koselleck reinhart, futuro pasado. para una semántica de los tiempos históricos

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Historia social y conceptual

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  • Koselleck Reinhart, Futuro pasado. Para

    una semntica de los tiempos histri-cos, Paids, Barcelona,1993

    Seleccin

    HISTORIA CONCEPTUAL E HISTORIA SO-

    CIAL

    [Nota: texto extrado de Reinhart Koselleck, Futuro pasado. Para una semntica de los tiempos histricos, Paids, Barcelona, 1993, pp. 105-126]

    Segn una conocida frase de Epicteto, no seran los hechos los que con-

    mueven a los hombres, sino las palabras sobre esos hechos.1 A pesar de la alusin estoica de no dejarse irritar por las palabras, la contraposicin entre pragmata y dogmata tiene muchos ms niveles de lo que permite la refe-rencia moral de Epicteto. Nos recuerda la fuerza propia de las palabras, sin cuyo uso nuestro obrar y sufrir humanos apenas seran experimentables y, con seguridad, no seran comunicables. La frase de Epicteto se sita en la larga tradicin que, desde antiguo, se ocupa de la relacin entre palabra y cosa, es-pritu y vida, conciencia y ser, lenguaje y mundo. Quien se adentre en la rela-cin entre la historia conceptual y la social se encuentra tambin bajo la presin de la reflexin de esta tradicin. Se introduce rpidamente en el mbito de premisas tericas que se han de tener como objetivo desde la praxis de la in-vestigacin.2

    A primera vista, la coordinacin entre la historia conceptual y la historia so-cial parece leve, o al menos difcil. La primera de estas disciplinas se ocupa, en primera lnea, de textos y de palabras, mientras que la segunda slo precisa de los textos para derivar de ellos estados de cosas y movimientos que no estn contenidos en los textos mismos. As, por ejemplo, la historia social investiga las formaciones sociales o formas de organizacin constitucional, las relaciones entre grupos, capas, clases, cuestiona las relaciones de los sucesos apuntando

    1 Epicteto: Encheiridion, c. V.

    2 Las siguientes reflexiones se basan en el trabajo de redaccin del diccionario Geschichtliche

    Grundbegriffe. Historisches Lexikon zur politisch-sozialen Sprache in Deutschland, 6 vols. Stuttgart, vol. 1 1972, vol. 2 1975, compilado por Otto Bruner, Werner Conze y Reinhart Kosel-leck. Para completar los puntos de vista que aparecen a continuacin remitimos a la Introduc-cin del Diccionario. Sobre la recepcin y el estado actual de la investigacin de la historia con-ceptual no slo como disciplina histrica vase el artculo del mismo nombre de H. G. Mei-er en Historisches Wrterbuch der Philosophie, comp. por Joachim Ritter, vol. 1, Basilea-Stuttgart, 1971, pgs. 788-808.

  • a estructuras a medio o largo plazo y a su transformacin, o aporta teoremas econmicos, en virtud de los cuales se indagan acontecimientos individuales o resultados de la accin poltica. Los textos y las situaciones correspondientes a su aparicin slo tienen aqu un carcter indicativo. Por otra parte, estn los mtodos de la historia conceptual, que proceden del mbito de la historia de la terminologa filosfica, de la filologa histrica, de la semasiologa y de la ono-masiologa, y cuyos resultados, comprobados una y otra vez mediante exge-sis de los textos, se vuelven a llevar a stos.

    Ahora bien, una primera contraposicin de este tipo es slo superficial. Las introducciones metdicas muestran que la relacin entre la historia conceptual y la social es ms compleja y no permite que una disciplina sea reducible a la otra. La situacin en los mbitos de los objetos de ambas disciplinas lo de-muestra. No existe ninguna sociedad sin conceptos en comn y, sobre todo, no hay unidad para la accin poltica. Al contrario, nuestros conceptos se basan en sistemas sociopolticos que son mucho ms complejos que su mera concep-cin como comunidades lingsticas bajo determinados conceptos rectores. Una sociedad y sus conceptos se encuentran en una relacin de tensin que caracteriza igualmente a las disciplinas cientficas de la historia que se su-bordinan a aqullos. Hay que intentar clarificar la relacin entre ambas discipli-nas en tres planos:

    1. En qu medida la historia conceptual sigue el mtodo histrico-crtico clsico, pero contribuye con una elevada selectividad a concebir los temas de la historia social. Aqu ayuda subsidiariamente el anlisis de los conceptos de la historia social.

    2. En qu medida la historia conceptual representa una disciplina autnoma con una metodologa propia, cuyo contenido y alcance hay que determinar de forma paralela a la historia social, pero solapndose de forma contrapuesta.

    3. En qu medida la historia conceptual contiene una pretensin genuina-mente terica que no puede ser realizada ms que de forma insuficiente por la que desempea la historia social.

    Para las reflexiones que siguen son vlidas dos limitaciones: que no se trata de historia del lenguaje, ni siquiera como parte de la historia social, sino de la terminologa sociopoltica que es relevante para el acopio de experiencias de la historia social. Adems, dentro de esta terminologa y de sus numerosas ex-presiones, se destacan especialmente conceptos cuya capacidad semntica es ms amplia que la de meras palabras de las que se usan generalmente en el mbito sociopoltico.3 I. Mtodo de la historia conceptual e historia social

    3 Una reelaboracin clara y bibliogrficamente fundamental de la semntica poltica se encuen-

    tra en Walther Dieckmann: Sprache in der Politik. Einfhrung in die Pragmatik und Semantik der politischen Sprache, Heidelberg, 1969. Especialmente para el mtodo y la teora hay que mencionar a Richard Koebner: Semantics and Historiography, en Cambridge Journal 7 (1953); Mario A. Cattaneo: Sprachanalyse und Politologie, en Methoden der Politologie, comp. por Robert H. Schmidt, Darmstadt, 1967; y tambin Louis Girard: Histoire et lexicograp-hie, en Annales 18 (1963), una conversacin con Jean Dubois: Le vocabulaire politique et social en France de 1869 1872, Pars, 1962. Prximamente tambin Historische Semantik und Begriffsgeschichte, comp. por R. Koselleck, Stuttgart, 1978.

  • Citaremos un ejemplo para mostrar las implicaciones crtico-histricas de

    una historia conceptual como ayuda necesaria para una historia social. Proce-de de la poca de la Revolucin francesa y de la incipiente revolucin indus-trial, es decir, de un mbito que abri nuevas perspectivas para el nacimiento de la sociologa y de los problemas sociohistricos.

    En su conocido Memorndum de septiembre del ao 1807, Hardenberg di-se las lneas rectoras para la reorganizacin del Estado prusiano. Todo el Estado deba reorganizarse social y econmicamente segn las experiencias de la Revolucin francesa. Por eso Hardenberg manifest: Una jerarquizacin racional que no privilegie a una clase frente a otra, sino que asigne su lugar a los ciudadanos de todos los estamentos segn ciertas clases es una de las verdaderas y nada superficiales necesidades de un Estado.4 Para comprender tal frase programtica respecto a la futura poltica de reformas de Hardenberg, se necesita una exgesis crtica de las fuentes que subdivida especialmente los conceptos contenidos en ella. Que la diferencia tradicional entre necesidades verdaderas y superficiales le fue transferida al Estado por el orden es-tamental era una forma de ver las cosas que se hizo corriente tras apenas me-dio siglo y en la que no vamos a entrar aqu. Por lo pronto, resulta sorprendente que Hardenberg contrapusiera los derechos verticales de los estamentos a una articulacin horizontal de clases. De ese modo el ordenamiento estamental se valora peyorativamente por implicar el favorecimiento de un estamento frente a otro, mientras que todos los miembros del estamento deben ser ciudadanos y, por eso, iguales. Segn esta frase, siguen siendo tambin, en tanto que ciuda-danos, miembros de un estamento, pero sus funciones deben definirse coordi-nadamente segn ciertas clases y no segn los estamentos, por lo que ha de formarse, del mismo modo, una jerarquizacin racional.

    Dicha frase, cuajada de alusiones sociopolticas, ocasiona, desde una pers-pectiva puramente lingstica, no pocas dificultades de comprensin, aun cuando se escape la referencia poltica a causa de la ambigedad semntica. En el lugar de la sociedad estamental tradicional hay que colocar una sociedad de ciudadanos (formalmente iguales en derechos) cuya pertenencia a clases (que hay que definir econmica y polticamente) hace posible una nueva jerar-quizacin (estatal).

    Es claro que el sentido exacto slo se puede desprender del contexto de to-do el Memorndum, pero tambin hay que deducirlo de la situacin del autor y de los destinatarios, adems de que habrn de considerarse la situacin polti-ca y las circunstancias generales de la Prusia de entonces, as como, finalmen-te, habr de comprenderse el uso lingstico del autor, de sus contemporneos y de la generacin que le precedi, con los que participaba en una comunidad lingstica. Todas estas cuestiones corresponden al mtodo histrico-crtico tradicional, ms concretamente al mtodo histrico-filolgico, aun cuando sur-jan preguntas que no pueden responderse solamente con este mtodo. Todo esto afecta especialmente a la estructura social de lo que entonces era Prusia y

    4 Georg Winter (edit.): Die Reorganisation des Preussischen Saates unter Stein und Harden-

    berg, 1a. parte, vol. 1, Leipzig 1931, pg. 316. Sobre el contexto sociohistrico de la interpreta-cin vase mi libro Preussen zwischen Reform und Revolution. Allgemeines Landrecht, Verwal-tung und soziale Bewegung von 1791 bis 1848, (Industrielle Welt, vol. 7), Stuttgart 1967, pg. 158, 190 sig. y el excursus II para la definicin del concepto de ciudadano y otros trminos similares.

  • no puede ser abarcado suficientemente sin un abanico de preguntas econmi-cas, politolgicas y sociolgicas.

    Como nuestro planteamiento se circunscribe especialmente a la investiga-cin de los conceptos que aparecen en la frase citada, nos proporciona una ayuda decisiva para comprender cmo plantear y responder cuestiones so-ciohistricas ms all de esta frase. Si se pasa desde el sentido de la frase misma a la clasificacin histrica de los conceptos que se usan en ella como estamento, clase o ciudadano, se muestra rpidamente cules son las diferentes capas de la economa de la experiencia de la poca que entran en esta frase.

    Cuando Hardenberg habla de ciudadanos utiliza un terminus technicus que acababa de ser acuado, que no se usaba an legalmente en el derecho comn prusiano y que indicaba una alusin polmica contra la antigua socie-dad estamental. Se trata an de un concepto combativo que se dirige contra la desigualdad jurdica estamental, aunque no exista en ese momento un dere-cho civil que le atribuyera derechos polticos a un ciudadano prusiano. La ex-presin era actual, tena gran porvenir, indica un modelo de constitucin a reali-zar en lo sucesivo. En torno al cambio de siglo, el concepto de estamento en-traaba muchsimas lneas de significacin de tipo poltico, jurdico, econmico y social, de modo que desde la propia palabra no se deriva una coordinacin unvoca. Como Hardenberg pens conjuntamente estamento y favoritismo, in-trodujo crticamente los privilegios tradicionales de los estamentos superiores al pronunciar, en este contexto, su concepto contrario, clase. El concepto cla-se tambin entraaba entonces una variedad de significados que, en de-terminados momentos, se solapaban con los de estamento. Siempre se pue-de decir del uso del lenguaje de la burocracia que se haca en Alemania y es-pecialmente en Prusia que entonces se defina una clase ms por criterios econmicos y de derecho administrativo, que por criterios polticos o simple-mente por el estamento en el que se nace. En este contexto hay que tomar en consideracin la tradicin fisiocrtica dentro de la cual fueron redefinidos los antiguos estamentos, por vez primera desde criterios econmicos funcionales: empresa en la que Hardenberg particip desde la perspectiva del liberalismo econmico. El uso de clase muestra que aqu se est poniendo en juego un modelo social que apunta hacia el futuro, mientras que el concepto de esta-mento se vincula a una tradicin de siglos de antigedad, se vincula a estructu-ras como las que acaban de volver a ser legalizadas en el cdigo civil, que mostraban sus ambivalencias y tambin su desgarro en la estructura estamen-tal, as como su necesidad de reforma. La extensin del espacio semntico de cada uno de los conceptos centrales que se han utilizado pone de manifiesto una alusin polmica referida al presente, un componente planetario de futuro y elementos permanentes de la organizacin social procedentes del pasado, cu-ya coordinacin especfica confiere sentido a esta frase. En la especializacin temporal de la semntica est ya decidida la fuerza histrica del enunciado.

    Dentro de la exgesis de los textos, la consideracin sobre el uso de con-ceptos sociopolticos, la investigacin de sus significados, alcanza un rango sociohistrico. Los momentos de la permanencia, del cambio y de la futuridad contenidos en una situacin poltica concreta quedan comprendidos en la ad-quisicin del lenguaje. As, se tematizan ya hablando an genricamente los estados sociales y sus cambios.

  • An queda una cuestin que es igualmente relevante desde la historia con-ceptual y desde la social: desde cundo se pueden usar conceptos tan riguro-sos como los de nuestro ejemplo como indicadores de cambios sociopolticos y de profundidad histrica. Para el mbito de la lengua alemana se puede mos-trar que desde 1770, aproximadamente, surgieron una gran cantidad de nuevos significados para palabras antiguas y neologismos que modificaron, junto con la economa lingstica, todo el mbito social y poltico de la experiencia y fijaron un nuevo horizonte de esperanza. Sin plantear aqu la cuestin acerca de la prioridad material o conceptual en el proceso de las modificaciones, el re-sultado sigue siendo suficientemente sugerente. La lucha por los conceptos adecuados alcanza actualidad social y poltica.

    Tambin nuestro autor, Hardenberg, concedi gran valor a las diferencias conceptuales, aferrndose a reglas gramaticales como las que corresponden a la ocupacin cotidiana de los polticos desde la Revolucin Francesa. As, tra-taba a los terratenientes nobles hablndoles como a notables, por escrito como hacendados, mientras no se recataba en recibir correctamente a los repre-sentantes de los estamentos departamentales como diputados corporativos. Su contrincante Marwitz se indignaba porque debido al cambio de denominacin confundiran tambin los conceptos y enterraran la antigua constitucin de Brandenburgo. En su conclusin final, Marwitz pas todo ello por alto a sabien-das de que Hardenberg utilizaba, de hecho, conceptos nuevos abriendo as una lucha por las denominaciones de la nueva articulacin social que en los aos siguientes se extendera a toda la correspondencia entre los antiguos es-tamentos y la burocracia. Ciertamente, Marwitz reconoci con toda claridad que la pretensin de legalidad que se trataba de defender iba adherida a la deno-minacin de su organizacin estamental. Por eso desautoriz una delegacin de su propio estamento ante el canciller, porque se la haban solicitado como habitante de la Marca de Brandenburgo. Podan hacer esto mientras se hablara de asuntos econmicos. Pero si se hablaba de nuestros derechos, en-tonces una palabra habitante destrua la finalidad de la misin.5 As, preci-samente por consideraciones econmicas, Marwitz ya no acompa a los miembros de su estamento a hacer las gestiones oportunas. stos buscaron traducir sus derechos (privilegios) polticos en ventajas econmicas.

    La lucha semntica por definir posiciones polticas o sociales y en virtud de esas definiciones mantener el orden o imponerlo corresponde, desde luego, a todas las pocas de crisis que conocemos por fuentes escritas. Desde la Revo-lucin francesa, esta lucha se ha agudizado y se ha modificado estructuralmen-te: los conceptos ya no sirven solamente para concebir los hechos de tal o cual manera, sino que se proyectan hacia el futuro. Se fueron acuando progresi-vamente conceptos de futuro, primero tenan que pre-formularse lingstica-mente las posiciones que se queran alcanzar en el futuro, para poder estable-cerlas o lograrlas. De este modo disminuy el contenido experiencial de mu-chos conceptos, aumentando proporcionalmente la pretensin de realizacin que contenan. Cada vez podan coincidir menos el contenido experiencial y el mbito de esperanza. Se corresponden con esto las numerosas denominacio-nes acabadas en ismo, que sirvieron como conceptos colectivos y de movi-miento para activar y reorganizar a las masas, permanentemente desarticula-das. El margen de aplicacin de tales expresiones se extiende al igual que 5 Friedrich Meusel (comp.): Friedrich August Ludwig von der Marwitz, 3 vols., Berln, 1908-1913,

    vol. II, 1, pg. 235; vol. II, 2, pg. 43.

  • sucede todava hoy desde las expresiones hechas hasta los conceptos defi-nidos cientficamente. Slo hay que recordar conservadurismo, liberalismo o socialismo.

    Desde que la sociedad entr en el movimiento industrial, la semntica polti-ca de los conceptos referidos a dicho movimiento proporciona una clave de comprensin sin la que no se podran concebir hoy los fenmenos del pasado. Pinsese slo en el cambio de funcin y de significado del concepto revolu-cin que ofreci, en primer lugar, una frmula paradigmtica del posible retor-no de los acontecimientos, que despus se reformul como un concepto lmite desde la filosofa de la historia y como concepto poltico de accin y que para nosotros es un indicador de los cambios estructurales.6 En este caso, la his-toria conceptual se convierte en una parte integrante de la historia social.

    De todo esto se deriva una exigencia metdica mnima: que hay que inves-tigar los conflictos polticos y sociales del pasado en el medio de la limitacin conceptual de su poca y en la autocomprensin del uso del lenguaje que hicieron las partes interesadas en el pasado.

    De este modo, la clarificacin conceptual de los trminos que hemos citado antes a modo de ejemplo, estamento, clase, hacendado, propietario, lo econ-mico, habitante y ciudadano, corresponde a los presupuestos para poder inter-pretar el conflicto entre los grupos burocrticos reformistas y los hidalgos pru-sianos. Precisamente, el hecho de que los adversarios coincidieran en sus his-torias personales y se les considerara sociogrficamente hace tanto ms nece-sario que se clarifiquen semnticamente los frentes poltico y social de este estrato para poder captar perspectivas o intereses ocultos.

    As pues, la historia conceptual es en primer lugar un mtodo especializado para la crtica de las fuentes, que atiende al uso de los trminos relevantes so-cial o polticamente y que analiza especialmente las expresiones centrales que tienen un contenido social o poltico. Es obvio que una clarificacin histrica de los conceptos que se usan en cada momento tiene que recurrir no slo a la his-toria de la lengua, sino tambin a datos de la historia social, pues cualquier se-mntica tiene que ver, como tal, con contenidos extralingsticos. En esto se basa su precaria situacin limtrofe en las ciencias del lenguaje,

    7 as como la

    enorme ayuda que presta a la historia. En el paso a travs de la serie de expli-caciones de los conceptos se concretan enunciados del pasado, y se ponen a la vista en su formulacin lingstica los estados de cosas o relaciones del pa-sado a los que se aspira de una forma tanto ms clara para nosotros. II. La historia conceptual como disciplina y la historia social

    Al haber acentuado hasta ahora slo el aspecto de la crtica de las fuentes en la determinacin de un concepto como ayuda para cuestiones de la historia social, se ha efectuado una reduccin de lo que es capaz de proporcionar una historia conceptual. Su pretensin metdica circunda, ms bien, todo un mbito propio que se encuentra en una estimulante tensin mutua respecto a la histo-ria social. Considerado desde un punto de vista historiogrfico, la especializa-cin en la historia conceptual tena no poca influencia en los planteamientos de la historia social. Primero comenz como crtica a la transferencia desapercibi-

    6 Vase pg. 76 sigs.

    7 Vase Noam Chomsky: Aspekte der Syntax-Theorie, Francfort/Main, 1965, pg. 202 sigs.

  • da al pasado de expresiones de la vida social del presente y ligadas a la po-ca;8 en segundo lugar, pretendi una crtica a la historia de las ideas, en tanto que stas se mostraban como haremos constantes que slo se articulaban en diferentes configuraciones histricas sin modificarse esencialmente. Ambos impulsos condujeron a una precisin de los mtodos, por cuanto en la historia de un concepto se comparan mutuamente el mbito de experiencia y el hori-zonte de esperanza de la poca correspondiente, al investigar la funcin polti-ca y social de los conceptos y su uso especfico en este nivel dicho breve-mente, en tanto que el anlisis sincrnico tematiza conjuntamente la situacin y la poca.

    Tal procedimiento se encuentra con la exigencia previa de traducir los signi-ficados pasados de las palabras a nuestra comprensin actual. Toda historia conceptual o de las palabras procede, desde la fijacin de significados pasa-dos, a establecer esos significados para nosotros. Por ser un procedimiento reflexionado metdicamente por la historia conceptual, el anlisis sincrnico del pasado se completa diacrnicamente. Es una exigencia metdica de la diacron-a la de redefinir cientficamente para nosotros la clasificacin de los signifi-cados pasados de las palabras.

    Esta perspectiva metdica se transforma consecuentemente a lo largo del tiempo y tambin respecto al contenido, en una historia del concepto que se ha tematizado. Al liberar a los conceptos en el segundo paso de una investigacin, de su contexto situacional y al seguir sus significados a travs del curso del tiempo para coordinarlos, los anlisis histricos particulares de un concepto se acumulan en una historia del concepto. nicamente en este plano se eleva el mtodo histrico-filolgico a historia conceptual, nicamente en este plano la historia conceptual pierde su carcter subsidiario de la historia social.

    No obstante, aumenta el rendimiento de la historia social. Precisamente, al estar ajustada la ptica de forma estrictamente diacrnica a la permanencia o al cambio de un concepto, se acrecienta la relevancia sociohistrica de los re-sultados. Hasta dnde se ha conservado el contenido pretendido o supuesto de una misma palabra? Cunto se ha modificado lo que, con el transcurso del tiempo, incluso el sentido de un concepto ha sido vctima de un cambio hist-rico? Slo diacrnicamente se pueden percibir la permanencia y la fuerza de validez de un concepto social o poltico junto con las estructuras que le corres-ponden. Las palabras que se han mantenido, tomadas en s mismas, no son un indicio suficiente de que las circunstancias hayan permanecido igual. As, la palabra ciudadano sufre una ceguera de significado aun pronuncindose del mismo modo, a no ser que se investigue esa expresin en su cambio concep-tual: desde el ciudadano (de la ciudad) en torno al 1700, pasando por el ciuda-dano (del Estado) alrededor de 1800, hasta el ciudadano (no proletario) de 1900, por mencionar slo una imagen tosca.

    Ciudadano fue un concepto estamental en el que se reunan de forma in-diferenciada determinaciones jurdicas, polticas, econmicas y sociales, de-terminaciones que llenaban de otro contenido los restantes conceptos del es-tamento.

    A finales del siglo XVIII ya no se defini al ciudadano en el derecho comn mediante la enumeracin de criterios positivos (como si an estuviera en pro-

    8 Ernst Wolfgang Bckenfrde: Die deutsche Verfassungsgeschichtliche Forschung im 19.

    Jahrhundert. Zeitgebundene Fragestellungen und Leitbilder, (Schriften zur Verfassungs-geschichte, vol. 1) Berln, 1961.

  • yecto), sino negativamente como no perteneciente a los estamentos de los campesinos o de la nobleza. De este modo, particip per negationem de una pretensin de mayor generalidad que le fue aportada por el concepto de ciu-dadano (del Estado). Del mismo modo se alcanz la negacin de la negacin, cuando en 1848 el ciudadano (del Estado) se hizo cargo de sus derechos pol-ticos enunciados positivamente, derechos que antes slo haba disfrutado co-mo habitante y partcipe de una sociedad de economa libre. Desde el tras-fondo de la igualdad formal de derechos de una sociedad econmica protegida por el Estado fue posible adjudicarle al ciudadano una clase puramente econmica, de la que se derivaban sobre todo funciones sociales o polticas secundarias. Con este nivel de generalizacin, esto es vlido tanto para el de-recho de eleccin de clase como para la teora de Marx.

    La articulacin diacrnica profunda de un concepto descubre, principalmen-te, variaciones de estructuras a largo plazo. As, el cambio latente y lento del significado desde la societas civilis, como sociedad organizada polticamen-te, hasta la sociedad ciudadana sine imperio que, en definitiva, se concibe conscientemente como separada del Estado, es un conocimiento sociohistri-camente relevante que slo puede lograrse desde el plano reflexivo de la histo-ria conceptual.9

    As pues, el principio diacrnico constituye a la historia conceptual como rea propia de investigacin, que por la reflexin sobre los conceptos y su transformacin tiene que prescindir metdicamente de los contenidos extralin-gsticos que son el mbito propio de la historia social. La permanencia, el cambio o la novedad de los significados de las palabras tienen que ser conce-bidos, sobre todo, antes de que sean aplicables a estructuras sociales o a si-tuaciones de conflicto poltico, como indicadores de contenidos extralingsti-cos.

    Desde un aspecto puramente temporal se pueden ordenar los conceptos sociales y polticos en tres grupos: primero se puede tratar de conceptos de la tradicin, como los de la teora aristotlica de la organizacin, cuyos significa-dos se mantienen parcialmente y cuya pretensin an se puede hacer efectiva empricamente en las condiciones actuales. Tambin se pueden clasificar con-ceptos cuyo contenido se ha transformado tan decisivamente que, a pesar de seguir teniendo los mismos significantes, los significados apenas son com-parables y slo se pueden alcanzar histricamente. Pensemos en la moderna pluralidad de significados de historia, que parece ser sujeto y objeto de s misma, en contraposicin a historias e Historien, que tratan de reas con-cretas de objetos y de personas; o en clase a diferencia de la classis de Roma. Finalmente, se pueden clasificar los neologismos que aparecen y que responden a determinadas situaciones polticas o sociales cuya novedad pre-tenden registrar o incluso provocar. Entre estos mencionaremos comunismo o fascismo.

    Naturalmente, en este esquema temporal existen infinitas gradaciones y su-perposiciones. As, por ejemplo, la historia del concepto democracia puede considerarse bajo los tres aspectos. La democracia antigua, como una de las formas posibles que se dieron en la organizacin de la polis, posee determina-ciones, modos de proceder o reglamentaciones, que se pueden encontrar an hoy en las democracias. En el siglo XVIII se actualiz el concepto para describir

    9 Vase el artculo Brgerliche Gesellschaft de Manfred Riedel en Lexikon Geschichtliche

    Grundbegriffe (cit. en nota 2).

  • las nuevas formas de organizacin de los grandes Estados modernos y de sus cargas sociales consiguientes. Basndose en el imperio de la ley o en el princi-pio de igualdad, se modificaron o asimilaron los antiguos significados. Pero, considerando las transformaciones sociales que siguieron a la revolucin indus-trial, se le aadieron nuevos valores al concepto: se convirti en un concepto de esperanza que requera, desde la perspectiva de la filosofa de la historia, satisfacer las nuevas necesidades que surgan ya fueran legislativas o revo-lucionarias para hacer efectivo su sentido. Finalmente, democracia se convierte en un concepto universal de orden superior que, al sustituir a re-pblica, relega a la ilegalidad como formas de dominacin a todos los dems tipos de constitucin. Desde el trasfondo de esta generalidad global que se puede completar polticamente de formas muy diferentes, es necesario recrear el concepto mediante determinaciones adicionales. Slo de ese modo puede mantener su funcionalidad poltica: surge la democracia representativa, la cris-tiana, la social, la popular, etc.

    As pues, permanencia, cambio y novedad se captan diacrnicamente, a lo largo de los significados y del uso del lenguaje de una y la misma palabra. La cuestin decisiva temporal de una posible historia conceptual segn la perma-nencia, el cambio y la novedad, conduce a una articulacin profunda de nuevos significados que se mantienen, se solapan o se pierden y que slo pueden ser relevantes sociohistricamente si previamente se ha realzado de forma aislada la historia del concepto. De este modo, la historia conceptual, en tanto que dis-ciplina autnoma, suministra indicadores para la historia social al seguir su pro-pio mtodo.

    La restriccin del anlisis slo a conceptos precisa de una explicacin ulte-rior, para proteger la autonoma del mtodo frente a su identificacin apresura-da con cuestiones sociohistricas que se refieren a contenidos extralingsti-cos. Obviamente se puede disear una historia del lenguaje que se conciba a s misma como historia social. Una historia conceptual est delimitada de forma ms drstica. La restriccin metdica a la historia de los conceptos, que se ex-presan en palabras, exige una fundamentacin que diferencie las expresiones concepto y palabra. Como siempre se usa en sus distintas variantes la trilateralidad lingstica de significante (designacin) significado (concepto) y cosa, en el mbito de la ciencia de la historia se puede encontrar en princi-pio pragmticamente una diferencia sencilla: la terminologa sociopoltica del lenguaje de las fuentes posee una serie de expresiones que se pueden desta-car definitoriamente como conceptos, sobre la base de una exgesis crtica de las fuentes. Cada concepto depende de una palabra, pero cada palabra no es un concepto social y poltico. Los conceptos sociales y polticos contienen una concreta pretensin de generalidad y son siempre polismicos y contienen ambas cosas no slo como simples palabras para la ciencia de la historia.

    De este modo, se puede articular o instaurar lingsticamente una identidad de grupo por el uso enftico de la palabra nosotros, proceso que es explica-ble conceptualmente cuando el nosotros comporta en su concepto nombres colectivos como nacin, clase, amistad, iglesia, etc. El uso general del nosotros queda concretado por las expresiones mencionadas, pero en un plano de generalidad conceptual.

    Ahora bien, la traduccin de una palabra en concepto podra ser variable segn el uso del lenguaje que haga la fuente. Esto est ya dispuesto en primer lugar en la polivocidad de todas las palabras, de la que tambin participan en

  • tanto que palabras los conceptos. Ah es donde est su cualidad histrica comn. Pero la polivocidad puede leerse de formas diferentes, dependiendo de si una palabra puede, o no puede, ser entendida como concepto. Ciertamente, los significados, ya ideales o de cosas, se adhieren a la palabra, pero se nutren igualmente del contenido pretendido, del contexto hablado o escrito, de la si-tuacin social. Por lo pronto, esto es vlido para ambos, para las palabras y para los conceptos. Ahora bien, una palabra puede hacerse unvoca al ser usada. Por el contrario, un concepto tiene que seguir siendo polvoco para poder ser concepto. Tambin l esta adherido a una palabra, pero es algo ms que una palabra: una palabra se convierte en concepto si la totalidad de un contexto de experiencia y significado sociopoltico, en el que se usa y para el que se usa una palabra, pasa a formar parte globalmente de esa nica palabra.

    Por ejemplo, todo lo que pasa a formar parte de la palabra Estado para que pueda convertirse en un concepto: dominio, territorio, clase media, legisla-cin, judicatura, administracin, impuestos, ejrcito, por nombrar slo lo ms usual. Todas las circunstancias plurales con su propia terminologa y con su conceptualizacin son recogidas por la palabra Estado e introducidas en un concepto comn. Los conceptos son, pues, concentrados de muchos conteni-dos significativos. Los significados de las palabras y lo significado por ellas pueden pensarse por separado. En el concepto concurren significaciones y lo significado, al pasar a formar parte de la polivocidad de una palabra la plurali-dad de realidad y de experiencia histricas, de tal modo que slo se comprende en el sentido que recibe esa palabra. Una palabra contiene posibilidades de significado, un concepto unifica en s la totalidad del significado. As, un con-cepto puede ser claro, pero tiene que ser polvoco. Todos los conceptos en los que se resume semiticamente un proceso completo se escapan a la defini-cin; slo es definible aquello que no tiene historia (Nietzsche). Un concepto rene la pluralidad de la experiencia histrica y una suma de relaciones teri-cas y prcticas de relaciones objetivas en un contexto que, como tal, slo est dado y se hace experimentable por el concepto.

    Con todo esto queda claro que los conceptos abarcan, ciertamente, conte-nidos sociales y polticos, pero que su funcin semntica, su capacidad de di-reccin, no es deducible solamente de los hechos sociales y polticos a los que se refieren. Un concepto no es slo indicador de los contextos que engloba, tambin es un factor suyo. Con cada concepto se establecen determinados horizontes, pero tambin lmites para la experiencia posible y para la teora concebible. Por esto, la historia de los conceptos puede proporcionar conoci-mientos que desde el anlisis objetivo no se tomaran en consideracin. El len-guaje conceptual es un medio en s mismo consistente para tematizar la capa-cidad de experiencia y la vigencia de las teoras. Desde luego, esto se puede hacer con la intencin de la historia social, pero el mtodo histrico conceptual debe seguir mantenindolo.

    Es claro que la autonoma de la disciplina no tiene que conducir a eliminar como no importantes los contenidos histricos materiales nicamente porque han de ponerse entre parntesis en un determinado trecho de la investiga-cin. Al contrario. Mediante el retraimiento de la orientacin de la problemti-ca a la comprensin lingstica de situaciones polticas o de estructuras socia-les, se hace que stas hablen por s mismas. Como disciplina histrica, la histo-ria conceptual tiene que ver siempre con situaciones o sucesos polticos o so-ciales, claro que slo con aquellos que antes han sido concebidos y articulados

  • conceptualmente en el lenguaje de las fuentes. La historia conceptual interpreta la historia en un sentido estricto mediante sus correspondientes conceptos pa-sados aun cuando las palabras todava se usen hoy, entendiendo histri-camente los conceptos incluso aunque haya que redefinir en la actualidad su uso anterior. As, el tema de la historia conceptual es, dicho de forma extre-ma, la convergencia entre concepto e historia, de modo que la historia slo ser-a historia en la medida en que ya estuviera conceptualizada. Desde la teora del conocimiento, nada habra ocurrido histricamente si no se hubiera com-prendido conceptualmente. Pasando totalmente por alto la sobrevaloracin de las fuentes escritas, que no se puede sostener ni terica ni empricamente, tras esta tesis de la convergencia acecha el peligro de entender mal ontolgicamen-te la historia conceptual. El impulso crtico de sobrepasar desde la historia so-cial la de las ideas o la del pensamiento se perdera, y con l el efecto crtico de las ideologas que puede desempear la historia conceptual.

    Ms bien el mtodo de la historia conceptual rompe con el ingenuo crculo vicioso entre palabra y cosa, y viceversa. Sera un cortocircuito que no se pue-de desempear tericamente, al concebir la historia slo desde sus propios conceptos, como si se tratara de una identidad entre el espritu de la poca ar-ticulado lingsticamente y el contexto de los acontecimientos. Entre el concep-to y el estado de cosas existe ms bien una tensin que tan pronto se supera como irrumpe de nuevo o parece irresoluble. Continuamente se puede advertir un hiato entre las situaciones sociales y el uso lingstico que tiende a ellas o que las trasciende. La transformacin del significado de las palabras y la trans-formacin de las cosas, el cambio de situacin y la presin hacia nuevas de-nominaciones, se corresponden mutuamente de formas diferentes.

    De aqu se derivan dificultades metdicas. La investigacin de un concepto no debe proceder slo semasiolgicamente, no puede limitarse nunca a los significados de las palabras y su modificacin. Una historia conceptual tiene que considerar una y otra vez los resultados de la investigacin en historia del pensamiento o en historia de los hechos y, sobre todo, debe trabajar tambin onomasiolgicamente, alternando con la intervencin semasiolgica. Esto sig-nifica que la historia conceptual debe clasificar tambin el gran nmero de de-nominaciones para estados de cosas (idnticos?), para poder dar razn acer-ca de cmo algo ha sido incluido en su concepto.

    De este modo, el fenmeno de la secularizacin se puede investigar no slo mediante el anlisis de esta expresin.10 Desde la historia lingstica se tienen que aducir tambin expresiones paralelas como laicizacin o tempo-ralizacin; desde la historia de los hechos habrn de tenerse en cuenta los mbitos de la Iglesia y del derecho constitucional; desde la historia del pensa-miento, las corrientes ideolgicas que han cristalizado en esta expresin antes de que el concepto de secularizacin est suficientemente comprendi-do como factor y como indicador de la historia a la que caracteriza.

    O, por nombrar otro fenmeno: la estructura federal del antiguo Reich per-tenece a las circunstancias a largo plazo, relevantes tanto jurdica como polti-camente que, desde la Edad Media tarda hasta la Repblica Federal de Ale-mania, fijaron determinados tipos de posibilidades y de comportamientos polti-cos. Por eso, no es suficiente con la historia de la palabra federacin para

    10

    Hermann Lbbe: Skularisierung. Geschichte eines ideenpolitischen Begriffs, Friburgo-Munich, 1965 y Hermann Zabel: Verweltlichung - Skularisierung. Zur Geschichte einer Inter-pretationskategorie, tesis doctoral, Mnster, 1968.

  • comprender la clarificacin conceptual de la estructura federal en el curso de la historia. Queda esbozado as, aunque muy simplificado. El trmino fe-deracin en el lenguaje jurdico alemn es una forma relativamente tarda del siglo XIII. Los convenios federales (unificaciones), al no quedar subsumidos bajo expresiones latinas como foedus, unio, liga, societas, etc., slo podan, en principio, ser expresados y realizados verbaliter en el lenguaje jurdico alemn.

    Slo la suma de alianzas ya realizadas, y posteriormente denominadas as, se condens en la expresin institucional federacin. Slo con una expe-riencia federal creciente se consigui la generalizacin lingstica que dispondr-a la federacin como concepto. A partir de entonces se puede reflexionar conceptualmente sobre las relaciones entre federacin y Reich y sobre la constitucin del Reich como federacin. Sin embargo, esta posibilidad de la teora apenas fue utilizada en las postrimeras de la Edad Media. Federacin sigui siendo bsicamente un concepto jurdico, en especial para designar alianzas entre ciudades a diferencia de las unificaciones de los prncipes o de las sociedades nobles. La carga religiosa del concepto de federacin en la poca de la Reforma condujo en el sentido inverso al mundo calvinista a su deterioro poltico. Para Lutero, slo Dios poda fundar una federacin, por-que nunca se haba descrito la junta de Schmalkalda como federacin. Slo historiogrficamente se le denomin de esa manera.

    El uso enftico, a la vez que religioso y poltico, de la expresin en Mntzer y por los campesinos en 1525 llev a una discriminacin o tabuizacin de su empleo. En tanto que terminus technicus del derecho constitucional pas a se-gundo plano y los grupos confesionales en lucha se reunieron bajo las expre-siones, en principio ms neutrales e intercambiables, de liga y unin.

    En la consumacin de los sangrientos conflictos se condensaron estas ex-presiones como conceptos de la lucha religiosa, quedando desacreditados en el curso de la guerra de los Treinta Aos. Expresiones francesas como alian-za impregnaron desde 1648 el derecho federal imperial de los prncipes ale-manes. Se impuso por criterios populistas y se modific lentamente.

    Slo con la disolucin del antiguo orden imperial estamental volvi a surgir de nuevo la expresin federacin y, por cierto, conjuntamente en los planos social, estatal y popular. Se acu la expresin social alianza (por Campe) para que se pudiera articular la distincin jurdica entre alianza y federa-cin que antes significaban lo mismo, y por ltimo, con el fin del Reich, se encontr la expresin Estado federal, introduciendo las aporas constitucio-nales que antes eran insolubles bajo un concepto histrico que sealaba al fu-turo.11

    Estas consideraciones debieran bastar para mostrar que la historia de los significados de federacin no es suficiente para describir la historia de lo que se ha ido poniendo en el concepto en el curso de la historia del Reich alemn, respecto a los problemas de la estructura federal. Habra que medir los campos semnticos, habra que investigar la relacin entre unificacin y fede-racin, entre federacin y pacto, la relacin de estas expresiones con unin, liga y alianza. Hay que plantear la cuestin de los conceptos contrarios cambiantes para clarificar los frentes polticos y las agrupaciones sociales o religiosas que se han formado dentro de las posibilidades federales. Tendrn que interpretarse formaciones nuevas, por ejemplo, se tendr que responder a

    11

    Vase mi artculo Bund, en Geschichtliche Grundbegriffe, cit. en nota 2, vol. I, pgs. 582-

    671.

  • la pregunta de por qu la expresin federalismo, asumida a fines del siglo XVIII, no avanz hasta ser un concepto ncleo del derecho constitucional alemn del siglo XIX. Sin incluir los conceptos paralelos o contrarios, sin coor-dinar mutuamente los conceptos generales y los especficos, sin tomar en cuenta los solapamientos de dos expresiones, no es posible averiguar el valor de una palabra como concepto respecto a la estructura social o a las posi-ciones de los frentes polticos. As pues, la historia conceptual tiende finalmente a la historia de los hechos, precisamente en el cambio de cuestiones sema-siolgicas y onomasiolgicas.

    El valor cambiante de la expresin federacin puede ser, por ejemplo, especialmente sugerente en situaciones constitucionales que slo se pueden conceptualizar o no bajo esta expresin. La clarificacin retrospectiva y la definicin actual del uso pasado de la palabra proporcionan concepciones de la historia constitucional: clarificar si la expresin federacin se us como con-cepto del derecho estamental, como concepto de esperanza religiosa, como concepto de organizacin poltica, o como concepto lmite del derecho civil (como en la acuacin de Kant federacin de pueblos), significa encontrar las diferencias que tambin articulan la historia objetivamente.

    Dicho de otra manera, la historia conceptual no tiene su fin en s misma, in-cluso aunque siga su propio mtodo. Al proporcionar indicadores y factores a la historia social, la historia conceptual puede definirse como una parte metdi-camente autnoma de la investigacin en historia social. De esta autonoma dimana una prioridad especficamente metdica que remite al conjunto de pre-misas tericas de la historia conceptual y de la social. III. Sobre la teora de la historia conceptual y de la historia social

    Todos los ejemplos aducidos hasta ahora, el de la historia del concepto de ciudadano, el del concepto de democracia o el del concepto de federacin, evi-dencian que poseen formalmente algo en comn: sincrnicamente tematizan situaciones y diacrnicamente tematizan su modificacin. De este modo, apun-tan a lo que, en el mbito de los objetos de la historia social puede describirse como estructuras y su transformacin. No se trata de que la una pueda dedu-cirse inmediatamente de la otra, pero la historia conceptual tiene preferencia para reflexionar sobre la conexin entre concepto y sociedad. As se produce una tensin cognoscitiva y productiva para la historia social.

    No es necesario que la permanencia y el cambio de los significados de las palabras se corresponda con la permanencia y el cambio de las estructuras que describen. El mtodo de la historia conceptual es una conditio sine qua non para las cuestiones de la historia social, precisamente porque las palabras que se han mantenido no son, tomadas en s mismas, un indicio suficiente de esta-dos de cosas que hayan permanecido tambin, y porque inversamente estados de cosas que se han modificado a largo plazo se conciben desde ex-presiones muy diferentes.

    Uno de los mritos de la historia conceptual es ayudar a poner en claro la permanencia de las experiencias anteriores y la resistencia de las teoras del pasado en la alternancia entre el anlisis sincrnico y diacrnico. En el cambio de perspectiva pueden hacerse visibles eliminaciones entre los significados antiguos de palabras que apuntan a un estado de cosas que se extingue y los

  • nuevos contenidos que surgen para esa misma palabra. Entonces pueden con-siderarse aspectos del significado a los que ya no corresponde ninguna reali-dad, o realidades que se muestran a travs de un concepto cuyo significado permaneci desconocido. Precisamente una consideracin retrospectiva dia-crnica puede descubrir secciones que estn ocultas en el uso espontneo del lenguaje. As, el sentido religioso de federacin no se ha desenmascarado desde que esa expresin se convirtiera en el siglo XIX en un concepto de orga-nizacin social y poltico. Marx y Engels lo saban cuando redactaron el Mani-fiesto del partido comunista desde la profesin de fe en la federacin de los comunistas.

    As pues, la historia conceptual clarifica tambin la diversidad de niveles de los significados de un concepto que proceden cronolgicamente de pocas di-ferentes. De este modo va ms all de la alternativa estricta entre sincrona y diacrona, remitiendo ms bien a la simultaneidad de lo anacrnico, que puede estar contenida en un concepto. Expresado de otro modo, ella tematiza lo que para la historia social pertenece a las premisas tericas, al querer armonizar acontecimientos y estructuras, plazos cortos, medios o largos. La profundidad histrica de un concepto, que no es idntica a la serie cronolgica de sus signi-ficados, alcanza con esto una pretensin de sistematicidad de la que debe dar cuenta toda investigacin en historia social.

    La historia conceptual trabaja, pues, bajo la premisa terica de tener que armonizar y comparar la permanencia y el cambio. En la medida en que hace esto en el medio del lenguaje (en el de las fuentes y en el cientfico), refleja premisas tericas que tambin tienen que cumplirse en una historia social que se refiera a los hechos histricos.

    Es un descubrimiento general del lenguaje: que cada uno de los significa-dos tiene vigencia ms all de aquella unicidad que podran exigir los aconte-cimientos histricos. Cada palabra, incluso cada nombre, indica su posibilidad lingstica ms all del fenmeno particular que describe o denomina. Esto es vlido tambin para los conceptos histricos, aun cuando en principio sir-vieran para reunir conceptualmente en su singularidad la compleja existencia de la experiencia. Una vez acuado, un concepto contiene en s mismo la posibilidad puramente lingstica de ser usado de forma generalizadora, de formar categoras o de proporcionar la perspectiva para la comparacin. Quien trata de un determinado partido, de un determinado Estado o de un ejrcito en particular, se mueve lingsticamente en un plano en el que tambin est dis-poniendo potencialmente partidos, Estados o ejrcitos. Una historia de los con-ceptos correspondientes induce preguntas estructurales que la historia social est obligada a contestar.

    Los conceptos no slo nos ensean acerca de la unicidad de significados pasados sino que contienen posibilidades estructurales, tematizan la simulta-neidad en lo anacrnico, de lo que no puede hacerse concordar en el curso de los acontecimientos de la historia. Los conceptos, que abarcan estados de co-sas pasados, contextos y procesos, se convierten para el historiador social que los usa en el curso del conocimiento, en categoras formales que se ponen co-mo condiciones de la historia posible. Slo los conceptos que tienen una pre-tensin de permanencia, es decir, capacidad de ser empleados repetidamente y de ser efectivos empricamente, o lo que es lo mismo, conceptos con una pre-tensin estructural, dejan expedito el camino para que hoy pueda parecer posi-ble y, as se pueda representar, la historia real de otros tiempos.

  • Esto queda an ms claro si se posibilita desde la historia conceptual la re-lacin entre el lenguaje de las fuentes y l lenguaje cientfico. Cualquier histo-riografa se mueve en dos planos: o investiga los estados de cosas que ya fue-ron articulados lingsticamente con anterioridad, o reconstruye estados de co-sas que no se articularon antes lingsticamente pero que pueden ser elabora-dos con la ayuda de determinados mtodos y deducciones de indicios. En el primer caso, los conceptos tradicionales sirven como acceso heurstico para concebir la realidad pasada. En el segundo caso, la Historie se vale ex post de categoras formadas y definidas que se emplean sin poder demostrar su pre-sencia en las fuentes. As por ejemplo, se formulan premisas terico-econmicas para investigar los inicios del capitalismo con categoras que en aquel momento eran desconocidas. O se desarrollan teoremas polticos que se aplican a las relaciones constitucionales del pasado sin tener que dar lugar por ello a una historia optativa. En ambos casos la historia conceptual clarifica la diferencia que impera entre la conceptualidad antigua y la actual, ya sea por-que traduce el uso del lenguaje antiguo y vinculado a las fuentes, elaborndolo en forma de definicin para la investigacin actual, ya sea porque comprueba las definiciones modernas de los conceptos cientficos respecto a su capacidad de resistencia histrica. La historia conceptual abarca aquella zona de conver-gencia en la que el pasado, junto con sus conceptos, afecta a los conceptos actuales. Precisa pues de una teora, pues sin ella no podra concebir lo que hay de comn y de diferente en el tiempo.

    Es evidentemente insuficiente, por repetir un ejemplo conocido, explicar el fenmeno del Estado moderno desde el uso de la palabra Estado (status, tat), que se elabor hace poco en una investigacin a fondo.12 Pero an nos queda, desde la historia social, la sugerente cuestin de por qu slo se han conceptualizado de forma conjunta determinados fenmenos de una poca determinada. As, a pesar de que la burocracia y el ejrcito estaban estableci-dos desde haca tiempo, el lenguaje jurdico prusiano slo legaliz en 1848 la suma de los Estados prusianos como un nico Estado: en una poca en la que la sociedad de economa liberal relativiz las diferencias estamentales y origin un proletariado que se extendi por todas las provincias. El Estado prusiano fue bautizado, sobre todo y dicho jurdicamente, como un Estado de constitucin burguesa. Estos descubrimientos singulares no pueden impedirle en absoluto a la historia que una vez que ha establecido los conceptos de la vida social los defina cientficamente y los haga extensivos a otras pocas o mbitos. As, se puede hablar naturalmente de un Estado de la alta Edad Media slo con que queden aseguradas desde la historia conceptual las ampliaciones de las defini-ciones, con lo cual la historia conceptual invierte totalmente el sentido de la his-toria social. Con la ampliacin de conceptos posteriores a pocas anteriores o, viceversa, con la extensin de conceptos anteriores a fenmenos posteriores (que es corriente en la actualidad en el uso lingstico del feudalismo), se po-nen al menos hipotticamente en el mbito de los objetos los elementos mnimos comunes.

    As pues, la tensin existente entre realidad y concepto vuelve a manifes-tarse de nuevo en el plano de los lenguajes cientficos y de las fuentes. La his-toria social, en tanto investiga estructuras a largo plazo, no puede por eso re-nunciar a tomar en consideracin las premisas tericas de la historia concep-

    12

    Paul-Ludwig Weinacht: Staat. Studien zur Bedeutungsgeschichte eines Wortes von der An-

    fngen bis in 19. Jahrhundert, en Beitrage zur Politischen Wissenschaft, vol. 2, Berln, 1968.

  • tual. En qu plano de generalizacin se mueve la permanencia de la tendencia y de los plazos que se investiga y esto lo hace cualquier historia social slo lo puede decir la reflexin sobre los conceptos que se emplean ah, reflexin que ayuda a clarificar tericamente la relacin temporal entre el acontecimiento y la estructura o la sucesin de permanencia y cambio.

    Por ejemplo, la legitimidad era en principio una expresin del lenguaje jurdico, que fue politizada en el sentido del tradicionalismo y que entr en la lucha entre partidos. Finalmente, la revolucin consigui tambin su legiti-midad. As se insert en las perspectivas de la filosofa de la historia y se ti propagandsticamente segn la situacin poltica de quien usara la expresin. Todos estos planos del significado que se solapan mutuamente existan ya cuando Max Weber neutraliz cientficamente la expresin, para poder describir categoras de las formas de dominacin. De este modo elabor un concepto cientfico a partir de la reserva emprica de significados posibles que ya exista y que era suficiente formal y universalmente para poder describir posibilidades de organizacin a largo plazo y duraderas, as como tambin cambiantes y co-incidentes que subdividen las individualidades histricas segn las estruc-turas que les son internas.

    Existe la historia conceptual, cuyas premisas tericas producen enunciados estructurales, sin cuya aplicacin no puede llegarse a una historia social que proceda con exactitud.

    ESPACIO DE EXPERIENCIA Y HORIZONTE DE EXPECTATIVA, DOS CATEGORAS HIST-

    RICAS

    [Nota: texto extrado de Reinhart Koselleck, Futuro pasado. Para una semntica de los tiempos histricos, Paids, Barcelona, 1993, pp. 333-357]

    I. Observacin metdica preliminar

    Puesto que tanto se habla en contra de las hiptesis, se debiera intentar al-guna vez comenzar la historia sin hiptesis. No se puede decir que algo es, sin decir lo que es. Al pensarlos, se refieren los facta a conceptos y no es indife-rente a cules.13 Con estas frases resumi Friedrich Schlegel un siglo de con-sideraciones tericas sobre qu era, cmo se conoca y cmo se deba escribir la historia. Al final de esta Ilustracin histrica, provocada por una historia expe-rimentada como progresista, est el descubrimiento de la historia en y para s. Dicho brevemente, se trata de una categora trascendental que rene las condiciones de una historia posible con las de su conocimiento.14 Desde enton-

    13

    Friedrich Schlegel: Kritische Schriften, bajo la direccin de W. Rasch, 2.a edic., Munich, 1964,

    pg. 51 (Fragmento del ateneo). 14

    Vase mi artculo Geschichte, Historie, en Otto Brunner/Werner Conze/Reinhart Koselleck (comps.), Geschichtliche Grundbegriffe, vol. 2, Stuttgart, 1975, pg. 647 sigs. Las reflexiones siguientes se basan en los trabajos del diccionario del lenguaje sociopoltico en Alemania, que

  • ces ya no es conveniente, aunque sea muy corriente, tratar cientficamente de la historia sin aclararse respecto a las categoras en virtud de las cuales se va a expresar.

    El historiador que recurre al pasado, por encima de sus propias vivencias y recuerdos, conducido por preguntas o por deseos, esperanzas e inquietudes, se encuentra en primer lugar ante los llamados restos que an hoy subsisten en mayor o en menor nmero. Cuando transforma estos restos en fuentes que dan testimonio de la historia cuyo conocimiento le interesa, entonces el histo-riador se mueve siempre en dos planos. O investiga situaciones que ya han sido articuladas lingsticamente con anterioridad, o reconstruye circunstancias que anteriormente no han sido articuladas lingsticamente, pero que extrae de los vestigios con la ayuda de hiptesis y mtodos. En el primer caso los con-ceptos tradicionales de la lengua de las fuentes le sirven como acceso heursti-co para comprender la realidad pasada. En el segundo caso, el historiador se sirve de conceptos formados y definidos ex post, es decir, de categoras cient-ficas que se emplean sin que se puedan mostrar en los hallazgos de las fuen-tes.

    Tenemos que tratar, pues, de los conceptos ligados a las fuentes y de las categoras cientficas del conocimiento, que deben diferenciarse aun pudiendo relacionarse, pero no siendo necesario que lo estn. Con frecuencia, una mis-ma palabra puede cubrir el concepto y la categora histricos, resultando en-tonces an ms importante la clarificacin de la diferencia de su uso. La histo-ria de los conceptos es la que mide e investiga esta diferencia o convergencia entre conceptos antiguos y categoras actuales del conocimiento. Hasta aqu, por diferentes que sean sus mtodos propios y prescindiendo de su riqueza emprica, la historia de los conceptos es una especie de propedutica para una teora cientfica de la historia conduce a la metodologa histrica.

    A continuacin, al hablar de espacio de experiencia y de horizonte de ex-pectativa como categoras histricas, diremos de antemano que estas dos ex-presiones no se investigan como conceptos del lenguaje de las fuentes. Incluso renunciamos conscientemente a derivar de forma histrica el origen de estas dos expresiones, actuando en cierto modo en contra de la pretensin metdica a la que debiera someterse un historiador profesional de los conceptos. Hay situaciones en la investigacin en las que el abstenerse de preguntas histrico-genticas puede agudizar la mirada sobre la historia misma. En todo caso la pretensin sistemtica a la que aspira el procedimiento siguiente queda ms clara si anteriormente se renuncia a una historizacin de la propia posicin.

    Ya del uso cotidiano del lenguaje se desprende que, en tanto que expresio-nes, experiencia y expectativa no proporcionan una realidad histrica, co-mo lo hacen, por ejemplo, las caracterizaciones o denominaciones histricas. Denominaciones como el pacto de Postdam, la antigua economa de escla-vos o la Reforma apuntan claramente a los propios acontecimientos, situa-ciones o procesos histricos. En comparacin, experiencia y expectativa slo son categoras formales: lo que se ha experimentado y lo que se espera respectivamente, no se puede deducir de esas categoras. La anticipacin for-mal de explicar la historia con estas expresiones polarmente tensas, nicamen-te puede tener la intencin de perfilar y establecer las condiciones de las histo-rias posibles, pero no las historias mismas. Se trata de categoras del conoci-

    ya se ha citado. En seal de agradecimiento estn dedicados a Werner Conze, sin cuyo est-mulo incansable no se hubiese podido realizar la tarea cientfica comn.

  • miento que ayudan a fundamentar la posibilidad de una historia. O, dicho de otro modo: no existe ninguna historia que no haya sido constituida mediante las experiencias y esperanzas de personas que actan o sufren. Pero con esto an no se ha dicho nada acerca de una historia pasada, presente o futura, y, en cada caso, concreta.

    Esta propiedad de la formalidad la comparten nuestras categoras con otras numerosas expresiones de la ciencia histrica. Recordemos seor y siervo, amigo y enemigo, guerra y paz, fuerzas productivas y relaciones de pro-duccin; o pensemos en la categora del trabajo social, de una generacin poltica, en las formas de construir una constitucin, en las unidades de accin sociales o polticas, o en la categora de frontera, en el espacio y el tiempo.

    Siempre se trata de categoras que todava no dicen nada sobre una deter-minada frontera, una determinada constitucin, etc. Pero el hecho de que esta frontera, esta constitucin o esta experiencia y aquella expectativa hayan sido cuestionadas y expuestas, presupone ya el uso categorial de las expresiones.

    Ahora bien, casi todas las categoras formales que hemos mencionado se caracterizan por haber sido a la vez conceptos histricos, es decir, conceptos econmicos, polticos o sociales, es decir, procedentes del mundo de la vida. En esto comparten la ventaja de aquellos conceptos tericos que en Aristteles proporcionaban una visin intuitiva a partir de la comprensin de la palabra, de manera que el mundo cotidiano de la poltica quedaba superado en su re-flexin. Pero, precisamente respecto al mundo de la vida precientfico y a sus conceptos polticos y sociales, resulta evidente que se puede diferenciar y gra-duar la lista de las categoras formales derivadas de ellos. Quin negar que expresiones tales como democracia, guerra o paz, seoro y servidum-bre, estn ms llenas de vida, son ms concretas, ms sensibles y ms intui-tivas que nuestras dos categoras experiencia y expectativa?

    Evidentemente, las categoras experiencia y expectativa reclaman un grado ms elevado, ya apenas superable, de generalidad, pero tambin de ab-soluta necesidad en su uso. Como categoras histricas equivalen en esto a las de espacio y tiempo.

    Esto puede fundamentarse semnticamente: los conceptos que se han mencionado, saturados de realidad, se establecen como categoras alternativas o significados que, al excluirse mutuamente, constituyen campos de significa-cin ms concretos, delimitados cada vez ms estrechamente, aun cuando permanezca su referencia mutua. As la categora del trabajo remite al ocio, la de guerra a la paz y viceversa, la de frontera a un espacio interior y a otro exte-rior, una generacin poltica a otra o a su correlato biolgico, las fuerzas pro-ductivas a las relaciones de produccin, la democracia a una monarqua, etc. Evidentemente, la pareja de conceptos experiencia y expectativa es de otra naturaleza, est entrecruzada internamente, no ofrece una alternativa, ms bien no se puede tener un miembro sin el otro. No hay expectativa sin expe-riencia, no hay experiencia sin expectativa.

    Sin el nimo de establecer aqu una jerarquizacin estril, se puede decir que todas las categoras condicionales que se han mencionado para las histo-rias posibles se pueden aplicar individualmente, pero ninguna es concebible sin estar constituida tambin por la experiencia y la expectativa. Por lo tanto, nues-tras dos categoras indican la condicin humana universal; si as se quiere, re-miten a un dato antropolgico previo, sin el cual la historia no es ni posible, ni siquiera concebible.

  • Novalis, uno de los testigos principales de aquel tiempo en el que empez a tomar alas la teora de la historia antes de consolidarse en los sistemas idealis-tas, lo formul en una ocasin en su Heinrich von Ofterdingen. Ah opinaba que el autntico sentido de las historias de los hombres se desarrolla tarde, alu-diendo al descubrimiento de la historia en el siglo XVIII. Slo cuando se es ca-paz de abarcar una larga serie con una sola ojeada y no se toma todo literal-mente ni se confunde petulantemente, slo entonces se observa la concate-nacin secreta entre lo antiguo y lo futuro y se aprende a componer la historia a partir de la esperanza y el recuerdo.15

    Historia no significaba todava especialmente el pasado, como ms tarde bajo el signo de su elaboracin cientfica, sino que apuntaba a esa vinculacin secreta entre lo antiguo y lo futuro, cuya relacin slo se puede conocer cuan-do se ha aprendido a reunir los dos modos de ser que son el recuerdo y la es-peranza.

    Sin detrimento del origen cristiano de esta visin, aqu se presenta un autntico caso de aquella determinacin trascendental de la historia a la que me refera al principio. Las condiciones de posibilidad de la historia real son, a la vez, las de su conocimiento. Esperanza y recuerdo o, expresado ms gen-ricamente, expectativa y experiencia pues la expectativa abarca ms que la esperanza y la experiencia profundiza ms que el recuerdo constituyen a la vez la historia y su conocimiento y, por cierto, lo hacen mostrando y elaborando la relacin interna entre el pasado y el futuro antes, hoy o maana.

    Y con esto llego a mi tesis: la experiencia y la expectativa son dos categor-as adecuadas para tematizar el tiempo histrico por entrecruzar el pasado y el futuro. Las categoras son adecuadas para intentar descubrir el tiempo histrico tambin en el campo de la investigacin emprica, pues enriquecidas en su contenido, dirigen las unidades concretas de accin en la ejecucin del movi-miento social o poltico.

    Expondremos un ejemplo sencillo: la experiencia de la ejecucin de Carlos I abri, ms de un siglo despus, el horizonte de las perspectivas de Turgot cuando instaba a Luis XVI a que realizase reformas que le preservasen del mismo destino de aqul. Turgot avis en vano a su rey. Pero entre la revolucin inglesa pasada y la francesa venidera se pudo experimentar y descubrir una relacin temporal que llevaba ms all de la mera cronologa. La historia con-creta se madura en el medio de determinadas experiencias y determinadas expectativas.

    Pero nuestros dos conceptos no estn slo contenidos en la ejecucin con-creta de la historia, ayudndole a avanzar. En tanto que categoras son las de-terminaciones formales que explican esa ejecucin, para nuestro conocimiento histrico. Remiten a la temporalidad del hombre y, si se quiere, metahistrica-mente a la temporalidad de la historia.

    Intentaremos clarificar esta tesis en dos pasos. En primer lugar esbozar la dimensin metahistrica: en qu medida la experiencia y la expectativa, como dato antropolgico, son condicin de las historias posibles.

    En segundo lugar intentar mostrar histricamente que la coordinacin de experiencia y expectativa se ha desplazado y modificado en el transcurso de la historia. Si sale bien la prueba, se habr demostrado que el tiempo histrico no slo es una determinacin vaca de contenido, sino tambin una magnitud que

    15

    Novalis: Heinrich von Ofterdingen 1, 5, en Schriften, bajo la direccin de Paul Kluckhohn y

    Richard Samuel, 2.a edic., vol. 1, Stuttgart, Darmstadt, 1960, pg. 258.

  • va cambiando con la historia, cuya modificacin se podra deducir de la coordi-nacin cambiante entre experiencia y expectativa. II. Espacio de experiencia y horizonte de expectativa como categoras metahistricas

    Pido la comprensin de los lectores por empezar con la explicacin del sig-nificado metahistrico y por tanto antropolgico, pues slo podr hacerla en un breve esbozo, al que me arriesgar, sin embargo, a fin de distribuir mejor la carga probatoria. Al aplicar nuestras expresiones en la investigacin emprica sin una determinacin metahistrica que apunte a la temporalidad de la histo-ria, caeramos inmediatamente en el torbellino infinito de su historizacin.

    Por eso, ensayemos algunas definiciones a modo de oferta: la experiencia es un pasado presente, cuyos acontecimientos han sido incorporados y pueden ser recordados. En la experiencia se fusionan tanto la elaboracin racional co-mo los modos inconscientes del comportamiento que no deben, o no debieran ya, estar presentes en el saber. Adems, en la propia experiencia de cada uno, transmitida por generaciones o instituciones, siempre est contenida y conser-vada una experiencia ajena. En este sentido, la Historie se concibi desde anti-guo como conocimiento de la experiencia ajena.

    Algo similar se puede decir de la expectativa: est ligada a personas, siendo a la vez impersonal, tambin la expectativa se efecta en el hoy, es futuro hecho presente, apunta al todava-no, a lo no experimentado, a lo que slo se puede descubrir. Esperanza y temor, deseo y voluntad, la inquietud pero tam-bin el anlisis racional, la visin receptiva o la curiosidad forman parte de la expectativa y la constituyen.

    A pesar de estar presentes recprocamente, no se trata de conceptos sim-tricos complementarios que coordinan el pasado y el futuro como si fueran es-pejismos.16 Antes bien, la experiencia y la expectativa tienen modos de ser dife-renciables. Esto queda explicado en una frase del conde Reinhard, quien en 1820, despus de volver a estallar sorprendentemente la revolucin en Espaa, le escribi a Goethe: Tiene usted toda la razn, mi estimado amigo, en lo que dice sobre la experiencia. Para los individuos siempre llega demasiado tarde, para los gobiernos y los pueblos no est nunca disponible. El diplomtico francs hizo suya una expresin de Goethe que se impuso en aquel momento, quiz tambin en Hegel y que certificaba el final de la aplicabilidad inmediata de las enseanzas de la Historie. Sucede as y quisiera llamar la atencin sobre el pasaje que sigue sin perjuicio de la situacin histrica en la que fue concebida, por primera vez, esta frase, sucede as porque la experiencia ya

    16

    Vanse los anlisis de Agustn en el libro 11 de sus Confesiones, donde las tres dimensiones del tiempo se remiten a la expectativa, a la percepcin y al recuerdo en el espritu, en el nima. Adems los anlisis de Heidegger en Sein und Zeit, especialmente en el captulo 5 Zeitlichkeit und Geschichtlichkeit, donde la constitucin temporal de la existencia [Dasein] humana se revela como condicin de la historia posible. Por supuesto que ni Agustn ni Heidegger han extendido sus preguntas al tiempo de la historia. Queda aqu como pregunta abierta si las es-tructuras temporales intersubjetivas de la historia se pueden en todo caso deducir suficiente-mente de un anlisis de la existencia A continuacin se intentan usar las categoras metahist-ricas de experiencia y expectativa como indicadores de los cambios del tiempo histrico. La implicacin histrica de toda experiencia ha sido descubierta por Hans-Georg Gadamer en Wahrheit und Methode, Tubinga, 1960, pg. 329 sigs.

  • hecha se expone unificada en un ncleo y la que an est por realizar se ex-tiende en minutos, horas, das, aos y siglos, por lo que lo similar no parece nunca ser similar, pues en un caso slo se considera el todo y en el otro partes aisladas.17

    El pasado y el futuro no llegan a coincidir nunca, como tampoco se puede deducir totalmente una expectativa a partir de la experiencia. Una vez reunida, una experiencia es tan completa como pasados son sus motivos, mientras que la experiencia futura, la que se va a hacer, anticipada como expectativa se descompone en una infinidad de trayectos temporales diferentes.

    Nuestra perfrasis metafrica se corresponde con esta situacin que ha ad-vertido el conde Reinhard. De todos modos, ya se sabe que el tiempo slo se puede expresar en metforas temporales, pero evidentemente resulta ms convincente hablar de espacio de experiencia y horizonte de expectativa que, al contrario, de horizonte de experiencia y espacio de expectativa, aun cuando estas locuciones conservan su sentido. De lo que aqu se trata es de mostrar que la presencia del pasado es algo distinto de la presencia del fu-turo.

    Tiene sentido decir que la experiencia procedente del pasado es espacial, porque est reunida formando una totalidad en la que estn simultneamente presentes muchos estratos de tiempos anteriores, sin dar referencias de su antes ni de su despus. No hay una experiencia cronolgicamente mensurable aunque s fechable segn su motivo porque en cualquier momento se compone de todo lo que se puede evocar del recuerdo de la propia vida o del saber de otra vida. Cronolgicamente, toda experiencia salta por encima de los tiempos, no crea continuidad en el sentido de una elaboracin aditiva del pasa-do. Antes bien, se puede comparar utilizando una imagen de Christian Mei-er con el ojo de cristal de una lavadora, detrs del cual aparece de vez en cuando una pieza multicolor de toda la ropa que est contenida en la cuba.

    Y viceversa, es ms preciso servirse de la metfora de un horizonte de ex-pectativa que de un espacio de expectativa. Horizonte quiere decir aquella lnea tras de la cual se abre en el futuro un nuevo espacio de experiencia, aun-que an no se puede contemplar. La posibilidad de descubrir el futuro choca, a pesar de los pronsticos posibles, contra un lmite absoluto, porque no es posi-ble llegar a experimentarla. Un chiste poltico actual lo aclara en forma de tpi-co: En el horizonte ya es visible el comunismo, explica Kruschev en un discurso. Pregunta incidental de un oyente: Cantarada Kruschev, qu es el horizonte? Bscalo en el diccionario, contesta Nikita Sergeievits. En casa, ese individuo sediento de saber encuentra en una enciclopedia la si-guiente explicacin: Horizonte, una lnea imaginaria que separa el cielo de la tierra y que se aleja cuando uno se acerca.18

    Sin perjuicio de la alusin poltica, aqu tambin se puede mostrar que lo que se espera para el futuro est limitado, en definitiva, de otro modo que lo que se ha sabido ya del pasado. Las expectativas que se albergan se pueden revisar, las experiencias hechas, se renen.

    17

    Goethe y Reinhard: Briefwechsel, Francfort, 1957, pg. 246. Vase antes pg. 60. 18

    Alexander Drozdzynski: Der politische Witz im Ostblock, Dusseldorf, 1974, pg. 80.

  • De las experiencias se puede esperar hoy que se repitan y confirmen en el futuro. Pero una expectativa no se puede experimentar hoy ya del mismo mo-do. Por supuesto, la impaciencia por el futuro, esperanzada o angustiosa, pre-visora o planificadora, se puede reflejar en la conciencia. Hasta ah se puede llegar a experimentar tambin la expectativa. Pero las circunstancias, situacio-nes o consecuencias de las acciones que pretenda la expectativa, sas no son contenidos de la experiencia. Lo que caracteriza a la experiencia es que ha elaborado acontecimientos pasados, que puede tenerlos presentes, que est saturada de realidad, que vincula a su propio comportamiento las posibilidades cumplidas o erradas.

    As pues, repitamos de nuevo, no se trata de simples conceptos contrarios, sino que indican, ms bien, modos de ser desiguales de cuya tensin se puede deducir algo as como el tiempo histrico.

    Lo explicar mediante un descubrimiento corriente. La heterogona de los fines en primer lugar, sucede de otro modo, en segundo, de lo que se pien-sa esta determinacin especfica de la serie temporal histrica se basa en la pretendida diferencia entre experiencia y expectativa. La una no se puede con-vertir en la otra sin un hiato. Incluso si se formula este descubrimiento como una proposicin irrefutable de experiencia, no se pueden deducir de l expecta-tivas rigurosas.

    Quien crea que puede deducir su expectativa totalmente a partir de su ex-periencia se equivoca. Si sucede algo de manera distinta a como se esperaba, queda escarmentado. Pero quien no basa su expectativa en su experiencia, tambin se equivoca. Lo hubiera podido saber mejor. Evidentemente, estamos ante una apora que slo se puede resolver con el transcurso del tiempo. As, la diferencia indicada por las dos categoras nos remite a una caracterstica es-tructural de la historia. En la historia sucede siempre algo ms o algo menos de lo que est contenido en los datos previos. Este hallazgo no es tan sorprenden-te. Siempre puede suceder algo de modo distinto a como se espera; sta es slo una frmula subjetiva para la situacin objetiva de que el futuro histrico no se puede derivar por completo a partir del pasado histrico.

    Pero hay que aadir que puede haber sido diferente a como se lleg a sa-ber. Ya sea porque una experiencia contenga recuerdos errneos que son co-rregibles, ya sea porque nuevas experiencias abran nuevas perspectivas. El tiempo aclara las cosas, se renen nuevas experiencias. Es decir, incluso las experiencias ya hechas pueden modificarse con el tiempo. Los acontecimientos de 1933 sucedieron definitivamente, pero las experiencias basadas en ellos pueden modificarse con el paso del tiempo. Las experiencias se superponen, se impregnan unas de otras. An ms, nuevas esperanzas o desengaos, nue-vas expectativas, abren brechas y repercuten en ellas. As pues, tambin las experiencias se modifican, aun cuando consideradas como lo que se hizo en una ocasin, son siempre las mismas. sta es la estructura temporal de la ex-periencia, que no se puede reunir sin una expectativa retroactiva.

    Es diferente lo que sucede con la estructura temporal de la expectativa, que no se puede tener sin la experiencia. Las expectativas que se basan en expe-riencias ya no pueden sorprender cuando suceden. Slo puede sorprender lo que no se esperaba: entonces se presenta una nueva experiencia. La ruptura del horizonte de expectativa funda, pues, una nueva experiencia. La ganancia en experiencia sobrepasa entonces la limitacin del futuro posible presupuesta

  • por la experiencia precedente. As pues, la superacin temporal de las expecta-tivas coordina nuestras dos dimensiones de una forma nueva en cada ocasin.

    Breve sentido para este discurso tan prolijo: la tensin entre experiencia y expectativa es lo que provoca de manera cada vez diferente nuevas solucio-nes, empujando de ese modo y desde s misma al tiempo histrico. Esto se puede demostrar aportando un ltimo ejemplo con especial claridad en la estructura de un pronstico. El contenido en verosimilitud de un pronstico no se basa en lo que alguien espera. Se puede esperar tambin lo inverosmil. La verosimilitud de un futuro vaticinado se deriva en primer lugar de los datos pre-vios del pasado, tanto si estn elaborados cientficamente como si no. Se ade-lanta el diagnstico en el que estn contenidos los datos de la experiencia. Vis-to de este modo, es el espacio de experiencia abierto hacia el futuro el que ex-tiende el horizonte de expectativa. Las experiencias liberan los pronsticos y los guan.

    Pero los pronsticos tambin vienen determinados por el mandato previo de tener que esperar algo. La prediccin referida al campo ms o menos amplio de las acciones libera expectativas en las que tambin entran el temor o la es-peranza. Es preciso tener en cuenta condiciones alternativas; entran en juego posibilidades que siempre contienen ms de lo que puede cumplir la realidad futura. De tal modo que un pronstico abre expectativas que no se pueden de-ducir solamente de la experiencia. Hacer un pronstico quiere decir ya cambiar la situacin de la que surge. O, dicho de otro modo: hasta el momento, el espa-cio de experiencia no es suficiente para determinar el horizonte de expectativa.

    Por todo eso, espacio de experiencia y horizonte de expectativa no se pue-den referir estadsticamente uno al otro. Constituyen una diferencia temporal en el hoy, entrelazando cada uno el pasado y el futuro de manera desigual. Cons-ciente o inconscientemente, la conexin que crean de forma alternativa tiene la estructura de un pronstico. As hemos alcanzado una caracterstica del tiempo histrico que puede indicar tambin su variabilidad. III. Cambio histrico en la coordinacin entre experiencia y expectativa

    Llego a la utilizacin histrica de nuestras dos categoras. Mi tesis es que

    en la poca moderna va aumentando progresivamente la diferencia entre expe-riencia y expectativa, o, ms exactamente, que slo se puede concebir la mo-dernidad como un tiempo nuevo desde que las expectativas se han ido alejan-do cada vez ms de las experiencias hechas.

    Con esto an no se ha decidido nada acerca de la cuestin de si se trata de historia objetiva o slo de su reflexin subjetiva. Pues las experiencias pasadas contienen siempre estados objetivos que entran a formar parte de su modo de elaboracin. Esto afecta tambin, naturalmente, a las expectativas pasadas. Consideradas solamente como posiciones dirigidas hacia el futuro, podran haber posedo slo una especie de realidad psquica. Pero como fuerza impul-sora su eficacia no se debe valorar menos que el efecto de las experiencias elaboradas, pues las expectativas han producido nuevas posibilidades a costa de realidades que se desvanecan.

  • Citemos, pues, ante todo algunos datos objetivos. Se pueden agrupar fcilmente desde el punto de vista de la historia social.19 El mundo campesino, en el que hace 200 aos estaban incluidos en muchos lugares de Europa hasta el 80% de la totalidad de las personas, viva con el ciclo de la naturaleza. Si se prescinde de la organizacin social, de las oscilaciones de ventas especialmen-te de los productos agrarios en el comercio a larga distancia e, igualmente, de las oscilaciones monetarias, la vida cotidiana quedaba marcada por lo que ofreca la naturaleza. La buena o mala cosecha dependa del sol, del aire, del clima y las destrezas que haba que aprender se transmitan de generacin en generacin. Las innovaciones tcnicas, que tambin las haba, se imponan con tanta lentitud que no producan ninguna irrupcin que hiciera cambiar la vida. Se podan adaptar a ellas, sin que la economa de la experiencia prece-dente se hubiese alterado. Incluso las guerras se vivan como acontecimientos enviados o permitidos por Dios. Algo similar se puede decir del mundo urbano de los artesanos, cuyas reglas gremiales, por restrictivas que fuesen en lo indi-vidual, cuidaban precisamente de que todo siguiera como era. El que las expe-rimentasen como restrictivas ya supone el nuevo horizonte de expectativa de una economa ms libre. Naturalmente, esta imagen est muy simplificada, pe-ro es suficientemente clara para nuestro problema: las expectativas que se mantenan en el mundo campesino-artesanal que se ha descrito, y que eran las nicas que se podan mantener, se nutran totalmente de los antepasados y tambin llegaron a ser las de los descendientes. Y si algo ha cambiado ha sido tan lentamente y a tan largo plazo que la ruptura entre la experiencia habida hasta entonces y una expectativa an por descubrir no rompa el mundo de la vida que haban de heredar.

    Esta constatacin del paso casi perfecto desde las experiencias pasadas a las expectativas venideras no se puede extender del mismo modo a todas las capas sociales. En el mundo de la poltica con su creciente movilizacin de los medios de poder, en el movimiento de las cruzadas o, ms tarde, en la coloni-zacin de ultramar (por nombrar dos sucesos importantes) y ms tarde en el mundo del espritu en virtud del giro copernicano y en la sucesin de inventos tcnicos de principios de la modernidad, es preciso suponer ampliamente una diferencia consciente entre la experiencia consagrada y la nueva expectativa que se va a descubrir. Quot enim fuerint errorum impedimenta in praeterito, tot sunt spei argumenta in futurum, como deca Bacon.20 Ante todo all, donde en el plazo de una generacin se rompi el espacio de experiencia, todas las ex-pectativas se convirtieron en inseguras y hubo que provocar otras nuevas. Desde el Renacimiento y la Reforma, esta tensin desgarradora se fue apode-rando cada vez de ms capas sociales.

    Por supuesto, mientras que la doctrina cristiana de las postrimeras o sea, hasta mediados del siglo XVII aproximadamente limitaba inalcanzablemente el horizonte de expectativas, el futuro permaneca ligado al pasado. La revela-cin bblica y su administracin eclesial entrecruzaron la experiencia y la ex-pectativa de tal modo que no podan separarse. Discutamos esto brevemente.21

    19

    Vase Arnold Gehlen: Erfahrung zweiter Hand, en Der Mensch als geschichtliches Wesen,

    en conmemoracin de Michael Landmann, Stuttgart, 1974, pg. 176 sigs. 20

    Francis Bacon: Novum Organum, 1, 94, en The Works of Francis Bacon, vol. 1, Londres,

    1858, reimpr. Stuttgart-Bad Cannstatt, 1963, pg. 200. 21

    Vase antes pg. 26.

  • Las expectativas que sealaban ms all de toda experiencia conocida no se referan a este mundo. Se orientaban hacia el llamado ms all, concentra-do apocalpticamente en el final de este mundo. Nada se perda cuando resul-taba, una vez ms, que no se haba cumplido una profeca sobre el fin de este mundo.

    Siempre se poda reproducir una profeca no cumplida. An ms, el error que comportaba el incumplimiento de esa expectativa se converta en prueba de que el augurio apocalptico del fin del mundo ocurrira la prxima vez con mayor verosimilitud. La estructura iterativa de la expectativa apocalptica cuida-ba de que las experiencias opuestas quedaran inmunizadas en el terreno de este mundo. Ex post, atestiguaban lo contrario de lo que en principio parecan afirmar. As pues, se trataba de expectativas que no podan ser superadas por ninguna experiencia transversal a ellas, porque se extendan ms all de este mundo.

    Esta circunstancia, que hoy es difcil de comprender racionalmente, se podr-a explicar tambin. Desde una expectativa frustrada acerca del fin del mundo hasta la siguiente pasaban generaciones, de manera que la reanudacin de una profeca sobre el fin de los tiempos quedaba incrustada en el ciclo natural de las generaciones. De este modo, nunca colisionaron las experiencias terre-nales a largo plazo de la vida cotidiana con aquellas expectativas que se ex-tendan hasta el fin del mundo. En la oposicin entre expectativa cristiana y ex-periencia terrenal, ambas permanecan referidas la una a la otra sin llegar a refutarse. Por lo tanto, la escatologa poda reproducirse en la medida y en tan-to que el espacio de experiencia no se modificase fundamentalmente en este mundo.

    Esta situacin slo se modific con el descubrimiento de un nuevo horizonte de expectativa, mediante eso que finalmente se ha conceptuado como progre-so.22 Terminolgicamente, el profectus religioso fue desbancado o sustituido por un progressus mundano. La determinacin de fines de una posible perfec-cin, que antiguamente slo poda alcanzarse en el ms all, sirvi desde en-tonces para mejorar la existencia terrenal, lo que permiti sobrepasar la doctri-na de las postrimeras arriesgndose a un futuro abierto. Finalmente, el objetivo de la perfeccin fue temporalizado sobre todo por Leibniz, e introducido en la ejecucin del acontecer mundano: progressus est in infinitum perfectionis.23 O como conclua Lessing: Yo creo que el Creador deba hacer que todo lo que l cre fuera capaz de perfeccionarse, si es que haba de permanecer en la per-feccin en la que lo cre.24 A esta temporalizacin de la doctrina de la perfectio le correspondi en Francia la formacin de la palabra perfectionnement, a la que Rousseau preorden la determinacin fundamental histrica de una perfec-tibilit del hombre. Desde entonces pudo concebirse toda la historia como un proceso de perfeccionamiento continuo y creciente que, a pesar de las conti-nuas recadas y rodeos, deba ser planificado y ejecutado, finalmente, por los hombres. Desde entonces se siguen escribiendo determinaciones de fines de

    22

    Para lo que sigue vanse los dos detallados anlisis que aparecen en los artculos Fortsch-rift y Geschichte, en Brunner/Conze/Koselleck: Geschichtliche Grundbegriffe, vol. 2, pgs. 363 sigs., 647 sigs. 23

    Leibniz: De rerum originatione radicali (1697), en Opera philosophica, bajo la direccin de

    Joh. Eduard Erdmann, Berln, 1840, reimpr. Aalen, 1958, pg. 150. 24

    Lessing: Brief an Moses Mendelssohn del 21-1-1756, en Smtl. Schr., bajo la direccin de Karl Lachmann, 3.

    a edic. al cuidado de Franz Muncker, vol. 17, Stuttgart-Leipzig-Berln, 1904,

    pg. 53.

  • generacin en generacin, y los efectos anticipados en el plan o en el pronsti-co se convierten en pretensiones de legitimacin del actuar poltico. En resu-men, el horizonte de expectativa incluye, desde entonces, un coeficiente de modificacin que progresa con el tiempo.

    Pero no fue slo el horizonte de expectativa el que adquiri una cualidad histricamente nueva y que utpicamente se puede sobrepasar de forma conti-nua. Tambin el espacio de experiencia se ha modificado progresivamente. El concepto de progreso se acu slo a finales del siglo XVIII, cuando se trat de reunir la abundancia de experiencia de los tres siglos precedentes. El concepto nico y universal de progreso se nutra de muchas experiencias nuevas, indivi-duales, engarzadas cada vez ms profundamente en la vida cotidiana, expe-riencias de progresos sectoriales que todava no haban existido anteriormente. Citar el giro copernicano,25 la tcnic