jorge isaacs (1) corría el año de 1867, y se preparaba un ... · -es un joven caucano, hijo del...

61
XI JORGE ISAACS (1) (REMINISCENCIAS) Corría el año de 1867, y se preparaba un grande acontecimiento literario: la aparición de María, la novela famosa de Jorge Isaacs. Isaacs era ventajosa- mente conocido ya como autor de magníficos versos. Ninguna de las personas que siguen con. interés el movimiento literario del país ha olvidado la manera singular como se reveló al mundo de las letras el nue- vo y predilecto discípulo de las musas americanas. Es toda una historia que, aunque someramente referida algunas veces, recojo, entusiasta, entre mis recuerdos .más queridos, para consignarla aquí con todos sus (1) El presente capItulo. escrito en su primitiva forma cuan- do aún vivía el sefíor Isaacs. fue publicado por primera vez en 1893. en El Rumor, de Buga. y reproducido posteriormente por La Revista Ilustrada de Nueva York, y por La Miscelánea, de Medellin. Expurgado hoy de algunas inexactitud~s de relato y de no pocos errores de redacción; y aumentado con detalles interesantes que han llegado después a mi conocimiento. y con particularidades que, acaso, no habría sido oportuno dar a luz antes, lo dejo correr en este libro. seguro de que las personas que se dignen leerlo juzgarán. como el autor. que se encuentra. ~n d lugar que le corresponde.

Upload: truongdat

Post on 19-Oct-2018

221 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

XI

JORGE ISAACS (1)

(REMINISCENCIAS)

Corría el año de 1867, y se preparaba un grandeacontecimiento literario: la aparición de María, lanovela famosa de Jorge Isaacs. Isaacs era ventajosa-mente conocido ya como autor de magníficos versos.Ninguna de las personas que siguen con. interés elmovimiento literario del país ha olvidado la manerasingular como se reveló al mundo de las letras el nue-vo y predilecto discípulo de las musas americanas. Estoda una historia que, aunque someramente referidaalgunas veces, recojo, entusiasta, entre mis recuerdos.más queridos, para consignarla aquí con todos sus

(1) El presente capItulo. escrito en su primitiva forma cuan-do aún vivía el sefíor Isaacs. fue publicado por primera vez en1893. en El Rumor, de Buga. y reproducido posteriormentepor La Revista Ilustrada de Nueva York, y por La Miscelánea,de Medellin. Expurgado hoy de algunas inexactitud~s de relatoy de no pocos errores de redacción; y aumentado con detallesinteresantes que han llegado después a mi conocimiento. y conparticularidades que, acaso, no habría sido oportuno dar a luzantes, lo dejo correr en este libro. seguro de que las personasque se dignen leerlo juzgarán. como el autor. que se encuentra.~n d lugar que le corresponde.

JIO LUCIANO RIVERA y GARRIDO

ponnenores, persuadido de que con ello procurarésatisfacción y contento a más de una alma tierna.

Un día leyó por casualidad D. José María Vergara yVergara la composición poética de Jorge Isaacs, RíoAJoro ...

Ya lo dije antes: no hay en Bogotá quien no recuer-de con agrado al ameno escritor e inspirado poetaque se llamó José Maria Vergara y Vergara; pero,más que al bardo y al autor festivo, es al hombre aquien, no sólo en Bogotá sino en otros muchos luga-res de la República, se recuerda con estimación y gra-titud. Tal hecho se verifica porque Vergara y Vergaraposeía un corazón de oro en un alma de niño: eratodo bondad, entusiasmo, ardentía y generosidad. DeVergara se refiere que, siendo muy pobre, se robaba así mismo para socorrer con los e~casoshaberes de quese despojaba, a los desgraciados, víctimas de la mi~eriay del desamparo.

Cuando Vergara hubo terminado la lectura de lacomposición citada,

-':jQuién es, por Cristo! dijo sorprendido a la per-sona que le mostraba aquellos magníficos versos yque, si la memoria no me es infiel, era el señor N.Hurtado, de Popayán: ¿Quién es el autor de una co-sa tan bella? ..

-Jorge Isaacs, respondió su interlocutor.-¿Jorge Isaacs? .. , dijo el scilor Vergara, quedán-

dose un momento pensativo: ¡no lo conozco!-Es un joven caucano, hijo del rico propietario

inglés del mismo nombre, a quien usted debió cono-cer en el Valle del Cauea.

-Sí, en efecto, conocí en Palmira a aquel respeta-ble caballero, pero no a su hijo. .. Sea de ello lo quefuere, prosiguió Vergara, agitando con vehemencia

IMPREsloNES y RECUERDOS 111

el papel que tenía en la mano, desde ahora afirmo austed que el nombre del autor de estos versos \vivirámucho tiempo en la memoria de los amantes de lapoesía verdadera: es decir, ¡será célebre!

Las personas de aquel tiempo que aún viven y la ge-neración que a él ha sucedido, saben que al emitirese concepto con la autoridad que a sus juicios dabael excelente gusto literario y la gran versación queen esas materias poseía el señor Vergara, se mostrócertero profeta.

Una casualidad hizo que en alguno de los días sub-siguientes al en que D. José María .leyó la poesía deIsaacs, éste tuviera necesidad de ocurrir a una agenciade negocios que, asociado al señor doctor Aníbal Ga-lindo, administraba el señor Vergara. Con este motivoy de la manera más inesperada, se efectuó el conoci·miento personal entre los dos caballeros, conocimientoque habría de convertirse con el tiempo en sólida amis-tad. De los asuntos puramente comerciales que habíanllevado a lsaacs a aquella oficina, se pasó a tratar deliteratura; y, como era de esperarse, Vergara felicitóa Jorge por su admirable canto al Río Moro, y reca-bó del joven que le mostrara sus demás trabajos. Dié--ronse cita y por la noch~ estuvo D. José María de vi-sita en casa de lsaacs.

Desde el primer momento trató al poeta caucano co-mo a un amigo de larga data, es decir, con suma con-fianza y con esa familiaridad afectuosa, de buen tono,que era propia del modo de ser de aquel caballerorepublicano, enemigo jurado de los estiramientos dela etiqueta. Interrogó a Jorge acerca de su pasado y.se manifestó sumamente sorprendido de que, encon-trándose en posesión de tan elevadas dotes de poeta,no hubiera cedido a las tentaciones de la publicidad, •

Ull LUCIANO RIVERA y GARIlIDO

en tiempos como los nuéstros, en que hay verdaderacomezón por verse en letras de molde; impidióle conenergía que cometiera el atroz filicidio de arrojar alfuego todos sus manuscritos, como diz que intentabahacerlo, impulsado por razones que escapan a mi co-nocimiento; volteó al poeta al derecho y al revés conaquel espíritu de investigación intelectual que en élera infatigable; escudriñó hasta el fondo de su gaveta;y cuatro horas después se retiraba, enamorado del va-te, más pagado del hombre y con los bolsillos hasta eltope, llenos de borradores de los versos del autor deSaulo.

Transcurridos unos pocos días se reunía en casa delseñor doctor José María ~amper el jurado literariomás selecto que acaso se haya congregado alguna vezen la capital de la República. Ese jurado tenía comoobjeto principal apreciar la obra poética de JorgeIsaacs, cuya excelencia hebía hecho conocer ya D. Jo-sé María Vergara a algunos literatos de nota.

Eran las ocho de una de esas noches serenas y temopIadas que hacen de Bogotá, en verano, una mansióndeliciosa. El reducido pero lujoso y confortable salóndel autor de Un drama íntimo, brillaba con el reflejade numerosas bujías, colOCadas en candelabros de cris-tal; en grandes jarrones de porcelana azul, ramilletesde flores escogidas esparcían suaves aromas por la abri·gada estancia; y un gran círculo, compuesto por docecaballeros, se encontraba situado ~n contorno de la e~-paciosa mesa de centro, sobre la cual se veía una ele·gante lámpara de bronce, y al pie de ella un rolloabultado de papeles manuscritos, recogidos con unacinta roja. No lejos de aquel sitio y en asiento inme-diato a los dueños de casa, estaban Jorge Isaacs y sumecenas, D. José María Vergara y Vergara; visible·

IMPRESlONf:S 'í UCUJ:RDOS 11'

mente preocupado aquél; éste, sereno y risueño, comosiempre, envuelto en una ancha capa española, queacentuaba más la varonil expresión de su fisonomíasarracena. Se departía con animación acerca de di-versos asuntos, y en todos los semblantes se veía pin-tado el sentÍmiento de una viva curiosidad. Aquelloera un mosaico.

Los mosaicos, como es ya de constancia históricaen los fastos literarios del país, eran reuniones más omenos intermitentes que se efectuaban sin obedecera reglamentos ni estatutos determinados, en casas dealgunos literatos notables; ya en la del señor Samper.como en la noche a que me refiero; ya en la del se-ñor Vergara; en la de D. Ricardo Silva, en aquella.época nido perfumado por el aroma de la felicidad; oen la del señor Marroquín, la del señor Borda, delseñor Fallan o D. José María Quijano O. En los mosai-cos se trataba mucho de literatura, de artes, de inti-midades concernientes a los circunstantes, de crónica,de todo. .. iHasta de política! Se bromeaba un poco,se reía, se tocaba piano; se leían lindas composicionesoriginales en prosa y en verso; se tomaba té, café ochocolate, según que los contertulios fuesen más omenos adictos a las cosas modernas o a las antigua-llas ... En fin, se pasaban dos o tres horas útiles y en-tretenidas, en las cuales diez, quince o veinte caballe-ros de lo más culto y distinguido con que en esaépoca contaba Bogotá entre lo mejor de sus literatos yartistas, y en algunas ocasiones, seiíoras, artistas o le-tradas ellas también, o que, sin serlo, embellecían yanimaban la reunión con su hermosura y con su gra-cia, y hacían el gasto con el derroche más pródigo deespiritualidad y buen tono que pueda imaginarse. Enesas amenas tertulias solía verse de vez en cuando a

114 LUCJANO RIVERA y GARRIDO

la señora Mercedes Párraga de Quijano, tan graciosa.como inteligente; a la ilustrada señora Soledad Acos-ta de Samper; a la culta y respetable señora Samperde Ancízar; a la señora Vicenta Gómez de Silva, damahermosa entre las más hermosas que se han admiradoen Bogotá, y otras señoras, renombradas todas, conrazón, por su belleza o por su ingenio. De esos mo-saicos salieron los mejores artículos de costumbres ylas más inspiradas poesías que vieron la luz en esaépoca, como fueron: El correísta, de Vergara; Un do-mingo en casa, de Silva; La docena de pañuelos, delinolvidable Guarín; La perrilla, de Marroquín; Mihogar, de Samper; La luna, de Fallan, excelsa produc-ción, suficiente ella sola para dar fama a la literaturade un pueblo, como que es para nuestras letras lo queEl lago, de Lamartine, para las francesas, y tantas ytantas composiciones exquisitas, hijas del ingenio pri-vilegiado de los señores Pombos, los Ortices, Valenzue-la (Teodoro), Carrasquilla, Camacho Roldán, Posada,Borda, los Pérez, Becerra (Ricardo), Galindo y otros.

No todo era rosas, claveles y azucenas en el caminoque habría de llevar a Jorge Isaacs desde la penumbrade su existencia recogida y modesta hasta la plena luzde ese areópago bogotano. Entre los caballeros queiban a fallar en el proceso de su gloria, encontrábasealguno que no se sentía favorablemente dispuesto ha-cia él. "Habíase sentado en una silla un tanto retiradadel grupo principal, y se entretenía en hojear un abul-tado diccionario que tenía a su alcance..... (1) ¿Lacausa de tan insólito desvío? " 1La maldita política!En 1860 y 1861, Isaacs hizo campaña contra el gene-

(1) Isidoro Laverde Amaya: Bibliografla colombiana, edición

de 1895.

IMPRESIONES y RECUERDOS

ral Mosquera, primero en Cali, en febrero de aquelaño; después en Antioquia, a las órdenes del generalBraulio Henao, entonces coronel. .. "Instintivamentecomprendí (¿qué juicio cabal a los veinticuatro añosen tales asuntos?)", me decía Jorge en carta muy inte-resante, dirigida en septiembre de 1893, con el objetode rectificar la aserción hecha por mí en la prImeraedición de este escrito, de que él había sido oficial enel ejército de D. Julio Arboleda: "instintivamente com-prendí que Mosquera trabajaba en servicio de su des-medida y temible ambición. Hoy, en igual caso haríayo, aunque me costara la vida, lo que entonces hice.El año de 1867 justificó mis temores instintivos de mu-chacho patriota: la dictadura, sea cual fuere su formay pretexto, es, ha sido la calamidad atroz y desmorali-zadora de estos países suramericanos ... No fui oficialde Julio Arboleda, ni su amigo: he admirado sus osa-días de experto y valeroso general, sus discursos elo-cuentes, sus obras de poeta, de las cuales repito conplacer estrofas admirables; viven en mi memoria des-de que yo era un niño:

"Voy rocorriendo pensativo y mudoCon lento paso la esmaltada faldaPor do el Cauca entre ribas de esm~raldaPrecipita su rápido raudal ....

¡Ay! Quizá las mujeres española~Que el bautismo reciben en la cuna,Tendrían más fortaleza y más fortuna ....

"Te quiero, sí, porque eres inocente,Porqu~ eres pura, cual la flor tempranaQue ~bre su cáliz fresco a la mañanay exhala en torno delicioso olor ....

u,6 LUCIANO RIVERA y GAltRlDO

"Era de la índole y escuela y edad de Gonzalo d.eCórdoba. Si era grande, ¿por qué no fue magnáJu·mo? " En 1861 tenía yo apenas veinticuatro años, yle vi unos momentos, tres días después de su victoriaen El Cabuya!. Fui a pedirle que me dejara ver a Cé·sar Canto, que cayó prisionero en esa batalla. Ya no eraD. Julio el hombre pálido y moreno, de complexiónnerviosa, que en mi niñez conocí cierto día que yotraveseaba, chiquitito, en la caja de costura de su espo-lia. Le hablaré a usted de todo eso alguna vez: será.interesante "

Como antes dije, alguno de los literatos que en lanoche mencionada iban a ceñir las sienes de Isaaacon los lauros del genio o a infligirle la tortura de laderrota, era liberal exaltado y miraba con prevenciónal oficial del ejército de Henao ...

El reloj de la Catedral dio pausadamente las nuevede la noche, con esa sonoridad majestuosa y solemneque caracteriza las vibraciones de aquellos bronces¡¡agrados.

-Sefíores, dijo el dueño de casa con la estentóreavoz de tribuno que le era peculiar: el señor Isaacs vaa favorecernos con la lectura de sus poesías. No nece-sito reclamar la atención de ustedes, agregó de unamanera intencionada, invirtiéndose hacia el caballeroliberal, que continuaba muy distraído hojeando elvoluminoso infolio.

Jorge Isaacs era en esa época un joven de veintio-cho afíos, poco n1<\So menos. Delgado y esbelto, deestatura regular y bien proporcionada. Isaacs, comotodos los _hombres que han habitado por largo tiem-po en las orillas del mar o en los valles extensos, alandar llevaba siempre la cabeza erg¡.lida, acostumbra-do desde la niñez a dominar con la mirada los hori-

IMPRESIONES y RECUERDOS

wntes lejanos. En sus labios de acentuados rasgos,que sombreaba un espeso bigote negro, peinado haciaabajo, se dibujaba ordinariamente cierto pliegue des-deñoso, no exento de bondad, que era en él indiciode altivez de raza y formaba característico contrastecon la animadísima expresión de los ojos, velados endías de excesiva luz por espejuelos de cristal azul. Lafrente levantada, amplia, redonda y de líneas correc-tas; bien hecha la nariz; despojadas de vello las me-jillas, y éstas, más bien enjutas que abultadas; y elaire general de la fisonomía, seductor y atrayente co-mo el de todos los hombres jóvenes de prosapia se-mítica.

Si para comunicar cierto saborcillo novelesco a laescena que intento describir dijera que, al oír las pa-labras del señor Samper, Isaacs se había levantado desu asiento con desembarazado ademán a fin de darprincipio a la lectura de sus versos, faltaría deliberada-mente a la verdad. ¡No! Isaacs se levantó con timidezy bastante inmutado: las manos le temblaban algúntanto cuando desenrolló el manuscrito de las poesías,y la voz, de suyo sonora y bien timbrada, era inseguraen el momento de empezar. Verificóse esto con lacomposición titulada La muerte del sargento. La pri.mera estrofa no pudo apreciarse bien, por lo cual sepidió rectificación de la lectura. Entonces el jovenhizo un poderoso esfuerzo sobre sí mismo; compren-dió que del modo como leyera sus poesías iba a deri-varse la suerte que ellas corrieran, y acaso también suporvenir, y consiguió dar a su voz la conveniente en-tonación, el timbre requerido. Isaacs leía con muchapropied~d cualquier escrito; sus propios trabajos, deuna manera admirable. S:1bía modular la voz comoconviene; comunicaba a la palabra escrita la vida que

118 LUClANO RIVERA y GARRIDO

debe prestarle la fuerza de' la idea; expresaba conacierto la pasión; animaba la frase con el calor delsentimiento, y poseía como nadie el secreto del cam-bio de las inflexiones, que es como el centro sobre elcllal gravitan todos los recursos de que un buen lectorse sirve para obtener el efecto ambicionado. Leer bienes una de las cosas más difíciles de la vida: leer bienes un orle, como ha dicho Legouvé; es casi una cien-cia. En los años que cuento no he oído leer como creoque debe leerse, sino a cuatro o seis personas, entreellas al ilustre poeta difunto D. José Zanilla, y alviajero y literato andaluz D. José María Gutiérrezde Alba.

La lectura de La muerte del sargento se verificó,pues, de una manera casi artística y terminó en me·dio de un silencio profundo. Si la luz de las bujíasque alumbraban el salón hubiera sido susceptible deproducir algún ruido; si el aroma de las flores queadornaban las mesas hubiera podido advertirse alsurgir de las pálidas o encendidas corolas, rumor deluz y ascensión de perfumes habrían sido oídos. .. Aaquella poesía siguió La mañana del abuelo; y trascu-n-ida una cortísima pausa, Los ojos jJardos. El silenciocontinuaba: es decir, los labios no se movían, de lospechos no salían voces, ni se oía la m,ís leve palabra;pero se sentía, se adivinaba una poderosa corrienteeléctrica que inundaba con sus efluvios abundantes aaquel auditorio impresionado y hacía brotar chispasluminosas de tocIos los ojos, las cuales eran como losfug-itivos relámpagos de la tempestad de entusiasmoque empezaba a desencadenarse en aquellos cerebros.Algunas manos eomo que intentaban levantarse paraaplaudir y procurar así una salida al fuego que inva-día las almas; otros amagaban posarse sobre el hombro

IMPRESIONF.S y UH',lJl'RDos Jl9

del vecino, como para llamar la atención hacia tal ocual pasaje determinado de la lectura; y en las varia-das actitudes del conjunto, se revelaba una intensaemoción ...

Como evocados por el mágico acento del poeta, sur-gían en mudable y luminosa sucesión del seno de suscantos, que eran reflejo de la naturaleza misma, elhermoso Valle, callado y misterioso en su indeciblemajestad; los bosques de verdor incomparable; las re-tozonas fuentes; 1<:svívidas flores de aroma embriaga-dor; el juncal bravío, la parda llanura, el matorralreseco ... y sus labios narraban las tristezas del hogar

I perdido, la muerte gloriosa del soldado invicto y losamores desgraciados de la aldeana; la historia del es-

e.

clavo fiel y los ensueñ0s ambiciosos del trovador denumen oriental. .. Todo aquello iluminado por unasuave luz de aurora, que así prestab3. los cambiantestonos de girasol a la profusa selva, como tornaba endiamantes rosados las temblorosas gOlas de rocío ...

¡Oh, qué momento aquél!Mientras tanto, Jorge proseguía la lectura sorpren-

dido, acaso, por aquel silencio cuya verdadera natu-raleza no podía :ldvertir; pero su voz no se debilitaba,su acen to crecía en sonoridad y melodía... Ya noer3. un hombre que leía versos delante de otros hom-bres: era el poeta que, arrebatado por la música desus estancias armoniosas, desplegaba las alas en elazul de horizontes inmensos y remontaba el vuelo ~la región de lo infinito!

Así continuó la inolvidable escena hasta que llegóel turno a La visión del castillo, que finaliza la seriey cuyas estrofas últimas dicen así:

uo LUClANO RIVERA y GARRIDO

..................................................¡Oh! Basta de tinieblas y porvenir sin nombre,

Si tantos han vencido luchando, ¡lucharé!Yo quiero que a los genios mi voluntad asombre,Dejar un sol por faro donde el escollo hallé.

Parásito ya seco de un tronco envejecido,Lanzado por los vientos a un piélago sin fin,A sus melenas canas en la tormenta asidoQuemándome sus rayos la tempestad seguí.

¡Oh diosa de mis sueños de juventudl En vanoYa exánime y sin rumbo de nuevo te invoqué,Y errante en las tinieblas, buscándote mi mano,erel besar la tuya, y alzóme una mujer.

Tan bella, tan amante, brindóme su pureza;Dichoso fui su esclavo, pagué su compasión;La di mi hogar por trono; por lujo mi pobreza;Calmó mi sed de Lázaro su inagotable amorl

¿Me olvidarás por siempre, visión de mis encanto ••Celosa de mi vida, de tan mundano bien?¡Oh, vuelve y dicta al vate los inmortales cantoslTus versos con mis lágrimas y sangre escribiré.

Las últimas palabras se ahogaron en un estruendoso:aplauso. Nadie pudo resistir la emoción profunda queembargaba los ánimos; ninguno de los que allí esta·ban fue dueño de sí mismo, y todos se levantaron auna, impulsados por idéntico sentimiento, para abra-zar a Jorge y felicitarlo calurosamente; distinguién-dose con especialidad por sus demostraciones de fer-vorosa admiración el literato liberal que no había po-dido perdonar al poeta el haber militado bajo lasbanderas de una causa contraria.

¡Oh, qué ovación tan gloriosa!. " ¡Cuán inmenso

IMPRESIONES y RECUERDOS 121

entusiasmo! ... ¡El genio de la poesía americana de-bió de conmoverse de gozo en aquella noche bendita!

Al día siguiente, al darse cuenta en un periódicode la capital de lo que había ocurrido la noche ante-rior en el mosaico congregado en casa del señor Sam-per, se atribuían al espiritual literato D. Manuel Pam-ba, entre otras, muy interesantes, estas o semejantespalabras:

"Jorge Isaacs vivía contraído al trabajo humilde,tranquilo e ignorado, sin acordarse para nada de unadeidad esquiva y voluntariosa que se llama Gloria ...Un día la voluble diosa llamó a las puertas del poetacaucano; y Jorge, que al amanecer de aquel día selevantó desconocido, en esa noche se acostó famoso:-

Pocas semanas después, las Poesías de Isaacs apare-cieron en bella y correcta edición, que costearon en-tusiasmados los mismos caballeros y literatos que enaquella noche de imborrable recuerdo habían ceñidola frente del vate con la corona del genio. Fue el se-ñor doctor Teodoro Valenzuela, el literato liberalaludido en las ,lineas anteriores, hombre de grandeinteligencia y loable decisión por el arte, quien pro-puso a sus nobles compañeros que dieran a su admi-ración esa forma palpable. De los anales literarios deColombia no desaparecerán nunca los nombres ilus-tres de esos catorce varones de buena voluntad. Helos,aquí:

J. M. Samper, J. Manuel Marroquín, Ezequiel Uri-coechea, Ricardo Carrasquilla, Aníbal Galindo, Prós-pero Pereira Gamba, Diego Fallon, J. M. Quijano O.,Rafael Samper, Teodoro Valenzuela, J. M. Vergara yVergara, Ricardo Becerra, Salvador Camacho Roldán,Manuel Pamba.

11-6

12% LUCIANO RIVEL'I. y GARRIDO

Treinta y tres años han corrido después de ejecu-tado ese acto de levantada cultura social y patriotismoexcelso. ¿Tendríamos hoy la dicha de que escenas se-mejantes se repitieran, para honra de Colombia yestímulo poderoso de sus hijos inteligentes? ..

"Que responda el lector con la mano sobre el COrll-zón," diré con mi paisano el señor D. Jorge Roa.

'"* *

Tenía yo relaciones de amistad con un joven bogo-tano de apellido Madiedo, cajista en el establecimien-to tipográfico del seiíor don José Benito Gaitán. Unatarde encontré a ese joven en la lujosa fonda que lle-vaba en aquel tiempo el nombre de "Club America-no", situada, como acas~ se recordará, en la esquinanoreste de la primera Calle Real hacia la plaza deBolívar. Después de saludarnos y hablar acerca deasuntos indiferentes, me dijo Madiedo:

-.Pronto verás publicado un libro que se imprimeactualmente en el establecimiento del seiíor Gaitán,en el cual se trata mucho de tu país, del Valle delCauea ...

-¿Sí?, le dije; y ¿cómo se titula el libro? ¿Quién~s su autor? ..

-El libro se titula simplemente María, respondióMadiedo; su autor es un paisano tuyo y se llama D.Jorge Isaacs.

He aquí la manera como por primera vez llegó ami conocimiento el famoso libro de Isaacs; ese librosingular, destinado a tantas y tan merecidas glorias,que habría de hacer derramar incontables lágrimas,arrancadas por la sincera y exquisita ternura de suspáginas incomparables. Fue mi amigo el señor don

IMPRESIONES y RI!CUERDOS

Isidoro Laverde Amaya quien hizo llegar a mis man06aquella obra, trascurridos unos pocos días.

Siempre he creído que Isaacs, desconfiado de supropio mérito, como todos los hombres de verdaderotalento, no se atrevió a esperar de su libro la profundaimpresión que produjo, el éxito realmente extraordi-nario que alcanzó en todas partes. Fue tan espléndida,tan completa e incondicional la ovación que se hizoa la obra y al autor, que no creo pueda volver a pre-senciarse nada igual en nuestro país, por mucho queDios quiera favorecer a los colombianos con los ricosdones del genio. -"Yo he sentido la emoción de milibro," decía Isaacs a alguno de sus amigos, antes dela publicación de Afaría: "¿La sentirá el público? .. "-¡Sí, la sintió! Los hombres admiraron a María comoun esfuerzo supremo del genio; las damas, conmovidashondamente con aquella dolorosa historia, impregna-da en sus más íntimos detalles con el aroma de lamelancolía y desarrollada en el seno de uno de losmás hermosos países del mundo, soltaban el libro delas manos para enjugar el copioso llanto que brotabade sus ojos; y el público en general lo leía con avidezinusitada. -"¿Será cierto?", nos preguntábamos todos.-"¿Es verdad que el Valle del Cauca sea un paístan bello cual aparece en las descripciones de Isaacs?"-decían los bogotanos.- "Cosas y hechos como losque constituyen el argumento de esa obra, no puedeninventarse", exclamaban las gentes por todos lados."Ese libro está escrito con lágrimas", decía la ilustrepoetisa D<;lSilveria Espinosa de Rendón; "deja el al-ma herida, porque su lectura produce tristeza irreme-diable".

Isaacs fue entonces el hombre de moda. Las muje-res deseaban con vehemencia conocerlo, pues vieron

l~ LUCIANO RIVERA y GARRIDO

en él al intérprete afortunado de todas las ternurasfemeninas; los salones de la alta sociedad le abrieronde par en par sus doradas puertas; los círculos litera-rios, que ya lo habían aclamado como gran poeta, lecedieron el primer puesto como novelista; y todo elmundo admiró su ingenio sin restricciones. Bogotáprobó en esa notable circunstancia que sí es digna delos valiosos dictados de espiritual y culta con quesiempre se la ha enaltecido.

Como testimonio probatorio de lo que dejo escrito,bastará referir el hecho siguiente, que acaso no sehaya borrado de la memoria de algunas de las nume-rosas personas que conmigo tuvieron ocasión de pre-senciarlo.

Trabajaba a la sazón en el teatro existente enton-ces en Bogotá una de las mejores compañías líricasque han visitado la capital de la República de treintaaños a esta parte. Llamábase la prima-donna EugeniaBellini, si mis recuerdos no me engañan. El nombrepoco hace al caso: la artista era de un mérito indiscu-tible y desde el primer momento había seducido enmasa al público bogotano entendido en música o ad-mirador incondicional de todo lo bello y lo bueno.

Coincidieron con la aparición de María las prime-ras audiciones musicales de aquella compañía, y jus-tamente, se daba Norma, la ópera predilecta de losbogotanos en aquel tiempo, en uno de los quince oveinte días siguientes al que salió a luz la novela cau-cana. El teatro estaba colmado: lo más granado delas bellas damas bogotanas llenaba los palcos, y laplatea había sido ocupada íntegramente por la má~elegante juventud masculina de la capital; esto, sinhablar del gran número de personajes eminentes enla literatura, en la política y en las artes, que se veían

IMPRESIONES y RECUERDOS

disemmados, así en las galerías como en los sillonesde orquesta, y hasta en las lunetas, reservadas por locomún a los simples mortales. Mujeres jóvenes y her-mosas, luz, flores, diamantes, perfumes y armonías:he aquí el conjunto arrebatador que formaba en esanoche aquel auditorio escogidísimo.

Entre los palcos de segunda fila más inmediatos alproscenio, hacia la izquierda, veíase uno que perma-necía desocupado, no obstante haber empezado elprimer acto. El público había escuchado absorto laincomparable obertura; habíase estremecido el edifi-cio hasta sus fundamentos, conmovido por los acen-tos poderosos del imponente coro Non partir,' y Nor-ma, la angelical sacerdotisa del templo de Irminsul,iluminada por la luz de perla de la luna llena, levan·tados al cielo los bellísimos ojos, con la corva cuchillaque había de segar el muérdago sagrado, en la diestra,y la siniestra sobre el corazón, empezaba la sublimearia de la Casta diva, para escribir la cual, dice TeófiloGautier, Bellini subió al cielo y arrebató una plumade las alas de un ángel, cuando en medio del solem-ne silencio del auditorio se oyó el golpe seco de lapuerta del palco desocupado de que hablé antes, ytres caballeros, elegantemente vestidos, entraron en ély tomaron asiento. Uno de ellos, delgado, de tez mate,con bigote negro y abundante cabellera lacia del mis-mo color, peinada hacia atrás, moderaba la vivacidadde sus miradas con anteojos de cristal azul.

Inmediatamente se oyó un rumor sordo, que sur-gía del patio y de las galerías, producido por un nom-bre; un nombre que todos los labios pronunciaban auna, al mismo tiempo que todas las miradas, así lasde las bellas damas de los palcos como las de los nu-

LUCIANO RIVERA y GARRIDO

merosos caballeros de la platea, se dirigían haciaaquel sitio.

-¡Jorge Isaacsl ¡Jorge Isaacs! ¡Jorge IsaacslEntonces se efectuó un hecho que acaso no volverá

a repetirse nunca en la misma forma, en Bogotá. LaBellini, ajena del todo a lo que pasaba en el patio,proseguía desgranando, en su garganta de oro, el sar-tal de cristalinas perlas de la inmortal aria; parecíacomo si de sus labios la oración a la diosa se elevasehasta el cielo como un perfume único, como una ple-garia sin igual. Ondas de purísima armonía se derra-maban por el ámbito, y la orquesta acompañaba, tré-mula y conmovida, aquella suprema expresión delgenio de la música; y mientras que el aire vibraba,estremecido al impulso de aquellas notas sublimes, elrostro de la hermosa artista reflejaba, con elocuenciairresistible, las poderosas sensaciones que producíanen su alma esos suaves acordes de deliciosa melodía ...Mas el público, en su mejor parte, no se daba yacuenta de ninguna de aquellas magnificencias musi-cales que tantas veces lo habían electrizado de placer:era Jorge Isaacs, el celebrado autor de Maria, quien,por el momento, subyugaba toda su atención; eraEfrain, el Efrain del "monólogo terrible del almaante la muerte, que la interroga, que la llama, que laruega ... ya quien demasiado elocuente respuesta diouna tumba sorda y fría, que sus labios oprimían y suslágrimas bañaban"; era el afortunado poeta de lasmárgenes del Nima, lo único que en aquellos instan-tes de emoción imponderable encadenaba la atencióny las miradas de aquel público selecto.iEso es la gloria! Cosa inasible, idea abstracta, ob-

jeto sin color, alma sin cuerpo; pero aureola de divi-na luz, que brilla esplendorosa sobre la frente del

IMPJU:sIOl\ES y RECUUDOS 127genio y lleva los reflejos de su infinita irradiaciónhasta los senos invisibles de la posteridad más lejana.¡Asombroso poder!

El incidente que acabo de referir no debe sorpren-der al lector. Fue cosa muy natura1. Isaacs no era co-nocido hasta entonces sino de los hombres de letrasy de un limitado número de personas extrañas al tec-nicismo del arte, pero que leen con gusto los versosbuenos. Una vez devorada, qqe no leída, Maria, porla sociedad culta de Bogotá en masa, ella quiso tenerel espiritual placer de conocer personalmente al es-critor, y fue la satisfacción de ese anhelo justísimo,en los momentos precisos en que la mente y el corazóndel público se sentían subyugados por la impresiónprofunda de aquel libro inmortal, lo que produjo laescena que he pretendido describir. (1).

(1) En carta de Septiembre de 1893, me deda lsaacs lo quesigue, con relación a aquel incidente, conocido por él cuandopor primera vez se publicó este capítulo:

•....... Lo que usted refiere en sus artículos de El Rumor,ocurrido en el teatro de Bogotá, con motivo del entusiasmaque, dice usted, causó la primera edición de María, yo na 10advertí, y esto es de fácil explicación: no esperaba, no pudecreer que mereciera tales manifestaciones de aplauso y cariño.Si mis compafteros de palco se dieron cuenta de lo que sucedió,nada noté, nada, y he ahí una prueba de que me conocían mu-cho, como íntimos amigos. Usted me da ahora -todo le pare-(:e poco al honrarme- la primera noticia de aquel suceso. Otromodo hay de explicarse.la cosa: la cantatriz hechicera '1 cantan-do aq\lclla música de l~ellini, que es capaz de hacerle creer a unateo en Dios trino y uno; mi sangre de entonces, hirviente e im-periosa. y todo lo demás Fuera de Norma, ¿qué habia dever ni oír yo? , .

128 I.UCIANO RIVERA y GA!:RlDO

** •.•Como todas las almas enamoradas de lo bello, la

mía ha sido muy adicta a los placeres delicados queproporciona la lectura. Ya dije cómo desde los tiem-pos lejanos de la escuela fue esa afición una necesidadimperiosa de mi organización moral; pero, entre losmuchos libros con que me he deleitado desde niüo.ninguno ha trabajado tan profundamente mi espíritucomo Maria. A la circunstancia de reconocer en ella-como sus incontables admiradores- una concepciónliteraria de la más elevada originalidad, se agrega pa-ra mí la de que el tierno y sentimental argumentoque la forma, se desarrolla en el mismo primorososuelo en donde tuve la dicha de nacer, y asimismo,también, la de amoldarse en modo tan acentuado laesencia íntima del libro a las tendencias melancólicasde mi carácter. Y como son allí tan bellas cuantofieles las asombrosas descripciones, que reflejan nues-tra magnífica naturaleza con singular brillo en aque-llas páginas, nítidas y tersas en su esplendor artístico.como láminas de mármol de Carrara; como hay eje-cución tan esmerada y pulcra en el trazo de los diver-:sos caracteres; tanta propiedad y galanura en la expre-sión y tan profundo y doloroso sentimiento en eladmirable conjunto, desde el instante en que Efraín·se deja cortar esos cabellos, "precaución del amorcontra la muerte, delante de tanta vida", hasta lassublimes e inolvidables escenas que la sirven de des-enlace trágico, siempre me he sentido subyugado porella, y, lo repito, es la obra literaria que ha dejado enmi alma más permanentes e inalterables emociones.¡Loor a María! ... La imagen de Efraín, que "partea galope, estremecido, por en medio de la pampa so-

IMPU:SIONES y RECUERDOS 129

litaria, cuyo vasto horizonte ennegrecía la noche", esel símbolo más perfecto del dolor irremediable, yjamás se borrará de mi memorial

En la época en que por primera vez vio María laluz pública, no tenía yo relaciones de amistad conIsaacs. No obstante ser compatriotas y haber tenidomi padre en otro tiempo el honor de ser conocido delpadre de Jorge, caballero inglés muy distinguido, aquien todo el mundo recuerda en el Cauca con res-peto, alguna diferencia en la edad, la insignificanciade mi persona y mi cortedad natural impidieron poralgunos años el que nuestras almas, hechas para amar-se y comprenderse, se pmieran en contacto íntimo.Mientras tanto, yo era el admirador más entusiastadel poeta caucano, si bien, en la forma, mi entusiasmono pasaba de los límites de calurosa apreciación en elseno de las conversaciones familiares con amigos deconfianza. Pero, he aquí que transcurridos unos veintemeses y habiéndose agotado enteramente la primeraedición de María, que apenas alcanzó al exiguo nú-mero de ochocientos o mil ejemplares, con motivo delrecelo natural en quien, entre nosotros, afronta porprimera vez los peligros de la publicidad, requeridoIsaacs por todos los admiradores del libro, de dentroy fuera del país, para que hiciese otra edición, máscopiosa que la anterior, la anunció al público en losperiódicos de la capital. Entonces, olvidado de miinsuficiencia y estimulado únicamente por mi fervo-rosa admiración, a la cual se mezclaba algo así comoreconocimiento por la gloria que procuraba a nuestropaís, aproveché esa feliz coyuntura y borrajeé un ar-ticulillo relativo a la obra, el cual no tiene más reco-mendación que la sinceridad del entusiasmo que lodictó. El señor don Medardo Rivas publicó aquel es

LUCIANO RIVERA y GARRIDO

crito en un periódico que dirigía en ese tiempo, cuyotítulo era El Liberal.

A la sazón, Isaacs había leído ya la bellísima cartaque le dirigió desde el Socorro el inolvidable AdrianoPáez. Esa carta, escrita con lujo de sentimiento y pro-funda expresión de ternura, es toda ella un himnofervoroso de admiración y entusiasmo, el más bello yespontáneo homenaje que acaso haya recibido jamásel inmortal idilio caucano; efusiva demostración dearrobo del más infortunado, pero también el más ~im-pático y benévolo de nuestros poetas; que principiacon el acento noble y grave que corresponde al críti-co de corazón levantado, y acaba con estas palabras,propias del m¡Í.s amante y tierno de los hennanos:"La aurora que se aproxima y la amiga lámpara queva a extinguirse, me indican que debo terminar estacarta. La pluma ha corrido, ha volado sobre el papelsin pensar en las horas que corren también para siem-pre. Perdona que en vez de un juicio crítico te envíeun grito de entusiasmo. Ojalá que te sea grato y quevaya a unirse con los que sin duda saludarán tu obra.Si no hallas en estas líneas una sola crítica, culpa nosólo a mi insuficiencia sino también a lIJaría. Ella nome ha dejado pensar: hirió en el corazón," fuente dela sensibilidad, y aún mana sangre de la herida.¡Adiós!"

Isaacs había recogido ya las palmas y los lauros que,en forma de vehementes y acertados conceptos, le ha-bía discernido la prensa americana, sirviéndole comoautorizados voceros D. losé Maria Vergara y Vergara,D. José Joaquín Borda, D. David Guarín y el señorJuan Salvador de Narváez, en Bogotá; D. José Ma-ría Estrada, en la República Argentina; D. Enriquedel Solar, en Chile; el seIior Paz Soldán, en el Perú;

IMPRESIONES y RECUERDOS lSI

en la culta México, los afamados literatos Justo Sie-na y Francisco Sosa ... y, no obstante tantos y tanmerecidos aplausos, prodigados todos por personali-dades eminentes en las letras hispanoamericanas, Jor-ge, a quien con la mayor injusticia se tachó por algu-nos de envanecido y orgulloso, él, que si no hubieratenido tanto juicio habría podido dejarse llevar de laembriaguéz del triunfo hasta el delirio, no desdeñó lahumilde y afectuosa demostración del principiante:acogióla con gratitud y cariño, e inmediatamentedespués de publicada, me dirigió la siguiente carta,acompañada de su retrato en fotografía:

"Amigo mío:"Leí ayer en El Liberal el artículo laudatorio que

usted ha escrito juzgando bondadosamente a María.Mis ojos, al recorrer esas líneas dictadas por el corazónentusiasta de usted, se han llenado de lágrimas comocuando escribí el último capítulo de aquel libro.

"Gracias, gracias mil: mi gratitud eterna por elhonroso recuerdo que hace de mi padre; y acepte us-ted mi amistad, si es que ella puede pagar esa coronatejida con flores de nuestras selvas nativas, para colo-carla en mi frente.

"JORGE ISAACS."

La fotografía que, como dije antes, acompañó lacarta anterior, representa a Jorge de unos treinta años,apenas, y en ella aparece el poeta vestido con trajede campo, a orillas de un límpido lago, que en lonta-nanza ciñen arboledas umbrías. Con la mano derechatiene cogido un sombrero grande, de paja, y en laizquierda lleva con cierto abandono natural un rami-llete de azucenas silvestres; ambas manos están apoya-das en cruz sobre el cañón de una elegante escopeta

LUCJANO RIVERA y GARJUDO

de caza, cuya culata descansa en el suelo; y no lejosde allí se ven un latiguillo y una cartera, como arroja-dos al descuido sobre la yerba. Entiendo que la ideade retratarse así fue sugerida a Isaacs por la señoraesposa de uno de los más afamados fotógrafos de Bo-gotá, hermosa y elegante dama, tan espiritual comointeligente y, por lo mismo, admiradora entusiasta delautor de María.

De ese incidente, en huena hora suscitado por mí,nació la amistad que me ligó después con Jorge; amis-tad que, lo espero así, no se extinguirá sino con niivida. Muchas, muy diversas entre sí han sido las fasespresentadas por mi existencia en el decurso de másde veinticinco aiíos que han corrido de aquella épocaa la actual; pero, ya sea que el dolor haya amargadomis días, ya que el efímero placer los haya iluminadocon su lumbre de relámpago, mi amistad por Jorgeno se ha entibiado un solo instante; mi admiraciónpor su talento más bien ha crecido con la madurez demi juicio, y siempre he experimentado legítimo orgu-llo en llamarme su amigo. Acaso el hombre tuvo de-fectos: ¿Quién está libre de ellos? .. ¿No tiene man-chas el padre de la luz, el sol?.. En la verdaderaamistad se debe ser ciego para las imperfecciones, co-mo en el amor: sólo deben verse cualidades. IY Jorgetuvo tantas! ...

Como literato y como poeta, nadie entre nosotrosha recibido los aplausos que cosechó Isaacs, aplausoscuya resonancia unánime ha colmado los ecos de lafama en la América española. Y no sólo ha sido leídaMaría en el continente de Colón: además de las nume-rosas ediciones, más o menos correctas, que se hanpublicado en idioma castellano, una de ellas, ilustra-da, en Barcelona, ha merecido el singular honor, ob-

IMPRESIONES y IlECUEIIDOS

tenido por muy señalados libros en Hispanoamérica,de ser vertida al inglés, al italiano, al alemán, al por-tugués y a la lengua de los salones y de la diplomacia,la lengua de Racine y de Renan. ¡Cuán alto hablaesto en favor de María!

Pero ¡ay! era preciso que se cumplieran una vezmás las palabras de Jesús: -"¡Ninguno es profeta ensu país!" ... El Cauca, que tan orgulloso y compla-cido debiera haberse mostrado con un hijo como Isaacs,que tanta honra le ha procurado y tanto brillo hadado a su fama; que en alas de la poesía y el senti-miento, llevó el lustre de su nombre y el reflejo desus bellezas a recónditas regiones; que hizo oír en loslujosos palacios de los potentados europeos el rumorapagado del viento en nuestras selvas perfumadas, lamúsica salvaje de nuestros torrentes y los regocijadoscantos de nuestras avecillas primorosas, e hizo admi-rar en países lejanos, que quizás no sabían que exis-tiésemos, los tintes de zafiro y nácar de nuestro cielo,los perfiles audaces de nuestras cordilleras y la infi-nita majestad de nuestros horizontes. .. que demos-tró ante el mundo civilizado que en nuestra raza noha degenerado el sentimiento, pues tuvo bastante co-razón e ingenio suficiente para escribir con el llantode su propio dolor la historia del dolor de todos ...El Cauca, repito con pesar, fue el primero en llevar alos labios del poeta la copa de acíbar con que la in-gratitud humana recompensa los generosos esfuerzosde los buenos. Y en vez de suministrar el contingentede lauros que por deber de reconocimiento le corres-pondía para la corona con que la admiración univer-sal habría de premiar los sublimes cantos del sentidovate, fue la calumnia el estigma con que se pretendiódeslustrar el brillo esplendoroso de sus glorias. ¡Do-

LUCIANO RIVERA y GARRIDO

loroso es decirlo! ¡Cuánto diera por poder expresaraquí otra cosa! ... Pero, seamos justos, aunque nosITlOstremos de una severidad implacable con nosotrosmismos: ¿no fue, por desgracia, en el Cauca dondesurgió primero la miserable y odiosa especie de queIsaacs era un impostor vulgar al hacer pasar comoobra suya 1Haría, supuesto que ésta diz que no essino el lamento póstumo, el gemido postrero del ma-yor de sus hermanos, Lisímaco, muerto en la flor dela vida? .. ¡Oh! ¡Qué cosa tan terrible es el despechode la envidia: ya que fue imposible desgarrar las in-mortales de esa corona diciendo que el libro no ser-vía de nada, se gritó que era ajeno!

"¡Siempre aquel libro en boca de los que quierendañarme!" me decía Jorge en carta escrita en unacircunstancia solcmnísima: "¿Qué es eso? Si fue undelito escribirlo, ¿asÍ como ellos lo quieren, debopurgarlo?', .. Amigo mío, ¿por qué nos regocijamosen un tiempo, por amor al país en donde usted y yonacimos, viendo el buen éxito que obtenía este li-bro? ., ¡De mi mente aparte Dios los pensamientosque la entenebrecen en este instante! ¡Nunca vuelvana mí!"

No intento, ni nadie ha intentado jamás, rdutar lainepcia que dejo consignada. Ella pertenece a ese gé-neto de invenciones malévolas, que apenas si merecenlos honores de la mención; o si esto se c[ectúa, queGea tan sólo por las necesidades de la historia, puesellas se destruyen por sí mismas. Los que creen o fin-gen creer en tan absurda falsedad son muy cándidoso muy perversos, y en todo caso, puede afirmarse queno conocieron a Jorge Isaacs ni en retrato. Si se pre-tendiera, por vía de entretenimiento o a título detravesura ingeniosa, desvanecer tan ridícula fábula,

IMPRESION~ y RECUl'.RDOS

con la cual han querido los envidiosos de las gloriasde Isaacs arrojar lacto sobre las bien ganadas ejecuto-rias de su talento, nada habría más sencillo que con-vencerlos hasta la eviclencia de su estúpida impostura.

¡Ah! ¡Y si se supiera cuánto amó Jorge al Cauca!. ..En 1869 me decía descle Bogotá lo que sigue, en res-puesta a una carta en la cual le hablaba yo del entu-siasmo que inspiraba a algunos relacionados míos lalectura de sus obras y el mérito de su persona:

" ... No se cómo empezar para decirle cuánto agra-dezco que los amigos y amigas de usted me estimenasí. Es necesario, es indispensable que yo me hagarealmente acreedor a ese cariño, y Dios sabe que noahorraré medio para salirme con ello. iQuerer es po-derl, le he dicho a usted alguna vez: yo quiero me-recer una tumba en mi valle natal, una tumba quelos buenos saluden con afecto y los que saben sentircubran de flores, y yo, Dios mediante, la ganaré. Siem-pre rondando alrededor de mi corazón el recuerdo deese país amado, ¿qué tarea, qué sacrificio. no seré ca-paz de aceptar por hacerle bien? .. Ni me intimidalo magno de la obra, ni me acobardan los terribleselementos que es necesario combatir, ni me desconsue-la mi debilidad: ¡Querer es poder!"

Ese era Jorge Isaacs, hombre todo sentimiento ytodo corazón, de quien con noble espíritu de verdaddecía en circunstancia determinada el inteligente cuan-to ilustrado caballero antioqueño D. Gabriel Uribe,que aunque se le colocara en puesto inferior, resulta-ba ser el primero, pues sin quererlo ni buscarlo, susexcepcionales dotes lo elevaban allá.

En las numerosas cartas que me dirigió Jorge endiversas épocas, resalta como dominante el amorque siempre profesó a nuestro hermoso Valle. Son

LUCIANO RIVERA y GAIUtIDO

tan interesantes esas misivas; brilla en ellas en tanalto grado el lujo de la dicción florida, y allí estánexpresados en tan galana prosa los nobles pensamien-tos de su autor, que, más que cartas escritas en el senode la intimidad más cordial, pudieran pasar éomocomposiciones destinadas a ser leídas en público. ycomo en esa cOlTespondencia se encuentra, palpitan-te de vida y naturalidad, el carácter de Isaacs, y enella predomina deseo persistente del bien, la releosiempre, animado por cariiíosa gratitud y complacen-cia indescriptible.

Al principio del año de 1'872 fue nombrado Isaacscónsul general de Colombia en la República de Chi-le, e inmediatamente partió para'el Pacífico. En Limay en Santiago fue recibido Jorge como un potentadode las letras, pues en aquellas cuItas capitales es tanleída María como en Bogotá mismo; y el conocimien-to personal del poeta acrecentó el entusiasmo y laadmiración de los que, como Ricardo Palma, Paz Sol-dán, Enrique del Solar, Blest Gana, Eduardo de laBarra y Santiago Estrada, habían sentido vibrar lasfibras más delicadas de sus almas, conmovidas porlos acentos de la lira de Efraín.

En abril de 1872 me decía Jorge desde la capital deChile lo que sigue, con motivo de cierto pensamientoque sometía yo a su dictamen:

.... ¡La riqueza! jI' la gloria! ¡Y los placeres/ ... Hu-mamos en la cuna la vanidad, nos dan por alimentoponzoíla, y la sed de oro nos devora en la vida: laambición viene una noche a turbar el sueño antestranquilo, que disfrutábamos en el hogar paterno, ydeslumbrados, y ciegos e insensatos huímos de la cam-piña y los bosques y el río, persiguiendo una quimera,

IMPRESIONES \ Rj':(;l.!ERDOS

en alcance de una sombra, y cansados y solos, y con elremordimiento en el alma, lloramos después sobre lasrocas de playas extranjeras los días de felicidad per-dida, y buscamos en vano un rostro amigo, y ya no selevantarán nunca en nuestro horizonte las palmerasy techumbres del hogar paterno; apostatamos delamor, lo inventamos, lo fingimos, falsificadores viles,profanadores sin perdón; oprimimos en abrazos frené-ticos a la muerte cubicrta de sedas, joyas y perfumes,y al despcrtar yacc deshecho a nuestros pics el ídolo decieno y ceniza.

"Sólo la paz del alma, los apacibles y dulcementemonótonos placeres de la vida de familia, el afecto decorazones honrados, dan el bien que hace llcvaderosel dolor y la fatiga en la jornada de la existencia."

El hombre que escribía así y sentía con tanta deli-cadeza, sin parar mientes en si sus palabras habríande ser leídas alguna vez por persona distinta de aque-lla a quien iban dirigidas en el seno de la confianzay del afccto, ¿pudo ser literato esclarecido a quien uncontinente entero prodigó sus aplausos? ..

Todos los que tratamos de cerca a Jor~e Isaacs sa-bemos cuün íntimamente estuvo ligado el modo de serdel hombre al carácter de sus obras, lo mismo en loque se relaciona con el arte que en lo que se refiereal sentimiento. Cuando Jorge hablaba de la natura-leza y de sus portentosas manifestaciones, se exaltaba,se transfiguraba; y en su vigoroso lenguaje, animadopor imágenes pintorescas que prestaban realce y da-ban vida a su exprcsión, admiraban sus oyentes algran poeta de los esplendores caucanos, al tierno his-toriador de castos y dulcísimos amores ... Que narraraun hecho, que describiera un paisaje, que relatara lasaventuras de sus atrevidas exploraciones, la elocuen-

LUCIANO RIVERA y GARRIDO

cia ennoblecía sus palabras; y como que su miradapenetrante salvaba las vallas materiales que lo rodea;ran, y si se dirigía lejos, muy lejos en lo invisible cor-poral, cual si buscara en horizontes que su auditoriono podía contemplar, la imagen de sitios queridos, elrecuerdo de lugares predilectos que su mente guarda-ba con cariñoso esmero. ¿Y sería ese hombre un im-postor? ..

Mas, no vaya a juzgarse por lo que antes dije, queen el Cauca todo el mundo apruebe aquella manerainsidiosa de pensar; no: in~ontables son los admirado-res y amigos que Isaacs tiene en la tierra de su naci-miento, y entre ellas se distinguen muchas de lashermosas hijas de estas comarcas benditas que tantopoetizó el autor de María con los melancólicos acen-tos de su lira de oro.

**' •

En la muy importante obra del agustino BlancoCarcía, La Literatura española en el siglo XIX, vo-lumen III, correspondiente a las Literaturas regiona-les, se encuentran los siguientes conceptos:

"Más celebrado que por sus versos, lo es Jorgelsaacs (1837-1895) en toda la América española comoautor de la novela María, idilio de un primer amorinfortunado, en que palpita con honda resonancia ycordial sinceridad la nota patética, acompañada porlas armonías de la naturaleza tropical; pero lo confu-so y desmañado de la redacción, y la falta de habilidadnarrativa, sin contar otros defectos, colocan la obrade Isaacs muy por bajo de Atala y Pablo y Virginia,sin que esto sea negarle su propio mérito absoluto yrelativo."

IUPl!.ESIOl'óI'.5 y Rl!CUERDOS

El afamado literato D. Juan Varela se expresa así,al tratar de un asunto análogo al presente:

"No digo yo que nos esté bien (a los españoles)adular a los hispanoamericanos, suponiendo que suspoetas y sus prosistas valen más de lo que valen. ¿Pe-ro será mejor mostrarnos con ellos severísimos críticos,empuñar la férula, esgrimir la disciplina o la palmeta,y censurarlos y castigarlos con dureza? ....

Parece que es eso precisamente lo que hace el res-petable monje del Escorial al desestimara Maríaen los términos que dejo copiados; y en verdad quelos desperfectos señalados por él en la labor de Isaacsse me figuran algo así como reparos que se hacen auna espléndida azucena porque alguno de sus pétalosno resultó tan correcto como el admirador de la natu-raleza lo hubiera querido, dado que para él nadavaldrían el hermoso conjunto de la flor y su aromaexquisito, y preferiría darse el ingrato regalo de mos-trar lunares... donde sólo existen bellezas. Es cosaque sorprende realmente que el reverendo padre en-cuentre confusión y desrnaiía en donde al propio tiem-po descubre armonías ... Confusión y desmaña en laobra de Isaacs, cuando es, quizás, la redacción del es-pléndido trabajo lo que más ha cautivado a los críticoseminentes que lo han avalorado como joya de arteliterario; y cuanto aquello de que AJarla esté "muypor bajo de A tala y Pablo lJ Vrginia", ya demostraronlo contrario con sesuda y bien meditada argumenta-ción, Estrada, Sierra y Vergara, apreciadores que bienvalen al padre Blanco Carda. Lo singular es quedespués agrega, como por vía de compensación, "queno niega al libro su mérito absoluto" ...

Es verdad que el eminente sacerdote es el mismohistoriador de la literatura americana que, al tratar

LUCIANO RIVERA y GARRIDO

de nuestros hombres de letras, en general, dice enotra parte de la obra citada:

"El partido radical de la Nueva Granada, absoluta-mente infecundo para el bien, apenas ha contado ensus filas con un escritor de importancia."

No es posible consentir en tan errado cuanto injus-to concepto, sea dicho con todo el acatamiento de-bido a la elevada personalidad del sabio religiosoespañol, siquiera parezca ajeno de este lugar estable-cer tan indispensable rectificación:

Pinzón Rico, D. Felipe y D. Santiago Pérez, Juande D. Restrepo y David Guarín, escritores a quienesmenciona con encomio el mismo padre, fueron o sonliberales, y cuanto a lo otro, bástale al partido liberalde la Nueva Granada, para su gloria, el que a él sedeba la abolición de la esclavitud en nuestro país;acto de excelsa justicia, que borra como esponja po-derosa aquel concepto tan terrible como inmediato:absolutamente infecundo para el bien ...

=1'

'" '"Mucho Sé ha discurrido entre nosotros, y aun lejos

de nosotros, acerca de si !lIaría existió verdaderamen-te, o es sólo la visión inmortal del alma del poeta; so-bre si los tiernos incidentes que forman la cadena do-rada de aquel delicioso idilio, constituyen una fábulaencantadora, o vienen a ser realmente la historia dedos seres, tanto m,ís seductores y adorables cuanto fue-ron ungidos con el óleo santo de las lágrimas por undestino sombrío e inexorable ... "Ese libro nos ha sor-prendido", dice el conocido escritor mexicano señorJusto Sierra: "peregrino" en medio del mar de librosinfiltrados de materialismo y corrupción que invade

IMPRESIONES y RECUERDOS

los pueblos modernos, ese hijo de la América virgennos habla de fe, de esperanza y de amor... Si elfaro sólo fuera el producto de una imaginación ro-mántica, sería una decepción muy amarga ... pero no:detrás de tanto sentimiento y de tanto dolor, debeexistir una triste verdad: la solitaria tumba que guar-dan, celosas, las azucenas del Cauca." (1).

No obstante la cordial intimidad que medió entreJorge y yo, nunca me atreví a descorrer el velo, queocultó tenazmente a las miradas profanas del públicoel santuario inviolable del pensamiento del autor. Enmuchas ocasiones, cuando estuvimos juntos, a solas,y en el abandono efusivo de la amistad, Jorge metrazó el plan de algunas obras suyas, inéditas aún-Camilo entre otras- impulsado por el anhelo deconocer la naturaleza íntima, el carácter verdadero desu primer libro, me vi al canto de exigirle me dijeracon franqueza lo que en él hubiera de cierto, y avancéhasta el punto de insinuar algunos preliminares signi-ficativos; pero, al darme cuenta de una especie deresistencia amistosa, que me pareció encontrar en él

I

cuando apenas hube tocado el asunto, no pasé delintento, me di por satisfecho con sus respuestas vagaso evasivas -que interpreté a mi modo- y continuéforjándome la ilusión, gratísima, de que María existió.

Si en virtud de lo mucho que he contraído la aten-ción al estudio de aquel poema de inmortal belleza yde todo lo que he investigado acerca de su esenciaíntima, he de manifestar lo que creo, no vacilo enafirmar -sin pretensión de decir cosa nueva- quecuanto en María se refiere, es rigurosamente exacto,como símbolo de pasión y sentimiento, y como pintu-

(1) Artículo publicado en El Domingo, periódico de México.

1{2 LUCIANO RIVERA y GARRIDO

Ta de una naturaleza sin rival. Porque, supongamosque María no se hubiera llamado así en la esfera realde las cosas, ni Efraín, Efraín, ni Emma, Emma, yasí de lo demás. ¿Dejaron, por eso, de ser personas

que existieron o pueden existir? .. ¿Y los hechos? ..¿Es tan afortunada la humanidad que sólo en las crea-ciones sentimentales de los poetas padece y llora? ..¡Pluguiese a Dios que así fuera! ... y cuanto al ma-ravilloso escenario del libro, ¿no conocemos todos enel Cauca los campos virgiliarios en donde se desarrollael sencillo y conmovedor drama? .. ¿No nos son fa-miliares todos los tipos que con perfección fotográficaretrata Isaacs, desde la angelical María -porque, ¿có-mo no han de existir aún algunas Marías en el Cau-ca?- hasta la simpática y suave Emma; desde el ele-gante e insustancial Carlos (tipo muy común) hastael campechano y sencillote, pero íntegro Emidgio, yel honrado y laborioso D. Ignacio, el de ojillos de pd-jaro disecado y nariz de pico de paletón; desde elbíblico montañés antioqueño José, hasta Juan Angel,el negrillo cariñoso y fiel, Y desde los respetables yvirtuosos padres de Efraín hasta la esbelta y seduc-tora mulata Salomé? .. ¿Por qué, pues, hemos de du-dar de la veracidad de la dolorosa historia? .. ¿Porqué empeñarnos en reducir a las exiguas proporcionesde cuento largo -como no falta quien lo haya llama·do- ese admirable libro de cuyas páginas surge undelicado aroma de selva caucana, que puebla nuestramente de ensueños infantiles o delirios de amor? ..

"María es verdad, porque es pasión pura, dice elnotable escritor colombiano D. Diego Mendoza; y co-mo símbolo de ella, sí vive vida inmortal en el espí-ritu y en la memoria. Para los que la vean en lo suce-sivo, como la vio Efraín, caer de rodillas, desatar del

IMPUSIONES y Pl",CUERDOS

talle el pañolón y cubrirse con él los hombros, Maríaserá la encarnación perpetua de los amores castos. Elque, como nosotros, haya visto pasar ante los ojos laprocesión, con las antorchas del pudor apagadas de lasmujeres dc la novela francesa actual, sentirá alivio simoja los labios en el agua fresca y cristalina de estanarración sentimental, envuelta en los velos del deco-ro; y el que, por afición o necesidad, viva en el mun-do, tan serio y tan angustioso, de los problemas detodo orden, que atormentan el alma contcmporánea,hará bien, de cuando en cuando, en llamar a la puer-ta de "los amigos que dejó atrás. Tránsito sacará de lasala, por indicación de Braulio, el banquito en quenos hemos de sentar para dominar la escena. Efraínnos servirá de guía; con él atravesamos, en busca demédico para el alma enferma, las ondas del Nima,humildes, diáfanas y tersas, que ruedan iluminada5hasta perderse en las sombras de los bosques silen-ciosos." (1).

'"* *

Desde el día en que mi razón pudo darse cuentaclara de la trascendencia psicológica de María) me hepreguntado con ahínco si el medio ambiente socialen que se formó la inteligencia de Isaacs debe consi-derarse como factor principal en el génesis de tan im-portante obra; si ella responde a las aspiraciones deuna sociedad suficientemente culta para especular, porpropio impulso, con las diferentes formas del scnti-miento, en sus relaciones con el arte, o debe estimarsecomo elemento absolutamente extraño a la gestación

(1) Diego Mendoza: Segu11da lectura de Man'a.

~,:."~'

~;::tC;:::.~)~';.1r:.:::;,t:...':)

":';',''l:t~t¡

.~.::r:~~,:..;.,..".•...~

\.00 .. ".,.,,,,;' t

'''_ ..-...:r.:;:.... :·c

1::.><.ji:;.-¡:.:;:~!..~

l~,,'-

IMPRESIONES y PYG1ERDOS

talle el pai'íolón y cubrirse con él los hombros, Maríaserá la encarnación perpetua de los amores castos. Elque, como nosotros, haya visto pasar ante los ojos laprocesión, con las antorchas del pudor apagadas de lasmujeres de la novela francesa actual, sentirá alivio simoja los labios en el agua fresca y cristalina de estanarración sentimental, envuelta en los velos del deco-ro; y el que, por afición o necesidad, viva en el mun-do, tan serio y tan angustioso, de los problemas detodo orden, que atormentan el alma contemporánea.hará bien, de cuando en cuando, en llamar a la puer-ta de los amigos que dejó atrás. Tránsito sacará de lasala, por indicación de Braulio, el banquito en quenos hemos de sentar para dominar la escena. Efraínnos servirá de guÍ3.; con él atravesamos, en busca demédico para el alma enferma, las ondas del Nima.humildes, diáfanas y tersas, que ruedan iluminadashasta perderse en las sombras de los bosques silen-ciosos." (1).

'"* *

Desde el día en que mi razón pudo darse cuentaclara de la trascendencia psicológica de María, me hepreguntado con ahínco si el medio ambiente socialen que se formó la inteligencia de lsaacs debe consi-derarse como factor principal en el génesis de tan im-portante obra; si ella responde a las aspiraciones deuna sociedad suficientemente culta para especular, porpropio impulso, con las diferentes formas del senti-miento, en sus relaciones con el arte, o debe estimarsecomo elemento absolutamente extraño a la gestación

(1) Diego Mendola: Segu1Ida lectura de Man·a.

r-····"'t,-,~,

.......,;;·~1r:~:.::)t::..,.:,

~~... -.,+

•...,.,-c:,,:,s::."!:.: .~;.:~~~:;~..*'~~.•...•...••

LUCIANO RIVERA y GAlUUDO

de aquel idilio delicadísimo, sino contrario, hasta cier-to punto, a los fines naturales de tan excelsa labor.:Estudiado el asunto en los diferentes aspectos quepresenta, ya sea deteniendo el examen de la menteen el estado actual de la educación de este pueblo,ya en las instintivas tendencias que en él alcancen adescubrirse y revelen hasta dónde puede llegar su es-timación y comprensión de los propósitos y objetode aquel sutilÍsimo trabajo del espíritu, es imposibledejar de ver que ni en la forma de estímulo, ni comoresultado de tradicional enseñanza, ni como aplicaciónde una ley moral llegada al estado de perfecta madu-rez, deba juzgarse que la influencia sClcial de estasregiones tenga mínima parte en el fenómeno de laconcepción de tan hermoso libro. Y así tenía que ser,sin que de ello resulte proceso contra nadie: comarcanueva en la vida política, que ha sido para ella largay tormentosa prueba; novísima, asimismo, en el desa-rrollo de su existencia intelectual, y ajena, por faltade medios y por dificultades de topografía, a la pose·sión y goce de fruiciones espirituales que pudieranllevarla al mundo del ideal, no habría sido posibleque de la sociedad incipiente que reside en su senosurgiera el aliento poderoso que habría de poner aIsaacs en la senda del arte, vehículo noble de las másgrandiosas manifestaciones del espíritu humano. Porlo mismo, aquel ilustre hermano nuéstro no nos debenada: se lo debemos todo; él forma, en su condiciónde poeta caucano, un caso único, una excepción glo-riosa, surgida, acaso, en momento oportuno para losintereses morales de este pueblo, llamado, sin duda,en no lejano porvenir, a hacer sentir sus pasos en laescena social de Colombia.

¿Cómo pudo, pues, formarse esa alma privilegiada

Iw:pusloN:IS y U:CU:UllOS 145

en el silencio de su soledad y su aislamiento, hasta elinstante augusto en que, revelándose a espíritus selec-tos que pudieron comprenderla, le fue dado hacer la-bor que habría de llevar su nombre a remotas nacio-nes, y con su nombre el de la comarca feliz que lesirvió de madre e inspiradora, ya que no de maes-tra? ... En el confín del anchuroso seno formado por elalto valle del Cauca y en los declivios amenos de laatrevida sierra de los Andes centrales, con horizontesinmensos en que la verdura recorre todos los tonosdel color y el cielo sirve de techumbre azulina a cam-pos hermosísimos, vense blanquear desde grandes dis-tancias los muros de risueña morada, que en otrotiempo fue asilo de una familia opulenta y feliz. Allílos naranjos, los sauces y los jazmines adornaban consus follajes las amplias galerías y perfumaban con elaroma de sus flores los patios y jardines; las aguas

rodaban sobre limpias guijas, llevando a la vida laalegría de sus murmullos y la frescura de sus auras.Por doquiera, una vegetación lozana, campiñas férti-les, ganados robustos, aves de brillantes matices ... Elespíritu de los habitadores de aquella morada vivíaen el perpetuo embeleso de la contemplación del ho-rizonte del Valle que, silencioso y melancólico en susoberana belleza, se extendía desde la portada princi-pal hasta los lejanos fundamentos de la cordillera deoccidente ... mientras que hacia el levante, la mon-taña, con sus cimas azules y sus quiebras pintorescas,formaba al paisaje un fondo de majestad grandiosa.

El trabajo constante acrecentaba la prospf;Tidad deesa familia dichosa; y numerosos servidores de raza

I1-7

LUC1ANOR.rvnA y CAUlt>O

africana, tratados con paternal bondad, contribuíancon el contingente de sus voluntarios esfuerzos al au-mento de la ventura de ese hogar respetable. La tierracorrespondía con opimos frutos al empeño empleadoen cultivarla; y hermosos rebaños, que alegraban lacampiña con sus balidos, iban a tenderse mansamenteal caer de la tarde, a la sombra de las coposas ceibasque circundaban la señorial morada.

Allí, en el seno de esos campos admirables, sin cui-dado por las exigencias rudas de la vida, se deslizóla infancia de Jorge Isaacs, al lado de padres amoro-sos y entre hermanos tiernos. Después vino la adoles-cencia, tejida para él por el destino como una ricatela que las hadas propicias hubieran bordado conperlas y flores; y, acariciado por los vientos de la ve-cina montaña, en contacto íntimo con aquella natu-raleza virgen y primorosa, dispúsose su alma en modoperfecto para el culto divino del sentimiento. Y a finde que ninguna consagración faltara a la felicidad,que hizo de su primera juventud una cadena doradade inefables goces, el amor germinó en su corazón yie hizo sentir emociones inolvidables. ¡Sí! ¡Allí amóJorge Isaacs como pocos hombres han amado en elmundo! ...

"Mi novia", me decía él en alguna de sus deliciosascartas, "mi novia era una muchachita de catorce años,fresca como los claveles del Paraíso y tímida comouna cuncuna recién aprisionada. Yo era todo corazón(y así moriré) y ese corazón era todo, todo de ella.Aquella mujer tan pura y amorosa era mi, sueño detodas horas, mi sueño de los diez y ocho años, vivo,encarnado por un milagro" ...

Pero un día, ¡día nefastol, el cielo se cubrió de nu-bes, el clarísimo horizonte tornó sus galas en negros

blPRESIONlS y !U:CUERDOll

crespones; y la muerte de su padre, primero, y despuésla guerra, la persecución y la ruina, alejaron a Jorgepara siempre de los lugares benditos en donde creyóque reposarían algún día sus cenizas, al lado de lasde sus mayores.

Fue al dejar esa morada hermosa y querida, dondela existencia revistió para él las lujosas galas de unaalegre fiesta, la fiesta de su juventud, pompa galanade su corazón apasionado, cuando, perseguido por elazote de la desventura; arrastrado por el furioso ven·daval de la contraria suerte, y viendo diseminados lossuyos por los cuatro lados del horizonte, como si enellos se cumpliera la maldición terrible que pesa so-bre su raza desgraciada, exhaló estos gemidos:

••¡Dios de Israel! Oh Dios cuya miradaAlumbra al peregrino en su jornada.Héme cual niii.o me postré ante ti:Mi dicha niebla fue que disipaste,Al humilde y al pobre me igualaste;Lejos de esta mansión voy a morir," (1)

Ausente de la patria amada; lejos de todos los seresque le eran queridos, y lastimado por las crueldadesde la injusticia, Isaacs se sintió abrumado en la ma-ñana de la vida por la pesadumbre del dolor. Orga.nización delicada y sensible, constituída para experi-mentar como pocas la intensidad de las emocionespoderosas, lloró tn el silencio de su soledad atribuladay, pulsando el laúd de las amarguras supremas, cantósus pesares íntimos, las dulzuras del hogar perdido,los tiernos recuerdos de la niñez, las impagables cariocias de la madre, el casto beso de la esposa, el susurro

(1) Jorge Isaaes: La casa paterna.

LUCIANO RIVERA y GARRIDO

de las auras nocturnas entre las ramas del ciprés qu~sombreaba la tumba de su padre ...

Refugio de sus días sin luz y de sus noches insomne~fue la noble Antioquia, tierra generosa que nuncanegó el sustento de su suelo ni el asilo de sus monta·ñas al peregrino desgraciado. .. Cuidados solícitos ypatriarcal hospitalidad no alcanzaron a mitigar losduelos del poeta: su alma se quejaba en todo instantey, como la mirla cautiva, lloraba en su miseria la li-bertad perdida, echaba menos en su cárcel dorada elperfumado ambiente del nido paterno, la gala esplen·dorosa del nativo bosque ... Y, ¿cómo hubiera podidodejar de quejarse ese corazón privilegiado, si estabamortalmente herido? .. Por eso eran hondos y senti-dos sus lamentos: ¡de esa herida manaba la sangrecon que habría de escribir sus cantos inmortales!

Hé ahí el verdadero genitor de la poesía de Isaacs;hé ahí el secreto de la gestación de Maria: ¡el do-lorl ... Unid a ese sentimiento sublime el de la ad·miración intensa por la naturaleza que rodeó con susencantos perdurables la adolescencia del poeta, y ha-bréis descubierto los medios misteriosos en virtud delos cuales surgió en el corazón de Isaacs el germengrandioso de esa obra imperecedera, verdadero monu-mento de la literatura sentimental.

Si Isaacs no hubiera padecido tanto; si la desgraciano se hubiera ensañado en él y en los suyos; si lamuerte no hubiera producido esas desgarraduras te·rribles que laceraron su alma; si el alejamiento de lapatria no le hubiera permitido comprender con tanabsoluta perfección las magnificencias de la natura-leza caucana, porque, como él lo dijo, "las grandesbellezas de la creación no pueden a un tiempo ser vis-tas y cantadas", acaso no habría hecho un verso nun·

IMPJU:SlONES y RECUERDOS 149

ca, ni María habría surgido de su lira de oro: ¡esoscantos y ese poema de inmortal belleza, sólo con lá·grimas pudieron escribirse!

** *

Por los años de 1854 a 1856 vivía en S.•••••, ciudadrica e importante del departamento de Antioquia, unjoven hermoso e inteligente a quien daré el nombrede Samuel. Miembro de una familia distinguida dela comarca, había recibido una educación esmeraday sobresalía por el amor a sus padres y la manera de-cidida con que comprendía la ley del trabajo, cualida-des que acentuaba un temperamento fogoso y muyimpresionable.

No había cumplido Samuel veinte años cuando,consecuente con el modo de ser que había recibidode la naturaleza, concibió una de esas pasiones absor·

• bentes que llenan la vida de un joven hasta desbor-darla y hacen del amor un culto fanático que acasono se extinga con la muerte. Bien explicaban el carác-ter de aquella pasión las prendas singulares de la muojer, mejor dicho, la niña, que la había inspirado. Rosaparecía buena como un ángel y, en armonía con suespléndido nombre, era bella como sólo saben serloesas doncellas hebreas nacidas en las montañas antia·queñas, cuya tez morena luce con los matices de laperla, y en contraste con ella brillan .rasgados ojosnegros, sombreadQs por sedosos cabellos de negruramayor.

En los albores plácidos de aquel amor de niños,Samuel se creyó correspondido; pero muy pronto asal·tóle dolorosa sospecha de que los nobles sentimientosque daban vida a sU alma no eran participados sin-

LUClANO ltIVEIlA y G.uJ.IDO

ceramente por la que los había hecho nacer, no obs-tante las dulces sonrisas y las miradas tiernas con queen un principio, por vituperable espíritu de coquete-ría, habían sido acogidas sus ardorosas manifestacio-nes. Desde ese instante empezó para el vehementejoven una existencia de contrariedad. El correr deltiempo llevó a su alma entristecida la persuasióndesoladora de que su amor, su noble amor, era unamor sin esperanza; y fúnebres pensamientos cruzaronpor su mente, como relámpagos de la tempestad desu corazón.

En semejante estado de ánimo concurrió Samuel aun gran baile, al cual asistía también la motivadorade sus tormentos; y allí en ese foco ardiente de gocesmundanos, en medio de luces y flores, perfumes yarmonías, cuando todo hablaba de vida y de placer,de juventud y amor, el frío desdén con que Rosa, porintempestiva veleidad de coqueta, acogía la purísimapasión de su alma nueva y generosa, le hizo perderpara siempre la fe en la dicha. Enajenado por la crueldecepción, creyó ver en la conducta versátil de suamada la prueba irrecusable de su amor por otrohombre, y el horrible tormento de los celos se ense-ñoreó como un tirano en su afligido espíritu.

Cuando el joven se retiró de aquella fiesta, que pa·ra él había sido el funeral de su ventura, llevaba im-presa en el semblante la revelación de un propósitosiniestro ...

¡Oh! ¡Si él hubiera abierto su alma a un padre, aun hermano, y hubiera abrevado en las fuentes delconsuelo, que sólo puede ofrecer un seno amigo!...Pero, débil para resistir la terrible contrariedad de sudestino, asilóse en su dolor, doblegóse ante el soploimpetuoso de la desgracia; y, perdida la fe, muerto

IMl'USlONI!I y IlECUF.RDOS

el valor, sumido en la desesperanza, como ManuelAcuña, el desdichado vate mexicano, puso fin a subreve existencia disparándose una pistola en el-co·razón.

El dolor de la familia de Samuel fue uno de esosdolores que no pueden describirse en cuatro frasesconvencionales: ¡los que tienen hijos podrán comoprenderlo!

Obligada por las tremendas prescripciones estable·cidas para esos graves casos, la autoridad eclesiásticano pudo consentir en que el cadáver del suicida fuesesepultado dentro de recinto bendito, por 10 cual lahuesa fue excavada a muy corta distancia del cernen·terio, donde acaso reposen aún los despojos mortalesdel desgraciado joven.

. . .Años después, llevado a Antioquia por los diver·sos accidentes de la guerra que ensangrentó el paísen 1860, Jorge Isaacs, ignorado aún, visitaba la her-mosa ciudad donde se efectuó el triste suceso que hereferido en las líneas precedentes. En uno de los pa-seos vespertinos que solía dar por los alrededores dela risueña y simpática población, encontróse el futuroautor de Maria con un caballero amigo suyo y COm-pañero de armas, quien lo condujo hasta el cemente-rio, situado a menos de medio cuarto de legua delpoblado.

-He observado, dijo Isaacs a su amigo, deteniéndo-se en frente del sagrado lugar, que usted gusta de vi-sitar solo, con frecuencia, este sitio; y descubro en susemblante la impresión de profunda tristeza que talesvisitas dejan en el alma de usted.

-No se ha equivocado usted, amigo mío, respondióel caballero; y señalándole un punto del terreno don-de el suelo apareda deprimido, a CQrtadi6tancia .ltt:í.\i{t

U~.'il:~7':. . ,,, ,., t~,;' ~

LUClANO RIvERA y GAlWDO

fuera del circuito del cementerio, agregó: allí estásepultado el cadáver de un ser desgraciado a quienamé mucho; y cuando visito estos lugares, el recuerdode aquella persona querida, unido al del triste finque tuvo su corta vida, destroza cruelmente mi co-razón.

Vivamente excitada la curiosidad de Isaacs por laspalabras de su amigo y conmilitón, instóle con empe-ño para que le refiriera la historia a que se contraíansus penosos recuerdos, a lo que accedió aquel caballe-ro, sin ocultar ninguno de sus lamentables pormeno-res. Esa historia era la de Samuel.

Cuando hubo terminado la triste relación, se acercóIsaacs, conmovido y mudo, al sitio donde yacían losrestos del desventurado joven, y contempló con pro-funda tristeza aquel ignorado rincón de tierra. .. Enseguida sacó de su cartera un lápiz, y escribió sobreel muro, en la parte que miraba hacia la sepultura,las siguientes estrofas:

"Yo vine de tu huesa abandonadaA llevar por recuerdo algunas flores;La virgen de tus tÍ !timos amoresSus lágrimas, voluble, te negó.

"Fuera del santo sepulcral asiloHuella tu fosa indiferente el hombre;Una cruz te negaron, y tu nombre ....¿Qué importa el mundo si perdona Dios?"

** *

Mencioné antes a Camilo y debo decir unas pocaspalabras con relación a esa obra, inédita aún. Camiloes una novela extensa en la cual trabajó Isaacs mucho$

IMPRESIONES y RECUEiDOS

afíos y que, en el sentir de literatos muy expertos quelo conocen, es, si no superior a María como obra desentimiento -porque "la ternura no tiene sino unasola edición", como con tanto acierto como espiritua-lidad lo dijo el señor D. Juan de Dios Uribe- sí muynotable por el movimiento dramático de una acciónanimadísima, y por las magníficas descripciones detipos y paisajes caucanos, sin hablar del levantado al-cance que, según se asevera, tiene la obra en el campode la especulativa social. Cuanto a condiciones de es-tilo y unción psicológica, dícese que predominan enella y la enaltecen las mismas cualidades eminentesque hacen de María "la biblia de nuestra literatura",según la expresión del inteligente escritor D. IsidoroLaverde Amaya.

Afirman personas doctas que han leído el manus-crito, que hay en Camilo escenas capitales de un efe-to grandioso. Entre otras que he oído elogiar comoepisodios dramáticos de gran valor, se habla de laadmirable composición en que una pobre muchachadel pueblo, voluntaria del ejército nacional, al verque en lo más fragoso de reñida batalla cae heridode muerte el compañero de su humilde cuanto agita-da existencia, poseída por el noble furor de una justavenganza, recoge el fusil humeante que acaban desoltar las moribundas manos del soldado y, ocultatras de vetusto vallado de piedra, de una hermosuratrágica como la del ángel de la desesperación, hacefuego sin descanso sobre el enemigo hasta causarleirreparable daño y hacerle pagar caro la sangre delamante muerto. Aseguran que nada iguala a la fogo-sa expresión del estilo empleado por Isaacs para des-cribir la magistral escena, épico incidente que inspiróal malogrado artista Alberto Urdaneta uno de sus me-

LUCIANO RIVUA y GAUJOO'

jores y más encomiados cuadros. Entre los personajesdel libro figura un mudo, del cual dicen primores losque conocen la estructura completa de Camilo; mudoque viene a dar a ciertos pasajes de la obra el carácterde la más acentuada originalidad e introduce en ellaun elemento de poderoso interés. También se afirmaque en ese libro trató Isaacs con mucho acierto y ele·vación de miras el pavoroso tema histórico de la es-clavitud en el Valle del Cauca. Como el recuerdo dela historia no envuelve precisamente la idea de recriominación, sino que ella entraña en sí el pensamientode la enseñanza, por lo que las lecciones del pasadopuedan servir para la existencia del futuro, tranqui-lícense las personas suspicaces que quieran ver en lasimple enunciación del hecho una amenaza de decla·mación demagógica o de apasionado e inconducentedebate de la cuestión de razas: demasiado inteligentey noble era Isaacs para que se hubiera pagado de tanrastreras complacencias al consagrarse a un estudioque, de seguro, no tuvo otro móvil que el bien de supaís.

De diversa manera se juzga en el público la absten-ción de Isaacs de dar a luz a Camilo y otros trabajosque conservaba inéditos. Dicen algunos que el asom-broso éxito de María entraba por mucho en sus vaci-laciones a ese respecto, y no ha faltado quien crea quecuando publicó el único canto que se conoce de Saulo-composición calificada de caótica por aquellos queolvidan o ignoran que en ella el poeta "sintió hondo ypensó alto", como dijo el seÍior R. Jiménez Triana-10que se propuso diz que fue arrojarlo como pasto ala crítica para ver si conseguía que se debilitara untanto el sentimiento de admiración que produjo Ma·ría, y sobre esa mala impresión publicar Camilo. Ca-

IMPIlE!!ON:U y RECUllUlOS J55

mo se ve, por el camino de las suposiciones se sueleir muy lejos ...

Encontrándome en Cali en cierta ocasión, hace yaalgunos años, salí una tarde de paseo con Jorge y nosencaminamos al cerrillo de San Antonio, bello sitio,muy frecuentado por las elegantes caleñas, desde don-de se domina el más hermoso paisaje que puede ima-ginarse: la linda ciudad, coronada de palmeras comouna princesa india, y circundada por risueñas campi-ñas. se extiende al pie, muellemente reclinada sobrela limpia falda; y todo el alto valle, espléndido con~us magníficas llanuras terminadas hacia oriente porla altísima cordillera central y bañado por los reflejosmetálicos de la luz azul de su cielo primoroso, iedilata en abierta lontananza como la soñada visiónde un poeta oriental.

Sentados sobre un montan de piedras grandes, en-negrecidas por el tiempo y calcinadas por nuestro arodiente sol, en tanto que las brisas del Pacífico mitiga-ban el fuerte calor que había reinado durante el día,Jorge me mantuvo encantado por más de una hora,narrándome a grandes rasgos, con la propiedad deexpresión que sólo él poseía, el interesante argumentode Camilo. Quedé profundamente conmovido .....cuando hubo terminado,

-¿Qué aguarda usted, le dije, para agregar esa florexquisita a la corona de sus glorias? .. ¿Qué esperapara enriquecer con tan primorosa joya la literaturade nuestro país?

Sonrió al advertir mi entusiasmo; y luego:-¿Nuestro país?, me interrogó; ¿cuál, el Canea? ..-Sí, Jorge, el Cauca, principalmente el Cauea!, le

respondí.-¡Ah, el Caueal ... exclamó con acento de honda '.

LUCIANO RIVERA y GARRIDO

amargura, a la eual se mezclaba la vehemencia delmás santo de todos los amores, ¡el amor a la Patria!¡El Cauca! ... Lo amo mucho, prosiguió, animándosegradualmente; y lo quiero ver engrandecido, como songrandes sus montañas, que desde aquí vemos; comoson vastas y hermosas sus llanuras y sus selvas, quedesde estos sitios contemplamos! .. ¡Y sepa usted, ami-go mío, que para mí el Cauca es foco inextinguiblede ilusiones gratísimas!. .. ¡En el Canca nací; en elCauca fui niño, en el cauca amé! ... Aquí vivierony murieron mis padres; aquí nacieron mis hijos; elreflejo de este cielo admirable prestó su luz a los bellí-simos ojos de mi esposa ... Y allá, agregó con ademánelocuente, levantándose y mostrándome con la manoextendida unos puntitos blancos que salpicaban lasfaldas inferiores de la cordillera central y no eran otracosa sino las habitaciones de la hacienda de El Paraí-so, es decir la morada de sus mayores, el escenariobendito de ese idilio de ternura incomparable que sellama María, allá quisiera yo morir, para que mishuesos, ocultos bajo las piedras de esos collados, des-cansaran en el reposo eterno, en contacto perdurablecon esta tierra tan amada ... ¡Sí, mucho amo al Cau-ca, aunque es tan ingrato con sus propios hijos!

-Pero a Camilo, insistí, como para desviar su penosamiento de tan melancólicas ideas, ¿cuando lo pu-blicará usted? ..

.Jorge guardó expresivo silencio.

** *

Los apartes que preceden, concernientes al trabajoinédito de Isaacs que he denominado Camilo, fueronleídos por él cuando por primera vez se publicó este

IMPRESIONES y RECUERDOS 157

capítulo. Con tal motivo me dirigió una carta muyinteresante en noviembre de 1893, de la cual repro-duzco en seguida lo pertinente al asunto, que comple.menta de un modo satisfactorio los datos consignadoscon}elación a tan importante materia .

. . . .. .Ya me había acostumbrado a creer -¡en treceaños el dolor cava tan hondol- que en recompensade mi afecto leal y ardiente a la tierra, donde naci-mos, ni hogar ni tumba tendré en su suelo ...

"Yo necesito creer que lo poco que hice y hago porla honra y prosperidad del país natal, no será olvida-do y sí agradecido por la juventud republicana delCauca. Usted me asegura que ella me estima. Si locontrario pensase yo, ¿cómo tener la entereza de áni·mo, la fe que no me ha faltado ni en los más aciagosdías de estos últimos años? No ha estado a mi alcancehacer labor de más mérito. Otros sean capaces, enholgura y en propicios tiempos, de tarea mejor, y asílo deseo con toda mi. alma. Hoy se dice -y oírlo meimpacienta- 'que la actual generación de ese país nofatigará la Historia', que se ha esterilizado la tierrade los Caldas y Torres, que se ven unas rarísimas ex-cepciones, a manera de sarmientos exóticos de vid que

. la maleza ahogó. Unos pocos, cuya cuenta no exige losdedos de una mano, son las excepciones que aparecenbrillantes; pero si toda esa juventud, suprimida·y ensombra, llegase a tener núcleo y estímulos; si ambien-te de libertad la confortara y nuevo calor la hicieraerguir, volverían para el Cauca días de gloria y bien-estar. En aquel escenario los hombres no pueden serpequeños, si libres son. He estudiado mucho, cuantome ha 5ido posible, lo que actualmente sucede en el

LUCIANO RIVERA y GARJ.IDO

Cauca, y no es irremediable, nunca lo creeré: la de·magogia y el ultramontanismo, cada cual a su turno,han sido los azotes de esos pueblos; el desaliento delpresente, caso de que se prolongara, sería fatal. Lalucha empezó desde 18SI, o muy poco antes, y en ella,con treguas cortísimas, algunas de marasmo, van tras·curridos sesenta y dos años. ¿Qué habría de sucederen u'n país cuya primera necesidad fue educar para laRepública y la industria la clase proletaria, mezclade raza africana, europea e indígena? Libertad e igno-rancia suman barbarie. Los fundadores de la Repú-blica nada tenían de antropólogos. La sociología noera alÍn ciencia conocida: edificaron sobre escombrosde servidumbre y a la luz de las batallas. De los herederos de su labor gigante, unos quisieron ser únicosdueños de ella en nombre de la libertad, otros ennombre de la religión; ninguno en nombre de CRISTO,verdadero apóstol y mártir de los oprimidos, de lossedientos de justicia, de las democracias. Invocaban

• los derechos del hombre para hacer mártires; los de lareligión, para hacer esclavos. Nadie se acordó del quedijo: 'amaos los unos a los otros, enseñad al que nosabe, vestid al desnudo, dad de beber al sediento yseréis venturosos'. La libertad enemiga del cristianis-mo ... ¡Cristo abominando su obra! ¡Iniquidad hu-manal ¡Fariseísmo tenaz!

"Dominado por estas convicciones, personificando(fácil labor) estas ideas, poniendo en relieve fataleserrores, escribo a Fania, cuya acción empieza en 1822,aunque un bello episodio me hace retroceder hana1808, y a las campañas de José María Cabal, otros de-talles. A lma negra (lo que usted denomina Camilo)debe seguir a Fania. Retocando el primitivo plan dela obra se convierte en dos libros: el último, Alma ne-

btP1U!SIONES y munDOS 159

gra, aparecería fragmentario sin el otro. En ese traba-jo tengo puesta toda mi atención, mis facultades to-das, y confío ya plenamente en que el resultado satis-fará a mis amigos.

"Y a qué, sino al trabajo habría de acudir para ali-o vio de mis infortunios? . . Así lo he hecho, y usted lohallará muy natural y puesto en razón. Jorge Roa, yailustre paisano nuéstro, y que me da su estimulantecariño, volvió a despertar en mí el deseo de darle tér-mino a la obra de que le hablé antes, que usted llamaCamilo. Además, ese libro debe preceder al que yoquería escribir o completar ahora, de argumento, dra-ma y costumbres muy interesantes para Antioquia" ...

•••••• •••

Muchos años pasaron sin que yo tuviera el nobleplacer de estrechar la mano de Jorge, pues las ince-santes labores de investigación científica a que estuvocontraído por largo espacio de tiempo en la penínsulaguajira y en la costa atlántica, estorbaron su vuelta alvalle nativo.

En carta escrita a fines de 1891, me decía:... "Mi salud se quebrantó mucho en los últimos

veintidós meses: en Bogotá tuve necesidad de hacermuy penosos esfuerzos para lograr el coronamientode la obra objeto de mis viajes. En aquellas excursio-nes por la Costa, viví unas veces como conquistadorespañol, y otras como salvaje: tuve que explorar re·giones nunca pisadas ni por :Federmán ni por Ojeda;y, como era natural, contraje una afección palúdicaque ha sido muy difícil y arriesgado venceJ'o Me sientoya mejor de dolencias físicas; las del alma no son te-

160 LUCIANO RIVERA y GAlWDO

mibles, porque ésta se encuentra vigorosa y entera ..

Jorge Isaacs murió en la ciudad de Ibagué el 17 deabril de 1895, día que, por tan triste circunstan-cia, puede considerarse como nefasto para Colombia.En los últimos años de su existencia vivió pobre dedineros, pero rico de glorias, satisfechos los anhelosde su afectuoso corazón por los tiernos cuidados ycariñosa solicitud con que su excelente familia miti-gó la amargura de los momentos postreros. Gentil-hombre por gracia de estado, apenas si echaba menosen la madurez de la vida las grandezas y comodidadesque rodearon su cuna. Bien sabía que no necesitabade riquezas perecederas quien, como él, había recibi-do del cielo dotes tan excepcionales y tenía méritosmás que suficientes para que el afecto de sus amigoslo custodiara al través de la distancia, y la admiraciónde las almas nobles formara a su nombre inextingui-ble aureola.

La muerte de Jorge Isaacs tuvo dolorosa resonanciaen todo el continente americano. La prensa de lasciudades más importantes del mundo de Colón diotestimonio elocuente de su pesar, y en ese coro de jus-tísimos lamentos se distinguieron, como era natural,los principales periódicos de la capital de Colombia.Pocas veces se había revelado el sentimiento públicocon más espontaneidad de expresión, al tratarse de lapérdida de un hombre ilustre, como en el caso de lamuerte del autor de ~María; y lo mismo en prosa queen verso, ingenios de poderoso aliento y generosocorazón deploraron con sentidas quejas ese tristísimosuceso, que bien puede considerarse como una grandesgracia nacional.

IMPUlIONES !' IlECUERDOS 101

El distinguido sacerdote mexicano D. Vicente F.Abundis, me decía en carta dirigida de Ciudad Vic-toria (Tamaulipas) en el mes de septiembre de 1895:

" ... Doce años hace que leí, por primera vez, aMaria; de entonces a esta fecha más de seis veces hevuelto a leer sus páginas, y las mismas sensaciones,la misma congoja, el mismo dolor en mi corazón hesentido, hoy que tengo treinta años, que en aquellosprimeros días de mi juventud.

"¡Oh señor! Nací mexicano, pero siento en mi alma.amor intenso por ese bello suelo de Colombia ... Milveces dichoso usted que ha contemplado el sitio ben-decido que inspiró a Isaacs su libro. o. Quisiera res-pirar el perfumado ambiente del Valle del Cauca, oírel dulce murmullo del Zabaletas, extasiarme ante esepanorama que he soñado tantas veces...

"En México ha sido llorada la muerte del autor deMaria como la de Gutiérrez Nájera; como quizás no10 sería la de muchos de sus hijos eximios... ¡Ah!No alcanza usted, señor, a comprender, cuán populary querido es aquí el nombre de su ilustre compatriotade usted. ¿Tendremos la ventura de deleitarnos al-gún día con las obras que, según ha afirmado la pren-sa de México, dejó inéditas el insigne escritor?.. o"

La misma interrogación se oye incesantemente enboca de los innumerables amigos y admiradores delmás tierno de los poetas colombianos. Es de presu-mirse que los dignos herederos del ilustre Isaacs, noprivarán por mucho tiempo a la amistad y a las letrasdel goce de tan inefable satisfacción.

"Nos parece que la vida de Isaacs no puede ser es-tudiada con prescindencia de su obra, ni las fases deésta sin ver qué sol, en cada etapa de su agitada pere-grin~ción, il~miuó s~ Ífc;:nte,si el sol ardiente de la

161 LUCIANO llIVJ:ltA y GAUmO

juventud o el sol pálido del último invierno", dice elmás espiritual y profundo de los analizadores del ca-rácter literario del autor de María, D. Diego Mendoza."Cuando toda la obra de Isaacs sea conocida del pú-blico, y, así, haya pasado por la prueba decisiva, severá si la flor vale más que el fruto, o el fruto más

. que la flor, o si uno y otra, a la luz y al calor de suestación, tienen lUloSmismos quilates; si Fania es su-perior a María, o si las dos creaciones son perlasarrancadas por un mismo buzo, madréporas de dife-rentes edades en mares que se comunican por corrien-tes misteriosas." (1).

'">1: '"

Era aún adolescente y las cosas del mundo se pre·sentaban a mis ojos veladas por una especie de nieblaluminosa que las hacía aparecer doblemente seducto-ras y amables, cuando tuve la dicha de visitar el terri-torio antioqueño; y por este motivo, en mi mentequedó fijo el vigoroso y poético recuerdo de aquellaregión de estructura singular, tan distinta por su con-formación y por sus condiciones etnográficas del sue-lo hermoso en donde plugo a Dios hacerme ver laluz primera. Aquel recuerdo, embellecido con la má-gica apariencia que los albores de la juventud sabenprestar a todos los objetos -así a los países que re·corramos en esa edad feliz, como a la mujer preferidaque recoge amorosa las primicias de nuestro corazón-vive en mí con caracteres imborrables.

Acá en mi memoria se refleja vivaz la imagen deuna comarca extensa y montañosa, cruzada en dife-

(1) Diego Mendoza: Segund4 lectura de "MlJrílJ".

rentes direcciones por estrechos valles en cuyas cuencasclamorean espumosos torrentes o caudalosos ríos, en-cajonados entre verdes faldas, tendidas unas como lospaños de un vestido regio, empinadas otras como lien-zos de gigantesca arquitectura; cubiertas todas por elverde tapiz de interminables y profusos maizales; ani-madas las más por risueñas cabañas que hasta el paliodel cielo elevan la humareda de sus hogares, y encuyos contornos muge el paciente buey, fiel compañe-ro de las labores del agricultor, o brama el ternerilloa corta distancia de la vaca de limpia piel y miradaprofunda. En esta cuchilla, y en la otra, yen la de másallá, veo con la mente pintorescos poblados de blancascasas que forman cortejo digno a esbeltos campana-rios; y por doquiera, la vida, el movimiento; en todaspartes la animación y el gusto al trabajo; y hasta don-de penetra la tenaz investigación de la. memoria, noalcanzo a descubrir tierras incultas... Más bien pa-réceme distinguir allá, sobre el altísimo peñasco, alavizorado labrador que, temeroso de no encontrar yaen su país espacio ni bosques para el hacha potenteque en la diestra lleva, dirige la mirada hacia los vas-tos horizontes caucanos, en solicitud de campo de ac-ción para su actividad infatigable, y de obstáculos,que vencerá con su constancia y con su arrojo.

Ese es el sur de Antioquia. .. Más allá, en el cen-tro de encrespado y verde territorio, mi fantasía, auxi-liada por el lente poderoso del recuerdo, contemplaentusiasmada ciudades simpáticas, pulcras y atrayen-tes, como Sonsón, Ríonegro, Marinilla, La-Ceja, El-Re·tiro ... y más allá aún, en el corazón de un valle pri-moroso que parece formado por el capricho poéticode un príncipe de los cuentos árabes, para recreo deodalisca favorita, en medio de boscajes de limonerosf

LUClANO "IVERA y GAlUUDO

rosales y jazmines, veo a Medellín, la sultana antio-queña.

En aquella región hermosa y rica, eremitorio de la-bores rudas y asiento de un pueblo que suspira porel progreso, y, constante como ninguno, trabaja obs-tinado para alcanzar ese gran bien, veo con el almagentes activas como la abeja y perseverantes e inge-niosas como la hormiga, que rechazan las caricias pér-fidas de la pereza que enerva y oponen mano fuertea la fatiga que habrá de recibir opima recompensa.¡Pueblo inteligente y valeroso, que así huye de la afe-minación de las costumbres,· como lucha a brazo par·tido con las rocas de sus montes y las selvas de susvalles, hasta arrancar de las primeras esa fuerza quese llama oro, y extraer del suelo de las otras la simien-te que nutre y vivifica; como, al llegar la noche cuelgaen los muros del hogar los instrumentos de la labran-za -esas armas preciosas de los pueblos pacíficos- yacompaña con los acordes de la vihuela las dulcescanciones de sus montañas! ... ¡Pueblo varonil y es-piritual, que con el mismo entusiasmo que se inclinahacia la tierra para fecundarla con el. sudor que correde su frente en la lid del trabajo, levanta al cielo lamirada para extasiarse ante la grandeza de la obrade Dios!

Esa tierra es Antioquia; esa comarca es la hermanadel Cauca; nuestra amiga natural, nuestra vecina ho-norable; región predestinada por las leyes eternas quegobiernan la suerte de los pueblos, a ser nuestra alia-da en el peligro, nuestra compañera en las glorias ...

Cupo a esa tierra ubérrima y hermosa la envidiablegloria de servir de tema fecundo a la musa inspiradade Jorge Isaacs, así en los primitivos destellos de susPlf.tIlifes~acionesespléndidas! cuando cantó La monta-

IMPRESIONES y RECUERDOS

ñera y Los amores de Soledad, Jacinto y Martina y RíoMoro, como cuando, ,expirante ya el sol de su agitadavida, pulsó el laúd de las entonaciones inmortales ycolmó los ecos de las montañas antioqueñas con elclamor de La tierra de Córdoba. Misterioso y singularprestigio ejercían en el alma del poeta caucano lashondas quiebras y las cimas azules del territorio deRobledo; grande era la influencia que en su corazónardoroso y patriota hacían sentir las virtudes y lascondiciones eminentes de ese pueblo de pasado glo-rioso, consolador presente y bello porvenir. .. ICómocomprendía Isaacs con la poderosa visión de su genio,que en esa comarca crece, verde y lozana, una de lasmejores esperanzas de Colombia! ¡Cómo supo darsecuenta clara su corazón magnánimo de las generosasdotes de aquel pueblo, al cual juzgó digno de todo suamor y de todo su reconocimiento, cuando, desviandolos angustiados ojos de la patria amada, pidió "queenviara pronto Antioquia por sus huesos!" ...

y ¿de qué manera ha correspondido el pueblo an-tioqueño al deseo ferviente, a la súplica postrera delmás tierno de los poetas colombianos? .. Mal inspi-rada por sentimientos egoístas, o sugerida por el ma-terialismo que injustamente le atribuyen almas super-ficiales o prevenidas, ¿ha oído Antioquia con indife-rencia o con desdén el ruego último de aquel que laamó tanto? .. ¡No! ¡La comarca favorecida está a laaltura del favorecedor! Ella siente hervir su sangre,enardecida por el más noble de los entusiasmos; con·vaca a sus hijos para que preparen el espíritu en pia-doso recogimiento y se hagan merecedores del precio-so legado; acumula mármoles y bronces; recoge lasflores y los laureles que habrán de servirla para tejercoronas inmortales; adorna con palmas sus caminos;

tUCIANO RIVERA y GAIWDO

engalana sus poblaciones; se prepara dignamente pa-ra recibir en su seno los restos mortales del poeta delllanto; de aquel de los hijos de Colombia que en elcampo del arte y del sentimiento -única cosa queperdura al través de los tiempos, en la agitada marchade la humanidad hacia lo desconocido- supo dejargrandioso testimonio de su amor y su veneración porel suelo bendito que escogió para asilo eterno de suscenizas ...

Singular personalidad la de Isaacs, destinada a po-ner de relieve ciertos caracteres escogidos, a evidenciara ciertos hombres de excelso temperamento, lo mismoen el pleno goce de la vida, cuando se mostró comoun astro de magnitud suprema en el cielo de las le-tras patrias, que hoy, cuando, muerto ya para la vidaperecedera de este mundo efímero, brilla en el cielode la inmortalidad con la luminosa estela de su glo-ria! ... Bien valen los nombres de los catorce literatosde la capital que en noche inolvidable lo consagraronsacerdote de esa religión sublime de las almas egregias,la poesía; bien valen esos nombres los de los ocho ca·balleros, nobles hijos de Antioquia que, oficiantes dela admiración y de la gratitud, se han constituído vo-ceros del inteligente y generoso pueblo elegido porIsaacs como guardián de su tumba, para que seancumplidos los votos postrimeros del poeta. Esos nom-bres, que los fastos gloriosos de la Tierra de Córdobaconservarán siempre como un timbre de honra, sonlos siguientes: Pedro Nel Ospina, Fidel Cano, CamiloBotero Guerra, Juan José Malina, Carlos Vélez S.,Pascual Gutiérrez, Eduardo Zuleta, Manuel J. Alvarez.

Esos ocho nombres representan las ciencias y lasletras, la política y las artes, el comercio y la industriade Antioquia; es decir, lo más elevado de cuanto pue-

lMPUSlONF.S y RECUnDO.

de constituir la vida de ese departamento en el ordende los intereses morales y materiales. Ellos represen-tan, asimismo, las diversas agrupaciones que intervie·nen de uno u otro modo en la existencia política deese pueblo altivo: simbolizan, pues, las más nobles as-piraciones de una sociedad culta y cristiana que, cuan-do se trata de enaltecer el verdadero mérito, haceabstracción completa de los menguados asuntos departido, y sólo se preocupa con el engrandecimientode la Patria ... y como si los caballeros que llevanesos nombres ilustres juzgasen incompleto el desarrollode su propósito, sin la participación eficaz y dignifi-cad ora de la mujer -dado que se pretende honrar lamemoria de un gran poeta, que tuvo como ideales desus cantos esos atributos esencialmente femeninos: elamor casto, la ternura y las lágrimas- han solicitadoy obtenido el concurso de damas de tan elevado rangosocial y virtudes eximias como son aquellas con cuyosnombres honro estas humildes páginas:

Señora D:¡l María Ignacia Arango de Llano, señoritaTeresa Uribe Restrepo, señorita Concepción Ospina .

.** *

Antioquia guardará, con el respeto y la veneracióndebidos, el sagrado depósito que el cantor de RíoMoro quiso confiar al cariño de todo un pueblo, ypuede afirmarse que lo guardará en urna de mármoly pórfido, urna que las manos puras de las hermosashijas de esas poéticas montañas cubrirán a mañana ytarde con guirnaldas de rosas y azucenas ... Pero si elesfuerzo que ese' pueblo espiritual y generoso hacehoy con el fin de conservar esas cenizas ilustres en ce-notafio digno de ellas, se viese frustrado por alguna

168 LUCIANO R.IVUA y CADIllO

de tantas circunstancias que la previsión humana nopuede evitar, no importa: guárdelas en humilde tú-mulo, si más no puede hacer, que allí estarán bien,custodiadas por el afectuoso ceJo de que da elocuentetestimonio el entusiasmo con que se ufana hoy, alconstituirse el?-ejecutor testamentario de las últimasvoluntades del poeta caucano. Eso, el cariño de unpueblo vigoroso y noble, en medio del cual sintió aroder el fuego sagrado de la inspiración, allá en los díasvehementes de la primera juventud; el afecto sinceroy constante del pueblo de sus simpatías y de su ad-miración, eso era lo que anhelaba para su memoriael ilustre vate; y por ello quiso dormir el sueño últi-mo a la sombra de los "jazmines y floridos naranja-les", en aquel valle primoroso, donde reina la ciudadromántica, de la cual dijo en estrofa inmortal:

¡Cómo la miro en estrelladas nochesEn mis sueños aún!

Formándote cojines se agrupan los a1cores,La cubren las montañas con su azulino tul.