpicamente rebatido por Bernal Daz [...](nota 28). En realidad, estamos rente al complejo relativismo histricoque caracteriza este material cronstico y que una nota realizada consufciente malicia puede dejar en claro.

    Actualmente, creo que son ms los partidarios de una anotacin co-piosa que los de una anotacin ligera. As, Ignacio Arellano se presentacomo deensor de una anotacin amplia, si no exhaustiva, para per-mitir precisamente al lector hodierno la ruicin de un texto que est enla mayora de los casos lejano a la competencia lectora media (1991:576). Quiz, como l mismo seala, un aparato de notas es excesivocuando es superuo, no cuando es grande (1991: 576). Indepen-dientemente del sabroso juego de palabras, un aparato de notas en elque las llamadas a pie de pgina invitan a la investigacin en vez deresolver problemas ejemplifcara bien lo dicho. Las notas de la edicinde Rosa Camelo y Jos Rubn Romero de la Historia de las Indias deNueva Espaa e Islas de Tierra Firmede ray Diego de Durn me parecenun buen ejemplo de notas superuas: todas ellas provienen de la edicinde Jos Fernando Ramrez, publicada en 1867 el primer tomo y en1880 el segundo (con muchas menos notas). La anotacin de Ramrez,

    hecha con ms buena e que herramientas crticas, tiene ahora un valorarqueolgico que para el lector actual se reduce a glosas asistemticas,aemendationes ope ingeniiy a notas ms o menos curiosas nacidas msdel sentido comn que de un conocimiento proundo de la obra de rayDiego de Durn. Las escasas notas del tipo debe decir tal en vez de

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    tal de la edicin de Josefna Garca Quintana y Alredo Lpez Austinde Sahagn dan cuenta de su fdelidad y respeto al texto que transcri-

    ben, pero esta fdelidad resulta menos apreciable cuando consideramosque se trata de una transcripcin paleogrfca modernizada y de que lasvoces nahuas aparecen en todos los casos bajo una ortograa unior-mada. Las notas, en este caso, son una suerte de sicen el que la lecturacorrecta muchas veces se encuentra a pie de pgina. En descargo, el lec-tor cuenta con un extenso apndice donde se anotan voces nahuas y deespaol antiguo (que, por su extensin, es ms un pequeo diccionarioque un apndice, y donde la responsabilidad de la consulta se deja enmanos del lector).

    No hay, pues, una receta vlida para anotar ms o anotar menos,

    aunque cada vez, con ms xito e insistencia, los editores parecen apos-tar por el anotar ms. La pertinencia de la anotacin hay que buscarla,por supuesto, en los parmetros ms confables de la investigacin: lanota ms pertinente ser aquella que involucra una investigacin msprounda y aporte ms conocimientos nuevos; en caso de altar la in-vestigacin y tratarse de una nota de sentido comn o de una notasaqueada al Diccionario de Autoridades, al alcance de cualquier lectormedianamente culto, la nota pierde gradualmente esa pertinencia. As,el trabajo de investigacin que involucra una nota puede ser un indi-cio certero de su pertinencia, segn los xitos o racasos en las mismasediciones que nos sirven de modelo. Aunque en principio la anotacinno es una ciencia exacta (como seala Arellano 1991: 579-580), nadaen el terreno de la ecdtica tiene esta pretensin. La edicin crtica detextos es un proceso cuidadoso de investigacin, evaluacin de uentes ydisposicin de estas mismas uentes en un texto crtico y un aparato devariantes; la anotacin no tiene por qu ser algo distinto.

    Amododeconclusin

    Nuestro camino hacia una anotacin verdaderamente crtica no se basa

    en simples analogas con el mtodo ecdtico. Se trata, en realidad, derespetar el todo coherente que la edicin crtica debe ser: una hiptesisde trabajo no es una disculpa, como parecen esbozar algunos editoresen sus prlogos, sino la posibilidad de unir coherentemente los datosconocidos con los datos sugeridos y ormar una unidad tericamente

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    sostenible. Resulta inconcebible a estas alturas pensar en una edicincrtica acompaada de una anotacin que no puede gozar del mismo

    adjetivo. En la medida en la que los criterios de anotacin se expliciten(para el lector, pero primero quiz para el propio editor, que no pocasveces puede sorprenderse anotando sin criterios defnidos previamente),en esa misma medida podremos empezar a hablar de una anotacin cr-tica; es decir, de una anotacin ordenada de acuerdo a una reexin crti-ca. En la medida en que la anotacin sea motivo de discusiones dentro deoros abiertos, podremos reerirnos a una anotacin basada en criteriosconsensuados no por un individuo, que un investigador trabajando ais-ladamente tiene siempre derecho a equivocarse, sino por una comunidadacadmica que, al fnal, es la nica responsable del horizonte hermenu-

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