kahn- hipotesis en menon y fedon

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La definición verdadera y propia de la sabiduría llega, sin embargo, a través del examen de los requisitos que le atribuye la opinión común al sabio. Estos requisitos resultan ser seis: saber topas las cosas, saber las cosas más difíciles, saber del modo más exacto, saber enseñar, poseer una ciencia que sea fin de misma y saber mandar. Ahora, la ciencia que satisface a todos estos requisitos es aquella que tiene por objeto las así llamadas "causas primeras" (ta prota aitiai), esto es, las causas que no dependen de otras y de las cuales dependen todas las demás. En efecto, quien conoce las causas primeras conoce todas las cosas porque esas causas son causas de todo; conoce las cosas más difíciles, porque ellas (las causas) son las más alejadas de los sentidos; conoce del modo más exacto porque estas causas son pocas en número; sabe enseñar porque conoce mejor las causas; posee una ciencia que es fin de misma porque ésta es la ciencia más alta; y sabe mandar puesto que entre las causas primeras está incluido el fin, y para mandar es preciso conocer el fin en vista del cual debe ser cumplida cualquier acción. La sabiduría se revela entonces como el conocimiento de las primeras causas: como tal, es la ciencia más universal, porque las causas primeras son causas de todas las cosas, y la más alta, porque las primeras causas son superiores a todas las demás, pero también ciencia "teorética" porque es buscada por sí misma. Pero semejante ciencia, nacida del puro deseo de saber, es decir, de la más genuina actitud de maravilla frente al todo, no puede dejar de evocar también su carácter "divino''. Y efectivamente, Aristóteles se apresura a precisar llUe la sabiduría es una ciencia divina en dos sentidos: porque es ciertamente poseída por los dioses y porque entre las causas primeras, de las cuales ésta se ocupa, está comprendido también lo divino. Pero precisamente por esto, ella debe ser buscada también por los hombres, porque constituye la única verdadera y última puesta a la maravilla, y por tanto es la ciencia más deseable de todas. Una vez individualizada la n9]uraleza de la sabiduría, por la cual esta ciencia es ciencia, o sea conocimiento de la( causas, y más precisamente de las causas que son primeras, en la segunda parte del libro A; Aristóteles trata de ver si tales causas primeras pertenecen exactamente a aque'llos/tuatro géneros distinguidos en el ámbito físico -y más exactamente si se con la causa formal (esencia o to ti en einai), material (sustrato o hypokeÍf1¡enon), motriz y final (o bien, tagathon)- o si en cambio son de otro tipo. Pero, pwtsto que los filósofos que lo precedieron y sus con- temporáneos han hablado ell 1 s también 'de causas, Aristóteles considera conveniente, a tal fin, examinar las doct inas respectivas. Así comienza la célebre reseña de la filosofía desde Tales hasta P atón, reseña que no fue un intento histórico, es decir: no se considera una historia de la filosofía en el sentido moderno del término -aunque constituya la más antigua fu nte de información sobre esos pensadores que nos haya llegado-, sino que tiene una intención esencialmente teórica, esto es, filosófica. En consecuencia, Aristóteles no, trata de afirmar que este o aquel filósofo afirmaba, por ejemplo, el concepto de causr material, si bien los principios o causas que expuso, a la 76 -Ficha de Cátedra- HIPÓTESIS EN AfE'VÓN Y EN FEDÓN' CHARLES H. K._i\.HN Traducido del inglés por E M,,n Hipótesis en el Menón La noción de hipótesis en el Menón, noción que Platón pretende haber tOlua de la matemática, nos proporciona la más temprana explicación teorétic¡, ,;onucicla una inferencia deductiva. Ejemplos de deducción pueden encontrarse desde luego todos los diálogos. Los argumentos deductivos deben habeJ sido un procedimie1 familiar en matemática; en filosofía, tenemos noticias de ellos desde la época Pmménides y Zenón. No es sorprendente, en consecuencia, encontrar que los díálog platónicos tempranos están en posesión de una terminología para hablar de premis tal como "lo que ha sido establecido" o aceptado por el interlocutor (ta honwlogr.mwnc, para la consecuencia o conclusión, "lo que se sigue del argumento" (ta symbainc1 ek tou logou); 2 para establecer o "calcular" las consecuencias (syllogizest/,,ú¡ 3 y P' KAHN, CHARLES H., Plato and the Socratic Dialogue. The Philosophical Use aLiterary Form, Cambridge U.P., 1998 (1996'), capítulo 1 O, pp. 309-319. Lecturas sobre Platón y fuist.óteles f

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Page 1: KAHN- Hipotesis en Menon y Fedon

La definición verdadera y propia de la sabiduría llega, sin embargo, a través del

examen de los requisitos que le atribuye la opinión común al sabio. Estos requisitos resultan ser seis: saber topas las cosas, saber las cosas más difíciles, saber del modo más exacto, saber enseñar, poseer una ciencia que sea fin de sí misma y saber mandar. Ahora, la ciencia que satisface a todos estos requisitos es aquella que tiene por objeto las así llamadas "causas primeras" (ta prota aitiai), esto es, las causas que no dependen de otras y de las cuales dependen todas las demás. En efecto, quien conoce las causas primeras conoce todas las cosas porque esas causas son causas de todo; conoce las cosas más difíciles, porque ellas (las causas) son las más alejadas de los sentidos; conoce del modo más exacto porque estas causas son pocas en número; sabe enseñar porque conoce mejor las causas; posee una ciencia que es fin de sí misma porque ésta es la ciencia más alta; y sabe mandar puesto que entre las causas primeras está incluido el fin, y para mandar es preciso conocer el fin en vista del cual debe ser cumplida cualquier acción.

La sabiduría se revela entonces como el conocimiento de las primeras causas: como tal, es la ciencia más universal, porque las causas primeras son causas de todas las cosas, y la más alta, porque las primeras causas son superiores a todas las demás, pero también ciencia "teorética" porque es buscada por sí misma. Pero semejante ciencia, nacida del puro deseo de saber, es decir, de la más genuina actitud de maravilla frente al todo, no puede dejar de evocar también su carácter "divino''. Y efectivamente, Aristóteles se apresura a precisar llUe la sabiduría es una ciencia divina en dos sentidos: porque es ciertamente poseída por los dioses y porque entre las causas primeras, de las cuales ésta se ocupa, está comprendido también lo divino. Pero precisamente por esto, ella debe ser buscada también por los hombres, porque constituye la única verdadera y última ~·es puesta a la maravilla, y por tanto es la ciencia más deseable de todas.

Una vez individualizada la n9]uraleza de la sabiduría, por la cual esta ciencia es ciencia, o sea conocimiento de la( causas, y más precisamente de las causas que son primeras, en la segunda parte del libro A; Aristóteles trata de ver si tales causas primeras pertenecen exactamente a aque'llos/tuatro géneros distinguidos en el ámbito físico -y más exactamente si se corre~ponden con la causa formal (esencia o to ti en einai), material (sustrato o hypokeÍf1¡enon), motriz y final (o bien, tagathon)- o si en cambio son de otro tipo. Pero, pwtsto que los filósofos que lo precedieron y sus con­temporáneos han hablado ell 1 s también 'de causas, Aristóteles considera conveniente, a tal fin, examinar las doct inas respectivas. Así comienza la célebre reseña de la filosofía desde Tales hasta P atón, reseña que no fue un intento histórico, es decir: no se considera una historia de la filosofía en el sentido moderno del término -aunque constituya la más antigua fu nte de información sobre esos pensadores que nos haya llegado-, sino que tiene una intención esencialmente teórica, esto es, filosófica. En consecuencia, Aristóteles no, trata de afirmar que este o aquel filósofo afirmaba, por ejemplo, el concepto de causr material, si bien los principios o causas que expuso, a la

76 -Ficha de Cátedra-

HIPÓTESIS EN AfE'VÓN Y EN FEDÓN' CHARLES H. K._i\.HN

Traducido del inglés por Gracieh~ E M,,n

Hipótesis en el Menón

La noción de hipótesis en el Menón, noción que Platón pretende haber tOlua

de la matemática, nos proporciona la más temprana explicación teorétic¡, ,;onucicla una inferencia deductiva. Ejemplos de deducción pueden encontrarse desde luego todos los diálogos. Los argumentos deductivos deben habeJ sido un procedimie1 familiar en matemática; en filosofía, tenemos noticias de ellos desde la época Pmménides y Zenón. No es sorprendente, en consecuencia, encontrar que los díálog platónicos tempranos están en posesión de una terminología para hablar de premis tal como "lo que ha sido establecido" o aceptado por el interlocutor (ta honwlogr.mwnc, para la consecuencia o conclusión, "lo que se sigue del argumento" (ta symbainc1 ek tou logou); 2 para establecer o "calcular" las consecuencias (syllogizest/,,ú¡ 3 y P'

KAHN, CHARLES H., Plato and the Socratic Dialogue. The Philosophical Use aLiterary Form, Cambridge U.P., 1998 (1996'), capítulo 1 O, pp. 309-319.

Lecturas sobre Platón y fuist.óteles f

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la contradicción, "decir Jo contrario a uno mismo" (enantia legein heautoi).4 (Si hay o no un término preciso para la consistencia lógica es un problema que he de discutir más adelante). Los diálogos tempranos emplean también el tétmino hypothesis para la posi­ción o tesis que el interlocutor trata de defender. 5 Pero el Menón es el primer texto, hasta donde sé, que distingu.o con precisión y claridad entre la verdad de las premisas y la validez de la inferencia. Tal el sentido en que puede decirse que el método platónico de hipótesis inicia la teoría de la inferencia deductiva.

Platón comienza citando un ejemplo de lo que en matemática podríamos llamar una prueba condicional, si bien lo describe como un problema de construcción geométrica. ¿Puede una superficie triangular dada inscribirse en un círculo dado? Res­puesta: No lo sé; pero puedo responder tentativamente sobre la base de un supvesto (ex hypotheseos, 86e3-4). Si la superficie consigue satisfacer una cierta condición. se sigue tal cosa. Si no puede satisfacer tal condición, se sigue un¡¡. consecuencia diferen­te (alfo ti symbainein, 87a6). Es posible tratar del mismo modo la cuestión de la enseñabilidad de la virtud. No sabemos si es o no ensei'iable, pero podemos especificar una condición tal que, si la virtud la satisface, será enseñable, y si no, no lo será. ¿Cuál es esta condición? "Si la virtud es un conocimiento, es evidente que es enseñable'' (87c5). Aquí la prótasis especifica la hypothesis, mientras que la apódosis nos dice qué se sigue si se satisface la condición. Cabe :1clarar que la apódosis no se sigue inmedia­tamente de la h.Jpotesis (la virtud es conocimiento), sino de la conjunción de esta última con otra premisa previamente especificada: "s0lo el conocimiento es enseüable'' (87c2).

El hecho de que la conexión entre condición y consecuencia se formule aquí, y nuevamente en 89c y d3. como una sentencia condicional (de la forma "si p, entonces q'") ha llevado a algunos comentadores a suponer que la hJpothesís en cuestión es la construcción entera "si ... entonces ... " y no la prótasis únicamente6 Pero tal interpreta­ción no consigue explicar el ejemplo matemático, que distingue claramente la condición de la consecuencia pero conecta a ambas mediante la fórmula "si ... entonces ... '': si la superficie es tal y tal, entonces se sigue tal o cual cosa (87a). En la hypothesis sobre la viltud está expresada la misma conexión mediante la misma forma condicional: "si la virtud es conocimiento, es evidente que es enseñable'' (87c5), donde la frase "es evi­dente que'' (delon hoti) es una expresión de consecuencia lógica que conecta las dos cláusulas, tal como "se sigue que" (symbaínei) en el ejemplo matemático. La forma condicional ("si ... entonces ... ) no especifica aquí una proposición simple (como podría hacemos suponer nuestra familiaridad con el cálculo proposicional), y por consiguien­te nc puede referirse sólo a la hypothesis. Esta forma condicional es precisamente la fórmula platónica para el nexo deductivo entre dos proposiciones, entre la hipótesis y la consecuencia. 7

Hasta donde alcanzo a ver, Platón no tiene un término para la validez de una inferencia. Pero distingue aquí claramente entre (A) la cuestión de si la conclusión "la virtud es enseñable" es c-ondicionalmente verdadera. i.e. si se sigue de la hipótesis, y

80 -Ficha de Cátedra-

(B) la cuestión de si la hipótesis es verdadera. Las cuestiones son tratadas de manera bastante diferente. La cuestión A se decide inmediatamente por la afirmativa (Sí e 5-1 0). La cuestión B queda sujeta a discusión en lo que resta del diálogo. En primer término, se nos brinda un argumento en favor de la verdad de la hipótesis (87c-89a5). Sócrates expresa entonces sus dudas sobre este resultado, aunque reafim1ando la verdad dPl condicional (89d3-5), i.e. reafirmando su respuesta positiva a A. Sigue un interesante argumento indirecto contra la hipótesis.

l. Si la virtud es conocimiento, entonces es enseñable 2. Si la virtud es enseñable, entonces debe haber maestros de virtud. 3. Pero no hay maestros de virtud.

4. En consecuencia la vütud no es enseñable, y por consiguiente no es conocimiento.

Desde el punto de vista de la forma lógica, el argumento es un buen ejemplo de modus tollens con·ectamente empleado para "echar abajo" o "cancelar'' una hipótesis 8

través de la negación de sus consecuencias: ( 1) p implica q, (2) q implicar, pero(?) N e r, en consecuencia (4) No q, y por consiguiente (.'i) No p. En términos de la teoría de k dialéctica en República VI, este sería un modo de ir más allá de una hipótesis, cancelán do la.'

Este argumento pmticular del ;\1enón no está ciertamente libre de sospech<L 2

C3USJ de una ambigüedad en la proposición 2. La discusión subsiguiente con Anit0 y l\1cnón muestra que los generalmente considerados maestros de virtud no lo son (90a · 96c ). Esto no prueba que los maestros de virtud son inexistentes, mucho menos sibles. Aun si realmente no hubieran de encontrarse maestros de virtud, esto sól·.• significaría que la virtud no puede ensei'iarse en las circunstancias presentes, y no qur,­no sea enseñable. (El término griego Jidakton es ambiguo entre "enseñado" ) "ensefiable''). Y Platón finaliza el diálogo con la interesante sugerencia de que podri:oc hc:ber un genuino maestro que, al igual que Tiresio entre los mueJtos, constituiría un caso de verdadera virtud entre las sombras ( I OOa).

A pesar de esta falacia semiencubieita, el argumento modus tollens contra la hipótesis funciona exitosamente, introduciendo la distinción entre la virtud fundada en el conocimiento y la virtud fundada en una opinión verdadera. De este modo, la deri;,·;¡ ción positiva del argumento que afinna la hipótesis (que la virtud es conocimiento) y ];o¡

cle~ivHción negativa que niega esa proposición conducen. ambas, a la verdad. Hay <"T'

realidad dos clases de virtud. Y en la República Platón propondrá dos clases de edur:-8 ción (una en música y gimnasia, otra en matemática y dialéctica) destinadas a produc-ir cada una de esas virtudes.

Veamos una vez más la derivación positiva, en que la hipótesis es afirmada. Tenemos un breve y sencillo argumento que deriva, a partir de la hipótesis, la conclu­

sión "la virtud es enseñable". Tenemos luego un argumento más extenso que apoya ]3

Lecturas sobre Platón y Aristóteles 3J

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hipótesis de que la virtud es conocimiento. El mismo parte de una premisa más general,

"que la virtud es algo bueno", expresamente denominada hypothesis (87d3). De modo que nuestra hipótesis de que la virtud es conocimiento es confirmada a través de invocar un supuesto más fundamental acerca de la naturaleza esencial de la virtud, prefigurando lo que el F edón llamará una hipótesis "más alta". Nuevamente, la conclu­sión no es aquí una inferencia inmediata a partir de la nueva hipótesis. Necesitamos la premisa adicional de que "no hay ningún bien aparte del conocimiento" (87d4ss.). Esta proposición requiere un extenso argumento, el cual parte de la premisa "las cosas buenas son beneficiosas" (87e2). Es sin duda significativo que las tres premisas más altas contengan el término bien, que proporciona la base para "dar razón" de nuestra hipótesis original. Han quedado aquí prefigurados, pues, en esta primera ilustración explícita del método por hipótesis, no sólo el método de fundar una hipótesis apelando a una hipótesis más alta, como en el Fedón, sino también la instancia dialéctica última de una comprensión del Bien, como en la República. Estos futuros desaJTollos están implícitos en el presente texto del Menón, como los apretados pétalos de una flor japonesa que se abrirá en el agua.

Si reflexionamos acerca de nuestras observaciones sobre las hipótesis en el Menón, vemos que aproximadamente la mitad del diálogo, desde la introducción del método por hipótesis en 86e hasta el final en l OOb, constituye un largo ejercicio de , Je método, ejercicio en el cual Sócrates argumenta tanto a favor como en contra de la hipótesis misma ... Examinemos ahora la explicación de las hipótesis en el Fedón, que incluye una descripción teorética del método practicado en el Menón.

Hipótesis en el Fedón

El Fedón no se refiere a la dialéctica como tal. Pero cuanto dice acerca del "arte dd argumento" (he peri tous logous techne) en 90b, arte que es contrastado con el de las disputas o argumentos que apuntan a la contradicción (antilogikoi !ogoi), es con­siderado con razón como equivalente a una alusión a la dialéctica. Y cuando Sócrates proporciona una explicación de su propio método de argumentación (logoi) en 99ess. el concepto de hypothesis juega un papel central. Aquí Platón desarrolla de un modo nuevo la distinción establecida anteriormente en el Menón entre las cuestiones que llamamos A y B, entre lo que se sigue de la hipótesis y si esta misma es verdadera. En primer lugar, hay que examinar lo que resulta de la hipótesis (ta ap 'ekeines hormethema) para ver si <sus consecuencias> concuerdan entre sí o no (ei allelois symphonei e diaphonei, 1 O 1 d5). Mas la justificación de la hipótesis misma es otra cuestión. Sólo los amantes de las disputas (hoi antilogikoi) mezclarán la discusión del principio (arje) con la discusión de lo que de él resulta (ta hormemena). Si se es un filósofo que aspira a descubrir verdades (ta anta), se ha de mantener clara esta distinción ( 1 O 1 e).

0;;2; -}i'icha de Cátedra-

La interpretación de este texto del Fedón es problemática en varios puntos, que discutiremos después de examinar el contexto. Consideremos en primer ttnnino qué nos dice esta sección del Fedón acerca del camino descendente, el método por hipóte­sis propiamente dicho tal como fue descripto en el Menón. Comienzo, afirma Sócrates, "estableciendo (hypothemenos) en cada caso el logos que juzgo 1nás finne. Y Iodo

aquello que me parece concordar (symphonein) con él lo afimw como verdadero ... lo que no, como no ver_dadero" ( 1 O O a). A propósito de esta noción de lagos "más fi,ule '' o "más fuerte", podemos hacer una compararación con la previa observación de Simmias en 85c-d: sobre temas tan difíciles como el de la inmortalidad, si bien no es posible 1ener en esta vida un conocimiento preciso,. no debemos renunciar a examinar las cosas que se dicen (elenjein) en todos sus aspectos, de suene que si no nos es dado descubrir cómo las cosas son realmente, "adoptemos el mejor y el más irrefutable de los logoi humanos y aceptemos el riesgo de embarcarnos en él a través de la vida, como en la balsa de Odiseo".

La balsa que Sócrates ha elegido en el Fc:dón, la l~vpothesis fundamental que no es designada así sino en 1 OOb, pero que de hecho ha servido de apoyo a la posición socrática a lo largo del düilogo, es la doctrina de l¡¡s Formas. El primer argumento de Sócrates, Sll apología de estar dispuesto a morir, comienza con la afinnación "¿Dtcimos que hay algo justo en sí?¿ Y también algo bello y bueno?" ( ó5d). Un poco después en el diálogo, la doctrina de la reminiscencia vuelve a conectar el alma con las Formas eternas. "'Si existe agutllo de lo que siempre bablamQs, algo bello y bueno y todo ser (ousia) de esta índole ... necesariamenle, entonces, así corno esas cosas existen (o son reales, eslin), así nuestra alma debe también existir aun antes de que nosotros

nacido" (7ódss.). Y cuando se formuL.i la objeción de que si el alma es una armoníil dtbe perecer con el cuerpo, Sócrates subraya que esta concepción del alma es

con la reminiscencia y que Simmias debe escoger entre ellas (92c). La elección es fácil, porque la doctrina de la armonía ha sido aceptada sin ninguna prueba (ap<xleiús), sobre la base de la mera plausibilidad (eikota), mientras que la doctTina de la rem inis­cencia ha sido cuidadosamente establecida a través de "una hypothesis digna cic ser aceptada", es decir, la necesaria conexión entre el alma y las Formas (92d). Eslt uso del termino hypothesZ:y puede considerarse como proléptico con relación al pasaje 1 OOb. eu que Sócrates introduce explícitamente las Formas como su hipótesis.

La lógica de la respuesta de Simmias en 92d es que puesto que la doctrina de la armonía es incompatible con la reminiscencia, y puesto que la reminiscencia ha sido establecida sobre la base de la hipótesis más fundamental, i.e. la doctrina de las la doctrina de la armonía debe en consectJencia rechazarse: está "fuera de tono" cGn la reminiscencia (ou sunoidos, 92c8; cf. pos sunaisewi?, 92c3 ). Este rechazo ilustra así]¡¡ derivación negativa del camino descendente: "aquello que no concuerda (::,ymphcmein) con la hipótesis, lo doy poi falso" (l 00a6). El argumento que avanza desde las Formas hacia la reminiscencia, por otro lado, como el argumento final que va de las Formas

Lecturas sobre Platón y Aristótelt::s 30

Page 4: KAHN- Hipotesis en Menon y Fedon

hacia la inmottalidad, ilustra la derivación positiva del método: "Jo que me parece con­cordar con éL lo afinno como verdadero'' (J00a5). La mayor parte delFedón, al igual que la segunda mitad del Menón, es de este modo un ejercicio sistemático del método por hipótesis, con la diferencia de que aquí la hypothesis es proporcionada por la doctrina

de las Formas. La noción de "concordar" (symphonein) empleada en lOOa en Jos pasajes antes

citados (y también en 1 O 1 d, que discutiré en un momento) ha sido el principal tema de disputa entre Jos intérpretes.9 Si es la consistencia lógica Jo que está en juego, tiene sentido rechazar lo que está en conflicto con la hipótesis. pero sería absurdo aceptar como verdadero todo Jo que es consistente con ella. Por otro lado, si consideramos que snnphonein significa "seguirse de" o "es implicado por", es razonable aceptar lo que se sigue de la hipótesis, pero no Jo es considerar falso todo Jo que no se sigue de ella. Es evidente que si Platón tiene en mente un método razonable, entiende por "acuerdo" 'ligo más fuerte que la consistencia lógica y más débil que la implicación lógica.

La dificultad en cuestión sur~e, sugiero, por imponer al texto platónico nuestra propia noción de deducción. Cuando afinné anteriormente que el método por hipótesis de Platón inicia la teoría de la inferencia deductiva, la noción de deducción fue usada con cierta vaguedad. La concepción platónica de inferencia carece de la precisión fc,rnwl de la silogística de Aristóteles. Platón tiene una clara noción de contradicción lógira 10 y una noción precisa de consecuencia lógica como "lo que se sigue del argu­mento'· (symboinein ek tou logou). Pero el verbo en cuestión, symboínein, significa simplemente 'suceder' o 'resultar', y Platón jamás traza una distinción nítida entre tales

resultados'' lógicos (symbainonta) y resultados en general. En todo caso, no es la té~nninología relativamente precisa de consistencia o consecuencia la que se emplea 0quí. La expresión "concordar con" (symphonein. syndidein) no es equivalente a nin-

Q.un<~ de las dos. En lugar de hablar de 'lo que se sigue· (symbainein), Platón se refiere aquí ata

honnethenta, "lo que ha procedido .. de la hipótesis, o "la secuela". Para un escritor tan cuid0doso como Platón, esta elección de vocabulario debe ser significativa. Sugiero que el término para consecuencia es evitado deliberadamente, porque Platón está pre­sentcndo aquí el método por hipótesis como más flexible y más fructífero que la inferen­cia lógica. El método no funciona simplemente estableciendo una cadena lineal de deducciones. sino edificando una teoría compleja o construyendo un modelo. Todo aquello incompatible con algún rasgo básico del modelo especificado en la hypothesis estará "fuera de tono'' (diaphonein) o dejará de concordar. Pero la relación positiva de "concordar" (symphonein, syndidein) no es la mera consistencia. Significa encajar dentro de una estructura, mantener alguna relación positiva con el modelo,

enriqueciéndolo o expandiéndolo de algún modo. De acuerdo con la interpretación propuesta, estar "fuera de tono" puede signi-

ficar simplemente incompatibilidad lógica. Pero "sonar al unísono" o "concordar"

~4 Píd1n rlP \'niPrlra-

(symphonein) significa hacer cierta contribución constructiva, como las notas en una melodía o las voces en un coro. La hipótesis de las Formas en Fedón 1 OOb no es al fm y al cabo una proposición simple (a diferencia de la hipótesis de Menón87b), sino una teoría explicativa. La doctrina de la reminiscencia y la inmortalidad del alma no están presentadas como consecuencias lógicas de la aserción de que las Formas existen. La epistemologia de la reminiscencia y el concepto de la psyche eterna tienen su lugar en un esquema de cosas filosóficamente más vasto, cuyo componente más fundamental es la ontología de las Formas. La exigencia de que los demás postulados deben "con­cordar" entre sí y también con la hipótesis equivale a decir que la epistemología y psicología platónicas no sólo deben ser consistentes con su ontología, sino ajustarse a ella en una estructura filosóficamente unificada.

En virtud de que los diversos desarrollos (ta hormethenta, ta hormemena) a partir de la hipótesis no son meras deducciones, tiene sentido que Platón afirme que debemos considerar "si ellos concuerdan entre sí o no concuerdan" (1 O 1 d5). Robinson consideró que esto significaba "que las consecuencias de una hipótesis pueden ser mutuamente inconsistentes", y sostuvo que esto no es necesariamente un absurdo lógico, ya que una hipótesis simple "puede tener consecuencias que estén en conflicto con los supuestos que mantenemos, es decir, cuando se combinan con algunas de nuestras creencias supremas". 11 Esto es correcto y describe adecuadamente el método seguido en el Menón, en que la conclusión "la vinud es enseñable'· es derivada de la hipótesis "la virtud es conocimiento" unida a la creencia de que sólo el conocimiento es enseñable (Mcnón 87c2-9). Pero así como la hipót~sis de Fedón lOOb es más que ·una prnposicion simple. así también la noción de lo que se deriva de la hipótesis es más laxa y más rica aquí que la noción de consecuencia en el Menón. Se asemeja más a la noción de teoría de la construcción en matemática o física.

Una vez examinada la ruta descendente del Fedón, veamos la aceptación de la hipótesis. Sócrates considera también que esto significa "dar razón de la hipótesis misma'· -aquello que el matemático de la República no hace jamás sino que es la tarea propia del dialéctico. Cuando se nos requiera esto, afirma Sócrates, "darás una explica­ción del mismo modo, proponiendo otra hipótesis que te parezca la mejor de las más altas, hasta alcanzar algo adecuado'' (hikanon ti, 1 O 1 e 1 ).

Naturalmente nos sentimos inclinados a pensar en una conexión con el Bien, el primer principio no hipotético de la dialéctica de la República. Y ello se ve reforzado por la afirmación siguiente de Sócrates de que la hipótesis es una mje, un comienzo o primer principio. Pero si es cierto que hay un criterio común para la marcha superior del Fedón y de la República, no es menos cierto que hay diferencias importantes. Las hipótesis mencionadas en la República son puntos de partida para la matemática; aquí la hipóte­sis es la teoría de las Formas. Por otra parte, en el Fedón no hay rastros de un método más poderoso que pem1ita elevarse por encima de las hipótesis, como en la explicación de la dialéctica en la República.

Lecturas sobre Platón y Aristóteles 35

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El enunciado que hace referencia a recunir a una hipótesis más alta con vista a 1cfénder un punto de partida es un principio bastante general en la lógica platónica de .a justificación. En matemática, este principio supondrá ir desde problemas específicos ;'teoremas hacia tesis más generales y axiomas. En la propia exposición de Platón, este procedimiento consistente en recurrir a una hipótesis "más alta" tiene su mejor ilustra­~ión no en el Fedón, 12 sino en el argumento a través del cual Sócrates establece su hipótesis (que la virtud es conocimiento) en Menón 87d-89a, como ya vimos. El criterio de justificación es el mismo, aunque la aplicación es bastante diferente. En el Fedón, las Formas se introducen como ellogos más fuerte que Sócrates puede encontrar ( 1 00a4 ). En el Menón, la hipótesis es necesaria porque no se ha encontrado una definición de virtud. (Hasta cierto punto, el método por hipótesis es en ambos contextos un "second­best" <el mejor después del primero>, un deuteros plous, como afirma Sócrates en Fedón 99c9). La hipótesis del Menón inmediatamente se considera necesitada de un respaldo; y Sócrates argumentará persuasivarnente contra ella. La hipótesis de las Formas en el Fedón no está sujeta a duda, y no está claro qué otra hipótesis más alta podría invocarse en su apoyo. (Excepto que estemos dispuestos a peP.sar en el Bien, wjé no hipotético, corno el "algo adecuado", hikanon ti de Fedón lOlel...).

Sócrates concluirá insistiendo en que "las hipótesis primarias" también deben ser examinadas, aun si parecen confiables. "Y si las examinas adecuad<•mente, creo yo, seguirás el argumento, tanto como es posible a un ser humano seguirlo. Si esto resulta dar o, no buscarás más allá" (F edón 1 07b ). Es dificil ver en estas hipótesis primeras otra cosa que las Fonnas. La invitación socrática a investigar las hipótesis primarias es respondida en un diálogo posterior, a través de la crítica sistemática de Parménides a la teoría de las Formas.

:3G -Ficha de Cáiedm-

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NOTAS

La noción de "premisa" surge naturalmente a partir del sentido de "lo que hemos acordado", p.e. en Gorgias 477c7 e k ton homologemenon (cf. Hipias Menor 368e3 ek ton homologemenon emoi te kai soi), 479b4 ek ton mm hemin homologemenon. También 480b3 la homologemma. Compárese Protágoras 331dl, etc.

Hipias Menor 369a5; Gorgias 479c5, etc.

Gorgias 4 79c5, 498e 1 O. Cf. sumbiba:::o en Hipias Menor 369d5, analogizesthai en Protágoras 332dl. La conclusión es concebida como necesaria, y si se sigue una contradicción, es preciso resolver!<: soltando o 'desatando' una de las premisas (lusai en Gorgias 509a2, Prot. 333al, 6).

Apol. 27a4, Hipias Menor 317a6, Laques 196b4, etc.

Eurifi·ón 11 c5, Gorgias 454c4; ver también Fedón 94b l. Compárese la discusión de los verbos tithemi y de hypotithemai en RICHARD ROBfNSON, Plato 's Earlier Dia!eciic, Oxford, 1da. ed., 1953 pp. 93-97.

R. Robinson en su primera edición ( 1941) de la obra citada en n. 6, pp.l22ss. Y también CROMBIE, l., An Emmination ofP!atu 's Doctrines, London, 1963 JI, p. 533 y BOSTOCK, D., Plato 's Phaedo, Oxford, 1986. Robinson conigió este eJTor en su segunda edición ( 1953: pp. 116ss.), en respuesta a la crítica de Cherniss y F riedlaender.

El valor inferencia] de la forma condicional es aún más claro en Jos ejemplos de hipótesis del Parménides, p.e. l36a, 137b3.

Mi reconstrucción modus tollens del argumento negativo pretende ser sugerente antes que histórica. Una lectura más platónica de este pasaje construiría la existen­cia de maestros como una hipótesis previa, como en el ejemplo matemático; si hay maestros de virtud, entonces es enseñable; si no, no. (Esto sigue una sugerencia de Vassilis Karasmanis).

Véase R. Robínson, ob. cit., (1953) pp. 126-136 y obras citadas en GALLOP, D.: PLATO, Phaedo, translated with notes, Oxford, 1975, p. 178, BOSTOCK, ob cit. en n.7, pp. 166ss. Sobre paralelos a la metáfora musical del acuerdo ver Gorgías457e2 symphona, 46la2 synaidein, 482b6-c2 diaphoneín, asymphona; Protágoras 333a7-8 ou synaidousin, synaidoien. Cf. también C!·atílo 436c4-el symphonein.

Además de los pasajes citados en nota 5, cf también Gorgias 495a5 (anomologoumenos), Prot. 358e4 (ta homologemena), 360a6 (homologíai), Rep. VI, 510d2 (homologoumenos), Rep. VII, 533c5 (homología).

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Page 6: KAHN- Hipotesis en Menon y Fedon

,\ ce 1 C1 de h rnás fonrPJ 1 del principio de no contradicción (como no­

cf Rrr IV. 436b-4~' 7a. Para una versión en cierto modo caricaturizada d. Eutidemo 293c7--dh, en tém1inos de negación más que de contrarie-

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r J\r>hins"n (1953) ob. cil.. pp. 131 y 133: también Bostock, ob. cit. n.7, p. 169. No e 1 ''"·· ~jq P!llhBrgc'. que I'JalÓ!I apunte a U !Ji\ prueba de in hipóteSiS, de SUet1e que SÍ

hrTmethrnzw 110 concordasen entre sL "la hipótesis debería rechazarse., (Bostock. ihJ\ :::;, tn\!3 de prohar sí estanws derivando una teoría coherente, no si el punto rl:: rm t ir11 h:1 ~ido el C('neclo ta cuestión de justificar la hipótesis se pospone en

1 '11 r1~ ,. pn c.e tE'81HJda siuo en cl6.

ln rnavorh' de los argumentos en favor de la inmOI1alidad en el Fedón de "s11p'1estos más altos ... es decir. de las Fonnas.

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DIALÉCTICA Y FORMAS EN LA PRIMERA PARTE DEL PARMÉNIDES DE PLATÓN*

L.P.GERSON

Traducido del inglés por Si/vana Di Camillo de Falzarano

A cualquier estudiante que Jea la primera parte del Parménides de Platón, des­pués de examinar detenidamente la bibliografía contemporánea sobre el diálogo, se le podria perdonar la expectativa inocente de que el así llamado Argumento del Tercer Hombre sea la cuestión principal de discusión en ese trabajo. No lo es -ni por las propias palabras de Pannénides ni por cualquier lectura imparcial del camino dialéctico intensa­mente difícil seguido por los interlocutores. Una consecuencia de sacar al Argumento del Tercer Hombre de su contexto ha sido la afmnación, a menudo repetida, de que el argumento se funda en una tonta o aun perversa interpretación de la teoría de las Formas. No es sorprendente que cuando los otros argumentos de la primera parte del diálogo se discuten, también, aislados, se llegue a un resultado similar. Otra consecuencia de esta práctica interpretativa ha sido perder la esperanza de encontrar en la primera parte del diálogo algunas indicaciones en lo que se refiere al significado de la segunda parte.

«Dialectic and Forms in Part One ofPlato's Parmenides», Apeiron 15,1 (1981), pp. 19-28.

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