juramento de amor - foruq

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© Javier Piña Cruz, [2020]

Primera edición 2020

Título: Juramento de amor: Mil vidas para amarte

Ilustración y diseño de cubierta: JVJ Servicios Editoriales

Imágenes de la portada: Adobe Stock

Maquetación: JVJ Servicios Editoriales

Corrección del texto: JVJ Servicios Editoriales

© del texto: Javier Piña Cruz, 2020

ISBN-13: []

Impreso por [Amazon].

Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni suincorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio(electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de lostitulares del copyright. La infracción de dichos derechos puede constituir un delito contra lapropiedad intelectual.

Contenido

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

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Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Segunda parte

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

EPÍLOGO

6 MESES DESPUÉS

Nota de Autor

Agradecimientos

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Pues aquí estoy, escribiendo mi primer prólogo y para una novela muy especial de una persona que puedo decirconsidero familia además de amigo.

Cuando Javier me preguntó que si le haría el favor de escribir el prólogo de “Juramento de Amor” me quedéen blanco. «¿Yo, el prólogo?» pensé, pero le dije que sí, encantadísima de hacerlo.

En nuestras conversaciones por Messenger fue mandándome pinceladas de la novela. Durante los últimos díasen que esta preciosa historia iba cogiendo forma, esas pinceladas fueron más seguidas y me llevé una sorpresacuando descubrí alguna que otra cosilla en una parte en concreto. Me hizo llorar y así se lo hice saber. Y claro, yopensé que después de eso tenía que escribir el prólogo, y la conversación que tuvimos es digna de mención porquees muy nosotros.

―A ver el prólogo ―le dije un poquito asustada―. Qué miedo joer jajaja

―Naaaa tú sé tú misma ―él en su estilo.

―Jajaja madre mía.

―No en serio… Sé tú misma… habla del amor como tú lo sientes.

―Vale yo me siento delante del Word y dejo que salga el azúcar de mis venitas.

―Sactoooooooooo. Mini punto para la hermanita.

Bien, pues ahora os hablo un poquito de eso precisamente, del amor. Pero no un amor cualquiera, no, un amorque va mucho más allá de la vida y de la muerte.

Existe la leyenda del hilo rojo, esa que habla del destino de dos personas que están conectadas por un hiloinvisible al resto que por mucha distancia que exista entre ambas, él se encargará de unirlas sin importar el tiempoque tarde en ello.

En esta historia Javier nos habla del amor de dos almas, dos personas que viven en varias épocas y siempre seencuentran. Unas veces con más suerte que otras, pero el amor entre Iván y María, los protagonistas, es tan fuerteque sus destinos, sea el siglo que sea, es hacerles coincidir y entregarse al más puro y verdadero amor.

¿Es posible que desde que nacemos nuestra alma sepa que en algún lugar del mundo encontrará su otra mitad?¿Esa otra alma que hace que la nuestra se convierta en una sola? ¿Que una vez que morimos volvamos a nacer, enotra época, con otro rostro, otro cuerpo, pero ese brillo en los ojos que da el sabernos amados y amar a quientenemos enfrente?

¿Será que se puede vivir mil vidas desde la primera vez que llegamos al mundo, sea el siglo que sea, y quesiempre encontraremos esa otra mitad que nos da la vida, que hace que solo con su presencia seamos capaces derespirar?

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Tal vez sea por eso que hasta que damos con nuestro único y verdadero amor pasan por nuestra vida más de unsapo o rana, y tras esos desengaños el corazón nos indica que hemos llegado a nuestra otra mitad.

Puede que la forma de hacérnoslo saber sea con un rápido latir o, quizás, saltándose un latido.

El amor, ese sentimiento que en ocasiones consigue que se haga cualquier cosa por la persona a la queamamos.

En esta novela hay dos protagonistas, con diversas historias sobre sus vidas pasadas y presentes, acompañadosde varios personajes, pero el principal protagonista es el amor. Ese por el que Iván y María se buscan a lo largo delos siglos, unas veces es él quien lo hace y otras es ella. Siempre lo consiguen, siempre se encuentran y se amancon tal intensidad que ambos se sentirían morir si les faltara la otra mitad de su alma. Un amor por el que ellosmismos morirían para proteger al otro.

Posiblemente todos hayamos pensado alguna vez que la reencarnación puede existir, que cuando morimos lohace el cuerpo, pero no nuestra alma. En esta historia lo veremos, sentiremos esa conexión entre dos almasdestinadas a encontrarse desde la primera vez que se vieron, fuera la época que fuese aquella, y nos hará vivir conellos ese amor que una vez se declararon con una sola frase “Te amaré por mil vidas”.

Con cada página leída sentiremos sus emociones como si fuéramos nosotros quienes están en ese momentoconcreto de la historia, sufriendo, llorando, riendo y sobre todo amando.

Si habéis llegado hasta aquí continuar leyendo, embarcaros en las diferentes vidas de Iván y María a lo largo deestas páginas. Espero y deseo que os guste y disfrutéis de la lectura.

Y a ti, Javier, te doy las gracias. Gracias por ser, estar y no fallar. Y por esos personajes a los que has bautizadocon mi nombre real.

Janis Sandgrouse.

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La leyenda dice que, cuarenta días antes de nacer, a cada niño se le elige su pareja en el

cielo. Dos almas se crean en el firmamento y es entonces cuando un Ángel exclama firmemente:.."

Este niño será para esta otra". A partir de ese día no existirá nada que impida su

encuentro, ni adversidad que vulnere su amor infinito. De acuerdo con la leyenda, hay una buena

razón para que los ángeles le elijan un niño a cada niña. Es la misma razón por la que Dios da al

hombre dos ojos, dos oídos, dos piernas y dos manos: para que se complementen y actúen juntos,

como si fueran uno solo... Todos y cada uno de nosotros, tenemos un alma gemela, exactamente a

nuestra medida y nosotros a la de esa persona. A muchos les cuesta más trabajo que a otros

encontrarla, pero Dios sabe cuándo es el mejor tiempo para cada uno de nosotros... Las Almas

gemelas existen, tu complemento perfecto aguarda a que llegues, por lo tanto, tendrás que

comenzar a ver con el corazón lo cual no es nada de fácil para el común de las personas y cuando

llegue a tu vida con solo mirar sus ojos, veras tu alma en él o ella, sentirás con certeza que esa

persona vino a este mundo por ti y para ti y serán uno solo él/ella como siempre lo fueron en los

antepasados eternamente.

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Recordando A maríaLa historia de una pareja en el tiempo.

Una promesa de amor entre épocas.

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Viaja a través de estas dos almas

y descubre lo que significa el

AMOR VERDADERO.

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Caminaba por las calles de mi ciudad natal, cuando me paré frente al escaparate de una librería.Nada casual que no hiciera cada semana, soy una ávida lectora y todos lunes compro un libronuevo, que luego tengo que esconder y descontar de lo que me gasto en la comida para que mimarido no lo sepa, pero eso ya os lo explicaré más adelante.El caso es que al pararme frente al escaparate de las novedades a mirar los títulos de los libros,hubo uno que me llamó la atención, "Recordando a María" y como portada, un trozo de una playaque yo conocía como la palma de mi mano. Tuve que apoyarme en la pared vecina y cerrar losojos para intentar apaciguar el vértigo que acababa de sufrir, nunca antes me había sucedido talcosa.

Mi mente me hizo viajar a otro momento, a uno que yo sabía que no había vivido, ¿por qué losé? Recuerdo cada instante de mi relación con mi marido y no he estado con ningún otro hombre,pero, sin embargo, ahí estaba yo en esa playa que sale en la portada del libro, ¿por qué? De todaslas playas a las que he ido, ¿Por qué tiene que aparecer esa? Estoy tumbada sobre la arena, mesiento feliz, viva, a mi lado un hombre, sé que no es mi marido porque su constitución física, no esla misma, ni el largo de su pelo, pero aun así me siento más amada que nunca, más de lo que mehace sentir Andrés. De pronto un grito, mi alma y mi corazón se tensan y se relajan al mismotiempo cuando oigo unas carcajadas, giro la cabeza y veo a dos pequeños jugar con las olas, unniño rubio y una niña morena, ambos sé que son mellizos, no sé por qué, pero mi mente y micuerpo así me lo dicen. Sé que son ellos, son mis hijos, nuestros hijos, míos y de ese extraño queme hace sentir la mujer más amada del planeta.

¿Qué acababa de pasar? ¿Qué había sido ese flash? No lo sabía, pero algo dentro de mí medecía que era un recuerdo, muy lejano, tanto que yo no recordaba haberlo vivido. Cuando me recuperé, me metí un caramelo en la boca y entré en la librería, algo dentro de mí, unavocecilla que hacía años que no escuchaba, me decía que era importante. Avancé hasta laestantería, al lado de los libros había una silueta de cartón con la imagen de una mujer joven queme resultó muy familiar, acaricié el lomo del libro, era de tapa dura, publicado por una de lasmejores editoriales de España, lo cual no me sorprendió, en esa librería solo anunciaban losmejores libros del momento. Abrí con cierto miedo la solapa, después del Déjà vu, no sabía quépensar, por qué me podría encontrar; en el lugar donde ponen la imagen del autor mis ojos sellenaron de lágrimas sin saber yo por qué al ver esa foto, ese trozo de papel que daba imagen alhombre que había visto en mi mente y que para mí resultaba ser un desconocido. ¿Por qué micorazón lloraba por él? Pasé la primera hoja, no sin antes acariciar con mis dedos esa imagen yleí la dedicatoria.

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«Nunca imaginé lo que era conocer la felicidad, hasta que te conocí, nunca antes habíasabido qué era amar, hasta que te encontré, nunca supe lo que era el dolor, hasta que te perdí.En otra vida deberé encontrarte, para volver a amarte»

Al acabarla una nueva imagen me sobrevino, una en las que las lágrimas, como ahora, brotabande mis ojos sin poder contenerlas, la vez que me despedí de ese hombre, estaba en una camapostrado mal herido, a punto de morir, sentí como no podía verlo y me gire para irme, no sin antesjurarle que le amaría durante mil vidas. El dueño de la tienda se preocupó por qué me pasaba, pero lo esquive con algunas excusas.

Cuando me acerqué a la caja para pagar el libro, me sentía nerviosa, abrí mi monedero ycayeron en el mostrador algunos de mis documentos personales, y algunas tarjetas. Me disculpécon el vendedor por mi torpeza, pero este tomó entre ellos mi DNI, pidiéndome permiso, loobservó y lo cotejó con una carpeta de donde sacó un documento; me lo extendió y pude ver quese trataba de una declaración.

«Yo, Iván de la Cruz, en mis plenas facultades mentales, siendo el autor del libro "Recordandoa María". Ruego a cada librería donde se acabe vendiendo mi libro. Llegará el día que una mujerllamada Eva María Fernández, quiera comprarlo. Les insto a que no lo hagan, ese libro debe serregalado bajo mi nombre a esa mujer.»

«¿Por qué? ¿Quién era ese hombre por el que mi alma llora? Supongo que tendré que leerlo,para saberlo. ¿Verdad?»

Salgo de la librería y me dirijo a la playa. Me siento al lado del balneario, justo el mismo quesale en la portada, me olvido de que tengo que ir a comprar, me olvido de que tengo una casa, unmarido, me olvido de todo. Mi cabeza, mi corazón me dicen que debo leer este libro, aquí y ahora.Rara vez coinciden desde hace...

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Capítulo 1

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Primavera de 1922

Recuerdo el día que conocí a María, era a principios del siglo XX. Ambos éramos unos críos,

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cuando sus padres se mudaron a la casa contigua a la mía. Vivíamos en la barriada de Tetuán, eraun barrio muy pobre, pero muy modesto a la vez, lleno de trabajadores. Mis padres me llevabancon ellos a la "busca" que no consistía en otra cosa que buscar chatarra, carbonilla, con la quedespués poder sacar un mendrugo de pan y algo caliente.

Recuerdo la primera vez que la vi, con sus rizos de oro desordenados y al viento. Su vestidoque, aunque se notaba que la tela era de buena calidad, también había vivido tiempos mejores. Eracorto, a la altura de las rodillas, aunque ahora que recuerdo sus mangas no llegaban a las muñecasy se notaba algo apretado por el pecho, ya medio formado. Al notar mi mirada en su atuendo, la visonrojarse a la vez que llevaba su blanca mano a los volantes de su vestido intentando bajarlomás. Dirigió la mirada a sus ajadas y ahora sucias botas azules a juego con su vestido pequeño.Me resultaba increíble cómo se avergonzaba cuando yo iba mucho peor que ella, llevaba micamisa y pantalón llenos de carbón y fue en ese preciso momento, cuando mi corazón se abrió solopara ella.

Fue al llegar a casa, uno de esos días con mis padres y la carretilla llena de trozos de carbón,ella se me quedó mirando sorprendida, imagino que tenía una imagen muy pobre, pero es lo queéramos, ellos, sin embargo, según me enteré meses después, a su padre le habían despedido de sutrabajo y habían caído en desgracia. No más reuniones de la alta sociedad, no más puros y licor, nivestidos ni joyas que ponerse, aún mantenían un pequeño patrimonio, pero de continuar en el lugarque vivían lo lapidarían en pocos meses, por el contrario, en mi barrio aguantarían un poco más.

Ambos nos encontrábamos en la ida y venida de nuestros quehaceres, yo a la vuelta de la buscay ella a la ida de la tienda de costura. Su madre no quería que su hija fuera como las demás quevivían alrededor y siempre intentaba que sobresaliera, pero eso no le importaba a mi queridaMaría, que muchas veces acababa castigada por jugar con nosotros.

A los trece años comenzamos a vernos en secreto, tanto jugar y tantos peligros pasaba por estarcon nosotros, que comenzó a despertar en mí un interés muy distinto. Era increíble lo que micorazón dolía cada vez que su padre la castigaba, o la pegaba con la intención de que no volvieraa mezclarse con la "chusma", así era como nos llamaba, pero ella los desafiaba una y otra vez.

Nunca se enteraron de que nos veíamos en secreto, nos escapábamos una vez cada dos semanaso un mes y pasábamos el día juntos paseando por los jardines del Buen Retiro, comiendo castañasasadas, de lo poco que podíamos sisar de nuestras ganancias, pero al caer la noche y tener quevolver, siempre veía el mismo dolor en sus ojos, el mismo miedo. No miedo de qué le hicieran suspadres, miedo a que la mandasen lejos y no volverme a ver. Siendo sinceros, ese miedo se

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instalaba en mí todos los días, desde que me di cuenta de que la amaba.

Una noche, con quince años, al volver del Retiro, su padre esperaba en la puerta fumándose uncigarro negro, su cara de pocos amigos, nada bueno presagiaba. Cuando nos vio, encolerizado seacercó a nosotros y de un guantazo, tiró a su hija al suelo. No lo pensé, aunque si lo hubiera hecho,habría actuado igual, o quizá menos contundente. Le lancé un puñetazo a la cara, yo por eseentonces, medía cerca del metro setenta, mientras él lo superaba. Pero para su desgracia, al noesperar que un mocoso le agrediese, le conseguí tumbar, me subí sobre su estómago y comencé adarle puñetazos en la cara, creo que, si su hija no me hubiera parado, le habría matado.

Esa noche supimos, ambos, que tendríamos que huir, contra más rápido y lejos, mejor.

Un padre tenía la potestad de agredir a un hijo o hija para educarle, para algunos, cualquiercosa era buena, el zapato, un periódico, una toalla mojada, aunque el favorito de muchos era elcinturón.

Que un adolescente agrediera a un ex alto cargo de la alta sociedad, aun conservando suscontactos, solo tenía una salida: El orfanato

Cogí de la mano a María y corrí con ella hacia mi casa, nada más abrir nos encontramos conmis padres, ambos sentados a la mesa, comiendo unas gachas del día anterior.

—¿Qué sucede Iván? ¿Por qué entras así tan de repente? Oh, ¿esa no es la pequeñade los nuevos vecinos?

—Sí mamá, se llama María y estamos enamorados.

Para mis padres eso fue un duro golpe. No por que tuvieran nada contra esa familia, no es quese sintieran menos, aunque en status lo éramos. Si no porque sabían que nada bueno llegaría deesa relación.

Mi padre me cogió del brazo y me llevó a otra habitación, mientras mi madre sacaba un platopara esa chiquilla asustada que el irresponsable de su hijo había llevado a su casa, o al menos eralo que me imaginaba que ella pensaba.

—¿Qué ha pasado Iván? ¿Por qué la traes a casa? Sabes que nos podemos meter enun buen lío.

—Padre, nos hemos enamorado, llevamos un tiempo vién donos a escondidas, pero

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hoy al volver su padre nos estaba esperando y sin decir nada, vino a nosotros y le dio talbo fetón que la tiró al suelo.

—Hijo, no podemos hacer nada, es su padre.

—Lo sé, pero yo no pude contenerme, así que me abalancé sobre él y le peguépuñetazos con todas mis fuerzas.

Vi que mi padre cerraba los ojos y negaba con la cabeza, yo sabía por qué lo hacía, me dolíamuchísimo lo que teníamos que hacer, pero era la mujer que había elegido, era mi compañera deviaje, la mujer a la que amar, eso me enseñó desde muy pequeño, nunca pongas una mano encima auna mujer, no son nuestra propiedad.

—Ve con ella, yo hablaré con tu madre, mientras... —Le costaba dios y ayudahablar y a mí no llorar—. Mientras, haz un petate, tu madre hará uno con la ropa de tuherma na. Daros prisa.

Asentí y fui a buscar a la mujer que más amaba en toda la tierra y comencé a preparar un petate,al cabo de menos de veinte minutos acabamos, salimos de mi habitación, mi familia me aguardabapara el último adiós.

Mis hermanos pequeños, mi madre que había sacado la cuña de queso que nos quedaba, unahogaza de pan y unas pocas monedas, que traté de rechazar pero que, con lágrimas en los ojos, meobligó a coger.

—Hijo mío, soy feliz porque has encontrado a quien amar, pero lloro a la vezporque no te volveré a ver. Sed precavi dos, alejaos lo más posible de aquí y nuncaregreséis.

Me lancé a sus brazos, a los de mis padre, a los de mis hermanos, ellos abrazaban a Maríacomo una hija más, sabiendo que ella misma no se podía despedir de su propia madre, ya que siiba, no la dejarían salir y ella no quería verme huir solo: para bien o para mal, y un cura delante,nos habíamos convertido en marido y mujer.

No se vive en los bajos fondos, sin conocer quién puede hacer qué. Mi padre nos acompañóuna parte del camino, nos llevó a la casa de un conocido, e hizo un trato del cual nada supe.Ninguno de los dos me quiso decir qué dijo o hizo mi padre, pero al cabo de una hora, tenía dosdocumentaciones en la mano, Iván de la Cruz y en la otra María de la Cruz, esos papeles decíanque éramos un matrimonio, y que yo me dedicaba a la construcción. Cuando miré a mi padre, él

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me devolvió una mirada triste, me llevó a unos pasos y me habló.

—Hijo, no debería decir esto, soy tu padre y tengo que inculcarte unos valores. Peromiente. Haz el papel de tu vida. Modifica vuestros años de nacimiento para que nadie sepa que sois menores y podáis casaros. No está bien visto que una muchacha viaje con unhombre sin ser su esposa.

Ahí estaba, el hombre que me dio la vida, el hombre que me enseñó a ser eso mismo. El padreque no había elegido, pero del que me sentía profundamente orgulloso, se arriesgaba con tal deque mi amada y yo consiguiéramos escapar.

Atrás quedaron nuestras familias, nuestros sueños, la infancia y sobre todo la protección denuestros padres. Ahora teníamos que defendernos solos; tenía una mujer de la que cuidar y a laque mantener.

Decidimos salir de la capital, pues aún caído en desgracia, no me fiaba del padre de María,queríamos vivir una vida normal, como cualquier familia, tener hijos, amarlos, criarlos y vercómo ellos mismos formaban la suya, para ello teníamos que irnos lejos ¿dónde? aún no losabíamos, cogimos el primer tren que salía de Madrid rumbo...

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No podía creer lo que acaba de pasar. Mi padre no es la primera vez que me pegaba por algoque había hecho mal, pero ¿delante de la gente? nunca había pasado, pero menos podía esperar deIván, que se lanzase como un león hacia su presa y empezara a dar puñetazos a mi padre, tenía quepararle, por su bien, por el nuestro, sabía que debía defender a mi padre... pero no podía, no enese momento, demasiados golpes sufrí de ese desgraciado, le obligué a parar por él mismo,cuando vio lo que había hecho, me cogió de la mano y me dejo arrastrar a su casa.

Ya en ella, explicamos a sus padres lo que había sucedido y su madre me consoló, me puso unplato de gachas, nunca las había probado y me puso un poco de ungüento en la mejilla, paraprevenir la hinchazón. Si mi madre me tratase así...

Iván salió de la habitación que estaba con su padre y me metió con él, mientras su padrehablaba con su madre, escuché el lamento de esa mujer y se me partió mi joven alma.

Ayudé a mi amor a preparar el petate, su madre dijo que me iba a preparar uno con las ropas desu hija. No podía entender cómo gente que era más pobre que yo, estaba dispuesta a ayudarme contodo lo que tenían, en ese momento supe que Iván nunca me abandonaría.

Un poco antes de que saliéramos con el padre de Iván hacia una nueva vida juntos, mi propiopadre aporreó la puerta de la casa, llamándome a gritos para que saliera, amenazando con avisar ala policía.

No supe hasta ese momento la suerte que tuve de ir a parar a aquel barrio. Todos eranconscientes de cómo me regañaban, más de una vez tenía que ir a las clases de costura con losbrazos tan doloridos que no era capaz ni de enhebrar una aguja. Ahora mi padre estabareclamando su potestad. Se escuchaban varios gritos de vecinos, amenazándole con que se fuera asu casa, con que olvidase que tenía una hija. Sin conocerlos, esos vecinos me estaban ayudando. Me lanzó contra el pecho de Iván y lloré, lloré de pena, de alegría por sentirme libre, nunca veríaa mi madre, a mi hermanita, pero sería libre, no más palizas por hacer lo que le gustaba.

Cuando el padre de Iván nos acompañó y nos ayudó a facilitándonos los documentos no pudemás que envidiarlo, ojalá mi padre se preocupase por su familia como ese hombre que teníadelante. Le abracé y le besé en la mejilla tan dulcemente y con toda la sinceridad que me permitíael corazón. Por unos momentos, tuve un nuevo padre.

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Capítulo 2

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Verano de 1929

Me levanto con el sonido de las bocinas de los barcos. Nos encontramos en Cádiz, llegamoshace un mes, desde Sevilla, donde habíamos parado porque María contrajo unas fiebres extrañas.

Pasamos unos días a la intemperie, hasta que encontré trabajo como ayudante de un albañilbastante simpático. De hecho, gracias a él, pudimos dormir unos cuantos días a cubierto, pues nosofreció su pajar como parte del pago, para nosotros era gloria, no era lo mejor que le venía a mimujer, pero estaba resguardada.

He dicho mi mujer, y no, no es error, nos casamos nada más llegar a Sevilla, en una ceremoniaen la cual solo estuvimos el cura y dos testigos que, tras pedirles el favor por la calle, accedieron.

Teníamos que ahorrar, así que una vez que María se curó, entró a limpiar en una de las casas dela gente pudiente de la ciudad, mientras yo junto a nuestro amigo, seguíamos poniendo ladrillos ylevantando muros.

Estuvimos dos años trabajando, mudándonos cada vez que los arrendatarios nos echaban delpiso que nos alquilaban, gastando lo menos posible y ahorrando lo demás para poder comprarnosuna casa y poder pensar en construir nuestra propia familia.

Al final tuvimos suerte y unos amigos de mi maestro nos vendieron su casa a un preciorazonable. Por fin las cosas comenzaban a salir bien.

Al principio de los años treinta, María se quedó embarazada por primera vez con diecinueveaños. No fue una sorpresa, ambos lo queríamos, estábamos deseando formar una familia,transmitir todo ese amor que nos teníamos a otra personita, pero lo que no podíamos imaginar esque María trajese mellizos.

Un niño y una niña, que recibieron el nombre de mi padre, que se llamaba Javier, y María pusoa la niña Davinia. ¿Por qué ese nombre? Recuerdo que me dijo que siempre quiso poner David asu hijo, como su abuelo, pero como habíamos deicidio que se llamaría Javier, ella eligió ese.

De repente éramos cuatro personas y muy poco dinero, busqué un segundo empleo y por suertelo encontré como vigilante en el puerto por la noche.

No me gustaba dejar a mi familia tantas horas al día solos, pero tenía claro que yo era el que

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debía cuidarles y procurar que fueran felices.

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María levantó la vista del libro al escuchar llorar a un bebé, cerca de ella había una madre dela edad de ella, dando de mamar a su recién nacido. Sin pensarlo cerró los ojos y buscó, buscó ensu interior, en ese gran baúl que es nuestro cerebro y nuestra alma, algún sentimiento de ese tipo,pues si como el libro dice, esa María era ella ¿por qué no recordaba a sus mellizos? ¿Por qué norecordaba nada?

Puso el marcapáginas en la página correspondiente y se tumbó en la arena, cerrando los ojos,escuchando a las gaviotas, a la gente zambullirse en el agua, las olas estrellándose contra el rompeolas, todos esos sonidos llegaban claros a sus oídos, pero una frase los silenció a todos. Era suvoz, se escuchaba a ella misma, en la estación de tren, despidiéndose de su amado «Te amaré milvidas» ¿Y si resultaba ser verdad? ¿Y si lo que estaba leyendo, sucedió antes de la guerra? Lehabría dado tiempo a crecer, a ambos, pero ¿por qué él lo recordaba y ella no? ¿Sería así la vidaque le esperaba siempre? ¿Uno de los dos buscando al otro? Le parecía muy tentador, pero a lavez turbante, pues no era justo para quien no recordaba, no era justo enamorarse, tener familia yque luego apareciera el amor de su vida. ¿Y qué haría? Se obligo a no pensarlo más. Pero sabíaperfectamente la respuesta.

Abrió los ojos y miró el reloj, solo por el gusto de mirarlo, no pensaba irse de esa playa, hastaque terminara el libro, y por lo que llevaba por leer, iba a estar un rato más. Pero al contrario delo que pensaba, algo en su interior le decía que estaba en el lugar correcto, que era eso lo quetenía que hacer.

Se volvió a sentar y abrió el libro por donde tenía marcado, deseando saber más sobre esavida que no recordaba.

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Unas voces nos despertaron, no solo a nosotros, sino a los niños también, las criaturas habíanpasado mala noche, pues Javier se puso enfermo, le subió la fiebre y no conseguíamos que se lebajara. Davinia parecía notarlo, sabía que su mellizo estaba enfermo y lloraba también, se habíanquedado dormidos no hacía ni dos horas, cuando esa gente los despertó, me asomé enfadado albalcón y al ir a protestar, me lo pensé dos veces. Decenas de personas portando la banderarepublicana paseaban entre vítores por nuestra calle, se había instaurado la II República.

Mi maestro al ver que los republicanos habían ascendido al poder, me aconsejó marcharme delpaís, nos invitó a ir con ellos a Francia, pero no podíamos costearnos el viaje y tampocoqueríamos separar a la familia. Lo que tuviera que pasar, nos pasaría a todos.

Sin mi amigo, aquel que me guiaba en la vida, me pasé a trabajar en el campo, algo para lo queno estaba preparado, pero, aun así, no lo dejé.

—Iván, tienes que buscarte otro empleo, mira las manos cómo las tienes, en carneviva, al menos di al capataz que te deje curártelas.

—Es imposible cariño, quieren matarnos a trabajar y al fi nal lo conseguirán.Matarán a todos menos a mí, porque tengo dos mellizos y una mujer que cuidar.

—Teníamos que haber partido con tu maestro, haber ido a Francia, lejos de estepeligro que nos acecha.

—Sabes tan bien como yo, que no tenemos casi ni para comer. Un par de años,solo un par, y nos iremos.

Yo sabía que era imposible, pero tenía que calmar el miedo de mi esposa. Siempre nos habíanaconsejado que no nos metiéramos en política y es lo que hacíamos.

Y los meses fueron pasando, unas fiebres se cobraron la vida de muchos jornaleros, por lo quelos demás teníamos que trabajar el doble, éramos casi como esclavos.

Pero lo peor estaba por llegar, eso solo era el presagio. Algo había en el aire, los disturbiosque nos llegaban desde otras partes del país no hacían entrever nada bueno y exactamente nadabueno fue.

Una noche llegué casi arrastras a nuestra casa, la fiebre me había visitado, por suerte teníamos

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alguna medicina que la frenó, pero no así el malestar del cuerpo. Nada más entrar, María se echó amis brazos llorando.

—¡Estamos en guerra! ¿Qué va ser de nosotros? Tenemos que huir, no quiero quenuestros hijos vivan así.

—Tienes razón, es hora de irse, pero por ahora no podemos. Necesito recuperarme.

Sé que María quiso preguntarme algo, pero no la escuché, una oscuridad se apropió de mi ser ydejó a mi cuerpo caer a plomo contra el suelo.

Mientras estaba inconsciente, viajé... no me preguntes cómo lo hice, pero fue así, y te vi.

Ahora mismo te estás preguntando si es a ti a quien hablo ¿verdad? No sé dónde estás, si en laplaya de Cádiz, en las Ramblas de Barcelona o en el Buen Retiro de Madrid, pero sé que estásleyendo este libro en este momento. No sé por qué estamos conectados, no sé por qué nacemos yestamos destinados a encontrarnos. Lo único que sé es, que desde que tengo conciencia, te hebuscado en todas las épocas.

Me vi como soldado castellano a las órdenes de Rodrigo Diaz de Vivar, tiempo después eranavegante en los barcos de Cristóbal Colón, como soldado raso en la guerra de la independencia,y después cuando nos conocimos. ¿Sabes qué es lo que marca cada una de las épocas? Tú, EvaMaría, tú a mi lado en cada una de las ellas, unas veces me buscabas tú, otras era yo. Ahora metoca nuevamente despertarte y eso es lo que hago.

Lo que sigue en el libro a continuación es algo inventado. Tranquila, en los demás libros lahistoria continua, pero no en este, no en los libros que cada librería tiene en todo el país con elúnico objetivo de que te llegase.

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María separó los ojos del libro, los cuales se habían abierto como platos.

Esto tenía que ser una broma, no podía ser cierto. Ella no podía haber vivido otras épocas y él,quien sea que lo escribiera, tampoco.

Estuvo a punto de levantarse e irse, cuando tuvo otro Déjà vu.

Se encontraba delante de un hospital, recordaba su situación, por los paseos que daba aescondidas con él. Se veía entrar e ir a una habitación, en ella, postrado y con claros signos deque la muerte estaba cerca, se encontraba ese hombre, ese hombre otra vez. ¿Cómo era posible?Se acercó a él, limpió su sudor con un trapo mojado, dejó la tela empapada en su frente y cogiósus manos, se las llevó a los labios y las besó.

Podía notar su congoja, su miedo, su ira, su soledad. A unos metros en otra habitación loslloros de unos niños le llamo la atención. ¿Serían los mellizos?

Un hombre con pinta de médico entró en el dormitorio y tras examinar al que ella sabía que erasu esposo, movió la cabeza dos veces y pronunció un apagado «Lo siento»

Notaba cómo rompía a llorar y cómo acercándose a su oído, escuchaba decir la misma fraseque hacía unas horas. «Te amaré mil vidas».

Volvió a abrir los ojos y seguía en la misma playa, aunque había empezado a posarse el sol enlo más alto, para comenzar su curva descendente, se le había pasado la mañana sin enterarse.

Antes de abrir el libro, se quedó pensando un momento. ¿Cómo era posible que se vieran dosveces en distintas épocas, repitiendo la misma frase? Ella sabía que no era un sueño, porque si lofuera, sería tan real que daba miedo.

Abrió el libro y se dispuso a continuar.

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Capítulo 3

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Me puedo imaginar viéndote, no importa dónde estés, esa cara de sorprendida me la conozco tanbien...

No te imaginas lo que te echo de menos, amor mío. Pero aún no es tiempo para eso.

Debes continuar la historia, debes recordar, mi amor. Recuerda nuestros paseos por el Retiro, anuestros pequeños, Javier y Davinia. ¿Ahora no tienes hijos verdad? ¿Que como lo sé? Porque nopuedes, nunca hemos entendido este proceso, pero desde siempre hemos sido nosotros cuatro,nosotros y nuestros pequeños.

Ahora mi amor cierra los ojos, intenta retroceder todo lo que puedas en tus recuerdos,necesitas llegar hasta esos que ahora mismo no recuerdas. Siento no poder estar ahí en estemomento, pero muy pronto estaremos juntos, te lo prometo. Ahora recuerda, amor. Recuerda.

María volvió a separar los ojos del libro y sin dejar mirar a los lados, para asegurarse de queno había nadie, gritó.

—¡RECORDAR EL QUÉ!

Cerró de mala leche el libro y estuvo a punto de levantarse e irse. No aguantaba esa sensaciónde que era real, de que todo eso había sucedido. Pero si eso era verdad ¿quién era ella? ¿Quiénera él?

Como si de un vendaval se tratase, un aluvión de recuerdos llegaron solos a su mente, entrandocomo cien elefantes en una cacharrería, colapsando su cabeza hasta tal punto, que su cerebronecesitó descansar. Mandó la señal de cerrar los ojos e hizo que el cuerpo perdiera elconocimiento.

Solo fueron unos segundos, a lo sumo un minuto, fue lo que tardó en abrir María otra vez losojos, pero ya no eran sus ojos, o al menos los de hace unas cuantas horas. Los ojos que tenía enese momento eran viejos, cansados, de alguien que ha vivido mil vidas en una sola.

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Cerró por voluntad propia sus parpados y una a una, toda la secuencia de una vida pasada, levino de golpe.

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Verano 1936

Se encontraba delante del camastro de la casa de Cádiz, procuraba que su amor tuviera lafrente fresca.

Tantas horas trabajando, por la mañana en el campo, por la noche vigilando el puerto, habíanmermado sus defensas, por suerte solo era eso, la fiebre que se había llevado a otros jornaleros,no le ataco a él.

Pasaron cuatro días hasta que Iván pudo recuperarse, pero por desgracia para ellos, ninguno delos trabajos le estaba esperando.

—¿Qué vamos a hacer mi amor? Con lo que tenemos no nos llega para ir a Francia.

—Lo sé María. Solo nos queda la opción de ir por separado. No veo otra solución.

—¿Cómo? ni en cien años me separaré de ti, tus hijos necesitan un padre.

—No cariño mío, nuestros hijos necesitan crecer, vivir y con esta guerra fratricidano lo van a lograr.

La mujer no pudo luchar más, ni contra la voluntad de su esposo, ni contra las lágrimas que leinundaban los ojos y discurrían por sus carrillos, como torrentes en un río revuelto.

—Tendrás que ser fuerte María. Nos encontraremos en la frontera. Prométeme quellegarás.

—Sí, sí, sí mi amor. Te juro por mi vida que ahí estaré, ahí estaremos.

Ambos llorando, se quedaron dormidos. Lo que les esperaba, no se lo habrían imaginado.

Cuando María despertó Iván ya no estaba. Ni él, ni su macuto, ni una triste nota. Nada.

Levantó a sus hijos. Los mellizos tenían ya cinco años. Recogió las pocas pertenencias quetenía y marchó de la casa donde los vio nacer. Por delante les esperaba un viaje de mil kilómetros,sin la certeza de que llegasen ni que él estuviera ahí, pese a todos los juramentos del día anterior.Estaban en guerra, cualquier cosa podía pasar.

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Maldijo su suerte. Si hubieran tenido un poco más de dinero, Iván no se tendría que haberseparado de ellos, por lo que prefirió no ser una carga. Así siendo una mujer con dos hijospequeños, la gente accedería a ayudarla, más que si viajase con él. Pero le rompía el corazón elsacrificio de su amor.

Una vez más, María tuvo que abrir los ojos, por más que quisiera seguir recordando, en eseinstante no podía. Era tal la congoja y el dolor de su corazón... Recordar la pena que sintió aldespertarse y no ver a su amado.

Se apartó de sus cosas, fue hasta una fuente no muy lejana y se limpió la cara, la nariz, muyligera en ese momento, y volvió de nuevo a su sitio. Una vez sentada, miró con detenimiento laplaya, la arena, las olas y de nuevo cerró los ojos para seguir recordando.

Habían pasado dos meses desde que empezase la travesía, habían caminado casi el doble de ladistancia que tenían por delante.

Al ir con los dos pequeños, hubo gente que les atendió por el camino, los llevaron en coche delínea parte del trayecto, otros le daban comida para los pequeños, que ella agradecíaenormemente.

En ese tiempo no recordaba cuándo fue la última vez que comió abundantemente, todo lo quelograba era para los críos, ella solo se guardaba un par de bocados y alguna vez estuvo a punto deenfermar por lo mismo.

Medio mes después llegaron a las puertas de Madrid. Se le estaba acabando el poco dinero quehabían ahorrado antes de partir, si quería seguir el viaje, se tendría que retrasar, buscar un empleoy una casa donde los niños pudieran estar.

Por suerte, todas las tardes y noches que pasó de pequeña aprendiendo costura, le hizo

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disponer de ciertos trabajos.

La gente pudiente siempre tenía ropa para arreglar y no les importaba quién lo hacía, siempreque quedase como ellos esperaban. Y como pago, obtenía cierta parte en comida y otra parte enpesetas, que se preocupaba por guardar.

Cuando no tenía encargos de costura, cogía la ropa de esos mismos señores y, con los críos,iba al río manzanares para lavarla.

Cuando tenía algo de excedencia de comida, iba a las afueras y se ponía no muy lejos de lapuerta de la ciudad y la revendía, todo lo que ganaba iba destinado a reencontrarse con el padrede sus hijos.

Por las noches, antes de acostar a los pequeños, les contaba cosas de Iván, intentando mantenervivo el recuerdo en ellos, y en cierta manera para mantenerle cerca.

Hacía casi tres meses que se habían separado y el corazón le decía que algo no iba bien. Que élla necesitaba. ¿Pero cómo saber dónde estaba? La duda la carcomía y apenas la dejaba descansarpor las noches.

Así llego un frío día de invierno, en el que el cielo transportaba un ruido pocas vecesescuchado antes. Unos silbidos agónicos, precedidos de explosiones, muerte y destrucción, allídonde las bombas cayeran.

En ese momento ella se encontraba en las afueras, vendiendo lo poco que tenía de comida,había decidido que ya era hora de volver a ponerse en camino, llevaban un mes ya en la ciudad ypese a que no pudo reunir mucho, le era suficiente para avanzar.

Pero cuando comenzó el bombardeo, algo en ella se rompió, salió corriendo en dirección a laposada donde se alojaba, no la importaba la comida que se había caído, ni los tropiezos, nisiquiera la herida que se había hecho en la rodilla al clavarla en el suelo. Todo eso carecía deimportancia en ese momento, necesitaba llegar a la posada, pero a poco más doscientos metros,vio una bomba caer justo encima de ella, de donde dormían sus ángeles, un ruido ensordecedor,una explosión, un haz brillante y después... después solo...

Un grito rasgó su garganta, su corazón se rompió en decenas de millones de cachos rotos,esparcidos entre cenizas y lamidos por el fuego. Acababa de perder a sus mellizos. Sus dostesoros se habían ido para siempre, no la quedaba nada. Cayó de rodillas y gritó, berreó, pegótantos puñetazos al suelo, que se abrió heridas en carne viva, ningún dolor era superior al que

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sentía en su interior. Llamó a Iván, una, dos, tres veces, hasta que su garganta se negó a sercómplice de aquella tortura auto infringida.

Tanto era el dolor que sentía que se dejó caer en la calle, no la importaba nada ya, Iván seencontraba muy lejos de ella, quién sabe si vivo, esa guerra le había arrebatado el setenta y cincopor ciento de todo su ser, más de la mitad de su felicidad, de su valentía, de sus ganas de vivir.Escuchó más bombas cerca, y rezo porque una la matara a ella, pero ninguna se acercó.

—Señora, señorita... ¿Me escucha? ¿Puede levantarse?

No tenía idea de cuánto tiempo había pasado tirada en la calle, tampoco es que la importara,pero algo tendría que hacer, no iba a poder estar así para siempre.

—Estoy... bien...

—Se tiene que levantar señorita, los soldados llegan.

—Me da igual... que vengan...

El joven madrileño no sabía cómo hacer para que esa mujer se levantara del suelo, en realidadpoco le debía importar, pero su educación no dejaba pasar no ayudar a una mujer en apuros.

—Levántese señorita, la acompañaré al hospital, ahí seguro que la tratarán bien.

—Váyase, no me importa, todo lo que era importante para mí, ha terminado ahí —sollozó señalando la posada destruida.

—¿Los niños? ¿Una niña y un niño? No tema señora, los llevamos al refugio, encuanto escuchamos las primeras bombas.

María se levantó presa de la sorpresa, de la angustia, de la impaciencia por abrazar a sus dosángeles que daba por perdidos.

—Dígame por Dios, ¿dónde están mis hijos?

Sin darse cuenta, le agarraba de la solapa y tiraba de él con toda la fuerza que tenía, ya que lanoticia de que sus pequeños vivían, había despertado hasta la última célula de su ser.

—Señora, por favor suélteme. El refugio está al final de esa calle.

El hombre que no llegaba a ser más mayor que ella, señalaba la calle Raimundo Fernández

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Villaverde, bajo el Hospital Obrero de Maudes.

Tras disculparse con el hombre, corrió como nunca lo había hecho, entró en el hospital y lo quevio le costaría muchas vidas olvidarlo. Hombres, mujeres, ancianos, niños, unos habían perdidolas piernas, otros el brazo, y en algunos casos ella no se explicaba cómo podían seguir respirando.

—¿María? ¿María eres tú?

Ella se dio la vuelta al escuchar esa voz y vio al maestro de su marido, ese hombre que tantasveces los había ayudado, sin pensarlo se lanzó a sus brazos y lloró, lloró por todo lo que veía a sualrededor.

—¿Qué haces aquí chiquilla?

—Vengo buscando a mis hijos, los trajeron por el bombardeo, pensaba que habían muerto,pero alguien me dijo que los habían traído antes aquí.

Ella misma no se reconocía su voz, le costaba hablar y mucho más pronunciar. Los esfuerzos algritar de hace unos minutos, le habían perjudicado la laringe.

—Tus hijos están bien, están con su padre.

Si hubieran podido salirse los ojos de sus cuencas ante esas palabras, lo habrían hecho. Maríase quedó muda, con una mirada entre sorprendida e incrédula, le costó preguntar.

—¿Dón....de están?

—Al final del pasillo, en la última puerta a la derecha.

No había terminado el maestro de hablar, cuando María salió corriendo, con todas las ganas yfuerzas de saber que sus hijos estaban vivos, en ese momento no se dio cuenta ni de preguntar quéhacía Iván ahí.

Cuando entró, toda ilusión, ganas de ver a sus hijos y a su marido, se evaporaron, al ver a estecon una pierna en muy malas condiciones y otra hecha un muñón, un brazo en cabestrillo y el otrohabía desaparecido, incluso tenía una venda que le tapaba un ojo, que no presagiaba nada bueno.¿Pero que le había sucedido? Ese no podía ser su marido, su amor, el ángel que velaba sus sueños,ahora encamado por lo que le restaba de vida. Ni siquiera se dio cuenta de que sus hijos estabandormidos en unas sillas.

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—Mi amor... ¿Qué te han hecho mi vida?

Iván giró la cabeza hacia el otro lado, no podía dejar que le viera así, que le viera acabado.

—Vete por favor, y llévate a los niños. No dejes que me vean otra vez así.

—¿Que me vaya? ¿En serio estás diciendo que me aleje? ¿Pero a ti qué narices tepasa chiquillo? Soy tu mujer, hice una promesa ante Dios todo poderoso, estaría a tu ladoen lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza o en lapobreza. ¿Acaso estos meses que no hemos estado juntos lo has olvidado?

María hablaba, mientras intentaba mostrarse fuerte por él, por los niños, por ella misma, por novolverse loca y acabar con su vida ahí mismo.

—¿Acaso te he dado alguna vez la sensación de que te fuera a dejar?

—¡Mírame! ¡Ya no soy un hombre! ¡Ya no soy nada!

—¡Eres mi marido, maldita sea! y lo seguirás siendo hasta que los dos nosmuramos. Mientras haya una gota de sangre latiendo en mi cuerpo, seré tu esposa. Y ni se te ocurrapensar que me voy a marchar.

Iván tenía el único ojo cerrado, estaba llorando, de dolor, de angustia, de pena, de odio por esaasquerosa guerra que tanto le había quitado.

—No has de preocuparte. El médico no cree que pase de esta noche.

María se llevó las manos a la boca, primero pensaba que había perdido a sus hijos y alrecuperarlos a quien perdía sin remedio era a su marido.

—Voy a hablar ahora mismo con él, seguro que se ha equivocado, esto no puede ser verdad.

—María déjalo, está bien, no pasa nada, yo estoy preparado para irme.

—¡Pero yo no! ¿Acaso crees que me voy a rendir? ¿Que te voy a dejar irte, asícomo así? ¡Pues te equivocas!

Con ese último grito agónico, se le rasgó aún más la garganta y el alma, escuchó cómo losniños se movían y los vio despiertos, a punto de llorar.

—Javier, llévate a tu hermana, por favor. Entrad en esa habitación y no salgáis

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hasta que yo vaya.

—Pero madre...

—¡Pero nada, que os marchéis!

Justo en el momento en que gritó a su hijo se arrepintió, cayó de rodillas y lo abrazó, losabrazó, llamando con la mano a la niña. Hasta ese momento no se había dado cuenta de lo felizque era al verlos.

—Hazme el favor, mi amor, llévate a tu hermana y cuídala.

Javier asintió y cogió con su manita la de su melliza y aguantando ambos el llanto, entraron enla otra habitación, donde ahora sí, comenzaron a llorar.

María abrió los ojos no queriendo recordar más, sabía lo que iba a suceder, ya lo había vistocon anterioridad, él se marchaba, ella le prometía amor eterno, mientras los niños seguíanllorando.

Volvía a ser ella, volvían a ser sus ojos, pero el dolor en el corazón, el dolor de la perdida,seguía ahí.

Le quedaba la mitad del libro aún y se dio cuenta de que ya era por la tarde y ni siquiera habíacomido.

Sacó el móvil de su bolso y comprobó sin sorpresa que no tenía ninguna llamada, llevabaalrededor de seis horas fuera de casa y su marido no se había preocupado.

Se levantó y se obligó a faltar a su plan inicial que era leerse en un día el libro, pero lasemociones eran tan fuertes, que necesitaba descansar. Necesitaba sentirse ella y no otra personaque no conocía, pese a que poco a poco iba haciendo suyos los sentimientos de Eva María.

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Capítulo 4

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María llegó a su casa, eran cerca de las siete de la tarde, se había ido a las nueve. Habíapasado todo el día fuera, pero lo que más le dolía era que ni siquiera preguntase dónde habíaestado, que ni se molestaba en mirarla.

Entró en la cocina y se dispuso hacer la cena, mientras una lágrima surfeaba por su mejilla,para morir después en la comisura de sus labios, dejando ese sabor salado en ellos.

Decidió hacer un poco de menestra y un huevo, ambos pasados por la sartén, le preguntó si leapetecía, pero de nuevo solo obtuvo silencio. Aunque hubo una novedad. Él se levantó y semarchó, sin ni siquiera decir a dónde iba y dejando a María con la sensación de haber hecho algomuy mal.

Se hizo la cena y mientras daba cuenta de ella, en su mente no paraba de dar vueltas a lahistoria. ¿Sería posible lo que contaba el libro? ¿Es posible que estuviera destinada a esehombre? ¿Qué haría con su actual marido?

Decidió no leer más hasta el día siguiente, o al menos eso había creído ella. Después deacostarse y que le costase dormir, se levantó sobresaltada a las cuatro de la mañana. Algo la habíaturbado el sueño, solamente la idea de no saber qué más sucedía la hizo salir de la cama, llegar alsalón y tras encender la luz de la mesita de cristal de al lado del sofá y taparse con una manta depelo de oveja, procedió de nuevo a leer, a sumergirse otra vez en una vida que no recordaba entotalidad, pero que sabía cada vez más a ciencia cierta que era suya.

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Escocia verano 1719

Me levanto del catre, es la tercera noche que apenas logro dormir una hora o dos, estar en unpaís poco conocido, en una tierra tan bélica, me quita el sueño. Sin contar con la sensación de quealgo se acerca, algo para lo que no estoy preparado.

Cuando decido intentar dormir, mi mente reproduce una voz desconocida, pero a la vezconocida, una voz que soy consciente de que no la he escuchado, pero sin embargo mi corazón latepor ella.

Pese a ser escocés de nacimiento, me fui a la península ibérica en busca de aventuras, hastanuestras costas llegaba el poderío de su armada, quería ser parte de ese gran ejército español.Ahora eme aquí, en mi propia patria la cual es desconocida para mí, junto a otros trescientoshombres, solo quedamos unos pocos de la fuerza que el rey Felipe V mandó para derrotar a losingleses.

La batalla por Iverness fue cruel y desgraciada, no pudimos hacer nada, salvo huir. Ahora notengo Clan, mis padres me echaron del mío, el día que me marché, y desde entonces he recorrido

las tierras de otros cuantos para llegar a las de los Sempill en las lowlands[1], con la esperanza deque mi mejor amigo de la infancia siga con vida, sé que ha pasado tiempo, pero si es el niño yadolescente con el que me crie, estoy seguro que hablará con su padre en mi favor.

La travesía ha sido dura, escondiéndome del asqueroso ejército inglés, viendo cómoasesinaban a mis compañeros de armas, a mis compatriotas, a esos valientes venidos de otro país,ahora descansan bajo esta hermosa, salvaje y verde tierra.

Una señal en el tronco de un árbol me avisa de que he entrado en las tierras de mi amigo, yaqueda poco para un reencuentro del que espero muchas cosas.

Cada noche me vuelve a visitar esa mujer desconocida, tanto que incluso de día escucho sumelodiosa voz acunando mi alma y mi corazón. ¿Pero quién será? ¿Cómo es posible que tenga unpasado que no recuerde?

Bajo de Fuego de Dragón, nombre que dio mi padre a mi caballo por su velocidad y el vahoque desprenden sus fosas nasales, como si de una criatura mitológica se tratase, abro las alforjas ysaco un trozo de carne deshidratada y un trozo de pan, me apoyo en el tronco de un abeto y

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mientras mastico cierro los ojos.

Me veo a mí mismo en la puerta de un dormitorio desconocido, creo que voy a dejar a la mujerque estoy mirando. No a ella sola, tiene, tenemos dos hijos y voy a dejarlos. Veo cómo el pecho dela mujer sube y baja tranquilo, seguro que está soñando algo maravilloso, no la tortura que ledeparará la vida a partir de que despierte. No me canso de mirarla, quiero tener en mi mente eserostro y esa sonrisa que luce cuando duerme. Es extraño, mi mente evoca un recuerdo,desconocido para mí, pero sin embargo ahí está, de niña, no tendría más de diez años y ya supeque era mía, pero ¿qué época era esa? Siento cómo mis mejillas son bañadas por las lágrimas quedespiden mis ojos, lágrimas tristes y amargas ¿Por qué tiene que ser la vida tan difícil? ¿Qué mellevaría a abandonar a mi familia? Consigo dominar la ira que crece en mi interior y me acerco aesa mujer que duerme, rozo mis labios con los de ella, y me separo al ver cómo se revuelve en lacama, pero no se despierta, doy gracias al cielo, si lo hubiera hecho, habría sido mucho másdifícil marcharme.

Agarro el petate que tenía a mis pies y antes de abandonar esa habitación me escucho decir «Teamaré mil vidas». Mi corazón se encoge con esa frase, llena de sentimiento, amor y tristeza. Entroen otra habitación, imagino que es la de los niños, niños que no esperaba tener y que sin embargoese recuerdo dice que tengo o quizá tuve.

Una niña morena y un niño rubio duermen ajenos a todo lo demás, tan dulces y frágiles a la vez,me llevo la mano a la boca para ahogar el sofoco que me produce esta situación, casi es peor quesepararme de la madre. Ahora lo sé, me separo de ellos para que tengan una oportunidad, unaboca menos y en ese momento mi corazón se destruye en tantos pedazos que es imposiblecontarlos.

Después de despedirme de ellos con un tibio beso en sus mejillas y una súplica para quecuiden de su madre, me obligo a salir de la habitación, por ende, de la casa.

Me despierto cuando siento como si un puñal penetrase en mi corazón. ¿Qué acaba de pasar?¿Qué era esa visión? no, no era una visión, era un recuerdo. ¿Pero de cuándo? Me llevo las manosa la cara y me seco las lágrimas que no había notado que salían de mis ojos, y por San Antoniopodía haberme quedado así, ya que no habría notado el dolor de mi corazón, duele igual quecuando recordaba.

¿Qué les sucedería a partir de esa noche? ¿Por qué siento que no vuelvo a verles? ¿Que nodebería haberme ido? me gustaría saber por qué me hago tantas preguntas. ¿Acaso tengo tan claroque ese hombre era yo? Parece que sí. Tengo que sacarme ese dolor de mi cuerpo, si no quiero

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volverme loco. Me quito las botas y me deshago del tartán, que dejo a la orilla del río junto conmi espada. Mientras el agua semi congelada traspasa mi piel a cada metro a nado, mi cabeza nodeja de repetir, una y otra vez, la misma frase. «Te amaré por mil vidas».

Después de salir del agua y de volverme a vestir, monto en mi caballo y cabalgo un par dehoras más, hasta que la oscuridad de la noche me impide hacerlo. Elijo un lugar apartado paradescansar, después de dar de beber a mi compañero, enciendo un fuego, me apoyo contra un

tronco y cubro mi cuerpo con mi feileadh mor. [2]Despierto con los primeros rayos del alba,espero que hoy llegue al castillo de mi amigo Ian. Después de apagar el fuego, pongo la silla a miamigo y monto sobre él dispuesto a recorrer la distancia que me separa de mi destino. Mientrascabalgo por esas verdes estepas, mi cabeza está en otro lado, por suerte nadie quiere asaltarme,pues ahora sería un blanco más que fácil. Grito con toda mi alma al darme cuenta de que no hagootra cosa que recrear las imágenes que vi el día anterior. ¿Cómo puedo amar a una mujer que noconozco? Solo pensar eso me viene la respuesta, como si mi corazón me contestase «Sí laconoces, la amas y la encontrarás». Me afano en acelerar la marcha, si paso un día más ensoledad, puede que mi cordura sufra un gran revés. Nunca pensé que me enamoraría de una mujerque ni siquiera conozco y mucho menos vive en mi época. ¿Estaré loco? Las horas van pasando yla impaciencia de llegar al castillo crece a cada paso que da mi equino.

Alzo la vista y no muy lejos ya, consigo distinguir el color rosado del castillo de Craigievar[3],donde a buen seguro podré descansar al menos una temporada.

Al llegar a las puertas del castillo y tras presentarme previamente, espero en el patio a que melleven con el nuevo señor. ¿Será Ian? No recuerdo que tuviera más hermanos.

Mientras espero, elevo la mirada a las torres y... no puede ser... ese rostro... esos ojos...

Me obligo a apartar la mirada, me froto los ojos con las manos y al elevar de nuevo el rostrohacia la ventana donde ella estaba, ya no la veo. ¿De verdad era ella? ¿Me estaré volviendo loco?

Al poco rato me hacen entrar al castillo y me llevan al gran salón, donde mi amigo de lainfancia Ian Sempill me espera con una mirada que helaría a un muerto.

—Iván McGregor, después de tantos años, después de traicionar a tu rey ¿qué te trae a mistierras?

—Vengo en honor a nuestra amistad, pero veo que quizá no pensemos igual. Según tuspalabras soy un proscrito.

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—Así es querido amigo. Te alzaste a las armas en contra de tu soberano, para más osadíacon los españoles y ¿ahora vienes a buscar refugio en mis tierras? ¿En mi castillo? Tu osadía tepodría costar la vida.

—Si el Ian que conocí sigue en algún lugar de ese cuerpo, sé que bien puede darme unapaliza, mas tendré un sitio en su mesa, como un hermano. ¿Es así?

Veo que mi amigo se da la vuelta, se sienta en la butaca que hace de trono y me mira con susojos almendrados, aprovecho para mirarle yo también, ya nada queda de ese crío moreno, que nolevantaba medio metro del suelo, ahora es un hombre fornido, diestro con la espada, así me lodice su postura, que ha sido curtido en varias batallas, o eso dicen las cicatrices que se observan asimple vista.

—Tienes suerte de llegar ahora. Un mes antes y mi padre te habría mandado al fort Williamsin dudarlo un segundo.

—Siento mucho tu pérdida amigo. Fue un gran hombre.

—¡Fue un estúpido y un traidor hacia su verdadero rey! Me avergüenzo de haber tenido quelamer culos ingleses.

Me acerqué un poco más y cuando estuve a su altura le puse una mano en el hombro, en señalde apoyo y respeto.

—De todas formas, fue un gran hombre que solo procuró cuidar de su clan.

Esa afirmación debió gustarle, ya que mandó arreglar unas habitaciones para mí.

—Gracias Ian. Por cierto, amigo, cuando he llegado, he visto a una joven tras los cristalesde la torre.

—¿Es guapa verdad? Es mi prometida. Ven te la presentaré.

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Capítulo 5

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Me desperté de un ligero letargo, últimamente tenía varios de ellos, era como si me avisaran deque algo malo iba a pasar. ¿Pero el qué? ¿La boda? Yo sabía que no debía casarme con Ian, pero¿qué podía hacer? ¿Cómo explicar que era propiedad de otra persona? ¿Cómo decir que nisiquiera le conocía?

Dudas y más dudas me asaltaban esos largos y aburridos días que pasaba en el castilloCraigievar, no pudiendo seguir tumbada, me acerqué a la cristalera, uno de los consuelos erapoder ver las tierras que mi futuro impuesto marido ostentaba en su haber.

En esos ratos que me creían dormida, aprovechaba para cerrar los ojos y ver a mi amorverdadero, sentía sus labios sobre los míos, su tacto cuando me acariciaba mi piel desnuda,incluso los gritos de mis dos ángeles. Qué difícil me era saber que existieron y no poder hablar deellos, saber que en el futuro estarán vivos, pero que yo no, será otra yo, otra que nacerá en la altasociedad y que verá que, por culpa de los negocios de su padre, perderán todo. Pero gracias a eso,gracias a la mala suerte de su padre, nacería la suya, la de ella y la mía, porque sin esa malasuerte, yo no estaría recordando ahora la vida que pasé con él. Deseo encontrarle en esta. Deseotocarle, besarle, hacerle mío y que me devuelva a mis dos pequeños. Pero aún duele tanto surecuerdo, el recuerdo de irse en mitad de la noche, el recuerdo de sacrificarse, quitarse de enmedio para que sus hijos y su mujer tuvieran una oportunidad, y cuando por fin su compañera leencuentra, no es él, no podía ser él. ¿Por qué la vida, la maldita vida se lo devolvía mutilado?Aún lloro por las noches cuando recuerdo su mirada, avergonzada por verle así, dolido por deciradiós a sus hijos una vez más, a mí que había luchado como le prometí. Esta vez no consentiré queme alejen de él, donde quiera que esté le encontraré.

Observo una montura acercarse al castillo, en el momento que se acerca más y puedo ver surostro, quedo prendada de su mirada, de su cuerpo, de su gesto, de su... ¡Por San Juan! ¡Es Iván!

Pongo una mano en la cristalera, como si por el mero hecho de ponerla, hiciera que lograsetocarle. ¿Esto era lo que presagiaba mi malestar? ¿La reunión de mi futuro esposo con el hombrede mi vida? ¿De mis mil vidas?

Me siento en la cama e intento respirar tranquila, aunque el corsé no me lo pone demasiadofácil.

Después de un rato sin saber nada de lo que están haciendo, escucho subir a Ian. ¿Vendrá conél? Siempre me muestra como si fuera un trofeo.

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Se abre la puerta y veo entrar a Ian, precedido por Iván, por todos los dioses, ¡es él!, es miamor, es al hombre que amo desde que nací.

—Eva, amor mío, te presento a un viejo amigo, Iván McGregor.

Miro a mi futuro esposo y asiento, pero en el momento de saludar a mi amor, solo puedo tragarsaliva, las palabras se quedan atrapadas en mi boca, mi alma grita, suplica porque me reconozca,que me abrace y que me reclame como su mujer.

Noto su mirada en mí, y sin ser consciente de ello, pego mi espalda contra la pared de laestancia en donde nos encontramos, cualquiera diría que tengo miedo de él, pero, todo locontrario. Le daría mi vida si me lo pidiera.

―Querida, ¿estás bien? ―pregunta Ian mientras me agarra del brazo. Giro mi caramirándole de frente.

―Sí amor. Solo me ha sobrevenido un mareo, nada sin importancia.

No muy conforme decide seguir con lo que tenía en su mente y nos presenta.

―Iván, te presento a mi bella Eva, mi prometida.

―María ―le interrumpo consiguiendo que ambos fijen en mí sus miradas confundidos―.Digo que me llamo Eva María.

―Encantado de conocerla Eva María ―dice Iván mientras atrapa mi mano para depositarun suave beso en ella. A la vez que lo hace no aparta su mirada de la mía y al oír un carraspeo departe de Ian algo sucede.

Iván se queda congelado y su piel empieza a tomar un tono blanquecino.

Quisiera hablar, preguntarle cómo se encuentra, qué le pasa. Pero parece que algo raro sucedeya que aun siendo consciente de que le estoy mirando en este instante, también lo soy de que leestoy viendo con otros ojos.

Unos ojos de niña asustada que había llegado a un barrio muy diferente en el que había vivido.Este era pobre, sucio, lúgubre, pero todo eso se esfumó cuando vieron al muchacho que empujabala carretilla e iba casi totalmente negro, piel incluida, por el carbón que transportaba. Recuerdolas mil y una mariposas que sentí en el estómago cuando aquel niño me miró y sonrío. Creíelevarme como los ángeles. Solo podía mirar esos hoyuelos que se le marcaban a los lados de sucara.

Peor fue cuando me habló. No me podía creer que siquiera mirara a esa niña cursi que

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pretendía mi madre que fuese, a pesar de haber caído en la pobreza por culpa de los malosnegocios de mi padre.

De vuelta a la realidad, vuelvo a sentir esas sensaciones que me embargaron la primera vezque le vi, me emocionan tanto que noto mis lágrimas caer por las mejillas.

Iván sigue mirándome y abre sus ojos como platos a la vez que una frase inunda mi mente eimagino que la suya también «Te amaré por mil vidas».

Oigo a Ian hablar sin comprender qué dice y de pronto noto un tirón que me aparta de su mano ycomo si estuviésemos en un sueño volvemos a la realidad.

―¿Qué narices os ha pasado? ―pregunta Ian con el ceño fruncido.

―Nada amigo, os pido perdón a ambos. Debe ser que estoy cansado del viaje nada más.

Mientras habla no deja de mirarme confundido. No sabe qué ha ocurrido, pero aun así noquiere crearme problemas.

―Pues si así es, acompáñame a tus aposentos y cuando estés más recuperado entonceshablaremos.

Iván asiente, gira con el brazo de Ian en su hombro y me mira una última vez, me llena deasombro y ternura ver cómo disimuladamente se limpia una lágrima

Cuando ya no oigo pasos caigo al suelo deslizándome por la pared a la vez que tapo mi caracon las manos.

Un río de lágrimas se forma en mis mejillas, en un instante ambos hemos podido ver y sentir, ala vez, la fuerza de nuestro amor, ese amor que ha ido viajando entre distintas épocas y quenuevamente nos obliga a luchar para ser uno solo.

No sé cómo no he llorado cuando ambos, sí ambos, pues estoy segura de que él también haescuchado en mi voz esa frase, aquella que pronuncié la primera vez que me separé de él.

Estoy tan dispersa en mis pensamientos que solo me doy cuenta de que alguien entra en lahabitación cuando esta se abre de golpe, me levanto lo más rápido que puedo y le doy la espalda aquien sea que me haya interrumpido, con la intención de limpiarme las lágrimas de mi rostro.

―Ahora mismo me vas a explicar qué ha pasado hace un momento ―me dice Ianagarrándome el brazo tan fuerte que creo que me dejará un moratón en él.

―No sé de qué me hablas cariño, no ha ocurrido nada.

―No me tomes por idiota Eva ―dice apretando los dientes y zarandeándome de un lado aotro.

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―Suéltame, me haces daño ―le pido intentando aparentar una tranquilidad que no sientoen absoluto.

Pega su cara a la mía y me susurra.

―No te quiero cerca de él, no sé qué ha pasado o qué busca aquí, pero tú eres mi mujer ysi se vuelve a acercar a ti soy capaz de matarlo.

Me aterroriza su mirada, trago saliva y me quedo paralizada sin apenas respirar.

Va aflojando su agarre, da la vuelta y cuando creo que se va a marchar por fin, una fuertebofetada me tira al suelo y mientras la oscuridad me invade le oigo decir.

―Recuerda que si os veo cerca el uno del otro le mato a él o... ―hace una pausa y antes desumirme en la inconsciencia finaliza su frase― si no me dejas otro remedio a ti, porque o eres míao de nadie. Que no se te olvide Eva, que nunca se te olvide.

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Capítulo 6

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Siento cómo alguien me agita y pronuncia mi nombre, pero no quiero despertar.

―Milady... María por Dios despierta.

Abro un ojo y veo a Sarah la doncella que Ian me asignó mirándome preocupada.

―Menos mal que despierta señorita, ¡qué susto me ha dado! ―dice mientras cae sentada enel suelo junto a mí.

―¿Qué ha pasado?, ¿qué hago en el suelo? ―nada más preguntar me vienen todos losrecuerdos de lo ocurrido y me llevo la mano a la cara al darme cuenta que no puedo abrir el ojoderecho.

―¡Ay, milady! buen golpe le ha dado ese canalla.

Sarah es una bendición de mujer y nos hemos hecho muy buenas amigas desde que estoy en elcastillo.

Me ayuda a incorporarme, me sienta y sale de la estancia para volver poco después con un boteen sus manos.

―Este ungüento la ayudará ―me explica mientras me lo aplica en la zona amoratada queduele a rabiar―. Milady a las afueras, mi hermana Helga tiene una cabaña que ya no usa ―lamiro sin comprender.

»Allí puede estar tranquila e iniciar una vida nueva lejos del señor, yo la ayudaría a saliresta misma noche si usted quiere.

Me quedo en silencio sopesando el ofrecimiento. Por un lado, colocaría una diana en miespalda, ya que Ian se lo tomaría como una ofensa, aún más quizá se crea que me he ido con Iván,pero si este sigue aquí... Por otro lado ¿cómo convivir con un hombre que me ha puesto una manoencima? Jamás le perdonaré haber osado pegarme.

Sarah toma mi silencio como una negativa a su propuesta, cuando se levanta nerviosa sin sabermuy bien qué hacer con el bote que lleva en sus manos la detengo.

―Sarah...

―Lo siento milady yo solo quería ayudarla no pretendía... ―dice nerviosa mirándose loszapatos, me levanto y le toco el brazo, ella inmediatamente enmudece y me mira.

―Sarah tranquila. Solo te iba a preguntar cuándo podríamos salir de aquí.

―Yo la vengo a buscar, milady, cuando el castillo duerma y saldremos por la parte deservicio hacia la cocina, allí haré que la espere un caballo para que pueda cabalgar hacia la

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cabaña y le traeré unos pantalones de mi esposo para que cabalgue más cómoda ―habla mientrasle caen gruesas lágrimas por sus rosadas mejillas y no puedo aguantar más las ganas de abrazarla.

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Las horas se me hicieron eternas. Mi cuerpo y mi espíritu deseaban que oscureciera para poderabandonar el castillo y no sufrir más la ira de un Ian celoso.

Sarah me había traído la ropa que me prometió, aunque nunca antes había vestido el tartán, hede decir que no me sentía a disgusto. Mientras el sol descendía hacia su ocaso, recordé todos losbuenos gestos que esa muchacha había tenido conmigo, desde que llegué al castillo y mi futuromarido la puso a mi cargo.

Un poco después de que la luna comenzase a hacer su aparición, unos nudillos impactaroncontra la puerta, algo flojos, pero lo suficiente fuerte para que los escuchase solamente yo. Alabrir la puerta me encuentro con la sirviente que me va a salvar de un infierno.

—-Milady ya está todo listo —me comunica nerviosa sin dejar de mirar por el pasillo.

—Vamos, ya lo tengo todo preparado —hablo mientras cojo las pocas pertenencias que mellevo y voy hacia la puerta apurada, deseando salir de allí.

Caminamos a hurtadillas por la cocina y antes de salir Sarah se detiene, coge un saco que haydebajo de una alacena y lo abre para que vea qué hay dentro. Mis ojos se llenan de lágrimas al verla comida que ha preparado, las frutas y algo de pan, todo prestado de la despensa de los Sempill.No sé cómo le podré agradecer a mi amiga lo que hace por mí.

Fuera espera el caballo ensillado en el que rápidamente monto y me giro hacia Sarah.—Muchas gracias por todo, no sabes cómo te agradezco todo lo que haces por mí.

—Gracias a usted, siempre me ha tratado como una igual. Espero que su nuevo hogar letraiga buena vida.

La miro entre asombrada y agradecida, pocas palabras más intercambiamos ya que nos damiedo que alguien nos descubra. Le doy una breve nota para la que no necesita ningunainstrucción, ella sabe de sobra a quien debe entregársela. Apremio al animal que comience acabalgar hacia una nueva etapa de esta locura.

Salgo del castillo sin ningún problema, hay un guardia apostado, pero Sarah me hace señas paraque continúe y así lo hago.

Al llegar al puente y tener frente a mí al guardia trago saliva para hablar, pero me sorprendehaciéndose a un lado y dejando libre la puerta de salida.

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Le hago un asentamiento breve con mi cabeza y le susurro un gracias que él agradece con unasonrisa.

Miro una vez más a Sarah que apostada en la puerta de la cocina me dice adiós con una manomientras se lleva la otra a la boca para silenciar el llanto.

Animo a mi bestia a que avance, cierro los ojos porque sé lo que dejo atrás y el corazón se meparte en mil pedazos.

Pero si tengo que elegir entre huir o volver a ver morir al hombre al que amo y amaré de porvida, elegiré la primera opción una y mil veces.

Es la primera vez que cabalgo a la luz de la noche y sola, pero confío en que nada más mesuceda, aun así, permanezco atenta a los ruidos, si Ian se entera de que me he escapado antes deestar escondida, corro el riesgo no solo de que me abofeteé de nuevo, sino de que le haga algo ami único y verdadero amor. No puedo consentir eso. Azuzo más a la yegua.

Llevo cerca de dos horas montando, a poca distancia se escucha un riachuelo, me dirijo haciaél para que mi animal beba, saco el mapa que me ha dibujado Sarah y veo que no está muy lejosde mi posición.

Cuando el equino deja de beber, me pongo en marcha de nuevo. Después de otra hora más decamino, llego a la casa, busco la llave que según pone en la nota está debajo de un saco en elgranero y abro la puerta para dejar las provisiones, salgo de nuevo y llevo a la yegua al establo, lequito la silla y le doy las gracias por no hacerme ninguna jugarreta, después de cepillarla un poco,le acerco el pienso y algo de paja, es momento de ver dónde voy a vivir a partir de ahora.

Según entro a la izquierda está el comedor, con una pequeña chimenea que hace las veces decocina, abro las dos puertas que tiene, una de ellas es una despensa vacía, salvo por algo degrano, y la habitación, suficiente para mi situación, abro el armario y saco unas sábanas "limpias"y cambio la cama, me desvisto y me dejo caer rendida. Al día siguiente tendré que ver de quémanera voy a subsistir, me tendré que buscar la vida para comprar siembra, poco a poco elcansancio hace presa de mí.

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Capítulo 7

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Hace dos meses que estoy viviendo en la cabaña, todavía no he tenido noticias de Iván, ni sé siSarah le ha podido entregar la nota.

Tampoco he sabido nada de Ian ni de sus hombres, era algo que me preocupaba, pero doygracias al cielo que hasta ahora no he tenido problemas.

Mi día a día consiste en levantarme, comer algo de carne deshidratada del día anterior,lavarme con el agua del riachuelo que pasa por detrás de la cabaña e ir a recolectar frutos yalguna que otra raíz que mi madre me enseñó a recoger.

Por las tardes me entretengo haciendo los ejercicios con un palo, al igual que he visto muchasveces a los guerreros de mi clan. Una mujer siempre ha de saber defenderse.

Cuando acabo y después de refrescarme otra vez en el riachuelo, escribo cartas que nuncaenviaré, me sirve para contarle a Iván cosas que nunca sabrá, si no está ya aquí, es que algo le hapasado.

Hoy he decidido poner unas trampas, las reservas de la cabaña y la carne que me dio Sarahempiezan a escasear.

Salgo por la mañana con mi caballo y sobre él, las trampas que voy a colocar. Recuerdo cómomi madre cuando yo era pequeña las ponía. Tengo que ir muy segura, pues si no coloco bien elcepo, se puede cerrar con mi mano y no tendría ayuda para quitármelo. Después de accionarlos,los cubro con varias hojas para que no se vean. Me dan mucha lástima los animales, pero de algohe de alimentarme.

Cuando me dispongo a volver montada en mi yegua, un sonido de un disparo de mosquete haceque mi bestia se encabrite y comience una huida a ningún sitio que por muy poco no hace que mecaiga.

Me agarro como puedo a sus crines, ya que he perdido las riendas al resbalarme por su lomocuando se puso a dos patas, me aferro bien a los mechones, mientras que mi cuerpo va dandobotes sobre su espalda, hay que ver lo dura que la tiene, pues el mío se resiente en cada contacto.

Con mucha dificultad tiro de mis brazos, haciendo fuerza para volverme a montar bien,mientras que el animal se ha asilvestrado y no para de galopar en línea recta. Consigo subirme a

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su grupa, lo siguiente es que mis pies entren en los estribos.

—¡Azabache para que me vas a matar!Ella sigue sin hacer caso, y cada vez gana más velocidad, en contra de lo normal que sería que

se cansase, pero de ninguna manera.A lo lejos, comienzo a ver un saliente, al cual parece que estamos destinadas a ir.

—¡Para Azabache!Mi yegua sigue sin hacerme ni el más mínimo caso, y es cuando lo escucho. Al principio me

pareció lo que creía que era el eco de los cascos de mi animal, pero ahora me he dado cuenta deque otro caballo me sigue al galope, giro la cabeza y para mi sorpresa, el que azuza sin parar alequino, no es otro que Iván.

—¡Iván, socorro!, la yegua no se para, vamos a un acantilado.No sé si me habrá escuchado por la distancia y por el ruido de los cascos de los dos jamelgos,

aunque creo que sí, porque acaba de azuzar aún más a su caballo el cual me comienza a ganarterreno. Ojalá llegue antes de que el abismo nos enseñe sus vistas.

A pocos metros del final, Iván consigue ponerse a mi altura y cogiendo las riendas de Azabacheen una maniobra peligrosa, logra hacerse con el animal que comienza a disminuir la velocidad,pero que no llega a ser lo necesario, pues estamos al borde del precipicio y mi yegua al intentarno caer, me ha impulsado a mí al suelo y de ahí rodando al abismo, si no llega a ser por Iván quese lanza en el último suspiro a coger una de mis manos.

—¡Sujétate! ¡Busca un saliente donde agarrarte!—¡Por dios, no me sueltes! ¡Aquí no veo nada donde agarrarme!

Siento cómo mis piernas flotan en el aire al igual que mi cuerpo, a mi rostro cae arena y tierraque casi no me deja respirar y tengo que apartarme con la otra mano, en vez de sujetarme a algo.

—¡Eva por dios, sujétate y estate quieta!—Pero ¡cómo quieres que me esté quieta! ¡Si no tengo donde apoyarme!

Oigo cómo él lanza un grito de dolor y es cuando veo que está herido, tiene lo que parece unabala incrustada en el brazo, me empiezan a caer las primeras gotas, como no nos demos prisa creoque no lo contaré.

—¡Tira Fuego de Dragón! ¡Tira!Le está gritando a su caballo y este parece que le obedece, pues noto que estoy subiendo.Otro grito más, pero no deja de apretar mi mano, no quiero imaginar lo que le debe de estar

doliendo, como siga así en cualquier momento perderá el conocimiento.—Aguanta Eva, un poco más, un poco más.

No le respondo, intento por todos los medios ayudar a subirme, clavando mis pies en la pared.Un par de tirones más, solo un par.

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¡Por fin! he llegado arriba, me dejo caer sobre la hierba, igual que hace él, ni siquiera se hadignado a preguntarme qué tal estoy.

—Oh no. ¡Seré idiota!Me giro deprisa sobre mi cuerpo y veo que está tendido en la hierba, boca abajo, le muevo

para ponerle boca arriba y como había supuesto, ha perdido el conocimiento. El brazo sigue sindejar de sangrar. No lo pienso y me rasgo el bajo de la ropa y como puedo le hago un torniquete.

—¿Quién le habrá disparado y por qué?Me cuesta un mundo subirle a su caballo, no pensaba que un cuerpo pudiera pesar tanto. Le he

conseguido colocar de medio lado, pero al menos el caballo le trasportará hasta mi cabaña.Me subo sobre Azabache y tras sujetarle bien al suyo, comenzamos el viaje de regreso.

—Padre celestial no me lo arrebates aún. Déjale que me recuerde, que me ame, no puedeser que no lo haga.

Tengo un buen trayecto hasta mi hogar, y más aún a este ritmo, pero temo que pueda caerse ydarse algún golpe e incluso dañarse más el brazo. Al galope no me había dado cuenta, pero cercade donde me encuentro hay un río, me dirijo a él para dar de beber a los caballos y pararefrescarme yo también.

Según estoy llegando, escucho otras voces. Al parecer hay un grupo de hombres haciendo lomismo que iba hacer yo.

Me escondo detrás de los matorrales, pidiendo que no hagan ruido los caballos.—Como se entere Ian que se nos ha escapado, nos manda degollar.—No puede estar muy lejos, además está herido, sé que le di en el brazo.—Pues podías haber apuntado mejor, así estaría entre las piernas de cualquier fulana, en

vez de aguantando el pútrido olor de tu cuerpo.—Serás hijo de....—¡Dejarlo ya! Evan, ve a dar de comer a los caballos y tú Edwin, te recuerdo que Ian le

quiere vivo, así que deja de ser tan imbécil. En cuanto coman nos movemos.No cabía duda de que Ian había mandado capturar a Iván. ¿Pensaría que me había secuestrado?Sigo escondida, dejo que se marchen y cuando han pasado unos minutos salgo despacio a la

orilla del río, no hay señales de los hombres de mi ex prometido, me acerco a por los caballos ydejo que beban mientras me refresco.

El cielo se empieza a nublar, o me doy prisa o pasaré la noche a remojo.Cuando sé que no voy a llegar, comienzo a buscar algún sitio donde pasar la noche, necesito

hacer un fuego, y tengo que limpiarle la herida para que no se le infecte.Me oculto en una grieta de la ladera de una pared montañosa, no es muy profunda, pero lo

suficiente para que entremos los dos, le dejo estirado en el suelo, cubierto por la tela que uso paraproteger la piel de mi equino y salgo para buscar algunas ramas y algo que arda rápido, las noches

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en esta parte del país son muy frescas.Al rato vuelvo a la gruta y hago un círculo de piedras grandes como mi mano, hago una

pequeña pira con las ramitas y dentro pongo la hierba seca que he podido acumular. Hago chocarun par de piedras, una contra otra, buscando esa chispe que inicie el fuego, y que haga que esteextraño lugar se caldee.

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Capítulo 8

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Llevo dos días en esta grieta, aún no se ha despertado, solo lo hace para comer o para bebermedicina, la fiebre que le subió la primera noche parece que va remitiendo.

Doy gracias a mi madre por haberme enseñado a mezclar hierbas.Hoy he salido a cazar, necesitamos algo de carne, ya que el faisán que recogí no nos ha dado

para mucho.Echo de menos la protección de mi casa, estar tan desprotegida me tiene en vela todas las

noches, apenas he podido dormir. Aunque anoche creo que soñé con el final de esta historia.En uno de los ratos que pude cerrar los ojos, mi mente me llevó a un recuerdo, uno de las

muchas vidas que sé que he vivido con él, en el que yo me despedía y renunciaba a él por primeravez. ¿Por qué haría eso, si le amo con toda mi alma?

Recuerdo que estábamos en una ciudad desconocida, debajo de unas estructuras que seinclinaban una sobre la otra, con un montón de carros de hierros sin caballos que pasaban debajode ellas. Tenía que ser el futuro. ¿Cómo podía soñar con una cosa que estaba tan lejos aún? ¿Lohabría vivido? Lo único cierto es que me desgarraba el corazón, yo me iba y él se quedaba de pie,viéndome marchar. ¿Por qué no me detiene? ¿Por qué no me estrecha entre sus brazos y me llevacon él?

Salgo de mi ensoñación cuando escucho una rama partirse. Miro a todos lados y a mi derechapor el rabillo del ojo veo algo moverse. Me quedo totalmente quieta, esperando que sea lo que sease vuelva a mover, y lo hace. Es un corzo, si consigo abatirlo, tendré comida para unos cuantosmeses.

Poco a poco agarro mi palo, le he afilado la punta, para que no me cueste mucho que traspasela piel. Sé que tengo muy pocas posibilidades, pero necesito que salga bien, necesito cazarlo.Cierro los ojos, respiro hondo y...

Cuando me quiero dar cuenta de lo que ha pasado, estoy tirada en el suelo, cubierta de sangre,pero no es mía, o al menos no toda. Siento un dolor fuerte en la cadera, me ha tenido que dar ungolpe o arañar con su asta.

Por suerte no me he alejado mucho de la gruta, por lo que, tras intentar dejar a buen recaudo ami presa, «la condenada pesa más que Iván» me voy a buscar a mi caballo, para arrastrar elcuerpo sin vida del animal.

En menos de media mañana, estoy de camino a mi cabaña con el hombre que amo inconsciente,y con una presa que me va a dar de comer muchos meses.

Casi al caer la noche logro mi objetivo, llego a la cabaña y tras recostar a mi amor en la cama,y guardar el venado en la despensa, llevo a los caballos al establo, les quito la silla y les doy decomer y beber.

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Necesito sentarme, aunque sea cinco minutos, pero tengo que hacer un caldo caliente, encenderel hogar, y limpiarle la herida de nuevo, pero un dolor de cabeza intenso me tiene sumida enquiero, pero no puedo y justo cuando dejo el cazo con el agua y las hierbas hirviendo, noto cómomis ojos empiezan a cerrarse, cómo mi cuerpo se mueve sin mi permiso, un golpe que me hacecreer que he caído al suelo y después oscuridad.

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Me despierto sin saber dónde estoy, intento levantarme, pero un fuerte dolor en el brazo me

hace pensármelo otra vez. Observo dónde me encuentro, no es el castillo de Ian por lo que no mehan encontrado. Mi mente revive el momento en el que me acusó de quererle robar a su prometida.Recuerdo la fiereza de sus ojos, destilaban rabia y odio, luego mandó encerrarme hasta queencontrase a María. ¿Cómo iba a saber dónde estaba, si la conocí cuando me la presentó?

Entonces sin saber por qué, recibí su nota, donde me decía que iba a huir, que me reuniera conella en una cabaña al norte y que, por nada del mundo, dejase de ir.

La sirvienta, igual que hizo con su señora, me ayudó a escapar, pero al salir del castillo, dieronla voz de alarma. No sé si la muchacha seguirá viva o no, de hacerlo, se enfrentará a un gravecastigo.

Rápidamente me persiguieron a caballo, yo iba desarmado, mientras que ellos me disparabancon armas de fuego, tras uno de esos disparos, la vi. Estaba aún algo lejos para llamar su atención,pero uno de los disparos que iba dirigidos hacia mí debió pasar cerca de ella, pues su yegua seencabritó y se lanzó a una frenética huida. Puse los ojos en blanco al ver cómo casi cae de ella, yme sorprendió la agilidad que demostró al mantenerse encima del animal, pero para mi desgraciano podía controlarlo, me lancé en su persecución y fue cuando sentí que mi brazo ardía como siestuviera en el mismo infierno. No podía permitirme el lujo de sentir el dolor, me clavé mispropias uñas en las manos, mientras sujetaba las riendas e hinqué mucho más fuerte mis talones enlos flancos de mi compañero, para que se acercará a la mujer de mis sueños.

Ella se dio cuenta porque miró hacia atrás, pero en vez de alegrarse al verme, me dijo asustadaque iba hacia un precipicio, no podía creerlo, ahora que la había encontrado, en ningún momentodejaría que se me escapara entre las manos.

Solté más las riendas, dando más libertad a Fuego de Dragón, que sin duda lo agradeció puesaceleró aún más, acercándome lo justo para coger las riendas de la yegua de la mujer que amabasin saberlo, pero eso hizo que el animal se detuviese y que ella fuera tirada hacía el acantilado,sin pensármelo me lancé a por ella, no dudé en ningún momento. No pensé en mi brazo malherido,ella me necesitaba y no podía perderla, justo la agarré en el momento en el que caía con el brazoherido, lo que hizo que sintiera el dolor por todo mi cuerpo. Lancé un grito desgarrador, pero no lasolté, tenía que elevarla hasta que ella pudiera subir.

Tenía el brazo muerto, no podía doblarlo, mi única opción era tirar con todo el cuerpo y es loque hice, aún a riesgo de destrozármelo. Un esfuerzo más por la mujer que siento que amaré pormil vidas.

Por fin, al fin está arriba y yo no puedo más, siento que mis ojos se cierran y el dolor arrasa

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todo mi cuerpo.Abro los ojos por un momento, me veo siendo arrastrado. ¿Será ella? ¿Estará bien? ¿Dónde me

llevan? Un grito desgarra mi garganta al sentir cómo tiran de mis brazos para subirme al caballo ypierdo otra vez el sentido.

De nuevo logro abrir los ojos, esta vez siento que es ella, que es su voz, me está dando decomer, pero apenas puedo masticar, siento que mi cuerpo arde, el brazo no puedo moverle. Elhecho de intentarlo hace que de nuevo me derrumbe en un sueño profundo.

Poco a poco los recuerdos de días anteriores me hacen ver lo que ha pasado, busco con la

mirada a esa mujer y la veo tirada en el suelo. Un cazo requemado en el hogar llama mi atención.¿Cuánto llevará así?

Hago de fuerzas mi valor y me levanto, no haciendo caso al dolor que envía mi brazo alcerebro, la mujer que me ha salvado necesita de mi ayuda y es lo que voy a darle.

Primero aparto el cazo, abro las ventanas para que el olor se marche y me agacho para apoyarsu cabeza en mis piernas.

—María ¿me oyes? María...No me contesta y respira de forma muy débil. La intento levantar y sin saber cómo, sus labios

me dicen que algo no va bien en forma de quejido. Mis manos palpan su cuerpo cubierto por lasropas y a la altura de los pulmones noto que su rostro se contrae.

La tumbo en la cama, pese al tremendo dolor de ambos y comienzo a liberar el cuerpo de todaslas ropas que me impidan descubrir qué le sucede. Cuando doy con lo que causa su dolor sientomi alma caer al vacío. Tiene la piel entre azulada y rojiza alrededor del pulmón, algo parecehaberlo dañado, su respiración cada vez es menor y yo no sé qué hacer por ella. La única cosa quesé a ciencia cierta es que la estoy perdiendo, se me está muriendo delante de mí y nada puedohacer.

—Mi amor no te marches por favor... ahora no. He recordado quién soy, quién eres para mí,no me abandones...

Enfurecido pego un grito desgarrador, me arrodillo y junto mi mejilla en la piel desnuda de sutorso, me quedo mirando sus facciones, cómo suben muy lentamente y cómo bajan de nuevo, hastaque llega el momento en que su corazón deja de latir.

Un puñal atravesando mi corazón sería menos doloroso que lo que siento en ese momento. Aunasí, sé lo que he de hacer.

Es increíble cómo he pasado años sin necesitar de esta mujer, sin saber ni siquiera queexistiera, para que llegase un día en que moriría si no pudiera estar con ella.

Me levanto y me acerco a la mesa del hogar, cojo un cuchillo y me vuelvo a donde estaba, allado de mi amada. No pienso si quitarme la vida evitará que esté con ella al otro lado, solo sé que

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mi vida aquí ha acabado. Y si es verdad lo que he visto en mis sueños, sé que la encontraré en otravida, y la amaré por dos mil más.

Mi último dolor es al atravesar el cuchillo mi corazón.

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Capítulo 9

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En la actualidad

Un golpe hizo que el libro cayera al suelo, María ida como estaba en la historia no sabía quésucedía hasta que fijó la mirada en su marido, que la miraba con reproche.

—¿Se puede saber qué cojones estás haciendo? Llevas toda la noche y toda la mañanaleyendo, sin ser capaz de hacer una maldita comida.

María echó un vistazo al reloj de pared que tenían en el salón y vio que eran las cinco de latarde. Ni siquiera se dio tiempo a relajarse, a comer, a ir a desaguar su cuerpo, ni siquierarecordaba a qué hora se había puesto a leer, solo sabía que su corazón se desangraba con loúltimo leído y su alma ardía porque ese orangután había tirado su vida al suelo.

—Perdona mi amor, me he dejado llevar, es este libro que me he metido mucho en suhistoria.

—¿Qué te he dicho de los libros? ¡No quiero que leas! Tu deber es tener todo preparadopara cuando yo llegue, no perder el tiempo en historias de vete a saber qué.

María apretó sus labios para no contestarle, para no decirle que estaba harta de él, que ya no lequería, que se marchaba de casa. ¿Pero dónde iría? Con sus padres no podía contar porque ya novivían, y sus hermanas estaban tan lejos...

—Lo siento cariño, ahora mismo te hago algo de comer.

Después de que la bestia se calmase, dejó el libro escondido donde su marido no lo encontrasenunca, pues algo le decía que correría el mismo camino que otros libros que la gustaron y que élquemó delante de ella, si lo hacía con este, con ese pedacito de su vida, se moriría.

Esperó una semana para poder leer, por suerte Andrés tuvo que hacer un viaje de trabajo aMadrid, ¡oh Madrid!, lo que daría por viajar, por ver el Hospital de Maudes, visitar ese barriodonde se conocieron... una lágrima se deslizó por su mejilla.

Esperó a que pasase la hora en la que su marido cogía el tren para estar segura de que no la ibaa pillar infraganti y sacó su libro del escondite, había sufrido día a día por no leerlo, ahora con élen las manos, sentía miedo de hacer mal, de hacer enfadar otra vez a su marido, pero el recuerdo

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de Iván le ayudó a decidirse.

No se había dado cuenta antes, pero el libro estaba llegando a su fin, apenas quedaban páginas,un halo de tristeza la invadió en ese momento.

Buscó la última página leída y comenzó de nuevo a leer, esperaba que le diera alguna pista dedónde encontrarle, ¿acaso no es eso lo que le dijo al principio del libro? «Muy pronto estaremosjuntos».

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Ha llegado el momento

A estas alturas creo que te haces una idea de lo que sucede ¿verdad mi amor? Mi amor... cuántoecho de menos decírtelo a la cara, pero creo que voy a tener que esperar aún más tiempo.

No sé dónde vives, si lo supiera, créeme que habría ido a buscarte, y como mínimo te habríasecuestrado, hemos vivido tantas cosas mi amor, para no hacerlo.

Pero bueno, como he puesto en el título, ha llegado el momento. El momento de que tomes unadecisión. Sí ya sé lo que estás pensando, llevas x años casada, quieres a tu marido o quizá solo letienes cariño, pero mi amor, no es con él con el que tienes que estar.

Siento decirte estas cosas así, pero es la única forma que tengo, yo soy tuyo y tú eres mía, hasido así desde ese día que cruzamos la mirada de pequeños.

Por eso, creo que ha llegado la hora en la que tomemos contacto. ¿Quieres hablar conmigo? Minúmero es...

María cerró de nuevo el libro y ahora fue ella la que lo tiro sobre la cama de muy malas

maneras.—¿Qué me está pasando? María joder despierta, que estás casada. ¿Cómo va a ser todo

esto verdad? ¿Cómo no va a serlo?Ahora era ella la que se dejaba caer en la cama llorando a lágrima viva, sintiendo mil veces

más por un hombre que no conocía, que lo que sentía por su marido. Sintiéndose culpable por ello,sintiendo que le era infiel y eso que aún no sabía ni qué aspecto tenía.

Después de llorar un rato de impotencia, volvió a abrir el libro, sin estar muy segura aún dequerer hablar con él.

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Si estás leyendo esto, es que has decidido dar el paso, comprendo que no haya sido fácil,cuesta pensar en que has vivido una vida que no era realmente la tuya.

Te llevo esperando cinco años, cinco años desde que comencé a escribir este libro que tienesahora en las manos, años de sufrimiento por no tenerte, por soñarte y no poder tocarte, por sentirtey no poder abrazarte.

Cinco años hace que compré una cafetería, solo con la intención de que esté abierta el día quedecidas venir. ¿Que como se llama? A ver si lo adivinas... Exacto mi amor... "Cafetería: Te amarémil vidas". La gente me pregunta por el nombre y yo siempre respondo lo mismo... Porque es unapromesa.

Solo tienes que buscar la dirección en Google y presentarte. ¿Cómo sabré que eres tú? Muyfácil, por tus ojos... tu rostro, tu voz, tu físico no puede ser el mismo, pero siempre ha habido algoen tus ojos que no ha cambiado. ¿Qué es? Amor verdadero e infinito. Solo sabes amar de esamanera, solo sabes entregarte y dar todo de ti. Y estoy seguro que dirás que eso no es posible, queahora mismo no sientes que amas de esa manera o quizá sí lo sientas, quizá creas que amas a tumarido por encima de todo, pero créeme pequeña que no es así. Ni yo mismo puedo amar al cienpor cien, no puedo porque no eres tú.

Al igual que nos pasa con nuestros pequeños, que como te dije, solo podemos tenerlos siestamos juntos, el amor que sentimos, digamos que solo se activa cuando nos encontramos. Estoyseguro que lo has notado, estoy completamente convencido, de que según has ido leyendo, algo enti ha cambiado ¿verdad? Pues por eso debes venir a Madrid, por eso debemos estar juntos amormío.

Quizá no puedas, quizá él no te deje, quizá haya pasado algo y te sea imposible, si es así,hazme llegar un mensaje, avísame y te prometo que iré a buscarte.

Una vez más María se forzó por alejar sus ojos de las páginas y cerrar el libro. ¿Cómo era

posible que le estuviera pidiendo que dejase a su marido? y lo peor de todo... ¿Por qué empezabaa gustarle esa idea? Vale que Andrés no fuera el mejor de los maridos, algunas veces hablandocon sus amigas, echaba de menos la complicidad que ellas decían que tenían, pero que sinembargo a ella le faltaba. Para él solo era una mujer, una mujer que le hacía la comida, le lavabala ropa y tenía sexo cada vez más esporádico, porque había incluso llegado el día que ni siquieralubricaba y el sufrimiento era doble. ¿Pero cómo negarse a su marido?

Respiró lo más hondo posible y se levantó de la cama, encendió el ordenador y esperó a que elS.O se iniciara. Cuando el escritorio estuvo listo, abrió el navegador y buscó la cafetería Teamaré mil vidas. Estaba situado en la Plaza de Canalejas, curiosamente tenía una entrada en la

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Wikipedia, algo que le intrigó, pinchó el enlace y se dispuso a leer.Se sorprendió al saber que antes de llamarse así, se llamaba "El café del príncipe" aunque

según la página, nada tenía que ver con el antiguo Café del Príncipe del siglo XIX, donde sejuntaban ilustres de su tiempo como Espronceda, Larra o un desconocido para ella MesoneroRomanos. Sin poder evitarlo, su mente le jugó una mala pasada y le hizo recordar la canción deTierra santa "La canción del pirata" el poema escrito por Espronceda y que el grupo le hizocanción.

Con diez cañones por banda,

viento en popa, a toda vela,no corta el mar, sino vuela,

mi velero bergantín:Bajel pirata que llaman,

por su bravura, el Temido,en todo mar conocido,del uno al otro confín.

Se la había escuchado a una de sus amigas una tarde y le hizo gracia que un grupo de rock

sacase una letra de un poema de literatura, por lo que siguió al grupo hasta aprenderse todas suscanciones.

Con una sonrisa en los labios después de haber cantado a pleno pulmón la canción, miró elcómo llegar a la cafetería, lo había decidido mientras cantaba, aún era joven, no había llegado alos cuarenta, aún era posible tener esos niños con los que había y llevaba la vida soñando. Losentía mucho por Andrés, pero necesitaba dar ese paso.

Se sorprendió un poco viéndose a sí misma reservando para esa misma noche un billete detren. Llegaría a Madrid a unas horas de que empezase el día, así esperaba poder encontrar dóndedormir, sería la primera vez que viajase sola, realmente era la primera vez que iba a viajar.

Evitando pensar demasiado para no echarse atrás, María hizo una pequeña bolsa con lo másnecesario, tres mudas de ropa interior con tres camisetas, un par de pantalones, una falda, variasblusas, un jersey y el abrigo. También metió un vestido rojo con detalles negros, con un cinturóndel mismo color. Como colofón y fue lo que le hizo comprar ese vestido, el escote en forma de V,con un cierre en negro también, haciendo de collar y que enlazaba con cada una de sus escapulas,dejando al aire la parte central de su espalda, hasta las lumbares que volvía a cubrir el vestido,que compró para su último aniversario con la intención de lucirlo en una cena, en un restaurante,con el hombre que quería, pero una vez más no pudo ser. Ahora sí lo sería, ahora lo iba a usar,estaba segura, metió unas sandalias, unas playeras y unos zapatos de tacón de diez centímetros, de

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color rojo en la punta y a partir del empeine iban cambiando a negro, como conjunto del vestido.Solo de pensar en usarlo en compañía de Iván, le hacía erizar la piel. ¿Se llamaría así en esta

época? Sentía que volvía a tener quince años y que iba a su primera cita.Pasó la tarde tan nerviosa que no paraba de mirar el reloj cada dos por tres, esperando que

dieran las ocho de la tarde, para ir a la estación, el tren salía a media noche, por lo que llegaríasobre las seis de la mañana, siempre había querido ver la fachada de Atocha, estaba segura de queal día siguiente su vida no sería la misma, de hecho, empezaba a no serlo.

Por fin llegó la hora, antes de salir de su casa y sin saber si volvería o no, dejó una nota encimade la almohada para su marido en donde le explicaba por qué no estaba en casa.

Hola Andrés, te escribo estas líneas para explicarte por qué no estoyen casa. Llevamos veinte años casados, y en los últimos diez no he sidofeliz ninguno de sus días. He decidido dar una oportunidad a la vida,

buscar mi propia felicidad. Espero que me entiendas y que no me odies,no me busques, no me encontrarás, te llamaré para fijar el divorcio.

Gracias por intentar hacerme feliz.

Antes de cerrar la puerta echó un vistazo a la casa, aspiró hondamente y tras expulsar el airecerró, sabía que nunca más volvería.

Justo cuando se disponía a salir por el portal, Andrés apareció por sorpresa, quedándoseintrigado al verla con una maleta.

—¿Se puede saber dónde vas?

—¿Andrés qué haces aquí?

—Te he preguntado yo primero. ¿Dónde vas con una maleta? ¿Acaso me dejas?

—Es complicado —responde mirando el reloj con un suspiro—. Subamos y te lo explico.

Ambos subieron en silencio al apartamento, ella se apresuró a entrar primero en la habitación yretirar la nota de la almohada, mientras él se servía un Bourbon.

—¿Y bien? ¿Por qué veo a mi mujer salir a hurtadillas con una maleta?

María suspiró y se sentó frente a él, quería tener una cierta distancia aun a pesar de que nuncala había pegado.

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—Andrés, esto no funciona. Estoy segura de que tú haces lo que puedes al igual que yo,pero llevamos años que no conectamos.

—Si pusieras de tu parte lo mismo que pones al leer, te aseguro que seríamos más felices.

—No Andrés, me resguardo en los libros, porque no encuentro lo que necesito en ti. Creoque más que un matrimonio nos hemos convertido en dos buenos amigos, pero nada más. Y yoquiero más de la vida.

—¿Y tú crees que yo no te puedo dar lo que necesitas? ¿Amigos? ¿Todo es por ese libroverdad? ¿Dónde está?

Ella negó con la cabeza incapaz de hacerle comprender lo que ella quería, lo que necesitaba deun hombre.

—Lo siento Andrés, pero está decidido. Puede ser precipitado, o no... pero es lo quenecesito hacer.

—Pues vete, llévate el coche, yo no lo necesito, me habían suspendido el viaje a últimahora y me sentía mal por haber tirado el libro de esas maneras, aparte te iba a decir que me habíanofrecido un puesto en otra ciudad, pero visto esto, lo aceptaré. Buena suerte.

María vio cómo toda la fuerza que había mostrado su marido en veinte años, acababa deabandonarle. Sintió pena, lástima, ahora era ella quien lo lastimaba, pero no podía permitirsepensar así, necesitaba irse, necesitaba encontrar a Iván y rezar porque la vida con él fuera lo queella soñaba.

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Segunda parte

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Capítulo 10

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Cuando finalmente Andrés se encerró en la habitación, ya era tarde para ir a la estación, por loque agarró las llaves del coche, dejó escapar de su boca un susurro que decía "Lo siento" y saliópor la puerta, con la maleta en una mano y en la otra un pañuelo para secarse las lágrimas, pues elhecho de que fuera ella la que terminaba con la relación de tantos años, le rompía el corazón. Ellaquería a su marido, pero se había dado cuenta de que no le amaba, ya no.

Después de guardar la maleta en el maletero, se sentó en el asiento del conductor y arrancó elcoche. Durante unos minutos estuvo pensando bien lo que iba hacer, se dijo que si salía delparking no se podría tomar la libertad de volver, que allí acababa ese capítulo de su vida.

No solo estaba decidida a salir del aparcamiento, si no que puso el manos libres y tecleo en lapantalla de su Smartphone el número de Iván, tomo aire y pulsó la tecla verde de llamar. Esperoun tono, dos...

—¿Dígame?

«Oh Dios es él, ¿y ahora qué le digo?»

—¿Iván?

—Sí, soy yo, dígame ¿quién es?

—Iván, soy María

Esperó unos segundos que parecieron eternos, imaginaba que a él le pasaría lo mismo.

—Perdona ¿qué María? Conozco varias.

Ella no se esperó esa contestación, había supuesto que, con decir solo María, el ya sabría quiénera, ahora parecía una más y eso la dolió

—La María que te juró en 1937 que te amaría toda la vida.

—No.

—¿No? ¿Cómo que no?

Ahora estaba totalmente sorprendida. ¿Se habría equivocado de número? ¿Sería otro Iván? Milhipótesis se presentaron en un segundo dentro de su cabeza

—Digo que no es eso lo que María dijo.

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«¿Lo que María dijo? ¿Lo que yo dije? Joder, parezco tonta»

—Te amaré durante mil vidas

—¡Eso es otra cosa! Mi amor... Cuánto he necesitado escucharte.

—¿Y ahora qué? ¿Cuál es el siguiente paso?

—¿Cómo que cuál es? Juntarnos, reconocernos, amarnos, casarnos, y morir cogidos de lamano. ¿Te parece?

Según él iba enumerado los pasos, a ella se le iniciaba una sonrisa en sus labios, el corazón lecomenzaba a palpitar más y más rápido, hasta el punto que moría por no besarle en ese momento.

—Solo veo un problema en ese plan, mi amor, estoy casada.

—Bueno, ya arreglaremos eso en otro momento, lo principal es volver a estar juntos. ¿Vas avenir a Madrid?

—Acabo de dejar a mi marido. ¿Dónde quieres que vaya si no?

—¿Así sin más? ¿Sin vernos, ni conocernos, ni nada?

—No me hace falta amor mío. Te juré que te amaría durante mil vidas. Voy hacer honor a mipromesa.

Escuchó cómo se reía y cómo sorbía la nariz, lo que le decía que estaba llorando y eso hizoque le amase más aún.

—Estoy deseando vete mi ángel. ¿Sabrás llegar?

—Descuida, a primera hora estaré en tu cafetería desayunando contigo.

—Nuestra...

—¿Perdón? No te he entendido.

Si que le había entendido, pero no esperaba esa respuesta en aquel momento.

—Que es nuestra cafetería, eras, eres y serás siempre mi mujer, todo lo mío es tuyo pormucho tiempo que pase.

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Con esa declaración terminaron la conversación. María se tuvo que limpiar los ojos antes deponer el coche en marcha, rumbo a una nueva vida.

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Iván echó el cierre una noche más. Sabía que debería ser paciente, no estaba seguro de si ella

había leído ya el libro, si iba a dejar todo por ir a buscarle, porque ¿quién en su sano juicio loharía? Ellos no eran normales, no conocía a nadie más que les sucediera lo que a ellos les pasaba,morir y nacer, morir y nacer otra vez, y así para siempre.

Se subió al coche y puso dirección a su casa. Fue por la calle Sevilla, hasta Alcalá y de ahícogió el Paseo de Recoletos, continuó por el Paseo de la Castellana, hasta que llegó a Sor Ángelade la Cruz, donde giró a la izquierda y entró en su Tetuán natal. En plena burbuja inmobiliaria, suspadres compraron un piso en el barrio, que luego heredó, poco después comenzó a tener unossueños extraños con una mujer y poco a poco fue recordando las demás vidas, como si hubieranpasado el día anterior.

No se podía decir que le faltase el dinero, pero tampoco le sobraba, la compra del café no fueun buen negocio, pero se aseguraba estar abierto ¿Quién no entra a tomar un café en una cafeteríaen invierno? ¿O una cerveza fría en verano?

Comenzó a escribir el libro y tuvo una idea. Escribir dos, uno que se pondría de venta alpúblico, el cual tuvo un muy buen recibimiento, logrando algún que otro premio, y otro libroescrito solo para una persona, y que cada librería de toda España tenía un ejemplar. Era unaempresa complicada, porque en este tiempo triunfaba el eBook a costa del papel, aun así, él teníaconfianza y con ella se iba todos los días a trabajar.

Había pasado momentos malos, como el día que dejó a su mujer, se habían casado nada máscumplir los dieciocho y realmente les iba bien, eran felices e incluso ella quería tener hijos y élestaba de acuerdo, pero cuando comenzó con los sueños, cuando vio a Javier y a Davinia, cuandosupo que solo podían tener hijos estando juntos, comprendió que tenía que dejar volar a Yolanda.Y así lo hizo, durante un año y medio, ella no quiso entenderlo, le seguía, incluso llegó aamenazarle con denunciarle, la quería, pero no podía seguir dándole lo que ella ansiaba.

Ahora, en su cama mirando al techo, esperaba que, de una forma u otra, su móvil sonase y quefuera María para decirle que estaba en Madrid, que la fuera a buscar. Con ese pensamiento sequedó dormido.

Pero tardó poco en despertar, porque su móvil comenzó a sonar, se giró miró el número que noconocía y tras pensarlo un segundo descolgó.

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—¿Dígame?

Cuando oyó la voz de una mujer, el corazón se le aceleró como nunca antes recordaba, cuandodecía ser su María, se levantó de golpe de la cama y no supo qué decir, sí, sí lo sabía, pero elmiedo a que no fuera ella, a que fuera otra impostora por culpa de algún que otro librero que nocumplió con su cometido le hacía ser precavido. Le hizo gracia su primera respuesta. ¿Sería ellaen realidad? Pero no era eso lo que dijo exactamente, se lo quería escuchar una vez más, ahíestaba, ¡era ella! ¡su María! la misma María que conoció hace tantos años y que de una manera uotra han vivido en otras muchas épocas. Casi se ríe cuando dijo que un problema era que estabacasada, él contaba con ese inconveniente, por suerte, vivían en el siglo XXI, donde el matrimonioy el divorcio entraban en los juzgados de la mano. Pero fue escucharla que quería hacer honor a supromesa y no pudo resistir más, las lágrimas aparecieron por sus mejillas, dispuestas a competir aver cuál llegaba primero a los labios. Y por fin se citaron para el día siguiente, y con los debereshechos, se acostó de nuevo con una gran sonrisa en el rostro.

Abrió los ojos en mitad de la noche.

—¡Seré gilipollas!

Se giró en la cama, cogió el móvil y escribió un WhatsApp

—Cariño, cuando llegues a la cafetería, llámame.

Inmediatamente, escribió otro mensaje, este en el grupo del trabajo, diciendo que mañana no seabría y que se cogieran el día libre.

Ahora sí, con todo hecho, cerró los ojos planeando el día más importante, el primer día con suamor verdadero.

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Capítulo 11

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Después de unas cuantas horas al volante, un pequeño descanso en un área de servicio, lo que

me ha permitido soñar con Iván, me dispongo a entrar en las carreteras de Madrid. Reconozco quevoy con algo de miedo, siempre he escuchado que Madrid es una jungla y tras veinte kilómetrosdoy fe de ello. En esta ciudad tienes que ser cazadora, porque si no te cazan y no te dejan avanzar,pero me da igual, hoy seré la presa de todos los que quieran con tal de llegar a salvo junto a miamor.

No puedo dejar de abrir la boca al ver cada monumento, cada fachada, las fuentes, los parques,incluso los rascacielos. Qué ciudad tan bonita ¡y cuánta gente!

Acabo de entrar en la Gran Vía y aunque tarde una hora más, quiero recorrerla andando, memeto en el parking de la Plaza de España y cuando salgo de él ya a pie, decido verla. No puedohacer otra cosa que un Selfi con Don Quijote, Sancho, Rocinante y el rucio. Me hubiera gustadosaber el nombre que tenía, pero el puñetero de Cervantes nunca lo escribió. Me doy media vueltay subo hasta Gran Vía, según el teléfono, la cafetería no está muy lejos. Alucino con esta calle,tiene todas las tiendas de moda, para comer, de deporte, no saben la suerte que tienen losmadrileños. Llego hasta Callao y una lágrima se me escurre por la mejilla, no me puedo creer queesté ahí, pero lo más sorprendente, es que estoy a un paso de la ¡Puerta del Sol! Avanzo sinpararme por la calle Preciados y me detengo, no por que quiera, sino porque no puedo dar un solopaso más, no hasta que mis ojos hayan captado la belleza de la plaza que aun siendo cerca de lasnueve de la mañana, está ya transitada por más de un centenar de personas. Ahora es cuandoagradezco a Andrés el haberme dejado el coche, si no, venir aquí con la maleta hubiera sidoagónico.

Después de maravillarme al escuchar por medio de un grupo de hombres el Adagio de Abinoni,decido dirigirme ahora sí a la cafetería, por las fotos que vi ayer, tenían buen público, perocuando llego me la encuentro... ¡Cerrada! ¿Cómo puede estar cerrada si quedó conmigo aquí? ¿Sehabrá dormido? ¿Habrá sido todo una broma? Decido mirar el móvil y al abrir la aplicación mesalta un mensaje «Cariño, cuando llegues a la cafetería llámame». ¿Por qué no he visto estemensaje antes? Y recuerdo que cuando sonó casi me como a otro coche, así que decidí no prestarmás atención a ese engendro del demonio que es el móvil cuando conduces.

Un toque, dos toques.

—Iván, buenos días, estoy en la puerta de la cafetería, pero está cerrada.

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—¡No me digas! Pero bueno... Voy a despedir a más de uno.

—¿Que vas a qué? ¿Es que no estás aquí?

De repente siento cómo me alzan en brazos y suelto un grito e intento que me suelten, hasta queescucho su risa, su voz, en ese momento solo pienso en abrazarme a él y después ¡darle talbofetón! Dicho y hecho, cuando me deja en el suelo y le veo... «Por el amor de Dios, esguapísimo» me abrazó a él y después de darle un intenso beso en los labios, le cruzo la cara.

—¡Auch! Eso duele

—No haberme asustado listo.

Me abrazo otra vez a él, es como en los recuerdos, alto, fornido, simpático, cariñoso, y lo másimportante... ¡Es él!

—¿Tienes hambre? Venga, vamos dentro.

—¿Pero si está cerrado no?

—¿Y? Somos los dueños, recuerda.

Pasamos dentro y cuando enciende las luces no puedo más que hacer la o con mi boca, quépreciosidad de local, las fotos no le hacían justicia. La barra completamente hecha de madera, conuna barandilla para los paraguas, varias banquetas altas para sentarte en la barra, otras tantasmesas redondas de dos a cuatro personas, las cristaleras enormes, y las escaleras para lo queimagino que es el comedor.

Paso la mano por encima de la barra y noto que está aún algo mojada, la acaba de limpiar, asícomo el suelo que se nota el olor a fresco.

—¿Te gusta?

—Oh cariño, es mucho más bonito que en las fotos.

—Pues ya verás cuando lo veas con gente... ¿Qué tal se te da la barra?

—He trabajado alguna que otra vez en los chiringuitos de la playa.

—Genial, entonces pronto te harás al bullicio de la ciudad. Pero por el momento, dame tuabrigo y siéntate

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—Gracias cielo.

—¿Café y tostada?

Me encojo de hombros porque realmente me da igual, lo que me ponga me lo voy a tomar. Leveo cómo va de un lado para otro en la barra, poniendo la máquina del café a funcionar, elmolinillo del que coge para dos tazas, pone las dos y deja que vaya cayendo el agua, mientras queabre el grifo de la leche, ese sonido que jamás he podido soportar, ahora me parece una bellamelodía. Me río cuando le veo venir, con la bandeja en una mano y en la otra el trapo blanco decualquier buen camarero, me sirve primero el café, después las tostadas, con sus paquetitos demermelada y mantequilla, y vuelve a la barra de nuevo, escucho un ruido que no sé distinguir ymientras que unto las tostadas, veo que me deja un vaso de zumo de naranja. Le doy un beso en loslabios, el segundo que me sabe incluso mejor que el primero y me dispongo a tomar cuenta de misuculento desayuno.

—¿Qué tal el viaje?

—Mejor de lo que esperaba, es la primera vez que algo sola a algún sitio, me arrepiento deno haberlo hecho antes.

—Lo importante es que lo has hecho.

—Dime una cosa Iván, ¿esto es real? ¿Cómo podemos amarnos así, si es la primera vez quete veo?

Me mira y sonríe, coge mis manos y las besa, una por una, me mira de nuevo y se encoge dehombros.

—Realmente no lo sé, de lo que sí sé que estoy completamente seguro, es de que te amo yde que necesito estar a tu lado, todo lo demás carece de importancia.

Esa respuesta hace que me lance a él y por tercera, cuarta, quinta vez, le bese una vez detrás deotra, él me abraza y me acaricia la espalda, mete las manos por dentro de mi ropa y al tocar mipiel, siento todas las veces que nos hemos besado, que nos hemos acostado, que le he sentidodentro de mí, tantos sentimientos a la vez, hacen que me abrace más a él.

—Te amo Iván, te amo como jamás pensé que podría amar a nadie.

—Yo también te amo mi amor. He tardado en encontrarte, pero ahora que estás aquí, no

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habrá sitio en la tierra donde no te encuentre.

Me obligo a separarme de él, pese a que mi cuerpo me reclama el suyo.

—¿Qué vamos a hacer? ¿Dónde vamos a ir?

—Pues si te parece primero vamos a ir a casa, te puedes dar una ducha si quieres o dormirun poco, tenemos el resto de nuestras vidas para hacer lo que queramos.

Esa respuesta me gusta, más que nada porque tantas emociones, no me han dejado ver lorealmente cansada que estoy.

—Tengo el coche en un parking en Plaza de España.

—No te preocupes, ahora lo cogemos, y nos vamos para casita.

Me hace gracia el que use los términos de nuestra cafetería, nos vamos a casa, todo eso es de ély sin embargo quiere que me sienta participe de ello. Cuántos años he perdido sin estar con él.

Dicho y hecho, terminamos de desayunar y bajamos a por el coche, cogidos de la mano, comouna pareja más, mi primer paseo por Madrid de la mano de mi ¿novio? ¿futuro nuevo marido?¿Amigo? no amigo no es... si alguno ha tenido el derecho de llamarme su mujer es él, por lo cual,sí... MI MARIDO.

Respiro aliviada cuando se ofrece a llevar él el coche, así puedo mirar tranquila lo bella quees esta ciudad.

Cuando llegamos a "su" casa, y después de dejar la maleta en su habitación, me pregunto dóndedormiré, pero antes de que termine la frase, me alza en brazos y me deja caer sobre la cama, hallegado la hora de dar rienda suelta a nuestro amor, me sorprende que lo haga así, pero me gusta ala vez, somos el uno del otro, ahora y siempre.

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Capítulo 12

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Seis meses después

Hace medio año que decidí dejar mi vida en el sur, para venir a la capital en busca de unsueño, dejé a mi marido, a mi familia, mis amigos, todo por un hombre que me dijo que lo hicieraa través de un libro.

Algunos dirán que estoy loca, y llevan razón, estoy loca, pero de amor, un amor como el quejamás llegué a soñar, un amor que trasciende en el tiempo, un amor interminable. Amo a Iván yestoy segura que de pasarle algo, moriría de pena.

Hoy me ha dicho que tiene una sorpresa, unos amigos vienen a cenar a casa, y aquí estoy entrefogones, la ventaja de trabajar en un bar y ser los dueños, es que mientras uno atiende la barra, elotro hace la cena, y en eso estoy yo preparando el menú de esta noche que constará de tres platos.El primero serán unos entrantes, llevo mucho tiempo queriendo hacer los hojaldres de setas yjamón que mi madre hacía y estaban riquísimos. De segundo un solomillo de ternera en salsa depimienta verde y como colofón una Selva negra que María Eugenia, o como a mí me gusta llamarla"Yogurina" ha metido en la nevera.

La llamo así porque es la más pequeña del equipo, pero tiene un corazón de oro a parte debuenas manos para la repostería, es increíble que, con solo veintidós años, sepa hacer tantospostres, me alegro de haberla contratado.

Se va acercando la hora de marcharnos a casa, hoy hemos pedido a Juan, el encargado del bar,que cierre él. Yogu me ayuda a sacar la cena, mientras que Iván ha ido a buscar el coche.

—Ya verás cómo triunfas hoy jefa.

—No sé yo. ¿Les gustará el hojaldre? Mira que si lo vomitan.

Ella se ríe mientras me avisa con un gesto de la cabeza de que Iván está llegando.

—Seguro que les encantará y oye, si no quieren la tarta me la guardas, que el chocolate y yosomos amantes las veinticuatro horas.

Ahora soy yo la que se ríe y tras dejar los tapers en el maletero, le doy un abrazo a la vez quela susurro, para que Iván no me escuche.

—Debajo de la bandeja de las naranjas, tenéis una sorpresa para vosotros.

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Ella me mira abriendo esos ojazos que tiene y se va contenta a buscar qué es lo que les hedejado, en realidad es otro postre que les he hecho por lo bien que me han tratado desde quellegué. No estará a la altura de los de ella, pero...

Cierro el maletero y abro la puerta del asiento del copiloto, me acomodo y me abrocho elcinturón, antes de que Iván arranque.

—¿Lo tienes todo cariño?

—Sí, no me falta na... ¡No! ¡El vino!

Saco el móvil del bolso y llamo a la niña para que nos saque dos botellas de Bosque deMatasnos, un vino tinto que descubrí hace poco y que se ha hecho un hueco en mi paladar y otrasdos de Beronia, para tenerlas en casa.

Después de cargar el vino y repasar cinco veces todo, nos ponemos en camino para casa.

Mientras conduce Iván yo voy repasando mentalmente lo que tengo que hacer. Meter la tarta enla nevera un ratito, calentar el solomillo y terminar de preparar los hojaldres; dar un agua a lascopas, elegir una BSO agradable, creo que me decantaré por Vangelis, a mi padre le gustabamucho, y así en tono hilo musical es muy agradable.

Llegamos a un Stop e Iván frena de golpe, casi se da con un loco que no respeta el paso decebra, cuando le voy a increpar que abra los ojos, me quedo blanca... es... es Andrés. ¿Qué haceen Madrid? Intento disimular, no quiero fastidiar la noche a Iván, pero es algo que no me gusta...

Por fin estamos en casa, son las siete de la tarde y a las nueve llegan los invitados, tengo eltiempo justo para calentar la comida, ducharme y prepararme, por ese orden, mientras Iván pondrála mesa.

Una vez que termino con la cena, me voy a la habitación, de camino voy desnudándome parasolo entrar en la ducha y quitarme el olor a carne. Abro el grifo y empieza a caerme el agua; cierrolos ojos, me apoyo en la pared notando cómo recorre cada parte de mi cuerpo y comienzo aenjabonarme. Escucho cómo la puerta de la habitación del baño se abre, al igual que la de lamampara, me quejo porque no es momento de hacer nada, pero él no me responde, solo me vuelvecontra la pared y me hace suya. «Esto es impropio de Iván, él no lo hace nunca así» pienso ycuando consigo quitarme el jabón de los ojos, vuelvo la vista y los abro al ver la cara de Andrés,al sentirle dentro de mí, creyendo que era Iván y cuando llamo a este abro los ojos y me doycuenta de que estoy sentada en el suelo de la ducha, no me había dado cuenta de que era un sueño.

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Temblando me levanto, me quito el poco jabón que me queda y me enrollo la toalla por elcuerpo y otra más pequeña en la cabeza, para secar el pelo.

Me siento en la cama y con las manos me restriego la cara, intentando saber si de verdad fue unsueño ¿qué iba a ser si no?

Después de darme las cremas para la piel, saco del armario el vestido que compré para elaniversario fallido con Andrés, esta vez nada me impedirá estrenarlo. Me pongo los zapatos y un

collar que me ha regalado recientemente Iván, con la forma EvenStar[4], siempre había queridocomprármelo. Le toca el turno a los pendientes en forma de lágrima y después un poco demaquillaje, cuando entra mi compañero por la puerta silba al verme de espaldas y por el reflejodel espejo, me gusta sentir que me desea, aunque aún estoy algo nerviosa por el sueño, nuncahabía soñado nada tan real.

Veo que trae dos copas de vino, se ha adelantado, pero bueno... la primera para nosotros.

—Estás preciosa cariño.

—Tú tampoco te quedas atrás, ese traje azul me pone loca.

Y es cierto, es un tres piezas, aunque para la cena se ha puesto solo la americana y el pantalón,y una camisa blanca, con el pelo corto y esa sonrisa que me enamora... tengo mucha suerte de quesea él mi ancla en la eternidad.

Al poco suena el timbre, él contesta, mientras acabo de maquillarme, ya solo me queda unasgotas de un perfume francés de frutos rojos. Mientras ellos suben las escaleras hasta el piso, medoy color a los labios y justo cuando entran, salgo de la habitación con mi mejor sonrisa. No espara menos, voy a conocer a los que, según él, son sus mejores amigos. Lo curioso es que aún nosé los nombres, me ha dicho que es una sorpresa.

Veo cómo se saludan uno a uno y mi chico me reclama con un gesto de la mano.

—Bueno, ha llegado el momento... Francisco Javier, Davinia, os presento a Eva María.

Al escuchar los hombres me quedo quieta, no puede ser que tengan los nombres de nuestroshijos. ¿Cómo es posible? Noto que él se ha dado cuenta y me rodea con un brazo la cintura y metira hacia él.

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—Cariño... ellos son mis dos mejores amigos.

Davinia se lanza a mis brazos y me da dos besos y un fuerte abrazo.

—Por favor, ¿pero de dónde has sacado a esta hermosura de mujer? Una es guapa y despuésestá ella...

Me ruborizo al escucharla y le devuelvo los besos y el abrazo.

—Pierde cuidado, que tú también eres una belleza, esa melena morena...

Nos quedamos las dos mirándonos y rompemos a reír a la vez.

Le toca el turno a su marido, él más recatado, aunque igual de cariñoso, me saluda con dosbesos que yo le devuelvo.

—Espero que traigáis hambre, aquí la señorita ha hecho cena para un regimiento.

—Bueno, seguro que Javier se lo come todo —responde Davinia.

Yo aún no salgo de mi asombro, de todos los nombres que hay en el mundo, les pusieron losmismos que nosotros pusimos a los nuestros. ¿Habrán perdurado desde la guerra civil?

Nos sentamos a cenar y son todo risas e historias que me cuentan y que consiguen avergonzar aIván, se nota que le quieren y yo me alegro por ello.

—¿Y cómo os conocisteis? —Pregunta Javier.

—Somos viejos amigos... podríamos decir que desde siempre.

—¿Anda y cómo no la hemos conocido antes? —ahora es ella la que pregunta.

—Porque hasta hace seis meses vivía en Cádiz.

—Ostia puta. ¿Y lo has dejado todo por venirte con este garrulo?

—Eso mismo, mi casa, mi marido, todo... el me llamó y yo respondí.

Contesto con total normalidad, pues desde hace seis meses he descubierto que mi sangre fluyepor mi cuerpo porque él hace que lo haga, así como sus pulmones se llenan del aire que yo le doy.

—Uff eso sí que es amor... Perdona ¿has dicho tu marido? ¿Estabas casada?

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La curiosidad de Davinia no tiene límites, pero es algo que no me importa, es parte de la vidade Iván por lo tanto también de la mía.

—Así es, qué te voy a decir, no sabía lo que era el amor, hasta hace seis meses.

Veo que se le saltan las lágrimas, he de reconocer que a mí también, justo en este momento estásonando la BSO de El Código Da Vinci y hace que termine por desarmarme, me levanto y sonriólevemente.

—¿Me disculpáis?

Antes de que puedan decir algo, me dirijo al servicio, no sé qué me pasa últimamente, peroestoy de un sensible... me lavo la cara y después de unos minutos abro la puerta y me encuentrocon Davinia sonriéndome.

—¿Estás mejor? antes de que me respondas, quiero decirte que te admiro y que no podríahaber ninguna mujer mejor para Iván.

«Si tú supieras»

—Sí estoy mejor, solo ha sido... no sé realmente qué ha sido, pero esa música me pone deun sensiblero...

—Ya veo... bueno ¿y se lo has dicho ya a Iván?

—¿Decirle el qué?

—Lo del embarazo... ¿Sabes? mi abuela tenía algo de adivina y yo he sacado un poquito deella y cariño... te digo que estás embarazada...

Me la quedo mirando como si hubiera visto un fantasma, en ningún momento habría imaginadoque me sucediera eso, mis ojos comienzan a encharcarse y sin decir nada corro a mi habitación yme lanzo sobre la cama, no puedo controlar la llorera que me ha venido de repente, porque nohago más que recordar a mis hijos, mis dos niños que, si Davinia lleva razón, los voy a volver atener entre mis brazos.

Poco después escucho abrirse la puerta y no hace falta girarme para saber que él ha entrado.

—¿Qué te ha pasado? Davi dice que te has ido corriendo, no sabe si te ha dicho o hechoalgo.

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—Iván...

No puedo hablar, me lanzo sobre él y sigo llorando como una desquiciada.

—Vamos... venga... ¿qué pasa?

—Ellos... los niños... nuestros niños...

—¿Nuestros niños? ¿Qué les pasa?

Me separa de él y se me queda mirando tan impresionado como he estado yo no hace ni diezminutos.

—No me estarás diciendo que...

—Davinia dice que sí... dice... dice que lo presiente...

—¡Pero mi amor! ¡¡¡eso es fantástico!!!

—Lo sé, lo sé, pero... Oh Iván. Los quiero tener ya... los... los...

No puedo seguir hablando de nuevo, otra vez un ataque de lágrimas me vence.

Oímos unos toquecitos en la puerta e Iván se levanta a calmar a nuestros invitados, escucho queles dice que pensábamos que no podía quedarme. Siempre tan resolutivo y protector, ha valido lapena esperar veinte años para estar otra vez con él, aunque lo siento por Andrés. Andrés... unescalofrío me recorre la espina dorsal al pensar en él.

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Capítulo 13

Salgo de casa para ir al trabajo, Iván hoy tenía que ir a Hacienda. Subo hasta Plaza de Castillapara coger el autobús que va a Sol, mientras espero, cojo un periódico de los que reparten por lacalle y sonrío a la chica dándole las gracias, me apoyo contra la marquesina y me pongo a leer,cuando de repente una mano tira de mí, casi arrastrándome hacia donde está el individuo, que noes otro que Andrés.

—¡Andrés! ¿Qué haces?

— Hablar con mi mujer. ¿Acaso no puedo?

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—¿Con esas formas? Además, hace cuatro meses que te mandé los papeles del divorcio.

—A la mierda el divorcio, ahora mismo nos volvemos a Cádiz.

Mis ojos se abren como platos ante lo que mis oídos acaban de escuchar. Niego repetidamentemoviendo la cabeza.

—¿Perdona? Yo contigo no me voy a ningún sitio y menos a Cádiz.

Soy consciente de que estamos montando un numerito, pero eso me conviene, a ver si algúnhombre se mete por medio...

—Que te he dicho que nos vamos. Venga, tengo el coche ahí —señala la otra acera mientrasintenta tirar de mí hacia allí.

—¡Que me sueltes Andrés! Nosotros ya hemos terminado. —Miro a mi alrededor pidiendoayuda con la mirada a la gente.

—¿María?

Ambos nos quedamos parados y buscamos con la mirada la voz que me llama, al ver aFrancisco me suelto como puedo y me lanzo a sus brazos.

—¡Fran! Ayúdame por favor, mi ex marido quiere que me vaya con él a Cádiz otra vez.

—No te preocupes, yo lo arreglo. —Me pone a su espalda y se encara con Andrés—. ¿Porqué no te vuelves a Cádiz? Aquí no se te ha perdido nada.

—Al que no se le ha perdido nada es a ti pedazo de mierda, quítate de en medio que esto esuna conversación privada.

—Mira tío, ¿Andrés verdad? No te aconsejo que me vuelvas a insultar, no tolero mucho lasfaltas de respeto, aparte —veo que saca algo del bolsillo y se lo enseña—. Soy policía, así quemás te vale que te vayas por donde has venido.

Andrés parece que se relaja o más bien retrocede cuando ve que el amigo de Iván es policía,pero aun así no ceja en su empeño.

—Me da igual lo que seas, solo estoy diciendo a mi mujer que vuelva a casa.

—¡Pero yo no quiero ir! Ya no soy nada tuyo, a ver si te enteras de una puta vez.

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—María por favor, déjame a mí. —Me reprocha Fran y vuelve con Andrés—. Mira tío, tedoy tres segundos, para que te montes en el coche que por cierto tienes en doble fila, o teempapelo. Tú verás.

—¡Esto no se ha acabado!

Respiro al ver que se va, aunque me tiemblan las piernas, me siento en el banco de lamarquesina y me tapo la cara con las manos.

—¿Estás bien María?

—Sí, gracias Francisco, por favor, no le digas nada a Iván de lo sucedido, no quieroalarmarle.

—No puedo mentir a mi amigo María, pero te puedo dar un par de días. Si en ese tiempo nose lo cuentas, lo haré yo.

—Muchas gracias y perdona, no quería ponerte en tal situación.

—No te preocupes. ¿Qué ibas a la cafetería? Venga que te llevo.

Sonrío y le doy un beso en la mejilla dándole las gracias, la verdad que ha sido una suerte quepasara por aquí.

En poco más de veinte minutos llegamos a la Plaza de Canalejas, le agradezco el viaje y miro aambos lados por si veo el coche de Andrés, al no hacerlo, cruzo y entro en la cafetería. Llego másde media hora tarde, pero por suerte ya están Juan y la Yogurina atendiendo a los clientes y es estala primera que habla.

—¿Qué jefa, se te han pegado las sábanas?

—Algo así Yogu, por cierto, la tarta estaba riquísima.

—Oh, que bien, me alegro.

Paso dentro y me cambio, salgo con la ropa del trabajo y comienzo a ayudar a Juan en la barra.

La mañana se me ha pasado volada, casi no me he enterado. Me han dicho que nos hemosquedado sin jabón, así que aprovecho para despejarme un poco, cojo el abrigo y salgo por la callede atrás a un Carrefour Express, mientras llego pienso en la noche de ayer y sin darme cuenta, me

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llevo una mano a la tripa. En ese mismo instante, siento que vuelven a tirar de mí, pero ahora conmucha más fuerza, tanto que, de la misma inercia, choco con la espalda contra la pared, dándomeun pequeño golpe en la cabeza, cuando miro a ver quién narices ha sido, veo que es Andrés otravez.

—Coño Andrés, ¿me quieres dejar en paz? Que no me voy a ir contigo.

—Ya lo creo que sí. —Sin decir nada más, me arrastra del brazo, al tener más fuerza queyo, tira de mí, mientras que yo vocifero que me suelte.

—O te callas o te callo, nunca te he pegado, no me hagas empezar ahora.

—¡No te atreverás pedazo de mierda! Si me tocas será lo últ...

Me acaba de dar un bofetón en toda la mejilla que me ha tirado al suelo, por suerte para él, poresa calle no pasa nadie en ese momento. Yo le miro con la mano en la mejilla.

—Serás hijo de puta... ¿Te crees muy hombre?

—Levanta María, no me hagas volverte a pegar. Metete en el coche y vamos para casa.

—¡Que yo no me voy a ningunnnnnnn! ¡Ayyyyyyyyyy! Socooooo…

En el momento en que le he respondido me ha levantado de los pelos, haciéndome un dañoatroz, y cuando he intentado pedir socorro, un puñetazo en el estómago que me ha dejado sinrespiración... las lágrimas se mes escapan por las mejillas.

—¿Te vas a venir ahora a casa? o ¿necesitas más lecciones?

Las lágrimas han dado paso a que no pueda dejar de llorar, lo que el aprovecha para guiarmehacia el coche, en el momento en que está a punto de abrir la puerta, echo a correr calle abajo, lomás rápido que puedo, mientras oigo que él me sigue. Pido auxilio, cruzo sin mirar una bocacalley sin saber de dónde ha salido, me embiste un coche, que me lanza hasta la otra calle. Me quedotirada en el asfalto, mientras que el dueño del coche baja corriendo maldiciendo en hebreo. Yosiento dolores por todos lados, incluso pruebo el sabor de la sangre, cosa que me asustamuchísimo, de pronto escucho una voz de una señora acusando a Andrés de querer raptarme y depegarme «ojalá hubiera actuado antes» varios hombres salen tras de él y consiguen acorralarlehasta que venga la policía imagino, yo solo veo el asfalto de la calle, mis oídos comienzan a pitartan fuerte que me los atravesaría para no escucharlos, mis ojos poco a poco se van cerrando. Todo

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mi mundo se sume en una profunda oscuridad, mi último pensamiento, mis niños.

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Acabo de salir de hacienda, el móvil lleva un rato echando humo, pero me era imposiblecogerlo. Cuando lo miro, tengo cinco llamadas perdidas de Francisco y otras cuantas, de lacafetería, es muy extraño, y eso sin contar con el WhatsApp que ha estado estornudando cada dospor tres, decido llamar a la cafetería, para ver qué es lo que sucede.

—Hola Juan, no podía coger el teléfono, dime ¿qué pasa?

—Ostias jefe, ya era hora, vete al Gregorio Marañón corriendo, un coche ha atropellado aMaría y se la ha llevado una ambulancia

—¿Que la ha qué? ¿Pero qué narices ha pasado?

—Según cuenta un cliente que ha escuchado a una vecina, le perseguía un hombre que haresultado ser...

Me estoy poniendo de los nervios. ¿Quién perseguiría a María?

—¿Quién Juan? ¡Dímelo!

—Era su marido, jefe.

Siento cómo el corazón me da un vuelco, tengo que apoyarme en un coche para no caerme,mientras asimilo la noticia.

—Jefe, María Eugenia está con ella en el hospital, en cuanto nos avisaron y no pudimos darcontigo, salió corriendo hacía allí.

«Esto no me lo voy a perdonar nunca».

—Gracias Juan, voy ahora mismo. ¿Te apañas solo?

—Sí tranquilo, no hay mucha gente. Da un beso a la jefa cuando la veas.

—Descuida.

Me guardo el móvil en el bolsillo y cojo un taxi, no tengo cuerpo para ir conduciendo, cuandollega entro corriendo hasta el mostrador.

—Buenos días, acaban de traer a mi mujer por un accidente, se llama Eva María Fernández

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—La están operando en este momento, espere en la sala de espera, cuando acaben, leavisarán.

Si pudiera verme, tendría la cara de un fantasma, blanca total, por suerte Eugenia me ve y correhacia mí, me agarra y me ayuda a sentarme.

—Jefe, están operando a tu mujer, no me han querido decir nada porque no soy familiar,pero algo he escuchado del bazo y...

—¿Y? Vamos Eugenia, no me hagas esperar ahora... ¡Y qué!

—Pues que se ha dado un fuerte golpe en la espalda y se temen lo peor.

«Oh Dios mío, no, ahora no, otra vez no. No me la vuelvas a quitar ahora que la heencontrado».

Miro a Mari y estoy a punto de mandarla que vaya a ayudar a Juan, pero al final me lo piensomejor, así al menos me entero de lo que ha pasado.

—Dime qué ha pasado, Eugenia.

Ella me mira y se restriega las manos, nerviosa.

—Es culpa mía jefe, nos habíamos quedado sin jabón e iba a salir a comprar, pero hoy nohe desayunado, me he mareado y tu mujer me ha dicho que iba ella. Si hubiera sido un poco másfuerte no habría pasado nada... Lo siento jefe.

—No te preocupes, no tienes culpa de nada, pero dime... ¿Marearte? ¿Estás bien Yogu?

—¿Tú también me vas a llamar así? Pues vale. Sí, solo que me ha venido lo que tú yasabes y lo paso fatal.

—Entiendo... Me ha comentado Juan que han dicho que la perseguía un hombre...

—Su marido, sí. —Me mira de aquella manera, cuando no quieres juzgar, pero lo haces detodas formas.

—Es complicado...

—No si yo no digo nada, la quiero un montón, y desde que está aquí, estás más feliz. Noseré yo quien diga nada...

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Sonrío escuchándola y la restriego la mano por su pelo.

—No dices nada, pero lo dices todo...

—Es que jefe, es su marido... ¿en qué situación te deja eso?

—Hace meses que le envió los papeles del divorcio, estoy al tanto.

Veo que va a decir algo, pero cierra la boca, y yo lo agradezco, ahora no tengo cuerpo paraexplicar a nadie nada, sino de que me expliquen a mí. En ese momento me acuerdo de Francisco.Saco el móvil y le llamo.

—Fran, hola tío, siento no haberte cogido el teléfono, estaba ocupado, dime.

—Hola macho, no pasa nada. ¿Estás bien? Te noto raro.

—Estoy en el hospital, han atropellado a María.

—¡Qué me dices! ¿Dónde? Pero si la he dejado en la cafetería hace un par de horas.

—Al parecer ha ido a comprar jabón y se ha presentado su marido.

—¡Hijo de puta! Mira que le he advertido, que la dejase en paz, este te juro que no sale deentre rejas... ya me ocuparé yo de ello.

Alzo las cejas al escucharle y creo que no le he entendido realmente lo que ha dicho...

—¿Que se lo has advertido? ¿Cuándo lo has hecho? ¿Dónde? Y ¿por qué?

—Esta mañana en Plaza Castilla, en la parada del setenta, pasaba por ahí para ir a lacomisaría cuando los he visto discutiendo, él quería llevársela a Cádiz. Le dije a María que te locontara.

—Francisco... cinco minutos... consígueme cinco minutos con él.

—Iván, sabes que no puedo hacer eso...

—Joder Fran ¡que está embarazada! Se lo dijo tu mujer anoche.

—No te prometo nada... en un rato me paso por ahí. No hagas ninguna locura. Te quierohermano.

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—Y yo a ti, te espero.

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Capítulo 14

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Llevo más de tres horas esperando, he mandado a Eugenia para que eche una mano a Juan, nopuede estar todo el día solo. No soy fumador, apenas he probado el tabaco salvo en launiversidad, pero aquí estoy, en la puerta del hospital, mientras que Davinia espera noticiasdentro, llegó poco después de que la Yogurina se fuera y no sabe cómo se lo agradezco.

Llevo tres caladas y me he cansado de fumar, voy a entrar de nuevo cuando recuerdo loasqueroso que es el café de la maquina, así que doblo la esquina y entro en el primer bar que veo,pido dos cafés para llevar y al rato vuelvo junto con la amiga que considero mi hermana pequeña,nos sacamos un año y un par de meses.

—Toma cielo, muy cortito de café con leche templada y dos de azúcar

—Anda, ¡gracias! Estaba por decirte que me apetecía uno, pero por no tomar ese limpiaestómagos...

Nos quedamos mirando y comenzamos a reír a la vez, desde el primer momento que nosconocimos congeniamos.

Nos tomamos el café en silencio y seguimos esperando, yo no hago más que mirar el reloj,necesito saber que está bien, que están bien.

Cuando me doy la vuelta para sentarme, escucho al doctor preguntar por los familiares deMaría, me acerco casi atropellándole, por su cara parece que no son malas noticias, pero aun así...

—Sí doctor, soy su novio. ¿Cómo está? ¿Qué le ha pasado?

—Buenos días, ¿su nombre por favor?

—Perdón, me llamo Iván de la Cruz.

Veo que el doctor abre los ojos sorprendido y no tengo ni idea de por qué, en ese momento loúnico que me importa es mi amor.

—Bien señor de la Cruz, su novia ha llegado con un traumatismo craneoencefálico leve, unpar de contusiones por la espalda y las costillas, pero lo que más me preocupa ahora es la piernaderecha. Tiene una rotura trasversal de la rótula, la hemos tenido que poner un par de tornillospara anclarla, ahora mismo está en reanimación, pero tendrán que ser pacientes, deberá llevar unaférula durante tres semanas y después rehabilitación.

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—Doctor... no quiero parecer que no me importa su pierna, pero...

—¿El embarazo?

—Eso es, teníamos la sospecha, pero no lo sabíamos seguro si estaba en estado o no.

—Por ahora no presenta ningún peligro, pero tendrán que hablar con su ginecólogo para elseguimiento.

—Entiendo, muchas gracias doctor, no sabe cómo se lo agradezco.

Nos estrechamos las manos y cuando se va a ir recula.

—Señor de la Cruz, perdone, ¿por casualidad usted no será el autor de Conociendo aMaría?

Alzo las cejas y sonrío levemente mientras asiento.

—El mismo, no le hacía lector de romántica doctor.

—Oh no, yo no, entiéndame, no es que no me guste cómo escribe, pero prefiero losThrillers. Es mi mujer la está enamorada de su libro.

—Oh vaya, pues no sabe cuánto me alegro, se me ocurre una cosa, como vamos a estar unpar de días, imagino, tráigame el libro, o diga a su mujer que me visite, con gusto se lo firmaré.

Veo por su reacción que eso no se lo esperaba y me alegro mucho, me gusta sorprender a lagente que piensa que los autores somos inalcanzables, no digo que no los haya, pero tengo muchosamigos independientes que están deseando juntarse con los lectores.

—No sabe cómo se lo agradezco. Muchas gracias, se lo diré esta noche.

—Llámeme Iván por favor, cuando dice señor de la Cruz, me dan ganas de buscar a mipadre.

El doctor suelta una sonrisa, como la que suelto yo, cuando me dicen esas mismas palabras.

—Yo me llamo Manuel, mucho gusto.

Ahora sí, se retira y yo vuelvo con Davinia a la sala de espera.

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—Nunca te he pedido nada, hoy va a ser el primer día. —Intento sonar lo más serio posible—. Haz lo que sea necesario para que tu marido me deje cinco minutos con él.

—Iván, es muy difícil lo que me pides, no sabemos si lo han detenido, ni en que comisaríaestará, ni si Francisco...

—Davinia, me da igual, me da igual que esté en Carabanchel o en la remonta, pero hacerlo,necesito mirarle a los ojos, necesito decirle lo que ha estado a punto de arrancarme... «No volveréa huir de nadie, no habrá otro Ian ni otra guerra que me separe de ella».

Después de eso nos quedamos en silencio, yo clavo mi mirada al frente, veo pasar a tanta ytanta gente, unos a consultas, otros llegan corriendo como yo, porque nos han avisado, otroscuantos caen derrotados en lágrimas por algo malo que les ha dicho el médico y no dejo depreguntarme ¿Por qué tenemos que sufrir para vivir?

Davinia se levanta y se despide de mí, creo que algo se ha doblado en nuestra relación, esperoque podamos arreglarlo más adelante.

Pasan las horas y ahí sigo, esperando que se despierte y la suban a planta, voy a salir adistraerme con otro cigarro cuando suena el móvil, miro la pantalla y veo que es Francisco.

—Dime Fran.

—Hemos arrestado al marido de tu chica. Está en mi comisaría. No puedo dejarte entrarsolo...

—Comprendo, en cuanto se despierte María me acerco, no quiero que se sienta sola cuandose despierte.

—Te espero.

Después de otras dos horas, al final me comunican que la van a subir a planta, me dejan entrarantes para que la pueda esperar en la habitación.

Cuando veo que entra postrada en una cama se me cae el alma al suelo, van a ser momentosmuy difíciles, pero juntos lo superaremos, amo a esa mujer, amo a los niños que tiene dentro de sucuerpo, pero sobre todo amo el poder amarla en esta y en otras mil vidas.

La saludo con un beso en los labios y me agarra fuerte en un abrazo llorando.

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—Shhh ya pasó, no te preocupes, estamos bien... los cuatro estamos bien...

Noto que se separa de mí y me mira a los ojos, los de ella están rojizos y mojados.

—Ha sido Andrés, quiere que vuelva con él a Cádiz, pero yo no quiero, quiero estarcontigo mi amor.

—Sabemos que ha sido él, ahora mismo está detenido, he hablado con Francisco y me va adejar cinco minutos con él.

—No Iván, por favor, no vayas. Déjale, denunciémosle, que no se pueda acercar a nosotros,pero no me dejes sola solo por ir a enfrentarte a él.

—Pero mi amor... casi hace que te pierda de nuevo y a la vez a los mellizos.

—Lo sé, pero prométeme que no irás. Nosotros hemos ganado, estamos juntos yembarazados. Pronto tendré el divorcio y podré decir que soy tu mujer. Por favor, no vayas...

Mi corazón no puede amar más a esa mujer que tengo en frente mía, no sé qué habré hecho paramerecerla, pero doy gracias por tenerla a mi lado.

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Capítulo 15

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No puedo creer lo que ha pasado. Nunca pensé que Andrés sería capaz de llegar al punto deperseguirme por la calle. Qué cegada estaba, quizá estuvo todo el tiempo ahí y yo no lo vi o noquise verlo, pero en realidad, ahora postrada en esta cama me doy cuenta del engaño. Recuerdoque primero me gustaba saberme el centro de su universo, tampoco vi extraño que me dijera deponernos juntos en las fotos, nunca quería que apareciera sola. Recuerdo que me decía que la foto

saldría mejor si le echábamos el polvo de nuestro amor[5], menos aun cuando decía que paratrabajar no necesitaba el maquillaje, creo que algo vi con los libros, todos mis libros quemadosuno a uno porque no quise salir una noche con él. Me había venido la regla y estaba con un fuertedolor de ovarios, maldita la gracia de la naturaleza de privar a ciertos hombres de esos dolores,se cogió tal enfado que me lo hizo pagar con lo que más quería. Aun así, tonta de mí, no lo quisever, un arrebato me dije a mí misma. ¿Cómo va a ser un maltratador? Que equivocada estaba, nohace falta que le peguen a uno/a, para que sufra malos tratos.

Cierro los ojos y dejo que las lágrimas salgan una detrás de otra, lágrimas que harán que todala tristeza me abandone para hacer sitio a lo que tiene que llegar.

Esta vez sí, voluntariamente me llevo la mano a la tripa y con los ojos aún cerrados veo a misniños. Puedo decir que soy una mujer afortunada, puedo ver a mis dos hijos antes de que nazcan,oír sus voces, su llanto, su risa, sus miradas, estoy deseosa de volver a abrazarlos.

Hoy por fin me dan de alta, a partir de ahora viene lo difícil, la rehabilitación, pero sé que Ivánva a estar a mi lado y es lo que me da fuerzas en este momento.

Veo entrar al doctor como Pedro por su casa, siempre me ha hecho gracia que les importa uncomino como estés, siempre pasan y después preguntan, también con la carga de trabajo quetienen...

—Buenos días María, mira te traigo el alta.

—Buenos días doctor, qué buena noticia, no se lo tome a malas, pero los hospitales y yonos llevamos muy mal.

Al menos le he hecho reír un poco y de paso me he reído yo también.

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—Ya sabe, mucha rehabilitación y en un plazo de tres meses pide cita para el traumatólogo.Si ve que tiene muchos dolores, no espere ese plazo y venga de urgencia

—Muchas gracias doctor, ha sido muy amable.

—No tiene por qué darlas, si no veo a su marido, dele las gracias por el libro.

Asiento y sonrió, me gusta cómo suena «mi marido», al rato entra una celadora jovencita y congafas, con una silla de ruedas.

—Buenos días ¿eres Eva María verdad?

—Hola, así es.

—Te traigo la silla de ruedas, ¿quieres que te lleve a la entrada?

—Si no es mucha molestia... no estoy acostumbrada a estar en otra cama que no sea la mía.

La muchacha se me queda mirando, yo no sé si he dicho alguna ordinariez, pero el caso es quenos echamos a reír las dos. «Voy a coger complejo de payasa del hospital» sonrío por mipensamiento y me dejo ayudar para sentarme en la silla.

—¿Sabes? En el hospital todas las doctoras y celadoras están revolucionadas con tumarido. Más de una se ha pasado noches llorando con su libro.

«A mí me lo vas a decir, ¡pero es mío!»

—Os comprendo, a mí me pasó lo mismo, cuando se pone romántico no hay quien lo pare.

—Tiene que ser bonito vivir con alguien que es capaz de hacer sentir tanto con solo unaspalabras.

—Te aseguro...

—Sandra, me llamo Sandra.

—Te aseguro, Sandra, que es algo mágico, ver cómo se le iluminan los ojos, cómo es capazde captar la esencia de una frase, de un sentimiento. He leído bocetos sobre historias de mujeres yes increíble la facilidad que tiene para ponerse en nuestro pellejo.

—Yo se lo digo mucho a mi novio, que se haga escritor, pero dice que prefiere leer... ¡qué

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le voy hacer!

Nos reímos de nuevo, me está ayudado a despejarme de los sentimientos de hace un momento,ojalá todos los celadores fueran como ella, porque en Cádiz había cada uno...

—Bueno Eva, aquí te dejo, espero que te recuperes bien de esa rodilla.

—Muchas gracias Sandra, la próxima vez que venga, te traeré un libro suyo firmado.

—Oh qué detalle, muchas gracias.

Se despide y yo miro a la calle, esperando que mi escritor, mi ángel, mi señor y sirviente vengaa buscarme

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Salgo de la cafetería donde he estado informando a mis "chicos" de que voy a estar unassemanas sin aparecer, tengo que cuidar de María y que para lo que necesiten que me llamen almóvil. Eugenia me ha pedido que le entregue unos dulces que ha elaborado, y Juan dice que laecha de menos en la barra. Ambos son como parte de nuestra familia.

Me dirijo al coche cuando me suena el teléfono, miro quién es y descuelgo cuando veo que esFrancisco.

—Hola Fran, dime.

—Qué pasa chaval. Te llamo para ver si vas a querer pasarte a tomar algo.

—Hoy imposible, dan de alta a María, voy a estar unos días desaparecido.

—Oh es cierto, ayer me lo dijo Davinia. Pues escucha, hablo con mi chica y os llevamos lacena, así os cuento algo que os interesará.

—Bueno, vale, ¿sobre las nueve?

—Perfecto, nos vemos, hasta luego hermano.

Cuelgo y me meto en el coche, conecto el manos libres y llamo a mi chica.

—Hola mi amor. ¿Ya te han dado el alta?

—Sí cielo, me acaban de bajar a la puerta, estoy dentro.

—Perfecto, pues en veinte minutos te recojo. Eva María...

Sonrío al imaginar su cara al llamarla por su nombre completo.

—Dígame usted caballero.

—La he amado mil vidas, te estoy amando en esta y te amaré por otras mil...

—Lo mismo te digo amor mío. No tardes, quiero irme del hospital ya.

Me despido de ella y apago el manos libres, arranco y pongo dirección al hospital. Cuandotodo esto acabe, que pueda andar bien, haremos un viaje donde ella quiera. Ese será mi regalo

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He tardado un poco más, pero diez minutos después de lo acordado entro en el hospital con unramo de rosas rojas para la mitad de mi alma, que cuando las ve se tapa la boca con las manos ypuedo ver cómo es la envidia de todas las mujeres en ese momento.

—Pero ¿y esto?

—¿Acaso necesito una fecha en el calendario para regalar a mi mujer unas flores?

—Claro que no, solo que no me las esperaba. Gracias amor.

Con una sonrisa en su rostro la acerco al coche, antes de bajar había echado el asiento haciaatrás para que estirara la pierna sin problemas, le pongo el cinturón y la robo un beso entre risas.

—Me ha llamado Fran, dice que nos tiene que decir algo, hemos quedado en que traen ellosla cena.

—Ah, pues bien. ¿Qué crees que será?

—No lo sé, pero imagino que no tardaremos en averiguarlo.

Después de darle otro beso, este consentido, y de guardar la silla en el maletero, nos ponemosen camino hacia nuestra casa.

Al llegar veo que hay un mensajero en la puerta, cuando nos acercamos le pregunto a qué pisova, la suerte está de nuestro lado, pues estaba a punto de irse al no contestar nadie, le firmo elrecibí y subimos en el ascensor hasta nuestra casa. Después de entrar y ponernos cómodos los dos,me sirvo una copa de vino y un refresco para María y abro el sobre. Para sorpresa de María, es elacta donde queda dispuesto a partes iguales tanto el negocio, el coche y el piso donde estamos.

—No me siento bien con que hayas hecho esto... Yo no he aportado nada en ninguna de lascosas... lo has pagado tú solo.

—¿Y? a mí me importa que tu tengas lo que te corresponde como mi mujer.

—Ay cariño...

—Nada, ni una coma voy a cambiar, te aviso, al menos hasta que nazcan los mellizos.

Ella sonríe y me acaricia el cabello, cuando me arrodillo, le levanto la camiseta y le beso latripa. Sé que ella tiene ganas de abrazarlos, pero si supiera las ganas que tengo yo.

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Me levanto y tras dejar los mandos de la tele a su alcance, bajo a por los dulces que me habíadejado en el coche y me preparo para hacer un cocido a lo pobre. Después de unos días en elhospital, ambos necesitamos reponer fuerzas.

Me pregunto qué será lo que nos tiene que contar Francisco, llamo a Davinia para intentarsonsacarle algo, pero es imposible, nada más colgar suena la puerta y cuando abro me quedo depiedra.

—¿Mamá, papá? ¿Qué hacéis aquí?

—Ay hijo, ¿qué vamos hacer? Venimos a verte, hemos pasado por la cafetería y Juan nos hadicho que estabas en casa. ¿Con tu novia?

—Esto... sí, pero veréis...

—¿Cariño?

Me doy la vuelta cuando asoma María en la silla de ruedas y se queda blanca al suponer conquién hablo.

—¿Es ella? ¿Pero que te ha pasado hija?

Mi madre me aparta a un lado y para ella solo existe una María súper cohibida, yo miro a mipadre y él se encoge de hombros diciendo que ya conozco a mi madre.

—No se asuste que no es para tanto, solo ha sido la rótula que se ha roto un poquito.

—¿Solo eso? ¿Y te parece poco cariño? Por cierto, a mí me llamas de tú, nada de usted.

Veo que María sonríe y yo pongo los ojos en blanco.

—Mamá ¿os quedáis a comer? Estaba preparando un cocido.

—Vale, pero tú atiende a tu chica, que del cocido me encargo yo.

Adoro a mi madre, aparte de ser madre es mi mejor amiga. Pero la temo cada vez que viene,porque empieza a comprar, me llena la nevera, el frutero, me limpia toda la casa y por más queintento que pare no lo consigo. Así que decidí dejarla a su bola.

Mi padre es otro cantar, tengo la misma confianza que con mi madre, pero es más serio, pero aligual que ella si ve que tengo algo que necesita arreglo, no para hasta que lo deja impoluto.

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—Pues nada, estáis en vuestra cosa, nunca mejor dicho, ya que la comprasteis vosotros.

—Tendríais que venir al chalet, ahí hay más sitio y María puede ir por la finca.

—No sé mama, tiene que hacer rehabilitación, le han dado hoy el alta.

—Bueno, pero no pasa nada, la puede hacer allí.

—Mejor otro día, cuando ella ya ande, pasamos a veros un par de días. ¿Te parece cariño?

Miro a María que se había mantenido callada todo el rato.

—Me parece bien si a ellos no les importa.

—¿Qué nos va a importar? Eres la novia de nuestro hijo, ya solo por eso, eres familia.

Sonrío a mi padre dándole las gracias por esas palabras y entre cuchicheos, noticias y demás,vamos haciendo la comida, tomamos cuenta de ella y despedimos a mis padres que tenían prisapor coger el autobús.

—Qué marrón chaval. ¿Sabías que venían?

Levanto las manos, declarándome inocente mientras vuelvo de la habitación.

—¿Yo qué voy a saber? Me ha pillado tan de sorpresa como a ti, ahora mi amor, vamos adescansar un poco.

La ayudo a estirarse en la cama y me meto yo por mi lado, la abrazo y hablando un poco del díanos dormimos, aunque solo sean un par de horas.

Al momento oigo cómo suena el teléfono a lo lejos, hasta que soy consciente que es el mío queestá sonando, descuelgo sin mirar quién es.

—¿Diga?

—Vale, no digas más, estáis dormidos.

—¿Qué?

Me cuesta un momento darme cuenta de lo que me están diciendo, de pronto salto de la cama yveo que son las nueve y cuarto.

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—Ostia chicos, lo siento, enseguida os abro.

Me pongo las zapatillas a la pata coja, mientras despierto a María

—Cariño, despierta, son Francisco y Davinia. ¡Nos hemos dormido!

—Ay la madre, ayúdame a sentarme

La cojo en brazos y la dejo en la silla, abro el portal y dejo la puerta de casa abierta, vuelvocon María y la ayudo a entrar al baño.

—¡Hola! Ahora salgo, un momento, poneros cómodos.

Grito para que me oigan cuando escucho cerrarse la puerta, ayudo a mi chica a asearse un pocoy cuando volvemos a salir a la habitación me apresuro a saludarles.

—¿Qué hay chicos?

—¿Y María?

—Preparándose, he salido a saludaros, ahora vuelvo a ayudarla.

—No te preocupes, ya la ayudo yo, así hablamos de cosas de chicas.

Asiento y saco dos cervezas, una para Francisco y otra para mí, mientras escucho a Daviniapedir permiso para entrar en la habitación.

—¿Qué es eso que tenías que decirnos? —Pregunto a mi amigo mientras voy sacando losplatos para las pizzas y el chino que han traído.

—¿No quieres esperar a que esté María?

—Prefiero escucharlo primero, luego ya me haré el sorprendido.

—Está bien, resumiendo porque los detalles los cuento cuando esté María, Andrés hamuerto en un accidente de tráfico.

—No puedo decir que lo sienta, el muy cabrón casi me quita a María.

—Ya, pero para ella será un golpe, tiene que ir a reconocer el cadáver.

Cierro los ojos y suspiro, en ese momento escucho cómo llora y doy por descontado que

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Davinia se lo ha contado, mejor... ella seguro que habrá ido con ese tacto que a los hombres nosfalta.

—Parece que se te han adelantado... voy a ver como está.

Aprieto el hombro de mi amigo y entro en la habitación, a la vez que sale mi amiga paradejarnos solos.

—Prepararé la cena...

—Gracias Davi.

Cierro la puerta y la veo en la silla, apoyada en la coqueta con la cabeza sobre sus brazosllorando. Me acerco y le acaricio la espalda suavemente y la escucho decir...

—Perdona Iván, no tendría que llorar, pero.... pero...

—Shh tranquila, es normal, era tu marido, has pasado muchos años con él. No te preocupes,llora lo que necesites, no te amaré menos porque lo hagas.

Así poco a poco se ha ido relajando, hemos salido al salón y hemos conseguido que ría unpoco, mañana iremos a reconocer el cuerpo.

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Capítulo 16

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Ha pasado una semana desde que me enteré de que Andrés había fallecido. Fue un duro golpe,porque, aunque me hubiera separado de él, le tenía cierto cariño.

Hoy he empezado la rehabilitación, me han tocado dos chicas simpáticas, se llaman Cristy yAsun, por los acentos diría que una es de Sevilla, se le nota mucho el acento, como a mí, hoy noshemos reído de ello. Asun parece de la mancha, de algún pueblo de los que cubren la tierra deDon Quijote. Mientras una me iba ayudando con la pierna, la otra me hacía la ficha. Según me handicho no andaré bien hasta dentro de al menos dos o tres meses, que tenga paciencia, por lo quelas veré casi todos los días, incluso me han dicho que, si hay días que no puedo, ellas van a micasa.

Poco a poco van pasando las semanas, cada día es como el otro anterior, masajes en la cicatrizy diferentes ejercicios para fortalecer los Isquios y los Cuádriceps, sin cansarme mucho para norecaer y por el embarazo. Yo suelo bromear que después de esto me hago la maratón.

Algún día que otro han tenido que ir a mí casa Cristy que es la mayor de las dos, tiene un parde niños mientras que Asun solo tiene una. Yo estoy deseando presumir de barriga.

Cada día que pasa estoy más enamorada de Iván, es el hombre que recuerdo, el hombre atento,protector, que se sacrificaría por mí de nuevo si hiciera falta.

Con Fran y Davinia la relación cada vez es mejor, me han aceptado como a una más y cadasemana nos reunimos en la casa de unos o de otros. Estoy muy feliz por cómo está cambiando mivida.

Ahora estoy esperando a mi chico que venga a recogerme, le he obligado a pasarse por lasmañanas por la cafetería, no podemos dejar la responsabilidad a Juan y a mi Yogu, la jodía nohace más que mandarme postres y dulces, al final voy a coger más del doble de kilos, menos malque los reparto con las fisios.

Escucho el claxon del coche y me despido de ellas hasta mañana, salgo con las muletas yenseguida Iván me recibe con un beso en los labios mientras me abre la puerta. ¿Puede ser másencantador? Lo dudo.

—¿Qué tal mi amor? ¿Cómo va la cafetería?

—Muy bien, Eugenia ha sacado varias tartas estos días para desayunar y es un éxito,tenemos más desayunos que nunca.

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—Ya sabes que no le gusta que la llames así, y me alegro, todo lo que sea clientes,bienvenidos sean.

—Ya lo sé, me hace gracia cuando se pica.

—Parece mentira que seas el jefe. ¿No vamos a casa?

—Aún no, quiero enseñarte un sitio muy especial.

Alzo las cejas y le cojo de la mano para apretársela mientras conduce, adoro las sorpresas.Según los carteles, está cogiendo la dirección al Aeropuerto, a ver qué se le ha ocurrido a esteahora.

Toma la salida a Alameda de Osuna, no sé si será un barrio o qué, según vamos llegando, veoque hay un parque, para en la entrada y se baja, da la vuelta al coche y me ayuda a bajar a mí.

—¿Qué hacemos aquí?

—Ahora lo verás... Paciencia mi querida Padawan[6]

Caminamos por el parque despacio, ya que cada dos por tres tengo que parar para descansar.

—Oh Iván qué cosa más hermosa. No sabía que existía este parque.

—¿Sabes? Mientras que nosotros vivíamos en Cádiz, en el treinta y cuatro, fue declaradojardín artístico este parque y no solo eso, fue construido o al menos comenzaron las obras en milsetecientos ochenta y cinco, así que somos más viejos que este parque...

Arqueo una ceja mirándole y finjo no asombrarme, pero en realidad da para pensar lo que nossucede a ambos.

—¿Crees que algún día nos cansaremos el uno del otro?

La verdad que es algo que nunca me ha dado por pensar, pero hasta ahora tampoco había hechohincapié en las fechas.

—Por mi parte te aseguro que no, porque si hay algo que me enamora de ti, es la cara desorpresa, siempre que te digo...

Veo que saca una caja del bolsillo, se pone con una rodilla en tierra, la gente se llama los unosa los otros para ver lo que creo que va a pasar.

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—Eva María Fernández, te llevo amando tantas vidas, que ya ni recuerdo cuandoempezamos. He sido romano, persa, indio, escoces y un sin fin de nacionalidades, y siempre hasestado a mi lado, de día, de noche, en la salud, en la pobreza, en la guerra, en la riqueza... ¿Meharías de nuevo el favor de ser otra vez mi esposa?

Me llevaría las manos a la boca si pudiera, el corazón me va a mil, veo a toda la gentecomentando lo original de la pedida, pero si ellos supieran que es en realidad como ha pasado...Yo aún no recuerdo todas las vidas juntos, pero espero que llegue el día que lo haga.

—Iván de la Cruz, siempre, óyeme bien, siempre he sido la mujer más dichosa, por el merohecho de ser tuya, por ser tu esposa. Ruego al tiempo que no me levante una mañana y no quieraserlo, porque entonces será el día en el que haya roto nuestro juramento de amor. ¡Sí, sí, porsupuesto que sí, mil veces sí...! Claro que quiero ser tu esposa, ahora y en otras mil vidas.

De repente no hago más que oír suspiros, alabanzas, felicitaciones, incluso veo que nos hacenfotos, ya que Iván sigue con la rodilla en tierra, y yo con las muletas, si es que no se puede sertan...

—Oh chicos de verdad, qué amor, qué pasión, me habéis dejado muerta de amor, muchasfelicidades de verdad, os merecéis toda la felicidad del mundo.

Sonrió ante la mujer que nos ha hablado, la cual no hacía más que limpiarse con el pañuelo laslágrimas que salían de sus ojos.

—Gracias mi amor, por traerme aquí, es un día que nunca, nunca, nunca olvidaré.

—Gracias a ti por ser tú, por haberme buscado, por haber dejado todo por estarnuevamente conmigo.

Nos fundimos en un beso suave, cariñoso, sincero, un beso que hasta la diosa Venus y Afrodita,tendrían envidia de él.

—Mi amor, llévame a casa y...

Sonrío picara y él me coge en brazos ante otro aplauso de la gente con la que nos cruzamos. Enotro momento me sentiría cohibida, pero hoy estoy orgullosa de este hombre, de mi hombre, delfuturo y pasado padre de mis hijos. Él, solo él, a ningún otro en toda mi vida he amado hasta elpunto de morir por él, porque él y solo él será siempre y por siempre mi juramento de amor.

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Capítulo extra

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3 MESES DESPUÉS

La semana pasada fue muy dura para los dos, pero creo que teníamos que pasarla para poder

seguir adelante. Necesitábamos responder todas las preguntas que nos habían perseguido durante

las demás épocas, supongo que en alguna de ellas habrían sido respondidas pero como no lo

recordábamos, seguíamos con ellas dándonos vueltas en la cabeza.

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Invierno 1937

Llevo una semana en Madrid trabajando para poder seguir hacia la frontera para reunirme

con María y los niños, hace tres largos meses que no veo a mi amor y mis pequeños y los echo

terriblemente de menos.

Ahora me dirijo hacia una posada porque mientras trabajaba en el mercado, he escuchado a

unas mujeres hablar sobre una costurera del sur que hace maravillas con la ropa y mi corazón

ha saltado de alegría por la posibilidad de que sea María.

Entro por la puerta de la posada con el corazón a mil, cuando de pronto empieza a sonar la

alarma de bombardeos y se desata la locura, me acerco corriendo a la posadera que empieza a

chillar órdenes a todo el mundo e intento que me escuche.

—Por favor señora, ¿hay una mujer y dos niños aquí hospedados? —Ella me ignora y

sigue corriendo no sé hacia donde. Con fuerza la agarro del brazo y hago que se vuelva y me

preste atención—. Señora por favor.

—Sí, sí, mujer con niños. Segunda planta primera puerta a la derecha. —Y sin darme

tiempo a nada más se suelta de mi brazo y sale corriendo.

Empiezo a subir las escaleras, peleándome con la gente que está bajando corriendo para

ponerse a salvo, un hombre el doble que yo me empuja y caigo hacia atrás pero no llego al

suelo, ya que los cuerpos del resto de las personas que como yo quieren subir a por sus seres

queridos me aguantan. Lucho como un loco por abrirme camino, sin saber cuando llegue si

serán ellos, pero mi corazón me dice que sí.

Cuando logro llegar aporreo la puerta con toda la fuerza que puedo y los empiezo a llamar a

gritos. La puerta se abre y el corazón se me cae a los pies cuando compruebo que no son ellos.

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Me estoy dando la vuelta para volver a bajar cuando escucho las vocecitas de mis pequeños

llamándome. Me vuelvo y los veo al final del pasillo. Corro hacia ellos y cuando llego veo que

están llorando asustados, por lo que me pongo de rodillas y los abrazo con fuerza.

—Tranquilos mis pequeños, que ya estoy aquí. ¿Y vuestra madre, dónde está? —Me

separo de ellos y empiezo a limpiarles las lágrimas mientras espero a que me respondan.

—No lo sabemos papi, ha salido como todas las mañanas.

—Vámonos. —Me levanto y los cojo de sus manitas.

—Pero no nos podemos ir sin mami —me dicen asustados.

—No os preocupéis que ahora la buscamos. —Los miro y ellos asienten.

Salimos como podemos de la posada, mirando hacia todos lados por si veo aparecer a

María. Nos dirigimos hacia el hospital donde está el refugio para poder dejar a salvo a mis

pequeños y poder seguir buscándola. Entramos en el edificio y al fondo como una aparición

caída del cielo, aparece mi maestro que supuestamente se encontraba en Francia. Corro con

mis pequeños en brazos hacia él.

—¡Maestro, maestro! —lo llamo a gritos, para que me pueda escuchar entre el jaleo que

hay. Él se vuelve al escucharme y en cuanto nos ve se dirige hacia nosotros.

—Iván, muchacho, tenía esperanza de encontrarte aquí. ¿Y María?

—Ahora voy a buscarla, ¿puede cuidar de mis pequeños, por favor?

—Claro muchacho, ve tranquilo que yo los protejo.

Beso a mis pequeños y los bajo al suelo.

—Voy a buscar a mami, el maestro os cuidará mientras, ¿de acuerdo? —ellos me miran

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con sus caritas llenas de lágrimas y asienten—. No os preocupéis que en un momento estoy de

vuelta con mamá.

Salgo otra vez entre empujones de la gente que está entrando en el edificio y corro calle

abajo hacia la posada por si acaso ha vuelto y está buscando a los pequeños. Cuando estoy

llegando a ella me parece verla al fondo de la calle corriendo hacia la posada, pero de pronto

un estruendo hace que salga volando y un dolor inhumano me recorra todo el cuerpo y la

oscuridad me lleva con el grito de María en mis labios.

Me despierto con un dolor atroz por todo mi cuerpo, abro los ojos y no puedo ver por uno de

ellos.

—¿Qué me ha pasado? ¿Y María? ¿Dónde está María? ¿Tengo que ir a buscarla? —

Intento incorporarme y el dolor que siento hace que me quede sin aire y un mareo me venga.

—Tranquilízate muchacho, no te muevas. —Escucho la voz de mi maestro.

Giro la cara para buscar el sonido y es cuando con horror veo que me falta un brazo, miro

hacia abajo y con espanto veo que también he perdido una de mis piernas. El impacto es tan

grande que dejo que la oscuridad me vuelva a llevar.

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Septiembre 1939

Llevamos ya tres años en París. Tras la muerte de mi amor, logramos salir de España

después de tres meses de camino. En la frontera no tuvimos problemas gracias a un

salvoconducto que llevaba el maestro, y los papeles que decía que éramos su mujer e hijos. A

partir de ese momento para el resto del mundo pasamos a ser su familia. Tal como cruzamos la

frontera todo fue más fácil, y en dos semanas estábamos en su piso de París. Nunca ha habido

nada entre nosotros, él se ha convertido en un hermano mayor para mí.

Yo he conseguido trabajo en una tienda de costura y dentro de lo que cabe somos felices,

aunque mi corazón esté completamente muerto desde que mi amor se marchó.

—¡María, María! ¿Dónde estás? —Escucho cómo me llama a gritos el maestro.

—¿Qué pasa? —Salgo corriendo de la cocina.

—Estamos en guerra.

El mundo se para a mi alrededor, otra vez no, logramos escapar de una y nos sorprende otra.

—Co… Cómo, por… por qué, no puede ser, otra vez noooo —digo entre sollozos por los

recuerdos amargos que me asaltan.

—Los alemanes han invadido Polonia y Francia, Inglaterra y otros países le han

declarado la guerra a Alemania.

A partir de ese momento nada fue igual. Los primeros meses la situación siguió más o menos

bien, muchos conocidos se alistaron y marcharon a la guerra, pero se veía muy lejana. En esos

meses pensamos en volver a España, pero nuestro país tampoco era seguro en aquel tiempo por

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lo que decidimos quedarnos en París.

Pero todo cambió a mediados de junio cuando los alemanes invadieron París.

Estoy en la trastienda de la tienda de costura trabajando cuando el maestro entra por la

puerta trasera corriendo.

—¡María corre, nos tenemos que ir a casa!

—¿Por qué?, ¿qué ha pasado?

—Los alemanes han entrando en París.

La dueña de la tienda que ha escuchado lo que el maestro ha dicho, me da permiso para que

me vaya con mis niños, que están conmigo.

Salimos lo más rápido posible de la tienda, corremos por varias calles al igual que mucha

gente. Estamos casi llegando a casa cuando al torcer una esquina vemos aparecer a los nazis

en sus camiones y de pronto empiezan a salir disparos de las ventanas y las puertas.

Nos paramos y miramos intentando encontrar un sitio donde escondernos, mientras vemos

cómo los nazis se bajan de los camiones y empiezan a disparar a todo lo que se mueve.

El maestro coge en brazos a Davinia y yo a Javier que no paran de llorar, se vuelve y me

grita que lo siga. Echamos a correr calle abajo cuando siento un dolor inmenso en una pierna,

sigo corriendo como puedo, arrastrándola, cuando siento cómo el pecho me arde y caigo a todo

lo largo intentado proteger a mi pequeño, mientras intento respirar, pero el terrible dolor no me

deja. Levanto la vista y veo que el maestro sigue corriendo, pero de pronto escucho otro disparo

y cae al suelo.

—Nooooooo —grito de dolor por este terrible final.

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Siento cómo me van abandonando las fuerzas y me aparto para ver a mi pequeño que ha

dejado de llorar y compruebo con horror que la bala que me ha dado ha atravesado mi pecho y

le ha dado a mi pequeño que me mira sin verme. Con mis últimas fuerzas le cierro sus ojitos y

dejo caer mi mano. «Ya vamos hacia ti mi amor» pienso y me abandono a la oscuridad.

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Un giro me hace volver al presente y agarrarme más fuerte a mi marido, sí, mi marido. Nuestra

canción favorita "Hasta mi final[7]" del cuarteto Il Divo está sonando. Estamos bailando el baile

de apertura en la celebración de nuestra boda. Hemos tenido que esperar tres meses desde la

pedida para que estuviera completamente recuperada, pero al fin volvemos a estar casados.

Nos hemos casado en la iglesia de San Antonio de los Alemanes, iglesia que elegimos

principalmente por su cantidad de frescos, ambos somos unos enamorados del arte y cuando nos

encontramos con esa obra magistral, supimos que no teníamos que buscar más. Nos casaríamos

acompañados de algún modo de ilustres como; Juan Carreño de Miranda o Francisco Rizi, dos

escultores Manuel Pereira y Francisco Gutiérrez, y sin menospreciar los restos de sus Altezas

Reales, las Infantas Berenguela de Castilla y Constanza de Castilla, hijas de Alfonso X y Fernando

IV

Todos nuestros amigos están aquí, tanto los del restaurante como aquellos que hemos hecho

debido a mi accidente.

Es increíble cómo es cierto que el primer amor nunca se olvida, ya que por fin he recordado,

que la primera vez que nos conocimos fue en el año 1922, cuando nuestras miradas se cruzaron de

pequeños y desde entonces no sabemos cómo hemos estado reencarnándonos en distintas épocas.

Esta es la primera vez que estamos en una época superior a la que nos enamoramos. Recuerdo

perfectamente cada detalle de esa época, será que perder por primera vez a tu marido e hijos, se te

queda grabado a fuego en el corazón y ya no lo puedes olvidar. De las demás vidas recuerdo

acontecimientos específicos pero no todo lo que nos pasó en ellas.

—Ya has vuelto mi amor —Miro a Iván y me sonríe—. Deja ya el pasado atrás y disfruta

del presente.

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—¿Cómo sabías que estaba recordando?

—Por tu gesto de tristeza mi vida, por eso te he hecho girar tan fuerte para que volvieras a

mí y a este maravilloso día.

—Perdóname mi vida —Me acerco todo lo que mi barriga doble de cinco meses me

permite y lo beso con todo el amor que le tengo—. Sabes que si ellos no hubieran muerto ese día,

ahora podrían estar vivos y tener hijos. Podríamos ser abuelos —susurro mientras una lágrima

baja por mi mejilla sin poder controlarla.

Él me la limpia y me vuelve a besar.

—Esta vez, mi vida, va a ser diferente ya verás.

Asiento y apoyo mi mejilla en el hueco de su cuello y me dejo llevar por sus brazos y esta

preciosa canción.

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6 MESESDESPUÉS

—María mi amor vámonos que llegamos tarde.

—Ya voy, es que la pequeña se ha hecho caca y la he tenido que volver a cambiar —

responde desde la habitación.

Hace mes y medio que nuestros pequeños llegaron al mundo. El parto comparado con los otros

por los que ha tenido que pasar María ha sido muchísimo más fácil. Los adelantos de esta época

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son una maravilla.

Cuando por fin están listas, salimos con rapidez del piso y nos montamos en el coche,

«Esperemos que podamos aparcar bien sino van a llegar los invitados antes que nosotros», pienso.

Tras tener suerte con el aparcamiento, salimos rápido del coche y nos dirigimos a la iglesia. Mis

padres que nos ven se acercan a ayudarnos.

—¡Hijo por Dios has visto la hora que es!

—Lo sabemos mamá lo sabemos.

Entramos con rapidez en la iglesia mientras vamos saludando a todos nuestros amigos. La

ceremonia pasa con mucha rapidez, cuando el cura nos pregunta el nombre de nuestros niños,

María y yo nos miramos, y como no podía ser de otra manera le decimos a la vez Davinia y Javier.

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Dejo a Javier en el carrito después de haberle dado de comer y tras arroparlos a los dos, salgo

al jardín donde estamos celebrando el bautizo y me dirijo hacia Iván que está hablando con

Davinia y Francisco.

—Llegas justo a tiempo María —me comenta Davinia—. Le estábamos agradeciendo a

Iván que les hayáis puesto nuestros nombres a vuestros hijos.

—De nada Davinia, siempre me han gustado esos nombres y cuando se lo comenté a Iván

estuvo de acuerdo conmigo —Le medio miento—. ¿Y a ti, cómo es que te pusieron ese nombre?

—Me llamo igual que mi madre, es una gran mujer que logró sobrevivir a dos guerras.

Miro a Iván con el corazón a mil por hora «¡¿Podría ser nuestra hija?!» pienso, «Pero no puede

ser, María, la viste morir». Él al ver mi cara se pone detrás de mí y me abraza para que me pueda

apoyar en su pecho.

—¿Cómo fue eso? —Le escucho preguntar a Iván.

—Ella nos contaba, que su padre le había dicho que siendo muy pequeñita, ella junto a su

mamá y su hermano, habían logrado escapar a Francia cuando la guerra civil, pero por desgracia,

tuvieron la mala suerte de que a los pocos años de estar allí, empezó la segunda guerra mundial y

cuando los alemanes invadieron París, se vieron envueltos en un tiroteo con la resistencia y su

madre y su hermano murieron, quedando solos su papá y ella.

Siento cómo Iván respira hondo y se relaja, ya que como yo por un momento habíamos

pensado que Davinia podría ser nuestra nieta.

—Lo sentimos mucho Davinia —respondo cuando logro recuperarme—. Tuvo que ser una

época muy mala para ella.

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—La verdad es que era tan pequeña que casi apenas tiene recuerdos de ellos y de lo que

pasó, solo lo que su padre le contaba.

—Para tu abuelo tuvo que ser también muy difícil.

—Él no era mi verdadero abuelo, el mío murió en la guerra civil.

—Perdona pero no te entiendo.

—Mi madre lo llamaba papá porque fue el que la crió, pero en verdad era el amigo de mi

verdadero abuelo. Él fue el que ayudo a mi abuela, con mi madre y mi tío, a salir de España.

Empiezo a temblar y me dejo caer en el pecho de Iván, que me abraza con fuerza mientras él

mismo intenta mantener la calma. Necesito preguntarle los nombres de sus abuelos pero no creo

que sea capaz de hablar.

—¡Sabes hermano! —le dice Francisco a Iván, que hasta ese momento había estado callado

—, ¡que da la casualidad de que su abuelo se llamaba como tú!

—¿Iván? —le dice mi amor con un nudo en la garganta.

—Sí, Iván de la Cruz.

Y eso es lo último que escucho antes de que mi mundo se vuelva negro.

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Una semana después

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Queda una hora para que Davinia y Francisco lleguen al piso. Ha pasado una semana desde el

bautizo y tras achacar el desmayo a la tensión y al calor que hacía, no hemos vuelto a verlos. Esta

semana como ya es costumbre nos tocaba cenar en nuestro piso.

Salgo de la cocina tras dejar la cena lista, para ir a darle el pecho a los mellizos y cambiarme

cuando veo a Iván paseándose por el salón todo nervioso.

—¿Iván estas seguro de lo que vamos a hacer? —le pregunto mientras me acerco a él—.

Todavía estamos a tiempo de arrepentirnos. —Abre los brazos para recibirme porque sabe que lo

necesito igual que él y me sumerjo en ellos.

—Llevamos una semana hablando de ello y yo creo que si hemos coincidido en esta época

con ella es por algo —Lo miro y me sonríe—. Creo que tiene derecho a conocernos.

—¿Y tú crees que nos creerá?

—Mi amor yo creo que tenemos una oportunidad de demostrarle quiénes somos y que nos

crea. Te en cuenta que sabemos muchas cosas que ella no nos ha contado y que no podríamos

saber si no hubiéramos estado allí.

—Tienes razón —Me relajo entre sus brazos y suspiro—. Lo vamos a conseguir y vamos a

poder ir a ver a nuestra pequeña.

—Mi amor nuestra pequeña es una abuela ya, recuerda que tiene ochenta y nueve años.

—Me da igual, para mí siempre será mi pequeña, recuerda que la perdimos tan pequeñita.

—Las lágrimas empiezan a caerme sin quererlo al recordar aquel día en que los perdí.

—Ya mi vida, tranquilízate —Me va secando con sus besos las lágrimas—. Todo poco a

poco, lo primero es convencer a Davinia y después decidiremos con ella si podemos ir a ver a

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nuestra pequeña.

El llanto de nuestros mellizos hace que nos separemos y que me recomponga para poder ir a

por ellos.

A las nueve de la noche suena el portero, como siempre llegan puntuales. El corazón

empieza a bombear a toda velocidad. Respiro hondo y salgo del cuarto con los mellizos.

Cuando entran nos saludamos como cualquier semana y pasamos al salón. La cena transcurre

como siempre, entre risas y anécdotas que vamos contando de las cosas que nos pasan durante la

semana. Intento mantener la calma, pero cada vez me estoy poniendo más nerviosa, porque se está

acercando el momento. Me levanto para recoger la mesa y Davinia se levanta para ayudarme.

—María tus mellizos están preciosos, en una semana han crecido mucho.

—Sí, crecen por día, no tienen ni dos meses y ya están usando la ropa de tres meses.

—¡Madre mía!

Saco de la nevera la selva negra que nos ha hecho la Yogu y volvemos al salón donde los

hombres ya nos han preparado las copas, por supuesto para mí sin alcohol.

Nos sentamos y empezamos a devorar la tarta que como siempre está riquísima. Cuando ya

hemos acabado y está todo recogido nos sentamos en los sofás e Iván, que está sentado a mi lado,

me da la mano y me la aprieta para darme fuerza. Ha llegado el momento.

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Intento tranquilizar a María apretándole la mano, pero la verdad es que yo no estoy mucho

mejor que ella. Respiro hondo para darme valor y empiezo a hablar.

—Fran, Davi queríamos contaros algo.

—¿Qué pasa hermano, tenéis algún problema?, sabes que si me necesitas solo tienes que

decírmelo.

—¿Les pasa algo a los niños o a vosotros? —nos pregunta Davi, sin dejar que le

respondamos a Fran ya que ha notado lo nerviosos que estamos.

—Los cuatro estamos bien, pero tenemos que contaros algo que afecta a Davinia.

—¡¿A mí?!

—Sí, el otro día en el bautizo cuando se desmayo María os mentimos. No se desmayo por

lo que os dijimos, sino de la impresión de lo que descubrimos al hablar contigo.

—¿Conmigo? ¿Pero si estábamos hablando de lo que le pasó a mi familia, mi madre, mis

abuelos…?

—De eso mismo y gracias a ello descubrimos algo muy importante para nosotros que

creemos que tú debes de saber.

—Claro, si lo veis importante contarme.

—No es fácil para nosotros Davinia contarte lo que vas a oír, lo único que te pedimos por

favor es que nos escuches hasta el final, antes de decidir qué vas a hacer.

—De acuerdo.

Miro a María que asiente y me aprieta la mano para darme valor. Vuelvo a mirar a Davinia y

comienzo mi relato.

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—Era la primavera de 1922 cuando… —empiezo a contarle y veo que nada más empezar y

escuchar el año Davinia abre los ojos como platos y le agarra la mano a Fran, igual que yo se la

tengo cogida a María. Poco a poco le voy contando todo lo que vivimos juntos, con la ayuda de

María hasta mi muerte, donde María sigue contándole el resto de su historia. Cuando acaba, está

emocionada por haber recordado el momento de su muerte y la de nuestro pequeño.

Un silencio atroz se instala en la habitación, Davi tiene la cara descompuesta y Fran me mira

con una cara de mala leche que no le había visto nunca.

—¿Se puede saber qué coño te propones Iván? —Pues sí, acabo de perder la categoría de

hermano, empieza mal la cosa—. ¿Os habéis vuelto locos o qué? —Se levanta y da un paso hacia

mí, lo que hace que los tres nos levantemos en respuesta—. ¡Nos vamos ahora mismo de aquí o

voy a hacer una tontería! —Se vuelve hacia Davinia y le agarra la mano.

María no aguanta más, se abraza a mí y rompe a llorar destrozada.

—Tranquilo mi amor, déjame hablar con ellos un momento, por favor —Le pide Davinia

mientras que lo mira—. Tengo que aclarar esta locura antes de irnos.

—De acuerdo, pero después nos vamos y no volvemos a ver a estos locos más.

María da un grito de angustia y siento cómo se queda laxa entre mis brazos. Con rapidez la cojo

en brazos, la tumbo en el sofá y me agacho a su lado.

—Mi amor, mi amor, por favor —Le cojo su mano y se la beso. Miro a Francisco entre

destrozado y enfadado—. Creo que será mejor que os marchéis, no os lo tendríamos que haber

contado —Miro a Davinia que esta parada al lado de él, con el semblante blanco—. Perdónanos

pequeña, pero pensábamos que deberías de saberlo. No sabemos por qué, pero el destino nos ha

dado esta oportunidad y pensábamos que era para esto. Ahora por favor marcharos, si en algún

momento quieres hablar con nosotros ya sabes dónde encontrarnos —Me vuelvo hacia María y

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empiezo a hablarle bajito y a acariciar y besar su cara que esta pálida. Ahora mismo lo más

importante es ella. De pronto escucho el llanto de mis pequeños, me levanto y me giro…

—¿Qué hacéis todavía aquí? —Miro sorprendido a Francisco y Davinia, que siguen en el

mismo lugar.

—Ve a ver a los pequeños, que yo cuido de ella. —Miro a Davinia con un atisbo de

esperanza de que esto se pueda arreglar y dándole las gracias me voy hacia el cuarto en busca de

mis pequeños.

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Siento una caricia en mi cara y poco a poco recuerdo lo que me ha pasado y rompo a llorar del

dolor de saber que nuestra nieta, mi pequeña Davi, piensa que estamos locos. No deberíamos de

haber contado nada, ya que es una historia que ni nosotros mismos entendemos y somos los que la

vivimos. Abro los ojos para mirar a Iván y ver cómo está él y me quedo pasmada, ya que la

persona que me está acariciando es Davinia.

—Mi pequeña, ¡¿sigues aquí?! ¡¿No te has ido?! —digo sin pensar entre sollozos.

—Shh… Tranquilízate María, no llores más —me dice mientras con un pañuelo me seca las

lágrimas.

—Amor, ve a la cocina por un vaso de agua —le pide a Francisco.

—¿Estás segura?

—Por supuesto, ¿qué crees que me va a pasar?, anda ve —responde medio enfadada.

—¿Dónde está Iván? —le pregunto preocupada por lo que pueda haber pasado estando

inconsciente.

—Está en la habitación con los niños que han empezado a llorar.

«Mis pequeños» pienso. Me incorporo al instante e intento levantarme, pero al hacerlo me da

un mareo y me vuelvo a sentar.

—Ehh, despacio, espera un momento.

Al instante aparece Francisco con el vaso de agua, a la misma vez que lo hace Iván por la otra

puerta. Cojo el vaso que me tiende Francisco y tras darle las gracias, bebo un poco, lo dejo en la

mesita y me vuelvo hacia Iván.

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—Y nuestros pequeños ¿están bien?

—Sí, ya se han vuelto a dormir, se habían despertado por el jaleo. ¿Y tú estás ya bien mi

vida? —me pregunta mientras se agacha delante de mí y me acaricia la cara.

Asiento.

—Perdóname por no haberte hecho caso y hacerte pasar por este momento.

—No mi amor, lo teníamos que intentar —le respondo.

—Perdonadme —comenta Davinia—, pero me gustaría intentar aclarar esto antes de irnos,

si no os importa.

—Por supuesto —dice Iván mientras se vuelve a sentar a mi lado—. Sentaros por favor y

pregúntanos lo que necesites.

A partir de ese momento Davinia empieza a hacernos preguntas que una a una vamos

respondiendo. Con cada respuesta la cara de sorpresa se va instalando en su cara.

—¿Cómo se llamaba mi otro abuelo?

—Mi maestro se llamaba, Álvaro José Sal Camacho —responde sin titubear Iván.

—Y por último —dice Davinia que está aguantando la emoción como nosotros—. ¿Qué

edad tiene mi madre?

—Este verano nuestra pequeña cumplirá ochenta y nueve años —respondo como puedo.

—Pe… pero, co… cómo puede ser esto verdad —comenta Davinia que rompe a llorar en

los brazos de Francisco, que tiene una cara de alucinado increíble.

—Ni nosotros mismos lo sabemos. Yo hasta hace casi año y medio que no encontré en

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aquella librería de Cádiz el libro que escribió Iván para buscarme, ni siquiera lo recordaba.

—Y yo la recordé hace casi 6 años y medio, tarde 5 años en encontrarla. En otras vidas ha

sido ella la que me ha encontrado a mí. Solo sabemos seguro que la primera vez que nos

enamoramos fue de pequeños, cuando nos conocimos en el año 1922.

—¿Entonces de verdad que sois mis abuelos? —nos pregunta Davinia cuando logra

recuperarse un poco.

—Pues sí pequeña, aunque tengamos tu edad somos tus abuelos —responde Iván.

—¡Joder hermano!, esto es increíble. Entonces a partir de ahora ¿qué te tengo que llamar

abuelito? —le pregunta Fran a Iván lo que hace que todos nos echemos a reír.

—Si quieres conservar tu vida, ni se te ocurra. —Lo mira Iván intentando intimidarlo, pero

fallando por lo emocionado que está.

—Davinia quisiéramos que nos contaras cómo le fue la vida a nuestra pequeña y, si pudiera

ser, ir a verla. ¿Tú crees que será posible? Por supuesto, sin decirle quienes somos, pero nos

gustaría verla —le suelto de golpe todo seguido, sin poder controlarme más.

—Pues… yo… —Iván y yo nos miramos con nuestras manos unidas y aguantamos la

respiración—. No creo que haya problemas.

Doy un chillido de alegría, me levanto y voy corriendo a abrazar a Davinia.

—Gracias, gracias, muchas gracias, no sabes lo feliz que me haces…

Me vuelvo a mirar a Iván y lo veo cómo nos mira llorando de felicidad, estiro mi mano y él la

coge y nos unimos los dos con Davinia en un abrazo.

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Epílogo

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Salgo del museo del Louvre cogida de la mano de Iván. Hemos estado toda la mañana dentro

viendo las magnificas obras de arte que contiene. Davinia y Francisco se han quedado con

nuestros mellizos y se los han llevado a pasear por el jardín de la Tullería, que está justo saliendo

del museo, para que nosotros pudiéramos entrar a verlo.

Llegamos ayer a París. Después de una larga espera estamos aquí para conocer a nuestra

pequeña. Hoy cumple 90 años, hemos esperado este tiempo ya que no queríamos viajar con

nuestros mellizos tan pequeños. Ha sido una espera larga, pero Davinia no ha parado de contarnos

todo lo que nuestra pequeña ha vivido y estaba viviendo.

—¿Tú crees que alguna vez nos reencarnaremos en Egipto? —me pregunta Iván sacándome

de mis pensamientos.

—Quién sabe amor lo que nos espera en la siguiente vida, por ahora quiero disfrutar todo

lo que pueda de esta.

—Muy bien dicho mi vida. —Y girándose me abraza fuerte y empieza a girar conmigo entre

sus brazos. Empezamos a reír, porque somos muy felices y la alegría que sentimos de saber que en

menos de una hora vamos a ver a nuestra pequeña, se refleja en nuestras caras y nuestros actos.

Cuando nos recuperamos de los giros nos vamos hacia los jardines para reunirnos con nuestra

familia, ya que Davinia y Francisco se han convertido en este tiempo además de en unos grandes

amigos, que ya lo eran, en nuestra familia. Davinia después de la gran revelación nos sorprendió

ya que nos aceptó sin ningún problema. Francisco al principio estuvo un poco más reacio como

buen policía, pero al final tuvo que admitir que aunque pareciera una locura, era cierta.

Entramos en los jardines y vemos cómo justo ellos estaban viniendo hacia la salida.

—Hola ¿os ha gustado el museo? —nos pregunta Davinia.

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—¡Es fantástico! pero nos ha dado tiempo de ver muy poco, sin lugar a dudas tenemos que

volver —responde Iván, mientras beso a mis pequeños.

—Si os parece bien, para llegar al restaurante podemos ir dando un paseo por la orilla del

Sena, así podéis ver las dos orillas.

—Tú eres nuestra guía así que te seguimos.

Nos dirigimos hacia la izquierda y salimos de los jardines de frente al Museo de D`Orsay, que se

encuentra en la otra orilla. Francisco va empujando el carrito doble de nuestros mellizos, para

que nosotros podamos mirar todo lo que Davinia nos va mostrando. Por lo poco que llevamos

visto, nos hemos dado cuenta que casi todos los edificios de París o son un monumento o lo han

sido. Mientras vamos hacia el barrio latino, donde nos vamos a reunir con su familia, que es la

nuestra, Davinia nos va explicando lo que vamos viendo. Lo que más nos impacta es La

Conciergerie, con sus dos torres en pico y la rectangular llamada torre del reloj.

Ella nos cuenta que fue palacio real, después el antiguo palacio de justicia, y nos dice que en la

torre del reloj fue donde estuvo prisionera la reina María Antonieta. Seguimos nuestro camino y

cruzamos el puente que nos lleva hasta la Catedral de Notre Dame, que no podremos ver en este

viaje porque sigue cerrada por las obras.

Empiezo a ponerme nerviosa ya que por lo que nos ha explicado Davinia, el barrio latino se

encuentra justo al otro lado del puente hacia el que nos dirigimos. Miro a Iván que me devuelve la

mirada y me aprieta la mano, ya que sabe perfectamente lo que estoy sintiendo, pues estoy segura

que él está igual.

Terminamos de pasar el puente y cruzamos la calle para internarnos en el barrio latino. Davinia

nos ha dicho que está lleno de restaurantes y bares y que aunque están muy cerca de la catedral los

precios son normales, no como los de la zona turística que siempre se aprovechan y te cobran de

más.

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Cambio el sitio con Francisco y empiezo a empujar el carrito de mis mellizos, ya que estoy

segura que voy a necesitar algo para apoyarme en cuanto vea a mi pequeña.

—Mirar ahí vienen —nos dice Davinia.

Iván y yo miramos hacia donde nos señala y vemos venir a un grupo de personas mayores en

nuestra dirección. Los miro y aunque vienen varias mujeres mayores, al instante mi corazón la

reconoce. Viene hablando con el hombre que va a su lado, que supongo será su marido. Va vestida

moderna, con unos pantalones y una camisa, lleva el pelo largo y supongo que teñido ya que tiene

el mismo color que de pequeña. Es increíble la vitalidad que desprende con la edad que tiene.

—Iván —susurro, me he quedado paralizada al verla. Aprieto con fuerza el manillar del

carrito para poder sostenerme ya que las piernas me han empezado a temblar.

—La veo mi amor, la veo —dice a media voz, mientras hace que suelte el manillar, me gire

entre sus brazos y lo mire—. Respira mi vida, yo estoy igual que tú, pero tienes que pensar que

hoy es un día feliz, por fin vamos a poder conocer a nuestra pequeña —asiento ya que no soy

capaz de hablar sin empezar a llorar.

—Vamos abuelitos, no me digáis que os vais a poner a llorar ahora como dos bebes —

suelta Francisco.

—Ya te hemos dicho que no nos llames así —responde Iván mirándolo—. Ten un respeto a

tus mayores.

De pronto al darnos cuenta de lo que ha dicho nos echamos los cuatro a reír. Tras recuperarnos

y ya más relajarnos gracias a la broma de Francisco, seguimos avanzando hacia el grupo de

personas que ya nos espera en la puerta del restaurante. En cuanto llegamos Davinia nos presenta.

—Mamá, papá, ellos son mis amigos, Iván y María, con sus pequeños Davinia y Javier.

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De pronto nuestra pequeña se pone pálida, agarra el brazo de su marido y mira a su hija y

después a nosotros uno a uno.

—¿Qué te pasa mamá? —pregunta Davinia preocupada, al mismo tiempo que su padre

abraza a nuestra pequeña.

Vemos cómo se recompone y vuelve a sonreír.

—No es nada mi vida, es que da la casualidad que tus amigos y sus hijos se llaman igual

que mis padres, mi hermano y yo, y me ha hecho recordar.

—Lo sentimos señora —dice Iván todo preocupado.

—No hay nada que sentir, y llamadme Davinia, que el señora me hace sentir vieja y yo

todavía soy muy joven.

Nos empezamos a reír y ya recobrados del pequeño susto termina Davi de presentarnos a todos

los demás familiares y entramos en el restaurante.

La comida se nos pasa demasiado rápido. Ellos piden por nosotros y la verdad es que está todo

riquísimo. Han pedido foie gras para compartir y después de primero nos han aconsejado los

escargots que no son otra cosa que nuestras cabrillas, pero ellos las hacen con perejil, champiñón

y mantequilla, y de segundo nos piden Boeuf Bourgignon que es buey con champiñón y cebollas.

Después en el postre pedimos las famosas Crêpes con dulce de leche, que eso sí estoy

acostumbrada a comerlas y como siempre están riquísimas.

—Bueno y contarme de donde sois —nos pregunta nuestra pequeña, que no ha parado en

toda la comida de hablar y sonreír. Y que ahora mismo tiene a Javier en brazos.

—Yo soy de Cádiz y él de Madrid —le cuento con un nudo en el estómago, viendo los

mimos que no para de hacerle a su hermano, sin ella saberlo, y él que parece reconocerla no ha

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parado de reírse y hablarle en su lenguaje de media lengua.

—¡Anda que casualidad! yo nací en Cádiz —nos dice—. ¿Y cómo os conocisteis?

—Pues veras, a mí me encanta leer y todas las semanas me compraba un libro. Y una de

esas semanas cuando entré en la librería, compré su libro, y ese fue el inicio de nuestra historia.

—¿No me digas que eres escritor? —le pregunta a Iván.

—Pues sí.

Iván y mi pequeña empiezan a hablar de libros y escritores, ya que a ella también le encantan.

Tras otro rato donde la familia le ha entregado los regalos, nos levantamos para irnos con el

corazón encogido por tener que separarnos ya de ella. Salimos del restaurante y empezamos a

despedirnos.

Después de que Iván y yo le demos los dos besos a mi pequeña. Nos agarra de las manos y

mirándonos nos pregunta.

—¿Cuánto tiempo vais a estar en París?

—Una semana —le respondemos a la vez, con el corazón a mil.

—Pues entonces a partir de mañana nos tenéis a mí y a mi marido como vuestros segundos

guías, no sé por qué, pero mi corazón me pide que no os deje ir todavía.

Asentimos porque ninguno de los dos somos capaces de hablar de la emoción y Francisco, que se

da cuenta, viene en nuestra ayuda.

—Qué bien suegri, ¿así que a partir de mañana nos vas a acompañar?

—Pues sí Francisquin —le contesta ella como lo haría una niña—, a partir de mañana me

voy a pegar a ti como una lapa.

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Nos echamos todos a reír y nos despedimos hasta el día siguiente, felices de poder seguir

viendo a nuestra pequeña.

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Pongo a Javier en la cuna y los tapo a los dos. Esta semana que hemos pasado en París con

nuestra pequeña ha sido fantástica, hemos tenido la oportunidad de poder conocer la gran mujer

que es, al igual que su marido que también es una maravillosa persona.

Ella junto a su marido, tal como nos dijo, iba todos los días a primera hora al hotel a

recogernos y no se iban hasta la noche cuando nos dejaban otra vez allí. Ha sido increíble ver

cómo se ha encargado de sus hermanos en todo momento y ellos cómo estaban todo el tiempo

pendientes de ella, como si supieran que eran familia.

Entro en la habitación y voy hacia la cama donde se encuentra mi amor. Ayer pasó casi todo el

viaje de vuelta en el avión llorando, ya que el tenerse que separar de su pequeña le ha costado

mucho, igual que a mí. Pero hemos quedado en que cada año nosotros iremos para celebrar su

cumpleaños y ellos van a venir a celebrar las navidades con Davinia, así que podremos verla

muchas más veces.

Me meto en la cama y la abrazo acercándola a mí.

—Mi amor ¿cómo te encuentras?

—Mucho mejor mi vida. Ha sido duro separarse de ella, pero me consuelo con que por lo

menos la hemos podido ver y que tendremos más oportunidades de hacerlo.

—Claro que sí. Recuerda que tenemos mil vidas para amarnos y amarlos —respondo antes

de besarla.

En ese momento suena el teléfono, estiro el brazo para cogerlo y saber quién llama.

—¿Quién es? —Pregunto como si nada

—Hola Iván, no quería molestaros, solo me gustaría saber dos cosas.

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Abro los ojos y mi corazón comienza a latir como si de una carrera de Fórmula 1 se tratase,

miro a María y la insto a que se acerque, me despego un poco el auricular para que ella también

escuche.

—Claro, pregunta lo que necesites. —Respondo intentando una entrada en boxes fallida.

—Bien, primero me gustaría saber si habéis llegado bien. Imagino que con el caos del

aeropuerto no os dio tiempo a llamar o considerabais que no corría prisa, independientemente de

eso, espero que fuera bien el vuelo.

Sonrío mirando a mi amor, que está intentando contener las mismas lágrimas que estoy

sujetando yo cuando cierro los ojos.

—Perdónanos... Aquí en Madrid es un caos, y entre la cafetería, unas cosas y otras... Pero

sí, tuvimos un vuelo agradable entre comillas, nos hubiera gustado quedarnos más tiempo.

Escuchamos como nuestra pequeña aguanta el llanto y nos miramos los dos compungidos.

—¿Por qué...? ¿Por qué no me dijisteis que eráis vosotros? ¿Pensáis que no os recordaría?

¿Papá? ¿Mamá?

María suelta un quejido y me arrebata el auricular para hablar con ella, mientras yo hundo mi

cabeza en la almohada y dejo salir todo el dolor y la alegría a la vez.

«Nos reconoció, al presentarnos nos reconoció»

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Nota de Autor

Me gustaría aclarar un hecho que seguro que no habrá pasado inadvertido para alguno devosotros.

El castillo de Craigievar no es el que sale en la portada, si no el mucho más famoso EileanDonan. ¿Entonces por qué pongo un castillo que no es y encima le hago referencia dentro dellibro?

Pues veréis, me hubiera gustado poner la imagen real, pero lamentablemente no era lo que yobuscaba, ni la imagen que tengo yo de un castillo. Por lo que me he tomado la libertad de usar laimagen de este castillo escocés.

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Espero que a nadie le suponga un problema, solo es una licencia de autor, como tienen muchosdirectores en las películas y demás.

Aclarado esto por mi parte, solo me queda daros las gracias. Gracias por llegar hasta aquí,gracias por haberme leído y gracias por dejarme haceros pasar un rato, espero que agradable.

A continuación, os dejo la imagen del castillo actual.

Foto adquirida de Pixabay

https://pixabay.com/es/photos/craigievar-castle-castillo-aberdeen-1162488/

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El parque Jardín del Capricho me he tomado igualmente la libertad de poner que van entresemana, cuando es imposible. Solo se puede visitar los fines de semana, con un aforo de milpersonas para preservar la fauna y la flora que lo pueblan.

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Foto adquirida en la página destino y saborhttps://destinoysabor.com/blog/parque-del-capricho/

La cafetería "Te amaré mil vidas" no existe, tomé la localización de El café del príncipe, quecomo dejo constancia en el libro, no tiene nada que ver con ese café tertuliano del siglo XVIII.

Foto adquirida de la Wikipedia. https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Caf%C3%A9_del_Pr%C3%ADncipe-2009.jpg

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Agradecimientos

En primer lugar, quiero dar las gracias a una persona que ha sido y será muy importante paramí, una persona que en su momento estuvo a mi lado día a día, que íbamos a escribir este librojuntos y que al final no pudo ser. Aun así, tu impronta está en algún que otro capítulo y por esosiempre te estaré agradecido pequeña maga.

Ahora sí, quiero dar las gracias a mi grupo de Facebook "Aquelarre Nocturno" por su apoyoconstante, a la pequeña maga y sobre todo a mi ciber hermana Janis Sandgrouse, que ha sido unancla y un salvavidas cuando lo he necesitado. No te quiero y lo sabes.

A mi otro grupo, Las chicas de Gabriel, Fran, Jacobo... donde están todas las loquitas, os adoroa todas y cada una de vosotras. Todas me aportáis algo nuevo cada día.

A Asun por hacerme reír hasta cuando no tengo ganas, gracias pollito.

A Cristina Herrera, formidable escritora en ciernes, estupenda amiga, que ha sabido plasmarcon elegancia y mucho amor, el último capítulo y el epílogo. Gracias por siempre.

A mis padres, firmes defensores de mis libros y de mi capacidad como escritor, sin ellosapoyándome, estoy seguro que no hubiera llegado hasta aquí.

A mi hermano, siempre te estaré agradecido por darme esa libertad para escribir, mientras tú teencargas de todo.

A mis lectores cero, no diré quiénes son, pero ellos saben que siempre estaré agradecido concada uno de ellos.

A los blogs Los viajes del Colibrí y La puerta de los libros infinitos, muchas gracias a ambaspor el trabajo que hacéis.

A las chicas de Escritores y Lectores, Catalina, Lourdes, Klara, Irene, gracias por vuestrasactividades.

A ti lector, que has llegado hasta aquí. Gracias por haberme leído, por haber descargado ocomprado este libro.

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En Amazon se puede dejar una opinión de lo que te ha parecido al igual que en Goodreads,estaría muy agradecido, si me dejaras tus sensaciones.

Muchas gracias por siempre.

Otros libros del autor

Colmillos y Garras: La Maldición de una raza

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Fantasía Paranormal

Page 189: Juramento de Amor - ForuQ

El Vuelo del Dragón: Primera parte

Ciencia ficción y Fantasía

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El fin de la Noche

Romance Paranormal

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Conociendo a Gabriel

Romántico

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El deseo de AliciaInfantil

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Dragones & Tinieblas

Fantasía épica

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La llama de la Pasión

Erótico

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[1] Tierras Bajas escocesas o Lowlands es la denominación habitual, aunque no oficial, de laparte meridional de Escocia, es decir, todas aquellas regiones no comprendidas en las TierrasAltas o Highlands.

[2] El origen del kilt está en la prenda llamada feileadh mor, una túnica larga, y sinconfeccionar, de unos cinco metros de largo, que se recogía y luego se ataba con cinturónalrededor de la cintura para cubrirse tanto el cuerpo como las piernas

[3] El castillo de Craigievar es un castillo con la fachada rosada que se encuentre a unos 9.6 km al sur

de Alford, en el condado de Aberdeenshire, en Escocia. Actualmente es la sede del clan Sempill. El asentamientose encuentra entre los pies de las colinas de los montes Grampianos.

[4] Estrella de la tarde en Élfico, collar que porta Arwen en la película y libros de El señor de los Anillos.[5] Hago referencia al polvo de hadas del cuento infantil Peter Pan[6] Aprendiz Jedi en el universo de Star Wars[7] Artista: Il Divo Álbum: Ancora Fecha de lanzamiento: 2005