jorge luis acanda. la confluencia que se frustró: psicoanálisis y marxismo

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La confluencia que se frustró: Psicoanálisis y Bolchevismo. Jorge Luis Acanda González Universidad de la Habana. Publicado en la revista Temas, La Habana, nr. 14, 1998, pp. 107-120. Este trabajo obtuvo el premio de Ensayo convocado por la revista Temas en 1998 en la modalidad de Ciencias Sociales. El psicoanálisis no debe ser comprendido como una psicología en el sentido de una teoría funcionalista del comportamiento. Su teoría, precisamente allí donde parece ocuparse de funciones psíquicas, es siempre “teoría de la interacción”. Alfred Lorenzer Toda reificación es un olvido. M. Horkheimer y T.W. Adorno Este final de siglo es una época de crisis. La conciencia de la crisis, la percepción de su existencia, tiñe todos los discursos y formas de expresión del hombre actual. En sus muy distintas manifestaciones es, por sobre todas las cosas, una crisis del sujeto, una crisis de la 1

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Destaca la historia inicial de la relación entre el psicoanálisis, en tanto teoría crítica sobre la cultura, y el marxismo en tanto teoría crítica sobre la historia y la sociedad.

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La confluencia que se frustr: Psicoanlisis y Bolchevismo.

La confluencia que se frustr: Psicoanlisis y Bolchevismo.

Jorge Luis Acanda Gonzlez

Universidad de la Habana.

Publicado en la revista Temas, La Habana, nr. 14, 1998, pp. 107-120.Este trabajo obtuvo el premio de Ensayo convocado por la revista Temas en 1998 en la modalidad de Ciencias Sociales. El psicoanlisis no debe ser comprendido como

una psicologa en el sentido de una teora funcionalista del comportamiento. Su teora, precisamente

all donde parece ocuparse de funciones psquicas,

es siempre teora de la interaccin. Alfred Lorenzer

Toda reificacin es un olvido.

M. Horkheimer y T.W. Adorno

Este final de siglo es una poca de crisis. La conciencia de la crisis, la percepcin de su existencia, tie todos los discursos y formas de expresin del hombre actual. En sus muy distintas manifestaciones es, por sobre todas las cosas, una crisis del sujeto, una crisis de la subjetividad humana. Los modelos producidos y distribuidos socialmente para que los hombres se piensen a s mismos, piensen la realidad circundante y se representen sus metas de realizacin, no logran ya cimentar la bsqueda de la identidad en los seres humanos contemporneos, navegantes sin brjula en un pilago de dudas y desafos sin precedentes.

Una poca de crisis, porque es la crisis de una poca. El historiador ingls Eric Hobsbawn sealaba lo peculiar de un siglo XX que, en tanto perodo histrico, ha sido el ms corto en mucho tiempo: empez en 1917, con la aurora roja de la revolucin sovitica, y concluy en l989 con el derrumbe del muro de Berln y del experimento del fementido socialismo real. El alfa y el omega de este siglo XX no remiten, simplemente - como superficialmente han credo algunos - al inicio y al fin de un panorama poltico internacional caracterizado por el enfrentamiento antagnico entre dos sistemas sociales diferentes. Marcan esencialmente el inicio y el final de un intento de reconstruccin de la subjetividad humana que se present a s mismo como comunismo. Porque la actual crisis finisecular del sujeto slo puede entenderse plenamente si nos remitimos y la relacionamos con la crisis similar que se vivi en el perodo comprendido entre 1870 y 1914. Fueron aquellos aos tambin de crisis del sujeto. En este caso, de crisis del sujeto liberal Es decir, del modelo que desde 1789 - o tal vez desde antes, desde el siglo XVII de la revolucin inglesa y el cartesianismo - presentaba la burguesa liberal como ideal del nuevo sujeto construido por ella: auto-centrado, racional, plenamente consciente de s y de sus capacidades, habilitado para - aplicando el criterio de maximizacin de ganancias - crear un nuevo mundo de objetos que permitiran obtener la felicidad a la raza humana.

Las terribles realidades sociales provocadas por el proceso de industrializacin (pauperizacin, explotacin, enajenacin), la ausencia de democracia en los sistemas polticos liberales decimonnicos, y el inevitable trnsito del capitalismo de libre concurrencia - con sus promesas de amplias posibilidades para todos - a un capitalismo monoplico, concentrador de la riqueza y de la carencia de propiedad, revelaron la irrealidad de la imagen del sujeto liberal y provocaron el rechazo a las formas alienadas de subjetividad a l vinculadas. Las formas de la conciencia cotidiana y del arte de fines del siglo XIX expresaban esta comprensin - a veces, slo intuicin - de la crisis del sujeto liberal.

En el pensamiento terico-social, en la inteleccin filosfica, la denuncia al sujeto liberal se vena expresando desde mediados del siglo XIX. Marx fue el iniciador de la crtica al carcter enajenante de la subjetividad producida por el capitalismo. Casi cincuenta aos despus, Sigmund Freud descubrira el inconsciente y demostrara la esencia represiva de la civilizacin burguesa.

Si el ao 1917 marc el comienzo de una nueva poca, fue porque la revolucin bolchevique pareca anunciar el inicio de nuevas bsquedas para superar la bancarrota espiritual a la que haba conducido la alienada subjetividad generada por el capitalismo liberal. El siglo XX - que se abra ahora, l7 aos despus de su inicio cronolgico - prometa ser la era en la que nuevas constelaciones de relaciones sociales permitiran salvar la crisis del fin-de-siecle. La historia de este siglo (1917-1989) es la de los afanes por encontrar una salida a la crisis del sujeto liberal y a la de su sustrato material: el capitalismo liberal. Crisis que marc su punto de no retorno con la dramtica eclosin de 1914. Estos aos han registrado los distintos intentos realizados - desde la izquierda pero tambin desde la derecha - por hallar una solucin a las aporas del liberalismo: el ensayo del socialismo real, el fascismo, la construccin del capitalismo de estado (y su manifestacin para el consumo de masas: el estado de bienestar) demuestran que el impulso hacia el cambio de la subjetividad constitua una urgencia sentida en los mas diversos estratos sociales. Los procesos que se desencadenaron a partir del Octubre Rojo continuaron la rebelin del sujeto que haba comenzado en el siglo XIX. La historia de este siglo XX es la del fracaso de su cometido como poca: encontrar los caminos para permitir a la subjetividad humana desembarazarse de las estructuras que lo aherrojaban. La crisis de este fin de siglo tiene las mismas races de la del anterior.

Pero no estamos en el mismo punto que hace cien aos. Tenemos algo con lo que entonces no contbamos: la experiencia. Si logramos asumirla crticamente, podremos interrogarla, para encontrar las claves que nos permitan volver a empezar sin repetir los errores. Si Marx y Freud fueron los pensadores que lograron fundar las dos nicas teoras verdaderamente crticas sobre el sujeto, sobre la sociedad y la cultura, un buen punto de partida sera el de analizar como se expres, en el impulso crtico que ambos echaron a andar, la contraposicin al modelo del sujeto liberal, y preguntarnos tambin cmo se relacionaron estos dos impulsos crticos entre s en la realizacin de esta tarea. Propongo entonces pasar a reflexionar sobre el tema de la relacin entre psicoanlisis y bolchevismo.

REPLANTEANDO LA CUESTIN: PSICOANLISIS Y BOLCHEVISMO. El adecuado planteamiento del problema

contiene ya en s la mitad de su solucin Carlos Marx

Lo usual ha sido plantearse la cuestin en trminos de relacin entre el marxismo y el freudismo. Th. McCarthy afirma con toda razn que ya se ha vuelto un lugar comn la tesis de la reconciliabilidad de las ideas de ambos pensadores (McCarthy:230). Incluso se lleg a acuar el trmino freudomarxismo para designar los muy variados intentos de vincular sus doctrinas. Pero los resultados arrojados por las distintas variantes del freudomarxismo (desde las iniciales de W. Reich en los 20 hasta las de Marcuse en los 60) no slo han sido contradictorios y dispares, no slo han encontrado el rechazo expreso del marxismo y el freudismo institucionalizados, sino que tampoco han logrado establecer un fundamento conceptual lo suficientemente slido como para vencer este rechazo y permitir cimentar firmemente la idea de la congruencia entre ambas doctrinas. La relacin entre marxismo y freudismo sigue siendo, cuando no de franca repulsin, al menos de extraeza.

Situacin ms que anmala, si partimos (y este si condicional es importante) de entender a ambas como las nicas teoras crticas existentes sobre la subjetividad. Y por ende como instrumentos indispensables para reflexionar sobre la crisis actual. Una clave importante para salvar esta situacin de desencuentro nos la brinda el psicoanalista suizo Mario Erdheim: la razn de la incomunicacin estriba en que se ha prestado ms atencin a las teoras como tal, que a las enseanzas que se derivan de sus respectivas prcticas (Erdheim: 45).

Esto implica replantearse la cuestin. No continuar pensando al marxismo y al freudismo como dos teoras ms, como dos simples sistemas conceptuales como tantos otros que existen en las ciencias sociales, sino reflexionar sobre el nexo entre dos doctrinas que encaminan su intencin a la crtica de las patologas sociales; que tienen ambas, por la tanto, una intencin teraputica. Centrar la atencin en ambos (marxismo y freudismo) como dos modos de ejercer la crtica de la subjetividad alienada. Pensar entonces en trminos de la relacin entre psicoanlisis y bolchevismo, en tanto ambos constituyen los dos modos de praxis crtica en que estas doctrinas se materializaron; dos mtodos especficos, histricamente registrables, de interaccin prctica para intentar salvar la crisis del sujeto.

LOS ORGENES DE UNA RELACIN. La historia de las relaciones del psicoanlisis y

el marxismo es la historia de un malentendido

organizado por ambas partes. Helmut Dahmer

Tradicionalmente, referirse a la relacin entre psicoanlisis y bolchevismo se ha restringido al simple recuento histrico. Se ponen ejemplos que constatan la existencia de un movimiento psicoanaltico de relativa fuerza en la Rusia sovitica de los aos 20, para despus pasar a narrar cmo ese movimiento fue reprimido por el termidor stalinista. El anlisis se limita a afirmar que la joven revolucin tuvo una posicin que se califica de tolerante y permisiva hacia el psicoanlisis, y que transit posteriormente a la resistencia o rechazo al mismo, debido a la incapacidad del stalinismo para operar una recepcin crtica-dialctica de aquel.

Esta posicin, por asumir como naturales procesos que en nada lo fueron, no permite darle explicacin a dos cuestiones fundamentales. La primera es por qu, si hasta ese momento lo que primaba entre el movimiento freudiano y el marxista era el desconocimiento y la incomunicacin, fue precisamente con el Octubre Rojo que comienza la historia de las relaciones entre ambos, relaciones signadas inicialmente no por el rechazo, sino por el intento de acercamiento y mutuo enriquecimiento; y por qu coincidi con los primeros aos del gobierno bolchevique que el psicoanlisis ruso adquiriera una fuerza que nunca antes haba tenido. La segunda cuestin es por qu esa situacin inicial (de mucho ms que simple tolerancia y permisividad) dio paso a la denuncia del psicoanlisis como ideologa burguesa. Sobre todo, en tanto un hecho significativo llama la atencin: en la misma poca en que se ahogaba al movimiento psicoanaltico se eliminaba - incluso fsicamente, en la persona de sus principales figuras - al bolchevismo como concepcin poltica.

Estas dos cuestiones permiten afirmar que la relacin entre el psicoanlisis y el bolchevismo no fue de simple coexistencia temporal y espacial, sino que se trat de algo ms profundo y orgnico. Sera absurdo pensar en una relacin de complementacin, de coherencia, entre ambas?

Cmo apunta Dahmer, antes del estallido de la I Guerra Mundial ni el materialisnmo biolgico freudiano ni el materialismo histrico marxista se haban convertido en un problema el uno para el otro (Dahmer 1982: 241). El marxismo de la II Internacional se situaba en la tradicin anti-psicolgica en la que figuraban tanto los grandes sistemas idealistas cmo la sociologa clsica, desde Comte y Durkheim hasta Simmel y Weber. Prisionero de una concepcin economicista y mecanicista de la historia, estableca una relacin directa entre la situacin social, los intereses colectivos, y la conciencia y la actividad poltica, con lo que la determinacin subjetiva del individuo potencialmente revolucionario quedaba fuera de su reflexin. Pero incluso en figuras principales del marxismo revolucionario, alejadas de toda interpretacin objetivista del proceso social, tales como Lenin, Rosa Luxemburgo, Karl Korsch o Bujarin, pueden buscarse en vano huellas de un conocimiento de la teora de Freud. La nica excepcin la constituye Trotski, quien en un perodo posterior, en carta a Pavlov del 23 de septiembre de 1923, relat su descubrimiento del psicoanlisis en los aos de pre-guerra . Por su parte, la Asociacin Psicoanaltica de Viena efectu el 10 de marzo de 1909 una reunin para - por primera vez - discutir el tema Marxismo, en la que participaron figuras como Freud, Adler, Stekel y otros. La lectura de las actas revelan el desconocimiento del tema y la conciencia todava muy limitada de los posibles puntos de interseccin entre las dos doctrinas (Dahmer 182: 251).

Los sucesos de octubre de 1917 y las tormentas polticas que conmocionaron posteriormente a Europa cambiaron esta situacin. El estallido de la revolucin comunista en un pas tan atrasado como la Rusia zarista y la energa creadora de la voluntad revolucionaria subrayaron la importancia del factor subjetivo, que se convirti en un importante problema de la reflexin social en el perodo entre guerras. La energa procedente de la revolucin bolchevique replante la cuestin de los nexos entre marxismo y psicoanlisis. Dos hechos casi simultneos lo corroboraron. En abril de 1919 el gobierno hngaro de los consejos - de carcter comunista y clara inspiracin bolchevique - fund, en el marco de su reorganizacin de la Universidad de Budapest, por primera vez en Europa y en el mundo, la ctedra de psicoanlisis, y nombr al frente de ella a Sandor Ferenczi, uno de los ms importantes seguidores de Freud. El experimento tuvo una duracin tan breve como la de la revolucin hngara: la contrarrevolucin burguesa triunfante elimin la enseanza universitaria de la teora freudiana. Por esos mismos das, apareci publicado en Viena (primero en entregas en un peridico, y ms tarde en forma de folleto) el ensayo de Paul Federn Psychologie der Revolution: Die vaterlose Gesellschaft, dedicado a la aplicacin del psicoanlisis al estudio de la psicologa de la revolucin y a la exaltacin de la importancia del ensayo bolchevique (Dahmer 1982: 258 ss ; Ktzel: 33 ss). Ambos momentos demuestran que, para los contemporneos del asalto al Palacio de Invierno, la confluencia del psicoanlisis y la revolucin comunista era algo indiscutible.

En los primeros aos de la revolucin rusa, el psicoanlisis encontr apoyo expreso en las crculos oficiales soviticos, en tanto teora materialista sexual-revolucionaria. Fueron muchos los polticos, educadores, psiclogos y filsofos que comprendieron el carcter de crtica subversiva de los fundamentos morales de la sociedad burguesa que representaban las ideas de Freud, y la dimensin revolucionaria de su descubrimiento de que los deseos pulsionales del individuo son incompatibles con las normas de una cultura basada en la represin y la dominacin. En ello reside la explicacin - y no en una simple poltica de tolerancia - del desarrollo del movimiento psicoanaltico ruso, la continuacin de las actividades de la Liga Psicoanaltica Rusa, la publicacin en ruso de las obras de Freud, la realizacin de los primeros intentos prcticos de educacin infantil de orientacin psicoanaltica, realizados por Vera Schmidt por un lado y por Spielrein por otra (Castilla del Pino : 15) y las investigaciones que realiz Wilhelm Reich en la segunda mitad de los 20 en la URSS.

La recepcin inicial del psicoanlisis en los primeros aos de la revolucin sovitica estuvo condicionada por dos factores: el primero es que, en la lucha contra el misticismo y el idealismo predominantes en la filosofa rusa pre-revolucionaria, el programa de construccin de la nueva filosofa sovitica, se basaba - por indicacin expresa de Lenin - en la defensa de la dialctica y en el establecimiento de una fuerte alianza entre el materialismo y la ciencia natural; el segundo, la necesidad de luchar contra el predominio del idealismo en la psicologa tradicional rusa. Ktzel hace un detallado estudio de este proceso (Ktzel : 44-49; 108-165). Las principales figuras de la psicologa rusa pre-revolucionaria (Lapsin, Chelpanov, Lopatin, Loski) propagaban concepciones mstico-religiosas sobre el alma humana. Como reaccin ante el predominio del idealismo en esta ciencia, en la joven repblica surgen un conjunto de escuelas - la reactologa, el behaviorismo, la reflexologa de Pavlov, el monismo neurobiolgico - que buscaban la fundamentacin del estudio objetivo de los procesos psicolgicos mediante mtodos fisiolgicos perfeccionados (Ktzel : 45). Es en este contexto que debe entenderse la percepcin del psicoanlisis que predomin entonces en la Rusia sovitica. El rechazo y la hostilidad de que era objeto por parte de muchas instituciones burguesas debido al abierto tratamiento que haca del tema sexual, y la interpretacin materialista-biologicista del propio Freud sobre su teora, foment en la Rusia sovitica la impresin de que esta posea un carcter anti-burgus, y de que poda ser de importancia en la necesaria tarea de desarrollar una psicologa marxista. Sus partidarios soviticos (Vigotski, Luria, Fridman, Zalkind, entre otros) utilizaron como argumento principal la idea de que era congruente con el punto de partida fisiolgico en la psicologa, en especial con la reflexologa pavloviana. Ntese que tanto la carta de Trotski a Pavlov como su artculo de 1926 antes mencionados fundamentaba la defensa del psicoanlisis en la tesis de su supuesta compatibilidad con la teora de los reflejos. Esta era la misma idea defendida por Vigotski y Luria en sendos trabajos aparecidos en 1923. El psicoanlisis sovitico naci marcado por esta auto-interpretacin mecanicista y fisiologizante.

A partir de 1924, despus de la muerte de Lenin, se inici el retroceso en la vida poltica y espiritual sovitica. El marxismo fue despojado de su carcter de concepcin crtica sobre la enajenacin del hombre y el proceso de su desenajenacin positiva, y convertido en ciencia legitimadora de una interpretacin economicista y objetivizante del proceso histrico. Aunque teido de una auto-percepcin fisiologizante, el potencial crtico del psicoanlisis no poda ser aceptado en el nuevo encuadramiento totalitario de la sociedad que comenzaba a construirse. El ataque al psicoanlisis se enmarc en el contexto de la lucha entre los mecanicistas y los formalistas, las dos principales tendencias de la filosofa sovitica, debate que tuvo lugar en la segunda mitad de la dcada del veinte y que sign el desarrollo posterior del pensamiento filosfico en la URSS (Suvorov : 163-173). Los mecanicistas, lidereados poro Skvortsov-Stepanov y Timiriazev, intentaban reducir las complejas formas de movimiento de la materia al movimiento mecnico. En su opinin, la dialctica materialista deba ser traducida al lenguaje de las leyes mecnicas (ibid : 171). A ellos se enfrent A. Deborin, considerado entonces la mxima figura de la filosofa sovitica, director de la revista Bajo la bandera del marxismo. El grupo de los deborinistas se llamaba a s mismo los dialcticos, pero eran denominados por sus oponentes como formalistas, por considerar que su interpretacin de la dialctica materialista era abstracta y no rebasaba los marcos de la dialctica hegeliana. La polmica entre estos dos grupos asumi un carcter extremadamente escolstico, y slo nos interesa por su incidencia con la historia del psicoanlisis en la URSS. El xito inicial correspondi a Deborin: el mecanicismo fue descalificado oficialmente como forma especfica de resurgimiento del positivismo en la filosofa sovitica (ibid : 172). El psicoanlisis fue criticado como forma de expresin del mecanicismo. El primer ataque de Deborin a esta teora apareci en la revista El materialista militante en 1925. En ese mismo ao aparecieron otros ataques en la revista Bajo la bandera del marxismo, escritos por W. Jurinetz y A. Thalheimer . En el momento de su triunfo sobre los mecanicistas, Deborin los caracterizaba como un bloque singular, compuesto por freudianos, antiguos y recientes machistas, y por partidarios abiertos y encubiertos del empirismo y el materialismo mecanicista (Dahmer 1982 : 263). La condena oficial a los mecanicistas implic la descalificacin ideolgica del psicoanlisis. Los mecanicistas fueron vinculados a lo que se denomin como desviacin de derecha de Bujarin. Posteriormente le llegara el turno a Deborin y los formalistas, tildados de trotskistas, y anatemizados en 1930. Ktzel afirma que para principios de la dcada del 30 haba desaparecido casi del todo el influjo del psicoanlisis en la URSS, y que incluso muchos de sus antiguos partidarios se haban separado de l, y destaca el ejemplo de A.B. Zalkind, uno de sus principales cultores, que en el I Congreso para el Estudio del Comportamiento del Hombre, en 1930, no slo atac al psicoanlisis, sino que incluso salud la desaparicin de sus races en la vida sovitica (Ktzel : 131).

En aquel lustro decisivo en la historia intelectual de la URSS, el psicoanlisis pas de ser considerado un apoyo a la creacin de una psicologa materialista, a valorarse como expresin del idealismo burgus. Una transformacin radical semejante ocurri con la comprensin del marxismo. Su carcter esencial de crtica a la dialctica de la cosificacin y la apropiacin enajenada de la realidad fue eliminado totalmente, para dar paso a un conjunto de supuestas leyes y categoras universales que intentaban presentar con carcter de ciencia rigurosa lo que no era ms que un instrumento ideolgico de legitimacin de una poltica. El telos de este marxismo sovitico no era la crtica, sino la fe (Dahmer 1982 : 269). En opinin de Stalin, una teora, cuando es verdadera, proporciona a los que realizan la prctica la fuerza de la orientacin, la claridad de la perspectiva, la seguridad en el trabajo y la fe en la victoria de nuestra causa (ibid). La dcada del 30 presenciara la consolidacin del sistema del socialismo represivo conocido como stalinismo, pero tambin el afianzamiento de dos de sus resultados inherentes: la interpretacin deformada sobre el marxismo y sobre el psicoanlisis. Y con ello, la identificacin de los conceptos de bolchevismo y de sovietismo con el sistema poltico y las prcticas polticas del stalinismo durante aquellas dcadas infamantes.

Tanto el concepto de bolchevismo como el de psicoanlisis perdieron su significado inicial. La interpretacin actual de ambos trminos carga con una historia de falsificaciones y deformaciones que dificultan extraordinariamente toda reflexin sobre la relacin existente entre ellos. Es por eso que un momento fundamental en el estudio de este nexo tiene que pasar por asumir crticamente las interpretaciones que se fijaron en la conciencia social, rechazar la imagen falsa y estereotipada que sobre ellas se han establecido. Y someter tambin a crtica, si preciso fuera, las formas errneas de auto-conciencia de ambas.

EXORCIZANDO LAS PALABRAS. La palabra psicoanlisis ha llegado hasta nosotros en su versin hollywoodense. Una serie de filmes, desde Las tres caras de Eva hasta Anlisis final, han difundido la versin medicalizada del psicoanlisis. Rechazado fuertemente en sus inicios por los centros de produccin espiritual de la burguesa (la academia, la iglesia), que vieron con espanto la diseccin de las normas morales convencionales y del carcter opresivo de su cultura que la nueva teora implicaba, el psicoanlisis encontr posteriormente acomodo dentro de la cultura de la dominacin, al ser transformada en una ciencia auxiliar de la medicina, una rama del saber encaminada a proporcionar alivio a enfermos mentales. Gan respetabilidad y aceptacin profesionalizndose y medicalizndose. El psicoanalista es visto - y en muchos casos se ve el mismo - como un profesional que cura un padecimiento. En la percepcin social del psicoanalista, este es un especialista que gana mucho dinero, que acuesta a su cliente - que es entendido y se entiende a s mismo como un paciente, un enfermo - en un divn y lo deja soliloquear hasta que descubre, en el pasado de este, aquel trauma - siempre de carcter sexual - escondido en el inconsciente y que ha provocado la neurosis. Una vez en posesin del conocimiento de esa vivencia que provoca la alteracin de las funciones psquicas del paciente, la tarea del psicoanalista es la de llevar al paciente el recuerdo, y as curarlo.

En esta interpretacin, el psicoanalista - al igual que cualquier otro especialista de la medicina - es el verdadero sujeto de la curacin. Es quien realiza la actividad, dirige y controla todo el proceso. El paciente - y la propia palabra lo indica - es un enfermo que tiene que ser conducido, asumiendo el papel de objeto de la actividad terapetica.

Si vamos a ser justos, esta imagen no la invent Hollywood. Tan slo la populariz y la mejor. La visin medicalizada del tratamiento de las afecciones psquicas y mesinicas del terapeuta, como ente omnisapiente y omnipotente, en cuyas manos ha de entregarse el paciente, es compartida por muchos psicoanalistas desde hace tiempo. Recordemos que Charcot, famoso psiquiatra francs del siglo XIX, del que el mismo Freud fuera alumno y admirador, y que iniciara el tratamiento mdico de la histeria, era conocido en su poca como el Napolen de la histeria.

Pasemos ahora al bolchevismo. Aqu tambin encontramos un estereotipo fijado en el imaginario colectivo. La primera visin que acude a nuestras mentes es la de el hombre con el cuchillo en la boca. Extremistas y violentos, los bolcheviques seran apenas los precursores del stalinismo y del gulag. Esta es la visin que desde hace decenios difunden sus enemigos. Visin que, sorprendentemente, se acerca en mucho a la que se difundi concienzuda y sistemticamente desde la propia Unin Sovitica. La propia historiografra sovitica present a los bolcheviques como un grupo de hombres duros, desprovistos de flaquezas humanas, omniscientes, encabezados por el ms omnisciente de todos, Lenin. Un Lenin representado grficamente siempre con el ceo fruncido, la mirada iracunda, y una mano siempre cerrada en forma de puo. Escasean en la hagiografa sovitica las imgenes de un Lenin sonriente. Nunca se le represent como alguien que poda tener momentos de duda y flaqueza, y mucho menos como alguien que se equivoc en algo. A Lenin y sus bolcheviques - su cohorte de hierro, trmino que significativamente se utiliz - se les enfoc como un ncleo que cre a los soviets en la Rusia zarista, produjo la revolucin y la dirigi por caminos ya previstos de antemano. Talmente como si hubieran sido los nicos sujetos reales de aquel proceso histrico. En el fondo de ambas visiones histricas, de signo poltico opuesto, subyace un elemento comn: una interpretacin extremadamente voluntarista de la historia.

Exorcicemos estos conceptos. No aceptemos como vlidos las interpretaciones al uso de ambos, y realicemos una labor de diseccin histrica de lo que inicialmente representaron el psicoanlisis y el bolchevismo, para poder entender por qu a las significaciones iniciales les fueron superpuestas otras escamoteadoras de la verdad.

SIGNIFICACIN GNOSEOLGICA DEL PSICOANLISIS.

Lo extraordinario de Freud no es que se

relacionara con el inconsciente, sino cmo lo hizo.

Mario Erdheim

Para poder entender la significacin gnoseolgica del psicoanlisis, es preciso relacionar el descubrimiento de la existencia del inconsciente con las caractersticas del perodo histrico en que tuvo lugar. El fenmeno que motiv el surgimiento del psicoanlisis lo constituy la crisis del individuo burgus, crisis que encontr su representacin en toda la cultura de la poca, fijndose como ideal cultural incluso en la conciencia de s de los sectores no burgueses (Dahmer 1986: 157). Mario Erdheim ha hecho un detallado estudio de la interrelacin entre los resultados alcanzados en su trabajo cientfico por Sigmund Freud y las demandas espirituales del momento. Como rechazo al encuadramiento alienante del individuo en el orden de la racionalidad capitalista, tanto el arte como la filosofa expresaban la percepcin de la importancia de la existencia de lo subjetivo, de lo irracional, de lo onrico. Tanto en la msica de Wagner, como en la filosofa nietzscheana o en las corrientes literarias de fines del siglo XIX y principios del XX tomaba cuerpo esta sublevacin del sujeto, esta resistencia a la cosificacin y estandarizacin de lo individual. Esta revuelta del sujeto se expres tambin en el campo de la medicina (Erdheim 1982: 17). Apareci la exigencia, mas o menos consciente, de que el enfermo fuera tratado clnicamente como sujeto, es decir, como una persona racional, capaz de entender las causas de su mal y el tratamiento del mismo, y no como un simple objeto. Esta exigencia se extendi tambin al campo del tratamiento de las enfermedades mentales. Pero la psiquiatra (en tanto rama de la medicina encargada del tratamiento de estas enfermedades), prisionera de la concepcin cientfico-natural de la enfermedad, no pudo afrontar adecuadamente el reto. Tal situacin paradjica se advirti en el modo en que encar el fenmeno de la histeria. Si tradicionalmente se haba entendido a la histeria como simulacin, y al histrico como un mentiroso, ya por esos aos se extenda la comprensin de la misma como una enfermedad, y se proceda a buscar sus causas. La insercin de la nueva visin del fenmeno dentro de los viejos esquemas de tratamiento de la enfermedad se puede apreciar fcilmente en el ejemplo de Charcot, destacado psiquiatra francs, que iniciara el estudio cientfico de la histeria y la utilizacin de la hipnosis (hasta entonces considerada por los mdicos como simple charlatanera de feria) en su investigacin y tratamiento. Mdicos de toda Europa asistan a sus clases. El propio Freud fue su alumno en 1885-1886, y qued vivamente impresionado por sus resultados y su personalidad. Como ya apunt anteriormente, a Charcot se le llamaba el Napolen de la histeria. Y esta denominacin indica a las claras el mantenimiento de la visin tradicional. Charcot dominaba la histeria como Napolen dominaba el campo de batalla. Era el amo y seor de la curacin de los infelices que la padecan, as como Napolen manejaba las masas de soldados, simples instrumentos en sus manos. El uso de la hipnsis era claro ejemplo de ello. Delante de un auditorio numeroso de estudiantes y especialistas de distintos pases, Charcot hipnotizaba a una mujer, aquejada de parlisis histrica, y la hacia caminar, demostrando la inexistencia de causas fisiolgicas de la parlisis y, de paso, su dominio del paciente.

Freud regres a su natal Viena ms decidido an que antes a emprender el tratamiento de la histeria (algo poco deseado por muchos mdicos entonces), y a utilizar lo aprendido con Charcot. Pero sus primeras experiencias con pacientes aquejados de este mal (las despus famosas histricas vienesas) le demostraron los lmites de este enfoque de la psiquiatra acadmica. Era evidente que la causa de los desrdenes histricos se encontraba en algn recuerdo penoso para el paciente, en alguna experiencia de vida desagradable, que era olvidada. El esfuerzo para mantener en el olvido esa vivencia provocaba distintos desarreglos psquicos e incluso fisiolgicos. A travs de la hipnosis, Freud lograba acercar a su paciente al recuerdo prohibido, pero no poda ni captar la interpretacin negativa asignada por esta a aquel, ni lograr que despus, en el estado de vigilia, la enferma lograra recordarlo. Freud descubri con asombro la resistencia ofrecida por la persona, objeto del tratamiento, a recordar y aclarar el significado negativo de lo olvidado. Comprendi que la hipnosis colocaba al paciente en una relacin de subordinacin con respecto al mdico, y por lo mismo impeda que llegara a tomar conciencia de aquel hecho traumtico que provocaba su padecimiento. No haba posibilidad de cura para el histrico si no se le poda ilustrar de la causa de su mal. Pero esa ilustracin era imposible con el esquema tradicional del tratamiento mdico, en tanto con el mismo slo se poda lograr una ilustracin impuesta, proveniente desde fuera del paciente (el terapeuta era el que deba informar al enfermo) y no la auto-ilustracin, nica forma de lograr la recuperacin. Entendi que para que su prctica teraputica, y por tanto ilustradora, lograra su cometido, tena que subvertir totalmente el esquema clsico de relaciones interpersonales establecido en el campo del conocimiento cientfico y afianzado por la Ilustracin. Fue la comprensin - nada comn para aquellos aos - de las exigencias de su prctica profesional las que lo condujeron a lograr lo que para los dems de su poca estuvo vedado: el descubrimiento y acceso al inconsciente, campo de la subjetividad humana hasta entonces totalmente desconocido.

Al insistir en la necesidad de reflexionar en torno a la significacin epistemolgica del mtodo teraputico fundado por Freud, Erdheim apunta a una idea fundamental, de la que muchos - incluido el propio Freud - no han sido conscientes: el mtodo psicoanaltico implica una toma de posicin revolucionaria con respecto a los esquemas establecidos de la Ilustracin, una subversin de los mismos, a la vez que la conservacin de sus intereses crtico-liberadores. Freud pudo hacer historia en el campo de la teora sobre el hombre y la sociedad, precisamente porque fue capaz de entender - sin interiorizarlo adecuadamente, por cierto - los lmites de la Ilustracin clsica.

PRIMER EXCURSO FILOSFICO: LA ILUSTRACIN.

Llegados a este punto, es preciso hacer un parntesis y explicar lo que signific la Ilustracin como proceso del pensamiento. Enmarcada temporalmente en el siglo XVIII (el siglo de las luces) constituy la expresin histrica de la ideologa burguesa de la emancipacin. Surgi en contraposicin a la concepcin religiosa-oscurantista del mundo, que lo consideraba resultado de la voluntad inexplicable de una esencia sobrenatural. La Ilustracin abri pas a la interpretacin de la realidad como algo racional, y por lo tanto explicable. Su objetivo era el de liberar a los hombres del engao y la supersticin mediante la luz del saber, y convertirlos as, de esclavos, en seores y dueos de su vida. Su intencin era por lo tanto teraputica: llevar a todo fenmeno social ante el tribunal de la razn para decidir sobre su eliminacin o transformacin, Su programa era el de desencantar al mundo para someterlo al dominio racional del hombre. Eliminar - para decirlo con un lenguaje actual - las patologas de la sociedad.

En contraposicin a la concepcin teolgica de la iluminacin del hombre mediante la revelacin divina, la Ilustracin haca hincapi en la capacidad racional del individuo para lograr el conocimiento de la realidad y su auto-conocimiento. La respuesta que en su momento proporcion Kant a la pregunta qu es la Ilustracin? destaca admirablemente el nfasis en la capacidad de independencia racional del sujeto: Ilustracin es la liberacin del hombre de su culpable incapacidad. La incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su propia inteligencia sin la gua de otro. Esta incapacidad es culpable porque su causa no reside en la falta de inteligencia sino de decisin y valor para servirse por si mismo de ella sin la tutela de otro. Sapere aude!, ten el valor de servirte de tu propio entendimiento! Este es, pues, el lema de la Ilustracin (Kant : 25) Por ende, la idea de razn inclua la voluntad de ser racional, la voluntad de alcanzar la madurez, la capacidad de autonoma y responsabilidad en la direccin de su propia vida

La intencin terica de la Ilustracin es la de concebir al hombre como sujeto de su vida. Sujeto en tanto convierte en objetos de su actividad a los fenmenos que lo rodean, no se subordina ya a ellos (sean fuerzas naturales o instituciones sociales) sino que los objetualiza, para dominarlos y utilizarlos en la conformacin de una vida feliz. Y es aqu donde aparecen sus contradicciones insalvables. El objetivo de la Ilustracin es educar a los hombres. Pero, quin introduce la luz en la mente de los hombres? Otros hombres: los ya ilustrados. Ellos convierten a los dems individuos en objetos de su actividad educativa, y son los que los conducen hacia la razn y la felicidad. Es decir, en la actividad de ilustracin, se objetualiza al otro.

Las relaciones intersubjetivas (sujeto-sujeto) slo pueden ser comprendidas en los marcos de la Ilustracin clsica como relaciones objetuales (sujeto-objeto). Con ello, la Ilustracin se traiciona a s misma. Divide a los hombres en dos grupos: los educadores y los educados. La aspiracin a la autodeterminacin cabe tan slo para los sujetos ilustradores, no para los individuos-objetos a ser ilustrados. Su funcin emancipadora cae prisionera de su tendencia objetualizante y cosificadora. El sujeto transformador se constituye a s mismo al construir su mundo, y construye su modo de apropiacin del mundo cosificando a los dems hombres. Desde el paradigma de la relacin sujeto-objeto (eje del pensamiento ilustrador) es imposible superar esa instrumentalizacin de la razn. Al final de cuentas, la Ilustracin se autodestruye porque se configura bajo el signo de la dominacin. La burguesa desarrolla su proceso de liberacin conservando la dominacin, la asimetra de las relaciones sociales intersubjetivas, y desarrollando hasta el paroxismo el proceso de objetualizacin o cosificacin. El conocimiento, como proceso de reflexin racional, es entendido segn estas necesidades. Conocer supondr entonces la existencia de un sujeto cosificador. Conocer ser objetualizar. Toda relacin racional (por ejemplo, la del maestro con el alumno, el terapeuta con el enfermo, el salvador con el salvado) ser vista como la de un sujeto con un objeto.

La aspiracin a la auto-produccin, la madurez y la determinacin es algo encomiable y digno de ser conservado. Pero la salida a las aporas de la Ilustracin clsica slo es posible reinsertndolas en el contexto de relaciones verdaderamente intersubjetivas. Sin proponrselo, y sin comprenderlo fehacientemente, Freud operara esta subversin del esquema de la Ilustracin.

LA REVOLUCIN PSICOANALTICA.

Freud oper una revolucin gnoseolgica y tica en el planteamiento de las relaciones intersubjetivas de ilustracin. La prctica psicoanaltica deja de ser una relacin entre el mdico y el enfermo para convertirse en una relacin entre el analista y el analizando. Subrayar la n en este vocablo - introducido por Freud en el vocabulario teraputico - no es ocioso. Lo que quiero resaltar es que ahora el neurtico ocupa una posicin activa en su tratamiento. Se establece una verdadera interaccin entre el uno y el otro. El aporte decisivo de Freud consisti en que transform la relacin mdico-paciente en el contexto del psicoanlisis, y con ello pudo desarrollar una nueva teora sobre la enfermedad (Erdheim 1991 : 68). El neurtico ya no es visto ms como un enfermo. Se trata de un individuo que ha tenido que desarrollar complejos mecanismos psquicos de defensa ante la hostilidad de un contexto cultural esencialmente represivo. Es precisamente l quien tiene que someter a reflexin crtica su historia de vida, sacar a flote en su consciente aquellas vivencias que lo torturan, y reflexionar crticamente no slo sobre ellas, sino tambin sobre los cdigos conductuales y valorativos socialmente establecidos para poder determinar si la valencia negativa que ellos han otorgado a la manifestacin de sus pulsiones es racional o no. Las disfunciones psquicas constituyen una enfermedad social en el ms estricto sentido de la palabra. Quien la padece no es un mero enfermo, sino una vctima del carcter enajenante de la cultura. La propia concepcin tica sobre el neurtico cambia: la culpa de su padecimiento no recae ya sobre l, sino sobre la sociedad y su cultura, que es la verdaderamente enferma y represiva. Es este ser sufriente quien tiene que constituirse en el sujeto activo de su auto-ilustracin, de la toma de conciencia de la causa de su mal. El profesional del psicoanlisis pasa a ser un terapeuta de nuevo tipo. Abandona el rol tradicional de mdico para convertirse en analista. No cura al neurtico. Lo que hace es ayudar a que el analizando adquiera conciencia de su situacin, a que alcance por sus propios medios la madurez. Su objetivo es potenciar la capacidad del analizando para que comprenda su situacin.

En el proceso psicoanaltico se disuelven las categoras corrientes de la psiquiatra, que regulaban el tradicional distanciamiento entre el mdico y el paciente. Freud rompi con la tendencia existente desde el surgimiento mismo de la sociedad clasista de colocar todo vnculo interpersonal en el molde de las relaciones de poder. Las relaciones prncipe-sbdito, maestro-alumno, padre-hijo, lder-masa, hombre-mujer, mdico-enfermo, reproducan la asimetra de la relacin entre el detentor del poder y la sabidura, colocado por tanto arriba, con aquel que careca de aquellos atributos, y por estar abajo tena que ser conducido. Esta fijacin social de roles constitua el obstculo principal para captar la dimensin social del inconsciente (Erdheim 1982 : 24). La disolucin de los mismos era una condicin imprescindible

Freud se apart de los modelos existentes fijados durante milenios para la reflexin sobre la subjetividad del individuo. Esto fue lo que le permiti alcanzar el xito all donde otros fracasaron. En aquellos aos de crisis del individuo burgus fueron muchos los que intentaron un acercamiento diferente al tema de la subjetividad daada. Tal vez Nietzsche y Charcot sean los mejores exponentes de los dos puntos extremos entre los que se abrieron entonces un abanico de posiciones interpretativas. Ambos presintieron la existencia de una zona oculta y profunda en el alma humana. Pero ni la exgesis de lo irracional y de la voluntad de poder en Nietzsche ni la concepcin fisiologizante de la histeria en la nueva psiquiatra de Charcot lograron encontrar la va hacia el inconsciente, precisamente por no rebasar el modelo de las relaciones de dominacin sujeto-objeto.

La redefinicin de la relacin entre el terapeuta y el analizando implic a su vez la conformacin de una nueva concepcin del saber (Erdheim 1991 : 128). Slo aquel conocimiento que es portado por la relacin entre ambos - y no slo por el terapeuta - permite construir la concientizacin sobre la patologa. Si el terapeuta obtiene un saber sobre el sujeto, sin que este se lo haya comunicado, o cuando el analizando, aunque lo haya comunicado, no ha integrado y racionalizado ese saber en toda su dimensin, entonces todo el proceso psicoanaltico se detiene. Un desequilibrio entre el saber del analista y el del analizando proporciona una clara seal de que a la empresa de la ilustracin - de acceso del sujeto tratado a la madurez - le espera un mal final. Como destaca Erdheim, la colocacin del individuo objeto de tratamiento en la posicin de sujeto, simtrica con el terapeuta - clave de la praxis psicoanaltica - reactiva la subjetividad del investigador. Su comprensin de la subjetividad del otro depende de cmo el terapeuta maneje y comprenda su propia subjetividad. El proceso psicoanaltico implica una doble auto-reflexin constante: tanto la del especialista como la del analizando. La auto-reflexin metdica es elevada por el psicoanlisis, por primera vez en la historia del conocimiento, a principio bsico de conformacin de las relaciones intersubjetivas. Las implicaciones de esta idea seminal para la estructuracin (o por mejor decir, reestructuracin) de todas las constelaciones de relaciones intersubjetivas, tanto en la esfera espiritual como prctica de la vida social, son tan profundas que ni Freud ni la mayora de sus contemporneos las captaron en toda su magnitud. Y tanto el propio psicoanlisis en su desarrollo institucionalizado como el grueso del pensamiento social actual - incluso buena parte del que se coloca conscientemente en funcin de la subversin de las relaciones sociales de dominacin y explotacin - no se las han apropiado.EL BOLCHEVISMO.

La conexin entre la teora y la prctica de Lenin ...no est presente en toda su claridad en la conciencia

de numerosos comunistas

Georg Lukacs Si hemos remontado las formas falsas de comprensin (e incluso de auto-comprensin) del psicoanlisis para poder entender el profundo significado gnoseolgico, tico y crtico de su praxis, y la dimensin renovadora de su propuesta para solucionar la crisis de la subjetividad a fines del siglo XIX, ser preciso realizar un procedimiento semejante con el bolchevismo. Tendremos que guardarnos de los fetichismos tericos y desembarazar a todo un conjunto de importantes conceptos (como los de soviets, leninismo, etc) de la maraa de falsificaciones tejidas en torno a ellos.

El trmino bolchevismo, como expresin del vocabulario poltico, naci en 1903, para designar a un grupo surgido de la escisin del Partido Obrero Social-demcrata Ruso en su II Congreso, en agosto de ese ao. Pero su contenido, entonces, era mucho ms pobre que el que lleg a tener aos ms tarde, cuando las duras luchas y experiencias enfrentadas por aquellos hombres les aseguraron un lugar en la historia. Por eso es intil intentar entenderlo como algo que naci ya maduro. Las ideas de Lenin y de otros importantes lderes del bolchevismo cambian, evolucionan, se critican a s mismas, a lo largo de los procesos complejos ocurridos entre 1903 y 1917, y sobre todo en el perodo posterior al asalto del Palacio de Invierno.

Algunos han querido ver al bolchevismo slo como un fenmeno ruso, cuyas caractersticas se explicaran por su origen en una Rusia zarista autocrtica y campesina, feudal y atrasada. Visto as, su estudio sera slo una curiosidad histrica. Otros, tratando de resaltar su significacin, lo han elevado a conjunto de recetas infalibles a ser aplicadas en todo momento. Pero es algo diferente a todo ello. El bolchevismo es un modo de entender la poltica. Un modo revolucionario de entender la poltica. Un modo de interpretar, proyectar y realizar la transformacin de la realidad social, de entender la relacin teora-prctica, y el papel del factor subjetivo.

No caigamos en exgesis innecesarias. El bolchevismo fue ms de lo que los propios bolcheviques (incluyendo a Lenin) intentaron y entendieron. Por eso es que hay que rastrear su significacin no tan slo (y agregara, no principalmente) en los escritos de Lenin (ya de por s memorables y dignos siempre de ser ledos) o de sus otras figuras significativas, sino ante todo en los procesos que se desencadenaron en la nueva repblica sovitica a partir de octubre de 1917. Por eso es importante centrar la atencin en la poltica cultural bolchevique (entendiendo cultural en su sentido ms amplio). Analizar al bolchevismo como modo de construir, desde las realidades de la prctica - y no desde dogmas tericos - una poltica cultural para la construccin comunista. Para el desarrollo de la subjetividad. Una poltica que aceptaba la diversidad, la pluralidad, el debate interno.

Recordemos que desde antes de 1917, en Rusia se produca un despliegue espiritual extraordinario. En la literatura, el ballet, el teatro, el pensamiento poltico y econmico, las artes plsticas, se experimentaba un florecimiento sin parangn. Los bolcheviques no podan ni siquiera soar con eliminar o detener esto. Ellos mismos eran resultado de este proceso de renovacin cultural! Una cierta historia oficial posterior ha querido hacer ver al bolchevismo como efecto tan slo de la agudizacin de las contradicciones polticas y econmicas. Se intent escamotear que fue tambin resultado de la expresin cultural de esas contradicciones que se plasmaron en movimientos artsticos, pedaggicos, cientficos, etc., muy importantes.

Dos importantes cuestiones son dejadas a menudo fuera de vista cuando se quiere reflexionar sobre el tema que nos ocupa: La primera, es que el bolchevismo tuvo como una de sus causas de origen el rechazo expreso a la interpretacin objetivizante del marxismo, que se manifestaba en las posiciones polticas reformistas predominantes en la II Internacional. Constituy, por lo tanto, un intento consciente de recuperar la esencia crtica y revolucionaria del marxismo, de su teora poltica. La segunda, que la teora poltica de Marx, en su conjunto, es un momento de su teora sobre la desenajenacin del hombre. De su crtica al carcter deformante y alienante de las relaciones intersubjetivas en el capitalismo. En este punto tendremos que detener nuestra atencin.

SEGUNDO EXCURSO FILOSFICO: LA CONCEPCIN MARXIANA DE LA APROPIACIN. En 1846, cuando apenas contaba 28 aos de edad, Carlos Marx redact sus Tesis sobre Feuerbach, documento excepcional en el devenir del pensamiento humano, y acta de nacimiento de la nueva concepcin materialista de la historia. Marx estaba intentando sentar las bases de una interpretacin materialista del proceso de produccin y despliegue de la subjetividad humana. La Tesis III, en particular, es de especial importancia para el tema que nos ocupa. En ella se somete a crtica (por primera vez en la historia de las ideas) la interpretacin objetualizante de las relaciones interpersonales. La teora materialista de que los hombres son producto de las circunstancias y de la educacin, y de que, por tanto, los hombres modificados son producto de circunstancias distintas y de una educacin modificada, olvida que son los hombres, precisamente, los que hacen que cambien las circunstancias y que el propio educador necesita ser educado. Conduce, pues, forzosamente, a la divisin de la sociedad en dos partes, una de las cuales est por encima de la sociedad... (Marx I: 8). El enfoque tradicional, tpico de la Ilustracin, del perfeccionamiento de la sociedad humana como acto pedaggico, divide a los hombres en dos grupos: los educadores y los educados. Marx comprende que la deficiencia fundamental de este punto de vista es que coloca a los educadores, a los ilustrados fuera del proceso de la reflexin crtica sobre la realidad, y los pone por encima de los dems hombres. Las masas populares son simples objetos. Pero para Marx, la revolucin es algo mucho ms complejo que eso: La coincidencia de la modificacin de las circunstancias y la actividad humana slo puede concebirse y entenderse racionalmente como prctica revolucionaria (ibid). La revolucin comunista tiene que romper el molde de las relaciones inter-personales objetualizantes, para devenir un proceso en el que los hombres, interactuando entre s y con su condicionamiento material, al transformar a este se transforman a s mismos.

De esta idea, apenas esbozada en un documento que por su lenguaje aforstico y por su alta densidad conceptual ha merecido escasa atencin por parte de muchos marxistas, se desprende que la prctica poltica revolucionaria comunista no puede ser una continuacin, de otra manera, de la prctica poltica tradicional existente desde el inicio de las sociedades divididas en clases antagnicas. Precisamente porque su objetivo es otro: no cambiar el mecanismo de explotacin y dominacin de los hombres, sino eliminarlo. Dos aos ms tarde, en El Manifiesto Comunista, se volver a expresar la misma idea: Todas las clases que en el pasado lograron hacerse dominantes trataron de consolidar la situacin adquirida sometiendo a toda la sociedad a las condiciones de su modo de apropiacin. Los proletarios no pueden conquistas las fuerzas productivas sociales sino aboliendo su propio modo de apropiacin en vigor, y, por tanto, todo modo de apropiacin existente hasta nuestros das (ibid: 120-121).

Este pasaje ha sido objeto de una mala interpretacin bsica por aquellos que no conocen el contenido que el concepto de apropiacin tena en la filosofa clsica alemana (en especial, en Hegel) de la que Marx era heredero directo. Se confunde con expropiacin, y se piensa que aqu simplemente se nos dice que el proletariado tiene que destruir el modo capitalista de expropiacin. Lectura a todas luces insuficiente, por cuanto en el fragmento citado se exhorta a la clase obrera a abolir tambin su propio modo de apropiacin. Ya en los Manuscritos econmico-filosficos de 1844, se haba presentado al comunismo como superacin positiva del modo de apropiacin enajenante de la realidad. El concepto apropiacin apunta al proceso complejo en el que los seres humanos, al producir su mundo, se producen a s mismos y producen su subjetividad. El hombre se apropia de la realidad porque la produce. La hace suya al crearla mediante su actividad prctica. Pero el modo en que la hace suya, se apropia de ella, la interioriza y la traduce en elementos de su subjetividad (sus capacidades, potencialidades, ideas, aspiraciones, valores, etc.) est condicionada por el modo en que la produce. Produccin y apropiacin, por lo tanto, forman un todo indivisible. Produccin dice del proceso de objetivacin del hombre, que crea los objetos de su realidad y en ellos expresa su subjetividad. Apropiacin dice del proceso de produccin de la subjetividad humana, de su auto-produccin. De su auto-produccin como sujeto. Todo modo social de produccin de la realidad es, a la vez, un modo social de apropiacin de esa realidad (y por lo tanto, de auto-produccin del hombre). Todas las clases sociales dominantes hasta ahora han sometido al resto de la sociedad a su modo especfico de apropiacin. Es decir, a su modo de auto-produccin. Todas las clases dominantes existentes han logrado ese dominio porque se han auto-producido como los nicos sujetos verdaderos del proceso histrico, produciendo a todas las dems clases y grupos sociales como objetos de su auto-produccin. La burguesa, pese a su carcter histricamente revolucionario, no rebas este patrn. Su modo de apropiacin es enajenante y explotador porque implica que para auto-producirse como clase dominante tiene que crear al proletariado (y mantener a las clases provenientes del viejo orden social) como objeto de su dominio, desprovisto de toda posibilidad de auto-determinacin. El resto de la sociedad es tan slo un conjunto de objetos de su auto-reproduccin. Por eso en El Manifiesto Comunista se llama a abolir todo modo de apropiacin existente hasta nuestros das, y crear uno nuevo, en el que ninguna clase social pueda objetualizar o cosificar a las dems. La revolucin comunista significa, para Marx y Engels, el surgimiento de una sociedad en la que ninguna clase sea la dominante, y por tanto todos los grupos sociales puedan asumir lo que hasta ahora les ha sido negado: el papel de sujetos, la facultad de auto-producirse a s mismos. No es casual que el captulo II de esa obra, titulado Proletarios y Comunistas, y en el que se exponen las concepciones de sus autores sobre el comunismo, termine con esta idea: En sustitucin de la antigua sociedad burguesa, con sus clases y sus antagonismos de clase, surgir una asociacin, en la que el libre desenvolvimiento de cada uno ser la condicin del libre desenvolvimiento de todos (ibid : 130) (Nota: el subrayado es mo). Lo que aqu se propone es una subversin total de la lgica de estructuracin de las relaciones inter-subjetivas. Y es slo a la luz de esta nueva lgica que podremos aprehender el sentido verdaderamente revolucionario de la propuesta bolchevique de prctica poltica.

EL BOLCHEVISMO Y LOS SOVIETS.

El momento histrico decisivo, la verdadera prueba histrica, se la plantearon a los bolcheviques los soviets. Es preciso destacar no slo lo que los bolcheviques le ensearon a los soviets, sino tambin lo que aprendieron de ellos. Y sobre todo, como se dispusieron a realizar este aprendizaje, a establecer una relacin bilateral con las masas, de mutuo enriquecimiento. La historia de la prctica poltica de los bolcheviques muestra, como rasgo distintivo, la tensin permanente bajo la que se colocaron conscientemente, para poder reflejar las caractersticas complejas y cambiantes de la realidad.

La clave para entender el carcter creador del bolchevismo como prctica poltica revolucionaria es su relacin con el movimiento sovitico. Los bolcheviques no crearon a los soviets. Estos fueron resultado de la actividad espontnea de las masas, su forma de organizarse para la lucha. El primer soviet apareci el 15 de mayo de 1905, en la ciudad de Ivanovo-Vosnesenks, a partir de un comit obrero de huelga. Con las huelgas de octubre de ese ao su difusin por toda Rusia fue ms rpida. El 17 de octubre nace el soviet de diputados obreros de Petersburgo, dirigido inicialmente por Krustalev-Nosar, y despus por Trotski, ambos mencheviques. Los mencheviques desempearon un activo papel en la creacin de los soviets. Los bolcheviques, en un primer momento, los vieron con desconfianza. Eliminados por la violenta represin que sigui al fracaso de la Revolucin de 1905, reaparecen con los sucesos de febrero de 1917, que por cierto, sorprendieron tambin a los bolcheviques. Pero Lenin ha aprendido la leccin, y comprende, mejor que nadie, lo que significaban. Tras su regreso a Rusia en el famoso tren sellado, lanza en las Tesis de Abril su famosa consigna: todo el poder a los soviets. Lenin no pide todo el poder para los bolcheviques, que es lo que esperaban sus correligionarios, sino todo el poder para los soviets, sobre quienes los bolcheviques en modo alguno tenan control. En mi opinin, con esa consigna, Lenin estaba realizando una transformacin tan profunda, un giro tan completo con respecto a las formas tradicionales de entender la poltica y las relaciones en el binomio direccin-masas, que sus contemporneos y muchos de sus posteriores seguidores no alcanzaron a comprender toda su significacin. Recordemos que Lenin precis de poner en juego su inmensa fuerza de persuasin y su prestigio personal durante todo un mes para que su partido aceptara esa tesis, que marca la esencia misma de lo que significan verdaderamente el bolchevismo y el leninismo. El partido bolchevique le impuso el poder sovitico al movimiento revolucionario, pero Lenin le impuso el poder sovitico a los bolcheviques.

Creo que es en este punto donde el bolchevismo adquiri su distincin cualitativa como movimiento revolucionario, su mayora de edad, el rasgo que lo llevar a hacer poca. Los soviets le plantearon a los bolcheviques la verdadera prueba histrica a pasar. Presentaron, en forma concreta, un problema vital y permanente para el marxismo revolucionario: el de la relacin entre un centro organizador del proceso poltico - cuya existencia es por dems imprescindible - y la espontaneidad y creatividad y - ms an - la autonoma de las clases, grupos y sectores implicados en la subversin del modo de apropiacin capitalista. La cuestin cardinal era la de producir un ensamblaje entre el partido y las formas de asociatividad revolucionarias surgidas en las propias masas en su lucha contra la opresin. Por lo tanto, la estructuracin de un sistema de relaciones intersubjetivas radicalmente diferente, que posibilitara la aparicin de un modo de apropiacin raigalmente nuevo de la realidad, como se haba querido en El Manifiesto Comunista. Todo el poder para los soviets, en la lectura original de Lenin, significaba reconocer a los distintos grupos sociales participantes en la revolucin no como elementos pasivos, como entes a ser conducidos o ilustrados, sino como fuerzas activas, como verdaderos sujetos de la revolucin. Siguiendo las indicaciones de la Tesis III sobre Feuerbach de Marx, el hincapi se haca en el rechazo al esquema clsico de la relacin asimtrica entre conductores y conducidos.

Lenin vio a los soviets como importante elemento en la produccin de la nueva democracia. Espontneamente, por su propia fuerza y carcter, los soviets se haban desarrollado de rganos de lucha en aparatos de Estado. Era aqu donde resida la especificidad de la revolucin proletaria. El lder bolchevique comprendi que si bien los soviets deban elevarse a rganos del Estado, tenan que seguir siendo rganos de combate. Y no slo de combate contra el enemigo externo o la contrarrevolucin interna (con lo cual no se diferenciaran esencialmente de ningn tipo anterior de Estado), sino tambin y por sobre todo - y aqu es donde radica lo revolucionario en la concepcin leninista - contra el peligro de burocratizacin y autonomizacin del aparato estatal, que se demostr mas letal que aquellos. Se propona una simbiosis indita en la historia, que permitira incluir la lucha democrtica en la lucha revolucionaria, y la revolucin democrtica en la socialista. La democracia no es un mtodo ni una relacin jurdica con el Estado, sino una relacin de clases. La democracia burguesa y la democracia proletaria despliegan su diferencia con relacin a una forma especfica de concentracin del poder. La forma proletaria tiene que ser radicalmente diferente. Se tiene que basar en una relacin de interaccin entre los distintos grupos que promueven el nuevo proyecto basado en la desenajenacin del individuo. El grupo dirigente tiene que promover la auto-ilustracin de las masas oprimidas, despertar sus potencialidades para su auto-constitucin como sujetos sociales, y abandonar el papel tradicional del terapeuta omnisciente. Su deber es el de facilitar la des-objetualizacin de esos grupos sociales siempre preteridos, La democracia proletaria tiene que abrir el paso a la superacin de todo modo de apropiacin hasta ahora existente de la realidad. La revolucin comunista no puede reproducir el esquema burgus de la ilustracin, sino que tiene que abrirse a un nuevo modelo.

La gran preocupacin de Lenin, en los ltimos aos de su vida, se centr en el proceso de burocratizacin del aparato estatal, y del aumento de su autonoma y distanciamiento con respecto a la clase obrera y dems clases revolucionarias. Pronto comprendi que una simple sustitucin del parlamentarismo por la forma sovitica no bastaba para destruir al viejo Estado. A esa posibilidad de autonomizacin opuso la realizacin de la revolucin cultural, entendida como proceso de obtencin de la madurez de los individuos.

Las concepciones de Lenin fueron abandonadas. El nombre de bolchevismo se mantuvo todava muchos aos ms, an cuando el proyecto original (y muchos de los hombres que lo iniciaron) fue aniquilado. Una mutacin semntica extraordinaria borr toda traza de la significacin original de la revolucin que inaugur una nueva poca.

A MANERA DE CONCLUSIONES. El psicoanlisis y el bolchevismo, como formas de prxis transformadoras, son el resultado de la crisis del sujeto liberal de fines del siglo XIX. La aparicin de ambas marca en buena medida la apertura de la nueva poca histrica. Ms all de su auto-comprensin, y de las imagenes socialmente difundidas - por intereses muy diversos - de su interpretacin, constituyeron dos intentos de trascender esa crisis basados en un mismo modelo prctico-cognoscitivo: el de la superacin del esquema objetualizante de la ilustracin burguesa, a la vez que la conservacin de su identificacin de la liberacin con la obtencin de la madurez. El inters de realizar la crtica profunda y sin compromisos de la realidad enajenante y represiva, guiada por un inters emancipatorio, se vincul con la necesidad de una incondicional auto-reflexin, para prevenir la atrofia del impulso subversivo. Lo novedoso de esta concepcin se perdi despus en la continuacin de ambos movimientos. La crisis de la subjetividad que vivimos en este fin de milenio se explica en buena medida por esta razn. La confluencia del psicoanlisis y el bolchevismo, con todo lo que de promesa emancipatoria significaba, se perdi. Su recuperacin es tarea clave, para poder eslabonar un nuevo modo de apropiacin de la realidad (por ende, de produccin de nuevas subjetividades) que facilite el surgimiento de constelaciones inditas de poder e ideologa que potencien al hombre nuevo.

F I NBIBLIOGRAFA

- Castilla del Pino, Carlos (1986) Psicoanlisis y Marxismo. Alianza Editorial. Madrid.

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- Trotsky, Len. Literatura y Revolucin (1986). Alianza Editorial. Madrid.

Publicado en la revista Temas, La Habana, nr. 14, abril-junio de 1998, pp. 107-120. Agradezco a mi colega Jos Miguel Marinas haberme llamado la atencin sobre este tema. Vase su artculo que cito en la bibliografa.

Los objetos de ambas teoras crticas tienen el privilegio de poder convertirse en sujetos de la historia de vida tanto colectiva como individual. (Dahmer 1982 : 9)

Incluso en trabajos de tan alta vala como los de Dahmer y Schneider, no se rebasa esta posicin.

Durante mi estancia de varios aos en Viena(1907-1914) estuve en cercano contacto con los freudianos; le sus trabajos e incluso visit sus reuniones. Siempre me sorprendi, en su manera de tratar los problemas psicolgicos, que unan un realismo fisiolgico con un anlisis cuasi-literario de los fenmenos psicolgicos (Citado en Dahmer 1982 : 462). Un anlisis posterior del Psicoanlisis lo ofrecera Trotski en su artculo de 1926-1927 Cultura y Socialismo, incluido en su obra Literatura y Revolucin.

Vase su artculo Sobre el materialismo militante.

Se trata de un artculo de Vigotski aparecido en la revista rusa Bajo la bandera del marxismo, y de un libro de Luria publicado en Kazn. Vase Ktzel : 45.

Interpretacin que, por otra parte, era la dominante en el movimiento freudo-marxista fuera de la Rusia sovitica. Una de sus principales figuras, Otto Fenichel, escriba en 1931: Que el psicoanlisis es materialista en su esencia, lo asegura el comprobar que su tarea principal consiste en la reduccin de todas las llamadas funciones superiores a sus sustratos biolgicos, del espritu a las pulsiones, de las pulsiones a sus fuentes somticas, de las acciones del hombre al principio materialista del placer y el displacer (citado en: Lorenzer 87).

El artculo de Thalheimer tuvo significacin especial, por tratarse de la mxima figura terica del Partido Comunista Alemn en aquel momento. No era la primera vez que desde las filas de ese partido se criticaba al psicoanlisis. Si bien en su revista Bandera Roja (editada por el CC del PCA) vio la luz una recensin en septiembre de 1922 con motivo del Congreso Internacional Psicoanaltico de ese ao en Berlin, en la que se destacaba el rechazo de los medios acadmicos burgueses a ese nuevo mtodo mdico, ya en mayo de ese ao Georg Lukcs public en esa misma revista un ataque al libro de Freud Psicologa de masas y anlisis del yo (aparecido en 1921) destacando que el psicoanlisis no superaba las limitaciones fundamentales de las teoras burguesas. En 1923, y desde la pginas de La Internacional, una figura del relieve de Hermann Duncker en ese partido rechazaba al freudismo como forma de la filosofa burguesa (Ktzel : 40-44). Thalheimer fue expulsado de la Internacional Comunista en 1929 por revisionista de derecha. Lukcs fue obligado a someterse a sucesivas auto-crticas a lo largo de su vida.

En carta a su novia de esa poca refleja ese deslumbramiento: Me siento verdaderamente muy bien en este momento y, segn creo, estoy cambiando mucho. Charcot, uno de los ms grandes mdicos que existen, un espritu genialmente sensato, conmueve simplemente mis ideas y mis intenciones. Con frecuencia salgo de sus conferencias como de Notre-Dame.... (Robert : 56)

Mario Erdheim y Maya Nadig llamaron a este proceso muerte social del terapeuta. No dispongo de ms espacio aqu para profundizar en esa tesis, por dems importantsimo.

En esa poca el tema de lo consciente y lo inconsciente era moneda comn en la obra de filsofos y artistas. El propio trmino ello fue acuado por Nietzsche. Esto condujo despus a muchas malas interpretaciones sobre la significacin cosmovisiva del psicoanlisis.

Para la interpretacin de la teora y la praxis de Freud que aqu presento, me he apoyado en las concepciones desarrolladas desde hace algunos aos por un grupo de psicoanalistas de habla alemana, tanto los fundadores de la llamada teora crtica del sujeto (Alfred Lorenzer, Helmut Dahmer, Klaus Dorn) como a los que desarrollan su actividad en Zrich (Mario Erdheim, Fritz Morgenthaler, Paul Parin).

Recordar que durante el angustioso perodo 1917-1921, en el que el joven estado sovitico tuvo que enfrentarse a la intervencin militar de catorce potencias y a la guerra civil, hubo plena libertad de discusin dentro del partido bolchevique, libertad que Lenin, tras la sublevacin de los marineros de Kronstadt en ese ao, excluyera en forma limitada y temporal.

Vase el tercer manuscrito, en especial toda la parte anterior a la crtica a la Fenomenologa del Espritu de Hegel.

El anlisis mas detallado ofrecido por Marx de estas ideas, esenciales en la concepcin materialista de la historia, aparecen desperdigadas a lo largo de las casi 600 pginas de uno de sus textos menos conocidos pero ms importantes: los Fundamentos a la crtica de la economa poltica, tambin conocidos en alemn como los Grundrisse.

Lenin hace un detallado anlisis de esto en su obra El renegado Kautsky....

Al respecto, estdiense con detenimiento las ideas expresadas por Lenin en su artculo dedicado al cuarto aniversario de la Revolucin de Octubre.

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