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HISTORIA CULTURAL,HISTORIA DE LOS SEMIFOROS.

Krzysztof Pomian

HISTORIA CULTURAL,HISTORIA DE LOS SEMIFOROS.

Krzysztof Pomian

Historia cultural, historia de los semiforos. Para esta digitalizacin, se ha insertado la portada original de la 1 edicin en espaol en la pgina anterior. El proyecto Al fin liebre ediciones digitales intenta hacer referencias a todos los datos originales posibles de las publicaciones de donde se toman los textos. Tomado de: KRZYSZTOF, Pomian. Histoire culturelle, histoire des smiophores en AA.VV. Pour une histoire culturelle. Rioux, Jean-Pierre y Jean Franois Sirinelli, coords. Pars. Editions du Seuil. 1997. (versin en espaol: KRZYSZTOF, Pomian Historia cultural, historia de los semiforos en AA.VV. Para una historia cultural. Rioux, Jean-Pierre y Jean Franois Sirinelli, coords. Mxico. Editorial Taurus. 1999). pp. 73-100. * Los nmeros de pgina no se corresponden con el original. De esta digitalizacin: Diseo de portada Froy-Balam Imagen de portada Imagen de internet, disponible en Digitalizado en Xalapa, Ver. Cmo citar este documento? KRZYSZTOF, Pomian. Historia cultural, historia de los semiforos. [en lnea] Xalapa, Ver. AL FIN LIEBRE EDICIONES DIGITALES. 2010. 32 pp. [ref. aqu se pone la fecha de consulta: da del mes de ao-]. Disponible en Web: AL FIN LIEBRE EDICIONES DIGITALES 2 0 1 0

NDICE01. EL ACERCAMIENTO SEMITICO Y EL ACERCAMIENTO PRAGMTICO ... 7 02. LOS SEMIFOROS ENTRE OTROS OBJETOS VISIBLES ................................ 12 03. LA DIVERSIDAD DE LOS SEMIFOROS ........................................................... 18 04. LA CONTROVERSIA SOBRE LA NOCIN DE CULTURA ............................... 23 05. COMENTARIOS FINALES .................................................................................... 29

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La historia en tanto saber universitario, en el sentido que le damos a esta expresin no un comentario de las obras de los antiguos historiadores, sino el estudio, la explicacin y la descripcin del pasado, tiene .sus orgenes en Goettingue durante la segunda mitad del siglo XVIII. Los doscientos aos que nos separan se pueden dividir en tres grandes periodos. En el primero, que dur hasta la segunda mitad del siglo XIX, la historia poltico-diplomtica mantuvo el papel rector en el conjunto) de disciplinas histricas. En el segundo, que termin en los aos setenta de nuestro siglo, este papel le toc a la historia econmica y social. Desde entonces, pertenece a la historia antropolgicocultural. En la poca de su preeminencia, cada una de esas disciplinas intent tratar a las otras dos como auxiliares, o bien proporcionarles los conceptos que deberan permitirles pensar el pasado que ellas sondeaban, e integrarlo en una totalidad inteligible. Pero, en lo esencial, cada una privilegi a otro objeto. La primera, al Estado como poseedor de la soberana, promotor de las leyes cuyo respeto que l mismo impone asegura el orden en su territorio, nico actor legtimo en las relaciones internacionales, habilitado para concluir los tratados y para hacer la guerra. La segunda, las clases sociales, que se distinguen por el lugar que ocupan en la produccin o en la reparticin de los ingresos y portadoras de intereses y de aspiraciones opuestas, incluso incompatibles. La tercera, las obras con sus autores individuales o colectivos y los comportamientos de los grupos humanos a los cuales pertenecen, que definen el carcter especfico de esos grupos, contribuyendo al mismo tiempo a crearles un sentimiento de identidad. De este tercer periodo trata el texto siguiente.

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EL ACERCAMIENTO SEMITICO Y EL ACERCAMIENTO PRAGMTICO

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Tomemos como ejemplo relatos que habitualmente se asignan a la literatura, y comparemos dos acercamientos; uno de ellos los toma por obras literarias y el otro, por libros. Suponemos que estn aplicados con conocimiento de causa y con espritu de continuacin, y no, como suele ocurrir, mezclados uno con otro sin que nos demos cuenta. Suponemos tambin que ninguno utiliza los procedimientos que son, en su terreno, ilegtimos. Comencemos por constatar que la obra literaria es invisible, pues lo que vemos siempre es un libro, manuscrito o impreso, y en ste, pginas cubiertas de manchas de tinta de formas diversas. Para pasar de esas pginas y de esas manchas a la obra literaria, hay que disponer de una capacidad que rebasa, y de lejos, la de mirar de manera correcta. Hay que saber leer, es decir, reconocer esas manchas como signos de una escritura, relacionados con sonidos de un lenguaje determinado y comprender las asociaciones de esos sonidos; las relaciones, a su vez, con lo que ellos significan, con lo que designan y con lo que expresan. Es necesario, entonces, tener memoria tanto del lenguaje como de la escritura, y hay que saber pensar, es decir, establecer entre las unidades lingsticas de diferentes niveles los lazos que constituyen un todo, en determinado caso, la obra literaria. Y stas no son sino condiciones necesarias mnimas. La obra literaria es entonces un objeto invisible y el libro un objeto visible. Esta diferencia de naturaleza ontolgica acarrea muchas otras. La obra literaria no vara con respecto a sus relaciones fsicas, si solamente existe entre ellas una correspondencia biunvoca; se le puede recitar, escribir, imprimir, numeralizar y sigue siendo la misma. Es invariable en lo que respecta a sus realizaciones psquicas, por eso, aunque sean tan numerosas como los lectores, stos pueden, cuando hablan de su tema, hablar de una misma obra, con tal de que dispongan de competencias que les permitan comprenderla. Y es invariable, finalmente, en lo que se refiere a sus realizaciones lingsticas, lo que hace posible traducirla. Dicho esto, en el primer caso, la obra no sufre ninguna deformacin, mientras que puede ser altamente deformada en los otros dos. Se trata, sea como sea, de satisfacer ciertas condiciones para que la identidad de la obra no se vea afectada. Se logra incluso preservarla, de manera que la obra sigue siendo reconocible, cuando sta se traspone fuera del lenguaje, en una fila de imgenes inmviles, en un espectculo teatral, en una pelcula. Es intil demostrar que nada de todo eso se aplica al libro, inseparable de su forma fsica; de ah los problemas jurdicos y financieros que plantea a los 8

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bibliotecarios, editores y libreros la propagacin de las tcnicas informticas de grabacin. Estaremos de acuerdo probablemente en que una lista de nmeros grabada en un disquete y leda por una mquina no es de ninguna manera un libro, aun si esto significa realizar tal o cual otra obra literaria y aun si, una vez la mquina conectada a una impresora, permite producir un libro; por definicin, un libro debe poder leerse sin la mediacin de una mquina. En otras palabras, un libro se muestra en la percepcin como libro porque lo distinguimos a simple vista como un conjunto de hojas de papel blancas o cubiertas de manchas de tinta sin ninguna significacin, lo que no ocurre en el caso de un disquete, del que no sabemos si es virgen o si lleva informacin, antes de haberlo introducido en una mquina para la cual est adaptado. Desde ese punto de vista, las microformas no son libros: aunque se pueda ver que estn cubiertas de signos, no podemos leerlas sin un lector apropiado. Pero un rollo de papiro o un cdice en pergamino son formas diferentes del libro. En el inventario de las diferencias entre el libro y la obra literaria, podemos ahora aadir algunas ms. La obra literaria existe fuera del tiempo y del espacio, pues en todas partes y siempre sigue siendo idntica a ella misma. En ese sentido, es una entidad ideal. El libro, como objeto visible, pero tambin tctil, existe evidentemente en el tiempo y en el espacio: ocupa lugar, pesa, cambia. La obra literaria es, en cada caso, nica: no existe ms que una Madame Bovary y una sola Divina Comedia. A cada obra literaria corresponden, sin embargo, ciertos libros. Ocurre, es cierto, que las obras sean conservadas en un nico manuscrito o en un solo ejemplar impreso. Pero tales casos, siempre excepcionales, son cada vez ms raros. Como entidad ideal, la obra literaria no se dirige ms que a dos personas: un narrador que la hace acceder al ser, y un lector al que se dirige y que no es sino un lector virtual. Uno y otro tienen una existencia tan ideal como la obra misma, y slo la obra les permite encontrarse. El libro hace trabajar industrias enteras que producen papel, tintas, material de imprenta; exige tambin impresin, energa, transporte, publicidad. Moviliza adems toda una colectividad: el autor en tanto que persona fsica y funcin social, el editor con su equipo, el personal de imprenta, el distribuidor y sus servicios, los transportes, las libreras, los lectores que deben disponer no solamente de las capacidades idneas, sino tambin del poder de adquisicin que les permita comprar el libro o en su defecto, de la posibilidad de leerlo en un biblioteca. Requiere de capitales y de normas que regulan las relaciones entre los distintos actores del mercado donde es objeto de toda una cascada de transacciones. Necesita, entonces, como teln de fondo, del derecho, de la justicia y del Estado. La historia de las obras literarias est organizada por relaciones puramente formales: similitudes, oposiciones, prstamos, transformaciones. Estrictamente hablando, no es una historia sino una combinatoria imperfecta 9

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que toma en cuenta la sucesin temporal. En cuanto a una geografa, una sociologa o una economa de las obras literarias, estn por definicin excluidas, puesto que estas ltimas son entidades ideales. Es completamente distinto lo que ocurre con el libro. Se estudia la historia, se disean los mapas de la propagacin de ciertos ttulos, imprentas, libreras, bibliotecas; se hacen encuestas sobre la lectura en funcin del sexo, de la edad, de los ingresos, de las profesiones ejercidas, del nivel de educacin, del tiempo que se le consagra, de la preferencia por ciertos gneros de escritura, por ciertos temas, por ciertos autores; se analizan los costos de la produccin y de la distribucin, los precios, las cargas fiscales. Todas esas cosas, a fin de cuentas perfectamente conocidas, se recordaron aqu para hacer resaltar, de la manera ms flagrante, el contraste entre dos acercamientos de los escritos que se le asignan a la literatura, uno de los cuales proviene de diferentes teoras, principalmente fenomenolgicas y estructuralistas, de la obra literaria, de la literatura y de los gneros literarios, y el otro, representado por el conjunto de investigaciones sobre el libro, los peridicos, las bibliotecas. Esos dos acercamientos se hablar tambin de tratamientos o de perspectivas se excluyen recprocamente en el sentido en que uno no le deja ningn lugar al otro; de hecho, cada uno plantea preguntas diferentes y se despliega en realidades distintas. El primero entre los signos, las significaciones y las estructuras; el segundo entre las cosas, las acciones y las series temporales. El primero ser designado desde ahora acercamiento semitico; el segundo acercamiento pragmtico. Uno y otro estn presentes desde los primeros decenios del siglo XX, no solamente en los estudios literarios, sino en casi todos los campos de las ciencias humanas. As, en el estudio de las artes plsticas, tenemos la iconologa que se interesa prioritariamente por lo que permanece invariable en lo que concierne al paso de la escritura y por lo tanto del lenguaje usual a trazos de lpiz, pinceles o cinceles, cuya asimilacin en una modalidad del lenguaje autoriza una lectura de las obras de arte para explicitar los significados. En el polo opuesto, tenemos diversas investigaciones que tratan esas obras principalmente, si no exclusivamente, como visibles u observables: productos, en cada caso, de la mano y del ojo de tal o cual individuo; aleaciones de ciertos materiales de dimensiones determinadas; aplicaciones de diferentes tcnicas; objetos pertenecientes a individuos o grupos de tal o cual recepcin, de lo que dan testimonio los precios pagados para adquirirlos, los lugares en que se les expone y las maneras de exponerlos, los comentarios expresados sobre ellas. En el estudio de las creencias mgicas, religiosas o ideolgicas, o de las doctrinas filosficas, teolgicas, polticas, jurdicas, sociales, econmicas, etc., reencontramos la historia de las ideas, interesada, sobre todo algunos de sus adeptos, nicamente en entidades invariables con respecto a sus realizaciones, sean las que sean, y libres de toda relacin con un tiempo o un espacio; en una palabra, en entidades ideales y por tanto designadas, con 10

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razn, por un nombre de resonancias platnicas. Se enfrentan a esto investigaciones que colocan nuevamente los discursos proferidos oralmente o por escrito entre los comportamientos visibles, o que lo fueron, de los individuos, de los grupos, de las organizaciones, de las instituciones situadas en un tiempo histrico y en un espacio fsico y social a la vez. Y que tratan de establecer no cules son las ideas que debera conducir tal o cual relato y que el historiador debera mostrar, sino cmo ese relato fue comprendido por sus lectores en las pocas sucesivas de su recepcin, qu reacciones suscit, qu malentendidos provoc, qu controversias desencaden. Pasa lo mismo en el estudio de la ciencia a quienes la toman como ideal, en todos los sentidos de la palabra, y que entonces asimilan a ella la historia, como una sucesin de teoras, productos de un mero trabajo intelectual de individuos desinteresados, consignados en escritos, a quienes se oponen los que insisten en el papel de la experimentacin y, por tanto, de los instrumentos que se manipulan, en todos los sentidos de la palabra, as como en la dimensin social y material de la investigacin con sus conflictos y sus rivalidades alrededor de intrigas como las del poder, el dinero o el prestigio. Como es evidente, esto no agota la pluralidad de los acercamientos que manifiestan las publicaciones que conciernen a los terrenos revisados aqu rpidamente, pues hay algunos que siguen sin cambios desde el siglo pasado; volveremos a esto. Queda por decir que, en las ciencias humanas contemporneas, la lnea de reparto principal opone el tratamiento semitico al tratamiento pragmtico. Esta dualidad forma parte del paisaje a tal punto que uno ya no lo percibe. Si, entre los aos veinte y los aos cincuenta, los promotores del tratamiento semitico luchaban para garantizarle primero el derecho de ciudadana, y despus una posicin dominante, o exclusiva, multiplicando las polmicas, los manifiestos y los programas, desde hace ms o menos tres decenios reina en las ciencias humanas una coexistencia pacfica. Unos toman sus objetos de estudio desde una perspectiva semitica, otros desde una perspectiva pragmtica, los terceros con ligereza, pues de manera inconsciente conjugan una y otra como si no fueran incompatibles. Otros an tratan, a veces con xito, de encontrar una perspectiva unitaria: como casi nunca la justifican con consideraciones tericas, no se distinguen de los que ilegtimamente mezclan las dos. Slo podran introducir cierto trastorno los que refutan a las ciencias humanas en su principio mismo, arguyendo que no hacen sino producir ficciones y que los argumentos presentados para justificar las afirmaciones enunciadas no son ms que procedimientos retricos expuestos para imponerle al pblico opiniones incurablemente arbitrarias. Pero muy rara vez avanzan con la cara descubierta.

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LOS SEMIFOROS ENTRE OTROS OBJETOS VISIBLES

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Regresemos a la obra literaria y al libro, pero ahora mirmoslos de otra forma para advertir que habitualmente no tenemos pruebas ni de la significacin pura ni del objeto visible sin ms. La tenemos de un libro como soporte de la obra literaria; ms exactamente, como unin de signos que transcriben esta obra por ejemplo, las letras del alfabeto latino reunidas conforme a las reglas de una lengua determinada o de imgenes en blanco y negro o en colores y de un soporte de esos signos: hojas de papel pegadas o cosidas bajo una misma portada: las hojas impresas, pegadas o cosidas en un orden determinado, para que alguien las lea en el orden que ellas prescriben. Dicho de otra forma, para programar el comportamiento de un destinatario a fin de convertirlo en un lector. Visto desde este ngulo, el libro ya no es nicamente un objeto visible: remite a un destinatario exterior y a una significacin invisible que se supone que ste debera poder extraer al leerlo. Pero la obra literaria, por su parte, no es solamente una entidad ideal, pues existe, realmente en el intelecto del lector: cuando lee un libro y lo comprende, ste programa en cierta medida dependiendo de su contenido y circunstancias, sus estados internos y a veces sus comportamientos. En esta perspectiva, el libro es un semiforo: un objeto visible investido de significacin. Pero no lo es de una vez y para siempre. Ser semiforo es una funcin que el libro no conserva ms que cuando se adopta frente a l una de las actitudes programadas por su forma misma: cuando uno lo lee, lo hojea o, por lo menos, cuando lo pone en las repisas de su biblioteca, en una librera o en una tienda de libros viejos. Lo trata tambin como semiforo quien lo conserva porque ve en l un libro, sin estar dispuesto a leerlo, o el que no ve ms que un objeto extrao o precioso que debe ser conservado por eso. Y el que ordena quemarlo, convencido de que puede ejercer una influencia nociva en los lectores o porque quiere destruir las elaboraciones escritas por un grupo, con el fin de destruir al grupo mismo. Pero cuando calzamos con un libro un mueble que cojea, o cuando utilizamos un libro para alimentar una hoguera, deja de ser un semiforo y se convierte en una cosa; esta nocin se explicar ms adelante. Es cierto que la propia apariencia de un libro sugiere que fue producido para leerse o mirarse, pero eso no basta para que sea actualmente un semiforo, si nadie es capaz, de reconocer en l esta funcin. Abandonemos aqu el ejemplo del libro. Para aclarar la nocin de semiforo y mostrar su alcance en toda su generalidad, procedamos a una clasificacin del conjunto de objetos visibles (dejaremos entonces de lado 13

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todos los objetos percibidos por otros sentidos diferentes a la vista). Tal clasificacin exhaustiva de objetos visibles, compuesta de un pequeo nmero de secciones, parece, por su extrema heterogeneidad, condenada de antemano a un fracaso. Sera, en efecto, as, si nos limitramos a clasificar los objetos nicamente a partir de su forma y de los materiales de los que estn hechos. Nuestro proyecto sera de cualquier forma fcil de realizar, si clasificramos los objetos segn su origen: producciones naturales y producciones humanas. Se vuelve un poco ms difcil, pero sigue siendo realizable, cuando nos remitimos a funciones de objetos identificadas, por cada quien, con el destino que le otorga el productor, individual o colectivo, y con el empleo que le dan los usuarios. Tratamos as de dividir el conjunto de objetos visibles en algunas clases funcionales. En ese punto, no dejarn de replicarnos que hay tantos destinos conferidos a los objetos como tipos de objetos y que, por tanto, el criterio funcional no permite evitar la multiplicidad casi ilimitada en la que nos encierran los criterios morfolgico y material. Pero no es as, pues a diferencia de las formas y de los materiales, que son cualitativamente irreductibles unas y otros, las funciones, por especficas y puntuales que sean, se dejan tratar como casos particulares de funciones ms generales, como lo ilustra la historia de las herramientas, por ejemplo, caracterizada por su diferenciacin progresiva. Nuestro propsito consiste, entonces, en determinar las funciones ms generales que hubieran permitido dividir el conjunto de objetos en algunas clases, dentro de las cuales se puede proceder a especificaciones tan a fondo como se quiera. Existe otra objecin segn la cual, por regla general, el destino de un objeto no coincide con su empleo o con sus empleos; ms adelante veremos ejemplos. Cmo se puede entonces asimilar la funcin de un objeto a su destino y a su empleo? Para responder, notemos primero que el destino asignado a un objeto por su productor, individual o colectivo, dicta la eleccin de los materiales que se utilizan para fabricarlo y la forma que les ser impuesta. La funcin de un objeto est inscrita, entonces, en su apariencia y se hace visible gracias a sta. En cuanto al empleo y a los empleos, dejan en general huellas, modificando en grados variables tales o cuales otros aspectos de la apariencia original. En tanto que inscrito en la apariencia visible del objeto, su destino inicial determina el abanico de sus empleos ms probables. Pero los empleos reales de este objeto pueden a veces apartarse mucho. Entre unos y otros se despliega toda la historia del objeto entre los hombres, resultado de las variaciones de su funcin en el tiempo y en el espacio, y de los cambios que sufre por ese hecho su apariencia visible. Notemos ahora que con toda certeza existen objetos visibles entre los cuales algunos no tienen ningn destino porque no fueron producidos por los hombres, y otros no tienen ningn uso, lo que explica su eliminacin en el espacio donde aqullos viven. Unos y otros parecen cuestionar una clasifica14

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cin funcional de los objetos visibles. De hecho, le dan una confirmacin. Antes de haber sido transformados por los hombres, las materias primas, las plantas y los animales salvajes, los elementos como el agua, la tierra, el aire, el fuego producido por el sol, el rayo o los volcanes, el cuerpo humano mismo, en fin, no tienen ningn destino originario. Poseen, sin embargo, usos de los cuales los ms probables estn determinados por sus apariencias visibles o por sus propiedades observables. Esto los constituye en una clase funcional aparte, que rene todo lo que los hombres encuentran en su medio ambiente; los objetos que forman parte de esta serie recibirn el nombre de cuerpos. Pasemos a los que no tienen ningn empleo. Los rastros que llevan muestran que, a diferencia de los cuerpos, todos tuvieron un destino y usos para los que ya no se prestan, ya sea por los cambios de su apariencia visible o de sus propiedades observables, ya sea porque sus mismos usuarios cambiaron. Esto los constituye como una clase funcional aparte, que rene todo lo que los hombres abandonan, evacuan o destruyen; los objetos que forman parte de ella recibirn el nombre de desechos. Entre los cuerpos y los desechos que, unos y otros, se pueden dividir en numerosas secciones no pertinentes para nosotros, se reparten otras clases de objetos. Tomemos los objetos destinados a transformar la apariencia visible o las propiedades observables, o aun a modificar la localizacin de otros objetos, ya sean cuerpos, incluido el cuerpo humano, o bien productos de una transformacin previa de los cuerpos, o de una cadena, a menudo muy larga, de tales transformaciones, los destinados tambin a permitir a los hombres protegerse o proteger otros objetos contra las amenazas externas, se trate de variaciones del ambiente o de agresiones; y los destinados, por ltimo, a ser directamente consumidos o transformados con el fin de prestarse al consumo. Todos los objetos que forman parte de esta clase recibirn el nombre de cosas. Son las mquinas, las herramientas, los instrumentos, los medios de transporte, las habitaciones, las vestimentas y las armas, los alimentos, las medicinas. Son tambin las cosas que no son necesariamente inanimadas: las plantas cultivadas y los animales domesticados con la finalidad de emplearlos para uno de los usos que acabamos de enumerar. Y son tambin los hombres cuando su cuerpo se somete a alguno de estos usos. A la clase siguiente pertenecen los objetos destinados a reemplazar, a completar o a prolongar un intercambio de palabras, o a conservar sus rastros, volviendo visible y estable lo que de otra manera sera evanescente y nicamente accesible al odo; ellos recibirn el nombre de semiforos. Ya hemos estudiado un espcimen y encontraremos otros cuando propongamos una clasificacin. Mientras tanto, subrayemos los rasgos que les son comunes, pues son resultado de su propia funcin. El primero es que cada uno est compuesto de un soporte y de signos que, sin formar un lenguaje, fungen como tal. Cada semiforo est inscrito en un intercambio entre dos o varios 15

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compaeros, y entre lo visible y lo invisible. Pues cada uno remite prioritariamente a algo actualmente invisible y que no podra designarse por un gesto, sino nicamente evocado por la palabra; slo de manera derivada y secundaria los semiforos remiten a algo presente aqu y ahora. En la medida en que sustituye algo invisible, lo muestra, lo indica, lo recuerda o conserva su huella, un semiforo est hecho para ser mirado, si no es que escrutado en sus menores detalles, para imponer a sus destinatarios la actitud de espectadores. De ah la eleccin de los materiales y de las formas susceptibles de atraer y de fijar la mirada que, para producir este efecto, deben resaltar en el medio ambiente y resultar raros al compararse con sus componentes. De ah que los semiforos formen una jerarqua segn la rareza de sus materiales y formas. De ah, finalmente, la importancia que uno adjudica a los caracteres de su apariencia, que manifiestan lo invisible y que son, por tanto, signos: esto lleva a rodearlos de una proteccin, proporcional a la posicin de cada tipo de semiforo en la jerarqua, para evitarles el desgaste que sufren las cosas, que al transformar los cuerpos u otras cosas, mutan ellas mismas inevitablemente, al grado de volverse irreconocibles y, por tanto, inutilizables. Junto a las cosas y los semiforos, existe, finalmente, una clase de objetos que, emparentados en grados diversos con unas y otros, se distinguen, sin embargo, por su funcin. Estn destinados, en efecto, a producir semiforos. Forman parte de esta clase de objetos visibles: los sellos, los sealadores de pgina, pinceles, punzones, buriles, lpices, plumas, mquinas de escribir, impresoras, cmaras fotogrficas, telgrafos, telfonos, fongrafos, gramfonos, micrfonos, grabadoras, cmaras de video, emisores y sus antenas, receptores de radio y televisin, fotocopiadoras, tlex, videocaseteras, computadoras con sus discos y disquetes, casetes, pelculas. Tambin forman parte los relojes, las balanzas, las reglas graduadas, las brjulas y todos los instrumentos de observacin y de medida. Todos ellos son semiforos, pues cada uno est compuesto de un soporte y de signos. Pero esto es secundario en su caso, como es secundario para una mquina el hecho de que lleve una marca de fbrica, lo que la vuelve accesoriamente un semiforo. De igual manera, resulta secundario que algunos, a semejanza de las cosas, transformen la apariencia visible de los cuerpos o de otras cosas para que aparezcan signos y, al hacerlo, se transformen ellos mismos, sufran el desgaste. Pues la funcin primera de todos esos objetos no es ni estar cargados de significacin ni fabricar cosas, sino producir o transmitir signos con sus soportes visibles u observables, es decir, ser semiforos. Convengamos en darles desde ahora el nombre de medios. El conjunto de objetos visibles se puede as dividir, de manera aparentemente exhaustiva, en cinco clases funcionales: los cuerpos, los desechos, las cosas, los semiforos y los medios. De entrada se ve que las ltimas tres corresponden a escalones de una sucesin histrica: las cosas son mucho ms antiguas que los semiforos que a su vez son mucho ms antiguos 16

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que los medios; estos ltimos comenzaron a distinguirse a la vez de unos y otros slo a partir del siglo XVI. Por otro lado, un objeto no est destinado para siempre a la clase a la cual pertenece en su origen, por el simple hecho de que todos corren el riesgo de convertirse tarde o temprano en un desecho. Nada impide, por lo dems, que los objetos cambien de funcin a lo largo de su historia: ms tarde veremos que esto ocurre con ms frecuencia de lo que se piensa. En particular, la degradacin de un objeto en desecho no es necesariamente definitiva, pues conocemos los casos de reutilizacin de los desechos y en particular de su promocin al rango de semiforos. El simple recorrido irreversible lleva a los cuerpos hacia otras clases de objetos.

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LA DIVERSIDAD DE LOS SEMIFOROS

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Volvamos ahora al libro, pues resulta adecuado ya que hemos hablado mucho de l escoger como punto de partida un estudio ms profundo de los semiforos. Comencemos entonces por aquellos que, como el libro, se producen para ser ledos y que, en consecuencia, estn, como l, compuestos de un soporte y de signos de escritura. Se trata de las publicaciones peridicas, diarios, publicaciones oficiales, volantes, carteles, manuscritos y mecanuscritos, partituras, tablas numricas, inscripciones, placas con nombres de calle o de institucin, carteles unidos a cuadros o a otros objetos expuestos, marcas de fbrica, etiquetas, insignias. Se les dar desde ahora el nombre de textos. Forman a la vez una clase funcional y una clase morfolgica; esto ltimo, porque los signos de escritura que conllevan son los elementos constitutivos de su apariencia visible. Pero, con respecto a otras cosas, son muy heterclitos. As, entre los soportes de los signos, uno encuentra, junto al papel, los metales, la piedra, las telas, el vidrio o las materias plsticas. Aun as, dentro de la funcin que los convierte en semiforos y que consiste, recordmoslo, en reemplazar, prolongar o completar un intercambio de palabras o en conservar los trazos, tienen, lo veremos ms adelante, funciones especficas muy diferentes. A partir del libro que, puede destinarse no slo a leerse, sino prioritariamente a mirarse, pasemos a las imgenes. Y primero a los cuadros, pinturas, tejidos, bordados, recortados, grabados, ensamblados con diversos materiales, compuestos de hombres y de objetos como en los espectculos, que pueden verse directamente o por intermedio de una grabacin, compuestos tambin de plantas y de bosquecillos en jardines de esparcimiento, o incluso de inmuebles en ciertos paisajes urbanos donde los puntos de vista estn ordenados con el propsito de permitir captarlos como cuadros. Aadamos los dibujos, estampas, fotos, mapas, planos, maquetas, modelos, esculturas, instalaciones. Al igual que los textos, las imgenes forman a la vez una clase funcional y morfolgica. Pero, comparadas con los textos, se distinguen principalmente por el carcter de los signos que contienen y que ya no son, en su caso, idnticos a los signos de la escritura. Son matices del negro y del blanco, colores, lneas, manchas, superficies, volmenes, mmicas y gestos, y las relaciones que se establecen entre ellos. Son adems accidentes de fabricacin, lo pulido o la rugosidad, lo brillante o lo mate, la transparencia o la opacidad. A veces son tambin dimensiones. Convengamos en darle a esos elementos de las imgenes el nombre de signos icnicos. Varios rasgos los distinguen de los signos de la escritura. stos son inseparables del lenguaje cuyos sonidos representan, como las letras del 19

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alfabeto, o, en el caso de los conceptos, como los ideogramas. Aqullos no mantienen con el lenguaje ms que un nexo extremadamente tenue. Cada uno visto por separado no representa nada; habra que conjugar varios y apartar el conjunto as creado del exterior para que pueda, eventualmente, representar algo. Para que sean reconocibles, los signos de escritura deben responder a un modelo: Los signos cnicos dependen totalmente de quien los traza. Los primeros no pueden combinarse ms que obedeciendo a ciertas reglas; Los segundos se pueden combinar libremente; cada combinacin puede ser juzgada segn el efecto que produce en el espectador. Los primeros son autnomos con respecto a sus soportes. Los segundos pueden no disponer, en relacin con estos ltimos, de ninguna autonoma y, cuando la tienen, es generalmente muy limitada. Los textos describen todas las modalidades de lo invisible. Las imgenes slo pueden mostrar algunas, las que pertenecen al pasado, an si se les sita, por lo dems, en la realidad trascendente. No se puede mostrar el futuro, pues no puede ser visto antes de llevarse a cabo; las imgenes que pretenden mostrarlo slo transmiten visiones imaginarias. Conocemos, sin embargo, semiforos que remiten al futuro y que, por esta razn, conforman una clase funcional y presentan formas muy variadas. Son los billetes de banco y las monedas, cuya significacin es idntica a su poder de compra, es decir, al conjunto de mercancas contra las que podrn cambiarse llegado el momento. Con los diferentes instrumentos de crdito, pertenecen a una clase distinta de semiforos que, por falta de algo mejor, se designarn, como sustitutos de bienes, de la que formaban parte, en otras sociedades, los lingotes de oro o de plata, las conchas, el ganado, ciertas telas, ciertas cermicas, etc. Otros semiforos remiten tambin al futuro, no porque representen objetos contra los cuales se les podr intercambiar, sino porque reglamentan los futuros comportamientos de los hombres; Las luces de sealizacin en las autopistas y los innumerables ideogramas que prescriben hacer esto o aquello: los que prohben la entrada por tal puerta, los que indican la ubicacin de tal servicio, o los iconos sobre los cuales hay que apoyar el dedo para obtener la respuesta deseada de la computadora, proporcionan muchos ejemplos de esta clase de rdenes en plena expansin. Tambin en ese caso, nos encontramos frente a una clase funcional exclusivamente, pues, tomado en cuenta el criterio morfolgico, sus elementos son muy heterogneos: textos, imgenes, colores, luces continuas o intermitentes, lneas ininterrumpidas o entrecortadas. Situadas sobre los edificios, en las vestimentas o en las cosas, incluso directamente sobre el cuerpo humano, lo que ocurre en el caso de uniformes, adornos, joyas, tatuajes, escarificaciones y mutilaciones rituales, cambios cosmticos, modificaciones del estado natural de la cabellera, las insignias utilizan signos icnicos, a veces imgenes, pero tambin ocurre que se refieran a textos. No remiten, sin embargo, ni hacia el pasado ni hacia el futuro; manifiestan caracteres presentes pero invisibles del individuo cuyo 20

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cuerpo funciona como soporte: su pertenencia a un grupo tnico, confesional o profesional, su lugar en la jerarqua social, a veces ciertos rasgos de su personalidad. Manifiestan, asimismo, caracteres invisibles del objeto sobre el cual se les coloca: la naturaleza de la institucin que se encuentra en tal edificio, el rango de la persona que lleva tal vestimenta, el hecho de que tal cosa pertenezca a tal persona o a tal grupo. Notemos de paso que los semiforos no son nicamente objetos inanimados. Tambin pueden ser plantas o animales, en cuanto se les coloca tal o cual otra insignia. En cuanto a los seres humanos, siempre sern semiforos, incluso cuando no lleven ninguna insignia: los rasgos de su cara, sus actitudes, el aspecto de sus manos, la manera de hablar y de moverse se perciben como manifestaciones de su pertenencia y de su rango. Nos hemos alejado ya demasiado de los libros. Pero los semiforos de los cuales se ha hablado hasta ahora estn, de alguna manera, emparentados con ellos, pues todos los signos que acabamos de mencionar, detectables a simple vista, son transformaciones fsicas de la apariencia de los objetos, producidas deliberadamente con el fin de atraer la atencin del espectador sobre algo invisible y programar as sus estados internos o sus comportamientos. Sin embargo, existen objetos visibles que son semiforos, no porque hayan sufrido una transformacin de ese tipo, sino porque han sido dotados de esta funcin por otros medios. Cuando intentamos poner orden en la abundancia de los semiforos, constatamos, en efecto, que se encuentran entre ellos los representantes de todas las clases de objetos visibles: los cuerpos, las cosas, los medios, los desechos convertidos en semiforos despus de haber sido sometidos a un doble tratamiento que consista en extraerlos de la naturaleza o del uso y, al hacerlo, cambiar su funcin para colocarlos enseguida de manera que uno pudiera mirarlos, rodendolos de cuidados y proteccin, con el fin de volver lo ms lento posible la accin corrosiva de los factores fsico-qumicos e impedir el robo y las depredaciones. Dicho de otro modo, todo objeto se vuelve un semiforo como consecuencia de la descontextualizacin y la exposicin. Y lo sigue siendo mientras est expuesto. Esto es as porque colocar un objeto, sea cual sea, en una vitrina, en un lbum, en un herbario, en un pedestal, colgarlo en un muro o en el techo, separarlo con una cerca, una barrera, un cordn, una reja o simplemente una lnea dibujada que no hay que transgredir, hacer que un guardia lo vigile o ponerlo junto a un cartel con la prohibicin de acercarse y, sobre todo, de tocarlo, todo eso equivale a imponerle a las personas que se encuentran alrededor la actitud de espectadores, a incitarlas a voltear hacia ese objeto para observarlo. Contribuye a centrar la atencin sobre ese objeto y a mostrar que la contemplacin cambia a aquel que lo mira, pues le aporta algo de lo que de otra forma estara desprovisto. Lo demuestra la decoracin del edificio o del interior en que el objeto se 21

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encuentra, del mueble en el que se le exhibe, del marco que lo rodea o del pedestal en el que descansa. Tambin lo demuestran los comentarios orales o escritos que le son dedicados. Lo demuestra, sobre todo, la proteccin que lo rodea, aun si sta es absolutamente intil, pues slo son tiles los objetos que circulan entre los hombres y a los que se les confiere un uso. Esta proteccin es una manifestacin visible del alto valor que caracteriza al objeto. Ya que no le debe nada a su relacin con los otros objetos visibles, puesto que est aislado, este valor slo puede venir de sus nexos con lo invisible. As, por la descontextualizacin y la exposicin, todo objeto, sea cual sea, se ve dotado de significacin, y sus propiedades visibles se convierten en signos, aun cuando no son producto de una intervencin deliberada del hombre. La descontextualizacin y la exposicin convierten al objeto con gran facilidad, distinguen al objeto, son excepcionales, contundentes, extraordinarias, sorprendentes, y, por esa razn, contribuyen a separarlo de los otros. Los semiforos que pertenecen a esta categora sern designados con el nombre de expuestos. La transfiguracin de la que provienen se realiza, en nuestra sociedad, sobre todo en las colecciones y en los museos. En otras pocas, esto pasaba en las tumbas, los santuarios, los tesoros y los palacios. Ahora podemos ver, al menos eso esperamos, que la nocin de semiforo no se introdujo slo por el placer de alargar la lista de neologismos. Pues, cuando reflexionamos sobre las caractersticas comunes de objetos tan diferentes como son los textos, las imgenes, los sustitutos de bienes, las rdenes, las insignias y los expuestos, llegamos a la conclusin de que cada uno est compuesto de un soporte y de signos, que cada uno tiene una cara material y una cara significante, en resumen, que son todos objetos visibles cargados de significaciones. La palabra semiforo trata de asir precisamente lo que todos esos objetos tienen en comn, mostrarlos como realizaciones diferentes de una misma funcin y darle a sta un nombre; esto nos oblig tambin a describir otras funciones que pueden ejercer los objetos visibles e introducir con este propsito toda una terminologa. Pero no se trata nicamente de palabras, pues lo que se propone aqu con todas esas innovaciones terminolgicas es un nuevo acercamiento de los objetos visibles y en particular de los que hemos llamado semiforos y en los cuales se interesa en particular la historia cultural, como lo muestran nuestros ejemplos; tal acercamiento se puede extender sin dificultad a objetos percibidos por otros sentidos adems de la vista: Es un acercamiento unitario que abarca a la vez los signos y sus soportes en sus relaciones recprocas y que permite sobrepasar, con la oposicin entre la perspectiva semitica y la perspectiva pragmtica, el carcter unilateral propio de ambas.

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LA CONTROVERSIA SOBRE LA NOCIN DE CULTURA

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Hasta mediados del siglo XIX, se identific a la cultura con la cultura espiritual: el conjunto de productos del espritu humano o de la psique humana. Las dos nociones no son sinnimos, pero ponernos a diferenciarlas aqu nos habra apartado del tema. Hasta ahora, las dos perspectivas, la espiritualista y la psicologista, admiten de comn acuerdo que cada producto del espritu y de la psique humana es una obra que tiene su autor individual y que como tal es nica. La singulariza, adems de su carcter desinteresado, la ausencia de toda utilidad. Finalmente, como realizacin de un proyecto libremente concebido por su autor, representa la negacin de todo determinismo externo, y el autor aparece entonces como un verdadero creador; su personalidad excepcional que le permite producir algo radicalmente original le da, por esa razn, una estatura heroica. La forma visible otorgada a la obra es, en esta perspectiva, secundaria; lo esencial es el proyecto que encarna. Para comprenderla, es necesario referirla al proyecto de su autor. El lector, el espectador o el auditor accede a tal comprensin cuando logra introyectar, por decirlo as, en s mismo, los rasgos de la personalidad del autor que se expresan en su obra, cuando logra elevarse de este modo a su altura, en la medida de lo posible, y recrear en s mismo el proyecto que era suyo. Un mtodo semejante de estudio de la cultura, el nico vlido, recibe el nombre de hermenutica. Los objetos que privilegia, porque la forma visible de las obras parece ser lo menos importante, son textos, sobre todo literarios y filosficos. Un historiador de la cultura ejemplar es, sobre todo, si no exclusivamente, un fillogo. Despus de la segunda mitad del siglo pasado, esta posicin fue refutada por el tratamiento pragmtico de la cultura, que identifica a sta con la cultura material, incluso si esta expresin no apareci hasta los aos veinte de nuestro siglo. La cultura material engloba todos los productos del trabajo manual, fabricados por las masas y en forma masiva, para satisfacer las necesidades corporales. Son productos que expresan la pertenencia del hombre a la naturaleza y, por tanto, su sumisin a un determinismo cuyo sustrato constituye, al igual que su terreno, un objeto de debate. Esta perspectiva orienta la atencin hacia la forma visible de los productos humanos, hacia su diferenciacin, hacia su distribucin espacial y temporal, hacia el trabajo que los confecciona, los usos que se le dan y el mercado donde circulan. Todo esto debe explicarse: considerar a los caracteres del medio ambiente, segn algunos, del equipo biolgico, segn otros, del rgimen social, 24

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segn los terceros, o incluso los modos y condiciones de produccin con las reglas de intercambio y de apropiacin de los bienes materiales a los que estn unidos. Como la cultura proviene de lo repetitivo, el nico mtodo correcto de estudiarla es la estadstica, que permite dejar libre la regularidad detrs de las aparentes fluctuaciones; de ah el inters por las enumeraciones y las conclusiones que se pueden sacar. Los terrenos privilegiados de la cultura son, en esta perspectiva, la economa y la tcnica, que manifiestan mejor las relaciones del hombre con la naturaleza. Y un historiador de la cultura ejemplar practica la arqueologa prehistrica o tnica diferente de la arqueologa clsica, cercana a la filologa o la antropologa en tanto que estudio del equipo somtico y material de las sociedades primitivas, o incluso la historia econmica que sigue los progresos de la agricultura, de la industria, del comercio, las invenciones y los descubrimientos. Evidentemente, no han faltado los intentos de refutar el acercamiento espiritualista o psicologista en su propio terreno, mostrando que la literatura, el arte o la filosofa estn tambin sometidos al determinismo y, en consecuencia, deben estudiarse desde las ciencias sociales, con sus mtodos estadsticos. Tampoco han faltado los intentos opuestos de refutar el acercamiento pragmtico, mostrando que la tcnica, o la economa, dependen de fenmenos espirituales o de la psicologa individual, lo que los convierte en objetos legtimos de las ciencias humanas o mejor an: de las ciencias del espritu [Geisteswissenschaften], es decir, de la hermenutica. Pero esas controversias no han logrado invalidar las oposiciones conceptuales incorporadas en el fundamento mismo de esas perspectivas incompatibles que son la espiritualista, la psicologista y la pragmtica. Esto slo deriv en la aparicin de la perspectiva semitica en los aos veinte de nuestro siglo. Esta ltima, para empezar, rechaza primero la suposicin segn la cual la divisin de los fenmenos en espirituales (o psquicos) y corporales (o fsicos) integrada implcitamente en la oposicin entre la cultura espiritual y la cultura material es a la vez exhaustiva y disyuntiva, es decir, que cada fenmeno pertenezca a uno u otro de esos campos. El acercamiento semitico pretende, en efecto, haber demostrado que el lenguaje es a la vez intelectual y sensible, fsico y psquico, y que esos dos aspectos son tan inseparables como el anverso y el reverso de una hoja de papel. Rechaza tambin la suposicin segn la cual sera exhaustiva y disyuntiva la divisin de los fenmenos en individuales y colectivos (o sociales), pues la perspectiva semitica pretende haber demostrado que en el lenguaje esos dos aspectos no se pueden separar. Adems, la perspectiva semitica rechaza el planteamiento de que es exhaustiva y disyuntiva la divisin de todo lo que puede ser objeto de conocimiento en fenmenos accesibles a una intuicin sensorial, por un lado, y en cosas en s que estn fuera de su alcance, por otro, al mismo tiempo que escapan al intelecto humano, incapaz de comprenderlo directamente, y, por tanto, a la razn terica. Pretende haber demostrado que la lengua, a diferencia de la palabra, no es ni lo uno ni lo otro, sino que constituye un sistema de signos en 25

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el que cada quien une una cara intelectual y una sensorial en un todo, cuyos componentes no se pueden separar ms que en forma de pensamiento. La cultura aparece en esta perspectiva a imagen y semejanza del lenguaje: es el conjunto de los sistemas de signos, y las producciones humanas slo forman parte de l si son sistemas de signos. Tambin la investigacin privilegia, junto con el propio lenguaje, los principios de clasificacin de los hombres y de los objetos inscritos en las diferentes costumbres, por ejemplo culinarias, o de formas de vestir, en la vida sexual, en la organizacin espacial de las sociedades. Privilegia tambin las reglas del intercambio matrimonial y de las relaciones de parentesco, as como los mitos, los ritos, las creencias, las obras literarias. El mtodo idneo de estudio de la cultura lo proporciona el anlisis estructural que trata a los objetos en los que se aplica como sistemas de signos y que, por ese hecho, slo se interesa en los hechos sincrnicos, los nicos que forman un sistema: dicho de otra forma, evacua al tiempo, con el que no sabe qu hacer. El lingista, el etnlogo o el semilogo que practican de manera ejemplar el anlisis estructural no son historiadores de la cultura. Son tericos de tales o cuales sistemas de signos. Con el acercamiento semitico, las ciencias humanas descubren la teora que, corno toda teora, debe en principio no ser contradictoria; de ah el llamado a las matemticas, las nicas capaces de satisfacer esta exigencia. Y stas se desvan de la historia. Todos los intentos por integrar a la perspectiva semitica una diacrona han terminado, hasta hoy, en fracasos, cuando no se quedaron en declaraciones de intencin sin efecto alguno. La historia de la cultura slo aparece como nica forma legtima del saber sobre la cultura en una perspectiva espiritualista, pues sta proviene de la asimilacin de la humanidad en un individuo que se desarrolla desde el nacimiento hasta la madurez; pero en un individuo inmortal, infinito, cuya madurez durar eternamente y cuyo desarrollo no se detendr jams, pues aspira insaciablemente a la perfeccin. sta es la definicin ms simple del espritu, cuya encarnacin supuestamente es la humanidad que, al mismo tiempo, es el sustrato y el creador de la historia. Sustrato, pues los individuos y las colectividades empricas que la llenan con sus actos y obras son nicamente sus exteriorizaciones, sus manifestaciones visibles. Creador, pues su produccin sucesiva no se hace en un orden azaroso, sino en un orden que resulta de su orientacin teleolgica, de su deseo de realizar en su plenitud lo verdadero, lo bueno y lo bello. El psicologismo radical y el igualmente radical materialismo variante extrema de la actitud pragmtica se vieron evidentemente obligados a rechazar la identificacin de la humanidad con un individuo, con todas sus consecuencias. Tanto uno como el otro vean a la humanidad como dividida en una pluralidad de grupos diseminados sobre la superficie de la tierra y diversificados en funcin del medio ambiente que ocupaban. El espacio era 26

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para ellos no menos importante, si no es que ms importante que el tiempo. Sin embargo, la conviccin de que la historia es la nica forma posible de saber sobre la cultura o la nica junto con la psicologa poda justificarse en tal contexto por la idea de la evolucin de las especies biolgicas, partiendo de la especie humana. El sustrato de la historia, en este caso, esta identificado con la vida, cuyas manifestaciones visibles representan los individuos y las colectividades empricas. La propia historia es obra de la tendencia, inherente a la vida, de hacer que triunfen los individuos o los grupos mejor adaptados a las exigencias de sta, capaces de ganar la lucha por los bienes que permiten sobrevivir y de dominar a los otros. Versiones, ms moderadas por menos rigurosas, del acercamiento psicologista o materialista tomaban prestada del espiritualismo la idea de la humanidad, ms all de su diversidad, rechazando en tal humanidad una orientacin teleolgica. Desde su punto de vista, la direccin de la historia es el resultado de los conflictos, rivalidades y esfuerzos de los individuos y de los grupos para asegurarse el mejor lugar, segn las necesidades de la vida o las leyes de la naturaleza. Esto bastaba para fundar la conviccin de que la historia sera la nica forma concebible de saber sobre la cultura o que comparte ese privilegio con la psicologa. A fin de cuentas, tanto para los defensores del acercamiento espiritualista como para los que escogieron el acercamiento pragmtico, la primera pregunta que hay que plantearle al objeto que uno estudia un acontecimiento, una persona, una institucin se refiere a su gnesis: por un lado, sobre los factores de los que es producto y sobre los medios que lo trajeron a la existencia; por otro, sobre su lugar en la historia, sobre su pertenencia a esta o aquella etapa de la historia de la humanidad. La perspectiva semitica impone otro cuestionario, pues no reconoce ningn sustrato de los cambios, tales como el espritu, la vida, la humanidad o sus equivalentes. En la medida en que para ella slo existen signos, reduce la realidad a relaciones, ya que un signo es idntico al conjunto de diferencias entre l y los otros signos. La pregunta de la gnesis pierde entonces su primaca, si no es que su pertinencia, en beneficio de la pregunta sobre la estructura, es decir, del sistema de relaciones inmanentes al objeto estudiado. Y la teora sustituye a la historia. Ahora bien, la concentracin sobre la estructura lleva tambin a marginalizarse, incluso a eliminar la problemtica de las relaciones entre los signos y sus soportes. Estaba, sin embargo, presente en la lingstica bajo la forma de pregunta sobre las relaciones entre los fenmenos y los sonidos. Pero la perspectiva general no le deja ningn lugar, pues no lo hay para los soportes de los signos en una ontologa semitica, que slo conoce las relaciones y sus sistemas. De ah el carcter limitado e incompleto del acercamiento semitico al tropezar con un objeto que no se deja reducir a los signos que contiene y, por tanto, se ve en la obligacin de hacer que entren por la puerta de servicio los soportes de los signos que fueron expulsados por la 27

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puerta de entrada, como ocurre con las obras de artes plsticas y de arquitectura y con todos los semiforos donde el papel de soporte le corresponde al cuerpo humano. De ah tambin el privilegio otorgado al lenguaje y a los textos, pues en ese caso el problema del soporte se considera, sin razn, nada pertinente, lo que emparenta el acercamiento semitico con el espiritualista y coloca en el lugar de aqul al acercamiento pragmtico. Uno se ocupa de los signos sin soportes. El otro, de los soportes sin los signos. Esto ilustra el contraste esbozado al principio entre la obra literaria y el libro.

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COMENTARIOS FINALES

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Introducir aqu una nota personal. El descubrimiento, en las obras de Saussure, de Troubetzkoy, de Jakobson y, sobre todo, de Lvi-Strauss, del acercamiento semitico de la cultura o, como se llamaba en la poca, del estructuralismo, fue en mi vida intelectual, como en la de varias personas de mi generacin, uno de los acontecimientos ms importantes. En mi caso, su influencia fue duradera. Pienso todava que la aparicin de este acercamiento abri una nueva poca en la historia de las ciencias humanas y que todos los regresos a los acercamientos anteriores y su problemtica no son sino regresiones y nada ms. Pero los 35 aos que han pasado entre los tiempos de una asimilacin entusiasta de las reglas del acercamiento semitico no han hecho sino reforzar la conviccin que germinaba ya en esa poca, sin que yo haya sabido en ese entonces expresarla claramente y segn la cual el estudio de la cultura no podra volver inteligibles los objetos tal y como los aprehendemos en la experiencia, sino a condicin de rebasar la oposicin entre el acercamiento semitico y el acercamiento pragmtico. Es lo que se hace ahora en la prctica de la historia cultural: en la historia del libro, en la historia de las colecciones, en la nueva historia poltica, en algunos trabajos de la historia del arte. Y es lo que he tratado de teorizar aqu, al introducir la nocin de semiforo, que a mi parecer caracteriza de manera tpica el tipo de objetos privilegiados por la historia cultural de hoy: ni entidades ideales, ni cosas materiales; objetos cuya apariencia, cuya localizacin o ambas, muestran que estn cargados de significaciones. Fue a la vez necesario esbozar toda una ontologa del mundo visible para despejar las grandes articulaciones y situar a los semiforos entre los otros objetos. La promocin de los semiforos al rango de los objetos privilegiados de la historia cultural entraa varias consecuencias. Modifica principalmente la importancia relativa de la lectura y de la mirada. Durante mucho tiempo, los historiadores se interesaron nicamente en lo escrito. El intento de hacerlos salir al exterior y mirar los paisajes que emprendieron Vidal de La Blache y sus continuadores, entre los cuales estn Bloch y Febvre, slo tuvo efectos limitados. Ahora bien, actualmente asistimos a un nuevo intento que va en el mismo sentido, aun si se lleva a cabo en un terreno distinto. La historia cultural se dirige, en efecto, hacia los objetos y las imgenes, incluso en los campos donde hace muy poco tiempo slo se estudiaban los textos. De ah el reequilibrio de las relaciones entre la lectura y la mirada en beneficio de esta ltima, lo que nos lleva a proponer algunas reglas simples. Primero lo visible, despus lo invisible. Primero la forma, despus la funcin. Primero el presente, despus el pasado. No hago un llamado a limitar las lecturas; por grandes que sean, 30

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siguen siendo insuficientes. Pero lo que debe saber prioritariamente cualquiera que practique hoy en da la historia cultural, es ver y describir lo que ve. Primero, entonces, la descripcin y solamente despus teora e historia. A la teora pertenece, en primer lugar, el problema general de las relaciones entre la dimensin significante y la dimensin material, que se condicionan recprocamente, en cierta medida, diferente dentro de las diferentes clases de semiforos. Pertenece tambin a la teora el problema del lugar de los semiforos en el conjunto de los objetos visibles y de sus relaciones con las diferentes categoras de stos. Viene en seguida toda la serie de problemticas de las relaciones entre los destinos y los usos, ente los productores y los usuarios, entre las significaciones virtuales y las que han sido actualizadas por la recepcin. Notemos de paso que de esto podemos concluir que la historia cultural debe privilegiar estos problemas y no su gnesis, en la trayectoria temporal de los objetos en general, y en particular de los semiforos. Mencionemos, finalmente, la problemtica de las relaciones entre los semiforos y lo invisible, que por falta de lugar no ha podido tratarse aqu y que, sin embargo, es esencial, pues el reconocimiento del nexo entre un objeto y lo invisible que lo convierte en semiforo, es la definicin de lo invisible al que ste remite y que le otorga una significacin. Pero los semiforos difieren de los sistemas de signos principalmente en esto: en su caso la historia es el complemento necesario de la teora. No porque nos remitan a un sustrato metafsico de la continuidad sino porque al ser visibles, y por tanto entendidos y temporalizados, se transforman, se destruyen, cambian de lugar y de significado, pero a la vez siguen siendo semiforos, o pierden su funcin, ya no circulan y comienzan a ser utilizados como cosas, si no se les abandona como desechos. Cada uno tiene su trayectoria temporal, a veces tambin espacial, que en la medida en que modifica la apariencia y deja huellas en la memoria de los seres humanos o sobre otros semiforos, codetermina su significacin. Por eso, cuando Se trata la significacin de un semiforo como si uno fuera el primero en explicitarla, desatendiendo su pasado, se crea una ficcin, a menos que se trate de algo absolutamente nuevo, lo cual es raro. La historicidad no slo caracteriza a cada semiforo por separado, sino tambin clases enteras como los textos, las imgenes, los sustitutos de bienes, las rdenes, las insignias y los expuestos. La composicin de cada una cambia, en efecto, al igual que las significaciones de las que estn investidas, los criterios de jerarquizacin de sus componentes y los lugares que cada una ocupa en la jerarqua. Cambia tambin el propio nmero de clases, pues mientras unas se forman otras desaparecen. Cambian las relaciones entre unas y otras, sus dependencias recprocas y los lugares que ocupan en una jerarqua que forman todas juntas y que tambin cambia. Por ltimo, la historicidad es inherente al conjunto de los semiforos, a sus relaciones con los cuerpos, las cosas, los medios y los desechos, a su papel de 31

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intermediarios entre los hombres y lo invisible, por un lado, y, por otro, entre las diferentes modalidades de lo invisible, en su lugar en la produccin, el intercambio, el consumo, pero tambin en el conocimiento, la adoracin, el sacrificio. De la misma manera es inherente a cuerpos, cosas, medios y desechos a los que se aplica todo lo que acabamos de decir sobre los semiforos. Cada objeto visible recorre su trayectoria en el tiempo y cada clase de objetos cambia as, como cambia tambin la jerarqua que conforman todos juntos. Basta con hacer un corte sincrnico en el conjunto de objetos visibles presentes en nuestra sociedad para constatar que, en un mismo tiempo, a veces en un mismo espacio, coexisten objetos que no han podido aparecer simultneamente; lo demuestra su apariencia externa, su frecuencia, los lugares donde se encuentran, los papeles que se les otorga. La imagen develada por una operacin de este tipo puede compararse con un perfil geolgico, muestra estratos venidos de otras pocas. De cualquier modo, se sustituye la superposicin que muestra en general cmo entre ms profundo es un estrato ms antiguo es por una distribucin horizontal: entre ms se aleja uno de ciertos lugares, ms encuentra objetos caducos, que han cambiado de funcin o de significacin, o que incluso se han convertido en desechos. La historia entonces est inscrita en el presente como lo est en la apariencia de cada objeto. Se concluye de la definicin de los objetos, no en trminos sustanciales sino funcionales, que ninguno est relacionado de una vez y para siempre con la clase a la cual pertenece por su gnesis. Aunque el paso de una clase a otra no sea totalmente arbitrario, ya que ningn objeto puede convertirse en cuerpo y la funcin de medio slo se puede asumir a travs de ciertas propiedades fsicas, todo objeto visible puede convertirse en un semiforo, y casi ninguno puede convertirse en una cosa. Por eso es posible contemplar legtimamente los objetos independientemente de los seres humanos que, al servirse de ellos, les confieren sus funciones y, en el caso de los semiforos, sus significaciones. Pero, por la misma razn, los seres humanos y sus comportamientos no podran estar contemplados sin los objetos de los cuales se sirven y que codeterminan su lugar en la jerarqua social, sus funciones y sus identidades.

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Esta obra se termin de digitalizar el 05 de octubre de 2010 bajo la supervisin, formacin y cuidado editorial de AL FIN LIEBRE EDICIONES DIGITALES.

Por una libre redistribucin de textos. Xalapa-Enrquez, Ver., Mxico. 2 0 1 0

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rzyztof Pomian, filsofo e historiador polaco nacido en 1934, nos presenta en este artculo un interesante anlisis de los objetos que nos rodean en la vida diaria; el criterio que ocupa para hacer esta categorizacin es bsicamente el uso que se les da a estos objetos, dejando en claro que un mismo objeto puede cumplir diferentes funciones y adquirir con ello, diferentes significaciones. Propone, al cabo de varias lneas una categorizacin diferente: el semiforo. Y versa en adelante sobre las cualidades y caractersticas que un objeto debe cumplir para poder ser denominado como un semiforo. El punto de partida, indispensable para este ejercicio semntico es el libro, y el papel primordial que ha tomado dentro de la historia cultural del ser humano. A estas alturas del partido las preguntas que se derivan de la lectura de este artculo van encaminadas a la perdida material del libro-objeto y a la suplantacin de estos por un cdigo binario. AL FIN LIEBRE ediciones digitales (Estridentpolis, la vieja. Otoo de 2010)