juan jacobo bajarlia el horror sobrenatural

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1H. P. Lovecraft El horror sobrenaturalJuan-Jacobo Bajarlía2Colección Perfiles Editorial AlmagestoEdición digital de F. González Revisión de urijenny ([email protected])3Índice..........................................................................1 H. P. Lovecraft...........................................................2 El horror sobrenatural....................................................2 Juan-Jacobo Bajarlía......................................................2

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H. P. Lovecraft

El horror sobrenaturalJuan-Jacobo Bajarlía

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Page 3: Juan Jacobo Bajarlia El Horror Sobrenatural

Colección Perfiles

Editorial Almagesto

Edición digital de F. González

Revisión de urijenny ([email protected])

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Índice..........................................................................1H. P. Lovecraft...........................................................2El horror sobrenatural....................................................2Juan-Jacobo Bajarlía ...................................................... 2 Índice .................................................................... 4 Juan-Jacobo Bajarlía ...................................................... 6 Nota preliminar ........................................................... 7 A modo de prólogo - El fin de los tiempos ................................. 8 Los trabajos y los días de Howard Phillips Lovecraft ...................... 9 Los seres subterráneos ................................................... 15 Las voces secretas.....................................................15Criptas y túneles......................................................16

Los Mitos de Cthulhu ..................................................... 18 Génesis................................................................18Los dioses sacrílegos..................................................18La llamada de Cthulhu..................................................20Sólo era un color......................................................22La ciudad de R'lyeh....................................................22Arquetípicos y primigenios.............................................23Los dioses del bien y del mal..........................................24

El Necromicón de Alhazred ................................................ 26 El horror en Dunwich...................................................26El Al-Azif.............................................................27Derleth y la lámpara...................................................29El otro Necronomicón...................................................31La última hipótesis....................................................34Adenda - Un Necronomicón ilustrado.....................................36

Libros apócrifos y auténticos ............................................ 37 Erudición e invención..................................................37Borellus...............................................................37El Libro de Toth.......................................................38John Dee y el idioma enoquiano.........................................39Las Estancias de Dzyan.................................................40La Turba philosophorum.................................................40El libro de los condenados.............................................41Los íncubos y el flogisto..............................................42Otros lenguajes........................................................43Apocrificidad y alienación.............................................43

La poesía ................................................................ 45 Ignorar las vanguardias................................................45El Ulises de Joyce.....................................................46Sonetos de Yuggoth.....................................................47Los poetas.............................................................49Dos estrofas sobre Villon..............................................50El juicio sobre la obra................................................51

Una amistad por correspondencia. ......................................... 53 Los huesos del Universo. ................................................. 54 Los sueños y la carta a Kleiner .......................................... 55 Los mecanismos oníricos................................................55Un documento valioso...................................................56

Los cuentos macabros ..................................................... 58 Significación de lo macabro............................................58Dagón..................................................................58El muro del sueño......................................................59Celephais..............................................................60Los gatos de Ulthar....................................................60La tumba...............................................................61El simbolismo macabro..................................................61

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Un genio del horror ...................................................... 63 Recapitulación.........................................................63Los seres gelatinosos..................................................63El horror preternatural................................................63La novela gótica.......................................................64Cumbres borrascosas....................................................65La lectura como experiencia............................................66Vida en el laberinto...................................................67Los otros mundos.......................................................68

El diario de Lovecraft ................................................... 69 Cronología de las obras de Lovecraft establecida por él mismo ............ 71 Libros consultados para este estudio ..................................... 73 Nota...................................................................74Nota del digitalizador.................................................75

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Juan-Jacobo Bajarlía

Poeta, novelista, y ensayista; de su prosa ha dicho Hopkins:

“Su lenguaje es asombroso. Su imaginación un nuevo lenguaje.”

O como ha dicho Edward Sherwood:

“Le interesa el talento y el absurdo como límite entre la realidad la invención.”

Lo prueban sus libros: Historias de monstruos (1969), Fórmula al antimundo (1970), El día cero (1972), El endemoniado Señor Rosetti (1977-1994), Sables, historias y crímenes (1983), Drácula, el vampirismo y Bram Stoker (1992) Historias secretas de musas, putas y otras damas (1996), entre otros. Leopoldo Marechal lo llamó zoólogo de la monstruosidad.

En la poesía fue distinguido por Nuevos límites del Infierno (1972) y El poeta y el exilio (1990). En 1963 el Centre International d'Etudes Poetiques publicó en Bruselas su trabajo sobre la polémica Reverdy-Huidbro, que luego apareció entre nosotros con el título de La polémica Reverdy-Huidobro / Origen del ultraísmo.

Con motivo de El día cero, enfocando su labor literaria, la crítica se ha explayado en estos términos:

“Bajarlía revalida su bien ganado préstigio de fabulador y hombre de letras, preocupado por abrir o descubrir nuevas dimensiones en un Mundo donde el que revela el secreto de los otros pasa por traidor, y el que revela el secreto propio, por imbécil”

Panorama

“El estilo de Bajarlía se adapta a los requerimientos de este difícil género literario: concisión, poder imaginativo controlado por la razón, progresión a través de un texto breve hacia la obtención de un clima, recreación en el más profundo concepto del término”

Clarín

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Nota preliminar

El autor agradece profundamente a todos aquellos que posibilitaron la realización de este libro. Reconoce el desafio de Ricardo Álvarez al escribirlo, su invitación a los abismos de Providence para valorar al genio del horror. Pero la compleja significación de Lovecraft requería una bibliografía muy dificil de hallar entre nosotros. Los amigos contribuyeron a llenar esta urgencia. Especialmente Richard Vaugham, en New York, y Edgar Brau y Fernando García en esta Cártago de hormigón y acero que es Buenos Aires, donde matar con balas de silencio es un alegre ejercicio de todos los días.

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A modo de prólogo - El fin de los tiempos

Acaso el silencio de los espacios siderales, la eternidad, la soledad y los seres invisibles sean significantes del terror. Carlyle intuyó esta eternidad en Sartor resartus (III, C.III). Pascal se aterrorizó ante ella y edificó una significación equivalente a la muerte.

El silencio de esa eternidad en la que brotaba el miedo y se diluía la conciencia, fundó ese otro silencio que en La metamorfosis, de Kafka, convirtió en insecto a Gregorio Samsa.

Pero el silencio que lleva al sentimiento terrorífico, está impregnado de horror y de seres invisibles o monstruosos, distorsionados, con voces guturales o sin habla. Nadie los ha visto, y si alguno se hiciera visible, ello sería el fin o el aniquilamiento de los humanos. H. G. Wells lo hizo posible en los marcianos de The war of the worlds (1898) y en el haploteuthis, el gigantesco cefalópodo de The sea raiders (1896), surgido de los abismos del mar.

Todo esto reverdeció en un niño que vivió el miedo y la locura de sus padres, un niño que nació en Providence, Rhode Is]and, y se llamó Howard Phillips Lovecraft. Él se impregnó de los seres invisibles que poblaban el Mundo y los espacios orbitales. Supo lo que era el miedo a lo desconocido y lo definió en su Supernatural horror in literature (1927).

Después creó la estirpe de los dioses arquetípicos y primigenios, la cosmografia de Cthulhu y los Profundos, que viven en las cavidades del mar o en los abismos espaciales esperando retomar a la Tierra y destruir a los humanos: Azathot, Yog-Sothot, Nyarlathotep, el mismo Cthulhu, hundido en R'lyeh, pero al acecho de la destrucción, y otros seres horroríficos. Y junto con ellos, el impío Al-Azif o Necronomicón, de Abdul Alhazred, un poeta loco que el autor de Providence ubica en el siglo VII.

El miedo de Lovecraft se instaló en el hombre de nuestro tiempo. El quebrantamiento de la dialéctica y el fin de la historia, son significaciones que acaso germinaron en el horror que nutre su obra.

J.-J. B.

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Los trabajos y los días de Howard Phillips Lovecraft

1890 Nace en Providence, Estado de Rhode Island, un 20 de agosto, año en que muere Vincent Van Gogh, y en que Friedrich Nietzsche pierde la razón. Sus padres son Winfield Scott Lovecraft y Sara Susan Phillips.

El padre, atacado por una parálisis progresiva de origen sifilítico (L. Sprague de Camp lo califica de loco violento) debe ser internado en 1893. Se le nombra un curador para disponer de sus actos jurídicos. La madre, a su vez, contrae una neurosis. Vivían entonces en el 194 (después 454) de Angell Street.

Un niño, de ojos castaños y nariz aguileña, cabello rubio de cuidados bucles, aficionado a los gatos, es sobreprotegido y criado en calidad de niña, por su madre, ya trastornada por la enfermedad del padre. Sólo cuando Howard tiene 6 años, accediendo ella a los deseos del niño, le corta los bucles y atempera su tratamiento de índole femenina. Enfermizo y alérgico al frío, no se mueve durante la infancia y la adolescencia, de la nutrida biblioteca de su abuelo Whipple Phillips, donde devora toda clase de libros y los volúmenes de astronomía adquiridos por su abuela. El abuelo, a su vez, lo entretiene con cuentos de brujas y fantasmas en los que no faltan los calderos y los gemidos; inventa un mundo terrorífico que influiría en el futuro escritor.

1895 Ingresa en la escuela dominical de la Iglesia Anabaptista de College Hill.

1896 Lee la mitología clásica en la obra de Thomas Bulfinch (The age of fable), y adopta el seudónimo de Lucius Valerius Messala. Se considera ya un “joven ateo”.

1898 Un 19 de julio, muere Winfield Scott Lovecraft.

1901 Compone Poemata minora, hoy perdido, e imita los pareados pseudogeorgianos de Dryden, Alison y Poe.

1903 Tiene 13 años y vive fascinado por la figura de Sherlock Holmes. Funda la Providence Detective Agency, y escribe The beast in the cave, su primer cuento completo, en el que ya están los elementos de su futura literatura de terror. Colabora también con temas de astronomía en la revista mimeografiada The Rhode Island Journal of Astronomy.

1904 Se afilia a la United Press Amateur Association, institución que luego publicará The alchemist, escrito en 1908, a los 18 años. Muere su abuelo Wipple V. Phillips. Ingresa en la escuela secundaria y se destaca en latín.

1906 A partir de este año comienza a publicar mensualmente un artículo sobre meteorología en la Tribune de Providence. Edita para sus amigos, en copias mimeográficas, la Scientific Gazzette y el Rhode Island Journal, dando noticias sobre distintos temas científicos y literarios.

1907 Se deja fascinar por el paganismo, por el barroco, y por el racionalismo del siglo XVIII, y reafirma su tendencia al materialismo. El mismo dirá (L. Sprague de Camp, c. 2):

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“Creo que soy, probablemente, la única persona para quien la lengua antigua del siglo XVIII es realmente lengua madre en prosa y en poesía (...) A partir del siglo XVIII todo es irreal o ilusorio, una especie de grotesca pesadilla o caricatura.”

Escribe El cuadro, un relato fantástico en el que un pintor es desfigurado y muerto por la imagen bestial y horrorosa llevada al lienzo. A pesar de tener una Remington escribe a mano sentado en la cama, y lo hace de noche o durante el día pero con los postigos cerrados y alumbrándose con luz eléctrica. A la alergia al frío se le suma la depresión y sus malas digestiones. A esto se le añade el poikilotermismo, incapacidad fisiológica para adaptarse a los cambios térmicos. Esto no le impedirá el consumir chocolate y helados permanentemente. Intenta la música, la química, la astronomía y la pintura. Por falta de voluntad, abandona sus proyectos a poco de iniciarlos. Tiene facilidad para los idiomas. Además del latín, lee griego, francés y castellano. Es el año en que deja de concurrir a la escuela secundaria. Se convierte en gran autodidacta.

1913 Racista, seguidor de Gobineau en cuyo Essai sur l'egalité de races humaines (1856) se exalta la raza aria (cabeza alargada, cabello rubio, ojos azules y alto como los nórdicos), se pronuncia contra los negros en estos versos:

Sobre la creación de los negros

Cuando en el pasado los dioses crearon la Tierra,formaron al Hombre a imagen de Júpiter.

Las bestias, inferiores, fueron creadas después,porque estaban muy lejos de lo humano.

Para llenar el vacío y unir el resto al Hombre,el morador del Olimpo ideó un sabio plan:

creó una bestia de forma semihumana,la llenó de vicio y la llamó NEGRO.

Le adjudica a sus amigos unos nombres especiales que aparecen en sus relatos. August Derleth se convierte en el Conde d'Erlette. Robert Bloch, en Bho-Block. Frank Belknap Long, en Belknapius, Robert E. Howard, en Bob-Dos Pistolas. Clark Ashton Smith, en Klarkash-Ton. Y así muchos otros. A pesar de sus fobias y sus reacciones ideológicas, tiene un espíritu infantil que lo pone a cubierto de la maledicencia.

1915 Funda The Conservative, un periódico en el que colaboran sus amigos. Era ya un anglófilo rabioso.

“Se negaba por principio a vestir alguna prenda de color verde en el día de San Patricio. El hecho de que en el siglo XII el Papa Adriano IV entregara Irlanda a Enrique II de Inglaterra –como si dispusiera de algo suyo–, no confería ninguna simpatía a los irlandeses.”

Lovecraft, a biography

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En el número I del Conservative, analizando la Primera Guerra, se muestra reaccionario y germanófilo. Proclama la superioridad de la “magnífica estirpe teutónica” y la “declinaciónde las civilizaciones latinas”, de modo tal, sigue diciendo, que: “Francia, Italia y España, hoy, muestran la huella de la degeneración nacional”.

1916 La United Press Association publica The alchemist, que data de 1908.

1917 Dagon. Este año, al enrolarse en Rhode Island, es rechazado por malestares nerviosos.

1919 Más allá del muro de los sueños y La maldición que cayó sobre Sarnath. Admira a Lord Dunsany (Edward John Moreton Drax Plunkett). Muy influido por él, se traslada a Boston para escucharlo en una conferencia del Corey-Plaza Hotel. Lo admira como creador de mitos, por haber participado en la guerra contra los boers y en la Gran Guerra, y por haber sido, en algunas empresas, compañero de William Butler Yeats. A él le dedica un poema de 64 versos: A Edward John Moreton Drax Plunkett, Décimo Baron Dusany, publicado en el Tryout. Transcribo algunos de esos versos:

Igual que el Sol sobre el sombrío Mundosurge y convierte en oro la tiniebla,

(...)así ahora sobre el reino donde reina la gris monotoníacon solar magnificencia vemos a PLUNKETT elevarse.

1920 Arthur Jermyn (The White Ape) y El templo. Publica también Nyarlathotep, un poema en el que el personaje epónimo es uno de los dioses de Cthulhu. Aquí es presentado cuando sale de Egipto y llega a los “países civilizados”. Lo describe como un ser siniestro, amigo de adquirir extraños instrumentos de cristal y metal con los que construye otros instrumentos no menos extraños. Con el seudónimo de Henry Paget-Lowe escribe The poetry and the gods, en colaboración con Anna Helen Crofts.

1921 El extraño. El pantano de la diosa Luna (The Moon bog). Hypnos. La música de Erich Zann. La Ciudad Sin Nombre. En este año muere su madre, Sarah Susan Phillips.

1922 El horror oculto. El sabueso. Se autodetermina el sumo sacerdote Ech-Pi-El, transcripción fonética de sus iniciales H. P. L., y así firmará numerosas cartas.

1923 Lo innominable. Se funda la revista Weird Tales, en cuyo número de octubre aparece Dagon, escrito en 1917. Desde entonces esta importante revista publicará casi toda la obra de Lovecraft. Por aquella época, muerta toda su familia, ya en la pobreza, Lovecraft se gana la vida mediante correcciones de estilo. Cobra malamente 15 dólares semanales. Entre sus clientes se halla Sonia Greene, presentada por su amigo Rheinhardt KIeiner, para la cual corrige The invisible monster que luego publicaría Weird Tales. En este año escribe su popular The rats in the wall, en la que el protagonista, De la Poer, adquiere una ruinosa mansión que restaura y donde va a vivir con 7 criados y 9 gatos, entre ellos Nigger-man, su

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mascota. Sobre la mansión pesa una maldición que sus moradores no podrán eludir. Es una maldición referida a las inacabables carreras de un ejército de ratas invisibles que sólo él y los gatos podrán oír. Tras un altar en el sótano, hallan un túnel que desemboca en una caverna llena de jaulas con esqueletos humanos. Son los restos de un culto caníbal practicado en épocas prehistóricas. Dinamitada la mansión y encerrado De la Poer en una habitación enrejada, enloquece y piensa en las ratas que eliminaron a Norry, y que ahora deslizándose por las paredes, acabarán con él en algún momento. En 1923 Lovecraft escribió también The festival, (El ceremonial, en las traducciones al castellano), en el que se menciona el ímpio Necronomicón del “loco Abdul Alhazred, en la excomulgada traducción latina de Olaus Wormius”, y otros libros como el Saducismus triunphatus, de Joseph Glanvil, publicado en 1681, y la horrorosa Daemonolatreia, de Remiguis, impresa en Lyon, en 1595.

1924 El 3 de marzo se casa en Nueva York con Sonia Greene a pesar de que ésta es judía y él un antisemita influenciado por el racismo. La ceremonia está a cargo del Reverendo George Benson Cox en la capilla de Sto Paul. Sonia le lleva 7 años a Lovecraft, y sabe con quién se casa. El escritor,en los días previos, le había regalado un ejemplar de Los papeles privados de Henry Ryecroft (1903), de George Gissing, para que supiera cómo es el hombre del cual se enamoró, ya que se identifica con el protagonista de esa novela. Se trata de una obra autobiográfica, en la que el personaje principal se describe como un ser de pocos amigos que ha vivido más en el pasado que en el presente. Un ser con cerebro pero incapaz de afrontar los hechos cotidianos. Y para peor, haragán e inepto. Y así es Lovecraft, un cerebro que vive en el pasado, fascinado por las leyendas de la Nueva Inglaterra y los mitos de todo tipo que, incluso, inventa para exaltar ese pasado. Es un inepto para afrontar las circunstancias adversas. Criado como una niña por una madre neurótica, no le interesa el amor ni el sexo. Se puede decir que es un asexuado o un inhibido antisexual, pero no un homosexual como se ha venido afirmando. En su obra no existe la mujer terrena, capaz de una batalla o un sacrificio. Sólo existen los monstruos y el horror. Sonia ha debido advertirlo, o no la lee cuando Lovecraft le obsequia la novela de George Gissing. Sprague de Camp, analizando el tema nos dice:

“Cuando Cooks publicó un relato inofensivo sobre la modelo de un artista que posaba desnuda, Lovecraft escribió una extensa y acalorada carta en que atacaba al autor por ese horrible ejemplo de decadencia de pensamiento y moral. Escribió también que: El erotismo pertenece a un orden inferior de los instintos, y es una cualidad más animal que noblemente humana.“

Refiriéndose a Sonia, agrega:

“Cuando Derleth la visitó en 1953, ella contó: Howard era adecuado sexualmente, pero siempre se acercaba al sexo como si no le gustara plenamente. Cada vez tenía que tomar ella la iniciativa. Supongo que en los meses siguientes al matrimonio, Lovecraft cumplió normalmente con sus deberes conyugales, pero sin mucho entusiasmo.”

Lovecraft escribe La casa aislada. Comienzan las dificultades económicas. Sonia y Lovecraft buscan trabajo.

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1925 Otra obra, En la cripta y El horror en Red Hook. Comienza La llamada de Cthulhu.

1926 Termina La llamada de Cthulhu. El modelo Pickman. Se asocia a Frank Belknap Long para escribir por encargo de los clientes. Se produce el desentendimiento en el matrimonio con Sonia. De este año data La llave de plata, que Weird Tales va a publicar en el número de enero de 1929. Su personaje central es Randolph Carter, el cual aparece en otros relatos de tema onírico como La declaración de Randolph Carter, y En busca de la Ciudad del Sol Poniente. La saga se continúa en A través de las puertas de la llave de plata, obra escrita en colaboración con H. Hoffmann Price. En En busca de la Ciudad del Sol Poniente, Lovecraft dice del protagonista:

“Descendió audazmente los 300 peldaños que conducen al Pórtico del Sueño Profundo y emprendió el camino a través del bosque encantado. En las oquedades de ese bosque enmarañado (...) habitaban los furtivos y silenciosos zoogs. Estos seres conocen una infinidad de secretos de la región de los sueños, y algo también del mundo de la vigilia (...). Ciertos rumores inexplicables, ciertos accidentes y desapariciones ocurren entre los hombres allí donde los zoogs tienen acceso.”

Uno de los seres oníricos le hará saber a Carter que los grandes dioses sólo pueden verse en los picos de las altas montañas, cuando la Luna brilla y ejecutan sus danzas rituales. Entonces nadie puede observarlos porque las nubes los aíslan de la mirada de los hombres. Pensamientos como éste son frecuentes en Lovecraft, fascinado desde niño por aquellas leyendas de la Nueva Inglaterra en que los indios y los blancos vagan en los bosques, en frenéticas orgías.

1927 Viaja a New York para ver a sus amigos del Kalem Club, al que también se afilió. Sólo podría pertenecer a él aquellos cuyo apellido comenzara por una K, una L o una M, como Rheinhardt KIeiner, Frank Belknap Long y Everett Mc Neil, sus fundadores. H. P. Lovecraft se halla en esas condiciones. En este año publica El color que cayó del cielo y escribe El caso de Charles Dexter Ward, que completará en 1928. De 1927 es su ensayo sobre El horror sobrenatural en la literatura. Se funda la revista Tales of Magic and Mystery, en la que Lovecraft publicará Aire frío, en 1928.

1928 El horror de Dunwich. Vive separado de Sonia quien alquila su departamento y toma una habitación para ella sola.

1929 El 25 de marzo, en el Estudio de un abogado, H. P. Lovecraft y Sonia Greene, después de vivir separados, firman el convenio de divorcio. El primero dice:

“Yo solo podría vivir en un remanso tranquilo impregnado de la historia de Nueva Inglaterra, mientras mi desaventurada compañera de viaje encontró tal perspectiva prácticamente asfixiante, complicada, además, por las dificultades económicas”.

Sonia se queja de su comportamiento:

“Cuando Howard y yo nos despedimos para irnos a dormir, le dije: Howard, ¿no me das un beso?. Su contestación fue: No, es mejor que no”.

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1930 El que susurra en la obscuridad, La sombra sobre Innsmouth y Las montañas de la locura. Esta última es una continuación de las Aventuras de Arthur Gordon Pym, de Edgar Allan Poe.

1932 Los sueños en la casa de la bruja.

1933 La criatura tras la puerta.

1934 En la noche de los tiempos. La sombra fuera del tiempo.

1935 El morador de las tinieblas. Se relaciona Sonia Greene en ese año con un senador de California, y, finalmente, se casa con el viudo Nathaniel Abraham Davis, médico judío, de origen brasileño, muy religioso y venido a menos. Davis muere de cáncer en 1945. Sonia vive hasta el 26 de diciembre de 1972. Muere en California, a los 89 años. En ese año debemos computar El que frecuenta las tinieblas.

1937 Agudiza el estado de salud de Lovecraft. Su alergia, sus procesos digestivos y la mala circulación de la sangre, se agravan en los comienzos de 1937. Permanece en cama, y en febrero contrae una fuerte gripe. Aún tiene ganas de escribir, pero sólo se dedica a dictar cartas. Annie Gamwell, alarmada porque Lovecraft pierde peso y no puede retener los alimentos, recurre al doctor William L. Leet, quien lo deriva a un especialista. Le diagnostican un carcinoma. El 10 de marzo lo trasladan al Jane Brown Memorial Hospital, y no lo logran operar por lo avanzado del cáncer. Se le administra morfIna y lo alimentan por vía intravenosa. Los dolores se intensifIcan y muere en la madrugada del 15 de marzo. La partida de defunción consigna fríamente nefritis crónica y carcinoma intestinal. El 18 se lleva a cabo el funeral en la capilla de la empresa Horace B. Knowlws e Hijos. Asisten sólo 4 personas: Annie Gamwell, Edna W. Lewis, gran amiga de Lovecraft, Edward H. Cole, periodista de Boston, y su prima segunda Ethell Phillips Morris.

Es enterrado en el cementerio de Swan Point. No hay lápida que indique el lugar de la inhumación. Acaso los dioses gelatinosos y palmípedos que aterrorizan a los hombres, han borrado su sepultura. Pero sí hay, un nombre frío en la columna central que dice Howard Phillips Lovecraft.

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Los seres subterráneos

El misterio, los túneles secretos donde yacían o vegetaban antiguos monstruos, los seres subterráneos que lo acosaron desde niño cuando recorría los fenecidos vericuetos de Providence, o escuchaba las historias terroríficas que le contaba el abuelo, marcaron la primera etapa de este genial escritor que fue H. P. Lovecraft o sencillamente el Sumo Sacerdote Ech-Pi-El, como firmada sus cartas convirtiendo a la fonética las iniciales de su nombre.

Influido, entonces, por el abuelo, por los libros que éste tenía en su inmensa biblioteca, y por autores como Lord Dunsany, Edgar Allan Poe, M. P. Shiel, y Bram Stoker, sus primeros relatos y muchos de los últimos están estructurados sobre la base de un sótano o una cripta, un pasadizo y un monstruo que por artes mágicas o sobrenaturales se alimenta de otros seres.

Las voces secretas

No tenía ni 10 años cuando concibió su primer cuento: El noble oyente, que trata de un niño, quien repentinamente extraviado en una cueva, oye los planes de destrucción de seres subterráneos que conspiran contra los humanos.

El abuelo, hombre de vastas lecturas, vio en esas líneas iniciales al futuro escritor. Lo alentó a pesar de los defectos de su prosa. Indudablemente el joven Lovecraft había fundado en ese cuento su inminente narrativa.

Era la época en que tenía frecuentes pesadillas en cuyos sueños lo acechaban seres gomosos y sin rostro. El mismo Lovecraft lo dirá después. Recordará que en esas pesadillas veía una especie monstruosa de entidades que él llamaba alimañas descarnadas:

“Las alimañas descarnadas eran unos seres sin rostro, todos ellos negros y alas de murciélago. Es posible que tales imágenes provinieran de una mezcla de los dibujos de Doré (especialmente los del Paraíso perdido) que me deslumbraban durante la vigilia.”

Las voces secretas están en sus sueños y en su imaginación. Las lleva en el inconsciente, desde donde fluyen a su memoria y a los relatos que van delineando su intransferible perfil.

En 1898, cuando Lovecraft tenía 8 años, intentó otro relato con un túnel: El sótano secreto o la aventura de John Lee. El sótano conduce a un pasadizo secreto en el que John y su hermana, al cavar en él, hallan una caja de la que se apoderan. Pero la excavación da paso a un torrente en el que se ahoga la hermana. John Lee se salva. La caja, que es el botín de esa aventura, contiene un lingote de oro valuado en 10.000 dólares. La muerte de la hermana por muy poco.

Los miedos de la infancia siguieron vigentes y a veces amalgamados con sus aficiones. Le gustaban los gatos, en quienes veía seres astutos y enigmáticos,

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presencias de un mundo mítico que aun tenía vigencia. Cuando escribe Las ratas en las paredes, su protagonista, De la Poer, vivirá en la casa maldita con 7 criados y 9 gatos. Pero no bastarán estos felinos. Lovecraft le añade al relato otros de sus terrores infantiles: las ratas. Y de esta manera enriquece la obra con la maldición que pesa sobre la mansión en que vive De la Poer, referida a un ejército invisible de ratas que sólo él y los gatos podrán oír. El protagonista, sin embargo, no tendrá posibilidades para eludir la maldición. Un túnel lo conducirá a una caverna llena de jaulas con esqueletos humanos, vestigios de un culto caníbal practicado en otros tiempos. De la Poer terminará enrejado, oyendo el deslizamiento infinito de las ratas.

Criptas y túneles

El terror al vacío y el miedo a la soledad, manifestados por Lovecraft por la enfermedad y muerte prematura de sus padres, fueron, en parte, los determinantes de las criptas y los pasajes secretos de sus argumentos. También influyó en él M. P. Shield, quien ya en The purple cloud (1901), nos hablaba de un ser de infinidad de ojos que moraba en el centro de la Tierra. O de aquellos esqueletos de peces con rostro humano de Xelucha (1904), invadidos por gusanos que devoraban la úvula para continuar caprichosamente por sus adyacencias.

No sería extraño que Lovecraft lo hubiera seguido no sólo en las obras citadas, sino también en La Ciudad Sin Nombre (1923) y en Prisionero de los faraones (1924). En la primera nos describe un descenso en una cripta, de donde seres con alas de murciélago llevan en sus grupas a otros seres. En Prisionero de los faraones el protagonista es secuestrado por una banda y bajado a un túnel cerca de la Esfinge de Gizah, en la que se practican “execrables” rituales eróticos.

Hay algo más que ya se observa en ese ser repulsivo que en Beast in the cave, escrito a los 13 años, pugna por estallar desde el sótano en que está metido. Es esa axiomática de la transgresión de que hablaba Maurice Levy en su Lovecraft ou du fantastique (1972). Una axiomática en la que se corta el aflujo de la realidad por otra instancia en que privarán los seres gomosos o las criaturas fantasmales del mundo onírico.

Eso no impedirá un tratamiento racional del argumento. Estos monstruos, en efecto, actúan inmersos en un mundo material en el que se distinguen de los demás sólo por sus formas fantasmales. Coexisten con los humanos en extraños contubernios que únicamente son posibles en los sueños.

A veces se invierten los hechos y son los humanos los que invaden el mundo de los sueños, como acaece en la saga de Randolph Carter, en uno de cuyos volúmenes, En busca de la Ciudad del Sol Poniente, el protagonista desciende audazmente “los 300 peldaños que conducen al Pórtico del Sueño Profundo”.

Los seres oníricos, los silenciosos zoogs, le dirán a Carter qué debe hacer para estar en contacto con los Grandes Dioses. La inversión de los hechos no excluye, sin embargo, el tratamiento material de los protagonistas. O en otros términos: es el realismo dentro del sueño.

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Hay un instante en el que Carter pierde la llave de la puerta que conduce al mundo onírico (como se ve en La llave de plata). Pero angustiado entre distintos objetos, hallará una vieja llave de plata con la que llega a un escondite de su infancia. Es el acceso al misterio. Allí se transfigura en el niño que fue y vuelve a la región de los sueños.

La llave de plata que halló Carter, es el símbolo de la propia vida de Lovecraft. Este también la buscó, y cuando la halló en su escritura, sólo pudo regresar a un mundo que siempre deseó, pero poblado de seres intangibles dictados por su memoria prodigiosa.

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Los Mitos de Cthulhu

Génesis

Este Mundo aún era un páramo hundido en la soledad y la incertidumbre, habitado acaso por seres primitivos cuando repentinamente fue tomado por los dioses antiguos llegados del espacio orbital. Convivieron con otras razas a las que sometieron despóticamente mediante la magia negra. Las humillaron con su culto sacrílego que negaba la existencia misma del hombre. Un día sus fórmulas mágicas decayeron, naufragaron en el exceso y perdieron sus poderes. Entonces fueron expulsados de la Tierra. Conspiran, sin embargo, en los espacios siderales donde aún están al acecho para volver y retomar la posesión de nuestro Mundo.

Tal es la idea central de los Mitos de Cthulhu, la creación más importante de H. P. Lovecraft, en la que se anticipa a la tesis que sostiene Robert Charroux en L'histoire inconnue des hommes depuis 100000 ans (c. 1), donde se afirma que el hombre primitivo no fue el factor originario de la civilización en el planeta. Otras criaturas, llegadas desde los abismos estelares, lo habrían inducido a exaltar sus posibilidades. En Lovecraft, en cambio, dedicados a la magia negra, detestaron a los humanos y guerrearon contra ellos.

En cuanto a la idea de los que habitaron la Tierra antes del hombre, no debemos olvidar The book of the damned, de Charles Fort, aparecido en New York, en 1919. Allí se deja constancia de similares huellas impresas en distintas regiones del planeta. De huellas que pueden atribuirse al mismo ser o a los mismos extraterrestres. Asimismo se habla de Monstrator, el mundo de los gigantes, “un Universo en huso, de 200000 kilómetros de largo en su eje mayor”. Estos gigantes, en la suposición de Fort, “eran seres primitivos en el tiempo de sus visitas a la Tierra”.

Nos habla, además, de la misteriosa Genesistrina, una región del super-Mar de los Sargazos, de donde habría llegado la vida a nuestro Mundo:

“Los primeros organismos unicelulares nos han podido llegar de Genesistrina, el hombre o los seres antropomórficos han podido venir a la Tierra antes que las amibas (...). Hubo un tiempo en que toda suerte de cosas nos vinieron de Genesistrina”.

Para Charles Fort, la Tierra era una colonia creada por seres espaciales. O bien el lugar en que éstos se establecieron. Con alguna variante, es la misma concepción de Lovecraft. La Tierra aún estaba yerma, totalmente deshabitada cuando llegaron a ella los dioses de otras galaxias.

Los dioses sacrílegos

August Derleth, amigo y colaborador de Lovecraft, nos dice en La casa del valle (c. II) que los dioses impíos de esta cosmogonía llegaron a la Tierra antes de que el

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hombre la habitara. Eran los primordiales o primeros dioses que atacaron a los antiguos dioses entre los que se hallaba Cthulhu, el dios anfibio que fue vencido y yace aletargado en la ciudad sumergida de R'lyeh, “no lejos de Ponapé, en el Pacífico”, y con él Ithaqua, El que Camina en el Viento, y el murciélago Hastur el Indecible (“Aquel-a-Quien-no-se-debe-nombrar”), oculto en una estrella sin luz, en las proximidades de Aldebarán.

En esta batalla también participaron otros dioses. Estuvieron Azathot, el dios ciego e idiota, Yog-Sothot, el Uno-en-Todo-y-Todo-en-Uno, Fomalhant, Tsathoggua, Leigor, Zhar, y seres terrestres como Nyarlathotep, que vive en la obscuridad, y Shub-Niggurath. Pero todos ellos fueron derrotados y recluidos en los abismos o en las estrellas lejanas. Ayudados por los profundos y otros dioses del mal, como expresa Derleth, esperan una nueva rebelión para reivindicarse y acabar con los humanos.

Hay algo más en esa historia:

“Los antiguos habrían intentado constantemente recobrar su poderío, y tanto en la Tierra como en otros planetas se difundieron cultores y seguidores como el Abominable Hombre de las Nieves, los Dholes, los Profundos y muchos otros, todos dedicados a servir a los antiguos, y con frecuencia victoriosos en la remoción del Primer Sello y en la liberación de las fuerzas del antiguo demonio, que era necesario abatir nuevamente.”

Junto a esos dioses también están los monstruos oníricos como los Gugs, de boca vertical, los Dholes que mueren al contacto con la luz, y los Shantaks, seres alados con cabeza de caballo y el cuerpo llno de escamas que nos recuerdan a los monstruos imaginados en el siglo II por Luciano de Samosata.

Podemos agregar los Mi-Go que acechan en la vigilia, y otras deidades terroríficas que esperan la batalla final para dominar al hombre y destruirse entre sí, exactamente como fue profetizado en el Libro de Enoe (s. III a. de J. C.).

Lin Carter (The gods), a su vez, estudiando los Mitos de Cthulhu, nos dice:

“Mucho antes de que el hombre apareciese en la Tierra, ésta ya estaba habitada en discordia y se rebelaron contra sus propios creadores, es decir, contra los misteriosos dioses arquetípicos que fueron los primeros en poblar los espacios estelares”.

Toda esta cosmogonía comienza a esbozarse en Nyarlathotep (1920), un poema en el que éste es un personaje siniestro que emigra de Egipto para adquirir y fabricar extraños instrumentos de dominación en los países del mundo más allá de los confines.

A esa obra le sigue La Ciudad Sin Nombre (1921), en la que aparece el terrorífico y blasfemo Abdul Alhazred, del que hablaremos después. Sprague de Camp cree que este nombre se deriva de Hazard, una antigua familia de Rhode Island “emparentada con los Phillips”.

Al año siguiente, en 1922, al publicarse El sabueso, sabemos ya de la existencia del Necronomicón, el libro maldito de magia negra, que servirá a los adoradores de las fuerzas demoníacas.

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En 1923, en The festival, también se menciona el impío Necronomicón del árabe loco Abdul Alhazred, “en la excomulgada traducción latina de Olaus Wormius”. Se le agrega la no menos impía Daemonolatreia, de Remigios, impresa en 1595; y el Saducismus triunphatus, de Joseph Glanvil, publicado en 1681. En The festival nos hallamos además con las ciudades imaginarias de Kingsport y Arkham, en Nueva Inglaterra, y la Universidad de Miskatonic.

Rafael Llopis, en el Estudio preliminar a Los mitos de Cthulhu (Alianza, 1969), nos dice que la materia prima de estos mitos “es la angustia cósmica del ateo Lovecraft y su expresión simbólica onírica”, Después, analizando sus antecedentes, agrega:

“El mundo onírico-dunsaniano se fue enriqueciendo. De Machen integró en él los cultos de la antigüedad clásica, los afanes arqueológicos, la desintegración de la figura humana en un magma amorfo, los símbolos resplandecientes y tetradimensionales, las doctrinas esotéricas de ciertas sociedades secretas, el materialismo de explicar lo sobrenatural mediante secretos científicos hoy olvidados. De él tomó también tres detalles concretos: el arcaico e imaginario lenguaje aklo, los misteriosos Dols (seres jamás descriptos que aparecen en los Mitos con el nombre de Dholes o Doels ), y el Gran Dios Nodens, Señor de los Abismos.” (El subrayado es nuestro.)

Y algo más en cuanto a la génesis de los mitos:

“De Algemon Blackwood tomó la existencia de seres primordiales que han sobrevivido hasta nuestros días y la fascinación por la Naturaleza virgen personificada en vagas divinidades incorpóreas, elementales y terribles, aterradoras por su misma grandiosidad. Uno de esos dioses naturales y prehumanos, el Wendigo, ingresó más tarde en los mitos por la pluma de Derleth y con el nombre de Ithaqua, El Que Camina En El Viento.”

Y Llopis, en el párrafo correspondiente, termina así:

“En homenaje a Blackwood, Lovecraft utiliza, como lema de La llamada de Cthulhu, esta frase de aquel autor: 'Es concebible que tales potencias o seres hayan sobrevivido desde una época infinitamente remota en que la conciencia se manifestaba quizá a través de cuerpos y formas que ya hace tiempo se retiraron ante la marea de la ascendiente humanidad, formas de las que sólo la poesía y la leyenda han conservado un fugaz recuerdo bajo el nombre de dioses, monstruos, seres míticos de toda clase y especie'. Júzguese, por esta frase, lo mucho que a Blackwood debe Lovecraft.”

También tomó de Los demonios de mar (1916), de Víctor Rousseau, aparecido en All Story Weekly, los seres anfibios y transparentes a los que sólo se les veía sus ojos. Pero aún así dio a sus personajes una pátina mucho más terrorífica que la de sus antecesores.

La llamada de Cthulhu

Escrita en 1926, La llamada de Cthulhu contiene la doctrina esencial de toda esta mitología referida a los Primordiales. Vivían en inmensas ciudades de piedra y no

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eran de carne y hueso. “Tenían determinada forma”, dice Castro, uno de los personajes de la obra. Una forma no material, y podian trasladarse de planeta en planeta a través del firmamento.

Un día desaparecieron, pero no murieron definitivamente. Reposaban, escribe Lovecraft, en las moradas de R'lyeh, protegidos por los encantamientos del poderoso Cthulhu, y aguardaban su gloriosa resurrección el día en que los astros y la Tierra estuviesen propicios nuevamente a sus designios.

En las líneas iniciales el protagonista narrador nos habla de la muerte de su tío abuelo, profesor de lenguas semíticas de la Universidad de Brown, en Rhode Island. Entre los objetos que éste deja, encuentra una tableta de barro cocido con extrañas inscripciones y el bajorrelieve de una figura humanoide de cuerpo cubierto de escamas y una cabeza de la que emergen distintos tentáculos, semejantes a los de un pulpo. Sus extremidades, coordinadas con el aspecto general, son garras repulsivas que anticipan el horror de su naturaleza sobrenatural.

El objeto que halla el protagonista había sido entregado al profesor de lenguas semíticas por un joven artista de nombre Wilcox. Lo había esculpido merced a un sueño en el que oyó una voz enigmática de la que retuvo sólo dos palabras: Cthulhu fhtagn.

Eran expresiones de seres no-humanos cuyos órganos vocales obedecían a distintas leyes. No es posible una transcripción exacta, dice Lovecraft. Pero Cthulhu puede transcribirse como Khlul-hloo o tluhluh.

Al referirse a los Primordiales por boca de otros personajes, nos aclara que estos seres existían “desde eras antes que los hombres”. Vinieron a “nuestro joven planeta” procedentes de los “espacios celestes”. Abandonaron la superficie:

“...desapareciendo en el interior de la Tierra, bajo las aguas del mar, pero sus cuerpos sin vida habían referido sus secretos, durante el sueño, al primer hombre, el cual fundó el culto que jamás se ha extinguido desde entonces (...) y seguirá existiendo por los siglos de los siglos, escondido en lejanos y lúgubres lugares por toda la superficie de la Tierra, hasta el día en que Cthulhu, el sumo sacerdote, salga de su lóbrega morada en la invulnerable ciudad de R'lyeh, bajo las aguas del mar, y vuelva a regir los destinos de la Tierra entera. El día en que las estrellas sean favorables, los convocará a todos.”

Castro, uno de los personajes de la obra, dirá, a su vez, que los Primordiales no eran de carne y hueso en su totalidad. Tenían forma, pero carecían de materia.

“Cuando las estrellas eran favorables, podían trasladarse de un mundo a otro a través de los espacios siderales.”

No sucedía lo mismo cuando la posición de los cuerpos celestes les era desfavorables, en cuyo caso no podían vivir.

Aun así, aunque no viviesen:

“...tampoco podía decirse exactamente que murieran. Permanecían sin salir de sus moradas de piedra de la gran ciudad de R'lyeh, amparados por los sortilegios

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protectores del omnipotente Cthulhu en espera de que llegase el día de la gloriosa resurrección cuando las estrellas y la Tierra se conjuntaran favorablemente para acogerlos.”

El día de esa resurrección de los Primordiales, los hombres se parecerán a ellos, y serán libres y salvajes, “ajenos por completo al bien y al mal”, sin frenos morales. y más aún: “gritarán, matarán y disfrutarán en medio de un júbilo sin precedentes”. Los Primordiales les enseñarán nuevas formas de matar y solazarse. Luego, “la Tierra entera arderá en un holocausto en el que todo será éxtasis y libertad”.

Esos dioses portadores de la muerte, desintegrarán el Universo y acabarán devorándose entre ellos, como ha profetizado el Libro de Enoc (s. II a. de J. C.). Es posible que Lovecraft lo haya leído. Pero también es probable que su aquiescente concepción de la violencia lo haya llevado a concebir esta clase de monstruos.

Sólo era un color

Algunos de estos dioses no tienen forma o no pueden ser descriptos. Esto es lo que sucede en El color que cayó del cielo (1927), una novela corta en la que un meteorito cae en la Tierra, a partir de cuyo instante la zona del impacto es ya un erial maldito cada vez más grande. Los hombres se debilitan, comienzan las enfermedades y los animales se deforman y mueren. Todo es desolación a partir de ese enigmático descenso. Investigando el caso se llega a la conclusión de que ese meteorito había aterrizado con un ser gaseoso de color iridiscente. Era un ser del espacio orbital, un extraterrestre, acaso uno de esos dioses malditos que acechaban desde el Infinito.

Nahum, uno de los personajes, agonizante, definiendo a ese ser, dirá:

“Nada... nada... el color... Quema... frío y húmedo, pero quema... vivía en el pozo... yo lo vi... una especie de humo... como las flores la última primavera... el pozo brillaba por la noche... Thad, Merwin y Zenas... todo vive... chupando la vida de todo... en esa piedra... debió venir en esa piedra... invadió la zona... no sé lo que quiere... la cosa redonda que los de la universidad extrajeron de la piedra... la machacaron... era del mismo color... igual como las flores y plantas... debía haber más... semillas... semillas atacaron a Zenas... era un muchacho fuerte, lleno de vida... te debilita la mente y después te lleva... te abraza... en el agua del pozo... Zenas no volverá jamás del pozo... no puede escaparse... te absorbe...”

Casi al terminar, dirá Lovecraft:

“Sólo era un color procedente del espacio, un temible mensajero de deformes reinos infinitos más allá de toda la Naturaleza que conocemos; de reinos cuya mera existencia aturde el cerebro y nos entumece con los negros abismos extracósmicos que revela ante nuestros desorbitados ojos”.

La ciudad de R'lyeh

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La ciclópea morada de Cthulhu, imponente construcción de terroríficos bloques de piedra, sumergidos en los abismos del mar, preocupó a los amigos de Lovecraft. Inducidos por esta mitología, trataron de describirla a través de lo que pensaba su mismo creador.

De todos ellos, el más entrañable y continuador de su obra, fue August Derleth, a quien Lovecraft llamaba el Conde d'Erlette. Continuó los mitos en distintas obras, en algunas de las cuales se identificó plenamente con el estilo de su creador. Esto puede verse en su novela The trail of Cthulhu (1962), en la que el protagonista tratará de llegar a la ciudad sumergida de R'lyeh. El tema le sirve a Derleth para aclarar algunos aspectos que el mismo Lovecraft no pudo desarrollar.

La obra consigna la existencia de ciertos textos, uno de los cuales, el Texto de R'lyeh, nos revela que:

“...el Gran Cthulhu se alzará desde R'lyeh, y que Hastur el Inefable regresará de la estrella obscura que está en las Híadas, cerca de Aldebarán.”

También deja en claro que NyarIathotep aullará siempre en la obscuridad, y Shub-Niggurath seguirá engendrando sus mil crías.

Después (párrafo III), cuando el protagonista vislumbra la ubicación de R'lyeh y se le habla de Machu Picchu y Ollantaytambo, la ciudadela de Ollantay, el rebelde que se enamora de la Ñusta, DerIeth vuelve a invocar los dioses de esta cosmogonía. Es el instante en que el protagonista lee el Manuscrito de Sussex, los Fragmentos de Celaeno y los Cultes des Goules del Conde d'Erlette. Estos libros estaban referidos a los dioses arquetípicos y al exilio que por obra de ellos debieron padecer los antiguos (o primordiales, como repite Derleth) cuando se hallaban en Betelgeuse.

Estos últimos son las deidades que están al acecho para retomar la Tierra, acabar con los dioses del bien y esclavizar y destruir definitivamente a los humanos.

Arquetípicos y primigenios

Los dioses arquetípicos concebidos por Lovecraft integran las fuerzas del bien. Son los protectores del Universo, el equilibrio entre el azar y las leyes de la Naturaleza. De estos dioses sólo se menciona a Nodens, Señor del Gran Abismo. Todos ellos se refugiaban en la constelación de Orión, especialmente en Betelgeuse. Odiaban las contiendas cósmicas. Sólo intervenían excepcionalmente en ellas cuando el poder de las tinieblas se erigía en fuerza destructora.

Los dioses primordiales, en cambio, eran las fuerzas del mal que en tiempos lejanos se rebelaron contra los arquetípicos. Desterrados y agazapados en los abismos, esperaban la oportunidad para una nueva rebelión, en la que los dioses del bien y los humanos debían ser aniquilados. Los mitos de esta doctrina pueden estudiarse, especialmente, en La llamada de Cthulhu, El ceremonial, El horror de Dunwich, La Ciudad Sin Nombre, La sombra sobre lnnsmouth, La sombra fuera del espacio, El morador de las tinieblas, y El que susurra en la obscuridad.

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Esta cosmogonía fue ampliada por los amigos y seguidores de Lovecraft. Le siguieron Frank Belknap Long con The hounds of tindalos, y The horror from the hills, Robert Bloch con The shambler from the stars, y The opener of the way, y Clark Ashton Smith con Out space and time.

Tampoco debemos olvidar a Henry Kuttner, Robert E. Howard (The black stone) y J. Ramsey Campbell. Todos ellos, siguiendo las ideas de Lovecraft, incorporaron nuevos dioses y nuevos episodios.

Arquetípicos y primordiales, las deidades de una nueva mitología, irradiaron desde Rhode Island un fulgor que aún destella en la literatura. Un mundo fantástico y fascinante que llena todo un vasto período, a pesar del juicio negativo de ciertos críticos encumbrados que vieron en el estilo de Lovecraft un exasperado adjetivismo. Siempre hay un Roberto Arlt en las letras que no se impone por su escritura sino por el genio de sus ideas.

Los dioses del bien y del mal

De todo el círculo de amigos de Lovecraft, fue Derleth, como ya sabemos, quien más profundizó en esta mitología. Dejó constancia de quiénes eran los dioses del mal y quiénes representaban el bien. En The seal of R'lyeh (1961) los enumera y los analiza con algunas variantes:

“Entre estos primordiales se contaban: el Gran Cthulhu, morador de las aguas; Hastur, que dormía en el Lago Hali, en las Híadas; Yog-Sothot, que es Todo-en-lo-Uno y Uno-en-el-Todo; Ithaqua, El Que Camina Sobre El Viento; Lloigor, El Que Pisa Las Estrellas; Cthugha, que habita en el fuego; el Gran Azathoth. Todos habían sido vencidos y expulsados al espacio exterior, donde esperarían el día remoto en que con la ayuda de sus seguidores podrían rebelarse para derrotar a los humanos y someter a los dioses arquetípicos.”

En esta enumeración no menciona a sus esbirros: los Profundos que vivían en los mares y en las zonas acuáticas de la superficie terrestre. Y al lado de ellos, los Dhols, el Abominable Hombre de las Nieves, que habita el Tíbet y la oculta Meseta de Leng, los Shantaks, que huyeron de Kadath por orden de Wendigo, El Que Camina Sobre el Viento y pariente de Ithaqua.

Realizada la enumeración, expresa:

“Los primigenios y los dioses arquetípicos –que según advertí eran lo mismo– representaban el bien original. Los primordiales, en cambio, representaban el mal.”

“Los primordiales no sólo combatían a los dioses arquetípicos, sino que al mismo tiempo luchaban entre ellos en un esfuerzo supremo por la dominación final. Eran, en definitiva, representaciones de las fuerzas elementales, y cada uno correspondía a un elemento.”

Es decir: Cthulhu, al agua; Cthugha, al fuego; Ithaqua, al aire; Hastur, al espacio sideral.

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Algunos estaban vinculados con las fuerzas de la Naturaleza, como Shub-Niggurath, mensajera de los dioses, que se hallaba ligada con la fertilidad. Yog-Sothot, con el Continuum tiempo-espacio. Azathoth, con el principio del mal.

Nos explica Derleth, asimismo, que los dioses arquetípicos constituyeron con el tiempo la Trinidad judeocristiana. Los primordiales, a su vez, pasaron a ser Satanás, Belcebú, Mefistófeles y Azrael. Para Derleth los Mitos de Cthulhu habrían sobrevivido en otras civilizaciones, como la incaica y la maya. O acaso en los ídolos de la Isla de Pascua.

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El Necromicón de Alhazred

El horror en Dunwich

Al lado de los Mitos de Cthulhu está el Necromicón de Abdul Alhazred, libro maldito, de magia negra, para servir al culto diabólico y al contacto con los primigenios, esos dioses del mal que aun conspiran desde las tinieblas.

Los poseedores de ese libro, según Lovecraft, podrán modificar el curso de la historia. Su posesión, sin embargo, incluye un riesgo de autodestrucción, porque desatadas las fuerzas demoníacas es difícil controlarlas. Llevan en sí el impulso de una maldición que debe recaer en todos aquellos que han osado desentrañar las misteriosas leyes sobrenaturales.

En El horror en Dunwich Lovecraft nos revela las consecuencias que viven sus protagonistas por el deseo de poseer el libro y sus fórmulas malditas. El horror en Dunwich es, por lo tanto, una de sus obras fundamentales, en la que el horror, más allá del reiterado adjetivismo del autor, crea un clima realmente alucinante.

El argumento está referido a Wilbur Whateley, cuyo padre, el brujo Whateley tiene un ejemplar del Necronomicón. Wilbur es hijo de Lavinia, hija a su vez del viejo brujo. Es una mujer albina, de anatomía monstruosa, que no puede precisar quién fue el padre de Wilbur. Este, además, es un ser extraño. A los 10 años ya tenía la estatura de un hombre con toda su experiencia.

Poseedor de la versión inglesa del Necronomicón que perteneció al brujo Whateley, se presenta en la Universidad de Miskatonic para cotejarla con la traducción latina de Olaus Wormius, impresa en España, en el siglo XVII.

Wilbur busca, expresa Lovecraft, una especie de conjuro fórmula mágica “que contuviese el espantoso nombre deYog-Sothoth”. No da, en cambio, la razón de esta búsqueda, cuyos fines se reserva para no espantar a los funcionarios de la Universidad, representados en ese momento por el doctor Armitage.

La versión latina contiene “estremecedoras amenazas contra la paz y el bienestar del Mundo”. Transcribo algunos párrafos:

“Tampoco debe pensarse que el hombre es el más antiguo o el último de los dueños de la Tierra, ni que semejante conjunción de cuerpo y alma transite sola por el Universo. Los antiguos existían, los antiguos existen, y los antiguos existirán. No en los espacios conocidos, sino entre ellos. Se pasean serenos y primigenios en esencia, carentes de dimensión e invisibles a nuestra vista. Yog-Sothoth conoce la entrada. Yog-Sothoth es la entrada. Yog-Sothoth es la llave y el guardián de la entrada. Pasado, presente y futuro, todo es uno en Yog-Sothoth. El sabe por dónde entraron los ancianos en el pasado y por dónde repetirán el hecho cuando la ocasión le sea propicia.”

El texto, describiendo a Yog-Sothoth, prosigue:

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“El sabe qué regiones del planeta hallaron, dónde continúan esta labor y por qué nadie puede verlos. Los hombres advierten a veces su presencia sólo por el olor que despiden, pero ningún ser humano puede contemplar su semblante, salvo únicamente a través de las facciones de los hombres engendrados por Ellos, y son de las más diversas especies, difiriendo en apariencia desde la mismísima imagen del hombre hasta esas figuras invisibles o sin substancia que son Ellos mismos (u.). Doblegan bosques enteros y aplastan ciudades, pero jamás bosque o ciudad alguna ha visto la mano destructora. (...) El gran Cthulhu es su primo, pero sólo difusamente puede reconocerlos. ¡Ia! ¡Shub-Niggurath! por su insano olor los conoceréis (...).Yog-Sothoth es la llave que abre la puerta por donde las esferas se encuentran. El hombre rige ahora donde antes lo hacían Ellos, pero pronto regirán Ellos donde ahora rige el hombre (...). Aguardan pacientes y confiados, pues saben que volverán a reinar sobre la Tierra”.

(El subrayado nos pertenece.)

No satisfecho con el cotejo, Wilbur vuelve a la Universidad para robar el libro. El perro guardián lo ataca. Es el instante en que, desgarradas las vestiduras de Wilbur, observan que éste es mitad hombre y mitad monstruo. Tiene cabeza y manos de ser humano, pero el rostro carece de mentón.

De la cintura para abajo, en cambio, está cubierto de un áspero pelaje negro, y del abdomen sobresalen largos tentáculos cubiertos de ventosas rojas “que hacían las veces de bocas”. En las caderas ostenta sendos ojos rudimentarios. Y a todo esto se le sumaba una trompa o tentáculo que emerge del lugar en que debe estar el rabo, y unas piernas semejantes a las extremidades de los antiguos saurios.

Wilbur, agonizante, pronuncia un conjuro del Necronomicón:

“N'gai, n'gha'ghas, bugg-shoggog, y'hah; Yog-Sothoth, Yog-Sothoth...”

Entretanto sus ojos negros se hunden hasta desaparecer en sus cuencas. Después se convierte en una masa blancuzca y viscosa mientras desaparece la fetidez que precedió su persona.

Así fue la muerte de Wilbur Whateley, un monstruo del mal, engendrado por los primigenios.

El Al-Azif

Para darle título en árabe al Necronomicón, Lovecraft empleó la expresión Al Azit-Azit que en este idioma es una onomatopeya en relación con el zumbido de los insectos y el aullido de los demonios. Expresó que su autor, Abdul Alhazred, era un poeta loco de Sanáa, en el Yemen. Vivió en el siglo VII, cuando gobernaban los califas Mniadas. Estuvo en Babilonia y Menfis estudiando los secretos de la naturaleza, y se recluyó durante 10 años en el desierto de Roba el Khaliyeh o Espacio Vacío de los antiguos, también llamado Desierto Rojo por estar habitado por los dioses del mal.

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Abdul Alhazred, dedicado a la magia negra y devoto de los terribles Yog-Sothoth y Cthulhu, escribió en Damasco el Al Azif o Necronomicón, según la versión griega. Su muerte se remonta al año 738 a. de J. C. Fue devorado a la vista de todos por uno de esos monstruos invisibles a los que era afecto Lovecraft, quien cita en su apoyo a Ebón Khallikan, un biógrafo del siglo XII.

Por las afirmaciones de su biógrafo se sabe que Abdul Alhazred estuvo también en Yrem, la enigmática Ciudad de las Columnas donde se ocultaban los dioses del mal. Fue célebre y temido por sus poderes porque el Al Azif contenía las fórmulas mágicas para invocar a los dioses malditos y desatar una destrucción en cadena.

Lovecraft (lo repiten Derleth y el círculo de sus continuadores) dice que el Al Azif fue traducido al griego en el año 950 por Theodoro Phileto de Constantinopla. A partir de esa traducción se le conoce por Necronomicón. Y fue tan grande su influencia negativa, que un siglo después el patriarca Miguel ordenó quemarlo públicamente.

Escribe Derleth:

“Luego no se escuchó hablar más de él, salvo en secreto, hasta que en 1228 Olaus Wormius hizo una traducción latina que fue impresa doce veces: una en el siglo XV, en caracteres góticos (evidentemente en Alemania) y una segunda en el siglo XVII, probablemente en España; esas dos ediciones no llevan ninguna indicación que permita situarlas; la fecha y el lugar de publicación sólo pueden ser determinados por el examen de la tipografía. La obra, tanto en latín como en griego, fue prohibida por el Papa Gregorio IX en 1232, es decir, poco después de su traducción latina, lo cual atrajo más la atención sobre ella”.

El original árabe, agrega Derleth, se perdió en la época de Wormius. Incluso un ejemplar hallado en San Francisco de California, fue destruido por el fuego:

“No se halló rastro de la versión impresa en Italia entre 1500 y 1550 desde el incendio de la biblioteca de un habitante de Salem en 1629”.

Sin embargo pueden hallarse textos en latín, a tal punto que uno del siglo XV se halla reservado en el Museo Británico, “mientras que el otro del siglo XVII se encuentra en la Biblioteca Widener de Harvard y en la Biblioteca de la Universidad de Miskatonic, en Arkansas. Igualmente hay uno en la Biblioteca de la Universidad de Buenos Aires”.

Las conjeturas son infinitas. El mismo Lovecraft, trazando su cronología, dice en definitiva:

_ El Al Azif fue escrito en Damasco por Abdul Alhazred, en el año 730 a. de J. C..

_ Fue traducido al griego por Theodoro Phileto (950 a. de J. C.) con el título de Necronomicón.

_ El texto griego (la versión árabe está perdida) fue quemado por orden del patriarca Miguel, en 1050.

_ Olaus Wormius, en 1228, tradujo al latín el texto griego.

_ Ediciones griegas y latinas fueron destruidas por orden de Gregorio IV, en 1232.

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_ Edición de caracteres góticos –Alemania–. ¿En 1400?

_ El texto griego fue impreso en Italia (1500-1550).

_ Traducción española del texto latino (¿1600?).

A partir de todo esto los lectores de Lovecraft comenzaron a urdir el texto del Necronomicón. No aceptaron su inexistencia. Aparecieron los mistificadores y fue ofrecido, a grandes precios, en distintos catálogos de importantes librerías. Philipo Duchesnes, por ejemplo, lo incluyó en su catálogo en la cantidad de 900 dólares. La revista Antiquarian Bookman, de 1962, daba una detallada descripción del Necronomicón:

“Alhazred Abdul. El Necronomicón. España 1647. Encuadernación en alisado y algunas manchas (...) Numerosos grabados pequeños en madera de símbolos y signos místicos. Parece ser un tratado en latín de magia ritual (...) Proviene de la biblioteca de la Universidad de Miskatonic.”

A esta superchería sigue otra referida a la aparición del libro maldito en el catálogo de la biblioteca de la Universidad de California. La ficha, escribe Derleth, fue introducida por “bromistas pertenecientes a los medios estudiantiles”.

He aquí la ficha:

“BL. 430 a 47 Alhazred, Abdul, ca. X. 738 Casilla B. NECRONOMICON (Al Azif de Abdul Alhazred. Traducido del griego por Olaus Wormius (Olao Worm). XIII, 760 páginas, grabados en madera, tablas 5 m. Fol (62 cm). Toledo 1947.”

De Derleth también es la noticia referida a un artículo del número de septiembre de 1953 de la revista Sir, escrito por Arthur Scott con el título de Curiosas utilizaciones de la piel humana, en el que nos habla del Necronomicón, una colección de fórmulas mágicas para invocar a los demonios y otras fuerzas diabólicas, realizado íntegramente con piel humana extraída de personas que fueron muertas mediante la brujería.

Derleth y la lámpara.

August Derleth, al continuar la creación de los Mitos de Cthulhu, describió la lámpara del temible y enloquecido Abdul Alhazred en uno de sus relatos: The lamp of Alhazred (1957), escrito en colaboración o con fragmentos del mismo Lovecraft. De tal relato hablaremos en seguida. Pero antes vamos a transcribir, de uno de sus trabajos sobre Lovecraft, el resumen que hace de los Mitos de Cthulhu. Es muy ilustrativo en cuanto a ciertas significaciones que han escapado a sus exégetas.

He aquí el texto:

“Los primeros que vinieron fueron los grandes antiguos, esos cuerpos de 18 pies de alto que terminaban con una estrella en la cabeza. Llegados del fondo del Cosmos, volando a través del éter con sus alas membranosas, sus organismos tienen más de vegetal que de animal. Sin embargo fueron grandes constructores de ciudades.

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Luego de chocar con otras razas, fueron rechazados hacia el Antártico, donde algunos quizá vegetan todavía en cavernas cavadas bajo el hielo.

“Los extraños llegados de Yuggoth, el último planeta del sistema solar, tienen una estructura semejante, pero un aspecto de crustáceo o de insecto. Ellos son los que cuchichean en las tinieblas, zumban, espían en las colinas boscosas del Miskatonic; ellos también, sin duda, son los Mi-Go que frecuentan las soledades del Himalaya.

“Esas razas casi no prestan atención a los hombres y sólo intervienen cuando éstos intentan poner en peligro su seguridad. A pesar de su apariencia y de su naturaleza, a la humanidad le sería posible vivir en buenos términos con ellos.

“No ocurre lo mismo con los seres que gravitan alrededor de Cthulhu. Aunque dormidos en la ciudad hundida de R'lyeh, continúan influyendo sobre los hombres. Para que se conserve la chispa de vida que los habita, es necesario que los hombres continúen celebrando su culto. Culto orgiástico y bajamente obsceno, como todo lo que gravita alrededor de su personalidad. Ellos son parientes de seres acuáticos, semipesados, semibatracios, cuya ciudad está construida en el fondo del Pacífico. Han logrado hacer pie en tierra firme, poblar la pequeña ciudad de Innsmouth con una población bastarda y horrorosa que celebra su culto en los templos de la Orden Esotérica de Dagón.”

El relato de La lámpara de Alhazred es una biografía moral de Lovecraft, quien aparece con el nombre de Ward Phillips. Su abuelo Whipple le obsequia la lámpara mágica, que va acompañada de una carta. En ella le informa que provenía de una tumba de Arabia que se remontaba al origen de la historia. Había pertenecido a “un árabe medio loco” llamado Abdul Alhazred. Obra de la fabulosa tribu de Ad, sigue diciendo la carta, había sido hallada en la ciudad oculta de Yrem, edificada por Shedad. Esta Yrem no es otra que la Ciudad de las Columnas, también conocida como la Ciudad Sin Nombre.

La carta termina afirmando que la lámpara es la fuente del éxtasis o del terror.

Parecía como cincelada en oro, y estaba decorada con extraños dibujos mezclados con letras, en una especie de enigmáticas pictografías. Para encenderla era imprescindible el aceite.

En la primera noche, al darle luz, Phillips cree ver los lugares transitados por Abdul Alhazred. En la segunda noche ve un pueblo que llama Arkham, y un río al que le adjudica la denominación de Miskatonic.

También puede ver la ciudad de Innsmouth y el Arrecife del Diablo. Y a continuación el abismo acuático de R'lyeh donde duerme Cthulhu. y tras otras visiones, en ese instante, vislumbra la Tierra del Ensueño, esa tierra en la que suele caer cuando el cansancio derrota sus párpados.

Dieciséis años después, cuando enciende nuevamente la lámpara, Ward Phillips ve su infancia y su juventud. Caminará hacia ese pasado por las orillas del Seekonk, el río donde soñó muchas veces cuando el Mundo era joven y estaba lleno de fervor.

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Luego, Ward Phillips desaparecerá. Se irá del Mundo sin que nadie lo advierta. La lámpara quedará arrumbada como un trasto inútil. Nadie la reclamará y a nadie le interesará. Será un objeto más entre el olvido y el basural dictado por la ausencia.

Sólo su creador conocía el secreto que le daba vida, acaso el amor de la escritura que encendía su llama.

El otro Necronomicón

Tengo un ejemplar del Necronomicón compilado por un tal Simón y publicado por Edaf en Madrid, en 1992. Es la traducción de un original en inglés: The Necronomicon, según indicaciones del editor. La traducción castellana estuvo a cargo de Elías Sarhan, y está dedicada al “poeta” Aleister Crowley, en el centésimo aniversario de su nacimiento (1875-1975). Esta dedicatoria termina con la siguiente frase:

Ad Meiorum Cthulhi Gloriam.

Para crear un clima de misterio y veracidad acerca de esta segunda edición del libro maldito, el Prefacio consigna que “un individuo exótico, llamado Simón”, se presenta en la casa de L. K Barnes con “material adicional sobre el Necronomicón que demostraba su autenticidad”. Está presente James Wasserman, “tercer miembro de la Impía Trinidad”, quien, a pesar de morir, “ha sido capaz, con la ayuda de la Piedra de los Sabios”, de continuar sus negocios como si estuviera vivo.

Ya en posesión del manuscrito, Bames y Wasserman, incluido el mismo Simón, se dedican a imprimir el Necronomicón.

A partir de ese instante se produce una serie de hechos malditos. Jim Wasserman, quien tenía a su cargo el diseño y producción del libro, fue sujeto pasivo de un poltergeist: la puerta de una habitación que por “ciertos propósitos asquerosos debía estar cerrada”, se abrió repentinamente. Después, los tipógrafos fueron invadidos por las ratas. Un ídolo indio (“hindú”) sirvió para combatir la plaga.

Simón, el compilador, vive vigilado por los Grandes Antiguos, temiendo siempre por su vida. L. K Bames, en cambio, es receptáculo permanente de señales y mensajes de inteligencias extraterrestres, y es molestado por “eventos numerológicos” con predominio del 13, el 333, el 555, y el 666.

Se crea un supuesto clima diabólico para atrapar a los lectores y demostrar la maldición que pende sobre el Necronomicón.

En el apéndice de esta edición se afirma que Lovecraft conocía el libro maldito a través de The Book of the Secret Names, un texto oriental sobre los Antiguos, traducido por John Dee. Este texto habría pertenecido a Winfield Lovecraft, padre del escritor.

Transcribo el párrafo correspondiente:

“El primer ataque de Winfield data de cuando el pequeño Lovecraft tenía tres años, y, entre las frecuentes entradas y salidas de su padre en los psiquiátricos, pudo

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haber una estrecha relación entre ambos. Colin Wilson mantiene la teoría, enunciada por el doctor Carl Tausk, del Instituto de Viena, de que Winfield Lovecraft pertenecía a una logia masónica de Boston (...) Así, pudo haber guardado en su casa ciertas obras de contenido mágico, entre las que se podría encontrar The Book of the Secret Names, la traducción inglesa de John Dee sobre un texto oriental que trataría una historia de los Antiguos”.

Luego, en apoyo a esta tesis, expresa:

“El doctor Hinterstoisser va más allá al considerar que el propio Necronomicón es una compilación de material mágico de Babilonia, Persia, Acadia e Israel, reunido por Alkindi (Ya'kûb ibn Ishak ibn Sabbah Alkindi) en el siglo IX de nuestra era. The Book of the Secret Names sería una pequeña parte de dicha compilación, derivada, a su vez, nada más y nada menos, de las tablas de Asurbanipal. Entonces tendríamos al joven Lovecraft encontrando el Necronomicón en su propia casa a la muerte de su padre. No hay datos en su voluminosa correspondencia, ni en los testimonios de amigos o conocidos que avalen estos hechos, pero como estamos en un terreno profundamente oculto y secreto, todo puede ser posible.”

El manuscrito original del Necronomicón que comentamos, no es del editor, dice el libro. Por esta razón “es imposible verlo”.

La edición contiene una cantidad. de encantamientos contra el mal, tomados en parte del texto Maklu, traducido al alemán:

Die Assyrische Beschworungsserie Maclu nach dem originalen in British Museum Herausgegeben, Acta Societatis Scientiarum Fennicae, tomm. XX, no. 6, Helsingforsiae MDCCCXCV.

Maklu o maqlu significaría ardor, palabra ésta que alude al muñeco que se quema en el conjuro, en representación de la bruja o del hechicero que debe eliminarse. Uno de ellos comienza con estos versos:

Alsi ku mushi ilani mushitiItti Kunu alsi mushitum kallatum kuttumtum

Alsi baritum qablitum u rnamaritum

En todos los casos el ritual debe estar precedido de las defensas correspondientes, entre ellas el cerno o círculo mágico.

Los dioses de las estrellas son siete y tienen su número sinbólico.Ninib, llamado Adar, el Señor de los Cazadores y la Fuerza, es el dios Saturno. Es de la estirpe de los Zonei, deidades benéficas que combaten a los terribles Igigi. Shammash es el dios del Sol, y el número de éste es el 20. Todos los dioses de siete estrellas pertenecen a la legión de los Zonei.

El libro contiene el testimonio de Abdul Alhazred, quien denomina como Libro de los Muertos o Libro de la Tierra al diabólico Necronomicón que él escribió “arriesgando la vida de forma exacta a como los recibí en los planos de los IGIGI, los crueles espíritus celestiales que existen más allá de los Peregrinos de los Yermos”.

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El testimonio sigue con estas referencias:

“Que todos aquellos que lean este libro reciban la advertencia de que el hábitat de los hombres es observado y vigilado por la Antigua Raza de dioses y demonios que proceden de un tiempo anterior al tiempo, y que buscan venganza por aquella batalla olvidada que tuvo lugar en alguna parte del Cosmos y desgarró los mundos en los días anteriores a la creación del hombre, cuando los Dioses Mayores caminaban los Espacios, cuando estaba la raza de MARDUK, tal como le conocen los caldeos, y ENKI, nuestro amo, Señor de los Magos.

“Sabed, entonces, que yo he recorrido todas las zonas de los dioses, y también los lugares de los Azonei, y que he descendido a apestosos sitios de Muerte y Sed Eterna, que pueden alcanzarse a través del Pórtico de GANZIR, construido en UR en los días anteriores a Babilonia.

“Sabed, también, que he hablado con todo tipo de espíritus y demonios, cuyos nombres ya no se conocen en las sociedades del hombre, o que nunca fueron conocidos, y los sellos de algunos están escritos aquí; sin embargo, los de otros me los he de llevar conmigo cuando os deje. ¡Que ANU tenga la misericordia de mi alma!”

Continúa enumerando los lugares por donde anduvo, tales como las profundidades del mar en busca del Palacio de Nuestro Amo. En esas andanzas atravesó el Pórtico de ARZIR, dejando atrás los prohibidos y repugnantes reinos de los IGIGI. Luchó contra AZAGTHOT, el Mago Negro, y se refugió en la Tierra invocando la protección de INANNA y su hermano MARDUK, Señor del hacha de doble filo.

Cierto día, mientras estaba oculto, oyó que los sacerdotes entonaban un extraño cántico:

¡lA! ¡lA! ¡Zl AZAG!¡lA! ¡lA! ¡Zl AZKAK!

¡lA! ¡lA! ¡KUTULU Zl KUR!¡lA!

Después se apuñalaron. Esos espíritus se alimentaban de sangre.

Abdul Alhazred fue familiarizándose con los demonios y monstruos de los que tomaba nota en el Libro de la tierra negra. “Mi destino”, dirá en el testimonio, “ya no está escrito en las estrellas, porque he roto la Alianza Caldea al buscar el poder sobre los Zonei”. Termina con esta invocación:

“¡Y que los dioses os concedan la muerteantes de que los Antiguos gobiernen

de nuevo la Tierra! ¡Knkammu! ¡Selah!

El libro, a pesar de cierta obscuridad, está hábilmente estructurado. El genio de Lovecraft logró impulsar la necesidad de crear o inventar el Necronomicón. Es lo que ha llevado a cabo el tal Simón, nombre que oculta a su hacedor, quien al libro del

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ficticio Abdul Alhazred le asigna la denominación de Libro de la Tierra Negra. Es un caso extraordinario de apocrificidad.

La última hipótesis

En 1986 el arqueólogo norteamericano Joseph Walters expresó haber descubierto en la ciudad de Kalat, en Pakistán, exactamente en las ruinas de Mohengo-Daro, la Ciudad de los Muertos, varios pergaminos del siglo II. Se trataba de un Necronomikós, Libro o Reglamento de los muertos, que contenía un poema épico en 1020 versos irregulares escritos en koiné, el griego clásico. El poema pertenecía a la cultura gandhara de la India, en la que confluía la de los griegos alejandrinos, en cuya lengua quedó redactado.

La obra, no traducida aún, carece de autor. No la escribió, entonces, ese “árabe loco” de nombre Abdul Alhazred, que fue un invento de Lovecraft. Tampoco fue una traducción del árabe al latín por el inexistente Olaus Wormius, ni llevó por título el de Al Azif. Ni aun tiene por tema los Mitos de Cthulhu ni la ciudad sumergida de R'lyeh, en la que Cthulhu, el dios anfibio se halla aletargado junto con Ithaqua, El que Camina en el Viento.

No están mencionados los Primigenios como Nyarlathotep, Shub-Niggurath y Yog-Sothoth que ya existían antes del hombre y lucharon contra los Dioses Arquetípicos, según leemos en The Call of Cthulhu (1926).

El poema nos habla de los hoi protoi, los Primordiales, que August Derleth, en The seal of R'lyeh (1961), refiriéndose a la mitología de Chulhu, identifica con los dioses del mal. Este Necronomikós los describe como seres horribles, sedientos de sangre y vengativos.

Walters, al dar cuenta del hallazgo en el Boston Annual Philological Digest (Boston, 1987), transcribe los dos primeros versos:

Lego tó deinós khaos tu ontu proto khrónuTu deus athánatos hos einai kai uk einai

que nosotros traduciríamos así:

Canto al terrorlfico Caos de existencias anteriores al tiempode los dioses inmortales que son o no fueron.

Se trata de los dioses que precedieron en el tiempo a todos los dioses conocidos. Los dioses del Caos que impulsaron el mal y lo proyectaron desde un tiempo sin edades, un tiempo sin tiempo del que se alimentarían otros dioses del bien y del mal. La creación no existía. Era una fuerza en potencia, próxima a estallar. Lo fáctico, una significación desconocida. Sólo se movían los dioses en una materia increada.

El obscuro y anónimo autor de este Necronomicón o Necronomikós, conocía la escatología y las costumbres gandharas de Kalat. Se hallaba impregnado de sus violaciones necrofílicas y de la abominable patrofagia que se practicaba entre ellos.

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De ahí, por otra parte, los versos referidos a los satánicos hoi protoi, que si bien son los Primordiales del poema, no son, en cambio, los Primordiales de Lovecraft.

El autor de los Mitos de Cthulhu falsea, sin lugar a dudas, el contenido del Necronomicón que menciona, si es que realmente existió, si es que no fue un invento suyo. Si el libro existió como afirma y es el que acaba de descubrirse, sólo lo conocía de nombre, pero no por su lectura.

Para mayor confusión, Frank Belknap Long, en Howard Phillips Lovecraft: Dreamer on the nightside (1975), menciona un Necronomicón traducido por John Dee. A su vez, Dante Gabriel Rosetti, en carta a William Blake, refiriéndose al poeta William Butler Yeats, le dice (la cita es de M. Burrell):

Such obscure mysteries as fit for The Necronomicon-readers and other books of dark science as well (“Tales obscuros misterios como son los de los lectores del Necronomicón, del mismo modo que otros libros de ciencias ocultas”).

Si el Necronomicón existió realmente, Lovecraft, repetimos, sólo tenía referencia de su título, pero no de su lenguaje y sus fórmulas, que pretendidamene reproduce en más de uno de sus relatos. El lenguaje gutural que intenta remedar, jamás existió.

En tal sentido fue un invento suyo, como fue un invento el dístico del inexistente Abdul Alhazred transcripto dos veces en The Nameless City (1921), la ciudad innominada y maldita de los horroríficos seres reptiles:

No está muerto lo que yace eternamente.y con el transcurso del tiempo hasta la Muerte puede morir.

En el extraño poema del hallazgo se habla de la violencia de un Universo increado. Se describen los elementos y las fuerzas incontroladas de la naturaleza cuando ésta aún era el caos y el impulso imprevisible. Aun así, estos elementos no guardan relación con la representación de los que Lovecraft adjudica a sus dioses:

Cthulhu, el agua.

Cthugha, el fuego.

Ithaqua, el aire.

Hastur, el espacio sideral

La tierra se consideraba un compuesto de aire y fuego. Un elemento que provenía del encuentro azaroso de dos elementos aparentemente adversos. El espacio sideral, en cambio, si bien existía con anterioridad al hombre, no estaba definido en el origen del tiempo.

El caos del poema parece contener todos los elementos que formarán el Mundo. El caos lovecraftiano es una masa informe, donde nada existe como objeto definido. Es imprescindible la voluntad de los dioses para transmutar el caos en un Universo determinista y codificado.

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Este descubrimiento del Necronomikós ha enfervorizado a los fans de Lovecraft en cuanto deja entrever que el libro citado por el narrador de Providence pudo existir. El triunfo, sin embargo, no es terminante. Falta su traducción total para dar un juicio que no deje fisuras apresuradas ni exageraciones en la exégesis. De esta traducción dependerá el análisis de los Mitos de Cthulhu.

Pensamos, además, que si este Necronomikós es el Necronomicón de Lovecraft, la falta de dioses coincidentes y su parnaso diabólico invalidarían la obra atribuida al árabe Abdul Alhazred, escrita en un lenguaje gutural que ni su creador puede explicar. Tolkien se hubiera puesto en guardia ante un idioma sin puntos de contacto con la inteligencia o el entendimiento.

Aún así, sólo podemos repetir:

Ai posteri l'ardua sentenza.

Adenda - Un Necronomicón ilustrado

Quisiera señalar, finalmente, que hace unos años hallé en la revista Hustler (Los Angeles, California, mayo, 1980), un comentario a cierto Necronomicón ilustrado por H. R. Giger. El texto también es de Giger y está referido a los personajes biomecánicos de Lovecraft. O como dice el que realiza la reseña: mitad Humanos y mitad máquinas. Inmediatamente, conseguí los dos tomos de que se compone esta obra del creador del monstruoso Alien de la película El octavo pasajero.

Indudablemente es una interpretación del Necronomirón a partir de ciertas referencias del mismo Lovecraft que pueden hallarse en sus relatos. En las ilustraciones fantasmagóricas (y profundamente eróticas y perversas) de Giger, nos hallamos con esos seres demoníacos que se muestran parcialmente desnudos. Posiblemente, así lo hubiera preferido Lovecraft.

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Libros apócrifos y auténticos

Erudición e invención

Desde la Turba philosophorum del año 900, atribuida a Uthman ibn Suwaid d'Akhmin, a la Dissertation sur les apparitions des anges, démones et fantomes, et concernant les vampires de Hongrie, Bóheme, Moravie et Silésie (1759), del reverendo Dom Augustin Calmet, Lovecraft conocía toda la bibliografía sobre los denominados “hechos sobrenaturales” que preocuparon a sus contemporáneos. El escritor los mencionó en toda su obra, y le agregó otros apócrifos de su invención o de su círculo de amigos, para realzar el interés de sus narraciones. En este procedimiento de la apocrificidad, sobre lo que habría ciertos precedentes, se anticipó en muchos años a Jorge Luis Borges.

En un estudio importante de William Scott Home (Les “livres” de Lovecraft) se enumeran las obras que darían la medida de su erudición.

Comienza con la Dissertation de Augustin Calmet, quien no creía en tales apariciones, pero deja constancia de testimonios dignos de fe. Pasa luego al De masticatione mortuorum in tumulis (1728), de Machel Raufft. En este libro tras afirmar que ciertos cadáveres devoraban la mortaja y su propia carne, se advertía que era imprescindible, para evitar estas manifestaciones, el colocar un puñado de tierra bajo el mentón. O en iguales circunstancias, una moneda o una piedra. Afirma Scott Home que Raufft se refiere, en más de un momento, a otra obra del mismo título: De masticationen mortuorum, de Philip Rehrius, publicada en 1679.

No falta la Image du Monde (1245), de Gautier de Metz o Gossouin de Metz, escrito en 6594 versos octosílabos rimados, de la que hay una redacción en prosa, de 1248, con el título de La Mappemonde. El tema, afin a los relatos de Lovecraft, está referido a seres monstruosos que devoran hombres y animales. Incluye, entre otras materias, la etnología y la astronomía.

De un siglo antes, en el XII, data el Leabhar Gabhala, escrito en dialecto erse; y más conocido como Le livre des envahisseurs (El libro de los invasores), que trata de la fundación de Irlanda por los griegos. Estos, bajo el mando de Partholan, escribe Scott Home, desembarcaron en Kenmare Bay y fundaron Dublín en 1240 a. de J. C. Huellas de todo esto, y especialmente Damascius de Alejandría (c. 480), se hallan en La Ciudad Sin Nombre. Los demonios y apariciones de muertes, que fueron temas de Damascius, impactaron rápidamente en Lovecraft.

Borellus

En su novela El caso de Charles Dexter Ward, Lovecraft nos habla de Borellus. Se trata, en realidad de Giovanni Alfonso Borelli, un médico, astrónomo y fisico del siglo XVII. Fundó la istrofísica, curación por la “medicina física”, y escribió, en 1681, el De motu animalium. Entre sus asuntos no está ausente el tópico de la palingenesia, resurrección de animales, insectos y plantas, ya tratado por Augustin Calmet. El De

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motu animalium explica los movimientos del cuerpo de los animales por las reglas referidas a la rotación mecánica. Se anticipa en un siglo Tristán Lefevre, en cuyo libro, De cordialis (1780), afirma que los músculos son otras tantas palancas, las cuales pueden intercambiarse con éstas en “el Mundo del movimiento material”.

Borelli también escribió el De motionibus naturalibus a gravitate pendentibus (1670), referido al problema de la gravedad, que posiblemente influyó en la Teoría de la atracción universal de Newton.

El Libro de Toth

El Libro de Toth existió. Se remonta a 10.000 años de antigüedad, y fue redactado por sacerdotes egipcios. Hay constancia de tal existencia en algunos códices y en obras como el Corpus hermeticus, compilado entre los siglos I y III de nuestra era. Este Corpus, atribuido a Hermes o Hermes Trimegisto, nombre griego de Toth, comprende a Poimandres, La llave, y el Asclepius. En este último hay una frase que reafirma la creencia en la creación de dioses por los magos egipcios. El pensamiento de Lovecraft coincide con esta especie de taumaturgia.

Dice el Asclepius:

“Aquellos que nos precedieron habían descubierto el arte de la creación. Esculpieron estatuas, y en la imposibilidad de crear almas, invocaron espíritus de ángeles y demonios, y los introdujeron en ellas valiéndose del misterio sagrado, de modo que las estatuas, a imagen de los dioses, recibieron el poder del bien y del mal.”

En mis Historias de monstruos (1969), al referirme a Neferkeptáh, consignaba una leyenda del siglo VI vinculada con el Libro de Toth. La transcribo por su importancia en el tema de la muerte.

El deseo de la inmortalidad, decía entonces, (y también la primera historia de ciencia ficción), está contenido en el papiro de Satni Khamois (siglo III a. de J. C.). Es el relato de la rebelión del egipcio Neferkeptáh, escrito por un escriba de Tolomeo II. Se trata de una historia obscura, modificada en el siglo VI de nuestra era por dos versiones sucesivas, la segunda de las cuales completa el esquema primitivo de la leyenda.

Según esa segunda versión, Neferkeptáh, dormido un día a la orilla del Nilo, fue visitado por una “altísima sombra” de formas imprecisas que le dijo: “Sé lo que piensas, Neferkeptáh. Pero nunca dejarás de ser un montón de carne corruptible y perecedera si no te apoderas de un libro escrito por Toth en cuyas fórmulas mágicas hallarás la inmortalidad”.

Neferkeptáh quiso responder. Su lengua era un signo muerto pegado al paladar. Cuando despertó sudoroso, jadeante, como si hubiera sido castigado, vio una segunda sombra que se alejaba hacia el norte por el Nilo.

“Esa visión quiere decir, pensó Neferkeptáh, que el Libro de Toth se halla en los confines del Mundo.”

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A partir de ese día equipó un barco para combatir el oleaje. Pero nadie quiso embarcarse. Temían la maldición de los dioses porque la empresa significaba un desafio al misterio de la vida y la muerte. Entonces Neferkeptáh creó setenta muñecos, y los ubicó en el barco. Después, invocando a la “altísima sombra”, les infundió movimiento y los dotó de habla. Fueron los primeros robots de la historia, porque esos muñecos se movían mecánicamente y tenían una voz metálica y desagradable.

La magia de Neferkeptáh espantó a los egipcios. El barco, impulsado por sus muñecos humanoides, se lanzó a la conquista de ese lugar secreto en el que se ocultaba el Libro mágico de Toth.

Cuando llegaron, Neferkeptáh se sintió más poderoso que los dioses. Sin embargo, éstos, que habían observado la lucha demoníaca de aquél, decretaron su muerte y lo borraron de todos los reinos de ultratumba. Disolvieron su cuerpo y su espíritu como si nunca hubiese tenido origen. El deseo de inmortalidad se convirtió en la nada absoluta. Neferkeptáh fue, desde entonces, el símbolo prometeico de los que buscaron el secreto de la materia para igualarse a los dioses.

En Lovecraft esta lucha es permanente. Antiguos y primigenios se disputan el dominio del Universo para extender sus poderes más allá de la vida y la muerte. La magia hacedora de dioses, llevará al hombre a su desintegración. El mal está en acecho y puede concretarse. Es una maldición inscripta en los espacios siderales.

John Dee y el idioma enoquiano

Lovecraft tampoco es ajeno a la lengua enoquiana de John Dee, a quien menciona en sus obras. Se enseñaba en la Order of the Golden Dawn in the Outer, Orden del Alba Dorada en el Exterior, fundada en Londres, en 1889, por Samuel Liddel Mathers, cuñado de Henri Bergson. Dedicada a las ciencias ocultas, esta sociedad secreta contaba entre sus miembros a escritores como Bram Stoker, Algernon Blackwood, Arthur Machen y Sax Rohmer. Uno de sus jefes, con el título de Imperatur, fue el poeta W. B. Yeats. Jacques Bergier aporta uno de los textos enoquianos que aun se conservan para obtener la invisibilidad, significación a la que adhería Lovecraft y su grupo.

Dice el texto:

Ol sonuf vaorsag goho iad balt, lonsch calz vompho. Sobra Z-olror I ta nazps.

Enunciada con toda precisión fonética esta fórmula lograba hacer invisible a quien la pronunciaba. El sujeto quedaba oculto en una especie de curva elipsoide. Bergier (Les livres maudite, c. VII), declara que nada tiene que objetar a este problema de la invisibilidad.

Ya que nos hemos referido a la Golden Dawn, debemos añadir que en un Manifiesto de 1896, redactado por Mathers antes de la constitución definitiva de la Orden, se afirmaba que el tercer nivel de esta sociedad secreta, estaba constituido por seres sobrehumanos que poseen terribles poderes y viven en la Tierra. Ni su ropaje ni su

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aspecto, sigue diciendo, los distingue del hombre común, a no ser por la impresión de su vigor trascendente.

Todo esto, según Mathers, estaba en relación con el elixir de larga vida que ellos poseían. En las reuniones, al amparo del vulgo, que se realizaban en lugares inaccesibles, estos sobrehumanos variaban su indumentaria para vestir túnicas emblemáticas con las insignias de su rango. Mathers asegura haberlos visto. El lenguaje enoquiano también aparece en el Manuscrito Voynich, redactado, en realidad, por Roger Bacon en el siglo XIII. John Dee, en 1588, se lo obsequió al emperador Rodolfo II. Consignaba ciertos secretos del Universo, entre los cuales hay algunos que hoy se conocen como quasars. Son muchas las contradicciones acerca del manuscrito, también llamado Libro de Salomón. John Dee, para poder descifrarlo, lo hacía a través de un espejo negro. Una de sus copias, considerada como sacrílega, fue quemada en 1350.

Las Estancias de Dzyan

Otro libro que fascina a Lovecraft fue el de las Estancias de Dzyan, escrito en lengua senzar, tan insólita e indescifrable como la enoquiana. Se discute su autenticidad y aun su existencia. Bergier afirma que hay distintos fragmentos que le dan validez. Fye Louis Jacolliot, investigador de la cultura india y estudioso de Chritsna, quien denominó así a este libro en el siglo XIX.

Elena Petrovna Blavatsky (Madame Blavatsky) se enteró de esta obra en su viaje a El Cairo. Un mago le habló de sus “páginas inmortales” y de los poderes de la mente que podían adquirirse mediante sus fórmulas. Le dijo que el original se hallaba en un monasterio del Tibet.

La Blavatsky, dotada de percepciones extrasensoriales, se interesó por el libro, y al poco tiempo difundió la noticia de que ya lo tenía en su poder.

En 1887, después de esa declaración, recibió infinidad de anónimos amenazadores para que devolviera “esa obra sagrada y terrible”. Y ya en Londres, en una conferencia de prensa, atentaron contra su vida con varios tiros de pistola. Se salvó milagrosamente y lo tradujo al inglés.

La versión fue publicada en 1915 por la Hermetic Publishing Company, de San Diego, en los Estados Unidos. Llevaba un prólogo de A. S. Raleigh. Madame Blavatsky, perseguida políticamente y por instituciones del ocultismo, fue acusada de charlatanismo.

En la actualidad se pone en duda de que su traducción se haya hecho realmente sobre el texto original, cuya antigüedad se remonta, para algunos, al siglo X a. de J. C..

La Turba philosophorum

En cuanto a la Turba philosophorum (c. 900), ya mencionada, atribuida al egipcio Uthmâsn ibn Suwaid c'Akhmin, autor, a su vez, de Les livres des discussion et

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conferences des philosophes, conviene agregar que trata de una reunión ficticia de filósofos de todas las épocas, que discuten, de acuerdo con sus doctrinas, sobre la marcha y el estado de los conocimientos en que se halla el Mundo. Observan un peligroso escepticismo y aportan fórmulas y soluciones para frenar el hundimiento de la civilización y penetrar en los secretos del Universo.

En sus páginas están Empédocles y Pitágoras, que creían en la reencarnación y se brindaban como sujetos de seres reencarnados. Empédocles, según afirmaba en su Poema, había sido, en otras vidas, pez, pájaro, y doncella.

También está Anaxágoras, para quien el hombre es la medida de todas las cosas. Y aliado de él, Anaximandro y su concepto del Infinito. No falta nada, ni aun las ciencias. Se hallan las ideas sobre el planeta y el esbozo de una teoría heliocéntrica: la Tierra giraría alrededor del Sol, y no a la inversa.

El libro fue traducido al latín en el siglo XIII. Después se imprimió en 1572, y fue de lectura indispensable en la época de los alquimistas. Paracelso y Nostradamus lo frecuentaron en latín. El enigmático y corrosivo Aleister Crowley lo rechazó como libro base de sus enseñanzas. Indudablemente, la Turba philosophorum no le dejaba espacio para su erotismo mágico. Decía que era un juego simbólico para mentes en agraz. Uthman hubiera sonreído ante esta afirmación. Sabía que su obra representaba el aporte de la civilización griega a otra civilización ya en declive.

El libro de los condenados

En 1919, editado por Boni and Liveright Inc, aparece en New York The book of the damned, de Charles Fort, un periodista de Albany, New York, nacido el 9 de agosto de 1874. Dedicado al estudio de la ciencia y a los hechos insólitos que no tenían explicación, registró en él los sucesos más extraños que conmovían a los hombres. Su meta fue la integración de toda la realidad. O como él escribe:

“Yo soy un intermediarista. Nada es real, pero nada es tampoco irreal.”

Y luego:

“Todo lo que se denomina comúnmente existencia y que yo denomino intermediaridad, es una cuasi-existencia, ni real ni irreal, sino expresión de una tentativa encaminada hacia lo real, o hacia la penetración de una existencia real.”

El libro de los condenados, capítulo 1

Impresionados por los hechos insólitos consignados por Charles Fort, quien registraba los fenómenos más inexplicables del acaecer cósmico, Theodore Dreiser dijo de él que era “la mayor figura literaria desde Edgar Allan Poe”.

Lovecraft cayó bajo su égida. Nos basta leer el siguiente párrafo del capítulo 12 para verificarlo:

“Antiguamente, mucho antes de que la posesión legal fuera establecida, los habitantes de una multitud de universos aterrizaron en la Tierra y saltaron, volaron, navegaron o derivaron, empujados, atraídos hacia nuestras orillas, aisladamente o

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bien en grupos, visitándonos ocasionalmente o periódicamente por razones de caza, de trueque o de prospección, quizá también para llenar sus harenes. Instalaron aquí sus colonias, se perdieron o debieron volver a marcharse. Seres civilizados o primitivos, seres o cosas, formas blancas o amarillas”.

(El subrayado nos pertenece.)

O este otro:

“Pienso que pertenecemos a algo. Que en otros tiempos la Tierra era una especie de tierra de nadie que otros mundos exploraron, colonizaron y se disputaron entre sí”.

No nos olvidemos, además, de Monstrator, ese Mundo de gigantes en forma de huso del que también nos hablaba. Ni de esa genesistrina de la que habría surgido la vida en el planeta. Todo esto, la existencia de extraterrestres que admite como cosa natural, las civilizaciones extinguidas y la idea de que la Tierra era una colonia creada por seres espaciales, se halla, como ya lo habíamos dicho en el capítulo III, en la obra de Fort.

Hay poca diferencia entre la cosmogonía de Charles Fort y la de H. P. Lovecraft. El problema sólo reside en que aquél no nos habló de los primigenios ni de los antiguos. No definió los seres arquetípicos que vinieron de los espacios estelares. Pero, sí, dejó bien claro que seres o viajeros de otros mundos, los extraterrestres, tomaron posesión del planeta y luego se fueron. Combatieron entre sí por causas que se ignoran, y aun están preparados para retomar este Mundo.

Son dos ideas similares. La única diferencia es que, según Lovecraft, los invasores podrían arrasar la Tierra y dominar al hombre. Charles Fort era más optimista. Los antiguos viajeros del espacio regresarán un día para ampliar y concretar el futuro de los humanos.

Los íncubos y el flogisto

El solitario de Providence también conoce la obra de George Ernst Stahl, médico y filósofo alemán, autor de Zymothecnia fundamentalis seu fermentationis theoria generalis (1697) (Zimotecnia fundamental o teoría general de la fermentación). Como químico dio impulso a la teoría del flogisto, que Angel J. Capelletti (ver El hombre máquina, de La Mettrie, Eudeba, 1963), define como materia sutil, imperceptible a los sentidos. Es una fuerza motora del fuego, imposible de ser destruida.

Si existe el flogisto, ¿qué sucede con los íncubos? En El horror de Red Hook (1925), Lovecraft cita al padre Martín Delrío, en cuyas Disquisitionis magicas (1720), los demonios íncubos y súcubos existían. ¿Pero a qué se debía el hecho de que no dejaran descendencia? Esto no tenía relación con el flogisto. Faltaba el fuego creador que no poseían los demonios.

A Lovecraft le interesa el tema de la magia. Cita, por ejemplo, a Eliphas Levy en El caso de Charles Dexter Ward. Es una idea recurrente en muchos de sus relatos. Los

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dioses del mal que dominaban la Tierra, perdieron, precisamente, sus poderes por dedicarse a la magia negra. Por eso, cuando en alguna de sus obras debe enfrentar el tema de los demonios íncubos, retrocede hacia esa etapa en que estos dioses de la perversidad no dejan descendencia y se pierden a sí mismos a la espera del desquite.

Recordemos, asimismo, que Lovecraft describe en más de un caso esas danzas rituales de la Nueva Inglaterra, en las que los indios y los descendientes de los primeros colonos se mezclaban en frenéticas orgías para invocar los poderes del más allá. Es un momento de la magia que siempre lo preocupará.

Otros lenguajes

Cansado a veces de sus apoyaturas en la erudición, inventa directamente el libro en que se base el argumento. Es un antiguo recurso literario que los escritores ingleses practicaron hasta el cansancio. Uno de estos libros es L'ere saurienne, de Bonfort, que se ocupa de la paleontología. También lo menciona August Derleth. La obra es inexistente.

En el mismo se hallan las Merueilles de la science, de Morryster. La obra aparece en El ceremonial y se la atribuye Lovecraft. Scott Home expresa que fue citada por Ambrose Bierce, quien inserta un fragmento en su historia de L'homme et le serpent, tomado de In the midst of life.

En ese fragmento se asegura que la serpiente tiene un ojo dotado de propiedades magnéticas, “de suerte que aquél que cae bajo su influencia, es atraído a despecho de su voluntad y perece miserablemente de su mordedura”.

Sea como fuere, verdaderos, apócrifos o inventados, la gran cultura de Lovecraft está presente en su obra. Scott Home remarca el hecho de que en Las ratas en las paredes se puntualizan palabras de la época elizabethiana. Lovecraft conocía, por lo tanto, el anglo-sajón, algunas de cuyas variantes pueden haber sido extraídas de manuscritos del siglo XIV. El escritor las utiliza siempre en función de la trama y no como mera referencia de cita erudita. Esto, de no estar advertido, puede dificultar el análisis de algunos textos de Lovecraft.

Tampoco es ajeno al De Furtivus literarium notis (1563), de Giovanni Battista della Porta, uno de los grandes libros de la criptografía. Utiliza su Magia naturalis, un compendio sobre la alquimia y su relación con las ciencias.

Apocrificidad y alienación

El juego de la apocrificidad es un recurso antiquísimo y válido en literatura. Es algo así como arrojarse a las profundidades del mar para extraer, como lo hizo Gilgamesh, la hierba de la vida. Una serpiente la arrebatará. Seremos víctimas de un despojo porque otros utilizarán esa hierba salvadora sin que podamos revelar su apocrificidad.

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Stanislaw Lem, en A perfect vacuum (1971), ha observado este peligro, ya practicado por Rabelais y Jorge Luis Borges. El escritor que crea un apócrifo, afirma, se aliena, pierde su libertad. O como dice literalmente:

“Del autor debemos expresar, al menos, que se aliena a sí mismo en la medida en que se somete al tema elegido.”

Yo diría que al alienarse a sí mismo, deja de ser el dueño de su creación. Este es el estigma de Lovecraft. Sus apócrifos fueron tomados por otros autores y especialmente por sus amigos escritores. Incluso el Necronomicón halló sus descubridores y editores. De mera creación apócrifa pasó a tener existencia material, separada de su estado de pura invención. Lovecraft se aliena, desaparece. El texto del libro maldito existe ya sin que él lo haya elaborado. La imaginación se pierde en beneficio de una superchería que excluye a su creador.

Si Lovecraft, resurrecto, dijera que tal o cual Necronomicón no existe, nadie le creería. Lanzada la apocrificidad se pierde su autoría. El autor se enajena. Queda del otro lado de su creación. Se convierte en un outsider.

En A perfect vacuum hay un discurso del profesor Alfred Testa al recibir el Premio Nobel por su investigación de la nueva cosmogonía. El texto, escribe Stanislaw Lem, fue extraído del volumen conmemorativo From Einsteinian to Testan Universe, publicado por J. Wiley and Sons. Su tesis versaba sobre la matemática como fundamento de la estructura del Universo. La lectura del discurso por parte del lector de la obra ha hecho creer en su autenticidad. De nada ha servido que en el primer capítulo se diga que todos los libros estudiados en el volumen son meras críticas a obras inexistentes. O en otros términos: que se trata de un libro sobre sueños que jamás se cumplen.

Pese a tales advertencias, en el caso de Alfred Testa, Stanislaw Lem, al no creérsele la apocrificidad, pierde su libertad creadora y queda al margen. Se aliena. Los que repiten la apocrificidad facilitan una existencia objetiva que puede eternizarse con el olvido de su creador. Cuando nadie sepa quién fue Howard Phillips Lovecraft, recordarán que existió un árabe loco llamado Abdul Alhazred que en el siglo VII escribió el Necronomicón para alternar con los seres diabólicos que buscan la destrucción de los humanos.

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La poesía

Ignorar las vanguardias

La poesía de Lovecraft, estrictamente narrativa, sin imágenes ni aun metáforas a no ser por excepción, no está a la altura de sus narraciones.

Utiliza el soneto y los pareados georgianos. A veces, también por excepción, se introduce en el verso blanco como en un poema Nathicana (1927), incluido en La maldición de Sarnath, una antología de relatos de Lovecraft y su grupo de amigos, preparada por Lin Carter en 1956. He aquí unos versos:

Fue en el pálido jardín de Zais,en los jardines neblinosos de Zais

donde florece el blanco nefalot,fragante heraldo de la medianoche.

Allí dormitan los quietos lagos de cristal,y los arroyos que fluyen de Kathos

donde habitan los plácidos espíritus del crepúsculo.

Mucho antes, en 1920, escribe Nyarlathotep, un poema en prosa originado en un sueño, en el que Nyarlathotep, identificado con los últimos dioses de la civilización, viene de Egipto pára relevar un Mundo en el que las virtudes están ausentes. A este poema le siguen dos más en prosa: Ex oblivione (1921) y Qué trae la Luna (1923).

En enero de 1920 aparece The tryout, un poema de amor A Filis, cuya identidad no ha podido verificarse. Se conjeturaba que podía ser un amor infantil de Lovecraft, o bien un amor de adolescente. Pero ya sabemos cómo era éste: un ser reservado y enigmático, que pocas veces se confesaba ante sus amigos cuando se trataba de hechos fundamentales.

Y en esto se parecía al abuelo, a quien siempre imitaba. Esta Filis, por otra parte, debió provocar en él un impulso de impotencia o de autocrítica, ya que en sus versos se reconoce como un poeta débil: “los escasos laureles de esta débil pluma”. El amor era más grande que su poesía.

Sonia Greene trató de averiguar quién era Filis. Fue un problema de celos que no logró resolver. No nos olvidemos que Lovecraft, con ella, era un ser displicente, frígido, que sólo se amaba a sí mismo sin importarle su estado matrimonial.

Por esa época existe ya una revolución en las letras y las artes. Los autores tratan de concretar sus obras teniendo en cuenta los elementos específicos que las caracterizan. En 1909 irrumpe en París el cubismo. El suceso plástico deja de ser descriptivo para individualizar los componentes de la imagen pictórica. Ese mismo año, predicando por el dinamismo y las linee forze, aparece el futurismo en Italia.

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En poesía se jerarquiza la imagen y el verso libre. Se decreta la muerte de la metáfora y el descriptivismo. Las viejas estructuras se van resquebrajando. El tradicionalismo pasa a segundo plano o es rechazado por regresivo. Nada se salva de un pasado retórico y decadente. Quienes afirman lo contrario son ridiculizados.

En 1916 estalla el simultaneísmo con el movimiento dadaísta. El arte, dice uno de los manifiestos Dadá, es un producto para imbéciles. Los valores de la época se resquebrajan. La 1era Gran Guerra lleva al descrédito de la civilización en la que se creía falsamente.

En 1924 André Breton lanza el Primer Manifiesto del Surrealismo, en el que proclama la necesidad de la escritura automática, imprescindible para hallar el punto de convergencia entre el sueño y la realidad, ese punto en el que se borran los límites de ambas instancias para concretar una forma autónoma que es, precisamente, la surrealidad. Es la cuarta dimensión, un continuum einsteiniano en el que el tiempo y el espacio dejan de ser absolutos para convertirse en una misma dimensión como en el caso de la materia y la energía. Lo único que le faltó al surrealismo fue una fórmula de la relatividad. Pero adherido a Freud, André Breton no estaba en condiciones de alcanzar esta significación. Intuyó, sin embargo, los nuevos caminos de la poesía y el arte.

Lovecraft ignora todo esto. Está ausente del vanguardismo y su deseo es imitar y parecerse a Swinbume y Poe. Y en especial a los poetas del siglo XVIII. Ataca a Whitman en el número 2 de Conservative (1915). Lo califica de bête noire por haber difundido el verso libre o por tomar como tema la cópula, esa acción que siempre lo tuvo como un moralista del pasado. Es un ensayo con acíbar, en el que intercala un poema en el que dice:

Ved al gran Whitman, cuyo verso licenciosodeleita al libertino y conmueve las almas del cerdo.

Su calenturienta fantasía excluye la precaución razonablepara imitar sin gracia la inmundicia de Ovidio.

También ataca a T. S. Elliot en el número 13 del Conservative (julio de 1923). Trata de invalidar The waste land, calificándolo de incoherente. De mera “colección de frases (,..) alusiones eruditas, citas, argot, y recortes en general (...) sin sentido”. Es su pasión por el pasado la que habla en Lovecraft. Su pasión recalcitrante y rezagada, perdida en las danzas alucinantes de su imbatible Nueva Inglaterra. Una resistencia a lo nuevo, porque la palabra revolución lo aterroriza, no siendo para exaltar la pureza de la sangre y la gérmanofilia.

El Ulises de Joyce

Se contiene, en cambio, ante el Ulises de James Joyce, a quien le admite el monólogo interior de Molly Bloom, la técnica del flujo de conciencia. Pero insiste en que sus formas “trascendían los límites del arte verdadero”. ¿Cuál era ese arte? Lovecraft no lo decía. Quedaba en claro su reacción. Su repulsa a las nuevas estructuras que derribaban ese tradicionalismo mal entendido que siempre defendió

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como una ley válida para toda la eternidad. Su círculo de amigos padecían de los mismos defectos. El vanguardismo incluía una revolución que rechazaban de plano en nombre de antiguos dioses sumergidos que esperaban la ocasión de retomar la Tierra para someter al hombre.

Cartómano impenitente (se calcula que escribió no menos de 100.000 cartas), no abandonó en la correspondencia su actitud adversa a las nuevas tendencias. Cualquier superficie para expresarse le era grata en este sentido. Pensaba que Joyce había malgastado su talento detrás de las palabras, y no creía que esto pudiera fundamentar una grandeza. Leopoldo Bloom, el protagonista del Ulises, le parecía una caricatura, el esbozo de un hombre que se busca a sí mismo en una Dublín desdibujada. Lovecraft era fiel a sus pasiones regresivas, un tradicionalista que no toleraba a los rebeldes ni aun a los que se detenían un instante en meditar sobre el futuro de las letras.

Admiraba a Chaplin, pero le criticaba la sordidez de sus historias filmicas. Incluso, en alguno de sus apodos se hallaba esta repulsa. ¿Cómo era posible que un actor que pretendía la universalidad fuera tan dado a los bajos fondos y a las trampas? No cabía en Lovecraft el testimonio que ambicionaba Chaplin sobre una época en la que el ser humano era un marginal, un desclasado arrojado a los basurales de la ciudad.

A Farnsworth Wright, editor de Weird Tales, lo llamaba el sátrapa Pharnabazus. A Robert Bloch, que lo admiraba, lo motejaba de BhoBlok. A Clark Ashthon Smith, de Klarkash-Ton. Y a Robert E. Howard, el creador de Conan y la edad hiperbórea, Bob Dos Pistolas. De esto ya hemos hablado, pero conviene repetirlo para observar que los apodos incluyen una: cierta reacción a la amistad que le brindaban sus amigos.

Sonetos de Yuggoth

Entre el 27 de diciembre de 1929 y e 14 de enero de 1930, en 8 días escasos, Lovecraft escribe 36 sonetos con el título de Fungi from Yuggoth. Están referidos a sus temas, y algunos son autobiográficos, como el de La ventana (soneto XVI). O bien recuerdan sus sueños: Antarktos (XV) y Pesadilla (XX). Reitera su descriptivismo y exalta una vez más a sus dioses, como podemos verlo en los sonetos XXI y XXII, dedicados a Nyarlathotep y Azathoth. Los transcribo en la traducción (Las fungosidades de Yuggoth) de José Nebreda (Bladgaross 8, Madrid, 1983).

Nyarlathotep

Y al fin, del remoto corazón de Egipto vinoel Obscuro Desconocido ante el cual se inclinan los fellahs;

silencioso, enjuto, hipócrita y soberbio,envuelto en ropaje de color ocaso.

Multitudes enloquecidas por su poder le adorarony alcanzaron sin saber decir lo que habían oído;

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y por el mundo entero se propagó la increíble noticiade que las bestias salvajes le seguían y lamían sus manos.

Pronto los océanos dieron a luz en parto monstruoso.Tierras olvidadas brotaron. Y cúpulas doradas con algas de la mar.

La tierra se hendió y auroras de locura iluminaronlas destruidas ciudades del hombre.

Y entonces, rompiendo el juguete por azar creado,el Caos Idiota, de un soplido, arrojó al vacío la mota de polvo que es la Tierra.

Azathoth

Del vacío de la nada el demonio me sacó.y a través del espacio adimensional me llevó

a un lugar donde no existía tiempo o substancia,sólo Caos, Caos sin forma ni lugar.

Aquí, el inmenso Señor del Todo musitacosas que ha soñado y que jamás podrían entenderse,

rodeado de unos seres-murciélagos que aletean y se agitanen vórtices estúpidos y extraños remolinos de luz.

Danzan sin sentido en la nada, al sutil lamento de una flautaempuñada en una monstruosa zarpa

de donde fluye la onda sin sentido cuyo azar combinadoda al frágil Universo sus leyes eternas.“Yo soy Su Mensajero, dijo el Demonio,

y con un gesto despreocupado estrujó su portentosa cabeza.

Es el misterio y esa cosmogonía erigida en los Mitos de Cthulhu. Una vez más los seres malignos, los dioses que acechan al hombre, y la soberbia abatida por la soberbia. A veces es la reminiscencia como en Los Jardines de Yin (XVIII), o el terror, como en El aullador (XII), en el que una garra tiene rostro humano. Es la levadura de toda su narración.

Si sus relatos y novelas se perdieran, Las fungosidades de Yuggoth serían suficientes para reconstruir sus temas.

En Continuidad (XXXVI), el último de sus sonetos, se expone la doctrina de este Universo que permanece extraño e inamovible al enigma que lo devora. Un enigma que los “ojos humanos” no podrán desentrañar:

CONTINUIDAD

Hay, en ciertas cosas antiguas, una trazade vagas esencias, más que de formas o cuerpos;

tenues éteres, indeterminacionesentrelazadas con las leyes del tiempo y el espacio.

Un brumoso, velado vestido de continuidadesque los ojos humanos nunca podrán descubrir del todo;

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de dimensiones cerradas que guardan pasados sonesfuera del alcance del hombre excepto por ocultas llaves.

Esto me anima cuando los rayos del Sol destellansobre antiguas granjas enclavadas en colinas,

despertando sombras que yacían quietasdesde centurias, sin sueños como los nuestros.En esa extraña luz siento que no estoy tan lejosdel vacío inamovible cuyos lados los siglos son.

En todos sus sonetos, como en toda su poesía, el relato está por encima de la poiesis. Sólo hay argumentos. El mismo, en algún momento, tendrá conciencia de estos defectos. Sabe que hay un exceso de palabras que perjudican el quehacer poético, y ese exceso, como le escribirá a sus amigos, le viene de “mi antigua predilección por el estilo del siglo XVIII”.

Es una manera de confesar o reconocer su endeble calidad poética. Pudo creerse narrador, y en este sentido es innegable. Pero nunca pensó que podría descollar como un poeta. Si algo lo salva a Lovecraft, es su sinceridad. Su aceptación de todas las limitaciones que lo afligían en su vida como en su creación literaria. De él jamás podrá decirse que fue un jactancioso o un hipócrita. Tenía el valor de puntualizar sus defectos. El círculo de sus amigos lo sabía, y por eso mismo preponderó sobre ellos hasta influirlos en los temas y en esa cosmogonía que creaba alrededor de Cthulhu.

Tratará, sin embargo, de superarse en el proceso creador. Será en vano. En círculos de sus amigos lo aventajarán en poesía. Y entre ellos, aunque no se destacaron como poetas, están August Derleth, Robert Ervin Howard y Clark Asthon Smith.

De los 36 sonetos del Fungi from Yuggoth, Lovecraft vendió 10 a Weird Tales. Le abonaron 35 dólares, una suma insignificante. Algo parecido sucedió con otros cinco de la misma serie, adquiridos por el Providence Journal en febrero de 1930.

Lovecraft, que vivía lleno de dificultades, socorrido más por sus amigos que por su propio trabajo, aceptaba cualquier suma. Era inútil discutir, como lo hizo en 1918 al venderle al National Magazine su poema Los marjales de Ipswich. No era nada nuevo en la historia de las letras y las artes. A Van Gogh le hicieron lo mismo. Y a Jacobo Fijman le pagaron con un café y tres medialunas uno de sus cuentos publicados en el periódico Martín Fierro.

“Soy un cautivo de la pluma”, dijo Lovecraft, mientras los editores creían que ellos eran poseedores de la llave que abre la puerta de la inmortalidad. Si alguien inmortaliza a alguien, dirá después César Vallejo, ese alguien será el poeta, y su beneficiario, el editor. Hay que alimentarse de hambre y olvido para que otros vivan. El creador vive del hambre para alimentar el futuro.

Los poetas

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En el círculo de amigos de Lovecraft eran varios los que lo superaban en poesía. Esto sucedía especialmente con August Derleth, Robert Ervin Howrad y Frank Belknap Long, autor este último de una biografía en la que analiza su obra. Fue publicada por Arkham House (Sauk City, Wisconsin) en 1975, con el título de Howard Phillips Lovecraft: Dreamer on the nightside.

Belknap Long había publicado sus poemas en 1926: Aman from Genoa and other poems. Repitió. su experiencia poética en 1935 con The goblin tower. Después aparecieron sus relatos: The hounds of Tindalos (1946), The horror from the hills (1963), y The rim of the unknown (1972). En todos estos relatos está la huella de Lovecraft. No sucede lo mismo en sus dos volúmenes de poesía, en los que demuestra un ritmo más persistente para evadir la mera descripción a que estaba acostumbrado el autor de los Mitos de Cthulhu.

Lovecraft, sin embargo, en unas líneas dirigidas a Belknapuis, apodo que él le había dado a Belknap Long, le expresaba que si persistía en la poesía, estaba seguro de que, en algún momento, alcanzaría un lugar importante entre sus iguales. Pero el amigo, influido por Lovecraft en los temas del horror, siguió esta línea sin profundizar en la creación poética.

Howard también versificaba mucho mejor que Lovecraft. La figura de Conan, sin embargo, lo desvió de lo que pudo haber hecho en poesía. Es claro que todo esto son simples conjeturas. Palabrería pura. O como dijo Gerard de Nerval: Nunca irás más allá de tu mirada.

Dos estrofas sobre Villon

En el libro de Belknap Long sobre Lovecraft nos hallamos con el sentido crítico que en su época le negaron a este. Es el que manifestó ante uno de los poemas de Aman from Genoa and other poems, que lleva por título “Two stanzas for master François Villon”. Transcribo la traducción del mismo por Gabriel Eduardo Bajarlía:

Dos estrofas para el maestro François Villon

Había un hombre sin cabellopara calentar una cabeza desaliñada y castigada;

durante treinta inviernos supo de la caídade hojas sobre las piedras que sus pies pisarían

hasta que la esperanza y todos sus temores murieran.Había un hombre que no tenía dientes ni cabello,

y la justicia lo rodeó hasta que ágilmente fugó;pero aunque sus compinches caminaban por el aire

y el Diablo diseñaba la vida que arrastraba,llegó a deslumbrar con sus cantos de perenne lectura.

Leído el poema por Belknap Long, Lovecraft preguntó:

“¿Estás seguro de que Villon no tenía pelo ni dientes cuando cumplió los treinta?”

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Y rápidamente agregó:

“Parece increíble. Lo presentas como un caballero anciano cuando aún ni ha llegado a tal estado de decrepitud.”

Belknap Long le respondió que eso lo había leído “en algún lugar”. “Puede ser que en Robert Louis Stevenson. Nada de pelo”. Es decir, nada de cabello, acaso calvo o calvo del todo.

Lovecraft, intrigado, demostrando su agudeza, ese sentido de la crítica que le habían negado, prosiguió:

“¿Cómo pudo saberlo Stevenson? Para cerciorarte tendrías que volver al siglo XV y hacerte de un informe de la autopsia emanado del cirujano que lo disecó vena por vena, como se hizo en aquellos días en que un cuerpo era puesto en manos de instructores de escuelas medias para no errar en lo poco que sabían sobre la anatomía humana”.

Luego de una reflexión, agregó:

“Es posible que en los últimos tiempos de envenenamiento alcohólico, haya sido llevado a algún callejón adoquinado de un París que ya era tan decadente como en la época actual”.

Terminó su crítica con estas palabras:

“Me gusta mucho más tu Sir John Mandeville”.

El título completo es el de The marriage of Sir John de Mandeville.

El juicio sobre la obra

Este biógrafo nos dice cuáles eran los libros que Lovecraft consideraba como los más perfectos:

“Además de At the mountains of madness (En las montañas de la locura) y The shunned house (La casa rechazada), The Dunwich horror (El horror de Dunwich) le pareció la más satisfactoria de sus historias. Nunca tuve la más mínima intención de cuestionar esa autoelevación, ni aun en lo que le dije inmediatamente después de la publicación en Weird Tales, ni en los últimos años, en los que mi juicio crítico había madurado considerablemente.”

Respecto de El horror de Dunwich, Belknap Long nos dice:

”Es predominantemente la historia de una monstruosa degeneración familiar, vinculándose con muchas de sus anteriores historias cortas sobre el mismo tema, pero involucrando aspectos de horror cósmico estrictamente lovecraftianos en su potencia conceptual”.

El juicio de Lovecraft sobre sus mejores obras habrá que tomarlo con beneficio de inventario, por utilizar una expresión jurídica. Ya sabemos cómo se equivocó Cervantes respecto del Quijote. Para el creador de la novela moderna, sólo existía

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aquella otra que llevaba el título de Los trabajos de Persiles y Segismunda. Lo mismo sucedió con Baudelaire. Influenciado acaso por el proceso a que fue sometido por Las flores del mal, no consideraba que este libro lo representara.

Podríamos citar a Antonin Artaud, a Gerard de Nerval cuando discutía con Alejandro Dumas, a Philipe Villiers de L'Isle Adam, y a muchos otros. Todos se equivocaron al juzgar su mejor obra. Acaso la posteridad es la única que está en condiciones de evaluar equilibradamente la calidad de un libro. Lovecraft, al enjuiciar su propia obra se olvidó de La llamada de Cthullhu y de aquellas otras en las que el Necronomicón se alza como un símbolo de la futura destrucción del tiempo que ahora llamaríamos el fin de la historia.

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Una amistad por correspondencia.

Lovecraft no conoció personalmente a Robert Ervin Howard. Pero mantuvo con él un diálogo permanente a través de siete años largos de correspondencia que se inicia en 1930. Discutieron sobre literatura y política. A la defensa de Mussolini por parte de Lovecraft, Howard defendía la ética y la libertad. Le indignaba el hombre que se hacía el payaso y ejercía un gobierno arbitrario. O como escribe Sprague de Camp:

“...cuando Lovecraft elogiaba a Mussolini y el fascismo, Howard, para quien la libertad personal era el principio político fundamental, acusaba a Mussolini (que entonces bombardeaba y deseaba a los etíopes) de carnicero, y al fascismo de despotismo, esclavismo y de bastión de la oligarquía capitalista.”

Howard era drástico y no admitía que un escritor pudiera adherir a las dictaduras. Tenía un sentido inabolible de la democracia, y no aceptaba la más mínima concesión en lo que él denominaba el derrumbe de un mundo invocado por los falsos creadores. Sabemos, sin embargo, cuál era el pensamiento de Lovecraft. Adherido al pasado, creía que estos profetas de la destrucción podrían rehabilitar el Paraíso perdido de la infancia.

Howard, creador de las historias de Conan, que transcurren en la Edad hyborea, como veremos luego, le envió, en 1935, a Lovecraft, un duplicado de La edad hyborea. Le pidió que lo leyese y se lo remitiera a Donald A. Wolheim. Quería publicarlo, y nada mejor que el autor de los Mitos de Cthulhu para apadrinar lo que el mismo Howard consideraba como una nueva cosmogonía.

Lovecraft lo hizo con esta carta:

“Aquí le envío algo que Bob Dos Pistolas desea te haga llegar para The phantagraph y que espero realmente lo puedas utilizar. Howard, de todos los que yo conozco, es el único que posee el más espléndido sentido del drama de la Historia (...) Proporciona situaciones como las de Los últimos y los primeros hombres, de Stapledon.”

En el párrafo siguiente lo invalida en parte:

“La única falla de este trabajo, es la incurable tendencia de R. E. H. a idear nombres excesivamente emparentado con nombres reales de la historia antigua, que para nosotros tienen connotaciones muy distintas (...) Semejante plan queda invalidado por el hecho de que sabemos claramente cuál es la etimología de muchos términos históricos, por cuya razón no puede aceptarse la genealogía que él pretende (...) Lo único que puede hacerse es aceptar la nomenclatura como la da, cerrar los ojos ante los defectos y darnos condenadamente por satisfechos de que podemos disfrutar de tan impactantes leyendas artificiales.”

Como puede observarse, Lovecraft no fue muy generoso con su amigo. Le envió el ejemplar al editor, pero no puso todo su fervor para que lo publicara. No es aventurado conjeturar que entre él y Howard existían los celos de dos creadores dedicados a la creación de mitos.

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Los huesos del Universo.

En una de las visitas de Lovecraft al Kalem Club, se le preguntó qué lo afligía y por qué tenía un rostro tan preocupado. El escritor no respondió. Bebió un vaso de agua, se sentó al lado de otros amigos sin participar de su conversación, y después de un instante, como despertando de un sueño murmuró:

“No sé y creo que lo vi. No era el sueño de Ezequiel cuando Jehová le dice que vaticine sobre los esqueletos para hacerles subir el espíritu.”

Y en esa última palabra se detuvo. Un instante después, acaso varios minutos, contó una historia o un argumento. Se trataba de un ser que repentinamente se halla en un desierto rodeado de huesos. Y entre esos huesos una mandíbula suelta, más bien una quijada, comienza a emitir un discurso gutural. Dice que es el pasado sangriento que ha venido deslizándose por el aire y que ha sido enviado por los antiguos dioses que viven en los abismos. “Vengo a decirte”, grita la quijada, que el Universo “es un conjunto de huesos que sólo se redimirá con la verdad, pero esa verdad sólo vendrá con el hombre puro que aún no ha nacido”.

Los compañeros de Kalem Klub que oyeron este relato, o este delirio, según algunos, dijeron que Lovecraft había tenido un ataque de misticismo.

Es posible que esta anécdota o este relato sean apócrifos. Se lo escuché a un librero de Santiago de Chile que venía a Buenos Aires para buscar algunos títulos de Lovecraft.

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Los sueños y la carta a Kleiner

Los mecanismos oníricos

Lovecraft, lo mismo que Coleridge, padecía de sueños escalofriantes. De intensas pesadillas que lo arrojaban del lecho mientras los demonios trataban de triturarle el alma que el frío y la fatiga dejaban abandonada en las noches de invierno. De esos sueños, como también lo intentaron Coleridge con el poema Kubla Khan (1797) y Tartini con la sonata de El trino del Diablo (1713), Lovecraft hizo su inalienable escritura. Las pesadillas le dictaron sus monstruos maléficos, los enigmas del pasado y la visión del terror.

Obras como The festival (1923), The rats in the walls (1923) y The call of Cthulhu (1926) fueron motivadas por el sueño o las pesadillas que lo afligían. Su alergia al frío solía dictarle llanuras fantasmales o espacios gélidos donde se petrificaban extrañas criaturas que llegaban de otros mundos.

Ronald Stewart nos relata en The mystery night (1938) que Lovecraft solía soñar con monstruos que llegaban de las regiones polares. Eran los primigenios que lo aterrorizaban, uno de los cuales se sentaba a su cabecera para decirle que los seres gelatinosos habían perdido su estricta dimensión por dedicarse a la magia negra. El fin de la humanidad sería ese: convertirse en gelatina para expiar las infinitas culpas y los grandes pecados en que habían caído por su soberbia.

Entre esos dioses, ocultos o llegados de los espacios gélidos y a veces de las láminas siderales, escribe Stewart (VII, 92), se hallaban Cthulhu y Nyarlathotep. Venían con ropaje simulado a la espera de una venganza que les restituyera la Tierra, desde cuya superficie intentarían la guerra de los mundos.

Para Stewart, por lo tanto, Lovecraft era un soñador patológico de cuyos terrores se liberaba llevándolos a la escritura. Los amigos conocían sus pesadillas. El relato que Lovecraft hacía de ellas, los impresionaba y motivaban la realización de más de un cuento que, a veces, el mismo Lovecraft, generoso e inmenso, les corregía en el afán de obtener un producto literario de rigurosa estructura.

Estos amigos que metían mano a sus pesadillas, solían apodarlo con el nombre de algunos de sus extraños dioses. Howard, el creador de la heroic fantasy, lo llamaba Nyarlathotep o arquetípico en su correspondencia. No lo hacía en sentido peyorativo, sino para señalar la inventiva que lo distinguía entre los seguidores incondicionales de su círculo.

Lovecraft era una cantera de sueños. Incluso cuando publicaba un relato que previamente no había comunicado a sus amigos o al director de Weird Tales éstos comentaban el acontecimiento como si se tratara de la simple escritura de un sueño o una pesadilla que se agregaba a los otros relatos. Lovecraft se enteraba de todo esto y se sumaba a su vez con otro “sueño” que imaginaba despierto.

“El día que deje de soñar”, declaró en cierta ocasión, “habrá terminado mi carrera de escritor”.

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Esto no significa que toda su obra haya pasado por los sueños. Pero, sí, que estas instancias lo llevaron a ciertas concepciones en las que la imaginación y el sueño se amalgaman en una estructura insólita. No sería raro decir que la escritura de Lovecraft es ese punto de sutura entre la realidad y el sueño que pregonaba André Breton en el Primer Manifiesto del surrealismo (1924). Hasta no le faltaba el automatismo con que describía esas deidades que acechaban al hombre.

Un documento valioso.

Una carta de Lovecraft a Rheinhart Kleiner, fechada el 14 de diciembre de 1921, da cuenta de este inusitado mecanismo de creación.

Transcribo la traducción que hice de ella para otros medios:

“Nyarlathotep es una pesadilla, un verdadero fantasma surgido del inconsciente. El primer párrafo fue escrito en tanto no completamente despierto. Me sentía, desde hacía mucho tiempo, en estado execrable; durante semanas enteras los dolores de cabeza y los vértigos no me habían dejado ninguna posibilidad. No pude trabajar en ningún caso durante más de tres horas consecutivas. Desacostumbradas dificultades visuales se agregaban a mi malestar habitual que me impedían la lectura de caracteres pequeños, una curiosa distensión de nervios y músculos me torturó durante semanas. En el seno de estas tinieblas surgió la pesadilla de pesadillas, la más realista, la más horrible de cuantas yo había experimentado desde los diez años. Todos los recursos de la escritura no pueden dar de este horror y de su espantosa fuerza de expresión, más que una imagen atenuada.

“Había llegado después de medianoche, mientras estaba extendido en el diván, maravillado de haberme debatido en la 'poesía' de Bush. Esto comenzó por una sensación general de vaga aprehensión, un terror que se extendía por el Universo. Yo estaba, imagínate, en mi sillón, cubierto por mi viejo saco de fumar, pronto a leer una carta de Samuel Loveman. Esta carta era increíblemente realista –papel fino, formato 8' x 13’, escrita en tinta violeta–, pero su contenido parecía siniestro. El Loveman del sueño escribía: No deje de ver a Nyarlathotep si viene a Providence. Es horrible –más allá de todo cuanto usted pueda imaginar–, pero maravilloso. Os encantará en seguida durante horas. Aun tiemblo cuando pienso en aquello que me ha mostrado.

“Hasta ese momento yo no había escuchado jamás el nombre de NYARLATHOTEP, pero ya parecía comprender su significado. Nyarlathotep era una especie de empresario u organizador de espectáculos, algo así como un conferenciante ambulante que peroraba en salas públicas, y que, por sus exhibiciones, producía con mucha frecuencia terror y discusiones. Estas sesiones se dividían en dos partes: la primera comprendía un film horrible, pero posiblemente profético, la cual era seguida de algunas experiencias extraordinarias con accesorios científicos y eléctricos.

“Al recibir la carta, creía recordar que Nyarlathotep estuvo ya en Providence, y que él había sido el origen del terror indescifrable que se expandió por todo el Mundo. Parecía que algunas personas me habían prevenido, susurrándome al oído que

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estaban espantados por sus horrores, y que me habían aconsejado no cruzarme en su camino. Pero la carta del sueño de Loveman me impulsó y me vestí para ir a la ciudad a ver a Nyarlathotep. Los detalles conservan aún toda su intensidad –hasta me sentí mal al anudarme la corbata–, pero este terror indescriptible lo abarcaba todo.

“Al salir de casa vi una multitud que avanzaba penosamente en la noche, susurrando palabras terroríficas Y tomando la misma dirección. Los seguí lleno de espanto, pero aun más curioso por ver y escuchar al grande, al obscuro, al indescifrable Nyarlathotep. Luego el sueño siguió casi exactamente en la misma progresión que la historia, salvo que no llegué tan lejos. Terminó un instante después en que yo fui precipitado a un abismo negro, surgido en la nieve, y arrojado en un torbellino junto con las sombras de los que habían sido hombres.

“Completé la macabra conclusión para satisfacer las necesidades de una graduación dramática y de una conclusión. En el momento en que era arrojado a los abismos, grité estrepitosamente (creí en verdad que había sido audible, pero mi tía me dijo que no), y la imagen se desvaneció. Estuve muy mal –con las sienes palpitantes y las orejas enrojecidas–, pero me sentí compelido por un solo impulso: escribir para conservar esta atmósfera de terror excepcional; y antes de haber tenido el tiempo necesario para advertirlo, ya me había serenado cuando me puse a escribir febrilmente. Sólo tenía una vaga idea de la narración. Al cabo de un momento, renuncié a concretarla y bajé la cabeza. Luego, completamente despierto, recordé todos los incidentes, pero ya había dejado escapar el exquisito escalofrío del espanto, la real sensación causada por la presencia del desconocido.

“Observé lo que había escrito y me sorprendió su coherencia. Hubiera querido continuar en el mismo estado inconsciente, pero al intentar la prosecución del relato, el escalofrío inicial se había perdido. El terror se había convertido en el objeto de una creación artística consciente.

“La otra pieza –Calephais– representa un gran número de mis sueños recientemente tejidos sobre un entramado con pathos.

H. P. Lovecraft”

En esta carta a Rheinhart Kleiner está el método o el procedimiento creador de Lovecraft. Pero no hay que tomarlo al pie de la letra, en el sentido de que si no se producía el sueño, no había escritura. Nada de eso. Lovecraft escribía con sueños o sin ellos. Pero, sí, es importante saber que el sueño constituía uno de los mecanismos de su creación. No lo buscaba, indudablemente. Venía a él, impensadamente, por su estado febril o alérgico. Y cuando esto acontecía, no dejaba escapar la visión onírica hasta darle un contenido literario.

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Los cuentos macabros

Significación de lo macabro.

A la muerte de Lovecraft fueron reunidos sus cuentos iniciales. Publicados en vida por el autor, aparecieron en 1939 con el título de Dagon and other macabre tales. Casi todos lindaban con lo macabro. Pero la denominación no era muy exacta, a pesar de lo cual se sigue usando el mismo título en las ediciones en otros idiomas.

Los diccionarios definen lo macabro como una instancia o dependencia de la muerte. Joan Corominas (Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, Madrid, Gredos, 5ª reimpresión, 1990), nos dice que recuerda vivamente la muerte. El vocablo fue tomado del francés macabre, en 1876,y sacado, sigue diciendo Corominas, de la expresión Danse Macabre, “Danza de la Muerte”, siglo XIX, o Dance Macabré, 1376, o Dance Macabé.

Refiriéndose a esta última, agrega el siguiente comentario:

“Ésta contiene un nombre propio de persona que se empleó bastante en estas mismas dos formas, en la Edad Media francesa. Aunque esta etimología está comprobada sin duda posible, no se ha logrado averiguar con seguridad por qué se aplicó este nombre propio a la denominación de aquel género literario, en que solía representarse una serie de personajes de todas las clases sociales que desfilaban despidiéndose de la vida; quizá por alusión a los hermanos Macabeos, que sufrieron martirio en Judea”.

En literatura, por lo tanto, el enfrentamiento con la muerte, ya sea en contacto directo con ella o en relación simbólica, calificaría el género de macabro. Su definición es ardua. Y sucede con esta palabra la misma dificultad que hallamos para definir lo siniestro. Sólo hay algo que es común a los dos vocablos, o a las dos significaciones: el miedo que puede manifestarse a través de la angustia. La presencia de la muerte y aun la danza misma que puede adoptar formas paródicas, están indicando un desasosiego que está en la raíz de ambas instancias.

Dagón

El relato que da nombre al volumen no incluye la significación que hemos esquematizado. Dagón lo publicó Lovecraft en 1917. El protagonista, sobrecargo de un paquebote capturado por los alemanes en la Primera Gran Guerra, logra huir y naufraga en un mar nauseabundo que lo lleva hacia una colina desde la que ve un extraño monolito esculpido con indescifrables bajorrelieves. El monolito surge de las profundidades y se alza como una visión terrorífica.

El protagonista no sabe si sueña o es una imagen fantasmagórica edificada a plena vigilia. Absorto en esa visión, ve repentinamente un monstruo gigantesco que surge de las aguas y se abraza al monolito:

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“...lo rodeó con sus brazos enormes y escamosos, al tiempo que inclinaba la cabeza y profería estremecedores gritos acompasados”.

Ese monstruo aterrador es Dagón, el antiguo Dios-Pez. El protagonista, casi enloquecido, dirá después:

“No puedo pensar en las profundidades del mar sin estremecerme ante las espantosas entidades que quizá en este instante se arrastran y se agitan en su lecho fangoso, adorando a sus antiguos ídolos de piedra y esculpiendo sus propias imágenes detestables en obeliscos submarinos de mojado granito. Pienso en el día que emerjan de las olas, y se lleven entre sus garras humeantes de vapor los débiles restos de una humanidad saturada por la guerra... en el aciago día en que se hunda la tierra para que emerja a la superficie el lecho del océano a semejanza de un pandemónium universal.”

En la Cronología que Lovecraft estableció para la publicación de sus obras, Dagón fue su primer cuento. Ya estaban en él todas las ideas de su futura mitología, especialmente Cthulhu y Nyarlathotep que no se mencionan, pero los reemplaza el Dios-Pez que surge de los abismos acuáticos para abrazarse al monolito. Ese Dios-Pez, ese Dagón de las profundidades, pensará el protagonista, estará al acecho para destruir al hombre en su momento.

El muro del sueño

En Beyond the wall of sleep (1919), Más allá del muro del sueño, las instancias oníricas se mezclan con lo macabro. Pero de ninguna manera es un cuento macabro aunque el protagonista, impulsado por un ser de luz, haya cometido un crimen.

Lo que le interesa, en este caso, a Lovecraft, es el sueño en sí mismo, esa tendencia que sellará la casi totalidad de su creación: “Es posible pensar”, expresa en la introducción, “que todo aquello que en la Tierra se entiende por vitalidad y materia, dejan de ser necesariamente esas constantes en la vida onírica. De esa manera el tiempo y el espacio no existen en la significación que les da nuestra vigilia. Creo, en algún momento, que la vida onírica es nuestra vida más auténtica, y que nuestra apariencia en el globo terráqueo no es otra cosa que un fenómeno secundario o una mera ilusión”.

Circunscripto a esta dimensión en Beyond the wall of sleep, lo que refirmaría la importancia que Lovecraft le da a los sueños (carta a Rheinhart Kleiner, del 14 de diciembre de 1921), nos hallamos con un homicida que no sabe por qué ha cometido el crimen. O por qué se halla todo ensangrentado al lado de su víctima. Niega ser el asesino o el sujeto de una situación macabra. Sólo sabe que sus ojos han visto algo que no puede definir, acaso un ser de luz que lo persigue y que él a su vez pretende capturar. O ese ser es el autor del crimen o es él, el criminal Joe Slater, a quien, en definitiva lo declaran alienado y lo internan.

El narrador advierte que Joe Slater no es un loco y que el crimen le es ajeno. Estudia su comportamiento, pondera cada uno de sus movimientos y llega a la conclusión de que vive una vida onírica intensa. Entonces construye una radio telepática para obtener información cerebral. Para conocer cada una de las

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reacciones del recluso. Y mediante este invento, el narrador es transportado a regiones resplandecientes sembradas de muros y columnas.

También oye una melodía y ve un ser de luz. Pero cuando Joe Slater levanta la cabeza, ve en sus ojos otros ojos. Es el ser de luz que se va borrando porque el recluso va muriendo lentamente.

Un instante antes ese ser indescifrable le dirá al narrador que se verán acaso en sueños o en desoladas regiones.

Al día siguiente de la muerte de Joe Slater, el narrador ve otra vez al ser de luz. Es una nueva estrella “no lejos de Algol”, descubierta el 22 de febrero de 1901. Es decir, que la percepción del ser de luz por parte de Joe Slater y del mismo narrador a través de su percepción telepática, está referida a la aparición de una nueva estrella. El crimen es consecuencia de una modificación estelar en el comportamiento del recluso.

Celephais

Celephais (1920) es un cuento breve cuyo protagonista recibe en sueños el nombre de Kuranes. Y en sueños, también, regresando al mundo de su infancia, se halla en la imaginaria ciudad de Celephais que él ha creado en el valle de Ooth-Nargai.

Hacia esa ciudad, en ese valle, irá para ser su dios. Pero un día se borrará Celephais. Se perderá su ciudad y la buscará en vano.

Cuando Lovecraft le comunica a Rheinhart Kleiner los mecanismos oníricos del relato, le menciona este cuento sin analizarlo. Lovecraft lo ha soñado. Lo ha vivido oníricamente y lo ha trasladado a la escritura. Así ha hecho con gran parte de su obra. Pero en este cuento está su infancia, ese tiempo pasado que también ha impreso en Through the gates of the silver key (1932).

Los gatos de Ulthar

En las noches de invierno, huyendo del frío intenso que lo inmovilizaba sobre su cama. Lovecraft solía acariciar a su gato. Era como un lenitivo para su persistente alergia. Los gatos, para él, eran seres extraordinarios, familiarizados con viejas mitologías, cuyos misterios los alcanzaban de alguna manera. O como él escribe: “el gato es enigmático y está familiarizado con las cosas extrañas que los hombres no pueden ver. Es el alma del antiguo Egipto, y depositario de las leyendas olvidadas de Meroe y Ophir. Es pariente de los señores de la vieja y siniestra África. La Esfinge es su prima, y recuerda lo que ella ha olvidado”.

La frase pertenece a The cats of Ulthar, un relato de 1920, en cuyo argumento ciertos viejos dedicados al exterminio o desaparición de los gatos del vecindario, son devorados por otros de igual especie que regresan al día siguiente del extravío de un gatito del niño Menes.

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Se supone que el gatito ha sido víctima de los viejos. Y éstos, en castigo de tanta impiedad, serán ajusticiados por los gatos. Cuando el vecindario entra en la choza en que moraban, hallan sus esqueletos cubiertos de cucarachas.

Lovecraft no toleraba el envenenamiento o el exterminio de los gatos. Los necesitaba para aplacar el frío de sus huesos.

La tumba

Si lo macabro está en relación simbólica o directa con la muerte. The tomb (1917) es un relato que debemos calificar como tal.

El protagonista vive un sueño, una visión que lo impulsa hacia una cripta abandonada en medio del bosque. “Me llamo Jervas Dudley”, nos dice en el origen, “y desde mi más tierna infancia he sido soñador y visionario”.

Logra entrar en la tumba, y lo hace subrepticiamente todas las noches. Se impregna de su espíritu, de ese ser que yace en las tinieblas, acaso un Hyde que se le parece.Y de esta manera adquiere insensiblemente un habla arcaica y erudita que le hace pensar en un Chesterfield o en un Rochester con los cuales se identifica.

Una noche cree ver la mansión de los Hyde, desaparecida en la proximidad de la cripta 100 años antes. Se ve en ella y entre sus anfitriones. Ve a la multitud y se reconoce a sí mismo en una fiesta que encandila a la multitud.

De pronto, en el inmenso regocijo que llena de fervor a los invitados, un rayo incendia la mansión y la reduce a un montón de objetos humeantes, entre los cuales alcanza a ver su propio rostro en una miniatura salvada de las llamas. Es el instante en que el protagonista despierta de ese sueño o de esa visión, mientras pide a gritos que lo dejen descansar en la tumba.

El relato termina con que el fiel Hiran entra en la cripta y halla un ataúd viejo y vacío con una placa que ostenta el nombre de Jervas, es decir, el del protagonista. La tumba, entonces, tantas veces soñada por éste, le estaba reservada para él desde hacía un siglo, acaso, simbólicamente, desde la eternidad.

El simbolismo macabro

Lo macabro, como dijimos antes, incluye el miedo o participa de un sentimiento que lleva al desasosiego. En The tumb no se da plenamente esta circunstancia a pesar de la proximidad de la muerte, representada en este caso por el supuesto cadáver de la cripta. Sus editores, o más bien sus amigos, consideraron que este era un relato macabro, y se lo ha calificado así. De ahí que nosotros también lo incluyéramos bajo el mismo rubro.

Y aquí debo agregar algo más a la significación de lo macabro. Esta calidad puede darse aun en el caso del humor o la ironía. Porque, en definitiva, la calidad pasa por la proximidad de algo que no conocemos plenamente y que llamamos muerte, como

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si estuviéramos calificando a un personaje que creemos conocer pero que nunca hemos visto.

Si nuestro razonamiento es válido, podemos decir que algunas obras de material esotérico, lindan con lo macabro. Esto surgiría de las Bodas del Cielo y del Infierno, de William Blake, glosadas en otro sentido por Juan Eduardo Cirlot (Diccionario de los ismos, 163, Barcelona, Argos, 1949):

“Rintrah ruge y agita sus llamas en el aire denso. Nubes famélicas pesan sobre la haz del abismo. Antes, dulcemente y en un sendero peligroso, el hombre justo caminaba a lo largo del valle de la muerte”.

En el simbolismo que yace en lo esotérico, puede darse, por lo tanto, el sentimiento de lo macabro, en la medida en que se alude a la muerte cuando ésta pasa a ser el motivo central del argumento. Pero aquí, el tema de la muerte no debe entenderse como una meditación sobre su significado, sino como un paralelismo que incluye ese otro significado que es lo cadavérico o el esqueleto en sí mismo.

El mágico prodigioso, de Calderón de la Barca, representada en 1637, sería en definitiva, un drama macabro en la medida en que el pacto con el Diablo, la magia obtenida mediante este pacto, concluye con la posesión de un esqueleto. Recordemos brevemente el argumento. Cipriano, enamorado de Justina, pacta con el Diablo para poder obtenerla. Firma con su propia sangre extraída con el puñal, y espera que se cumpla la condición. El Diablo le promete la posesión de Justina mediante la magia. Y cuando ya está en presencia de la amada y se dispone a besarla descorriéndole el velo que la cubre, se halla con el esqueleto de ella y nó con el cuerpo tan apetecido.

Son varias las lecturas que pueden hacerse acerca de este final del drama. A nosotros sólo nos interesa la significación macabra y el simbolismo que surge de esta escena. El contacto con el esqueleto es la nota macabra que le da sentido a la virtud de la fe que Calderón quiere adjudicarle a su obra.

Aun así, la presencia del Diablo, cualquiera sea su aspecto, también es otro símbolo de lo macabro. Lo hallamos en muchos dramas. En El esclavo del demonio, de Mira de Amescua, inspirador de la obra de Calderón, y especialmente en The tragical history of Doctos Faustus, de Christopher Marlowe, representada en Londres, en 1558. En todos estos dramas, ridiculizados o no, el Diablo está en escena a merced de aquellos que le vendieron el alma. Es como jugar con el esqueleto o con la muerte. Los significantes son idénticos y están impregnados de ese sentimiento de lo macabro que habíamos mencionado.

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Un genio del horror

Recapitulación

En el número 88 de Benefit Street, en Providence (Rhode Island), Edgar Allan Poe se enamoró de Sara Helen Whitman y juró dejar la bebida. Fue en 1848 y no cumplió. Ella lo abandonó y él murió ese año.

Varias décadas después, a poco trecho de esa calle, en Agell Street, un adolescente, Howard Phillips Lovecraft, repartía su imaginación entre una lectura de Poe, poblada de dobles invisibles, y otra de Scott Eliot, llena de seres gelatinosos que se alzaban sobre sus endebles esqueletos lemurianos (The lost Lemuria). Había nacido en 1890, cuando Jack el Destripador había dejado sobre los muros de la lejana Whitechapel, en Londres, el testimonio de la burla más sangrienta contra la infalible Scotland Yard.

Los seres gelatinosos

Este adolescente, más bien, este niño, a los 14 años (en 1905) escribirá la primera obra de su estilo peculiar: The beast in the cave (La bestia de la cueva). y en ella nos dirá:

“...estas pisadas (las que provenían de la cueva) no eran como las de un hombre mortal (...) me pareció distinguir el rumor de cuatro pies en vez de dos (...) La criatura que yo había matado, la extraña bestia de la insondable caverna, era, o había sido en algún tiempo, ¡¡¡un HOMBRE!!!”.

El espíritu de Scott-Eliot, más que las excentricidades tipográficos y de puntuación imitadas de Poe, lo persiguió a través de toda su obra. Y tras ese espíritu y sus fantasmas, la enfermedad (Lovecraft era alérgico al frío), la soledad, la pobreza (vivía con 15 dólares semanales), los demonios de Salem, el ajusticiamiento de las brujas, debió edificar los mitos de un desamparo que lo mordió profundamente.

Su padre, según relato autobiográfico del mismo Lovecraft (Autobiography, Sauk City, Arkham House, 1963), murió de un “surmenage” nervioso que lo inmovilizó durante cinco años. Su madre, devorada por la neurosis y ya en imbatible desequilibrio, murió en el Butler hospital, en 1921. Los seres gelatinosos cuchicheaban desde los abismos terrestres. O bien desde esa ciudad de R'lyeh que él mitificara aliado del enigmático Cthulhu llegado desde los espacios siderales con otros dioses primigenios como Nyarlathotep y el impío Azathot que encabezó la rebelión contra ellos.

El horror preternatural

En 1927 Lovecraft escribe su ensayo sobre Supernatural horror in literature, que mucho después aparecería en el volumen Dagon and other macabre tales. El libro

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es esencial para enfocar el concepto que éste tiene del horror sobrenatural en la literatura. Ya en la Introducción lo define como un miedo a lo desconocido que de alguna manera puede hacerse extensivo a la literatura de terror. No da precisiones, pero considera que “lo desconocido, lo imprevisible” fue la fuente omnipotente y terrible que en el pasado perturbaron a la humanidad.

Reconoce que este sentimiento de miedo a lo desconocido se ha ido reduciendo a través del tiempo. Considera, no obstante, que la mayor parte del Cosmos exterior “aún permanece sumergida en un depósito de Infinito misterio”.

Admite, por iguales razones, que existe un terror cósmico y que el cuento preternatural “tiene algo más que los usuales asesinatos secretos, huesos ensangrentados o figuras amortajadas y cargadas de chirriantes cadenas”. Para que exista el horror es imprescindible “cierta atmósfera de intenso e inexplicable pavor a fuerzas exteriores y desconocidas”. Y por otra parte “una suspensión o transgresión maligna y particular de esas leyes fijas de la Naturaleza que son nuestra única salvaguardia frente a los ataques del Caos y de los demonios de los espacios insondables”.

Por último, en esta misma Introducción expresa: “debemos considerar preternatural una narración, no por la intención del autor, ni por la pura mecánica de la trama, sino por el nivel emocional que alcanza en su aspecto menos terreno”.

La novela gótica

Fiel a tales principios, analizando la novela gótica, invalida “las efusiones escolares” del poeta Shelley en Zastrozzi (1810) y St. Irvine (1811) (ambas imitaciones de Zofloya).

En cambio, al referirse a la Historia del califa Vathek, del que llama “acaudalado diletante” William Beckford, la trata con cuidado y luego la invalida.

Beckford, profundo conocedor de la narración oriental, escribe Lovecraft, “captó la atmósfera con inusitada receptividad, y supo reflejar poderosamente en su fantástico volumen el lujo arrogante, la desilusión oculta, la mansa crueldad, la tradición afable y el horror obscuro y espectral del espíritu sarraceno”.

Esquematiza luego el argumento y nos dice: “Vathek nos habla del nieto del califa Harún, quien, atormentado por esa ambición de poder, placeres y conocimientos supraterrenos que anima al malo del relato gótico y al héroe byroniano –tipos esencialmente similares–, es atraído por un genio maligno bajo el señuelo de descubrir el trono subterráneo de los poderosos y fabulosos sultanes preadamitas, en las ígneas moradas de Eblis, el Diablo mahometano”.

Lovecraft sigue adentrándose en el Vathek: “Las descripciones de los palacios y diversiones de Vathek, de su intrigante madre la hechicera Carathis y su torre embrujada con las 50 negras tuertas, de su peregrinación a las ruinas encantadas de Istakhar (Persépolis), de la esposa maliciosa Nouronihar, a quien adquirió con engaño por el camino, de las torres y terrazas primordiales de Istakhar bajo la ardiente Luna del desierto, y de las terribles moradas ciclópeas de Eblis donde,

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atraídas con promesas deslumbrantes, las víctimas se ven obligadas a vagar angustiadas, eternamente, con la mano derecha sobre el corazón inflamado, son triunfos de colorido espectral que dan al libro un lugar permanente en las letras inglesas”.

A pesar de estos elogios, termina diciendo que Beckford carece del misticismo que caracteriza la literatura pretematural. De acuerdo con esto, sus narraciones carecen de sensibilidad, lo que le impide alcanzar el puro terror pánico.

Pasa después al Caleb Williams (1794), de William Godwin, “el teórico de la economía utópica”, sin olvidar su St. Leon (1799) en el que introduce el tema de los rosacruces manejado con ingeniosidad y atmósfera convincente. Finalmente cree que el Caleb Williams no es sobrenatural, pero posee muchos detalles de auténtico terror.

Sus juicios son certeros, incluso cuando manifiesta que Frankenstein, o el moderno Prometeo (1817), “es uno de los clásicos del horror de todos los tiempos”. También hay cierta objeción. Afirma que la crítica no pudo probar que las mejores partes del Frankenstein se deben a Shelley y no a la autora, o a su esposa, como dice.

Su erudición lo lleva a considerar que Walter Scott abordó lo pretematural en relatos como The tapistred chamber y Wandering Willie's tale, incluidos en Redgauntlet en el segundo de los cuales, nos dice Lovecraft, lo espectral y diabólico están realzados por la frialdad grotesca del lenguaje y el ambiente. Nos recuerda, asimismo, que Walter Scott publicó, en 1830, sus Letters on demonology and withcraft, “que aun constituyen uno de nuestros mejores compendios del saber brujeril en Europa”.

Hay indudablemente, una adhesión incondicional a Walter Scott, un autor tan reaccionario ideológicamente como el mismo Lovecraft, aunque éste, en algún momento se desdijo de sus propias actitudes.

Cumbres borrascosas

El texto termina con un comentario de Cumbres borrascosas (1847), de Emily Bronte, referido al miedo ante lo desconocido que es una de las significaciones del horror en Lovecraft:

Transcribo literalmente:

“Totalmente aparte como novela y como obra literaria de terror, se encuentra la famosa Cumbres borrascosas de Emily Bronte, con sus enloquecedores paisajes –los páramos desolados de Yorkshire– y las vidas violentas y atormentadas que en ellos se desarrollan. Aunque se trata ante todo de un relato sobre la vida, y sobre las pasiones humanas en conflicto y agonía, su marco épicamente cósmico da cabida a un horror de lo más espiritual.

“Heatcliff, variante del héroe malvado byroniano, es un niño raro y huraño al que encuentran en la calle de pequeño. Sólo habla una especie de extraño galimatías, y es adoptado por la familia a la que al final arruina. Se insinúa repetidamente que se trata de un espíritu diabólico, más que de un ser humano; pero lo irreal se hace aún

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más patente cuando el visitante se encuentra con el espectro lastimero de un niño en una ventana superior arañada por las ramas.

“Entre Heatcliff y Catherine Earshaw nace un vínculo más profundo y terrible que el amor humano. Después de la muerte de ella, el turba su sepultura dos veces, y es atormentado por una presencia implacable que no puede ser otra que la del espíritu de Catherine. Este espíritu se va introduciendo en su existencia cada vez más, hasta que finalmente adquiere la convicción de que muy pronto se unirán místicamente. Dice que siente acercarse un extraño cambio y deja de tomar alimento.

“Por las noches sale a pasear, o abre una ventana que tiene junto a la cama. Cuando muere, la lluvia bate las hojas de la ventana, aún abierta, y una extraña sonrisa inunda su rostro rígido. Lo entierran en una sepultura junto al montículo que él ha visitado durante 18 años, y los pastorcillos... que aún pasea con su Catherine por el cementerio y por los páramos cuando llueve. Sus rostros se ven a veces, también, detrás de esa ventana superior de Wuthering Heights en las noches de lluvia”.

Lovecraft afirma que el misterioso terror de Emily Bronte no es un terror gótico, “sino la tensa expresión de la reacción estremecida del hombre ante lo desconocido”. Esta circunstancia, escribe Lovecraft, convierte a Cumbres borrascosas en el símbolo de una transición literaria y marca el crecimiento de una escuela nueva y más vigorosa.

Nadie puede negar los juicios críticos de Lovecraft. Sus vastas lecturas lo erigen en un analista que si bien fuerza algunas interpretaciones para demostrar en qué reside el horror, no deja de ubicarse en el justo medio que dará validez a toda su obra.

La lectura como experiencia

Allí, en esa pequeña obra de 1927 acerca del horror sobrenatural en la literatura, están sus puntos de vista y la distancia que lo separa de los autores en análisis. Los amigos de su círculo, aquellos que le eran incondicionales, festejaban sus juicios cuando Lovecraft se los leía. Incluso Frank Belknap Long lo instó a que publicara fragmentariamente este libro a fin de enriquecer el conocimiento de todos ellos y especialmente los de ciertos integrantes del Kalem Club.

Lovecraft sonreía a la buena voluntad de sus amigos. Consideraba que éstos eran altruistas y pretendían lo mejor y lo más importante de la literatura para los que se inician o ya eran escritores. Pero creía que todos ellos, ocupados en otras labores, no meditarían acerca de los escritos cuyas diferencias o aciertos trataba de establecer. “Era pura gratuidad”, expresaba. Y luego, con cierto escepticismo continuaba diciendo que era mucho trabajo para aquellos que ya se creían inmortales o superiores a los que de alguna manera ya estaban consagrados.

No se oponía, sin embargo, a que sus amigos sacaran copias de sus escritos. Fuera del círculo de allegados, los demás no existían.

Un día, estando ya casado con Sonia Greene, le informó de todo lo que él creía qué debía ser el horror en la literatura. Le habló de lo fantástico y del terror. Trató de

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definir el miedo a lo desconocido y el espanto atávico que el hombre arrastra desde el nacimiento.

Sonia Greene lo escuchó un instante y luego lo interrumpió con esta frase o algo semejante:

“¿De qué sirve la lectura sobre el horror si cada escritor tiene sus propios temores que pueden o no llevarlo a la escritura?”.

Ella, en realidad, no había entendido a Lovecraft. Pero éste no se inmutaba. Él, sí, tenía terrores atávicos, pero no los escribía porque ya estaban en él, como pretendía Sonia, sino porque, además, los analizaba y los frecuentaba. Luego, para destacarse como un escritor en este género de lo sobrenatural, era imprescindible, así pensaba el autor de La llamada de Cthulhu, estar al tanto de aquellos que lo habían precedido en tales significaciones.

Vida en el laberinto

L. Sprangue de Camp exaltó la vida de este genio del horror en Lovecraft, a biography (Doubleday, 1976). También, en 1976, Frank Belknap Long, amigo entrañable de Lovecraft, había publicado su Howard Phillips Lovecraft. Dreamer on the night side (Soñador a la orilla de la noche), que otro amigo, Edgar Hoffmann Price, en The year's best horror stories (serie IV, New York, Daw Books, 1976), considera más conmovedora y más exacta que la anterior. Es posible que haya alguna razón para admitir este juicio.

Yo creo que la objetividad de Sprague de Camp, pese a la alteración de algún detalle no fundamental, hace de su biografía un libro insubstituible para el estudio de Lovecraft. Sprague de Camp nos relata cómo comenzó el creador de los Mitos de Cthulhu a colaborar en Weird Tales, fundada en 1923 por Jacob Clark Henneberger con la dirección de Edwin F. Baird. Instado por sus amigos le envió una carta al director acompañando su Dagon. Le decía en ella que éstos habían insistido en que él le sometiera “unos cuantos horrores góticos a su recién fundado periódico”. Pero agregaba: “Si el cuento no puede imprimirse tal como está escrito, hasta en su última coma, le ruego que acepte mi negativa”.

El director aceptó las condiciones.

Por esa época ya insistía en sus ideas aristocráticas y racistas. Destacaba la importancia de los arios y arremetía contra los judíos. Pero su mujer, Sonia Greene, con la que se casó en 1924, le recordaba que ella pertenecía a esta raza y que “procedía de las hordas extranjeras” que él injuriaba.

Lovecraft contestaba afablemente: “Ahora eres Mrs. H. P. Lovecraft de Angell Street 598, Providence, Rhode Island”.

Es decir, Lovecraft no creía verdaderamente en la superioridad de ninguna raza. Era, quizás, un reaccionario en abstracto.

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Los otros mundos

Las privaciones y la muerte, después la soledad y el frío, instancias del mismo significante, impulsaron a Lovecraft a lo que Maurice Levy, en Lovecraft ou du fantastique (1972), denominará axiomática de la transgresión.

Desde ese instante se refugiará en otras fuerzas. El esoterismo, la superstición, el mito y lo sacrílego (la Golden Dawn, Arthur Machen), como fórmulas de lo sobrenatural, lo llevarán, a pesar de su apetencia por lo científico, hacia el vórtice de una dimensión en la que el Planeta, fecundado por los dioses arquetípicos, coexiste con los mundos paralelos.

Para esos mundos abominables y fantásticos, poblados por los extraterrestres, creó su propia cosmogonía. Sus deidades incorruptibles y sus libros sagrados como el Necronomicón, el Texto de R'lyeh, los Manuscritos pnakóticos y el Libro de Eibon.

El primero de ellos (Al-Azif, en árabe), fue escrito por el supuesto Abdul Alhazred, un poeta loco de Sanaa, en el Yemen, que Lovecraft crea y ubica por primera vez en La Ciudad Sin Nombre (1921). Pero el Necronomicón o Al-Azif aparecerá en El sabueso (1922) y en El ceremonial (1922). En este relato, además, describe las ciudades imaginarias de Arkham y Kingsport.

El Necronomicón fue redactado en el siglo VII. Lovecraft nos dirá que Abdul Alhazred estuvo en Babilonia y en los subterráneos secretos de Menphis, donde tomó contacto con los Espíritus del Mal y las creaciones bestiales de la muerte. Murió en Damasco, devorado por un monstruo invisible ante una multitud horrorizada que sólo vio cómo desaparecía fragmentariamente. .

Lovecraft vivió 47 años (1890-1937),y como Charles Fort en el Libro de los condenados (1919), murió buscando esos extraterrestres que, según la tesis de sus obras, poblaron la Tierra antes del advenimiento del hombre.

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El diario de Lovecraft

En una librería de Venecia, editado por Mondadori en 1994, hallé el Diario di un incubo / Taccuini 1919-1935, de H. P. Lovecraft. Lleva notas de David E. Schultz y está traducido por Claudio de Nardi. En el original se llamó The commonplace book, y está constituido de apuntes y transcripciones que el autor consignaba al azar para reelaborar sus ideas en futuros relatos.

En una de esas anotaciones (Taccuini, 27) expresa:

“Muerte, desolación y horror, espacios batidos por el viento, fondo del mar, ciudad muerta. Pero la Vida... ¡horror todavía más grande! Vastedad inaudita de reptiles y leviatanes, de espantosas bestias de junglas prehistóricas, de lujuriante riscosa vegetación, de malignos instintos del primer hombre... La Vida es más horrible que la Muerte.”

En la siguiente (Taccuini, 28), recordando uno de sus relatos, Gatti di Ulthar, y su afición a los gatos, nos dice que éstos constituyen el alma del antiguo Egipto. Agrega, incluso, estas palabras:

“Pertenece (el gato) a la estirpe de los señores de la jungla y es heredero de los secretos del Africa antigua y misteriosa. Está emparentado con la Esfinge y conoce su lenguaje; pero es más antiguo que la Esfinge y recuerda lo que ella ha olvidado”.

En otra nota (Taccuini, 42) nos habla del terror de los espejos. Recuerda un sueño en el que la escena se modifica por el sólo hecho de reflejarse “en el agua o e un espejo”. El comentarista halla el antecedente en Nathaniel Hawthorne (The american notebooks, 17/X/1835): Hacer del propio reflejo en un espejo el tema de un relato, como consta en el Monsieur de miroir, de éste. Tal sería la fuente y no el origen de The outsider (1921) del mismo Lovecraft. George Wetzel, a su vez, afirma que la referencia le fue sugerida a Lovecraft por los Fragments from the Journal of a solitary man, de Hawthorne. Sin embargo, un personaje de The shadow over lnnsmouth (1931) expresa que los habitantes de Innsmouth tienen un aspecto tan horrible que mueren de terror con sólo mirarse en el espejo. Schultz es terminante en este aspecto.

El tema de la reflexión puede rastrearse también en el Pickman's model (1926) y otros relatos de Lovecraft. El aislamiento de los amigos y la vida enfermiza que debió sobrellevar por esa alergia al frío que lo obligaba a la reclusión, lo indujeron quizás a reiterar esta idea del horror ante las superficies reflexivas. Esto fue seguramente más significativo que los antecedentes literarios. A veces no podemos escindir la vida del hacer creador. Ambas instancias se juntan o coinciden en algún momento.

El Taccuini 1919-1935 contiene todas las ideas y transcripciones que le servirían a Lovecraft para concretar su obra. En esto se parecía a Maiacovski, en cuya libreta de tapas negras consignaba todo aquello que le serviría para el desarrollo de su poesía. Las anotaciones eran rápidas. No le importaba la puntuación ni el estilo. Sólo la idea, el posible tema. Y también ciertos estados de ánimo en conexión con

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su carácter. O bien en alusiones a Old man, el gato que lo acompañaba cuando escribía o se recluía en su casa por el frío intenso que le atacaba los bronquios.

A veces naufragaba en algún enigma cósmico. Le preocupaba, por ejemplo, la posibilidad de un hombre lanzado a una velocidad superior a la de la luz. Creía que en el caso de tal aceleración, la materia del ser humano se transformaba en espacio. No conocía la Teoría de la relatividad. Pero algunos manuales de divulgación científica lo habían llevado al problema de la desintegración. Sus seres gelatinosos y deformes están ubicados, de alguna manera, en este ámbito de significación.

También consigna sus sueños y ciertas precisiones que podemos extraer del Supernatural horror in literature y, especialmente, de las Selected letters: 1911-1937 (Arkham House 1965-76; vol. I-II al cuidado de August Derleth y Donald Wandrei; vol. IV-V al cuidado de August Derleth y James Turner). En éstos, por ejemplo, nos relata (1,114, sigo a Schultz) el sueño de un castillo medieval con los centinelas adormecidos, mientras en la llanura enfurecía la batalla entre los arqueros de Inglaterra y las extrañas figuraciones de manteles amarillos sobre las armaduras, que desaparecían cuando su comandante, despojándose del yelmo, advertía que era un ser sin cabeza.

Los sueños eran fundamentales en Lovecraft. Padecía de una recurrencia onírica. Despertaba repentinamente falto de respiración y ya no dormía. Al día siguiente tenía el tema para desarrollarlo con todos los recursos que le dictaba su imaginación. En este aspecto fue, sin duda, el Gran Soñador. O, sencillamente, el Soñador de Providence.

Tampoco faltan los lugares enigmáticos que visitó, como la casa de Salem o las aldeas espectrales (Taccuini, 99):

“Historia de Salem, el cottage de una vieja bruja donde después de su muerte se produjeron distintos sucesos espantosos.”

La referencia también se halla en las Letters (1, 204). En una reveladora apuntación escribe: .

“Región subterránea bajo la plácida aldea de Nueva Inglaterra, habitada por criaturas (vivas o muertas) ya deformes y de antigüedad prehistórica”.

En su inabolible Nueva Inglaterra, donde a veces se internaba ocultándose de todos. Su tierra legendaria en que danzaban frenéticamente los fantasmas. O bien esas niñas cuyos cuerpos se fundían con los indígenas que retornaban del pasado. Una Nueva Inglaterra que estallaba en sus arterias y lo consumía.

El Taccuini define, por lo tanto, el itinerario de, una inteligencia agitada por todos los vientos, carcomida de extrañas ensoñaciones que sólo podían caber en uná imaginación castigada por la tragedia. Allí están el terror y los sueños infantiles. Las selvas prehistóricas cubiertas de monstruos. Y sobre todo esas ideas llenas de pavor, donde se levantaba una cosmología atroz que acechaba el hundimiento de la civilización.

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Cronología de las obras de Lovecraft establecida por él mismo

Dagon, 1917.

The tomb, 1917.

Polaris, 1918.

Beyond the wall of sleep, 1919.

The doom that came to Sarnath, 1919.

The White Ship, 1919.

Arthur Jermyn (The white ape), 1920.

The cats of Ulthar, 1920.

Celephais, 1920.

From beyond, 1920.

The temple, 1920.

The terrible old man, 1920.

The tree, 1920.

The Moon-bog, 1921.

The music of Erich Zann, 1921.

The Nameless City, 1921.

The other gods, 1921.

The outsider, 1921.

The quest of Iranon, 1921.

Herbert West: reanimator, 1921-1922.

The hound, 1922.

Hypnos, 1922.

The lurking fear, 1922.

The festival, 1923.

The rats in the walls, 1923.

The unnamable, 1923.

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Imprisoned with the pharaohs, 1924.

The shunned house, 1924.

He, 1925.

The horror at Red Hook, 1925.

In the vault, 1925.

The call of Cthulhu, 1926.

Cool air, 1926.

Pickman's model, 1926.

The silver key, 1926.

The strange high house in the mist, 1926.

The colour out of space, 1927.

The case of Charles Dexter Ward, 1927-1928.

The Dunwich horror, 1928.

The whisperer in darkness, 1930.

The shadow over Innsmouth, 1931.

At the mountains of madness, 1931.

The dreams in the witch-house, 1931.

Through the gates of the silver key, 1932.

The thing on the doorstep, 1933.

The shadow out of time, 1934.

In the walls of Eryx, 1935.

The haunter of the dark, 1935.

The evil clergyman, 1937.

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Libros consultados para este estudio

Ballard, Burgess y otros: Ciencia-ficción: La otra respuesta al destino del hombre, Buenos Aires, Timerman Editores, 1976.

Belknap Long, Frank: The horror from the hills, Sauk City, Wisconsin, Arkham House, 1963.

Belknap Long, Frank: Howard Phillips Lovecraft. Dreamer on the nightside, Suak City, Wisconsin, Arkham House, 1975.

Bergier, Jacques: Los libros condenados, traducción de J. Ferrer Aleu, Barcelona, Plaza y Janés, 1973.

Bloch, Robert: Heritage of horror, en The best of H. P. Lovecraft, Bolldcurdling tales of horror and the macabre, New York, Del Rey Book Published by Ballantine Books, 1982.

Borges, Jorge Luis: La literatura fantástica, Buenos Aires, Ediciones Culturales Olivetti, 1967.

Derleth, August: H. P. Lovecraft y su obra, en El horror de Dunwich, de H. P. Lovecraft, 5ª reimpresión, Madrid, Alianza, 1991.

Garcia, Fernando: H. P. Lovecraft, en La Papirola 1, Buenos Aires, Agosto de 1987.

Un caballero de Providence y otras historias de horror, Buenos Aires, Anáfora, 1991.

Prólogo y cronología a Polaris y otros relatos, de Lovecraft, traducción de M. T. Segur y E. Haro Ibars, Buenos Aires, Ed. Altamira, 1991.

Hoffman Price, Edgar: The year's best horror stories, New York, Daw Books, 1976.

Levy, Maurice: Lovecraft ou du fantastique, Paris, Union Générale d'Editions, 1972.

Lovecraft, H. P. y Derleth, A.: El que acecha en el umbral, (The lurker of the threshold), traducido por Delia Piquerez, Buenos Aires, Editorial Molino Argentina, 1946.

Lovecraft, H. P. y Derleth A.: The survivor and others, New York, Ballantine Books, 1976.

Lovecraft, H. P.: The shuttered room, Sauk City, Wisconsin, Arkham House, 1959.

Lovecraft, H. P.: The festival, New York, Scott Meredith, 1959.

Lovecraft, H. P.: Autobiography, Sauk City, Arkham House, 1963.

Lovecraft, H. P.: Obras escogidas, traducido por José Ma. Aroca, Primera selección, Barcelona, Acervo, 1966.

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Lovecraft, H. P.: Selected letters, vol. I (1911-1924), vol. II (1925-1929), Sauk City, Wisconsin, Arkham House, 1965 y 1968.

Lovecraft, H. P.: En las montañas de la locura, Barcelona, Seix Barral, 1968.

Lovecraft, H. P.: The horror in the museum and other revisions, New York, Ballantine Books, 1976.

Lovecraft, H. P.: Fungi from Yuggoth, Las fungosidades de Yuggoth, traducido por José Nebreda, en Bladgaross 8, Madrid, 1983.

Lovecraft, H. P.: El horror en la literatura, traducido por Francisco Torres Oliver, Madrid, Alianza, 1984.

Lovecraft, H. P.: The tomb and other tales, New York, Ballantine Books, 1989.

Llopis, Rafael: Los mitos de Cthulhu, en H. P. Lovecraft y otros: Los mitos de Cthulhu, Madrid, Alianza, 1969.

Pauwels, Louis y Bergier, J.: El retorno de los brujos, Barcelona, Plaza y Janés, 1961.

Shiel, Matthew: La nube purpúrea, Barcelona, Edhasa, 1963.

Simon, Recopilado por: El Necronomicón, Madrid, Edaf, 1992. (Se afirma que fue traducido del original inglés, The Necronomicon, por Elías Sarhan.)

Sprague de Camp, L.: Lovecraft, a biography, New York, Doubleday, 1976. (Hay traducción de Francisco Torres Oliver: Lovecraft (biografía), Madrid, Nostromo, 1978.)

Nota

La bibliografia no mencionada se halla en el texto de la obra, en las que se incluyen, además, las publicaciones periódicas.

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Nota del digitalizador

Se suprime el índice original.

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