josep fontana y su europa ante el espejo (1994 -reseña)

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CRÍTICA DE LIBROS tal y el Norte de África. Desde la Comi- sión y el Parlamento se pueden adoptar decisiones sobre éstas y otras cuestiones, pero, paradójicamente, sólo desde los es- tados y los actores sociales de cada país se podrá trabajar sobre ellas, precisamente para garantizar un proceso democrático de institucionalización de la unidad. EUROPA: FALACIA E fflSTORIA Marta Irene Lois González Universidad de Santiago de Compostela JosEP FONTANA, Europa ante el espejo, Barcelona, Crítica, 1994, 195 pp. Europa se ha convertido en la metáfora más codiciada de los últimos tiempos, al- berga en su seno un sutil campo de seduc- ciones y estrategias que, a veces, la mera denotación convierte en un ejercicio de- claradamente simbólico que rebasa su propio cometido. Europa ante el espejo devuelve al lec- tor la sospecha incómoda de una Historia escrita con letras mayúsculas, de la pluma de los vencedores y de todos aquellos re- latos que han construido el pasado en la imagen deformada de un espejo. J. Fonta- na desvela el devenir europeo desde una óptica desmitificadora, consecuente con la posibilidad de recuperar las huellas del otro-excluido, fuera de la lógica de la ne- gación y los mecanismos legitimadores de lo establecido. Una historia europea que ha sabido especular con el mito de una «civilización» que a fuerza de fantasmas ha tallado bustos de sí misma heroicos y puros. Este libro constituye un intento por re- iniciar un camino hacia el pasado que permita comprender el presente y prepare un futuro con expectativas. Una ruta que se enfrenta con la «diferencia» allí donde Europa reclama una voluntad de progreso y especificidad. La presencia de extraños, de aquellos subdefinidos que no son veci- nos ni foráneos, promueve, a lo largo del tiempo, un movimiento de autoubicación eurocéntrico destinado a crear figuras como la de el bárbaro, el hereje, el infiel, el rústico vulgar, el disidente o el salvaje fuertemente estereotipados como «desvia- ciones» frente a las que hay que desplegar sangrientos ataques. El dualismo amigo-enemigo correspon- de al juego que más eficacia ha tenido a lo largo del tiempo. De hecho, todos los pueblos se agrupan en función de este an- tagonismo: pensar al «otro» como amena- za, como enemigo público, suministra la cohesión necesaria para la legitimación de un discurso eficaz. Desde los bárbaros hasta el pobre urbano la estrategia política del relato europeo pretenderá preservar su posición de realidad ideológica dominante combatiendo a la alteridad allí donde se presente. La determinación de una con- ciencia «verdadera» de Europa adquiere su fuerza política justamente eliniíinando a los extraños que amenazan la homogenei- dad. El autor no pretende conducirnos aquí a una condena ilusoria de los meca- nismos reales de la producción de signos 182 RIFP/5(1995)

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Page 1: Josep Fontana y su Europa ante el espejo (1994 -reseña)

CRÍTICA DE LIBROS

tal y el Norte de África. Desde la Comi­sión y el Parlamento se pueden adoptar decisiones sobre éstas y otras cuestiones, pero, paradójicamente, sólo desde los es­

tados y los actores sociales de cada país se podrá trabajar sobre ellas, precisamente para garantizar un proceso democrático de institucionalización de la unidad.

EUROPA: FALACIA E fflSTORIA

Marta Irene Lois González Universidad de Santiago de Compostela

JosEP FONTANA, Europa ante el espejo, Barcelona, Crítica, 1994, 195 pp.

Europa se ha convertido en la metáfora más codiciada de los últimos tiempos, al­berga en su seno un sutil campo de seduc­ciones y estrategias que, a veces, la mera denotación convierte en un ejercicio de­claradamente simbólico que rebasa su propio cometido.

Europa ante el espejo devuelve al lec­tor la sospecha incómoda de una Historia escrita con letras mayúsculas, de la pluma de los vencedores y de todos aquellos re­latos que han construido el pasado en la imagen deformada de un espejo. J. Fonta­na desvela el devenir europeo desde una óptica desmitificadora, consecuente con la posibilidad de recuperar las huellas del otro-excluido, fuera de la lógica de la ne­gación y los mecanismos legitimadores de lo establecido. Una historia europea que ha sabido especular con el mito de una «civilización» que a fuerza de fantasmas ha tallado bustos de sí misma heroicos y puros.

Este libro constituye un intento por re-iniciar un camino hacia el pasado que permita comprender el presente y prepare un futuro con expectativas. Una ruta que

se enfrenta con la «diferencia» allí donde Europa reclama una voluntad de progreso y especificidad. La presencia de extraños, de aquellos subdefinidos que no son veci­nos ni foráneos, promueve, a lo largo del tiempo, un movimiento de autoubicación eurocéntrico destinado a crear figuras como la de el bárbaro, el hereje, el infiel, el rústico vulgar, el disidente o el salvaje fuertemente estereotipados como «desvia­ciones» frente a las que hay que desplegar sangrientos ataques.

El dualismo amigo-enemigo correspon­de al juego que más eficacia ha tenido a lo largo del tiempo. De hecho, todos los pueblos se agrupan en función de este an­tagonismo: pensar al «otro» como amena­za, como enemigo público, suministra la cohesión necesaria para la legitimación de un discurso eficaz. Desde los bárbaros hasta el pobre urbano la estrategia política del relato europeo pretenderá preservar su posición de realidad ideológica dominante combatiendo a la alteridad allí donde se presente. La determinación de una con­ciencia «verdadera» de Europa adquiere su fuerza política justamente eliniíinando a los extraños que amenazan la homogenei­dad. El autor no pretende conducirnos aquí a una condena ilusoria de los meca­nismos reales de la producción de signos

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que, como tales, se constituyen a través de la diferencia y la oposición de contra­rios, sino al hecho mismo de la recons­trucción narrativa como ficción necesaria para desplazamientos políticos.

El origen de Europa

Europa, frente a otras realidades, ha queri­do presentarse como el arquetipo de una sociedad acumulativa o histórica, una fija­ción que obliga a identificar con nitidez su nacimiento. Esto constituye el primer equívoco de una larga serie de manipula­ciones: el empeño por aislar un contexto de lo genuinamente europeo atendiendo a unos orígenes únicos y superiores.

Esta andadura se inicia con los griegos como símbolo excelso de cultura, como manifestación virtuosa de civilización a la que hay que colocar un contrapunto, una sombra deformante que permita descubrir la identidad. El mito bárbaro asimilado a la violencia y al retraso, a la unidad étnica y al asentamiento territorial que no po­seía, contribuyó también a facilitar la unión del Imperio Romano y a dotar de sentido a un relato que, hasta la fecha, tanta utilidad había tenido.

Fontana apuesta por un desenmascara­miento del origen genuino europeo y la evidencia de una realidad claramente mestiza donde la historia ya no es un rela­to lineal cuya evolución conduzca al pro­greso, sino un trayecto abierto y plural.

El mito de Europa

Aludir «a la versión establecida, aunque sea para criticaría, no basta para escapar de su presa. Lo verdadero no siempre es la negación de lo falso, sino que puede ser algo enteramente distinto, que hay que reconstruir repensando por completo la articulación de los datos». La lógica biva­lente se vuelve poco fructífera para la in­

terpretación de la historia, los aconteci­mientos devienen problemáticos precisa­mente por la pluridimensionalidad de su certeza.

La instrumentalización de la verdad como ejercicio reiterado de dominio y manipulación hermenéutica de una cultura mestiza como la europea ha supuesto ne­gar a la historia la autenticidad inequívoca de una realidad compartida y en ningún caso superior a otra. El espejo se convier­te en una lente cóncava o convexa allí donde la mirada identifica al bárbaro como invasor violento, al hereje y al infiel como cómplices del diablo, al rústico como ignorante, al nativo como salvaje incivilizado... toda una serie de retratos unificados demasiado elementales para un legado más complejo que ha inducido a pensar a Europa en términos elitistas.

El futuro de Europa

Los grandes sueños de Occidente como el aumento ininterrumpido de la riqueza, el avance tecnológico, se han convertido en una pesadilla ecológica, en un fracaso de los modelos económicos e interpretativos. Mirar al futuro con nuestros instrumentos ópticos y nuestra experiencia equivale al desconcierto de unas expectativas que no se verifican.

«Necesitamos salir de la galería de es­pejos deformantes en que está atrapada nuestra cultura. Sólo entonces podemos empezar a estudiar las sociedades huma­nas y emprender la tarea de desmontar esa visión lineal del curso de la historia que interpreta mecánicamente cada cam­bio como una mejora, cada nueva etapa como un progreso.»

Europa ante el espejo transmite una propuesta solidaria, recomienda un nuevo cambio de rumbo: es hora de abandonar con urgencia las concepciones evolucio­nistas de la humanidad, la creencia en el

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CRÍTICA DE LIBROS

progreso ilimitado, como si de una gran escalinata se tratara y el primer mundo obtuviese su premio en razón de su es­fuerzo. Sólo una conciencia más global del destino colectivo de la humanidad puede invertir el lenguaje etnocéntrico y falaz del proyecto europeo en un mundo más simultáneo y crecientemente cons­ciente de ello. Compartimos un único es­pacio de problemas que han de ser en­frentados cooperativamente si queremos solventar los riesgos de nuestra propia aniquilación.

La diversidad interna sobre la que se originó históricamente Europa es la clave para desarticular la invención contempo­ránea de un enemigo exterior que impide reconocer el hecho de que los problemas de unos y de «otros» son comunes. Así, por ejemplo, la situación de los inmi­grantes, los trabajadores extracomunita-rios, constituye esa cuenta pendiente, ese oscuro telón de fondo, irreconciliable con el discurso bien elaborado de la Unión Europea.

El Tratado de Maastricht contempla desde su inicio un proyecto unificado de «ciudadanía» donde los ciudadanos po­drán ser electores y elegidos en comicios municipales y europeos, en el estado en que residan, independientemente de su nacionalidad. De ia misma manera un ciudadano comunitario se podrá acoger a la protección diplomática de otro estado de la Unión Europea en un país donde el suyo no tenga representación.

En 1986 los estados miembros de la Comunidad, la CE, apuntaron algunas mo­dificaciones del Tratado de la Comunidad Europea (Roma 1957). Entre ellas se en­contraba la del artículo 8-A (diciembre 1992) que definía la creación de un «es­pacio sin fronteras interiores». A nivel teórico estos fueron los aspectos más so­bresalientes. Desafortunadamente, junto a esta progresiva desaparición de las fronte­ras, los distintos estados miembros acor­daron una «armonización» de la política de admisión de extranjeros. Poco a poco tomamos conciencia del ensanchamiento hacia el Este y hacia el Sur de una fronte­ra exterior comunitaria protagonista de la cara oculta del proceso: vigilancia fronte­riza, concesión y control de visados, mo­dificación de la Ley de Asilo, etc. Somos testigos de la internacionalización de la exclusión como fuente de identidad y de dominio.

El futuro de Europa discurre en una contradicción inmanente: aquella que pro­mueve la construcción de una identidad política supranacional junto al destierro de ¡a diferencia, una política liberal de circu­lación de servicios y mercancías unida a un proteccionismo absoluto en cuanto a la «libre» circulación de personas. El cami­no para una verdadera comunidad política parece haberse diluido en el reflejo inme­diato del interés económico, en la garantía de identidades concretas y en la exclusión de los otros... en proyectos sin solidaridad y con voluntad de mercado.

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