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Y EL SISTEMA DE FO Los historiadores de los Reyes Católicos que nos •dejaron memoria de sus admirables hechos en los misinos años de su reinado o en ios inmediatos pos- teriores nos dan un interesante testimonio de la ma- nera de proceder tan egregios monarcas en lo relati- vo a las fortificaciones militares. No es que descu- . bramos en las páginas de aquéllos la formulación de un principio general, mas de los casos que nos cuen- tan podernos muy bien inducir el criterio normal con que los Reyes obraron eH lo tocante a la ma- •teria. Van Don- Fernando y Doña Isabel recorriendo las tierras de su reinado y recobrando las fortalezas en que se han refugiado los rebeldes. Estos son unas veces partidarios del Rey de Portugal, y otras se- ñores feudales que, negando la justicia real, actúan . según su voluntad, cometiendo contra los vasallos toda clase de actos de fuerza. De .ordinario, al ser tomarla una fortaleza, el cronista añade que fue aba- tida por los Reyes. Salvo en contadísimas ocasiones» - no es un acto de venganza. Constantemente se deja ...salir con vida a sus defensores y, sin embargo, se de-

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Y EL SISTEMA DE FO

Los historiadores de los Reyes Católicos que nos•dejaron memoria de sus admirables hechos en losmisinos años de su reinado o en ios inmediatos pos-teriores nos dan un interesante testimonio de la ma-nera de proceder tan egregios monarcas en lo relati-vo a las fortificaciones militares. No es que descu-

. bramos en las páginas de aquéllos la formulación deun principio general, mas de los casos que nos cuen-tan podernos muy bien inducir el criterio normal

• con que los Reyes obraron eH lo tocante a la ma-•teria.

Van Don- Fernando y Doña Isabel recorriendolas tierras de su reinado y recobrando las fortalezasen que se han refugiado los rebeldes. Estos son unasveces partidarios del Rey de Portugal, y otras se-

• ñores feudales que, negando la justicia real, actúan. según su voluntad, cometiendo contra los vasallostoda clase de actos de fuerza. De .ordinario, al sertomarla una fortaleza, el cronista añade que fue aba-tida por los Reyes. Salvo en contadísimas ocasiones»

- no es un acto de venganza. Constantemente se deja...salir con vida a sus defensores y, sin embargo, se de-

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JOSÉ ANTONIO MARAVALL

rriban las piedras tras las que se hicieron fuertes-En 1111 caso tras otro, Hernando del Pulgar da lamisma noticia: "toda aquella fortaleza luego el Reyla mandó derribar". A veces, el texto aun es más ex-plícito, como en la rendición de Cantalapiedra, en laque Don Fernando, como de ordinario, otorga el per-dón de las vidas y, no obstante, "mandó derribar'todo ío fuerte della e cegar las cavas e otras de-fensas que tenían fechas". No es esto, en absoluto,un acto de rencor. Incluso cuando rinde la plaza de-Castronuño, guarida de bandoleros, cuyo poderoso-alcaide, según Pulgar, "defendía a otros homes ma-tadores o criminosos e adebdados e a otros que ha-bían cometido excesos e maleficios", el proceder es-el mismo (i). Ocho meses, según testimonio de Ber-náldez, duró el asedio de este fuerte, y el fin fue-el de siempre: perdón de vidas y a la fortaleza "lafizo derribar, asolar toda por el suelo" (2). Sólo enla expedición a Galicia contra el conde de Leímos.mandaron destruir más de veinte fortalezas. Y conmuchos de los grandes y pequeños señores de aquelReino, alborotadores, bulliciosos, rebeldes a la leyreal, no hicieron más que sacarlos de las tierras ga-llegas para enviarlos a reforzar los fuertes de fron-tera.

Porque, eso sí, y ésa es la otra vertiente de la.cuestión, las 'fortificaciones próximas a tierras ex-trañas vamos viendo en esos relatos que se sal-van de tan constante afán destructor y hasta se-

(1) "Crónica de ios Reyes Católicos", B. A. A. B. E., vol. LXVI;:parte 2.a, cap, LXVI.

(2) "Historia de ios Reyes Católicos Don Fernando y Uofía Isabel".,,cap. XXVIII; 3. A. A. E. E., vol. LXVT.

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EL REDIMEN DE ESTADO JÍODEüNO Y EL SISTEMA DE FORTIFICACIÓN MILITAK

hacen otras nuevas, como en la raya de Francia,típica mentalidad de alcaide feudal, el que gobiernael fuerte de Trujillo se niega a entregarlo a la Rei-na porque él ha prometido, en contrato feudal devasallaje, no darla niás que a su señor, el Marquésde Villena, porque la había recibido de él y "no te-nía mandamiento suyo .para la entregar a otra per-sona". El Marqués tiene, que acudir personalmente;.y bien contra su voluntad hace por fin entrega de la'plaza a la Reina. De ello se ha demostrado, pues,bien claramente en este caso, servir el castillo paraopugnar al poder real. Pero está próximo a la fron-tera portuguesa y los Rej es lo conservarán. Sólo que,.al pasar más tarde por allí, el Rey Fernando dejaráde alcaide un hombre de su confianza, no como se-ñorío que le entrega, sino como función que le en-comienda de regir el castillo en. nombre de los Re-

Por un lado, venios a estos Reyes abatir los casti-Interiores de sus reinos naturales; por otro»

conservar, mejorar y hacer suyas las fortalezas de-frontera.

Hay aquí toda una concepción política que Influ-ye en la actuación militar. Entre ambas se mues-tra una estrecha relación. Es frecuente decir que elconcepto y estructura de la fortificación militar cam-bia .con la artillería y, en general, depende de las-armas que se emplean en el ataque. No es de hoyesta idea, de la que, claro está, no pretendemos de-cir que sea falsa, más sí que es Insuficiente. Ya enel siglo XVII Fernández de Villarreal, en obra triit

(3) Pu'gar, ob. til., cap. LXVlIi de la -2.a parte.

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TOSE ANTONIO MAKAVALL

sintomáticamente se titula Arquitectura militar o for-tificación moderna, escribía que "inventado el usode la pólvora y de la artillería conocieron lo pocoque estaban defendidos con lo flaco de aquellas de-fensas" (4), y Fernández de Medrano, que unos añosdespués, al escribir la suya, se sirvió mucho de laobra anterior, reconoce que los antiguos torreones"duraron hasta que se Inventó la pólvora y uso dela artillería, la cual obligó a buscar nuevas defen-.sas" (5). Tal es la diferencia entre las nuevas y lasviejas construcciones castrenses que Villarreal dejapara éstas el nombre tradicional: castillos —"casti-llo es una fortaleza a lo antiguo, cercada de foso ytorres" (6). La venerable voz que dio origen al nom-

del Reino de Castilla en la Edad Media dejóigar a los modernos términos —plaza fortifica-

da, fortaleza, cindadela, etc.— que serán usados enla época de las nuevas formaciones políticas: los ex-tensos Estados soberanos.

.No son sólo, sin embargo, razones de técnica mi-litar las que hacen cambiar las formas de la for-tificación. No sólo aquello con que se ataca y aquellocon que se resiste hacen transformar las íortificacio-

(4) Paxís, Juan ilenaali, 1649, pág. 3. Esta obra .es refundición dela del P. George Fournier, Architectttre militedre, cuyos ditejos y plan-chas utiliza. El autor es portugués, aunque escribe en castellano y dedi-•ca so obra a! hijo del Embajador ea París del Rey de Portugal, Juan IV.

(5) El arquitecto perfecto en el arte militar. Bruselas, LambertoMarchant, 1700. Esta ohrzi compendia la del propio autor que con eítitula de El Ingeniero se publicó en el mismo lugar trece años antes.Copia algunos párrafos de la citada en la nota anterior. El autor -eraprofesor de la Academia del Ejército español en Flandes.

(6) Ob. di., pág. 8. Sobre la evolución, desde el punto de vista téc-nico, de los fortalero-s, puede verse todavía con interés la vieja obrade Viollet le Duc, Historie ¿Tutu- fortereose, París, HetzeJ et Cíe.

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EL RÉGIMEN DE ESTADO MODERNO V EL SISTEMA DE FORTIFICACIÓN MILITÁIS

nes militares. Hay que pensar también en quiénes sonlos que se defienden, por qué se defienden, por man-dato de quién lo hacen, qué está detrás de ellos y quéesperanzas pueden poner en los que están de-trás, etc. Pues bien, todas estas razones son de natu-raleza netamente política. Toda una innegable co-nexión se da entre forma política y forma militar.Y es natural que la radical novedad que como forma•política moderna presentaba el Estado monárquicofrente al Reino medieval se proyectara haciendo va-riar el sentido de las guerras y de los medios enellas empleados. Del hecho de ese cambio se teníaconciencia. ¿Cuál era su sentido? Alonso de Falen-cia, que es enteramente una mentalidad renacentista,pensaba que el triunfo militar necesitaba sobre todode dos factores: disciplina y orden, no bastando eltuero ejercicio de las armas al que el castellano dela Edad Media se dedicaba predominantemente. Dis-ciplina y orden son factores políticos dentro de unejército. Y el conocimiento de .su decisivo papel enel triunfo, Alonso de Falencia, en el tratadito a modode fábula que sobre ello escribió, lo presenta comocosa que le ha enseñado un fingido personaje, laDiscrección, a la que, corno buen renacentista, hacemorar en Italia (7). Y es allí, en esa Italia del Re-nacimiento, en donde Maquiavelo se preguntaba sila artillería impedía el uso antiguo de guerrear, y lle-gaba a la conclusión de que no era ésa la causa dehaberse perdido los antiguos modos guerreros, sinola falta de disciplina (8). Maquiavelo, llevado, como

(7) Tratado de la perfección del triunfo müitar, publicado por D. An-tonio M.° Fabié, Madrid, Alfonso Duran, 1886.

(8) Discorsi sopra la prima. Deca di Tito Lkño, parte 2.a, cap. XVII.

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JOSÉ AWTOKIO MAEAVAIX

buen humanista, de su entusiasmo por los romanos,,negaba a su tiempo aquello por lo que se iba a ca-racterizar, si no en los pequeños principados italia-nos del xv, sí, inmediatamente después, en los gran-des Estados del xvi y, concretamente, en esa Mo-narquía en la que, al empezar, hemos visto cómoactuaban las Reyes Católicos. Y eso por lo que se ca-racteriza la guerra desde el -xvi es la presencia deejércitos disciplinados.

Orden y disciplina no sólo han hecho los ejércitosmodernos, sino- que han presidido el desarrollo de susarmas, por esta razón cada vez más científicas y me-cánicas. Orden y disciplina han hecho también esasformas de poder político, cada vez más compactas yhomogéneas, en que, durante los siglos modernos^ha vivido el europeo.

Desde el final de la Edad Media, los ejércitosno se moverán en medio de un guirigay de voces yalaridos, sino que, como magnífico instrumento deuniformidad y disciplina, aparecerá en ellos el tam-bor. Ya no tendrá cada grupo o cada Orden su pro-pia ley, SÍBO que se irá buscando una. norma común..En 1598 se publica en Bruselas la obra del españolSancho de Londofío: Discurso sobre la forma de-reducir la disciplina militar a mejor y antiguo es-tado. Sus máximas se generalizarán y el libro setraducirá al francés, pasando más tarde algunas desus normas a Ordenanzas militares contemporáneas..En esa misma obra se trata de uniformar la indu-mentaria y armamento de los distintos cuerpos. Yesa uniformidad se recomienda en la munición: "to-dos los arcabuces deberían ser de una misma muni-

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EL RÉGIMEN BE ESTADO MODERKO Y EL SISTEMA DE FORTIFICACIÓN MILITAE

ción o pelota, porque a necesidad puedan los unos.servirse de las pelotas de los otros" (9).

Hacer intercambiables unos elementos por otroses el espíritu de la civilización moderna, es la ilu-sión de la racionalización. Pero antes de ver cómoeste espíritu racional actúa en materia de fortifica-ción, veamos cómo aparece en el Estado y pasemosdespués a ver cómo la política racional influye enel concepto de fortificación militar.

Un Reino medieval supone una forma de poderdiscontinuo y heterogéneo. Frecuentemente tiene quepararse en sti acción frente a sectores exentos soferelos que no tiene validez su mandato. Y esto" sucede-de hecho y, no menos, de derecho. Debajo del Rey•existen señores cuyas fuerzas pueden oponerse yaun vencer a las de éste. Hay señores feudales que,incluso por meras relaciones de derecho privado -—su-cesiones, matrimonios, contratos— llegan a reuniruna suma de poder mayor que la que queda en manos•del Rey. Son frecuentes los enclaves y ni aun de rei-no a reino pueden señalarse con precisión los límites•que los separan. Pero, es más, incluso sobre los queestán sometidos a su autoridad no tiene el superiorlos mismos derechos. No sólo es discontinuo, sinoheterogéneo su poder, como llevamos dicho. En pri-mer lugar, 110 todos los grupos están colocados en lamisma postura dentro de la relación de sujeción po-t

lítica. Desde el Rey hasta el siervo hay unas capas ticautoridad política gradualmente colocadas. Política-mente^ 110 sólo socialmente, todos mandan y obede-cen, aunque sea en grados distintos. Y más aun, has-

(9) Impresa por Roger Velpius; la cita en la pág. 23.

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JOSK ANTONIO MARAVAIX

ta para los colocados en una misma capa, el conteni-do de su relación con el poder real no es siempre elmismo. Privilegios, fueros, exenciones, (pe individual-mente se conceden, hacen que el Rey no pueda obrarcon el misino poder respecto a unos y otros. Y lo quesucede, con las personas acontece también con los te-rritorios. No todas las comarcas están sujetas en losmismos términos a la corona.

En esta situación se levantan los castillos y seconstruyen los muros de la ciudad como medios paradefender, llegado el caso, su ley propia, su privile-gio y, con él, el poder que, dentro de la legalidadfeudal, se detenta. Por eso, la fortaleza medievalsurge en cualquier parte donde hay una exenciónque mantener, y se cierra- sobre si misma porque notiene relación con ningún otro sistema defensivo.Todo se pierde o todo se gana con el vencimiento ola victoria de los que están dentro. Es el recinto enque se guardan los derechos del señor o de la ciudad,esos derechos sobre los que el poder real, por conce-sión al señor o por usurpación de éste, no puede ac-tuar. Por eso, la fortaleza se cierra al Rey y a cual-quier otro poderoso. En el texto de un compromiso,ajustado perfectamente al derecho feudal, de defen-sa de la fortaleza de la Catedral de Orense, LopeSuárez se obliga ante el arcediano "de agardar e nona entregar salvo a o dito arcediano nen coller enela rey nen princepe nen outro alguinio cabaleiro et-cétera nen per cartas suas nen de outra alguna per-sona" (10). Y en esto tendrá lugar más tarde el cant-

(10) Ver E. Leiros, "Acerca de las torres y fortalezas de la Cate-dral y del Palacio episcopal de Orense", en Cuadernos de Estudios Ga-llegos, II-S, 1946, pág. 100.

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EL RK01MKN HE KáTADO MODERNO Y EL SISTEMA BE .FORTIFICACIÓN MILITAR'

radical, porque no sólo no se podrán cerrar lasfortalezas al poder real, sino que sólo el Rey será se-ñor de ellas y no habrá necesidad de cerrarlas a nin-gún otro señor porque ninguno • habrá que sea atacarla en son de guerra privada, en territcen los que el Rey impone a "todos su paz.

Esto último supone el paso de la fortaleza comomedio singular de resistencia en un sistema de he-terogeneidad del poder a un régimen general de de-fensa de un poder compacto, homogéneo y superiora todos. El Estado que se organiza en las grandesMonarquías europeas del Renacimiento es una for-mación compacta de poder que se impone a todos yen todo su ámbito. Para protegerse de los que desdefuera puedan atacarla necesita no tener .dentro desu órbita ningún otro poder que se le oponga, ningu-na instancia ajena. El ideal sería una configuraciónterritorial cerrada y regular, y cuando esto no esposible hay que asegurar sus ventajas por mediode comunicaciones seguras y por el dominio del mar:tal es el problema para la Monarquía española de losAtistrias. Rige, pues, en el Estado un principio decontinuidad física, -o lograda, cuando menos, por elapO3 o militar de sus partes, unas en otras.

Pero ese poder, además, ha de mandar a todospor igual. De la misma' manera que se hace dueño dede todas las fortificaciones y que su titular, el Rey,absorbe la jefatura de todas las fuerzas —tal es e!caso también de los Reyes Católicos convirtiéndoseen maestres de las órdenes militares—, ese poder delEstado reúne todos los fragmentos de poder políti-co que estaban en .manos de señores, estamentos, ciu-dades. No hay más ley que una para todos. Frente

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JOSÉ .WTONIO MARAVALL

ai privilegio, ley igual. Frente a la exención, justiciareal. Xo sólo todos lian de obedecer, sino que todos yen todas las partes del territorio del Estado se lia deobedecer igual. Los Reyes Católicos, al vencer la re-sistencia de los señores gallegos, dejan, con un go-bernador que ellos designan, cuatro doctores de su'Consejo, nos cuenta Hernando del Pulgar, es decir,cuatro letrados, cuatro funcionarios que impongansu ley y administren su justicia ( n ) . Si las forta-lezas son derruidas es para que esos independientesservidores de Estado puedan no hallar obstáculo ensu función. Si el poder del Estado cambia de mane-ra de ver respecto a las fortalezas es porque hacambiado la concepción política. El poder del Estado•organiza sus medios según un principio de homoge-

Y sobre estas bases el poder político se yergueen una definitiva posición de eminencia. El poder•del Estado es eminente, soberano. Ser soberano,•dirá Bodino, es no tener superior. Y esta nota desuperioridad es la que plenamente aceptan y convier-ten en esencial al concepto de soberanía nuestros es-critores políticos de los siglos xvi y xvn (12). ElReino medieval no sólo veía disgregado y quebradosu poder, sino que por encima de él se alzaban unasúltimas y definitivas instancias a las que aquél esta-ba subordinado. No sólo era ya la suprema jurisdic-ción imperial la que desde fuera se le imponía, sino•que de un reino a otro, a consecuencia de una derro-ta militar o por otros motivos, podía constitutirse

(11) Ob. di., i.a parte, cap. 3LXVI.(12) Ver mi Teoría española del listado en el siglo XVII, pág. 224.

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EL RÉGIMEN DE ESTADO MODERNO Y EL SISTEMA DE FORTIFICACIÓN MILITAR

una relación de vasallaje. Y esto es lo que resulta in-compatible con la posición del Estado soberano. Nitener el poder por concesión de otro, ni estar sujeto•a un poder extraño. Ser, en su ámbito territorial,eminente, señorearlo en todas direcciones, es la pre-tensión que formula el nuevo poder político del Es-tado. Y como hasta el límite de su propio espacioese poder se extenderá continuo y uniforme, la lí-nea que le pone término adquirirá entonces un nuevoy extraordinario realce. Aparece con ello un con-cepto político, vago e irrelevante en toda la EdadMedia, cu torno al cual se va a hacer la historiamoderna: el concepto de fronteras. Ellas son las quedelimitan hacia dentro el ámbito de una homogenei-dad de obediencia a un único poder y hacia fuera ellugar en que hay que establecer la separación y, por•ende, la defensa frente a otras formaciones políticasanálogas, frente a otros Estados. De este modo, eseconcepto político se convierte a su vez en un decisivoy fundamental concepto militar (13).

Este colosal hecho de la aparición de las fronte-ras como factores políticos decisivos lo percibe Gra-dan, con conciencia clara que le permite contraponeruna formación netamente estatal, como la de Fran-cia, a la que en España se conservaba todavía conun aspecto de Imperio tradicional. "Hay también-grande distancia de fundar un reino especial y ho-mogéneo dentro de una provincia, al componer unimperio universal de diversas provincias o naciones.Allí, la uniformidad de leyes, semejanza de costum-

(13) Ver Naí, "La idea del Estado en la Edad moderna", NuevaÉpoca. Madrid, 1947, pág. 75.

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KiSK AXTONIO MARiWALL

bres, una lengua y un clima, al paso que lo unen ensí lo separan de los extraños. Los mismos mares, losmontes y los ríos le son a Francia término natural ymuralla para su conservación. Pero en la Monarquíade España, donde las provincias son muchas, las na-ciones diferentes, las lenguas varias, las inclinacio-nes opuestas, los climas encontrados, así como es.menester gran capacidad para conservar, así muchapara unir." (14)

Las fronteras van a asumir una nueva función...Dicho con palabras de Gracián, a un Reino "lo se-paran de los extraños", y al mismo tiempo tienen lavirtud, hacia dentro, de "fundar un reino especialy homogéneo". Tan hondamente y con tanta rapidezarraiga el 'concepto de fronteras en el siglo xv:rique se las considera como un factor natural. Del tes-timonio de Saavedra Fajardo a este respecto he he-cho }Ta referencia en una ocasión; del de otro escri-tor político y militar, Vicente Mut, daremos noticialuego.

Un listado se constituye, pues, como una unidadseparada de lo que no es ella, como una homoge-neidad de poder y obediencia, como una homogeneidadtambién de empresa colectiva, mucho más rica quela xle los viejos reinos medievales, y a la que hay (pedefender, porque lo primero que un Estado necesitaes conservarse para poder seguir sus tareas, incluso-de conquista. Para enriquecer y aun ensanchar unaMonarquía lo primero es conservarla y, por conse-cuencia, defenderla. "No menos lia de procurar unPríncipe a dilatar su imperio que a fortificarle, de

(14) El Político, ed. de ía Eib. de Filósofos Españoles, pág. 5.

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EL KECIMEST HE ESTADO MOÜEHNÜ Y EL SISTEMA DE FORTIFICACIÓN II!LITAR

manera que lo vuelva seguro de los asaltos de losenemigos", dice Lancina (15).

Ahora bien, para conservar un Estado habrá quefortalecerlo; pero, ¿equivale esto a fortificarlo comoa fines del xvis. da por supuesto, y su opinión es lacomún, Lancina? Ante la nueva situación política,ante las nuevas formas de poder, con su sentido pro-pio de conservación y seguridad, ; qué cabía hacercon las fortalezas?

Sin duda, supuestas éstas,, el empleo de la arti-llería obligaba a ciertos cambios: a poner un terra-plén detrás de los ro.11.ros; a cambiar las torres en ba-luartes, a disminuir la altura de las cortinas, porqueel problema no estaba ya en dificultar la escalada;a sustituir por otra más ventajosa la planta o tra-zado geométrico de los fuertes —por ejemplo, de re-dondos hacerlos triangulares, según el unánime pa-recer de la época, que todavía Vauban sigue en susconstrucciones—: a separar más esos fuertes, de mo-do que bastaba con que cayeran dentro del tiro demosquete, etc.. Y así otros muchos cambios referentesa los reparos, fosos, falsabraga, estrada cubierta,contraescarpa, parapetos, etc. Incluso podían perdersu valor elementos ,de fortificación antiguos: comola barbacana, las empalizadas, el donjon, etc. Peroen realidad, la artillería, aunque en su «so y gene-ralización estaba ya ligada al nuevo espíritu y ala concepción política del tiempo, lo cierto es ememilitarmente pudo traer consigo otras consecuencias,por lo menos en una primera fase: así, la inutilidad

(15) Comentarios políticos a Cayo Cornelia lácito. Madrid, Mel-chor Aívare/., 1687. ?ág. 71.

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JOSÉ ANTONIO MABAVABL

de las fortalezas. Y esto es lo que sostuvo un pen-sador político de las calidades de Maquiavelo. En ElPríncipe, llega a esta conclusión: "La regla que pue-de darse consiste en que si el príncipe tiene más mie-do a sus pueblos que a los extranjeros, debe edificarfortalezas; pero si teme más a los extranjeros que•a sus subditos, le conviene 'prescindir de ellas" (16).A esta conclusión llega partiendo de las nue-•vas posibilidades del arte bélico. El supuesto del ma-yor temor a los subditos propios resulta extraño yresponde forzosamente a tina situación de poder muyinestable y excepcional Por eso vuelve sobre el tema•en. los Discursos sobre Tiíoó Litio, y allí concluye que•para sus dos posibles fines son más perjudiciales•que útiles las fortalezas. Para dominar a los subdi-tos porque engendran orgullo en el príncipe qtie lasposee, el cual, juzgando no necesita del amor de susvasallos los oprime y maltrata, con lo que viene a•perder su amor y con él el concurso para defenderse-de quienes le ataquen: "Si quieres que te sirvan y•ayuden a recobrar un Estado perdido, donde sólo•queden a tu favor las fortalezas, necesitarás un ejér-cito para arrojar del país al que te lia expulsado, con-cuyo ejército de todos modos recobrarías el Esta-do aunque no hubiera fortalezas, tanto más fácil-mente •cuanto más fieles te sean los subditos, por nohaberles maltratado a causa del orgullo que te ins-piren las plazas fuertes." Para defenderse de losextranjeros son inútiles por la misma razón: "nolas necesitan los reinos y repúblicas que tienen bue-nos ejércitos, y si no los tienen, son aquéllas in-

( Í6 ) Cap. XX.

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EL HKGIMEST BE ESTADO MODERNO Y EL SISTEMA DE FORTIFICACIÓN M I U T A R

útiles; porque los buenos ejércitos defienden el paíssin necesidad de fortalezas, y éstas, sin buenos ejér-citos, no pueden defenderlo". "Muchas plazas fuer-tes, agrega, han sido conquistadas y reconquistadasen las guerras de estos tiempos con igual facilidadque ° se conquistan y reconquistan las comarcas abier-tas." Y estos entiende finalmente Maquiavelo, hayque ponerlo en la cuenta de la artillería. Por cansade ella nunca han sido tan inútiles las fortalezas co-mo en su tiempo (17).

Estas opiniones de Maquiavelo, como todas lassuyas, tienen la virtud de encender una viva polémi-ca cuando -el antimaquiavelismo cunde por Europa»Y en ella acaba, por adquirir un sentido político mo-derno el tema de las fortificaciones.

Una vez más se equivoca también en esto Ma-quiavelo, sostiene Barbosa, porque si los castillos sonmedios para mantener sojuzgadas a las poblacionesjpor esta misma razón hay que mantenerlos, y suconveniencia se advierte sólo con ver que para estefin su uso es general y el levantarlos los príncipesviene a ser como un derecho de gentes. Todo inte-rés político e histórico está ausente de. esta opinión,ajena por entero a los supuestos del régimen estatalque en la época se daba (18).

Vengamos a lo que dice un escritor político, mili-tar de profesión, que, en el terreno doctrinal, da ra-zón de la conducta que vimos seguida por los Re-yes Católicos: Saavedra Guzmán. "Materia de Es-tado es en los grandes Reinos no consentir fortifi-

(17) Discorá, 2.a parte, cap. XXIV.(18) Discurso de Ja verdadera y jurídica rasión de Estado, fol. 147.

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JOSÉ ANTONIO MAKAVAIX

car a nadie en el centro de ellos; sólo se halla forzosala resistencia en las fronteras, en las avenidas deotros Príncipes vecinos: cuanto aquello pudiera oca-sionar de guerras civiles y atrevimientos en los va-sallos, esto los asegura." Toda la concepción polí-tica .del Estado está en la base de estas palabras:las fortalezas son algo que lia de desaparecer del in-terior del país, y sólo son medios adecuados de defen-sa en las avenidas de los vecinos, de los Estados extra-ños. Sólo cuando el territorio de una de estas forma-ciones políticas es tan pequeño que fácilmente pudieraser cruzado en caso de invasión, se pueden tambiénerigir fuertes en el interior, porque allí, en rigor,todo es próximo a las fronteras. "En los pequeñoslistados, advierte sagazmente, no milita esta orden,no lian de tener palmo de tierra que se pise sin di-ficultad sin llevar el cañón" (19).

En realidad, el problema de la fortaleza internaen manos de un señor o cualquiera otro poder par-ticular es ya algo que lia pasado, en pleno XVJT. Eneste sentido las palabras de Saavedra Guzmán sonmodernas, pero no actuales. Y constituyen un comple-to anacronismo las de Alamos de Barrientes reco-mendando a las ciudades que 110 abatan sus murosporque son defensa de servidumbre frente al Monar-ca (20). El tema actual viene a ser, con el de la de-fensa de las fronteras, el de la sujeción de plazasen las que amenaza rebelión. Y en perfecta réplica aMaquiavclo, habla de ello Saavedra Fajardo. Lasfortalezas las construye v las mantiene el poder real.

(19) Discursos de '/asen de Estado y guerra. 1635; ¡p&g. 360.C20) Tácito español, ilustrado con aforismos. Madrid, Luis Sán-

chez, 1614; pág. 885.

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SL RÉGIMEN DE ESTADO MODERNO Y EL SISTEMA DE FORTIFICACIÓN MILITAR

Se levantan, dice, "o en los confines de los, reinospara oposición de los enemigos o al lado de las ciu-dades para defensa de los puertos y surgideros opara guarda de los ríos, y también para cerrar elpaso al enemigo e impedir el comercio y explanarlos edificios en. caso de rebelión o expugnación".Claro que en "ios reinos hereditarios, donde ya esnatural el amor de los vasallos y segura su fidelidad,se pueden excusar aquellas fortalezas y presidios quesolamente sirven de freno a los subditos y no a losenemigos", pero en los. rebelados o en aquellos enque puede alzarse un pretendiente son convenientesporque permiten asegurar su posesión y aminorar elgasto del enorme ejército que, sin ellas, habría quemantener. Recoge el- anterior problema y consideraque por si pueden sublevarse los ciudadanos se lianderribado a veces sus muros, pero esta' "desiden-•cia (o rebelión) se debe ponderar mucho si pesamás que el peligro del enemigo, porque éste sola-mente con la defensa de ios muros y el valor pue-de ser repelido, y hay muchas artes con que man-tener obedientes a los subditos, sin llegar al desdénde la confianza y a la afrenta del desarmamiento".Es un puro problema político ver si al derribar losfuertes se puede producir la impresión .de que se des-confía de unos subditos o. si al construirlos se puedesospechar que se teme de su falta de fidelidad, porqueen ambos casos se ayudará a incurrir cu el delitoque se trata de prever. Lo que hay que hacer es obrarcon tacto, y en el caso de tener que edificarlos que losvasallos "se persuadan que más es conveniencia deellos que desconfianza la fábrica de las fortalezas".En cuanto a los fuertes para la defensa exterior, no

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JOSÉ ANTOKIO MAKAVAIX.

puede sostenerse que sean perjudiciales porque en cas»de perderse hagan más difícil recobrar el reino; siem-pre permiten retener la invasión y acudir con el soco-rro. Por eso, de las fortificaciones, acaba afirmandoSaavedra Fajardo que '£s.on- éstas seguridad de losciudadanos y freno a su libertad" (21).

En lugar del problema de los poderes feudales,.desaparecido desde el momento en que se Jaa llevadoa cabo una plena estatalización de las fortalezas,.aparece ahora el del trato con. los subditos, teniacaracterístico de una época en la que empieza a ma-nifestarse el poder de la opinión.

Aun tratando de mantenerse en la pura posi-ción del técnico y aunque su obra es exclusivamente:de esta -naturaleza, Vicente Mut recogió también elfondo político latente en la época por debajo de laciencia de la arquitectura militar: "Algunos malossucesos de estas cindadelas refieren los que las re-prueban, siguiendo a Maquiavelo, que se quiso hacercélebre con la impiedad y extravagancia de sus dic-támenes. No es de. mi asunto- este punto político.Conocerá el príncipe los peligros del Estado y lacondición de los vasallos." A unos será mejor tratar-los con la fuerza; a otros, atraerlos con amor. "Perocomo quiera que estos castillos induzcan alguna su-jeción, la lealtad del vasallo admite por saludablelo que pone en celos al malcontento" (22).

Realmente en la nueva época del xvn, con unEstado que echa sobre sí la carga, cosa inconcebiblepara un Reino medieval, de atender a toda una com-

(21) "Introducción a la Política y razón de Estado del Rey Cató-lico Dea Fernando", B. A. A. E. E., voL XXV, pág. 427 y sigs.

(22) Arquitectura militar. Mallorca, Francisco Oliver, 1C64; pág. 66.

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EL KEGIMEN BE ESTADO MODERNO Y FX SISTEMA DE FORTIFICACIÓN MILITAS,

pleja serie de tareas culturales, educativas, económi-cas, etc., para fomentar el bienestar de sus ciudadanoso, como con bella frase dice Rivadeneira, la "felicidadtemporaf's ¿cómo éstos no iban a encontrar saludableun sistema de fortificación que asegurase stsa e independencia? Y esto es lo que adviertela fortaleza es protección no de una exención, sinode una variada empresa de bienestar: "La defensapropia, dice, es la fortificación. En ella goza desus bienes la paz y de su socorro la guerra; se vivecon quietud y se teme menos a la hostilidad porqueguarda el sueño a los que abriga. Ella aumenta loscomercios porque guarda los muros a la habitaciónque son sus puertas. Bárbaros son los. hombresque peregrinan por el campo y por el monte con lasarmas: la fortificación los pone en compañía ci-vil" (23). Todo lo que de límite y de orden, de ra-cionalidad, hay en el régimen estatal se proyecta enesta frase última: la fortificación hace la compañíacivil, la sociedad política, el Estado.

Por eso viene de la Naturaleza, de donde vienetodo aquello que es razón. La Naturaleza para eíhombre del xvn es una racionalidad espontánea, es-el orden de lo creado en que debe basarse toda obrshumana. Natural es la frontera -y natural fortificar-la. "La conveniencia de fortificar las fronteras, re-conoce el propio Mut, nos la enseña la Naturaleza,pues ella misma ha fortificado los confines de ios-reinos y provincias con las murallas y cordillerasde los montes o con los fosos de los ríos" (24). Y"

(23) Ob. cit, pág. 2.(24) Ob. cit., «ág. 72.

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JOSÉ ANTONIO MARAYAIX

.si alguna duda cabe de su valor político, recordemoslas funciones de esta clase que les cumple llenar se-gún el pensamiento del autor: "Hácense estas fortifi-caciones en las fronteras para defender el costadode los reinos o provincias, impedir la entrada delenemigo, abrigar las fuerzas y aririas propias, asegu-rar la retirada en ios buenos progresos de las gue-rras, acobardar las sublevaciones, amparar los soco-rros, impedir la diversión de armas por aquella partey para otras particulares máximas de Estado, • quedejo por no ser de este asunto" (25). Son máximas deEstado, confiesa este arquitecto militar, las que secumplen en la fortificación.

De este modo, evitando la acción perturbadorade un poder extraño y sometiendo todas las partescu que impera el propio a la misma sujeción, lasfortificaciones liarán posible la realización efectivadel principio de homogeneidad del poder que antesseñalábamos como propio de la forma política, de lamodernidad.

Al pasar a ser elemento del poder central, la for-taleza deja de ser una construcción aislada paraformar parte de un sistema organizado, mediante elcual se sirve el principio de continuidad del poder,de modo tal que cierren y hagan perfectamente com-pacto el espacio del Reino que protegen. La forti-ficación militar moderna, en perfecta corresponden-cia morfológica con la política de la época, tiene el mis-mo sentido de bloque unido y apoyado en sus partes.Sin esto no existe fortificación, ya que el fin de ésta,por su misma definición, es colocar "una plaza de suer-

(25) Oh. c:;\, pág. 72.

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EL EKCI11EN DE ESTADO MODERNO Y El. SISTEMA DE FORTIFICACIÓN MILITAS

te, dice el P. José de Zaragoza, que pueda resistir a lasmáquinas (le guerra y no haya parte en ella que noesté defendida de otras sus vecinas" (26). Esta es laidea esencial que se traducirá en tula serie de nor-mas de arquitectura militar, de modo tan. necesarioque al cubrir una plaza, dice Fernández de Medra-no, "si esto es de suerte (pe no haya parte en todaella que 110 esté vista y defendida de otra, se dirá quees plaza fortificada, y siéndolo sólo con una cerca demuralla se le dará título de cerrada, nías no defortificada" (21/).

El apoyo de las partes mutuamente, la trabazónde unas con otras para que el todo resulte defen-dido igualmente por todas ellas es el ideal, como loes también .respecto al bloque entero de un Estado.De aíií, la general preferencia de los ingenieros dela época por la llamada "fortificación regular", aque-lla cuyo trazado tiene los lados y ángulos iguales,porque de esa forma "tiene la defensa uniforme".Cuando el terreno no lo permita y haya que acep-tar una. planta irregular "se han de observar iospreceptos de la regular, en cuanto la disposición delterreno lo permitiere" (28). Al moderno sentido deracionalidad y uniformidad parece añadirse, en elfondo de este ideal por las figuras regulares, unavieja creencia, que atraviesa toda la Edad Media,en la virtud de ciertas relaciones matemáticas, demodo que al leer nosotros una vez más en el ingenie-ro del ejército español en Flandes, Alonso de Ce-

(26) Fabrica y v.-so de varios instrumentos matemáticas. Madrid, An-tonio de Zafra, 1675; pág. 27.

(27) Oh. cit., p%. 3.(28) P. José de Zaragoza, loe. cit.

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JOSÉ ."OÍTON'íO SiAKAVALI.

consigue cerrar con todo rigor el ámbito de un po-der político con Jas máximas exigencias de un prin-cipio de continuidad.

Por esta misma condición de un extenso "detrás",de una interioridad en la que vive un pueblo entero,con Jos múltiples recursos —hombres, dineros, armas,etcétera— que de él pueden obtenerse y que está obli-gado a dar porque la defensa de las fronteras y lu-gares de acceso es defensa suya y de sus bienes, lanueva fortaleza está concebida sobre la posibilidaddel socorro. Esta era la razón definitiva que en justi-ficación del sistema de fortificaciones con vistas a laguerra exterior, daba, como ya vimos, un escritor dela época, frente al criterio de Maquiavelo. Las forta-lezas nuevas se conciben, contando con la normalidaddel socorro, nueva situación del régimen mucho másamplio de poder que el Estado supone en relación ala organización feudal, en la que la ayuda sólo even-tualmente podría, tener lugar. Por eso, los especialis-tas de arquitectura militar recomiendan situar losfuertes de manera tal que a su vez hagan posible esaayuda. Aquellos que se levantan en la costa se comu-nicarán con el mar para poder recibir el auxilio delas naves propias; los interiores, con la espalda pro-tegida hacia la parte- en que quepa esperar que que-den los amigos. Todos los tratadistas dan entrada enel sistema de sus normas a esta esperanza de socorro..Pensando en ella, advierte el P. Zaragoza que la for-taleza "hácese en los lugares más fuertes y altos de laplaza y a un lado, de modo que toda no esté dentro,ni toda fuera... En los puertos se procura hacer a laparte del mar o por lo menos que con alguna estradaencubierta tenga comunicación con él, para poderse

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Í:L ¡lÉcnMEK riK ESTADO MODERNO Y EL SISTEMA DE FORTIFICACIÓN MILITAR

socorrer por allí (32). Un escritor político. MártirRizo, afirma nada menos que "el asegurar cuanto sepudiere el ingreso del socorro es la principal mira quese debe tener en fabricar fortalezas" (33), idea quemantiene en relación al caso concreto de los fuertes,de Amberes.

Esta comunicabilidad del sistema militar se haceposible sobre la base del espacio continuo con que elnuevo 'Estado, como la física de la época, cuentan.Para el defensor crea la necesidad y, a su vez, la po-sibilidad de resolver los problemas de ayuda y eva-cuación. Y para el atacante el tener que atender enlos fuertes de campaña a cuestiones de esta mismanaturaleza, levantando éstos '"''para impedir algfepaso y en los sitios para impedir el socorro o paratener retirada y poder invernar el ejército" (34).

Conviene ahora que recordemos la tercera notaque al analizar las características deí poder estatalseñalábanlos en éste: su eminencia. El misino con-cepto aplica Vicente Mut a las modernas fortifica-ciones: "que estén eminentes" (35). Y "en lugar emi-nente3' también recomienda Villarreal que sean em-plazadas (36).

Pese a lo que pueda parecer, el problema era muyotro. para el castillo feudal: allí 110 había cuestiónde eminencia, sino de inaccesibilidad, de la mismamanera que el poder feudal no trataba de hacerse su-

(32) Ob. dt., págs. 92 y 93.(33) Defensa contra el Conesiaggio en las Guerras de Flan-des, fo-

lio 42.(34) P. Zaragoza, toe. di.(35) Ob. dt, pág. 66.(36) Ob. dt., págs. 137 a 139.

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TOÍiK ANTONIO MARAVALL

perior sobre amplias extensiones y sobre una complejaorganización, sino de mantenerse inmune. Por eso,para el castillo feudal lo principal venía dado por lanaturaleza: el picacho cortado y casi inaccesible,y sólo en segundo lugar la imano del hombre actuabapara acentuar esas condiciones, elevando los murospara evitar la 'escalada y excavando un hondo fosoque de ser posible, para mayor dificultad en atrave-sarlo, había que llenar de agua. Para la modernaconcepción de la fortaleza no conviene que los murosasciendan demasiado porque tienen que dejar pasarpor encima el tiro de la artillería y, sobre todo, dedentro a fuera, como advierte el P. Zaragoza, hande ser las obras gradualmente más bajas para (pe

jugar sobre ellas el cañón (37). Y no tienenpensar sólo ya en evitar la escalada, porque, apar-

te de que, entonces, como dice Fernández de Medra-no, '"las minas y artillería excusan esta diligen-cia" (38), no sólo hay que mirar ya a los atacantesque vienen de fuera, sino a la función que en una zonaalrededor compete a la moderna fortaleza.

El castillo feudal era protección de cuanto lia-"bía que defender. Dentro de él estaban no sólo losque habían de empuñar las armas, sino todo lo quede su vida civil habían de proteger éstos. Inmedia-tamente después de la primera línea de cortinas ytorres se encontraban las cuadras, almacenes, habi-taciones de los servidores: detrás del segundo recin-to amurallado se observaba el palacio del señor, enel que se albergaba su vida privada entera, y junto

(37) Oh. cit., pág. 79.Í38) Ob. cit, pág. 122.

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EL RÉGIMEN DE ESTACO MODERNO Y EL SISTEMA BE FORTIFICACIÓN MILITAR

a él se erguía el donjón o torre principal. Todo que-deba dentro en. caso de ataque —personas y rique-zas—. Y nada de fuera había que defender. Por esosu misión no era más que esperar al enemigo y poreso la defensa se hacía desde el mismo muro y con-tra ios que estaban al píe del mismo muro. El idealde' una fortaleza, dentro de la disgregación feudal,sería el nido de águilas.

Pero una moderna fortaleza está puesta paradefender el amplio suelo de un Reino. No hay posi-bilidad de introducir en su interior la extraordina-riamente desarrollada vida civil que en un Rstack>se da. Por eso, con el régimen estatal se desalojade la fortaleza' todo elemento civil Dentro ya nohay un palacio para la vida privada, sino tan sólomorada para los que guerrean. Y, en cambio, la forti-ficación tendrá-por objeto defender una extensacomarca, idealmente hasta el límite en que comien-za otra, protegida a su vez por otro fuerte. Esa dis-tancia es, dado el estado de la técnica en aquellaépoca, corno ya llevamos dicho, el tiro de cañón. Losque estén dentro se defienden no por ellos, sino encumplimiento de una función pública, para defen-der a los de detrás. Esto es lo que exige el expertoCristóbal de Hojas: que desde la fortaleza se des-cubra y barra todo el valle y, para ello, que a su al-rededor "esté todo explanado y liso" (39), con esa li-sura que morfológicamente recuerda a aquella conque contempla desde su altara el poder real al con-junto de sus subditos, cualquiera que sea su posiciónsocial.

(39) Teoría y práctica de fortificación.. Madrid, Luis Sánchez,1598; folio 4-

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JOSÉ AUTOKIO MAEAVALL

Con claras palabras, las primeras de las cualesdan la razón de estas nuevas circunstancias, Cristó-bal Lechuga sostiene que "las fuerzas (es decir, lasfortalezas) haciéndose como se hacen para asegurarlas provincias y las ciudades de ellas en parte quehagan estos efectos, se hagan de aquí en adelantede manera que vean lo más que pudieren de la partedonde se fundaren, sin daño suyo, y <jue queden se-ñoras de la campaña vecina" (40). Tenemos, porconsiguiente, aquí el reconocimiento de estas trescosas: que no importa la inaccesibilidad, puesto que110 se trata de una acción aislada, sino la eminenciaque hace siempre relación a partes sobre las que seseñorea; que no se tenía esto en cuenta anteriormentey que en cambio a ello habrá epe atender, como diceLechuga, "de aquí adelante", y que el fin de estaspoderosas construcciones militares no es la defensade los que están dentro, sino la seguridad de las pro-vincias y sus ciudades. Por eso, la acción que se lesencomienda no es sólo la de mantenerse invulne-rables, cubriendo a los de dentro, sino que se des-parrama sobre toda una comarca, de modo tal queen la defensa de ésta puede ceder, antes de cerrarsesobre sí misma en último extremo, una importanteparte de sus energías combativas. Esto nos lo diceel propio Cristóbal Lechuga, que nos adelanta inclusoel cálculo de lo que puede consumirse en esa acción ex-terior. Según él, "llegado el tiempo de defender unafuerza, sepan todos que en éste no se defienden solaslas murallas, fosos, estrada cubierta, sino lo que

(40 Discurso en que traía de la artillería y de todo lo necesario a ella,con ÍÍK tratado de fortificación y airas advertimientos. Milán, Malates-ta, 1611; pág. 241.

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EL RÉGIMEN Iffi ESTABO MODEBNO X EL SISTEMA DE FORTIFICACIÓN MILITAR

más pueden de la campaña y que es necesario hacer-lo y perder en defender que no lleguen los enemi-gos al foso la mitad y los dos tercios de la gente,siendo menester" (41), manera de proceder que mi-litarmente además se justifica como procedimientopara dar tiempo al socorrro o a que se lance otra em-presa por tropas distintas del mismo poder que li-bre a los que se defienden de la presión enemiga. Ve-mos aquí una vez más cómo una conducta puramen-te militar depende del hecho decisivo del nuevo ré-gimen político, debido al cual, ios que aguantan de-trás de los muros no están solos, sino que en su

contar con Ja coordinación con los restantes recur-sos del Estado. Y no solamente influye esto en el mo-do de desarrollar el combate, sino en la misma dis-posición o estructura de los fuertes. Porque los fuer-tes, aparte de que puedan ser tales por naturalezao por industria humana, pueden y deben serlo, segúnBernardino de Escalante, por la materia o por laforma: "por la materia cuando tienen gruesas mu-rallas, grandes terraplenes, anchos y profundos fo-sos". Por la forma serán fuertes y cuando la, tengantal que "de lejos cuanto más se pueda y de más par-tes ofendan al enemigo con armas de tirar" (42).Porque no se trata de salvarse sólo los de dentro,sino de debilitar lo más posible al enemigo en favorde aquellos otros fuertes y de las restantes tropasdel propio país, con las cuales realizan la acción -con-junta de pelear contra el enemigo. Ya 120 se tiene cn-

(41) 05. di., pág. 268.(42) 06. át, folio 118.

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JOSÉ ANTGXIO MAMA?ALL

frente sólo al enemigo privado de los que se encie-rran en la fortaleza atacada, sino a un enemigo pú-blico del Reino, enemigo del poder único y eminentedel soberano que, por ser justamente la cabeza, sesiente herido por cualquiera que acometa a una delas partes de organismo tan firmemente trabado.

Y yolvamos a preguntarnos ahora qué comarcasdeben ser ésas en las que se alce fortaleza, aunquerocemos con esto una cuestión que ya antes planteá-bamos, sin acabar de resolverla. Los castillos seño-riales surgen diseminados sin orden sobre el suelode un país. Es cierto que ya antes, siglos antes, de laépoca moderna, se pueden dibujar líneas de fortifi-cación, dispuestas según un criterio ordenado. Estoha sucedido siempre que ha existido con alguna fuer-za la idea de un poder central gobernando sobre un

' territorio extenso. Sería a este respecto interesanteel estudio del sistema árabe de fortificación en Espa-ña, como en general el estudio de los elementos quela cultura política árabe pudo prestar al régimen deEstado, cosa que ayudaría a comprender la tempra-na y relativamente madura política de este tipo enEspaña. La misma empresa de conquista y coloni-zación castellana sobre tierras de moros se va reali-zando de manera que deja varias líneas ordenadasde castillos, escalonados según los avances cristianosy señalados por el curso alto del Ebro, el Arlanza,el Duero, etc. (43). La fragmentación del poder po-lítico en manos de los señores descompone esta or-denación en el emplazamiento, aparte de las otras

(43) Ver Pérez de Urbel, Historia del Condado de Castilla. Ma-drid, C. S. I. C, 1946.

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EL RÉGIMEN DE ESTADO MODERNO Y EL SISTEMA D2 PORTIFICACIÓN MILITAS

características que heñios ido viendo. Cuando la cen-tralización'estatal vuelve a instaurar en una compac-ta v amplia sociedad política una nueva unidad depoder, la determinación de las comarcas que debenser señoreadas por fuertes viene a ser ésta: en losterritorios de que se es Rey natural, se emplazan enfronteras y costas y en general en los lugares .de ac-ceso; en los países conquistados se construyen enciudades importantes y en puntos que aseguren elsocorro y la retirada; en países poseídos de antiguo,pero en los que hierva -un afán de insurrección, enlas más plazas en que sea posible, teniendo muchocuidado de que quede la cindadela apartada de la po-blación, con un vacío en medio, recomienda Fernán-dez de Villarreal, "para que en caso de revoluciónno puedan los moradores llegar al foso sin ser des-cubiertos" (44). Estos casos dan lugar al tipo espe-cial de fortificación que la técnica de la época llamacindadelas. Son los fuertes junto a una población,los cuales se ponen "más comúnmente para sujetarsus habitadores, siendo vasallos revoltosos o reciénconquistados" (45). Este tipo de construcción se hacepara evitar fortificar la plaza entera, que, ademásde ser "más caro, puede fácilmente permitir a los ha-bitantes, advierte el mismo autor, hacerse dueños dela guarnición. La separación entre vida civil y fun-ción militar llega aquí, como es propio, al máximo.

Y .aun hemos de fijarnos en tina nueva relaciónioraial entre poder de Estado y arquitectura militaren ía época moderna, que responde a un nuevo sen-

(44) Oh. di., Pág. 139.(45) Fernández de Medrano, T»ág. 156 y sigs.

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JOSÉ ANTONIO MAIiAVAXX

íido, equivalente formalmente en ambos casos, en elempleo de la fuerza. El poder del Estado es un po-der constante y enérgico, pero no cruel; eficaz y quepenetra en cualquier parte, pero no duro. A cambiode no fallar ordinariamente y mantener una propor-ción prevista y normal en su. castigo, reduce engran medida la necesidad, de una actuación especta-cular e impresionante. Algo así sucede también conel cañón frente al hacha, con la pelota artillera fren-te al ariete. El Estado tiene un poder menos duro ymenos frágil, como el hierro sobre el diamante. Nomenos es el poder del Estado más resistente a los em-bates. La misma indumentaria militar nos permitiráuna comparación de sentido muy próximo a la ante-rior. Y en esta misma relación se halla el muro de lafortaleza moderna respecto a la muralla del viejocastillo. Por esta razón, Barbosa advertía que "elgénero de muralla que en apariencia es más fuertey en realidad menos seguro es aquel que de piedramaciza se compone, especialmente para los tiemposde hoy, en que la furia de la artillería, a imitacióndel fulminante rayo del cielo, allí hace efecto, adon-de halla más dura la resistencia" (46). Y dirigién-dose al arquitecto militar, el P. Zaragoza recomien-da para los muros piedra suave en la que se en-gasten las balas. Es más, para resistir al mosquetebasta con -unos cestoncillos de tierra o lana, o mejoraun, mezclados de las dos cosas (47). Piénsese en laabsurda resistencia que esto sería para el golpe delmandoble, arma cuyas posibilidades mortíferas, en

Cl.6) Oh. di., folio 148.¡'47) Oh. di., pág. 46.

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EL BÉGIMEN HE ESTADO MODERNO Y EL SISTEMA BE FORTIFICACIÓN MILITAR

cambio, son tan considerablemente reducidas relativa-mente ai arcabuz. Como la lucha ha dejado de ser unacuestión personal, la protección -deja de pesar sobrecada individuo por medio de armaduras más o menosrutilantes. Tampoco la obediencia al poder es yauna relación, iiiterpersonal, sino una situación públi-ca y uniforme de los ciudadanos.

Para contemplar nuestra visión de la moderna for-taleza debemos preguntarnos ahora, aunque sólo seabrevemente, quiénes son esos que detrás de los nuevosmuros, dotados ahora de terraplén y sobre los ba-luartes triangulares en que se asientan los cañones,se defienden sirviéndose de tan orgánica concep-ción de una fortaleza. El tema por sí solo requeriríatina gran, extensión y además desborda nuestro ob-jeto. Sólo daremos de él unos datos que ayuden acompletar nuestra interpretación.

Por de pronto, estos que guarnecen las fuertesdel Rey en las Monarquías del sigio xvn deben ser,según el pensamiento de la época, ejércitos naciona-les. A pesar de que Maquiavelo dejó bien sentadala superioridad de las tropas propias y a pesar deque la política militar del tiempo camina hacía esasolución, no obstante, hay escritores españoles enlos que se observa todavía alguna vacilación, peroes tan considerable mayoría la de los que requierenel empleo exclusivo o por lo menos predominantede fuerzas propias, que podemos presentar este cri-terio como general en España. Los casos en que sub-siste cierta confusión sobre el asunto se deben a laconservación .de vestigios de una vieja organizaciónimperial que hacen que la Monarquía de los Austrias

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JOSÉ ANTQXIO MAKAVALI.

en España no acabe de'.adquirir plenamente la tra-za de un Estado moderno..

Escritores de política militar como Bernardino deMendoza o Baños de Velasco defienden la superio-

pensamiento de la época, no llega a elaborar teórica-mente es ío de qué lazo sea ese que hace de un ejér-cito fuerzas propias de un Rey. Lo coman es utilizarel viejo concepto de vasallos naturales, propio delsistema feudal, en el <ques sin embargo, ha tenidolugar un notable ensanchamiento. Pero no estandoconfigurado con precisión el concepto político de"puebla" es natural que no se llegue a ver el vínculoque entrelaza a los que a un misino pueblo perte-necen. Sin embargos resalía suficientemente claroel sentido político que se da al sistema de ejércitosnacionales. Responde plenamente a ese fundamentalprincipio de homogeneidad que rige en la estructuradel Estado, como venimos diciendo. No sólo lian deseg-uirlo las piedras de los fuertes en su disposición ar-quitectónica, sino también el elemento personal, vi-viente, de la fortaleza. De este modo todas las per-sonas que en su interior se defienden —y no menosrige esto para los que desde fuera atacan— habránde estar uniformemente sometidos al Príncipe, ha-brán de constituir un bloque homogéneo de obedien-cia. Y esto es lo que ve perspicazmente Alamos deBarrientes: el motivo de que los Príncipes hayan defundarse sobre las fuerzas de sus propios reinos esel de que sólo ellas "dependen absolutamente de suvoluntad" (48). Ello es lo que hace que un poderío

(48) Oh. ai., pág. 36.

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no sea "inestable, caduco y de poca duración", con-diciones tocias ellas opuestas a las pretensiones deestabilidad y permanencia que el Estado posttila. "Elque puede poner su confianza en sus propias fuer-zas, sin tener necesidad de las ajenas, bien se puedetener por seguro en cualquier accidente. Y así cual-quier príncipe ha de procurar tener tales fuerzasy ejércitos que dependan de sí solo y funde su segu-ridad en su propio poderío" (49).

' ¿Bastará con esta relación de ciudadanía naturalpara conseguir toda la homogeneidad en la obe-diencia y la transmisión continua a través de las tro-pas de la acción militar deseada? El amor al Prín-cipe era estimado por algunos suficiente para estarseguro éste de obtener de un ejército cuanto a unejército hay que pedirle. De este amor derivan en elsoldado las virtudes militares de lealtad y fideli-dad, valor, abnegación, etc. Ante todo, virtudes per-sonales o, mejor, morales requería en el alcaide defortaleza el título XVIII, Partida II : "todo alcay-de que toviere castiello de señor debe seer de bueníinage de padre et de madre; ca sí lo fuere siemprehabrá vergüenza de facer del castiello cosa que leesté mal nin por que sea denostado él nin los que deldescendieren: otrosí debe ser leal porque todavía se-pa guardar quel rey nin el regno non sean deshereda-dos del castiello que toviere: et aun ha menester quesea esforzado porque non dtibde de se parar a lospeligros que al castiello vinieren: et sabidor con-viene que sea porque sepa facer et guisar las cosasque convinieren a guarda eí a defendimiento del cas-

Í49) Alamos, oh. di., pág, 649.

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Breve es la referencia a que sea sabidor yaun a ello se añade que "non debe ser mucho escaso",tampoco muy pobre y, en cambio, sí "muy acucioso"en defenderse. Y lo misino sobre la gente de armasa que en el castillo dé entrada el alcaide para su de-fensa. "'Meter debe el alcayde en el castiello caba-lleros, et escuderos et ballesteros et otros homesdarmas quantos entendiere quel convienen, o scguntla postura que liobiere con el señor de quien lo to-viere: et debe mucho catar que aquellos que M me-tiere si fueren fijosdalgo que non haya fecho nin-guno dellos trayción nin aleve, nin venga de linage detraydores: et estos átales debe apoderar sobre losotros homes que estodieren en el castiello, porque leguarden de manera que por él pueda complir su dere-cho del." A lo sumo lo que se pide además es que losballesteros sean prácticos.

Es curioso que en el Discurso de Escalante, al queya nos referimos, se hace alusión todavía, en mate-ria de las personas de una fortaleza, a estos textosde las Partidas. No es con esta condición de prácticosni con sólo condiciones morales con las que se confor-mará el XVII. Lo necesario será que sean instruidos.Ya al empezar señalábamos el interés decisivo quecobra la cuestión de la disciplina; pues bien, la ins-trucción es la disciplina no moral, sino profesio-nal. Tengamos en cuenta que ya en el xvi las com-pañías realizan lo que en el tiempo se llama "alar-des", es decir, la instrucción. Y que las primeras aca-demias militares nacen entonces. "Al ejército no ha-bituado a guerras, recomendaba Alamos, antes quese vea con el enemigo, es bien acostumbrarle a todoslos trabajos de la milicia, para que con el uso los

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lleve después fácilmente."1 Ello tiene una doble ven-taja: sobre hacerlos más diestros, eleva el ánimo delos soldados al ocuparse con esta "figura y semejan-za de guerra" (50).

Mas para ios que han de dirigir y mandar, paralos oficiales, la exigencia de instrucción es muchomayor: se convierte en la de poseer tina verdaderaciencia. Aquello que, como representante de un espí-ritu guerrero tradicional, le hacía • contar a DonQuijote como uno de los males de su época de hie-rro, frente a la virtud de pasadas edades de oro, elpredominio de la teórica frente a la práctica de lasarmas (51), es, en cierta medida, verdadera carac-terística de la época del Estado moderno, sólo queno hay que ver en ello un motivo de debilidad. ¿Nohabía caballero como D. Diego de Álava y Viamontque sin haber servido en el ejército se lanzaba a pu-blicar un grueso volumen sobre El perfecto capi-tán? (52). Y es que ese capitán perfecto, para esteautor y para su época, había de estar, como rezael subtítulo, "instruido en la disciplina militar y nuevaciencia de la artillería". El buen técnico artillero,entendía Álava, ha de estar muy versado hasta en losseis primeros libros de Eudldes. Y esto es estudioy ciencia, 110 ejercicio. "Pocos meses que se gastenen entender este arte con los fundamentos necesa-rios, decía, son de más efecto para el uso de la arti-llería que veinte años de soldadesca" (53). ¿De dóa-

(50) Ob. di., págs. 408 y 851,(51) Parte 2.", cap. i."{52) El perfecto capitán, instruido en la. disciplina, multar y nueve

aenda de la artillería. Madrid, Pedro Madrigal, 1590.(53) Ob. di., íoíio 235.

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de salió., se pregunta, este prodigio y espanto común(la artillería), sino de la geometría?" Por eso, 61 tra-ta de presentar aquélla "reduciendo este ejercicio ademostraciones matemáticas" (54). Su libro está llenode teoremas y demostraciones, de figuras geométri-cas, de tablas, y tiene el interés de haber criticadoy reformado las tablas de alcance del veneciano Tar-taglía, famosas en la época. Para el mismo infanteno deja de ser éste el problema cardinal también,Según Cristóbal Lechuga, el Maestre de campo ge-neral se preocupará ante todo de los teoremas deformación de escuadrones, adaptación al terreno, co-locación regular de los soldados, etc. Y todo esto seresuelve por medio de multiplicaciones y divisiones,proporciones, raíces cuadradas, figuras geométricas,etcétera, con relación a las cuales su libro lleva copio-sas tablas fe).

Pero la mayor proximidad entre el arte de la gue-rra y la cieacia de las matemáticas se da en la arti-llería y la fortificación en su concepción moderna.Ambas responden directamente al espíritu del tiem-po, al espíritu racional, de cálculo, al que tiene tam-bién como fundamento la forma política del Estadomoderno. Por eso, en los libros de la época se tratanaquéllas de ordinario seguidas. Y por eso también esla organización castrense del xvn la materia de lafortificación está a cargo del capitán general de la ar-tillería (56). Como a ésta Álava, también a la arqui-

Í54) Oh. di., folio 3.(55) Discurso en que se trata del cargo de Maestre de Campo Ge-

neral y de iodo lo auc de derecho le loca en el excrciío. Milán, 1603.(56) Bemardino de Escalante, oh. di., folio 115.

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EL RÉGIMEN DE ESTADO MODERNO Y EL SISTEMA DE FORTIFICACIÓN MILITAR

tectura militar trata Cepeda de presentarla '-'redu-cida ya casi toda a la regla y al compás". Este es alanhelo común. Y hasta hay quien se decide a ofrecersu obra con un título propio de materia puramenteracional y especualtiva: es el caso de Folch. de Car-dona con la que llama "Geometría militar" (57).

El cañón y el fuerte van a ser los medios de que3 a razón tenga una palabra decisiva que decir en lascontiendas bélicas. Tal es la ilusión üitelecttialísta•—y más que ilusión— de aquella época en que Eu-ropa daría a Descartes. Porque todo cuanto es ra-zón es seguridad y está en la mano del hombre. "Noes la pieza de artillería, decía D. Diego Felipe de Al-bornoz, la que hace el daño, (pe puede dar el golpe envago; la ciencia de quien nivela es quien asegura eltiro"-(58). Y la misma soberbia esperanza tenía pues-ta en el nuevo modo de fortificar una plaza Enríquezde Villegas: "Cuanto más fuese perito en la fortifi-cación el que expugna o define, tanto con más certe- •za, menos costa, mayor seguridad y brevedad logra-rá su intento" (59).

Los antiguos, observan algunos tratadistas, ao ha-cían caso de los ángulos (60). En el siglo, xvn, encambio, todo es cuestión de ángulos y líneas, todo esobra de razón (61). Y el que con ella caminare, dice

(57) Geometría, militar, en la cual se comprenden las tnaiemáíicasde la fortificación, regular e irregular y las tablas politnétricas propor-cionales para dar medida a cualquier plaza. Ñapóles, 1671.

(58) Cartilla política y cristiana. Madrid, 1666; folio 76.(59) Academia de fortificación de piusas y nuevo -¡nodo de fortifi-

car tina piusa real. Madrid, Alonso de Paredes, 1Ó51; pág. 8.(60) V. Mttt, 06 di., pág. 3,(61) De iodos modos, como la razón humana opera siempre sobre

unas circunstancias históricas que condicionan sus posibilidades, de la

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JOSÉ AXTOMQ HAKAVALL

la ilusionada creencia de la época, con mayor ordeny seguridad llegará al término deseado: la victoriade las armas, de esas armas que entonces son ya com-plejos y exactos mecanismos. Una máquina sabiamen-te calculada pretende también llegar a ser la organi-zación del Estado moderno y obra de cálculo sontambién sus fortificaciones. Por eso pueden trazarsesobre el papel. Lo primero que ha de hacer todo ar-quitecto es dibujar el plano de su fábrica. Y algunose admira de haber visto hechas en cera las forti-ficaciones de «Genova y, poco tiempo después, haber-las contemplado fielmente reproducidas en la reali-dad. La razón no se conforma con menos que contrazar el mundo y hacerlo a su manera.

Y, como todo lo que es racional, acaba por estaral alcance de cualquiera. Bacon pretendía montarun notnííu orgamim en sustitución de la vieja lógicaaristotélica, que, como instrumento de la ciencia, es-tuviera al alcance de todos. Eso es lo cjue cree conse-guir con su racionalización de la artillería el técni-co del XVII. El fin que busca Álava y Viamont redu-ciendo a fórmulas matemáticas el uso del cañón noes otro que el de que "se pueda valer cualquier arti-llero grosero, falto de Aritmética y Geometría", por

misma manera la forma política nueva del Estado no se organiza abitdfio y las modernas fortificaciones castrenses se constituyen sobreviejas murallas. "En el .día de hoy, reconocía Cepeda, las más veces sereparan y fortifican las plazas antiguas y son muy pocas las que seedifican de nuevo" (ob. ák, pág. 82). Esto da lagar, .en los -tratados deArquitectura Militar, a ana parte dedicada a las maneras de aplicar lasconcepciones nuevas a los viejos trazados. En rigor, bien puede de-cirse qne, en todo el campo de la vida política y de las obras huma-nas, éste es un problema fundamental y un constitutivo límite de larazón.

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EL RÉGIMEN DE ESTADO MOBERSO Y BL SISTEMA BE FORTIFICACIÓH MILITAR

medio de tablas y siguiendo "un camino muy lla-no" (62). Y del arte de fortificar pueden obtenerse,cree Saavedra Guzmán, "partes tan ásperas que unniño sabe defenderlas; el arte ha hallado el caminoaun para lo imposible" (63).

De cuanto llevamos dicho queda, a nuestro pa-recer, de manifiesto la estrecha relación entre for-mas políticas y formas militares, en especial formasde arquitectura militar. Se encuentran éstas, en laépoca a que nos hemos ceñido, ligadas esencialmenteal concepto político fundamental de frontera tal co-mo por el pensamiento político de entonces ftié cla-ramente percibido. Si pudiéramos continuar nues-tra exposición veríamos cómo al cambiar las ideas,las creencias, las ilusiones del siglo xvn, cambiantambién las formas políticas y, con ellas, las militares.Ello explicaría la extraña y sugestiva coincidenciacon la de Maquiavelo de la argumentación de Rous-seau contra las fortalezas. Pero 110 en balde quedaráen medio la decisiva experiencia política y económi-ca del siglo XVIII. El paso de los fisiócratas pareceoírse en aquella frase de Rousseau en la que afir-ma que las fortalezas se levantan con las piedras de-rruidas de las casas de los labradores (64). Y toda laprecipitación del sistema de creencias racionalistasde la época anterior en la esfera del sentimiento na-cionalista, dramático y total, se encuentra de ma-nifiesto en la opinión de Rousseau de que' no hay for-taleza superior a los pechos de ios ciudadanos libres y

(62) Ob. cit., foEo 3,(63) Ob. cit., 360.(64) Contrat socied, lib. III, cap. XIII.

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JOSÉ ANTONIO MARAVAIX

amantes de la patria (65). Los nuevos modos de lasguerras napoleónicas se anuncian en esas palabras.Las Monarquías modernas lian pasado y comienzael Estado nacional.

JOSÉ ANTONIO MARAVALL.

(65) Considérations sur le gouvertnent de Pologne, cap. XII.

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