jóvenes y participación en la toma de decisiones

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LA INVISIBILIDAD DE LOS Y LAS JOVENES EN EL ACCESO A LA PARTICIPACION EN LOS ESPACIOS DE DECISION CONFERENCIA U.NACIONAL MARZO 2004 INTRODUCCCION: Participar en espacios de decisión pública es una expresión que revela las formas de ser y de estar en una cultura, de cómo se incorporan las relaciones de poder y del nivel de equidad que existe en la misma. Las experiencias de participación sirven de termómetro que mide el grado de oportunidad que facilita las construcciones conjuntas y colectivas que responden a necesidades sentidas como vitales por grupos en este caso de los y las jóvenes. ANTECEDENTES: En nuestra cultura, la socialización de los procesos de participación se inician en el niño y la niña mediadas relaciones de dominación e imposición en hechos de apropiación incluso sobre el propio cuerpo del niño/niña sobre el cual se decide las cosas más básicas e íntimas, como por ejemplo la forma de vestirse, de estar en los espacios de intimidad, de los ciclos biológicos de su cuerpo, de la expresión de sus sentimientos de la vivencia de la sexualidad. Se inicia entonces un proceso de incorporación del miedo, de culpa y de rabia con normas y límites con tan poco sentido, que hacen que la participación autónoma (aprender a elegir de manera libre y conciliada) pueda convertirse en una decisión peligrosa sopena de abandono del amor, del apoyo familiar, de la aceptación del otro o de la otra. La participación entonces es invalidada, ilegitimada, muchas veces anulada en los núcleos de socialización donde se presume puede ser más potenciada, siendo esos espacios: la familia y la escuela espacios vitales y críticos donde no se aprende a participar. En donde la perpetuación de POR DIEGO ARBELAEZ M

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Page 1: Jóvenes y Participación en la toma de decisiones

LA INVISIBILIDAD DE LOS Y LAS JOVENES EN EL

ACCESO A LA PARTICIPACION EN LOS ESPACIOS

DE DECISION

CONFERENCIA U.NACIONAL MARZO 2004

INTRODUCCCION:

Participar en espacios de decisión pública es una expresión que revela las

formas de ser y de estar en una cultura, de cómo se incorporan las

relaciones de poder y del nivel de equidad que existe en la misma. Las

experiencias de participación sirven de termómetro que mide el grado de

oportunidad que facilita las construcciones conjuntas y colectivas que

responden a necesidades sentidas como vitales por grupos en este caso

de los y las jóvenes.

ANTECEDENTES:

En nuestra cultura, la socialización de los procesos de participación se

inician en el niño y la niña mediadas relaciones de dominación e

imposición en hechos de apropiación incluso sobre el propio cuerpo del

niño/niña sobre el cual se decide las cosas más básicas e íntimas, como

por ejemplo la forma de vestirse, de estar en los espacios de intimidad, de

los ciclos biológicos de su cuerpo, de la expresión de sus sentimientos de

la vivencia de la sexualidad. Se inicia entonces un proceso de

incorporación del miedo, de culpa y de rabia con normas y límites con tan

poco sentido, que hacen que la participación autónoma (aprender a elegir

de manera libre y conciliada) pueda convertirse en una decisión peligrosa

sopena de abandono del amor, del apoyo familiar, de la aceptación del otro

o de la otra.

La participación entonces es invalidada, ilegitimada, muchas veces

anulada en los núcleos de socialización donde se presume puede ser más

potenciada, siendo esos espacios: la familia y la escuela espacios vitales y

críticos donde no se aprende a participar. En donde la perpetuación de

POR DIEGO ARBELAEZ M

Page 2: Jóvenes y Participación en la toma de decisiones

una cultura de guerra trasciende los ideales de paz. En donde los valores

hechos ejemplo son los de la sumisión y la obediencia para poder acceder

a ser dueños/as mínimamente del propio cuerpo. Para acceder al espacio

de lo público en donde a veces el precio que se paga es alto, el de la

corrupción.

Se cierra el ciclo, cuando el paradigma de adultos/as, asume que los

niños/niñas, adolescentes y jóvenes per-se, son irresponsables y poco

aptos/as para participar en la toma de sus propias decisiones. Vistos los

jóvenes como adultos/as pequeños que deben alcanzar la referencia de los

grandes, se convierten en objetos de intervención y no en sujetos de

derecho, lo que marca una gran diferencia a la hora de tenerlos/as en

cuenta para asumir decisiones en relación a sus necesidades vitales y en

especial a la salud sexual y reproductiva.

CONTEXTO:

Es claro que los posibles procesos de participación, se dan dentro del

contexto de una cultura patriarcal, que resalta el consumo, especialmente

el consumo del poder para manipular a otros en beneficio propio. Poder

ejercido especialmente por los hombres, por los hombres adultos que sean

capaces de demostrar que son capaces de hacerlo.

Resalto el hecho, que cuando desde pequeños se nos ha socializado y

construido en una coraza de machos que con el tiempo se confunde con la

propia piel, acabamos por repetir con la consecuente frustración lo que

denigramos en el discurso. Parece que con las palabras quisiéramos

actuar lo que no sabemos todavía ser ni como hacer: Hombres más

integrales.

En el sistema patriarcal se espera que especialmente los hombres lo

sepamos todo y no se nos escape nada, paradigma patriarcal, el problema

no es que esto se proclame sino que una buena cantidad de hombres y

mujeres se lo crean y lo actúen. Creo que estamos atascados en los

patrones de comportamiento machista que se han hecho valores de grupo,

a la vez trampas mortales donde una gran cantidad de hombres

sucumben, “participando en la guerras” justificadas en los múltiples

ideales de mantener o adquirir más poder.

Page 3: Jóvenes y Participación en la toma de decisiones

Es común oír hablar de pérdida de valores. ¿cuáles valores? Si ni siquiera

revisamos con sentido crítico los que hemos adoptado? Veamos:

La competencia: Se nos dijo que deberíamos pasar por encima de los

demás para ser realmente “un hombre”,ahoara difundido también entre las

mujeres. Es decir, los demás hombres y muchas mujeres, entre niños/as y

jóvenes se convertían no en alíad@s para el crecimiento sino en amenazas

para la subsistencia. Se hizo de la competencia un valor no así la

solidaridad. Esta constituye un término tan reciente como desconocido en

nuestra hacer cotidiano. Si hubiera sido socializada con la fuerza que se

cree, no tendríamos que hablar tanto de ella, pues su ejercicio sería

espontáneo y natural.

La Virilidad: Centrada en la capacidad de conquista a cualquier costo y en

la erección como condición sine quanon de felicidad sexual. Al respecto E.

Badinter relata como muchos hombres obsesionados con su virilidad, no

consideran su pene como órgano de placer, sino como una herramienta,

un instrumento para realizarse como algo separado de ellos. El valor no

ha sido la sexualidad como dimensión de crecimiento y expansión del ser

sexual. Un ejemplo lo vemos en los medios de comunicación, los que

refuerzan el estereotipo sexual especialmente en el cuerpo de mujeres con

características particulares como material de consumo fácil y deseable.

La arrogancia: Se nos enseñó a no expresar los sentimientos, a no entrar

en contacto de una manera abierta y honesta especialmente con otros

hombres, a disfrazarnos de duros para no despertar ninguna sospecha,

descalificando en el camino a las mujeres cercanas por sentimentaloides;

pero anhelándolas en el fondo así no lo reconociéramos. Cuántas veces no

hemos estado los hombres frente a una pantalla de cine o televisión

haciendo esfuerzos inmensos, peleando con un taco en la garganta por no

derramar una lágrima, para no dar sensación de debilidad, para no

demostrar que ahí la tenemos sin reconocerla. Se hizo valor el autoengaño,

ese que nutre la armadura de berracos y arriesgados que desde niños se

forja a punta de imposiciones y maltrato.

La valentía: Hombres de riesgo, hombres de acero, hombres falsos,

caricaturas de hombre. El hombre duro cuyo valor se mide por las cosas

que acumula y el éxito que logra. Fuimos educados para tener el control,

-aunque a veces el único control que logramos tener es el del televisor-,

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control que se nos escapa al intoxicarnos de poder: no del poder de ser

capaces de dejar a otros ser, sino del poder de imponer la voluntad sobre

l@s demás. Valemos en cuanto trabajemos hasta el límite siguiendo el

paradigma del trabajolismo: Vales en cuanto produzcas. La presión social

de hombres y mujeres en este sentido es contundente. Se hizo valor pues,

la rigidez preámbulo de estrés y corazones infartados, con la carga que

representa no salirse del camino para cumplir con la creencia

autolimitante de ser el tipo de hombre de la versión oficial de consumo.

La lista podría ser mucho mayor, no obstante solo he querido presentar

una muestra de ese horizonte masculino. Si bien el panorama no es muy

alentador también esto nos indica el camino por recorrer. Hace poco

escuche alguien decir que hacemos conciencia por amor o por dolor. Sino

conocemos suficientemente el sedero del amor, pues al parecer no fue el

castillo donde crecimos la mayoría de los hombres, nos queda por recorrer

el sendero del desaprendizaje doloroso de despojarnos de la armadura de

patrones asfixiantes incrustada en nuestra piel y en nuestro ser, para

liberarnos de una carga que no necesitamos para ser HOMBRES.

El arte cotidiano de ser hombres no es un abstracto que pueden realizar

los demás, es una necesidad para el crecimiento del “alma masculina” y

para fortalecernos con el alma femenina, para autoresponsabilizarnos de

nuestra vida desde la mañana hasta la noche y empezar a ser seres más

completos, para ser capaces de aliarnos y trabajar juntos codo a codo con

las mujeres buscando construir una comunidad (como-una-unidad) mas

equitativa y justa, donde la calidad de nuestras vidas pueda valorarse por

la potencialidad de ser personas íntegras no superiores o inferiores.

Acceder al poder participar en el marco de la cultura patriarcal, implica

grandes esfuerzos por transformar esa cultura incorporada y sentida como

natural, como natural se percibe que niños/as, jóvenes y mujeres no

participen, pues ya existe alguien que lo puede hacer por ellos y ellas.

¿DONDE QUEDAN LOS Y LAS JOVENES?:

El desarrollo psicosocial del adolescente, es mucho más complejo en la

actualidad que en el pasado, entre otras debido a la fuerte presión de una

cultura de consumo marcada por un sistema patriarcal y por tanto

inequitativo. Este desarrollo psicosocial es más que un conjunto de

Page 5: Jóvenes y Participación en la toma de decisiones

cambios y comportamientos atribuidos de una manera generalizada y

uniforme a un momento de la vida de un ser humano. Está determinado

por las percepciones de realidad, actitudes y acciones que sobre el mismo

desarrollo tienen en la interacción cotidiana adultos y adolescentes, siendo

por lo tanto relativo a cada contexto cultural y social.

Cuando se habla de adolescencia, pareciera que todos los y las

adolescentes encajaran dentro del concepto como si fuera un conjunto

estandarizado de expresiones y conductas excluyendo la riqueza de las

singularidades y diferencias que muchas veces se reducen en el discurso a

los cambios corporales lo que lleva a preguntarnos que estamos

entendiendo por Adolescencia y juventud?. Es común que las posturas de

los adultos aborden el desarrollo psicosocial, sexual y afectivo de los y las

adolescentes desde sistemas de valores y creencias que se exponen como

verdades desde las cuales se postulan modelos de comportamiento,

alejándose de la posibilidad de conocer y dialogar las lecturas que ellos y

ellas hacen de sus propios saberes y experiencias, especialmente aquellos

que tienen que ver con la vida, el afecto, la sexualidad y las

transformaciones sociales.

De otra parte, la educación en general en nuestro medio, ha tenido la

tendencia a enfocarse en aspectos biomédicos, enfatizando en un abordaje

patologicista de la vida lo que no ha favorecido actitudes de autocuidado y

de responsabilidad del propio bienestar, a la hora de tomar decisiones

responsables y concientes alrededor de experiencias vitales.

Recordemos que a la adolescencia se llega con una historia (la niñez) y que

ésta determina la posibilidad de desarrollar muchas de las capacidades

para la vida, como la capacidad de amar, de construir confianza, de

comunicar sus necesidades; o la posibilidad de haber truncado los hilos

que tejen el bienestar.

Como lo plantea H. Maturana, de lo que hay que hacerse cargo al educar,

es de crear un espacio de convivencia con los/las adolescentes en donde

ellos sean tan legítimos como el maestro y la maestra y esto lo aprenderá

no como algo externo sino como un modo de ser en el vivir. No es el

ejemplo como un quehacer ajeno, lo que educa, sino la participación en el

quehacer que se aprende. En términos generales, uno aprende el mundo

que uno vive con el/la otro/otra.

Page 6: Jóvenes y Participación en la toma de decisiones

Se suma a esto la vulnerabilidad social al adolescente. El concepto de

vulnerabilidad se refiere a aquellas actitudes, patrones de comportamiento

que hacen que una amenaza como fenómeno social se pueda convertir en

un riesgo. De ahí que es importante no pasar por alto la gran

vulnerabilidad en el desarrollo sicosocial de los adolescentes derivado

obviamente de la invención cultural de consumo.

La adolescencia transcurre entre una gran presión social adulta por los

“deberías hacer” y una gran presión de grupo de los pares por los “deberías

demostrar”, esto matizado por el bombardeo de información de la cultura

de consumo, a través de medios cada vez más agresivos, cambios

culturales y sociales importantes que resignifican las relaciones familiares

y de grupo, expectativas de sentido de vida centradas más en la

competencia, el sometimiento y el éxito fácil; que en la solidaridad, el

respeto y la autorrealización. Tiene también gran incidencia la división

estereotipada de roles de género, la cual tiene su precio psicológico ya que

implica una limitación para el desarrollo de una parte significativa de las

características de la personalidad, pues hombres y mujeres se desarrollan

“incompletamente” en muchas de sus capacidades, deseos y posibilidades.

Podríamos decir que la vulnerabilidad social del adolescente que le impide

participar en su propio desarrollo está en íntima relación con:

La carencia de una red de apoyo psicosocial afectiva y familiar

Sentimientos de insuficiencia

Rechazo emocional

Baja autoestima

Comunicación y criterios de convivencia deteriorados entre padres e

hijos / hijas

Inseguridad y temor al rechazo

Pobre participación en las decisiones de autodeterminación

Procesos educativos descontextualizados de la cotidianidad del

adolescente entre otras.

DE LA EXCLUSIÓN AL ENCUENTRO

Page 7: Jóvenes y Participación en la toma de decisiones

Una de las enfermedades más tóxicas de nuestra cultura es la de la

discriminación, la de la exclusión. Derivada de una sociedad orientada

hacia la competencia, al éxito a cualquier precio como lo he mencionado

anteriormente. En donde la versión oficial de ser feliz es aprender a tener

más que aprender a Ser. Donde muchas veces pensar distinto, sentir

distinto es arriesgarse a ser excluido por los limites institucionales que la

cultura propone para regular comportamientos supuestamente

indeseables.

Qué imaginario de ser humano tenemos, como para incluir a unos y

excluir a otros? Con qué derecho supuestamente científico podemos

señalar a unos de normales y a otros de anormales? Con qué metro

estamos midiendo la vida de las personas?

Una sociedad incapaz de alimentar a sus niños, de tener en cuenta la

experiencia de los viejos, que promueve creencias rígidas acerca de cómo

vivir, necesariamente resulta excluyente y violenta. Y recordemos que

sociedad no es en abstracto, esta expresada en cada un@ de quienes la

constituimos.

Cuando no conocemos al vecino nos lo tenemos que imaginar y casi

siempre loD imaginamos por los defectos no por las cualidades, es decir

desde la postura de la exclusión. La diferencia no es justificación de

discriminación.

No basta para incluir, un discurso que lo desee, un desfile simbólico de

recordatorio o la celebración de un día. Sería más honesto que con mayor

frecuencia dándole el valor que las preguntas se merecen, repensáramos

que tanto de cierto tiene lo que creemos acerca del respeto, del amor de la

convivencia, de la forma en que ejercemos el poder cualquiera que sea. Y

empezáramos a escuchar a los demás con otros oídos y empezáramos a ver

con otras miradas. Tal vez estaríamos tejiendo un nuevo encuentro consigo

mismos/as, con los demás y con la vida.