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JOSÉ MIGUEL NOGUERA CELDRÁN ELENA CONDE GUERRI Editores científicos MURCIA 2008 ESCULTURA ROMANA EN HISPANIA V

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JOSÉ MIGUEL NOGUERA CELDRÁNELENA CONDE GUERRI

Editores científicos

MURCIA 2008

ESCULTURA ROMANA EN HISPANIA

V

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ESCULTURA ROMANA EN HISPANIA, VActas de la reunión internacional celebrada en Murcia

del 9 al 11 de noviembre de 2005

Fundación Cajamurcia – Centro Cultural Las ClarasUniversidad de Murcia – Facultad de Letras

Organizan

Patrocinan

Editores científicos José Miguel Noguera Celdrán

Elena Conde Guerri

Comité organizadorPresidente: José Miguel Noguera Celdrán

Secretaria: Maravillas Pérez MoyaVocales: Elena Conde Guerri y Pascual Martínez Ortiz

Comité científicoLuis Baena del Alcázar, Universidad de Málaga

José Beltrán Fortes, Universidad de SevillaElena Conde Guerri, Universidad de Murcia

Eva Koppel, Universidad Autónoma de BarcelonaPilar León Alonso, Universidad Pablo de Olavide de Sevilla

Trinidad Nogales Basarrate, Museo Nacional de Arte Romano de MéridaSebastián F. Ramallo Asensio, Universidad de Murcia

Isabel Rodà de Llanza, Universidad Autónoma de BarcelonaPedro Rodríguez Oliva, Universidad de Málaga

José Miguel Noguera Celdrán, Universidad de Murcia

Coordinación generalMaravillas Pérez Moya

Dirección General de Bellas Artes y Bienes CulturalesRegión de Murcia

Coordinación editorialBegoña Soler Huertas, Universidad de Murcia

El volumen Escultura Romana en Hispania V se enmarca en el proyecto de investigación BHA 2002-01845, financiado por la Dirección General de Investigación del Ministerio de Ciencia y Tecnología, cofinanciado con fondos FEDER.

Reservados todos los derechos. Queda prohibido reproducir, almacenar en sistemas de recuperación de la información y transmitir alguna parte de esta publicación, cualquiera que sea el medio empleado (electrónico, mecánico, fotocopia,

grabación…) sin el permiso previo de los titulares de la propiedad intelectual.

© De los textos y las ilustraciones: sus autores© De esta edición:TABVLARIVM

C/ Manfredi, 6, entlo.; 30001 Murcia (España)Tlf.: 868 940 433 / Fax: 868 940 429

[email protected]

ISBN: 978-84-95815-14-9Depósito Legal: MU-2383-2008

Impreso en España / Printed in Spain

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Índice

PRESENTACIONES

PEDRO ALBERTO CRUZ SÁNCHEZ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13JOSÉ ANTONIO COBACHO GÓMEZ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15CARLOS EGEA KRAUEL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17

INTRODUCCIÓN

JOSÉ MIGUEL NOGUERA CELDRÁN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19

CONFERENCIAS INVITADAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27L’AULA DEL COLOSSO NEL FORO DI AUGUSTO: ARCHITETTURA E DECORAZIONE SCULTOREA . 29

LUCREZIA UNGARO

LA POLICROMIA DELLE STATUE ANTICHE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65PAOLO LIVERANI

TOMOGRAFÍA DE LA ESCULTURA ANTIGUA SEGÚN EL ERUDITO Y ACADÉMICO FRANCÉS

CONDE DE CLARAC (†1847) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87ELENA CONDE GUERRI

ARGUMENTOS GENERALES Y COLECCIONISMO MODERNO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113RETRATOS IMPERIALES DE HISPANIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115

JOSÉ ANTONIO GARRIGUET MATA

LAS ESTATUAS FEMENINAS EN HISPANIA: CONSIDERACIONES ACERCA

DEL CONCEPTO DE CIUDADANÍA VISTO A TRAVÉS DE LOS SIGNOS EXTERNOS . . . . . . . . . . . . 149CARMEN MARCKS

CULTI ORIENTALI IN SPAGNA: ALCUNE OSSERVAZIONI ICONOGRAFICHE. . . . . . . . . . . . . . . 163BEATRICE CACCIOTTI

LOS RETRATOS IMPERIALES DE TORTOSA (TARRAGONA): ¿COPIAS DEL RENACIMIENTO? . . . . 187EVA MARÍA KOPPEL

IMITACIONES Y FALSIFICACIONES DE SARCÓFAGOS ROMANOS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA. . . . 209MARKUS TRUNK

TARRACONENSE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 221EL PRIMER HORIZONTE DE ESCULTURA CELTÍBERO-ROMANA EN LA MESETA: LAS ESTELAS DE GUERREROS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 223

JOSÉ ANTONIO ABÁSOLO ÁLVAREZ

LOS JULIO-CLAUDIOS EN BILBILIS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 235MARÍA LUISA CANCELA RAMÍREZ DE ARELLANO Y MANUEL MARTÍN-BUENO

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LA ESCULTURA FUNERARIA TARDORROMANA DE LA PROVINCIA DE TOLEDO: NUEVAS APORTACIONES PARA SU ESTUDIO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 247

SERGIO VIDAL ÁLVAREZ

EL PROGRAMA ESCULTÓRICO DEL FORO DE SEGOBRIGA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 283JOSÉ MIGUEL NOGUERA, JUAN MANUEL ABASCAL Y ROSARIO CEBRIÁN

LOS ALTARES MONUMENTALES CON PULVINI DEL NORDESTE PENINSULAR . . . . . . . . . . . . . . 345MONTSERRAT CLAVERIA

LA DECORACIÓN ESCULTÓRICA EN LOS MONUMENTOS

FUNERARIOS ROMANOS DEL ÁREA VALENCIANA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 397JOSÉ LUIS JIMÉNEZ SALVADOR

LA PEQUEÑA ESCULTURA EN BRONCE DE ÉPOCA IMPERIAL EN EL PAÍS VALENCIANO . . . . . . 425FERRÁN ARASA I GIL

UN FRAGMENTO DE ESTATUA MONUMENTAL DE BRONCE DE LUCENTUM . . . . . . . . . . . . . 457MANUEL OLCINA DOMÉNECH

HALLAZGOS ESCULTÓRICOS EN LA COLONIA ROMANA

DE LIBISOSA (LEZUZA, ALBACETE) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 481ANTONIO M. POVEDA NAVARRO, JOSÉ UROZ SÁEZ Y F. JAVIER MUÑOZ

BÉTICA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 499ESCULTURAS ROMANAS DE CONOBARIA (LAS CABEZAS DE SAN JUAN) Y VRSO (OSUNA). LA ADOPCIÓN DEL MÁRMOL EN LOS PROGRAMAS ESTATUARIOS

DE DOS CIUDADES DE LA BAETICA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 501JOSÉ BELTRÁN FORTES

TRABAJOS PREPARATORIOS PARA LA ELABORACIÓN DEL C.S.I.R. DEL SUR DE ESPAÑA . . . . . 545LUIS BAENA DEL ALCÁZAR

LAS ESCULTURAS ROMANAS DEL MUSEO LORINGIANO DE MÁLAGA.HISTORIA DE LA COLECCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 565

PEDRO RODRÍGUEZ OLIVA

ESCULTURAS DE VRSO (OSUNA, SEVILLA) CONOCIDAS POR REFERENCIAS

LITERARIAS Y OTRAS INTERPRETACIONES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 643ISABEL LÓPEZ GARCÍA

LUSITANIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 653PROGRAMAS DECORATIVOS PÚBLICOS DE LUSITANIA: AUGUSTA EMERITA

COMO PARADIGMA EN ALGUNOS EJEMPLOS PROVINCIALES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 655TRINIDAD NOGALES BASARRATE Y LUÍS JORGE GONÇALVES

LA CARIÁTIDE DE SÃO MIGUEL DA MOTA Y SU RELACIÓN

CON LAS CARIÁTIDES DE MÉRIDA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 697THOMAS G. SCHATTNER, CARLOS FABIÃO Y AMÍLCAR GUERRA

RESÚMENES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 731

RELACIÓN DE AUTORES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 745

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I. EL ENTORNO DEL HALLAZGO

I.1. El sitio de São Miguel da Mota (lám. 1), una pequeña elevación que sobresale en la mar-gen izquierda de la Ribeira de Lucefit1, se encuentra administrativamente en Terena, munici-pio de Alandroal (Évora, Portugal), integrando la Región de Alentejo. El lugar se sitúa cercade la confluencia de este curso de agua con el Guadiana, el antiguo Anas, que genéricamen-te sirvió como frontera entre las provincias romanas de Lusitania y Bética2.Se trata de uno de los lugares más emblemáticos de la arqueología portuguesa3, especial-mente por la notoriedad que obtuvo Endovélico, la divinidad que allí tenía su santuario. Estaentidad y su santuario se conocen desde antiguo, por lo menos desde el siglo XVI. Las pri-meras noticias se deben a D. Teodósio de Bragança que retiró del sitio de la ermita de SãoMiguel algunos monumentos, entre ellos, un conjunto de siete inscripciones que había reco-gido en Vila Viçosa y que integró en la fachada del convento de los Agustinos (Resende,1593, p. 231-236). A este erudito debemos las primeras referencias escritas, constantes devarios volúmenes de Os livros das muitas cousas, de las cuales nos da noticia Caetano de Sousa(Sousa, 1739-1748, VI, p. 78), así como de las primeras transcripciones que circularon, segúnla tradición de la época, en colecciones manuscritas sobre epígrafes. En ocasiones, estosmateriales eran organizados en fichas sueltas (schedae), que los hombres cultos del “cinque-cento” y “seicento”, hacían circular entre sí, copiando de otros y transcribiendo sus lecturas,

1 Esta designación toponímica, que figura en la cartografía actual, tiene claramente un aspecto algo “sospechoso”. Suforma latina denuncia, con bastante evidencia, una designación recreada por algún erudito, teniendo como base unnombre precedente, de sonoridad semejante. Las atestaciones medievales parecen confirmar esta aserción, ya que regis-tran las variantes de oydaluiceuez (1231) y udialuiciuez (1262). Sobre el eventual significado de este hidrónimo y su even-tual relación con el culto de Endovélico vid., más recientemente, Ribeiro, 2002, p. 82-83.

2 Aunque se trata de una información que se repite en la literatura clásica, constituye hoy un dato adquirido el hecho queel curso del río no siempre correspondía al límite de las dos provincias romanas.

3 Atestiguando su excepcional importancia y notoriedad, se puede referir que el nombre de “Endovélico” le ha sido dado,significativamente, teniendo como referencia la base nacional de datos arqueológicos de Portugal.

La cariátide de São Miguel da Mota ysu relación con las cariátides de Mérida

Thomas G. SchattnerInstituto Arqueológico Alemán de Madrid

Amílcar Guerra y Carlos FabiãoUniversidade de Lisboa

ESCULTURA ROMANA EN HISPANIA V, 2008, p. 697-730

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Lámina 1. Fotografía general del cabezo de São Miguel da Mota (fot. Equipo excavaciones São Miguel da Mota).

4 Sobre algunos resultados concretos, aunque no relativos a estos epígrafes, de la correspondencia de André de Resendecon otros eruditos quinientistas hispánicos: Gimeno, 1997, p. 157-159.

sin que resulte posible determinar su origen en la mayoría de las ocasiones. Debió ser así comola noticia sobre tales vestigios llegó a oídas de Giovanni Battista Venturini, parte del séquito delcardenal Alejandrino que, en su visita a D. Sebastião como legado del papa Pío V, pasó porLisboa en 1572 y quien finalmente los plasmó en sus relatos de viaje (Vasconcellos, 1905, p. 112-113). De esta obra, subsisten actualmente diversos manuscritos en fondos europeos en losque se transmite un conjunto sustancial de epígrafes romanos del territorio portugués, enparticular de Lisboa (Silva, 1944, p. 15).Sin embargo, es probable que la notoriedad del santuario y de los epígrafes allí documenta-dos surgiera como consecuencia de la atención que les dedicó el conocido humanista por-tugués André de Resende en su principal trabajo impreso, De antiquitatibus Lusitania, asícomo a través de su obra manuscrita y la correspondencia mantenida con otros eruditos coe-táneos, en gran medida responsables de la divulgación de las transcripciones resendianas4.En aquella famosa publicación póstuma se daban a conocer ocho inscripciones procedentesde S. Miguel da Mota (las siete referidas y una más existente en el castillo de Alandroal), “exantiquo fano, quod extat iuxta oppidum Therennam”, según la expresión del propio autor(Resende, 1593, p. 231). En un breve texto, en el que aún se cuestiona sobre el significadodel teónimo, manifestaba una de las primeras y más acertadas consideraciones sobre el lugar,

698 Thomas G. Schattner, Amílcar Guerra y Carlos Fabião

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5 Nominis Endouellici causam, aut originem ego penitus ignoro. Nisi si ab oppido propinquo, quod Endouellia forte diceretur, nomenesset impositum (Resende, 1593, p. 236). Sobre la validez de esta propuesta: Búa, 2000, p. 184-185; Ribeiro, 2002, p. 86.Para destacar la importancia de las primeras consideraciones sobre esta cuestión regístrese que, en los escolios de DiogoMendes de Vasconcelos a este pasaje, se señalan algunas hipótesis alternativas, entre ellas una hipótesis ajena, según lacual, en el teónimo se debería relacionar con el elemento endon-, de origen griego, que significa “dentro” (sobre la rea-nudación de una interpretación idéntica: Búa, 2000, p. 73; Prósper, 2002, p. 351).

6 Una síntesis sobre los estudios dedicados a este sitio, en particular a la divinidad allí venerada, se puede encontrar enla publicación fundamental de Vasconcellos (1905, p. 112-122). Gracias a la amabilidad de Juan Manuel Abascal, aquien le agradecemos cordialmente, tomamos recientemente conocimiento de nuevas contribuciones inéditas existen-tes en el riquísimo espolio manuscrito de la Real Academia de la Historia, que se pueden añadir a la ya extensa listaantes referida. De una forma general, estos incluyen la transcripción de algunos epígrafes, por vía general tomadas deotros, pero en algunos casos puntuales se hicieron consideraciones sobre la propia naturaleza de la divinidad y de suculto. Sobre ellos esperamos poder dar noticia en futuros trabajos.

interpretándolo como el derivado de un nombre del lugar vecino, cuya forma sería even-tualmente Endovelia5.Tal afirmación provocó que la excepcionalidad de estas manifestaciones epigráficas fueramuy comentada, discutiéndose en algunos medios eruditos europeos la peculiar naturalezade la entidad divina que les era asociada. Asimismo, se convirtió en responsable de una mul-tiplicación de los estudios de calidad muy diversa6, hasta el punto que, tanto la divinidadcomo su santuario terminaron por asumir una importante relevancia, no sólo en el estudiode la religiosidad antigua, sino también desde el punto de vista historiográfico. El impacto de toda esta producción científica tuvo igualmente su reflejo en obras literariasque han creado una imagen, casi siempre irreal, del antiguo santuario de Endovélico. La másconocida se debe a Brás Garcia de Mascarenhas quien, en su poema épico Viriato Trágico, ima-ginaba al protagonista surgiendo de las ruinas del templo entre “sarcophagos tristes, de amo-rosos / trophéus quinda letreiros manifestam” (“sarcófagos tristes, de amorosos / trofeos quetodavía los letreros manifiestan”). Se trata, naturalmente, de una descripción sin correspon-dencia con la realidad, resultado de las libertades poéticas y de los tópicos literarios, más quede un conocimiento concreto del sitio, circunstancia que se repite en otras referencias al san-tuario.En este sentido, y salvo alguna rara excepción, la información sobre el santuario se limitó ala documentación epigráfica, incluyendo algunas consideraciones relacionadas con la divi-nidad, tomadas de aquellos estudios ya publicados sobre la entidad religiosa referida o a lalocalización inconcreta del lugar de culto en lo alto de una colina; una realidad que se man-tendría sin cambios hasta la segunda mitad del siglo XIX.

I.2. Aunque se tenía certeza de la localización del santuario, la primera intervención arqueo-lógica en el lugar fue llevada a cabo en 1890, bajo la dirección de J. Leite de Vasconcellos. Eldesarrollo de estos primeros trabajos arqueológicos en la zona fue planteado con carácter deurgencia debido a la sucesión de noticias y estudios de diversa índole en los que se hacía refe-rencia al hallazgo de materiales inéditos que, una vez más, reflejaban las peculiaridades deldios y su santuario. Además de la recopilación promovida por Hübner, Vasconcellos ensalzólas publicaciones de Rocha Espanca (1882) y, en especial, de Gabriel Pereira (1889), autorque incluía por primera vez un plano de la ermita de São Miguel, alertando del estado dedegradación del inmueble, así como sobre la necesidad de reunir los monumentos epigráfi-cos en un museo “antes de que un curioso nacional o extranjero aproveche las piedras”(Pereira, 1889, p. 145-149).

699La cariátide de São Miguel da Mota y su relación con las cariátides de Mérida

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Y fue precisamente la urgencia en documentar los restos del santuario, unido al excepcionalinterés del sitio, lo que llevó a José Leite de Vasconcellos a encargarse de su excavación comoestreno de su actividad arqueológica (Vasconcellos, 1905, p. 112). En esencia, los trabajos sedestinaron a recuperar un representativo volumen de material marmóreo que aparecía reuti-lizado en la construcción de la ermita de São Miguel, construcción que, según el autor, seasentaba en el área del primitivo templo (ibid., p. 131-132). No obstante, los resultados deesta intervención arqueológica fueron sumamente positivos; por un lado, el estudioso portu-gués consiguió recuperar una excepcional colección de piezas epigráficas y escultóricas de talentidad que, años más tarde, constituiría el núcleo expositivo del Museu Ethnológico creadopor iniciativa propia. Por otro, el desarrollo de esta primera intervención permitió docu-mentar un contexto arqueológico completamente distinto del transmitido por la tradición,derivado exclusivamente de la documentación epigráfica. En este sentido, si bien es ciertoque las inscripciones siguieron afirmándose como uno de los componentes fundamentalesdel expolio documentado, aumentando sustancialmente el número de los monumentosconocidos, el desarrollo de los trabajos arqueológicos permitió caracterizar el yacimiento,poniendo de manifiesto la diversidad e importancia de los restos materiales de cara a la defi-nición cronológica y caracterización cultural de ese establecimiento. Aunque Leite deVasconcellos no ofreciera ninguna información sobre gran parte de los vestigios por él reco-gidos, consiguió esbozar un panorama en el que asumieron un papel preponderante losdatos relativos a la escultura y, en menor grado, la documentación concerniente a los ele-mentos constructivos, al expolio numismático y al material cerámico.El programa escultórico recuperado ha constituido desde entonces el conjunto más nume-roso del territorio portugués, asumiendo un importante protagonismo en los círculos erudi-tos y académicos del momento. Sin embargo, los estudios de Leite de Vasconcellos se diri-gieron fundamentalmente a la estatuaria con el fin de caracterizar a la divinidad, así comolas manifestaciones religiosas asociadas a aquel lugar de culto, limitando sustancialmentesus referencias a aquellos aspectos relacionados con la esfera de lo sagrado ya publicados. Porun lado, presentaba un conjunto de piezas catalogadas como representaciones de una divi-nidad, la cual identificó, no sin ciertas reservas, con una cabeza barbada convertida, desdeentonces, en el principal símbolo del dios y en uno de los elementos más conocidos de laestatuaria religiosa occidental. Pero, sobre todo, consiguió compendiar una serie de elemen-tos de naturaleza distinta que permitieron una mejor comprensión de aspectos concretos dela religiosidad asociada a aquel santuario, entre ellos, algunos elementos decorativos de lasaras y, en particular, las representaciones de los propios oferentes dedicadas como exvotos ala divinidad, constituyendo la mayoría de las esculturas presentadas por el autor (ibid., p.127-130; 139-144). Finalmente, la puesta en valor de otros elementos arqueológicos, como el material cerámicoy numismático expoliado, contribuyó a la comprensión del sitio, aportando algunas aprecia-ciones cronológicas sobre el yacimiento. En este sentido, fue la colección numismática la quepermitió a Vasconcellos asentar una cronología centrada en el siglo IV, planteamiento que fun-damentó en un dilatado mantenimiento del culto en el lugar que, según su criterio, se habríacristianizado en época temprana bajo la invocación de São Miguel (ibid., p. 145). Aunque nolo indica explícitamente, es probable que tomara como referencia para esta nueva fase los ele-mentos generalmente definidos como visigóticos (Almeida, 1962, p. 214, figs. 192-193), quese corresponderían con una transformación sustancial del culto en este período. Esta hipóte-

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sis, ampliamente discutida y muy difícil de comprobar (vid., más recientemente, Ribeiro,2002, p. 81-82), se fundamentaba, según Leite de Vasconcellos, en la constatación de que losrestos materiales de las estructuras sacras perduraron prácticamente hasta su tiempo. No obs-tante, los indicadores cronológicos hasta hoy identificados se hallan insertos en una ampliadiacronía, exceptuando las realidades del período romano y las que corresponden a la ermi-ta de São Miguel. La problemática se centra, como ocurre con frecuencia, en la carencia dedocumentación estratigráfica y material relevante, lo que no impide, sin embargo, que la teo-ría de la continuidad deba ser considerada como una hipótesis válida. Igualmente proble-mática resulta la datación del santuario y su evolución en época romana, que según MariaManuela Alves Dias y Luís Coelho (1995-1997, p. 252) habría que situar entre mediados delos siglos I y III de la Era.

I.3. Podríamos decir que la intervención dirigida por el fundador del Museu EthnologicoPortuguês fue bastante reducida en el espacio, en el tiempo, y en sus objetivos, limitándose casiexclusivamente a la recuperación de material epigráfico y escultórico, sobre los que pesaba unaseria amenaza. Sin embargo, su trabajo también sirvió para fundamentar cuestiones esencialesen cuanto a la comprensión del santuario, aunque muchas no hayan obtenido una respuesta.En este sentido, su desconocimiento acerca del edificio o edificios vinculados a todos aquellosvestigios no le impidió conjeturar que el eventual santuario se pudiera localizar en la zona altade la elevación de manera similar a lo que pasaría según la tradición germánica o en algunoslugares del mundo romano (Vasconcellos, 1905, p. 125-128, 132); una hipótesis que funda-mentaba en la existencia de restos estructurales en la ladera del cerro y, más concretamente, enuna especie de aterrazamiento que él mismo interpretó como los restos de una fortificación decaracterísticas afines con los castros (ibid., p. 125).Es posible que Vasconcellos tuviera en mente el desarrollo de nuevas intervenciones arqueo-lógicas en la zona que le permitieran ampliar la documentación del yacimiento y que nuncallegaron a realizarse; y es probable que éste fuera el principal motivo por el que Vasconcellosno llegó a publicar su anunciada monografía sobre el santuario, fundamentando el reperto-rio que trazó en el segundo volumen de la obra Religiões da Lusitana, el corto pero sugestivoperfil de esta entidad, que todavía hoy constituye una contribución esencial para su estudioy el de su santuario.El núcleo de inscripciones, integrado ya por varias decenas, fue presentado sumariamente ensu estudio, contra la forma de proceder con el resto de las divinidades, de las que se publi-caban, sistemáticamente los vestigios epigráficos. El hecho de circunscribir la publicación delos epígrafes a un núcleo muy restringido debió encontrar su justificación en su elevadonúmero, así como en su manifiesta intención de dedicar al tema una monografía. Fueracomo fuese, seleccionó un conjunto de documentos epigráficos que testificaban el culto aso-ciado a un oráculo y a procesos de incubatio, que las expresiones ex imperato averno, ex res-ponsu, ex religione iussu numinis o ex visu allí documentadas, ponían de manifiesto. Asimismo,consiguió demostrar el amplio cuadro social abarcado y la larga difusión que su culto habráadquirido, tanto por la variedad formal de los monumentos como por la diversidad de sustextos y de la onomástica personal.

I.4. Cuando se plantea el problema de la integración administrativa de este santuario en elperíodo romano, parece claro que se considera únicamente la opción entre la colonia de

701La cariátide de São Miguel da Mota y su relación con las cariátides de Mérida

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7 Sobre este asunto vid. también: Encarnação, 1984, p. 7; Calado, 1993, p. 158; Guerra, 1996, p. 24-26.

Augusta Emerita y el municipio de Ebora, una vez que éstas serían las dos únicas entidades dela Lusitania que potencialmente podrían extender su ámbito hasta esta región (fig. 1). Ladelimitación puntual del ager de un antiguo municipio o colonia resulta siempre una tareaarriesgada, ya que los elementos fiables para tal son bastante escasos y esta situación con-creta, en este caso tratando simultáneamente del problema de los límites entre los conuentusEmeritensis y Pacensis, no escapa a la regla general. Falta, concretamente para esta zona, cual-quier vestigio de termini augustales bien representados en áreas más septentrionales de lamisma provincia, pero que aquí están totalmente ausentes; una carencia que, aun así, puedeser suplida con el recurso a otros medios.A pesar de las limitaciones con las que deben ser encarados estos elementos, la indicacióndel nombre de la tribu con la que se identifican los ciudadanos sigue siendo el dato másfiable para decidir del ámbito geográfico de estas entidades administrativas. La informa-ción es, sin duda, relevante puesto que se da la circunstancia que los ciudadanos deEmerita y Ebora aparecen inscritos en tribus distintas: la primera en la tribu Papiria, lasegunda en la Galeria. Analizada la información epigráfica pertinente, en la región de Elvasse verifica una especial concentración de individuos integrados en la Papiria, en Veiros(IRCP 442 y 461). Por el contrario, al sur y al oeste se constatan los registros de persona-jes inscritos en la tribu Galeria, documentados concretamente en São Pedro do Corval(IRCP 425) y Azaruja (IRCP 407). En lo que afecta específicamente al área que nos ocupa,la que se encuentra más cerca del Guadiana, hay que referir dos elementos de especial inte-rés para el análisis de esta cuestión: en Bencatel (Vila Viçosa, Portugal) fue sepultadoQ(uintus) Romanius Q(uinti) f(ilius) Gal(eria tribu) Tuscus (IRCP 467) y, aproximadamentepor la misma latitud y junto al citado río, en la Herdade do Monte Branco, Juromenha(Alandroal, Portugal) se registra el nombre del ciudadano, por supuesto un emeritense,L(ucius) Caecilius C(aii) f(ilius) Pap(iria tribu) [---] (IRCP 449). Sería por tanto viable queel ager eborensis se separara del emeritensis por una línea oblicua, que colocaría a cada unode los individuos aquí documentados en ámbitos administrativos distintos. De ese modo,podríamos pensar que los dos territorios fueran limitados por una frontera cuya orienta-ción tomara el sentido NW-SE y que, en estas circunstancias, no debería pasar lejos de lazona en la que se sitúa el cabezo de São Miguel7. Entre los testigos del culto en la epigra-fía de este santuario se encuentra precisamente Q(uintus) Seuius Q(uinti) f(ilius) Pap(iria)Firmanus, circunstancia que no es determinante para decidir sobre la integración adminis-trativa de este lugar donde, seguramente, confluyeron personas de diversos orígenes y,como es natural, muchos ciudadanos emeritenses. En este orden de cosas, parece más pro-bable la localización de la sepultura de Q(uintus) Romanius Tuscus al norte del cabezo deSão Miguel da Mota, a poco más de unos diez kilómetros, lo cual podría dar más consis-tencia a la hipótesis de que una eventual línea limítrofe dejara el santuario del lado ebo-rense. Aun así, deberíamos considerar seriamente la posibilidad de que ese importante lugar deculto no perteneciera administrativamente a ninguna de las entidades referidas, sino queconstituyera una realidad autónoma y, por lo tanto, excluida de integración territorial en unade esas rei publicae. De hecho, la existencia de un santuario de estas dimensiones, con unaimportancia que lo proyectaba mucho más allá de su región, debía ser conocida por buena

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Figura 1. Mapa de la localización del santuario en el contexto de la Lusitania (dib. Equipo excavaciones São Miguel da Mota).

parte de la población, siendo más que probable una situación especial también en el planoadministrativo.

I.5. Fuera como fuese, este espacio sagrado actuó como punto de convergencia de unacomunidad profundamente romanizada, que confirió a las manifestaciones religiosasuna marcada identidad romana, una realidad que se contradice, aparentemente, con lanaturaleza del propio nombre de la divinidad. Esta constatación parece contrastar igual-mente con una arraigada tradición que prefirió destacar la naturaleza indígena prerro-mana de esta entidad, aspecto que, aún hoy, sigue marcando la investigación sobre la reli-giosidad antigua de Hispania. Endovélico figura en todas las obras de la especialidadcomo una divinidad indígena, pero esa clasificación tiene como único fundamento elpropio teónimo. Este aspecto suele tener sin embargo un peso considerable, presentán-dose con frecuencia como decisivo a la hora de analizar la integración cultural de las enti-dades divinas. En estos casos se suele aplicar la aserción según la cual, lo que no se integra en el mundo clá-sico (griego, latino u oriental) pertenece, por exclusión, al ámbito indígena, pues una vezconstatado que el nombre del dios no se encuentra en el panteón de estas áreas culturales,parece natural que se integre en el cuadro de las religiones prerromanas. En ese sentido, lainclusión de Endovélico en la lista de los dioses locales parecería lógica, aspecto que nuncaha sufrido una evidente contestación. Sin embargo, este caso es lo suficientemente significativo como para que se pondere lo quesignifica realmente “divinidad indígena” o cualquier otro apelativo semejante. En este senti-do, ninguno de los materiales documentados en el proceso de expolio e São Miguel de la

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Mota, ya fueran de naturaleza arqueológica, numismática o epigráfica, pertenece cronológi-ca o culturalmente al mundo prerromano, razón por la cual, habría que tener muy en cuen-ta la posible interpretación del teónimo como un derivado de base toponímica, y queEndovelicus fuera solamente un epíteto relativo al lugar donde se practicaba el culto. De sercierto este planteamiento, no existiría ninguna base argumental que permitiera integrar estesantuario y sus manifestaciones en una esfera distinta de la romana. De hecho, esa faceta itálica se refleja claramente en la amplia “mármorización” del sitio, taly como confirman los vestigios materiales documentados hasta la fecha, pertenecientes nosólo al ámbito de los elementos arquitectónicos y ornamentales, sino también de aquelloselementos muebles asociados al culto; una circunstancia que se vio propiciada por la exis-tencia de canteras de mármol en la zona, así como por la presencia de talleres capaces desatisfacer las exigencias de este rico santuario.Al contrario de lo que sucede en la mayoría de los paralelos documentados dentro del terri-torio peninsular, el santuario de S. Miguel de la Mota ha ofrecido un significativo conjuntode vestigios escultóricos que permiten caracterizar ampliamente la entidad de la divinidad yde sus devotos. Ya Vasconcellos había identificado con alguna hesitación alguno de los ele-mentos figurativos de la divinidad (Vasconcellos, 1905, p. 140 y fig. 26), aunque no siemprecomprendió el significado de sus representaciones. Parece existir, en este dominio, un largocamino a recorrer.

I.6. El año de 2002, se retomaron las excavaciones en el sitio, cuyos resultados se dieron aconocer en un informe preliminar publicado en versión portuguesa (Guerra – Fabião –Schattner – Almeida, 2003) y alemana (Guerra – Fabião – Schattner – Almeida, 2005). Laintervención resultó de una colaboración entre el Instituto Arqueológico Alemán de Madrid,en el ámbito del que se desarrolla el proyecto “Die Romanisierung einheimischerHeiligtümer und Kulte im Westen der Iberischen Halbinsel”, bajo la responsabilidad deThomas Schattner, y un equipo de la Universidad de Lisboa, dirigido por Carlos Fabião yAmílcar Guerra. Previamente a esa primera intervención se establecieron los límites de algu-nos objetivos generales, que guiaron los trabajos allí desarrollados, para los que se proyectóuna intervención preliminar de una única expedición, a la que le siguió un programa cua-trienal de trabajos. Con este programa de trabajo se pretendía, en primer lugar, elaborar un levantamiento topo-gráfico, tarea nunca llevada a cabo, a pesar de la importancia que unánimemente se recono-ce a este sitio (Guerra – Fabião – Schattner – Almeida, 2003, p. 420-423). De este modo, sesuplía una de las principales carencias arqueológicas relativas al santuario, debido al hechode que la preocupación por un registro topográfico fiable no sea práctica habitual en laarqueología portuguesa del siglo XIX, al tiempo que se verificaba un abandono casi sistemá-tico del lugar por parte de los investigadores, sólo interrumpido por algunas acciones espo-rádicas, entre las que cabría destacar la elaboración de la carta arqueológica del municipiode Alandroal (Calado, 1993).Además, se establecía como uno de los principales objetivos del proyecto la limitación delárea de interés arqueológico, hasta entonces vagamente definida como el espacio correspon-diente al cabezo donde se situaba la ermita. A través de un conjunto de acciones de diversanaturaleza, en especial de la recogida sistemática de vestigios existentes en la superficie y sutratamiento estadístico y de prospecciones geofísicas, fue posible circunscribir el ámbito del

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sitio fundamentalmente en lo alto de la elevación y en su vertiente oriental. En esta fase delproyecto, se dedicó una especial atención a la identificación y registro de todos los elemen-tos pétreos ajenos al sitio, en concreto fragmentos de mármol y granito, posibles indicado-res de las estructuras construidas en fase romana (Guerra – Fabião – Schattner – Almeida,2003, p. 418-420). Finalmente, se trazó un programa de sondeo que se iniciaría con la excavación del espaciodonde se presumía la localización de la ermita de S. Miguel y en la que Leite de Vasconceloshabía centrado su acción (Guerra – Fabião – Schattner – Almeida, 2003, p. 434-455). En rea-lidad, y tal como esperábamos, esta tarea consistió en gran medida en una reexcavación deun área ya intervenida anteriormente, pero que permitió comprender la dimensión y la natu-raleza de los trabajos allí realizados. La estrategia de actuación pretendía dar una respuestapor lo menos a dos cuestiones esenciales, por sí solas ya suficientemente importantes: porun lado establecer la localización exacta de la ermita de São Miguel da Mota y evaluar la fia-bilidad del plan levantado por Gabriel Pereira; por otro establecer de forma categórica laexistencia, por debajo de esa construcción, de vestigios de antiguas construcciones romanasy, en caso afirmativo, si pudieron corresponder al templo que siempre allí se ha imaginado(Guerra – Fabião – Schattner – Almeida, 2003, p. 434-435).Aunque en gran parte de su extensión quedaran solamente los indicios de las fosas de fun-dación de las estructuras de la referida capilla cristiana, los trabajos conducidos a lo largo detres campañas permitieron reconstituir integralmente su planta, constatándose, de unaforma general, que el antiguo levantamiento esquemático que nos servía de base correspon-día, de hecho, a la realidad. Se verificó, además, que Leite de Vasconcellos y sus colaborado-res adoptaron como estrategia el desmantelamiento sistemático del edificio en ruinas hastael nivel de las fundaciones. Sin embargo, esta tarea no fue integralmente cumplida, ya quesubsistieron todavía algunos vestigios del arranque de los muros de la ermita, en especial ensus vertientes oriental y meridional, donde terminaron por ser identificados algunos ele-mentos constructivos seguramente pertenecientes al período romano. Además de fragmen-tos marmóreos de clara función edilicia, se identificaron igualmente algunos restos de losexvotos ofrecidos a la divinidad, en particular algunas aras con epígrafes, correspondientesaproximadamente a una decena de monumentos distintos. Aunque era de esperar que nue-vas inscripciones pudieran revelar en secuencia de los nuevos trabajos, parece sorprendenteque el equipo dirigido por Leite de Vasconcellos hubiera descuidado en algunos puntos con-cretos la búsqueda que realizaron de forma tan eficiente en la mayor parte de aquella estruc-tura. Más fácilmente se explica que, en algunos puntos, desistieran de levantar una parte del pavi-mento de la capilla, precisamente la que se situaba en la zona del altar y que, al final, ter-minó revelando en el excepcional hallazgo objeto de esta comunicación y otros hallazgossemejantes. En el espacio correspondiente al cruce de los sondeos 1C y 2B/2C, bajo la ladrillera que reves-tía el suelo, emergía una pequeña parte de un trozo de mármol esculpido, que por fin revelócorresponder a la flexión de la rodilla de la cariátide que aquí se analiza (fig. 2, lám. 2). Allado de esta escultura y manteniendo la misma orientación, aparecieron, sucesivamente, unafigura femenina con traje, una figura portadora de ofrendas y un togado; en alineación con-traria, estaban depositados un torso masculino con manto por el hombro y un jabalí. Se tra-taba, por lo tanto, de un importante conjunto de esculturas, intencionalmente depositadas

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Figura 2. Plano del área en la que las estatuas se encuentran depositadas (dib. Equipo excavaciones São Miguel da Mota).

Lámina 2. Fotografía de las estatuas in situ. (fot. Equipo excavaciones São Miguel da Mota).

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bajo el altarmor de la ermita de São Miguel, constituido por seis piezas casi completas y enbuen estado de conservación. Este excepcional hallazgo contribuye de forma sustancial parael repertorio conocido y abre camino para que se replantee la investigación sobre la natura-leza y significado de esta excavación en el contexto del santuario romano. Se trata de un reco-rrido que sólo puede partir de una comprensión integral de todo el espacio sagrado y queexige, por eso, algunos elementos que faltaron a Vasconcellos, en particular aquellos que sólolos restos de las estructuras constructivas podrían proporcionar. Las intervenciones por nosotros realizadas no condujeron a la identificación de un eventualtemplo que ya Vasconcellos buscara, ni de otras construcciones. No obstante, no quedandudas respecto a la existencia de varias estructuras, teniendo en consideración un buennúmero de evidencias que señalan hacia esa dirección. Nos falta, sin embargo, su identifica-ción concreta. Uno de los elementos que contribuyó a consolidar la idea de un santuario conun conjunto construido de cierta dimensión e importancia ha sido precisamente la cariátideen análisis, que debería integrarse en un edificio de considerable riqueza. Además, sonnumerosos los elementos dispersos que pertenecieron seguramente a edificios romanos,siendo fácil deducir su vinculación a las realidades cultuales.En una de las largas decenas de epígrafes provenientes de São Miguel da Mota, precisamenteaquella en la que Leite de Vasconcellos pretendió ver representado a un hemipléjico (lám. 3),se da cuenta de que aedeolu(m) C. S. Apro u(o)tum fecit (IRCP 523). En relación con la parteescultórica de este monumento, se debería repasar la interpretación del personaje y del signifi-cado que el fundador del Museu Ethnologico le atribuyó (Vasconcellos, 1905, p. 128-129), enel que desarrolló la hipótesis de que Endovélico fuera en buena parte una divinidad salutí-fera, eventualmente relacionada con el Esculapio latino, idea retomada por otros autores(Lambrino, 1951, p. 112-113). Pero es cierto que Lambrino ya había alertado hacia el hechode que la figura representada no se correspondería con un devoto cualquiera, sino a la pro-pia divinidad, debido al atributo de la nudez que la caracteriza.En lo que toca a la naturaleza del aedeolum allí referido, las interpretaciones tampoco sonconcordantes. Vasconcellos consideró que la realidad referida en este texto epigráfico corres-pondería a “imitaciones reducidas de templos” (Vasconcellos, 1905, p. 138) que se ofrecíana la divinidad como exvotos, algo semejante a la figuración de una aedicula, semejante a laque aparece representada en la Fonte do Ídolo, en Braga. Al revés, Scarlat Lambrino (1951,p. 118-119) hizo corresponder este término a una verdadera construcción en piedra que, allado de varias otras y según su hipótesis, se situaría alrededor del templo central y en la quese encontraría precisamente este monumento conteniendo simultáneamente la figuracióndivina y la inscripción referida. A este respecto invoca este autor algunos paralelos subsis-tentes en el mundo romano provincial, los cuales podrían, en algunos casos, haber utiliza-do estructuras de madera, pero en cuyo interior se encontraba siempre una representacióndel dios.La abundancia de los indicios de elementos constructivos, tanto en mármol como en grani-to, permiten considerar que la hipótesis de que este aedeolum corresponda efectivamente aun edificio, aunque de pequeñas dimensiones, tiene plena justificación y, justo como defien-de Lambrino, no sería sorprendente que existieran varias estructuras de ese tipo en todo elespacio sagrado. Es muy probable que los vestigios epigráficos y escultóricos de São Miguelda Mota, por su cantidad y calidad, estuvieran asociados a un núcleo de construcciones denaturaleza variada, cuya localización todavía no ha sido determinada.

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Lámina 3. Fotografía del epígrafe en el que se refiere el aede-olum (fot. Equipo excavaciones São Miguel da Mota).

El núcleo escultórico objeto de esta contribución ya ha sido ampliamente divulgado a lacomunidad científica, en el ámbito de una publicación en la que se dio cuenta de los resul-tados de la primera campaña de las excavaciones recientes realizadas en S. Miguel da Mota(Guerra – Schattner – Fabião – Almeida, 2003 y 2005). Carece sin embargo de un estudiomás minucioso y de un mejor encuadramiento, en gran parte dependiente de trabajosarqueológicos en el sitio. De cualquier modo, desconociendo sus contextos originales, tienetodo el sentido promover el estudio más detallado de algunas, por la circunstancia de quehan sido tan sintéticamente presentadas. Se dedica esta contribución específicamente al estu-dio de la cariátide, la mayor de las piezas de ese conjunto, especialmente a su análisis esti-lístico y a su encuadramiento en el ámbito de los hallazgos similares, en especial de los ejem-plares de la vecina ciudad de Augusta Emerita.

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8 Vitruvio I 1, 5 utiliza el término de cariátide para figuras vestidas con largos paños (sobre este pasaje famoso véase prin-cipalmente Wesenberg, 1984, p. 172-185). La denominación kore aparece en la inscripción IG2 I 372 col. I 86, en la quese hacen públicas las cuentas para la construcción del Erecteión de Atenas (sobre la denominación en este contexto,véase por ejemplo Lauter, 1966, p. 9; Schmidt-Colinet, 1977, p. 20 con n. 71; Schmidt, 1973, p. 7 con n. 9). El uso delos términos cariátide y kore en el presente artículo es sinónimo, no pretende expresar la adscripción a un determinadotipo de indumentaria y corresponde al uso original de las designaciones; véase al respecto Wesenberg, 1984, p. 176, n.83. Aunque la utilice como título para su libro, E. M. Schmidt, en un sentido restrictivo, limita el término cariátide a lafigura-pilar (Schmidt, 1982, p. 159).

9 MemMusAProvinc 4, 1943, p. 46.10 Este pórtico aparece en la literatura con varios nombres, como “Pórtico del foro”, “foro de mármol”, “forum adiectum”;

véase la visión de conjunto de P. Mateos (2001, p. 194). Por último se propuso una identificación como Augusteum:Álvarez – Nogales, 2003, p. 301.

11 Como expone R. Ayerbe Vélez (2004): Retrato del emperador Adriano hallado en Mérida, Memoria 7. Excavacionesarqueológicas en Mérida, 2001, p. 357, n. 10, ocurre con alguna frecuencia en Mérida el hecho de que estatuas de tama-ño grande se encuentren en excavaciones situadas bastante lejos de su ubicación original.

II. LA CARIÁTIDE

II.1. Hallazgo

La aparición de una estatua representando una cariátide8 (láms. 4-6) en el santuario deEndovelico constituyó una sorpresa (Guerra – Schattner – Fabião – Almeida, 2003, p. 462).Hay que tener en cuenta que el santuario se localiza en un lugar extraurbano y rural, bastantelejos de las ciudades romanas más próximas que son Évora, a una distancia de más de 60 km,y Mérida a más de 100 km (fig. 1).

II.2. Historia de la investigación de las cariátides emeritenses

Sorprende menos el descubrimiento, si tomamos en consideración que es de una de estasciudades, en concreto Mérida, donde se conoce el único conjunto de este tipo de estatuas enla península Ibérica (por último De la Barrera, 2000, p. 158). Nos referimos a las famosascariátides halladas en el año de 1934 en un sitio llamado Pan Caliente, en el n.º 13 de lacalle Sagasta de la capital lusitana (lám. 7). Juntamente con otros fragmentos, unos 40, sehallaron allí reaprovechados en una cloaca. Los fragmentos son altamente llamativos por lacalidad del trabajo escultórico y por el sujet representado. Destacan, entre ellos, además delas cariátides, los clípeos con prótomos de cabezas representando a Medusa y Ammon y unosfrisos decorativos. Las piezas fueron publicadas por Álvarez Sáenz de Buruaga en el año19439, pero se tornaron más conocidas al incorporarse en el catálogo magistral de AntonioGarcía y Bellido sobre las esculturas romanas de España y Portugal (García y Bellido, 1949,p. 420 ss.). Mientras que este autor todavía dudaba si las figuras de todo el hallazgo perte-necían a un único complejo arquitectónico, ya A. Floriano en 1944 (Floriano, 1944, p. 179)y posteriormente Maria Floriani Squarciapino en 1975 no tenían ninguna duda de ello, bara-jando varias posibilidades entre templos y pórticos de la zona del lugar de hallazgo(Squarciapino, 1975, p. 59).La confirmación llegó en 1980 y 1986, cuando una excavación sacó a la luz la esquina delasí llamado forum de Mármol (Marmorforum)10, cuya reconstrucción (fig. 3) permitió a JoséLuis de la Barrera la incorporación de todos los fragmentos en cuestión (publicación defini-tiva De la Barrera, 2000, plano 8)11. El hallazgo allí mismo de cuatro cariátides más, elevan-

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Lámina 4. Cariátide de São Miguel da Mota. a: lateral derecho; b: frente(fots. DAInst-Madrid, a: R 40-03-9, b: R 39-03-3, M. Perkovc).

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Lámina 5. Cariátide de São Miguel da Mota, a: lateral izquierdo; b: dorso (fots. DAInst-Madrid, a: R 39-03-8, b: R 39-03-2, M. Perkovc).

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Lámina 6. Cariátide de São Miguel da Mota. a: vista del lado derecho con los encajes parala inserción del brazo; b: vista de abajo (fots. a: DAInst-Madrid; b: A. Guerra).

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Lámina 7. Cariátides de Mérida. a: tipo A; b: tipo B (fots. DAInst-Madrid, a: R 32-86-7; b: R 23-86-11, P. Witte).

12 Sobre este tema en el caso del Foro de Augusto véase: Wesenberg, 1984, p. 177.

do su número a un total de ocho, confirmó la adscripción de las estatuas al monumento. Lareconstrucción muestra una porticus con nichos en la pared de fondo, en cuyo ático se encuen-tran las cariátides alternando con los clípeos, que a su vez siguen un ritmo alternante, ya quelas de cabeza de Ammon se intercambian con las de Medusa. Mientras que los clípeos seencuentran sobre los intercolumnios, las cariátides están colocadas en la zona del ático porencima de las columnas, marcando de esta manera su carácter de soporte arquitectónico. Apartir del hallazgo de las cariátides, ya anteriormente se había observado un paralelismo conel modelo del Foro de Augusto en Roma (Squarciapino, 1975, p. 58), que se extiende tam-bién a la arquitectura en la medida que, tanto en Roma como en Mérida, las cariátides estáninsertas en el ático, formando parte de un entablamiento, en el que están colocadas sobreconsolas encima de la cornisa. De esta manera tienen carácter de figuras de un entablamientode consolas (Konsolengebälk)12.La reconstrucción de las cariátides en toda su altura (fig. 4 a-b) fue posible gracias a un des-cubrimiento de Walter Trillmich, quién halló en los almacenes del Museo de Mérida dos delas cabezas supuestamente pertenecientes a aquéllas (Trillmich, 1987, p. 312). Una de ellas

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Figura 3. Reconstrucción del así llamado Forum de Mármol por José Luís de la Barrera (según De la Barrera, 2000, plano 8).

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Figura 4. Reconstrucción, a: de una cariátide de Mérida (según Trillmich, 1987, 313 fig. 77, dib. U. Städtler); b: en su contexto arquitectónico (según De la Barrera, 2000, plano 2).

13 Se trata del ejemplar Trillmich, 1987, p. 312, lám. 26 b.14 Ejemplos en Lauter, 1966, p. 9 con n. 34; Schmidt, 1973, p. 7, n. 3.

ha sido ahora eliminada por José Luis de la Barrera13, quién, por otro lado, incorpora otrarecientemente hallada en las excavaciones (De la Barrera, 2000, p. 109, n.º 392; p. 162).También proceden de allí dos fragmentos de los vasos que las kores llevaban sobre la cabeza(De la Barrera, 2000, p. 110, n.º 395; Álvarez – Nogales, 2003, p. 244, n.º 39, p. 246, n.º 40).De esta forma reconstruidas, podemos acercarnos a estas figuras y observarlas; figuras quecuentan entre las esculturas que más éxito tuvieron a lo largo de la historia del arte, sobretodo también en la arquitectura moderna de nuestras ciudades del siglo XIX y principios delsiglo XX14.

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15 Para esta cuestión véanse los dibujos ilustrativos en: Der Neue Pauly, Enzyklopädie der Antike (ed. H. Cancik – H.Schneider) Altertum (1999): s.v. Kleidung, fig. en p. 507 (Hurschmann).

II.3. Indumentaria

La cariátide de Mérida (lám. 7) se muestra debidamente vestida con el chitón, visible en losbrazos y hombros, y por encima el peplos, que envuelve el cuerpo. Mientras que el chitón esun tejido fino, el peplos es un tanto grueso. En su tipología es el típico peplos ático-jónico delas cariátides del Foro de Augusto en Roma y del Erecteión de Atenas (Schmidt-Colinet,1977, p. 42). Sobre la cuestión de si lleva el peplos cerrado o abierto, lo mejor será dejarla sinresponder, ya que las cariátides de Mérida en realidad son relieves, de manera que la zona encuestión, es decir, el lado de la estatua, aparece sólo parcialmente en su lado frontal. En todocaso, no se ve ningún indicio para pensar en un peplos abierto.Esta indumentaria no tiene ni costuras ni brazos, y se prepara doblando el paño15: primeroen la vertical sobre la mitad, después en la horizontal a la altura del tercio superior.Seguidamente se viste, de forma que el apóptygma caiga sobre pecho y espaldas. Al vestirlo, laparte cerrada queda al lado izquierdo de la persona, subido hasta debajo de las axilas, y ellado abierto a la derecha. Por último, se alza el paño hasta la altura de los hombros, para queallí se puedan fijar las partes delantera y trasera con alfileres o fíbulas. Mientras que el peplosabierto ya se queda abierto por el lado derecho de la figura, en el caso del peplos cerrado, estelado se cose y se cierra, produciendo de esta manera una indumentaria en forma de tubo,cuya portadora se vestía por la cabeza.El peplos de las cariátides de Mérida está ceñido, como se deduce del kolpos, es decir, de unpedazo de paño que se tiraba por encima del cinturón, para dejarlo caer de forma regular yordenada por encima de este. Para rematar la descripción general llamamos la atención sobreel gesto del brazo derecho, que está levantado para sujetar un vaso puesto encima de la cabe-za. Más adelante volveremos sobre esta postura.

II.4. Estilo

Al estudiar las cuatro cariátides de Mérida conocidas hasta entonces, en 1975 Maria FlorianiSquarciapino había distinguido dos grupos entre ellas, una distinción perfectamente reco-nocible y aceptada unánimemente (por ejemplo Schmidt, 1982, p. 105, con n. 620-621).Posteriormente, Walter Trillmich denominó estos grupos tipo A y tipo B (lám. 7). El méto-do utilizado para distinguir los grupos es el estilístico. Observemos entonces las característi-cas de cada grupo contraponiendo un ejemplar de cada uno. La comparación es facilitadapor la postura idéntica de las estatuas, que es ponderada, es decir, distinguiendo pierna deapoyo y pierna libre con el correspondiente contraposicionamiento oblicuo de los hombros(contraposto). No se puede dejar de mencionar la colisión de motivo subyacente en laestructura de las estatuas, originada por la ponderación por un lado, ya que genera un cier-to desequilibrio en el cuerpo, y la función de soporte arquitectónico por otro, que exige unavertical lineal en el centro del cuerpo para soportar el peso, como señalo Hans Lauter en sudía, a la hora de estudiar las cariátides del Erecteión (Lauter, 1976, p. 12).De cara al estado de conservación de las estatuas de Mérida y también de la cariátide de SãoMiguel da Mota, resulta oportuno centrar nuestras observaciones en los cuerpos de las estatuas.

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Los elementos característicos del tipo A son (lám. 7, a):a) paño: una textura fina del paño, que de esta manera crea pliegues estrechos y ligeros, for-mando aristas un tanto agudas, sobre todo en aquellas partes en las que el paño está estira-do o caído sobre los miembros del cuerpo, como en el caso de los senos, de los brazos y delas piernas. Esa textura fina no corresponde con la caracterización habitual del peplos comoun tejido grueso.b) pliegues: contrastando con estos pliegues, que son más bien pequeños y cortos, vemos gran-des pliegues escarpados y profundos, cuya disposición crea sombras sobre todo desde la cintu-ra hacia los pies. El contraste es fuerte. Estos pliegues se encuentran a los lados de la estatua yademás entre las piernas. Son pliegues que se destacan no solamente por su tamaño, sinotambién por el hecho de que corren en líneas casi rectas, ligeramente curvadas, ensanchán-dose continuamente hacia abajo. Los remates de estos pliegues son muy parecidos, acaban-do en una línea curvada horizontal. Hay variaciones como se ve en el pliegue entre las pier-nas, cuyo remate aparece doblemente, uno por encima del otro, siendo el de abajo menoshondo. En total, las korai de este tipo muestran una tendencia acentuada para enriquecer lassuperficies con un juego muy diferenciado de los pliegues, visible sobre todo en el kolpos, quemuestra una variedad de formas, que contrasta con las grandes superficies creadas por elpaño estirado del apoptygma por un lado, y de las piernas por el otro.c) volumen: los volúmenes de los cuerpos son redondos, tanto en el aspecto general del cuer-po como en los detalles de las extremidades, es decir, en los brazos, senos y piernas. La rela-ción del paño con los miembros del cuerpo es ambiguo. Allí donde la representación delcuerpo ofrece grandes superficies, el paño se ciñe estrechamente a él, como si estuviera esti-rado directamente sobre la superficie de la epidermis, cuando en realidad no lo es, ya quepor debajo del peplos la cariátide lleva vestido el chitón, como vimos. En las zonas, en las queno hay contacto directo con los miembros del cuerpo, como entre las piernas, parece que latextura de la indumentaria cambia, reflejando su carácter grueso y espeso.

Los elementos característicos del tipo B son (lám. 7, b):a) paño y pliegues: una textura bastante más gruesa del paño, que de esta manera crea plie-gues anchos, lineales, pesados y difíciles de doblar. De hecho, se trata de una representaciónmucho más de acuerdo con la textura conocida del peplos (Schmidt, 1973, p. 8). Las aristasde los pliegues son aplanadas y anchas, bastante más geométricas, con una caída mucho másvertical, debido a su peso, y con distancias muy semejantes entre los pliegues, dándole uncierto ritmo. En ninguna parte del cuerpo se crea la impresión de que el peplos esté ceñido alcuerpo. Debido a su textura gruesa, los miembros del cuerpo femenino como los senos, bra-zos y piernas apenas son visibles debajo del paño. Tampoco hay variedad en la largura de lospliegues y casi no hay plegados cortos. El kolpos se caracteriza menos por la individualidadde sus pliegues que por su conjunto, que en sus detalles es repetitivo, con los pliegues for-mando unidades aisladas como si fueran cuerpos redondos marcados por el trépano con unaranura única.b) volumen: debido a las características expuestas, no se distinguen bien los volúmenes delos miembros del cuerpo. En el tronco, los senos estan marcados, ya que de ellos cae el pañodel apoptygma. También la pierna libre tiene volumen; se distingue de la pierna de apoyoinmediatamente porque es visible. La pierna de apoyo, sin embargo, se encuentra completa-mente envuelta en los pliegues verticales, dispuestos rígidamente uno al lado del otro con

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16 El uso extensivo de esta herramienta en las estatuas ha sido señalado por primera vez por Schmidt-Colinet, 1977, p. 42.17 Se tratará de un estudio sobre las korés en las provincias romanas fuera de Italia, en la línea de las obras de Lauter, 1976;

Schmidt, 1973.

sus ranuras. La superficie de estos pliegues, sin embargo, no forma un bulto redondo, sinomás bien una superficie aplanada como una pared, interpretando así de una forma muy está-tica la función que tiene de soporte arquitectónico.De cara a las ocho estatuas descubiertas en Mérida hasta la fecha, podemos entonces proce-der a la siguiente distinción tipológica según el catálogo en el anejo:Tipo A: n.º 1 y 2 (dos estatuas)Tipo B: n.º 3 a 8 (seis estatuas)Nuestra observación mostró muy claramente las diferencias entre los tipos A y B. Se añade unaesencial, que es el uso del trépano16. Mientras que las estatuas del tipo A apenas reflejan el usode este aparato, estando ejecutadas las formas únicamente con el cincel, las del tipo B sí que lodocumentan, y además de una forma extensa, visible sobre todo en los pliegues del kolpos ytambién en los pliegues cortos y estrechos del apoptygma y del peplos sobre las piernas. Pero además de las diferencias, los dos tipos también muestran rasgos comunes (lám. 7).Veamos solamente la manera como los pliegues están ordenados en el pecho: formando untipo de bolsas en forma de V, y seguidamente, por debajo, una serie de pliegues pendientesentre los senos cuya posición es absolutamente idéntica en ambas. Otro ejemplo son los plie-gues ceñidos a las piernas libres, de forma que originan grandes pliegues pendientes quecaen en forma curvada de fuera para dentro por encima de la rodilla. Estos rasgos comuneslos encontramos todos en las korés del Foro de Augusto (Schmidt, 1973, p. 8 AF 1 Taf. 2 a),que a su vez utilizaron como prototipo las korai del Erecteión de Atenas. Como sabemos, notodas las figuras del Erecteión sirvieron como modelo para el Foro de Augusto, sino sola-mente las dos korés n.º 3-4 (Lauter, 1966, p. 11 con fig. en p. 8 letras C y D). De cara a lascariátides de Mérida, está claro que las korés del Foro de Augusto, u otras derivadas de éstas,deben de haber servido como modelo a ambos tipos emeritenses. No es éste el lugar para elestudio de las derivaciones estilísticas y de motivo sucesivas que tenemos que dejar para unmomento posterior, ya que tendrá que incluir también aquellas korés existentes en otras pro-vincias romanas17.Walter Trillmich observó que la distinción de los dos tipos conlleva, además, una distinciónde calidad, ya que el tipo A es cualitativamente bastante superior (Trillmich, 1987, p. 315).Veamos, pues, la cariátide de São Miguel da Mota (láms. 4-5). Sólo faltándole la cabeza y losbrazos, se conserva casi entera, como las mejor conservadas de la capital lusitana. Despuésde haber observado atentamente los dos tipos emeritenses, inmediatamente nos salta a lavista que el ejemplar de São Miguel da Mota se compara directamente con el tipo A deMérida (lám. 7 a). Tenemos la misma distribución de pliegues en las piernas, estando los ple-gados un tanto ceñidos a los miembros y al mismo tiempo un conjunto de pliegues largos ycurvados muy juntos entre las piernas, con las distancias entre los pliegues muy parecidas, eincluso el detalle del mismo remate horizontal casi a la misma altura. Además, es perfecta-mente comparable la manera como el peplos se ciñe a los miembros en la zona de la caderay debajo de los senos, donde el paño se ajusta de manera que los pliegues forman las mis-mas aristas estrechas constatadas en las cariátides del tipo A. Para finalizar, tampoco se notael uso del trépano.

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Pero también hay diferencias de motivo y de estilo. Así, por ejemplo, el motivo del plieguecentral formando una especie de tubo o bolsa en el pecho entre los senos, no aparece en elejemplar de Mérida, y el estilo de trabajo del kolpos del ejemplar de São Miguel da Mota resul-ta un tanto voluminoso, comparable muy bien, a su vez, con el kolpos de la cariátide tipo Bde Mérida. El hecho es destacable, porque de ello resulta una relación tanto con las figurasdel tipo A como con las del tipo B de Mérida. La observación aproxima aún más las estre-chas similitudes entre los ejemplares de Mérida y de São Miguel da Mota. Sin embargo, hayque señalar, de cara a las korés emeritenses, que la cariátide de São Miguel da Mota seencuentra más cercana al modelo del Foro de Augusto en el hecho de que se trata de unaestatua en bulto redondo.

II.5. Motivos

El gesto de los brazos y de las manos de las figuras emeritenses es distinto. De las cariátidessuficientemente bien conservadas se puede deducir, claramente, que todas tienen un brazobajado para agarrar el paño del peplos con la mano, y un brazo levantado para sujetar de estaforma el vaso que llevan encima de la cabeza (fig. 4 a-b). Mientras que las cariátides del tipoA levantan aquel brazo, que se corresponde con la pierna libre, las del tipo B levantan aquelque se corresponde a la pierna de apoyo (lám. 7). De esta forma, unas levantan el brazo dere-cho y, las otras, el brazo izquierdo. La observación se tuvo en cuenta a la hora de reconstruirel alzado del foro de mármol emeritense (fig. 3), reconstituyendo unas figuras en un lado y,las otras, en el otro (De la Barrera, 2000, plano 8), siguiendo una idea de W. Trillmich, quienpropuso esos lugares, es decir, la colocación de las cariátides del tipo A en un ala y las deltipo B en otro ala del foro (Trillmich, 1987, p. 315). Pero también otros ritmos serían posi-bles, como la contraposición simétrica de una figura del tipo A con otra del tipo B por ejem-plo (Schmidt-Colinet, 1977, p. 42; Schmidt, 1982, p. 105). Desde luego, la colocación de lasestatuas según una secuencia simétrica o rítmica entre izquierdas y derechas, es decir piernaslibres y piernas de apoyo, es llamativa, exige un ritmo y una simetría, correspondiendo deesta forma tanto al modelo de uso de las korai en Atenas y en Roma, y fue el principal argu-mento a la hora de la reconstrucción del ático del Foro de Augusto en la Casa dei Cavalieri diRodi en Roma (Giglioli, 1955, p. 156).La postura de los brazos de las korai emeritenses se encuadra en toda una serie de represen-taciones del motivo paralelas y está documentada en la plástica de Roma desde época augus-tea como expuso Maria Antonietta Tomei, invocando ejemplos procedentes de todos losgéneros artísticos como son escultura, relieve y pintura (Tomei, 1990, p. 35 ss.). De cara a la tipología de las cariátides/korés establecida por A. Schmidt-Colinet, las figurasemeritenses se encuadran en el tipo Karyatidenschema, que se destaca por la particularidad delmotivo del levantamiento de uno de los brazos (Schmidt-Colinet, 1977, p. 35). Dentro deese tipo, sin embargo, este autor destaca que las figuras emeritenses están completamenteaisladas, ya que son las únicas que visten el peplos ático-jónico, usual, por otro lado, en lasfiguras del tipo Korenschema, al que pertenecen las korés del Foro de Augusto en Roma y delErecteión de Atenas (Schmidt-Colinet, 1977, p. 42). Este tipo se destaca por el motivo de losdos brazos caídos y las manos libres. El hecho es llamativo, ya que documenta una penetra-ción mutua de las dos formas tipológicas en los ejemplares emeritenses, que les proporcio-na un carácter tipológico poco homogéneo, por no decir de un pasticcio.

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18 Resulta imposible listar aquí las referencias bibliográficas todas de forma exhaustiva. Por eso limitamos las citas de unamanera un tanto aleatoria, remitiendo, sin embargo a la literatura citada en estas obras: Bendala–Álvarez, 1995, p. 182;Trillmich, 1995, p. 276; Nogales, 1996, p. 116 con literatura en n. 9; Trillmich, 1996, p. 96; De la Barrera, 2000, p. 105ss.; Mateos Cruz, 2001, p. 194; Álvarez–Nogales, 2003, p. 244.

II.6. Datación

Para una valoración adecuada de las cariátides tenemos que concentrar nuestra atención enel área de su contexto arquitectónico, ya que es a partir de ahí como obtienen su significado.Como expuso A. Schmidt-Colinet, encontramos cariátides del tipo Korenschema en contextoarquitectónico solamente en dos épocas, en la augustea y en la adrianea (Schmidt-Colinet,1977, p. 25), siendo los máximos exponentes las figuras del foro de Augusto y de la VillaAdriana, ambas copias exactas del modelo del Erecteón en cuanto a tamaño, motivo y esti-lo. Para las figuras de Mérida, la arqueología últimamente ha seguido de una forma prácti-camente unánime la fecha claudio-neroniana propuesta por José Luis de la Barrera en su díaen base al encuadramiento cronológico de la decoración arquitectónica de ese foro (fig. 3)18.Debido a ello, no se han tenido más en cuenta opiniones anteriores a la obra de José Luis dela Barrera, que divergían y que barajaban una datación augustea (Picard, 1955, p. 277;Trillmich, 1987, p. 315), posteriormente corregida para época flavia (Trillmich, 1994, p. 80con n. 99), una fecha en época julio-claudio-flavia (Squarciapino, 1975, p. 58), una datacióno bien julio-claudia o bien adrianea (Squarciapino, 1982, p. 43), o el mismo período adria-neo/antonino (Schmidt-Colinet, 1977, p. 42. 237 n.º W 56).Consciente de seguir la aparente lectio dificilior, también nos inclinamos hacia una dataciónde mediados del siglo II d.C. Los argumentos son distintos para cada tipo de cariátides. Parael tipo A invocamos el argumento de la secura de las formas, de la cristalización de los plie-gues de modo que parecen hechos de metal, la apariencia “congelada” de la indumentaria,la preferencia de la forma pequeña (por ejemplo los pliegues amontonados a los lados de lasestatuas y entre sus piernas) a expensas de la forma grande, es decir, de la figura entera. Paralas figuras del tipo B señalamos el uso excesivo del trépano, que encontramos en los plieguessobre todo en los cortos en toda la figura, especialmente en el kolpos, conforme expusimosmás arriba. La obvia distancia entre los dos tipos de cariátides nunca planteó sorprendente-mente la pregunta hacia una distancia cronológica, en teoría pensable. La razón está por unlado en la pertenencia al mismo grupo escultórico evidente por las mismas medidas, mate-riales y la calidad de ser relieves y, por el otro, gracias a la ubicación de este grupo en AugustaEmerita, en la capital de la lejana Lusitania, donde destaca por su singularidad. Las razonesson válidas, y de hecho no hay motivo para dudar de su contemporaneidad (Squarciapino,1975, p. 58), sobre todo cuando los criterios de datación apuntan hacia una misma época,la adrianea/antonina, conforme defendemos. Para explicar la ejecución diferente de los gru-pos se han invocado artistas (Schmidt-Colinet, 1977, p. 42) o modelos (De la Barrera, 2000,p. 162) distintos, pero siempre residentes en Augusta Emerita (Squarciapino, 1982, p. 43). Para justificar la fecha aquí propuesta hacia la mitad del siglo II. d.C., además de los argu-mentos estilísticos expuestos hay otros. En su historia de las cariátides, A. Schmidt-Colinetexpone que justamente en época adrianea se produce un cambio en la concepción de la figu-ra de soporte arquitectónico. Mientras que en el Foro de Augusto en Roma las figuras seencuentran por delante de la pared manteniendo tanto la figura como la pared su identidad

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19 Se encuadran en este contexto las famosas representaciones de provincias en el Hadrianeum en Roma (Schmidt-Colinet,1977, p. 96), sobre éstas y su pendant en Córdoba, véase la aportación de A. Ventura en este volumen. El caso de la representación de un “oriental” trabajado junto con un soporte en forma de pilar en el Foro de CaesareaMauretaniae fechado en época augustea (por último Landwehr, 2002, p. 102) parece contradecir la propuesta de Schmidt-Colinet. Sin embargo, la datación es cuestionable, ya que el foro en sí es de época severa (Landwehr, 2002, p. 102).

20 Se trata de la cabeza n.º 379 del catálogo de De la Barrera, 2000, p. 107. 21 Kukahn pensó en una representación de Meter.22 La observación plantea una serie de problemas, para cuyo estudio no es éste el lugar. Sobre todo se trata de un nuevo

análisis de las cabezas de Amón y de Medusa de los clípeos emeritenses (por último De la Barrera, 2000, p. 158 ss.),que se hace necesaria, porque la datación propuesta en época claudia tiene una base estrecha (De la Barrera, 2000, p.160:”...el conjunto de clípeos emeritenses no permite aventurar propuestas cronológicas definitivas”). Así, comparandola cabeza del famoso Pluto de época adrianea perteneciente al teatro de Mérida (García y Bellido, 1949, n.º 165 lám. 64;Squarciapino, 1982, p. 47, fig. 14) con la cabeza de Amón, a pesar de las diferencias, muestra sorprendentes similitu-des en el tratamiento de los mechones de la cabellera. Véase por ejemplo el hecho de disolver la masa cabellera enmechones aislados, siendo cada mechón constituido por guedejas pequeñas. Los mechones tienen forma de ganchoscon las puntas enrolladas, muchas de ellas perforadas con trépano (compárese De la Barrera, 2000, lám. 89 a). Losmechones aislados se encuentran enmarcados en tres registros. Éstos están colocados de forma intermitente, etc. De sercorrecta una fecha en época claudia para los clípeos, el Pórtico estaría completo en ese momento, faltándole solamen-te la colocación de las cariátides.

volumétrica, es decir, su bulto redondo en el caso de la cariátide, la época adrianea presentala creación de la figura-pilar, es decir los dos elementos se funden formando una unidad(Schmidt-Colinet, 1977, p. 95). Es justamente eso lo que encontramos en las figuras, magis-tralmente reconstruidas en su contexto arquitectónico del Foro de Mármol por José Luis dela Barrera (fig. 3). En la cornisa que se encuentra por encima del arquitrabe están colocadoslos zócalos para las cariátides (fig. 4, b). Sus relieves se encuentran por delante de un pilar(visible en el dibujo-corte en De la Barrera, 2000, plano 2). Relieve y pilar forman conjunta-mente una nueva unidad19. Entre los pilares están puestas las placas con la representación delos clípeos. A pesar de las diferencias en la concepción, el intento de mantener la ilusión, deque el peso de la arquitectura lo soportan las cariátides, es un elemento característico tantode la arquitectura augustea como de la adrianea. En realidad, en el caso del Foro de Augustoes una pared, en la que está insertado el capitel sobre la cabeza de la cariátide, y en el casodel Foro de Mármol es un pilar con una inserción del capitel idéntica.Para finalizar la argumentación sobre la fecha adrianea/antonina de las cariátides emeriten-ses, remitimos a las observaciones de Erich Kukahn, quién en 1970 fechó la única cabeza,hoy en día unánimemente atribuida a las cariátides20, en el siglo II d.C. (Kukahn, 1969). Suopinión hay que tomarla especialmente en serio, porque es independiente, ya que Kukahn,en su día, no tenía conocimiento de la pertenencia de la cabeza a las cariátides21.Las nuevas dataciones presentadas tienen consecuencias para la historia de la construccióndel Foro de Mármol, que de esta forma tiene una fase adrianea o de mediados del siglo II

d.C.; mejor dicho, la planta superior del ático se construiría o se acabaría en ese momento22.Como de este ático no pervive ningún elemento arquitectónico fechable (De la Barrera,2000, p. 184-188), no se produce un problema de colisión de fechas. El edificio debió porello de permanecer incompleto desde su construcción en época claudia hasta su finalizaciónen época adrianea/antonina. Una secuencia histórica semejante se produce en el teatro, quetambién recibe algunas de las estatuas solamente en época adrianea (Squarciapino, 1982, p. 47).Al mismo tiempo hay un taller trabajando en la producción de capiteles corintios (De laBarrera, 2000, p. 198 con n. 22-23). Puede ser que los ‘ajustes’ observados en passant en lascariátides por W. Trillmich, y que este autor califica de posteriores (Trillmich, 1994, p. 88 dis-cusión), como la reparación de plintos, y la ejecución de algún ejemplar en otro tipo de már-

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mol, sean relacionables con esta finalización tardía del Foro de Mármol y, de este modo, conel deseo de dejar acabado de una vez un monumento que ya llevaba un siglo en un estadoinacabado. Habría que controlar si el uso del trépano mencionado por W. Trillmich, real-mente se debe a un ajuste posterior como este autor piensa, o si se puede atribuir a la ejecu-ción normal de las estatuas, encajando así perfectamente en el marco cronológico propues-to aquí.

II.7. La cariátide de São Miguel da Mota

El análisis demuestra que la cariátide de São Miguel da Mota (láms. 4-5) tiene estrechas rela-ciones con los ejemplares de Mérida. Sin embargo, resulta difícil fecharla. Tanto tiene unacercanía al modelo del Foro de Augusto en Roma, conforme ya expusimos, es decir una eje-cución au rond, como muestra un juego de pliegues que deja entrever todavía el modelo delErecteión en el modo como los pliegues cortos y diferenciados están colocados de maneraun tanto aleatoria sobre el cuerpo. Por otro lado, como describimos, estilísticamente hayfuertes paralelismos con la cariátide tipo A de Mérida. Incluso las medidas se correspondenconforme se puede observar en el gráfico de la fig. 5.En su ponderación, la cariátide de São Miguel da Mota se asemeja a la tipología del ejem-plar “de la izquierda” del Foro de Augusto (Schmidt, 1973, lám. 2 a (“linke Kore”), que asu vez remonta a la koré n.º 4 del Erecteión (ibid., p. 8). De las características de estaskorés, como es la pierna izquierda siendo la pierna libre y la agitación de los pliegues delapoptygma hacia su lado izquierdo, la cariátide de São Miguel da Mota sólo traduce el moti-vo de la posicion de las piernas de la estatua. Del motivo de sus pliegues, el observadorcree ver todavía reminiscencias del original de Roma en la disposición de los pliegues pordebajo del pecho izquierdo, donde encontramos una forma de V invertida, cuyas ramifi-caciones se extienden hasta el kolpos. De hecho, observando atentamente el original (ibid.,lám. 3 a), se reconoce esa disposición perfectamente, al mismo tiempo que se aprecian loscambios introducidos por el copista. A estos pertenece también la posición del brazoizquierdo en la cariátide de São Miguel. Como vemos en la vista lateral (lám. 5 a), la figu-ra conserva el codo, que forma un ángulo bastante recto entre brazo y antebrazo. De ellopodemos deducir que el antebrazo, o se encontraba en una posición casi horizontal o lige-ramente bajada. Observando el original del Foro de Augusto en Roma (ibid., fig. 1 a; lám.2 a; 3 a), vemos que el antebrazo está bajado, pero no en una línea vertical, sino un tantoencogido. En todo caso, el ejemplar de São Miguel parece tener el antebrazo más levanta-do. El motivo tiene ciertos paralelos por ejemplo entre las tres danaides del Palatino(Tomei, 1990, p. 36, fig. 1; p. 40, fig. 6; p. 42, fig. 10; p. 45, fig. 14), donde el gesto encuen-tra su explicación por el hecho de que las figuras levantan el tejido del peplos. Se trata delgesto de las korés del Erecteión aquí modificado, ya que las cariátides del Palatino levan-tan el paño solamente con dos dedos de la mano, estirándolo para fuera. Un gesto tal, sinembargo, se puede excluir para el ejemplar de São Miguel da Mota, ya que el peplos com-pletamente conservado en esa zona no muestra ninguna huella correspondiente; de ahíque haya que suponer que el antebrazo estuvo levantado, sin tocar el peplos. El mejor paralelo lo encontramos en una cariátide conservada en el Museo Británico deLondres (Smith, 1904, p. 99, n.º 1746; Schmidt, 1982, p. 111, lám. 23, 2), que por su pro-cedencia de la villa suburbana de Herodes Atticus en la Via Appia, está bien fechada a media-

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23 Aunque el brazo es restaurado, no cabe duda sobre su posición correcta, véase Smith, 1904, p. 100.24 Tiene un paralelo en la conocida estatua de un general procedente del santuario de Hércules en Tívoli conservada en el

Museo Nazionale Romano, y fechada sobre los años 80-70 a.C.; para una buena fotografía véase: Himmelmann, 1989,p. 220, fig. 12 d.

25 De cara a la atribución de una fecha augustea para las cariátides de Mérida, W. Trillmich supuso que se trataría delmismo taller que ejecutó otras obras entre las cuales algunos de los famosos togados firmados (Trillmich, 1987, p. 315).

26 Agradezco a mi colega y compañero, el Dr. Michael Blech, su amabilidad, sabiduría y disposición de debatir los pro-blemas de la estatua.

27 Véanse las citas de De la Barrera, 2000 en el catálogo de las estatuas de Mérida en el anejo de este artículo para las pro-cedencias de los mármoles.

28 Nogales – Carvalho – Almeida, 2004, p. 143.

dos del siglo II. Su brazo derecho está levantado hacia adelante23, tal y como debemos recons-truir la estatua de São Miguel. El cambio izquierda/derecha se debe a que la figura tiene unaposición invertida con respecto a la cariátide lusitana. El otro brazo está bajado, y con lamano recoge el peplos, como de costumbre. En el caso de la figura de São Miguel, su brazodiestro hay que reconstruirlo bajado según documenta el encaje en ese lado a la altura de lacintura, pero también sin tocar el peplos (láms. 4 a; 6 a). Como se ve por los encajes en elhombro y sobre la cintura, todo el brazo derecho estaba trabajado aparte y aplicado poste-riormente; el sistema de encaje no es vulgar24.Resumiendo las observaciones, parece fundamentada una datación para la cariátide de SãoMiguel da Mota hacia la mitad del siglo II d.C. Los argumentos son los estrechos paraleloscon las figuras de Mérida y el paralelismo con el motivo de la canefora en Londres, que talvez proporcione también el modelo para una reconstrucción de la cabeza.De cara al carácter singular, por un lado, y los paralelismos con las figuras emeritenses, porotro, no resulta atrevido afirmar que todas estas figuras lusitanas deben de haber sido traba-jadas por escultores relacionados entre sí, o quizás procedentes de la misma escuela o inclu-so del mismo taller25. Acaso se puede describir la relación de los escultores como de artesanoy oficial26. De hecho, se trata de tres ejecuciones variadas sobre un mismo tema de cariátide.Sin haber hecho análisis de laboratorio sobre el mármol utilizado en la figura del santuariode Endovelico, no restan grandes dudas de que procede de las canteras de la zona deEstremoz, situadas a apenas 10 km de São Miguel da Mota, o incluso de las canteras de Pardaisa solamente 5 km de distancia. En todo caso se trata del mismo mármol que el utilizado enlas figuras emeritenses, para el cuál se han propuesto varias procedencias dentro de la zona demármoles de Estremoz27. Las canteras de Estremoz empiezan a explorarse en época augustea,y Augusta Emerita se sirve de ellas (De la Barrera, 2000, p. 197, con n. 20).De la sorpresa que supuso el hallazgo de la cariátide en el santuario, no debe extrañarnosque un taller de una capital de provincia trabajara para unas obras llevadas a cabo en estruc-turas alejadas de la capital, en ciudades o en el mismo campo. Así, como ejemplo, anotamosla construcción del templo de Évora, en la que participan talleres emeritenses (Trillmich,1995, p. 274) o la colocación de estatuaria en la villa de la Quinta das Longas, ya del sigloIV, en la que también se verifica el trabajo de talleres emeritenses, que a su vez tienen cone-xiones con Afrodisias, tal y como puso de manifiesto Trinidad Nogales28.

II.8. La cariátide de São Miguel da Mota en el contexto del Santuario de Endovelico

Es un dato nuevo la utilización de este tipo de estatuas relacionadas con el Foro de Augustoen Roma a mediados del siglo II d.C. en el contexto rural de una provincia romana.

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29 Ventura – Márquez, 2005, p. 109-113.30 Guerra – Schattner – Fabião – Almeida, 2003, p. 471; ead., 2005, p. 227.31 Id., 2003, p. 425 fig. 7; id., 2005, p. 188, Tab. 1.32 d’Encarnação, 1984, n.º 523.33 Nünnerich-Asmus, 1993, p. 137, Abb. 63.34 Sobre el papel de la plástica en contexto arquitectónico romano, que es de primera importancia, véase: Raeder, 1983, p. 243.

Conocíamos ejemplos de Hispania en contextos urbanos, especialmente en las tres capitalesde provincia, Mérida, Tarragona y Córdoba, aunque en estas últimas el panorama de loshallazgos hasta la fecha sea menos completo. Así, en Tarragona están documentados ricoshallazgos de clipei sin cariátides (De la Barrera, 2000, p. 158, con n. 172), habiendo en con-trapartida en Córdoba pocos hallazgos de clipei, pero tal vez también de cariátides (Álvarez –Nogales, 2003, p. 245, n. 249). Una sorpresa supone en este contexto el descubrimiento declípeos en Itálica, todos de época adrianea, que S. Ahrens ha podido asignar ahora a dos tem-plos distintos, el Traianeum y el Templo de Diana (Ahrens, 2005, p. 76, lám. 97). La supues-ta cariátide de Itálica, también fechada en esa época, es en realidad un personaje represen-tando una provincia romana, según opinión de A. Ventura29.¿Cuál puede ser el significado de una figura de tipo cariátide en el contexto rural del santua-rio? La respuesta resulta difícil sobre todo de cara a la falta de datos de la investigación decampo. Conforme se expuso en el capítulo I, el santuario apenas está excavado y todavía nohan aparecido cimientos. Sin embargo, hay algunos indicios que apuntan hacia la existenciade edificios o construcciones30. Concretamente, se trata de tres edificios: uno documentadopor la gran cantidad de sillares de granito reaprovechados en las fincas cercanas31, otro por elhallazgo de una piedra clave de bóveda, y un tercero por la mención de un aedeolum (lám. 3)en una inscripción hallada en el santuario32. Como la piedra clave también es de granito,puede pertenecer al mismo edificio de los sillares. En ese caso, edificios disponibles solamentehabría dos. De ellos el aedeolum de antemano tal vez sea un lugar más adecuado para la cariá-tide. Desde luego, la parte de abajo del plinto muestra una cavidad (lám. 6 b), por lo que sesupone que la figura estuvo insertada en algún tipo de base. Nos podemos imaginar un peque-ño templo con columnas in antis, parecido al templo del puente de Alcántara33. Pero de caraa los contextos en los que aparecen otras cariátides de esa época, otras soluciones son posi-bles. Así, para limitarnos a las piezas mencionadas en este artículo, tenemos:- contextos de una porticus a través de las cariátides de Mérida, - contexto de un foro a través del Foro de Augusto en Roma,- contexto de la entrada a un templo a través de las Danaides del Palatino,- contexto palaciego a través de la canéfora hallada en la villa de Herodes Atticus,- contextos no arquitectónicos a través de las cariátides de Villa Adriana en Tivoli,- contextos de teatros, especialmente de las provincias de las Galias, donde se conocen variasrepresentaciones de cariátides (Schmidt, 1982, p. 104).Es evidente que todos estos contextos no nos satisfacen de cara al santuario de Endovelico,ya que no proporcionan un paralelismo cercano. Sin embargo, el ejemplo de Villa Adrianallama la atención porque muestra cómo una cariátide en esa época, no tiene a priori queestar insertada en un contexto arquitectónico, aunque para el santuario de Endovelico pare-ce lo más probable34. En todo caso, podemos suponer sin más la existencia de otros ejem-plares de figuras de cariátides en el santuario pertenecientes a ese supuesto edificio, ya quela colocación en un número grande forma parte de la característica especial de estas copias(por último Wesenberg, 1984, p. 184).

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35 Schmidt, 1982, p. 101 con la literatura citada por extenso.36 Véanse los catálogos de los hallazgos: Matos, 1995; id., 2002, p. 379-400. Resulta llamativo que también en el santua-

rio de Panóias/Portugal es la figura de un senador romano quien instala la liturgia del culto, véase Alföldy, 1997.37 Visión de conjunto en Wesenberg, 1984, p. 172-185. La opinión de Zanker, 1968, p. 30 seguida por otros (literatura

completa en Wesenberg, 1984, p. 172 con n. 65 a 68), quienes quisieron ver en las cariátides del Foro de Augusto unaexempla servitutis a partir de la famosa mención de Vitruvio (Vitr. 3,1,5), en un sentido de que las cariátides del Foro deAugusto sean personificaciones de los pueblos humillados por Augusto, ha sido rechazada con razón por EvamariaSchmidt (1982, p. 104), y por último exhaustivamente por B. Wesenberg (1984, p. 172-185). Según este autor, la ‘car-yatide’ como elemento arquitectónico carece de un significado concreto. En el caso del Foro de Augusto, las cariátidesquieren ser interpretadas como citaciones del Erecteión de Atenas, como se puede observar también en formas peculia-res de la arquitectura, como capiteles, bases e otros detalles más.

38 Sobre este tema véase la exposición: Borbein, 1968, p. 199 ss.39 Véase al respecto: Schmidt, 1982, p. 78, p. 83, p. 160 sobre las cores del Erecteón.40 Sobre esta figura véase Raeder, 1980, p. 254.

Además de las danaides, que por su forma de hermae podemos dejar fuera de consideración,conocemos otras dos cariátides procedentes de un santuario, en concreto del recinto deDemeter en Eleusis. Como expone E. M. Schmidt en una síntesis de la investigación, la data-ción de las estatuas no está clara, barajándose tanto la época tardo-helenística como la adria-nea. La reconstrucción de H. Hörmann de 1932, colocando las estatuas a los lados del pasa-je de acceso a través de las propylaias interiores ha sido contestada posteriormente por A. vonGerkan, sin que hasta hoy se haya encontrado una solución unánimemente aceptada35. Parael caso de São Miguel da Mota, la observación permite concluir que una colocación de lacariátide en una puerta de acceso no sería descartable.En resumen, el hallazgo de una cariátide en el santuario de Endovelico es un argumento máspara destacar su rango, ya anteriormente esclarecido tanto por la apariencia de un eques roma-nus entre los dedicantes (d’Encarnação, 1984, n.º 492), como por la calidad exquisita dealgunas de las piezas depositadas36. Referente a la distancia tanto espacial como cronológicarespecto al modelo del Foro de Augusto en Roma, sin duda determinante para todas lasrepresentaciones en las provincias romanas, está claro que en el caso del santuario lusitanode São Miguel da Mota no pueden valer las mismas premisas programáticas que condicio-naron la colocación de cariátides en el Foro de Augusto. Si para estas fueron determinantesfactores de imitación en un intento de competición de las civilizaciones griega y romana, yaque las cariátides del Foro de Augusto intentan aproximarse lo más posible a sus congéneresdel Erecteión, hasta el punto de que tienen exactamente las mismas medidas37, ya para laerección de las cariátides de la Villa Adriana dominaron otros puntos de vista. Como expo-ne J. Raeder en su monografía, el argumento para la introducción de las cariátides en la villadel emperador fue la acentuación de su pietas (Raeder, 1980, p. 311 ss.). De cara a la cariátide de São Miguel da Mota, los resultados de todas estas investigaciones hastala fecha no se pueden verificar, debido al estado insuficiente de la investigación de campo. Sinembargo, como característica del arte romano, podemos suponer un contenido variable entreuna expresión programática y una función decorativa38. Desde luego, la costumbre de cargartradiciones religiosas antiguas con contenidos de política actuales, es bien conocida en el arteromano (Schmidt, 1982, p. 104, con n. 611). Su carácter de sierva en el culto corresponde conla colocación de estatuas en un santuario39. Con su aspecto ancestral y extraño, griego y exóti-co, la cariátide seguramente evocaría alguna perplejidad en los visitantes del santuario deEndovelico. Sin embargo, solamente el visitante culto40 reconocería las múltiples asociacionescontenidas y las alusiones temáticas. En efecto, la existencia de la cariátide implica la existen-

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cia de visitantes y observadores cultos, capaces de ver la relación, tanto en la cercanía como enla distancia, entre unas cariátides y otras, entre las de São Miguel da Mota, Augusta Emerita,Roma y Atenas.

AnejoCatálogo de las cariátides del Forum de Mármol de Mérida

1 García y Bellido, 1949, n.º 420, lám. 300; Squarciapino, 1975, lám. 29 a; Trillmich, 1987,p. 311 con n. 94, Typ A, lám. 26 c; De la Barrera, 2000, p. 106, n.º 377, lám. 132.Fot.: DAInst-Madrid, R 32-86-7.2 García y Bellido, 1949, n.º 421, lám. 301; Squarciapino, 1975, lám. 29 b; De la Barrera,2000, p. 107, n.º 378, lám. 133.Fot.: DAInst-Madrid, R 32-86-63 García y Bellido, 1949, n.º 422, lám. 301; Squarciapino, 1975, lám. 29 c; De la Barrera,2000, p. 106, n.º 375, lám. 128.Fot.: DAInst-Madrid, R 23-86-84 García y Bellido, 1949, n.º 423, lám. 301; Squarciapino, 1975, lám. 29 d; Trillmich, 1987,p. 311 con n. 94, Typ B, lám. 26 d; De la Barrera, 2000, p. 106, n.º 374, lám. 129.Fot.: DAInst-Madrid, R 23-86-115 De la Barrera, 2000, p. 106, n.º 373, lám. 131.Fot.: DAInst-Madrid, R 23-86-46 Álvarez Martínez, 1983, p. 50; De la Barrera, 2000, p. 105, n.º 371, lám. 127.Fot.: Hispania Antiqua, Denkmäler der Römerzeit, 1993, lám. 56 a.7 De la Barrera, 2000, p. 106, n.º 376, lám. 130.8 De la Barrera, 2000, p. 105, n.º 372, lám. 134.

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