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La agricultura posible. Inmigración circular y desarrollo territorial en espacios agrícolas de Huelva y Lérida 1 José Díaz Diego Universidad de Huelva [email protected] RESUMEN Desde que en el verano de 1999 la patronal catalana Unió de Pagesos pusiera en marcha el experimento de contratar en origen a temporeros colombianos para la recogida de la fruta en las comarcas del poniente leridano, el modelo de trabajadores en origen se ha consolidado en ambos territorios agrícolas, el leridano y el onubense, como principal fórmula de provisión de mano de obra para las campañas agrícolas. La implantación de este modelo ha supuesto para ambas provincias, aun con sus diferencias agrarias y laborales, la continuación de sus agriculturas de vanguardia y el desarrollo económico de sus entornos productores. El texto de la comunicación pretende exponer, de forma comparada, la importancia que la inmigración circular de temporeros contratados en origen ha tenido en los soportes territoriales que han apostado por este modelo laboral y sus dinámicas de producción agrícola. Palabras clave: agricultura, inmigración, fresa, fruta, Huelva, Lérida. 1 La presente comunicación recoge parte del trabajo realizado por el autor en la ejecución del proyecto I+D+i Gestión colectiva de contrataciones agrícolas en origen y sus soportes territoriales en España y Marruecos: propuesta de concatenación de campañas e implicaciones en el codesarrollo. Dicho proyecto es financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación (Ref. CSO2010-18764, 2011 – 2013) y está siendo llevado a cabo por investigadores de distintas universidades españolas. El “Instituto de Desarrollo Local” (IDL), grupo de investigación de la Universidad de Huelva, actúa como jefe de filas del mismo.

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  • La agricultura posible. Inmigración circular y desarrollo territorial en espacios agrícolas de Huelva y Lérida1

    José Díaz Diego Universidad de Huelva

    [email protected]

    RESUMEN

    Desde que en el verano de 1999 la patronal catalana Unió de Pagesos pusiera en marcha el experimento de contratar en origen a temporeros colombianos para la recogida de la fruta en las comarcas del poniente leridano, el modelo de trabajadores en origen se ha consolidado en ambos territorios agrícolas, el leridano y el onubense, como principal fórmula de provisión de mano de obra para las campañas agrícolas. La implantación de este modelo ha supuesto para ambas provincias, aun con sus diferencias agrarias y laborales, la continuación de sus agriculturas de vanguardia y el desarrollo económico de sus entornos productores. El texto de la comunicación pretende exponer, de forma comparada, la importancia que la inmigración circular de temporeros contratados en origen ha tenido en los soportes territoriales que han apostado por este modelo laboral y sus dinámicas de producción agrícola. Palabras clave: agricultura, inmigración, fresa, fruta, Huelva, Lérida.

    1 La presente comunicación recoge parte del trabajo realizado por el autor en la ejecución del proyecto I+D+i

    Gestión colectiva de contrataciones agrícolas en origen y sus soportes territoriales en España y Marruecos:

    propuesta de concatenación de campañas e implicaciones en el codesarrollo. Dicho proyecto es financiado por

    el Ministerio de Ciencia e Innovación (Ref. CSO2010-18764, 2011 – 2013) y está siendo llevado a cabo por

    investigadores de distintas universidades españolas. El “Instituto de Desarrollo Local” (IDL), grupo de

    investigación de la Universidad de Huelva, actúa como jefe de filas del mismo.

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    1. Introducción 2. Apuntes sobre la moderna agricultura de Huelva y Lérida 3. Extranjeros para la fresa, extranjeros para la fruta 4. La necesidad de concatenación de campañas 5. Referencias utilizadas

    1. Introducción

    Realizando una incursión por los censos agrarios, Roser Majoral (1997:59) escribía en relación al trabajo asalariado en las explotaciones agrícolas españolas:

    “Casi un tercio de las explotaciones españolas cuentan con algún tipo de trabajo asalariado (689.255). De ellas, un 12% lo tienen fijo y un 93.28% eventual, lo que

    implica, obviamente, que muchas explotaciones cuentan con ambos tipos de trabajo.

    Las que emplean principalmente trabajo asalariado fijo se hallan en la mitad

    septentrional y las que lo emplean eventual básicamente en la mitad meridional,

    principalmente Andalucía y Murcia, pero también la Comunidad Valenciana (todas

    ellas entre el 70 y 90% de las UTAs correspondientes al trabajo asalariado).

    Asalariados eventuales son también frecuentes en Galicia, La Rioja, Navarra,

    Extremadura y dos de las cuatro provincias catalanas (Lleida y Tarragona),

    evidentemente por razones y en momentos distintos dependiendo de las

    producciones”.

    Como entonces, el trabajo eventual agrícola, es decir, la contratación de temporeros, es hoy en uno u otro volumen una constante prácticamente presente en la totalidad de las modernas explotaciones agrícolas intensivas a lo largo y ancho de España. El uso de la fuerza de trabajo familiar continúa siendo importante en pequeñas parcelas semi-intensivas y en otras de mayor tamaño cuando la naturaleza del cultivo ha permitido una alta mecanización de su proceso de manejo, como por ejemplo en el caso de los cereales y los cultivos forrajeros. Pero por el contrario, allí donde la tecnología no termina de maquinar el artilugio que sustituya la mano del hombre, principalmente a la hora de recoger la cosecha, la presencia de temporeros de latitudes y etnias cada vez más dispares se hace necesariamente presente y cíclicamente necesaria cuando el cambio en el cromatismo de los frutos anuncia la llegada de la campaña agrícola.

    Las agriculturas onubense y leridana, más que ajenas a esta dinámica de uso de mano de obra temporera, son actividades dinamizadoras de itinerarios agrolaborales que, de forma circular, se repiten año tras año y que a sus tierras hacen llegar en cada temporada agrícola un elevado número de braceros dispuestos a ganar sus jornales. Así lo hacen en Huelva, durante los meses de octubre y noviembre para la plantación de la fresa y más tarde en febrero, marzo y abril para la recogida de sus frutos. En Lérida, los temporeros participan en las tareas del campo meses después, durante el verano, para la recogida de las manzanas, las peras y los melocotones. Un bosquejo sobre la eclosión y situación actual de estos cultivos se expone a continuación.

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    2. Apuntes sobre la moderna agricultura de Huelva y Lérida En 1965, Antonio Medina, pionero de la fresa en los campos de Huelva, escribía un

    artículo periodístico en el que exponía la necesidad de un nuevo carácter innovador en la agricultura española y el propicio marco histórico en el que se encontraban para ello2. Mirando hacia California y su producción de berries, este visionario de la modernización agrícola observaba con optimismo los avances y mejoras en las tecnologías e infraestructuras que hacían posible ya la comercialización de los productos agrícolas a nivel nacional e internacional: mejoras en las vías de comunicación, mejoras en los vehículos de transporte y mejoras en la tecnología del frío industrial.

    Décadas antes lo habían visto ya técnicos y pageses del agro leridano. Los primeros intentos de hacer de los frutales de Lérida una empresa productora se encuentran en una finca de la localidad de Balaguer, en la que Ramón Sala, en 1922, pone en marcha una explotación frutícola encaminada a vender su producción en los mercados de Barcelona. Prácticamente al mismo tiempo, Ignasi Sirés pone en marcha otra experiencia similar en el término municipal de Lérida. A éstos les seguirían Santesmases y Bordalba en la horta vella de Lérida e Ignasi Gomà en Torres de Segre y Sudanell (Sabartés, 1994:45-46). No obstante, estas primeras iniciativas no tuvieron ni continuidad ni escuela. La guerra civil y la posguerra supondrían para el desarrollo agrícola del poniente catalán un verdadero estancamiento. Habría que esperar pues hasta medidos de los años 50 para que el territorio leridano comenzara su especialización agrícola y se convirtiera en una verdadera área productora de vocación frutícola.

    A finales de los 50 y principios de los 60, el área frutícola de Lérida tenía claro ya su carácter comercializador y comenzaba su expansión geográfica para superar las fronteras catalanas y adentrarse en las comarcas oscenses del Bajo Cinca y la Litera (Sabartés, 1994). En palabras de León Benelbas, la conformación de esta región frutícola equivalía “a establecer una ruptura con las formas de producción anteriores, a disponer de unas oportunidades comerciales que superan el propio mercado local, a fijar unas

    alternativas de desarrollo basadas en un número de especies más reducidas

    (especialización) y a incorporar una tecnología y unos avances desconocidos en la

    estructura tradicional (innovación técnica)” (1981:22 –traducción propia–).

    A finales de los 80, el área frutícola había pasado de las cuatro localidades iniciales (Balaguer, Lérida, Torres de Segre y Sudanell) a expandirse por tierras de 95 municipios en las provincias de Lérida, Huesca y Zaragoza. Así, mientras que las comarcas montañosas del medio centro y norte de Lérida continuaban desarrollando una agricultura tradicional, las comarcas del sur se consolidaban como modernas productoras de fruta dulce. En ellas, el olivo, la viña y el almendro continuaban teniendo 2 “La agricultura de California es el ejemplo que debemos imitar. (…) Fue el desarrollo de los transportes y

    particularmente del transporte frigorífico, el hecho que abrió para California el fantástico mercado de las

    regiones frías del nordeste americano, y aquel gran Estado comenzó a transformar su agricultura, adaptándola

    principalmente a la producción de frutas y hortalizas de invierno que este gran mercado le demandaba. (…) Los

    próximos años han de deparar a la agricultura española una serie de oportunidades y circunstancias

    económicas análogas a las que determinaron la transformación y formidable desarrollo de la agricultura

    californiana”. Antonio Medina Lama: “España, la California de Europa”. ABC de Andalucía, 13/02/1965. Sevilla.

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    un considerable peso, tanto por su extensión como por su producción y demanda de mano de obra. Sin embargo, los frutales sobresalían ya en importancia geográfica, económica y laboral.

    A mediados de los 90, las cinco comarcas que conforman la geografía catalana del espacio frutícola, estaban ya o significativa o totalmente vinculadas a estos cultivos leñosos. En el Segriá, los perales, manzanos y melocotoneros se imponían como cultivos dominantes dentro de su agricultura. En el Pla de Urgell empezaban a despuntar los cultivos de pera y manzana aunque de forma pareja con el almendral y los herbáceos de regadío. En el Urgell, el 72,3% de su superficie era de secano pero se registraba un aumento acelerado de las hectáreas de frutales en regadío. En la Noguera, con la mayoría de su superficie en secano, el cultivo dominante era la cebada, pero detrás del almendral aparecían ya los frutales. Finalmente, la situación era similar en las Garrigues, aunque además de con el cereal, aquí los frutales competían con otros cultivos leñosos de mejor perfil autárquico, como la vid o el olivo (Allepuz, Mir y Sala, 2001).

    Mapa 1

    Hoy, la fruticultura leridana es la más importante de España. El grupo de frutales no

    cítricos ronda en Lérida las 58.000 ha, lo que significa el 5,67% de la superficie cultivada a nivel nacional. Este porcentaje puede no parecer muy significativo, sin embargo debemos tener en cuenta que los frutales tienen un elevado grado de dispersión geográfica y podemos encontrárnoslos en mayor o menor proporción en casi todas las

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    provincias españolas, principalmente en las del tercio norte (especialmente manzanos) y en algunas del suroeste, como Badajoz (especialmente melocotoneros). No obstante, si por el contrario, en vez de atender a todo el grupo, nos centramos en los frutales más representativos de éste: perales, manzanos y melocotoneros (incluidos nectarinos), las 38.900 ha de Lérida pasan a representar el 27,50% de toda la superficie cultiva de España. Aquí sí se comprueba su peso a nivel nacional.

    Por su parte, la agricultura de vanguardia de Huelva tuvo su comienzo de una forma

    experimental. La familia Medina conseguía en 1959 una licencia para explotar los lechos ricamente orgánicos de la laguna de Las Madres, en el término municipal de Moguer. Los beneficios económicos que reportó el comercio de esta turba, vendida como abono, ayudó a los Medina a poner en marcha un reducido número de hectáreas de un cultivo que en otras geografías estaba despuntando como generador de riqueza: la fresa (Márquez Domínguez y Díaz Diego, 2009).

    A lo largo de los 60 y 70, el Polo de Desarrollo Industrial de Huelva no terminaba de alcanzar las dimensiones faraónicas planificadas en su proyecto inicial. A este fracaso en ocupación de mano de obra le siguió el de la ampliación del Nuevo Puerto, expropiador de parcelas agrícolas entre los términos de Moguer y Palos, que de forma encadenada, tampoco crecía dado que la industria no se desarrollaba. Ello llevó a que buena parte de los campesinos expropiados y de un buen número de empleados industriales, ahora desocupados, se volcaran a la actividad agrícola.

    Conocedores de la experiencia de Las Madres y de los altos beneficios económicos del cultivo de la fresa, estos nuevos o reincorporados agricultores de los entornos de Palos y Moguer, vieron una oportunidad de trabajo y de desarrollo en la plantación del “oro rojo”. A finales de los 70 y principios de los 80, se había conformado ya una verdadera frontera agraria en expansión a partir del área inicial, conocida como Las Malvinas. La frontera agraria se había formado a partir de la ocupación de suelo arenoso, de uso forestal, con monte bajo, poco productivo y en muchas ocasiones, de naturaleza pública. De hecho, para comprender la decisiva importancia inicial de la ocupación de este tipo suelo público por los freseros onubenses, cabe apuntar un dato: sólo en el entorno de Doñana, 3.700 ha de fresas continúan cultivadas hoy en monte público.

    El boom económico que significó el cultivo de la fresa en el litoral oriental de Huelva supuso una fuerte tentación para los agricultores de otras zonas de la provincia, extendiéndose la geografía fresera tanto hacia el interior del Condado como hacia la Costa Occidental. Hay que tener en cuenta que cuando la fresa asoma como opción de futuro, muchos pueblos de Huelva llevaban ya 30 años de una fuerte emigración, que desangró demográficamente a algunos hasta el 50% de su población (Díaz Diego, 2009).

    En la actualidad, Huelva es la mayor productora de fresas de Europa y la segunda del mundo por detrás de California, si bien la mayor concentración espacial de fresas se encuentra en los campos onubenses, en Las Malvinas, entre Moguer y Palos de la Frontera.

    A nivel nacional, Huelva concentra prácticamente el 75% de la superficie total sembrada de fresas en España. Todas ellas bajo plástico, cada vez más en macrotúnel en

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    detrimento de los microtúneles, se consiguen rendimientos de más de 40.600 kg/ha, lo que viene suponiendo producciones anuales de unas 255.000 toneladas de fresas, o lo que es lo mismo, el 95% de la producción nacional. En términos económicos, la fresa onubense genera una producción valorada en 279 millones de euros (MARM, 2009).

    Mapa 2

    3. Extranjeros para la fresa, extranjeros para la fruta

    En una semblanza crítica sobre los rasgos de la agricultura industrial globalizada, de

    la que la fruticultura leridana o la producción fresera de Huelva son uno de los principales exponentes en España, Pilar Galindo (2006) sostiene que el modelo productivo de la moderna agricultura se caracteriza por los siguientes puntos:

    a) Priorización de la eficiencia económica y la competitividad como elementos directivos de la producción agrícola.

    b) Aplicación en la agricultura del paradigma productivista industrial persiguiendo constantes aumentos de producción y redirigiéndolos hacia la exportación.

    c) Especialización y fragmentación territorial de los distintos procesos y momentos de la cadena productiva: mejora genética, producción de semillas, cría de plantones, cultivo en terreno definitivo, etc.

    d) Elevado consumo de energía exógena no renovable.

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    e) Continua tecnologización. f) Deslocalización de la producción a territorios más competitivos. g) Sustitución cultural de la figura del campesino por la del empresario agrícola. h) Desprecio de las formas, manejos y conocimientos agrícolas tradicionales.

    Se trata en suma de la plena incorporación de la agricultura en el sistema capitalista.

    Las anteriores características resumen no sólo los planteamientos internos de la estructura agroalimentaria sino de la producción de cualquier bien de consumo en el sistema globalizado. Un más corto que largo período de subsunción al modelo capitalista ha hecho de la moderna agricultura española un tejido empresarial en el que se ha trastocado profundamente las formas tradicionales.

    Ahondando en el perfil productivista de las agriculturas de vanguardia desarrolladas en Huelva y en Lérida, y en relación con el tercer punto de Galindo (fragmentación territorial de los procesos), se ha vivido en los últimos años un importante cambio en las estrategias de contratación de mano de obra para las campañas agrícolas. Los temporeros de aquí, nacionales o extranjeros residentes, se han cambiado por temporeros de allí, extranjeros contratados en sus países de origen. Así, la fragmentación de los momentos productivos que lleva a muchas empresas de otros sectores económicos a priorizar su deslocalización física como estrategia de competitividad en el mercado, ha llevado a buena parte de las agriculturas españolas de vanguardia a especializarse en contratación de sus trabajadores temporeros en el extranjero.

    Hay que apuntar aquí que si bien las empresas agrícolas pueden llevar a cabo deslocalizaciones, como están haciendo actualmente otras empresas del sector automovilístico o textil, en el caso agrario el tamaño de la empresa, la dinámica asociativa y cooperativa, los márgenes de beneficio que aún consiguen determinados cultivos, los condicionantes físico-ambientales y, muy probablemente, la ligazón con el territorio han hecho que la deslocalización de la actividad no suponga la tónica general del agro. Eso sí, independientemente de las inversiones que empresarios españoles están haciendo en otros rincones del globo, como en invernaderos de tomates en el norte de Marruecos, cafetales en Colombia o campos de soja en las llanuras rumanas del Danubio, entre otros.

    De esta forma, sin la deslocalización en la cabeza y en un contexto donde ya la innovación tecnológica y la intensificación del capital son extremos (y por tanto han optimizado su capacidad de maximización productiva), buena parte de la presión financiera que el sistema de mercado continúa ejerciendo sobre la empresa agrícola, es decir, la necesidad apremiante de continuar reduciendo costes, reconduce la presión hasta el extremo más débil de la cadena: la contratación de temporeros. Es por tanto clave la optimización del factor trabajo dentro del engranaje productivo de la agricultura de vanguardia. Fuera de la contratación de temporeros, son muy pocos los factores en los cuales los agricultores puedan continuar maniobrando, dada su alta dependencia externa, como por ejemplo de los créditos bancarios, del precio final de mercado o del coste de las semillas.

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    No obstante, los temporeros tampoco son un recurso fácil de gestionar. Sólo es necesario detenernos sobre las diferencias retributivas percibidas por un trabajador del campo o por ejemplo, por uno de la construcción (Gráfico 1), para comprender buena parte del desapego que ha sufrido la ocupación agrícola en los últimos años. Y es que en el campo no se gana ni la mitad que en la construcción. Por ejemplo, en 1996, el trabajador agrario recibía un sueldo medio anual de 8.141 €, mientras que el de la construcción superaba los 18.200 €. Una década después, el trabajador agrario se quedaba lejos de los 12.000 € anuales, mientras que el de la construcción rebasaba los 27.000 €.

    Gráfico 1

    Fuente: INE, 2009. Contabilidad Regional de España. Base 2000. Elaboración J. Díaz, 2009.

    Obviando cuestiones relacionadas con la expulsión de mano de obra por la

    mecanización del campo, la alta temporalidad de los contratos o la baja consideración social que tienen las tareas agrícolas, es obvio que ante la posibilidad de cambiar de sector productivo, el trabajador agrio asalariado lo hace. Las diferencias económicas son abrumantes.

    Aún así, el abandono de la agricultura por parte de la mano de obra nacional no ha dañado los niveles productivos de los cultivos de vanguardia. El valor económico de campañas, como la fresa o los frutales, se ha mantenido en buena medida gracias a la incorporación de mano de obra extranjera (Gráfico 2) durante los momentos en el que la maquinaria agrícola no resuelve las necesidades de la actividad. Nos referimos especialmente a la recolección.

    En los últimos 10 años, los trabajadores españoles contratados por cuenta ajena han ido abandonando la actividad agrícola a una velocidad anual del 3%. Al mismo tiempo, los trabajadores extranjeros contratados por cuenta ajena se han incorporado a la agricultura a una velocidad anual del 19%. Ello significa que la agricultura ha venido expulsado o siendo abandonada por una media anual de 20.000 españoles, mientras que ha venido acogiendo a 18.700 extranjeros cada año.

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    Evolución del salario medio anual en la agricultura , la construcción y el total de sectores en España

    Salario Agrario Salario Construcción Salario Nacional

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    Gráfico 2

    * Los datos de 2009 están referidos al período de enero a octubre. Fuente: MTIN, 2009. Elaboración J. Díaz, 2009.

    Las cifras anteriores no equilibran aparentemente la balanza, no obstante hay que

    observar estos datos nacionales en el contexto de una agricultura que, a nivel de toda España, no ha dejado de destruir puestos de trabajo. Y es que, aunque no todas las agriculturas sean iguales ni todos los territorios agrarios compartan la misma dinámica económica, en términos estadísticos, es decir, homogéneos, incluso las agriculturas de las provincias más pujantes, con muy contadas excepciones, no han dejado de constreñirse laboralmente en los últimos años (Gráfico 3).

    Asumiendo la destrucción de empleo agrario como mal endémico o más bien como estrategia de mercado, pareciera que la incorporación de mano de obra extranjera para sustituir a la española resuelve, al menos en lo laboral, las carencias del campo, pero tampoco no es así del todo. Hay que tener en cuenta que además, buena parte de los extranjeros que trabajan en el campo terminan abandonándolo. Tal como para los españoles, el campo no ofrece grandes ventajas sociolaborales a los extranjeros, de forma que éstos decidan permanecer en él. La temporalidad es igual de alta y los salarios son igual de bajos. Las condiciones laborales poco competitivas del campo hacen que sea un sector poco deseado por el conjunto de los trabajadores españoles. Y lo es hasta el punto de convertirse en uno de los principales atrayentes de mano de obra extranjera, concretamente de la que acaba de entrar en el país: 1,2 de cada 10 inmigrantes que llegan a España se emplean por primera vez en la agricultura (INE, 2009b).

    Evolución de la ocupación de españoles y extranjero s en la agricultura

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    Españoles

    Extranjeros

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    Gráfico 3

    Fuente: INE, 2009a. Contabilidad Regional de España. Base 2000. Elaboración J. Díaz, 2009.

    La participación de extranjeros en las campañas agrícolas ha tejido una tupida red de

    contactos entre temporeros inmigrantes y agricultores, que es usada por los empresarios agrícolas para completar sus cuadrillas y por los inmigrantes para conseguir empleo a sus familiares, amigos o nacionales. Ello retroalimenta a su vez la participación de extranjeros en la agricultura. Sin embargo, no evita que finalmente 5,7

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    de cada 10 de estos temporeros inmigrantes decidan abandonar la agricultura en pos de mejores horizontes laborales (INE, 2009b).

    Para superar esta debilidad en relación con la mano de obra temporera, la Unió de Pagesos, patronal agraria catalana, puso en marcha en 1999 la contratación en origen de un grupo de 34 trabajadores colombianos. Un año más tarde contrató por la misma vía a 250 (180 colombianos y 70 marroquíes). La experiencia fue positiva para la patronal y sus socios, y en 2001 la cifra de contratados en origen ascendió a 2.199; en 2002 a 2.395 y en 2003 a 3.900.

    La contratación de trabajadores extranjeros en sus países de origen, como fórmula no sólo de provisión de mano de obra para el campo sino también como política de control de los flujos migratorios hacia España (Márquez Domínguez, Gordo Márquez y García Delgado, 2007), fue exportada a otras provincias agrícolas, como Almería, Guadalajara, Tenerife o Huelva. La primera campaña para la que se experimenta la contratación en origen en los campos freseros de Huelva es la de 2000/2001. Para esa temporada, se contratan a 198 temporeros marroquíes y a 540 polacos. El modelo gozó de un inmejorable acogimiento por parte de los agricultores onubenses, y para la siguiente campaña 2001/2002 la cifra de contratados ascendió hasta los 6.409 temporeros (149 colombianos, 336 marroquíes, 970 rumanos y 4.954 polacos). Desde entonces, la provincia onubense ha liderado en España el modelo de la contratación en origen de temporeros extranjeros para las campañas agrícolas (Gordo Márquez, 2009).

    Ambos territorios, Huelva y Lérida, son los que mayor número de extranjeros contratados en origen han gestionado a nivel nacional (Tabla 1). Huelva representa aproximadamente el 57% del contingente de temporada agrícola y Lérida el 8,24%. Ello se debe en gran medida al elevado número de jornales que demandan sus principales cultivos: la fresa y la fruta. A diferencia de los cereales, que de forma mecanizada necesitan para su manejo y cosecha unas tres personas por hectárea, frutales como el melocotonero demandan 27 personas por hectárea. En este ranking, las fresas son uno de los cultivos más sociales de todos, pues generan en torno a 710 UTAs por hectárea (Márquez Domínguez, 2009).

    Tabla 1: Provincias con mayor número de ofertas de trabajo agrícola para el extranjero a través del contingente de temporada

    Ámbito 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2002/08

    % España 2002/0

    8

    Δ (%) 2002/08

    Huelva 3.500 5.300 8.000 19.057 59.720 44.241 21.903 161.721 56,75 4.520,60 Lérida 3.900 120 600 3.479 3.406 6.841 5.127 23.473 8,24 501,87 Córdoba 1.320 1.020 1.200 1.535 2.886 5.146 4.741 17.848 6,26 1.252,12 Almería 1.978 560 700 2.522 2.256 4.472 2.840 15.328 5,38 674,92 Segovia 80 700 1.500 2.444 199 3.218 498 8.639 3,03 10.698,75 Toledo 0 0 300 1.780 2.576 334 1.047 6.037 2,12 1.912,33 Zaragoza 468 400 200 1.009 1.122 1.065 1.306 5.570 1,95 1.090,17 Huesca 679 100 755 531 523 955 690 4.233 1,49 523,42 Valencia 930 1.124 1.000 134 361 439 107 4.095 1,44 340,32 Teruel 0 0 0 265 1.180 1.357 372 3.174 1,11 1.097,74 ESPAÑA 15.929 11.183 17.428 39.165 84.155 74.260 42.858 284.978 100 1.689,05

    Fuente: Secretaría de Estado, 2002 y 2003; SubDir. Gral. Modernización, 2007 y 2008; UGT, 2009. Elaboración J. Díaz, 2009.

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    Hay que tener en cuenta aquí que las Unidades de Trabajo Agrario representan el trabajo de una persona ocupada a tiempo completo durante un año. Y dado que ni los jornales de los frutales ni los de las fresas y otras berries se distribuyen equitativamente a lo largo del año sino que son de una fuerte estacionalidad (Gráfico 4), la verdadera necesidad de mano de obra por hectárea de cultivo en el momento álgido de producción, es mucho mayor. Sólo en relación al número de temporeros extranjeros, la campaña de la fruta de Lérida necesita en su momento de máxima producción unos 5.500 trabajadores, y la campaña de la fresa de Huelva unos 40.000

    Gráfico 4

    Fuente: MTIN, 2009. Elaboración J. Díaz, 2009.

    4. La necesidad de concatenación de campañas A los muchos inconvenientes del trabajo agrario y la contratación de temporeros,

    anteriormente expuestos, hay que sumar uno más: la falta de conexión laboral entre las diferentes campañas agrícolas. La concatenación de temporadas agrícolas es un hecho casi tan antiguo como la agricultura. Los estudios clásicos sobre el campesinado europeo han analizado minuciosamente una pléyade de ejemplos en los que la movilidad de los temporeros era la estrategia laboral más importante de su forma de vida. En España, la figura de los jornaleros, especialmente los de Andalucía y Extremadura, dan clara cuenta de la importancia histórica que el movimiento de braceros ha tenido para el mantenimiento y desarrollo de los territorios agrícolas. Sin embargo, los fuertes cambios que ha vivido la agricultura española en apenas 50 años, han trastocado también los itinerarios tradicionales de los jornaleros.

    Buena parte de los nuevos temporeros son extranjeros que no están dispuestos a estancarse en el jornalerismo. El contexto de una sociedad postmoderna en el que la

    Variación anual de los trabajadores extranjeros de alta en el Régimen Especial Agrario de la Seguridad Soci al

    en Huelva y Lérida

    0

    5000

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    lva)

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    . al

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    (Lér

    ida)

    Extranjeros REASS Huelva Media anual Extranjeros REASS Huelva

    Extranjeros REASS Lérida Media anual Extranjeros REASS Lérida

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    movilidad es mucho más fácil y las posibilidades de información son mucho mayores, abre las puertas a más oportunidades laborales de forma más rápida y sin la necesidad de que deban estar geográficamente próximas. Por poner un ejemplo, Modou, senegalés de 31 años, informante de campo y temporero, había sido contratado el 20 de agosto de 2009 para la recogida de la nectarina en el municipio leridano de Alcarrás. El 23 de agosto recibió una llamada telefónica de un compatriota amigo suyo que trabajaba en el puerto de Vigo, informándole de que en unos días podrían necesitar gente para descargar barcos. Y estaba bien pagado. El 26 de agosto, Modou había abandonado la fruticultura leridana, para cobrar más descargando y trasportando pescado de Vigo a Pontevedra.

    Como ya se ha dicho, el abandono de la agricultura por parte de los trabajadores extranjeros, como también por parte de los nacionales, es una constante. De ahí, en buena medida el éxito conseguido por la contratación en origen, que provee a los empresarios de las cuadrillas necesarias para llevar a cabo las tareas agrícolas, estando obligados los trabajadores a retornar a sus países tras la finalización de su contrato. No obstante, el modelo y los gestores de la contratación en origen no se han planteado de forma seria la concatenación y sus beneficios, seguramente porque los más interesados en ella sean los temporeros y no los agricultores o el Gobierno.

    La concatenación de campañas permitiría a muchos temporeros contratados en origen ampliar sus permisos de trabajo hasta agotar la totalidad de los 9 meses que prescribe el R.D. 2393/20043 para los trabajadores del contingente de temporada. Sin embargo, como la contratación en origen la gestionan, mayoritariamente las patronales agrícolas y a nivel provincial, lo hacen de forma y manera en que se cubran sus propias necesidades laborales, asumiendo el mínimo de riesgos posibles. Valga la metáfora, cada campaña agrícola se asemeja aquí a un reino Taifa.

    En este sentido, ha habido intentos de concatenación de campañas entre Lérida y Huelva para conseguir que los colombianos contratados para la fruta leridana pudieran incorporarse en otoño a la plantación de la fresa en Huelva. De esta forma, los temporeros podían aumentar su estancia y su periodo de trabajo en España, y los agricultores podían reducir (compartiendo) los costes de los trabajadores que más caros le salían a causa del billete de avión: los colombianos. Pero esta experiencia no cuajó. Los agentes involucrados reconocen que el solapamiento de días que se producían por motivo del retraso de una campaña y el adelanto de otra (por causas normalmente climáticas) dificultaba la cesión de trabajadores, pues aún eran necesarios en Lérida cuando ya empezaban a serlo en Huelva.

    Sin embargo, este no es el periodo ideal de concatenación entre las dos provincias que mueven un mayor número de contratados en origen. Si observamos el Gráfico 5, sobre las necesidades de trabajadores en las campañas de Huelva y Lérida, podremos observar cómo verdaderamente se produce un solapamiento entre las semanas en que, especialmente los melocotones y nectarinas de Lérida terminan de recogerse y las que en Huelva comienza a plantarse la fresa. El periodo ideal se encuentra en primavera y no

    3 Real Decreto 2393/2004, de 30 de diciembre, por el que se aprueba el Reglamento de la Ley Orgánica 4/2000,

    de 11 de enero, sobre derechos y libertades de los extranjeros en España y su integración social. BOE, núm. 6,

    de 7de enero de 2005.

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    en otoño. A partir de abril, el número de temporeros necesarios en la fresa de Huelva decrece rápidamente. No sólo las fresas son ya menos en cantidad sino que su precio en el mercado desaconseja continuar invirtiendo en mano de obra para recoger las últimas. En ese momento, en el que aproximadamente en un mes son necesarios en Huelva 4.000 trabajadores menos, es cuando debe ponerse en marcha la concatenación de temporeros, pues coincide con el comienzo de la recogida de las manzanas y las peras más tempraneras de Lérida.

    Gráfico 5

    Fuente: SubDir. Gral. Modernización, 2007 y 2008. Elaboración J. Díaz, 2009.

    Evidentemente, Lérida no puede absorber el contingente de trabajadores temporeros de Huelva. No sólo son necesarios menos trabajadores para los campos leridanos sino que además el perfil de temporero que demandan los pageses es distinto, especialmente en lo que respecta al género. En Lérida se emplean de forma más igualitaria hombres y mujeres, mientras que en Huelva la gran mayoría de las solicitadas son mujeres. Sin embargo, la concatenación de campañas con aquel cupo de trabajadores que respondiera al perfil demandado por los dos colectivos no sólo es legal y numéricamente posible sino agrícola y laboralmente viable, en la medida en que los calendarios productivos no se solapan y que se cuentan con cuadrillas de trabajadores ya en España, cuyos intereses más inmediatos son, en muchos casos, trabajar el máximo número de meses posibles antes de retornar a sus países de origen.

    La concatenación de campañas daría un mayor sentido cooperador al modelo de la contratación en origen y mayor calado laboral a la propuesta de las migraciones circulares como formas de coordinación de los flujos migratorios hacia España, restándoles utilitarismo y beneficiando tanto al trabajador como al empresario, aunque exigiendo a patronales y Administraciones un considerable esfuerzo de coordinación.

    5. Referencias utilizadas

    Trabajadores contratados en origen necesarioscon respecto al mes anterior para las agriculturas de Huelva y Lérida

    -10000

    -8000

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    Para Huelva Para Lérida

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