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La actividad endocrina del huevo por el P. Jaime Pujiula, S. J. Director del Instituto Biológico de Sarria. Los fenómenos observados por nosotros mismos en la mucosa uterina que luego forma la placenta, nos induce a exponer nuestras humildes apre- ciaciones sobre la actividad del huevo que pueden aportar luz para la reso- lución de problemas, objeto de discusión en Embriología. No se os oculta que la Fisiología moderna busca la explicación de mu- chos hechos o fenómenos en la Endocrinología, y más tratándose de las re- laciones entre el embrión y la madre. A priori parece que se impone este criterio por el hecho de carecer de nervios la placenta, una vez ya bien for- mada, y ciñiéndonos sólo al tejido placentar, o sea, a la mucosa profunda- mente modificada o transformada por la presencia del huevo durante la ges- tación. Por lo demás, es evidente que por lo menos los vasos placentarios no carecen de músculos y, en su consecuencia, de terminaciones nerviosas, P ar a el movimiento vascular, como en todos los órganos. Pero si la pla- ce nta carece de nervios peculiares, apenas se puede excogitar otro juego fi- lológico de excitabilidad en ella que el hormonal. Pronto se cumplirán cuarenta años, antes, por tanto, de que se hablase _ hormonas, que nos llamó la atención en el Instituto Embriológico de Vle na el hecho notable de la regular distribución de huevos fecundados en el útero de la rata y el ratón. Y es así que, siendo varios los huevos que se Ittl plantan, lo hacen de modo que guardan igual distancia el uno del otro '%• 1). Esta circunstancia debió de llamar ya la atención de Buckart, quien íuiso explicarla por los movimientos peristálticos del útero. Pero una re- gión detenida sobre el particular nos convenció de que esto no era sufi- C1 ente; porque, aunque no se puede negar la intervención de dichos movi- ^entos peristálticos que favorecen y promueven el avance de los huevos en uter o, como los del intestino, el de la masa digestiva; y los del uréter, el

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La actividad endocrina del huevo

por el

P. Jaime Pujiula, S. J.Director del Instituto Biológico de Sarria.

Los fenómenos observados por nosotros mismos en la mucosa uterinaque luego forma la placenta, nos induce a exponer nuestras humildes apre-ciaciones sobre la actividad del huevo que pueden aportar luz para la reso-lución de problemas, objeto de discusión en Embriología.

No se os oculta que la Fisiología moderna busca la explicación de mu-chos hechos o fenómenos en la Endocrinología, y más tratándose de las re-laciones entre el embrión y la madre. A priori parece que se impone estecriterio por el hecho de carecer de nervios la placenta, una vez ya bien for-mada, y ciñiéndonos sólo al tejido placentar, o sea, a la mucosa profunda-mente modificada o transformada por la presencia del huevo durante la ges-tación. Por lo demás, es evidente que por lo menos los vasos placentariosno carecen de músculos y, en su consecuencia, de terminaciones nerviosas,Para el movimiento vascular, como en todos los órganos. Pero si la pla-centa carece de nervios peculiares, apenas se puede excogitar otro juego fi-lológico de excitabilidad en ella que el hormonal.

Pronto se cumplirán cuarenta años, antes, por tanto, de que se hablase_ hormonas, que nos llamó la atención en el Instituto Embriológico de

Vlena el hecho notable de la regular distribución de huevos fecundados enel útero de la rata y el ratón. Y es así que, siendo varios los huevos que seIttlplantan, lo hacen de modo que guardan igual distancia el uno del otro'%• 1). Esta circunstancia debió de llamar ya la atención de Buckart, quieníuiso explicarla por los movimientos peristálticos del útero. Pero una re-gión detenida sobre el particular nos convenció de que esto no era sufi-

C1ente; porque, aunque no se puede negar la intervención de dichos movi-^entos peristálticos que favorecen y promueven el avance de los huevos en

u t e ro, como los del intestino, el de la masa digestiva; y los del uréter, el

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de la orina; todavía no pueden ellos explicar que los huevos se distribuyany coloquen de modo que dejen un espacio igual entre sí. No concebimos, enefecto, cómo los movimientos peristálticos no amontonan en algún seno ute-rino todos los huevos. Se trata de formaciones sumamente pequeñas, de unascuarenta y cinco milésimas de milímetro.

Nosotros para explicar esta regular distribución admitimos y defendemosla acción secretora del mismo huevo, el cual desprendería alguna sustanciaque se difundiría en su alrededor y obraría a la manera de un campo eléctri •

Fig. i. —Útero bicorne de rata. X Io- (Los dibujos son de L. Roca).

co estático, influyendo hasta cierta distancia, como las líneas de fuerza deun campo eléctrico van perdiendo fuerza a medida que se alejan del centro.Ahora bien, esta sustancia que ahora llamaríamos hormonal, no permitiría,dentro de su campo, la entrada de otro huevo ; como el campo eléctrico re-chaza un cuerpo electrizado con igual signo. Y como quiera que cada hue-vo gozaría de la misma propiedad de despedir la misma sustancia, formaríaa su vez su campo que rechazaría, desde luego, el huevo subsiguiente, y aS1

sucesivamente. Tenemos, pues, aquí una actividad hormonal, esto es, ufla

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sustancia que influiría como defensa contra la invasión de otro ser vivo, in-hibiendo su acción. Estas observaciones se hicieron antes que Scháfer (1!)Ü8)crease el nombre de hormona (del griego o'p¡j.áu>, yo excito).

Otra actividad hormonal del mismo huevo hemos de admitir para expli-carnos satisfactoriamente la misma implantación del huevo de rata o ratón.En efecto, la implantación del huevo de estos roedores es, en lenguaje em-briológico, excéntrica, es decir, el huevo no se queda en el centro de laluz uterina, sino que va a parar a alguno de los senos que forman las ve-llosidades de la mucosa. Ahora bien, para implantarse, esto es, para poner-se en contacto con el conjuntivo de la mucosa, rico en vasos sanguíneos, esmenester destruir el epitelio de ésta. Esto hace el huevo, no por vía mecáni-ca, sino por vía hormonal: no por vía mecánica, pues es imposible lucharuna formación tan endeble como es el huevo (en este estadio) con el epite-lio de la mucosa uterina, muro bien formado para la defensa mecánica de lamisma, sino por vía hormonal, ya que aun antes de ponerse en contacto conel, lo destruye (fig. 2). De manera que es preciso admitir una como acciónh distans, lo cual sólo se puede explicar por la secreción de alguna sustan-cia por parte del huevo, encaminada a aflojar y a desunir la trabazón de lascélulas epiteliales y desmoronar la valla. Destruido el epitelio, queda el hue-vo en medio de dos paredes conjuntivas que por su aproximación, sea porcrecimiento del huevo, sea por hipertrofiamiento de las células de aquéllas,influenciadas, como veremos, por el mismo huevo, vienen a ponerse en con-tacto directo con éste y asegurarle la alimentación.

La modificación o transformación que sufre la mucosa uterina por la pre-sencia del huevo, en ella implantado, es cosa general, desde luego en todoslos mamíferos deáduados ; pero porque en los roedores que nos ocupan re-iste condiciones especiales, nos ocuparemos de ella en particular. Es un

c n o que, apenas implantado el huevo de rata y ratón en la mucosa uterina,aparece rodeado de grandes células (fig. 2 y 3) que han recibido el nombre

e gigantes, cuyo origen fue muy discutido. Por lo cual nuestro profesor_̂ bl nos indicó la conveniencia de estudiar este origen y dilucidar la cues-10H. Un eminente embriólogo francés, Matías Duval, era el que desde mu-

Cl° tiempo les había señalado un origen embrionario, derivándolas del lla-0° cono ectoplaccntario, que es la parte que une especialmente el huevoevolución con la mucosa. La gran autoridad del autor de esta explicación

rastró naturalmente la opinión de los embriólogos. Por lo menos encontra-°s que Juan Sobotta se adhería a ella en cierto trabajo que publicó, y estoeenios que hacia mucha fuerza en el ánimo del mismo Rabí para no admi-

r S1n más ni más otra opinión.

Nosotros, al emprender la investigación sobre el particular, no acabába-o s de comprender cómo las células gigantes procedían del embrión, siendo

S1 que luego eran pasto del mismo. No veíamos en ello la finalidad. Pors to comenzamos a preguntarnos si el origen de estas células no sería elmbrión sino la mucosa uterina, ya que ésta es la que ha de servir de pasto

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ál embrión. Es la madre, es la mucosa uterina la que ha de dar el alimentoal nuevo ser, al cual todo se ha de sacrificar. Por esto no paramos hasta de-mostrar que Duval se había equivocado en su interpretación y pudimos, final-mente, convencer de ello a todos los que nos rodeaban, encontrando dichascélulas a una distancia del embrión que hacía imposible suponer que prove-nían de éste. Enseñamos el dato al célebre Ebner, Director del Instituto deHistología; a Schaffer, su Asistente, y no tenemos por qué decir, al mismoRabí. Pero aquí nos proponemos hacer ver la acción endocrina del huevo ydifícilmente se encontrará material más a propósito para demostrar esta ac-tividad, que la que vemos en la placenta. Estamos hartos de ver en las seriesembriológicas cómo la presencia del huevo, respectivamente del embrión,conmueve, por decirlo así, toda la mucosa uterina. Desde luego, las célulasde ésta que están más cerca de él, son naturalmente las que primero sufrenlos efectos de su acción hormonal: se hinchan, se hipertrofian hasta reven-tar, digámoslo así, y entregar cuanto tenían al huevo devorador (fig. 4 y 5).Estas células son las gigantes, las primeras víctimas de aquel centro vitalembrionario avasallador. Pero no son sólo las células inmediatas las quesufren como las acometidas hormonales del huevo, sin también todas lasdemás, aunque de un modo gradual. Las inmediatas al embrión son las quecomo sensibilizadas por la secreción hormonal de éste, crecen, se hipertro-fian, para deshacerse luego y constituir la embriotrofa. Las inmediatas aéstas van siguiendo el mismo camino para convertirse a su vez y a su tiempoen embriotrofa, esto es, en pasto del embrión. Así poco a poco todas lascélulas de la mucosa vienen a sufrir cambios con la presencia del huevo oembrión. Todo se ha de sacrificar a él.

Y ; por qué decimos que todos esos cambios son efectos de la acción hor-monal? Porque no hay otro medio de explicarnos el hecho. En el huevo Jaun en el embrión no hay, al tiempo en que tienen lugar esos cambios de '3

mucosa uterina, ni boca, ni otros órganos capaces de producir semejantesefectos, sobre todo que debemos excluir la posibilidad de acciones mecáni-cas, según se ha ya indicado, dado que el huevo y el embrión son formacio-nes delicadísimas y en vano podrían entrar en lucha con los tejidos adultosde la madre. No queda, pues, otra explicación que la acción química de sus-tancias, producidas' por el mismo huevo o embrión.

Tampoco puede tener otra explicación que la hormonal otro hecho, P̂nosotros observado, no precisamente en la rata o ratón, sino en el conejque es otro roedor. Nos referimos también a su implantación. Llamem »desde luego la atención sobre la trayectoria embriológica de este nuevodor, distinta de la del ratón o de la rata. El huevo de rata mide -t.> p ¡el del conejo 70 ¡x. Al entrar dentro del útero y llegado al punto, donde -ha de implantar, no se desliza por algún seno, como el de rata, sino Hse mantiene en el centro de la cavidad uterina (fig. G). Desde allí ejerceinflujo hormonal en las paredes de la mucosa, de condición que la 4

• ;''i *** *^ ATW- '••'Sí»

Células gigantes.

is decosa

uterina.

Fig. 2.— Corte transversal del útero de ratón con células gigantes ydestrucción del epitelio de Ja mucosa. X I O°-

Fig. 3 —Porción de un corte transversal delútero de la rata, con células gigantes e hincha-zón de las células de la mucosa. X 75"100-

Célula gigante.

Glóbulos rojos.

Límite internode la mucosaN,-/

Células gigantes co-. agidas al trofoblasto.

Glóbulos rojos dentrode la célula gigante.

Fig. 4.—Células gigantes como atraídas por el trofoblasto del embiión de rata. X 35°"4°°-

Células de la mucosauterina medianas.

Trofoblasto

Células de la mucosauterina grandes.

Fig. 5.—Célula gigante enorme, cogida y absorbida por el trofoblasto. X 35°-4o0-

Mueosa uterina Glándulas

Mesometrio Cavidaduterir

Huev*

. < 1

Mucosa uteri-\ na exci tada

por la presen-\ cia del huevo.

Arterías

Fig. 6.—Esquema de un corte longitudinal del útero de conejocon un óvulo fecundado en su centro. X Io-

Fig. 7.—Esquema del estado de irritación de la pared de la mucosa uterinadel conejo por la presencia del huevo. X IO-I5-

Fig. 8.—Imagen real del estado de irritación de la mucosa con elembrión dentro en forma de hojas blastodérmicas. X 5°"7°-

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corresponde al mesometrio, o sea, a la lámina que une al dorso del sitio todoel conducto uterino, comienza a sufrir una como excitación que causa enella extraordinaria hipertrofia (fig. 7), contrastando no poco con la paredopuesta que se mantiene baja ; y esto antes de implantarse del todo, esto es,antes de adherirse a la mucosa uterina ; puesto caso que lo podemos sepa-rar aún de ella sin dificultad y sin lesión alguna, como hemos hecho tantasveces, de modo que se puede estudiar aisladamente. Efectivamente, una vezllegado al sitio, donde debe implantarse, allí se queda inmoble y comienzaa aumentar de volumen hasta el punto de que, no teniendo en su llegadamás de 70 ¡A, viene a formar una vesícula de unos cinco milímetros (haaumentado, antes de implantarse, unas setenta veces). Notemos de pasadaque también el conejo desarrolla varios huevos en cada ramal del úterobicorne, como la rata y el ratón, los cuales a su vez se distribuyen el campode desarrollo, al implantarse a distancias iguales ; y, por consiguiente, he-mos de admitir, como en la rata y en el ratón, alguna sustancia hormonalque impida la entrada de otro huevo en todo aquel campo que necesita cadauno para desarrollarse cómodamente; y éste es el fin que pretende la Na-turaleza con estas admirables disposiciones y armas de que dota al germendel futuro organismo.

El extraordinario crecimiento que experimenta el huevo de conejo, sedebe a la adquisición de una sustancia albuminoidea que toma naturalmentede los jugos uterinos. Pero lo que ahora queremos poner de relieve, es supoder hormonal y cómo desde el centro del conducto uterino influye en lasparedes de la mucosa, de modo que la pared uterina, unida al mesometrio,comienza a experimentar un notable crecimiento de sus vellosidades, mien-tras que la opuesta parece que más bien se adelgaza: por el lado de éstase forma una especie de notable hernia a causa de la presencia del huevoen crecimiento. Y como todas las manifestaciones de la vida normales sonaltamente finalistas, en nuestro caso resalta especialmente esta finalidad,Porque precisamente se hincha o engruesa la pared del útero que está juntoal mesometrio, bien abastecida de vasos sanguíneos, y allí es donde formaUego la placenta que es el órgano de nutrición durante toda la vida intra-uterina (fig. 8).

Dejando ahora el huevo de estos roedores y de otros animales, digamostambién algo del humano, de cuyo poder endocrino hablan muchos hechos,a%unos de los cuales vamos a tocar. Como es natural, de él se han ocupa-do_ los fisiólogos, especialmente los tocólogos y ginocólogos. Es muy co-m un admitir una intima relación hormonal entre el ovario y la hipófisis, yentre ésta y el cuerpo amarillo. En esquema, la glándula endocrina hipofi-saria sería la encargada de provocar la maduración del folículo de Graaf quecontiene el óvulo ; maduración que llevaría consigo el desprendimiento de^st para caer o ser recibido en el pabellón de la trompa de Falopio u ovi-

to y i u e g 0 n e v a c l o a l ú t e r o - Una vez desprendido el óvulo, sus envoltu-

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ras foliculares en el ovario sufren una metamorfosis, convirtiéndose en elllamado cuerpo amarillo. El cuerpo amarillo, por un lado, se convierte asi-mismo en una glándula endocrina, cuya función sería impedir, mediante al-guna hormona, que la. hipófisis continuara influyendo sobre el ovario, pro-vocando la maduración de otro folículo, seguramente con la finalidad de nocomplicar los procesos y dejar en libertad el óvulo desprendido hasta superfecto desarrollo, si es fecundado, en cuyo caso el cuerpo amarillo aumen-ta de volumen o, por lo menos, continúa su acción hormonal hasta casi lamitad de la gestación, pero a partir de este tiempo comienza a involucionary a desaparecer. En cambio, si el óvulo no se fecunda, se deshace al pocotiempo (se supone que si dentro de las veinticuatro horas, después de des-prendido del ovario, no tiene lugar la fecundación, muere). Pero el cuerpoamarillo no deja de formarse también de momento y, por consiguiente, deinfluir en la hipófisis, inhibiendo su acción hormonal sobre el ovario y sobrelos folículos de Graaf. Sin embargo, si el óvulo no se fecunda y muere, tam-bién se deshace el cuerpo amarillo que había dejado en el ovario. Esta esla teoría corriente y no deja de tener su teleología o finalidad. Pero no estátodo aquí.

Es un hecho que, mientras tienen lugar esos fenómemos de la ovulacióny formación de cuerpos endocrinos en el ovario (cuerpos amarillos), sufrela mucosa uterina notable modificación. Desde luego se hipertrofia y ad-quiere una extraordinaria hiperhemia, causa de la menstruación, si el óvulono queda fecundado. Es evidente que ese comportamiento de la mucosa ute-rina es otra vez efecto de la acción hormonal que partiría, según algunos,del óvulo (acaso ya en el mismo folículo de Graaf) y del cuerpo amarillo.

En medio de tantos procesos y acciones hormonales entendemos que hade existir una fuente principal, un como centro que sea el principal directorde orquesta, y tenemos para nosotros que éste es el mismo óvulo, cornotambién opina el doctor Pedro Nubiola. Últimamente vemos confirmado esteparecer por Watrin, M. y Brabant, H. (1), en una investigación sobre lasrepercusiones de ¡a histerectomía en la histofisiología del ovario. De susexperimentos u observaciones sacan la conclusión de que la causa principa'de la actividad sexual es el óvulo ; la hipófisis no sería sino un factor se-cundario.

Nosotros tenemos un argumento manifiesto del predominio del óvulo e11

toda esa actividad sexual, y es el siguiente: hemos dicho que se producíauna notable hipertrofia de la mucosa uterina en la ovulación, cuyo fin esdisponer dicha mucosa a la recepción del óvulo fecundado, preparándole,diríamos, la mesa para que no le falte el debido alimento. Esta metamorío^sis hipertrófica se verifica siempre en toda ovulación. ¿Cuál es su causa.Dicen los fisiólogos, antes aludidos, que se debe a la acción hormonal

(i) VOase Literatura.

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cuerpo amarillo o quizás a la de éste y a la del mismo óvulo. Muy bien;pero entre estas dos causas ha de haber alguna subordinación. ¿ Cuál es laprimaria y cuál la secundaria? No dudamos un momento en contestar queel óvulo es la primaria y el cuerpo amarillo la secundaria o subordinada.¿En qué nos fundamos para defender esta primacía del óvulo? —Muy sen-cillamente, en que si el óvulo no se fecunda y muere (se deshace), como entodas las vírgenes, el cuerpo amarillo desaparece. Luego éste depende delóvulo: que es el que sostiene toda esa actividad como centro principal; simuere el principal, se acaba la función, se acaba todo. En cambio, si elóvulo es fecundado, persiste el cuerpo amarillo. Hemos de concluir, pues,que el óvulo fecundado lo sostiene.

Acerca de la parte que toma la hipófisis que, según la mayor parte qui-zás de los autores, sería el gran iniciador de todo, en el sentido de que pro-vocaría la maduración del óvulo en el folículo de Graaf, nos permitiremoshacer alguna observación. Desde luego, en alguna tesis doctoral, hecha ennuestro Instituto, hemos visto varias veces que eu niñas recién nacidas oen fetos femeninos de siete u ocho meses había folículos de Graaf que pa-ree habían llegado a su perfecta formación o maduración. ¿Es que la hipó-fisis estaba ya en actividad? o ¿es que entra en actividad, cuando le vienebien y deja de entrar en ella, cuando le viene mal? o ¿es que siempre estáen actividad y sólo en la pubertad se manifiesta? Entonces preguntamos:i cual es la causa de que ahora se manifieste y antes no ? —Aquí se imponetambién su determinante. Es fácil señalar una causa, pero es muy difícilsostenerla como tal contra la crítica científica.

Con lo dicho no hemos terminado lo mucho que hay que decir de laacción endocrina del óvulo, especialmente, si está fecundado. En este caso,es él el que comienza una actividad febril y constante, verdaderamente ma-ravillosa que no parará hasta convertir aquel germen en la estupenda obra,v- g-, del organismo humano, tan complicado por la variedad de órganosy funciones, tan armónicas y teleológicas que constituyen la mayor maravi-lla del mundo. Es evidente que para llegar a alcanzar tan alta complicaciónevolutiva necesita ejercer una estupenda acción sobre el conjunto de agen-tes que le rodean y desde luego sobre los órganos maternos, en cuyo senoSe desarrolla. Es él el que todo lo subordina y pone a su servicio: en lapared uterina provoca la formación de la placenta, como ya queda indicado ;wfluye en la placenta, comunicándole propiedades físico-químico-fisiológicasPeculiares, haciéndole' rendir, cuanto necesita, para su crecimiento y des-arrollo.

En dos trabajos, presentados a esta Real Academia, demostramos laParte que t { e n e j a p i a c e n t a e n ]a formación de células redondas del hígadombrioriario o fetal, convirtiéndolo en un órgano hematopoyético. Ahora

^"eremos tocar otra propiedad de la placenta a conscuencia naturalmentela implantación del huevo y es la formación de la sustancia fibrinoide.

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Llámase así una especie de exsudado o coágulo que se tiñe fuertementepor la eosina como se tiñe la hemoglobina de la sangre. Fibrinoide se laha llamado, porque se supone formada por fibrina modificada, como que sela conoce también con el nombre de fibrina canalizada (Langhans), segura-mente porque aparecen en ella hendiduras o cavidades a guisa de canales.Atendidas sus propiedades histoquímicas, no coincide con la fibrina; por locual Grosser prefiere el nombre de fibrinoide.

No es claro el origen de esta sustancia. Hay quien sospecha que seorigina de la capa sinicial de las vellosidades coriales ; otros más bien creenque proviene de la placenta materna. De esta opinión serían seguramenteRetter y Voronoff, ya que parece que han provocado su aparición en lamucosa uterina de la cabra, injertando en ella ovario ; lo cual es otro argu-mento en favor del poder endocrino del óvulo u óvulos, ya que el ovariolos contiene. En todo caso creemos haber dado en la placenta de un embriónde conejo de once días con imágenes tan claras sobre el origen de una sus-tancia que conceptuamos como fibrinoide que no parece se pueda pedir más:según dichas imágenes la sustancia fibrinoide es de origen plancentar ma-terno. La figura 9, que ilustra este hallazgo, habla por sí sola. Se hallaesta sustancia en plena placenta materna y parece unir tiras conjuntivasque separan las glándulas uterinas entre sí, algo así como un cemento rojo.Como al lado mismo se hallan vasos maternos con sus glóbulos rojos enu-cleados, teñidos igualmente que la sustancia fibrinoide, parece que ésta noes más que una trasudación de la hemoglobina. Esto puede ser un indiciode que la fibrinoide no es ningún cemento, ni tiene por fin la unión mecáni-ca de porciones de mucosa, sino más bien función nutritiva ; sobre lo cualno hallamos opinión, ni, por consiguiente, que se haya dicho la última pa-labra. Esta sustancia que nosotros, como queda bien dicho, conceptuamoscomo fibrinoide, abunda notablemente en la placenta materna del conejoen este estudio (fig. 9).

Para no alargar más de lo justo esta exposición de la actividad hermo-nal del huevo, diré sólo cuatro palabras sobre una de las últimas funcioneshormonales de él, respectivamente del embrión o feto, en la vida intrauteri-na, y es la que determina su salida del útero. Todo el mundo sabe que,terminado el tiempo de la gestación, sale el fruto al mundo externo. La ex-pulsión de él depende mecánicamente de las contracciones uterinas; Pe r0

se puede preguntar, ¿cuál es el determinante de estas contracciones? ¿P° r

qué no se verifican antes? —Otra vez tropezamos aquí con causas que esca-pan a nuestra vista; pero que nadie puede ponerlas en tela de juicio. E° e

Congreso Científico de Zaragoza un médico portugués hablaba de hormonasproducidas por la madre para esta expulsión. Pero, si bien miramos, no pareceque la primera iniciativa para la salida del fruto, puede proceder de la madre.desde luego se ofrece la cuestión ¿por qué no se contrae la musculatura antes-Si todo depende de la madre, parece natural que, al sentirse en el útero

Kig. 9.—l'orción de placenta de coneja grávida de 11 con sustancia fibri-noide. X 150-200.

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presencia del fruto, las capas musculares deberían echar cuanto antes aquelbulto, que incluso ejerce gran presión sobre las paredes y esto cada vezmás, mientras va creciendo dentro del útero el feto. Y sin embargo, no esasí, sino que las capas musculares se contraen, cuando el fruto está maduroy no antes. Esto indica que el primer paso para la salida viene del mismofruto. Es seguramente él el que, estando ya maduro para llevar vida inde-pendiente, avisará por vía hormonal a la madre, esto es, hará que direcca oindirectamente se produzcan en la madre excitaciones nerviosas que determi-nen la concentración muscular. Esta es nuestra opinión fundada en la mis-ma naturaleza de las cosas y en el hecho de ver cómo el huevo, el embrióno feto, es siempre como el director de orquesta, en virtud de las leyes em-briológicas. Es él la fuente de la vida y el gran resorte que todo lo muevey subordina a sus fines.

Al terminar, téngase presente que aquí no hemos hecho otra cosa quetocar algunos casos concretos de la actividad hormonal del huevo, acasopoco conocidos o de significación poco estudiada. Por lo demás, intermina-bles nos haríamos si quisiéramos perseguir esa secreción a través de todoslos estudios evolutivos. Y se comprende; porque siendo la vida organiza-da, desde el punto de vista material, un continuo quimismo, los estudios quí-micos, que se ponen en juego a cada paso, son incontables. Ellos represen-tan un gran papel, seguramente el más importante en la Biogénesis deOsear Hertwig, como que parece quererlos hacer los agentes fundamentalesde la evolución orgánica, con ser la organización tan complicada. Nosotrosque hemos combatido, en su parte flaca, esa teoría, no dejamos de confesar elpapel importante que tienen como medios o condiciones de vida. Pero si nose admitiese un principio vital a la manera que admiten los escolásticos, cosa<jue no quiere admitir O. Hertwig como expusimos en las Conferencias a losmédicos de Valencia, no se podría explicar el orden, la armonía, la autote-leología del ser que se forma en la evolución ontogénica : es preciso admitir1111 Principio director de toda esa complicadísima marcha evolutiva ; y estePrincipio reside en el óvulo fecundado y por esto hemos insistido en que el™evo es el director de todo, y todo lo que hemos expuesto en este trabajo,n o s lo demuestra evidentemente.

Finalmente, queremos llamar en último lugar la atención sobre lo con-veniente .,ue seria, investigar la naturaleza química o físico-química de lashormonas, tanto de las que nos lian ocupado ahora como de las que nos po-dr'an ocupar, si quisiéramos analizar las de los organizadores, de que ha-damos en nuestro discurso de entrada en esta Real Academia ; pero estose sale de los límites del campo morfológico, en que se desarrolla nuestraactividad microscópica, y entra de lleno en el dominio de la Física-Química

iológica De esta manera de las dos cuestiones que se pueden proponerresPecto de las hormonas, a saber, an sint et quid sint, esto es, si existeny lué son, hemos procurado responder a la primera, esto es, que existen

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ciertamente, ya que sin ellas no podemos explicarnos los hechos, dejandopara los físico-químicos el responder a la segunda, esto es, qué son, cuáles su naturaleza química, cosa que se ha de buscar por otros métodos que eldel microscopio.

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