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EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia 1ª edic., / Agosto, 2000 / Lima • Perú Alfonso Klauer www.nuevahistoria.com [email protected] © El Niño – La Niña: el fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur,un reto para la ciencia y la historia Alfonso Klauer, Lima, 2000 ISBN): 9972–817–09–1 Depósito Legal: 2000–2712 © www.nuevahistoria.com Alfonso Klauer, Lima, 2000 Reservados todos los derechos Alfonso Klauer EL NIÑO LA NIÑA El fenómeno océano-atmosférico del Pacífico Sur: Un reto para la ciencia la historia

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Page 1: Klauer Alfonso-El Niño y La Niña(El no

EL NIÑO – LA NIÑA:El fenómeno océano–atmosférico

del Pacífico Sur,un reto para la ciencia y la historia

1ª edic., / Agosto, 2000 / Lima • Perú

Alfonso Klauer

[email protected]

© El Niño – La Niña: el fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historiaAlfonso Klauer, Lima, 2000ISBN): 9972–817–09–1Depósito Legal: 2000–2712

© www.nuevahistoria.comAlfonso Klauer, Lima, 2000

Reservados todos los derechos

Alfonso Klauer

EL NIÑO • LA NIÑAEl fenómeno océano-atmosférico del Pacífico Sur:

Un reto para la ciencia la historia

Page 2: Klauer Alfonso-El Niño y La Niña(El no

Ala memoria de Adela, mi madre,

y a Alfonso, mi padre.

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ÍNDICE

• Perú: la más compleja geografía del planeta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4El territorio andino . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5El fenómeno Humboldt . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7El fenómeno de “inversión térmica” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8La más variada y rica multiplicidad ecológica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10

• El Fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto gigantesco . . . . . . . . 16Un fenómeno planetario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18¿Qué y cuánto se conoce del fenómeno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19El fenómeno en la historia antigua del Perú . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23El fenómeno en la historia moderna del Perú . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29

• Las principales manifestaciones del fenómeno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31Significativa elevación de la temperatura superficial del mar . . . . . . . . . . . . . . 31Incremento de las precipitaciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33Significativo incremento de la descarga de los ríos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35Elevación del nivel del mar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40Formación de lagos y lagunas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41Simultaneidad de lluvias y sequías . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43Disminución de la salinidad de las aguas costeras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 44Las advertencias del fenómeno vienen del oeste . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45

Los secretos del Spondylus . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52El fenómeno se advierte en setiembre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52

• “La Niña” y las sequías en el Perú . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55“El Niño” y “La Niña”: ¿un sólo fenómeno? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59“La Niña” es también una grave amenaza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61Lecciones de la historia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62

De la “anormalidad” de lo “normal” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 64Desafío para el Primer y Tercer mundos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65

Notas bibliográficas y aclaratorias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66

Índice de Cuadros, Gráficos y Mapas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73

Bibliografía citada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 74

3EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer

Page 4: Klauer Alfonso-El Niño y La Niña(El no

El PERÚ,la más compleja geografía del planeta

20 000 años de azarosa y asombrosa his-toria ha acumulado el hombre en los Andes.20 000 años de una de las experiencias hu-manas más complejas en el planeta, ya por sugeografía, ya por su historia.

Si, por analogía, la antigüedad de la Tie-rra fuera sólo de un año, la historia del Homosapiens sólo formaría parte de lo ocurrido enla última hora. Y la del hombre andino sólosería la de los últimos dos minutos. No obs-tante, concita el mayor interés.

Y hoy, en apenas los últimos segundos deesa historia, miles de científicos de todo elmundo, provistos de la más sofisticada tec-nología, tienen puestos permanentemente susojos en lo que ocurre en las costas del terri-torio andino y en las adyacentes aguas del o-céano.

Y la razón no es otra que el “reciente des-cubrimiento” de las implicancias planetariasdel Fenómeno océano–atmosférico del Pací-fico Sur: “El Niño” y “La Niña”.

Conocidos en cierne y en sus manifesta-ciones más obvias desde hace miles de añospor los antiguos peruanos, desde tan antiguocomo el Imperio Chavín, y al otro lado delPacífico por los tasmanios, melanesios y po-linesios), “El Niño” y “La Niña” deben con-tarse entre los últimos y grandes “redescu-brimientos” de la ciencia moderna.

Así, durante las últimas centurias, todoslos habitantes de la Tierra, aunque evidente-mente unos más que otros, estamos pagandoel altísimo precio del oscurantismo científico–y de la indiferencia política– que, a este res-pecto, se inició con el “descubrimiento” yconquista de América.

La absoluta indiferencia puesta de mani-fiesto en los últimos cinco siglos, y su his-tóricamente reciente “descubrimiento”, con-tribuyen a explicar porqué ahora el mundo –yen particular el mundo desarrollado– se havolcado a conocer y estudiar detenida y con-cienzudamente del Fenómeno océano–atmos-férico del Pacífico Sur.

El Perú y sus gobiernos de los últimosdoscientos años no pueden escapar a su e-norme responsabilidad en el desconocimien-to que se tiene todavía sobre el fenómeno ysus concecuencias. Habida cuenta del des-precio con que a ese respecto actuaron lasautoridades coloniales, los gobiernos repu-blicanos del Perú –pero también los de E-cuador, Bolivia, Chile y los gobiernos de lospaíses de Oceanía– tenían más obligaciónque ningún otro en recuperar el tiempo per-dido e invertir en el estudio del fenómenoque tanto impacto tiene en nuestras vidas.

No lo hicieron: habían heredado el des-precio imperial por los asuntos que atañen alas grandes mayorías de sus poblaciones.

44EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer

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Hoy mismo, patéticamente, en el Perú se in-vierte proporcionalmente mucho más enestudios sobre la lejana Antártida, que lo quese destina a conocer el cercano mar que bañasus costas, y que lo que se destina a conocerlas enormes implicancias del fenómeno en suterritorio.

Es urgente e impostergable revertir esatendencia. Y es que nadie puede negar que elgigantesco fenómeno océano–atmosféricodel Pacífico Sur contribuye muy significati-vamente a terminar de perfilar la asombrosacomplejidad de la geografía peruana y, enconsecuencia, de su historia.

El territorio andino

En términos generales el territorio andinoes el vasto espacio americano cuya vida ehistoria ha estado y está dominada por la cor-dillera de los Andes.

Con casi 10 000 kilómetros de longitud,es la franja occidental de Sudamérica que seextiende desde las costas del mar Caribe has-ta la Patagonia.

Incluye una larga y muy estrecha faja cos-tera bañada por el océano Pacífico, el territo-rio cordillerano propiamente dicho, y unafranja de ancho variable que se interna en elbosque amazónico hasta 100 y 200 kilóme-tros al este de las cumbres de las montañas.

Corresponde, pues, a gran parte de losterritorios actuales de Venezuela, Colombia,Ecuador, Perú, Bolivia y Chile, pero tambiénla faja occidental del territorio de Argentina.Comprensiblemente, sin embargo, nos ocu-paremos aquí básicamente del Perú.

Por su ubicación latitudinal, entre la líneaecuatorial y poco más del paralelo 18° Sur,

esto es, en un área típicamente subtropicaldel planeta, el territorio peruano bien podríahaber tenido las mismas características delplano e intensamente verde bosque húmedode la Amazonía.

En otros términos: virtualmente sólo ungran clima, aunque con temperaturas cadavez menores a medida que se alargan las dis-tancias desde la línea ecuatorial; y virtual-mente también sólo un gran ecosistema en to-da su extensión. La realidad geográfica perua-na, sin embargo, es absolutamente distinta.

Su extensión no es precisamente insigni-ficante, aun cuando representa apenas el 1 %de las tierras del planeta. A pesar de ello, co-mo ningún otro territorio de las mismas pro-porciones, es quizás la mejor síntesis de todala geografía del globo terráqueo.

Cuenta el territorio peruano con monta-ñas y valles, como los de Mesopotamia. Condesiertos, como los de Egipto. Pero tambiéncon extensas costas como las que dominaronGrecia y Roma. Con cumbres como las delHimalaya. Nevados y lagunas como las delos Alpes. Lagos y profundos cañones, comolos de Norteamérica. Selvas como las de Á-frica. Y enormes cursos de agua, como los deAsia.

A todas luces, es uno de los rincones mássingulares del planeta. Como no podía ser deotra manera, a su riquísima variedad geográ-fica, topográfica y edafológica, suma una va-riabilidad climática única, y una amplísimavariedad de flora y fauna, con especies úni-cas en el planeta.

Todo ello es, sin embargo, el resultado dela fortuita convergencia de dos grandes ymuy impactantes factores naturales:

• la presencia de la Cordillera de los Andes,así como;

EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 5

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• la presencia de un complejo fenómenohidro–atmosférico del que la Corriente deHumboldt es uno de sus componentes.

Pero no puede soslayarse que su ubica-ción subtropical en el globo, y su poco fre-cuente 1 gran amplitud latitudinal, que de nor-te a sur abarca 18 grados de la esfera terres-tre, juegan un rol decisivo en el diseño de lacomplejidad del territorio peruano.

La cordillera de los Andes es, sin duda, susigno distintivo, su peculiaridad más obvia ysaltante. Su formación es geológicamentemuy reciente: data apenas de 20 millones deaños, a consecuencia de un abrupto levanta-miento del terreno a finales del período Ter-ciario.

Las cumbres de los Andes peruanos, auncuando se elevan a una altitud media de 4500 metros sobre el nivel del mar, alcanzansu cima en la Cordillera Blanca, en las cum-

bres del Huascarán, a casi 7 000 metros porsobre las aguas del océano, dando forma enconjunto a un perfil altitudinal significativa-mente elevado y abrupto, muy distinto al quese da en la mayor parte de los países de laTierra. Bástenos compararlo por ejemplo–como muestra el Gráfico N° 1, en la páginasiguiente–, con el de España.

Tomando en consideración las distintasalturas sobre el nivel del mar a que da lugarla cordillera, el científico peruano JavierPulgar Vidal ha definido la existencia dehasta ocho grandes regiones naturales concaracterísticas climáticas sustancialmentediferentes, a las que ha denominado enidiomas nativos (quechua y aymara).

Sin duda es la Cordillera de los Andes elfactor preponderante en la definición de lasdiferencias climáticas y ecológicas del flancooriental del territorio peruano. En él las tem-peraturas ambientales oscilan entre –10 °C,

EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 6

Mapa Nº 1Los grandes ecosistemas del planeta

En ningún otro rincón del planeta, de dimensiones equivalentes, se da tal riqueza y complejidad de ecosistemas como en el Perú.

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en las cumbres de la cordillera, y 41 °C, en laselva. Y los pluviómetros registran grandeslluvias con precipitaciones anuales de 700 –1 000 mm en la zona cordillerana, 3 000 – 4000 mm en la Montaña, y hasta 8 000 mm enla Selva.

El fenómeno Humboldt

En el flanco occidental, en cambio, el es-trecho y cálido rango de temperaturas am-bientales (de 15 a 30 °C), y la virtual ausen-cia de lluvias (generalmente no más de 50 mmal año) con la consiguiente existencia de cua-renta desiertos entre uno y otro de otros tan-tos cortos y delgados valles, son la conse-cuencia de un complejo y extraño fenómenohidro–atmosférico que –como se ilustra en elGráfico N° 3, en la página siguiente–, se daen la franja del Pacífico adyacente a la costa.

Según expresa el científico peruano Ro-nald Woodman 2, concurren a perfilar el com-plejo fenómeno los siguientes factores:

(a) Los vientos oceánicos, en este caso losalisios del Pacífico Sur, que en parte de su

recorrido, llegando desde la costa centralde Chile (entre los 30°–40° Sur), correnparalelos a la costa peruana hasta las pla-yas de Piura (6° Sur), donde viran condirección a las islas Galápagos y luego ala Polinesia, Melanesia y Australia, pararetornar otra vez por el sur de nuestrocontinente;

(b) La dirección de rotación de la Tierra (deoeste a este), que influye sobre el despla-zamiento lateral, en sentido contrario, de-terminando así la ubicación por la que endefinitiva circula la Corriente de Hum-boldt en el océano;

(c) La corriente marina superficial, conocidacomo Corriente Costera Peruana o Co-rriente de Humboldt, que se genera por elimpulso de los vientos alisios. Alcanza atener entre 60 y 100 millas de ancho, conun flujo promedio de 6 millones de me-tros cúbicos por segundo –según ha esti-mado el oceanógrafo Klaus Wyrtki 3–.

Aun cuando sigue la misma dirección queéstos (de sur a norte), corre ligeramente pa-ralela a los mismos desplazada hacia el o-este por efecto de la rotación del planeta.

EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 7

Clima húmedoy muy lluvioso.Temperaturashasta de 41 °C

Fuente: Mi tierra, Perú, El Comercio, Lima, 1999, p. 59.Elaboración propia.

Gráfico Nº 1Perfil altimétrico: Perú - España

Gráfico Nº 2Grandes regiones naturales del Perú

2,3

0,5

3,54,14,8

Costa Cordillera Montaña SelvaChala

Yunga

Quechua

JalcaPuna

Janca

2

4

6

TiticacaC. de Pasco

Misti

Huascarán

Mulhacén

España 1,0

OmaguaRupa Rupa

0,4

Clima intensamente frío.Nieve y granizo permanentes

Clima seco y frío (de 20 a –10 °C)

Clima templado-frío. Heladas y lluvias estacionales

Clima templado-seco.Cambios de temperatura y lluvias estacionales

Clima primaveral (20 a 27 °C).Pocas precipitaciones

Clima cálido y seco. Escasísimas lluvias

Clima húmedoy cálido

(20 a 36 °C)

Flanco occidental Flanco oriental

El más grande de los poblados peruanos a mayor altitud, Cerro de Pasco,está a 4 340 metros sobre el nivel del mar.

Esto es, por encima de la cumbre más alta de España (3 482 msnm).

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Expuestas de día permanentemente al sol,esas aguas superficiales tienen tempera-turas más elevadas que las aguas profun-das.

(d) Al desplazarse hacia el oeste por efectode la rotación terrestre, las grandes masasde aguas superficiales de la Corriente deHumboldt crean el “vacío” por donde a-floran aguas profundas y frías (aunquenutricionalmente mucho más ricas), queinstantáneamente ocupan el espacio deja-do por aquéllas.

Este permanente afloramiento (upwelling,en inglés) de aguas profundas y frías espues finalmente la causa por la que lastemperaturas superficiales del mar cos-tero peruano (14 °C en invierno y 21 °Cen verano) estén significativamente (12-13 °C) por debajo de las que correspon-derían a su ubicación latitudinal en elorbe 4.

Pues bien, en el flanco occidental del te-rritorio peruano, las finalmente frías tem-peraturas superficiales de las aguas cos-teras no sólo limitan severamente la eva-poración, sino que dan a su vez origen aotro fenómeno por igual extraño en el glo-bo terráqueo.

El fenómenode “inversión térmica”

Las frías temperaturas superficiales delmar adyacente a las costas del Perú son enefecto la causa del también inusual fenómenode “inversión térmica” en la atmósfera.

Lo normal en el planeta es que la atmós-fera registre un continuum de cada vez me-nor temperatura conforme se va ascendiendo.Ésa es la condición que, mediante la evapo-

EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 8

Rotación de la Tierra (b)

Espacio deInversióntérmica

Afloramientode aguas

profundas

10 °C

(c)

(d)

Grandesnubes

Escasa nubosidad

14 °C18 °C

26 °C

–30°C(10 000 m)

18 °C

Límite de inversión térmica(aprox. 1 000 m)

Vientosalisios

(a)

Corrientede Humboldt

lluvia

garúa

I. Galápagos

Vientos alisios

Corri

deH

um

ente

boldt

Pto.Mont

Afloram

iento

Piura6° Sur

40° Sur

Ela

bora

ción

pro

pia

Gráfico Nº 3Vientos alisios, C. de Humboldt, afloramiento e inversión térmica

El complejo fenómeno hidro–atmosféricocaracterístico de la costa peruana

amerita ser denominado “Fenómeno Humboldt”.

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ración ascendente, permite la formación degrandes nubes (cúmulu–nimbus), en alturasde hasta 10–15 kilómetros, y que son las quedan origen a las lluvias (precipitaciones de60–150 mm en un día).

En las partes bajas de la costa peruana, encambio, las frías aguas superficiales enfríanla capa inferior de la atmósfera que resultaasí teniendo temperaturas más bajas que lasinmediatamente superiores.

El Gráfico Nº 4 muestra claramente:

a) En la misma franja latitudinal (0°–20°Sur), cuán distintas son las temperaturassuperficiales del mar en la costa peruana(1), de las que se dan frente a Angola, en

la costa suroccidental de África (2), enPapua Nueva Guinea y Australia, en el ex-tremo occidental del Pacífico (3), y en lascostas de la isla de Madagascar y en Mo-zambique, en la faja oriental de África (4).

b) En el área inmediatamente debajo de lalínea ecuatorial, la curva formada por lazona oceánica con temperaturas de 21°Cperfila nítidamente el recorrido de losvientos alisios desde Australia hasta laPolinesia.

c) Todo parece insinuar que, en presencia delos mismos cuatro factores anteriormentecitados, el “Fenómeno de Humboldt” tam-bién se daría en las costas de Namibia ySudáfrica 5 (A) y en el extremo surorien-

EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 9

Elaboración propia.

Fuente:Temperatura superficial de los océanos (semana que terminó el 2 Enero 2000): Bureau of Metereology Research Centre, Melbourne,Australia, Internet.

5° N

45° S

0° N

20° S

24 3

AB

0•C 4 8 12 16 20 24 28 32

1

Vientos alisios

Gráfico Nº 4Temperatura superficial en los océanos (2 Enero 2000)

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tal de Australia (B), donde como en elPerú son también desérticos los territo-rios adyacentes.

En esas condiciones, la escasa evapo-ración apenas logra alcanzar un máximo de1 000 metros de altitud. No puede elevarsemás porque en vez de aires más fríos se en-cuentra con aires más calientes. Así, las es-casas y delgadas nubes que logran formarse alo sumodan lugar a pequeñas, breves yesporádicas lloviznas (garúa).

De allí que en la baja franja costera pe-ruana las precipitaciones de todo el año seanmenores que las que se registran en un día enla Cordillera, la Montaña y la Selva. Perotambién menores que las que se registran enlas partes altas del flanco occidental del terri-torio ubicadas por encima del límite de inver-sión térmica, donde entonces sí se formangrandes nubes que dan lugar a las lluvias.

Las precipitaciones –cortas y esporádicasdurante la mayor parte del año, e intensas yprolongadas durante la estación lluviosa (oc-tubre a marzo)– de las partes altas del flancooccidental, así como los deshielos de la cor-dillera, son la fuente de formación de los 40cortos ríos que discurren atravesando la costaperuana.

Éstos alcanzan sus máximas descargas alocéano precisamente durante la temporadalluviosa de las partes altas. Pero es tambiéndurante ese período que se registran lo quelos peruanos desde antiguo denominamoshuaicos, que no son sino las avenidas de lodoy piedra que destruyen todo a su paso y en-turbian las aguas que los ríos llevan al mar.

En la costa el ya complejo espectro secomplica en función de la latitud. En efecto,en las áreas en torno a la línea ecuatorial(Tumbes, Piura y en general el norte perua-no), la mayor perpendicularidad de los rayos

solares calienta más tanto a la superficie delocéano, como al aire y el suelo.

Esos mismos tres elementos son más fríosal promediar la faja costera (Lima, Ica, etc.)y todavía más fríos en el extremo sur del Perú(Moquegua y Tacna). Pero otro tanto ocurretambién en el área de cordillera, en la Mon-taña y en la Selva.

La más variada y ricamultiplicidad ecológica

Dominado pues por los Andes y alta-mente influenciado por complejos fenóme-nos océano–atmosféricos, el territorio andinocentral exhibe entonces cuatro grandes zonasgeográficas marcadamente distintas entre sí:

a) la asoleada, predominantemente de-sierta, plana y baja zona costera, ad-yacente al océano Pacífico;

b) la fría, abrupta, rugosa y alta área cor-dillerana propiamente dicha y de laque forma parte el Altiplano;

c) una calurosa zona de montaña, que engran parte incluye a la verde y bajaCordillera Oriental, y, por último;

d) la tórrida y boscosa zona occidentaldel llano amazónico.

Hasta aquí, pues, cuatro deberían ser lasgrandes zonas geográficas y –siguiendo aPulgar Vidal– ocho las grandes zonas natu-rales (climático–ecológicas) en el territorioandino central. Mas no es así. Hay multipli-cidad de zonas geográficas, gran cantidad declimas y una aún mayor variedad de ecosis-temas. Pero no sólo –como se ha visto– enfunción a las diferencias de latitud.

Y es que, a diferencia del único brazo quetiene la cordillera andina en su porción sur,

EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 10

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EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 11

Amazonas

Desaguadero

Pampas

llera

Gra

nde

Reque

Mar

añón

Santa

Pac

hite

a

Hua

llaga

Mantaro

Urubamba

Perené

Ene

Tam

bo

Apurímac

Nudo dePasco

Nud

o de

Vilc

anot

a

Cordillera C

entral

Cord. B

lanca

Cord. N

egra

Cordi

Cordillera

Oriental

OcéanoPacífico

Occidental

Titicaca

Santiago

Pastaza

Tigre

Cenepa

Huaura

Pativilca

MocheChic

ama

Jequetepeque

Piura

Chira

Tumbes

Desiertode Sechura

Chancay

Rímac

Cañete

PiscoIca

Cam

anáOco

ña

Aca

Majes

Colca

Sihu

as

Vítor

Tambo

Sam

aC

aplin

a

Mayo

Cajam

arca

Chotano

Huancabam

ba

La Leche

Sisa

Utcubamba

Chinchipe

Corriente de H

umboldt

BahíaParacas

Madre de Dios

Manú

Tambopata

Costa

Cordillera

Altiplano

Montaña

Selva

Tumbes

Piura

Lima

Ica

MoqueguaOsmore

Tacna

Lambayeque

Trujillo

Nazca

Zaña

Chillón

SalasOlmosCascajal

Corte

altitudinal

Elaboración propia / El corte altitudinal puede verse en el Gráfico N° 6.

Ucayali

Mapa Nº 2El complejo territorio andino central

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allí donde se constituye en la frontera entreArgentina y Chile, en el territorio andinocentral se abre en dos, tres y hasta cuatro ca-denas paralelas de montañas.

Este último es el caso del área donde lacordillera Occidental se divide en las llama-das cordilleras Negra y Blanca que delimitanel Callejón de Huaylas, en cuyas faldas correel río Santa, uno de los pocos de la cuencaperuana del Pacífico con agua todo el año.

Y constituyéndose casi como punto neu-rálgico de los Andes, las tres grandes cadenasde montañas se reúnen primero en el Nudode Loja (Ecuador) y luego en el centro mis-mo del territorio andino central. Alli han da-do forma al gigantesco Nudo de Pasco sobreel que se asienta una altísima y gélida mese-ta a más de 4 300 metros sobre el nivel delmar, en cuyas entrañas ha quedado deposita-da una de las más grandes y variadas concen-traciones minerales en el mundo 6.

En la zona sur, tras reunirse nuevamenteen el Nudo de Vilcanota, se abre sólo en dosgrandes brazos que dan forma a la altiplani-cie del Collao, sobre la que se deposita elmás grande entre los más altos lagos de laTierra: el Titicaca, cuyo espejo de agua está a3 800 metros sobre el nivel del mar.

Entre uno y otro de los tres grandes nu-dos, en los grandes callejones que se formanentre las cadenas de montañas y entre susinnumerables estribaciones (que en el casode la costa muchas veces llegan hasta el bor-de mismo del océano), han quedado forma-dos cientos de pequeños valles y mesetas entodas las altitudes imaginables, entre mil ydos mil, o entre dos mil y tres mil y hasta acinco mil metros sobre el nivel del mar.

A diferencia de las cuatro marcadas esta-ciones que se presentan en gran parte del he-misferio norte (en casi toda Norteamérica yEuropa), sólo dos son los períodos estacio-

EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 12

Gráfico Nº 5Temperaturas y precipitaciones

Elaboración propia.

Temperaturas Precipitaciones

Fuente:– Mi tierra, Perú, El Comercio, Lima, 1999, p. 59.

COSTA(Lima)

CORDILLERA(Cusco)

50

100

150

200

250

300

350

400

mm°C

5

10

15

20

25

30

35

O N D E F M A M J J A S

MONTAÑA(Tingo María)

5

10

15

20

25

30

35

50

100

150

200

250

300

350

400

mm°C

O N D E F M A M J J A S

5

10

15

20

25

30

35

50

100

150

200

250

300

350

400

mm°C

O N D E F M A M J J A S

nales claramente diferenciables que se pre-sentan en el territorio central andino, pero asu vez sensiblemente distintos entre sí: el dela Costa, por un lado, y el conjunto Cor-dillera–Montaña–Selva, de otro.

Como muestra el Gráfico N° 5, en laCosta, habiéndose puesto como ejemplo elcaso de Lima, en ausencia de lluvias (37,4

Page 13: Klauer Alfonso-El Niño y La Niña(El no

mm de promedio anual en un período de 19años 7), son las temperaturas ambientales lasque establecen la diferencia entre una y otraestaciones, presentándose en el período oc-tubre marzo (“primavera–verano”) las tem-peraturas más altas, tanto en el día como enla noche. Y el período abril setiembre (“o-toño–invierno”) es el de las temperaturas másfrías y el de la eventual presencia de finasgarúas.

Por el contrario, en la Cordillera (para elcaso, Cusco) y en la Montaña (representadaaquí por Tingo María), pero también en laSelva, la diferencia estacional es claramenteestablecida por la presencia de lluvias.

El período octubre–marzo, oficialmente“primavera–verano”, es paradójicamente elperíodo lluvioso. Concentra el 85 y 65 % delas precipitaciones anuales, según se trate dela zona cordillerana o de las zonas de mon-taña y selva. ¿No correspondería acaso re-definir el nombre de dicha estación?

La difícil, compleja y hasta sorprendentedefinición de las estaciones en el Perú fueadvertida ya en 1548 por el cronista españolPedro Cieza de León 8:

En las sierras comienza el verano enabril, y dura mayo, junio, julio, agosto,setiembre, y por octubre ya entra el in-vierno... (...) mas en estos llanos junto a

la mar del Sur es al contrario de todo losusodicho, porque cuando en la serraníaes verano, es en ellos invierno, pues ve-mos comenzar el verano por octubre ydurar hasta abril, y entonces entra el in-vierno; y verdaderamente es cosa extrañaconsiderar esta diferencia tan grande,siendo dentro de una tierra y en unreino...

En fin, como en pocos espacios del globo,a sólo 100 Km de distancia, coexisten la “pri-mavera–verano” (de la costa) con el “oto-ño–invierno” (de la Cordillera, Montaña ySelva), como se ilustra en el Gráfico Nº 6, enla página siguiente.

Las diferencias de temperatura se dejansentir sólo entre el día y la noche, pero concambios de apenas 10–12 °C entre el me-diodía y la madrugada.

En la zona cordillerana, donde las tem-peraturas del mediodía son prácticamente es-tables a lo largo del año, lo característico esmás bien el mayor rango entre éstas y lasbajas temperaturas de la noche, acrecentán-dose significativamente la diferencia en elperíodo seco, y particularmente en los mesesde junio y julio.

No obstante, en el territorio central andi-no practicamente en ninguna zona natural esmuy amplio el rango entre las temperaturas

EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 13

Ciudad Zona Febrero Junio RangoNatural Noche Día Noche Día anual

Lima Costa 18 28 15 20 13

Tingo María Montaña 18 30 16 32 16

Cusco Cordillera 7 18 0 20 20

Cuadro Nº 1Temperaturas máximas y mínimas en el territorio peruano

Page 14: Klauer Alfonso-El Niño y La Niña(El no

máximas del período lluvioso y las mínimasde la estación seca. El Cuadro N° 1 (mostra-do en la página anterior) resulta a este respec-to muy ilustrativo.

Así, a diferencia de los amplios rangos detemperatura que se dan en gran parte del he-misferio norte (que alcanzan 30, 40 y hasta50 °C), en el territorio central andino el má-ximo rango alcanza a 20 °C en la porciónsurcordillerana, esto es, en un área de apro-ximadamente 300 000 Km2. Por excepción,sólo en las virtualmente deshabitadas punas(4 800 m.s.n.m. o más) los rangos de tempe-ratura llegan a 30 y hasta 40 °C.

Corresponde sin embargo insistir aquí so-bre el rol que juega la latitud en la climato-logía del territorio central andino. En todaslas zonas naturales, en efecto, aun cuando con-servan sus propias especificidades, más cáli-das son las temperaturas conforme nos acer-quemos a la línea ecuatorial, o cada vez másbajas conforme nos alejamos de ella.

Bien puede pues entenderse ahora que elterritorio central andino posea 28 de los 32climas y 84 de los 103 ecosistemas que sedan en la Tierra. Esto es, en sólo el 1 % de lasuperficie de los continentes se da el 88 % delos climas y el 82 % de los ecosistemas cono-cidos. Es un caso único. No existe otro igual.

No obstante, lo que habrá de asombrarmás al hombre será la insólita proximidad enla que en este espacio se dan suelos, climas yecosistemas tan distintos entre sí.

Por extraño que parezca, en no más detreinta kilómetros se puede pasar del másmás inhóspito y yermo desierto, al más aco-gedor y verde valle; o del frío más intenso aun calor agobiante; o cambiar de altitud endos mil y hasta tres mil metros; o pasar deuna fría y desértica abra de cordillera a uncálido valle interandino o a uno de montaña.

Una vez más fue el cronista españolPedro Cieza de León 9 el primero en advertir

EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 14

Poblaciones Ríos Altitud(msnm)

a Huarmey Huarmey 0b Pariacoto Huarmey 1 200c Huaraz Santa 3 091d La Unión Marañón 2 050e Huánuco Huallaga 1 893f Tingo María Huallaga 649g Pucallpa Ucayali 154

Ela

bora

ción

pro

pia

1

2

3

4

5

6

7

CordilleraOriental

CordilleraCentral

CordilleraBlanca

CordilleraNegra

c d e fa g

350 Kms

b

Costa bajaseca

Costa altalluviosa

Valles interandinoslluviosos - fríos

Valles de Montañalluviosos - cálidos

Selvalluviosa - tropical

Valles interandinoslluviosos - cálidos

Valles de Montañalluviosos - tropicales

Gráfico Nº 6La mayor variedad climático-ecológica en el mínimo espacio

Page 15: Klauer Alfonso-El Niño y La Niña(El no

esa particularidad. Y sus palabras difícil-mente pueden ser más gráficas y precisas:

...y para decirlo más claro, parten por lamañana de tierra donde llueve, y antes devísperas se hallan en otra donde jamás secree que llovió.

Ése es pues el territorio central andino.Ésas serían las condiciones “habituales” queiba a encontrar el hombre al llegar a esteespacio. Y muy probablemente, aunque yaeran múltiples, durante mucho tiempo habríade creer que eran todas las que tendría queenfrentar.

EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 15

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El Fenómeno océano–atmosféricodel Pacífico Sur, un reto gigantesco

Pronto habría de caer en cuenta el hombreen los Andes de que, más allá de su voluntad,otro gran fenómeno natural actuaba tambiéninterviniendo decisivamente sobre su mundo:el fenómeno océano–atmosférico del Pací-fico Sur. Éste, con el tiempo, habría de re-cibir el nombre de “El Niño”.

Con el tiempo, y a medida que más se es-tudia y conoce el fenómeno y sus causas, hanaparecido nuevas denominaciones:

• El Niño – Oscilación Sur (ENOS),• El Niño λ,• ENOS – fase caliente.

Y en torno y como derivación del nombreoriginal han surgido aún más:

• La Niña,• No–Niño,• Anti–Niño,• ENOS – fase fría.

Y la Administración Nacional del Aire ydel Espacio –NASA– de los Estados Unidosacaba de acuñar incluso una nueva deri-vación para un aparentemente nuevo y rela-cionado fenómeno:

• La Mamá 10.

Como bien está haciendo ver la CruzRoja Colombiana 11, la significación de

“Niño” difiere sustantiva y diametralmentecon las amenazantes y altamente destructivasmanifestaciones del fenónemo. Igualmentefallido resulta entonces el otro nombreimportante que de aquél se ha derivado: “LaNiña”.

La sigla “ENOS” tampoco es muy afortu-nada. No sólo porque incluye “El Niño”, sinoporque su complemento (Oscilación del Sur)resulta un nombre impreciso (¿oscila acaso elsur?).

Y como se verá más adelante, también re-sultan equívocas las denominaciones “FaseCaliente” (El Niño) y “Fase Fría” (La Niña).

Considerando que ninguna de las deno-minaciones que actualmente se viene utili-zando nos parece adecuada, en adelante, enla medida de lo posible y a fin de no con-tribuir más a la profusión de nombres, nos re-feriremos al “fenómeno océano–atmosféricodel Pacífico Sur”.

La tradición atribuye a los pescadores dela costa del desierto de Sechura (Piura, Perú)haber dado en este siglo la denominación o-riginal, en razón de la recurrente aparicióndel fenómeno en las proximidades de Na-vidad.

En la perspectiva de los antiguos po-bladores de los Andes, el fenómeno habría de

1616EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer

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manifestarse muy dinámicamente, aparecien-do y desapareciendo “misteriosamente”, co-mo si actuara en función a la voluntad y esta-do de ánimo de gigantescas fuerzas sobrena-turales.

El fenómeno es quizá tan viejo como laformación misma de los Andes. O inclusoquizá tanto como la Tierra misma.

En todo caso, un indicio de su remotaexistencia nos la ofrece el hecho –señaladopor el científico australiano Neville Ni-cholls–, de que muchos de los animales na-tivos de Australia parecen haberse adaptado alas grandes fluctuaciones del clima y en es-pecial a las significativas variaciones de lasprecipitaciones causadas por el fenómeno.

Es el caso del herbívoro más grande deAustralia, el canguro rojo, pero también delos roedores, y muchas aves australianas 12. Elnomadismo (que también ha sido detectado enmuchas especies sudamericanas), la reproduc-ción dependiente de las precipitaciones y lareproducción precoz parecen ser elocuentesmanifestaciones de ese proceso de adaptaciónque, como se sabe, sólo habría podido concre-

tarse en la evolución a través de milenios.

Contra lo que se creyó durante muchasdécadas de este siglo, hoy se sabe que el fe-nómeno no es “una corriente marina ca-liente”.

Se trata, más bien, de un complejo fe-nónemo océano–atmosférico con versionesde irregular recurrencia en el tiempo, de tam-bién irregular intensidad y área de impacto,más o menos variable fecha de inicio y ade-más de muy distinta duración.

Así como se presenta en dos años conti-nuos, puede volver a manifestarse tras variosaños de ausencia. Los hay de baja, mediana,alta y muy severa intensidad. Pueden iniciar-se en febrero, mayo o setiembre, y durar me-ses y hasta varios semestres continuos.

Y así como en sus versiones más levespueden afectar con inundaciones exclusiva-mente a Ecuador y Perú, y simultáneamentecon sequías a Australia, Nueva Zelanda e In-donesia; en sus versiones más graves puedenafectar al mundo entero, como a todos cons-ta de lo ocurrido en los últimos eventos.

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– 2– 1,5– 1– 0,5

0,51

23

0

1,5

45

|140 E

|160 E

|180

|160 O

|140 O

|120 O

|100 O

|80 O

20 N –

10 N –

L. Ecuat –

10 S –

20 S –

Gráfico Nº 7Anomalías de temperatura (°C) en la superficie del Pacífico Ecuatorial / 1997 *

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En todo caso, bien puede decirse con eloceanógrafo Klaus Wyrtki, “los El Niño sondiferentes. Son diferentes como las personas.Llegan en una gran variedad de tamaños, for-mas...” 13.

Un fenómeno planetario

El último gran fenómeno océano atmos-férico del Pacífico Sur manifestado hasta lafecha, el de 1997, trajo como consecuencia,en un sentido, fuertes inundaciones en elnorte de Perú, sur de Ecuador, el sureste deBrasil y Argentina, África oriental y en eloeste de Canadá y de Estados Unidos; y enotro, sequías en Australia, Indonesia, Filipi-nas, el Altiplano de Perú y Bolivia, el nores-te de Brasil, Centroamérica y África central.

Pero además innumerables especies mari-nas migraron de sus hábitas naturales comoconsecuencia del cambio de temperaturas yde salinidad de las aguas. Asimismo aumen-taron los huracanes en el océano Pacífico,disminuyendo en cambio en el Caribe y engeneral en el Atlántico.

En uno y otro extremo del planeta, pues,fue sinónimo de destrucción cuando no demuerte, con daños gigantescos, virtualmenteincalculables.

Cómo no habría de serlo si su mani-festación más ostensible, el anormal calen-tamiento de las aguas del Pacífico ecuatorial-oriental, frente a las costas de Ecuador y Pe-rú, abarcó una longitud de casi 11 000 Km,entre los meridianos 180° y 80° Oeste, desdeel norte de Samoa hasta las costas de Su-damérica, esto es, la cuarta parte del períme-tro terrestre (como muestra el Gráfico N° 7).

Relaciones que se vienen haciendo en laactualidad, con más y mejor información,están permitiendo saber que existe pues una

gran conexión entre el fenónemo océano-atmosférico del Pacífico Sur y manifestacio-nes hidro–atmosféricas en partes muy diver-sas y distantes del mundo.

Así –como registra Michele Betsill–, eltambién grave fenómeno de los años 1991-92habría dado origen a la peor sequía en 80 a-ños en África del Sur: la producción de ce-reales apenas alcanzó el 49 % de lo normal,afectando directa y drásticamente a 100 mi-llones de personas 14.

De otro lado –de acuerdo a informaciónque provee Tsegay Wolde Georgis–, 17 de las19 grandes sequías registradas desde 1539 enEtiopía (África nororiental) coinciden en eltiempo con manifestaciones de otros tantosfenómenos océano atmosféricos del PacíficoSur 15.

Naciendo en Etiopía, y contribuyendonada menos que con el 85 % de las aguas delNilo, es obvio que las sequías en el valles delNilo Azul son una muy buena explicación demuchas de las significativas caídas del flujode agua de que ha adolecido el Nilo, y enconsecuencia Egipto –por lo menos hasta an-tes de la inauguración de la represa de A-ssuán–.

William H. Quinn parece haber sido elprimer científico en establecer que habría re-lación entre las descargas del Nilo y el fenó-meno océano–atmosférico del Pacífico Sur 16.

En otro extremo del planeta –segúnmuestra Linda Mearns–, los estudios sobre elfenónemo océano–atmosférico del PacíficoSur muestran también una gran asociaciónentre éste y el comportamiento del monzónde la India, explicando muchas de las gravessequías y consecuente disminución en la pro-ducción de granos en esa alejadísima zona 17.

No obstante, a contrapelo de esas inva-riablemente destructivas manifestaciones, en

EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 18

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algunas zonas del planeta se ha reportadoresultados distintos y hasta benéficos.

En los Estados Unidos, por ejemplo, Han-dler (1984) encontró altas producciones degranos asociadas con los eventos de “El Ni-ño” y bajas producciones con los eventos de“La Niña”.

Y Philipps y otros (1996) extendieron eltrabajo en el área de granos de los EstadosUnidos a años más recientes y formularon unanálisis económico del uso de los pronósticosde “ENOS” para incrementar los márgenes deganancia y disminuir el riesgo para los a-gricultores de maíz 18.

La escueta y breve recopilación presenta-da confirma el acerto del científico David B.Enfield cuando dice:

“Si consideramos, en un sentido más am-plio al planeta Tierra visto desde un lugartan lejos como el planeta Marte, podría-mos ver a ENOS como un importante com-ponente de un largo y más complejo Sis-tema Climático, en el cual ENOS interac-túa con otros componentes...” 19.

Mal haríamos, sin embargo, en dejar deconsiderar que todo lo que se conoce del fe-nómeno océano–atmosférico del Pacífico Surno sólo es todavía poco, sino también históri-camente muy reciente.

Tanto que –como afirma el científico Mi-chael H. Glantz, del Centro Nacional de In-vestigaciones Atmosféricas de EEUU–:

“...la aparición del evento ENOS de 1982-83 en el Océano Pacífico ecuatorial seconsideró que llegó como una sorpresatotal”;

tanto que su ocurrencia recién fue confirma-da en setiembre de 1982 20.

¿Qué y cuántose conoce del fenómeno?

Más, ¿cómo se define exactamente algran fenómeno océano–atmosférico del Pací-fico Sur? O, en su defecto, ¿qué es y en quéconsiste? Por extraño que parezca, y a pesarde la gran bibliografía acumulada, no existetodavía una definición cabal del fenómeno,menos aún se tiene idea exacta de las causasque lo originan.

Bastante claros a este respecto son loscientíficos Pierre Pourrut y Gustavo Gómezcuando explicitan 21:

“no cabe duda de que El Niño del añopresente [1997] no hace más que confir-mar la incertidumbre en relación con lasleyes que rigen el nacimiento y la evolu-ción de este fenómeno en general, que-dando en gran parte desconocidos el porqué de su nacimiento...”

Revisemos entonces lo que parece másrelevante y accesible de la información queúltimamente se está divulgando, pero tam-bién nuestras propias consideraciones.

1) Los estudios más recientes sugieren la e-xistencia de una “gran y profunda pisci-na” de “aguas calientes” en el PacíficoOccidental Subtropical 22, con temperatu-ras casi permanentes de 29–30 ºC, a laque podría definírsele ubicada al norte deSamoa, pero debajo de la línea ecuatorial,aproximadamente entre 170° Este – 170°Oeste, y entre 5° y 10° Sur. Sus dimensio-nes, pues, serían más grandes que las dela mayor parte de los países del planeta.

2) El calentamiento del Pacífico Sur duranteel verano austral (normalmente desde se-tiembre), da origen al incremento de las

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temperaturas superficiales de dicha por-ción del océano, y en consecuencia tam-bién a las de la “gran y profunda piscina”que, de ese modo, aumentaría además endimensiones (a mayor temperatura mayorvolumen).

3) Diferencias de presión atmosférica en elPacífico Occidental Subtropical (y la co-rrespondiente diferencia de anomalías quede ellas se calcula), que actualmente semiden y comparan en Darwin, en el nortecentral de Australia (130° Este) y Tahiti(150 ° Oeste), estarían estrechamente vin-culadas tanto con el desplazamiento delas grandes masas de aguas calientes de lapiscina, como con la fuerza de los vientosen el océano Pacífico.

Con fundadas razones y explicable cau-tela los científicos hablan de “asociación”y no de relación “causa–efecto” entre elfenómeno atmosférico (diferencia de pre-siones entre Darwin y Tahiti), y el fenó-meno oceanográfico propiamente dicho(masivo incremento anómalo de la tem-peratura superficial del mar frente a lascostas sudamericanas).

4) La disminución de la fuerza de los vien-tos alisios del Pacífico Sur se manifiestahasta de dos maneras. En la costa suda-mericana, al cesar el empuje de sur a nor-te que forma la Corriente de Humboldt,permite el avance hacia el sur de aguascálidas tropicales, que de otra forma norebasan las costas de Tumbes.

Y al cesar su fuerza en el Pacífico Ecua-torial, permite la incursión de oeste a estede aguas cálidas que llegan desde el ex-tremo occidental del océano hasta la costanorte y central del Perú.

5) La diferencia de las anomalías de presiónatmosférica entre Darwin y Tahiti ha sido

sintetizada, según parece, desde 1958 23,en un ratio al que se conoce como Índicede Oscilación Sur (IOS, o, en inglés, SOI).Un IOS positivo indica mayor anomalía depresión en Tahiti que en Darwin, y unonegativo lo contrario.

Parece más adecuado hablar de “Índicede Oscilación Sur” que de “Índice deOscilación del Sur” (forma ésta últimaque utiliza la mayor parte de los autores).Y es que, aunque parezca una “exquisitezacadémica”, es pertinente aclarar –comose ha insinuado adelante– que el citadoparámetro en ningún modo indica que “elSur oscila”. Oscilan las presiones atmos-féricas en el Pacífico Sur, pero eso, sinduda, es otra cosa.

6) Se constata una gran coincidencia entrelos períodos en que se registra IOS nega-tivos y la ocurrencia del masivo calen-tamiento de las aguas frente a las costassudamericanas 24 (fenómeno al que tradi-cionalmente se viene denominando “ElNiño”), y, ciertamente, con el simultáneoenfriamiento de las aguas costeras enAustralia e Indonesia.

Así, pues, según parece –y con cargo a losdefiniciones que finalmente haga la cien-cia–, cuando se dan mayores anomalíasde presión atmosférica en Darwin, la“gran piscina caliente” se desplaza en di-rección a Sudamérica (“El Niño”), en-friándose las costas de Oceanía.

7) Del examen de las curvas de anomalíasde presión en Darwin y Tahiti 25 y la co-rrespondiente del IOS, y su relación conlos últimos grandes fenómenos océano-atmosféricos del Pacífico Sur, salta a lavista que cuanto más pronunciada es ladiferencia de anomalías tanto más gravees el fenómeno y tanto más extensas susrepercusiones en el planeta.

EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 20

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Los casos de los fenómenos de 1982–83,1991–93 y 1997–98 resultan harto elo-cuentes, aunque, como se ha dicho líneasarriba, seriamente se sospecha de muchosotros que habrían impactado con gra-vedad en África y otras partes del globo,incluso probablemente en la más remotaantigüedad. Mas en todos éstos la únicaresponsabilidad atribuible era de la natu-raleza.

8) De un tiempo a esta parte, sin embargo,crecen las sospechas de que en los fenó-menos más recientes ya se está dejandosentir “la mano del hombre”.

En efecto, según Trenberth, “el análisisestadístico del registro pasado indica queENOS se ha estado comportando de formainusual desde finales de 1970, con unamayor frecuencia de los eventos de ElNiño”.

De hecho, de esa fecha a la actualidad sehan producido seis fenómenos, dos de loscuales se considera como los más severosen 400 años.

“Una de las razones –continua Tren-berth– puede ser la sugerencia [de] que lapiscina cálida en el Pacífico occidentaltropical se está expandiendo más”.

En 1995 –agrega– “el Segundo Informede Evaluación del Panel Interguberna-mental del Cambio del Clima concluyó queel balance de la evidencia sugiere una dis-cernible influencia humana en el clima glo-bal 26 [léase, en el calentamiento global 27]”.

Y esa “influencia humana” no sería otraque la que desprende masivamente gasesa la atmósfera, tanto desde las grandesindustrias del Norte, como por la quemaindiscriminada y también masiva de bos-ques naturales en el Sur.

9) Según parece, muchos otros factores me-teorológicos y oceánicos contribuyen a lagestación y desarrollo del fenómeno. Sehabla, por ejemplo, del desplazamientode la llamada Zona de Convergencia In-tertropical.

Y Pourrut y Gómez 28 sugieren además“que la corriente de Humboldt podría te-ner un papel mas importante del que se leatribuye por ahora”.

Extraña sin embargo que nadie aún rela-cione, a título de hipótesis, el fenómenoocéano–atmosférico del Pacífico Sur conotros factores naturales como, por ejem-plo, la actividad volcánica subacuática,que eventualmente podría estar jugandoalgún papel en el crecimiento de las di-mensiones de la “piscina caliente”. O conlas manchas y erupciones solares, y conla interferencia de otros planetas u otroscuerpos celestes, etc.

Y en lo que a la mano del hombre se re-fiere, extraña que la mayor recurrenciadel fenómeno en las últimas décadas, pe-ro sobre todo en torno a los años 70, nadiela haya relacionado, por ejemplo, con laveintena de explosiones nucleares france-sas en el atolón de Mururoa (a sólo 1 200Km de Tahiti).

10)Pareciera que el papel de los factores deirregular recurrencia e influencia (conoci-dos y por conocerse) es importantísimo.De lo contrario mal podría explicarseque, como el verano, el fenómeno océa-no–atmosférico del Pacífico Sur no semanifieste con sideral puntualidad todoslos años, y por el contrario se presente tanirregularmente en el tiempo.

Y tampoco podría entenderse cómo esque se generan eventos que entre sí di-fieren tanto en fuerza como en impacto

EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 21

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EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 22

Gráfico Nº 8El “Índice de Oscilación Sur” y el “Fenómeno El Niño”

71 73 75 77 7972 74 76 78 80 81 82 85 87 89 90 93 95 97 9983 84 86 88 91 92 94 96 98

Darwin

Australia

Línea Ecuatorial

AméricadelSur

Tahiti

FenómenoEl Niño

Baja presión

Alta presión

Índice de Oscilación Sur” ( – )

Sequías Inundaciones

Grandes masas deaguas calientes del

océano se desplazanhacia el este

-3

-2

-1

0

1

2

3

Jul(-1) Ene(0) Jul(0) Ene(1) Jul(1)

Darwin

Tahiti

Diferencia de anomalíasde presión

-8.0

-6.0

-4.0

-2.0

0.0

2.0

4.0

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

E

Ela

bora

ción

pro

pia

geográfico. Y tanto menos aún podríacomprenderse que no haya siempre re-lación absoluta entre el valor del Índicede Oscilación Sur y la magnitud e im-pactos del fenómeno.

En efecto, más de un caso permite supo-ner que en presencia de IOS sólo ligera-mente negativos han ocurrido catástrofesde grandes proporciones en las costascentrales de América del Sur.

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Los eventos de 1982–83 y de 1997–98dejaron al mundo la vívida experiencia decuán enormes geográficamente alcanzan aser los impactos de algunas de las versionesdel fenómeno y cuán devastadoras sus conse-cuencias.

Resultan pues cada vez más consistenteshipótesis que, en otras circunstancias, pudie-ron parecer exageradas y hasta tremendistas.

L. E. Moseley y otros, en 1981, y N. A.Mörner, en 1985, por ejemplo, han postuladola hipótesis de “eventos El Niño extremada-mente fuertes” (o “Mega–Niños”), y “even-tos Súper–ENOS”, respectivamente 29, que ha-brían tenido lugar en distintos momentos delos últimos diez mil años.

Y que “habrían tenido duraciones de al-gunos decenios a un siglo y medio (...) dandocomo consecuencia profundas modificacio-nes en el paisaje y en las sociedades...” 30, enparticular por cierto en las de la costa centraly occidental de Sudamérica: Ecuador y Perú.

El fenómenoen la historia antigua del Perú

En el territorio peruano, la referencia quepor ahora parece más remota (10 000 años omás) alude a la ocurrencia de un aluvión pre-vio a la ocupación humana en las costas deAncón, 30 kilómetros al norte de Lima 31.

Con una datación de entre 10 000 a 7 500años, la presencia de un molusco de aguascalientes (Donax obesulus), entre los restosarqueológicos de Anillo, en las proximidadesde Ilo (cerca a Moquegua, casi en el extremosur del Peru), “ha sido citada como una evi-dencia probable de ocurrencias del fenómenoEl Niño” 32.

Y también para este período precerámico,pero esta vez en Asia, ligeramente al sur deLima, “la espectacular abundancia [de restosdel molusco] Argopecten purpuratus pareceestar estrechamente relacionada con (...) epi-sodios El Niño fuertes” 33.

Una vez más en las playas de Ancón hayindicios de otro evento de tanto como 4 500años de antigüedad (pre Chavín), que even-tualmente pudo ser el mismo que destruyó ysepultó con una avalancha de lodo el Templode Punkurí, en Casma, 300 kilómetros al nor-te Lima, y el primer gran edificio de CerroSechín en las inmediaciones. En el mismovalle del río Casma, la investigadora L. E.Wells ha logrado rastrear indicios de fenó-menos de hasta 3 200 años de antigüedad 34.

Para un pasaje menos remoto, el colapsode la civilización e Imperio Chavín, de hace2 500 años, la arqueóloga peruana RebecaCarrión Cachot propuso la que Peter Kaulic-ke 35 estima una “visión apocalíptica”.

Carrión 36 postula que Chavín colapsó víc-tima de, entre otros fenómenos naturales:

“... aluviones, cuyas huellas quedan enmuchos sitios arqueológicos... [En la cos-ta] se produjeron lluvias torrenciales e i-nundaciones que asolaron zonas íntegras;valles antes florecientes con densas po-blaciones y vida económica próspera fue-ron sepultados o arrasados por violentosaluviones. Ciertos valles sufrieron másque otros, entre ellos los de Lambayeque,Nepeña y principalmente Casma”.

Chavín, pues, aunque por más razonesque sólo las de la naturaleza –como extensa-mente desarrollamos en Los abismos del cón-dor–, habría colapsado en el contexto de undevastador evento océano–atmosférico. Noobstante, según innumerables indicios, losespecialistas de Chavín habían sido precisa-

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mente los primeros en empezar a conocer los“secretos” del fenómeno.

En efecto, la presencia en sus manos de laafamada concha spondylus (o mullu, en que-chua) traída desde las costas de Panamá yColombia, pero –según el historiador ecuato-riano Jorge Marcos 37–, también desde lascostas de Ecuador, les habría revelado va-liosísima información hidro–meteorológicarelacionada con el fenómeno. No obstante,como puede colegirse, ello no fue suficientepara que se vieran libres de sus gravísimasacechanzas.

Peter Kaulicke, refiriéndose a la CulturaVicús (Alto Piura, Piura) habló de la ocu-rrencia de eventos importantes entre 250–300dC y 550–600 dC 38.

Eventualmente el primero habría sido u-no de los cuatro o cinco eventos que, según elreputado arqueólogo peruano Walter Alva,habrían afectado el Templo de Sipán 39, omejor –decimos–, a la población de Sipán, enlas inmediaciones de Lambayeque.

Puede además suponerse que el segundohabría sido –como advierten Uceda & Can-ziani– el último de al menos cuatro eventossucesivos “que afectaron el Templo de laLuna en el valle del Río Moche [...lo...] quehabría causado el abandono definitivo delsitio” 40, o, mejor –también decimos–, lo quehabría marcado el inicio del colapso definiti-vo de la Cultura Mochica, en los valles de LaLibertad.

De otro lado, ya en la primera edición deLos abismos del cóndor nos habíamos pregun-tado: “¿Fue Tiahuanaco la resultante de unalarga, espléndida e inusual centuria de bonan-za agrícola y pecuaria” 41, que sólo podría ex-plicarse por una sustancial alteración de lascondiciones hidro–climatológicas? ¿Y cómoexplicar su también enigmático colapso?

Como bien se sabe ahora, el anormalcalentamiento de las aguas costeras del norteperuano, al propio tiempo que genera inun-daciones en esa parte del territorio, da lugar asequías en el Altiplano.

Josyane Ronchail, por ejemplo, refiereque en el Altiplano boliviano “se verifica undéficit promedio de 30% [de lluvias] deenero a abril” en siete de ocho eventos ElNiño 42.

Pero mucho más grave que ese déficitpromedio de lluvias fue el que produjo elevento 1982–83 en Puno, en el lado peruanodel lago. Allí en efecto, los promedios de pre-cipitación de diciembre a febrero de los años“normales” (346 mm), se redujeron a sólo el32 % (114 mm).

A partir de aquí, a lo largo del texto colocaremosentre comillas las palabras “normal” y “norma-les”. Con ello queremos expresar que ponemos entela de juicio la validez de dichos conceptos. Mascomo resultará claramente comprensible al final,dejamos para las postrimerías de este trabajo laexplicitación de nuestras razones para enjuiciar lavalidez de esos términos.

Fue la peor sequía de Puno en 50 años: seperdió el 93 % de la cosecha de papa y el 80% de las cosechas de cebada y quinua, resul-tando afectado el 95 % de la población 43: unahecatombe.

Pero tanto o más grave es la conclusiónque puede extraerse de los datos de precipi-tación en Copacabana (al borde del Titicaca)que proporcionan la propia J. Ronchail y R.Maldonado & S. Calle: entre 1972 y 1992 seviene registrando una notable tendencia de-creciente de lluvias 44. Esto es, directamenteinfluida por el fenómeno océanico, y proba-blemente también por otros factores localesaún no precisados, el Altiplano estaría atra-vesando por un largo y cada vez más graveperíodo de sequía.

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¿Advierte la actual larga crisis que el Al-tiplano estaría atravesando por un “mega–e-vento” como aquellos de los que se ha habla-do líneas arriba? En todo caso, correspondesuponer que un fenómeno de esa naturaleza,geográficamente focalizado en la extensa zo-na lacustre, habría sido el que hizo colapsar aTiahuanaco.

El Gráfico N° 9 muestra claramente có-mo en las últimas dos décadas se viene po-niendo de manifiesto una decreciente tenden-cia de precipitaciones en el Altiplano y, por el

contrario, una tendencia creciente de lluviasen el área selvática de Bolivia.

¿Forma quizá parte del mismo alarmantecuadro la también decreciente tendencia deprecipitaciones que se viene registrando enEcuador?

Cáceres y otros, en efecto, muestran queen el largo período 1901 a 1992 se está dandouna tendencia decreciente de precipitacionestanto en la costa (Guayaquil) como en la cor-dillera (Cotopaxi, 3 550 msnm) 45.

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Elaboración propia.

Precipitaciones de Enero a Abril registradas en Copacabana.Precipitaciones de Enero a Abril registradas en Santa Cruz.

Precipitaciones registradas durante los fenómenos El Niño de1972-73, 1976-77, 1982-83, 1986-87 y 1991-92 en las estacioneslacustres de:

Copacabana P. Acosta DesaguaderoHuarina El Belén

Fuentes:Ronchail, Variabilité pluviométrique en Bolivie lors desphases extrêmes de l’Oscillation Australe du Pacifique(1950-1993). En Variations climatiques et ressourcesen eau en Amérique du Sud. Importance et conséquen-ces des événements El Niño, Bulletin de l’Institut Françaisd’Études Andines, 1998, Tomo 27, Nº 3, pp. 689-696.

Maldonado y Calle, Comportamiento de las precipita-ciones en el sector del lago Titicaca (Bolivia) durante“El Fenómeno El Niño”. En Variations climatiques...,pp. 699-707.

Tendencia decreciente deprecipitaciones en el área del Titicaca

Tendencia creciente deprecipitaciones en el área de selva

Gráfico Nº 9Alteraciones climáticas en Bolivia / Titicaca - Santa Cruz / 1973 - 1993

mm

1975 1980 1985 1990

200

400

600

800

1000

mm

1975 1980 1985 1990

200

400

600

800

1000

La PazSanta Cruz

Copacabana

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Coherentemente entonces, ¿no es razo-nable asumir que un gran y prolongado even-to de naturaleza opuesta, con generosas llu-vias –que de igual forma sólo habría afecta-do focalmente al Altiplano–, sea precisamen-te el que explique la extraordinaria e insólitacapacidad de generación de riqueza de la quehizo gala Tiahuanaco, sobre ese altísimo, frío,poco hospitalario y yermo paraje del planeta?

Revisando la historia del fenómeno, he-mos venido acercándonos paulatinamente enel tiempo. Estamos pues a las puertas del sur-gimiento del segundo imperio de los Andes:Wari, con sede en la zona surcordillerana delterritorio peruano, y protagonizado por la na-ción chanka.

Siendo un período bastante más reciente(600–1000 dC), deberíamos pues contar conmás evidencias del impacto de la naturalezaen los pueblos andinos de ese tiempo. Noobstante, no las hay –todavía–. Nada por a-hora sugiere pues que el surgimiento del Im-perio Wari y su expansión –como seguimossuponiendo para el caso de Tiahuanaco– tu-vieran algo que ver con alteraciones climáti-cas y en general de la naturaleza.

Mas la existencia de depósitos y granerosen Ñawinpuquio –la primera gran capitalWari, inmediatamente anterior al asalto chan-ka del territorio andino– nos advierte de laexistencia de una producción excedentaria,fruto de lluvias generosas, pero también delas precauciones que se tomaba en relacióncon los ya conocidos e intermitentes períodosde sequía.

En todo caso, y según muchos indicios, lacaída del Imperio Wari habría sido precipita-da por una grave y prolongada sequía en Aya-cucho y probablemente toda el área surcor-dillerana.

Para el período inmediatamente siguiente

a la liquidación del Imperio Wari, Kaulicke 46

da cuenta de la ocurrencia en el Alto Piura deun evento de grandes proporciones, previo ala ocupación y sometimiento de ese territoriopor los chimú.

Habría sido el fenómeno que –como pro-pusieron Nials y otros, bautizándolo ademáscomo “Chimu flood” (“El Niño de Chimú”)47– dio origen a una “enorme inundación o-currida alrededor del año 1100 dC” en Tru-jillo.

Aún no está del todo claro si este últimoes el mismo evento que –bautizado como “ElNiño de Naylamp” (“Naylamp flood”) porCraig & Shimada 48– inundó también BatánGrande, a 30 kilómetros de Lambayeque; o si“El Niño de Naylamp” fue el que ocurrióalrededor de 1330 dC 49.

“El Niño de Naylamp”, aunque de fechapues imprecisa, fue, en todo caso, el primerevento del que hay referencias escritas: lasdel cronista español Cabello Valboa.

Por lo demás, el nombre de la leyenda de origendel pueblo de Lambayeque tiene aún hoy grafía ypronunciaciones muy diversas: Naylamp, Naim-lap, Ñaiñlap 50; Ñyamlap (Craig & Shimada);Naymlap (Kaulicke).

En adelande usaremos la versión que está másarraigada en Lambayeque: Naylamp (¿acaso por-que “lamp” remite fonética y directamente a “Lam-bayeque”?).

Definir con precisión la fecha de ocurren-cia de El Niño de Naylamp y el ámbito terri-torial que afectó, podrían contribuir a ex-plicar el proceso de expansión imperial Chi-mú. Podría haber ocurrido –postulamos co-mo hipótesis–, que afectando sólo a Piura yLambayeque, El Niño de Naylamp habríasido decisivo para facilitar la expansión delImperio Chimú hacia los territorios al nortede Trujillo.

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Nada se ha dicho del papel que eventual-mente pudo haber desempeñado la naturalezaen el arrollador despegue del pueblo inka,que en las primeras décadas del siglo XVpasó a protagonizar y dar forma al tercerimperio de los Andes.

Sólo para casi tres décadas después dehaberse iniciado el proceso imperial de con-quistas, una aislada referencia nos habla deun evento océano–atmosférico alrededor delaño 1460 dC 51, cuando todavía seguía en elpoder el Inka Pachacútec –el primer empe-rador del Tahuantinsuyo–, es decir, casi se-tenta años antes de que asomaran los pri-meros conquistadores europeos en las costasdel Perú.

La historia precolombina –hasta hoyconocida– del fenómeno océano–atmosféricodel Pacífico Sur termina con la referencia queproporciona Quinn sobre los eventos ocurri-dos en 1525–26 y 1531–32 52.

Por azarosa casualidad, los primeros via-jes exploratorios de los conquistadores eu-ropeos en las costas del Perú en los que cap-turaron frente a Tumbes a los niños tallanesque habrían de ser sus valiosísimos intér-pretes 53 se realizaron entre uno y otro even-to, sin que alcanzaran pues todavía a vivir laexperiencia.

Y cuando estaban ya en el viaje que de-finitivamente los condujo a la conquista delos pueblos del Perú, viniendo de los tórridosclimas de Centroamérica, ninguno de losconquistadores pudo percatarse –en la isla dePuná, frente a Guayaquil, en la Navidad de1531 54–, que estaban en la plenitud de ungran evento océano–atmosférico.

Y cuatro meses más tarde, en abril de1532, cuando arribaron a Tumbes, segura-mente tampoco fueron concientes de que losestragos causados en la agricultura por el

fenómeno océano–atmosférico –y los destro-zos que habían causado los ejércitos de Ata-hualpa, en represalia por la supuesta alianzade los tallanes con Huáscar– se habían con-fabulado para facilitar la conquista de Tum-bes y Piura, abriendo así al Viejo Mundo laspuertas de los Andes.

El territorio agrícola que en Tumbes conocieronlos conquistadores es sustancialmente distinto delactual. Mas no precisamente, como cabría espe-rar, porque hoy sea más grande, sino al contrario.Según el científico Antúnez de Mayolo, a la llega-da de los conquistadores se cultivaba en Tumbes114 000 hectáreas, a diferencia de sólo 10 000hectáreas que se trabajan en la actualidad 55.

Resulta harto evidente, pues, que –comobien observan Macharé y Ortlieb 56–:

“los datos arqueológicos parecer serútiles para documentar eventos muyfuertes del fenómeno El Niño (...) cuyoimpacto afectó en alto grado el normaldesarrollo de las sociedades [del antiguoPerú]”.

Hoy resulta muy claro que mientras másal sur llegan los efectos tanto más grave es elfenómeno.

Puede entonces colegirse –aunque concargo a comprobación– que aquéllos que im-pactaron desde Piura a Trujillo habrían sidode magnitud devastadora.

¿Y qué decir –como se ha visto– de losque afectaron hasta Casma? ¿Y fue aún peoro, como se supone alternativamente, sólo deimpacto local, el evento que afectó Nazca(700 kilómetros al sur de Lima), y sobre elque han reportado Orefici y Grodzicki 57?

En todo caso, y como otros, el colapso dela afamada civilización de las Líneas de Naz-ca –y su conquista por el Imperio Wari– si-guen siendo en gran parte un misterio.

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¿Y qué decir de aquel otro evento quellevó especies de aguas calientes hasta Ilo, enel extremo sur de la costa peruana? ¿Fue yhabría que denominarlo “híper–ENOS”?

¿Puede entonces seguirse afirmando quela de Carrión Cachot es una visión apocalíp-tica, al cabo de lo que hoy conocemos delfenómeno? Ciertamente parece que no.

Menos aún considerando que, con la tec-nología de entonces, cuando la inmensa ma-yoría de las viviendas y demás edificacioneseran exclusivamente de adobe con techadu-ras poco sólidas y permeables, las poblacio-nes eran inmensamente más vulnerables queen la actualidad.

Sin duda, los que hoy se considera fenó-menos “moderados” debieron tener conse-cuencias devastadoras en el Perú precolombi-no.

Mal puede extrañar, entonces, que –comoadmite el propio Kaulicke–, muchas de lascatástrofes aluviónicas, y/o las sequías conlas que se alternan, originadas por el fenó-meno océano–atmosférico del Pacífico Sur,hayan dado lugar al “abandono” 58 temporal–o definitivo– que muchos pueblos de la an-tigüedad se vieron obligados a hacer de su te-rritorio.

Ello permitiría explicar, entre otros, losinnumerables casos en la costa peruana derestos arqueológicos en áreas hoy completa-mente secas y desérticas.

Así, por ejemplo, en el extremo occiden-tal de Piura (península de Illescas), en lo quehoy es el extremadamente seco desierto deSechura, hasta el siglo XVII existió el caci-cazgo de Nonura 59.

Y muchos testimonios arqueológicos in-sinúan cuán habitado estuvo el que hoy es el

habitualmente seco cauce del río Cascajalque atraviesa el desierto 60.

En general, a estos respectos, la historio-grafía tradicional lamentablemente ha dejadode explicitar que, durante la mayor parte deltiempo de la historia precolombina, el territo-rio andino estuvo ocupado por muchos perodemográficamente pequeños y medianosgrupos humanos, en igualmente pequeños ymedianos territorios.

Éstos, en presencia de grandes aluviones,resultaban totalmente asolados, sin que nadiequedara en ellos a salvo para acudir en auxi-lio de los siniestrados. Sólo cabía la migra-ción forzada de los sobrevivientes.

Las naciones vecinas, con las que por logeneral había conflicto, si acaso no habíansufrido los embates de la naturaleza, no esta-ban precisamente para acudir en ayuda, sino,por el contrario, para capitalizar el drama delas inmediaciones.

Ellas eran generalmente las que termina-ban expandiendo su territorio al ocupar elque acababa de ser abandonado. De allí queKaulicke 61 admite que muchos de los territo-rios precipitadamente desocupados fueronreocupados posteriormente por poblacionesdistintas a las originales.

¿Pero quiénes pues, sino fundamental-mente las de la vecindad? En muchas oca-siones el territorio andino –pero también elresto del planeta– ha sido escenario de esas yotras modalidades de canibalismo territorial.

Hoy puede sostenerse pues que ellarguísimo período que va desde la primeraocupación humana del territorio andino, has-ta los primeros triunfos militares de conquis-tadores europeos, ha estado estrecha y dra-máticamente afectado por el fenómeno o-céano–atmosférico del Pacífico Sur.

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La intervención de éste en la historia hasido un factor recurrente e importantísimo,decisivo y trascendental, inmensamente másrelevante que miles de datos de que está ati-borraba la historiografía tradicional.

Resulta previsible que, con el solo pro-pósito de incluir –en su verdadera dimen-sión–, el papel del fenómeno océano–atmos-férico del Pacífico Sur en la historia, seránecesario reformular la Historia de los pue-blos andinos.

El fenómeno en la historiamoderna del Perú

Pues bien, aunque reconociendo razona-blemente una menor confiabilidad a los datosmás antiguos, Quinn ofrece además el re-cuento de los fenómenos océano–atmosféri-cos del Pacífico Sur, de aquellos que tradi-cionalmente se viene reconociendo como “ElNiño”, ocurridos entre 1535 y 1992 62.

Mas como viene ocurriendo con los estu-dios que se realizan en el valle del Nilo, tam-bién en Sudamérica las riberas de la costa, eincluso los casquetes de nieve de la cordillerade los Andes, a medida que más se estudien,con métodos cada vez más certeros, termi-narán entregando evidencias de muchos otroseventos –incluso mucho más antiguos que losque ya se ha referido– y permitirán afinarincluso la información que se tiene de los yaconocidos.

Entre tanto, por inferencia, y complemen-tariamente, la información que se obtiene enlas márgenes del Nilo –pero también enEtiopía e incluso la India– pueden ayudar acompletar la información sobre la historiaremota del fenómeno y por cierto de lospueblos de los Andes.

De acuerdo a la información hoy dis-ponible, entre 1535 y la actualidad, y con di-versas magnitudes, han ocurrido 122 fenó-menos océano–atmosféricos del Pacífico Sur(del tipo hoy conocido como “El Niño”):

Magnitud Eventos

Moderada 67Fuerte 45Muy fuerte 10

Por distintos tipos de evidencias (paleon-tológicas, arqueológicas y escritas) hoy porfin reunidas, se ha logrado concluir que losdiez que más graves consecuencias produ-jeron en Ecuador y Perú fueron los de1578–79, 1720, 1728, 1791, 1828, 1877–78,1891, 1925 –26, 1982–83 63 y 1997–98.

Es decir, sólo en los siglos XVIII y XX sehan presentado eventos muy fuertes con 15 omenos años de diferencia.

Debe hacerse presente, no obstante, y unavez más, que la información de que disponetodavía la ciencia impide que los recuentosque se viene haciendo logren ser suficiente-mente precisos y consistentes.

Así, queda un gran margen de estudiopara explicar, por ejemplo:

a) porqué en 1932–33 hubo grandes pre-cipitaciones, sin anomalías térmicasnotables en el mar;

b) a la inversa, porque en los años 1948y 1969, presentándose elevadas tem-peraturas en el mar, no hubo precipi-taciones fuera de lo común 64;

c) por qué un evento “fuerte” como elque ocurrió en 1578 tuvo en cambioimpactos “muy fuertes” en las costascentrales de Sudamérica; y

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d) cómo eventos “moderados” como losde 1720, 1728 y 1891, tuvieron igual-mente impactos “muy fuertes” en E-cuador y Perú 65.

Así, a consecuencia del fenómeno océa-no–atmosférico de 1578, la población de Piu-ra se vio obligada a trasladarse a Paita, vién-dose además afectada por el “diluvio” 66 laciudad de Lambayeque.

En 1720 las copiosísimas lluvias y el des-borde del río inundaron el entonces impor-tante poblado de Zaña 67, a 30 kilómetros alsureste de Lambayeque, llegando las aguasen la ciudad a más de 3 metros de altura, delo que dan testimonio los restos de tres gran-des iglesias construidas por los conquista-dores, que tuvieron que ser abandonadas con-juntamente con el bello balneario que allíhabía sido erigido desde las primeras décadasde la Colonia.

En 1728, Sechura, en la costa de Piura, sevio sucesivamente siniestrada por un mare-moto y copiosísimas lluvias. Pero éstas afec-taron también otra vez a Zaña.

En 1791 el río Piura volvió a destruirparte de la ciudad y nuevamente en Lam-bayeque los desbordes del río arrasaron sem-bríos. El fenómeno de 1828, además de afec-tar Piura, produjo inundaciones en Motupe(70 kilómetros al noreste de Lambayeque) eincluso el valle del río Santa 68 (185 kilóme-tros al sur de Trujillo). Tuvo pues un singu-larmente grande radio de impacto.

Y tanto o mayor fue el de 1891: se des-bordaron los ríos Tumbes y Chira; las lluviasen Piura se prolongaron por 60 días, alcan-zando a tener el río Piura 150 metros deancho y hasta 7 de profundidad (cuando lamayor parte del año no pasa de 30 y un me-tro, respectivamente); Trujillo y la zona delrío Santa fueron una vez más afectados; y el

20 de marzo se registró también el desbordedel río Rímac, en Lima.

El fenómeno de 1925 debe ser recordadopor ser el primero sobre el que se tiene infor-mación meteorológica precisa: en Piura seregistró 1 200 mm de lluvias, con un récordde 375 mm el 16 de febrero en el pueblocosteño de Zorritos (30 kilómetros al suro-este de Tumbes).

Aquel día, pues, se precipitó en Zorritosel equivalente de 3 a 5 grandes lluvias, o, sise prefiere, el equivalente a todas las lluviasde 8 años “normales” en la zona, y, por últi-mo, casi el equivalente a las lluvias de unsiglo en Lima.

A fin de que tengamos un mejor co-nocimiento del fenómeno, veamos pues unresumen de sus manifestaciones más obvias.

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Las principales manifestacionesdel fenómeno

Quizá la primera de todas es la significa-tiva elevación de la temperatura superficialdel mar (TSM), como consecuencia de laincursión en el litoral peruano–ecuatorianode la gigantesca masa de aguas cálidas quellega desde el Pacífico Occidental.

Como muestra con elocuencia el GráficoN° 10 (en la página siguiente), dependiendode la latitud, las temperaturas “normales” delas aguas costeras peruanas fluctúan de 14,16 y 18 °C, en invierno, a máximos de 16, 18y hasta 21 °C en verano, según se mida frentea los puertos de San Juan, el Callao o Lo-bitos, respectivamente.

Y aun cuando no se ha presentado en elgráfico, puede por ejemplo también preci-sarse que generalmente la temperatura super-ficial del mar en Chicama es 1–3 °C menorque en Paita (quinientos kilómetros más alnorte).

Por la mayor perpendicularidad de inci-dencia de los rayos solares, cualquiera quesea la época del año, cuanto más próxima esla distancia a la línea ecuatorial, más alta laTSM. Y cuanto más alta es ésta, mayor eva-poración, más formación de nubes y mayoresposibilidades de lluvias.

De allí que normalmente las precipita-ciones anuales en Lima y Nazca sean me-nores que en Tumbes y Piura, áreas éstas

donde además cuenta el hecho de que parcialo totalmente ha dejado de actuar el fenómenode enfriamiento, internándose la Corriente deHumboldt en el océano en dirección a lasislas Galápagos.

Esas relativamente bajas temperaturas–originadas como está dicho por el perma-nente afloramiento de aguas frías en la costaperuana–, distan bastante de los 27–28 °C“normales” de las aguas y climas de latitudtropical (0–15° Sur) en la que sin embargoestán ubicados los citados puertos.

Cuando la TSM alcanza 27–28 °C, no sólose incrementa sustancialmente la evapora-ción, sino que se rompe el fenómeno de in-versión térmica de la costa peruana (GráficoN° 4), se produce entonces la formación degrandes nubes y, consecuentemente, de llu-vias.

Así, el acercamiento de grandes masas deaguas calientes provenientes del oeste, no só-lo es la causa de la anormal elevación de tem-peratura de las aguas costeras peruanas y dela atmósfera de la costa, sino que general-mente también contribuye a transitoriamentequebrar o dejar sir efecto el fenómeno de in-versión térmica y desatar concecuentementegrandes precipitaciones.

Pues bien, según anota Woodman, bastaun incremento anómalo de temperaturas de

3131EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer

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sólo 2 °C para definir la presencia del fenó-meno océano–atmosférico del Pacífico Sur,aunque débil.

Puede calificarse como eventos “media-nos” los que sobrepasan los 3 °C de anoma-lía, e “intensos” aquellos en que la tempera-tura superficial del mar muestra anomalías demás de 4 °C 69.

En este sentido –como nítidamente mues-tra el gráfico– “intenso” o “fuerte” fue elfenómeno océano–atmosférico observado en-tre finales de 1991 e inicios de 1992.

Según Woodman, 1925 fue un año excep-cional. En efecto, en Puerto Chicama –dedonde se cuenta la serie histórica más antiguade temperaturas superficiales del mar–, enabril de dicho año las temperaturas alcan-zaron 8 ºC sobre lo normal 70.

Harto significativo y revelador de la escasa im-portancia que el Estado Peruano y muchos suce-sivos gobiernos concedieron al fenómeno océano-atmosférico del Pacífico Sur, es el hecho de que laEstación Meteorológica de Puerto Chicama (oMalabrigo) fuera instalada y manejada por unaempresa privada (Gildemeister, que hoy es la em-presa azucarera Casagrande), y no por el Estado.

Mas no puede soslayarse que, en esa irresponsa-ble conducta del Estado Peruano, mucho ha te-nido que ver el por lo general frívolo y anecdóti-co contenido de la historiografía tradicional, parala que el recurrente e importantísimo fenómenoocéano–atmosférico virtualmente “no ha existi-do” sino hasta estas dos últimas décadas del pre-sente siglo, aun cuando las evidencias eran apa-bullantes desde los tiempos de la Colonia.

En 1983, la máxima temperatura superfi-cial del mar registrada en Chicama (27,1 °C71) se midió en mayo, excediendo en 10 °Cel promedio de dicho mes. Resulta pues evi-dente porqué el fenómeno de 1983 se consi-dera en muchos sentidos como el más gravede los últimos siglos.

Mas todavía hay un aspecto importantísi-mo a tener en consideración. Nunca en losregistros hidrológicos de Chicama se habíanexperimentado anomalías de 6 °C en losmeses de julio y agosto, como las que semanifestaron en esos mismos meses deinvierno en 1997. Fueron pues incluso supe-riores a las temperaturas récord de julio yagosto de 1972 y 1983.

Sin embargo, las ostensibles anormali-dades térmicas de 1997 no produjeron pre-

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Callao12° Sur

16–18°C

Lima

Lobitos4° Sur

18–21°C

Nazca

Tumbes

Trujillo

Línea ecuatorial

PaitaPiura

Chicama

San Juan15° Sur

14–16°C

°C / temperaturas normales

14

16

18

20

22

24

26

ºC

LobitosCallaoSan Juan

E 89 J E 90 J E 91 J E 92 J

Gráfico Nº 10La temperatura superficial del mar (TSM) en relación con la latitud

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cipitaciones catastróficas porque se presen-taron en invierno, alcanzándose así tempera-turas absolutas que estaban todavía lejos deproducir grandes precipitaciones 72.

Cuenta pues mucho en la intensidad delfenómeno, y sus repercusiones, la fecha enque se manifiestan los “anormales” incre-mentos de temperatura en el océano: mien-tras más distantes del verano resultan en-tonces menos intensos, y los que se superpo-nen con el verano son precisamente los másintensos.

Estrechamente vinculada con el incre-mento anómalo de la temperatura superficialdel mar, está pues la segunda de las másobvias manifestaciones de la presencia delfenómeno océano–atmosférico del PacíficoSur: el incremento de las precipitaciones.

El primero en realizar un escrupuloso ymeritorio seguimiento de las precipitacionesen Piura fue Víctor Eguiguren, quien en unapublicación de 1894 73 reunió una vasta infor-mación sobre las lluvias ocurridas entre 1791y 1890.

Hace pues más de un siglo que se publicó estavaliosísima información que, de haber tenido unaacogida más responsable de parte de gobernantes,políticos y académicos, muy distinta habría sidola historia de las consecuencias del fenómenoocéano–atmosférico del Pacífico Sur en este últi-mo siglo.

No menos valiosas son las recopilacionesrealizadas por Santiago Távara, de 1791 a1845, y Juan de Helguero, desde 1839 hasta1864 74.

Harto elocuente de la indiferencia –para no decirdesprecio– con que se enfrentaba un asunto tanimportante y trascendental, es el hecho de queesta última valiosísima información apareció pu-blicada en el diario El Amigo del Pueblo, de Piura,en la sección “Vejeces y Cachivaches” (trastos,cosa inútil).

Aunque dependiendo mucho de los añosque se tome en consideración, en general seacepta que el promedio de precipitaciones enla ciudad de Piura (incluyendo los años enque se presenta el fenómeno) es de 50 mmanuales (medidos en la estación meteorológi-ca de San Miguel, en el valle del Bajo Piura,en las inmediaciones de la capital del depar-tamento) 75.

Es decir, la presencia del fenómenoocéano–atmosférico del Pacífico Sur, en suversión más leve, virtualmente triplica el vo-lumen de las precipitaciones en Piura, ele-vándolas por encima de 135 mm anuales 76.Ello ocurrió, por ejemplo, en 1941, cuando latemperatura superficial del mar que se re-gistró en Chicama fue apenas de 23 °C 77, ysólo en el mes de marzo, habiendo probable-mente llegado en las costas del departamentode Piura a 25–26 °C.

Sin embargo –sostiene Woodman–, cuan-do la TSM se eleva hasta 29 °C, “esperamosprecipitaciones cercanas a los 800 mm pormes” 78, como en efecto ocurrió en 1983. Eseaño, en Chicama, aunque desde octubre delaño anterior, empezaron a manifestarse fuer-tes anomalías en la Tsm que llegaron al his-tórico récord de 27,1 °C en mayo.

Así, fueron registradas extraordinariasprecipitaciones de 1 761,3 mm, en la estaciónde San Miguel; 2 340 mm, en la del aero-puerto de Piura; 2 957,7 mm en la poblacióncostera de El Alto; y un récord de 4 167 mmen el distrito de Chulucanas, a 60 kilómetrosal este de la ciudad de Piura.

En ésta, pues, llovió en 1983 tanto comoen casi 50 años “normales”.

“Dudo exista un lugar en el mundo en elque se haya presentado una precipitaciónque difiera tanto del comportamiento nor-mal” –ha expresado Woodman 79–.

EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 33

Page 34: Klauer Alfonso-El Niño y La Niña(El no

En todo caso, y avalando esas expre-siones, el Gráfico N° 11 muestra también có-mo, en cambio, el fenómeno de ese año “ape-nas” duplicó las precipitaciones en Guaya-quil (Ecuador).

Sin duda, pues, los pobladores del depar-tamento de Piura asistieron a un verdaderodiluvio en 1983. Y en 1998, aun cuando no seregistró los récords anotados, las precipita-ciones fueron también extraordinarias.

Debe no obstante observarse que la des-tructiva acción de las precipitaciones extraor-dinarias no se mide sólo por su volumen a-nual, sino también por su concentración enperíodos menores.

En efecto, en el caso de un récord comoel de Chulucanas, no representa lo mismo unpromedio de 11 mm por día que, por ejem-plo, veinte torrenciales lluvias de 208 mm ca-da una.

Y menos todavía en el caso de pobla-ciones que, como casi todas las ciudades pe-ruanas, por irresponsabilidades históricas,políticas y sociales de amplia data de origeny diversa magnitud, adolecen, entre otrasmodalidades de protección, de adecuadossistemas públicos de alcantarillado pluvial, eincluso de sistemas de desagüe (públicos ydomiciliarios).

De allí, pues, porqué Piura sufrió tantadestrucción cuando en 1983, pero también en1998, se registró lluvias torrenciales de 170mm por día. El de 1983 afectó y/o inundó120 000 hectáreas, destruyó 2 000 kilómetrosde carreteras, 122 kilómetros de vías urbanasy 56 kilómetros de alcantarillas 80.

¿Qué ocurriría en Piura (y/o en Lamba-yeque y Trujillo) –debemos imaginar y pre-veer– si se repitiera un fenómeno como el de1925, cuando en la población de Zorritos

EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 34

Fuentes:– Mabres y otros. Algunos apuntes..., p. 403.– Pourrut, El Niño 1982-1983..., p. 515.

Guayaquil

Chulucanas

Piura

Guayaquil

Líneaecuatorial

Pen. S. Elena

2 387 mm

Precipitaciones en Piura1932 – 1998

50

100

200

300

400

500

600

700

800

mm

900

O N D E F M A M J J A S

1982-83: Precipitaciónanómala en Guayaquil

1964-78 Promedio anual: 1 901,1 mm1982-83 4 008,4 mm

Ela

bora

ción

pro

pia

1935 1950 1965 19951980

50

100

150

200

250

500

1 000

2 000

2 400mm

1 736 mm

Gráfico Nº 111983 y 1998:

Precipitaciones extraordinarias

Page 35: Klauer Alfonso-El Niño y La Niña(El no

llovió 375 mm en un solo día, como se pre-cisó en páginas anteriores?

Esas mismas lluvias, sin embargo, son lasque inundan en parte y alteran significativa-mente todo el paisaje del desierto de Sechura,haciendo que aparezca una cobertura vegetaldensa de yuca de monte (Apodantera biflo-ra), yuca de caballo y jaboncillo 81. Pero trans-forma también a los algarrobales (bosques dealgarrobo –prosopis pallida– y de hualtaco y

faique) que lo rodean, haciéndolos pasar tem-poralmente de bosque seco tropical a selvatropical húmeda donde resulta muy difícilpenetrar 82.

Estrechamente relacionada a su vez conlas dos anteriores, la tercera manifestación dela presencia del fenómeno océano–atmosféri-co del Pacífico Sur es pues el consecuente ysignificativo aumento de la descarga de losríos (en muy diversas y distantes cuencas).

EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 35

Elaboración propia.

Río Mendoza (Argentina) (4) Río Cañar (Ecuador) (1)Río Aconcagua (Chile) (3) Río La Leche (Perú) (2)

Descarga durante el fenómeno “El Niño” Descarga normal

Fuentes:– Gutiérrez y otros, Conexiones entre caudales de algunos ríos de la costa norte y central del Perú y El Niño. En Variations

climatiques et ressources en eau en Amérique du Sud. Importance et conséquences des événements El Niño, Bulletin del’Institut Français d’Études Andines, 1998, Tomo 27, Nº 3, p. 836.

– Norte y otros, Impacto del Fenómeno ENOS en el régimen hidrometeorológico de Mendoza, Argentina. En Variations climatiques...,p. 769.

– Caviedes, Influencia de ENOS sobre las variaciones interanuales de ciertos ríos en América del Sur. En Variations climatiques...,p. 633.

m3/seg

E F M A M J J A S O N D

100

200

Líneaecuatorial

2

1

3 4

Gráfico Nº 12Impacto del fenómeno océano-atmosférico del Pacífico Sur

en la descarga anual de los ríos

Page 36: Klauer Alfonso-El Niño y La Niña(El no

Diversas investigaciones “han encontradoque existe una relación significativa entre laocurrencia de El Niño – Oscilación del Sur(ENOS) y la hidrología de los países de lacuenca del océano Pacífico” 83.

Como muestra el Gráfico N° 12, elloqueda claramente en evidencia con las signi-ficativas crecidas que, por ejemplo, experi-mentan los ríos Cañar (Ecuador), Aconcagua(Chile) y Mendoza (Argentina) en los añosen que se presenta el fenómeno océano–at-mosférico del Pacífico Sur.

Mas avalan también esa estrecha relacióncausa–efecto las muy diversas referenciasque se ha hecho en páginas anteriores sobrelas inundaciones causadas por los ríos La Le-che (a Lambayeque y Batangrande), Reque(a Sipán), Zaña (a Zaña), Moche (al Templode la Luna y Trujillo), etc.

No obstante, al estudiarse lo ocurrido enlos últimos 47 a 79 años en el caso de los ríosLa Leche, Zaña, Jequetepeque, Moche,Chancay y Chillón, los resultados han sidomuy distintos: en ninguno de ellos las descar-gas han aumentado significativamente 84 enpresencia de los fenómenos océano–atmos-féricos del Pacífico Sur ocurridos en esos lar-gos períodos.

Puede en principio suponerse que las no-tables diferencias tanto en las descargas a-nuales promedio como en los picos de des-carga de éstos y aquéllos explica su distintocomportamiento durante y a consecuenciadel fenómeno.

En efecto, salvo el Jequetepeque, que lle-ga a tener picos de descarga entre 80–90m3/seg –casi equiparándose pues al Cañar (enEcuador), el Aconcagua (en Chile) y el Men-doza (en Argentina)–, los otros cinco ríos dela costa peruana son de curso muy pobre, conpicos de aforo entre 15 y 40 m3/seg.

Y ello se explica porque –como sugiere elMapa N° 2 (pág. 11)–, el área geográfica e-fectiva de captación de lluvias de sus cuencases muy pequeña.

A título de hipótesis estimamos que quizála magnitud geográfica efectiva de las distin-tas cuencas debe ser comparada y tomada enconsideración para entender mejor el com-portamiento de los ríos durante y a conse-cuencia del fenómeno.

El caso de los ríos peruanos Tumbes (oPuyango–Tumbes) y Chira, pero sin dudatambién el Piura, es muy especial. No sólo secuentan entre los de más largo curso y másamplia cuenca de toda la costa peruana (con-juntamente con el Ocoña y el Camaná–Ma-jes–Colca, pero que están ubicados casi en elextremo sur del Perú); sino que se encuentranubicados en el área geográfica de mayor im-pacto del fenómeno océano–atmosférico delPacífico Sur.

Habida cuenta de esas tres poderosas ra-zones, alcanza a entenderse por qué muestranuna altísima relación entre sus descargas a-nuales y la ocurrencia del fenómeno, cual-quiera sea la magnitud de éste.

El Gráfico N° 13 (en la página siguiente)no deja dudas a ese respecto. Sin excepción,en 48 años de registro, el Tumbes y el Chirahan incrementado significativamente sus a-foros en todos y cada uno de los once fenó-menos experimentados.

No resulta extraño constatar que los organismosestatales del Perú ofrezcan en INTERNET una po-brísima información agro–meteorológica. Lainformación sobre las descargas anuales de losríos de la costa sólo cubre al 25% de los mismos.Entre los omitidos se encuentra precisamente elPiura. Pero también otros ríos importantes comoCamaná–Majes–Colca, Cañete y Ocoña. Por lodemás, sobre ninguno de los ríos peruanos se o-frece información, ni gráfica ni numérica, sobrelos aforos mensuales y los picos de descarga.

EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 36

Page 37: Klauer Alfonso-El Niño y La Niña(El no

La cercanía física del Chira con el Piurapermite suponer que éste también respondecon gran sensibilidad a la presencia del fenó-meno océano–atmosférico del Pacífico Sur.

Hay en todo caso la evidencia de cuántose agigantó durante la ocurrencia del intensofenómeno de 1983.

En efecto, mientras su descarga anual al-canza en promedio 1 000 millones de metroscúbicos 85, ese año, sólo en el período enerojunio, aforó en cambio 10 955 millones demetros cúbicos 86.

Pues bien, como se vio anteriormentepara el caso de las lluvias, en el de las descar-gas de los ríos resulta también de enormeimportancia conocer sus picos máximos dedescarga, pues son éstos, y no tanto la mag-nitud del volumen anual que transportan, los

que dan lugar a los catastróficos desbordesque inundan campos de cultivo y ciudades.

Se sabe, por ejemplo, aunque como datoúnico y aislado, que el río Piura registró unadescarga récord de 3 500 m3/seg en 1983.Ésta, sin embargo fue superada por la de 4424 m3/seg que se registró el 12 de marzo de1998 87. Y fue precisamente en esas circuns-tancias que se llevó de encuentro el terciocentral de un enorme puente de concreto, in-utilizándolo del todo.

Lamentablemente ninguna de las fuentes que seha tenido a mano, consigna los picos de descarga(m3 / seg) que registran el Chira y el Piura en losaños “normales”.

Puede suponerse que ese mismo año enlas riberas del Chira debió experimentarseuna similar zozobra, en tanto que de enero aabril fluyeron 17 500 millones de metros cú-

EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 37

Elaboración propia.

Períodos de ocurrencia del fenómeno océano-atmosférico del Pacífico Sur.

Fuente:Ministerio de Agricultura del Perú, Información agrometeorológica, Internet.

Gráfico Nº 13El fenómemo océano-atmosférico del Pacífico Sur

y las descargas de los ríos Tumbes y Chira

4,000

8,000

12,000

16,000

Millonesde m3

55 60 65 70 75 80 85 90 95

Chira

Tumbes

Page 38: Klauer Alfonso-El Niño y La Niña(El no

bicos 88 y apenas 1 288 en los restantes me-ses del año.

Lo que se desprende del hecho de que el Minis-terio de Agricultura informa que el aforo total delaño se elevó a 18 788 millones de metros cúbicos.

Considerando siempre lo que ocurre en lavertiente occidental de los Andes, la descargade los ríos de la costa peruana es producto depor lo menos dos factores.

Tanto de las precipitaciones que se dan enlas partes bajas de los valles, cuando el fenó-meno océano–atmosférico del Pacífico Surrompe el fenómeno de inversión térmica. Co-mo de las que se dan en las partes altas (porencima los 1 000 msnm, donde –como se havisto en el Gráfico N° 3 (pág. 8)–, no se daesa anomalía en la gradación térmica. Y estosúltimos son precisamente los territorios don-de se forman y adquieren mayor caudal esoscursos de agua.

Woodman 89 afirma que, en presencia delfenómeno océano–atmosférico del PacíficoSur, cuando a nivel del mar aún faltan 1–2 °Cen la temperatura superficial del mar paraque se desate el proceso de lluvias, se dan yaprecipitaciones en las partes altas de los va-lles, entre los 1 000 y 3 000 metros sobre elnivel del mar.

Siendo que ésta es la única referencia en-contrada sobre lo que ocurre en las partes al-tas de los valles costeños, parece evidenteque se requiere enfocar bastante la atenciónsobre ellas, pues permanecen prácticamentesin estudio alguno, con el agravante de que esallí donde se generan las grandes y destructi-vas avenidas de piedra y lodo (huaicos).

Por lo demás, en los últimos y más inten-sos eventos de este siglo (1971–72, 1982–83y 1997–98), tanto por las lluvias de las zonasbajas como por las de las zonas altas de lacosta, se forman pequeños y medianos

nuevos cauces transitorios (como el que re-sultó denominado “río Loco”, que en 1983inundó el bosque de Batangrande, en Lamba-yeque 90), se llenan de agua muchos de losque se daba por secos para siempre (como elCascajal, en Piura), y llegan al mar otros quedurante mucho tiempo habían dejado de ha-cerlo (como el río La Leche, en el departa-mento de Lambayeque).

Pues bien, a pesar de la anual presenciade huaicos, de las siempre amenazantes cre-cidas de muchos ríos, y de la furtiva apari-ción de muchos viejos y nuevos cursos, todoslos valles y ciudades de la costa peruanaadolecen también de falta de canalización decauces, de falta de limpieza periódica de losmismos, de obras públicas y en particular depuentes de diseño y/o estructuralmente malconstruidos 91. Y, tanto peor, de la inauditaconstrucción de áreas urbanas en las zonasmás bajas de los valles e incluso en caucesque se creía definitivamente secos.

A pesar de los innumerables antecedentese incontables catástrofes, “hay casas hasta encauces naturales de huaicos”, acaba de de-nunciar en Lima el diario El Comercio en suprimera plana (12 Enero 2000):

“El peligro se cierne sobre 80 mil fami-lias que ocupan las riberas de los ríos entodo el país”.

“El problema es tan grave que sólo en Li-ma existen 1 500 quebradas entre Chosicay Matucana, en muchas de las cuales seha levantado viviendas...” 92

Quizá el ejemplo más patético, allí dondeconcurrieron todas esas deficiencias, se ob-servó en enero de 1998 en el catastrófico des-borde del río Ica, 300 kilómetros al sur deLima.

La terrible inundación que sufrió la ciu-dad de Ica, de la que hasta hoy no se repone,

EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 38

Page 39: Klauer Alfonso-El Niño y La Niña(El no

fue –en palabras de geógrafo Alejandro Pa-vez Wellmann–:

“un desastre provocado por la impro-visación y por el desconocimiento de lanaturaleza y de su funcionamiento”.

Baste decir, por ejemplo, que el cauceartificial que cruza la ciudad está a 3 y 4 me-tros por encima del centro y de varias de lasáreas urbanas periféricas de la misma. Peroademás, el reciente estudio de una misióntécnica israelí demuestra –y de hecho im-plícitamente denuncia– que la deficiente lim-pieza de ese cauce artificial puede dar origena catástrofes equivalentes cada 5 u 8 años, entanto la historia del río demuestra que conesa periodicidad el curso alcanza picos dedescarga de 250 o más metros cúbicos porsegundo 93 con los que se rebalsa el cauceartificial.

Y si de la historia de los ríos se trata, bienvale la pena poner un instante la atención enel caso del río Jequetepeque, porque puedeayudar a entender algunas de las grandes ca-tástrofes de la historia antigua del Perú.

Para el registro de los últimos 49 años desu historia, la estadística oficial muestra quesu promedio de descarga anual es de 952,2millones de metros cúbicos (ligeramente su-

perior a del Rímac, que afora como promedioanual 829,8 millones de metros cúbicos). Po-co sin embargo pueden enseñarnos esas ci-fras. Y, en todo caso, nada de especial.

El particular historial del río Jequetepe-que recién puede en cambio empezar a apre-ciarse con los datos del Cuadro Nº 2.

Habiendo sólo 230 kilómetros de sepa-ración entre el Jequetepeque y el Chira, nodebería sorprendernos que sus historiales hi-drológicos sean equivalentes. Por cierto, aun-que con muy distintos caudales, los númerosde años por cada tipo de período son virtual-mente los mismos: también el Chira ha te-nido, por ejemplo, 15 años secos.

E incluso son muy parecidas las rela-ciones entre los volúmenes de los años “nor-males”, lluviosos y torrenciales respecto delos de los años secos: en ambos casos losaños torrenciales equivalen a 22–23 veces losaños secos. ¿Cuál es pues entonces la parti-cularidad del Jequetepeque?

Pues simple y llanamente lo que llamare-mos la “capacidad de sorpresa enorme” queha acumulado dicho río. Porque en efecto,mientras las últimas grandes avenidas delChira se han producido en 1983 y 1998, yestán entonces muy “frescas en la memoria”,la única y extraordinaria gran avenida del Je-quetepeque fue experimentada en 1952, hacecasi medio siglo, habiendo pues virtualmentedesaparecido esa experiencia de la memoriacolectiva.

Así, si eventualmente se repite –y puedeocurrir en el año menos pensado, aunque casisin duda al cabo de un largo o medianamentelargo período seco–, puede tener consecuen-cias inimaginables. Baste recordar lo que o-currió con Zaña en 1720. ¿Están preparadosel valle del Jequetepeque, la presa de GallitoCiego y las poblaciones de Tembladera, Gua-

EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 39

Promedio dePeríodo Años descarga

(millones de m3)

Años secos 15 377,6Años “normales” 22 731,4Años lluviosos 11 1 458,0Años torrenciales 1 8 866,8

Cuadro Nº 2Descargas del río Jequetepeque

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dalupe, Pacasmayo y Jequetepeque mismapara una nueva e impredecible avenida anualde 8 900 millones de metros cúbicos?

No basta decir –como con complacenciaafirma Woodman– que Piura y otras ciudades“no están preparadas” para enfrentar adecua-damente el fenómeno. ¿No eran acaso sufi-cientes las informaciones y advertencias es-critas que nos llegaban desde los siglos de laColonia? ¿Y no fue suficiente llamada de a-lerta la recopilación que hace 100 años ela-boró Víctor Eguiguren? ¿No eran suficientes100 años para prepararse adecuadamente?

Más acertadas resultan pues las expresio-nes de Pavez que acabamos de transcribir. Ylas del biólogo y oceanógrafo peruano Ma-nuel Vegas Vélez que sostiene:

“sería equívoco referirse al Niño como undesastre natural”. “La mayor parte de losdaños provinieron de la imprevisión hu-mana”.

Más yerra Vegas cuando habla en pasado(“provinieron”), porque todavía provienen y,al paso que vamos, muy probablemente se-guirán proviniendo de la imprevisión huma-na. Y yerra también cuando atribuye desho-nestidad sólo a “las empresas encargadas dela supervisión [de obras]” 94.

No, muchísima más responsabilidad queen las empresas supervisoras ha recaído, re-cae y recaerá sobre el Estado, en términos ge-nerales, y, específicamente, en todos y cadauno de los gobiernos involucrables.

Sin género de duda, el nefasto centralis-mo político y económico de que adolece elPerú –aún más grave hoy que antaño–, cargacon el gravísimo abandono de las provincias,en general, y, para el caso que venimos tra-tanto, con la absoluta indolencia históricaque se ha puesto de manifiesto en torno al

fenómeno océano–atmosférico del PacíficoSur y sus consecuencias.

Mal puede obviarse sin embargo la res-ponsabilidad de las autoridades locales (pre-fectos, subprefectos, y alcaldes provincialesy distritales), que han sido incapaces de im-poner en los procesos de expansión urbanalas más elementales medidas de resguardo yprevisión.

No obstante, mal haríamos en desconocerla responsabilidad histórica de las propiaspoblaciones. Pero cómo dejar de considerarque la inmensa mayoría de quienes han opta-do por vivir en los cauces aluviónicos próxi-mos a las ciudades son migrantes recientes,huérfanos en el conocimiento del territorioque acaban de hacer suyo en las últimas dé-cadas: nunca se les ha hablado de ello ni enlos libros de Historia ni en la escuela en ge-neral.

Por lo demás, los medios de comunica-ción en el Perú están para todo, menos paraeducar y concientizar adecuadamente a la po-blación.

La cuarta de las más obvias manifesta-ciones del fenómeno en las costas tropicalessudamericanas es la elevación del nivel delmar. No sólo por la adición de las grandesmasas de agua que llegan desde el PacíficoOccidental, sino porque siendo calientes tie-nen mayor volumen que las aguas frías, o, loque es lo mismo, tienen menor peso que éstas–como indica Woodman 95–.

Como se aprecia en el Gráfico N° 14 (enla página siguiente), es precisamente durantela ocurrencia de los fenómenos más severoscuando más se eleva el nivel medio del mar.En el caso del Callao llega pues a estar hasta35 cm por encima del nivel “normal” y hasta50 cm por sobre el nivel más bajo registrado(en 1975).

EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 40

Page 41: Klauer Alfonso-El Niño y La Niña(El no

Y como ya puede suponerse, la elevacióndel nivel medio del mar es aún más pronun-ciada en la zona norte del Perú, allí donde elfenómeno se presenta en su máxima intensi-dad. Así, entre setiembre de 1982 y enero de1983 y de marzo a junio de 1983 el nivelmedio del mar, frente a Paita, se elevó hastallegar a estar 50 cm. por encima de su nivel“normal” 96.

No es difícil advertir que la elevación delnivel medio del mar constituye también unaseria amenaza. No sólo porque queda inun-dada una amplia faja que normalmente estádescubierta, acercándose peligrosamente elmar a muchas instalaciones. Sino porque alser rebalsados los taludes naturales, llegan ainundarse grandes áreas cuyas cotas quedanpor debajo del nivel del mar, como ha ocurri-do en diversas ocasiones en el litoral de Tum-bes y Piura, y en particular en el desierto deSechura.

La elevación del nivel del mar representaademás un grave riesgo contra las instala-ciones portuarias, que quedan expuestas aempujes significativamente más grandes y

destructivos. Y muchos muelles artesanales yde recreo corren incluso el riesgo de quedarbajo las aguas.

La quinta de las manifestaciones más evi-dentes del fenómeno, y específicamente enlas costas peruanas, es la formación de lagosy lagunas de vida generalmente muy corta.

En el caso de Piura son el resultado de lasanómalas y copiosas precipitaciones en el de-sierto de Sechura, de la formación de nuevoscursos de agua o del llenado de quebradas yviejos cauces que llegan desde las faldas dela cordillera y que sólo en estas excepcio-nales circunstancias llegan hasta el mar (co-mo en el caso de los ríos Cascajal, Olmos,Motupe y La Leche), e incluso del desbordede los taludes de arena y la consecuente in-cursión de aguas del océano.

Al iniciarse el proceso de lluvias duranteel fenómeno puede percibirse hasta 9 lagunasdistintas: Ñapique y Ramón, en el extremosur del valle del Bajo Piura; Salinas de Se-chura, Chocol, Sapayal y Namuc, en plenodesierto; Reventazón y Salinas de Mórrope,

EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 41

Elaboración propia.Nota: La curva que se presenta aquí coincide esencialmente con la que presenta la fuente. Sin embargo, ha sido difícil captar y registrar

muchas pequeñísimas oscilaciones que aparecen en el original.

Fuente:Universidad de Piura (Perú), Internet, www.udep.edu.pe

cm

90

100110

120

130140

150

160

1975 1980 1985

80

1970 1990 1995

72-73 76 82-83 87 91-92 9789

Gráfico Nº 14Elevación del nivel medio del mar (Callao - Perú)

Page 42: Klauer Alfonso-El Niño y La Niña(El no

en la misma costa; y la que se forma en laGran Depresión del desierto de Sechura cuyofondo está a 34 metros por debajo del niveldel mar 97.

En los grandes eventos de 1983 y 1998,salvo la de la Gran Depresión, que quedó ais-lada, el resto de las lagunas dio paso a la for-mación de un gran lago de hasta 200 kilóme-tros de longitud y 25 de ancho, que se con-virtió, transitoriamente, en el segundo lagomás grande de Sudamérica (después del Titi-caca). La evacuación de las aguas a través delestuario de Virrila impide que el lago adquie-ra aún mayores dimensiones.

Salvo las lagunas San Ramón y Ñapique,de vida más prolongada, la del gran lago, pri-mero, y la de las pequeñas lagunas que vanquedando, después, a lo sumo se prolongan en-

tre 12–24 meses. Y es que la evaporación mi-na el nivel de las aguas hasta en 1 cm. por díaen las jornadas más ventosas del verano 98.

Entre tanto, allí donde en su formaciónha contribuido la inundación oceánica, haylugar a la explotación comercial de peces(como la lisa), así como de langostinos ycamarones. Y en las tierras inundadas, de porsí salitrosas, se explota también la sal quequeda en la superficie al desaparecer comple-tamente el espejo de agua. Pero además sonsusceptibles de ser explotadas actividades de-portivas naúticas.

Woodman señala que, aun cuando resultapoco probable evitar su total evaporación, lavida del lago podría prolongarse “con diquesde arena en los dos brazos entrantes al estua-rio de Virrila y cerrando la quebrada de Na-muc, que une el lago de las Salinas de Mó-rrope y Reventazón con el lago de las Salinasde Sechura, Sapayal y el Chocol” 99.

Por cierto los inmensos pastizales a quedan origen las lluvias son también suscepti-bles de explotación, tanto en el propio desier-to de Sechura, como en el colindante hori-zonte ecológico de transición de la provinciade Morropón.

El área en referencia es una singularmuestra del riquísimo espectro ecológico delterritorio peruano.

Entre el océano y los primeros 1 000 ms-nm se pasa del desierto a la zona de malezadesértica subtropical, y de ésta, previo hori-zonte de transición, se pasa al bosque espi-noso subtropical.

Y puede anotarse aquí que lo que hoy esuna zona ecológica de transición, con pocosárboles, a principios de siglo era un densobosque donde a la sombra de los algarroboslos caminantes “no alcanzaban a ver el sol”.

EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 42

Elaboración propia.

Fuente:IGP (4-11-99) a partir de una fotografía satelitaltomada el 29 de mayo de 1998.Internet: Image10.gif at www.igp.gob.pe

Piu

ra

Río

ValleBajo Piura a

Piur

a

a Chiclayo

carretera

Panamericana

ÑapiqueRamón

GranDepresión

Namuc

Salinas de Mórrope

Reventazón

Sechura

Bayóbar

Sapayal Cascajal

Estuariode Virrila

Salinas deSechura

Chocol

Morropón

Olmos

Motupe

Mapa Nº 3Lagos y lagunas en el desierto de Sechura

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La tala indiscriminada, con destino a losmercados urbanos de Piura y Lima, acabócon él. Como bien anotó Brünning 100 en1992, el algarrobal no sólo servía de cercovegetal contra el desierto, impidiendo la are-nización del área, sino como elemento de re-tención de la humedad.

A raíz del fenómeno de 1972–73, porejemplo, y por iniciativa del Estado, en esaárea fueron colocadas 20 000 cabezas de ga-nado para aprovechar 120 mil hectáreas depastos en Pabur y 70 mil hectáreas en Huá-palas. La experiencia, no obstante que permi-tió el nacimiento de 90 000 cabezas de gana-do, no ha vuelto a ser repetida.

El proyecto soportó exitosamente las se-quías de los años siguientes, incluso la muygrave de 1979.

Pero no fue capaz de soportar los mane-jos ineficientes y corruptos que se sucedierona partir de 1980. Fue finalmente liquidado en1982, precisa –y paradójicamente– cuando lanaturaleza creaba ya las condiciones para unrepunte ganadero extraordinario.

No puede sin embargo concluirse este re-cuento sin hacer mención a la sexta de lasmás visibles manifestaciones del fenómenoocéano–atmosférico del Pacífico Sur: la si-multaneidad de lluvias y sequías en áreas dis-tintas del territorio peruano.

Pero aun cuando el fenómeno es de vie-jísima data –y en consecuencia tiempo es loque más ha habido–, en el Perú no existen to-davía estudios que demuestren bien el irre-gular impacto del fenómeno en todo el terri-torio.

“Con excepción de Puno –reconoce elcientífico peruano Ronald Woodman–, noexiste una relación estadística clara entreEl Niño y la precipitación en la zona cen-

tral y en la vertiente oriental de los An-des” 101.

“En el caso de Puno –agrega más adelan-te–, se notó una correlación negativa conEl Niño de 1983...”.

Y en efecto, como se ha visto en páginasanteriores, en diciembre–febrero 1982–83,las precipitaciones en Puno se redujeron al32 % de lo “normal”, constituyéndose en lapeor sequía en 50 años: 2 millones 600 milcabezas de ganado tuvieron que ser sacrifica-das en la dramática escasez de agua 102.

Las únicas cifras que han sido divulgadassobre la sequía de Puno son las siguientes 103:

EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 43

Promedio añosMeses normales 1983

Diciembre 103 mm 24 mmEnero 103 mm 20 mmFebrero 140 mm 70 mmTotal 346 mm 114 mm

Cuadro Nº 3La sequía en Puno / 1983

Así, pues, las más torrenciales lluvias dePiura coincidieron con la más grave sequíaen el Altiplano.

Mas, como también se ha visto, no pareceacertar Woodman cuando afirma que la re-lación no es muy clara con eventos de menorintensidad”, pues Ronchail ha demostrado–como se vio anteriormente– que se verificaun déficit promedio de 30% de lluvias ensiete de ocho eventos en el área boliviana delAltiplano, que nada hace suponer que tengacaracterísticas distintas a la de la inmediatavecindad altiplánica puneña.

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En todo caso, tanto por la extensión delterritorio altiplánico, como por el hecho deque allí reside más de un millón de habitan-tes, resulta evidente la necesidad de prestar aPuno la suficiente atención que nunca hastaahora le han brindado ni el Estado ni la cien-cia. Pero otro tanto además debe decirse res-pecto del resto de la Cordillera, de la Mon-taña y de la Selva.

Sin duda la relación “lluvias en la costanorte – sequías en la Cordillera” durante elfenómeno amerita ser profundamente estu-diada, porque mal pueden desconocerse losdatos que ofrecen las propias estadísticas ofi-ciales 104:

Años Sequías

1969 48% de precipitaciones bajo lonormal de Cajamarca a Huánucoy 40% bajo lo normal en el restodel área cordillerana.

1982–83 50% de lluvias bajo lo normal entoda la zona surcordillerana.

1986–87 Déficit de 20% de lluvias en todala Cordillera.

1989–90 40% de lluvias bajo lo normal deCajamarca a Huánuco; 40% enCusco; 75% en Arequipa y Puno.

1991–92 Sequía general en la Cordilleradel orden de 40% de lluvias bajolo normal.

No puede obviarse, por último, otras ma-nifestaciones e implicancias del fenómeno o-céano–atmosférico del Pacífico Sur. Así,aunque sin precisar detalles, diversos autoresafirman que disminuye la salinidad de lasaguas costeras peruanas 105. Díaz & Ortliebprecisan sin embargo que hay “poco cambioen la salinidad” y que dicho cambio se veri-fica más notoriamente en torno a las desem-bocaduras de los ríos en los que se producemayor crecida 106.

Los cambios en las más importantes ca-racterísticas físico–químicas de las aguas cos-teras peruanas durante el fenómeno, dan ori-gen a sustanciales modificaciones en la vidade las especies marinas. En un sentido, mi-gran alejándose de su hábitat tradicional gi-gantescas masas de especies pelágicas comola anchoveta y sardina, de gran importanciaindustrial y comercial en nuestro tiempo. Só-lo la anchoveta para uso industrial representael 92 % del total de las capturas del sectorpesquero.

Así, el perjuicio que produce la migra-ción pelágica es sólo proporcional al absurdoy técnicamente insensato despliegue experi-mentado por la industria de harina de pesca-do en el país.

Virtualmente todas las graves caídas de laproducción peruana de harina de pescado sedeben precisamente a esa migración: 37%, en1983; 16%, en 1987; 12%, en 1992; y 17 y48% en 1997 y 1998, respectivamente 107.

Víctor Mishio, del Instituto TecnológicoPesquero peruano, recordó recientementeque, a diferencia de lo que ocurre en paísescon menor riqueza ictiológica, en el país nose ha hecho virtualmente nada por alterar esaproporción en beneficio de la pesca para con-sumo humano, ni absolutamente nada en a-cuacultura ni en pesca continental 108.

Pues bien, con las especies pelágicas,porque constituyen su principal alimento,migran también enormes cantidades de avesmarinas 109, afectándose la producción delagrícolamente tan valioso guano de islas.

De otro lado, se observa grandes mortan-dades de especies de moluscos mitílidos(choritos) y sensible disminución poblacio-nal de otras especies, muchas de las cualessuperviven pero con ostensibles anomalías decrecimiento.

EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 44

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Díaz & Ortlieb anotan sin embargo queen el caso de los choritos la gran mortandadparece estar más relacionada con las mare-jadas a que da origen el fenómeno que con laelevación en la temperatura del mar 110.

En la costa peruana parece no habersereportado nada en relación con las focas. Enlas islas Galápagos, sin embargo, se ha pro-bado que las poblaciones de esa especie dis-minuyeron sensiblemente como consecuen-cia del evento de 1982–83 111.

En sentido contrario, la presencia de a-guas más cálidas atrae transitoriamente hacialas costas peruanas especies marinas de hábi-tat típicamente tropical, tanto de peces comode moluscos, ninguna de las cuales resultasin embargo todavía susceptible de explo-tación comercial.

Entre los moluscos que ingresan no pa-rece estar, no obstante, el tan afamado Spon-dylus (spondylus princeps).

Según Díaz & Ortlieb, no ha sido com-probado que esta famosa y mítica especiehaya vivido al sur de Ecuador y Tumbes enlos últimos 10 mil años (Holoceno) ni en elperíodo anterior (Pleistoceno Superior) 112.

Finalmente, algunas especies de molus-cos locales muestran un gran incremento po-blacional durante el fenómeno. Destacan sinduda los casos de la concha de abanico (Ar-gopecten purpuratus) y del caracol marino(Thais chocolata), que permiten incluso unboom comercial.

Así, el fenómeno de 1982–83 dio paso auna captura “40 veces mayor que en épocasnormales”, del primero, y a un aumento de500% de la extracción comercial del segundo113. En el mismo sentido se ha comprobadoque “como nunca” 114 prosperan los pinzones(aves) en las islas Galápagos.

Las advertencias del fenómenovienen del oeste

Resta sin embargo que explicitemos dosconsideraciones de gran importancia. Por ob-vio que resulte, la primera puede formularsesintéticamente con la frase “las advertenciasdel fenómeno vienen del oeste”.

En efecto, gestándose en el Pacífico Oc-cidental (Oceanía), es allí donde empiezan amanifestarse los primeros indicios, que sólomeses más tarde se hacen ostensibles en lascostas sudamericanas, pero en particular enEcuador y Perú, a miles de kilómetros de dis-tancia.

El Gráfico N° 15 (en la página siguiente)resulta muy elocuente. Corresponde al fenó-meno océano–atmosférico de 1982–83, elmás grave de los últimos siglos y, aparente-mente al menos, un caso paradigmático.

En el gráfico se ha representando las tresmanifestaciones que hasta la fecha asomancomo las más evidentes y significativas: lasanomalías de diferencia de presión atmosfé-rica entre Darwin y Tahiti, que se expresan enel Índice de Oscilación Sur (IOS), las ano-malías en la elevación del nivel del mar y,finalmente, los anómalos incrementos de latemperatura superficial del mar.

Corresponde sin embargo hacer tres a-claraciones previas al análisis. En primerlugar que, para facilitar la explicación –y ha-cer más patética la evidencia–, la curva delÍndice de Oscilación Sur se ha colocado in-vertida (la convexidad debería quedar haciaarriba, en tanto los valores absolutos del IOS

son negativos y deberían figurar pues debajodel 0).

En segundo lugar, debe reconocerse queno es precisamente lo más acertado presentar

EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 45

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las temperaturas superficiales del océano, enun punto: Chicama; y los niveles del mar, enotro: Callao; cuando entre uno y otro puertohay algo más de 500 kilómetros de distancia.Para todos los efectos habría sido mejor pre-sentar uno y otro dato pero de la costa de Piu-ra (Paita), por todos reconocido como el pun-to neurálgico de impacto del fenómeno.

Mas, ¿qué hacer si ninguna fuente pro-porciona los datos correspondientes de Paita,ni los complementarios: las variaciones delnivel del mar en Chicama y/o las variacionesde temperatura en el Callao?

Por último, para no hacer engorroso elgráfico, y porque para ilustrar el caso resultairrelevante (aparentemente al menos), no seha incluido en él las escalas de °C y cm quecorresponden. Entendemos que es la formade la curva, y las tendencias que se expresanen su evolución, las que resultan lo más rele-

vante (los especialistas sin embargo tienen lapalabra).

Pues bien, lo primero (1) que hemosdestacado en el gráfico es que –del análisisposterior de los acontecimientos, en palabrasde un especialista como Pierre Pourrut–, sepuede afirmar “que todo demuestra que elevento [empezó] en mayo de 1982” 115. Y lagráfica efectivamente muestra que el IOS quese mide en Oceanía a esa fecha había adquiri-do niveles inusuales, realmente extraordina-rios (–1,1 mbar).

Pero además, simultáneamente, se poníade manifiesto un anormal incremento de tem-peraturas superficiales del mar en esa mismaárea del Pacífico 116.

El gráfico destaca, en segundo lugar (1’),que al mes siguiente, coincidiendo con unnuevo y ostensible salto del IOS (a –2,6 mbar),

EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 46

Gráfico Nº 15El fenómeno océano-atmosférico del Pacífico Sur: 1982-83

Feb Mar Abr May Jun Jul Ago Set Oct Nov Dic Ene Feb Mar Abr Jun Jul Ago SetMay

Ela

bora

ción

pro

pia.

. /

Fuen

tes

ya c

itada

s.

Anomalías de temperatura

Anomalías de nivel

IOS

Nivel del mar(Callao)

Temperaturasuperficial

del mar (Chicama)

COSTASUDAMERICANA

OCEANÍA

21/2 meses

4 meses

0

Ene

1982

°C

cm

1983

Alarmatemprena

Anomalías de presión

Verano austral

1’

5 meses

2

1

3

31/2 meses

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se registró en Nauru (a 11 000 kilómetros delas costas sudamericanas) la primera y signi-ficativa anómala elevación del nivel delocéano 117, la misma que recién se manifestóen las costas sudamericanas (Callao) sólo 31/2 meses después, en setiembre (2). Y–aunque parece poco consistente–, recién enoctubre los marégrafos de Galápagos y de lapenínsula de Santa Elena, Ecuador (ver ubi-cación en Gráfico N° 11, pág. 34), “registra-ron un primer alzamiento muy brusco (17cm) a principios de octubre” 118.

Se ha destacado en el gráfico además (3)que los anómalos incrementos en la tempe-ratura superficial del mar (frente a Chicama),recién se experimentaron a mediados de se-tiembre de 1982, cuatro meses más tarde dela marejada en Nauru y cinco meses despuésdel primer salto del IOS.

Merece sin duda un estudio cuidadoso elimpacto de los saltos del IOS en octubre ydiciembre de 1982. Sólo la temperatura su-perficial del mar en Chicama reaccionó posi-tivamente en ambos casos, pero a los 3 1/2meses. Y debe igualmente estudiarse el papelque cumple el verano austral cuando el fenó-meno está en pleno proceso de expansión,como claramente ocurrió en el evento de1982–83.

Todavía en ausencia de formas de predic-ción –que certeramente anticipen la ocurren-cia del fenómeno–, la detección de anomalíasde presión en Oceanía y los primeros incre-mentos del nivel medio del mar en esa mismaárea, constituyen por ahora las formas dealarma y detección temprana del fenómeno.

Por último se destaca que después dehaber alcanzado el IOS sus valores estándar,recién 2 1/2 meses más tarde recupera su re-gistro “normal” el nivel del océano en el Ca-llao; y cuatro meses más tarde ocurre otrotanto con la temperatura superficial del mar

en Chicama, prolongándose pues hasta agos-to de 1983 las anomalías climáticas en el surde Ecuador y norte del Perú.

Pourrut sostiene que el fenómeno de1982–83, pero también los de 1940–41 y1997–98, corresponden a lo que define comolos “ENOS atípicos”, para distinguirlos de lainmensa mayoría a los que define como los“ENOS estándar”.

Serían pues “atípicos” –afirma Pourrut–aquellos fenómenos –como el que estamos a-nalizando– en los que los anómalos incre-mentos de la temperatura superficial del marse manifiestan primero en Oceanía y luego enlas costas ecuatoriales sudamericanas. O,dicho en otros términos, aquéllos en los quelas bruscas caídas negativas del IOS consti-tuyen una importante “alarma temprana”.

Y, para decirlo en términos gráficos,aquellos en los que el cono de anomalías tér-micas en el océano tiene su vértice en Oce-anía y su base en Sudamérica, como el queaparece en el Gráfico N° 7 (pág. 17).

Pourrut postula que, por el contrario, los“ENOS estándar” manifiestan incrementos a-nómalos en la temperatura superficial delmar, primero en las costas sudamericanas, yluego se extienden en dirección a Oceanía.

Y –recogiendo un postulado de S.G.H.Philander– afirma que habrían sido los fenó-menos más recurrentes “porque es más fácilque un calentamiento costero [sudamericano]se extienda hacia el oeste [en dirección a O-ceanía]” 119 que a la inversa.

Puede desprenderse –aun cuando Pourrutno lo explicita–, que en los “ENOS estándar”el anormal calentamiento de las aguas ecua-toriales sudamericanas se produce cuando elIOS, con valores todavía positivos, no ofreceninguna señal de alarma, resultando, pues,

EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 47

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una verdadera sorpresa la aparición del fenó-meno.

Aceptando provisionalmente que así ocu-rriera las más de las veces, ¿debemos enten-der, entonces, que para la mayoría de losfenómenos no hay todavía ninguna forma dedetección temprana, como tranquilizadora-mente nos habían advertido los especialistas?

El asunto no deja de ser seriamente pre-ocupante. Y plantea más de una interroganteimportante sobre la que Pourrut no ofreceninguna pista. ¿Cuál sería entonces en lamayoría de los casos el agente causante delanormal incremento de temperaturas en lasaguas ecuatoriales sudamericanas? ¿Cuángrande y caliente es la masa oceánica afecta-da en las costas sudamericanas para impactaral océano adyacente y alcanzar Oceanía?

¿No correspondería a los “ENOS están-dar” un cono invertido –como el del GráficoN° 7– el que representaría las anómalías tér-micas del océano? ¿Es que en los descubri-mientos de Belarge, Boer y Bjerknes no im-porta si las alteraciones de presión en O-ceanía se dan antes o después de la aparicióndel fenómeno en las costas sudamericanas?

Revisemos entonces (Gráfico N° 16) elcaso de un supuesto “ENOS estándar” como elde 1972–73, en el que por la razón ya ex-puesta se ha invertido también la curva delÍndice de Oscilación Sur. Por lo demás, paraayudar a la comprensión del fenómeno, seconserva en líneas punteadas lo ocurrido enel evento 1982–83.

Lo primero que destaca es que efectiva-mente en el período enero–abril de 1972, te-niendo el IOS en Oceanía valores positivos,

EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 48

Gráfico Nº 16¿Los fenómenos océano-atmosféricos del Pacífico Sur: 1972 / 1972-73?

51/2 meses

1973

Ela

bora

ción

pro

pia.

. /

Fuen

tes

ya c

itada

s.

Anomalías de presión

2

IOS0

1972

°C

cm

61/2 meses

Anomalíasde nivel

Anomalías detemperatura

“72” “72-73”

3

Nivel del Mar (Callao)

Temperatura superficial del mar (Chicama)

Feb Mar Abr May Jun Jul Ago Set Oct Nov Dic Ene Feb Mar Abr Jun Jul Ago SetMayEne

1

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sorprendentemente y contra lo esperado, semanifiestan anomalías tanto en el nivel me-dio del mar (Callao), como en la temperaturasuperficial del mar (Chicama).

Es claro sin embargo que, comparadascon las de los picos alcanzados en mayo yjunio de 1983, respectivamente, la magnitudde dichas anomalías es poco significativa,explicitándolo claramente Quispe para el ca-so de la TSM en Chicama 120. Y debe entender-se –siguiendo a Pourrut– que en ese períodoenero–abril 72 aún no se manifestaba ningu-na anormalidad en el TSM en Oceanía.

Por lo demás, en el año 1972 las preci-pitaciones en Piura alcanzaron 150 mm. Ellobien podría explicarse porque las anomalíasde TSM volvieron a manifestarse entre mayoy setiembre de 1972, aunque la temperaturaabsoluta, que fue bajando de 19 a 17° C enChicama, estuvo muy distante de la que ge-nera lluvias en la costa, pero que eventual-mente las habría generado en las partes másaltas del lado occidental de la cordillera.

¿Podríamos concluir entonces que, efecti-vamente, entre enero–abril 1972 habríamosestado en el primer tramo de un “ENOS están-dar” que se prolongó hasta marzo de 1973?O, como se presenta en el gráfico, ¿no parecemás bien que entre enero 72 y marzo 73 ha-bríamos asistido sucesivamente a “dos fenó-menos”, distintos entre sí: uno corto, gestadoen las costas sudamericanas y en el veranoaustral; y uno mucho más largo, gestado enOceanía? Y si así fuera, ¿se sucedieron un“ENOS estándar” e inmediatamente despuésuno “atípico”?

La gráfica muestra que, en efecto, se pue-de considerar que a partir de abril de 1972 sehabría desatado en Oceanía un segundo fenó-meno, pero esta vez largo y del tipo de losque Pourrut considera los “ENOS atípicos”,aunque con manifestaciones ostensiblemente

de menor magnitud que las de 1982–83 (quese expresa en líneas punteadas).

Y parece coherente que a su menor inten-sidad –¿menor fuerza, podemos decir por a-nalogía?– se deba el hecho de que sus corres-pondientes repercusiones en las costas suda-mericanas tardaron más en ponerse de mani-fiesto: 5 1/2 y 6 1/2 meses, pero siempre an-tes la alteración en el nivel del mar que en laTSM.

Pero además también parece coherenteque las manifestaciones del fenómeno en elPerú tuvieran corta duración con el hecho deque las anomalías de presión en Oceanía,además de mostrar altibajos mostraron unaligera tendencia decreciente hasta su extin-ción.

Y el conjunto de razones puede contribuira explicar porqué entonces, a consecuenciade este segundo evento 1972–73 las preci-pitaciones en Piura alcanzaron sólo 100 mm.

Pues bien, si se analiza con esta lógica elreciente evento de 1997–98, se llega tambiéna la misma conclusión: se habrían sucedidoigualmente dos fenómenos distintos, uno,corto, gestado en las costas sudamericanas enel verano de 1996–97; y uno muy largo ges-tado en Oceanía, donde el campanazo de a-larma se habría dado en marzo de 1997 conel sensible crecimiento de los valores nega-tivos del IOS.

Y tampoco sería una simple casualidadque, en razón de su mayor magnitud –casiequiparable a la del fenómeno de 1982–83–,su primera manifestación en Sudamérica sediera también –como en él– a 3 1/2 meses dehaberse presentado el primer campanazo dealarma.

La hipótesis es pues que tanto lo ocurridoen las postrimerías del verano austral de

EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 49

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1972, como lo que se dio en el verano1996–97, no habrían sido lo que se viene de-nominando “ENOS”, sino un fenómeno dis-tinto: corto, circunscrito al período estival yde ámbito muy localizado, eventualmente araíz de una invasión de aguas cálidas deltrópico ecuatoriano–colombiano.

¿Cómo y porqué habría ocurrido ello?Ciertamente valdría la pena, por lo menos aperuanos y ecuatorianos, investigar las posi-bles razones de ocurrencia de este fenómenoespecífico y darle nombre.

Porque de cara al futuro hay necesidad decomprender las razones de todas aquellas llu-vias que se han hecho presentes en las costasecuatoriales de Sudamérica, o específicamen-te en Piura, en ausencia de anormalidad no-table alguna en Oceanía (1965, 1967, 1971 y1980, por ejemplo).

Y porque, como demostrarían los casosde 72–73 y 82–83, las consecuencias sonrealmente dramáticas cuando el que estamosconsiderando un fenómeno local se anticipay empalma con el que llega de Oceanía.

EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 50

– 2– 1,5– 1– 0,5

0,51

23

0

1,5

45

– 2– 1,5– 1– 0,5

0,51

23

0

1,5

45

“El Niño” / Noviembre 1997 *

“La Niña” / Noviembre 1999 **

Fuentes: * NOAA, NCEP / Climate Modeling Branch, Internet ** Climate Prediction Center, Internet.

20 N –

10 N –

L. Ecuat –

10 S –

20 S –

20 N –

10 N –

L. Ecuat –

10 S –

20 S –

Gráfico Nº 17Anomalías de la TSM: “El Niño” – “La Niña”

|140 E

|

|160 E

|

|180

|

|160 O

|

|140 O

|

|120 O

|

|100 O

|

|80 O

|

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Aun cuando queda para los especialistasel análisis y discusión de la hipótesis de Pou-rrut sobre la existencia de “ENOS estándar” y“ENOS atípicos”, asoma como posible causadel ensombrecimiento que todavía existe so-bre los orígenes y mecánica de funciona-miento del fenómeno, el enorme sesgo que seviene dando al estudio de las temperaturassuperficiales del fenómeno.

En efecto –tanto en la profusa biblio-grafía publicada, como en la no menos pro-fusa que aparece en INTERNET–, el peso delestudio de las temperaturas oceánicas se cen-tra en las anomalías térmicas (Gráfico Nº 17,en la página anterior) más que en las tempe-raturas absolutas que se manifiestan en losocéanos.

Ese criterio general, que para muchoscasos resulta el más aparente, no parece serlopor lo menos en el caso del estudio del fenó-meno océano–atmosférico del Pacífico Sur.

Lo sería si el océano Pacífico –y cada unade las grandes masas oceánicas– fueran con-juntos homogéneos en toda su extensión.

Mas ni el sur del Pacífico, ni el sur delAtlántico y el sur del océano Índico lo son.En cada una de esas franjas oceánicas hayimportantes porciones –exprofeso señaladasen el Gráfico N° 4 (pág. 9)– con característi-cas térmicas “naturalmente” frías; en tantoque, en la misma latitud, al otro extremos, lasaguas son sensiblemente calientes.

Bajo esas condiciones, cuando el fenó-meno se manifiesta en los extremos occiden-tales (Australia, etc., en el caso del Pacífico),elevaciones de temperatura de 5 °C, por e-jemplo, representan sólo un incremento de18% sobre los valores “normales” del área;en tanto que esa misma elevación de la tem-peratura superficial del mar en las costas delPerú representa un muy significativo incre-

mento de 33% sobre sus correspondientes va-lores “normales”.

Por ello son específicamente importanteslas “anomalías” en el caso del fenómeno “ElNiño”; en tanto que, por contraste, más rele-vantes las temperaturas absolutas en el casode “La Niña”.

El estudio de las anomalías térmicas poneen evidencia y hasta patentiza la existenciadel fenómeno cuando el calentamiento delocéano se manifiesta en las costas sudameri-canas. Pero lo minimiza y hasta encubrecuando las grandes masas calientes se hanconcentrado en Oceanía.

La gráfica de las anomalías térmicas, enel caso del “El Niño”; y la de las temperatu-ras absolutas en el caso de “La Niña” –comomuestra el gráfico– ponen en evidencia laconcentración de aguas calientes de la “pisci-na” en uno y otro extremos del Pacífico Sur.

Pues bien, todo lo que venimos revisandoen las últimas páginas es el resultado de lautilización, tanto de modernos criterios cien-tíficos, como de los sistemas de control y

EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 51

Gráfico Nº 18“El Niño” / Anomalías de temperat.

“La Niña” / Temperat. absolutas

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evaluación más sofisticados. Así, los paísesmás desarrollados vienen auscultando meti-culosamente el océano Pacífico con boyas e-lectrónicas y satélites en el espacio.

Los secretos del Spondylus

¿Pero algo alcanzaron a comprender a-caso los antiguos habitantes de las costas e-cuatoriales sudamericanas, en Ecuador y Pe-rú? Tal parece que sí, y en torno a la afamadaconcha Spondylus giraría precisamente lacuestión.

No obstante, casi toda la historiografíatradicional ha atribuido la sistemática presen-cia del Spondylus en el territorio andino, in-cluso en una época tan remota como durantela vigencia del Imperio Chavín, a razonesque se ha su puesto tendrían un carácter ex-clusivamente religioso.

Así, hoy, científicos como Díaz & Ortliebtextualmente expresan “la presencia de ejem-plares de esta especie en sitios arqueológicosrefleja el valor cultural de estas conchas...” 121.

El historiador ecuatoriano Jorge Marcos,sin embargo, postuló ya en 1979 122 una tesissumamente distinta y por demás sugerente,observando el trabajo de los antiguos y tradi-cionales pescadores submarinos del golfo deGuayaquil, que se sumergen sin otro auxilioque el de sus pulmones. Marcos “descubrió”–como mostramos en Los abismos del cón-dor– que sólo alcanzan a extraer piezas deSpondylus cuando la temperatura superficialdel mar se manifiesta anormalmente alta.

Ésa, pues, la constatación objetiva y sus-tancial. Y dedujo que, en razón de las ma-yores temperaturas a que da origen el fenó-meno “El Niño”, el Spondylus migra desdelas partes más bajas del océano hacia capasque están al acceso de los buceadores.

Seguramente los especialistas observarán–u objetarán– que, en todo caso, se trataría,más bien, de una migración horizontal, desdelas siempre más cálidas costas panameñas,colombianas e incluso del norte de Ecuador.Esto es, de una migración desde el área marí-tima que los especialistas reconocen como la“provincia panameña”, hacia la denominada“zona de transición de Paita”, dentro de laque se ubica el golfo de Guayaquil 123.

Lo sustancial sin embargo sigue en pie: elSpondylus sólo está al alcance de la mano du-rante el anormal calentamiento del océano(que, recordamos, genera las condiciones pa-ra mayores lluvias tanto en el área inmediatacomo en la vertiente occidental de la cordi-llera de los Andes).

No obstante, la principal conclusión deMarcos fue que los especialistas hidro–mete-orólogos de la antigüedad, incluso de Cha-vín, habrían también advertido esa importan-tísima relación.

Así, con el Spondylus en la mano, o enausencia de él, estaban en condiciones deadvertir, con meses de anticipación, si habríalluvias o sequía, sobre todo en los valles de lacosta y de la cordillera sobre los que habíanadquirido hegemonía.

¿Podrá algún día probarse esta hipótesishistórico–científica? ¿O vamos a seguir cre-yendo que los antiguos peruanos simplemen-te rezaban al Spondylus clamando lluvias?

El fenómenose advierte en setiembre

Como muestra el Gráfico N° 19 (en lapágina siguiente), la temperatura superficialdel mar resulta, por sí sola –sin mediar so-fisticadas boyas electrónicas y menos cos-

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tosísimos satélites artificiales–, una impor-tantísima advertencia temprana sea de lluviaso de sequías. Hasta podría decirse el fenó-meno se advierte en setiembre.

Del gráfico se deduce que el 71% de losaños la TSM (en Chicama) “advierte” certera-mente, en setiembre, cuál será la correspon-diente en el mes de febrero que se avecina, o,si se prefiere, en el verano siguiente.

Ya sea porque cuando es baja, más bajade lo “normal”, tempranamente advierte deun verano frío y con pocas lluvias; o porquecuando es alta, más alta que lo “normal”,

anticipa uno caliente y con lluvias. E inclusode las probables gradaciones que habrán depresentarse. En octubre y noviembre son in-cluso más certeros los anuncios. Y resultan,no obstante, “advertencias todavía tempra-nas”.

¿No habrían dominado también los an-tiguos peruanos ese simple y empírico méto-do de anticipación hidro–meteorológica, que“sólo” falla en tres de diez casos? ¿No erasuficiente termómetro la piel de los nave-gantes de los caballitos de totora de los mo-ches, en Trujillo, o la de los navegantes talla-nes de Piura y Tumbes?

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Elaboración propia. Fuente citada: Juan Quispe Arce.

TSM correspondiente a la zona del Pacífico adyacente a la estación hidro-meteorológica de Puerto Chicama: 7° 42’ S – 79º 27’ O (en eldepartamento de La Libertad).

TSM promedio multianual (73 años) para el mes de setiembre (15,9 °C).

TSM promedio multianual (73 años) para el mes de febrero (19,1 °C).

TSM por encima del promedio de setiembre que concuerda con TSM por encima del promedio en febrero del año siguiente. En general,advierte lluvias más copiosas que lo normal para el verano en Ecuador y Perú –en general también, tanto más copiosas cuanto másse eleva la TSM en setiembre respecto del promedio de dicho mes–. Este tipo de concordancia se registra en el gráfico en 25 años.

TSM por debajo del promedio de setiembre que concuerda con TSM por debajo del promedio en febrero del año siguiente. En general,advierte sequías más o menos graves para el verano en Ecuador y Perú. Y, en general también, tanto más graves cuanto más baja laTSM en setiembre respecto del promedio de dicho mes. Este tipo de concordancia se registra en el gráfico en 29 casos.

Es decir, en el 71 % de los casos la TSM en setiembre ha sido una “advertencia temprana” de lo que ocurriría meses más tarde.

Años de discrepancia, con TSM alta en febrero pero sin lluvias abundantes en Piura.

Único año en que además de que la TSM de setiembre no advirtió de una TSM alta en febrero siguiente, se produjeron lluvias copiosísimasen Piura.

19,1

°C

25

10,0

15,0

20,0

25,0

1930 35 1940 45 1950 55 1960 65 1970 75 1980 85 1990

15,9

TSM en setiembre

TSM en febrerodel año siguiente

95

Gráfico Nº 19La TSM fue generalmente una buena advertencia temprana

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¿Y no bastaban sus observaciones en tor-no a las poblaciones de aves, tanto de lasplayas como de las islas cercanas que fre-cuentemente visitaban? ¿Y la pesca de es-pecies que sólo aparecían cuando se incre-mentaba la calidez de las aguas? En fin,quizá la arqueología pueda finalmente acogero desechar la hipótesis.

Entre tanto, quedan en pie preguntas acu-ciantes: ¿qué ocurrió en los últimos siglospara que se hiciera caso omiso de tan valiosa“advertencia temprana”? ¿Y que ocurrió des-de 1925 cuando con modernos termómetrosse fue midiendo la TSM en Chicama y luegoen Paita y otros puntos del litoral?

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“La Niña” y las sequías en el Perú

Pues bien, como muestra la historia, laslluvias torrenciales y las inundaciones subse-cuentes producidas por el fenómeno océa-no–atmosférico del Pacífico Sur, se han inter-calado con períodos de sequía de tambiénirregular duración y escasez de agua, perotambién de muy diversa área de impacto.

A todas luces, sin embargo, esta cara delproblema ha sido muchísimo menos estudia-da. Quizá porque prevalece la errónea idea deque es un asunto menos grave.

Sin embargo, ya a principios del sigloXIX, el sabio y científico alemán Alexandervon Humboldt habría dado una muy seria ygrave advertencia al cabo de estudiar las con-diciones meteorológicas en Piura y otras par-tes del norte peruano.

Humboldt habría llegado a la conclusiónde que...

“las lluvias irían siendo cada vez más es-casas, hasta que desapareciendo del to-do, el departamento [de Piura] sería inha-bitable” 124.

“Si es cierto –comentó al respecto VíctorEguiguren en 1891–, hay que reconocer queHumboldt sufrió grave equivocación. El queesto escribe ha visto en Piura 5 años de llu-vias... “ 125.

Detengámonos un instante en ésta quebien podríamos denominar “polémica vir-tual: Eguiguren – Humboldt”. Parece, enprincipio, que Eguiguren, habiendo merito-riamente contribuido al recuento de las llu-vias e inundaciones en Piura, no tuvo la másmínima idea de cuán alto era el porcentaje deaños se sequía en su propia tierra.

Quizá lo abrumaban los aguaceros ur-banos pero le tenían sin cuidado las sequíasrurales.

Diremos, en segundo lugar, que Egui-guren –como muchos estudiosos de ayer yhoy, sobre todo de los pueblos del TercerMundo, pero también de los países desarro-llados–, reaccionó privilegiando lo accesoriosobre lo sustantivo.

En efecto, como había transcurrido unsiglo y el vaticinio no se había cumplido,Humboldt, entonces, concluyó Eguiguren,había sufrido “grave equivocación”.

Humboldt, podríamos decir hasta con se-guridad, quizá tuvo en mente un plazo his-tóricamente largo, mas no precisó ninguno.Pero Eguiguren, arbitraria e implícitamente,le endilgó uno, y así “probó” el grave yerrodel científico.

¿Pero era ése acaso el aspecto sustantivode la muy probable preocupación de Hum-

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boldt? ¿No es lícito deducir que al sabioalemán lo abrumaba, fundamentalmente, lapredominancia y alta peligrosidad de lassequías en Piura? ¿Y estuvo en esto acasoequivocado en ello?

Del recuento que realizó Santiago Távarase extrae, por ejemplo, que Piura ha sufridosequías en los períodos 1791–1802, 05–14,29, 38–43. Y Juan Helguero agrega que sesufrió sequías en 47–49, 51, 53, 55–56, 58-61, 63, 65, 67–70, 72–76, 79, 81–83, 85, 90,92–98, 1900–1901 y 1903 126.

De declaraciones recogidas por JorgeMoscol al exprefecto de Piura, Leguía y Mar-tínez, se desprende además que la sequía seprolongó de 1904 a 1911 127. Esto es, co-rroborándose las graves y sustantivas preocu-paciones de Humboldt, fueron secos 76 de120 años en Piura.

Así, entre 1791 y 1911, a consecuencia delas predominantes sequías, el 63% de lascampañas agrícolas fueron pobres –y empo-brecedoras, habrá que recalcar–, sin que,como atestiguaría Humboldt en su momento,en muchos de los siglos precedentes se hu-biese hecho nada para atenuar el problema.

En algunos de esos períodos secos sevivieron situaciones realmente dramáticas.Así –como anota Moscol–, en los 12 años desequía que se dieron entre 1791 y 1802 “sesecaron los algarrobos, alimento del ganado”128. En 1883 la escasez de lluvias en la costa yen las partes altas del valle fue tal que lasaguas del río Piura ni siquiera llegaron a dis-currir por el cauce que cruza la ciudad, ymenos pues llegaron al océano 129.

Y –citando al prefecto Leguía y Martí-nez–, Moscol agrega:

“la sequía más larga que se recuerda en elBajo Piura es la que se presentó después

de las terribles lluvias del año 1891. Lasequía duró veinte años” 130.

A partir de 1932, en que empezó a ha-cerse registros meteorológicos, y hasta 1992,las lluvias (medidas en la estación CORPAC dela ciudad de Piura) fueron iguales o menoresa 25 mm/año en 24 campañas agrícolas, y enotras 11 iguales o menores a 50 mm/año 131

(ver Gráfico N° 11, pág. 34). El 40% deltiempo fue pues de grave sequía, siendo lamás prolongada y crítica la de 1960– 64.

¿Puede con esos antecedentes seguirsecreyendo, con ceguera e indiferencia, que elasunto no es grave o es poco grave? No, lo esy en extremo. Y merece ser igualmente estu-diado y enfrentado.

No obstante, debe reconocerse que, aun-que como soluciones parciales –y en muchomenor número de las que se requiere–, eneste siglo se han concretado inversiones sig-nificativas que apuntan a resolver en parte elproblema de la reiterativa escasez de agua enla costa.

En el norte del pais es el caso, por ejem-plo, en Piura, de la represa de Poechos (milmillones de metros cúbicos) en el río Chira,y de la derivación de parte de las aguas deéste al Piura. Pero también de la represa deTinajones (300 millones de metros cúbicos) ydel canal que irriga la margen derecha del ríoReque, en Lambayeque; y la presa de GallitoCiego, entre La Libertad y Cajamarca. Y aun-que proyectados más a ampliación de la fron-tera agrícola, puede también incluirse los aúninconclusos proyectos de irrigación de Ol-mos, entre los departamentos de Lamba-yeque y Piura, y Chavimochic, entre los deAncash y La Libertad.

Debemos sin embargo preguntarnos,¿cuál es la causa de estos recurrentes y cos-tosos períodos de sequía que agudizan la es-

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casez de agua en la costa peruana, y en lazona norte en particular?

La existencia del largo desierto costero,o, si se prefiere, de esa larga cadena de 40pequeños, medianos y hasta grandes desier-tos en las partes bajas de la costa del Perú, seexplica –como se ha visto–, por las normal-mente bajas temperaturas del océano adya-cente que, a su turno, se explica por el per-manente afloramiento de profundas aguasfrías.

Pero cómo se explica que los otros tantoscursos de agua que se forman en las partesaltas y cortan la faja desértica formando pe-queños y estrechos pero fértiles valles, ten-gan sequías y bajas descargas en mérito a laausencia o notable irregularidad de las llu-vias, tanto en las partes altas como en lasbajas de los valles.

La ciencia en estos últimos años ha em-pezado a hablar del fenómeno al que se ha

dado en denominar “La Niña”, pero también“ENOS–fase fría”.

Según la National Oceanografic andAtmospheric Agency de los Estados Unidos–NOAA 132–:

“La Niña está caracterizada por inusualestemperaturas bajas en el océano PacíficoEcuatorial”.

El “ENOS fase fría” (“La Niña”) por lo ge-neral se presenta inmediatamente después del“ENOS–fase caliente” (“El Niño”).

Trenberth explica que “el calor incremen-tado [durante la fase caliente] es liberado ha-cia la atmósfera principalmente en la formade incremento de la evaporación, [enfrián-dose] así el océano” 133 y –agregaremos–,retornando a sus temperaturas “normales”.

Hasta aquí, pues, podría decirse que al ce-sar los efectos de la “fase caliente” empieza a

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18

20

22

24

26

28

30

* Promedio de 7 días en torno al 3 Nov 1999.

Fuente: Climate Prediction Center, Internet.

|140 E

|160 E

|180

|160 O

|140 O

|120 O

|100 O

|80 O

20 N –

10 N –

L. Ecuat –

10 S –

20 S –

Gráfico Nº 20“La Niña”: temperaturas absolutas en el océano / Noviembre 1999 *

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comportarse “normalmente” el océano cos-tero sudamericano bajo los efectos del enfria-miento a que da lugar el “Fenómeno Hum-boldt” en el área.

Pero el “ENOS–fase fría” –según los ex-pertos–, no sería sólo un retorno a la “nor-malidad”. Sería un enfriamiento aún máspronunciado, con temperaturas superficialesdel mar de hasta 2 °C por debajo de lo “nor-mal” en las costas del Perú.

¿Cómo se explica pues este anormal en-friamiento? ¿Y es él el responsable de lassequías en el norte peruano y de las bajasdescargas de los ríos en esa misma área, y,correspondientemente, de mayores precipita-

ciones en el área surcordillerana y el Alti-plano peruano–boliviano?

Hemos visto anteriormente en detalle quehay una estrecha correspondencia entre la e-xistencia de valores negativos del IOS y lapresencia del fenómeno océano–atmosféricodel Pacífico Sur al que tradicionalmente sedenomina “El Niño”.

Pues bien, todo parece indicar –como lomuestra el Gráfico N° 21– que también hayuna estrecha relación, pero esta vez entre va-lores positivos del Índice de Oscilación Sur,y las anormalmente bajas temperaturas su-perficiales del mar peruano (como estuvo o-curriendo en los primeros meses del 2000),

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Gráfico Nº 21IOS positivo, escasas precipitaciones y bajas descargas del río Chira

Elaboración propia.

Períodos de IOS positivos, escasas precipitaciones y bajas descargas del río Chira.Curva de descargas del río Chira.Precipitaciones en Piura.

Fuente:– IOS: NOAA, Internet (soi.data at www.cdc.noaa.gov).– Descargas del Chira: Ministerio de Agricultura del Perú, Información agrometeorológica, Internet.– Precipitaciones en Piura: Mabres y otros, Algunos apuntes..., en Registro del Fenómeno..., IFEA, p. 403.

55 60 65 70 75 80 85 90 95

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las escasas precipitaciones en Piura y lasbajas descargas de río Chira en la misma áreadel norte del Perú.

Así como en el caso de “El Niño” con losvalores negativos del IOS, aquí también lacorrespondencia, sin ser absoluta, es muyalta.

En efecto, puede apreciarse que, desde1958 a la fecha, 12 episodios con valorespositivos del IOS están relacionados con hasta18 años de escasas precipitaciones en Piura ymenores descargas del río Chira que corre apocos kilómetros de esa ciudad.

Mas, ¿qué representa en el conjunto delocéano Pacífico Ecuatorial la presencia devalores positivos del IOS, como estuvo ocu-rriendo desde mediados de 1998?

Pues simple y llanamente que –como a suvez muestra el gráfico de la página siguien-te– al propio tiempo que se presenta un anor-mal enfriamiento en las costas sudameri-canas (con sequías), se presenta la casi totalconcentración de las masas calientes en lasáreas costeras occidentales (Australia, Gui-nea, Indonesia, etc.), seguramente con pre-cipitaciones por encima de lo normal en di-cha área.

Como se ha visto para el caso de “ElNiño” (“ENOS – fase caliente”), aparentemen-te también en el caso de “La Niña” (“ENOS –fase fría”), dependiendo del momento (mes oestación) en que empiezan a manifestarsecrecientemente valores positivos en el IOS, decuán altos alcancen a ser esos valores y decuán largo se prolongue el episodio, será máso menos grande el impacto del fenómeno (se-quías en el este e inundaciones en el oeste), ymás o menos grande el área geográfica delglobo que resulta afectada, pudiendo inclusollegar a ser acaso también un fenómeno deimpacto mundial.

¿Serán quizá las inundaciones que recien-temente devastaron el norte de Venezuela u-na consecuencia de “La Niña” actual, y lacontrapartida de las graves sequías que sufrióel cercano nordeste brasileño a consecuenciadel fenómeno “El Niño” de 1997?

¿Significará “La Niña” actual grandesprecipitaciones en Etiopía y el incrementodel caudal del Nilo? ¿Conllevará también unincremento en la generación de huracanes enel Caribe, y una menor producción en el áreagranera de los Estados Unidos? Habrá queesperar para corroborar o desechar las hi-pótesis.

“El Niño” y “La Niña”:¿un solo fenómeno?

Entre tanto, ya a estas alturas resulta per-tinente preguntarse: ¿es “La Niña” un fenó-meno distinto de “El Niño”? ¿No parece másbien que es la “otra cara de la misma mone-da”, para decirlo en términos prosaicos?

Ciertamente, y con el riesgo de incurriren un simple reduccionismo, todo parece in-dicar que tanto “El Niño” como “La Niña”tienen pues estrechísima relación con las a-nomalías de presión que se miden entre Dar-win y Tahiti.

Así, cuando las anomalías de presión at-mosférica son mayores en Darwin (IOS nega-tivos), se produce “El Niño”; y cuando sonmayores en Tahiti (IOS positivos), se produce“La Niña”, desplazándose en este caso lasgrandes masas de aguas calientes hacia elextremo occidental del océano Pacífico.

Si el esquema sintético presentado en losgráficos N° 8 (pág. 22) y Nº 22 (pág. sgte.),

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EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 60

Gráfico Nº 22El “Índice de Oscilación Sur” y el “Fenómeno La Niña”

71 73 75 77 7972 74 76 78 80 81 82 85 87 89 90 93 95 97 9983 84 86 88 91 92 94 96 98

Darwin

Australia

Línea Ecuatorial

AméricadelSur

Tahiti

FenómenoLa Niña

Baja presiónAltapresión

-3

-2

-1

0

1

2

3

Jul(-1) Ene(0) Jul(0) Ene(1) Jul(1)

Tahiti

Darwin

Diferencia de anomalíasde presión

Índice de Oscilación Sur” ( + )

Inundaciones Sequías

Grandes masas deaguas calientes del

océano se desplazanhacia el oeste E

labo

raci

ón p

ropi

a

-8.0

-6.0

-4.0

-2.0

0.0

2.0

4.0

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

ES

E

es correcto, ¿cómo podríamos seguir hablan-do de dos fenómenos distintos –“El Niño” y“La Niña”– cuando en realidad se trataría deun sólo fenómeno con dos versiones.

¿No resultaría más adecuado denominar-lo “Fenómeno (...) α”, cuando el calenta-miento oceánico se manifiesta en las costasorientales, y “Fenómeno (...) Ω”, cuando di-cha anomalía se manifiesta en las costas oc-cidentales del Pacífico?

Pourrut & Gómez 134 han empezado a lla-mar “El Niño λ” al que tradicionalmente se

conoce como “El Niño” a secas . ¿Pero quésentido tiene agregar “λ” si no es para distin-guirlo de otro “x”?

Mas Pourrut & Gómez no precisan cuálsería ese otro “Niño x” ¿Acaso aquel que es-tamos sugiriendo denominar “Fenómeno (...)Ω”? Tal parece que no. Porque un nuevo tra-bajo de Pierre Pourrut 135, que parece muyreciente (pero no está expresamente fecha-do), aunque extrañamente deja de utilizar el “λ”, distingue las dos subvariantes a las quehemos hecho referencia antes: “ENOS”: es-tándar y atípicos (y precisamente a estos últi-

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mos parece haberse referido como “El Niñoλ” en el trabajo que realizó en colaboracióncon Gómez).

Con una solución de esa naturaleza nosólo dejaríamos de utilizar vocablos como“niño” y “niña”, cuya significación es tandiametralmente opuesta a las destructivas ca-racterísticas del fenómeno.

Sino que, además, superaríamos las am-biguas denominaciones “ENOS – fase ca-liente” y “ENOS – fase fría”, y es que, con unsesgo nada objetivo, las calificaciones “ca-liente” / “fría” están referidas a lo que ocurreen las costas sudamericanas, prescindiendodel hecho de que, simultáneamente, en lascostas de Oceanía ocurre en cada caso exac-tamente lo contrario.

La ciencia sin embargo tiene aún muchopor desentrañar, sea en torno al fenómeno engeneral, o a lo que ha ocurrido y ocurre encada episodio específico.

En forma similar a como nos pregun-tábamos por las excepciones que se presen-tan en el caso de “El Niño”, la ciencia debeaún responder, acaso, por qué se presentanepisodios que, siendo teóricamente del tipode “La Niña” (IOS positivos), no dan lugar asequías en el norte peruano sino a precipita-ciones y descargas incluso mayores que lasnormales, como de algún modo parece haberocurrido entre los años 1958–59, por ejem-plo, y quizá en muchos otros en la anti-güedad.

O, por ejemplo también, qué pasa cuandose superpone un calentamiento local en lascostas ecuatoriales de Sudamérica con el fe-nómeno “La Niña” en el resto del océano.

El Cuadro N° 4 (en la página siguiente),con las reservas de una síntesis esquemática,muestra pues lo que parece pues más rele-

vante del fenómeno océano–atmosférico delPacífico Sur.

Todo sugiere pues, esquemáticamente almenos, que las dos distintas versiones delfenómeno océano–atmosférico del PacíficoSur son perfectamente opuestas entre sí. Yello es particularmente obvio en los eventosde gran intensidad.

En tales casos, salvo pequeños espaciosdel globo que resultan favorecidos, la granmayoría de los pueblos de la Tierra que seven impactados sufren grandes calamidades.Pero incuestionablemente el mayor perjuiciosiempre lo soportan los pueblos y territoriosque, a uno y otro lado del Pacífico, están enel área neurálgica de incidencia del fenóme-no: Australia, Guinea e Indonesia, y Ecuadory Perú.

“La Niña” es tambiénuna grave amenaza

Habida cuenta de la larga recopilaciónque hemos realizado de siniestros ocasiona-dos por el fenómeno “El Niño” en el territo-rio peruano, es altísimo el porcentaje de añosde sequía cuyo origen, mayoritariamente ydurante milenios, hay que atribuir a “LaNiña”.

Mal puede por ello deducirse –como e-rróneamente aprecia Woodman– “que elfenómeno [La Niña] felizmente no acarreaninguna amenaza” 136.

Durante siglos y milenios ha sido mayorel perjuicio ocasionado por las sequías en elpaís a consecuencia de las bajas temperaturasdel océano, que el harto discutible “benefi-cio” que en razón de esa misma causa haobtenido la industria de harina de pescado

EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 61

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desde que inició sus actividades hace apenascuarenta años, y al cabo de los que, paradóji-camente, tiene una deuda virtualmente “irre-soluble” de 1 700 millones de dólares 137.

No hay pues proporción entre el gigan-tesco, recurrente y milenario perjuicio a la a-gricultura, y el sólo aparente y apenas inci-piente beneficio a la moderna pesca indus-trial a los que da origen “La Niña”.

En resumen, el fenómeno océano–atmos-férico del Pacífico Sur, en sus dos versiones,ha sido, es, y seguirá siendo, un gravísimolastre para el desarrollo de los pueblos delPerú.

Lecciones de la historia

Puede no obstante extraerse de la historiadel Perú y del mundo otras importantísimasconclusiones. Recurramos para ello a obser-var en primer término lo ocurrido en los últi-mos dos mil quinientos años de la historiaperuana, comparando lo ocurrido en los dosmil años finales de la historia autóctona ypre–colombina, con lo ocurrido en los qui-nientos años transcurridos desde el “descu-brimiento” a nuestros días.

Sostenemos que puede hacerse la com-paración porque la ciencia y técnicas desple-

EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 62

Versión 1 Versión 2

Nombres actuales: “El Niño” “La Niña”“Enos – fase caliente” “Enos – fase fría”

Nombre sugerido: Fenómeno (...) α Fenómeno (...) ΩAnom. de presión atm. Darwin mayor que Tahiti Tahiti mayor que Darwin

Índice de Oscilación Sur: Valores negativos Valores positivos

Manifestaciones locales:Costa del Perú Calentamiento... Enfriamiento...Costa de Oceanía Enfriamiento... Calentamiento...

Consecuencias locales:Costa norte del Perú Inundaciones SequíasCordillera y Altiplano Sequías InundacionesOceanía, Indonesia, etc. Sequías Inundaciones

Consecuencias globales:Nordeste de Brasil Sequías InundacionesCentroamérica Sequías InundacionesEtiopía Sequías InundacionesEgipto–Nilo Sequías InundacionesIndia Sequías InundacionesCaribe Disminuc. de huracanes Incremento de huracanesSur de EEUU Increm. prod. de granos Disminuc. prod. de granosCanadá Ahorro en calefacción Mayor gasto en calefacción

Cuadro Nº 4Síntesis sobre el Fenómeno océano-atmosférico del Pacífico Sur

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gadas en el último período compensan concreces la mayor extensión del anterior.

Pues bien, proporcionalmente –y proba-blemente incluso en términos absolutos– seconcretaron muchísimas más inversionespara contrarrestar los efectos del fenómenoocéano–atmosférico del Pacífico Sur en elperíodo pre–colombino que en la época mo-derna.

Paradójicamente, sin embargo, se extrajoy movilizó muchísimo más riqueza en éstaque en aquél. Es decir, en la época moderna(Colonia y República) habría podido concre-tarse bastantes más obras de inversión en a-gricultura y prevención de desastres que en elperíodo pre–colombino.

Durante los trescientos años del Virrei-nato no se hizo absolutamente ninguna inver-sión para contrarrestar los efectos del fenó-meno océano–atmosférico, a pesar de que seextrajo del territorio peruano una cantidad in-conmensurable de riqueza en oro y plata.Pero no sólo eso.

A pocas décadas de iniciada la conquista–como lo expresara el propio Garcilaso Incade la Vega–, yacían ya abandonadas, cuandono exprofesamente destruidas, virtualmentetodas las inversiones de infraestructura agrí-cola que durante milenios y a pulso se habíanforjado en los Andes 138.

Era el resultado no sólo del genocidio si-no de las nefastas “reducciones de indios”(verdaderos campos de concentración) quehabía impuesto el imperio conquistador parafacilitar el cobro de los impuestos y, sobretodo, tener a mano la fuerza de trabajo que sellevaba a las minas de plata de Huancavelica(Perú) y Potosí y Oruro (Bolivia).

Y son contados los esfuerzos realizadosen los últimos doscientos años de vida repu-

blicana, aun cuando se han explotado in-gentes riquezas en guano, salitre, caucho, pe-tróleo, plata, oro, cobre, zinc y harina de pes-cado.

Los Andes pre–colombinos, en cambio,mostraban miles de kilómetros de canalesartificiales de riego, tanto superficiales comosubterráneos; cientos de silos de almacena-miento para las épocas de sequía; y millonesde hectáreas de andenes para ampliar la fron-tera agrícola y optimizar el uso de las aguasde lluvias.

Prácticamente no hubo pueblo antiguodel Perú que dejó de hacer lo humanamenteposible para remontar los efectos del gigan-tesco reto del fenómeno océano–atmosférico.

La patética paradoja y el contrasentidohistóricos no pueden ser más evidentes. So-bre el período colonial y sobre la Repúblicapesan pues gravísimas responsabilidades.

Pero otra importante conclusión resultade hacer historia comparada. Ciertamente,como Ecuador y Perú, Australia también su-fre desde antiguo los embates del fenómenoocéano–atmosférico del Pacífico Sur. Noobstante, las repercusiones del mismo en lavida y economía australiana distan muchísi-mo de ser catastróficas y paralizantes.

Y es que –a riesgo de que parezca de pe-rogrullo– el mismo golpe es proporcional-mente mucho menos fuerte para una so-ciedad desarrollada como la de Australia, quepara una sociedad clamorosamente subdesa-rrollada como la peruana.

Australia, con 7 millones de habitantesmenos que el Perú, tiene una economía casi 8veces más grande y sólida: sus PBI en 1996–según un texto de divulgación muy popu-lar– eran 391 000 y 50 000 millones de dó-lares, respectivamente 139. Quizá por eso hay

EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer 63

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más peruanos viviendo en Australia que aus-tralianos en el Perú.

Con una tasa de crecimiento anual de 5%, y en el inverosímil supuesto de que Aus-tralia “detuviera absolutamente” su creci-miento económico, el Perú requeriría de uninaudito y extraordinario sostenido creci-miento de 42 años para alcanzar las dimen-siones de la economía australiana.

Menos difícil –pero igualmente inverosí-mil– es, en todo caso y siempre hipotética-mente, imaginar por ejemplo un discreto cre-cimiento promedio de 2 % para la economíaaustraliana, manteniendo la optimista tasa de5 % de crecimiento para la economía perua-na. En tal caso el plazo para que ésta alcancea aquélla sería de 71 años.

En el interín, el Perú tendrá que remontar,conforme a los antecedentes, los efectos depor lo menos 20 “Niñas” y 20 “Niños”, másde uno de los que probablemente sea tan gra-ve como el de 1997–98. El desafío es puesgiganteso.

De la “normalidad” de lo “anormal”

Para terminar, nos queda aclarar un asun-to que viene quedando pendiente.

A lo largo del texto, cada vez que noshemos referido en el caso del Perú a la tem-peratura superficial del mar, a los datos sobreprecipitaciones, o al nivel del océano, etc.,reiteradamente hemos colocado entre comi-llas la palabra “normal”.

Su uso, como parte de la jerga estadísticaen hidrología, meteorología u oceanografía,es sin duda correcto, aunque sólo implícita-mente correcto. Porque no puede negarse queno es lo mismo decir “normal” o “anormal”,que “estadísticamente normal” o “estadísti-

camente anormal”), que son en realidad lasexpresiones explícitamente correcta.

Así, en el análisis de un parámetro comola precipitación pluvial, por ejemplo, se diceque son “anormales”, por defecto, las sequíasque se presentan generalmente durante “LaNiña”, y, por exceso, las lluvias torrencialesque se presentan por lo general durante “ElNiño”. Y otro tanto ocurre cuando se analizael resto de los parámetros (TSM, nivel delmar, etc.).

Lo cierto es que, por un lado, se constataque casi invariablemente los especialistas ob-vian precisar que hablan de valores estadísti-camente normales o anormales; y, de otro, enconjunción, que casi invariablemente tam-bién los valores anormales están asociados acualesquiera de las dos versiones del fenó-meno océano–atmosférico del Pacífico Sur.

La consecuencia no prevista de esa con-junción, es que todos –gobernantes, líderesde opinión y ciudadanos– hemos en gran me-dida internalizado la errónea idea de que lapresencia del fenómeno océano–atmosféricodel Pacífico Sur, sea como “El Niño” o como“La Niña”, constituye una “anormalidad”.

Quizá hasta inconcientemente subyace latambién errónea expectativa de que dicha “a-normalidad” algún día desaparecerá. Y even-tualmente hasta podríamos encontrarnos conquienes “justifiquen” que nunca nos haya-mos preparado adecuadamente para enfrentaral fenómeno precisamente porque se ha esta-do asumiendo que terminará por desaparecer.

Con el antecedente de miles de años derecurrencia periódica aunque irregular, debe-mos por el contrario llegar a internalizar laidea de que lo normal entre nosotros es pre-cisamente la presencia del fenónemo. Y, con-secuentemente, deben también considerarsenormales las tremendas variabilidades hi-

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drológicas, meteorológicas y todas las otrasmanifestaciones naturales a que dan lugar“El Niño” y “La Niña”, llámense, en sus peo-res extremos, sequías, lluvias torrenciales,huaicos, etc.

En síntesis, el fenómeno océano–atmos-férico del Pacífico Sur, ese diverso, comple-jo, desventajoso y desafiante espectro de larealidad de la naturaleza, debe considerarsecomo parte de nuestra situación normal.

A él debemos plenamente acostumbrar-nos. Y en función de él, y para atenuar cadavez más sus efectos más dañinos, debemosorganizar los espacios urbanos y rurales, lavida y el gasto social, la actividad productivay la inversión privada, y buena parte del gas-to y la inversión pública.

Lejos está sin embargo todavía el mo-mento en que hayamos internalizado comonormal el complejo espectro de la naturalezaen la que habitamos los peruanos.

Y más lejos en tanto sigan siendo solita-rias, como la de Luis Giampietri, Presidentedel Instituto del Mar del Peru –IMARPE–, lasvoces de quienes piensen que efectivamente“El Niño” y “La Niña” no son anormalidadessino manifestaciones distintas de nuestra com-pleja y desafiante normalidad 140.

Pero acerta y constructivamente Giam-pietri todavía va más lejos. Sostiene que de-bemos organizarnos social y productiva-mente para incluso llegar a sacar partido alfenómeno.

Entre tanto, bien utilizados, los actualesmecanismos de alerta temprana del fenóme-no océano–atmosférico del Pacífico Sur pue-den significar una importante ayuda –comoadvierte Jorge Csirke, especialista de la FAO141– para poner el práctica planes de contin-gencia en la agricultura, ganadería, industria

en general e industria pesquera en particular,maricultura, etc.

Desafío para elPrimer y Tercer mundos

“El Niño” y “La Niña” son pues, en de-finitiva y a todas luces, una pesadísima rémo-ra para el desarrollo de los pueblos del Perú,Bolivia y Ecuador, y en general del TercerMundo.

Paradójicamente, sin embargo, es obvioque para atenuar los efectos del Fenómenoocéano–atmosférico del Pacífico Sur se re-quiere el concurso de ciencias y tecnologíasque virtualmente monopolizan los países delNorte.

Por eso, éstos, sin cortapisas, con deci-sión y con perspectiva histórica, deben ponertotal y absolutamente esos instrumentos alservicio de todos los pueblos del mundo.

Pero no sólo y simplemente por “gene-rosidad”, sino además a la luz de un descar-nado aunque sensato pragmatismo.

¿Se ha estudiado y conoce, por ejemplo,en cuánto se incrementa la migración –legale ilegal– del Sur al Norte con posterioridad alas catástrofes que origina el fenómeno en lospueblos del Tercer Mundo?

Sí se sabe, en cambio, que las catástrofesa que da origen el fenómeno no son precisa-mente condiciones que coadyuven al procesode estabilidad política, económica y socialdel planeta, y menos todavía al desarrollo delTercer Mundo y a la definitiva instauraciónde la democracia en todo el globo.

¿Se quiere acaso, en el contexto de la tan

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ponderada “globalización”, que como ya o-curre con el capital financiero, se dé final-mente en el mundo la libre circulación deltrabajo, para que los hombres y mujeres delSur terminemos todos viviendo y trabajandoen el Norte? ¿Verdad que no?

Todos los habitantes del planeta estamospues involucrados en la misma encrucijada.En las manos de todos está entonces la solu-ción.

Y no debemos cejar hasta convertir lasfunestas consecuencias del fenómeno océa-no–atmosférico del Pacífico Sur en un simpleaunque desagradable recuerdo.

Como el que en la actualidad suscitan lasendemoniadas pestes que sufrió Europa enlos siglos precedentes. Y cuyos estragos a-maninaron, precisamente, con productos quellegaron del Nuevo Mundo: la mítica papa ylos ingentes recursos minerales de plata quese extrajo de las entrañas de los Andes).

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Notas bibliográficas y aclaratorias

1 Sólo 15 países del mundo abarcan 18 o más grados latitudinales del globo terráqueo.

2 Ronald Woodman, Presidente del Instituto Geológico del Perú, Exposición en el Congreso de laRepública, 1997, INTERNET.

3 En Manuel Vegas Vélez, El Fenómeno del Niño, INTERNET.

4 Durante mucho tiempo se creyó que la corriente marina descubierta por Humboldt era de aguas frías. Hoyse sabe que la verdadera razón de las bajas temperaturas del mar costero peruano es el afloramiento cons-tante de aguas profundas.

No obstante, la antigua y errónea versión sigue generalizada, fundamentalmente porque la mayoría de lostextos, incluso los más recientes, siguen difundiéndola (véase por ejemplo Mi tierra, Perú, El Comercio,Lima, 1999, p. 58).

5 Según el especialista pesquero peruano Enrique del Solar, el de Sudáfrica “es el gemelo ecológico del mardel Perú”. En Pablo Macera, Las furias y las penas, Mosca Azul Edit., Lima, 1983, p. 155.

6 Los riquísimos yacimientos polimetálicos de Cerro de Pasco están en producción continua desde hace 400años.

7 Ramón Ferreyra, Registros de la vegetación en la costa peruana en relación con el fenómeno El Niño,en Registro del Fenómeno El Niño y de eventos ENSO en América del Sur, Bulletin de l’InstitutFrançais d’Études Andines, IFEA, Lima, 1993, Tomo 22, Nº 1, p. 260.

8 Pedro Cieza de León, La crónica del Perú (1548–1550), PEISA, Lima, 1973, p. 157.

9 Cieza, La crónica..., p. 158.

10 “El Comercio”, Lima, 22 Enero 2000, p. B16.

11 Véase INTERNET: Meteorología, El Niño.

12 Neville Nicholls, Impactos ecológicos de El Niño – Oscilación Sur en Australia, Bureau of MeteorologyResearch Centre, Melbourne, Australia, INTERNET.

13 Entrevista de Tom Schroeder (Universidad de Hawaii) con Klaus Wyrtki (Profesor emérito de Ocea-nografía de la Universidad de Hawaii), INTERNET.

14 Michele M. Betsill, Información sobre ENOS y la Seguridad Alimenticia en Sur Africa: Las Sequías de1991 / 92, Environmental and Societal Impacts Group, National Center for Atmospheric Research,Boulder, Colorado, USA, INTERNET.

15 Quinn y Neal (1987), Degefu (1987), Nicholls (1993). En Tsegay WoldeGeorgis, El uso de El Niño comoAlarma temprana de Sequías: el Caso de Etiopía, Environmental and Societal Impacts Group, NationalCenter for Atmospheric Research, Boulder, Colorado, USA, INTERNET.

16 Véase William H. Quinn, The largescale ENSO event, the El Niño and other important regional features,en Registro del Fenómeno..., pp. 13-34.

17 Linda O. Mearns, El Efecto de ENOS en la Agricultura, Environmental and Societal Impacts Group,National Center for Atmospheric Research, Boulder, Colorado, USA, INTERNET.

18 Linda O. Mearns, El Efecto de ENOS..., INTERNET.

19 David B. Enfield, Multiescala de Variabilidad Climática: Además de ENOS, ¿qué más?, Miami, Florida,USA, INTERNET.

20 Michael H. Glantz, ¿Por qué el Evento de El Niño – Oscilación del Sur (ENOS) Continúa Sorprendién-donos?, National Center for Atmospheric Research, INTERNET.

21 Pierre Pourrut & Gustavo Gómez, El Ecuador al cruce de varias influencias climáticas, una situaciónestratégica para el estudio del Fenómeno El Niño, en Variations climatiques et ressources en eau enAmérique du Sud. Importance et conséquences des événements El Niño, Bulletin de l’Institut Françaisd’Études Andines, IFEA, Lima, 1998, Tomo 27, N° 3, p. 450.

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22 Kevin Trenberth, ENOS y las Variaciones AntropogÈnicas del Clima, National Center For AtmosphericResearch, Boulder, Colorado, USA, INTERNET. Y, Klaus Wyrtki, Entrevista de Tom Schroeder, INTERNET.

23 Véase soi.data at www.cdc.noaa.gov en INTERNET.

24 H.P. Belarge y H.J. Boer (en On the extension of the Southern Oscillation, 1959) habrían sido losprimeros en establecer dicha asociación. Más J. Bjerknes (en Atmospheric teleconnections from the equa-torial Pacific, Monthly Weather Review, 1969), fue el primero en apoyarse en imágenes satelitales de loseventos 1957–58, 1963–64 y 1965–66 “para demostrar la vinculación entre la Oscilación Sur y El Niño”.En Pierre Pourrut, El Niño 1982–1983 a la luz de las enseñanzas de los eventos del pasado – Impactosen el Ecuador, en Variations climatiques..., p. 503.

25 Ver soiolr.gif at nic.fb4.noaa.gov en INTERNET.

26 Trenberth, ENOS y las Variaciones..., INTERNET.

27 Ver también, Jacques Merle, South Pacific climate variability and its impact on Low–Lying Islands, enVariations climatiques..., p. 461.

28 Pourrut & Gómez, El Ecuador al cruce..., en Variations climatiques..., p. 453.

29 En José Macharé y Luc Ortlieb, Registros del Fenómeno El Niño en el Perú, en Registro del Fenó-meno..., p. 43.

30 Macharé & Ortlieb, Registros del Fenómeno..., en Registro del Fenómeno..., p. 43.

31 En Peter Kaulicke, Evidencias paleoclimáticas en asentamientos del Alto Piura durante el períodoIntermedio Temprano, en Registros del Fenómeno..., p. 285. El dato de tiempo consignado es nuestro.

32 Amanda Díaz y Luc Ortlieb, El Fenómeno “El Niño” y los moluscos de la costa peruana, en Registrosdel Fenómeno..., p. 170.

33 En Díaz & Ortlieb, El Fenómeno “El Niño”..., en Registro del Fenómeno..., p. 171.

34 En Macharé & Ortlieb, Registros del Fenómeno..., en Registro del Fenómeno..., p. 43. El dato de tiem-po consignado es nuestro.

35 Kaulicke, Evidencias paleoclimáticas..., en Registro del Fenómeno..., p. 286.

36 Rebeca Carrión Cachot (1948) en Kaulicke, Evidencias paleoclimáticas..., en Registro del Fenómeno...,p. 286.

37 En Luis Guillermo Lumbreras, Origen de la propiedad, el estado y la guerra en el Perú preinkaico,manuscrito.

38 En Macharé & Ortlieb, Registros del Fenómeno..., p. 41; Kaulicke, Evidencias paleoclimáticas..., enRegistro del Fenómeno..., p. 307.

39 En Macharé & Ortlieb, Registros del Fenómeno..., en Registro del Fenómeno..., p. 41.

40 En Macharé & Ortlieb, Registros del Fenómeno..., en Registro del Fenómeno..., p. 41.

41 Alfonso Klauer, Los abismos del cóndor, DISELPESA–IMPROFFSET, Lima, 1989, p. 181.

42 Josyane Ronchail, Variabilité pluviométrique en Bolivie lors des phases extrêmes de l’OscillationAustrale du Pacífique (1950–1993), en Variations climatiques..., p. 687.

43 En INTERNET: [email protected]

44 De Ronchail, Variabilité pluviométrique..., p. 695; y Reinaldo Maldonado & Santos Calle, Compor-tamiento de las precipitaciones en el sector del lago Titicaca (Bolivia) durante “El Fenómeno El Niño”,en Variations climatiques..., pp. 706–707.

45 En Luis Cáceres, Raúl Mejía y Gonzalo Ontaneda, Evidencias del cambio climático en Ecuador, enVariations climatiques..., pp. 550–555.

46 En Kaulicke, Evidencias paleoclimáticas..., en Registro del Fenómeno..., p. 307.

47 Nials y otros (1979), en Macharé & Ortlieb, Registros del Fenómeno..., en Registro del Fenómeno..., p. 41.

48 Craig & Shimada (1986), en Macharé & Ortlieb, Registros del Fenómeno..., en Registro del Fenó-meno..., p. 41.

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49 En Kaulicke, Evidencias paleoclimáticas..., en Registro del Fenómeno..., p. 286.

50 José A. Del Busto, Perú Preincaico, pp. 244–245.

51 En Kaulicke, Evidencias paleoclimáticas..., en Registro del Fenómeno..., p. 286.

52 Quinn, The largescale ENSO..., en Registro del Fenómeno..., pp. 17–18.

53 José A. del Busto D., La conquista del Perú, Lib. Studium, Lima, 1984, 3ª edic., pp. 39–63.

54 Busto, La conquista..., p. 62.

55 En Kaulicke, Evidencias paleoclimáticas..., en Registro del Fenómeno..., p. 289.

56 Macharé & Ortlieb, Registros del Fenómeno..., en Registro del Fenómeno..., p. 41.

57 Orefici & Grodzicki (1990), en Macharé & Ortlieb, Registros del Fenómeno..., en Registro delFenómeno..., p. 41.

58 Kaulicke, Evidencias paleoclimáticas..., en Registro del Fenómeno..., p. 284.

59 María Rostworowski (1961), en Kaulicke, Evidencias paleoclimáticas..., en Registro del Fenómeno..., p.290.

60 Macharé y otros (1992) y Cárdenas & Milla (1980), en Kaulicke, Evidencias paleoclimáticas..., enRegistro del Fenómeno..., p. 290.

61 Kaulicke, Evidencias paleoclimáticas..., en Registro del Fenómeno..., p. 284.

62 Quinn, The largescale ENSO..., en Registro del Fenómeno..., pp. 17–18.

63 Quinn, The largescale ENSO..., en Registro del Fenómeno..., p. 18.

64 Macharé & Ortlieb, Registros del Fenómeno..., en Registro del Fenómeno..., p. 38.

65 Además de Quinn (ob. cit., pp. 1718), véase José Macharé y Luc Ortlieb, Registros del Fenómeno El Niñoen el Perú, en Registro del Fenómeno..., pp. 39–40.

66 Éste y la mayoría de los datos que se muestra en los párrafos siguientes han sido extraídos de Episodiosde El Niño (Rosa Zeta de Pozo, INTERNET), en la que la autora ha recopilado información proporcionadapor varios autores.

67 Ricardo García Rosell, en Antonio Mabres, Ronald Woodman y Rosa Zeta, Algunos apuntes históricosadicionales sobre la cronología de El Niño, en Registros del Fenómeno..., p. 400.

68 Mabres, Woodman & Zeta, Algunos apuntes..., en Registros del Fenómeno..., p. 397.

69 Ronald Woodman Pollit, El Niño de 1983 en Piura, INTERNET.

70 Juan Quispe Arce (enVariaciones de la temperatura superficial del mar en Puerto Chicama y del Índicede Oscilación del Sur: 1925–1992, en Registro del Fenómeno..., p. 115) informa que la máxima tem-peratura en 1925 se registró en marzo (26,8 °C), mes en el que también se observó la máxima desviaciónrespecto de lo normal.

71 Quispe,Variaciones de la temperatura..., en Registro del Fenómeno..., p. 116.

72 Woodman, El Niño..., INTERNET.

73 Víctor Eguiguren, Las lluvias en Piura, BoletÌn de la Sociedad Geografica de Lima, Tomo IV, N° 7, 8 y9, 1894.

74 Juan de Helguero (en el diario “El Amigo del Pueblo”, 28–11–1906), en Mabres, Woodman & Zeta,Algunos apuntes..., en Registro del Fenómeno..., p. 398 y p. 400.

75 Woodman, El Niño..., INTERNET. Sin embargo, Bernex & Revesz (1988), así como Emperaire (1990),hablan de “200 mm de promedio anual” (en Kaulicke, Evidencias paleoclimáticas..., p. 288).

76 Ver Woodman, El Niño..., INTERNET.

77 Quispe,Variaciones de la temperatura..., en Registro del Fenómeno..., p. 116.

78 Woodman, El Niño..., INTERNET.

79 Woodman, El Niño..., INTERNET.

69EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer

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80 CEPES. En INTERNET: [email protected]

81 Kaulicke, Evidencias paleoclimáticas..., en Registro del Fenómeno..., p. 288.

82 Weberbauer (1945) y Rauh (1979), en Ferreyra, Registros de la vegetación..., en Registro del Fenó-meno..., p. 260.

83 Felipe Gutiérrez, Tom Piechota y John Dracup, Conexiones entre caudales de algunos ríos de la costanorte y central del Perú y El Niño, en Variations climatiques..., pp. 830–831.

84 Gutiérrez y otros, Conexiones entre caudales..., en Variations climatiques..., p. 834.

85 En INTERNET: [email protected]

86 En INTERNET ([email protected]) se afirma en cambio que en todo el año la descarga fue sólo de 4000 millones de metros cúbicos. En todo caso, resulta penoso constatar la divulgación de cifras tan dis-pares.

87 Woodman, El Niño..., INTERNET.

88 Woodman, El Niño..., INTERNET.

89 Woodman, El Niño..., INTERNET.

90 J. Maeda, en Ferreyra, Registros de la vegetación..., en Registro del Fenómeno..., p. 262.

91 Por insólito que pueda parecer, el inmenso puente de concreto cuya parte central cayó al río Piura el ve-rano pasado (perdiéndose más de cuarenta vidas), muestra sus bases y columnas perfectamente rectangu-lares: de cara al sentido de la corriente no tienen “quillas” que habrían amainado el empuje de las aguas.

92 “El Comercio”, Lima, 12 Enero 2000, p. A1.

93 Alejandro Pavez Wellmann, La inundaciÛn de Ica: del desastre al desarrollo, INTERNET.

94 Manuel Vegas Vélez, El Fenómeno de El Niño, INTERNET.

95 Woodman, El Niño..., INTERNET.

96 Woodman, El Niño..., INTERNET. Y Soldi (1985) en Díaz & Ortlieb, El Fenómeno “El Niño”..., Registrodel Fenómeno..., p. 159.

97 Woodman, El Niño..., INTERNET.

98 Absalón Aguilar, en Woodman, Woodman, El Niño..., INTERNET.

99 Woodman, El Niño..., INTERNET.

100 En Kaulicke, Evidencias paleoclimáticas..., en Registro del Fenómeno..., p. 289

101 Woodman, El Niño..., INTERNET.

102 En INTERNET: [email protected]

103 En INTERNET: [email protected]

104 Ministerio de Agricultura del Perú, Primer Compendio Estadístico Agrario 1950–91, Oficina deInformación Agraria, Lima, diciembre 1992, cuadro 7.78, pág. 774), en [email protected]

105 Véase Woodman y también Vegas, INTERNET.

106 Díaz & Ortlieb, El Fenómeno “El Niño”..., en Registro del Fenómeno..., p. 161.

107 Ministerio de Pesquería, en Instituto Nacional de Estadística e Informática –INEI–, Perú en cifras,INTERNET. En 1995 también se observó sin embargo un grave descenso de la producción de harina depescado (26%), mas en rigor no puede relacionársele, aparentemente al menos, con anomalías océa-no–atmosféricas.

108 Víctor Mishio. En el IV Simposio Internacional sobre pesca responsable (“Administración de las pes-querías y el Fenómeno del Niño: Visión Global” / Noviembre 1999). En Cable Mágico Noticias, retrans-misión, Lima, 27–12–99. Otro tanto reconocieron en el mismo evento Pedro Trillo, de la SociedadNacional de Pesquería –SNP–, y Luis Baba, Presidente de la Corporación Financiera de Desarrollo –CO-FIDE–.

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109 Díaz & Ortlieb, El Fenómeno “El Niño”..., en Registro del Fenómeno..., p. 160.

110 Díaz & Ortlieb, El Fenómeno “El Niño”..., en Registro del Fenómeno..., pp. 164–165.

111 Pourrut & Gómez, El Ecuador al cruce..., en Variations climatiques..., p. 453.

112 Díaz & Ortlieb, El Fenómeno “El Niño”..., en Registro del Fenómeno..., p. 162 y p. 171.

113 Díaz & Ortlieb, El Fenómeno “El Niño”..., en Registro del Fenómeno..., p. 167 y p. 170.

114 Pourrut & Gómez, El Ecuador al cruce..., en Variations climatiques..., p. 453.

115 Pierre Pourrut, El Niño 1982–1983 a la luz de las enseñanzas de los eventos del pasado – Impactos enel Ecuador, en Variations climatiques..., p. 510.

116 Pourrut, El Niño 1982–1983..., en Variations climatiques..., p. 511.

117 Pourrut, El Niño 1982–1983..., en Variations climatiques..., p. 510.

118 Pourrut, El Niño 1982–1983..., en Variations climatiques..., p. 510.

119 Pourrut, El Niño 1982–1983..., en Variations climatiques..., p. 512.

120 Quispe, Variaciones de la temperatura..., en Registro del Fenómeno..., p. 115.

121 Díaz & Ortlieb, El Fenómeno “El Niño”..., en Registro del Fenómeno..., p. 171.

122 Y eventualmente antes, pues la fuente ya citada no registraba la fecha.

123 Ver por ejemplo, Díaz & Ortlieb, El Fenómeno “El Niño”..., en Registro del Fenómeno..., p. 162.

124 Víctor Eguiguren (1891), en Mabres, Woodman & Zeta, Algunos apuntes..., en Registros delFenómeno..., p. 405.

125 Eguiguren (1891), en Mabres, Woodman & Zeta, Algunos apuntes..., en Registros del Fenómeno..., p.405.

126 Mabres, Woodman & Zeta, Algunos apuntes..., en Registros del Fenómeno..., pp. 397–398.

127 Jorge Moscol Urbina, en Mabres, Woodman & Zeta, Algunos apuntes..., en Registros del Fenómeno...,p. 399.

128 Moscol, en Mabres, Woodman & Zeta, Algunos apuntes..., en Registros del Fenómeno..., p. 399.

129 Helguero, en Mabres, Woodman & Zeta, Algunos apuntes..., en Registros del Fenómeno..., p. 398.

130 Moscol, en Mabres, Woodman & Zeta, Algunos apuntes..., en Registros del Fenómeno..., p. 399.

131 En Mabres, Woodman & Zeta, Algunos apuntes..., en Registros del Fenómeno..., p. 403.

132 En INTERNET: NOAA La Niña page

133 Trenberth, ENOS y las Variaciones..., INTERNET.

134 Pourrut & Gómez, El Ecuador al cruce..., en Variations climatiques..., p. 449 y pp. 451–452.

135 Pourrut, El Niño 1982–1983..., en Variations climatiques..., pp. 501–516.

136 Woodman, El Niño..., INTERNET.

137 Carlos Rizo Patrón, en el IV Simposio Internacional sobre pesca responsable (“Administración de las pes-querías...). Resulta curioso que hoy se plantee solucionar esa proporcionalmente altísima deuda con lareducción de hasta el 30 % de la flota pesquera industrial con una modalidad de financiación cooperativa.¿No sería más sensato destinar una parte de esos mismos recursos para financiar el desarrollo inicial de laflota de pesca de altura que hace falta al país, y otra para iniciar el desarrollo de proyectos de mariculturade los que tiene gran orfandad el Perú?

138 Como lo recordó recientemente el historiador Luis Guillermo Lumbreras. En La evolución del poder enlos Andes, conferencia en el Parlamento peruano, 28–4–99. Retransmisión de Cable Mágico Noticias, 13–1–2000.

139 Almanaque Universal Navarrete, Fondo Edit. Navarrete, Lima, 1999, p. 313 y p. 655.

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140 En el IV Simposio Internacional sobre pesca responsable (“Administración de las pesquerías...), de entreuna veintena de técnicos, científicos y autoridades, entre expositores y panelistas, el almirante Giampietrifue el único especialista que clara y rotundamente explicitó que debemos asumir como normales a “ElNiño” y “La Niña”.

141 En IV Simposio Internacional....

72EL NIÑO – LA NIÑA: El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur, un reto para la ciencia y la historia • Alfonso Klauer

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Índice de Cuadros, Gráficos y Mapas

Cuadros

1 Temperaturas máximas y mínimas en el territorio peruano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13– Número de eventos ocurridos entre 1535 y la actualidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 292 Descargas del río Jequetepeque . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 393 La sequía en Puno / 1983 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43– Sequías 1969 – 1992 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 444 Síntesis sobre el Fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61

Gráficos

1 Perfil altimétrico: Perú – España . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 72 Grandes regiones naturales del Perú . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73 Vientos alisios, C. de Humboldt, afloramiento e inversión térmica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 84 Temperatura superficial en los océanos (2 Enero 2000) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95 Temperaturas y precipitaciones (típicas en el Perú) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 126 La mayor variedad climático–ecológica en el mínimo espacio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 147 Anomalías de temperatura en la superficie del Pacífico Ecuatorial / 1997 . . . . . . . . . . . . . . . 178 El “Índice de Oscilación Sur” y el “Fenómeno El Niño” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 229 Alteraciones climáticas en Bolivia / Titicaca – Santa Cruz / 1973 – 1993 . . . . . . . . . . . . . . . 25

10 La temperatura superficial del mar (TSM) en relación con la latitud . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3211 1983 y 1998: Precipitaciones extraordinarias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3412 Impacto del fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur en la descarga

anual de los ríos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3513 El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur y las descargas de los

ríos Tumbes y Chira . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3714 Elevación del nivel medio del mar (Callao – Perú) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4115 El fenómeno océano–atmosférico del Pacífico Sur: 1982–83 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4616 ¿Los fenómenos océano–atmosféricos del Pacífico Sur: 1972 / 1972–73 . . . . . . . . . . . . . . . . 4817 Anomalías de la TSM: “El Niño” – “La Niña” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5018 “El Niño” / Anomalías de temperatura – “La Niña” / Temperaturas absolutas . . . . . . . . . . . . 5119 La TSM fue generalmente una buena advertencia temprana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5320 “La Niña”: temperaturas absolutas en el océano / Noviembre 1999 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5721 IOS positivo, escasas precipitaciones y bajas descargas del río Chira . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5822 El “Índice de Oscilación Sur” y el “Fenómeno La Niña” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60

Mapas

1 Los grandes ecosistemas del planeta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62 El complejo territorio andino central . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113 Lagos y lagunas en el desierto de Sechura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 42

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