juan martín prada

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  • 7/29/2019 Juan Martn Prada

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    Juan Martn PradaEconomas afectivasVida y biopoltica

    No resulta ya exagerada la afirmacin de que nos hallamos enel siglo biolgico, a juzgar por el intenso desarrollo y ladimensin de los logros acontecidos durante las ltimos aos enalgunas de las ciencias de la vida, como la Genmica y laBiotecnologa. Sin embargo, no olvidemos que el cada vez mseficaz conocimiento de los procesos biolgicos o de lasdeterminaciones genticas de la vida y de sus mecanismos defuncionamiento constituye slo una pequea parte de laactuacin biopoltica, cuya verdadera capacidad de regulacin

    es mucho ms amplia, abarcando la totalidad de los procesosvitales que conforman, en ltimo trmino, la produccin colectivade subjetividad. Pues entre las claves de lo biopoltico noprevalece ya la capacidad para mejorar o transformar loscuerpos o las condiciones biolgicas de una vida, sino, antetodo, la produccin y reproduccin de formas de vivir.

    Por ello, el permanente cuestionamiento de los lmites de lonatural y de la tica humana en relacin a manipulacingentica o el hecho de que las industrias cientficas orientadas aestas reas de trabajo sean el mbito ms probable para elacontecer de las futuras revoluciones del capitalismo[1]conforma an tan slo un mnimo conjunto de problemas dentrode la complejsima serie de prcticas biopolticas mediante las

    que todo ejercicio de poder se integra con las lgicas de lavitalidad (y de las que ya sera indistinguible).

    De forma que parece inevitable dar por vlida la afirmacin deGiorgio Agamben de que el concepto de vida debe constituir elobjeto de la filosofa que viene[2]. Ciertamente, salta a la vistaque se ha alcanzado, en las sociedades ms industrializadas, lafase plena de consolidacin de ese proceso en el que la zo(vida natural) ira progresivamente fusionndose con el campode lo poltico (aunque es ms que probable que este procesohaya acontecido, en realidad, a la inversa). Tambin eldiagnstico planteado por Michel Foucault en los aos setentaen torno al concepto de biopoderes hoy ya una obviedad. Esevidente que el poder se ha hecho cargo intensamente de la

    vida, se ejerce en el nivel de la vida, perdiendo casi toda suautonoma y trascendencia, aquella exterioridad con la quecontaba respecto a su campo de aplicacin, actuando ahoradesde dentro de la vida, regulndola desde su interior, formandoparte integral de ella. Y si el poder no se ejerce sobre losindividuos, sino que ms bien ste circula por ellos (todos deforma ms o menos consciente lo hacemos circular) parecelgico que los dispositivos del ejercicio de poder ms eficacesno puedan ser ahora unilaterales ni permanentes, sinoparticipativos, adaptativos y reversibles.

    As, ms que a travs del ejercicio de la tradicional soberanapoltica, el poder acta produciendo y extendiendo formas devivir, formas de disfrutar y de experimentar la vida. Con lo que

    porbiopoderdebemos entender mucho ms que el poder sobrelos cuerpos, mucho ms que las tecnologas para controlar lavida biolgica o fsica de la poblacin. En definitiva, casi toda la

    http://www.vinculo-a.net/central.htm
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    poltica hoy es ya biopoltica, pues prcticamente todas lasestrategias polticas y econmicas se centran ya en la vida y loviviente (y no slo referido este trmino a lo biolgico, sino a loms ampliamente vital)[3].

    Produccin y afectividad

    A lo largo de la historia reciente de las prcticas industriales ycomerciales la afectividad ha actuado generalmente como unlenguaje o como un medio que incita a una cierta predisposicinpositiva en el interlocutor, como cuando un vendedor saludasonriendo afectuosamente a un nuevo cliente (de hecho,muchas de las expresiones afectivas a menudo son motivadassocial y no emocionalmente). Sin embargo, el progresivoreconocimiento de la relacin entre afectividad y efectividadempresarial hizo que, poco a poco, valores como la atencinpersonalizada, la cercana y la proximidad al consumidor ousuario se convirtiesen en algunos de los principios esencialesde la actuacin de las empresas. Hacer que aqul se sienta

    valorado, que note que la empresa aprecia su inters por undeterminado producto o servicio y lo considere importante,suscitar en l suficientes expectativas de que va a recibir untrato personalizado, o incluso de que va a ser amigo y no slocliente (como es frecuente que se ofrezca en la publicidad delos servicios bancarios, por ejemplo), forman parte de lasprcticas de ese emergente marketing emocional quesealara como estrategia prioritaria el cautivar el corazn delcliente[4 ].

    No puede resultar extrao, por tanto, que en una sociedad en laque gran parte de los bienes consumidos son servicios con unaduracin en el tiempo (servicios de telefona, conexin ainternet, etc.) conseguir la fidelizacin del usuario dependa en

    muchas ocasiones ms del establecimiento de ese conjunto derelaciones de aprecio y atencin que aqul busca que de lapropia calidad o de la valoracin comparativa del coste delservicio ofrecido. Una humanizacin de los sistemas deproduccin y gestin empresarial que, sin embargo, muyfrecuentemente slo existe de forma virtual en sus eslganes yspots publicitarios, basados en sentencias del tipo queremosconocerle o lo ms importante es estar cerca de ti. Pues semuestra casi inevitable que la creciente automatizacininformtica de los procesos productivos y de gestin de lasempresas slo sea capaz de generar meros efectos decercana, simulaciones afectivas de trato con el usuario, quienno dejar de quejarse de la falta de contacto con personas decarne y hueso a la hora de contratar servicios, solucionar dudaso presentar reclamaciones.

    Por lo que para aminorar las negativas consecuencias de estassituaciones se ha producido la inmensa proliferacin de todo unsector de trabajadores para la tele-asistencia, generalmentesometido a horarios intempestivos, escasamente remunerado,conformado en su mayora por jvenes y especialmente pormujeres, a quienes los departamentos de recursos humanos delas empresas suelen considerar ms adecuadas para estafuncin de atencin paciente a los usuarios y clientes, para latramitacin amable de sus quejas y sus indignaciones. Lo quenos recuerda la persistencia del efecto pernicioso deldesprestigio del trabajo afectivo a lo largo de la historia de lahumanidad y de su asignacin al mbito de lo femenino, de laincompatibilidad presupuesta a lo largo de siglos entre afecto ycontrol. Es de destacar en este sentido que la vinculacintradicional de la mujer con lo emocional y afectivo, acotado en el

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    ntimo espacio del hogar y restringido al cuidado amoroso de lafamilia, se ha opuesto siempre a la frialdad presupuesta en elhombre en sus relaciones y vnculos profesionales. Unadistincin sobre la que se ha sostenido una activa prcticadiscriminadora respecto a la mujer que la situ fuera de losmbitos organizativos y fros del trabajo masculino y lejos, portanto, del ejercicio de poder o de responsabilidad tanto pblicacomo empresarial. Una separacin alimentada, en el fondo, poruna paradoja ancestral: la dedicacin al cuidado de los nios yde la familia por parte de las madres se consider siempreadscrita a las formas del trabajo voluntario (y por ello nunca hasido remunerado) pero sin tener en cuenta que generalmente esocasionado por una situacin involuntaria o incluso forzosa (esdecir, tener hijos o no poder trabajar fuera del hogar). Paradojaa la que se unen hoy otras muchas, entre las que destacaprimordialmente la que se deriva del hecho de que, a pesar deque las nuevas industrias han llevado las prcticas del trabajoafectivo fuera del mbito reproductivo y familiar para hacerlofuncionar ahora como motor de la produccin (lo que algunoshan denominado una cierta feminizacin del trabajo), esto no

    haya supuesto una mayor valoracin econmica, en general, delas actividades de trabajo afectivo ms habituales en todos loscampos de produccin industrial de hoy en da.

    Por supuesto, es posible que en un futuro cercano dejemos yade considerar la afectividad slo como un valor aadido altrabajo o como un medio para facilitarlo. Ser el momento en elque la clave de los nuevos procesos de produccin ya noconsistir slo en que el cuidado y la atencin del individuoadopte una lgica de mercado. Quiz entonces se darn lascircunstancias adecuadas para que se produzca el autnticodescubrimiento de la inmensa fuerza productiva de los afectos yde las emociones, lo que har que la afectividad seaconsiderada como trabajo en s misma, exigindonos un

    replanteamiento integral de la afectividad dentro de las formasfuturas de la produccin biopoltica. Est claro que el primerpaso hacia esa situacin ya se ha dado, y es la anteriormentemencionada disolucin de la vieja incompatibilidad entre trabajoy afecto, en virtud de la cual la afectividad se ve liberadadefinitivamente de su antiguo y restrictivo encierro en loscontextos de lo ntimo y lo familiar, y va convirtindose, poco apoco, en el autntico objeto de produccin de las nuevasindustrias, diseadas, cada da ms, para producir nuevasformas de vida y de subjetividad.

    Y en este conjunto de mltiples dinmicas interrelacionadas, lapresencia del cuerpo, ya sometido desde hace dcadas a lainmensa proliferacin de sus imgenes al servicio de la moda, la

    cosmtica, la diettica o las industrias de la salud en general, seve sumamente intensificada en otras mltiples vas aconsecuencia del emergente inters en la gestin de su qumicaemotiva. La emocin, entendida como esa alteracin del cuerpoligada a un determinado estado afectivo o de nimo es un puntoprivilegiado de la nueva dinmica econmica, que inviertegrandes esfuerzos en propiciar su experiencia intensificada enmltiples formas[5 ]. Precisamente para la gestin de los afectosy del envolvimiento emocional en campos especficos concurrena cada momento todo un sin fin de narraciones yrepresentaciones. Por ejemplo, los programas del corazn o lastelenovelas, dos de los ms importantes filones de las industriastelevisivas, nos demuestran la intensidad de ese placer queparece derivarse del experimentar relaciones afectivas a travs

    de las de los otros (quiz por la capacidad compensatoria deeste proceso) hacindose patente el inmenso poder de latendencia a la simplificacin ms extrema de la afectividad (los

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    reality shows tipo Gran hermano, son buenos ejemplos de ladinmica reductora de la complejidad afectiva, llevando a supunto mximo la polaridad afecto-desafecto, centrandoprecisamente en la expresin de sta respecto a losconcursantes la nica y posible participacin del pblico: votar afavor de alguien / votar en contra de alguien).

    Por otra parte, el paradigma biopoltico va imponiendo amarchas forzadas la consideracin de los seres humanos mscomo seres poseedores de una vida de la que gozar y disfrutarque como sujetos polticos (o como sujetos polticos en tantoque son poseedores de aqulla) lo que conlleva que el contextode las sociedades de ms elevado consumo no sea ya propiciopara la tecnologa disciplinaria, ni siquiera ya para aquel polo delbiopoderque Foucault vea centrado en una anatomopolticadel cuerpo humano, basado en la pretensin de conseguir sumejor adaptacin posible al sistema de produccin a fin de quefuese capaz de producir ms y mejor.

    Hoy el individuo, en tanto que cuerpo viviente, empieza a serconsiderado como riqueza en s mismo, incluso cuandopermanece laboralmente inactivo. Por ejemplo, el que pasea porcualquiera de los macrocentros de ocio y tiempo libre queproliferan en las periferias de nuestras ciudades colaboraactivamente, tan slo con sus expectativas de pasarlo bien, enla produccin de un territorio afectivo, un entorno de relajacincolectiva y de receptividad a la diversin prediseada, unespacio donde l mismo y otros muchos se sentirn a gusto,hacindose posible la puesta en marcha de todos los complejossistemas de consumo y filiacin de las cada vez ms poderosasindustrias de la conciencia. Pues el valor productivo de lossujetos no est situado ya slo en su potencial como fuerza deproduccin como trabajadores, sino en su condicin deposeedores de una vida que desea entretenimiento, disfrute,satisfaccin. De ah que se haya afirmado en ya tantasocasiones que hoy la vida misma trabaja).

    Desde luego, la nueva economa biopoltica trataprimordialmente de conseguir extraer un excedente de la vida,un beneficio empresarial obtenible en ella y a partir de ella, conuna estructuracin territorial global y biopoltica liderada porgrandes empresas multinacionales, productoras y exportadoras,ante todo, de formas especficas de vivir y disfrutar. Ladominacin as se va haciendo difusa, inmanente al cuerposocial, hallndose definitivamente interiorizada en l. Sociedad ypoder establecen ahora una relacin integrada y cualitativa. Elindividuo sirve y se sirve, a su vez, de una economa basada enel deseo, la afectividad y el placer, incluso en el gozosodesaparecer inducido por las industrias del entretenimiento. Demanera que en el contexto de las sociedades ms desarrolladastecnolgicamente el poder econmico no pretende seguirfundamentando todos sus privilegios en la explotacin de lossujetos como fuerza de trabajo sino en la cada vez ms lucrativaregulacin de sus formas de vida y de sus dinmicas vitales einteracciones personales y afectivas, de sus emociones, de sushbitos de consumo y satisfaccin.

    Es decir, que en el contexto actual el concepto de produccin(ligado histricamente al de mercanca) est siendocontinuamente ampliado, pues las nuevas industrias, cada vezms volcadas en el placer y el entretenimiento, as como en laproduccin informatizada de bienes inmateriales y de lainformacin, lo que producen en realidad son contextos deinterpretacin y valoracin, formas de identificacin y filiacin,

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    comportamiento interpersonal e interaccin humana, es decir,que en su empeo est, sobre todo, la produccin desociabilidad en s misma. Siendo ste su objetivo, pareceapenas discutible la afirmacin de Michael Hardt de que laforma hegemnica de produccin econmica es la definida poruna sntesis de ciberntica y afectividad[6], as como su visindel contexto biopoltico como el campo de relacionesproductivas entre afectividad y valor[7].

    Tecnologas afectivas

    La naturaleza de los mecanismos de produccin de subjetividadcolectiva son ya hoy intrnsecamente afectivos. En cierta forma,la ms importante materia prima con la que trabajar en elfuturo inmediato el llamado nuevo obrero social[8] ser laafectividad, siendo sta ya uno de los principales motores de laproduccin biopoltica (no equivocadamente hay quien hadefinido el afecto como subjetividad productiva)[9]. Estoexplicara porqu los productos ms exitosos de las nuevas

    industrias son los caracterizados por la necesaria flexibilidad ycapacidad de adaptacin a cada usuario, a sus gustos onecesidades particulares (como las posibilidades depersonalizacin de los productos informticos) y, sobre todo,las tecnologas de la comunicacin interpersonal, diseadasespecficamente para la explotacin del campo de lasemociones y de las interacciones afectivas. De todas lasexistentes hoy, la telefona mvil y los chats de internet lideranla produccin de sentimientos relacionados con el bienestar dela compaa y la proximidad, los estados de cercana y laevidencia continua de la afectividad interpersonal, ofreciendo lamejor de las representaciones tecnolgicas de esta nuevafusin que hoy se da entre comunicacin y afecto. As pues, lanaturaleza eminentemente afectiva de la comunicacin parecereconocerse ya plenamente en todas las interaccioneshumanas, intensificada gracias a la proliferacin de estasnuevas tecnologas que bien podramos denominar comotecnologas afectivas, responsables de una adictiva mediacintcnica de la afectividad que permite la multiplicacin intensivadel (ya hoy continuo) intercambio de su necesidad.

    A este respecto resulta muy descriptivo que el inmensocrecimiento de llamadas entre mviles o de mensajes SMSdurante los ltimos aos sea estadsticamente proporcional a suinsignificancia informativa ms all de su carcterfundamentalmente afectivo. Algo similar a lo que sucede con lasinteracciones comunicativas en los chats de internet, en las quelas representaciones visuales de emociones y expresionesdiversas mediante los llamados emoticones o por medio deinnumerables interjecciones de entusiasmo o desagradoparecen ms bien tanteos en torno a lo que Daniel N. Sterndenominaba interafectividad, esa correspondencia entre elestado emocional tal como lo siente un individuo en su interior ycomo se observa en o dentro de otro[10].

    Afectividad y sociabilidad

    Y si la afectividad como concepto asume hoy una extremaimportancia es tambin porque cada vez aumentan sus msnegativos sntomas como la depresin y la angustia. De hecho,es posible que gran parte de la ansiedad contempornea puedaser descrita como afectividad flotante, como insatisfecha peroenergtica disponibilidad a afectar y ser afectadoemocionalmente por el entorno (no olvidemos aquella definicindel ser humano como afectividad pura[11] ligada a la

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    supeditacin de la ontologa a la fenomenologa).

    Y si por una parte las tecnologas de la comunicacin pueden,en efecto, incrementar o hacer posibles nuevas interaccionesafectivas, no es menos cierto que tambin son potenciales

    medios para el aislamiento, a consecuencia de la adictivaproteccin que proporciona el distanciamiento corporal, ladistancia tcnica y telemtica entre los cuerpos que interactanen una ms que frecuente virtualizacin (entendida comodescorporizacin) de la afectividad. Con lo que tiene mucho quever la reclusin y el creciente aislamiento de un altsimo numerode adolescentes y jvenes, cuya ms dramtica representacinestara en los adolescentes que sufren el sndrome delHikikomori: encerrados en sus habitaciones tras algn tipo defracaso escolar o afectivo evitan mantener apenas relacinalguna con sus familiares o amistades, ocultndose de cualquiercontacto personal, entregando su tiempo a ver la televisin o ajugar con la consola de videojuegos. Sndrome que se produceno slo porque las sociedades tecnolgicamente msavanzadas sean cada vez ms incompetentes para solucionarproblemas de ndole afectiva (mayormente por haber priorizadohasta el lmite la competitividad y el reconocimiento del xito)sino tambin porque las tecnologas domsticas delentretenimiento hacen posible al deprimido un abandonarseactivo, un encierro estimulado. Lo que ofrecen estas tecnologasdel entretenimiento es un conjunto de actividades que, a pesarde exigir altas dosis de concentracin y energa -como larequerida por la trepidante accin de los videojuegos- elindividuo ni se expone ni se arriesga afectivamente. En esteencierro todo es desactivable, temporal, inocuo en relacin acualquier responsabilidad afectiva. Nada puede hacerle daoporque no hay nada ni nadie real en juego.

    Incluso se podra hablar de una importante transformacinprovocada por la dinmica temporal a la que induce la sociedadde los medios y sobre todo sus tecnologas del entretenimiento.Seguramente sea posible afirmar que la experiencia del tiempoque imponen estas tecnologas es ms relevante en laobstaculizacin de las interacciones afectivas que el pesoejercido por sus contenidos, basados fundamentalmente en laprctica e identificacin de la violencia con la diversin. Elpredominio del impulso reflejo, quiz ms dependiente de larapidez con la que se produce que de su precisin es, endemasiadas ocasiones, lo nico que hace que la partida en elvideojuego pueda continuar. Y si con cada vez ms frecuenciase convierte en hbito esta experiencia, en la que slo seresponde al aqu y al ahora, en su instantaneidad e inmediatez,no es posible dejar de considerar a esta situacin como una

    dificultad ms para la apertura a la vivencia de la interaccinafectiva. Porque, no lo dudemos, el afecto exige tiempo,evidencia la capacidad constructiva de ste frente a un sistemabasado en la consigna del no hay tiempo que perder. Quiz,incluso, el afecto pueda definirse como biografa compartida, yasea con personas u otros seres, incluso con lugares o entornos,como memoria de un tiempo acompaado (en la mayor parte delos videojuegos, por ejemplo, no hay compaa, como muchohay acompaamiento en sus versiones multijugadoron line).

    La resistencia (afectiva)

    No se perfila poco til plantear el estudio de los sistemas delorden colectivo de una sociedad precisamente a travs de los

    momentos en los que sta se desordena moderada omomentneamente, como en sus fiestas y en sus excesos, ensu vida nocturna, o en la esfera siempre imprevisible de los

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    afectos. La afectividad como eje de anlisis e investigacinsocial parece prometer, incluso, la resolucin de muchos de losproblemas de agotamiento suscitados en relacin a algunos delos temas clave de la esttica y la poltica de nuestro tiempo,como es, por ejemplo, el de la identidad, concepto cuyo estudiocasi siempre se ha planteado en negativo, es decir, en suconflicto. Por el contrario, considerar la afectividad como ejemetodolgico de estudio nos obligara a una aproximacin alestudio de la identidad en positivo, en su funcionar gozoso.Pues no lo dudemos, con cada vez ms frecuencia se piensasocial y polticamente ms desde el corazn que desde eltradicional ejercicio de la crtica, una y otra vez neutralizada porlas instituciones y organismos de la accin poltica y el gobierno.

    Y es precisamente en la aprehensin emotiva de las relacionessociales as como en la regulacin de las percepciones (nodebemos olvidar que la afectividad es un elemento esencial enla percepcin, segn manifestara en tantas ocasiones Bergson)donde se le presupone a las nuevas industrias culturales y delentretenimiento tanto su mayor capacidad transformativa de losocial como su ms importante potencial lucrativo. Y no escasual que stos sean exactamente los mismos elementosdonde algunas de las prcticas artsticas ms radicales de lasvanguardias y neovanguardias, sobre todo aquellas basadas enla correspondencia o equiparacin entre arte y vida (y por ellotambin biopolticas en el ms pleno sentido de este trmino)centraban la posibilidad de una actuacin crtica yemancipadora en contra de las imposiciones de las industriasde la conciencia. Por tanto, podramos afirmar que se estaraculminado en nuestros das la apropiacin por parte de laproduccin biopoltica de algunos de los principios que sepresentaban opuestos a los antiguos sistemas de dominacineconmica y poltica de hace unas dcadas. Hoy, de formacontraria a los mecanismos que caracterizaron la produccin

    industrial del pasado, los de la produccin biopoltica actual noslo se relacionan sino que coinciden plenamente con losbasados en la expresin de diferencia y diversidad, libertad ysingularidad (caractersticas de la moda juvenil, por ejemplo),ecologa o solidaridad.

    De esta forma, la puesta en marcha y globalizacin dedeterminadas formas de vida no se lleva a cabo desde laestructuracin ideolgica o valorativa (que aunque siga anactiva es escasamente eficaz) sino mediante la extensin dedinmicas y hbitos de actuacin que se hacen especialmenteintensos en aquellos mbitos que, como la cultura del ocio y elentretenimiento, son indudablemente ms tiles para extraer unexcedente de la vida, al incidir en los aspectos ms

    irrenunciables y permeables de sta: las emociones, laafectividad, el goce, la alegra, la diversin, etc. De forma que sepuede estar en contra de los intereses particulares ydesigualdades que el sistema de produccin actual conlleva,pero es casi inevitable la condescendencia ms o menosinvoluntaria con las prcticas en las que todo el sistemabiopoltico se hace cada vez ms fuerte, por hallarse stas,precisamente, confundidas con las de la propia vida.

    Por ello, la posibilidad para una resistencia poltica eficaz, msque en la negatividad de la crtica parece residir en un operardesde dentro de la propia produccin biopoltica, en una activaapropiacin de sta por parte de los sujetos. Un proceso sloposible, desde luego, a partir del reconocimiento de los

    potenciales emancipadores inherentes a algunos de losprincipios que, como el afecto, la cooperacin, el encuentro, laatencin o el cuidado forman parte esencial de la dinmica

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    productiva biopoltica. Hasta ahora, la capacidad detransformacin social de estos principios haba permanecidoprcticamente dormida, inactiva, al ser mantenidos aqullos enla superficialidad que exiga su inmediata utilidad y eficaciaproductiva. Reconocer en ellos una finalidad verdaderamentecolectiva, social, es misin de la nueva resistencia, que debehacer patente el potencial que contienen para la produccin decomunidad y, ms all de sta, para la generacin de una activapuesta en marcha del principio de lo comn.

    Y es, probablemente, la expansiva potencia de libertad y deapertura ontolgica que comporta el afecto la que ms prometeen esta misin. La afirmacin de Toni Negri y Michael Hardt deque a la rebelin poltica le sustituira un proyecto de amor, ola grfica ejemplificacin que plantean en su libro Imperio de lavida futura de la militancia poltica con la figura de SanFrancisco de Ass (aquel que identificara la riqueza verdaderaen la condicin comn de la multitud) son seguramente dos delos ejemplos ms explcitos que podemos mencionar dentro delinnumerable conjunto de propuestas lanzadas en esta direccinpor la teora poltica ms reciente. Por supuesto, para lograrloes necesario, en primer lugar, que la comunicacin deje de estarparasitada por la economa, pueda fluir, y para ello debecontinuarse la creacin de un sin fin de nuevos canales, deformas liberadas de contacto e interpretacin colectiva, de librestecnologas para el encuentro y la creacin. Ya lo sabemos, estateleologa de lo comn, concretada tambin en los iluminadorespotenciales del general intellect es potencia de solidaridad, delintercambio y la cooperacin, de un acontecer del sujeto atravs de un activo estar con los otros, de un cierto disolverse elser en el lenguaje, en la comunicacin, la participacin y lacreatividad colectiva y compartida, movido todo, cmo no, por eldisfrute y la alegra propios de una radical (y afectiva, porsupuesto) apertura a la diversidad.

    Notas:

    [1] Vase Maurizzio Lazzarato, Les Rvolutions du Capitalisme.Empcheurs de Penser en Rond, Paris, 2004.[2] Vase G. Agamben, Potentialities: Collected Essays inPhilosophy, Stanford University Press, 1999.[3] En ningn caso, sin embargo, debe olvidarse que la vieja

    tecnologa disciplinaria surgida a finales del siglo XVII sigueestando activa, soterrada en la biopoltica. Por ejemplo, en losacontecimientos internacionales de los ltimos aos, sobre todoen los derivados de la llamada lucha contra el terrorismointernacional, el derecho de muerte, la amenaza sobre la vidadel individuo propia de los regmenes tradicionales de soberanasigue conviviendo hoy, casi paradjicamente, con la msintensa de las orientaciones a ocuparse de la vida y a laregulacin productiva de sus procesos que caracteriza a lossistemas polticos de los pases ms avanzados econmica eindustrialmente (y que son los que, paradjicamente, lideranesta contradiccin).[4] Vase Brian Clegg, Cautive el corazn de los clientes y dejeque la competencia persiga sus bolsillos, Pearson Alhambra,Madrid, 2001.[5] En los repertorios ofrecidos por los nuevos mercados de laemocin son experiencias vitales los ms relevantes bienes a

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    consumir. Podramos hablar, pues, de una ciertamercantilizacin de las propias experiencias de vida, as comosus ms adecuados contextos, a travs de un innumerableconjunto de sistemas que actan en un amplsimo espectro deaccin, desde la qumica de la vitalidad de las bebidasenergticas o de las nuevas drogas de diseo a la cultura delocio, o a los mtodos de relajacin y el anti-stress[6] Michael Hardt, Trabajo afectivo (texto incluido en estemismo catlogo).[7] Ibd.[8] Segn Toni Negri, el obrero social es el que habrasustituido al obrero profesional y al obrero masa del pasado,el obrero social es el productor, productor, antes que de todamercanca, de su propia cooperacin social en Ocho tesispreliminares para una teora del poder constituyente, Revistade Crtica y Debate Contrarios, Abril, 1989.[9] Vase Toni Negri, Valor y afecto, en[10] Vase D. N. Stern, El mundo interpersonal del infante. Ed.Paids. Barcelona, 1991.

    [11] Recordemos que Spinoza ya haba identificado la vida conla afectividad. Ser sin embargo Michel Henry el que defina alsujeto como la aparicin del aparecer, afectividad pura en suPhnomnologie de la vie, PUF, Paris, 2004.