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NOTAS

Conocí a Jorge Ibargüengoitia através de sus artículos en la páginaeditorial de Excélsior. La primera reac-ción ante esos artículos era siempresoltar la carcajada; pero luego, porsupuesto, venía la reflexión, porqueno se trataba solamente de hacer reír,sino de desnudar la realidad, de tri-vializar en anécdotas aparentementeabsurdas lo trascendente, de poneren evidencia una serie de cuestionessignificativas, de ‘decir’ además de

contar, y finalmente –como expresóJosé de la Colina– de penetrar en eldesilusionante pero a la vez divertidojuego del mundo, ridiculizando la so-lemnidad de nuestra vida diaria.

El mismo desenfado y naturalidadpara contar que se reflejaba en sucolumna de Excélsior, lo encontréposteriormente en sus novelas. Lasúnicas en la literatura mexicana con-temporánea que logran mostrarnos laotra cara –quizá la auténtica– de nues-tra realidad actual y pretérita. Lasúnicas que se atreven a desacralizara los héroes nacionales, despojándo-los del oropel y describiéndolos de

JORGE IBARGÜENGOITIAA 20 AÑOS DE SU MUERTE

Jaime Castañeda*

No es humor aquello que hace reír y produceenajenación: el verdadero humorista hace de

la risa un despertar de la conciencia.Sören Kierkegaard

Mi manera de bromear es decir la verdad; esla mejor chanza del mundo.

Bernard Shaw

* Departamento Académico de Estu-dios Generales, ITAM; Dirección de Hu-manística, Universidad Marista.

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carne y hueso, con sus virtudes ydefectos. No hay duda de que en lasobras de Ibargüengoitia existe el pro-pósito crítico, sin embargo, predomi-na en ellas el espíritu lúdico: ese juegodel mundo, juego de los seres y delas cosas, de la Gran historia y de lapequeña historia, que conforman elGran teatro del mundo; siempre bajoesa doble perspectiva desmitificado-ra y humorística que le confiere uncarácter tan singular.

Tiempo después conocí al escritorguanajuatense personalmente. Loprimero que uno advertía en él era sucorpulencia física, o dicho de otramanera, su gordura. Característica quecorrespondía a la imagen de ciertotipo de humoristas como Chesterton,Oscar Wilde o Gómez de la Serna,por mencionar a tres de los más re-presentativos. Otro tipo sería el quese identifica con la imagen –física eintelectual– de un Bernard Shaw,vegetariano, asceta e invariablemen-te malhumorado (tal vez por falta deproteínas).

Posteriormente, visité a Ibargüen-goitia varias veces en su casa deCoyoacán.* Aquellas visitas me re-velaron que el novelista mostraba ydemostraba insistente buen humor: era

un hombre sencillo, antisolemne queexpresaba lo que sentía sin rodeos.Hablaba como escribía, escribía comohablaba, y en todo era espontáneo,pausado, gesticulador. Eso sí, detrásde esos ojos saltones con párpadosa media asta, qué lúcido y sincero,qué irónico y campechano era.

Aunque siempre detestó ‘la pin-che etiquetita ésa de humorista’, estacualidad lo convierte en la excepciónque confirma la regla de nuestra lite-ratura nacional, donde no es nadafrecuente el tono humorístico, ni elsentido del humor.

Efectivamente, Ibargüengoitia esun autor singular; donde todos res-petan y veneran la Revolución mexi-cana, él escribe un libro en el quecaricaturiza, parodia otros libros yofrece el relato más creíble de un trá-gico episodio histórico; donde todospublican novelas de grave denunciasobre las dictaduras que ha padecidoAmérica Latina, él concibe una deli-ciosa farsa, en la que los héroes sontan ridículos como sus enemigos; enun medio donde se venera tanto el‘yoísmo’, Ibargüengoitia escribe unlibro en el que continuamente seburla de sí mismo, y se retrata torpe,tonto, pobre, antiintelectual; dondecualquiera hubiera hecho una novelasociologizante, o una pésima nove-la policíaca, él presenta el divertidoespectáculo de dos criminales que noentienden que lo que hacen es crimi-

* En un principio dichas visitas-entre-vistas obedecieron a que por aquellaépoca trabajaba en mi tesis de licencia-tura, titulada: El humorismo desmitificadoren la narrativa de Jorge Ibargüengoitia.

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nal; y finalmente, en lugar de subli-mar a los héroes de la Independenciade México, los baja de su pedestalsin armar demasiado escándalo, perosí soltando la frase oportuna comoquien no quiere la cosa; nos cuentael episodio más importante de nues-tra historia en la forma más espon-tánea, amena y antisolemne.

Ibargüengoitia, pues, constituyeun caso insólito en la literatura mexi-cana. Hoy lo recordamos con grannostalgia, a veinte años de su muerte(noviembre de 1983).

El escritor

Jorge Ibargüengoitia nació en Gua-najuato en 1928, pero emigró con sufamilia a la ciudad de México apenascumplidos los tres años. Realizó susprimeros estudios en diferentes es-cuelas particulares hasta terminar lapreparatoria en el Colegio FrancésMorelos, de los maristas, hoy CentroUniversitario México, CUM.

Respecto a su vocación literariael propio Ibargüengoitia decía: “Alos diez años hice un periódico; nosé que tenía adentro ni sé que escribí,pero toda la gente que veía ese papel,se daba cuenta de que era un perió-dico. Después escribí algunos cuen-tos, pero desde los doce años sufríuna especie de bloqueo y durante lossiguientes diez años no escribí y casi

no leí nada.”1 Entre tanto se enrolócon los boys scouts, donde pasó losmejores años de su adolescencia.

Obligado por las circunstancias ycomo toda persona inclinada hacialas artes, realizó sus primeros estu-dios superiores en la escuela equivo-cada, en su caso de ingeniería de laUNAM. El equívoco se prolongó de1945 a 1948, año este último en queviajó a Europa. A su regreso, un añodespués, todo cambió. Terminar lacarrera de Ingeniería le pareció unapérdida de tiempo por lo que la aban-donó y se fue a trabajar a un ranchoque su familia tenía en Guanajuato.Allí estuvo tres años.

En un artículo que publicó en 1974,Ibargüengoitia cuenta cómo nació enél su vocación literaria. Todo empe-zó porque estando en el rancho unmotor diesel se descompuso, lo quele obligó a viajar a la ciudad de Gua-najuato para repararlo. Al llegar a lacasa de su madre se encontró queestaba de visita un señor que él noconocía y que estaba en Guanajuatopara presentar una obra de teatro dela cual era director. Se trataba de laobra Rosalba y los llaveros de Emi-lio Carballido. El señor era nadamenos que Salvador Novo, quien in-

1 Margarita García Flores, “Entrevistaa Ibargüengoitia”, Cartas marcadas,1979, México, Textos de Humanidades,UNAM, p. 187.

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vitó al joven ‘ingeniero’ al estreno,esa misma noche en el Teatro Juárez.

No sé si la representación fue ex-celente o si mi condición anímicaera extraordinariamente recepti-va. El caso es que ahora sé, y con-fieso con un poco de vergüenza,que ninguna representación tea-tral me ha afectado tanto comoaquella Rosalba y los llaveros queyo vi en el Teatro Juárez. Es posi-ble que si el motor diesel no sehubiera descompuesto otra vez ellunes siguiente, yo hubiera teni-do tiempo de regar el trigo, hu-biera seguido en el rancho y ahorasería agricultor y, ¿por qué no?,millonario. Pero el motor dieselse descompuso el lunes, yo dije:¡basta de rancho!, y en ese ins-tante dejé de ser agricultor. Tresmeses después me inscribí en laFacultad de Filosofía y Letras.2

Cuatro años después de haberingresado a la Facultad obtuvo sutítulo de maestro en Literatura, es-pecializado en Arte dramático. Suorientación hacia el teatro es fácil-mente explicable; por aquel entoncesRodolfo Usigli impartía en la Facul-tad el único curso donde se ‘enseña-

ba’ el arte de escribir: Teoría de com-posición dramática.

Sin lugar a dudas, la influencia deUsigli fue decisiva en los años de for-mación de Ibargüengoitia. Por otrolado, el guanajuatense fue el alum-no preferido del famoso dramaturgo,prueba de ello es el apoyo que siem-pre le brindó. Mas esto, no fue nadagratuito, obviamente obedeció a queUsigli vio en Ibargüengoitia un grantalento que seguramente sus demásalumnos no tenían. El reconocimientoa la capacidad literaria de Ibargüen-goitia, así como la predilección queUsigli le tenía, quedan manifiestosen varias cartas publicadas por Vi-cente Leñero, en una serie de artícu-los que aparecieron en la revistaSiempre! bajo el título “Los pasosde Jorge”3 publicadas en agosto yseptiembre de 1987.

Por su parte Ibargüengoitia reco-noció siempre la influencia y el apo-yo de su maestro:

Rodolfo Usigli fue mi maestro, aél debo en parte ser escritor y porsu culpa, en parte, fui escritor deteatro diez años. Digo que fue mimaestro en el sentido más llanode la palabra: él se sentaba en unasilla y daba clase y yo me sentabaen otra y le oía, haciendo de vez encuando algún apunte en mi libre-

2 Jorge Ibargüengoitia, “Otras voces,otros teatros. La vida en México entiempos de Novo”, Excélsior, 18 de Fe-brero de 1974.

3 Nos. 1783 y 1784, 26 de Agosto y 2de Septiembre de 1987.

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ta –cosas como ‘Farquhar no res-peta las unidades’, etc.–. Estoocurrió durante dos horas de dostardes cada semana de los tresaños que seguí en su curso enFilosofía y Letras. Sin la clase deUsigli mis estudios en esa insti-tución hubieran sido completa-mente banales y probablementeno me hubiera tomado el trabajode terminarla.4

En relación a su época de drama-turgo, el propio Ibargüengoitia escri-bió un artículo en la Revista de laUniversidad de México, en el cual,con su característico humor, relataestos años de su vida:

Cuando llegué al umbral de lacarrera de las letras, tenía yo vein-titrés años, setenta mil pesos endocumentos y una experiencia demás o menos lo siguiente: Había es-tudiado hasta cuarto de ingenieríay lo había reprobado por comple-to; había trabajado de topógrafo,de laboratorista de mecánica desuelos, de calculista de lo mismoy de dibujante; había sembradojitomate con un éxito arrollador,lechugas, maíz y frijol (sin éxitoel frijol); y sabía cómo limpiaruna noria e instalar una bomba.

Ahora bien, como ninguna de estasactividades es de utilidad para unescritor, vivía yo de los setenta milpesos. En 1953 compré un terrenoen Coyoacán, y desde ese momen-to se acabó mi vida de rentista.Estaba yo a la aventura. Era di-ciembre, había ya terminado misestudios para Maestro de Letras,especializado en Arte Dramáticosin pena ni gloria, y lo primeroque se me ocurrió fue presentarmeen la Universidad Iberoamericanaa pedir unas clases. Me las dieroninmediatamente y de Doctorado.Durante la primera parte de 1954viví de los $480 que me pagabanpor mis clases y los $100 que medaban a veces en la UNAM por sus-tituir a Usigli; luego en septiem-bre, me gané la beca del CentroMexicano de Escritores y monta-ron Susana y los jóvenes, que meprodujo mil pesos de derechos. Enesa época pagaba yo cincuentapesos de renta, así que con los milo mil quinientos pesos que hacíacada mes, podía vivir en la opulen-cia. Así pasó un año. En 1955, mebecó la Rockefeller en Nueva York,brindándome de esa manera, nosólo la oportunidad de ver otrastierras, sino de poder comprarmecamisas cada vez que me diera lagana. Cuando regresé de los Esta-dos Unidos, me encontré con queel Centro Mexicano de Escritores

4 Jorge Ibargüengoitia, “Recuerdo deRodolfo Usigli”, Revista Vuelta, n° 33,agosto de 1979.

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estaba tan satisfecho con mi ac-tuación que había decidido conce-derme otra beca. Aquí fue cuandoempezó mi neurosis. Se me ocu-rrió hacer un poco de ascetismo.Dejé mis clases y otras activida-des y me reduje a vivir con la becadel Centro...5

Independientemente de las obrasque escribió siendo aún estudiante(Cacahuates japoneses y LlegóMargot, ambas inéditas), la actividadprofesional de Jorge Ibargüengoitiaempezó a ser aplaudida en 1954 conel estreno de Susana y los jóvenes,publicada un año después en unaantología de la Editorial Aguilar deMadrid. Asimismo, su obra Clotildeen su casa –estrenada en 1955 en elTeatro Rotonda bajo el título Adul-terio esquisito–, fue incluida en eltercer tomo del Teatro mexicanocontemporáneo, que al año siguien-te publicó el Fondo de Cultura Eco-nómica. Estas dos obras, más Antevarias esfinges que escribió en 1956,lo convirtieron en uno de los mejo-res dramaturgos jóvenes de aquellaépoca.

De esa misma época son La Luchacon el ángel, que aunque nunca seestrenó obtuvo una mención en el

concurso de Teatro latinoamericanode Buenos Aires, en 1956. Poco éxi-to tuvieron, en cambio, El loco amorviene, El tesoro perdido y Dos crí-menes, piezas en un sólo acto queescribió en 1957 y que jamás se es-trenaron, no obstante que la primerade ellas ganara un concurso de teatroorganizado por el Ateneo Español enMéxico.

Dos años después, esto es en 1959,Ibargüengoitia escribió dos come-dias que tampoco se representaron,al menos en forma profesional, Elviaje superficial y Pájaro en mano.No fue hasta 1964 que fueron publi-cadas por la Universidad Veracruza-na, junto con Clotilde en su casa, enun libro titulado Clotilde, El viaje yEl pájaro.

En 1960, Ibargüengoitia incursio-na en el teatro infantil con la obraLa fuga de Nicanor, estrenada esemismo año en el teatro del Recreoinfantil del Bosque, en Chapultepec.En realidad no era un género del tododesconocido para el guanajuatense;en 1956 ya había escrito una obrapara niños titulada El peluquero delrey, que fue representada en variasocasiones por el Teatro popular.

Ese mismo año escribió una come-dia musical que no dio a conocer sinomucho tiempo después. Esto ocurrióen 1979, cuando ya estaba totalmentealejado del quehacer dramático y laCompañía Nacional de Teatro le soli-

5 Jorge Ibargüengoitia, “¿De qué vivenlos escritores?”, Revista de la Universi-dad de México, n° 4, vol. XVII, diciembrede 1962.

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citó una obra. Jorge Ibargüengoitia seacordó entonces de esta comedia y laentregó. Finalmente, con la colabo-ración de Alicia Urreta que compusola música y añadió algunas cancio-nes, se estrenó Los buenos manejosen 1980.

Posteriormente vendría El aten-tado, excelente farsa histórica basa-da en el asesinato del general ÁlvaroObregón, que obtuvo, en 1963 elpremio en el Concurso de TeatroCasa de las Américas de Cuba. Unaño después fue publicada por laRevista Mexicana de Literatura; sinembargo, por razones de censura nofue estrenada en México sino hasta1975. En relación con esta obra elpropio Ibargüengoitia escribió:

El atentado me dejó dos benefi-cios: me cerró las puertas del tea-tro y me abrió las de la novela. Aldocumentarme para escribir estaobra encontré un material que mehizo concebir la idea de escribiruna novela sobre la última partede la Revolución mexicana...6

Poco antes de que apareciera Elatentado, Ibargüengoitia escribió Laconspiración vendida, pieza igual-mente histórica, que se debe a unencargo del Departamento de Teatrodel Bellas Artes hacia finales de 1959.

No obstante haber sido escrita porencargo no se representó, y su publi-cación ocurrió quince años después,en el volumen misceláneo Sálvesequien pueda, editado por Novaro en1975. Más tarde el tema de esta obra–el inicio de la guerra de Indepen-dencia– sería ampliado en su novelaLos pasos de López.

Respecto al origen de esta obra supropio autor nos refiere:

Esto empieza en octubre o no-viembre de 1959. Yo estaba enuna de las temporadas más deses-perantes de mi vida profesional.Como escritor dramático... eraentre desconocido y olvidado, te-nía cuatro obras sin estrenar, notenía ingresos de ninguna especie,deudas que entonces parecíanenormes, y urgencia de pagar aun-que fuera réditos vencidos. Estascircunstancias me llevaron a darun paso que ahora me parece inex-plicable: se me ocurrió ir al De-partamento de Teatro de BellasArtes a pedirles dos o tres milpesos como anticipo sobre rega-lías futuras. El resultado fue queme encargaron una obra sobrealgún episodio de la guerra deIndependencia; presenté La cons-piración vendida pero jamás serepresentó y sólo me pagaron lamitad de lo prometido (cinco milpesos)....

6 “Jorge Ibargüengoitia dice de símismo”, Vuelta, n° 100, marzo de 1985.

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Sin embargo, el destino me de-paró una venganza sensacional.En septiembre apareció una con-vocatoria para un concurso deobras de teatro organizado por elDepartamento del Distrito Fede-ral. Premio Ciudad de México, sellamaba. El monto del premio erade veinticinco mil pesos de enton-ces, que serían como diez veceseso ahora. Mandé La conspira-ción vendida con el seudónimo‘Federico Barón Gropius’, y ganéel premio. El mismo día que supela noticia encontré a Gorostiza(Celestino), que había presididoel jurado que me premió, en elfoyer de un teatro. –Yo soy el autorde La conspiración vendida –ledije. Casi se desmayó. Evidente-mente habían premiado la obracreyendo que había sido escritapor otra persona con más méritoso mayores influencias que yo. Nimodo.7

Hasta aquí su principal labor tea-tral (ocasionalmente escribió peque-ños diálogos escenificables y guionescinematográficos). Como articulista(crítico, editorialista, etc.) figuró envarias de las mejores publicacionesdel país; de 1960 a 1963 en la Revis-ta de la Universidad de México, de

1962 a 1963 en el Suplemento Cultu-ral de Siempre!, igualmente en Diá-logos, la página editorial de Excélsior(de 1968 a 1976) y en las desapare-cidas Snob y Revista Mexicana deLiteratura. Desde la aparición de larevista Vuelta (1977), que dirigíaOctavio Paz, colaboró casi invaria-blemente en cada número y fungiócomo miembro del Consejo de re-dacción, hasta poco antes de su trá-gico fallecimiento.

Fue sin embargo en la narrativa(novela y cuento) donde Ibargüen-goitia alcanzó sus mayores éxitos, apartir de su primera novela Los re-lámpagos de agosto (1964); si bienes cierto que su farsa histórica Elatentado (1962) ya había obtenidoel premio de teatro de la Casa de lasAméricas. También hay que recor-dar que antes de publicar Los relám-pagos de agosto, Ibargüengoitia yaera bastante conocido gracias a susartículos de crítica teatral.

Después de la aparición de Los re-lámpagos –igualmente premiada porla Casa de las Américas de Cuba–publicó en 1967 la colección decuentos titulada La ley de Herodes,crónicas minuciosas de la vida capi-talina, con una buena dosis autobio-gráfica. Dos años más tarde, en 1969,apareció su segunda novela, Matenal león, obra de gran ironía, en la quese retrata la figura del dictador pa-triarcal latinoamericano.

7 Jorge Ibargüengoitia, “Dos aventu-ras de la dramaturgia subvencionada”,Vuelta, n° 27, febrero de 1979.

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Varias de sus experiencias en elextranjero, como becario, como artistin residence de la Universidad deStanford, y una serie de artículosperiodísticos fueron recopilados enel volumen misceláneo Viajes en laAmérica ignota, que se publicó en1972.

Su siguiente novela fue Estas rui-nas que ves (1975), quizá menosambiciosa que las anteriores, peroextraordinariamente divertida y quelo devuelve plenamente a la autobio-grafía y al intimismo de sus cuentos.Con esta obra Ibargüengoitia ganóel Premio Internacional de NovelaMéxico.

El mismo año de 1975 publicó ellibro Sálvese quien pueda, en el queincluye una serie de artículos que ori-ginalmente aparecieron en Excélsior,y la obra de teatro La conspiraciónvendida, escrita en 1960 como seña-lamos. Apareció este libro mientraspreparaba su siguiente novela, Lasmuertas, que tras muchas correccio-nes, se publicó finalmente dos añosdespués, es decir en 1977. El pro-yecto de esta novela se remonta amucho tiempo atrás; ya en Estas rui-nas que ves se mencionaba el casopolicíaco de las tratantes de blancasque a fines de los cincuenta operaronen el Bajío y recibieron el apodo delas Poquianchis, y que literalmenteIbargüengoitia bautizó como las her-manas Baladro. Las muertas es quizá

la novela más completa del guanajua-tense, por su hechura y complejidad;aunque sin dejar de ser la novela deun humorista, es la más seria de susobras.

La imaginación y el bien dosifi-cado humor de Jorge Ibargüengoitiade nuevo se hacen patentes en suquinta novela: Dos crímenes (1979),verdadero deleite donde la funciónnarrativa se da con una naturalidady una fluidez deslumbrantes. Detema policíaco, es desde luego laintriga lo que domina en la estructurade esta obra. Dos crímenes es uno delos mejores libros de Ibargüengoitia,que muestra la madurez y maestríaalcanzadas como escritor.

La última novela de Jorge Ibar-güengoitia –Los pasos de López–apareció en 1982; en ella nuevamenteresalta la capacidad desmitificadorade su autor, esa intención satírica dedesnudar la realidad, de cotidianizarla historia, la Gran historia (en estecaso la historia de la Independencianacional). En Los pasos de López,como hiciera en su primera novela,lo que intenta Ibargüengoitia congran éxito es “delatar a la historiacomo la esfinge sin secreto, comopedestal vacío o desproporcionado;pero sin rencor, sin odio....”,8 con ese

8 José de la Colina, “Jorge Ibargüen-goitia (1928-1983), El Semanario Cul-tural, Novedades, de diciembre 4 de1983.

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espíritu lúdico exclusivo de los au-ténticos escritores humoristas.

Al revisar la obra narrativa de Ibar-güengoitia, observamos que muypocos novelistas han escrito econo-mizando tanto la literatura como él,y esto nos parece no un defecto sinouna virtud. Es decir, en estos casiveinte años de producción, segura-mente por su perspectiva humorísticay desmitificadora, no ha caído, afor-tunadamente, en el superado análisissociologizante tan común en nuestrosnovelistas. Su mérito principal haencontrado fuerza en un bisturí; lashistorias que narra han sido extraí-das de la vida misma, la del pueblomexicano, a manera de un cronista.Tampoco existen las densidades sico-lógicas, los símiles sorprendentes olas deslumbrantes metáforas. Masesto no quiere decir que no haya ha-bido una progresión y una madura-ción del autor en el arte de narrar yde contar, al contrario, supone muchooficio lograr la perfecta sencillez, lanaturalidad del verdadero artista.

Ahora bien, la crítica constante-mente deja en el tintero el considerarese sentido del humor desmitificadorpropio de Ibargüengoitia determina-do por sensaciones y concepcionesmucho más profundas que la merahumoricidad que hace reír al lector.Hay un fluir de cosas que no vansubrayadas pero que nos llevan a lareflexión. Decía Kierkergaard que

no es humor aquello que hace reír yproduce enajenación; que el verda-dero humorista debe hacer de la risaun despertar de la conciencia. Creoque es el caso de Jorge Ibargüengoitia.

Otro de los rasgos distintivos queconcurren en la obra del guanajua-tense es, sin duda, su fecunda ima-ginación, elemento indispensable detoda obra literaria. Ibargüengoitia esuno de nuestros escritores más crea-tivos e ingeniosos, no tanto por lostemas que elige, los personajes quecaracteriza o los ambientes que re-crea sino, especialmente, debido almanejo argumental o tratamientoque da a sus historias, al tono queutiliza para narrar y, en suma, a laperspectiva desde la cual mira la rea-lidad que nos describe.

Ibargüengoitia, sin embargo, es unescritor que hasta ahora no ha sidovalorado en toda su capacidad, puessiempre se le ha ensalzado la virtudde hacer reír al lector, olvidándose casipor completo de sus demás cualida-des literarias; ha vivido la injusticiade ser minimizado como novelista por‘chistoso’, como si humorista y cómi-co fueran los mismo o como si el hu-mor no fuera importante en la vida.

El humorista

Preciarse de tener sentido del humorha llegado a considerarse como algo

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importante en nuestra sociedad.Todo el mundo presume de tener ese‘don’, lo que no suelen especificares si tienen sentido del buen humoro del mal humor, o si tienen, sencilla-mente, un erróneo sentido del humor.Si a alguien se le dice que su humores muy bueno, habremos expresadoun cumplido; pero si se le dice locontrario, se sentirá insultado.

Sigmund Freud distingue a las per-sonas capacitadas para el humor yafirma que éste “no se halla a disposi-ción de todo el mundo y, ampliamen-te, sólo a la de contadas personas alas que caracterizamos diciendo quetienen gracia”.9 Es decir, es una cuali-dad de ciertas personas –no muchas–.Para Ramón Gómez de la Serna el hu-morismo es una condición de supe-rioridad.

Para Martín Grotjahn el sentido delhumor supone madurez emocional:“cuando se controlan las relacionessociales, cuando el individuo ha lo-grado –o está próximo a lograr– unarelación pacífica consigo mismo, so-breviene esta apreciada característicadel sentido del humor (...) El humory la sonrisa (...) se perfeccionan e inte-gran en los estadios finales del desa-rrollo humano”.10

Ahora habría que pasar a valorartres aspectos que me parecen muyimportantes: quién y qué es esa per-sona singular, excepcional, poseedo-ra de sentido del humor; por quésiente y nos hace sentir a nosotros(en términos literarios ya) el freu-diano ‘placer humorístico’; y final-mente diferenciar el significado dealgunas palabras del vocabulariohumorístico, que con frecuencia seconfunden: humorismo, chiste, co-media; o humorista, chistoso y có-mico, entre otras.

Según su calidad y su intenciona-lidad el humor da lugar a varios com-puestos humorísticos que oscilanentre el sarcasmo cruel o el chisteburlón y el humorismo, en cuantoéste esboza una filosofía.

Nos pueden atraer múltiples as-pectos en un escritor humorístico:forma, ritmo, estilo, gracia, etc., loscuales pueden contribuir a su disfru-te antes de que se desvele el verda-dero ‘mensaje’; o la pura delectaciónestética que nos transmite el autoral final. Naturalmente, a veces elescritor crea su estilo dentro del hu-mor hasta con la ayuda del disparate(Ramón Gómez de la Serna), pero,salvo casos excepcionales, el autén-tico humorista puede no recurrirsiquiera al contraste o a la compara-ción, y su prosa, simple y llana, narrael hecho tal cual ha sucedido, o laidea, pero con tal dosis de ‘gracia’,

9 Sigmund Freud, El chiste y su rela-ción con lo inconsciente, 1952, BuenosAires, Santiago Rueda, p. 119.

10 Martín Grotjahn, La máscara burlo-na, 1961, Madrid, Morata, p. 70.

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‘chispa’, ‘vena’ –o como se le quierallamar– que genera humor.

Sin embargo puede haber confusio-nes, por eso debe recordarse que exis-te, dentro del humor, lo que Hoffdingllama der grosse humor, es decir,el Humorismo. Y por otro lado está elchiste, la burla, lo cómico, que sería‘el pequeño humor’ o humoricidad.

El humorista –no el humoricista–es evidentemente crítico, crítico dela Vida (con mayúscula), pero tam-bién artista, y este artista no es hu-morista por casualidad. Cuando elhumorista escribe una obra es per-fectamente consciente del ángulodesde el que trata el tema. El humo-rista, en cuanto artista, nace con esedon; en cuanto estrictamente escri-tor, se hace, se pule, e igualmente‘hace’ su actitud. Se trata de doscategorías bien distintas entre sí aun-que necesariamente tengan que com-plementarse y completarse. El don,la ‘vena’ del verdadero humorista,viene a ser ese ‘algo’ que impregna yse extiende por toda la obra, diga éstalo que diga; lo sentimos apenas co-menzamos la lectura.

El humorista, así, será tanto másestimado cuanto más sublime sea esedon, es como el poeta, a quien se leperdona un error de forma pero node inspiración. Al humorista tampo-co puede perdonársele la falta de esa‘vena’. De otro modo el humoristadeja de serlo y se convierte en un

contador de chistes. Pero la actitudvital, filosófica o estética, se adquie-re, viene de afuera, se asimila y sehace doctrina. Por eso decimos que elhumor es una actitud estética de cier-tos escritores ante la vida.

Jorge Ibargüengoitia se cansó dedeclarar en múltiples ocasiones que noera humorista, que a él no le intere-saba hacer reír a la gente.

No soy una persona que esté tra-tando de hacer un chiste, lo quepasa es que yo veo las cosas así.Mi vida está vista a través de algoque es una pantalla irónica. En-tonces no tengo que hacer ningúnesfuerzo, ni se trata de ningunaelaboración, es totalmente la ex-presión más directa que yo podríatener. Es decir, que si algo salechistoso es porque está visto des-de un punto de vista cómico (hu-morista diríamos nosotros). Nadamás es mi punto de vista, no lapreparación.11

Así es, Ibargüengoitia no es elcómico que cuenta chistes para hacereír, es en cambio, un escritor consentido del humor, tiene ese ‘don’,esa cualidad de la que hablábamoslíneas atrás; y al escribir un cuentoo una novela lo emplea, expresa ese

11 Fernando Díez de Urdanivia, “Elescritor y su mundo”, Entrevista a J.I.,El Día, agosto 7 de 1977.

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NOTAS

humor que lo convierte en humorista(no en cómico, no en humoricista) yno por mera casualidad, sino por suvisión –perspectiva–, por la actitudque tiene ante la vida o la realidad.

Aunque tenía su propia termino-logía, siento que Ibargüengoitia co-nocía perfectamente la diferenciarespecto a los distintos conceptosque encierra el humor, que la genteconfunde totalmente. De ahí que en-fatizara tanto su posición, para queno se le ‘etiquetara’ como cómico ocontador de chistes. Aclara lo ante-rior su propia distinción con relacióna la intención de hacer reír y a loshechos que hacen reír:

Bernard Shaw, que en cierto sen-tido tenía el mismo problema queyo, decía que a él no le interesabaque la gente se riera, establecíauna diferencia entre lo cómico ylo comédico, es decir, lo propiode la comedia. Lo cómico lo iden-tificaba con su padre, decía: mipadre cuando llegaba borracho eramuy cómico, era chistoso. ¿Por qué?Porque se le caía el sombrero, serodaba las escaleras, bueno, le pa-saban mil cosas que son ridículasy chistosas, pero lo que a él le inte-resaba era lo comédico, es decir,un señor que estando borracho yteniendo dificultad para caminar,pretende hacerse pasar como per-fectamente sobrio. Esta imagen

que el borracho quiere dar es la quea Shaw le interesaba: una situa-ción interior, humana, que es muyinteresante y chistosa, pero no te-rriblemente chistosa. ¡Vaya! Noes una cosa que acabe a paste-lazos.12

Como se puede ver, el problemaradica en gran parte en la falta deprecisión en los conceptos. Ibargüen-goitia sabía que existen diferencias,categorías; la terminología podrávariar en cada caso, pero hay dis-tinciones. A lo que Shaw llama ‘locómico’, nosotros llamamos ‘humo-ricidad’ (humor chistoso, jocoso, in-trascendente); y a lo que designa conel nombre de ‘comédico’, nosotrosllamaríamos ‘humorismo’ (actitudhumorista, reflexiva, profunda, inte-lectualización del humor).

En otra entrevista, sí se reconocehumorista (creo que es la única oca-sión en que lo admite) pero aclara:“Creo que mi humorismo me daoportunidad de ver con claridad lascosas. Ahora bien, pienso que la dife-rencia entre un humorista y un escri-tor de humor –otra vez la confusiónterminológica– está en que mientrasaquél busca un efecto chistoso, ésteescribe sin que le importe el efecto.

12 René Delgado, “Los historiadoresechan a perder la historia”, Entrevista aJ.I., Plural, n° 59, julio de 1978.

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NOTAS

Yo escribo las cosas como las veoy ya.”13

Que Jorge Ibargüengoitia es unescritor humorista creo que quedabien claro, no en el sentido de con-tador de chistes –reitero– sino encuanto que tiene sentido del humory lo emplea al escribir. Ahora bien,hemos señalado que existen diferen-tes categorías dentro del humor, ¿acuál pertenece la literatura del gua-najuatense?

Todos sabemos que a un escritorno se le puede encasillar o etiquetardentro de un género o corriente lite-raria, pero en cambio sí se puedenadvertir ciertas tendencias o carac-terísticas generales que enmarcan suobra. En el caso de Ibargüengoitia,nos atrevemos a calificar su humo-rismo como un humor realista, prác-tico. Es decir, no es un humorismopuro, filosófico o sublime, pero tam-poco está en el extremo opuesto, elchiste. Es más bien un punto inter-medio entre ambos, un puente.

Su humorismo se caracteriza porla intuición, la convicción escépticade la vida, el perspectivismo y esetriple desdoblamiento: subjetivación-objetivación-reobjetivación, tan im-portante en el escritor humorista.Asimismo, recurre constantemente

al eterno juego ‘desmitificación-mi-tificación’, que abarca la Gran his-toria (Los relámpagos de agosto,Maten al león, Los pasos de López),o la pequeña historia (La Ley deHerodes, Estas ruinas que ves, Lasmuertas, Dos crímenes). Emplea lacrítica y la reflexión profunda comoingredientes básicos; a veces se valede la parodia y la caricatura, pero nocomo método, y siempre emplea laironía. Por otra parte, la espontanei-dad, la naturalidad son los factoresfundamentales de su estilo. Todo estopues nos lleva a darle el calificativode humorista realista.

Las novelas de Ibargüengoitia sonuna expresión humorística total, des-de su actitud inicial anímica comoescritor –aunque él lo haya negadotantas veces– hasta la alegría formalde su estilo. Bajo esta perspectiva,es decir, con esta actitud, Ibargüen-goitia pretende descubrir una reali-dad; en ocasiones una realidad muypersonal, la suya; y en otros casos larealidad pretérita, basada en datostomados de la historia de México ode nuestra sociedad. En el fondotodo se reduce a lo mismo: es un in-tento de interpretar la realidad segúnél la ve. Se trata en definitiva de untipo de humorismo ‘único’ en la no-vela contemporánea mexicana, queno por su tono tan singular se apartade la realidad.

13 Guillermo Ochoa, “La beca que per-mitirá a un escritor escribir”, Excélsior,agosto 14 de 1969.

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NOTAS

Sin duda, para la seriedad quedurante siglos ha caracterizado a laliteratura nacional, la fresca prosa deIbargüengoitia ha seducido a todoslos lectores y a los más exigentescríticos. Sólo un genio profunda-mente objetivo, perspicaz y minucio-so como el suyo, es capaz de ‘salirsede sí mismo’ para observar, con ojosdiferentes, dispuestos a la reflexiónserena lo mismo que los demás mirancon amarga preocupación.

El juego del mundo, el desilusio-nante y a la vez divertido juegodel mundo, Jorge Ibargüengoitialo ve con una mirada tranquilapero que tiene ‘Luz de filo decuchillo’. Humor seco, ha dichoOctavio Paz: humor de ascenden-cia sajona más que latina, y unacierta inclinación a difamar la rea-lidad. Sí, pero, al mismo tiempo,cierta apacible fascinación por esejuego: juego del mundo, juego delos seres y de las cosas y de la Granhistoria y la pequeña historia. Essí un empequeñecedor de enormi-dades, un trivializador de trascen-dencias, cuyo método consiste encotidianizar la Historia, desperdi-gando en anécdotas caseras lotrascendente...14

Jorge Ibargüengoitia es a mi jui-cio, el único escritor verdaderamentehumorista de la literatura mexicana

contemporánea. Su humorismo des-enmascara y desnuda, pero sin odio,sin rencor. Emplea la crítica y laironía como ingredientes básicos, sinembargo, predomina en él su espíritulúdico. Por partes su humorismo su-pera la fácil barrera social y el diver-timento literario.

Ibargüengoitia no es precisamenteun humorista negro, es un escritorque no emite juicios ni pretende darlecciones de moral, simplementeinterpreta la realidad según la ve. Suhumorismo, pues, pertenece a la ver-tiente realista, que no es humorismopuro, filosófico o sublime, pero tam-poco está en el extremo opuesto –lacomicidad– sin duda, un humoristadesmitificador, que gran falta noshace en estos tiempos tan nebulososy sombríos.

14 José de la Colina, “Jorge Ibargüen-goitia (1928-1983)”, El Semanario Cul-tural, Novedades, diciembre 4 de 1983.

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